macallister heather - un amor verdadero

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Un Amor verdadero Un Amor verdadero Heahter MacAllister Un amor verdadero (2001) Título Original: Personal relations Editorial: Harlequin Ibérica Sello / Colección: Súper Bianca 100 Género: Contemporáneo Protagonistas: Chase Davenprot y Brooke Weaters Argumento: Brooke Weathers no hacía más que contar los días que le quedaban a su hermana Courtney para ingresar en la universidad, porque sólo entonces podría disfrutar de una vida… sexual. Chase Davenport, por su parte, había estado tan ocupado escalando puestos en su empresa y cuidando de su hermanastro Jeff, que ya ni siquiera se acordaba de que alguna vez tuvo una vida sexual…

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Un Amor Verdadero

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Page 1: Macallister Heather - Un Amor Verdadero

Un Amor verdaderoUn Amor verdaderoHeahter MacAllister

Un amor verdadero (2001)Título Original: Personal relationsEditorial: Harlequin IbéricaSello / Colección: Súper Bianca 100Género: ContemporáneoProtagonistas: Chase Davenprot y Brooke Weaters

Argumento:

Brooke Weathers no hacía más que contar los días que le quedaban a su hermana Courtney para ingresar en la universidad, porque sólo entonces podría disfrutar de una vida… sexual. Chase Davenport, por su parte, había estado tan ocupado escalando puestos en su empresa y cuidando de su hermanastro Jeff, que ya ni siquiera se acordaba de que alguna vez tuvo una vida sexual…Pero cuando los dos adolescentes, Courtney y Jeff, decidieron casarse, Brooke y Chase se vieron obligados a formar un equipo para impedirlo. El problema era que no podían mantener las

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manos alejadas el uno del otro durante el tiempo suficiente para poder hacerlo…

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Heahter MacAllister – Un amor verdadero

PrólogoSoy alumna del instituto West Houston y estoy buscando un novio

para mi hiperprotectora hermana mayor, que me está agobiando terriblemente. Si tienes un hermano mayor disponible de unos veinticinco años como mínimo, y no es un monstruo, llámame para ver cómo podemos juntarlos. Tus esfuerzos se verán recompensados.

—Hola, me llamo Jeff Ryan y llamo por el anuncio publicado en Additudes.

—Oh, sí. Menos mal que no ha sido mi hermana quien ha contestado el teléfono. Por cierto, me llamo Courtney Weathers.

—Ya sé quién eres. Estás participando en el musical del instituto, ¿verdad?

—Sí, sólo en el coro, pero también soy la sustituía de Nellie.—¿Estás contenta?—Bueno, no tanto como si estuviera en el lugar de Nellie, que tiene el

papel principal. ¿Tienes un hermano?—Sí.—¿Es guapo?—No sé si es guapo o no. En realidad es mi hermanastro, y lo cierto

es que nunca ha tenido problemas para salir con chicas, si eso te sirve de algo.

—¿Y por qué entonces no tiene actualmente una novia? Porque supongo que no la tiene, ya que si fuera así no habrías llamado.

—Trabaja constantemente y no le queda tiempo para eso. Y cuando no trabaja me fastidia a mí.

—Eso me suena.—Quiero decir que es un gran tipo, y me ha dejado vivir con él

mientras termino los estudios en West Houston, pero está empeñado en que yo «siga sus pasos», y tonterías así. Tiene toda mi vida planificada y…

—¡Vaya! ¡Acabas de describir a mi hermana! Brooke es igual. Cuando le digo que quiero ser actriz, ni me escucha.

—Pero tus padres sí que la escuchan a ella, ¿verdad?—Eso me temo. Mi padre trabaja en El Bahar, así que viven lejísimos

de aquí y piensan que mi hermana es una santita, principalmente porque lo es de verdad. Siempre se ponen de su lado. Es como si pensaran que sigo siendo un bebé.

—Bueno… yo no creo que Chase, mi hermanastro… sea precisamente el tipo más adecuado para una santita.

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Heahter MacAllister – Un amor verdadero

—Ese es el problema: que antes no solía serlo. Se toma su responsabilidad demasiado en serio. Lo que necesita es distraerse.

—Ya… eso es también lo que necesita Chase. No hace más que trabajar y…

—¿Tú crees que tendrá tiempo para salir con mi hermana?—Si tu hermana se parece en algo a ti, seguro que lo sacará de

alguna parte.—¡Oh! Hey, gracias. Eso ha sido muy bonito.—De nada. El asunto es el siguiente: continuamente Chase me está

dando ejemplo con su propio comportamiento, así que, si sabe que yo estoy pendiente de cómo trata a tu hermana, deberá tener cuidado si no quiere que le monte una escena. Ya sabes, la fibra sensible de la culpa.

—De acuerdo. Así que lo único que necesitamos es juntarlos. ¿Tienes algo que hacer cuando salgas del instituto?

—No.—¿Por qué no te ofreces a ayudarnos con los decorados y el montaje

del musical? Necesitamos más gente.—Nunca había hecho eso antes.—Te enseñarán cómo se hace. Así podré presentar a Brooke a tu

hermano cuando los dos vayan a recogernos.—Pero yo conduzco mi propio coche. El de Chase, vamos.—Pues llévalo a que le cambien el aceite, o lo que sea,—Estupendo, ya se me ocurrirá algo. ¿Cuándo quieres que

ejecutemos el plan? ¿Tienes alguna sugerencia?—¿Qué te parece mañana?

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Heahter MacAllister – Un amor verdadero

Capítulo 1El tráfico del centro de la ciudad era peor de lo habitual, así que

Brooke Weathers entró con retraso en el aparcamiento del instituto West Houston. Varios chicos y chicas se hallaban reunidos en grupos delante de la puerta del auditorio. Todo indicaba que los ensayos del musical South Pacific ya habían terminado. Buscó la cabeza morena de su hermana pequeña hasta que finalmente la descubrió apoyada en un Porsche plateado, charlando con sus ocupantes.

—¡Courtney! —la llamó.Su hermana se enderezó y le hizo señas para que se acercara.Brooke maldijo entre dientes. Si Courtney se hubiera molestado en

caminar sólo unos cuantos pasos, entonces ella habría podido salir en aquel preciso momento del aparcamiento. Negó con la cabeza, pero su hermana insistía. Había sido un día duro, un día en el que debería haberse quedado a trabajar durante media hora más, y lo habría hecho si no hubiera tenido que recoger a Courtney. A pesar de los vehículos que, tenía esperando detrás, volvió a negar con la cabeza indicándole que subiera al coche.

Courtney acabó enfadándose. Se dirigió apresurada hacia ella y nada más subir cerró de un portazo.

—¿Por qué no querías acercarte?—No tenía ganas de atravesar todo el aparcamiento del instituto sólo

porque tú estabas haciéndote la diva.—Yo sólo quería que conocieras al hermano de Jeff —explicó Courtney

mientras se abrochaba el cinturón de seguridad.—¿Quién es Jeff?—El chico que trabaja en la escenografía. Ese era el coche de su

hermano —miró de reojo a Brooke—. Su hermano es soltero. Le he estado hablando de ti. Parecía interesado.

—Interesado en una sola cosa.—¡Oh, vamos, Brooke! Si te animaras un poco, quizá podrías salir con

él.—¿Salir con él? —Brooke cruzó los dedos como si quisiera exorcizar a

un demonio—. ¿Un soltero maduro con un Porsche? ¿Es que no te he enseñado nada?

—Sí, me has enseñado a pasar los fines de semana limpiando la casa contigo, para luego sentarnos a ver un vídeo con una bolsa de palomitas como única recompensa. Bárbaro.

—No todos lo sábados te quedas en casa —replicó Brooke.—Yo no, pero tú sí.

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—¡Estoy demasiado cansada para salir con alguien! —exclamó, riendo. Pero aquello no le hacía gracia a Courtney.

—De verdad que me habría gustado que conocieras al hermano de Jeff.

—Gracias, pero no.Lo último que necesitaba Brooke en aquel momento era el estrés de

una primera cita, con todas las expectativas y complicaciones posteriores. Con Courtney vigilando cada uno de sus movimientos, sería terrible. La mayoría de los hombres no comprendían por qué una mujer soltera de unos veintitantos años se auto imponía un toque de queda a medianoche. Por lo demás, no sería un buen ejemplo para su hermana, que tal vez quisiera imitarla aunque todavía estuviera en el instituto. No merecía la pena.

Lo que sí merecería la pena sería la satisfacción de conseguir matricularla en una buena universidad. Sólo entonces podría permitirse salir con alguien. Hasta que llegara ese momento, no necesitaba ese estrés adicional.

—Tienes que conocerla —insistía Jeff—. Si se parece en algo a Courtney, entonces es puro fuego.

Chase Davenport lanzó a su hermano una larga mirada mientras esperaba ante el semáforo en rojo.

—Me refería en el buen sentido de la palabra, no en el otro —intentó explicarse Jeff mientras sacaba un papel de un bolsillo—. Mira, aquí está su número de teléfono.

—No, gracias —dijo Chase—. No necesito ayuda para buscarme una mujer.

—Pues lo cierto es que, dadas tus capacidades, no lo estás haciendo muy bien —repuso mientras tomaba el teléfono móvil de su hermano.

—¿Qué estás haciendo?—Apuntando el número de teléfono de Courtney en tu agenda por si

acaso cambias de idea.Chase no se molestó en protestar. Ya lo borraría después.—Me sorprendió enterarme de que te habías apuntado al grupo de

montaje del musical. No sabía que te interesaran esas cosas —Chase suponía que debería sentirse agradecido de que por fin Jeff demostrara algún interés por algo, pero jamás había imaginado que ese «algo» fuera la obra musical del instituto.

—Oh, sí. No está mal.—¿Es así como conociste a Courtney?—Todo el mundo conoce a Courtney —repuso Jeff.Chase estaba empezando a comprender. Jeff estaba más interesado

en aquella Courtney que en el musical. Recordó a la jovencita que

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acababa de conocer. Era bonita. Lucía un suéter rojo brillante a juego con sus labios, y unos grandes aretes de plata en las orejas que se agitaban cuando hablaba. Nadie podría considerarla una chica «poquita cosa», que era lo que él habría esperado de Jeff.

Se sonrió mientras su hermano pasaba a hablarle de los sistemas de focos en los que estaba trabajando para el musical. Aquella Courtney debía de ser una chica estupenda. Y Jeff muy bien podría frecuentar a las chicas como ella mientras dispusiera de tiempo para hacerlo, porque no tendría ese tiempo cuando en otoño empezara los estudios en la universidad.

El propio Chase ni siquiera tenía tiempo para frecuentar a chicas, fueran estupendas o no. Pero no le importaba. Por el momento, su trabajo gozaba de preferencia. Aminoró la velocidad conforme se acercaba a un semáforo en rojo. Los problemas empezaban cuando las aventuras sin importancia se convertían en algo más profundo: era allí donde comenzaban las expectativas. Y Chase tenía que admitir que había sido culpable de cambiar un par de veces los términos de una relación: él solo, por iniciativa propia. Pero ya no. Ahora tenía un plan. Era un plan maravillosamente sencillo: hacer un montón de dinero y retirarse pronto para poder tener una relación seria, con esposa e hijos incluidos: una familia.

Miró a Jeff. Tenían muchas cosas en común: ambos eran hijos de padres que habían tenido hijos antes de ser capaces de superar su propio egoísmo. La madre de Jeff todavía no estaba preparada para serlo, y era precisamente por eso por lo que Chase estaba haciendo de padre adoptivo del chico. Algo que no le molestaba en absoluto: al contrario. Jeff era un gran chico y él se sentía halagado de que hubiera querido enredarle con la hermana de Courtney.

Por el momento, sin embargo, dejaría pasar aquella oportunidad.—Jeff, esto no está funcionando. Van pasando los días y estos dos ni

siquiera se saludan.—Lo sé. Chase dice que no va a llamar a tu hermana.—Es una verdadera pena, porque estoy segura de que harían muy

buenas migas. ¿Sabes en que nos hemos equivocado? No debimos haber intentado presentarlos. Deberíamos haber hecho que se conocieran accidentalmente.

—Ya, pero ahora esa posibilidad queda cerrada.—A no ser que les demos un buen motivo para que se encuentren. Y

tendremos que inventarnos algo rápido, porque tengo que enviar mi solicitud de ingreso en la escuela de cine antes del día siguiente de San Valentín.

—¿Y qué tiene eso que ver con todo esto?—¡Pues que necesitaré el dinero de la matrícula! A Brooke no le

gustará la idea, y sin la aprobación de Brooke, mis padres no me darán la pasta.

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Heahter MacAllister – Un amor verdadero

—Sigo sin…—Si nos inventamos algo drástico, definitivo, entonces lo de la

escuela de cine parecerá bueno en comparación. Por lo demás, Chase se mostrará encantado de dejarte hacer lo que quieras.

—Pero yo no sé lo que quiero hacer.—Pues será mejor que lo decidas pronto, porque vas a colocarte en

una estupenda posición negociadora.—¿Casada? No me hagas reír —pero Brooke no tenía ningunas ganas

de reír. De hecho, a cada segundo se sentía más y más enferma. Y observar cómo su cuenco de cereales y fibra vegetal estaba absorbiendo la leche en una masa pastosa y gris no la estaba ayudando en nada.

—¿Prefieres entonces que vivamos juntos primero? —Courtney hizo una mueca—. No creo que a mamá y a papá les gustara oír eso, sobre todo después de su pequeño sermón diario —al ver que Brooke parpadeaba asombrada, añadió—: Te lo diré de otra forma. ¿Por qué un hombre habría de comprarse una vaca cuando puede conseguir la leche gratis? —tomó una cucharada de cereal.

—Bueno, si quieres compararte con una vaca… eso sí que no puedo evitarlo —le espetó Brooke, irritada por la satisfecha expresión de su hermana.

—Y dado que tengo dieciocho años, tampoco puedes evitar que me case.

«Cierto, cierto, terriblemente cierto», se dijo Brooke. La de la noche anterior había sido su tercera cita de aquella semana con Jeff Ryan. Courtney decía que era alumno de los cursos superiores del instituto, pero a Brooke le costaba creérselo: se habría sorprendido si le hubieran dicho que tenía que afeitarse más de una vez al mes. De hecho, cuando lo conoció el pasado lunes, le había extrañado que Courtney estuviera saliendo con él.

Brooke observó a su hermana, dándose cuenta de que se había equivocado de táctica. Había mostrado una inmediata hostilidad ante la idea, de forma que Courtney se había puesto a la defensiva. A su edad, ella habría hecho lo mismo. Entonces, ¿por qué no podía recordar lo que se sentía al tener dieciocho años, con toda la vida por delante?

Quizá porque nunca había sido una chica de dieciocho años enfrentada a un luminoso futuro. Quizá porque, cuando sólo tenía diecisiete, lo había estropeado todo. Nadie sabía mejor que ella cuáles podían ser las consecuencias de una mala decisión. Era una suerte que sus padres confiaran todavía lo suficiente en ella como para permitirle que cuidara de Courtney mientras ellos trabajaban en el extranjero, en El Bahar.

Y, en esa ocasión, no les fallaría.—Es tan guapa… Deberías ver la manera que tiene de arrugar la nariz

cuando se ríe.

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Chase Davenport descartó la corbata de seda gris que tan bien le sentaba a su camisa para cambiarla por otra. Una que le resultara fácil de anudar, que era lo que no estaba consiguiendo hacer cuando las manos le temblaban de furia contenida. Debería haber adivinado que aquella chica, Courtney, acabaría ocasionándole problemas.

—Un esposa necesita bastantes más cualidades que… una nariz arrugada —comentó disgustado, sin lograr con ello que su hermano renunciara a continuar relatándole las insípidas virtudes de Courtney.

El chico apenas tenía dieciocho años y una caza fortunas ya se había fijado en él. Chase había esperado protegerlo de las mujeres de esa clase. Mujeres como la propia madre de Jeff. Aunque, bien mirado… ¿de qué se sorprendía? Jeff debía de sentirse cómodo entre caza fortunas. Lo llevaba en la sangre. Qué ironía. El hijo de una oportunista cazado por otra.

Pero era una pena que Chase no estuviera de humor para apreciar esa ironía. Hacía mucho tiempo que había abandonado cualquier pensamiento de venganza contra Zoé Colquitt Ryan Zukerman Brown Davenport el Haibik del Franco. Eso era asunto de su padre, no suyo, y él ya se había llevado suficientes disgustos durante su breve matrimonio. Y además había ganado un hermano pequeño. Pero Jeff ya no era tan pequeño, ya que en aquel instante estaba hablando de matrimonio. Era absurdo.

—¿Se lo has propuesto ya a la chica? —le preguntó, interrumpiendo su parloteo.

—Bueno, esto… sí. Por eso sabemos que nos vamos a casar.—¿Le has regalado un anillo?—¿Un anillo?—Un anillo de compromiso, habitualmente un diamante, que le

pondrás en el dedo anular de la mano izquierda. Ella dará grititos de felicidad, quizá incluso se las arregle para derramar una o dos lágrimas, luego correrá a ver a sus amigas, que la felicitarán con efusión mientras tasarán mentalmente el valor y el peso de la piedra.

—Oh, no creo que Courtney sea de ese tipo de chicas.—Todas son de ese tipo de chicas.—Courtney es diferente.—¿Qué dice su familia? —inquirió Chase, suspirando. Quizá podría

formar una alianza con ella…—Oh, su hermana piensa que definitivamente debemos casarnos.—¿Te refieres a la del «puro fuego»?—Hablaba metafóricamente. Es consciente de lo mucho que nos

amamos y nos aconsejó que no esperáramos demasiado.«Ya. Esa mujer también debe de tener el símbolo del dólar grabado

en los ojos», se dijo Chase. Genial. Sacar a su hermano de aquel atolladero se le antojaba una actividad cada vez más onerosa.

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Brooke tomó un sorbo de zumo de naranja mientras pensaba sobre su siguiente comentario.

—¿Cuándo será la boda?Courtney la miró con una expresión de sorpresa que se apresuró a

disimular.—Bueno… el día de San Valentín se está acercando. Sería una pena

desperdiciar la oportunidad.Brooke ya no pudo soportarlo más. Aquello ya era demasiado.—¿Dos semanas? ¿Estás loca? Si ni siquiera has terminado los

estudios en el instituto. ¿Y qué pasa con la universidad? ¿Es que vas a tirarlo todo por la borda?

—Sí, eso: hablemos de la universidad —Courtney bajó bruscamente la cuchara—. No quiero ir a la universidad de Texas, ni a A&M, ni a…

—No tienes por qué hacerlo. Tengo dinero ahorrado, así que si quieres puedes matricularte en una universidad privada. Puedes ir a Baylor, o a George…

—¿O a la escuela de artes escénicas de Los Ángeles?—Nada de escuelas de cine.Courtney cruzó los brazos sobre el pecho.—Entonces no sé muy bien qué es lo que estoy tirando por la borda.—¿Cómo puedes hacerle esto a papá y a mamá?—Oh, por favor, otra vez con eso…—Sí, eso. Han trabajado mucho para que tú…—No habrían tenido que trabajar tanto de no haber sido por ti.Las dos hermanas se miraron fijamente. Brooke no conseguía

tragarse el nudo de emoción que tenía en la garganta. Y de repente Courtney no fue capaz de mirarla a los ojos. Ya estaba a punto de pedirle disculpas por lo que le había dicho cuando llamaron a la puerta cíe la cocina: era Jeff.

—¡Jeff! —exclamó Courtney, abrazándolo—. Te he echado taaaanto de menos…

—Yo te he echado mucho más de menos.—Y yo muchísimo más —repuso la chica, con su boca a tan sólo unos

centímetros de la suya.—No, yo infinitamente más… —replicó Jeff.—¡Oh, por el amor de Dios! —Brooke se levantó para dejar su cuenco

de cereales en el fregadero. Al lanzar una rápida mirada por encima del hombro, vio que Courtney y Jeff ya habían empezado a besarse y a murmurarse palabras cariñosas.

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La adolescencia y sus hiperactivas hormonas. ¿Por qué no existía una píldora que acabara con ese tipo de cosas? Seguro que algún investigador estaría trabajando en alguna. Brooke pensó que debería contribuir a esa buena causa.

—Voy a buscar mi lápiz de labios… espérame un segundo —le dijo Courtney a Jeff antes de dirigirse al cuarto de baño.

«Bien», se dijo Brooke. Si su hermana se pintaba los labios, eso quería decir que no estaba planeando una sesión de besos y arrumacos de camino al instituto.

—¿Te contó Courtney la gran noticia? —inquirió Jeff desde el umbral sonriendo con una cierta expresión voraz, en opinión de Brooke. Como un gato al que acabaran de presentarle un plato de leche fresca.

—Sí —Brooke terminó de recoger el resto de los platos sabiendo que su hermana saldría corriendo de casa sin preocuparse por esas cosas. Otro síntoma de inmadurez.

—Bueno, la verdad es que estaba esperando algún tipo de felicitación. O algo así…

—Olvídalo. Está enfadada. Ya te lo había avisado —comentó Courtney volviendo en aquel instante del cuarto de baño con el lápiz de labios.

—¿Cómo recibieron tus padres la «gran noticia»? —le preguntó Brooke al chico.

—Todavía no se lo le contado —respondió de buen humor.Brooke se dirigió entonces a Courtney:—Antes de que empieces a atacarme, procura enterarte de lo que

tienen que decir sus padres.—Mis padres ya no están juntos. Vivo con mi hermanastro… bueno,

en realidad, mi ex hermanastro.Aquello sí que había agarrado desprevenida a Brooke. Un ex

hermanastro. Pobrecillo.—¿Qué edad tiene tu hermanastro?—Oh, es viejo. Treinta o treinta y uno, por lo menos. Ya no le gusta

organizar fiestas cuando cumple años, así que no sé muy bien cuántos tiene.

¿Un treintañero? Brooke apretó los dientes. Aquel hombre debería avergonzarse de sí mismo. Se había imaginado a alguien un par de años mayor que Jeff, dado que cualquier adulto responsable habría intentado sacarle la idea del matrimonio de la cabeza. Por tanto, el hermanastro de Jeff, o quienquiera que fuese, no era un adulto responsable.

—¿Tu… tu hermanastro…?—Se llama Chase.—¿Chase te dijo qué fecha le parecía más adecuada para vuestra

boda?

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—No hablamos de fechas… ni de nada más —admitió Jeff antes de que Courtney le propinara un codazo en las costillas.

—O sea que probablemente ni siquiera sabe que queréis casaros antes de terminar vuestros estudios en el instituto. Cuando en el futuro os pongáis a pensar sobre ello, os daréis cuenta de todo lo os que habéis perdido: un montón de diversión.

—¿Por qué habríamos de perdernos nada? —inquirió Courtney.—Porque… porque estaréis demasiado ocupados como para pensar

en cualquier cosa que no sea trabajo y obligaciones. ¿Cómo si no podréis pagaros un apartamento?

—No tendremos que trabajar —replicó Jeff, abrazado a Courtney—. Chase me dijo que podíamos vivir con él. ¿No es estupendo?

«Estupendo» no era precisamente la palabra que Brooke habría elegido. Habría escogido más bien «estúpido», «irresponsable» o «imbécil». Estaba tan furiosa que hasta le costaba trabajo respirar. Iba a tener que zanjar aquel asunto ella sola. No molestaría a sus padres con eso.

Pero a quien a buen seguro iba a molestar era a Chase Davenport.

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Capítulo 2—Oye, ¿has visto la cara que ha puesto? —Oh, sí. Creo que dentro de

muy poco se van a encontrar.Para cuando llegó a su trabajo, Brooke estaba hirviendo de furia. La

única razón por la que no había ido a buscar directamente a Chase Davenport a su oficina, después de que Jeff le hubiera facilitado solícito su tarjeta, no era otra que las tres entrevistas que tenía programadas para esa mañana. Brooke trabajaba de consejera personal en Petróleos Haldutton. Gradual, pero tenazmente, había ido escalando peldaños en la corporación hasta alcanzar su puesto actual como entrevistadora de candidatos a ejecutivos. Cuando al cabo de un año se licenciara, estaría en condiciones aun mejores para seguir ascendiendo. Llevaba siete años estudiando en clases nocturnas para conseguir una licenciatura en ciencias empresariales. Ansiaba desesperadamente terminar antes de que Courtney saliera del instituto, pero lo cierto era que no podía darse más prisa. Quería ofrecerle un buen ejemplo a su hermana, demostrarle lo muy importante que era una buena preparación y educación. Y enseñarle, también, lo duro que resultaba trabajar y estudiar al mismo tiempo.

Courtney, afortunadamente, no iba a tener que pasar por todo aquello. Al fin y al cabo, sólo era culpa suya que hubiera tardado tanto tiempo en conseguir su licenciatura. Su hermana no había tenido que padecer las consecuencias de su irresponsabilidad. Pero ahora… después de tantas y tantas noches de estudio, de sacrificios… ¿Creía acaso Courtney que ella había disfrutado convirtiéndose en una bestia de carga, obsesionada continuamente con el trabajo? No, le había faltado tiempo para establecer una relación con alguien. Había salido con un par de tipos, pero, francamente, no le había apetecido llegar a más. Ya tendría tiempo para el próximo otoño. El próximo otoño, cuando Courtney entrara en alguna de las universidades a las que había enviado solicitudes de ingreso. Las mismas en las que ella había querido entrar hacía años, y a las que tuvo que renunciar.

Brooke maldijo entre dientes. No, Courtney no estropearía su futuro casándose tan joven.

En aquel instante Chase recordó una vez más las palabras que, en cierta ocasión, le había dirigido su padre: «¿Así que te consideras capacitado para educar a Jeff mejor de lo que yo te eduqué a ti?». Sí, se había considerado mejor capacitado para eso que él. Un niño necesitaba un entorno estable, una mínima seguridad, y no un padre que se había pasado la mayor parte del tiempo viajando y que, cuando iba a casa, en seguida se apresuraba a anunciar que tenía que marcharse de nuevo. Y la madre de Jeff no había sido mejor. Así que cuando Jeff le pidió quedarse en su casa mientras estudiaba en el instituto, Chase aceptó encantado.

Y ahora esto. Pero no. Jeff no se casaría, al menos por el momento. Tomó su teléfono móvil y buscó el número que Jeff le había apuntado en la agenda. Suponía que no habría nadie en casa a esas horas, pero esa

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misma noche, sin falta, sabría cuánto dinero iba a costarle sobornar a Courtney Weathers… y a su hermana.

Brooke se las arregló para reprimir su furia mientras duraron las entrevistas. Ninguno de los candidatos estuvo a la altura de sus exigencias. Esperaba que no fuera una coincidencia. A las once menos cuarto despidió al último entrevistado y cerró la puerta de su despacho. Tanto le temblaban las manos que era incapaz de marcar el número de Chase Davenport en su teléfono móvil, así que decidió hacer un poco de ejercicio para liberar tensión. Lo de correr sin moverse del sitio no resultó, incluso después de quitarse los zapatos, de modo que se puso a dar saltos con los pies juntos, cada vez más alto, partiendo de la posición de cuclillas.

Aquello estuvo mejor, pero sus medias le dieron algunos problemas; estaba a punto de quitárselas cuando se le hizo una carrera. Antes de que los daños fueran todavía peores terminó quitándoselas. Luego continuó con una serie de saltos más y, finalmente y sin aliento, marcó en su móvil el número de Chase Davenport. Mientras esperaba a que contestara, miró la tarjeta que le había dado Jeff. Trabajaba de agente inmobiliario para el Grupo MacGinnis, en otras palabras, era una ejecutivo de éxito. «Y forrado de dinero», añadió al recordar su Porsche color plata.

No estaba. Brooke no quería dejarle mensaje, así que tecleó el número de su secretaria, que también figuraba en la tarjeta.

—El señor Davenport está comiendo —le informó la mujer—. E inmediatamente después tiene que visitar una de nuestras propiedades.

—Oh, ¿y para cuándo calcula que esté de vuelta?—¿Quién lo llama, por favor?—Trabajo en el departamento de personal de Petróleos Haldutton, y

nos gustaría confirmar unas referencias procedentes de un candidato al que acabamos de entrevistar —mintió.

—Es difícil calcularlo, pero creo que podría intentar llamar de nuevo a eso de las tres y media.

Brooke le dio las gracias y colgó antes de que a la secretaria se le ocurriera volver a preguntarle el nombre. Las tres y media. No podía seguir dando saltos en su despacho hasta las tres y media.

Por suerte no tuvo que hacerlo. Incluso pudo consumir una comida baja en calorías sin que su estómago se la rechazara, para así poder enfrentarse a Chase Davenport en plenitud de facultades. Cuanto terminó, ya estaba tranquila. Centrada. Pero de repente sonó el teléfono.

—¡Hola, Brooke! ¿Estás ocupada? —le preguntó Courtney. Parecía muy feliz. Demasiado.

—¿Pasa algo malo?—No pasa nada malo —suspiró, disgustada—. ¿Por qué siempre

tienes que preguntar eso?—¿Dónde estás?

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—Con Jeff. Los ensayos se han interrumpido mientras el director de coro trabaja con los solistas… ¡así que se nos ocurrió bajar al centro de la ciudad a comprar el anillo! Ahora mismo Jeff le está sacando dinero a su hermano. ¿Quieres acompañarnos?

—Yo… tengo una cita esta tarde —repuso Brooke, nerviosa—. De hecho, creo que debería marcharme ahora mismo.

—De acuerdo —comentó Courtney con tono jovial—. Sólo llamaba para asegurarme. No te gustaría que llevara un anillo demasiado pequeño, ¿verdad?

Brooke vio en aquello una salida. Probablemente Jeff se desinflaría cuando viera el precio de los anillos de diamantes.

—Oh, desde luego que no. Después de todo, ese es un anillo… que llevarás para siempre. Es algo muy especial. No querrás comprarte cualquier baratija.

—Claro que no —pronunció Courtney, insegura.—Lo verán todas tus amigas.—Sí, se van a poner celosas.—Sólo acuérdate de las cuatro cualidades necesarias en un buen

anillo de diamantes: belleza, color, transparencia y tamaño.—No lo sabía.—Pues ya lo sabes. Bueno, que os divirtáis.—¡De acuerdo, adiós!Brooke aferró con fuerza el teléfono mientras intentaba respirar

profundamente, para tranquilizarse. Quilates. La quinta cualidad en un diamante eran sus quilates. Bueno, no importaba. Ya le había inoculado a su hermana la semilla de la avaricia, y quizá tuviera que replantearse la idea del matrimonio. No era algo muy justo, pero tampoco iba a preocuparse por ello. Nada más recoger su bolso, salió disparada para la oficina de Chase Davenport.

—Oye, necesito que me dejes una buena cantidad de pasta.Chase esbozó una mueca mientras se recostaba en el sillón de su

despacho, hablando por teléfono con su hermano.—¿Cuánta pasta? ¿Para qué? ¿Para la entrada de un concierto? ¿Para

un coche? ¿Para un viaje?—Para un anillo de compromiso. Ya sabes, un diamante de verdad.—Jeff… —la sangre se le había congelado en las venas.—Y no quiero un anillo cualquiera, Quiero uno bueno… como el que

conserva mi madre.Chase pensó que el tamaño del diamante de Zoé parecía haberse

incrementado con cada matrimonio. Casi podía servir de pista de hielo para las competiciones de patinaje olímpico.

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—Mira —se irguió, pensando rápidamente—, ¿por qué no hablamos de esto en casa, cuando vuelva esta noche?

—Porque Courtney y yo hemos salido ya a comprar el anillo. Hoy no hay ensayo del musical, y disponemos de tiempo.

—Jeff…—Courtney le está pidiendo a su hermana que nos acompañe para

asegurarse de que compramos uno bueno. Le dijo algo acerca de que el tamaño y el color son muy importantes.

De repente, Chase lo vio todo rojo.—Pues asegúrate tú de decirle a Courtney y a su hermana que

cualquier retirada importante de dinero de tu cuenta bancaria tiene que ser aprobada antes por mí.

—Bueno, supongo que eso no será ningún problema, ¿verdad? Quiero decir que, como última solución, siempre puedo pedírselo a mi madre.

Chase optó entonces por una maniobra más inteligente:—Hey, es tu dinero, no el mío, pero la verdad es que nunca más

podría mirar a tu madre a los ojos si permitiera que te compraras una piedra mala, de baja calidad. Ya sabes cómo se pone con los diamantes. Por favor, no compres nada sin que yo lo vea primero.

—Hey, no hay problema.«Sí que hay problema. Y bien grande», repuso Chase para sus

adentros.Chase Davenport trabajaba en un elegante edificio varias calles más

debajo de la oficina de Brooke. Cuando llegó, se sintió aliviada de ver que su empresa, el Gaipo MacGinnis, era, como la suya, de las pocas que todavía exigían a sus trabajadores un atuendo serio y formal. Brooke estaba muy satisfecha de llevar traje. El traje le daba autoridad y prestancia. Y era eso lo que iba a necesitar para enfrentarse a Chase. Tenía que parecer madura, agresivamente madura, ya que él, obviamente, no lo era. El problema era que, hasta que no estuvo delante del mostrador de recepción, no se le ocurrió pensar que tal vez no había regresado todavía a su despacho.

—Brooke Weathers —dio su nombre a la recepcionista—. Por favor, dígale que es algo personal.

La secretaria murmuró algo por su micrófono, antes de alzar la mirada hacia ella con cierta simpatía.

—¿No puede ser un poco más… explícita?—Dígale… que soy la hermana de Courtney Weathers.La mujer estaba repitiendo esa información cuando se abrió una de

las puertas del pasillo.—Ya lo he oído.

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Frente a Brooke apareció un hombre alto, con la camisa arremangada. Aunque se hallaba a varios metros de distancia, en seguida Brooke pudo sentir la hostilidad que emanaba. No era el tipo calvo, rechoncho y afable que había esperado. No. No era calvo ni rechoncho, y su expresión era de una cortesía helada. Con la cabeza le indicó que se reuniera con él en su despacho, y desapareció dentro.

