ludwig von mises - relativismo epistemologico

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  • 7/29/2019 Ludwig Von Mises - Relativismo Epistemologico

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    Relativismo epistemolgico en las ciencias de la accin humana

    Ludwig von Mises

    I

    Hasta el siglo XVIII, los historiadores casi no prestaron atencin a los problemasepistemolgicos de su disciplina. Al referirse al tema objeto de sus estudios hablaban, una yotra vez, de algunas regularidades que tanto ellos como su pblico consideraban vlidaspara cualquier tipo de accin humana, independientemente del tiempo y del lugargeogrfico, as como de las cualidades personales e ideas de los individuos actuantes. Sinembargo, no se plantearon la cuestin de si estas regularidades eran inherentes a laverdadera naturaleza de la accin humana o, por el contrario, ajenas a ella. Aunque sabanmuy bien que el hombre no puede conseguir todo lo que desea, no se preguntaron si laslimitaciones de su poder estaban determinadas completamente por las leyes de la naturalezay por la milagrosa intervencin de la Divinidad en ellas o por el poder superior de otros

    hombres.Los historiadores, como todos los dems, tambin distinguieron entre la conducta acordecon las leyes morales y aquella que las transgrede. Pero tambin, como todos los dems,tenan plena conciencia de que en esta vida la violacin de las leyes de la tica no impidenecesariamente alcanzar los fines deseados. Cualquiera que sea la suerte que le espera alpecador despus de la muerte y en el da del Juicio Final, los historiadores no pueden menosque darse cuenta de que en la tierra a veces le va muy bien, mejor que a muchos hombrespiadosos.Cuando los economistas descubrieron que en la secuencia e interdependencia de losfenmenos del mercado prevalece la regularidad, se abrieron perspectivas totalmentenuevas. ste fue el primer paso hacia una teora general de la accin humana, la

    praxeologa. La gente se dio cuenta por primera vez de que el xito de la accin humanadepende de que est subordinada no slo a las llamadas leyes de la naturaleza sino tambina las leyes especficas que rigen dicha accin. Algunas cosas, que si se las considera desdeel punto de vista de las ciencias naturales no parecen imposibles, no pueden ser realizadasni siquiera por los funcionarios ms eficientes de un gobierno poderoso.Es obvio que las pretensiones de esta nueva ciencia no pueden dejar de ser ofensivas, y estodesde tres puntos de vista. En primer lugar, estn los gobiernos. Ni a los dspotas ni a lasmayoras democrticas les gusta saber que su poder no es absoluto. Emprenden una y otravez polticas destinadas a fracasar, y fracasan porque no toman en cuenta las leyes de laeconoma. Pese a ello, no aprenden la leccin y recurren a numerosos seudoeconomistaspara desacreditar lo que llaman las enseanzas abstractas (i.e., vanas) de la economacorrecta.Hay, pues, doctrinas ticas que echan sobre la economa el fardo del materialismo tico, porconsiderar que el hombre debe apuntar exclusivamente, o en primer lugar, a la satisfaccinde los apetitos de los sentidos. Se niegan obstinadamente a aceptar que la economa esneutral con respecto a la eleccin de los fines ltimos y que slo le interesan los mtodospara alcanzar dichos fines, sean stos cuales fueren.

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    Algunos autores, por ltimo, rechazan la economa por su supuesto enfoque ahistrico.Los economistas pretenden que se reconozca validez absoluta a lo que llaman leyes de laeconoma; afirman que en el curso de los asuntos humanos interviene un factor quepermanece inmutable con el fluir de los acontecimientos histricos. Para muchos autoressta es una tesis indefendible que, si se la acepta, conduce a los historiadores a una

    irremediable confusin.Al ocuparnos de esta clase de relativismo debemos tener en cuenta que debe su popularidada consideraciones prcticas, no epistemolgicas. La economa ha hecho notar que muchaspolticas ampliamente promovidas no tuvieron como resultado los efectos que esperabanconseguir los gobiernos que las implementaron sino otros que -desde el punto de vista delos que defendieron y aplicaron esas polticas- fueron aun ms insatisfactorios que lascondiciones que se trataba de cambiar con ellas. La nica conclusin que puede inferirse deesto es que esas medidas eran contrarias a la finalidad que se persegua y que su derogacinhabra de favorecer los intereses de todos a largo plazo, o sea, el inters general bienentendido. Esto explica las acerbas crticas dirigidas contra la funesta ciencia por todosaquellos cuyos intereses a corto plazo haban sido beneficiados por esas polticas. Los

