manipulación, persuasión y discurso

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Page 1: Manipulación, persuasión y discurso

Laura Muñoz PérezCicerón, “Sobre el orador”

PERSUASIÓN, MANIPULACIÓN Y DISCURSO:

En el libro “Sobre el orador”, Cicerón aglutina una serie de consejos sobre cómo debe actuar y

prepararse el discurso un orador ideal. Junto con las características más técnicas (tiempos,

movimientos, buena utilización de las palabras, etc), se observan además otros temas. El discurso

del orador va dirigido a un público, pero éste puede ser tanto técnico (Senado) como popular

(pueblo, población). Ante estos dos tipos de públicos, hay que cambiar el tipo de discurso, así como

el estilo a la hora de hablar. Eso sí, sin olvidar nunca que el objetivo final del orador no es informar,

sino persuadir. A esto hay que unir que la concepción de ciudadano en Roma estaba unida a la

política. Cicerón confiaba en la sociabilidad de los hombres, y en la capacidad de la persuasión para

construir sociedades más justas, vía los oradores, que pueden llegar a promover un sentimiento de

comunidad, centro de las comunidades políticas.

Y es aquí donde empieza el presente trabajo. ¿Hasta qué punto la persuasión es el objetivo de la

política? ¿Se puede hablar exactamente de persuasión, y no de manipulación vía utilizacion de

sentimientos? ¿Qué lugar ocupa la deliberación en este tipo de discursos? ¿Es la elocencia una

comunicación uni-dreccional o se puede responder a este discurso?

En lo que respecta al discurso, a la manera de realizarlo, si tiende más a manipular o a persuadir,

podemos acudir al propio texto de Cicerón, en el que habla del deber del orador hacia el público, así

como a la comparación con autores orientales1. Por otro lado, cuando pensamos en el público,

podemos encontrar las caracterizaciones que, sobre este tema, se han realizado. Por ejemplo, yo

tomaré como referencia el texto de Mc Gee2. Siguiendo con la respuesta a las preguntas formuladas,

continuaré con textos sobre sistemas deliberativos3, aunque de manera reducida, ya que el presente

trabajo no se centrará en esta parte.

Así, este trabajo comenzará con la concepción política tanto del ciudadano romano, como de la

importancia de la persuasión y del discurso. A partir de este punto, continuaré enlazando discurso,

persuasión, continuando con la manipulación. Incorporaré en ese momento la posibilidad de

deliberación como respuesta al discurso “público” o político. Terminaré con una conclusión sobre la

relación entre persuasión, elocuencia y manipulación, si la hay.

1 François Jullien, “Manipulación versus persuasión”, en: Tratado de la eficacia, Barcelona, Siruela, 1999, cap. 10,

229-249

2 McGEE, M.C., «In Search of ‘the People’: A Rhetorical Alternative», Quarterly Journal of Speech 61, 1975, 235-

249.

3 ARENAS DOLZ, F., y PÉREZ ZAFRILLA, P.J., «Retórica deliberativa y racionalidad práctica. La rehabilitación de

la argumentación pública en la vida política», Revista Española de Ciencia Política 22, 2010, 29-48

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Laura Muñoz PérezCicerón, “Sobre el orador”

Empezaré, de manera escueta, hablando de la concepción política de la sociedad que promulgaba

Cicerón. Para este autor, la comunidad era una unión de personas cuyo elemento común es el logos.

Y, este logos, les lleva a tener una inclinación política. Y, la política es entendida como virtud

cívica, teoría de la justicia e igualdad dentro del derecho natural4. Esta sociedad no tiene por qué ser

necesariamente uniforme. Se puede conseguir una buena sociedad con diferentes grupos sociales,

siempre y cuando los variados intereses converjan en uno colectivo y común, como es la República.

Esta concepción no tiene nada que ver con otros autores, como Hamilton, que hablan de los

intereses de grupo, como el máximo interés común posible en una sociedad determinada.

