marcos a 2013 c1 es cuento la búsqueda de la certeza

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l. FS CLJF.NTO LARGO: LA BlJSQüEDA DE LA CERTEZ.t\ Y L-\ RFCLVSTÓN DE lA FILOSOFÍA DE LA CIE0J CIA. EL COI'\TSXTO DE JUSTIFIC-\CIÓN 'W/;at 1nen reafl;, want is nm· knotvledge, bttr certaint}J. ., BERTRAND Rt:ssnu. l. EL C UE:t--' .. TO CORTO Parece obligado que todo lib ro sobre filoso Ha de la ciencia comience con un b re ve n: corrido h is(Órico. Asi nos hace- mos cargo dd lugar en el que estarnos aho ra y de cómo hemos Ilegado hasta aqu í. El relaro más habitual parte del neoposi- tivismo, atraviesa la lla mada con cepción heredada, recorre ideas Karl 1 Popp-.:r y señ al a como plm to de inflex ión las aport aciones Thon1as Kuhn. D es pués de l n eo posirivis- nw, deJ ? opper y . Kuhn el r elaw se ramifica en ;u úldples vías que de sarrollan o radicalizan cualquiera de los tres grandes Lroncos mencionad os, o bien intentan alguna combinación integradora entre ellos . . Ahora bien, ¿qué, qu eremos decir cuand o afirmamos que la fi losofía ck la ciencia nace con el neopositivism o? afirmación es ohviamente incorrecta en el sentido his- tórico-I1losó fic o. Y es importante ponerlo de manifiesw,

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"Uno de los más antiguos sueños filosóficos ha sido el de encontrar la vía perfecta hacia el conocimiento, la que nos permitiese averiguar cosas nuevas sobre el mundo, acrecentar nuestro acervo cognoscitivo y, a un tiempo, saber con certeza que lo hallado es verdad. Es decir hemos buscado largamente un método que facilitase a la par la innovación y la justificación al acrcentar el contenido de la verdad garantizando la certeza de la misma. Parece, no obstante, que la búsqueda de semjante método es la historia de una frustación. Sencillamente, y hasta donde sabemos, no existe tal. Pero el relato de esta empresa creo que puede ser ilustrativo."MARCOS, Alfredo (2013)

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l. FS CLJF.NTO LARGO: LA BlJSQüEDA DE LA CERTEZ.t\

Y L-\ RFCLVSTÓN DE lA FILOSOFÍA DE LA CIE0J CIA. E~ EL COI'\TSXTO

DE JUSTIFIC -\CIÓN

'W/;at 1nen reafl;, want is nm· knotvledge, bttr certaint}J . .,

BERTRAND Rt:ssnu.

l. EL C UE:t--' .. TO CORTO

Parece obligado que todo libro sobre filoso Ha de la ciencia comience con un b reve n:corrido h is(Órico. Asi nos hace­mos cargo dd lugar en el que estarnos ahora y de cómo hemos Ilegado hasta aqu í. El relaro más habitual parte del neoposi-

• tivismo, atraviesa la lla mada concepción heredada, recorre l~s ideas ~le Karl1Popp-.:r y señala como plmto de inflexión las aportaciones d~ Thon1as Kuhn. Después del neoposirivis­nw, deJ?opper y d~ .Kuhn;· el relaw se ramifica en ;u úldples vías que matizar~ , desarrollan o radicalizan cualquiera de los tres grandes Lroncos mencionados, o bien intentan alguna combinación integradora entre ellos .

. Ahora bien , ¿qué, queremos decir cuando afirmamos que la fi losofía ck la ciencia nace con el neopositivism o? E~ta afirmación es ohviamente incorrecta en el sen tido his­tórico-I1losófico. Y es importante ponerlo de manifiesw,

RASFS H TSTÓRIC!\S Y FILOSÚFICAS

porque esra falsa autoimagco ha co n tri huido a encerrar la tli~dplina en tJ na cierta ua.diciÓn, a la que se ~upu11 C que debe la vida, y a limitarla a una cierta conf'relación de pro­blemas, p recis;:~meme los que pueden ser trataJ os con la.<; herramiemas conceptuales de esa t raá.ición. Si queremos abrir la filosofía de la ciencia, dotarla de nucvas di mensio­nes, hay que.: comenzar poi· corregir esta deficiente autoima­gen. La fi.losofía de la ciencia na<.:c, como mínimo, con la ciencia moderna, en los escriros de Galileo, Dcscane:s, Nev.-~on o Bacon. Aunque probahlemeni:~~ para ser j~tsws, deberíamos ir más atrás, hasta lus íl lósofos hajomedievales y, más incluso, hasta Platón y Aristóteles.

Pero la afirmación de que la filosofía de la ciencia n~-tcc con el neopositivismo sí es verdadera en el sentido socioló­gico. De hecho, siempre se respalda con datos sociológicos: se funda una cátedra en Viena, se crea un grupo en Viena que esrahlece conexiones con otros en Berlín o Varsovia, se fundan una rcvisca y una colección de li~ros dedicadas a la fi losofía de la ciencia, se impulsa la realización d e congre­!los ... Todos el los hechos de carácter social, no ic.lc~-ts de ca­rácter fi losófico. En resumen: la posición fundacional del neopositivismo sólo la salva la perspectiva sociológica: aun­que este movimiento no fuese panicularmenre aficionado a los estudios sociológicos. 1

Pero, sociología al margen, desde el punro de vista del contenido filos6fico, ¿cuál es el lugar histórico J c la obra de Carnap o de Reichenbach: En esre sen tido ha de ser vista más como 1111 término final, corno el acabamiento dc algo,

· Existe una paradoja análoga en d i pL:::llLo de :o~ :lamr,dos r.wisi{m.im:ts de sabrar el ncopo~icivi~mo, Lan ajeno a la perspeccivn hisróríc:t, medianr·::

una revisión hisroriográfica. Es:a paradoja ha sido puc.ml de manífi~to en J. C. Pinto de Olivcira, 2007.

ES CUENTO LARGO .. .

que como el inicio de nada. Carnap. en eJ p rólogo a la prí­mer<l ed ición de LtJ. construcción lógica del mundo (libro co­nocido como el Au.fbau), afirm <l: "\luesLr.o trabajo ~e nuD.' de ~a convicción de que.: a c~te modo de pensar pertenece el fumro".2 En mi opin ión, por el contrari o, la íllo~ofL.t d::: Carnap es uno de los t.'dtimo~ intcnros de salvar una cierta idea lk razón . .Esra vinculación a una cierta tracl ic:i ón de Ll filosofía moderna po.skantiana queda o~<..:urc:dda por el d.elí­berado inteTJto de milizar un nuevo tipo de retórica nlo.sófl­<..:a : "Tratábamos de evitar - dice Carnap e n su Autobiogra­

fta intelectual- los términos de la filosofía rradiciona!":} Pero cambiar los términos no significa necesariamente cam­biar de ideas o de programa o de am b ien te intelect11al. El cambio verdaderamente imporrant<.: no se produjo hasta que las obras de Karl Popper y de 'lhomas Kuhn comem.a­ron a cobrar influencia. Con ellos la íilosofía de la ciertci a emprendía, como ou~~s actividades humanas por la mism;.¡ ~poca, el camino hacia una nueva concepción de la razón. Estamos hablando del comienzo de los anos sesenta del .si­glo :xx, un momemo de intenso cambio culwral y sociaL · No sólo cambia la filosofía de la ci~ncia, sir:.o también la propia imagen de la ciencia, que hasta el momento se había mamenido en el ámhito de l.o que Philip Kitcher llama "la Leyenda" .'1 Según Ja Leyenda, la ciencia .se p resen.Li:l. ame a! públicq;como la encarnación de la racionalidaC. y la mejor espemnz~'- para los humanos. También Gerald Hohou rdata muy bien el camhio paulatino yuc fue sufriendo la imagen de la ciencia a partir de la segunda Guerra Mumlial, }' de

~ Carn:tp, 198R, p. vii. 3 Camap. 1992, ?· 55. 4 Ki(cher, 200 l. pp. 13 Y s.~ .

!JASES HISTÓRTCAS Y J:-'l LOSÓFlC/'S

modo drástico a. partir de los sesenta.5 Obviamente, el cam­bio en la imagen social de la ciencia n9 es un da.to meno r en ·,s na .sociedad que depende intensamente de la cicnciJ y de l::t técnica; de u na técnica que, a su vc.:z, depende intens<l­men te dt· la ciencia. Por eso d cam bio en fi losofía de la :..:icncia no podernos verlo aislado, o no en tenderemos nada: es causa y cfc.:cto de orro.s cambi<.>s sociales y culruralcs co­ll~incos, de ahí su importancia. Y no es l]llC.~ Popper y Kuhn e<.rezcan ele vínculos con esa vieja idea de razón como certe­Z:l , de ci:.:ncia como conoci rnknto necesario y por lamo de razón como ciencia. Son los custodios dd paso, los guardia­nes de la puerta. Como el dios Janu, miran hacia ambas panes, tienen dos cara~, una parte de su alma en cada lado . .Están entre los últimos modernos Y. en m: Íos primeros post­modernos. Pero el mundo que abren es ya distinto, es pos­kuhniana, pospopperianu, postmoderno .$

Así pues, si queremos hacer justicia a la historia de úues­.tra disciplina, tendremos que empezar por fijar en qué con­sistió esencialmente el proyecto neopositívista y, en función de su con tenido filosófico, revisar cuál es su auténtico lugar h iscórico. Me c'emrarl: para ello en dos pu nws que consi ­dero esenciales: la distinción de contexros introducida po r Rcíchenbach y el método de 'reconstrucción rctcio-nai ideado

. por Carnap. La distinción de contextos pretendía delimitar

5 V<!ansc los capítulos de G. Holcon titulados "¿Qué lugar llay para ;a cenda en el ' final de la era moderna'?" y "La imagen púhlica de La cie:1cia''

(199R; . :; E1: p:1 la hras de Carlos Sol.ís, Kuhn ~$ "d punto de in!lc:xió:1 dcsd~·

una fi:osofía raciona lisr;;, con hincapié t:.:J la lógic¿ d(" la arg;¡memac!ón c.i~ r1 rífica, a otra lilo~ofla socio logista que acemúa la función de tos intere­ses .~oc i~ les 2e :os grupu~ de invesrig~dón en detrüm:nto tic ias r::l7.~nes

l .... wmo toco revolucionario cou:;erva rcsah1os racionalistas junto con el ~mrncio de: ia pcrspccriva rdativi.sta socivlúgi<.:a" (Solís, l 9~4. p. 13).

