mariátegui y kusch, estudio comparativo

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  //63 // Miguel Mazzeo* José Carlos Mariátegui y Rodolfo Kusch. Notas para un estudio comparavo Año 3, Nº 4, 2014 * El autor es escritor, profesor de Historia y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Docente de la UBA y de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa). “La Revolución se apoya en la conciencia concreta que reeja las condi- ciones reales de los hombres, de los que están construyendo su profun- da comunidad desde las verdades mínimas y colecvas de la erra” . León Rozitchner Moral burguesa y revolución Resumen: El siguiente arculo rescata las ideas del pensador peruano José Carlos Mariátegui, en la obra del lósofo y antropólogo argenno, Gunter Ro- dolfo Kusch, durante las décadas del ’60 y el ’70. La idencación entre ambos autores se sitúa en una losoa crí ca que atenta contr a los para- digmas occidentales y eurocéntricos para pensar Nuestra América. En un contexto donde los pueblos indígenas han comenzado a ser reconocidos como pilares de un modelo civilizatorio alternavo al modelo impuesto por el capital, el presente trabajo da cuenta de la importancia de la obra de ambos autores y de la recepción argenna de Mariátegui en las re- exiones losócas de Rodolfo Kusch.

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comparativa entre la obra de estos dos grandes pensadores latinoamericanos, su perspectiva de mundo y la recepción de su obra

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    // Miguel Mazzeo*

    Jos Carlos Maritegui y Rodolfo Kusch.Notas para un estudio comparavo

    Ao 3, N 4, 2014

    * El autor es escritor, profesor de Historia y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Docente de la UBA y de la Universidad Nacional de Lans (UNLa).

    La Revolucin se apoya en la conciencia concreta que reeja las condi-ciones reales de los hombres, de los que estn construyendo su profun-

    da comunidad desde las verdades mnimas y colecvas de la erra.Len Rozitchner

    Moral burguesa y revolucin

    Resumen:El siguiente arculo rescata las ideas del pensador peruano Jos Carlos Maritegui, en la obra del lsofo y antroplogo argenno, Gunter Ro-dolfo Kusch, durante las dcadas del 60 y el 70. La idencacin entre ambos autores se sita en una losoa crca que atenta contra los para-digmas occidentales y eurocntricos para pensar Nuestra Amrica. En un contexto donde los pueblos indgenas han comenzado a ser reconocidos como pilares de un modelo civilizatorio alternavo al modelo impuesto por el capital, el presente trabajo da cuenta de la importancia de la obra de ambos autores y de la recepcin argenna de Maritegui en las re-exiones loscas de Rodolfo Kusch.

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    Abstract:The following arcle takes the ideas of the Peruvian thinker Jos Carlos Maritegui from the work of the Argenne philosopher and anthropo-logist, Gunter Rodolfo Kusch, during the 60s and 70s. The idencaon between the two authors is in a crical philosophy that threatens the western and eurocentric paradigms to think Our America. In a context where indigenous peoples have begun to be recognized as pillars of an alternave model of civilizaon to the model imposed by the capital, this paper highlights the importance of the work of both authors and see-ks to explain the Argennian recepon of Maritegui in Rodolfo Kuschs philosophical reecons.

    En las dcadas del 60 y el 70, en Argenna, es posible rastrear la presencia del Amauta peruano Jos Carlos Maritegui (1894-1930) en la obra de Gunter Rodolfo Kusch, el lsofo y antroplogo nacido en Bue-nos Aires en 1922 y fallecido prematuramente en Maimar, en la provin-cia Jujuy, en 1979.

    Kusch fue una gura relevante para el pensamiento americano, un autn-co precursor de la denominada losoa americana, una losoa con-cebida desde el mbito geocultural de Nuestra Amrica y sin los constre-imientos caracterscos de la rgida estructura disciplinar denominada losoa y que, por lo tanto, se suele expresar en una verdadera praxis des-disciplinadora.

    Una losoa que se fue y se va amasando como el barro y que puede valorar la subjevidad del saber y fundar una pertenencia, en lugar de priorizar la objevidad del conocer e instuir una gesn y un control del saber. Hablamos de un saber y una pertenencia que surgen del hecho de comparr experiencias con los otros y las otras y no del saber y la perte-nencia que se derivan de la adhesin individual a algn sistema de sm-bolos abstractos. Se trata de una losoa semncamente subversiva, epistemolgicamente rebelde, que ubica la reexin en el devenir que

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    intenta captar y no en un pensamiento prefabricado y omniabarcante.

    Una losoa que idenca y denuncia la proyeccin de las visiones colo-niales en las ideas e imgenes que, a lo largo de quinientos aos, nos he-mos hecho de nosotros mismos. En efecto, la crca radical y descarnada del malinchismo es uno de sus signos ms disnvos.

    Una losoa que impugna el paradigma occidental que niega la capaci-dad de Nuestra Amrica de producir pensamiento, la mirada ajena que nos invalida, la cultura encubridora, etctera.

    Una losoa que asedia a los lenguajes, a las losoas y a las culturas ociales que no reconocen la otredad societaria y cultural.

    Una losoa con los pies en la erra y necesariamente polca, dado que no puede soslayar la crca a la relacin neo-colonial, a la colonialidad del poder y a las diversas formas de injuscia cogniva.

    Una losoa que, al decir de Leopoldo Zea, idenca como punto de parda la pregunta por lo concreto, por lo peculiar, por lo original en Amrica y tambin puede reconocer la conciencia de lo accidental de la cultura y el ser de Nuestra Amrica1.

