lyotard la posmodernidad (explicada a los niños)

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Una pregunta

Nos encontramos en un momento de relajamiento, me refiero a la tendencia de estos tiempos. En mdm partes se nos exige que acabemos con la experirneniucibn en las artes y en otros dominios. He leido a un historiador del arte que celebra y defiende 10s realismas y milita en favor del surgimiento de una nueva subjetividad. He Ieído a un critico de arte que difunde y vende la "Transvanguardia" en los mercados de la pintura. He leido que, con el nombre de posmodcmismo, c i e m arquitectos se desemlmaím de los proyectos de la Bauhau, mojando el hM, que aún csti en procesa de experirnenracidn, junto cm el agua sucia del bafia funcionalista He leido que un "'nuevo fil6sofo" descubre lo que 61 llama alegremente el judmris- timismo y quiere con ello poner fin a la impiedad que, supuestamente, kmos entrwii~ado. Hc leido en un semanario fmcQ que no estamos contentos m Mille Plaleaul pwque preferiríamos ser gmtificados con algo de sentido. He leido de la pluma de un historiador de fuste que los escritores y los pensadores de vanguardia & los aAos sesenta y setenta han hecho reinar el terror en el uso del lenguaje y que es preciso restausar las condiciones de un debate fmctífem imponiendo a los intelectuales una manera común de hablar, la de los histo- riadores. He lcido a un joven belga, fil6sofo del lengua$. quejarse de que e! pensamiento continental, frente d desafio que

1 El auior se refiere a I i sbn hanhima que canplan la vilogfa Capitdismo y esquizofrenia, de Gilles Deleuz y FelU Guathri. Minuíf Pan's. 1979. (N. d d T.)

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le lanzan las máquinas hablanies, haya abandonado a dstas el ocuparse de la realidad, que haya sustituido el paradigma referencia1 por el de la adlingüisticidad (se habla acerca de palabras, se escribe acerca de escritos, la intertextuaiidad). El joven filósofo piensa que, en la actualidad, hay que restablecer el sólido anclaje dcl lenguaje en su referente, He leída a un ieritrdlogo da talcnto para quien cl posrndernismo. con sus juegos y sus fanlasias, RO sirve de contrapeso al poder, sobre iodo cuanda Ea ouini6n inquieta aliena a ksrri e prxticar una wlitica de vigilancia totalitaria ante las a m e m s de guerra nuclm.

He leído a un pensador que goza de reputación asumiendo la dcfcnsa de la modernidad conm aqucllos que tl llama neoconservadores. Bajo el estandarte del pesmodemisrno, lo que quicrea -piensa- es desembarazarse del pmyec~o moderno que ha quedado inconcluso, el proyecto de las Luces. Incluso los últimos parlidarios de la A@ldrung, como Popper o Admo, s6lo pudieron, si hemos de crees cn ellos, defender el proyecto en ciertas esferas particulares de la vida: la política, para el autor dc Tht O p n Sociery; al arte, para el autor de la Aes~ktiscAe Theorie. Jürgen Habcrmas (lo habias reconocido ya) picnsa que si la mdctnidad ha fracasado. ha sido porque ha dejado que la loulidad de la vida sc fragmente en especiali&des independientes abandonadas a la estrecha competencia de los expertos, micntras que el individuo concreto vive e1 sentida "desublimado" y la "forma desestnicturada" no como una liberacidn sino en el modo de ese inmenso tedio accrca del cud. hace ya mas de un siglo, escribía Baudclaue.

Siguiendo una indicacidn de Albrecht Wellmer, e! Filósofo cslirna que el remedio conm esla pmelaci6n de la cultura y contra su separad611 respscto de la vida sólo puede venir del ''cambio del estatuto de Ia experiencia estttica en la medida en quc ella ya no se cxpresa ante todo en los juicios de gusto", sino que "es empleada para explorar una situaci6n histórica de la vida". es dmir, cuando "se la pone en relación con los problemas de la existencia". Puesto que esta experiencia '"cnln cnionces en un juego de lenguaje que ya m es el de la

críGca estética", inleruiene 'en los esqucrnas cognoscitivos y en las espcns nomativa$, cambia, de forma tal que sus diferenics momentos se refiererr los unos a los om" ' . Lo que Habemas rcclama a las mes y a la experiencia que ésias pmwm es, cn suma, que scan capaces de icnder un pucnke par encima del abismo que separa el discurso del conocimienio, del discurso de la ética y la política, franqueando así un pasiijc hacia b unidad de la experiencia.

La prcgurita que yo planteo w la siguiente: j a qut tip dc unidad aspira Habemas? ¿El fin que prcvé el proycclo moderno es acaso constiiuciOn & una unidad socioculrumE en el %no dc la cual todos los elementos de la vida cotidiana y del pensamiento vendrían a enconmr su lugar como en un todo orgánica? LO es que el pasaje que se ha de franquar enm los jucgos & lenguaje heterogtncos, el comimieriio, la dtica, la politica, es dc un orden diferenie dc Csios? Si es así, jcómo haría para ralim su síniesis efectiva?

La prirncra hipótesis, que es $e inspiracidn hcgcllana, no cuestiona la mi611 de una experiencia dial&~carncnte birilizante: la scgtlnda es m& próxima al espíritu dc la Critica del Juicio pero, como ella, d e k cornekrse al scvcro examen que la posmodernidad i m p n e sobrc el pensamiento de 3x7 Luccs, sobre la idca de un fin unitario de la historia, y sobre la idea de, un sujeto. Esia cn'lica, no stjto fue inciiada por Witlgensicin y Adorno sino también por algunos pensadores -franceses o n* que no han tenido el honor de ser leídos por el profcsor Hahemas, lo que les vale. cuando menos, escapar a esa maia ~alificacibn de n~on%rvdurismo.

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El realismo

Los reclamos que te he citada al comienzo no son todos equivalentes. Incluso pueden contradecirse, Unos se plantean en nombre del posrnodemisrno, otros se hacen para combatirlo. No neccsarimenie es la misma cosa reclamar que se nos suministre un referente (y una realidad objetiva), o sentido (y trascendencia creíble), a destinatarjo (y pijblico). o destinador (y exxpresidn subjetiva), o consenso comunicativo (y un c6digo general de los intercambios; por ejemplo, el gdnero del discurso hisl6rico).

,

Pero en Ia invitxiones rnultifmes que incitan a suspender la experirnentacidn arlisuca hay un mismo llamado al orden, un d e m de unidad, de identidad, de seguridad, de popularidad (enel sentido de la Defenllichkeit, de "encontrar un público"). Es preciso hacer que Ios escrilores y los mistas vuelvan al seno de la comunidad o, por 10 menos, si se juzga guc la comunidad esta enferma, darles la responsabilidad de curarla.

Hay un signo irrecusable de esta común disposici6n y es que, para todos eslos autores, no hay nada tan apremiante como la Iiquidxión de la herencia de las vanguardias. Esta es, en particular, la impaciencia que domina al llamado "trans- vanguardismo". Las respuestas que un critico italiano dio a los críticos franceses no dejan lugar a duda en lo tocante a este lema. A1 proceder a la mezcla de las vanguardias, el artista y el crítico piensan que estSrn más seguros de suprimirlas que si las atacaran dc frente. Asi, pueden hacer pasar el eclec~icisrno mas chico, en resumidas cuenias parcial, de las investigaciones precedentes. Si quisieran volverles abiertamente la espalda se expondrían al ridicuto del neoacademiscismo. No obsmie ello.

los Salones y las Academias no pudieron, en la época en que la burguesía se instalaba en Ea historia, oficiar de expurgamrios. como tampoco pudieron otorgar premios de buena conducEa plástica y literaria bajo la cobertura del realismo. Pero el capitalismo tiene por si solo tal poder de demalizar los objetos

-

habituales, los papeles de la vida social y las instituciones, que las representaciones llamadas "realistas" sólo pueden evocar la realidad en el m d o de la nostalgia o de la burla, como una ouasi5n para el s~frirnienro m& que para la satisfaccihn. El clasicismo parece interdicto en un mundo en que la realidad está tan desestabilizada que no brinda materia para la experiencia. sino para el sondeo y la experimentacidn.

Este tema tesuliará familiar para los lectores de Walter Benjarnin. Falta precisar aún mhs exactamente su alcance. JA fotografía no ha sido un desafio plan~erido a la pintura desde el exterior. no m8s que el cinc industrial para la literatura narra- tiva. La primera remataba ciertos aspectos del programa de puesta en orden de lo visible elaborado pw el Qilailrocenro, y el segundo perrnitia perfeccionar el circuito de las dixronías en totalidades orgiuiicas que habían sido el ideal de las grandes novelas de fomaci6n desde el siglo X w l Que lo mechico y lo indusbiaE vinieran a sustituir la destreza de la mano y el oficio no era en si mismo una catástrofe, salvo si creemos que el arte es, en su esencia, la exprcsi6n de una individualidad genial que se sirve de una compekncia ancsanal de klite.

