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CONCILIO DE LAS ASAMBLEAS DE DIOS DE COLOMBIA MANUAL DE DOCTRINAS BÍBLICAS

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CONCILIO DE LASASAMBLEAS DE DIOS DE COLOMBIA

MANUAL DE

DOCTRINAS BÍBLICAS

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INTRODUCCIÓN

La Biblia es nuestra mayor fuente de fe y conducta. En ella encontramos la doctrina que creemos, practicamos y predicamos como Asambleas de Dios.

Por eso, con el ánimo de unificar nuestra norma de fe, presentamos este manual, La doctrina del Concilio de las Asambleas de Dios de Colombia consta de los siguientes principios bíblicos fundamentales. Estos postulados son esenciales para un evangelio completo.

Antes de esbozar las que consideramos nuestras doctrinas básicas, verifiquemos un aspecto crucial concerniente a la pentecostalidad que nos rodea y define.

INTRODUCCIÓN

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I. NUESTRA PENTECOSTALIDAD

A. DEFINICIÓN ETIMOLOGICA

El término Pentecostés viene del griego pentekosté (heméra y literalmente significa “el quincuagésimo día”. Con esa palabra se describe la fiesta de la cosecha celebrada el quincuagésimo día después de la Pascua (Domingo de Resurrección) y que pone término al tiempo pascual. Durante el Pentecostés narrado en Hechos capitulo 2, sucedió el descenso del Espíritu Santo y el inicio de la actividad de la Iglesia, por ello también se le conoce como la celebración del Espíritu Santo.

B. DEFINICIÓN BÍBLICA

En Hechos capítulo 2, encontramos elementos indispensables que nos definen como pentecostales, dichos aspectos se convierten en las declaraciones siguientes:

1. Somos pentecostales porque creemos en el Cristo resucitado, en sus palabras, en su obra redentora como salvador, sanador, bautizador y Rey que pronto viene.

2. Somos pentecostales porque creemos en el poder de la oración, sencillamente porque sin oración no hay Pentecostés. La oración individual es muy importante, pero la oración congregacional es dinamita. La Iglesia es analogía de la comunión trinitaria, y solo hace explotar el poder divino cuando se reúne en unidad para orar.

3. Somos pentecostales porque buscamos al dador de las señales y no a las señales como un fin. Las señales llegarán indefectiblemente “de repente” como consecuencia de la presencia de Dios sobre creyentes totalmente rendidos a la soberanía de Cristo.

4. Somos pentecostales porque buscamos vehementemente ser llenos del Espíritu Santo. Es una verdad liberadora saber que el Espíritu Santo esta presente en la vida del creyente desde el momento mismo de su conversión. Sin embargo, se debe anhelar, buscar, luchar, desear el bautismo con el Espíritu Santo y después de ello una llenura constante

NUESTRA PENTECOSTALIDAD

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con evidencias de una vida transformada por su poder.

5. Somos pentecostales porque damos libertad absoluta al Espíritu Santo, no lo encasillamos en una liturgia prediseñada, lo respetamos como persona y acatamos sus decisiones.

6. Somos pentecostales porque proclamamos el evangelio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión con el Espíritu Santo.

C. DEFINICIÓN HISTÓRICA

Ser pentecostal es creer que la acción del Espíritu Santo que operó en Pentecostés está vigente para los cristianos de todos los tiempos. El Movimiento Pentecostal tiene su origen cercano en los movimientos de santidad de finales del siglo XVIII. En 1906 rompió las barreras socioculturales, existentes en este tiempo, siendo sumamente incluyente, y dando cabida a la diversidad. El avivamiento en la calle Azusa se usa como referente al origen de varias denominaciones cuyo eje transversal es el movimiento pentecostal. Entre ellas las Asambleas de Dios. Los tres grandes movimientos espirituales del siglo XVIII – el wesleyano, el avivamiento calvinista y el pietismo alemán- trataron explícitamente de restablecer al máximo el cristianismo característico de la iglesia primitiva. Su enseñanza central era que el poder del Espíritu Santo, dado en Pentecostés a todos los que se arrepintieron, creyeron y fueron bautizados, esta disponible en todo tiempo y lugar.

D. DEFINICIÓN CONCEPTUAL

La Pentecostalidad es un movimiento dentro del cristianismo resultado de la espiritualidad, donde se da una apertura a la persona, presencia y poder del Espíritu Santo. Dicha apertura incluye el desarrollo del carácter de Cristo en la vida del creyente por la obra del Espíritu, (Gálatas 5:16-23), además de la capacitación del Cuerpo de Cristo para el ejercicio de su ministerio por medio de los diferentes ministerios, dones y carismas. (1 Corintios 12).

La pentecostalidad es un movimiento del Espíritu, es una respuesta NUESTRA PENTECOSTALIDAD

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al cesasionismo y a la institucionalización de la fe que apagó la manifestación de los dones del Espíritu.

E. EN RELACIÓN A NUESTRA IDENTIDAD PENTECOSTAL

Es vital practicar las siguientes directrices para mantener la vigencia de la pentecostalidad:

1. Debemos mantener firme el mover del Espíritu Santo en nuestras congregaciones.

2. Debemos entender que Pentecostés es un movimiento de manifestaciones, profecías, señales, visiones y milagros.

3. Debemos vivir como pentecostales de hecho y no nominales.

4. Debemos evitar que el contexto de corrientes teológicas de hoy afecten nuestra pentecostalidad.

5. Debemos conocer que Asambleas de Dios está llamada a ser un gran movimiento del Espíritu Santo.

6. Debemos recordar que el objetivo principal del bautismo del Espíritu Santo es cumplir la misión de evangelizar.

7. Debemos establecer en nuestras iglesias el contenido de la pentecostalidad.

8. Debemos saber que la praxis de la pentecostalidad siempre va acompañada de sanidad y liberación de endemoniados.

9. Debemos promover al santo ministerio a ministros llenos del Espíritu Santo.

10. Debemos regresar a nuestra pentecostalidad bíblica.

NUESTRA PENTECOSTALIDAD

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F. TEOLOGÍA PENTECOSTAL

Los siguientes son principios teológicos - bíblicos que trazan los parámetros de la pentecostalidad que practicamos:

1. Partimos del texto bíblico para nuestra práctica (hacemos énfasis en la teología de Lucas)

2. Tenemos raíces teológicas Cristo céntricas. (Hechos 2:22-39)

3. Creemos en la persona y obra del Espíritu Santo activa en el creyente y en la iglesia. (Hechos 6:3)

4. Propendemos por la vida santa (ética). (Lucas 1:75)

5. Estimulamos la experiencia personal. (Hechos 1:1)

6. Creemos en el llamado de Ministros vocacionales, (Lucas 5:27-28)

7. Aceptamos la diversidad de ministerios (sacerdocio universal de los creyentes). (Efesios 4:11; 1 Corintios12:28; Romanos 12:6-8; 1 Pedro 4:10-11)

8. Propendemos por la preparación ministerial. (Lucas1:1- 4)

9. Respetamos la Función por encima del status. (Hechos 6:3)

10. Creemos que el movimiento pentecostal tiene un marcado énfasis misionero. (Hechos 1:8 cf. 8:1,4)

11. Proclamamos la Esperanza escatológica, conocida también como la teología de la esperanza. (Lucas18:8,19:11)

G. EXPERIENCIA PENTECOSTAL

No es sólo la teología la que mantiene vigente la pentecostalidad, es la experiencia personal lo que caracteriza a los pentecostales verdaderos. Por eso, a continuación se enumeran los matices preponderantes a

NUESTRA PENTECOSTALIDAD

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dicha experiencia.

