marcos ana - te llamo desde un muro

Upload: kam47

Post on 10-Jan-2016

221 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Marcos Ana - TeMarcos Ana - Te Llamo Desde Un Muro Llamo Desde Un Muro

TRANSCRIPT

  • Coleccin Poesa del MundoSerie Contemporneos

    Te llamo desde un muro

  • Marcos Ana

    Te llamo desde un muro

    Ministerio del Poder Popular para la CulturaFundacin Editorial el perro y la rana

  • Marcos Ana

    Fundacin Editorial el perro y la rana, 2008

    Centro Simn Bolvar, Torre Norte, piso 21, El Silencio.Caracas - Venezuela. Telfs.: (58-212) 3772811 / 8084986

    Correos electrnicos:[email protected]@[email protected]

    Pgina web:www.elperroylarana.gob.ve

    Edicin al cuidado deEva MolinaRayl Rangellvaro Trujillo

    Diseo de la coleccin Fundacin Editorial el perro y la rana

    Hecho el Depsito de Ley Depsito legal lf4022009800801 ISBN-978-980-14-0419-4 Impreso en Venezuela

  • Poesa del Mundo, de todas las naciones, de todas las lenguas, de todas las pocas, he aqu un proyecto editorial sin precedentes cuya finalidad es dar a nuestro pueblo las muestras ms preciadas de la poesa universal en ediciones populares a un precio accesible. Es aspiracin del Ministerio del Poder Popular para la Cultura crear una coleccin capaz de ofrecer una visin global del proceso potico de la huma-nidad a lo largo de su historia, de modo que nuestros lecto-res, poetas, escritores, estudiosos, etc., puedan acceder a un material de primera mano de lo que ha sido su desarrollo, sus hallazgos, descubrimientos y revelaciones, y del aporte invalorable que ha significado para la cultura humana. Palabra destilada, la poesa nos mejora, nos humaniza y, por eso mismo, nos hermana, hacindonos reconocer los unos a los otros en el milagro que es toda la vida. Por la solidaridad entre los hombres y mujeres de nuestro planeta, vaya esta contribucin de toda la Poesa del Mundo.

  • IX

    Nota editorial

    La poesa de Marcos Ana es una significativa muestra de la dura opresin fascista del siglo XX espaol, debido a que fue escrita bajo los umbrales de la opresin y la crcel, a los que el autor estuvo sometido durante veintitrs aos. En esta edicin, adems del trabajo potico, presenta-mos un compendio de textos pertenecientes a la edicin de Te llamo desde un muro (1963), publicada en Venezuela por ediciones Libertad para Espaa. Estos textos son una sem-blanza de Marcos Ana a cargo del contralor general de la Repblica, Clodosbaldo Russin; otra tomada de la revista manuscrita Muro, de la prisin de Burgos, Espaa; un texto de presentacin Quin es Marcos Ana?; dos cartas al autor, una de Pablo Neruda de 1962, y otra de Rafael Alberti y Mara Teresa Len. Cerrando este compendio de textos preliminares se encuentra Traigo una voz encarcelada, discurso de Marcos Ana en 1962. Adems de los poemas de Te llamo desde un muro, se incluye en este volumen una seleccin de otros poemas del autor, publicados una vez en libertad.

  • XI

    Mis recuerdos de Marcos

    Conocimos a Marcos Ana, desde la Isla del Burro, una pequea porcin de tierra rodeada por el lago de Valencia, en los cntricos estados Aragua y Carabobo, del territorio venezolano y, donde la saa represiva de los gobiernos de-mocrticos de AD-Copei, haban establecido una versin latinoamericana de los campos de concentracin que en Europa crearon los nazis en la segunda guerra mundial. Apunto, lo conocimos, por cuanto fue un encuentro plural, colectivo. Lo hicimos los cientos de presos con varios aos tras las rejas y las alambradas. Nos pareci ex-traordinaria y bella su poesa. Nos conmovi la fuerza de su mensaje y nos alentaba para seguir transitando el camino de la revolucin, abstraccin hecha de las condiciones materia-les de existencia. Cuando lo conocimos, l estaba del otro lado del Atln-tico, pero lo sentamos tan cerca, tan nuestro, que sus 23 aos de crcel nos lo presentaban como un hermano mayor, cuya conducta ejemplar deba servirnos de norte. Lo conocimos y de inmediato lo admiramos. Lo co-nocimos por la edicin que a finales de 1963, se hizo en Caracas, de Te llamo desde un muro, en la serie Libertad para Espaa, que sin lugar a dudas representaba la libertad en todos los pueblos del mundo, que luchan por lograr el amor y la felicidad social.

    Clodosbaldo RussinCaracas, junio 2007

  • He vivido la vida que he preferido vivir,la vida dura pero noble de un revolucionario.

    Y a pesar de los naufragios sufridosy las decepciones que la lucha y la vida a veces nos deparan,

    si mil veces naciera mil veces volvera a ser lo que soyy a pensar como pienso.

    Marcos AnaDecidme cmo es un rbol

    (Memoria de la prisin y la vida)

  • 1Fernando Macarro Castillo

    (Causa N 120.967)

    El ms antiguo de los presos polticos espaoles. Fue detenido en 1939, al terminar la guerra civil, y an con tina encarcelado. Tena entonces 18 aos de edad y se le acus de haber sido dirigente de la JSU. Ha dejado en las celdas y en los patios de los presidios toda su ju ventud y la mitad de su vida. Su va crucis comenz en los campos de concen-tracin de Los Almendros y Albatera; pas por las prisiones de Porlier y Conde de Toreno; por los penales de Ocaa y Alcal de Henares, para desembocar en la prisin central de Burgos, don de se encuentra en la actualidad. En el ao 1943, hallndose cumpliendo la condena de guerra dos veces tuvo la pena capital, fue nuevamen te procesado, en la Prisin de Porlier por haber partici pado en la confeccin de un peridico manuscrito des tinado a conmemorar la fiesta del 1o de Mayo. Por este delito que en casos semejantes se sanciona con dos me ses en celda de castigo, a Fernando Macarro se le tortur brbaramente y se le impuso otra pena de 30 aos de reclusin mayor, que es la que est cumpliendo en la ac tualidad desde hace cuatro aos. Es el decano de las crceles espaolas. Lleva ya veinti-ds aos y medio de prisin ininterrumpida y si la amnista no lo remedia no extinguir su condena hasta el otoo de 1980. Es decir, saldra de la crcel a los 57 aos de edad habiendo ingresado en ella a los 18. Durante su permanen-cia en prisin ha pasado por el dolor de per der a sus padres.

  • 2 Su hermana, Margarita Macarro Castillo, vive en la calle cardenal Tenorio, N 2 de Alcal de Henares (Madrid).

    Tomado de la revista manuscrita Muro. Pginas de la Prisin.

    Burgos, Espaa. Agosto, 1961

  • 3Quin es Marcos Ana?1

    Fernando Macarro Castillo naci hace cuarenta y tres aos en Ventosa del Ro Almar, pueblecito de la provincia de Salamanca. Pero no hagis caso de esa fecha porque os engaarais lastimosamente acerca de su verdadera edad. No importa el ao en que naciera: recordad que ha estado veintitrs aos encarcelado! Y pensad [...] 1939. Prisionero en el tristemente clebre Campo de Albatera (Valencia) donde hay cuarenta mil personas, co-mienza su martirio. Al aire libre, sin cobijo alguno, nios, hombres y mujeres, desaparecen bajo los efectos del hambre y las enfermedades; pero, sobre todo, las denuncias. Cual-quier miserable aparece vestido de falangista y seala con el dedo a quien quiere, caprichosamente, aun sin cono cer a nadie, a veces; y as comienzan las terribles sacas. No tiene ambiciones, pero s un ideal, piensa que algn da los hombres del mundo sern amigos sinceros. Y que en Espaa tambin habr alegra autntica, paz, tra bajo y liber-tades humanas. [...]

    1 En 1963 los miembros de Libertad para Espaa publican en Caracas el libro Te llamo desde un muro. Voces de la prisin, de Marcos Ana. El texto Quin es Marcos Ana?, sirvi para presentar a los lectores venezolanos poemas y otras palabras del poeta que en ese entonces acababa de salir de las crceles franquistas. La vida y las historias de Marcos Ana salieron clandestinamente de la prisin y se convirtieron en una leyenda que muchas veces eran contadas de boca a boca.

    Visto el texto al da de hoy y disponiendo de informaciones ms contrastadas, encontramos algunas inexactitudes, aunque no de fon do. Incluimos un extracto del texto que escribieron los compa-eros de Libertad para Espaa.

  • 4 Tus poesas estn en la sangre, en el corazn de las ma dres, de las viudas y de las compaeras cuyos hombres murieron asesinados porque como nosotros defendieron y defienden nuestras libertades humanas. Tus palabras, tu grito, amasado con la pena y el llanto de los que sufren, con el ardor indomable de los que lu chan, con la generosidad del que siembra y la entereza del que forja; tus palabras estn vivas siempre en el co razn de los oprimidos [...] Pero nosotros rechazamos a los neutros y a los vacilan-tes, a los cmodos y a los que se pulen las uas. Lo que t has escrito, Marcos Ana, es verdadero... En muchos pases no slo en Espaa, t bien lo sabes los jvenes han aprendido ya tus versos. Los entienden y, sobre todo, los practican: eso es muy importante. Tu mensaje de humanidad y herosmo no morir nunca. En nombre de Libertad para Espaa, recibe un abra zo fraternal con toda la emocin y sinceridad de quie nes, junto a nosotros, luchan para que no sea posible que se encarcele ni se mate a nadie por sus ideas de mocrticas.

    Aerre

  • 5Carta de Pablo Neruda

    Santiago de Chile. Enero de 1962

    Quiero enviarte, Marcos Ana, algunas palabras, y qu poca cosa son, qu dbiles las siento cuando se enfrentan a tu largo cautiverio, qu poca y pequea luz para la som bra de Espaa! Desde aquellos das en que perdimos los pue-blos y los poetas la guerra, perdimos tambin todos gran parte de la poesa y muchos perdieron o la vida o la libertad. As se me murieron muchos poetas y sufrimos tambin no-sotros tormento y muerte. Aadimos una cruz y otra cruz a la necrologa de este tiempo y estas cruces las trazamos en nuestro propio pecho para que no pudieran olvidarse. Les reprochamos a todos el olvido que nosotros no aceptamos, nosotros los que continuamos heridos. Por eso cuando sales a respirar la pobre libertad espa-ola, qu poco significaran estas palabras si no llevaran en ellas tu propia pasin, la misma lucha tuya y nuestra comn esperanza. T eres el rostro que esperbamos, resurrecto, resplandeciente, como si en ti volvieran a vi vir luchando los que cayeron. Te recibimos en la ardiente poesa militante que seguir peleando porque no tiene slabas sino sangre. Te abra zamos con infinita ternura y con la viva fraternidad de quienes siempre te esperaron.