El desafío consisti6 principalmente en que los pme- dimientos de la fotografía y el cine pueden redilar mejor, mas ripidamente y con una difusión cien veccs más importante que el mlisrno pict6rice y narrativo. la iarea que e1 academicisrno asignaha a esle último: preservar las conciencias de la duda. La fotografía y el cine deben imponerse sobre la pintum y sobre la novela cuando se trata de csiabil izar el referente, de ordenarlo res- peto de un punto de wisla que lo dote de an sentido recono- cible, de repetir la sintaxis y el léxico que pernilen a] dcsti- natario descifrar rápidamente las idgenes y 1% secuencias y, por lo tanto, llegar sin problemas a la conciencia de su propia identidad al misma tiempo que a la del asentimiento que recibe,

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se encuentra siempre en una posicidn situada enm el academicisme y el kitsch. Cuando el p d e r se llama Partido, el realismo, con su ~ o m p l e m e n ~ o neoclásico, triunfa sobre la vanguardia experimental difamándola y prohibiéndola. De todos motlos, aún es precise que las "buenas" imágenes, los "buenos" relalos. las buenas Comas que e l Partido solicita. selecciona y difunde, encuentren un público que las desee como rnedicacidn apropiada para la depresidn y la anguslia que el público erpe- rimena. El reclamo de realidad, es dccir, de unidad. simplicidad, cornunicabilidad, etc., na tuvo la misma intensidad ni la misma continuidad en el público alemán de entre-guerras y en el públi- co ruso de después de la revolución: he aqul una diferencia im- poriante entre los realisrnos nazi y estaiiniana.

Por otra parte, el ataque contra la experimenlacibn arti'siica, cuando quien Eo lleva a cabo es la instancia política, es propiamente reaccionario: el juicio esiético no tiene mis que pronuncja~se acerca de la confomidad de esta o aquella obm según las reglas establecidas de le bello. En lugar de hacer que la obra se inquiete por aquello que hace de ella un objeto de arte y por conseguir alguien que sc aficione a ella, el acadernicisrno vulgariza e imp~ne criterios a prion que seleccionan de una vez para siempre cuáles han de ser las obras y cuáI el público. El uso de las categorías en el juicio estktico ser8, así, de la misma naturaleza que el juicio de conocimiento. Para decirlo como Kan& uno y otro serán juicios dcteminantes: la expresión está "'bien forrnada'~nicialmenie en el entendimiento, más adelante, cn la experiencia, s61o se retienen aquellos "casos" que pueden scr subsumidos bajo esta expresi&n.

Csiando'eE pder se llama "el capital" y no "el partido", la solución "transvanguardisla" o "posmoderna'", en el sentido que le da Jenks, se revela como mejor ajustada que la solucidn antirncdema. El eclecticismo es el grado cero de la cultura genemi contemporánea: oímos reggae, rninmos un wesrern, comernos un MacDonaid a mediodía y un pJato de la cocina local por la noche, nos perfumamos a la manera de Paris en Tokio, nos vestimos al estile retro en Hong Kong, el conmimienta es materia de juegos klevisados. Es fácil

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de esta manera, por parte de los de&, ya que estas esmciuras 1

I de irn2genes y de secuencias forman un código de mmunicaci6n entre todos. De este modo se multiplican los efectos de realidad 4 si se prefiere, las fantasías del realismo.

Si en verdad no desean convertirse a su vez cn unos hin-

! chas de Eutbol (supporicrs), o en mineros en huelga pe~petua, re- sislentes~ a le que existe, el pintm y el novelista de'kn negarse a eje= estos emplms terapkticos. Es miso que se intemi- guen acerca de las rcglas del i r te de pintar o de narrar ta! mmo les han sido ensefiadas y legadas por sus predecesores, Esm re- gla pr momentos se les a p m n como medios de engaflar, de seducir y resguardar, medios que les impiden sw "verdaderos".

I Con el nombre de lilmtura y de pintura ha tenido lugar una escisión sin precedentes. Aquellos que se niegan a reexa- mina las reglas del me hacer carrera en el confomisme de masa metiendo en la mmunicacibn, por medio de las "buenas reglas", el &seo endémico de realidad, con objetos y situaciones

I capaces de satisfacerla. La pomamco es emplear el cine y la fatograMa con esta finalidad, La pornografía se convierte en un

1 , ! modela general para las artes de la imagen y de la narraci61-1 que

l no han v a l d o cabalmente el dedio mas-medi Atica

I En cuanto a los artistas y los escritores que aceptan 1 poner en entredicho las reglas de las artes pldsticas y n m t i v a s

y* eventualmente, compartir su sospha difundiendo sus obras, i están condenados a no gozar de credibilidad entre los aficiona- ,

i dos, que reckrnan realidad e identidad y , por esta razdn, no tie- nen garantizada una audiencia. De esta manera, se puede irnpurar la didéctica de las vanguardias al desafio quu lanzan los rcal is-

r mos industriales y mass-mcdiáticos a las'mes de pintar y dc na- I rrar. El rmdy made ducharnpiano no hace sino significar activa

y pmklicamente este proceso constante de disolucih del oficio de pintor, incluso del oficio de artista. Como apunta penehantemente Thierry de Duve. la pregunta estttica moderna no es: iqd es 1s bello? sino, ¿que sucede cm el arte (y con la likratm)?

El realismo, cuya inica definición es que se propone evitar la cuestión de la realidad implicada en la cuesti6n de1 arte,

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enconm un público para las obras ecléc~icas. Hacidndose kl~sch, el m halaga el desorden que reina en el "gus~o" del aficionado. El artjsla, el galerista, el critico y el público se complacen conjuntamente en el quk-rnás-da, y lo actual es el relajamiento. Pero este realismo de2 que-miis-da es el realismo del dinero: a falta de nilenos esd~icos. sigue siendo posible y Util medir el valor de Las obras por la ganancia que s puede sacar de ellas. Este realismo se acomoda a todas las tendencia, como se adapta el capital a todas las "necesidades", a cnndicián de que las mdencias y las necesidades tengan poder de compra. En cuanto al gusto, no sentimos la nemsidad de ser delicados cuando cspecrilamos o cuando nos dislraemos. La invesligación artistica y liierana estj doblemente amenazada pw la "política cultural" y por el mercado del arte y del libro, Lo que se le aconseja tanto por un canal como por el ouo es que suministre obras que en principia esten relacionadas con temas que existen a los ojos del público al que estih destinadas y que, a cortiinuación, cstCn hechas dc t; manera rbiea formadas") que el público rcconoxd aqucfl~*. de lo que las obras mun, comprenda lo que se quiere significar, pueda darle o negarle asentimienlo cori conocimiento de causa e incluso, si es posible, pueda extrxr de ayuellai que acepta cierto consuelo.

Lo sublime y la vanguardia

La inzerpíetaci6n que acabo de dar acerca del contacto de las m s mecanicas e industriala con las bellas artes y la Siteratura cs procedente en cuanlo a su ptm, pero tú r;econocerh que sigue sienda estrechamente so~iologi7anle e histori~ante, es dccir, unilateral. Sorteando las reticencia de Adorno y Benjamin, hay que recorm que la ciencia y la inductrja no le llevan ventaja al arte y la literatura en lo que toca a las sospechas que inspira su relación con la realidad Cmr lo conttario sería hacerse una idea excesivamente humanista acerca dcl funciondismo rnefisloiélico de las ciencias y de las tccno- logias. Hoy en día no se puede negar la existencia dominante de la tecnociencia, es decir, de Ia subordinxión masiva de los enunciados cognoscitivos a 3a finalidad de la mejor prfonnancc posible, que es el criterio técnico. Pcm lo rn~5nico y lo indusuial, sobre todo cuando entran en el campo tradicio- nalmente reservado J artista, son portadores de algo cmple- tarnente distinto, aunque sean efectos de poder. Lus objetos y los pensamientos salidos del conmimiento científico y de la economía capitalistst pregonan, propagan con ellos una de las regla- a las que está sometida su propia posibilidad de ser, la regla según la cual no hay mlidad si no es atestiguada por un consenso entre socios mbrc conocimientos y compmmiws.

