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MÁS ALLÁ DE LO ELEMENTAL Manual Basado en el libro “13 steps (13 pasos) Por LOUIS F. CAREY Copyright © 1991 by LFC Bible Study, Inc. 3342 SW Hosanah Lane Okeechobee, Florida 34974 Segunda Impresión 1993 Todos los derechos reservados Publicado por LFC Bible Study, Inc. 3342 SW Hosanah Lane Okeechobee, Florida 34974 Impreso en los Estados Unidos de América

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MÁS ALLÁ DE LO ELEMENTAL

Manual

Basado en el libro “13 steps (13 pasos)

Por LOUIS F. CAREY

Copyright © 1991 by LFC Bible Study, Inc.

3342 SW Hosanah Lane Okeechobee, Florida 34974

Segunda Impresión 1993

Todos los derechos reservados

Publicado por LFC Bible Study, Inc.

3342 SW Hosanah Lane Okeechobee, Florida 34974

Impreso en los Estados Unidos de América

Hebreos 6:1, 2 “Por tanto, dejando las enseñanzas elementales acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez, no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas y de la fe hacia Dios, de la enseñanza sobre lavamientos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.”

MÁS ALLÁ DE LO ELEMENTAL

ESTE MANUAL ESTÁ DISEÑADO PARA LLEVAR AL LECTOR MÁS ALLÁ DE LA ETAPA ELEMENTAL DE LA ENSEÑANZA Y ANIMARLO A AVANZAR CONSTANTEMENTE HACIA LA MADUREZ ESPIRITUAL. PUEDE UTILIZARSE INDIVIDUALMENTE O DURANTE UNA SESIÓN GRUPAL. LOS PUNTOS DE DISCUSIÓN, EN LA PARTE POSTERIOR DEL MANUAL, ESTÁN DISEÑADOS PARA PROVOCAR PENSAMIENTOS Y PROVEER MEDIOS A SER DISCUTIDOS POSTERIORMENTE. EL PROPÓSITO DE ESTE MANUAL NO ES DOCTRINAL NI APOLOGÉTICO, SINO PRÁCTICO. SERÁ UN RETO PARA QUE EXAMINES LA CALIDAD DE TU VIDA DIARIA EN TÉRMINOS DE CREENCIAS, ACTITUDES Y ACCIONES. ES MUY POSIBLE QUE PRODUZCA CAMBIOS REALES EN LA CONDUCTA Y CARÁCTER. ESTÁ DISEÑADO PARA DESARROLLAR UNA PERSERVERANCIA ESPIRITUAL MADURA Y UN SENTIDO DE DEPENDENCIA HACIA DIOS.

… CON GRATITUD…

A Lilian, mi preciosa esposa, por su apoyo y ánimo constante. Además, por las muchas horas que pasamos juntos en nuestros computadores preparando la publicación de este libro. A Ed Khouri quien utilizó su talento creativo para diseñar la cubierta de este libro, la cual ilustra su propósito… ayudar al lector a alcanzar la realidad de Dios de una manera más profunda.

Louis F. Carey

… RECONOCIMIENTO…

Posiblemente haya tan solo unas pocas expresiones completamente originales en este libro. La mayoría del material ha sido extractado de un sinnúmero de enseñanzas de muchas personas de Dios, algunos de los cuales todavía están caminando por esta Tierra. No hemos intentado plagiar, sino extractar una verdad y continuarla hacia ese camino de edificación del cuerpo.

Louis F. Carey

TABLA DE CONTENIDO

Lección Uno Religión Pág. 1

Lección Dos Salvación Pág. 5

Lección Tres Gozo Pág. 9

Lección Cuatro Sanidad Pág. 13

Lección Cinco Prosperidad Pág. 19

Lección Seis Compromiso Pág. 27

Lección Siete Compromiso Pág. 31

Lección Ocho Dios Pág. 35

Lección Nueve Dios Pág. 41

Lección Diez Crucifixión Pág. 45

Lección Once Crucifixión Pág. 49

Lección Doce Crucifixión Pág. 53

Lección Trece Crucifixión Pág. 57

Lección Catorce Justificación Pág. 61

Lección Quince Discipulado Pág. 67

Lección Dieciséis Discipulado Pág. 71

Lección Diecisiete Discipulado Pág. 75

Lección Dieciocho Discipulado Pág. 79

Lección Diecinueve Santidad Pág. 83

Lección Veinte Santidad Pág. 87

Lección Veintiuno Libertad Pág. 91

Lección Veintidós Libertad Pág. 95

Lección Veintitrés Cielos Abiertos Pág. 99

Lección Veinticuatro Cielos Abiertos Pág. 103

Puntos para Discusión Preguntas Pág. 109 - 132

LECCIÓN UNO

RELIGIÓN El cristianismo no es religioso. No es un gran movimiento o la evangelización necesaria para el mejoramiento del mundo. No es reaccionar a una necesidad simplemente porque esté allí (Mateo 26:6 – 13). De muchas formas, la religión es un engaño. Es una actividad desarrollada por el hombre en nombre de Dios. Muy frecuentemente, la actividad se convierte en un sustituto de la operación del Espíritu Santo. La religión, sin excepción, tiene doctrinas desgastantes. Esta es una de las formas en la que se puede reconocer. Además, los religiosos andan ocupados haciendo en lugar de ser. Existe un tipo de romance en el trabajo religioso, es posible generar mucho entusiasmo en actividades organizadas. Pero no es lo que hacemos delante de los hombres lo que realmente importa. Es lo que somos en los ojos de Dios, en nuestro lugar secreto con Él. ¿En qué estado está nuestra comunicación personal con Él? ¿En donde nos encontramos, relacionado con aquello que Él quiere desarrollar en nuestras vidas? Estas son las preguntas que separan al cristianismo de la religión. La religión es el lugar de nacimiento de las divisiones denominacionales. La tendencia del comportamiento denominacional es observarse unos a otros, comparar actividades, y contar cabezas. Hay un espíritu competitivo que trata de superar a la iglesia de la otra esquina. Cada denominación declara, “Estamos en lo correcto, tenemos todo bajo control.” Aunque no se diga, la implicación es que los demás están equivocados. El cristianismo no depende de la aceptación de un credo o de declaraciones doctrinales. No tiene nada que ver con la práctica de ritos ni ordenanzas. No requiere asistir a ciertos servicios para que funcione, ni demanda estar de acuerdo con reglas de comportamiento. Estas cosas son buenas obras y pueden ser bien engañosas. Aquellos que las desempeñan puede asumir que están obteniendo favor para con Dios. Desafortunadamente, es tan solo una ilusión que puede llevar a un día amargo de confrontación con el Señor. (Mateo 7:21 – 23) Los cristianos se vuelven cristianos al disciplinarse con el Señor Jesucristo. De esta manera, se unen con otros creyentes nacidos de nuevo y se vuelven uno con Cristo. Este cuerpo es el verdadero cuerpo de Cristo, la iglesia real. Es posible asistir a la iglesia, nunca conocer a Cristo y aún así volverse bien religioso. Históricamente, cada vez que un hombre ha recibido una revelación de Dios, ha construído una denominación alrededor de ella. Ha impuesto reglas sobre las cuales se siente cómodo, pero ha distorsionado tanto la revelación que el Espíritu de Dios se ve forzado a irse. Lutero, Calvino y Wesley recibieron revelaciones, las que a su vez se convirtieron en denominaciones. Esto produjo una fragmentación posterior del cuerpo de Cristo. En Mateo 23:37, 38 Jesús le dijo a los religiosos, “He aquí, vuestra casa se os deja desierta.” Esta ya no era más la casa de Dios, ya que el hombre la había reclamado para él mismo.

Entonces en Mateo 24:1, está registrado que Jesús dejó el templo; se apartó de la iglesia institucional y tomó para Él a Su iglesia real, a Sus discípulos. La religión nunca ha logrado que este mundo sea mejor o más feliz. Los religiosos tienden a ocuparse con el estado negativo de las cosas; cómo el mundo se ha deteriorado y ha llegado a una condición terrible, y cómo la humanidad está dirigiéndose al fuego del infierno y a la condenación. Pero el Señor está más interesado en la solución que en el problema. Él permitirá a su pueblo que se alineen ellos mismos con Él para que se cumpla Su propósito. A través de ellos, Él pudiera alterar el estado de las cosas. Los religiosos tratan de cambiar el mundo, pero es la iglesia la que necesita cambiar. Cuando la iglesia cambie, el mundo cambiará. No hay nada sobrenatural acerca de la religión y su ritualismo. El mundo teme a los poderes sobrenaturales. Pero no hay nada que la religión ofrezca para que el mundo tema, o aún respete; por lo tanto, el mundo trata a la religión con desprecio. Juan el bautista se llamo a sí mismo el amigo del novio (Juan 3:28-30). Él entendió el principio de disminuir para poder acercar a la novia (la iglesia, el cuerpo de Cristo) a Cristo, el novio. Pero en lugar de disminuir para así lograr el mencionado acercamiento, muchos están coqueteando con la novia. Se están exaltando a sí mismos, y llevando a la novia por su propio camino. Este tipo de actividad engaña a las ovejas, y ellas se alejan del verdadero Pastor. Ellas siguen pastores sustitutos, intermediarios ubicados entre ellas y Dios. Esas ovejas sufren con un crecimiento atrofiado, ya que no les es posible crecer debajo de su pastor – hombre. Jeremías 23:1 proclama, “Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de mis prados! Declara el Señor.” Pablo dice en 1 Corintios 3:4, que seguir la doctrina de los hombres es carnal. Cuando estamos interesados únicamente en una forma de religión, eso es exactamente lo que terminamos haciendo. Escogemos un líder porque es popular y por su imagen, y permitimos que nuestros ojos se enfoquen en él en lugar de enfocarse en Dios. El propósito de Dios es hacer de Sus creyentes un cuerpo (Efesios 2:14), y eso es exactamente lo que Él está haciendo. Él puede atravesar el velo de la religión y tocar a aquellos que realmente lo buscan. Cuando ellos responden a Su toque, los introduce a la salvación, el primer segmento de Su verdad. Lección Uno … Religión Ejercicio personal y de grupo (Ver página 109) 1. ¿Cuál es el mayor problema causado por las diferencias doctrinales?

2. ¿Cuál es el verdadero cuerpo de Cristo? 3. ¿De qué manera es posible ser muy religioso sin conocer a Cristo? 4. ¿Por qué el mundo trata la religión con desprecio? 5. ¿Qué significa ser amigo del Novio? 6. ¿Cuál es el peligro de seguir la doctrina de un hombre?

LECCIÓN DOS

Salvación

Millones de personas han aceptado a Jesucristo como su Salvador, sin haber dado ni un solo paso más allá de ese punto. La salvación es una revelación extraordinaria, pero experimentar una salvación personal incluye muchas más que simplemente ser salvo (Filipenses 2:12, 13). Hay muchas colinas que escalar y mucha oposición que vencer a medida que caminamos nuestra salvación. Las recompensas, sin embargo, son muy superiores a los obstáculos. Aquellos que se aventuran más allá de la salvación y se proponen explorar y aplicar la Palabra de Dios en sus vidas, descubren cosechas muy abundantes. Si queremos vivir una vida gobernada por el Espíritu, no podemos permitirnos quedarnos fijos. Debemos permanecer ajustables y abiertos al crecimiento y la expansión en nuestro caminar. Los métodos religiosos deben dar cabida al gobierno del Espíritu. Esto puede ocurrir únicamente si nos hacemos más conscientes de Su presencia. El primer paso hacia la salvación consiste en simplemente aceptar la Palabra de Dios como verdadera; el segundo paso en este proceso de dos pasos consiste en declarar abiertamente que ha sido aceptada (Romanos 10:9, 10). No requiere de mucha fe para lograr cumplir este proceso, tan solo requiere la decisión de nuestra voluntad. Una vez se ha hecho esto, la fe comienza a echar raíz. La revelación de Jesucristo está en el corazón del sistema de raíces de la vida cristiana y del comienzo de la fe. Dios introdujo la sangre de un cordero como el medio de redención cuando Él proveyó un carnero como sustituto de Isaac, el hijo prometido de Abraham (Génesis 22:1-19). Este fue una oveja sacrificada por un hombre. Posteriormente, Dios utilizó la sangre de ovejas para redimir la nación de Israel fuera de la esclavitud de Egipto (Éxodo 12:1-14). Esto fue una oveja sacrificada por una familia. Dios entonces requirió que la sangre de una cabra joven fuera rociada sobre el altar del lugar santísimo en el tabernáculo. Esto ocurría cada año en el día de la expiación. El propósito era redimir a los israelitas de sus pecados. Los ponía en una relación adecuada con Él durante otro año (Levítico 16:15 – 19). Era un cordero sacrificado por una nación. Finalmente, Dios envió Su Hijo para redimir a toda la humanidad para siempre (Juan 1:29 – 34). Este fue un Cordero sacrificado, una vez y para siempre, por cada persona que ha existido o que existirá. Dios nos ha dado libre albedrío. Nos convertimos en aquello que escogemos. Desafortunadamente, nuestras escogencias no siempre nos llevan hacia la mejor dirección. Ezequiel 18:27, 28, nos da una versión encapsulada de la salvación cuando se refiere a un hombre perverso mientras se aparta de su perversión. Muchas veces, sin embargo, un pecador no mirará hacia arriba hasta que haya llegado a su nivel más bajo. Cuando esté en esa posición, le resultará más fácil reconocer su actual situación, su necesidad de algo que tenga valor eterno, y la necesidad de cambiar de dirección.

Efesios 2:12 declara que estar sin Cristo es estar en el mundo y no tener esperanza. Usualmente, nuestras mentes están tan nubladas y nuestra visión tan obstruida por las atracciones del mundo que no somos conscientes de que hay algo infinitamente más valioso que está disponible para nosotros. Pero ese algo está únicamente disponible para nosotros a través de una persona, Jesucristo. El primer paso que debe dar un cristiano es reconocer a Jesús como una realidad viviente. Es un evento hacia adentro, una realidad que debe darse en el corazón. El cristianismo no puede nacer en un corazón simplemente sobre la base de un Cristo histórico. La aceptación intelectual de un hombre llamado Jesús, quien vivió y murió hace 2,000 años, no provee suficiente fundamento. El verdadero Jesús, aquel que está vivo, puede ser alcanzado cuando tratamos de alcanzarlo. Todas las personas deben dar un paso al frente, a ciegas, aunque no haya ninguna prueba, ninguna certeza del resultado. Debe extenderse a sí mismo y hablar, por muy tonto que parezca en ese momento, a una Persona que desea que se encuentre allí. La revelación de Jesús está disponible para cualquiera que tenga la valentía de buscarlo. Jesús tiene una preocupación especial por cada uno de nosotros. Él puede ver a través de nuestras pretensiones y auto-engaño. Nos invitará a que las pongamos a un lado y nos acerquemos a desarrollar una relación personal con Él. Él desea que le conozcamos, íntimamente. El deseo de Dios es perdonar. Jesús dijo: “lo haré”, “pero no quisiste” (Lucas 13:34). Dios espera que la voluntad del hombre se rinda a Su voluntad. Él abre la puerta una y otra vez, pero le deja la decisión al hombre. La sangre de un hombre descansa en sus propias manos; su vida, temporal o eternamente, es el resultado de sus propias decisiones. Aún después de aceptar la salvación, sus pasos son el resultado de sus propias decisiones, y estas no siempre son fáciles. Esto se da particularmente después de que descubre que ha sido redimido, no solo de las garras de Satanás, pero de él mismo y de toda una vida de esclavitud auto-impuesta. Dios tiene un propósito divino para nuestras vidas, pero de todas maneras nos permite que decidamos qué hacer en cada esquina del camino. Si somos serios en nuestro caminar, eventualmente llegaremos a darnos cuenta que somos incapaces de tomar decisiones por nuestra propia cuenta. Entonces, buscaremos a Dios para que nos guíe. Cuando alcanzamos esta habilidad de dejar qué sea Él quien tome las decisiones, Él puede empezar a revelarnos Su provisión completa. Es aquí cuando llegamos a ver que hay mucho más en la salvación que únicamente ser salvo. Lección Dos … Salvación Ejercicio Personal y de Grupo (Ver página 110) 1. ¿Cuál es el proceso de dos etapas para la salvación? 2. ¿Por qué tenemos que llegar hasta el nivel más bajo antes de querer mirar hacia arriba?

3. ¿Por qué es necesario que realicemos en el corazón en lugar de una aceptación intelectual para poder tener suficiente fundamento para caminar nuestra salvación? 4. ¿Por qué es importante que intentemos alcanzar a Jesús, sin certeza del resultado? 5. ¿De qué manera son nuestras vidas, temporal o eternamente hablando, el resultado de nuestras propias decisiones? 6. ¿Por qué es importante que dejemos en manos de Dios las decisiones de nuestra vida?

LECCIÓN TRES

Gozo

El gozo es la primera reacción natural después de reconocer y aceptar la salvación. Poder realizar lo que Jesús hizo por nosotros y la libertad que su sacrificio nos ha traído, nos lleva a experimentar una mezcla de alivio y asombro a la vez. Resulta difícil creer en algo que es tan poco común y extraño para la mentalidad del mundo. Pero, a medida que comenzamos a saborear el alcance del amor y perdón del Padre, nos resulta más difícil frenar el gozo que nace de un corazón agradecido. Somos como Juan cuando era bebé (Lucas 1:44). Se considera apropiado que nuestra primera reacción a la presencia viva de Jesús sea de gozo. Aunque inicialmente no seamos conscientes de Él, existe una expresión de gozo mucho más grande que se está dando en otro lugar. Si tuvieramos la oportunidad de ver lo que ocurre en el cielo, quedaríamos sorprendidos! Nuestra respuesta positiva al ofrecimiento de la salvación ha causado mucho más que un poco de alegría a los ángeles (Lucas 15:10). Las huestes celestiales aplauden nuestra decisión y se regocijan con Dios porque otro pecador ha sido arrancado de las garras de Satanás. Esto es más de lo que nosotros podemos contener! Hechos 8:5 – 8 describe los logros del Señor mientras se movía a través de Felipe en Samaria. El versículo ocho establece que había gran gozo en aquella ciudad. Cuando el poder de Jesús es manifestado, siempre hay gozo porque siempre hay libertad de algún tipo de atadura. El gozo del mundo está pervertido y es superficial. Aquellos sujetos a las influencias del mundo tratan de obtener momentos pequeños de gozo, pero esos momentos están conectados con ilusiones, como lo hace Hollywood. Debajo de esta pequeña medida de gozo, hay un iceberg inmenso de tristeza bloqueando el camino. Debemos tener cuidado ahora con lo que viene. En Lucas capítulo 8, Jesús habla sobre la semilla y la tierra en la que se siembra. En el versículo 6 dice: “Otra parte cayó sobre la roca, y tan pronto como creció, se secó, porque no tenía humedad.” Entonces, en el versículo 13, explicó esa porción de la parábola: “Y aquellos sobre la roca son los que, cuando oyen, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíz profunda; creen por algún tiempo, y en el momento de la tentación sucumben.” Podemos tener gozo, pero evitar consumir tiempo y esfuerzo tratando de establecer un sistema de raíces profundo en el mundo. A menos que estemos bien cimentados en la Palabra de Dios, podemos ser engañados fácilmente y tentados a cambiar de dirección. Antes que nos demos cuenta, podemos encontrarnos de vuelta bajo la influencia del mundo. Todavía tenemos una gran cantidad de mundo en esta etapa de nuestra salvación. Esto significa que continuamos auto-motivándonos. Nos complacemos con nuestra habilidad recién descubierta de comunicarnos con Dios, pero cada vez que venimos a Él en oración nos vemos consumidos con deseos y necesidades. Dios quiere que confiemos en Él con el tipo de confianza que tienen los niños pequeños, sin embargo, no quiere que seamos egoístas como esos niños pequeños. Con un gozo exhuberante le pedimos a Dios que haga algo por nosotros, que nos de aquello, que nos sane, que nos haga felices, que nos dé dinero. La lista no tiene fin, ya que nunca

dejamos de suplicar. Es como si cada día fuera navidad, y reaccionamos como el niño consentido cuando nuestras oraciones no son respondidas de inmediato de acuerdo con nuestras demandas. Si permanecemos en Su Palabra, eventualmente superaremos esta etapa y nuestro gozo pasará a otra dimensión. El cristianismo es básicamente un caminar optimista, aunque pueda resultar difícil discernir acerca de la apariencia y actitud de algunos cristianos. Nuestra fe es la sustancia de las cosas que esperamos (Hebreos 1:1). Cada cristiano debiera vivir con expectativa en su corazón acerca de su vida eterna. En adición a esto, debería estar dispuesto a descubrir qué es lo que tiene cada día preparado para él. Un verdadero discípulo busca la presencia de Dios ante cada situación y circunstancia. Romanos 8:28 establece que todas las cosas obran para bien para aquellos que aman al Señor. Nosotros establecemos y probamos nuestro amor al guardar Sus mandamientos (Juan 14:21). Caminamos en Sus promesas. Dependemos de Su seguridad. Tenemos seguridad y confianza que podemos confiar y apoyarnos en Su Palabra. Existe verdadero gozo en ese tipo de caminar. Salmo 34:1 – 5 nos dice que la alabanza trae gozo. El Señor habita en nuestra alabanza, y bendice cualquier lugar en donde habite. Cuando estamos en la presencia del Señor, nuestro semblante es cambiado. Somos iluminados por Su Espíritu, recibimos Su sabiduría y nos volvemos radiantes en el intercambio (Eclesiastés 8:1). El cambia nuestro lamento en gozo, y no es ese gozo superficial de corta duración. Su gozo es eterno, para que ningún hombre nos lo pueda quitar si realmente viene de Él (Juan 16:22). El deseo del corazón de Dios es que tengamos una dosis completa de gozo. Él no quiere que seamos personas afectadas por verdades a medias y por conceptos no realistas. Él quiere que estemos completamente llenos con la verdad de quien es Él realmente y con qué significa realmente la vida del reino (Juan 16:24). En Lucas 2:10, el ángel le dijo a los pastores que Cristo sería de gran gozo para todo el pueblo. Esta no fue una profecía acerca del niño Cristo. Fue acerca del Cristo crucificado y resucitado. Y solo aquellos que puedan demostrar deseo de aceptarlo como Salvador y permitirle convertirse en Señor de sus vidas, podrán entender y aceptar esa profecía. Pablo nos dice en Filipenses 4:4, “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocijaos!” Existen innumerables razones para regocijarnos, y no menos para expresar nuestra gratitud por el triunfo sobre el enemigo. Los setenta discípulos (Lucas 10:17) quedaron estáticos cuando descubrieron el poder que tenían sobre los demonios cuando utilizaron el nombre de Jesús. Sin embargo, Jesús les dijo que su verdadero gozo debería estar en saber que sus nombres estaban escritos en el cielo (versículo 20). Entre más estudiamos las Escrituras, más logramos entender que debemos mantener una relación cercana con Jesús. En Juan 15:1 – 11, Jesús discute acerca del término permanecer: Significa “continuar con, estar en presencia de, siempre.” Jesús nos dice que hagamos esto. Si habitamos en Su presencia tan cerca como las ramas de la vid, y lo consideramos como la Fuente de nuestra vida y sostenimiento, entonces Su gozo se convertirá en nuestro gozo y nuestro gozo será lleno. El verdadero gozo, el gozo eterno, viene de Cristo. Se cumple en nosotros a medida que nos apropiamos de Su Palabra (Juan 17:13). Mientras permanecemos en Jesús, somos dirigidos por Su Espíritu y descubrimos que parte del fruto resultante es gozo (Gálatas 5:22). Como la novia de Cristo, debemos regocijarnos en Él (Apocalipsis 19:7).

Este paso nos ha permitido disfrutar un tiempo delicioso. Sin embargo. Deberíamos tener un sensación de estar únicamente en la esfera exterior de la salvación y de todo lo que ella nos ofrece. Ahora enfrentamos una decisión como lo hizo Josué y los Israelitas (Josué 24:14 – 28). Nos espera una herencia, pero se requiere un compromiso. Seguir adelante requiere una decisión del corazón y la disposición de asumir las consecuencias. Seremos vulnerables a la crítica y a ser ridiculizados si decidimos dar el siguiente paso. Habrá un costo, pero la pregunta es, ¿para qué estamos aquí? ¿Es para el Señor, o para nosotros? Ciertamente podemos decir que no forma parte del propósito eterno de Dios para nosotros ponernos en un estante teológico. Él no nos extrajo del mundo para ponernos a un lado únicamente con el propósito de exhibirnos. Si hemos decidido hacer de Su voluntad nuestra voluntad, estamos listos para el siguiente paso. Lección Tres … Gozo Ejercicio personal y de Grupo (Ver página 111) 1. ¿Por qué es normal que el gozo sea nuestra reacción inicial a la salvación? 2. ¿Por qué el gozo del mundo es pervertido, superficial y temporal? 3. ¿Por qué es importante que establezcamos un sistema de raíces bien fuerte en este punto? 4. ¿De qué manera es el cristianismo un caminar optimista? 5. ¿Por qué es cierto que el Señor bendice cualquier lugar en el que Él habite? 6. ¿De qué manera es Cristo de gozo para todas las personas?

LECCIÓN CUATRO

Sanidad Hemos decidido creer en la revelación de que Jesucristo está vivo. Entendemos que Él está listo para involucrarse en nuestras vidas al nivel que le permitamos hacerlo. Pero primero, necesitamos lidiar con nuestra actitud. Si la sanidad no ha sido parte de nuestro credo, debemos atravesar esa barrera. En Hechos 4:13 – 18, podemos ver la actitud sofocante de los religiosos incrédulos. La sanidad no era su doctrina. Aunque la pudieron ver con sus propios ojos, rechazaron aceptarla; más aún, tomaron iniciativas para prevenir más milagros en medio del pueblo. Cuando comenzamos a poner las cosas en la perspectiva correcta, podemos ver que le hemos impuesto a Dios nuestras propias limitaciones. Hay una llenura en la salvación la cual incluye condiciones que solo pueden ser percibidas por nuestro espíritu. No podemos verlas claramente, pero sabemos que están allí. Comenzamos a leer frases como, “de acuerdo con su fe”, y “debido a su propia incredulidad”, y lentamente nos volvemos conscientes de que tenemos una responsabilidad en este proceso. Sabemos que si Dios es Dios, es ilimitado. Sin embargo, podemos limitar al ilimitado con nuestra actitud acerca de Su Palabra. A medida que profundizamos en la Escritura, encontramos que la sanidad es parte de la salvación. En Lucas 18:42 – 43, Jesús le dijo al ciego, “Recibe la vista, tu fe te ha sanado.” Inmediatamente recibió la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. La fe en Jesús de aquel hombre le trajo salvación, junto con el sub-producto de la vista. En Santiago 5:15, encontramos que la oración de fe sanará al enfermo. Esto también tiene un efecto secundario; de acuerdo con Santiago, la sanidad viene después de la salvación. La tercera epístola de Juan, versículo 2, relaciona la condición de nuestra salud con la condición de nuestra alma. Esto nos lleva a creer que la salvación lleva consigo la oportunidad de experimentar sanidad divina. Si todo esto es cierto, nos vemos en la necesidad de tomar una decisión. Podemos escoger vida eterna con Dios. Podemos escoger Sus bendiciones y expresar nuestro amor hacia Él obedeciendo Su Palabra. Y podemos tener una vida de sanidad y duradera volviéndonos a Él como nuestra Fuente de sanidad y longevidad. Posiblemente nunca se nos ha ocurrido que podemos estar enfermos porque no hemos tomado la decisión correcta. Hemos escogido nuestro propio camino simplemente porque no hemos entendido que Dios tiene un propósito y dirección para nuestras vidas. Hemos estado viviendo aparte de Él; sin embargo, hemos estado sujetos a las enfermedades del mundo. En Oseas 4:6, Dios dice: “Mi pueblo perece por falta de conocimiento.” Mucho de Su pueblo todavía sufre bajo el engaño que el milagro de sanidad fue para el tiempo pasado. Su ignorancia de la verdad los mantiene en esclavitud. Todo cristiano acepta la salvación, pero no todo cristiano acepta la sanidad. Sin embargo, ambas forman parte del mismo paquete; son parte del ministerio de Jesús. ¿Quién ha decidido