:;,S CUJ .\1'10 LARGO ... 29

el canpo de b filosofía de la cienci a, los problemas q ue 1K)~ dríamo.s legítimamente abordar, v d métocio ele rcconstruc-. ~ '

c;Ón racion2.l nos di:·~~t - cómo abordar esos problemas. lvfi tesis es que la posición filosófica dibujada conju nr;:~ menl~.:

p0r la distinci<,Sn de cn1ücxtos y la reconstru cc,.:ión racional. no es el com ienw de nada, sino el último intento de salvar un:a cierta. concepción de la racionalidad dominada ·por la cc:rceza. La. concie ncia de este hecho libera a la filosofía de la cienci;:¡ de cualquier atadura especial a est:a tradición, yue dehe ser considerada. y apreciada por los fi lósofos de la cien·· d:~ como una n:ás entre otras varias que han tratado sob re

algún aspecto del fenómeno científico.

2. DtSTIKCTÓX DE CONT~XTOS .......... , ..... ' ' '- ... .. .. ...... . '

En 193~ Hans Reichenbach publicó un libro titulado Expe­rience and Prediction, an Ana~ysis of the Fou.ndatíons and the Structure of Knowledge [Experiencia y pred icción, un análi­si de los fundamenlos y estructura del conocimiento l. Rei­chenbach afirma en el prefacio de dicho texto q ue, en su conjunto, el mismo ec;ci escrito dentro del espírim del em-

_p irismo lógico, movimiento filosófico en el que se encua­dran p.ensádores de d ist:in tas tendencias y paises, pc.:ro que, eso sí; ;oncuerdan en ~~1 "estricto .. repudio del k:nguaje meta­fóricO de la metafísica y en el somelimi<.:nto a los postulados de la disciplina intelectual'' J

La fi losof1-~. ¡ 1 denuo del nuevo panorama imeleclltal u a­;r,ado por Jos empiristas .lógicos, debía ocuparse de la ciencia

7 .ReichenG;¡<.:h, 1 93R, p. v.

30 BASES HISTÓRICAS Y FILOSÓFICAS

como su objeto de c.smdio propio, y convertirse así .toda ella en filosofía de la ciencia. lYias el terreno de los estudios me­tadcmíficos debía compartirlo con ouas disciplinas, como 1 . 1 ' 1 . 1 / 1 1 . . 1 1 .. , a socro ogra, a. ps1co ogta o a 11stona, ~ntrc: .as <J.IIe ~ h o-.sofía tenía que abrirse un hueco. Reithenbach dedica el apartado inicial del primer capítulo de S\1 li bro p;·ecisamen­tc a esta función: trata de establecer, de modo aparente­mente programático y fundacional, la." tareas específicas de la epistemología, e intenta una clara diferenciación entre la misma y el resto de los estudios meracientificos. Al servicio de estos fines, el autor hace explíci(a la conocida distinción emre contexto de descubrimiento y contexto de justijicación.8

Reichenbach prescribe para la filosofía de la cier;~·Í~ ta­reas de ues tipos: de carácter '-~-~~g.ip~tivo, crí~J.co . y co.m.Y!r!:-:_" vo. Las tareas del primer tipo consisten en "ofrecer una des­cripción del conocimiento tal como realmence es" .9 Ahora bien, hay que precisar desde qué perspe~riva se p~ede "des­cribir el conocimien to" sin pisar 'el terreno de la socio1o:­gía, la psicología o la historia. Y aquí viene de modo natu­ral nuestra distinción: la filosofía de la ciencia se ocupará sólo del llamado cont~~to_ J.e just~ficación, y quedará para el · resto de las disciplin-as metacientíficas e1 estudio del contexto de des~ubrimiento. Describir d conocimiemo desde el pun­to de ~[5·;~ de la justificación significa construir y considerar "un sustituto lógico más que el proceso real" . 1ü Es decir,

Rcichenbach emiende aquí por "describir" realizar una re­construcción ntcionaf11 del proceso histórico. Una vez llevada a cabo la reconscrucción racional cid conocimiento, "rene-

~ Rei<.:henbach, 1938, pp. 6-7. ~ /bid. , p. 3.

l ) fb.id. , p. 5. 11 La expre~tón fue inrroci nci(b por C;;rr:'p ( 19J.H;.

ES CUENTO l . .ARGO .. . 31

mos la sensación de que sólo ahora entendemos lo que pcll-· s~{!!lü.S [ ... ] la rcconsuucc.ión racion::tl expresa, propiamente hahlando, lo que queremos decir" .12 La distinción de con-· 1:exws daría, pues, cana de naturalez.a a los estudios filo~ófi­cos sohre la ciencia; la reconstrucción racional aportaría el método.

El concepto carnapiano de reconstrucción mcional fun­ciona, pues, como g:.uanda última y justificación de Ll racio ­

nalidad de nuestro conocimiento. Veamos, en este sentido ,

algunos 1:exws del libro de Carnap Ltt construcddn lógictl t!e! rnundo (1928). Estos textos nos permiten captar al m enos el tono, la música, de su proyecto filosófico:

El requisito de que cada una de las tesis 5ea justificada y fundamentada irrefutablemente tendrá por consecnencia que el trabaJo especulativo y poético será descartado de la filosofía[ . .. : Cuando también en filosofía se empezó a tn · mar en serio el requisito de rigor científico, se llegó necesa­riamemc al hecho de tener qLJe proscribir de la Gloso rla toda metafísica, ya que sus tesis no pueden ser justificadas racionalmente [ ... 1 Lo decisivo es que el fís ico, para fun­damentar una resis, no se apoya en factores irracionales,

sino que hace una fundamemación puramente empírico-· raciomJ. 13

l:as fi'cciones opemcionales son un instrumento útil para

lograr ~uestro objc.tivo de form ular la.s d iversas const i­

tu~iones, entendidas como reconstrucciones racionales del conocimiemo de los objeLos [ ... ] El propósi to de di clt<l

reconstrucción es el de reproducir la estructura .formal que

12 Reichenbad:, 193!:5, ? . 6. u C;,ni;¡p, 1 ~I R?', p. vii.

.?2 Bi\SF.,~ HISTÓRICAS Y fiLOSÓFICAS

tiene la formación de los objetos( .. ,] Si es posible tradu­cir una definición consticucíonal a una rcgb operacional'~

t:IJLOnces tendremos la seguridad de que la constitución

es puramente extensional [ ... 1 El sistema de consrimción es una reconstrucción racional de toda la construcción de la re:~ 1 ida d. ¡ ~

Solamente una vez que el objeto ha:y2. sido constituido

a partir de los objeto~ básicos, las proposiciones q ue ames se hadan acerca de él se convierten en proposiciones cien­tíficas en sentido estricto. 16

Eu d programa de Carnap podemos detectar claramen­te algunos elementos:

i) Identificación de ciencia y razón, con la consiguiente descali.l1cación d e la metafísica -de toda metafísica­como d isciplina racional.'7

ii) Imposibilidad de una genuina razón práctica, IS con el consiguiente riesgo para la racionalidad de la p rop ia cien­

cia en el momento en el que pasan a primer plano los as­pectos prácticos de la misma.

iit) Búsqueda de la seguridad, de la certeza, como ma­yor valor eplstémico, mediante la recons.trucción racional.

ÍZJ) La reconstrucción rae::ional tiende a formularse en términos operacionales automatízables: "A manera ·d e pro­cesos manuales". u

v) Se da una separación entre la reconstrucción racional,

· ~ Hoy diríamos "a un algorirmo computable". 15 Carnap, 1988, pp. 185-187. Cursivas en el origin2l. ·~!bid. , p. 334. 17 Véase ibid., p. 342. 1 ~ Véase ibid., p. 344. (',']bit( p. 18'5.

ES CUENTO L\RGO .. . 33

p o r· un lado, y, por otro, los p rocesos históricos y psicológi­cos involucrados en la. p roducción de la dencia. Esta sepa­

r2ci¿n está en consonancia con la conocida distinción de contextos. La reconstrucción racional es una ficción con función n.:gulat iva.;~o

vl) Es deci r, estamos an te. uu modelo de racionalidad q ue se hace du ro (logicisr:.~. algorítmico, con preferencia por la certet,a) a costa de hacerse también estrecho: deja fuera d con texto de descubrimiento, h actividad cien tÍh(.;a> la cien­da como acción, los aspectos prácticos , históricos, socioló­gicos, psicológicos, y, por supuesto, la m etafísica, 1 ~ .G.lowfía

práctica y o tra.~ partes de la fi losofía y de la vida h umana. Volvamos ahora a la cuestión: ¿cuál es el lugar histórico

del programa de Carnap y de Reichenbach? Se trata en rea­lidad del epílogo de la filosofía rnoderna poskamiana. La última apuesla a favor de la ccn~za como valor epistémico

máx imo. Para verlo con claridad necesitamos emprender un largo reco rrido histórico. Tenemos que contar h versión lar­

ga dei cuento, y lo haremos u tilizando d valor ep isrémk o de la certeza como principal h ilo conducwr.

3. LA T.ARGA HÚSQUEDA DE LA CERTI~ZA

U no q<; los m ás an tiguos sueños fi losóficos ha sido el de t.:ncontrar Ja vía perfecta hacia el conocimiento, la que nos permitiese averiguar cosas nuevas sobre d mundo, acrecen­

tar nuestro acervo cognoscitivo y, a un tiempo, saber con

certe7.a q ue lo hallado es verdad. Es d.t.:cir, hemos buscado largamente un método que facilitase a la par la innovación

''' \i&<LSc Carnap, 1988, pp. 185 y ss.

34 BASES IJISTÓRTO\S Y FILüSÓFTC.AS

y la justificación, el acrecentar el contenido de ver:dad ga­rantizando la certt"La en la mis~. Parece, no o6scance, que

la búsqueda <..k senlejame método es la historia de.: ur1:a frUs­tración . Sencillamente, y ha.~ta donde s~lbemos, no existe

tal. Pero d relato de esta empresa c reo que p uede ser muy ilustrativo.