    escrpulos epistemolgicos de algunos filsofos e historiadores hallaron una respuestaentusiasta por parte de los aristcratas y terratenientes que ansiaban preservar sus antiguosprivilegios y de los pequeos comerciantes y asalariados que deseaban adquirir privilegiosnuevos. Las escuelas histricas europeas y el institucionalismo norteamericano ganaronun apoyo poltico y popular que por lo general se niega a las doctrinas tericas.No obstante, el establecimiento de este hecho no debe hacernos menospreciar la seriedad eimportancia de los problemas involucrados. El relativismo epistemolgico que se expresaen las obras de algunos historicistas, por ejemplo en las de Karl Knies y Max Weber, noest motivado por el celo poltico. Estos notables exponentes del historicismo estabanexentos, hasta donde era posible estarlo en los medios acadmicos de la Alemania de sutiempo, de cierta predileccin emocional en favor de las polticas intervencionistas y del

    prejuicio chauvinista contra la ciencia econmica desarrollada en otros pases, i.e.,Inglaterra, Francia y Austria. Knies escribi, adems, un libro muy importante acerca de lamoneda y el crdito y Weber demostr el carcter anticientfico de los juicios de valor, conlo cual dio el golpe de gracia a los mtodos aplicados por las escuelas de Schmoller yBrentano. Sin duda, en los argumentos de los campeones del relativismo histrico hayciertos puntos que deben ser aclarados.

    II

    Antes de abocarnos a un anlisis de las objeciones que se plantean contra el absolutismode la economa es necesario sealar que el rechazo de sta por parte de los representantesdel relativismo epistemolgico no tiene nada que ver con el repudio que manifiestan lospositivistas hacia los mtodos empleados actualmente por los historiadores.El positivismo considera que el trabajo de los historiadores no es ms que charlatanera o, alo sumo, acumulacin de enormes cantidades de materiales que no saben cmo usar. Lo quehace falta es una ciencia de las leyes que rigen los acontecimientos histricos, ciencia quedebe ser desarrollada empleando los mismos mtodos de investigacin que hacen posibledesarrollar empricamente las ciencias naturales.

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    La refutacin de la doctrina positivista con respecto a la historia se debe a varios filsofosalemanes, sobre todo a Wilhelm Windelband y a Heinrich Rickert, quienes sealaron en quconsiste la diferencia fundamental entre la historia, o sea, el registro de las acciones de loshombres, y las ciencias naturales. La accin humana es deliberada, dirigida hacia finespreviamente elegidos y definidos y no se la puede considerar independientemente de ellos;

    en este sentido -y slo en este sentido-, la historia es finalista. En cambio, el concepto defines y causas ltimas es ajeno a las ciencias naturales.Hay otra diferencia esencial. En las ciencias naturales es posible realizar experimentos delaboratorio que permiten observar los cambios que se producen al alterar slo uno de losfactores intervinientes, permaneciendo invariables todos los dems. De este modo se puedeencontrar lo que esas ciencias denominan hechos experimentalmente establecidos. En elmbito de la accin humana no se pueden aplicar esas tcnicas; cada experiencia eshistrica, i.e., una experiencia de fenmenos complejos, de cambios producidos por laoperacin conjunta de un sinnmero de factores. Una experiencia de esta ndole no puedetener como resultado hechos, en el sentido en que emplean este trmino las cienciasnaturales. No hay un teorema que pueda ser verificado o falsado. Si no se la pudiera

    interpretar valindose de una teora derivada de otras fuentes distintas de la experienciahistrica, sera un enigma inexplicable.Por supuesto, Rickert y los otros autores del grupo al que perteneca, los filsofos de laAlemania sudoccidental, as como los historiadores que compartan sus concepciones, nollegaron tan lejos como para arribar a la conclusin que hemos expuesto. Para ellos,profesores de las universidades alemanas a fines del siglo XIX y comienzos del XX, la solaidea de que pudiera haber una ciencia que postulara la tesis de la validez universal de todaaccin humana, independientemente del tiempo, el lugar geogrfico y las caractersticasraciales y nacionales de las personas, era desconocida. En el clima espiritual del SegundoReich se daba por sobreentendido que las pretensiones de una teora econmica abstractaeran vanas y que la wirtschaftliche Staatswissenschaften (los aspectos econmicos de la

    ciencia poltica), una disciplina enteramente histrica, haba reemplazado a lasinsustanciales generalizaciones de la escuela de Hume, Adam Smith y Ricardo. Desde elpunto de vista de esos hombres, la nica manera de considerar cientficamente la accinhumana -fuera de los mbitos de la teologa, la tica y la jurisprudencia- era la historia. Suempirismo radical les impeda cualquier consideracin de la posibilidad de una ciencia aprioride la accin humana.El dogma positivista que demolieron Dilthey, Windelband, Rickert y sus seguidores no erarelativista. Por l se postulaba una ciencia -la sociologa- que extraera del tratamiento delos datos empricos proporcionados por la historia un cuerpo de conocimiento que sera tantil para el pensamiento, con referencia a la accin humana, como la fsica lo era respectode los fenmenos naturales. Estos filsofos alemanes demostraron que no era posibleelaborar tal ciencia general de la accin con un razonamiento a posteriori. Ni siquiera se lesocurri la idea de que poda ser producto de un razonamiento a priori.

