mario liverani - variaciones climaticas y fluctuaciones demograficas en la historia siria

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Variaciones climáticas y fluctuaciones demográficas en la historia siria (Liverani 1988) (1) La opinión que los cambios climáticos constituyen un factor importante en el devenir histórico del Cercano Oriente ganó crédito notable entre fin del siglo pasado y comienzos de éste. Bastará recordar dos ejemplos entre los más significativos: la teoría de L. Caetani según la cual la progresiva aridez de la península arábiga habría sido el factor determinante que llevó a sucesivas oleadas de población semítica (acadios, arameos, árabes) a abandonar su asiento cada vez más inhóspito, y a dispersarse en las tierras circundantes más fértiles de la Mesopotamia y de Siria; y el cuadro de E. Huntington, según el cual el abandono de tantas zonas de Palestina y de Transjordania, documentado por la presencia de ciudades en ruina donde hoy no hay sino desierto, se debió a una aridez de la región causada por diversas fluctuaciones. Apenas hace falta notar que la afirmación de estas teorías se ubica en un período de tendencias historiográficas prevalentemente positivistas que veían con buenos ojos la individualización de factores extrahumanos en cuanto que ello hacía posible resaltar la cadena causal hasta un punto cerrado e indiscutible y acercaba las explicaciones de los fenómenos históricos a los procedimientos de las ciencias ‘exactas’. Es notable que entre los estudiosos que hemos citado el factor climático sea utilizado no sólo para explicar el desarrollo de los procesos históricos, sino también para delinear las características étnicas, que entonces se llamaban raciales, de las poblaciones semíticas y palestinenses respectivamente. Se trata en sustancia de reflejos de la sociología comtiana que veía en la ‘raza’ y en el ‘medio ambiente’, los factores determinantes de la historia. Es necesario recordar también que cuando tales teorías fueron propuestas, el conocimiento de los cambios climáticos intervinientes en los últimos milenios era más bien genérico y arbitrario; tanto L. Caetani como L. Huntington derivaban de las ciencias geológicas sólo el principio fundamental de la aridez progresiva y de las fluctuaciones, mientras que las determinaciones de las fases particulares de estos procesos era deducida del propio devenir histórico, que se explicaba en base a aquéllos. Se trataba así de un verdadero círculo vicioso en el cual, la conexión entre las variaciones climáticas y el devenir histórico antes que ser demostrada era asumida a priori como segura. Luego tales teorías fueron abandonadas (...). Ante todo se ha demostrado que el clima no sufrió graves cambios en los últimos 10000 años y que por lo tanto todo el período histórico está comprendido en una fase en la cual la temperatura y las precipitaciones se han mantenido en torno a valores similares a los actuales. En el área sirio-palestinense, y en general en el Cercano Oriente antiguo, uno de los elementos esenciales que regulan el devenir de la historia demográfica es el de las relaciones entre nómadas y sedentarios, éste asentado en la tierra fértil e irrigada (o suficientemente lluviosa), apta para la agricultura; aquél habitando la estepa adyacente, apta para el pastoreo. Por parte de los nómadas está la natural tendencia a infiltrarse en la tierra más rica detentada por los sedentarios; por parte de éstos está la exigencia de mantener alejados de sus cultivos a los nómadas, peligrosos tanto por su turbulencia como por sus rebaños. Las relaciones de fuerzas entre los dos elementos constituyen, en la opinión de algunos estudiosos, el motivo fundamental de los cambios en el modo de utilización de la tierra; cuando los estados de los sedentarios son fuertes los cultivos agrícolas prosperan y tienden también a extenderse en zonas menos favorables, pero siempre cultivables mediante la canalización del agua de superficie o la recolección de la de lluvia, por medio de la excavación de pozos y la construcción de cisternas para proveer de agua a hombres y bestias. Cuando, en cambio, los estados de los sedentarios son

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Variaciones climáticas y fluctuaciones demográficas en la historia siria (Liverani 1988) (1)

