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MENSAJE MENSUAL n. 4 — 2016 Turin - Valdocco 24 de abril MARÍA NOS INVITA A COMPRENDER, EN LA ORACIÓN, EL AMOR DE DIOS María nos ama con el amor de una Madre que ha recibido de Dios la tarea y la misión de ayudarnos a descubrir el amor de Dios en nuestra vida y entregarnos a este amor. En este año de la Misericordia, María Auxiliadora quiere inaugurar, en un mundo tan marcado por tanto odio y tanta indiferencia religiosa, una verdadera revolución, la revolución del amor de Dios. Ella, con una paciencia infinita, nos guía en el camino de la conversión. Por desgracia, nosotros somos, con frecuencia, hijos tibios, perezosos y pobres en el amor, porque si verdaderamente amásemos a Dios sobre todas las cosas, venceríamos todas las guerras, incluso la guerra personal en nuestro corazón. Sin este amor de Dios no tendremos ni futuro, ni vida eterna. Por esto la Virgen nos invita a amar cada día más. Contemplando a Jesús crucificado y resucitado podemos comprender el amor de Dios por nosotros, el amor con que el Padre nos ha dado a su Hijo y le ha resucitado de entre los muertos para que nosotros tuviéramos vida eterna. Tomando la Cruz en nuestras manos, mirando a Jesús muerto por nosotros, clavando nuestros ojos en sus llagas, tomaremos mayor conciencia del don que Dios nos ha hecho. Jesús eligió libremente la muerte para salvarnos y darnos la vida eterna a donde Jesús nos está conduciendo, por su pasión y muerte y a la luz de su resurrección. Al contemplar este amor deberíamos sentir no solo compasión, sino verdadero dolor de nuestros pecados, deberíamos despertar el sentido del pecado y manifestar una conciencia moral atenta y vigilante. La Virgen nos invita a comprender el amor de Dios por nosotros, mediante un ardiente deseo de confesarnos, de hacer las paces con Dios, de elegir un sacerdote como guía espiritual. La confesión es un verdadero resucitar con Cristo: morimos al pecado y resucitamos con Cristo y el corazón se llena de alegría. Todo esto suscitará en nosotros la alegría y el orgullo de ser cristianos, de ser verdaderos devotos de María Auxiliadora, como muchos otros hermanos y hermanas que dan testimonio con el sacrificio de su misma vida. Muchas veces nos escondemos y avergonzamos de ser cristianos, mientras que la Virgen nos ayuda a comprender aquel amor que hace resurgir la fe y encontrar el valor para testimoniarla. Para ellos tenemos que rezar para comprender, en la oración, el amor de Dios. Esta es la gracia que la Virgen está haciendo brotar en muchos corazones. Sr. Lucca Tullio, Presidente Don Pierluigi Cameroni SDB, Animador espiritual.

