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EL CUERPO DE LOS DIOSES Historia del magus errante J. L. Mellado Valle

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El cuerpo de los dioses: La historia del magus errante (Spanish Edition)

EL CUERPO DE LOS DIOSES

Historia del magus errante

J. L. Mellado Valle

Ttulo original:El cuerpo de los dioses.Historia del magus errante

Ilustracin de cubierta: Mara Josefa Lpez Guerrero

Diseo de cubierta: Mara Josefa Lpez Guerrero y J. Luis Mellado Valle

Primera edicin: Noviembre de 2014

Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproduccin total o parcial de esta obra y su almacenaje o transmisin por cualquier medio sin permiso previo del autor.

2014 J. Luis Mellado Valle

2014 Ronin7 Studio, editorial

A todos mis maravillosos maestros;a mis compaeros de aventuras;a mis verdaderos amigos en esta vida;a mi familia y a mi madre, la mejor persona sobre la faz de este mundo.

NDICE

I Un trago amargoII DestinoIII Camino de LevanteIV A suertesV Mar de PonienteVI El MagusVII De agua y fuegoII GlatasIX Reyes y diosesX El guardinXI La serpiente del mundoXII El santuarioXIII Omega y alfaXIV El principio del finXV El ojo y la llaveXVI HolocaustoXVII OuroborosXVIII Cuando aterriza un almaXIX Un descansoXX Fantasmas del pasadoXXI Recuerdos de un recuerdoXXII Robles y manzanos

El destino es lo que sucede cuando no haces nada IUn trago amargo

Tomaba caf aquel da. Sentado junto a la ventana, junto a la entrada. Aquella cafetera que siempre me result ntima, hoy me pareca agobiante, oscura.

Lo vi sentado en la barra. Haba al menos diez personas sentadas, pero tan slo me fij en l. Cabello largo, gabardina oscura. La luz al acercarse a l mora. Pareca estar envuelto en la negrura. Not como me asfixiaba el ambiente, entonces se gir y me devolvi la mirada. Volv la vista a mi aperitivo, sintiendo los pelos de la nuca erizados, presionado por su presencia, oyendo sus pasos acercndose.

Leander, al fin d contigo. Alc la vista y lo vi, sentado frente a m.

Disculpe, creo que se confunde de persona.

T te confundes de recuerdos. Debes recordar.

Mi cara debi reflejar lo perplejo que me senta en aquel instante, a la par que comenc a sentir cierta incomodidad y violencia con aquella situacin absurda.

Le voy a tener que pedir que se marche no pude articular ms palabras.

Con sus ojos fijos en los mos, sac de un pequeo bolso bajo la gabardina alguna especie de botellita de licor. Verti su contenido en mi caf, puso su mano derecha tatuada con extraos dibujos, sobre la taza, y mascullando algo totalmente ininteligible para mi, la levant y me la ofreci. Quise decirle que no pensaba tomarme aquello, fuera lo que fuera. Quise desconfiar. Quise, pero no pude. Mi mano tomo la taza y mis labios la probaron. Aquel olor a tierra. Aquel sabor a hierro y sangre. Aquel recuerdo que beb, removi mis entraas y me convulsion. Sent mi mente volar fuera de mi crneo.

Ao 1102. Anatolia.Me encontraba aquella maana sirviendo de entretenimiento a los hijos de mi seor, ensendoles los principios que rigen el ataque con spatha. Aquellos juegos con armas de madera eran toda su diversin. La rivalidad que demostraban en sus juegos me haca temer por sus propias vidas en el futuro. La villa no era lo mejor del Imperio, pero era prspera y sus minas eran codiciadas por nuestros molestos vecinos. Cuando su padre abandonara este mundo slo uno de ellos sera el nuevo seor. Mis ya viejos ojos han visto muchas muertes, y no slo en el escenario. Los llame descansar.

Era el maestro de armas. Enseo el uso de todas las armas conocidas a los jvenes amos, como lo hice con sus padres, como lo hago con su ejrcito. Y guardo el conocimiento del uso de armas desconocidas y extraas, para que mi sucesor, como yo, las guarde. Mis manos ya no sostienen el pilum como lo hicieran. Deba acoger un aprendiz, pero an ninguno de aquellos pequeos me demostr la nica aptitud que buscaba. Aquello que no encontraba. Pero, por desgracia, el tiempo no espera a razones.

Ascend el camino a la torre del homenaje y vi a mis pequeos amos persiguindose calle abajo sin prestarme la ms mnima atencin. Salud a los hombres de armas que entrenaban y al centinela apostado a la entrada. Con una leve sonrisa me invit a pasar.

Aquella construccin de piedra y madera resplandeca con la llama del pequeo hogar junto al que estaba Galieno. El criado, otro esclavo; sali a mi encuentro. Le solicit ver a nuestro seor. Galieno, que al recibir mi peticin, se volvi e hizo un ademn con la mano antes de que mi compaero volviera para indicarme que me atendera.

Dime, viejo amigo, qu necesitas de tu antiguo alumno? Mis hijos te causan problemas?

No mi seor, son buenos alumnos, como lo fue su padre respond.

Entonces, qu ocurre Leander?

Mi aprendiz, debo salir a buscarlo de nuevo.

Sabes que no debes pedirme permiso para ir al pueblo...

No es al pueblo a dnde debo ir le interrump, mi seor. Esta vez debo encontrarlo.

Mi amo cerr una boca que haba quedado abierta, y ech la mano derecha a su mal recortada barba. Mir al hogar y respir profundamente.

Leander, t y tu maestro servisteis bien a mi padre. Me has enseado todo lo que alguien puede saber sobre el arte de la batalla, y esperaba que fueras t quien acompaara en sus decisiones a mis hijos...

Mi seor...

Pero me interrumpi esta vez l comprendo que el tiempo ha pasado para todos nosotros, y que los hijos de mis hijos no tendrn la suerte de tener un maestro y un amigo como t. Mi respuesta es no...

Pero seor... me acall con su mano.

No Leander, no te dejo marchar coloc sus manos en mis hombros, te dejo libre.

Mir a aquel hombre a los ojos sin saber que responderle.

Ahora prepara tus cosas y mrchate, quiero ver pronto a tu aprendiz de armas, quiero que volvis y seis los maestros de mis hijos hasta que lo creas oportuno, si aceptas mi invitacin.

No podra ser de otro modo, aguilucho.

Con los ojos inundados abrac a aquel hombre y me dirig a la salida. No saba que sera la ltima vez que lo vera.

IIDestino

La galera comenzaba a ladearse bruscamente a causa el oleaje. La tripulacin corra presurosamente por la cubierta. El capataz asom del interior de la nave su rasurado cogote, farfullando y gritando de forma intermitente, tras lo cual volvi a las entraas de la barcaza. El extrao dej de mirar a ultramar por estribor, cruz la nave direccin a proa sin percatarse de ninguno de aquellos hombres atareados y nerviosos. Sin necesidad de esquivarlos o detener el ritmo con el que caminaba, alcanz el mascarn. Su capote oscuro se levant, dejando su lacia melena negra al viento. Alz ambos brazos extendidos a la altura de su cabeza, traz un arco con ellos hasta unir las palmas de sus manos, y cruz sus piernas bajo la tnica carmes, que ahora asomaba, para sentarse en aquel punto de la cubierta. Las nubes de tormenta que amenazaban la embarcacin en la distancia haban decidido, como si tuvieran voluntad, dar media vuelta, desistir en su empeo de arruinar la travesa. El mar qued en calma al poco, y los tripulantes, un tanto desconcertados ante tal cambio brusco, volvieron a su actividad murmullando blasfemias.

Pasaron otros dos das de travesa a bordo, sin ms incidencia que algn altercado entre marinos, resuelto de forma rpida a la par que severa por el capataz. Algunas personas conscientes de la presencia del extranjero encapuchado, lo miraban con recelo, miedo y otra suerte de sentimientos, pero no pasaban ms de unos segundos hasta que el extrao les devolva la mirada y, de sbito, perdan todo tipo de inters por l. A los pocos minutos no recordaban si quiera su existencia ni volvan a apercibirse de su ser.

Al quinto da desembarcaron en el puerto deSophia. Haban alcanzado la capital del Imperio, Constantinpolis. Su viaje no acababa aqu. Era consciente de que la ciudad lo retendra dos das ms, pero era slo un alto en el camino, y su camino slo tena un final, Anatolia. Antioquia.

IIICamino de Levante

Los caminos eran angostos y pedregosos durante los primeros das de viaje. Yo, Leander,en mi avanzada edad, he sobrevivido a batallas y enfermedades, pero senta como un simple, aunque largo, viaje puede acabar con todas mis fuerzas. Gracias a Dios nunca hube de presenciar ninguna epidemia durante mi vida. Pas aquel camino recordando como mi maestro, con pocos aos ms que los que posea yo en aquel entonces, ya resultaba para mis jvenes ojos un autntico anciano; y a pesar de que el tiempo y las heridas marcaban su rostro, aquel hombre era capaz de moverse como el mismsimo levante y posea la fuerza de un buey.Tena 56 aos cuando me desped de l para siempre. Un fro invernal atenazaba mi corazn al albergar este pensamiento.Nunca supe qu pensaba mi maestro cuando me encontr hurgando los desperdicios de los establos. Me dio alimento, cobijo y servidumbre bajo el seor de aquellas tierras para los reinos de Levante. Nunca supe qu vio en m para ofrecerme adiestramiento en el arte. Nunca lo supe. En su lecho de muerte se limit a susurrarme: Cuando encuentres un discpulo digno, lo sabrs. Nunca ensees a quien no desea aprender, y quien no debe.

Pas toda mi vida entre las murallas y el poblado, siendo enseado, enseando y, cuando lo requeran las circunstancias, luchando por proteger aquello que habamos construido, nuestra tierra. En la aldea pens varias veces en adoptar a algn chico necesitado bajo mi tutela, pero de aquellos pocos, ninguno satisfizo las expectativas. Algunos demostraron inaptitud y otros, desgana, aunque no falta de apetito. Y otros una violencia y ansias que nunca deberan ser incentivadas. Las armas eran herramientas en manos de quien tiene verdadero valor, el valor de salvar vidas. La maldad no reside en ellas si no en el corazn e intenciones de quin las empua. Si no existieran, el mundo sera un sitio mejor? Con seguridad, la respuesta es s. Pero algn alma oscura usara un rudo artilugio como ventaja para oprimir a los dems. Todo volvera a comenzar. Por eso existe mi profesin. Por eso alguien debe saber usarlas todas, para saber como vencerlas. Pero se me agota el tiempo. Si no entreno a un sucesor y muero, se perder mi conocimiento, el de mi maestro, y el de todos los anteriores a l.

Viajaba solo, portando bajo el capote y entre los rodos ropajes mi pequeo arsenal. A la espalda colgaba una aljaba, flechas y un arco de tejo, cortado de los montes Tauro. Pronto vera sus bosques. Aquella liviana arma me proporcionaba sustento en las travesas en las que no alcanzaba algn hospicio o terminaban mis anteriores provisiones. Mi vista no era ya la que fue, pero aquel arco pareca que hiciese el trabajo por mi, cosa que siempre le agradeca en voz baja. El yermo paisaje me ofreci durante largas jornadas pequeas presas para nada del gusto de cualquier otra persona. Alcanc en pocos das la maldita Capadocia, dispuesto a bordearla lo ms rpida y silenciosamente posible. Aquel lugar extrao e inhspito, se deca, era hogar de seres nocturnos, y a pesar de mi escepticismo, quera evitar cualquier sobresalto en el viaje, fuera o no de este mundo. Lo consegu, por el momento.