La opinión que los cambios climáticos constituyen un factor importante en el

devenir histórico del Cercano Oriente ganó crédito notable entre fin del siglo pasado y comienzos de éste. Bastará recordar dos ejemplos entre los más significativos: la teoría de L. Caetani según la cual la progresiva aridez de la península arábiga habría sido el factor determinante que llevó a sucesivas oleadas de población semítica (acadios, arameos, árabes) a abandonar su asiento cada vez más inhóspito, y a dispersarse en las tierras circundantes más fértiles de la Mesopotamia y de Siria; y el cuadro de E. Huntington, según el cual el abandono de tantas zonas de Palestina y de Transjordania, documentado por la presencia de ciudades en ruina donde hoy no hay sino desierto, se debió a una aridez de la región causada por diversas fluctuaciones.

Apenas hace falta notar que la afirmación de estas teorías se ubica en un período de tendencias historiográficas prevalentemente positivistas que veían con buenos ojos la individualización de factores extrahumanos en cuanto que ello hacía posible resaltar la cadena causal hasta un punto cerrado e indiscutible y acercaba las explicaciones de los fenómenos históricos a los procedimientos de las ciencias ‘exactas’. Es notable que entre los estudiosos que hemos citado el factor climático sea utilizado no sólo para explicar el desarrollo de los procesos históricos, sino también para delinear las características étnicas, que entonces se llamaban raciales, de las poblaciones semíticas y palestinenses respectivamente. Se trata en sustancia de reflejos de la sociología comtiana que veía en la ‘raza’ y en el ‘medio ambiente’, los factores determinantes de la historia. Es necesario recordar también que cuando tales teorías fueron propuestas, el conocimiento de los cambios climáticos intervinientes en los últimos milenios era más bien genérico y arbitrario; tanto L. Caetani como L. Huntington derivaban de las ciencias geológicas sólo el principio fundamental de la aridez progresiva y de las fluctuaciones, mientras que las determinaciones de las fases particulares de estos procesos era deducida del propio devenir histórico, que se explicaba en base a aquéllos. Se trataba así de un verdadero círculo vicioso en el cual, la conexión entre las variaciones climáticas y el devenir histórico antes que ser demostrada era asumida a priori como segura.

Luego tales teorías fueron abandonadas (...). Ante todo se ha demostrado que el clima no sufrió graves cambios en los últimos 10000 años y que por lo tanto todo el período histórico está comprendido en una fase en la cual la temperatura y las precipitaciones se han mantenido en torno a valores similares a los actuales.

En el área sirio-palestinense, y en general en el Cercano Oriente antiguo, uno de los elementos esenciales que regulan el devenir de la historia demográfica es el de las relaciones entre nómadas y sedentarios, éste asentado en la tierra fértil e irrigada (o suficientemente lluviosa), apta para la agricultura; aquél habitando la estepa adyacente, apta para el pastoreo. Por parte de los nómadas está la natural tendencia a infiltrarse en la tierra más rica detentada por los sedentarios; por parte de éstos está la exigencia de mantener alejados de sus cultivos a los nómadas, peligrosos tanto por su turbulencia como por sus rebaños. Las relaciones de fuerzas entre los dos elementos constituyen, en la opinión de algunos estudiosos, el motivo fundamental de los cambios en el modo de utilización de la tierra; cuando los estados de los sedentarios son fuertes los cultivos agrícolas prosperan y tienden también a extenderse en zonas menos favorables, pero siempre cultivables mediante la canalización del agua de superficie o la recolección de la de lluvia, por medio de la excavación de pozos y la construcción de cisternas para proveer de agua a hombres y bestias. Cuando, en cambio, los estados de los sedentarios son

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débiles, entonces las incursiones y la presión de los nómadas hacen sentir su efecto: los cultivos se abandonan y despojan, las canalizaciones se destruyen y en amplias zonas se pasa de la agricultura al pastoreo, de las instalaciones estables al nomadismo.