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MENSAJE MENSUAL n. 4 — 2016

Turin - Valdocco 24 de abril

MARÍA NOS INVITA A COMPRENDER, EN LA ORACIÓN, EL AMOR DE DIOS

María nos ama con el amor de una Madre que ha recibido de Dios la tarea y la misión de ayudarnos a descubrir el amor de Dios en nuestra vida y entregarnos a este amor. En este año de la Misericordia, María Auxiliadora quiere inaugurar, en un mundo tan marcado por tanto odio y tanta indiferencia religiosa, una verdadera revolución, la revolución del amor de Dios. Ella, con una paciencia infinita, nos guía en el camino de la conversión. Por desgracia, nosotros somos, con frecuencia, hijos tibios, perezosos y pobres en el amor, porque si verdaderamente amásemos a Dios sobre todas las cosas, venceríamos todas las guerras, incluso la guerra personal en nuestro corazón. Sin este amor de Dios no tendremos ni futuro, ni vida eterna. Por esto la Virgen nos invita a amar cada día más. Contemplando a Jesús crucificado y resucitado podemos comprender el amor de Dios por nosotros, el amor con que el Padre nos ha dado a su Hijo y le ha resucitado de entre los muertos para que nosotros tuviéramos vida eterna. Tomando la Cruz en nuestras manos, mirando a Jesús muerto por nosotros, clavando nuestros ojos en sus llagas, tomaremos mayor conciencia del don que Dios nos ha hecho. Jesús eligió libremente la muerte para salvarnos y darnos la vida eterna a donde Jesús nos está conduciendo, por su pasión y muerte y a la luz de su resurrección. Al contemplar este amor deberíamos sentir no solo compasión, sino verdadero dolor de nuestros pecados, deberíamos despertar el sentido del pecado y manifestar una conciencia moral atenta y vigilante. La Virgen nos invita a comprender el amor de Dios por nosotros, mediante un ardiente deseo de confesarnos, de hacer las paces con Dios, de elegir un sacerdote como guía espiritual. La confesión es un verdadero resucitar con Cristo: morimos al pecado y resucitamos con Cristo y el corazón se llena de alegría. Todo esto suscitará en nosotros la alegría y el orgullo de ser cristianos, de ser verdaderos devotos de María Auxiliadora, como muchos otros hermanos y hermanas que dan testimonio con el sacrificio de su misma vida. Muchas veces nos escondemos y avergonzamos de ser cristianos, mientras que la Virgen nos ayuda a comprender aquel amor que hace resurgir la fe y encontrar el valor para testimoniarla. Para ellos tenemos que rezar para comprender, en la oración, el amor de Dios. Esta es la gracia que la Virgen está haciendo brotar en muchos corazones.

Sr. Lucca Tullio, Presidente Don Pierluigi Cameroni SDB, Animador espiritual.

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Jesús nos pide que perdonemos

Perdonar siempre y perdonar a todos es uno de los deberes del cristiano. Jesús lo ha proclamado explí-citamente en sus discursos, en sus parábolas y sobre todo con el ejemplo de su vida. Se lo ha dicho, con toda claridad a Pedro, que tratando de rebajar un poco la apuesta que estaba en juego, le había preguntado un día: “Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano si me ofende? ¿Hasta siete veces?” (Mt 18,21). Y Jesús, para asegurarse de que no olvidáramos nunca el deber de perdonar, ha incluido el compromiso del perdón recíproco en la oración del Padrenuestro, donde aparece como una condición para obtener el perdón del Padre: “perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Así pues, si no quere-mos orar “como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso” (Mt 6,7), debemos tomar en serio este tema del perdón y preguntarnos a nosotros mismos si estamos verdaderamente dispuestos a per-donar al que nos ha hecho mal o nos ha ofendido. Don Bosco narra que Mamá Margarita, cuando sus hijos se habían enfadado durante el día, nos les permitía, por la tarde, rezar juntos el Padrenuestro, si antes no se ha-bían reconciliado.

A pesar de la insistencia de Jesús y el ejemplo luminoso de tantos Santos del pasado y del presente des-de San Esteban al cardenal Van Thuan, el perdón del “enemigo”, sea un pariente, un vecino, un extranjero o un desconocido, parece que continúa siendo uno de los puntos más indigestos de aceptar de las enseñanzas de Jesús. Escribe el Papa Francisco: es triste constatar cómo la experiencia del perdón en nuestra cultura se desva-nece cada vez más. Incluso la palabra misma en algunos momentos parece evaporarse. Sin el testimonio del perdón, sin embargo, queda solo una vida infecunda y estéril, como si se viviese en un desierto desolado. (MV10). Todos hemos experimentado alguna vez en la vida lo trabajoso que es convivir con el rencor por una ofensa recibida, y sin embargo perdonar de corazón se nos presenta a primera vista como una “puerta estre-cha” por la que no se quiere o no se tiene valor para pasar... ¿por qué?

Ante todo hay que decir que, ciertamente, perdonar el difícil, pero con la ayuda de la gracia no solo es posible, sino que es también fuente de gozo y paz profunda. Dios mismo lo garantiza por boca del profeta Isaías: “Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuri-dad como el mediodía. El Señor te guiará siempre, hartará tu alma en tierra abrasada, dará vigor a tus huesos. Serás un huerto bien regado, un manantial de agua que no engañan” (Is 58, 10-11). Hacer que parezcan muy difíciles los mandamientos de Dios y que cueste mucho ponerlos en práctica, forma parte de la táctica del enemigo de nuestra salvación, cuyo fin es precisamente separarnos del Padre y de los hermanos, induciéndonos a continuar en la enemistad, el rencor y la discordia. Precisamente por esto todo cristiano está invitado, en este Año Santo de la Misericordia, a encargarse, con renovada energía “del anuncio alegre del perdón. Es el tiem-po de retornar a lo esencial para hacernos cargo de las debilidades y dificultades de nuestros hermanos. El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde valor para mirar el futuro con esperan-za” (MV10).

