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    La(s) frontera(s) exteriores e interiores de la MonarquaHispnica: perspectivas historiogrficas

    Toms A. Mantecn MovellnUniversidad de Cantabria, Espaa

    Susana Truchuelo GarcaUniversidad de Cantabria, Espaa

    : dx.doi.org/10.7440/histcrit59.2016.02Artculo recibido: 02 de marzo de 2015/Aprobado: 30 de junio de 2015/ Modificado: 07 de julio de 2015

    Resumen:Este artculo analiza las perspectivas cientficas para estudiar las fronteras de la Monarqua Hispnicaen sus mrgenes o epidermis y en su interior. Aqu se cuestiona si las concepciones tradicionales de lahistoriografa ofrecen visiones suficientemente complejas sobre la naturaleza y los confines de esta monarqua.Por ello, se propone un anlisis desde puntos de vista interdisciplinares y comparativos que explique lapolisemia histrica de la frontera en la estructura imperial espaola, atendiendo a elementos cartogrficos,

    jurdicos, polticos, econmicos, sociales, mentales, culturales, confesionales, tnicos y emocionales. odoello pemite concluir que concluir que los espacios fronterizos interiores y epidrmicos del imperio formabanparte de su compleja naturaleza y afectaron de manera directa su constitucin, dinamismo y disolucin.

    Palabras clave: fontera, Espaa, historia moderna, historiograa (Tesaurus); gobernanza (palabras clavedel autor).

    Te External and Internal Frontier(s) of the Spanish Monarchy: HistoriographicalPerspectives

    Abstract: Tis article analyzes the scientific perspectives for studying the frontiers of the Spanish Monarchyat its margins or epidermis and in its interior. It questions whether traditional historiographicalconceptions offer sufficiently complex visions of the nature and the confines of said monarchy. For thisreason, it proposes an interdisciplinary and comparative analysis to explain the historical polysemy of thefrontier in the Spanish imperial structure, taking into account cartographical, legal, political, economic,social, mental, cultural, religious, ethnic and emotional elements. All of this leads it to conclude that theinternal and epidermal frontier spaces of the empire formed part of its complex nature and directly affectedits constitution, dynamism, and dissolution.

    Keywords:fontier, Spain, governance, modern history, historiography (Tesaurus).

    A(s) fronteira(s) exteriores e interiores da Monarquia Hispnica: perspectivashistoriogrficas

    Resumo: Este artigo analisa as perspectivas cientficas para estudar as fronteiras da Monarquia Hispnicaem suas margens ou epiderme e em seu interior. Aqui se questiona se as concepes tradicionais dahistoriografia oferecem vises suficientes e completas sobre a natureza e os confins dessa monarquia.Portanto, prope-se uma anlise de pontos de vista interdisciplinares e comparativos para explicar apolissemia histrica da fronteira na estrutura imperial espanhola atendendo a elementos cartogrficos,

    Este artculo es resultado del proyecto de investigacin HAR2012-39034-C03-01, titulado Ciudades, gentes eintercambios: lites, gobierno y polica urbana en la Monarqua Hispnica en la Edad Moderna, financiado porel Ministerio de Economa y Competitividad (Gobierno de Espaa).

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    jurdicos, polticos, econmicos, sociais, mentais, culturais, confessionais, tnicos e emocionais. Conclui-seque os espaos fronteirios interiores e epidrmicos do imprio faziam parte de sua complexa natureza eafetaram de maneira direta sua constituio, dinamismo e dissoluo.

    Palavras-chave: fonteira, Espanha, histria moderna, historiografia (Tesaurus); governana (autor depalavras-chave).

    Introduccin

    La idea de frontera que resulta frtil para el anlisis histrico de la realidad de la Monarqua His-pnica es una nocinpolismicaen los espacios, tiempos y contextos. Las fronteras han tenido unadimensin histrica y se expresan como escenarios controvertidos, por cuanto separan y permitenque se muestren alteridades diferenciadas en interaccin. En ocasiones se diluyen para configurarterritorios o entornos ms amplios, o se refuerzan en los bordes para acentuar la identidad delconjunto integrado y protegido con respecto a otros limtrofes. Se han conformado geogrfica ycartogrfica, jurdica, militar y culturalmente por usos y convenciones sociales, debido al autor-reconocimiento y a la percepcin de la alteridad entre comunidades separadas por la fe, la etnia ola jerarqua social, el gnero o incluso la edad. Han adoptado forma en limesimperiales, fronterasinternas y mentales, confines de la conciencia, del entendimiento o de la tolerancia. ambin sehan mostrado ms abiertas o ms cerradas, ms o menos porosas o permeables y simblicas.

    Durante el Antiguo Rgimen la Monarqua Hispnica conformaba una estructura poltica com-pleja, sujeta a dinmicas de cambio que afectaron de forma desigual a cada una de sus partes;obviamente, tambin a sus fronteras. Entre la etapa de las primeras exploraciones del continenteamericano y el final del reinado de Carlos I, el mapa territorial prcticamente estaba conformado,

    aunque mantena confines fluctuantes. En los reinados de sus descendientes, la disputa por lahegemona europea tuvo tambin impactos en los mbitos de proyeccin colonial de las estructu-ras polticas emergentes del Viejo Mundo, puesto que el Imperio espaol y las oportunidades queofrecan sus recursos y mercados siempre fueron un horizonte para las potencias rivales.

    La Monarqua Hispnica era una entidad poltica compuesta, refera un imperio vasto, cuyaepidermis contena un cuerpo poltico ms extenso y complejo que cualquier otra estructurapoltica de su gnero de los siglos XVI y XVIII. Contena elementos de cohesin y de diversidadincluso de fragmentacin tanto en los espacios europeos como en los transatlnticos. De ahque la integracin de las Indias y de Filipinas dotaba de una grandsima complejidad a un sistemaque implicaba toda una telaraa de derechos, privilegios, jurisdicciones y fronteras. En su interior,

    los principios jurdicos, el encuadre legal, el gobierno, la polica y la administracin, la cultura yla religin o las gentes y los recursos circulaban como elementos que dotaban de mayor o menorcohesin a un conjunto plural, al que dispensaban los nutrientes y aportes necesarios.

    Los impulsos vitales de esta mquina se proyectaban hacia el exterior, afectando a las relacio-nes con otras sociedades, culturas y estructuras polticas. No obstante, tambin en su interior semostraban fronteras lingsticas, culturales, tnicas, de gnero, religiosas, de tolerancia o arraiga-das en prejuicios. odos estos espacios fronterizos afectaron al propio dinamismo histrico delImperio espaol en los siglos de la Edad Moderna hasta la gestacin de los Estados nacionales y laredefinicin de los espacios fronterizos internacionales.

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    1. La frontera, una realidad plural

    Las lneas, rayas, raia, mugas, mojones, barreras y confines, entre otras denominaciones, eranreferentes para colocar los lmites hasta donde llegaban los espacios dominados y desde donde

    se deban realizar las proyecciones sobre nuevos territorios1

    . El mar y las cadenas montaosasactuaban comofonteras naturales, que perfilaban mbitos donde secontenan gentes vinculadasentre s, y, al tiempo, eran percibidas cada vez ms como un elemento de proteccin frente a lasambiciones y los avances de los otros,en especial de sus vecinos. Ms all de su dimensin geogr-fica, la frontera tambin refiere a un proyecto, que se concreta por el ejercicio de los poderes quela definen, preservan, protegen y redefinen cada vez que la contemplan amenazada o atacada. Encada espacio de sociabilidad son observables fronteras territoriales, tnicas, de gnero, ticas ymorales, ligadas a la jerarqua social, el honor, el privilegio, los criterios de estamento, de integra-cin y exclusin en una corporacin o en una comunidad poltica; y en cada entorno se conoceninteracciones e intercambios, pero tambin tensiones y conflictos que alimentan las historias de

    fontera(s)y a la vez dispensan materia para unaHistoria de la(s)fontera(s)2.Los limesde la Monarqua Hispnica expresaban una gran diversidad, flexibilidad y dinamismo.

