maknual v1.06 (manual de ciber k)

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MANUAL DEL MILITANTE PASIVO DEL FRENTE CENAS Y CAFÉS PARA TODOS AQUÉLLOS QUE ACEPTAN DIARIAMENTE ARRIESGAR LA PAZ DE UNA BUENA CENA POR LA DEFENSA DE UN MODELO. PRODUCCION: MESADEAUTOAYUDAK.BLOGSPOT.COM Comentarios a: mesadeautoayudak @ gmail.com MAKnual Versión 1.06 (30/9/11) Pag 1

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Manual del Activista Pasivo (MAKnual), versión 1.06 usado por los ciber Ks para responder acusaciones contra el gobierno y asì difundir sus mentiras.Más información en regimenk.blogspot.com

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MANUAL DEL MILITANTE PASIVO

DEL FRENTE CENAS Y CAFÉS

PARA TODOS AQUÉLLOS QUE ACEPTAN DIARIAMENTE ARRIESGAR LA PAZ DE UNA BUENA CENA POR LA DEFENSA DE

UN MODELO.

PRODUCCION: MESADEAUTOAYUDAK.BLOGSPOT.COM Comentarios a: mesadeautoayudak @ gmail.com

MAKnual Versión 1.06 (30/9/11)

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¿POR QUÉ UN MANUAL DEL MILITANTE? ¿POR QUÉ ÉSTE?Un rol importante del militante pasivo es el de predicar. Taladrar la piedra del discurso hegemónico allí donde actúa, es decir en las personas. Generar vibraciones capaces de abrir una grieta por donde las gotas de agua terminen de resquebrajar la roca. Romper el espiral del silencio que nos hace sentir en minoría, casi en falta.

Quizás por temor o pereza, los partidarios de una idea cerramos la boca y sin querer alimentamos en algún prójimo la misma sensación de minoría. De esta manera acallamos por completo una voz que de otro modo tendría eco.

Después de infinitas cenas-debate, de casi dos años de administrar un blog y de participar de centenas de discusiones en nuestro y otros espacios, nos dimos cuenta de que regularmente lamentábamos no haber recordado tal o cual argumento o no haber encontrado una forma más elaborada para decir lo que dijimos.

Esto nos llevó a pensar en pasar por escrito las ideas, como una ayuda-memoria, que a cierta edad es lo más parecido a tener un cerebro a mano. De esa idea inicial, aumentada por las expectativas y reducida por las posibilidades, surge este Manual.

Quienes lo escribimos compartimos una valoración positiva de la política y percibimos una campaña continua de desgaste contra todo lo relacionado con el juego político, no sólo en este momento sino hace décadas. Los logros de la política son presentados como hechos naturales o de poca importancia. Algunas de sus características particulares son adjetivadas como aberraciones y sus vicios son exagerados a niveles de pecado mortal, hasta instalar en la sociedad la idea de que el accionar político nos deja un resultado negativo, como si fuera un padecimiento al que estamos obligados por la Constitución.

Los ataques contra lo político se presentan como críticas a los procesos populares vigentes. A los procesos o movimientos que, llenos de grises y contradicciones, busquen jerarquizar la participación de la voluntad popular en las grandes decisiones del país. No son criticas teoricas o doctrinarias, sino de interes practico, buscan afectar el cauce de las cosas. Por esto la defensa del juego político suele coincidir en cada momento con la defensa de una acción de gobierno.

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Durante el siglo XX, diferentes gobiernos de diferentes signo político han padecido por turnos el embate de esta campaña de desgaste. Siempre bajo la forma de criticas a lo que serian errores pero, parafraseando a Jauretche, “critican y exageran sus errores porque no toleran sus aciertos”.

El juego político democrático tiene muchos vicios que crecen en su interior como hongos. Algunos son evitables o atenuables ; otros son intrínsecos al propio juego, son vicios de la virtud, quien logre crearnos alergias hacia estos logrará que rechacemos la política democrática como intrínsecamente viciosa.

Imaginemos un pueblo que no soporte la demagogia, al que la mas mínima exageración en las promesas electorales de cualquier político lo indigne. Es muy probable que no termine conducido por políticos democráticos mesurados, precisos en sus promesas, sino mas bien por tiranos. Porque estos no prometen en falso, ni siquiera prometen.

La exageración de los vicios y la desvalorización de los resultados positivos de la política instalan en la sociedad una idea de “resultado neto negativo”. “Al final, si lo que obtenemos de los políticos es tan poco y ellos son tan malos, ¿por qué aguantarlos?” sería la pregunta no formulada pero siempre presente.

El objetivo final de los promotores de esta campaña no es la destitución de la clase política a la usanza militar, sino el desgaste de la relación con sus representados: limar su fuente de legitimidad. Una clase política desprestigiada, jaqueada en permanencia, es un adversario más vulnerable a los lobbys de quienes en realidad deberían ser controlados y regulados por el Estado.

De esta valoración sobre la imprescindibilidad del juego político surgió en nosotros la necesidad de resistir a la campaña Anti-K, esa metralla diaria de argumentos morales, religiosos, basados en el prejuicio y en la lógica que solo da la repetición.

En otras palabras, resistimos a una larga lista de falsas verdades reveladas, de hábitos que se presentan como leyes naturales, de comparaciones con modelos inexistentes, de exageraciones moralistas, de mutación de virtudes en vicios, todo para arrastrarnos a la conclusión de que en la Argentina la política no lleva más que a un estado de corrupción y anarquía. Así, aunque superiores, los argentinos estaríamos destinados a llevar una vida de infradotados.

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Volviendo a nuestro Manual, no se trata de un libro de ciencias políticas, ni de análisis político. Es apenas un intento liviano de introducción al abordaje de temas políticos de coyuntura con el único fin de ayudar a quienes queremos militar en la “columna pasiva” de defensa del juego político que hoy se mimetiza con una defensa del kirchnerismo, blanco dilecto de esta campaña.

Nos parece que las críticas al Kirchnerismo son las mismas repetidas durante el siglo XX contra todos los movimientos populares. Las críticas permanecen; sólo los críticos cambian (aunque viendo la longevidad de Mariano Grondona y de Rosendo Fraga, esta verdad podría revisarse). Dada esta constatación, nos preguntamos si el Kirchnerismo no representará una nueva expresión del ave fénix popular que resurge una y otra vez después de su muerte aparente.

Hay muchos libros de análisis político y varios de formación, orientados a los militantes pasivos, y que también podríamos llamar “manuales”. Hay un sinnúmero de blogueros y columnistas de la prensa gráfica y radial, que proveen completos cursos de formación al mismo momento que expresan sus opiniones.

A cada tema, alguna pluma se encargó de desarrollarlo imperfectiblemente y con anterioridad. Por eso, no es obra de la casualidad si los lectores de este Manual encuentran párrafos idénticos a algo ya leído o escuchado. Pero tampoco reconoceremos que incurrimos en la copia, porque en definitiva todos nos inspiramos en la misma realidad (no importa que nos crean: nuestros abogados sostienen que con este párrafo detenemos por algunas semanas el embate legal de los autores originales).

Dicho esto, es difícil escribir cuando uno siente que su aporte no mejora lo que otros ya expresaron. Con el afán de darnos entusiasmo, sólo encontramos dos razones que lo defiendan frente a la oferta existente. La primera y principal es la gratuidad: esperamos que en los párrafos difíciles, incomprensibles o chatos, el lector encuentre en la gratuidad algo de piedad hacia los autores y, porqué no, algo de paciencia y energía para seguir. Por otro lado, algunos libros o autores nos dejan una sensación personal de insignificancia. Nos sentimos una nada comparados con esa pluma, con ese talento

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para la observación y el análisis. Nos despiertan una conciencia de “minisculía mayúscula”, si la expresión existiese.

Este documento no será el caso: hemos puesto todo nuestro talento para garantizarlo.

El Manual del Militante Pasivo (MAKnual) está basado en opiniones nuestras, de quienes comentan en nuestro blog, de quienes postean en otros blogs, de quienes alguna vez cenaron con nosotros. Para peor, son opiniones acordadas en grupo, ese horno donde entran dos opiniones consistentes pero opuestas y sale un concepto único y acordado pero incomprensible. Hemos aprendido más sobre los límites de la política elaborando este texto que estudiando su tema.

Nuestro texto presenta partes muy diferenciadas y, como ocurre en muchas situaciones de la vida, no necesariamente les dedicamos nuestro mayor esfuerzo a las más importantes. Por eso ni el tamaño de cada sección ni el orden establecido presuponen una jerarquía.

En primer lugar presentamos la joya del Manual, fuente de todo nuestro apoyo K, una lista somera de logros del gobierno, Los Hitos K. Sólo listamos aquéllos que creemos contundentes y reconocidos por la mayoría como positivos.

Se trata de un contenido que quizás deberíamos memorizar. Por lo pronto, su enunciación en voz alta desbarata de un golpe todo planteo que busque denostar de cuajo al proceso K como dictadura stalinista, banda de chorros improvisados y empeñados en saquear la Argentina, y quienes sólo consiguieron evitar al caos gracias a una suerte extraordinaria.

Su sola enunciación obliga a discutir de política, logros y errores, pero ya no de demonios sino de preferencias ciudadanas. Además impide hundir todo el proceso como desechable.

La segunda gran sección está constituida por una lista de respuestas a enunciados anti-kirchneristas frecuentes. Se trata de breves argumentaciones concebidas para refutar las objeciones del discurso opositor anti-político. No las consideramos nuevas o revolucionarias sino útiles y bien a mano para quien invierta su tiempo en la prédica militante, sobre todo para que, después de una acalorada discusión, no sienta que olvidó tal o cual argumento (¡si nos habrá pasado alguna vez!).

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Ésta fue pensada como una lista amplia, pero sorprendentemente refutamos todas las objeciones con pocas respuestas. Recordemos que las críticas antiK aprovechan surcos ya creados por críticas a procesos políticos anteriores, y que son transitados una y otra vez: la pereza reflexiva o el ahorro de esfuerzos ayudan a instalar prejuicios que en realidad cuesta poco desarticular.

La tercera gran sección de este Manual está conformada por una lista de conceptos que creemos útiles para analizar cualquier coyuntura política. Son herramientas que podrían ayudar a despejar la reflexión sobre política en general. También son trucos de análisis que deberían protegernos de los laberintos sin salida, de los juegos de espejos, de las cajas negras especialistas en generar sensación de caos y en vender paquetes imposibles de analizar, presentados como leyes naturales.

Estos conceptos pueden resultar banales, entre otras razones porque son banales. Sugerimos ojearlos rápidamente por si hubiese algún tema o alguna analogía simpática que vuelva más clara la comprensión de la realidad.

Finalmente preparamos una referencia rápida en una hoja de formato reducido. Es como un machete pensado para llevar en la billetera.

Como habrán visto, el MAKnual presenta un código de versión porque lo imaginamos vivo. Así como lo armamos con comentarios que hicimos y nos hicieron, pretendemos actualizarlo periódicamente con los comentarios que esperamos seguir haciendo y recibiendo.

Cómo leer este socotroco?La militancia pasiva a favor de Lo Político debe comenzar ahora. Aunque no tiene fecha de final, hay que aprovechar el fervor electoral del momento.

En otras palabras, el tiempo es crítico. Por eso editamos este manual de una forma poco natural, en lugar de ir de lo general a lo particular, comenzamos con los capitulos que mas impacto tendran en la defensa del modelo. Asi comenzamos con los Hitos K, la larga lista de acciones que este gobierno ha llevado a cabo, luego pasamos a las FAKs, las respuestas a las criticas mas frecuentes y finalmente a los Conceptos. Si alguien dispusiese de tiempo y compromiso, el orden deberia ser justamente el opuesto.

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Aclaración terminológicaLos autores de este Manual empleamos términos en forma coloquial. No porque sea mejor para la comprensión sino porque carecemos de la formación para usarlos en un sentido técnico. Hacemos la aclaración por si este libro cayese en manos formadas.

Por ejemplo, entendemos “República” como modelo de sistema político democrático constitucional, y como sinónimo de “democracia”.

Llamamos oposición no electoral a los actores que operan en la arena política sin presentarse a elecciones. No hablamos de un grupo de lobby que busca influir en determinada acción, sino quien busca debilitar el poder general de acción de un gobierno porque se encuentra en una situación de “suma cero” con el gobierno, cuanto mas débil uno, mas fuerte el otro. La oposición no electoral puede, y suele, apoyar a determinado partido o político, así como puede también realizar acciones de lobby para alguno de sus intereses especifico, pero su objetivo va mas allá, busca debilitar a los gobiernos, aun aquellos que podriamos considerar amigos. El lema pareciera ser “mejor que un gobierno amigo es un gobierno amigo y debil”.

La oposición no electoral no es forzosamente destituyente, porque no siempre tiene otro candidato para colocar, sino que busca que el gobierno electo sea un gobierno erosionado, incapaz de imponerse en una negociación mano a mano a los miembros de esta oposición no electoral.

Diferenciamos mucho los terminos Corrupción y Coimas. La diferenciación de estos términos hacen a la esencia de varios planteos del manual y le dedicamos un capitulo. Por eso rogamos que los lean en su sentido estricto. Coimas es un acto de corrupción política, sin duda, pero probablemente el mas elemental, el de los actos corruptos mas insignificantes que no gozan ni de credito entre las partes. Además como no todo acto de corrupción política es una coima, el foco enfermizo en la coima invisibiliza los demás actos de corrupción cuyos daños son mucho mayores. Para nosotros corrupción política es todo acto de una persona en uso de los poderes conferidos hecha por interes privado en contra del interes de sus apoderantes. Sea este interes privado el logro de un sobre con dinero, la busqueda de apoyo de cierta institución o incluso el temor o las convicciones personales que se saben contrarias al interes que se obligó a representar.

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Cuando hablamos de “proceso K”, podríamos intercambiarlo por “proceso popular” o “proceso de juego político”. En casi todos los puntos que defendemos al proceso K, defendemos Lo Político. Seguramente son críticas del mismo tipo que les han hecho a los procesos populares anteriores y que les harán a los próximos. Para evitar reiteraciones, en cada párrafo omitimos la aclaración “según nuestra opinión” o “los autores creemos que…” . Dicho esto, cabe recordar que cada frase es una opinión de los autores, que además suelen cambiar de opinión con facilidad.

Podemos enunciarlas como mandamientos o leyes físicas, pero son opiniones. (a menudo nos preguntamos porqué razón una opinión sigue teniendo menos jerarquía que una ley física, cuando las opiniones mueven al mundo mientras las leyes físicas sólo logran que una manzana caiga sobre la cabeza de Newton y siempre con la misma aceleración.)

Agradecimientos¿Es apropiado agradecer la colaboración de personas que no sólo no colaboraron sino cuyas ideas robamos? Creemos que sí. Agradecemos entonces al blog del Ingeniero, a Espectadores, a Arte Política, al Escriba. También a María, a Musgrave, y a todos los que ahí comentan y discuten.

Tampoco nos olvidamos del General Susvín, de Mabel, María, Aberel, Ricardo, Jorge, de Ciber y sus mútiples personalidades, de Alejandra, Felipe, Bibiloni, Santix, Iris, Minaverry y Anónimo (nuestro más fiel seguidor).

Por último, un agradecimiento a María Bertoni de Espectadores, que nos ayudó con la edición de este documento. También a Gustavo W., que lo armó, dándole “un buen lejos”, imprescindible para animársele a semejante emprendimiento escrito.

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Antes de arrancarLa redacción del Manual del Militante Pasivo nos dio un buen motivo para reunirnos a cenar, discutir distintos temas, pelearnos, gritarnos, aclarar cuestiones, resolver contradicciones e inconsistencias. Si además alguien obtiene algún otro provecho, lo consideraremos un beneficio colateral, innecesario pero no insignificante.

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LISTA DE HITOS KCon la intención de ponernos en aprietos, los interlocutores sorprendidos con nuestro apoyo a la gestión K suelen exigirnos la mención de alguna medida que respalde nuestra postura. Curiosamente, mucha gente que en principio no podía citar una sola iniciativa positiva, termina reconociendo la validez de unas cuantas después de escuchar nuestra larga lista.

Al parecer, la invisibilidad de los logros es mayor de lo que creemos. Por eso recomendamos memorizar la lista para no dejar de aprovechar ninguna oportunidad.

Sin embargo, tengamos en cuenta las siguientes aclaraciones antes de listar los logros.

a) Nosotros consideramos “logros” aquellos cambios positivos implementados durante la gestión K. No nos importa si la iniciativa fue una originalidad K o si el autor primero fue un sacerdote del medioevo. Tampoco nos importa la intencionalidad, es decir, si la implementaron por convicción política, por devoción religiosa o por apetito electoralista.

b) Un logro supone un cambio frente a lo acostumbrado o a lo esperable. Por lo tanto no califican como “logro” la inexistencia de bombardeos aéreos a la población civil como sucedió en el '55, ni la gratuidad de la educación primaria.

Estos mismos criterios son válidos para la lista de errores. Por un lado, los errores son cambios negativos realmente ocurridos: no computan las atrocidades que el matrimonio K planeó pero nunca llevó a cabo (sueños de miseria y destrucción o la tan anunciada devaluación y posterior fuga) ni los males históricos no reparados (por ejemplo, las finanzas en negro del empresariado argentino, el uso de paraísos fiscales, los sindicatos sin demasiada transparencia electoral, la falta de democracia en la AFA, la existencia de barras bravas, los perros que cagan en la calle, las publicidades que interrumpen las películas en la mitad, etc.).

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Políticos Renovación de la Corte Suprema. Reapertura de los juicios a los genocidas y jerarquización de los Derechos

Humanos en la agenda pública. Pase a retiro del generalato “manchado” al inicio de la gestión K. Eliminación del Código Penal Militar (la pena de muerte es finalmente

abolida en la Argentina). Eliminación de la figura de vicario castrense. Recuperación de los fondos de las AFJPs para la ANSES y de su política de

inversión. Desobediencia al ultimátum público escrito por Claudio Escribano para el

diario La Nación. Fin de las editoriales titiriteras. Apoyo estatal a medidas de planificación familiar y reproducción consciente. Negativa a reprimir reclamos sociales. Cancelación de la deuda con el FMI. Se terminan las rondas de prédica

política, replicadas por los medios argentinos, y se limita el poder de influencia del organismo internacional.

Primeras licitaciones de las concesiones viales al final de su período (antes se las renovaba al mismo titular, haciéndolas vitalicias de hecho vitalicias.

Anulación del contrato por la elaboración de los DNI e implementación de solución creada en el país con software de código abierto. Esto supone un ahorro de 1500 millones de dólares de inversión, además del abaratamiento del DNI, que pasa a costar 50 pesos en lugar de 35 US$.

Intervención del PAMI con Ocaña.

Ampliación de derechos Aumentos salariales por decreto en el inicio de la gestión. Convocatoria a paritarias y renegociación de convenios colectivos en todos

los gremios. Implementación de la Asignación Universal por Hijo, que llega a más de

3.600.000 de chicos y que aumentó en un 25 por ciento la matrícula en el nivel medio.

Recuperación del salario mínimo vital y móvil. Que volvió a ser móvil y se acerca cada día a ser vital.

Plan Conectar Igualdad. Un millón de computadoras entregadas. Ampliación de la cobertura de la seguridad social a través del programa de

inclusión previsional. La iniciativa alcanzó a 2.400.000 nuevos titulares de derecho.

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Movilidad del haber jubilatorio. Doce aumentos de jubilaciones. 420 % en total.

Extensión de la cobertura social a través de la Anses al 98 % de la población.

Extensión de la jubilación a las amas de casa. Despenalización del consumo íntimo de drogas. Anulación de los Luncheon Tickets, estafa encubierta a los aportes salariales. Lanzamiento del programa “Fútbol para Todos”. Apertura del Museo de la Memoria. Punto final para la cédula de identidad. Le retiran a la Policía Federal esta

herramienta de obtención y administración de datos de la ciudadanía. Aparece el Pasaporte de pelo negro (sin canas).

Implementación del sistema único de boleto electrónico SUBE.

Económicos Reducción de la desocupación a menos de un dígito, del 23% al 8%. Equilibrio macroeconómico: superávit primario del 3 % y saldo positivo en

cuenta corriente del 4.8% Retenciones a las exportaciones. Reducción de la deuda externa, ahora inferior al 50 % del PBI. Tipo de cambio real competitivo y estable. Reducción de la pobreza (del 55 % al 18 %) y de la indigencia (del 28 % al

5%). Duplicación de exportaciones mediante la diversificación de su

composición. Fabricación nacional de 600.000 vehículos por año. Aumento de la participación salarial en el Producto Bruto Interno: del

34,3% en 2003 al 43,6% en 2008. Aumento del salario mínimo en 1240 pesos (era de 360 en 2003). Aumento de asignaciones familiares en más del 100%.

Legislativos Anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, y de los

indultos. Aprobación del matrimonio igualitario. Aprobación de la Ley de Medios.

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Aprobación de la Ley de obtención de ADN y de la creación del Banco Genético.

Aprobación de la Ley de Financiamiento Educativo, que lleva la inversión en educación al 6 % del PBI.

Aprobación de la Asignación Universal por Hijo. Aprobación de la Ley 26134 de Prohibición de Sanción de Leyes Secretas. Aprobación de la ley de empleo doméstico. Aprobación de la ley de trabajo rural. Aprobación de la ley de genéricos. Despenalización de las calumnias e injurias. Protección a periodistas. Creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Modificación de la Carta Orgánica del Banco Central que libera el uso de las

reservas.

Internacionales Creación del UNASUR. No reconocimiento al gobierno golpista de Honduras y apoyo al Presidente

derrocado. Fortalecimiento del MERCOSUR; incorporación de nuevos miembros. Creación del Banco del Sur. Reposicionamiento de la Argentina en el mundo. Presidencia del G77.

De todo un poco Condena al primer miembro de la Iglesia Católica (capellán Von Wermich)

por participación en crímenes de lesa humanidad. Renegociación de la deuda externa: salimos del default. Mayor período de crecimiento en cien años. Récord de reservas internacionales. Nietos recuperados son elegidos como legisladores. Incorporación de mujeres a la Corte Suprema de Justicia. Primer mujer elegida Presidente Primer mujer elegida como Ministra de Defensa (mujer y además

civil).

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PREGUNTAS FRECUENTES (o FAKs)

Por suerte para el ejercicio de la militancia pasiva, las críticas antiK se reducen a pocos puntos que se repiten con algún cambio cosmético. La concentración del discurso anti-político es de tal magnitud que reitera planteos y objeciones sin importar el sector social o político donde se encuentre la persona. Esto facilita la preparación de quien quiera capacitarse para dar vueltas esas objeciones.

Nuestro objetivo en cualquier debate en esta etapa no debe ser ganar sino instalar la “opinabilidad” de la materia. El mayor embate contra el campo popular, en este caso el Kirchnerismo, consiste presentar las críticas como basadas en axiomas de valor supremo, inopinables, como si lo criticado conformara un error en lo absoluto, como si existiese un consenso universal en contra de tal o cual practica. De ahí que se hable de “los países serios” o se diga “nunca se vio que…”. Es un debate ganado aquél que consigue instalar la posibilidad de varios caminos, todos razonables, que cada uno puede elegir en función de preferencias íntimas. Sin la actitud religiosa de oposición “divina”, las medidas kirchneristas tendrían probablemente un apoyo mayoritario.

¡Inaudito! ¡Un escándalo! (las nimiedades trascendentes)Esto es casi una característica, más que una crítica. Bajo este formato aparece un sinnúmero de denuncias cuya coincidencia pasa por el rol que asume el acusador, una especie de Padre Farinello hipersensible, al que ofenden sobremanera cosas que a nosotros, brutos insensibles, nos parecen nimiedades con muchos antecedentes en la Argentina y en el mundo. Incluso sospechamos que al acusador también le importarían un comino de haber sido realizadas por cualquier otro gobernante. En este esquema encajan como “delito intolerable” la mirada torcida de un diputado K, la famosa trompada de D’Elia, el golpe de cachete de Kunkel a la mano de Caamaño, el desplante Néstor a Carla Fiorino, CEO de HP.

Para quien vive como un escándalo que una presidenta se compre carteras caras o zapatos que no fabrique Alpargatas, De Narváez representa el paladín de la nueva política. Su calma aristocrática, la serenidad del hombre que tiene su destino asegurado, con la ropa hecha a medida y la vida también, la aureola de éxito que

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dejan al pasar sus pasos, sus autos y sus jets, todo en De Narváez le hace esperar un hombre austero, un monje trapense al gobierno.

En suma, se trata de un estilo en el rechazo. No hay errores menores: cualquier hecho considerado mejorable merece el calificativo de “institucionalmente intolerable”. No hay tampoco errores de terceros, cualquier hecho reprobable responde a una decisión tomada en el centro mismo del gobierno. No solo las cacas de perro en las veredas son decisión personal de ELLA, sino que ella eligió que haya una justo bajo mi zapato.

Los afiches con fotos de periodistas de Clarín son una amenaza que atemoriza a los periodistas. Cincuenta personas parando un día la salida de camiones de una de las plantas de Clarín es un ataque a la libertad de prensa, “intolerable en un país serio”.

Si conocemos el pasado o archivo del acusador, este estilo de acusación se evapora enseguida. Seguro hay apoyos a personas o gobiernos llenos de estas nimiedades que le dificultarán sostener su máscara de Farinello.

Sea que aceptó los vuelos de la muerte del tigre Acosta como un efecto colateral inevitable, o que toleró el pedido de Cavallo para que los científicos fueran a lavar los platos, o la reducción salarial del 15% de De La Rúa (que además resulto ser inconstitucional) o a Menem manejando una Ferrari con exceso de velocidad, o el asesinato de Kosteki y Santillán (hay tanto crimen tolerado en la política argentina, que no es difícil encontrar alguno tolerado por nuestro interlocutor a quien hoy asustan unos carteles), podremos concluir que la intolerancia a estas nimiedades de la actualidad es sólo una reacción del tipo alérgica por su intolerancia a las medidas de fondo y trascendentes de este gobierno.

Ahora bien, si estamos frente a un “nuevo” que goza del privilegio de un archivo en blanco y que se permite hablar como si fuese un paracaidista húngaro, entonces sólo nos resta colocarnos en su mismo rol. Esto es: establecer una discusión entre Farinellos Supersensibles, criticar a todos los políticos, empresarios, curas, actores, peatones, viejecillas, ladrones, policías y concluir que la Argentina, e incluso el mundo, es (son) un lugar inhóspito para sujetos con nuestra sensibilidad.

Conviene tener a mano una buena lista de nimiedades de opositores, como el “métanselo en el culo” de Reutemann, el apoyo de Duhalde a Caamaño después del golpe a la institución al pegarle a un diputado de la Nación, casado y con hijos,

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o la falta de respeto de Macri hacia la titular del Poder Ejecutivo llamándola “Esa Mujer”.

No caigamos en la trampa de tratar de ningunear las nimiedades por ser exactamente eso, nimiedades. Al contrario, agreguemos más y más ejemplos de nimiedades “intolerables” para que la discusión termine rápidamente en un empate donde concluiremos que ningún político está realmente exento de cometer estas atrocidades. De hecho, ninguno tiene la dimensión moral que nosotros, gente sensible, exigimos. Llegados al empate, cuando ambos Farinellos concluimos que todos los políticos de Argentina y el mundo son un asco y nos dan miedo, y tenemos miedo, sólo resta proponer el exilio, con absoluta sinceridad. Dado que ningún político en gatera nos garantiza un país sin aspectos intolerables, habría que pensar en partir, quizás al Tibet.

Recién después cabe sugerir un plan B que consiste en analizar los crímenes cometidos de mayor a menor trascendencia. Sin negar que todos son “Muy Trascendentes”, invitemos a nuestro interlocutor a crear dos subgrupos: uno para los delitos “Muy-Muy Trascendentes” y otro para los delitos “Sólo Muy Trascendentes”.

Esto lleva a la jerarquización de las ofensas públicas y a determinar si los gritos de un diputado son más o menos dañinos que la orden presidencial de reprimir usando una fuerza policial con muchas chances de terminar matando inocentes. Si el intendente de Quitilipi que roba un aire acondicionado es más o menos dañino que la cerealera que exporta mil millones de dólares en negro. Es que, al menos por ahora, la política argentina no está en el nivel de resolver los temas “Sólo Muy Trascendentes”, por ejemplo el mal uso que algunos diputados hacen del castellano. Por desgracia, el debate público está en el nivel de resolver los temas “Muy-Muy Trascendentes” aún no resueltos, por ejemplo si debemos apoyar los vuelos de la muerte y las apropiaciones de chicos o no. ¿Quién no se ha topado con alguien que considera igual de intolerable 1) los gritos de Kunkel en el Congreso de la Nación, 2) la apropiación de chicos de padres desaparecidos, 3) la trompada de Caamaño a Kunkel? Todo adjetivado de la misma forma (“intolerable”), todo en el mismo nivel.

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En esta discusión debemos evitar la trampa de argumentar que algo malo no es intolerable o no es atemorizante para no regalarle al otro el rol de doncella sensible. En caso de cometer este error, nos encontraríamos en una situación difícil de defender mientras el otro nos tildaría fácilmente de “negadores” o “defensores” de ese hecho que reconocemos negativo.

Por un lado, la medida de lo intolerable/atemorizante depende exclusivamente de la sensibilidad de nuestro interlocutor (que no podemos conocer ni refutar). Por otro lado, siempre queda mejor parado quien dice ser más sensible.

El objetivo consiste en, lo antes posible, reemplazar las “calificaciones” (es decir, si un hecho es malo o terriblemente malo) por las “prioridades” (es decir, evaluar qué hecho es peor que otro). Con esta lista de prioridades es más fácil compatibilizar, podemos cambiar el eje del debate y discutir qué candidato de los posibles parece cometer menos cosas peores. Esto se llama “desindexar” la discusión.

Es como dos profesores que les toman examen a los mismos pibes. Uno los califica con notas que van del 2 al 4, mientras el otro les pone entre 6 y 8. El primero cree ser “más exigente” o que “aspira a más nivel” y deja al segundo como un “laxo” o “tolerante”, cómplice de la decadencia.

Para salir de esta situación, pidámosle a cada docente que identifique al mejor alumno y que ordene a los siguientes. Así obviamos el valor bruto de la nota, pero discutimos la valoración relativa de cada talento. Con esto solamente, surgirán mayores coincidencias que parecían improbables cuando se discutía por nota aislada.

Todo es un escándalo intolerable. Dicho esto, prioricemos los temas y discutamos qué gobierno consideramos menos escandaloso.