1. El bautismo en el Espíritu Santo como empoderamiento, (Hechos 1:8).

2. Hablar en lenguas como señal del bautismo con el Espíritu Santo. (Hechos 2:4)

3. El fruto del Espíritu como señal de carácter cristiano. (Gálatas 5:22-23)

H. EJERCICIO DEL MINISTERIO

Las Escrituras enumeran las manifestaciones del Espíritu Santo bajo tres categorías específicas:

1. Dones:Romanos 12:3-8, 1 Pedro 4:10, 1 Corintios 12:28-31.

2. Ministerios: Efesios 4:11-12, 1 Corintios 12:27-31.

3. Operaciones: 1 Corintios 12: 7-11, 1 Corintios 12:28-31

Todos los creyentes tienen derecho a recibir la promesa del Padre: el bautismo en el Espíritu Santo, según el mandato del Señor Jesucristo, por eso deben buscarlo fervientemente. Esa era la experiencia normal y común de toda la primera iglesia cristiana. Con el bautismo viene una investidura de poder para la vida, el servicio, la concesión de los dones espirituales y su uso en el ministerio (Lucas 24:49; Hechos 1:4, 8; 1 Corintios 12:1–31). Esta experiencia es distinta a la del nuevo nacimiento y subsecuente a ella (Hechos 8:12–17; 10:44–46; 11:14–16; 15:7–9).

Con el bautismo en el Espíritu Santo, el creyente recibe experiencias como:

1. Ser lleno del Espíritu (Juan 7:37–39; Hechos 4:8)

2. Una reverencia más profunda para Dios (Hechos 2:43; Hebreos 12:28).

NUESTRA PENTECOSTALIDAD

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3. Una consagración más intensa a Dios y dedicación a su obra (Hechos 2:42)

4. Un amor más activo para Cristo, para su Palabra y para los perdidos (Marcos 16:20).

El bautismo de los creyentes en el Espíritu Santo se evidencia con la señal física inicial de hablar en otras lenguas como el Espíritu los dirija (Hechos 2:4). El hablar en lenguas en este caso es esencialmente lo mismo que el don de lenguas (1 Corintios 12:4–10, 28), pero es diferente en propósito y uso.

El Bautismo en el Espíritu Santo es un don divino real, vigente y necesario para todo creyente, en todo lugar, en toda la historia. Esta experiencia confirma la presencia de Dios en la vida de la persona y lo empodera para el servicio a Dios. La evidencia física que la Biblia describe para el Bautismo en el Espíritu Santo es hablar en nuevas lenguas (Hch. 2:2-4; 10:46; 11:15-17; 19:6) Incluso hay referencias que infieren esta manifestación (Hch. 8:15-17; 9:17).

Esta obra del Espíritu en el creyente generalmente prescinde del entendimiento del individuo pero trae provecho y tiene por lo menos tres propósitos:

1. La edificación personal: En la experiencia espiritual el creyente es tocado por el Espíritu Santo fortaleciendo su vida y alentando su fe y su espíritu al hablar un lenguaje celestial (glosolalia).

2. La edificación de la iglesia: El apóstol Pablo hace referencia a las lenguas como don y la solicitud de interpretación para la iglesia. Dios puede comunicar mensajes de aliento y fortaleza o exhortación para los oyentes.

3. Testificar a los no creyentes: En Hechos capítulo 2, el Espíritu Santo utilizó a los creyentes en el aposento alto para que hablasen lenguas humanas (xenolalia). Los visitantes en Jerusalén les oían hablar en diversos idiomas “Las maravillas de Dios” por lo que estaban atónitos.

NUESTRA PENTECOSTALIDAD

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El mismo texto describe cómo algunos espectadores se incomodaron con esta experiencia, asociándola al efecto de la embriaguez causada por el vino. Pese a ello, Pedro, investido con el poder del Espíritu dio un sermón con el cual más de tres mil personas se convirtieron.

Por otro lado, El apóstol Pablo nos orienta a hacer todo “decentemente y con orden”. Esto nos lleva a la conclusión que el hablar en lenguas es la evidencia física inicial para el bautismo del Espíritu Santo, que no se debe impedir el hablar en lenguas, mas hay que hacerlo con sabiduría.

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II. NUESTRAS DOCTRINAS

La doctrina del Concilio de las Asambleas de Dios de Colombia consta de los siguientes principios bíblicos fundamentales:

A. LA SANTA BIBLIA

Creemos en las Sagradas Escrituras como la Palabra inspirada e infalible de Dios, superior a la conciencia y la razón.

Las Escrituras, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, son verbalmente inspiradas por Dios y son la revelación de Dios para el hombre, la regla infalible y principal autoridad de fe y conducta (2 Timoteo 3:15, 16; 1 Pedro 2:2.)

LA INSPIRACIÓN DE LA BIBLIA

La palabra griega theopneustos es la que más se acerca en su equivalencia a nuestro vocablo “inspiración” y se halla en 2 Timoteo 3:16. Significa literalmente “soplada por Dios”. Por el soplo y poder divino, El Espíritu Santo dirigió a los autores humanos de la Biblia con tal precisión que la obra refleja exactamente la intención de Dios mismo. Como fue Dios mismo el que habló por medio de los profetas y apóstoles, los documentos originales que ellos escribieron llevaron las marcas especiales de la inspiración divina. Esto significa que los sesenta y seis libros canónicos, los cuales constituyen la Biblia, son, en sus expresiones originales, completamente dignos de confianza como la voz del Espíritu Santo (2 Pedro 1:19-21).

LA INFALIBILIDAD DE LA BIBLIA

La Biblia es infalible es decir, no es susceptible de error y, por lo tanto, no puede extraviarnos, engañarnos ni decepcionarnos. Se destacan las cualidades de inerrancia e infabilidad. La palabra inerrancia enfatiza la veracidad de las Escrituras, mientras que la infalibilidad recalca la confiabilidad de ellas. Ambas cualidades se aplican a toda la Escritura e incluyen la exactitud de la revelación divina. Por lo tanto es la verdad

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(2 Samuel 7:28; Salmo 119:43; Juan 17:17; Colosenses 1:5)

EL TEMA DE LA BIBLIA

La Biblia es un libro rico en contenidos y principios espirituales. Su alcance trata aspectos tocantes a la ética y moral, historia, administración, convivencia entre otros. Sin embargo, todos estos elementos son matices que acompañan el tema fundamental de la Biblia que es la redención del hombre. Desglosándolo se entendería así:

El Antiguo Testamento: Es la preparación para la venida del Redentor

Los Evangelios: Son la manifestación del Redentor

Hechos de los Apóstoles: Es la proclamación del mensaje del Redentor

Las Epístolas: Son la explicación del mensaje del Redentor

Apocalipsis: Es la consumación de la obra del Redentor

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B. EL ÚNICO DIOS VERDADERO

Creemos en el Único Dios verdadero, manifestado en tres personas: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo como la Deidad adorable.

El único Dios Verdadero se ha revelado como el Eterno existente en sí mismo “YO SOY”, el Creador del cielo y de la tierra y Redentor de la humanidad. Se ha revelado también encarnando los principios de relación y asociación como el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. (Deuteronomio 6:4; Isaías 43:10; Mateo 28:19; Marcos 12:29; Lucas 3:22).

LA DEIDAD ADORABLE

1. Definición de vocablos. Los vocablos “trinidad” y “personas”, según se relacionan con la Deidad, aunque no se encuentran en la Biblia, están en armonía con ella. Por lo tanto podemos comunicar a los demás nuestro entendimiento inmediato de la doctrina de Cristo respecto al Ser de Dios, según se distingue de “muchos dioses y muchos señores”. Podemos hablar debidamente del Señor nuestro Dios, que es un solo Señor como una Trinidad o como un Ser de tres personas, sin apartarnos por ello de las enseñanzas bíblicas (como ejemplo, Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14; Juan 14:16,17).

2. Distinción y relación en la Deidad. Cristo enseñó una distinción de personas en la Deidad que expresó en términos específicos de relación: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Que esta distinción y relación, en lo que a su forma se refiere es inescrutable e incomprensible, pues la Biblia no lo explica (Lucas 1:35; Mateo 11:25-27; 28:19; 2 Corintios 13:14; 1 Juan 1:3, 4).

