manifiesto 1 hundertwasser

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Friedensreich Hundertwasser | (1958/1959/1964) Manifiesto del moho en contra del racionalismo en la arquitectura / Hundertwasser La pintura y la escultura son ahora gratis, en tanto que cualquiera puede producir cualquier tipo de creación y posteriormente mostrarla. En la arquitectura, esta libertad fundamental, que debe ser tratada como un requisito previo para cualquier arte, no existe, puesto que una persona debe primero obtener un diploma para poder construir. ¿Por qué? Todos deberían ser capaces de construir y mientras esta libertad para construir no exista, la arquitectura planeada de hoy no podrá ser considerada como arte en lo absoluto. Nuestra arquitectura ha sucumbido a la misma censura a la que sucumbió la pintura en la Unión Soviética. Todo lo que ha sido logrado no son más que compromisos lastimosos y aislados hechos por hombres de mala conciencia que trabajan con reglas de medición. ¡El deseo del individuo de construir algo no debe de ser impedido! Él debe y tiene que ser capaz de construir, y por ende ser responsable de las cuatro paredes en las que habita. Y uno debe de correr el riesgo de que tal estructura tan fantástica pueda colapsarse después, y no debería y no debe de retroceder ante el sacrificio humano que esta nueva modalidad de edificios demanda. Por fin, debemos poner un alto a la gente que se muda a sus cuartos como conejos o pollos a su gallinero. Si una estructura tan fantástica construida por los propios inquilinos se colapsa, generalmente se agrietará con antelación, de manera que a la gente le será posible escapar. Pero entonces, el inquilino tratará con mayor criterio y creatividad el edificio que habita y reforzará las paredes y vigas con sus propias manos si le parecen demasiado frágiles. La inhabitabilidad tangible y material de los barrios bajos es preferible a la inhabitabilidad moral de la arquitectura utilitaria y funcional. En los llamados barrios bajos solo el cuerpo humano puede ser oprimido, pero en 1

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Page 1: Manifiesto 1 Hundertwasser

F r i e d e n s r e i c h H u n d e r t w a s s e r | ( 1 9 5 8 / 1 9 5 9 / 1 9 6 4 )

Manifiesto del moho en contra del

racionalismo en la arquitectura /

Hundertwasser

La pintura y la escultura son ahora gratis, en tanto que cualquiera puede producir cualquier tipo de creación y posteriormente mostrarla. En la arquitectura, esta libertad fundamental, que debe ser tratada como un requisito previo para cualquier arte, no existe, puesto que una persona debe primero obtener un diploma para poder construir. ¿Por qué?

Todos deberían ser capaces de construir y mientras esta libertad para construir no exista, la arquitectura planeada de hoy no podrá ser considerada como arte en lo absoluto. Nuestra arquitectura ha sucumbido a la misma censura a la que sucumbió la pintura en la Unión Soviética.

Todo lo que ha sido logrado no son más que compromisos lastimosos y aislados hechos por hombres de mala conciencia que trabajan con reglas de medición.

¡El deseo del individuo de construir algo no debe de ser impedido! Él debe y tiene que ser capaz de construir, y por ende ser responsable de las cuatro paredes en las que habita. Y uno debe de correr el riesgo de que tal estructura tan fantástica pueda colapsarse después, y no debería y no debe de retroceder ante el sacrificio humano que esta nueva modalidad de edificios demanda. Por fin, debemos poner un alto a la gente que se muda a sus cuartos como conejos o pollos a su gallinero.

Si una estructura tan fantástica construida por los propios inquilinos se colapsa, generalmente se agrietará con antelación, de manera que a la gente le será posible escapar. Pero entonces, el inquilino tratará con mayor criterio y creatividad el edificio que habita y reforzará las paredes y vigas con sus propias manos si le parecen demasiado frágiles.

La inhabitabilidad tangible y material de los barrios bajos es preferible a la inhabitabilidad moral de la arquitectura utilitaria y funcional. En los llamados barrios bajos solo el cuerpo humano puede ser oprimido, pero en nuestra moderna y funcional arquitectura, supuestamente construida para el ser humano, el alma del hombre está muriendo, oprimida. Debemos, en su lugar, tomar como punto de partida para el mejoramiento el principio del barrio bajo, eso es, su arquitectura salvaje, que crece exuberante, y no la arquitectura funcional.

La arquitectura funcional ha resultado ser un camino errado, exactamente igual que la pintura con regla. Estamos acercándonos a pasos de gigante a una arquitectura poco practica, inutilizable y, finalmente, inhabitable.

(…) Tan solo veremos el prodigio de una arquitectura nueva, verdadera y libre una vez que hayamos superado la inhabitabilidad total y el enmohecimiento creador.