Esta regla no es de corto alcance. Es la impronta dcjada sobre la política del experto y sobre la del gerente del capital por iina suerre de evasi6n de la realidad fuera <le las seguridades metafísicas, religiosas, politicas, que la mente creía guardar a

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propósiio de sí misma. Es& retirada es indispensable para que nazcan la ciencia y el capitalismo. No hay física sin que so plantee a la vez una sospecha acerca de la leoria arislo~Elica del

iA rnovimienio. no hay industria sin la refutación del corpora- l ' - iivisrno, del rnercantiüsmo y la fisiocracia. La modomidad,

cualquiera sea la epoca de su origen, no sc da jamás sin la ruptura de la croencia y sin el dcscubnrniento de lo poco dc realidid que tiene la d i d a d , descubrimiento asociado a la

l

I invend6n de ofm realidades. i ~ Q n 4 significz este "poco de realidad" si se busca librarlo

de una inkrprewcián únicamenfe hisiwizanie? La expresión esta l evidentemente cmpareniada con aquello que Nietzsche llama I nihilismo. Pcro yo veo una rnodulacib muy anmrior al pers- I

pectivisrno nietzscheano en el km kantiano do lo sublime. 1

Piensa. en particular, que en la esiftica dc lo sublime cncucnva 1 I el arte moderno (incluyendo la liicratura) su fuente, y la lógica

de Ias vanguardias sus axiomas. I

El sentimiento sublime, que es tambidn e1 seniimiento de lo sublime es, según Kan& una aFecci6n iuem y q u í v a e .

1

conlleva a la vez placer y Wna. Mcjor: el placer procede dc la pena En la tradición de la fiIosoTia del sujelo que se rcrnonta a Agustin y Descanes y que Kani no cuestiona radicalmcntc, es@

i I contradiccián, que oVos llamarion neurosis o masoquismo, se N desarmlla como un conflicto enue lz laculodes de un sujeio. la

facuiiad de concebir una cosa y la facultad de ''presentar*' una cesa. Hay conocimicnlo si, en principio, el cniinciado es inteligible y si, a, continuación, se pueden sacar ciertos "casos"

1

de la experiencia que se *'correspondan" con éste. Hay bolloza si, en oeasión del "caso" (la obra de arte), dado en principio por Ia sensibilidad sin ninguna dcterminaci6n conceptual, el seniimienio de placer indcpndienie de cualquier in torés que suscite que esra obra atraiga hacia ella un consenso universal de principio (que quizá no se conseguirá nunca).

El gusto atestigua así que puede experimentarse cn el modo del placer un acuerdo no determinado, no regulado, queda lugar a un juicio que Kant llama reflexivo, enve la opacidad de concebir y lacapacidad de prosenm un objoio correspandienie al

concepto. La sublime es un senhknto diferente. Tkne lugar cuando, al conmio, la imaginacibn fracasa y no consigue presentar un objeto que, aunque mhs no sea en principio. venga a establecerse de scllerdo con un concepto. Tenemos la Idea del mvnda (la totalidad de 10 que es), pero no tenemos la capacidad de rnosuar un ejemplo de ella. Tenemos la Idea de simple (lo no descornponib1e), pcro no podernos ilusm esia idea por medio de un objeto que sería un caso de ella. Pdemos concebir lo absolutamente grande, lo absolumenle pderoso, pero cualquier presenlación de un objeto destinado a "hacer ver" esta magnitud o esta potencia absolum~ se nos aparece como dolciremmcnte insuficiente. He aquí las Ideas que no tienen pwenmción posible. Por consiguiente, estas ideas no nos dan a conocer nada de la realidad (la experiencia), prohiben e1 libre acuerdo de las facultades que produce el sentimiento de lo bello, impiden la fomaci6n y la estabilización del gusto. Podría decirse de eIBa que son impreseritables.

Llamare rndcrno al arte que consagrn su "poqucila técnica", como decía Diderot, n presentar qué hay de impresentable. Hacer ver que hay algo que se puede concebir y que no se puede ver ni hacer ver: ésie es el ámbito de la pintm modcma. ¿Pero c6mo hacer ver que hay algo que no puede ser visi03 E1 propio K a n ~ nos dicta la dirección a seguir IlamAndolo 10 informe, la amncia de formo. un índice posible de 10 impresentable. Dice iambih de la abstracción vsia i que experimenta la irnaginaci6n en busca de una presentación del infinito {om impreseniable) que esta abstraccibn es ella misma como una prcsenixión del infinito, su presentacibn negativa. Cita el "No esculpirjs imagen, ek." (Exodo 2, 4) como el pasaje más sublime de la Biblia, en el sentido de que prohibe cualquier prescntacion dr: lo absoluto. No hay mucha mas que agregar a eses cbservaciones para esbozar una estktica de la piniura sublime: como piniura, esta estkiica "presentad" sin duda algo, pera lo hará negativamente, evimd pues la figuracidn o la rcprmnlaci6n, se14 "blanca" como un cuadrado de Malevitch, harA ves en la medida en que prohibe ver, procurad placer dando pena. Se reconocen en estas insb.ucciones

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los axiomas de las vanguardias de la pintura, en la medida en que Cstas se consagran a hacer aiusi6n a lo impresentable, por medio de presentaciones visibles. Los sistemas de razones en nombre de los cuales, o con los cuales, ha podido sostenerse o justificarse esta Wea merecen una gran atención por nuestra pane, pero s61o pueden formarse a partir de la vocacidn por lo sublime, para legitimarla, es decir. para enmascararla. Estas instrucciones resultan inexplicables sin la incanmensurabiIidad de la d i d a d en ~ l a c i 6 n con el concepto, que está implícita en líi filosofia kantiana de lo sublime.

No me propongo andizar aqui en detalle la manera en que las diversas vanguardias han, por así decirlo, humillado y descalificado Ia %calidad a1 escrutar los mediosde hacer creer de ellas mismas que son b5cnicas'plAsticas. El tono local, el dibujo, la mezcla de colores, la perspectiva lineal, Ia naruraleza del soporte y la del instrumento, la '*fciura", el choque, eI museo: las vanguardias no acaban de desalojar Ios artificios de preseniaci6n que pmiten escIavi7ar el pensamiento a Ia mirada y desviarla de lo impresentable. Si Habemas comprende, como Marcuse, este mbajo de desrealiraci6n como un aspecto de la "desubIimación" (represiva) que caracieriza a la vanguardia, en- tonces es que confunde lo sublime kantiano con la sublimaci6n Freudiana y la esdlica, para él, ha segaido siendo la e s ~ t i c a de la ixllo.

t Q d es pues lo posmoderno? ~ Q u d lugar ocupa o no en el trabajo vertiginoso de las cuestiones planteadas a Ins reglas dc la imagen y del relato? Con seguridad, forma parte de lo moderno. Todo aquello que cs tccibjdo, aunque sea de ayer (modo, modo, escribía Petronio). dcbc ser ohjela dc sospecha. contra quk espacio mmcu: Cézziiine? Contra cl cspcio de los impresionistas. ~Gontra que objeto arremeten Picasso y Bmque? Contra el de Cdzanne. con qué supucsto r o m v Duchamp en 19 12. Con el supucsto de que se ha de pintar un cuadro, aunque sea cubista. Y Bwrcn cuestiona ese otra supuesio que -afir- ma- sale intacto de la obra de Duchamp: el lugar de In presentaci6n de la obra. Asombrosa aceleración, las "genc- raciones" seprecipifan. Una obra no puede convertirscen mudcr- na si, en principio, no es ya posmodcrna. El gasmoclcrnismo así entendido no es el fin del modernismo sino su eslado naciente, y este estado es consiante,

No obstante, quisiera no limitrirme a esta acepmidn un poco rnecanicista de la pdabra. Si es verdad que la modcrnidnd se desenvuelve en la relirada de lo real y de acuerdo con la relacibn sublime de lo presentable con le concebible, cn esta relación se pueden distinguir dos modos, por dccirlo cn 3 r - minos musicales. Se puede poner el acento en la impotencia dc la faculbd de presentacirin, en la noslalgia de la presencia que afecta d sujeto humano, cn ia oscura y vana voluntad que lo anima a pesar de todo. O si no, se puede poncr cl acento en En

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pieneia de la faculM de concebir, cn su "inhumanidad", p r ori decirlo (es la cudidad que Apollinaire cxige de los artistas rnodcmos). puesto que no es asunto del cntendimienio que la sensibilidad o la imaginacidn humanas se pongan de acuerdo con aquello que el cmicik; y se puede poner el acento sobre el acreceatamiento del ser y el regocijo que resultan de la invencidn de nuevas reglas de juego, cn la pintura, en el arte, o Io que sea. Comprenderás que quiera decirte cuando te hablo de la diskibucidn caricaturesca de algunos nombres sobre el tablero de la hismria vanguardista: del lado melancoli~~, los expe- sionistas alcmancs, y del lado novaiio, Braque y Picasso. Del pnmero, Malevilch, Chirico; y del xgundo, Lissitsky, Du- champ. El matiz que distingue estos dos modm pude ser ín- fimo, a menudo coexisten en la misma obra, casi indis- cemiblcs, y no obstante atestiguan un diferendo en cl wal se juega dcsde hace mucho tiempo -y se jugari- la suerte del pensamiento, enbe el disgusto y el ensayo.

