luna negra ny'e - capitulo xii

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Capitulo: XXX Ny’e Tañían las campanas, de manera estruendosa, anunciando al nuevo Rey de Tirenia. Podía percibirse en el pueblo un ambiente de incertidumbre, generado quizá por la pronta asunción al mando del príncipe Hasrand. Más tarde la desconfianza del pueblo fue confirmada, debido a que la inexperiencia del joven monarca le había transformado en un ser codicioso y déspota. Aquellos tiempos de bonanza y prosperidad de Tirenia desaparecieron, y la pobreza en toda la región se extendió presurosamente. Aprovechando tal situación, los recaudadores oficiales habían inflado escandalosamente el impuesto que se cobraba en el reino, mientras que los ladrones de caminos iban en aumento cada vez. Un día mientras el Rey disfrutaba de su desayuno habitual, uno de sus servidores le dio la noticia de que parte del tesoro real había sido extraído, por algún habilidoso bandido. Sin embargo no logró precisar los objetos saqueados o su número, y se limitó a informar del acontecimiento. Tal noticia enfureció tremendamente al Rey, quien mandó pedir recompensa por la cabeza del ladrón. Desde aquél momento el país entero entró en el apogeo de la crisis, pues los soldados del reino tenían permitido entrar en casa de los ciudadanos a inspeccionar. Sin embargo, los soldados aprovecharon tal privilegio para saquear a cuanta vivienda ingresaran. A pesar del esfuerzo de Hasrand en descubrir al bandido, todos sus esfuerzos parecían infructuosos. Así que, decidido a atrapar a quien había osado desafiar su autoridad pidió a decenas de magos de la época sus servicios mágicos a fin de dar con la ubicación del ladrón. Ese método tampoco parecía resultarle efectivo, ya que ninguno de ellos era capaz de darle la ubicación correcta, junto con los tesoros extraídos de la bóveda del Rey. Mucho tiempo atrás los magos de su reino eran reconocidos por su gran destreza, pero en la actualidad la gran mayoría eran solo farsantes oportunistas. Por lo tanto, muchos de aquellos autodenominados magos fueron ejecutados más tarde, por órdenes directas del Rey. Al notar el resentimiento del pueblo, y previniendo una guerra civil, el

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Capitulo: XXX

Ny’eTañían las campanas, de manera estruendosa, anunciando al nuevo Rey de Tirenia. Podía percibirse en el pueblo un ambiente de incertidumbre, generado quizá por la pronta asunción al mando del príncipe Hasrand. Más tarde la desconfianza del pueblo fue confirmada, debido a que la inexperiencia del joven monarca le había transformado en un ser codicioso y déspota. Aquellos tiempos de bonanza y prosperidad de Tirenia desaparecieron, y la pobreza en toda la región se extendió presurosamente. Aprovechando tal situación, los recaudadores oficiales habían inflado escandalosamente el impuesto que se cobraba en el reino, mientras que los ladrones de caminos iban en aumento cada vez.

Un día mientras el Rey disfrutaba de su desayuno habitual, uno de sus servidores le dio la noticia de que parte del tesoro real había sido extraído, por algún habilidoso bandido. Sin embargo no logró precisar los objetos saqueados o su número, y se limitó a informar del acontecimiento. Tal noticia enfureció tremendamente al Rey, quien mandó pedir recompensa por la cabeza del ladrón. Desde aquél momento el país entero entró en el apogeo de la crisis, pues los soldados del reino tenían permitido entrar en casa de los ciudadanos a inspeccionar. Sin embargo, los soldados aprovecharon tal privilegio para saquear a cuanta vivienda ingresaran. A pesar del esfuerzo de Hasrand en descubrir al bandido, todos sus esfuerzos parecían infructuosos. Así que, decidido a atrapar a quien había osado desafiar su autoridad pidió a decenas de magos de la época sus servicios mágicos a fin de dar con la ubicación del ladrón.

Ese método tampoco parecía resultarle efectivo, ya que ninguno de ellos era capaz de darle la ubicación correcta, junto con los tesoros extraídos de la bóveda del Rey. Mucho tiempo atrás los magos de su reino eran reconocidos por su gran destreza, pero en la actualidad la gran mayoría eran solo farsantes oportunistas. Por lo tanto, muchos de aquellos autodenominados magos fueron ejecutados más tarde, por órdenes directas del Rey. Al notar el resentimiento del pueblo, y previniendo una guerra civil, el primer ministro Ryuen, recomendó a Hasrand inventar un ladrón. De manera que pudieran castigarle y de éste modo acabar con la cacería mientras sentaban un precedente para los opositores al reinado. Tal idea pareció agradarle al rey, así que sembraron la idea de que el bandido había sido capturado y entregaron la recompensa a un servidor del reino, cuya identidad fue falseada de modo que la historia pareciera creíble.