Es qui~d Platón quien primero formula la cuesrión del conocimiento explícit amente en términos de asc~nso y tle.•·­cmso. 21 El conocim:emo améntico es el de las Idea~, pero

nuestro probi~~ rna es que sufrimos alg4na suerte de ceguera qne nos impide captarlas. Así pues, cl conocimiento autén­tico sólo se alcanza ascendie~tdo a través de un proceso de catarsis del alma que permita ver (o tal vez recordar) l:.1s

IdeasY· Si pasamos por el estudio de la gcometrí:;;, y alcanza­

mos la práctica de la dialéctica, estarnos en el Gucn can~ino, en el de la captación de la verdad. A panir de a..~í ?Odremos descender de modo seguro> infiriendo deduccivarnente, des­

de los principios capeados, las. ?eculi<ridades del mundo sensible. Vis tas así la~ cosas, la jusüficac..ióc de nuestras creencias radica en el método conforme al cual fueron obte­nidas, es decir, en el origen de las mismas.

El mérodo concreto propuesto por Platón y el concreto origen justific:.uivo del conocimienro fueron revisados, pero la idea de que se puede establecer un m étodn de búsqueda que sea al mif\mo üempo jusüJlc2ción suficiente de los ha­

llazgos conseguidos, la idea de que las creencias se pucd~n

validar por su origen> permaneció hasta d cmpos recientes. El lugar clásico para la m etodología ariswcélica .son lns

.1nalíticoJ. Los Analític:u~·prirnems están dedicados al estudio

41 Como pucd~ apreciarse~ rravés del rdaw del mim de la cav;:rna ~¡uc:

Pb[ón cxpou1:: en República vrr. 2~ r...:¡ /Vlen.Ótl81h-d, 82b-85b; FC'dór. /').t>. , 75c; Rtp:ib/iw 532a-.535a.

ES CUENTO T.t\RGO ...

dé la infcrcnda JcJuctiva en su forma silogística. En dicha

inferencia la verdad se transmi te de modo seguro desde bs pn.:mi$as hasta la conclusión. Pero de nada nos sirve la sUo gistica si de lo que se trata es de investigar h1s p rc: rn isas des­

de la$ qw.: Jc.:bc.: arrancar la deducción, salvo que éstas put dan ser deducidas de o tras; p e ro no podemos se-guir así

indcfinicbmcntc, y en un momento u ocro cendremos que enfrentarnos con la tarea de buscar los principios a pani r ot·

los cuales podamos empe1-ar a deducir. El dc.sct"nso, como en d caso de Platón, está claro: se produce por inferencia deductiva con conservación de 1;:¡ ve rdad. En los Anrdltiau posterioreJ Aristóteles se ocupa de la búsqueda de caJ.es pr in·

cipios por métodos más creativos (pero menos segu ros~ q.uc el silogismo. Se r:·a ca de lo q ue pudcmo.s llamar "inducción''!; a pa:·:ir de los fen<;>menos observados e ''inmición" dt: lo.~ principios :adecuados.

Podemos dudar de que Aristóteles considerase ...:nmn justificadas las creencias obtenida$ por cual yuiera de esLo::

mélOdus; qui·¿~Í él mismo lo dudaba, y fue más bi~n am b;­guo en sus declaraciones al respecto. Lo que in teresa :..:11 c~ll;

n1omen to es que los comentaristas posteriores ele Ariscótt les creyeron ver en sus textos la posibilidad de dar co 11 lJ ' J

método q ue reuniese la segu ri d ac1 de la rama d~·.sLcndcn te (desde los principios hasta los fenómenos) y 1a posibiltdad J c ampliación del conocimiento que ohece la :-:u na as<..(.'U··

dente. ::t'al método consistirfa en un .sistema de ascenso (desde

1.os fenómenos hasta los principios) deductivamente v~!l idu . Podemos afl.adir que el p rocc:-so de a.su .. :mo M.: emiend.·:.:

como un proc.:cd imiento de descomposición del tf.n1ímc ruJ

en sus elememos simples o p ri ncipius o causas, suscepcib~es

!JO bien, siguiendo a Pcirce, ' ':1houc:c.ió,'' (o "rer::oduccióu 'j.

RASES l flS'l'ÓRICAS Y FT LOSÓFIC.A.S

de s<.:r capeados o entendidos directameme cuando ~e prc~ sentan aislados. Algo así como lo que haccu los químicos

cuando descomponen una sustancia en sus elemencos sim~ pies. Este proceso puede denominarse análisis. La vía des­

ccmlcm:e, desde l o~ p ri ncipios que se combinan hasta re~

constru ir el ft.:nómeno en su complejidad, sc:rá la vía de .•intesis.24 La vía de análisis nos permite encontrar nuevo co~ nacimiento, mien tras q ue la de ~ín cesi_?. no~ _ habilica para explicar losfenómenos ya corwcidos.'.f:I descenso sintético

se realiza con l ~l seguridad.de'tos métodos ded uctivos, mien­rras que aún~ sabemos si ocurre lo mismo con el ascenso,

pues no está chl ro si los diferentes tipos de rawnamicntos implicados son deductivameme válidos.

Pc:ro los elementos de confusión aparecen ya de~de el :::omienzo. Por ejemplo, los libros de Aristóteles -ambos­

se denominan Analíticos, ya traten sobre el ascenso o sobre el dc:scenso. Por o tra parte, inmediatamente se cruzan varias tradiciones que emplean los mismos térm inos en di~timos

sent idos: a la metodología de la ciencia natural se une la de la.s matemáticas y la tradición retórica. Así, entre los geómc~ uas gr iegos se habla de análisis y s íntesis, pero .se trat:a en ambos casos de procedimientos claramente deductivos.13

Por otro lado, una parte de la récnica retórica ~·o.i1'ii~t~"~~~"la invenc.ión o de~cubrimiento de los argumenros que serán empleados durante la exposición. Aristóteles dedicó muchas

1'1 P~r~ alguien aCOSCLüllbraJo al USO poskanriano de estas nocioaes rt:­~ulta cx:rañc que ·a novedad ocurra en el ar:á li~i;; y la secuncbcl sea propia de b sín ·.e~io . Pt:ro e:1 el curso el.~ la h:storia e:ecLiva:n~ntc se produjo ' ~

i t~ ·.-ersión (como veremos rn{~ aJ cJ¡¡_nrc). z; [)ucccn v~rsr. exposiciones m:~s dt:tt:nidas de ore p:t nro en M;:rc!1i,

1980; ~ ~~ Oklroyd, 1993, pp. 46-4~ . y, de :uo¿o má..~ rangcnc:i.,·, en Koe"t~e. 1980.

.ES CU?.'JTü LARGO . . . 37

páginas a los estudios retóricos y fu<::, según Cict:rón, e1 fun­

dador del artt.> del descubrániento. Pero fue Cicerón el p ri­

m ero en hablar expl íc~camente del ars inveniendí como una de las ramas de la retórica., la que se ocupa precisamente del

. descubrimiento de los argumentos. La otra rama de la retó­

rica se ocupará de la presentación o exposición y jnsti.Gca­ción o evaluación de los mismos? ; La distinción ciceronia­

na entre descubrimiento yJv.stificación pasó a la Edad j'vkdia wmo 'paree integrame dd frivíum. "Los medievales - nos info rma Blackwell- d istingu.it:ron con regularidad la 'via in ventionis' de la 'vía judk:ii' ."27

E n n..:sumen, para explicar lm fenómenos tenemos '}LJ G

h.allar .sus principi¿s (elementos o causas) }~a partir de é.sw s

c~cducir agu(:llos. El primer movin1iento ha sido vhto como un ascenso (qe~de los fenómenos hasta sus principios) y .se suele llamar análisis; el segundo, como un descenso (desde los principios hasta los fenómenos) que se denomina sfn~e".: · sis., El primer moví micmo nos sirve para descuGrir algo que no :sabíamos; el :segundo, para explicar algo que ya conocía­mos. La fase descenden te se ejecuta por los pa.sos seguros d e la d educción, con transmisión cierta de la verdad. Pero las comccuencias no justifican lo.s principios de los que son ex-· traídas; pretenderlo sería cometer la falacia d e aG.rmáción del cons\.:cuente; así pues , la jus tificación se busca en la rama ascendente. La fase ascendente también querrfatnos

ejecu tarla con la misma scg~tridad, de modo que junto con el des~;ubrímiento nos ofreciese la justificación del m ismo ,

pc~c.s en esta rama ascende mc, de ser válida, los principios figuraría u como co nseí.:uencias y no se prodnciria falacia a J

1; Cf. Cicerón, Tópfcr>J :1 6. Una bueno cxposidón de estas C L•t:scion:~.,

puec!~: verse en Kisie!. 1980. ~7 I~lacbvdl , 1980. p. 9 i.

38 3ASES Hl-::·1 t):ZJ C.~S Y rlLOSÓPICA.~

infer irlos. No está nada claro, sin embargo, que exista un método así, pero hay inc.lic:.ío~ de '-1 u e se ¡.)[Jede encontrar, pues los geóme~>·::~s analizan y .sinretiza.n sin apearse de la lógica deductiva. Los retórico~, por o tra p:Ht·c:, ~e L~s úre­gbn p ;:¡ r;:¡ real izar descubrimientos y evaluarlos, pero sin la seguridad que en p rincipio es J cstable par<1 l<1 ciencia. Pare­ce, por tan to, un proyecto prometedor el de reunir las vir­mc.ks Jc h geomet ria y <:le I<J retórica en un ars mveniendi, en un méwdo de descubrimiento, pero digllo de la ciencia, con todas las garantÍas lógicas, general, estable, llLH.: se pue­da cnscúar como un conjun to de reglas y practicar de modo uniforme.

Desde esta simación, no se avanzó gran cosa en las in­

ves tigaciones metod ológicas hasta los últimos siglos de la Edad Media, y aún en dlos se p resenta la investigación en este terreno como despliegue Q comentario de los Analírü.·oJ de ~\ristóteles . Lo que hemos venido denominando análisis y sfntesis fue llamado por los medievales J"esoludón y compo­~·ición. El conjunto de estos dos movimientos fue denomi-

1 nado reg-ressus por la csc.:ucla de Padua. Los modelos meto-dológicos siguieron siendo, por un lado, el múoJo axiomático~deductivo de la geometría y de la tradición pita­górica, con su espléndida seguridad en la transmisión de la verd ad de unos enunciados a otros, y, por otro, la retórica con su ars invenio1di. Sin embargo, se dieron alg~mus pasos hacia d rcconocimien ro de la imposibilidad de encontrar un método de ascenso deductivo. Ante'tal rc.:c.:onocimiemo s6lo c..1ut:"daba ai;nar .los mérodns inductivos, como hicieron Roger Bacon, Duns Escoco v Ockham, o im <.:ntar d método

~ ' hipotético-deductivo .. como, según Crombie,2

K hizo Grosse-

28 Vb.se Cromcie, 1971. espccial~enre voL 11, pp. 1 -4~.

ES CUENTO L'\RGO .. .

res te. Los mermiólogos medievales de Oxford y Padua est ~i. bkc.:ieron la necesidad de suponer regu b rielad en b nawra­

leza, pa ra CJ.II <:" la inducción n.:nga validez, y la conveniencia de arenerse a un p ri ncipio de simplicidad ::n l<~ ~.·xpl i<..adún.

