magia y mistícismo

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Fragmentos de Evelyn Underhill (1875-1941) sobre Mística y Magia Resulta innecesario examinar en detalles los errores –en lenguaje eclesiástico, las herejías- a los que se han visto inducidos los seres humanos como consecuencia de un sentido místico débil, deformado o arrogante. (…) Pieter Bruegel. La Gula Mística y Magia. Con harta frecuencia, las voces estridentes y las extrañas afirmaciones de sus apóstoles han ahogado los acentos de los más ortodoxos. Parece como si el momento de la pubertad fuese mucho más crítico en la vida espiritual que en la material, al intensificarse los peligros ordinarios de la adolescencia cuando aparecen en niveles más elevados de la conciencia. En la situación de inestabilidad psíquica que es característica de sus pasos a nuevos estados, el ser humano suele estar a merced de las sugestiones e impresiones que recibe... De ahí, que en cada periodo de verdadera actividad mística, hallamos una explosión de ocultismo, iluminismo, u otras formas de espiritualidad pervertida y –lo que resulta todavía más peligroso y confuso para el estudioso- una región limítrofe donde convergen lo místico y lo psíquico. En los primeros tiempos de la Iglesia cristiana, junto al misticismo genuino de los escritos de san Juan Evangelista,

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Fragmentos de Evelyn Underhill (1875-1941) sobre Mística y Magia

Resulta innecesario examinar en detalles los errores –en lenguaje eclesiástico, las herejías- a los que se han visto inducidos los seres humanos como consecuencia de un sentido místico débil, deformado o arrogante. (…)

Pieter Bruegel. La Gula Mística y Magia. Con harta

frecuencia, las voces estridentes y las extrañas afirmaciones de sus apóstoles han

ahogado los acentos de los más ortodoxos. Parece como si el momento de la pubertad fuese mucho más crítico en la vida espiritual que en la material, al intensificarse los peligros ordinarios de la adolescencia cuando aparecen en niveles más elevados de la conciencia. En la situación de inestabilidad psíquica que es característica de sus pasos a nuevos estados, el ser humano suele estar a merced de las sugestiones e impresiones que recibe...

De ahí, que en cada periodo de verdadera actividad mística, hallamos una explosión de ocultismo, iluminismo, u otras formas de espiritualidad pervertida y –lo que resulta todavía más peligroso y confuso para el estudioso- una región limítrofe donde convergen lo místico y lo psíquico. En los primeros tiempos de la Iglesia cristiana, junto al misticismo genuino de los escritos de san Juan Evangelista,

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o los aportados por os neoplatónicos cristianos,, tenemos el transcendentalismo arrogante y desordenado de los gnósticos, su intento de fusión de los ideales del misticismo y la magia.. Durante la Edad Media y el Renacimiento existieron el misticismo espurio de los Hermanos del Espíritu Libre, la propaganda ocultista de Paracelso, los rosacrucianas, los cabalistas cristianos, y las innumerables herejías panteístas, maniqueas, mistéricas y quietistas, que hacían la guerra a la tradición católica. En el mundo moderno, la teosofía es, en sus diversas formas, probablemente la representación más extendida y respetable de la tradición ocultista.

El Anillo de Dios La idea raíz de que parte esta variedad de creencias y

prácticas es siempre la misma y , puesto que suele definirse con mayor facilidad mediante el contraste con las doctrinas opuestas. Su estudio nos ayudará probablemente a fijar con mayor precisión los verdaderos caracteres de la mística. La palabra magia no esta de moda, aun cuando su espíritu haya alcanzado tan gran difusión como en la actualidad. Debido a la gradual depreciación de la moneda verbal, sugiere al lector ordinario la producción de ilusiones ópticas y de trucos de salón. Ha arrastrado con ella en su caída el terrible verbo –conjurar- que, olvidando que una vez se propuso obligar a hombres y ángeles, se contrasta ahora con sacar conejos de las chisteras. Estos hechos tendría escasa importancia, si no fuera porque ocultistas modernos –enojados, es de suponer, por este abuso de su antiguo titulo- constantemente adoptan para sus creencias prácticas el nombre de – Ciencia Mística -.