3. Unidad en la Trinidad. La Trinidad es un misterio en si misma. Es una doctrina bíblica ampliamente sustentada (Mateo 3:16-17; Mateo 28:19-20; Juan 1:18; 15:26; 17:11, 21) Las tres personas de la Deidad están en un estado de unidad, por lo que sabemos que no son tres dioses diferentes. Ninguna de las personas de la Deidad existe ni opera separada o independientemente de las otras (Juan 5:17-30, 32,37; 8:17,18). Existe un solo Dios que es Señor Todopoderoso. (Deuteronomio 6:4; Zacarías 14:9).EL ÚNICO DIOS VERDADERO

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4. Dios es trascendente. Es decir, está por encima y más allá del universo que creó y es mayor que él. Es inmanente, está presente en el universo y participa en él. Aunque Dios está presente en toda su creación, la creación no es Dios.

ATRIBUTOS DE DIOS

La clasificación de atributos divinos es como sigue:

1. Atributos naturales: Aquellos que definen lo que Dios es en sí mismo, aparte de la creación. Responden a la siguiente pregunta: ¿qué cualidades caracterizaron a Dios antes de existir lo creado? Dios es espíritu, Dios es uno y Dios es infinito.

2. Atributos activos: Muestran lo que Dios es en relación con el universo. Dios es omnipotente, Dios es omnipresente, Dios es omnisciente, Dios es sabio y Dios es soberano.

3. Atributos morales: Caracterizan lo que Dios es en relación con los seres humanos. Dios es santo, Dios es justo, Dios es fiel, Dios es misericordioso, Dios es amor y Dios es bueno.

EL ÚNICO DIOS VERDADERO

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C. LA DEIDAD DEL SEÑOR JESUCRISTO

Creemos en la Deidad del Señor Jesucristo y su encarnación sobrenatural.

El Señor Jesucristo es el eterno Hijo de Dios. En Juan 1:1-18 se expresa su Deidad de una manera muy explícita. El versículo 18 declara “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”. Su posición “en el seno del padre” expresa, no una distinción en cuanto a esencia ni alguna clase de inferioridad, sino una estrecha relación con el Padre y una participación en la autoridad de Él.

Jesús mismo reconoció su deidad cuando dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). También recibió adoración (Mateo 2:2; 11; 14:33; 28:9) y ejerció autoridad divina perdonando pecados (Marcos 2:1-12). Y sus discípulos lo reconocieron como el Hijo de Dios (Mateo 16:16).

La Biblia declara muchos aspectos en relación a su vida, entre ellos:

1. Su nacimiento virginal (Mateo 1:23; Lucas 1:31-35).

2. Su vida sin pecado (Hebreos 7:26; 1 Pedro 2:21,22).

3. Sus milagros (Hechos 2:22; 10:38).

4. Su obra vicaria en la cruz (1 Corintios 15:3; 2 Corintios 5:21).

5. Su resurrección corporal de entre los muertos (Mateo 28:5-6; Lucas 24:39; 1 Corintios 15:3-4).

6. Su exaltación a la diestra de Dios (Hechos 1:9, 11; 2:33; Filipenses 2:9-11; Hebreos 1:3).

LOS OFICIOS DE CRISTO

El concepto de los oficios de Cristo tiende un puente entre la enseñanza de quien es Él y lo que vino a hacer. Hay tres términos que designan

LA DEIDAD DEL SEÑOR JESUCRISTO

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estos oficios. Él es “profeta”, “sacerdote” y “rey” y cada uno de estos términos enfatiza la obra mediadora de Cristo entre el Padre y los seres humanos. Él es profeta en la medida que habló toda palabra que el Padre le indicó (Juan 14:24), predijo hechos del porvenir (Mateo 24) y cumplió la labor como ungido (Isaías 42:1-7). Él es sacerdote porque fue consagrado y representa a los hombres delante de Dios y a Dios delante de los hombres. Jesús es el sacerdote por excelencia, el Gran Sumo Sacerdote por encima de cualquier sacerdote humano porque no simplemente ofreció un sacrificio, sino que, se ofreció a si mismo como sacrifico puro y su muerte trajo perdón de pecados (Hebreos 4:14-16) Es ahora nuestro amigo y abogado a la diestra del Padre e intercede por nosotros (Rom 8:34; Je 7:25; 1 Jn. 2:1). Él es rey, es quien ha quebrantado el poder del pecado, la muerte, la tumba y el infierno. Él reina a la diestra del Padre en los lugares celestiales, reina como cabeza de la iglesia (Efesios 1:22-23) y está declarado que todo será sometido bajo su dominio (Apocalipsis 5:6-13; 11:15).

LA NATURALEZA DE CRISTO

El Señor Jesucristo, en lo que respecta a su naturaleza divina y eterna, es el verdadero y unigénito Hijo del Padre, pero en lo que respecta a su naturaleza humana, es el verdadero Hijo del Hombre. Por lo tanto, se le reconoce como Dios y hombre; quien por ser Dios y hombre, es “Emanuel”, Dios con nosotros (Mateo 1:23; 1 Juan 4:2, 10,14; Apocalipsis 1:13,17).

Dado que el nombre “Emanuel” abarca lo divino y lo humano, en una sola persona, nuestro Señor Jesucristo, el título Hijo de Dios describe su debida deidad, y el título Hijo del Hombre su debida humanidad. De manera que el título Hijo de Dios pertenece al orden de la eternidad, y el título Hijo del Hombre al orden del tiempo (Mateo 1:21-23; 13:41; Marcos 1:1; Lucas 9:26; 2 Juan 3).

LA DEIDAD DEL SEÑOR JESUCRISTO

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D. LOS ÁNGELES

Creemos en los ángeles como mensajeros y ministradores de Dios.

El vocablo ángel, se deriva del hebreo mal’ak del A.T., y aggelos del griego del N.T., quiere decir mensajero (Éxodo 23:20; Jueces 2:1; Lucas 2:11; Hechos 7:38; Hebreos 1:14)

NATURALEZA DE LOS ÁNGELES.

En cuanto a la naturaleza de los ángeles:

Son espíritu. Esto es, seres inmateriales e incorpóreos (Hebreos 1:14). A diferencia de los hombres, no están limitados por las condiciones naturales o físicas. Tienen la capacidad de asumir una forma humana a fin de ser vistos por los hombres (Génesis 19:1-3).

1. Son seres creados por Dios. No se dice el momento exacto de su creación pero son anteriores a los hombres. Por ser criaturas no aceptan adoración (Apocalipsis 19:10; 22:8-9).

2. Son inmortales. Es decir, no están sujetos a la muerte. En Lucas 20:34-35 Jesús explica que los santos resucitados serán como los ángeles en el sentido que no pueden morir más.

3. Son numerosos. Las Sagradas Escrituras nos enseñan que el número es muy elevado, millares de millares, millones de millones (Daniel 7:10; Mateo 26:53; Lucas 2:13; Hebreos 12:22).

4. Sin sexo. Describe a los ángeles como si fueran varones, pero son seres asexuales (Lucas 20:34-36).

CLASIFICACIÓN DE LOS ÁNGELES

Puesto que el orden es la primera ley del cielo, la Biblia implica una organización de estos seres en cuanto a su función.

1. El Ángel del Señor. Es distinguido de cualquier otro ángel pues tiene funciones particulares. Por sus funciones descritas en el Antiguo LOS ÁNGELES

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Testamento entendemos que es una manifestación de nuestro Señor Jesucristo ya que recibió adoración, perdonó pecados y el Nombre de Dios está en él (Exodo 23:20-23)

2. Arcángel. Miguel es mencionado como arcángel o ángel principal (Judas 9; Apocalipsis 12:7). Aparece en estrecha relación con la nación israelita (Daniel 12:1). La manera como se menciona a Gabriel implica que tiene una posición muy elevada. Está en la presencia de Dios (Lucas 1:19) y entrega mensajes que tienen gran importancia respecto al Reino de Dios (Daniel 8:16; 9:21).

3. Querubines. Son ángeles de elevada posición relacionados con los fines redentores de Dios respecto al hombre (Génesis 3:24; Éxodo 25:22).

4. Serafines. Son mencionados en Isaías 6. Sabemos muy poco de ellos. Su nombre significa “Seres ardientes” y están relacionados con el trono de Dios.