Tras otra jornada de viaje y haber dejado atrs la choza de un amable pastor, comenz a verdear el paisaje. Mi olfato discerni el salado aroma del mar que se encontraba lejos, y mis destrozadas botas, con su oculto estilete, comenzaron a agradecer el cambio del terreno. A lo lejos divisaba aquellos montes, tierra natal de mi pequeo arco, y no pude evitar acercarme al linde. All encontr un fornido roble bajo el que descans largo rato. Mirando al cielo a travs de su copa, decid crear un nuevo arma que me sera de gran ayuda para el camino. Tom un hacha de caza del cinto y logr vencer, al tiempo, la resistencia de aquel gigante a entregarme una de sus ramas. Tall un bastn recto y recio, duro como su padre, con el que mi viaje sera ms llevadero y podra tomar distancia en caso de necesitarlo. No tard en comprobar est segunda utilidad tan slo caer la noche...

Qu hace un viejo solo en este sitio de noche?

S, la aldea queda a medio da de viaje...

Y por ah slo pasan las caravanas. No crees que es peligroso abuelo? Seal el primer gaan en direccin contraria a la ma.

Yo observaba a aquellos hombres malencarados, encorvndome como el anciano que era.

Parece que se ha perdido. Podras estar muerto amigo...

Por Fortuna, te hemos encontrado nosotros en nuestra ronda.

Vuestra ronda? pregunt ahogadamente.

Ah, pero si puede hablar...

S abuelo, somos interrumpi de nuevo el primero, que acaparaba toda aquella farsa somos guardas, y cobramos peaje para poder garantizar la seguridad de los andantes

Viandantes...

S, eso...viandantes que deambulan por este camino a estas horas.

No debis preocuparos por este anciano, podis continuar vuestra ronda en paz contest yo, esa vez de forma audible.

Creo que no nos entiendes abuelo, debes pagarnos. Con lo que lleves encima bastar.

Ambos tomaron unos burdos garrotes de madero en sus manos, con gesto expectante. Aferr el bastn por el centro con las manos alineadas mientras me encorvaba. Hice un amago de flanqueo para comprobar sus intenciones, comenzaron a rodearme. En ese momento romp, dando dos largos brincos hacia atrs para comprobar mi retirada, el pequeo y silencioso de la derecha carg hacia mi, garrote en alto. La retirada, lo ms sensato, me era imposible. Reaccion. El bastn rpidamente qued horizontal, y gir junto con mi cuerpo hasta que su extremo qued a la altura del estomago del asaltante. Estoqu con todo el peso de mi cuerpo. Mientras yo me estiraba, l se encoga sin aliento. El bocazas gritaba mientras daba un par de pasos a la carrera, empuando la estaca con ambas manos para descargarla a mi izquierda expuesta. Gir en esa misma direccin, y mientras perda el equilibrio, con la fuerza del propio quiebro, le asest en plena nuca con mi roble. Cay al suelo inmvil, y en ese momento el otro comenz a recuperar aire para darme linaje:

Hideperra, te mato!

Sac algo parecido a un cuchillo, por su reflejo. En ese momento solt el bastn y ech atrs el capote con la zurda.Por la expresin en la cara del desgraciado tambin distingui en mi algn brillo de los muchos que podra reflejar. Tome la empuadura y desenvaine la espatha.

Me pedisteis lo que llevaba encima, pero, saba, no iba a ser de vuestro agrado me mof Debisteis dejarme huir en su momento.

Not el temblor en el reflejo de su hoja. Med la distancia con la ma estirando el brazo.

Bu... bub... bue... balbuceaba bizqueando a su garganta. Dej caer su hierro.

Largo de aqu, y llvate a tu amigo. Nunca volvis a hacer nada parecido, aqu o en todo reino de Dios, pues se os enjuiciar por la Ley, y no ser tan piadosa. Esta noche habis vuelto a nacer, no cometis los mismos errores dos veces.

Cerr la boca sonoramente y corri en direccin contraria, abandonando el cuerpo del otro asaltante, que respiraba pesadamente. Supuse que al marcharme volvera por l si realmente le importaba si a los hombres que acaban en este camino les importaba otra persona.

Recog mi bastn del suelo, y comenc la marcha. Quedaba an camino por recorrer, deba continuar. Mi destino quedaba lejos, y mi ltima batalla.

IVA suertes

La nave se acerc con ritmo cansino, fruto del suave oleaje, al portn. Aquella enorme muralla pareca emerger del propio mar, como si Poseidn u otro dios pagano la hubiera erigido. Pero ningn dios tuvo nunca verdadero hogar en Bizantium. Conforme se acercaba la barcaza, poda divisarse a levante Kiz Kulesi, la Torre de la Doncella, la Torre de Leander. El extrao, fij su mirada en la torre de aquel islote. Pareca absorto con aquella visin, y hasta el momento en que el muro lo engull, junto al resto de la tripulacin, no dej de observarla. Con la mirada perdida se cubri la testa con la oscura capucha.

Se descargaron mercancas, viajeros y marinos, pero el extrao fue ajeno a todo, y ajeno para todos. Anduvo sin dilacin ni duda entre las intrincadas calles que llevaban del puerto a la ciudadela, la primera de las siete colinas. El paso era libre. Abierto el rastrillo, los guardias apostados slo comprobaban carros y bultos. Su atencin se centr en la oscura figura cuando alcanzaron a divisarla. Los centinelas parecan dispuestos a interrumpir su marcha para hacerle alguna pregunta, sin embargo, cuando estuvo suficientemente cerca para observar su mirada, stos dejaron la suya perdida, para volver a depositarla sobre los siguientes transentes.

El empedrado romano, conservado durante siglos, era flanqueado por edificios de construccin ms moderna. Altas casas y mesones de dos y tres pisos, algunas secciones asemejadas a torres adheridas a los muros. Piedra pequea enmarcada con oscuros maderos, portones con escalones y grandes ventanales que soportaban amplios tejados. Un laberinto de calles y callejones a cada cual ms angosto y estrecho, en el que toda variedad de habitante, comerciante y vagabundo tena cabida y direccin a la que dirigirse raudo. El manto oscuro, presto, esquivo y decidido, sorte la marea humana por aquella sierpe retorcida hasta llegar al que pareca ser su destino, la judeca de Pera, el barrio judo glata.

El ambiente de aquel barrio, en contraposicin al aglomerado de los anteriores, resultaba como un golpe de aire fresco en verano. Denostaba, entre sus medianamente llenas calles, un aire solemne, pacifico, como si el barullo, mal olor e, incluso, el tiempo se hubieran quedado fuera, ajenos a l.

El extrao alcanz la altura de uno de los cientos de comercios, cuyo poste dibujaba una pluma negra, y cuya puerta estaba cerrada. Alz la mano, asiendo el tirador de hierro forjado, empujando al mismo tiempo que penetraba en aquel lugar con la familiaridad del que entra en su propio hogar.

Buenos d... el tendero, un anciano hebreo de tupida barba blanca, se apresur a atrancar la puerta en cuanto alcanz a ver a su supuesto cliente.

El extranjero si quiera se inmut mientras el hombrecillo que no le alcanzaba los hombros lo rodeaba para alcanzar el madero y colocarlo tras la puerta.

T! pareci aspirar largamente. T no debas estar aqu. Si quiera deberas seguir siendo

No hay tiempo para eso, Yosef cort sus palabras secamente. No hay tiempo.

Cmo? Para que has venido? Yo no

No, Yosef volvi a interrumpir, mirando al anciano con sus grandes ojos oscuros, poblados con largas y espesas pestaas, ahora totalmente visibles sin la caperuza. Tras una larga pausa aadi Vengo por Lo Prometido.

Gran sinti una terrible congoja al sentir como se endureca, an ms, la fra mirada de su interlocutor Hey Luc Rafael la mirada se relaj. Oh, Rafael. No puedo drtelo. No es lo suficientemente

No es tu juicio ni el de la cbala. Ni la del Consejo Ni si quiera las rdenes pueden comprender. No hay ms tiempo!

Yosef mir de arriba abajo al que llamaba Rafael. Su estatura superaba la media de los hombres que se encontraban en aquellas latitudes. Su tez, aunque pareciera glauca, era morena, con forma alargada. Un fino y oscuro bigote delineaba un tambin fino labio superior, que se contrapona a un carnoso labio inferior, bajo el que emanaba una medianamente larga barba que pareca terminar en punta. Sus contorneados ojos emanaban una constante tristeza, slo cambiante por la expresin que les dotaba sus anguladas cejas. No aparentaba alcanzar ms de la treintena.

As sea contest el judo, agachando la cabeza y dirigindose a retirar la tranca para abrir la entrada.

El extranjero sali del establecimiento lleno de libros en toda su extensin, y se dirigi, sin dudar un segundo, en direccin norte por el empedrado, cubrindose de nuevo la negra melena con la capucha. Yosef se apresur en dejar bien cerrada la librera y dar alcance a su inesperada visita mientras turbios recuerdos le venan a la mente: Condenado Inmortal. El Magus Por qu viene ahora por el nio?.

VMar de Poniente

Mucho tiempo en el camino. Demasiado para mis curtidos pies, que se me antojan ahora desgastados, y mis huesos, rodos. Pero heme aqu. La gran Ciudad de Constantino se alza ante m, sentado en esta barcaza, y me veo obligado a levantarme a pesar de mi extremo cansancio. Cunto tiempo, y cunto dolor y sangre derramada en aquel tiempo por todo aquello en lo que creamos. Y an me pregunto si fue realmente necesario.

El empuje de la oleada me hizo trastabillar y caer de culo en la dura madera. De vuelta a la realidad, al ahora, y a mis viejos y molidos huesos.

Al desembarcar entre aquel hermoso y vivo caos al que llamaban puerto, ped amablemente a uno de los marinos que nos acompaaban seas de algn hospicio, mesn o albergue. El hombre de arrugado y quemado rostro efecto del mar y el sol me invit a que le acompaara a una ramera. De forma totalmente falsa le agradec la invitacin, y una vieja tristeza invadi mi corazn mientras lo despeda: Luch. Luch por esta tierra junto a los cruzados, que jams la haban pisado; que no haban nacido aqu; que no tenan a sus mujeres aqu Luche por Melene. Luch y slo la tierra se salv. Y a pesar del tiempo, ninguna mujer la sustituy, aunque mi corazn les diera alguna oportunidad. Tiempo hace ya que me antojo estpido en si quiera pensar en esos temas. Ya esos tiempos pasaron, y perd a quien ame, pero al menos am. Ahora, a esta edad, no necesito nada ms.

Anduve, ms que perdido, distrado y embelesado por todas las maravillas que se ofrecan en lo mercados; por los entretenimientos y malabares de titiriteros y saltimbanquis. En uno de esos momentos o a mis espaldas un grito del que slo entend ladrn!. Me gir interponiendo en oblicuo mi bastn al ver a un muchacho corriendo en mi direccin, hogaza bajo el brazo. Levant horizontalmente la vara, asiendo firmemente con sendas manos el extremo, previendo el salto esquivo del zagal: No pudo superarlo, dando sus pes descalzos con el roble, y cayendo de bruces. Pero ante mi asombro, el chico rod sobre su hombro, sin siquiera soltar su presa, incorporndose con el mismo movimiento, continuando su veloz huida, y despareciendo por una estrecha callejuela.