Brooke vaciló, poco dispuesta a dar aquella batalla por perdida. Aunque, pensándolo bien, lo importante de aquel asunto no era precisamente su orgullo. Su objetivo era impedir que Courtney hiciera algo de lo que probablemente se arrepentiría. Esa fue, de hecho, la única razón por la que ignoró los fríos modales de Chase Davenport para seguirlo a su despacho.

Lo primero que pensó Chase fue que la hermana de Courtney no había perdido el tiempo una vez que se enteró de que Jeff necesitaba de su aprobación para realizar cualquier gasto importante.

Después de divorciarse del padre de Chase, la madre de Jeff había hecho un par de bodas importantes y, a esas alturas, le sobraba el dinero por todas partes. Chase había tenido la esperanza de que Jeff no llegara a saber exactamente cuánto dinero le tenía reservado, pero probablemente su madre debía de habérselo dicho. Y también probablemente el chico debía de haberlo comentado en el instituto, de modo que el resultado era el que tenía delante: un problema bien grande vestido con un traje azul marino. Estaba enfadada; eso resultaba evidente. Mantenía la barbilla bien alta y lo miraba directamente a los ojos. En circunstancias normales, eso siempre le gustaba en una mujer, pero aquella situación no tenía nada de normal. Y tampoco lo fue la impresión que se llevó cuando, en el momento en que se acercó, pudo verla mejor. Era como una versión matizada y madura de su hermana. Su pelo no era tan corto, ni tan negro, ni sus labios tan rojos, ni su figura tan delgada… ya que tenía unos pocos kilos adicionales muy bien repartidos.

Chase se dijo que su propia reacción no era más que la respuesta natural de un macho ante una hembra atractiva. Era algo biológico. Nada de lo que preocuparse. Deliberadamente la recorrió con la mirada. Su traje presentaba bastantes huellas de uso, y no parecía excesivamente caro. Chase estaba entrenado en el arte de observar a la gente y calibrarla a primera vista. Había errado en sus juicios un par de veces, pero eso había sido al principio de su carrera. Todo estaba en los detalles. Y los detalles que estaba analizando en aquel instante le decían que estaba ante una caza fortunas. Siguió observándola desde su privilegiada posición detrás del escritorio. No estaba nada mal. Evidentemente se servía de su belleza como arma. Por fortuna, él era inmune a eso.

—¿Qué puedo hacer por usted?—Me llamo Brooke Weathers —le dijo mientras le tendía la mano, sin

acercarse más, de modo que tuviera que levantarse del sillón si quería estrechársela.

Un buen movimiento por su parte, pensó él. No debían de resultarle ajenas las negociaciones, lo cual era un dato importante. Mientras Chase

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decidía si ofenderla o no ignorando su gesto, los dos no dejaron de mirarse a los ojos. Sin que pudiera evitarlo, se fijó en que los de ella eran castaños. Y se fijó también en las diminutas pecas de su nariz, que le recordaron veranos pasados en las playas de Galveston. Finalmente, decidió estrecharle la mano. No iba a sacar nada ofendiéndola. No se trataba de demostrar ningún poder, sino de sacar a Jeff del lío en el que se había metido.

Lentamente, se levantó para estrecharle la mano. Fue un contacto cálido. Demasiado. Chase sintió un cosquilleo tan intenso en la palma que llegó incluso a sospechar que había ocultado algo en la mano: algún objeto eléctrico. Pero no llevaba nada. Debía de ser electricidad estática. De lo que sí estuvo seguro era de que temblaba ligeramente.

—Tome asiento —le ofreció.Para su sorpresa, Brooke se sentó en el brazo acolchado de la silla.

Chase pensó que estaba muy atractiva así. Quizá admitir que era una chica muy atractiva no fuera tan malo, después de todo. Estaba familiarizado con las chicas atractivas. Al contrario que Jeff, razón por la cual se había enredado en aquel lío. Pero Chase ya no se sentía tentado por las bellezas de playa con pecas en la nariz. Además, las mujeres con las que trabajaba casi habían llegado a considerar la palabra «atractiva» como algo ofensivo, humillante. Se le ocurrió una idea.

—Está usted muy atractiva sentada así —le comentó sonriendo, para picarla.

—Quiero hablar con usted de Courtney y Jeff —declaró Brooke, como si él no hubiera hablado.

Clase se repantigó en su sillón, adoptando un lenguaje verbal deliberadamente insultante.

—Ya lo suponía.Fracasó al intentar intimidarla. Porque Brooke lo recorrió a su vez con

la mirada, arqueando levemente las cejas como si no se sintiera demasiado impresionada por lo que estaba viendo, y fue bajando lentamente por el cuello, los hombros… Para entonces Chase ya había empezado a sudar copiosamente. De hecho, justo cuando ella tenía la mirada posada en su vientre, los abdominales se le encogieron involuntariamente, lo cual la hizo sonreír. Acto seguido bajó todavía más la vista hacia el cinturón, y más abajo… deteniéndose justo allí.

De repente, a Chase se le secó la garganta. «Es hábil: eso tengo que concedérselo», pensó mientras se veía obligado a cambiar de postura y a sentarse de una forma más correcta y apropiada, reconociendo su derrota. Tan pronto como lo hizo, Brooke volvió a alzar la mirada.

—No ha perdido el tiempo en venir aquí una vez que se enteró de lo del anillo, ¿verdad? —le espetó Chase.

—¿Acaso me culparía por ello?—¿A alguien como usted? En absoluto.

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—Entonces debería haber previsto que lo desaprobaría.—Bueno… a veces nuestros planes no resultan tal y como los

habíamos imaginado —Chase pudo ver que apretaba los dientes de furia.—Comprenderá usted que yo deseo lo mejor para Courtney.—Claro que sí —se irguió—. ¿Pero en cuánto valora ese «lo mejor»?

Por un instante Brooke pareció confundida por sus palabras.—Eso depende de la universidad en la que ingrese.—Universidad. Vaya, eso es algo que no había esperado —la miró

fijamente—. Supongo que esto le evitará tener que rellenar todas esas enojosas solicitudes de matrícula.

—¿De qué está hablando?Su perplejidad no podía ser más evidente. «Qué actriz», exclamó

Chase para sus adentros. Courtney debía de haber heredado su talento.—Estoy hablando de chantaje.—¿Chantaje?—Sí, de ese pequeño chanchullo que la ha traído aquí —abrió un

cajón y sacó una chequera—. Dígame… ¿cuántos otros padres han contribuido a financiar los… estudios universitarios de su hermana?

—¡Nadie ha contribuido en nada! —estalló Brooke, indignada.—Entonces han tenido más aguante que yo. Usted gana. ¿Cuánto?Brooke abrió la boca para decir algo, pero la cerró en seguida. Chase

supuso que no se había esperado que capitulara con tanta rapidez.—¿Está intentando sobornarme para que dé mi consentimiento a este

matrimonio?—¿Consentimiento? —rió él—. Deja de actuar, corazón —pasó a

tutearla directamente—. Te estoy sobornando para que te olvides del asunto, y lo sabes perfectamente —abrió la chequera y tomó su bolígrafo—. Veamos… universidad privada, no. Eso sería demasiado. Lo dejaremos en una pública…

—Espere un momento…—O lo tomas o lo dejas. No hay más ofertas —pronunció, muy serio.—¿Le importaría decirme exactamente que es lo que tengo que tomar

o dejar?Chase terminó de garabatear una cifra, arrancó el cheque y se lo

entregó.—Tu hermana y tú sacaréis el anzuelo de la boca de Jeff y lo

devolveréis a la charca de donde lo habéis pescado. Hay peces más gordos allí.

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—Supongo que esa es una manera particularmente desafortunada de decirme que usted no quiere que Jeff se case con mi hermana, y que eso vale… —recogió el cheque y leyó la cifra que había escrito, incrédula—... ¿diez mil dólares? ¿Está usted loco?

—¿Acaso es más dinero del que has visto en toda tu vida, corazón?—Oh, por favor. Por un hermano suyo…—Hermanastro. Y ahora mismo ni siquiera eso.—Aun así... ¿no debería añadir un cero?—No me va sacar un sólo céntimo más.—Puede que el futuro de Jeff signifique poco para usted, cuando tan

bajo lo valora —le devolvió bruscamente el cheque—, pero entérese bien de que el de mi hermana vale muchísimo más. Aparte de eso, resulta preocupante lo desfasados que están sus conocimientos acerca de lo que cuesta hoy día una educación universitaria.

—Bueno, esa hermana tuya no es precisamente material de licenciatura. No creo que llegue muy lejos.

A Brooke se le aflojaron tanto las piernas que tuvo que sentarse en la silla. Aquel tipo, ¿quién se creía que era? Y, lo que era más importante: ¿quién se creía que era ella? Chase se inclinó hacia delante y volvió a deslizar el cheque por la pulida superficie de su escritorio.

—Tu hermana no está tan mal. Usa este dinero para arreglarla un poco. Cómprale ropa bonita, un buen corte de pelo, lo que sea… pero aléjala de mi hermanastro.

Una ardiente furia acabó con los últimos restos de compostura que le quedaban a Brooke. Aquello tuvo el efecto de hacer aflorar todos sus sentimientos con una intensidad que hacía años no había experimentado. Era como si todo se hubiera intensificado. La luz de la tarde que se filtraba por la ventana era más brillante. La mandíbula de Chase Davenport era más dura, sus ojos más fríos. Y el hoyuelo de su barbilla más profundo.

Era como una escena de una película de los años cuarenta. Todo parecía como pasado de moda. En aquellos días no solía ver a hombres con un hoyuelo en la barbilla. Pero no se trataba de hoyuelos en la barbilla, ni de su mandíbula, ni de su propio orgullo. Se trataba de… de… ¡Sí, también se trataba de su orgullo, maldita sea! Él, aquel canalla, aquel cerdo machista y anticuado, consideraba que Courtney no era lo suficientemente buena para su hermano. No le importaba que aquellos dos jóvenes hubieran tomado la decisión más importante de su vida basándose únicamente en el poder de sus respectivas hormonas. Su única objeción residía en que Courtney no era lo suficientemente buena, o no estaba a la suficiente altura social de su Jeff. Brooke estaba tan furiosa que hasta le dolía respirar.

—¡Courtney vale diez veces más que Jeff! Casarse con ella sería lo mejor que podría sucederle. Quizá así pudiera madurar de una vez.

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Lentamente, Chase se levantó, apoyándose en el escritorio con los puños cerrados.

—Jeff no necesita madurar de esa manera. Ahora mismo sigue siendo lo suficientemente joven e inmaduro como para creer en los corazones, las flores, el romanticismo y todo eso. No necesita saber que hay mujeres por ahí fuera únicamente interesadas en su dinero.

—¿Qué dinero? Pero si la otra noche tuvo que pedirle dinero prestado a Courtney para pagar una pizza. Lo sé porque ella tuvo que pedírmelo a mí.

—No estoy hablando de calderilla, y lo sabes. Supongo que te habrás fijado en el coche de Jeff.

—¿Ese viejo Honda que tiene más de diez años?—Ese es mi coche —explicó Chase, ruborizándose—. Y funciona

perfectamente. No, el de Jeff es el Porsche plateado. Se lo regaló su madre.

—¿Entonces cómo es que lo conduces tú?—Hicimos un trato: si suspende alguna de sus asignaturas, no le dejo

conducirlo.—Oh —qué gran incentivo, pensó Brooke. ¿Cómo podía habérsele

ocurrido algo así a ese estúpido? A no ser que quisiera que suspendiera para que él pudiera conducir el Porsche.

—No estarás intentando decirme que no sabías que está respaldado por una jugosa cuenta bancaria personal.

—No hasta que tú me lo has dicho. En todo caso, eso no habría supuesto ninguna diferencia.

—Vamos, cuéntame otra.—Jeff no parece un chico rico.—Durante mucho tiempo no lo fue —explicó Chase, a regañadientes.Sus miradas se encontraron. La furia de Brooke se había enfriado

bastante, lo suficiente para replantearse y rememorar, bajo otra luz, la discusión que habían tenido. Y Chase debía de estar haciendo lo mismo porque, en aquel momento, frunció el ceño e inquirió, haciéndose eco de sus sospechas:

—A ver si lo entiendo bien… ¿tú estás en contra de que esos dos se casen?

—Si eso va a significar que Courtney interrumpa sus estudios… puedes estar seguro de ello.

—Oh. Entonces eso quiere decir…—Que estamos del mismo lado —terminó Brooke.

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Capítulo 3—¡Jeff! ¡En la oficina de Brooke me han dicho que se dirige a ver a

Chase!—¿Y eso es bueno?—¿Estás de broma? Escuela de cine, ¡allá voy!Brooke y Chase no dejaron de mirarse fijamente mientras asimilaban

lo sucedido. Hasta que suspiraron aliviados. Y de repente una enorme sonrisa se dibujó en el rostro de Chase, que lo transformó del canalla que ella había creído que era… en una persona totalmente distinta. Bajó la cabeza por un instante y luego volvió a alzar la mirada para sonreírle de nuevo.

Brooke sintió el impacto de aquella sonrisa como si la hubieran golpeado en la boca del estómago. Todavía estaba corrigiendo su opinión acerca de aquel hombre y aún no había vuelto a levantar sus defensas contra su innegable atractivo. Esforzándose por recuperarse, le espetó:

—Entonces, si tú te opones a que se casen… ¿por qué les dijiste que podían vivir contigo?

—Yo nunca… ah, sí —esbozó una mueca—. Jeff me pidió que lo ayudara a conseguir un empleo para poder mantener a esa pequeña cazafor… —Chase se interrumpió bruscamente—. Perdona. No te ofendas.

—No me he ofendido —lo cual no era exactamente cierto, pero se sentía generosa. El alivio podía hacer maravillas con una persona.

—Jeff quería conseguir un trabajo en seguida para poder pagar el mes de fianza de un apartamento. Yo lo que quiero es que se concentre en sus estudios, y no que se quede trabajando hasta la medianoche en una tienda de comestibles, así que le dije que podía vivir conmigo.

—Ya —asintió Brooke—. Probablemente yo habría reaccionado igual.—Pero… ¿qué pasa con aquel consejo de que compraran un diamante

bien grande? —le preguntó de pronto Chase, dejando de sonreír.—Esperaba que Jeff se quedara consternado al enterarse de lo que

costaban esos anillos. Pensé que quizá eso podría dar pie a una pelea… o al menos a una discusión. El dinero es la causa número uno de las discusiones. Sólo quería ganar tiempo hasta que pudiera hablar contigo.

La expresión de Chase recuperó su anterior calor. Desgraciadamente Brooke se sentía un poco… bueno, bastante falta de calor propio.

—Se impone tomar algo.Chase se levantó de su escritorio para acercarse a una pequeña

nevera disimulada en un armario de madera, llena de latas y botellas.—¿No tendrás un poco de coñac? —le preguntó ella, cerrando los ojos.

Estaba agotada después de toda la tensión que había soportado.

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—Pues sí; tienes suerte —rebuscó en la nevera, apartando botellas de agua y de refrescos hasta encontrar una pequeña petaca de coñac—. Aquí tienes —la levantó como si fuera un preciado tesoro.

—¿No tienes más?—No. Sólo lo tengo para emergencias. Tendremos que compartirlo —

sacó dos vasos con hielo—. Nos lo merecemos, ¿no te parece? —después de servir las copas le señaló las dos sillas que se hallaban a su derecha, apartadas del escritorio, y la invitó a sentarse—. Por nuestra alianza —chocó su vaso con el suyo, y apuró la mitad de un solo trago—. Qué bien sienta.

—Y que lo digas.—Así que… te llamas Brooke, ¿no?—Sí.—De verdad que siento lo de…Pero ella se apresuró a interrumpirlo, haciendo un enérgico

movimiento con la mano:—No, por favor. ¿Por qué no empezamos de nuevo?—Me gusta tu estilo —sonrió Chase.Hasta ese momento Brooke no había sido consciente de tener un

estilo. Sólo había querido olvidarse de la desagradable discusión que habían tenido.

—Y bien, ¿a qué te dedicas, Brooke? —Chase se acomodó en la otra silla, frente a ella, probablemente inconsciente de que la camisa se le tensaba sobre los músculos del pecho de una manera que…

De una manera que no tenía por qué haber llamado la atención de Brooke, pero así era. Ella era una mujer, incluso aunque no se hubiera estado comportando como tal durante los últimos años, y él… él todavía estaba esperando una respuesta a su pregunta.

—Trabajo para Petróleos Haldutton, en el departamento de personal.—¿En Travis o en la sede de Woodslands?—En Travis.—El edificio Travis es una de las propiedades que gestionamos —

tomó otro trago de coñac—. No puedes imaginarte lo aliviado que me siento de que estemos del mismo lado en este condenado asunto. Jeff está viviendo conmigo mientras duren sus estudios en el instituto. Está a punto de graduarse y no sabe muy bien qué hacer con su vida. Lo cual no es que importe demasiado, ya que yo sí sé qué es lo que debe hacer con su vida.

Aquella afirmación habría podido parecerle arrogante a cualquiera, pero Brooke no sólo lo comprendía, sino que sentía exactamente lo mismo respecto a Courtney.

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—Llevaba meses intentando gestionarle el ingreso en una universidad, y cuando empezó a hablarme de matrimonio… me quedé aterrado —admitió Chase con conmovedora sinceridad.

—Lo mismo me pasó a mí —un alma gemela. Aquel hombre era su alma gemela. Estaba pasando con su hermanastro por el mismo calvario que ella con su hermana.

—He podido conseguir que lo admitan en Baylor. Es una buena universidad, muy formal, no un lugar de diversiones. Jeff no necesita que lo estimulen mucho con las diversiones. Ya me entiendes…

—Oh, Courtney es igual —repuso Brooke, verdaderamente emocionada. Todavía no había conocido a nadie que, sin ser padre, pudiera sentirse responsable de un joven de la edad de su hermana. Poder hablar con alguien así le producía un alivio inmenso—. En mi caso, mi frustración llegó al punto máximo cuando se negó a solicitar matrícula en universidad alguna. Tuve que hacerlo yo por ella.

—¡Te comprendo perfectamente! ¿Cómo se lo tomó?—Bueno, Courtney sigue diciendo que no quiere ir a la universidad.

Dice que quiere ser actriz y lo de participar en la obra del instituto no ha hecho más que empeorar las cosas. No se trata de que yo no quiera que sea actriz; sólo quiero que sea capaz de ganarse la vida y, para eso, antes tiene que formarse.

—¡Exactamente!Su mirada de aprobación la hacía sentirse mejor de lo que debería

haberse sentido. Mucho mejor. Peligrosamente mejor.—Pero entonces… ¿cómo es posible que haya surgido esta cuestión

del matrimonio? Quiero decir que yo creía que Courtney y yo teníamos una buena relación, que nos contábamos todo, pero de repente sale esto de ninguna parte…

—A mí también me extraña. Teniendo Jeff una madre como la que tiene, yo creía que jamás querría casarse. Esa mujer va por el mundo dejando un rastro de maridos detrás, mi padre incluido. Ella retuvo a Jeff a su lado, pero cuando tuvo que empezar el instituto, el chico manifestó su deseo de quedarse en un solo lugar. Cuando me preguntó si podría vivir conmigo, acepté encantado. Siendo yo un niño, mi familia también viajaba mucho. No tuve ni hermanas ni hermanos —sonrió ligeramente—. Jeff es el único hermano que he tenido, y la verdad es que es un gran chico. En cuanto a tu hermana, no tengo nada contra ella… pero Jeff no tiene ninguna necesidad de casarse tan pronto.

—Courtney tampoco. Y tampoco tiene sentido que ella quiera casarse a no ser…

—Jeff me aseguró que no estaba embarazada.—No, no es eso —recordó que Courtney incluso se había enfadado

cuando se lo preguntó—. Pero quizá sepa que Jeff tiene dinero y confíe en que él la mantenga mientras estudia para actriz —el problema era que Jeff

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parecía más bien el «mantenido» antes que el «mantenedor». En deferencia a su novedosa alianza con Chase, prefirió no exteriorizar esa última observación.

—No te preocupes. Ya les sacaremos esa idea de la cabeza. Tus padres, ¿qué tienen que decir de todo esto?

—No lo saben, y yo preferiría no decírselo. Viven en El Bahar, donde está trabajando mi padre, así que Courtney y yo nos hemos quedado solas en la casa mientras ella termina sus estudios en el instituto. Formalmente yo soy su tu tora… o lo era hasta que cumplió dieciocho años. Por cierto, que quien inventó esa ley sobre la mayoría de edad legal a los dieciocho años obviamente nunca tuvo que responsabilizarse de un adolescente.

—Estoy de acuerdo —rió Chase—. Pero tengo que decirte una cosa: tú no pareces mucho mayor que una alumna de instituto.

—Tengo veinticinco.Chase la barrió con la mirada: el tipo de mirada que podía conmover

profundamente a una mujer. Probablemente ni siquiera él fue consciente de haberlo hecho, pero así era.

—¿No te supuso una carga algo pesada la responsabilidad de hacerte cargo de tu hermana?

—No, la verdad es que incluso me alegré — respondió Brooke, mirándolo. Mirando aquella cara de expresión infinitamente más afable que cuando entró en aquel despacho. La cara de la única persona que entendía con exactitud el tipo de responsabilidad que había tenido durante los últimos años. Y se sorprendió a sí misma contándoselo todo… empezando por el día que cambió su vida.

—Cuando yo tenía la edad de Courtney, lo estropeé todo. Y lo de hacerme cargo de ella ha sido como una oportunidad para redimirme a mí misma.

—¿Qué pasó?—Oh… escogí las peores opciones. Durante unas vacaciones de

primavera, en mi último año de instituto, me fui con unos amigos a la playa de Galveston. Yo conducía la caravana de mis padres. Ya sabes que esos vehículos están prohibidos en las playas, y que no hay ningún sitio para aparcar.

—Ya. Conozco Galveston.—El caso es que finalmente salimos a la punta de la isla y nos

colamos en la playa, cerca de algunas casas. Convinimos en que si alguien nos decía algo, le contestaríamos que habíamos alquilado una de las casas. Nos lo pasamos muy bien, pero un coche patrulla nos sorprendió en la carretera aquella noche. Yo quise detenerme, pero el chico que me gustaba iba en la caravana, e insistió en que no lo hiciera, que siguiera adelante.

—¿Intentaste escapar de un coche de policía?

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—No te imagines que fue una carrera a toda velocidad. Intentamos escondernos entre las casas. Todo el mundo me dijo que debía apagar los faros y seguir por una de las calles hasta dar esquinazo a la patrulla. Así que apagué los faros y…

Brooke todavía podía escuchar la voz de Jason riendo y gritando: «¡vía libre, Brooke!». Mientras deslizaba un brazo por sus hombros. Aún podía recordar el estremecimiento de excitación que la recorrió por dentro, incitándola a hacer cualquier cosa para retenerlo a su lado. El resto de sus amigos empezaron a corear: «¡adelante, Brooke! ¡Adelante, Brooke!».

Tenía la reputación de chica responsable, razón por la cual sus padres le habían dejado conducir la caravana. Durante toda su vida había seguido siempre las reglas, y por una ocasión en que no lo hizo…

—Me salté la calzada, me metí en la arena y choqué contra la viga maestra de una de las casas.

—¿Resultó alguien herido? —preguntó Chase de inmediato.—Los airbags funcionaron. Los chicos del asiento trasero no llevaban

puesto el cinturón y salieron despedidos hacia delante… pero gracias al airbag no les pasó nada. Simplemente salimos un poco magullados, nada más —suspiró—. La caravana quedó destrozada, eso sí, y la casa de la playa también. Creo que las reparaciones costaron más que si hubieran decidido construirla de nuevo. Ah, me olvidaba decirte que el propietario de la casa era abogado.

—Vaya —la miró compasivo.—Por culpa de aquello lo tiré todo por la borda: nos demandaron,

perdí mi crédito universitario, se evaporaron los ahorros de mis padres, el dinero que habían reservado para su jubilación… todo.

—Y todavía te lo sigues echando en cara desde entonces, ¿verdad?—Sí. Cometí un error… un error absolutamente estúpido. Y pagué por

ello. Todavía lo sigo pagando, supongo, pero Courtney no debería haber sufrido las consecuencias; ella no tenía culpa de nada. Mi padre tuvo que aceptar un trabajo tan lejos por el dinero que podía ganar, y porque yo les aseguré a mis padres que cuidaría de Courtney. Confiaron en mí cuando no tenían por qué hacerlo, así que por nada del mundo podría defraudarles de nuevo. Por eso Courtney no se casará tan pronto ni dejará de ir a la universidad. No puede ser de otra manera.

—Hey —le cubrió una mano con la suya, conmovido.Brooke observó cómo se cerraban sus dedos sobre los suyos,

lentamente. Luego, Chase fue subiendo la mano por la muñeca y el brazo, en un maravilloso gesto de cariño, hasta que la soltó.

—Ya no estás sola en esto —le aseguró con tono suave, pero con una seguridad que la hizo ansiar fundirse en sus brazos y liberarse de toda la carga que soportaba.

Y mientras contemplaba sus ojos oscuros, tomó conciencia de que lo primero se presentaba como una posibilidad bastante factible. Aquel

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hombre era encantador; ¿cómo no se había dado cuenta antes de ello? Por supuesto, aquella cualidad suya había estado escondida bajo su anterior actitud desagradable y ahora se mostraba en todo su esplendor, amplificada por el alivio y el efecto del coñac. Suspiró.

—Yo siento lo mismo —sonrió Chase.Brooke lo dudaba. En serio que lo dudaba.—Y ahora, ¿qué vamos a hacer? —inquirió él.—¿Ahora? ¿Sobre qué?—Jeff y Courtney… ¿cómo vamos a enfriarles los motores?—Desde luego, no diciéndoles que no pueden verse.—Tienes razón —Chase se levantó para recoger las copas y de paso

tomó un par de papeles y de rotuladores de su escritorio—. Tenemos que actuar con inteligencia… usar la cabeza, no reaccionar emocionalmente.

—Bien. Cerebro, y no hormonas.—Exactamente.Cuando volvió a sentarse, acercó su silla a la de Brooke para poder

escribir sobre la mesa.«Cerebro, y no hormonas. Cerebro, y no hormonas», se recordaba

Brooke sin cesar. Las hormonas eran como pequeños y traicioneros diablillos. Hasta aquel momento, no había tenido ningún problema en controlarlas, en hibernarlas hasta que llegara el momento adecuado de dejarlas salir: esto es, después de que Courtney terminara sus estudios. Mientras tomaba su bolígrafo, no pudo evitar notar que la rodilla de Chase estaba separada de la suya por unos pocos centímetros: lo suficientemente cerca como para que pudiera sentir el calor de su cuerpo. Calor humano. Tragó saliva.

—Necesitamos un plan —pronunció Chase, deslumbrándola con su sonrisa.

—Sí, eso. Un plan —repitió ella. Aunque… ¿cómo se suponía que iba a poder pensar estando tan cerca de un hombre como aquel?—. ¿Tienes alguna idea? —preguntó, confiando en que no hubiera notado que durante todo el tiempo no le había quitado los ojos de encima.

—¿Soborno?—Chase, tu hermano tiene un Porsche. ¿Qué es lo que te queda para

sobornarlo?—Tienes razón —empezó a trazar círculos, círculos perfectos, en el

papel.Brooke observó sus manos. Las tenía bonitas. Y aquellos dedos tan

largos y finos… De repente, tomó su rotulador, agarrándolo con fuerza.—Mira, podríamos adoptar una táctica opuesta: estimularlos a que

busquen constantemente la compañía del otro y confiar en que acaben

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hartándose. O empezar a agobiarles diciéndoles que necesitan levantar un hogar propio.

Chase empezó a escribir, y ella pudo ver cómo iban surgiendo las palabras en el papel. Imperceptiblemente se fue acercando cada vez más a él, hasta que le rozó un codo por accidente. Cuando Brooke se dio cuenta de lo que estaba haciendo, se apartó de inmediato.

—Una idea todavía mejor: podemos acompañarlos a buscar apartamento, para que se enteren de lo mucho que cuestan los que sólo tienen un dormitorio —añadió únicamente para poder seguir viéndolo escribir.

—Eso suena bien —aparentemente no había notado nada extraño en su comportamiento—. Aunque existe el riesgo de que Courtney y Jeff estén demasiado embelesados el uno en el otro y no adviertan los obstáculos que les vamos poniendo.

—Es verdad.—Oye, ¿no deberías tomar notas tú también? —Chase señaló su papel

con el rotulador.—¡Oh! Sí, supongo que sí —pero nada más empezar a escribir, se

manchó los dedos de tinta.—Lo siento —pronunció, suspirando disgustado—. No debería seguir

usando estos rotuladores tan baratos. Voy a buscar unos pañuelos de papel para que te limpies — salió de su despacho.

Brooke cerró los ojos. ¿Qué diablos le estaba pasando? Era como si tuviera imanes debajo de la piel, o como si el aire que la rodeaba estuviera cargado de electricidad. Algo extraño le sucedía. Su alivio inicial al descubrir que ambos estaban del mismo lado había desaparecido, pero la atracción que sentía hacia Chase no. No tenía sentido. No le gustaba reaccionar así ante los hombres, y desde que era una adolescente no había vuelto a flirtear con chicos. «Cautela ante todo», ese era su lema, excepto aquel único día, años atrás, en que se había «soltado el pelo». Y así le había ido.

No podía permitirse relajarse. Necesitaba pensar con la cabeza. De hecho, su cabeza le estaba diciendo en aquel momento que, después de haberle confesado la razón por la que deseaba que su hermana tuviera las mismas oportunidades que ella no había tenido, acababa de establecer con Chase una relación semejante a la de algunos pacientes con su psicoanalista. Podía tratarse de algo comprensible, pero no conveniente. Entonces, ¿por qué sus emociones afloraban a la luz sin su permiso?

Ni siquiera sabía si estaba soltero o no… «¡Pues no pierdas el tiempo en averiguarlo!», le gritó una voz interior. Temiendo un inminente motín emocional, miró a su alrededor para distraerse viendo su despacho. No había ninguna fotografía personal: sólo vistas de edificios. Chase no tardó en volver, y con una caja de pañuelos de papel en la mano.

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—Ahora podrás limpiarte —se sentó, pero en lugar de entregarle los pañuelos, le tomó la mano y empezó a limpiarle meticulosamente las manchas de tinta de los dedos.

Y Brooke lo dejó hacer. No iba a decirle que podía hacerlo ella misma. Podía sentir el contacto de sus dedos fuertes y el maravilloso calor que, desde la mano, se le iba extendiendo por la muñeca y el brazo. Tenía la cabeza inclinaba hacia ella mientras intentaba borrarle la tinta de la piel. Solamente estirando un poquito el cuello y levantando la barbilla, podría rozarle el cabello con los labios…

Chase podía aspirar su perfume. Era una esencia muy sexy, que combinaba maravillosamente con el aroma de su piel. Era también un perfume exquisitamente íntimo, como no podía ser menos dado que tenía la nariz a tan sólo unos centímetros de la curva del cuello de Brooke. De la anatomía femenina, el cuello era la parte favorita de Chase. Le encantaba seguir en su curva el rastro de una fragancia y observar cómo se le estremecía levemente la piel mientras aspiraba su aroma. Sí, el cuello era su debilidad. Pero eso no significaba que fuera un fetichista de los cuellos en general. Habitualmente era una preferencia ligada a las mujeres que le inspiraban algún sentimiento. Sentía algo por Brooke, ciertamente, pero hasta hacía muy poco tiempo lo que había experimentado hacia ella eran sentimientos hostiles. Y contradictorios.

Cuando Brooke le habló de lo que le sucedió durante su último año de instituto, Chase no pudo evitar admirar en ella su sentido de la responsabilidad. Poca gente era capaz de hacer algo así en aquellos días, y le gustaba por eso mismo. Le gustaba mucho, lo cual no era de sorprender. Lo que sí era sorprendente era que, al mismo tiempo, hubiera encontrado la determinación de Brooke increíblemente sexy. ¿La responsabilidad era algo sexy? ¿A quién podía ocurrírsele algo parecido? A él no, desde luego, que había reaccionado recurriendo a la más vulgar y manida de las excusas para poder tocarla. En lugar de mandarla al servicio de señoras para que se lavara las manos, había optado por limpiarle él mismo la tinta y acercarse así a ella en el proceso. Brooke no parecía haberlo notado, algo por lo que Chase debería dar gracias a su buena estrella…

—Ya está —le dijo, una vez borradas las manchas, aunque aún persistía una ligera sombra azul entre sus nudillos.

Brooke retiró lentamente la mano, deslizándola todo a lo largo de su palma. Chase tuvo que reconocerlo: necesitaba un poco de aire y de espacio, y algo más de aire antes de que terminara haciendo algo increíblemente estúpido. Se levantó y se acercó a su escritorio para tirar los pañuelos utilizados a la papelera. «Jeff», se recordó. «Piensa en Jeff».

Jeff se encontraba en un aprieto porque había permitido que sus hormonas gobernaran su vida. No había utilizado el cerebro, y nada bueno podía haber salido de eso. Su padre constituía otro buen ejemplo: se había dejado cegar por los encantos de la joven madre de Jeff apenas unos meses después de que falleciera la propia madre.

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De repente, captó por el rabillo del ojo un movimiento: Brooke se había quitado un zapato de tacón para frotarse la parte de atrás del tobillo, que la tenía enrojecida. Aquel era un instante íntimo, muy personal, ya que no se sabía observada. Había algo especial en la forma de aquel tobillo y en la sensual delicadeza con que se lo estaba frotando, en el leve movimiento de su falda, en el vislumbre de la piel cremosa de un muslo…

Chase volvió a sentir una punzada de excitación y procuró reprimirla. Sí, ese era el problema de Jeff: que no se estaba reprimiendo. Jeff no estaba usando la cabeza. Sólo estaba sintiendo, se estaba dejando llevar por el placer de tocar a una mujer, de sentir su cuerpo apretado contra el suyo, de la excitación, de la sensación de su piel desnuda contra su piel desnuda…

De acuerdo: no volvería a pensar en Jeff. Pensaría en sí mismo, en sus objetivos, en su plan vital. Desde luego que ese plan incluía matrimonio e hijos. Y cuando fuera padre, se aseguraría de educarlos bien y de manera responsable, sin alejarse de ellos. Era por eso por lo que estaba trabajando tanto ahora, porque pretendía gozar de tiempo libre para más adelante. Educar a unos hijos llevaba tiempo, y precisamente su experiencia con Jeff había fortalecido su determinación. Tenía treinta y un años, y un par de años después pensaba empezar a buscarse una mujer.

