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Texto de Patricia Dinale de Jantus para Parroquia Inmaculada Concepción de Monte Grande

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Texto de Patricia Dinale de Jantus para

Parroquia Inmaculada Concepción de Monte Grande

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AGRADECIMIENTO

A TODOS MIS HERMANOS: En el año 2.011, el doctor Pedro Carlos A. Pericás (uno de los

dueños de la emisora radial de mayor alcance del Noroeste argentino, LV7 Radio Tucumán) me pidió que participe como columnista del programa “Santiago en el Alma”, que se transmitía en AM y en la cadena de emisoras que integran la empresa (con alcance en la provincia de Tucumán, la ciudad de Santiago del Estero y otras localidades del interior).

El contenido de la columna (que fue emitida durante el programa mencionado, los jueves entre las 20 y las 21 horas), era cultural, con especial énfasis en lo histórico y religioso.

Por eso, la columna se centró en la historia de la actual provincia de Santiago del Estero, en cuya capital los españoles fundaron la primera ciudad de nuestro territorio. En ésa región se asentaron las principales órdenes religiosas, la primera escuela, universidad, cabildo y otras organizaciones jurídicas y administrativas que más tarde, se fueron trasladando a otros parajes (Tucumán, Córdoba, etc.).

Y obviamente, el tema más trascendente fue la tarea misional de Evangelización llevada a cabo por los padres de la Compañía de Jesús (jesuitas) y por ende, la vida de María Antonia de Paz y Figueroa.

Un año después, recibí un llamado telefónico de un oyente (ingeniero) que se había trasladado con su señora a la provincia de Santiago del Estero. Me explicó que le había encantado la columna y que el Padre González Raeta (párroco de Monte Grande) quería hablar conmigo.

Así fue como me relacioné con este gran sacerdote, quien me invitó a la apertura de las Asambleas del año 2.014 que coincidieron, con el día de la Mujer (8 de marzo) y con el primer año del Pontificado de Francisco.

Monseñor Roberto González Raeta ha sido extremadamente generoso, porque no solo me ha permitido contarle a su comunidad, la vida de María Antonia de Paz y Figueroa y una relación con la exhortación Evangelii Gaudium (primera de nuestro querido Papa Francisco), sino (sobre todo), me ha dado la oportunidad de compartir una tarde con cristianos evangelizadores, misioneros, cuyos rostros y atención han quedado impresos en mi corazón para siempre. Tengo para mí que, siendo uno de los prelados más cultos que he conocido, él mismo hubiera dado mil veces mejor que yo los puntos sobre los que se apoya mi simple visión y pensamiento sobre los temas enunciados. Sin embargo, su bondad y altruismo pudieron más, por lo que deslindó el encuentro en mi persona, inmerecidamente.

A todos (pastor, comunidad, mi oyente y al doctor Pericás, mis colaboradoras de toda la vida, Paola Casavilla, Laura García, Alba Aguirre y Marciana Benítez), dedico este humilde trabajo. Se trata de una síntesis de aquella “conferencia” del 8 de marzo de 2.014, cuyo sustrato se basa en varios libros citados al final.

En rigor, podría considerarse un mero resumen de grandes autores y obras (pues, por mi poca capacidad, no podría elaborar siquiera una carilla de un texto, tanto como para que se los considere con tal, y menos aún sin la colaboración de las personas a quienes lo he dedicado), y un colofón.

Los temas tratados se vinculan, sin hesitación, con la historia de la Conquista de América y la Evangelización/misión de los Jesuitas (I), la vida de nuestra Beata de los Ejercicios (II) y la impronta del jesuita (argentino) cabeza de la SANTA IGLESIA CATOLICA, APOSTOLICA Y ROMANA (III).

A mi modo de ver, esos temas conforman tres capítulos de una gran historia de amor, la única que no es “novela”, “cuento”, “simple historia” “nota de actualidad”, “trabajo científico” o como se quiera denominar su forma, alcance y/o pretensión. Sí es, una historia original, viva, real, verdadera, única, innegable, que no tiene epílogo definitivo. Es la GRAN HISTORIA DE AMOR: la de DIOS y su PUEBLO, al

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que le envía y le engendra su PALABRA, de modo que se incultura (se hace carne) en todas las culturas, y trasciende los límites humanos (como por ejemplo, el temporal) por obra de su ESPÍRITU.

Esa HISTORIA de la historia, fue, es y será la mejor, la única, la verdadera. En el orden de sus proposiciones, vemos que tiene las siguientes características: es tangible, perceptible, inteligible (accesible por la fe y por la razón), pues es la vida de la IGLESIA (que vemos y conocemos), de la que CRISTO (mi gran amor) es cabeza. Es AMOR revelado y siempre revelable, único e inconfuso.

Ése fue el sentido de lo que quise transmitir a mis hermanos de Monte Grande.

Juntos (el 8 de marzo) hicimos presente las palabras de JESÚS en el Sermón de la Montaña, como punto de partida de la gran MISIÓN que la Parroquia prepara y actualmente, está llevando a cabo.

Al respecto, cuando nos referimos a Mateo 5, 1-12, tuvimos en cuenta que, para impartir su enseñanza, JESÚS subió a la Montaña (casualmente, estábamos todos en Monte Grande) y que la primera BIENAVENTURANZA (“…Felices los que tiene alma de pobres, porque a ellos pertenece el REINO DE LOS CIELOS…”), tiene la misma recompensa, felicidad o bienaventuranza que quienes son perseguidos por practicar la JUSTICIA. Por eso, concluimos que siendo la recompensa idéntica en ambos supuestos, cada uno debe asumirse según su condición (sea pobre o rico), y luchar contra las situaciones de inequidad e injusticia (productos necesarios, del pecado) para alcanzar la bienaventuranza. Esa lucha se debe dar, sobre todo, cuando el pecado adquiere tal dimensión estructural que afecta a todos y a cada uno por igual, como también, al pueblo en su conjunto. Toda vez que los pobres y los ricos, son víctimas de dichas situaciones de pecado estructural, los discípulos misioneros debemos anunciar la BUENA NUEVA, para coadyuvar en la gran obra de AMOR y de ese modo participar en la historia de la Salvación, respecto de las que debemos escribir, juntos, sus mejores páginas.

De manera que la MISION para la RE-EVANGELIZACIÓN de la comunidad y/o del pueblo, debe abarcar a todos nuestros hermanos, conforme su condición y situación, sean pobres (porque es la opción que de forma necesaria y preferente, debemos hacer) o ricos (en lo material, pero pobres de alma).

Todos somos Iglesia y cada uno en particular discípulos misioneros. Por ende, por trabajar a favor del Reino, bienaventurados.

Pido perdón por los errores que pude cometer o cometeré, que son causados por mi ignorancia.

Asimismo, pido perdón porque he tardado mucho en terminar este escrito. Sin embargo, curiosamente lo finiquito en la fecha, en la que celebramos a NUESTRA SEÑORA DE LUJÁN, patrona de Nuestra República.

Sea como fuere, les envío muchos cariños y la libertad de hacer con este escrito, lo que les parezca, ya que lo pongo en sus manos, de forma desinteresada y con todo mi amor y reconocimiento.

Buenos Aires, 8 de mayo de 2.014.-

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INTRODUCCIÓN Como sabemos, nuestro territorio, antes de la conquista de los

españoles, estaba poblado por pueblos seminómades, a los que denominamos actualmente, originarios.

A partir de la colonización de América, tanto los españoles conquistadores como los aborígenes, comenzaron un proceso de culturalización y de inculturalización. Un matrimonio que en principio (y más allá de sus errores y aciertos), fue de conveniencia, idéntico al que Santa Teresa celebró con nuestro DIOS cuando entró al Convento de la Encarnación.

Esto significa, en síntesis, que los pueblos originarios debieron rendirse ante el poder del conquistador, el cual fue muy duro pero también, muy beneficioso, pues la vida de nuestros hermanos aborígenes, tenía como único fin la subsistencia, y carecían de conocimientos y/o de simiente suficiente para desarrollarse en todos los planos de su individualidad.

Como ocurre en muchas ocasiones y tal como ocurrió entonces, ése matrimonio de conveniencia trucó en una hermosa unión, cuyo fruto fue nuestro pueblo, con su propia identidad cultural.

- La novia, América, ofreció como dote una tierra preciosa, una geografía que contempla un vasto, diverso y fascinante territorio, una hidrografía rica por sus caudales, climas diferentes, ricos ecosistemas, con más sus pueblos (conformados por criaturas hechas a imagen y semejanza de Nuestro CREADOR) que en esta región, luego de ser educados por los misioneros, adquirieron habilidades como artesanos, músicos, cantantes, etc.

- El novio fue el conquistador, que aportaba desarrollo intelectual (cultural y científico) y Evangelización, no obstante sus propios fines: el afán de riqueza, el conseguir honra y fama para la posteridad.

Véase que de todos esos bienes (que a partir de la boda entre ambas culturas, podemos denominar “gananciales”), no nos han sido legados el oro, la honra y/o la fama. Sin embargo, el pueblo (conformado por los aborígenes, los conquistadores y en su fusión, los criollos, los mestizos, los esclavos llegados a América) y la fe son los únicos bienes que se han perpetuado, y que podemos ostentar con mucho orgullo y alegría.

Al respecto, las expresiones materiales de esa fe (hondamente arraigada en ése pueblo), están en el corazón del pueblo y en las iglesias (reliquias, obras espirituales, música, textos etc.).

Así nació nuestra cultura: entendida como un sistema históricamente derivado de ideas directrices –explícitas o implícitas- para la vida, sistema del que participan todos los miembros de un grupo. La cultura es, en este orden, un complejo que abarca conocimientos, ideas religiosas, artes, costumbres, derecho, usos y toda aquella gama de capacidades y actividades fijas que adquiere el individuo como miembro de la sociedad.

Como vemos, es absolutamente necesario que conozcamos nuestro pasado para saber de quiénes descendemos, a quienes heredamos, cuáles eran los bienes de nuestros ancestros, sus legados y así, proyectarnos hacia el futuro, sin perder nuestra identidad. Por eso, los cristianos debemos asumir el compromiso de contribuir en esa proyección, a fin de que, todos juntos, podamos construir una sociedad mejor, en la que el rico pasado pueda ser absorbido (recogido/retomado en la posta) por nosotros, para colaborar en el cultivo de su espíritu e identidad personal en el presente y prepararnos para un mañana, de modo que ello beneficie en el entorno de nuestra familia, lugar de trabajo, comunidad, etc.

En ése entendimiento, recordamos a alguien que hizo muchísimo por nuestra Patria: María Antonia de Paz y Figueroa o Mamá Antula, esa santiagueña que está en los albores de la santidad.

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Por eso, luego de contarles algunos detalles de su vida y de su personalidad, quiero invitarlos a tomar la posta de María Antonia. Y para ello, vamos a pedirle que nos acompañe a caminar por nuestro pueblo para encontrarnos con nuestros hermanos (como ella lo hizo). Esto es: a salir de nuestra periferia existencial hacia otras, sin cargas o valijas (preconceptos, prejuicios), sino con la Palabra. Ese encuentro con nuestros hermanos, no puede sino trasuntar alegría, puesto que les llevaremos (como se hace cuando se va de visita) un presente incomparable, invaluable, imperecedero y único: el Evangelio, que siempre e inexorablemente, llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con JESÚS. Y como corolario del encuentro, podremos en común el fruto de nuestro trabajo (pan y vino) que ofreceremos al SEÑOR, quien, como gran derrochador de delicadezas, de generosidad, de amor, se hará presente en la celebración, devolviendo los dones ofrecidos, transustados en CUERPO y SANGRE.

Seamos capaces de poner nuestra herencia (guardada en el arca que contiene, entre otras reliquias materiales y espirituales, la memoria de María Antonia) a disposición de nuestro pueblo, para que podamos lucir nuestras mejores joyas en este caminar. I. BREVE COMENTARIO SOBRE LA COLONIZACIÓN DE NUESTRAS TIERRAS. EVANGELIZACIÓN y MISIÓN DE LOS JESUITAS.

. Conquista y llegada de los padres de la Compañía de Jesús .

La conquista de América se asentó, en un primer momento, en las islas del Caribe. Luego de 1492, se fueron descubriendo, sucesivamente, las islas de Santo Domingo, Cuba, Puerto Rico y Jamaica y comenzaron las primeras empresas de explotación del oro para lo cual se distribuyeron a los habitantes, bajo la institución de la encomienda.

La expansión hacia Centro América ocurrió entre 1517 y 1532. Luego de dominados los grandes imperios americanos: aztecas en México e Incas en Perú, se acrecentó el interés de los conquistadoras, embelesados por las grandes riquezas naturales de estas tierras (en especial, minerales).

En 1535 aproximadamente, finiquitó el proceso de conquista y los españoles notaron que los territorios que restaban y/o comenzaban a explorar, estaban habitados por pocas personas que se dedicaban con exclusividad a la caza y recolección de frutos. De este modo, se frenó el proceso de adelantamiento.