No ha sido fortuito. Eso requiere tcnica pens en voz alta. Destreza verdadera

An oyendo lejos los gritos del supuesto vendedor, recuper el humor de mis venas, y de un brinco, comenc la persecucin del chico por aquel pasaje. Pero mis intenciones eran bien distintas ahora. Sin alcanzar a verlo, atraves toda la longitud hasta asomar a una nueva calle, sta, totalmente vaca a excepcin de un par de pedigeos que se me acercaron. Les pregunt, sin resuello, sobre el ladronzuelo, a lo que me respondieron evasivamente sin dejar de acercarme las palmas a las narices. Escuch el golpear contra el suelo a mis espaldas, cuando vi como caa algo de argamasa de una ruinosa casa baja, sin medio techo, que lindaba el edificio del callejn. El chico gir la esquina de la fachada, apoyando sus pies en las salientes vigas del techado. Cada vez senta ms inters por aquel gato callejero. Desabroche mi roda capa y se la entregu, junto al bastn, a los pobres pordioseros que me lo agradecieron con varias bendiciones en la vieja lengua. Tom la sucia cofia de la cabeza del ms alto, que cambi sus bendiciones por una serie de protestas que no me molest en or. Reconoced que es un trato justo, a lo que no supo responder, y me dirig con paso ligero por el camino que haba tomado el pequeo prodigio, anudndome la pegajosa prenda en torno a mi quijada. En cuanto acabara este juego, lo primero ser rasurarme la cabeza.

Volv a girar otra calle, siguindolo a distancia, simulando interesarme todo lo que encontraba a mi paso, y ataviado de esta guisa, con toda mi armera a la vista. Empez a descender por un andamiaje, mirando a sus espaldas, sin apercibirse de m, supongo que fruto de mi aspecto de mercenario, bastante comn por estos lares. Corri como el viento en direccin a la zona norte, accediendo por otro callejn estrecho. Me d prisa en no perderlo de vista, y sub el pasaje.

En este barrio demasiado tranquilo para mi gusto se apreciaban casas de buena construccin, dira que caras. Varios comercios atendidos directamente desde los edificios, por ventanales o entrando por sus puertas como si de posadas se tratase. Probara ms tarde a encontrar buen descanso en alguna, pero dudando poder permitrmelo. Pronto descubr que no es oro todo lo que reluce: El chico se acerc a una bella mujer que yaca sentada contra la esquina del muro. sta tena sus vestimentas ajadas y tremendamente sucias. El chico de pelo de color bronce, al que ahora poda observar con tranquilidad, vesta una camisola amarillenta, llena de agujeros, y unas calzas no menos agusanadas, sin ms calzado que las plantas de sus pies. Le entreg toda la hogaza, que la mujer parti devolvindole la mitad, y el nio desgarrando a su vez otra mitad, dndole un cuarto, yndose disparado como una saeta direccin ms al norte. Decid que era ms sensato hablar con ella. Tir al suelo el apestoso gorrete y me acerqu.

Dios os bendiga salud.

la mujer me mir con desconfianza y miedo en el rostro, disponindose a huir.

Lamento si os inoportuno, no quiero haceros dao alguno, os lo aseguro saqu unos follis de la bolsa que colgaba de mi cuello, escondida bajo el jubn, sobre mi corazn aceptadlo, por favor.

Gurdatelo, espada-a-sueldo! No soy de esas. Puedo morir de hambre, pero mi cuerpo y mi alma son slo mos

Soy Maestro de armas.

De nadie ms. Como se te ocurra tocarme, gritar!

Quiero darle otra vida al chico.

Las fulan Dorian? Dejadlo en paz!

Ser aprendiz mo, servir en el principado de Antioqua.

Mi hijo servir?

Comer todos los das, tres veces.

cerr la boca, mirando con sus enormes ojos grises, de los que empezaron a brotar lgrimas, directamente a los mos

Dormir en un lecho. Ser cuidado, y muy admirado as me han hecho sentir a mi mismo.

Pero te lo llevars de mi lado Armas. Es peligroso t tambin quieres llevrtelo. T tambin!

Mi seora, no s de lo que me hablis. Tranquilizaos. No pretendo apartaros de l. Primero quiero ponerlo a prueba un tiempo, y ser aqu en la ciudadela. No esperaba encontrar un posible aprendiz tan rpido, tan slo pisar Bizantium. No quiero que os desesperis, pero tampoco daros demasiadas esperanzas. No busco a cualquiera.

Mi hijo se puso en pie, no es cualquiera.

Esa afirmacin, la solemnidad con la que pronunci esas palabras, hizo que viera un atisbo de verdadera nobleza en aquella dama cada en la desgracia por, a saber qu, vicisitudes de la vida. Era alta, casi de mi estatura, de pelo claro, mezcolanza de colores que no se vean por la mugre, como no se apreciaba toda la verdadera belleza de sus marcados y fuertes rasgos. An as, era tremendamente hermosa.

Por favor, aceptadlo, sin compromiso alguno. Segu tendindole las monedas. Slo espero veros con vuestro muchacho donde me indiquis. Slo eso.

Bien Hay una posada en la calzada vieja, aqu en los Glatas, dos calles en esa direccins, por favor, el diablillo ha gastado mis ltimas fuerzas. Si decido creeros, esperadme al medioda de maana en las mesas. Pero no os prometo nada.

Y yo os respetar, aunque lo lamente en el alma sent el impulso de ofrecerles hospedaje junto a m, pero comprend lo violenta de la situacin, y el carcter de aquella mujer no lo aceptara de modo alguno.

Tom en una mano las monedas, mientras con el otro brazo portaba los restos de pan en el regazo. Se gir en la direccin que haca poco recorri su hijo, y al desaparecer de mi vista fui consciente de lo perdido que estaba. Los Glatas. Record las indicaciones y anduve como pude los cientos de pasos que me restaban. Pude apreciar una talla sobre el quicio de aquel portn, el Gallo de oro. Oro, mal asunto. Instintivamente palp mi corazn y not su abultado latir. El manto de la noche comenzaba a cubrir el cielo, as que pas aquel umbral y vi la redonda y sonriente cara del posadero.

Tras unas breves palabras, el hombre me ofreci un lugar cmodo al fondo del lugar, un sitio bastante espacioso. Me seal el banco ms cercano y en breve sirvi algo de vino dulce, cordero y un pobre cuscurro de pan. En ese momento me di cuenta de que no saba el nombre de aquella mujer, y le pregunt al posadero por su situacin.

Muriel? Por como me dice, tiene que ser Muriel... Esa arpa est loca. Vagabundea desde que muri su marido, sin dejarse de ayudar por la familia de aqul, arrastrando al nio de un lado a otro.

Su marido?

No me malinterprete su seor, de cuando en cuando acepta algo de comida de uno, pero luego desaparece como llevada por los demonios sin dar muestras de vida. Y as cada quincena, da arriba abajo.

Quin era su marido?

Su marido, s. Se nota que su seor no es de aqu. Artai, el barbero esto el galeno de Pera. Su casa ardi de noche, seguro que fruto de sus mejunjes y potingues. An no s como salvaron la vida mujer e hijo. Estuvo a punto de arder media zona, judera y todo.

Muriel, as se llamaba. Muriel, la mujer del galeno. Y su pequeo, Dorian, mi esperanza.

VIEl Magus

Oscura la cpula, cobraban, temblorosamente, color las paredes con cada vela encendida. Las sombras, prolongadas, titilantes y siniestras, no eran nada comparadas a la silueta del que llamaban Rafael. Se despoj del manto oscuro que lo cubra, dejando ver una tnica color vino y cuero oscuro sobre una toga carmes. No se apreciaban sus pies, pero en ningn momento las telas le arrastraban por el suelo. Recorri los pasos que le separaban del centro de aquella sala aparentemente redonda; pero un largo vistazo mostraba, tras las tinieblas y columnas, murales y tapices maltratados por el tiempo. Extraas figuras, escrituras y smbolos que colgaban de seis paredes. Seis paredes que concentraban cuatro anillos formados por las mencionadas columnas, varios candelabros, y por algunas velas casi fundidas sobre aquel arenoso suelo.

Aqul al que llamaban Rafael abri el broche con forma de ojo y se despoj de la clmide, que cay al suelo. Con parsimonia, su triste vista al frente, sac su tnica, y tras sta, la toga. Tom una irregular ramita quemada, y trazo lneas a su alrededor. Un tringulo, luego otro opuesto. En cada uno de los pequeos espacios resultantes, deline extraas formas, unas curvas, otras rectas. Todo trazado con el mayor de los detalles, con l en el hexgono central resultante. Alcanz un puado de sal de un cuenco de oro, y soltndolo, dejndolo fluir, form un nuevo crculo alrededor de todo aquel galimatas. Se sent, entrecruzando sus piernas y agachando su cabeza mientras cerraba sus oscuros ojos.

Su cuerpo desnudo mostraba cientos de negros tatuajes. Formas tan extraas como las que haba dibujado, y formas tan cercanas como ojos, escarabajos y aves. Sus brazos adornados, completamente, con escrituras de antiguas lenguas an habladas; alguna suerte de rabe, alguna suerte de griego. Su espalda y su pecho, con sendos tringulos opuestos, circunscritos en alguna extraa y circular oracin. Comenz a cantar, en tono grave, tan obscuro como todo lo que rodeaba la escena, en una lengua tan lejana o arcaica que debiera estar perdida. Coloc sus manos cerradas sobre las rodillas, abrindolas a la par, con las palmas encaradas a la tenebrosa bveda, dejando ver un ojo de largos rabillos en una, y una vieja y fea quemadura en forma de llave en la otra.

Ao 350 a.C. Helipolis. Recuerda Haylel.

S, Maestro.

El Poder implica el ms grande de los sacrificios. Y ese sacrificio no ser slo tu vida. No ser todo lo que ames. Ser las vidas de todo lo que te ame a ti. El Camino se debe andar solo, y ningn dios ni mortal vivira una eternidad en soledad. Eso es lo que nos ha llevado al Fin. Porque ver sufrir y morir a todos a tu alrededor cuando t sobrevives, te volver loco.

Lo entiendo Maestro.

Toma el cntaro.

Aqu soporto tu cuerpo, Maestro.

Aqu entrego mi espritu.

Aqu lo mantengo.

Aqu abandono mi cuerpo, decido mi fin, y ardo en las llamas. Ahora renazco en ti, ave fnix.

Adis, Maestro.

Adis Heylel.

Petosiris cay a mis pies, sobre la pira, con la daga hendida en el pecho, exhalando su ltimo aliento haca la vasija. Otros dos sacerdotes prendieron con antorchas su cuerpo y, mientras arda, beb de la urna con forzada avidez, derramando el agua sobre todo mi cuerpo. Ca de rodillas, y ellos me alzaron.

Bienvenido de nuevo, Maestro.

VIIDe agua y fuego

Los sacerdotes sem, ataviados con pieles de leopardo, rompieron el crculo, entonando los cnticos en un continuo y profundo susurrar. Qued fijo mirando las brasas, ordenando mis recuerdos: los mos, los de Petosiris. Como me haban criado desde mi nacimiento como sacerdote, instruido en los ritos y las plegarias; como haba seleccionado a mi madre de entre las hijas de Sem para dar a luz al Elegido. Como muri durante el parto que yo mismo asist. Luz. As me d nombre como Petosiris: Heylel. Como instru a mi pequeo yo en la Verdad y las Artes, la magia. Recordando un pasado que ahora era mo. Viendo todo lo que suceda desde todos los ojos por los que fue vivido. Sent el vrtigo y la fatiga. Lleg la oscuridad.

El mechn de pelo estorbaba mi cara. Sent la comodidad de aquel lecho mientras lo apartaba a un lado de mi crneo rasurado. Me incorpor. Estaba en mis aposentos, los aposentos de Petosiris. El templo estaba en un total silencio slo roto por el distante y armonioso tono que mantenan los sacerdotes. Sal al patio interior. El sol despuntaba a travs de la piedra de Ben, en toda su divina presencia. Era hora de purificar las salas y mi propio cuerpo. El resto de sacerdotes bajaban su vista a mi paso en signo de respeto y bendicin. Dos de ellos salieron a mi paso portando cuchilla, paos y aceites.

