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este arcvhio es muy grande e importante

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  • ^ b o r Madrid, 1900. La configuracin de una industria cultural

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    Jess A. Martnez Arbor CLXIX, 666 (Junio 2001), 557-572 pp.

    La fecha de 1900 representa algo ms que el convencionalismo cronolgico o que la sensibilidad recurrente para conmemorar eventos sealados. Alrededor de esta fecha, del cambio de siglo y de las dcadas que lo arropan, en un sentido ms amplio, Madrid experiment una serie de transformaciones en dura pugna con sus elementos tradicio-nales. La ciudad adivin, sin colmar, el camino de la modernizacin para un espacio muy peculiar movido por pautas tradicionales que se dispona a cambiar radicalmente.

    La vieja ciudad del siglo XIX, cerrada en s misma, con su carcter preindustrial, poblada de nobles y ociosos, de rentistas y artesanos, de pretendientes y servidores, haba entrado en crisis lentamente. Su espacio y sus funciones se vean incapaces de alojar una nutrida co-rriente migratoria, mientras las transformaciones econmicas y sociales empezaban a atribuir a Madrid un carcter bien distinto. Su crecimiento econmico hacia la ciudad industrial y de servicios, y poblacional hacia un modelo demogrfico moderno, fue acompaado de cambios cuali-tativos. Considerado como espacio emblemtico, en Madrid se empezaron a romper pautas tradicionales de comportamiento y costumbres, aunque siguiera subsistiendo la ciudad de servicios polticos tradicionales que prolongaba en su estructura y morfologa un ncleo urbano de Antiguo Rgimen. Como en Europa, Madrid aument su ritmo, con un dinamismo mayor en el contexto de la idea de progreso. En la ciudad, las con-cepciones del tiempo, del movimiento y del espacio cambiaron como consecuencia de los adelantos tcnicos aplicados a la ciudad y a la vida cotidiana de sus gentes, entre los que fueron especialmente sig-nificativos para la ciudad la extensin de luz elctrica en el espacio

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    urbano y la culminacin de un red ferroviaria que conectaba Madrid de forma radial con el conjunto del pas. Una lenta socializacin real de los inventos que adjudic la idea del progreso sin lmites, mate-rializada en las lmparas elctricas, los transportes mecanizados, la telegrafa sin hilos, o los primeros coches con el nuevo siglo movidos por combustin interna como smbolos de la era moderna. La caja de resonancia de la nueva sociedad fue una prensa de informacin que multiplic sus tiradas, para una ciudad como Madrid que se converta en un foco de atraccin cada vez mayor de la intelectualidad y adquira visos de capitalidad cultural. La mentalidad tradicional y los nuevos esquemas que la industrializacin incorporaba convivieron durante mu-cho tiempo, y lentamente alumbraron una nueva sntesis cultural pro-yectada a lo largo del siglo.

    As, con el primer tercio del siglo la sociedad tradicional madrilea entr en crisis, sin abandonar del todo caractersticas tradicionales, en medio del primer despegue industrial ,^ mientras la ciudad expe-riment los primeros sntomas de modernizacin que quisieron resumir los proyectos del Gran Madrid, con propuestas de racionalizacin en claves de metrpoli, el cambio de su papel econmico como espacio industrial y de servicios con la centralizacin financiera, y el intento de adecuacin a su dignidad de capital del Estado. Un dilogo entre lo nuevo y lo viejo que empez a dar cabida a cambios demogrficos, econmicos y sociales que se hicieron ms visibles con los primeros compases del nuevo siglo.

    A finales del siglo XIX un Madrid limitado econmica y demogr-ficamente, distanciado de otras capitales europeas y con la dignidad de su rango poco ajustada a la realidad, poblada de cortesanos, em-pleados y rentistas, fue cambiando su papel hacia una ciudad productiva de industrias y servicios tejidos al mercado nacional con sus comu-nicaciones, habitada por empresarios, clases medias y obreros, y una poblacin crecida que vio reordenarse la ciudad buscando el carcter representativo y moderno de su capitalidad. Y, con todo ello, la con-figuracin de una capital cultural de nuevo cuo.

    Este contexto haca sensibles los cambios de la oferta cultural, con una industria ms acoplada tcnica y empresarialmente a una demanda tambin en reconversin, auspiciada por la alfabetizacin y marcada por la heterogeneidad de las gentes que poblaban la ciudad con nuevos perfiles sociolgicos, y dispuestas a consumir los nuevos productos en un mercado cultural en construccin. Madrid cambiaba y aportaba el escenario de las nuevas dimensiones culturales de un fenmeno ms amplio que experiment el conjunto del pas. En 1900

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  • Madrid 1900. La configuracin de una industria.

    existan suficientes sntomas como valorar un despertar de la cultura espaola que se consolidara durante el primer tercio del siglo. Un despertar en su sentido de cambio cultural que ha sido expresado por J u a n Pablo Fusi : Espritu fin de siglo, crisis del positivismo, irrupcin del modernismo, ruptura generacional y an crisis del 98 convergieron en tomo a 1900 como catalizadores de un innegable cambio cultural ,^ con un horizonte de plenitud cultural que se asomaba a Europa de la mano del discurso de la modernidad:

    El despertar cultural de Espaa en los primeros treinta aos del siglo XX no fue una suma de casos aislados y ocasionales, la aparicin de unas pocas personalidades extemporneas y ms o menos geniales, sino un hecho social de considerable entidad cuantitativa y cualitativa (...) todo ello cristaliz y se precipit, sin duda, a partir del cambio de siglo ^ .