    De ello dan cuenta los polidricos enfoques analticos para explicar el fenmeno, aunque gene-ralmente han dominado las perspectivas focalizadas en las relaciones poltico-diplomticas ogeoestratgicas3, en las prcticas de gobierno y mercado4o en las asociadas a factores tnicos queconfiguraban lmites5. De hecho, el paradigma de la frontera que triunf durante mucho tiempofue el que encontraba su explicacin vinculada al nacimiento del Estado-nacin decimonnico6.Siguiendo estas lneas se haban gestado la mitificacin y mistificacin tanto de las Conquistas del

    Desiertoen la joven Argentina como las del Far Westnorteamericano que tanto entusiasmaron aFrederick Jackson urner en 1893. Los dos son ejemplos muy notables, pero no nicos o singula-res. De este modo, mientras la conquista del Oeste tocaba a su fin y Buffalo Bill se engalanaba con

    hbito de pionero en tierras vrgenes para entretener a los curiosos que asistan a sus espectculos,se asista a la construccin del American Dreamsobre esos valores del pionero, atribuyendo a lajoven nacin el espritu de lucha de esos colonos en tierra de nadie.

    Dentro de este paradigma historiogrfico, las tierras salvajes se ofrecan como escenarios llenosde oportunidades para los colonos que se enfrentaban a hostiles nativos irredentos, pero que pro-

    1 Para Raffestin, con lo Stato Moderno surge la idea de frontera lineal ligada a un territorio que es objeto de soberana,pero cuya traza cartogrfica se difumina cuando se experimenta la realidad. Claude Raffestin, Elementi per unateora della frontiera, enLa fontiera da stato a nazione. Il caso Piemonte(Roma: Bulzoni, 1987), 25.

    2 oms A. Mantecn, Frontera(s) e historia(s) en los mundos ibricos.Manuscrits. Revista dHistria Moderna

    32 (2014): 19-32, doi: dx.doi.org/10.5565/rev/manuscrits.55.3 Vase: Daniel Nordman, La frontera: nociones y problemas en Francia, siglos XVI-XVIII.Historia Crtica32,

    (2006): 154-171, y La frontera: teories i lgiques territorials a Frana (segles XVI-XVIII). Manuscrits. RevistadHistria Moderna26 (2008): 21-33.

    4 Ofelia Rey Castelao, En los bordes: los estudios sobre la frontera en el modernismo peninsular, enFronteras eHistoria. Balance y perspectivas de uturo (Badajoz: Gehsomp, 2014), 15-46.

    5 Ral Mandrini y Carlos Paz, comps., Las fonteras hispano criollas del mundo indgena latinoamericano en lossiglos XVIII-XIX (andil: UNCPBA, 2003).

    6 Peter Sahlins, Frontires et identits nationales. La France et lEspagne dans les Pyrnes depuis le XVIIe sicle(Pars: Belin, 1996), 51-53.

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    gresivamente podan integrarse en civilizacin. Los europeos, en esos entornos, habran ido dandoforma a unas sociedades de hombres artfices de progreso y portadores de civilizacin. La vigenciade este mito facilitara la integracin de los inmigrantes y el desarrollo de valores igualitarios. As,la frontera habra acabado por forjar identidad en la sociedad norteamericana. El proceso de cons-

    truccin del mito de la frontera acompaaba entonces al de los Estados nacionales y contaminaba,en aquel tiempo como hoy, las aproximaciones historiogrficas.

    Sin embargo, el modelo de misin religiosa y asentamiento desarrollado por los hispnicos enlas primeras fases de la Conquista aporta ms complejidad al fenmeno de la construccin de lafrontera imperial hispana de lo que muestra el paradigma turneriano. Pero algunos episodios fron-terizos como la destruccin de la misin de Santa Cruz de San Saba en 1758 un ao ms tarde desu ereccin en las cercanas del presidio de San Luis de las Amarillas, en el Septentrin Novohis-pano alimentaban el imaginario de la frontera como un espacio de guerra, movible y peligrosa,que pona a prueba los esfuerzos civilizadores.A pesar de ello, la variedad de interacciones degrupos nativos entre s y con la administracin, con la Iglesia y con las misiones rebasaba una expli-cacin etnocntrica que parece minimizar los expolios, el conflicto y la guerra de dominacin.

    Las fronteras geogrficas se mostraban, no obstante, como espacios difusos, dotados de unapermeabilidad derivada de las prcticas cotidianas, de la concurrencia jurisdiccional y de lasinteracciones inter/transfronterizas. Esto otorgaba una naturaleza polismica a estos espacios des-tinados a separar pero articuladores de interacciones, ofreciendo ngulos an por explorar. Esoexplica que en la actualidad las perspectivas analticas se enfocan desde mltiples ngulos, pues lafrontera se muestra como poltico-territorial, cultural, religiosa, artstica, econmica, lingstica opsicolgica componiendo una realidad plural. El enfoque comparativo y multidisciplinar est pre-sente hoy. De ello dan cuenta los cuatro volmenes sobreFrontiere: rappresentazioni, integrazioni econflitti tra Europa e America, secoli,que son fruto de unas jornadas organizadas por los profesoresFavar, Merluzzi y Sabatini en la Universidad de Roma re en 2013. Una iniciativa anloga es la

    monografa colectiva que editan Susana ruchuelo y Emir Reitano sobre Las fonteras del MundoAtlntico en La Plata. Ms centrado en el marco europeo, pero con la misma inspiracin revisio-nista y de crtica historiogrfica, es el libro Fronterase Historia. Balance y perspectivas de uturo,editado en 2014 en Badajoz. El dossier que ahora publica el nmero 59 deHistoria Crticamuestrauna oportuna continuidad a un debate abierto sobre estas materias en un privilegiado mbito deinvestigacin histrica sobre la(s) frontera(s) como fue la Monarqua Hispnica.

    2. Gobernar el imperio y sus fronteras

    Las lneas divisorias trazadas por la cartografa dibujaban los contornos o lmites del imperio y ope-

    raban en diferentes planos: entre las reas de influencia de las potencias europeas; entre europeos ysociedades, monarquas e imperios nativos, para establecer sus relaciones mutuas; tambin dentrode la sociedad colonial que se configur en el marco de la gestacin de los imperios. Estas fronterasofrecan escenarios para la segregacin y, llegado el caso, para la confrontacin, pero tambin mbi-tos para la cooperacin. De todo esto dieron muestra el conquistador, el contrabandista, el bandido,el soldado, as como el misionero o el chamn nativo y las brujas, en general, el indgena (salvajeo integrado) y el mestizo (tnico o cultural); y tambin los discursos, representaciones, dilogos,conversaciones e intercambios, que se gestaban en sus espacios y se expresaban como interacciones,aculturaciones, traducciones culturales, negociaciones, imposiciones, disciplinas o conquistas.

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    El imperio era un espacio social, poltico, econmico y cultural complejo, muy alejado delos conceptos de soberana y nacin que se aplicaran a las realidades nacionales consolidadas alo largo del siglo XIX. La construccin de una frontera no slo fsica sino tambin jurdica fueuna tarea lenta y titubeante, al igual que lo fue controlar el espacio de los perfiles del imperio. El

    camino hacia la definicin de una frontera poltico-territorial comenz en el Antiguo Rgimen dela mano del poder regio y sus agentes y gracias al argumento de la guerra y la diplomacia. stasse erigan en los factores fundamentales sobre los que se sustentaban otros argumentos, como elmilitar, el econmico y el religioso. ambin fue labor de otros muchos agentes que contribuyerona materializar una frontera en cada espacio.

    Durante la Edad Moderna, el Imperio espaol fue, a la vez, un espacioy unaprcticade poder yun mbito de oportunidades y ocasiones para concretarse diversamente. Contaba con una cabeza,all donde se asentaba el monarca, pero sta se apoyaba sobre diversas cabeceras. stas eran rga-nos vitales de la Monarqua y resultaban imprescindibles para definir al conjunto en su diversidad,transmitir su vigor como estructura y asentar sus bordes fronterizos. La prctica poltica obligaba auna negociacin permanente entre nodos de ese conjunto interconectados de variadas formas, noslo con la cabeza, lo que resulta obvio, sino tambin entre s, incluso entre unidades que contabancon cabezas propiasdentro de la estructura para la que actuaban como cabeceras. Por ejemplo,Cuzco era la de los reinos y provincias del Per, al tiempo que Santiago lo era, a su vez, del reinode Chile, y todo sin cuestionarse la soberana imperial sobre las gentes del Nuevo Mundo.

    El dilogo poltico era parte consustancial de la poltica e instrumento para la conservacin dela Monarqua; y en ese dilogo cada una de sus partes mantena lazos y relaciones con otras parteso centros, en muchos casos sin necesidad de pasar por la cabeza. Se llegaban a conformar espaciosde relacin particulares en los que la presencia del sistema imperial poda ser muy tenue, incluso,en la prctica, ausente. En los territorios europeos, primero, y en los americanos, despus, losvnculos polticos que daban cohesin al conjunto estaban sustentados en una tcita fidelidad a la

    Corona, que implicaba un terico intercambio de ayuda por proteccin y tutela. Se trataba de rela-ciones contractuales en las que las entidades polticas y sus sujetos integrantes podan demostrarsu lealtad y obediencia al monarca. Esta reciprocidad de servicios aglutinaba no slo las relacionescon el monarca, sino tambin con sus representantes y con la compleja red clientelar que permitael buen gobierno de territorios tan diversos7. En los lmites fronterizos esas relaciones jerrquicasobligaban a los vasallos a la defensa del conjunto de ataques enemigos, provinieran de potenciasexteriores o de las mismas gentes que formaban parte del imperio.