En definit iva, vi~ron que la vía d e.: ascenso carece de ne(;esi ·

dad lógica. sin estos supuestos. Aparece, pues, con fuer;.a la cc.lilvkción de que ine.xora ·

hlemerue existt: una diferencia enrre la física y la geo1netrí2

en cuanto al grado de certidumbre. Grossdc~t <.: acepta que sólo en matemáticas existe ciencia y demostración en senti­do esrricLO. F.o la escuela de l>adua se ll egó a consider;¡ ,.

<..:orno conjetural el conocimiento que o frece la ócncia ex­perimental. Ockham y el occarnista Nicolás de Autrecou.n exuemaron las consecuencias probabilistas negando la posi­

l>ilidad de conocimiento universal y de estabkccr conexio­

nes causales y leyes naturaks necesarias. Como se iiab C rombic, en t:.!lte momentO se apuntan tendencias hacía el escepticismo respecto a la ciencia o, como mínimo, cláros desarrollos insrrumentalistas. Ko parece pura casualidad que esta crisis intelecmal, esta especie de "posmodernidad"

medieval, coincida también con un siglo de autén tica c risis . social y d emográfica en una I:uropa azocada por el cnfri:t­miento del clima, las guerras y h.!> cp.Riemia.s de peste.

ivfas durante los siglos de la revolución científica -pon­gamos desde Copérnico hasta Ncwron-, con el éx iro efec­tivo d·¿/la nueva ciencia, rebrota la confian¿a (;ll b posibili­dad cl.e establecer un método seguro de ampliación del conodmie.oto. 'lanto Francis Bacon como Dc::.cartes, cada

uno a su modo, trat:uon de establecer el conocimienw

clcrnífico wbre bases firmes. s~ i ll ic ia una nueva campalia en favor de la certeza.

La búsqueda de l::t certela -d infalibilismo, como dke

40 B/\.~ES HISTÓRICAS Y Fl LOSÓfoiCA~

Laudan- es uno de los legados de la filosofía cartesiana. Se puede afirmar -nos informa Clarke- '}l iC "la ciencia car­tesiana se de fine en términos de la certeza más q ue de la verdad de las explicaciones propuestas".29 En realiJad 1a húsqueda de la certe1.a ha sido una de las se i1a~ de identidad de toda u na t radición imeiecruaJ, de lo que Husserl (1991) llama " la ciencia europea" . Según Husserl, el aba mlono de d icha búsqueda nos ~umerge en la crisis.30 Se u ata, en cual­

quier caso, de tra.zar métodos cuyo resulta~ o sea el couoci­mierno cierto, métodos en los que i1o podamos .sino confiar,

al margen de que la certeza subjetiva vaya o no acompañ<Hh de verdad ubjeü va. Se trata, en cld1nitiva, de garandzar, ase­gu rar, fundar el conoci micmo en el orden de la certeza, de

ama:rarlo a u n p unto de anclaje fi rme. Se trata de hallar un método de descubrimiento áiyo.s resultados sean pa ra no­so tros indub itables. Este m étodo será ded uctivo, parrirá de las ideas claras y J i.stintas, garantí::t úhima de wdo el en tra­

mado, y alcanzará en lo posible hasta la explicación del fe­.:lÓmeno. D esd e esta perspectiva se iden tifican de n uevo el descubrimiento y la justifi.cación, siempre y cuando el des­cubrimien to se lleve a cabo por los métodos correctOs (de ahí la importancia del método en la tradición cane.síana).

H ay otra herencia cartesiana que no podemos pasar por alto. Me refiero al m ecanicismo. Como nos dice Koyré, los

29 D. C!é.rke, 1986, p. 143. 30 Sin emhn rgo, ~egún apw.;ia Kolakm•;ski (1 977), :1i Descarte.~ ni

1 fu~serl log~aro:1 diHi ngui~ e.l sentim ienw subj~tivo de evidencia dt: la cvi­

o:-ncia objetiva d~ la verdad. En c.onsecuencia, t:n buena parte de l;;.s traJ i­

cior.cs Alo.<;c\ ficas modermts, la búsqueda de la cen~ta se: ha convenido en

uua amc:1aza ? :Jr:. la búsqueda dt: la verdad, en LLL impulso hacia disrinro.s

tipos ¿e ideabrr.o, en ;ma causa de la c7isis (como reacción) más 4uc en

u:1 ;mtldo to para la misma.

• .. . . ,

ES C::JLNTO Lf',Jl.GO .. .

fi lósofos antiguos se resignaron a la ausencia de máquinas, lns modernos depositaron ~n ellas una "c~peranza. entusias­ta", y lo.r; comemporáucos se resignan, sencillamente, a su p resencia.-1· Este entusiasmado maquinismo, este amor de lo auwmático, no fue ajeno al program.a metodológico. El méwdo ideal para descubri r ideas cuya certeza estuviese jusr.llicaJa debería sú, en el mejor de los casos, ejecutable de modo mecánico, auwrnárico.

Un contemporáneo de Descartes, Francis Bacon, in icia orr;~ vía d.e acceso a la certeza mediame el método de descu­b rimiento, esta vez de carácter empírico e.inducdvo. El caso d{d3~con presenta irnpo:rran tes paralelismos con el de Des­ca rt es: estudios rl'ciemes han susti tuido en ambos casos la imagen mas o menos es tereodpica que nos hacíamos de su pensamiento por un muy marizado y comple_io conjunto de doctrinas. Vemos cómo D. Clarke32 rescata el D esc.artes empi rista y, Je un modo paralelo, Rossi53 nos muestra un Bacon muy rico en matices y p leno de ideas aún sugeren te!i. Sin embargo, tanto corno estas ve rsiones más fiables, nos interesan aquí las interpretaciones del pensamiento de estos autores que fueron históricamente activas, aquello q ue más contribuyó a informar el pensamiento posterio r, aunque se

·haya tratado a 'íeces de simplificaciones injustas. En Bacon vuelven a confluir, como sucedió ya entre los

griegos, los intereses dd metodólogo con las influencias provenintes de h retórica. Bacon distinguió, así, cua.tro ti~ pos de artes intelectuales (que con coda facilidad poJríamos proyectar sobre l<1 distinción actual entre contextos), el arte de la invenci6rt, el del examen o iuicio, d de la conservación

·' '

1 Kuyré, 1994. p. 71. 32 D. Ciarkc, 1 9~6 .

~~ Ros.si. l 990.

12 BASE.~ HISTÓRICAS Y flLOSé)FICAS

o memoria y el lk la trr;.n.rmisión del saber. Con ruc.:o, l::~s

ideas de Bacon que más influyeron ~obre el pensam:emo científico posterior fueron las que expresó en su .segundo li ­bro del Novum Or¡{anum; es decir, su lógica inductiva, el

llamado método bacon iano. En general, y ~urno a íi rm::~ Rossi, muchos ''han visto en .. Bacon al consrruccor de una

gigantesca 'm:.iq u in a lógica' destinada a no u tiliza rse" Y Con

el m étodo baconian o, d ice Speddi ng, "no podemos hacer nada ~ . . . ~ Lo co nsideramos un mecanll.mo suti l, elaborado

e ingenioso, pero q ue no puede producir nada" .35

A pe.sar de todo, la imagen de Bacon como el tu ndador de la nueva ciencia g radas a su descubrimk nto del método

inductivo "fue muy apreciada por los fundadores d~ la Roy­al Sociery y 1 os autores de b gran Enciclopeditz ilustrada". ~G

De hecho, la lógica inductiva baconiana no Í\LC totalmente

inútil, pue.s sirvió de a rgumento propagand ístico de la m:.e­va ciencia y para establecer los valores propios Jcl enfoque

empidst:L ~7 En relación con el asunto que aquí nos ocupa, sirvió también para as imilar la justificación del conocim ien­to al m étodo de su adquisición, aunque quizá no fuese ésta

la intención de Bacon. Esta vez, la base empírica y el méro­do inductivo servían como garantía suficiente de los hallaz­gos científicos. Se hacía so¿pechosa, en cumrapanida, toda

idea previa o prejuicio, toda conj(;tura infundada, coda hi­

pótesis no em anada de la experiencia.

34 Rossi, 1990, p. 245. 3 ~ Cltado en idem. 36 Tt:iem. 1

~7 Pan::t:t: un designio fr.ral de J¿s t>.~c riro., rncrodológh.:us: ningunc es

efectivamen:e obedecüio -por Ycn: t.:ra para t:. desarrollo dd ;::onocimie:n­to- , pe:m rodos son t:rnplt:ados como arma recóric:J y e.xpedicmc legiti­mador.

ES CCENTO :.ARCO ...

Algunos elementos baconianos se pueden aún detectar en Leibniz . .(\sí, la idea d e una lógica invenri y;.¡ tarnbi(:ll es

adoptada por Leibn iz como derideratum. La tendencia hacia la auwmatización de los procesos de c reación y la a~ : t Hi h­

ción de toda operación m em al a un cálculo también están p rescnLcs en su proyectO de una característica uniYe r.sa l. j~

Los caracteres de la misma deben servir tanto para la inyen­ció n como parad juicio. Da la impresión de que la lengua

universal es parte de w1 programa para dar con un ars inve­niendi norma li1.ado, autumatizable y que además sea justifi­cativo: "es ars inveniendi y methodus dúponenrli, es síntesis'

y análisis, didáctica y ciencia de la c.:~eñanza, e::s noologL1 y ane de reco rcb r". 39

En cualq~ier caso, la conjunción de origc.:n y just:ifica­ción fue reforzada hasta el extremo por las declaraciones mewdológicas del gran Newron, quien se decaruó por d as­

censo mediame inducción. Este movimiento aún fue ll ama­do por :--Jewton análisis, y su corre lativo, el dcscc.:mo desde

los principios hasra la explicación de Jos fenómenos, síntesi,;.