¿Lo formal importa?Casi como reconociendo que carecen de argumentos de fondo, muchos críticos disfrazan la crítica con un planteo formal:

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- Néstor no hace reuniones de gabinete.- Néstor no hace conferencias de prensa.- No busca consenso.- Cambia lo que hizo el anterior.

Es una larga lista de críticas que sólo escuchamos cuando las acciones del gobierno no son apreciadas. Nos gustaría encontrar a alguien que apoye una medida pero que al mismo tiempo la critique porque no fue aprobada por consenso o discutida en el gabinete. A alguien que aprecie a un gobierno pero decida no votarlo porque no hace reuniones de gabinete.

¿A Menem lo votaron porque hacía reuniones de gabinete? ¿Porque consultaba a sus asesores? ¿O por las medidas que tomó, llevándose puesto a tantos “atrasados” que defendían las empresas del Estado? ¿No lo habrán votado porque cambió maneras históricas de llevar las empresas del Estado? Cuando YPF se privatizó, se rompió con una tradición de un siglo. Lo mismo ENTEL, Correo, Aguas Argentinas, etc.

No hay que debatir formas cuando la crítica es de fondo. Forcemos la discusión a la escena política. Quien critica las formas de un gobierno porque no le gusta el fondo es quizás un cínico, pero entiende de política, mira el fondo y lo rechaza. En cambio, quien critica las formas por las formas viene rechazando todos los gobiernos de los últimos cincuenta años: es un bobo político.

Con éstos, no hay nada que discutir. Para ellos, el mundo es popó.

Si fuera por lo formal, no discutiríamos. Vayamos al fondo de nuestras diferencias.

El estado de crispaciónLa mayoría de las personas conocidas que no acuerdan con los K aseguran rechazarlos por su estilo. Pero rechazar por el estilo es una característica imposible de medir, una percepción básicamente individual con una ventaja enorme: no necesita defensa ni fundamentación ya que una percepción individual no es refutable (el interlocutor sólo puede coincidir o no: ¿cómo rebatir a alguien que protesta contra “un estilo que a mi me resulta agresivo, viste”?).

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Este argumento provoca una primera sorpresa: una gran cantidad de personas muy diferentes, que no coincidirían en determinar si una tortilla está muy salada o sosa, sí coinciden en describir con lujo de detalles la percepción de un carácter, en realidad de dos: el de Néstor y el de Cristina. Si fuésemos ligeros en nuestras conclusiones, diríamos que la declarada “percepción de estilo” es en realidad un guión editado por un tercero influyente, que permite a quien lo usa mantener un discurso crítico sin tener que defenderlo ni explicarlo.

La segunda y mayor sorpresa es el fenómeno estadístico. Mientras todos los antiK dicen objetar el estilo y no las grandes líneas políticas, en cada elección no lideran como oposición quienes sugieren mantener las grandes líneas K y sólo cambiar el estilo (por ejemplo, Sabatella). En cambio, ganan quienes se oponen con fervor a la obra de los K, quienes les frenan las votaciones e intentan colocar cuantas piedras en el camino encuentran. La misma población que declara estar harta de la crispación no vota a Farinello, sino a partidos que con vehemencia y pasión intentan romper todo lo realizado por los K. Partidos que se opusieron a la nueva Corte Suprema, al recupero de las AFJPs, a la ley de medios, a la ley del matrimonio igualitario, a la política de desendeudamiento con reservas y muchos etcéteras más.

Esta misma población vota a líderes que con crispación y grosería acusan a la Presidenta de ser una desquiciada, bipolar, violenta, integrante de una banda de ladrones, que miente al llorar a su difunto marido, que no lo vela en el cajón sobre el que derrama lágrimas falsas, que es Ceaucescu, y a la que se refieren en público como “Esa Mujer” lo cual invita a sospechar que en privado hablan de “La Yegua”.

Estos líderes de la oposición no se detienen ante la idea de que los K representan la voluntad popular, de que están ahí por mandato varias veces renovado.

¿Dónde van los votos de quienes dicen objetar únicamente el estilo? Por equivocación, estos electores no le llenan las urnas a Sabatella ni piden la candidatura de Farinello. Al contrario, votan por partidos que les toleraron el estilo a Menem o a Duhalde y que ahora objetan todas las medidas de fondo K.

¿Qué es más violento: los gritos que anuncian la incorporación de millones de ancianos a la ANSES o el decir pausado que invita a los investigadores del Conicet a lavar los platos?

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¿O es que quienes objetan el estilo eligen hacerlo para no explicar porqué se oponen a las acciones kirchneristas?

Finalmente nos queda una pregunta de fondo: ¿acaso eso que llaman “estilo” no es en realidad parte esencial del proceso político que llamamos Kirchnerismo? Yendo aún más lejos, ¿habría sido posible alcanzar lo alcanzado con otro estilo?

Un dato de la realidad es que ninguno de los calificados como “no confrontativos” logró que la Argentina avanzara contra las prebendas del poder. ¿Será posible hacerlo, o el silencio y la parsimonia son resultantes de la renuncia a la lucha?

Bienvenidos aquéllos que trabajan por la inclusión y la justicia sin gritos, siempre que prefieran renunciar al silencio antes que a la lucha.

¿Porque hay tantos crispados entre los partidos que se oponen a la crispación? ¿Y si la crispación no fuese el problema?

“Tienen éxito, pero no tienen Plan” “No tienen un plan de industria”.“No tienen un plan para la plantación de papa exótica”.“No tienen Plan”.

Esta objeción se parece a la que gira en torno a las reuniones de gabinete o a las tomas de decisión sin previa consulta con la oposición. ¿Qué clase de objeción es ésa? ¿A quién le importa cómo la Presidenta lleva su gobierno o cómo ordena su escritorio si cumple los objetivos? Si logra resultados, ¿por qué exigirle un plan?

Sólo objeta esto quien carece de argumentos para criticar un rumbo que le disgusta. Le resulta más fácil reprocharle al Presidente que llame a sus ministros fuera de hora.

En general, el establishment suele exigirles un Plan a los gobiernos más populares. Por otra parte, es el único actor que puede exigir plan, ya que los demás exigen pan, paz, trabajo, libertad. La popular exige resultados.

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Es fácil tener un plan de acción fijo y escrito cuando el rumbo gubernamental emprendido coincide con la voluntad del poder, de sus think tanks y con todo su cardumen de economistas y politólogos. En ese caso, el plan no sólo existe sino que está redactado de antemano y preaprobado. Lo único no incorporado es la voluntad popular, la negociación con los intereses en conflicto de los simples ciudadanos.

En otras palabras, la democracia no está incorporada al Plan.

Dicho esto, carecer de un plan no es sinónimo de carecer de un rumbo o de ser imprevisible. De hecho, el rumbo de los dos gobiernos K ha sido muy claro y previsible. Sus grandes líneas aparecen en los discursos de Néstor y sobre todo de Cristina. Además su orientación es clara: entre dos opciones estratégicas que se presenten, podemos prever cuál intentarán tomar. Si bien no hicieron todo lo que previmos, sí fue previsible todo lo hecho en sus grandes líneas. Esto es un plan de acción política, que incluye a la política, sus vaivenes, sus incertidumbres y los cambios de voluntad popular.

La exigencia de un Plan es sólo otra “crítica escondida” al rumbo dado. Nadie se queja de la falta de Plan si el rumbo lo convence.

No hay república democrática que pueda guiarse por un Plan, y para qué tenerlo si no va a seguirlo. Con elecciones cada dos años, la democracia tiene una lógica imposible de escribir en un plan. De hecho ni siquiera siguieron un plan aquéllos que, como Martínez de Hoz, se libraron de la presión cambiante de la voluntad popular.

En realidad, Joe padeció la presión suya y de sus secuaces. Por eso privatizó algunas empresas, nacionalizó otras, arruinó algunos sectores industriales, favoreció a otros. Claro que, ex post, presentó su Plan en un libro, como mostrando una lógica detrás de la rapiña, como aquellos reyes que después de coronarse a golpe de espada hacían gala de una genealogía que probaba su origen divino.

Mejor hablemos de logros o de fracasos, y no de planes. Si la gente está mejor, con mayor inclusión y un mayor grado de derechos, qué importa si el gobierno lo consigue sin Plan, sin reuniones de gabinete, sin conferencias de prensa y sin

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consultar a sus ministros o secretarios. Habrá que ver si ésta no es una forma mejor de gobernar.

No importa tener plan; importa tener rumbo. Y sin rumbo nadie logra lo que lograron estos gobiernos. Si no es magia, es devoción religiosa.

La sospecha posta-posta. (Una verdad irrefutable).La sospecha es una gran arma de difamación a mano del poder no electoral, la verdadera oposición. Sus instaladores reemplazan a los jueces en la definición de culpables, y se convierten en grandes ganadores de las nuevas condenas.

Entre estos instaladores de sospechas, se encuentran las corporaciones mediáticas. Y si creemos que el acceso a la justicia es restrictivo, imaginemos lo que significa el acceso a los medios: sólo los grandes anunciantes y los propios dueños de medios acceden a la máquina de generar sospechas y por lo tanto al derecho de impartir justicia en una sociedad “sospechante”.

Como vimos en el caso Moyano, la sospecha de su enriquecimiento ilícito es suficiente para invisibilizar el salto de inclusión salarial y de mejoras laborales que logró la CGT.

Sólo por repetida, la sospecha se torna en verdad irrefutable, sin derecho a réplica o defensa y como si esto fuera poco, con valor político superior. Así la sospecha de un “afano” denosta todo el proyecto de Asignación Universal por Hijo o la recuperación de los fondos administrados por las AFJPs. Otro ejemplo de banalización es el imaginario donde todos los políticos son unos chorros corruptos, y donde la justicia no los condena porque la aprietan.

No es necesario comprobar una sospecha para usarla; tampoco es necesario justipreciarla, medirla, pesarla. Una sospecha posta-posta es como un comodín: le gana a cualquier realidad.

Los medios de comunicación son los únicos con poder suficiente para instalar sospechas de peso (otrora podía hacerlo la hoy depreciada iglesia católica). De esta manera juzgan y condenan al escarnio público por encima de las voces que se atrevan a levantarse en contrario.

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El extremo de este privilegio aparece encarnado en el notero de CQC que infiltra micrófonos en organismos públicos para investigar, juzgar y condenar al funcionario de conducta reprochable en el prime time de TV. ¿Quién le dio autoridad para eso? ¿Quién fiscaliza los intereses y prejuicios del notero a la hora de decidir a quién investigar y a quién no? ¿Cómo repara el programa a los espiados cuya conducta no reveló nada reprochable (esto no significa que sea lícito investigar aún a los verdaderos malhechores).

Los medios son los grandes ganadores de esta estupidez instalada del “son todos chorros” y “son todos impunes”.

Lo interesante es que en la Argentina faltando hay críticas serias a nuestros tribunales como institución responsable de impartir justicia. No sólo la Corte Suprema goza de un altísimo prestigio entre oficialistas y opositores, sino que los tribunales en general no reciben críticas de la oposición política. Alguna figura mediática como Oyarbide genera rechazos, pero ningún opositor sostiene que la justicia argentina como un todo es un hazmerreír o un antro de corrupción. Con este alto nivel de aceptación, ¿cómo sostener que tanta gente culpable por “sospechas posta-posta” nunca haya sido procesada? ¿Por qué tribunales tan poco objetables, que procesaron a Jaime, Pedraza, Zanola, Macri, todos tipos con fuerte poder (recordemos que a Mauricio lo procesaron cuando aún tenía cierta oportunidad nacional, cuando muchos lo veían como el gran ganador de 2011), no se les animan a los corruptos y delincuentes que los periodistas escracharon posta-posta?

¿Y si las sospechas fueran falsas? ¿Y si fueran opiniones no comprobables como la que nos hacía creer que Rock Hudson era el apasionado amante de Doris Day?

¿Por qué mejor no discutir política de hechos? ¿O acaso alguien aceptaría, en tanto argumento político para votar a los K, frases como “sospecho que CFK guarda en un cajón contratos por cien mil millones de dólares con China, y que los mostrará una vez ganadas las elecciones”?

Mantengamos las sospechas como sospechas. Convertirlas en verdades elimina la posibilidad de discusión política y les da mucho poder a los instaladores de sospechas.

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“Cuestión de Cola”. “Todo lo bueno es fruto de un viento de cola, casi inevitable, una fatalidad, y todo lo malo es fruto de un plan premeditado trazado en la mesa intima del kirchnerismo”. ¿Quién no escuchó este planteo en palabras menos evidentes?

Es quizás la afirmación mantrica mas repetida (esperamos que al menos tenga efectos sanadores sobre quienes la repiten). El meta mensaje de este mantra no solo desvaloriza a los K, sino a toda la clase política. Lleva a preguntarse si un progreso que dura hoy 8 años se debe solo al precio de la soja, de qué discuten los políticos? Para que armar tanto circo si todo depende del precio de un yuyo? Porque cambiar a estos por otros, si todo depende del precio de la soja?

Ante la mención de cualquier logro de la política K, nunca falta quien argumente con el “viento de cola”, que en el imaginario es un viento civilizador y de progreso que inevitablemente sopla cuando la soja toca cierto precio. Un viento de cola que ayuda sólo al gobierno nacional y a ningún otro: ni a Macri en CABA, ni a Binner en Santa Fe. Se trata de un planteo de fe, que no acepta prueba en sentido contrario.

La analogía del viento tiene una faceta interesante. Un gran viento de cola hace que un barco se desplace más rápido y con menos esfuerzo, pero no asegura la llegada al puerto deseado. Ya sea al paraíso o al infierno, un viento de cola lleva rápido pero el rumbo es mérito del capitán.

Volviendo al fondo de la cuestión, sólo alguien con una pobre concepción de la política puede creer que del dinero brota un camino único e inexorable de éxito. De ser así, no existirían los Emiratos Árabes, países con viento de cola pero donde la mujer no puede ni manejar y donde un par de familias sí maneja todo.

La política tiene mucho que hacer en época de crisis y en época de bonanza, y según la política los caminos difieren tanto como difiere Bahrain de Suecia. El primer argumento contra la hipótesis del viento de cola consiste en recordar que Menem también tuvo el suyo: los ingresos extraordinarios por las privatizaciones y el acceso a la deuda en montos y tasas históricamente excepcionales. Sin embargo, sus decisiones sobre cómo aprovechar ese viento fueron políticamente distintas.

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El segundo argumento es preguntar de qué forma la soja ayuda a cambiar la corte de Menem, a nombrar a Zaffaroni, a reiniciar los juicios, a promulgar las leyes de medicamentos genéricos, de medios, de matrimonio igualitario, a implementar el DNI Nac & Pop a 50 pesos y tantos etcéteras que figuran en “La Lista de Logros” y que no tienen que ver con el crecimiento, ni con los recursos ni mucho menos con el precio sojero (en todo caso, la soja por las nubes podría construir la Argentina que soñó Martinez de Hoz: mucha soja y pocas zapatillas; una peonada disciplinada y unos hacendados disciplinantes).

Hay una discusión de fondo sobre cuánto de la solvencia del Estado proviene o no de la soja. Si ésta desapareciera de la noche a la mañana, el gobierno actual – y cualquier otro – debería hacer un viraje feroz. Que conste: también debería virar si de la noche a la mañana Brasil devaluase 50% su moneda, o si la ANSES tuviese que devolver los fondos a las AFJPs, o si el Banco Central recuperase la independencia menemista a manos de Pedro Pou, o si las fábricas de automóviles se mudasen a Brasil, o si los ríos de las represas bajaran su cota extraordinariamente.

Muchos hechos drásticos harían cambiar la política, básicamente porque la política argentina se basa en muchos pilares, lo cual es positivo. De hecho, los recursos del Estado provienen de distintas medidas:

- El mantenimiento del dólar lo más alto posible, que a su vez mantiene la exportación no agropecuaria también en el nivel más alto posible.

- El mantenimiento del consumo, que lleva a un nivel de mercado interno excepcionalmente alto y a una actividad excepcionalmente alta.

- La inclusión social de jubilados; y la AUH, que permite reforzar el mercado de consumo interno y mantener una paz social en una época con fuertes tensiones redistributivas.

- Las retenciones a la soja, que impiden que una soja recontraalta se transforme en hambre para la mesa argentina porque frena su precio interno, y que generan recursos públicos por el impuesto que significan las retenciones.

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- El recupero de las AFJPs, que permitió que el Estado dispusiera de los recursos necesarios para incluir a dos millones de jubilados y para indexar las jubilaciones semestralmente y para implementar el plan Conectar-Igualdad.

Sin estas medidas, la soja de cola solo serviría para que los productores se beneficien con un excedente aún más extraordinario. Sin duda, tener multimillonarios en el pueblo es bueno (suelen comprar más, consumir más servicios, dar mejores propinas en los restaurantes) pero no generan ningún derecho. Todo lo que desborda es por su propia voluntad y a la velocidad que les plazca. En cambio, tener un Estado rico genera derechos, reparte según la necesidad (y no según el placer del rico de turno), construye infraestructura, mejora el acceso a bienes públicos, mejora la igualdad. Quien crea que es lo mismo, seguramente no vive de las propinas.

Muchos de los logros K son políticos, no requirieron de mayor caja. Si alguien dice que cualquiera lo haría mejor, que comience por aceptar que lo que ocurre es bueno

y que depende de quien esté a cargo (sino como hacerlo mejor cambiándolo?).

Un país imprevisible (hay que dar mas señales)Esta crítica se basa en la creencia de que un Presidente es un banderillero náutico, alguien cuyo trabajo consiste en enviarles señales a todos con los “códigos” que cada uno reconozca y aprecie. Así, si los banqueros de Wall Street consideran que un tipo vestido de payaso es alguien serio, ¿los Presidentes deberían vestirse de payaso? Si despedir gente en parva es señal de progreso, ¿los Presidentes que quieran progresar deberían preparar el despido de millones?

Según esta crítica, desaparece la responsabilidad de los analistas económico y político. ¿No es responsabilidad del analista analizar un proceso y pronosticar si va a crecer o no, si va a defaultear o no, si van a huir o no, mas allá de cómo vista el Presidente, qué modales tenga o cómo hable? ¿Por qué el Presidente debería facilitarle el trabajo al analista, vistiendo trajes que el analista asocia con un tipo serio o con cierto pronóstico?

La previsibilidad de un proceso depende, entre otras cosas, de la capacidad anticipatoria de quien lo analiza. Para Altamira, candidato del Partido Obrero que espera cada año el fin del capitalismo, EEUU es un país imprevisible que podría colapsar en cualquier momento.

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Cuando le preguntamos a Redrado o a Melconian sobre el futuro de la Argentina, sus pronósticos serán poco precisos (“la inflación puede entrar en un espiral galopante, aunque también podría no ocurrir”) y encima rara vez aciertan. ¿Esto significa que nuestro país es imprevisible, que está errado?

En cambio para Miguel Bein, a quien nadie puede acusar de ciego kirchnerista, la Argentina no es imprevisible. De hecho, sus pronósticos para las variables macroeconómicas en los últimos años tienen márgenes de error del orden del 15%, que no es suizo pero que tampoco definiríamos como imposible de prever. Es más, la mayoría de las veces, sus pronósticos son acertados.

Así, la imposibilidad de pronosticar un proceso no siempre habla del proceso sino también del talento de quien pretende pronosticarlo. No todos los procesos son previsibles para todos los analistas. Es responsabilidad de los banqueros y empresarios pasar a retiro a los suyos después de casi una década de incapacidad. ¿Quién sostuvo en 2009 que la Argentina iría a default y que el matrimonio K renunciaría apenas perdiese las elecciones legislativas? ¿Quién dijo que subirían el dólar por las nubes antes de fugarse? Hoy parecen pronósticos sólo dignos de Carrió, pero en su momento fueron analistas serios quienes los sostuvieron y muchos inversores vendieron sus bonos a precio de quiebra basados en esos análisis. Lo grave es que no han tomado medidas de cambio en su equipo de analistas sino que esperan que el gobierne cambie el rumbo o la forma en que envía señales. Quien pretende inflación cero, devaluación cero, aumento salarial cero, mercado creciente y renta garantizada, no pretende previsibilidad sino un bono del tesoro suizo. Pero claro, esas inversiones pagan un interés del 0,25%, y a quien invierte en ellas no se lo llama empresario sino rentista. Un Estado que garantice estas condiciones para sus empresarios, con tasas de ganancias altas, se encontraba únicamente en la Argentina de los 90. Esperamos no repetir la experiencia.

¿El Presidente debe facilitarles el análisis de la coyuntura a todos los analistas? ¿Debe darles las señales que necesitan para interpretar un proceso económico y político o llevar este proceso

exitosamente?

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Falta seguridad jurídica, faltan negocios.Otro argumento opositor gira en torno a la falta de seguridad jurídica, que ahuyenta inversiones. No importa que el nivel de inversión sea tan alto como el pico de la era menemista; siempre escucharemos este mantra.

Es cierto que durante la era K las inversiones extranjeras en infraestructura, ésas que requieren mucho dinero y recuperables a muy largo plazo, no logró los niveles sí alcanzados durante el Menemismo. Pero también es cierto que en esa época los capitales inversores exigían una “seguridad jurídica” que les garantizara un retorno mínimo alto, tarifas dolarizadas y ajustadas por la inflación de EEUU, el reconocimiento del CIADI como tribunal arbitral, la limpieza de empleados y deudas en las empresas, la posibilidad de vender compañías a precio vil y de aceptar los pagos en bonos depreciados pero tomándolos a precio total.

Si éstas fueron las condiciones bajo las cuales los capitales extranjeros se sintieron seguros, quizás debamos pensar que lo mejor para los argentinos es financiarnos por las nuestras aunque nos tome más tiempo realizar las mismas inversiones.

Antes de seguir, un somera aclaración… El Menemismo es una época recordada como de seguridad jurídica, pero los contratos de concesión se renovaban sin pasar por nuevas licitaciones como decía la Ley. Los contratos de trabajo se flexibilizaban aún después de que el comprador hubiera comprado la compañía privatizada, lo cual significaba un cambio –favorable, pero fuerte cambio al fin – en sus condiciones de licitación. A las telefónicas se les permitió rebalancear tarifas, lo cual les cambió el perfil de ingresos basándose en los abonos, menos propensos a la competencia que se acercaba, antes que en el minuto de larga distancia. También a las telefónicas les renovaron sus períodos de explotación monopólica.

En realidad, no hubo seguridad jurídica en esos años. Sólo hubo privilegio para el capital, seguridad en la rentabilidad.

La verdadera seguridad jurídica obliga a mantener las reglas estipuladas con antelación. Un oferente de una ruta por peaje podría decir “de haber sabido que me renovaban la concesión por otros diez años, habría ofertado más y habría ganado”.

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Sin embargo, no hay reclamos entre empresarios. Éstos sólo reclaman al Estado y nunca a otro privado con privilegios: es como si existiese un pacto de “no protesto porque mañana me puede tocar a mi”.

Otro ejemplo de verdadera inseguridad jurídica seria un Presidente que asume por un periodo de seis años no renovables, y que en el medio abusa de este poder para levantar esa restricción. No es ilegal, pero seguro que provoca inseguridad jurídica por haber cambiado las condiciones previas.

Por último, y después de argumentar que lo que se recuerda como seguridad jurídica no fue tal cosa y que las inversiones que hoy ahuyentamos bien ahuyentadas están, pasemos a la seguridad jurídica “per se”. Preguntémonos entonces: ¿es bueno que un país mantenga las reglas tal cual están?

Uno diría que a mayor previsibilidad, mayor facilidad de inversión y mayor capacidad de comprensión para los ciudadanos. Incluso culturalmente resulta más fácil vivir en un país donde sabemos qué nos depara cada acción, aunque más no sea en cuanto a la acción punitiva del Estado.

¿Pero acaso por esto deberíamos entender que no podemos modificar reglas y condiciones que consideramos necesario cambiar? ¿Vale la pena sacrificarse para mantener algo que creemos un error, sólo para que no se debilite la visión de inamovible que queremos dar? (ver políticas de Estado).

La proclamada “seguridad jurídica” significa asegurar mayores rentas a favor de las empresas.

Tu pasado te condenaAlgunos creen que el apoyo a la gestión K se basa en un planteo teocrático, como si apoyáramos este proceso político porque las personas que lo llevan adelante son sobrehumanos o han sido agraciados con la infalibilidad papal. Para ellos cualquier contradicción en la historia de cualquier actor político relacionado al Kirchnerismo, aunque sea el aguatero, permitiría concluir que el proceso llamado kirchnerismo es una estafa de la A a la Zeta.

En política sólo importa qué hacen los políticos hoy y qué creemos que harán en un próximo mandato, que es para lo que apoyamos sus gestiones. De hecho, nadie seguiría eligiendo a un prócer por lo que hizo en el pasado si hoy el mismo prócer

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defendiese cosas aberrantes o cuestionables (la fidelidad del ciudadano hacia su representante vale lo que un cacahuate). En principio, esta arqueología política en su versión escatológica es el arte de buscar hechos pasados, de nivel individual, que comprometan la pureza política de cada funcionario. En general es el recurso de quien no encuentra hechos del orden político y actuales que los comprometa.

Los K tienen apoyo por lo que hacen. Para romper el vinculo de la gestión kirchnerista con sus simpatizantes, la oposición debería opinar sobre las acciones de hoy y sobre las esperables de mañana, no sobre sospechas de lo que pasó o de lo que pensaron años atrás porque no tendrían importancia política ni aún en caso de ser ciertas (y sobre “sospechas posta-posta” no se puede construir una opinión política).

El pasado le importa a la justicia, a quien tenga que reclamar algo de entonces, pero no a quienes se benefician con acciones de hoy. Podemos exceptuar de esta premisa algún hecho aberrante, acciones que afecten nuestra moral, pero nunca decisiones políticas pasadas.

Quizás, y sólo decimos quizás, en una Argentina futura y espléndida donde sobren candidatos que nos garanticen la realización de proyectos de crecimiento, justicia, inclusión, podríamos darnos el lujo de comenzar a filtrar candidatos por sus acciones pasadas, dándoles prioridad a los de peligre. Incluso podríamos filtrarlos según un medidor de sospechas populares (llamémoslo “sospechómetro”) y, porqué no, por cuadro de fútbol.

En una situación de exceso de candidatos, los ciudadanos podemos rechazar candidatos por cualquier boludez. Mientras tanto, cuando las opciones son Duhalde, Macri, De Narváez, Alfonsín, Carrió, no podemos darnos ningún lujo.

Lo que hizo o pensó sólo importa en términos de ayudarnos a contestar la única pregunta que importa: ¿qué creemos que hará en un próximo mandato?

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Curriculum Vitae ¡hundido!Alguien arroja un dato histórico de un diputado del FPV, y así pretende probar que la ley universal es falsa. “¡JAH! Fulano votó a favor de las AFJPs en el '94”, “Mengano apoyó a Grosso para intendente en el '83”. Luego agrega: “¿ves que todo esto es una truchada, una mierda, chorra, montonera, atea, petitera?”.

Nosotros repreguntamos: ¿quién apoyaría hoy a un tipo que vota en contra de los avances sociales o a favor de los genocidas sólo porque treinta años atrás se opuso a la Revolución Libertadora o porque hace doscientos defendió a San Martín cuando cruzó los Andes? Lo mismo aplica al revés. Salvo algún hecho aberrante, si en los '90 era un imbécil pero hoy es un buen gerente de nuestros intereses y todo indica que seguirá siéndolo, éste es un político para votar. No nos hace falta el test del CV, ni siquiera convicción: sólo nos hace falta creer que hoy va a actuar conforme a nuestros intereses.

Quien es hoy es lo que vale. No es un juicio moral, es un juicio de interés mezquino por parte de los ciudadanos. ¿Me sirve o no me sirve?

Dictadura asintomática Que los K son unos dictadores es un supuesto que ningún opositor digno pone en duda. Son hegemónicos, todo poderosos, tienen “Kaja” ilimitada, y quienes los apoyan se han dejado tentar por el dinero o han sucumbido al temor. Sin embargo, sostener este supuesto y compatibilizarlo con datos de la realidad plantea a la oposición un difícil Sudoku.

Néstor es un dictador, pero pierde la capital en 2007 y no la interviene. Néstor es hegemónico, pero pierde las elecciones en 2009 por goleada. ¿La Kaja y el temor no le funcionaron?Cristina es atemorizante, pero su propio vice, de quien nadie diría que es un hombre de carácter, salta a la oposición. ¿No aparece muerto, no lo tiran, no renuncia o se declara enfermo?El Congreso es una escribanía K, pero Cristina pierde la votación más importante de su gobierno como la 125.Cristina tiene a sus propios diputados esclavizados, pero muchos le votan en disidencia cuando tratan el proyecto de ley sobre matrimonio igualitario y la 125.

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Cristina es atemorizante pero el presidente del Banco Central decide irse a la oposición tras pegar un portazo en medio de una acción estratégica de desendeudamiento. Se trata de Redrado, otro a quien nadie podría calificar de valiente o jacobino. Los K controlan a la prensa y los periodistas, pero los medios de mayor penetración son furiosamente antiK. La mayor audiencia ve programas y lee diarios donde una larga lista de periodistas no teme burlarse de la Presidenta ni calificar a los funcionarios K de estafadores, chorros, usurpadores de la bandera de DDHH, cómplices de Irán, coimeros, chantajistas y muchos etcéteras. Quizás los periodistas estén atemorizados y corrompidos por la plata, pero actúan como si no.

La oposición tiene una sola solución para este Sudoku. Los K son dictadores pero bobos. Son aterradores pero los periodistas y empresarios argentinos son extremadamente valientes. Tienen Kaja ilimitada y dispuesta a comprarlo todo pero la oposición es incorruptible.

Tenemos así la primera dictadura asintomática del planeta. Una dictadura que incide sobre la realidad como si fuera una república, pero que todos sabemos dictadura porque así lo afirman tantos.

En la Argentina tenemos experiencia en dictaduras. En ellas nadie critica, la TV es complaciente, los diarios adulan y el Estado mata.

Son todos unos corruptos, solo unos corruptos.La frase se enmarca dentro de las “sospechas posta-posta” sin confirmación de la justicia. Aquí la clave está en pensar si éste es un gobierno cuyo eje es la corrupción, si la política está supeditada a la coima, o si la “sospecha posta-posta” de la coima busca quitarles visibilidad a los logros políticos.

Probablemente aquí ocurra algo parecido a la inseguridad. Recordemos que según nuestra percepción seríamos el peor de América pero según datos de la OMS estamos entre los cinco países más seguros del continente.