    Se trata de un pensamiento en situacin que asume el peculiar signica-do de la modernidad para las clases subalternas y oprimidas de Nuestra Amrica. Una teora constuvamente crca y conveniente para cimen-tar la diversidad crca, apta para fundamentar la historia ms all del rgimen del capital. Un punto de vista popular que, al decir que Alcira Argumedo,

    recupera los relatos de las alteridades excluidas por las corrien-tes eurocntricas e impone el reconocimiento del otro histrica-mente menospreciado, de los signicados y tradiciones que ali-mentan la visin de los vencidos, la otra cara de la conquista. Un punto de vista que Considera que las concepciones de esos

    1. Zea, Leopoldo, La esencia de lo americano, Buenos Aires, Pleamar, 1971, pp. 15 y 16.

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    brbaros ms fancamente hosles a los extranjeros conenen potenciales tericos, emergentes de las experiencias vitales y de las expresiones culturales de un sujeto social heterogneo, que en-cuentra sus puntos de unidad en una historia comn de resistencias y desgarramientos, de sueos de dignidad y autonoma2. [Itlicas en el original].

    Una losoa que no mixca a los hombres y a las mujeres, que no los desarraiga, que no les roba las palabras propias para imponerle otras ajenas.

    Una losoa apuntalada por la fundacin o rearmacin de una perte-nencia, por una msca derivada de la vivencia de una autoconciencia, de una idendad cultural autnoma propia de Nuestra Amrica (una idendad plebeya y popular) y de la experimentacin de lo autn-co en carne propia. Una msca que el propio Kusch alent en forma permanente. Esta condicin, por s sola, remite a un extenso campo de conuencias.

    Sin lugar a dudas la comparacin entre Maritegui y Kusch merece un trabajo de largo aliento. Por cierto, la presencia determinante de los pue-blos indgenas de Nuestra Amrica en las organizaciones populares y los movimientos sociales de nes del siglo XX y comienzos del siglo XXI obli-gan a una relectura de la obra de ambos pensadores. Una relectura que de cuenta de las nuevas situaciones y los aportes tericos ms recientes. En las lmas dcadas los indgenas de Nuestra Amrica han adquirido voz propia. El indigenismo ya no puede circunscribirse a las polcas de Estado y de integracin nacional diseadas por blancos o meszos.

    Un conjunto de cosmovisiones, saberes, tradiciones, representaciones del empo, experiencias en n: de praxis de los pueblos indgenas de Nuestra Amrica han comenzado a ser reconocidas como pilares (o, por lo menos, como insumos imprescindibles) de un modelo civilizatorio al-ternavo al modelo impuesto por el capital. Al mismo empo, la ciencia

    2. Argumedo, Alcira, Los silencios y las voces en Amrica Lana, Buenos Aires, Ediciones del pensamiento nacional, 2011, pp. 135 y 136.

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    ya no seorea como el nico paradigma del conocimiento verdadero y debe comparr su rango con otros saberes.

    Finalmente, como seala Florencia Kusch, el campo acadmico, otrora incapacitado para asimilar un pensamiento como el de Kusch, ha ad-quirido cierta porosidad frente a temas tales como la perspecva de la subalternidad, el discurso intercultural, el paradigma de la diversidad, la crisis de las ciencias sociales, el pensamiento situado y los estudios cultu-rales3. Consideramos que estos temas y enfoques no necesariamente garanzan la profundidad y aportan al desarrollo de las praxis emancipa-torias de los pueblos, pero, por lo menos, hacen facble algunos contra-bandos producvos.

    En ese aspecto, las obras de Maritegui y Kusch resultan pioneras para pensar en otros modelos de racionalidad, otros modelos de eciencia y otros modelos de conocimiento.

    Vale aclarar, entonces, que aqu slo pretendemos dar cuenta de una recepcin argenna de Maritegui muy peculiar, una recepcin de fondo losco, y que, usualmente, no suele ser considerada.

    Debemos tener presente que Kusch, a diferencia de Maritegui que era un marxista convicto y confeso, se ubic a distancia del marxismo. En buena medida porque Kusch tenda a reducir el marxismo a su versin ms dogmca, economicista y estructuralista que, hay que reconocer-lo, era la versin dominante en los empos en los que kusch produce toda su obra y porque no tuvo en cuenta los aportes hercos en el marco de la tradicin marxista.

    Consideramos que Kusch, an conociendo la obra de Maritegui, no lle-ga a percibir la importancia de la traduccin propuesta por el Amauta. Kusch, con razones a veces juscadas y a veces injuscadas, debate

    3. Kusch, Florencia, El hedor y los mrgenes: la militancia barrial (territorial). En: Tasat, Alejandro Jos y Prez, Juan Pablo (coordinadores), El hedor de Amrica. Reexiones interdisciplinarias a 50 aos de la Amrica Profunda de Rodolfo Kusch, Buenos Aires, Centro Cultural de la Cooperacin-EDUNTREF, 2013, p. 90.

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    con el marxismo de la pulcritud con el marxismo dogmco y euro-cntrico, con el marxismo que comparte con el pensamiento burgus la cerdumbre ulitarista4 , pero no detecta la existencia (o la ne-cesidad!) de un marxismo que, recurriendo a una categora kuscheana, podramos denominar hediondo. Y decimos marxismo hediondo para designar a un marxismo inmerso en la realidad que debe interpretar/transformar, un marxismo que supera el temor de impregnarse del olor de esa realidad, el temor de ser nosotros mismos. Hablamos de un mar-xismo contrapuesto al marxismo pulcro y que, por lo tanto, se alcanza en la lucha de clases ms que en la universidad; por eso no es, recu-rriendo a los trminos que el propio Kusch ulizaba para caracterizar a la pulcritud, polca pura y terica o economa impecable. Se trata de un marxismo que, al decir de Jean-Paul Sartre, exige llevar la dialcca hasta sus lmas consecuencias 5,un marxismo que arcula un cono-cimiento objevo con un saber hacer.