    Si las conclusiones de Fusi desvelan un proceso de envergadura y no slo episdico con personalidades aisladas, no ieron menores las dimensiones espaciales que el fenmeno adquiri, al situarse en Madrid el ncleo a partir del que se articul buena parte del impulso cultural. En general fueron las ciudades los espacios dinmicos que alimentaron los cambios culturales y sociales. Barcelona, Valencia, Bil-bao, Sevilla, Zaragoza...protagonizaron una cultura urbana sealada con procesos de cambio respecto a las pautas clsicas de^un mundo anterior decimonnico que se resista a morir. Madrid desde finales del siglo XIX y primeros pasos del siglo XX, como hipottico espacio de oportunidades, a menudo poco colmado en la prctica, acentu y ampli las expectativas como centro proveedor de servicios y de una economa que se industrializaba, pero tambin la ciudad empez a romper las pautas tradicionales procedentes del mbito rural , con nuevos perfiles sociales, y con un dinamismo cuyo producto social especfico se extendi ms all de sus lmites para condicionar la propia evolucin del mundo campesino.

    Madrid se fue configurando como una capital cultural lentamente desde finales del siglo XIX y durante el primer cuarto del nuevo siglo, despertando de su letargo y de su imagen de ciudad ociosa y provinciana, para protagonizar un salto cualitativo como centro neurlgico de los estados de opinin propio de una sociedad de masas. Esa era la onda transformadora que haban exhibido en las ltimas dcadas del siglo otras ciudades europeas y de Estados Unidos, en continuo crecimiento, y convertidas en el smbolo de los nuevos tiempos, como se haba

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    puesto de manifiesto en el ejemplo de la Viena fin de siglo y su perfil de ciudad moderna con sus valores polticos y culturales .^

    Ya en 1869, Fernandez de los Ros haba descrito en su Futuro Madrid, con el entusiasmo de una revolucin puesta en marcha, las posibilidades de transformacin, pero parta del retrato de una situacin degradada, y reclamaba su dignidad como capital de Espaa:

    De esta ocasin depende que Madrid pueda ser digna capital de Espaa o que se la condene a no salir de lo que es, \m pueblo de empleados, sin condiciones agrcolas, ni industriales, ni locales, ni higinicas, ni amenas para constituir una gran ciudad (...) La verdad es que Madrid se halla muy por bajo de las que deba ser capital de la nacin espaola (...) Si Madrid se propone no salir de lo que es, menguada cabeza de Espaa, pueblo de empleados y especuladores polticos pendientes del man del presupuesto, falto de toda industria y de todo comercio slido, ciudad desapacible excluida del itinerario de los que viajan por Europa .^

    A la atraccin de la Corte, se haba unido en el siglo XIX la valoracin de la capital como la cspide del xito profesional, econmico o social, en un espacio as concebido por la centralizacin del Estado liberal. El poder politico o el reconocimiento social pasaba por ocupar un hueco en la capital. Otra pluma que tambin haba descrito, pensado y pla-neado Madrid, la de Mesonero Romanos, haba expresado esta situacin inevitable alimentada con el transcurso del siglo XIX:

    Siendo la capital el gran laboratorio de la historia contempornea, el arsenal de la poltica palpiltante, por muy impoltico que un hombre haga profesin de ser, es imposible dejar de descuidar algunas horas sus negocios propios por ocuparse en los pblicos, ya leyendo los pe-ridicos, ya asistiendo a ima tribuna, ya conversando en un caf .^

    As Madrid estrenaba siglo con un gran asunto pendiente, la ade-cuacin de la ciudad a la dignidad de capital del Estado, y con el soporte de su papel poltico. Con el cambio de siglo Madrid fue tomando forma de capital cultural, no tanto porque un amplia nmina de in-telectuales, cientficos y literatos desarrollasen o fuesen empujados por esa atraccin a realizar sus trabajos en Madrid, como por el nuevo papel que estos intelectuales tenan en Madrid al cobijo de una industria cultural en construccin. Los intelectuales se haban erigido en la voz autorizada de la sociedad de masas, venerada por crear estados de opinin y recreada gustosamente en su nueva misin. A la autora los intelectuales aaden la autoridad de sus opiniones y una invocada

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  • Madrid 1900. La configuracin de una industria.

    independencia de la poltica activa. El intelectual que descuella en Madrid no era el bohemio romntico. Con el tiempo, en la siguiente generacin, la de Ortega ^ o Azaa, algunos intelectuales desarrollarn su compromiso poltico, pero los hombres del 98 o si se quiere del 900 pretendan ser los ecos crticos que replanteaban y pensaban Espaa ajenos a la poltica precisa.

    Madrid se consolid como lugar de destino, salvo excepciones, de la intelectualidad espaola y de las nuevas corrientes de cultura crtica. Un goteo de llegadas ieron nutriendo la ciudad de las plumas y los pensamientos que cuajaron con el nuevo siglo. Primero Galds, y su-cesivamente, entre otros, Menndez Pelayo, en 1873, los hermanos Machado en 1883, Ganivet en 1888, Azorn en 1895 o Juan Ramn Jimnez en 1900, mientras el siglo despertaba con los primeros artculos de Ortega.