Si el eje de este gobierno fuese la corrupción, ¿por qué no dejar todo en manos de los privados y pedirles, como hicieron tantos gobiernos antes, una tajada que venga ya lavada? ¿Por qué no pedir plata por dejarles las AFJPs a los bancos? ¿O por salvar Aerolíneas Argentinas sin nacionalizarla? ¿O por aumentar las tarifas y

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liberar los mercados de precios? ¿O por cajonear la ley de medios (¡cuántos cínicos vaticinaban un acuerdo con Clarín apenas las papas quemaran”)?.

Más preguntas… ¿Cuánta plata ganan con los Derechos Humanos? ¿Con la ley de medios? ¿Con la ley de matrimonio igualitario? ¿Con la indexación de las jubilaciones, con la AUH, con la inclusión jubilatoria entre otras acciones políticas?

En Santa Fe, Ciudad de Buenos Aires y otras provincias gobiernan desde hace varios períodos partidos contrarios al Kirchnerismo. Ocupan el Poder Ejecutivo; son mayoría en el Legislativo provincial, y eligen y controlan a sus jueces. En estas provincias No-K distan de prosperar los juicios contra tanto empresario, político, intendente, diputado K que deberían ser corruptos compulsivos.

¿Acaso esto significa que esos partidos pactaron algo a cambio de no juzgar a los corruptos conocidos? ¿Los empresarios K, todos chorros, no actúan en Santa Fe, Capital Federal, Mendoza, etc.? ¿Por qué no aparece una infinidad de casos si estamos ante una plaga irrefrenable?

Pero en última instancia, tenemos años por delante para enjuiciarlos si la “sospecha posta-posta” de la coima fuese cierta. Mientras tanto, nos quedan como activo los años de buena administración u, quién dice, quizás las sospechas sean erradas y esta gente termine siendo inocentes. En ese caso, las “sospechas posta-posta” habrán sido producto del embate de poderosos que se niegan a ceder terreno.

Si todo lo hacen para coimear, ¿por qué no trabajan para las corporaciones y los ricos? ¿O las corporaciones en Argentina son cuáqueros que rechazan coimear? ¿Por qué éstas detestan a los K y amaron a Menem y a los militares? ¿No será que hay algo que los K no aceptan hacer ni por coima?

“Las leyes serán buenas, pero son robadas”Entre los argumentos que escuchamos cada tanto, figura el de las leyes buenas que no son de los K: se las robaron a los socialistas, a la Carrió, al budismo zen, etc.… Al parecer, porque alguien las pensó o sugirió antes, no tiene ningún mérito el gobierno que finalmente las implementó.

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Es como aplicar el copyright a la política. “Yo tuve la idea, vos no podés llevarla a cabo y si lo hacés no hay reconocimiento”. Así abolir la esclavitud en EEUU no fue mérito de Lincoln, sino de un joven talabartero que hace trescientos años en Glasgow una mañana se dijo “los norteamericanos deberían abolir la esclavitud”. ¿Cuánta más apertura podemos pedirle a un gobierno que implementa ideas de otros? La ley de medios y la ley de matrimonio igualitario fueron proyectos concebidos antes de la propia formación del Frente para la Victoria, y la inclusión social es una idea anterior al nacimiento de CFK. ¿Deberíamos prohibirle implementar medidas en esa dirección?

El mérito político es de quien implementa las ideas. Para quien las pensó, quedará el rédito intelectual (y si son muchos quienes reclaman la autoría intelectual, que se repartan la gloria).

DDHH para fines electorales (los K no son derechos ni humanos)Un reclamo más específico de “tu pasado te condena” se refiere al uso electoral que los K hacen de los Derechos Humanos, y a la denuncia de que en realidad nunca militaron en su defensa. Esta crítica suele provenir de personas para quienes los DDHH carecen de importancia y creen que la militancia en organizaciones de izquierda debería llevar a la cárcel. El reproche se basa en la bronca de que el kirchnerismo haya usufructuado de una bandera que estos críticos consideran un trapo.

Si los K izaron esta bandera para ganar elecciones, bienvenido sea. Esto es justo lo que esperamos de nuestros políticos: que hagan carne nuestras causas preciadas y las lleven adelante. Si lo hacen por convicción o por votos es casi lo mismo, aunque es preferible que sea por los votos porque las convicciones pueden cambiar con la edad.

Los votos es la moneda con la que los ciudadanos “apretamos” a nuestros políticos honestos para que compartan nuestras convicciones. Cuidémonos de aquéllos a quienes nuestros votos no logran incentivar: o bien se trata de fundamentalistas peligrosos o bien alguna otra moneda los tiene cautivos.

Podríamos argumentar que la bandera de los DDHH no le importaba a nadie, incluso que en términos electorales sigue sin importarle a mucha gente. Pero sin

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duda esta bandera honró a los Kirchner ante muchos y ante el mundo; terminó siendo bueno electoralmente y muy bueno para la comunidad. ¿Qué mejor resultado podemos pedirle a la política?

La bandera de los DDHH no arrastraba ningún voto en el 2003. Los K la levantaron, lo que nos honra como país, y hoy quizás les pague algo electoralmente. Doblemente bueno.

Caso Clarín. “Una pelea entre socios: ayer amigos, hoy enemigos” Una crítica frecuente consiste en acusar a los K de haber sido amigos y defensores del grupo Clarín para luego comenzar con la avanzada crítica. Una acusación de conveniencia o de advenedizos.

Admitamos por un momento que efectivamente fue así, que el gobierno de Néstor no tuvo la fuerza o el coraje (nunca sabremos cuál de los dos) para enfrentarse con el multimedio y que, como todos los gobiernos anteriores, acordó una paz por la cual la clase política no toca el dominio de Clarín mientras cree que a cambio Clarín respetará su juego.

Es una paz que todos intentaron sin éxito, y Néstor también.

En realidad, lo que sorprende en estos últimos 25 años de democracia es el embate que CFK inició contra la posición dominante del grupo Clarín y de su pasado. El hecho de que antes no se hayan animado sólo revela el poder del multimedio. Por otra parte, este cambio tan radical prueba que la acusación de ser socios en la corrupción era una sospecha posta-posta. Por eso ésta es una buena noticia que debemos celebrar y respaldar.

La pregunta siempre es “¿nos gusta lo que pensamos que va a hacer?”. Desde esta perspectiva, haría bien en dejar de votarla quien crea que en su próximo mandato CFK acordará con Clarín una paz como las anteriores, con la consecuente recuperación de su posición dominante, y todo a cambio de un par de valijas y algunos titulares con buena onda. Los demás, tengamos lista la boleta.

El eventual pacto de Néstor refleja su sentimiento de debilidad frente a Clarín, parecido al de sus antecesores. Lo importante es que CFK pudo romper con esta tradición. ¿Apoyamos o no apoyamos que los Presidentes de la Argentina tengan más poder que Clarín?

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“El embate contra Clarín”Los más razonables anti-K aceptan que ésta es una pelea con dos actores considerados iguales. Los más extremos sostienen que el gobierno tiene mayor responsabilidad en tanto y en cuanto debe dar ejemplo de sobriedad, tranquilidad, etc... Es poco probable que el discurso fuera el mismo si el conflicto se diera entre un policía y un par de piqueteros resistentes a la autoridad (encima con vehemencia).

Pero éste es el doble estándar inevitable.

Aquí lo importante es señalar que en una república ningún ciudadano debe tener el poder de oponerse al Estado, aún ante lo que considere un abuso. En caso contrario, eso mostraría que este ciudadano tiene poder suficiente para obedecer la ley sólo cuando la cree no abusiva. De esta manera, le exigiría al Estado que sea persuasivo antes de ser obedecido. Ahora bien, ¿qué pasaría si a este mismo ciudadano le resultara abusiva una ley que al resto le parece justa? ¿Por qué el resto debe someterse a la ley y al poder del Estado y este ciudadano no? No olvidemos que los tribunales están para quien busque resistir una acción considerada abusiva.

En una república, pulsear contra el Ejecutivo, el congreso o los tribunales es pulsear contra la voluntad ciudadana. Los representantes lo son de toda la ciudadanía: no importa lo que crea quien pretende desobedecerlos. No es una pulseada entre dos personas que discuten por un tema personal, como ocurriría si Magnetto estuviese jugando al fútbol con la Presidenta. Es una pulseada entre, por un lado, Magnetto o Herrera de Noble y, por otro lado, la Constitución, las representaciones basadas en ella y los poderes que ella otorga.

El derecho a rebelarse implica sacar los pies del plato, salirse del sistema, perder el amparo del sistema actual, volverse ilegal. Todos tenemos derecho a (¿el deber de?) rebelarnos contra un gobierno abusivo, con todas las fuertes consecuencias que esto implica.

No es lo mismo quien actúa en representación de todos los argentinos que quien actúa en su propia representación. Si una persona vale un voto, el Estado son 40 millones y Clarín uno o algunos. No son dos iguales en discordia; es uno que se niega a someterse al poder de todos.

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El caso Noble: ¿importa el resultado?La igualdad ante la ley no pasa por el resultado de un juicio o de una inspección, sino por la obligación de todos los ciudadanos de someterse a ella. Cuando Carrió se alegra por el resultado negativo de los ADN, muestra que su compromiso era con el interés de la Sra. de Noble más que con el simple cumplimiento de la ley.

En las aduanas los ricos y poderosos tienen que abrir, como todos, el baúl de su auto para probar que no traen contrabando. La Señora más poderosa de la Argentina se negó a hacerlo por más de una década y el Estado, juicio y algún juez destituido mediante, consiguió finalmente que se la sometiera a inspección.

Que se haya encontrado o no contrabando es secundario. El paso importante (y digno de celebrar) es que el Estado logró finalmente poner a todos en igualdad ante la ley.

Muchos creímos que los ADN darían positivo, dada la resistencia feroz que opusieron o quizás por el simple deseo de que más nietos recuperen su identidad. Incluso es probable que el resultado negativo haya decepcionado a más de uno. Pero éstas son sensaciones personales que nada tienen que ver con la política y con las acciones del Estado.

El Estado no puede garantizar culpabilidad ni inocencia, sólo debe garantizar que todos, aún el más poderoso, sea indagado y juzgado, incluso cuando no quiera, por quienes no quiera y con los peritos que no quiera. En definitiva, eso nos ocurre a todos los argentinos de a pie: somos inspeccionados, indagados y juzgados aún contra nuestra voluntad y por autoridades que no escogemos.

Como en el caso de la aduana, en el caso de los apropiadores sólo éstos, o a veces ni ellos sino el entregador, sabe(n) de dónde provienen los chicos. El resto de la sociedad puede investigar a partir de sospechas o de inspecciones de rutina.

El valor en juego era la igualdad ante la ley, y ésta consiste en que todos podemos ser investigados.

¿Por qué los poderosos tendrían un derecho exclusivo a ser investigados en caso de “culpabilidad certera”? ¿ De ser así, el juez sólo podría investigar una vez que los haya condenado?

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No es ella, y tampoco es otroEs fácil jugar a ser Farinello y encontrar pruebas de apetitos objetables (cuando no inmorales) detrás de CFK o de cualquiera de sus funcionarios. A los objetadores seriales que critican a Cristina con los argumentos “¡es inaudito!” o “yo soy muy sensible” se los desactiva con la pregunta “¿quién entonces?”.

Es fácil ponerse en la posición del objetador moral, que se niega a votar a quien consume productos transgénicos o viste ropa fabricadas en hilanderías clandestinas de Asia. Con algo de exageración, cualquier acción descalifica a un candidato.

Desde ese discurso, lo difícil es sostener a otro de partidario de la política argentina, entre los que no se encuentran ni la Madre Teresa ni el propio Farinello (quienes seguramente, después de pasados por el tamiz objetador, se revelarán como criminales que usan papel no reciclado en detrimento del Amazonas).

En este punto no debemos aceptar la respuesta esquiva de “no tengo ninguno” o “son todos una mierda”. Elegir es una responsabilidad cívica y además poder elegir es la base del análisis político. Quien no se esfuerza por elegir no ejerce su obligación ciudadana: es un perezoso que deja de remar en un bote donde el resto sí remamos, donde nos arremangamos, pensamos, discutimos, estudiamos y expresamos una opinión.

No debemos permitir que el perezoso se cubra con el tinte de “demasiado crítico” para opinar como un inmaculado. Si tiene capacidad de análisis como para sentirse libre de dedicarles críticas destructivas a todos, también debe tenerla para poner a los candidatos en un orden: esto es elegir.

Elegir es priorizar, ni más ni menos. Quien no sabe priorizar, debería aceptarse incapaz de criticar.

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En política como en todo, afirmar que algo es “lo menos malo” equivale a afirmar que “es lo mejor”. La primera expresión sólo muestra el desagrado de quien la dice con la conclusión a la que llega. Podemos imaginar esa vuelta idiomática en boca de Hitler cuando la entrega de la medalla olímpica a un competidor negro ganador: lo habrá llamado “el menos malo”.

Seamos ciudadanos responsables, elijamos: el mejor o el mal menor. Pongámosle nombre a nuestra preferencia.

“No me molesta que Moyano sea negro” (solo que defienda a los negros)Es histórico que la oposición a los procesos populares le endilgue al sindicalismo una dirigencia conformada por ladrones, estafadores y delincuentes capaces de cualquier tropelía, que sólo militan para enriquecerse y aumentar su cuota de poder destructivo. Es una verdad que nunca necesitó pruebas: bastó con haberla reproducido las veces suficientes en forma de titulares.

Igual que con la gripe A, bastó repetir la amenaza de que venía a acabar con todos para que nos comportáramos como imbéciles: con barbijos, desinfectantes, dispuestos a dejar de besarnos al saludar y a hablar siempre por interfon.

Hoy le toca a Hugo Moyano... Sus detractores no necesitan investigaciones judiciales, ni reconocerle el derecho a una legítima defensa, para sentirse libres de concluir que es un negro ateo y ladrón, un rico lleno de propiedades ocultas. Lo más sorprendente es que esa acusación sirva para descalificar cualquier acción que realice el gremio de camioneros o la CGT. Si nos enterásemos de que Sarmiento pasó vales indebidos en sus viajes, ¿deberíamos objetar su plan de escuelas?

Además de que posee propiedades millonarias, también escuchamos que Moyano habría formado parte de la Triple A. Sin embargo, nadie puede sostener que la actual CGT actúa como “CGT de la Triple A” o es siquiera su “Heredera”. Sin contar que algunos entre quienes denuncian esta pertenencia ideológica jamás la objetarían si realmente creyesen en ella. Éste es el orden de las respuestas que deberíamos desarrollar ante nuestro interlocutor...

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Primero: ¿quién es Moyano? Moyano está antes que los K en la arena nacional. Se enfrentó a Menem y a su flexibilización laboral, cuando apoyarlo “pagaba bien”. La defensa de los intereses de sus bases no es reciente y eso tuvo su premio, al menos desde los votos de quienes se beneficiaron con su conducta (Si buscara caerle simpático al Jockey Club, Moyano sí sería sospechoso).

Segundo: la razón penal. Como cualquier ciudadano, Moyano debe ser investigado y, ante una condena, ser encarcelado. Incluso más: si un representante político como Moyano tuviese un procesamiento firme, debería dar un paso al costado (aunque la ley no lo obligue, sería recomendable). Esto también corre por ejemplo para Macri, y por supuesto para tanto pedófilo que sigue dando misa y viviendo de la dádiva después de haber sido procesado.

Tercero: el contexto. En la historia argentina no hubo otro período de gobierno donde se hayan iniciado más demandas y encarcelado a más jerarcas del sindicalismo. En este período K, ningún sector puede sentirse intocable: FF.AA, Iglesia, sindicatos, funcionarios como Jaime. Las demandas no parecen tener los frenos de siempre.

Podemos creer que es poco o mucho, pero no podemos negar la reducción de impunidad. Sin embargo, quienes no quieren a los sindicalistas prefieren considerarlos culpables ya juzgados pero impunes gracias al accionar de los jueces, que son todos corruptos: ésta es una salida muy conveniente para evitar la discusión política.

Cuarto: la respuesta política. Pensemos en una CGT cuyas medidas de acción directa consiguen ampliar los derechos de una cantidad de tipos que hoy están finalmente en nomina y que por sometimiento simple a la realidad económica estaban obligados a “facturar”. En otras palabras, imaginemos que PyMEs como Techint o Clarín terminan incorporándolos como asalariados, no sólo con el sueldo acorde sino, aún más importante, con condiciones de trabajo aseguradas: descansos, cascos, baños, vacaciones, etc.… Se abren entonces las siguientes preguntas:

¿Por qué la inclusión de estos trabajadores debería ser criticada por la sospecha de Moyano y sus campos o mansiones? Aún ante la posibilidad de encarcelamiento por el peor de los crímenes, estas medidas no dejan de ser positivas. Porqué no reconocerlas? Porqué no reconocérselas a Moyano?

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Más preguntas... Los empresarios detestan a Moyano. ¿Acaso este hombre debería gustarles? ¿Por qué, en cambio, los camioneros apoyan a su conducción? ¿Por qué los trabajadores en negro sueñan con ser sindicalizados, y por qué no fueron sindicalizados? ¿Cómo lograr que lo sean? ¿Dialogando con los empresarios?

Todas estas preguntas llevan a romper con la idea de los sindicalistas detestados, que nadie quiere, venidos de Marte y que nada hacen por sus representados. Si son chorros, a la cárcel con ellos. Pero no por las sospechas que alimentan los titulares de los diarios o los zócalos de los noticiero de TV, sino por hechos probados y por una condena judicial. Aún cuando ésta lleve igual tiempo que la causa por la recuperación de chicos apropiados o el juicio y encarcelamiento a empresarios con fondos no declarados en su economía. Por otra parte, sus acciones políticas positivas deben ser reconocidas y apoyadas como tales. De lo contrario, estaríamos objetando avances en las condiciones de los trabajadores por delitos cometidos por sus dirigencias o, aun peor, por sospechas sobre sus dirigentes, y sin tener en cuenta procesos políticos reales.

¿Qué hizo la CGT por los trabajadores agremiados? Ésta es la pregunta política. ¿Flexibilizó o incorporó? ¿Aumentó salarios? ¿Mejoró las condiciones de trabajo? Es esperable que un buen

sindicalista provoque una reacción contraria en el empresariado.

Los medios KLos antiK suelen criticar el reparto de publicidad oficial a favor de los medios llamados “K” (en realidad, se trata de medios que no acatan la agenda impuesta desde la sede de Clarín en la calle Tacuarí). Algunos exigen la aplicación de una “justa proporción” que al parecer sería según la (mayor) cantidad de lectores de cada medio, y que se presenta como una ley natural inobjetable, el decimotercer mandamiento.

Lo único inobjetable de esta proporción es que beneficia a los grandes: justo a aquéllos que, por acuerdos espurios con el Proceso, se quedaron con el control del papel prensa, con una posición hegemónica sobre la clase política debilitada y luego con emisoras de radio y canales de TV. Los grandes son poseedores de la fuerza suficiente para disputar las pautas publicitarias de las grandes compañías,

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cuando no exigirles exclusividad (¿quién no recuerda cuando Perfil salió hace diez años y Clarín logró apretar a sus anunciantes para que no pautaran en el entonces nuevo diario?).

¿Por qué el Estado debe repartir igual pesos por lector y no igual pesos por medio? Esta fórmula aumentaría la cantidad de voces diferentes ya que fomentaría su aparición.

La voz de Clarín no desaparecería por no recibir publicidad del Estado (incluso podríamos sostener que, por el interés de sus lectores, Clarín debería difundir las campañas de orden publico que el Estado tenga que anunciar sin que este deba pagarle pauta alguna por ello). Distinto es el caso de un medio con dificultades financieras porque se dirige a un público minoritario o porque los gerentes de las grandes empresas anunciantes no comparten su criterio editorial. ¿Qué mejor entonces que asistir el mantenimiento de una nueva voz para garantizar la libertad y pluralidad de opinión?

Si alguien quiere quejarse, que se queje porque el Estado no estimula a otros medios pequeños: medios dirigidos a minorías étnicas, sexuales, sociales, en especial aquéllos contra los cuales actúa el prejuicio de los grandes contratistas de publicidad.

¿Por qué la sobrevida de los medios debe depender del gerente de marketing de Movistar y no del Estado? Al gerente de marketing de Movistar como al de Garbarino y tantos mas, con derecho a tener prejuicios y preferencias como todos y para quienes pautar en un solo gran medio tiene enormes ventajas operativas, nadie les pide explicación por no pautar en medios asociados a minorías, sean collas, gays, trans, bolivianos etc.… ¿Le confiamos a estas empresas la política de libertad de expresión? ¿Debería sorprendernos que una situación así favorezca al más grande, que en una especie de espiral ascendente desaparecezca todo lo que no represente a las elites? Durante años Pagina 12 no recibía publicidad de las grandes empresas, aunque tenia una buena tirada y sus lectores eran consumidores con buen poder adquisitivo. Los lectores de Pagina12 éramos tentadores para ametrallarnos con publicidad en cualquier otro medio, los carteles de Palermo se llenaban de publicidad, nos llamaban a cualquier hora para ofrecernos cosas, nuestro banco nos aturdía con ofertas, pero nunca a través de Pagina12. El Gte de Marketing, cumpliendo un prejuicio que intuía en los accionistas, no pautaba en un medio que le parecía de zurdos. Aquel que se animaba anunciar en Mañana

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Profesional, con tirada minúscula pero apellidos mayúsculos, no anunciaba en Pagina12, como tampoco anunciaba en la radio boliviana o la de las madres. Se prioriza los medios masivos, se permiten algunos deslices pero sobre medios de gente como uno. Esta es la libertad de expresión que defienden quienes defienden la libertad de prensa.

Una última palabra sobre libertad de prensa y de opinión… Reclamar por la libertad de un colectivero acusado de cruzar un semáforo en rojo no significa defender el transporte público ni el derecho a transitar. Defender al dueño de un diario, incluso a un periodista, no es sinónimo de defender el bien público de la libertad de expresión ni de la libertad de prensa. Cada concepto tiene su definición.

Los medios masivos no significan que le dan voz a muchos, ni siquiera que representa la voz de muchos, son masivos porque le venden a muchos. Desde cierto punto de vista, masivo no significa que responde al interés de muchos sino que influye sobre muchos. Los dueños de los medios y los periodistas actúan igual que el colectivero que busca nuestro apoyo tratando de que lo asociemos con “la libertad misma”. Es legítimo que lo intenten; somos bobos si lo logran.

¿Por qué la realidad del mercado mediático impedía que los medios reflejaran el apoyo a una política capaz de conquistar votos de la mayoría? ¿No debería ser natural que gran parte de los medios representara esta visión?

678: intrascendente pero intolerableLa critica más importante a 678 reclama que este programa de Canal 7 se hace con dinero público, que el Estado gasta plata en un programa crítico de los medios, y que la plata es de todos, de nuestros viejos. Sus difusores parecen olvidar que esta emisora existe desde que existe la televisión, y que por décadas gastó dinero público.

Antes esto no parecía enfurecer a nadie, como hoy no enfurece el dinero público que se gasta para mantener el Teatro Colón, las plazas y distintos espectáculos. Como (volvamos atrás) tampoco molestan los comunicadores históricos,

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desconocidos, intrascendentes de Canal 7, que le hablaban a nadie sobre noticias sin importancia.

Eso nunca pareció un malgasto a tener en cuenta.

Recién cuando invierte en un programa que genera pasión, con un nivel de audiencia inusitado para los estándares de Canal 7, con el reconocimiento de muchas personas críticas de la televisión privada, el Estado provoca un odio visceral, crispado en un sector de la audiencia, por lo general entre personas que confiesan no mirar 678. Por lo visto el Estado logró incorporar un producto que algunos no aprecian pero que tantos otros parecían necesitar. ¿Acaso está mal que el Estado favorezca la pluralidad?

Eliminar 678 de Canal 7 volvería la situación al status anterior, con un nicho de televidentes desatendido por las fuerzas del mercado. ¿Por qué no existía 678 en una oferta que incluía (y sigue incluyendo) programas sobre aves, tortugas, óperas, autos? ¿Por qué los seguidores de 678 eran una audiencia invisible para el mercado? ¿O se trata de una audiencia que, por alguna razón no económica, el mercado prefería ignorar y ahora protesta cuando algún otro, en este caso el Estado, sí elige satisfacer?

Si el problema es que 678 favorece la posición del gobierno, nosotros preguntamos: ¿acaso un programa deseado por miles no merece existir sólo porque favorece la visión de un gobierno elegido por millones? ¿Cómo es posible que en un país con un mercado competitivo y plural especializado en producción de programas no hubiese uno solo que coincidiera con la visión de un gobierno elegido por la mayoría de los argentinos? ¿Por qué no reclamar otros 678?

Que el Estado siga identificando sectores demandantes de productos mediáticos que el mercado no satisface. Éste es un reclamo legítimo al gobierno: que vaya por más. En cambio, recriminarle la creación de 678 es actuar en contra de los cientos de miles de seguidores, casi fanáticos, que descubren por primera vez un programa sobre los medios y que además les habla a ellos.

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678 es un nuevo producto para un grupo grande de personas a las que el mercado de medios no veía o no quería ver. Nadie obliga a mirar 678. El Estado siempre gastó en medios, sólo que

ahora tiene un producto apreciado y exitoso.

“¡Basta de planes!”Finalmente el Estado ha asumido a gran escala la responsabilidad de asistir a sus ciudadanos en necesidad. Los desocupados, los jubilados sin los aportes necesarios, las madres sin trabajo formal, las embarazadas. Sin embargo, las críticas se multiplican a los gritos, con distintos formatos: se trata de voces que nunca aparecieron cuando la asistencia no existía y dejaba en la marginalidad a millones de conciudadanos.

Las críticas señalan corrupción en la entrega: acusan que les piden un porcentaje a cambio de inscribirlos en el plan. Los críticos piden detener este plan para ponerle freno a la corrupción y con la franca promesa de volver a implementarlo de la mano de un Estado que en su opinión no sea ladrón.

Otro rechazo a los planes gira en torno a la idea de que la entrega de dinero sin contraprestación genera una cultura de la holgazanería que acaba con la cultura del trabajo. Cultura que nunca vieron en peligro cuando la desocupación alcanzaba el 24%.

Si el Estado les diese conchabe en la administración pública, donde por supuesto no serian necesarios, la crítica apuntaría contra la proliferación de ñoquis. Esta clase detestable de zánganos que van a trabajar pero que no tienen mucho que hacer. Cuando el Estado se dedica a intervenir en la economía y crea enormes empresas con nuevas fuentes genuinas de trabajo (donde además no se entregan planes sin contraprestación), se le reprocha meterse en cosas de privados. En este caso, la crítica atenta contra Aerolíneas Argentinas, contra el correo, contra cualquier avance en la arena privada.

No a la asistencia sin contraprestación, no al ñoqui, no a la creación de empresas públicas. La conclusión es que estos críticos no tienen nada en contra de la asistencia; lo único que quieren es que no haya asistidos. Al plan, prefiero el hambre!

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No quiero planes sin contraprestación. No quiero ñoquis con un trabajo innecesario. No quiero empresas del Estado. Lo que quiero es ni planes, ni contraprestación, ni amparo.

Subsidios K

La argumentación en contra de los subsidios se ha corrido de eje. Antes se los objetaba por el déficit fiscal que generarían pero hoy, a fuerza de una década de superávit, el reclamo pasa “por una mayor equidad”, algo como “para dejar de beneficiar injustamente a unos POCOS, dejemos de subsidiar a TODOS” .. No por contradictoria, la frase deja de ser efectiva como propulsora de rechazo.

Por lo general, la misma persona que se presenta como contraria a subsidiar a ricos (que incluso se suele definir como rico, sosteniendo un argumento que sería contrario a su interés) rechazaría cualquier intento de aumentar la presión tributaria sobre esos mismos ricos. La equidad sería así un sano objetivo si se obtuviese por la eliminación de la universalidad en los subsidios, pero deja de serlo cuando se propone por vía de una mayor presión tributaria individual.

En Argentina el Estado subsidia las plazas: las mantiene en forma no onerosa para sus usuarios. Hay más metros de plaza por habitante en las zonas ricas de las ciudades que en las populares; probablemente también sean las mejor cuidadas. He aquí un subsidio obsceno que nadie objeta.

Nuestro Estado también subsidia el transporte terrestre público y privado: arregla calles, semáforos, dispone de un enjambre de agentes de tránsito, administra multas, cartelería, hospitales que se ocupan de los accidentados de transito, los cementerios para los muertos por esos accidentes y mucho más. Subsidios que nadie objeta y que, de nuevo, benefician más a los sectores acomodados que utilizan vehículos particulares y que deberían pagar peajes altísimos cada vez que salen a la calle o cruzan un semáforo.

El Estado subsidia al Teatro Colón, su mantenimiento mensual y edilicio. Sin esta ayuda, los amantes de la ópera deberían pagar una entrada o abono mucho más caros. El Estado subsidia sus embajadas para que los ciudadanos viajeros y las empresas exportadoras tengan asistencia gratuita allí donde la ventura los encuentre.

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En Argentina existen innumerables subsidios que nadie nunca objetó y que también benefician más a los pocos. ¿Por qué aparece recién ahora la feroz oposición contra los subsidios? ¿Por qué la crítica se focaliza en los subsidios al transporte y a la energía, que son justamente subsidios universales, fuertemente populares y que generan crecimiento? ¿Por qué esa actitud altruista no apareció contra la millonaria obra del Colón?

La crítica despiadada no nace de la vergüenza por los pocos acomodados que reciben subsidios “injustamente” sino, por los muchos excluidos que se benefician “sin merecerlos”. Esto es lo que produce rechazo: que los afro-vecinos reciban gratuitamente energía, transporte, salud, educación, seguros de desempleo, asignaciones por hijo, etc.…

Un último párrafo sobre la eficiencia de “filtrar” los subsidios universales para evitar que los reciban personas con recursos (“means testing” en inglés). En Europa, donde la relación de incluidos sobre necesitados es mucho mayor que aquí (todavía), donde uno podría suponer que hay más personas con recursos que se benefician “por error” de los subsidios universales, estos subsidios a los servicios públicos (transporte, energía, agua, y muchos etcéteras) se mantienen como universales sin ningún filtro.

El Barón de Rotchild en París paga el mismo precio subsidiado por su boleto de subte que un inmigrante norafricano. Sus viajes en tren interurbano gozan de los mismos descuentos y la energía le es subsidiada como a cualquier vecino. El desquite viene cuando el pobre Rotchild presenta su declaración anual de impuestos y el fisco le saca por encima del 50% de sus ganancias anuales.