que una parte específica del ministerio de Jesús fue solo para aquel día? Jesús dijo que obras más grandes que aquellas haríamos (Juan 14:12). Si se supone que hagamos más grandes obras, y estas obras no están siendo realizadas por nadie, ¿cuál es el problema? ¿Es posible que seamos como aquellos de Su tierra natal? Jesús no hizo obras maravillosas allí debido a la incredulidad de ellos (Mateo 13:58). En Mateo 13:38 – 39, Jesús dijo que el enemigo ha plantado cizaña en medio del trigo. De manera similar, el enemigo ha plantado cizaña que estrangulará la verdad completa del evangelio en el área de la sanidad. ¿Es más débil el poder de Jesús hoy que en aquellos días que siguieron a Pentecostés? Cualquier cristiano que crea que Jesús es más débil hoy que en aquel tiempo, debe creer también que Satanás es más fuerte ahora. Si este es el caso, no existe razón para continuar siendo cristiano. ¿Creemos que hay poder en el nombre de Jesús para salvación? De ser así, no tenemos opción aparte de creer que ese nombre todavía tiene el mismo poder para sanar. Lo que creemos, nos sigue (Marcos 16:17). Si creemos la Palabra de Dios acerca de la sanidad, ciertamente ocurrirá sanidad divina. Si dudamos de la Palabra de Dios, creemos en lo opuesto. Incredulidad no significa no creer. Debemos creer en algo. Si no creemos en la sanidad, entonces creemos en la enfermedad. Si este es el caso, ciertamente nos seguirá durante todos los días de nuestra vida. Como fue establecido antes, nuestra actitud es el lugar de inicio. Nuestro intelecto nos dice que demanda pruebas de alguna manera tangible antes de ir a Dios para una sanidad. No queremos ser clasificados como fanáticos ignorantes quienes no tienen el buen sentido de saber más. No hay lógica para la sanidad; por lo tanto, no se ajusta a una práctica aceptable. A menos que, por supuesto, haya algún tipo de prueba de antemano. Pero Jesús condenó esta línea de pensamiento. En Mateo 12:39 – 39, aquellos que solicitaron una señal de Su parte como prueba de su Señoría, los llamó generación adúltera y perversa. Si hubiera entendimiento intelectual antes de una sanidad, no sería necesaria la fe. Todo el asunto quedaría reducido a un procedimiento lógico. Las señales seguirán a aquellos que creen. No hay otra manera. Estamos sujetos a tantas opiniones preconcebidas, que resulta increíble que Dios pueda llegar hasta nosotros. Se nos dijo, en 2 Corintios 10:5, que derribemos todo argumento y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios. Debemos traer todo pensamiento a la cautividad, obediente a Cristo. Debemos tirar a un lado nuestras opiniones, sin importar de donde vienen, y mirar las palabras de Cristo como una verdad absoluta. Nuestra imaginación es un terreno de cacería especial para Satanás. Cuando permitimos que un pensamiento se exalte a sí mismo a una posición de duda, abrimos la puerta al archienemigo de Cristo. Jesús tocó este punto en Juan 8:44 – 45, en donde dijo que el diablo es padre de mentira. Si dudamos acerca de la verdad de la Palabra, obviamente creemos en lo opuesto. Lo opuesto a la verdad es la mentira y, de acuerdo con Jesús, la mentira es una hija de Satanás. Cada padre tiene un derecho legal sobre sus hijos. Por lo tanto, si guardamos una mentira, somos vulnerables a la infiltración de Satanás, y él se apresurará a robarnos la sanidad. Él vino únicamente a robar, a matar y a destruir (Juan 10:10). Si necesitamos ser sanados, o si es algún ser amado quien necesita sanidad, no podemos permitirnos sentarnos y jugar con nuestro intelecto. No nos hará nada bien el tratar de racionalizar si hay alguna lógica en la sanidad, o en cualquier otro milagro ocasional. Si tenemos

necesidad, tenemos necesidad! Entre más pronto nos volvamos honestos acerca de esto, será mejor! Usualmente, esperamos hasta haber gastado todas las otras opciones antes de volvernos a Dios. Aún entonces, entendemos mal todo. Cuando oramos, nos enfocamos más en la sanidad que en el Sanador. Jesús utilizó la sanidad para atraer a las personas al Padre. Nuestra meta necesita ser Dios. Cuando aceptamos a Dios como Dios, omnipotente, el creador de todas las cosas, y aceptamos Su sabiduría como perfecta, nos abrimos a recibir Su toque divino. La bendición será la revelación de Sí mismo en toda Su gloria. En este punto, el proceso de sanidad será libre de moverse sin ninguna oposición. En Mateo 8:2 – 3, vemos que un leproso quitó sus ojos de su problema y los puso en Jesús. Como resultado, fue sanado. Algunas sanidades son progresivas, como lo vemos en Marcos 8:23 – 25, pero todo lo que tenemos que hacer en mantener nuestros ojos en Jesús, quien traerá la sanidad a la perfección para así poder glorificar de nuevo al Padre. (Juan 14:13). La sanidad siempre ocurre desde el corazón y hacia afuera. Muy frecuentemente, comienza con la raíz de un problema que está más profundo y más adentro que la enfermedad que se ha manifestado para ser tratada. En Lucas 4:18, Jesús dijo que Él vino a sanar a los quebrantados de corazón, y a liberar a los cautivos. Aquellos que están atados a su pasado a través de heridas profundas, heridas de rechazo, o maltrato infantil, y aquellos que están bajo condenación por su mal comportamiento, necesitan sentir el amor y el perdón de Dios para recibir Su sanidad. Conciencias sobrecargadas se manifiestan frecuentemente en dolencias psicosomáticas como una manera de castigo auto-impuesto. Muy frecuentemente, después de que esas dolencias han sido alimentadas por algún tiempo, se vuelven reales. Este tipo de dolencia debe ser tratada desde la raíz para lograr que el cautivo sea libre. La sanidad debe incluir nuestras mentes, así como nuestros cuerpos (1 Tesalonicenses 5:23). Comienza con confesión (Santiago 5:13 – 16). Esto actúa como un purgante de la culpa tóxica que se ha estado comiendo a su víctima. El resentimiento albergado es mortal también, ya que su raíz es amargura (Hebreos 12:15). Nuestras mentes necesitan ser renovadas antes que nuestros cuerpos puedan responder apropiadamente al poder sanador de Dios (Romanos 12:2). Por supuesto, todo esto depende de nuestra actitud. Jesús nos dio una instrucción sencilla: Conviértanse y vuélvanse como niños pequeños (Mateo 18:3). Los niños pequeños no dudan en venir delante de su padre para pedirle algo. Obviamente, ellos conocen a su padre íntimamente, e implícitamente confían en él. Jesús espera que seamos específicos (Juan 16:24). Realmente coloca sobre nosotros la responsabilidad de ser específicos, aunque nuestra necesidad sea clara (Mateo 20:30 – 34). Él nos asegura que nuestro Padre está listo para responder a nuestra necesidad (Mateo 7:11). El criterio es simple, pero no fácil: Creer en Jesús. Si hemos sido capaces de poner a un lado nuestro intelecto y aceptar la llenura de Jesús, estamos listos para el siguiente paso.

Lección Cuatro … Sanidad Ejercicio Personal y de Grupo (Ver página 112) 1. ¿Cómo es posible que limitemos a Dios con nuestra incredulidad? 2. ¿Cómo nos ha expuesto nuestra ignorancia a las enfermedades del mundo? 3. ¿Si no creemos que Dios sana, en qué estamos creyendo? 4. ¿Por qué Dios nunca nos permitirá tener un entendimiento intelectual acerca de la sanidad? 5. ¿Por qué es importante que no dudemos de la veracidad de la Palabra? 6. En lugar de orar simplemente por sanidad, ¿por qué nuestra meta debería ser alcanzar a Dios?

LECCIÓN CINCO

Prosperidad La prosperidad tiene varias facetas. En los Estados Unidos tendemos a relacionar prosperidad con ganancia material, y aceptamos ciertos procedimientos para la obtención de riquezas. Asociamos educación superior con prosperidad, lo cual no es acertado. La verdad es que, aquello con lo que hemos estado lidiando durante cada paso, nuestra actitud, determina nuestro nivel de prosperidad. Un graduado de universidad no tiene ventaja alguna sobre alguien que no terminó la escuela secundaria debido a su conocimiento. Es debido a lo que sabe que sabe. Un ingeniero graduado no sabe todo acerca de la ingeniería. Pero sabe que sabe en donde obtener la información que necesita; por lo tanto, puede actuar con confianza en el área de la ingeniería. Aquel que no terminó la secundaria sabe que sabe muy poco acerca de cualquier cosa, por lo tanto actúa conforme a eso. Sin embargo, puede que sepa que sabe cómo hacer mucho dinero. En caso de ser así, actuará con confianza, y probablemente acumule una fortuna mucho mayor que la que aquel graduado pueda concebir en su mente. Es aquello que una persona sabe que sabe lo que determina el curso de su vida. Para poder lograr una verdadera prosperidad, completa en todas sus facetas, hay una cosa que debemos saber que sabemos. De nuevo, nuestra actitud entra en juego. Al mirar la Palabra de Dios, podemos ver que Él es dueño de todo. Él es dueño del cielo y de la tierra, y de todo lo que hay en ella (Deuteronomio 10:14). Debemos aceptar esta verdad antes de poner ambos pies en el escalón de la prosperidad. Todo lo que está en ella nos incluye a todos, porque Dios es dueño también de nosotros (Salmo 24:1). Dios es dueño de todo por tres métodos: 1. A través de la creación Él solo creó todo; por lo tanto todo es de Él. 2. A través de la redención Por medio del sacrificio de Su Hijo, redimió a aquellos que están en el mundo de las garras de Satanás. 3. A través de la preservación Él constantemente reemplaza los árboles y animales, y renueva la tierra. Él es el Dueño, y nosotros solo somos viajeros atravesando Su tierra (Levítico 25:23). Si honestamente podemos decir que sabemos que sabemos que todas las cosas pertenecen a Dios, podemos proceder. Después, debemos considerar al hombre quien, por sí mismo, es un fracaso. Casi 4,000 años han pasado desde que el Señor, mientras que estaba en el proceso de destruir Sodoma y Gomorra debido a su perversión y depravación, se detuvo a ver a Abraham. Nuestro comportamiento social no ha progresado nada desde aquel tiempo. Es cierto que hemos progresado materialmente. Una porción del mundo libre vive más confortablemente que Abraham, pero este no es el caso de la mayoría de la población. Y aún

aquellos que dicen poseer grandes fortunas no las poseen realmente, ya que el día que mueran, dejarán detrás de ellos cada centavo. Hemos progresado en nuestra habilidad de destruirnos, pero eso no se puede llamar prosperidad. Esto se ve bastante desolado, y lo es si continuamos tratando de hacer las cosas por nuestra propia cuenta. Pero tenemos una alternativa. Jesús dijo, “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan más abundantemente” (Juan 10:10). Jesús vino para liberar del fracaso a la raza humana. De nuevo, tenemos que trabajar de adentro hacia afuera. Tenemos que agarrar la revelación del corazón del poder de Jesús, y Su disposición de impartirla. Somos como Gedeón cuando el ángel del Señor lo visitó por primera vez (Jueces 6). Gedeón había tocado fondo, controlado por sus circunstancias y no era consciente de que Dios quería moverse a través de él. De hecho, estaba escondiéndose de sus opresores, pero el ángel lo llamó un hombre poderoso y valioso. Gedeón se veía a sí mismo como una causa perdida, pero Dios lo vio victorioso, y finalmente se convirtió en victorioso porque creyó a Dios y obedeció Su Palabra. Esto le dio la libertad a Dios para trabajar a través de Gedeón, quien fue prosperado grandemente. Cada uno de nosotros es una inversión potencial para la gloria de Dios. Pero no podremos dar gloria a Dios si no prosperamos de alguna manera en nuestras vidas. Los perdedores no atraen gente. Si Jesús no hubiera sanado personas cuando fueron llevadas a Él, muy seguramente hubieran dejado de ir donde Él. Jesús fue el más grande vencedor de la historia. Si queremos ser Sus discípulos, y glorificar a Dios como Él lo hizo, necesitamos ser conscientes de Sus principios para vencer. La clave principal está en 3 Juan 2, “Amado, ruego que seas prosperado en todo así como prospera tu alma, y que tengas buena salud.” La prosperidad es definitivamente parte de la vida cristiana, no solo para el individuo, sino para el cuerpo. En la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30), se esperaba de los sirvientes que hicieran algo constructivo con los talentos que se les había confiado. En la parábola del sembrador (Mateo 13:8-23), Jesús relaciona específicamente el terreno fértil con la condición de nuestros corazones y nuestra voluntad de apropiar la Palabra a nuestras vidas. El fruto que producimos dependerá de cómo aceptemos y actuemos de acuerdo con la Palabra. De acuerdo con Jesús, algunos darán fruto al ciento por uno, otros al sesenta y otros al treinta. Este rendimiento depende del individuo y su entendimiento de que Dios es su Padre y que Él es dueño de todo. Él ha establecido ciertos principios para que recibamos Sus bendiciones. Obediencia en el corazón de estos principios traerán prosperidad. Nuestra antigua amiga, actitud, es una participante importante en el proceso. Primero debemos orar por la revelación de la verdad de Dios. Necesitamos una revelación espiritual, que cambie nuestra vida, no simplemente un entendimiento intelectual. Necesitamos que el logos, la Palabra impresa, se convierta en Rhema, la Palabra hecha vida. Esta Palabra debe entrar y realizar un tipo de cirugía que divide la carne del espíritu. Hay una gran cantidad de cosas que deben ser arrancadas y echadas fuera para que podamos seguir adelante con Dios. Deuteronomio 29:29 declara que las cosas secretas pertenecen al Señor; pero que aquello que Él nos revela nos pertenece y a nuestros hijos para siempre. Sus revelaciones nos pertenecen; ellas son parte de nuestra herencia como Sus hijos. Por lo tanto, debemos orar por más revelación sobre la prosperidad, y por más y más revelación a medida que seguimos avanzando en nuestro camino.

Nuestro juicio es diferente al juicio de Dios. El juicio de Dios es perfecto, porque Él conoce el final desde el principio. Esta es suficiente razón para buscar Su guía en todas las cosas. Es una pérdida de tiempo y esfuerzo tratar de hacer las cosas a nuestra manera. Abraham y Sara trataron de ayudar a Dios a su manera, pero sus esfuerzos crearon a Ismael. Ismael se convirtió en el padre de las naciones árabes, y todavía hoy es “hombre indómito como asno montés y su mano será contra todos, y la mano de todos contra él” (Génesis 16:12). El deseo de Dios es darnos libremente todas las cosas (Romanos 8:32). Creer cualquier cosa diferente es un engaño del enemigo. Debemos hacer nuestra parte y Dios dará el incremento (1 Corintios 3:6). Esto no quiere decir que exista una fórmula tal como: X (nuestros actos, ciertas palabras, oraciones específicas, etc.), más Y (la respuesta de Dios porque se ha complacido), es igual a Z (prosperidad). No existe ninguna fórmula, solo hay un resultado. Dios es el dueño de todo y ha hecho que tengamos acceso a todas las cosas. Nada nos es impedido, pero tenemos que pagar el precio. Es como si estuviéramos viendo a través de una vitrina en un almacén exclusivo. Podemos ver los tesoros allí adentro. Necesitamos tener la cantidad exacta de dinero en nuestro bolsillo para poder comprar en el almacén; después debemos entrar y pagar el precio, el precio completo, de acuerdo con los términos establecidos por el dueño. Solo hasta que hagamos eso podremos obtener el tesoro. ¿Cuál es el precio? Es un cambio interior de corazón, el cual se manifiesta como la aceptación de la Palabra de Dios como verdad. La cirugía de la Palabra debe cortar todas esas concentraciones pesadas de egoísmo. La prosperidad y el egoísmo no pueden cohabitar en el reino de Dios. Jesús mismo estableció la prioridad: “Buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia; y todas estas cosas os serán añadidas.” (Mateo 6:33). Las “cosas” serán añadidas, no debemos buscarlas. Lo que tenemos que buscar es el reino de Dios. Debemos esforzarnos por someternos a Su reinado, a la autoridad de Su Palabra. La Palabra de Dios debería tener la misma forma que los mandamientos de un rey. A medida que esto se vuelve realidad en nuestras vidas, aparece la justicia, pues justicia significa simplemente estar de acuerdo con Él. A medida que aprendemos los principios de Dios para la prosperidad y los aplicamos continuamente, la prosperidad nos seguirá. De la misma manera ocurrirá con la paz y la felicidad. Definitivamente debemos familiarizarnos con Deuteronomio, capítulos 28 y 29. Buscar primeramente el reino incluye tener la disposición de hacer aquello que Dios espera de nosotros. Es aquello que Él quiere hacer en nuestras vidas, no aquello que preferimos hacer. La Palabra es bien clara acerca de esto, pero la decisión siempre será nuestra. Dios no creó artículos de exposición; Él creó vasijas con propósito. Nuestra decisión debería ser cumplir Sus propósitos. A medida que lo hacemos, la prosperidad se nos une. De esta manera somos llevados al punto de tener que tomar una decisión. ¿Cómo va nuestro proceso de cambio de actitud? ¿No sabemos hacia donde vamos, pero deseamos comprometernos de todas maneras? Estamos listos para dar el paso de fe y confiar en Él por el resto de nuestras vidas? Si es así, Proverbios 16:3 puede iniciar su trabajo en nosotros. A medida que nos comprometemos con Él, Él comienza a establecer nuevos patrones de pensamiento en nosotros. Proverbios 16:9 declara, “La mente del hombre planea su camino, pero el Señor dirige sus pasos”. Allí es donde estamos. Hemos tomado una decisión de corazón de comprometernos a ser obedientes a Su Palabra. Estamos listos para que Él dirija nuestros pasos.

Siempre debe transcurrir un período de tiempo entre la siembra y la cosecha, así que debemos desarrollar la mentalidad de un agricultor. Mientras tanto, podemos estudiar al hombre de Dios descrito en los tres primeros versículos de Salmo capítulo 1. Es vital que entendamos la actitud que tiene. Note que debido a su justicia, cualquier cosa que hace, prospera. Su meta no es la prosperidad, su meta es la voluntad de Dios. El secreto de la prosperidad es buscar la voluntad de Dios. Buscar la prosperidad por el beneficio de la prosperidad es errar la voluntad de Dios. El hombre en Salmo 1 no toma en cuenta el consejo del impío; no se expone a la influencia de los pecadores; no se asocia con los arrogantes ni rebeldes: En cambio, se vuelve a la Palabra de Dios como su esfera de influencia; sopesa la Palabra en su corazón hasta que se vuelve realidad, de la misma manera como lo hizo María (Lucas 2:19). El resultado de su sumisión a la Palabra es prosperidad en muchas maneras. Su vida será fructífera, no será víctima de enfermedades y cualquier cosa que intente será exitosa. Él cree en la Palabra, se ajusta a ella y Dios hace el resto. Aún el mundo sabe que aquello en lo que creemos como cierto, determina la manera como actuamos y reaccionamos en la vida. Proverbios 29:18 nos dice que necesitamos una visión. “Donde no hay visión, el pueblo perece”, y sigue: “pero bienaventurado es el que guarda la ley.” Una visión nace de tener fe en algo, y ¿qué mejor que tener fe en la Palabra de Dios? Hebreos 11:1 nos dice que la fe tiene sustancia. Esto quiere decir que es un apoyo o soporte. La fe es un elemento vital, el fundamento para nuestra visión; comienza creyendo que la Palabra es verdadera. En Marcos 9:23, Jesús estableció que todas las cosas son posibles para aquel que cree. Pero esta creencia debe estar de acuerdo con la voluntad de Dios, así como lo dice Su Palabra. Toda fe, toda creencia, y toda esperanza deben estar basadas en la Palabra de Dios. Hay otro tipo de fe, aquella fortalecida por la carne para satisfacer deseos egoístas, la cual no es apropiada para recibir la prosperidad de Dios. Todos hemos recibido algo de Dios, y este es el lugar en donde debemos comenzar. Cuando respondemos positivamente a aquello que ya tenemos, recibiremos más. Necesitamos observar cuidadosamente el talento que tenemos, sin importar cuan pequeño e insignificante pudiera parecer. Aunque nos parezca insignificante, es un regalo de Dios, y nosotros somos sus administradores. El primer movimiento que debemos hacer es ofrecérselo a Dios y someterlo a Su Señorío. Entonces, debemos empezar a darlo a otros. En Lucas 6:38, Jesús dijo que somos llamados a dar, y que mientras lo hacemos, recibiremos la misma medida a cambio. Debemos aprender el principio de la mano abierta. Debemos sostener todo lo que tenemos sin egoísmo, nuestros talentos, nuestras pertenencias materiales, nuestra abundancia con cualquier forma que esta tenga. Entonces, el Señor será libre de tomar de nosotros lo que Él pueda usar y darnos lo que Él quiera que tengamos. Pero tan pronto cerremos el puño y nos aferremos a lo que tenemos, no le estaremos ofreciendo a Él una mano abierta. A partir de ese momento quedaremos inhabilitados para recibir. En nuestro esfuerzo por mantener lo que tenemos, detenemos la lluvia. En Isaías 58, Dios hace mención a este tema. El principio para la abundancia del reino está descrito en varios lugares en la Biblia, pero Proverbios 3:5-10 lo menciona con tan solo algunas palabras. “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócele en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas. No seas sabio a tus propios ojos, teme al Señor y apártate del mal. Será medicina para tu cuerpo y refrigerio para tus huesos. Honra al Señor con tus bienes y con las primicias de todos tus frutos; entonces tus graneros se llenarán con abundancia.”

El crecimiento viene de Dios; por lo tanto, debemos someter todo bajo Su gobierno. Las condiciones económicas no controlan la prosperidad del creyente. La Palabra de Dios no está sujeta a las condiciones económicas. Sus promesas nacen en el cielo, son eternas y no regresarán vacías. Debido a esto, debemos aplicar la Palabra de Dios, sin importar la apariencia de las cosas y aunque no sintamos hacerlo. No serán nuestras obras las que producirán la prosperidad, son Sus obras, trabajando a través de las nuestras. Es muy importante que podamos reconocer al Señor como nuestra Fuente. Debemos cimentar esta verdad bien profunda en nuestro corazón para que cuando la prosperidad venga, no quitemos nuestra mirada de Dios ni nos enfoquemos en aquello que nos ha dado. Hay dos elementos responsables de cortar la prosperidad de los cristianos. El primer elemento es nuestra propia relación, nuestra vida interior con el Señor. Esto es lo que nos da auto-suficiencia y no habilita para dar algo a otros. A menos que tengamos algo que sea nuestro, no tenemos nada que dar; por lo tanto, el flujo de prosperidad se verá cortado. El segundo elemento es nuestra actitud. Salmo 78 trata con la actitud inadecuada de los israelitas. El versículo 36 declara, “Mas con su boca le engañaban, y con su lengua le mentían.” Le dieron a Dios alabanza de labios para afuera para obtener lo que querían, pero no lo adoraron desde sus corazones. El versículo 18 habla de su lujuria. Demandaron que su apetito fuera saciado de acuerdo con su deseo en lugar de la voluntad de Dios. El triste resultado fue que todos murieron en el desierto. Debido a su actitud, no pudieron disfrutar de la prosperidad de la tierra prometida. Santiago 4:3 declara, “Pedís y no recibís, porque pedís con malos propósitos, para gastarlos en vuestros placeres.” La lujuria demanda satisfacción ahora. Sus términos son centrados y motivados en ella misma, por lo tanto no son compatibles con la vida del reino. Si tratamos de obligar a Dios para que nos ayude a prosperar, nos colocamos en la misma posición de los israelitas. Siempre seremos llevados de vuelta a nuestra actitud. Aunque nuestra posición acerca de la Palabra sea correcta, el Señor tiene que esperar a que nuestra actitud sea apropiada. Todo interés personal debe ser eliminado. Debemos llegar al lugar en que tengamos únicamente en nuestra mente complacer al Señor. Entonces, Él abrirá las ventanas del cielo y derramará Su abundancia sobre nosotros. Debemos ser capaces de declarar con nuestro corazón que Él puede hacer lo que quiera, que todo lo que deseamos es que Su voluntad sea hecha en nuestras vidas. Entonces, nos posicionamos adecuadamente para recibir Su prosperidad. Además estamos listos para seguir adelante. Lección Cinco … Prosperidad Ejercicio personal y de grupo (Ver página 113) 1. Para obtener la verdadera prosperidad, completa en todos sus aspectos, ¿qué debemos saber que sabemos?

2. ¿De qué maneras Jesús es el más grande vencedor de la historia? 3. ¿Cuál es el precio que debemos pagar para poder obtener verdadera prosperidad? 4. ¿Cuál debería ser la base de toda fe, creencia y esperanza? 5. Explique el principio de la mano abierta. 6. ¿Cuáles son las dos cosas responsables de cortar la prosperidad de Dios?

LECCIÓN SEIS

Compromiso En este momento deberíamos haber aceptado ya en nuestro corazón que todo pertenece a Dios. Deberíamos entender que todo está en Sus manos, y que nada valioso se irá de Él. Debería entonces ser un resultado natural que sometamos nuestras vidas a Él. No hacer esto sería una gran tontería. Pero aún así, es nuestra decisión y no nos puede ser impuesta por nadie. Hasta este punto, hemos experimentado lo que Jesús hizo y puede hacer por nosotros. Gran parte de nuestra experiencia ha sido intelectual en el sentido que hemos recibido y utilizado información de Jesús. Ahora estamos listos para poder convertir esta información en formación. Este es un gran paso porque hemos comenzado a ver que sí podemos hacer algo por Él. Filipenses 2:12 nos dice que trabajemos en nuestra salvación con temor y temblor. El versículo 13 declara que es Dios quien trabaja en nosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito. Tenemos que darle la libertad de hacer esa labor en nosotros. Santiago 2:17 nos dice que la fe sin obras es muerta. Es el momento de poner nuestra fe a trabajar en cada aspecto de nuestras vidas. Hemos realizado ya nuestros ejercicios de calentamiento en las etapas de Salvación, Sanidad y Prosperidad. Ahora es el momento de descubrir lo que hemos logrado. ¿Hemos cambiado nuestra actitud de tal manera que nos permita correr la carrera que tenemos delante de nosotros (Hebreos 12:1)? Es tiempo de hacer compromiso, y nos ayudará si nos miramos desde la perspectiva de Dios. Fue Él quien decidió traernos a este mundo. Fue Él quien nos dio aliento de vida. Él nos dio este privilegio, este honor. El propósito de Dios es tener un mundo lleno de personas conforme a la imagen de Su Hijo, y Él nos seleccionó como potencialmente elegibles. Este es un privilegio especial, un propósito Divino para nuestro nacimiento. Cuando entendemos esto, debemos ponernos inmediatamente a trabajar para liberarnos de cualquier cosa contraria. Debemos hacer ahora un inventario de nuestros talentos, y objetivamente ver cómo los estamos usando. Los talentos raramente son desperdiciados, pues son sometidos o a la voluntad de Dios o de Satanás. Jesús dijo que no podemos servir a dos señores; o serviremos a Dios o serviremos al mundo (Lucas 16:13). En efecto, al no servir a Dios de alguna manera con nuestro talento, significa que le estamos sirviendo al mundo. Si no estamos utilizando nuestro talento, es lo mismo que enterrarlo, y Jesús dejó claramente establecido cómo el Maestro se siente acerca de esto (Mateo 25:24-30). Así que, sin importar cuál sea nuestro talento, o cuán insignificante nos parezca, es momento de dedicárselo a Jesús. Debemos darle el control a Él, permitirle que lo santifique y que entonces, lo utilice para Su gloria. A medida que iniciamos nuestro compromiso, debemos estar conscientes de algo. Ocuparnos demasiado en el servicio cristiano, como por ejemplo, ser absorbido por las actividades de la iglesia y la auto-gratificación que esto produce, es diferente a un compromiso profundo y personal con el Señor.

Produce gozo ser reconocido y apreciado por nuestro servicio en la obra del Señor. Pero podemos medir el grado de nuestro compromiso cuando estamos dispuestos a dejar ir todo eso. Podemos decir que estamos ganando terreno en el área del compromiso, cuando no nos importa pasar desapercibidos, sobrepasados, o aún no reconocidos, si esto ayuda a que sea Jesús quien sea reconocido. Habrá oposición de parte del enemigo. Su único propósito es robar, matar y destruir. Pero derrotaremos a este enemigo, no al pelear directamente contra él, sino al someternos a Dios. Cuando nos sometemos a Su Palabra y comprometemos nuestras vidas con Sus verdades, resistimos la tentación y los engaños que han sido lanzados en medio de nuestro camino. El maligno no tendrá entonces otra alternativa y nos dejará (Santiago 4:7). Hay dos ejemplos bíblicos que podemos observar como patrones para nuestro comportamiento. Noé y Nehemías eran constructores; uno de ellos construyó un arca y el otro levantó un muro. Nosotros somos también como constructores, ya que nos estamos comprometiendo a construir una parte del cuerpo de Cristo. Tanto Noé como Hehemías experimentaron la oposición del mundo, pero mantuvieron sus ojos puestos en Dios. Noé continuó construyendo el arca de acuerdo con el plan de Dios, y Nehemías continuó construyendo el muro de acuerdo con el propósito de Dios. Sin importar la intensidad de las distracciones y peligros, ellos estaban determinados en no desenfocarse de su compromiso. Esta es la clase de actitud que necesitaremos de ahora en adelante. Probablemente deberíamos incluir a Daniel como modelo también. En Daniel, capítulo 10, podemos observar algunas características específicas: • Primero, vemos que él no vaciló. El ángel del Señor dijo, “Desde el primer día en que te

propusiste en tu corazón entender…” El corazón de Daniel estaba listo; su compromiso fue total.

• Segundo, vemos que él fue persistente. “Desde el primer día…,” dijo el ángel, y habían

pasado 21 días desde ese momento. Aunque hayan sido necesarios 21 días para que la oración fuera respondida, el compromiso de Daniel le permitió persistir hasta que la respuesta llegó.

• Tercero, vemos que puso a un lado sus propios deseos. Se “disciplinaba” a sí mismo

ayunando. Rehusó permitirse cualquier tipo de indulgencia, distracción o cualquier otro interés que interfiriera con la tarea a la que se había comprometido.

• Cuarto, él fue determinado al no aceptar cualquier cosa diferente a la verdad absoluta. El

ángel le dijo, “he venido a causa de tus palabras.” Daniel había recibido la revelación a través de la Palabra de Dios, así que se dispuso a orar con convicción y certeza por el conocimiento de lo que Dios quería hacer.