    Pablo Neruda

  • 6Carta de Rafael Alberti y Mara Teresa Len

    Querido amigo nuestro, de Rafael y Mara Teresa: Hoy sabemos lo que es el jbilo. Estamos contentos. Has salido de los aos amargos con tu juventud intacta. Estrenas la vida. Has ingresado por la puerta grande al amor de tus gentes: tus gentes somos nosotros, tu fami lia, la que sufra esperndote. A veces ocurren estas cosas, y un hombre con sus sufri-mientos de hombre, aunque existan otros con las mis mas penas, resume en l los smbolos dispersos. Esto te ocurri a ti. Durante estos aos tu nombre ha corrido con sus peque-as slabas al rojo, despertando a los que dormitaban. Tuvo ese poder. Tus palabras rtmicas eran las voces al unsono de muchos, la angustia de las casas sin fuego de hombre, las mujeres sin cobija de varn, los nios llenos de preguntas sin respuesta. Nos acostum bramos a tender la mano con dos lgrimas en la palma, rogando a todos los que quisieran or. Oyeron muchos, tantos que asombr lo vivo del recuerdo de nuestra lu cha heroica, inacabada en el corazn de los mejo-res ciu dadanos del mundo. Durante aos, te digo, hemos tendido la mano para de tener a los que parecan tener prisa en olvidar. No, no po-demos hacerlo aunque queramos porque nuestra ra zn est en nuestra paciencia. Aunque parezcamos mendigos, los espaoles debemos seguir pidiendo, contan do, hablando, iluminando las crceles oscuras para que la gente mire y vea y comprenda. Has de saber, Marcos Ana, cmo ha habido compatrio tas tuyos vigilando siempre. Deberas conocer a las mu jeres

  • 7llenas de coraje para el amor al prjimo, cmo res ponden cuando el sufrimiento las necesita. Hubieras debido verlas ir de aqu para all, repitiendo verdades simples con su mano tendida, protegiendo de lejos vuestras noches encarceladas. Pedan y pedan luz para vuestros ojos, justicia y todo eso a que parecen tener de recho los hombres cuando estn en libertad. As tu nombre pas de boca en boca desde la universi-dad hasta la pequea reunin de vecinos. Eras para estas mujeres el hijo que le sali poeta, tal vez el amante en-cadenado. Espaa, algo olvidada en sus contornos fsicos por todos nosotros, hijos del alejamiento, resonaba por ti otra vez. Tu voz nos permita descubrir a las gentes una generacin espaola nueva. Era la generacin blanca, los hijos de vencedores y vencidos que se unan. Estabas en tre ellos. Nos llegaron libros y libros de poetas. Haban puesto la mano sobre Espaa y temblaba. Pongo la mano sobre Espaa y, quema... dice L-pez Pa checo, Pongo la mano sobre Espaa y tiembla... T estabas en tu patio y ellos, en el ancho patio carce-lario de fuera, temblaban y coincidan. Su voz y tu voz eran el mismo llamamiento. Resultaba emocionante ver levan-tarse, paladines del futuro, a los jvenes poetas de Espaa. Tres largos aos rojos poblaron la ancha tierra de si-miente infinita... Era nuestra simiente la que se levantaba y nos sentimos orgullosos. Ahora ests a su lado. Sabemos qu difcil es andar la ancha tierra de la patria cuando parece ajena, pero ests, pisas barro espaol, nuestro barro, el prime ro de la estirpe, aquel modelado con errores, lgrimas, sangre, fe y

  • 8amor. Sabemos que tu paz interior ya no de pende de ti sino de nosotros. Nosotros que debemos se guir pidiendo por los que quedaron suplicando la nor malidad espaola, cosa que parece ms difcil que ir a las estrellas. La normalidad espaola, que quiere decir la continuidad de la historia de una patria comn, el hacer marchar el reloj, sacndolo de esa hora de la indiferen cia, el conformismo, la ocultacin y la mentira donde est, hacer que Espaa recobre el paso, despierte su ins tinto vital, se sacuda opresiones y los espa-oles mar chen juntos hacia objetivos nacionales y sociales e his tricos que sienten ya latirles en las venas. Ahora que an-das libre, Marcos Ana, piensa alguna vez en nosotros. Nada nos debes porque los deberes de conciencia no adeudan y t eras nuestro deber y los dems que que daron siguen sindo-lo. Lo que deseamos de ti, Marcos Ana, es tu poesa. Sigue dndonos tu voz, sigue dicien do a las gentes la tragedia de Espaa, que nosotros seguiremos tendiendo la mano a las gentes, detenindolas: Eh!, no ven ustedes? Miren, en mi mano derecha estn dos lgrimas que ningn viento pudo secar. Se llaman: Espaa. Hasta pronto, amigo, hasta pronto. Te besamos como be saramos a Antonio Machado, a Federico, a Miguel... Esta mos orgullosos de ti. La limpieza de tu sangre valiente nos regocija. Te queremos y estamos orgullosos de decrte-lo. Tus Rafael y Mara Teresa. Antes de mandarte esta carta, Marcos Ana, han llegado las noticias que estn conmoviendo al mundo. Espaa reto-ma la tarea de su libertad. Los alertas de los mineros astu-rianos huelguistas los omos con todos los poros del alma.

  • 9Ahora, los espaoles tienen que tomar sobre s la tarea de su destino. Nuestras palabras de unin de los espaoles, de coordi-nacin de esfuerzos, de desapasionamientos mezquinos pa-ra apasionarnos todos por el gran rescate de la patria se est concretando en realidades. De nuevo vuelven las le tras de su nombre: Espaa ha de estar en los titulares de los diarios. Lo que pareca imposible de hacer se hace. Otra vez la majeza, la hombra, la decisin. Puedo decirte que hay asombro en los comentarios y nosotros nos re mos y nos regocijamos, porque es la decisin de un pue blo entero la que se va di-bujando en los telegramas que llegan. No, Espaa no es corral de mansos. Puede que sta no sea ms que la primera etapa del asalto decisivo a la li bertad, pero ah los tenemos, proletarios unidos, obreros a quienes no se engaa. Ellos y los intelectuales y las muje res y las madres de familia y todos presienten que les han robado algo. S, durante estos aos les han robado la pa labra decisiva, la voluntad popu-lar expresada, la libre dis posicin de destino del pueblo. Veinticinco aos son mu chos para nosotros mortales, pero pocos para una nacin. Que no vengan ahora los hbiles en provocar rencillas atemorizando a las gentes. La guerra civil espaola ha con cluido y la liberacin de Espaa debe ser obra de todos los espaoles. No necesito decir qu cerca estamos de to dos ellos estudiantes, intelectuales, obreros andaluces, vascos, asturianos, catalanes... Siempre causa sorpresa la llegada de la aurora. En un prodigio al que los hombres no se han podido acostumbrar. Desde la raya de esa incertidumbre, pero seguros de que los rosados dedos del al-ba tocarn el dulce rostro de Espaa te abrazamos de nuevo.

  • 10

    Traigo una voz encarcelada

    Discurso de Marcos Anapronunciado en el acto pblico en homenaje

    a los presos antifranquistas,celebrado en el Mahatma Gandhi Hall,

    de Londres, el 3 de junio de 1962, y editado en Buenos Airespor la Organizacin para la Amnista

    General en Espaa y Portugal.

    Queridos amigos: Me siento honradsimo de poder dirigirme desde esta tri buna a mis compaeros de esperanza y de lucha, a mis compatriotas exilados y a nuestros buenos amigos in gleses que apoyan la noble causa de nuestra libertad. Agradezco a los organizadores de este acto el honor que se me ha concedido y el entusiasmo que han puesto para presentarme a los espaoles de Inglaterra. Yo creo que este acto va a ser algo ms que la presenta-cin de un hombre. Basta mirar el rostro de los asistentes y el clamor de las pancartas, extendidas como un grito de solidaridad y de protesta para comprender que este mitin organizado por la Asociacin de ex Combatientes, es ante todo una denuncia implacable contra la tirana que enca dena a los mejores hijos de nuestro pueblo. Yo s que este acto est concebido para que yo, el hom-bre que ms aos, posiblemente, ha estado encarcelado en la historia contempornea, os hable de sus experiencias huma-nas, de la vida de los hombres presos en Es paa, de la noche terrible de sus crceles.

  • 11

    Pero mi historia, la historia de los presidios espaoles, est ntimamente ligada a la historia del pueblo espaol y de sus hijos, a la historia de su sacrificio, de sus luchas y de sus esperanzas. Yo quiero aprovechar esta tribuna para manifestar mi emocin al vernos reunidos. Nada nos separa a los espao-les de dentro y de fuera, a los que pasamos estos aos bajo la dictadura y a los que os visteis obligados a abandonar la patria. Lo importante es que aqu y all nos hayamos mantenido dignos y fieles al pueblo, fieles a los ideales de la democracia y la libertad, sin arriar nues tras banderas ni cambiar de hombro el fusil. Lo que nos identifica a unos y otros no es este forzado accidente geogrfico, sino la consa-gracin, sin clculos persona les, a la causa de la libertad y del porvenir de Espaa. Para los de dentro y de fuera existen las mismas espe ranzas y las mismas obligaciones, acabar con la dictadu ra, reconquistar la democracia y la libertad del pueblo espaol y de sus hijos. Yo, que he pasado veintitrs aos en las crceles, salu-do a los espaoles que, en el exilio, rodeados por la luz y la vida, no se olvidaron de la noche de Espaa y conserva ron en su corazn, a pesar de los aos y de la distancia, el fuego indomable de la libertad y el ansia del retorno. Como ustedes saben, acabo de salir de las crceles fran-quistas. En ellas he dejado toda mi juventud y la mitad de mi vida. Al terminar la guerra civil fui detenido en el puerto de Alicante y conducido al campo de concentra cin de Alba-tera. El hambre era tan horrible en aquel campo que el que tena la suerte de encontrar unas briz nas de hierba las devo-raba con un ansia salvaje. Para be ber un vaso de agua haba

  • 12

    que guardar cola ante una cisterna, a veces durante veinti-cuatro horas. Pude fugar me de este campo, pero a los pocos das fui entregado por un confidente a la polica. Ingres en la crcel de Porlier y en mi expediente personal consta que tuve que ser hospitalizado durante tres meses para curarme de ciertas heridas. Esas ciertas heridas fueron los malos tratos sufridos en la comisara de la calle Almagro N 39, uno de los centros de tortura ms famosos de Madrid. Desde entonces, desde mayo de 1939, he permanecido encarce-lado hasta la tarde del 17 de noviembre de 1961. En total veintids aos y siete meses de cautiverio. Cer ca de nueve mil das y nueve mil noches sepultado bajo las piedras y los cerrojos de los presidios. Dos veces estuve con la pena de muerte y he conocido las crceles de Porlier y Conde de To-reno, de Yeseras y Ocaa, de Alcal de Henares y la prisin de Burgos, donde he pa sado los ltimos quince aos de mi cautividad. Una breve ficha cosida a mi hoja histrico-penal deca simplemente: Fernando Macarro Castillo, conmutado de la pena de muerte. Sesenta aos de condena. Cum ple el 3 de noviembre de 1980. Ha sido varias veces ais lado por razo-nes polticas. Peligroso, tngaselo bajo vi gilancia. Durante esta larga noche que ha durado veintitrs aos, he vivido intensamente las historias ms tristes y her mosas que pueda conocer un ser humano. En la crcel de Porlier, en Madrid, he despedido a miles de compaeros y amigos que con las sienes altas y or gullosos iban a recibir, cantando, el plomo de los asesi-nos. En aquellos tiempos los fascistas haban construido un matadero humano en el cementerio del Este. Levan taron un

  • 13

    muro de ejecucin y una rampa de cemento, con una boca de riego en el centro y unos canalillos para el desage. Despus de los fusilamientos, cada ma ana limpiaban con una manga de agua la sangre que derramaban nuestros hermanos. Este matadero de hom bres fue posteriormente destruido. En el triste penal de Ocaa, donde estuve nueve meses condenado a muerte en el llamado tubo de los cerro jos, y desde una celda hmeda y tan estrecha que con los brazos en cruz se tocaban las paredes, he odo mil veces los vivas a la libertad y a la Repblica y las pos treras canciones de los que cada madrugada eran asesi nados en el Hoyo de las Gallinas.Por aquel entonces escriba un joven poeta encarce lado:

    Tengo los ojos ms grandesy ms remota la frente,que he visto marchar cantandolos hombres hacia la muerte.