    III

    Los economistas clsicos intentaron trazar una neta lnea de demarcacin entre lasactividades puramente econmicas y todos los dems intereses y acciones humanas; ste

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    fue su error. Su gran proeza fue el descubrimiento de que en la concatenacin y en lasecuencia de los fenmenos del mercado predomina una regularidad comparable con la queexiste en la concatenacin y secuencia de los fenmenos naturales. No obstante, al ocuparsedel mercado y de sus relaciones de intercambio se vieron frustrados porque no habanpodido resolver el problema de la valuacin. Pensaban que en los intercambios

    interpersonales los objetos no eran valuados de acuerdo con su utilidad, ya que si fuera asel hierro tendra un valor ms alto que el oro. No advertan que la aparente paradoja sedeba nicamente a su formulacin viciosa del problema. Los juicios de valor que realizanlos hombres actuantes no se refieren al hierro o al oro como tales, sino siempre acantidades determinadas de cada uno de esos metales entre las que se ven obligados aelegir, ya que no pueden tener las dos. Los economistas clsicos no descubrieron la ley de lautilidad marginal, lo cual les impidi llegar al origen de las transacciones del mercado, asaber, las decisiones de los consumidores. Solamente se ocuparon de las acciones de loscomerciantes, para quienes las valuaciones de los consumidores son simples datos. Slopara ellos tiene sentido la famosa regla segn la cual hay que comprar en el mercado msbarato y vender en el ms caro; para los consumidores no significa nada.

    De esta manera los economistas clsicos, obligados a limitar su anlisis a las actividadescomerciales, elaboraron el concepto de una ciencia de la riqueza o de la produccin ydistribucin de la riqueza. Segn su definicin, riqueza es todo aquello que puede sercomprado o vendido. Desde el punto de vista ventajoso de esta ciencia, los esfuerzosdestinados a la obtencin de riquezas eran considerados como una esfera de actividadesparticular, y todos los dems intereses humanos, slo como elementos perturbadores.En realidad, pocos economistas clsicos estaban conformes con esta limitacin de la esferade accin de la economa, pero sus esfuerzospara encontrar un concepto ms satisfactorio fueron infructuosos hasta que los marginalistassustituyeron las diversas tentativas frustradas de los economistas clsicos y de sus epgonospor la teora del valor subjetivo. Como se consideraba que el tema del anlisis econmico

    era el estudio de la produccin y distribucin de la riqueza, era preciso distinguir entre lasacciones econmicas y no econmicas del hombre. Por ende, la economa apareca comouna rama del conocimiento que se ocupaba slo de un segmento de la accin humana.Aquellas acciones de los hombres que caan fuera de este campo no eran de la incumbenciade los economistas. Precisamente el hecho de que los adeptos de la nueva ciencia noabordaran aquellos asuntos humanos que, a su juicio, eran extraeconmicos apareca antelos ojos de muchos como una desestimacin de esos asuntos dictada por un insolenteprejuicio materialista.La economa moderna, con su doctrina de la interpretacin subjetiva de la valuacin, ve lascosas desde un ngulo diferente. En este contexto carece de sentido la distincin entre fineseconmicos y otros que supuestamente no lo son. Los juicios de valor que hacen losconsumidores no slo expresan sus esfuerzos en procura de ms bienes materiales,tangibles, sino adems los que realizan en favor de todos los dems intereses humanos. Seha superado el estrecho punto de vista de una ciencia de la riqueza material. Ms all de ladisciplina de la riqueza se desarrolla una teora general de todas las elecciones realizadaspor los hombres actuantes, una teora general de la accin humana, cualquiera que sea: lapraxeologa. La conducta de los hombres en el mercado pone de manifiesto, adems de susdeseos de adquirir ms bienes materiales, todas sus otras preferencias. Los precios de