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El otro lado de la moneda, es que los ocultistas muestran un creciente celo por proclamar que los místicos son los maestros de sus escuela -Prueba, Iluminación e Iniciación-. Hemos visto que representaba el deseo de saber más, instintivo en el ser humano, aplicado a las cosas suprasensibles. (…). Ningún estudioso del ser humano puede omitir su investigación, por desagradable que resulten a su inteligencia sus superficiales absurdos. El punto de partida de toda magia, y religión mágica –la mejor y más pura de las actividades ocultas- está, como en la mística extinguible convicción humana de que existen otros planos del ser que aquellos de los que los sentidos nos informan, y sus procedimientos representan los resultados intelectuales e individualistas de esta convicción: su anhelo de conocimiento oculto. A los ojos de los que realmente lo practican es un moyen de porvenir: no la realización de trucos ilícitos, sino un serio intento de resolver el enigma del mundo. Magia Presenta la magia como hemos visto como una vía a la realidad: una promesa que no puede cumplir, porque la mera trascendencia de los fenómenos no implica que se alcance lo Absoluto. La magia, en el mejor de los casos, amplia los límites del mundo fenoménico, en vez de escapar de ellos. (…) -Quiero conocer-. desplaza del lugar principal de nuestra conciencia de la declaración -Quiero ser-. La verdadera –ciencia de las cosas últimas- debe ser una ciencia del puro Ser. (…) Pero la magia no es más que un sistema por el que el yo trata de satisfacer su curiosidad trascendental extendiendo las actividades de la voluntad más allá de sus límites habituales y a veces, según propia manifestación, obtiene por este medio un conocimiento experimental de planos de la existencia que –aunque de manera inexacta- se consideran –sobrenaturales-. Incluso esta pretensión modificada necesitaría de justificación. Para la mayoría de las personas que no están especializadas en estas excéntricas ciencias, solo puede decirse que exista el ocultista en el sentido comercial o académico. El adivino representa a la primera de estas clases de persona; el anotador de grimoires (libros mágicos, también galimatías) propios a la segunda. En ninguno de los casos se supone que la cosa se tome en serio. Es únicamente un modo de obtener dinero o de satisfacer una curiosidad bastante morbosa.

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Pino de Aire

Toda religión

ceremonial contiene algunos elementos de magia. El arte de la medicina nunca los abandonará por completo. Y,

hace muchos siglos, la magia dio origen a lo que ahora se llama ciencia moderna. Parece poseer una vida inextinguible. No resulta sorprendente, si nos percatamos con la firmeza que el ocultismo hunde sus raíces en la psicología. Con que perfección se adapta a determinadas características perennes de la mente humana: su curiosidad, su arrogancia, su amor por el misterio. En su forma no corrompida, la magia, pretende ser una ciencia practica, intelectual, sumamente individualista, que trabaja con la declarada finalidad de ampliar la esfera en la que puede funcionar la voluntad humana , y obtiene un conocimiento experimental de planos del ser a los que suele considerarse trascendentales. Es la última descendiente de una larga cadena de enseñanza –toda la enseñanza, de hecho, de los misterios de Egipto y Grecia- que ofrecía iniciar al hombre en un cierto conocimiento y comprensión de las cosas de carácter secreto. Estas escuelas ocultistas, tal como existen en la actualidad, exponen su doctrina en términos que pueden antojarse penosamente prosaicos al indagador romántico. Toman prestadas de la física y de la psicología teorías sobre la vibración, la atracción, la sugestión mental y la actividad subconsciente, que puedan encontrar una aplicación para sus propósitos. Según sus maestros modernos, la magia es simplemente una extensión a la teoría y la práctica de la volición (acto de la voluntad) que va más allá de los límites. La voluntad dice el ocultista, es la reina, no sólo la Casa de la Vida, sino del universo que está más allá de las puertas de los sentidos, el verdadero –anillo de Giges- que puede controlar las fuerzas de la naturaleza, las conocidas y desconocidas. Este aspecto de la filosofía oculta informa gran parte del