OFICIOS DE LOS ANGELES

Las Escrituras enseñan que los santos ángeles ministran:

1. En el culto y servicio de Dios. (Ap. 5:11-12; Sal. 148:1-2 Mt. 4:11)

2. En la ejecución de la voluntad de Dios. Sal. 103: 20-21; 2 Cr. 32:21)

3. En la ministración de los herederos de Salvación (He. 1:14):

a. Ayudaron a Daniel en el foso de los leones (Dn. 6:22).

b. Sacaron a Pedro de la cárcel (Hch. 12:7-11).

c. Conducen al Seno de Abraham, a los que mueren en Dios.(Lc. 16:22).

d. Uno de ellos fortaleció a Jesús en Getsemaní (Lc. 22:43).

e. Uno de ellos fue enviado a Pablo con un mensaje (Hch. 27: 23-24).

LOS ÁNGELES

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f. Acompañarán a Cristo en su segunda venida (Mt. 13:39-42; 16:27).

CARÁCTER DE LOS ÁNGELES

1. Son obedientes: Cumplen su misión sin discutir ni vacilar. Por tal razón se dice “Sea hecha tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10; Salmo 103:20; Judas 6; 1 Pedro 3:22)

2. Son reverentes: Su actividad más elevada es la adoración a Dios (Nehemías 9:6; Filipenses 2:9-11; Hebreos 1:6).

3. Son sabios: La inteligencia de los ángeles excede a la de los hombres pero es finita. Son llamados sabios pero no pueden discernir la mente del hombre y no conocen todos los misterios de Dios (1 Pedro 1:12)

4. Son humildes: No guardan resentimientos personales (2 Pedro 2:11; Judas 9).

5. Son poderosos: Son poderosos en fortaleza (Salmo 103:20)

6. Son santos: Separados por Dios y para Él, son “Santos ángeles” (Apocalipsis 14:10)

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E. EL HOMBRE

Creemos en la Creación divina del Universo y del hombre, la santidad original, su caída y su redención.

El libro de Génesis parte de la premisa que “En el principio Dios creó los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). Concebimos que la creación no fue producto de un accidente cósmico o producto de una evolución involuntaria. Sabemos que todas las cosas fueron creadas en Él, por Él y para Él (Colosenses 1:15-17). Vemos en la naturaleza misma un orden establecido por Dios y una armonía que él mismo sustenta. Al saber que Dios, en su sabiduría misericordiosa, ha creado todas las cosas, podemos entender fácilmente que todo, incluyendo y sobre todo el hombre, fue creado con un propósito divino. (Génesis 1:1,26; 2:17; 3:1-7; Romanos 5:12-21)

CREACIÓN DEL HOMBRE

El hombre no fue producto de la casualidad. Dios mismo ideó, diseñó y creó al ser humano. El Señor lo formó del polvo de la tierra sopló en su nariz aliento de vida y el hombre fue hecho un alma viviente (Génesis 2:7). Dios hizo al hombre a su propia imagen (Génesis 1:26, 27). Esto evidentemente hace referencia a la naturaleza espiritual del hombre, y no a su cuerpo. El ser humano, aunque posee forma física, no es sólo un ser material. El género humano fue formado como un ser espiritual, estaría incompleto sin alguna de estas partes. Con ello, Dios le ha dotado de “inmortalidad”. (Eclesiastés 3:11). Esto indica que tuvo un origen pero vivirá eternamente. Cada ser humano elige en su vida terrenal dónde ha de pasar la eternidad. Dios hizo al hombre a su propia imagen (Génesis 1:26, 27). Esto evidentemente hace referencia a la naturaleza espiritual del hombre, y no a su cuerpo.

En su sabiduría perfecta, Dios formó una pareja, hombre y mujer, como el diseño para la familia. Ambos géneros son igual de valiosos ante Dios, poseyendo igualmente cada uno la imagen de su Creador. La expresión de “imagen” también es aplicada a ciertas cualidades del hombre como son el intelecto, la voluntad, las emociones y los sentimientos.

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CAÍDA DEL HOMBRE

El hombre fue creado bueno y justo; porque Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Sin embargo, el ser humano por su propia voluntad cayó en trasgresión, incurriendo así no sólo la muerte física sino también la espiritual, que es la separación de Dios (Génesis 1:26, 27; 2:17; 3:6; Romanos 5:12-19).

Literalmente pecado significa “errar en el blanco”. Esto da la idea de alguien que lanza la flecha a un objetivo, mas no acierta. Pecado en ese orden es fallar en el propósito divino para el hombre. Por tanto, pecado es todo aquello que va en contra de la voluntad divina. La Voluntad de Dios no es caprichosa ni egoísta. Dios aborrece el pecado porque destruye al que lo practica y a sus semejantes y aparta a la creación de su creador. El pecado tuvo su origen en el mal uso de la libertad que Dios les concedió a las criaturas dotadas de voluntad. El pecado tuvo su origen en la libre elección de las criaturas de apartarse de Dios, primero Satanás y otros ángeles, luego el hombre y la mujer.

Dios advirtió claramente las consecuencias de la desobediencia. Sin embargo el ser humano cedió a la tentación y recibió la justa retribución. Estas consecuencias afectaron su vida espiritual al perder la comunión con Dios y provocando muerte espiritual. Afectó las relaciones interpersonales al generarse conflictos entre la pareja. Produjo consecuencias de juicio en la tierra misma y consecuentemente ocasionó la muerte física.

REDENCIÓN DEL HOMBRE

Dios, que es rico en misericordia, no abandonó a su creación ni la destruyó por el pecado. Antes proveyó túnicas que cubrieran la vergüenza y malicia que produjo el pecado. Consideramos también que la referencia de Génesis 3:15 es una declaración profética respecto a la obra de Cristo. Dios siguió cerca de los hombres pese a que los hombres se alejaban de Él. Frecuentemente hacía llamado a los hombres de volverse a él. Enoc, Noé y Abraham son ejemplo de ello. Dios da promesa a este último de formar a partir de él una generación que conociera la Palabra de Dios

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para que la declarara al mundo. Por esta promesa se origina el pueblo hebreo, los israelitas, los judíos.

Dios guió a Moisés para establecer rituales y sacrificios descritos en el Antiguo Testamento con el fin de prefigurar la obra que, en el cumplimiento del tiempo, haría nuestro Señor Jesucristo. Él es el sacrificio perfecto que restaura la comunión entre Dios y los hombres, entre los hombres y sus semejantes y ha dado promesa de restauración para la creación y victoria sobre la muerte al prometer Vida Eterna para todos aquellos que creen en Su Nombre. El camino hacia nuestro Señor fue de nuevo abierto. Jesús murió siendo inocente para que nosotros, aún siendo pecadores, tuviésemos posibilidad de acceder al trono de la Gracia (Romanos 5:8; Hebreos 4:16).

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F. LA SALVACIÓN

Creemos en la Salvación por medio de la fe en la obra redentora de Jesucristo.

La única esperanza de redención para el hombre es a través de la sangre derramada de Jesucristo, el Hijo de Dios.(Lucas 24:46-47; Juan 3:3,16; Romanos 10:13-17; Efesios 2:8; 1 Tesalonicenses 5:9). En ningún otro tenemos salvación (Hechos 4:12). La expresión “salvación” significa ser librado de la muerte. Para el caso de la raza humana, esta salvación no se refiere únicamente al aspecto físico, sino a la muerte espiritual que entró en el hombre por causa del pecado (Romanos 5:17).

ASPECTOS GENERALES DE LA SALVACIÓN

1. Condiciones para la salvación. La salvación se recibe a través del arrepentimiento para con Dios y la fe en el Señor Jesucristo. Arrepentimiento (del griego metanoia) significa un cambio de dirección, un cambio de idea respecto a la manera de vivir y de conducirse. Un verdadero arrepentimiento requiere un reconocimiento de nuestro pecado y nuestra condición de pecadores y pedir una transformación para vivir en santidad a fin de agradar a Dios. El arrepentimiento implica volverse del pecado y volverse a Dios. Con ello, el hombre se convierte en hijo y heredero de Dios según la esperanza de vida eterna por el lavamiento de la regeneración, la renovación del Espíritu Santo y la justificación por la gracia a través de la fe (Lucas 24:47; Juan 3:3; Tito 2:11; 3:5–7).