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    mercado reflejan no slo el lado materialista del hombre sino sus ideas filosficas, susconceptos ticos y sus convicciones religiosas. La observancia de los preceptos religiosos -la construccin y el mantenimiento de templos para el culto, la prohibicin de trabajar enlos das santos, la evitacin de ciertos alimentos, siempre o en das y semanas especficos,la abstencin de bebidas alcohlicas y de tabaco, la obligacin de ayudar a los necesitados,

    y muchos otros- es uno de los factores determinantes de la oferta y la demanda de bienes deconsumo y, con ello, del manejo de los negocios. En lo que respecta a los fines ltimos quelos individuos aspiran a alcanzar, la praxeologa es neutral; lo que le interesa no son losfines, sino simplemente los medios para llegar a ellos, el hecho de que sean adecuados o nopara lograr los fines buscados.En los ltimos ciento cincuenta aos se ha publicado una enorme cantidad de obrascontrarias al enfoque de la economa, todas las cuales desarrollan un nico argumento. Susautores repiten una y otra vez que el hombre, tal como verdaderamente es y acta, no slose esfuerza por conseguir ms comodidades materiales sino que tiene adems otras metasms elevadas, o ideales. Desde este punto de vista la autodenominada escuela histrica hadirigido sus ataques

    contra lo que llama el absolutismo de la doctrina econmica y ha propugnado un enfoquerelativista. No tenemos el propsito de investigar en este trabajo si los economistas de laescuela clsica y sus epgonos son realmente culpables por no haber prestado la debidaatencin a las preocupaciones no materialistas del hombre. Pero es necesario destacar que,en relacin con las enseanzas de la economa moderna, todas las objeciones planteadas porla escuela histrica, e.g., por Knies en su famoso libro,1 son insustanciales y carentes devalor.En la literatura poltica alemana se acostumbra distinguir entre una escuela histrica antiguay otra ms reciente. Los exponentes ms destacados de la primera son Roscher, BrunoHildebrand y Knies. La segunda est formada por los seguidores de Schmoller queocuparon las ctedras de economa de las universidades alemanas despus del

    establecimiento del Reich en 1870. Esta divisin de la historia de las ideas en perodos esuna consecuencia de la estrechez de miras que indujo a los autores alemanes a desdeartodo aquello que se haca en los dems pases. No se dieron cuenta de que la oposicinhistrica contra lo que se denomin el absolutismo de la economa comenz fuera deAlemania. Su representante ms destacado fue Sismondi, no Roscher ni Hildebrand. Pero esmucho ms importante comprender que todos los que despus de la publicacin de las obrasde Jevons, Menger y Walras criticaron la doctrina econmica a causa de su supuestomaterialismo, tanto en Alemania como en otros pases, estaban luchando contra molinos deviento.

    IV

    Si bien el concepto de Max Weber de una ciencia general de la accin humana -a la que dioel nombre de sociologa- ya no se relaciona con la distincin entre la accin econmica ylas dems actividades del hombre, este autor virtualmente hace suyas las objecioneshistoricistas respecto de la economa al diferenciar entre la accin autnticamente racional,por un lado, y otros tipos de accin, por el otro. Su doctrina est estrechamente conectada

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    con ciertas peculiaridades intraducibles de la lengua alemana, por lo que resulta un pocodifcil exponerla en otro idioma.La distincin que hace Weber entre la accin social y otras acciones tiene pocaimportancia para el problema que estamos tratando. Lo principal es que diferenciacorrectamente la sinnhaftes Handeln de las reacciones fisiolgicamente determinadas del

    organismo humano. La sinnhaaftes Handeln est regida por el Sinn que el individuoactuante le atribuye, es decir, por el sentido que el actor asigna a su accin y por el fin quetrata de alcanzar mediante sta. En esta definicin aparece una neta separacin entre laaccin humana, a saber, el esfuerzo para lograr un fin determinado, y las reaccionesfisiolgicas -casi automticas- de los nervios y clulas del organismo humano. Ahora bien,dentro de la clase de las sinnhaftes Handeln Weber distingue cuatro subclases diferentes.Denomina a la primera zweckrationales Handeln, y la define como la accin que se dirige aun fin especfico. Da a la segunda el nombre de wertrationales Handeln, definindola comola accin determinada por la creencia en el valor intrnseco incondicional (unbedingterEigenwert) de cierto tipo de conducta en s misma, independientemente de su xito, desdeel punto de vista de la tica, la esttica, la religin u otros principios. Pero lo que Weber no

    advierte es que tambin la aceptacin de ciertas ideas especficas, ticas, estticas yreligiosas, es un fin en s misma, no menos importante que los otros fines que el hombretrata de alcanzar. El catlico que se persigna, el judo que se abstiene de tomar alimento ybebida en el Da del Perdn, el melmano que se olvida de cenar para escuchar una sinfonade Beethoven, apuntan a fines que son, para ellos, ms deseables que las cosas a las quetienen que renunciar para alcanzarlos. Unicamente un juicio de valor personal puede negar asus acciones el calificativo dezweckrational, es decir, que se orienta hacia un fin definido.Y qu significan, en la definicin de Weber, las palabras independientemente de suxito? El catlico se persigna porque considera que este acto es un eslabn en una cadenade conductas que lo conducirn al fin que, para l, representa el logro ms importante que elhombre puede alcanzar en su peregrinaje sobre la tierra. Es trgico que precisamente Max