    Madrid aloj el empuje institucional de una Universidad centralizada en Madrid como cspide del saber oficial, as como las Reales Academias y otras instituciones oficiales, que compartan espacio con un Ateneo revitalizado, con la Institucin Libre de Enseanza y su vivero de intelectuales y con los espacios ms informales de las tertulias que salpicaban la ciudad como foros de encuentro y debate. La carrera universitaria y la formacin acadmica, la letra impresa en una prensa de difusin nacional, el ascenso poltico y administrativo, el reconoci-miento del xito literario, la industria editorial...eran mtiples y va-riadas razones que hicieron desplazarse a Madrid a una amplia nmina de intelectuales de todo tipo como Clarn, Pardo Bazn, Baroja, Machado, Galds, Valle-Incln, Azorn, Ramn y Cajal, Fernando de los Ros.... en una peregrinacin que llev a muchos de ellos a instalarse defi-nitivamente en la capital. Era la capital cultural del comienzo del siglo en la que se consolid la figura del intelectual vinculado a Madrid como el espacio que adquiri un poder cultural desde donde se difunda el espritu de regeneracin, primero en claves de compromiso intelectual, y ms tarde de compromiso poltico.

    De esta forma haban ido convergiendo en Madrid durante el siglo XIX las piezas de la cultura oficial en trminos institucionales: la Universidad Central, la Biblioteca Nacional, los Museos y las Expo-siciones Nacionales de Bellas Artes, El Teatro de la Opera y el Con-servatorio ,^ o ms tarde, en 1907, en el contexto de un renacimiento de la ciencia, la Junta de Ampliacin de Estudios e Investigaciones Cientficas .^ Tambin se dieron cita las asociaciones e instituciones privadas que representaron y multiplicaron los instrumentos del poder intelectual como la Institucin Libre de Enseanza o el Ateneo. Esta

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    arquitectura del saber ocial o la libertad de debate, creacin intelectual y enseanza en claves institucionales era un producto enriquecido a lo largo del siglo XIX pero que ahora quedaba impulsado y conectado, en otras condiciones, a un ambiente cultural de nuevo cuo. El cambio de las condiciones de la ciudad y la construccin de una industria cultural redondeaban el proceso: la prensa y los grandes diarios, las editoriales, la difusin librera de mayor alcance, permitieron que las crnicas, los artculos, los libros, ampliaran los ecos de las tertulias, las tribunas y las ctedras, las reflexiones intelectuales y las obras literarias, y que formasen un todo conjunto para depurar una idea de Madrid como centro de produccin intelectual y cultural, a pesar de los contrastes que ofreca la ciudad para los moradores y aspirantes de la nueva sabia intelectual.

    Un ambiente que dio cabida, ms en trminos vitales que gene-racionales, a personajes tan diversos como Maeztu, Azorn, Ganivet, Baroja, Machado, Valle-Incln, Unamuno... en una amplsima lista, siempre abierta, y tambin compuesta por autores con menor fortuna para la memoria histrica, a los que una precisamente la creencia en una misin intelectual ante el problema de Espaa y el atributo de pensar Espaa de mltiples formas, para desembocar en un com-promiso social y poltico de lmites y definiciones imprecisas. Un am-biente cultural muy vivo como expresin palpable del papel que jugaba Madrid. Una juventud vital que redoblaba su presencia y ocupaba los espacios de la ciudad, con diversas manifestaciones de su talante de rebelda.

    La configuracin de los intelectuales como categora definida era un fenmeno vinculado a la construccin de la sociedad de masas, que parta sobre todo de su propia percepcin como conciencia de la multitud, y que, de forma separada a la masa, reclamaba una misin especfica que pretenda intervenir en la vida pblica ^^ . En los decenios interseculares Madrid acogi y aliment esta idea de categora separada de los intelectuales que no estaban dispuestos a liderar de forma or-ganizada ningn proyecto, sino que, sensibles a la realidad, despreciaban la poltica y adoptaban una posicin crtica y contestataria manifestada en la rebelda y la agitacin moral a travs de los medios que le proporcionaba la ciudad. Las tertulias, las tribunas, la prensa, los homenajes, las protestas...eran instrumentos de esa posicin entendida como privilegio intelectual que trataba de ser el eco crtico y tico de una situacin decadente. As la ciudad brindaba los espacios de so-ciabilidad en los que los intelectuales desarrollaban su misin: Dueo del centro de la ciudad, el intelectual se considera a s mismo como

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  • Madrid 1900. La configuracin de una industria.

    arbitro moral de la nacin y depositario de valores universales ^^ . Y fue en ese cambio de siglo cuando cronolgicamente Madrid protagoniz una serie de transformaciones econmicas, sociales y de su propio es-pacio, para convertirse en un pujante centro cultural que quera aso-ciarse a la dignidad de capital poltica. Pero se trata de un proceso lentamente configurado, en el que Madrid adivinaba pero no garantizaba en toda su extensin los medios slidos que los intelectuales reclamaban y que con tanto brillo se desenvolvan en las ciudades europeas de fin de siglo como Viena o Pars, al aportar todava un limitado mecenazgo y un mercado cultural poco gil. En las ltimas dcadas del siglo que se clausuraba, Madrid haba logrado extender, por la propia lgica de su papel en el Estado, la idea de que la aventura de la capital para jvenes inquietos, aspirantes a ocupar un espacio pblico, profeso-res...era una condicin necesaria aunque la realidad desvel que no suficiente. Para obtener el salvoconducto del xito, la carrera o el reconocimiento social, era imprescindible el conocimiento y control de los medios y la infraestructura de produccin cultural que tena la ciudad. Y no se trataba slo de pensadores y escitores que conven-cionalmente tendran un etiqueta generacional con una fecha, la del 98, queriendo sealar la importancia histrica de la situacin, sino de un fenmeno ms general que asignaba a Madrid la vocacin de capital poltica y cultural.