Un desafortunado prisionero fue a parar a la horca, para que así al fin se diese por concluida la cacería. Y por primera vez el rey se dirigió a la bóveda donde se guardaban los tesoros reales. Ingresó sólo y pidió a su guardia custodiar la entrada a la bóveda. Siguió un camino atiborrado de joyas toda clase de tesoros, hasta llegar a una cámara secreta cuya entrada se notaba abierta. El Rey parecía inquieto, pues se acercó temblorosamente a contemplar el interior. Con singular espanto, se cubrió la boca evitando que algún sonido innecesario escapara de su boca y alguien se percatara de lo que había descubierto. Con prisa retornó a su trono, mientras trataba de disimular su honda preocupación, sin embargo Ryuen notó la palidez en su rostro. A

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pesar de ello, el primer ministro de Hasrand se mantuvo en silencio. Desde aquel momento El rey envió decenas de investigadores continuar con la búsqueda del ladrón, pues era imperativo dar con su ubicación. De otro lado el destino parecía oponerse a sus planes, y durante meses las investigaciones no habían como esperaba.

Sucedió entonces que, el día noveno del séptimo mes, se hizo presente en las afueras del palacio un peculiar individuo. Iba vestido enteramente de negro, mientras una enorme capucha le cubría el rostro y apenas dejaba penetrar la luz. El encargado de la puerta del palacio le detuvo en el umbral, sin embargo el mago le dijo: “Debo pasar”, palabras suficientes para quebrantar la voluntad del oficial que debió retenerlo. Y cuando el mago había atravesado el umbral, guardia empezó a temblar como un niño, mientras se quedaba en silencio. Ya dentro del palacio, el Rey pudo percibir inmediatamente su presencia, sin embargo la guardia del palacio detuvo al mago antes de que se acercara demasiado ante la presencia del Hasrand. A pesar de ello, el mago comenzó diciendo:

- Su majestad, presento mis respetos ante su trono. Quiero hacerle una propuesta que podría poner fin a su incertidumbre, si me permite – mientras cada una de sus palabras resonaba en el palacio con bastante gravedad.

- Creo que no has oído lo que le sucedió a tus camaradas – contesto burlonamente –, no tengo interés en lo que me puedas ofrecer. Puedes marcharte – siguió con desgano.

- ¿Aun si eso significa no poder encontrar el objeto dejado por su padre? Con todo respeto, tal artefacto no podrá encontrarse en la forma en que se ha estado buscando hasta ahora, su majestad.

Luego de que el mago pronunciara tales palabras, Hasrand se quedó pasmado por algún momento, y enseguida mandó a sus guardias:

- Cerrad las puertas y dejadme a solas con él – Y una vez se encontraron solos continuó. – Yo nunca mencioné algún artefacto – dijo evidentemente intrigado – ¿Cómo es que tienes tal información?

- Su señoría, considero que actualmente eso no es de relevancia – dijo para avivar la duda en el rey –. Más importante, puedo decirle la ubicación exacta del sujeto que sustrajo la lámpara que le encargó su padre.

- El bandido me tiene sin cuidado. Lo que realmente deseo es recuperar esa lámpara. Si pudieras conseguirla para mí, puedes estar seguro de que vivirás holgadamente el resto de tus días.

- Ciertamente es una generosa propuesta, sin embargo debo desistir de ella. Mis servicios se limitan a entregarle al sujeto responsable del hurto. Puesto que esto no es lo que desea actualmente, he de retirarme. Pero tenga en cuenta que si su perspectiva cambia, bastará que pronuncie la inscripción de la lámpara, para que me haga presente ante su trono.

Al concluir su breve entrevista con el rey dio la vuelta y salió del palacio sin más. Camino unas pocas calles seguido por algunos escoltas del rey, aunque más tarde desapareció mezclado entre la multitud. Entretanto, un hombre finamente vestido presentaba sus respetos al rey y hacía entrega de una cuantiosa ofrenda de algún desconocido. Sobre el paquete había una

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nota que llevaba un sello sin nombre. Podía leerse: “Para los herederos al trono, un presente digno de la realeza de Tirenia”.

La noticia se extendió rápidamente por todo el reino, pues según se sabía que el primogénito del rey fenecido era hijo único en la familia real. Inmediatamente se calificó el hecho como un desafortunado exabrupto de algún noble, quien en su desconocimiento creyó que había más de un heredero al trono. Hasrand le restó importancia, sin embargo en el personal de servicio en palacio, algunos creían que el rey mantuvo una relación secreta. Fruto de ese posible romance, era posible que existiera uno o más herederos al trono.