    Weber, el hombre que trat de liberar al pensamiento sociolgico alemn de su ingenuasujecin a los juicios de valor, no haya advertido las contradicciones de su doctrina.2Hubo asimismo otras tentativas destinadas a establecer una distincin entre la accinracional y las acciones no racionales o irracionales, que fracasaron por estar basadas encrasos errores de interpretacin. La mayora de ellas tildaron de irracional la conductadirigida por ideas y expectativas errneas con respecto a los efectos de determinadosprocedimientos. Por ejemplo, hoy en da se consideran irracionales las prcticas de lamagia. Aunque, por cierto, no eran adecuadas para lograr los objetivos deseados, laspersonas que recurran a ellas crean que eran correctas, as como a mediados del siglopasado los mdicos pensaban que las sangras eran efectivas para prevenir y curar diversasenfermedades. Al hablar de la accin humana nos referimos a la conducta que, para elindividuo que acta, es la ms apropiada para la consecucin del fin deseado,independientemente de que esta opinin sea compartida o no por un espectador msinformado o por un historiador. El modo como los mdicos luchan en la actualidad contrael cncer no es irracional, aunque esperamos que algn da se descubrirn mtodos deprofilaxis y teraputica ms eficaces. Si se tilda de irracionales las actividades de otraspersonas cuyos conocimientos son ms imperfectos que los del informante, el informe serconfuso. Como nadie puede considerarse omnisciente, al calificar una accin como

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    irracional por lo menos hay que hacer la salvedad de que lo es desde el punto de vistapersonal del observador.El epteto de irracional se aplica a menudo de otra manera, no con referencia a los mediossino a los fines de ciertas conductas. As, algunos autores califican como irracional laconducta de quienes prefieren sustentar intereses relacionados con la religin, la

    independencia nacional u otros objetivos comnmente consideradosno econmicos en lugar de optar por satisfacer mejor sus necesidades materiales (y estacalificacin puede tener un matiz de aprobacin o de desaprobacin). Con respecto a estaterminologa tan inconveniente y confusa es necesario hacer hincapi, una y otra vez, en elhecho de que ningn hombre puede tomarse la atribucin de juzgar los juicios de valor deotros hombres con respecto a los fines ltimos. No se puede considerar irracional laconducta de los hugonotes, que prefirieron perder todas sus posesiones materiales, loscastigos ms crueles y el exilio a la adopcin de un credo que para ellos era idoltrico.Tampoco merece esta calificacin la de Luis XIV, cuando priv a su reino de muchos desus ciudadanos ms distinguidos para seguir los dictados de su conciencia. Por cierto, elhistoriador puede estar en desacuerdo con los fines de los perseguidores y de sus vctimas,

    pero esto no le da derecho a tildar de irracionales los medios a que recurrieron para alcanzarsus fines. Los trminos racional e irracional estn tan fuera de lugar cuando designan alos fines como cuando se los aplica a los medios. En lo que respecta a los fines ltimos, alhombre slo le cabe aprobar o desaprobar, segn sus juicios de valor personales. En lo querespecta a los medios, lo nico que interesa es si son adecuados o no para alcanzar los finesprevistos.La mayora de nuestros contemporneos creen que el peor de los crmenes es obligar a unhombre, por medio de la violencia, a proceder de acuerdo con los dictados de una doctrinareligiosa o poltica que desprecia. Pero el historiador sabe muy bien que hubo pocas en lascuales esta conviccin slo era sustentada por una minora, y los prncipes o las mayorasfanticas cometieron actos cuyo horror es inenarrable. Est en lo cierto cuando seala que

    Luis XIV infligi daos irreparables a Francia en su intento de proscribir el protestantismo,pero tambin debe tener en cuenta que el rey desconoca las consecuencias que acarreara supoltica y que, aun cuando hubiera podido vislumbrarlas, es posible que hubieseconsiderado que el logro de la uniformidad religiosa era un bien para el cual ningn preciohabra sido demasiado alto.Los cirujanos que acompaaban a los ejrcitos en pocas pasadas hacan cuanto estaba a sualcance para salvar las vidas de los soldados heridos. Lamentablemente, sus conocimientosteraputicos eran inadecuados, ya que sangraban a aquellos a quienes slo una transfusinde sangre podra haber salvado y, de este modo, prcticamente les causaban la muerte. Acausa de su ignorancia, su tratamiento era contrario al propsito que perseguan. Noobstante, sera inadecuado y engaoso llamarlo irracional. Tampoco son irracionales losmdicos de nuestros das, aunque es probable que en el futuro algunas de sus tcnicasteraputicas sean consideradas perjudiciales y contrarias a su propsito por mdicos mejorinformados.

