maleducados o malaprendidos?

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N12. El Ancasti. 22 de mayo de 2011 Chicos Maleducados La falta de normas claras y de límites en la niñez repercute en el presente y en el futuro de los hijos. Cada vez crece más la tendencia de que los hijos se conviertan en verdaderos maleducados. ¿Maleducados o malaprendidos? Cómo son los niños y los jóvenes de hoy. Qué grado de responsabilidad tienen los padres. El lugar de los adultos. Los límites y las normas que se deben establecer en la educación de nuestros hijos. Entrevista a las licenciadas en Psicopedagogía Mariana Leber y Martha Beck, quienes reflexionan acerca de la mala educación como un rasgo cada vez más presente en la personalidad de los niños.

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N12. El Ancasti. 22 de mayo de 2011

ChicosMaleducados

La falta de normas claras y de límites en la niñez

repercute en el presente y en el futuro de los hijos.

Cada vez crece más la tendencia de que los

hijos se conviertan en verdaderos maleducados.

¿Maleducados o malaprendidos? Cómo son los niños y los jóvenes de hoy. Qué grado de responsabilidad tienen los padres. El lugar de los adultos. Los límites y las normas que se deben establecer en la educación de nuestros hijos. Entrevista a las licenciadas en Psicopedagogía Mariana Leber y Martha Beck, quienes reflexionan acerca de la mala educación como un rasgo cada vez más presente en la personalidad de los niños.

Cada vez es más frecuente encontrarse con niños y jóvenes a los que se los denomina maleducados o malcriados por llevar adelante determinadas conductas asociadas a una autoridad ausente y a la falta de respeto hacia el prójimo. Estos chicos suelen

despertar sentimientos negativos entre los adultos porque normalmente se rehúsan a relacionarse con las personas en un marco de cordialidad y buenos modales.

El síntoma de la mala educación, por denominarlo de alguna manera, no es posible relacionarlo con una edad específica, está presente tanto en niños como en adolescentes y es producto de los cambios generacionales y de una negativa de los adultos de hoy a criar a sus hijos con las modalidades con las que ellos fueron educados. Los padres son los agentes más determinantes en esa tarea, pero no son los únicos. Todo el sistema educativo y la sociedad en general poseen responsabilidad a la hora de instruir a las generaciones futuras.

Hoy por hoy los niños y jóvenes utilizan un lenguaje precario y descortés, que va de la mano de un trato cuasi despectivo hacia el resto de las personas, sin importar de quien se trate, sean sus padres, docentes o gente fuera de su círculo social. Las figuras de la autoridad y del respeto se extinguen cada vez más velozmente y parecen ir dejando de tener peso dentro de la sociedad moderna.

Se entiende que los padres desean brindar la mejor educación para sus hijos. Sin embargo, no siempre lo logran. Para reflexionar acerca de si los hijos son maleducados o malaprendidos, se debe hacer una mirada introspectiva y analizar cómo se está llevando la crianza de los hijos. Esta mirada debe ser autocrítica y reconocer cuáles han sido las fallas para poder subsanarlas o modificarlas ya que se sabe que nunca es tarde para hacerlo. Pero lo más complicado de esta tarea es asumir, como padres, una equivocación en la educación de los hijos. Este es el primer paso, y el más difícil, en este proceso.

Los niños más pequeños Existen diferentes acciones llevadas a cabo en el hogar que no ayudan a una buena formación educativa de los hijos. Una de ellas es la sobreprotección.

La sobreprotección es el exceso de cuidado de los niños, tratando de evitar cualquier problema y dificultad que puedan experimentar, limitando, de este modo, su proceso natural de crecimiento. Los niños sobreprotegidos son dependientes de sus padres para realizar cualquier actividad y se sienten inseguros a la hora de tomar decisiones.

Las consecuencias directas que una actitud sobre protectora tiene en los niños son la falta de autonomía para realizar sus juegos o sus tareas y dificultades de adaptación, ya que suelen ser chicos manipuladores y caprichosos, con un nivel de inmadurez y dependencia que los afecta negativamente en distintos ámbitos y que suele traer aparejado problemas de aprendizaje, dificultades en la socialización y en la conducta.

Los chicos sobreprotegidos tienden a responder a través de caprichos o berrinches debido a que no saben cuáles son los límites y las reglas de comportamiento en general, no respetan la

palabra ni la figura de sus padres y se vuelven intolerantes a pensamientos o decisiones contrarias a las propias.