Hasrand envió a individuos de confianza que recolectaran información de su padre, de modo que pudiera librarse de las dudas que le atormentaban. Todos los informes parecían indicar que ciertamente el rey le habría sido infiel a su esposa, y que fruto de aquella secreta relación habría tenido un vástago varón. Quizá viviendo cómodamente con el envío secreto de bienes que el rey le realizaba a su amante. Recordó también que cuando su padre le habló de la lámpara le mencionó el transmitirle tal mensaje a la siguiente generación de la familia real.

Eso podría indicar que el ladrón era realmente el hermano bastardo de Hasrand, y por ende debería recibir un doble castigo. Así que nuevamente emprendió la cacería, alegando que se trataba de un rutinario trabajo del ejército, para verificar la seguridad de su nación. Envió también un sinnúmero de especialistas que trabajaran para él en secreto, asegurando la captura de su hermano. Al ver que ninguno de sus esfuerzos resultaba, estableció leyes que les permitieran a los miembros del ejército hacer el inventario de cuanto poseían los ciudadanos. Todo eso generó un clima de desconcierto en todas partes del reino, y toda clase de vejámenes a la propiedad tuvo lugar durante aquella oscura época.

Sentado en su trono, Hasrand ardía en desesperación. Hasta que finalmente recordó el trato que le ofrecía el mago. Quiso llamarle, sin embargo su escolta lo había perdido de vista durante su última visita. En su mente apenas recordaba cómo era y las palabras exactas que habían intercambiado. “Sin tan sólo supiera su nombre, podría llamarle ahor… mismo” dijo mientras observó que en el centro de la estancia lucía de pie, como la última vez que le había visto.

- Antes de cumplir sus órdenes, ¿deberíamos negociar la retribución? – inquirió el mago.- Mientras no me pidas mi reino o mi riqueza, creo que podremos discutirlo – respondió

ávidamente.- No deseo ninguna riqueza que pueda ofrecerme, majestad. Tan sólo quiero que me

haga un favor, sin embargo prefiero pedírselo luego de haber cumplido con mi trabajo, si le parece bien.

- Creo que es justo – contestó –, podríamos hacer un intercambio una vez que cumplas tu labor. Ahora sin perder tiempo, ve a buscarle.

- Como mande, majestad – terminó.

En seguida el mago salió de palacio como la primera vez, y ni bien estuvo fuera el rey mandó a sus mejores escoltas que le siguieran a donde sea que fuera, sin perderle de vista. Al mismo tiempo el primer ministro se aproximaba al rey con rostro preocupado.

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- Su majestad, es mi deber informarle que mientras ese mago estuvo desaparecido, lo he mandado investigar y tengo que prevenirle de hacer cualquier trato con él.

- ¿Cuál es el problema Ryuen? Se claro.- Tengo informes de que se le ha visto entablando conversación con el rey de Littonia.

Además de aquello, usted sabe muy bien las mañas que tienen estos magos, cuando proponen algún trato, suelen servirse argumentos bastante dudosos.

- No debes preocuparte Ryuen, he enviado a esos escoltas para evitar que sea el mago quien me entregue al bandido. De éste modo evitaré el saldar alguna deuda con él.

- Admito que su plan es bastante astuto, majestad. Sin embargo deberíamos planear alguna estrategia si realmente no deseamos involucrarnos demasiado con ese mago.

- Te encargaré esa misión a tu mejor criterio, confío en que harás un buen trabajo – concluyo.

Entretanto, en las afueras de la ciudad el mago avanzaba pacientemente hacia el este del reino, seguido por los escoltas que había enviado el rey. Durante varios días caminaron siguiendo a un sujeto que parecía no cansarle ni el clima ni el tiempo. Inmutable por el sol o por la gente, el mago seguía su camino a paso constante. Pronto se encontraron cerca de la frontera con el reino de Littonia. El mago había ingresado a una hacienda bastante pobre, y se dirigió directamente a una precaria cabaña instalada cerca de la laguna que conectaba con el reino vecino.

El sol se hundía lentamente en el horizonte, que lucía un peculiar color rojizo. Una vez el mago se hubo acercado lo suficiente al umbral de la cabaña, dio unos cuantos golpes para llamar a su puerta. Esperó unos cuantos segundos hasta que fue atendido por el propietario. Al abrir la puerta éste, no pudo evitar sentirse extrañado por tener a ese extraño personaje ante él. El mago, sin embargo, en seguida comenzó diciendo:

- …Cuarto discípulo de Jeremías, el señor del Alta Esgrima. Dominador de 12 lenguas extranjeras y conocedor de las artes mágicas de Wittern, el mago dominador de bestias…

- No sé de qué habla, no conozco a esos personajes, ni he sido educado de tal manera… - antes que pudiera decir nada el mago le cortó diciendo.