Lanzó por fin los pañuelos sucios a la papelera, todavía sorprendido de que acabara de sufrir un motín hormonal a su edad. De hecho, aquello añadía una chispa de aliciente a la tarde… pero, una vez más, su cerebro volvía a hallarse al mando de su cuerpo.

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Capítulo 4—Hum, ¿y ahora qué vamos a hacer?—Jeff, Jeff, Jeff… Eres un verdadero novato en estas lides. Ahora… les

daremos la oportunidad de que nos sobornen.—Creo que si los dos nos ponemos a trabajar juntos en esto,

tendremos muchas más posibilidades de hacer entrar a esos dos en razón.—Oh, desde luego que sí —Brooke había estado leyendo por encima

del hombro de Chase, su hombro fuerte y musculoso, las notas que había ido tomando. Como él le había dicho antes, no había ninguna necesidad de que los dos tomaran notas cuando tenían una fotocopiadora al lado, en el pasillo. Y eso también le facilitaba a Brooke una excusa perfecta para sentarse más cerca de Chase…

—¿Brooke? ¿Me estás escuchando?—¿Mmmm?—Necesitas retirar un poquito tu silla. Me temo que tengo la pierna

atascada entre tu silla y la mía.—Oh —se apresuró a apartarse. Vaya. Acababa de sorprenderla

sentada demasiado cerca de él y ni siquiera se sentía avergonzada. ¿Qué diablos le estaba sucediendo?

No lo sabía y había renunciado a comprender por qué se estaba comportando de esa forma. Por el momento, seguiría adelante. Algo en Chase Davenport parecía atraer, como un imán, algo que se escondía dentro de ella. Y, en todo caso, ¿qué daño podía hacerle fantasear sobre él? Por fortuna, no podía leerle el pensamiento.

Mientras retiraba su silla, Chase ojeó las notas que había estado tomando durante la última media hora.

—Viendo todo lo que vamos a tener que hacer para que esos chicos entren en vereda… no puedo alegrarme más de haber pasado la edad en que estaba a merced de mis hormonas.

—Oh, sí, desde luego —aunque, en aquel instante, Brooke no estaba tan segura de haber pasado esa etapa todavía.

Aunque, pensándolo mejor, por supuesto que la había superado. El problema era que se había estado relajando demasiado y ahora iba a tener que poner punto final a eso. Se levantó… y se tambaleó.

—Sujétate bien —Chase había extendido un brazo para que se agarrara a su hombro mientras deslizaba la otra mano por su cintura.

—Oh —lo miró, entre aturdida y avergonzada—. Me temo que llevaba demasiado tiempo sentada.

Chase no retiró la mano y ella no le soltó el hombro. Transcurrieron varios segundos. Brooke reconoció la expresión de deseo que se dibujaba

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en sus ojos y comprendió que él estaba viendo lo mismo en los suyos. La piel le ardía. Pensó que probablemente debía de tener los ojos brillantes. Pero aquello era ridículo: no tenía ningún sentido. Reacia, retiró la mano de su hombro. Al mismo tiempo, Chase le soltó la cintura.

—Tengo que irme. Ahora mismo.—Te sacaré una fotocopia de las notas, —se levantó rápidamente…

tan rápidamente, que Brooke no se apartó a tiempo y chocó contra ella. Así que de nuevo ella tuvo que aferrarse a su hombro y él la sostuvo de la cintura.

—Perdona.—Ha sido culpa mía.Otra vez se encontraron sus miradas. Hasta que Chase pareció

sobreponerse primero y señaló la puerta.—La fotocopia… no tardaré más que unos segundos —empezó a

retirarse mientras hablaba.—Podría acompañarte y salir ya de paso…—¡No! —exclamó sin poder evitarlo, pero en seguida recuperó la

compostura— Quería decir que… la sala de las fotocopias es demasiado pequeña —ya estaba en la puerta—. Es poco más grande que un armario…

Y prácticamente salió corriendo del despacho.Brooke pensó que aquel hombre parecía estar nervioso. Jamás lo

habría imaginado.Brooke cerró los ojos mientras una oleada de calor inflamaba su

pecho, su cuello y sus mejillas. ¿Cómo podía volver a mirarlo a la cara después de su anterior comportamiento? Chase debía de haber adivinado lo que le pasaba y a buen seguro se sentiría incómodo. Estaba intentando decidir si debería decirle algo o no, y qué debería decirle, cuando de repente volvió Chase, sin resuello.

—Aquí… aquí tienes —le tendió su copia.Formalmente: así era como Brooke decidió al fin que debería

comportarse. Recogió su bolso, se lo colgó del hombro y se dispuso a recoger el papel.

—Gracias.Tomó la fotocopia, pero él no la soltaba. Chase esperó sin moverse de

su sitio y ella le lanzó una mirada interrogante.—Brooke…«Oh, no», exclamó para sí. Temía lo que iba a decirle. No soportaría

una recriminación.—Te lo agradezco…—Brooke.

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—… ¡Muchísimo! —tiró del papel y se lo arrancó de la mano. Del impulso se vio propulsada hacia atrás y perdió el equilibrio. Afortunadamente no se cayó, ya que Chase se acercó para sujetarla.

—¡Estoy bien! —exclamó mientras intentaba torpemente guardarse la fotocopia en el bolso.

—No estás bien.—Si te he dicho que estoy bien, es que lo estoy. ¿De acuerdo?—Pues yo no lo estoy.—¿Que no estás qué?—Yo no estoy bien —dio un paso hacia ella—. Aquí está pasando algo.—¡No está pasando nada!—Claro que sí. Yo lo he sentido y sé que tú también lo has sentido.—Lo que he sentido es alivio —Brooke dio un paso hacia la puerta, y

él la imitó—. Y gratitud —dio otro paso—. Te estoy muy agradecida. Eso es todo.

De repente, la voz de Chase se transformó en un ronco murmullo:—Lo que yo estoy sintiendo ahora mismo no es exactamente gratitud.¿Cómo podía habérselas arreglado para acercarse tanto sin que ella

lo notara? Sus manos no eran la única parte de su cuerpo que estaba temblando. En lo más profundo de su ser estaba librando una dura batalla: su cerebro contra sus hormonas. «¡Tócalo! ¡No, huye! ¡Quédate quieta! ¡Escapa!».

—Y tampoco me siento nada aliviado.—Oh, eso —emitió una risita forzada. Una ridícula risita—. Debe de

ser la adrenalina generada por tu enfado anterior.Brooke sintió la esquina del escritorio clavándose en su muslo, y sólo

entonces se dio cuenta de que había estado retrocediendo en dirección contraria a la puerta. Intentó escabullirse, pero él extendió una mano para apoyarla en la mesa y bloquearle el paso. Estaba muy cerca. Demasiado.

—Chase…—Necesitamos hablar.Hablar era malo. Muy malo. Brooke tragó saliva.—Por favor, no digas nada…Chase le lanzó en ese instante la sonrisa más depredadora que había

visto en toda su vida. Y la besó. Moviéndose por impulso, la propia Brooke fue al encuentro de aquel beso, que recibió a mitad de camino.

Fue un beso maravilloso, que la dejó estremecida de la cabeza a los pies. Sin darse cuenta, lo abrazó de la cintura. Y a continuación Chase deslizó la lengua en el dulce interior de su boca. Era un contacto tan sexy, tan dulce, tan excitante… Todo estaba sucediendo rápidamente, aunque

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no con la suficiente rapidez. Todo estaba ocurriendo con la fuerza y la violencia de una explosión, pero aun así, no le bastaba.

Con un único beso, Chase había abatido cualquier objeción mental que pudiera haber albergado Brooke. Había dejado de pensar racionalmente. Nada le importaba. Ni los motivos que él pudiera tener para estar haciendo eso, ni lo que ella pudiera pensar de sí misma. Y, además… no pensaba detenerse.

En algún momento durante los segundos que Brooke había perdido discutiendo consigo misma, Chase la había abrazado con fuerza, como para asegurarse de que no se iba a escapar. Qué tontería. Ella no tenía ninguna intención de largarse a ninguna parte, al menos mientras no dejara de besarla. Sólo para tranquilizarlo, lo atrajo hacia sí y bajó las manos hasta acariciar su duro trasero.

Pero de repente Chase dio por terminado el beso. Para inmensa decepción de Brooke. Ambos se miraron fijamente, jadeando como si acabaran de correr la prueba olímpica de los doscientos metros lisos.

—¡Te… te has detenido! —lo acusó.—He hecho una pausa —explicó mientras se volvía para despejar la

mesa de trastos.Brooke escuchó un ruido de papeles y carpetas, junto con el de una

taza de café al estrellarse contra el suelo, y segundos después las fuertes manos de Chase la levantaban en vilo para sentarla sobre el escritorio.

—¿Mejor? —se colocó entre sus piernas.—Más cerca es siempre mejor.En lugar de seguir besándola en la boca, Chase deslizó los labios por

su cuello y aspiró deleitado su aroma, antes de acunarle el rostro con las manos y mirarla a los ojos. Brooke se estremeció, con la respiración acelerada. Vio que una lenta sonrisa se dibujaba en sus labios. Con los pulgares le acariciaba con exquisita suavidad las mejillas y la barbilla. Luego, la besó tiernamente en la sien. A partir de aquel instante Brooke comprendió que era suya. Para lo que fuera.

Finalmente, sin retirar las manos de su rostro, la besó en la boca. Fue un beso perfecto. De nuevo, Brooke dejó de pensar… para dedicarse únicamente a sentir. Y lo que sintió fueron las manos acariciándole la espalda, calentándole la piel a través de la tela de la chaqueta.

Suspirando profundamente, Chase le abrió la chaqueta y empezó a deslizársela por los hombros. Brooke sacó los brazos y se despojó de la prenda. Así estaba mejor. Por ahora. Pero aquel «ahora» no duró mucho, porque en seguida sintió los dedos de Chase sacándole la camisa blanca debajo de la falda para poder acariciarle la espalda desnuda.

Era una buena idea: ¿por qué no se le había ocurrido antes? Besándolo con mayor pasión todavía, Brooke le sacó la camisa de los pantalones y comenzó a desabrochársela. Los botones no parecían ayudarla y emitió un gemido de frustración. Chase alzó entonces las

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manos para ayudarla, pero ella se lo impidió. Poco después, escuchaba el ruido del broche de su sostén al soltarse.

—No es justo —murmuró, interrumpiendo el beso al darse cuenta de lo que estaba haciendo.

—Pues tendremos que hacer algo al respecto. Brooke le desabrochó dos botones más antes de que Chase le cubriera los senos con las palmas.

—Sigo pensando que esto es una injusticia —protestó—. Yo no puedo tocarte de la manera que qui…

Con sorprendente rapidez, Chase se sacó la camisa a medio desabrochar por la cabeza y la abrazó de nuevo. Brooke deslizó la boca por su cálida piel, sintiendo el latido de su corazón bajo sus labios. Nunca en toda su vida se había excitado tanto. Estaba enloquecida de deseo, fuera de sí. Alzó los brazos para que él pudiera despojarla por fin del sostén.

Cuando su boca se cerró sobre un seno, un grito gutural, primitivo, resonó en el despacho. Había sido ella quien había proferido aquel sonido. Enterrando la boca en su hombro para ahogar más gemidos, se entregó a aquellas deliciosas sensaciones.

Al paso que le acariciaba los muslos, Chase fue subiéndole la falda hasta las caderas. En un determinado instante Brooke llegó a mordisquearle el hombro, animándolo a que continuara. No pudo evitarlo, pero aquel pequeño mordisco no debió de serlo tanto, porque Chase ahogó un grito y acto seguido se dedicó a bajarle las braguitas.

Echándose hacia atrás, Brooke se apoyó en la mesa con los codos, se descalzó y levantó las caderas para facilitarle la tarea. La impaciencia de Chase convertía en torpes sus movimientos, y el descubrimiento de que estaba tan excitado como ella la llenó de entusiasmo. Por fin, pudo despojarla de las braguitas, con las que hizo una pelota y las lanzó al otro extremo del despacho; luego se inclinó sobre ella, besándola profundamente, y se desabrochó el cinturón.

—Rápido —le susurró Brooke con una voz que ni siquiera reconocía como suya.

Pero en aquel momento sonó el zumbido del intercomunicador. Chase se quedó helado, El intercomunicador sonó otra vez.

Chase cerró los ojos con fuerza y aspiró profundamente; luego se estiró por encima de las piernas de Brooke para pulsar un botón.

—¿Sí?—Señor Davenport, soy Lila. Su hermano y una invitada han venido a

verlo.Brooke miró fijamente a Chase. Un mechón de cabello se le había

caído sobre la frente y todavía tenía la boca húmeda por los besos. Luego, increíblemente, lo oyó decir:

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—Gracias, Lila. Diles que suban.—¿Que suban? —Brooke se incorporó precipitadamente—. ¿Es que

estás loco?—¿Y qué otra cosa podía decirle?—Pues que estabas en una reunión… lo que fuera —lo apartó

bruscamente y se bajó del escritorio—. De verdad que todavía no puedo creer que les hayas dicho que suban.

Tragando saliva, Chase se pasó una mano por el pelo.—Yo… los entretendrán unos minutos los de seguridad.—No será suficiente —Brooke rodeó el escritorio y recuperó su

chaqueta. Era un alivio, pero antes tenía que encontrar el sostén y la blusa.

Chase se había apoyado con las dos manos en su ordenador, con los ojos cerrados.

—¡No te quedes ahí parado! ¡Echa un vistazo a tu escritorio! Todo está por el suelo. ¡Y vístete tú también!

Aquello era una pesadilla: como uno de aquellos sueños en los que aparecía desnuda en público… Sólo que en esa ocasión no era un sueño. Corrió al otro lado de la mesa a la vez que Chase se ponía en movimiento. Tropezaron uno con otro, medio desnudos, pero esa vez no hubo nada erótico en aquel encuentro. Por un instante Chase la agarró de los brazos para sujetarla, y continuó después buscando su ropa.

A Brooke le latía tan rápidamente el corazón que creyó que iba a salírsele del pecho… de su pecho todavía desnudo. Con dedos temblorosos, localizó su blusa y su sostén mezclados en el suelo con los bolígrafos y los pedazos de la taza de café. La blusa estaba manchada de tinta, pero no podía preocuparse de eso ahora. Le sudaban las manos. Empezó a ponerse el sostén mientras Chase se ocupaba de volver a colocar las cosas sobre la mesa.

—¡Tu camisa! —le gritó ella.—Ya voy —la recogió del suelo.No conseguía abrocharse el maldito sostén. Tuvo que detenerse y

respirar profundamente un par de veces antes de lograr hacerlo. Se puso la blusa y se la metió debajo de la falda al tiempo que Chase recuperaba su camisa y comenzaba a abrochársela.

—¿Dónde están mis braguitas?Chase miró a su alrededor, nervioso.—Tienen que estar por alguna parte.—¡Eso ya lo sé yo!De pronto, llamaron discretamente a la puerta. Los dos se quedaron

helados por un instante, y acto seguido Brooke continuó buscando frenéticamente sus braguitas. ¿Dónde diablos estarían?

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Chase terminó de meterse la camisa debajo de los pantalones, colocó bien su agenda y esperó que Jeff no advirtiera el desorden de su escritorio. Luego, se dispuso a abrir. En el último momento miró a Brooke, que a su vez lo miraba con unos ojos como platos.

Oh, Dios. Se sentía aturdido, pero tarde o temprano ese aturdimiento desaparecería y tendría que decir algo. Hacer algo. No, hacer no. Ya había hecho suficiente. Evidentemente se imponía pedir disculpas, pero no había tiempo para ello. Abrió la puerta.

—Hola, Jeff, Courtney… —alcanzó a escuchar un leve gemido a su espalda. Era Brooke.

—¿Qué tal, colega? —Jeff le dio unas palmaditas en un hombro.—Oh, como siempre.—Hey, Brooke, ¿qué tal va todo?—¡Estupendo! —respondió con tono excesivamente ligero, desde el

fondo del despacho.—Oh, Brooke, ¡hemos visto taaaantos anillos! —exclamó Courtney,

tomando de la mano a Jeff. Se besaron y empezaron a hacerse carantoñas.

Chase miró a Brooke, rememorando el sabor de sus labios. No podía recordar ninguna otra ocasión en que se hubiera excitado tanto. Ni podía ni quería. Aquella había sido una experiencia increíble, hasta que, de pronto, se interrumpió dramáticamente. Seguía sin saber cómo había sucedido. Pero estaba absolutamente seguro de que deseaba que se repitiera…

¿En qué estaba pensando? No, no lo quería. Él no se abalanzaba sobre la primera mujer que entraba en su despacho. Ni siquiera llevaba un preservativo consigo… Nada de eso, desde luego, le había importado. Se le encogió el estómago al pensarlo. Arriesgándose a mirar a Brooke, cuya expresión frenética aun no había desaparecido de su rostro, se preguntó una vez más cómo podía haber sucedido aquello. Había perdido el juicio; eso era. Lo había perdido por completo. Bueno, al menos ahora lo había encontrado, y justo a tiempo de oír parlotear a Courtney sobre anillos de compromiso. Al parecer, todavía no lo habían comprado.

—¡Pero mira esto! —retirándose el cabello de una oreja, Courtney se acercó a su hermana.

Brooke atravesó apresurada el despacho, dirigiéndose a su encuentro.

—¿Te has taladrado la oreja otra vez? Courtney, ¡ya van tres!—Lo sé. Me queda muy bien, ¿verdad?—Alégrate de que no haya sido en la nariz —terció Chase.Todo el mundo se volvió para mirarlo, de tal forma que se arrepintió

en seguida de haber abierto la boca.

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—Bueno —dijo Jeff—, el caso es que pasábamos casualmente por aquí cuando nos enteramos de que Brooke estaba en tu despacho. Supongo que habréis estado hablando de la boda, ¿verdad?

—Entre otras cosas —murmuró Chase,Brooke desvió la mirada, y un violento silencio siguió a sus palabras.—Brooke, te llamé a la oficina y me dijeron que estabas aquí —explicó

Courtney—. Así que se nos ocurrió subir para haceros una propuesta: que salgamos a cenar todos juntos. Ya sabes, para que nos vayamos conociendo.

Los cuatro se miraron entre sí, expectantes.—Hay un restaurante italiano aquí abajo — informó Chase, reacio.

Vio que Brooke lo asesinaba con la mirada, pero… ¿qué otra cosa podía hacer? Estaba intentando comportarse con normalidad.

—¡Genial! —exclamó Jeff, antes de besarse otra vez con Courtney—. ¡Me encanta la comida italiana!

—Oh, no sé si… —murmuró Brooke.—¡Brooooke! —le suplicó su hermana—. ¡Vamos!—Yo… antes debería pasar por la oficina. Me marché muy temprano

y…—¿Y qué? —la interrumpió Courtney—. ¿Cuántas veces te has

quedado hasta tarde entrevistando a alguien fuera de tu horario de trabajo? Últimamente he tenido que cenar muchas veces sola.

—Ya lo sé, pero es que me sentiría muy… muy incómoda si no paso antes por la oficina —se acercó al escritorio de Chase—. Id vosotros, que voy a llamar para avisarles.

—Llama ahora. Esperaremos.Brooke se sentía acorralada; era evidente. Chase supuso que

claramente no deseaba pasar más tiempo en su compañía, y lo cierto era que no podía culparla por ello. Tenía que hablar con ella acerca de lo que había sucedido, pero… ¿qué diablos podría decirle?

—¿Puedo usar tu teléfono? —le preguntó Brooke con una voz que apenas era un murmullo.

—Claro —respondió, deprimido.Sin mirarlo, levantó el auricular y marcó un número. De repente,

Chase se acordó, consternado, de los bolígrafos y la taza rota que todavía estaban por el suelo. Rezó para que Courtney y Jeff no los vieran.

—Voy a buscar mi chaqueta.Evitó deliberadamente mirar a Brooke mientras se acercaba al

perchero, al lado del ficus del despacho. Fue entonces cuando distinguió algo en la base del árbol. Las braguitas de Brooke. Mirando de reojo a

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Courtney y a Jeff, y aprovechando que se estaban besando de nuevo, las recogió rápidamente y se las guardó en un bolsillo. Por un instante, se permitió evocar el contacto de su piel y el sabor de su boca, antes de ponerse la chaqueta… Peligrosos recuerdos aquellos. Recuerdos que no deberían existir, porque no habría debido hacer lo que había hecho.

Se volvió hacia Courtney y Jeff a tiempo de oír a Courtney comentarle a su hermana:

—¿Lo ves? Me parece que te crees más importante en la empresa de lo que eres. Venga, vamos. Me estoy muriendo de hambre.

—Si sólo son las cinco y media —protestó Brooke—. Puede que todavía no esté abierto el restaurante. ¿Por qué no os adelantáis vosotros? —insistió otra vez—. Me gustaría hacer un par de llamadas. Hay candidatos a un puesto en la empresa que todavía no…

—¡Brooke! ¡Relájate, por Dios!Brooke se puso roja, luego blanca y luego otra vez roja.—De acuerdo. Vámonos —recogió su bolso.Al fin comprendió Chase el motivo por el que se había estado

demorando tanto: lo tenía dentro de su bolsillo. Tendría que haberlo adivinado mucho antes, pero el cerebro seguía sin funcionarle bien. Se aclaró la garganta varias veces, esperando llamar su atención, pero Brooke estaba decidida a ignorarlo. Y no podía culparla por ello.

Qué desastre. Qué horrible desastre. Aun así, tenía que hacerle saber que había encontrado sus braguitas. Tosió. No lo miró nadie.

—¿Brooke?Todo el mundo se volvió para mirarlo.—Yo… no es nada, sólo quería asegurarme de que realmente te

apetecía salir a cenar.Brooke asintió con expresión tensa, todavía evitando mirarlo a los

ojos.—Vamos entonces. Lo tengo todo bajo control aquí —quizá había

captado el mensaje, pero tenía la fuerte impresión de que no era así.—Ya, todo está perfectamente.Y salieron del despacho.—Insisto: lo tengo todo controlado —añadió Chase en un susurro.—Maldito bravucón —murmuró Brooke entre dientes mientras

seguían a su hermana y a Jeff al ascensor.Chase sabía que aquel restaurante italiano tenía unos precios

exorbitantes, pero dadas las circunstancias ese era un detalle que no le importaba en absoluto. Los tres iban delante de él, abriendo la marcha. Seguía devanándose los sesos para encontrar una manera de comunicarle a Brooke que tenía sus braguitas en su poder, cuando de repente se

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detuvo en seco. Si tenía sus braguitas en el bolsillo… eso quería decir que Brooke no llevaba ropa interior.

Su reacción fue inmediata y… acusada. «No pienses en ello», se ordenó. Cerró los ojos, pero cuando volvió a abrirlos, no pudo evitar fijarse en el trasero de Brooke, admirando el gracioso contoneo de sus caderas mientras caminaba… ¿Qué diablos le estaba pasando? Hasta ese día, había sido un ser humano normal y decente. Un caballero. Un hombre que respetaba a las mujeres tanto en el nivel profesional como en el personal. ¿Qué podía haberle sucedido? Brooke había aparecido en su vida: eso era lo que le había sucedido.

Incapaz de evitarlo, metió la mano en el bolsillo y tocó las braguitas. Poco a poco las fue desenrollando, recordando el momento en que se las había quitado… Lo que más le preocupaba era que no sentía el menor remordimiento. ¿Y acaso no debería arrepentirse por lo que había hecho?

Mientras observaba a Brooke caminando delante de él, Chase intentó convencerse de que se habría sentido mucho mejor si todo aquello no hubiera sucedido. Pero por mucho que se esforzó, no pudo. Era imposible.

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Capítulo 5—Courtney. ¿qué les pasa a esos dos?—¡Shhh! Habla más bajo.—Se están comportando como si se odiasen mutuamente.—Pues claro.—Y entonces, ¿qué vamos a hacer ahora?—Seguir hablando de que nos vamos a casar. Más tarde o más

temprano, terminarán estallando.No llevaba ropa interior. Jamás había salido en la calle sin llevar ropa

interior. Jamás. Se sentía expuesta, vulnerable, como si todo el mundo lo supiera. Y estaba condenadamente segura de que al menos una persona sí lo sabía, lo cual no podía avergonzarla más. ¿Qué pensaría Chase de ella? Cuando la vio entrar en su despacho, lo primero que pensó fue que tanto su hermana como ella eran unas oportunistas en el peor sentido de la palabra. Y ahora debía de pensar que era una… una… Su mente ni siquiera era capaz de formular aquella palabra. Lo único que sabía era que sus braguitas tenían que estar en alguna parte del despacho de un hombre que, hasta aquel día, había sido un perfecto desconocido. ¿Cómo podía haber sucedido algo así?

El restaurante italiano era muy elegante. De nuevo, Brooke fue agudamente consciente de que no llevaba ropa interior. Courtney y Jeff parecían absolutamente despreocupados, así que decidió aparentar el mismo desenfado. Al menos no tendría que preocuparse de que se le notaran las costuras de las braguitas.

Mientras seguía a Courtney, a Jeff y al maítre por el restaurante, Brooke descubrió un gran espejo situado al fondo del comedor. Y fue entonces cuando descubrió también al hombre que la seguía en silencio, con la mirada clavada en ella. O, más concretamente, en sus caderas. Incapaz de evitarlo, exageró un tanto su contoneo. No tenía ninguna duda de que al final le pagarían con la misma moneda, pero la expresión arrebatada de Chase merecía la pena.

Llegaron a su mesa y Courtney y Jeff se besaron por enésima vez antes de sentarse, y se besaron otra vez más cuando estuvieron sentados. Revisaron la carta del menú hablando en murmullos y tomándose las manos. Por su parte, Brooke se concentró en mantener las rodillas bien juntas y en bajarse continuamente la falda. Procuró ignorar al hombre que se hallaba a su izquierda. En algún momento Chase y ella tendrían que hablar de todo lo que había ocurrido, pero Brooke prefería hacerlo a ser posible con la ropa interior puesta. Acababa de arriesgarse a soltar el borde de su falda cuando una voz exclamó detrás de ella:

—¡Brooke!

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Sobresaltada, se volvió para descubrir a Doreen Oglesby, la antigua compañera de bridge de su madre. Doreen dejó a su marido solo en la mesa y se dirigió apresurada hacia Brooke.

—¡Oh, qué alegría veros a las dos! ¿Cómo están vuestros padres? Me acuerdo muchísimo de ellos.

—Están muy bien —respondió Brooke, confiando en que la señora Oglesby no esperara que la presentaran. Y esperando también que Courtney y Jeff mantuvieran las manos quietas. Y que Chase no. Vaya. No, eso no.

—Echo tanto de menos a vuestra madre… Nadie juega al bridge como ella —Doreen suspiró mientras miraba a los presentes en la mesa. Y Brooke se dijo que tal vez fuera mejor empezar de una vez por todas con las presentaciones.

—Señora Oglesby, le presento a Chase Davenport.Chase se levantó al mismo tiempo que los ojos de Doreen se

encendían con un brillo especulativo. Antes de que Brooke pudiera continuar, saltó Courtney.

—Y este es su hermano, Jeff Ryan: mi prometido —se volvió para mirar encandilada a Jeff, que le pasó un brazo por los hombros.

—¡Oh, vaya! —la señora Oglesby juntó las dos manos sobre el pecho, emocionada.

—Todavía no hay nada fijo —se apresuró a señalar Brooke, intentando minimizar los daños.

—Es por eso por lo que estamos aquí —explicó Courtney.Su hermana la miraba de hito en hito, entre estupefacta e indignada.—¡Oh, vaya! —repitió la señora Oglesby—. Y yo creyendo que la

buena noticia estaba relacionada contigo, Brooke… Nada más verte entrar, Brooke, le dije a Bob que te pasaba algo especial. Quiero decir que… bueno, estás… radiante, encendida.

—No estoy encendida —negó desesperada.—Bueno, desde luego algo te pasa —la señora Oglesby se volvió

hacia Chase para hacerle un guiño de complicidad—. ¿No es verdad?—Sí.«Encendida», se repitió Brooke. Sus emociones eran un completo

caos. Por ejemplo, ¿no debería sentirse avergonzada? ¿Aunque sólo fuera un poquito? ¿Quizá más de un poquito? ¿Y por qué no sentía nada de eso?

—Vaya, es usted un hombre muy guapo, si se me permite decirlo. ¿Existe acaso la posibilidad de que se produzca… una doble boda?

—¡No! —contestaron al unísono Brooke y Chase, alzando la voz.La señora Oglesby parpadeó asombrada. Incluso Jeff y Courtney

cesaron de hacerse carantoñas para mirarlos. Los dos procuraron explicarse a la vez:

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—No tengo nada en contra de Chase…—Brooke y yo acabamos de conocernos…—Apenas nos conocemos…—Hey. tranquilos, chicos —les interrumpió Jeff.«Eso, tranquilidad», se dijo Brooke mientras miraba a la señora

Oglesby con una sonrisa forzada.—Me alegro muchísimo de haberla vuelto a ver.—Desde luego que sí —la mujer captó en seguida la indirecta—.

Esperaré ansiosa la invitación a la boda.«Oh, no», exclamó Brooke para sí. Si no actuaba con rapidez, sus

padres terminarían enterándose de todo.—No va a haber ninguna boda…—¡Sí que la habrá! —insistió Courtney.—… dentro de mucho tiempo —terminó Brooke.—¿Por qué deberíamos esperar? —preguntó Jeff.—Porque ambos necesitáis terminar vuestros estudios… —empezó a

decir Chase.—¿Quién ha dicho que no vamos a terminar nuestros estudios?—Chase se refiere a la universidad —aclaró Brooke—. Porque

Courtney va a ir a la universidad.—Ya estamos otra vez —su hermana cruzó los brazos sobre el pecho.—Por supuesto, yo me refería a los estudios superiores —precisó

Chase.—Gracias por echarme un cable —musitó Brooke de modo que sólo la

oyera él, atreviéndose por fin a mirarlo.—Cada cosa a su tiempo —murmuró.Lo cual, evidentemente, le recordó a Brooke otra cosa… que no tenía

intención alguna de compartir con su hermana. Alzó luego la mirada para descubrir a la señora Oglesby apresurándose a reunirse con su marido. Estupendo.

—No pudiste aguantarte las ganas de decirle que estabais comprometidos, ¿eh? —se volvió hacia Courtney, furiosa.

—¿Y por qué no?—¿No se te ocurrió que podría decírselo a mamá y a papá?—¿Y?—¿Y? ¿Y? ¡Sabes perfectamente que no deberías molestarlos con

estas cosas!—¿Molestarlos? —Courtney se aferró a la mano de Jeff—. ¿Es eso lo

que es mi boda para ti? ¿Una molestia?

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Brooke era consciente de que estaba metiendo la pata. Menos mal que la señora Oglesby ya se había ido. Y para colmo, había estado a punto de tener una «aventura de una sola tarde» con el futuro cuñado de Courtney, que en aquel momento estaba sentado muy cerca de ella. Aunque por otro lado, si no los hubieran interrumpido, en aquel instante no se sentiría tan irritable y tan al borde de la desesperación. «No pienses en eso», se ordenó. Y no estaría sin ropa interior. «No pienses en eso tampoco».

—Jeff, Courtney —terció Chase, exhibiendo un tono razonable que a Brooke le resultó todavía más irritante—. Sólo queremos asegurarnos que habéis meditado bien las cosas.

—¿Qué cosas? —inquirió Courtney.—El matrimonio es un paso muy serio.—Ya lo sabemos.—Y sois demasiado jóvenes para que limitéis de esta forma vuestras

opciones.—¿Qué opciones? —preguntó Jeff.—Pues eso… opciones.Brooke sorprendió entonces a Chase y a Jeff intercambiando una

extraña mirada.—Oh, esas opciones —dijo Jeff—. No hay problema.—¿Sabes acaso de lo que está hablando tu hermano? —le preguntó

Courtney.—Más o menos —el chico no se atrevía a mirarla a los ojos.—Bueno, pues yo no.Brooke sí podía hacerse una idea. Se suponía que Chase tenía que

estar hablándoles de cosas prácticas tales como apartamentos, seguros y el coste de la vida. Y no recordándole a Jeff que no podría salir ya con más chicas si se casaba.

—Me temo que voy a tener que ser más explícito —declaró Chase, mirándolos a los dos.

Brooke se echó a temblar.—Ambos estáis entrando en una etapa de vuestras vidas de grandes

cambios. Vais a conocer a gente nueva y a tener nuevas experiencias, el tipo de experiencias que pueden hacer cambiar a una persona. Y querréis sacar el máximo partido a esas experiencias.

—Estaremos satisfechos teniéndonos el uno al otro —insistió Courtney.

—No necesariamente. Descubriréis que ese matrimonio coartará vuestra libertad.

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—La única libertad que tendremos coartada será de salir con otras personas. Es a eso a lo que te refieres, ¿verdad?

—Courtney, ¡danos un respiro, por favor! — estalló Brooke—. Tienes dieciocho años y… ¿desde cuándo conoces a este chico? ¿Desde hace tres semanas? ¡Pero si has dedicado más tiempo a escoger parejas para el baile de fin de curso!

—Ya nos conocíamos de antes de la obra, pero a veces simplemente salta un chispazo con un chico. ¿No te ha sucedido a ti nunca?

Antes de esa tarde, Brooke habría respondido con un enfático «no». Pero ahora no solamente acababa de sentir aquel chispazo, sino que el culpable del mismo se encontraba sentado a su lado.

—¡No puedes basar una decisión así en una cuestión de hormonas! —suspiró profundamente—. ¿Dónde diablos se ha metido la camarera?