La otra cara de la sobreprotección es el exceso de libertad, lo cual tampoco es apropiado para una educación sana. Ser totalmente permisivos es negativo para los niños ya que no sabrán representar la figura de autoridad y el respeto. Paralelamente les costará la convivencia con las demás personas. La libertad plena sin límites tiene consecuencias importantes en la adolescencia.

Por último, tampoco es aconsejable ofrecerles bienes materiales en suplencia del amor, tiempo o atención. Actualmente es normal que ambos padres trabajen y los niños se críen con otras personas (familiares, amigos o niñeras). Esto conlleva muchas veces un sentimiento de culpa que los padres intentan compensar con bienes materiales. Esta actitud también va acompañada de pocos límites, ya que los padres suelen pensar que por pasar poco tiempo con ellos no pueden desperdiciarlo retándolos continuamente. Esta situación lleva a que los niños adquieran malos hábitos y conceptos y adopten una actitud manipuladora y caprichosa respecto de las cosas materiales y la compra

de juguetes, figuritas, etc.

Estos niños, que adquieren un sinfín de objetos materiales, se sienten frustrados cuando se les niega algún objeto que desean, reaccionando negativamente con una actitud que suele identificarse como maleducada.

Los jóvenesLa rebeldía típica del período de la pubertad suele confundirse con la mala educación. Sin embargo, son dos cosas que deben diferenciarse.

El adolescente puede presentar cierta rebeldía en el cuidado de la imagen corporal, en la vestimenta que use, los peinados que se haga o los gustos que tenga, pero no necesariamente debe comportarse indisciplinadamente o no respetar a los demás y las reglas de convivencia de cada hogar. Por ejemplo, en la casa, los padres pueden permitirles a los jóvenes vestir con el estilo que tengan. Sin embargo, si en el colegio el atuendo no está autorizado se debe respetar esa norma; si no lo hacen y los padres ratifican esa actitud, no sólo estarán desautorizando a la institución escolar, que es parte de la crianza de los hijos, sino que estarán fomentando malos comportamientos en los hijos en imitación a los padres.

Claramente hay actitudes que son aceptables dentro del marco de la adolescencia, pero también hay modos de actuar que son intolerables como la descortesía, la carencia de respeto hacia el prójimo (se trate de un adulto o un par), el uso de lenguaje grosero, la ausencia del concepto de autoridad y los malos modales.

Cada día se repiten más casos en todas las escuelas de actitudes irrespetuosas hacia los profesores y cada vez de mayor gravedad.

Los padres no deben refugiarse en excusas y pensar que los hijos no aprendieron bien sus enseñanzas. Es importante asumir la responsabilidad y actuar en consecuencia para prevenir males mayores. Parte de ese proceso es observarse a sí mismos cómo se comportan con respecto a otros adultos, sus jefes, sus propios padres o hermanos.

Mantener ciertas reglas y límites en el hogar facilita la tarea de criar a los hijos y evitar pasar por malos momentos. Los hijos deben tener claro siempre cuales son las consecuencias de sus actos, de este modo actuarán a conciencia a medida que vayan creciendo y les servirá para el resto de su vida.

Los padres deben proceder siempre con seguridad y saber que nunca es tarde para corregir los errores cometidos; cuando los límites no fueron puestos de pequeños no significa que no pueda hacerse más tarde.

La educación de los hijos es una tarea muy difícil y de mucha responsabilidad. Para ello es acosejable informarse y recurrir a profesionales en caso de que los padres sientan dicha necesidad.

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En algunas ocasiones los padres sienten una gran frustración al ver que sus hijos actúan maleducadamente y prefieren pensar que los pequeños no han aprendido acerca de los modales que ellos les transmitieron en lugar de asumir las posibles fallas en la educación brindada.

MALEDUCADOS O MALAPRENDIDOS?

Mala conducta. Educar a los niños implica un fino equilibrio entre establecer límites claros y brindar espacios de libertad para que se desarrollen sanamente.

LA VISIÓN DE LOS JÓVENES ACERCA DEL ROL DEL DOCENTEUn reciente estudio de UNICEF permitió reconocer cuál es la visión que tienen los jóvenes hacia los profesores en la escuela:

NO REPRESENTAN UNA AUTORIDAD. Para los estudiantes los profesores no son una figura de autoridad. Una de las razones expuestas es el intento de los adultos de ser complices con los alumnos.