    Kusch, bsicamente, rechazaba el componente cartesiano del marxismo, la actud meramente intelectual frente al mundo, la herencia de los peo-res postulados de la modernidad y del iluminismo, y todo aquello que el marxismo compara con el humanismo burgus: una concepcin teleo-lgica y determinista, ascendente y unidireccional del desarrollo histrico (la idea de progreso principalmente6), algunas tendencias a la cosicacin del sujeto (presentes en las versiones ms dogmcas del marxismo) y una cultura ancontemplava y, por ende, seriamente limitada para cap-tar la belleza y la humanidad y altamente destrucva de la naturaleza.

    4. Caill, Alan: anulitarismo. En: Caani, Antonio D.; Coraggio, Jos L. y Laville, Jean-L., Diccionario de la otra economa, Buenos Aires, Universidad de General Sarmiento, Altamira, Clacso-coediciones, 2009, p. 32. 5. Sartre, Jean-Paul, Prefacio a: Fanon, Frantz, Los condenados de la erra, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2007, p. 23. Para Sartre, esta operacin tambin implicaba un strip tease del humanismo occidental, del humanismo burgus o del pseudo-humanismo, que no era ms que una ideologa menrosa, la exquisita juscacin del pillaje (p. 23). 6. Vale aclarar que esta concepcin del progreso teleolgica, determinista, ascendente y unidireccional no dejaba de ser, en lma instancia, una concepcin emparentada con ideales y proyectos a largo plazo. Pero sucede que, en buena parte de Nuestra Amrica y a lo largo de su historia moderna, las clases dominantes asumieron, en los hechos, el inmediasmo ms rotundo que fue el correlato de las diversas formas de saqueo, desde las ms directas hasta las ms sules.

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    Ese rechazo, aunque pueda ser analizado a la luz de un cuesonamiento indiscriminado de Kusch hacia las fuerzas europeizantes y las orientacio-nes extranjeras (o portuarias, o cipayas), de algn modo acerca algu-nos de sus planteos a la tradicin irracionalista alemana, una de cuyas verentes nutri a corrientes conservadoras y, sobre todo, lo aleja de un anlisis de clases (nos referimos a un anlisis de clases heterodoxo, no dogmco), ms que necesario, si no perdemos de vista que sus reexio-nes parten de un sujeto perifrico, pobre, explotado y oprimido.

    Asimismo, estas posturas de Kusch explican parcialmente el carcter po-pulista, cuando no abiertamente reaccionario, de una franja de intelec-tuales (por lo general cercanos a la derecha peronista en las dcadas del 70 y del 80, y cercanos al menemismo en la dcada del 90) que asumie-ron la reivindicacin del pensamiento de Kusch al que decodicaron, en algunos casos, apelando a claves muy cercanas al oscuransmo msco. De ms est decir que esta situacin tambin contribuy delinear una gura inasimilable para el campo cultural marxista o de izquierda.

    Pero conceptos como formacin econmico-social, o bloque hist-rico, para mencionar slo algunos conceptos de la tradicin marxista en sendo amplio y a guisa de ejemplo, no necesariamente enen que ser incompables con una penetracin en el pensamiento andino o con el pensamiento seminal. Es ms, creemos que de su arculacin puede surgir un pensamiento original y emancipador.

    Ms all de las inuencias loscas evidentes, vale la pena el esfuer-zo por hallar la mdula del pensamiento de Kusch. Un pensamiento su-mamente original, gestado en buena medida a parr del dilogo con el otro. Un dilogo que lleva a la comprensin del otro. El otro marginado y explotado. El otro hediondo. Los y las otras. Se trata de un pensamien-to original, irreducble a sus diversas fuentes terico-loscas. Son absolutamente injuscadas, y adems superciales, las imgenes que presentan a Kusch como un nazi en las puertas de Tiahuanaco, un os-curansta msco o un precursor domsco de la posmodernidad7.

    El pensamiento de Kusch, en un sendo general, expresa una crca a la homogenizacin del mundo por medio de las relaciones mercanles y un rechazo al reemplazo de las relaciones humanas por las relaciones de

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    valor. Queda un dcit muy notorio cuando se asume esta crca pres-cindiendo de Marx o peor aun: en contra de Marx y con fundamentos abiertamente proburgueses, cuando se renuncia a un pensamiento ra-dicalmente crco, que pone en evidencia las mscaras de lo real.

    De todas maneras, Kusch reconoca que Marx (al igual que Sigmund Freud) haba logrado entrever una conciencia del estar, dado que el comunismo promova una vuelta a la comunidad y al arraigo. Una vuelta que indefecblemente implica una praxis tendiente a llenar el empo de relaciones, no de cosas. Puede, entonces, reducirse el marxismo al mero despliegue de otra versin del pao de las cosas?

    Asimismo, Kusch armaba que el ser (Occidente y el monlogo eurocn-trico, incluidos el socialismo y el marxismo), era fagocitable por el estar (la cultura indgena de Nuestra Amrica). La fagocitacin, como la tra-duccin mariateguiana, opera como nexo entre el hedor y la pulcritud. Finalmente, para Kusch, el marxismo, al igual que el psicoanlisis, no slo contena un saber cienco sino tambin un saber de salvacin8. De este modo, la obra de Kusch deja abierta la posibilidad de asimilar el marxismo a un saber propio un saber para vivir y no un saber para do-minar y a una geocultura nuestramericana. Una asimilacin que implica una recreacin y que Maritegui, a su modo, propuso dcadas antes.