2. Evidencias de la salvación. La evidencia interna de la salvación es el testimonio directo del Espíritu (Romanos 8:16). La evidencia externa ante todos los hombres es una vida de justicia y verdadera santidad (Efesios 4:24; Tito 2:12). La persona experimenta una transformación sobrenatural en la cual día a día se va manifestando el carácter de Cristo y el fruto del Espíritu Santo, convirtiéndose en testimonio para otros. Para ello es indispensable la fidelidad y la permanencia en Dios.

Nuestra salvación fue conquistada por Cristo. Jesús mismo declaró que el Hijo del hombre había venido a dar su vida en rescate por muchos

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(Marcos 10:45). Ello demuestra que Jesús hizo lo que fue necesario para nuestra liberación del pecado. Jesús nos redimió “de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición” (Gálatas 3:13). Como nuestro Sumo Sacerdote “entró una sola vez en el santuario, habiendo obtenido eterna redención (Hebreos 9:12, 26).

OBRA EXPIATORIA EN LA CRUZ

La muerte de Jesucristo en la cruz del Calvario es el principal acontecimiento de la historia. Esto es lo que diferencia al cristianismo de todos los demás sistemas religiosos. El cristianismo adquiere su mayor significado, no de la vida y las enseñanzas de su fundador, bien que ellas son importantes, sino de su muerte como sustituto en nuestro lugar. Su victoria sobre el pecado, el diablo y la muerte se selló por su resurrección. Este evento real es el principal milagro de la Biblia, milagro en el cual se basa nuestra fe y nuestra salvación (1 Corintios 15:21-24, 54-57).

El relato bíblico describe que la pareja humana fue expulsada del huerto. Más que ser depuesta de un lugar, hubo una ruptura de una relación: la perfecta comunión con Dios. Desde ese momento la entrada ante la presencia de Dios estaba cerrada. Esta realidad era tipificada con la solemnidad del lugar Santísimo en el Tabernáculo ordenado por Dios. Aquel lugar donde moraba la presencia de Dios representada en el Arca del Pacto, era un lugar inaccesible para los hombres. Únicamente el Sumo Sacerdote, y bajo las leyes estipuladas, podía entrar por un breve periodo de tiempo en el día de la expiación.

Con su muerte, Jesucristo rasgó el velo del Templo que alejaba a los hombres de Su Dios y Creador (Hebreos 10:20). El acceso estaba al alcance de todos, mas no todos accederían. Dios extiende la invitación de restablecer la Comunión perdida. La expiación vicaria de Cristo es única y suficiente. Sólo él, quien vivió sin pecado pese a las tentaciones, podía presentarse como una ofrenda por nosotros, cumpliendo así el significado del día de la expiación hebreo. El contraste entre la liturgia veterotestamentaria y la obra hecha por nuestro Salvador radica en que con un solo sacrificio, Cristo nos ha hecho perfectos por la fe a aquellos

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que creemos y le recibimos (Hebreos 10.14). No todos serán salvos. Esta elección está en la voluntad del hombre, como lo estuvo el desobedecer. No es que Dios decida quien se va para el infierno, simplemente, Dios no obliga a nadie a ir al cielo. Pero quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2:4).

RESULTADOS DE LA OBRA DE CRISTO

El Señor Jesucristo realizó una obra perfecta. Por él recibimos:

1. Perdón de pecados, o pago por ellos. En un sentido práctico, él pagó el precio para que a nosotros nos fuera perdonada la deuda y no recibiéramos la muerte como pago (Hechos 10:43; Efesios 1:7; Colosenses 2:13).

2. Reconciliación entre Dios y los hombres. Al quedar saldada la deuda, podemos ser restablecidos en plena comunión con Dios (2 Corintios 5:18; Colosenses 1:21) Incluso reconcilió a los hombres con sus semejantes (Efesios 2:16).

3. Justificación ante él. Es decir, por la obra de Cristo somos declarados justos ante el Padre Celestial (Hechos 13:39; Romanos 3:24; 1 Corintios 6:11; Tito 3:7).

4. Regeneración (Mateo 19:28; Tito 3:5) Por medio de Cristo y del Espíritu Santo cada día somos renovados para ser conforme al Señor.

5. Adopción. Por la misericordia de Dios y la obra de Cristo, ahora podemos ser llamados hijos de Dios, herederos de las promesas divinas (Juan 1:12; Romanos 8.15; Gálatas 4:5; Romanos 8:17)

6. Victoria sobre el pecado y la muerte. Apartados de Dios es imposible vencer los hábitos, deseos y las tendencias que nos llevan a pecar. Con nuestro Señor tenemos la posibilidad de vencer si somos fieles a él y obedientes a Su Palabra (Romanos 6:14; 1 Corintios 10:13; 1 Juan 5:4).Es bueno recordar siempre que la salvación que nos otorga el Señor es mucho más que una puerta de escape de la condenación eterna, es la puerta por la cual tenemos acceso a una vida plena y útil en el reino de Dios.

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G. LA SANTIFICACIÓN

Creemos en la Santificación por la obra de Jesucristo, del Espíritu Santo y de la Biblia.

La santificación es un acto de separación de todo lo malo, y de dedicación a Dios (Romanos 12:1, 2; 1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos 13:12). La Biblia prescribe una vida de “santidad sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14). Por el poder del Espíritu Santo podemos obedecer el mandato que dice: “Sed santos porque yo soy santo” (Juan 17:17; Romanos 12:1,2, 1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos 12:14; 13:12; 1 Pedro 1:15, 16).

PROCESO EN LA SANTIFICACIÓN

La santificación se efectúa en el creyente cuando este reconoce su identidad con Cristo en su muerte y su resurrección, y por fe se propone vivir cada día en esta unión con Cristo, y somete todas sus facultades al dominio del Espíritu Santo (Romanos 6:1–11, 13; 8:1, 2, 13; Gálatas 2:20; Filipenses 2:12, 13; 1 Pedro 1:5).

Cuando nos convertimos nacemos de nuevo y somos librados de la tiranía del pecado. Sin embargo, debemos reconocer que aún quedarán muchas cosas por cambiar en nuestra vida. Por la Gracia de Dios somos llamados santos, pero aún necesitamos ser perfeccionados. La palabra “santo” significa literalmente apartado, escogido, separado. Esta expresión nos conduce a dos aspectos: Separados de y separados para. Los creyentes han sido separados del pecado y separados para Dios y su servicio. A fin de cumplir estas expectativas Dios nos enseña en la Biblia que la santificación es de posición e instantánea y es práctica y progresiva.

Cuando hablamos de que es de posición e instantánea reconocemos que, en el momento en que la persona se arrepiente, experimenta una transformación sobrenatural en la que, ante los ojos de Dios es perdonado, justificado y llamado santo. Esta es la posición que adquirimos. Muchos en el momento de su arrepentimiento sienten una limpieza interior, una paz y una libertad que evidencian la obra de Dios.

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No todos han de experimentar esta sensación, pero todo aquel que se arrepiente y recibe al Señor recibe estos beneficios.

El segundo aspecto de la santificación es el ser práctica y progresiva. Esto implica que, desde el momento de nuestra conversión, el Señor nos guiará en un proceso de continua purificación. Este, por dar una ilustración, es ir ascendiendo en la santidad. Este ascenso no es por medio de escalones (por etapas o ciclos) más bien es como ascender por una colina.

MEDIOS DE SANTIFICACIÓN

El proceso de santificación, tanto la inmediata como la progresiva, es logrado gracias a tres fuentes divinas. Por medio de nuestro Señor Jesucristo, del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios. Nuestro Señor Jesucristo ha pagado el precio al morir en la cruz y por su sacrificio, por la sangre derramada en la cruz nosotros somos santificados. Su obra purifica nuestra vida de nuestros pecados pasados y trasciende para ser suficiente ante cualquier pecado que cometamos en este mundo. La Biblia nos advierte de no pecar deliberadamente justificando nuestras acciones con la muerte de Cristo. La Biblia considera tal pecado voluntario como menosprecio a la sangre del pacto y afrenta para el Espíritu de Gracia (Hebreos 10:29). Los méritos de Cristo no operarían entonces por no haber un genuino arrepentimiento.