    En un carta de Ortega a Unamuno, donde el primero le reitera al segundo su inters de que se instale en Madrid, se pone de manifiesto esa idea de los intelectuales de conciencia de la multitud con una misin civilizadora amenazada por la barbarie y con Madrid como centro de sus operaciones intelectuales:

    Porque estoy empeado en meterle a V. por la ctedra de Filosofa de la religin. Ah puede ser V. utilsmo como enreciador de conciencias y al mismo tiempo hallar V. una presin que es necesaria para toda cristalizacin perfecta. Adems podamos formar entre algunos hombres honrados una como isla donde salvarnos del energumenismo. Seamos lakistas y nuestro lago... sea la charca de Madrid ^^.

    Madrid no reuna los recursos de Pars o Viena, ni los smbolos de un esplendor cultural que exhibir, ni un mecenazgo de lustre para colmar los bolsillos o las vanidades de los intelectuales. Con pocos medios comparado con otras capitales, Madrid era una ciudad de con-trastes de todo tipo que proyectaba impresiones no siempre evocadoras, ni favorables de los recien llegados, pero era inevitable, ejerciendo una

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    hipnosis para los buscadores de fortuna, que queran su reconocimiento o la mejora de su situacin. Era la atraccin de Madrid ^^ , aunque no en los trminos que ejerca Pars como centro cultural y poltico de Francia.

    El Madrid de 1900 represent, pues, por un lado esa proyeccin de capitalidad cultural, abierta y dinmica, con su industria, sus medios y sus protagonistas, pero por otro, tambin era el momento de la eclosin de una supuestas seas de identidad en claves de casticismo, de aquello que pretenda ser propio de la ciudad y que recreaba evo-cadoramente una ciudad inmvil con sus pautas costumbristas y tipos populares. El gnero chico, la versin de la zarzuela acoplada al fe-nmeno del teatro por horas ^^ , los sanetes de Arniches, construyeron los arquetipos de forma exagerada como identidad del elemento popular madrileo. Precisamente en 1898 se haba estrenado El santo de la Isidra, paradigma del costumbrismo y del casticismo. Desde la atalaya intelectual Unamuno nuevamente criticaba de forma exagerada ese otro prisma de la cultura en versin popular lejana a las reflexiones profundas de la generacin de intelectuales:

    Aqu forman los literatos una sociedad de elogios mutuos y abimda el talento de uno de nuestros oradores, que jams lleva un duro en ima pieza, sino en perros chicos que abulten y retintinen ms, quiero decir, que en cada discurso larga la mitad de lo que sabe y en todos lo ltimo que ha aprendido. Reina y gobiena la retrica, como seora absoluta, pero en decadencia. (...) La cultura madrilea se encierra en los peridicos y en los teatros por horas. Huelgan comentarios ^^ .

    Madrid en 1900 albergaba la mayor parte de la industria cultural de libros e impresos, en un mercado nacional de produccin intelectual que tenda a centralizarse, favorecido por una mejor infraestructura de la difusin, el ferrocarril y la carretera, el correo y el telgrafo. All se encontraban las editoriales y los grandes diarios para surtir a la opinin pblica, como complemento de la ctedra, tribuna, o la tertulia. Destacaron las innovaciones de la prensa, sujeta a un proceso de modernizacin tcnica y concentracin empresarial, sobre todo un tipo de prensa de informacin que aument las tiradas gracias a un mejor equipamiento de las rotativas de los peridicos, que fueron des-plazando a la prensa artesanal ^^ .

    En los primeros compases del siglo el panorama editorial de Madrid cambi parte de su fisonoma heredada del siglo anterior. Desde el lado de la oferta, en trminos cuantitativos, segua existiendo un pre-dominio de la pequea empresa individual o familiar, vinculada al

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  • Madrid 1900. La configuracin de una industria.

    carcter artesanal y al mundo de los oficios del impresor decimonnico. Muchas de estas empresas se haban reordenado a finales del siglo anterior bajo las frmulas de sociedades regulares colectivas o coman-ditarias. Pero tambin el nuevo siglo, y a lo largo de sus tres primeras dcadas, protagoniz la modernizacin del sector con empresas de mayor alcance construidas como sociedades annimas. Renovacin de equipos, mayores recursos financieros y tcnicas de gestin y comercializacin ms depuradas, orientaron a la industria editorial hacia negocios de ms envergadura para surtir el crecimiento de la demanda tanto en Espaa como en el mercado de habla hispana. Los editores perfilaron su fincin especfica y sus seas de identidad, diferenciadas de las de impresores y Hbreros, aunque siguieran haciendo complementarias esas actividades en sus empresas. Encargaban y seleccionaban textos, pro-yectaban e ideaban formas materiales en la que incorporar los textos (formatos, letras, ilustraciones...), y diseaban nuevos productos y frmulas de difusin, que alteraron el mundo editorial para acoplarse al mayor empuje de la demanda, con experiencias como El Cuento Semanal desde 1907, la proliferacin de los libros de bolsillo, o la novela de quiosco, y en general la expansin de la frmula de las colecciones.