Ese torrente de dinero que ingresa a las arcas del fisco hace olvidar a los indignables “Joaquín Morales Solá” parisinos cualquier cambio chico que haya podido recibir por falta de filtro, en descuentos de cospel de subte o en la electricidad barata con la que calentó sus tinas de baño.

¿Cuántas tinas puede calentar Rotchild para su baño? Nada que un punto o dos de aumento en la alícuota de ganancias no pueda reparar.

El odio contra los subsidios universales no proviene del hecho de que sean subsidios sino de su condición universal.

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El desastre del INDEKÉste es el caso más fuerte de las nimiedades trascendentes…

En un país donde las estadísticas no le importan a nadie, que se toque el INDEC se ha transformado en la razón de nuestra futura decadencia inevitable. Diarios indiferentes a los asesinatos de la dictadura, a los crímenes de Kosteki y Santillán, al despido de miles de empleados tras las privatizaciones, a la reducción salarial de De la Rúa y tanto abuso más hoy no dejan pasar dos días sin lamentar la manipulación del precio del queso fresco.

Primera aclaración obligada: el tema no tiene más importancia que antes sólo porque alguien crea en la manipulación. Sigue siendo el INDEC, en un país donde los indignados del INDEC rara vez se indignaron por algo (a lo sumo por el corralito).

Por otra parte, cuando discutimos esta cuestión, no aceptemos la equiparación entre “ajustar el INDEC” y “negar la inflación”. No es lo mismo no comunicar algo que actuar como si ese algo no existiese.

De hecho, si de verdad creyese que no hay inflación, lo primero que haría el gobierno es no tocar nada en el Instituto Nacional de Estadística y Censo (¿para qué modificar la medición si cree que la inflación es cero?) Tampoco aceptaría ajustes salariales del 25% si estuviera convencido de que la inflación es del 8%, ni saldría a pelear con Coto por el precio de la carne picada.

Mal o bien, el gobierno actúa contra la inflación porque la reconoce.

Asimismo no debemos aceptar que las modificaciones al INDEC son la fuente de todos los males. Santa Fe y varias provincias tienen un INDEC provincial no modificado y allí las inversiones no llegan a paladas, ni el diálogo entre las partes aflora como yuyo, ni el gobernante acuerda todas sus medidas con la oposición. Sólo son provincias cuyos gobiernos no modificaron el funcionamiento del INDEC. Ni más ni menos.

Por otro lado, no podemos discutir este tema sin mencionar los bonos ajustados por inflación (medida por el INDEC), que el gobierno canjeó a los tenedores de deuda externa en el proceso de canje de 2005. Esos tenedores de bonos indexados

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ganan millones de dólares por año por cada punto de inflación que marque el INDEC.

Esto genera fuertes incentivos para tocar los datos, tanto por un Estado preocupado por controlar sus finanzas como por los grandes tenedores de bonos ocupados en mejorar las suyas.

¿Por qué la oposición es tan rápida para denunciar la corrupción estatal y la cantidad de coimeros que anidan en el INDEC, prestos a manipular datos por la Kaja del gobierno, pero nunca imaginó la existencia de “coimeros “ que anidan en el INDEC prestos a manipular datos por la caja de los bonistas?

Así como la discusión de las AFJPs no puede darse sin mencionar la montaña de plata que pasó de los banqueros al control del Estado, no podemos discutir sobre el INDEC sin hablar del ahorro anual que significa para el Estado y de quién se llevaría ese ahorro en otras circunstancias. Podemos estar en desacuerdo, podemos preferir las formas y los funcionarios anteriores, pero no podemos negar que aquí se habla de muchos billetes, y que los medios que fogonean esto saben perfectamente a quienes pasarían esos billetes si el INDEC marcara 30% en lugar de 10.

Admitamos, a lo sumo, que deberían entregar el INDEC a un organismo de prestigio para que lo administre, sin cipayos que les regalen puntos a los bancos y sin funcionarios que defiendan las arcas del Estado más allá de las normas. De todos modos, con instalar la idea de que detrás del INDEC hay un montón de guita que pasa de manos, la discusión esta ganada. Aunque la perdamos.

Discutir sobre el INDEC no es discutir de formas, sino de intereses. Hay mucho dinero detrás de las formas en que se actúa. Asegurar la transparencia del INDEC

antes de su intervención sólo revela que en ese entonces los medios no protestaban.

La inseguridad, el INDEC de la oposición no electoralUn dato contundente para comparar índices de inseguridad urbana es la tasa de homicidios por cada cien mil habitantes. Los países miden las muertes más o menos de la misma forma, no así otros delitos como el robo y el hurto, sin mencionar que es más fácil esconder un reclamo de hurto que un cadáver.

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La Organización Panamericana de la Salud (que Guillermo Moreno todavía no copó), insiste en su intento de convencernos de que la Argentina mejora este índice desde su nivel máximo de 7,6 homicidios por 100.000 habitantes ocurrido en 2002 hasta el nivel de 4,4 en 2008. Además nos ubica en el continente con niveles parecidos a los de EEUU, Chile y Uruguay aunque por encima de Canadá y por debajo de Brasil y México.

Nuestro continente tiene niveles que duplican los de Europa occidental, lo cual nos habilita para exigirles mejoras a nuestros gobiernos. Dicho esto, también es cierto que según la OMS la Argentina se encuentra en una buena posición regional.

El siguiente gráfico muestra las series de 1995 a 2008 para varios países de la región según la OMS. Quien quiera verificar puede ingresar a: http://www.paho.org/Spanish/SHA/coredata/tabulator/newTabulator.htm y armar su propia versión.

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La seguridad total es un objetivo inalcanzable, y siempre habrá un crimen que nos deje el miedo a flor de piel. Pero en nada ayuda a nuestra calidad de vida que los medios bombardeen a la ciudadanía, y le generen terror con fotos y noticias de crímenes espantosos que se repiten a diario y durante toda la jornada .

Esta acción terrorista de los medios explica porqué, en países con el mismo índice de muertos cada cien mil habitantes (es decir, donde la realidad es parecida), la percepción de la inseguridad es tan diferente (sus habitantes viven con tanto o más miedo). Así lo muestra el gráfico basado en la encuesta periódica que realiza la Universidad Vanderbilt bajo el pomposo nombre de “El Barómetro de las Américas” sobre la percepción de la inseguridad en 2010 Otra vez, quien quiera verificar los datos puede hacerlo en www.vanderbilt.edu/lapop/ab2010/2010-comparative-en-revised.pdf

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Probablemente la Argentina sea el país americano más “psicotico” en términos de la relación entre criminalidad real y percepción del delito. ¿A quién se lo debemos? ¿Es cultural? ¿Es histórico? ¿Cuánto ayudan los medios ? ¿ Acaso incide la campaña de desprestigio a Lo Político? La respuesta debe ser una mezcla de todo esto y nadie tiene la respuesta con precisión.

Para los autores de este Manual, los medios del poder en Argentina llevan a cabo una acción que no dudamos en catalogar como terrorista. Una acción terrorista puede no dejar víctimas, como sería el caso de una bomba que estalla en un colegio fuera del horario escolar: no habría víctimas, pero la ciudadanía quedaría paralizada por el terror.

Ése es el objetivo de los terroristas modernos: no cobrarse vidas (que por muchas que sean, son siempre pocas) sino cobrarse las mentes, aterrorizar en grandes cantidades para influir en las decisiones políticas.

Una acción que difícilmente puede matar a diez puede fácilmente aterrorizar a millones.

Por su parte, la metralla mediática instala un terror sin autor, que en realidad se concluye provocado por la incompetencia del gobierno y de la política en general para sacarnos de este estado insoportable. “La política nos mata” sería el mensaje. Así como un estado de alegría general resulta en un mayor apoyo al gobierno (aunque, como vimos, el mundial del '78 no bastó para dar vuelta una opinión desfavorable), un estado de terror permanente, en especial sin enemigo externo en quien descargar las culpas, erosiona el apoyo a cualquier gobierno.

Por eso, quien influya en el estado de terror, influirá en el apoyo a la clase política.

Así como creernos los más vivos no nos hace más vivos aunque lo creamos con convicción, creernos un país devastado por la inseguridad tampoco nos confirma como un país devastado por la inseguridad.

La sensación de inseguridad afecta el vínculo de los ciudadanos con sus políticos. De aquí el interés de tantos por exagerarla.

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“Fútbol para Todos, un pésimo negocio” (Para TyC)La crítica parte de dar por cierta la premisa de que el Estado no puede garantizar la rentabilidad del fútbol como sí lo hacía TyC. Pero además minimiza el hecho de que, en el camino, millones de argentinos van a ver un espectáculo, probablemente el que más desean ver, de forma gratuita. Sin mencionar todas las injusticias que se cometen cuando una empresa es dueña de una pasión popular y cuando, con la llave de esa pasión, consigue que otras compañías se sometan a sus requerimientos comerciales.

Ni el Teatro Colón ni las plazas públicas son rentables. Tampoco un concierto a cielo abierto en la Avenida 9 de Julio o en el Rosedal, ni las playas públicas del Atlántico.

Muchas de las cosas que nos producen placer y son de gran utilidad distan de ser rentables si las medimos en pesos que entran y pesos que salen. Un Estado, en cambio, debe calcular cuánto dinero gasta y cuánta satisfacción produce.

¿Por qué nadie critica un espectáculo como Placido Domingo en la 9 de Julio, a pura pérdida? ¿No será que el negocio de Plácido Domingo en la 9 de Julio nunca perteneció a Clarín?

En términos de satisfacción, Fútbol para Todos debe ser una de las iniciativas más rentables del gobierno. Es probable que además genere ingresos superiores a los costos. Sin embargo, esto no alcanza para aplaudir una medida que igualó a todos en el acceso al espectáculo más apreciado por la población argentina.

Si el Estado contara con una suerte de presupuesto participativo, donde cada ciudadano pudiese digitar dónde poner cada peso, ¿alguien duda del apoyo mayoritario que recibiría Fútbol para Todos? Los ciudadanos tienen acceso a todos los partidos todo el año, por pocos pesos por ciudadano: algo como veinte pesos por año, menos todo lo recuperable por publicidad que incluso podría generar negocio.

¿No pondrían esta opción antes que la renovación del Colón, antes de las ayudas a los programas de interés cultural que luego nadie mira?

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Si el Estado banca el Teatro Colón para pocos, el golf municipal, las plazas, las playas, muchos espectáculos para todos, ¿por qué criticarlo por bancar el entretenimiento que genera mayor pasión?

“Schoklender se roba la guita de nuestros abuelos” Schoklender es el caso de un sospechoso que termina en Tribunales, desafectado de todas sus funciones en la fundación donde se desempeñaba. Dicha institución se presenta como querellante y como actor activo a favor de la investigación.

Estamos ante una situación prometedora en un país donde los sospechados nunca llegan a ser investigados y, cuando llegan a serlo como el padre Grassi o como Mauricio Macri, gozan del respaldo casi cómplice de la institución usurpada para delinquir. Ni siquiera tenemos que ver el desfile de personalidades defensoras como Raúl Portal. Schoklender no tiene quien hable por él.

La justicia investiga con todo su fuerza. Nadie sale en defensa de Schoklender; nadie sale a matizar su accionar. No podemos pedir más. Pedir “Condena Ya!” a quien yo juzgué y con la condena que yo consideré, es potestad exclusiva de Susana.

Schoklender no robó dinero público, porque el gobierno pagó contra la entrega de los avances. A lo sumo, le robó a la Fundación Madres de Plaza de Mayo: es como el tesorero de la empresa Roggio que roba plata que la constructora cobró por una obra realizada para el Estado. Se trata de un hecho delictivo lamentable, pero no de fondos públicos: el proceso de control del dinero una vez pagada la obra ya no es competencia estatal. De hecho, nadie le exigiría al Estado que ponga inspectores en cada empresa para que los tesoreros no se roben los cheques o los gerentes de marketing no los malgasten en campañas innecesarias.

Dicho esto, es auspiciosa la celeridad del proceso, saber en profundidad qué delitos se cometieron y qué omisiones de control. Bien podemos desear que no se cometan delitos, pero eso equivale a soñar con vivir en un templo tibetano. Lo que la política puede ponerse como objetivo es investigar los casos sospechosos y llevarlos a juicio en caso de encontrar fundamentos.

Si Hebe, algunos funcionarios o el mismísimo Papa fueron cómplices en la estafa, la justicia investigará todo eso y mucho más. No parece que esta justicia, que

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procesó a Pedraza, a Jaime, a Macri, a Grassi y a tanto genocida, se detenga ante apellidos notorios. Lo que no debemos hacer es transformar cada sospecha en condena, aún cuando sospechemos con mucha convicción.

Schoklender fue despedido. Su equipo, separado. Está procesado y probablemente termine preso, así como quienes colaboraron con él. A menos que soñemos con un país sin delito, esta historia es de las más positivas: un delito resuelto y seguramente condenado. ¿Por qué el procesamiento de Macri no genera reacción en contrario? ¿Por qué espiar políticos y víctimas no genera reacción donde sí genera reacción el robo?

“Crecen las villas. ¡Hay más pobreza! ”Para quienes vivimos en la ciudad, el crecimiento de las villas es un dato duro que mide el nivel de la miseria. En la Capital nos cuesta encontrar algo peor que una villa. Por ende, concluimos que el aumento de habitantes en una villa es un aumento de “los miserables”.

Si un tipo que vive en una villa construye un piso más en su casa, ¿es síntoma de que está peor o mejor? Si un “sin techo” consigue construir uno en una villa de Capital, ¿es síntoma de que está peor o mejor? Si un inmigrado reciente logra instalarse en una villa, ¿es síntoma de que está mejor o peor?

Solemos asociar este fenómeno con evolución negativa porque antes no lo veíamos y ahora si. Es negativo para nuestra mirada; no hace falta argumentar para acordar que merecen una vivienda más digna. Sin embargo aquí discutimos si todo esto es síntoma de progreso o retroceso. Más villa es síntoma de progreso, a menos que creamos que se trata de gente de Barrancas de Belgrano que migró a la villa

Las villas, así como Nordelta, crecen con la prosperidad de sus habitantes. ¿Por qué la prosperidad de los villeros mide mal?

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Los artilugios de la críticaSe trata de frases hechas o conceptos distorsionados que, convertidos en muletillas, perdieron el sentido riguroso. Ya hablamos de los “países serios”, aquéllos que hacen algo que la Argentina no. Son países ricos, desarrollados, de los que se señala ciertas diferencias (no todas) con el nuestro.

Citar rankings cuyos datos de elaboración se desconoce (autor, variables elegidas, objetivos del estudio) es una práctica generalizada. Así aparece el Corno Institute o el Pirulo Counsil que hace años mide el clima de negocios, sin que nadie nos explique cómo se mide el clima de negocios. Esta entidad afirma que la Argentina figura última en América Latina después de Venezuela y antes que Irán en el mundo. Aunque no sepamos nada de quien lo mide, qué corno mide, nos deja la certera sensación que no puede ser bueno.

Escarbando, descubrimos que el ranking se basa en dos preguntas hechas a diez empresarios contactados por teléfono una tarde de otoño. Los argentinos no tardan en decir que la Argentina es una mierda y los venezolanos (contactados en su lugar de adopción, Miami) sostienen más o menos lo mismo. Por su parte, los uruguayos más afines con su gobierno afirman que el clima de su país es bárbaro.

Los índices de opinión dicen más sobre el que opina que sobre el tema elegido. En última instancia sirven para que los medios instalen supuestos sobre la corrupción (que aumentó), la inseguridad (que también creció), la transparencia (que desciende escandalosamente), el clima de negocios (que empeoró).

En realidad, todo se reduce a la opinión de esos empresarios o periodistas. Ninguna agencia prestigiosa de lobby sale a preguntar a la villa 31 o a la comunidad Qom de Formosa sobre corrupción y transparencia. ¿Qué miden cuando miden?

Cuando una persona nos dice que una institución mide algo que concluye que la Argentina está como el culo, en realidad nos está dando su opinión pero no quiere tener que defenderla. A lo que hay que preguntar “crees que la Argentina está como el culo?”. “Somos Cuba?”. Al menos comencemos con un sinceramiento de quien es el sujeto que opina.

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“A ver si tenés respuesta para ésta también” (penales de crítica)Algunos sostienen que, por la arrogancia de aspirar a ser un gobierno popular, la administración K debe pasar el test del arquero. Este test consiste en poner al otro a atajar una metralla de pelotas de la mañana a la noche. Todos los que se sientan damnificados o requieran una explicación, tienen derecho a patear, sin turnos, a la vez. No importa cuántos pare, apenas le hacen un gol, todos salen a festejar la clara demostración de debilidad y de incapacidad para ser verdaderamente popular.

Quien se proponga defender a este gobierno en una cena debe prepararse a padecer algo parecido: atajar un torrente de críticas e insultos con cierto envoltorio de reflexión, enfrentar un discurso recurrente, sin pausa, inconexo, con saltos temáticos. Es lo que llamamos el vomito civilizado, nadie que predique por el proceso K lo desconoce.

Si objetamos la opinión de que todo es una mierda, vamos para atrás y somos negadores que creemos que todo está bien, que en la Argentina no hay coimeros y que los políticos son carmelitas descalzas. Si atajamos alguno de los enunciados furibundos, seremos acusados de no aceptar ninguna crítica, de fedayines, de religiosos. Si entra uno de los penales o dudamos en alguna respuesta, quedará demostrado que el gobierno es efectivamente una manga de chorros unidos por el solo afán de robarles a nuestros abuelos y de causar algún daño adicional por perversa diversión.

El gobierno no es un arquero invicto al que cualquier gol revienta, sino uno que ataja mucho y al que le meten muchos. Solo creemos que el saldo es positivo.

Ante situación de vomito civilizado solo nos resta describir este fenómeno ante los pateadores aprestados y preguntarles si disponen del tiempo para escuchar nuestra respuesta a cada acusación

y llevar el score de todas, no solo de la última.

Critica amnésica (Haciendo Memoria)Nunca perdamos la oportunidad de recordar las críticas antiK, difundidas con letra de Titular y que hoy nadie recuerda. En cada momento, estas objeciones llevaban a concluir que el Kirchnerismo era “objetivamente” una dictadura de incompetentes chorros.

Pasa el tiempo; las críticas se olvidan; aparecen otras pero se mantiene un hilo conductor que une a todas las críticas de los últimos ocho años. Su conclusión.

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Desde un punto de vista puramente intelectual, uno debe refutar las ideas con las que no acuerda sin importar de quien provengan. Todas las ideas merecen ser consideradas. Así un nuevo Apocalipsis anunciado por Carrió debería ser analizado y refutado. Es una muestra de respeto hacia las ideas y evita caer en la trampa de Pedro y el lobo.

Pero esta buena practica no nos obliga a la amnesia. Así como cualquiera tiene derecho a sostener un disparate y que ese disparate deba ser refutado con las leyes del debate, no tiene el derecho a pedirnos que nos olvidemos hoy de los disparates que sostuvo ayer.

¿Quién exigiría hoy las conferencias de prensa que, por no hacerlas, convertían a Néstor en un Dictador? ¿A quién le importa hoy si Macri se reúne con su gabinete o no? En cambio, las medidas tomadas por Néstor eran deplorables por no haber sido tomadas en una reunión de gabinete.

Néstor era manejado por su mujer, pero luego Cristina fue manejada por Néstor. Finalmente resultó que era una dictadora de mano férrea. Ambos son acusados alternativamente de títere y titiritero, según la necesidad de quienes buscan erosionar la imagen pública del gobierno sin aceptar los límites de la lógica ni de la propia consistencia.

Las críticas de ayer se esconden hoy para no causar risa. Negarse a las conferencias de prensa, no hacer reuniones de gabinete, no recibir a la reina madre de Holanda o a Carly Fiorina, no viajar,

romper con el mundo, etc.… Éstas son algunas de las críticas olvidables y olvidadas.

Apocalipsis esquivo Antes de considerar el vaticinio apocalíptico de la semana, recordemos los anteriores. No es que quien haya errado cien pronósticos deba forzosamente equivocarse en el siguiente, pero por las dudas conviene conocer el score del apocaliptiquero de turno.

Según el primer pronóstico, Néstor era un títere de Duhalde (como dijo Mariano el Golpista fino, Kirchner era el Cámpora de Duhalde). Análisis tan serio y pensado

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como equivocado. A Grondona lo ampara todavía, aunque cada vez menos, la creencia difundida en la clase media acomodada de que un tipo serio, formado y solemne llega inevitablemente a conclusiones acertadas. Y, por supuesto, que un buen vecino y ciudadano no puede sostener regímenes criminales espantosos. Redrado sostuvo que la inflación se espiralizaba y pronosticó que las reservas del central se esfumarían… En 2009 corrió la bola de que la Argentina entraba en default porque la famosa Kaja no podría pagar los vencimientos (esto creó una gran oportunidad para comprar bonos baratos a los giles que le creyeron a La Nación)… Tras perder la votación por la 125, Néstor le habría pegado a Cristina y le habría pedido que renunciara (o al revés) para luego devaluar, dejar el dólar en 9 y fugarse (este planteo de fuga parece hoy gracioso cuando pensamos en un tipo que no pudo dejar la política ni por orden médica, pero años atrás esto fue creído por millones).

Cristina no se presentaría a reelección porque su hija se lo pedía o porque estaba loca. Cuando se presentó, lo habría hecho porque no quiere a sus hijos, porque la muerte de su marido les resbala, porque está dispuesta a cualquier cosa con tal de ganar.

Tampoco podría asumir su mandato porque tenía problemas psiquiátricos. Estos pronósticos fueron tan bobos como aquél sobre su renuncia a poco de asumir, para dejarle el fardo al vice.

Néstor nos sacaría del mundo: no podríamos viajar al exterior, importar nada, vender nada. Los marines desembarcarían. Hoy hasta un premio Nóbel de economía como Paúl Krugman menciona nuestro default como ejemplo: ¿no deberían dar explicaciones o disculparse quienes exigían mantener el status de sometimiento general para evitar salir del mundo? ¿López Murphy por ejemplo?

Con Clarín salían a pelear para después acordar, como siempre hacen estos políticos corruptos, pero una vez que no acuerdan es porque son unos fanáticos estos políticos corruptos.

Los primeros trimestres de crecimiento eran un simple veranito, imposible de que continuara; los siguientes eran inevitables (habrían ocurrido con cualquier imbécil en el gobierno). Ahora bien, ¿por qué los economistas del establishment no los pronosticaron si eran tan inevitables?

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Contorsionistas del análisis político reconocen en Lula un mérito estelar por haber llevado progreso a Brasil, pero les niegan a los K una mínima participación en un progreso que, por ser regional, nos resultaría inevitable. La bonanza regional es inevible en Argentina pero es merito de Lula en Brasil.

La AUH iba a generar una especie de baby boom entre los vagos adictos a planes sociales. Como si tener un hijo por 200 pesos suplementarios fuese negocio para alguien. Esto no ocurrió; lo que sí ocurrió fue que, por un lado, muchos ciudadanos recibieron una ayuda para vivir menos mal y, por otro lado, la asistencia escolar recibió un empuje prometedor.

Cuando retiraron y desarmaron a la policía después del Indoamericano, corrió el temor de que los ocupas vendrían a tomar la Plaza Francia y los bosques de Palermo. Tampoco ocurrió, pero nadie cambió su manera de procesar la realidad y nadie les pidió explicaciones a los medios que instalaron esa conclusión y el terror al que esa conclusión lleva.

El Bicentenario sería un fiasco intrascendente además de un enorme peligro. ¡No venga, cuidado! Finalmente fue una fiesta: no hubo explicaciones por parte de quienes desalentaron la concurrencia a la fiesta.

Cada año vaticinan una crisis energética mayúscula, aunque ésta nunca ocurra. Desde el primer aviso de crisis, la Argentina creció más de un 50%, se llenó de equipos de aire acondicionado, heladeras, televisores, edificios y sus industrias produjeron más. Aún así, la crisis no llega. Pero algunos siguen esperándola, con las ansias de quien parece preferir padecer antes que saberse equivocado. Títere de Duhalde, chavización, default después de las elecciones de 2009, devaluación, renuncia

de CFK, toma de Plaza Francia por la gentuza, importación de trigo, importación de carne, abandono de la siembra, fin de la cultura del trabajo (en un país donde aumenta la cantidad de

gente ocupada)…Curiosamente las catástrofes anunciadas y fallidas no debilitan al pronosticador serial.

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“La Argentina aislada, caída del mundo”Ya casi no se escucha, pero alguna vez fue el #1 del Hit Parade (o Gil Parade).Además de falsa, esta acusación denota una valoración extremadamente positiva por el hecho de “estar en el mundo”. Las sociedades no se juzgarían entonces por su desarrollo, su equidad, su libertad o la calidad de vida de sus ciudadanos, sino por su nivel de integración/aislamiento con respecto al mundo. Un puerto-prostíbulo muy frecuentado por marinos extranjeros sería más valorado que un monasterio tibetano.

Las loas que el premio Nóbel Paúl Krugman le tira a la Argentina, erigiéndola en ejemplo para la salida de Grecia. La presidencia de CFK en el G77 de China. El homenaje a Néstor Kirchner en la apertura del G20 (estamos hablando de un ex Presidente que ni siquiera murió en funciones). La presidencia de UNASUR para Néstor Kirchner. La visita de Clinton a la Argentina, y sus halagos. La venida de Lula al entierro de Kirchner, en medio del cierre de su campaña y entre llantos y halagos por su amigo fallecido…

¿Éste es el trato que el mundo (entre ellos sus vecinos cercanos) les deparan a unos dictadores corruptos? ¿Es esto lo que ocurre cuando uno se cae del mundo? La realidad que intenta vendernos Magnetto es mas difícil de cerrar que un short XS en un luchador de Sumo.

Hoy la Argentina “aislada” le vende productos al mundo a parva y no requiere de financiación externa. Ayer la Argentina “integrada” importaba hasta el agua y requería más y más créditos para pagar los anteriores. Al parecer los países proveedores de bienes y de crédito otorgan el sello

“integrada” según su propio interés.

Pago al FMI. Cómo se lo extraña!Las mismas voces que siempre amplificaron reclamos y retos del FMI, hoy siguen criticando la cancelación de su deuda. El argumento es por una diferencia de tasa: haber cancelado una deuda que nos era “barata” en términos de tasa se presenta como un error financiero.

Para plantear eso, asocian sin ningún argumento la tasa que el Banco Central le pagaba al FMI con la tasa que deberá pagar por una serie de bonos emitidos, y que algunas versiones le atribuyen a Venezuela haber comprado muchos bonos de esa

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serie. En realidad la plata utilizada para cancelar al FMI era plata que tenía el Central y por la que recibía menos tasa de la que pagaba al FMI.

¿Por qué quedarse con dólares que pagan casi nada mientras le pagamos más al FMI por una deuda que podríamos cancelar con esos dólares?

La emisión de bonos a la que se le dice “chavista” fue una emisión pública que, si compró Venezuela, habrá sido por mérito de sus analistas. ¿Por qué los empresarios argentinos no compraron esos mismos bonos que hoy juzgan con tasas obscenamente altas? ¿Por qué la sección económica de La Nación no recomendó comprarlos si eran una ganga?

Dicho esto, la discusión de fondo no es la tasa. No aceptemos hablar de tasas y nimiedades cuando en realidad se habla de política. A nadie le importa un peso más o menos de interés. El monto no tuvo relevancia para los fondos que maneja el Banco Central, que recuperó las reservas en menos de un año.

La razón política por la que el gobierno canceló la deuda del FMI es la misma por la cual estas voces critican ferozmente. La Argentina se sacó de encima al FMI y a sus permanentes viajes de predicador VIP. Al eliminar la prédica del FMI, amplificada por los medios y el poder, la política se liberó de un fuerte lobbista a favor de las medidas más reaccionarias implementadas en la Argentina y en el mundo.

Cualquier empresario priorizaría saldar las deudas contraídas con acreedores que pueden poner directores con derecho a voto en su directorio, aunque sean deudas más baratas. Justamente porque ese acreedor, además de recibir la tasa, influye en el manejo de la compañía y tiene intereses disociados del interés de los accionistas. El Presidente hizo lo mismo por nosotros: nos sacamos de encima las operaciones de lobby del FMI, pocos años antes de que economistas de la talla de Krugman les sugiriesen lo mismo a países europeos.

Sacarse la visita periódica de lobby del FMI fue la razón para pagarles, y ésa es la razón por la que critican la medida. Por otra parte, también fue un buen negocio usar plata del Banco Central,

por la que no cobramos intereses, para cancelar una deuda que sí pagaba intereses pero es un detalle en la lógica política de esta operación.

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Si los bonos que dicen que compró Chávez eran tan buenos, ¿por qué no los compró el Morgan Stanley? ¿O acaso debamos admitir que, a la hora de analizar, Chávez entiende mejor que el

Morgan el valor de nuestros bonos?

“Países serios: esos otros países”Periódicamente los medios hegemónicos comparan a la Argentina en determinada variable con un país ejemplar, cuyos dirigentes no son unos chorros crispados ni totalitarios. Así, somos los únicos en tener inflación por encima de 15, con Venezuela. En inversión estamos peor que Perú. En opinión favorable, peor que India… y sigue la larga lista de carreras que perdemos, por poco serios, contra los países serios.

Pareciera que la Argentina debe batir en cada variable al mejor del mundo, sino es una mierda. Y batir al mejor del mundo en cada momento, así, cuando el mejor cae en desgracia, cambiamos de contrincante pero nunca de conclusión: somos poco Serios (y además cualquier otro gobierno lo habría hecho mejor).

Nos compararon con Irlanda (que era el modelo a seguir), pero hoy nadie agradece a los K por haber desoído la sugerencia de ser Irlanda. Peor aún, quienes sugerían a Irlanda como modelo ya están sugiriendo otro país como modelo. Siempre es otro el modelo ejemplar, pero siempre es el mismo el país poco serio, fatalmente destinado a la deshonra.

España fue el modelo. Su Acuerdo de la Moncloa fue una cantinela habitual, hasta que descubrimos que el pacto garantizaba la inmunidad a los crímenes del franquismo, razón por la cual se llevó puesto al juez Baltasar Garzón cuando quiso investigar crímenes cuyos autores ya habían muerto. ¿Podríamos investigar a vivos de haber tenido una Moncloa? La Moncloa también incluyó un congelamiento de salarios, pero nada de eso se menciona cuando se habla de la Moncloa.

