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MELGAR DE ARRIBA Un recorrido por los surcos de su historia Melgar de Arriba se encuentra enclavado en uno de los espigones que marca el límite Norte de las arcillas de Tierra de Campos. La silueta apretada de sus casas se eleva sobre una cornisa asomada al río Cea y a su vega, frontera histórica y morfológica de dos realidades distintas: la campiña castellana de Tierra de Campos y el Páramo de León. Un escenario geográfico que ha marcado, sin duda, su historia y la forma de vida de sus gentes. Las huellas de su pasado han ido quedando como un poso en la propia morfología urbana, en el carácter de sus gentes y hasta en los nombres que se han ido dando a los sitios, a las cosas e, incluso, a la propia villa. Precisamente, analizar estos apelativos que la villa ha ido teniendo a lo largo de su devenir histórico no es otra cosa que hacer un recorrido por los surcos que la Historia ha ido marcando para Melgar de Arriba. Aunque algunos vestigios arqueológicos, como hachas pulimentadas y otros restos de industria lítica, puedan hacernos intuir la presencia humana desde los mismos comienzos del Neolítico, las primeras noticias históricas que tenemos nos hablan de Castrum Melgare, un nombre que, sin duda, evoca la existencia de un castro de la I Edad del Hierro del que dejan constancia los hallazgos arqueológicos. En el pago de El Castro, nombre revelador al respecto, situado en las proximidades del actual casco urbano, restos cerámicos y huellas de casas circulares, apreciables gracias a la fotografía aérea, desvelan la existencia de un asentamiento perteneciente a la I Edad del Hierro. La concentración del poblamiento que trajo la posterior cultura vaccea y el proceso de celtiberización de la Meseta harían perder importancia a este poblado de El Castro en favor de otros núcleos cercanos más desarrollados. Fotografía aérea (J. del Olmo Martín) de El Castro, y reconstrucción hipotética del poblado. De la posterior romanización de estas tierras dan fe los restos materiales de lo que en su día debieron de ser algunas villas romanas bajoimperiales localizadas

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Page 1: Melgar de Arriba, un recorrido por los surcos de la Historia · apareciera una necrópolis con algunas tumbas que pudieran ser visigodas. ... a la Corona para ser inmediatamente entregada

MELGAR DE ARRIBA

Un recorrido por los surcos de su historia Melgar de Arriba se encuentra enclavado en uno de los espigones que marca el límite Norte de las arcillas de Tierra de Campos. La silueta apretada de sus casas se eleva sobre una cornisa asomada al río Cea y a su vega, frontera histórica y morfológica de dos realidades distintas: la campiña castellana de Tierra de Campos y el Páramo de León. Un escenario geográfico que ha marcado, sin duda, su historia y la forma de vida de sus gentes. Las huellas de su pasado han ido quedando como un poso en la propia morfología urbana, en el carácter de sus gentes y hasta en los nombres que se han ido dando a los sitios, a las cosas e, incluso, a la propia villa. Precisamente, analizar estos apelativos que la villa ha ido teniendo a lo largo de su devenir histórico no es otra cosa que hacer un recorrido por los surcos que la Historia ha ido marcando para Melgar de Arriba. Aunque algunos vestigios arqueológicos, como hachas pulimentadas y otros restos de industria lítica, puedan hacernos intuir la presencia humana desde los mismos comienzos del Neolítico, las primeras noticias históricas que tenemos nos hablan de Castrum Melgare, un nombre que, sin duda, evoca la existencia de un castro de la I Edad del Hierro del que dejan constancia los hallazgos arqueológicos. En el pago de El Castro, nombre revelador al respecto, situado en las proximidades del actual casco urbano, restos cerámicos y huellas de casas circulares, apreciables gracias a la fotografía aérea, desvelan la existencia de un asentamiento perteneciente a la I Edad del Hierro. La concentración del poblamiento que trajo la posterior cultura vaccea y el proceso de celtiberización de la Meseta harían perder importancia a este poblado de El Castro en favor de otros núcleos cercanos más desarrollados.