Además, el perdón que recibimos de Dios, aun siendo necesario, no es suficiente para sanar el mundo. Nuestras libertades, nuestras vidas, están tan entrelazadas unas con otras, que para curar al mundo de una vez por todas, ¡es necesario también el perdón recíproco! Esto nos pone de manifiesto el gran respeto de Dios por sus criaturas. En particular, a sus ojos, nuestra libertad aparece como el don más precioso: precisamente por es-to la Salvación no es algo que llueve sobre nosotros desde lo alto, sino un proceso que nos compromete desde lo más profundo, en el que nuestra colaboración es necesaria y constantemente exigida. El primer paso, enton-ces, es caminar por la senda del perdón y preguntarnos: ¿soy consciente de que el perdón es un deber del cris-tiano? ¿Siento el deseo, a pesar de la dificultad, de perdonar de corazón? Si no lo siento, ¿lo pido humildemente, todos los días, en la oración?

Con María y como María

Regenerados en su Misericordia

8. Misericordia es perdonar a quien nos ha ofendido

Sor Linda Pocher FMA

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¡Todos hemos sido perdonados!

El segundo paso, para caminar por la senda del perdón, es el de considerar atentamente el perdón que hemos recibido. Jesús nos pide “ser instrumentos del perdón, porque hemos sido los primeros en haberlo recibido de Dios. Ser generosos con todos sabiendo que también Dios dispensa sobre nosotros su benevolencia con magnanimidad. Este es el significado del lema del Año Santo: Misericordiosos como el Padre. En la misericordia tenemos la prueba de cómo Dios ama. Él se da todo a sí mismo, por siempre, gratuitamente y sin pedir nada a cambio... Día tras día, tocados por su compasión, también nosotros llegaremos a ser compasivos con to-dos” (MV14). Fijemos nuestra atención en el significado de la palabra “perdón”: está compuesta de “don” y de “per”, que significa “completo” “perfecto”. El perdón de los pecados que recibimos de Dios es, pues, el “don perfecto”, porque es el don en el que Dios se nos ofrece totalmente, sin reservas. El perdón de los pecados, en efecto, es una sola cosa con el don del Espíritu Santo, derramado en nuestros corazones gracias a la muerte y a la resu-rrección de Jesús. Ahora bien, lo más importante, lo que de verdad debemos imprimir en el fondo de nuestro corazón, es que ningún ser humano puede “merecer” este don: “En efecto, cuando nosotros estábamos aun sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; ciertamente apenas habrá quien muera por un justo; por una per-sona buena tal vez se atreva alguno a morir, pues bien: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros to-davía pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom 5, 6-8). Si somos amigos de Dios, si somos sus hijos, si somos discípulos y hermanos de Jesús, habitados por el Espíritu Santo, si podemos alimentarnos con el Pan de la Pala-bra de la vida, no es porque seamos buenos... sino porque Dios es verdaderamente “bueno y grande en el amor” (Sal 102,8). Con razón los grandes Santos no tienen miedo de reconocerse grandes pecadores: son cons-cientes de que su virtud es fruto del Espíritu que ha obrado en ellos y que el precio de su santidad es la sangre derramada de Jesús. En efecto, todo mi pecado, pasado o futuro, pequeño o grande, consciente o inconsciente, me hace cómplice de los asesinos de Jesús, cómplice de sus discípulos que lo han traicionado, negado, abando-nado. Por esto puedo atribuirme como dichas para mí las palabras por Jesús al Padre desde la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). Al perdón del Hijo, hace eco el de la Madre que, precisamente al pie de la Cruz, nos recibe como hijos (Jn 19, 25-27). Nos recibe y acoge como a hijos, mien-tras en realidad ¡somos cómplices de los asesinos de Jesús! Si consideramos la situación de María después de Pascua, nos damos cuenta de que esto no es preci-samente “un modo de hablar”. Bajando del Calvario, en efecto, María vuelve con Juan al cenáculo donde per-manece, con Pedro y con los otros que habían negado y abandonado a Jesús, en oración, como Madre de todos, en espera del Espíritu (Hch 1,14). Detengámonos a considerar este desgarro en el corazón de María, para descubrir la profundidad en la que se le hace par-ticipar en el dolor de Jesús y de sus sentimientos de mi-sericordia y compasión para con los pecadores. María, la única que podía considerarse de verdad inocente, no hecha en cara a ninguno los pecados, la debilidad, la traición. ¡No acusa a nadie de haber herido de muerte a su Señor! Al contrario, igual que ha hecho con los Apóstoles continúa haciendo también con nosotros: mientras estamos aún envueltos en pecado, nos arropa con su manto y se hace cargo de nosotros, para que desde su corazón materno podamos aprender a nues-tra vez a perdonar. María lo hace porque sabe que todo es gracia y nada es debido. El perdón que viene de Dios, pasa así por Ella, sin encontrar obstáculo. Volvamos a recordar, en la oración, las experien-cias de perdón recibidas en nuestra vida y mostremos a Dios nuestra gratitud.