Haciendo un puchero, Courtney se acurrucó contra Jeff.—Tu hermano no cree que yo sea lo suficientemente buena para ti.—Eres perfecta para mí.—Y tú para mí.Aquello podría durar toda la noche y, francamente, Chase no le

serviría a Brooke de tanta ayuda como había creído. Le lanzó una mirada de advertencia a la que él respondió con otra de desafío, como si le estuviera diciendo: «sé que no llevas braguitas. Y me gusta». Y, en aquel instante, incluso se sintió un tanto halagada, pero eso era un error, un grave error. Estaban en mitad de una crisis, y Chase debería concentrarse en atraerse a Courtney y a Jeff y no en suscitar su hostilidad. En lugar de ello, sus labios se estaban curvando levemente, lo bastante como para dejarle saber lo que estaba pensando: que si esos dos no estuvieran allíntonces ellos tampoco. Estarían más bien en su despacho, continuando con lo que habían dejado pendiente… Nerviosa, abrió su carta de menú.

—¿Hacen buena lasaña aquí? Te gusta la lasaña, ¿verdad, Courtney?—Habitualmente tomo aquí los manicotti, y son excelentes —sugirió

Chase.—Entonces eso es lo que pediremos — anunció Brooke con un tono

demasiado ligero.—Yo sólo tomaré una ensalada —declaró Courtney—. Tengo que

reducir algo de peso para que me siente bien el vestido de novia.Brooke tuvo que morderse la lengua, pero aparentemente Jeff decidió

sazonar la conversación con un poco de testosterona.—El bueno de Chase, siempre tan previsible y rutinario, el hombre de

los manicotti. Cada día lo mismo. Nada de sorpresas, nada de diversión…—¿Dónde está la camarera? —inquirió Brooke, buscándola con la

mirada por el restaurante. Sin saberlo, Jeff estaba incitando a Chase a que le explicara lo mucho que había estado disfrutando hasta que él fue a buscarlo con Courtney…

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—Para los inmaduros, la gente responsable resulta aburrida —repuso Chase mientras tomaba un sorbo de agua.

—¡Es agobiante! —estalló Courtney—. Me moriría si tuviera que pasarme todo el día encerrada en una oficina.

—No sabía que las camareras trabajaran en oficinas —le espetó Brooke, sin que pudiera evitarlo.

—No voy a ser camarera, sino actriz.—Una actriz que tendrá que ganarse la vida como camarera —Brooke

miró a su alrededor— Puedes empezar solicitando un puesto aquí. Parece que andan cortos de personal.

—Ser camarera no tiene nada de malo —terció Jeff, defendiendo a Courtney.

—Yo no estoy diciendo eso. Sólo estoy diciendo que no es un buen trabajo.

—¡Y yo estoy diciendo que voy a ser actriz!Brooke decidió cambiar de táctica:—¿Qué vas a ser tú, Jeff?—Oh, no lo sé —respondió, sorprendido por su pregunta—. Pero no

seré como Chase, eso seguro.—¿Y cómo piensas mantener a tu esposa actriz? —le preguntó Chase.—¡Hey! —Brooke se volvió hacia él—. ¡Courtney se mantendrá a sí

misma trabajando de camarera! Todavía no sabemos a lo que se dedicará Jeff.

—Ya encontraré algo, ¿de acuerdo?—A mí me parece que ya lo has encontrado… ¡una esposa

trabajadora! —observó Brooke, sarcástica.—No creo que tenga que trabajar mucho cuando Jeff pueda disponer

de su cuenta bancaria personal… eso si ella todavía sigue con él, claro —comentó Chase.

—Oye, espera un momento… al menos mi hermana tiene sueños y metas. ¿Qué tiene Jeff?

—Me tiene a mí para que lo asesore.—Oh, qué reconfortante…—Dejadlo ya… ¡dejadlo ya los dos! —Courtney empezó a sollozar—.

¡Se suponía que esto era una celebración… y lo habéis estropeado todo! — se levantó de la mesa y se marchó corriendo.

Jeff hizo ademán de seguirla, pero Brooke sacudió la cabeza.—No, yo la acompañaré —cuando fue a recoger su servilleta para

dejarla encima de la mesa, descubrió que Chase le había puesto una mano en el muslo.

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Jadeó, sobrecogida. El muy descarado… Pero no, no era eso: Chase la estaba mirando de una manera extrañamente insistente mientras buscaba su mano con la suya, en la que llevaba algo. Cuando abrió los dedos, lo vio. Sus braguitas. Avergonzada, Brooke las agarró mientras se ponía roja como la grana. No podía atravesar el restaurante con eso en la mano, así que recogió su bolso y las guardó dentro. Murmurando una disculpa, se levantó de la mesa y salió a la carrera. Encontró a su hermana en el servicio de señoras. Sólo estaba ella. Seguía llorando.

—¿Courtney?—¿Cómo has podido, Brooke?—Lo siento. Todo empezó con mal pie y…—Cualquier hermana se habría puesto contenta de que compartieran

con ella un proyecto de boda.—Y lo estoy, lo estoy —a cualquier precio, Brooke necesitaba volver a

abrir sus vías de comunicación con Courtney.No daba crédito a lo mal que tanto Chase como ella habían manejado

una situación tan delicada. Habían planeado una estrategia y, en lugar de seguirla, habían terminado metiéndose cada uno con el hermano del otro. Y lanzándose al mismo tiempo miradas ardientes.

—¿Tienes algo de maquillaje? —le preguntó Courtney después de refrescarse la cara con agua fría.

Claro. Lo tenía en su bolso, justo debajo de sus braguitas.—Sabes que no es una buena idea compartir el maquillaje.Courtney la miró como si acabara de desembarcar de otro planeta.—¡Soy tu hermana!Brooke abrió su bolso lo justo para meter la mano y localizar el

maquillaje, que le entregó. Luego se metió en el retrete. No había mucho espacio para maniobrar y no tenía especiales ganas de quitarse los zapatos. Se levantó la falda y se sentó en el sanitario. De repente tuvo una idea: Courtney no podría ver el reflejo de sus pies en el espejo, por debajo de la puerta, si se hallaba distraída con algo.

—¿Recuerdas cuando Chase dijo que estaba asesorando a Jeff?—¿Asesorándole? ¡Ja! Chase gobierna su vida. Y está intentando

convertirlo en un clon de sí mismo. Jeff no quiere eso.Brooke pensó que hablar de Jeff constituía una buena distracción para

su hermana. Apoyando la espalda en la pared de azulejo, alzó sigilosamente un pie y procuró meterlo en las braguitas, intentando al mismo tiempo no sacar el talón del zapato. Eran unas braguitas de algodón blanco, sin adornos. No podían ser más sencillas… ni menos sexy. Puestos a dejarse unas braguitas en el despacho de un hombre como Chase, ¿por qué no habían tenido que ser unas de encaje, más sofisticadas?

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—Bueno, supongo que Chase debe de ser un buen tipo —continuó Courtney, ajena al diálogo interior de su hermana—, pero lo único que hace es trabajar. Jeff dice que nunca vuelve a casa antes de las ocho, eso no si no pasa antes por el gimnasio. Casi siempre va a la oficina los fines de semana y también se lleva trabajo a casa. No tiene ninguna diversión.

«Oh, desde luego que sí», se dijo Brooke.—Y lógicamente no sale con nadie.—¿Cómo podría hacerlo, si no tiene tiempo? Es como tú. Trabaja y

trabaja todo el tiempo.—Yo no trabajo todo el tiempo y Chase probablemente tampoco.Ahora venía lo más difícil. Brooke se apoyó otra vez de espaldas

intentando flexionar una rodilla de manera que su hermana no pudiera ver nada por debajo de la puerta.

—¿Me puedes prestar también tu cepillo? — le preguntó Courtney, deslizando una mano por debajo de la puerta.

Brooke se sobresaltó tanto, que no acertó a meter bien la otra pierna y se le enganchó el talón en el borde de las braguitas. Y al volver a sacarla se golpeó el codo contra la pared.

—¡Ay!—¿Qué estás haciendo ahí dentro?Esbozando una mueca de dolor, Brooke se frotó el codo.—Intentando recuperar mi bolso —lo recogió y le entregó el cepillo a

Courtney por debajo de la puerta, para intentar de nuevo la maniobra.En esa ocasión lo consiguió. Pero también consiguió de paso, al

apoyar la espalda contra la pared, pulsar el botón de salida del agua.—Brooke... ¿estás bien?—¡No, no estoy bien! —Brooke terminó de subirse las braguitas, se

bajó la falda y salió. Era peor de lo que había pensado.—¿Qué ha pasado?—Me he empapado.—Ya, bueno, pero...—Cállate y consígueme unas toallas de papel.—No hay —Courtney señaló los secadores de manos instalados en la

pared.—Oh, genial.—Pero los secadores son mejores. Déjame tu chaqueta.Brooke no tuvo más remedio que entregársela, mientras su hermana

ponía en funcionamiento un secador.—¡Llevas la blusa manchada de tinta! —exclamó Courtney, alzando la

voz.

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Brooke sabía que sólo era cuestión de tiempo que alguien entrara en el aseo. Aunque era temprano, el restaurante estaba lleno de gente. Bueno, al menos ahora llevaba puesta la ropa interior. Justo en aquel instante entró una mujer, que después de lanzar a Brooke una mirada cargada de simpatía y comprensión, le preguntó:

—¿Una mancha de vino?—No —Brooke sacudió la cabeza—. Agua.—Bueno, es una suerte.«Sí, menuda suerte», pronunció para sus adentros. Después de que la

mujer se hubo marchado, Courtney, que hasta ese momento había estado inusualmente callada, aventuró un comentario:

—Desde que fuimos a buscarte al despacho de Chase, te he notado rarísima. ¿Qué es lo que te pasa?

—Estoy rarísima porque no quiero ver a mi hermana atándose de pies y manos nada más terminar sus estudios en el instituto —nada más ver la cara que puso Courtney, deseó haberse quedado callada.

—Yo no quiero ir a la universidad… no necesito hacer más cursos. Quiero estudiar para actriz en una escuela de cine, y dado que tú te encargarás de convencer a mamá y a papá de que eso es una mala idea, ¿por qué no habría de casarme? ¿Qué otra cosa voy a hacer?

De repente, Brooke pronunció unas palabras que jamás había imaginado que llegaría a pronunciar:

—¿Por qué no simplemente vivís juntos?—¡Brooke! —dejó de apretar el botón del secador—. ¡Les contaré a

mamá y a papá que me has dicho eso!—Por favor, no lo hagas —ya estaba lamentando habérselo sugerido.

Volvió a poner en funcionamiento el aparato.—En cualquier caso, Jeff tendrá libre acceso a su cuenta cuando se

case.Aunque le quemaban las manos por el calor del secador, a Brooke se

le heló la sangre en las venas.—¿Tú sabías de la existencia de esa cuenta?—Por supuesto.—¿Te vas a casar por él por su dinero? —le preguntó, sospechando

que hermana era realmente una oportunista—No seas tonta. Él se va a casar conmigo por su dinero.—Esa distinción no mejora mucho las cosas.—Bueno, ¿y que esperabais Chase y tú que hiciéramos?Brooke se había quedado sin habla.

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—No puedo creer que vayas a casarte con el primer hombre disponible que hayas encontrado… bueno, hombre no, porque sigue siendo un chico… y arruinar así tu futuro.

—¡Ese es mi futuro!—¡Pero tienes tantas oportunidades! Oportunidades que yo nunca

tuve.—¡No quiero tus oportunidades!—Courtney, sé razonable.El secador se apagó. Courtney examinó la chaqueta.—Todavía está un poco húmeda, pero ya casi ni se nota. Toma —se la

tendió a su hermana, y salió corriendo del servicio.Brooke recogió su bolso y salió también al comedor. Una mirada a su

mesa le confirmó que Chase y Jeff habían estado manteniendo una similar conversación durante su ausencia. Chase estaba sentado con los brazos cruzados sobre el pecho, mirando con el ceño fruncido a su hermanastro, que a su vez se dedicaba a consolar a Courtney.

Brooke estaba ya harta de todo aquello.—Por favor. Si estás intentando convencerme de que eres una buena

actriz, esto no va a conseguirlo. ¿Te das cuenta de lo que está haciendo?—Sí, pero yo nunca lo habría reconocido. No es una buena táctica.—No, tu estilo consiste en decirle a tu hermano que puede hacerlo

mejor.—Yo no he dicho eso.—No tan explícitamente, pero ahora que lo has sacado a colación…—¡Ya están discutiendo de nuevo! —sollozó Courtney contra el

hombro de Jeff—. ¡Llévame a casa!—Sí, eso, salgamos de aquí.De repente apareció la camarera. Por fin.—¿Ya han decidido lo que quieren tomar?—No —respondió Chase—. Hemos perdido el apetito.

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Capítulo 6—Se odian, Courtney.—Ya lo sé. ¿No es estupendo?—Pero yo pensaba que tú querías que se juntaran.—Cuanto más incómodos estén, más probabilidades tendremos

nosotros de salimos con la nuestra. Espero que sea pronto, porque se acerca San Valentín y tengo que enviar la solicitud.

—A mí no se me dan nada bien estas cosas.—Estás representando muy bien tu papel.—¿Tú crees?—Estoy segura.Brooke llegó a casa primero y no perdió el tiempo en desnudarse y

meterse en la ducha.Cuando salió, Courtney no había vuelto todavía. Casi no daba crédito

al desastre que había significado aquella cena. Chase y ella habían trazado unos planes… ¿Qué había pasado con ellos? Habían dicho precisamente lo que no tenían que haber dicho. Habían asumido una actitud agresiva cuando habrían debido mostrarse más pragmáticos. Y ella había perdido la cabeza para dejarse llevar por las emociones. Otra vez. Se puso una cómoda sudadera y empezó a preparar una ensalada para la cena, intentando convencerse a sí misma de que Courtney no cometería ninguna estupidez. Como ella.

No. Brooke se desahogó sobre una pobre e indefensa zanahoria. No había cometido nada estúpido, sino inesperado. Y se alegraba de haberlo hecho. Se alegraba. Había estado últimamente demasiado satisfecha de sí misma y aquel… encuentro con Chase era justamente lo que había necesitado no sólo para acercarla más a Courtney, sino también para recordarle lo que podía suceder cuando las emociones se desbocaban. Y eso era exactamente lo que pretendía decirle a Chase cuando lo viera.

Ya había terminado de preparar la ensalada cuando Courtney entró por la puerta de la cocina. Brooke se encontraba detrás de la puerta abierta de la nevera y pudo observar a su hermana antes de que la descubriera a ella. Al menos no había estado llorando.

—Hola —la saludó con tono suave.—Hey —Courtney se acercó a la mesa de la cocina—. ¿Eso es la cena?—Sí, sólo algo ligero.—Gracias —Courtney se sentó en su asiento habitual y esperó a que

Brooke terminara de poner la mesa.Brooke intentó no sentirse irritada, y el cielo sabía que aquella no era

la mejor oportunidad de reprocharle que no se le ocurriera echarle una

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mano, pero… ¿cómo podía esperar Courtney que ella la tratara como a una adulta cuando seguía comportándose como una niña mimada? Sí, últimamente Courtney había tenido que prepararse la cena cuando Brooke se quedaba a trabajar hasta tarde, pero, ¿por qué no se le había ocurrido preparar de paso la cena para dos? Le habría encantado volver a casa y encontrarse con la comida preparada. Pero tampoco eso se le había ocurrido.

Un sospechoso puchero interrumpió sus reflexiones. Brooke sirvió dos vasos de té con hielo y los llevó a la mesa. Con la cabeza baja, Courtney murmuró un apocado «gracias» e hizo otro puchero.

—¿Estás llorando? —Brooke habría jurado que su hermana estaba perfectamente cuando entró en casa.

Courtney alzó la cabeza, pasándose por el rabillo del ojo un dedo con demasiada rapidez para que Brooke pudiera descubrir si había alguna lágrima o no. En cualquier caso, tuvo el efecto deseado. Quizá Courtney tuviera un gran futuro como actriz…

—Después de todo lo que ha pasado, ¿no es para ponerse a llorar?—Pues no. Yo también estuve allí, y no estoy llorando.—¡Chase y tú os odiáis! Tú eres la persona más cercana a Jeff y a mí.

¿Cómo se supone que vamos a planear una boda cuando nuestros respectivos familiares no se soportan?

—Nosotros no nos odiamos.—Oh, vamos. Apenas le diriges la mirada. Y las cosas que dijiste…—Esas cosas las dije en el calor del momento. Tengo que reconocer

que nosotros… no estuvimos… —Brooke se esforzó por encontrar las palabras adecuadas—…tan tranquilos y racionales como deberíamos haber estado, pero tú tendrás que admitir que Jeff y tú pulsasteis las teclas equivocadas.

—Pero nosotros queremos que vosotros os llevéis bien.Secretamente, Brooke no creía que eso fuera tan necesario, pero

sonrió por deferencia hacia Courtney.—Y pensamos que, para eso, lo único que tenéis que hacer es llegar a

conoceros mejor.«Mejor que qué?», se preguntó Brooke. Por otro lado, necesitaban

encontrarse de nuevo para intentar que tanto Jeff como Courtney entraran en razón. Pero, en esa ocasión, el encuentro se produciría en su propio territorio.

—De acuerdo, Courtney. ¿Por qué no invitas a Jeff y a su hermano a venir aquí para hablar de todo esto?

—Para hablar de nuestra boda, querrás decir.«Mantén la calma», se ordenó Brooke en silencio.—Sí, entre otras cosas —no pudo evitar agregar.

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—Vale… ¡hey, tengo una idea! Los invitaremos a cenar —Courtney parecía encantada consigo misma. No era de extrañar, ya que no tenía ni idea del trabajo que suponía preparar una cena para cuatro y quedar bien.

—No sé si…—Cocinaré yo.—¿Cocinarás tú?—Claro.—Courtney, tú no sabes cocinar.—Por supuesto que sé. ¿Cómo te crees que ceno cuando tú no estás?Brooke estuvo a punto de señalarle la diferencia existente entre

descongelar una comida precocinada en el microondas y preparar una cena para cuatro, pero se lo pensó mejor.

—Se puede recurrir a uno de esos platos familiares congelados. La lasaña no está tan mal.

—Ni hablar. Voy a preparar una cena de verdad. Yo sola. No quiero exponerme a que Chase me critique.

Courtney ignoraba el lío en que se estaba metiendo. Lo cual constituía para Brooke una perfecta oportunidad para demostrarle que no estaba capacitada para las tareas domésticas. Un punto más en contra de su proyecto de matrimonio.

—Es una gran idea —comentó Brooke—. Dicen que el mejor medio de llegar al corazón de un hombre es a través de su estómago.

—Bueno, yo no quiero llegar al corazón de Chase —repuso Courtney—. Entre otras cosas, porque no tiene.

Turbadores recuerdos del corazón de Chase latiendo bajo sus labios asaltaron la mente de Brooke. Recordaba muy bien sus caricias y el aroma de su piel. Decididamente, los dos tendrían que hablar antes de que se presentara a cenar con Jeff.

Chase se sentó frente a su ordenador en el despacho de su casa, pero en lugar de trabajar, estuvo buscando en Internet información sobre los desórdenes hormonales. El ruido de la puerta automática del garaje anunció la llegada de Jeff. Por fin. Apagó el ordenador esperando que su hermanastro irrumpiera en la habitación.

—¡Chase!—Aquí estoy.Jeff entró precipitadamente en el despacho, se quitó la chaqueta del

instituto y la lanzó descuidadamente sobre una silla.—No sé qué es lo que pasó en la cena, ¡pero no pienso consentir que

desprecies a Courtney!Así que la cosa iba en serio. Chase había esperado quejas y gimoteos.

No había esperado enfrentarse a un hombre dispuesto a defender el honor

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de su mujer. Era la primera vez que veía un síntoma de madurez en Jeff. Lo malo era que la ocasión era la menos apropiada.

—Lo siento. No era mi intención insultar a tu novia.—Prometida —le corrigió Jeff con tono agresivo.—Prometida —cedió Chase.—Y lo mismo con su hermana. Tampoco fuiste muy amable con

Brooke que digamos.—Brooke y yo…—pero… ¿qué podía decirle?—Os odiáis.—No, no nos odiamos.—Bueno, no os caéis bien y eso está mal, porque vais a ser cuñados.

Así que será mejor que vayas pensando en llevarte mejor con ella.Mientras Jeff estaba terminando de hablar, sonó el teléfono. Sin pedir

permiso, se acercó al escritorio de Chase y descolgó el auricular. Instantáneamente, la expresión de furia se borró de su rostro, así que Chase supuso que era Courtney quien llamaba.

—¡Claro, eso sería estupendo! Sí. Vale, yo también te quiero. No, yo te quiero más. No, te digo que yo más… —se interrumpió cuando Chase le amenazó con cortar la llamada—. ¡Adiós! —le envió un beso por teléfono y colgó—. Adivina lo que ha pasado.

—No tengo ni idea —pronunció Chase.—Courtney y Brooke nos han invitado a cenar. Cocinará Courtney. Le

dije que iríamos. ¿Te parece bien?—¿Cuándo?—No sé.—¡Pues averígualo!—Tranquilo. No tienes otros planes.—Podría tenerlos.—Ya, no me digas.—No suelo hablarte de mi trabajo, Jeff, pero da la casualidad de que

estoy esperando la subasta de una propiedad en Atlanta. Y puede que tenga que salir para Colorado la semana que viene.

—¿Tienes algún otro plan que no sea trabajar? —al ver que se quedaba en silencio. Jeff agregó mientras volvía a ponerse la chaqueta—: La cena probablemente será el sábado, dado que durante el resto de la semana tendremos ensayos después de las clases —antes de salir del despacho, se detuvo en la puerta para advertirle—Y, esta vez, intenta ser un poco amable.

Cuando se quedó nuevamente solo, Chase retomó su búsqueda de información sobre trastornos hormonales. Leyó los artículos que había sacado de Internet y luego buscó por «atracción sexual», pero lo único que

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consiguió encontrar fue un millón de sitios web pomo. Nada. No tuvo más remedio que renunciar, pero todavía tenía que hablar con Brooke antes de que se reunieran todos para cenar. Por cierto, ¿qué demonios iba a decirle?

Se sentía algo culpable por lo que había sucedido en su despacho, pero, si era sincero, no lo suficiente. De hecho, si era realmente sincero, tenía que admitir que no se sentía nada culpable. Su única preocupación era Brooke y lo que ella pudiera sentir. Era importante que ella supiera que nunca había hecho algo parecido antes. Suponía que tenía que pedirle disculpas, pero tampoco quería hacer eso. Lo malo era que no lamentaba nada. Ni la oportunidad ni las circunstancias habían sido las más adecuadas, pero una extraña química había surgido entre ellos. Una química que no se podía ignorar.

La reacción resultante había sido inmediata, instantánea, y la discusión que habían mantenido durante la cena sólo había sido un intento por neutralizarla. Brooke había sentido lo mismo: estaba seguro de ello. No podía quitarse aquello de la cabeza, y ahí residía el problema. Una disculpa implicaría arrepentimiento. Y de lo único de lo que se arrepentía era de no encontrarse en un momento de su vida en que pudiera ofrecerle a Brooke algo más. ¿De qué manera podría decirle eso?

A la mañana siguiente, en su despacho, Chase ya estaba absolutamente convencido de que, fuera lo que tuviera que decirle a Brooke, tendría que hacerlo en persona. Deliberadamente había llegado antes que el resto de la plantilla. Observó su escritorio. Por la noche, la limpiadora había recogido los pedazos de la taza de café y vuelto a colocar los papeles y bolígrafos sobre la mesa, sin ordenar nada. Chase cerró los ojos y se permitió revivir aquellos minutos de la experiencia más erótica de toda su vida. Luego, sacó su bloc de notas y pasó la siguiente media hora pensando sobre lo que tendría que decirle a Brooke… en vano.

Nada. Quizá se le ocurriera algo de camino a la oficina de Brooke. Poco después, se encontraba en el vestíbulo del edificio que albergaba su oficina, todavía sin la menor idea de lo que iba a decirle. Daba igual. Todo dependería de su reacción al verlo.

Brooke no tenía ninguna entrevista programada para aquella mañana. Chase y ella tenían que hablar antes de la noche del sábado. Dos veces había descolgado el auricular, pero las dos había terminado por colgar. No estaba preparada. ¿Lo estaría alguna vez?

Suspirando profundamente, se disponía a descolgarlo por tercera vez cuando sonó de repente, sobresaltándola. Salvada por la campana. O más bien todo lo contrario.

—¿Brooke?Era Chase. Su estómago entró inmediatamente en caída libre.—Ho… hola.—¿Tienes tiempo para que hablemos unos minutos?—Sí. De hecho, precisamente iba a llamarte.

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—Bueno… me gustaría que nos viéramos.—¿Tú crees que es una buena idea? —le preguntó, cerrando los ojos.—Lo que tengo que decirte tiene que ser en persona.—Claro —su estómago acabó aterrizando en seco. Consultó su

agenda—. ¿A qué hora?—¿Ahora? —inquirió tras una ligera vacilación—. Estoy ahora mismo

en tu edificio, abajo.En su agenda no tenía ningún compromiso hasta la una y media.—Va… vale. Estoy en el despacho catorce treinta y dos.—Te veré en unos minutos.«Unos minutos», se repitió Brooke, con el corazón acelerado.

Necesitaba mucho más que unos pocos minutos para prepararse para volver a ver a Chase. ¿Cómo se suponía que iba a comportarse? ¿Qué iba a decirle? Como no podía quedarse allí sentada esperando a que apareciera, salió a la zona de recepción.

Sus ojos se encontraron con los de Chase tan pronto como se abrieron las puertas del ascensor. Se había olvidado de lo guapo que era. La suya era una belleza artera, sutil, que podía dejar deslumbrada a cualquier mujer sin previo aviso. Si a eso se añadía que llevaba un traje y que ella sentía una especial debilidad por los hombres de traje…

—Mi despacho está por aquí —le indicó, orgullosa del tono fríamente formal de su voz.

Su despacho era pequeño, pero lo suficientemente grande como para dar cabida a un archivador, un escritorio, una silla de más y una bonita palmera de interior.

—Toma asiento —le ofreció mientras volvía a sentarse ante su mesa.Se miraron fijamente. Brooke intentó descifrar la expresión de Chase

y mantener la suya impasible al mismo tiempo, hasta que se dio cuenta de que él estaba haciendo lo mismo.

—He venido aquí para hablar de lo de ayer.—Ya me lo imaginaba —asintió Brooke. Tenía la imagen mental de

ellos dos en una especie de cuadrilátero de boxeo, corriendo alrededor, esquivándose y esperando cada uno a que el otro soltara el primer golpe.

—¿Te encuentras bien?—Sí, claro —mintió.—Pues yo no.Aquello no era lo que ella había esperado. Había supuesto que se

mostraría aliviado.—¿Tú no?—La verdad es que no sé qué decirte sobre ello—hizo un gesto de

impotencia con las manos.

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Brooke sabía muy bien a qué «ello» se refería.—¿Qué es lo quieres decirme?—Algo que no te insulte, ni me haga aparecer ante tus ojos como un

canalla oportunista. ¿Y tú?—A mí me gustaría inventarme algo que no me presentara como una

mujer demasiado puritana, pero tampoco demasiado fácil —replicó Brooke, forzando una carcajada.

—Hey, no… yo sé que no eres así.—Define «así».—Er… ya sabes.—¿Sexy? ¿Desinhibida? ¿Ardiente? ¿Atrevida? ¿Aventurera? —se

mostró incapaz de pronunciar la palabra clave.—¿Lo ves? —Chase la señaló con su dedo índice—. Sabía que esto

sucedería. Cualquier cosa que te diga tienes que interpretarla mal. ¿Quieres que te pida disculpas? Lo haré, si es eso lo que quieres.

No, no quería eso. ¿Pero lo querría él?—¿Por qué no te has disculpado?Chase se levantó, apoyó ambas manos sobre el escritorio y se inclinó

hacia delante, sin dejar de mirarla a los ojos.—Porque no lamento nada —se irguió—. Así que demándame si

quieres —tragó saliva—. Esto último no iba en serio, ¿eh?—Ya —repuso Brooke. Tampoco a ella le habría gustado explicar su

comportamiento delante de un tribunal.—Brooke, nunca antes había hecho algo así. Nunca había querido

hacerlo —empezó a caminar por el despacho, nervioso—. Hay una especie de atracción visceral entre nosotros. Tú la sientes —se detuvo frente a ella—. Reconócelo.

A Brooke le gustaba especialmente la palabra «visceral». Asintió con la cabeza y Chase se puso a caminar de nuevo.

—Lo sabía. Sabía que no podía ser algo unilateral —de repente giró en redondo y volvió a detenerse frente a ella, al otro lado del escritorio—. Es la cosa más sexy que me ha sucedido nunca. Tú eres la cosa más sexy que me ha sucedido en toda mi vida.

En aquel momento, Brooke volvió a experimentar aquella reacción visceral; sobre eso no había duda. Aunque no era muy correcto que la hubiera descrito de esa forma, como una «cosa sexy».

—Fue deseo. Puro deseo. Puro y abrasador deseo —se detuvo nuevamente para mirarla—. ¿Me he explicado bien?

—Sí.—No pareces tan ofendida como deberías.

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—No lo estoy. Increíblemente, no lo estoy. Ni siquiera podía pensar… no me importaba lo que estaba haciendo. Fue todo tan abrumador…

—El deseo.—Sí, el deseo —repitió ella.—No puedo dejar de pensar en ello. En ti.—Pero especialmente en ello.Chase asintió con la cabeza, muy serio.—Al contrario que mi hermano, que tan deseoso está de casarse, yo

no estoy preparado para establecer una relación. Al contrario también que Jeff, creo que una relación seria requiere tiempo y trabajo. Y estoy absolutamente decidido a hacerlo así.

—No sé por qué, pero intuyo que hay un «pero» por alguna parte.—Pero, ahora mismo, no dispongo ni del tiempo ni de la energía

necesarios. Durante mi infancia mi padre casi no estuvo a mi lado, y yo me prometí a mí mismo que mis hijos no padecerían esa experiencia. Estoy ahorrando una buena cantidad de dinero para así poder retirarme pronto con las espaldas cubiertas. Calculo que necesitaré un par de años más.

Para Brooke, aquello fue como presentarle un plato delicioso para luego retirárselo. Ella era la «cosa más sexy» que le había sucedido nunca, pero no poseía la importancia suficiente como para hacerlo cambiar de vida. Ni siquiera merecía la pena que se desviara un tanto de sus planes. Aunque Brooke tampoco deseaba eso. De hecho, debería sentirse agradecida por su sinceridad.

—Entiendo lo que quieres decir —Brooke intentó no fijarse demasiado en el alivio que se reflejó en su rostro—. Yo tampoco tengo tiempo para una relación. Y las aventuras frívolas no son mi estilo.

—No hubo nada de frívolo en nuestro encuentro —le espetó él.—Pero eso es todo lo que será, ¿verdad? ¿Un encuentro?—¿Es eso lo que quieres? —le preguntó Chase, buscando su mirada.—Creo que eso sería lo mejor —respondió Brooke.—Pues yo no —su voz era ronca y baja, llena de promesas.Brooke se tapó los oídos con las manos.—¡Deja de decir eso! Todo ha terminado. Pertenece ya al pasado y

nunca se repetirá.—¿Es que tú puedes olvidarlo tan fácilmente?—¿Quién ha hablado de olvidar?—Eso digo yo.Brooke estuvo a punto de señalarle que saber que ella no se merecía

un cambio de planes en su muy abultada agenda había enfriado buena parte del deseo que había sentido por él.

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—¿Sabes? —insistió Chase—. Creo que uno de los motivos de que no podamos olvidarlo es porque fuimos interrumpidos antes de que eso llegara a su natural conclusión.

—¿Por qué sigues hablando de «eso» y de «ello» en términos tan neutros? —estalló de una vez Brooke.

—¿Entonces cómo debería llamarlo? ¿Una sesión de caricias? ¿El beso? ¿Placer después de comer?

—¿Qué tal acoso sexual? —le espetó.—Yo pensaba que había sido mutuo.—Lo fue —afirmó Brooke casi sin pensar. ¿Por qué tenía que ser

siempre tan condenadamente sincera?—. Por cierto, tenías razón.—¿De qué estábamos hablando?—De los procesos que, por interrupción, no llegan a sus conclusiones

naturales.—Ah, eso —Chase se frotó la base del cuello—. Pues sí. Como fuimos

interrumpidos en el momento culminante, sólo conservamos recuerdos demasiado calientes el uno del otro.

—Increíblemente calientes.—Y también había un elemento de novedad.—La emoción del descubrimiento.Chase le lanzó una mirada cargada de sospecha. ¿Por qué le estaba

dando constantemente la razón?—Mi teoría es que esos recuerdos quedarán sólidamente anclados en

nuestra memoria — dijo él.—Y nuestras imaginaciones siempre nos sobrepasarán, evocando

todo tipo de intensas emociones, asaltándonos sin cesar día y noche…—Algo así.—¿Y qué es lo que propones? —le preguntó ella.—Que lo hagamos otra vez.—No. No —repitió, aunque no podía sentirse más tentada. Se levantó

y se dirigió hacia la puerta en un último y desesperado acto de supervivencia—. Creo que esa es una muy mala idea.

—Por favor, escúchame —Chase se detuvo frente a ella, bloqueándole el paso— Por favor.

Nunca antes un hombre le había rogado, suplicado nada. Sobre todo un hombre que previamente había sentido un deseo brutal, primario, por ella. No dijo nada. Sólo si escuchaba un nuevo «por favor», entonces quizá…

—¿Por favor? —susurró Chase.—De acuerdo. Di lo que tengas que decir.