También deben considerarse otros factores: las repetidas incursiones de los ejércitos mesopotámicos y egipcios en Siria y Palestina tuvieron sin duda efectos deletéreos, sea porque las exacciones de tasas y tributos llevaron a un empobrecimiento de la región, sea porque con frecuencia se verificaron destrucciones de ciudades y aldeas, con tala de cultivos arbóreos, incendio de cosechas y devastación de obras hídricas, hechos que hicieron ardua o imposible la continuación de la actividad agrícola. Análogamente las deportaciones de población dejaron semi-despobladas las regiones que inevitablemente retrocedieron desde el punto de vista demográfico y cultural. (...) Por el contrario, la estabilidad del tráfico comercial y la exploración de las riquezas minerales llevaron al asentamiento en áreas de otra manera inhóspitas; lo mismo pudo suceder por necesidades estratégicas (construcciones de fortalezas en los confines y a lo largo de las rutas de caravanas). En fin, las innovaciones técnicas hicieron posible la vida en zonas antes inutilizables: piénsese en la introducción de la cisterna con enlucido hidráulico a comienzos de la Edad del Hierro o en la técnica del aterrazamiento del suelo y de la recolección del agua de lluvia hecha por los nabateos. Para los nómadas piénsese en el empleo a gran escala del camello a fines del segundo milenio, que permitió la utilización de las zonas desérticas antes inaccesibles.

Estos y otros elementos han sido empleados para explicar el acontecer de la historia demográfica de la Siria-Palestina preclásica, aunque es necesario reconocer que faltan todavía estudios analíticos satisfactorios sobre puntos particulares o panoramas globales que afronten el problema en su complejidad. (...)

Si la incorporación de los factores de carácter humano encuentra ya a todos conformes y requiere sólo ser profundizada en casos específicos, no se puede decir lo mismo en cuanto a la exclusión del factor climático. Es evidente que como en un tiempo su valorización se debía a una toma de posiciones apriorística, lo mismo puede decirse de su actual descrédito; y que como era arbitraria y simplista la antigua opinión de una progresiva aridez, del mismo modo lo es la opinión de un clima inmutable a través de los milenios. De hecho las actuales técnicas de la paleo-climatología, más refinadas que aquellas del inicio del siglo, han permitido la adquisición de datos más particularizados y relativos a fenómenos de menor amplitud, que en el pasado no podían individualizarse. Hoy es posible reconstruir fluctuaciones climáticas sucesivas en el período Postglacial que, aunque siendo relativamente modestas, estaban todavía en posición de influir las condiciones ecológicas, sobre todo de aquellas zonas que, encontrándose entre los confines entre las zonas fértiles y desérticas, entre zonas suficiente e insuficientemente lluviosas, pueden pasar de una condición apta para la explotación agrícola a una que permite sólo una explotación pastoral y viceversa. Lo que importa notar sobre todo es que las variaciones climáticas son hoy individualizadas sobre la base de elementos naturalistas, sobre todo en base a los datos de la paleobotánica (y no históricos): se está así en posición de conducir un análisis del problema que no esté viciado de posiciones preconcebidas. De hecho hay dos órdenes de datos: por un lado aquellos provistos por la paleo-climatología relativos a las variaciones climáticas; por el otro los provistos por la documentación histórica y arqueológica relativa a las fluctuaciones demográficas; de la confrontación de las dos series de datos se debería poder recabar la respuesta a la pregunta si, y en qué medida los cambios climáticos han influido sobre los fenómenos históricos y demográficos. Hemos dicho ‘en qué medida’, de hecho, nos parece evidente que entre las dos posiciones extremas -la que ve en el clima el factor prevaleciente y la que niega toda

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su influencia- existe, y es razonable una posición intermedia, que reconoce en el clima una verdadera influencia junto a los otros elementos políticos, económicos, tecnológicos.