El Espíritu Santo como santificador nos guiará en este proceso (2 Corintios 3:18). Tendrá que haber una labor mancomunada del Espíritu y nuestra disposición a la santificación. La Biblia tiene frecuentes expresiones sobre la necesidad de vivir una vida de santidad, de abstenernos, de apartarnos, de hacer morir. Nuestra disposición al cambio y a la obra divina juega un papel fundamental, aunque por nosotros mismos es imposible la santificación. En últimas, todo lo que hagamos para nuestra santificación es una respuesta al llamado de Dios, a su amorosa invitación a vivir una vida de Santidad junto a Él. No debemos negarnos a la Guía Divina al ser redargüidos por el Espíritu para no contristarle. Será el Espíritu Santo quien nos guíe a entender la Palabra divina, el tercer agente en la santificación, para que nuestro cambio sea real y efectivo (Juan. 15:3; 17:17).

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H. EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO

Creemos en el Bautismo en el Espíritu Santo, como la Promesa del Padre, con la señal física inicial de hablar en otras lenguas.

Todos los creyentes tienen el derecho de recibir y deben buscar fervientemente la promesa del Padre, el bautismo en el Espíritu Santo y fuego, según el mandato del Señor Jesucristo. Esta era la experiencia normal y común de toda la primera iglesia cristiana. Con el bautismo viene una investidura de poder para la vida y el servicio y la concesión de los dones espirituales y su uso en el ministerio (Lucas 24:49; Hechos 1:4, 8; 1 Corintios 12:1–31). Esta experiencia es distinta a la del nuevo nacimiento y subsecuente a ella (Hechos 8:12–17; 10:44–46; 11:14–16; 15:7–9). Con el bautismo en el Espíritu Santo el creyente recibe experiencias como la de ser lleno del Espíritu (Juan 7:37–39; Hechos 4:8), una reverencia más profunda para Dios (Hechos 2:43; Hebreos 12:28), una consagración más intensa a Dios y dedicación a su obra (Hechos 2:42) y un amor más activo para Cristo, para su Palabra y para los perdidos (Marcos 16:20).

LA EVIDENCIA FÍSICA INICIAL DEL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO

El bautismo de los creyentes en el Espíritu Santo se evidencia con la señal física inicial de hablar en otras lenguas como el Espíritu los dirija (Hechos 2:4). El hablar en lenguas en este caso es esencialmente lo mismo que el don de lenguas (1 Corintios 12:4–10, 28), pero es diferente en propósito y uso.

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I. LA SANIDAD DIVINA

Creemos en la Sanidad Divina por la obra redentora de Cristo.

La sanidad divina es una parte integral del evangelio. La liberación de la enfermedad ha sido provista en la expiación y es el privilegio de todos los creyentes (Isaías 53:4, 5; Mateo 8:16, 17; Santiago 5:14–16; 1 Pedro 2:24).

CAUSAS DE LA ENFERMEDAD

Primariamente, la enfermedad y la muerte han venido sobre el hombre debido al pecado “…por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. (Romanos 5:12). El cuerpo fue sometido a los estragos de la enfermedad y esta se convirtió en uno de los medios de ejecutar la sentencia de la muerte por causa del pecado. Es un error suponer que toda enfermedad proviene de un pecado cometido recientemente. Las enfermedades están en el mundo y afectan a la humanidad en general sin importar justicia o pecado personal (Lucas 13:1-4) Es importante aclarar que la enfermedad tiene varias razones:

1. Por las consecuencias de la caída. Hasta que se acabe el orden presente, la humanidad está destinada a sufrir enfermedades y dolencias. Damos gracias a Dios que por nuestro Señor Jesucristo podemos recibir sanidad, mas esta no implica inmunidad.

2. Por causa del pecado. Una de las consecuencias del pecado es la muerte. Esta se da generalmente por las enfermedades. Muchos de los pecados que el hombre comete atacan directamente su cuerpo, lo que le ocasiona enfermedades.

3. Por causa del descuido. La Biblia nos recuerda que somos Templo del Espíritu Santo. Si bien ahora entendemos este principio, muchas veces no cuidamos adecuadamente nuestro cuerpo, lo que le hace propenso a enfermedades, accidentes y dolencias. De alguna manera el descuido es una forma de pecado, mas no es algo intencional.

4. Por la influencia de demonios. La Biblia registra algunos casos en

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los que la enfermedad de alguna persona tenía un trasfondo espiritual demoniaco.

5. Para fortalecer nuestro espíritu. La Biblia describe el caso de Job, al cual Dios permitió una serie de calamidades y enfermedad que produjo realmente una mayor bendición y enseñanza espiritual. El ciego de nacimiento recibió respuesta a su enfermedad “Para que la Gloria de Dios se manifieste en el”. Incluso el apóstol Pablo habla de un “aguijón en la carne” (posiblemente una enfermedad) que Dios permitió para que Pablo no se vanagloriara por todas las revelaciones recibidas.

ESPERANZA FRENTE A LA ENFERMEDAD

Nuestro buen Dios ha provisto la sanidad por medio de nuestro Señor Jesucristo. Incluso desde el Antiguo Testamento la posibilidad de sanidad estaba al alcance de los hombres en cuanto a la protección. Dios dijo: “Si escuchas atentamente la voz de Jehová, tu Dios, y haces lo recto delante de sus ojos, das oído a sus mandamientos y guardas todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié sobre los egipcios traeré sobre ti, porque yo soy Jehová, tu sanador” (Éxodo 15:26; Deuteronomio 28:15-68).

En la descripción profética de Isaías respecto a la obra de nuestro Señor Jesucristo se declaró “por sus llagas fuimos nosotros curados”, esto fue confirmado en el Nuevo Testamento (Isaías 53:4-5; Mateo 8:17; 1 Pedro 2:24). Esta promesa alentadora confirmada por la multitud de testimonios bíblicos, históricos y actuales nos hacen ver la realidad de la sanidad divina por la obra de Cristo. En su ministerio en la tierra Jesús realizó muchos milagros “cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.” (Hechos: 10:38, Lucas: 13:11-38)

MEDIOS PARA LA SANIDAD.

La sanidad es un acto de gracia y de propósito divino. Jesús mismo recalcó que en los días de Naamán el sirio había muchos leprosos pero

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sólo él fue sanado. Muchos fueron sanados por el Señor Jesucristo, mas no todos. Incluso, es obvio entender que la sanidad fue temporal en el hecho que luego murieron. Los resucitados por el poder de Dios volvieron a morir. Esto no niega el bienestar que trae la mano sanadora de Dios y la declaración con estos actos sobrenaturales de que Dios desea erradicar las consecuencias del pecado. “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, haciéndose maldición por nosotros (pues está escrito: «maldito todo el que es colgado en un madero»), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzara a los gentiles, a fin de que por la fe recibiéramos la promesa del espíritu. Gálatas 3: 10-14

La sanidad divina es parte integral del evangelio. Lucas 4:18-19 declara: “el Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos y a predicar el año agradable del Señor” Hay muchos textos más que lo confirman (Salmo 103:3; Mateo 8:16-17; 10:7- 8; Marcos 16: 15, 18; Lucas 10:9) Dios permite que por medio de sus hijos se operen sanidades y milagros en el Nombre de Jesús (Marcos 16:17-18; Juan 14:12-14; Hechos 5:12-16; Santiago 5:14-15).

Al creer en la obra sanadora de nuestro Señor Jesucristo no desconocemos la labor médica que ayuda en tiemos de dolencia. Dios es y seguirá siendo nuestro sanador, mas no condenamos a aquel que emplee un servicio médico. Consideramos que ello es una señal de prudencia más que de incredulidad. Dios ha dotado de sabiduría al hombre y le ha permitido avanzar en la ciencia. Dios puede obrar a través de la medicina para traer alivio temporal.

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J. LAS ORDENANZAS DE LA IGLESIA

Creemos en el bautismo en agua por inmersión y la Cena del Señor como ordenanzas de Cristo.