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Remover los obstáculos al perdón

Si he sido amado así por Dios, si Jesús y María me han perdonado así, ¿qué derecho tengo a acusar a mis her-manos, a juzgarlos culpables y a negarles el perdón? De entrada no puedo aducir ninguna excusa: debo reco-nocer que, si encuentro dificultad en perdonar, lo que lo impide es la “dureza de mi corazón”... pero Dios, y esta es la buena noticia, puede y desea cambiar mi corazón de piedra en corazón de carne, a condición que yo dé al Espíritu Santo permiso para obrar con plena libertad. Jesús mismo, en su enseñanza, nos indica los obstáculos que hay que renovar para que el Espíritu pueda obrar en nuestros corazones, como el alfarero que trabaja la arcilla. En cada uno de nosotros, junto al hombre nuevo renacido en el Bautismo, convive el hombre viejo: el vie-jo Adán o la vieja Eva... un fariseo barbudo que no quiere convertirse, que opone resistencia a la gracia. El ca-mino hacia la santidad, consiste precisamente en tomar conciencia de esta presencia y hacer que, poco a poco, el hombre viejo vaya muriendo y deje espacio al hombre nuevo. El primer obstáculo para perdonar es la presunción de creerse justo y erigirse en juez del prójimo. A estos Jesús “dice ante todo, no juzgar y no condenar. Los hombres ciertamente con sus juicios se detienen en la super-ficie, mientras el Padre mira el interior. ¡Cuánto mal hacen las palabras cuando están motivadas por sentimientos de celos y envidia! Hablar mal del propio hermano en su ausencia equivale a exponerlo al descrédito, a com-prometer su reputación y a dejarlo a merced del chisme. No juzgar y no condenar significa, en positivo, saber percibir lo que de bueno hay en cada persona y no permitir que deba sufrir por nuestro juicio parcial y por nue-stra presunción de saberlo todo” (MV 14).

El segundo obstáculo consiste en la convicción de que el perdón tiene que ser “merecido”, o incluso “ganado” por el prójimo. A estos Jesús les responde, con la Cruz, ¡que la lógica del mérito no es la lógica de Dios! Si descubrimos en nosotros este obstáculo, pidamos a Dios la gracia de iluminar la raíz de esta convicción. Podremos descubrir alguna antigua herida del corazón, que espera ser curada por el Amor gratuito e inmenso de Dios. Un tercer obstáculo, sobre todo en el caso de que el mal padecido sea particularmente grave y la herida provocada muy profunda, puede provenir del miedo a que el perdón nos haga aun más frágiles y vulnerables. En este caso, no se trata de negar el sufrimiento y el dolor, sino de colocar nuestro pobre corazón en las manos de Jesús y de María y pedir todos los días y con insistencia la gracia de poder participar en su capacidad de perdón. El perdón, en efecto, y en fin de cuentas, es siempre un “don que viene de Dios”, y nunca simplemente un esfuerzo de la voluntad, tanto si lo recibimos como si somos capaces de otorgarlo a quien nos ha herido. En este nuestro mundo, tan marcado por la violencia y el odio debemos creer que el perdón recíproco es