    V

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    Cuando la distincin entre racional e irracional se aplica a los fines ltimos, esto significaque el que habla o escribe aprueba o desaprueba los juicios de valor subyacentes en laeleccin del fin de que se trata. Pero el hombre, en su carcter de praxelogo, economista ohistoriador, no tiene la funcin de formular juicios de valor. Esta tarea corresponde msbien a la religin, la metafsica o la tica. La historia de la religin no es teologa, y la

    teologa no es historia de la religin.Cuando la distincin entre racional e irracional se aplica a los medios, esto quiere decir queel que habla o escribe afirma que los medios en cuestin no sirven a su propsitoespecfico, i.e., que no son adecuados para alcanzar los fines previstos por aquellos que losemplean. Indudablemente, una de las tareas ms importantes de la historia consiste enocuparse de la utilidad de los medios a que recurren los hombres en sus esfuerzos paraalcanzar sus fines. Tambin es cierto que el objetivo prctico fundamental de lapraxeologa, y de su parte ms desarrollada hasta la fecha, la economa, es distinguir entrelos medios que son adecuados para lograr los fines deseados y aquellos que no lo son. Perolos trminos racional e irracional son, como hemos visto, inconvenientes para realizaresta distincin, y ms bien inducen a confusin. Es ms apropiado hablar de medios

    correspondientes y de medios no correspondientes al propsito de que se trata.Esto tambin es cierto en lo que respecta al modo como los psicoanalistas utilizan lostrminos racional e irracional. stos denominan conducta irracional a aquella que espredominantemente emocional o instintiva y, adems, a todas las funcionesinconscientes; en este sentido, distinguen entre accin irracional (instintiva o emocional)como opuesta a accin racional, y pensamiento irracional como opuesto a pensamientoracional.3 Los psicoanalistas deben decidir si esta terminologa conviene al tratamiento delos problemas teraputicos del psicoanlisis. Desde el punto de vista de la praxeologa, lasreacciones espontneas de los rganos y la actividad de los impulsos instintivos del hombreno son acciones. Por otra parte, el hecho de considerar irracionales las accionesemocionales -por ejemplo, el modo como un hombre reacciona ante el sufrimiento de sus

    semejantes- es, indudablemente, el resultado de un juicio de valor personal. Adems, esobvio que la nica connotacin que puede adscribirse a la expresin pensamientoirracional es la de ser un pensamiento carente de validez lgica y que lleva a conclusioneserrneas.

    VI

    La filosofa del relativismo histrico, o historicismo, no advierte la existencia de algoinvariable que, por un lado, constituye la esfera de la historia y de los acontecimientoshistricos, diferente de las esferas de los otros acontecimientos, y, por el otro, permite alhombre ocuparse de ellos, i.e., registrar su sucesin y tratar de descubrir su concatenacin;en otras palabras, entenderlos. Este fenmeno invariable es el hecho de que el hombre no esindiferente al estado de su medio (inclusive a las condiciones de su propio cuerpo) y trata,en la medida en que le es posible hacerlo, de sustituir mediante la accin deliberada unestado de cosas menos satisfactorio por otro ms satisfactorio. En una palabra: el hombreacta. Esto por s solo distingue la historia humana de la historia de los cambios que seproducen fuera del mbito de la accin humana, la diferencia de la historia natural y susdiversas divisiones, como por ejemplo, la geologa o la evolucin de las distintas especies

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    de seres vivos. La historia humana trata sobre los fines que orientan el accionar de loshombres, es decir, sobre las causas ltimas.4 En la historia natural, como en las otras ramasde las ciencias naturales, no hay conocimiento alguno de las causas ltimas.Todas las ciencias, todas las ramas del conocimiento humano, se ocupan nicamente deaquel segmento del universo que la mente humana puede percibir y estudiar, y al hablar de

    la accin humana como de algo invariable slo nos referimos a las condiciones imperantesen este segmento. Algunos autores presuponen que el estado del universo -el cosmos- puedecambiar de un modo del cual simplemente no sabemos nada y que todo lo que afirman lasciencias naturales acerca de, por ejemplo, el comportamiento del sodio o de la palanca,puede carecer absolutamente de validez en ese nuevo estado. En este sentido, niegan todotipo de universalidad a los enunciados de la qumica o de la mecnica y sugieren que se losconsidere como histricos. Ni la razn ni la ciencia pueden disputar con talhiperhistoricismo agnstico, cuyas afirmaciones versan sobre condiciones quimricasacerca de las cuales -como ellos mismos lo admiten sin reservas- no sabemos ni podemossaber nada.El hombre pensante no considera el mundo con una mente semejante a una tabla rasa (como