    Por su parte los autores haban adquirido un estatuto ms moderno y profesionalizado, fundiendo autoridad y autora, mientras se desplegaba el papel social de los intelectuales y sus escritos. Para la difusin muchas libreras tuvieron que transformarse para sintir los nuevos productos. Siguieron siendo Hbreras individuales y familiares al tiempo que con-solidaban su papel como foros de sociabilidad con sus tertulias de tras-tienda. Editores y libreros iniciaron con el siglo tambin formas de asociacionismo y organizacin corporativa, como la Asociacin de la Librera de Espaa de 1901, mientras los autores de obras dramticas y musicales haban creado en 1899 la Sociedad de Autores de Espaa que reconoca la categora de productores intelectuales.

    Con la reconversin de los ltimos aos del siglo XIX el nmero total de editores se mantena de forma relativamente constante, aunque desde 1897 la creacin de nuevas empresas editoriales se situ por encima del ritmo que haba tenido hasta entonces. El salto en las primeras dcadas fue sobre todo cualitativo, perdiendo entidad artesanal para orientarse hacia empresas ms slidas, capaces de revitalizar una produccin en continuo aumento desde 1900. En 1895, segn la Estadstica de la Contribucin Lidustrial y de Comercio, existan en Madrid 46 editores, cifra que disminuy en 1900 a 44 editores de toda clase de obras, y en 1905 a 39. Estos nmeros, con ligeras variaciones, se man-tuvieron hasta 1917 en 1916 estaban matriculados fiscalmente como

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    tales 47, para despegar despus en los aos veinte, siguiendo la lgica del impulso del sector editorial en todas sus manifestaciones. En trminos porcentuales entre Madrid y Barcelona representaban xma hegemona absoluta en el terreno de la edicin, con im 51,1 por cien y im 41,1 por den respectivamente de todos los editores del pas en 1895. En 1900 los 44 editores de Madrid representaban el mismo porcentaje, y Barcelona en el conjxmto de la provincia contaba con 39 editores. Entre ambas ciudades reiman casi el den por den, 83 editores, mientras slo haba tipificado con esta categora fiscal imo en el resto del pas. Este grado de concentracin en Madrid, aimque menor, se extenda a la prensa con 23 peridicos polticos diarios y 4 ms no diarios, y 235 peridicos dentficos, literarios, administrativos, de im total de 483 peridicos de este tipo para todo el pas. En 1895 del total de empresas periodsticas registradas, 1.073, 368 estaban situadas en la capital.

    Mientras las actividades editoriales propiamente dichas se concentraban casi exclusivamente en Madrid y Barcelona, el mbito de la imprenta estaba ms repartido, aunque Madrid segua siendo, jimto con Barcelona, v^ centro neurlgico. Se trataba en la mayor parte de los casos de pequeos talleres artesanales, donde el sistema antiguo de prensas a mano haba ido dejando paso durante el siglo a los talleres con mquinas. De los primeros existan en 1900 slo 10 en Madrid, de \m total de^ 278 en todo el pas. El avance de la industrializadn de las tcnicas era todava limitado, porque buena parte de los talleres tenan una sola mquina con menos de 1.000 hojas, pero Madrid tena, jim.to con la capital catalana, el liderazgo en las tcnicas de impresin: en 1895 existan en Madrid 49 talleres con una mquina de estas caractersticas, y a medida que aumenta el numero de mquinas por talleres o mquinas cuya producdn era mayor, la concentradn en Madrid tiende a acentuarse. En esa misma fecha en Madrid estaban la mitad de los talleres con 4 o ms mquinas cuya producdn no exceda de 1000 hojas, y la mayor parte de los talleres cuya producdn superaba las 6.000 hojas por hora. En nmero de mquinas, y no de talleres, los resultados son similares, aumentando el grado de concentradn, ya que de las 1045 mqxBnas existentes en 1905 cuya producdn no exceda de 1000 hojas por hora, 376 fundonaban en talleres de Madrid.

    En el conjunto de las artes grficas otras actividades pueden com-pletar las caractersticas del sector en la capital. En 1900 existan 93 encuadernadores, de un total de 354 para todo el pas, 23 litgrafos con prensas manuales de un total de 94, adems de 20 grabadores de un total de 83 y de 5 fbricas de caracteres de imprenta de un

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  • Madrid 1900. La configuracin de una industria.

    total de siete. Mientras las libreras representaban un nmero menor, 49 para un total de 254 libreras registradas en toda Espaa ^^ .

    En 1903 el ayuntamiento madrileo elabor un informe por distritos de los establecimientos de todo tipo existentes en la capital para com-probar si contaban con la oportuna licencia de apertura ^^ . Entre los 341 establecimientos reconocidos por la inspeccin correspondientes a las actividades del libro y similares, 72 eran imprentas y establecimientos tipogrficos, 70 libreras, 46 litografas y 44 talleres de encuademacin, a lo que se simaaban 32 almacenes de papel. El carcter fiscal de la fuente limita los resultados, pero son aproximados segn la informacin de otras fuentes. La geografa de las artes grficas en la ciudad asign un papel principal al distrito de Centro donde estaban localizados 141 establecimientos, mientras el resto acoga de forma dispersa estas ac-tividades. El distrito de Palacio contaba con 44 locales y Congreso con 37, y los dems con 30 o menos. Los talleres de imprenta eran los ms repartidos, mientras los litgrafos, libreros y almacenes de papel tendan a concentrarse en Centro y los encuadernadores en Palacio, donde exista tambin el mayor nmero de imprentas.