Por otro lado, los reyes de España intentaron limitar las ganancias excesivas que perseguían los conquistadores, razón por la cual enviaron a sus ejércitos para controlarlos. Así, los conquistadores (que en realidad, eran empresas privadas), se lanzaron hacia nuevas tierras junto a los soldados, quienes también estaban ávidos de ganancias.

Lo cierto es que desconocían que los resultados serían pobres. En efecto, se buscaban (primero) minerales (oro, plata) y (luego) si no había oro y plata, tierras habitadas por indios ya que si éstos faltaban, nadie podía trabajarlas. Por eso, los indios fueron organizados y repartidos en encomiendas, manejadas por españoles. Éstos últimos tenían la obligación de protegerlos y de instruirlos en la doctrina cristiana.

Puesto que las tierras eran propiedad de la Corona, los indios pagaban un tributo (impuesto) no monetario, esto es, mediante prestaciones de servicios personales. Más tarde, a raíz de los abusos, las prestaciones personales trocaron en monetarias.

Roberto Di Stefano y Loris Zanatta (“Historia de la Iglesia Argentina”, nueva edición con prólogo actualizado, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2009) relatan que “…Pero el Noroeste no va a rendir los frutos deseados. Va a

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insertarse en el Alto Perú comenzando a desarrollarse la actividad minera del Potosí (Bolivia). Esta ciudad va a tener más habitantes que Londres en el siglo XVI y, el Tucumán –nombre que recibe el actual Noroeste y centro argentino, desde Jujuy a Córdoba-, le ofrecerá sus tejidos, sus mulas y su ganado vacuno. Las necesidades de la extracción de plata del Potosí que a fines de siglo conocerá su mayor período de auge para luego iniciar una lenta pero segura declinación, estimularán las comunicaciones y el comercio entre las tres regiones que se irán perfilando en el actual territorio argentino:

• Cuyo: patio trasero de Chile, conquistado en la década de 1.550;

• El Tucumán, desde Jujuy a Córdoba, vinculado con el esplendor potosino;

• Y el eje Buenos Aires-Asunción, área de tráficos fluviales de productos locales y de introducción de otros que llegan de allende el mar, incluidos los preciados esclavos negros. Ambas actividades, a menudo, estrechamente vinculadas y rayanas en la ilegalidad, tiene como destino último y más codiciado la ciudad de Potosí, de donde baja el retorno anhelado: la plata alto-peruana, una parte de la cual se intentará sacar ilegalmente por el puerto de Buenos Aires.

Para ordenar las sociedades (agregan los autores citados), la Corona española contó con el único medio posible: la Santa Iglesia, la que coadyuvó en la Evangelización de los indios y ordenó los aspectos civiles de los españoles, los indios y la nueva sociedad que se iba formando (por el mestizaje).

Así, en el siglo XVI, los conquistadores asignaban solares para que se establezcan parroquias y conventos para las órdenes que fueron llegando: franciscanos, dominicos, mercedarios, agustinos, hermanos de San Juan de Dios (hospitalarios) y más adelante, Los Jesuitas que al principio llamaban “teatinos” (no obstante, se trata de órdenes diferentes. A ésta orden perteneció San Cayetano).

La orden Jesuita fue fundada por el noble Capitán Ignacio de Loyola (1491-1556), quien comulgaba con la tradición espiritual conocida como “devotio moderna”, surgida en el siglo XIV en Holanda. Era un movimiento de renovación en la búsqueda de una religiosidad más personal, fervorosa e interior que permite al cristiano una relación más íntima con DIOS. Se trata de vida intensa de oración, de estudio y de ascesis que tiene como eje de reflexión la figura de CRISTO y su ejemplo de sencillez, humildad y mansedumbre.

Durante el sitio de Pamplona (1522-1523) fue herido de bala y mientras se recuperaba, vivió su experiencia de conversión. Decidió, en consecuencia, abandonar la vida militar, hacerse religioso y trasladarse a París para cursar sus estudios (en especial, filosofía y teología). Allí se encontró con un grupo de seis estudiantes, con quienes al finalizar los estudios, pronunció los votos de pobreza, castidad, actividad misionera y especial obediencia al Papa. Hacia 1540 se establecieron las bases de la nueva orden que fue aprobada por el Sumo Pontífice con la bula “Regimini militantes Ecclesiae”. En ésta, se fijaron los objetivos de la Compañía de Jesús, a saber:

1. la predicación, 2. el dictado de ejercicios espirituales (de lo que muy especialmente nos vamos a

ocupar cuando comencemos a hablar de Mamá Antula), 3. las obras de caridad (entre las que se incluye a la educación), 4. la cura de almas.

Sobre la base de una muy rígida y muy eficiente organización (en parte dictada por el pasado militar de San Ignacio), la Compañía de Jesús se convirtió en la vanguardia de la reforma que la Iglesia Católica estaba trabajosamente concibiendo (Contrarreforma), en el marco de las controversias con el protestantismo

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naciente y de las deliberaciones del concilio de Trento, en el que participan varios jesuitas.

En la actual Argentina, la llegada de los primeros jesuitas quedó asentada en Santiago del Estero (obispado de Tucumán) en 1585 y a fines de la década ya estaban trabajando en territorios dependientes de Asunción (Buenos Aires, el Litoral).

Los padres establecieron varios colegios, estancias de producción, templos, escuelas. Enseñaban a los indios artes, letras. Especialmente, habiendo observado que éstos tenían capacidades especiales para desarrollarse como músicos, cantores, etc. y como talladores de instrumentos musicales, proveían a toda la Colonia de aquellos elementos, imágenes para las iglesias, adornos de tipo religioso, como asimismo, de los productos de las estancias. Se decía que, cuando no se podía conseguir algún bien para consumo (en especial, comida, jabón, grasa para velas, etc.) las estancias jesuíticas elaboraban y ponían lo que fuere menester, a disposición.

La relación educación (de los descendientes de los conquistadores) y educación de los aborígenes, fue un sistema muy elaborado y coordinado para evitar desigualdades sociales. En ése contexto: la constante y uniforme re-evangelización (y seguimiento) de los primeros y la evangelización (y seguimiento) de los segundos, traería una clase social más justa y equitativa, en el que todos convivirían con espíritu cristiano y producirían bienes para ser compartidos. Por eso los colegios y universidades jesuíticas, eran soporte indispensable de su misión y carisma. Por caso: los jesuitas están obligados a estudiar de forma constante, sin interrupción, para poder llevar con mayores conocimientos al pueblo que debe evangelizarse. El estudio se convierte de ese modo, en una ofrenda necesaria para que todos puedan dar mayor gloria al SEÑOR.

Los Jesuitas nunca explotaron a los indios: ordenaron sus costumbres personales respetándolos en la diversidad. Los educaron y catequizaron y éstos vivían muy felices en las reducciones del Litoral siendo que en las Ciudades, eran muy eficientes en la edificación moral y espiritual de las poblaciones. • Los ejercicios espirituales de San Ignacio .

Es necesario que hagamos una mención a los ejercicios espirituales que se desarrollaban en las diferentes ciudades coloniales y en especial, en Santiago del Estero (la “madre” de las ciudades argentinas), para adentrarnos en los hechos que conllevaron a que Mamá Antula, tome la posta que los padres Jesuitas dejaron cuando se los expulsó de la Colonia y de todo el Imperio español.

¿Cómo se organizaban los Ejercicios Espirituales de San Ignacio? ¿Para qué servían? ¿Qué beneficios reportaban a la sociedad colonial?

En lo que hoy es nuestro territorio, los Padres Jesuitas tenían colegios, estancias, reducciones y varias casas destinadas a los Ejercicios Espirituales.

Vamos a referirnos a de nuestra región: - Ciudad de Santiago del Estero: casa de Ejercicios fundada por el Colegio

(actualmente, Convento de los Dominicos). - San Miguel de Tucumán, el Colegio fundó una Casa de Ejercicios (que hoy

funciona todavía, bajo la dirección de la Asociación de San Ignacio; es administrada por las Esclavas Argentinas).

- También, en Salta, Córdoba y la Rioja habían Casas de Ejercicios vecinas a los Colegios de los Padres.

- En los Colegios que no tenían Casa propia y antes de que los tuvieses, se daban ejercicios espirituales en todas las ciudades, todos los años, a hombres y mujeres, a costa de los mismos colegios, sin que les costase nada a los

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ejercitantes ni llevasen nada que no sea una cama. Para esto se buscaban casas proporcionadas de familias que la desocupaban unos días, mientras se daban los ejercicios. Los particulares prestaban sus casas con mucho gusto, por el fruto que de ellos veían sacando los pueblos, porque se producía una gran conversión en los ejercitantes. Todos esperaban, en esa sociedad especial, que se la época de los ejercicios.

Cuando llegaba la Cuaresma, el Padre Prefecto de la Congregación salía por las casas de los españoles y criollos invitándolos a los ejercicios. La invitación llegaba al gobernador, a los cabildantes, a los canónigos, a los demás eclesiásticos, a los mercaderes, etc. También se anunciaba la realización desde el púlpito.

Quienes estaban interesados, concurrían a la Iglesia para anotarse. En ése orden:

- Se formaban listas de setenta personas, pero el número pasaba a más en las gentes de servicio.

- Se daban dos tandas para españoles y dos para los naturales, a partir del Domingo in Albis.

- Las mujeres hacían los ejercicios en el mes de agosto. El día de Santa Rosa era el primero y se daban dos semanas a españolas y dos a criadas, mulatas, mestizas y negras.

- Los frutos eran inmensos: conversiones, frecuencia de sacramentos, incidencia en la vida diaria, etc. y cuando los ejercitantes culminaban el retiro (con una celebración que se distinguía por la belleza de la preparación), se irradiaba una alegría fenomenal, y producía efectos benéficos para la comunidad.

- Al lado de los Padres, trabajaban las beatas, que eran un grupo de mujeres que no eran monjas (los Jesuitas no tienen orden para mujeres), eran laicas (solteras, viudas, etc.) que se consagraban y colaboraban con los padres durante los ejercicio y disponían los horarios, cantos, servicios domésticos para los ejercitantes, sean españoles, nativos, mulatos, etc. En muchas ciudades se fundaba el “beaterio” que nucleaba a las damas que se consagraban a la realización de los ejercicios.

• Expulsión de los Jesuitas .

En el año 1767 el rey de España, Carlos III, expulsó mediante un decreto real, a los padres jesuitas. El gobernador Bucarelli, de infeliz memoria, fue quien ejecutó la orden.

Las célebres misiones (casa de estudio, labores culturales, iglesias, estancias), fueron abandonadas y sus gentes, libradas a su suerte.

Sólo una empresa jesuítica no decayó y prosperó de tal manera, que produjo frutos abundantes y eternos. Esa empresa fue María Antonia de Paz y Figueroa. II. LA BEATA DE LOS EJERCICIOS: MARÍA ANTONIA DE SA N JOSÉ PAZ Y FIGUEROA. . Biografía .

María Antonia nació en Silípica (1730), pueblo cercano a la ciudad de Santiago del Estero, a orillas del Río Dulce.

No se sabe con certeza quienes fueron sus progenitores. Sin embargo, se cree que su padre fue el maestro de campo Francisco Solano de Paz y su madre, Andrea de Figueroa.

La familia tenía una buena posición económica y era muy religiosa.

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La infancia de María Antonia transcurrió en ésa localidad, junto con los indios que estaban en la encomienda a cargo de su padre. Recibió una buena instrucción.

Cuando cumplió quince años (aproximadamente), su familia se mudó a la ciudad de Santiago del Estero (por las constantes crecientes del Río Dulce y porque su padre fue nombrado alcalde de segundo voto).

María Antonia comenzó a frecuentar la iglesia de la Compañía de Jesús, y se puso bajo la dirección espiritual de los padres Ventura Peralta (confesor) y Gaspar Juárez. De forma inmediata y radical, fue atraída a una vida de entrega; lo analizó con su confesor quien luego de un examen de conciencia, la autorizó a consagrar su vida mediante un voto privado.

El día de su voto (y como consecuencia de él) se puso el hábito de San Ignacio, un velo blanco para cubrir su cabeza y un manto de sarga.

Es así que rompió con su ilustre pasado familiar y tomó el nombre de María Antonia de San José, Beata Profesa de la Compañía de Jesús.

Aunque a María Antonia se le daba el título de “sor” (hermana) no entró jamás en un monasterio. Vivió siempre en el seno de su familia y brindaba sus servicios a las obras de la Compañía de Jesús. Era una laica consagrada.

Inició un estilo de vida penitente y ascético (idéntico al de los jesuitas): no comía carne, no tomaba vino, usaba ropa burda y áspera, velaba mucho por orar y dormía en una dura tarima. Su vida diaria era la oración, piadosas lecturas, ocupaciones domésticas y meritorias, etc.

Ésos hábitos, unidos a su recta intención de imitar a CRISTO forjaron en ella un ánimo fuerte y decidido.

Por eso, se decía que no conocía el miedo y que no claudicaba ante los problemas que se le pudieran presentar, pues confiaba plenamente en la DIVINA PROVIDENCIA. Esa confianza era irradiada desde su corazón, de modo tal que siempre estaba tranquila y su rostro, tornose sumamente bello.