    Unas disputas venan derivadas de la coexistencia de marcos jurdico-polticos singulares encada uno de esos espacios, que condicionaban las relaciones de poder entre las autoridades loca-les y los delegados reales en estos mbitos de frontera interior o exterior. Otro foco de tensin

    era generado por la diversidad de intereses que impulsaban a los agentes sociales y polticos queintegraban la frontera martima y terrestre, en especial en la aplicacin prctica de los bloqueoscomerciales impulsados por la Corona frente a sus enemigos. Asimismo, un tercer mbito deproblemas vino derivado de la conflictividad interna de las comunidades locales, que no eran un-

    7 Alicia Esteban Estrngana, coord., Servir al rey en la Monarqua de los Austrias (Madrid: Slex, 2012), y Susanaruchuelo, Servicio y reciprocidad en la Monarqua Hispnica: prcticas de gobierno entre la corte y losterritorios en el Antiguo Rgimen, enEl prncipe, su corte y sus reinos. El sistema poltico bajomedieval y moderno(s. XIV al XVIII)(Salta: Universidad de Salta, 2015).

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    nimes en sus opiniones, intereses, decisiones, confesiones; unas tensiones que podan dificultar laconvivencia y el buen gobierno interno de esos espacios fronterizos y hacer peligrar, por tanto, lapaz en esos permetros tan sensibles del imperio.

    Las prcticas habituales de gobierno entre administracin real y el poder local, basadas en el

    consenso y la negociacin, quedaban mediatizas en los momentos excepcionales de guerra abierta,que fueron continuos en la Edad Moderna8. Es incontestable que las urgencias blicas facilitaron elincesante acrecentamiento del poder real, as como la intensificacin de los principios de sumisin

    y obediencia de los sbditos a la cabeza, claramente desde mediados del siglo XVII y, sobre todo,en el XVIII9. Pero el monarca no poda hacer un uso arbitrario de su potestad, sino apoyarse enprincipios recogidos por la tratadstica que se basaban en la doctrina de la necesidad y de la utilidadpblica, que permita al soberano emplear su poder extraordinario y, al mismo tiempo, obligaba alos sbditos del imperio a acatar sus rdenes por encima de derechos, costumbres o leyes locales.

    En las prcticas de gobierno de un espacio tan vasto fue fundamental la colaboracin de las liteslocales con la corte. En este encuadre cobraban especial relevancia las actitudes de las oligarquasde espacios fronterizos alejados de la autoridad real, mostrando as su fidelidad al poder soberano

    y activando, al mismo tiempo, la reciprocidad regia propia de esas relaciones de dependencia,subordinacin y ayuda mutua entre desiguales. En esas relaciones de fidelidad e intercambios deservicios estaban implicadas toda la comunidad y todas las gentes de la frontera, como demandabael monarca para alcanzar un efectivo gobierno10. Oligarquas y comunidades locales contribuyerona hacer fonteray marcaron los lmites del absolutismo en este campo, al reivindicar el manteni-miento de normas consuetudinarias, prcticas polticas y culturales. De hecho, usos y costumbres,privilegios y prcticas transfronterizas fomentaban las interacciones con el exterior, atravesandoros, mares, montaas y valles, que, ms que barreras, eran entendidos como cauces de interac-cin, con lo que contribuan as a dar porosidad a la frontera, ms que impermeabilidad.

    Estas actitudes divergentes de las gentes de frontera, alternando la defensa y contravencin de

    costumbres, prcticas o leyes, y el apoyo/rechazo a los instrumentos del poder real, se reprodu-can, generando continuas disputas que, en ocasiones, como en los casos de las Provincias Unidas,Portugal, Catalua, provocaron rupturas radicales de la fidelidad. Pero no todo fueron tensiones

    y enfrentamientos en la gestin del territorio fronterizo. Los mrgenes litorales y terrestres y lasfronteras internas fueron tambin espacios de conflicto y negociacin, donde se reprodujeronlos consensos entre los miembros de una comunidad cambiante y con opiniones encontradas(naturales y forneos, oligarquas y excluidos del poder, comerciantes y productores o catlicos ysospechosos de hereja), pero no siempre excluyentes pues convergan en unos intereses comunesque otorgaban identidad a unos espacios de frontera, que seguan entendindose como espaciosdinmicos y en interaccin.

    En el perodo moderno continuaron las tensiones y los consensos en las relaciones de las gentesde las fronteras con una autoridad regia que no siempre actu en esos espacios en trminos de

    8 Un estudio de caso en Susana ruchuelo, Gobernar territorios en tiempo de guerra: la mediacin de lasoligarquas en la Monarqua de los Habsburgo.Revista Escuela de Historia12, n. 1 (2013).

    9 Jean-Paul Ziga, coord., Negociar la obediencia: autoridad y consentimiento en el mundo ibrico en la EdadModerna(Granada: Comares, 2013), 1-10.

    10 Susana ruchuelo, La norma, la prctica y los actores polticos: el gobierno de los territorios desde la Historiadel Poder, en VII Coloquio de Metodologa Histrica Aplicada(Universidad de Santiago, Espaa, 2013).

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    imposicin, ni siempre trat de fijar entre los gobernados de esos territorios alejados del centrouna frontera de sumisin a su autoridad. Es ms, fueron los actores polticos, todos ellos, quienestrazaron y construyeron la frontera a travs de unas prcticas no siempre impuestas y deseadasdesde arriba. La negociacin continu siendo parte inherente a las relaciones de fidelidad al rey en

    cada uno de los espacios que articulaban el sistema.

    3. Las fronteras del mar

    El mar cobr una relevancia crucial en el espacio imperial espaol. Su carcter fronterizo venadeterminado por el hecho de que en un imperio ultramarino supona una oportunidad de comu-nicacin, pero al tiempo era un reto para la cohesin del territoriumy de sus habitantes. Era elcauce que favoreca el establecimiento de un marco de relaciones complejas entre los vasallos dela Corona, originarios y residentes de cualquier espacio bajo control imperial, pero tambin conlos vasallos de las potencias vecinas de esa vasta estructura poltica. El mar constitua una fronteradinmica, no lineal, que separaba los territorios y los hombres sujetos a la Monarqua Hispnica delos espacios sometidos a otra soberana11.

    Estas fronteras martimas, como gran parte de las terrestres, intentaban construirse desde elpunto de vista fsico y desde una orientacin militar como espacios dibujados en torno a puntosgeoestratgicos defensivos frente a ataques exteriores, pero tambin de agresiones interiores. Lasvillas y los puertos litorales eran emplazamientos estratgicos en esos mbitos. La Corona se servade estos enclaves para proyectar su autoridad, pese a la existencia de una pluralidad de jurisdiccio-nes con dominio simultneo en la costa. Eso ocurra incluso en espacios con una laxa presencia dela autoridad monrquica, como eran los territorios americanos en los primeros tiempos de la colo-nizacin12. Desde otras perspectivas, los perfiles de la frontera dejan de apoyarse en delimitacionestan ntidas como lneas, rayasopuntosy tienden a desdibujarse o, incluso, diluirse.

    En un imperio como el espaol, en el que el concepto de frontera martima ofreca continui-dad a los confines terrestres13, estuvieron siempre muy presentes las complicadas relaciones entredefensa militar, control aduanero, desarrollo institucional y dinmicas econmicas, cuyo anlisisposibilita observar la permeabilidad de la frontera martima. A pesar de ello, la multiplicacin deenfrentamientos blicos entre las distintas potencias europeas determin que las lneas divisoriasprimaran ms que las de comunicacin en estos mbitos. As lo ha mostrado la historia militar.Esta historiografa ha mostrado el mar y la costa como lmites, fronteras infranqueables frente alenemigo. El riesgo de contaminacin hertica tambin propici en diferentes momentos la apari-cin de fronteras confesionales y el fortalecimiento de los lmites y su control.

    11 Renaud Morieux, Une mer pour deux royaumes. La Manche, fontire fanco-anglaise (Rennes: PressesUniversitaires de Rennes, 2008), 5.