Ésta sería, por un tiempo, la gran apuesta de 1a metodo­

logía. Cerrado definitivamente el ciclo antiguo y medieva:, du rante d cual se había intentado sin éxito uua vía de des­cubrimiento deductiva, se retoma la idea de desarrollar y fundar adecuadamente la inducció n como medio para ad.-

1" G~e P1.oyecto e:~ <.:omún en ~a épo:::1 y .~e puede ins::ribL e;l la .~ :.di­::ión. luliana. Incluso se ha seúalaJo la filiación hobhesi:m:1 del p:·oyec:c· ,

aunq·.1ri', según Ro.~.•i, la in fluencia de l lobbes sulm: Lc::ibniz en c~rc rfrr~nn

[uc: mínima. Véase a csrc r~~pecro Rossi, 19H9, pp. 211 y ~~., (.:ltya i :1 ~:cqn··~·· :ación del proreclu l ~:: i l>niz:ano sigo aquí.

~9 Leibniz, b ttrodr.ctio (fd Encydopa(dttzm arcana·m, c: irado c:1 R.os~ i ,

1989, p. 225. Nór~~<' r¡ue Leibniz da impon ... u:.ia ~ la u:U dJd <¡ue s1 r ca­

raclel'Ís:it:a pudiera tener para io <¡ue hoy se !:ama coJ:textu L t: ec.scnanza y tam bién, según 1~ cuslllmbre de la époc:1, p:1r,1 el arte ¿e la nH::ew :ia.

RASES .HLSTÓRICJ\S Y FI:..OSÚb lCAS

qui ri r conocimiento justificado . .El uiun f~} de: la ciencia newconiana lo ~Ie también de la metodología declarada por el auror. Newcon ve su labor científica como ajena a todo maciz hipotético; en dla los principios se inducen directa­mente a partir de los experimem os . .tvlientras que los prin­cipios sean alcanzados tksde la experiencia y por inducción, la ciencia debe considerarse como segura, cierta y just ifica­da. Sin embargo, la consideración de la inducción como un razonamiento válido requiere, co mo ya habían visto los me­rodólogos medievales, ciertos supuesws que NewLOn hace explícitos en las Reglas d-e razonamiento en filosofía que in­duye dentro de los Principia. De en tre ellas nos interesa es­pecialmente ht regla segunda, que a6rma la unitormidad de la :l<Huraleza. Sólo bajo ese supuesto se p uede formular la cuarta regla: "En filosofía experimental debernos recoger proposiciones verdade ras o muy aproximadas irfáia'as po·r inducción general a partir de fenómenos [ ... ]".Le Obsérvese que dichas reglas son imprescindib les para fundar nuestra confianza en el método induct ivo y, por tanto, en !a cienda surgid~t de él. O bsérvese, por oua parre, q lle n o se presen­tan como hipó tesis n i como conjetu ras sobre la nan:raleza de las cosas, sino como regl¡¡s conforme a las cuales necesa­riamente debemos razonar si q ueremos obtener conoci ­miento cierto. Aq uí comienza a en treverse . l~ estrategia que m~4s tarde desarroHaría Ka nt para salvar la ·naturalez,a nece­saria ¿el conocimiento científico y, en especial, de la ciencia newtoniana: el fundamento de la certeza comienza a pasa r :~ 1 polo subjetivo.

El sigu iente punto de inflexión imporcante en JmesLra historia - q ue en n"li opinión constituye llll pun~o de no

' 0 NewloJ¡, 1982, p. 659. Cursivas del autur.

ES CUENTO LARGO ... 4'5

rewrno- es la crítica de Huml'. a la inferencia inductiva. P.sta, si aceptamos como wnocimiemo justificado sólo el que procede de la experiencia, carece de validez o nos lam.a a un proceso i n.G.nito. De la observacióH reiterada de algo no puedo c~ncluir n i un enunciado 4e lo general (no o b­servable) ni uno acerca del futuro (no observado), salvo que

supo nga como premi:;a la regularidad de la namraleza (tal y con::o hiciera Newton). Pero esta premisa .!H..l se puede ex­t r<l:.:r de la experiend á., o Gien, sí i n tentamos ha.cerlo, ne­ccsitamo:; suponer una - digamos- metarregularidad, y así sucesh·amente.4

l Esta crítica conviene a Hume en tm

írracionalista o en u n escéptico fren te a la ciencia, que se encuentra en trc la impresión más o menos insuperable de que se puede ap render de la experiencia y la imposibilidad de dar ra1-ón, de j ttstificar, el conocímíen w así obten ido. O bien hay q ue desconfiar de todo conocimiento, o ·bien, ame la necesidad p rác tica d'e tomar decisiones, se puede de­po:;ita r en la ciencia una conil.anza carente de justificación racional.

Por o tra parte, en H ume rambién comienza a girar el significado de los términos ~<analítico" y "sintético". Él ha­bla ·más b ien de re!ai:innes de idea.l' y cuestiones de hecho./¡1. Pero de e.sca distinción derivará la q ue presenta Kant emre an.d!isis y sfmesis. Se pone de manifiesto q ue, en la medida en queJos objetOs del c.onocimiento pasan de ser las cosas a ser las ideas/:l corno ocurre rarHo en la tradición racionalis­ta como en la empirista,: el análisis no puede seguir siéndolo

ya de las cosas (al modo· de la q uímica) o de los fenómenos (conforme a la acepción yue todavía hemos recogido en

4 \16a;;c c~pecia]m:;:mc H :1111e. 1980, s::c<:iór.. IV.

'.Z Véase Hu.:nc, 1 ~80, set.dón ;v, parte I. '•J F.~ lo e¡ u e !"ksgr:JVe (~993) Üam :t "ideís:no".

46 Bi\SES HI.STÓRIC\S Y FILOSÓFICAS

Ncwton)_, sino de nuesnas ideas o repl:esenraciones. Así,

analizar una idea que ya poseemos es un procedimiento se- · guro, pero estéril, mientras q uc aúadirlc otra q uc podamos

obtener por la experiencia es un movimiento de síntesis que amplía lo que sabernos, pero que csrablccc una unión no

1

necesaria entre ambas. En Kant ya se ha completado el giro, y "an~Uisis~' y "síntcús" cobran el significado que hoy nos es

más habitual "Entiendo P?r sim:esis --aclara Kam- ·, en su sentido más amplio, el acto de reunir diferentes re¡m:st:n­ttJ;qiones y de entender su variedad eii"úit'úhíco conocimien­to"./¡q El análisis, por supuesto, es su ~orrelativo, pero siem­pre jugando con repres~ntaciones . .t:~Í, un,juicio -~n~Jítico será aquel en q~e ·..celliredicado B pert~nece al sujeto A como algo que está (implícitamente) contenido en el concepto A", y uno simético aqu~l en que "B se halla completamente fuera del concepto A .4:·

Y he aquí la incómoda necesidad de elegir. Kam se ve sacud ido por la crítica humeana tan to como por el éxito apabullante de la física newtoniana y de la antigua geome­tria. Mas una física sin certeza y una geometría sin conexión con el mundo, como pretendía Hume, resultaban realmen­te inquietantes. Newton habia encarrilado el problema de las mareas, que derrotó al propio Galileo; hab ía dado cum­plida explicación teórica de las leyes de Kepler; daba cuenta

1 de una vez de los movim ientos celestes y terrestres, de la es-

quiva libración lunar, de las perturbaciones planetarias, de las extravagancias de los cometas ... ¿Cómo dudar de ia ver­dad de su física? Pero, ¿cómo jusdficar la necesidad de la misma, si no pudo ser deducida de los fenómenos, como

44 Kant, Kw B 1 0.?. Cursivas dd a·.nor. 1~ Kant .. Kvr A 7.

J..:S CUEI\TO LARGO .. . 47

hubiesen querido los antiguos, ni la ind uccióu ofrece ga-·

ranrías, como ha mostrado Hume?

El desasosiego que sacudió a Kam al Jcsp<:rto.r de su sueiío dogmático <.:staba cabalmente justificado . .A estas ;1; ­

curas, en plena Ilustración, y a estaba d aro que los proble­

m;:¡s de la ciencia eran los problemas de la razón, p1 .es b

ciencia se tomaba como la manifcstación más acabada de l::1 misma, y los problemas de la razón eran lm m;.1 les d el

hombre, caracterizado genu ina m eme por esra facultad.

Kant se :';upo ante una aurénrica crisis culmral y antropológi ­

ca. ~a respuesta para Kant fue: .lo s,inttftico a priori. El cono­

cimiento depende pues, en parte, de lo que pone el sujeto.

Pone el sujeto las intuiciones puras para las rnau:máticas , los conceptos puros para la física y las ideas de la razón como reglas.

Si la filosofía cientÍfica del >..'VIII puede ser tenida por

posrnewtoniana, ya que es la obra científica y me1odol(~1gica de 1'\ewton la que marca la agenda, la del XIX es definitiva­

men te poskantiana en este mismo sentido. Kant rees tructu­

ra la teoría del conocimjento para salvar las objeciones b.u ­

meana.'\. D e ello rc~mlra, al menos, la palmaria ev idencia de

. la actividad del sujeto y la jmportancia de los a.specros reóri ­

cos y sistemáticos en ciencia. El <.:mpirismo estricto y el st:.­

jero pasivo que diligentemente gestiona lo que la <.:xperien­

cia le daJlos datos) son ya agua pasada. '

4- LA RECLUSIÓN DE U\ HLO!iOFÍA DR LA CIENC IA

.CN r.r. COi'\TEXTO DE JUS'l'lflCACIÓN

Los filósofos de la c:ieucia del siglo XIX se ocuparon prio rha­ri-.ull(:nte de afromar esta nueva siluadón; intentaron aco-·

48 RASES l HSTÓRICAS Y FILOSÓFTCA.S

moc.hr o aislar (según casos) lo que d sujeto pone, sin ceder todavía al ti rón idcali~ca , y sin que su ti-a la obj~ Li vidad del <.:o r:ocimiento cien tífico. Empiristas poskam ianos como H erschel46 y \\7hcwdl47 intentaron una estracegia nueva: pensa;on que la objetividad y crc.~dibilidad de la ciencia se fundamenta , sobre tudo, en la verificación o justificación J c sus enunciados, de sus leyes y teorías, no en la forma en que fueron descubiertas. O icho de otro modo, por p rimera ve;.

se establece que la justificación h a de huscarsc en la rama descendente del conoci mien to, m ientras que el descubri­miento sigue fi jado en la ram a ascendente. F~<;ta d istinción permite una mayor libertad metodológica en el lado del descubrim ie nto.