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transcendentalismo americano barato, al que sus maestros y conversos falsamente denominan místico: Menticultura, -Nuevo Pensamiento-, o –Pensamiento Superior-, y las escrituras de la llamada –Nueva Conciencia-. Los ingenieros autores de Volo, The Will to be Well y Just How to Wake the Solar Plexus, los videntes que aseguran a sus ávidos discípulos que mediante la –concentración- pueden conseguir no sólo la salud, sino esa riqueza que es –salud de circunstancia- no son místicos. Son magos, y lo que enseñan, aunque ellos no lo sepan, es poco más que la doctrina cardinal de la ciencia hermética, de la que sólo omiten sus pintorescos acompañamientos ceremoniales. (…) Eliphas Levi, el seudónimo con el que Alphonse Louis Consatnt, el filosofo ocultista más legible del siglo XIX, ha ofrecido al mundo sus conclusiones. La tradición de la magia, como la mayor parte de las vías de escape que el ser humano ha ofrecido a su propia alma, tiene su origen en Oriente. La formuló, desarrolló y preservo la religión de Egipto. Hizo una temprana aparición en la Grecia. Tiene su gran maestro legendario en Hermes Trismegisto, que le dio nombre oficial de Ciencia Hermética, y cuya categoría dentro del ocultismo es muy semejante a la que ocupa Moisés en la tradición de los judíos. Los escritos fragmentarios que se atribuyen a este personaje, y que se derivan, según se dice, de los libros herméticos, son las primitivas escrituras del ocultismo, y la Tabla de Esmeralda, probablemente falsa, que se dice que fue descubierta en su tumba, tiene la categoría de la Tabla de Piedra del mago[1]. En la Gnosis, el las alegorías de la Cábala, en la teosofía, en sociedades secretas que todavía existen en Inglaterra, Francia y Alemania e-incluso en algunas prácticas incluidas en el ceremonial de la Iglesia cristiana- las principales concepciones que constituyen la –sabiduría secreta- de la tradición mágica han migrado a través de los siglos. Lo más innobles retoños de esa tradición son sobradamente conocidos y no es necesarios particularizarlos[2]. Al igual que el mundo que pretende interpretar, la magia tiene un cuerpo y un alma: una vestimenta exterior, de palabras y ceremonias, y una doctrina interior. La exterior vestimenta, que es cuanto se le permite percibir al no iniciado, consiste en una serie de velos confusos y con frecuencia ridículos; en extrañas palabras y números, grotescas leyes y acto rituales, personificaciones y mistificaciones. (…) Sin embargo, despojada de estas formulas arcaicas, de estos símbolos y este muñir de misterios, la magia,

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según la describen sus apologistas, se basa en tres axiomas fundamentales que es difícil de desechar por ridículos por quienes escuchan respetuosamente las siempre cambiantes hipótesis de la psicología y de la física. El primero de estos axiomas proclama la existencia de un –medio- imponderable o –agente universal- del que se afirma que existe más allá de nuestras percepciones sensoriales pero que, sin embargo, interpenetra y une el mundo material. Este agente, que no es luminoso ni tiene nada que ver con las estrellas, lo conocen los ocultistas por el nombre poco afortunado de –Luz Astral-, término que Eliphas Lévi tomo prestado de los martinistas. Vivir en comunicación consciente con la –Luz Astral- es vivir en el -Plano Astral-. O en el Mundo Astral, es decir, haber alcanzado un nuevo nivel de conciencia. A este fin se dirige la educación del ocultista.

El Jardín de las Delicias Esta doctrina del Plano Astral, como la mayor parte de los demás diagramas de lo trascendente, cuenta con una

ascendencia respetable, y con muchos parientes prósperos en el mundo del pensamiento filosófico. Restos de ella pueden detectarse incluso

bajo los velos de las especulaciones de la física ortodoxa. El Plano Astral es en realidad idéntico al –Mundo Arquetípico- o Yesod de la Cábala –el País Perfecto- de la antigua religión egipcia-, en el que supone que existen las formas verdaderas o espirituales de todas las cosas creadas. Puede relacionarse con el –mundo real- descrito por visionarios tales como Böhme o Blake, muchas de cuyas experiencias tienen un carácter mucho más oculto que místico.