    12 Jorge Daz Ceballos, La configuracin de la red urbana en la Castilla del Oro, 1508-1522, en Identidadesurbanas en la Monarqua Hispnica (siglos XVI-XVIII)(Santiago de Compostela: USC, 2015), 45-66.

    13 La doble cara que basculaba entre circulacin, intercambio e integracin hasta exclusin, frente y bloqueose perciba igualmente en las fronteras terrestres. Yves Junot, Construccin de fronteras, pertenencias ycirculaciones en los Pases Bajos espaoles (1477-1609), en Las fonteras del Mundo Atlntico (siglos XVI-XIX)(La Plata: Universidad Nacional de La Plata, 2015),y Jos Javier Ruiz Ibez, Vivir en el campo de Marte:poblacin e identidad en la frontera entre Francia y los Pases Bajos (siglos XVI-XVII), en Les socits defontire: de la Mditerrane lAtlantique: XVIe-XVIIIe sicle(Madrid: Casa de Velzquez, 2011), 165-176.

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    El permetro costero era un espacio sensible a las facetas de proteccin, defensa y, llegado elcaso, organizacin de ataques preventivos o control de la actividad de los rivales. La Corona enfa-tizaba esta faceta del limes martimo, con el apoyo de los poderes locales; por ello, Habsburgos yBorbones priorizaron la guarda y seguridad de esos lmites fronterizos. Fortalezas y presidios,

    torres, atalayas y vigas proliferaron en las costas mediterrneas, en el Atlntico y en el Pacficoespaoles, de la mano de ingenieros como los Spannocchi o Antonelli. Buscaban vigilar la costa

    y prevenir amenazas, convirtiendo el litoral en fronteras martimas fortificadas. Las nuevas edi-ficaciones litorales se iniciaron en el reinado del emperador frente al ataque espordico de loscorsarios berberiscos, del vecino francs y, a partir de 1580, de ingleses y rebeldes holandeses.Haba que proteger la sensible y codiciada ruta atlntica con los territorios americanos y las tierrasespaolas del Pacfico.

    Estas prcticas defensivas contribuyeron a hacer fonteray a enfatizar la importancia de lo mar-timo como raya o lnea militar inexpugnable. A lo largo de todo el perodo colonial, la Monarqua sepreocup, primero, por constituir esas fortalezas litorales y, luego, por mantenerlas y conservarlascon fuerzas permanentes, bien aprovisionadas y lo ms numerosas y disciplinadas que fuera posible.Ese programa defensivo del permetro martimo estuvo acompaado de unas titubeantes polticasde creacin de una marina de guerra, que adquiri carcter ms permanente a partir de 1580,con la creacin de la Armada del Mar Ocano y, en particular, tras la derrota de La Invencible. Elrgimen de flotas ensayado, ya en los contornos mediterrneos y sus islas, se asent luego en losatlnticos y, finalmente, se incorpor en las rutas comerciales del Pacfico. Su efectividad corripareja con el mismo prestigio internacional de la Monarqua Hispnica y, por tanto, comenz adescender a partir de los aos treinta del siglo XVII.

    La convivencia en las fronteras litorales entre los intereses defensivos militares y los intercambioseconmicos, en los que estaban implicados los habitantes de esos espacios martimos y los vasallos depotencias extranjeras, no estuvo exenta de problemas. La puesta en prctica de polticas de defensa

    militar, al igual que las de bloqueo comercial, gener tensiones y conflictos, que contribuan a difi-cultar la formalizacin de una lnea costera cerrada y compacta frente a ataques enemigos, as comoarticulada en torno a puertas de acceso al imperio nicas, controladas y ubicadas en ciudades y enfortalezas litorales14. De hecho, durante la Edad Moderna, la necesidad de la Monarqua Hispnicade los intercambios comerciales entre los territorios espaoles a ambos lados del Atlntico parafacilitar la conservacin del cuerpo poltico que compona dispens oportunidades de negociono slo a los vasallos de la Corona sino tambin a las potencias extranjeras. odo ello hizo msporosa la frontera en la paz y la guerra. Las dificultades defensivas de ese comercio monopolsticose expresaron salpicadas en la cronologa de los conflictos en que se vio inmersa la Monarquadurante el siglo XVII, y aun fueron ms palpables en el siglo XVIII.

    Los puntos estratgicos litorales sustentaron sus actividades econmicas en un comercioterrestre y martimo, que se bas, en muchos casos, en la consolidacin de marcos arancelariosventajosos que facilitaban el mercado. El poder real en ocasiones opt por la legalizacin contro-lada de los intercambios con el enemigo, logrando ventajas econmicas incluso de un comercioimposible de detener. Al tiempo se satisfacan las aspiraciones de los sbditos fronterizos en reco-nocimiento de necesidades de la demanda, entendiendo esta problemtica de una forma amplia

    14 Susana ruchuelo, Fronteras martimas en la Monarqua de los Habsburgo: el control de la costa cantbrica.Manuscritsn. 32 (2014): 33-60, doi: dx.doi.org/10.5565/rev/manuscrits.47.

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    y compleja. Estas licencias bajo control real y de sus agentes directos contribuan adems a con-solidar la autoridad monrquica en territorios lejanos, donde el control sobre los derechos de laCorona en los intercambios comerciales ya era laxo en el siglo XVII y aun en el XVIII.

    La supervisin de la legalidad comercial, la represin del creciente contrabando, as como los

    intereses econmicos de oligarquas y comerciantes afectaron a los intercambios. Esto permitecomprobar la escasa operatividad efectiva que tenan esos permetros martimos como espacios enlos que hacer fontera. As, el bloqueo comercial a ingleses y holandeses a fines del siglo XVI fracasante el contrabando y la reiterada concesin de licencias reales; la moneda falsa de velln siguientrando en Espaa en el siglo XVII, mientras sala la de plata. Eran prcticas ilcitas, desarrolla-das en los puertos, en las que participaron comerciantes autctonos e intermediarios, de maneraespecial franceses, ingleses y holandeses15.

    La presencia de comerciantes extranjeros en los puertos del imperio otorgaba pluralidady diversidad a esas comunidades locales y favoreca la permeabilidad de la frontera. Aunque losextranjeros enemigos eran expulsados, ello no impeda en perodos de guerra la presencia en sueloespaol de forneos en proceso de integracin, a pesar de que sus fidelidades polticas, econmi-cas y confesionales hacia la causa de los Habsburgo fueran dudosas. Eso acentuaba el peligro dedifusin hertica, espionaje y quiebra de las polticas de guerra econmica16. Estas redes comercia-les en las que participaban espaoles y colonias de judeoconversos residentes en la costa atlnticafrancesa que conectaban con las redes comerciales dirigidas desde Holanda, gracias a la mayortolerancia religiosa seguan activas en el siglo XVII y preservaban la porosidad fronteriza de loscontornos martimos.

    El comercio ilegal supona no slo la apertura de actode laspuertasde la frontera, sino que,incluso, en ocasiones todo el territorio litoral se converta en una invisible puerta de acceso entor-nada, mal controlada, por la que transitaban alimentos, manufacturas textiles, pertrechos navales,metales, libros, capitales, tecnologas, hombres, mujeres y mucha informacin. Estos intercambios

    procedan, en ocasiones, de territorios en los que en los siglos XVI y XVII haba calado el protes-tantismo, lo que aada preocupacin a las autoridades. Para combatir las entradas de productosprohibidos y minimizar estas prcticas ilcitas, la Monarqua intervino, primeramente, impulsandola participacin de individuos y comunidades en la supervisin a nivel local. Esto contribuy aasentar la presencia de la Corona en esos territorios, gracias a la negociacin con las lites locales,que se adaptaban a la imposicin legal y las prcticas de intervencin.

    Los monarcas intensificaron en los siglos XVII y XVIII los bloqueos econmicos y recurrierona la utilizacin de vas de control, vinculadas al ejercicio directo del poder real mediante mili-tares, corregidores, oficiales subalternos y jueces extraordinarios, que controlaran, vigilaran yreprimieran el contrabando e hicieran cumplir las normas que contribuyeran a la construccin

    de una frontera tericamente cerrada para los enemigos de la Corona. Desde el siglo XVII, la

    15 oms A. Mantecn, Les rseaux de contrebandiers dans les ports atlantiques de Castille au cours du XVIIesicle, en Villes atlantiques dans lEurope occidentale du Moyen ge au XXe sicle (Rennes: Presses Universitairesde Rennes, 2006), 315-335. A partir de Felipe III se produjo en el Mediterrneo una gran permeabilidad demercancas e informacin. Natividad Planas, La frontire franchissable: normes et pratiques dans les changesentre le royaume de Majorque et les terres dIslam au XVIIe sicle.Revue dhistoire moderne et contemporaine48, n. 2/3 (2001): 123-147, doi: dx.doi.org/10.2307/20530688.