Mi cabeza afeitada al completo y mi cuerpo purificado por el agua, cubierto por el blanco lino. Atraves las seis estancias abriendo sus sellos, cumpliendo el ritual, diciendo Las Palabras; purificando sus rincones, sus imgenes y el propio aire. Y alcanc la puerta de Su Hogar. Nadie, nunca jams, deba penetrar aquel lugar, ni la luz misma, pues all moraba, y el mal del mundo no deba entrar, de ningn modo. Pero s deba llegar a nuestras puertas.

Ao 343 a.C.No haba estrellas. Era tercero de Shemu y el cielo nocturno brillaba con el fuego. Toda la extensin de Lunu era un brasero donde la locura y el terror bullan desatados. Haba llegado el momento para el que todos nos preparamos. Celebramos el cnclave en el interior del templo, disponindome en el centro de los crculos, con mis hermanos formando el sexto, mirando al sptimo mundo y todo su mal que intentara penetrar hasta l. Evoqu Su nombre, alc el cetro uas, y los llam, uno por uno, para que nos sirvieran en aquellas horas finales. Respondieron al pacto y nuestros destinos quedaron sellados.

Las hordas persas cruzaron las puertas habiendo matado a toda la guardia que nos protegan. En el interior del patio corran hacia el templo cerrado en el que nos encontrbamos. Pero yo ahora, tal como vea todos mis pasados a travs de varios ojos, vea lo que suceda puertas afueras. Los demonios me prestaron sus ojos, y observaba asqueado como avivaban las llamas de sus hogueras y antorchas; acercaban chispas a balsas de aceite, prendan las prendas y carne de los mismo soldados. Vea ensartarse unos a otros con sus lanzas para evitar ser alcanzados por las llamas que portaban. Vea como todo a nuestro alrededor, en aquel caos, arda y se derrua, y sal del crculo aterrado cuando derribaron el portn y comenzaron a morir mis hermanos, que oponan resistencia. Corr y corr hasta la Morada de Dyehuthy, oyendo los pasos tras de m, cada vez ms cerca. Me detuve en Su Puerta y encar a los sacrlegos, imponindoles la mano derecha, cuando uno de ellos descarg con ir su martill, e implor toda mi fe. El hombre haba sido estampado contra el muro a mi lado. Una figura de cara hosca y barba poblada, que portaba una bronceada armadura de escamas, ocup su lugar, hablando toscamente mi idioma:

Eres prisionero.

S por lo que vens, os esperaba respond, tembloroso.

El bruto grit algo en persa a los hombres a sus espaldas, y tras un largo esperar, dominando mi joven necesidad de gritar con toda aquella locura, vi a cuatro porteadores depositar un gran cajn sobre dos maderos, a modo de palanqun, sin ms apertura que una portezuela que, ahora, estaba abierta y me permita ver una silla y un arcn frente a ella. El jefe de aquella partida expuls a todos fuera de la cuarta puerta. Saba lo que deba hacer. Tom un arcn, y lavando mis manos en la pila con agua del da de la antesala, alc una plegaria y abr el santuario.

IIGlatas

Maldito cansancio y maldita edad.

Me levant de mala gana. Toda la noche la haba pasado despertando sobresaltado, supongo que a causa del agotamiento que en esta maana resiente todo mi cuerpo. Pero no era slo eso. Muchos recuerdos se me tornaron pesadillas, y algunos, bellos sueos de los que me duele despertar.

Encontr a la hija del dueo observndome mientras farfullaba aquellas maldiciones, lo que hizo que cerrara mi boca con un sonoro chocar de dientes, y que ella mirara distrada a sus quehaceres, fingiendo no haber odo ni visto nada.

Recog mis brtulos, aquellos que no portaba an dormido siniestra sobre el corazn, y diestra entorno al pual, y ped a la plida y delgada muchacha una pinta de cerveza floja y algo de pan. Durante el desayuno, apoyando mis manos en la cabeza desperezando mis ojos y cara, me encontr rascndome la nuca, siendo consciente en ese momento del picor que haba contribuido a mi noche sin descanso.

Moza, sabes de barbero en las cercanas?

Hace tiempo ya, que el ms cercano se haya en la judera

S el galeno tu padre me explico lo sucedido antes de que llegaras. Vers, quisiera rasurarme

Si necesitis de afeitado, puedo hacerlo yo misma si os place. Mi padre lo aadir a la cuenta. Ser ms barato

El problema

Os lo prometo

El problema es, que necesito que sea toda la cabeza.

Ah Comprendo.

Por eso

No hay problema.

Mir a la chica que se mostraba divertida con el trabajo.

Qu me dice sire?

Qu ms quisiera yo ser seor? Bueno, realmente no tanto S. Si te ves tan capaz de ello no dudo de tus habilidad.

Venga aqu al rincn.

Pas bastante tiempo mientras la chica pasaba a cuchilla mi crneo con el ms sumo cuidado.

Deseis que afeite vuestra barba?

Oh, no, no Esto era todo lo que necesitaba

No se os cobrar ms, ser de mi parte.

En verdad que os lo agradezco, pero no es necesario. Digamos que me protege del fro en mis viajes.

Ja, ja, ja!

Sois muy simptica.

Mi padre dice que mi trato no es el que se espera de una mujer de mi edad. Por eso no me deja ayudarlo en la noche y slo estoy en la maana. Luego voy con el resto de mujeres a los telares a tintar y vuelvo antes de anochecer. Mi padre dice que tendr algn da una desgracia con cualquier extrao.

Tu padre tiene sus motivos. El mundo es un sitio extrao donde las personas portan mscaras y no son lo que parecen, o lo que uno espera que sean por lo que aparentan. Cuando te das cuenta es demasiado tarde. Debes tener cuidado, tu padre slo quiere protegerte.

Lo s.

Este es un mundo de hombres en el que, a las mujeres, slo os espera sufrir. Y por Dios, espero que algn da eso cambie.

La muchacha qued mirando a la tarima. Cuando volvi a alzar los ojos, le esboc una amplia sonrisa. Pronto alegr el rostro, devolvindomela. Guard sus aperos, luego tom la escoba y comenz a barrer el lugar. Me levant del taburete y avanc hasta el umbral del local. La luz y el aire de la maana me consiguieron despertar del todo mientras pasaba la mano por mi ahora calva cabellera.

El sol llegaba a su cnit mientras senta la brisa en mis sienes. Miraba algo inquieto, de lado a lado, aquella ancha calle, esperando ver aparecer a Muriel con el pequeo Dorian. Imaginaba la reaccin del muchacho a lo que dijera la madre, y la reaccin a mi vista. Esperaba que no reconociese mi actual aspecto bajo aquel capote, y saliera corriendo como llevado por mil demonios. Esperaba y esperaba, pero no acudieron a nuestra reunin.

Pas largo tiempo desde que las campanas llamaran a Sexta, pero no alcanzaba a ser Nona. Haca buen rato que me haba acomodado en el mismo banco de anoche para hacer la espera ms llevadera con aquel vino dulce del lugar y algo que comer. Ya desvanecida toda esperanza de conocer a Dorian, sent una tremenda tristeza por la suerte del chico y por la ma propia. De sbito, una escalada de gritos me hizo salir al portal. Mir a todos lados hasta localizar la fuente de tanto vocero spatha en mano, y vi bajar por la esquina un pequeo grupo de unas tres personas, hombres y mujeres, que creaarrastraban a una mujer. Era Muriel, cuyos desgarradores gritos eran un fiel reflejo de su rostro de dolor:

Mi hijoooo! Dios mi hijooo!

Para mujer, calma Las personas, en realidad, estaban sujetndola, y era ella quien las arrastraba.

Se lo han llevado! Lo sabaaaa saba que lo haran! Me vio, mir directamente a mis ojos con los suyos baados en lgrimas, a punto de saltar de sus cuencas. Ayuda, por misericordia! Acab por desplomarse de rodillas, liberando un grito ahogado que me eriz la piel.

Logr salir de aquella parlisis y enfund la hoja que mi mano haba asido por instinto. Corr a levantar a aquella mujer. Tena las ya maltrechas vestiduras hechas jirones, dejando ver varios morados en su piel, evidencia de fuertes golpes.

Slvalo llvalo contigo! Lejos, muy lejos de aqu! Haba parado de llorar de golpe. Me agarraba el jubn con una increble fuerza, trayndome para s, chocando mi frente con la suya, clavndome sus ojos enrojecidos con dura expresin.

Agarr sus manos con firmeza pero con dulzura, y le interrogu: Quin ha sido? Quin os ha hecho esto? Empez a llorar de nuevo, soltndome.

Estn por todos lados. En los Glatas, en Pera los judos Se form un gran y malicioso alboroto al or esto ltimo.

Los judos? Vea como salan corriendo los integrantes de aquella comitiva, que haba crecido en nmero. Seguramente, con intenciones de dar alarma sobre el robo del muchacho, ahora que tenan el culpable que queran.

El barrio judo balbuceaba. Algunos judos, sarracenos, cristianos Y mi padre Mi padre y otros de la Antigua Religin

Cmo? Yo

No hay tiempo Busca los sellos en sus dedos, en sus cuellos. Los talismanes Me tendi un anillo con un delicado grabado, una serpiente devorndose a si misma y una especie de estrella en su centro.

No os preocupis la tranquilic, aunque intentaba hacerlo tambin conmigo mismo--. Llevadla al interior y cuidadla orden amablemente a la hija del tabernero, que se haba asomado por el ventanal.

Me descolgu la bolsa del cuello y se la entregu a la preocupada chica, que haba tomado las manos de Muriel.

Volver, y Dorian lo har conmigo.

Mir a ambas y volv sobre los pasos que ayer haba recorrido. Como era normal, los guardias no acudiran a ayudar a ningn hijo de la calle, pero ahora que se haba alertado de que los judos tenan algo que ver, no hara falta encontrarlo o, si quiera, tratar con Muriel. El pueblo, y por tanto el rey, se alzara contra ellos como en otros reinos de la cristiandad, slo haca falta esta llama para encender el odio y el recelo guardados. Antigua religin, Qu habra querido decir con aquello? Paganos? Hereja dentro de los propios muros del Reino de reinos cristianos? Mir de nuevo el anillo. Todo se tornaba tenebroso en este juego, y la casualidad o la divina providencia haba querido que yo fuera una pieza sobre el tablero. Pero, qu pieza y, adnde acabaran mis movimientos?

IXReyes y dioses

El joven rey movi sus piezas. Su tirada no fue buena y estuvo largo rato meditando su estrategia. Lanc los dados y consegu alcanzar la cspide con las mas. Rob una de las que acababa de mover mi inexperto oponente.

No es justo! Nunca podr ganarte refunfu Arsha.

Mi seor, Verdadero Rey, bien podra dejaros vencer pero, os ayudara eso a vencer a otro oponente?

Pero si no gano nunca

Solo se puede alcanzar la maestra en esta vida cometiendo errores, aprendiendo de ellos, no volvindolos a cometer.

Pero yo no s cules son mis errores.

Por eso primero debis saber. Por eso se os educa. Por eso juego con Su Divinidad. Debis aprender de alguien que ya cometi errores y convertirlo en vuestro maestro. Aprended de mis movimientos, razonadlos por vosotros mismos, es el primer paso para ser un verdadero sabio. Observacin y juicio.

Pero cundo ganar?

Cuando estis preparado para ello. No os apresuris, una victoria temprana har que la siguiente derrota os haga odiar y abandonar el juego. El destino se nos muestra cuando somos requeridos.

Gran Magus

S, gran shah?

Cul es mi destino?

Sois hijo de vuestro padre, y nieto de vuestro abuelo. Portis su nombre y, de momento, vuestro destino es seguir aprendiendo si queris ser tan grande como ellos.

Eres cruel conmigo.

Al contrario, cuido de su alteza. El Destino es un espejo que cambia a las personas que se reflejan en l. No queris enloquecer como otros reyes del pasado.