    Jams olvidar aquellas horas inciertas de nuestra vida. Nos subamos a las estrechas ventanas y, agarrados a las rejas, veamos las sombras de los camiones, y a ve ces de los carros, que cargados de compaeros des aparecan en el camino de Yepes. Despus escuchba mos con el alma en vilo, hasta que nos llegaban las descargas de los piquetes de ejecucin. A veces, en el silencio de la terrible crcel poda-mos or, uno a uno, los tiros de gracia. Con la prdida de nuestra guerra se abri este alucinan te perodo, un perodo de sombra y sangre para Espaa. Miles de espaoles eran conducidos como rebaos a las crceles y a los mataderos. En algunas partes, como en la Plaza de

  • 14

    Toros de Colmenar y en Paracuellos de Jarama, en los barre-ros de Villarrobledo y en los fosos de Montjuich, en el Hoyo de las Gallinas y en el Barranco de la Virgen del Val, en Al-cal de Henares, se barran los hombres con ametralladoras para hacer ms rpida la matanza. Era una poca espantosa. La mquina de matar trabajaba sin descanso. Recuerdo que por ese entonces se modific el catecismo en Espaa y en el quinto man damiento donde deca No matars, pusieron Matars con justicia. Se mataba fra, sistemticamente. No era el acaloramiento de las pasiones desatadas. Era el ideario gubernamental: matar, destruir el espritu democr-tico del pueblo, aplastar a culatazos la cabeza, el corazn de la clase obrera y de las fuerzas progresistas. El general Franco crea que envuelto en ese bao de sangre poda dormir tranquilo. Pero se ha equivocado. Ni la crcel ni la muerte pueden exterminar la lucha y el resurgi-miento de un pueblo. Y hoy, a los veintitrs aos de tirana, nuestro pueblo sigue vivo y en pie, sigue qui tando el sueo al dictador de Espaa, y terminar arran cndole el poder. Yo he vivido en medio de ese cataclismo. Veintitrs aos tienen miles de das y miles de noches. Parece imposi-ble que un ser humano pueda vivir tantos aos como un topo bajo la tierra. He tenido que cruzar esa noche tre menda, un mar de sangre y pasin. Slo he tenido un patio y un trozo de cielo, cuya claridad bebamos vi damente. Recuerdo que hace aos me escribieron unos poetas argentinos pidindo-me que les contara algo de mi vida. Les mand un poema brevsimo, bastaban cua tro versos:

  • 15

    Mi vida,os la puedo contar en dos palabras:un patio y un trocito de cielopor donde a veces pasanuna nube perdiday algn pjaro huyendo de sus alas.

    Los presos tuvimos que apretar el corazn para poder soportar los tiempos ms crueles. Varios hermanos nues tros perdieron la razn y se suicidaron. Pero llenamos en segui-da nuestra vida de contenido. Para salvarnos f sicamente aplicamos una solidaridad conmovedora y heroica. Con-vertimos, adems, las crceles en universida des. El ejemplo de los que caan nos ayudaba a ser mejores. He conocido tal fiebre de estudio en las crceles que hasta en las galeras de los condenados a muerte es tudiaban con ahnco hombres que podan cada noche ser fusilados. He visto a muchos de-jar los libros sobre el petate para marchar ante los pelotones de ejecucin. Yo debo todo lo que soy al ejemplo, a la soli-daridad y a las enseanzas inolvidables de mis compaeros de prisin. Naturalmente que esta vida no transcurra lisa y llana mente; haba muchos problemas, grandes tragedias y di ficultades. La mujer y los hijos constituan la herida san-grante de los presos. La fuente de mayor sufrimiento flua de cada hogar destrozado, de los ojos de cada es posa an-gustiada, de los hijos enfermos y desamparados. Yo he visto amigos mos a los que no pudieron doblar los tormentos, quedarse sin fuerza en las rodillas y estar a punto de caer sobre ellas, por el dolor de sus familias. No les importaba

  • 16

    perder su propia vida. Pero no pod an soportar la idea de haber destrozado la juventud y la vida de sus mujeres. Claro que es triste y rompa el alma ver el sacrificio de las madres, de las novias y las esposas que con una fi delidad inmarchitable han dejado diez, quince o veinte aos de su vida en las puertas de las prisiones. Por eso agradecemos la solidaridad del mundo. En los primeros aos nuestras mujeres y nuestros hijos vivan en la soledad, precisamente cuando la noche era ms espesa. Acudan a la crcel mordindose los labios para contener las lgrimas. Y aunque pocas veces nos dirig an un reproche, veamos en sus ojos un dolor sin espe ranzas. Pero desde hace unos aos todo cambi para ellas y para nosotros. Y era hermoso verlas llegar a los locuto rios, llenas de orgullo, enseando la carta que haban re cibido, o el giro, o el paquete de tal o cual parte de la tierra. Ahora ya no se sienten solas, ahora ya saben que all donde habita un ser humano hay una mano tendida hacia los presos. Hay historias conmovedoras del sacrificio y lealtad de nuestras familias. Era para contar y no acabar nunca. Yo dedico a las mujeres, a las madres que hay en este saln, la triste historia de Ana Faucha, una viejecita del sur. Ana Faucha era una viejecita del sur de Espaa. No le quedaba en la vida ms que un hijo preso en la crcel de Valdenoceda. Esta madre se senta morir, pero no quera dejar este mundo sin ver por ltima vez a su hijo. Ana Fau-cha no tena recursos, viva pidiendo limosna. Pero era una mujer del pueblo, tena el temple de las madres espaolas. Y sin pensarlo ms se puso en mar cha, decidi ir a pie a la crcel donde se encontraba su hijo. Y andando, pidiendo

  • 17

    limosna por los caminos y en los pueblos que encontraba a su paso, formando un pequeo paquete de comida con lo mejor que recoga, si guiendo las vas del ferrocarril, esta madre cruz el mapa de Espaa. Yo no s cuntas semanas o cuntos meses tardara esta madre en llegar a Valdenoceda, pero lleg. Imagino cmo saltara su corazn cuando por fin vio la crcel donde penaba su hijo. Se acerc a la ven-tanilla de comunicaciones y dio el nombre de su hijo. El funcionario mir un fichero y respondi Usted no puede ver a su hijo porque est chapado en una celda de castigo. Aquella madre no comprenda, no le caba en la cabeza y el corazn que despus de haber anda do media Espaa no pu-diese comunicarse con su hijo, porque estaba castigado en celda. (Me contaba este epi sodio un amigo mo que estaba de ordenanza en la ventanilla de la crcel). Desde entonces, todos los das, aquella madre se acercaba tres y cuatro veces a la ven tanilla de paquetes y reciba la misma contestacin. A to das las horas se la vea rondar la crcel, acercarse a los muros, golpearlos con sus manos plidas, como pidin doles una explicacin. Yo no s cunto tiempo hubiera estado aquella madre esperando para ver a su hijo, pero apareci muerta en una cuneta cercana a la crcel, como un pequeo pja ro, cubierta de nieve, abrazada al paquete que intil mente fue formando para su hijo. Dan ganas de gritar: ASESINOS, aguardaremos mil aos si es preciso pero os acordaris de esta muerta! As mu-ri Ana Faucha, smbolo de las madres de los presos, a la puerta de una crcel de Espaa.

  • 18

    Nosotros, los presos polticos y sociales espaoles, esta mos tan en deuda con nuestras familias, que cuando nuestro pueblo sea libre propondremos que se levante en el corazn de Espaa un monumento a la mujer es paola. Aquellos tiempos fueron pasando, pero la tragedia de los presos polticos espaoles, el drama de sus familias, no ha terminado todava. Cuando sal en libertad dej en la prisin de Burgos cuatrocientos sesenta y cinco pre sos. Son antiguos y recientes dirigentes obreros, intelec tuales y artistas, jvenes estudiantes, campesinos del sur, hombres de todas partes de Espaa, de todas las ideo logas y pro-fesiones, hombres que han sido torturados, condenados a penas monstruosas por tribunales milita res, hombres que han pasado de la juventud a la madu rez. Muchos dejaron a sus hijos cuando eran nios y es tos nios ya les han dado nietos, sus esposas eran jvenes cuando fueron detenidos, y ahora ya empiezan a blanquear sus cabezas. Algunos llevan ya veinte aos encarcelados. La situacin de estos hombres es impostergable, mere-cen nuestro esfuerzo, el sacrificio de nuestros pequeos intereses, la suma de la fuerza necesaria para arrancar los de sus crceles. No tenemos derecho a descansar. No hay des-canso posible mientras sobre nuestra conciencia se proyecta la sombra trgica de las crceles espaolas. La mayora de los presos nos hemos planteado siempre una cuestin an no resuelta. Comprendemos aunque cues-te trabajo comprender algunas cosas que existen diferen-cias polticas e ideolgicas. Pero a pesar de los pequeos o grandes problemas que puedan separar a las fuerzas de opo-sicin, por qu no ha sido posible un acuerdo para defender

    en conjunto la vida de los presos y dirigir en comn la lucha por su libertad? Personalmente respeto las diferencias polticas; conside ro, aunque no las comparta, todas las razones que pue dan dificultar la unidad en planos ms elevados. Pero es monstruoso que, por lo menos, para arrancar a esos cientos de hermanos de las crceles, no se pueda llegar a un pacto limitado que permitiera movilizar, unir y or ganizar la soli-daridad hacia los presos! Yo he trado a Inglaterra una voz encarcelada, la voz de los presos polticos espaoles, el drama de sus mujeres y sus hijos, la esperanza de la solidaridad. En todas par tes he encontrado una buena actitud solidaria. El pueblo ingls ha manifestado su adhesin a la causa de nuestra libertad. He hablado en diversas partes de Inglaterra. En Londres, a dis-tintos sindicatos y grupos de personalidades. He tenido una conferencia de prensa y los perio distas se han ocupado de los presos antiguos y de los ltimos detenidos. He recibido la solidaridad de los sin dicatos de Manchester, de la Federa-cin Sindical de Derbishire, me he sentido emocionado por la acogida y la fraternidad de los mineros galeses. He sido recibido por un grupo de parlamentarios en la Cmara de los Comu nes, he conferenciado con los estudiantes de Oxford y he sido invitado a participar en la sesin inaugural del Con-sejo Nacional de los liberales ingleses. Me han entrevistado diversos peridicos, revistas y emisoras. En to das partes he encontrado una gran disposicin ante esta llamada de soli-daridad. La causa de la libertad de los presos polticos de Espaa y de los ltimos detenidos inspira los ms grandes sentimientos de solidaridad.