TIENEN MAL CARÁCTER. Los alumnos suelen ver a los docentes malhumorados e intolerantes.

SE ENCUENTRAN CANSADOS. Los jóvenes perciben que para los docentes es cansadora su tarea. Los observan desbordados por la conducta transgresora o desobediente de los alumnos.

Una de las consultas más frecuentes que plantean los padres en los centros escolares o centros de orientación familiar es qué estilo educativo deben seguir en la instrucción de sus hijos.

Lo más importante es que les brinden modelos y referentes estables y que dentro del hogar existas normas que no cambien de acuerdo a las circunstancias.

La existencia de ciertas normas y límites que regulen la conducta de nuestros hijos es necesaria y útil no sólo para la convivencia familiar sino para la seguridad y el desarrollo personal y social de nuestros hijos.

En cada hogar deben estar claramente definidas las normas de convivencia: el horario de las comidas y el modo de comportarse en la mesa, el uso de la televisión o los juegos en la computadora, el modo como deben ordenar sus cosas, el tiempo de estudio, el respeto a las personas mayores, etcétera.

El objetivo no es conseguir que los hijos obedezcan sin más o que sigan las normas sólo porque le fueron ordenadas por los padres o por miedo al castigo; sino lograr que vayan haciéndolas suyas, que las integren en su funcionamiento porque entiendan que son positivas para su desarrollo, que les sirven para sentirse bien consigo mismos, con los demás y para lograr determinados objetivos.

Para ello, los padres deben desterrar toda forma de autoritarismo y de arbitrariedad a la hora de elegir

e implantar las normas o de definir los límites que vayan a regular el comportamiento de nuestros hijos y nuestra relación con ellos.

Para que las normas sean verdaderamente educativas deberían ser:

Pocas. Al ser escasas serán más fáciles de recordar y cumplir.

Claras. Es necesario que sean comprensibles para el niño ya que debe saber exactamente qué debe hacer y qué no.

Positivas para el desarrollo del niño. Deben ser útiles para su crecimiento normal y no dictadas por intereses, por los nervios del momento o por el afán de dominarles o someterles a la voluntad de los padres.

Razonadas y razonables. Es importante que los hijos vayan pensando y decidiendo por sí mismos. Para ello es necesario que los padres les expliquen los motivos y las razones en que se basan los límites y las normas y que las manifiesten con sencillez y sinceridad. Asimismo, los padres deben involucrar a sus hijos y pedirles su opinión sobre lo que les piden o sobre cómo podría llevarse a cabo.

Exigidas con coherencia, con firmeza y constancia. Hay que evitar que el cumplimiento de las normas dependa del estado de ánimo de los padres.

Cuyo incumplimiento tenga consecuencias claras que se apliquen. No se trata de castigar por castigar, sino de que los hijos aprendan que las

conductas tienen consecuencias y que no cumplir las normas también las tiene. Las consecuencias deben ser proporcionadas y aplicadas también con consistencia.

Todo esto supone un estilo educativo y una convivencia con afecto, confianza y diálogo. Es un camino positivo para que los hijos crezcan seguros, sintiéndose dueños de sus actos y responsables de sus decisiones. Además, es funcional para que desarrollen tolerancia a la frustración y comprendan y acepten que las normas y los límites forman parte no sólo de la vida familiar sino también de la comunitaria, de la vida en general.

La disciplina es una herramienta básica en la formación de una persona responsable y estable, es muy importante tener unas normas y límites bien definidos y exigir que todos los respeten.

¿Qué ocurre cuando no se pone límites a los hijos?Los hijos necesitan normas y límites, cuando no los tienen se encuentran perdidos, no saben qué es lo que tienen que hacer, qué es lo que se espera de ellos y tampoco saben el camino que tienen que elegir.

Los hijos tienen que aprender a ganarse las cosas a partir de cumplir normas que tienen que ser sencillas y adecuadas a la edad de cada niña/o.

Cuando los hijos no aprenden que las cosas hay que ganárselas, que tienen que cumplir las normas, que junto con nuestros derechos van nuestras obligaciones, y que si no se cumplen no se puede disfrutar de los privilegios (ver tele, la computadora, el videojuego), se pueden convertir en jóvenes y adultos insatisfechos e infelices. No han aprendido a valorar lo que tienen, todo lo consideran como un derecho, y cuando la sociedad les impone sus normas, pueden sentirse muy dolidos y frustrados.