    16 Susana ruchuelo, Heresy and Commercial Exchanges in Early Modern Northern Spain, en Exile andReligious Identity, 1500-1800(Londres: Pickering & Chatto, 2014), 127-140.

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    Corona mostr iniciativas claras de reapropiacin del litoral, control y militarizacin de la fronteramartima, palpable tambin en lo terrestre. Esto lleg a generar conflictos de autoridad entre losoficiales reales, as como con las comunidades urbanas y los poderes seoriales. anto comer-ciantes, marineros, pescadores o agricultores como los distintos oficiales locales y agentes reales

    supervisores de esa frontera litoral alcaldes, gobernadores, capitanes generales, corregidores yadministradores de aduanas participaron en ese nutrido contrabando con la aquiescencia de laCorona. As se ha constatado en entornos tan diversos dentro del teatro de operaciones martimasde la Monarqua como la frontera del Cantbrico, el canal de La Mancha o el Ro de la Plata17. Aunen el siglo XVIII, en estos confines martimos se conoca una gran flexibilidad en la vigilancia y elcontrol de los contornos litorales, que continu apoyndose en los poderes que las comunidadeslocales otorgaban a sus propios oficiales, nutridos de las mismas oligarquas que sustentaban lostrficos legales y, tambin, los ilcitos.

    4. Los contornos del imperio y la elasticidad de las fronteras

    En el conjunto del imperio se distinguan las fronteras exteriores o epidrmicas y las interiores. Dedefinir las primeras se ocupaban las guerras y los tratados. Asimismo, los reajustes se concretabanen conflictos, acciones diplomticas o enfrentamientos blicos, que dotaban de dinamismo a laepidermis imperial. Prueba de ese dinamismo era la pervivencia de elementos que difuminabanesos contornos fronterizos: los vnculos econmicos, de amistad, parentesco, vecindad, paisanajeo idioma que existan entre las gentes de ambos lados de la frontera alteraban la rigidez y linealidadde los lmites entre dos soberanas, confiriendo identidad territorial a la sociedad de frontera. Lacontigidad de gentes fomentaba lazos que pervivan de manera independiente de los intereses ypolticas de la Monarqua, lo que significaba la apertura, incluso en perodos blicos, de variadoscontactos entre vecinos transfronterizos. odo ello influa en el mantenimiento de solidaridades e

    interdependencias econmicas, que asuman vas legales e ilegales.Este tipo de vnculos, por ejemplo, relacionaban a las comunidades de la lnea imaginaria que

    separaba Portugal y Espaa18, o de ambos lados de la cordillera pirenaica entre Francia y Espaa19,y podan llegar a regularse bajo la forma de contratos de libre trnsito de personas y bienes. Se lesconoci como liesetpasseries. Eran de origen medieval y adoptaban un tipo de tratados de pazagropastoriles de defensa mutua, luego desarrollados en el siglo XVI hacia el libre comercio. Sedifuminaba as la rigidez de una frontera que se quera imponer desde arriba, a travs de la prcticadel aumento de control militar, comercial o religioso. Con el mismo espritu de libertad comercialse suscribieron aperturas parciales de los intercambios, renovadas en pocas de guerras entre losvecinos de ambos lados de los Pirineos. Aqu, los protagonistas podan variar: es el caso de los

    franceses de Labourd, en el sur de Francia, y los habitantes de los territorios vascos del lado ibrico

    17 Zacaras Moutoukias, Contrabando y control colonial en el siglo XVII. Buenos Aires, el Atlntico y el espacioperuano(Buenos Aires: Bibliotecas Universitarias, 1988).

    18 Joo Pedro Gomes, Bajo el signo de Gminis: Portugal y la Monarqua Hispnica en los siglos XVI y XVII, enLas vecindades de las Monarquas Ibricas(Mxico: FCE, 2013), 181-211.

    19 Francis Brumont, Des relations sans frontires: le commerce franco-navarrais au dbut du XVIIe sicle, enFrontires, editado por Christian Desplat (Pars: CHS, 2002), 219-242 ; Patrice Poujade,Une socit marchande.Le commerce et ses acteurs dans les Pyrnes modernes(oulouse: Presses Universitaires de oulouse, 2008).

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    del ro Bidasoa, as como de las gentes de las Cuatro Villas de la Costa de la Mar, quienes tenanvnculos ms econmicos que culturales con sus vecinos franceses. Estos acuerdos comercialesquedaron recogidos en licencias o tratados suscritos entre las autoridades espaola y gala que lega-lizaban la libertad en el transporte y comercio de bastimentos20.

    Pese a esta continua interaccin transfronteriza, las guerras favorecieron la militarizacin dela poblacin y la traza de contornos ms precisos, en particular, a partir de Cateau-Cambrsis,cuando se termin de definir la compleja frontera territorial de los Pases Bajos. Los tratados de pazde los siglos XVI y XVII entre las potencias europeas contribuyeron a definir unos mrgenes impe-riales, que se mantuvieron prcticamente estables hasta los recortes territoriales de Westfalia y losPirineos, en las Provincias Unidas, Roselln y Cerdaa, as como algo despus Portugal. Dcadasms tarde tambin se impuso una nueva reubicacin internacional de la Monarqua Hispnica, quetuvo importantes consecuencias en sus contornos imperiales. As, despus de las negociaciones depaz en Utrecht, a pesar de que los tratados marcaran un punto de equilibrio, los conflictos blicosulteriores en casi todos los escenarios posibles Italia, Europa Central, Inglaterra, los mares, lascostas de las Indias dieron muchas ocasiones para un dinamismo en el permetro del imperio, enparticular en el lucrativo espacio americano.

    La presin de las potencias emergentes sobre las fronteras del imperio fue creciente en el sigloXVIII. Por eso, Amrica tambin estuvo presente en Utrecht y en todos los tratados que culmi-naron los procesos blicos en que particip la Monarqua. A la altura de 1700, no obstante, laepidermis del imperio an mostraba una enorme elasticidad en vastas regiones, incluidos espacioscosteros americanos, muy disputados por otras potencias europeas como mbitos de expansin.

    As suceda en la amplia franja entre la Alta California y el Norte de Florida, en el Cono Sur latino-americano, en las riberas del Paran o en enclaves estratgicos del Caribe. Ni siquiera los perfilesque aparentemente podan considerarse ms ntidos de la Monarqua quedaban establecidos conprecisin. Algunos conflictos fronterizos se hicieron crnicos durante el Siglo de las Luces, y aun

    despus, desde las pesqueras de erranova hasta las Malvinas, pasando por el Caribe o el Ro de laPlata y la Colonia del Sacramento.

    La cuestin fronteriza quedaba directamente vinculada a la captacin de recursos y beneficios.As, el Caribe ofreca posibilidades ptimas para monocultivos de plantacin y para la redistribucinde esclavos y el contrabando. Para los britnicos, por otro lado, este espacio era una pieza fundamen-tal ( Jamaica, Barbados, Bahamas, las islas de Sotavento, los establecimientos en Belice y la Costa delos Mosquitos), y tambin para franceses y holandeses. Durante el siglo XVIII, la tensin hispano--britnica aliment el dinamismo fronterizo, por lo que la Guerra de la Oreja de Jenkins adquiriconnotaciones simblicas desde este punto de vista. La Paz de Aquisgrn puso fin a este conflicto, ascomo el tratado comercial firmado en Madrid en 1750, con compensaciones para los britnicos que

    no colmaron sus aspiraciones. Esto explica la ulterior presin inglesa sobre puntos estratgicos delimperio: el acoso a Cartagena en 1741 precedi a la toma de La Habana en 1762, y este episodio, a lasinvasiones de Montevideo y Buenos Aires en 1806 y 1807. Paradjicamente, el comercio bilateral noslo no ces sino que dej beneficios para ambas potencias en todo el perodo.

    En el Cono Sur, tambin Matto Grosso y el Alto Paran, as como el rea desde la Coloniadel Sacramento hasta la desembocadura del Ro de La Plata, ilustraban fricciones hispano-lusas,

    20 Caroline Lugat, Les traits de Bonne correspondance entre les trois provinces maritimes basques (XVIe-XVIIe sicles).Revue Historique304, n. 623 (2002): 611-655.