  • 19

    Nosotros, los presos polticos y sociales espaoles, esta mos tan en deuda con nuestras familias, que cuando nuestro pueblo sea libre propondremos que se levante en el corazn de Espaa un monumento a la mujer es paola. Aquellos tiempos fueron pasando, pero la tragedia de los presos polticos espaoles, el drama de sus familias, no ha terminado todava. Cuando sal en libertad dej en la prisin de Burgos cuatrocientos sesenta y cinco pre sos. Son antiguos y recientes dirigentes obreros, intelec tuales y artistas, jvenes estudiantes, campesinos del sur, hombres de todas partes de Espaa, de todas las ideo logas y pro-fesiones, hombres que han sido torturados, condenados a penas monstruosas por tribunales milita res, hombres que han pasado de la juventud a la madu rez. Muchos dejaron a sus hijos cuando eran nios y es tos nios ya les han dado nietos, sus esposas eran jvenes cuando fueron detenidos, y ahora ya empiezan a blanquear sus cabezas. Algunos llevan ya veinte aos encarcelados. La situacin de estos hombres es impostergable, mere-cen nuestro esfuerzo, el sacrificio de nuestros pequeos intereses, la suma de la fuerza necesaria para arrancar los de sus crceles. No tenemos derecho a descansar. No hay des-canso posible mientras sobre nuestra conciencia se proyecta la sombra trgica de las crceles espaolas. La mayora de los presos nos hemos planteado siempre una cuestin an no resuelta. Comprendemos aunque cues-te trabajo comprender algunas cosas que existen diferen-cias polticas e ideolgicas. Pero a pesar de los pequeos o grandes problemas que puedan separar a las fuerzas de opo-sicin, por qu no ha sido posible un acuerdo para defender

    en conjunto la vida de los presos y dirigir en comn la lucha por su libertad? Personalmente respeto las diferencias polticas; conside ro, aunque no las comparta, todas las razones que pue dan dificultar la unidad en planos ms elevados. Pero es monstruoso que, por lo menos, para arrancar a esos cientos de hermanos de las crceles, no se pueda llegar a un pacto limitado que permitiera movilizar, unir y or ganizar la soli-daridad hacia los presos! Yo he trado a Inglaterra una voz encarcelada, la voz de los presos polticos espaoles, el drama de sus mujeres y sus hijos, la esperanza de la solidaridad. En todas par tes he encontrado una buena actitud solidaria. El pueblo ingls ha manifestado su adhesin a la causa de nuestra libertad. He hablado en diversas partes de Inglaterra. En Londres, a dis-tintos sindicatos y grupos de personalidades. He tenido una conferencia de prensa y los perio distas se han ocupado de los presos antiguos y de los ltimos detenidos. He recibido la solidaridad de los sin dicatos de Manchester, de la Federa-cin Sindical de Derbishire, me he sentido emocionado por la acogida y la fraternidad de los mineros galeses. He sido recibido por un grupo de parlamentarios en la Cmara de los Comu nes, he conferenciado con los estudiantes de Oxford y he sido invitado a participar en la sesin inaugural del Con-sejo Nacional de los liberales ingleses. Me han entrevistado diversos peridicos, revistas y emisoras. En to das partes he encontrado una gran disposicin ante esta llamada de soli-daridad. La causa de la libertad de los presos polticos de Espaa y de los ltimos detenidos inspira los ms grandes sentimientos de solidaridad.

  • 20

    No es necesario que reflexionemos nosotros? Es mu-cho pedirnos que seamos nosotros, los espaoles, los pri-meros en ocupar la lnea de vanguardia en esta soli daridad, organizndola, fomentndola, dirigindola y hallando las formas ms urgentes y eficaces? Estamos en deuda con el mundo. Sin embargo, es leg-tima la solidaridad que el mundo nos presta. Es un fe nmeno obligado del mundo para con nuestro pueblo. Recuerdo que un da en la crcel, valorando la solidari dad internacional, dije yo a un grupo de compaeros que estamos en deuda con el mundo. Y alguien en la reunin me respondi: Es cierto. Pero el mundo tam bin est en deuda con nosotros. Tena razn aquel compaero, porque antes que los ejrcitos aliados se en frentaran con el nazifascismo, el pueblo espa-ol ya ha ba vertido torrentes de sangre frente al fascismo inter nacional. Antes de las batallas de Narvik y de Tobruk, de Guadalcanal y Stalingrado, estuvieron las batallas de Ma-drid, de Guadalajara y el Ebro. Antes que los nazis lle naran las fosas y los crematorios de sus campos de con centracin, se llenaron las crceles espaolas y haban rodado ante los piquetes fascistas millares de demcratas de nuestro pas. Los espaoles que estbamos en la crcel seguamos con ansia la suerte de las armas aliadas. Vosotros los ex com batientes, los que luchasteis en los ejrcitos aliados, cre ais que cada batalla ganada al enemigo era un trozo de libertad que conquistabais para nuestro pueblo. As de biera haber sido. Pero termin la guerra, todos los cami nos fueron un regreso para los soldados y los prisione ros, y sin embar-go vosotros no pudisteis regresar a vuestro pas, ni nosotros salimos de nuestras crceles. Han pasado diecisiete aos

  • 21

    y an sigue la tirana aplas tando el rostro y el corazn de nuestro pueblo. Veintitrs aos despus de nuestra guerra civil an sigue Espaa arrancndose del corazn a sus hijos Hasta cundo? El gobierno del general Franco ingres en la ONU, pe-ro Franco y su gobierno, en lugar de cumplir la Carta de las Naciones Unidas, sigue aplicando los mtodos y las leyes terroristas que aprendieron en las escuelas de la Gestapo. Tena razn, mucha razn, aquel camarada. Mientras Franco desgobierne y tiranice nuestro pas, mientras se permita que los derechos ms elementales del hombre sean pisoteados en Espaa, mientras no se derriben las puertas de las crceles y puedan volver los exilados a su patria, mientras no se restauren las libertades del pueblo espaol, el mundo estar en deuda con nosotros. La lucha por la amnista general de los presos y exilados ha constituido en estos dos ltimos aos un aconteci miento internacional que los presos hemos saludado con emocin. Las campaas para obligar al general Franco a dar una amnista y a suprimir las leyes de excepcin y los tribu nales militares, han dejado al desnudo la poltica terro rista de la dictadura y la coloca en un callejn sin salida. La lucha desarrollada en todos los frentes del humanis-mo, de la jurisprudencia y la poltica, del arte y la cultura y en el terreno de la solidaridad material, ha dado un serio gol pe a la poltica represiva de la dictadura, que negaba la existencia de presos polticos y sociales en Espaa. A pesar de que Iturmendi asegur que no habra ms in dultos en Espaa, se han visto obligados a entreabrir nue-vamente las puertas de las crceles. Vuestro folleto, con la

  • 22

    carta al reverendo Owens, ha contribuido a dar fondo a la denuncia que pesa sobre el gobierno espaol y las prevari-caciones de su justicia. Yo debo mi libertad a los esfuerzos realizados por la solidaridad de mi pas y el mundo. El indulto que me ha puesto a m en libertad estableca, singularmente, el requi-sito de llevar veinte aos ininterrumpidos de pri sin. Yo era prcticamente el nico preso beneficiado. Mi libertad ha sido una manera de tirar banderas al agua, de quitarse de encima el peso de mis veintitrs aos que facilitaba la lucha por la amnista general. Como yo, otros presos pueden ser liberados. Lo im portante es no decaer en el esfuerzo y dar continuidad a la denuncia y a la campaa de movilizacin. Hay que golpear sin descanso, hasta desbordar la resistencia de la dictadura. Pero la lucha por la amnista tiene que ser considerada como un elemento ms de la lucha por la libertad de Es paa. La lucha por la amnista es un sentimiento nacional que ha permitido unir a las gentes ms diversas. En la lu cha por la amnista se ha conseguido movilizar a perso nalidades y a asociaciones, a parlamentos y a gobiernos, a la prensa y a las emisoras democrticas. Nunca tuvo una causa tanta audien-cia como la causa de nuestra amnista; no slo la posibilidad de liberar a cientos de hombres, sino de golpear, a la vez, duramente contra la dictadura, desmantelando su demago-gia y denunciando sus procedimientos fascistas de terror. Como ustedes saben por la prensa britnica, en estos momentos se estn llenando nuevamente las crceles es-paolas. Los trabajadores espaoles sostienen una huel ga sin

  • 23

    precedente. La iniciaron el 7 de abril los mineros asturianos. Las compaas mineras tuvieron la desvergenza de pu blicar en las estadsticas oficiales que haban obtenido el noventa y ocho por ciento de beneficio sobre el capital invertido. Pero los mineros no podan comer y se de clararon en huelga. Franco, secundado por los sindica tos franquistas, rode la cuenca minera de policas y ametralladoras, detuvo a cientos de huelguistas. Pero los trabajadores espaoles ya estn cansados y no temen a la polica, ni a las crceles, ni a las ametralladoras. Hace ms de un mes que comenz la huelga y la huelga contina. Los trabajadores de Catalua, de Vizcaya, de Crdoba y Jan, de Len, de Puertollano y otras zonas han declarado a lo largo del pas una huelga de solidaridad. Los intelectuales y los estudiantes se han suma-do ejem plarmente a este grito del movimiento obrero. Hasta la Iglesia se ha visto obligada a tomar posiciones. Esto es muy sintomtico. Sin embargo, la lucha de los trabajadores espaoles se lleva a cabo en medio de dramticas dificultades. No tie nen sindicatos que defiendan sus intereses, porque en Espaa los sindicatos son sindicatos fascistas al servicio de los patronos. No tienen prensa legal que divulgue y apoye su lucha, porque en Espaa no hay libertad de prensa. Los huelguistas espaoles no tienen ms caja de resonancia que la solidaridad de los trabajadores del mundo, el apoyo de su propio pueblo y las decisiones que en este momento histri-co adopten las fuerzas de oposicin. Vivimos unas horas trascendentes para la libertad de Espaa.La adhesin de otras capas sociales a la lucha de los mineros y trabajadores espaoles demuestra que el mal

  • 24

    de Espaa es la falta de libertad, la falta de demo cracia, es la existencia de la dictadura. Lo que hay que resolver en Espaa es el problema de la libertad. Pero el problema de la libertad no puede resolverse sin la uni dad de los espaoles. Yo creo que el juicio de la historia y de nuestro pueblo ser inexorable con quienes no comprenden este mo mento dramtico pero esperanzador que vive nuestro pas. Yo, en nombre de nadie, con la triste autoridad de mis veintitrs aos encarcelado, aprovecho esta tribuna para pedir la uni-dad que Espaa necesita. Unidad es el grito que sube de las minas asturianas, de las fbricas de Vizcaya y Catalua, de los secos campos andaluces, de las universidades de Barcelona y Madrid. Unidad es el clamor que traigo de las crceles. Unidad era la ltima palabra que escriban en las paredes de su celda los hombres cuando iban a ser fusilados. Estoy se guro que uni-dad es la palabra que en estos momentos est escrita en vues- tros corazones. Yo tengo grandes esperanzas. En la crcel siempre fui un profesor de optimismo. Yo creo en la unidad. Necesito creer en ella. En las prisiones he conocido a hombres que renunciaron, que dejaron caer sus banderas al suelo. Cre an que no vala la pena continuar. Pensaban que haban sacrifi-cado su vida intilmente. Pero yo jams consider mi vida perdida. Yo he vivido la vida que he preferido vivir: la vida dura pero noble de un revolucionario. Por eso confo en la unidad. Si no confiase en la unidad y en la lucha del pueblo, tendra que dar la razn a los que renunciaron, y llegar a la conclusin de que haba dejado

  • 25

    intilmente veintitrs aos de mi vida en las pri siones. Pero, afortunadamente, no es as. En mi corazn soplan los vien-tos mgicos y ardientes del entusiasmo y estoy convencido de que mi vida es justa. Si mil veces naciera, mil veces vol-vera a ser como soy y a pensar como pienso. Tengo, adems, razones para confiar en la unidad y ser optimista. Porque, en fin de cuentas, la unidad la estn for-jando ya los trabajadores y el pueblo de Espaa. No es una unidad sellada en una mesa redonda, sino en el duro crisol de la solidaridad y de la lucha. Los trabajadores espaoles han hecho muy bien.

  • Te llamo desde un muro

  • Mi vida,os la puedo contar en dos palabras:

    Un patio y un trocito de cielopor donde a veces pasan

    una nube perdida y algn pjaro huyendo de sus alas.

  • 31

    AUTOBIOGRAFA

    Mi pecado es terrible;quise llenar de estrellasel corazn del hombre.Por eso aqu entre rejas,en diecinueve inviernosperd mis primaveras.Preso desde mi infanciaya muerte mi condena,mis ojos van secandosu luz contra las piedras.Mas no hay sombra de arcngelvengador en mis venas: Espaa es slo el grito de mi dolor que suea.

  • 32

    TE LLAMO DESDE UN MURO

    Oye, hermano, te llamo desde un muro;clavado entre unas piedrasdonde las sombras hacen su nidada.Hablo desde la pena.Entre los huesos mismos del dolor te llamo.Mi voz, como esas hierbasque en la ranura de una roca crecen,se ha mantenido pura:no escupi a su bandera,ni dobleg sus hombros,ni ha mentido canciones,ni se pas al Oscuro.