Por ello, el discurso (el conjunto de técnicas, mensajes, intenciones...) va dirigido a personas que

forman parte de una comunidad, y que, por lo tanto, están interesadas en el discurso. Hacia ellas es

a quien se debe enviar toda la serie de mecanismos que Cicerón incorpora en su obra: desde la sabia

elección de las palabras, pasando por el movimiento, seguido del humor (si es necesario) y el orden

del discurso. El orador elegirá las palabras y el orden del discurso, teniendo en cuenta los puntos

fuertes y débiles (dejando los mejores argumentos para el principio y el final); según su tamaño,

también los modificará para que sea fácilmente entendible por la audiencia. Lo que el orador debe

buscar es conmover, enseñar y deleitar en cada una de las partes del discurso. Gracias a esto, se

apartará de la discusión directa, ya que buscará enviar un mensaje y convencer, no generar una

discusión. El cambio de estilo tendrá que ver con el decorum. Eso sí, el orden y el contenido será el

mismo.

Ante la importancia que le da Cicerón a la retórica, tanto en los oradores como en los oyentes, es

respondido por autores como Ramus con la siguiente pregunta: ¿es la retórica la única disciplina

demandable y enseñable para conseguir ciudadanos virtuosos? Para éste no es así, ya que lo

importante es la dialéctica, que se centra en encontrar argmentos válidos, reglas universales para

explicar las artes. Por lo tanto, para Ramus la dialéctica es la razón, y la retórica es únicamente el

adorno del discurso5. Se diferencia la racionalidad del cuerpo. Es por ello que Cicerón es el

referente de quienes tenían la inventio y la dispositio por delante de la elocutio6.

Nos podemos preguntar: ¿esta concepción del discurso no es simplemente “lucirse” delante de una

audiencia relativamente inflenciable? Esto es lo que afirma Blair, que critica a Cicerón por estar

más centrado en captar la admiración del público que en desarrollar un buen discurso. Su orador es

4 ROSSI, M.A., “Cicerón y agustín: contrafiguras para pensar la política”, Co-herencia, núm. julio-diciembre, 2005,pp.75-885 ADRIÁN LARA, L., «Petrus Ramus y el ocaso de la retórica cívica», Utopía y Praxis Latinoamericana, 43, 2008, 11-31

6 ARADRA SÁNCHEZ, R.M., «Cicerón ilustrado. La recepción de su obra en la retórica española del s.

XVIII», Revista de Estudios Latinos 11, 2011, 185-205

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Laura Muñoz PérezCicerón, “Sobre el orador”

simplemente vanidad, aunque su elocuencia era “hermosa”7. Pero, aún así, no se puede decir que

sea únicamente vanidad lo que guía al orador de Cicerón, ya que junto con las capacidades ya

indicadas, y ciertas capacidades naturales básicas (como la capacidad de memorizar y tener

facilidad de palabra), es interesante que el orador disponga también de un comportamiento

moralmente aceptable, hecho que conseguirá no sólo que el discurso sea más aceptable, sino que

también se consiga en el orador “la unión del buen decir y el buen vivir para producir un hombre

capaz de pensar correctamente y de hablar para actuar en la esfera pública”8. Por lo tanto, lo que

impera en la relación entre emisor y destinatario es la moralidad, o el hecho de ser iguales, más o

menos. Pero, además de este mecanismo de control interno del orador, ¿se dispone de otros medios

para evitarlo? No, únicamente el contra-poder interno de la audiencia, así como el mecanismo del

Senado de control de los senadores y de sus intenciones.