A diferencia de lo que sucede en otros campos de estudio, en la historia del Cercano Oriente antiguo los datos recientes de la paleo-climatología no han sido todavía adecuadamente utilizados. Conocemos sólo una interesante presentación de los datos principales por parte de M. Kuzvart (2), evidentemente requerida por el interés de los semitólogos de Praga por los orígenes semíticos, brevemente tomados después por H. Klengel (3) en relación al problema del nomadismo. En nuestra opinión los hechos demográficos todavía deben ser examinados en su complejidad en relación a los factores climáticos, no sólo por las diversas fases de la presión nómada sino también la expansión y la retracción de la zona de cultivo sedentaria y la tipología misma de los asentamientos. Se trata de un estudio bastante complejo a llevar a cabo en colaboración con especialistas de paleo-climatología, y con relación a todo el curso de la historia del Cercano Oriente antiguo. Esto supera largamente los límites de la capacidad y de los intereses del autor de la presente comunicación, quien intenta dar ahora sólo algunos lineamientos de la cuestión para el área sirio-palestinense y el período que va aproximadamente del 2500 al 500 a.C.

El período del 3000 al 500 a.C. es llamado por la moderna paleo-climatología Postpluvial lII y se caracteriza por un clima cálido y seco en mayor medida que el actual, contrastando con el precedente (Subpluvial II) caracterizado por un clima más húmedo. Pero en el ámbito de esta fase se han individualizado dos períodos menores caracterizados por un aumento de las precipitaciones y un descenso de la temperatura: los dos fenómenos son difícilmente distinguibles, pero llevan a resultados análogos, es decir a una mayor humedad de la tierra, puesto que la temperatura más baja comporta una menor evaporación. Estas dos fluctuaciones pueden ubicarse una en torno al 2300 a.C. y la otra al 1200 a.C. (4) La definición de estas fluctuaciones del Cercano Oriente se basa en una documentación no muy satisfactoria; todavía es de notar que los mismos resultados están asociados con los de Europa y América del Norte, donde se tienen datos más precisos (análisis del polen, estratigrafía de la turba, carbono 14). Para la región templada se han definido dos períodos de mayores precipitaciones y temperaturas más bajas en torno al 2300 y al 1200 o bien en torno al 2380 y al 1346 a.C. (5). Por lo tanto puede sostenerse que en los climas templados y en el Cercano Oriente hubo dos períodos más fríos y lluviosos, dos "pequeñas edades glaciales" que culminaron hacia el 2300 y hacia el 1200, mientras que el período intermedio y el posterior al siglo XII fueron más áridos que el actual, alcanzándose el máximo de aridez hacia el 1500. De la credibilidad de los datos de la paleo-climatología (y en particular -para el Cercano Oriente- los estudios de K.W. Butzer) depende naturalmente la credibilidad en cuanto a lo que se propone en este artículo: pero nos parece que en cada caso el problema merece ser sometido a la atención de los orientalistas.

Se puede presumir que los períodos de mayores precipitaciones durante los cuales la humedad de la tierra era mayor, la reserva de agua subterránea más rica, la duración de la estación seca probablemente menor, presentaron una mayor posibilidad desde el punto de vista agrícola de explotar la tierra de Siria interior y Transjordania, y también ofrecieron pasturas más ricas para los rebaños de los nómadas en los confines con el desierto. Por el contrario, los períodos más secos deben haber causado una mayor dificultad en la recolección de las aguas subterráneas mediante pozos, y sobre todo una aridez del suelo y una duración tal de la estación seca, que se hizo más difícil obtener cosechas redituables. En efecto, confrontando la cronología de las fluctuaciones climáticas que ya hemos definido con lo que sabemos (sobre la base de la documentación arqueológica y textual) de las fluctuaciones demográficas en la zona sirio-palestinense, se nota una concordancia que difícilmente pueda deberse al azar: se puede decir grosso modo que a los períodos de clima

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más frío y húmedo corresponde una ampliación de los asentamientos y que a los períodos de clima más cálido y seco corresponde una retracción.