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Asimismo se considera que el Plano Astral es la –Memoria Cósmica-, donde se guardan las imágenes de todos los seres y acontecimientos tal como se guardan en la memoria humana. Allí también están presentes, completos, en el Ahora Eterno, los conceptos de la creación futura, antes de nacer en la esfera material. Según esta teoría, la profecía, y también la clarividencia –uno de los grandes objetivos de la educación ocultista-, consisten en abrir los ojos de la mente de este Mundo Astral atemporal, y los espiritistas que evocan a los fantasmas de los muertos se limitan a llamarlos para que acudan desde lugares recónditos del recuerdo universal, en vez del individual. El lector que sienta que le da vueltas el cerebro en medio de esta mezcolanza de solemnes afirmaciones y cuentos de hadas sin demostración debe recordar que la parte dogmática de la tradición ocultista solo puede representar el intento de una conciencia ampliada, o anormal en cualquier otro sentido, de encontrar explicación a sus propias experiencias. Por otra parte, nuestro yo en su totalidad –no meramente nuestro yo sensorial- se considera que esta bañado de la Luz Astral del mismo modo que el éter de la física. De aquí que el lenguaje del ocultismo sea un –agente universal- que conecta entre sí a las almas y se convierte en el posible vehiculo del hipnotismo , la telepatía, la clarividencia y todos los demás fenómenos supranormales que constituyen la materia de la -investigación psíquica-. Esta hipótesis explica asimismo el hecho confuso de la inicial semejanza de la experiencia en muchos de los procedimientos de la mística y del ocultismo. En ambos casos tiene que pasar por el plano de la conciencia que representa el concepto de lo –astral-, porque este plano de la percepción es aquel que se encuentra –más próximo- a nuestra vida normal. Las facultades trascendentales, pueden llegar a cobrar conciencia de este mundo, aunque, en el caso del místico, sólo para pasar por él tan rápidamente como sea posible. Pero el ocultista, el médium, la persona con poderes parapsicológicos, se queda en lo –astral- y desarrolla su percepción de este aspecto del mundo. Es el medio en el que trabaja. Al poseedor de estas facultades entrenadas, no el hechicero o el adivino de la fortuna, se le considera el verdadero mago, y es el objeto declarado de la educación ocultista, o iniciación, actualizar este plano suprasensorial de la experiencia, con el fin de dotar al aprendiz del poder de entrar en comunión consciente con el mismo, y de enseñarle a imponer a sus fuerzas la fuerza rectora de su

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propia voluntad, con la misma facilidad con la que impone esa voluntad a las cosas -materiales- de los sentidos[3]. Esto nos trae al segundo axioma de la magia, que también tiene un cierto aire moderno, puesto que simplemente postula el ilimitado poder de la voluntad disciplinada. Este dogma ha sido –tomado-, sin reconocimiento de la filosofía ocultista, y se ha convertido en el as del triunfo de la menticultura, la Chistian Science- o el _New Thought-. Los predicadores de la –Joy Philosophy- y de otras formas adulteradas de disciplina mental, el –sacerdote- del Catolicismo Liberal, que crea –una vasta burbuja de materia etérica astromental, un edificio de pensamiento etéreo, diáfano, una burbuja que únicamente incluye a la congregación-… son los verdaderos hierofantes de la magia en el mundo moderno. La primera lección del aspirante a mago es el dominio de si mismo. Así dice Eliphas Lévi: Por medio de la perseverancia y de un ejercicio atlético gradual, pueden desarrollarse hasta un grado asombroso las facultades del cuerpo. Otro tanto ocurre con los poderes del alma. ¿Quieres gobernarte a ti mismos y gobernar a otros? ¿Cómo puede aprenderse a tener voluntad? Este es el primer secreto de la iniciación mágica, y fue para que se entendiera por completo los fundamentos de este secreto para los que los antiguos guardianes de los misterios rodearon la aproximación al santuario de tantos terrores e ilusiones. No creerían en una voluntad hasta que ésta hubiese presentado sus pruebas. Y tenían razón. La fortaleza no puede probarse más que por la conquista. La ociosidad y la negligencia son los enemigos de la voluntad, y ésa es la razón por la que todas las religiones han multiplicado sus ejercicios y han hecho que sus cultos fuesen tan difíciles y minuciosos. Cuantas más molestias se toma uno por una idea, tanto más poder se adquiere en relación con la misma… De ahí que el poder de las religiones resida por entero en la inflexible voluntad de quienes la practican. De acuerdo con ella, la verdadera –iniciación mágica- es en esencia una forma disciplina mental que refuerza y centra la voluntad. Esta disciplina, como la de la vida religiosa, consiste en parte en austeridades físicas y en una deliberada separación del mundo, y en parte en el cultivo de la fuerza de la voluntad. Pero, en gran medida, consiste también en la entrega de la mente a la influencia de sugestiones que se han seleccionado y acumulado en el curso de las edades debido al poder que ejercen sobre esa imaginación