el arma más poderosa de que disponemos para que la paz de Dios pueda difundirse y alcanzar a todos los con-fines de la tierra. Un pequeño gesto de perdón, realizado en el secreto de los muros domésticos, puede tener el efecto de una piedrecita arrojada en un estanque: cuando entra en el agua no hace mucho ruido, pero después sus círculos se agrandan hasta el infinito ¡y nadie los puede detener! En la oración diaria, pidamos unos para otros la gracia de individuar y remover todo aquello que nos impide estar dispuestos y ser generosos para el perdón recíproco.

La hoja puede leerse en el siguiente sitio :

www.admadonbosco.org/index.php?lang=es

y: www.donbosco-torino.it/

Para cada comunicación se puede dirigir a la siguiente dirección

de correo electrónico :[email protected]

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CRÓNICA DE FAMILIA

MATUNGA [INDIA] – BIENVENIDA A LOS NUEVOS MIEMBROS La celebración de la fiesta de San Juan Bosco ha estado enriquecida es-te año con la admisión de cinco nue-vos miembros de ADMA. Han manifes-tado su compromiso en la cripta del hermoso Santuario de María Auxilia-dora, después de haber recorrido un camino de formación que los ha pre-parado muy bien para este acto. La celebración eucarística fue solemnizada por la presencia del Pro-vincial de la India de Bombay, P. Godfrey D'Souza, y dirigida por el animador espiritual, P. Wilfred D'Sou-za. Asistieron también los familiares de los candidatos y otros socios de AD-MA que también renovaron su com-promiso. Se les dio a los nuevos socios el distintivo que indica su pertenencia, junto con el Reglamento de la Asociación. Sus nombres se inscribirán ahora en el registro de ADMA Primaria de Turín-Valdocco en la Basílica de María Auxiliadora, de cuyas oraciones y ventajas espirituales se beneficiarán. Nuestro grupo tiene ya ocho años de vida y se reúne todos los primeros sábados de mes para reflexionar sobre temas doctrinales, marianos, eclesiales y salesianos que nos ayudan a profundizar en nuestra vida cris-tiana (Fr. Wilfred D'Souza sdb).

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TIMOR EST – ACTIVIDADES 2016 El animador nacional de ADMA, Fr. Manuel da Silva Ximenes, jun-to con los miembros del Consejo Nacional, visita todas las comuni-dades una vez al mes para re-unirse con ellas. Tenemos dos encuentros anuales a nivel nacional. El primero con ocasión del retiro en preparación a la Pascua, se ha realizado del 4 al 5 de marzo en Laga en la parroquia de San Juan Bosco. Participaron más de 150 socios. El segundo, la Asamblea nacio-nal, tendrá lugar en Baucau el 14-15 de mayo para elegir al nue-vo Consejo nacional. El actual Presidente ha sido elegido miem-bro del Parlamento Nacional. Gracias por el mensaje mensual de ADMA online. Nos es muy útil para la formación de nuestros socios (Fr. Manuel da Silva Xime-nes, SDB, Animador nacional de ADMA). ITALIA – ASAMBLEA INSPECTORIAL DE ADMA MERIDIONAL El domingo13 de marzo de 2016 se ha celebrado en Bari, en el Instituto sale-siano “Redentore”, la asamblea de AD-MA de la inspectoría Meridional. Un en-cuentro muy bien preparado por el gru-po local y coordinado por don Angelo Draisci, Delegado el Inspector para la Familia Salesiana, y por la Coordinado-ra de la Puglia Sra. Michelina Fares. La presencia del presidente de ADMA Pri-maria de Turín, Sr. Tullio Lucca, y del Ani-mador espiritual mundial, don Pierluigi Cameroni, ha evidenciado el valor de este encuentro encaminado a presentar la fisonomía de la Asociación y a com-partir las líneas de renovación que AD-MA está llevando a cabo, sobre todo después del gran evento del VII Congre-