Fotografía aérea (J. del Olmo Martín) de El Castro, y reconstrucción hipotética del poblado. De la posterior romanización de estas tierras dan fe los restos materiales de lo que en su día debieron de ser algunas villas romanas bajoimperiales localizadas

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en lo que hoy son los pagos de labranza de El Quintanar, San Mamés o La Ermita-Tras San Pedro: fragmentos de mosaicos romanos, teselas, estuco, cerámica elaborada con terra sigillata hispánica, ladrillos, tégulas, ímbrices, etc. En el de La Ermita-Tras San Pedro una intervención arqueológica descubrió un pavimento de mortero sobre el que se asentaba un mosaico con teselas, una atarjea para la canalización de agua y un ensolado que habrían pertenecido a un edificio romano de notable envergadura.

Restos de terra sigillata, estuco pintado, teselas y mosaicos romanos localizados en los pagos de San Mamés, El Quintanal y Tras San Pedro (Museo de Valladolid). Más difícil es encontrar huellas de la etapa visigoda, a pesar de que el nombre del pago de Godos, al Norte del término, pueda evocarnos el recuerdo de esta época, y de que en la intervención arqueológica de La Ermita Tras-San Pedro apareciera una necrópolis con algunas tumbas que pudieran ser visigodas.

Sarcófago de piedra y enterramientos de la necrópolis de La Ermita Tras-San Pedro.

Con la invasión musulmana gran parte del valle del Duero debió de sufrir la despoblación, discutida en ocasiones, convirtiéndose en una especie de tierra de nadie desorganizada políticamente. Durante la reconquista cristiana se llevó a cabo su colonización y repoblación, dotándola los reyes asturleoneses de una nueva organización política y administrativa. Es precisamente con la colonización y repoblación altomedieval cuando Melgar adquiera una importancia considerada dentro del entorno comarcal. Las primeras noticias escritas de Melgar nos llegan del año 932 y nos informan ya de los primeros pasos de su organización institucional: la collación de Melgar, una primitiva asamblea compuesta por todos los miembros de la comunidad campesina que habrían accedido a la propiedad de nuevas tierras mediante el sistema de presura. Durante todo el siglo X y buena parte del XI grupos de familias y de monjes procedentes del Norte y con un fuerte componente mozárabe se habrían ido asentando en la zona llegando a formar comunidades de campesinos y de monjes colonizadores que habrían convertido a Melgar y a

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su entorno en un verdadero hervidero de gentes, en un área bulliciosa y vital con una alta densidad de población. Por ello, la historia de Melgar correspondiente a este período es uno de los ejemplos más claros del proceso colonizador y repoblador llevado a cabo dentro del área de influencia de la monarquía leonesa.

RELACIÓN DE ASENTAMIENTOS ALTOMEDIEVALES

Cuenca del Cea: Monasterio de San Miguel (945) Monasterio de San Clemente de Fontoria (941) Iglesia de San Mamés (913?) * Monasterio de Santa Eugenia (988) * Monasterio de San Juan (932) Villa de Piloti Gebúldiz (954) Villa Salite (961) Villa de Adica con iglesia de Santa Eulalia (981) Corte de Iscam (959) Villa de Teoda (950) Villa del Quintanar (972) * Villa Castellana (976) Villa real de Godos (1047) * Ermita Virgen de la Vega (La Vega 1157?) * La Ermita-Tras San Pedro (San Pedro de la Vega 1157?) *

Cuenca del Valderaduey: Monasterio de San Salvador de Quintanilla (1047) Monasterio de Santa Columba (973) Villa Vellaco (954) Villa Pedro (998) Villa de San Claudio (960) Villa de Forakasas (945) Villa de Diego y Leocadia (945) Corte de Iscam (959) Villa de Saliti Álvarez (961) Santa Cruz (961?) *

Entre paréntesis, el año de la primera mención documental.

* Existencia de restos arqueológicos inventariados.