Daniel tomó en serio a Dios, de la misma manera como nosotros debemos hacerlo; además debemos familiarizarnos con Su Palabra. Si no conocemos Su voluntad, no sabremos como orar efectivamente. En el mundo tenemos la tendencia de buscar esos momentos en los que no habrá perturbaciones. Lo que realmente necesitamos hacer es fortalecernos para manejar cualquier situación. Cuando un creyente se compromete, no solo ha escogido a quien va a servir, además ha escogido a su enemigo. Afortunadamente, la sabiduría de escoger el aliado apropiado lo ha llevado a una posición de conquista. Cuando Daniel oraba, el mundo espiritual se afectaba, tanto los buenos como los malos, pero los buenos prevalecieron. Ocurre lo mismo con el creyente comprometido. Habrá oposición, pero

escoger la perseverancia basada en la verdad de la Palabra, asegurará al creyente cual será el resultado. Proverbios 10:25 declara, “Cuando pasa el torbellino, ya no existe el impío, pero el justo tiene cimiento eterno.” El torbellino siempre pasará y el comprometido siempre prevalecerá porque su cimiento es Jesucristo. Jesús describió la posición del creyente comprometido en Lucas 6:47-49. A pesar de una avalancha de oposición y de una corriente vehemente de retos, él se sostendrá firme porque su cimiento ha sido construido sobre la Roca. De manera opuesta, el no comprometido es aquel que escucha la Palabra de Dios pero no la acepta como la verdad y no la aplica a su vida. Colapsará ante el ataque del enemigo y su ruina será inmensa. Lección Seis … Compromiso Ejercicio Personal y de Grupo (Ver página 114) 1. ¿Por qué trabajar nuestra salvación nos produce temor y temblor? 2. ¿Cuál es el propósito de Dios para la vida de cada cristiano? 3. ¿Cuál es el único camino seguro hacia la victoria sobre nuestro enemigo? 4. ¿Cuáles son las cuatro cosas que probaron la magnitud del compromiso de Daniel? 5. ¿Por qué es considerado necio un creyente comprometido cuando espera que no haya turbulencia en su vida? 6. ¿Por qué el creyente comprometido está en una mejor posición que aquel no comprometido?

LECCIÓN SIETE

Compromiso Para que nuestro compromiso tome forma y para que el fundamento quede bien cimentado en Jesucristo, debemos estudiar Romanos 6:3-14. En el acto del bautismo, somos conformados, a manera de sacramento, a Jesús. El diseño e intención del bautismo es que hemos muerto y hemos sido sepultados en nuestra vida previa y, a su vez, todo el pecado que la acompañaba. Dios ha limpiado el tablero, así que lo mismo deberíamos hacer nosotros. Nuestro viejo hombre, nuestro viejo ser espiritual, el cual ha venido alimentando nuestra naturaleza pecaminosa durante toda nuestra vida, ha muerto. Esta fue una intervención sobrenatural de Dios, el Padre, tan pronto aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador. Emerger de nuestro bautismo es una forma de resurrección. Nos levantamos del sepulcro de agua para vivir con Jesús en una nueva vida. Cuando aceptamos a Jesús, Dios nos implantó un nuevo ser espiritual, fundido con el Espíritu de Cristo. En esta nueva condición, con Jesús como Señor, el pecado ya no tiene dominio sobre nosotros; por lo tanto, no deberíamos someternos a sus tentaciones. Debemos aferrarnos a la realidad de que nuestro antiguo ser está muerto y sepultado. Necesitamos tener esta verdad bien arraigada en nuestra mente para poder ser libres para concentrarnos en el Señor y en el trabajo que ha puesto ante nosotros. En Romanos 1:1 Pablo se llama a sí mismo como siervo de Jesucristo. En Santiago 1:1, Santiago también se identifica como siervo de Dios y de Jesús. En 2 Pedro 1:1, Pedro dice que él es un siervo y apóstol de Jesús. Judas declara de sí mismo que es un siervo de Jesús en Judas 1. Compromiso nos lleva a la posición de servidumbre. Como está establecido en 1 Corintios 7:22, “Porque el que fue llamado por el Señor siendo esclavo, liberto es del Señor; de la misma manera, el que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo.” Esta es una cita importante. Primero, debemos leer Juan 6:44. Jesús estableció que nadie puede venir a Él a menos que sea atraído por Dios. Esto significa que aunque lo aceptemos o no, como creyentes, hemos sido llamados por Dios. En Mateo 22:14, Jesús estableció que muchos son llamados pero son pocos los escogidos. En los 13 versículos anteriores, vemos la explicación de este comentario. El llamado es universal, todo el mundo es invitado, pero solo unos pocos aceptan la invitación. Aquellos que aceptan se convierten en los pocos escogidos. Estamos en una situación similar. Hemos respondido al llamado universal. Hemos sido libertados de la esclavitud del pecado. Ahora somos libres de esa atadura. Estamos en el proceso de ubicarnos en la posición de siervos de Jesucristo, Este es un compromiso que alterará drásticamente nuestras vidas. A medida que caminamos este compromiso, llegaremos a estar bajo una transformación soberana. Comenzaremos a ser uno con Cristo. Esto es responsabilidad del Señor, tal como lo estableció en Ezequiel 37:15-20.

¿Qué es lo que hemos sido llamados a hacer como siervos? En Esdras 7:10 vemos un ejemplo conciso. • Primero, debemos preparar nuestro corazón. Estamos en el proceso de hacer esto mientras

nuestras actitudes continúan siendo reformadas. • Segundo, debemos buscar la voluntad del Señor de acuerdo con su Palabra escrita. • Tercero, debemos actuar de acuerdo con la Palabra, conformarnos de acuerdo con sus

directrices, y dar pasos de obediencia. • Cuarto, debemos enseñar a otros. La gran comisión de Jesús consiste en discipular a las

naciones. Primero enseñamos a través del ejemplo, luego compartiendo la realidad de Jesús en nuestra vida. Finalmente, guiamos a otros a través de la verdad de la Palabra. Ahora, nuestro deseo es complacer a Dios. Este acto de obediencia es la primera etapa.

Estamos iniciando un camino bien interesante a esta altura de nuestro compromiso. Nos ayudaría ver el compromiso de un grupo de israelitas en el Antiguo Testamento y ver cómo Dios honró ese compromiso. En 2 Crónicas 20:1-30, el pueblo de Judá, bajo el liderazgo de Josafat, fue amenazado por los moabitas y los amonitas. En el versículo 3 dice que de inmediato buscaron al Señor. En el versículo 15, recibieron la seguridad de que la batalla no era de ellos sino del Señor. Estaban comprometidos con la guía de Dios y, como resultado, Él los llevó a la victoria. Este es el tipo de reacción que debemos desarrollar en nuestra vida, volver nuestro rostro a Dios antes de enfrentar cualquier oposición. Salmo 37:1-7 nos dice que comprometamos nuestro camino al Señor, que confiemos en Él, y que esperemos pacientemente. Debemos descansar, confiados en la certeza de que Él está trabajando para darnos la victoria. Nuestra fe será probada muchas veces, pero de estas pruebas viene la fortaleza. En 1 Timoteo 6:20, Pablo instruye a Timoteo, “guarda lo que se te ha encomendado.” En Romanos 12:3, descubrimos que a todo hombre le ha sido dada una medida de fe. Esto es algo que nos ha sido entregado a todos, y Dios la usará para Su gloria. Una de nuestras metas debería ser estar dispuestos a decir al final de nuestra vida, como lo dijo Pablo, “he conservado la fe” (2 Timoteo 4:7). Ciertamente Pablo utilizó su fe sin medida y no pudo gastársela. Mientras más la utilizaba y la derramaba sobre otros, mayor era la medida que recibía de vuelta. Empleando este método, no solo fue capaz de mantener su fe, también fue capaz de devolvérsela a su Maestro, incrementada en medida. Estamos entrando a una vida que contiene un tipo diferente de emoción. Estamos transfiriendo nuestra dependencia de los credos y rituales y entregándosela a Dios. Esto nos permitirá descubrir muchas maravillas. A medida que permitimos que la Palabra penetre nuestras máscaras e invada nuestro corazón, logramos discernir nuestra verdadera naturaleza. Algunas veces esto resulta doloroso, pero es necesario si queremos mantener la estabilidad en tiempos inestables. A medida que nos son reveladas nuestras debilidades podemos ver el valor de una total dependencia en Dios, esto fortalece nuestro compromiso. Sabemos que nuestro compromiso es producir fruto cuando podemos ver a Jesús volviéndose más y más soberano en nuestra vida, en nuestros pensamientos, y en todos nuestros asuntos y relaciones.

Lección Siete … Compromiso Ejercicio personal y de grupo (Ver página 113) 1. ¿Qué simboliza la ordenanza del bautismo en agua? 2. ¿Por qué es importante para nosotros tomar la posición de siervo en nuestra relación con Jesús? 3. ¿Qué hemos sido llamados a hacer como siervos? 4. ¿Por qué deberíamos siempre volvernos a Dios antes de enfrentar cualquier oposición? 5. ¿Por qué muchos son llamados y son pocos los escogidos? 6. ¿Qué deberíamos hacer con la medida de fe que nos ha sido dada?

LECCIÓN OCHO

Dios Algunos de nosotros tenemos un concepto pobre acerca de Dios. Continuamente tendemos a traerlo a nuestro nivel. Discutimos con Él, tratamos de sobornarlo, nos enojamos con Él, cuestionamos Su sabiduría, lo acusamos de cruel. Peor que todo eso, dudamos de Él; simplemente no lo vemos como realmente es. Él es el Creador eterno y el que sostiene la vida. Por Su gracia, Él ama y es paciente con cada ser humano a pesar de sus imperfecciones. Las escrituras hablan mucho acerca del poder de Dios. En Génesis 1, encontramos que Él solo tuvo que hablar la Palabra para que la tierra y todas las cosas vivas se materializaran. Ezequiel 38:14-23 contiene una profecía sobre el poder de Dios que muchos estudiosos de la Biblia creen que pronto se manifestará. Salmo 114:7 dice, “Tiembla, oh tierra, ante la presencia del Señor, ante la presencia del Dios de Jacob.” La tierra tiembla ante la presencia de Dios. Sin embargo nosotros los seres humanos somos tan atrevidos de ponernos a llorar cuando nuestras oraciones no son respondidas inmediatamente y de acuerdo con nuestros propios términos. En Jeremías 5:11-31, Dios habla a través de Su profeta para proclamar Su juicio sobre aquellos que lo rechazan. “¿No me teméis?... ¿No tembláis delante de mi? Cuando perdemos la perspectiva correcta acerca del formidable poder de Dios, nos ubicamos en una posición precaria. El profeta Isaías pudo captar un destello de Dios a través de una visión (Isaías 6:1-5), e inmediatamente reconoció la tremenda diferencia entre el hombre y Dios. “¡Ay de mí!” lloró Isaías “Porque perdido estoy, pues soy hombre de labios inmundos y en medio de un pueblo de labios inmundos habito, porque han visto mis ojos al Rey, el Señor de los ejércitos.” Cuando Daniel fue liberado de una muerte segura en el foso de los leones, el rey Darío decidió jugársela seguro. Envió un decreto para todo su reino, “…que en todo el dominio de mi reino todos teman y tiemblen delante del Dios de Daniel, porque Él es el Dios viviente que permanece para siempre, y su reino no será destruido y su dominio durará para siempre.”(Daniel 6:25-26) Este fue un buen movimiento de parte de Darío. Pero su corazón no fue cambiado, por eso utilizó la expresión, “el Dios de Daniel.” A pesar del milagro, no aceptó al Señor como suyo. Pero Daniel sí había recibido a Dios como Dios. Cuando recibió una visita divina, dijo, “no me quedaron fuerzas, y mi rostro se demudó, desfigurándose, sin retener yo fuerza alguna.” (Daniel 10:7-9) Algunos ministros nos han dicho que nos paremos con valentía delante de Dios, le citemos algunas escrituras y clamemos nuestros derechos de acuerdo con Su Palabra. Pero Su Palabra dice, “¿Quien podrá soportar el día de su venida? ¿Y quien podrá mantenerse en pie cuando Él

aparezca?” (Malaquías 3:1-5). En Apocalipsis 6:12-17, es formulada la misma pregunta, “Quién será capaz de mantenerse en pie?” En todas estas citas, encontramos la presencia de Dios tan fuerte que ningún ser humano puede mantenerse en sus pies. Todo el poder del universo tiene su Fuente en Dios. Debemos ver esto claramente para establecernos en este nivel de nuestro camino. Ahora, debemos poner en la perspectiva adecuada nuestro concepto de la realidad de Jesucristo. Una denominación religiosa muy grande que se autoproclama cristiana (mormones), enseña que Jesús no es el Hijo unigénito de Dios; dicen que su humanidad fue tan real y ordinaria como la de cualquier otro ser humano. Dicen que todos nosotros podemos lograr lo que Él logró. Además creen lo mismo acerca de Dios el Padre: Como el hombre es, Dios fue; como Dios es, el hombre puede ser. Otra denominación que se auto llama cristiana (Unidad), enseña que dentro de cada uno de nosotros hay un Cristo. Ellos dicen que Jesucristo no fue la Segunda Persona de la Trinidad, sino que fue simplemente un ser humano que sacó adelante Su naturaleza de Cristo y la perfeccionó. Esta denominación también enseña que podemos llegar a ser como Cristo liberando nuestro Cristo interior y permitiéndole llegar a la superficie. La falacia de ambas denominaciones se vuelve obvia cuando nos referimos a la Palabra. En Génesis 3:5, descubrimos quién es responsable del engaño en la propuesta de que podemos convertirnos en dioses. La Biblia enseña que Jesús es diferente a nosotros porque Él es Dios. Juan 1:1 declara, “En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.” Dice que la Palabra fue hecha carne y habitó entre nosotros (verso 14). Jesús declaró enfáticamente que Él es el Hijo de Dios, enviado por Su Padre (Juan 5:18-23). Dios mismo, llamó a Jesús “Dios” y le dio control del reino de los cielos (Hebreos 1:1-8). Jesús dijo que Él no es de este mundo (Juan 8:23). Además dijo, “Antes que Abraham fuera, Yo soy” (Juan 8:58). Y en Mateo 28:20, dijo, “Siempre estoy con ustedes.” Jesús es eterno, Uno con Dios. Él se despojó de todos Sus privilegios divinos y se convirtió en un siervo, un ser humano. Entonces de humilló a Sí mismo aún más llevando Su obediencia al extremo de la muerte en la cruz (Filipenses 2:6-8). Ahora tenemos estas dos perspectivas en el orden apropiado, la Divinidad suprema de Dios, el Padre, y Jesucristo, el Hijo. Esto significa que estamos listos para añadir la tercera Persona de la Deidad, el Espíritu Santo. Jesús dijo, “Dios es Espíritu,” (Juan 4:24), y dijo, “Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas,” (Juan 14:26). El Espíritu Santo, la tercera persona de la Trinidad, es tan Dios como Jesús. Es por medio de Su presencia espiritual que somos iluminados en la Palabra, y guiados en nuestras actividades diarias. El Espíritu Santo es una parte muy necesaria del Nuevo Pacto. Como leímos en Jeremías 31:31-24, vemos que el Antiguo Pacto fue basado en leyes escritas que debían ser obedecidas. Pero Ezequiel 36:26-27 anunció proféticamente la venida del Espíritu de Dios, y en 2 Corintios 3:3-6, vemos que el Espíritu debe ser seguido. Jesús fue obediente a ese llamado y siguió al Espíritu hacia el desierto (Mateo 4:1). Desafortunadamente, hemos tratado de tomar el Dios trino de la Biblia y traerlo a nuestras iglesias en nuestros propios términos. El resultado es un Dios diluido, Uno cuyo único propósito es servirnos.

Además, Dios instituyó un cuerpo de Cristo, una iglesia. Sin embargo, el hombre, ha dividido a Jesús en cientos de piezas, una pieza nueva para cada denominación. Esta división no es inspirada por Dios, y Él rehúsa a vivir en cualquier templo que no sea Cristo-céntrico (Mateo 23:37-38). Dios es Dios y nosotros somos humanos. Sus pensamientos y caminos son muy diferentes y van más allá de los nuestros (Isaías 55:8-9). ¿Cuál es entonces nuestra responsabilidad? ¿Vamos a estar disponibles para Él únicamente a nuestra conveniencia, o deberíamos siempre estar disponibles? ¿Si Él es soberano, cual es nuestra posición? Jesús dijo, “Yo soy el camino, la verdad y la vida,” (Juan 14:6). Él no dijo que Él es la vida solo para que creamos que Él es la vida. Su camino nos provee con un tipo de vida que va más allá de nuestra capacidad limitada. Soberanía y responsabilidad no son contradictorias. A medida que nos sometemos al Señorío de Jesús, la responsabilidad expande nuestra capacidad. Al someternos a Dios como Dios, comenzamos a liberarnos de una prisión auto-impuesta. Nos hemos confinado por nuestra falta de fe, nuestros horizontes limitados por la falta de visión. Pero en la sumisión, nos volvemos útiles y responsables. Dios puede hacer cualquier cosa con un hombre que cree. No hay límites para Dios, pero nosotros podemos limitar al ilimitado con nuestra falta de fe (Salmo 78:41). Efesios 4:13 declara que es nuestra responsabilidad llegar a la estatura de la plenitud de Cristo. Plenitud es una palabra grande, especialmente cuando la aplicamos a todo lo que Jesús es. Popularmente escuchamos que esto significa que todo lo que Jesús tiene se vuelve nuestro. Pero también significa que todo lo que tenemos se vuelve de Él, de otra manera no podrá haber Señorío. Jesús es el Rey del reino. La palabra de un rey tiene poder (Eclesiastés 8:4). Al escudriñar Su Palabra, debemos darle jurisdicción a ese poder en nuestra vida. Mientras estuvo en la tierra, Jesús dijo, “Yo no puedo hacer nada por iniciativa mía; como oigo, juzgo,” (Juan 5:30). El Señor le dijo al apóstol Pablo, “Mi poder se perfecciona en tu debilidad,” (2 Corintios 12:9). Ambos confesaron la debilidad de la habilidad humana. Jesús detuvo la tormenta, pero le dio el crédito a Su Padre. Lo importante es notar que tanto Jesús como Pablo experimentaron comunicación con el cielo. Lección Ocho … Dios Ejercicio personal y de grupo (Ver página 116) 1. ¿Por qué es una tontería que nos enojemos cuando nuestras oraciones no son respondidas inmediatamente o de acuerdo con nuestros términos? 2. Aunque hemos visto a Dios moverse soberanamente en nuestras vidas y en las de otros como el Rey Darío, ¿por qué no lo hemos hecho Dios sobre nuestras vidas?

3. ¿Por qué aunque tenemos el Espíritu de Cristo dentro de nosotros no podemos ser como Dios? 4. ¿Por qué es importante que entendamos que Jesús es eterno, Uno con Dios? 5. ¿Por qué el Espíritu Santo es una parte necesaria del Nuevo Pacto? 6. ¿De qué manera se expande nuestra capacidad a medida que nos sometemos al Señorío de Jesús?

LECCIÓN NUEVE

Dios Ahora que verdaderamente sabemos que Dios es Dios, debemos empezar a desarrollar nuestra habilidad de escucharle. Dios ya no nos habla como lo hizo en los días de Moisés. En aquel tiempo, la tierra temblaba y una trompeta sonaba durísimo (Éxodo 19:16-19). Aún en ese momento, Él no mostraba Su rostro, ya que ningún hombre podría verlo y vivir (Éxodo 33:20). Desde aquel día Él empezó a revelarse a Sí mismo de una manera diferente, a través de Su Espíritu. Hombres que realmente buscaron Su dirección, se entrenaron para acostumbrarse a Su voz. El profeta Samuel, no reconoció la voz del Señor cuando lo llamó por primera vez. Tan solo era un niño, un aprendiz de Elí, el sacerdote. Pero cuando Elí le aseguró que era el Señor hablando, Samuel aprendió a escuchar al Señor. Como resultado, fue usado poderosamente como el siervo obediente de Dios (1 Samuel 3). Dios habita en cada creyente por Su Espíritu (1 Juan 4:4). Es importante que no nos vayamos a “medio cocinar” cuando Él nos hable. Podemos estar emocionados con la idea de escucharlo, y prestos a obedecer, pero no a escuchar detenidamente por largo tiempo. Considere lo que pudo haber ocurrido en el Monte Moriah si Abraham no hubiera seguido escuchando la dirección de Dios. En Génesis 22:2, Dios le dijo a Abraham que sacrificara a Isaac, y Abraham se movió en obediencia para cumplir la Palabra de Dios. Pero cuando Abraham se preparaba para matar a su hijo, Dios habló una segunda vez (Génesis 22:10-14). El resultado fue que Isaac, la semilla prometida, fue eximido. Si Abraham no hubiera estado acostumbrado a la voz de Dios, la historia hubiera sido diferente. José, el esposo de María y padre adoptivo de Jesús, fue también un hombre que reconoció la voz de Dios. En Mateo 2:20, Dios le dijo a José que tomara al niño y a Su madre y se fuera a la tierra de Israel. José inmediatamente se movió en obediencia siguiendo la dirección Divina. Pero además, continuó escuchando y fue sensible a lo que Dios le dijo en una segunda oportunidad. Como resultado, fue a Nazaret, en Galilea, trayendo como consecuencia la salvación de sus vidas y cumpliendo una profecía (Mateo 2:21-23). Por supuesto, Jesús, durante Su ministerio, estuvo constantemente sintonizado con el Padre. No hizo nada sin dirección Divina (Juan 5:30). Así que es tiempo de comenzar a escuchar, de estar callado. Un hombre de Dios no es un platillo que resuena; por el contrario, tiene sus perspectivas en orden, sabe que Dios es Dios y escucha atentamente para recibir Su Palabra. Dios tiene un propósito para nuestras vidas. No nos dio aliento de vida solo para salvarnos. Su propósito es mucho más grande que eso, pero nuestra obediencia influye en el resultado. Es como si fuéramos parte de un modelo que se está formando, como una colcha en un marco. Si observamos el modelo por debajo del marco, este no tiene la apariencia de algo organizado, sólo se pueden ver hilos colgando. Pero al verlo desde arriba, se vuelve un modelo lógico. La visión cambia con la perspectiva.

De manera similar, los eventos en nuestras vidas parecieran no tener relación alguna, pero ciertamente, cada incidente nos da una oportunidad de responder en obediencia, a la manera de Dios. Cuando lo hacemos, otro hilo es añadido a nuestro modelo personal. Necesitamos entender que aunque Dios es Dios, Su voluntad es que el hombre tenga libre albedrío. Él no va a imponer Su voluntad sobre nosotros para que lo escojamos e Él. Si fuera así, los hombres escogerían a Dios porque no tendrían otra opción. Pero es simplemente la voluntad de Dios que el hombre escoja. También es cierto que si erramos el plan de Dios para nuestras vidas, nunca seremos felices. Algunas veces erramos a Dios porque nos salimos de nuestro camino para evitar una tormenta. Un hombre de Dios eventualmente descubre que todas las tormentas no vienen de Satanás. Dios tiene una manera de cumplir Sus propósitos a través de las tormentas. Dios siempre está del otro lado de las crisis. La crisis es usada para revelar nuestra estabilidad. Si salimos adelante, agarramos el hilo y descubrimos que el plan de Dios va más allá de la crisis. Durante la tormenta, tenemos la oportunidad de ver el poder de Dios. De la manera como lidiamos con nuestra tormenta personal es muy importante. El momento más oscuro, tormentoso de Pedro fue en la casa del sacerdote. Falló al apoyarse en su carne (Lucas 22:54-62). La hora oscura de Jesús fue en Getsemaní. Al apoyarse en Su Padre, salió victorioso (Mateo 26:36-46). Pablo y Silas escogieron glorificar a Dios en su hora oscura y vieron un milagro poderoso (Hechos 16:19-34). Cuando nos sometemos a Dios, algunas veces resulta poco sabio sacarnos a la fuerza de una situación difícil. Posiblemente encontraremos que es imposible evitar volver a la misma situación, o a otra igualmente difícil. Pero cuando permitimos que el Señor nos guíe, permanecemos fuera. El Salmo 23 declara que caminamos a través del valle cuando permitimos que el Señor nos guíe. Si nos apoyamos en nosotros mismos, tenderemos a permanecer en el valle más tiempo del necesario, pero si mantenemos nuestros ojos en Él, Él nos guiará para atravesarlo. Él conoce la salida, ya que puede ver las cosas desde su punto de vista eterno. El deseo del Señor es bendecir a Su pueblo. Él no envía castigo sobre los creyentes con el propósito de alinearlos, pero puede bendecirnos únicamente en aquellas áreas de nuestra vida que han sido sometidas a Él, y nos dejará a merced de nuestro propio consejo en las áreas de nuestra vida que no hemos sometido a Él. En Deuteronomio 30:19-20, Dios deja bien claro que la opción es nuestra, y que Él no va a interferir pues no tiene interés de relacionarse con robots. Su deseo es caminar en el jardín de los corazones de aquellos que lo han escogido a Él libremente. Una vez hemos tomado esa decisión, Él tiene la libertad de obrar en nosotros tanto el querer como el hacer para su beneplácito (Filipenses 2:13). Pudiera requerir un poco de trabajo de Su parte si hay áreas en nuestra vida que no queremos dejar ir. Pudiéramos querer mantener la jurisdicción sobre ciertos hábitos o características. Lo que necesitamos saber es que esas características, si no se someten a Dios, están sometidas a alguien más. Servimos a Dios o a Satanás; no hay terreno medio. Cuando pensamos que estamos a cargo, podemos estar bien seguros de que no somos nosotros los que estamos a cargo. Pero cuando dejamos que Dios obre, Su beneplácito se convierte en nuestro beneplácito, porque nuestra voluntad está sometida a Su voluntad. Dios no puede utilizar cristianos medio comprometidos. A estos, los llama tibios, dignos únicamente de ser vomitados fuera de Su boca. Esto no significa que no los pueda digerir, es que ellos rehúsan ser digeridos. Ser digerido por Dios significa perder la identidad. Un bocado

de comida deja de ser cuando es digerido; pierde su forma y sustancia. Es absorbido por el proceso digestivo y es asimilado para el uso de aquel que lo digirió. Nuestro compromiso con Dios debe incluir nuestra disposición para ser digeridos por Él, para perder nuestra identidad. Es tiempo de dejar a un lado nuestra vida para llegar a estar incuestionablemente asociados a Él, para ser asimilados por Él, para ser transformados a Su semejanza. Es tiempo de vaciarse, a medida que somos llenos con Su Espíritu. Nuestra evacuación personal es directamente proporcional a Su llenura. A medida que permitimos Su llenura entrar, nuestra llenura sale. Pero nada de esto puede ocurrir hasta que asimilemos que Dios es Dios. Proverbios 2 nos habla del temor de Dios, el temor reverente en el que le debemos tener. También habla hermosamente de los resultados de esta actitud. Tan pronto hayamos establecido la perspectiva correcta entre Dios y nosotros, podremos ser confiados con una medida de Su sabiduría divina. El siguiente paso pareciera difícil y además doloroso, pero no hay vuelta atrás. Nuestro compromiso es real, nuestra perspectiva es adecuada, y nuestra actitud ahora contiene una cantidad importante de determinación. Estamos próximos a tener una confrontación con Jesucristo. Lección Nueve … Dios Ejercicio Personal y de Grupo (Ver página 117) 1. ¿Por qué es importante que nos entrenemos para reconocer la voz de Dios? 2. ¿Por qué debemos entender que Dios tiene un modelo para nuestra vida, aunque no lo podamos ver claramente? 3. ¿Por qué Dios no impone Su voluntad sobre la nuestra? 4. ¿Por qué debemos apoyarnos siempre y confiar en Dios cuando estamos viviendo tormentas en nuestra vida?

5. ¿Qué ocurre cuando tratamos de mantener jurisdicción sobre ciertos hábitos o características de nuestra vida? 6. ¿Cómo podemos perder nuestra identidad?

LECCIÓN DIEZ

Crucifixión Cada etapa es un poco más consecuente, un poco más difícil, y un poco más demandante que la anterior. Pero lo resultados son también mayores. La cruz fue extremadamente importante para Jesús. Obviamente Él quiso que fuéramos conscientes de su significado ya que la mencionó cinco veces en los Evangelios: Mateo 10:38; 16:24; Marcos 8:34; Lucas 9:23; 14:27. La cruz es un aspecto necesario del discipulado. Jesús estableció que no podemos ser Sus discípulos a menos que tomemos nuestra cruz (Lucas 14:27). Pero, ¿qué comprende el acto de tomar la cruz? Frecuentemente malinterpretamos al decir que deberíamos soportar la carga de una enfermedad o de una situación negativa en la que nos encontremos; que deberíamos considerarla como una cruz que Dios, en su infinita sabiduría, nos ha dado. Esto nos lleva a caminar por la vida tambaleando bajo el piso de la mala fortuna porque creemos que es la voluntad de Dios. Esta manera de pensar frecuentemente da nacimiento a un martirio auto-impuesto. Realmente necesitamos observar más de cerca la cruz para poder determinar cuál debería ser nuestra relación con ella. ¿Qué propósito cumple la cruz? ¿Cuál es su función? Obviamente no fue diseñada para llevarla a todas partes. Si se le exigiera a cada cristiano que cargue una cruz a donde quiera que vaya, existiría una gran confusión. Enfrentémoslo, lo único para lo cual fue diseñada una cruz es la crucifixión. Si este es el caso, ¿qué es lo que Cristo le está diciendo a todos aquellos que realmente desean ser Sus discípulos? En otro momento Él dijo que Su yugo era fácil y Su carga ligera (Mateo 11:30). ¿Es esta una contradicción o hay alguna revelación disponible para aquellos que buscan seguir caminando con Él? Solo hay una razón para que Jesús exigiera tal requerimiento. En tres de los pasajes mencionados, Él incluyó el acto de negarse a sí mismo con tomar la cruz (Mateo 16:24; Marcos 8:34; Lucas 9:23). Es la carne, con todas sus exigencias, la que debería ser muerta. En 2 Corintios 4:11, encontramos que nosotros que vivimos, estamos siendo entregados a muerte por causa de Jesús. El propósito es que la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. En 1 Corintios 9:27, Pablo indica que el cuerpo es el problema. Él se refiere al cuerpo como “eso”, y resalta que “yo” es la persona real. “Yo” mantiene a “eso” bajo sujeción. Cuando el cuerpo, con sus exigencias egoístas, y la mente con sus pensamientos egoístas, gobiernan sobre el espíritu, somos carnales (1 Corintios 3:3). Cada vez que el espíritu cede el paso al cuerpo, el resultado es pecado. Si la mente no es renovada (Romanos 12:1-2), cooperará con la carne para derribar al espíritu.

Lección Diez … Crucifixión Ejercicios personales y de grupo (Ver página 118) 1. ¿Por qué Jesús quiere que carguemos nuestra cruz? 2. ¿Por qué la crucifixión es la única solución a nuestro problema? 3. ¿Qué está involucrado es negarse a sí mismo? 4. ¿Cómo debería definir “yo” y “eso” de una manera apropiada? 5. Cuando “eso” está a cargo, ¿cuál es el resultado inevitable? 6. ¿Cuál es el resultado cuando “yo” está a cargo?