Antes de pasar a una confrontación analítica es necesario hacer tres observaciones: ante todo, como veremos, los períodos de desarrollo demográfico están un poco desfasados respecto de las fluctuaciones climáticas o, mejor aún, comienzan cuando éstas ya están en pleno desarrollo y se prolongan luego de su fin. Este desfasaje no puede ser resuelto con un desplazamiento ni de la cronología histórica ni de la climática, que parecen bien establecidas, y por el contrario se explica en el plano histórico en el sentido que la ocupación de las zonas semiáridas ocurre sólo cuando éstas gozan desde hace tiempo de ricas precipitaciones, de modo que se conoce ya la fecundidad. Por el contrario, el abandono de estas mismas zonas se da gradual y tardíamente por la natural tendencia de la población a permanecer en la tierra en la que vive, incluso a costa de dificultades crecientes debidas a un proceso gradual y, por lo tanto, difícilmente advertido por los interesados. El segundo elemento a tener presente es que la adecuación de las fluctuaciones demográficas a las fluctuaciones climáticas resulta alterada por la intervención de otros factores, sobre todo de carácter político-social y tecnológico, de modo que no es de admirarse si la correspondencia no es coherente ni constante. Esto vale sobre todo -y lo veremos en seguida- para el período de la Edad del Hierro en adelante, con motivo del creciente peso del factor tecnológico; precisamente por este motivo renunciamos en nuestro estudio a proseguir otra meta que la del 1er. milenio cuando, por ejemplo, se da la colonización nabatea del Negev no en concomitancia sino a despecho de las condiciones climáticas. La tercera observación preliminar es la consecuencia de las oscilaciones climáticas que se advierten obviamente de manera más sensible en las llanuras interiores de Siria y Transjordania, en las que la agricultura depende de la lluvia, que está al límite de la suficiencia, mientras que las zonas más favorecidas (suficientemente lluviosas o irrigadas) se resienten en forma más reducida. Análogamente, el fenómeno puede interesar una zona circunscripta de la Mesopotamia (no a la Asiria lluviosa o al bajo valle irrigado), y no afecta a Egipto sino eventualmente por la repercusión que recibe del exterior.

Vayamos pues a un examen diacrónico. El primer fenómeno a examinar es el desarrollo demográfico que tuvo lugar alrededor del 2400 a.C. En Siria interior está caracterizado por el establecimiento de grandes ciudades como Tell Mardikh, Tell Tuqan, Hama J. Se trata de grandes centros urbanos rodeados de poderosas murallas y que albergan a una población numerosa dedicada a la agricultura -practicada evidentemente en la gran extensión de territorio de la meseta de Siria interior, tierra no irrigada sino abastecida por lluvias y dotada de una amplia napa de agua subterránea. Es la primera vez que se establecieron en la zona grandes ciudades y es evidente que el fenómeno si actuó en aquel período fue a causa de la madurez del proceso político, técnico y cultural en general que estaba en la base. Pero es significativo que tal proceso se dé en concomitancia con la culminación de la fluctuación climática, ya que en Siria interior una agricultura seguramente redituable (sin el auxilio de técnicas particulares) no habría podido subsistir en un período árido. La zona climáticamente más favorable, es decir, la cercana al Mediterráneo, era apta para un desarrollo del cultivo extensivo, siendo en parte área de colinas y montañas, en parte marisma (valle del Orontes) y por lo tanto se prestaba menos que la región interior para albergar grandes centros urbanos del tipo de los que surgen a fines del Bronce Antiguo.

Lo mismo puede decirse del desarrollo demográfico de Transjordania, cuya ocupación intensiva se nota bien por las prospecciones sistemáticas de N. Glueck, además de las excavaciones de algunos sitios. También aquí se trató evidentemente de una cultura de base agrícola, que se desarrolló en las amplias llanuras, en general no irrigadas y que recibían una cantidad de precipitaciones tal que sólo en períodos climáticos favorables

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admitían una explotación redituable sin una tecnología particular. Los reconocimientos arqueológicos del mismo Glueck y de otros en el Negev y en la península del Sinaí han dado datos análogos aunque diferentes. Similar es el desarrollo demográfico concomitante con el de Transjordania, pero son diferentes las características de los asentamientos. Se trata de pequeñas aglomeraciones de casuchas circulares o rectangulares, sin murallas, probablemente estacionales: la región debía estar entonces habitada por población semi-nómada, que vivía del pastoreo trashumante y de una pobre agricultura estacional. El motivo de la diversidad reside en que el Negev y el Sinaí reciben menos lluvias que Siria interior y Transjordania, y por lo tanto en un período de clima más frío y húmedo no alcanzan a reunir las condiciones suficientes para albergar una cultura urbana basada en la agricultura extensiva. Buenos ejemplos de cómo las fluctuaciones climáticas favorables son útiles no sólo para el desarrollo de la cultura agrícola del sedentario sino también para el de la población nómada.