    Las dimensiones de los talleres, segn la documentacin aportada por la inspeccin de licencias, confirma lo reducido de su tamao, aunque la naturaleza fiscal de la fuente docuraental tenda a limitar la declaracin de espacios por los propietarios de los locales. La inmensa mayora eran talleres o locales que utilizaban uno o dos huecos o estancias, en igual nmero, 130. Los que disponan de tres huecos eran ya mucho menos, 38, y muy pocos los que destinaban 4 o ms huecos para su actividad, 17, sobre todo los almacenes de papel. Un minifundismo, pues, que salpicaba la geografa de las artes grficas, y con la mayor parte de las imprentas con unas reducidas dimensiones, a lo que en general, se sumaba la falta de condiciones salubres, las dificultades de ventilacin y a menudo la poca luz. Baroja describi una imprenta, que podra ser una entre la mayora de las de la poca:

    Manuel mir; ni letrero, ni muestra, ni indicacin de que aquello fuera una imprenta. Empuj Roberto una puertecilla y entraron en un stano negro, iliuninado por la puerta de un patio hmedo y sucio. Un tabique recin blanqueado, en donde se sealaban las huellas impresas de dedos y de manos enteras, divida este stano en dos compartimentos. Se amontonaban en el primero una porcin de cosas polvorientas; en el otro, el interior, pareca barnizado de negro, mna ventana lo iluminaba; cerca de ella arrancaba una escalera estrecha y resbaladiza, que de-sapareca en el techo ^^ .

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    En el conjunto de las imprentas, tipografas o litografas el nmero de motores consignados era de 57 en total (vapor, elctricos y de gas). Esta evaluacin del grado de equipamientos tcnicos deducida de la inspeccin de uso de motores con finalidad fiscal tambin debe matizarse por la existencia de mayor nmero de motores segn otras fientes documentales. De todas formas, stas sealan la importancia todava de los pequeos talleres de caractersticas artesanales, con pocos ope-rarios, y una ierza motriz todava limitada en 1900 a pesar del impulso de la industrializacin del libro y de la prensa. En 1905 existan 341 industrias dedicadas al libro y similares el 4,74 por cien del nmero total de industrias en Madrid, de las que 102 eran imprentas, 80 talleres de. encuademacin y 54 litografas, y con una modesta ierza motriz, con dos motores de vapor, 58 elctricos y 17 de gas ^^ . El captulo de las industrias del libro y de la edicin recoga una larga herencia, multiplicada en el siglo XIX, en el mibito de los oficios de la ciudad. Haba sido uno de los sectores punta de las actividades econmicas de Madrid. Sin embargo en 1900 estaba reuniendo todos los ingre-dientes para convertirse en una industria ms moderna. Hasta en-tonces el sector de la imprenta haba descansado, pues, en los numerosos talleres de carcter artesanal, familiar, con pocos operarios, con tcnicas que lentamente pasaban de ta mquina movida a mano a los motores, y con un cultura gremial propia de una sociedad prein-dustrial. El sector de la edicin, salvo excepciones segua vinculado a impresores y libreros, con una figura de editor que poco a poco iba emergiendo para definir su autonoma y su papel en el proceso tcnico, econmico e intelectual de la cultura impresa en la lgica del mercado. Las formulas empresariales se haban reordenado en las dos ltimas dcadas del siglo, y aunque continuaron predominando los negocios individuales, empezaron a manifestarse sociedades sobre todo colectivas o comanditarias, siempre en los circuitos familiares o cercanos a sus propietarios buscando puntuales in-yecciones financieras. El siglo veinte incorpor mayores sntomas de modernizacin, con la aplicacin de niveles de industrializacin de las tcnicas ms sofisticados, con la depuracin definitiva de la figura del editor como centro neurlgico de las publicaciones, y con la extensin de las sociedades annimas en el sector, que ahora permitan negocios de mayor alcance. Madrid se converta en una capital de la industria grfica, aupada por nuevas experiencias editoriales, a menudo de la mano de la prensa que lider los cambios tecnolgicos en el sector y tendi a aglutinar mayores concentraciones de capital y organizarse en sociedades annimas.

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  • Madrid 1900. La configuracin de una industria.

    Los cambios fueron ms lentos en el captulo librero que los prota-gonizados por impresores y sobre todo editores. La mayora de libreras eran establecimientos artesanos y a veces efmeros, con im.a estructura de difusin antigua, aunque algunas iniciaron empresas de mayor alcance, no slo en funcin del mercado nacional sino de la estrategia de proyeccin al mercado hipanoamericano. De todas formas se produjo un aimaento de las libreras de nuevo en consonancia con los nuevos rumbos del mercado cultural. Entre 1897 y 1902 se crearon 22 en Madrid ^^ , cuando slo haban abierto una o dos al ao en la dcada de los aos noventa.

    La importancia de los libreros de nuevo era compartida en la ciudad por la venta ambulante de buhoneros y repartidores ^^ , as como los quioscos que proliferaron como lugares de difusin de prensa y ms tarde con las colecciones de novelas y cuentos. Por su parte las libreras de viejo o de lance cumplan un papel de difusin de primera magnitud para un mercado multiplicado. Estas tendieron a desplazarse a las afueras, como consecuencia del crecimiento de la ciudad.