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—Es sencillo. Estamos obsesionados por…—Error. Yo no estoy obsesionada. Sólo estoy pensando demasiado en

eso.—Pues entonces yo soy quien está obsesionado —se corrigió, irritado

—. Yo. El único. Obsesionado.—Te pones muy guapo cuando estás obsesionado.Tan sorprendido se quedó por aquel comentario que reaccionó

soltando una carcajada.—Así está mejor —pronunció Brooke—. Te estabas poniendo

demasiado trascendental.Chase extendió una mano para acariciarle una mejilla.—¿Te das cuenta de lo que me haces?—No puedo seguir así —le confesó ella.—Pues entonces desahoguémonos de una vez —alzó un dedo cuando

vio que se disponía a protestar—. Sólo por un minuto. Durante un solo minuto nos entregaremos a este… —se esforzó en vano por encontrar la palabra adecuada—… lo que sea que existe entre tú y yo.

—¿Te refieres a que haremos… eso?—Sí, eso. Sólo por un minuto. Conectaré la alarma de mi reloj.Brooke vaciló, antes de oírse a sí misma decir:—Tres minutos —al ver que la miraba arqueando una ceja, explicó—:

Tengo demasiada tensión interna que desahogar.—Yo también —sonrió—. Cinco.—Pues vamos —Brooke podía sentir ya que parte de su tensión se

liberaba sólo con la perspectiva de besarlo de nuevo.Chase conectó la alarma de su reloj. De inmediato Brooke oyó un leve

zumbido intermitente.—¿Ya está?—Sí —alzó los ojos hacia ella.Por un instante, ninguno de los dos se movió. Pero un segundo

después ya estaban abrazándose con pasión. Y fue incluso mejor que antes. ¿Cinco minutos habían dicho?

Y Chase que había pensado que le bastaría un solo minuto para quitarse aquella obsesión de la cabeza… Brooke lo había dudado desde el principio. Una chica lista.

No podía creer que Brooke estuviera de nuevo en sus brazos. Su boca, su cuerpo, su piel, su aroma, su contacto… se estaba ahogando literalmente en ella. Mientras la abrazaba, tocó la cintura de su falda, debajo de la chaqueta. Debería haberle pedido que se la quitara. Aunque… sólo se suponía que se iban a besar, ¿no?

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No. Rápidamente le sacó la blusa de debajo de la falda y le desabrochó el sostén. La única respuesta de Brooke fue un estremecimiento de excitación. Nunca en toda su vida había sido tan feliz.

—Brooke —murmuró mientras le acariciaba un seno.La sintió jadear contra sus labios. Y se rindió a aquellas sensaciones

que anegaban su cuerpo de placer. La deseaba… y por mucho más tiempo que aquellos cinco minutos que le había pedido. Enterrando los dedos en aquella melena que tantas veces había imaginado derramada sobre su almohada, ladeó la cabeza para poder besarla más profundamente. Estaba ya embebido en la delicia de su boca cuando oyó unas campanas de alarma.

Peligro, peligro, peligro. Campanas de alarma… Campanas. Un zumbido penetró a través de su conciencia. La alarma de su reloj estaba sonando. Quizá Brooke no la oyera. Pero dado que su muñeca derecha, en la que llevaba el reloj, estaba justo al lado de su oreja, naturalmente que la oyó. Sintió que se apartaba y no tuvo más remedio que hacer lo mismo. Era un acuerdo que habían tomado. Se retiró despacio, no sin antes depositar un último beso en su frente.

—¿Estás seguro de que programaste eso para que sonara la alarma a los cinco minutos? —le preguntó Brooke, respirando aceleradamente.

—Más o menos.—¿Te importaría… darte la vuelta?—Oh... claro que no —Chase se dio la vuelta, mientras ella volvía a

colocarse bien la ropa.—Ya está —luego sacó un par de pañuelos de papel de su escritorio y

le ofreció uno—. Tienes los labios manchados de carmín.Chase se limpió la boca y vio que ella hacía lo mismo. Parecía

absolutamente tranquila, relajada. Al contrario que él, que no podía soportar más aquella espera.

—¿Y bien? —inquirió, impaciente.—Sí. Tenías razón —hizo una pelota con el pañuelo y la lanzó a la

papelera—. Funcionó tu plan. Este último beso ha superado a todo lo anterior.

¿Que su plan había funcionado? No se suponía que tuviera que funcionar tan bien. Secretamente ni siquiera había querido que funcionara. Y, al menos para él, no lo había hecho ni de lejos. Se había sentido tentado de aplastar aquel maldito reloj contra la pared, un regalo de Navidad del propio Jeff, nada más escuchar el primer zumbido de alarma. ¿Que aquel beso había superado todo lo anterior? ¿Qué había querido decir con eso? Quizá que él se había mostrado más hábil y apasionado todavía que antes, espoleado por la convicción de que aquella vez sería la última. Y ella había gemido de placer. Sí, inequívocamente, había escuchado aquel gemido. Pero entonces; ¿cómo podía quedarse así, tan tranquila?

—Deberíamos hablar de Courtney y de Jeff —le dijo Brooke.

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—Claro —¿por qué?, se preguntó. ¿Por qué deberían hablar de Courtney y de Jeff? Lo que quería Chase era hablar de ellos dos, y no de su hermanastro y de su hermana.

Sólo que no existían ellos dos. Lo que los unía no era nada más que una pura atracción física, por muy intensa que fuera. Era un fuego de artificio que desaparecería tan rápidamente como había estallado. Al igual que había ocurrido con su padre y con la madre de Jeff.

Aquella ocurrencia había surgido de improviso, inopinadamente, pero Chase sabía que era cierta. Durante todos aquellos años había despreciado a su padre por la debilidad que había demostrado ante Zoe, tan distinta de su madre.

—¿Chase?Nada más mirar a Brooke, sintió que el fuego de su interior se

encendía de nuevo. Pero él no era su padre.—Creo que si retomamos nuestro primer plan de señalarles de

manera pragmática la cantidad de inconvenientes que acompañan al matrimonio, esos dos se lo tendrán que pensar dos veces.

—Sí. Deberíamos hacer un esfuerzo por mantenernos tranquilos y no ponernos demasiado… emocionales con este asunto —lo miró a los ojos—. Las emociones no hacen más que estorbar. Causan todo tipo de problemas y que la gente termine haciendo cosas que no debería hacer.

—Es verdad —Chase captó debidamente el mensaje.Seguían mirándose fijamente. Chase se sintió abrumadoramente

impulsado a pedirle, no a suplicarle, otros cinco minutos más. Otras cinco horas. Otros cinco días, otros cinco lo que fuera. Pero en lugar de ello, se obligó a salir de su despacho. Se dirigió hacia el ascensor y pulsó el botón de llamada, siempre sin mirar atrás. Una vez que se cerraron las puertas, se dejó caer contra la pared. Se encontraba en serios problemas.

Brooke logró mantener la compostura hasta que se aseguró de que Chase se hubo marchado. Sólo entonces se derrumbó en su silla, cerrando los ojos y reviviendo aquellos últimos cinco minutos en sus brazos. Nunca se había sentido así antes. Ni, sospechaba, volvería a sentirse.

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Capítulo 7—Courtney, ¿estás segura de que sabes lo que estás haciendo?—Más o menos.—Esta es la peor comida que he visto en toda mi vida. De hecho,

dudo incluso de que sea comida. ¿Sabes cuántas tiendas he tenido que recorrer para poder encontrar membrillo?

—Merecerá la pena.—¿Qué quieres decir?—Que lo que he preparado es afrodisíaco.—Estás de broma.—No. ¿Quieres probar?Ya que Courtney necesitaba saborear en toda su profundidad la

experiencia de la cocina doméstica, Brooke decidió ausentarse de casa durante buena parte de la mañana del sábado. Y de la tarde. Fue a la peluquería y, siguiendo un impulso, también se hizo la manicura. Después de eso, se fue al centro comercial a ver escaparates. Y entró a comprar. Las tiendas estaban rebosantes de regalos por el día de San Valentín.

Habitualmente Brooke siempre había evitado salir de tiendas cuando se acercaba aquel día, ya que se trataba de una fiesta que la ilusionaba poco. Aquel año, por lo demás, seguía careciendo de motivos para celebrarla.

Aunque tenía a Chase. O no, en realidad no tenía a Chase. Habían tomado la madura decisión de no relacionarse. Y, sinceramente, Brooke no se sentía nada contenta de que él hubiera aceptado tan fácilmente aquella decisión. En realidad, Chase debería haberse opuesto, resistido. Ella habría querido que se hubiese postrado a sus pies, suplicándole…

No. Ella quería que sus tumultuosas hormonas volvieran a estar tan congeladas como antes: eso era lo que quería. No le había resultado nada fácil congelarlas la primera vez, y en esa ocasión parecían estar jugando al gato y al ratón con ella. Estaba abismada en aquellos pensamientos cuando un vestido la llamó a gritos. Escuchó de manera inequívoca su nombre, «¡Brooke!», reclamándola insistente desde el otro lado del escaparate.

El caso fue que se quedó casi arruinada una vez que adquirió aquel vestido rojo. Ni siquiera había estado en oferta. ¿Cuándo fue la última vez que se había comprado algo que no estuviera en oferta? ¿Y cuándo se había comprado algo que fuera rojo? No tenía nada rojo en su guardarropa, ni mucho menos unos zapatos que fueran a juego con el vestido. Poco después sí que encontró una oferta de zapatos, pero dado que se compró también unas sandalias también rojas de tacón alto, al final se gastó el mismo dinero que se habría gastado si no hubieran estado en oferta. Indudablemente debía de estar bajo la influencia de San Valentín.

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Las decoraciones románticas estaban por todas partes, junto con los bombones de aspecto exquisito y… la lencería.

Brooke se detuvo frente al escaparate de una tienda. Todo en lencería de color rojo. Se acordó de sus cómodas y sencillas braguitas blancas, de la clase que solía llevar siempre… y que Chase había rescatado de su despacho. Quizá lo sexy estuviera reñido con lo cómodo, se dijo minutos después cuando salía de la tienda con sus artículos recién adquiridos. Después de eso, se dirigió inmediatamente a casa, temerosa de lo que pudiera seguir comprando. Unos llamativos pendientes rojos en forma de corazón, por ejemplo, como los que había en la joyería contigua al restaurante.

El restaurante. Se había saltado la hora de la comida, y con Courtney preparando la cena, no sería muy prudente que se presentara a cenar con hambre. Así que se compró un sándwich… y los pendientes rojos en forma de corazón. Sólo entonces se fue por fin a casa. Pero no tardó en sentir la punzada de la culpa. No debería haber dejado que Courtney preparara la cena sola. No debería haberse gastado todo el dinero en caprichos. ¿Dónde iba a lucir ese vestido? ¿Esos zapatos? ¿Esa ropa interior? Bueno… siempre le quedaba esa noche.

¡No, esa noche no! ¿Debería ponerse un vestido de seda rojo y esa sensual ropa interior sólo porque iba a ver a Chase? Además, el encuentro de aquella noche no iba a estar centrado en Chase, sino en Courtney, en Jeff y en las inquietas hormonas de aquella pareja. Y, hablando de hormonas, cuando Brooke llegó a casa, vio el Honda aparcado delante, lo que significaba que Jeff ya había llegado.

Entró en la cocina preparada a encontrarse con un verdadero desastre. Lo cual fue una suerte, porque fue exactamente eso lo que se encontró. Platos sucios, cajas extrañas y frascos con etiquetas extranjeras estaban dispersos por toda la cocina. Y en el medio de todo ello, en absoluto afectados, estaban Courtney y Jeff.

—¡Hola, Brooke! —Courtney la recibió con una radiante sonrisa—. Ooooh, has ido de tiendas. ¿Qué es lo que has comprado?

—Un vestido y unos zapatos —balbuceó.Courtney y Jeff intercambiaron una mirada. ¿Por qué? ¿Qué estarían

tramando? —¿Los vas a estrenar esta noche? —inquirió Courtney.Claro, pensaban que se había comprado la ropa por Chase. Bueno,

pues no. En absoluto.¿Pero por qué no debería ponerse ese vestido rojo? Y los zapatos. Y

la…—Sí, pensaba hacerlo. ¿Por qué? ¿Vais a servir comida basura?—No, qué va —rió Courtney—. Vamos a servir una extraña, exótica y

maravillosa comida.

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Antes de que Courtney pudiera precisar lo que entendía por esos términos, Jeff le acercó un cazo para pedirle su opinión:

—Oye, ¿se suponía que esto tenía que tener este aspecto?Brooke escogió aquel momento para abandonar sigilosamente la

cocina. Pasó al lado del comedor y vio que la mesa aun no estaba puesta. Después de ponerse su ropa nueva, se ofrecería voluntaria para esa tarea. Pero eso fue antes de ver el salón.

El mobiliario había cambiado de lugar, de forma que el sofá y las sillas estaban contra la pared y la mesa del café en medio de la habitación. Dispuestos a su alrededor, en el suelo, había unos grandes almohadones que Brooke nunca había visto antes, en una abigarrada y exótica mezcla de colores rojos, pardos y ocres. Una tela bordada con hilos de oro cubría la mesa, con cuencos, platos y servilletas a juego, todo nuevo. Lo único que reconoció fue la cubertería. Una fortuna gastada en velas cubría la mesa, la repisa de la chimenea y cualquier otra superficie horizontal del salón. El centro de mesa lo constituía un suntuoso adorno de flores, hojas y fruta. Y ella que había creído que Courtney no sería capaz de organizar una cena para cuatro…

—¿Qué te parece? —oyó que le preguntaba su hermana desde el umbral.

Cuando alzó la mirada, vio a Courtney y a Jeff mirándola con verdadera expectación.

—Es maravilloso —respondió Brooke—. ¿Has hecho todo esto tú sola?—No —Courtney negó con la cabeza—. Fue Jeff —sonrió al tiempo que

le daba un ligero codazo en las costillas.—¿Jeff? —no era posible.—Sí —se encogió de hombros, halagado—. Copié un modelo que vi en

Internet. Fue como decorar el escenario de una obra de teatro.—Pues se te da muy bien —eso tenía que reconocerlo. Y no iba a

preguntarles dónde habían conseguido aquellas cosas ni cuánto dinero se habían gastado en todo eso. No. Por primera vez en muchos años, se limitaría simplemente a disfrutar sin preocuparse de nada.

A Chase le habían encargado que comprara el vino y el champán. La llamada de Jeff no dejó de divertirle porque sus palabras exactas fueron: —Compra el mejor champán que encuentres, que sea como la luz del sol embotellada. Y con el vino tinto, asegúrate de que tenga un gusto y un olor que recuerde sutilmente los evocadores acordes de una antigua rumba.

—¿Una rumba y no un tango?—No, tiene que ser una rumba. Creo que un tango sabría diferente.Chase se preguntó por la clase de revistas de enología que estaría

leyendo. Curiosamente descubrió que se encontraba mucho más relajado de lo que había esperado estar ante la perspectiva de volver a ver a Brooke. Así que se felicitó a sí mismo por haber podido mantener sus

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emociones bajo control. Porque esa ligera comezón que sentía no podía ser remordimiento, ¿verdad?

No podía llevar aquel vestido en público. Era demasiado elegante y demasiado atrevido para una cena familiar en casa. Estaba a punto de quitárselo cuando oyó chillar a Courtney:

—¡Brooke! ¡Brooke!Pensando que probablemente habría incendiado algo, corrió a la

cocina todo lo rápidamente que le permitieron sus sandalias de tacón alto.—¿Qué ha pasado? —preguntó sin aliento mientras se disponía a

descolgar el extintor.—Chase está a punto de venir y las velas aún no están encendidas —

se quejó Courtney, desesperada—. Jeff y yo estamos removiendo algo que hay que remover constantemente y no podemos parar… —hasta ese momento no la había mirado, pero cuando lo hizo, se quedó de piedra—: ¿Brooke?

—¿Es… demasiado?—Guau —exclamó Jeff con voz ahogada.—¡Sigue removiendo! —le ordenó Courtney.—Voy ahora mismo a cambiarme.—No —gritaron Courtney y Jeff al unísono—. No hay tiempo —añadió

su hermana.—Hay que encender las velas para que el ambiente gane su máximo

efecto —explicó Jeff.—Creo que Brooke ya ha conseguido su máximo efecto —comentó

Courtney.—Ya, claro. Me voy a cambiar.—Oh, vamos, Brooke. Estás estupenda. Ya casi pareces una persona

normal.—Gracias —repuso secamente.—Sabes lo que quiero decir. Jeff, dile que está estupenda.—Estás despampanante.Courtney lo fulminó con la mirada. Fue esa mirada asesina, más que

cualquier otra cosa, lo que convenció a Brooke de quedarse con el vestido.—¿Necesitáis que haga algo más aparte de encender las velas?—No. Tú quédate sentada. Se supone que Chase tiene que traer una

botella de vino para vosotros.—De acuerdo.Fue a buscar las cerillas. Debía de haber por lo menos un centenar de

velas en el salón. Brooke encendió primero las de la repisa de la

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chimenea, admirada del efecto de aquella luz sobre la mesa tan ricamente decorada. Parecía el escenario ideal de una seducción de ensueño, oriental… El timbre de la puerta sonó antes de que terminara de encender las velas de los estantes. Brooke dio un respingo y se quemó en un nudillo de la mano con una de ellas.

—Ya voy yo —gritó, y mientras se chupaba el nudillo, fue a abrir.Se había equivocado de casa. Aquella mujer que estaba en la puerta

no podía ser Brooke. No podía ser la Brooke del traje azul marino y de las braguitas blancas.

—Hola. Entra —retrocedió un paso para dejarle pasar, todavía chupándose el nudillo.

Conocía aquella voz. Era Brooke. ¿Debería decirle algo? ¿Comentarle algo sobre su aspecto? La siguió a su habitación incapaz de desviar la mirada de sus caderas y de su contoneo bajo aquella tela tan fina y brillante.

—Pareces… eh… ¿tienes una cita?Brooke se retiró el nudillo de la boca, se lo sopló y recogió la caja de

cerillas.—Se acerca el día de San Valentín. Sólo me lo he comprado por la

festividad —encendió un fósforo y lo acercó a un grupo de velas.A Chase se le había quedado la boca seca, lo cual le recordó el vino

que llevaba.—Me encargaron que trajera esto —le enseñó las dos botellas.—La cocina está allí —señaló con la cabeza, por encima del hombro—.

Courtney y Jeff llevan todo el día allí cocinando «extrañas, exóticas y maravillosas cosas».

—En mi agenda del móvil tengo apuntado el teléfono de la pizzería más próxima.

—Bien pensado.Chase había estado tan concentrado en no concentrarse en Brooke,

que hasta entonces no se había fijado en el salón. De pronto, se dio cuenta de que estaba rodeado de velas. Miró la mesa, los almohadones y las telas y se sonrió. Jeff había saqueado los baúles que contenían los aderezos de la boda de su madre con El Haibik. Sí, su padre había sido desplazado por un príncipe árabe que poseía todavía más dinero. Jeff le había comentado que su apartamento de Nueva York estaba decorado como una lujosa tienda del desierto. Se dirigió hacia la cocina.

—No puedes echar todo eso en el pan así, de golpe —le estaba diciendo Jeff a Courtney—. Acuérdate del aspecto visual.

—Pues entonces hazlo tú... —Courtney le tendió un cuenco con una pasta de color gris— … si tan preocupado estás por lo visual.

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Jeff tomó un cuchillo y empezó a untar cuidadosamente la pasta en pequeñas tostadas de forma redonda, colocando un tallo de apio entre cada par.

—¿Lo ves?Courtney observó el resultado y se llevó una mano a la boca.—Parece un… —soltó una carcajada.—Ya lo sé —sonrió Jeff.—¡Qué maaaaaalo eres!Chase aprovechó aquel momento para entrar en la cocina.—¿Es malo en el buen o en el mal sentido de la palabra?Todavía riendo, se volvieron para mirarlo.—Oh, pero si ya ha venido Chase…—Hola. ¿Has traído el vino?—Sí —les mostró las botellas—. Y el champán está bien frío.—Estupendo —Jeff continuó trabajando con la masa—. Courtney,

¿puedes sacar unos vasos?—Anda, ve a sentarte y a charlar con Brooke —le ordenó a Chase,

entregándole un par de copas y echándolo de la cocina.Champán y una encantadora dama vestida de rojo. No era así como

Chase se había imaginado la velada. No debería haber sido así, pero se había olvidado del motivo. Brooke seguía encendiendo las velas de los estantes. Su vestido parecía flotar a cada movimiento que hacía, descubriendo levemente un muslo… Un muslo con el que estaba íntimamente familiarizado. Y las velas… las sombras que proyectaban parecían esculpir su cuerpo por debajo del vestido…

—¿Qué tal les va a esos dos? —le preguntó Brooke.—Bien. O al menos eso parece.—Ya. No huele muy mal lo que están haciendo, aunque todavía es

pronto para decirlo.—He quedado encargado de hacer los honores del champán —Chaise

dejó la botella y las copas sobre la mesa.—Muy bien —se incorporó, soplando una cerilla—. Creo que el primer

centenar de velas ya está encendido. Sólo me queda la mesa y las que están dentro de la chimenea.

Cuando vio que se arrodillaba frente a la chimenea, Chaise se quedó sin aliento. Y se obligó a concentrase en descorchar la botella. Aquello era un error. Debería sentirse furioso, y no excitado. ¿Qué creía Brooke que estaba haciendo al llevar ese vestido? Habían convenido en que no existía sentimiento ni emoción alguna entre ellos: una mentira por parte de él, aunque provisional.

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Pero si Brooke quería jugar a eso… Había sido muy sincero con ella acerca de que no buscaba una relación seria y profunda, y aunque no era partidario de las aventuras frívolas… muy bien podría superar sus prejuicios aunque sólo fuera por una vez. En aquel preciso instante, descorchó la botella como si estuviera subrayando con ello su decisión. Sirvió las dos copas y se volvió para mirar a Brooke, que seguía encendiendo las velas, arrodillada, hasta que sopló la última cerilla y se sentó en los almohadones. Contemplando el efecto de las velas en la habitación, se echó la melena hacia atrás.

—Esto está precioso. Aunque, con tan poca luz, no sé por qué me he molestado en limpiar el polvo.

Chase le ofreció una copa y se sentó a su lado.—¿Por quién vamos a brindar?—¿Por nuestros jóvenes hermanos, tal vez? —propuso ella—. ¿Para

que finalmente entren en razón?—Yo estaba pensando en algo más acorde con… —la recorrió

lentamente con la mirada, deteniéndose en los lugares en los que más merecía la pena detenerse—… con la capacidad de una mujer para cambiar de idea.

Brooke se lo quedó mirando fijamente, sin beber.—Supongo que te estarás refiriendo a Courtney —tomó un sorbo.—No. Me estoy refiriendo a ti.—Hey —Brooke chasqueó los dedos delante de su rostro—. ¿Qué

diablos te pasa?Pero Chase le capturó la mano y depositó un beso en su palma.—¡Chase! —se apartó y miró hacia la cocina, azorada—. ¿Se puede

saber qué es lo que estás haciendo?—Reaccionando a todo esto… —señaló con un gesto la habitación,

acercándose más a ella— … y a ti.—Pero yo no quiero que reacciones a mí.Mentía. Chase podía escuchar el acelerado jadeo que se esforzaba

por esconder. Podía ver la manera que tenía de mirar su boca, de humedecerse los labios. Y lo más importante de todo era el hecho de que se estaba tambaleando ligeramente hacia él.

Chase se inclinó hacia delante, le apartó la melena del cuello y aspiró profundamente su aroma.

—¡No! —Brooke lo rechazó con tanto ímpetu que a punto estuvo de derramarle la copa.

Después de dejarla sobre la mesa, Chase la miró entrecerrando los ojos.

—¿Qué es esto, Brooke? ¿Acaso una manera de vengarte de mí? ¿De desquitarte?

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—No… esto no tiene nada que ver contigo.—Entonces explícame lo del vestido.—Oh… —Brooke tomó su copa y bebió un buen trago de champán—.

Me di cuenta de que cada vez me estaba pareciendo más a mi madre, por mi manera de comportarme con Courtney… ¿Por qué habría de escuchar mi hermana lo que tengo que decirle cuando me considera una persona tan alejada de su vida, de su mundo actual? Porque tiene razón. Visto como una vieja, actúo como una vieja y hablo como una vieja. Nadie sería capaz de adivinar que apenas le llevo siete años a Courtney. Ella piensa que trabajo demasiado, que ahorro todo lo que puedo y que no tengo diversiones. Quizá sea así; el caso es que estoy haciendo exactamente lo que quiero hacer por ahora. Pero Courtney cree que eso es horrible y teme terminar exactamente como yo.

Mentalmente, Chase creyó escuchar ese mismo reproche de labios de Jeff.

—Así que me compré el vestido… supongo que para demostrarle a Courtney que existe vida después de los veinte años… ¿me estás prestando atención?

—Oh, sí.—Estoy aquí. Me estabas mirando los senos.—A pesar de lo que piensa mucha gente, las mentes masculinas

pueden hacer varias cosas a la vez —la sonrisa que le lanzó no contenía la más leve disculpa.

—Debería sentirme ofendida por ese comentario.Chase recogió su copa y se la entregó:—Pero no lo harás, porque sabes que estás increíblemente excitante

con ese vestido. Y, te lo advierto, pienso disfrutar de la vista —hizo sonar su copa con la suya—. Sí, existe vida después de los veinte años.

Los ojos de Brooke brillaron a la luz de las velas, y Chase rezó para que también existiera vida después de los treinta.

—Madame y monsieur —pronunció en aquel instante Jeff, en un mal francés. De hecho, a Chase le sonó más a alemán que a francés, probablemente porque su hermano estudiaba alemán en el instituto—. Se va a servir la cena —y con una reverencia, les presentó el plato principal, con la pasta gris decorada de una manera muy particular.

Chase y Brooke se quedaron con la boca abierta.—¿Qué es esto? —preguntó Chase.—Paté de nuez con tallos de apio.—¿Es que no vais a cenar vosotros?—Sí, sí, ahora. Id comiendo —y, después de hacer otra reverencia, Jeff

regresó a la cocina.Chase y Brooke se quedaron mirando fijamente el plato.

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—Apio y champán —comentó ella, tomando un tallo de apio—. Una interesante combinación.

—Las nueces me encantan —Chase se comió uno de las tostadas redondas—. No está mal. Como la mantequilla de cacahuete pero sin cacahuete.

—Es mantequilla de nueces.—De nueces y de algo más. Prueba una. Poco a poco llega a gustar.—Eso es lo que me temía —comentó ella, y Chase se echó a reír.Se disponía a comer otra cuando Brooke le sujetó la muñeca.—¿Qué pasa?—Mira.—¿Dónde?—El plato.—¿Por qué? ¿Qué es lo que…?Brooke bebió un trago de champán. Y otro más.—Fíjate en la disposición de la comida.—De acuerdo, me estoy fijando —¿qué era lo que veía ella? Sacudió la

cabeza.—Se repite el diseño de dos canapés de paté de nuez con una mata

de apio entre ellos. ¿No te sugiere nada?Se quedaron mirando el plato, anonadados.—A mí lo que me sugiere es que tu mente está siguiendo un rumbo

muy curioso —no estaba muy seguro, pero por un instante llegó a creer que se había ruborizado—. Voy por la botella de champán.

Chase se levantó y se acercó a la mesa intentando convencerse de que no estaban viendo lo que estaban viendo. Que la manera en que estaba dispuesta la comida obedecía a un simple azar.

—Lo siento —le dijo Brooke cuando él volvió a sentarse a su lado—. Ha sido muy inapropiado por mi parte.

—Bueno, lo cierto es que ahora que lo dices… —le rellenó la copa—... la disposición de la comida sí que parece… Bueno…

Ninguno de los dos comió más. Poco después Jeff se presentó con una sopera.

—Sopa de pina —anunció, sirviéndoles los cuencos.—¿Sopa de pina? —repitió Brooke, asombrada.—Hey, no os habéis terminado el paté.Parecía tan decepcionado que tanto Chase como ella se obligaron a

comer más.

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—Todavía estábamos comiendo —explicó Chase—. ¿Por qué no acabáis Courtney y tú con los que quedan?

—Bueno, de acuerdo —Jeff se llevó el plato.—Creo que jamás en mi vida he comido sopa de pina —comentó

mientras tomaba su cuchara.—Yo tampoco.—¿Quieres que echemos una moneda al aire para ver a quién le toca

probarla primero? —le propuso Chase.—No, me toca a mí —Brooke hundió la cuchara en el espeso líquido

amarillo y tomó tentativamente un sorbo—. ¡Está rica! —exclamó con evidente sorpresa.

Chase no necesitó que lo animaran más.—Hey, sí que lo está.—Así que ya sabes lo que eso quiere decir —señaló Brooke.—¿Qué?—Que debe de tener un millón de calorías y de grasas.La miró, intentando no fijarse demasiado en sus labios mientras

comía la sopa.—Pero a quién le importa, ¿verdad?—Verdad —cerró los ojos, deleitada con el sabor—. Está riquísima.Chase se preguntó si sería consciente de su aspecto mientras

saboreaba aquella sopa. Él, por su parte, ya estaba teniendo suficientes dificultades para ignorar su propia reacción sólo ante el vestido. Así que aquellas expresiones de éxtasis eran ya demasiado…

—Tengo que admitir que no tenía ni idea de que Courtney pudiera cocinar cosas como estas —le sonrió, inclinándose hacia él para murmurarle—: Pensé que se asustaría y se echaría para atrás.

Chase señaló los otros dos cuencos que estaban sobre la mesa.—Por cierto, supongo que pensarán cenar con nosotros, ¿no?—Eso es lo que dijeron.Bien. Iba a necesitar la compañía de más gente para poder diluir el

efecto que Brooke generaba en él. Constantemente tenía que recordarse que el puro deseo, libre de cualquier conexión emocional más o menos profunda, era algo muy malo. Algo que podía arruinar una relación, aunque lo cierto era que él no tenía ninguna relación que arruinar… Y sin embargo, aquel argumento le había parecido razonable en su momento.

Aunque aquello había sido entonces, y el ahora era el ahora.Cuando acabó su sopa, Brooke le lanzó una picara mirada que le quitó

el aliento. Observándolo detenidamente, se fue acercando poco a poco hacia él… hasta que hundió su cuchara en su sopa, riendo. Chase se obligó a esbozar una indulgente sonrisa.

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—¿Quieres comerte el resto?—No —sonrió—. No sabe tan bien si me lo ofreces.—Puedo hacer que te sepa igual de bien.—Demuéstramelo —lo desafió.Chase se dijo que ella acababa de decirle «demuéstramelo». Lo había

oído alto y claro.—¿Estás segura?Echándose la melena sobre un hombro, asintió.—Entonces ven aquí.Brooke vaciló, pero terminó acercando su almohadón algunos

centímetros al suyo.—Inclínate más cerca.En rigor no tenía por qué acercarse más, pero la vista ganó mucho

más cuando lo hizo. Chase introdujo un dedo en su sopa y le acarició delicadamente el labio inferior. La sorpresa se dibujó en un principio en sus ojos, pero en seguida sacó la lengua y se lamió el labio.

—Mmmm... Entiendo lo que quieres decir. El problema es que, con este método, una chica se moriría de hambre.

Chase hundió la cuchara en la sopa, se acercó a la boca, sorbió por un lado y le ofreció a ella el otro. Por un instante dudó que fuera capaz de hacerlo. Luego, sin dejar de mirarlo a los ojos, Brooke le sujetó la mano con la suya y sorbió desde su lado de la cuchara.

—¿Qué tal? —la voz de Chase era un susurro.—Tienes razón.«No en todo», quiso decirle, pero ella ya se había apartado para mirar

hacia la cocina,—¿Courtney? —llamó—. ¿Necesitas ayuda?Dos «noes» resonaron al unísono procedente de la cocina, y segundos

después Jeff apareció de nuevo con otra fuente. Courtney lo seguía, sosteniendo una bandeja con pequeños recipientes de salsas.

—¿Os ha gustado la sopa?—Sí —respondió Brooke, con demasiada tranquilidad y placidez para

el ego de Chase—. Estaba fabulosa. Eres una gran cocinera. ¿Cómo es que no me lo habías dicho?

—¡Porque ni yo misma lo sabía! —Courtney parecía muy satisfecha de sí misma.

Fue entonces cuando Jeff les sirvió la fuente. Chase se quedó paralizado nada más reconocer su contenido. Ostras. Lanzó una dura mirada a su hermanastro, que se apresuró a retirarse a la cocina con la cabeza baja.

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—¡Dentro de un rato vendremos a cenar con vosotros! —Courtney se escabulló también.

—¿No… —Chase tuvo que aclararse la garganta—… te recuerda algo el aspecto de las ostras?

—Vaya. Supongo que tendrá que ver con el aspecto del paté y el apio.Asintiendo, Chase suspiró profundamente.—Puedes estar segura de ello —y luego añadió, porque alguien tenía

que decirlo—: Al parecer, nos están alimentando con afrodisíacos.—Chase, te juro que yo no tenía ni idea… ¿Qué es lo que están

intentando hacer?—Bueno, obviamente…—Sé lo que están intentando hacer, pero… ¿por qué?—Lo ignoro. ¿Deberíamos dejarles saber que conocemos sus

intenciones?—No. Será mejor que no les demos ningún motivo para que piensen

que su plan está funcionando. Así que vamos —y dicho eso, pinchó una ostra con el tenedor, se puso un poco de salsa y se la llevó a la boca. A la fuerza, ya que no le gustaban las ostras.

Viéndola masticar con tanto asco, Chase comentó:—Bueno, no hay nada seductor en una cara como la que tienes en

este momento.—Diablos —para quitarse el mal sabor de boca, apuró del todo su

copa de champán—. Te toca a ti.—Con mucho gusto. Porque da la casualidad de que a mí si me gustan

las ostras —recogió una ostra y se la comió de un bocado.La expresión de disgusto de Brooke fue todavía más intensa que

antes, si eso era posible.—¿Sabes? Afrodisíaco o no, no creo que el aliento a ostras vaya a

excitarme.—Se suponía que no tenías que excitarte.—Yo no he dicho que estuviera excitada.Chase la miró fijamente. Desgraciadamente, él era la única víctima de

aquel juego. Y lo estaba pasando fatal.