Las obm de Prous! y de Joyce hacen alusibn, cada una por su cuenta, a algo que constantemente se hace presente. La alusibn, sobre la cual ha llamado mi ntenci6n recientemente Paolo Fabbri, es quizds un giro de expresión indispensable para las obras que surgen de la estética de lo sublime. En Prousr, lo que se elude para pagar el precio de esta alusión es 1 a iden tidad de una conciencia que es víctima de contar con demasiado uemp. Pem en Joyce es la identidad de la oseriiura que, por muchos de sus operadores, pcrteneze todavía al gknero de la narración novelesca. La instilucih literaria, tal como la hereda Prousr de Balzac o de Flaubert, ha sido por cierto subvenida, en la medida en que el heroe no es un personaje sino la conciencia interior del tiempo y-en la medida en que la diacronía de la di6rcsisechada a perderporflauberi, seencuentra cuesúonadade nuevo por la voz narrativa elegida. Sin embarga, la unidad del libro, la odisea de esta conciencia, pse a ser rechazada capitulo tsas capitulo, permanece inalterada: la identidad de la escritura consigo misma a mv6s del dédalo de la inteminable narración basra para connotar esta unidad, que se ha llegado a c m p m con la de la Fenomcnologh &l EspViru. Joyce hace quc se

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distinga lo impresentabfe en su propia escritura, en el significante. La gama de los operadores narrativos, e incluso estilisticcs, conocidos es puesta en jucga sin la preocupacidn de mantener la unidad del todo. Se experimentan nuevos operadores narratiros, La gramática y el vocabulario de la lengca liieraria ya no son mis xeptados como dalos, parecen mas bien academicismos. rituales salidos de una piedad (como decía Nierzsche) que irnpidc que lo irnprmntable sea alegado.

He aquí, pues, el diferencio: la estelica moderna es una estetica de lo sublime, pero nosiálgica. Es una estetica que pcmite que lo irnpresenmble sea alegado tan sólo como contenido ausente, pero la forma continúa ofreciendo al lector o al contemplador, merced a su consistencia reconccible, matcria de consuelo y de placer. Sin embargo, estos seniirnienlos no forman el autcntica sentimiento sublime, que es una com- binacih intrínseca dc placer y de pena: el pkcer de que la raz6n exceda toda preseniaci6n, el dolor de que :a imaginación o la sensibilidad no sean a la medida del concepto.

Lo posmoderno sería aquello que aiega lo impresentable en lo moderno y en la presentacidn misma; aquello que se niega a Ia consolaci6n de las formas kllas, al consenso dc un gusto que permitiría experimentar en comUn la nostalgia de lo imposible; aquello que indaga por presentaciones nuevas, no para gozar de ellas sino para hacer centir mejor que hay algo que es impresentable. Un artista, un escritor posmoderno, estan en la siiuacidn de un fil6sofo: el texto que escriben, la obra que llevan a cabo, en principio. no e s h gobernados por reglas ya establecidas, y no pueden ser juzgados por medio de un juicio dcieminmte, por la aplicaci6n a este texto, a esta obra, de categorías conocidas. Eshs reglas y estas categorías son 30 que la obra a el texto investigan. El artista y el cscnlor trabajan sin reglas y para establecer las reglas de aquello que habrá sido hecho. De ahí que la obra y el texto tengan las propiedades del acontwimienm; de ahí m b i h que lleguen demasiado tarde para su autor, o, 10 que viene a ser lo mismo, que su puesu en obra comience siempre demasiada pronto. P o s d r n o ser5 cm- prender segiin la paradoja del futuro (post) anterior {d).

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Pienso que el ensayo (Monmiiigne) es posmoderno, y el fmgmento (el Aihaencwn) moderno.

Por dltinio, es preciso dejar en claro quc no nos toca de realidad sino invenm alusiones a lo concebible que no pueúe ser presentado. Y que no hay que esperar que en esta larea haya la menor rcconciPiación entre los "juegos de lenguaje", a los quc Kant llamaba "facultades" y que sabia separados por un abismo, de ial modo que sólo la ilusión trascenderizril (la de Hcgel) puedc esperar ioializarlos ea una iinirlad rm!, Perc? Kant sabia wrnbién que esta ilusiOn sc paga con el precio del terror. Los siglos XIX y m nos han proporcionado temr hxqta el harmgo. Ya hemos pagado suficieniementc la nostlilgia del Lodo y dc lo uno, de la reconciliaciOn del concepto y dc 10 sensible, de la experiencia Uansparente y comunicable. Bajo la demtuida gcneral de tela- jamiento y apaciguamiento, nos proponemos masc;cullar el desco de recomenzar ct terror, cumplir la fantstsia de apresas la realidad. La respuesta es: guerra al todo, demos testimonio de lo im- presenkble, activcrnos los ~Iiferendos, sdvcmos el honor del nombre,

Apostilla a los relatos

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a Sumuel Carsira

Londres, 6 de febrero de 1984

A medida que la discusidn se desarrolla en el plano internacional, la complejidad de la "ciiiestidn posmodcma" sc agrava. Cuando la enfoque, en 1979, en torno dc la cucstibn dc los "grandes relaios", mi intencidn era simplificarla, pcm me temo que fui más alla de lo mesario.

lios "memlatos" a que se refiere Lu condicidn posmo- dernai son aquellos que han marcado Ea modernidad: ernanci- pacidn progresiva de la m6n y de la libertad, ernartcipxi6n progresiva o caiaswófica del trabajo (fuente de valor al icnado en el capizalismo), enriquecimiento de toda la humanidad a través del progreso de la tecnocicncia capitalista, e incIuso, si se cuenta al cristianisma dentro de la modernidad (opuesto, por lo tanto, al cIasicismo antiguo), saIvaci6n de las creaturas por medio de la conversión de las almas via el relato crístico dcl amor mirtir. La filosofía de Hegel totaliza iodos estos relatos y. en este sentido, concentra en si misma la modernidad especu- lativa.

Estos relatos no son mitos en e1 sentido de fabulas (incluso cl relato cristiano). Es cierto que, igual que los mitos, su findidad es legitimar las insiituciones y las prScric;is sociales y politicas, las legislaciones, las Bicas, las maneras dc penar. Pero, a diferencia de los mitos, estos relatos no buscan

1 Versión cspiiola, Cátedra, Madrid, 1984. m. del T.)

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la refeida legitimidad en un ac:r, originarici fundacional, sino en un futuro que se ha de producir, es decir, en una Idea a realizar. Esta Idea (dc libertad, de "luz", de sociaIismo, etc.) pose un valw legitimante porque es universaI. Como tal, orienta todas las realidades humanas, da a la rndcrnidad su modo caracte- rística: el proyeclo, ese proyecto que Habermas considera aún inacabado y que debe ser retornada, renovado.

Mi argumenlo es que el proyecto moderna (de realización de la universalidad) no ha sido ahndonado ni olvidado, sino desmido, "liquidado". Hay muchos modos de destrucción, y muchos nombrcs lc sirven coma sirnblos de ello. "Auschwitz" puede ser tomado como un nombre pmdigrnitico para la "no rdi~ación" trágica de Ia rndemidad.

Sin emhargo. la victoria dc la tecnmiencia capitalista sobre los demas candidatos a la finalidad univcrcal de la historia humana es otra. manera dc destruir cl proyecto moderno que. a su vez, simula que ha de mlií-arlo. La dominaci6n por parte del sujeto sobre los objeios obtenidos por las ciencias y las lec- nnlogfas contemporáneas no viene xornpaflada dc una mayor libertad, como Lampo me aparejado mas educación pública o un caudal de riqueza mayor y mejor distribuida. Viene acom- pailada de una mayor seguridad respecta de los hcchos.

