marcos g. punto final de partida en el paraÍso · debía titularse, según reza el ori-ginal ruso,...

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Por Mauro Armiño L a marabunta electoral da, a par- tir de esta semana, un respiro, mientras unos cuantos ayunta- mientos y comunidades se re- parten poderes y concejalías, después de haber prometido el oro y el moro. “Las pro- mesas se hacen para no cumplirlas”, decía el viejo profesor cínico. Pero aunque llue- va sobre mojado, los españolitos no apren- den: entre la tabarra, todos se han empere- jilado con buenas intenciones y artificiales paraísos de honradez, prosperidad, inteli- gencia, etc.; Rajoy el Inane ni siquiera ha citado la palabra corrupción, consiguien- do poner, como el resto, en un difícil bre- te a la “gente”: término curioso, cuyo ori- gen romano de “clientela” se ha difumina- do: mucha izquierda en el corazón, pero hasta IU y Podemos ha desterrado términos más comprometidos, “pueblo”, “clases tra- bajadoras”, “ciudadanos”, etc. Y ese brete en el que han puesto a la ciudadanía con- cuerda con la idea de otro cínico, Jorge Luis Borges; según el autor de Historia universal de la infamia, nos ponen delante una lista de facinerosos (el término empleado por el argentino es más despectivo) para que eli- jamos al nuestro, al corrupto que es de los nuestros. Parece que la corrupción es cosa de familia. Perogrulladas y delitos. Para la antología del recuerdo quedan perogrulladas como esas naumaquias prometidas por el aspirante so- cialista a alcaldía madrileña; nada compa- rado con algo que parece befa de los para- dos, de quienes, según el presidente del Go- bierno, ya nadie habla, ni siquiera en los ho- gares de los cinco millones sin empleo, don- de los temas más socorridos deben de ser el precio del caviar o de los chalets de Marbe- lla. Mucho hacer leyes, pero a nadie se le ha ocurrido calificar de delito estupideces tan obscenas como ésa. Por no hablar de la ine- fable Esperanza Aguirre, que nos abre en su locuacidad de loro una ventana al infinito con su idea de “erradicar”, es decir, cortar de raíz, a los mendigos de las calles de Ma- drid: “Hay personas, generalmente de ori- gen extranjero y muchas veces pertenecien- do a organizaciones” a las que no quiso ca- lificar de mafias, según Servimedia, que dor- mían en la calle pero “se las arreglaban pa- ra vivir muy bien”. Dejando a un lado lo de “origen extranjero”, parece la definición de lo que es un partido político, aunque los su- yos no duerman en la calle. Ruido de hachas. Según algunos, amanece el final de la sociedad basura que hemos construido, y se oye el ruido del hacha so- bre los guindos de El jardín de los cerezos, una de las obras maestras del teatro, del ru- so Anton Chéjov, cuya interesante Corres- pondencia con su esposa, la actriz Olga Knipper, acaba de publicar Páginas de Es- puma, editorial en la que también ha apa- recido el primer tomo de los Cuentos com- pletos; en este género del relato Chéjov es- tá considerado como el más importante de la literatura, al lado de Edgar Allan Poe y de Maupassant. En la sala del Teatro Valle-In- clán (Centro Dramático Nacional), alumnos del Teatro de Cámara Chéjov han rendido su homenaje a Ángel Gutiérrez, un niño de la guerra que vivió en Rusia hasta la llegada de la democracia y que de allí se trajo las lec- ciones de Stanislavsky, con cuyos discípulos aprendió teatro. En su Teatro de Cámara, des- de los años 80, algunos actores jóvenes aprendieron esa disciplina en sus fuentes mientras la mayoría de las escuelas seguían el famoso “método” del Actor’s Studio neo- yorquino, una variante norteamericana de las innovaciones de Stanislavsky. Quizá sea el último montaje del viejo profesor, que ya vive en un hospital, y a quien algo debe nues- tro teatro; por desgracia, el montaje no tie- ne la frescura que tuvieron sus primeros tra- bajos en Madrid, pese a contar con actores que se criaron en su escuela, como Marta Beláustegui, Jesús Salgado, etc. Por todos han pasado los años, y algunas promesas de aquel tiempo no han madurado lo que prometían. Última obra también de Chéjov que, an- tes de morir ese mismo año del estreno, 1904, barruntó la necesidad de unos cam- bios sociales que, en el caso de la Rusia za- rista, arrancaron nada más empezar el año DE LA CULTURA Y LA CIENCIA 50 25–31 de mayo de 2015. nº 1111 FINAL DE PARTIDA EN EL PARAÍSO Una escena de ‘El jardín de los cerezos’, de Chéjov, que se representa en el Teatro Valle-Inclán.. MARCOS G. PUNTO