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Capítulo 8—¡Esto no está funcionando! A estas alturas deberían sentirse

incómodos el uno con la otra…—O haberse derretido de deseo. Ese hombre parece de piedra. Tu

hermana está deslumbrante… Guau.—Anda, concéntrate en sacar las patatas del horno.Discretamente, Brooke alejó todo lo que pudo su almohadón del de

Chase, lo cual no fue demasiado porque se lo impedía la mesa. No quería que Courtney o Jeff pensaran que su torpe y absurdo intento por emparejarlos estaba teniendo algún éxito. Porque no lo estaba teniendo. O no mucho, en todo caso. Bueno, aparte de la manera en que no dejaba de mirarla Chase. Y la manera en que esa mirada la hacía sentirse a ella…

Sin embargo, ambos estaban completamente de acuerdo en que no podía fundamentarse una relación sobre la única base de una atracción física, por muy intensa que fuera. Era una pena que las agendas de sus respectivas vidas no les permitieran desarrollar esa relación, pero Chase se había mostrado lógico y sincero con ella, lo cual estaba bien en sí mismo, aunque no resultara nada halagador. Por lo demás, tendría que sentirse agradecida por la integridad que estaba demostrando. Porque, en aquellas circunstancias, cualquier otro hombre se habría aprovechado de la situación y… maldijo entre dientes. Suspirando, bajó la mirada al fondo de su copa de champán.

—¡Aaaaaayyyy! —un sollozo femenino resonó en toda la casa. Aparentemente la buena estrella de Courtney en la cocina había terminado.

Jeff salió corriendo, dejó encima de la mesa la botella de vino tinto y dos copas y le preguntó a Brooke:

—¿Tiritas?—En el armario del cuarto de baño.Jeff corrió hacia allí mientras otros sonidos de queja seguían oyéndose

desde la cocina.—¿No quieres ver cómo está tu hermana? — le preguntó Chase.—Sí, pero no voy a hacerlo porque Courtney lo interpretaría como una

intromisión en su vida.—Oh, mira —exclamó con exagerada consternación—. No tenemos

sacacorchos. Tendré que ir a la cocina a buscar uno.—Gracias —le susurró Brooke mientras Jeff volvía corriendo del cuarto

de baño.Un par de minutos después, Chase había vuelto con el sacacorchos y

con la noticia de que el corte que se había hecho Courtney no era profundo y que se había detenido la hemorragia.

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Al cabo de un rato, tanto Courtney como Jeff salieron para servir el siguiente plato, consistente en una extraña selección de comida, alguna reconocible y otra no.

—¿Qué es lo que tenemos aquí? —preguntó Chase.—Bueno —Courtney le fue señalando los diversos productos con su

dedo vendado—, esos son higos, uvas, rodajas de plátano con dátiles, y aquello zanahoria, tomate asado y pepinos. Lo marrón son huevos revueltos con taifas, y lo de al lado patatas con caviar —parecía extremadamente satisfecha de sí misma—. Y allí hay pan francés con salsa de pesto.

—Qué... interesante mezcla de comida — comentó muy diplomáticamente Brooke—. ¿Quieres empezar tú, Chase?

Chase cortó el pan, bajo la mirada expectante de Courtney, y mojó un pedazo en la salsa de pesto. Debido a que estaba sentada a su lado vigilando sus menores reacciones, solamente Brooke pudo advertir su ligero pestañeo. Asintiendo, Chase terminó de tragar el bocado y se sirvió un vaso de agua.

—Picante… pero sabroso.Brooke fue a cortar un pedazo de pan, pero por debajo de la mesa

Chase le tocó la rodilla a manera de aviso. Al alzar la mirada hacia él, advirtió que la luz de las velas se reflejaba en las lágrimas que le inundaban los ojos. Dios mío, ¿qué habría podido echar su hermana en aquella salsa? Miró su plato. La verdura parecía inocua, excepto aquella cosa blanca y las manchas negras de las patatas. La zanahoria sabía a zanahoria. Levantó los pulgares hacia Courtney y siguió comiendo más verdura.

Pensó que Chase era un verdadero encanto por soportar todo aquello, pero no se atrevía a mirarlo. Jeff y Courtney, a su vez, no dejaban de mirarlos como esperando que una pasión incontenible fuera a surgir entre ellos en cualquier momento. Era una buena oportunidad para poner en práctica su nueva estrategia.

—Courtney, estoy impresionada, pero creo que deberías tener cuidado. Después de esta demostración, y una vez que os caséis, Jeff esperará que le prepares un festín como este todas las noches…

Chase, por su parte, se apresuró a secundar su táctica:—Pero si van a comer tanto como esta noche, la cuenta de Jeff no

creo que vaya a durarles mucho.—Qué bromista eres, Chase —repuso Jeff.—Tienes razón: estoy exagerando un poco. Después de todo, ambos

estaréis trabajando, así que esa cuenta sólo os servirá de complemento hasta que ganéis algo más que el salario mínimo.

—Ya superarán el salario mínimo gracias a las propinas de Courtney —le recordó Brooke.

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—Oh, es verdad —Chase asintió con gesto solemne—. Por otro lado, cuando calculéis vuestros gastos de vivienda y mantenimiento…

—Tú dijiste que podríamos vivir contigo — le señaló Jeff.—Con la condición de que vayas a la universidad. Pero querréis vivir

solos y hacer las cosas a vuestra manera.—Además del alquiler de la casa estarán los gastos de teléfono, de

coche, los seguros y ese tipo de cosas —apuntó Brooke—. Supongo que ya habréis calculado el presupuesto que vais a tener, ¿no?

—Bueno… no —balbuceó Jeff, que era el que más había hablado hasta ese momento. Courtney parecía haberse quedado sin habla.

—Pues es importante que lo hagáis, sobre todo lo del seguro sanitario. ¿Y si el corte de Courtney hubiera sido grave? Una visita a urgencias en ambulancia puede costar cientos de dólares, y una vez que os caséis, ella ya no contará con el seguro médico de sus padres.

Jeff y Courtney los miraban estupefactos, aturdidos.—La primera vez que lo haces es difícil calcular un presupuesto —

Chase se sacó de un bolsillo una hoja doblada—. Sabía que el tema saldría en algún momento, así que me permití hacer algunas cuentas —le tendió el papel a Jeff—. He hecho los cálculos en base a gastos iguales para cada uno a deducir de tu cuenta mientras dure, y previendo que Courtney ganara el salario mínimo, dado que todavía desconocía sus indudablemente superiores habilidades como cocinera.

—Buen golpe —le dijo Brooke en voz baja, para que sólo la oyera él.—¿Nos has calculado un presupuesto?Las respectivas expresiones de Jeff y Courtney no tenían precio.

Cuando Chase asintió, los dos jóvenes se pusieron a analizar juntos aquellas cuentas.

—¡Hey! Mi cuenta tiene más dinero que esto.—Sí. Pero las normas de retirada de dinero cambian si te casas antes

de los veintiún años.—Has sido tú, ¿verdad? —le preguntó Jeff, molesto.—No, yo no he hecho nada. Sin embargo, parece que los abogados de

El Haibik tienen mucha experiencia con gente joven capacitada para acceder a grandes cantidades de dinero.

—¿Qué?—Tu madre dejó encargados a los abogados de su anterior marido

que abrieran tu cuenta, la cual, después de todo, formaba parte de los términos del divorcio. Tal y como yo lo entiendo, ha habido un intento de adelantarse a posibles excesos por parte de la aristocracia saudí. Están acostumbrados a otro estilo de vida y…

—¡Yo no soy un príncipe saudí!

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—Pero tienes dieciocho años, y como yo también los he tenido, eso es algo que entiendo perfectamente.

Jeff dejó caer la nota de papel y Courtney tuvo que rescatarla antes de que se acercara a alguna vela.

—Jeff, este presupuesto es mucho más alto que el de muchas parejas. Si tenemos un poco de cuidado, no nos endeudaremos.

—¿De qué estás hablando? —le espetó.Brooke nunca había oído a Jeff hablarle así a nadie. Y aparentemente

Courtney tampoco, porque parpadeó varias veces con un nudo en la garganta.

Frunciendo el ceño, Jeff se sirvió comida en el plato. Antes de decir nada, Brooke había decidido esperar a que se relajara un tanto el ambiente cuando de pronto sintió unos golpecitos debajo de la mesa. Oh, claro. Chase le estaba recordando que era precisamente eso lo que ellos habían esperado que sucediera. Sólo que Brooke no había previsto que la situación generada fuera tan penosa. Courtney había dedicado mucho tiempo y esfuerzo a aquella cena. ¿La había felicitado Jeff? No. La había ayudado, sí, pero no había reconocido sus esfuerzos.

Brooke probó aquellos huevos revueltos de tan desafortunado aspecto. Las trufas eran muy caras; ¿de dónde habría sacado Courtney…? De repente, percibió un extraño sabor. Chase se disponía también a probar los huevos, así que en esa ocasión fue ella quien le tocó la rodilla por debajo de la mesa, a modo de advertencia. Iba a tener que obligarse a tragar aquel bocado, por mucho que le costara. Lo hizo. Y en seguida se bebió un buen vaso de agua seguido de otro de vino, para quitarse el mal sabor.

—Courtney, ¿qué llevan los huevos?—Poca cosa. Sólo trufas y un poco de crema. ¿Por qué?Courtney probó un poco y puso exactamente la misma cara de asco

que habría puesto Brooke si hubiese contado con la libertad necesaria para hacerlo.

—¡Está malísimo! ¿Qué ha pasado? Incluso usé Godiva.—Yo creía que Godiva era una marca de chocolate —comentó Brooke.—Sí… trufas de chocolate. Todavía quedan algunas que he reservado

para después.Brooke se dijo que alguien tendría que decírselo. Tarde o temprano.—Er... hay otro tipo de trufas. Es como un champiñón negro. Carísimo.

Lo localizan con…—Cerdos —terminó Chase.—No es posible.—Sí que lo es.

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—¡Yo pensaba que la receta se refería a las trufas de chocolate! —exclamó horrorizada Courtney, y acto seguido se vino abajo—. ¡Yo quería que esta velada saliera perfecta! Llevo trabajando todo el día y todavía no he podido sentarme a descansar y a comer un poco…

—¡Pues a mí me encantan los huevos revueltos con chocolate! —exclamó Chase con verdadero entusiasmo, entre otras razones para hacerse oír por encima de los sollozos de Courtney. Y se lo demostró probándolos y sonriendo deleitado mientras masticaba—. Cuando era pequeño, los sábados por la mañana solía echarme salsa de chocolate con los huevos escalfados. Era cuando desayunaba viendo los dibujos animados —se sirvió más—. Sí. Esto me ha traído buenos recuerdos…

—¿De verdad? —inquirió Courtney.—Oh, por supuesto —bajo la mirada atónita de todos los demás, se

comió todos los huevos.«Qué… encanto de hombre», se dijo Brooke. En el mejor y en el más

amplio sentido de la palabra. De hecho, le entraron ganas de abrazarlo.

—A Jeff se le ha metido en la cabeza la absurda idea de que yo no quiero casarme con él… ahora que sé que no podremos acceder al dinero de su cuenta tan rápidamente como pensaba. La verdad es que no sé qué hacer — Courtney miró apenada a su hermana mientras llenaba el lavavajillas—. Me siento tan mal…

—Tendrás que convencerle de que hablabas en serio cuando os comprometisteis.

—Lo sé, pero está muy enfadado. Incluso ha llamado a su madre.—¿Qué le dijo ella?—Exactamente lo mismo que le había dicho Chase. Mira, necesito

hacer algo verdaderamente espectacular para convencerle de que no he cambiado de idea.

—Bueno, el lunes es San Valentín. Las revistas están llenas de ideas.—¡Sí! —de repente Courtney pareció animarse—. San Valentín, el día

más romántico del año. ¡Perfecto! ¡Gracias, Brooke!Brooke no podía estar más extrañada. Apenas un minuto antes… no,

dos segundos antes, su hermana había estado sumida en la más profunda de las desesperaciones.

¿Qué diablos estaba pasando?

—Hey, Chase, ¿tienes un momento?Jeff llamó a la puerta del despacho de su hermanastro.—Claro —Chase puso el salvapantallas del ordenador para que Jeff no

pudiera ver que le estaba rellenando otra solicitud para una nueva universidad.

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La cena había sido un auténtico éxito, ya que había superado las mejores expectativas. Brooke había representado su papel a la perfección: el papel de la hermana preocupada por los asuntos más prácticos y cotidianos. Pero no solamente eso. También, inconscientemente, Brooke había representado magistralmente el papel de una mujer abrumada por un deseo por Chase tan intenso y primario como inexplicable. En cambio, el papel de la mujer que ya había dejado de sentirse atraída por él no lo había representado nada bien. En absoluto.

—¿Chase? Si no te viene bien ahora…—No, no. ¿Qué quieres?—Bueno, Brooke y tú os ofrecisteis a ayudarnos a buscar un

apartamento, y dado que mañana es sábado, Courtney y yo nos preguntábamos si podríamos ir mañana.

¿Buscar apartamento? Vaya, no se suponía que querían buscar un apartamento. Aunque, por otro lado, quizá fuera una buena cosa. Sonrió.

—Claro. Ahora mismo voy a hacer una selección de propiedades…—Hey, no tienes por qué molestarte tanto.—Jeff. Soy agente inmobiliario. Me gano la vida así.Jeff parpadeó asombrado, como si por primera vez estuviera tomando

conciencia de la naturaleza del trabajo de su hermano.—Mira, si existe en esta ciudad un apartamento al alcance de tu

presupuesto, yo lo encontraré. Confía en mí.

—Bueno, lo menos que se puede decir es que ha sido una mañana interesante —le espetó Brooke a Chase, irónica y resentida, cuando la dejó en la puerta de casa después de haber salido a visitar apartamentos con Courtney y con Jeff.

Chase no respondió nada de inmediato. No, la mañana no había transcurrido como había esperado.

—Eran los lugares más decentes de entre lo peor que pude encontrar. Eso te lo prometo.

—Te creo. Me sorprende que no te robaran el coche.—No entiendo por qué estás enfadada conmigo. ¿Te das cuenta de lo

mucho que me costó localizar todos esos apartamentos medio en ruinas pero que al menos contaran con unas mínimas condiciones de habitabilidad? Lo que no sabía era que incluso para esos apartamentos era necesario depositar una fianza previa.

—¡Estoy enfadada porque no se lo impediste!—¿Cómo se suponía que iba a hacerlo? Además, Jeff se habría sentido

humillado delante de Courtney.—¿Y?

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—Tú tampoco se lo impediste.—¡No fue precisamente mi hermana quien aflojó el dinero para pagar

la fianza del apartamento!—No, pero evidentemente tu hermana consintió en vivir allí.—¿Qué otra opción le quedaba?—¡Pudo haber dicho que debían posponer la boda hasta que se

permitieran alquilar algo mejor! Ese era el objetivo de la salida de hoy.—Oh, eso es tan… tan típicamente masculino…. echar siempre la

culpa a las mujeres.—Vamos, Brooke. En primer lugar, ¿de quién partió primero la idea de

la boda?Brooke lo miraba de tal forma que en lo único en lo que pudo pensar

Chase fue en besarla. No quería discutir con ella, pero siempre que estaban juntos, surgía aquella tensión tan increíblemente agotadora entre ellos. Estaba cansado de luchar contra eso. Cuando se disponía a decirle algo al respecto, Brooke salió del coche, cerró de un portazo y se dirigió apresurada hacia la puerta.

Chase aferró el volante con las dos manos, obligándose a no salir tras ella. Poco después, arrancaba el coche con rumbo a su oficina para continuar con su habitual rutina de sábado. Al cabo de unas horas, sin embargo, descubrió que era incapaz de hacerlo. Durante años había trabajado todos los sábados, e incluso algún domingo. Pero ese día Brooke acechaba todos sus pensamientos. Antes de que pudiera pensárselo dos veces, la llamó a su oficina. Como ella le había dicho que tenía programadas algunas entrevistas para esa tarde, supuso que todavía la encontraría allí. Aunque no tenía ni idea de cuánto duraban sus entrevistas. Estaba simplemente apostándose su futuro al destino. Y el destino decretó que Brooke contestara el teléfono.

—¡Hola! —el propio Chase rechinó los dientes al escuchar el tono demasiado jovial de su voz.

Hubo una ligera vacilación.—¿Chase?—Sí. ¿No estarás en mitad de una entrevista, verdad?—No. En ese caso no habría respondido al teléfono.—Estupendo —«¿y ahora qué?»", se preguntó. El tono de Brooke era

de una discreta reserva. No podía creer que fuera la misma mujer que tan apasionadamente había reaccionado ante él—. Escucha… dado que los dos todavía estamos trabajando, ¿te apetecería que cenáramos juntos y habláramos sobre lo de hoy?

—¿De qué hay que hablar?Era una excusa, y ambos lo sabían.—Entonces olvídate de lo de hablar y cena simplemente conmigo.

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Brooke dudó, y aquella duda se convirtió en un silencio interminable. Justo antes de que se tornara especialmente incómodo, inquirió al fin:

—¿Por qué?Chase tenía en la punta de la lengua un frívolo «¿y por qué no?»,

pero en vez de ello admitió con tono sincero:—Sólo quería verte.—Ya me has visto esta mañana.—Quiero verte sola.—¿Y después qué?Le sudaban las palmas de las manos. Y el corazón no se le había

acelerado tanto desde que le pidió a Tracy Stedman que fuera su pareja en la fiesta de fin de curso del colegio.

—Y después ya veremos lo que pasa.—Chase… ¿qué es lo que estamos haciendo ahora mismo?—¿Aparte de hablar por teléfono? Trabajar.—Eso es. Trabajar. Somos personas muy ocupadas.—Demasiado ocupadas, creo yo.—¿Recuerdas haberme comentado una vez que las aventuras frívolas

no eran tu estilo?—Sí —demasiado bien lo recordaba.—Entonces también recordarás haberme dicho que llevaría mucho

tiempo y esfuerzo construir una relación, y que tu agenda actual no incluía una relación de ese tipo.

—Sí.—Así que ahora me estás llamando y yo no puedo evitar preguntarme

por qué. Claramente no es para establecer una relación, así que sólo queda la posibilidad de una aventura frívola. ¿Tienes alguna idea de lo insultante que es eso?

Chase se dijo que tenía razón. Toda la razón.—No era mi intención insultarte. Lo que pasa es que no podía dejar de

pensar en ti y yo… sólo quería verte.—Mira, no me llames hasta que decidas que yo me merezco tu

precioso tiempo. Porque déjame decirte una cosa: me lo merezco. El problema es que los hombres que tardan demasiado tiempo en descubrirlo no se merecen el mío.

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Capítulo 9—Esperaba que no tuviéramos que hacer esto.—Jeff, mañana es San Valentín y no estoy más cerca que antes de

convencer a Brooke de que me deje ingresar en la escuela de cine.—Yo podría prestarte el dinero.—Eres muy bueno, pero ya lo pusiste de fianza para ese horrible

apartamento.—Oh, pero me lo devolverán.—Hasta que transcurran treinta días, no. Ya oíste a aquel tipo. No,

ahora no tenemos otro remedio. Necesitamos darles un susto bueno, tremendo. Ya hemos hablado de esto. Ya sabes lo que hay que hacer.

—¿Crees que funcionará?—Sí. Funcionará.—Bueno, si no es así, creo que me gustaría ir a la Universidad del

Norte de Los Ángeles. Tú también podrías ir allí.—¿Cómo? ¿Por qué?—Porque… Bueno, tienen un buen programa de estudios de cine. Y

también es una universidad, con lo que la solución tal vez satisfaga a tu hermana. Tengo algunos catálogos. ¿Quieres que te los traiga mañana?

—Sí. Vamos a tener un montón de tiempo libre.Brooke se dijo que había hecho lo correcto. Aunque no estaba nada

contenta de ello. Si hubiera hecho lo incorrecto se habría sentido mucho mejor. ¿Y realmente habría sido tan incorrecto decirle a Chase que…? Sí. Sí, sí y sí. Los Chase Davenport del mundo tenían que aprender que no podían salirse siempre con la suya. No podía consentir que Chase pensara que era lo suficientemente buena como para tener con ella una aventura ocasional, pero que no merecía el esfuerzo de un compromiso serio. Por otro lado, sabía que tenía una conexión especial con él. Era indiferente que estuvieran discutiendo, flirteando o simplemente charlando. Siempre existía esa conexión. Y cada vez que sucedía una voz interior parecía gritarle: «¡Él es el hombre de tu vida!».

Ella, por su parte, no quería que él fuera el hombre de su vida. No tenía tiempo. «Pero puedes sacar ese tiempo», le replicó aquella misma voz interior. Y no le servía de alivio, ni mucho menos, saber que podría hacerlo solamente con que Chase se molestara en pedírselo. Gimió. Le dolía la cabeza,

El domingo, Courtney llamó incontables veces por teléfono a Jeff, siempre hablando en susurros, y colgando rápidamente cuando Brooke entraba en la habitación.

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Así que en venganza, se dedicó a lavar ropa. No sólo la ropa que necesitaba de manera inmediata, sino toda la que tenía sucia. Toneladas.

—Bueno… ¿qué es lo que habéis pensado hacer Jeff y tú por San Valentín? —le preguntó Brooke en un determinado momento.

—¡Oh! Es verdad, San Valentín es mañana — exclamó Courtney con aspecto distraído.

—Yo creía que ibais a hacer algo… extravagante —no tenía ninguna intención de estimularla a hacer algo así, pero estaba interesada en ver si la última jornada de búsqueda de apartamentos había generado algún efecto.

—Pues… sí.Justo en aquel instante, Courtney dejó de doblar su ropa interior,

agarró su bolso y anunció que se iba al centro comercial. Mmmm. ¿Courtney no le había comprado nada a Jeff por el día de San Valentín? Bueno, bueno, bueno… Las cosas estaban mejorando. Descolgó el teléfono para llamar a Chase, pero se detuvo justo a tiempo. No. Las cosas no estaban mejorando tanto.

Jeff se había quedado encerrado en su habitación durante todo el día, saliendo solamente para comer en la cafetería local, como tenía por costumbre hacer cada domingo. No era raro que Jeff se quedara tanto tiempo en su habitación, pero después de lo ocurrido el día anterior, Chase había supuesto que querría ver a Courtney. Y no habían hablado nada acerca del apartamento. Un par de veces que había pasado por delante de su puerta, había escuchado un bajo murmullo: estaba hablando por teléfono. No podía decirse que Jeff hubiera hecho nada que hubiera sido considerado sospechoso, pero Chase tenía un mal presentimiento, así que llamó a su puerta.

—Espera un segundo.Transcurrió más de un segundo hasta que Jeff abrió la puerta.—Hola.Chase intentó mirar dentro de la habitación. Imposible.—¿Pizza para cenar?—Sí, claro.—¿Pepperoni?Jeff frunció el ceño, distraído, y tuvo que pensar en la respuesta.—Sí, pepperoni. Con doble queso.—¿Grande?—No. Mediana.—Ahora llamo.—Bien —y cerró la puerta.

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Pensativo, Chase se dirigió a la cocina. Jeff quería una pizza mediana. Algo raro estaba pasando. Había pensado en llamar a Brooke para avisarla cuando se detuvo en seco. No. No debería llamarla a no ser que fuera por algo más concreto y preciso. Ella tenía las ideas muy claras, pero él… Él estaba lleno de contradicciones. Había dicho una cosa y luego había hecho otra. El caso era que no había ninguna razón por la que no pudieran salir juntos y empezar a conocerse mejor. Excepto que tenía la sensación de que ya la conocía. Ese era el problema. No creía que fuera capaz de salir simplemente con ella, eso era todo. Aquella atracción que existía entre ellos era como un violento fuego que necesitaba toneladas de gasolina para no consumirse rápidamente solo. Y no quería consumirse solo… al menos de esa manera. Ya lo había visto con su padre.

Durante los días que habían mediado entre la famosa cena y la jornada de búsqueda de apartamentos, Brooke y él habían hablado con frecuencia. Siempre habían empezado hablando de Jeff y de Courtney, pero a veces habían rebasado esos temas para abordar otros más personales.

Brooke… le gustaba. Había muchísimo potencial en ella. Lo que no sabía era cómo aprovecharlo.

Mientras se afeitaba, Chase acababa de recordar que aquel día era San Valentín cuando Jeff entró en el cuarto de baño.

—Hey, hermano, ¿podrías adelantarme la paga del mes que viene?Chase estuvo a punto de negarse.—¿Para qué?—Hoy es San Valentín.—¿Y todavía no le has comprado nada a Courtney?Jeff bajó la cabeza con tímida expresión.—No tengo aquí mucho dinero. ¿Podrías esperar al final de las clases,

para que pueda sacar dinero del banco durante la comida?—Er… la verdad es que no.Chase podía comprenderlo.—Entonces tendrás que arreglártelas con el poco efectivo que llevo

en la cartera. Pero déjame algo para un sándwich.—Gracias —Jeff se demoró algunos segundos más en la puerta—.

Esto... eh... ¿Sabes? Te agradezco que me hayas dejado quedarme a vivir aquí, contigo. Quiero decir que… bueno, teniendo en cuenta que formalmente ya no tenemos ningún parentesco.

—No hay problema —Chase lo miró a través del espejo—. A mí me ha encantado —y era verdad.

—Hasta luego entonces —Jeff cerró la puerta y se marchó.Mientras terminaba de afeitarse, Chase estuvo pensando en aquella

conversación. Sus sospechas eran cada vez más fuertes.

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Aquella mañana, Courtney hizo lo impensable. Preparó el desayuno. Hizo el café y sacó unos pastelillos en forma de corazón que había comprado en la tienda.

—Feliz día de San Valentín, Brooke —le dijo cuando Brooke, atraída por el aroma a café, entró soñolienta en la cocina, antes de meterse en la ducha.

—Guau —se apartó el cabello y sonrió al ver la taza que le había regalado, roja con un corazón blanco en el que podía leerse: mi hermana favorita.

—Gracias, Courtney —se sirvió café.—Ya sé que no tengo más hermanas, pero quería que supieras que te

agradezco que te hayas quedado aquí, conmigo, mientras mamá y papá están en El Bahar. Probablemente yo te esté estorbando… —se encogió de hombros—. Bueno, ya sabes, para tener relaciones con chicos…

De camino a la nevera en busca de leche, Brooke se detuvo y abrazó a su hermana.

—Vamos. Tú no me estás estorbando nada. Sólo hemos sido… como compañeras de piso —se dijo que era muy agradable sentirse apreciada, valorada—. Estás madurando, ¿verdad?

—Ya era hora, ¿no? —Courtney sonrió y terminó de comerse su pastelillo mientras Brooke se servía leche en el café.

De repente, un coche hizo sonar el claxon frente a la puerta de casa.—Es Jeff —Courtney recogió apresurada su mochila de libros.—Llega muy temprano.—Oh, tenemos un ensayo de la obra antes de las clases… ¡adiós! —y

se marchó a toda velocidad antes de que Brooke pudiera hacerle más preguntas.

¿Querría eso decir que no tendría ensayo por la tarde?, se preguntó Brooke. Oh, bueno. Jeff y ella probablemente saldrían a cenar.

Brooke se quedó mirando la taza, enternecida por el detalle de su hermana. Y después fue a ducharse.

La llamada se produjo a eso de las doce menos cuarto, justo cuando Brooke se disponía a salir a comer.

—Este es el servicio automático del instituto West Houston. Su hija… Courtney… Weathers… ha faltado a un día de clase. Si usted no está informado de esta ausencia, por favor, llame a la oficina de atención del instituto. Le recordamos que cualquier falta debe ser justificada por escrito y que…

La grabación siguió hablando pero Brooke había dejado de escucharla. Courtney no había ido a clase. ¿Habría sufrido un accidente con Jeff? Con dedos temblorosos, apuntó el número de teléfono de la

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oficina del instituto y llamó de inmediato. Sus peores temores se confirmaron. Les pidió que llamaran a la clase donde se suponía que tenía que estar Courtney, y no estaba allí. A continuación pidió hablar con el profesor de arte dramático, que estaba comiendo.

Brooke no salió finalmente a comer, pero le dio igual, porque había perdido el apetito. Se quedó en la oficina esperando a que la llamaran, intentando en vano no dejarse llevar por el pánico. Telefoneó a tres hospitales antes de que el profesor le devolviera la llamada, para decirle que no había habido ningún ensayo matutino de la obra, previo a las clases. Luego, llamó a Chase.

Le contestó su correo de voz, informándole de que había ido a San Antonio a pasar el día. Oh, estupendo. Genial. Fabuloso. Brooke le dejó el recado de que la llamara, por si pertenecía a aquella obsesiva clase de personas que constantemente consultaban su buzón de voz. San Antonio estaba a varias horas de allí en coche. Iba a tener que ocuparse de aquel asunto ella sola. Volvió a telefonear al instituto para preguntar si Jeff Ryan también había faltado a clase. Aunque no deseaban hablar de ningún otro estudiante con ella, le confirmaron esa sospecha. Deprimida, Brooke recordó el desayuno que le había preparado su hermana, el regalo que le había hecho y aquella especie de discurso de agradecimiento. Como si le estuviera diciendo adiós.

¿Qué diablos habían hecho esos dos chicos? Brooke no tenía ninguna intención de quedarse en la oficina preocupándose, así que se tomó la tarde libre y se dirigió a casa. Una vez allí, corrió a la habitación de Courtney. La ropa estaba regada por todas partes, y las puertas del armario abiertas. La maleta no estaba donde tenía que haber estado.

En medio de aquel desorden, Brooke buscó en vano alguna nota de despedida. Nada. Luego registró los papeles de su escritorio. Jamás antes había invadido la intimidad de su hermana.

Junto con unos viejos papeles de la escuela, con unos garabatos en los que podía leerse «Señora de Jeff Ryan y Courtney Ryan», encontró un folleto de la escuela de cine de Los Ángeles, una solicitud a medio rellenar y una nota con una cifra y la palabra «Continental» rodeada por un círculo rojo. ¿La línea aérea?, se preguntó. Siguiendo una corazonada, llamó a la línea aérea y preguntó si la cifra se correspondía con algún número de vuelo. Así era. Con el número de vuelo de Las Vegas.

Las Vegas. San Valentín. La fianza del apartamento. La ausencia de clase. No se necesitaba ser un genio para atar todos los cabos. Una fuga para casarse. Se dejó caer en la cama de Courtney. ¿Cómo había podido ser tan estúpida? Recordó lo que le había dicho su hermana: «A Jeff se le ha metido en la cabeza la absurda idea de que yo no quiero casarme con él ahora que sé que no podremos acceder al dinero de su cuenta tan rápidamente como pensaba… Mira, necesito hacer algo verdaderamente espectacular para convencerle de que no he cambiado de idea». Pues bien, una fuga a Las Vegas para casarse el día de San Valentín era algo espectacular; eso Brooke tenía que concedérselo. Volvió a rebuscar en su

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escritorio y encontró escondido, aunque no muy bien, un listado con los sitios web de las diferentes capillas de Los Ángeles.

—¡Courtney, serás idiota!Había llegado la hora de volver a llamar a Chase. Le dejó otro recado

en el buzón de voz informándole de todo lo que había descubierto, junto con los nombres de las capillas. Una en particular, Palomas y Diamantes, estaba garabateada con pequeños dibujos alusivos, así que suponía que sería esa la que habían elegido.

Cuando terminó se dio cuenta de que no podía esperar allí a que Chase la llamara, así que tenía que hacer algo. De repente, tuvo una idea. Después de todo era San Valentín, y probablemente las capillas de boda de Las Vegas tendrían mucho trabajo. Quizá Courtney y Jeff se hubieran retrasado lo suficiente como para que alguien les quitara de la cabeza el descabellado propósito de casarse.

Reunió todos los papeles que había encontrado, se cambió de ropa y salió para el aeropuerto.

Pretextando una disculpa, Chase se había levantado de la mesa en la que estaba comiendo para que sus clientes pudieran hablar con mayor libertad de las propiedades que les había enseñado. Una, en particular, era perfecta, y eran lo suficientemente inteligentes como para darse cuenta de ello. Lo único que tenía que hacer era esperar a que le hicieran una oferta. Sería un acuerdo estupendo, del que sacaría una cuantiosa comisión. Si no perdía la cabeza y cometía alguna frivolidad como, por ejemplo, comprarse un coche nuevo, podría invertir la cantidad que ganara y acelerar un poco más su anticipado retiro.

A esas horas, en San Antonio, la multitud que antes había llenado el restaurante ya había regresado al trabajo. Chase se instaló junto a la barra del bar y llamó a su despacho para consultar su buzón de voz. Tenía dos mensajes. De Brooke.

—¿Que se han fugado? —gritó en voz alta. Rebobinó el mensaje para volver a escuchar lo que Brooke había estado descubriendo. Mientras tomaba notas, recordó la extraña conversación que había mantenido con Jeff esa mañana. Se había estado despidiendo de él.

Cuando terminó de escuchar los dos mensajes, luchó contra el impulso de pedir una bebida bien fuerte. Jeff estaba haciendo el idiota. De tal madre, tal hijo. Al volver a llamar a la oficina, descubrió que acababa de recibir un tercer mensaje. Brooke llamaba desde el aeropuerto comunicándole que se marchaba a Las Vegas y pidiéndole que le diera el número de su móvil. ¿Pero cómo se suponía que podía hacer eso? ¿Y qué diablos pretendía Brooke al volar a Las Vegas… sin él? Chase llamó a la operadora de su oficina.

—Lila, ¿podrías interceptar todas las llamadas que reciba? Si me llama Brooke Weathers, dale por favor el número de mi móvil.

Y ahora… Chase aspiró profundamente. Iba a tener que abandonar a los dos caballeros que lo estaban esperando en la mesa del restaurante.

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Con su habitual seguridad de movimientos, emanando confianza por todos sus poros, se acercó a ellos y les preguntó, apoyando las manos en la mesa.