    Veinte veces cruz la primavera,y mis alas en un cepo atrapadas,y el ardor de mi sangre entre cadenas.Pero hoy mi voz sin llanto te reclama;mi lengua es una herida que flamea,como un pjaro ardiendo en tu ventana.

    Ni un da ms, amigo. No consientaseste tropel de muros obcecados;tanta luz sin salida, tanta puertacerrada ante mis ojos.Mi corazn te espera,aguarda a tu palabra, y en los muroscomo un ro apresado se golpea.

  • 33

    BUSCAD ACERO!

    An es de sueo la llave,y slo aroma la puerta.Amigos, buscad acero;forjad la llave maestracon la voz del pueblo entero!

    La llave de la amnista,para el corazn del hombreprisionero en la agona.

    An es de viento la llave,y slo silba en la puerta,Amigos, buscad acero;forjad la llave maestracon la voz del pueblo entero!

    La llave de la amnista,para el alma que florecellanto en el revs del da.

    An es de llanto la llave,y se derrama en la puerta.Amigos, buscad acero;forjad la llave maestracon la voz del pueblo entero!

  • 34

    La llave de la amnista,que de par en par nos abralos campos de la alegra.

  • 35

    YO DENUNCIO

    Yo no pido clemencia. Yo no pidocon un hilo de voz descoloridaperdn para la vida que me deben.Odio la voz delgada que se postray el corazn que llora de rodillasy esas frentes vertidas en el polvo,hecha aicos la luz del pensamiento.

    Yo no pido clemencia. Yo no juntolas manos temblorosas en un ruego.Arden voces de orgullo en mi palabracuando exigen sin llanto que las puertasde la venganza oscura se derribeny a los hombres descuelguen de sus cruces.

    Yo no pido clemencia. Yo denuncioal dictador cadver que gobiernala vida de los hombres con un hachay ahora quiere dejar para escarmientomi cabeza cortada en una pica.

    Yo no pido clemencia.Doy banderas.Paso de mano el golpeadocorazn de mi pueblo prisionero.

  • 36

    AMNISTA

    Los pjaros van grabandopor el aire esta palabra;las olas sobre la mar;las aldeas en la espaldablanca y hmeda del ro,el pastor en la montaa.

    Los nios tallan sus letrascon sus pequeas navajas,en la corteza del pan,en los rboles y tapias.Hay mujeres que en sus labios,con triste amor la desgranan;otras que clavan su gritocomo una bandera blanca.

    Los estudiantes la esparcencon aromas de pizarra;en las ciudades asciendecon el humo de las fbricas;el viento la va dejandoen las calles y en las plazas,en las veletas y torres,prendida en las cruces altas...Tres sputniks por el cielorecogen firmas doradasde las estrellas y escribenen espaol la palabra.

  • 37

    ROJA ENERGA

    Hacia la vida voy. Mujer, te llevocomo un ala de lumbre a mi costado.Tus manos, junto a m, cuenco doradode luz y de esperanzas donde bebo.

    Oh, palmas clamorosas donde prueboel frescor de tu ro desvelado.Honda rama de amor. Dulce cayadodescanso de mi sien, verde renuevo.

    La fuerza de tu sangre es en mis venasun mpetu de mar, y tu alegraflorece en las laderas de mis penas.

    Oh, lealtad, amor, roja energaque puede con el muro y las cadenasy hasta el viento de espaldas tumbara!

  • 38

    A ESPAA EN SU JORNADA POR LA AMNISTA

    Como un mar imponente en oleadassuben hasta mi herida fosa oscura,el clamor de la gente, esa hermosurade luminosas lenguas desatadas.

    Mi voz quiere ir contigo, Espaa. Es duraesta mudez impuesta por espadas.Duras son las palabras sepultadasbajo el silencio alzado en dictadura.

    Mira mis manos: crujen contra el muro,en busca de una luz, una ventana,llagas de sombra y de dolor oscuro.

    Y oye a mi corazn roja campanasonar contra las piedras, ya madurode esperar en la pena tu maana.

  • 39

    PROCLAMA DE ABRIL

    En abril cuando las flores;al sonar la primavera,cuando amor pinta en los ojossus divinas acuarelas;cuando la sangre en las ramasde la juventud se elevan.En la primavera amigos!Es un smbolo la fecha!Cuando todo hierve y vive,Espaa alzar sus fuerzas.La dictadura del hielotemblar en su gusanera,cercada por los clarinesde cien mil rosas abiertas.

    Que en abril cada palabrahasta las piedras conmueva:la Universidad y el campo,la fbrica y las iglesias,los nios y las mujeres,la oracin y la herramienta,cada mano y cada versolevanten la primera letradel amor y la amnistacontra cerrojos y puertas.

  • 40

    HASTA LAS PIEDRAS

    La piedra silente llora;el muro cerril, el hierrode los cerrojos, las losas.Las cadenas, ya gastadas,sus eslabones deshojan.

    Hasta el carcelero siente un alma bajo su ropa.(Pero hay un reloj terribleque estanca sus negras horascon odio y sangre en la esferasin alba de sus mazmorras).

    La vida entera nos llama.Vierten lgrimas las rocas.Se abren las casas. Esperanen los umbrales mil rosas.

    Nuestro amor reclama el niocon su voz de tiernas hojas!La libertad va dejandode voz en voz, clamorosa,los resplandores de un gritocomo una estrella en la boca.(Pero hay un reloj terrible

  • 41

    ciego Can sin auroraque en su noche de odio y sangresigue estancando las horas.Guadaas son sus agujasen un cadalso de sombras).

  • 42

    PRISIN CENTRAL

    Muros hirsutos. speras cortezasdonde el hombre se duele cada da.Apretada oquedad de llaga y fosa.

    Socavn de Castilla. Lento espanto.Catedral invertida hacia la tumba,bajo una piel de piedra cancerosa.

    Hay un rbol aqu, pleno, enterrado,de corazones vivos, que semejantrboles rojos en la luz borrosa:

    muchas hojas, sin sangre, van cayendo:mas su raz fosfrica florece,una bandera abierta en cada losa.

    Y en esta pena oscura donde habitami corazn en sombras, ya tan slola luz de esa bandera es asombrosa.

  • 43

    NORMA

    Quiero que mis poemas tengan huesoy estructura de piedras palpitantes:verlos siempre de pie (torres errantesde la vida y el hombre) por su peso.

    Capaces de ser bala y de ser beso,cantos de paz o puos resonantes;azules como el rayo o verdeantescomo olivo maduro... Que su espesoson a metal, colmena o bosque herido,suba desde mi sangre, tensamente,a otro labio desierto y perseguido.

    Versos con alma y versos con simiente,con atlticos hombros y un erguidopueblo de corazones por su frente!

  • 44

    ROMANCE DE LA AMNISTA

    Qu duro es morir clavadoen el muro de agonair quemndose las plantassobre losas de cal frasentir granada la sangretrigo rojo sin espigasy un portazo de recintossiempre contra las pupilas!

    Que salga el preso, que bebala luz y el aire su herida,que sus pies toquen el campodonde los pinos respiran,que recorra las veredasro abajo, monte arriba,que sus manos sientan hombrosclamorosos de alegrasy sus labios, fresca hierbade cabelleras floridas;que al salir lea en las torresla palabra siempre vivade su libertad grabaday en los rboles escrita;que los montes, que los ros,que toda esta geografade tierra indomable seauna pancarta extendida,

  • 45

    una sola voz gritandosobre la mar: amnista!

    Las puertas de par en par!Los presos fuera: a la vida!Que les devuelvan sus alasque las sombras asesinan!Basta de cadenas, basta!Que Espaa entera lo diga!Contra los muros los vientosdel pueblo por la amnista!

  • 46

    PEQUEA CARTA AL MUNDO

    Los dientes de una ballestame tienen clavado el vuelo.

    Tengo el alma desgarradade tirar, pero no puedoarrancarme estos cerrojosque me atraviesan el pecho.

    Siete mil doscientas vecesla luna cruz mi cieloy otras tantas, la doradalibertad cruz mi sueo.

    El Sol me hace crecer flores,para qu, si estril veoque entre los muros mi sangrese me deshoja en silencio?

    No sabis lo que es un hombre,sangrando y roto, en un cepo.Si lo supierais vendraisen las olas y en el viento,desde todos los confines,con el corazn deshecho,enarbolando los puospara salvar lo que es vuestro.

  • 47

    Si llegis ya tarde un day encontris fro mi cuerpo;de nieve, a mis camaradasentre sus cadenas muertos...recoged nuestras banderas,nuestro dolor, nuestro sueo,los nombres que en las paredescon dulce amor grabaremos.

    Y si no nos cerris los ojosdejadnos los muros dentro!que se pudran con el polvode nuestra carne y no puedanser nuevas tumbas de presos.No sabis lo que es un hombresangrando y roto, en un cepo.Si lo supierais vendrais,en las olas y en el viento,desde todos los confines,para salvar lo que es vuestro.

    Si llegis ya tarde un day encontris fro mi cuerpobuscad en las soledadesdel muro mi testamentoal mundo le dejo todo, lo que tengo y lo que siento,lo que he sido entre los mos,lo que soy, lo que sostengo:una bandera sin llanto,

  • 48

    un amor, algunos versos...y en las piedras lacerantesde este patio gris, desierto,mi grito, como una estatuaterrible y roja, en el centro.

  • 49

    CARTA A NUESTROS AMIGOS DE AMRICA LATINA

    Marcos AnaPrisin de Burgos

    Acaban de sonar las once de la noche. Desde mi peta te, a travs de una ventana enrejada, veo la esfera ilu minada del reloj sobre el muro. Hace ms de una hora que han tocado silencio, y la crcel parece ms hundida que nunca en su soledad de piedra. El toque de silencio no tiene el mismo significado para to dos nosotros. Yo no puedo evitar un sobresalto, una ten-sin instintiva, cuando la corneta rasga la noche. En mis tiempos de condenado a muerte, el toque de silencio nos traa la noticia estremecedora de la saca. Si el corneta alargaba el final del toque, dejndolo morir tristemente, sa-bamos que un grupo de nosotros viva su ltima noche. Si, por el contrario, el toque elevaba su final, como la cola de un ltigo, podamos dormir tranquilos, porque nuestra vida se prolongaba, al menos durante 24 horas. De esto hace ya muchos aos, y no quiero separarme del motivo que me mueve a escribir estas pginas, os dije que acababan de dar las once de la noche, pero del pa tio an suben los vapores pegajosos del da. Estamos en el mes de agosto. Hemos abierto las ventanas que dan al ro, y nos lle-ga una pequea brisa del Arlanzn y de los montes cercanos. Casi un centenar de hombres vivimos amontonados en esta brigada. Unos, intentan dormir, de sazonados por el calor y los chinches; otros, leen. La mayora escriben, sentados en sus camastros, sobre unos pequeos tableros. Quizs os

  • 50

    escriben a los conferen ciantes de Sao Paulo y Montevideo, a los parlamentarios, a los sindicatos, a los peridicos y centros culturales, a los artistas y escritores, a todos los ami-gos de Latinoa mrica o de cualquier otra parte de la tierra.Estamos en deuda con todo el mundo. El corazn de cada preso es un gran campamento donde el amor y el agrade-cimiento velan y trabajan incansablemente. Qui siramos llegar a todas partes, estrechar, una a una, to das las manos que se tienden hacia nosotros. Yo tambin os escribo esta noche. Mis compaeros me han encargado estas pginas, para explicaros que este n-mero de la revista Muro est dedicado a vosotros, a todos los hombres y mujeres, a todas las muchachas y muchachos de Amrica Latina. Pero, cmo hacerlo? Cmo expresaros todo el amor y el agradecimiento que llevan estos modestos trabajos? Conozco a mis camaradas, s que su sentimiento est en carne viva, los veo alegres, y cada da ms enamorados de vuestra hermosa solidaridad. Dnde encontrar la medi-da de sus corazones? Esta medida no la busquis en la magnitud literaria o plstica de los trabajos que forman la revista. Es un pequeo rbol, emocional, donde cada uno ha puesto una rama pequea de su corazn vivo. Y, sin em bargo, hay algo realmente prodigioso, ciertamente extraordinario en la revista Muro, que puede expresar lo que sentimos por vosotros: su creacin misma, su reali zacin en condiciones adversas e imposibles. Ese es el gran mrito de que nos ufanamos y os ofrecemos de todo corazn: la temeridad,