El cristianismo bíblico no es ritualista ni sacramental. No es ritualista porque la simple realización de la ceremonia no tiene sentido si esta no viene acompañada de fe y de conciencia del por qué se realiza. No es sacramental porque el sacramentalismo sostiene que el participante obtiene un tipo de “gracia especial” que obra para su salvación. Además se recibiría esta gracia únicamente por la realización del ritual, así este no vaya acompañado de fe. El Nuevo Testamento describe dos ordenanzas dadas por nuestro Señor Jesucristo a la Iglesia. Deben entenderse como un recordatorio, no como poseedoras de un poder salvador. Se recibe gran bendición al cumplirlas por la obediencia que en si implican y por la gracia de Dios. Cuando el creyente participa de estas ordenanzas está confesando verdades espirituales que ya cree y practica, y por ellas recibe las bendiciones prometidas. (Mateo 28:19; Lucas 22:14-16; Romanos 6:4; 1 Corintios 11:23-26; 2 Pedro 1:4)

EL BAUTISMO EN AGUA POR INMERSIÓN

El bautismo en agua. Las Escrituras establecen la ordenanza del bautismo en agua por inmersión. Todos los que se arrepienten y creen en Cristo como Salvador y Señor deben ser bautizados (Mateo 28:19; Marcos 16:16; Hechos 10:47, 48). Existe un profundo simbolismo en el bautismo (Romanos 6:4). El bautismo es la identificación del creyente con Cristo y una confesión pública de Su obra. El creyente declara ante el mundo que ha muerto con Cristo. Una muerte no física, sino muerte a sus pecados y a una vida en desobediencia y alejada de Dios. Somos, en sentido simbólico y espiritual, sepultados con Cristo para resucitar por la fe. Estamos confesando el nuevo nacimiento y la nueva vida que tenemos en Cristo. En el bautismo hacemos una renuncia pública a nuestra vida lejos de Dios y nos comprometemos en fidelidad al Señor. Esta declaración es muy seria por lo que tiene que hacerse con madurez y conciencia. Por tal razón no avalamos el bautizo de recién nacidos, entendiendo que ellos no tienen la madurez suficiente para tomar esta decisión. Entendemos la necesidad de la salvación para los niños y no la

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negamos, mas sabemos que el bautismo no es para salvación, sino para compromiso. De esta manera declaran ante el mundo que han muerto con Cristo y que han sido resucitados con Él para andar en nueva vida

El bautismo en agua no tiene ninguna implicación en cuanto a la salvación o el perdón de pecados. El bautismo es una confesión pública de que nuestros pecados han sido perdonados y que nuestras conciencias pueden estar limpias ante Dios (1 Pedro 3:21).

Aunque en casos particulares el bautismo se realice por aspersión, vemos como bíblico por su connotación el sumergir la persona en el agua (atendiendo a otro matiz del significado etimológico, como es: teñir) sin que esto represente que el bautismo por inmersión tenga preponderancia en su significado respecto al de aspersión. Practicamos como principio bíblico el bautizar la persona en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

LA CENA DEL SEÑOR

La Cena del Señor consiste en la participación de elementos simbólicos –el pan y el fruto de la vid– como expresiones de nuestra participación de la naturaleza divina de nuestro Señor Jesucristo (2 Pedro 1:4); un recordatorio de sus sufrimientos y su muerte (1 Corintios 11:26); una profecía de su segunda venida (1 Corintios 11:26); y un mandato para todos los creyentes “¡hasta que él venga!”.

La Cena del Señor ocupa en los cristianos el lugar que ocupa en los judíos la pascua (1 Cor. 5:7). No tenemos una periodicidad específica en cuanto a su práctica, aunque regularmente se hace una vez al mes. Esta es una ceremonia conmemorativa de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo quien dijo “Hace esto en memoria de mi” (Lucas 22:19). Nos recuerda su vida en la tierra y su obra en la cruz muriendo en nuestro lugar y para nuestra salvación.

De igual manera es una ceremonia instructiva que nos recuerda la encarnación de Cristo y la expiación por nuestros pecados. Es también inspirativa, porque nos recuerda que es por fe que podemos recibir los

LAS ORDENANZAS DE LA IGLESIA

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beneficios de la muerte y resurrección de Nuestro Señor. Nos recuerda que Él murió y resucitó para darnos nueva vida y que nos abstengamos de toda especie de mal. La cena del Señor proclama el Nuevo Pacto que Dios ha hecho por medio de la sangre de Cristo y nos invita a permanecer fieles al Señor “hasta que él vuelva” y estemos con él en el Reino Celestial.

La cena del Señor es una ceremonia de koinonía. Se declara la reconciliación que ahora tenemos por Dios, teniendo entrada ante el trono por la sangre de Cristo y la comunión que experimentamos entre hermanos. Es una celebración de acción de gracias a la que se invita a participar dignamente (1 Corintios 11:27-29). Hay sentencia divina contra aquel que participe de ella indignamente.

La cena del Señor es un recordatorio de la obra expiatoria de nuestro Señor y la esperanza bienaventurada de su regreso por nosotros. En ningún momento consideramos bíblico que el pan y el vino se transformen literalmente en el cuerpo de Cristo (transubstanciación). Tampoco avalamos el que la substancia del pan y el vino se mezclen con la del Señor (consubstanciación). Creemos que el pan y el vino son elementos simbólicos de la obra de Cristo que se manifiesta no sólo en el momento de la cena, sino en el diario vivir del verdadero creyente.

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K. LA IGLESIA

Creemos en la Iglesia como el Cuerpo Místico de Cristo; Los Ministerios divinamente ordenados y su misión evangelizadora.

La palabra Iglesia proviene del término griego ekklessia que traduce “congregación llamada”. Está constituida por todos aquellos que creen en el Señor en todo lugar, en todo tiempo de la historia. Este término tiene tres connotaciones. Se llama habitualmente “Iglesia” al lugar donde la iglesia habitualmente se reúne. Este es un espacio dedicado para la exaltación al Señor y la proclamación de Su Palabra. Aunque no es la definición bíblica, no es delito el así llamarla. Se define “Iglesia Local” como el grupo de creyentes que se reúnen frecuentemente en un mismo sitio. También son llamadas congregaciones y están lideradas por un pastor o grupo de pastores. Sin embargo, el término más acertado es el de “Iglesia Universal” que es el conjunto de creyentes en todo tiempo y todo lugar que han aceptado al Señor como soberano en sus vidas, se han arrepentido y viven una vida de santidad aguardando la promesa de la Vida Eterna. (Mateo 28:19-20; Marcos 3:13,14; 16:15-20; Romanos 1:1; Efesios 1:22,23; 4:11,12; Hebreos 5:4; 12:23)

La Iglesia es el cuerpo de Cristo, la morada de Dios por el Espíritu Santo, con el encargo divino de llevar a cabo su gran comisión. Todo creyente, nacido del Espíritu Santo, es parte integral de la asamblea general e iglesia de los primogénitos, que están inscritos en los cielos (Efesios 1:22, 23; 2:22; Hebreos 12:23).

Siendo que el propósito de Dios en relación con el hombre es buscar y salvar lo que se había perdido, ser adorado por el ser humano y edificar un cuerpo de creyentes a la imagen de su Hijo, la principal razón de ser de las Asambleas de Dios como parte de la Iglesia es:

1. Ser una agencia de Dios para la evangelización del mundo (Hechos 1:8; Mateo 28:19, 20; Marcos 16:15, 16).

2. Ser un cuerpo corporativo en el que el hombre pueda adorar a Dios (1 Corintios 12:13).

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3. Ser un canal para el propósito de Dios de edificar a un cuerpo de santos siendo perfeccionados a la imagen de su Hijo (Efesios 4:11–16; 1 Corintios 12:28; 14:12).

Las Asambleas de Dios existe expresamente para dar continuo énfasis a esta razón de ser según el modelo apostólico del Nuevo Testamento enseñando a los creyentes y alentándolos a que sean bautizados en el Espíritu Santo. Esta experiencia:

1. Los capacita para evangelizar en el poder del Espíritu con señales y milagros (Marcos 16:15–20; Hechos 4:29–31; Hebreos 2:3, 4).