Su especial fortaleza hizo que, cuando los jesuitas fueron expulsados del Virreinato en 1767, María Antonia, quien ya tenía casi cuarenta años, solita y su alma, les tomó la posta.

Pero ¿cómo era ella personalmente? María Antonia era una chica muy bella cuando decidió, a los quince

años, consagrarse a las obras de los Padres Jesuitas. Tenía muy lindas facciones, grandes ojos azules, esbelta figura. Su andar era natural, con cierto porte majestuoso, grave, humilde y

atrayente a la vez. Antes de decidirse a seguir su vocación, dos o tres pretendientes la

habían pedido en matrimonio, pero fueron rechazados. Es así como tomó la “sotana negra” como ella denominaba al

hábito que, en más, vestiría. Veintidós años estuvo junto a los padres jesuitas, antes de

comenzar su largo peregrinar. Durante ese período, tomó nota de forma muy minuciosa y

consciente, de la totalidad de los detalles que debían tenerse en cuenta para que los ejercicios se desarrollaran puntual y perfectamente.

Todo lo guardó en su memoria, sin perder nada. A ello sumó los conocimientos que le venían dados tanto por la práctica, la adquisición de sanas costumbres, como también, por las lecturas.

La mente de María Antonia, entonces, fue moldeada, por propia decisión, para servir, convirtiéndose en una vasija de virtudes, que al trabajar en su espíritu y alma, se reflejó en su semblante, en su cuerpo y en sus gestos.

De modo que la gran obra de María Antonia, comenzó por ella misma, tanto en el aspecto físico, espiritual y también, en su razón y discernimiento.

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María Antonia nos enseña todo esto: • La sobriedad y moderación en la alimentación. • La importancia de evitar vicios, excesos y tener un estilo de vida sosegado, par a

afrontar con entereza las vicisitudes de la vida. • El sano cultivo de la razón, mediante la lectura y la observación, para poder

analizar las cuestiones que se nos presentan rectamente y solucionar los problemas de manera adecuada.

Todo ello implica una opción, y María Antonia, sin grandes conocimientos ni medios suficientes, eligió.

Por eso, al culminar su obra, si bien en su casto cuerpo quedaron las huellas de su largo trajinar, trasuntaba una belleza más plena que la que tenía a los quince años, porque se había adornado con los dones del Espíritu.

De manera que María Antonia nos ha legado muchas cosas, que deberíamos tener en cuenta:

• El cultivo de los dones naturales, tanto físico como psíquico y espiritual. • La fe que entra en el hombre, como un regalo divino pero que tenemos que

hacer crecer, como al árbol de la mostaza, que es en su origen, una semilla muy pequeña y llega a ser uno de los árboles más grandes.

• La esperanza, recordemos que cuando se presentaba un problema, María Antonio respondía de modo inmediato con seguridad en su solución.

• Con gran caridad (esto es, con amor), tanto hacia sí misma como hacia los demás.

• El cultivo de la virtud o don de la amistad y la magnanimidad, pues a pesar de que los jesuitas fueron expulsados, María Antonia escribió (se calcula) alrededor de quinientas cartas a sus amigos, al Papa, a todo aquel que podía interceder para el restablecimiento de la orden. A esto se agrega el hecho que cada vez que tenía algún dinero, se los enviaba a sus exilios, para ayudarlos en sus penurias. Nunca los dejó solos y si bien no llegó a ver restablecida a la Compañía, jamás perdió la esperanza. Por esas cartas, debería ser considerada la mayor escritora de nuestras tierras (incluso muchas de ellas se conservan en Roma, Francia, Rusia, pero no han podido ser recuperadas). Por esto no es vano sostener que María Antonia fue la gran Teresa de América, con la diferencia que (como buena hija de San Ignacio) su carisma era la misión para que los pueblos no caigan en la ignorancia y en el pecado. En este aspecto, fue una gran observante de los signos de los tiempos. Y claramente, su misión y su apoyo a la orden, tenía carácter universal, pues estaba dispuesta a ir por todo el mundo en clave de misión y/o para ayudar a la reposición de la orden de la Compañía de Jesús.

Estas cualidades y actitudes de María Antonia, forjaron en sí misma, una mujer fuerte, firme y confiada.

Y nos enseña que no es necesario nacer en cuna de algodón para ser grande y/o santo. Cristo nació en un pesebre y María Antonia entre riquezas que dejó, para ser como CRISTO. Ella se determinó (como diría Santa Teresa “con determinada determinación”) a ser una jesuita, es decir, compañera de JESÚS (de allí viene el nombre de Compañía de Jesús) y a anunciar el EVANGELIO, para mayor gloria de DIOS y bien de los hermanos y de los pueblos.

En la vida, todo es una decisión. Por lo que, aún el más humilde, puede llegar a ser un grande. . Comienza su periplo :

Entre los Jesuitas y María Antonia se habían establecido fuertes lazos de amistad y colaboración. Por esto ella sufrió mucho por su expulsión, pero no abandonó la causa.

Su preocupación era el desamparo espiritual en que habían caído los pueblos. No faltaban otros sacerdotes y religiosos ni procesiones ni celebraciones

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litúrgicas. Pero todos advertían una carencia de animación. Los Ejercicios eran la levadura anual, que producían fermentos de renovación. Para la vida un poco insípida y chata de muchos, los Ejercicios eran la sal que daba sabor, vida y alegría.

Ante la desazón que le produjo la expulsión de los Padres Jesuitas, en especial, los Padres Ventura Peralta (su confesor) y Gaspar Juárez, con quien quedó comunicada durante toda su vida, su corazón le dijo: ¿no podrías continuar tu sola la obra de los ejercicios? María Antonia sintió un gran estremecimiento, se preguntó si no era una fantasía. Como respuesta, le entró una fuerte inspiración. Como diría uno de los autores consultados: midió bien las contrariedades, sopesó los inconvenientes, dónde se alojaría, cómo haría, etc. Solo contaba con un buen manojo de condiciones y cualidades.

• Era una mujer de acción y de oración.

• Tenía un corazón ardiente pero una cabeza bien fría, esa que sirve para tomar decisiones.

• Estaba animada de gran celo, pero los pies sólidos sobre la tierra.

• Una sólida educación familiar y la apertura a los soplos del ESPIRITU SANTO.

A pocos metros de su casa, estaba la celda de San Francisco Solano, el gran misionero franciscano.

María Antonia se postró a los pies del santo, le rogó que la patrocinara, y con el alma sosegada, comenzó su extraordinaria aventura espiritual y apostólica.

Primero habló con el Padre Diego Toro, mercedario quien la escuchó y percibió que DIOS estaba detrás de todo esto y así, la querida Santiago del Estero fue la primera en reabrir las casas de ejercicios.

De puerta en puerta, pedía limosnas, invitaba a los vecinos. Y así se fueron organizando y llevándose a cabo, los primeros

ejercicios espirituales dictados por sacerdotes no jesuitas. En especial: dominicos y mercedarios que la asistieron muy gustosos como también, los feligreses y algunas beatas que se sumaron con mucho amor a su proyecto.

Los primeros ejercicios fueron en la propia ciudad Madre. Más tarde, Antula se animó a salir: fue a Silípica (primero), el paraje que la vio nacer. Está situada al sur de la capital, al este del departamento de San Martín (de la cual la separa el Río Dulce) y hacia el sur, limita con Loreto y al oeste con Choya. Cuentan también que luego se dirigió más al sur de la provincia, al departamento de Salavina, que está atravesado por el Río Dulce, en el que había varias poblaciones: Angas, Barrancas, Los Cerrillos, Malota, Mistol Pozo, Paso de Oscares, Puente del Saladillo, Rubia Paso, Verón, Yacu Hurmana. Otro paraje se corresponde con el que actual Departamento de Avellaneda, cuya historia es muy anterior a la conquista española e inscripta a la historia de Atamisqui, Matará y Taboada. Allí, las culturas ceramistas se desarrollaron en los años 800 antes de Cristo. Es una zona muy linda, rodeada de lagunas (Navicha, El Bracho), tributarias del río Dulce y del Salado. Vemos también a María Antonia cerquita del límite de la actual provincia de Santa Fe, en las localidades que abarca el actual departamento de Aguirre (Pinto, Malbrán), hogar de los indios abipones antes de la Conquista y donde más tarde se instalaron varios fuertes. De regreso, Antula pasó por Atamisqui y en Soconcho, realizó unos lindos ejercicios con los pobladores vecinos de Los Tolozas, Mochimo, Mollares,

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Puerta Grande, Puesto de Díaz, Puesto del Rosario, San Dionisio, Santa Isabel, Simbol Pozo, Tasigasta, Ventura Pampa, Yacu Chiri. Si analizamos el recorrido Santiagueño, vemos que María Antonia siempre siguió la vera del Río Dulce que, en algunos lugares, se aproxima al Salado. Podemos así afirmar que, como dicen los grandes místicos: que el agua es fuente de vida y renovación, que el Río Dulce, vino a ser su guardián, de donde ha bebido para fortalecer su cuerpo y su espíritu.

De regreso a su ciudad, bordeó la misma fuente. De Santiago del Estero, fue caminando hasta Jujuy, donde llegó en

1773. El Obispo de Tucumán la autorizó a darlos en todo el Obispado, por eso ella, en dos años, dio ejercicios en Tucumán, Salta y el Valle de Catamarca, teniendo en su corazón el relato que de niña había recibido de su padre, de la Virgen del Valle.

En efecto, cuando Antula llegó a San Fernando del Valle de Catamarca, entró en el templo y se postró frente a la imagen.

El pueblo era una especie de potrero, con tuscas y pencas como adorno y en ella agazapados, los limosneros, las vendedoras de tortas y empanadas, que esperan con paciencia que alguien les compre.

Antula se acercó a todos ellos. Luego, hizo una ronda por las casas: los Nieva y Castillo, los

Navarro de Velasco, los Castro, los Barros, los Sarmiento, los Almonacid, le abren sus puertas (nos relata un gran historiador).

Luego recorrerá otras poblaciones: Londres (llamada así en homenaje a la princesa María Tudor, mujer de Felipe II); Belén, fundada por el presbítero Bartolomé Olmos de Aguilera, el Bello o Trampasache (hoy Chumbicha).

Antula se enfermó de gravedad y fue desahuciada (1775). Pero con mucha fe, se encomendó al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen del Valle y sin remedio alguno, del día a la noche, se curó.

Partió inmediatamente para La Rioja, atravesando serranías boscosas y de allí a Santiago del Estero de nuevo (y por última vez). De Santiago del Estero marchó hacia Córdoba, la ciudad amada de los jesuitas.

Su único equipaje consistió en su Dolorosa, un San Estanislao, el Manuelito (colgado al cuello) el báculo para apoyarse, la imagen de San Cayetano (la primera de nuestro país), la capa para protegerse. La acompañan sus parientas: Ramona Ruiz, Manuela Villanueva y dos criadas. Pasaron la noche en la residencia del Maestre de Campo Pedro del Pino, quien las abasteció de agua suficiente pues, el lecho del Río de los Tártaros casi siempre estaba seco. Atravesaron Los Cocos, Los Sauces, Tulumba (aquí para un poco), Las Peñas, Chacras, la Dormida, Simbolar, Totoral y Sinsacate. El monte era muy denso, lleno de cocos, espinillos, palmas esbeltas, que se entremezclaba con el cantar de los pájaros y las guitarras de gauchos vagabundos. Llegaron a Jesús María: la hacienda del rey de España, administrada por su pariente don Juan de Figueroa, a quien le ocultó su identidad.

Siguieron hasta Caroya (estancia perteneciente al Colegio Montserrat). Cuando divisaron Córdoba: vieron a lo lejos casas blancas y amplias, con techos a dos aguas, y bellas iglesias súper adornadas al estilo jesuítico. La Catedral se denominaba aún “de la Compañía de Jesús”; habían (y aún existen) tres conventos de mujeres: las Teresas, las Catalinas y las Clarisas. Casualmente, se alojaron en el de las Teresas. Por intermedio de las monjas, María Antonia se relacionó con quien llegó a ser su gran amigo: don Ambrosio Funes, hermano del deán, Alcalde del Primer

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voto, Síndico, Gobernador, hombre cultísimo, de gran influencia, amigo de los jesuitas a quienes sostenía en el exilio, con su propio dinero (como también lo hizo María Antonia, gracias a las donaciones que recibía). Fino, elegante, un gran señor. Se le atribuye haber escrito la primera biografía de María Antonia (cuando aún estaba viva) “El estandarte de la mujer fuerte”. El Deán don Gregorio Funes, fue un gran patriota criollo. Hombre ilustrado, apoyaba a los jesuitas y se opuso en sendas ocasiones al reparto avaro del legado. Llegó a ser rector de la Universidad de Córdoba. Participó en la Revolución de Mayo y fue miembro de la Junta de Gobierno. Fue el dirigente del grupo de diputados del interior que presionó para ser incorporados a la Junta de inmediato, lo que se logró en diciembre de 1810. Le profesaron una gran devoción a su amiga.