—Caballeros., ¿han llegado ya a alguna decisión?Los dos hombres se miraron con cautela.—Ciertamente hemos estado comentando las características de las

propiedades que usted nos ha mostrado…—Y hemos decidido que la de 24 Industrial es perfecta, ¿verdad?Rieron entre dientes, aunque con un fondo de recelo.—Entonces vamos a echar cuentas —Chase sacó su calculadora y

pronunció, después de descontar su comisión—: Trescientos ochenta y cinco mil.

—Nadie dijo una palabra. Estaban, indudablemente, asombrados. Y, francamente, Chase también. Iba a tener que hacer algo rápido si no quería que sospecharan que aquella propiedad tenía algún problema serio que recortaba su valor.

—Estoy convencido de que podría conseguir más de cuatrocientos, quizá incluso quinientos. Cuatrocientos seguro. Pero quiero vendérsela a ustedes y quiero vendérsela ahora. Y se estarán preguntando por qué… —Chase sacudió la cabeza y se guardó su calculadora—. Pues porque necesito volar a Las Vegas para impedir que mi hermanastro se case a la tierna edad de dieciocho años.

—Bueno, ciertamente nos ha dado algo en qué pensar y… —empezó a responder el más joven de los dos hombres, de una forma clásicamente convencional.

—Trato hecho —le interrumpió el mayor.—Dex, no deberías…Pero Dex lo acalló:—Este hombre está comprando tiempo, hijo. Tú fíjate bien en él y

quizá aprendas algo.Justo antes de que Brooke saliera del avión, un asistente de vuelo le

entregó una nota con las palabras «Chase Davenport» y un número telefónico. Inexplicablemente se sintió más ligera, como si estuviera más cerca de encontrar a Courtney y a Jeff. Ya en el aeropuerto, con el papel en la mano, fue en busca de un teléfono. Chase contestó casi de inmediato.

—¿Brooke?—No sabes lo que me alegra escuchar tu voz. ¿Dónde estás?—Todavía en San Antonio, esperando un avión.—No tienes por qué venir —le dijo, aunque esperaba que lo hiciera.—Sí que tengo por qué —respondió, como si resultara obvio.

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Fue un comentario ligero, o al menos eso le habría parecido a cualquier persona. Pero, para Brooke, aquella sencilla declaración le decía muchísimas cosas acerca de la clase de hombre que era. Siempre estaba dispuesto a responder a sus compromisos. Jeff, con quien actualmente no tenía ya ninguna relación de parentesco, tenía dieciocho años, y legalmente podía hacer lo que quisiera. Nadie podría culpar a Chase de nada. Pero Chase se había comprometido a cuidar a su antiguo hermanastro y eso era lo que iba a hacer.

Y también había aceptado trabajar conjuntamente con ella: otro compromiso que se disponía a cumplir. No había absolutamente ningún resentimiento en su tono de voz. Preocupación, sí. Frustración, también. Algún asomo de debilidad. Pero sobre todo, determinación. En aquel momento Brooke tuvo un curioso presentimiento, y se imaginó perfectamente cómo podría ser la vida con Chase como compañero. Lo cual le provocó un sudor frío, ya que ansiaba con todas sus fuerzas vivir un futuro semejante.

Ajeno a aquellas reflexiones, Chase había estado recitando rápidamente los hechos:

—Fui a buscar a Jeff a casa de un amigo suyo, y no estaba allí. También fui a tu casa y no vi su coche aparcado. Luego, llamé a los parientes de Jeff en Las Vegas…

—¿Jeff tiene parientes en Las Vegas? —preguntó Brooke. Aquello se estaba poniendo cada vez peor.

—Jeff tiene parientes por todas partes.—¿Así que tú también piensas que han podido dirigirse a Las Vegas?

¿No crees que haya sacado conclusiones demasiado apresuradas?—No. Ahora dime lo que has averiguado tú.Brooke le habló de la información que había encontrado sobre las

capillas de Las Vegas.—No puedo creer que estén haciendo esto —pronunció Chase—. ¿Por

qué ahora? No tiene sentido.—Para ellos sí que debe de tenerlo —repuso Brooke—. Escucha, voy a

intentar seguirles el rastro. Me mantendré en contacto, ¿de acuerdo?—Espera un momento —Brooke alcanzó a escuchar una ahogada

conversación hasta que Chase volvió a ponerse al teléfono—. Me han asignado un vuelo que sale dentro de quince minutos, con una escala en El Paso y Phoenix.

—Vaya. Lo siento.—Ya, pero ten por seguro que estaré allí. Hasta luego.—De acuerdo. Te veré en el aeropuerto.Brooke alquiló un coche. Por supuesto, no fue nada fácil. Primero,

tuvo que gastar una buena parte de su gastada tarjeta de crédito. Luego estaba el hecho de que no había reservado previamente ningún vehículo.

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Y eso representaba un problema, dada la escasez de vehículos disponibles en una fecha tan señala en Las Vegas como San Valentín.

Así que terminó resignándose a aceptar el primer coche disponible que encontró antes de que pasara la revisión técnica, lo cual habría significado tener que esperar más tiempo. Era un coche de apariencia muy sólida que acababa de conducir una pareja mayor, lo cual tranquilizó un tanto a Brooke. Arrancó de inmediato después de haber estudiado el mapa de la ciudad mientras esperaba su turno.

La capilla Palomas y Diamantes resultó ser una gran casa blanca con un arco adornado de brillantes palomas plateadas. El aparcamiento estaba a rebosar, así que dejó el coche en la calle, en el espacio reservado solamente para limusinas, y entró corriendo en el edificio. De inmediato, se vio abrumada por la exuberancia y suntuosidad de una clásica capilla de Las Vegas. Su primera impresión fue estar rodeada de cosas blancas y de plata. Todo se resumía en esos dos colores. Nerviosas y cariñosas parejas esperaban en los blancos sofás del vestíbulo. Más allá de las dobles puertas, Brooke vio que se estaba celebrando una boda. No reconoció a los novios, y ni Courtney ni Jeff estaban entre los que esperaban. Sintió entonces una peculiar sensación de alivio mezclada de decepción. O se había perdido la boda o habían elegido otra capilla.

Una mujer ataviada con un vestido plateado, como de hada madrina, se le acercó de pronto.

—¿Pareja?—No, gracias,—¿El nombre de la pareja que se va a casar? —precisó, inmutable su

etérea expresión.—Weathers o Ryan… La mujer barrió con la mirada a las parejas que

esperaban, e indicó luego a Brooke que la siguiera. Se detuvo ante un podio blanco sobre el que había un enorme libro de invitados de color blanco y plateado, con una pluma de ganso sobre sus páginas; después de pasar varias, sacudió la cabeza.

—No veo a ningún Weathers o Ryan. Pero hay otro lugar donde podemos mirar —llevó a Brooke a una discreta habitación oculta tras una cortina.

La mujer se sentó ante un escritorio y encendió el ordenador. Tecleó un nombre, se quedó mirando con la pantalla y negó con la cabeza, para luego teclear otro más.

—Para hoy no han reservado ninguna hora.—¿Es posible que ya se hayan… casado?—¿El día de San Valentín? —exclamó la mujer con una risa cantarina

—. Hace semanas que lo tenemos todo reservado.—¿Recuerda si una pareja… una pareja joven pasó por aquí hoy? Sí,

ya supongo que verá cientos de parejas al día… —añadió Brooke ante la

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mirada compasiva que le lanzó la mujer—… pero tal vez a eso de las diez u once de la mañana…

—Lo siento. Me temo que no puedo ayudarla. Tal vez se haya equivocado de capilla.

—Probablemente —repuso—. Perdone las molestias.Una vez que volvió a subir a su coche, por suerte no bloqueado por

ninguna limusina, intentó no dejarse deprimir por aquel primer fracaso, arrancó y se puso otra vez en marcha. Se dedicó a leer los letreros de las siguientes capillas por las que iba pasando. La Capilla de la Felicidad parecía la más prometedora, sobre todo porque estaba especializada en «bodas para los presupuestos más humildes». Estaba situada en un edificio blanco con un arco decorado con flores, campanas y lazos. El aparcamiento también estaba lleno. Brooke aparcó por segunda ocasión en el espacio reservado a limusinas y entró a toda prisa.

Descubrió inmediatamente que la capilla hacía honor a su propaganda. Constaba de una sola habitación, aunque enorme. Al fondo se estaba celebrando una ceremonia. Otros grupos ocupaban los bancos manteniendo un discreto silencio. Brooke pudo ver de todo, gente vestida con vaqueros y con trajes y vestidos formales, pero por ninguna parte vio a Courtney y a Jeff. En el libro de ceremonias tampoco figuraban sus nombres.

Una vez fuera, Brooke se dirigió a una cafetería para tomar un té con hielo y llamar a Chase. Ya estaba en Phoenix.

—¿Los has encontrado?—No. He estado viendo dos capillas.—¿No sería más fácil hacer unas cuantas llamadas?—No creo que los empleados de las capillas contesten el teléfono hoy.

Están al máximo de su capacidad.—Lo supongo —suspiró Chase—. El día de San Valentín.—Voy a buscar en un par de capillas más y luego te recogeré en el

aeropuerto.—¿Brooke? ¿Has pensado en lo que vas a decirles cuando los

localicemos?—No.—Solamente procura... si ya se han casado, no ser muy dura con

ellos.—Vaya, Chase, no sabía que fueras tan tierno…—Digamos que sé por experiencia que, una vez que se dice algo, no

vale desdecirse. Y, al fin y al cabo, Courtney es tu hermana. Haga lo que haga.

—Lo sé. Pero gracias por recordármelo.

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Capítulo 10—Entonces, ¿qué piensas del folleto?—Hey, ya sabes, esta Universidad de Norte de Los Angeles no es

mala. Tiene cursos formidables.—Ya te lo decía yo.Brooke visitó La Capilla de la Colina, El Cenador del Parque y La

Capilla de la Campana de Cristal antes de dirigirse al aeropuerto. Había decidido reservar las capillas inspiradas en Elvis para visitarlas con Chase. Como si fuera un regalo de San Valentín. Llegó un poco temprano, o tal vez su avión se retrasó. Lo que fuera. No le importaba tan pronto como lo viera salir del avión de una vez por todas. El corazón le latía aceleradamente y tenía un nudo en el estómago que podría haber sido de hambre, aunque lo dudaba.

De repente Chase apareció frente a ella y la envolvió en un fuerte abrazo.

—¿Cómo sabías que necesitaba que me abrazaran? —murmuró ella contra su pecho, y sintió bajo la mejilla la vibración de su risa cálida.

—Porque yo también lo necesitaba —segundos después, la apartó para mirarla bien—. Al diablo con todo. Voy a besarte.

Y lo hizo allí mismo, en medio de la multitud que iba y venía por el aeropuerto en el día más romántico del año. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que la besó… Y Brooke recibió el beso encantada, experimentando el efecto de costumbre: nunca reaccionaba tibiamente ante él. Hasta el punto de que sintió la tentación de vaciar su cuenta bancaria para reservar una habitación en el hotel más cercano… para que ambos pudieran adoptar la posición horizontal. O vertical. Y desnudos. Finalmente, Chase dio por terminado el beso, reacio, y aspiró profundamente su aroma.

—¿Cómo sabías que necesitaba un beso? — murmuró ella, dejándole saber que muy bien podía darle otro. Y otro más.

—Porque yo también lo necesitaba —respondió, deslumbrándola con su sonrisa.

Se dirigieron al coche en silencio, como si por una especie de acuerdo tácito hubieran convenido en no hablar de lo que acababa de suceder entre ellos. Hasta que llegó un momento en que Brooke ya no pudo soportarlo más.

—Sólo ha sido un beso —pronunció antes de arrancar.—Ya —asintió Chase—. Sólo un beso.—Pero un beso bonito.—Mmmm. Muy bonito.

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—Posiblemente incluso maravilloso.—En efecto.—¡Deja de darme la razón continuamente!—De acuerdo, ha sido un beso sexy y ardiente que no sólo ha roto

todas las reglas, sino que me ha hecho olvidarme de quién era y de dónde estaba, para ansiar solamente tumbarte en el suelo y desgarrarte la ropa.

—Yo también. Incluso me sentí tentada de dirigirme primero al hotel del aeropuerto, antes de empezar nuestra búsqueda.

—Nos habríamos entretenido demasiado —Chase miró por la ventanilla y bruscamente cambió de tema—. He estado llamando continuamente a los parientes de Jeff y no han visto a los chicos.

—No me sorprende. A estas alturas, Courtney y Jeff ya se habrán dado cuenta de que los estamos buscando.

—Pero puede que no esperaran que los buscáramos en Las Vegas.Brooke reflexionó sobre ello mientras aparcaba en el espacio

reservado para limusinas en frente de la Verdadera Capilla Azul de Elvis, que contrariamente a las demás no era blanca, sino azul pálido, como bien indicaba su nombre. En lugar de un arco, tenía un cenador de ese color.

—Has aparcado en un lugar reservado —le señaló Chase.—Ya, es que el aparcamiento está repleto, como los de las demás

capillas. Además, es una costumbre que he adquirido aquí —Brooke salió del coche y cerró la puerta—. Prepárate para asombrarte.

Pero incluso Brooke, cuya capacidad de sorpresa se había ya agotado bastante a lo largo de aquel día, se quedó impresionada ante aquel tributo… al período azul de Elvis. Fue como entrar en una nube azul; no había otra manera de describirla. Todo, desde las paredes y la alfombra, hasta las cortinas y las sillas, estaba decorado en un tono azul zafiro. Los empleados, tanto hombres como mujeres, estaban vestidos como Elvis en sus días de gloria en Las Vegas: traje de lentejuelas blanco con camisa azul y zapatos de gamuza del mismo color. Una vez familiarizados con la decoración de la capilla, Brooke llevó a Chase al área de recepción, donde esperaron su turno detrás de una pareja ataviada como Elvis y Priscilla.

—Oye, ¿quieres salir un momento a mover el coche? —le sugirió Chase—. Me temo que se acerca una limusina… azul.

Brooke se dijo que probablemente debería hacerlo, pero a dónde… eso era algo que no sabía.

—¿Por qué mientras tanto no averiguas si Courtney y Jeff han estado aquí o pretenden venir? Yo te esperaré en el coche.

—De acuerdo —Brooke llegó al coche en el preciso momento en que el chófer de la limusina empezaba a hacer sonar el claxon. Repetidas veces—. ¡Ya me voy, ya me voy! —gritó, apresurándose.

Chase la estaba esperando cuando terminó de dar la vuelta a la manzana. Para entonces la limusina ya había desaparecido.

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—No han estado allí, ¿verdad?—No. ¿Quieres que conduzca yo?—Sí, por favor —estaba cansada de conducir. O más bien cansada, en

general.—¿A dónde?—Bueno, esa era la última capilla anunciada en los sitios web del

listado de Brooke. Podemos ir a algún bar para descansar y reflexionar sobre lo que vamos a hacer.

Dicho y hecho. Chase se detuvo en el aparcamiento de una cafetería, y comieron dentro del coche, con las ventanillas bajadas. Charlaron, pero no sobre la fuga de Courtney y de Jeff. Charlaron de cualquier cosa, de temas importantes y de temas intrascendentes. Y se rieron. Un montón. Brooke nunca había disfrutado tanto de una cena. Estaba cayendo la tarde y las luces de neón acababan de encenderse cuando Chase le sugirió que continuaran con su búsqueda. Sacando varios folletos, los extendió sobre el capó del coche: era toda la información que había conseguido en La Verdadera Capilla Azul de Elvis sobre capillas, hoteles y restaurantes.

—Podríamos empezar llamando a las capillas que nos quedan por visitar.

Brooke asintió, y se quedó descansando dentro del coche mientras Chase hacía las llamadas. Con los ojos cerrados, escuchaba su voz repitiendo siempre la misma pregunta. Hasta que de repente detectó un cambio de tono:

—¿De verdad?Brooke se incorporó.—¿Ryan? ¿Una pareja joven? ¿A las ocho?—¿Qué capilla? —inquirió Brooke, pero él la acalló alzando una mano.—Sí, gracias —desconectó la llamada—. Creo que los hemos

encontrado.—¿Dónde? —cuando él le señaló la capilla, exclamó—: ¿La Capilla del

Amor Eterno? Sí, eso me suena a Courtney.—Un tal J. Ryan ha reservado hora para las ocho.—Son casi las siete y media.—Lo sé. En marcha —Chase arrancó el coche. O lo intentó, porque el

motor no respondía.—No será por falta de gasolina, ¿verdad? — Brooke había pensado

que todavía le quedaba medio depósito.—No, no es eso —por suerte, en aquel preciso momento el motor se

encendió—. Ha hecho esto varias veces: se para y vuelve a ponerse en marcha. Esperemos que no nos vuelva a fallar —salió del aparcamiento de la cafetería.

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Dado que Brooke no tenía el menor conocimiento sobre coches que no fuera su mantenimiento básico, sólo esperaba que aquel cacharro pudiera llevarlos a la siguiente capilla. Lo hizo. La Capilla del Amor Eterno era un encantador edificio blanco provisto de un arco sencillo, adornado con cierto gusto. Y había sitios libres en el aparcamiento.

—¡Es tan bonito! Si Courtney está verdaderamente decidida a casarse, me alegro de que haya elegido este lugar.

Chase soltó una carcajada, se puso serio y luego volvió a reírse.—¿Qué es lo que te hace tanta gracia?—Las mujeres. Y tú en particular.—¿Por qué?—Después de haberte tomado tantas molestias para intentar impedir

la boda, de pronto ves este lugar y cualquiera diría que quieres acompañarla hasta el altar.

—Acompañarla hasta el altar —Brooke sintió un nudo en la garganta.—Hey, ¿qué te pasa?—Es sólo que… mamá y papá no están aquí. Espero que Courtney no

se haya fugado para que nuestros padres se ahorren el dinero de tener que asistir a su boda.

—¿Eso les importaría a ellos?—¡Por supuesto que no! Pero Courtney es tan joven… Aunque no les

gustaría nada que dejara de ir a la universidad.—Y sin embargo Jeff y ella todavía pueden estudiar en la universidad,

si así lo quieren.—El problema es que Courtney nunca ha querido eso… al menos, en

una facultad tradicional.—Pero quiere seguir estudiando. Sinceramente, no creo que Jeff se

haya detenido a pensar en lo que hará una vez que se gradúe —sonrió Chase—. Bueno, ¿entramos de una vez o nos quedamos sentados aquí deprimiéndonos una vez más?

—Venga. Entremos —le devolvió la sonrisa.El interior de la capilla era tan encantador como el exterior, aunque

eso quizá fuera un efecto de la hora del día o de las velas, porque las flores de plástico no debían de resultar muy románticas a la luz del sol. Chase llamó a la puerta abierta de la oficina, y en seguida fue atendido por una mujer vestida con un traje rojo, que les invitó a pasar.

—Hace un momento la llamé preguntando por la boda del señor Ryan —le informó Chase.

—Ah, sí —consultó su agenda—. Ryan, a las ocho. ¿Han llegado ya?—Todavía no —respondió Brooke.

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—Permítanme que les enseñe la sala de descanso para que puedan arreglarse un poco.

Una sutil manera de decirles que parecía como si hubieran pasado todo el día de viaje, que era lo que realmente habían hecho. Brooke se sintió algo mejor después de retocarse el maquillaje, peinarse un poco y perfumarse. Durante todo el tiempo había esperado que Courtney entrara por la puerta en cualquier instante, pero todavía faltaban quince minutos para la hora de la ceremonia, y Courtney nunca se había caracterizado por su puntualidad.

Brooke asomó la cabeza fuera de la puerta y vio a Chase paseando por el vestíbulo. Ni rastro de Courtney ni de Jeff. Cuando la vio, le hizo señas para que se sentara con él en uno de los sofás.

—Nunca me he encontrado en una situación semejante. ¿Tienes alguna idea de lo que hay que decir? —le preguntó él.

—Puedes empezar exclamando: «¿pero cómo puedes llegar a ser tan estúpido?»

—No creo que sea lo más adecuado.—Pues entonces no tengo más ideas.Chase forzó una carcajada y se pellizcó el ceño, cerrando los ojos.—Deberíamos permanecer tranquilos.—Yo estoy muy tranquila. ¿Acaso no lo parezco?En realidad no. En realidad parecía a punto de explotar.—Sí, pero tu calma es como la que precede a la tormenta.Chase no sabía cómo se sentía, ahora que sólo faltaban algunos

minutos para que se enfrentara con Jeff. Tenía la sensación de que lo de la fuga había sido idea de Courtney, pero no iba a decírselo a Brooke, ya que además la haría enfadar. Necesitaban mantenerse juntos en aquel asunto.

—En primer lugar, creo que deberíamos averiguar por qué han sentido la necesidad de fugarse. Quizá las circunstancias hayan cambiado…

Brooke lo fulminó con la mirada.—Courtney no está embarazada. Lo sé con toda seguridad, pero no

me preguntes por qué.—De acuerdo —alzó las dos manos, como disculpándose—. Olvida lo

que he dicho.—Pero en lo otro tienes razón, deberíamos descubrir por qué se han

fugado.—También me gustaría conocer los planes a largo plazo que han

hecho para después de la boda. Quiero saber si han puesto en común las expectativas de cada uno. Tú dices que Courtney quiere ser actriz. La mayor parte de las actrices terminan viajando a Nueva York o a Los Ángeles en algún momento. ¿Qué pensará Jeff sobre lo de trasladarse?

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Tuvieron una razonable y productiva conversación, hasta que se abrieron las puertas exteriores de la capilla y una joven pareja entró precipitadamente.

—¿Llegamos muy tarde? Su vestido no estaba listo y... —balbuceaba el novio en la oficina.

—Hay tiempo de sobra —oyó Chase que contestaba la mujer del traje rojo—. El suficiente para que os tranquilicéis y os cambiéis con calma. Todavía estamos preparando la capilla.

Minutos después, la mujer acompañó a la joven pareja hasta la sala de descanso, pasando por delante del sofá en el que estaban sentados Brooke y Chase.

—Tengo un mal presentimiento —comentó Chase.—¿Pero qué posibilidades hay de que dos tipos llamados Jeff Ryan se

casen hoy en Las vegas?—No es un apellido tan poco corriente — mientras hablaba, vio que la

encargada de la capilla se dirigía hacia ellos.—Por fin han llegado —les dijo con una sonrisa.—¿Esta es la boda de las ocho? —inquirió Brooke.—Sí —le confirmó la mujer—. ¿No habían venido ustedes a verla?Chase se levantaron a la vez.—Me temo que hay otro Jeff Ryan.—¡Oh, Dios mío! —exclamó la encargada con sincera consternación—.

¿Les dije Jeff Ryan? El nombre de ese joven es Jay, no Jeff.—Creo que el error fue mío. Debí de confundir la inicial <J» con el

nombre «Jay» —pronunció Chase. Podía sentir la decepción de Brooke. Diablos, incluso él estaba a punto de ponerse a llorar. Abandonaron la capilla y subieron al coche. Allí se quedaron, contemplando los millones de luces de Las Vegas.

—Lo siento —dijo al fin Chase.—No es culpa tuya. Yo también me habría equivocado.Pero no lo había hecho. Era él quien lo había hecho.—¿Qué quieres hacer ahora?—El bulevar central de Las Vegas está lleno de capillas —explicó

Brooke—. Recorrámoslo de principio a fin. Si no los encontramos, ni hallamos ningún rastro suyo, tendremos que renunciar.

—Me parece un buen plan —Chase giró la llave de encendido, pero como antes, el coche no arrancó a la primera. Lo hizo a la segunda.

El bulevar de Las Vegas estaba repleto de gente. Decenas y decenas de parejas habían escogido el día de San Valentín para casarse. Chase y Brooke recorrieron en vano capilla tras capilla. Personalmente, Chase

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habría renunciado tras su fracaso en La Capilla del Amor Eterno, pero sabía cómo se sentía Brooke.

Sin embargo, Brooke terminó demostrando un comportamiento más realista que el que había esperado. En la capilla llamada La Boda de tus Sueños le hizo una seña para que se sentara a su lado en uno de los bancos del fondo. Estaban rodeados de la clásica decoración romántica en la que siempre pensaba Chase cuando pensaba en bodas. Y tuvo la impresión de que Brooke respondía también a un modelo de mujer romántica al estilo clásico. Allí estaba, sentada con la cabeza baja, los ojos cerrados, una expresión de intenso cansancio en el rostro.

Para Chase, lo de la fuga había sido una estupidez propia de Jeff, pero para Brooke era mucho más. A juzgar por lo que ella le había dicho, se había dedicado en cuerpo y alma a compensar el desastre económico que les había causado a sus padres y, de rebote, a su hermana. Durante los siete u ocho últimos años, había trabajado sin descanso para asegurarse de que Courtney pudiera ir a la universidad. Y Courtney le había lanzado todos aquellos esfuerzos a la cara. Al menos así era como lo veía Brooke. Porque, por lo que a Chase se refería, había tenido éxito. Su hermana había tenido la oportunidad de estudiar en la universidad, hubiera decidido o no aprovecharla. Por tanto, en su opinión, se imponía celebrarlo. Inclinándose hacia ella, le susurró:

—Vuelvo en unos minutos.Brooke asintió sin llegar a abrir los ojos. Chase salió al vestíbulo,

donde al menos dos parejas estaban esperando para casarse, y le preguntó a la encargada del lugar:

—¿Podría adquirir uno de esos ramos? —señaló el que llevaba una de las novias.

—Tendré que ver si queda alguno. Quizá se nos hayan acabado las rosas rojas. Estamos en temporada —la mujer se retiró a la trastienda. Chase pudo oírla hablar con alguien, y a pocos minutos volvió con un ramo de rosas—. Es el único que nos queda, de una novia que al final cambió de opinión y prefirió otro color. —Gracias. Me lo quedo.

Brooke se dijo una vez más que aquel era un día horrible y espantoso. Excepto por Chase, por supuesto. Chase no se había comportado de una forma espantosa y horrible. Y excepto por el hecho de que creía estar enamorada de él. Eso tampoco era ni espantoso ni horrible. Aunque tal vez sí. El amor requería tiempo para desarrollarse. Aquello no era amor; era un huracán, que se había presentado lleno de energía y euforia, sólo para desaparecer poco después dejando un rastro de destrucción. Y, si no tenía cuidado, era ella quien se iba a quedar a recoger los pedazos. Lo oyó volver y sentarse a su lado en el preciso momento en que empezaba a sonar la música de órgano. Se le ocurrió pensar que aquel día había visto un montón de bodas y que cada vez la música había sido diferente. Un instante después, sintió algo suave y aterciopelado contra sus labios. Olía a rosas. Abrió los ojos.

—¡Chase!

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Le entregó un ramo de rosas rojas atadas con un lazo blanco.—Feliz día de San Valentín —le susurró cono tono suave.Brooke estaba emocionada. Nunca antes le habían regalado rosas por

San Valentín.—Gracias —logró pronunciar.—También son para celebrar tu éxito.—¿Qué éxito?—¿No te habías propuesto ofrecerle a Courtney la oportunidad de ir a

la universidad? —al ver que asentía, añadió—: Pues lo conseguiste.—Pero…—No hay peros. Le diste a tu hermana esa oportunidad. Lo que haga

o no con ella no depende ya de ti.—Nunca lo miré de esa manera… —pero era cierto. Courtney podía ir

a la universidad si quería. Miró las rosas—. Eres un chico muy listo.—¡Sssshh! —una mujer sentada cerca de ellos les ordenó silencio—.

¡Están a punto de empezar!Se quedaron a ver aquella boda y dos más, hablando solamente entre

ceremonia y ceremonia. Vieron cómo pareja tras pareja se besaban apasionadamente, y pareja tras pareja partían para su noche de bodas. Y Brooke se derrumbó por dentro. Ella quería ser una de aquellas felices parejas. Allí estaba, sentada al lado de un hombre bueno y honesto, el que mejor besaba de todos los que había conocido, un hombre que podía excitarla hasta la locura, pero que tenía cierto problema con los compromisos y que, por tanto, no era perfecto. Aunque aquella imperfección seguía convirtiéndolo en … perfecto.

De repente, el sacerdote de la capilla se acercó para sentarse en un banco directamente frente a ellos.

—¿Se lo están pensando?—¿Qué? —inquirió Brooke.—Los he estado observando —explicó con una sonrisa— a los dos,

sentados aquí y hablando en susurros. Creo que es que bueno que se lo piensen. El matrimonio es un paso muy serio.

—¡Oh! Nosotros no… Quiero decir… —Brooke vio que bajaba la mirada a las flores, y pensó que era mejor quedarse callada.

—Sí, el matrimonio es un paso muy serio. Y puede ser también un paso aterrador, pero a veces, sólo hay que tener un poco de fe y confiar en que lo que se va a hacer es lo más apropiado —se levantó y, mientras se marchaba, le puso a Chase una mano en el hombro.

—¿Por qué no le has dicho nada? —le preguntó Brooke.Chase le lanzó una mirada cargada de resignación:

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—En una conversación como esa, cualquier hombre quedaría como un estúpido dijera lo que dijera. Además, se estaba dirigiendo a ti. Como yo te había regalado el ramo, supuso que eras tú la única que estaba indecisa.

—En ese caso, es hora de irse.—¿A visitar más capillas?—No. A casa,Regresaron al aparcamiento, pero su suerte parecía haber terminado

allí. Definitivamente, el coche se negaba a arrancar. Después de examinar el motor, Chase le informó:

—La batería se ha quedado seca. En la agencia debieron haber inspeccionado el nivel del agua antes de dejarte salir.

—Es culpa mía. Me llevé el coche sin pasar antes por una inspección. Tenía mucha prisa.

—Volvamos a la capilla. Quizá podamos contratar la limusina para que nos lleve al aeropuerto.

Brooke ya estaba harta de capillas y de bodas y no dejaba de compadecerse a sí misma, pero no tenía otra elección. Mientras caminaban, Chase le pasó un brazo por los hombros.

—Todo va a salir bien. Hemos hecho todo lo posible.Lo cierto era que se sintió mejor no tanto por sus palabras como por

aquel gesto tan cariñoso.—Sabía que volverían —les dijo el sacerdote nada más verlos—. Se ve

a simple vista que están perdidamente enamorados. Lo único que necesitaban era un pequeño empujón.

Brooke, sin embargo, detestaba desilusionarlo:—La verdad es que lo único que necesitamos es la limusina.—¡Ceremonia en la Limusina! Todavía no hemos celebrado ninguna

boda de este tipo hoy… —miró su reloj—. Hey, están de suerte. Tengo una boda a medianoche, pero si nos damos prisa les podré instalar en una, luego me dejarán aquí y podrán quedarse por fin solos.

—Sólo necesitamos la limusina para que nos lleve al aeropuerto —Chase se sacó su tarjeta de crédito de la cartera,

—¡No! —el hombre tomó la tarjeta—. Ya que han llegado hasta aquí, y tienen la licencia, las flores… hoy es San Valentín. Y el servicio especial en la limusina expira a la medianoche.

—¡Licencia! —exclamaron Brooke y Chase, mirándose.—No me digan que no tienen la licencia.—Deberíamos haber ido allí primero —dijo Brooke. Era allí donde

deberían haber ido en primer lugar para saber si Courtney y Jeff habían

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tramitado o no su licencia matrimonial—. No puedo creer que haya sido tan tonta…

—Oh, no se preocupe, señorita. Tenemos tiempo. La oficina no cierra hasta medianoche.

—Pero…Chase la interrumpió:—Me parece bien. ¿Cuánto?—¿Marge? —llamó el sacerdote—. Dado que tenemos prisa, ella se

encargará de ustedes mientras yo voy a buscar mis cosas —cuando apareció Marge, el ministro le entregó la tarjeta de crédito sin detenerse—: Servicio especial en limusina.

—¿Cuánto? —repitió Chase.—Doscientos dólares. Incluye el servicio del sacerdote, aunque no el

del chófer, un trayecto de dos horas en la limusina, la ceremonia de boda y nuestro regalo especial por San Valentín —de una cesta que había sobre el escritorio, sacó una cámara fotográfica de usar y tirar.

—Pero nosotros no… —balbuceó Brooke.—De acuerdo —Chase aceptó la cámara y se la entregó a Brooke—. Y

añada a la factura total la del chófer, por favor.—Un taxi sería mucho más barato —le susurró ella al oído.—No quiero tener que esperar un taxi.Estupendo. Lo que fuera. Brooke no quería discutir. Si tenía que ir a la

oficina de licencias matrimoniales de Las Vegas, le apetecía hacerlo en limusina y además tomando champán. ¿Por qué no? El sacerdote volvió provisto de un libro y de un aparato portátil de música.

—¿Tienen alguna preferencia musical?—No —pronunció Brooke.—Sí —Chase la miró, sonriente—. Tradicional.—¿Le gustaría tradicional contemporánea, o tradicional clásica?—Clásica —respondió Chase.—Necesitamos darnos prisa —le recordó Brooke.El sacerdote sonrió mientras introducía una cinta en el aparato.—Una vez que ya se han decidido, todo irá sobre ruedas —se echó a

reír y le dio una palmada a Chase en el brazo—. Por cierto, yo soy el reverendo Bob.

—Yo me llamo Chase y ella Brooke.El reverendo Bob los acompañó hasta una enorme, blanca y

larguísima limusina.—¿Podrá esta cosa dar alguna curva? —inquirió Brooke, asombrada.

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—Descuide. Harry, el chófer, es un experto —comentó mientras los invitaba a subir.

Brooke se acomodó al fondo, en un lujoso asiento tapizado, y Chase se sentó a su lado. El reverendo tomó asiento frente a ellos. Estaban rodeados de flores, lazos y guirnaldas verdes.

—Dado que disponemos de un poco de tiempo antes de dar comienzo a la ceremonia, les mostraré las capacidades de esta limusina especial —señaló el cristal opaco que tenía al lado—. Completamente insonorizado. Los bajaremos durante la ceremonia para que Harry pueda hacer de testigo, pero una vez que comience su luna de miel, se levantará otra vez — y añadió, aclarándose la garganta—: Algunas parejas prefieren mantenerlo bajado, pero es norma de la empresa levantarlo mientras dure la luna de miel.

—¿Luna de miel? —inquirió Brooke.—Sí. Recuerden que han contratado la limusina por dos horas —

señaló un panel de mandos que estaba en su asiento—. Al activar este mecanismo, el asiento se convierte en una cama.