    Por otra parte, a diferencia de Maritegui, el anlisis de Kusch se ubicaba en un plano metasico-ontolgico y simblico, al empo que buscaba desentraar el mecanismo intelectual indgena, los modos del pensar popular, recurriendo frecuentemente al mtodo etnogrco.

    La inuencia de Marn Heidegger es determinante en su obra. Tiene peso como referencia de una rebelin losca contra la idea moderni-dad y de una estrategia de deconstruccin de las retricas de la verdad.

    7. Finalmente, la crca de la universalidad de la razn (cienca) asume alguna forma de relavismo y, por lo tanto, quien la ejerce corre del riesgo de ser ldado de oscuransta o de posmoderno. Ms all de que, por lo general, haya sido el pensamiento universalista, racional, verdadero, el que oci (sobre todo a lo largo de la historia de Nuestra Amrica) como el camino ms directo a la barbarie. 8. Vase: Kusch, Rodolfo, Amrica profunda. En: Kusch, Rodolfo, Obras completas, Tomo II, Rosario, Editorial Fundacin Ros, 2007, p. 202, 204 y 205.

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    Esta rebelin y esta estrategia se constuyen en puntos de parda del pensamiento de Kusch. Aunque Kusch se diferencia de Heidegger en as-pectos relevantes. Por ejemplo, podemos armar que la Ut-catha (es-tar, estar sentado, en aymara) se impone sobre la casa del ser hei-deggeriana, del mismo modo que el vivir (el vivir noms) se impone sobre el fundamento con domicilio jo. Asimismo, Kusch, se ubic en las anpodas de aquellos intelectuales (sobre todo los de la generacin posterior, posmoderna) que recurrieron al pensamiento de Heidegger para fundamentar el cinismo o para negar el sendo de todo compromi-so social y polco.

    Tambin cabe destacar la inuencia de pensadores como Jacques Derri-d, Mircea Eliade, Claude Levi-Strauss, Emmanuel Levinas, Karl Jung, Paul Ricouer, Jean Paul Sartre, entre otros. Autores lanoamericanos le reve-laron un pensar de aqu, desde el lejano cronista peruano de origen indio Juan Santa Cruz Pachacu, hasta el mexicano Miguel Len Porlla o el chileno Flix Schwartzmann, contemporneos de Kusch. Entre los argennos, no podemos dejar de mencionar a Carlos Astrada, Ezequiel Marnez Estrada y Bernardo Canal Feijo.

    Posiblemente una de la guras ms cercanas a estas inquisiciones, aun-que con perles asistemcos y entonaciones mas literarias, haya sido Gamaliel Churata (1897-1969), poeta arequipeo que desarroll su ac-vidad en Puno y en La Paz, Bolivia; director de La Tea (1917-1919); co-fundador de Gesta Brbara (1917); colaborador, en la dcada del veinte, de la clebre revista Amauta; fundador de la Generacin Orkopata, en 1925 y del Bolen Tikaka (1926-1930); autor de El pez de Oro (1957) entre otros textos. Un autnco precursor como Maritegui, como Kus-ch de la descolonizacin cultural. Tambin, como ha sealado Jos Lus Ayala, un precursor del realismo mgico9.

    La obra de Churata, entre barroquismos y oscuridades impenetrables, reeja un modo de pensar aymara, por lo general arculado con el pensamiento moderno. Churata idencar una tragedia americana, la del ser sin Ser. Deca Churata: Por lo que si slo se es estando y si para

    9. Ayala, Jos Lus: Churata en la cultura literaria universal. En: Churata, Gamaliel, Resurreccin de los muertos, Lima, Asamblea Nacional de Rectores, 2010, p. 847.

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    ser hay que estar, ser forzoso que la vida constuya cierta naturaleza de estancia y ser vida ser estar en un estar radicalmente biolgico10. Al mismo empo, Churata propona una dialcca diferente a la oc-cidental. La operacin principal de Churata y la de Kusch se aseme-jan: el rescate de la cosmovisin andina que precede al pensamiento losco, el reconocimiento de la vigencia de esa cosmovisin y de sus potencialidades para dar respuestas que, a diferencia de la losoa occidental, aparecan como radicalmente humanas, respuestas tras-cendentes, pero tambin prccas11.

    Pero en la obra de Kusch no hay referencias a Churata. Como tampoco hay referencias al poeta Manuel J. Caslla, que en la dcada del 50 pu-blica De slo estar;12 o a Armando Tejada Gmez, autor de la letra de la cancin Fuego en Anymana, que tambin habla de estar de slo estar, de estar en la raz, del hombre que se busca en la eternidad, del ser pa durar como el maz, etctera.

    Retomando el hilo de nuestro relato, sostenemos que, a pesar de las diferencias, algunas de las lneas directrices del proyecto hermenuco-polco del Amauta se le imponen a Kusch. Y si bien la presencia de Ma-ritegui no es siempre explcita en su obra (Jos Mara Arguedas aparece mucho ms, o Lus Valcrcel, Uriel Garca, o Ral Porrs Barrenechea, en-tre otros autores peruanos), hay algunas coincidencias que enen como punto de parda, obviamente, el sustrato indigenista, pero tambin la crca al eurocentrismo, a la idea de progreso, de causalidad, etc., en n: la crca a la razn. Ms especcamente, la crca a la barbarie de la razn, la crca a la irracionalidad de lo racionalizado.