El empeoramiento del clima a fines del III milenio y más aún a comienzos del II hizo siempre más difícil la permanencia de los vigorosos asentamientos urbanos en la zona de Siria interior y Transjordania, que de hecho fueron despoblándose. El abandono de estas zonas al comienzo del Bronce Medio es explicado como debido a una invasión destructora: la de los hicsos o hasta de los reyes de Gen. 14. Estas explicaciones en particular carecen de validez histórica; pero también la interpretación general del despoblamiento a causa de una invasión y destrucción parece poco plausible, ya sea porque no aclara cómo el abandono jamás interesó a toda la zona interior (sin afectar a la irrigada o más lluviosa), sea porque aparece reforzado el carácter progresivo del abandono. Una confirmación de que el despoblamiento en cuestión tiene motivaciones (o al menos conexiones) de carácter climático puede verse en la persistencia de la ocupación sedentaria en la zona del Galaad septentrional y del Hauran; se trata, en efecto, de zonas que reciben mayores precipitaciones que el resto de Transjordania, precipitaciones que entonces fueron suficientes también en períodos más áridos.

Otra consecuencia de las peores condiciones climáticas puede verse en la presión nómada hacia Mesopotamia y Egipto. Ya está confirmado que la presión de los nómadas hacia las fértiles tierras irrigadas por los grandes ríos es un fenómeno prácticamente continuo debido a motivos de carácter social y económico. El fenómeno puede presentar fases de mayor o menor intensidad, que pueden reconstruirse dentro de ciertos límites en base a su documentación textual por parte de los sedentarios. En tal sentido se tiene la clara impresión que en el período del 2200 al 1800 a.C. la presión de los nómadas hacia Mesopotamia y Egipto fue efectivamente conspicua: la presión ("invasión") de los amorreos que ya es sensible en época de Ur III, conoció una fase particularmente aguda bajo el reino de Ibbi-sin (probablemente por la situación política favorable), pero continuó luego sucesivamente como sabemos por los textos de Mari. Paralelamente los asiáticos penetraban en Egipto, sea durante el Primer Período Intermedio, sea durante el Reino Medio, contenidos entonces por una sólida organización egipcia. El paralelismo de los dos fenómenos, el despoblamiento de las zonas internas de Siria-Palestina y la presión de los nómadas (provenientes del área sirio-palestinense) hacia las tierras irrigadas amerita nuestra atención, aunque serían deseables datos más abundantes y explícitos.

Al término del proceso de despoblamiento, hacia la mitad del 2do. milenio, en coincidencia con el máximo de aridez del Postpluvial III, es característica la distribución de los asentamientos en el área de Siria-Palestina. La zona más densamente poblada y en la cual surgen centros urbanos, se concentra a lo largo de la llanura costera, en Siria y en Palestina, en los valles de los ríos (Jordán, Orontes), en llanuras irrigadas (Jezreel, Damasco) y en la zona en la que las lluvias son suficientes (zona de Aleppo, Harrán). En cambio carecen de asentamientos estables las zonas de colinas y las montañosas del

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Líbano y Palestina (que probablemente lo estaban antes), recubiertas de montes y de bosques, y las grandes mesetas del interior que en la época precedente estaban habitadas y cultivadas extensamente. Naturalmente, también en estas zonas subsistieron asentamientos en el Bronce Reciente; se trata más bien de asentamientos pobres, limitados, ya sea en el número o en la importancia, lo que contrasta con la intensidad y la amplitud de los asentamientos del período 2400-1800. Además también son restringidas las noticias de nómadas en el Bronce Reciente las cuales hacen sospechar que su número fue reducido respecto del período precedente; además su localización está atestiguada en las mismas zonas que anteriormente habían conocido una ocupación sedentaria, signo del retroceso general del aprovechamiento del área que encuentra explicación en la disminución de las precipitaciones.