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    aliadas con un intenso contrabando. Las acciones degarimpeirosy bandeirantesse desarrollabanen el interior de Brasil y desde Matto Grosso hasta las riberas medias del Paran. La intervencinde estos agentes se converta en factor crnico de un conflicto que llev a los espaoles a actuarcontra la Colonia del Sacramento hasta que el ratado de Madrid permiti recuperar el control del

    emplazamiento. El acuerdo abri otro conflicto fronterizo. La cesin a Portugal del territorio desiete misiones jesuitas y sus estancias al este del ro Uruguay aliment las guerras guaranticas, queen los tres aos siguientes a febrero de 1753 dejaron un balance cruento, sin que su fin cerrara elcontubernio fronterizo.

    La Guerra de los Siete aos reabri hostilidades en 1761. En ese tiempo, la Colonia del Sacra-mento qued en manos espaolas, para retornar al control luso hasta 1777, cuando, como lasmisiones, volvi al dominio espaol. Ese ao, la ereccin del Virreinato de La Plata reforz el controlde la frontera desde Charcas, ucumn y Cuyo hasta el Ro de la Plata, asestando un golpe al contra-bando, pero sin extinguirlo, dada su penetracin en el tejido social. ampoco fenecieron las accionesde los bandeirantesni la tensin poltica fronteriza, que se proyect despus del perodo colonial.

    Ms al norte, desde la Alta California y el norte de Nuevo Mxico hasta Nueva Orleans y Floridao provincia de Apalache se trazaba una movible, amplia, imprecisa, porosa y dinmica frontera delimperio; un mbito de friccin con otras potencias europeas que incrementaban all su presenciaen el siglo XVIII. An hacia 1704, acciones protagonizadas por nativos del grupo creek, espole-ados por los britnicos, destruyeron decenas de misiones en la provincia de Apalache. La zonavolvi a ser sacudida en los posteriores conflictos angloespaoles. Durante el siglo XVIII, un anchocinturn entre la Alta California y a lo largo de Nuevo Mxico conoci el desarrollo de fuertes ypresidios, en un esfuerzo para fijar las posiciones de la Corona y evitar el contrabando. La movili-dad de comanches, apaches, utes y navajos otorgaba gran inestabilidad en la regin y dinamizabala frontera que se extenda hacia Sonora, Nueva Vizcaya y Nuevo Santander. El dramtico ejemplode San Sab, misin fundada en 1757 pocos kilmetros al sur del ro Grande y destruida por los

    comanches el ao siguiente, sintetiza el modelo de implantacin que asociaba el tndem formadopor misiones y presidios con destacamentos militares21. ambin se gestaron centros urbanosparapropiciar el asentamiento de la poblacin y el desarrollo de funciones de control y mercado.

    Esta regin era un amplio mbito de interaccin y friccin que dotaba de personalidad fron-teriza a las sociedades del territorio. Albuquerque, Abiqui y Ojo Caliente sirvieron a estos finesdesde 1706, 1734 y 1735, abriendo los espacios del sur a su proyeccin sobre el territorio Utah.Los intercambios serviran para una mejor articulacin del espacio y sus gentes, contribuyendoa fijar esas fronteras. Los gobernadores coloniales deban dar licencias para las transacciones,estableciendo un control sobre la tica de los tratos. Sin embargo, nadie aceptara mostrar suscartas, y, as, muchas transacciones acabaron por llamarse rescates, pues se negociaba todo tipo de

    intercambios, incluso el de cautivos. Este tipo de experiencias, conocidas tambin en las regionespampeanas del Cono Sur, ofrecan opciones para superar fronteras interiores y culturales dentrodel territorium de la Monarqua Hispnica.

    21 John H. Hann, Summary Guide to Spanish Florida Missions and Visitas. With Churches in the Sixteenthand Seventeenth Centuries. Te Americas46, n. 4 (1990): 417-513, doi: dx.doi.org/10.2307/1006866. JoshuaPiker, Colonists and Creeks: Rethinking the Pre-Revolutionary Southern Backcountry. Te Journal oSouthern History 70, n. 3 (2004): 503-540, doi: dx.doi.org/10.2307/27648476. Sara Ortelli, rama de una guerraconveniente: Nueva Vizcaya y la sombra de los apaches (1748-1790) (Mxico: El Colegio de Mxico, 2007).

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    Este tipo de interacciones describan situaciones muy conocidas en todo el mbito indianodurante el perodo colonial, algo que flexibilizaba los bordes fronterizos y dotaba de elasticidada las concreciones cronolgicas de fenmenos histricos. Si la resistencia inca en Vilcabamba enlos cuarenta aos que siguieron a 1532 evidenci que estas situaciones podan adoptar formas

    de interaccin variadas, afectando a la propia definicin de la conquista22

    , lasfonteras del enten-dimiento tambin afectaban a la configuracin de espacios de friccin dentro de las sociedadesmestizas indianas. La existencia de estos mbitos planteaba retos a la traduccin cultural no siem-pre resueltos a favor de la convivencia. El mismo patrn intervena en las proyecciones de losimperios ibricos en frica y Asia23.

    Si el territoriumde la Monarqua y las sociedades que integraba experimentaba estos fenme-nos fronterizos tanto en su epidermis como en su interior, y en los escenarios que propiciabanla comunicacin se conocan fricciones de este gnero, haciendo del Atlntico una gigantescafrontera, tambin el Pacfico fue un espacio de operaciones entre potencias coloniales que cobrrelevancia en el siglo XVIII. En el marco del conflicto sucesorio espaol, la proyeccin europeasobre el Pacfico enfatiz el papel de control fronterizo desempeado por la Armada del Mar delSur desde el Callao. Los navos britnicos tambin hostigaban el trfico en Filipinas. Adems, enlas primeras dcadas del XVIII se asentaron algunas de las posiciones espaolas y se consolid elcontrol cartogrfico de las Marianas y las Carolinas.

    Una estructura poltica global, como era la Monarqua Hispnica, conoci presiones fronterizasen todos sus espacios a lo largo de los siglos de vigencia del sistema imperial. El Caribe fue espe-cialmente privilegiado tanto por las interacciones y los intercambios como por las fricciones y losconflictos. Ninguna de las sacudidas que se conocan en la epidermis de la Monarqua, sin embargo,sera explicable sin considerar las tensiones histricas que sta experimentaba en sus fronteras inte-riores, y viceversa. El control y la disputa sobre Gibraltar ejemplifican esta cuestin desde el propiomomento en que los navos britnicos al mando del almirante Rooke se posicionaron en El Pen

    e hicieron capitular la plaza el 4 de agosto de 1704, conformando un litigioso punto caliente en laepidermis del imperio, pero dentro de la pennsula Ibrica. Los posteriores intentos de recuperacindiplomtica o militar de este enclave se saldaron en contra de los intereses hispanos. Incluso, situa-ciones tan complejas como las creadas por la invasin francesa en la quiebra del Antiguo Rgimenpermitieron expresar fenmenos de frontera social, disidencia y desobediencia dentro de la socie-dad espaola, tanto en la pennsula Ibrica como en Indias, actuando como factores del proceso deimplosin del sistema colonial y de la propia Monarqua Hispnica24.

    22 Manfredi Merluzzi, La monarqua espaola y los ltimos incas una frontera interior?. Manuscrits. RevistadHistria Moderna 32 (2014): 61-84, doi: dx.doi.org/10.5565/rev/manuscrits.51.

    23 Eduardo Valenzuela Avaca, Las fronteras del entendimiento en la frontera mapuche: brujera, justicia ytraduccin cultural en Chile durante el siglo XVIII.Manuscrits. Revista dHistria Moderna32 (2014): 109-128,doi: dx.doi.org/10.5565/rev/manuscrits.44; Sergio Mantecn Sardias, Los misioneros jesuitas, traductoresculturales: las fronteras culturales de la misin catlica en la China del siglo XVIII. Manuscrits. RevistadHistria Moderna 32 (2014): 129-150, doi: dx.doi.org/10.5565/rev/manuscrits.46, y oms A. Mantecn ySergio Mantecn Sardias, Entre las cortes europeas y las africanas de la Costa del Oro y el reino de Etiopa:misioneros, autoridades indgenas y traduccin cultural en la Edad Moderna, en El prncipe, su corte y susreinos. El sistema poltico bajomedieval y moderno (s. XIV al XVIII) (Salta: Universidad de Salta, 2015).

    24 Una sntesis en oms Prez Vejo, El problema de la nacin en las independencias americanas: unapropuesta terica. Mexican Studies/Estudios Mexicanos 24, n. 2 (2008): 221-243, doi: dx.doi.org/10.1525/msem.2008.24.2.221.