Gran Artaxsaca, se os reclama en el gran saln Bagoas entr en la sala de juegos, arrodillndose y clavando la frente en el suelo. Maestro, djeme acompaarlo unos momentos.

Visir

Me levant de mi asiento para reverenciar a la manera del eunuco mientras aquel muchacho, altivo y de largos cabellos, sala de aquella habitacin con el gesto torcido.

El aire corra especialmente fresco para aquella poca entre el cortinaje, cosa que era de agradecer. Bagoas se sent en la silla que haba ocupado Arsha y devolvi los discos negros a su mano, lanzndome uno de marfil, invitndome a que lo imitara.

Petosiris, qu opinis de nuestro shah? Lanz un dado ofrecindome el otro.

El Gran Artaxsaca Arsha es un joven muy despierto, curioso, algo muy importante Hice rodar el mo.

Aj. Pero..? Tom ambos dados y los dej caer en la tabla.

No hay peros, mi seor.

Pero quieres decir algo ms Coloc dos discos sobre dos alejadas pirmides.

No ocurre tal cosa. Nuestro gran seor, como cualquier muchacho a su edad, es impetuoso. Es completamente normal que no entienda el camino que an debe recorrer.

Pero l no es cualquier muchacho, la sangre de Xsaca corre pura por sus venas. Su destino es ser Gran Artaxsaca Cuarto, Shah del Glorioso Imperio Persa. O me ocultas algo en tus visiones, magus? Recuerda quin aconsej al anterior shah dar rdenes de buscar el cuerpo de tu dios y conservar tu vida, quin te acogi en su seno y quin te concedi adoptar nuestra fe conservando an la tuya, convirtindote en nuestro sumo sacerdote.

Nunca lo olvido, mi seor Ser tal y como decs, nada le impedir alcanzar su destino.

Tom los dados y, dejndolos caer de mi mano, record aquel futuro donde el padre de Arsha caa muerto, pero al golpear el suelo era el rostro del joven el que vea. Tom las piezas y las coloqu mientras ejrcitos chocaban y todo a su alrededor arda; y frente a m, aquel resentido medio-hombre, sentado frente a m, en un trono solitario, cubierto por la sangre de aquel cuerpo que estaba a sus pies. Aquella partida acab pronto, con mi derrota.

En los das siguientes segu ejerciendo mis deberes como juez, y realizando los preparativos y ritos pblicos para con el Gran Rey, la voz del nico en la Tierra. Tema por la vida de Arsha, tema las intenciones del visir. Se me haba revelado como autor de la muerte de su padre, el despiadado rey Oco. El imperio estaba siendo constantemente amenazado, tanto desde fuera como desde dentro, y la madeja del destino dejaba pocas hebras que deshilar. Llor anticipadamente la cruel perdida del muchacho. Mi corazn acogi al hijo de mi captor como un pastor resguarda a un pequeo chivo de los depredadores.

Volv a Babilonia acompaado por mi squito, la guardia, y mis nuevos hermanos. Haca ya seis cosechas que me trajeron como botn de guerra, en aquella caja, junto aquella inimaginable carga. Guard celosamente aquel tesoro en las celosamente protegidas y ocultas arcas del consejo de la Gran Biblioteca; aquellos a los que aleccion en el Conocimiento y las Artes; aquellos con los que compart aquel secreto, como ellos compartieron los suyos. Tom la seal de Ahura Mazda y llegaron a m nuevas revelaciones gracias a sus asuras y sus daevas. Adquir nuevo conocimiento y el poder que encerraba. Ahora ataviado a su manera, de largo pelo y largas barbas, tena mucho que preparar, y muchos de los mos para ello. Quedaba poco tiempo si quera evitar la suerte de mi joven amo; poco tiempo para que el Mal volviese a crecer en torno a m, y devorara todo a su paso.

XEl guardin

Tan bella como retorcida, me volva totalmente loco.

En aquella enorme ciudad no eras nada, un guijarro ms en un laberinto de calles que parecan devolverte siempre al punto de partida. Encontr, no sin dificultad, aquello que llamaban judeca. Un lugar cuyo ambiente y arquitectura nada distaba de toda aquella zona. Aguc mi vista y mi ingenio, pues tena ante mi la difcil encomienda de encontrar a los portadores de aquellos extraos anillos. En su cuello, la mujer tambin mencion que el smbolo podra llevarse colgado. Cada vez se complicaba ms mi misin. Ante las, cada vez ms, absurdas ideas que me pasaron por la cabeza para encontrar a los culpables como registrar a todo transente, tom la ms lgica de ellas.

Busco a los monstruos ladrones de nios que portan el smbolo de la serpiente! De no encontrarlos, todas las buenas gentes del barrio sern registrados e interrogados por los guardias de la ciudad, a pesar de su inocencia! tom aire para continuar ante la mirada atnita y horrorizada de mercaderes, clientes y viandantes. Quin tenga algn tipo de informacin podr encontrarme al final de ese callejn, evitando toda esta injusticia!

Por el rabillo del ojo vi desaparecer tras las casas a un hombre de tupida barba. Tal vez no hice lo ms sensato, pero si lo ms lgico para alguien que portaba un arsenal sabiendo usarlo, y a quien apremiaba encontrar a aquel muchacho. Me dirig al dichoso callejn y comenc a estirar cada extremidad de mi cuerpo, haciendo crujir mis maltrechos huesos. Solt en el suelo el arco y el manto enrollado que tanto usaba como lecho, y empu las dos hachetas que colgaban de mi cinto, una en cada mano. Comenc a girar las muecas, desentumecindolas, consiguiendo sentir su peso liviano. Al tiempo, volv a enfundarlas. Comprob los correajes en las juntas de las piezas del jubn, ajustndolos al movimiento de mis brazos, pero sin dar opciones a que se soltaran. Una figura interpona su sombra en la entrada por la que yo haba accedido. Tens mis msculos y esper que confirmara sus intenciones, que fueran las que yo haba previsto. Se hizo un sepulcral silencio alrededor, slo oyndose un lejano y pausado martilleo. Aparecieron ms figuras donde la primera, y una carg contra m con algo en la mano. Alcanzaba a ver poco a contraluz, pero saba perfectamente dnde estaba su cabeza, y en el momento que estuvo a la distancia precisa en la que no podra parar, tom y lanc la primera hacheta contra su frente. Su cuerpo sali proyectado hacia atrs, cayendo muerto al suelo.

No! Por qu?! Esto no deba suceder una voz se quejaba entre aquellas sombras.

Dos figuras, una alta y otra baja, avanzaron despacio haca m, desenvainando dos fuertes reflejos de luz. Tom rpidamente en la izquierda el arco, mientras con la derecha, una flecha de la aljaba; y conforme cargaba y tensaba, solt la cuerda sin llegar a elevarlo, sin que reaccionaran, atravesando el pie del ms bajo, que cay dando gritos de dolor. El tintineo de su metal sobre la piedra despert la ir del alto, que avanz a saltos laterales, lanzando una espiral de tajos frente s. Tir el arco al tiempo que enfund ese mismo brazo dentro del rollo de manto, empuando en mi diestra mi querida spatha en posicin de guardia. Par el primer golpe a la cabeza, tomando con mi hierro horizontal el suyo, deslizando hasta el pomo, abriendo ahora hacia mi derecha externa, donde era imposible sufrir dao; avanzando un tranco, mi punta a su hombro, ahora expuesto. Primera sangre y un aullido. No solt aquella suerte de cimitarra, pero as me lo propuse ya no poda sostenerla ni usarla como antes.

Dnde est el chico?! lo mir a l pero preguntaba a todos.

Quin eres t, extranjero? Qu te importan nuestros asuntos? contest la misma chillona voz de antes.

Entregadme al chico y dejar que huyis de la ciudad!

El alto lanz un tajo desde la derecha.

No entiendes nada. Nada!

Ugh.

Lo siento, no me dejaste opcin

En posicin de cuclillas, habiendo esquivado el ataque, me encontraba atravesando al hombre desde el esternn hasta el corazn. Su sangre se derramaba por todo mi brazo. Saqu el acero y se desplom.

sta ser tu tumba, carnicero!

El de la desagradable voz comenz a entonar algn tipo de cntico al que otras pocas voces se unieron, moviendo las manos por lo que vi en sus siluetas. Era hora de coger a alguno de esos monstruos por el cuello. Avanc y cayeron cascotes delante de mi camino. De pronto aquel martilleo se hizo fuerte tras de mi, y note temblar las paredes a alrededor. Mir hacia atrs. Ya se haba hecho tarde y distingu tan levemente aquella silueta como al resto, con la salvedad de que este hombre, aunque bajo, resultaba realmente fornido.

Te lo advierto, detn tus pasos o corrers la misma suerte que tus compaeros!

El mastuerzo sigui caminando y, entonces me d cuenta de que el martilleo provena de sus pasos.

T lo has querido

Mano a la hacheta, hacheta a la cabeza. Clang, hacheta al suelo. Aquella mortal y pesada arma haba rebotado en algo que cubra la cabeza de aquel hijo de Satans, que haba aguantado como una roca el fuerte golpe. Asom su rojizo y deforme cuerpo a la dbil luz del callejn, y al fin su cabeza. Una cabeza sin cuello; un rostro sin facciones, slo un pegote de arcilla y smbolos tallados.

Dios, aydame

De un costalazo de aquellos brazos como arietes vol contra el cadver trinchado, y al levantarme not costillas rotas. Saqu mis cuchillos y corr a escapar hacia la entrada donde los brujos cantaban. Algo me aferr la pierna y ca de boca. El asesino de la flecha en el pie intent alcanzar su filo mientras me retena. Yo no poda zafarme a patadas de l, ni doblarme para rasgar su mano. El dolor de las costillas era insoportable. El monstruo de piedra lleg a nuestra altura. Al fin, el retaco tom la hoja dispuesto a trincharme con ella, y en ese momento, aquel ser, aplast su cabeza bajo un enorme y tosco pie. Me deshice de aquel cepo, ponindome en pie y corriendo con todas mis fuerzas, cargando con el hombro contra el gento, cuchillo en guardia retasada. Todos cayeron rodando, yo agarrado con todas mis fuerzas a aquel sobre el que ca, mientras los dems se desbandaban y perdan por entre las casas.

Detenlo demonio! Apret la hoja contra su cuello.

Gurdala!

Detenlo!

Nos matar a los dos Gurdala por lo que ms quieras!

Puse mis rodillas sobre su pecho y brazo, y met el cuchillo en la caa del calzado con mi mano temblorosa. Vi el smbolo en su colgante, sobre el suelo. Dej de orse el martilleo. Nada me segua ahora.

Estaba tan furioso y aterrorizado que senta que rompera a llorar en cualquier momento. Pero en lugar de eso, grit.

Qu demonios era eso? Qu brujera es sta?! Dnde est?! Dnde est?!

No podemos No puedo No era aqul de voz gritona, era un hombre de mi edad de grandes patillas.

Puedes y lo hars, brujo

Volv a inmovilizarlo y desenroll unos pes de cordel de la madeja que guardaba en el bolso del cinto, a mis espaldas. Lo at cual cerdo.

Llevaba ya dos calles arrastrando mi impa presa, que aguantaba quejarse por miedo a algo. Nadie haba en las calles, nadie en las ventanas.

Si no hablas ahora te llevar hasta la guardia, o el mismsimo rey si hace falta. No creo que tarden mucho en quemar a toda tu aquelarre, despus de que te hayan torturado durante das en las mazmorras

No somos brujos

Como si sois demonios, los mismsimos ngeles cados

Los ngeles que bajaron no son demonios, ni los demonios, vuestros diablos, cristiano

Realmente sois un hereje y veo que no sois judo detuve mi marcha ya que a mi carga se le soltaba la lengua.