Creo c.1ue es importan te indb11 la condición clar<.mer. te posÍ<amiana de esta distinción entre contextos, pues pan e del reconocimiento de la actividad del sujeto. Si Kant esta­blece la actividad del sujeto incluso en la percepción, la ve­ri ficación po~erior de las hipó tes is creadas por el sujeto se conviene, para un em pirista, en el nuevo refugio de la obje­tividad, en el {¡[timo punto de conexión de las teo rías con la experiencia. El sujeto p uede ser activo en la génc.sis del co­nocimiento, puede poner de su parte fo rmas de la sensación y concepto!i del entendim iento, o, en términos menos kan­t ianos y m:.í.s aceptables para la trad ición emp irista, puede partir de las hipótesis invo ltadas por él y que considere más oportu nas; pero la j ustificación de las leyes c i e~td ficas de­peederá únicamente de lo que d:ga la experiencia sobre sus consecuencias, de lo que responda el mundo ame el imen1o de veri Ílcación.

4¡¡ El csc:i;o m~~: impormm e é.e l lers::l:el o::n ~t(! licm:d o ::.~ rle 1 R3::! . ~7 Cf Wl ~t~wdl, 1989.

ES CUENTO LPd{.GO ...

1 a distincióo entro la génesis de una idea y su j u.st i.fica­ciún es muy ~Ul tigua. Siempre se supo que la cuestión ace rca

de cómo 1se lleg·:t a algo es conceptualmeme distinta de la cuestión a.cerca 8e su ju.srificación. El propio Kant distingue claramente entre cuestiones de hecho (quid fiuti) y cuestio­nes de derecho :·quidjuri>).4:s Pero, lo que es nuevo, lo que

es típ'ica rnem e poskUltiano, es la escisión radical, la de.swn­fianza absoluta en cualquier tipo de método l1eurístico

cumo sistema de justill.cación. Recurdemos, ade~ás, que la solución kantiana vincula

la confianza en las estrU<.:turas apriúricas postuladas por él . con la aceptación de la física newtoniana y de la geometría

euclidiana. F.l siglo XIX asistió a una lenta erosión del már­

mol newwn~ano ~con el desarrollo, por ejemplo , de la física de la luz y el electromagnetismo o de la cermodinámica) y al su;:gimienro de nuevas geometrías (taf,ltO Ja geomeuía de Lobarschewsky como la de Riemann se realizaron <.lurame este siglo) y, con ello, ::1 la desconfianza progresiva en la in­mutabilidad de las e~uucmras aprióricas kantianas. A dlo

hay que sumar un factor de enorme importancia: a saber, la conciencia dd origen evolutivo del hombre, que a finales de l XlX fue determinante para la formulación de algunas epistemologías, como las de )-fietzsche o Peirce, y que cues­riuna muy claramente la presuntJ inmutabil idad de las es­

tructura,s aprióricas kantianas. Cor{ todos los marices que se qu k ra, y que aquí no po­

ckmo~ desarrollar, varios pensadores cien dficos de en Lrc­

siglos tienden a debilitar la confianza en el conodm iento

ckntífico, o al menos, <.k modo muy marcadu, en las teo­rías científicas que habían sido uadicionalmente deposita-

.,., l(¿nt, Kw A 84/R 116.

11

50 BASES HISTÓRIC:c..s Y .FlLO~ÓFICAS

rías <.k: i.:Sla confianza. Po i nc:::~ ré r~ rre hacia el convenciona­lismo, Mach hacia el fenomenalismo y Duhem h:::~ci a el instrumcntalismo, por no h::~bla r de las tendencias romámi­

cas y psicologistas de la época. Tra~ d cam.b io deCt ivo e impresionante de las reorías

físicas en los comienzos del siglo pasado, tras la recuper~­ción del d arw inismo, de~pués de un periodo de eclipse, en la forma de una nueva sínce.si.s (q w.: servirá como b a$e para

un nuevo n~tural ismo), tras la aparición de la lógica matc.:­mática como nueva hcrramicn.ta fl lc~sófica, la' refo rma· de la epistemología se convirtió en una urgencia inapJa,ab1e. La separación entre el polo subjetivo y el objecivo fue sentida

por algunos como una neccsi<.lad aún rn~ís acuciance frente a ]¡:¡ amenaza de las tendencias románticas, idealistas, irra­ciona.listas o psicologistas de la época.4Y

Una forma de saldar la cuesd ón fue la profundiza<.'ión

en la estrategia ya csbo'L.ada por los filósofos de la ciencia. desde mediados del XIX; es decir, la separación radical de lo que h ístóricameme se había intentado conjugar: el pruc:.:w q ue lleva ha!;ra.la obtenció1.1 d e un descubrimiemo y la jus­ti ficación del mismo. Dicho de o u·o modo, la j ust ifl ceKión no p uede es tar en la rama ascendente del conocimienro; re­

nemas que explorar b~ posil.>iliJades q ue ofrcc:::: pard la. jus­tificación la o tra ran a, la descendenre. La merodología, ya sea in d uct:iva o deducriva, ~<.· rtft: .. i rá en aáelante a: grado en

que la$ co11secue::1cias de una hipó:esis jusrifica!1 la mi~rua u permiren, al menos, degirl r. con razón entre las varias dis · ponibles.

'1'' Véase:. por ejemplo, ~ lus~ :?rl , 1 ~~ J , p. :3, f.~cr . r11 c:si co:1 cx~tc ci c :.d ~.::1

la époc,\ en l;¡ r¡uf' Rt>ic~enb;tch fon~:ub su di;rin~i6u dé' ~ülllcx to;. La Ju áa contra d ?s:wlo¡,;is1::0 lntl.>í~. sidu c:n:rrendida ya ~·.nres por auw ·::;

<.:cmo Bolz;u¡o o Fre:gc::.

ES CUENTO .: .. ARGO . . . _) 1

Defin itivamente, hay que abandonar la búsqued~t de t.ll i

méLmio q ue amplíe .nuestro conocimiento ri-=:1 mundo y, ;:, un tiempo, lo justifique. Así podremos volcar wdo to mbje-· rivo, lo oscu ro e irraciona.l en una de hs p;:¡ ¡-re.~ , ~n ,~¡ p rnn:·

so que conduce hasta el descubrimiento, y preservar impo­luta, asépcica, r~Kional y lógica, un i[{Jnne, gc-ne :-;l l y ohje , iv;: la fase de justificación: es indiferente que el descubrimiento veng:~ del sue ño o de la a. not::~ción sísremáriG>., no impon~t

el origen; da lo mismo de dónde saquemos nuestras hipóte­sis, lo importante es que sean imparcialmente juzgadas y obictivarncntc c.staGlccida.s conforme a una !dvi rtí. de l.a

1·;u.>tf-

' o ficación . El estudio filosófico del método científico no ser.':.

ya del rnétodo de descubrimiemo, sino sólo del de justi Gc;j­ción. El contexro de justificación se emiende así corn o ,-;;

refugio último de una cierta fo rma dé~ razón cie mífi ca anm nazada, de una razón entendida como certeza.

Tras el recorrido que hemos hecho podemos ve r ahot a la~ propLtesta.s neopositivistas como parte de una larga his­toria, coino el último refugio de un determinado proyecro intelectual caracterizado por la búsqueda de la certeza a, m :;.

expensas de la verdad, la aproximación de la razón a ío H1 C·

d.nico, el énfasis más en los resultados que en las accinne:-:, m á~ en e1 descenso. que en el asc:.:~nso cogHoscicivo, la di~;-­

tancia puesta entre ia ciencia empírica y la. supuesta prec:l • J d 1 1 1 • • ' . • ner :~ , .</~ as an es, en rre .. a Cleno a cnlp.trJ.Ca y l :.t s up uc:;ta

esterilidad de la geomerria, entre la supues ta racionalidad

de b c:enci<J y la sup uesta emoriv idad de b é l tC:'L Fl 11cup:J··

sirivisrr;.o fue uno de los úlrimos m ovimiemos de Ja c~mp;i ·

ha moderna en pos de la cerreza.

BA~ ES P.ISTÓ RICAS Y Fll.OSÓ!'ICAS

5. LA IlBEH..<\UÓX DEL-\ l'!LOSOFfA DE LA CLEXC":TA

E n su momento quizá tuviera p leno semido la apuesLa fi­losófica por un determinado tipo de razón, cien tificisra, lo­gi cisra, algorírmica, con la certeza como valor epistém ico

máximo. Hoy sabemos lJlle fue una. apuesta muy rrucrífera

en ruuchos sentidos pero fracasada en sus hnes p rincipales. En la medida. en que la racionalidad de la ciencia la haga­mos d .. ·pender de la seguridad que puede proporcionar un mél:odo algorítmico en cuan lo a la certeza dd conocimien Lo

cienrífico, estaremo!i tentados a contar la historia c:l e la refle­x:ón filosófica sobre la ciencia como la reduccit1n de la ra­t .. ón a dominios cada vez más esu echos, hasta q uedar com­primida en el llam ado "conrexto de j ustifica~ión" .

Pero , por desgracia, como mostraron los críricos de ia co ncepcióu heredada a partir de los años sesenta, el domi­

nio de la justificación tamhién es tá acacado por la carcoma

de lo " irracional" , también se ve afecrado por todo tipo de E:tctores externos, .y ni siquiera podemos con garantía plena

dar por falsa una teoría cientifica, como ya había estableci­do años atrás Picrre Duhem.5v La búsqueda de una lógica de la verifi cación n o se concluyó, y Popper nunca pudo dar respuesta a los argumentos de Duhem en el terreno de la

; .~ Er: 1956 Pcppr.r hizo el siguicnce h~ l ance: " l . No exi~rc méwclo pa~a Jcsc.1brir una :eorí<. (;Í~nrínca. 2. 1'\o ~:X:stc 1:1éro¿o para ccrcior:~rse de la verdad J~ u:1a h ipótesb (; Ít:ndfica; (:$ dedt, no c~is:e nétodu ~le vcr inc.;~­cic'Jn :5. !'o ~xisrc :nérodo para av~riguar si un~ hi?Ór~s is es 'p:v.l;ablc' 0

pro~x1lúmcr.te ·~rdadcr/ ( 1 SJ85, .?· 46) . Se :e pr.só aí:aJi: J ll cuartO p un­

ro: no cx i.-re m étodo q:.:e garanrice la faiseJad de una hipó te~is. De ncd:o, Stove (1991) !1a leido la ob:a J c Popper con1o la de un ir:acion:Jisra (~n lo

qth: creo que se t:qt:ivoq) y coJllo d mi~ claro prt:...:c::Jcme de otros irracio­

nalisras <'Ontemporáncos (c.n !o que hay muc:Íla verciad).

ES CUENTO LJ\.l{CO ... )}

' lógica; pero trató de ha(crlo en el rerrcno de las miximas

metodológicas y de lo~ valores que.; deberían guiar la ciencia.