    En Indios, porteos y dioses, libro publicado en 1966, aunque basado en unas audiciones radiales de 1963, Kusch se reere explcitamente a

    10. Churata, Gamaliel, Resurreccin de los muertos, Lima, Asamblea Nacional de Recto-res, 2010, p. 376. 11. Churata hablar de resurreccin de las culturas vencidas por el proceso de coloni-zacin. 12. Vase: Sanlln Gemes, Ricardo, Rituales Hedientos. Anotaciones sobre temas de Rodolfo Kusch. En: Tasat, Alejandro Jos y Prez, Juan Pablo (coordinadores), op. cit., p. 50. El autor reere al hecho de que Kusch y Caslla se conocieron personalmente y seala: lo que nunca comprend es por qu Gunter jams cito a Manuel, que capt el estar desde otro lado. (p. 51).

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    Maritegui. Seala la dicultad a la hora de aplicar doctrinas en Amrica y sosene que Amrica reclama una

    peculiar forma de ver y senr al hombre que alienta en el indio y en el meszo, eso que llam en otra oportunidad el estar. Porque pertenecen a un mundo preindustrial, an no enajenado en esa fcil exterioridad que brinda la vida en el burgo con sus objetos. Se manenen an en ese aspecto del hombre que encuentra dentro de s el n de su vida, su propia solucin y su fuerza para modicar-lo todo. Quiz Maritegui consigui aprehender el mismo aspecto de este problema, aunque le result muy dicil llevarlo adelante, en virtud del escaso instrumental que en su poca haba para en-tenderlo a fondo13.

    Qu es lo que, en la perspecva de Kusch, logr aprehender el Amauta?

    Entre otros elementos, podemos destacar:

    1) Un conjunto de elementos, dispersos y no siempre explcitos, aptos para una crca de la ontologa occidental y para la postulacin de una universalidad de aqu, opuesta a la universalidad eurocntrica (el par-cularismo europeo moderno) que sirvi para fundamentar la subordina-cin de los pueblos originarios de Nuestra Amrica; y una esencialidad propia, no importada. Universalidad y esencialidad construidas con los materiales que usualmente fueron subalternizados y marginalizados por el paradigma monocultural del conocimiento. De este modo, Maritegui y Kusch promueven la amplitud epistemolgica y pueden ser considera-dos promotores de una juscia cogniva global.

    Maritegui y Kusch nos recuerdan que Occidente es un accidente; un accidente aplastante, colonizador, pero un accidente al n. Al decir de Jean-Paul Sartre: Una abstracta formulacin de universalidad que serva para encubrir prccas ms realistas, un club que a parr de la resis-tencia de los pueblos indgenas, revelaba su debilidad: no era ni ms ni

    13. Kusch, Rodolfo, Indios, porteos y dioses. En: Kusch, Rodolfo, Obras completas, Tomo I, Rosario, Editorial Fundacin Ros, 2007, pp. 314 y 315.

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    menos que una minora14. Ni cumbre, ni estadio elevado de la especie, ni consumacin de una supuesta esencia.

    Maritegui y Kusch nos recuerdan que los pueblos de Nuestra Amrica no son ni inmaduros ni embrionarios, sino densos y complejos. En contra de lo que pensaba el Conde de Kyserling, Nuestra Amrica no es un mundo natural que se halla en el tercer da de la creacin. Dios si se nos concede provisoriamente una hiptesis tan desmesurada no cre al mundo des-igual y combinado. Por lo tanto, los pueblos de Nuestra Amrica enen todo el derecho de ser cricados. Son merecedores de ese derecho.

    2) Una estrategia contraria a la de Occidente que Kusch dena como el mundo del ser, el horizonte del ser alguien, un mundo que prescinde de las fuerzas de la naturaleza, colocndose por encima o por debajo de la naturaleza y nunca dentro de ella, y que sustuye la religin y la vida por la tcnica y los objetos. La crca de Maritegui a Occidente, a diferencia de la Kusch, se combina con una reivindicacin de algunos de sus elementos ms caracterscos, como ser un vnculo con la realidad en donde la voluntad y la creacin juegan un papel central. Maritegui no pierde de vista la cara rebelde de la modernidad, sus momentos de verdad (en trminos de Theodor Adorno), su promesa de emancipacin y cona en que el socialismo har posible que esta promesa se cumpla.

    En la faena constuva de un sujeto losco, cultural, social y polco, Maritegui no desdea los elementos del acervo occidental que le resul-tan ms idneos, actualizando de algn modo la maniobra de Guaman Poma de Ayala respecto del crisanismo. Esta reivindicacin remite a una resignicacin de estos elementos en clave plebeya, no-burguesa. Maritegui, a diferencia de Kusch, est ms abierto a la posibilidad de que una pretensin universalista pueda ser el punto de parda para una resistencia parcular. No recurre a la materialidad concreta de lo pro-pio para renunciar a la universalidad.

    14. Sartre, Jean-Paul, Prefacio a: Fanon, Frantz, op. cit, p. 24. Sartre agregaba: Lo que es peor: puesto que los otros se hacen hombres en contra nuestra, se demuestra que somos los enemigos del gnero humano; la elite descubre su verdadera naturaleza: la de una pandilla (p. 24).

    Jos Carlos Maritegui y Rodolfo Kusch. Notas para un estudio comparavo

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    Cabe sealar que, en muchos aspectos, la crca de Kusch a Occidente peca de purista, telurista y maniquea. Por momentos olvida algo que l mismo se encarg de sealar con especial nfasis: el carcter fagocita-ble del ser. Pasa por alto la asincrona la diacronizacin de lo sincr-nico del proceso histrico en Nuestra Amrica, su carcter desigual y combinado.

    Por ejemplo: si bien resultan insoslayables las posturas obreristas y eco-nomicistas de la izquierda revolucionaria de Nuestra Amrica en los aos 60 y 70, si bien es innegable que algunas de sus concepciones de fondo la llevaron a plantear relaciones instrumentales con el campesinado-in-dgena, creemos que es del todo injuscada la caracterizacin que hace Kusch de Ernesto Che Guevara como una gura impermeable frente a Nuestra Amrica, una gura rendida al esquemasmo inherente a una cultura de objetos, marcada a fuego por el pensamiento europeo de efectos ms ecaces en las clases altas y medias.