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Por Mauro Armiño

La marabunta electoral da, a par-tir de esta semana, un respiro,mientras unos cuantos ayunta-mientos y comunidades se re-

parten poderes y concejalías, después dehaber prometido el oro y el moro. “Las pro-mesas se hacen para no cumplirlas”, decíael viejo profesor cínico. Pero aunque llue-va sobre mojado, los españolitos no apren-den: entre la tabarra, todos se han empere-jilado con buenas intenciones y artificialesparaísos de honradez, prosperidad, inteli-gencia, etc.; Rajoy el Inane ni siquiera hacitado la palabra corrupción, consiguien-do poner, como el resto, en un difícil bre-te a la “gente”: término curioso, cuyo ori-gen romano de “clientela” se ha difumina-do: mucha izquierda en el corazón, perohasta IU y Podemos ha desterrado términosmás comprometidos, “pueblo”, “clases tra-bajadoras”, “ciudadanos”, etc. Y ese breteen el que han puesto a la ciudadanía con-cuerda con la idea de otro cínico, Jorge LuisBorges; según el autor de Historia universalde la infamia, nos ponen delante una listade facinerosos (el término empleado por elargentino es más despectivo) para que eli-

jamos al nuestro, al corrupto que es de losnuestros. Parece que la corrupción es cosade familia.

Perogrulladas y delitos. Para la antología delrecuerdo quedan perogrulladas como esasnaumaquias prometidas por el aspirante so-cialista a alcaldía madrileña; nada compa-rado con algo que parece befa de los para-dos, de quienes, según el presidente del Go-bierno, ya nadie habla, ni siquiera en los ho-gares de los cinco millones sin empleo, don-de los temas más socorridos deben de ser elprecio del caviar o de los chalets de Marbe-lla. Mucho hacer leyes, pero a nadie se le haocurrido calificar de delito estupideces tanobscenas como ésa. Por no hablar de la ine -fable Esperanza Aguirre, que nos abre en su

locuacidad de loro una ventana al infinitocon su idea de “erradicar”, es decir, cortarde raíz, a los mendigos de las calles de Ma-drid: “Hay personas, generalmente de ori-gen extranjero y muchas veces pertenecien-do a organizaciones” a las que no quiso ca-lificar de mafias, según Servimedia, que dor-mían en la calle pero “se las arreglaban pa-ra vivir muy bien”. Dejando a un lado lo de“origen extranjero”, parece la definición delo que es un partido político, aunque los su-yos no duerman en la calle.

Ruido de hachas. Según algunos, amaneceel final de la sociedad basura que hemosconstruido, y se oye el ruido del hacha so-bre los guindos de El jardín de los cerezos,una de las obras maestras del teatro, del ru-so Anton Chéjov, cuya interesante Corres-pondencia con su esposa, la actriz OlgaKnipper, acaba de publicar Páginas de Es-puma, editorial en la que también ha apa-recido el primer tomo de los Cuentos com-pletos; en este género del relato Chéjov es-tá considerado como el más importante dela literatura, al lado de Edgar Allan Poe y deMaupassant. En la sala del Teatro Valle-In-clán (Centro Dramático Nacional), alumnosdel Teatro de Cámara Chéjov han rendido suhomenaje a Ángel Gutiérrez, un niño de laguerra que vivió en Rusia hasta la llegada dela democracia y que de allí se trajo las lec-ciones de Stanislavsky, con cuyos discípulosaprendió teatro. En su Teatro de Cámara, des-de los años 80, algunos actores jóvenesaprendieron esa disciplina en sus fuentesmientras la mayoría de las escuelas seguíanel famoso “método” del Actor’s Studio neo-yorquino, una variante norteamericana delas innovaciones de Stanislavsky. Quizá seael último montaje del viejo profesor, que yavive en un hospital, y a quien algo debe nues-tro teatro; por desgracia, el montaje no tie-ne la frescura que tuvieron sus primeros tra-bajos en Madrid, pese a contar con actoresque se criaron en su escuela, como MartaBeláustegui, Jesús Salgado, etc. Por todos hanpasado los años, y algunas promesas de aqueltiempo no han madurado lo que prometían.

Última obra también de Chéjov que, an-tes de morir ese mismo año del estreno,1904, barruntó la necesidad de unos cam-bios sociales que, en el caso de la Rusia za-rista, arrancaron nada más empezar el año

DE LA CULTURA Y LA CIENCIA

50 25–31 de mayo de 2015. nº 1111

FINAL DEPARTIDA ENEL PARAÍSO

Una escena de ‘El jardín de los cerezos’, de Chéjov, que se representa en el Teatro Valle-Inclán..MARCOS G. PUNTO

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siguiente, con las sublevaciones tras el ase-sinato de unos 200 manifestantes el 9 de ene-ro, y que culminaron trece años más tardecon la Revolución Rusa. Final de partida, ti-tulaba Samuel Beckett. Otra cosa es que esoscambios construyeran una sociedad nueva.Hay títulos de obras literarias con suerte, yEl jardín de los cerezos es uno de ellos, por-que no se trata de ningún jardín ni tampocode cerezas. Debía titularse, según reza el ori-ginal ruso, El huerto de los guindos, comoexplica Isabel Vicente en su edición de éstay tres grandes obras chejovianas más (La ga-viota, El tío Vania, Las tres hermanas, Edi-ciones Cátedra); al parecer, cuestiones cli-máticas hacen que, debido al frío, en Rusia,no se den nuestras cerezas, sino su varianteconocida como guinda. Se non è vero... Pe-ro lo cierto es que como jardín y cerezos hapasado al teatro europeo.