Había que hacer como Brasil que apoyó a EEUU en la guerra de Irak. Pero nadie lo recordó cuando Lula invitó al Presidente de Irán a su primera visita al continente sudamericano.

Los países serios tienen bancos centrales independientes. Pero apenas vino la crisis de 2008, todos los bancos centrales se sometieron a las necesidades políticas. En

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EEUU la FED compra títulos del Estado americano: ¿qué mayor intervención que esa? Donde tienen encerrado a su López Murphi los norteamericanos?

Los países serios no frenan la entrada de capitales. Pero Brasil comenzó a frenarlas, y hoy los países europeos están analizando hacerlo.

El adjetivo “serio” es un sello Ivess que sólo puede entregar la oposición no electoral. Es serio todo aquél que no haga lo que el establishment quiere que deje de hacer el gobierno electo.

“Estadista, siempre el otro, cualquier otro” Blumberg era el honor personificado porque nos defendía de la clase política. Hoy seguimos reparando los desastres legales que su presión provocó, y son pocos los que recuerdan con seriedad al falso Ingeniero pero veraz reaccionario.

Sobisch era otro serio, pareja ideal para el tándem con Macri en la ciudad y De Narváez en la provincia. ¿Quién podría batir a este hombre dispuesto a reprimir los excesos del reclamo popular? Él mismo, que no sólo dijo estar dispuesto a reprimir sino que lo hizo

Como aprendió Sobisch tardíamente , el único pecado imperdonable de la derecha es llevar a la práctica su propia prédica.

Lavagna era un ministro criticable, que atacaba la década de los 90’ y se lanzaba contra el FMI y el mundo civilizado. Recién cuando se fue del gobierno, criticándolo hasta denostarlo, el establishment lo convirtió en estadista y en un presidenciable de la seriedad.

De Ángeli era la pasión honesta que movería a la Argentina. Los medios en cadena privada llegaron a partir la imagen y a contraponer, a la Presidenta de la Nación con de De Ángeli.

Por lo general, nadie emitiría un discurso en simultáneo con el de la Presidenta porque ningún canal serio le daría cobertura en vivo . Sólo un medio que busque desprestigiar la figura presidencial se permitiría partir la pantalla para mostrarla con De Ángeli, un desconocido que tuvo su momento de gloria y hoy comparte con

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Cobos alguna mesa de tute en el club de “los que no fueron, ni serán, pero creyeron serlo”. El comandante Tarapow, quizás el candidato mas efímero del grupo S, de la seriedad. Ocupó los titulares de los diarios serios como hombre superior capaz de sacrificar su vida por quedarse en su barco. Tarapow era sinónimo de honor, lo cual siempre se contrapone a los K, esos deshonrados. Destituido por desobediencia de la Marina, hoy trabaja en la casa de San Luis, único lugar para quien rechaza cumplir con las normas a cambio de un momento de fama.

Blumberg, Sobisch, Lavagna, Tarapow, López Murphy, Carrió, De Angeli… Cualquier pelele es definido como estadista para, al segundo siguiente, comparar su imagen con alguno de los

Kirchner, tan pequeños. Los peleles desaparecen; el mensaje queda.

Aliados de Menem, ¡nada menos!Durante varios meses ésta fue una muletilla habitual en el vómito anti-K. Aunque hoy se confirmó su falsedad, la retomamos para refutar una crítica habitual de la antipolítica: cualquier apoyo de un impresentable tiñe todo el proceso político y lo define como impresentable.

Así, si Astiz dijera que vota por la Madre Teresa, ella debería responder por ese apoyo como si fuese responsable de los secuestros de la ESMA.

En política no todos los que apoyan son socios. Ante cada alianza hay que analizar la relación de fuerzas y medir bien qué condicionantes le habrá impuesto quien apoya a quien tendrá el mandato electoral. Las alianzas que definen identidad, y sobre las que hay que exigir explicaciones, son aquéllas con poderosos que pueden imponer condiciones políticas, no las de un figurín o las que se hacen para ganar un puesto. El Menem de 2011 no es un aliado que vaya a imponer ningún cambio en el rumbo político. No es un “socio”, sino sólo un furgón de cola que aspira a obtener algún voto más en su provincia, de la que era senador aún antes de la sospechada alianza con los K.

Cuando Macri se alía con el rabino Bergman, mas allá de las chicanas posibles, no es una claudicación política de Macri hacia el templo de la calle Libertad. Es sólo

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un alianza mediática electoral: el rabino recibe prensa, un cargo de diputado y el PRO gana cierta valoración positiva.

La influencia de Bergman sobre las políticas del PRO no pasarán más que por la posibilidad de convencer a Ritondo en un bar sobre alguna medida y por el voto individual y solitario del que dispone el rabino. Ésta no es una sociedad que requiera explicaciones políticas.

Distinto es el caso de la alianza entre Alfonsín y De Narváez, donde la relación de fuerzas hace que cada uno ceda rumbos políticos. Éstos son socios, para bien y para mal.

Inevitablemente para juzgar hay que justipreciar los poderes en juego, no las personas. No es lo mismo quien colaboró con Videla en el '78 que la enfermera que colabora hoy cambiándole la chata en la cárcel. No es lo mismo acordar con el Menem de 1998, que con el de 2011: las condiciones impuestas y aceptadas serán sustancialmente diferentes.

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CONCEPTOS

VIRTUDEl politólogo italiano Giovanni Sartori sostiene que hoy la amenaza a la democracia constitucional no proviene de un modelo alternativo mejor (como el comunismo o la monarquía) sino de cierta exigencia de “más democracia”, casi acusando de no democrático al modelo actual.

Aunque las exigencias a un modelo apreciado pueden generar progresos, también corremos el riesgo de terminar exigiendo atributos que el modelo no promete y ni siquiera busca. La virtud de sus representantes es uno de ellos.

La democracia constitucional no necesita de la virtud humana. Cree en ella pero no en su perennidad ni en la capacidad de detectarla.

Si la democracia constitucional se rigiera por el criterio de virtud, la Constitución se limitaría a indicar cómo se elige al ciudadano virtuoso para luego darle plenos poderes. En cambio, la Constitución supo procurarse de mecanismos de control y remoción, de balanceo de poderes, para delegar autoridad en plazos muy limitados y muchas veces no renovables.

¿Por qué tanto límite y control si se apostase a la virtud del elegido? La República tiene eso de mágico: un sistema escrito por humanos comunes para que humanos comunes gobiernen a humanos comunes.

La exigencia de virtud suele esconder una voluntad de descalificación al sistema de gobierno humano: a mayor exigencia de virtud, mayor descalificación. Por eso quienes la exigen entre los representantes democráticos tan mezquinamente humanos a veces encuentran virtud en dictadores criminales (no sólo poco virtuosos sino poco humanos).

Exigirles a nuestros representantes caracteres heroicos humanamente extraordinarios nos descalifica a nosotros como “electores”, por nuestra irreparable incapacidad de elegir héroes entre humanos. En otras palabras, debemos buscar ciudadanos –no héroes- dispuestos a representarnos y a comprometerse con el juego republicano.

Nada más, nada menos.

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Otro ejemplo de exigencia exagerada se esconde en el planteo de que la democracia elige a los mejores gobernantes, el trillado “Gobierno de los Mejores”.

Nadie en sus cabales puede creer que un juego como el constitucional –con partidos, elecciones, internas, listas sábanas y almohadas, con instancias de expresión de algo tan volátil y caprichoso como la opinión de mayorías simples – puede garantizar la elección de “los mejores de nosotros para gobernar”.

En cualquier arte, elegir al mejor (si admitimos la idea que “el mejor” es algo elegible) requiere jurados especializados, discusiones acaloradas entre personas cuyas opiniones son consideradas especializadas o de mayor valor por el resto, mucho análisis y un sinnúmero de aspectos que la Constitución no busca implementar.

La república no es el gobierno de los mejores, no es el mejor gobierno, ni es el gobierno para el interés del pueblo. Es el gobierno por decisión del pueblo. Y la decisión del pueblo se expresa, según nuestra constitución, por la votación periódica. podría expresarse por aclamación en una plaza y también seria una republica democrática, pero la constitución lo indica de otra forma. La voluntad expresada en las urnas es considerada la decisión del soberano, una ficción como cualquier otra pero al estar escrita tiene fuerza de ley.

Nuestra República implementa así el gobierno de la voluntad de las mayorías. Ni el saber superior, ni los conocimientos de un grupo especializado, solo la opinión de las mayorías.

Se trata de algo más “mediocre” (nunca mejor utilizado este término que en una República): el gobierno de todos. Por eso, la virtud máxima de la Constitución es crear mecanismos para sacarse de encima a los considerados pésimos por consenso.

Sacarse de encima a los “consensuadamente pésimos” es una utopía de la democracia. Lograrlo es una conquista (cuando aparecen buenos gobernantes, nunca sabemos si son los mejores, pero sí podemos asegurar que no figuran entre los pésimos).

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La frase tan escuchada de “el pueblo no se equivoca” no significa que siempre elegimos lo mejor, que le acertamos a algo previamente definido. En realidad, se trata de una verdad tautológica: “el pueblo no se equivoca, porque su opinión define lo certero”.

En política democrática, la definición de “acierto” es hacer lo que dicta nuestra voluntad. Por lo tanto, cuando nos escuchemos pedir “la virtud al poder” o preguntar “¿éstos son lo mejor que tenemos?” deberíamos tomarnos la pastilla que nos devuelva al camino republicano.

Por último… Ante la contraposición entre ética o Ley, debemos tener claro que sólo la Ley tiene cabida en el análisis político. Puede sonar a poco, pero con la experiencia del mundo podemos sostener lo contrario: hacer cumplir la Ley es una utopía.

Si es un comportamiento prohibido, que lo diga la ley. Si es un comportamiento permitido pero reprochable, que lo digan las urnas cuando los electores hacen el balance total de una promesa o gestión.

POLÍTICA o MORALUn error frecuente y fatal es confundir análisis político y moral.

En el campo moral uno aspira a un comportamiento que siga preceptos rígidos y rigurosos, sin medias tintas: quien cumple los mandamientos es un ser moral; quien no es amoral.

Si las personas se viesen obligadas a consensuar preceptos morales, la discusión adoptaría rápidamente el esquema de amigo-enemigo y escalaría a una jihad de exterminio porque la resolución de dos morales en conflicto sólo se logra con la eliminación del otro. De hecho, los principios morales no se negocian ni se acuerdan.

Por suerte, las personas sólo se ven obligadas a consensuar decisiones relacionadas con la administración de la cosa pública. Por ejemplo, ¿qué construir?, ¿qué prohibir?, ¿qué incentivar?, etc... Este consenso se logra con la acción política.

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En la acción política, todo es un tira y afloja. Todo se negocia. Se ofrecen quitas a los propios deseos y expectativas, a cambio de alguna concesión a favor.

La política funciona mucho mejor en manos de “comerciantes”, expertos del “toma y daca”, para quienes nada es “innegociable”, para quienes cualquier concesión es posible si a cambio obtienen algo de valor para sus representados. En cambio, no puede decirse lo mismo de los “hombres de moral superior” para quienes la política es la puesta en práctica de una larga lista de mandamientos irrenunciables, para quienes prefieren morir antes que realizar alguna concesión (quien prefiere morir por algo está cerca de preferir matar por lo mismo).

Nadie posee una moral más férrea que un fedayin de Al Qaeda. Sus principios son inamovibles; no renuncia a ellos ante nada; ninguna evidencia o beneficio menor pueden distraerlo; no los vende ni por la valija de Antonini multiplicada por las veces que el diario La Nación la mencionó.

En política democrática ésos no son valores sino amenazas.

Por todo esto, cuando analizamos en términos políticos debemos preguntarnos “¿qué se hizo?”, “¿qué se obtuvo y en beneficio de quién?”, “¿a qué costo y quién lo paga?”, “¿qué opciones existían?”. De hecho, no importa saber si el actor político siente íntimamente lo que hizo, si quiere a quienes se benefician con sus acciones o si sólo busca su apoyo, si no haría lo contrario en otra circunstancia políticas...

Esas preguntas no son políticas: son morales o a lo sumo psicológicas.

Un ejemplo algo extremo es la frase “roban pero hacen”, instalada por los medios como expresión de la actitud aberrante del populacho y la barbarie. El hecho es que, en política, esta frase es -no sólo perfectamente aceptable- sino virtuosa.

Yo puedo concluir que un grupo roba, pero lo apoyo porque hace mucho y porque no tengo mejores opciones. En política, ni el mismísimo “roban” descalifica per se a una gestión.

Por supuesto, esto no significa que robar sea un valor. Apenas significa que otros logros pueden superar en valoración positiva lo negativo de robar.

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Probablemente si los logros disminuyesen o si los robos se transformasen en crímenes espantosos, terminaría en rechazo la ecuación que antes derivaba en apoyo. Sucedería lo mismo si apareciesen alternativas creíbles que permitieran esperar los mismos logros sin el robo. La política es el cálculo mezquino de interés ciudadanos.

Aún el reclamo por la inclusión es de orden político, y no moral... Pido inclusión hoy porque creo que hace a un país mejor para mí y para las personas más cercanas.

Ahora bien, imaginemos una situación políticamente diferente... Imaginemos que mañana cien millones de chinos piden desembarcar en el puerto de Buenos Aires y exigen inclusión además del cumplimiento de nuestra Constitución con ellos... En ese caso, es probable que cambie mi posición sobre la inclusión, porque las circunstancias imaginadas también cambiarían la forma en que me impacta la inclusión.

Quien rechaza la inclusión no es menos moral que quien la defiende. Sólo no ha entendido de qué forma la inclusión lo beneficia, o ha entendido que no lo beneficia.

La descalificación moral suele provenir de quienes desaprueban las acciones políticas realizadas. Y por lo general son los medios los que exageran la inmoralidad de los hechos, para descalificar a un gobierno cuyas acciones les causan rechazo.

EL PODERPara juzgar cualquier situación política, inevitablemente debemos hacernos la siguiente pregunta básica: “¿quién creemos que tiene el poder en esta escena?”. De lo contrario, corremos el riesgo de hacer un análisis moral, no político.

Si observamos una persona que golpea a otra y no necesitamos formular ninguna pregunta, estaremos a punto de emitir un juicio moral, en sintonía con algún mandamiento del tipo “no golpearás”. En cambio, para emitir un juicio político serio, antes debemos preguntarnos: ¿quién golpea?, ¿por qué?, ¿qué logra con ese golpe?, ¿de los dos, quién tiene el poder?

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Un negro salta sobre una bicicleta que le saca a un niño. Sale montado en ella a toda velocidad, tanto que casi pisa a una anciana. Detrás lo persigue un grupo de encapuchados blancos... La opinión política que nos formemos de esta escena dependerá de nuestra respuesta a las preguntas “¿aquí quién tiene el poder? Quién hace qué? Porqué lo hace?”

Un boy scout de 9 años y un skin head de 180kg de peso se cruzan puteadas y amenazas. Vuelan tortazos de un lado y de otro. Según quien creamos que tiene el poder, o como se comparte, nuestro diagnostico puede ir desde “un boy scout puteador recibe su merecido” o “juego de manos entre dos adolescentes” hasta “Masacre en un barrio porteño”. No importa quien creamos que tiene el poder o cuan compartido esté, importa que nos formulemos la pregunta antes de diagnosticar y crearnos una opinión política de la situación.

CONSENSO y MAYORÍAProbablemente quienes no logran conformar mayorías hayan contribuido a sobrevalorar el consenso en la Argentina. La República expresa claramente los porcentajes necesarios para imponer una norma o un gobernante. En ningún caso exige un consenso, y agradecemos que así sea.

Por otro lado, no es potestad de un diputado decidir si una ley se aprueba con la mayoría simple o no. El diputado cuyo proyecto fue aprobado por el 51% de la Cámara no sólo puede darlo por aprobado sino que debe darlo por aprobarlo, por el acuerdo establecido con sus representados.

Si este mismo diputado desistiese de aprobar su proyecto y decidiera eliminar algunos puntos valorados por sus representados con el fin de conseguir el apoyo del 100%, estaría estafando a su electorado. La obligación del diputado es hacer respetar el apoyo expresado al proyecto según las estrictas cláusulas constitucionales.

Cualquier concesión hecha en pos de lograr consenso es una estafa a las mayorías a quienes la constitución no obligaba a hacerlas.

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INSTITUCIONES y DEMOCRACIA¿De qué hablamos cuando pedimos más instituciones?

La Constitución menciona pocas instituciones: el Poder Ejecutivo, el Congreso y los Tribunales. Administrada a través de estas tres Instituciones Constitucionales, la cosa pública no necesita de otras instituciones si nos atenemos a la Carta Magna y al funcionamiento de la toma de decisiones en democracia.

Sin embargo, existen muchas otras instituciones: la Iglesia, el colegio público de abogados de Pergamino, el colegio público de contadores de Azul, el Automóvil Club Argentino, la Academia de Letras, el club La Estrella de Maldonado y miles de etcéteras. Muy a menudo, estas Instituciones No Constitucionales (que no significa que sean Anti Constitucionales) no representan ni a sus miembros, ya que sus autoridades no son elegidas de manera transparente o medianamente democrática.

Aunque carecen de representación en términos del manejo de la cosa pública, estas instituciones opinan sobre las acciones políticas de nuestros gobernantes, se inmiscuyen, sugieren, dictan y además encuentran mucho eco favorable entre quienes influyen en la opinión pública. De hecho, los medios y la oposición no electoral (ésa que tanto acecha) hacen mucho hincapié en la necesidad de que el gobierno respete a las instituciones: que las escuche, siga sus sugerencias, no las ningunee.

Ahora bien, ¿por qué debería hacerlo? ¿Qué parte de la Constitución sostiene que las instituciones por fuera de las republicanas deben participar, aunque sea mínimamente, en la elaboración de acciones de gobierno?

Seguro, un gobierno con mayor participación de las instituciones tiene más estabilidad, porque estas instituciones representan sectores de poder real con fuerza para apoyar y para oponerse (pensemos en la Iglesia, la UIA, la Sociedad Rural, el servicio diplomático de las potencias extranjeras). Además, un gobierno abierto a la participación de estas instituciones tendrá planes a más largo plazo, porque los intereses de los sectores representados por estas instituciones son más durables, sin los vaivenes, pasiones y cambios de humor de la voluntad popular.

La inclusión de las “Instituciones no Constitucionales” alimenta los ideales de estabilidad, previsibilidad, políticas a largo plazo. En cambio no guarda relación

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con la voluntad popular (y aquí aparece el verdadero origen de la insistencia en estos valores tan apreciados). En este sentido, notemos que una monarquía (mas aún, una monarquía eclesiástica) ofrece previsibilidad, estabilidad y políticas a largo plazo, justamente por no ser democrática.

Los sectores que rugen por mayor institucionalidad no mencionan la tensión entre participación institucional y participación popular. De hecho, no es casual que estos sectores sean aquéllos adversos a las elecciones.

Si un sector sin poder electoral controla algunas instituciones prestigiosas o, mejor aún, es quien entrega el sello IVESS de prestigio a las instituciones, es comprensible que grite “instituciones prestigiosas al poder”. Es lo mismo pero mas simpático que gritar “ciudadanos, fuera del poder”.

Las únicas instituciones republicanas son el Ejecutivo, el Congreso, los Tribunales. En política, el resto posee el rango de lobbista con más o menos prestigio, pero lobbista al fin.

ONGs (Esa Agua Bendita)En un país donde lo político está posicionado como popó de perro y todo político es tratado como un chorro, sorprende que mencionar una ONG o anunciar que uno trabaja en una ONG dé chapa de honesto, útil, desinteresado, solidario entre muchas otras virtudes. Así, jóvenes que se niegan a trabajar por un sueldo para el Estado ladrón aceptan hacerlo gratis para ONGs cuyas autoridades no son elegidas bajo ningún proceso electoral transparente o de ningún tipo.

Pensemos por ejemplo en la Iglesia católica cuyas cuentas no son auditadas más que por sus integrantes, y donde la ausencia de competencia interna por el mando (en contraste con la política) anula o minimiza cualquier posibilidad de denuncias internas. Evidentemente, las ONGs lo tienen todo para ser deshonestas, salvo la honestidad intrínseca de sus dirigentes.

En general, las ONGs reciben apoyo, no del Estado, sino más bien de grandes empresas (sus mayores aportantes) que influyen en la designación de autoridades por un criterio de empatía. Dada esta realidad, no debe sorprender que Milagro Salas nunca haya recibido ayuda de Movistar o Artear, mientras que el Padre Grassi se llenó de donaciones a nombre de personas y empresas con capacidad de ahorro.

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Dirán que la Tupac Amaru no pasó la auditoria contable, psicológica, de análisis, de blablabá. La pregunta es: ¿Caritas, el Padre Grassi, Monseñor Plaza, Greenpeace, sí?

Apartar al estado de la asistencia a las ONGs es evitar el imperio del “aporte caprichoso” por parte de un equipo de gobierno elegido por todos para gobernar la Nación por cuatro años, para terminar imponiendo el imperio del “aporte caprichoso” de otro tipo de autoridades elegidas sólo por el tamaño de las empresas que conducen.

Si viven de los aportes de grandes corporaciones y fortunas personales, ¿por qué esperar que las ONGs se ocupen de otros intereses?

POLÍTICAS A LARGO PLAZOUn sinnúmero de veces escuchamos hablar de la ausencia de políticas a largo plazo (PLP), y de todo lo que el Gobierno debería hacer para garantizarlas. Analicemos un poco el exagerado mérito de las PLP y la falacia detrás del cómo crearlas.

Si la ciudadanía juzgase que una política mantenida por décadas es mala, ¿sus representantes electos deberían mantenerla por ser una PLP? ¿Deberíamos entonces haber seguido con la Convertibilidad, probablemente una de las PLP más estables de los últimos años, o con la, a esa altura, decagenaria Ley de Punto Final?

Más preguntas... ¿Deberíamos reservarnos el derecho de implementar una política que la ciudadanía considera positiva, pero que no es una PLP preexistente? Si fuera posible, ¿debería una generación de ciudadanos impedir que las generaciones siguientes modifiquen toda PLP? ¿Deberíamos obligarnos a obtener consenso absoluto en el Congreso antes de imponer una ley, para aumentar las chances de mantenerlas en el tiempo? (cabe señalar que esto nos forzaría a cambiar la Constitución y a despedirnos de casi todas las leyes sin consenso absoluto)

¿Aumentan sus chances de mantenerse a largo plazo una política aprobada por muchos sectores, mucho más allá de la exigencia del 50%? Creemos que no.

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Muchas leyes que se cambiaron, como las de amnistía y convertibilidad, fueron aprobadas por los partidos mayoritarios de entonces. ¿Y además quién nos asegura que los mayoritarios de hoy sean los mayoritarios de mañana?

En una república, las acciones políticas son siempre de corto plazo. Los gobiernos deben interrumpir cualquier iniciativa si ésta es la voluntad popular. Un ciudadano puede pensar a largo plazo para emitir su opinión de hoy, pero es su opinión de hoy la que los políticos deben implementar. Si ésta cambia, la política también debe cambiar (de lo contrario, nos encontraríamos con un gobierno con amortiguación antidemocrática).

Si una política se mantiene vigente en el deseo de la ciudadanía al cabo de varios períodos, nos encontraremos ante una PLP. Que conste, ésta es una característica ex-post: resulta una política de largo plazo, no porque haya sido votada por muchos o aceptada por impresentables, incluso por Duhalde, sino porque pasan los años y las opiniones sucesivas del electorado no desean interrumpirla o modificarla. De aquí en más, esta PLP es otra política temporal, cuya vigencia dependerá de la votación ciudadana de cada día.

¿Son buenas las PLP? Sin dudas, mantener un mismo criterio agrega valores positivos como la previsibilidad o el desarrollo completo de los frutos de una política. Pero ésta sólo debe permanecer vigente mientras la ciudadanía siga considerándola positiva. En otras palabras, la condición de largo plazo no es razón suficiente para mantener una política que la opinión popular haya dejado de apoyar.

¿Qué se dice cuando se habla de PLP? En general, es una idea con valoración positiva, a mano de cualquiera que se resiste a cambiar algo que se intenta cambiar. Las políticas son buenas o malas según sus resultados, no por su extensión en el tiempo. De hecho, las calamidades distan de transformarse en bendiciones por el solo hecho de hacerlas perdurar en el tiempo.

Nuestros hábitos son un buen ejemplo... Los hábitos son buenos, cuando se los tiene, pero nadie repetiría la visita a un mal bar sólo por crear un hábito. ¿Por qué exigimos otra cosa a escala ciudadana?

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HONESTISMO Escuchamos por primera vez este concepto en boca de Martín Caparrós. Para este periodista y escritor, el honestismo es la práctica de limitar el análisis político a la honestidad de las personas que actúan en política (y, agregamos nosotros, entendiendo honestidad como sinónimo de “no coimear”).

Según los honestistas, basta con encontrar políticos que no coimeen para garantizar un buen gobierno. No coimear se presenta entonces como argumento suficiente para ser votado, para explicar porqué el político A decidió unirse a B.

Bajo esta visión, no existen diferencias políticas, de rumbo, de prioridades, de intereses entre personas “honestas”. Las personas “no coimeras” verían los mismos problemas en el país y propondrían las mismas soluciones.

Esta mirada en apariencia inocente no sólo es muy limitada en su capacidad de crear un equipo con cohesión y con capacidad de resolución, sino que lleva a la conclusión de que es deshonesto todo aquél que no considera los mismos problemas o no propone las mismas soluciones que el grupo de los honestos. Así, el honestismo es uno de los tantos conceptos o creencias que empujan la política al campo de la moral, con todos los riesgos que esto implica.

Siempre nos preguntamos si, a punto de entrar a un quirófano para un triple bypass y con derecho a elegir un solo cirujano, los honestistas pedirán por aquél que no engañe en los costos de gasas y no reciba AnaAna del clínico que lo derivó, o por el contrario se regirán por el “roban pero hacen” y pedirán por el profesional que más hace, con más éxitos quirúrgicos en su haber.

¿Por qué pretender que actúe de otro modo quien espera muchos servicios públicos esenciales, aún más que un triple bypass?

INTENCIONALISMOEste concepto se refiere a la práctica de reflexionar sobre las “verdaderas intenciones” de los actores políticos. El analista se erige así en conocedor de la psiquis del actor político, y critica o apoya las acciones políticas desde este conocimiento oculto e incontrastable.

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El intencionalismo comete un doble error. El primero, de orden casi biológico: creer que la intención es escrutable, que alguien puede conocerla. El segundo, quizás más grave: considerar que la intención tiene alguna importancia política.

¿Alguien cambiaría la opinión política sobre Cavallo si descubriera, por algún tipo de hipnosis, que la intención profunda del ex ministro de Economía fue la de incluir a la mayor cantidad de argentinos y la de garantizarles una vida digna y equitativa? ¿Tiene eso alguna importancia política?

Sí la tiene en términos morales o religiosos o psicológicos, pero en política sólo los hechos tienen importancia. Importa qué se hace en el plano de la realidad física o del imaginario, y a lo sumo qué se intentó hacer y no salió, pero la íntima motivación o intención no tiene el más mínimo interés.

CERCANISMOEl cercanismo le atribuye pertinencia analítica al simple dato de cercanía. En otras palabras, considera que, para analizar la política, importa tener un testimonio directo del asunto en cuestión. Así, para comprender el complejo proceso de la Perestroika, lo mejor es hablar con el peluquero de Gorbachov.

Este concepto esconde un primer error de tipo casi mecánico: creer que Gorbachov le diría todo lo que piensa a su peluquero, que el peluquero le diría todo lo que sabe al periodista entrevistador, y que no habría diferencias entre lo que Gorbachov dijo y lo que su peluquero recuerda haber escuchado.

No es menor todo este problema, tan humano, de “teléfono descompuesto”.

En segundo lugar, el cercanismo supone una falacia intelectual más profunda: la de creer que Gorbachov es quien más “comprendía” el proceso político de la Perestroika, por ser uno de sus actores principales... Quizás lo comprendiera, pero por ser además un gran analista, un reflexivo.

De hecho, un actor principal puede no comprender lo que está ocurriendo. Y en cambio sí puede comprenderlo perfectamente un analista encerrado en un sótano a diez mil kilómetros de distancia.

Meses antes de ir a la quiebra, muchos presidentes de empresa dan por sentado que

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la compañía se salva, e incluso apuestan su propio dinero a ello. Claramente son quienes más “conocen” la empresa, quienes más “datos de alcoba” poseen, pero no quienes mejor la “comprenden”.

La información es útil para la comprensión; nadie podría sostener lo contrario. Sólo que no es sinónimo de comprensión.

Porque suele tener el monopolio de la información, además del permiso de entrada a la alcoba de los políticos (o al menos, eso nos hace creer), el periodismo instala el cercanismo para erigirse en dueño de las “únicas herramientas de comprensión”. Así, Joaquín Morales Solá basa sus análisis políticos en conversaciones mantenidas en secreto en un baño de la Casa Rosada o en un pensamiento que habría tenido determinado político en completa soledad.

Morales Solá nos deja siempre con la intriga de cómo accedió a ese pensamiento.

Raymond Aron, un politólogo y economista francés que habría previsto la caída del régimen soviético desde su escritorio de la Sorbona , solía argumentar que sólo se necesitaba la información pública y mucho análisis para comprender un proceso político complejo.

La información de alcoba aturde, es imposible de verificar o refutar, y además hace creer que las notas basadas en ella son análisis político.

ANECDOTISMOEl anecdotismo o anecdoidiotismo es construir todo un análisis político a partir de una anécdota. Es proyectar un hecho intrascendente como definición de la esencia de un proceso político complejo, sin necesitar pruebas adicionales.

El nieto de D’ Elía robándole un chupetín a un compañerito de la escuela definiría así el carácter usurpador de cualquier proceso político que D’ Elía apoye.

El anecdotismo o anecdoidiotismo suele aplicarse cuando un caso de coima o una sospecha posta-posta de coima (no hay diferencia para Luís Majul y tantos otros) sirve para concluir que el proceso político es esencialmente un proceso de coima. Esa coima (o sospecha de coima) deja de ser un hecho entre otros para convertirse en esencia misma del proceso político: todos hacen todo por y para esa coima.

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En un mar de acontecimientos basta con tomar uno cualquiera para obtener la síntesis del mar. Así, Hitler con un niño judío en brazos mostraría que el nazismo es un proceso profundamente protector de la infancia, en especial de la infancia de los judíos.