LECCIÓN ONCE

Crucifixión

Pablo dice en Colosenses 3:5, que debemos considerar la carne como muerta. Debemos crucificarla para que no tenga más dominio sobre nosotros. Solo aquello que todavía necesite ser crucificado colgará de la cruz, y permanecerá allí hasta que haya sido crucificada. Si nuestra cruz es pesada, es porque tenemos mucho de nosotros colgando de ella. Posiblemente estamos cargados por las demandas indulgentes de nuestra carne. De ser así, debemos llevar esa carga sobre nuestra cruz hasta que ceda a la crucifixión. Por ejemplo, nuestro orgullo puede resistirse a morir. Insiste mientras cuelga allí, pataleando y gritando ser reconocido. No nos queda otra opción más que cargarlo por todas partes como una pesada carga clavada a nuestra cruz. ¿Cómo podemos hacer morir nuestra carne? La fórmula es bastante simple. Nuestro cuerpo físico es fortalecido de dos maneras, dieta y ejercicio. Si realmente queremos crucificar las características indeseables de nuestra carne, solo necesitamos dejar de alimentarla con sustancias nutritivas y no permitirle la oportunidad de ejercitarse. Cuando decidimos controlar nuestros pensamientos y prácticas en lugar de alimentar y ejercitar nuestras pasiones, las características indeseables se marchitarán y morirán. Desafortunadamente, nuestra voluntad es débil con respecto a esto. Rara vez algún individuo decide cambiar sus hábitos y lo logra. Pero esto nos da una oportunidad de conocer al Cristo vivo, y observar cómo Él trae los cambios necesarios. Jesús le dijo a Pablo, “Mi poder se perfecciona en la debilidad.” (2 Corintios 12:9) Morir a la carne se logra simplemente entregando los deseos de la carne a Jesús. Cada vez que aparece una característica indeseable o pensamiento, debemos decir, “Jesús, aquí está de nuevo. Por favor quítalo de mi.” Imagínese entregándoselo a Jesús y a Él tomándolo. En poco tiempo, esa característica o pensamiento disminuirá y finalmente desaparecerá. No hace bien forzar nuestra voluntad en contra de los deseos. Él dijo, “Mi yugo es fácil.” ¿Entonces por qué lo hacemos difícil? Si rehusamos someter cierta área de nuestra vida a Jesús, esa área particular queda vulnerable a ser atacada por Satanás. Cuando somos atacados, tenemos la tendencia de caminar diciendo, “te reprendo, Satanás!” Pero lo que realmente necesitamos hacer es someter esa área de nuestra vida a Jesús. Entonces podremos decir, como el arcángel Miguel dijo, “El Señor te reprenda!” (Judas 9). Para entender esto más claramente, puede ayudar observar a dos discípulos, Judas y Pedro. Satanás no entró en Jesús para matarlo, entró en Judas (Lucas 22:3). Pudo entrar en Judas porque tenía un derecho legal. Note, en Mateo 26:22, cuando todos los discípulos comenzaron a cuestionar a Jesús, lo llamaron Señor. Pero en el versículo 25, cuando vino el tiempo para que Judas respondiera la pregunta, lo llamó Jesús o Maestro. Judas no hizo a Jesús el Señor de su vida. Nunca sometió a Jesús su

amor por el dinero, y fue a través de este amor por el dinero, sólo treinta piezas de plata, que Satanás obtuvo el derecho de entrar. Judas no tuvo que traicionar a Jesús. Jesús dijo, “… ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado!” Judas no fue predestinado para la traición. Debemos tener cuidado con la predestinación. Todos somos predestinados (Efesios 1:11), pero no todos cumplimos nuestro destino porque tenemos libre albedrío. Judas también tenía libre albedrío. Si no hubiera traicionado a Jesús, Satanás hubiera encontrado otro camino. Satanás estaba ya en los fariseos; él pudo haber continuado moviéndose a través de ellos sin utilizar a Judas. Lección Once … Crucifixión Ejercicio personal y de grupo (Ver página 119) 1. ¿Cuál es nuestro problema si nuestra cruz es muy pesada? 2. ¿Cuál es un ejemplo de cómo podemos alimentar nuestra carne? 3. ¿Cómo podemos poner a muerte nuestra carne? 4. ¿Qué deberíamos hacer si hemos entregado una característica indeseable a Jesús, pero sigue volviendo a nosotros? 5. ¿Por qué no somos capaces de lograr la crucifixión por nuestra cuenta, sin Jesús? 6. ¿Cuál es el camino seguro para exponernos a nosotros mismos a un ataque de Satanás?

LECCIÓN DOCE

Crucifixión

Satanás no tiene derecho legal sobre nada que hayamos entregado a Jesús. Sin embargo, tiene derecho legal sobre todo aquello que no hayamos entregado a Jesús. Servimos a uno o al otro; no tenemos opción sobre esto. Todo lo que permitimos que Satanás controle termina en muerte; comida en exceso, cigarrillos en exceso, drogas en exceso, falta de disciplina en áreas como el ejercicio e ira incontrolada. Aún puede haber muerte en las relaciones a través del chisme, críticas y juicios. La lista puede ser ilimitada. En la lección anterior, descubrimos que Judas nunca hizo a Jesús el Señor de su vida. Pedro fue muy diferente a Jesús. Jesús le dijo a Pedro, “Mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti para que tu fe no falle;” (Lucas 22:31-32). Satanás quería a Pedro, y además nos quiere a nosotros, solo para desacreditar a Jesús. Nos quiere matar antes de que se cumpla la voluntad de Dios en nuestra vida. Satanás tuvo que pedir permiso a Pedro ya que Pedro había hecho a Jesús Señor de su vida (Mateo 16:16). Sin embargo, Satanás tenía derecho legal sobre aquellas áreas de la vida de Pedro que no habían sido crucificadas o sometidas a Jesús. Satanás utilizó el orgullo de Pedro para atacarlo. “Moriré por ti,” declaró Pedro (Lucas 22:23). Pedro estaba seguro de sí mismo porque todavía estaba lleno de él mismo. Esto lo hizo vulnerable a Satanás. Hubo un momento en el que Satanás pudo haber matado a Pedro si Jesús lo hubiera permitido. Él pudo haber hecho que Pedro perdiera su fe y que cayera en desesperación; pero Jesús intercedió. Él oró para que Pedro no perdiera su fe. Fue una oración perfecta, porque la fe es el escudo que nos protege de los fieros dardos del maligno (Efesios 6:16). La cruz nos provee la protección necesaria de las fuerzas contrarias. En Esdras 3:3, vemos que los israelitas, antes de restaurar la casa del Señor, asentaron el altar sobre su base, “porque estaban aterrorizados a causa de los pueblos de aquellas tierras.” El temor del ataque los llevó al altar. El altar tipifica la cruz, y la cruz es básica para la liberación. La oposición no se irá, pero nuestra seguridad descansa en la cruz porque toda oposición pierde su poder allí. Colosenses 2:15 declara que Jesús despojó a los poderes y autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos en la cruz. Él es nuestro ejemplo, y debemos seguirlo. Por lo tanto, debemos escoger la muerte para poder tener vida. Afortunadamente, Jesús nunca habló de Su muerte sin incluir Su resurrección. Cuando nos permitimos ser crucificados juntamente con Cristo (Gálatas 2:20), la actitud de Jesús comienza a manifestarse a través de nosotros. Nuestra relación con los demás cambia. Nos volvemos capaces de amar el espíritu de una persona sin importar cuan carnal sean sus acciones. Aún el rechazo de otros deja de ser

importante. Vemos toda la humanidad redimida para el Señor, comprada por la sangre de Jesús. Aquellos que no son conscientes de esa verdad, simplemente caminan engañados. A través de la crucifixión obtenemos la victoria sobre los hábitos pecaminosos (Romanos 6:6). A medida que cedemos nuestros derechos a Jesús, recibimos libertad de ataduras y paz en nuestro corazón. Pero la responsabilidad es nuestra; Jesús no nos crucificará. Debemos ejercitar nuestra voluntad para poner a muerte la carne entregándosela a Jesús. No estamos hablando acerca de auto-superación; no se acepta nada menos que la crucifixión! Lección Doce … Crucifixión Ejercicio personal y de grupo (Ver página 120) 1. ¿Por qué Satanás trabaja con los excesos? 2. Pedro fue un seguidor fiel de Jesús, sin embargo fue vulnerable a los ataques satánicos, ¿Por qué? 3. ¿Por qué es fundamental la cruz para una liberación? 4. ¿Qué significa cuando decimos que tenemos que escoger la muerte para poder tener vida? 5. ¿Cómo podemos ser capaces de amar el espíritu de una persona sin importar cuan carnal sean sus actos? 6. ¿Cuál es la única manera en que podemos recibir libertad de la atadura de Satanás, y paz en nuestro corazón?

LECCIÓN TRECE

Crucifixión Hablando de Jesús, Isaías 53 dice que fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades (versículo 5). Él llevó los pecados de muchos y derramó Su alma hasta la muerte (versículo 12). Lo que trae todos los problemas es el pecado de desobediencia a la Palabra de Dios. Nuestra rebelión, nuestra naturaleza contradictoria, trae terror y fracaso, lo que a su vez nos expone a la enfermedad y luto. Todo esto se da debido a las exigencias egoístas de la carne. La cruz es el único lugar para lidiar con todo esto y recibir libertad. En Isaías 52:13, vemos que Jesús se mantuvo firme en Su meta de cumplir el propósito de Dios, aún en la cruz, en donde fue exaltado. Ocurre lo mismo con nosotros en nuestro Calvario, nuestra cruz. A medida que limpiemos nuestras transgresiones, seremos exaltados. Pero nuestra motivación no debe se la auto-exaltación. Necesitamos preguntarnos, “Personalmente, ¿qué tan interesado estoy de la exaltación de Jesucristo en mi vida?” La prueba está en nuestra disposición de aceptar la cruz. No hay otra manera de exaltar a Jesús que la cruz aplicada a cada aspecto particular de nuestra vida. Debemos apropiarnos de Filipenses 2:8-9. En el versículo 8, vemos la necesidad de humillarnos, aún hasta la muerte de cruz. Esto permite que el versículo 9 se vuelva una realidad. Al observar a Israel, podemos ver cuan sabio es aplicar la cruz a nuestra vida. Los israelitas nunca odiaron la maldad de sus enemigos hasta el nivel que Dios requería. Rehusaron destruir completamente a sus enemigos, y aquellos que vivieron causaron que los israelitas se alejaran de Dios. Debemos ser como Samuel (1 Samuel 15). No podemos vivir en paz con el enemigo de Dios que vive en nuestra carne. Debemos echarlo fuera. Debemos orar para que odiemos la maldad, así podremos reconocerla, sin importar cuan tentadora sea. Debemos destruir aquellas áreas en las que la carne es enemiga de Dios. La carne no produce nada positivo; es el Espíritu quien da vida (Juan 6:63). La crucifixión no es completamente negativa, simplemente es el único camino a una vida resucitada aquí en la tierra. No es el final, es el medio que Dios usa para cumplir Su fin, Su propósito. Tenemos la tendencia de pensar en la cruz como algo destructivo y repugnante; y bien es cierto que destruye algunas áreas de nuestra vida, pero solo aquellas áreas que son carnales y contrarias a Dios, las cuales deben ser puestas a muerte para que la vida eterna, espiritual crezca y produzca fruto. Dios utiliza la cruz como un tipo de arado para limpiar el terreno y lograr una mejor cosecha. Es el medio de Dios para eliminar todo aquello que hace imposible que Dios pueda hacer lo que quiere hace en nuestra vida.

Nuestro cuerpo es para el Señor; es el templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:13-19). Debemos cederlo a Dios para que Él reciba Su herencia (Efesios 1:18). El heredero hereda solo después de que hay una muerte. Él murió para que podamos vivir; ahora debemos morir para que Él viva a través de nosotros. Pablo dijo, “muero diariamente.” (1 Corintios 15:31). Él entendió la necesidad de ser un sacrificio vivo, poniendo a muerte aquellas características que no complacen a Dios y que sobresalían en su caminar diario. Lo mejor de nuestra carne es realmente lo peor, porque es allí donde está nuestra confianza. Dios quiere toda la carne crucificada. Dios hace mucho con poco, bastante con menos, y todo con nada. Efesios 2:1 dice que Él nos ha vivificado. Esto significa que nos resucitó al estar sentenciados a muerte eterna. Pero no se puede vivificar a menos que haya una muerte. Solo hasta que la cruz haga su trabajo, nada del cielo puede entrar en nosotros. Nuestro templo personal, nuestra casa de Dios, solo puede ser levantado sobre el fundamento de nuestra disposición de colocar todo en la cruz. Dios tiene que estar primero! Debemos vaciarnos del deseo de ser importantes. Nuestro templo debe ser un lugar donde Dios es Dios, donde Él puede dictar Su propósito divino y recibir inmediatamente un “amén” de nuestra parte. El Espíritu de Cristo debe recibir autoridad (Romanos 8:9). Hemos llegado a una relación con Dios que es el final de lo que podemos hacer solos. Fue solo después de que Cristo murió que se multiplicó y nosotros no somos diferentes en ese aspecto. Para el mundo, la cruz significó una derrota desafortunada, cuando en realidad, fue una victoria gloriosa! Cuando podamos entender esto adecuadamente y apropiarlo para nuestra vida, estaremos listos para el siguiente paso. Lección Trece … Crucifixión Ejercicio personal y de grupo (Ver página 121) 1. ¿Por qué el pecado de desobediencia trae todos nuestros problemas? 2. ¿Qué se puede probar con nuestra disposición de aceptar la cruz? 3. ¿Por qué es importante para nosotros odiar la maldad que hay en nosotros?

4. ¿Por qué la crucifixión no es realmente algo negativo? 5. ¿Por qué lo mejor de nuestra carne es realmente lo peor? 6. ¿Qué significa cuando decimos que solo después que morimos podemos multiplicarnos?

LECCIÓN CATORCE

Justicia

Hay más de trescientas referencias a la justicia en la Biblia. Todas ellas apuntan a algo específico: Tener una relación correcta con Dios a través de la obediencia a Sus preceptos. Ahora que nos hemos sometido a la crucifixión de la carne, no tenemos más nada que se rebele contra Dios. Por lo tanto, solo necesitamos depender de Su Palabra como verdad y nos será contado por justicia (Romanos 4:3). Los principios de Dios son tan simples que van más allá de una aceptación intelectual. El paso de la justicia incluye limpieza después de la crucifixión. Ahora tenemos el poder de desechar lo viejo y vestirnos con lo nuevo (Colosenses 3:8-10). Es tiempo de un cambio de carácter (Efesios 4:22-24). Comenzamos con la renovación de nuestra mente para así determinar la voluntad de Dios en nuestra vida (Romanos 12:2). La verdadera justicia exige madurez concerniente a la Palabra de Dios. Nos hemos movido más allá de la salvación inicial, y lentamente hemos sido transformados en vasijas útiles. Esto nos significa la responsabilidad de escudriñar la Palabra y aplicarla a nuestra vida. Ya no dependemos del alimento desde el púlpito (Hebreos 5:13-14). Si deseamos caminar con Dios en la plenitud de Su propósito, tenemos que deshacernos de dos personas. Tenemos que liberarnos de la persona que pensamos que somos, y de la persona que quisiéramos que los demás piensen que somos. Con estos dos fuera del camino, nos quedamos con la persona que Dios sabe que somos. Al enfrentar la realidad de nuestra fragilidad e impotencia, podremos seguir caminando con Él sin argumentos, como siervos de la justicia (Romanos 6:18). Aquí hay una lección importante que aprender. Simplemente no podremos seguir dando pasos a menos que aprendamos a descansar completamente en Dios. Debemos llegar al lugar en el que aceptemos que no podemos manejar un problema interno, como la lujuria, buscando lidiar con el problema. Eso ocurre porque estamos tratando de lidiar con las consecuencias en lugar de las causas. El pecado en sí, es una consecuencia. La semilla del pecado es el orgullo. El orgullo es una característica de auto-exaltación la cual nos eleva a una posición de incredulidad. Dudamos de la veracidad de la Palabra de Dios, y en cambio decidimos creer en nosotros. Esto nos lleva a un estado de independencia de Dios y el resultado inevitable es el pecado. Así que, debemos librarnos de esas dos personas con inclinación al orgullo. La justicia también es una consecuencia. Su semilla es el reconocimiento de Dios como Dios. De esa semilla, la fe crece, y a medida que crece la fe, produce justicia. Vemos en Isaías 51:1, que aquellos que buscan al Señor, siguen la justicia. En Isaías 41:10, el Señor dice, “te sostendré con la diestra de mi justicia.” Jesús dijo, “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados.” (Mateo 5:6).

Al buscar a Dios en cada situación, nos relacionamos adecuadamente con Él. Dependemos de él, y nos ubicamos en una posición de servirle a él. Como siervos, tenemos la disposición de obedecer Su Palabra. Recibimos entonces Su justicia y, con ella, Su protección (Isaías 54:17). Josué y Caleb fueron dos buenos ejemplos. Por fe, creyeron en la Palabra de Dios como verdad. Creyeron que Él entregaría la tierra prometida en sus manos, a pesar de los gigantes que tenían que vencer. Por fe, vieron la promesa cumplida, porque era Dios quien había hecho tal promesa. Sin embargo, la mayoría del pueblo estuvo en contra de Josué y Caleb debido al reporte que recibieron de sus espías. Le dieron mayor credibilidad a las circunstancias amenazantes que a la promesa de Dios (Números 13:26-33). Josué y Caleb no tuvieron otra opción sino caminar con el resto de la nación. Desafortunadamente, los cuarenta días que reconocieron la tierra, se convirtieron en la base para los cuarenta años de sentencia en el desierto (Números 14:26-38). Pero por fe, Josué y Caleb se aferraron a la promesa y buscaron su cumplimiento. Y debido a su justicia, su rectitud delante de Dios, recibieron la promesa y ocuparon la tierra. Ellos fueron los únicos que lo hicieron, pues todos aquellos que participaron de la rebelión cuarenta años antes, murieron en el desierto. Josué y Caleb fueron defendidos por la diestra de la justicia de Dios (Salmo 48:10). En Romanos 3:22, vemos que podemos recibir la justicia de Dios por la fe en Jesucristo. No existe ningún tipo de trabajo que podamos desempeñar para ganarnos la justicia. Dios simplemente nos la entrega de acuerdo con nuestra fe (Romanos 4:6). Desafortunadamente, de manera frecuente nos comportamos como Israel. Ignorantes de la justicia de Dios, tratamos de establecer justicia por nuestra propia cuenta (Romanos 10:3). Es preferible hacer algo bueno, servir a una buena causa, por ejemplo, que someterse a la justicia de Dios por medio de la fe y la obediencia a Su Palabra. Pero para que la justicia sea válida, debe ser de Dios, por medio de Jesucristo (2 Pedro 1:1). Cuando aceptamos a Jesús, Dios nos ve justos y comienza a trabajar la justicia en nuestra vida. Algunas veces Dios usa los zarandeos de Satanás para separar la justicia de la injusticia. Cuando Satanás zarandeó a Pedro, la cizaña fue separada del trigo en Pedro (Lucas 22:31). Jesús oró para que la fe de Pedro no fallara durante el zarandeo. Él sabía que Pedro caería ante los ojos del mundo. Pero si su fe se mantenía, sería vaciado de su injusticia y se convertiría en una vasija útil, tal como ocurrió en el día de Pentecostés (Hechos 2). Podemos ver que la justicia es posicional. Para ser justos, no tenemos que realizar obras, no tenemos que combatir las obras de la carne. Mantenemos la justicia por medio de la obediencia, y la carne pierde poder. Nos convertimos en nuevas criaturas a medida que Dios trabaja nuestra justicia (2 Corintios 5:17). En este punto, nuestra actitud ha cambiado grandemente. Nuestros ojos miran más a Dios que a los hombres. Venimos a Su presencia antes de tratar cualquier actividad exterior. Si la actividad no nace de nuestro tiempo de silencio con Dios, no la consideraremos. Nuestro tiempo de silencio con Dios no se mantendrá a un lado como un simple complemento de nuestra actividad pública; debería ser su nacimiento! Si nuestro enfoque es agradar a los hombres, solo experimentaremos imperfección y fracaso. Sin embargo, si Dios nos ha dirigido como consecuencia de nuestro tiempo privado con él, habrá logros efectivos. Debemos tener paz en nuestra mente y esperar hasta que Dios nos active. Nunca debemos movernos basados en algo que hemos visto en alguien más y tratar de hacerlo nuestro. Es esa clase de justicia, el producto de las obras de la carne, la que Isaías describió como trapos de inmundicia (Isaías 64:6).

Dios ha escogido a aquellos dispuestos a ser considerados como tontos por el mundo para que su gloria pueda ser manifestada (1 Corintios 4:10). Él ha depositado Su tesoro en débiles vasijas terrenales. No hay ninguna duda de que todo el poder y la autoridad vienen de él, y que únicamente Él recibirá la gloria (2 Corintios 4:7). Cuando entendemos esto con nuestro corazón, hemos logrado un avance importante hacia la justicia. Tendremos que hacer guerra espiritual para mantener cada fortaleza que hayamos ganado. Nuestro paso de crucifixión ha sido purificador y nos ha permitido dar el siguiente paso (Hebreos 12:11). Pero todavía hay un remanente de carne que ocasionalmente sacará su cabeza y exigirá reconocimiento. Eclesiastés 7:16 nos instruye a no considerarnos a nosotros mismos como muy justos. El rey Uzías fue justo ante los ojos del Señor. Aún tuvo la sabiduría de aconsejar a alguien más fuerte espiritualmente. Sin embargo permitió que su orgullo carnal lo tentara a entrar al santuario y realizar la tarea sacerdotal de quemar incienso. Había encontrado favor delante de Dios y pensó equivocadamente que, como era bendecido por Dios, no había nada que no pudiera hacer. Este hombre justo, terminó sus días siendo un leproso, debido a su auto-exaltación. (2 Crónicas 26). Es posible que le demos la espalda a nuestra justicia. Pero el perdón, por medio del arrepentimiento, siempre estará disponible para nosotros si actuamos antes que sea demasiado tarde (Ezequiel 18:24-28). Pedro dijo que los justos con dificultad se salvan (1 Pedro 4:18). Aún así sabemos que los justos son cuestionados y perseguidos en muchos lugares en el mundo. Pero la justicia no puede ser destruida a causa de la persecución; solo puede ser refinada y fortalecida. El Hijo de Dios fue perseguido porque amó la justicia y odió la iniquidad. Gracias a su perseverancia hasta la cruz, Su Padre lo presentó como un cetro de justicia (Hebreos 1:8-9). Antes de soportar la cruz, prometió que aquellos perseguidos a causa de la justicia heredarían el reino de los cielos (Mateo 5:10). 1 Juan 3:10 dice que los hijos de Dios son reconocidos por su justicia, y aquellos que no son justos no son de Dios. Oremos para que nuestros corazones nos permitan convertirnos en siervos de la justicia (Romanos 6:18), y que el Maestro nos cubra con su manto (Isaías 61:10), como preparación para nuestro próximo paso. Lección Catorce … Justicia Ejercicio personal y de grupo (Ver página 122) 1. ¿Por qué debemos despojarnos de la persona que creemos ser y de la que queremos que otros piensen que somos? 2. ¿Por qué son Josué y Caleb buenos ejemplos para nosotros?

3. ¿Cómo podemos obtener justicia? 4. ¿Qué ocurre a nuestra carne cuando nos volvemos justos? 5. ¿Cuál es una manera en que podemos estar seguros de que nuestro trabajo para el Señor será efectivo? 6. ¿Qué ocurre a nuestra justicia cuando nos critican o rechazan y cuando somos perseguidos por el mundo?

LECCIÓN QUINCE

Discipulado

El discipulado es un viaje, no un destino. La palabra “discípulo” significa seguidor. Jesús no hizo nada por Él mismo; solo hizo lo que vio hacer al Padre (Juan 5:19). Este es el tiempo para que pongamos nuestra mirada en Jesús, de volverlo el número uno en nuestra vida, de convertirnos en sus seguidores disciplinados. Jesús no llamó cristiano a nadie. El término “cristiano” fue un rótulo que otros le dieron a los discípulos al ver los disciplinados seguidores en Antioquia (Hechos 11:26). Jesús únicamente llamó a Sus seguidores a ser discípulos, disciplinados seguidores de Su Palabra. Cuando Jesús llamó a Leví, el colector de impuestos, Leví lo dejó todo e inmediatamente lo siguió (Lucas 5:27-28). Este acto lo ubicó en una posición tal que posteriormente lo habilitó a escribir el primer libro del Nuevo Testamento. No fue por el motivo que tuvo para seguir a Jesús, fue por el resultado de su obediencia. Hoy conocemos mejor a Leví por su nombre cristiano, Mateo. En Marcos 10: 28-30, Jesús dijo que nada debiera estar entre Él y Sus discípulos. Todo debe ser puesto a un lado para poner a Jesús primero. En Lucas 9:57-62, hay una historia interesante sobre tres hombres que tuvieron la oportunidad de convertirse en discípulos. Dos de ellos se ofrecieron, y el otro fue llamado por Jesús. Jesús retó al primer hombre para que renunciara a las comodidades terrenales y tomara lo que Jesús tenía que ofrecerle. Evidentemente, el hombre decidió que el sacrificio era muy grande, es por esto que no volvimos a escuchar de él. Cuando Jesús llamó al segundo hombre, este le dijo que tenía algo que hacer primero, debía sepultar a su padre. No es claro si el padre ya había muerto, o se esperaba que muriera, pero la clave en la negativa del hombre está en las palabras, “… pero primero, déjame…” Se trata de ubicar un trabajo o responsabilidad antes que Jesús. El tercer hombre también le dio prioridad a algo diferente que Jesús, sus relaciones familiares. “Te seguiré, pero primero déjame…” Esta actitud es inaceptable para aquel que realmente se compromete al discipulado. Jesús debe tener prioridad; no aceptará algo menos que esto. En Filipenses 3:7-9, Pablo deja claro que el dejó todo atrás para poner a Jesús de primero. Para él, fue un largo camino desde aquel día en el camino a Damasco cuando, siendo Saulo, estaba dedicado a aniquilar a todos los seguidores de Cristo (Hechos 9:1-31). En el momento de su conversión, Saulo fue consciente de que Jesús estaba vivo. Él le preguntó, “¿Señor, qué quieres que haga?” En un instante, este religioso orgulloso fue arrojado a una posición de humildad, a tener una relación de siervo con Jesús y con el mundo. Anteriormente, todo había estado centrado alrededor de su propia vida y actividades. Todos sus actos habían sido de acuerdo con sus propios planes y basados en sus propias condiciones. Era un fanático religioso, determinado a hacer lo que él consideraba sería mejor para los intereses

de Dios. Fue devoto a la ley y sus intenciones eran buenas. Sin embargo, lo que él consideraba como la prueba de su devoción realmente fue dañino para Dios. La revelación de una Cristo vivo trajo cambio inmediato. Enfrentado a su realidad, Pablo se humilló a sí mismo diligentemente y se sometió al Señorío de Jesús. Hay un tipo de Saulo de Tarso en cada uno de nosotros que necesita una experiencia reveladora del Cristo vivo. Cuando esta experiencia viene, trae consigo el poder de humillar al recipiente. El discipulado será difícil hasta que esto ocurra. Lección Quince … Discipulado Ejercicio personal y de grupo (Ver página 123) 1. ¿Cuál es la diferencia entre un cristiano y un discípulo? 2. Cuando observamos el resultado de la obediencia de Leví, ¿qué nos dice a nosotros? 3. ¿Qué está mal cuando decimos al Señor, “Estoy dispuesto a convertirme en Tu discípulo, pero primero déjame…?” 4. ¿De qué manera es cada uno de nosotros como Saulo de Tarso? 5. ¿Por qué son la humildad y la sujeción esenciales para el discipulado? 6. ¿Por qué cada uno de nosotros necesita la experiencia reveladora del Cristo vivo?

LECCIÓN DIECISEIS

Discipulado Recientemente subimos del peldaño de la justicia a este nivel. Este es un movimiento necesario porque el discipulado es el medio que utilizaremos para mantener nuestra justicia. A medida que avanzamos en nuestro caminar espiritual, el precio también aumenta. Esto no debería ser una sorpresa para nosotros ya que la Palabra no nos es extraña. En Lucas 14:27-33, Jesús dijo que es sabio tomar en cuenta el costo antes de proceder hacia la vida del discipulado. Es mejor no comenzarla, que hacerlo sin el compromiso de terminar. Debemos también haber tratado con el compromiso; sin embargo, debemos haber decidido pagar cualquier precio que se nos requiera en cada nivel. Pero también en cada nivel nos hemos hecho más dependientes de nuestra Fuente. A medida que nos cimentamos en la Roca, el Señor nos da más luz en la que construir. Al mismo tiempo, a manera de pago, Él extracta algo de nosotros. Con esta luz adicional también viene la responsabilidad de caminar en su plenitud. Al proceder con nuestro programa de construcción, podemos ver más y más claramente que no tenemos la capacidad para terminar por nuestra propia cuenta. Nuestro compromiso es probado realmente en este nivel porque, en la carne, no tenemos otra opción aparte de abandonar el proceso. Hemos alcanzado la etapa donde nuestra única alternativa es la de apoyarnos en Su gracia (2 Corintios 12:9). Si tomamos la decisión equivocada y escogemos retirarnos, perderemos todo lo que hemos logrado (2 Juan 8). Además, descubriremos que todo lo que hemos tenido que enfrentar habrá sido en vano (Gálatas 3:4). Constantemente enfrentamos opciones en nuestro caminar espiritual; no hay manera de evitarlo. Debemos volver de nuevo al reto de Josué (Josué 24:15), “escoged hoy a quien habéis de servir.” Definitivamente serviremos a Dios o al dios sustituto en lo que Satanás nos anima muchísimo. Siempre nos ayudará a tomar la decisión correcta cuando nos recordamos que Dios actúa en nuestra vida sobre la base de nuestra decisión, no sobre la base de nuestra habilidad. En el proceso del discipulado, debemos asemejarnos a nuestro Maestro. Pablo dice que debemos vestirnos del Señor Jesucristo (Romanos 13:14), y no pensar en proveer para la carne. Si somos de Cristo, nuestra carne ha sido crucificada; por lo tanto, debemos ser libres de caminar en el Espíritu (Gálatas 5:24-26). Debemos perdernos en Él, esto es, en Su cuerpo, el cual está formado por Sus creyentes. Si nos encontramos ubicados apropiadamente en Su cuerpo, Él es la cabeza, y actuaremos como parte integral de Su sistema. De esta manera, se podrá lograr el propósito de Dios. Jesús enfatizó, al dejar registrado seis veces en los Evangelios, la necesidad de renunciar a cualquier demanda personal para poder así recibir la vida del reino que Él tiene para nosotros (Mateo 10:39; 16:25; Marcos 8:35; Lucas 9:24; 17:33; Juan 12:25). Es un principio Divino que debemos activar como discípulos.