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    32 La(s) frontera(s) exteriores e interiores de la Monarqua Hispnica perspectivas historiogrficasToms A. Mantecn Movelln | Susana Truchuelo Garca

    5. Ciudades y fronteras interiores

    Si en el permetro terrestre y martimo del imperio se producan fricciones que conferan personali-dad e identidad a los espacios fronterizos y ayudaban a definir la nocin de confn, lmite y horizonte

    de los espacios dominados por la Monarqua Hispnica, las tensiones fronterizas afectaban tambin alas gentes y los espacios comprendidos dentro de esta epidermis imperial. Esto ofrece mayor polise-mia al fenmeno de la frontera en su significado histrico. Pueden interpretarse as episodios comoel de la conquista de los ltimos incas, pero tambin fenmenos que afectaron a numerosas ciuda-des de Indias a lo largo de los siglos entre la Conquista y la disolucin del sistema imperial y que lasconvirtieron en ciudades nmadas, algo que afect a no menos de 160 ciudades en los territoriosamericanos. Este fenmeno no slo dotaba de complejidad a las concreciones de la frontera en cadambito urbano, sino que redefina e intensificaba este fenmeno cuando se expresaba en espaciosque componan regiones-confn, en los lmites del territoriumimperial espaol25.

    Desde los inicios de la Conquista estos territorios americanos componan un horizonte misio-nal ineludible para la extensin de lapietas, al igual que las Indias de ac en la pennsula Ibrica,particularmente para una iglesia militante postridentina definida como catlica (universal). Elreferente de las Indias Occidentales, Orientales o las de ac actuaba como un lmite y undesafo para los misioneros. La imagen es aplicable a los conquistadores y los administradores delos territorios extrapeninsulares de la Monarqua; de la misma forma, tambin se podan apreciarfronteras internas alimentadas por prejuicios de toda ndole en la pennsula Ibrica26. Estas formasde frontera no slo enmarcaban elementos de segregacin, tensin y confrontacin, sino tambinde interaccin, intercambio, mestizaje e hibridacin. En las Indias Occidentales, los espaolesencontraron retos fronterizos singulares. Muchos de los que hallaron no eran fruto del encuentroentre nativos y europeos, sino preexistentes ya, conformados entre las propias sociedades y cultu-ras nativas. El Chaco, por ejemplo, ya era etiquetado como frontera por los incas y contena, a su

    vez, otras entre una realidad plural de nacionesindgenas que, aunque no tenan una clara distin-cin tnica, sino cultural, se reconocan como diversas, compitiendo por espacios y recursos anen el siglo XVIII. Los escenarios chaqueos no eran muy diferentes a otros americanos sobre losque ejercan presin los agentes de las potencias e iglesias europeas. Durante el perodo colonial,las reducciones jesuticas tenan connotaciones de frontera, no slo en las relaciones entre misio-neros y nativos, sino tambin entre stos, el mercado y los intereses de otros colonos y burcratas.

    A esto se aada una friccin de intereses fronterizos entre las dos coronas ibricas que no quedcerrada en el ratado de Madrid.

    Para los misioneros dispuestos a combatir la idolatra y supersticin en Amrica, frica oAsia, la frontera era una especie de horizonte, un espacio intangible hacia el que proyectarse,

    pero que marcaba nuevas y lejanas distancias, justo cuando aparentaba ser un confn ms

    25 Alain Musset, Los traslados de ciudades en Amrica: autorretrato de una sociedad en crisis. Anuario deEstudios Americanos62, n. 2 (2005): 77-102, doi: dx.doi.org/10.3989/aeamer.2005.v62.i2.50. Benita Herreros,Ciudades nmadas en las fronteras americanas: el traslado de San Miguel de ucumn a finales del siglo XVII,enIdentidades urbanas en la Monarqua Hispnica (siglos XVI-XVIII)(Santiago de Compostela: Universidade deSantiago de Compostela, Servizo de Publicacins e Intercambio Cientfico, 2015), 97-124.

    26 Rafael Bentez, La liquidacin de las fronteras religiosas en una sociedad fronteriza. De la Valencia mudjara la Valencia sin moriscos, en Les socits de fontire: de la Mditerrane lAtlantique: XVIe-XVIIIe sicle,coordinado por Michel Bertrand y Natividad Planas (Madrid: Casa de Velzquez, 2011),259-272.

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    prximo27. En todos los mbitos se componan espacios y polidricas sociedades de frontera.stas establecan sus lmites, sus espacios dominados y diferenciados, pero tambin eran entor-nos de interaccin y friccin. El trasiego ilegal de ganado y de otras mercancas ilcitas, comoarmas o metales preciosos poda llegar a constituir una preocupacin suficiente para hacer

    permeables los mismsimos Andes, el Septentrin novohispano, el Paran o la raya entre Castillay Portugal. Las fronteras generaban estos efectos y oportunidades de intercambio econmico ycultural. Las sociedades pirenaicas, sujetas a gran movilidad a ambos lados de las fronteras, dancuenta de este rasgo durante la Edad Moderna. Igualmente, en el perodo colonial, ocasionalesincursiones y saqueos de indgenas en entornos poco controlados confirieron una personalidadfronteriza muy diversa al Septentrin novohispano. Las acciones de indios malones hacan lopropio en las regiones pampeanas.

    En el Cono Sur, los grupos mapuches se movan para ubicar ganado cimarrn o robado proce-dente de los pastizales pampeanos en los mercados al otro lado de los Andes. Sus saqueos, comoen la frontera norte novohispana, eran empresas econmicas y formaban parte de las opciones detransaccin fronteriza. En la Araucana, la ribera sur del Bo Bo marcaba una divisoria entre losnativos brbarosy los civilizadoso reducidos28. La oposicin indgena-espaol tena otra versindiferente en la tensin entre diversas nacionesindgenas. El pretexto de la presencia de indios noreducidos permita organizar expediciones de castigo. El asalto comanche a la misin de SantaCruz de San Sab en 1758 y la expedicin de castigo del ao siguiente ejemplifican las concrecio-nes de estos episodios fronterizos.

    Gentes sin escrpulos aprovechaban esta lgica para saquear y organizar una lucrativa caza delhombre por el hombre. El resultado era colocar a nativos al servicio de colonos. Eran los llama-dos genzaros, que podan aplicarse a diversos trabajos bajo el pretexto de que su vinculacin alamo-protector-instructor favoreca su reduccina la vida civil. Los cazadores de hombres llegabana capturar genzarosen comunidades nativas pacficas, para luego lucrarse con su venta29. Estas

    prcticas alimentaban saqueos mutuos que volvan crnica la violencia en algunas regiones fron-terizas. En la cultura mapuche, la malocaamparaba la venganza del agraviado; era una especie dereciprocidad negativa que justificaba acciones violentas protagonizadas por indgenas (malones)contra colonos o contra la administracin30. Prcticas de este tipo tambin fueron desarrolladaspor pueblos navajos y otros del septentrin novohispano dotando de inseguridad a las fronteras.

    Estos lmites interiores eran espacios de convivencia, interaccin y mestizaje, a la vez quede oportunidades y posibilidades. En ocasiones, era preciso contar con la intervencin de inter-mediarios o traductores culturales que mostraban sntomas de mestizaje cultural. La mediacin

    27 Louis Prouas, Missions intrieures et missions extrieures franaises durant les premires dcennies du

    XVIIe sicle.Parole et Mission7, n. 27 (1964): 644-659, y oms A. Mantecn, Sangre de santos, semilla decristianos? Espritu misionero y martirio en la temprana Edad Moderna. Revista Convergncia Crtica1, n. 2(2012): 299-326.

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    34 La(s) frontera(s) exteriores e interiores de la Monarqua Hispnica perspectivas historiogrficasToms A. Mantecn Movelln | Susana Truchuelo Garca

    realizada no se alejaba de la emprendida por las oligarquas locales en las ciudades europeas, quecontribuan a adaptar las normas de gobierno a los intereses de las comunidades y del monarca.En Amrica, caciques nativos asuman estas facetas de mediacin. No obstante, actuaban con unafidelidad cultural hacia su propio entorno, en cuyo entramado de relaciones de poder y autoridad

    se enquistaban. A su vez, las sociedades nativas integraban tambin en su seno colonos blancos. Aveces eran cautivos; otras, agregadosinscritos voluntariamente en los universos aborgenes. odointensificaba un creciente mestizaje que contribua a una interaccin social y cultural mayor de laque representan las pinturas decastas, destinadas al utpico fin de representar un imposible: unataxonoma del mestizaje31.