    lo expresa Locke) en la que la realidad escribe su propia historia. La tabla de su mente tieneuna cualidad especial que le permite transformar la materia prima de la sensacin enpercepcin y los datos de la percepcin en una imagen de la realidad. Y es precisamenteesta cualidad especfica o poder de su intelecto -la estructura lgica de su mente- lo que leconfiere la facultad de ver en el mundo mucho ms de lo que ven los seres que no sonhumanos. Pero este poder, que es til para el desarrollo de las ciencias naturales, no locapacita para descubrir en la conducta de los otros hombres ms de lo que puede ver en elcomportamiento de las estrellas o en el de las piedras, en el de las amebas o en el de loselefantes.El individuo, al ocuparse de sus semejantes, recurre no slo al a priori lgico, sino tambinal a priori praxeolgico. Por ser l mismo un ser actuante, sabe lo que significa esforzarse

    para alcanzar las metas fijadas. Entiende mejor la agitacin y las perturbaciones de los otroshombres que los cambios que tienen lugar en el entorno no humano y puede indagar acercade los fines que orientan su conducta. Hay algo en l que le permite distinguir losmovimientos de los microorganismos en un medio de cultivo observado al microscopio delos movimientos de la multitud en la estacin Gran Central de Nueva York. Sabe que hayalgn sentido en el hecho de que un hombre corra o permanezca sentado en silencio.Considera su medio humano con una disposicin mental que no le hace falta (y que msbien le estorba) para explorar su medio no humano. Esa capacidad mental especfica es el apriori praxeolgico.Al ignorar este hecho, el empirismo radical de los historicistas fue por mal camino. No sepuede hacer referencia a la conducta de un hombre sin remitirse al a priori praxeolgico.Hay algo que es absolutamente vlido para todas las acciones humanas, prescindiendo deltiempo, el lugar geogrfico y las caractersticas raciales, nacionales y culturales de losindividuos actuantes. No existe accin humana que pueda considerarse sin hacer referenciaa categoras tales como fines y medios, xito y fracaso, costos, ganancias y prdidas. Lo queRicardo describe en su ley de asociacin, ms conocida como ley de costos comparativos,tiene validez absoluta para cualquier tipo de cooperacin humana voluntaria en el marco dela divisin del trabajo. Lo que describen las leyes econmicas, que han sido objeto de tanto

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    escarnio, es precisamente aquello que ocurre siempre y en todo lugar si estn presentes lascondiciones especiales que esas leyes presuponen.De buen o mal grado, la gente se da cuenta de que hay cosas que no se pueden lograrporque son contrarias a las leyes de la naturaleza, pero es reacia a admitir que existenalgunas que ni el gobierno ms poderoso es capaz de conseguir, porque son contrarias a las

    leyes de la praxeologa.

    VII

    El caso de los autores que pertenecen a las diversas escuelas de economa histricas,realistas e institucionales es diferente del de los historiadores renuentes a tomarconocimiento del a priori praxeolgico. Si esos eruditos fuesen consecuentes, se limitaran aestudiar lo que se denomina historia econmica; se ocuparan exclusivamente del pasado yse abstendran cuidadosamente de hacer ninguna afirmacin acerca del futuro. Slo sepueden predecir los acontecimientos venideros si se reconoce una regularidad en lasucesin de los eventos que es vlida para cualquier accin, independientemente del

    momento, el lugar y las condiciones culturales en que se lleve a cabo. La actitud de loseconomistas que profesan el historicismo o el institucionalismo es antinmica, sea queasesoren a los gobiernos de sus propios pases o a los de los pases subdesarrollados. Si nohay una ley universal que describa los efectos necesarios de determinadas maneras deactuar, no es posible predecir nada ni recomendar o desaconsejar ninguna medida destinadaa obtener resultados definidos.Lo mismo ocurre con algunos autores que rechazan la idea de que existen leyes econmicasvlidas en todos los tiempos, en todos los lugares y para todas las personas, pero dan porsentado que cada perodo histrico tiene sus propias leyes econmicas, que deben serdescubiertas a posteriori estudiando la historia de ese perodo. Y, si bien pueden decirnosque han logrado conocer las leyes que regan los acontecimientos hasta ayer, no pueden