Asentamientos altomedievales del entorno de Melgar de Arriba. El entorno de Melgar, tanto en las tierras de la cuenca del Cea como en las del Valderaduey, se llenó de pequeñas villas y monasterios, algunos de ellos levantados sobre anteriores asentamientos romanos, organizando el paisaje agrario. Con la posterior concentración de la población en la aldea de Melgar, que ubicada sobre un escarpe dominaba el horizonte y estaba mejor defendida por su cerca y su castillo, estos núcleos poblacionales acabarían reducidos a una ermita y más tarde a un simple pago de labranza cuyo nombre será el único recuerdo que quede de su existencia. Es el caso de las ermitas de Santa María de Godos, San Pedro, Nuestra Señora de La Vega o Santa Cruz, todas en el término de Melgar.

Restos cerámicos procedentes de los emplazamientos de Ntra. Sra. de la Vega y de Santa Cruz, correspondientes al proceso repoblador del siglo X (Museo de Valladolid).

Sobre la base de esta acción colonizadora se superpondrá la nueva estructura política y organizativa de la monarquía leonesa, convirtiéndose Melgar en un distrito administrativo y en un centro organizativo de este proceso repoblador de los valles del Cea y Valderaduey. Melgar adquiere entonces el apelativo de Melgar de Foracasas debido a la acción repobladora y de organización política

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que con centro en el Castro de Melgar llevó a cabo Foracasas eben Tajón, hijo de Tajón, un miembro de la corte de Ordoño II que también destacó en la acción repobladora de las tierras del Cea. Melgar se convirtió así en un centro no sólo político, judicial y organizativo, sino también militar y defensivo de la línea del Cea, llegando a ser el centro de una circunscripción territorial, de extensión variable y límites imprecisos: el territorio de Melgar. A finales del siglo X este Melgar de Foracasas conoció también las incursiones devastadoras del caudillo cordobés Almanzor, quien en una de sus campañas destruyó, en su marcha hacia Sahagún, tanto la decanía de Santa Eugenia, perteneciente al monasterio de Eslonza, como la iglesia de San Mamés, ambas en el territorio de Melgar. Tras el paso de Almanzor, Melgar parece perder el apelativo de Foracasas para incorporar el de Melgar de Suso o de Arriba, apareciendo también algunas veces con el distintivo de Melgar del Rey, en referencia a su carácter de villa de realengo y base de una de las tenencias en las que se dividía la administración territorial del reino y donde ejercían sus funciones los delegados del monarca, los tenentes y merinos. Las disputas fronterizas que desde mediados del siglo XII enfrentaron entre sí a los reinos de León y de Castilla volvieron a incidir en el carácter militar de la plaza de Melgar, que a partir de entonces habría de ser conocida como Melgar de la Frontera. En 1180 Fernando II de León hacía una serie de concesiones forales al concejo de Melgar a cambio de que defendieran la villa. Para ello, en uno de los escarpes del casco urbano, que más tarde sería conocido como El Palacio, se levantó una mota terrera defensiva a modo de castillo y se hicieron labores de fosado y cercado de la villa en un intento de que no pasara a manos castellanas, hecho que acabaría ocurriendo en 1188 cuando Alfonso VIII tomó definitivamente para Castilla la plaza fuerte de Melgar. Con el paso de Melgar a manos castellanas empieza también la andadura en la villa del priorato de Santa María de Trianos, monasterio situado al Norte de Sahagún, al que Alfonso VIII favoreció con varias concesiones. En 1190 será el propio concejo de la villa el que done a Trianos la iglesia de San Miguel con todos sus diezmos, primicias y derechos, que poco antes había recibido de Fernando II de León.

Restos de la mota terrera levantada por Fernando II de León en 1180, situada en El Palacio, y plano hipotético del Melgar medieval.

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Luego, Melgar pasará por los agitados avatares de la Castilla bajomedieval, con las luchas entre nobleza y monarquía, en el que la tenencia de la villa irá pasando de los Haro a los Lara hasta que el proceso de señorialización del siglo XIV termine con el carácter de realengo de la villa, que será donada por Juan I a Pedro Fernández Cabeza de Vaca en 1379, linaje éste que poseyó la villa hasta que en 1465 Juan Cabeza de Vaca muriera sin descendientes y la villa retornara a la Corona para ser inmediatamente entregada por Enrique IV a Alonso Enríquez, III Almirante de Castilla.