Lección Dieciséis … Discipulado Ejercicio personal y de grupo (Ver página 124) 1. ¿De qué manera es el discipulado el medio por el cual mantenemos nuestra justicia? 2. ¿Por qué debemos volvernos más y más dependientes de Jesús? 3. ¿Por qué constantemente nos encontramos en la posición de tener que escoger? 4. ¿Por qué Dios no está interesado en nuestras habilidades sino en nuestras decisiones? 5. ¿Qué está involucrado en poner de primero al Señor Jesucristo? 6. ¿Qué es tan importante acerca de renunciar a cualquier demanda para nuestra vida?

LECCIÓN DIECISIETE

Discipulado Vimos en Lucas 14:33, que debemos dejar todo atrás para poder convertirnos en discípulos de Jesús. Esto significa rendición incondicional a Él. A los cristianos les es difícil rendirse incondicionalmente. Todo el mundo espera de los soldados que den sus vidas porque es su responsabilidad patriótica. De la misma manera, a nadie le sorprende que un musulmán entregue su vida por razones religiosas. Pero lo cristianos no le creen que Jesús sea sincero cuando dice que lo dejemos todo. Aún así, ese es el llamado que Jesús hace. Debemos dejarlo todo para poder obtener; debemos dejar de pensar en nuestras vidas y concentrarnos en el reino de Dios (Mateo 6:25-33). Logramos esto obedeciendo Su Palabra. Debemos seguir a Jesús (Mateo 16:24). Para hacerlo, debemos observar Su carácter. Por supuesto, lo que resalta de Su carácter fue su obediencia a la voluntad de Dios. Para que podamos conocer la voluntad de Dios, tenemos que familiarizarnos con Su Palabra. Jesús mismo nos dio instrucciones básicas acerca del comportamiento de un discípulo en relación con Su Palabra. Primero, para poder permitirle que habite en nosotros, nosotros debemos habitar en Él. Podemos lograr esto a través de Su Palabra (Juan 15:4-7). Segundo, cuando le expresamos nuestro amor y recibimos Su amor de vuelta, el resultado natural será un deseo y la habilidad para obedecer Su Palabra (Juan 14:21). Tercero, el Espíritu de verdad, el Espíritu Santo, mora en cada discípulo para guiarlo hacia la verdad de la Palabra (Juan 14:16-17). Cuarto, debemos continuar en la Palabra para poder caminar en su verdad. Al enfocarnos en el pasado, en nuestra vieja manera de vivir, en lugar de enfocarnos en Cristo, nos inhabilita para ser Sus discípulos (Lucas 9:62). En 1 Juan 3:22, encontramos que cuando obedecemos Su Palabra, nuestras peticiones son respondidas. Otra característica de Jesús fue su pasión por cumplir Su tarea. En Juan 9:4 dijo, “Debo hacer las obras del que me envió mientras es de día; la noche viene cuando nadie puede trabajar.” Y en Lucas 12:50 dijo, “Pero de un bautismo tengo que ser bautizado, y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!” Cada discípulo debe entender que tiene un llamado único, un propósito a cumplir, y debe apasionarse con esto. Ningún discípulo sabe en qué momento terminará su día o cuando llegará su noche. Debido a esto, debe diligentemente buscar a Dios y ser sensible a Su guía Divina.

Hebreos 1:7 declara que los ministros de Dios deben ser una llama de fuego. Deben ser capaces de alejar al enemigo de sus templos personales y ser apasionados por los negocios del Padre (Juan 2:13-17). Lección Diecisiete … Discipulado Ejercicio personal y de grupo (Ver página 125). 1. ¿Qué significa realmente rendición incondicional? 2. ¿Cómo podemos seguir a Jesús? 3. ¿Qué tipo de instrucciones dio Jesús acerca de Su Palabra? 4. ¿Por qué es importante que un discípulo sea apasionado? 5. ¿Por qué podemos estar seguros de que hay un propósito Divino para nuestras vidas? 6. ¿Qué involucra el alejar al enemigo de nuestros templos personales?

LECCIÓN DIECIOCHO

Discipulado La oración es una de las prioridades en el listado de actividades de un discípulo, el cual debe acercarse a Dios con un corazón sincero (Hebreos 10:22). Él no ora solo por sus intereses egoístas (Santiago 4:3); ora de acuerdo con la voluntad de Dios (1 Juan 5:14-15). Él conoce la voluntad de Dios porque conoce la Palabra de Dios; además ora en el nombre de Jesús (Juan 14:13 y 16:23). La oración está muy ligada a la fe. Nehemías es un buen ejemplo de una persona en la que su oración y su fe reflejaban su relación con Dios. En Nehemías 2:4, vemos que tuvo contacto instantáneo con el cielo. Si observamos el capítulo 1, vemos venir esto pues él ya había abierto una línea de comunicación por medio de la oración. El Señor vino delante de él y preparó el corazón del rey para que cooperara con el ministerio al que había dirigido a Nehemías. Entonces, una vez los preparativos terminaron, Nehemías tuvo que moverse en fe. Debemos conservar con cariño nuestro tiempo de preparación el cual fue bendecido por el Señor. Pero más adelante, si la bendición pareciera desaparecer, no debemos asumir que las cosas salieron mal. El Señor nos ubica en nuestro camino, pero no nos mantiene allí en el camino por vista; mejor aún, nos prepara para que tengamos una oportunidad de caminar en fe. Preferiríamos siempre tener Su mano visible, asegurándonos, pero es Su voluntad que progresemos más allá de esta etapa. Nehemías tuvo que enfrentar situaciones difíciles más adelante, pero nunca olvidó el camino que el Señor le facilitó durante las etapas iniciales de Su propósito divino. Si el Señor ha indicado que algo es bueno y lo permitió desde el principio, el discípulo debe seguir adelante en fe. Este es un ejercicio de disciplina. No es razonable que esperemos respuestas inmediatas a oraciones afanosas a menos que tengamos una trayectoria de oración y disciplina en la Palabra. Dios no es un Dios de emergencias. Él espera que un discípulo tenga una relación profunda, una vida secreta de oración en donde haya comunicación abierta y respuesta en fe. Nehemías nunca hizo nada sin oración. A cada momento de su vida, levantó su corazón a Dios; la oración siempre fue el nacimiento de sus acciones. Fue este tipo de disciplina lo que lo hizo un instrumento aceptable, una vasija en la que Dios pudo confiar con Sus obras. La fe es una marca que identifica a un discípulo; este, debe aceptar Lucas 1:37 y 18:27 como completamente verdaderos, que nada es imposible para Dios. Sarah se rió cuando el ángel del Señor le dijo que tendría un hijo, pero el ángel retó a Abraham y a Sarah con esta pregunta, “¿Hay algo que sea muy difícil para el Señor?” Jesús dijo que todas las cosas son posibles para el que cree (Marcos 9:23). Pabló agarró esto cuando dijo, “todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (Filipenses 4:13). Josué realmente puso a trabajar su fe cuando tomó Jericó siguiendo la dirección de Dios (Josué 6:1-20). Él era un luchador, y la estrategia de Dios no se acomodaba a ninguna estrategia de

batalla. Pero Josué era un hombre de Dios disciplinado. Su compromiso a ser obediente era mayor que su deseo de probarse a sí mismo como un general poderoso. Debió haberse visto como un tonto en frente de sus subordinados, pero ellos también eran disciplinados y comprometidos a seguir a su líder sin preguntar. El resultado fue que el muro cayó y Jericó fue tomado, justamente como el Señor se lo había prometido a Josué. Todo esto ocurrió de manera imposible, excepto que nada es imposible para Dios. Josué había aprendido a caminar por fe, tal como lo hicieron Nehemías y el apóstol Pablo. Caminar por vista significa que tenemos puntos de apoyo visibles, pero Dios espera que el discípulo haga algo mejor que eso (2 Corintios 5:7). Los discípulos están familiarizados con la guerra. En la segunda carta de Pablo a Timoteo, le instruye a ser un buen soldado de Cristo (2 Timoteo 2:3). De hecho, el discipulado es una forma de guerra. El discípulo constantemente se enfrenta con las principados y potestades de Satanás (Efesios 6:12). Toda guerra es peligrosa, pero ningún oponente se iguala a Dios. Debido a esto, el discípulo debe siempre asumir la posición de total dependencia a Dios. A menos que tome esta posición, no habrá victoria. El discípulo siempre debe tener sus ojos espirituales abiertos para evitar el engaño, entendiendo que Satanás se transforma en ángel de luz. Pero la justicia del discípulo debería habilitarlo a discernir el mal, sin importar qué tan disfrazado esté (2 Corintios 11:14-15). Finalmente, los discípulos deben ser reconocidos por el amor que tienen unos por otros (Juan 12:35). Los discípulos deben manifestar un amor no egoísta, como el que menciona 1 Corintios 13. No debe haber murmuración, crítica, manipulación, o influencia para obtener una mejor posición. Jesús espera de Sus discípulos el tipo de amor que cubre multitud de pecados (1 Pedro 4:8). No debe haber fricción entre los discípulos, pues han sido llamados a ayudarse mutuamente para producir más discípulos (2 Timoteo 2:2). La meta de todo discípulo es cumplir la gran comisión dada por Jesús (Mateo 28:19-20). No hay pastores, profetas, maestros, apóstoles o evangelistas que no hayan sido llamados primero a ser discípulos. Por ejemplo, el líder no discipulado no tiene el derecho de apropiarse de las epístolas, pues no tiene manera de apropiarse de ellas, a menos que lo haga usando su carne. Es en los evangelios que Jesús primero debe hacer Su obra de renovación de la mente, y de crucifixión y resurrección. Es el discípulo resucitado el que está calificado para ser enviado como apóstol. Un profeta de Dios debe ser primero moldeado por Él. Tiene que tener una relación que demuestre entendimiento. Primero tiene que ser un discípulo. A menos que un maestro sea primero un discípulo, su enseñanza será limitada a su propio intelecto. Un pastor no puede desarrollar discípulos de Cristo a menos que él mismo sea uno. Esta es una de las razones por las que tantas iglesias sólo tienen un remanente de cristianos comprometidos. Cada líder debe tomar la mente de Cristo para ser capaz de atravesar la barrera denominacional. Debe permitir que el amor de Jesús controle cada fibra de su ser. Entonces podrá transmitirla a un cuerpo unificado.

Todo esto es imposible sin un compromiso con el discipulado. La importancia del discipulado no se puede exagerar. Es el llamado puesto por Jesucristo sobre cada creyente. Todo aquel que se haga llamar cristiano, pero que rechace el llamado de Cristo al discipulado, no es más que un fraude religioso. Esto pudiera darse por ignorancia o por escogencia directa, pero no hace mucha diferencia. Jesús llamó a cada creyente a convertirse en un discípulo. Cuando nos hemos comprometido con esta tarea, cuando nos hemos comprometido en convertirnos en seguidores disciplinados de Cristo, estaremos listos para dar el siguiente paso. Lección Dieciocho … Discipulado Ejercicio personal y de grupo (Ver página 126) 1. ¿Por qué la oración debe ser prioritaria en el listado de actividades de un discípulo? 2. ¿Por qué el Señor prepara todo para que podamos tener la oportunidad de caminar por fe en lugar de caminar por vista? 3. Cuando un discípulo se encuentra con el enemigo, ¿por qué nunca debe dudar en hacer guerra espiritual? 4. ¿Cómo puede un discípulo evitar el engaño? 5. ¿Qué papel juega el amor en la vida de un discípulo? 6. ¿Por qué cada líder espiritual debería ser primero un discípulo de Cristo?

LECCIÓN DIECINUEVE

Santidad

“Sino que así como aquel que os llamó es santo, así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque Yo soy santo.” (1 Pedro 1:15-16). Dios no ha llamado a la santidad (1 Tesalonicenses 4:7), es una orden. Si rechazamos la santidad, rechazamos a Dios. Debemos entender que toda santidad comienza con Dios. Su santidad es única (Éxodo 15:11). Todo lo que sea llevado a Su presencia debe ser sometido a Su santidad, dedicado, devoto a Él para que pueda ser aceptado. En Zacarías 14:20-21, vemos que cada vasija, cada instrumento, todo lo que se ofrece al servicio del Señor, es llamado a ser santo. Los sacerdotes y el arca eran santos (2 Crónicas 35:3), los profetas eran santos (Lucas 1:70); aún la nación de Israel fue llamada a santidad por medio de la obediencia a los mandamientos de Dios (Números 15:40). El mismo nombre de Dios es santo, y Él habita en un lugar santo (Isaías 57:15); Él habló a Su pueblo desde Su monte santo (Salmo 99:6-9); Él tiene un cielo santo (Salmo 20:6), en el que viven los ángeles santos (Marcos 8:38); Él tiene una ciudad santa (Isaías 4:3), y un templo santo (Salmo 11:4). Dios es la personificación de la santidad. El salmista pregunta, “¿Quién subirá al monte santo?” (Salmo 24:3), y de nuevo, “¿Quién habitará en tu tabernáculo y quién morará en tu santo monte?” (Salmo 15:1). Encontramos la respuesta en cada uno de estos salmos, “El de manos limpias y corazón puro, el que anda en integridad y obra justicia, que habla verdad en su corazón…” Resulta obvio que aquel que busca la santidad debe estar separado del mundo en su corazón y unirse a Dios. No puede haber santidad sin cohesión con Dios, y no puede haber cohesión si las obras de la carne dominan nuestra personalidad (Gálatas 5:19-21). Para ser santo tenemos que ser como el hombre descrito en Salmo 1:1-3. Debemos ponernos las características de la santidad, añadir amor y comportarnos como uno de los elegidos (Colosenses 3:12-14). El propósito de muchas referencias bíblicas es el de establecer de manera firme que toda santidad emana de Dios, y que todo lo que se consagre para Su uso debe ser sometido a Su santidad. Este es el lugar al que hemos llegado. Hemos pasado por las etapas del compromiso y crucifixión. Ahora tenemos a Dios en la perspectiva correcta. Estamos correctamente posicionados delante de Él, y estamos manteniendo nuestra posición por medio del discipulado. Esto nos ha liberado al nivel en el que no podemos ir más allá sin recibir Su santidad. Hemos dejado atrás el estado de hacer y hemos llegado al estado de ser. Los siguientes tres niveles revelan lo que podemos ser con Él. No acomodaremos más nuestro deseo para lograr un entendimiento intelectual. Desde aquí se nos requerirá que nos movamos en revelación.

Nuestra confianza será nuestra única fuente de seguridad a medida que nos llama a Su presencia. Hemos alcanzado esa faceta de la salvación que incluye al hombre completo y su reacción a las circunstancias de la vida. Ahora podemos ver que no somos más fuertes espiritualmente que en nuestro momento más débil, y que nuestro hombre interior solo puede ser fortalecido de una manera (Efesios 3:14-19). Hemos sido llamados por Dios a Su sacerdocio santo. Nos hemos convertido en parte de Su nación santa (1 Pedro 2:9). Debemos ser exclusivos para Él, dado que fue Él quien nos sacó de las tinieblas del mundo. Sería bueno para nosotros observar la manera como Dios consagró a Sus sacerdotes. En Levítico 8:22-23, le dijo a Moisés que rociara la sangre de un carnero sobre ciertas partes del cuerpo de Aarón. De esta manera Aarón se identificaría con una vida que ha sido derramada, cedida, muerta a sí misma. El carnero era un símbolo de Jesucristo, quien derramó su vida y presentó Su sangre en el lugar santísimo en el cielo (Hebreos 9:11-14). Debemos identificarnos con Él. Primero, la sangre era puesta sobre el borde de la oreja derecha de Aarón. Esto significa que la oreja es puesta a muerte a cualquier voz excepto la voz de Dios. Aquellas cosas que normalmente nos llamarían la atención para oírlas son ahora ignoradas. Esto incluye nuestra propia voz interior, la cual ha dirigido nuestras ambiciones e intereses personales. Las tentaciones del mundo y el cariño de otros, son todas puestas a un lado a medida que ajustamos nuestros oídos solo para el Señor. De esta manera es consagrado el oído, muerto a cualquier cosa que venga de otra dirección. Debemos separar un tiempo de silencio diariamente. Esto permite a nuestro oído enfocarse en la voz espiritual, y a crecer en su capacidad de recibir. Entonces, tan pronto recibimos, debemos obedecer. Luego, la sangre era puesta sobre el pulgar de la mano derecha de Aarón. Nuestra mano debe morir también a cualquier obra en la que el Señor no sea glorificado. No puede haber más búsqueda de honor o gloria a reputación personal. El Señor no moverá a uno de Sus sacerdotes a una posición que le de mayor gloria hasta que ese sacerdote se haya probado a sí mismo. Él logra esto realizando su servicio como si fuera para el Señor, sin importar cuan mundano o degradante pueda ser. Finalmente, la sangre puesta sobre el dedo grande del pie derecho de Aarón. Esto significa que el Señor va a tomar control de la dirección de nuestra vida. Aunque vayamos o nos quedemos, será de acuerdo con los intereses del Señor, no de los nuestros, pues hemos rendido nuestra propia dirección. Nuestro modelo para todo esto es nuestro Sumo Sacerdote. Él estaba muerto a la auto-consideración y a la auto-preservación. Él estaba vivo solo para Dios. Como sacerdotes, también debemos presentar nuestros oídos, pulgares, pies, todo nuestro cuerpo como sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios. Este es nuestro sacerdocio. En el verso 30 de Levítico capítulo 8, Moisés también ungió a Aarón con aceite, y en el Salmo 133:2, encontramos que el aceite bajó por la cabeza de Aarón, a través de su barba, aún hasta el borde de sus vestiduras. El aceite es símbolo del Espíritu Santo. Como Sus sacerdotes, debemos permitir al Espíritu de Dios que penetre cada parte de nuestro ser. Debemos recordar que la santidad tiene que ver con ser, no con hacer; no nos llama a auto-atormentarnos. Esto es algo que Dios no tolerará. Jesús vino a proveer vida abundante para Sus sacerdotes como también para otros creyentes (Juan 10:10). La santidad es una condición que se puede reconocer y que aún los demonios aceptan (Lucas 4:33-34).

Jesús no mantuvo Su santidad separándose de toda influencia mundana. Por el contrario, separó Su voluntad para la voluntad de un Dios santo. Al volver constantemente Su rostro a Dios, constantemente recibió la santidad de Dios. Jesús fue la prueba viva de que la humildad y la santidad coexisten. Él se humilló a si mismo hasta la cruz (Filipenses 2:5-8). Al observar a Jesús, podemos ver que si nos volvemos a Dios constantemente para recibir Su santidad, haremos lo correcto de manera natural. No es del otro modo, que si hacemos lo correcto entonces seremos santos. En Efesios 5:27, aprendemos que solo Cristo puede hacer santo su cuerpo, y que ha enviado a su Santo Espíritu para cumplir esa tarea en cada uno de nosotros. A medida que recibimos individualmente Su santidad, podemos encontrar un lugar en Su cuerpo. Así que podemos ver que Dios es la fuente de la santidad. Somos justificados por medio de la obra de Jesús. Nuestra pizarra ha sido limpiada, y el Espíritu Santo es quien puede trabajar la santidad en nuestra vida. Nuestro pasado ha sido limpiado, Cristo lo hizo por nosotros. Solo podemos aceptarlo, como además aceptar que somos santos como herederos con Jesús (Gálatas 4:4-7). El proceso de la santidad es progresivo, y va junto con el resto de las cosas incluidas en el paquete de la salvación. Dios nos ha apartado, pero todo debe ser desarrollado a media que Él desarrolla Su vida en nosotros. Lección Diecinueve … Santidad Ejercicio personal y de grupo (Ver página 127) 1. ¿Por qué todo lo que es llevado a la presencia de Dios tiene que ser santo? 2. ¿Cuál es la diferencia entre el estado de hacer y el estado de ser? 3. ¿Por qué no somos más fuertes espiritualmente que cuando estamos en nuestro momento de mayor debilidad? 4. ¿Por qué es necesario para el discípulo que entienda el concepto de la consagración?

5. ¿Cómo podemos asegurarnos de que haremos lo correcto? 6. ¿De qué manera coexisten la humildad y la santidad?

LECCIÓN VEINTE

Santidad Jesús oró para que el Padre nos santificara (Juan 17:19). Hemos sido comprados, tomados, redimidos para Dios. Le pertenecemos, no tenemos derecho legal de servirle a nadie más. La santificación significa ser apartado, consagrado del pecado. Esto se da en nosotros a medida que rendimos nuestra voluntad a Su voluntad por medio de la obediencia a Su Palabra. La intención de Jesús es presentar a Sus discípulos al Padre como un pueblo santo (Colosenses 1:22). Pero Él solo puede hacer esto si nos reconocemos como muertos a nuestro viejo ser y vivos a una nueva persona (Romanos 6:11). Jesús no está interesado en reparar nuestro viejo ser. Necesitamos presentarnos como un sacrificio vivo para que el Espíritu Santo nos pueda transformar y trabajar en la santidad (Romanos 12:1-2). Recuerde, la santidad no viene por medio de ningún método, crece como resultado de nuestra relación con Jesús a través de Su Santo Espíritu. Nos encontramos con la santidad cuando no hay más espacio para intereses propios y principios mundanos; tampoco hay lugar para temor al hombre. Daniel se concentró en una sola cosa. “Te propusiste en tu corazón” (Daniel 10:12). Preparar nuestro corazón es un acto de la voluntad. Requiere que nuestra energía se enfoque a través de un compromiso de persistencia hasta que descubramos el propósito de Dios en nuestra situación, a pesar de la oposición. Para ser santo, debemos concentrarnos en Dios. Daniel también se humilló a sí mismo (versículo 12). Él entregó toda auto-indulgencia e ignoró toda distracción con el propósito de obtener todo lo que Dios quería. Su gran deseo consistía en cooperar con Dios para poder lograr Su propósito. Este es el motivo por el cual su oración fue tan efectiva (Santiago 5:16). Sabemos que el propósito de Dios para nosotros es ser santo; por lo tanto, debemos preparar nuestros corazones para cumplir Su propósito. Una gran parte de este proceso se logra con oración. No es suficiente tener la revelación de lo que Dios está haciendo; la revelación es nuestro llamado para comenzar a orar. Es por medio de la oración que alimentamos nuestra relación con Dios. Posiblemente sea un poco tarde para mencionar arrepentimiento en esta etapa de nuestro camino, pero la realidad es que no hay santidad sin arrepentimiento. Debemos comenzar a mirar que todo en nuestra vida está interrelacionado. Si nos proponemos someternos a la consagración, no podemos reservar nada para el mundo. No podemos esperar que Dios bendiga el noventa por ciento de nosotros e ignorar ese diez por ciento que no ha sido sometido. La diferencia entre sentirse triste por un acto de desobediencia y arrepentimiento por ese acto cometido está en la medida de repetición. Si continuamente repetimos el acto de desobediencia, no nos hemos arrepentido; por lo tanto, no recibiremos perdón y no podemos seguir con Dios. Esto es bien elemental, pero es una buena práctica volver a lo básico para evitar equivocaciones. A medida que hacemos un inventario personal, constantemente debemos volver a nuestro lugar de oración para fortalecer nuestro compromiso.

Podemos esperar cambios en nuestro carácter a medida que nuestras actitudes son reformadas durante nuestro tiempo secreto con Dios. Posiblemente no seamos conscientes de estos cambios, pero a medida que intimamos con Dios, nos haremos más honestos con Él y con nosotros mismos. Solo Él sabe exactamente que es lo que está haciendo. Al someternos más y más a Su reinado, nuestra personalidad espiritual es transformada. En estos momentos íntimos, Dios no solo nos expone, sino que hace una cirugía espiritual. Esa parte de nosotros no tiene otra alternativa sino ser transformada. Jesús, el hombre, vivió en secreto con Dios durante mucho tiempo. Por treinta años pasó por un período que pareciera ser espiritualmente inactivo. Esto fue antes de desarrollar Su trabajo de la vida real. Pero Dios hizo cirugía todo el tiempo, dividiendo la carne y el espíritu para que no hubiera deslices de última hora. Durante ese tiempo, Jesús vivió Su vida agradando a Dios, totalmente sometido. Finalmente, cuando llegó ese gran momento, estaba tan involucrado con el propósito de Dios que fue capaz de discernir cuando Su tarea había culminado. Fue entonces cuando dijo, “Consumado está.” (Juan 19:30). Nuestra personalidad espiritual y crecimiento, nuestro cambio de carácter, son desarrollados en nuestro lugar secreto con Dios. No deberíamos afanarnos acerca de esto y tratar de desarrollarlo por nuestra cuenta. Dios tiene Su propio horario. No habrá tiempo perdido, aunque sintamos que Él no se está moviendo suficientemente rápido. Solo necesitamos poner nuestros ojos en Él, nuestro corazón obediente a Su Palabra, y nuestra actitud en sumisión y confianza. La santidad es algo que sólo se puede obtener de Dios, no puede obtenerse en una escuela bíblica o universidad. Cuando Isaías vio la santidad de Dios, declaró, “¡Ay de mí! Porque perdido estoy.” Quedó asombrado cuando pudo percibir la verdadera perspectiva de Dios. Su ego se derritió como si estuviera expuesto a calor intenso, y su orgullo se hizo añicos en el polvo. “pues soy hombre de labios inmundos,” exclamó, “porque han visto mis ojos al Rey, el Señor de los Ejércitos.” En este punto, cuando pudo ver su incapacidad y fragilidad, estuvo listo para recibir la santidad de Dios (Isaías 6:5-7). La santidad es una purificación positiva hecha por nuestro Creador. Él nos diseñó en el vientre (Job 31:15). Cuando vinimos al mundo, Él nos dio aliento de vida y fuimos puros. Desde ese momento, hemos venido tomando las impurezas del mundo, las cuales deben ser tratadas antes que se pueda manifestar la santidad. Algunas impurezas han sido removidas en etapas anteriores, pero aquellas con raíces más profundas necesitan ser reconocidas y sometidas a Dios. Este es el caso del barro y el Alfarero (Jeremías 18:1-6). Entre más cedamos a la mano de Dios, más rápido tomaremos la forma que Él tiene en mente para nosotros. El Señor limpia nuestra sangre, la misma sustancia de nuestra vida (Joel 3:21), mientras nos limpiamos a nosotros mismos. De esta manera, se perfecciona la santidad (2 Corintios 7:1). Esto no se puede lograr con introspección. Nuestro enfoque debe estar puesto en Dios hasta que seamos llenos con Su llenura y no haya más espacio para nuestro yo (Efesios 3:18-19). Aquel que es santo, busca al que bendice, no la bendición. La santidad inspira la adoración, y tendemos a volvernos como Aquel al que adoramos. Al entrar en la adoración, nuestras impurezas se hacen más evidentes y más feas; y tendremos un deseo cada vez más fuerte de dejarlas en el altar para que sean consumidas por su fuego santo. Somos como los levitas delante de Dios, excepto que las ofrendas que hacemos consisten en aquellas cosas personales que Él requiere de nosotros (Ezequiel 44:15-16). Y debemos permanecer allí hasta que nos lo indiquen, hasta que Su santidad nos haya sido entregada. Cuando esto ocurra, estaremos listos para nuestra siguiente etapa, la libertad.

Lección Veinte … Santidad Ejercicio personal y de grupo (Ver página 128). 1. ¿Por qué Jesús no está interesado en reparar nuestro viejo hombre? 2. ¿Qué método podemos utilizar para obtener la santidad? 3. Cuando recibimos la revelación de lo que Dios está haciendo, ¿qué debemos hacer al respecto? 4. ¿Cuál es la diferencia entre sentirse mal por un acto pecaminoso, y arrepentimiento? 5. ¿Cómo se forma nuestra personalidad espiritual? 6. ¿Cuál es el único camino para lidiar con las impurezas de nuestra vida?