Pero esia dominación sólo reconoce el dxito como criterio de juicio. Sin embargo, no puede dccir quk es el éxito, ni por que es bueno, juao, verdadero, puesto que el éxito se comprueba, como una sanción cuya ley ignoramos. No con- sigue el proyecta de ~calización de la universalidad sinoque, por 21 contrario, acclera el procesa de deslegitirnaci0o. Esro es, prc- cisamente, lo que aparece descsi 10 en la obra de Kaka. Pcro tam- bien es Io que significa el propio principio de las axxiom6licas en la formalizacjone~ cicnlificas.

Desde luego, la deslegitimación forma pane ya de la modernidad: ¿quién puede decir si Crislo es c1 hijo dc Dios a un irnposlor? Su Padre lo abandonó. El martirio de Jesús rccibió su equivalenie polilico en la ejccuci6n dc Luis XW, scibcrano legitimo. ¿Cu,?l será la fuente de h legitimidad en la historia moderna a partir de 1792? Decimos: el pucblo. Pera el pucblo

cs una Jdea, y en tomo de e s h Idea hay dispir~w, combates. Se trata do saber cuál es la buena Idea del pueblo y se trata de hacerla prevalecer. De ahí la extensi611 de las guerras civiles en los siglos xrx y m, y el hecho cierto de que aUn la guerra rndcrna enú-e naciones es siempre una guerra civil: yo, gobier- no del pueblo, cuestiono la legitimidad de ru gobierno. En Auschwitz se desmiy6 físicamente a un soberano rncdemo: se desuuy6 a tado un pueblo. H u h la iniendbn, se ensay6 des- truirlo. Se trata del crimen que abre la posmodernidad, crimen de lesa soborania, ya no regicidio sino populicidio (algo diferente de los euiocidios).

En estas condiciones, ~c6rno pueden seguir siendo creí- bles los grandes relatos de legitimxidn?

Esto no quiere dock que no haya relato que no pueda ser ya creíble. Por m e m l a t o o gran relato, entiendo precisamente las narraciones que tienen función legitimante o legitimatoria. Su decadencia no impide que existan millares de historias, peque- Aas o no dan pequcfias, que continúen tramando el tejido de la vi- ria cotidiana.

En Ca condición posmoderna y en los oims libros de esta epoca (en parte en las Inslrwrions pafennes}, exageré la irnpomcia que + ha de atribuir al g6nm narrativo. Aquél era un momento en una investigacihn mis extensa y m i s radical que llega a su cutminaci6n en 15 Difered . En panicular, resulta excesivo identificar el conocimiente con el reblo. No quiero decir que la teoria sea más objetiva que el relato. El rclaio del historiador está sometido casi a las mismas reglas de esiablecimilcnio de la realidad que se aplican al relata del físico. Pero la historia es una narracidn que, por afiadidura, tiene la pretensión de ser ciencia y no scilarncnte una novela. En con- uapartida, la teoría cicntifica no tiene, en principio, la pre- iensj6n de ser narrativa (por mucho que \a astrofisica coniem- poránea nos cuente del iberadamente la historia de1 cosmos desde el Big Bmg). Dicho de otra manera, hoy cn dia pienso que hay que distinguir los regimcncs de frases dífcrcntes y los géneros de discursos diferentes. En la narratología general hay un elemenio metafisico no criticado, una, hegemonía acordada a un géncro, el

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Misiva sobre la historia universal

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N narrativo, sobre los de& génems. UM suerte de sokranía dc los pequelíos relatos, que Les pernilir4 escapar a la crisis de deslcgitimaci6n. Con seguridad, estos retatos escapan a la crisis, pero debido a que tampoco han tenido valor de Iegiti- rnacidn. La prosa del pueblo. quiero decir, su prosa real: decir una cosa y al mismo tiempo, lo conirario, "De d padre, tal 1 hijo" y "Padre avaro. hijo pródigo". El romanticismo pensaba que es& prosa era consistente, orientado corno estaba por una

¡ tareade expresividad, deemancipación, dereveIaciÓn de una wbi- F duría. La pasmodemidad es trtnibikn el fin del pueblo como rey

de las historias. Añado una nota final a la cuestibn de la tecnaciencia

actual. La tecnociencia actuaZ realiza el proyecto moderno: el l

I hombre se convierte en amo y semr de la naluraleza. Fcro al mismo tiempo la desestlibili~a profundamente, ya que bajo el nombre de "la natumleza" hay quc conm tambien todos los

I L ccinstituycntes del sujeto humano: su sistema nervioso, su

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cbdigo genético, su compuier corlical, sws captadores visuales, + auditivm, sus sistemas clc comunicación, especialmente los I linguísticos. y sus organizaciones de vida en grupo, etc.

Finalmente, su ciencia. su iecnocicncja, l o n a tambi6n parte de la naturaleza. Se puede hacer, se hace Ea ciencia de la ciencia como se hace cicncia de la, naturaleza. Inctuso sucede que para la tecnología se c r d , hace una dCcada, a partir de esk descu- brimiento, todo un ámbito STS (science iechniquc mckta: la inmanencia del sujeto en el objeto que el sujeto estudia y transfoma. Y hay una versión recíproca: los objetos tienen sus lengu~jcs, dc tal modo que conocerlos implica poder traducidos. Por consiguiente, hay tina inmanencia de Ia inicligcncia respec- to de las casas. En estas condiciones de encabritgmiento rccí- proco del sujeto y del objeto, ¿cómo puede persistir e1 ideal de la dominación? Por el canuario, vemos que cae en desuso en la rcpresenfricirin de la ciencia que se dan a s i mismos los ex- 1 1 pcsros, los sabios, los científicos. E1 hombre quizh sca tan sólo un nudo muy sofisucado cn la interacción general de las radia-

I ciones que constituye e1 universo.

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a Malhias Kahn

Baltimore. 15 de noviembre de 1984

No es conveniente dar al género narrativo un privilegio absoluto sobre los demás generos del discarso en el análisis de 10s fen6menos humanos. o de los fenómenos del lenguaje en particular (ideológicos), y menos aun en la concepcidn EiEosÓfica. Algunas de mis reflexiones anteriores han podido sucumbir a esta "apariencia tnscendental" (Prksentations, Jns- iruclions paiennes, incIuso La condición posmoderna). Pot el conmio, es convenicnu: abordar una de las grandes cuestiones quc nos plantea c1 mundo histórico en eae fin del siglo xx (en este comienzo del siglo xxi) por el examen de las "historias". Puesto que si este mundo es declarada histórico, entonces es que tenernos la intencibn de ttaiarlo narmtivamente.

La cuesti6n a la que me sefiero es la siguiente: hoy en día, jpodemos continuar organizando la infinidad de aconieci- micntos que nos vienen del mundo, humano y no humano, coloc3ndonos bajo la Idea de una historia universal de la humani- dad? No me pmpngo tratar aquí esta pregunta en mto que filósofo. No obslante Io cual, su formulación requiere de vasias a c l m c i o n ~ ~ .

1. En pnrncr lugar digo: @mas cominwr organi- zando, etc. Esta palabra implica que ocurría aqi antes. Me reíieru aquí, efectivamente, a una mdición, la de la modernidad. Esta última no es una época sino más bien un modo (es cl origen latino de la palabra) en el pensarnienlo, en la enun- ciación, en la sensibilidad. Erich Auerbach Io veía despuntar en

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2. Segunda aclaracibn. Cuando decirnos: podemos con- tinuar organizando, erc.?", se adrnitc al menos, aunqiie la res- puesta (sugerida o no) sea negativa ("no, no podemos"), que persiste un nosotros, capaz dc pensar e de experimentar esta continuidad o discontinuidad. La pregunia se plantea tambien en que consiste ese "nosotros". Se trata, como indica el pronombre de la primera persona del plural, de una comunidad de sujezos, ya sea usted y yo, o ellos y yo, según que el hablante se dirija a ouos miembros de la comunidad (vosotros/yo) o a un tercero (usted/ellos + yo) delante del cual estos olros miembros, que 61 representa, son designados en tercera persona (ellos). La pre- gunta se plantea si ese nosotros es o no independiente de la Idea dc una historia de la humanidad.

En la tradici6n de Ia mrsdemidad, el movimiento de la emanQprtci6n consiste en que el tercero que, en principio, es exterior a nosovos en tanto Formamos parte de la vanguardia emancipadora. acabarA por incorporarse a la comunidad de ha- blante~ actuales (primera persona) o potenciales (segunda per- sona). No habrá mhs que usted y yo. El lugar de la primera persona está, efectivamente, marcado en esta vadicidn como el lugar de la dorninacidn de la palabra y del sentido: que el pueblo tome la palabra polltica, el uabajadot la palabra swial, el pobre la palabra econ6mica. que lo singular capte lo universal y que el ultimo se convierta también en primero. Simplifico, es verdad, y pido se me excuse por ello.