AUTORITARISMOLa crítica a políticos o funcionarios por autoritarios rara vez apunta al ejercicio excesivo en la autoridad que la República les concede (única autoridad a la que los ciudadanos debemos someternos). En cambio sí suele centrarse en actitudes individuales que se juzgan como autoritarias: levantar la voz, emplear malas palabras, burlarse de otro político, hacer esperar a alguien citado, cambiarle la cita sin aviso suficiente. En otras palabras, se reprocha una conducta con “modales autoritarios", “una forma de vestir autoritaria", “una retórica autoritaria”. Son todos casos de individuos autoritarios que, en realidad, no generan autoritarismo.

El autoritarismo remite al ejercicio autoritario del poder público, al uso “autoritario” de los poderes extraordinarios que la República les confiere a unos pocos elegidos. En política, son autoritarios quienes dictan leyes autoritarias, edictos autoritarios, y quienes ejecutan planes de gobierno autoritarios que someterán a los ciudadanos. Los ciudadanos no estamos obligados a mirar la ropa de la Presidenta, ni a escuchar sus discursos, ni a seguir la retórica de los funcionarios, ni a escuchar los gritos e insultos de los diputados. Mucho menos estamos obligados a copiar sus modales. Los ciudadanos sólo estamos obligados a someternos a sus leyes, decretos, políticas. Y son estas acciones las que crean autoritarismo... o no. Todos tenemos derecho a tener malos modales, a putear y a hablar a los gritos. No por eso transformaremos la Argentina en una dictadura. Mientras nuestros políticos en actividad no implementen acciones de gobierno autoritarias, simplemente seremos una sociedad libre con ciudadanos mal educados, como tantas sociedades envidiables del mundo.

No diferenciar esto puede llevarnos a preferir a un prolijo Videla por encima de un gritón malhumorado como Raúl Alfonsín.

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INTOLERANCIANo debemos permitir la confusión entre ser intolerante con las ideas y ser intolerante con las personas. En una sociedad democrática, no tolerar las ideas del otro significa refutarlas, discutirlas, objetarlas, no acordar con ellas ni después de largos debates. Incluso considerarlas inaceptables e indignas de ser pensadas.

Todo esto es una intolerancia democrática, que no daña a nadie salvo a aquél cuyo ego le exija la aceptación de sus ideas por parte de todos los demás.

En cambio, la intolerancia no democrática es aquélla dirigida, no a las ideas, sino a las personas. Aquélla que lleva a prohibir la expresión y defensa de ciertas ideas, la libre circulación de los autores o difusores de estas ideas. Aquélla que finalmente ordena la muerte o encarcelamiento de estas personas. Ésta es la intolerancia intolerable.

Esta confusión iguala a un político que le grita a otro “sos un energúmeno; tipos con tus ideas deberían estar encerrados en un manicomio” con aquel funcionario que efectivamente encierra a una persona en un manicomio por sus ideas. Iguala al automovilista que le grita al otro “te voy a matar” con aquel que efectivamente lo mata.

Es no diferenciar entre la civilización algo sanguínea y la barbarie sanguinaria.

Intolerancia política es emplear el poder conferido para impedir hacer una crítica. Responderle de mal modo al autor de una crítica despiadada puede ser grosería, pero no intolerancia política.

Adjetivar con el mismo tono ambas situaciones es, en el mejor de los casos, un simple artificio político para criminalizar al gritón de turno. Pero nos lleva a naturalizar las acciones aberrantes al asemejarlas a las cotidianas.

Por último, la “intolerancia política” también es relativa según el poder real del sujeto. No indica un estado de intolerancia política si un grupo reducido de adolescentes anuncia su intención de rechazar todos los recursos de alzada de quienes tengan piel oscura. Sí, en cambio, habría intolerancia política si el mismo anuncio fuera realizado por jueces de una cámara.

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LA VIOLENCIA DEMOCRÁTICA A tono con los puntos anteriores, la acusación de violentos está siempre a flor de piel. Violento es el político que le grita a otro en una entrevista televisiva. Violenta es Caamaño cuando le pega a Kunkel en el recinto parlamentario. Violento es el patotero de la banda de Pedraza que mata a Cristian... Como en otras ocasiones, la crítica padece de una limitación en los adjetivos y entonces aplica los mismos y más extremos, para describir cualquier situación, sin ninguna jerarquización.

El juego de la República busca evitar el conflicto violento entre ciudadanos tratando de resolver los intereses contrapuestos que existen en la sociedad. El progreso sería enorme si el juego republicano consiguiera que, en vez de matarnos todos contra todos, sólo se mataran algunos representantes elegidos. Las muertes se reducirían de millones a decenas, y las decenas entre profesionales preparados para la lucha y para morir por ella como un ejercito profesional. ¿Quién se atrevería a negar que esto solo ya sería un verdadero progreso social?

Otro avance consistiría en lograr que los representantes no se maten, sino que dejen de combatir en caso de knock out. Y otro, aún mayor, que los representantes se limiten a discutir a los gritos y con malos modos los proyectos en debate.

La visión más crítica posible indica que en este estadio se encuentra la Argentina hoy. Esta realidad dista de resultar deplorable, cuando todavía estamos cerca de épocas donde, en defensa de sus intereses, un grupo mataba y desaparecía a miles por considerarlos “adversos”.

Con esto no pretendemos negar nuestra preferencia por los políticos que respetan los turnos para hablar, sin levantar la voz, sin miradas burlonas, sin chicanas. Pero tampoco admitimos el uso del adjetivo “violento” para calificar situaciones parecidas a las de un asado entre amigos que discuten de fútbol o política. ¿Por qué exigirles a nuestros representantes que debaten cuestiones importantes para sus representados, y para ellos mismos, una cortesía suiza que no les dedicamos a nuestros amigos?

¿O acaso ésta es otra forma de desacreditar la política en la Argentina: tanto a los políticos como a quienes los eligen? ¿Por qué personas que juzgan violento el griterío parlamentario o el tortazo de Caamaño pueden explicar los vuelos de la muerte o la represión policial?

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CORRUPCIÓN y COIMASLa corrupción es la gran denuncia contra la clase política. Parece la fuente de todos los males, y la única.

Lo curioso es que el poder y los medios de comunicación asocian y circunscriben la corrupción a la recepción de coimas o dádivas, cuando la definición de “corrupción pública” según el Banco Mundial remite a cualquier uso de poderes públicos para beneficio personal.

Hacer algo a cambio de un fajo de billetes es claramente corrupción, pero se trata del acto corrupto más básico. Es la corrupción de aquéllos sin poder, sin relaciones establecidas con confianza suficiente como para vender favores a fiado, poder intercambiar otros compromisos de mayor envergadura en lugar de dinero contante y sonante.

Pero también es corrupción el diputado que no apoya una ley que la sabe deseada por sus representados, pero que lo enfrentaría con poderosos dispuestos a truncarle la carrera política. Es el caso de quien no apoya el aborto ni siquiera debatirlo en el recinto para no enemistarse con la Iglesia, o la ley de medios para no padecer el hostigamiento de las grandes empresas mediáticas.

También es corrupto el diputado que acepta la visita de lobbistas que luego ayudarán a financiar su campaña. Ya supone un privilegio corrupto el solo hecho de recibirlos, cuando no recibe a todos los ciudadanos: ni hablar de cuando además aprueba leyes favorables a estos intereses. En el mundo de la corrupción pública, la coima es la práctica más rudimentaria, aquélla que se establece entre personas que no se tienen confianza y cuyo único intercambio pasa por unos pesos. En las mafias establecidas y que llevan generaciones, no hace falta ningún sobre, no sólo porque el dinero no entraría ni en un container sino porque los involucrados saben que “hoy por ti, mañana por mí” es un pacto que se cumple, sin siquiera mencionarlo. Tal diputado no menciona la prueba de ADN de dos hijos presuntamente apropiados, y da por descontado que será tratado bien. Nadie le da un sobre, nadie siquiera “verbaliza” este acuerdo.

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Otro diputado sabe que, si habla a favor del aborto, el obispo comenzará a sembrar la duda entre los feligreses sobre sus negociados o sobre su incapacidad. Tampoco hicieron falta la amenaza verbal ni los sobres. Pero hay ahí un acto de corrupción, probablemente imposible de demostrar a nivel individual pero indudable cuando se analiza a nivel colectivo y en el tiempo El poder no nombra estas corrupciones, porque se beneficia con ellas. No quiere que los representantes populares se agachen por dinero, sino por conveniencia o temor. Porque dinero para coimear tienen muchos, la capacidad de atemorizar o seducir solo unos pocos.

Para nosotros, hay corrupción política cuando un representante elegido no trabaja para sus representados y lo hace por un interés privado sea un cheque o el favor de una institución. Por otra parte, la importancia de la corrupción no se mide en términos de sobre, sino en términos de daño causado a los representados.

Ejemplifiquemos esto con nuestro abogado defensor en una causa penal muy seria.

Coima sería que nuestro abogado nos pasase tickets de gastos inexistentes, algún almuerzo con una novia, declarado como de trabajo: nos roba algunos pesos, pocos o muchos. En cambio, nuestro letrado cometería corrupción política si manifestara empatía con el abogado de la contraparte porque aspira a pertenecer a su bufete, o si se guiara por un pensamiento ideológico que lo planta con cierta animosidad en nuestra contra. Esta corrupción puede costarnos la cárcel.

Nadie quiere que su abogado penalista le robe, pero la traición es mucho peor. La jerarquización del robo de tickets la instalan quienes se benefician con la traición de nuestros abogados.

La simple coima es una mala cosa dentro de la política, como dentro de cualquier organización. Sin dudas, es corrupción política porque de algún modo desvía el interés del representante del interés de los representados. ¿Qué coimero podría asegurar que habría hecho lo mismo sin una coima de por medio?

Dicho esto, cabe insistir en que la corrupción política es irreductible a la coima. De hecho, los mayores actos de corrupción política no se explican por coimas, sino por presiones ideológicas, por cooptación o por interés político personal. Y quizás los mayores actos de corrupción no sean hechos sino omisiones. El no hacer por

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temor o en busca de apreciación de otro que no sea el votante, es un acto de corrupción invisible.

La corrupción política se analiza en los hechos realizados y en su relación con el mandato popular. No hace falta cámaras ocultas, ni micrófonos escondidos, ni detección de sobres. Basta con analizar los actos públicos.

Si el Congreso no aplica límites a la industria tabacalera, cuando no encontramos un solo amigo o vecino que desee eso, seguro es por algún acto de corrupción política. ¿Coima? ¿Presión? ¿Lobby? Qué importa. La corrupción radica en la acción u omisión política.

¿Fue coimero Martínez de Hoz cuando eliminó el impuesto a la herencia el año de su propia herencia? Seguro que no. ¿Quién le habría pagado? Sus hermanos, quizás, aunque también podría haber argumentado que le pareció una medida muy positiva para los argentinos. ¿Fue corrupto? No tenemos dudas.

¿Por qué no se trata la ley del aborto? ¿Por qué no se trató antes la ley de medios? Aunque se pierda o se gane, ¿por qué ningún grupo político con existencia real nunca llevó estas leyes al recinto? ¿Por qué los representantes no quieren aparecer votando en contra de sus representados, pero tampoco contra la Iglesia o Clarín?

Recordemos la conducta de Carrió en relación con la ley de matrimonio igualitario: reconoció que sus votantes apoyaban el proyecto pero anunció que no votaría a favor por su compromiso con la Iglesia (compromiso que nunca antes había explicitado como superior al mandato popular democrático, y cuya contradicción podría haber resuelto renunciando a su banca).

Esto es corrupción sin sobres. La mas dañina. La mas conveniente al verdadero poder.

CRIMEN Y CLASEHay un viejo adagio que acabamos de inventar que dice “Dime que crimen combates, y te diré a que clase social persigues”.Así como no es inocente la jerarquía exagerada que le damos a la coima dentro del universo de la corrupción política, tampoco es inocente, ni natural, la jerarquía que tienen algunos crímenes en el ranking de los crímenes.

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Tomemos como ejemplo el arrebato, delito que puede ser considerado un crimen o un raterismo dependiendo de cuan grave lo considere quien lo adjetivice. El arrebato es un crimen “popular”, un delito que solo cometen las clases populares, los pobres diablos, porque son crímenes poco redituables y muy perseguidos en relación al dinero que se obtiene. Nadie dudaría que, decidido a ir por el camino del crimen, es mucho mas rentable y menos peligroso evadir en grandes exportaciones cerealeras, vaciar un banco con autopréstamos o esconderle alguna ganancia al fisco, que robar carteras en bares en Palermo, aun en los de Palermo Soho. Exagerar la reacción contra el arrebato, exagera la reacción contra la popular.

Los crímenes como evasión, cartel de precios, abuso de posición dominante, publicidad engañosa, vaciamiento de bancos, etc. no tienen el lugar, en la pelea por los adjetivos, que si logran el arrebato, la salidera, el motochorro y el apriete de los limpia vidrios. Se instala asi una piramide del crimen achatada, donde todos tienen la misma dimension.

El vendedor de paco, quien probablemente sea un consumidor tambien cerrando el frecuente circulo de victimario-victima, tiene menos prensa que los banqueros que permiten cerrar el circulo del dinero, eslabon imprescindible para mantener la provisision de droga. Quien es mas importante para el dueño del cartel, un vendedor de paco que atiende en una cuadra o dos o el ejecutivo de un banco que le permite recircular los millones que recolecta? La pata bancaria no tiene peces chicos, no es algo que hace con miles de cajeros en cientos de bancos. Porque aún cuando se habla de blanqueo se habla de un delincuente marginal que tiene una casa por encima de sus posibilidades y no se menciona, con igual prejuicio y con tan poco fundamento, a un ejecutivo de bancos o financieras, completamente legal, prospero y prestigioso? O alguien cree que una industria como la comercialización de drogas ilegales se estructura con marginales y vendedores ambulantes?

Tampoco en la descripción de crímenes tenemos que perder el control de los adjetivos. La adjetivación es el primer paso en la imposición de conceptos.

FLOTACIÓN, RUMBO y RITMOEntre los objetivos primordiales de un gobierno figura la gobernabilidad, es decir, lo que en un barco seria garantizar su flotación. Fracasar en términos de

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gobernabilidad equivale a no poder administrar el Estado: en este caso, el gobierno no tiene nada, sin importar las metas trazadas ni lo bien que se les estaba acercando.

Seguido en orden de importancia, viene el proyecto de gobierno: el rumbo, la orientación que el capitán le da al barco. Si el rumbo es errado, no importa cuán rápido avance la embarcación ni la destreza de sus remeros: el barco estaría acercándose donde nadie quiere llegar. El rumbo es la estrategia de la política.

En tercer lugar, aunque con más prensa que los anteriores, está el “desempeño” o “eficiencia operativa”. Es el ritmo alcanzado gracias al esfuerzo de los remeros y a la sincronía con el tam-tam. Es el producto de la relación entre fuerza y velocidad en el desplazamiento y cuidado del rumbo.

En la Argentina de los últimos treinta años nadie puede afirmar que el barco no supo flotar, después de haber sorteado tormentas que hubiera hundido a otras embarcaciones. El ritmo tampoco parece malo cuando recordamos que en cuatro años se privatizaron todas las empresas de valor en manos del Estado, y que en tres se condenaron a los comandantes de las tres juntas del gobierno de facto para entre gallos y medianoche indultarlos. En principio, la velocidad no fue un problema.

A nuestro entender, el rumbo es el mayor problema en la política argentina. Ir hacia lugares donde no queremos ir.

Si logramos mantener el rumbo actual, aún a menor velocidad, los cambios seguirán siendo asombrosos (estamos convencidos de que hoy los cambios son asombrosos). No es que no pretendamos que los remeros se sincronicen o que se aumente la flotabilidad del barco pero, puestos a elegir (¿quién dice que debamos elegir?), no arriesgaríamos el rumbo por mejorar las otras dos responsabilidades.

DISCRECIONALIDAD La discrecionalidad del Poder Ejecutivo puede ser per se una mala palabra sólo para quienes el Estado es un enemigo o competidor.

Entre otras obligaciones, el PE debe presentar y aprobar un presupuesto anual, ser fiscalizado en todos sus actos, hacerles frente a una prensa y a una oposición

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interesadas en descubrir (cuando no inventar) chanchullos, aceptar que los delitos de sus funcionarios reciban penas mayores. Sin dudas, son muchas más restricciones que las que soporta cualquier grupo a cargo de una empresa (aún empresas más grandes que el Estado argentino).

¿Por qué limitarle además la discrecionalidad? ¿Por qué exigirle que consulte cada acto con la prensa, con la gente, con los diputados de la oposición (aún con aquéllos cuyo peso electoral es insuficiente en términos de toma de decisiones ejecutivas?

Creemos que el objetivo de atarle las manos al Poder Ejecutivo consiste sencillamente en atarle las manos al Poder Ejecutivo. De hecho, limitar la discrecionalidad no evita los crímenes que se quiere evitar, porque por lo general éstos son actos ilícitos (¿quién temería violar la discrecionalidad si ya decidió violar el Código Penal?). Sí, en cambio, busca limitar las acciones de un Estado que avanza.

Una asamblea de accionistas puede exigirle al gerente general mayor transparencia en sus actos, más reportes posteriores, pero difícilmente le exija que consulte cada decisión con la asamblea porque – lo saben – esto destrozaría la empresa de la cual dependen. Si eligen un gerente general es porque confían, primero, en su buen juicio y, segundo, en la pertinencia de los controles anuales y de cierto nivel de demanda a la hora de asegurar un buen desempeño. Si la asamblea se transforma en “veedor” de cada micromovimiento, la empresa se transformará en un ministerio Kafkiano.

QUÉ DEBEMOS PEDIRLE A UN POLITICO, Y QUÉ NO Un político debe construir consensos alrededor de propuestas virtuosas (en términos de la mejor calidad de vida que su implementación generará) y conseguir el apoyo de la ciudadanía para llevarlos a cabo (éxito electoral).

Un político no tiene porqué ser un gran analista político. Puede ser un intuitivo, alguien que no logra explicar sus acciones pero que las lleva adelante exitosamente.

Tampoco tiene porqué ser un buen pronosticador electoral. Incluso en muchos casos la enunciación de su pronóstico íntimo o de su análisis político repercute negativamente en su acción política.

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Es infantil burlarse de un político porque no acertó al Prode electoral. Por citar un ejemplo emblemático, diremos que lo criticable de Carrió en términos políticos no es haber anunciado erradamente la desaparición del Kirchnerismo, sino haber provocado la suya propia.

Además de actor político, Chacho Álvarez ha sido un gran analista político. Sin embargo, esto no impidió que la construcción de consensos amplios y electoralmente exitosos sobre ideas no virtuosas (mantener la convertibilidad o centrar la corrección del proyecto en el combate del cohecho) lo llevara a su propia destrucción política en paralelo con la depreciada calidad de vida de muchos de sus votantes.

A un político no debemos pedirle mesura o decoro. Si decide representar a un sector que se vincula mejor con la desmesura, el político debe priorizar su representación al sentido del decoro. Cavallo no se equivocó porque gritó como un loco cuando perdió frente a Aníbal Ibarra, sino porque su conducta contravino lo que sus electores apreciaban en y esperaban de él.

Un político no es un ejemplo de persona, ni mucho menos de modales. Representa una opinión: “que nadie quede sin representación” debería ser un mandato superior.

En cambio, en democracia un político sí tiene la obligación de establecer un compromiso con la política como “industria”. No debe debilitarla por querer obtener un mayor apoyo electoral o para lograr un mayor consenso alrededor de una propuesta, por más virtuosa que la crea.

El ejemplo de esto lo constituye un político que susurra al oído de militares golpistas con la intención de que su partido obtenga una participación que las urnas le niegan, o para que su proyecto, al que juzga virtuoso, reciba el apoyo necesario o que disminuya su rechazo. Otro ejemplo más actual sería el caso de quien acepta conceder más poder de presión política a corporaciones (instituciones no constitucionales ni representativas de sectores) como las Iglesias, los medios, las embajadas extranjeras y lobbis varios.

Esta clase de político debilita el poder de toda la representación política de la ciudadanía en pos de mejorar su propia participación. La actitud de dinamitar la

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mesa para ganarse una astilla más es uno de los pocos límites que un político constructivo de la oposición no debería cruzar, aún con apoyo de sus seguidores. Es un límite que el propio juego democrático le impone a la relación entre representante y representado.

Omitimos la obligación de cumplir la Ley, porque ésta es una obligación horizontal que nos alcanza a todos, como la de respirar y comer. Aunque algunos políticos parezcan haber desarrollado branquias e incorporado procesos de fotosíntesis.

RETRIBUCIÓN JUSTAOtra cosa que no debemos pedirle a un político es trabajar por monedas. Es una exigencia teñida de valores éticos pero que está al servicio de expulsar a todo aquel candidato que necesite vivir de sus ingresos y que aspire a darle a su familia un pasar acorde a las responsabilidades que asume en su trabajo.

Porqué un ministro que discute contratos a brazo partido por gigallones de dólares, debe ganar menos que el secretario del abogado que asiste a su contraparte? Porque siendo el estado por lo lejos la organización mas compleja, de tamaño mas grande y que maneja conflictos y presiones descomunales, sus funcionarios de mas alto rango no ganan al menos el doble que los ejecutivos máximos de Techint, Telefónica o Repsol? Porque no ganan ni la mitad?Porque un diputado que tiene que tomar decisiones que quizás lo enfrenten a los poderes dominantes de su sector de por vida, deba estar pensando si ese enfrentamiento no afectará el bienestar futuro de su familia?

Los accionistas de Arcor y de Techint, que entienden lo que significa defender lo propio, aceptan pagar sueldos obscenos a sus managers porque saben que eso repercute positivamente en su propio beneficio. Saben que un gerente obscenamente remunerado se juega mas por sus intereses, se esfuerza mas y saben que así reclutan entre los mejores. Además les exigen tener la camiseta puesta, obrar con fidelidad y dedicación, pero una cosa no va en detrimento de la otra.

Se ha instalado en La Argentina, y gran parte del mundo, que los políticos deben trabajar por la camiseta y el honor. Suena muy glorioso pero es la mejor ventaja que le podemos dar a las corporaciones cuyos intereses son antagónicos con los del estado y que deben negociar permanentemente con él.

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Es como enfrentar un equipo de fútbol profesional, que contrata jugadores por todo el mundo y los premia con oro, con un equipo de amateurs, que entrena a la salida del trabajo y los fines de semana y que juega con las preocupaciones de una familia con aprietes de dinero. El honor estará de nuestro lado pero los goles del otro.

La ciudadanía ha creado un cepo con el que somete a su clase política y del que no puede salir con facilidad. El político que proponga un aumento de sueldo será vapuleado por egoísta. Mientras prosperan los que políticos que tienen ingresos independientes de su función y, por que no, los que los tienen en paralelo a su función. Para salir del cepo deberíamos proponer la cláusula de equidad con las corporaciones, igual sueldo a igual responsabilidad.

CLIENTELISMOSe acusa de clientelista a cualquier acción de ayuda social. Aunque beneficie a muchos, no sea discrecional y esté regulada por ley (por ejemplo la AUH o los planes jefas y jefas), el mote no desaparece. Así podríamos concluir que la promesa de más escuelas públicas corre serios riesgos de parecer una iniciativa clientelista.

Ahora bien, ¿por qué estaría mal que una persona vote al gobierno que más le da? ¿Acaso no es ésta una buena razón para que un productor sojero vote a quien promete suspender las retenciones? ¿O sólo hay clientelismo si las sumas involucradas son pocas monedas y no millones?

¿No es clientelista Macri cuando promete no aumentar los impuestos?

Al parecer, es clientelista quien promete cloacas a cambio de votos, pero es un estadista que anuncia sus políticas públicas quien promete bajar las retenciones a la soja si gana. Asimismo, es clientelista quien regala colchones para caerles simpático a posibles electores pero es un estadista quien recibe al FMI para congraciarse con el organismo internacional y caerles simpáticos a sus posibles electores. En síntesis, pareciera que clientelismo es hacer por los pobres lo que un estadista hace por los acomodados.

Podríamos argumentar 1) que todo lo dicho no es demasiado malo; 2) que sólo las promesas que no puedan hacerse públicas son rechazables, y que en general las promesas clientelistas populares son forzosamente públicas; 3) que un político

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puede darle una exención fiscal a un gran grupo y hacerlo en silencio, pero repartir diez mil colchones en silencio es imposible.

Podríamos decir que es clasista tildar de “clientelista” a toda acción política que busca conquistar el voto de los ciudadanos con menos recursos, y que el sustantivo “estadista” aplica a todo aquel político cuyas medidas perjudican a los que menos tienen. Pero ni uno ni otro concepto explican nuestra realidad política.

Si realmente bastara con un pancho y una coca para ganar elecciones, De Narváez sería Presidente hace rato; nunca habrían perdido apoyo popular las huestes de Martínez de Hoz; Ruckauf seguiría siendo gobernador con sus zapatillas y, con tanta kaja y falta de escrúpulos, el FPV no habría perdido en la Ciudad de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Misiones y tantos otros lugares. Si un político asegurase su victoria con la entrega de dádivas, el conurbano no sería escenario de tantos cambios, y Sabatella no habría ganado ni mantenido la intendencia de Morón. Por lo tanto, el concepto de clientelismo como factor de poder en Argentina es, además de prejuicioso, falso.

En nuestro país es muy difícil ganarse al votante. Se necesita hacer mucho y para muchos. Si todo se resumiese al pancho y la coca, a promesas vacías o a bondis y plazas, no asistiríamos al cambio vertiginoso que vemos en las caras de la política.

Comparemos entre rostros de políticos y productos de góndola. Veremos que todos seguimos consumiendo la misma bebida cola, la misma marca de pilas, de arroz, de tomates enlatados, pero en cambio innovamos con los políticos y los partidos.

El clientelismo, la posición dominante, el anquilosamiento, el freno a la competencia, existen, pero en el comercio, no en la política.

POPULISMO MALSANAMENTE HUMANOEs una vieja tradición conservadora confundir todas las limitaciones de la condición humana con vocaciones peronistas o, mas genéricamente, con vocaciones de cualquier movimiento popular liderado ya sea por Yrigoyen, Perón, Alfonsín o Kirchner.

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Bajo esta luz impiadosa, el peronegrismo o el afropopulismo habrían inventado la ambición, el ansia de poder, las luchas internas, el verticalismo, el personalismo, las bolsas de gatos, la búsqueda de hegemonía ideológicas, las crisis de sucesión, las palabrotas, el rosqueo de listas, etc. Por fuera de estos gobiernos populares, estas patologías no aparecen en nuestra sociedad mansa, respetuosa, acostumbrada a resolver sus conflictos con la civilidad de un cantón suizo. De hecho no se dieron en los procesos militares así como no se dan en los partidos de la oposición.

La atención frecuente que los medios les prestan a los desvíos humanos K sólo busca desacreditar al Kirchnerismo. Cuanto más transformador en lo social, más humano nos lo muestran como si esto fuese una crítica lapidaria.

¿QUÉ DEBERÍAMOS ESPERAR DE UNA OPOSICION ELECTORAL? “Técnicamente hablando”, en el Poder Legislativo no existe oposición porque todos son diputados en funciones, “oficialistas”, que gozan de las mismas prerrogativas y se someten a las mismas obligaciones. Lo que llamamos “oposición” en el Congreso es en realidad una “minoría oficialista”: es oficialista porque se desempeña en el Poder Legislativo, que forma parte del gobierno (no vamos a tratar de imponer el término, sólo para aclarar las ideas. De aquí en más sigamos llamando “oposición” a lo que siempre llamamos “oposición”).

En cambio, la oposición al Ejecutivo sí esta fuera del gobierno y tiene varios roles importantes en la política.

Uno de ellos es crear La Alternativa, ofrecer una amenaza creíble. Aún en caso de nunca ganar, basta con que pueda hacerlo para cumplir con esta función.

Es necesario que el partido a cargo del Poder Ejecutivo crea que, si se descuida u obtiene malos resultados de gestión política, perderá su lugar. Soplarle la nuca al líder es una valiosa función de la oposición. La amenaza invita a que los partidos en el poder se esmeren pero también a que los de afuera mantengan la prudencia, acorde a la oportunidad de entrar por la puerta (lo cual disuade cualquier búsqueda de ingresar por la ventana).

Un segundo rol no menos importante es el de construir consensos alrededor de "otras opciones" a las políticas públicas trascendentes.

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El Poder Ejecutivo puede tomar un rumbo y, para mejorar las posibilidades de que ese rumbo sea exitoso, debe convencer y convencerse de que ese camino es el único y definitivo. No podemos criticar a un Ejecutivo por no tener un plan B, toda vez que la sola sospecha de existencia de un Plan B dinamitaría su plan A.

En cambio la oposición sí debe preparar una alternativa. Cuando la oposición sucumbe a la hegemonía de la idea oficial, comete un pecado político que suele costar caro a la sociedad.

Eso vimos en los '90, cuando todas las fuerzas políticas suscribieron al apoyo de la convertibilidad y no hubo alternativas a esa política hasta que la realidad se impuso con la fuerza del desastre. La convertibilidad estalló por el aire pero los ciudadanos sentían, aún en ese momento, que no había otro camino que el de la convertibilidad. Debilitar esa trampa hegemónica es responsabilidad de la oposición.

¿Es buena La Alternancia? Sus bondades conforman una de las tantas ideas pobres que cobran valoración positiva a fuerza de ser enunciadas. ¿Alguien querría votar a quien no prefiere, sólo por establecer una alternancia? ¿Por qué sería mejor el gobierno en manos del segundo mejor, según nuestra consideración, que en manos del mejor?

Lo único deseable es la posibilidad de la alternancia, la amenaza del otro: que la alternancia sea posible, aunque no ocurra en décadas (siempre dentro de las restricciones legales).

EL IMAGINARIOLlamamos “imaginario” al conjunto de ideas de una comunidad: qué cosas nos parecen tolerables, qué cosas obscenas, qué reacciones nos parecen obvias, qué consideramos soluciones esperables a problemas existentes, cómo creemos que actúan los serios. Éstas y muchas más ideas evolucionan a diario pero no dejan de formar parte del imaginario, patrimonio que nos pertenece como los puentes, los puertos, los baches, las deudas. Para bien o para mal, afectan nuestra realidad como la realidad física.

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Lo que se construye en el imaginario es tan importante, sino más, que la construcción misma en la realidad. Por ejemplo, un político puede construir una escuela o destruir un hospital, y esto es importante. Pero en el imaginario un influenciador (sea un político, un predicador, un comunicador) construye la demanda social (o la necesidad ciudadana) de hacer escuelas o de destruir hospitales.