Gracias a él y sus parientes, se iniciaron los ejercicios en Córdoba. Para eso, se habilitó la antigua casa que tenían los jesuitas.

Los más ilustres clérigos hicieron de oradores. La influencia benéfica de los ejercicios también hizo mella en

Córdoba, y se lograron conversiones

Pero Antula debía partir y la despidieron con lágrimas. Después de su partida, la reclamaban constantemente.

Con una criada menos (porque había muerto en Córdoba) se puso rumbo a Buenos Aires,

Debieron vadear dos ríos uno de los cuales, el Tercero, lo cruzaron en una especie de canastas de cuero. . María Antonia en Buenos Aires .

Demás está decir el cansancio que soportó para llegar a estas tierras, la desazón que produjo su arribo, la falta de respeto que debió soportar por parte de los vecinos, del Virrey y hasta del propio Obispo de Buenos Aires (monseñor Malvar y Pinto). Con todo, llegaron a quererla profundamente y a ayudarla económica y espiritualmente, respaldando su obra.

Al principio, a nadie le importaba lo que pedía, decía y menos todavía, su curriculum (cuando llegó a Buenos Aires, en 1779, ya se habían dado en otras regiones setenta y cuatro tandas de ejercicios -sesenta en el Tucumán y 14 en Córdoba-). Y fue denostada y menospreciada (le decían que eran jesuitas disfrazados, que estaba loca, etc.)

No obstante, en agosto de 1.780, comenzó a dar ejercicios en Buenos Aires.

Para 1781: fue tanta la concurrencia a los ejercicios que, en 29 semanas, no había habido más de uno o dos días de intervalo entre uno y otro.

En 1782 el Obispo de Córdoba le pidió al de Buenos Aires que vuelva a su provincia, pero se le niega.

Para 1783 llevaba ejercitadas a 15.000 personas en Buenos Aires. En 1785 comenzó también a dar ejercicios sólo para los clérigos. Para 1788: sumaron setenta mil las personas ejercitadas en

Buenos Aires. En 1789 se sintió muy enferma, sin embargo, hacia 1791, fue a

Colonia del Sacramento, Uruguay y dio diez tandas. De allí se dirigió a Montevideo y las tandas pasaron hasta casi

quinientas personas cada una. En ésa ciudad colonial, falleció su sobrina Raimunda Ruiz.

En 1792 volvió a Buenos Aires. Luego de re-instados los ejercicios en Buenos Aires, personas

generosas le prometieron donarle un solar para que ella tuviere una Casa propia y comenzaron los trámites para adquirir el terreno donde se levanta (actualmente) la Santa Casa de Ejercicios Espirituales, en avenida Independencia 1190 de Buenos

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Aires, la cual es administrada por la Sociedad Hijas del Divino Salvador, congregación que si bien no fue fundada por María Antonia, bien podemos tenerlas como continuadoras.

Antula, como muchas veces dijimos, no fue monja ni fundó orden, instituto o congregación religiosa alguna (ver el ítem subsiguiente, que guarda relación con este punto).

Era una laica que:

1° fue misionera en las ciudades, pueblos y caserío s de noroeste argentino;

2° propulsora de los ejercicios espirituales y

3° animadora de un grupo de mujeres (laicas también ) para que colaboraran con la Obra de los Ejercicios.

En cada uno de estos aspectos, su actuación fue extraordinaria.

Sus grandes amores: la Virgen María, el Señor Sacramentado, la caridad pastoral, nos enseñan un itinerario de vida, de perfección y de apostolado.

También nosotros, cualquiera sea nuestro estado o condición social, podemos y debemos dar una gran respuesta a la SANTISIMA TRINIDAD a través de un generoso servicio a los hermanos, se por el camino que fuere.

El día 6 de marzo de 1.799, al sentirse desfallecer, hizo su testamento ante el abogado y procurador Presbítero Dr. Felipe Martínez de Iriarte, pidiendo que se la entierre de pobre con mortaja, sin identificación de su sepulcro.

El día 7 de marzo de 1.799, falleció serena y santamente a la edad de 69 años.

Dicen que, al expirar, se vio un aura dorada salir de su cuerpo y que el ambiente quedó lleno de fragancia de flores. Sus exequias recién fueron celebradas varios meses después de su muerte.

La enterraron en el cementerio donde se encuentra en la actualidad la Iglesia de Nuestra Señora de la Piedad, en Bartolomé Mitre y Paraná, ciudad de Buenos Aires. En el año 1867 -69 años después de su muerte- se trató demoler la vieja iglesia de la Piedad para levantar la Basílica que hoy conocemos.

Las hijas de María Antonia, alarmadas de que se perdieran para siempre sus restos, acudieron a Monseñor Mariano de Escalada, quien ordenó que buscara los restos con cuidado. Muchos señores se empeñaron en encontrarlos pero no pudieron.

Durante las excavaciones para los cimientos de la iglesia se buscaron con esmero sus restos sin resultados positivos.

Desesperados de hallarlos, el 25 de mayo de 1867, estaban por retirarse los trabajadores cuando, según la declaración de decenas de personas, apareció una niña pequeña, muy linda, vestida de blanco y con el pelo rubio la cual, dirigiéndose al capataz, le preguntó:

• ¿A quién buscan?

• A la madre fundadora de los ejercicios. Respondió.

• No está aquí, caven en otra parte y allí la hallaran. Y señalando el lugar, les indicó.

• ¿cómo lo sabes? Le preguntaron atónitos.

• Mi Madre me lo ha dicho. Respondió.

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Cavaron en el sitio indicado por la niña y efectivamente hallaron la sepultura y los restos, que fueron identificados con facilidad y seguridad, por el trozo de ñandubay puesto en su cabecera por niñas beatas que la asistieron en su postrer momento (se guarda en la Santa Casa), junto con la cruz y el rosario. La niña desapareció misteriosamente, como visión sobrenatural.

El cuerpo había sido consumido por la tierra pero quedaban los huesos que fueron recogidos en una urna de madera y colocados en el camarín de la Virgen del Pilar en la Basílica de la Piedad.

En 1913 Monseñor Marcos de Ezcurra mandó construir un mausoleo con mármol de carrara, donde hoy están sus restos. En 1917 comenzó el proceso de beatificación.

María Antonia nos enseña también, la fuerza que nos da la fe vivida, la esperanza incondicionada y la caridad extremada.

Nos toca a nosotros rememorarla en sus virtudes, y como buenos hijos de nuestra tierra, estamos llamados exactamente a lo mismo.

Demos el sí y comencemos a caminar. . El interior de María Antonia, anuncio – invitació n – aceptación.

Bien podemos perfilarnos el interior de esta gran amiga, tanto como para tenerla de modelo de evangelizadora.

Es evidente que María Antonia se dejó cautivar por el mensaje Evangélico, que le fue anunciado por los jesuitas.

Éste mensaje, se inicia (en todos los casos) con el anuncio y (a la par) una invitación que es respondida de un modo personal y particular. Ese mensaje y consecuente aceptación, provocan alegría, porque se da una buena nueva, una nueva noticia: JESUS es el SEÑOR, quien por su pasión, muerte y resurrección, ha redimido al mundo.

Cuenta San Lucas que, una laica (como María Antonia), fue anunciada por el Ángel. Por su fiat (aceptación sin condicionamientos, convicción de la bondad y magnanimidad de DIOS PADRE que quería redimir a su pueblo), proclamó de modo especial y único la grandeza del SEÑOR, y su corazón se alegró.

Esta laica santa, paradigma de todos los laicos y consagrados, es tan luego, la SANTISIMA VIRGEN MARÍA. Y su alegría la llevó a prestar un humilde servicio: socorrer a una pariente (Isabel) que también daría a luz un hijo: Juan, el Precursor. Recordemos que Isabel (según los Santos Evangelios) se llenó de alegría y el niño que llevaba en su seno, saltó de gozo. Ése niño salió a preparar el camino del SEÑOR, a invitar al arrepentimiento y a la conversión.

Podemos afirmar, entonces, que el mensaje evangélico es esencialmente alegre, porque lo que se transmite es el AMOR.

Y obviamente, esa alegría debe ser compartida: comunicada, para que todos puedan celebrar el AMOR del SEÑOR, que por su pasión y muerte, nos redimió.

Como dijimos: María Antonia había recibido de los padres jesuitas, el mensaje, tomó los ejercicios espirituales (conversión y penitencia), se instruyó en las cosas sagradas, en las generales y en las particulares para organizar los Ejercicios Espirituales, para darlos a otros.

Una de las características de María Antonia es la extrema atención y seriedad con que acogió la enseñanza de los padres y la organización de los Ejercicios.

Quizás sin saberlo, se preparó veintidós años para continuarlos, cuando ellos ya no estuvieren.

Por eso, el EVANGELIO lo acogió con amor, y la impulsó a guardarlo y observarlo de forma escrupulosa, pues con él se llenarían de luz sus

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hermanos, los ejercitantes, aún sin tener acabada conciencia de lo que le deparaba el devenir de los tiempos.

Esa acogida sincera, gozosa y total, abrió las puertas para que el ESPIRITU SANTO, la llenase de sus dones.

Así, podemos observar la acción del ESPIRITU SANTO en María Antonia:

a. Se llenó de un SANTO TEMOR de DIOS, es decir, de un amor tan grande que le hizo temer el pecado;

b. Se impregnó de PIEDAD: que le permitió, través de la oración, intimar con DIOS y con sus hermanos. Esa comunicación con el SEÑOR, se infiere claramente de su propia misión. En dicho contexto, sus devociones particulares, no hacen más que demostrar que quería asemejarse a los santos y por tanto, ser SANTA como nuestro PADRE lo es (y así lo quiere). A los santos a los que toma como guía y quería asemejarse, es evidente que primero, había elegido MARÍA bajo la advocación de Nuestra Señora de la Piedad y de los Dolores (cuya imaginería era muy difundida en la época, y que invitaba a la constricción), SAN JOSÉ (de quien toma el nombre), San Antonio (su patrono), San Cayetano (a quien le ruega que la Providencia Divina no la abandone para cumplir su tarea), los santos jesuitas y en especial, San Ignacio de Loyola (quien recibió de la VIRGEN los Ejercicios Espirituales).

c. Se ejercitó en la FORTALEZA: que le dio la firmeza necesaria para superar los momentos difíciles, las contrariedades, las pruebas, etc. con paciencia.

d. Recibió, por su atención particular, el don de CIENCIA, que la ayudó a descubrir la presencia de DIOS y del prójimo.

e. Recibió también, el don de CONCEJO, en suplemento a su falta de experiencia hasta que la adquirió y también después, cuando debía elegir sacerdotes para dar los puntos de los ejercicios. Éste don fue tan evidente, que María Antonia, por su hábito de prudencia, llegó a certificar el comportamiento de los seminaristas que concurrían a los Ejercicios, requisito sin el cual no podían recibir el orden sagrado del sacerdocio.

f. No dejó de reflexionar la PALABRA de DIOS, que la iluminó y le enseñó las máximas del amor cristiano (don de ENTENDIMIENTO).

g. Finalmente, como recompensa a todos sus esfuerzos, virtudes y hábitos, obtuvo de DIOS el don de SABIDURÍA, que le permitió conocer lo bueno, detestar lo malo y dar lo mejor.

Obra misional – salida de la periferia existencial.

La acción del ESPIRITU SANTO, que la convirtió hija de la Iglesia, fue y es tan evidente, que llama la atención.

Ahora bien: no debemos dejar de tener en cuenta (como dijimos) que María Antonia era laica. No obstante, por su disposición particular, se consagró a la obra de los Ejercicios Espirituales que en rigor, era un trabajo arduo y no rentado. Era una labor absolutamente misional.

Implicaba ir de puerta en puerta, de todos los caseríos y viviendas, invitando a los Ejercicios, para la conversión de los pecadores.

De modo que era una laica que trabajaba, lo cual para su época, solo podía concebirse en el supuesto de las mujeres solas o con hijos, a los que tenían que mantener, por falta del marido y/o padre. Por otro lado, las mujeres que entraban en los Conventos, no salían para nada de éstos. No había órdenes o congregaciones de mujeres dedicadas a la evangelización misionera, salvo a modo de contemplación y en reclusión.

Como vimos, en el año 1767 (cuando María Antonia tenía treinta y siete años), los Jesuitas fueron expulsados de todo el Reino de España.

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La noticia llegó a Santiago del Estero a principios de agosto y la noche del 9 los jesuitas fueron aprehendidos y encaminados al destierro. El historiador santiagueño Luis Alen comentó: “…Quedaba interrumpida y destruida una obra misional de vastos alcances que había iniciado nuestra culturalización, la defensa y conversión de los naturales, su incorporación a la vida y al trabajo civilizado…Nada quedó en pie y durante años predominaron la ignorancia y el abandono de los jóvenes…”. Estas fueron, en parte, las causas eficientes de muchos de las injusticias sociales que se han dado, sin solución de continuidad, hasta el presente. Quitar a los hombres la posibilidad de instruirse en la VERDAD y en los valores fundamentales, es la por lo menos, una injusticia e inequidad, que clama al CIELO.