    Lamentablemente Kusch soslayaba esa porcin del Che (a nuestro jui-cio, la ms signicava) que expresaba a las voces sofocadas por siglos y a la rebelda propia de Nuestra Amrica; el Che heredero de Simn Bolvar, Jos Mar, Emiliano Zapata, Augusto Csar Sandino y Marite-gui; el Che que, con su proyecto del hombre y la mujer nuevos, revivi el proyecto del hombre y la mujer manales; el Che de los rotos, cho-los, gauchos, jbaros.

    Kusch tambin recurre a la poco feliz expresin inltracin marxista concebida como elismo de clases medias, para el caso del peronis-mo15. Como si la porcin del peronismo que no era de izquierda, re-volucionaria o marxista, verbigracia: el peronismo de signo reformista o de derecha, pudiese ser considerado enraizado, comprensivo de lo autctono y alejado del pao de los objetos. La pretensin de hallar en el peronismo ortodoxo de la dcada del 70 un nuevo eslo del estar, un ncleo proclive al sociobiocentrismo, implica una visin idealizada y

    15. Vase: Kusch, Rodolfo, El pensamiento indgena y popular en Amrica, en: Kusch, Rodolfo, Obras completas, Tomo II, op. cit., p. 468 y 544 y Geocultura del hombre ame-ricano, en Kusch, Rodolfo, Obras completas, Tomo III, Rosario, Editorial Fundacin Ros, 2007, pp. 12 y 13.

    Jos Carlos Maritegui y Rodolfo Kusch. Notas para un estudio comparavo

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    sesgada16. Relegar al Che y a la generacin de militantes inspirados en su gura al campo de la pulcritud resulta tan absurdo como sostener la imagen de una burocracia sindical peronista hedionda.

    Puede considerarse al peronismo como una expresin histrica hedion-da? Slo ulizado la categora de hedor en forma muy acotada, empo-brecindola conceptualmente. En todo caso creemos que es ms lcito pensar al peronismo del empo de Kusch como un campo contradictorio donde lo pulcro y lo hediondo convivan en tensin. Corresponde reco-nocer, tambin, que Juan Domingo Pern se jug abiertamente por la pulcritud. Las evidencias abundan y no ene sendo extenderse en pre-cisiones. Valgan como ejemplo los cuesonamientos casi desesperados de John William Cooke un marxista hediondo del peronismo hedion-do al componente occidental y crisano del peronismo (pulcro)17.

    Ocurre que el hedor del populismo es siempre supercial. Es el hedor que la pulcritud se arroja sobre s misma, de a ratos y en cuenta gotas; se trata de una estrategia soscada del que domina y, al mismo, empo es un signo de su temor. Es una forma de mantener a raya a los hediondos revisndose de su olor. Es ngir la hediondez. El hedor del populismo incrementa su ecacia frente a las manifestaciones ms puras de la pul-critud. Pero, en realidad, se trata de una puja entre dos pulcritudes.

    En el ao 1988 parcipamos de una reunin polca en la cual un militan-te peronista kuscheano sostena que Carlos Menem era la expresin del peronismo hediondo mientras que Antonio Caero representaba al peronismo pulcro. En las lmas dcadas conocimos aplicaciones similares, incluso peores, de la categora kuscheana del hedor.

    Sin la pretensin de ahondar en estos aspectos, y reconociendo la com-plejidad de las arculaciones entre losoa y polca, no podemos dejar de sealar que el potencial emancipador que puede deducirse del plano

    16. Kusch, Rodolfo, La negacin en el pensamiento popular, en: Kusch, Rodolfo, Obras completas, Tomo II, op. cit, p. 671. 17, Vase especialmente: Correspondencia Pern-Cooke. En: Cooke, John William, Obras completas, Tomo II, (Eduardo L. Duhalde compilador), Buenos Aires, Colihue, 2008.

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    ms general de la propuesta de Kusch no es directamente trasladable a otros planos.

    En estos juicios sobre el Che y sobre la izquierda, Kusch se muestra es-quemco y lineal, y por momentos sobrevuela una especie de nostalgia reaccionaria. Niega las complejidades de la asimilacin del marxismo, o de cualquier producto del pensamiento occidental, a las realidades desiguales y combinadas. Descarta el instrumental que el marxismo aportaba y que, sin lugar a dudas, serva para sintezar y enriquecer acervos culturales e idendades populares en Nuestra Amrica. Pasa por alto alguna de las paradojas de la modernidad y la inuencia de algu-nas corrientes de pensamiento europeo en las experiencias populares y revolucionarias de Nuestra Amrica. La gran rebelin de Tupac Amaru, la revolucin haiana, Mariano Moreno, Jos G. Argas, Simn Bolvar, Jos Mar, Jos Carlos Maritegui (y el mismo Kusch), se explican, en parte, por esas inuencias.

    3) En lugar de pensar en Nuestra Amrica como connente vacante, como erra de nadie, como escenario, como materia a la que dar forma, como lo inferior, Maritegui esboza la idea de un dejarse some-ter por Nuestra Amrica, de asumir su plan de vida. Idea que Kusch desa-rrollar en extenso. Esto es: Maritegui y Kusch pensaron en los campos propicios (materiales, sociales, culturales, en n, intersubjevos) para que la universalidad emancipatoria a la que adheran no naufragara en Nuestra Amrica. En este aspecto cabe destacar la relevancia de la no-cin mariateguiana de elementos de socialismo prcco.