Yo Soy de la Vieja Estirpe muchas generaciones cultivamos estas tierras.

Vuestras palabras suenan cada vez ms herticas.

Roma, la Iglesia, vuestros seores escupi al suelo, os tienen atados en corto. Os han robado vuestro pasado, vuestros recuerdos. La Verdad. Los inocentes nos necesitan Algo en aquellas palabras golpeaba mi mente, pero lo que acababa de vivir slo poda ser fruto del diablo.

Hacis mal a las gentes del lugar. Vais a lograr que las maten o expulsen. Habis arrancado a un hijo de las manos de su madre. Y por lo que ahora s, seguro que matasteis a su padre como lo habis intentado conmigo. Cmo osis decir que los inocentes os necesitan?

El incendi fue un accidente, l nosotros no queramos que nadie sufriera dao. T t entraste amenazando a todo el barrio, tuvimos que defendernos

Me atacasteis en grupo en un callejn. Yo no llamara a eso defenderse

Martn no se mereca una muerte as Se lanz sin nuestro consentir, producto del miedo y la rabia que yo saba que senta. Los que portaban armas vieron la amenaza que suponais, y dieron la vida por defendernos a los dems.

Convocasteis a ese monstruo

El golem no nos sirve a nosotros, defiende a toda la comunidad de quien intenta hacer dao.

Gol? Yo slo busco al nio slo al nio mi cabeza empez a dar vueltas, senta que iba a vomitar. Dnde est? Qu habis hecho con l?

Mi nieto se encuentra en Casa. En buenas manos mejor de lo que podra estar tirado por las sucias calles de esta ciudad con su madre.

Yo no puedo creeros, no puedo

No podis entenderlo. Nosotros cuidamos de esta ciudad. Cuidamos del mundo. Por favor, liberadme y marchaos, no queremos ms derramamiento de sangre.

Me senta derrotado, absurdo y cansado. Entonces pens en el chico, en su madre. Record la promesa que le hice a ella. Mi promesa. No!

Por favor, no haga eso Volv a tirar del bulto.

Por ltima vez, dnde est el chico?

XILa serpiente del mundo

Me haban capturado, tal como decidimos mi maestro y yo al tejer el destino, para poner a salvo el contenido del santuario de Dyehuty. Me quisieron para ellos y me convirtieron en su sumo sacerdote. Record a los sacerdotes de Egipto, mis antiguos hermanos: hombres y mujeres que perdieron la vida por proteger lo que yo protejo ahora. Sufra por su recuerdo, por su terrible final. Un tremendo pesar cubra mi espritu como una mortaja. Era consciente de que todos aquellos que se haban convertido en mis nuevos hermanos correran la misma suerte. Ahora eran mi familia, y la culpa me paralizaba. Deba hacer algo por ellos.

Llam a consejo en cuanto fui investido. Tras escuchar mis palabras decidimos dividirnos como en el pasado, fundar nuevas rdenes all dnde se encontrasen otros antiguos maestros y el conocimiento perdido; el Fin se acercaba y necesitbamos reunir todo el posible. Nos multiplicaramos y compartiramos todo. Cada maestro tomara un slo discpulo de entre toda la orden, cayendo en el olvido el Rito de Migracin. Nadie deba correr mi suerte ni portar esta carga.

Entr por cada puerta, en cada estancia de la Gran Biblioteca. Requerira varias vidas leer todos aquellos textos, y yo deba leerlos. Deba evitar ms dolor, ms muertes sin sentido. Deba poner fin al ciclo. As que deba vivir todas las vidas que fueran necesarias. Pero no quedaba tiempo si quera salvar al joven shah.

Ao 335 a.C.Durante cuarenta y cinco lunas permanec en lo ms alto de aquel lugar, en la Bveda Celestial, invocando los nombres de los sirvientes del destino, protegido por los seis anillos, separado de ellos en el sptimo mundo. Volvieron a responder a cada una de mis jugadas, y todas acababan con la vida de Arsha. Jugu y jugu aquella misma partida, pero mis fuerzas y mi mente, se agotaban. Me desvanec una vez ms.

Despert tumbado dentro del crculo. No poda encontrar el camino, no se me haba encomendado Pero no poda admitir su muerte, l s sera un buen rey, sera el mejor de todos. Sera mi discpulo. Sin respuestas, apret sobre el pecho mi Llave, que colgaba del cuello, implorando a mi fe. Observ el dorado Anh en la palma de la mano. Podra ser la solucin? Ya no poda lanzar esas redes esperando nuevas respuestas, no quedaba tiempo. Sal de inmediato de aquel observatorio. Ancianos y novicios me rodearon, preguntando por mi estado. Hice llamar a consejo. Necesitaba volver a Susa, a palacio; necesitaba seguir estudiando lo que encontr en el santuario, en su sarcfago, el cuerpo de Dyehuty. Y as se acord.

En palacio me acompaaban otros magus. Furtivamente, en secreto, transportamos el arcn a la cmara secreta bajo la sala de oracin. All lo dispuse todo para mi estudio, mientras mis hermanos, a la vez que oraban, velaban por mi seguridad y tranquilidad. Al fin, en total soledad, deslic por la cerradura el smbolo, pudiendo liberar el cepo, abriendo la tapa de aquella pequea tumba semejante a una mscara mortuoria. Y all, de nuevo ante m, la Palabra hecha cuerpo. Deba descifrar, encontrar, los conjuros que me permitieran tejer un nuevo destino.

Bagoas se reuna todos los mediodas conmigo en busca de respuesta a los males del imperio. Solicitaba intervencin de los Poderes y conocer mis visiones en nombre del shah. Al eunuco no le bastaba decidir sobre el presente de medio mundo a travs de la voz de un inocente nio, buscaba el uso de nuestros conocimientos para mantenerlo bajo su control. Llegado el da, decid intervenir.

Encerrado en la cmara, con las tablas de jade frente a m, y pronunci al fin aquel hechizo que, descubr, desvelara ante todos el verdadero rostro de Bagoas. De nuevo los crculos me aislaron de los mundos y entonces los o. Me hablaron en boca de mis recuerdos e imgenes de lo que quedaba por venir. Rasgaron mis deseos y asintieron. Realizaba el rito, el pago y sacrificio exigido. El crimen del visir sera demostrado, y su cabeza clavada bien alto en una lanza. Yo sera visir, y un Arsha, de rostro envejecido y maltratado, reinara lleno de desconfianza desde aquella primera venganza. El shah de Persia ser tan despiadado como sus antecesores. Y el ciclo volvera a empezar. No!, grit en todos mis propios recuerdos. Volv a este mundo y mir a mi alrededor. Las velas consumidas y los lquidos trasmutados, ahora que su esencia trascendi al ter a travs de m... el pacto ya haba sido sellado, y nada poda evitarlo... nada excepto volver a enmaraar el destino. Y eso acabara por empeorarlo. Ahora lo saba.

Mi sombra en la habitacin tembl y me sent extrao, observado. Sin salir del crculo invoqu el nombre de Ra y tomando la vara, seal aquel espritu extrao. Se alz en toda la magnitud de la estancia, las velas ardan con toda intensidad, y comenc a recitar el salmo del Amanecer. La sombra fue expulsada por la ma propia, y fluy del muro al suelo, escapndose bajo el umbral del pasadizo. Alguien debi convocar aquella Sombra, y alguien conocera ahora el ritual que moldeaba los destinos a voluntad, sin eleccin de su camino. Maldicin. Mis propios hermanos? Slo ellos saban esto, pero no tena sentido.

Sal de la cmara, habiendo encerrado y ocultado las tablas de nuevo, en busca de quienes me guardaban. En la sala de rezo, Bahmn y Sibuy se encontraban en posicin de oracin. Miraron mi rostro con preocupacin, interrogantes.

Gran Magus, qu os sucede?

Ha habido algn contratiempo? pregunt Sibuy , ponindose en pie y acercndose a m. Estis habis envejecido

Bahmn, llama al resto de hermanos. T, ven conmigo les apremi.

Nos reunimos en el patio, la luna creciente alta en el cielo cuajado de estrellas. Salamos de palacio en direccin a la montaa cuando la guardia nos detuvo. Sibuy se interpuso entre la lanza de un guardia y yo, que termin ensartndolo.

No! No por favor, ya basta. Iremos con vosotros. No hagis dao a ninguno Ahogu la mezcla de llanto y vmito, mirando el cuerpo retorcido de mi hermano. El Gran Artaxsaca aclarar todo esto, exigimos su audiencia.

Por supuesto que s, Gran Magus Bagoas apareci abrindose paso tras la guardia Llevadlos a las mazmorras.

Fuimos encarcelados aquella noche, separados, con las manos atadas y nuestras bocas amordazadas. Teman que hiciramos uso de los hechizos, y nos tuvieron fuertemente vigilados. Rogu para que los dems sacerdotes se tranquilizaran. Buscaran en su interior la fe y descansaran. Yo mismo lo intent, pero la imagen de aquel hermano ensartado por un soldado enturbiaba mi mente. Finalmente las noches en vela y el desgaste de aquel rito me tendieron en el suelo. Ni las continuas pesadillas lograron hacerme despertar.

Despuntaba el alba. Desfilamos atados los unos a los otros hasta el gran saln, donde ya se encontraba Bagoas, con gesto de satisfaccin, junto al resto de la guardia. No poda articular palabra con aquel sucio trapo sobre mi lengua. Quera respuestas, pero el visir no pareca interesado en ofrecrmelas el mismo. Por fin el joven rey entr por el umbral derecho tras el trono, y ascendi a l. Todos nos postramos.

Levantaos orden.

Su alteza y divinidad, los sacerdotes seguidores del Gran Magus fueron capturados anoche cuando intentaban huir de palacio. El mismsimo sumo sacerdote en persona ha estado conjurando maldiciones contra su majestad.

Eso es imposible. Una acusacin muy grave y unas medidas tomadas sin mi consulta. Tenis pruebas de todo esto?

S, majestad. Hemos descubierto una sala secreta con evidencias de los ritos bajo el lugar de culto Bagoas! l haba sido l. Pero cmo?

Visir El Gran Magus utiliza el poder que le conceden el nico y sus espritus para el bien de nuestro pueblo.

Esos ritos deben realizarse a la vista y celebracin de todos. Este secretismo este ocultamiento a nuestros ojos confirman sus intenciones.

Quiero or lo que tiene que decir el sumo sacerdote

Majestad, hay algo ms A una seal suya dos hombres que portaban un arca, la depositaron frente al soberano. Contena el sarcfago Petosiris ha osado robar aquello que permitimos que portara el mismo a cambio de su vida. Aquello que nos unira y hara ms fuerte, que nunca deba abandonar la conquistada Babilonia. La escondi bajo nuestra mirada, en nuestro propio palacio, usndola contra nuestro Gran y Verdadero Shah.

Maldito Bagoas! Mil veces maldito As que era eso. Ocos, el padre del chico, me captur para poder utilizar el contenido del santuario en su beneficio. Bagoas le revel el secreto, debe ser un Iniciado; y una vez lo trajo al imperio, con sus artes mat a aquel hombre que no poda manejar ms all de su propia ambicin. Ahora aconsejaba al joven, demasiado inocente, ajeno gracias a los dioses a la vida y posibles enseanzas de su padre. Ha estado espindome desde la tercera esfera, las sombras, esperando a que revelara el legado de Dyehuty. Y ahora que ya lo conoca, necesitaba destruirme. Pero yo no haba visto tal destino. Por qu?