Ante esa situación, se cuenta que, a pesar de la gran desazón y tristeza que le produjo el hecho, no se dejó vencer por la tragedia.

Lo que más le preocupaba era la eventual desgracia moral en que caería la sociedad, ante la falta de los Padres Jesuitas, quienes se ocupaban del anuncio del Evangelio, la instrucción y la conversión. Esto no significa que las demás órdenes o el clero secular no se ocupasen, pero lo real era que los que preparaban y llevaban a cabo los Ejercicios en todas ciudades, eran los Jesuitas e incluso, los daban a los religiosos de las diversas órdenes.

Vemos que María Antonia, entonces, cautivada del Mensaje y convencida del bien que procuraban los Ejercicios Espirituales, sale del beaterio, lo cual implica una previa reflexión sobre el signo de su tiempo, en atención a la orden del SEÑOR: el Evangelio debe ser comunicado y proclamado: y lo que debe comunicarse es que JESUCRISTO es el SEÑOR, que murió y resucitó por nuestra salvación.

Así, se postró a los pies de la imagen de SAN FRANCISCO SOLANO, en el Convento que aún se ubica a una cuadra de donde era su casa, le pidió su protección y patrocinio, y se lanzó sin demora, a su misión.

Entonces: quien hasta entonces había sido una Marta y una María muy dentro del hogar (como esas amas de casa que, por diversas circunstancias, deben salir a trabajar), decidió salir.

Esto quiere decir que salió de su periferia existen cial a las demás periferias existenciales : primero, en la misma ciudad en la que vivía y luego, adentrándose en las poblaciones vecinas de Silípica, Loreto, etc.

Esa salida es paradójicamente, muy similar a la de Teresa de Ávila (con quien la comparamos), que después de veinte años de estar en el Convento de la Encarnación, haciendo oídos vanos al llamado del SEÑOR a su carisma, inició la gran reforma de los conventos carmelitas, de acuerdo a la misión que le había encomendado JESUCRISTO.

Y aquí se da otra paradoja. En efecto, vemos que: - MARIA se alegró y fue a la casa de Santa Isabel, para asistirla. - Teresa (quien era muy alegre y ocurrente) instada por el ESPIRITU SANTO y por

el mismo CRISTO que la apremiaba, salió del Convento. - María Antonia de Paz y Figueroa, como mujer evangelizada (en la que la Buena

Nueva hizo mella), salió para invitar a todos (hombres, mujeres, personas principales, esclavos, indios, mestizos) a incorporarse en la gran familia de los que hacen la voluntad del PADRE.

Pues bien: su salida tuvo las siguientes características: a. No fue solitaria, sino comunitaria. Algunas beatas la acompañaron y otras,

quedaron en las casas para disponer lo necesario para los ejercitantes que concurrieran;

b. Era impersonal: se invitaba a los Ejercicios sin hacer mención de sus propias personas.

c. La invitación gozaba de la gratuidad propia de las todas las obras de DIOS: ningún ejercitante pagaba por su estadía y/o por los gastos que fueren menester.

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d. Era alegre por esperanzadora: porque a la asistencia a los ejercicios, se seguía la conversión de los ejercitantes. Y desde el momento en que el candidato aceptaba la invitación, se producía la misma alegría que la del PADRE cuando ve regresar el hijo pródigo, que la de la mujer cuando encuentra la dracma, que la del pastor cuando recupera su oveja.

e. El bien máximo que quería procurar era la santidad de las almas, para mayor gloria de DIOS y salvación de aquellas.

f. Era intuitu personae: para todos, sin importar quien o quienes. g. Y siempre, al lado de su parroquia, es decir, hacía participar a los ejercitantes en

los diferentes servicios litúrgicos que se daban en las parroquias vecinas a las distintas casas de ejercicios que fue ocupando a lo largo de su trayectoria. Su actividad fue eclesial.

La síntesis sería la siguiente: llamado – aceptación – instrucción - conversión – salvación. Prosecución del bien común. Y para todos, sin importar sus diferencias. . Anuncio para todos .

Pobres y ricos, blancos, negros, mestizos, españoles y criollos. CRISTO vino para que todos se salven sin exclusión.

Y esto es exclusivo de su impronta, puesto que hasta ése entonces, los Ejercicios se daban por separado a españoles, criollos, mestizos, indios y esclavos: dos semanas para los primeros y dos semanas para los segundos. Eran tantos, que sobrepasaban las listas que se iban haciendo sobre los que se anotaban.

Lo cierto es que especialmente las damas españolas, llevaban sus criadas para que las atendieran.

Ocurría que uno de los pecados más comunes de la sociedad virreinal, era tan luego, el orgullo. Y una de las tantas formas que adopta el orgullo, son las diferencias sociales. Si a ello sumamos la soberbia de los intelectuales, se estaba en presencia de los pecados más mortales. Recordamos que así cayó el ángel más bello de la creación.

Un hecho tragicómico ocurrió en Córdoba, que conviene relatar para tomar conciencia de la diferencia de clases que había entonces: una mulata, protegida de un gentilhombre adinerado, se presentó acicalada con trajes y adornos costosos. Las señoras, antes semejante escándalo, resolvieron ponerle remedio: mandaron secuestrar a la jovencita, le quitaron sus galas, la hicieron azotar y la devolvieron a su dueño con ropa burda que correspondía a su condición social.

Por eso resultaba inexplicable que estas mismas damas, no desdeñaran mezclarse en la Casa de Recogimiento, con negras, pardas, domésticas y campesinas.

María Antonia trocó las diferencias. Se hacían listas comunes de las señoras, criadas, mestizas, naturales y pardas. Y las señoras, por el espíritu de penitencia que se les inspiraba durante los ejercicios, comenzaron a convivir y dormían al lado de las criadas a quienes atendían.

Eso era impensable para la época. Y si nos atenemos a las fechas, María Antonia logró la armonía y convivencia antes de que la Revolución Francesa proclamara la igualdad como fundamento del cambio social. Ambas, con consecuencias muy diferentes: la mentada igualdad francesa culminó con cientos de miles de muertos y la instauración del imperio, monarquía, república y nuevo imperio, con su consiguiente formación de clases privilegiadas.

Sin embargo, luego de su muerte, toda la sociedad de Buenos Aires (que había concurrido a los ejercicios de María Antonia) participó de la Revolución de Mayo, la abolición de la esclavitud y el establecimiento del principio de igualdad (Asamblea del año XIII).

Otro ejemplo de su impronta, es que no solo salió de su periferia existencia sino también, dejó de lado la auto - referencialidad.

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En primer lugar, recordamos que abandonó su pasado, su entorno primario, su ilustre apellido y el natural impulso de sentirse diferente de los demás por el estatus social de su familia.

Y en segundo lugar: si bien ella fue Beata de la Compañía de Jesús para siempre y celebraba la fiesta de San Ignacio y los demás santos jesuitas, muy a pesar del Virrey, lo cierto es que acudió a las otras órdenes religiosas para que provean los sacerdotes y religiosos que diesen los Ejercicios y administren los SACRAMENTOS.

Y los Ejercicios podían (y pueden) ser dados por todos los sacerdotes, sin importar su pertenencia al clero secular o religioso.

Y todo: PARA LA MAYOR GLORIA DE DIOS y LA SALVACIÓN DE LOS HOMBRES. Es decir: anuncio alegre y confiado del EVANGELIO, instrucción, llamado a la conversión, redención y procura del bien común por parte del ejercitante que, luego de esos beneficios, se lanza a su entorno y trasciende a su extorno.

En esto también operó el don de CONSEJO, pues siempre supo elegir los sacerdotes más impregnados de santidad y de sabiduría, quienes conocían las vicisitudes del tiempo en que les tocó vivir.

Por estos motivos y por el gran bien que se procuraba en las almas de los ejercitantes, el propio Obispo Malvar y Pinto, no solo costeaba el alquiler de las casas donde se alojaban los ejercitantes sino también, obligó a los seminaristas y sacerdotes a que concurrieran a los ejercicios que especialmente, se preparaban cada año para ello. Es decir: los sacerdotes bebían de la misma fuente de agua viva que los laicos, en total común unión con el pueblo. Particular importancia tenía la resocialización de las mujeres que se prostituían por necesidad y también, la asistencia de los presos. Las mujeres de vida difícil también concurrían a la Casa de Ejercicios y se produjeron muchísimas conversiones de ellas, quienes cambiaron su forma de vida, signada por las necesidades. También, cada día, María Antonia repartía la comida que se elaboraba en la Casa donde se realizaban los Ejercicios, con los presidiarios, a quienes visitaba y asistía.

Una vez, en un caso dudoso, el Virrey tuvo un sueño: María Antonia se le apareció (estando viva y en otro lugar) pidiendo por el preso. El Virrey revisó la causa y encontró deficiencias en la instrucción, por lo que lo dejó libre poco antes de cumplir la condena a muerte a la que había sido sentenciado. Cobra relevancia la atención de la preparación de las comidas para los ejercitantes, los pobres y los presidiarios. María Antonia salía con un carrito (que se conserva aún en la Santa Casa de Ejercicios Espirituales) para pedir comida.

1. La comida, artículos de limpieza, velas, etc. se obtenían mediante donaciones que la gente más acomodada le daba.

2. Dos o tres veces al año, se encaminaba a las quintas y chacras, para comprar con dinero (también donado) lo que fuere menester para las tandas que se sucedían.

3. Se servían cuatro platos moderados y bien sazonados, que eran elaborados por todas las beatas con mucho amor.

De esa forma: los ejercitantes no debían preocuparse por nada. Además, esos mismos platos eran compartidos con el Obispo,

quien se hacía traer la comida de la Casa de Ejercicios. María Antonia primereaba (invitaba), se involucraba (atendía

necesidades), acompañaba (con su asistencia y oraciones) y finalmente celebraba con los ejercitantes, el día en que salían de los retiros.

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Se trata de una caridad enorme, multiplicada al extremo durante las celebraciones eucarísticas. Pero su impronta dejó, por otra parte una gran enseñanza. En efecto: María Antonia tenía predilección por todos los pecadores: pobres y ricos, blancos, mestizos o negros, presidiarios, seminaristas, sacerdotes. Respecto de los que tenían un lugar más importante en la sociedad, sea por riquezas, sea por cultura, María Antonia los hacía recapacitar sobre los dones que se les habían dado, para que ayuden a su obra, destinada a todos. En ése entendimiento: los ricos y sabedores concurrían a los ejercicios y colaboraban para que el conjunto de la sociedad, pudieran asistir en las oportunidades en que se brindaban. Esto nos enseña a no desdeñar a nadie. En primer lugar, porque la NUEVA NOTICIA es para todos, sin exclusión. En segundo lugar, porque quienes más tienen quizás no saben que para ellos también ha venido CRISTO y que los talentos que han recibido, deben volcarlos a los demás y utilizarlos para crear una sociedad más justa. Y esto nos lleva a reflexionar a nosotros, para que, de comenzar una obra misional, sepamos que no tenemos que hacer acepción de personas porque en el fondo, todos tenemos carencias espirituales: el pobre la deja entrever con su sola presencia, el rico la esconde detrás de un ropaje o forma de vida que sin embargo, denota una pauperización espiritual manifiesta. A estos hermanos, también debemos llegar, como lo hizo nuestra María Antonia. Porque es un deber de equidad. Y CRISTO mismo, quien sintió especial predilección por lo más pobres, no dejó de partir el pan con los ricos. Al Sermón de la Montaña lo escucharon cinco mil personas (de toda clase y condición), y el pan y los pescados se repartieron entre todos. El SEÑOR no excluyó a Marta, a María y a Lázaro que tenían su casa y podían preparar lo necesario para recibirlo. Se alojó en lo de Zaqueo, quien luego se convirtió de corazón. José de Arimatea le dio un poco de tierra para su SANTO SEPULCRO. Los honró a todos con su amistad y hasta confió en uno su cuerpo puro e incorrupto, aunque lacerado. No segregó ni rechazó a persona alguna. Los mandó a todos, de dos en dos, a EVANGELIZAR, con especial atención de los más sufridos. Podemos afirmar que María Antonia ha sido una gran santa, y no quepa la menor duda de que, para nosotros, es una amiga en el CIELO, por lo que debemos pedir por su pronta beatificación y posterior canonización. Un pueblo sin memoria y sin gratitud, no es pueblo, pues la tradición es uno de los elementos que hacen a su cultura. III. LA ALEGRIA DEL EVANGELIO

El EVANGELIO es ALEGRÍA, GOZO que se transmite. El mensaje acarrea una felicidad única, porque por él sabemos que

somos amados desde siempre por DIOS y que por ése amor, gratuito y único, envió a su HIJO, quien sufrió, murió y resucitó por nosotros.

Y la verdad, es que a todos nos gusta ser amados. El punto radica en sentirnos amados, y no lo sentimos si no aceptamos que DIOS nos amó primero.

De manera que hay que aceptar esa verdad, esa realidad tan patente como tangible.

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Hoy, sábado ocho de marzo, celebramos el día de la Mujer y dentro de cinco días, el primer año del Pontificado de Francisco, nuestro querido Bergoglio.