Podemos pensar que existen demandas poco influenciables por el imaginario, como comer si hay hambre. Pero el imaginario podría sugerir que el hambre es síntoma de un exceso de personas, y no de la falta de alimentos.

El político debe construir en ambos planos, que por lo general van de la mano: el político necesita el apoyo del imaginario colectivo para apoyar las acciones reales que desea llevar a cabo. Dicho esto, no olvidemos que son planos independientes: por un lado, uno podría venir sin el otro; por otro lado son de diferente jerarquía los logros y daños.

La frase en boca de Menem “pobres hubo siempre” no creó ningún pobre en la realidad por decirla. El entonces Presidente podría incluso haber realizado acciones de inclusión mientras pronunciaba esta frase (no fue el caso). Sin embargo, esa frase aportó su grano de arena a la construcción imaginaria de que la pobreza es un hecho inevitable de la realidad: una fatalidad y no una decisión política.

“Mejor que decir es hacer” es una frase de Perón con la que no acordamos. En nuestra opinión, “decir es hacer”. Decir es una forma de hacer; es construcción en el imaginario; es un arma poderosa. La acción de decir cura, incluye, rebela, crea y reconoce derechos. Lo que un político dice es muy importante aún cuando sus acciones vayan en otro sentido. Cuando CFK sostiene que “mientras haya un pobre, no habremos tenido éxito”, coloca la eliminación de la pobreza como realizable, como deseable y como una exigencia política a superar. Aunque no hubiese hecho nada por disminuir la pobreza, ese “decir” hace mucho a favor de la futura eliminación de la pobreza. Si de tanto decirlo nos convenciera a todos de que esto es así, quien venga después deberá satisfacer esa demanda o perder en la siguiente elección por no lograrlo.

En los '90 se había instalado en nuestro imaginario (con la ayuda de muchos poderes, por cierto) la idea que la convertibilidad y la obediencia a los “mercados”

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era lo que nos sostenía como nación moderna, incluida en el mundo. Sin ellas, la vida sería aún más miserable.

Con esta idea fuertemente enquistada en nuestro imaginario, ningún político podría haberse presentado a una elección con la promesa de salir de la convertibilidad. De hecho, el mayor error de la clase política fue no haber instalado “opciones” a la convertibilidad en nuestro imaginario (claro que esto iba en contra de intereses demasiados fuertes y nada imaginarios)

VISIONES. La Cínica y la Candorosa.Una visión candorosa diría que un maestro es una persona que entrega su vida a la educación de nuestros niños, una visión cínica, en cambio, diría que un maestro es cualquiera que logre figurar en la nomina del ministerio de educación. La visión candorosa de un político lo definiría como alguien que busca construir consensos detrás de ideas provechosas para sus pares y dedicar su vida para llevarlas a cabo. Según la cínica, un político es todo aquel que gane una elección.Un empresario, según la visión candorosa, es alguien que dedica su vida y pone a riesgo todo su capital para crear productos y servicios que sus pares necesitan y hacerlo con al menor costo posible. Su retribución, además del prestigio de ayudar a sus vecinos, es la plusvalía. Según la cínica, un empresario es cualquiera que busque el lucro y lo logre.Las dos visiones son ciertas, pero según que visión se aplique sobre algún actor social mas facil será cumplir con las expectativas sociales o, por el contrario, mas difícil será no ser considerado un miserable. Pasan las décadas y los empresarios siguen logrando que los midan con la vara cínica y los políticos y maestros con la candorosa. "Dime con que vara te miden y te diré si defraudaras".

OPINIÓNLos ciudadanos de una república no votan según su conocimiento, ni siquiera según su experiencia o esfuerzo. La República con inicial mayúscula no nos promete ser gobernados por el saber, sino por la opinión de las mayorías. En este sistema cada opinión vale lo mismo: la dudosa, la segura, la volátil, la persistente, la del sabio y la del ignorante, la del monje y la del pecador. Cada opinión, un voto.

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Lo interesante es que, si consiguiéramos valorizar equitativamente cada opinión para gobernar la cosa pública, figuraríamos en el Guiness y seríamos la envidia de la región, sino del planeta.

Los ciudadanos votan entonces según su opinión. Nadie necesita fundamentar su voto, explicarlo, compartir algún análisis previo, ni siquiera probar interés. Basta con que dé su opinión cuando la República la solicita (parece poco, pero a veces lograr esto es una utopía inalcanzable, por todas las fuerzas desatadas que buscan que los ciudadanos no lo hagan).

La opinión de la ciudadanía puede inferirse, pronosticarse o soñarse. Pero la República tiene una sola forma de consultar la opinión de sus soberanos para considerarla válida: son las elecciones, que se efectúan periódicamente bajo reglas muy estrictas para consultar la opinión de la ciudadanía.

Al día siguiente, esa opinión puede haber cambiado, pero regirá como republicanamente válida hasta la siguiente elección, sin importar cuántas veces cambie en el medio. Como la única forma de consulta republicana de opinión es la elección, entre elecciones sólo hay “sospechas” de opinión ciudadana. Por eso las elecciones son muy frecuentes: cada dos años tenemos una.

Todo gobierno reconoce el beneficio de una opinión favorable a las acciones que busca llevar a cabo, aún un gobierno totalitario sin intención electoral. De hecho, la opinión favorable es como un lubricante sin el cual avanzar en una dirección requiere el doble de esfuerzo. Por otra parte, una opinión contraria puede transformarse en un viento capaz de hacer descarrilar. No minimicemos el poder de la opinión.

Para cualquier régimen político, la arena de la opinión pública es un ring, una zona de conflicto donde cada sector intenta vencer con miras a promover o frenar acciones según las desee o no. En una república democrática, la lucha por la opinión pública es la parte central del juego, sino el único.

Las encuestas de opinión son una herramienta que busca “afectar” el juicio de los representantes políticos. “Vean cómo sus representados han cambiado de opinión” – advierten – o “vean cómo van a opinar en la próxima consulta”. Una actitud natural, quizás injusta, de los ciudadanos es elegir, no a quien haya cumplido con

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nuestra opinión de ayer, sino a quien creemos que cumplirá con nuestra opinión de hoy.

Esta actitud tan democráticamente sana invita a que un político traicione nuestras opiniones de ayer en pos de congraciarse con nuestras opiniones de mañana. Pero nadie conoce nuestras opiniones de mañana, ni siquiera nosotros mismos.

Algunos políticos confían en su olfato para conocer nuestra opinión día a día. O confían en poder explicarnos las razones de sus acciones contrarias a la moda existente el día de la elección. Otros, por su parte, confían en las encuestas de opinión para interpretar el rumbo del electorado: de ahí la tentación de usar las encuestas para influir sobre los representantes, en especial aquellos muy débiles de convicciones.

Exagerando un poco, podríamos decir que “quien predice, conduce”.

FORMACIÓN DE OPINIÓNA la gran mayoría de las personas nos interesa tener una opinión sobre los temas que creemos importantes, entre ellos los gubernamentales difundidos por la agenda pública. Incluso nuestros pares nos la exigen.

Dadas estas circunstancias, se necesita mucho carácter para contestar “ni la menor idea” a la pregunta “¿por quién vas a votar?”. Casi tanto como para responder “no soy hincha de ninguno” a la pregunta “¿de qué cuadro sos?”.

Dicho esto, no estamos dispuestos a realizar enormes esfuerzos ni a invertir demasiado tiempo en formarnos una opinión fundamentada, al menos no para todos los temas. Por eso utilizamos ciertos “mediadores”: personas o entidades públicas que nos ayudan en esta tarea.

Por eso también tendemos a priorizar el criterio de “menor confrontación”, es decir, adoptamos la opinión que creemos mayoritaria porque difícilmente alguien nos exija fundamentarla (si no pensé de qué cuadro soy, voy a decir Boca antes que Arsenal de Sarandí: es poco probable que alguien me pregunte “¿por qué Boca?”). Ahora bien, aún en casos como éste, usaremos mediadores para reconocer esa opinión tan mayoritaria que nos evitará justificarla.

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Aunque no siempre lo hagamos a consciencia, abrevamos en diferentes mediadores para cada tema. A veces pedimos una opinión empaquetada “llave en mano”. Otras, sólo una influencia o ayudita.

Fruto de la acción de todos los mediadores sobre nuestra reflexión intima o con amigos, terminamos formándonos una opinión que luego defenderemos como propia (lo es en realidad) y como autogenerada (¿cómo no sucumbir a la tentación de lograr todo solo?). De ahí la importancia de entender el fenómeno de mediación.

Imaginemos que sentimos la necesidad de opinar sobre una manifestación multitudinaria en una plaza, pero que no disponemos del tiempo o las ganas de ir... En este caso, un mediador sería alguien que se toma el trabajo de ir al lugar indicado, de recorrerlo, de comparar la manifestación con otros eventos, de hacer un esfuerzo de contextualización y de comparación con procesos más amplios.

La crónica y las fotos del evento sintetizarán lo ocurrido en la manifestación según la experiencia y la mirada del mediador. Por eso cada mediador suele ofrecer una versión de los hechos: uno fotografiará una mamá con su bebé y nos hablará de una manifestación de madres; otro dirá que madre e hijo corrieron serios riesgos en una movilización organizada por forajidos (una misma foto puede dar sustento a narraciones diferentes); un tercer mediador traerá la foto de un carterista en acción y entonces centrará su crónica en la inseguridad que se cuela hasta en las marchas. Y así al infinito.

OPINIÓN CERTERANo hay forma de asegurarnos una opinión certera. No existe verdad final, sólo existen opiniones sobre el hecho. Aún habiendo estado ahí, con total disposición de tiempo, con una fuerte capacidad de análisis, no accederemos a la verdad. Sólo nos formamos una opinión menos mediada: nuestra propia opinión directa del hecho (aunque nuestras opiniones siempre sufren influencias de terceros, incluso de nuestros sentidos).

Por consiguiente, a lo máximo que podemos aspirar es a una opinión, no certera, sino legítima: aquélla a la que llegaríamos si fuésemos testigos directos, con infinita disposición de tiempo e infinita capacidad de reflexión sobre cada tema.

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Ésa sería nuestra opinión con mediación perfecta. Una utopía inalcanzable, claro.

La clave está entonces en el rigor hacia la mediación y la diversidad. Porque podemos ahorrarnos el esfuerzo de “investigar y comprender” cada hecho, pero no debemos ahorrarnos el esfuerzo de “investigar y comprender” cada mediador. De lo contrario seremos una bola con manija. Que en una república gobernemos a través de nuestros representantes redunda en un ahorro de tiempo fenomenal. Lo que no debemos hacer es ahorrar opiniones sobre ellos, porque ahí el ahorro se transforma en pérdida.

Ser rigurosos supone exigirles las siguientes cosas a los mediadores: nombre, honestidad, declaración de intereses, visión clara. También supone mantener el registro de sus faltas para ir bajando la influencia de los menos confiables.

El mediador debe ser alguien reconocible e identificable, para que podamos determinar sus prácticas y sus des/aciertos: debemos contar sus puntos para bien o para mal. Si un diario publica una opinión sin firma, la opinión es suya (por lo tanto deberá hacerse cargo de las críticas recibidas). Si la opinión aparece firmada, los puntos de más y de menos irán a cuenta del autor.

El mediador debe ser honesto. Retomando el ejemplo de más arriba, la foto de la madre y el hijo tiene que haber sido realmente tomada en la manifestación analizada. Éste es un dato de partida sobre el que se construye un discurso. Estamos más preparados para analizar críticamente el desarrollo a partir del dato que el dato mismo, porque no tenemos forma de confirmar o refutar si el dato es cierto: debemos entonces confiar en la honestidad del mediador.

Por lo general los mediadores no mienten en este nivel, porque de lo contrario arriesgan su buen nombre, y porque de algún modo una prueba en contra es irremontable. Aún así, de vez en cuando aparecen casos de periodistas que narran un hecho que no existió o que citan una frase nunca dicha.

El mediador debe declarar sus intereses, es decir, algún beneficio o compromiso relacionado con su mirada, y por lo tanto de peso para la opinión que nos formemos. Por ejemplo debemos saber si el mediador que habla de la industria

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tabacalera la asesora o si escribe sobre política mientras es jefe de campaña de algún partido.

Por ética, el mediador con intereses creados puede no dejarse influenciar por estos intereses. Aún así, debe declararlos para permitirnos prestar doble atención a su discurso. También debe transparentar su opinión sobre temas anteriores al tratado: develar posiciones en su historia.

Si el mediador es racista, probablemente sus “fotos iniciales” de algún evento se vean afectadas por la piel de ciertas personas. O si es un católico practicante, su religiosidad incidirá en el análisis que haga sobre una situación particular. Nada lo descalifica, ni siquiera las posiciones más retrógradas: sólo necesitamos que las explicite.

Por último, el mayor esfuerzo personal, que requiere de la mayor disciplina, reside en recordar la existencia del mediador. Todo lo que “vemos”, “leemos”, “escuchamos” es fruto de una mediación realizada a partir de una crónica, una imagen y/u otro tipo de recorte de la realidad.

Podemos coincidir con la explicación sobre una “foto”, pero quizás no compartamos el criterio de selección de esta porción de realidad. Como difícilmente tengamos la oportunidad de conocer dicho criterio, debemos recordar la existencia de esta mano invisible.

Una buen mediador se esfuerza por hacer visible su intervención, por recordárnosla con expresiones como “según mi opinión...” o “si mis conjeturas fuesen ciertas, significaría que ....”. Esto nos ayuda a mantener nuestras neuronas críticas alertas,

Lo contrario es un mediador que busca aprovecharse de nuestra distracción, y que desliza sus apreciaciones bajo la forma de “la gente cree que ....”, “esto siempre ocasiona....”. Lejos de querer despertarnos, estas expresiones pretenden dormirnos.

DIVERSIDAD

Como dijimos, los análisis políticos, las noticias, las fotos, los datos considerados “duros” son “opiniones”, “narraciones basadas en porciones preseleccionadas de un todo”. Exagerando un poco, nos atrevemos a llamarlas “ficciones”.

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Los datos duros sobre los que se basa cualquier narración son “vistas” de la realidad, una pequeña porción sobre la que el mediador construye su discurso. Es muy poco habitual que los mediadores expliquen la selección de tal o cual porción: ningún diario explica porqué eligió la noticia que publica frente a las miles que no. De hecho nunca sabremos cuáles no publicó ni porqué. Es razonable que así sea, pues de lo contrario el diario le dedicaría tiempo valioso a temas que juzga sin importancia. Pero no debemos olvidar que una mano invisible selecciona por nosotros y que no nos dará ninguna explicación por eso.

Inevitablemente las narraciones son producto de la percepción de alguien, también de sus prejuicios y opiniones, y de su talento para razonar y comunicar.

Todo esto es el ruido inevitable de la comunicación que, en nuestra opinión, se soluciona de dos maneras: con la religión o con la diversidad (para nosotros, la mejor opción).

Si por convicciones superiores uno se fuerza a considerar como propia la opinión de un único mediador, habrá logrado la mediación perfecta sin diversidad (suena a círculo autorreferencial, pero no lo es). “Me basta con mi predicador para entender la realidad a mi entera satisfacción”: éste es uno de los tantos beneficios de contar con profundas convicciones religiosas.

Para aquéllos sin la dicha de convicciones religiosas superiores, la mediación perfecta es una utopía inalcanzable. Sin embargo, podemos suponer que la diversidad aumentará nuestras opciones y por lo tanto nuestras chances de formarnos una opinión de la realidad más cercana a la tendríamos en un contacto directo con los hechos, en un tiempo eterno, con infinita dedicación y capacidad de comprensión. Otro efecto colateral positivo de la diversidad aparece con la competencia entre analistas, que funciona como autocorrector. Los otros obligan a mantener cierto nivel de pertinencia: nuestro rigor será mayor si podemos comparar mediadores.

Que conste. La diversidad no se construye mediante la superposición de diversidad, así como no utilizamos un gran pomo de pintura multicolor para pintar un mural. En cambio sí usamos diferentes pomos, cada uno de un solo color. Es

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más, con cinco colores bien escogidos y combinados, lograríamos la mayor de las diversidades.

En términos mediáticos, la diversidad no significa que cada medio deba representar todas las ideas y opiniones. Tampoco supone programas cuyos presentadores e invitados tengan que discutir entre sí sin llegar a ningún acuerdo.

La diversidad exige la cantidad suficiente de medios diferentes, cada uno en representación de su idea aunque sea de modo excluyente. Mejor todavía, preferentemente de modo excluyente, para aclarar conceptos.

Así, incluso un fanático defensor de una idea monolítica y detractor de todas las demás ayuda a crear diversidad: basta con que tengamos en igualdad de condiciones a otros fanáticos defensores de otras ideas monolíticas y, porque no, detractores de las demás.

El estado tiene mucho que hacer para facilitarnos el acceso a una diversidad de mediadores. Desde una posición individual es casi imposible lograrlo. La dedicación necesaria lo haría estadísticamente nulo.

AMORTIGUACIÓN DEMOCRÁTICA En una república, la llamada “voluntad popular” es la suma de opiniones ciudadanas expresadas en un momento dado a través de una elección o plebiscito. Si la opinión individual es cambiante, “caprichosa”, la “voluntad popular” también.

Por aprendizaje o por moda, por época o por simple evolución, la opinión va y viene constantemente. Aunque indeseable para un mejor manejo de la cosa pública, este vaivén es inevitable: si esperamos que el gobierno respete la representatividad de la voluntad popular, debemos aceptar que los altibajos de opinión afecten las decisiones de gobierno. La tensión entre estabilidad de gobierno y representatividad democrática también resulta inevitable. En términos de la opinión al poder, un gobierno democrático admitiría en un extremo que cada mañana cada ciudadano opine sobre todas las medidas gubernamentales (una especie de “asambleísmo masivo”) o que una especie de monarquía votada donde la ciudadanía consagre por votación a un sujeto como rey y le entregue poder absoluto hasta su muerte. Estas dos formas democráticas se regirían por una Constitución distinta, y resolverían de diferente

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manera la tensión entre estabilidad y representatividad. Ambas serian republicas democráticas, pero donde el poder de la opinión no tendría igual jerarquía y, como contracara, la estabilidad lograda sería diferente.

La Constitución argentina se coloca en un punto intermedio, cuenta con mecanismos de amortiguación frente este fenómeno de ciclotimia democrática: las elecciones cambian las cámaras de a tercios (de esta manera se requiere una opinión con cierta permanencia en el tiempo para que todo el Congreso cambie); las consultas a la ciudadanía no son diarias sino cada dos o cuatro años; se gobierna través de representantes (cosa que amortigua mucho el impacto de los humores diarios en la toma de decisiones). De esta manera, la Constitución garantiza cierto equilibrio donde la opinión popular tiene una presencia relativamente frecuente pero los representantes poseen suficiente discrecionalidad y mandato temporal como para darle estabilidad a la gestión.

Cualquier otro planteo de amortiguación es probablemente antidemocrático. Pensamos, por ejemplo, en la mencionada sobrevaloración de las “instituciones” en detrimento de la decisión de los representantes de la voluntad popular.

ACCIÓN DIRECTA En su estado químicamente puro, la República sostiene que los ciudadanos sólo expresan su voluntad a través de las urnas. En una situación de laboratorio donde todos fuesen escuchados por igual, manejaran información completa y, lo más importante, el resto de los intereses no ejerciesen presión más que electoral, quizás podríamos sostener la bandera del voto como única vía de expresión política.

En cambio, en un país donde (exagerando un poco) todos presionan (por lo pronto, los medios, las empresas, la Iglesia católica), abandonar la acción directa significa renunciar a un mecanismo de petición y por lo tanto perder poder relativo frente a las otras demandas.

Como en un duelo del lejano oeste, pedirle a uno de los rivales que guarde su arma porque las armas las carga el diablo equivale a buscar que lo maten. Podríamos decir, entonces, “dime quién quieres que renuncie a la acción directa y te diré a quién pretendes debilitar”.

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En todas las sociedades modernas, la acción directa forma parte de la acción política. Los límites tolerados y las costumbres de los sectores cambian según el país, pero no existe nación democrática que prohíba totalmente la acción directa. La efectividad de la acción directa sobre la política argentina se puso en evidencia una vez mas después de la rebelión (o acción directa) de los acorralados durante 2001 y 2002. De hecho estos ciudadanos que nadie podría asociar a las clases populares en un país con tan bajo nivel de bancarización,marcaron un limite de “soluciones tolerables” y de escenarios “políticamente posibles” al establecer sus exigencias u objetivos. Lo mismo ocurrió con la 125. ¿Qué funcionario podría hoy plantear alegremente la suba de retenciones? Aunque hubiese sido lo mejor para la Argentina, en 2008 la acción directa le puso un limite a la política: sino un limite infranqueable, al menos un escalón de disuasión fuerte. Para bien de algunos, para mal de otros.

También ocurrió lo mismo con los piquetes y con la protesta social en la calle: marcaron un límite a los caminos posibles. Así, más allá de la amenaza electoral "si hacemos tal o cual cosa, no nos votan más", la política asiste a la aparición de ciertos límites del tipo "si hacemos tal o cual cosa, nos incendian todo".

Todos los grupos ponen límites, marcan la cancha, definen sus "intolerables". En caso de un límite demasiado exigente, el Estado deberá enfrentarlo con todas las consecuencias que esto implique, pero hasta ese momento el grupo en cuestión consigue una mejor posición de negociación que con la simple amenaza electoral.

Los grupos con mayor poder de movilización conjunta obtienen de la política mayor atención que aquéllos que se mantienen divididos e invisibles. De ahí el interés de los grupos con poder en mantener al resto de los grupos de interés en actitud de división y pasividad.

Antes de apurarnos a condenar la acción directa como chantaje antidemocrático, recordemos que en nuestra historia se han frenado muchos males gracias a que en la mesa de las decisiones alguien dijo "si lo hacemos, nos incendian la calle". En el caso de gobiernos que ya no vislumbran ganar las próximas elecciones, o que son muy presionados por grupos de poder, la calle ofrece un límite fáctico a ideas aberrantes aunque posibles (ojalá alguien hubiera gritado "se nos incendia la calle" cuando Duhalde ordenó reprimir en el Puente Avellaneda o cuando Cavallo decidió lanzar el corralito o crear las AFJPs).

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Por otra parte, la acción directa es el único camino para grupos de ciudadanos “invisibles” a las mayorías, el único camino republicanamente tolerable de instalar sus demandas. De hecho, los grupos con acceso a lobbistas e influenciadores varios no la necesitan porque cuentan con formas “legales” para colocar sus peticiones en los escritorios de los diputados o del propio Ejecutivo y para hacer escuchar su posición desde los grandes medios y todas las veces que sea necesario.

Lo que valoramos en Greenpeace cuando instala la desaparición del oso panda en nuestra agenda pública, no podemos dejar de valorarlo en las acciones relativas a la desaparición de la comunidad Qom en Formosa.

Dicho esto, la acción directa no es un permiso para matar, ni mucho menos. Es más, como toda acción directa violenta algún derecho ciudadano, debemos contrastar la oportunidad y la dimensión de la acción con los derechos que la acción busca defender. Así, si comparamos a varios pacientes hemofílicos que se encadenan a la puerta del Ministerio de Salud para reclamar la importación de una droga necesaria con cincuenta personas que bloquean la Panamericana para pedir que Canal 7 contrate a Mirtha Legrand, entendemos que ambos grupos defienden su derecho a ser escuchados y que ambos afectan derechos de terceros. Pero también sabemos cuál de los dos reclamos merece más atención y tolerancia.

Que la acción directa no deba objetarse de cuajo no significa que no sea objetable nunca. En realidad, nadie rechaza TODAS las acciones directas: desde la marcha de Blumberg hasta los cortes por la 125, pasando por los piquetes de los desocupados, las tomas de los colegios y las acciones de Greenpeace por los delfines austriacos. En última instancia, rechazamos alguna(s) de manera selectiva, según nuestra opinión sobre cada caso.

Antes de opinar sobre una acción directa, primero debemos evaluar si existen alternativas de protesta efectiva a la propia acción directa: no es lo mismo que reclame un miembro de la colectividad Qom, sin acceso a ninguna instancia superior de gobierno o a despertar el interés natural de sus conciudadanos, que el dueño de un medio o un actor con presencia mediática. En segundo lugar, debemos evaluar el daño colateral que ocasiona la acción. En general no hay mayores diferencias al respecto, en esta época profundamente pacifica donde las acciones directas evitan toda violencia física algunos pueden juzgar las acciones de fastidiosas o simplemente molestas, pero no hay sectores con entidad que

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sostengan que las acciones son criminales. Finalmente pensemos en el valor asignado a los derechos defendidos o los intereses que logran ser visibilizados gracias a la acción. Aquí es donde aparecen las diferencias abismales entre los argentinos, cuan importante es el bien defendido.

Quizás algún día el Poder Judicial tome cartas en el asunto, y juzgue la “razonabilidad” de cada acción directa en función de los derechos violentados, de los derechos defendidos y de los caminos alternativos que existen a la acción directa (si es que existen). En ese caso la Justicia encontrará el límite justo para cada caso, y determinará un nivel máximo de tolerancia en términos de tamaño y duración.

PRÉDICA y LOBBYLa prédica y el lobby son dos formas de hacer política aunque de diferente valor ético. La primera busca influir en el pensamiento y la acción de los ciudadanos para eventualmente cambiar la opinión de los votantes. En este sentido, la tarea de persuasión en la predica es clave y es uno de los pilares de la política democrática.

En cambio, el ejercicio del lobby busca influir en un punto específico sobre la acción de nuestros representantes. No intenta persuadir a los ciudadanos, sino modificar la manera en que un representante representa a sus representados. Inevitablemente esto degrada la relación representante-representado, algo que no es parte de la política sino un vicio mas o menos tolerado. El lobby reemplaza a las urnas para quienes no tienen votos. Es como un recuperatorio para los grupos de poder que perdieron en las elecciones o no se presentaron.

La cooptación es otra forma de intervención en la relación representante-representado. Aunque en rigor signifique otra cosa, llamamos “cooptar” a la acción de seducir, por parte de un grupo influyente o poderoso, a un representante de la ciudadanía. Se trata entonces de una segunda forma de influencia política que ejercen sectores desfavorecidos por las urnas. Mientras el lobby se focaliza en una acción determinada (por ejemplo, en la aprobación o rechazo de una ley), la cooptación apunta a la conciencia del

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representante, a su percepción de la realidad, con el fin de que incorpore una visión más beneficiosa para el grupo de poder.

Éste es el caso de representantes de partidos populares a quienes los sectores de poder no electoral fueron convenciendo de una visión económica neoliberal, es decir, de que ajustar en momentos de crisis es la única salida, o de que poner el pago de la deuda externa por encima del hambre es la mejor solución para aliviar el hambre. Hace solo horas Felipe Solá acaba de reconocer al salir de su bancada que “el pueblo cambió y nosotros no nos dimos cuenta”. En rigor de verdad el pueblo no cambió sino que un grupo de poder logró cooptar a Solá, y a tantos otros, convenciéndolos que el pueblo era genéticamente antikirchnerista y que no tardaría en echar a todos los que tengan una K asociada a ellos en los zócalos de TN. Eso no ocurrió y Solá fue el primero en reconocer haber sido cooptado y será seguramente el primero en liberarse del efecto de esta cooptación. Pero no fue un error en el que incurrió Solá individualmente y que por casualidad coincidió en el error con tantos otros, fue el fruto de un exitoso proceso de cooptación que le afectó el juicio a muchos y en el mismo sentido. Cooptar no implica traición en términos personales o íntimos. De hecho, el político sigue creyendo que trabaja por el bien de los suyos o, dicho de otro modo, ignora estar trabajando en función de un diagnóstico de situación que hace que dañe a quienes pretende ayudar. La cooptación es como esas enfermedades autoinmunes cuyos virus logran que los anticuerpos trabajen contra el organismo que buscan defender.

Muchas ONGs se presentan como especialistas en “capacitar”, “asistir”, “orientar” a los políticos. Pero cuando vemos quiénes las financian, nos damos cuenta de que están en manos de quienes treinta años atrás financiaban derrocamientos (dicho esto, es un progreso que nuestros golpistas de ayer se limiten hoy a cooptar).

La acción directa, el lobby, la cooptación actúan permanentemente y en todas las sociedades, aunque el nivel de tolerancia difiera según los casos. Si bien la teoría indica que la República sólo debiera regirse por el voto, la existencia de estos otros factores es inevitable. Dicho esto, debemos estar atentos a la posibilidad de que alguno de ellos emprenda un camino de crecimiento o influencia “cancerosos”.

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El lobby de las prepagas no convierte a la Argentina en un país bananero, ni aún cuando lograra la anulación del proyecto ya aprobado. Ahora bien, si consiguiera la expulsión de la Presidenta o lograra imponer todos los reclamos del sector, entonces estaríamos en zona de peligro real. Mientras tanto, sólo navegamos aguas agitadas que no impiden seguir por el rumbo deseado.

MERCADO y COMPETENCIA PERFECTALa visión capitalista más liberal le reconoce al “mercado” algunos beneficios en la asignación de recursos. El “mercado” sería la “mano” más apta para decidir dónde invertir los recursos con el fin de maximizar los beneficios de toda la sociedad. Pero en esta visión, cuando se habla de mercado se trata del “mercado de competencia perfecta”, no de cualquier mercado.

En este mercado ideal, ningún jugador influye en los precios, ni impone su producto sobre el de sus competidores. Al contrario, cualquiera puede entrar libremente al sector y retirarse sin enfrentar los costos exigidos por ese sector. Además, todos los actores poseen la misma información.

Aunque la perfección en el mercado es una utopía a la que solo podemos tender pero nunca alcanzar, ningún verdadero liberal se animaría a afirmar que una sociedad estaría mejor intervenida por monopolios privados que por el Estado. A lo sumo, ambas situaciones le resultarán indeseables, estalinistas.

Los sectores conservadores argentinos no son inocentes cuando invisibilizan las exigencias de “competencia perfecta” y se limitan a hablar de “mercado”. Su intención es apoderarse de las teorías que defienden al mercado competitivo para aplicarlas a un mercado fuertemente controlado por grandes corporaciones privadas. Así, en nuestro país la tensiones no se dan entre el Estado y la competencia sino entre el Estado y las corporaciones.

No hay liberales en Argentina. Hay conservadores.