Se sigue de ello que el "nosouos" de la pregunia plan- teada por mi, tensimado entre la situación minoritaria actual en Ia que los terceros son mucho y usted y yo poco, y la una- nimidad futura en la que mda tercera persona esM possita por definición, ese nosotros -diga- reproduce exactamente la ten- sión que la humanidad debe experimentar, en virtud de su vocación por la emancipación, entre la particularidad, el azar, la Opacidad de su presente, y la universalidad, 1á autodeter- minación, la transparencia del futuro que se promete a si mis- ma. Si esta identidad es exacta. el nosolros que plantea la pregunta: "icontinuarernos pensando y actuando bajo la cober- tura de la Idea de una historia de Ia humanidad.", este nosoms

la ~cntura de las Confesione,~ de Agusirn: la destrucción dc Iri

arquiteciun sindctica del discurso clisice y la adopción de una disposicidn paraiáwica de frascs breves encadcnadns por la m6s elemental de las conjunciones, el el. Auerbdch vuelve a rncon- Uar esle modo, y Bakhtin con ki, en Rabelais y más mde, en Moniaigne.

Por mi parte, y sin que ello suponga biiscar legitiinar este punto de visu, veo un signo de esto mismo, en cl géncro nmt ivo , en la primera persona, quc Descartes clige para exponer su rnttodo. EI Discows es tdavia una coniesitin. Pcm la que se confiesa no es la desposesi6n del yo por Dios sino cl esiucrzo del yo por dominar todos los datos, comprendido E l mismo como dato. Sobre la contingencia que deja el ei cnire las secuencias expresadas por las frases, hscanes h t a de injcnv la

! finalidad de una serie ordenada hacia la dominación y la i ' 1 poscsi6n de la 'hatutrrlma", (Que Io consiga o no, cs otm

asunto.) Esre modo mdenio de organización del iicrnpo sc despliega en el siglo xvm en la A@lürung.

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El pensamiento y la acci6n de los siglos xDt y xx están regidos por una Idea (entiendo Idea en el sentido kmtiano dcl tctmino). Esta Idea es la de la emancipación y se argumcnu de distintos modos según eso que llamamos las filocofias de la

I historia, los grandes relatos bajo los cuales intenmmos ordenar la infinidad de acontecimientos: relato cristiano de la redención

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de la falla de Adán por amor, relato arrfkldrer de la ernancipacibn de la ignorancia y de la servidumbre por medio del conoci- miento y el igualitarisrno, relato especulativo de la realización de la Idea universal por la dialéctica de 10 concrclo, relato manis& de la cmancipacion de la explohción y de la alienación por la socialización del trabajo, relato capitalista de la cman- cipxi6n de la pohreza pr el desarrollo iecnoindustrial. Entre lodos estos relatos hay maicria de litjgio, e ~nclusive, materia de dikrendo. Pero todos ellos sitúan 10s datos que aprirwn las acontecimientos en el curso de una historia cuyo término, aun cuando ya no quepa esperarlo, se llama libertad universal abso- lución de toda la humanidad,

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formula por ello mismo la cuestión de su propia idcntidad m1 como ha sido fijada por la tradición moderna. Y si se ha de responder negativamente a la pregunta (no, ya no se puede creer en una historia humana como historia universal de la eman- cipación), entonces será preciso revisar tambitrn el esetuto del nosotros que planta la pregunta.

Parece que ser3 condenado (pero se trata de una condena vaida tan sólo para la modernidad) a permanecer particular, usted y yo (quizás), condenado a dejar fuera de si a muchos terceros. Pero como este nosotros no ha olvidado (aún) qur: 10s terceros han sido las primeras personas potenciales e incluso prometidas, debcr5 elaborar el duelo de la unanimidad y en- c o n m en la rneIancolia incurable de esie "objeto" pcrdido (o de este sujeto imposible): la humanidad libre. En ambos cxsos, somos afectados por una especie #e pcsar. La etaboración o el trabajo del duela, enseira Frcud, consiste en recuperarse por la $rdida de un objem amado volviendo la investidura (inves- lissrmnt] del ohjeto perdido sobre el sujeza, de ellos sobre nomiros.

AdernSs, hay muchas maneras de conseguirlo. El narci- sismo secundario es una de ellas. Muchos observadores afirman que el narcisismo es hoy en dia el modo hegemdnico dcl pcn- =miento y de la acciOn en las socicdadcs más desarrolladas. Mc tema que se trata tan sólo de la repetición cicga (compulsiva) de u n duela anterior, el duelo de Dios, que dio lugar justc?rncnre al modo mderno y a su proyecto de conquista. En la aciua!idad, estri conquista s61o lograrfa perpeluar la de los rnodcrnos, con la diferencia dc que renunciaria a conseguir la unanimidad. Ya no cjercercmos más el terror en nombre de la libertad, sino cn nombre de "nuestra" satisfacción, la satistaccidn de un nosotros definitivamente limitado a su propia particularidad. ¿Soy dcma- siado modcrno al juzgar que esta pcrs~ctiva es intoleriiblc? Se Ilarna tiranía: la ley que "noso~ros" dictamos no cs l j dirigida a voso!ros, conciu~hdanos o incluso sÚWiros. Les es aplicada, a 10s terceros, a los de fuera, sin que impone legitimada ante sus ojos. Recucrdo aquí que el nazismo ha sido csta mancra de elaborar su duelo de la ernancipacidn y, por ptirnera vez cn

Europa desde 1789, de ejercer un terror cuya mdn de ser no era, cn principio, accesible a todos, asi como irtmpoco era com- p b l e p r iodos el kneficio que se maha de él.

Otra manera de llevar el duela de la emancipación universal prometida por la modernidad sera "elaborar", "trabajar", cn sentido freudiano, no sólo la pérdida de este objeto sino lambién la perdida del sujeto a quien le había sido prometido aquel horizonte, No sólo S tratará de que re- conozcamos nucsm f nitud, sina & qnie elaboremos el estatuto del nosotros, la cuesti6n del sujeto. Quiero decir: escapar no s6ío a la despedida inapelable del sujeta moderno sino ambiCn a su repetición par6clica o cínica (la tiranía). Esta elaboración, sBIo puede conducir, crm. a abandonar ante todo la esmctura lingüis~ica com unicacional (yo/tÚ/éI) que, conscientemente o no, los modernos acreditaron como modelo ontológico y pa- litico.

3. Mi tercera aclaraci6n se refiere a la expresión ipo&m$', en la pregunta: "~Pcdemos continuar organizando hoy en dia los xontecjmienlos scgun la Idea de una historia universal de la humanidad?" Como saben Aristótcles y les lingüismq, la modalidad dcl poder aplicada a una noción (esta no5611 es aqwi: la prosecución de la historia universal) conllcva a la vez su afirmación y su ncgacidn. Que csia proswuci6n sea pnsible no implica ni que tcnga lugar ni que no tenga lugar, sino que cfcctivamenie tendrii lugar el hecho de que tenga o no tenga lugar. Incerildurnbre accrca del contenido, el dicturn (la aíimaci6n o la negación de la nocien), aunque necesidad de hecho, del modur, utkrior. Reconocemos aquí la tesis arislo- télica de los fumm contingentes (falta rlarlcs una facha).

Pero la expresi6n podemos no coonola s6lo la posi- bilidad, también india la capacidad. LES!^ en nuestro mer, en nuesira fuerza, en nuestra competencia, La posibilidad de perpetuar el proyecto modcrno? El interroganle indica que este proyecto exigid fuerza y competencia para ser sostenido, y que tril vez nos falten. Esta lectura habd de ini;pimr una indagación sobre el desfallecimiento del sujeto modcrno. Si, en efecto, la lec~ura debe ser argumentada, es preciso que podamos probarla

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con hechos o, por lo menos, con signos, La interpreillcidn dc los signos puede ser que suscite controversia. Los signos, crianda menos, deben ser sometidos a procedimientos cog- noxitivos de establecimiento de los hechos, o especulativos de convalidaci6n de los signos. (Me refiero aquí, sin más expli- caciones, a la problemática kantiana de las hipotiposis. que juega un papel fundamenlal en la filosofía hisdrica y política de Kant.}

Sin querer decidir sobre-el-terreno si se trata de hechos o de signos, Ios datos que podamos recoger acerca de este desfa- Ilecimie~~,~ de sujem moderno parecen difíciEes de recusar. Cada uno de los grandes relatos de emancipación del gCnem que sea, al que le haya sido acordada Ia hegemonia ha sido, por así decir- lo, invalidado de principio en el curso de los Ultirnos cincuenta anos. -Todo lo real es racional, todo lo racional es real: "Auschwitz" refuta la doctrina especulativa. Cuando menos, este crimen, que es real, no es racional. -Todo lo proletario es comunista, todo 10 comunista es proleuno: "Berlín 1953, Budapest 1956, Chccmlovaquia 196X, Polonia 1980" (me quedo corto) refutan la doctrina materialista hist6rica: los Irabajadores se rebelan contra el Partido. -Todo lo dernocr4tico es por el pueblo y para el pueblo, e inversamente: las "crisis'de 191 1, 1929" refutan la doctrina del liberalismo económico. y Ea "crisis de 1974-1979" refuta Ias enmiendas poskeinesianas a esta dmtrina.