Y ayer se cumplieron doscientos quince años del fallecimiento de María Antonia.

Hagamos esta relación de hechos: a. Cuando comenzó su misión, María Antonia ya era beata profesa de la Compañía

de Jesús. Y luego de determinarse a su obra, se arrodilló ante la imagen de San Francisco Solano, en gran misionero de nuestras tierras.

b. Nuestro Santo Padre Francisco (Jorge Bergoglio -jesuita-), tomó el nombre de Francisco de Asís, el gran santo que enseñaba su amor a todo lo creado, a la naturaleza, a la pobreza. Fundó una de las primeras órdenes mendicantes (evangelizadores/predicadores), es decir, de misioneros (pues hasta ese momento, la mayor parte de los sacerdotes estaban en el claustro y de allí no salían sino para ocupar cátedras, obispados y/o la Cátedra de San Pedro).

c. María Antonia y Jorge eran una laica consagrada y un sacerdote, respectivamente, de la Compañía de Jesús, encomendados a santos franciscanos que marcarían su camino de vida para llegar al señor y para que las personas y los pueblos, se evangelicen.

Es evidente la relación que existe entre la una y el otro, en su aspecto misionero.

De manera que la primera exhortación apostólica de Francisco, no podía sino ser un llamado a la Misión y un programa para su propio pontificado, que quedará signado por el retorno a la pobreza evangélica. Es decir: a ese tesoro despojado de todo lo que no sea de DIOS.

En la Exhortación EVANGELII GAUDIUM, Francisco convoca a una gran misión a todos los bautizados, porque el bautismo señala el inicio del discipulado. Es decir: cuando nos bautizamos nos convertimos en discípulos, pero no a secas sino en discípulos misioneros.

Por eso, su exhortación en una guía perfecta para que sepamos por donde debemos ir al encuentro de quienes serán nuestros compañeros de camino hacia el señor.

El punto es que tenemos que ir a buscarlos, y para ello, le pediremos a María Antonia que rece por nosotros y vele para que lleguemos juntos a CRISTO.

La guía indica que hay que “primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y celebrar”.

La similitud del mensaje del Santo Padre con la acción de María Antonia, es patente.

Por tanto, María Antonia es modelo para la Nueva Evangelización. . Breve análisis de la exhortación apostólica EVANGEL II GAUDIUM:

Es bueno saber cuál es la naturaleza de esta clase de documentos papales.

La exhortación apostólica es un documento pontificio que generalmente se promulga después de un Sínodo de Obispos y que forma parte del magisterio de la Iglesia, es decir, que guarda relación con la función de enseñar y la autoridad del Papa.

Una de las más conocidas fue la “Evangelii nuntiandi” de Pablo VI en 1975 sobre la evangelización del mundo moderno.

Evangelii Gaudium reconoce su causa eficiente en la XIII Asamblea General Ordinaria de Obispos celebrada en Roma, entre el 7 y el 28 de octubre de 2.012, sobre “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”.

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Francisco presenta el tema del anuncio del Evangelio en el contexto del mundo actual y lo manifiesta rubricado por la alegría, la renovación y el diálogo que debería mostrar una Iglesia de puertas abiertas.

El documento está compuesto por una introducción general al tema y cinco capítulos, a cual más precioso, rico y novedoso. En su introducción, Francisco plasma lo que realmente sentimos quienes llevamos a CRISTO en nuestro corazón: “LA ALEGRIA DEL EVANGELIO llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”. Es una ALEGRIA QUE SE RENUEVA Y SE COMUNICA , por lo cual, invita a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él.

Reconoce que hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Sin embargo, la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras “Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo”.

Se debe estar atento a la tentación, que aparece frecuentemente bajo forma de excusas y reclamos, como si debieran darse innumerables condiciones para que sea posible la alegría.

Pero sólo gracias a ese encuentro – o reencuentro – con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de una auto-referencialidad: “Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?”.

Evangelizar se traduce en alegría dulce y confortadora. Es un proceso que se inicia en el interior y que se completa hacia

afuera, porque la alegría es un bien, y el bien siempre tiende a comunicarse: “Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien. No deberían asombrarnos entonces algunas expresiones de san Pablo: <<El amor de Cristo nos apremia>> (2 Col, 14); <<¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!>> (1 Co 9, 16). La propuesta es vivir en un nivel superior, pero no con menor intensidad: <<La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad en la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás>>.

Un anuncio renovado ofrece a los creyentes, también a los tibios o no practicantes, una nueva alegría en la fe y una fecundidad evangelizadora. En realidad, su centro y esencia es siempre el mismo: el Dios que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado.

En la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, se tuvo en cuenta que la nueva evangelización convoca a todos y se realiza fundamentalmente en tres ámbitos.

a) El ámbito de la pastoral ordinaria, animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna. También se incluyen en este ámbito los fieles que conservan una fe católica intensa y sincera.

b) El ámbito de las personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo.

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c) El ámbito de quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado. Muchos de ellos buscan a Dios secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro, aun en países de antigua tradición cristiana. Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo sino <<por atracción>>.

La actividad misionera <<representa aun hoy día el mayor desafío para la Iglesia>> y <<la causa misionera debe ser la primera>>.

Y el objetivo no tiene por finalidad la autosatisfacción y/o la de un determinado grupo. Muy por el contrario: la Buena Nueva debe ser transmitida a todos, sin excepción. Y en especial, a aquellos que son pobres no solo por carencia de bienes materiales sin muy especialmente, aquellos que, como consecuencia de los muchos bienes materiales que poseen, no tienen siquiera noción de que el ser humano ha sido creado por AMOR y posee cuerpo, alma, espíritu y razón.

El hombre es imagen de DIOS, y DIOS es espíritu. Quitarle al hombre los bienes espirituales que constituyen su

primera herencia (divina) a través de mecanismos distorsivos de principios y valores (de modo que solo pueda entender que lo único que cuentan son sus bienes materiales), es un injusticia de aquellas que claman al CIELO, con más fuerza que la pobreza material. Porque muchas veces, los pobres tienen más valores que los ricos.

No obstante: la opción primera sigue siendo la misma: preferencial por los más pobres, por los que tengan menos de lo que sea.

Esto es: todos.

III. I. Capítulo Primero. Francisco habla de “LA TRANSFORMACION MISIONERA DE LA

IGLESIA”, y nos recuerda que la evangelización obedece al mandato misionero de Jesús: <<Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado>>.

I. 1. La Iglesia en salida: En la Palabra de Dios aparece permanentemente este

dinamismo de <<salida>> que Dios quiere provocar en los creyentes. Abraham, Moisés escuchó el llamado de Dios, A Jeremías le dijo: <<Adondequiera que yo te envíe irás>>. La alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera. La experimentan los setenta y dos discípulos, que regresan de la misión llenos de gozo (cf. Lc10, 17). La vive Jesús, que se estremece de gozo en el Espíritu Santo y alaba al Padre porque su revelación alcanza a los pobres y pequeñitos. El señor dice: <<Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido>> (Mc 1, 38). Cuando está sembrada la semilla en un lugar, ya no se detiene para explicar mejor o para hacer más signos allí, sino que el Espíritu lo mueve a salir hacia otros pueblos.

La Palabra tiene en sí una potencialidad que no podemos predecir.

El Evangelio habla de una semilla que, una vez sembrada, crece por sí sola también cuando el agricultor duerme. La Iglesia debe acepta esa libertad inaferrable de la

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Palabra, que es eficaz a su manera, y de formas muy diversas que suelen superar nuestras previsiones y romper nuestros esquemas.

La intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión <<esencialmente se configura como comunión misionera>>. Primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y f estejar.

La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. <<Primerear>>: sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn4, 10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear! Como consecuencia, la Iglesia sabe <<involucrarse>>. Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: <<Seréis felices si hacéis esto>> (Jn. 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesaria, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así <<olor a oveja>> y éstas escuchan su voz. Luego, la comunidad evangelizadora se dispone a <<acompañar>>. Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico. La evangelización tiene mucho de paciencia, y evita maltratar límites. Fiel al don del Señor, también sane <<fructificar>>. La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Por último, la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe <<festejar>>. Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo. 2. Pastoral en conversión <<Hoy la Iglesia presenta (…) Brota, por lo tanto, un anhelo

generoso y casi impaciente de renovación, es decir, de enmienda de los defectos que denuncia y refleja la conciencia, a modo de examen interior, frente al espejo del modelo que Cristo nos dejó de sí>>

El Concilio Vaticano II presentó la conversión como la apertura a una permanente reforma de sí por la fidelidad a Jesucristo: <<Toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación (…) Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad>>. 3. Una impostergable renovación eclesial. Francisco sueña con una opción misionera

capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansivas y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad.

La parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad.

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La parroquia es presencia eclesial en el territorio, ámbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración.

Las demás instituciones eclesiales, comunidades de base y pequeñas comunidades, movimientos y otras formas de asociación, son una riqueza de la Iglesia que el Espíritu suscita para evangelizar todos los ambientes y sectores. Muchas veces aportan un nuevo fervor evangelizador y una capacidad de diálogo con el mundo que renuevan a la Iglesia. Pero es muy sano que no pierdan el contacto con esa realidad tan rica de la parroquia del lugar, y que se integren gustosamente en la pastoral orgánica de la Iglesia particular. Esta integración evitará que se queden sólo con una parte del Evangelio y de la Iglesia, o que se conviertan en nómadas sin raíces.

Cada Iglesia particular, porción de la Iglesia católica bajo la guía de su obispo, también está llamada a la conversión misionera. Ella es el sujeto primario de la evangelización, ya que es la manifestación concreta de la única Iglesia en un mundo, y en ella <<verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Católica y Apostólica>>.

El obispo siempre debe fomentar la comunión misionera en su Iglesia diocesana siguiendo el ideal de las primeras comunidades cristianas, donde los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma. Para eso, a veces estará delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos. En su misión de fomentar una comunión dinámica, abierta y misionera, tendrá que alentar y procurar la maduración de los mecanismos de participación que propone el Código de Derecho Canónico.

Francisco reflexiona que: “…Dado que estoy llamando a vivir lo que pido a los demás, también debo pensar en una conversión del papado. Me corresponde, como Obispo de Roma, estar abierto a las sugerencias que se orienten a un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización….”.

La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del <<siempre se ha hecho así>>. Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades. 4. Desde el corazón del evangelio: Santo Tomás de Aquino enseñaba que en el

mensaje moral de la Iglesia también hay una jerarquía, en las virtudes y en los actos que de ellas proceden. Allí lo que cuenta es ante todo << la fe que se hace activa por la caridad>>.

En el anuncio del Evangelio es necesario que haya una adecuada proporción.

Así como la organicidad entre las virtudes impide excluir alguna de ellas del ideal cristiano, ninguna verdad es negada. No hay que mutilar la integridad del mensaje del Evangelio. 5. La misión que se encarna en los límites humanos. La Iglesia, que es discípula

misionera, necesita crecer en su interpretación de la Palabra revelada y en su comprensión de la verdad.

Juan Pablo II ha dicho que la Iglesia presta atención a sus aportes <<para sacar indicaciones concretas que le ayuden a desempeñar su misión de Magisterio>>. Debe haber una adecuación del lenguaje que perpetúe la verdad y la belleza.

Tanto los Pastores como todos los fieles que acompañen a sus hermanos en la fe o en un camino de apertura a Dios, no pueden olvidar lo que con tanta claridad enseña el Catecismo de la Iglesia católica: <<La imputabilidad y la

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responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o sociales>>. Por lo tanto, sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día.

Vemos así que la tarea evangelizadora se mueve entre los límites del lenguaje y de las circunstancias. 6. Una madre de corazón abierto.

La Iglesia <<en salida>> es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino.

La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. Si la Iglesia entera asume este dinamismo misionero, debe llegar a

todos, sin excepciones. Hoy y siempre, <<los pobres son los destinatarios privilegiados del

Evangelio>>, existe un vinculo inseparable ente nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos.

Francisco exhorta: “…Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Repito aquí para toda la Iglesia lo que muchas veces he dicho a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires: prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. III. II. Capítulo Segundo.

En la crisis del compromiso comunitario.

Conviene recordar brevemente cuál es el contexto en el cual nos toca vivir y actuar: “…Aliento a todas las comunidades a una <<siempre vigilante capacidad de estudiar los signos de los tiempos>>…”.

Previamente, es preciso esclarecer aquello que pueda ser un fruto del Reino y también aquello que atenta contra el proyecto de Dios. Esto implica no sólo reconocer e interpretar las mociones del buen espíritu y del malo, sino –y aquí radica lo decisivo- elegir las del buen espíritu y rechazar las del malo.

1. Algunos desafíos del mundo actual o lo que damos en llamar, los “NO” de Francisco.

- NO A UNA ECONOMIA DE LA EXCLUSION Y LA INEQUIDAD: Hubo Avances en el ámbito de la salud, la educación y las comunicaciones, pero los excluidos son más.