2. Agrega una dimensión necesaria a la adoración y a la relación con Dios (1 Corintios 2:10–16; 1 Corintios 12–14)

3. Los capacita para responder a la plena manifestación del Espíritu Santo en la expresión de frutos, dones y ministerios como en los tiempos del Nuevo Testamento para la edificación del cuerpo de Cristo (Gálatas 5:22–26; 1 Corintios 14:12; Efesios 4:11, 12; 1 Corintios 12:28; Colosenses 1:29).

Nuestro Señor ha provisto un ministerio divinamente llamado y ordenado con el triple propósito de dirigir a la iglesia en: (a) la evangelización del mundo (Marcos 16:15–20), (b) la adoración a Dios (Juan 4:23, 24) y (c) la edificación de un cuerpo de santos, para perfeccionarlos a la imagen de su Hijo (Efesios 4:11, 16).

Dios ha permitido que sus hijos participemos en la labor evangelizadora. Él llama a todos sus hijos a cumplir el ministerio de la reconciliación. Esta es una labor para todos y cada uno de los miembros de la iglesia. Sin embargo, hay quienes tienen un llamado especial para servir al Señor. Efesios 4:11 reconoce que Dios ha constituido a apóstoles, evangelistas, profetas, pastores y maestros para perfeccionar a los santos y para la edificación del cuerpo de Cristo. Estos ministerios están vigentes. Aunque no hay que tomarlos como un título para oficiar, sino como un llamado a cumplir. Más que recibir reconocimiento y prestigio, un siervo de Dios ha de procurar cumplir el llamado divino. La Biblia

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presenta algunas analogías para explicar lo que significa la iglesia. La más importante es la figura de la iglesia como Cuerpo. De hecho, es llamada el cuerpo de Cristo. El significado de ello apunta que Jesús es el líder y cabeza y cada creyente es parte del cuerpo mísitico en el cual y a través del cual Dios obra. Jesús no instituyó una organización, sino que creó un organismo. Da sentido de vida y movimiento y de importancia. Otras ilustraciones bíblicas son las de la iglesia como una vid, un edificio, un ejército, una novia, todas ellas con aplicaciones particulares.

La iglesia tiene tres funciones:

(a) Evangelizar a los perdidos

(b) Constituir a los santos para el Señor

(c) Ministración a Dios.

En el servicio al Señor todos los creyentes tienen su parte. Tanto los laicos como los llamados para un servicio frecuente, bíblicamente se enseña el sacerdocio de todos los creyentes. La diferenciación no está en aspectos cualitativos sino de función.

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12. LA BENDITA ESPERANZA

En este capítulo se encuentran enlazadas las declaraciones doctrinales de las Asambleas de Dios de Colombia que tienen referencia a los eventos escatológicos. Creemos y esperamos la venida de nuestro Señor Jesucristo, quien vendrá y tomará para sí a aquellos que hemos creído. A partir de ese momento, Dios hará juicio sobre los moradores de la tierra. Este no ha de ser el final para los hombres: una eternidad nos espera. Eternidad que será de comunión plena con Dios para los justos y castigo para los impíos. (Romanos 8:19-23; 1 Tesalonicenses 1:10; 4:16, 17; Tito 2:13)

Creemos en la resurrección de los redimidos y el arrebatamiento de la iglesia antes de la tribulación.

La resurrección de los que han muerto en Cristo y su arrebatamiento junto con los que estén vivos cuando sea la venida del Señor es la esperanza inminente y bienaventurada de la Iglesia (1 Tesalonicenses 4:16, 17; Romanos 8:23; Tito 2:13; 1 Corintios 15:51, 52). Por causa del pecado entró la muerte a los hombres. Esta realidad no atemoriza al verdadero creyente pues Jesús es la resurrección y la vida (Juan 11:25). Dios nos alienta al entender que Él ha vencido la muerte y nos hará victoriosos frente a este enemigo.

Muchos de los creyentes en la iglesia primitiva sintieron cierta desesperanza al ver que algunos de ellos morían y aún no se manifestaba la promesa del Señor Jesús de tomarnos para estar para siempre con él (Juan 14:3). El Señor guió a los escritores sagrados para plasmar la esperanza bienaventurada del creyente. El Señor Jesús prometió que volvería por nosotros, los que hayan muerto creyendo en el Nombre del Señor serán resucitados y tomados y luego los creyentes vivos seremos tomados para sufrir una transformación sobrenatural: el cuerpo corruptible que nos ha acompañado será modificado a un cuerpo incorruptible. Este suceso será la etapa final de la santificación y de la preparación para estar ante el Trono del Señor. A este suceso se le conoce como el rapto o arrebatamiento de la iglesia. Al ser tomados por Dios, somos librados del castigo temporal que viene para la tierra y final para aquellos que no creyeron en la Palabra de Dios.

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La Biblia relata, que los sucesos que siguen al rapto serán de regocijo en el Reino Celestial al estar ante el tribunal de Cristo (Romanos 14:10; 1 Corintios 5:10), y celebrando la Cena de las Bodas del Cordero (Apocalipsis 17:7-9). Los juicios de Dios se consumarán sobre la tierra sobre el sistema político, religioso, moral y social apartado de Dios en lo que se conoce como la época de Gran Tribulación (Apocalipsis 15:4; 16:7; 19:2; Mateo 24:21; Apocalipsis 7:14). Si bien este tiempo es de juicio, el deseo de Dios es el arrepentimiento de los hombres para ser librados del castigo eterno. La obstinación del corazón humano entregado al pecado es tal, pese a la manifestación del poder y la ira divina, la constante ha de ser dureza, soberbia y falta de arrepentimiento (Apocalipsis 9:21; 16:9; 16:11).

Creemos en la Segunda Venida visible de Jesucristo para establecer su Reino Milenial en la Tierra.

Jesucristo declaró que retornaría a la tierra. La Biblia afirma que será establecido como Rey y Soberano sobre la tierra (Zacarías 14:4; Mateo 24:27,30; Romanos 11:26,27; Apocalipsis 20). No vendrá solo, sino que, vendrá con sus santos para gobernar la tierra en un reino que la Biblia lo estipula por mil años. La autoridad divina se manifiesta en que, el primer decreto emitido será el encarcelamiento del diablo en el abismo por este periodo de tiempo. Este reino milenario traerá la salvación de Israel como nación (Ezequiel 37:21, 22; Sofonías 3:19,20; Romanos 11:26,27) y el establecimiento de una paz universal (Isaías 11:6–9; Salmo 72:3–8; Miqueas 4:3, 4). La Iglesia no será engañada, pero tristemente habrán quienes rechazarán el reino justo y perfecto de Dios para volverse a la esclavitud del enemigo, por lo que recibirán juicio.

Creemos en el Lago de Fuego como castigo eterno para los impíos, Satanás y los ángeles caídos.

Habrá un juicio final. En aquel día los pecadores muertos serán resucitados y todos serán juzgados según sus obras. Todo aquel cuyo nombre no se halle en el Libro de la Vida, será confinado a sufrir castigo eterno en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte

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segunda, junto con el diablo y sus ángeles (o demonios). La bestia y el falso profeta también serán arrojados (Mateo 25:46; Marcos 9:43–48; Apocalipsis 19:20; 20:11–15; 21:8). Esto es lo que la Biblia describe como la condenación eterna. Debemos vivir una vida en santidad para no ser condenados y debemos testificar a los que no creen para que se arrepientan y se vuelvan a Dios.

Creemos en el cielo como morada eterna de los salvos.

En la naturaleza misma de Dios está el amor y la misericordia. El deseo de nuestro Señor es tener a su lado Sus Hijos. Esto indica una relación estrecha con nuestro Creador y Salvador por lo que nos ha prometido que estaremos para siempre con Él. (Juan 14:2; Apocalipsis 21:22).

Creemos en los Cielos Nuevos y la Tierra Nueva.

La Biblia declara una restauración de los estragos del pecado. La expresión hebrea de “cielos nuevos y tierra nueva” trae una connotación de totalidad. Es decir, todo lo que fue destruído por el hombre y el pecado será restaurado por Dios. La Biblia declara. “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:22).