- Obviamente no hablo de usted. Me refiero quien está aguardando del otro lado de esta laguna, en Littonia… - viendo el asombro en el rostro del joven prosiguió – se bien cuán difícil se ha hecho mantener contacto con esa persona. Sin embargo le ofrezco un trato para que esa distancia desaparezca de una vez por todas.

- No sé de qué me habla, creo que se ha equivocado – trató de eludirlo y empezó a cerrar la puerta.

- Esta podría ser su única oportunidad, sin embargo, ¿aun así se niega a aceptar mi ayuda?

Con la puerta semiabierta el joven se quedó pensando. La noche se había hecho presente en ese mismo instante, y la Luna ascendía lentamente sobre el oscurecido cielo. A lo lejos, los soldados observaban la escena. Escondidos entre el follaje se reunían, sabiendo que ese era el paradero del fugitivo malhechor. A pesar de ello, observaron que luego de esperar algún tiempo el mago ingresó a la cabaña. En seguida algunos se aproximaron cautelosamente a la

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vivienda. Sin embargo no pasaron ni cinco minutos para que el mago saliera de la chozuela. Se sentó enfrente de la puerta, y los espías dejaron de aproximarse. Notaron que el mago pretendía permanecer allí, tal vez por toda la noche. De inmediato empezaron a elaborar un plan que fuera capaz de distraer al mago mientras ellos secuestraban al ladrón y lo llevaban ante su majestad.

- Creo que deberíamos acercarnos más, y establecer una ruta viable – dijo uno de ellos.- Ese sería el procedimiento en una situación más convencional, pero estando ante un

mago es algo arriesgado. No sabemos qué tipo de sortilegios nos encontraremos en el camino – opinó un segundo personaje.

- Aún si actuamos con cautela, tenemos que llegar hasta donde se encuentra nuestro objetivo. Eso significa que tendremos que hallar la forma de ingresar hasta la vivienda – Medito un tercero.

- Si es así, enviemos a un investigador – dijo finalmente el primero que había hablado.

Todos estuvieron de acuerdo en este punto, y decidieron usar unas pajillas para decidir quién se encargaría de esa labor. Una vez decidido esto último, lo enviaron y esperaron su retorno. Tuvo que pasar alrededor de media hora para que el investigador volviera. Sin embargo, cuando volvió parecía confundido.

- No entiendo como llegue acá – explicó, mientras volteaba el rostro hacia donde estaba la cabaña y se sostenía la cabeza con la mano derecha.

- Enviemos a otro, al parecer tenemos a un cobarde entre nosotros – dijo uno de ellos en seguida.

El enviado no refutó eso, aunque seguía confundido. Emplearon el mismo método que la primera vez para decidir quién sería enviado por segunda vez. Y una vez lo decidieron éste estaba a punto de marcharse, cuando el anterior enviado lo retuvo para decirle algo. “Te recomiendo que no intentes ir por detrás. Cada vez que lo intenté resultaba avanzando en dirección contraria a la que inicié”. Aquellas palabras llenaron de intriga a los que alcanzaron a escucharlas, pero no dijeron nada.

Nuevamente esperaron a que regrese el enviado, y no pasaron más de 7 minutos hasta que volvió. En su rostro se reflejaba la confusión y el miedo. De inmediato se acercaron a preguntar por qué había vuelto tan pronto y la respuesta que obtuvieron fue:

- Hice lo que me recomendó el primero, y fui directo hacia mi objetivo. Sin embargo, a pesar de que veía al mago estar en el umbral de la puerta, cuando daba un par de pasos estaba enfrente de mí. Parecía ver directamente hacia donde estaba yo, e intenté perderlo en un par de ocasiones, pero luego decidí regresar al ver que era imposible.