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que Eliphas Lèvi llama -ojo del alma- No tiene nada de sobrenatural. Al igual que el autoentrenamiento del místico, más arduo, más desinteresado, forma el carácter con un objeto, y se lleva a una escala heroica. En la magia, la –voluntad de conocer- es el centro en torno al cual se reorganiza la personalidad. Como en la mística, se extraen factores inconscientes de lo oculto para que formen parte de esa personalidad. El surgimiento súbito de pensamientos, las abruptas intuiciones que nos llegan de la región sublimal, se desarrollan, ordenan y controlan por medio de ritmos y símbolos que han llegado a ser tradicionales porque la experiencia de siglos ha demostrado su eficacia, aunque no pueda explicarla.

Eliphas Lévi Como describe Lévi: … Todas estas figuras y actos análogos a las mismas, todas estas disposiciones de números y caracteres (esto es, palabras sagradas, encantamientos, pentáculos, etc.) no son, como hemos dicho, sino instrumentos para la educación de la voluntad, cuyos hábitos fijan y

determinan. Sirven para concentrar en la acción todos los poderes del alma humana, y para reforzar el poder creativo de la imaginación… Una practica, aun cuando pueda ser supersticiosa y absurda, puede resultar beneficiosa porque es una realización de la voluntad. Este hecho de efecto psíquico de determinadas combinaciones verbales cuando se le permite dominar el campo de la conciencia, puede que tenga que ver con esa necesidad de liturgia formal que sienten casi todas las grandes religiones.

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Dado que hemos dicho, que las ceremonias son métodos artificiales de crear determinados hábitos de la voluntad, dejan de ser necesarios cuando estos hábitos han quedado establecidos. La noción de analogía sería el tercer axioma, dice Lévi; es la última palabra de la ciencia y la primera de la fe… el único posible mediador entre lo visible e invisible, entre lo finito y lo infinito. (…) Tal sentido de analogía, digan lo que dijeran las –severas escuelas-, es en rigor el fundamento de toda perfecta obra de arte. –La percepción intuitiva de las ocultas analogías de las cosas- dice Hazlitt en English Novelists, o como cabría llamarla, el instinto de la imaginación del artista es quizá lo que, en la producción artística, pone su sello al carácter del genio más que cualquier otra circunstancia. Podemos resumir del modo siguiente la doctrina central de la magia: 1. que existe un-medio cósmico- suprasensible y real que interpenetra el mundo tangible y aparente, influye en él y le sirve de soporte, y que es susceptible de tratamiento por las categorías de la filosofía y de la física; 2. que existen una analogía y equilibrio establecidos entre el mundo real e invisible y las manifestaciones ilusorias que llamamos mundo de los sentidos; 3. que esta analogía puede discernirla, y este equilibrio controlado, la voluntad disciplinada del ser humano, que de ese modo se convierte dueño de sí mismo y de su destino. Ahora bien, respecto a este poder de la voluntad, se reconoce que desempeña un importante papel tanto de curación del cuerpo como del alma. Pues nuestras más avanzadas teorías en estas dos materias no son más que un poco del viejo vino de la magia de los nuevos odres. Los ocultistas antiguos debían gran parte de su poder, y también de su mala reputación, al hecho de que eran psicólogos antes de tiempo. Eficaces métodos de sugestión, recetas para la alteración y la exaltación de la personalidad y el agrandamiento de la fuerza de voluntad, la producción artificial de estados hipnóticos, fotismos, automatismos y éxtasis, con la apertura del campo subliminal que acompaña estos fenómenos –que se ocultan al profano mediante una masa de confusas alegorías y verborrea- constituyen la espina dorsal de todos los auténticos rituales ocultistas. Sus autores eran conscientes de que la magia ceremonial carece de importancia objetiva, y depende exclusivamente de su afecto sobre la mente del operador. Para que