En definitiva, lo que se pretende es persuadir a la audiencia de lo que se pretende decir. La

audiencia, es un concepto indeterminado. Según McGee es o bien una extensión de “persona”, o

bien “una cantidad de individuos cuya significación es su credibilidad y su incapacidad para

responder a un argumento lógico”9. Esta audiencia, eso sí, puede ser de diferentes tipos: popular o

“experta” (en este caso, el Senado). Con ello, habrá un cambio tanto en el estilo como en las

técnicas utilizadas, para adaptarse mejor al oyente. Así, seguimos por esa audiencia. ¿Es esta

pasiva, escucha al orador sin más? Pues bien, en la época no existía la deliberación “popular”, eso

sí, dentro del Senado podía servir para iniciar o defender una posición en un debate. Al mismo

tiempo, el público popular tampoco era del todo pasivo. No podían responder con argumentos a los

discursos de los oradores, pero gracias a la reflexión, al contraste entre los diferentes argumentos, se

empezaba a formar una moral pública. Y, sin ésta, el ethos ciudadano no se podía llevar a cabo.

Recordemos que el ethos (como conjunto de costumbres, acciones, hechos... que conforman la

identidad de una comunidad) es uno de los puntos centrales de la concepción política de la sociedad

en la República.

Por lo tanto, no se puede hablar de deliberación como tal, pero alguna de las ideas o consecuencias

de la recepción del discurso se acercan a lo que es la deliberación actual. Por ejemplo, el hecho de

que la comunidad política se guía por cestiones de Justicia. Los teóricos actuales de la deliberación

sí que incorporan el interés, pero éste no existía para Cicerón. Otro de los puntos de unión es la

7 Íbid. 8 LEBLOND, O., “Cicéron, la rhétorique et la politique”, Réunion du GREPH, 2011, en Site des professeurs dephilosophiedu réseau francophone libanais, disponible en: http://www.libanphilo.net/index.php?option=com_content&view=article&id=25:5-mai-2011-ciceron-la-rhetorique-et-la-politique&catid=6:seances&Itemid=15

9 McGEE, M.C., «In Search of ‘the People’: A Rhetorical Alternative», Quarterly Journal of Speech 61, 1975, 235-

249.

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Laura Muñoz PérezCicerón, “Sobre el orador”

concepción de respeto y solidaridad, bases de la posibilidad de una convivencia colectiva. Para

concretar esta comparación, incorporaré una cita: “La existencia de las diferencias cognitivas hace

que el poder convencer a otras personas no se base en aportar argumentos reconocidos por todos

como válidos desde una razón común, sino lograr el apoyo de otross a sus propuestas con otras

herramientas, como la retórica, que puede granjearse el apoyo del resto de personas”10. Así, los

oradores son una especie de promulgadores de discursos, ideas, etc que consiguen que éstos se

generalicen y, con ello, consiguen provocar un efecto: un fomento de la conciencia y de la

moralidad cívica, gracias a poner en común argumentos, datos, etc. y esto es justamente de lo que

trata la retórica. Las palabras, discursos, etc consiguen tranformarse en acciones, gracias a la

reflexión interna, al hecho de ponerlo en común con otras personas... Es por ello que el discurso

ciceroniano está enlazado con la ética, con las características del orador, con el desarrollo de la

conciencia, etc.

Al mismo tiempo, el hecho de conseguir cambios de manera tan pasiva como la de generar ideas y

reflexiones, no es todo lo “deliberativo” que podría ser. Además, ¿no es ésta una idea bastante

parecida a la idea de manipulación? ¿Qué lugar ocupa la persuasión, entonces? Porque, la idea de

un orador capacitado, entrenado para convencer a su público, con todos los instrumentos para

conseguir que su mensaje llegue a públicos tanto cultos como “llanos” puede causar cierta

preocupación. Por mucho que Cicerón incorpore el deber moral del orador. Especialmente cuando

una de las habilidades que tenía que tener un héroe para el nacismo era recuperar un viejo deseo o

idea y convertirlo en realidad11. Aquí se incorpora los mitos políticos, una mezcla entre deseo y

realidad, que puede ser utilizada y recogida por los oradores para encontrarlo y sacar partido del

mismo. ¿Qué mejor manera de llevarlo a cabo que convencer a otras personas de su necesidad?