- NO A LA NUEVA IDOLATRIA DEL DINERO - NO A UN DINERO QUE GOBIERNA EN LUGAR DE SERVIR. Tras esta actitud

se esconde el rechazo de la ética y el rechazo de Dios. - NO A LA INEQUIDAD QUE GENERA VIOLENCIA 2. Algunos desafíos culturales: Evangelizamos también cuando tratamos de

afrontar los diversos que puedan presentarse. - Ataques a la libertad religiosa (en algunos países se ha alcanzado niveles de

odio y violencia extremos); - Cultura de la vanidad y la extravagancia (lo exterior; lo efímero; lo superficial, lo

fácil; - Nuevos movimientos sin DIOS o fundamentalistas: reacción frente al

materialismo.

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En la cultura predominante, el primer lugar está ocupado por lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido, lo superficial, lo provisorio. Lo real cede el lugar a la apariencia.

La fe católica de muchos pueblos se enfrenta hoy con el desafío de la proliferación de nuevos movimientos religiosos, algunos tendientes al fundamentalismo y otros que parecen proponer una espiritualidad sin Dios.

A pesar de toda la corriente secularista que invade las sociedades, en muchos países – aun donde el cristianismo es minoría- la Iglesia católica es una institución creíble ante la opinión pública, confiable en lo que respecta al ámbito de la solidaridad y de la preocupación por los más carenciados. En repetidas ocasiones ha servido de mediadora a favor de la solución de problemas que afectan a la paz, la concordia, la tierra, la defensa de la vida, los derechos humanos y ciudadanos, etc. ¡Y cuánto aportan las escuelas y universidades católicas en todo el mundo! Es muy bueno que así sea. Pero nos cuesta mostrar que, cuando planteamos otras cuestiones que despiertan menor aceptación pública, lo hacemos por fidelidad a las mismas convicciones sobre la dignidad humana y el bien común.

La familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y vínculos sociales. En el caso de la familia, la fragilidad de los vínculos se vuelve especialmente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus hijos. El matrimonio tiende a ser visto como una mera forma de gratificación afectiva que puede constituirse de cualquier manera y modificarse de acuerdo con la sensibilidad de cada uno.

3. Desafíos de la inculturación de la fe: El sustrato cristiano de algunos pueblos es una realidad viva.

Desafíos de la cultura urbana: la nueva Jerusalén, la Ciudad Santa, es el destino al que peregrina toda la sociedad. Es llamativo que la revelación nos diga que la plenitud de la humanidad y de la historia se realiza en una ciudad. Hay que reconocer la ciudad desde una mirada contemplativa, esto es, una mirada que habita en los hogares, en las calles, en las plazas.

4. Tentaciones de los agentes pastorales. Francisco da las gracias por los agentes pastorales y por todos los

que trabajan para la Iglesia, sin desconocer los graves hechos vergonzantes e algunos. - La globalización y las comunicaciones afectan en demasía. - Sí al desafío de la espiritualidad misionera; - Sí a las relaciones nuevas que genera JESUCRISTO; - No a la acedia egoísta; - No al pesimismo estéril; - No a la mundanidad espiritual (esconder detrás de apariencias de espiritualidad

e incluso de amor a la iglesia, la búsqueda de la gloria humana y el bienestar personal, en vez de la gloria de DIOS).

- No a la guerra entre nosotros. 5. Otros desafíos eclesiales: - Laicos: son simplemente la inmensa mayoría del pueblo de DIOS: - Los sacerdotes y religiosos se diferencian por la función, pero no tienen mayor

jerarquía. Deben participar más. - El aporte de la mujer, por sus cualidades. Pueden participar en los órganos de

decisión, pero guardando su lugar. - Las mujeres no acceden al sacerdocio, por una cuestión de función. - El sacerdocio reservado a los varones, es un signo de CRISTO ESPOSO que se

entrega en la Eucaristía. - Los jóvenes deben participar de modo especial.

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- Vocaciones: solo se dan en una comunidad fervorosa, con vida. Si la comunidad ha sido afectada por la acedia, no habrá vocaciones.

III. III. Capítulo Tercero

El anuncio del Evangelio. Explica Francisco que <<No puede haber auténtica evangelización

sin la proclamación explicita de que Jesús es el Señor>>, y sin que exista un <<primado de la proclamación de Jesucristo en cualquier actividad de evangelización>>.

Juan Pablo II expresó que, si la Iglesia <<debe cumplir su destino providencial, la evangelización, como predicación alegre, paciente y progresiva de la muerte y resurrección salvífica de Jesucristo, debe ser vuestra prioridad absoluta>>. Esto vale para todos.

1. Todo el pueblo de dios anuncia el evangelio. La evangelización es tarea de la Iglesia. Es ciertamente un misterio que hunde sus raíces en la Trinidad,

pero tiene su concreción histórica en un peregrino y evangelizador, lo cual siempre trasciende toda necesaria expresión institucional.

2. Un pueblo para todos. La salvación que Dios nos ofrece es obra de su misericordia. Pura

gracia. Él envía si Espíritu a nuestros corazones para hacernos sus hijos, para transformarnos y para volvernos capaces de responder con nuestra vida a ese amor. La Iglesia es enviada por Jesucristo como sacramento de la salvación ofrecida por Dios. Ella, a través de sus acciones evangelizadoras, colabora como instrumento de la gracia divina que actúa incesantemente más allá de toda posible supervisión.

Benedicto XVI al abrir las reflexiones del Sínodo decía: <<Es importante saber que la primera palabra, la iniciativa verdadera, la actividad verdadera viene de Dios y sólo si entramos en esta iniciativa divina, sólo si imploramos esta iniciativa divina, podremos también ser – con Él y en Él- evangelizadores>>. El principio de la primacía de la gracia debe ser un faro que alumbre permanentemente nuestras reflexiones sobre la evangelización.

Esta salvación, que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia, es para todos.

Ha elegido convocarlos como pueblo y no como seres aislados. Nadie se salva solo, esto es, ni como individuos aislado ni por sus propias fuerzas. Dios nos atrae teniendo en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que supone la vida en una comunidad humana. Jesús dice: <<Id y haced que todos los pueblos sean discípulos>>. Te llama a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor.

3. Un pueblo con muchos rostros. Este Pueblo de Dios se encarna en los pueblos de la tierra, cada

uno de los cuales tiene una cultura propia. La noción de cultura es una valiosa herramienta para entender las diversas expresiones de la vida cristiana que se dan en el Pueblo de Dios. Se trata del estilo de vida que tiene una sociedad determinada, del modo propio que tienen sus miembros de relacionarse entre sí, con las demás criaturas y con Dios.

En estos dos milenios de cristianismo, innumerable cantidad de pueblos han recibido la gracia de fe, la han hecho florecer en su vida cotidiana y la han transmitido según sus modos culturales propios. Cuando una comunidad acoge el anuncio de la salvación, el Espíritu Santo fecunda su cultura con la fuerza transformadora del Evangelio. De modo que, como podemos ver en la historia de la Iglesia, el cristianismo no tiene un único modo cultural, sino que, << permaneciendo plenamente uno mismo, en total fidelidad al anuncio evangélico y a la tradición eclesial,

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llevará consigo también el rostro de tantas culturas y de tantos pueblos en que ha sido acogido y arraigado>>.

En la inculturación, la Iglesia <<introduce a los pueblos con sus culturas en su misma comunidad>>.

Bien entendida, la diversidad cultural no amenaza la unidad de la Iglesia. Es el Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo, quien transforma nuestros corazones y nos hace capaces de entrar en la comunión perfecta de la Santísima Trinidad, donde todo encuentra su unidad. Él construye la comunión y la armonía del Pueblo de Dios. El mismo Espíritu Santo es la armonía, así como es el vínculo de amor entre el Padre y el Hijo. Él es quien suscita una múltiple y diversa riqueza de dones y al mismo tiempo construye una unidad que nunca es uniformidad sino multiforme armonía que atrae. La evangelización reconoce gozosamente estas múltiples riquezas que el Espíritu engendra en la Iglesia. No haría justicia a la lógica de la encarnación pensar en un cristianismo monocultural y monocorde. Si bien es verdad que algunas culturas han estado estrechamente ligadas a la predicación del Evangelio y al desarrollo de un pensamiento cristiano, el mensaje revelado no se identifica con ninguna de ellas y tiene un contenido transcultural. Por ello, en la evangelización de nuevas culturas o de culturas que no han acogido la predicación cristiana, no es indispensable imponer una determinada forma cultural, por más bella y antigua que sea, justo con la propuesta del Evangelio. El mensaje que anunciamos siempre tiene algún ropaje cultural, pero a veces en la Iglesia caemos en la vanidosa sacralización de la propia cultura, con lo cual podemos mostrar más fanatismo que auténtico fervor evangelizador.

Los Obispos de Oceanía pidieron que allí la Iglesia <<desarrolle una comprensión y una presentación de la verdad de Cristo que arranque de las tradiciones y culturas de la región>>, e instaron <<a todos los misioneros a operar en armonía con los cristianos indígenas para asegurar que la fe y la vida de la Iglesia se expresen en formas legítimas adecuadas a cada cultura>>.

4. Todos somos discípulos misioneros. (esto es muy importante). En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios

se ha convertido en discípulo misionero. Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. Esta convicción se convierte en un llamado dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos <<discípulos>> y <<misioneros>>, sino que somos siempre <<discípulos misioneros>>.

La samaritana, apenas salió de su diálogo con Jesús, se convirtió en misionera, y muchos samaritanos creyeron en Jesús <<por la palabra de la mujer>>. También san Pablo, a partir de su encuentro con Jesucristo, <<enseguida se puso a predicar que Jesús era el Hijo de Dios>>.

5. La fuerza evangelizadora de la piedad popular. Cuando en un pueblo se ha inculturado el Evangelio, en su proceso

de transmisión cultural también transmite la fe de maneras siempre nuevas; de aquí la importancia de la evangelización entendida como inculturación.

Puede decirse que << el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo>>. Aquí toma importancia la piedad popular, verdadera expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios. Se trata de una realidad en permanente desarrollo, donde el Espíritu Santo es el agente principal.

En el Documento de Aparecida se describen las riquezas que el Espíritu Santo despliega en la piedad popular con su iniciativa gratuita.

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Se trata de una verdadera <<espiritualidad encarnada en la cultura de los sencillos>>.

Pienso en la fe firme de esas madres al pie del pecho del hijo enfermo que se aferran a un rosario aunque no sepan hilvanar las proposiciones del Credo, o en tanta carga de esperanza derramada en una vela que se enciende en un humilde hogar para pedir ayuda a María, o en esas miradas de amor entrañable al Cristo crucificado.

En la piedad popular por ser fruto del Evangelio inculturado, subyace una fuerza activamente evangelizadora que no podemos menospreciar.

6. Persona a persona. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata,

tanto a los más cercanos como a los desconocidos. 7. Carismas al servicio de la comunión evangelizadora

El Espíritu Santo también enriquece a toda la Iglesia evangelizadora con distintos carismas. Son dones para renovar y edificar la Iglesia. No son un patrimonio cerrado, entregado a un grupo para que lo custodie; más bien son regalos del Espíritu integrados en el cuerpo eclesial, atraídos hacia el centro que es Cristo, desde donde se encauzan en un impulso evangelizador. Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad.

8. Cultura, pensamiento y educación. El anuncio a la cultura implica también un anuncio a las culturas

profesionales, científicas y académicas. Se trata del encuentro entre la fe, la razón y las ciencias, que procura desarrollar un nuevo discurso de la credibilidad, una original apologética que ayude a crear las disposiciones para que el Evangelio sea escuchado por todos.

La teología en diálogo con otras ciencias y experiencias humanas, tiene gran importancia para pensar cómo llegar la propuesta del Evangelio a la diversidad de contextos culturales y de destinatarios.

Las Universidades son un ámbito privilegiado para pensar y desarrollar este empeño evangelizador de un modo interdisciplinario e integrador. Las escuelas católicas, que intentan siempre conjugar la tarea educativa con el anuncio explícito del Evangelio, constituyen un aporte muy valioso a la evangelización de la cultura.

9. La homilía. La homilía es la piedra de toque para evaluar la cercanía y la

capacidad de encuentro de un Pastor con su pueblo. Pide Francisco: “…Renovemos nuestra confianza en la

predicación, que se funda en la convicción de que es Dios quien quiere llegar a los demás a través del predicador y de que Él despliega su poder a través de la palabra humana…”.

10. El contexto litúrgico. Cabe recordar ahora que <<la proclamación litúrgica de la Palabra

de Dios, sobre todo en el contexto de la asamblea eucarística, no es tanto un momento de meditación y de catequesis, sino que es el diálogo de Dios con su pueblo, en el cual son proclamadas las maravillas de la salvación y propuestas siempre de nuevo las exigencias de la alianza. La homilía no puede ser un espectáculo entretenido, no responde a la lógica de los recursos mediáticos, pero debe darle el fervor y el sentido a la celebración. Es un género peculiar que se trata de una predicación dentro del marco de una celebración litúrgica, por consiguiente, debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase.