Un cambio más bien brusco de esta situación se verificó hacia el 1200 con el pasaje de la edad del Bronce a la del Hierro. Pueden distinguirse dos órdenes en los cambios demográficos que pueden enmarcarse en las condiciones de la fluctuación climática que conoció entonces su punto culminante: el aumento de la población nómada y la expansión de los asentamientos sedentarios. Los dos fenómenos parecen sucederse cronológicamente y serán brevemente explicados: las mejores condiciones climáticas (es decir, el aumento de las precipitaciones) en la región interior habrían facilitado la vida de la población semi-nómada, que se desarrolló numéricamente; luego se habría verificado el pasaje a un modo de utilización del suelo con mejores rendimientos y acorde a las nuevas condiciones climáticas, y por lo tanto a la agricultura, con la consecuente sedentarización de la población semi-nómada. Naturalmente, ambos procesos se superponen en parte y no se dan del mismo modo. Es indudable que el período que señala el pasaje de la Edad del Bronce a la del Hierro vio aparecer de improviso en la historia sirio-palestinense una serie de poblaciones de origen semi-nómada (arameos, israelitas, moabitas, ammonitas, etc.) y su rápida transformación en población sedentaria.

Los datos arqueológicos confirman el cuadro dado por los textos: también son las exploraciones de N. Glueck en Transjordania las que reportaron los datos más significativos al mostrar que hacia el 1200 toda la zona que estaba ya habitada entre el 3er. y 2do. milenio, y que había sido abandonada enseguida fue ocupada nuevamente por asentamientos estables, frecuentes en el número y consistentes en el aspecto. Lo mismo se verificó en Siria interior, pero aquí los datos disponibles son en verdad muy escasos.

El factor climático está muy lejos de ser el único determinante de esa revolución en la distribución de los asentamientos en la región sirio-palestinense: junto a él seguramente intervinieron otros factores importantes de carácter político, social y tecnológico. En el plano político la invasión de los Pueblos del Mar, el colapso de los imperios heteo y egipcio pusieron en crisis la capacidad de resistencia de las ciudades estado sirio-palestinenses respecto de las nuevas poblaciones nómadas, agilizando así su sedentarización y su constitución en reinos nacionales. La crisis política había sido preparada y estimulada por una crisis social, en particular por la alienación de la población campesina por los intereses de la urbana corte regia además de la declinación de la feudalidad guerrera, dos elementos que dejaron sin protección a la monarquía urbana. Estos factores políticos y sociales contribuyeron en sustancia al derrumbe de las ciudades estado y con ello al desarrollo de la sedentarización de la población nómada. Notable fue también el peso de algunas innovaciones técnicas. Ante todo, la domesticación y la utilización en gran escala del camello favorecieron indudablemente el desarrollo de los nómadas, abriéndoles zonas precedentemente inutilizables. En segundo lugar la introducción de la técnica de la construcción de cisternas con enlucido hidráulico facilitó el asentamiento de núcleos estables en regiones áridas, con la utilización de las lluvias

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invernales. En fin, es posible también que la introducción de instrumentos de hierro, en lugar de los de bronce, permitiera un más ágil saneamiento y deforestación.