Cubierta mudéjar de la iglesia de Santiago, en la que se podían ver los escudos de los primeros señores de Melgar de la Casa de los Enríquez: dos castillos y un león de Alonso Enríquez, el ajedrezado de su mujer María de Velasco, y otro con cinco veneras en alusión al patrón de la iglesia.

En 1490 los Reyes Católicos concedieron a Bernardino Enríquez, hijo del almirante Alonso Enríquez, el título de Conde de Melgar, convirtiéndose así la villa en la cabeza de un pequeño condado en el que también estaban las villas de Bercianos, Escobar, Villacreces, Zorita, Villanueva y Bustillo, además de otras que le fueron cedidas por su hermano Fadrique cuando Bernardino contrajo matrimonio con Isabel de Cabrera. La muerte sin descendientes del I Conde de Melgar conllevó que la villa y el resto de posesiones del condado retornaran al mayorazgo del Almirante de Castilla y a su Estado señorial de Medina de Rioseco.

Señorío de Bernardino Enríquez, I Conde de Melgar.

Desde que pasara a manos de los Almirantes de Castilla, la villa empezó a conocerse también con el sobrenombre de Melgar del Almirante, en clara alusión a su pertenencia al señorío jurisdiccional de los Enríquez, cuyo distintivo más claro era el Palacio del Almirante, situado sobre la mota terrera que en su día levantara Fernando II de León. El Melgar del Almirante conoció el auge demográfico y económico de Castilla desde mediados del siglo XV hasta

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finales del XVI. A partir del XVII la crisis general de la Corona incide también sobre la villa, que verá mermada considerablemente su población, empobrecida y asfixiada por el peso de las cargas señoriales y de la creciente fiscalidad de la Corona.

Escudo de los Enríquez, Almirantes de Castilla y Condes de Melgar, pintado en uno de los tirantes mudéjares de la cubierta de la iglesia de San Miguel, en la trasera del altar mayor.

La llegada del siglo XVIII trajo consigo la Guerra de Sucesión a la Corona española y la instauración de los Borbones, con el consiguiente embargo de los bienes del último almirante Juan Tomás Enríquez, lo que conllevó que la villa de Melgar volviera a la situación de realengo hasta que en 1725 les fueran restituidos los bienes a los Enríquez. El título de Almirante, sin embargo, quedó en manos de la Corona abandonando también ese apelativo la villa, que a partir de entones sería conocida normalmente como Melgar de Arriba (alias de la Frontera o de Suso, se especifica alguna vez). Posteriormente se produjeron algunos cambios en la titularidad del ducado de Medina de Rioseco y, por ende, en el del señorío de Melgar, que terminará pasando de los Enríquez a los Pimentel (condes de Benavente) y, ya en el siglo XIX, a los Téllez-Girón (duques de Osuna). La vida de los vecinos de Melgar durante los siglos XVI, XVII y XVIII fue girando en torno a los hitos que marcaba el calendario de las actividades agrícolas y religiosas. Un alcalde mayor, dos alcaldes ordinarios, dos regidores y un procurador general eran los oficiales del concejo, verdadero órgano de gobierno de la villa y organizador de sus actividades. No faltaron los enfrentamientos entre el concejo y el priorato de Santa María de Trianos, propietario de una gran extensión de tierras en el término, así como tampoco con los señores jurisdiccionales de la villa a los que debían señorío y vasallaje. El siglo XIX se habría con la Guerra de la Independencia, pernoctando en Melgar de Arriba parte del ejército británico antes de la batalla de Sahagún del 21 de diciembre de 1808. Durante la contienda no faltaron tampoco los robos y saqueos cometidos por los ejércitos franceses. La constitución de 1812 y la revolución liberal del siglo XIX acabó con el Antiguo Régimen y con el yugo que para la villa suponía el señorío, aunque esto le costara algún pleito con el duque de Osuna. En 1856 el ayuntamiento se apoderaba de las llaves de la panera del ducado y hacía excavaciones en el terreno que ocupara el palacio del Almirante, en un acto de soberanía y autoridad. Las desamortizaciones del siglo XIX pusieron a la venta las propiedades de las instituciones eclesiásticas y del

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propio concejo, que en conjunto suponían más del 53% de las tierras del término y que fueron compradas por los más pudientes, quienes llegarían a formar, en algunos casos, grandes patrimonios. Dedicado mayoritariamente a la producción de cereal, Melgar de Arriba llegó a tener en funcionamiento hasta cuatro molinos: tres en la presa del Cea (el de Trianos, el de Pinilla y el de La Estacada) y uno en la del Valderaduey (el de Cubillas).