Aunque parecía un relato descabellado, muchos de los presentes estaban de acuerdo en que era posible. Ninguno de ellos estaba familiarizado con las ciencias mágicas, tal vez por descuido de Hasrand, quien no había previsto este inconveniente. Sin importar su desconocimiento, decidieron aventurarse. Todos reunidos fueron directo hacia donde se hallaba el mago. Pensaron en deshacerse de él directamente y por la fuerza. De otro lado, el

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mago ni se inmutó al verlos dirigirse llanamente hacia donde se ubicaba. Los soldados del rey, tomaron sus armas y las empuñaron decididos, aunque a medida que se aproximaban la distancia parecía hacerse más grande entre ellos y el mago. Gritó uno de ellos: “No teman. Avancen con todo lo que tienen!” y emprendió la carrera. El resto le siguió enseguida, pero ninguno de ellos estaba preparado para lo que sucedería luego. Alrededor suyo, el tiempo parecía congelarse, mientras un gran peso caía sobre ellos y sus cuerpos eran vencidos lentamente. La oscuridad los envolvía, mientras sus ojos iban cerrándose. Al poco rato, todos habían perdido la conciencia y yacían tendidos sobre el suelo. En ese momento empezó a caer una llovizna que se prolongó hasta el amanecer.

AL siguiente día, uno de aquellos soldados despertó del letargo. Aun estando amodorrado, vio que el mago dirigía sus manos hacia el cielo cubierto de nieves. Ante su llamado éstas se abrieron, y dejaron salir de ellas a un ave enorme. Se montó en ella el bandido, y fue conducido por los aires inmediatamente. Entre tanto, el mago tomo un poco del lodo de la tierra e hizo una pequeña bola con ella. La lanzó a los aires, mientras el soldado la contemplaba, y en seguida cuando la bola de fango cayó al suelo se percató que el mago había desaparecido.

Más tarde, el mago se hacía presente antes las puertas de palacio, al lado del bandido. El ave que el mago había invocado, al cumplir su tarea se retiró volando hacia las montañas cercanas y nunca más fue vista por alguien de esa ciudad. No hizo falta que el mago llamara a la puerta, pues los guardianes de la entrada estaban advertidos de la llegada del mago. En poco, se hallaban ante el trono tanto el mago como el ladrón. Hasrand vio al ladrón, quien era un joven un par de años menor que él, y de inmediato reconoció la estirpe de su familia. Confirmó entonces las sospechas que habían surgido un tiempo atrás, sobre la infidelidad de su padre el difunto rey. No hacían falta más pruebas, que aquella que tenía ante sus ojos. Envió a un par de soldados que arrestaran al ladrón y lo condujeran a las mazmorras, mientras evitaba que la cólera se apoderara de él.

- He cumplido con mi parte del acuerdo. Espero nuestro acuerdo sea recíproco, su majestad – comenzó diciendo el mago.

- Tal como prometí la última vez que estuviste ante mí, voy a cumplir mi palabra de beneficiarte. Sin embargo, aún hay otra cosa que debo solicitarte – continuó Hasrand.

- Sé bien lo que desea solicitar su majestad. Y aunque de la misma manera en que llevamos nuestro primer acuerdo, usted ha de concederme un favor en reciprocidad, me gustaría cambiar esta última parte de nuestro nuevo contrato.

- No me opongo a tal decisión. Asumo que será juicioso al decidir qué es lo que pedirá más tarde, sabiendo que ni las riquezas de mi reino, ni el estatus que poseo, le serán concedidos.

- No reclamaré ningún bien terrenal, su majestad. En cambio, conforme a nuestro primero acuerdo, mi deseo sólo puede ser concedido por quien ha solicitado mi ayuda. De modo que al haber terminado esta segunda misión, mi deseo es que su majestad no vuelva a solicitar mi ayuda nuevamente.

Esa solicitud fue por demás extraña, pero Hasrand la aceptó sin vacilaciones. La nueva misión del mago era invadir el país vecino, Littonia. Las preparaciones para tal efecto se habían

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dispuesto con mucha anticipación. Ryuen acompañaría al mago hasta que la invasión se llevara a cabo, pues la misión del mago era simple según Hasrand. “Debes destruir la muralla que separa mi reino y el de Littonia”, había dicho el rey. Así que las numerosas tropas se encaminaban hacia las tierras donde hasta hace poco se hallaba la hacienda en la que vivió el bandido. Entretanto, los espías enviados por el rey volvían a la capital del reino. Comparecieron ante el rey, informando de cuanto había sucedido en el transcurso de su largo viaje, y de la razón por la cual no habían podido cumplir su misión. Al escuchar los relatos fantásticos de los espías, Hasrand se convenció de que la invasión podría llevarse a cabo sin inconvenientes. Degradó a todos los implicados en el seguimiento al mago, pero ese fue todo el castigo que les impuso. Sin duda deseaba concentrarse en el bandido, hijo bastardo de su padre, y primero averiguar las razones por la cuál habría hurtado ese artefacto de la familia real. Cuando Hasrand se hallaba por los corredores se encontró con Ryuen, quien se había retrasado en su partida hacia la invasión.