Un hombre que vive en una casa de alquiler debe tener la posibilidad de asomarse a la ventana y rascar el muro hasta donde las manos le alcancen. Y debe tener e derecho de pintarlo todo de rosa,

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con una larga brocha, hasta donde llegue, de manera que se vea desde lejos, desde la calle, que ahí vive un ser humano que se distingue de sus vecinos, de ese ganado menor asignado. Debe tener la posibilidad de aserrar los muros y de introducir toda clase de cambios, aunque con ello se altere la armoniosa imagen arquitectónica de alguna supuesta obra maestra de la arquitectura, o de llenarse la habitación de barro o de plastilina.

¡Pero el contrato de alquiler lo prohíbe!

Es hora de que la gente misma se rebele contra el hecho de que se la aloje en construcciones de cajas, del mismo modo que se aloja a las gallinas y os conejos en construcciones de jaulas ajenas a su naturaleza.

Una construcción utilitaria o de jaula es un edificio que permanece ajeo a la naturaleza de las tres categorías de seres humanos implicados:

1. El arquitecto no tiene ninguna relación con el edificio. Por más que sea el mayor genio de la arquitectura, no podrá prever qué clase de hombre lo habitará. Lo que llaman la medida humana en arquitectura es un fraude criminal, sobre todo cuando tal medida ha emanado como valor promedio de un sistema de encuestas.

2. El albañil no tiene ninguna relación con el edificio. Cuando quiera dar, por ejemplo, a un muro una forma distinta, por poco que sea, según su concepción personal –caso que la tenga-, pierde el empleo. Por lo demás, nada le importa, pues no será el quien habitará el edificio.

3. El inquilino no tiene ninguna relación con el edificio, puesto que no lo ha construido él: el no hecho más que entrar a vivir. Sus necesidades humanas, su espacio humano, serán, con toda seguridad, otros muy distintos; y esto sigue en pie incluso cuando el arquitecto y el albañil se hayan esforzado por seguir exactamente las instrucciones del inquilino.

Solo cuando el arquitecto, el albañil y el inquilino formen una unidad, lo que es decir: cuando sean una misma persona, puede hablarse de arquitectura. Todo lo demás no es arquitectura, sino un crimen que se ha hecho forma.

El arquitecto, el albañil y el inquilino forman una trinidad, lo mismo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. (…)

Es un crimen asimismo la utilización de la regla y de la escuadra en arquitectura: es fácil demostrar que la regla debe considerarse un instrumento de la descomposición de la trinidad arqutectonica.

Incluso la mera tenencia de una regla debería estar prohibida, al menos moralmente. La regla es símbolo del nuevo analfabetismo. La regla es el síntoma de una nueva enfermedad, de la desintegración de nuestra civilización.

(…) La línea recta no tiene Dios y es inmoral. La línea recta no es una línea creativa, es una línea que duplica, que imita. En ella, Dios y todo el espíritu humano se encuentran más lejos de casa que la masa amorfa, sedienta de confort, hueca e intoxicada cerebralmente.

Consecuentemente, las estructuras en T, por más curvas, dobladas, colgantes o perforadas que sean, no son válidas. Son solamente todo el pánico de los arquitectos constructivos de perder el contacto con las modas y de cambiar su estilo con el tiempo. (Miremos el estilo Postmodernista veinte años después.)

Cuando el sarro se asienta en una hoja de afeitar, cuando una pared comienza a enmohecer, cuando el musgo crece en la esquina de un cuarto redondeando sus ángulos geométricos, deberíamos estar felices porque, unido a los microbios y hongos, la vida se está mudando a la casa y a través de este proceso podemos, con mayor conciencia, ser testigos de cambios arquitectónicos de los cuales tenemos mucho que aprender.

El vandalismo irresponsable de los arquitectos constructivos funcionales es bien conocido.

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Simplemente querían derrumbar las hermosas fachadas de estuco de los 1890 y de Art Nouveau y levantar sus estructuras vacías. Tomemos a Le Corbusier, que quería nivelar París completamente para erigir sus monstruosas construcciones de línea recta. Ahora, en el nombre de la justicia, las construcciones de Mies van der Rohe, Neutra, el Bauhaus, Gropius, Johnson, Le Corbusier, Loss, etc., deberían ser destruidas pues han sido anticuadas ya durante una generación y se han tornado moralmente insoportables.

(…)

Posdata de 1964: Los arquitectos solo deben ejercer una función de asesores técnicos, esto es, responder a las preguntas sobre materiales, estabilidad, etc. en todo caso, deben estar subordinados a los inquilinos y sus deseos. Todo inquilino debe ser libre de crear su “piel exterior”, lo que es decir: libre de crear y transformar también la envoltura exterior de su vivienda.

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