A cada uno de estos aconiecirnientos, el investigador relaciona otros tantos signos de un desfallecimiento, una extin- ción de la modernidad. Los grandes relatos se han tornado poco viables. Estamos tentados de creer, pues, que hay un gran relato de la declinacidn de los grandes relatos. Pero, coma sabernos, el gran reIata de la decadencia ya tuva Iugar en los inicios del pensamiento occidenlal, cn Hesicdo y en Pladn. En realidad, el relato de la decadencia acompafia al relato de la ernancipxi6n como su sombra. De esta manera, nada habd cambiado, como no sea que se neccsita ahora un suplemento de fucrza y de com- petencia para afrontar las tareas actuales. Muchos piensan que &te es el momento de la religión, e1 momento de reconstruir

una nmaci0n crcible en la cual se conlasá la herida de aste fin de siglo y en la que esta herida llegar& a cicatrizar. Se hace valer el hwho de que el mito es gEncro originario, que el pensamiento del origen se da en él en su paradoja originaria, y que es preciso rcconsuuir las ruinas del pensamiento original, recuperar üI pensamiento de la condici6n humana en que ha sido puesto por el pensamiento racional, desmitotagizstnte y positivista.

A mí me parece que esta no es en absoluto la direccion justa. En todo cm, hay que obxniat que el t6rmino poder ha sufrida en esta breve descripción una nueva modificación, sefialada por el uso que acabo dc hacer del t6rmino jura. A la pregunta: "¿pdcmos perpetuar los grandes relatos?, la respues- ia viene a XK debemos hacer esto e aquello. Poder tiene m- bien el scntido dc tener el derecho de, y en virtud de este sen- tido, la palabra introduce al pensamiento en el universo de los dednticos. El deslizamiento del derecho hacia el debcr es tan Fkil como pasar de lo permitido a l o obligatoria. Lo que no se cuestiona aquí es la contingencia dcl encadenamiento sobre la si- tuaci6n que he dcxriko como desfallecimiento, extinci6n dc la modernidad. Hay muchas maneras posibles de encadenar, y se ha de elegir entre ellas. No se decidid nada que no haya sido ya de- cidido. Nos callaremos tanto como hablaremos. Toda la política se refiere a la forma en que se encadena una fnse actual por mcclia de otra frase. No es una cuestidn de volumen del discurso, ni de importancia dcl hablante o del destinatario. En las otras frases que actualmente son posihlcs, una sera acrua- Iizrtda, y la pregunía actual es: jcufil? Para responder a esle interrogante. la descripcidn de la extincidn o del desfa- llecimiento no nos ptoprciona un hilo conductor. Por csia mdn, bap la palabra pusdernidad pueden enconmarse agrupadas las perspectivas mits opueszas. Me limito a indicar por medio de e s t a pocas observaciones la direccidn anUmi- tdogizante en la que, según creo. deberemos "'elaborar" la pérdida del nosotros moderna.

Es tiempo ya de retomar sobre e1 tema indicado p r mi titulo. Me pregunto si la extinción o el desfdlecirnierito de la

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modernidad baja la foma de lo que Adorno lIarnaba la caí& dc la rnetafisica [que para él se concentraba en el lracaso de la dialéciica afirmativa del pensamiento hegeliano, enfrentada a la tesis kantiana dc Ia obIigaci6n o al acontecimiento del anona- damiento insensato denominado Auschwitz), me pregunm si este desfaltecimiento no debe ser relacionado con una resistencia frente a aquello que yo llamaría los mundos de nombres, frente a la diversidad insuperable de las culturas. Al abordar esta mes- tión para terminar, volver6 a enconm y retornaré varios de los aspectos ya observados. en lo que toca a la universalidad de los grandes relatos, el estatuto del nosotras, la raWn de la extincidn de la modernidad y, finalmente, la cuestidn coniernpoianea de la legitimación.

Ya sea como oiflo o coma inmigrante, uno entra en una culmra por medio del aprendizaje de nombres propios. Hay que aprender los nombres dc los seres próximos, los héroes en scn- tido amplio, los lugares, las fechas, y p m seguir a Kripke, Madiría yo: las unidades de medida, de espacio, de tiempo, de valor de cambio. Esms nombrcs son "designadores rígidos", no signiiican nada o, por lo menos, no pueden scr cargados de significaciones diferentes y discutibles. Se les puede asignar frases de rkgimen totalmente hererogéncas (descriptivas, inicrro- grttivas, ostensiva$, valorativas, prescriptivas, etc.) e incluir!os en géneros discursivos inconmcnsorabtes (cognoscitivm, persua- sivos, cpidíciicos, hágicos, cdmicos, ditirhmbicos, etc.). Los nombrcs no se aprenden solos sino Iocf izados en pequefias his- torias. La venlaja del relato, vuelvo sobre cllo, es que puede su- poner en sí mismo una multiplicidad de familia? heierogéneas de discursos a condicidn de "hincharse", por as; decirlo. El relato los ordena en una serie de acontecimientos que designan nombrcs propios de la cultura.

La fuerte coherencia de esta organización es redobIada por el moda de transmisidn del rclato, visible en particular en Il is sociedades que llamaré "salvajes" por corndlidad. Andrd Marcel d'Ans escñbc: "Entre los cashinahuas, roda interpretación de un miyoi (mito, cuenro, leyenda o relato rradjcional) se abre con una fc5rinula fija: 'He aquí la historia de ... , iai corno siempre la

he escuchado. Voy a contíirtela yo ahora. jescucha!' Y .este recitado se clausura invariablemente par medio de oua fdrrnula que dice: "Aquí acaba la historia de. .. Quien te la ha contado es. . . (nombre cashinahua), en casa de los Blancos.. . (nombre español o porluguts)'." El ctnóiogo nos informa, a nosotros, Blancos, cómo el n m d o r cashinahua informa la historia de un hkrm cashinahua a unos oyentes cashinahua. El em61ogo puede hacerlo porque es él mismo un oyente (rnasccllíno) cash hinahua. Y lo es porque lleva un nombre cashinahua. Un ritual fija por medio dc denominaciones cstricm el alcance de los relatos y su recuucncia. Todas las frases contenidas en ellos estan, p r así decirlo, tomadas de instancias nombradas a nombrables en el mundo de los nombres cashinahua. Cada universo prescritado por cada una de estas frases, cualquicn sea su régimen, se relaciona con este mundo de nombres, El o los htrcies y los lugares presentados, el destinatario y, en dcfinillva, el destinador son meifculosamente nombrados.

Para enicnder los rclalos, hay que b a k t sido nombrado. (Todos los varones y 1s nifias prepúberes pueden escuchar.) Para conwEos, también (s61o los hombrcs pueden). Y para ser nmado (referente), lambién (cualquier cashinahua, sin cxcepción, puede). Al cotocar los nombres en las historias, la narracibn protege los designadores rígidos de la identidad común contra los acontecimientos del "ahora" y conua el pligro de su encaderiamícnto. Ser nombrado, es ser narrado. Bnjo dos 3s- pectos: cada relalo, aunque sea en apariencia anecd6iic.0, smc- tuhim unos nombres y unas relaciones nominales. Al repetirlo, la comunidad se asegura la permanencia y la Icgitiniidad de su mundo de nombres a través de la recumncia de este mundo en sus historias. Y , por oua parte, ciertos relatos nman explici- tímenle historias de nominacidn.

Si uno plantea positivamente la pregunta acerca del origen de la tradición o de la autoridad entre los cashinahua, uno se encuentra con la paradoja habitual cn estos interroganres. Una fiase no está autorizada -se piensa- si quien la emite, su destinador, no goza de autoridad. ¿Qué sucede cuando la auioririad del destinador resulta dcl sentido dc la frase? La frase,

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al legitimar al desiinador que prcsenm su universo, se legilima a si misma junio con el ticstinciiario. El narrador cashinahua concede la autoridad de narrar sus historias en su nombre. Pero su noinbrc está autorizado por sus historias, en parlicular por aquellzt que cuenm la genmis de los nombres. Estc circulic~ vitiosw es común.