- ¿Ryuen, porque aun sigues acá? – pregunto el rey.- Su majestad, recibí algunos informes acerca del mago con el que estamos tratando.

Todos ellos me confirman que hay cierta relación entre el rey de Littonia y él. Por lo cual me veo en la necesidad de informárselo antes de partir al campo de batalla. – respondió el primer ministro.

- Precisamente es esa la razón por la cual se lo encargo. Quiero generar discordia entre él y el rey de Littonia, para que sean ellos quienes se deshagan de nuestro pequeño problema – contestó algo aburrido, pero al notar el rostro preocupado de Ryuen continuó diciendo – El símbolo de la familia real ha sido recuperado, esto quiere decir que estoy protegido de cualquier ataque o maldición. Mi familia ha tratado con magos desde tiempo antiquísimos, no debes preocuparte por mí. Lo que quiero ahora, es que te dirijas a supervisar que todo vaya de acuerdo a los planes – finalizó.

Ryuen no objetó nada más y se marchó prontamente. Luego de algunos días se establecieron campamentos provisionales, mientras esperaban que el milagro de derribar las murallas de que separaban Littonia de Tirenia sucediera. Finalmente un buen día el mago dijo: “Que las tropas se preparen, hoy será el día en que el muro que separa ambos reinos caiga”. Ryuen se acercó cautelosamente hasta donde el mago, había preparado un circulo extraño para realizar algún tipo de conjuro. Tomó un poco de tierra del suelo, y soltó el polvo en el aire mientras extendía sus manos al cielo. Luego de bajar los brazos, pasaron unos segundos hasta que las murallas empezaron a caer estremeciendo toda la tierra. En seguida el general de las tropas emitió un grito de guerra y se dirigió hasta el otro lado de la muralla. El mago volvió se dio la vuelta y regresó sin mirar atrás ni por un segundo. Ryuen percibió algo extraño en ese instante, pues creyó ver la sonrisa macabra del mago a través de la sombra de su capacete negro.

Cuando el mago estuvo de vuelta en palacio, la noticia oficial indicaba que la invasión se había realizado exitosamente. Aunque la verdadera historia fue velada, pues no hay mérito en invadir tierras que habían sido abandonadas. Desde aquella incursión, las tierras invadidas se encontraban en posesión de numerosas tropas para protegerla, sin embargo algo no parecía ir bien. Hasta ese momento, ningún ciudadano de Littonia se había aproximado hasta las tierras recientemente conquistadas. Ni se había visto ganado alguno, pastarse en los amplios campos de esa región. Mientras tanto el mago hacía su entrada misteriosa al palacio de Hasrand.

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- Veo que no has tenido problemas en cumplir con tu parte de nuestro acuerdo – dijo el rey una vez el mago estuvo ante su presencia.

- Eso es correcto, majestad – respondió con solemnidad. Considero que en este punto nuestros contratos verbales deben llegar a su fin. Así que exigiré mi compensación por cuanto he obrado en favor de usted.

- Quiero que trabajes para mí. He visto que tus procedimientos poco convencionales son efectivos y es todo lo que necesito saber. No aceptaré un no por respuesta. – propuso inmediatamente.

En ese momento algunos esclavos salieron de una puerta, guiados por un robusto guardián. Entre ellos podía reconocerse con entera claridad, a quien hace un tiempo fuera el bandido e hijo ilegítimo del anterior rey.

- No estoy obligado a obedecer sus deseos, alteza. De otro lado, no veo la necesidad de mandar llamar a tantos homólogos míos a una reunión que solamente nos concierne a ambos. Ni de cercar palacio con un número tan grande de soldados, por mi sola presencia – dijo con calma.

- Mis tropas aún no han conquistado Littonia, por lo cual la deuda entre nosotros todavía no ha sido pagada – dijo sin prestar atención a lo que había dicho el mago…

- … Eso es inexacto, debido a que mi misión consistió en hacer caer las murallas que separaban ambos reinos. Debido a esto enunciaré cual será mi pedido, majestad.

Hasrand instintivamente sentía una amenaza proveniente del misterioso mago, así que enseguida mandó a los brujos y hechiceros que había mandado llegar, junto con las tropas que cercaban el palacio detuvieran al mago. Los hechiceros y brujos salieron de todas partes, y lanzaron numerosos conjuros al mago, mientras que otros convocaban bestias feroces y las dirigían hacia él. Aquel hombre de la túnica negra, cuya magia era totalmente desconocida, se quedó inmóvil ante semejante ola de ataques. Todo el ambiente alrededor de él estaba cubierto de una espesa neblina, de aspecto único y enrarecido. Las bestias no emitían ruido alguno, y nadie sabía si el mago seguía vivo o no.