    Ms all de los maces, Maritegui y Kusch se niegan a ser espectadores de la modernidad. Invitan a intervenir en ella: modicndola, asimiln-dola en las combinaciones ms impensadas.

    4) Frente al racionalismo que negaba (o relegaba) a las endades colec-vas, Maritegui y Kusch proponen la recuperacin de la comunidad, la asociacin entre comunitarismo y humanismo y la reivindicacin de las pautas culturales igualitarias de los pueblos originarios de Nuestra Amrica. La idea de pueblo reivindicada por Maritegui y la que pro-pona Kusch, enen como punto de parda a la comunidad y plantea la arculacin de elementos clasistas y culturales. En relacin al concepto

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    de pueblo-comunidad, Enrique Dussel nos recuerda que:

    Entre los aztecas el altpetl, y entre los mayas el Amaq, son las pa-labras que signican comunidad, el pueblo con una intensidad incluyente del nosotros desconocida por las experiencias moder-no-occidentales. Por ello en Amrica Lana, por inuencias indge-nas en todo el connente, la palabra pueblo signica algo ms profundo que en las lenguas romances18.

    Al igual que Maritegui, Kusch idenca la supervivencia del anguo aliento comunitario y colecvista, en Bolivia, Per y zonas del Norte Ar-genno19, Kusch se reere al sistema del ayni, del que hablaremos ms adelante basado en la propiedad comunitaria de la erra y en el trabajo colecvo, sin coaccin ni contrato tcito y propone su reactualizacin bajo nuevas condiciones20.

    En un arculo Lo supercial y lo profundo en Marnez Estrada, publica-do en la revista Contorno, N 4, de diciembre de 1954, Kusch sostena:

    La historia ene leyes extraas y quin sabe si el pasado telrico americano no habr de dar la pauta al presente que estn viviendo subterrneamente los pueblos europeos? La experiencia de la so-lidaridad social, basada anguamente en Amrica en la silenciosa rigidez del hombre compromedo con la erra, puede ser la base inmvil y vital del maana, porque sobre esa base de la comunidad y del amparo social quieren asentarse las masas21.

    Consideramos que la direccin, el sendo general del planteo de Kus-ch, es claramente ancapitalista. En su ncleo mismo se destaca una ra-cionalidad reproducva del sujeto y de la naturaleza. Una racionalidad

    18 Dussel, Enrique, 20 tesis de polca, Caracas, Fundacin Editorial el perro y la rana, 2010, p. 102.19. Kusch, Rodolfo, Amrica profunda, op. cit., p. 188.20. Vase: Kusch, Rodolfo, El pensamiento indgena y popular en Amrica, op. cit., pp. 414-423 y Esbozo. En: Kusch, Rodolfo, Obras completas, Tomo III, op. cit., p. 318.21. Kusch, Rodolfo, Amrica Parda. Arculos y conferencias, en: Obras Completas, Tomo IV, Rosario, Editorial Fundacin Ros, 2007, p. 218.

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    no lineal, ni formal, una racionalidad con arreglo a valores y que po-dramos denominar circular.

    Se puede trazar una analoga entre la nocin mariateguiana de elemen-tos de socialismo prcco (y la consiguiente idencacin tendencias naturales de los indgenas al comunismo) que Maritegui propone en los Siete Ensayos y en otros trabajos22 y lo que Kusch entenda como una alternava al desarrollo, una estrategia liberadora a travs de la comprensin de la ley del objeto o del reestablecimiento del circuito de accin propio23.

    En sntesis, armamos que ambos pensadores aportan un conjunto de elementos para pensar las fuentes no liberales de la democracia y en las fuentes no eurocntricas del socialismo.

    5) La nocin de fagocitacin de Kusch es perfectamente asimilable a la antropofagia y a la traduccin mariateguianas, principalmente en el plano metodolgico. Kusch dena a la fagocitacin como la absorcin de las pulcras cosas de Occidente [el ser] por las cosas de Amrica [el estar] [] a modo de equilibrio y reintegracin de lo humano en estas erras24. La fagocitacin, la antropofagia, o la traduccin pueden con-siderarse operaciones traumcas pero absolutamente necesarias para el arraigo. En ambos pensadores es la realidad (la realidad incoherente y avasallante de Nuestra Amrica) la que dicta el mtodo.

    6) En El hombre y el mito, un texto de 1925, Maritegui deca: Ni la ra-zn ni la ciencia pueden sasfacer toda la necesidad de innito que hay en el hombre [] La crisis de la civilizacin burguesa apareci evidente desde el instante en que esta civilizacin constat la carencia de un mito [] La fuerza de los revolucionarios no est en su ciencia; est en su fe, en su pasin, en su voluntad. Es una fuerza religiosa, msca, espiritual.

    22. Vase: Maritegui, Jos Carlos, Siete ensayos de interpretacin de la realidad pe-ruana, Mxico, Serie Popular Era, 1979, pp. 17, 48, 58; tambin Peruanicemos el Per, Lima, Empresa Editora Amauta, 1981, pp. 109-110, e Ideologa y polca, Lima, Empresa Editora Amauta, 1979, pp. 31, 48, 49, 62, 67, 82, 161, 196, 277, 23. Kusch, Rodolfo, Esbozo, op. cit, p. 324. 24. Kusch, Rodolfo, Amrica profunda, op. cit, p. 19 y p.195.

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    Es la fuerza del mito25. Al igual que Maritegui, Kusch tambin des-taca la importancia de la dimensin emocional-simblica o sapiencial, y plantea la necesidad de un mito. Dice en Amrica profunda: Lo que necesitamos aqu es un mito, que responda exclusivamente a una intui-cin de lo americano26. Al mismo empo idenca las referencias a un ncleo co-mco por parte del pensamiento indgena-popular.