Pero, en primer lugar, ¿qué es la manipulación? Manipular es conseguir tus propios fines utilizando

tus capacidades, métodos conforme a las leyes, a la moralidad (o no) para ello, modificando la

realidad y la Justicia12. También, se puede resumir en gustar y conmover, tal y como se indica en el

artículo de François Jullien13. En el mundo oriental, la retórica tiene otra función diferente a la de

promover la acción, indicada antes. La retórica es la manera con la que se consigue convencer y

manipular. Gracias a la buena utilización de las palabras y de las emociones del oyente, puede

conseguir que no sólo su mensaje llegue al oyente, sino también que éste esté a tu disposición para

10 ARENAS DOLZ, F., y Pérez ZAFRILLA, P. J., «Retórica deliberativa y racionalidad práctica. La rehabilitación dela argumentación pública en la vida política», Revista Española de Ciencia Política 22, 2010, 29-4811 McGEE, M.C., «In Search of ‘the People’: A Rhetorical Alternative», Quarterly Journal of Speech 61, 1975, 235-

249.12 Definición propia a partir de la definición de la RAE. 13 François Jullien, «Manipulación versus persuasión», en: Tratado de la eficacia, Barcelona, Siruela, 1999, cap. 10,229-249

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Laura Muñoz PérezCicerón, “Sobre el orador”

lo que después se pueda pedir. En este caso, se juega con la confianza del otro. Esta confianza

consigue que el otro disponga de “una propensión que lo lleva a escucharnos”14. Eso sí, este hecho

es más antes de la comunicación que después. Respecto a la comunicación como tal, las palabras

pueden ser per se oblicuas, utilizadas no como expresión de realidades sino como manera de

modificación de conductas, atracción, confusión, etc.

Sin embargo, la persuasión es enviar un mensaje dado con una intencionalidad determinada de

actuar sobre el oyente15. Esta intencionalidad es diferente del único interés personal, aunque

también lo incorpora. Persuadir es conmover, convencer, hacer aliados. Pero, en principio, esto es

diferente de la manipulación. La persasión tiene un objetivo más o menos justo, pensado para

compartir ideas, y hacerlas más aceptables hacia los otros. La manipulación tiene detrás un objetivo

personal, además muchas veces se llega a éste no con la palabra, como la persuasión, sino con otros

mecanismos que no tiene nada que ver con el desarrollo de conciencia, ni con compartir opiniones.

Lo más interesante de la lectura del texto de Cicerón tiene que ver con el hecho de que la audiencia

y el orador sea considerada ética, con unos deberes y unas capacidades que se compensan. Gracias

al equilibrio entre estas dos partes, se conseguiría que se hablase más de difusion de un discurso, o,

máximo, de la persuasión. En política, por su parte, se centra en la persuasión, por mucho que en

ciertos casos se sienta que la manipulación está por encima de cualquier otro tipo de función.

La manipulación se puede evitar gracias a la ética del orador, a la capacidad del auditorio ante esas

palabras, y a la acción de control del Senado hacia las ponencias de los oradores. Por supuesto, esto

sólo es posible si detrás hay una idea de ciudadanía fuerte y/o cohesionada, teniendo como objetivo

el bien común o los intereses colectivos. Se puede pensar, entonces, que disponer de conciencia

cívica te evita caer en manipulaciones, por mucho que el/la orador/a tenga todas las capacidades y

las enseñanzas para convencer. Es gracias a esta fortaleza interna que nos podemos evitar ser

utilizados.

Otro punto interesante es la relación entre el discurso y la formación de conciencia cívica o de cierta

unión de la ciudadanía. El discurso está pensado para compartir ideas, y no para ser utilizado o ser

una comunicación unidireccional. O esto sería así si la concepción de Cicerón fuera generalizada.

Pero, ¿está en nuestras manos cambiarlo? ¿No estará también en manos de nuestras/os oradores/as?

14 Íbid.15 DE MIGUEL MORA, C., “En torno al Orator: modernidad en Cicerón”, recurso electrónico. Disponible en:

http://www2.dlc.ua.pt/classicos/Orator.pdf