Término municipal de Melgar de Arriba. Plano de 1908. (Archivo Histórico Provincial de Valladolid).

Si bien se había desmoronado la sociedad estamental del Antiguo Régimen, una nueva sociedad de clases se estaba configurando, compuesta básicamente por una burguesía rural de propietarios acomodados que poseía la mayoría del terrazgo y que tenía un indudable peso político y social en el siglo XIX y buena parte del XX, y una gran masa de trabajadores de la tierra, pequeños campesinos y proletarios, siempre necesitados de tierras o de trabajo para poder subsistir. Unas diferencias sociales que fueron el germen, en muchos casos, de los acontecimientos que desembocaron en la Guerra Civil española. Desde mediados del siglo XIX y hasta las primeras décadas del XX el crecimiento demográfico de la villa fue evidente, superándose los 1.000 habitantes en la década de 1920. Sin embargo, tras los difíciles años de la posguerra, desde mediados del siglo XX se asiste a un éxodo rural apresurado en el que Melgar de Arriba sólo entre 1950-1970 perdió más de la mitad de su población, un hecho que, sin duda, dejó sus huellas en la acentuada despoblación del campo y en el envejecimiento de la población al que hoy asistimos.

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Plano urbano de Melgar de Arriba. 1960-70. (Archivo Histórico Provincial de Valladolid)

Con la llegada del siglo XX y continuando en el ya iniciado XXI, se irán desarrollando en Melgar de Arriba diversas actuaciones que poco a poco irían acercando el progreso a la localidad. Entre ellas podemos destacar las siguientes:

o En la década de 1910, después de muchas esperas, comenzaron las obras de construcción de unas escuelas en el solar del antiguo priorato, que nunca se llegaron a terminar, y se contrata también por primera vez el alumbrado público de la localidad, que se generaba gracias a la instalación de una dinamo en la corriente de la antigua presa de los molinos.

o En la década de 1920 se perforaba el pozo artesiano de la plaza Mayor y se ponía una fuente con varios caños para el servicio del vecindario y un pilón abrevadero para el ganado.

o Después de varios proyectos y de muchas esperas, a finales de 1932 se inauguraba el edificio de las nuevas escuelas subvencionadas por el gobierno de la II República.

o A mediados de la década de 1940 se construía, un puente sobre el río Cea, tan necesitado desde hacía tiempo.

o En la década de 1950 se adquiría la vivienda situada en la plaza Mayor que a partir de entonces sería destinada a casa consistorial, derribándose la antigua que estaba en la calle del Hospital, y se perforaba otro pozo artesiano con pilón abrevadero en la plazuela de la calle del Pontón.

o En la década de 1960 se inauguraba el cementerio nuevo, se llevaba a cabo la concentración parcelaria del término y se construía una bodega cooperativa y dos casas para alojamiento de los maestros.

o En la de 1970 se levantaba el depósito de agua y se iniciaban las obras de abastecimiento y saneamiento.

o En la década de 1980 se inauguraba el nuevo consultorio médico y se iniciaban las obras de pavimentación de calles.

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o En la de 1990 se continuó con la pavimentación de calles y se empezaron a construir las primeras instalaciones deportivas del área de recreo cercano al río.

o Entre las actuaciones de la década de 2000 destaca la construcción de la estación depuradora de aguas residuales, el Centro Socio Cultural San Miguel, el albergue para los peregrinos del Camino de Santiago Madrileño que pasa por la localidad o las diversas actuaciones que se continúan realizando en el área de recreo del Cea.

______________________________________________________________________ Fuente: José Luis Rodríguez Fernández (autor de “Melgar de Arriba, historia de una villa de Tierra de Campos, desde los inicios hasta principios del siglo XVI”).