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este efecto pudiera aumentarse se dotó a la ceremonia de una atmosfera de santidad y misterio. Sus reglas eran estrictas; sus ritos superiores, difíciles de alcanzar. Estas reglas y estos ritos construían a la vez una prueba de la seriedad del empeño del estudiante y un velo que guardaba el santuario de los profanos. Los largos y difíciles preparativos y las extrañas ceremonias de las evocaciones ejercían un poder, a quienes se hacía salir del mundo de los sentidos para llevarlos a un nuevo plano de percepción. Así, según sus apologetas, la educación del verdadero estudiante del ocultismo tiende a despertar en él una nueva visión y una nueva actitud. Ajusta la maquinaria de su cinematógrafo para que se registre nuevos intervalos en el curso de las cosas, intervalos que antes habrían pasado inadvertidos, y de ese modo introduce nuevos elementos en la imagen con la que las personas normales se contentan para conocer y juzgar el universo, o más bien su universo. (…) La terapéutica mágica o, como ahora se llama, la -curación mental-, no es sino la aplicación de estos principios a un plano distinto. Es la consecuencia, en primer lugar, de una visión de la humanidad que sólo ve una diferencia de un grado entre las enfermedades del cuerpo y las del alma, y desde la que se puede afirmar, con seriedad y de buena fe, que –las enfermedades morales son más contagiosas que las físicas, y que hay determinados triunfos del capricho y de la moda que cabe comparar con la lepra o el cólera-. En segundo lugar, funciona, gracias a ese agrandamiento de la fuerza de voluntad, a esa capacidad para alterar y controlar la vida más débiles que se considera la recompensa de la disciplina ocultista. –Todo poder curador ocultista reside en su voluntad consciente, y todo su arte consiste en producir fe en el paciente-. Ahora, con los nombres socialmente correctos de higiene mental, sugestión y psicoterapia, avanza hasta la primera fila de los dogmas médicos. Sin embargo, se trata del mismo -arte de la magia- que los adeptos de la ciencia ocultista han venido aplicando durante siglos, con diversos acompañamientos rituales. (…) Paracelso, que atribuía sus casos -a un desarreglo de la voluntad- o a la perversa influencia de voluntades exteriores- y que -consideraba todos los crímenes como actos de locura y trataba a los malvados como enfermos-, se anticipaba en muchos aspectos a los de los modernos psicólogos.

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Paracelsus La doctrina de la magia que hemos expuesto aquí nos muestra la –Sabiduría Secreta- en sus aspectos mejores y más sensatos. Pero, incluso en estos niveles, la persiguen los defectos que, de manera tan decisiva, separan el ocultista de la mística. El principal de estos defectos es el peculiar temple de la mente, la fría arrogancia intelectual, el punto

de vista intensamente individual que los estudios ocultistas parecen inducir mediante su consciente búsqueda de poder y conocimientos exclusivos, su implícita omisión de amor. En el fondo, todo estudioso del ocultismo se afana por alcanzar un punto en el que sea capaz de –tocar el fondo- y confiar en que el mundo trascendental –surja para hacer el resto-. En esta adquisición de poder sobre lo Múltiple, duramente ganado, tiende a olvidar lo Uno. Dicho en palabras de Lévi: -Un estudio demasiado profundo de los misterios de la naturaleza puede alejar de Dios al investigador imprudente, en la que la fatiga mental paraliza los ardores del corazón-. Cuando escribió esta frase, Lévi estaba, como a menudo han estado los grandes ocultistas, en las fronteras del misticismo. En rigor, los mejores de los filósofos herméticos rara vez están exentos de estas místicas añoranzas, de semejantes destellos de iluminación. Es como si los poderes trascendentales del ser humano, una vez emergido del sueño, no pudieran ignorar por completo la verdadera finalidad para lo que fueron creados. En el caso de Lévi, como es bien sabido, la discordancia entre los ideales ocultistas y los místicos, se resolvió mediante su vuelta a la Iglesia católica. De manera característica, hizo -una lectura- católica de muchas cosas que la ortodoxia difícilmente permitiría, de modo que su lectura se convirtió para él, por así decirlo, en una glosa romántica de la tradición ocultista. Mantuvo que la Iglesia cristiana,