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EL LUGAR DE LOS ADULTOS: LÍMITES Y NORMASCuando los hijos son pequeños los padres deben tomar las decisiones y enseñarles qué deben hacer y de qué manera. A medida que crecen, los hijos adquieren responsabilidad y autonomía, lo cual les da la capacidad de tomar decisiones cada vez mayores.

Por Marina Segura, Psicopedagoga – M.P. N° 038

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CONSEJOS PARA PADRES

Ayudarlos a expresar sus sentimientos. Si un hijo adolescente le pega a un hermano menor, es importante preguntarle por qué lo ha hecho, y pensar en otras formas de desahogar su enfado.

Expresar reconocimiento. Cuando su hijo adolescente logra comportarse como es debido, darle las gracias y felicitarlo.

No golpee a su hijo. Cuando los padres castigan con golpes, el concepto que les transmiten a los hijos es que es lícito pegar.

Permitir su participación. Cuando se fijen normas nuevas. Esto no sólo será una forma de enseñarle el arte de la negociación (algo que le servirá durante toda su vida), sino que le implicará de tal forma que se sentirá más obligado a cumplir con las reglas. Además, si nota que no eres intransigente y estás dispuesto a escuchar su opinión, aprenderá a hacer lo mismo.

Dar el ejemplo. Si un padre o una madre le grita a su hijo adolescente, está enseñándole indirectamente que es una opción válida en caso de desacuerdo, en vez de enseñarle a debatir. En vez de gritar, enséñale a tu hijo a discutir de forma sosegada e inteligente.

Darle algún margen de decisión. En el momento de organizar las tareas que debe realizar es bueno sentarse con su hijo con papel y lápiz, explicarle todas las tareas domésticas y decidir conjuntamente cuáles serán su responsabilidad.

Ser siempre justos. Los padres somos humanos y a veces nos exasperamos e imponemos o un castigo porque estamos cansados. Hay que evitar esta situación, pensarlo muy bien antes de introducir nuevas reglas o cambiar una existente y explicar de forma sosegada el motivo a tu hijo.

A qué se puede considerar mala educación? ¿Y cuál es el principal problema?

Mariana Leber - La mala educación no se remite únicamente a las características de la crianza de los padres hacia sus hijos o a la calidad educativa que recibe o recibió una persona, sino que también involucra la conducta y el comportamiento de una sociedad, al uso e influencia de los medios masivos de comunicación, a las formas en que nos relacionamos, etc. Uno de los principales problemas es la falta de definición de determinados parámetros básicos para la convivencia y su consenso y las alteraciones en las comunicaciones. Estos aspectos pueden referirse a hábitos (por ejemplo, de higiene y alimentación) como también a valores como la tolerancia, el respeto, la solidaridad. En todo esto juegan un rol fundamental los modelos que en la niñez son los padres y educadores y en la adultez los modelos televisivos e influencia de las tecnologías.

►¿Qué actitudes tienen los niños a los que se llama “mal educados”?

Martha Beck - Se trata de chicos que nos despiertan el interés y con una sensación no del todo empática por no responder a lo que los adultos esperamos. Son chicos que no respetan las consignas en clase, se distraen, tienen problemas de conducta, dificultades en la adaptación al grupo, etc. Pero lo importante es ver el motivo por el cuál despiertan nuestra atención, puede ser porque nos están queriendo decir algo con esa conducta. Es muy importante estar muy atentos ante la aparición de estas actitudes, pues cuanto más se tarde en evaluar e intervenir mayor número de problemas se va acumulando.

►¿Cuál es el rol de los padres y docentes ante estos casos?, ¿son los responsables?