    aceptar -porque se lo impide su propia doctrina epistemolgica- que las mismas leyesdeterminarn tambin lo que va a suceder maana. Lo nico que estn autorizados a afirmares lo siguiente: La experiencia del pasado nos muestra que A dio origen a B; pero nosabemos si maanaA dar origen a otros efectos diferentes deB.La doctrina de la tendencia es otra variedad del rechazo de la economa. Sus partidariospresuponen con toda ligereza que las tendencias evolutivas que se han manifestado en elpasado seguirn hacindolo en el futuro. Sin embargo, no pueden negar que las tendenciasde pocas pasadas experimentaron cambios y que no hay razn alguna para suponer que lasque imperan en el presente no cambiarn tambin algn da. En consecuencia, esta filosofano sirve para hacer pronsticos acerca del futuro. Esto se pone en evidencia especialmentecuando los hombres de negocios, preocupados con respecto a la continuidad de lastendencias predominantes, consultan a los economistas y a los peritos en estadstica, pararecibir invariablemente la misma respuesta: Las estadsticas demuestran que la tendenciaque le interesa continuaba hasta el da en que obtuvimos nuestros datos estadsticos msrecientes; en ausencia de factores que perturben esta continuidad, no hay razn alguna parasuponer que pueda cambiar; sin embargo, no sabemos nada sobre la posibilidad de que esosnuevos factores puedan presentarse o no.

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    VIII

    El relativismo epistemolgico, doctrina esencial del historicismo, debe distinguirseclaramente del relativismo tico de otras escuelas de pensamiento. Algunos autores asocianel relativismo praxeolgico con el relativismo tico, pero tambin hay otros que hacen

    ostentacin de su absolutismo tico a la vez que rechazan el concepto de leyespraxeolgicas con validez universal. De esta manera, muchos adeptos de la escuelahistrica de economa y del institucionalismo juzgan el pasado histrico desde el punto devista de lo que consideran como preceptos morales indiscutibles e inmutables, por ejemplo,la igualdad en lo que respecta al ingreso y a la riqueza. Para algunos de ellos la propiedadprivada como tal es moralmente censurable. Acusan a los economistas por su supuestaalabanza de las riquezas materiales y su desestimacin de otros intereses ms nobles.Condenan como inmoral el sistema de empresa privada y defienden el socialismobasndose en lo que consideran su valor moral superior. En su opinin, la Rusia soviticaobserva los principios inmutables de la tica mucho mejor que las naciones occidentales,entregadas al culto de Mamn.

    En contraste con toda esta palabrera retrica, es necesario destacar nuevamente que lapraxeologa y la economa, que es hasta ahora su rama mejor desarrollada, son neutrales conrespecto a los preceptos morales, cualesquiera que sean. Se ocupan de los esfuerzos de loshombres actuantes para alcanzar los fines que han elegido, sin tomar en consideracin elhecho de que estos fines sean aprobados o desaprobados desde cualquier punto de vista. Elhecho de que la inmensa mayora de los hombres prefieren una cantidad mayor de bienesmateriales a una cantidad menor es un dato de la historia, que no ocupa lugar alguno en lateora econmica. La economa no defiende el capitalismo ni rechaza el socialismo;simplemente trata de mostrar cules son los efectos necesarios de cada uno de esossistemas. El que est en desacuerdo con sus enseanzas debera tratar de refutarlas medianteel razonamiento discursivo, sin apelar al abuso, las insinuaciones y las normas arbitrarias,

    presuntamente ticas.

    NOTAS

    1 La primera edicin fue publicada en 1853 con el ttulo Die politische Oekonomie vomStandpunkte der Geschichtlichen Methode. La segunda se public en 1883 con el ttuloDiepolitische Oekonomie vom geschichtlichen Standpunkte. De manera general, es unareimpresin de la edicin anterior aumentada por muchas adiciones.2 No es necesario analizar las otras dos subclases enumeradas por Weber. En mi ensayoSociologie und Geschichte, Archiv furSozialwissenschaft, LXI (1929), reimpreso en milibro Grundprobleme der Nationalkonomie, Jena, 1933, pp. 64-121, puede encontrarse unacrtica pormenorizada de la doctrina de Weber. En la traduccin al ingls de esta obra,Epistemological Problems ofEconomics, realizada por George Reisman y preparada para supublicacin por Arthur Goddard, D. Van Nostrand Co., Inc., 1960, este ensayo aparece enlas pginas 68-129.3 H. Hartmann, On Rational and Irrational Action, en Psychoanalysis and the SocialSciences, I, 1947, p. 371.

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    4 Cuando las ciencias de la accin humana hacen referencia a los fines, siempre se trata delos fines a que apuntan los individuos actuantes. Esto las distingue de las doctrinasmetafsicas designadas con el nombre de filosofa de la historia, que pretenden conocerlos fines hacia los cuales una entidad sobrehumana -por ejemplo, en el marxismo, lasfuerzas productivas materiales- dirige el curso de los acontecimientos

    independientemente de los fines particulares de los hombres actuantes.5 Otto Neurath, Foundations of the Social Sciences, InternationalEncyclopedia ofUnified Science, II, N 1, University of Chicago Press, p. 9.