11. La conversación de la madre. La Iglesia es madre y predica al pueblo como una madre que le

habla a su hijo, sabiendo que el hijo confía que todo lo que se le enseñe será para bien porque se sabe amado.

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12. Palabras que hacen arder los corazones. La predicación puramente moralista o adoctrinadora, y también la

que se convierte en una clase de exégesis, reducen esta comunicación entre corazones que se da en la homilía y que tiene que tener un carácter cuasi sacramental: <<La fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Cristo>>.

El desafío de una prédica incultural está en evangelizar la síntesis, no ideas o valores sueltos. Dónde está tu síntesis, allí está tu corazón.

Hablar de corazón implica tenerlo no sólo ardiente, sino iluminado por la integridad de la Revelación y por el camino que esa Palabra ha recorrido en el corazón de la Iglesia y de nuestro pueblo fiel a lo largo de su historia.

13. La preparación de la predicación. el culto a la verdad El primer paso, después de invocar al Espíritu Santo, es prestar

toda la atención al texto bíblico, que debe ser el fundamento de la predicación. Ante todo conviene estar seguros de comprender adecuadamente

el significado de las palabras que leemos. Es verdad que, para entender adecuadamente el sentido del

mensaje central de un texto, es necesario ponerlo en conexión con la enseñanza de toda la Biblia, transmitida por la Iglesia.

14. La personalización de la Palabra. El predicador <<debe ser el primero en tener una gran familiaridad

personal con la Palabra de Dios: no le basta conocer su aspecto lingüístico o exegético, que es también necesario; necesita acercarse a la Palabra con un corazón dócil y orante, para que ella penetre a fondo en sus pensamientos y sentimientos y engendre dentro de sí una mentalidad nueva>>.

15. La lectura espiritual. Hay una forma concreta de escuchar lo que el Señor nos quiere

decir en su Palabra y de dejarnos transformar por el Espíritu. Es lo que llamamos <<lectio divina>>. Consiste en la lectura de la Palabra de Dios en un momento de oración para permitirle que nos ilumine y nos renueve.

Tratar de descubrir qué le dice ese mismo mensaje a la propia vida: <<Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje? ¿Qué me molesta en este texto? ¿Por qué esto no me molesta?>>.

16. Un oído en el pueblo. El predicador necesita también poner un oído en el pueblo, para

descubrir lo que los fieles necesitan escuchar. Un predicador es un contemplativo de la Palabra y también un contemplativo del pueblo. En esta búsqueda es posible acudir simplemente a alguna experiencia humana frecuente, la alegría de un reencuentro, las desilusiones, el miedo a la soledad, la compasión por el dolor ajeno, la inseguridad ante el futuro, la preocupación por un ser querido, etc.; pero hace falta ampliar la sensibilidad para reconocer lo que tenga que ver realmente con la vida de ellos. Nunca hay que responder preguntas que nadie se hace.

17. Recursos pedagógicos. Algunos creen que pueden ser buenos predicadores por saber lo

que tienen que decir, pero descuidan el cómo. <<La evidente importancia del contenido no debe hacer olvidar la importancia de los métodos y medios de la evangelización>>. Uno de los esfuerzos más necesarios es aprender a usar imágenes en la predicación, es decir, a hablar con imágenes.

Ya decía Pablo VI que los fieles <<esperan mucho de esta predicación y sacan fruto de ella con tal que sea sencilla, clara, directa, acomodada>>.

18. Una evangelización para la profundización del kerigma. El primer anuncio debe provocar también un camino de formación y

de maduración. La evangelización también busca el crecimiento, que implica tomarse muy en serio a cada persona y el proyecto que Dios tiene sobre ella. Cada ser humano

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necesita más y más de Cristo, y la evangelización no debería consentir que alguien se conforme con poco, sino que pueda decir plenamente: <<Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí>>.

Por otra parte, este camino de respuesta y de crecimiento está siempre precedido por el don, porque lo antecede aquel otro pedido del Señor: <<bautizándolos en el nombre… >>. La filiación que el Padre regala gratuitamente y la iniciativa del don de su gracia son la condición de posibilidad de esta santificación constante que agrada a Dios y le da gloria. Se trata de dejarse transformar en Cristo por la progresiva vida <<según el Espíritu>>.

19. Una catequesis kerygmática y mistagógica. Hemos redescubierto que también en la catequesis tiene un rol

fundamental el primer anuncio o <<kerygma>>, que debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial.

El kerigma es trinitario. Es el fuego del Espíritu que se dona en lenguas y nos hace creer en Jesucristo, que con su muerte y resurrección nos revela y nos comunica la misericordia infinita del Padre. En la boca del catequista vuelve a resonar siempre el primer anuncio: << Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte>>.

Otra característica de la catequesis, que se ha desarrollado en las últimas décadas, es la de una iniciación mistagógica que significa básicamente dos cosas: la necesaria progresividad de la experiencia formativa donde interviene toda la comunidad y una renovada valoración de los signos litúrgicos de la iniciación cristiana.

Es bueno que toda catequesis preste una especial atención al <<camino de la belleza>> (via pulcbritudinis). Anunciar a Cristo significa mostrar en creer en Él y seguirlo no es sólo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo profundo, aun en medio de las pruebas. En esta línea, todas las expresiones de verdadera belleza pueden ser reconocidas como un sendero que ayuda a encontrarse con el Señor Jesús.

Es deseable que cada Iglesia particular aliente el uso de las artes en su tarea evangelizadora, en continuidad con la riqueza del pasado, pero también en la vastedad de sus múltiples expresiones actuales, en orden a transmitir la fe en un nuevo << lenguaje parabólico >>. Hay que atreverse a encontrar los nuevos signos, los nuevos símbolos, una nueva carne para la transmisión de la Palabra, las formas diversas de belleza que se valoran en diferentes ámbitos culturales, e incluso aquellos modos no convencionales de belleza, que pueden ser poco significativos para los evangelizadores, pero que se han vuelto particularmente atractivos para otros.

20. El acompañamiento personal de los procesos de crecimiento. El auténtico acompañamiento espiritual siempre se inicia y se lleva adelante en el ámbito del servicio a la misión evangelizadora. La relación de Pablo con Timoteo y Tito es ejemplo de este acompañamiento y formación en medio de la acción apostólica. Al mismo tiempo que les confía la misión de quedarse en cada ciudad para << terminar de organizarlo todo>>.

21. En torno a la Palabra de Dios. La homilía debe alimentarse de la Palabra de Dios. Toda la

evangelización está fundada sobre ella, escuchada, meditada, vivida, celebrada y testimoniada. Las Sagradas Escrituras son fuente de la evangelización. Por lo tanto, hace falta formarse continuamente en la escucha de la Palabra. La Iglesia no evangeliza si no se deja continuamente evangelizar.

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III. IV. Capítulo Cuarto. La dimensión social de la evangelización.

Evangelizar es hacer presente en el mundo el Reino de DIOS. Pero es una definición muy imprecisa. Porque la realidad es más rica, compleja y dinámica, por eso no debemos empobrecerla.

1. las repercusiones comunitarias y sociales del kerygma. - El Kerygma tiene un contenido ineludiblemente social: en el corazón mismo del

Evangelio está a vida comunitaria y el compromiso con los otros. - El contenido del primer anuncio tiene repercusión moral cuyo centro es la

caridad.

2. Confesión de la fe y compromiso social. En el credo del pueblo de DIOS se resume el amor y la dignidad que confiere el KERYGMA. Hay una evidente conexión entre evangelización y promoción humana.

3. Es el Reino que nos reclama. - La propuesta no es solamente personal. - No somos parte de la iglesia para sentirnos bien. - En la medida que CRISTO reina en nosotros, la vida social será ámbito de paz,

justicia y fraternidad. - Buscamos su REINO, el REINO es acá, ahora. - 4. La enseñanza de la Iglesia sobre cuestiones sociales.

El Magisterio de la Iglesia sobre cuestiones sociales siempre se renueva. Se adapta a cada instancia y circunstancia.

Una auténtica fe que nunca es cómoda e individualista, implica el deseo de cambiar el mundo. Y ponemos nuestra semilla. ¿Dónde?

5. La inclusión social de los pobres. Unidos a DIOS escuchamos su clamor. a. De ellos es el Reino de los Cielos y si el Reino está aquí, debemos acercarnos

para vivir a su lado. b. Debemos trabajar por los derechos no del hombre sino de los pueblos.

Lamentablemente, los derechos humanos pueden ser utilizados como justificación de una defensa exacerbada de los derechos individuales o de los derechos de los pueblos más ricos. Para hablar adecuadamente de nuestros derechos debemos ampliar más la mirada y abrir los oídos al clamor de otros pueblos u otras regiones del país.

c. Oír su clamor implica educación, acceso al cuidado de la salud, al trabajo que dignifica, todo lo que acreciente la dignidad de su vida.

6. Fidelidad al Evangelio para no correr en vano.

a. Hay que tener misericordia. b. Practicar la limosna: salva, libra de la muerte, purifica el pecado. c. En las Bienaventuranzas está el camino.

7. El lugar privilegiado de los pobres en el Pueblo de DIOS.

El corazón de DIOS tiene un lugar privilegiado para los pobres,

tanto que ÉL mismo se hizo pobre.

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Todo el camino de redención está signado por los pobres. La salvación vino a través del sí de una humilde muchacha de un

pequeño pueblo. El SALVADOR nación en u pesebre. El ESPÍRITU vino a JESÚS para anunciar el Evangelio a los pobres.

Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, o sociológica, política, filosófica.

La iglesia debe ser pobre para los pobres. Porque los pobres conocen a CRISTO por su sensus fidei y por los dolores.

El compromiso no consiste en programas de ayuda, de promoción, sino en una atención especial.

No es ayudar con una limosna sino procurar su bien. La peor discriminación es la falta de atención espiritual.

8. Economía y distribución de ingresos.

Hay términos que solo son políticos. Molesta cuando se habla de ética, de preservar fuentes de trabajo, de cuidar el medio ambiente para generaciones futuras.

Hay mucha indiferencia. No obstante, los empresarios, los profesionales (universitarios o no), debemos comprometernos y lavar los pies.

9. Cuidar la fragilidad en especial. . personas sin techo, . Toxicómanos, . Migrantes, . víctimas de la violencia doméstica o social . Víctimas de trata . Los niños por nacer . Restantes criaturas

10. El bien común y la paz social La paz es tranquilidad en el orden. La paz repercute en el bien de

la sociedad. Para construir la paz, se deben observar cuatro postulados:

1. el tiempo es superior al espacio; 2. la unidad prevalece al conflicto; 3. la realidad es más importante que la idea; 4. el todo es superior a la parte.

11. el diálogo social como contribución a la paz.

La Iglesia proclama el Evangelio la Paz. Los bautizados misioneros somos instrumentos de la paz.

Se logra con el dialogo: a. diálogo entre la fe, la razón y las ciencias; b. diálogo ecuménico; c. diálogo con los hermanos judíos; d. diálogo interreligioso; e. diálogo social en un contexto de libertad religiosa;

La verdadera apertura implica mantenerse firme en las propias convicciones más hondas pero abiertos a comprender las del otro. No es una apertura diplomática (si a todo), sino de intercambio

Debe haber libertad religiosa. Quienes buscan la verdad, la bondad y la belleza, buscan a DIOS.

Si no tienen religión, también son aliados.

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III. V. Capítulo Quinto. Evangelizadores con espíritu

Quiere decir quienes se abren sin temor a la acción del ESPÍRITU.

Es lo que pasó en PENTECOSTÉS. a. Hizo salir a los apóstoles. b. Los hizo salir con parresía (audacia) c. Apoyados en la oración.

1. Motivaciones para un nuevo impulso misionero.

- Primero y principal: la oración. - Peligro: que se vuelva una excusa para no salir.

2. El encuentro personal con el amor de JESÚS que nos salva - Primero: ÉL nos ve: le dice a Mateo: te vi sentado debajo de la higuera. - No dejamos cautivar y nace así, el transmitirlo a los demás.

3. El gusto espiritual de ser pueblo.

Si nos sentimos enamorados, somos de su pueblo, ese que se incultura en otros pueblos. El misionero desborda de amor, de alegría, de belleza.

YO SOY UNA MISIÓN EN ESTA TIERRA.

4. La acción misteriosa del RESUCITADO y de su ESPÍRITU. La asedia espiritual viene de: ¿para qué haré esto si no lo puedo

cambiar? O simplemente: esto no cambia. Uno siembra: no tenemos que ver qué ocurre luego. El sembrador

siembra, luego de la ornada se va a descansar, la semilla prende y no sabe cómo. Decidida confianza en el ESPÍRITU SANTO. 5. La fuerza misionera de la intercesión.

Tiene una gran fuerza rezar por los demás. Es un agradecimiento a DIOS por el otro. MARÍA, MADRE DE LA EVANGELIZACIÓN. Por su sí. Porque supo convertir una cueva de animales en a casa de JESÚS. Porque CRISTO nos la regaló cuando ELLA estaba al pie de la cruz. Como madre: sabe todo, nos cuida, protege, intercede. Es la Estrella de la NUEVA EVANGELIZACIÓN.