  • 51

    el tesn, el amor necesario para una empresa semejante. Imaginad el audaz proceso que sigue la elaboracin de una revista en la crcel. Pensad en cada colaborador tra bajando en la noche silenciosa, sobresaltado por los alertas y las rondas de los funcionarios. En ocasiones, cuando todo est terminado, hay que romperlo para vol ver a comenzar a los pocos das; y esta operacin de romper y rehacer, puede repetirse dos, tres, cuatro ve ces, convirtindose en un autn-tico trabajo de Ssifo. Despus hay que salvar los muros y hacerla llegar a su destino. No s qu camino misterioso abren los presos en las no ches de sus crceles, pero su voz es invencible. Ahora mismo tengo bajo mi almohada unos poemas hermosos de la viuda de Beloyannis, escritos en su prisin de Gre-cia. Cmo llegaron hasta m? Cmo atravesaron estas y aquellas duras puertas de presidio? Cmo sobrevivieron el manuscrito de Ana Frank y el Reportaje con la soga al cuello, de Julio Fucik? Cmo horad su noche la pa labra de Nazim Hikmet? Cmo ganaron la luz desde su celda de condenado a muerte, o desde los penales te mibles de Palen-cia y Ocaa, los poemas de Miguel Her nndez? Cmo lle-g hasta nosotros, en las horas de nuestra guerra civil, aquel mensaje dramtico que nos envi un preso portugus escrito con su propia sangre? Recuerdo los tiempos terribles de Porlier donde estuve dos aos con la pena de muerte. Cuando los condenados vivan su ltima noche, eran bajados a celdas de capilla. El acceso a estas celdas era imposible: haba que cruzar largos pasillos y varias cancelas cerradas y vigiladas per-manentemente por funcionarios. Al condenado a morir se le

  • 52

    registraba de arriba abajo, se le quitaba el papel, la plu ma es-tilogrfica, hasta la punta ms pequea de lapicero (tambin el cinturn, por terror a que la vctima adelanta se el trabajo de los verdugos). Despus, cuando apuntaba la madrugada, se le esposaban las manos a la espalda y, para ahogarle la cancin y el grito, se le meta en la boca un enorme tapn de madera, con un pequeo orificio en el centro, y se le sujetaba con unas correas detrs de la ca beza. As eran entregados al piquete de ejecucin. Tericamente, estos hombres no tenan en las horas lti mas de su vida ni un solo minuto libre de vigilancia. Y, sin embargo, nada ms tocar diana, una hora o dos des pus de que arrancasen los camiones de la muerte, circulaban en-tre nosotros unos papeles dolorosos, a veces pequesimos: eran Las notas de capilla. Cmo subieron a nuestras manos? Cmo y cuando fue ron escritas por aquellos camaradas inolvidables? He visto repetirse este milagro cada da durante muchos aos. Hoy lo repetimos, una vez ms, haciendo que esta pe-quea revista, construida a golpes de corazn en nuestra cr-cel, cruce los rastrillos y el mar, para llegar hasta vosotros.En sus sencillas pginas van nuestra esperanza y gratitud a todos los hombres y mujeres de Amrica Latina, y a cuan-tos en el mundo mantienen en alto la bandera de nuestra libertad. Hoy, ms que nunca, estamos seguros de que nuestra amnista, y la de nuestros hermanos portu gueses, es una cercana realidad. No creis por un solo mo mento, en medio de vuestras dificultades o al vernos su midos aun bajo las cadenas, que vuestro esfuerzo ha sido infructuoso.

  • 53

    Las conferencias de Sao Paulo y Montevideo y la ltima europea celebrada en Pars han dejado en cue ros la poltica cancerbera y terrorista de la dictadura. Nues tros opresores se vieron obligados a utilizar presurosos la prensa y la ra-dio, a recurrir nuevamente a la mentira, a di famar nuestra condicin y la vuestra. Ellos saben que el fluido de vuestra fraternidad reanima a nuestro pueblo en su lucha por nuestra amnista, y que pronto reuniremos, entre todos los hijos de la libertad, la fuerza necesaria para derribar los muros de nuestras prisiones. El general Franco y los suyos quisieran que el mundo nos olvidase; vernos, como peces arrojados en la arena, con-vulsos y enloquecidos por la muerte a que nos so meten. Pero no han tenido ni tendrn jams fuerzas para doblar nuestros corazones, ni para quebrantar la lealtad de nuestras mujeres y el orgullo de nuestros hijos. Os lo prometemos. El fuego espiritual que nos ha mantenido ilesos e indomables en los aos ms duros se ve hoy in venciblemente acrecentado por el calor unnime de nuestro pueblo y de los pueblos herma-nos de Europa y Amrica que exigen nuestra amnista.Queremos agradeceros, finalmente, la fraternal ayuda que prestis a nuestras familias. Ellas han sufrido lo in decible cuando la noche era ms spera y la soledad les cercaba el corazn. Veamos en sus ojos la tristeza y aunque su fidelidad y su amor eran indestructibles al gunas veces un dolor sin esperanza. Pero desde hace unos aos todo ha cambiado para ellas. Han tocado con sus manos la so-lidaridad de nuestro pas y el mundo, y vienen al locutorio con los rostros iluminados de alegra y de esperanza. Toda

  • 54

    la fraternidad humana que vena acumulando fuerzas en el gran corazn de los pueblos es, cada vez ms, una corriente universal e incontenible. Amigos de Amrica Latina: os estamos agradecidos por la luz que derramis en nuestros hogares; gracias por ese fuego maravilloso de fraternidad que deslumbra nues-tras crceles.En nombre de nuestras mujeres y de nuestros hijos, en nom-bre de la libertad y la vida, recibid el reconoci miento y la amistad de nuestros corazones.

  • Poemas escogidos

  • 57

    EL MENSAJE

    Hago seales en la noche. Muevomi corazn como un farol de sangre.Escucho el eco rojo, la resacade un corazn gigante.Me llega su reflejo. Se deslumbrala noche de las crceles.

    Algo gira en el mundo. Es la puertadel hombre que se abreal resplandor de un grito.El hombre surge. Avanza. Mira a Espaa,la mira hasta cegarsede amor.

    Encadenada ve,sangrando en una cruz, su propia imagen.Clamando est la tierra.

    El cielo.El mar.El aire.

    Trepo a los muros del dolor. Levantomis brazos como mstilesdesnudos:Aqu, aqu, de Espaa es esta sangre!Grito, grito otra vez, con voz de nufrago!Perdonadme esta prisa,perdonadme!

  • 58

    LA VIDA?

    Decidme cmo es un rbol.Decidme el canto de un rocuando se cubre de pjaros.Habladme del mar, habladmedel olor ancho del campo,de las estrellas, del aire.

    Recitadme un horizontesin cerradura y sin llave,como la choza de un pobre.

    Decidme cmo es el besode una mujer. Dadme el nombredel Amor, no lo recuerdo.

    An las noches se perfumande enamorados con tiemblosde pasin bajo la luna?

    O slo queda esta fosa,la luz de una cerraduray la cancin de mis losas?

    Veintids aos... Ya olvidola dimensin de las cosas,su color, su aroma... Escriboa tientas: el mar, el campo...

  • 59

    Digo bosque y he perdidola geometra de un rbol.

    Hablo, por hablar, de asuntosque los aos me borraron.(No puedo seguir, escucholos pasos del funcionario).

  • 60

    A LOS CATLICOS

    S, lo comprendo.T llevas una cruz sobre tu pecho,t rezas con fervor todos los das,no esperas tu cosecha en este mundo:hay ngeles que siegan con sus alaslas azules espigas de tus sueos.Est bien.

    Pero tu corazn no est conmigo,con su raz en tierra inevitable?Necesitas tu pan de cada da,los pjaros, los rboles, el aguay el aire que respiras.Ven tus ojos paisajes(cmo van a evitarlo si estn vivos)que dan pena o cancin a tu mirada.

    No logrars cegarte,ni huirte a una ladera solitaria,ni enmudecer el grito de los hombres.El amor sabe a incienso y es humano.

    Mi madre era Ana Santa,un puado de carne consumida,arrebujada y sola en el silencio,que muri de rodillas me contaroncrucificada sobre un leo de llanto,con mi nombre de hijo entre sus labios

  • 61

    pidiendo a Dios el fin de mis cadenas.Hoy hay madres que rezan todavamiles de corazones prosternadospor sus hijos heridos en las sombras.Y otras que luchan, golpeanlas puertas de la tierra,exigen de los hombres la muerte de los muros.

    Escchame, quienquiera que t seas,si es que el amor a Dios el alma te ilumina,no puedes de este mundo as marcharte,emprender la gran senda con las manos vacas,llegar ante las puertas de Dios, que tu fe sueaexisten bajo el Arco del Eterno Cobijopara decir: Seor, no traigo nada;dame un puesto al amor de tu lumbre divina.

    Porque el Seor, tu Dios, contestara:vete, rompe tus pies por los bermejos hielos infinitosapyate en la vara nudosa de tus odios,sers un caminante para siempre, si no hallasla palma del amor que no quisistetomar del rbol que plant mi sangre.

  • 62

    MI CASA Y MI CORAZN(Sueo de libertad)

    Si salgo un da a la vidami casa no tendr llaves:siempre abierta, como el mar,el sol y el aire.

    Que entren la noche y el da,y la lluvia azul, la tarde,el rojo pan de la aurora;la luna, mi dulce amante.

    Que la amistad no detengasus pasos en mis umbrales,ni la golondrina el vuelo,ni el amor sus labios. Nadie.

    Mi casa y mi coraznnunca cerrados: que pasenlos pjaros, los amigos, el sol y el aire.

  • 63

    MI CORAZN ES PATIO

    La tierra no es redonda:es un patio cuadradodonde los hombres giranbajo un cielo de estao.

    So que el mundo eraun redondo espectculoenvuelto por el cielo,con ciudades y camposen paz, con trigo y besos,con ros, montes y anchosmares donde navegancorazones y barcos.

    Pero el mundo es un patio.(Un patio donde giranlos hombres sin espacio).

    A veces, cuando suboa mi ventana, palpocon mis ojos la vidade luz que voy soando.Y entonces, digo: El mundoes algo ms que el patioy estas losas terriblesdonde me voy gastando.Y oigo colinas libres,voces entre los lamos,

  • 64

    la charla azul del roque cie mi cadalso.

    Es la vida, me dicenlos aromas, el cantorojo de los jilgueros,la msica en el vasoblanco y azul del da,la risa de un muchacho...

    Pero soar es despierto(mi reja es el costadode un sueo queda al campo).

    Amanezco, y ya todofuera del sueo es patio:un patio donde giranlos hombres sin espacio.

    Hace ya tantos siglosque nac emparedado,que me olvid del mundo,de cmo canta el rbol,de la pasin que enciendeel amor en los labios,de si hay puertas sin llavesy otras manos sin clavos!

  • 65

    Yo ya creo que todofuera del sueo es patio.

    (Un patio bajo un cielode fosa, desgarrado,que acuchillan y acotanmuros y pararrayos).

    Ya ni el sueo me llevahacia mis libres aos.Ya todo, todo, todo,hasta en el sueo es patio.

    Un patio donde girami corazn, clavado;mi corazn, desnudo;mi corazn, clamando;mi corazn, que tienela forma gris de un patio.

    (Un patio donde giranlos hombres sin descanso).