XIIEl santuario

En la cima de la colina se alzaba una cuidada sinagoga, el templo del culto en la zona. Mi incmoda compaa, el supuesto abuelo del cro, me haba indicado que en las inmediaciones exista una suntuosa biblioteca. Me tema una encerrona de toda aquella caterva de nigromantes, otro engendro convocado para acabar con mi vida. No dejaba de pensar en el muchacho. Record mi propia infancia, sobreviviendo en las calles. Saba lo que era su vida, y lo que hara por l, pero no poda imaginarme por lo que pasaba en estos momentos. Era una infernal locura. No poda cumplir realmente mis amenazas. Si volva con la guardia de la ciudad, escaparan con el chico a cualquier lugar, lo sacrificaran a Satans o, a saber qu otras intenciones tendran para con l. Deba hacer esto slo, ahora. No quedaba ms remedio.

Recorr la calle lateral, repleta de altos edificios, y cuando alcanzamos el segundo cruce, una amplia plaza y un amplio portn de madera oscura. Lo flanqueamos a su vez, y accedimos por unas escaleras que bajaban a una portezuela, seguramente un stano. Mis sentidos me alertaban del peligro, no haba vuelta atrs. Empuj al hombre delante de m, agarrando con fuerza el cordel atado a sus manos. Me mir a los ojos y yo devolv la mirada con todo mi desprecio. Baj la vista y pate la puerta. Una, dos, tres siete veces. Siete golpes, siete. El visillo se desplazaba y, de inmediato, salt a la esquina del quicio de la entrada. Ech mano a la empuadura y el brujo movi su mano a la altura de sus caderas en seal de espera. Acerc su cuello a aquella mirilla para dejar ver su medalln.

La noche ha llegado, y es oscura dijeron al otro lado.

La maana relucir, ms que nunca contest mi prisionero.

Hubo una breve pausa.

Bienvenido hermano, te esperbamos.

Son el destrabado de un cierre. Apart a un lado a aquel hombre y, de un puntapi la puerta abierta, salt al interior oscuro desenvainada el arma.

Ay!

Me dola la cabeza tanto o ms que las costillas. Estaba recobrando el sentido tras aquel golpe. No poda moverme. Algo retena mis brazos, aunque no mis piernas. Estaba sentado en el suelo, atado creo a alguna viga o poste recto. Me costaba respirar.

As que ste es el extranjero una voz ronca emanaba de una alta y delgada silueta.

Una verdadera amenaza, casi nos mata a todos aquella voz gritona del callejn.

Estaba muy aturdido y apenas vea ms que aquella sombra delante mo.

Por suerte viniste a advertirnos. Que Hara llegara vivo a la puerta a estas horas resultaba extrao, pero recuerda bien el significado de obviar ciertas palabras

Nunca tuvimos que hacer uso de las claves la voz de mi prisionero.

Siempre llega una primera vez. Habis sido muy descuidados con el Elegido. Esto puede ser un desastre para la ciudad.

Esperbamos ms tiempo, l no debera haber llegado tan pronto.

Pero ha venido, y hay que prepararlo todo.

Me qued callado todo el tiempo. Parecan no hacerme aprecio. La sombra se alej con paso decidido y pude ver aquellas mesas llenas de botellas y aparatos de cristal y metal de extraas formas. Plumas, libros y potes. Todo aquello me confirm que mis captores eran adoradores de Lucifer y sus legiones. Quera acabar con ellos all mismo, pero antes deba encontrar a Dorian. Encog las piernas con dolor en mi costado. Met con gran dificultad la diestra en las perneras del calzado. Me haban desarmado, pero no completamente. Tom el cuchillo y comenc a rasgar las cuerdas.

Mam! Mam!

Es Dorian! Hijos de una cerda. Vamos cede! Cede de una vez

No! Djame ir! No quiero! No!

Maldicin! Empuj las piedras del suelo con mis pies, estirando las piernas mientras haca palanca entre la soga y el madero. Tema que aquellas piezas del suelo saltaran o se me quebraran los huesos. Fuera como fuera, caera al suelo. No poda fallar, ahora no. Un ltimo esfuerzo hizo estallar la cuerda, saltando el cuchillo de mi mano, cortndola. Me retorc liberando las vueltas de cuerda en torno a mi, dejando espacio al fin para salir con ayuda de mis manos. No perd tiempo y rasgu un trazo de mis vestiduras para envolver mi herida. Tom de nuevo el cuchillo y avanc por la sala en direccin a los gritos.

Abr despacio la primera puerta y comprob que llevaba a un estrecho pasillo. A ambos lados varias puertas abiertas, habitaciones con camastros, todas vacas. Gir con extrema precaucin, cuchillo bajo, punta arriba; continuaba de igual modo en esta direccin, pero solo exista una puerta a la derecha, esta vez cerrada, vislumbrando luz por su umbral. Empuj con cuidado, estaba abierta, hasta poder atisbar aquella escena: Un hombre completamente desnudo yaca sentado a la manera de los otomanos sobre el suelo, llena de marcas su piel. El aquelarre, aquellos hombres, lo rodeaban a cierta distancia. No poda ver mucho ms, as que aprovech la oscuridad que ellos mismos me proporcionaban para entrar sigilosamente y colocarme tras uno de los muchos pilares. Y all lo vi. Tendido frente suyo se encontraba Dorian.

XIIIOmega y alfa

Arsha qued consternado. Llegu a sentir como se quebraba algo muy dentro de l. Crey de veras que lo haba traicionado. Cmo no atisb este nudo? Lo que haba hecho haba desencadenado esta nueva encrucijada, por eso nunca se me habra mostrado.

Encerradlos

Pero mi seor protest Bagoas, es un peligro dejarlos con vida. Habra que cortarles manos y lengua, as no podran

Basta! He dicho que los encarcelen, es mi voluntad. Acaso objetas a la Voz del nico sobre la Tierra? Por primera vez en su vida, el joven rey se impuso y acall al visir.

Nunca mi seor, slo vivo para serviros el eunuco mir con todo su odio a mis ojos, mostrando por fin su verdadero rostro.

Har investigar estos hechos. Quiero que se presenten ante m todos los sacerdotes y los responsables de la Gran Biblioteca. As ha hablado el Gran Shah Artaxsaca Arsha de Persia. As se cumpla su palabra.

Toda la corte vitore a su rey, reverencindolo a su salida. Yo saba que fuera del saln, aquel nio convertido en hombre rompera a llorar, y volv a sentir aquel fro en mi interior.

Los guardias nos llevaron de vuelta a los calabozos. No poda hacer nada. Nada por mis hermanos, nada por aquel chico. Nada por m mismo. Lo que poda hacer lo hice ya. Slo quedaba esperar.

Pasamos decenas de noches entre aquellas rojizas paredes. Algunos de mis hermanos empezaron a enfermar, muriendo a los pocos das sin poder darles los cuidados que necesitaban. Rec por ellos, pidiendo como siervo que su juicio fuera justo; todo mal que pesar en su balanza, tendr que medirse en mi juicio, pues era slo mo. Comenzamos a perder la esperanza de volver a ver el sol. Comenc a tener conciencia de que mis sentimientos haban acabado con mi empresa; el ciclo continuara, pero todo mal sera an mayor. Todo por mi culpa.

Aquella maana esperbamos que aquellos guardias nos quitaran las mordazas para nuestra nica comida diaria, sin embargo, me sacaron de la clula y guiaron a los aposentos del rey. Era de noche, y casi no poda andar a causa del encierro en aquel agujero. Mi joven seor miraba por aquel gran balcn.

Desatadlo. Dejadnos solos.

Mi seor? respondi uno de los guardias.

Ya habis odo. Retiraos.

Con las muecas doloridas, saqu la asquerosa mordaza de mi entumecida boca, y esper en la entrada, esperando sus palabras. Qued largo tiempo en silencio.

Maestro Los sacerdotes deban haber acudido a mi llamada hace varios das, pero la caravana fue atacada en el desierto Mi sangre se hel. Nadie ha sobrevivido.

No soport un segundo ms. El sacrificio de mi maestro, el de mis hermanos en Egipto; todas las vidas perdidas en esta nueva vida y an no conoca el autntico final de este nio, que ya no era el que conoc. No pude contener tanto dolor, ca al suelo y grit mientras brotaban aos de lgrimas por mis ojos.

Yo slo quise protegeros Faltaba el aire a mi alrededor.

An no tengo claro que sucede dijo framente. No s qu papel habis jugado en todo esto, ni por qu habis desobedecido las rdenes que mi propio padre os oblig acatar.

No poda hablarle de las visiones, del aciago destino que deb contemplar.

Slo s que mis propios hombres participaron en la masacre.

Mir a aquel muchacho a la cara, que haba envejecido de golpe. Haba perdido aquella inocencia e ingenuidad en un da, fruto de las traiciones que slo un rey podra sufrir.

Esta informacin continu me lleg a travs de mi primo Artasata. Unos comerciantes dijeron ver a mis tropas por la zona, y ni l ni yo tuvimos constancia. Ya no puedo confiar en ti, magus, al igual que no puedo confiar en ninguno de los que me rodean. En virtud de la amistad que un da nos uni, os he llamado. Fuisteis un buen maestro y debo or lo que tengis que decir.

Lo nico que puedo deciros es que sois el Gran Shah, y esa condicin os obliga a no confiar en nadie, ni en mi propia palabra. Slo contis con vuestro juicio. Slo el estudio nos hace alcanzar la Verdad. Quien intente hablaros de verdad, slo pretende imponeros la suya, y vuestra verdad es solo vuestra.

Ja Ni en estos tiempos oscuros dejis de hablar con enigmas. Pero ahora los comprendo. No tengo forma de saber qu destacamento particip y, temo que, si lo intentase averiguar, correra la suerte de mi padre. Slo una persona tiene autoridad directa sobre el ejrcito en mi lugar, y ese hombre le sirvi tambin hasta su muerte Quedar a vuestro consejo y cuidado. Si algo me sucediera, seris ajusticiado. Bagoas ltimamente no soporta que desprecie su consejo, si es culpable, esto lo har dar un paso en falso y ser empalado. Ambos estaris siempre vigilados.

El recuerdo de un nuevo y cruel rey aconsejado por mi persona cobraba vida. Me estremec, pero no era la nica razn. Ahora era ms sensible a las presencias, los lmites de los mundos, de las esferas, ya no eran claros para m, y record la sombra de la cmara. Alterado, busqu en todas direcciones. No nos protega el crculo, no tena mi bculo y no poda conjurar o sera ejecutado. Si haba algo en aquella habitacin no poda revelarlo. Si haba algo lo haba escuchado todo.

Ahora puedes marcharte orden Artaxsaca. Me ocupar de que liberen a los sacerdotes y sean bien cuidados.

Gracias mi seor.

Guardias! entraron en los aposentos Acompaad al sumo sacerdote a sus habitaciones y vigiladlo.

En la amplia habitacin daba vueltas como un ave en su jaula. No poda hacer nada contra Bagoas y sus artes oscuras. Haba comprobado el poder de los ritos y los demonios sobre el destino. Haba visto el futuro. Slo me quedaba esperar y tener fe. Ca desvanecido.

Los guardias me alzaron de la cama an dormido. De un sobresalto pregunt qu ocurra. Sin contestar ni reflejar expresin alguna en sus rostros, fui arrastrado hasta la sala del trono. Se me amordaz una vez ms.

Monstruo! Cmo has podido traicionar el gesto de misericordia de nuestro amado shah arrebatndole la vida? Lanzadlo al calabozo, me ocupar personalmente de ser su verdugo y torturarlo lentamente Casi poda ver la sonrisa del visir en aquella expresin de vehemencia.

Cre que mi corazn no lata. Sent miedo de mi mismo al no sentir emocin alguna ante aquella noticia. El shah, haba sido asesinado. Pero cmo? Este no era mi recuerdo, no poda suceder. Me arrojaron a una de las celdas donde haban estado mis hermanos, pero ninguno de ellos se encontraba all. Estaba agotado en todos los sentidos, deseaba mi propia muerte. Si no hubiera existido, nada de esto hubiera sucedido o, al menos, no lo hubiera causado ni vivido. Vomit. Tras el largo da luchando con mi mente y la culpa, ca de nuevo fulminado por agotamiento.