Por su p~rte, Kuhn ~Srma -en mi opinión acertada men­te- que: "[rjeconocer t¡ue los crilcrios de eleccíún pueden

funcionar como valores por: ser incom p.letos como reglas l il'ne, creo, muchas veruajas sorprendentes" .JI

A'luí creo que acaba tod<l posibilidad de salvar n ing(rn resw de· racionalidad en la línea logich ta, algorítmica y de

prioridad de la certeza en q ue se venía in tentado. Y aquí m 1smo aparecen ya sugerencias de. cómo· ~tfrontar l:.l situa­ción. Pues el propio movimiento popperiano hacia una vi­

sión mcnos estuecha d~ la racionalidad en ciencia, q ue se Hex.ibil ice, e n forma de máximas y que se amplíe hasta in ­chür elementos ~iológkos, es una indicación prometedora. El .falib ilismo poppcriano y la conexión q ue Kuhn ap rec.ia. er:tre las formas de organización sochtl y las posibilidades de

desaqollo de la ciencia resultan también c.lcrnenros sugl..'­rcntes.

Así pues, ya sabernos que el neoposiriv ismo fue el c:anlo de cisne de la certeza ,• el último imcm o de u na tendencia

mul tisccular en su versión poskamiana; es decir, con renun-. cia a fijar métodos de cen~za fuera del contexto de justifica­ción. Significativamcm e, Philip Kltcher habla de "meraflsi­ca alemana posk.anriana"5;~ como aquello a lo que se opon ían

los neC?ppsicivistas. A estas alturas nadie firma ría una desca­liflcaci{>n del;;¡ mct::~fis ica. como un codo. Pero eso p reds<l­

mcm:e-era lo que prete ndían los neoposicivísras, desca.li.ficar como un sinsentído tod-a n1etafísica. De esta fo rma, Ki rdu:.r

l1ace una restricción quc e~ pura caridad retrospecciva. Lo

1 Kuhn, J ~') Rj, p. 35 ~ .. ;l Kircher. 2001, p. 15.

1

54 BASES HTSTél .RIC~'\S Y fi LOSÓFICAS

curioso , desput:~ de todo, es que C:u-nap y co r:1pa:i.ía son

precisamente eso: metafísico~ alemanes poskamianos. Q ue

son de cultura fi losófica alemana y adem~~s poskami2.nos no merece apoyo argumental. El hecho C.e que son mer;.:Jísii.:os es pa ima rio ~i uno piensa en el uso que ~licicrun de la esca­lera de \X!ingen!; rei n . T .u yw: sucede es que, e o n rra i o qw.: creían los prupios neopositivistas, nn hay uac.~a de malo en

sc:1· un me:afísico alemán poskamiano. Eso no lo condena a

uno necesariamente al sinsenrido. Por lo wnto .. a la hora de hacer fi lo~ofía deJa cienái los nco:)l.)ú tivisms siguen mere­

ciendo.considerac ió n . Nos~ entiende la nosra;g ia que algu­nos fi lósofos c.k la ciencía sienten aún de "'aquellos queridos días l:.:janos".5 1 Pero tampoco rc~ult<L t:kil aceptar el <J rHi­

neoposirivismo rad ical de o u os. Para la flosol'í~l Jc la c ien­cia, el neopositivismo es silriplemenLe una rradición más

desde el punto ¿ e vista de los conten idos fi losóiicos. H íslú­ricamenre, es la última de un venerahle p royc:.:to de b ús­

queda de la certeza, y la p rí mera en u n cierco sen rid o socio­lógico. No es po::o, pero eso es todo.

Aho ra. podemos va!orar el giro q ue supusieron las posi­ciones falio iliscas de Popper y !a deriva de K uhn hacia otro tipo de raciona lidad, más flexible, más práclica. Kuhn pue­de ser leído, en efec to, no como un reLnivi~ra o un irracio­nal ista, sino como u n defensor de un modo d isri nw de ra­cionalidad, un lipo de ''racionalidad no amúnom a ni algoríun ica". 54 El giro que asoma cn las obras de Kuhn y de

H Kit:.b::r, 2001, ?· 13. ' 1 Pére:z. R<.n s<?.JJ L, l. 999, p. 162. Pt:ede verse es re Jibtu para una lccr.t~ r.t

d:: Kuhn en c: ;,w~ d~ ~~n raclorntli:m:u f.<:xihl c. En vo r'os lugare$ dd lil>ro, püi o:j::u:vlo ;;e la p4;!n:J 124, ia auor" ret:Unot:c q t:c lJ :cc: r :;, de este cipo

de raciondidad !lo:xibl;; i.:Sr~ en Kul· n sugerida o a,?uutada m á> q t.:c p it n l ­

mcnre :k~:l.·.-ro!bda. Lo d ent: <:~q ue csr:l>' sugc· ren.::ias ~Jl!l:: de~i ~<::r :Duy V: l -

ES CUENTO I.A \GO ..

Popper in icia u na ~htléntica liberación de fa fi losof.b de b

cienc ia, que puede salir por fin de la jaula d el contexto de

ju.sti ficación sin perder de visea la cuesrión de ];.¡ r;:~ c ion;¡J ¡ ..

da¿. Espe:::ial importancia cu ltural LÍCill' t¡uc \.'.Sra c..leriva ha­

'~ia uua racioualic..lad más flexible se haya miciado p !·e-ci~;l­mente en la reflexión sohre la ciencia, puc~to que en L1 ciencia estuvicrun depositadas durante siglos las es pe ranza~

de es:ab lecei: criterios ríg idos d e r:H: ionalidad y d e obtener

ce rre'í.::l. Pero, al m ismo Liempo, el alejamiento de la r:tciP­nalidad algorítmica nos plantea n uevos prob k-1na~. Tcng--t­mos en cuenta que Popper, como se h a señalado más arriba, ha sido lckw por algunos como el padre d e v2 rios i rn~c in i ~ ~~­

Esmos áctuales y Kuhn, com o e l p rec u rw r rn:.b insign:: eh:

va rias formas de re lar ivis m o. ¿Cómo evi tar eJ movin1ÍC!lW pePc..lular, el paso al irracionalismo y al relativismo 111:Í~ , .. , _

tremos?. ;cómo m anrenernos a flo te L:nt::c Escila v Cariboi,-;,

entre el aigoriuno y el an2.rquisn:o? Ésa es la tar:a a.cw:~l de

!a fi losofía de h ciencia. Con la i m ención de :::urnpli rb. se h;u:

propuesto varios programas, como por ejem?lci los de lakaco:>,

Shapcrc, Laudan , Purman, Kitcner o 1 Iacking, po1 citar Il­gun os de los más infl uyences.

Pero, en realidad. siempre esmvo disponible un ript) di.~

liosas y en c.lguna dt' d ht:> Jw;; apoyaremos 1~1 :Í~ :Jde!;·,n re. En t'ú l lc'r::' l~ •. s~·

g(b P~rez Ra:u:l!:7.: "F.I c:;: dct.er :-es tric. ivu ¡.;t ru H~) ~.:~.;c<:rm tnaul ..: d:.: h>

etil::: t iu~ ~lt: t:·.-al uat.. ión (cr. Kuhn] deJ~- a lo.~ C:cntífl~os <"n uw ~il,.:u.: iún muy Fare::ida a :a descrita :::11 d modelo d:: triz~r.aMunw p•'d,:i<-.-, dahcr:·.­

do por,'\~i~ró~e: e~ p =1 r:1 el cam oo de la éti:.:a .·· . j C:.!mü O.)Scrva Bc:·n.•l<'lll,

HU c::s :.:amd \ U::: Kuhn u1il1ce ~ 1 knguajc: c:d ctiscursc p. ;Í.;.í..:u al ..:xan,.::ar

las co nrrovcrsias c i ~u t HI..:a~" (PC.:rcz Ran~:uw., 1 ~/ 99, p. 145). Y n;~~· g..; ;, conrinua,ion la siguiente c ica d e 13c:rmlein: "~tluchos de l11s r;1~go.> ~ k-J f ÍP·J

l.c n>.cio:ulic;;d C' Ue .~t- exhibe en taies debues muc:Hra !~ una atinid:HI ::::1:1

.<is C<.Ja..:tt:rí~ti::as de la pht-éni!i.r (cid r,w.on:-.miemo p rá::ri:::;:,) yuc:: J~~niu~.;

Ariscétdes·· ( l 983 !J· 54).

RAS ES HiSTÓRJCi-\S Y FILOSó::TCAS

racioa;didad flexi ble y r~uible , sin aspiraciones a Ía certeza; me rd icro a ciert::lS fo rmas de la r~;.zón prácl ica. En las úl1 i­rnas d écadas hemos pa~adu de pensu la cienci c:. b<kcamer.te comn lenguaje a pensarla básicamen te co mo acción huma­na. 55 Como d i rían los griegos, hemos pa.<;ad u de la pers pec­

tiva !ogikós a la perspecrivaphJ sikós. OGviameme, este ca_-n-· h io cs:á relacionadü con la ctJ<.:.stión d~· la ce r.teza. Se puede aspirar a la misma cuando uatamo~ con absrracciont".s lógi­

co-lingi.iísticas, pero no cuando trabajamos en el terreno d e la praxis. D ado el cambio de perspectiva, pues, se j u~r i fica perfec tam ente q ue busquemos en el arsenal de la r~~zón

práctica la racionalidad propia también de la ciencia. La razón práctica ha sido abordada hi~tó ricamente des­

de perspectivas cientificistas y no cienri.ficistas. E l cü.:mi­ficismo, en cualquiera de sus va riantes, es una forma de en­

tender la praxh que no hace más q ue generar malestar cultural, e incluso a veces dolor humano, y que es insosteni­

ble una vez que aceptamos los aspectos prácticos de la pro­pia ciencia. Así pues, cientificismo al margen, ha habido dos grandes teorizaciones de la razón práct ica: la aristotélica y la kantiana. Q uiero decir que existen dos grandes teoriza­dones d e la razón práctica (con múltiples variantes) en las cuales hay indepe ndencia e1Hre razón prá.clica y ciencia.

Esta independencia es clave para la filosofía de la ckncia acrual, pues sólo desde esta independencia podremos juzgar h racio nalidad de la acción científica.