    En la actualidad, en Nuestra Amrica, todo movimiento polco eman-cipador, debe dar cuenta de las narravas mcas de los pueblos y de sus idendades culturales (no nos referimos exclusivamente a los pue-blos originarios), bsicamente porque esas narravas y esas idenda-des operan como el marco en el cual se desarrollan los ncleos de un pensamiento crco sui-generis usualmente negado por las narravas eurocntricas y las instuciones comunales que son funcionales a un proyecto emancipador. Mito y rito constuyen formas de percibir el mundo de los pueblos de Nuestra Amrica, remiten a saberes populares, saberes resistentes. Lejos de toda manipulacin simblica, el mito es concebido por Mariategui y por Kusch como fruto de la accin y de la experiencia. A diferencia del utopismo abstracto, el mito ene siempre una base en la realidad.

    7) Maritegui y Kusch ahondaron en la cuesn nacional y coincidieron en algunas perspecvas generales. Ambos se formularon la pregunta por el contenido de la Nacin y cuesonaron a las idendades nacionales o-ciales impuestas desde arriba y desde afuera: la nacin sin pueblo (y en contra del pueblo) la nacin en clave europeizante, racista, etc., la nacin como ccin conceptual encubridora. Ambos vean en esas idendades la expresin de una universalidad ajena, opresora y colonizadora. Ambos apostaron a favor de que las clases subalternas y oprimidas funden su pro-pia nacin. Paralelamente, sin contraponer lo nacional a lo universal, se abocaron a una bsqueda de los cimientos de una universalidad propia.

    8) Ambos fueron ldados en sus respecvas pocas, livianamente, de arcaizantes. Kusch, en buena medida, retoma la visin de la tradicin

    25. Maritegui, Jos Carlos, El alma manal y otras estaciones del hombre de hoy, Lima, Empresa Editora Amauta, 1959, pp. 18,19 y 22. 26. Ibidem, p. 162.

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    de Maritegui. Para ambos lo ms arcaico poda ser lo ms nuevo, en tanto catalizador que adelanta el futuro, es decir: el pasado poda des-empearse con nalidades libertarias. Cada uno, a su manera reedit la Paradoja de Bacon que establece que al ser anguo se viene a ser modernos. La tradicin, as concebida, adquiere en sendo dinmico. Asimismo, Kusch no se apartaba ni un pice de Maritegui cuando deca que la cultura no era slo acervo, sino tambin actud, y que poda llenarse con elementos no tradicionales27. Por su parte, Churata deca que si no soy lo que he sido no tengo manera de ser28.

    De esta manera la cultura de los colonizados de Nuestra Amrica deja de concebirse como el elemento estco frente al dinamismo de la cul-tura del colonizador. La cultura de los colonizados de Nuestra Amrica presenta un dinamismo parcular, incomprensible para la barbarie de la razn.

    Aqu cabe considerar los aportes originarios idencados por Orlando Fals Borda en la historia de Colombia y de Nuestra Amrica: el aporte de los indgenas primarios, de los afro-descendientes cimarrones de los palenques y los quilombos, de los campesinos y artesanos hispanos an-seoriales, y de los colonos pioneros internos. Tambin debemos tener presente el concepto de socialismo raizal, elaborado por el pensador colombiano29.

    9) Hay asbos en Maritegui de un pensamiento seminal, un pensamien-to que supera las contradicciones ubicndolas en un plano trascendente, conjurndolas. Una cosmovisin donde todo lo que puebla el universo ene vida (incluso la muerte).

    Nacer, crecer, morir, renacer; que para Maritegui signica agonizar, esto es: combar. Y tambin auto-educarse parendo de la experiencia de la propia agona.

    27. Kusch, Rodolfo, Esbozo, op. cit, p. 252.28. Churata, Gamaliel, op. cit., p. 142. 29. Vase: Fals Borda, Orlando, El socialismo raizal y la Gran Colombia bolivariana. Invesgacin accin-parcipava, Caracas, Fundacin Editorial El Perro y la Rana, 2008; y La subversin en Colombia. El cambio social en la historia, Bogot, Fica-Cepa, 2008.

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    Nacer, crecer, morir, renacer; que para Kusch signica crecer para el fru-to, el verdadero horizonte del vivir.

    En ambos tenemos un pensar-haciendo-crecer, es decir, un pensar ger-minavo, que Kusch consideraba fundamento del pensar popular de los pueblos originarios de Nuestra Amrica. Un pensar que no era ni es un presumir.

    10) Ambos recuperan la dimensin utpica como motor de los cambios sociales. No explican el cambio histrico slo a parr de las contradic-ciones estructurales, reconocen el peso de la ideologa, los valores, los afectos, etc. Pero adems, ambos parten de una utopa que, desde el pasado, se proyecta y se actualiza en el futuro.

    De alguna manera, Maritegui intuye el estar de Amrica, entonces para l, el socialismo deba dar cuenta de ese estar, no poda ni deba ser una superposicin ms. Podra decirse entonces que el experimento de Maritegui consis en arcular el estar con el ser, la cultura indgena enraizada con el proyecto universal de emancipacin de la humanidad, el diablo con Cristo, la igualdad con la diferencia. Experimento slo rea-lizable en la periferia de Occidente, en un margen geopolco y geo-cul-tural dnde no resulta descabellado ponerlo en contradiccin consigo mismo, donde es facble una contramodernidad o lo que Kusch llama-ba una racionalidad diferente, profunda o ms prxima a nuestros conictos. Una racionalidad reproducva, una racionalidad integral, que trascenda el ncleo de la racionalidad instrumental.

    Jos Carlos Maritegui y Rodolfo Kusch. Notas para un estudio comparavo

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