El plateado desierto se extenda inmenso. Sus enormes dunas me impedan ver el horizonte. El cielo era totalmente negro, y solo lo iluminaba la luna. Una gran y redonda luna llena. O el rugido de un animal. Bajaba de una duna, corriendo a la velocidad de un relmpago. Alz el vuelo. Vena por m, directo haca m. La negrura, y una enorme boca llena de colmillos me engull.

Gran Magus, despierte.

Crea ver frente a m la cara de Arsha, barbado, como si hubiera pasado una dcada por su tez. Poco a poco sala del letargo. Mi vista, nublada como mi recuerdo, comenz a recobrarse. Era el Arsha que haba augurado. No, no era l. El muchacho haba sido encontrado muerto, y yo estaba aqu por ello.

Quin..? balbuce.

Me encontraba en mis aposentos de invitado, an en palacio, rodeado de guardias.

Dirigos con respeto al sha Darayaus ladr un guardia

Contened esa lengua, soldado le reproch aquel hombre.

Seor se lament aqul.

Maestro, habis estado sin conocimiento durante das. Se tema por vuestra vida. Cre que deba explicaros lo sucedido personalmente y en cuanto los centinelas os han escuchado en sueos, he acudido velozmente.

No comprendo

Soy Artasata, primo de Arsha (qu Ahura Mazda lo acoja en su seno). Soy el sucesor directo al trono. Guardias, dejadnos solos!

Artasata, as que era l.

Supongo que tendris muchas preguntas me dijo en tono jocoso, pero antes quiero ensearos algo. Podis poneros en pie?

Creo que s seor Me incorpor.

El gran visir y yo mantenamos muchas conversaciones en secreto. Ambos esperbamos el momento en que esto ocurriese Mi cara de horror debi ser evidente, con la diferencia de que l lo provocara y yo, saba que lo hara. Pero l no contaba con el Gran Magus como un obstculo; ni el hecho de que mi primo, en sus ltimos das, no fuese el pelele que esperaba poder mover unos cuantos aos ms. Con el asunto de la caravana vi una clara oportunidad para acabar esto de un modo lo ms lmpio posible y, como s que ya sabis, inform a Arsha. Pobre primo este Bagoas, este eunuco Ha tomado malas costumbres. Mata a un padre que ejecut a sus propios hermanos, y mata al hijo de ste. Me corona rey y espera que me fe de l

Habamos llegado al balcn. Su mano abierta pareca ofrecerme algo en direccin a los muros. Realmente, me sealaba un alto poste con una cabeza clavada. La cabeza de Bagoas.

XIVEl principio del fin

Malditos, lo han sacrificado, pens. Me colocaba en posicin para agarrar por el cuello al ms cercano de estos monstruos, y hendirle la hoja desde abajo en la espalda, y vi como el chico respiraba y se mova levemente. Gracias al Cielo. En ese momento montaron una pira tras el hombre marcado. Uno de aquellos encapuchados le tendi solemnemente una daga frente a l. No hizo gesto alguno, pareca tambin dormido. Era evidente lo que iban a hacer al chico. Volvieron a canturrear, y uno de ellos, tomando una antorcha, sali de la habitacin por la misma puerta que por la que acced. Me ocult cuando lo hizo, temindome que diera la alarma. Deba actuar ya. Tom otra de las antorchas cercanas y atic a uno de aquellos hombres en la capucha, que comenz a arder. Comenzaron a gritar y correr. Algunos, algo ms bravos, intentaron cercarme, pero los mantuve a raya con mi improvisada arma a modo de mayal. Todo se convirti en un caos.

Cmo te has liberado? No tenamos intencin de hacerte dao Aquella voz ronca resultaba provenir de un sarraceno de tremenda estatura.

No nos queda ms remedio hermanos dijo el barbudo de la voz aguda.

As sea nuestro destino carg contra m el que fue mi gua.

Lo esquiv a la izquierda, girando sobre m, golpendolo en la espalda. Su tnica prendi en llamas y comenz a gritar. Intentaron apresarme en ese momento, me segu retorciendo en esa direccin, y sin soltar la tea, aferrndola con ambos puos, golpee la cabeza del endrino con el mango varias veces hasta que cay inconsciente. Gritando amenazas, el anciano mostraba un estilete que dudo supiera utilizar. Mir a todos lados. El recinto arda, ya haban huido algunos, y comenzaba a rugir la estructura. Aquello sera una tumba para todos. El estilete intentaba mantenerme a distancia mientras alcanzaba tambin la salida, momento en que cay con un tintineo. Huy vilmente el cobarde. No tena tiempo para perseguirlo. Alcanc la altura del chico mientras uno rodaba por el suelo apagando sus llamas, y otro se despojaba de los ardientes ropajes; saliendo ambos de all, arrastrando el cuerpo del sarraceno. Tom a Dorian en brazos en direccin a la puerta.

Leander, sultalo.

XVEl ojo y la llave

Serv como nuevo visir a aquel hombre durante los aos siguientes, ahora en guerra con los helenos y otros reyes de poniente. Ya no me quedaba nadie. Los maestros que partieron, desaparecidos. Todo el tiempo, todos los conocimientos compartidos todo de nuevo en m como nico contenedor. La edad de un hombre joven con el espritu ajado de un anciano, en un cuerpo envejecido por el Pacto.

Las Tablas de Jade ahora eran custodiadas en la cmara del tesoro real. No poda acercarme bajo pena de muerte. Ningn nuevo sacerdote poda mantener trato directo conmigo. Aquel que se hizo llamar shah Darayaus Tercero, pretenda acabar con la magia, siendo yo el arma que nicamente l pudiera utilizar. Pero como propiciaron los Poderes con sus invisibles juegos, llegaron los conquistadores.

El shah, en su campaa contra el Gran Alexandros, haba sido tomado como rehn de sus cansados lugartenientes, que no dudaron en apualarlo al sentirse perseguidos por el macedonio. Ya haban sido tomadas las grandes bibliotecas del imperio y slo me quedaba esperar la llegada a nuestras puertas. Libre entre aquel desorden, encontr por las calles a un joven israelita que haba perdido en la guerra a su familia. Le dije que el Gran Magus cuidara de l, que sera su nuevo aprendiz; que volcara mi vida en l. Le ment en todo, menos en lo ltimo.

Preparamos la pira en los crculos. Los smbolos, el cntaro, el agua. La daga.

Toma el cntaro.

Aqu soporto tu cuerpo, Maestro.

Aqu entrego mi espritu.

Aqu lo mantengo.

Aqu abandonas tu cuerpo, hoy no habr fin. Ahora renazco en ti, gran serpiente.

Maestro?

Me ech encima del chico al que, cayendo de espaldas, obligu a beber el agua que rebosaba por mi boca.

El muchacho se zaf de aquel cuerpo sobre el suyo. Lo dispuso sobre el suelo, boca arriba, y bebiendo del cntaro dej caer agua de su boca a la del inerte Petosiris. Pareci revivir, tosiendo medio ahogado mientras el joven se incorporaba y alejaba.

Adis, Refael. Lo siento.

Susa arda hasta las murallas. En la colina, el palacio humeante, se derrumbaba por momentos. La figura del joven magus, envuelta en un oscuro manto, cruzaba el fuego sin mostrar miedo o sentimiento alguno. Las lenguas, bailaban a su alrededor sin intencin de tocarlo. Portaba, las manos en alto, el colgante anh en la derecha, y un gran ojo dibujado en la palma izquierda. Atravesaba las estancias entonando un salmo de su antigua religin. As alcanz la cmara del tesoro. Todo a su alrededor era un mar de luz y humo. El oro se vea derretido y al fondo, all estaba. El arca, la tumba las Tablas. Aceler su marcha, detenindose, alzando un grito de dolor, mientras dejaba caer La Llave. Su mano haba quedado marcada por el metal al rojo. El techo se derrumb sobre el arca, cayendo bloques de piedra cada vez ms cerca de su persona. Grit mezcla de ira, impotencia y dolor. Realiz gestos extraos con las manos, repitindolos, hasta que, viendo su nulo resultado, volvi a gritar y corri en direccin a la salida de aquel colapsado lugar.

Vio como se consuman las ltimas ascuas al amanecer, mientras todo a su alrededor era muerte y locura. Pero aquel mundo a su alrededor era ajeno a l. Se acerc al lugar que hace horas haba alcanzado. Apart escombros y excav con sus propias manos. Busc y busc mientras hubo sol aquel da, pero nada hall.

En el puerto de la joven Alejandra, la oscura figura se despidi con un gesto de su mano izquierda desde el trirreme. Los nuevos discpulos asintieron, volvindose direccin a la Gran Biblioteca.

Dyehuty, Hermes, Ogmios, Wotan... Encontrar tus Palabra y todo acabar. No importa las vidas que cueste Nadie pareci escucharlo, nadie pareca verlo.

Y aquella nave, desapareci en el horizonte.

XVIHolocausto

Reaccion, a la par por instinto y asombro, a la invocacin de mi nombre.

El marcado se colocaba una oscura tnica sobre vestiduras de lo ms bizantino. Era un hombre medianamente alto pero bastante delgado. Alz el rostro y los cabellos le cayeron atrs, dejando ver sus marcados rasgos y aquella puntiaguda barba.

Te he estado esperando. A ti, al chico. Os esperaba.

Cmo sabes mi nombre? Juro que te ajusticiar, como a todos los dems Asesinos de nios! ncubos de Satans! rug.

Justicia Tranquilzate, amigo. Jams hubo intencin de haceros dao, ni de que t lo hicieras. Pero sta es tu naturaleza, ste era tu destino.

Una columna de fuego se iz tras el hombre, lamiendo el techo, ensombrecindolo an ms. Un gran estruendo me hizo saltar hacia el crculo en el que permaneca aquel. Vigas y escombros se desplomaron, ardientes, a mis espaldas. Ya no haba salida.

Estoy cansado de vuestras locuras. Si este es mi fin, me asegurar de que sea el vuestro tambin. Nadie ms sufrir vuestras fechoras.

As es, Leander. Nadie ms sufrir. Pero necesito al nio. Estoy tan cansado

No le tocaris un pelo de su cabeza

No lo comprendes, tom la daga del suelo soy yo quien, al fin, debo morir.

Extendi sus brazos, la punta de la daga apuntando directamente a su corazn. Deposit al chico tras mis pies, agarr el estilete y extend el brazo para marcar distancia con aquel luntico.

No s lo que pretendis pero, igualmente, no lo permitir. l no merece morir aqu, as.

No morir. Recibir mi alma junto con la de sus antepasados. La sangre de los Primeros Nacidos corre por sus venas. l s podr detener el ciclo, eternos siglos de destruccin y locura de los hombres; pero yo debo morir para que l pueda salir victorioso donde yo, continuamente, he fracasado.

Es slo un nio!

Es ms que eso De pronto, vino a mi mente las palabras de Muriel sobre su hijo. Sus antepasados entregaron la Palabra al resto de hombres. La escritura, las artes la magia. Fueron dioses, sacerdotes y grandes hechiceros, pero ya casi nadie los recuerda as. Los reyes y poderosos, desde hace tiempo, no quieren que se les recuerde as.

Aquellas palabras volvieron a rasgar algo en mi interior. Una duda comenz a germinar, y tema que floreciera.

Quin eres t?

No soy ya nadie, y a la vez, soy muchos grandes hombres. Mi maestro Petosiris el egipcio, Gran sacerdote de Heliopolis, y los maestros de sus maestros. Soy Heylel el semita, nuevo Petosiris, Gran Magus de Persia. Soy Rafael el he