- Si esta es la voluntad de su alteza, entonces déjeme mostrarle la voluntad de su pueblo – dijo el mago, estando al lado del hijo ilegítimo.

En aquel preciso instante, se hicieron presentes los soldados de Hasrand, ingresando por todas las puertas.

- ¿Qué esperan? Sigan atacando! – gritó, pero todos los hechiceros cayeron inconscientes.

- Señor tenemos informes de que las tropas invasoras han perecido durante un terremoto – dijo un soldado recién llegado, pero nadie alcanzó a escucharlo.

El mago levantó al ladrón, ahora convertido en esclavo, y le rompió la desgastada camisa que llevaba encima. Lo volteó a la mala, para mostrar a todos lo que había en su espalda. Dentro de todas las cicatrices de azotes que había recibido desde su llegada, podía distinguirse un símbolo familiar: El símbolo del rey de Tirenia.

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- Lo llevan todos en vuestros escudos de armas. El símbolo de la familia real. – en ese instante el esclavo cayó inconsciente y ese hombre encapuchado lo dejó caer. El pueblo exige la cabeza del rey, y yo haré caso de sus deseos – Prosiguió, mientras Hasrand vociferaba, y algunos confundidos soldados se dirigían hacia el mago. Exijo la vida del rey…

Cuando termino de decir eso el mago también cayó al suelo, y uno de los soldados al aproximarse reconoció en su figura a uno de los ministros del Hasrand. Mientras tanto, éste se agarraba con fuerza el pecho, sintiendo tal vez algún indescifrable dolor, cayó de rodillas y murió. Ryuen llegó presuroso a palacio, y vio esa desconcertante escena sin saber qué hacer. Algunas horas más tarde, el ministro que fue hallado con la túnica oscura fue ejecutado por orden de Ryuen mientras aún estaba inconsciente. El destino de Tirenia ahora estaba en manos de su primer ministro, quien no atinaba entender algo de lo que había sucedido. Pasaron algunos días hasta que antes de ser vencido por la locura, decidió encargarle el reino, a su legítimo sucesor. Mientras tanto él se retiró a las montañas a meditar, y a encontrar paz para su alma. Cuando el bandido despertó, se vio rodeado de toda clase de lujos, y una gran corte atendiendo sus necesidades. En ese momento recordó la reunión que había tenido con el mago:

“Una vez el mago ingresó en su vivienda, el espacio pareció comprimirse y sintió que el tiempo se dilataba.

- La princesa de Littonia es una gran mujer. Estoy seguro de que corresponderá a sus sentimientos. Pero para alcanzarla es preciso que alcance el estatus que ella tiene actualmente – dijo enseguida el mago.

- ¿Y cómo podré conseguirlo? No soy más que un campesino. Tan sólo tengo dudas y miedo en mí, no merezco a una mujer como ella.

- No voy a discutirte nada de eso, pero puedo hacer que tengas lo que deseas. Sólo dime que es y lo cumpliré.

- No vas a hacerme un favor gratuito, eso lo sé. ¿Qué pedirás a cambio?- Quiero que me entregues la lámpara que hurtaste del rey, una vez que yo haya cumplido con mi parte.- Mi madre me dijo que ese era un instrumento precioso, y que nunca debería entregárselo a nadie que no

fuera de la familia.- Entiendo, entonces quiero que me des el derecho de poseerlo durante 1 día. Terminado este plazo lo

devolveré sin falta.- Si eres capaz de cumplir con mis demandas, con gusto aceptaré esta propuesta.- ¿Bien entonces dime que es lo que deseas?- Quiero dos cosas. Primero: que te deshagas de todos los políticos y militares que han hecho de Tirenia un

reino corrupto. Y segundo: que me des el estatus necesario para pedir la mano de Sasha, princesa de Littonia.

- Siendo eso lo que deseas, conduciré a las tropas de Hasrand hasta las tierras de Littonia. Allí en medio de sismos todos los implicados en las barbaries cometidas perecerán. Los miembros de ese pueblo ya han sido advertidos de abandonar sus tierras y me mantengo en buenos términos con el reino vecino, así que sus relaciones diplomáticas están aseguradas.

- Siendo así no veo razón por la cual deba dudar – dijo vacilante.- Me gustaría recomendarle que una vez haya obtenido el trono de Tirenia, cambie su nombre a uno más

propio de un soberano.

Dicho eso, el ambiente volvió a su aspecto habitual. Sin embargo el mago aún no había concluido.