Brooke no podía estar más estupefacta.—Fantástico —fue el único comentario que se le ocurrió a Chase.—Pero… pero… —Brooke señaló las ventanillas.—Son de cristal ahumado, y además tienen esto —el reverendo Bob

pulsó un botón y se alzó una pantalla negra—. Y con este otro mecanismo se abre una ventana en el techo. También cuentan con su correspondiente champán, claro está —señaló una champanera con hielo, en la que se estaba enfriando una botella, antes de encender su aparato de música: los acordes de una familiar melodía de Bach resonaron en el interior del vehículo—. Y ahora, señorita, aquí tiene la flor para su novio; póngasela en el ojal, por favor. Y usted, hijo... —bajó la voz hasta convertirla en un murmullo—... colóquese bien el nudo de la corbata.

Chase se arregló bien la corbata y Brooke, sintiéndose bastante incómoda, le puso la rosa roja en el ojal. ¿Cuándo iban a decirle a aquel hombre que no querían casarse? Probablemente después de que fueran a la oficina de licencias y descubrieran si Courtney y Jeff se habían registrado o no. Eso era lo más importante ahora mismo: eso y luego dirigirse cuanto antes al aeropuerto. Así que Brooke decidió relajarse por el momento.

La música era maravillosa y las vistas increíbles. Chase llegó a pensar que aquella no era una manera tan mala de pasar los veinte minutos que tardaron en llegar a la oficina de licencias matrimoniales de Las Vegas, en Third Street. De repente, el reverendo Bob le comentó, en un aparte:

—La licencia le costará treinta y cinco dólares, en efectivo.Brooke y Chase se apresuraron a entrar en la oficina de licencias.

Diez minutos después, la secretaria les informaba de que no había

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registrada ninguna solicitud a nombre de Jeff Ryan o de Courtney Weathers. Por primera vez en varias horas, Chase suspiró aliviado.

—No puedo creerlo —pronunció Brooke—. Este era el primer sitio al que debimos haber ido. O debí haber ido yo. ¿En qué estaría pensando? He estropeado completamente este día, te lo he estropeado a ti y me lo he estropeado a mí, y…

—Brooke… —Chase luchó contra el impulso de abrazarla.—Simplemente no puedo hacer bien las cosas. Lo intento —lo miró

con sus enormes ojos—, lo intento hacer bien, pero…—Yo también. Lo que pasa es que hay veces en que… —de repente

se interrumpió, perdido en la contemplación de aquellos ojos. Brooke. Era él quien había desperdiciado su vida. En un instante, todas sus barreras emocionales se derrumbaron. Se estaba rindiendo. Brooke. Brooke. Una idea comenzó a desarrollarse en su mente, sembrada probablemente cuando estuvo en la capilla. Una idea alocada, salvaje. Una idea que le quitaba el aliento, que le aceleraba el corazón. Una idea que, estaba seguro de ello, era la mejor que había tenido en su vida. Una idea a la que, por el momento, Brooke era completamente ajena.

—He sido responsable, trabajadora, he hecho todo lo posible por… —se volvió hacia la secretaria de la oficina—. Por favor, ¿le importaría mirar otra vez si tiene alguna solicitud registrada a nombre de Jeff Ryan y Courtney Weathers? —insistió, desesperada.

—Brooke, tengo una idea.—Sólo un segundo, Chase —se puso de puntillas para poder ver la

pantalla del ordenador.De acuerdo, entonces. Chase sacó su cartera, contó treinta y cinco

dólares y extrajo su permiso de conducir.—Llevas la cartera en el bolso, ¿no?—Sí —sin desviar la mirada de la pantalla, le entregó su cartera de

piel negra.Chase le sacó su permiso de conducir y observó la foto.—Antes tenías el pelo rizado —comentó, pero Brooke lo ignoró.—Sigo sin ver ningún Ryan o Weathers — pronunció la mujer con

severa rotundidad.Chase juntó los treinta y cinco dólares con sus respectivos permisos

de conducir y se lo entregó todo a la secretaria.—Queremos una licencia.Brooke se volvió para mirarlo de hito en hito.—No les estarás sacando una licencia a ellos, ¿verdad?—No —sonrió—. La estoy sacando para nosotros.—No puedes estar hablando en serio —parpadeó, asombrada.

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—Pues sí. Muy en serio.—Estás loco.—Lo estoy. Loco por ti.—Oh, por favor. Ahora ya sé que estás bromeando, porque este es el

peor repertorio de locuras que nunca he…La besó. Aquel le pareció el mejor momento, aunque no el lugar más

adecuado. Y, como siempre, se inflamó de deseo. Nunca encontraría aquella abrasadora pasión con ninguna otra mujer, y nunca se conformaría con menos. Brooke era suya, él era suyo y ya era hora de que tomara conciencia de ello.

Excepto que ella ya se había dado cuenta, y era esa la razón por la que se había mostrado tan fría con él. Fría en los momentos en que no lo había besado, por supuesto.

De repente, oyeron un ligero carraspeo. La secretaria.—¡Ejem! Firmen aquí, por favor.Chase se había olvidado hasta de su nombre. Ah, sí. Estampó su firma

y le entregó el bolígrafo a Brooke.—Pero…—Firma —la besó de nuevo, todavía con mayor intensidad.Y Brooke firmó.

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Capítulo 11Chase tuvo que besar a Brooke dos veces más entre la puerta de la

oficina de licencias y la puerta de la limusina. Una vez que estuvieron otra vez dentro, el reverendo Bob alzó los cristales opacos de las ventanillas, encendió una gruesa vela blanca y abrió su libro. Las luces interiores del vehículo se fueron atenuando.

—¿Podría colocar los anillos sobre el libro, por favor?A Chase se le heló la sangre en las venas. Pudo sentir la mirada de

Brooke fija en él, pero no se atrevió a mirarla a los ojos.—Así que todavía no estamos completamente listos… No se

preocupen, eso no es ningún problema —el reverendo Bob sacó entonces un maletín que contenía un muestrario de alianzas. Miró a Brooke—. ¿Oro o plata?

—Oro —murmuró ella.El reverendo Bob le entregó una para que lo probara.—¿Ceremonia de uno o de dos anillos?—Dos —respondió firmemente Brooke antes de que Chase empezase

a probarse las alianzas de oro.—Un dólar cincuenta —le susurró discretamente el reverendo,

fingiendo una tosecilla.Chase volvió a entregarle su tarjeta de crédito. Aquella le pareció una

buena oportunidad de besar a Brooke otra vez, así que lo hizo, deteniéndose solamente cuando la música empezó a sonar. Él no necesitaba que lo animaran…era por Brooke. Resultaba extraño: a pesar de que durante toda su vida había calculado y planificado todos sus movimientos, nunca había estado tan seguro de estar haciendo lo más adecuado.

—Coloquen los anillos sobre el libro, por favor.Así lo hicieron. Luego, teniendo a la vista su licencia de matrimonio, el

reverendo dio comienzo a la ceremonia:—Michael Davenport, ¿quieres tomar a Brooke Lynn Weathers como

legítima esposa?—Sí, quiero —afirmó Chase, solemne.—¿La amarás, honrarás y cuidarás, en la salud y en la enfermedad, en

la pobreza y en la riqueza, hasta que la muerte os separe?—Sí.El reverendo Bob se volvió hacia Brooke y repitió las mismas

preguntas. Ella debió de haberlas contestado afirmativamente, porque en aquel instante un zumbido empezó a resonar en su cabeza hasta que llegó el momento de intercambiar las alianzas.

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—Por la autoridad de la que he sido investido en el Estado de Nevada, yo os declaro marido y mujer. Ya puedes besar a la novia… Aunque veo que esa parte ya os la sabéis.

Cuando bajaba de la limusina, el reverendo Bob le entregó a Chase un pequeño sobre.

—Es mi regalo personal para vosotros. Que seáis muy felices.Palpando el sobre, Chase reconoció la inequívoca forma de un

preservativo.—¡Gracias! ¡Gracias por todo!El reverendo los despidió desde la puerta y entró en la capilla. Ahora

todo lo que tenía que hacer Chase era idear una manera de sugerirle a su nueva esposa que convirtieran aquel asiento en una cama… Pero cuando volvió a subir al vehículo, se dio cuenta de que Brooke ya había aislado la cabina y de que estaba haciendo precisamente eso mismo.

—Harry nos llevará al aeropuerto. La música está programada para que suene diez minutos antes de que se nos acabe el tiempo —pulsó un botón y una ventana se abrió en el techo.

¡Oh! Mira las estrellas. Son preciosas y quiero que las veas ahora, porque me temo que no vas a tener tiempo después.

—¿Brooke? Te amo.—Eso ya lo sé, pero me gustaría saber hasta qué punto —sonrió—. Y

eso es lo que me vas a responder. Ahora.Terminaron de desplegar la cama, provista de sábanas de satén y dos

almohadas con forma de corazón. Había incluso un pequeño compartimento con artículos básicos de aseo.

—Todas las comodidades del hogar —comentó Chase.—Y más —repuso Brooke, acariciando las sábanas—. Siempre me

había preguntado cómo sería acostarse en sábanas de satén.Miraron la cama, y después se miraron el uno al otro. Para Chase, la

primera vez con una mujer siempre había sido como un lento y deliberado descubrimiento. Le gustaba de esa forma. Le gustaba excitarse poco a poco. Pero con Brooke había sido una verdadera explosión. La locura se había apoderado de ellos en aquel primer encuentro en la oficina, y después, cada vez que se habían tocado. Así que en esa ocasión rodaron abrazados por la cama, besándose desesperadamente, despojándose de la ropa con verdadero frenesí.

Lo único en lo que pudo pensar Chase fue en que ya no tenía que luchar más con aquella obsesión que sentía por Brooke. Podía entregarse a ella, dejarse llevar, festejarla. Y Brooke podía hacer lo mismo. De hecho, la parte del festejo se le estaba dando muy bien, sobre todo cuando se encaramó a horcajadas sobre él, desnudos ya los dos.

Chase deslizó las manos por su espalda, descendiendo hasta sus caderas y muslos, saboreando al fin la sensación de su cuerpo contra el

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suyo. Luego enterró los dedos en su pelo y la besó en los labios. Sí. Pasión, deseo, lujuria o cualquier emoción innombrable que trascendía aquellas tres se exacerbaban hasta el infinito. El sentimiento era tan intenso y a la vez tan tangible…

—No es suficiente —gimió Brooke contra sus labios—. Estoy ardiendo, pero todavía no tanto…

Chase ni siquiera era consciente de sus movimientos, pero en aquel instante se dio cuenta de que Brooke, la tierna, cálida y apasionada Brooke, estaba debajo de su cuerpo, y de que tenía pleno acceso a aquellas tiernas, cálidas y apasionadas zonas que antes había tenido problemas para alcanzar. De modo que se apoderó de ellas con la boca, la lengua y los dedos, animado por sus febriles demandas:

—¡Más! ¡Más rápido!—¡Aquí!Y luego:—¡Ahora! ¡Ya!Entró profundamente en ella, temeroso y maravillado a la vez.—Chase... ¿por favor? —era una súplica débilmente susurrada,

diferente de las otras y por ello todavía más erótica.Brooke enredó las piernas en torno a su cintura mientras él

continuaba moviéndose. El ritmo y las vibraciones de la limusina parecían complementarse con cada uno de sus embates. Y luego las vibraciones procedieron del interior de Brooke, cuando enterró el rostro en su hombro y gritó de placer. Fue ese grito, junto con la sensación de sentirse totalmente envuelto por ella, lo que disparó su potente orgasmo.

Minutos después yacían abrazados, sin aliento. Un sordo rumor fue creciendo y creciendo hasta ahogar todo pensamiento, todo sonido. Brooke suspiró.

—Debemos de estar cerca del aeropuerto. Ya se oyen los aviones.Chase rodó a un lado, atrayéndola hacia sí. Juntos contemplaron las

estrellas que todavía tachonaban el cielo, antes de que las borrara la cercanía de las luces del aeropuerto. Empezó a sonar la suave música de la limusina, advirtiéndoles de que su tiempo estaba llegando a su fin. Le dio a Brooke un último beso.

—Te amo —le confesó ella, sonriendo—. Intenté no amarte, pero…—¿Soy irresistible?—No pude evitarlo.—¿Sabes una cosa? A partir de ahora ya no tendrás ninguna

necesidad de evitar eso.Lamentablemente, y dado que el coche de Chase estaba en San

Antonio y el de Brooke en Houston, les resultó imposible regresar juntos. Si ese hubiera sido el caso, quizá sus vidas habrían tomado un rumbo

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diferente. Durante la primera hora de su vuelo a Houston, Brooke revivió cada instante de su improvisada boda y luna de miel. Pero en algún momento de la segunda hora, todo aquello le pareció cada vez menos y menos real, y más y más… asombroso a la vez que lamentable. Se había casado. Se había casado con un hombre al que hacía sólo dos semanas que conocía. Tenía la sensación de que hacía más tiempo que lo conocía y de que estaba enamorada de él, pero eso no podía ser. No era esa la forma en que se enamoraba la gente… al menos no en el caso de un amor feliz y duradero. Aquello no era nada más que una atracción física. No había ningún fundamento sólido que la soportara. Una sola discusión, una sola crisis podría suponer su final.

No habían hablado ni una sola vez de lo que pasaría después. ¿Se trasladaría Chase a vivir con ella? ¿Debería ella irse a vivir con él? ¿Qué pasaría con Jeff? ¿Qué pasaría con Courtney? Brooke enterró la cara entre las manos. Courtney. ¿Cómo podría mirar a Courtney a la cara? ¿Cómo podría decirle que su hermana se había casado con alguien a quien apenas conocía, y todo por un simple impulso? ¿Acaso no le había aconsejado siempre que no se dejara llevar por las emociones? ¿Que se pensara bien las cosas antes de actuar? Y además… estaba el tipo de boda que había tenido. Se había casado en una vulgar limusina y luego había mantenido relaciones sexuales mientras un perfecto desconocido conducía el vehículo, consciente en todo momento de lo que había estado sucediendo atrás. Ni iglesia, ni vestido blanco, ni pastel de bodas… Ni siquiera habían tenido tiempo de probar el champán. Brooke se sentía verdaderamente enferma. ¿Qué diablos le había pasado? ¿Y qué iría a sucederle a partir de ahora?

Cuando regresó a casa eran las cinco menos cuarto y no tenía sueño. Moviéndose como una autómata, subió las escaleras, muy tranquilamente, caminó por el pasillo, también muy tranquilamente, y abrió la puerta del dormitorio de Courtney para ver a su hermana dormida en la cama. Muy tranquilamente. Luego volvió a bajar las escaleras y se preparó una sopa, porque le parecía muy apropiado comer a las cinco de la madrugada después de haberse pasado todo el día persiguiendo a su hermana por Las Vegas, para luego casarse y hacer el amor en una limusina. Desde luego, había sido un día de San Valentín muy especial. Y después de todo lo que había pasado, no estaba dispuesta a correr a despertar a Courtney, aunque tampoco se preocupó por hacer poco ruido

Iba ya por su segundo plato de sopa cuando Courtney entró en la cocina.

—¿Dónde has estado? —le preguntó su hermana, cruzando los brazos sobre el pecho.

—Buscándote —le contestó Brooke… muy tranquilamente.—¡Podrías haberme llamado, o haberme dejado una nota! ¡Estaba

muy preocupada!—Pues entonces ahora ya sabes cómo me sentí yo cuando me

llamaron ayer del instituto diciéndome que no habías aparecido. No te

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encontraba por ninguna parte y me enteré de que no había habido ningún ensayo antes de las clases, y de que Jeff también había desaparecido.

—Bueno, yo…—Llamé a los hospitales, Courtney.Con aspecto abatido, Courtney se dejó caer en una silla. Brooke

deseó que no tuviera ese aspecto, pero no porque no quisiera que se sintiera mal, sino porque apenas había empezado.

—No fuimos al instituto —reconoció Courtney.—Ya. Fuisteis a Las Vegas a casaros.—¿Cómo supiste que…? —alzó rápidamente la cabeza.—Como no podía encontrarte, registré en tu habitación. Y encontré

esas pequeñas pistas que dejaste —Brooke se levantó para dejar su plato en el fregadero— Tal y como tú querías y esperabas que hiciera, ¿verdad, Courtney?

—¿Registraste mi habitación?Brooke pensó que era una buena táctica la de hacerse la indignada. Y

así se lo dijo.—Nunca tuviste intención alguna de ir a Las Vegas. Sólo querías que

yo creyera que habías ido allí. Hiciste un trabajo fabuloso. Tan fabuloso que fue en Las Vegas donde terminamos Chase y yo —viendo que su hermana la miraba estupefacta, añadió—: Te mereces un aplauso —dio unas cuantas palmadas—. Las actrices buscan el aplauso, ¿no es cierto, Courtney?

—Brooke, no sé de qué estás hablando.—Eres un actriz de los pies a la cabeza —sacudió la cabeza,

maravillada—. Es una pena que malgastes tu talento en estas cosas, así que adelante. Haz lo que quieras con tu vida.

—¿Qué quieres decir?—Quiero decir que estudies lo que quieras, o que no estudies si no

quieres. Cásate o no cases. Solamente depende de ti. Yo me voy a la cama.

Chase se acercó a la cama de Jeff y lo despertó bruscamente.—Mmmm.—Jeff!—¿Qué…? Oh, Chase. ¿Dónde te habías metido?—En Las Vegas.—Creía que estabas en San Antonio.—Y estuve allí —se sentó en la cama—. Y luego me fui a Las Vegas,

donde pasé horas buscándote a ti y a tu novia. Después, volé de vuelta a

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San Antonio, recogí el coche y tardé tres horas en llegar a Houston. Ahora está amaneciendo. El amanecer es una de las mejores horas del día. Todo se ve más claro.

—¿Fuiste a Las Vegas? —Jeff estaba asombrado.—Sí.—Colega —Jeff se sentó, frotándose los ojos—. No se suponía que

tenías que ir allí.—Ya. Sólo se suponía que debía pensar que tú sí, ¿no?—Así es —admitió, y esbozó una mueca—. Oh, colega.—Así que todo fue una invención.—Sí —pronunció, abatido.—¿Cuánto fue una invención?—Todo.—¿Lo de la boda?—Todo —suspiró Jeff—. Courtney y yo ni siquiera estamos saliendo

juntos. No somos más que amigos.Chase se sintió aturdido, desorientado. Pero Brooke, cuando lo

descubriera… ¿cómo reaccionaría?—¿Pero qué sentido tenía fingir?—Fue idea de Courtney…—Debí haberlo adivinado.—Hey, pero no la culpes a ella. Yo le seguí el juego. Lo único que

queríamos era que su hermana y tú dejarais de interferir en nuestras vidas.

—Si te organizaras mejor, no necesitarías que nadie interfiriera en tu vida, como tú lo llamas.

—Mira, yo no quiero ir a la universidad, estudiar empresariales y terminar como tú… No te ofendas. Pero nunca has querido escucharme y…

—Te estoy escuchando ahora.—Bueno, el caso es que en realidad no quiero ir a ninguna

universidad. Pero he estado trabajando con Courtney y ensayando en la obra, y he descubierto que se me da bien la escenografía. Me gustan los efectos especiales que he estado haciendo por ordenador. He programado todas las luces… pero todavía me queda muchísimo que aprender. Me he enterado de que la Universidad del Norte de Los Ángeles tiene un buen programa de estudios de esa especialidad. Así que… así que he solicitado el ingreso.

Chase se había quedado mudo.—¿Y has tenido alguna respuesta? —preguntó al fin.

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—No. A mediados de marzo sabré si he sido aceptado o no, y entonces tendré que ingresar una buena cantidad como depósito. Espero que tú estés de acuerdo.

Lo único que Chase había deseado para Jeff era que tuviese un objetivo en la vida, una meta. Ahora, al parecer, ya la tenía.

—Si eso es lo que quieres hacer, entonces hablaré con tu madre en tu favor.

—Gracias, y… perdona por haberte hecho hacer ese viaje para nada. ¿Estás muy enfadado?

—No ha sido para nada y estoy demasiado cansado para enfadarme —Chase se levantó.

Casi es hora de que te levantes. Vístete ahora, y quizá por una vez te quede tiempo para desayunar antes de salir para clase.

Una vez que Jeff se fue al instituto, Chase se sentó en la cocina a tomar café, cuando debería haberse ido a la cama. Pero no tenía ganas de dormir. Tenía ganas de intentar averiguar qué diablos había hecho con su vida. Él no era mejor que su padre, que se había enamorado de la hermosa y excéntrica madre de Jeff. Aquello había sido un matrimonio impulsivo, y bien se podía ver cómo había terminado. Desde luego Brooke no se parecía en nada a Zoé, pero… de repente Chase apuró su café y decidió hacer algo que debería haber hecho hacía mucho tiempo: visitar a su padre.

Años atrás, Albert Davenport había dejado su trabajo de ventas de terrenos, coincidiendo con su boda con Zoé, para pasarse a la administración de empresas. Cuando Chase llamó a la puerta de su despacho, su padre estaba hablando por teléfono. Nada más ver quién era, dio por terminada la llamada.

—Bueno, Chase. Hacía tiempo que no nos veíamos.—Lo sé —Chase retiró unas carpetas de la única silla disponible y se

sentó—. He venido a disculparme.—Ah.—No fui muy amable contigo por lo de Zoé.—No, desde luego.Así que su padre no iba a ponérselo fácil. Pero Chase se sentía

demasiado cansado y confundido como para que eso le importara.—Nunca comprendí cómo pudiste dejarte atrapar por una mujer así…—Espera un momento. Yo no me dejé atrapar. Sabía exactamente

quién y qué era y no me arrepiento para nada de nuestro matrimonio.—¿Ah, no?—En absoluto.Su padre lo observó detenidamente.

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—Todo hombre necesita una Zoé al menos una vez en su vida para que le recuerde que la vida merece la pena de ser vivida y que sigue siendo un hombre. Supongo que irás a hablarme de tu Zoé.

Chase se removió incómodo en la silla, preguntándose cómo lo habría adivinado.

—Brooke no es una Zoé.—Entonces háblame de tu Brooke.—Cuando estoy cerca de ella, yo… —abrió los brazos. Después de

todo, el hombre que tenía delante era su padre.—¿No puedes pensar en nadie ni en nada más?—Eso es.—Mi mejor consejo —sonrió Albert— es que no la dejes y que disfrutes

de la experiencia.—Bueno, ese es el problema. Creo que va a ser una experiencia bien

corta.

Brooke le había dejado un mensaje a Chase y luego se había quedado a esperar su llamada… hecha un manojo de nervios. Cuando sonó el teléfono, el corazón casi se le subió a la garganta.

—Hey —la saludó con tono suave.Brooke tragó saliva y dijo lo que tenía que decirle:—Chase, tenemos que hablar.—Ya, hay algunos detalles que tenemos que solventar, pero mucho

me temo que tú no te refieres a eso.No, no era eso. Todavía no podía creer que estuvieran casados, ni que

hubiera actuado tan impulsivamente. Ni que lo sentía por él fuera un amor duradero. Ese tipo de amor no nacía con tanta rapidez.

—He estado pensando. Es sólo que… quiero decir que no se nos ocurrió pensar en muchas cosas… entre otras en lo que vamos a hacer con Courtney y Jeff…

—Podremos arreglarlo.Su tono de voz contenía tanto estoicismo, tanta resignación… De

repente, algo se partió en el corazón de Brooke. Chase se arrepentía de lo que había hecho. Estaba absolutamente segura de ello, y sabía también que no se atrevía a decírselo con todas las palabras. Así que sólo le quedó una opción: pronunciar ella misma esas palabras.

—Creo que cometimos un error.

—¡Guau, Jeff! La clases de psicología y de teoría del carácter que dan en esta universidad son impresionantes. Creo que ya sé lo que pasó con Chase y Brooke.

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—Yo sé que algo pasó en Las Vegas, pero nada más. Ninguno de los dos ha abierto la boca. Y Chase lleva meses fastidiándome con tanta llamada de teléfono y tanto email.

—Oh, ya lo creo. Pero ¿sabes una cosa? Yo no pienso que esos dos se odien. Creo que se quieren.

—¿Entonces por qué no se juntan de una vez y nos dejan en paz?—Porque los dos son muy cabezotas. Necesitan que alguien les

encierre en una habitación hasta que arreglen lo que tienen entre manos.—Hey… eso es algo que me gustaría probar…

—Todavía no puedo creer que hayas invitado a Jeff, a Chase y al padre de Chase a la cena del Día de Acción de Gracias —comentó Brooke mientras pelaba patatas, observando cómo Courtney preparaba un extraño plato de verduras.

—Llevas un cuarto de hora diciendo eso. Lo que no me has dicho es por qué te molesta tanto.

Brooke, por supuesto, no pensaba hacerlo. Chase y ella se habían separado discreta y legalmente, lo cual había resultado mucho más penoso de lo que había creído. No podía olvidarse de él. Su… lo que sintiera por Chase habría debido consumirse hacía mucho tiempo, pero lo cierto era que seguía siendo tan intenso como siempre. Volver a verlo después de tantos meses… bueno, el simple hecho de imaginarse esa posibilidad bastaba para ponerla muy nerviosa.

—No me molesta —pronunció—. Pero para mí el día de Acción de Gracias siempre ha sido una fiesta familiar.

—Para mí también —Courtney se volvió hacia ella y le espetó de pronto— ¿Qué sucedió en las Vegas?

Brooke dejó caer el pelapatatas—Tengo que enjuagar esto.Pero su hermana no estaba dispuesta a rendirse con facilidad.—¿Qué sucedió entre Chase y tú en Las Vegas?—Nada —Brooke puso el pelapatatas bajo el agua del grifo y continuó

luego con su tarea. —Algo pasó. Desde que volviste de allí estás fatal. Y, según Jeff, a Chase le pasa lo mismo.

—Bueno, supongo que eso es porque… nos precipitamos demasiado. Dejamos que nuestras emociones nos gobernaran. No puedo hablar por Chase, pero aquello también me enseñó lo lejos que estaba dispuesta a llegar con tal de influir sobre ti. Por ejemplo, me olvidé de mi trabajo. Aquel día tenía una entrevista programada y dejé a la pobre chica colgada antes de que alguien le dijera que me había marchado. Desde que… —tragando saliva, continuó—…desde que tenía tu edad, siempre me había considerado una persona equilibrada y controlada. Aquello me demostró que no lo era.

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—¿Y por eso has estado tan enfadada y descontenta desde febrero? Lo dudo.

—Déjalo ya, Courtney.—No puedo. Jeff y yo estamos asistiendo a clases de psicología y de

teoría del carácter, y hemos aprendido cosas verdaderamente fascinantes sobre los comportamientos de las personas. Cosas que no habría podido aprender en la escuela de cine, así que he de reconocer que tenías razón sobre lo de ir a la universidad.

Brooke esbozó una leve sonrisa.—De acuerdo. Ahora ya sé con toda seguridad que te pasa algo

grave, porque ningún ser humano habría podido evitar regocijarse de su éxito después de todas las molestias que te tomaste para que ingresara en la universidad.

—¿Vas a necesitar pronto el microondas, o puedo asar las patatas ahora? —inquirió Brooke.

—Tuviste una ventura con Chase, ¿verdad?Brooke metió el plato con las patatas en el microondas y lo programó

para diez minutos.—Estoy en lo cierto, ¿verdad? —Courtney alzó los brazos en un gesto

de victoria—. ¡Lo sabía! Tuviste una aventura con Chase y ahora te da vergüenza verlo. No entiendo por qué te da tanta vergüenza. Es un gran tipo, y Jeff y yo siempre pensamos que os iría bien juntos. De hecho, ese era nuestro plan original, ya lo sabes… El problema es que no nos dimos cuenta de que funcionó.

—No funcionó.—¿Por qué?—Mira, ¿quieres dejarlo de una vez? —Brooke la fulminó con la

mirada—. Date prisa con esas verduras.Cuando llegó la hora de la cena, Brooke se dio cuenta de que se había

preocupado demasiado. Chase se mostró exquisitamente educado, y evitó en todo momento mirarla. Brooke, por su parte, se comportó con idéntica cortesía haciendo de anfitriona perfecta.

Desde el punto de vista culinario, la cena de Acción de Gracias resultó un éxito. Debería haber sido un día perfecto. Pero Brooke se sentía deprimida.

—¿Alguien quiere más café? —preguntó Courtney.Albert Davenport aceptó una taza.—Tomaré una más y me la llevaré al despacho para ver el partido que

van a dar por televisión. ¿Le apetece a alguien reunirse conmigo?—Claro, yo… —dijo Jeff, pero se interrumpió en seguida—. Ve tú. Yo

iré después.

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Courtney esperó a que Albert hubiera salido del comedor para anunciar:

—Chase, Brooke… Jeff y yo tenemos algo que enseñaros.Brooke sintió un escalofrío, y al mirar a Chase adivinó que a él le

estaba sucediendo lo mismo. Siguieron a Courtney hasta el dormitorio de invitados. Courtney se detuvo en el umbral y les invitó a entrar.

—¿Qué? —inquirió Brooke.—Lleváis meses fastidiándonos —se quejó Jeff—. Los constantes

emails, las llamadas de teléfono… no podemos soportarlo.—En Las Vegas os pasó algo… que todavía no habéis solucionado —

Courtney empezó a cerrar la puerta—. Así que aquí os quedaréis hasta que lo hagáis —y dicho eso, cerró la puerta.

—Y ellos que nos acusaban de entrometernos en sus vidas —musitó Chase.

—Esto es ridículo —Brooke abrió la puerta lo suficiente para ver que Jeff se disponía a bloquearla colocando una cómoda delante—. ¡Hey!

—Va en serio —llegó hasta sus oídos la voz de Courtney.—Court…Pero Chase la interrumpió tocándole simplemente un brazo.—¿Te has sentido tan mal como me he sentido yo? —le preguntó. Su

expresión era abierta, sincera, vulnerable.—Creo que sí.—¿Qué quieres hacer?—¿Y tú?—Volver a hacerlo. Quiero volver a donde nos quedamos cuando

tuvimos que tomar diferentes aviones, tú a Houston y yo a San Antonio. Te habría acompañado a Houston para que recogieras tu coche, y luego habríamos hablado y hablado hasta convertir en una realidad nuestro matrimonio —dio un paso hacia ella—. Porque eso es lo que teníamos y no lo sabíamos.

—No, no lo sabíamos —las lágrimas rodaban por el rostro de Brooke.—¡Y ese fue el único error que cometimos! —exclamó con tono

vehemente, posesivo—. Aparte del error que cometí yo al dejar que me convencieras de que teníamos que divorciarnos.

—No protestaste mucho.—Orgullo —declaró sencillamente—. Te he echado de menos.Brooke sintió que un delicioso calor se extendía por su cuerpo. Era

algo tan maravilloso…—Has echado de menos esto —sabía que él también lo estaba

sintiendo.

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—Te he echado de menos y he echado de menos esto…La besó en los labios y, una vez más, ella se dejó arrastrar por aquel

torbellino de sensaciones. El tiempo no había atenuado sus reacciones: incluso las había intensificado. Se dejaron caer en la cama, desnudándose rápidamente en un desesperado intento por acercarse lo más posible uno al otro. Sabía que no se sentiría satisfecha hasta que sus cuerpos se hubieran fundido una vez más.

—Te necesito, Brooke —le susurró Chase, mirándola a los ojos.—Oh, sí. Por favor.En contraste con la vez anterior, Chase entró fluidamente en ella pero

de repente se detuvo, sin dejar de mirarla.—¿Qué pasa? —inquirió con tono irritable. Algo completamente

justificado, dadas las circunstancias.—Piensa. ¿Es esto realmente lo que quieres?—¿Cómo puedes preguntarme una cosa así? —¿acaso no estaba

temblando de deseo, al igual que ella?Chase sonrió, pero Brooke podía percibir el temblor de sus brazos por

el esfuerzo que estaba haciendo por contenerse.—Siempre has tenido miedo de dejarte llevar por sus sentimientos,

así que, esta vez, deja que decida tu cerebro.Brooke valoraba ese gesto. Lo apreciaba de verdad. Pero la ocasión

no podía ser menos oportuna.—Lo único que te pido es que… no tardes demasiado en pensar —

pronunció Chase.—De acuerdo. Estropeamos nuestro matrimonio.—¿Pero podemos… arreglarlo?—¿A ti qué te parece? ¿Por qué no intentas convencerme de que

anule el divorcio?—¿No podríamos discutir estos detalles más tarde?—Pero tú decías que…—He cambiado de idea —Chase empezó a moverse.—¿Acerca de mí?—¿Mmmm?—¿Has cambiado de idea acerca de mí?Murmuró algo parecido a un «no», pero Brooke dejó de preocuparse

por eso cuando él la besó y deslizó una mano entre ellos.—¡Oh, Chaaaase!—Eso era lo que quería oír —musitó antes de enterrarse

profundamente en ella.

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Después, una vez saciado su deseo, Brooke le preguntó:—Y ahora, ¿qué vamos a hacer?En aquel instante, oyeron claramente la voz de Courtney al otro lado

de la puerta:—Jeff, ayúdame a colocar esta mesa encima de la cómoda.Y a continuación la de Jeff:—Courtney, ¿no te parece que te estás pasando un poco? Ya has

concentrado la mitad del mobiliario de esta casa en el pasillo, para bloquear esta puerta.

Las voces se fueron apagando.—¿Sabes? Cuando salgamos, nos iremos a Las Vegas —le dijo Chase.—Ya lo suponía —repuso Brooke.—Quiero darme otro paseo en limusina.—¿Crees que esta vez conseguiríamos reservarla por cuatro horas?—Podríamos intentarlo —depositó un beso en su frente, luego otro,

después otro más en la nariz y finalmente el último, el más apasionado, en los labios—. Pero mientras tanto, sería una pena que obligáramos a Jeff y a Courtney a mover de nuevo todos esos muebles después de haber conseguido encerrarnos tan bien aquí. ¿No te parece?

Fin

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