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madre nutricia de los místicos, era asimismo heredera de los magos, y que la piedad y la magia populares velaba las mismas verdades inefables. Tenía una mayor justificación de lo que parece probable a primera vista para esta afirmación disparatada y ciertamente herética. La religión, como hemos visto, no puede nunca divorciarse eternamente de la magia. Pues sus rituales y sacramentos, si han de conservar su atractivo para la mente, tienen que tener un cierto carácter mágico. Todas las personas que se sienten naturalmente atraídas por el proceso ceremonial de la religión, reconoce el extraño poder de los ritmos sutiles, las palabras y los movimientos simbólicos, sobre la voluntad humana. Un –impresionante servicio- responde exactamente a la descripción que ya he citado de un rito mágico: -es un tremendo madudero de las facultades latentes que existen en la naturaleza espiritual del ser humano-. Quienes, por ejemplo, hayan observado, entendiéndolo, el rito romano del bautismo, con sus conjuros y exorcismos, su empleo, verdaderamente hermético, de la sal, el óleo consagrado por la unción, y las luces ceremoniales, habrá tenido que ver en él una ceremonia mas cercana a la magia blanca que las sencillas purificaciones de san Juan Bautista. Es misión de la iglesia apelar al hombre completo, ya que encuentra a éste viviendo en el mundo de los sentidos. Difícilmente resultaría adecuada para esta tarea si dejara de utilizar las poderosas armas que el ocultista ha desarrollado para sus propios fines. Ella, que toma los dones más sencillos y comunes de la naturaleza y los transmuta en alimento celestial, toma también todos los descubrimientos que el yo ha hecho en relación con sus propias potencialidades, y los aplica a sus propios y elevados propósitos. Al fundamentar su sistema externo en sacramentos y símbolos, en invocaciones rítmicas y actos ceremoniales de plegaria, e insistir en el poder de la voluntad pura que se niega así misma, y en la -cadena mágica- del culto de la congregación, no hace sino cogerse de la mano con aquellos Magos cuyo oro, incienso y mirra fueron las primeras donaciones que recibió. Pero tiene que pagar por esto compartiendo algunas de las limitaciones del sistema que su índole católica le ha obligado a absorber. Es verdad, desde luego, que purga este sistema de todos sus elementos más innobles –la arrogancia, la curiosidad-; también es verdad que ha de aceptarlo porque es la más elevada medida común que puede aplicar a la espiritualidad de ese mundo al que ha

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sido enviada. Pero no puede –y sus grandes maestros siempre han sabido que no puede- extraer finalidad de un método que realmente no busca las cosas últimas. Este método puede enseñar y enseña a los humanos la bondad, les ofrece felicidad y salud. Puede incluso inducir en ellos cierta exaltación en la que cobran conciencia, al menos por un momento, de la existencia del mundo sobrenatural: magnifico logro. Pero no hará de ellos ciudadanos del mundo. No se dará la libertad de la Realidad. -El trabajo de la Iglesia en el mundo- dice Patmore, -no consiste en enseñar los misterios de la vida tanto como persuadir al alma para que alcance el grado de pureza al llegar al cual Dios Mismo se convierte en su maestro. La obra de la Iglesia finaliza cuando comienza el conocimiento de Dios-. [1] Es de señalar que el verdadero Corpus hermeticum –compuesto por una serie de antiguas piezas filosóficas y religiosas, reunidas bajo este título general, no tiene nada que ver con el ocultismo. Cf. Hermética, ed. y trad. Inglesa W. Scott, 3 vols., 1924-1928 [2] A.E. Waite, un estudioso durante toda su vida de estas vías secundarias de pensamiento, considera que los principales canales por los que -se cree que se ha comunicado a Occidente un conocimiento arcano-, son la magia, la alquimia, la astrología, las asociaciones secretas que culminaron en la francmasonería y, finalmente, -una oscura gravilla de jeroglíficos a los que se les conoce como cartas del tarot- Waite coloca en otra clase –los encantamientos y otras pantomimas de la Magia Ceremonial- (The Holy Habbalah, pp 518-519). [3] No ofrezco opinión alguna respecto a la verdad o falsedad de esas afirmaciones –ocultistas-. Para una exposición más detallada remito al lector al curioso librito de SteinerThe Way of Initiation Enlaces:

Misticismo y Ciencias

La mística Estudio de la naturaleza y desarrollo de la conciencia espiritual    Transcrito por Víctor Arans