He aqui el funcionamiento discursivo de 10 que podrf- amos llamar a very ¡urge scale inrexrared culiure runa cultura integrada .en muy gran escala")), 1A identificxifin reina en ella como dueaa y seaora. Cerrada sobre si misma, la cultura elimina sus dcsechos de relatos, los acontecimientos inink- grables, por mcdio de sacrificios o de la ingcstidn de drogas (es el caso de los caqhinabuas) o por medio de la guerra mds allA de sus fronteras.

M~llafis mluandis, la autoidentilicacih de una cultura prtsa por este dispositivo. Su desmembmrniento, en la sitmibn de dependencia senil, colonial 0 imperialista, significa la des- trucción de la identidad cuItural. Por cl conlrario, el dispositivo constituye la fuem principal da las guerrillas en los combates por la independencia, pueslo que el relalo y su transrnisi6n surninisban conjunlamente a la resistencia su 1egitimidad (su derecho) y su logistjca (el modo de tmnsrnisión de los men- sajes, el relevamienlo de los lugares y la deienninacidn de 10s momenlos, el uso de los datos naturales en la mdici6n cultural, ctcktera).

La legitimidad, como hemos ahiado, es^ ase^^ por la potencia del dispositivo narrativo: cubre la multiplicidad de las familias de frases y de posibles gcneros de discurso, comprende todos los nombres; siempre cs actudizabIe y lo ha sido desde siempre, El dispositivo, corno es diacrdnico y para- crónico, asegura la dominación del lempo, o sea, de 1a vida y de la milerte. E1 relato es la autoridad en si misma. EE reIato au- toriza un nosoms indestructible, p ~ r encima dc1 cual s61o hay ellos.

Una arganizacidn como 6ia rf,sulta cornplctamente diferente de la organi7acih de !os gra!ides selatos dc legiti- mación que caracterizan a la modernidad occidental. Estos ulti-

mas son cosmoplitris, como dirá b n t . Se ocupan preci- sarnenie de la "superación" de la identidad cult!.flal particular con viska a constituir una identidad cívica universnl. Sin embargo, no eslá claro cómo puede !legar a producirse scrnejanle supe- racidn.

En la comunidad salvaje nada hay que la lleve a dialectizarse y a orieniarse hacia una scciedad de ciudadanos. Decir que es "humana" y que ptcfigura ya una universalidad es admitir que el problema esti resuetto: el hurnanisia presupone la historia universal e inscribe cn ella la comunidad particular como un momento en el devenir universal de las comunidades humanas, Es también, grosso modo, el axioma del gran relato especulativo aplicado a la historia humana. Pero la cucstión está en determinar si exisle o no una historia humana. La versi6n epistemol6gica es la más prudente, pero también es la mhs engafiosa: el ;inlropólwgo dcscribe según lm reglas del gbnero cognoscitivo las nmaciones salvajes y las reglas dc éstas, sin pretender establecer ninguna con~inuidad entre ellas y el propio modo de discurso. En 1ü versibri de Ldvi-Swauss, el antropólogo puede introducir una identidad de funcionamiento, llamada eslructural, entre el mi lo y su explicacidn, ~ r o esto lc supone tener que abandonar toda tentativa de enconkm un pasaje inteligible que lleve de las unas a las otras, Identidad sí, pero nada de historia.

Conocemos estas dificultades, que son triviales. Te las recuerdo aqui sólo porque quizá me permitan medir mejor cl alcance de la extinción por la que atravemos. Todo ocurrc corno si hubiera fracasado cl inmenso esfuerzo p m despojar al pueblo de su propia legitimidad narraliva (una legitimidad que se remonm -digamos- a Ex fuentes del curso del tiempo), y hacerle adoprar como única legitimidad la Idea de la libre ciudadmía quc esta, situada, por oposición a aqudla, en la desembocadura de este cursa. Estc despojo, marcado con el nombre de Declaraci~n de los derechos, como decía, ha fra- casade. Un signo precursor de estc fracaso se encuentra ya en la designación misma del autor dc una Declaración que se preiende de atcancc universal: Nilou~, peuple francais.. .

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El ejemplo del movimiento obsem es aun m& proba- toria del fracaso aludido. Su intemaciondismo de principio significaba exactamente que la Iucha de clases no recibia su legiiimidad de la iradicidn popular u obrera local, sino de una Idea a realizlu, la del mbajador emancipado de la condición proletaria. Sin embargo, sabemos que desde la guerra fran- copmsiana de 1870-1 871, Ia Internacional ha porfiado acctca de la cuesti6n de la Alsacia-Lorena, que en 1914 los smiaiistas aJemanes y franceses v o m n respectivamente los prcsupuesres nacionales de guerra, ek. El estalinismo, en tanto que "socia- lismo en un solo país" y la supresi6n del Kominlern, ratificaron abiertamente la superioridad del nombre propio nacional sohre el nombre universal de los soviets. La multipli- cxidn de la! Iiidhw por la independencia desde la Segunda Guerra Mundiai y e: reconocimiento de nucvm nombms nacionales soti hechrls que parecen indicar el refonarnicnto de las legirimidade!: locales y la disipacidn de un h~rizonte de ernancipaci6n. Los jdrencs gobiernos "independientes" son ex- pertos en depender servilmente del mercado capitalista mundial o bien dcl aparato polftico creada según el modeIo cstaiiniano, y las "izquierdas" que, en uno u olro caso, divisan este hori- zonte son eliminadas sin piedad. Como dice el slogara de la ac- tual extrema derecha francesa: los franceses primero (se sobre- en tiende: 1x5 likrtíqdes después).

Me diras que eslos repliegues hacia la legitirnihid Iocal son reacciones de resistencia a los efectos devastadores del impe- rialismo y de su crisis sobre las culturas particulares. Es verdad. y confirma el diagnóstico, incluso lo agrava. Porque Ia recons- titución del mcrcado mundial después de la segunda guerra mundial y la inuilnsa batalla econ6mico-financiera que libran hoy en día 1% empresas y los bancos multinacionales, sostenidos por los estados nacionales, para dominar este mer- cado, no traen consigo ninguna pcrcpec tiva de ~osmopoIiiisrno. Los pariicipanies en este juego aiin se jacwríin de alcanlar los objetivos que se fijaban el liberalismo económico o el keyne- sianisrno de la &poca moderna. Pero nos cuidaremos mucho de darles crédito pues claro está que SLP juego no reduce en absoluio

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sino quc se agrava la desigualdad de los bienes cn el munda y nada hace por romper las t'rontcraq, sino que se sirve de ellas con fines de especulación comercial y monetaria, El mercado mundial no hace una historia universal en el sentido de la modernidad. Las diferencias culturales, por om parte, son alen- tadas, forncniadas como mercancías turisricas y cultmles, con todos Ios recursos de la gama disponible.

es, en definitiva, el nosotros que uata de pnw esta situación de dcsfallecimienio, si ya ha dejado de scr el núcleo, la minoría, la vanguardia que anticipa hoy lo que deber6 ser la humanidad libre de rndana? Nosotros, que intentamos penar eslo, jesi;imos cnndcnados a no scr más que heroes ncgativos? Por lo menos, csiá claro que una figum del inte- lectual (Volmire, Zola, Sartre) eslj refiida con este dcsfalle- cimiento. Esta figura eslaba sostenida por la legitimidad reconocida de una Idea dc la ernancipacidn y, mal o bien, ha acompafiada a la historia de la humanidad. Pem la violencia de la critica opuesta a la escucla de tos años sesenta, seguida por la inexorable degradacidn de laq instituciones de cnselianm en lodos los países modernos, rnucstra basiante a las c lans que el saber y sn tmnsformacíón han dejado de ejercer la auioridad que hacia escuchar a los intelectuaies cuando &tos pamban de la cátcdra a la iribuna. En un univcrso donde el éxito consisie ch ganar tiempo, pcnsar no tiene m&? que un solo defecto, pcto incorregible: hace pcrrler el liernw.

Ha aqui, simplificada, la ciiesii6n que me plankco, es decir, que crm que me planleo. No tenga la intenci6n de responderla aqui; me propongo, si, discutirla. Ciertos clemen;tos dc elaboraciOn que no han sido anotados en esta memoria podrán ser expliciiaúos despuds de nuestra discusiiin. Pasada la &poca de los intelectuales y de los paidos, será interesante que en uno y om lado del Atlinrico comience, sin presunción, rndesta- rnentc, a wuxse una línea de resistencia al desfdlecimiento moderno.