LECCIÓN VEINTIUNO

Libertad

Hemos llegado a nuestra última etapa. El mundo ya ha sido puesto a un lado y todo es filtrado a través de Dios. La libertad llega a medida que nos comenzamos a relacionar con un Cristo vivo. Poco a poco entendemos que solo Cristo puede satisfacer completamente a Dios porque solo Cristo es perfecto. Solo Él puede cumplir la perfecta voluntad de Dios y hacer el trabajo perfecto de Dios. Jesucristo es aquel que venció las fuerzas de maldad. Ahora Él está por encima de todo principado y poder (Colosenses 2:10). Solo Jesús puede vivir la verdadera vida cristiana. A medida que nuestra relación con Él crece, obtenemos la habilidad de entregarle nuestra vida; cuando esto sucede, nos apropiamos de Su presencia en nosotros, y experimentamos más libertad para nosotros también. Cuando realmente entendemos el trabajo culminado de Cristo, nos aproximamos a un punto de descanso que nos da libertad; esto se tiene que entender con el corazón, es algo que ha progresado y va más allá del intelecto y ha llegado a nuestro espíritu. Es un tipo de descanso y libertad que no podemos elaborar nosotros mismos. Es especial porque viene de Dios. Ya no hay más necesidad de introspección y auto análisis. Pasamos nuestros días con Dios, sin vacíos ni inseguridades. Cada día es un sabático, un séptimo día de descanso. Debido a que está atado a una Persona, se vuelve una experiencia constante, continua, segura en la certeza de nuestro Señor. Este tipo de libertad se manifiesta a medida que nuestro espíritu sale de su encarcelamiento; ha estado subordinado a las exigencias de la carne, imposibilitado de expresarse hasta ahora. Pero lentamente, especialmente en estas últimas etapas, la carne ha sido sometida. Al apropiarnos de Su Palabra, Jesús hábilmente ha manejado su escalpelo y separado la carne del espíritu (Colosenses 2:11). La carne circuncisa ha sido puesta a muerte. Después de la muerte no puede haber pecado; por lo tanto, no puede influenciar sobre el espíritu (Romanos 6:7). Jesús prometió que moraría en cualquiera que fuera obediente a Sus palabras (Juan 14:23). Resulta imperativo que veamos que el Jesús que vive en nosotros ya ha vencido toda tentación y engaño. “Yo he vencido al mundo,” dijo Jesús (Juan 16:33). Nuestra libertad personal sobre la tentación y el engaño del mundo solo viene al vencer las tendencias del mundo en nosotros. No hay manera de que esto se pueda lograr permanentemente a menos que la carne sea circuncidada y puesta a muerte. Esto es posible solo al entregar las tentaciones y engaños a Jesús. Esta libertad viene al concentrarnos en servir al Señor. Pareciera una paradoja, pero es solo al someternos al servicio que nos hacemos libres (1 Corintios 7:22). No hay esfuerzo requerido de nuestra parte. Si nos esforzamos, esto indica que hemos decidido tomar el asunto en nuestras propias manos. Hemos escogido ser el señor de nuestras vidas en ese aspecto particular.

Si somos nuestro propio señor, no podemos ser Sus siervos. Si descubrimos que estamos esforzándonos, deberíamos reconocer que hemos abandonado el servicio por el momento, además de la libertad que lo acompaña (2 Timoteo 2:24). Esforzarnos no es más que una lucha sin sentido. El Espíritu Santo ha sido enviado para ser nuestro Consolador. Debemos gobernar nuestra vida y tomar decisiones de acuerdo con el grado de paz expresado en nuestro corazón por el Espíritu Santo (Colosenses 3:15). El Espíritu Santo nunca nos ayudará o nos dará paz si gastamos nuestra energía luchando por mejorar. Podemos perder nuestra libertad y luchar hasta llegar al sepulcro, y el Espíritu Santo no hará nada por ayudarnos. Pero cuando volvemos nuestra mirada a Jesús, tenemos toda la cooperación del Espíritu Santo. Él nos ayudará a entender que únicamente apropiándonos de Jesús en nuestra vida podremos movernos hacia la perfección. Todo debe ser filtrado a través de Él para así poder recibir Su verdad. Él es nuestra salvación; Él es nuestra justicia; Él es nuestra santidad! No podemos tocar nada de eso sin antes tocar a Jesús. El Espíritu Santo nos aclara esto. Él nos inspira a perseverar en la búsqueda de una relación con Jesús que lo colocará por encima de todo y de todos en nuestra vida. El Espíritu Santo nos ayudará a quitar los ojos de nosotros y de nuestro pecado, para fijarlos en el Señor. No es lo que somos lo que importa; es lo que Él es. Nuestra libertad viene a medida que crece nuestro amor por Jesús. La libertad de viejos hábitos y patrones de pensamiento se da a medida que el Espíritu Santo trabaja constantemente en aclarar nuestra perspectiva. Entre más grande sea nuestra disposición de ceder, mayor será nuestra transformación. Como todos los humanos, hemos buscado la verdad, algo sólido en lo que podamos establecer el fundamento de nuestra existencia. Solo después de que la carne ha sido crucificada y el corazón circuncidado, podemos recibir la revelación de que toda verdad descansa en Jesús, el crucificado, resucitado, reinante Cristo. Jesús dijo, “Yo soy la verdad.” (Juan 14:6). El Espíritu de Dios es el Espíritu de verdad (Juan 15:26). Cuando permanecemos en Jesús, permanecemos en la verdad. Recibimos verdad al permanecer en Su Palabra (Juan 8:31-32), y la verdad que recibimos nos hace libres. No hubiéramos podido lograr entender esto antes de la renovación de nuestra mente. Al caminar sin Dios, nos apoyamos en el conocimiento adquirido por medio de nuestros sentidos. Únicamente teníamos una conciencia vaga de Dios, con conceptos filosóficos influenciados por nuestro medio ambiente. Pero ahora hemos aceptado gradualmente la revelación de que nuestro ser real es espíritu, no carne. Nuestro cuerpo no es realmente nosotros, es simplemente una casa. Lo mismo ocurre con nuestra mente; el cuerpo y la mente son instrumentos usados por el espíritu. Al caminar sin Dios, estamos desbalanceados. Los sentidos toman el control. Nos convertimos en esclavos de los deseos de la carne y de las fantasías de la mente. Nuestro mundo gira alrededor de nuestros sentidos y nuestro espíritu es reprimido al punto de ser incapaz de comunicarse a través de las tinieblas del mundo (Juan 14:17). Pero al exponernos a la Palabra de Dios, hemos logrado sobrepasar todo eso. Hemos descubierto que Dios es un Espíritu (Juan 4:24), y que nuestra comunicación con Él tiene que ser a través de nuestro espíritu.

Jesús dijo que cualquier hombre que haga la voluntad de Dios, conocerá la verdad (Juan 7:17). La verdad de Dios está revelada en Su Palabra. Al ceder en obediencia a Su Palabra, nos abrimos a más de Su verdad. Recibimos más libertad de la atadura del mundo. Nuestro espíritu es liberado y el Espíritu Santo nos guía a una relación con Jesús. Lección Veintiuno … Libertad Ejercicio personal y de grupo (Ver página 129) 1. Cuando identificamos que Jesús es el único que puede hacer la perfecta voluntad de Dios y realizar la perfecta obra de Dios, ¿en dónde quedamos nosotros? 2. ¿Por qué debemos dejar la introspección y auto-análisis constante? 3. Si Jesús ha vencido al mundo, ¿en dónde nos coloca esto a nosotros? 4. ¿Qué indica cuando nos encontramos esforzándonos? 5. ¿Por qué el Espíritu Santo nunca nos ayudará a ser mejores personas? 6. ¿Por qué es importante que entendamos que nuestro verdadero ser es espíritu, no carne?

LECCIÓN VEINTIDOS

Libertad A medida que hemos ido cediendo en obediencia a Su Palabra, hemos descubierto que nos abrimos más a Su verdad. En este proceso, recibimos más libertad de la atadura del mundo. Nuestros espíritus son liberados y el Espíritu Santo nos guía a tener una relación con Jesús. Somos propensos a encontrar oposición al conocer esta revelación. Satanás es un maestro de la tentación y el engaño, así que tratará de sacarnos del camino. Para esto, podrá enviar personas para que nos distraigan del propósito de Dios en nuestra vida. Seremos tentados a concentrarnos en esas personas y lucharemos con ellas a menos que reconozcamos que el origen del ataque es espiritual. Si seguimos el Espíritu de Dios, seremos libres de la sensibilidad personal. Esta, nos aleja de Dios y causa que nos enfoquemos en los atacantes. Si en lugar de esto, nos volvemos al Espíritu Santo, Él nos ayudará a permanecer en la verdad, y concentrarnos en Dios y Su propósito. De esta manera, Satanás pierde su efectividad. Debemos entender que Satanás es mortal en su elemento, el cual consiste en mentiras, falsedades, hipocresías, cualquier cosa diferente a la verdad. Este es su elemento de oscuridad (Juan 3:19-21). Él es como un tiburón en su elemento de agua; pero, como el tiburón fuera del agua, es inefectivo fuera de la oscuridad. Un tiburón puede ser mortal, pero si lo ponemos en medio de un campo de batalla polvoriento y se le exige a pelear contra un tanque de guerra, perderá su efectividad. Si permanecemos en la luz de la verdad somos como el tanque de guerra. Pero si nos permitimos creer las mentiras y los engaños, es como si entráramos a las aguas del tiburón; no estaremos a la altura de la oposición. Todos creemos en algo. Si escogemos creer la verdad, escogemos la libertad, porque podemos ver claramente que Satanás ha sido vencido (Efesios 1:18-23). El poder de Satanás sobre nosotros depende de su derecho legal sobre nosotros, y eso depende de la actitud de nuestro corazón. La cruz y el escalpelo de la Palabra deben haber tratado con nuestra actitud. Deben haber destruido todo derecho legal suyo de ejercer poder sobre nosotros. Él puede acusarnos y tratar de poner una carga en contra nuestra, pero solo necesitamos citar la escritura para recordarle que su poder ha sido quebrado. “¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el que resucitó.” (Romanos 8:33-34). Nuestra revelación del Cristo resucitado dispersa al enemigo. Una vez la atadura ha sido removida, tenemos la oportunidad y la libertad de ejercitar nuestros derechos espirituales. Primero, recibimos la verdad, entonces respondemos. Somos libres de recibir al no estar más bajo la influencia de la atadura. Esto exige esfuerzo de nuestra parte porque no estamos acostumbrados a la libertad. Al recibir, nos corresponde responder, debemos dar pasos de obediencia al Espíritu Santo. Entre más obedecemos, más recibimos. Recibimos dependiendo de nuestra respuesta. El

temor a responder, debilita nuestra habilidad de recibir. La disposición de responder, en fe, nos recompensa con una caminar espiritual más profundo. Nuestra emancipación hacia la llenura de la provisión de Dios depende de qué tanto hemos permitido al Espíritu Santo aplica la cruz a todas las cosas dentro de nosotros que no han sido sometidas a Jesús. Solamente la carne se rebela, así que debe dar paso a la soberanía de Cristo hasta que Él sea totalmente Señor. Cualquier cosa que venga de nosotros debe ser de Él; es Su ministerio, Su obediencia, Su dominio. Nuestra parte consiste únicamente en ser espectadores. En este proceso, perdemos nuestra identidad, pero ganamos la de Él; por lo tanto, cuando el mundo nos vea, debe ver a Jesús. El verdadero discipulado es el resultado de esta transformación. Como Sus discípulos debemos ser sensibles a Su dirección. La libertad de las prioridades del mundo nos permite asumir la responsabilidad que Él ha puesto en nuestras manos, la distribución del evangelio. Esta responsabilidad es primaria. Jesús no alimentó personalmente a cada uno de los 5.000 y los 7.000. La verdad es que la provisión limitada fue entregada inicialmente a Él, pero solo para que la santificara. La transformación se dio por medio de la santificación. Entonces, Jesús dio de vuelta los panes y los peces a los discípulos y ellos alimentaron a la gente. La multiplicación se dio cuando los discípulos obedientemente distribuyeron los elementos santificados. Como sus discípulos actuales, debemos someter nuestros talentos a Jesús para que los santifique. Eventualmente, Él los devolverá a nosotros listos para ser distribuidos. Al distribuirlos, se multiplicarán y Él será glorificado. Todas las cosas, sin importar cuan pequeñas sean, tiene que ser entregadas a Jesús para ser santificadas antes de ser usadas. Este es un requerimiento individual para cada uno de nosotros. Dos viudas del Antiguo Testamento son buenos ejemplos. La primera viuda solo tenía un puñado de comida y un poco de aceite. Elías le dijo, “hazme una pequeña torta primero”. Aunque ella y su hijo podían haber muerto de hambre, decidió honrar a Dios sometiendo su pequeño tesoro a Su profeta. Inmediatamente, la comida y el aceite fueron santificados y multiplicados (1 Reyes 17:9-16). En un acto de obediencia similar a otro profeta de Dios, la segunda viuda entregó la última medida de aceite que tenía, la cual fue multiplicada también. Ambas mujeres entregaron todo lo que tenían a Dios, y su obediencia fue honrada por Él (2 Reyes 4:1-7). Al estudiar esta etapa debemos llegar al punto de certeza que aunque Dios hace todo en nosotros por Su Espíritu, no hay nada hecho que no tenga valor. Debemos tener la revelación de que para venir a Su llenura, tenemos terminar con nuestras buenas obras. No debe haber más crecimiento espiritual a la fuerza. Ahora entendemos que el crecimiento se da al ocuparnos en Él y al mostrarle primero cada situación y circunstancia en nuestra vida. Podemos percibir la presencia de Cristo morando en nuestro corazón. Esto nos lleva a un lugar seguro, estable, donde no habrá más fluctuación, temor o vulnerabilidad. Ahora estamos abiertos a recibir libremente de Dios, confiados en que Su unción nos enseñará, sin importar quien utilice como Su instrumento (1 Juan 2:27). Somos libres de todo lo que nos pueda poseer; así que solo deseamos una posesión, nuestra relación con Dios.

Lección Veintidós … Libertad Ejercicio personal y de grupo (ver página 130) 1. ¿Por qué es importante que entendamos que mucha de la oposición que recibimos de otros es originalmente espiritual? 2. ¿Cuál es una manera segura de lograr que Satanás pierda su efectividad? 3. ¿Por qué la obediencia es tan importante en nuestro caminar con Jesús? 4. ¿Qué ocurre cuando sometemos nuestra vida y talentos para que Jesús los santifique? 5. Aunque sintamos que tenemos poco que someter a Jesús, ¿por qué es importante que lo sometamos de todas maneras? 6. ¿Por qué no debemos esforzarnos tratar más de obtener crecimiento espiritual por la fuerza?

LECCIÓN VEINTITRES

Cielo Abierto “Y he aquí, los cielos se abrieron, y él vio al Espíritu de Dios que descendía como una paloma y venía sobre Él.” (Mateo 3:16). “Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios; y dijo: He aquí, veo lo cielos abiertos, y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios;” (Hechos 7:55-56). Si el deseo de nuestro corazón es experimentar un cielo abierto, el Espíritu Santo nos lo deberá revelar. Este es el último paso revelado en nuestro estudio, pero probablemente hay incontables pasos a experimentar después de alcanzar este nivel. Un cielo abierto permitirá una comunicación constante con Dios por medio de Su Espíritu Santo. Visualice el regocijo de recibir una revelación después de otra. Anticipe la alegría de regocijarse en cada ajuste espiritual orquestado por el Espíritu Santo a medida que nos cambia de gloria en gloria (2 Corintios 3:18). Esto es lo que podemos esperar de un cielo abierto. Hemos puesto a un lado suficiente carne así que podrán confiar en nosotros como administradores espirituales. Ya no hay más deseo de poder personal. Hemos aprendido el secreto de que solo al reconocer nuestra debilidad, Su poder es liberado para ser expresado a través de nosotros (Isaías 40:29-31). Al concentrarnos en el fundamento básico de obediencia a Su Palabra, el Espíritu Santo nos guía constantemente a Su mejor y más alto uso. Finalmente hemos llegado al lugar del que Pablo dijo, “Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente, de lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu, combinando pensamientos espirituales con palabras espirituales.” (1 Corintios 2:12-13). Realmente hemos entrado a la vida de fe. Estamos listos para actuar con confianza en lo que Dios ha dicho en Su Palabra, confiando en su autoridad. Podemos declarar como lo hizo Pablo, “Por la gracia de Dios, soy lo que soy.” Como Pablo, al seguir adelante con esa declaración, podremos trabajar más abundantemente. (1 Corintios 15:10). Hemos llegado más allá del amor redentor de Juan 3:16, a una nueva dimensión en la relación con el Padre. Somos como Daniel, en el sentido que tenemos entendimiento del propósito de Dios para nuestra vida, y le hemos dado a Él una respuesta positiva. Tres veces, Daniel fue llamado, “muy amado” (Daniel 9:23; 10:11, 19). Este fue un mensaje directo de Dios, entregado por un arcángel, un comunicado en reconocimiento de la dedicación de Daniel. Vino porque Daniel estudió la Palabra, y el Espíritu Santo lo iluminó.

Daniel respondió a la revelación espiritual de rodillas. Su oración intercesora activó los poderes celestiales para cumplir el propósito de Dios. Hubo reacción en ambas dimensiones del mundo espiritual, y se dio una batalla entre fuerzas opositoras. Mientras tanto, Daniel continuó orando, hasta que pasaron veintiún días y se logró la victoria. Podemos ver que este tipo de actividad no es una expresión de un cristianismo simple, de redención; es otro nivel de relación con Dios, enteramente diferente. Es una relación que nos coloca en la posición de ser llamados, “muy amados.” Deberíamos reconocer que Daniel no estudió la Palabra simplemente para recibir conocimiento en su mente. Estaba buscando la voluntad de Dios y su relación personal con ella. Al estudiar y orar, llegó la revelación. Daniel estudió, esperando recibir una respuesta, y Dios honró su fe. Deberíamos estudiar con la misma actitud. Nuestra preocupación debería ser el alcance de nuestro discipulado hacia la Palabra de Jesucristo. ¿Somos realmente Sus seguidores disciplinados? ¿La cruz ha hecho su trabajo? ¿Es libre el Espíritu Santo de hacer Su voluntad en nuestra vida? Hasta que podamos responder sí, no se nos puede confiar un cielo abierto. El propósito de Dios es que seamos libres de las ataduras del mundo. Debemos llegar a un punto en nuestra relación con Él que nos permita ver la diferencia entre Su propósito y lo que realmente existe. Si hay atadura, debemos reconocer y tratar con la causa, de manera que podamos alcanzar la posición espiritual que Él desea para nosotros. Dios usa instrumentos sintonizados por Su orquesta. Él usará a un Daniel que busque Su voluntad para Su pueblo. Él usará a un Nehemías que sea consumido por la carga de que el pueblo de Dios ha perdido su comunión con Él. Él usará un Esdras que esté firme en su compromiso. Usará una Ester que esté dispuesta a entregar su vida para liberar al pueblo de Dios de las manos de la oposición. Dios usará cualquier instrumento que quiera darle la oportunidad de trabajar a través de Él, y Su efectividad estará en relación directa con la medida de Cristo en cada instrumento. En todo esto debe estar la expresión del amor de Dios. En 1 Corintios 12, Pablo habló de los dones espirituales, de la unidad del cuerpo, y de la utilidad de cada creyente. Pero, en el versículo 31, mencionó una manera más excelente. Entonces, dio su disertación sobre el amor (1 Corintios 13). Al mantenernos sintonizados con Dios y permitir que la comunicación fluya entre nosotros y el cielo abierto, participaremos del amor de Dios. Al compartir este amor con otros, Dios continuamente rellenará nuestra copa hasta derramar. Nunca deberá haber un final en el compartir. Si suspendemos lo que sale, Dios detendrá lo que entra. El cristianismo es comunal por naturaleza. Habrá un crecimiento de nuestras relaciones horizontales a medida que se enriquece nuestra relación con Dios. Él podría hacer que un discípulo cese sus actividades por un tiempo, posiblemente para que tenga una nueva experiencia de aprendizaje. Pero en poco tiempo, lo llamará de vuelta a la batalla. Él no alimentará a moradores de cuevas, pues es imposible ministrar a Dios a través de las personas si se vive en aislamiento (1 Reyes 19:9-18).

Lección Veintitrés … Cielo Abierto Ejercicio personal y de grupo (Ver página 131) 1. ¿Por qué no debemos tener más el deseo de poder personal? 2. ¿Cómo es posible tener un entendimiento del propósito de Dios para nuestra vida? 3. ¿Por qué fue Daniel llamado “muy amado” por el arcángel? 4. ¿Por qué es importante que veamos la diferencia entre el propósito de Dios y lo que existe actualmente? 5. ¿Cómo puede una persona ser un instrumento sintonizado con la orquesta de Dios? 6. ¿De qué manera se produce un crecimiento de las relaciones horizontales a medida que se enriquece nuestra relación vertical con Dios?

LECCIÓN VEINTICUATRO

Cielo Abierto Al momento de haber alcanzado esta etapa, hemos sometido todos nuestros talentos a Dios. Debemos estar seguros de haber sometido también nuestro corazón. Dios dijo, “Dame, hijo mío, tu corazón.” (Proverbios 23:26). Dios quiere nuestro corazón porque es allí donde crece nuestra fe (Romanos 10:10). No es suficiente darle a Él únicamente nuestra sustancia o nuestro tiempo. No podemos ganar puntos con Dios al hacer buenas obras. Satanás nos mantendrá ocupados haciendo el bien, respondiendo a causas de talla mundial. Pero Dios nos dice que le busquemos primero, que pasemos tiempo con Él en una relación personal. Debemos ceder por completo nuestro ser a Él. Cualquier ministerio en el que estemos involucrados, debe venir de nuestra vida secreta, quieta, con Dios. Si impedimos que esto ocurra, corremos el riesgo de experimentar el despertar de nuestra vieja naturaleza; esa parte de nosotros que es vulnerable al mundo de las tinieblas. Hombres poderosos de Dios han caído porque se involucraron más en su ministerio que en su relación con Dios. Se nos ha dicho que nos acerquemos a Dios y Él se acercará a nosotros (Santiago 4:8). No existe otra manera más segura de vivir para un creyente. Jesús nos dijo que buscáramos primero el reino (reinado) de Dios (Mateo 6:33). Al buscar el reino de Dios, buscamos hacerlo a Él Rey. Él debe tener preeminencia en cada aspecto de nuestra vida. Cuando esto sea una realidad, el cielo abierto será el resultado. Cuando el cielo se abrió sobre Jesús, se abrió a Sus discípulos también, a través de Él. El pecado había cerrado el cielo para todos nosotros, no había posibilidad de comunicación directa con Dios. Pero ahora, Jesús abrió el reino de los cielos para todos los creyentes. Los cielos fueron abiertos cuando Jesús fue bautizado. Esto nos debe enseñar que podemos esperar experimentar un cielo abierto cuando obedientemente implementamos las ordenanzas de Dios en nuestra vida. Cuando el cielo se abrió a Esteban, él estaba lleno del Espíritu Santo. De hecho, él había sido escogido para el ministerio porque estaba lleno del Espíritu Santo (Hechos 6:5). Ahora estaba ungido con aceite fresco, suficiente para la tarea que se la había encomendado. Esto nos muestra que aquellos que entregan todo a la guía del Espíritu Santo, son equipados para cualquier tipo de combate. También nos muestra que cuando la batalla se hace extrema, una extra dosis de la gracia de Dios es concedida. En el calor del conflicto, Esteban miró hacia arriba y fue honrado con una visión especial de la gloria de Cristo, la cual lo llenó de gozo. Al poner sus ojos en Jesús, fue levantado por encima de la furia de aquellos que lo perseguían; estaba en una posición perfecta para recibir una manifestación Divina. Esteban dijo, “Señor Jesús, recibe mi espíritu.” (Hechos 7:59). Él tenía una revelación bien enfática de que Jesús es Dios, y que es Jesús quien recibe nuestro espíritu al morir. Cuan

importante se vuelve el entregarnos a Jesús mientras estamos aquí en la tierra, cuando nos damos cuenta de que es Él el primero que veremos cuando lleguemos a la eternidad. Debemos ponernos a cuentas antes de esa reunión. “Señor, no les tomes en cuenta este pecado.” (Hechos 7:60). Con el cielo abierto delante de él, Esteban aprovechó la oportunidad para interceder por los que lo perseguían. Lleno del Espíritu Santo, también fue lleno del amor que acompaña tal condición. Jesús ya había muerto por estos torturadores, pero ellos estaban totalmente engañados, actuando en ignorancia. Esteban supo que ellos solo recibirían perdón si sus ojos eran abiertos a la verdad y se arrepentían. Al final, por lo menos uno se arrepintió, fue perdonado, y usado poderosamente por Dios. Saulo de Tarso fue un espectador consciente del episodio. Cuando el velo fue removido de sus ojos, fue transformado y se convirtió en el apóstol Pablo, transmisor de las epístolas. Al observar a Esteban, vemos una fortaleza especial con la que perseverar. Vemos un amor ágape que sobrepasa las circunstancias. Vemos una revelación Divina fuera del alcance de aquello que el intelecto puede concebir. Si tuviéramos que enfrentar a una banda de asesinos, no tendríamos tiempo de darle rienda suelta a fantasía alguna. Estaríamos totalmente ocupados con la realidad de la situación; esta fue la posición de Esteban. Él sabía que no tenía ningún poder para alterar las circunstancias, así que miró arriba buscando la Fuente de todo poder. Fue allí cuando la verdad fue revelada a él de una manera poderosa. Sus perspectivas tomaron el orden correcto, y el escenario de lo temporal perdió su importancia. Su punto de vista se volvió eterno. No había ninguna fantasía, ni ilusión; él vio la verdad en toda su gloria. Los cielos fueron abiertos y los pudo contemplar en su totalidad. En Jeremías 33:3, el Señor le dijo a Jeremías, “Clama a mí, y yo te responderé y te revelaré cosas grandes e inaccesibles, que tú no conoces.” Tenemos que someter nuestro intelecto al Señor, para no imponer nuestra limitación ante Su inteligencia. Podemos sentir que nunca alcanzaremos el nivel de compromiso demostrado por Esteban. Por supuesto que estaremos en lo cierto si intentamos tratar de hacerlo solos. Pero es allí donde Jesucristo entra en escena. Es Cristo en nosotros el que logra lo imposible. Jesús conquistó la muerte en un vaso humano como el nuestro. Si le entregamos la dirección de nuestra vasija, Él logrará la voluntad del Padre, sin importar cual sea. Tenemos que ser como un pan partido y como vino repartido para hacer espacio para el señorío de Jesús. Siempre será la medida de Cristo en nosotros lo que determinará la medida de nuestra obediencia a la voluntad de Dios. Reclamar toda la provisión de Dios para nosotros, ha sido una enseñanza popular; pero un verdadero discípulo logra más proponiéndose que clamando. Él se propone alcanzar el sumo llamamiento de Dios por medio de Jesucristo (Filipenses 3:14). Su concentración está sobre el Proveedor más que en la provisión. No está preocupado con aquello que el mundo llama sacrificio; su interés en Dios no es proporcional a su beneficio personal. Está consumido con el deseo de agarrar lo que ha ocurrido en su vida, “a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús.” (Filipenses 3:12).

Es Jesús quien nos guió fuera del mundo, no fuimos nosotros quienes lo logramos por nuestra propia evolución. Aún nuestro amor por Él es resultado de que Él nos amó primero (1 Juan 4:19). El discípulo sabe bien que sin Jesús, solo hay frustración y desesperación. Así que aquí estamos, en un nivel más allá de la satisfacción intelectual, completamente dependientes del Espíritu Santo en cada aspecto de nuestra vida. Es como si estuviéramos de pie, desnudos, frente a una puerta abierta. El Señor Jesús nos ha invitado a cruzar el umbral de la puerta. Hemos dejado a un lado todas las vestiduras que nos han protegido de los elementos. Él nos ha prometido una nueva vestidura, que Él mismo diseñó para nosotros. Tenemos una visión restringida de aquello que nos espera del otro lado de la puerta, ya que Él nos ha permitido tener tan solo una revelación limitada. Tal y como ocurrió en las etapas anteriores, la decisión es nuestra. Pero esta etapa es un poco diferente a las demás en el sentido que el único requerimiento exigido es confianza. Es un paso simple, pero que proveerá una relación eterna. Los cielos abiertos serán una experiencia diaria. Debe ser nuestra oración que cada aspirante a discípulo cruce el umbral. Lección Veinticuatro … Cielo Abierto Ejercicio personal y de grupo (Ver página 132) 1. ¿Por qué quiere Dios nuestro corazón? 2. ¿Por qué cada ministerio en el que estamos involucrados, debería venir como resultado de nuestro tiempo secreto, quieto con el Señor? 3. ¿Qué nos hace elegibles para experimentar un cielo abierto? 4. ¿Qué nos revela el apedreamiento de Esteban, acerca de la gracia de Dios? 5. ¿Cuál es el único camino para poder lograr lo imposible?

6. ¿Cómo podemos mantener una experiencia diaria de cielo abierto?

PUNTOS

PARA

DISCUSIÓN

Lección Uno … Religión Puntos para discusión (Ver páginas 3,4) 1. Se ha hecho necesario, para cada denominación, defender sus creencias doctrinales. Esta

actitud mantiene el cuerpo de Cristo fragmentado, en lugar de preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de paz (Efesios 4:1-6).

2. Hay un cuerpo de verdaderos creyentes, dentro de la iglesia, que está buscando un caminar más

íntimo con Cristo. Este es el verdadero cuerpo de Cristo. Estos creyentes nacidos de nuevo se sienten libres de cruzar las barreras denominacionales y unirse a otros creyentes nacidos de nuevo de otras iglesias para volverse uno solo en Cristo.

3. Es muy fácil involucrarse en actividades organizadas por la iglesia y en causas de talla mundial,

y sin embargo no tener una relación personal con Jesucristo. Darnos cuenta que no tenemos tiempo para la oración o para estudiar la Biblia porque tenemos muchas cosas que hacer para el Señor, es una señal peligrosa. Esto significa que estamos evadiendo la verdad de Dios; nos rehusamos a permanecer en Él.

4. El mundo puede ver fácilmente cuán superficiales son los rituales; además, considera que la

religión es un escape de la realidad, tal como el alcohol y las drogas. El mundo no ve ningún poder en la religión, y especialmente, ningún poder sobrenatural. El mundo teme a lo sobrenatural; así que, cuando comenzamos a caminar en lo sobrenatural, el mundo es atraído hacia la iglesia. Esto no ocurrirá a menos que aprendamos como ejercitar nuestra medida de fe.

5. Es guiando a las personas a tener una relación personal con Jesucristo, sin atraer la atención a

nosotros mismos. Los guiamos a Su presencia, y damos un paso atrás para permitir que Su libertad trabaje en sus vidas. Sabemos que hemos sido exitosos cuando las personas olvidan que hemos participado en la transacción.