Ac¡uí propongo u n p rograma de raíz aristotélicaY' Creo

5' Lo cual, obvian~emt:, no excluye el lenguajf sino que lo ir~rcg~a, p·.1es el ~enguaj t: es prec i.s amem~:: una parre de la atdón ht: mana, y :.ólo c e.sde

ese c.or.texro pragmáric.o se puede:1 ::mender :as al>~trc.cc_:; i nnes gralllaticales

y :;emánricns. ;:, C r::o qn~ t:n análogu prog~ama kanliano ap0yado en la Ctiti.~.-:. de la

~S CUc\f7 0 LARGO ... 57

qiH.: t iene algunas venr~ja~ que espero que vayan aparecien­do a l0. largo del libro y q ue b~{sicamen re se refieren ~t .su pn,~·nci<", inte>gradora . f:.-; deci r, ::1 noción ari$totélic;-, de ra­lÓn práctica riene un trasfondo antropológico que nos per­

mite de modo n <l tural i~tegrar la ciencia en el conjunto t Í.e

i::~ vida humana, integ r<Ú' los aspccros raclon ;:Il es y e mocio­

r:a.les del ser humano en una pcrspectiv;:~ no dualista , üm:­grú los aspectos éticos y los técnico-; de la razón humana, .imegrar la racionalidad de los fi nes y la de los med:os, inr.e­grar y m irar conjuntamente los dos problemas cen trales de la. il lusofía de la ciencia actual, el de Lt racionalidad y el del realismo . .. Concep tns propios de la filosofía práctica de Aristóteles, como los de prudencia, verdad práctica o felici­

dad, cienen un carácter claramente in tegrador y superador de inc6mndus dualismo::;.

En,tre parénresis diré que no nos servirá aquí cualquier pane de la filosofía de .r\rist6teles ni cualquier interpreta­ción de la misma. Especialmente, y por parad6jico q ue pue­da parecer, para la filosofía de la ciencia actual es de muy escasa ayuda la teoría aristo télica de la dencla, la que apare­ce en las obras del Órganon y particularmente en los Anali­tir.os posteriores. En los grandes pensadores encontrarnos siempre te ndencias en mutua tensi6n. Así, no es raro que

incluso en los tcxws del empirism o lógico encomremos ahora ra,;5.gos de falibi.lismo_ También hemos visto que hay un Bac(;n racionalista o un Descartes empirista. En Arist6-relcs conviven asimismb dos tendencias: una que ve la cien­

cia como un sal1er necesario v dotado de certeza, del que 1 '

rai..:n ,tm.i.-:rica teuJr::,J .~erias limi taciores. f\o ulmanre, sería J -= gr:t l~ inte-·é.s

~escatar las sugerencias ~u e se escouJcn en la C..frica del juicio para el deb:'\­re acrua: ~obre 1:1 racio11alida¿_ Puedt: verse en este ~tntido Pérez Ran:;anz,

1999, ?· >18.

hay que expubar la meráfora, y otra que se ol:upa de formas de conocim iento n1~s flexib le.:', mi<: ate;Has a lo individual,

que trar;;t la me~áfcmt como legítimo ínsuumenco cpist(;mí­

co. De este úlrimo Arisróteles habla.mos. De sus conceptos nos vamos a servir, y vamos adcrrd . .s a desplazarlo~ dc~de el ámbito de la filosofía práctica, donde los encontramos, hasta el <Ílnbilo que aquí nos ·in teresa! el de la 111osofía de la cien­

cia. Parece j usci.ficada la maniobra ya que hoy día empeza­

mos a entender la ciencia principalmente como acción. La ventaja_, dcda, de la filc.>sufía pdcriGt de Aristóteles es

su capacidad integradora, y la condición previa para cual­quier reforma de la filosoHa de la ciencia es un cambio de la secular estra regia reductora por o tra, no menos secülar pero sí menos influyence hasta el momento, a la que podríamos

llamar integradora o amp!itttÍ'vaY Hay que volver a integrar la cicn~ia en el coniunw de la acción hum ana .. del aí"5' ?Jivm-

> '

dí, y juzgar su racionalidad en este contexto amplio. K'o se puede parcelar la racionalldad , que consiste, precisamente, en una función integradora. 58 Cualq uier "racionalidad" par­

cial e instrumental sería tratada por Aristóteles más bien como una forma de habilidad o de astucia que siempre no.s

remitirá a una pregunta posterior por la racionalidad-bon­dad de los fines que perseguimos y la p osibilidad de inte­gración ¡;;;on otros en un todo armónico. En resume n: no

hay teoría de la racionalidad .sin tcorú'.. de h felicidad. La

ciencia es acción humana, y es racional en la medida en que

' 7 Como he·nos visto, gra:.1des pensaciores, com o Aris:óreles,. Leibniz,

Ka m o Popp er (y ~cr;uramcmc o nos), .-e h;m scnricb renr;ldo~ pnr ;< mh:l~

pe;:rsp~;;<:tivas. 5~ Por c;emplo, Ki~ch :: r habla de "radonalic.<td epistémir.:.a'_, <.:VIIlü ~¡

pudiem ser :ramda y salvada al marge11 de la racionalidad com:ll1 de la ac ..

ció n hum;¡n~ CC:f Kirc.her, 2001, p. 251, y, en g:>n~r:1 : , -~1 cap 6) .

ES C:U !'·Nl'O .:_ARCO . .. ) 'J

produí'.Gl :-!decuadamenre lo que de ella se espera: a sab~r,

¡_;onoci rr:iem:o y bienestH, .'i a rravés de ambo.s una ¡' 1:1yc:·

~ibertad, y tn b. medida en q ue estos prod uc rvs ::;ec;.n ten · dv.s por G.u~s razonables d e la acción humana (lo cual me p:-Hé'Ce

difícilmente at;¡ cabl~) . Al decir "adecuadamente'' me refiero

~~ que 1<.1 h<~ga armonizando los d.i.vcr~os valores propio:, y b-; de m ras actividades humanas. 5~'

Dicho aun d e orro modo, y segt1ramcmc m ejor: "Co~1 10

arre instirucionalizado de la investigación la cicn::: ~ a 11<1 dado fruros variados ~ .. . ] conquistas tecnológicas [ ... ] cono(Í­m ien to [ ... ] emancipación" .r,r• Caa<1 palabra de esre texto de

Nagcl merecería ser conside rada. La ciencia es -coillciclo

con Nagel- básicamente un ane. Todo arte implic8. un co·­nocimien to pdcrico "encaminado a producir algo"''1 y se .i.nscrta como acción en un todo que es la vida humana. Eu e1 mejor de los casos puede insertarse de modo armónic9, y, en cualqu ier caso, el arte que engloba a todos los dem ;.is es

"el arte de la vida, que completa y perfecciona la ary_uitecr<)­nica d e las artes". 61

La raciona lidad de la cienc ia, la racionalidad de la ~•t.: .. · ción del ciend.úco, de la comunidad científica, de las socie· d ades q ue producen cienc ia y dcpcn~en d e ella, no se dc:_j~t eva.luar s: no es por ~u lugar en el conjLuHu de la. vida ht.­mana, del "vivir bien en ge11cral".63 Sin esca perspectiva .un­

pila, to1o in tento de salvar la racio mJiidad de la cier.c.:ia aC.l·

;." t"f F.:·heverría. 1995, utp . . v. v·J Na gel, 197 4, p. 11 . r-• Kiúl, 1980, p. 148. 62 .itif'IN.

63 Arisrételes, i.ú'm a Nicómaco 1 140a 2G. ::>ah·u uora ::n o rro st'ntidl•, ..:i taré las o:1r:1¡; de Aristóce:es :;igui(;ndo I:J¡: rr::duccior.es c::dicauas en :1 11i­

bliuLe:...a Clásica Gr~C:o, .

00 RA.SCS H ISTÓRICAS 'í r !LOSÓFICAS

ba en u n decepcionan te irracionalismo. La filo.sofh dc: ía

'-:iem: i~ en su conjunto no p uede perder de vista la pers pec­

tiva amplia; no puede, como ha inten t::.d o , fundarse sobre

:a esl ratcgia reductora que la recluye en el contexl o de jusri · lrcación. A meno~ que se resigne a oscilar indefin idamente

1 " . . " 1 " d 1 )) entre e someu m1ento y <.: to o va e . En consecuencia , <.:reo q:.re la fi losofía de la ciencia pue­

de y debe des;l[rollarse a lo Íargo de nuens dimensiones: la consideración de n 11evos contextos, la integración de la c iencia en una recl de relaciones sistém icas con otros ámbi­to~ de la v ida, la ampliación hacia lo p ráctico, h:. apcrru ra

hacia o tras uadiciones di~dnras de lr1 analícicaM y h<Kia otras

ramas de la fi losofía teoréric::~ y práctica, e! :wmenco en

cuanto a l n1ímcro de d isciplinJs de las c¡ue dcSen ocu parse las fl iosofías de las c iencias especi :~ie s, la a!npliación en

cua mo al público al que se d irige y, para ello, d C:1sancha­miento de la w leran cia en cuanto a los nw.dos y estilos cx­

posi(ivos, que no tienen por qué ·es tar siempre a ttl do.s al ca­non analítico.',;

.. ~·• Sobre fa ~rti liJad de k t radición h::rmenéudca e~: fl low'h de Lt ci~o··

:: ia y w conAuenc:a co1: las rrad iciones uatu:alisras, p~ede verse A. Velas

CC' , 2000. M O bviamell[e -es ohvio, pero aun a.~í h:ty que d~óno-. todo ~HO no

ni~ga e: v:~IN de la :taúició:1 analfrka y de: sus modcs retóri\.:c~ (inc'uicio el de ios fon:1alismo.o). Mi,s bie11 al contr~rio, sigr:ilica un reco :10ciru icnm ck ese val0r ;nien.ras no se p roc:;;.me exdu~ivo. lvle ouece r::2iru:amente er.J­

ool>r::ccdor ~ 1 despre;. iu m utuo entre traciicione$, cua:rdo r.Juch :~ ,, veces. con 111: ejercicio im:1ginacivo de "rr:~du~ción", rcsuli:.r q ue están en lo

mi3mo. Co me uct: r:a<iame·1te seria:« Hilar:; f>uc1am, '\k [:;, m is1:1a ll:<mcra que ?Oéemos aprender d :: K.1m sin dedar:lnos ka:lt:anos [ .. ." podelllüS 1pcend:::r ¡_:~.; Frege, Ru~sell, Carnap, Quine y :>av~d.,o:1 sin dedararnos ñló·

w~"o~ ana: íti :..u~. ¿Por qué 110 poJc.; mo., .~t'r simplc:m~me t116so{os, si1: adjcri­·.-es?'' (P11tn:un, 2001, ?· 53).