    Arturo Barea recuerda en su juventud los escenarios de las libreras de lance en las primeras dcadas del siglo, y la importancia de este mercado de segunda mano en la difusin de libros:

    La Plaza del Callao est llena de puestos de libros. Todos los aos, cuando van a empezar las clases, hay feria de libros y Madrid se llena de puestos. Donde ms hay, es aqu que es el barrio de los libreros, y en la puerta de Atocha. Aqu llenan la plaza y en la Puerta de Atocha el Paseo del Prado. A m to y a m nos gusta recorrer los puestos y buscar gangas. Cuando no hay ferias entramos en las libreras de la calle de Mesonero Romanos, de la Luna y de la Abada. La mayora son barracones de madera en los solares. En la esquina de la calle de La Luna y de la calle de la Abada est la librera mayor. Es una barraca de madera, pintada de verde, tan grande como una cochera. El dueo, un viejo, es amigo de mi to y, como l, fue labrador; se lan a hablar de sus tiempos y de la tierra. Yo, mientras, revuelvo todos los libros y hago un montn con los que me gustan. Son baratos. La mayora valen diez o quince cntimos. (...) Tambin compro yo libros en la calle de Atocha, pero stos me los vuelven a comprar en la mitad de lo que me cuestan ^^ .

    Pero tambin algunas libreras del centro de la capital hicieron las veces de foro de debate y de creacin de estados de opinin entre los intelectuales. En el Madrid de finales de siglo XIX y principios del siglo XX una librera destac como foro de tertulia: la de Fernando F, instalada en 1876 el local de la Carrera de San Jernimo, muy

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  • 570 Jess A. Martnez

    prxima a Sol, que haba sido primero de Monier con librera y gabinete de lectura y luego del librero Duran. Su situacin, la tradicin de gabinete de lectura y el talante de su propietario eran las condiciones para que los nuevos aires de la tertulia en el espacio urbano convirtieran la librera en uno de los centros ms concurridos de la intelectualidad y sus pretendientes:

    La librera de F ocupaba un local de cinco metros de ancho por diez de fondo. Hallbase dividico en dos crujas, entre las cuales el propietario ^menudo y con un gram bigote negro coloc una especie de cajn, mixto de mesa y pupitre...

    All acudan los literatos ms consagrados del ltimo tercio del siglo Campoamor, Nuez de Arce, Echegaray, Pardo Bazn, Galds, J u a n Valera.... pero tambin noveles reclamando un hueco en el olimpo literario y otros personajes diluidos en su tiempo.Tambin la frecuen-taron en ocasiones Ortega y Munilla, o polticos como Pi y Margall, Cnovas, Silvela, Canalejas,... Era un espacio donde se creaban estados de opinin, se alimentaban famas o se medan presitgios, mientras era un vivero de escritos difundidos despus en la prensa, o el medio para conseguir una publicacin o entrar en el crculo de la aristocracia del cerebro como as lo defini un artculo de la poca.

    En los ltimos aos del siglo XIX y principios del siglo XX haba una mayor movilidad cultural protagonizada por diversos pblicos, en un contexto de mayor apertura cultural al exterior y un mayor dina-mismo de entrada de libros y prensa.

    Se puso de manifiesto la pluralidad de pblicos y de la oferta impresa, y el cambio de relaciones entre los lectores y los escritores, basadas has ta entonces en la fidelidad y la relectura, cuando ahora se impona lo eventual y lo efmero, en un ambiente cultural menos esttico.

    La lectura se extendi favorecida por los avances de la alfabetizacin. En Madrid en 1900 un 67 por cien de la poblacin saba leer y escribir y un 2,5 por cien slo leer, es decir 375.424 personas para una poblacin de 539.835 en un contexto de alfabetizacin acelerado en los primeros pasos del siglo XX, por encima de la media nacional ^^ , cuyo porcentaje de alfabetizados era slo de 33,4 por cien ms otro 2,7 por cien que solo saba leer ^^ . En 1900 el nmero de lectores en la Biblioteca Nacional haba sido 69.532, pero no acababa de cuajar una red de bibliotecas populares como expresin de la mayor dedicacin a la lectura pblica. En trminos cualitativos, el libro y la lectura haban adquirido en el

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  • Madrid 1900. La configuracin de una industria.

    horizonte de muchos colectivos sociales la categora de instrumento de aprendizaje, y de movilidad, cuando no de emancipacin social. La novela se haba instalado en un primer plano despus de haberse abierto camino ms all de su etiqueta de portadora de malas lecturas, pero tambin se haba multiplicado el inters por los libros escolares, infantiles y juveniles, la extensin de la lecturas tnicas, y el man-tenimiento de la demanda de libros religiosos. Y el consumo de prensa. Aunque todava estaban por llegar experiencias de lectura de mayor alcance como la protagonizada por el Cuento Semanal, en 1900 Madrid haba dado los pasos para una mayor socializacin de la lectura en claves de su mayor proyeccin social. La lectura de prensa multiplicada, por su parte, haba cambiado los hbitos de una lectura reposada, con veneracin y a una hora fija como ritual diario, dotado de fidelidad, hacia una lectura ms efmera y extensiva.

    Con todo ello, tanto en trminos de oferta como de demanda, Madrid en 1900 haba reunido todos los ingredientes para convertirse en una capital cultural, no slo por la intensificacin de la presencia de in-telectuales en ella, y el nuevo papel que stos jugaban, sino por la construccin de una industria cultural al calor del proceso de trans-formaciones de todo tipo que protagoniz la ciudad con el nuevo siglo.

    Notas

    ^ Garca Delgado, Jos Luis Madrid en los decenios interseculares. La economa de un naciente capital moderna en Garca Delgado, Jos Luis. (Ed.) Las ciudades en la modernizacin de Espaa. Los decenios inter secular es. Madrid, Siglo XXI, 1992.