    Las delegaciones nativas, que participaban en los intercambios urbanos manteniendo suentronque indgena, llevaban las fronteras imperiales hasta el corazn de las ciudades que lo arti-culaban. El mercado favoreci la integracin de amplias regiones econmicas. La concentracinde poblacin en las franjas costeras europeas y en las reas extractivas del continente americanoestimul producciones, que abasteceran estos entornos de productos bsicos. Esto dinamizotros ncleos urbanos. Ocurri en el Durango americano y ciudades en los circuitos de la Mestanovohispana o en Salta y ucumn. Otras ciudades, como Mxico y Lima o La Habana, Carta-gena de Indias, Valparaso, Concepcin, Acapulco, Veracruz, Portobelo, Buenos Aires o Manila,centros administrativos y comerciales, facilitaron desde el siglo XVI el desarrollo de otros cen-tros que capitalizaban la produccin para el consumo. Estas dinmicas urbanas impulsadas porintereses comerciales, a la par que blicos y estratgicos, haban sido operativas desde tiempoatrs en Europa. Las ciudades medievales, ejes estructuradores, organizadores y dominadores delterritorio, ya se guiaban por intereses comerciales globales. As lo muestra el dinamismo de lospuertos mediterrneos, cantbricos, as como el de los Pases Bajos durante el dominio espaol.En Amrica, a mediados del siglo XVII, se contaban ms de trescientas ciudades, cifra que creciligeramente en el Siglo de las Luces. Se desarrollaron ms las grandes ciudades, que siguieron

    recibiendo aportes europeos.Los ncleos urbanos protagonizaban las interacciones que implicaban la articulacin del terri-

    toriumde la Monarqua Hispnica. Montevideo, por ejemplo, fue favorecida no slo por las rutasterrestres desde Charcas hasta el Ro de la Plata, sino tambin por el incremento del trfico al surdel cabo de Hornos, los conflictos de lmites hispano-lusos y la necesidad espaola de reducir elcontrabando. En cada nodo urbano, la combinacin de factores haca que la conectividad entreellos fuera ms o menos intensa. Esto acentuaba, o bien la cohesin y articulacin territoriales,o bien el establecimiento de fronteras interiores en el imperio. Las reformas administrativas con-solidaban procesos de articulacin construidos durante el perodo colonial. Buenos Aires, porejemplo, constitua en el momento de asentamiento del Virreinato el vrtice meridional de una

    gigantesca red econmica que en forma de gran C se proyectaba desde Cartagena, Bogot y Quito,atravesaba los Andes centrales hasta Santiago y Valparaso para, desde ah, conectar con ucumn

    y Crdoba hacia el Ro de la Plata. Anteriormente, en el otro extremo de esa gran C, la fundacindel Virreinato de Nueva Granada reorganizaba la gestin territorial de las audiencias de Quito,Panam y Santa Fe y recompona las del Virreinato del Per. A los dos lados del Atlntico, la inte-

    31 Valenzuela ha mostrado variados ejemplos de este fenmeno. Jaime Valenzuela Avaca, Indios urbanos:inmigraciones, alteridad y ladinizacin en Santiago de Chile (siglos XVI-XVII).Historia Crtica 53 (2014): 13-34, doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit53.2014.01.

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    raccin era ineludible, pero las tensiones internacionales determinaban las formas en que sta seconcretaba. La Guerra de Sucesin y los conflictos ulteriores afectaron a estos contactos, as comoa la navegacin interregional en los territorios del imperio.

    Otras fronteras interiores eran visibles en las ciudades, planteaban lmites polticos, incluso

    jurdicos, infranqueables para gran parte de la colectividad. Sea como fuere, por su capacidadpara articular territorios y gentes, as como para propiciar la conectividad con otros mbitos dedecisin superiores dentro de la estructura poltica que compona el imperio, las ciudades eranautnticas vrtebras del esqueleto de la Monarqua Hispnica.

    Conclusiones

    La constitucin de una estructura poltica como fue la Monarqua Hispnica desde la poca de laconquista de las Indias hasta la disolucin del sistema imperial y la eclosin de los Estados nacio-nales es una historia de la conformacin y el dinamismo de las fronteras que dimensionaban elterritoriumde esta comunidad poltica global. El vigor para proteger el limesera una muestra de lapropia naturaleza de la Monarqua, mientras que en aquellos contextos y circunstancias en que laepidermis imperial se haca ms flexible y vulnerable, lo era por fragilidades en la propia comple-

    xin de cuanto sostena el edificio poltico, sus recursos, sus tensiones internas o la presin exgenade otras potencias econmicas y militares. Este enfoque analtico subraya la relevancia historiogr-fica del estudio fronterizo para explicar la historia del Imperio espaol lejos del etnocentrismo quesupona la tradicional historia imperialy reconoce como factores del cambio histrico fenmenos

    y procesos, incluso acciones concretas, de adaptacin, interaccin e intercambio en unos escena-rios de circulacin no slo de recursos, gentes y valores, sino tambin de cultura jurdica, lo quepermiti, a su vez, dispensar resignificaciones a los principios sobre los que se construa, y luegose disolvi como una estructura de poder global.

    La complexin interna de la Monarqua Hispnica aporta una gran complejidad al objeto deinvestigacin. Queda esto claro en lo que se refiere a la multiplicidad de reinos, ciudades, virrei-natos, jurisdicciones, etnias, religiones, culturas, teoras polticas e intereses econmicos. odosestos elementos aportan enorme riqueza a estos espacios de frontera y, en particular, a las gentesque los habitaban y que con sus actuaciones, vivencias y prcticas cotidianas contribuan a definir

    y a hacer unasfronteras con rasgos que no eran homologables en cada escenario del territoriumimperial. Eso no es una novedad, puesto que formaba parte de los rasgos comunes en las estruc-turas de las sociedades del Antiguo Rgimen. Sin embargo, las combinatorias especficas de cadaparte constitutiva del imperio, as como del conjunto, otorgaban personalidad al Imperio espaol

    y a sus componentes; lo que era reconocible tanto desde dentro de la epidermis con que se prote-

    ga como desde fuera del limesque perfilaba ese territoriumimperial.La soberana ejercida por el monarca catlico y cabeza de la Monarqua, fuera Habsburgo o

    Borbn, en un marco de pluralidad de poderes con un claro referente jerrquico de desigualdadpoltica basada en la fidelidad y la obediencia, imprima una bsica orientacin del gobierno sobrela frontera: intolerancia confesional, activacin de fidelidades y de mediaciones a travs de lospoderes locales, que hacan efectiva la prctica de la convivencia y de la colaboracin, resolucinde las discrepancias mediante el consenso o imposicin, generalmente a travs de una negocia-cin en que todos los agentes participaban. odos estos elementos se hacan muy presentes en losbordes del imperio, esto es, territorios que se encontraban en expansin y consolidacin durante

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    oms A. Mantecn MovellnCatedrtico de Historia Moderna de la Universidad de Cantabria (Espaa). Licenciado y Doctor enFilosofa y Letras por la misma universidad. Ha sido Visiting Memberdel Darwin College (Cambridge,1995 y 1996) y Guest Lecturer de la Erasmus Rotterdam Universiteit (1997), as como InvestigadorInvitado en la Universidad Federico II de Npoles (2007-2008) y Professeur Invit de la EHESS (2015).Entre sus publicaciones se encuentran: Contrarreorma y religiosidad popular en Cantabria (1990),Conflictividad y disciplinamiento social en la Cantabria rural del Antiguo Rgimen(1997),La muerte deAntonia Isabel Snchez(1998 en espaol y 2014 en italiano), y Espaa en tiempos de Ilustracin. Losdesaos del siglo XVIII(Madrid: Alianza, 2013). [email protected]

    Susana ruchuelo GarcaProfesora titular de Historia Moderna de la Universidad de Cantabria (Espaa). Licenciada y Doctoraen Filosofa y Letras por la misma universidad. Fue investigadora Postdoctoral del programa Juan dela Cierva en el Departamento de Historia Medieval, Moderna y de Amrica de la Universidad del PasVasco (Espaa). Ha sido profesora visitante en el Istituto Storico Italo-Germanico en rento (1994 y1995), en la EHESS (de 2007 a 2011), y Matre de Confrences invitada en la Universidad oulouseJean Jaurs (2014). Entre su produccin bibliogrfica se encuentran los libros: La representacin de lascorporaciones locales guipuzcoanas en el entramado poltico provincial (siglos XVI-XVII)(1997), Gipuzkoay el poder real en la Alta Edad Moderna(2004) y olosa en la Edad Moderna (Organizacin y gobierno deuna villa guipuzcoana)(2006). [email protected]