6. Podemos limitarnos a la limitación de la persona. Él es humano; por lo tanto, solo tiene una

porción de la verdad para liberar a las personas. Somos responsables de ampliar nuestro caminar espiritual; podemos hacer esto leyendo libros y escuchando cintas. Encima de todo esto, debemos estudiar la Biblia, individualmente, o en grupos, siempre orando para que el verdadero Maestro, el Espíritu Santo, nos ilumine (1 Juan 2:27).

Lección Dos … Salvación Puntos para discusión (Ver páginas 7,8) 1. - Creer que Jesús murió en la cruz como sacrificio por mis pecados, y que Dios lo levantó de

entre los muertos. - Declarar abiertamente lo que he aceptado por fe.

2. Es solo cuando alcanzamos el nivel más bajo que estamos dispuestos a admitir que somos

incapaces de hacer cualquier cosa de verdadero valor para nuestra vida. En este punto, estamos listos a mirar hacia arriba y alcanzar a Dios.

3. Debemos tener una relación personal con Jesús para experimentar la llenura de lo que Él ha

hecho en nuestra vida. No es posible obtener este tipo de relación intelectualmente, debe ser por medio del corazón.

4. Este es nuestro primer experimento en fe. Es nuestro descubrimiento inicial que Jesús está vivo

y que se preocupa personalmente por cada uno de nosotros. Cada paso de fe que damos debe hacer más fácil el siguiente.

5. Dios no nos impondrá Su voluntad sobre la nuestra. Nuestra libertad de escogencia significa que

nuestra vida refleja nuestras decisiones. Por supuesto, nuestra mejor decisión es volvernos a Dios para pedir que nos guíe. Entonces podremos dar pasos de fe a medida que Él nos guía.

6. Desde Su punto de vista eterno, Dios puede ver el final desde el principio. Su propósito para

nuestra vida sobrepasa cualquier cosa que pudiéramos considerar posible desde nuestra perspectiva limitada. Por esta razón, debemos dejar la mayor cantidad posible de decisiones en manos de Dios.

Lección Tres … Gozo Puntos para discusión (Ver páginas 11, 12). 1. El gozo nace del alivio de poder entender que no tenemos que rendir cuentas por nuestro

pasado pecaminoso. Nuestra experiencia como nacidos de nuevo significa que podemos iniciar una nueva vida centrada en Cristo, libres de la atadura de nuestra vieja naturaleza. Tenemos motivos para estar llenos de gozo.

2. Es pervertido porque es un sustituto. Felicidad no es sinónimo de gozo. El verdadero gozo tiene

origen eterno y una naturaleza permanente. El gozo del mundo es superficial en el sentido que apacigua los sentidos, pero no penetra en nuestro corazón. Es temporal porque no tiene cualidades permanentes o duraderas.

3. Como cristianos nuevos, no estamos preparados para dividir justamente la Palabra (2 Timoteo

2:15). Para evitar el engaño y reconocer la tentación, necesitamos cimentarnos bien en la Palabra. A menos que hagamos esto, podemos volver atrás a las costumbres del mundo.

4. El caminar de un cristiano es un caminar de fe. Nuestra fe consiste en que la Palabra de Dios es

verdadera y que somos salvos. Nuestra fe es que Dios es nuestro Proveedor, nuestro Sanador, nuestro Pastor, nuestra Justicia, nuestro Santificador, nuestra Paz. Nuestra fe es una fe optimista.

5. La naturaleza de Dios es bendecir. Todas las bendiciones vienen de su gracia sobreabundante,

no del carácter perfecto de aquellos que las reciben. Las bendiciones son nuestras porque estamos deseosos de recibir a Su Hijo como nuestro Salvador, y porque lo estamos convirtiendo en Señor de nuestra vida.

6. Cristo es un gozo para todas las personas porque Él es el único camino hacia la salvación y la

libertad de las ataduras del mundo. Gozo no es felicidad; es el resultado del cumplimiento perfecto del propósito de la vida. Esto solo se puede experimentar a través de una relación personal con Jesucristo.

Lección Cuatro … Sanidad Puntos para discusión (Ver páginas 16, 17) 1. Cuando no creemos, no buscaremos a Dios para que nos sane. Podemos orar, pero sin fe es

imposible agradar a Dios. Cuando oramos sin fe, simplemente estamos cumpliendo con un ritual, esperando que Dios nos escuche y nos responda. Cuando oremos, tenemos que creer. Dios conoce nuestro corazón.

2. Podemos entender que el Dios histórico realizó sanidades, pero tenemos problemas para traerlo

al presente. Se nos ha enseñado solo una parte de la verdad; por lo tanto, para nosotros, la realidad es únicamente lo que experimentamos diariamente en el mundo. Debido a esto, nos inclinamos a tomar cualquier cosa que el mundo ofrece, incluyendo sus enfermedades.

3. Si no creemos que Dios sana, entonces creemos que Él no sana. Esto significa que no creemos

lo que dice la Palabra (Jesús dice que es la verdad). En consecuencia, creemos que es una mentira. Debido a que Satanás es el padre de mentira, en el fondo estamos creyéndole a Satanás, y no le creemos a Dios.

4. Dios no honra nuestro intelecto, Él honra nuestra fe. Todo lo que viene de Dios viene por medio

del vehículo de la fe. Si tuviéramos un entendimiento intelectual de la sanidad, desarrollaríamos un sistema al cual acudiríamos cada vez que necesitáramos sanidad. Solo sería cuestión de tiempo para que nuestra dependencia estuviera en el sistema, en lugar de en Dios.

5. La duda es incredulidad. Cuando la serpiente hizo dudar a Eva, el resultado fue pecado. El

pecado de la incredulidad nos mantiene atados a Satanás. La única manera de vencer la duda es tomando la decisión de creer, no basado en nuestro entendimiento, pero basado en nuestra fe.

6. No podemos experimentar sanidad a menos que toquemos a Dios, ya que toda sanidad está en

Dios y viene de Dios. Es un engaño concentrarnos en nuestra necesidad. Cuando lo hacemos, alimentamos nuestra necesidad y la fortalecemos. Debemos concentrarnos en Dios con tal intensidad que inclusive podamos tener un contacto espiritual con Él. Entramos en Su presencia y permanecemos en Él. No hay tinieblas cerca de Dios; por lo tanto, tampoco hay enfermedad.

Lección Cinco … Prosperidad Puntos para discusión (Ver páginas 24,25) 1. Tenemos que aceptar como verdad que Dios es dueño de todo. La prosperidad tiene muchas

facetas, no está limitada a la abundancia material. Solo Dios tiene la llave para completar la prosperidad. Cualquier cosa diferente a la prosperidad completa de Dios nos dejará sintiéndonos vacíos e insatisfechos.

2. Podemos considerarnos ganadores cuando producimos fruto que glorifique a Dios. Es posible

que demos al ciento por uno, o a un sesenta, o a un treinta. Cederemos dependiendo de nuestra confianza en Dios. Jesús produjo más fruto que cualquier otro ser humano, al liberar a toda la humanidad de la atadura de Satanás. Él nos liberó, nos regeneró. Incuestionablemente Él fue el más grande vencedor.

3. La aceptación de la Palabra de Dios como verdad. Esto nos trae arrepentimiento, un cambio de

dirección. No dependemos más de nosotros mismos, no peleamos más en el mercado, tratando de obtener nuestro propio concepto de prosperidad. El precio consiste en entregarnos, y confiar en Dios. Es algo simple, pero no es fácil de lograr.

4. La base de todo lo que creemos debería ser la Palabra de Dios. La fe que se desarrolla con el

propósito de satisfacer deseos egoístas, no es la clase de fe que agrada a Dios. No nos pondrá en una posición adecuada para recibir Su prosperidad.

5. Si mantenemos nuestras manos abiertas a Dios, Él nos puede dar lo que desee que tengamos, y

puede tomar de nosotros lo que Él quiera tener. Si mantenemos nuestras manos abiertas, Dios derramará Su abundancia, porque sabe bien que puede confiar en nosotros. Debemos tener cuidado de no cerrar el puño tratando de aferrarnos a algo que Dios nos haya dado. Es imposible recibir algo de parte de Dios si tenemos los puños cerrados.

6. - Nuestra relación personal con el Señor. Si no tenemos una relación adecuada con Él, no recibiremos Su prosperidad. - Nuestra actitud. No podemos condicionar a Dios. No lo podemos manipular o maniobrar

para lograr que nos bendiga. Dios no bendecirá una actitud egoísta.

Lección Seis … Compromiso Puntos para discusión (Ver páginas 29,30) 1. Porque, por primera vez en nuestra vida, estamos soltando el control a alguien más. Aunque se

lo estemos entregando a Dios, de todos modos estamos nerviosos. No tenemos ni idea de lo que Dios nos tiene reservado, así que temblamos ante la incertidumbre de nuestra situación.

2. La meta para cada cristiano es poder ser como Cristo. Esto significa ser inconsistente e

impredecible para los ojos de los hombres, pero siempre consistentes para Dios. Dios espera que caminemos con poder sobrenatural, y con la capacidad de esperar el éxito de nuestras oraciones.

3. Sabemos que el enemigo ha sido vencido por Jesucristo. También sabemos que cuando nos

sometemos al reinado de Jesús, entramos a Su reino. En ese punto, tenemos la autoridad del reino de Cristo respaldándonos. Esto no da el poder para resistir al diablo, el cual tendrá que huir.

4. - Fue deliberado. Tuvo un propósito del que no se desvió.

- Fue persistente. Se mantuvo en oración, buscando diligentemente la palabra de Dios. - Puso a un lado sus deseos personales. No permitió que su carne lo distrajera de su

enfoque. - Estuvo determinado en descubrir lo que Dios quería que hiciera, y tuvo la tenacidad de

mantenerse hasta que la respuesta llegara. 5. Es la naturaleza de la fe que tengamos que probarla. Es en medio de la prueba que es

purificada. Estamos en una batalla espiritual, y el enemigo constantemente buscará los puntos vulnerables de nuestra armadura. Debemos reconocer estos ataque por lo que son, y volvernos a Dios para la victoria.

6. Solo un creyente comprometido tiene la valentía de probar la Palabra de Dios y descubrir que es

verdadera. Esto entonces, se convertirá en parte del fundamento de su vida cristiana, ha descubierto otra área en la que puede confiar en Cristo. Entre más edifica, el fundamento se hace más fuerte. De otra mano, el creyente no comprometido nunca aplica la Palabra a su vida; por lo tanto, no tiene fundamento que lo respalde cuando es atacado por el enemigo.

Lección Siete … Compromiso Puntos para discusión (Ver páginas 33,34) 1. Al someternos al bautismo declaramos que estamos sellando la muerte y sepultura de nuestro

“viejo hombre”. Nos estamos identificando con la muerte y sepultura de Cristo. Cuando salimos del agua, nos identificamos con Su resurrección. Proclamamos que hemos nacido de nuevo y estamos listos para caminar una nueva vida con Cristo.

2. Un siervo somete su vida a su maestro; responde a los deseos del maestro como si fueran

órdenes. Esta debería ser nuestra posición si el deseo de nuestro corazón es cumplir el plan de Dios para nuestra vida. No hay nada de valor en nuestra vida que debamos para nuestra redención. En consecuencia, debemos estar dispuestos a rendir nuestros derechos y convertirnos en Sus esclavos.

3. Como siervos, hemos sido llamados a comprometer nuestras vidas a Jesús.

- Debemos preparar nuestros corazones, para que nuestros deseos sean complacer a Dios. - Debemos buscar Su voluntad de acuerdo con Su Palabra escrita. Solo podemos lograr esto

familiarizándonos con Su Palabra. - Debemos actuar conforme a la Palabra, ajustarnos a su dirección y caminar en obediencia.

Esta será una demostración de nuestra fe. - Debemos enseñar a otros, con el ejemplo, compartiendo la manera como Jesús ha cambiado

nuestra vida, y guiándolos a través de la Palabra. 4. Al volvernos a Dios primero, le demostramos que confiamos en Él y que lo honramos como Dios.

Si esperamos que Dios vaya delante de nosotros, tendremos la victoria asegurada. Nuestro compromiso es real cuando estamos dispuestos a esperar en el Señor. Debemos confiar en Él, y tener paz en nuestro corazón de que Él está obrando todas las cosas para bien en nuestra vida.

5. Todo el mundo ha sido llamado. No hay un solo ser humano por el que Jesús no haya muerto.

La salvación y la redención son para toda la raza humana. El problema es que el enemigo ha cegado a mucha gente; los mantiene ignorantes por medio del engaño y la tentación. Los escogidos son aquellos que han respondido al llamado. Nadie que ha respondido será devuelto. Nuestro Dios es un Dios de amor, pero nos ha dado libre albedrío.

6. Nuestra fe se secará si no es utilizada. Cuando la ejercitamos al dar pasos de fe, crecerá. La fe

involucra completamente al hombre. Es como zambullirse en una piscina; se requiere un compromiso total. Es creer que lo que dice la Palabra es verdadero, y alterar nuestro estilo de vida conforme a lo exigido por ella.

Lección Ocho … Dios Puntos para discusión (Ver páginas 38, 39) 1. Cuando disponemos nuestro corazón para alcanzar a Dios, Él escucha nuestras oraciones. No

tenemos ni idea de lo que se logra por medio de nuestra oración. Es una tontería asumir que Dios responderá nuestras oraciones de acuerdo con nuestros términos y condiciones. Solo Él tiene la sabiduría de tomar nuestras oraciones y responderlas de la mejor manera posible, en el mejor momento posible.

2. Es difícil entregarle el reinado de nuestra vida a otra persona, aún a Jesús. Para poder soltar el

control y entregarlo a Jesús, tenemos que ser vulnerables. Esto es opuesto a todo lo que hay naturalmente en nosotros. Durante toda nuestra vida hemos estado construyendo murallas de protección alrededor de nosotros. Si nos sometemos a Jesús, significa que las murallas deben caer. Debemos descansar totalmente en Su protección y bienestar para nuestra vida.

3. Aunque tenemos el Espíritu de Cristo en nosotros, también tenemos una naturaleza pecaminosa

heredada de Adán. Así que mientras la carne nos acompañe, nunca alcanzaremos la perfección. En vista de esto, no hay manera alguna que podamos ser como Dios.

4. Si Jesús no fuera uno con Dios, sería menos que Dios. Si esto fuera cierto, sería incorrecto

adorarle pues sería un ídolo falso. Jesús fue en el principio, antes que el tiempo. Él es parte de la Trinidad.

5. El Espíritu Santo también es parte de la Trinidad. Dios es Espíritu; por lo tanto, el Espíritu Santo

es la esencia de Dios. Es el Espíritu Santo quien nos trae la revelación, es quien nos acerca más y más a Jesús. Es Él quien nos revela la gracia de Dios y quien escribe las leyes de Dios en nuestro corazón.

6. Al someternos al Señorío de Jesús, aprendemos como seguir la dirección del Espíritu Santo.

Esto nos ubica en una dimensión que sobrepasa la habilidad natural del hombre. Empezamos a caminar en lo sobrenatural, no más limitados por nuestras capacidades humanas. El Espíritu Santo nos ayuda a edificar y a expandir nuestra visión; entre más estemos dispuestos a creer en Su Palabra como verdadera, el Espíritu Santo nos llevará más a un nivel más profundo en nuestro caminar.

Lección Nueve … Dios Puntos para discusión (Ver páginas 43, 44) 1. A menos que aprendamos cómo escuchar la voz de Dios, viajaremos por la vida con

incertidumbre de todas las cosas. Nunca estaremos seguros de estar en la voluntad de Dios, o de estar cumpliendo Sus propósitos para nuestras vidas. Muchos de nosotros no escuchamos a Dios porque no creemos que quiera comunicarse con nosotros. Esta es una mentira del enemigo pues Dios quiere hablarnos diariamente.

2. Cada persona tiene necesidad de encontrar el significado de su vida. Cuando entendemos que

Dios tiene un modelo para nuestra vida, entendemos que no nacimos sin un propósito. Entre más desarrollemos el hábito de decir “si” a Dios, más entenderemos Su propósito para nosotros.

3. Dios es amor. Al acercarnos a Él, podremos amar como Él lo hace. Dios quiere que deseemos

hacer Su voluntad, por amor a Él. Si Él nos impusiera Su voluntad, no tendríamos más libertad de escoger. No tendríamos más la libertad de escoger amarle.

4. El único método que tenemos para pelear contra una tormenta en nuestras vidas es por medio

de la fortaleza de nuestra carne. Cuando invitamos a Dios a nuestro problema, activamos Su poder espiritual en el problema. Nada es más poderoso que Dios; por lo tanto, estamos trayendo la fuerza más poderosa que existe para enfrentar nuestro problema.

5. Cualquier cosa que tratemos de controlar, sin someterla a Jesús, es vulnerable de ser atacada

por el enemigo. Si no la hemos sometido a Jesús, significa que no tiene la protección del reino. Servimos a Dios o a Satanás, Si nos rehusamos a someter algo a Dios, automáticamente se convierte en terreno legal para el diablo.

6. Esto es algo que no podemos lograr por nuestra cuenta. Se da como resultado de nuestra

sumisión a Dios. Entre más nos sometemos al reinado de Jesús, nos acercamos más a Él; entre más nos acercamos a Él, más reflejaremos Su naturaleza, y más parecidos seremos a él. Entre más nos parezcamos a él, más perderemos de nuestra identidad.

Lección Diez … Crucifixión Puntos para discusión (Ver páginas 46,47) 1. Para que Jesús pueda tener el dominio de nuestra vida, debemos entregar algo. Es nuestra

carne la que se para entre Jesús y nosotros. Por lo tanto, es la carne la que debe ser puesta sobre nuestra cruz.

2. Jesús sabe que no podemos reformar nuestra vieja naturaleza. Realmente no hay nada bueno

en nuestra carne, así que no hay posibilidad de mejorar nada. Jesús no está interesado en tratar de remendar nuestra naturaleza carnal. Él quiere que la pongamos a muerte, para que no siga influenciándonos.

3. Hemos pasado toda nuestra vida protegiendo y proveyendo para nosotros mismos, usualmente a

expensas de los demás. Ahora, Jesús quiere que le entreguemos nuestra vida. Él dice que si estamos dispuestos a perder nuestras vidas por causa Suya, encontraremos de qué se trata realmente la vida; esto nunca podrá ocurrir hasta que estemos dispuestos a negarnos a nuestros propios deseos carnales. Además, tenemos que confiar en Él para que nos proteja y provea para nosotros, tal como lo promete en Su Palabra.

4. Podemos aprender acerca de esto en Romanos 6, 7 y 8. “Yo” es nuestro espíritu. Nuestra vida

está en nuestro espíritu, eso es lo que realmente somos. Cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador, recibimos un nuevo espíritu, uno unido con el Espíritu de Cristo. Este es el “yo” que puede comunicarse directamente con Jesús. “Eso” es la carne, con su naturaleza carnal y es lo que tiene que mantenerse bajo sujeción.

5. “Eso” es egoísta por naturaleza y sus exigencias son carnales. “Eso” nos aleja de Dios y de Sus

caminos, nos coloca en el camino de oscuridad y pecado, cuya paga es muerte. 6. Cuando “yo” está a cargo, estamos conectados espiritualmente con nuestro Señor. Nuestro

espíritu está en comunicación directa con el Espíritu Santo. Esto nos pone en una relación apropiada con Dios. Es la posición adecuada para disfrutar el fruto del Espíritu, junto con la protección y dirección de Dios.

Lección Once … Crucifixión Puntos para discusión (Ver páginas 50, 51) 1. Si nuestra cruz está muy pesada, significa simplemente que estamos rehusando someter el

control de nuestra vida a Jesús. Estamos insistiendo en hacer las cosas a nuestra manera. Estamos decidiendo qué es correcto o incorrecto, basados en cómo nos sentimos al respecto, en lugar de basarnos en lo que la Palabra dice. Estamos reacios a abandonar algunos hábitos. Hay algunas características de nuestra personalidad que, a pesar que sabemos que no agradan a Dios, no queremos cambiar.

2. Si tenemos un problema con la lujuria, por ejemplo, podemos alimentarlo comprando material

pornográfico, o viendo programas lujuriosos en la televisión. Si continuamos alimentando nuestra lujuria, continuará creciendo, y algún día estará completamente bajo el control de Satanás, quien la usará para matar, robar o destruir alguna parte de nuestra vida. Funciona de la misma manera con toda nuestra carne. Es nuestra decisión si la alimentamos o si dejamos morir de hambre.

3. Jesús es nuestro Sumo Sacerdote (Hebreos 3:1). No hay nada valioso que le podamos dar a

nuestro Sumo Sacerdote. Solo tenemos esos recursos carnales que debemos poner a muerte. Debemos tomarlos, uno a uno, ofrecerlos al Sumo Sacerdote, y pedirle que los consuma con Su fuego santo. Él es un Sumo Sacerdote fiel; nunca duerme, siempre está disponible; y está esperando pacientemente que vengamos a Él y le entreguemos nuestra vida.

4. Nuestros patrones de comportamiento han dejado huellas profundas en nuestro cerebro que nos

inducen a reaccionar de maneras predecibles. Durante años, muchos de nosotros hemos utilizado la ira como mecanismo de defensa. No es fácil soltar algo que nos ha protegido de ser vulnerable a heridas. Pero es una característica indeseable, así que la entregamos a Jesús y le pedimos que la consuma con Su fuego. De repente, descubrimos que ha vuelto. ¿Qué debemos hacer? Debemos entregarla de vuelta inmediatamente a Jesús, una vez más. Debemos hacer esto 1,000 veces si fuera necesario. Si pudiéramos medirla cada vez que la entregamos a Jesús, descubriríamos que cada vez se ha vuelto más y más pequeña. Si persistimos en esta práctica, llegará el momento en que habrá desaparecido totalmente.

5. La única manera que tenemos de crucificar nuestra carne, es nuestra fortaleza carnal. Es fácil

ver que si tratamos de combatir la carne con carne, la carne ganará. Pudiéramos ser capaces de controlar algún hábito temporalmente, pero eventualmente resurgirá. Solo Jesús, por su Santo Espíritu, puede hacer un cambio permanente, eterno en nuestra vida.

6. Cualquier cosa que no esté sometida a Jesús, está sometida a Satanás, sea intencionalmente o

no. Servimos a Dios o a mammón, no hay terreno medio. Si no está sometida a Jesús, es un blanco disponible para Satanás, pues tiene derecho legal de entrar.

Lección Doce … Crucifixión Puntos para discusión (Ver páginas 54, 55) 1. Satanás quiere matarnos o incapacitarnos para que no podamos cumplir el propósito de Dios

para nuestra vida. Él sabe que nuestro cuerpo finalmente se dañará si lo bombardeamos continuamente con excesos. Él usa tentaciones y engaños para guiarnos hacia esta auto-destrucción.

2. El deseo del corazón de Pedro era seguir a Jesús, aún hasta la muerte. Pero subestimó la

fortaleza de su carne y su no-disposición de morir. Solo hasta que Pedro descubrió que no tenía ningún poder para controlar su carne, pudo comenzar a depender completamente de Jesús. El resultado fue que Jesús lo utilizó poderosamente en el día de Pentecostés.

3. La cruz es el lugar en que Satanás fue vencido. Tan pronto apliquemos la cruz a nuestro

problema, Satanás pierde su poder sobre ese problema. Aplicamos la cruz al entregarle el problema a Jesús. No existe la posibilidad de que la tiniebla de Satanás pueda resistir la luz de Jesús. Nuestra victoria está siempre en nuestra disposición de llevar todo a la cruz y entregarlo a Jesús.

4. Cuando decidimos que no tenemos la habilidad de funcionar adecuadamente por nuestra cuenta,

dejamos nuestras vidas en el altar en sacrificio completo a Jesús. Entonces, Él impartirá Su vida en nosotros. En este punto, hemos escogido la muerte de nuestra vida egoísta. Estamos confiando que Jesús nos dará una vida resucitada con valor eterno.

5. Primero debemos entender que somos seres espirituales, que habitamos en cuerpos de carne,

equipados con mente, voluntad y emociones. Además, debemos entender que cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador, Dios hizo un transplante en nosotros. Él unió nuestro viejo ser espiritual con Jesús en la cruz. Permitió que esos viejos seres espirituales murieran y fueran sepultados con Jesús. Entonces nos dio un nuevo ser espiritual, que tiene al Espíritu Santo, resucitado para caminar en novedad de vida (Romanos 6, 7 y 8). Cuando entendemos nuestra naturaleza espiritual, podemos mirar más allá de la carne de los demás. Podemos amarles y orar que puedan recibir la iluminación que les permitirá aceptar la salvación y el renacimiento espiritual.

6. Atadura es siempre relacionada con carne. Es la carne la que desarrolla hábitos pecaminosos.

Es la carne la que teme a la muerte. Es la carne la que cede a las tentaciones. La única manera de recibir libertad de la atadura es sometiéndonos completamente a Jesucristo. Nos presentamos a Jesús y le decimos, “Tómame, soy tuyo, soy tu siervo, confío en ti con el resto de mi vida.” Es allí cuando las cadenas se abrirán y toda la atadura quedará atrás (Romanos 6:22). Es allí cuando Jesús impartirá Su vida sobre nosotros.

Lección Trece … Crucifixión Puntos para discusión (Ver páginas 58, 59) 1. Fue la desobediencia la que causó la caída del hombre en el jardín. La desobediencia nace de

la duda. Si dudamos acerca de la veracidad de la Palabra de Dios, no podremos cumplirla. La desobediencia nos aparta de Dios, esto significa que nos alejamos de la luz, hacia las tinieblas. Esto inevitablemente nos causará problemas.

2. Nuestra disposición de aceptar la cruz prueba nuestro compromiso de exaltar a Jesús. Es en

nuestra disposición de ponernos a un lado que a propósito podemos exaltar a Jesús. Esto es contrario a todas nuestras tendencias naturales. Sin embargo, cuando llegamos a ese estado en nuestra mente e intenciones, realmente comenzamos a vivir.

3. La maldad funciona como la levadura, eventualmente fermentará toda la masa (Gálatas 5:9). Si

permitimos que permanezca, aunque parezca inofensiva, se incubará y, a su tiempo, producirá algo negativo. Rara vez la maldad parece maldad. Es por esto que es sabio orar para odiar la maldad, así la podremos reconocer sin importar como pueda disfrazarse (Salmo 97:10).

4. La crucifixión no solo no es negativa, tampoco es dolorosa si estamos dispuestos a permitirle a

Jesús que nos crucifique. La crucifixión abre el camino a la resurrección. Solo aquellas características que nos han mantenido atados deben ser crucificadas. Esto nos libera para fluir con el Espíritu sin ser restringidos por la carne.

5. Lo mejor de nuestra carne son aquellas áreas de nuestra vida que sentimos poder manejar por

nuestra cuenta, sin la ayuda de Dios. Hemos sido programados toda nuestra vida para ser auto-suficientes. Tenemos una tendencia natural a sentir que hay algunas cosas que no debemos consultar con Dios; estas son precisamente las áreas de nuestra vida que nos meten en problemas. Dios quiere involucrarse en cada aspecto de nuestra vida, sin excepciones.

6. Cuando Jesús murió, Se multiplicó al permitir que Su Espíritu nos fuera enviado. El Espíritu no

está restringido por la carne; por lo tanto, puede ministrar en cualquier lugar, a cualquier momento. Nuestra carne también nos restringe, así que solo podremos ministrar con limitaciones, hasta que la carne sea puesta a un lado. Cuando esto ocurra, nuestra efectividad será multiplicada, porque estaremos ministrando bajo el poder y la dirección del Espíritu Santo.

Lección Catorce … Justicia Puntos para discusión (Ver páginas 64, 65) 1. Muchos de nosotros somos orientados a hacer. Hemos aprendido desde la infancia que para

poder ser aprobados debemos hacer cosas. Muchos de nosotros tenemos baja estima propia. Este es el lado contrario del orgullo, porque el énfasis está el “yo”. Debido a que hemos sido programados así, hemos construido dos fachadas, una para agradar a los demás y ganar sus aplausos, y la otra para agradarnos a nosotros mismos. Estas fachadas nos permiten vivir en un mundo de fantasía, protegiendo nuestro verdadero ser de ser vulnerables. Para caminar con Dios, en la plenitud de Su propósito, debemos permitir que el Espíritu Santo nos quite las máscaras y trate con nosotros en la realidad.

2. Aunque Josué y Caleb fueron superados en cantidad por millones de Judíos, mantuvieron su fe

en la Palabra de Dios. Muchas veces seremos excedidos en número por la opinión popular de otros. Pero si nos paramos firmes en la Palabra de Dios, Él honrará nuestra fe y nos sostendrá con la diestra de Su justicia.

3. Primero, la justicia es de Dios y viene de Dios. Nos es imputada, o atribuida por Dios cuando

recibimos a Jesucristo como nuestro Salvador. Gracias a la obra de Jesús, Dios nos ve virtuosos, sin mancha, santos sin pecado. Todo falso orgullo debe ser desechado para que podamos someternos a la justicia de Dios. Pudiéramos servir a una buena causa, pero Dios requiere fe y obediencia a Su Palabra, como prueba de que hemos aceptado Su justicia.

4. Cuando nos hacemos justos por medio de la obediencia, significa que nos hemos comprometido

a tener fe en la Palabra, y a ajustarnos a ella. Una vez hemos hecho este compromiso, la carne pierde el control. Podrá protestar y tratar de rebelarse, pero si nuestro compromiso es fuerte, no tendrá otra opción más que sujetarse a la disciplina de Dios.

5. Una manera de estar seguros de ser efectivos es permitiéndole a Dios que abra puertas para

nuestro ministerio. Si Él ha abierto la puerta, significa que ha ido delante y preparado el camino. Nuestra responsabilidad a partir de allí es simplemente cruzar el umbral de la puerta y ser obediente a Sus instrucciones. Nunca será necesario abrir la puerta a la fuerza y entonces pedirle a Dios que bendiga nuestro esfuerzo.