    ^ Fusi, Juan Pablo El despertar de la cultura espaola, 1900-1931 en Octavio Ruiz-Manjn-Alicia Langa (Eds.) Los significados del 98. La sociedad espaola en la gnesis del siglo XX. Madrid, Biblioteca Nueva y Universidad Complutense, 1999, p. 770.

    ^ Fusi, Juan Pablo Un siglo de Espaa. La cultura. Madrid, Marcial Pons Historia, 1999, pp. 16-17.

    ^ Shorske, Cari. E. Viena, fin de sicle. Poltica y Cultura. Barcelona, Gustavo 'lili, 1981.

    ^ Fernndez de los Ros, ngel El Futuro Madrid, paseos mentales por la capital de Espaa, tal cual es y tal cual debe dejarla transformada la revolucin, Barcelona, Los Libros de la Frontera, 1975, pp. 15, 18, 307 y 351.

    ^ Mesonero Romanos, Ramn de Escenas Matritentes. Madrid, 1881, vol. II, p. 375. ^ Sobre el liderazgo generacional de Ortega hacia 1910 y, en general, el compromiso

    de los intelectuales de esta generacin, vase Vicente Cacho Viu Los intelectuales y la poltica. Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, p. 52 y ss.

    ^ Martnez, Jess A. La cultura en el siglo XIX en Fernndez, A. Historia de Madrid. Madrid, Universidad Complutense, 1993, pp. 549-564.

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  • Jess A. Martnez 572

    ^ Otero, Luis E. El mundo de la cultura en Ibidem, pp. 697 y ss. ^^ Julia, Santos La aparicin de la intelectuales en Espaa Claves de Razn

    Prctica, if 86 (1998), pp. 2-10. ^^ Ibidem, p. 7. ^^ Epistolario completo Ortega-Unamuno. Edicin de Laureano Robles. Madrid,

    Ediciones El Arquero, 1987, p. 68. La carta est fechada el 27 de enero de 1907. La referencia de Ortega a la charca de Madrid alude a la conocida comparacin una-mimiana de la capital con una charca, como expresin de su reiterada aversin al clima social y poltico de la capital y en un sentido ms amplio al mundo urbano. En una carta de 1908 Unamuno contesta a Ortega Ir ah, a Madrid? A ese indecente, a ese bochornoso, a ese indolente, a ese repulsivo Madrid? A esa cueva de polticos, estetas, chulos, pedantes, cmicos y periodistas? Voy a probar cuanto tiempo puedo pasarme sin pisar eso. Ibidem, p. 86.

    ^^ Aubert, Paul Madrid, polo de atraccin de la intelectualidad a principios de siglo en Bahamonde-Otero (Eds.) La sociedad madrilea... op. cit, vol. II, pp. 101-138.

    ^^ Espn, Mara Pilar El teatro por horas en Madrid (1870-1910). Madrid, Instituto de Estudios Madrileos y Fundacin Jacinto e Inocencio Guerrero, 1995.

    ^^ Unamuno, Miguel de Recuerdos e intimidades Madrid, Tebas, 1975, pp. 106-107. ^^ Paul Aubert. Madrid, polo.... cap. cit. p. 115 y del mismo autor La presse

    espagnole et son public 1914-1918. Universidad de Pau, 1983. Tambin Desvois, Jean Michel El progreso tcnico y la vida econiomica en la prensa en Espaa de 1898 a 1936 en Espaa, 1898-1936, Estructuras y cambio Madrid, Universidad Complutense, 1984, pp. 91-114.

    ^^ Estadstica de la Contribucin Industrial y de Comercio, 1895-96, 1900 y 1905. ^^ Relacin nominal de establecimientos enclavados en el mismo con expresin

    de las calles, nombres, clase de industria, fecha de licencia, nmero de huecos y fuerza potencial de las mquinas 9 de noviembre de 1903. El ayuntamiento elabor una segunda relacin en 1904 donde se expresaban los establecimientos sobre los que se ignoraba si disponan o no de licencia. Archivo de Villa, Secretara 18-129-2 y 18-130-1.

    ^^ Baroja, Po Mala hierba en Obras Completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1946, I, p. 432. Cit. por Moral, Carmen del en el epgrafe La industria tipogrfica en La sociedad madilea fin de siglo y Baroja. Madrid, Turner, 1974, p. 169.

    ^^ Ministerio de Fomento. Memoria acerca del estado de la industria en la provincia de Madrid en el ao 1905 Madrid, 1907.

    ^^ Botrel, Jean-Franois y Desvois, Jean-Michel Las condiciones de la produccin cultural en Salan, Serge y Serrano, Carlos (Eds.) 1900 en Espaa. Madrid, Espa-sa-Calpe, 1991, p. 57.

    2^ Botrel, Jean-Franois La diffusion du livre en Espagne (1868-1914). Madrid, Casa de Velazquez, 1988.

    ^^ Barea, Arturo La forja de un rebelde. Mxico, Ed Montjuich, 1959, pp. 82-83. ^^ Tiana, Alejandro Alfabetizacin y escolarizacin en la sociedad madrilea de

    comienzos del siglo XX (1900-1920) en Bahamonde, Angel E. Otero, Luis. (Eds.) La sociedad madrilea durante la Restauracin 1876-1931. Madrid, Comunidad de Ma-drid-Alfoz, 1989, vol. II, p. 203.

    ^^ Viao, Antonio Leer y escribir Historia de dos prcticas culturales Mexico, Fundacin Educacin, voces y vuelos, lAP, 1999, p. 109.

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