ML - Buscar responsables muchas veces provoca mayor angustia, hay que focalizar en construir una relación de confianza y alianza entre padres y docentes, aunar criterios de actuación desde el rol que le compete a cada parte.Pero es bueno tener en cuenta que los padres nunca deben renunciar a su lugar de guías, de formadores de sus propios hijos, algo que no es fácil de llevar a cabo pues requiere constancia, dedicación, coherencia consigo mismo y sobre todo mantenimiento de la palabra. Muchas veces se les ponen penitencias a los hijos que luego no son llevadas a cabo. Los chicos se dan cuenta de ello y eso es falta de palabra. Con los docentes pasa lo mismo. Cuando un alumno hace algo indebido la intervención debe ser en el momento, efectiva y eficaz. Una palabra del docente bien dicha en el momento es mucho más efectiva que ir a firmar un cuaderno después. El niño que en casa hace lo que quiere, lo más probable es que aplique el mismo tipo de comportamiento en la escuela. Si no le hace caso a mamá, si mamá le tiene que decir 20 veces las cosas, ¿por qué habría de hacerle caso a la maestra?Para el docente en general y sobre todo para el profesor de secundario es muy complicado ejercer su rol con chicos cada vez más demandantes y desafiantes.

►¿Qué creen que pasa con las figuras de autoridad?

MB - Las figuras de autoridad hoy están muy cuestionadas, por lo cual parecen sentirse desamparadas, por momentos cansadas y con

miedo a la crítica permanente. Es importante jerarquizarla y valorarla y eso se empieza haciendo en casa. Respetar los roles y las reglas brinda seguridad. De las figuras de autoridad se espera que sean modelos a imitar y a veces no se dan cuenta del peso de la mirada del niño o del adolescente.

►¿Qué consejos podrían dar para encaminar a los niños?

ML - Lo importante es reflexionar sobre qué es lo que se cree hay que modificar, plantearse pequeñas metas y sostenerlas en el tiempo. La coherencia entre el decir y el hacer es fundamental, evitando descalificaciones emocionales. Saber que no es necesario sermonear a los niños con largos discursos, ellos muchas veces saben qué está bien y qué está mal y ponen a prueba permanentemente a los adultos, entonces éstos tiene que saber lo que esperan de sus hijos y actuar en consecuencia. Ser padres dialogantes, afectuosos, capaces de escuchar y ver lo positivo, decididos en los límites, sin autoritarismo ni permisivismo. Padres que ejerzan un respeto mutuo entre las funciones de cada miembro parental, sin inhibiciones ni usurpaciones o descalificaciones, capaces de fomentar progresivamente la autonomía personal.

►¿Cuáles consejos daría para adolescentes?

MB - En la adolescencia es fundamental haber creado un vínculo de confianza con el hijo. Hay que empezar a negociar porque si no se puede perder el diálogo que es imprescindible en esta etapa. El adolescente generalmente se retrae, deja de ser comunicativo con sus padres porque necesita poner

distancia de ellos para poder crecer, establece vínculos mucho más próximos con su grupo de pares y esto es sano, debe ser así, por ello mismo es fundamental conocer los amigos de los hijos, que vengan a casa, hablar con ellos. El adolescente se vuelve muy crítico de los padres y de sus actitudes, y esto no debe producir un distanciamiento, al contrario, pues allí es cuando se pierde la capacidad de diálogo, cuando los papás no toleran las críticas del hijo adolescente. Encontrar el punto de equilibrio es muy difícil, ya que hay muchos papás que en el afán de “ser amigos” de los hijos se vuelven excesivamente permisivos.

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BIO

La Licenciada Mariana B. Leber. es Psicopedagoga, egresada de la Universidad del Salvador. Se desempeñó como Psicopedagoga y actualmente es Directora de primaria del colegio Saint Trinnean´s. Realiza clínica psicopedagógica con orientación a padres y escuelas en su consultorio particular y para CESUN, Mutual para la Prevención y atención Comunitaria.

La Licenciada y Profesora Martha Susana Beck. es Psicopedagoga, especializada en Psicología Clínica, egresada de la Universidad Católica Argentina de Mendoza. Realiza psicodiagnósticos y tratamientos psicopedagógicos, orientación vocacional, terapia familiar en su consultorio particular, en CESUN y en la Fundación Santa Rafaela María.

Ambas son socias fundadoras e integran la Comisión Directiva de la Asociación de Profesionales del quehacer psicopedagógico, en la cual participa de la organización de capacitaciones.

"LA MALA EDUCACIÓN NO SE REMITE ÚNICAMENTE A LOS PADRES, TAMBIÉN INVOLUCRA A LA SOCIEDAD"De Padres a Hijos dialogó con las Licenciadas en Psicopedagogía Mariana Leber y Martha Susana Beck, quienes profundizaron acerca de un síntoma del presente: “la mala educación".

ENTREVISTA

Chicos maleducadosN12