6. Ya que nuestra justicia es una justicia divina, nada la puede destruir. Podrá ser probada y

tratada, pero eso solo la terminará fortaleciendo. Entre más estemos determinados en mantener nuestra relación con el Señor, sin importar la oposición, más fuerte será nuestra justicia.

Lección Quince … Discipulado Puntos para discusión (Ver páginas 68, 69) 1. Un discípulo es un cristiano, pero un cristiano no es necesariamente un discípulo. De hecho,

cada cristiano debería ser un discípulo ya que el término “cristiano” significa como Jesús. Solo podemos ser como Jesús al seguirlo disciplinadamente. Se hace obvio que el término “cristiano” ha perdido su significado original. Cualquiera puede volverse cristiano hoy al unirse a una comunidad cristiana local.

2. Leví es un excelente ejemplo del lugar al que nos puede llevar la obediencia a Cristo. Leví no

tenía ni idea de que sus escritos ministrarían personas por cerca de 2,000 años. De manera similar, cuando nos sometemos a Cristo, no tenemos ni idea del gran efecto que tendrá cuando ministremos a las personas. Dios puede usarnos para hablar la Palabra de vida a un Billy Gram potencial, o a un Watchman Nee.

3. Es diciéndole al Señor que Él no es el primero en nuestro orden de prioridades. Debemos estar

dispuestos a poner todo lo demás a un lado y, como Saulo de Tarso, decir, “¿Señor, qué quieres que haga?” El Señor conoce nuestros corazones. Sería una buena idea que nosotros también los llegáramos a conocer. Nuestros corazones pueden ser fácilmente juzgados por nuestras prioridades. ¿Qué prioridad tiene el Señor en mi día?

4. Somos como Saulo de Tarso en que preferiríamos ocuparnos con trabajo escogido por nosotros,

dedicarlo al Señor, y esperar que Él lo bendiga. Trabajamos de maneras que son convenientes para nuestro estilo de vida, y de maneras que nos parecen adecuadas. Rara vez consultamos al Señor con anterioridad, pero siempre le pedimos Su bendición en todo lo que hacemos.

5. A menos que nos humillemos, y sometamos nuestra voluntad a la Suya, nunca podremos estar

bajo el Señorío de Jesucristo. Jesús fue humilde y sumiso; no desvió Su atención hacia Él mismo, pero siempre le dio prioridad al Padre y nunca hizo nada aparte de la voluntad del Padre. Si nuestra intención es ser Su seguidor disciplinado, debemos ser como Jesús. Él es nuestro modelo. Al acercarnos a Él, comenzaremos a reflejar Su actitud.

6. A menos que encontremos al Cristo vivo, solo estaremos participando del movimiento de ser un

discípulo. La manera para obtener la experiencia reveladora de Jesús es por medio de la oración y de estudiar diligentemente Su Palabra. Cuando Él nos dirige a dar pasos de obediencia a Su Palabra, y lo hacemos, Él se encuentra personalmente con nosotros en ese lugar.

Lección Dieciséis … Discipulado Puntos para discusión (Ver páginas 68, 69) 1. Toda nuestra justicia es como trapo de inmundicia a menos que consista en la santidad de Jesús

en nosotros, uniéndonos con Él. Pero la justicia impuesta no significa que Dios pone Su manto de justicia sobre nuestra moral errada. Él no pretende que todo esté bien con nosotros cuando la verdad es que no es así. La justicia es la concesión de la vida de Jesús, lo que nos habilita para caminar en la luz tal como Él es la luz. Nuestra responsabilidad consiste en permanecer en la luz. Esto significa que nuestros pensamientos y sentimientos, reflejados en nuestras acciones, deben mantenerse a la altura de la Palabra de Dios. Nuestra dedicación al discipulado hace de esto una realidad.

2. Solo Jesús puede vivir la verdadera vida cristiana. A medida que avanzamos en nuestro caminar

con Él, nos resulta más claro que no podremos lograr el discipulado por nuestra propia cuenta. Nuestra única alternativa es descansar en Su gracia. Cualquier cosa que toquemos sin Jesús contendrá nuestras imperfecciones. A medida que agarremos la realidad de esta verdad, más rápidamente involucraremos a Jesús en cada aspecto de nuestra vida.

3. El poder escoger como individuos es el secreto de la responsabilidad humana. Podemos

escoger, pero no tenemos el pode de alterar el destino al que nos llevará dicha escogencia. Sin embargo, tenemos el poder de escoger otra opción. Dios pone opciones delante de nosotros para ejercitar y fortalecer nuestro compromiso. Cada vez que escogemos Su camino sobre los nuestros, los beneficios de Su amor crecerán más profundamente en nuestro corazón.

4. Frecuentemente, aquellas personas con habilidades naturales son los peores discípulos, ya que

están reacios a darle el dominio a Jesús. Él actúa a través de nosotros basado en aquello que Él ha puesto en nosotros. Debemos entender nuestra inhabilidad. Dios puede hacer muy poco con aquellos que creen que pueden ser valiosos para Él. Cuando nos comprometemos con el discipulado, el trabajo del Espíritu Santo es liberado para ser manifestado en y a través de nosotros.

5. Cuando nos comprometemos con Jesucristo, Él trae tres cualidades importantes a nuestras

vidas: a. Nos trae a una comunión real, definitiva con Dios. b. Nos trae a una relación apropiada con nuestros amigos – hermanos. c. Nos lleva a tener una relación correcta con nosotros mismos, pasando de tener una vida

centrada en nosotros mismos a ser Cristo-céntricos.

6. Lo único que tenemos que entregarle a Dios es nuestro beneficio propio. No podemos darle nuestras posesiones, pues ellas nos fueron entregadas a nosotros. No podemos darle nuestros pecados ni nuestra relación con Satanás, pues todo esto ha sido para nuestro beneficio, no para el de Dios. Pero Jesús quiere que le demos lo más precioso que tenemos, el derecho sobre nosotros mismos. Este es el último puente que impide a Jesús realizar Su voluntad sobre nosotros; debemos cedérsela para que nuestra relación con Él pueda ser pura y sin disolución.

Lección Diecisiete … Discipulado Puntos para discusión (Ver páginas 76, 77) 1. Rendición incondicional significa que no hemos reservado ningún derecho propio, hemos

entregado nuestras vidas completa, absolutamente al Señor. Jesús dijo, “Si algún hombre quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo.” Nadie, ni aún Dios, puede llevarnos a esta negación, es nuestra propia decisión.

2. Seguir a Jesús significa dar pasos de fe en donde no vemos absolutamente nada. Lógicamente,

quisiéramos aclarar el camino primero, antes del primer paso. El problema es que la fe no tiene nada de lógico. La fe es un compromiso deliberado a Jesús, aunque no veamos ningún camino delante nuestro. Seguimos a Jesús al seguirlo a Él, no al liderarnos a nosotros mismos. La idea no es que hagamos trabajos para Él, en lugar de esto, le seguimos a Él como líder, para que entonces pueda hacer Su obra a través de nosotros.

3. Si queremos permanecer en Él y Él en nosotros, lo lograremos por medio de la Palabra. Si

queremos expresarle nuestro amor, lo podremos hacer obedeciendo Su Palabra. Si queremos conocer la verdad, el Espíritu Santo nos la revelará por medio de la Palabra. Si queremos caminar en justicia, debemos continuar en la Palabra. Si queremos que nuestras oraciones y peticiones sean respondidas, debemos obedecer la Palabra. La Palabra siempre nos trae nueva vida cuando le pedimos al Espíritu Santo que nos la revele.

4. Discípulos comprometidos encuentran un obstáculo detrás del otro. A menos que seamos bien

celosos por el Señor, podemos encontrarnos en pánico moral o espiritual. Ser celoso por Jesús elimina la devoción a credos, a diferentes creencias, a cualquier frase o verdad, a la oración, a la santidad, al trabajo de cualquier tipo. Somos celosos en nuestra relación con la Persona de Jesucristo. Sabemos que de esta relación viene la habilidad de vencer todo obstáculo, y de cumplir el propósito de Dios en nuestra vida.

5. Dios no es frívolo; Él no crea la vida sin propósito. Aún la hormiga y el gallinazo tienen propósito

en la vida. Ciertamente Dios tiene un propósito para el ser humano, la más importante forma de vida en Su creación. Todo el mundo quiere conocer el propósito de Dios, pero la única manera de descubrirlo, es no tratando de descubrirlo. Tan pronto nacemos de nuevo, entramos en Su propósito. A partir de ese momento, es seguro seguir nuestro sentido común porque somos dirigidos por el Espíritu Santo dentro de nosotros. A menos que Él nos haga un llamado de atención interno, podemos descansar en la realidad de que estamos cumpliendo el propósito de Dios. Si Su propósito es algo grande para nuestra vida, Él nos guiará, paso a paso.

6. Podemos reconocer un enemigo en nuestro templo personal porque distrae nuestra atención de

Dios. Nunca debemos subestimar el poder sutil del enemigo. Aquellas cosas que nos distraen son usualmente las más atractivas. Pueden tener cualquier forma; podemos hacerlas inofensivas simplemente llevándoselas a Jesús. Jesús limpia nuestro templo personal cuando le damos preeminencia sobre todo lo demás.

Lección Dieciocho … Discipulado Puntos para discusión (Ver páginas 81, 82) 1. Jesús oraba, y nos dijo que hiciéramos lo mismo. La oración alimenta la vida del Hijo de Dios en

nosotros y le permite manifestarse en y a través de nosotros. La oración activa el poder de Dios en la persona o situación por la que oramos. El discípulo entiende esto; por lo tanto, ora con convicción y fe. La oración es sobrenatural; depende totalmente de Dios. El discípulo sabe que tiene que mantener abierta la línea de comunicación entre Él y Dios. Él reconoce la oración como el vehículo por medio del cual lograrlo.

2. Cuando caminamos por vista, confiamos que nuestra lógica nos guía. Cuando caminamos por

fe, descubrimos que los métodos de Dios están en contradicción perpetua con todas nuestras nociones preconcebidas. Mientras estamos luchando con las complejidades de un problema, Dios hace un movimiento, de la manera más simple, y el problema desaparece. Él quiere que reconozcamos Su sabiduría, y que utilicemos Su soberanía en cada situación. Solo podremos hacer esto al caminar por fe.

3. La guerra ha sido ganada. Jesús lo logró en la cruz. El discípulo sabe que cuando está en una

relación adecuada con Dios, él es un representante del reino de Dios. Como su representante, tiene la autoridad del reino respaldándolo. Él puede usar el nombre de Jesús pues lo está representando. Dependiendo del poder en el nombre de Jesús, tiene asegurada la victoria.

4. El discípulo está constantemente bombardeado por la tentación y el engaño, las dos

herramientas que Satanás más usa para atacar a aquellos que están en el reino. Pero Dios no puede ser engañado. Cuando el discípulo le entrega todo a Dios y los pone a Sus pies, Dios revela el engaño.

5. Es imposible, para nuestro corazón natural, amar incondicionalmente. Pero cuando permitimos

al Espíritu Santo que tome el control, Él nos habilitará para amar más allá de nosotros mismos. Él comenzará dándonos la capacidad de amar al Señor. Entonces, fortalecerá nuestro amor para que pueda ser brindado a otros. El amor de Dios es perfecto. Para que podamos tener ese perfecto amor en nuestro corazón, debemos tener la naturaleza de Dios en nosotros. Ese es el trabajo del Espíritu Santo.

6. El secreto en la vida de un discípulo es su devoción a Jesucristo. Los líderes espirituales no

deberían ser devotos a las personas, deberían ser devotos a Jesús. No deben preocuparse por estar en el escenario, su preocupación debe ser satisfacer a Jesús. Con una actitud así al frente de su ministerio, están permitiendo que Jesús ministre a las multitudes y que el Padre reciba la gloria.

Lección Diecinueve … Santidad Puntos para discusión (Ver páginas 85, 86) 1. La naturaleza esencial de Dios es santidad. Su santidad sale de Él hacia aquellos que están

cerca de Él; por lo tanto, cuando venimos a Su presencia, nos hacemos santos. Solo hay una santidad, la santidad de Dios.

Jesús no nos llamó para hacernos santos, Él vino a impartirnos Su santidad. Esto ocurre sin

ningún esfuerzo de nuestra parte, ya que es el sub-producto de la presencia del Espíritu de Dios en nosotros. Dios nos ha llamado a Él mismo. Por medio de la santificación nos ha pasado Su santidad para que podamos venir con confianza ante el trono y permanecer en Su presencia.

2. Estar con Dios no resulta de hacer cosas para Él, es totalmente al contrario. Cuando hemos

tomado el tiempo de estar con Dios, Él llenará nuestro tiempo restante haciendo cosas para Él. Somos tan orientados a hacer cosas que nos inclinamos a correr y responder a una causa o necesidad, simplemente porque está allí. Puede ser un gran trabajo, seguramente Dios lo bendecirá. Pero Dios pudo haber tenido en mente a alguien que pudiera hacer el trabajo diez veces mejor.

La base de todo lo que hacemos, debería venir de nuestro tiempo a solas con Dios. Cuando

esperamos que Él abra la puerta, nos tendrá el camino preparado y habrá muy poco esfuerzo de nuestra parte. Él dijo, “mi yugo es fácil.” Realmente lo dijo en serio.

3. Nuestro momento más débil, ese momento en el que reaccionamos impulsivamente, revela la

verdadera naturaleza de nuestra espiritualidad. Si estamos tratando de hacernos santos o justos, estamos trabajando en la carne. Dios nos permitirá ver cuan superficial es llevándonos a una crisis emocional. Nos permitirá perder el control y explotar sobre todo el mundo, las veces que sea necesario, hasta que finalmente nos rindamos y nos volvamos a Él para obtener nuestra santidad, justicia y fortaleza espiritual. Hasta que dejemos de tratar por nuestra cuenta, no encontraremos una manera más excelente.

4. Consagración significa presentarnos a Dios sin reservas. Consagración es la separación de algo

que es santo para Dios. No es la separación de algo que no es santo para hacerlo santo. Para el discípulo, la consagración significa la separación de todos aquellos llamados que podamos preferir, confiando en que Su providencia nos colocará donde Él nos quiera, ya sea en un negocio, o escuela, o tiempo completo en el ministerio.

5. El discípulo no debe preocuparse con lo que es correcto o incorrecto. Él no está capacitado para

hacer lo malo si se ha entrenado en seguir la guía del Espíritu Santo. Sin embargo, debe observar las cosas “buenas” que tiene delante de él. El discípulo usualmente tiene tantas puertas abiertas delante de él, que tiene que pedirle a Dios que cierre las puertas “buenas” que no son la perfecta voluntad de Dios para su vida.

6. Santidad y humildad van de la mano. Cuando nos sometemos al reinado de Jesús, Él podrá

expresar Su humildad en nosotros. La humildad debe ser un estado inconsciente. Tan pronto como seamos conscientes de ella, la perdemos. A medida que el discípulo se entrena en enfocarse en el Señor, la humildad y la santidad se posesionan en él.

Lección Veinte … Santidad Puntos para discusión (Ver páginas 89, 90) 1. Nuestra vieja persona tiene la naturaleza pecaminosa heredada de Adán. La esencia de esta

vieja persona es el pecado; por lo tanto, nunca podrá ser pura. Es por esto que Dios nos dio un nuevo hombre interior cuando aceptamos a Jesús (Romanos 6:3-11). Esta nueva persona que somos en Cristo es la persona a la que Dios le imputa Su santidad. Aunque nuestra carne tiene la tendencia hacia el pecado, nuestro nuevo hombre interior tiene el Espíritu de Cristo, y es capaz de caminar en santidad.

2. No hay ningún método, comportamiento, oración con la que podamos obtener la santidad. La

santidad es el resultado natural de nuestra relación con Jesús. Al entregar nuestro control al Espíritu Santo, tomamos Su santidad. Es algo inconsciente.

3. La revelación de Dios es un llamado a la oración. A menos que hayamos sido llamados al oficio

de profeta, no se nos dan revelaciones para que las gritemos desde el techo de la casa. Dios usa las oraciones de los santos par cumplir Sus propósitos. Como Daniel, debemos permanecer escuchando. Cuando el tiempo de Dios llega para que compartamos la revelación, Él ubicará la tarima y preparará el corazón de las personas para recibirla. Podemos mirar a Nínive como un ejemplo (Jonás 3:1-10).

4. Es fácil sentirse triste por un acto pecaminoso, pero es más fácil también repetir el mismo acto

que arrepentirse. La segunda mentira siempre es más fácil que la primera. El segundo acto de adulterio es más fácil que el primero. Lo mismo ocurre con todos los pecados. Una vez se vence el obstáculo de la primera vez, la siguiente parte requiere menos esfuerzo. El arrepentimiento detiene la repetición; incluye un cambio de corazón, de mente y de comportamiento. El arrepentimiento lleva consigo un compromiso; el Señor se encuentra con la persona en ese lugar de genuino arrepentimiento, y le da fortaleza.

5. Filipenses 2:12-13 nos dice que trabajemos en nuestra salvación, y que es Dios quien pone en

nosotros tanto el querer como el hacer para Su beneplácito. Entre más cerca estemos de Dios, más libertad tenemos de trabajar en nuestro carácter y de reformar nuestra personalidad. Él sabe exactamente lo que tiene en mente para nosotros. Si confiamos en que Él hace todo para nuestro bien, hará en nosotros una cirugía espiritual excelente; removerá áreas de nuestra carne que obstaculizan Su propósito.

6. Solo hay una manera de tratar con las impurezas de nuestras vidas. Debemos entregarlas a

Jesús, dejarlas en el altar, y pedirle que las consuma con Su fuego santo. No es necesario que profundicemos mucho en nuestro carácter para determinar de qué es lo que Dios quiere que nos despojemos. Él mismo traerá esas cosas a la superficie; nuestra responsabilidad es entregarlas inmediatamente a Él, aunque no nos parezcan importantes. Es en el acto de obediencia que damos pasos largos con nuestro Señor.

Lección Veintiuno … Libertad Puntos para discusión (Ver páginas 93, 94) 1. Ningún ser humano es perfecto separado de Dios. Con Jesús, cada poder de Su naturaleza está

en armonía con la voluntad de Dios. Entendiendo esto, debemos poner cada situación y circunstancia en las manos de Jesús tan pronto aparezcan. “Señor, aquí está mi más reciente problema en esta relación. ¿Cómo quieres que maneje ésto?” Voy a dejar este problema en tus manos y a confiar en que Tú lo solucionarás. Mantendré mis manos fuera hasta que hayas terminado Tu trabajo.” Esta es una prueba para Dios de que lo estamos haciendo el Señor de nuestra vida.

2. Solo cuando llegamos al final de nuestro camino, decidimos volver nuestro rostro a Dios. Nada

puede ser resuelto o alterado eternamente hasta que cambiemos de enfoque. La introspección y el auto-análisis son indicativos de que nuestro enfoque todavía está en nosotros, en lugar de estar en Dios. Dios es el único que puede sanar; pudiéramos tener la capacidad de poner una curita pero Él puede hacer una cirugía perfecta.

3. Nunca venceremos al mundo hasta que permitamos a Jesús vencer al mundo en nosotros.

Nuestra carne dominará nuestra vida hasta que deliberadamente le cedamos el control a Jesús. Él es el único que nos puede liberar de las tentaciones personales y del engaño del mundo. Pero Él solo podrá lograr esto en nosotros a medida que le cedamos el control de nuestra vida.

4. Esforzarnos indica que todavía estamos tratando de hacer todo nosotros mismos, en lugar de

descansar en el Señor. Nos resulta difícil soltar el control, pero si insistimos en tomar el control de todas las cosas, podemos esperar sufrir las consecuencias. Es solo hasta después de haber cedido todo, que no tendremos nada. Solo hasta después de habernos rendido que Dios fluirá en nosotros con Su abundancia.

5. Tratamos desesperadamente de convertirnos en mejores personas. Tratamos de creer, le

pedimos al Señor que nos de más fe, pero no hallamos salida. Pareciera que el cielo se hubiera convertido en brasas. El problema es que no nos hemos rendido emocionalmente, no hemos depositado nuestras vidas a los pies de Jesús. El Espíritu Santo no está interesado en nuestro mejoramiento propio, está interesado en guiarnos a Jesús. Cuando quitamos nuestros ojos de nosotros y los ponemos en Jesús, el Espíritu Santo hará lo necesario para llevarnos al lugar donde está el trono.

6. Solo hasta que entendamos que nuestra verdadera persona es espíritu, podremos entender qué

ha ocurrido durante nuestra regeneración. Podemos aceptar además el hecho que tenemos un espíritu nuevo, regenerado, que nos fue entregado por Dios por haber aceptado a Jesús. Nuestro nuevo espíritu reemplazó el espíritu viejo, no regenerado, que heredamos de Adán. Cuando podemos ver la separación del espíritu y la carne, podemos también tratar con la carne de manera más objetiva y efectiva. Esto también nos ayuda a ver la ventaja de liberar nuestro espíritu para que tenga una comunicación directa con Dios, sin tener que filtrar todo a través de la carne. La programación de nuestra carne, diluye la pureza de cualquier comunicación espiritual que tengamos con Dios.

Lección Veintidós … Libertad Puntos para discusión (Ver páginas 97, 98) 1. El enemigo es un maestro del engaño. Cuando seamos tentados o confrontados por alguien,

debemos mirar más allá de la persona. Debemos tratar de ver lo que pudiera ser el resultado de nuestro encuentro. Si encontramos que pudiera degradar a Jesús, podremos estar seguros de que ha sido preparado por el enemigo. El propósito es desviar la atención de Jesús y ponerla en la persona con la que tenemos la situación. Si deliberadamente canalizamos todas las cosas a través de Jesús, nos evitaremos muchos problemas.

2. Santiago 4:7 nos dice que nos sometamos a Dios, que resistamos al diablo y él huirá. La

clave está en someternos a Dios. Cuando nos sometemos a Su reinado, entramos en Su reino. Satanás no puede entrar al reino de Dios. Cuando nos ponemos bajo la sombra protectora de Dios, a través de nuestro sometimiento a Él, el diablo pierde su efectividad. Es imposible que sus tinieblas penetren la luz de Dios.

3. La obediencia es una expresión de nuestra disposición de caminar en fe. Cada paso de fe

nos da una oportunidad de experimentar otra dimensión de Dios. Es por esto que el caminar de fe nunca es aburrido. Es emocionante observar a Dios probando la veracidad de Su Palabra cuando ponemos nuestra confianza en Él. Por supuesto, cuando rehusamos caminar por fe, dañamos la posibilidad de recibir una revelación espiritual más profunda. Solo por medio de la obediencia podemos llegar a conocer al Cristo vivo.

4. Cuando permitimos que Jesús nos santifique, nos abrimos a una transformación sobrenatural.

Ser santificado, es ser apartado del mundo, hecho de manera especial para Dios para Su propósito particular. Como los panes y los peces, entre más caminemos en obediencia al Espíritu Santo, más multiplicación veremos.

5. Dios puede crear grandes cosas a partir de nuestra pequeñez. Cuando sentimos que

tenemos muy poco que someter a Dios para Su uso, es una señal de que nuestros ojos están puestos en nosotros y no en Dios. El hombre al que se le dio un solo talento, pensó que no tenía mucho con qué trabajar. Pero su maestro lo reprendió por no haber usado su habilidad al máximo. Nunca debemos limitar al Ilimitado. Sus pensamientos son diferentes a los nuestros; por lo tanto, debemos darle la libertad de usar nuestros talentos limitados en su máxima expresión.

6. Nunca debemos esforzarnos por crecer espiritualmente. No podemos alcanzar la santidad

por medio de luchas, como tampoco podremos vencer la carne de la misma forma. Todo crecimiento espiritual viene como resultado de nuestra relación con Jesús. Debemos ordenar a nuestras mentes que se enfoquen en Él y a comprometer nuestras vidas a Él. Él se hace cargo de nuestro crecimiento espiritual. Entre mejor sea el enfoque, nuestro crecimiento será más rápido y profundo.

Lección Veintitrés … Cielo abierto Puntos para discusión (Ver páginas 101, 102) 1. El poder personal es un obstáculo para el poder del Espíritu Santo. Cuando insistimos en

hacerlo a “nuestra manera” significa que no estamos dándole el control al Espíritu Santo. Para un discípulo, solo el poder de Dios es importante. Si tenemos una buena relación con Jesús, hemos llegado a un punto en que la gente no nos ve a nosotros, solo pueden ver el poder de Dios que fluye todo el tiempo a través nuestro.

2. El propósito de Dios es hacernos uno con Él. Debemos mantener comunión con Dios y ver

que Él está cumpliendo diariamente Su propósito en nuestra vida. Si hacemos esto, no tendremos problema para encontrar cual es ese propósito. Al mantener una buena relación con Él, Dios cumplirá Su propósito en nuestra vida.

3. Daniel estaba comprometido con Dios. Estudió la Palabra, oraba, y respondía positivamente

a las revelaciones espirituales. Era además un intercesor poderoso; fue su intercesión lo que activó los poderes celestiales para cumplir el propósito de Dios para ese momento. Nada de esto hubiera ocurrido si Daniel no hubiera tenido la persistencia de continuar a pesar de la oposición. Dios se movió soberanamente a través del propósito de Daniel. Podemos usar a Daniel como ejemplo cuando nuestro compromiso sea exigido.

4. Si existe alguna diferencia entre el propósito de Dios para nuestra vida y lo que nos está

ocurriendo actualmente, solo puede haber una razón: Desobediencia. Dios nos permitirá discernir lo que Él está haciendo, pero hacemos más lento Su progreso porque somos lentos para obedecer. Por lo tanto, lo que ocurre en nuestra vida no necesariamente fluirá armoniosamente con Su propósito. Sin embargo, tan pronto como obedecemos, las ventanas del cielo se abren, y las verdades comienzan a llegar. Nuestro entendimiento siempre seguirá la obediencia, nunca irá primero.

5. Cuando un instrumento es sintonizado apropiadamente, producirá una nota perfecta. Somos

como ese instrumento. Cuando tenemos una buena relación con Dios, estamos sintonizados apropiadamente. Podemos oír a Dios y responder inmediatamente con la nota perfecta de obediencia. Cuando estamos en armonía con Dios, produciremos los resultados que Él ha orquestado, y Él recibirá la gloria.

6. Una buena relación con Dios ocurre cuando nos enfocamos en Jesucristo. Por medio del

Espíritu Santo, Él nos pasa la habilidad de relacionarnos con otros. Cuando estamos por nuestra cuenta, todas nuestras relaciones son condicionadas al comportamiento de la otra persona. Pero cuando Jesús tiene el control de nuestra vida, nuestras relaciones con los demás se hacen incondicionales. Su comportamiento deja de ser el termómetro con el que medimos la relación. Relaciones de este tipo son eternas, ya que son fundamentadas en la naturaleza de Dios.

Lección Veinticuatro … Cielo Abierto Puntos para discusión (Ver páginas 105, 106) 1. En la Biblia, el corazón es el centro de nuestros pensamientos. El cerebro es el vehículo a

través del cual el corazón se expresa. El corazón es el centro de todo, es el altar principal, y el cuerpo es el atrio exterior. Todo lo que ofrecemos en el altar del corazón será revelado por medio del cuerpo. El corazón es donde Dios trabaja. Una vez el Espíritu Santo está en el corazón, nos llevará a la unidad con Dios. Dios quiere tratar con nuestro ser más interior, es por eso que quiere nuestro corazón.

2. Si iniciamos un ministerio por nuestra cuenta, sin consultar a Dios, pero esperando que Él lo

bendiga, podemos inclinarnos a endiosar el ministerio. El ministerio cristiano puede distraer la atención hacia Dios. Muchas personas están entregando sus vidas por el beneficio de causas a nivel mundial. Esto es peligrosamente errado porque es aproximadamente correcto. Nada que nos empuje a actuar con base en principios en lugar de tener una relación con Jesús, adopta nuestra independencia natural. Se convierte en una barrera para poder descansar en Jesús. Si nos tomamos el tiempo necesario para tener momentos a solas con Él, Él nos dará el ministerio que podamos manejar.

3. Toda comunión con Dios es espiritual; por lo tanto, toda comunión con el cielo es espiritual.

Nos hacemos elegibles para experimentar un cielo abierto cuando nos llenamos del Espíritu Santo, de la manera como lo hizo Esteban. La característica maravillosa del Espíritu Santo es que Él nos puede ascender hasta los lugares celestiales con Cristo Jesús. El Espíritu Santo es el medio por medio del cual el Dios trino permanece con el santo. No podemos experimentar el cielo abierto escalando, o luchando. Dios nos levanta directamente de nuestro pecado y debilidad, y nos permite ver las maravillas de Su mundo espiritual.

4. Esteban sufría tormento físico extremo, finalmente hasta llegar a la muerte. Era el momento

para que su carne gritara misericordia y liberación. Pero cuando Esteban fijó sus ojos en Jesús, la gracia de Dios lo tomó y lo liberó a un punto que sobrepasó su sufrimiento físico. La gracia de Dios fluyó a través de Esteban con tanta intensidad que se derramó en una oración por perdón.

5. Con Dios, todas las cosas son posibles, nada es imposible para Él. La única manera en la

que podemos lograr lo imposible, tal como orar exitosamente por una situación imposible, es canalizando nuestra oración a través de Jesús. Él es nuestro Señor e intercesor, y está sintonizado con la voluntad del Padre; tenemos una línea de comunicación directa con Él por medio del Espíritu Santo. Nuestra responsabilidad consiste en quitarnos del camino y abrirle espacio para que logre lo imposible. Solo necesitamos fe suficiente para ir hacia Él. Él se encargará del resto.

6. Debemos desarrollar nuestra confianza en Dios. Si realmente confiamos en Él,

deliberadamente lo involucraremos en cada segundo de nuestra vida. Llegaremos al mismo lugar que llegó Jesús. No haremos nada excepto aquello que ha sido sometido al Padre para Su aprobación. Al poner esto en práctica, a medida que esta dimensión de confianza se convierte en un estilo de vida para nosotros, nuestra experiencia diaria será un cielo abierto.