La importancia de los factores político-sociales y tecnológicos junto a los climáticos está demostrada por el hecho que la difusión de los asentamientos no ocurrió sólo en el territorio interior sino también en las regiones montañosas y boscosas de la Cisjordania, donde la presencia de asentamientos agrícolas estuvo antes impedida no tanto por las escasas lluvias cuanto por la naturaleza del suelo y de la vegetación. La permanencia de las innovaciones tecnológicas acompañada probablemente por la ulterior introducción de otras innovaciones, sobre todo relativas a la canalización del agua de lluvia y al aterrazamiento de los terrenos montañosos explica también por qué la expansión demográfica del 1200 no fue seguida por un retroceso radical una vez que faltaron las condiciones climáticas favorables, tendiendo en cambio a estabilizarse y posteriormente también a progresar. Como ejemplo del ulterior progreso se puede citar la nueva y notable ocupación del Negev y del Sinaí, bien diferente de la fase precedente. La nueva ocupación corresponde sustancialmente al período del Hierro II (c. 900-600) y tiene el carácter de una colonización consciente: los asentamientos tienen el carácter de fortalezas más bien pequeñas, ubicadas de modo de controlar las vías comerciales entre Palestina y Egipto acompañadas por pequeños asentamientos agrícolas que explotan con las nuevas técnicas las tierras más aptas.

También el abandono de los asentamientos de la Transjordania que tiene carácter progresivo, iniciándose ya en el siglo VIII y culminando hacia la mitad del primer milenio, se debe claramente a factores históricos y puede encuadrarse en la crisis general del área sirio-palestinense como consecuencia de las continuas incursiones y la acción predatoria de los imperios asirio primero y del neo-babilónico después. De la crisis no quedaron a salvo ni las zonas más favorecidas en cuanto al clima y al agua. Las destrucciones bélicas, las deportaciones, los tributos terminaron con la ruina de la economía de la región, ya sea en cuanto a la agricultura, ya sea en cuanto al tráfico comercial. El retroceso demográfico por la distribución de los asentamientos y la entidad global de la población presente fue ciertamente notable y la continuación no se verificó sino en la edad persa (en algunas zonas) y sobre todo helenística. Pero con la crisis de los siglos VII-VI interrumpimos nuestro examen alcanzando una época en la cual, como se ve, la importancia de los factores climáticos es netamente secundaria.

Esta exposición que quiere ser una primera toma de contacto con el tema, requiere sin duda ser profundizada y aclarada, sea en muchos puntos particulares sea en el planteamiento general, y está también sujeta a revisión, cuando los datos de la paleo-climatología deben mudarse o precisarse. Para terminar, se pueden indicar aquellos que parecen los principales lineamientos del problema. Ante todo aparecen injustificadas las posiciones extremistas y aprioristas, tanto de parte de los sostenedores, como de los negadores de la influencia del clima en la historia demográfica de Siria y Palestina. Parece en el estado actual de los conocimientos que se dio una cierta influencia y que se tienen datos para valorar tal influencia. En segundo lugar parece claro que el factor climático no es sino uno de los tantos factores que contribuyeron a determinar la importancia y la distribución de la población: junto con él están de hecho los factores políticos y sociales, económicos y tecnológicos, variadamente conectados entre sí y también con el factor climático. En tercer lugar parece individualizarse una progresiva disminución de la importancia del factor climático, puesto que las innovaciones tecnológicas permitieron a las poblaciones ponerse en situación de contrarrestar del modo más efectivo las dificultades ambientales. En fin -y este es el punto esencial desde el punto de vista histórico- el factor climático queda siempre como un factor ambiental, de carácter extrínseco, que las poblaciones interesadas no advierten por su carácter progresivo y sufren

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por ser inevitable. No se trata tanto de un factor determinante de los procesos demográficos sino más bien de un elemento del cuadro ambiental en el cual tales procesos se insertaron. Lo que más interesa desde el punto de vista histórico son, evidentemente, las modalidades con que tales procesos se verificaron, además de su simple importancia numérica y territorial: las motivaciones sociales, las implicaciones políticas, las causas y las consecuencias económicas, las disponibilidades técnicas, las caracterizaciones culturales. En una palabra, lo que más interesa son aquellos factores humanos que la moderna historiografía subraya con eficacia.

Notas de la edición: (1) Traducido por M. V. Pereyra de M. Liverani 1988. “Variazioni climatiche e fluttuazioni demografiche nelle storia siriana”, Oriens Antiqus 6: 77-89. En la presente traducción se han omitido notas del original. Revisado por S. Lupo. (2) La fluctuación del 2300 a.C. es a veces considerada como parte del Subpluvial II.