De hecho, la famosa frase “los liberales argentinos son liberales en lo económico y conservadores en lo político” es un corrimiento benévolo de la realidad. Quienes en la Argentina se autodenominan “liberales” al estilo López Murphy son conservadores en lo económico y reaccionarios en lo político: apoyan todo lo que limite la intervención del Estado, pero nunca levantaron la voz o un dedo para

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limitar las posiciones dominantes de mercado y los acuerdos de precios. Tampoco hicieron ningún esfuerzo por regular la economía que es la base de un mercado competitivo. En lo económico sostienen un status quo, donde los grandes capitales no vean sus posiciones amenazadas, donde la aparición de nuevos desafiantes no sea estimulada, eso es conservador. Y en lo político han defendido todas las acciones que retrocedieron la frontera de los derechos ciudadanos, han apoyado quitas de derechos en casi cualquier frente, eso es reaccionario para cualquier liberal.

Los libero-conservadores argentinos defienden las libertades de las personas jurídicas con la misma capa y espada con la que someten las de las personas físicas.

COMPETENCIA y REGULACIÓNNo existe competencia sin regulación. De hecho, la competencia en un mercado no es el estado natural de las cosas: es un estado artificial, creado, que requiere de un Estado poderoso y responsable encargado de regulaciones rigurosas. De la misma manera que la democracia constitucional no es el estado natural de las cosas, sino que requiere enormes esfuerzos de control para siquiera acercársele.

En realidad, tanto en el mercado como en la política, el estado natural seria el dominio del más fuerte. Cuando el regulador se retira, el león se come al cordero y, cuanto más come, más hambre tiene.

La bolsa de valores de Nueva York se acerca a un mercado de competencia perfecta. Ahí, mi tía compra y vende una acción al mismo precio que George Soros, el magnate húngaro que compra y vende cien millones de acciones. Los dos disponen de la misma información para juzgar si conviene o no comprar. La empresa está obligada a contarle a mi tía todos sus secretos: qué saben, qué piensan hacer, cuáles son sus números y demás datos que hace un siglo sólo le contaban al magnate a punto de comprarles un paquete importante de acciones. La SEC, comisión estatal encargada de defender el libre mercado en la bolsa de NY, aumenta cada año la regulación. La hace más exigente, en base a un pedido mayor de información (información que veinte años atrás era juzgada secreta, y que las empresas robaban unas a otras con espías, hoy se publica “voluntariamente” por “sugerencia” de la SEC).

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Hoy la SEC tiene poder para escuchar teléfonos, abrir sobres, incluso comprar delatores cuando sospecha que una persona está obteniendo datos exclusivos, aunque sea de un amigo o una novia. El comentario más banal lleva a los dos confidentes a la cárcel si eso afecta la idea de “mercado perfecto”.

Stalin se levantaría de la tumba por semejante régimen totalitario. Pero todo se acepta en nombre de un mercado de competencia perfecta.

Aún así, aún cuando el Estado hace sus mayores esfuerzos por obligar, amenazar, encarcelar, en definitiva, regular en pos de un equilibrio, mi tía no consigue operar a la altura de Soros. Básicamente esto sucede porque, al carecer de la misma riqueza, tampoco dispone de cien analistas por todo el mundo, ni está suscripta a cincuenta revistas, ni accede a los informes elaborados por los pensadores más calificados, ni viaja a conocer las compañías in situ.

Creer que el laissez-faire basta para garantizar un mercado de competencia perfecta es como creer que, sin ley, ni tribunales, ni policía, una sociedad funcionará naturalmente como una república democrática perfecta.

Ahora bien, ¿qué liberal argentino exigió cárcel para los empresarios del cemento por su probado cartel de precios en la industria del cemento? ¿Qué liberal argentino exigió juicio a los empresarios de la industria del celular por la falta de competencia en sus precios? (en este punto cabe recordar que la acción de cartel de precios entre competidores no requiere la foto en la que aparecen los competidores firmando el acuerdo de precios ante un escribano, sino que basta que los competidores actúen como si existiese el acuerdo).

¿Qué liberal argentino criticó las empresas con posición dominante, que son casi todas las líderes de casi todos los sectores? Aunque fuesen pedidos exagerados, infundados, ¿por qué nunca exageran para este lado y sí lo hacen cuando les piden cárcel a los gremialistas, a los políticos aún exagerando el pedido y haciéndolo infundado?

La respuesta es: porque no defienden la competencia, sino los negocios privados y casi exclusivamente el de los grandes privados.

Las olimpíadas conforman otro ejemplo de competencia regulada. De hecho, si no se tratara de una competencia extremadamente regulada, podríamos dejar que

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todos compitan contra todos y que gane el mejor: el arquero mataría de una flecha a los corredores; el levantador de pesas al remero y al arquero; el lanzador de jabalinas al levantador de pesas. Finalmente, quizás haya un ganador en el luchador de sumo. La frase “que gane el mejor” no habría generado un proceso de competencia y de mejora continua, de estimulo al entrenamiento y al desarrollo de talentos, sino a una guerra sangrienta donde nunca gana el más apto de los deportes que buscábamos estimular.

El laissez-faire en los negocios genera la misma masacre pero sobre personas jurídicas, que por razones biológicas sangran con desempleo, sobreprecios, peor distribución de la renta, etc...

GRAN LICITACIÓNCuando una empresa capitalista necesita recibir un servicio, llama a una licitación, en la que compiten una buena decena de oferentes. Si la licitación esta bien hecha, se mataran por ganarla, bajaran sus precios hasta el máximo posible y se comprometerán a calidades que los desvelaran. El mercado de competencia perfecta esta presente, y la empresa se beneficia de su existencia.

Pero el llamado a licitación es de un rigor y crueldad estalinistas. Es un acto de extrema regulación. Nadie aceptaría que un oferente dijera “No tengo bulones, pero hago tuercas como ninguno, déjenme entrar en la licitación” o “Porque piden de 2 pulgadas, dejen entrar a los que hacemos de 3 pulgadas” o “con esa calidad mínima nos matan a todos, no se puede competir”. Cualquier planteo contra el hecho regulatorio seria desoído. El reclamo que la licitación es antibussiness porque sus exigencias son enormes y matara la competencia, etc... no tendría el menor asidero. A mas exigencias probablemente aumentara el precio al que llegue el mejor oferente, pero es una decisión de la empresa que licita si necesita lo que pide y paga ese precio o baja los requisitos y obtendrá así, menor calidad y menor precio.

La sociedad es un gran licitador. Llama a licitación de, por ejemplo, “empresarios y comerciantes”, les pide que armen sus empresas, ofrezcan servicios en determinadas condiciones como cumplir con bromatología, con la secretaria de comercio, tienen que además cumplir con las leyes laborales, fiscales, etc... Y a cambio, acepta que esas empresas vendan el producto que deseen al precio que deseen a sus ciudadanos.

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El empresario que juzgue estas condiciones demasiado exigentes, puede no presentarse a la licitación y no dedicarse a nada.

Cuando la ley exige mayores requerimientos, claros y conocidos, a los fabricantes de yogurt, exigiéndoles ahora, para dejarlos comercializar, que publiquen calorías, componentes, el precio, etc... Todos lo padecen pero se benefician en poder comercializar. Mientras existan varios oferentes dispuestos a intervenir en ese sector significa que las mayores exigencias no han sido asfixiantes sino estimulantes, toda vez que el producto ha mejorado medido en la valoración de la sociedad.

DERECHOS EN PUGNA Y CONVOCATORIA DE ACREEDORESOjalá las situaciones a analizar fueran como la del sádico que descuartiza a una anciana indefensa. Esa escena no exige forzar nuestra capacidad de reflexión ni cuestionar nuestros valores (y en el peor de los casos, un juicio injustificadamente severo sólo afectaría a un ser abominable).

En cambio, las situaciones interesantes suelen enfrentar al menos dos derechos valiosos, cuando no un enjambre entero. Justamente se plantea un dilema porque, sea cual fuere la conclusión, uno o varios derechos valiosos quedarán inevitablemente limitados. Se trata de situaciones donde la solución al dilema implica restringir derechos que hasta entonces considerábamos irrestringibles.

A menudo, quien plantea un problema político omite, voluntariamente o no, alguno de los sujetos cuyo derecho se encuentra en pugna. De esta manera, presenta la situación con la simpleza del sádico y la anciana.

¿Cómo negarnos a una conclusión que sólo defiende un derecho considerado supremo? Nuestro apoyo está asegurado y el sádico concentra todo el repudio.

El analista “convencedor”, ése que busca llevarnos rápido a su conclusión, omite mostrar los derechos en pugna para que el análisis parezca innecesario, ya que el caso esta lleno de obviedades. El que se resista a esta simplificación estará del lado del sádico o de la barbarie; el que la incorpore sin chistar será un buen ciudadano.

En muchos casos el rol del sádico le corresponde al Estado, una especie de victimario perfecto cuya presunción de culpa casi nadie cuestiona. De hecho, nadie

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lo defiende mucho, no tiene familia y el poder económico apoya cualquier percepción o argumento que lo comprometa todavía más. Quien quiera instalar dilemas bobos de este tipo (¿bobolemas?) siempre tendrá éxito si apunta contra el Estado.

Sólo el reconocimiento del otro actor en conflicto revela la existencia del verdadero dilema. Esta aparición dispara un debate más interesante, con la verdadera tensión del tipo “el derecho supremo de Fulano contra el derecho supremo de Mengano” o del tipo “el derecho supremo de Fulano contra el derecho de la comunidad representada por su Estado”. Y sólo cuando detrás del Estado aparecen la comunidad, la construcción de escuelas, el mantenimiento de hospitales, la asignación universal por hijo, los conflictos contra el Estado salen a la luz en toda su dimensión. Aquí las firmas automáticas desaparecen y sólo nos resta reflexionar (y mucho) sobre qué priorizamos y en qué proporción. Un ejemplo interesante en este sentido es el caso de la convocatoria de acreedores: de hecho ¿qué ocurriría si uno de ellos se atreviese a invisibilizar el derecho del otro? Veamos...

Cuando el administrador de una empresa descubre que no podrá cancelar las deudas contraídas con todos sus acreedores (no podrá satisfacer los derechos de uno, varios o todos), la ley lo obliga a detener todos los pagos y a llamar a “convocatoria de acreedores”.

La ley detiene el proceso de pagos para, primero, informar a aquéllos con “derechos en pugna” que no podrán cobrar todo lo que les corresponde. Segundo, para que todos acuerden la repartición del dinero disponible (deberán determinar en qué proporción cada uno acepta renunciar a sus derechos).

La ley también obliga a que la mayoría acuerde en función de algunas prioridades, por ejemplo, respetar ante todo el pago de sueldos y de deudas previsionales. En caso de los derechos en pugna que no pueden satisfacerse, el Estado interviene con ciertas restricciones.

Lo interesante del caso es ver qué ocurriría si existiese un acreedor honesto. Por ejemplo un proveedor de papel para fax, que cumplió con su entrega en tiempo y forma, que cobró un precio justo, y a quien la empresa reconoce deberle cien pesos.

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Si saldara la deuda con el argumento inobjetable de que es lo que corresponde, el administrador podría terminar en la cárcel. ¿Por qué? Al pagar esta deuda “justa”, el administrador estaría sacándole cien pesos al pozo común cuyo contenido no alcanza para pagar todas las deudas “justas”. Así, el argumento de la “deuda justa” pierde validez en el caso de una empresa en convocatoria, justamente porque aparecen derechos en pugna: saldar una deuda justa le juega en contra a otra deuda justa.

Y aquí volvemos a la política... Un país sin los recursos necesarios para cumplir con todas sus deudas y obligaciones se encuentra en una situación similar a la convocatoria de acreedores. En esta situación, el Estado no debería saldar sus compromisos con cualquier acreedor (empresa privatizada, deuda externa o interna, etc…) con el único argumento de que, como dice López Murphy, “los compromisos se honran” (de hecho, esto esconde amiguismo, privilegios espurios, con el acreedor privilegiado).

Un Presidente honesto debería denunciar esta situación de convocatoria, listar todos los derechos que el Estado está incumpliendo (no sólo los compromisos monetarios documentados) y tomar “públicamente” la decisión de a quién le recortará y cuánto.

Durante décadas, el Estado argentino se limitó a pagar sus deudas monetarias documentadas a contratistas y acreedores externos. Mientras, ajustaba más y más sus pagos a los acreedores del articulo 14 bis con el argumento de “las deudas se pagan” y omitiendo el listado completo de deudas no saldadas. De esta manera invisibilizó a cuarenta millones de acreedores estafados.

¿ALGUNAS IDEAS CON VALORACIÓN POSITIVA INMERECIDA?Algunos conceptos tienen una valoración positiva, más allá de su significado real. Pocos se atreverían a oponérseles o a matizarlas. Y la sanción para quien lo intente es el escarnio público o la incomprensión.

Varias ya han sido tratadas en este Manual, como la alternancia política . A continuación listamos otras brevemente sólo para tenerlas presentes en caso de que aparezcan.

Eficiencia y Eficacia. En contra de la confusión terminológica que suele impactar en la política, distingamos estos dos términos: un proceso es “eficiente”

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significa que logra aquello que logra con bajo consumo de recursos, podemos asociarlo a un proceso “ahorrativo” sin importar si logró mucho o poco de lo que se propuso; en cambio algo es “eficaz” si cumple con todo su objetivo, sin importar cuantos recursos le insumió.

Imaginemos que les pedimos a dos individuos que apaguen dos focos de incendio con agua. Quien apague ambos focos con diez baldes de agua habrá sido eficaz; quien apague un solo foco con un solo balde, habrá sido más eficiente… aunque menos eficaz.

Otro ejemplo, con números inventados a título ilustrativo… Cuando subejecuta el presupuesto para vivienda, quizás Macri haya sido eficiente si hizo sólo cinco de las cincuenta mil viviendas presupuestadas pero a un costo extremadamente económico. Ahora bien, es probable que las 49.995 familias sin casa prefieran una solución menos eficiente pero más eficaz.

La mayor importancia de la eficacia/eficiencia depende de cada situación. En acciones de gobierno y dentro de ciertos rangos, la primera importa más.

Por ejemplo, los planes de vacunación deben ser eficaces, es decir, llegar a todos. No importa si llegar a las zonas alejadas donde viven los últimos mil niños cueste más que llegar a los primeros cien mil. De hecho, nadie aceptaría la explicación de que sólo se vacunó al 80 por ciento, por más que se haga hincapié en la eficiencia de haber ahorrado costos por 50 por ciento.

La idea de que eficiente es mejor se instaló sin mayor análisis. Esto lleva a un estado más ahorrativo pero mas desprotector. Y no nos sorprende descubrir que siempre son los mismos sectores los que son “mas caros” de atender, mas proclives a quedar afuera en una política “eficiente”. La vacunación mas eficiente es vacunar a los niños de las grandes ciudades y dejar a los de Humahuaca sin vacuna. Educar a los de hogares mas ricos es mas económico que ocuparse de los que arrancan con problemas de alimentación y transporte. Llevar cloacas a los que no tienen es menos eficiente que llevarle cloacas a quienes ya tienen cloacas (la eficiente tautológica) finalmente nada es mas eficiente que no hacer nada, porque uno no habrá gastado nada.

Cultura del esfuerzo: la también llamada “cultura del trabajo”, en la que se premiaría el esfuerzo de cada individuo, la defendemos sin percibir que se

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contrapone a la “cultura del talento”, que premiaría a quien tiene más talento, sea este fruto del esfuerzo, la pasión o la genética. Se contrapone también a la cultura del resultado, que premia según los resultados obtenidos, de un empleado, de un gerente o de un vendedor sin analizar si lo merece o no. Y por ultimo se contrapone a la cultura del derecho, que premia a quien tiene derecho a recibir el premio, sin importar la razón: por herencia, por apostar a la bolsa, por suerte o por simpatía. En general las personas se dicen defensoras de estas culturas contrapuestas, sin percibir sus muchos puntos en contradicción. Cuando aparecen estas valoraciones tenemos que preguntar por las otras, marcando las contradicciones y obligando a tomar partido o reconocer que hay tensiones y se debe valorar caso a caso.

Meritocracia: disposición que cada uno obtenga según su propio mérito. Por lo general nadie aclara qué define el mérito propio: ¿la génetica?, ¿la suerte?, ¿la ayuda de los amigos?, ¿la herencia? Si una persona con pocas luces se esfuerza mucho, ¿merece ingresar a la facultad? ¿Merece el trabajo que se le niega? Una persona brillante por naturaleza que no se esfuerza pero que aprueba todos los exámenes, ¿merece ingresar? ¿Qué merece en esta sociedad un paraplégico con retraso mental?

La defensa de la meritocrácia suele esconder la defensa de que a los chicos lindos se les sigan abriendo puertas que la mayoría encuentra cerradas. En los hechos, el concepto de meritocracia busca darles por derecho lo ya otorgado por privilegio. La injusticia se disfraza asi de meritocracia buscando aceptación social.

Igualdad de oportunidades y equidad: Nos resultan sinonimos o que uno implica el otro pero no es asi. Un país de miserables donde se sortee toda la riqueza una vez cada 100 años dandole un numero a cada ciudadano, sera un país con extrema igualad de oportunidades pero donde la equidad será nula. En cambio un país donde las riquezas se distribuyan por cuna o por casta, sin aceptar ningun cambio en vida, pero donde la distribución sea casi imperceptible, en la que las diferencias entre la casta privilegiada y la intocable sea minimas, sera un país sin igualdad de oportunidades pero de gran equidad. Son planteos de laboratorio porque en general los procesos que apoyan una apoyan la otra, pero es bueno diferenciar los conceptos para poder analizar algunos casos donde aparece una sin la otra.

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“Ningún extremo es bueno”: esta frase de tia prudente es una idea destructiva que potencia a quienes sostengan las posiciones mas extremas y lo hagan con mas fervor. Si un político discute con un Nazi, el comentarista ¨centrista¨ dirá ¨bueno, ni acabar con todos los judios, ni tampoco no acabar con ninguno. No habrá un razonable punto medio?¨. Aparecerá un centrado que sugerirá acabar solo con la mitad de los judios (por ejemplo de la cintura para arriba). Pero el comentador ¨centrista¨ no tardará en sentar a este centrado con el mismo Nazi y se preguntará ¨entre acabar con todos los judios y dejar a la mitad vivos, no habrá una posición intermedia? Porque nuestros politicos se van siempre a los extremos?¨. Muchas veces en un planteo la razón está en un extremo. No hay fundamento para no ponerse en un extremo o para descartar una posición solo porque esta en el extremo del debate. La fascinación por sostener el punto medio entre dos planteos es la salida fácil de quien no quiere comprometerse o tiene pereza de pensar.

“Quien no aportó, no retira”: escuchamos este concepto asociado a una lógica de justicia jubilatoria. Se asienta en el supuesto de que el sujeto (activo) de la evasión jubilatoria es el empleado y no el empleador. Si creemos que el empleador es quien tiene el poder de decisión, deberíamos entender la frase como “si no le aportaron, no retira”, frase más difícil de defender.

¿Los no aportantes son trabajadores precarios con imposibilidad de exigir nada o son ejecutivos de alto vuelo con predisposición a la evasión? Habrá seguramente de los dos tipos, pero nuestra frase variará en función de la respuesta que creamos más representativa del fenómeno.

Emparejar para arriba: suena bien. Nadie rechazaría que, si una persona tiene dos gallinas y otra ninguna, mejor que la simple equidad (darle una gallina a cada uno) es “emparejar para arriba” (darle dos a cada uno).

Algunos se preguntarán entonces porqué no emparejar “aún más para arriba” y darle tres gallinas a cada uno… Quien recurre a esta objeción omite un sobreentendido en el planteo de emparejar, que consiste en hacerlo con los mismos recursos disponibles. Esto implica obligatoriamente bajar a algunos y subir a otros.

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Por otra parte, alguien puede sugerir la idea de subir a todos una vez emparejados. Pero quien se niega a bajar a algunos, en realidad se niega a emparejar (utiliza un argumento con valoración positiva para justificarlo).

Suele hacerse esto cuando se discute sobre educación. La universidad masiva es un claro ejemplo de “emparejar para abajo”. Quien pide cerrar la universidad, nos explica su sueño de un instituto de elite para las masas. Entonces, mientras esa utopía llegue, habrá un instituto exclusivo para una elite que excluya al resto, a la espera de ser emparejados hacia arriba.

Si consideramos “el estar parejos” como un valor social trascendente, debemos emparejar las situaciones lo antes posible, y a partir de ahí mejorar. Todos emparejados: de ahí mejoramos todo lo que deseemos y todo lo que permitan los recursos y talentos.

Esta frase es semejante a la que sugiere “repartir la riqueza, no la miseria” proponiendo mantener la injusticia actual en el reparto para fomentar un crecimiento que luego sí será repartido. Parecido al lema de aquel almacenero de barrio que nos decía “Hoy no fio, mañana sí”. “No repartamos hoy, repartamos mañana”.Como en muchas otras discusiones, las diferencias parecen no ser de objetivo final sino de camino a tomar. El problema es que según el camino tomado, mientras se llega o cuandonunca se llega, son otros los que sufren o se ahogan.

El fin no justifica los medios: la frase tiene dos acepciones posibles según incluya los adverbios “nunca” o “siempre”. Una primera acepción sería “el fin nunca justifica los medios”: significaría que la nobleza del fin no importa; no deberíamos recurrir a un medio objetable en su nombre, nunca.

La segunda acepción sería “el fin no siempre justifica los medios”. Significaría que lo objetable de un medio importa, un fin noble no admitiría cualesquiera medios, por noble que aquel sea. Esta diferencia es muy importante en lo relacionado con las protestas sociales.

Para nosotros la frase debe interpretarse en su segunda acepción, porque abre la puerta a la protesta responsable. Como vimos cuando analizamos la Acción Directa, creemos que ningún medio es rechazable per-se, pero ningún medio objetable se legitima con sólo tener un fin noble.

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En cada situación deberá juzgarse su legitimidad en función de lo objetable de los medios y según la dimensión del fin buscado. Y por supuesto, la justificación es una materia humana, opinable, política que no genera automaticas coincidencias entre las personas de bien, como le gustaria a tantos.

En cambio, la primera acepción es muy útil para sostener posiciones más conservadoras ante las protestas sociales. Siendo que por lo general es más fácil objetar los medios utilizados que sus objetivos. Los medios son acciones que se escogen por su efectividad, no por su nobleza (que en general no tienen).

Ya sea una huelga, una protesta, un griterío, un escrache, una queja o cualquier otra acción, nadie les atribuye una valoración positiva. En todo caso, son positivos los objetivos buscados.

Crecimiento y calidad de vida: Cuando mas rapido se desplace el país hacia nuestro destino es mejor para todos los pasajeros de este gran barco que es La argentina. Pero si este mayor desplazamiento fuera fruto de un peor pasar para los remeros que lo impulsan, es peor para los remeros. El problema es que en la Argentina la gran mayoria es pasajero y remero. Los remeros, naturalmente, reman mucho mas rapido y esfozados cuando la vida les va en juego. Y el barco va mas rapido y es mejor para sus pasajeros. La solución a este dilema es un compromiso entre desplazarse a una razonable velocidad hacia nuestro puerto de desino pero sin que nuestra vida de remeros se nos haga miserable. Algunos pocos pasajeros no son remeros. Para ellos no hay dilema, lo que haga ir mas rapido el barco siempre les resulta mas beneficioso. Solo verian dilema si alguien sugiriera que tirando a los de primera clase el barco iria mas rapido.

Finalmente todo es cuestion de optica e intereses.

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PALABRAS FINALESCon frecuencia en la MAK nos preguntamos porqué la democracia sigue gozando de prestigio. En democracia vale lo mismo un burro que un gran profesor, lo mismo un ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador. ¿Por qué en un país (¿en un mundo?) donde la antipolítica ha sido sembrada con tanto éxito, no se ha logrado socavar el prestigio de la democracia?

¿No sería más fácil defender una aristocracia, cuyos gobernantes se han preparado desde la infancia para ocupar el puesto y lo haran para toda la vida? ¿Gobernantes entrenados para emprender políticas de largo plazo sin los vayvenes electorales, que no tienen que rebajarse a pronunciar promesas demagógicas?

Mientras nos lo seguimos preguntando, escribimos este manual.

La militancia pasiva se ejerce en las cenas de amigos, en la cola de la verdulería, en el colegio, en la oficina de Aberel, en otras oficinas. Hay que saber detectar los “momentos de opinión” que surgen inesperadamente, y que nos permiten mechar un comentario capaz de sugerir la existencia de otras opiniónes tan humanas como las más difundidas.

No hace falta ganar el debate. Basta con instalar la idea de que las interpretaciones difundidas como verdades únicas y reveladas son apenas una opinión entre otras y que cada uno tiene el derecho (y hasta la obligación) de construir la propia.

El objetivo no es asegurar, sino “des-asegurar”. Dejar claro que la política es materia opinable, donde todos (inclusive pusilánimes como nosotros) tenemos derecho a opinar, obligación de opinar y que nuestra opinión, para sorpresa nuestra en cada elección vale lo mismo que la de Mariano Grondona.

Existen frases gatillo que deberían activar nuestra respuesta militante.

• “Sólo saben robar”.• “Nos tienen acostumbrados a esto”.• “No trabaja el que no quiere”.• “Fomentan la cultura del no trabajo”.

Algunas son francamente ofensivas y sólo se toleran porque la repetición las ha naturalizado. Es un deber no sólo de militante, sino de ciudadano, impedir que se instalen, se naturalicen, sin al menos requerir una argumentación.

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“En este país no trabaja el que no quiere” reduce a todos los desempleados a la condición de larvas sin voluntad de progresar. El sujeto activo de la desocupación es el desocupado, no es la política macro, las grandes decisiones de invertir o no en un país, no es tampoco la historia padecida por cada uno, sino que es la propia falta de voluntad del desempleado. Ante este comentario, debemos mencionar el caso de una tía o un amigo que busca trabajo y no consigue. Personalizar al sujeto del prejuicio. Como muchos antisemitas que reconocen que ¨ese judio es distinto¨ cuando le ponemos cara a su prejuicio, muchos de los que sostienen estas frases filo-nazis aceptaran sin reformular su frase, que ¨ese desocupado es un caso diferente¨.

“Con la AUH van a parir como conejos” pareciera indicar que una madre pobre tiene hijos por plata. Además de cruel, es idiota: ¿cuánto le puede sobrar de los 200 pesos que recibe después de pagar alimentos y cuidados mínimos? Si no lo alimenta, perdería su gallina de los huevos de oro.

“Con los planes, ya nadie quiere trabajar” sugiere que todo padre desempleado no desea progresar y renuncia voluntariamente a brindarles a los suyos una mejor calidad de vida, . Sin embargo, llueven postulantes cuando aparece publicado un aviso de empleo digno, con sueldo en blanco. La desocupación baja, lo que implica que muchos de los tenedores de planes toman la decision de trabajar. La vigencia de planes ayuda a proteger a los adultos del trabajo esclavo. La frase dice en realidad ¨Con los planes, ya nadie puede esclavizar¨ y por eso protestan.

“Los piqueteros ni saben porqué paran” sugiere que los marginales y olvidados paran días a la intemperie per codere. Sólo quienes reclaman por el corralito o por la soja saben porqué lo hacen. Quienes caminan al lado de Blumberg entienden por qué lo hacen, quienes siguen a D´Elia son manipulados por un pancho y una coca.

“No tiene porqué robar” (en referencia a un rico) plantea alegremente que el delito es monopolio de las personas con bajos recursos. Se trata de otra estupidez de prejuicioso e ignorante ya que la historia está plagada de estafadores que eran ricos antes de su último atraco. Si el robo fuese potestad exclusiva de los mas pobres, seria una gran via de igualación. Por desgracia, no lo es.

Nuestro objetivo es romper la idea de que “todos somos antiK”o que “todo serio es antiK”. Ésta es la batalla.

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REFERENCIA RÁPIDA

Diez logros

Anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto final. Reinicio de los juicios a los genocidas. Renegociación de la deuda externa. Renovacion de la Corte Suprema. Negativa a reprimir reclamos sociales. Recuperación de los fondos de las AFJPs para la ANSES y de su política de

inversión. Convocatoria a paritarias. Asignación Universal por Hijo. Disminución de la desocupación del 23% al 8%. Matrimonio igualitario. Ley de Medios.

Diez respuestas frecuentes

“Todo es un escándalo intolerable”Prioricemos los temas y discutamos qué gobierno creemos menos escandaloso.

¿Qué hizo la CGT por sus agremiados? Ésta es la pregunta política. ¿Flexibilizó o incorporó? ¿Aumentó salarios? ¿Mejoró las condiciones de trabajo? Un buen sindicalista no busca caerles simpático a los empresarios.

Discutir el INDEC exige discutir intereses, no formas. Hay mucho dinero detrás de una u otra forma de medición. La transparencia del INDEC antes de la intervención K era un tema que no interesaba a los medios. ¿Por qué ahora sí?

Muchos logros K son políticos, no requirieron de mayor caja. Si alguien sostiene que cualquier lo haría mejor, que empiece por aceptar que lo que ocurre es bueno.

Si todo lo hacen para coimear, ¿por qué no trabajan para las corporaciones y los ricos? ¿O las corporaciones en Argentina son cuáqueros que rechazan coimear?

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Schoklender, Jaime, Pedraza, Zanola y Macri son novedades en Argentina, personas poderosas que la Justicia investiga e incluso procesa (también separa de sus funciones con la excepción de Macri. Esto no tiene precedentes en nuestro país.

¿Por qué la realidad del mercado mediático sólo generaba productos que rechazaban la visión política de un gobierno mayoritario? ¿No debería ser natural que gran parte de los medios represente esta mirada en tanto representa a la gente que la vota? ¿O acaso una mano invisible fuerza la falta de representación y la sobrerrepresentación de la oposición?

Las dictaduras pegan, someten, silencian, matan. Si los K desean (pero no consiguen) pegar, someter, silenciar, matar, habrá que acusarlos de incompetentes, no de dictadores. ¿Cómo puede ser que, con tanto poder y tanta Kaja, no logran concretar estos objetivos?

No quieren planes sin contraprestación. No quieren ñoquis en un trabajo innecesario. No quieren empresas en manos del Estado (única forma de generar trabajo real). Entonces no quieren ni planes, ni contraprestación, ni amparo.

Si el Estado banca al Teatro Colón para pocos, el golf municipal para todos, las plazas, las playas, muchos espectáculos, ¿por qué no puede bancar el fútbol, entretenimiento para las mayorías y agente de muchísima pasión?´

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