  • 66

    SIEMPRE

    Ayer,mi coraznera el Patio cuadrado y gris de una prisin.Hoy,mi coraznes una Plaza Roja donde cantanel Martillo y la Hoz.

    Pero ayer,y hoy,mi corazn,en Burgos o en Mosc,mantiene el mismo son.

    Desde su celda oscura,o junto al mar y al sol.Una sola bandera,y la misma cancin.La tortura y la crcelno rompieron mi voz.No la cambiar el aire,la aventar mejor.

  • 67

    ALTA CAMPANA

    A mis compaeros,en las peores horas de nuestro cautiverio.

    Ya s que es dura la jornada, hermanos.Restalla el corazn contra las rejas.Sangran las manos. Y los pies, heridos,van dejando en el patio rojas huellas.Un reguero de huellas, un caminocircular, donde la vida se seca.Noche y da, sin descanso,que cuando la noche dejasombra y herrumbre en los ojospor el recuerdo se queda.

    Camino gris de noria. Cangilonesllenndose en la Herida, y los alertasa cuchillo pasndonos el almaque, arropada en su manta, siempre sueacon un llanto de alegres bienvenidasen el umbral lejano de una puerta,con el rbol aquel, con aquel roo la orilla de un mar que se le adentra,corazn adelante, hasta los huesos,donde los sueos se quedan.

  • 68

    Van quebrando sus uas nuestros ojosde escarbar con ahnco en las tinieblas:ojos oscuros, espantosas lunasvagando entre cerrojos y cancelas,crispndose con ansia en los barrotespara exprimir la luz de las estrellas.

    Dura, tremenda es la jornada, hermanos.Mas, qu queris, rodar, dejar abiertaslas fuentes del lamento hasta inundarde escombro el corazn, su roja fuerza?

    Yo tambin tengo mi dolor, amigos.Una herida implacable. En cada cuestame derriba una pena, y me levanto otra vez.(Alma a rastras, como puedallegar con vosotros).

    Recto el rbol.Firme mi tronco, aunque las ramas pendanrotas de un hilo;aunque mis hojas sangreno en la matriz sin suerte de sus yemasabortada la aurora de mis floressin un vagido de color se muera.

    Hay otra flor inmensa y otra aurora,un dolor ms terrible y otra penaque resumen la vida y las edadesde los hombres y el mundo: la bandera

  • 69

    que sostienen mis manos golpeadasnuestras mano heridas de cadenas.

    Oh, bandera del Hombre, alta campanafosforeciendo en esta Noche, ilesa,como un astro de luz, ensangrentada:jams sorda mi alma, jams ciegami vida en una torre sin ventanas,sola con su dolor y su condena,sin ver que en nuestros gritos arden bosques,sin escuchar que el fuego nos contestay nos llaman cien pueblos que nos buscancon sus lmparas rojas avanzandodesde las cinco partes de la Tierra!

  • 70

    ALMA NO LLORES

    Y no basta decir: alma, no llores,si ves a un corazn que va dejando la vida entre furiosos desgarrones.

    Hay lgrimas que tienen estaturade estrellas indomablesy es de acero o de roble su ternura.

  • 71

    CORAL DE CORAZONES

    (Perteneciente al libro Concierto para Iturbi,que nos visit en la prisin)

    Tus manos asombradas,encendidas de pena,fueron pulsando este cruel pianode luz llagada y piedra de condena.

    Cada tecla era un hombre,una herida caliente, una bandera,una sien insumisa (voz tapiada)dolindose en tus manos, prisionera.

    La msica brotaba, te ascenda.Tu clave era la rota y enterrada razdel Hombre vivo,del hueso mismo del dolor alzada.

    Sollozaba el teclado.Humano ardasu corazn: rojo torrente de oro.La Msica eras t. Nuestro, el piano.Todo vibraba en la Prisin (el Hombre,el cielo, el patio) de amor... igual que un haz sonoro.

  • 72

    CANTO ABSOLUTO A LA LIBERTAD

    A JLG

    Su herida golpea de vez en cuando;no dejadla jams que cicatrice.Que arroje sangre fresca su dolory eterno viva en su raz el llanto.

    Si se arranca a volar, gritadle a vocessu culpa: que recuerde!Arrojadle pellas de barro oscuro al rostro.Si en su palabra crecen las flores nuevamente,pisad su savia rojahasta que nazcan lvidas, como manos de muerto.

    Talad: que no descuellesu corazn de msica oprimida.

    Porque sa es vuestra ley, tan extraa a la ma:si un ro se alza para hablar con la luna,ponedle un dique oscuro.Si una estrella olvidando su distancia se meceen los agraces labios de un muchacho,denunciadla a los astros.Cuando un corzo se beba la libertad y el bosque,atadlo como a un perro.

  • 73

    Si hay algn pez que aprende a vivir sin el agua,negadle orilla y tierra.Si el alba se deslumbra de claridad alada,poned las hojas verdes de la noche en sus ojos.

    Si hay un hombre que tienesu corazn de viento,llendselo de piedrasy hundidle la rodilla sobre el pecho.

  • 74

    ELEGA AL DOCTOR BARTRINA

    As, tan crudamente le arrancaron,como a un rbol, la vida.No caa hoja a hoja su sangre. La estrujaron.Retorcieron con rabia su agona.

    Mas ni un solo latido le doblaron.Su hermoso corazn se destruarecto y puro en la muerte. Le mataron.Pero qued su Luz. Su rebelda.

    Mis costados son hoy tierra de fosa;mis latidos la cavan como azadasy oliendo van madera resinosa.

    Con las sienes de heridas agolpadasuna bandera en su perfil reposa: Jos Bartrina ha muerto, camaradas!

  • 75

    ELEGA A LUCIANO PARRONDO

    (Que muri en la prisin de Burgosa los veinte aos de cautiverio)

    Parrondo, amigo mo:hace ya 20 aos que te vi y te recuerdocantando sobre el filo de la muerte que hua.ramos arroyuelos, con el alma desnuda,creciendo, en avenida.

    No pesaban los muros:hacia la mar seguan tu corazn y el mo,ensanchando riberas,con un alba en los ojos,dejando a nuestro paso banderas y alegras.

    Qu juventud la tuya!En tu cuerpo aterido por la muerte se mirami juventud perdida,granada frente a todo...Ay, Amigo:mi corazn resiste; tu bandera ya es ma;empapar mis manos con tu sangre calladay marcar los astros con tu muerte y mi vida.

    A veces creo que el mundotiene perdida el alma.No escucha este cuchilloque indiferente mina

  • 76

    nuestra espalda y nos hunde su filo hasta la muerte?Mi corazn se obceca,resiste todava:mas cuelga de su puerta tu ruiseor calladoy vierte un llanto rojo donde tu luz se enfra.

    Por qu no para el mundo este reloj sangriento?No oye sus campanadas donde los hombres gritan?

    Mi voz no puede alzarse,le falta tu estatura.No hay poeta que cante nuestra muerte infinita.Hay hachazos tan duros que cortan la palabra.En esta tierra nuestra ya todo se asesina.Por el fuego sangrante de tu herida implacablemi voz quema sus brazostrepando hasta tus cimas.Ms no llega mi acento.

    No hay lengua traspasada por el dolor que puedarecompensar tu vida.No hay voz para tu muerte(quiz tu madre, acaso, llorando sea elpoema, que pide esta elega).

    Mas tu rostro insumisoseguir con nosotros.Clamar en las campanas del corazn y un daser tea en las cumbres del pensamiento indmitomuchacho azul, eterno laurel de la sonrisa.

  • 77

    No enterrarn tu nombre...Arder en mi palabra,lo subir a mis labios de la pena ms viva,escarbar en el llantoy hundido en sus races te subir en sus hombrosmi voz al nuevo da.

  • 78

    A ESPAA

    Como un mar imponente, en oleadas,suben hasta mi herida fosa oscurael clamor de tu gente, esa hermosurade luminosas lenguas desatadas.

    Mi voz quiere ir contigo, Espaa.Es dura esta mudez impuesta por espadas.Duras son las palabras sepultadasbajo el silencio alzado en dictadura.

    Mira mis manos: crujen contra el muro,en busca de una luz, una ventana,llagas de sombra y de dolor oscuro.

    Y oye a mi corazn roja campanasonar contra las piedras, ya madurode esperar en mi pena tu maana.

  • 79

    PUDO EL CIPRS

    Pudo el ciprs ms que nadie.Pual agudo invertidoclav su aroma en mi sangre.

    Las dalias tejen coronascon luz morada en los ojosmortecinos de la tarde.

    Los cipreses, mano a mano,con el laurel han tendidoun puente sobre el estanque

    (agua delgada y menuda,remanso puro, mi vida,sin vivirla un solo instante).

    Un hacha suena en el bosque.Otoo corta las ramasde mi juventud. Lloradme!

  • 80

    IMAGINARIA

    Al pintor Miguel Vzquez alque sorprend una noche llorando

    en la crcel de Burgos.

    Odme amigos. He vistocon los ojos soolientosalgo que quiero contaros.

    Es la madrugada. Un presoenfrente de m despierta,se incorpora sobre un codo.

    La un cigarro. Se sienta.Mientras fuma tiene ausentela mirada, como dormida la frente.(Suea el viento en la ventana).

    Tira el cigarro. Se inclina.Saca un pedazo de pan,se lo come lentamentey despus... rompe a llorar.

    (Quizs no tenga importancia...yo os lo cuento).Ya sabis que a m las losasme han gastado hasta los huesosdel corazn,pero ver llorar a un hombre

  • 81

    es algo, siempre, tremendo.Y este preso no es un rbolque se ha roto. Sigue ileso.Pero de pronto ha venidotodo lo suyo a su encuentroen esta noche tranquila...

    Con su dolor en mi pechole miro. No puede verme.Sus ojos estn muy lejos.Sus ojos cerca, llorandotan suave, tan hondamenteque apenas si mueve el airey el silencio.

    Un alerta le estremece.(Por el patiose oye cruzar el relevo).

  • 82

    VOY SOANDO

    Soar; siempre soar,con banderas y besos;la libertad y el airesoplando en mi cabello.

    Campo y aire sin finoh luz, sin otro cercoque el amor de unos brazosenlazando mi cuello.

    Soar; siempre soar,con los ojos sin sueo,que soy un hombre vivo...siendo tan solo un preso.

    Hay rboles y un rofijos en mi recuerdo;una infancia salvaje,un dulce amor ingenuo,y dos nombres grabadosen el chopo ms viejo.

    (El cielo aquella tardeera como un espejo.El choperal tenda,para el amor, senderos.Todo era luz. La gloriade mayo iba en mi pecho.

  • 83

    Un vilano de platase enred en sus cabellos,acud temblorosoy con mis dedos trmulos.Sus ojos me invadieronde aroma y sol.El viento,inmvil, nos miraba:fue aqul mi primer beso).

    Soar, siempre soarque vuelvo a todo aquello,lo que dej y ya nuncaencontrar al regreso.

  • 84

    HABLAR EN PAZ

    Como en otoo el rbol sobre el rodeja caer sus hojas plateadaso la luna su luz,tan suavementedesprender yo quisiera mis palabrasde mis labios en paz.

    Subir del corazn versos en calma,sin arrancarle gritos,hacer ondas tranquilas en el aguade quien me escucheo lea.

    Igual que un nio lanza,en la orilla de un lago o de un estanque,blancos barquitos de papel al agua,con esas manos de plumn rosado,con esa pura candidez sin llagapudiera yo escribir, formar mis versossin ese filo loco que llevanmis palabras...

  • 85

    (Pero hay que tajar nochetajos de luz para subir al Albay acuchillar los muros de las heridas altasy ametrallar las sombras, con la vidaen las manossin paz,amartillada).

  • 86

    DE RO A RO

    Arlanzn, dselo al Sena.Dile que en la Noche escuchasmi soledad, mis cadenas.