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so Internacional de María Auxiliadora celebrado en Turín y en el Colle Don Bos-co en agosto de 2015. En el encuentro han participado numero-sos socios, unos 150, representando a 16 grupos locales: Cam-pania (Salerno); Puglia (Lecce, Brindisi, Bari, Martina Franca, Mol-fetta, Cerignola, Fog-gia) Calabria (Locri). Los grupos de Nápo-les Vomero, Nápoles Portici, Potenza, Sove-rato, Vibo, Taranto no han podido participar. El Sr. Tullio Lucca, des-

pués de haber compartido la experiencia de preparación y celebración del Congreso ha llamado la atención sobre el rol de los laicos en la vida de la Asociación y ha tratado el tema de la complementa-riedad y corresponsabilidad que debe brillar en la Familia Salesiana y en ADMA, dando importancia a la pastoral familiar y juvenil. Ha recordado también la identidad y el rol del Consejo local, elemento estratégico en la vida de los grupos, subrayando el espíritu de comunión y de servicio que debe animar a los socios que deben estar disponibles para estas encomiendas La celebración eucarística, presidida por don Pierluigi Cameroni, ha sido un momento fuerte de acción de gracias por la vida de la Asociación, al mismo tiempo que petición de gracia para el futuro. Al final de la Eucaristía se presentó el primer Consejo Inspectorial de ADMA Meridional: Michela Fares, Presi-denta Ispettoriale; Elisa Giannone, representante de Campania – Basilicata; Nadia Romano, represen-tante de Calabria; Concetta Picoco, representante de la Puglia. Testimonio de santidad salesiana Entre las oraciones de la Beata María Romero Meneses (1902-1977), Hija de María Auxiliadora, encontramos: “Dios mío, cambia mi corazón, hazlo nuevo, pero déjame el recuerdo de mi fragilidad y miseria, para conservarme humilde y merecer nuevas gracias de tu misericordia... Concédeme, oh Dios, la gracia de poder consolar a cuantos encuentre en el camino del calvario... Concédeme, oh Dios, ser expresión de tu bondad y tu misericordia”.

DECRETO DE VENERABILIDAD DE MONS. STEFANO FERRANDO El 3 de marzo de 2016 el Santo Padre Francisco ha autorizado a la Congrega-ción de las Causas de los Santos a promul-gar el Decreto sobre las virtudes heroicas del Siervo de Dios, Stefano Ferrando, Obis-po de Shillong, Fundador de la Congrega-ción de las Hermanas Misioneras de María Auxiliadora de los Cristianos. Stefano Ferrando, nato a Rossiglione (provincia de Génova y diócesis di Acqui Terme) el 28 de septiembre de 1895, fre-cuentó las escuelas salesianas, primero en Fossano y después en Turín, quedando prendado de la vida de Don Bosco. Tuvo que interrumpir los estudios al estallar la Primera Guerra Mundial, en la que partici-pó como oficial, mereciendo una medalla de plata. Después de ordenarse sacerdote, en 1923, partió para las misiones salesia-nas del Nordeste de la India, donde fue uno de los grandes pioneros de la epope-ya misionera salesiana en aquella vasta región. En 1934 el Papa Pío XI lo nombró obispo de la diócesis de Krishnagar, pero apenas un año después fue trasladado a la sede de Shillong, que será por espacio de 35 años el centro de todas su fecunda acción apostólica y evangelizadora. Su apostolado estuvo caracterizado por el estilo salesiano: alegría, sencillez y contacto directo con la gente. Su humildad, sencillez y a amor a los pobres impulsaron a muchos a convertirse y a pedir el Bautismo. Reconstruyó la gran Catedral y la residencia misionera. Difundió la devoción a María Auxiliadora y a Don Bosco. Quiso que los indios fueran los primeros evangelizadores de su propia tierra. De un grupo de catequistas indias funda las hermanas Misioneras de María Auxiliadora de los Cristianos (MSMHC) agregadas a la Familia Salesiana el 27 de junio de 1986 El 26 de junio de 1969, después de haber participado en los trabajos del Concilio, pre-senta la dimisión de su Diócesis. Había encontrado en ella 4.000 católicos, dejaba 500.000. En Italia, el anciano obispo misionero se retiró a la casa salesiana de Quarto (Génova), donde murió el 20 de junio de 1978.

Intención misionera Que nuestros oratorios y centros juveniles en África y Madagascar sean un verdadero frente misionero y de primera evangelización.