- Esta es una semilla que he cultivado en mi huerto, tiene un sabor peculiar – dijo mientras le daba una al bandido, y éste se la comía en seguida. Tiene la propiedad única de hacer olvidar ciertos fragmentos de memoria durante un tiempo. Por ejemplo, debo decirle que para llegar a ascender hasta el trono, usted sufrirá indecibles dolores. Pero esto no debe preocuparle por que mañana al amanecer no recordara esta

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parte de nuestra plática. Y tan sólo cuando se le conceda el derecho de llevar las vestiduras reales recuperará este recuerdo. Hasta el día de mañana joven príncipe… - Termino diciendo eso, mientras el bandido algo confundido se recostaba en su catre.”

Cuando se hizo pública la noticia de que un nuevo rey asumiría las riendas del gobierno, gran parte del pueblo se hallaba temerosa de que fuera otro tirano. El bandido pensó acerca de ese punto, y decidió cambiar su nombre, además de anunciar que se trataba de alguien que nunca había tenido relación alguna con el anterior gobierno. Pretendía de este modo iniciar una nueva era en su gobierno. Escogió por nombre Angus y fue proclamado rey en seguida. Tiempo más tarde restableció las desgastadas relaciones diplomáticas con Littonia, y pudo al fin pedir la mano de la princesa Sasha. El orden retornó a ambos reinos y un día mientras hablaban del futuro de sus dos niños, Sasha le contó que había conocido al mago también. Angus se sorprendió bastante, al saber que habían sido los mismos miembros de la armada de Littonia quienes habían mermado la resistencia de los cimientos de la muralla. Aquél día sólo esperaban la señal del mago (cuando levantó las manos), para hacer caer la muralla.

Angus se preguntó cuanto de lo que el mago había hecho, no eran más que artificios muy elaborados. Pero no obtendría la respuesta simplemente meditando al respecto. La manera de actuar del mago era intrigante, y su mismo objetivo también lo era. Pidió un poseer un día aquella lámpara, pero fue ejecutado antes de llegar a ella. Angus vivió por un largo tiempo, pero cedió el gobierno a uno de sus hijos, cuando éste alcanzo la edad apropiada. Mientras tanto, en su retiro conoció a Ryuen, en un templo ubicado en las montañas. El ex primer ministro lo reconoció enseguida, aunque Angus no lo hizo. Le preguntó Ryuen como le estaba yendo al rey de Tirenia, y Angus le contó que la paz había retornado a su país. Esto dejó satisfecho a Ryuen, y luego de un largo tiempo en meditación decidió volver a la ciudad. Más tarde, cuando Angus volvió a casa vio a Sasha muy entusiasmada, disponiendo la casa junto con los criados, pues esperaban la visita de uno de los príncipes. Al rato Angus escuchó llamar a la puerta, sin embargo nadie más parecía escuchar, así que fue personalmente a cerciorarse.

Ante su sorpresa, vio al mago parado en el umbral esperando por él. Se dirigió con presteza y comenzó diciendo:

- Creí que habías perecido hace tiempo.- Ese fue el cuarto ministro, quien había ordenado saquear las viviendas del pueblo, y

reunir el valor en oro para su propio tesoro. Fue tu deseo que lo castigara.- De acuerdo – dijo sorprendido al escuchar esa respuesta. Entra, te conduciré hasta la

bóveda en la cual he guardado la lámpara – dijo mientras lo dirigía al interior de un cuarto secreto ubicado en el jardín. He esperado hasta que aparecieras, una vez me lo retornes se lo heredaré al siguiente rey.

- De acuerdo, después de esta reunión no nos volveremos a ver, así que si tienes alguna duda, es momento de que preguntes.

- Bueno, mi padre me dijo que mientras poseyera la lámpara ningún hechizo podría hacerme efecto, y el destino siempre me favorecería. Ya que tu vida está inmersa en el mundo de la magia, podrias explicarme ¿por qué mi hermano murió? y ¿por qué viví en la pobreza durante tanto tiempo?

- Es simple, tu hermano me cedió su voluntad, así que no usé ningún hechizo contra él. Y viviste en la pobreza, porque la lámpara no te había escogido a ti.

Page 11: Luna negra   ny'e - capitulo xii

- Tengo una pregunta más, ¿Qué significa Ny’e?- Ny’e es la lámpara que atrae la fortuna. El regalo

de tu padre es la voluntad de los que fueron beneficiados con el destino – finalizó, y se marchó sin decir más.

Al amanecer del siguiente día la lámpara estaba sobre la mesa de Angus. En seguida Angus heredó esa pieza al rey, y se deshizo de ella. Pero el nuevo rey no sabía que la palabra Ny’e había desaparecido de la inscripción interna de la lámpara cuya ubicación nadie conocía.