    Hblale de mis hermanos,vivos en tumbas de piedra.Dile que escriba en los puentesde su libertad mi pena.

    Que su corazn me lleve.Que su corriente me extienda.Que en cada hoja del aguael pueblo francs me lea. Arlanzn, dselo al Sena.

  • 87

    POBLAD MIS SOLEDADES!

    Mares de sombra me rodean.Prietos cinchos de alerta y muro.

    (Ya la tardecomo puerta de celda se ha cerradocontra la luz y el aire).

    El cielo es un casco negro y frohundido hasta los hombros de la crcel.

    La noche es mi refugio. Siempre os hablocuando duermen los ojos y las llaves.Mi soledad se puebla en esas horasde rostros entraables,de manos que me ofrecenen silencio sus rojos estandartes.

    En el silencio escribo.Al silencio le arranco sus hojas ms vibrantes.Campanas que me aturden bajo el gritode alertas implacables.Como una fiera ahtaduerme el Patio, sin nadie.El Water huele a orines,y a turbias oquedades. (Tan slo una ventana vierte el frescor del ro y el temblor de unos rboles).Mis compaeros urden las dos de la maanasu vida en los petates:

  • 88

    encuentran cada noche en las afuerasdel sueo sus hogares.

    (Yo les envidio, ya os lo dije un da:hasta soando, slo tengo crcel).

    Escribo sin descansopalabras verticales.Prendo mi voz como un fuego en el monte.Oigo sonar la sangredel mundo en mis umbrales.

    Despus cuando amanezcanlos ojos y las llaves,me guardar la voz en un zapatoy aromarn las losas mi mensaje:

    Pueblos del Mundo, amigos!Corazones cercanos o distantes:llegad a m,poblad mis soledades!

  • 89

    REITERACIN

    Te llamo desde aquel, el mismo muro(otra vez). Atrozmente sepultadosigue mi corazn, mi sueo,todo lo que es vida o soar. Encadenadosigo. No me dejan gritar. Escupohierro mudo. Mi boca est sangrando,de tascar insumisa los cerrojos,como un caballo el freno. Voy clamando.

    Mi lengua ruge de pasin, levantasus voces como nufrago, golpeahasta que cruje el verso, y la palabrase hace un chorro de sangre al pie del muro.

    Pero esta sangre sube oh voz heridahecha torre de fuego para el mundo.

  • 90

    ORACIN A LA PATRIA

    Espaa, Patria ma,abre a tus hijos tu corazn,tu viejo corazn de catedral y montey junta nuestras manos para secar tu llanto.

    lzanos del abismolas derribadas Albasque dejaron oscura entre dos mares tu verde geografa.

    Slo para la sombra que te inunda,rompieron los goznes de tus puertas.Slo el plido hachazo del dolortuvo francos litoralesy as vino tu llanto.Subi desde tu entraa,hasta pudrir el aire y tus races,hasta dejar desnudo el hueso de tu pena.

    brete a la paz clarade nuevos meridianos.Levanta tu estatura de Horizonte y Olivocrestonada de sol y cordilleras.Y nenos, madre.Reconcilia a tus hijos.Yergue tu voz, y en tu regazo, todos,sobre el fulgor caliente de tu herida,forjaremos el abrazo sin sombraque te gane y nos gane Tu Destino.

  • 91

    ROMANCE PARA LAS DOCE MENOS CUARTO

    (Noche vieja en la prisin de Burgos)

    Camaradas, a las doce,todos los pulsos en hora.Que suenen como campanas,en una campana sola.Que fundan los corazonesen un corazn y todaslas ramas del pulso seanrbol de luz en las sombras.

    Amigos, todos en pie:sobre las montaas rojasde nuestra sangre sin yugosla voz erguida en la boca.Si alguno siente que tienelas alas del pulso rotas,que las componga!, a las doce, todos los pulsos en hora.

    Od, yunteros del alba!Od, pastores de auroras!Para conducir el dahacen falta caracolascon dura cancin de ros;que en las manos creadorasvayan firmes las cayadas;ir apartando las horas

  • 92

    y derribando la esferadonde el tiempo nos destroza.

    Hay que hacer nudos al alma,dejar huellas en las rocas,esconder la espuma, el junco,la breve luz de las hojasdonde la luna se duerme...Ser ascua vertiginosa,piedra viva, monte y ro,corazn de cada cosa!Camaradas, a las docetodos los pulsos en hora.

    Si arena tienen los tuyos;si grietas tu voz, ya roncade golpear contra el muro;amigo, si te desplomascomo una hierba apagada,bebe en la arteria sonorade tu bandera, en la herida,de tu pueblo, en cada gotade su sangre fusilada.

    Sube desde tu derrota;desde tu cruz sumergida,como un relmpago a proa;desde tus huesos al pulso,desde la raz ms hondafirmemente a la palabra

  • 93

    donde la fe se enarbola.Despierta el rayo dormidoque en tu corazn reposa!Camaradas a las docetodos los pulsos en hora.

    A las doce todos uno.Las campanadas redondascon las hogueras del pulsoformen una sola antorcha.Almas de acero encendidoque al mismo viento tremolan,forjan el da en un yunquede dolor, con recio aromade amaneceres que nadiepodr arrancarnos...

    No hay trombade paredones, ni balas,ni rejones, no habr sogascapaces de hacernos bueyes:Nuestro cuello no se dobla!

    Miradnos aqu, miradnos,mientras los muros sollozan,cruzar el ao cantando,rompiendo noche espaola,acariciando los hombrosde un crepsculo sin costa.Miradnos aqu, miradnos,

  • 94

    Mientras los muros sollozan, Siempre de pie!, sin rodillas,como encinares de gloria.Camaradas, a las doce,todos los pulsos en hora!

  • 95

    NAVIDAD

    Ya alcanzan las gargantas sus almenas,ya giran en su noria las canciones...y van, indiferentes cangilones,llenndose en el pozo de mis penas.

    Me hacen dao estos gritos. Son arenaspara mis ojos. En mi pecho arponesde ausencia y de recuerdo. Costuronesabiertos en la carne. Y en las venas,un dolor de la sangre muda y cana.

    Vuelvo a mi soledad. A mi consuelo,a un libro de Machado. A su Castilla,(hermana de mi alma, seca y llana)a sus pueblos tan tristes. A mi anhelocomo su tierra calva y amarilla.

  • 96

    CARTA URGENTE A LA JUVENTUD DEL MUNDO

    Si la juventud quisiera,mi pena se acabara,y mis cadenas.

    (Decid Basta!Haced la prueba)

    Vuestros brazos son un bosqueque llenan toda la tierra;si enarbolis vuestras manosel cielo cubrs con ellas.

    Qu tiranos, qu cerrojos,qu murallones, qu puertasno vencieran vuestras vocesen un alud de protesta?

    (Todos los tiranos tienensus pedestales de arena,de sangre rota y de barrobabilnico las piernas).

    Pronunciad una palabra,decid una sola letra,moved tan slo los labiosa la vez y la mareajuvenil atronaracomo un mar cuando se encrespa.

  • 97

    Pero, quin soy yo, qu barcode dolor, qu espuma vieja,qu aire sin luz en el vientoacerco a vuestras riberas?Como campanarios de orovuestros corazones suenan.La juventud es la horadel amor, su primavera.Por qu mover vuestras ramasalegres con mi tristeza?No es mejor que yo me comami pan solo en las tinieblas;que mis pies cuenten las losasveinte aos ms, mientras sueanmis ojos sobre las nubesde un cielo roto en mis rejas?Pero la vida mi vidame est clamando en las venas.

    Ved nuestros rostros. Ya somoscomo terribles cortezas;claustrales rostros, salobresojos que buscan a tientas sedientos de luz y soluna grieta entre las piedras.

    No sabis lo que es vivirmurindose a vida llena;grises, sobre grises patios,sin ms luz que una bandera

  • 98

    de amor...Ni lo sepis nunca...Mas si queris que esta leprajams os alcance el pecho,no dejis mi muerte quieta.No dejadme, no dejadnoscon nuestras sienes abiertas,y en un cerrojo sangrantecrucificada la lengua.

    Levad vuestros pechos. Pronto!(Es bueno que esta gangrenaos revuelva las entraas).Echad abajo mi celda!Abrid mi atad; que el mundoen pie de asombro nos vea,indomables, pero heridos,sepultos bajo la tierra.Que no queden en silenciomis cadenas.

  • 99

    ME DUELEN ESTOS SERES

    Me duelen estos seres.Y me duele la muerte de esas gentes sencillasque pasan por la vida sufriendo, elementalesatados a la noria, cual bestias amarillas,sin despegar los labios, contentos y triunfales.

  • 100

    SIENTO LOS PASOS DE LA LUZ

    Poema recuperado, dedicado a Jos Mara Laso,el 8 de diciembre de 1959, con motivo

    de su cumpleaos en la Prisin de Burgos.

    Siento los pasos de la luz. Nos llegaen tu arrobado corazn de antorcha.

    Dices:Creo en la libertad del Hombre. Tocoen tus manos su clido estandarte(y en sas y en aqullasque an no estn con nosotros).Busco otras manos que levar y escuchoun bosque de banderas esperando.

    Repites:Avanzarn un da como estrellas.Y en la palabra limpia de tus ojosel sol de otros paisajes rafaguea.

  • 101

    ASTURIAS

    Mineros del mundo Alerta!Del corazn de las minassubid a la luz de Espaaporque Asturias est en Huelga.Asturias, siempre es Asturiasde los pies a la cabeza.

    Jams un tirano pusode rodillas a esta tierra.Quisieron cegar con plomola mina de su firmeza,castrar sus ingles oscuras,dejar sus venas abiertas...Tanta sangre la arrancaronque la dieron ya por muerta!

    Pero est viva y nos llamasu rojo pasqun de Huelga.

    Hoy tiene Espaa en su frenteuna lmpara minera.Que no asesinen su fuego!Que vuestro viento lo extienda,hasta que el torno contestey respondan las aldeas.

  • 102

    Mineros del mundo Alerta!Del corazn de las minassubid a la luz de Espaaporque Asturias est en Huelga.

  • 103

    PUEDES AN, ESPAA?

    An no sientes tu pecho enardecidopor tanta extraa voz, tanta pisada?Bajo tu piel de toro en un bramidotu corazn no estalla?

    Pueden tus ojos ver, escarnecidoa tu len, escudo ya sin garras,desdentado, exhibidoen un circo sangrante de estocadas?

    Dime hasta cundo sers yunque, Espaa,ola quieta en el mar, tronco abatido.Jams un yugo as tuvo tu espalda!Por qu est tu martillo detenido,detenida tu hoz y tu montaa?

    No ha sonado tu hora todava?Tu reloj tu combate se ha rendidoen una esfera oscura de agona?

    No. Espaa no est muerta. Solo heridosu corazn. Su voz encadenada,su pueblo desunido,pero queda, aun as, pueblo en Espaa.Abridle vuestro pecho a su latido,ardiente como el pulso de las guilasy la fuerza de un toro desmedidovoltear hasta el viento entre sus astas!

  • 104

    Que en su hombra rotunda, perseguido,clama en su vida y en su entraa clama, y agita sus banderas mi Partido, pastor de los Torrentes hacia el Alba.

  • 105

    OCASO GRANA

    Quisiera conservar todas mis hojas, sin esa desnudez fra en las ramasdel hielo y del invierno.Ser viejo, un rbol viejo. Est Bien. Pero ver todas mis hojas canas, como el rbol que queda por la escarcha y la luna cubierto de plata.O cubierto en los orosque el sol retiene con espaciosa calmaen las cimas azules de esas tardes de otoo,un rescoldo de sueos, que en dormidos espejosse mueren reclinadas.As mi atardecer quisiera...

    No importa que la trama de mis huesostransluzca sus plidos encajessi es mi