En sus cuatro actos, Chéjov trama la des-pedida de un mundo viejo, el de la aristo-cracia rusa que dilapidaba las rentas del tra-bajo esclavo –acababa de decretarse la abo-lición de la esclavitud– en medio del lujo,los amores y el champán de París, al lado deotras dilapidadoras del dinero de sus pue-blos, como la princesa Mathilde, sobrina deNapoleón casada con un conde ruso y muer-ta el mismo año de Chéjov; la princesse serodeó de una corte social y literaria en la queMarcel Proust y otros escritores alternabancon viejos bonapartistas. En ese París de laBelle Époque, la noble Lubov Andréievna,ha derrochado su dinero y vuelve a su fincade guindos que va a subastarse para pagarlas deudas; la burguesía está al acecho, y Lo-pajin, hijo de antiguos esclavos de la fami-lia, terminará por quedarse con ella; sus ad-vertencias no han servido de nada: en la ca-beza de Lubov y su hermano no cabe el plan,para ellos vulgar, que Lopajin les propone:parcelar el huerto, construir casas y alqui-larlas para los veraneantes resolvería el pro-blema; éste Lopajin es un alcalde cualquie-ra de por aquí, recalificando terrenos. A losnobles rusos no les cabe en la cabeza quesus guindos vayan a desaparecer, que el cuar-to donde se criaron de niños y la finca desus juegos vaya a parar a los chabacanos ha-bitantes de la ciudad que quieren respirar ai-re libre los fines de semana. Mientras reco-gen las maletas para irse de nuevo a París,con lo que han conseguido sacar, los despi-

de el ruido de los hachazos contra los guin-dos. Ese réquiem por un tiempo viejo pare-cería anunciar el ascenso de otro mundo.

La historia ha demostrado que es falso elaugurio de ese mundo nuevo; cambian losprotagonistas, no el sistema, y menos toda-vía el capitalismo en la fase de desarrollodesaforado en que está, no va a cambiar pormuy podridos que estén entre nosotros elviejo mundo; y el ruido de hacha que traeun nuevo partido como Podemos sólo su-pone una nueva melodía de fondo para lapartitura musical de lo de siempre.

Destrucción de la destrucción. Qué desastrelas últimas noticias sobre la entrada del Es-tado Islámico en Palmira y sus bellas ruinas;el yihadismo continúa con la destrucción dela memoria histórica y la belleza legada porel pasado, desde los mausoleos de Tombuc-tú hasta la tumba del profeta chiíta Jonás olas ruinas asirias y partas de Nimrud o Ha-tra. Y toda esta devastación del pasado seacompaña de la degollación casi televisadade todo occidental que capturan los yiha-distas. Una salvajada. ONU y Unesco po-nen el grito en el cielo y hablan de Patrimo-nio de la Humanidad, ese enorme camelopara negocios turísticos. Ahora que hasta Be-nidorm pretende ese título –tiene por todomérito haber estropeado un pueblecito depescadores de hace cincuenta años paraamontonar la vulgaridad en torres–, lo que

no es Patrimonio de la Humanidad es la hu-manidad, esos miles de migrantes que sur-can el Mediterráneo o el mar de Andamán.Sus cadáveres deben de ser, entonces, patri-monio de tiburones; seguro que a algún ver-so suelto de la inteligencia se le ocurre quetambién éstos tienen derecho a comer.

Esa escenificación que el yihadismo hacedel terror contra seres humanos –occidenta-les, chiítas, judíos o cristianos–, o contra elpasado, no es más que la iconoclastia queafirma el propio poder: hizo lo mismo la In-quisición cuando quemó en 1500 en un au-to de fe los libros árabes. Y hay otros muchosejemplos. Ahora ese sistema de destrucciónviene explicado, desde hace diez años, porun tratado, Gestión de la barbarie, del teóri-co yihadista Abu Bakú Naji, que lee la sura-ta 21 del Corán como la aportación culturala la yihad; destrucción de la memoria, quepor su parte también Occidente practica des-de los romanos, eliminando nombres de lá-pidas o libros: el de Mesalina, el del poetaCayo Cornelio Galo, de quien apenas deja-ron unos pocos versos. Ante esto, Occiden-te se apresta a una Destrucción de la des-trucción, como titulaba el andalusí Averro-res su principal obra filosófica, en la que pre-gona la duda como base del pensamientomoderno. Pero destrucción con bombas dela destrucción. Es decir, la fuerza, que, his-tóricamente, es el único patrimonio en quela humanidad ha vivido. l

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La entrada del Estado Islámico en Palmira hace temer por las históricas ruinas de su oasis.

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