El día 3 de febrero de 1954, como por obra de magia, la ciudad de Málaga

apareció cubierta de nieve por completo.También en los pueblos de la costa,

sobre todo en Estepona y Marbella, y en el interior de la provincia la

mañana comenzó nevando. En Ronda o Antequera aquello ya lo habían visto. En

Málaga, fue mucha gente la que vio aquello por primera vez y mucha la que

no lo ha vuelto a ver ¡Y aún hoy, los que lo vieron y los que vinieron

después, lo siguen esperando!

Las aguas del río Guadalmedina se helaron y murieron casi todas las ranas, porque en aquel tiempo el río era un río como los de antes, que llevaba agua e incluso tenía ranas. Algunos tejados, por entonces libres de parabólicas, se hundieron por el inesperado peso de la nieve pero el mayor daño fue para los huertas de naranjos y limoneros del valle del Guadalhorce, con muchos árboles cargados de frutos aún sin recoger.

Se perdieron los cultivos de la vega (ahora hay plantados un Ikea y un Carrefour) y se perdió la cosecha de la almendra, porque las flores blancas de los árboles que cubrían las laderas de los montes se fundieron con el blanco que cayó hasta quemarse en una fría combustión.

Ese día, la máxima registrada en Málaga fue de 7,5 grados pero la nevada había regalado a la ciudad un día inolvidable.

Casi todo se paralizó en la capital. En los colegios no hubo clase para que los niños pudieran salir a jugar a la calle; en los trabajos dieron media jornada libre para que la gente disfrutara de aquel

espectáculo, y eran muchos los malagueños que correteaban divertidos por las calles tirando bolas de nieve o resbalando.

Aquel día fue una maravillosa pausa de juego y diversión.