lucrecia y tarquÍn o o el conflicto entre el fin y los...

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LUCRECIA Y TARQUÍN O O E L C O N F L I C T O E N T R E E L F I N Y L O S MEDIOS Suele llamarse virtud al poder o facultad inherente a una persona para conseguir un fin cualquiera propuesto. JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA Malos medios dan mal fin, esto dice la experiencia: que la dicha la dan sólo la virtud y la prudencia. ALELUYA, SIGLO XVII 1 . 1. En la introducción de su edición crítica de Lucrecia y Tarquino de Francisco de Rojas Zorrilla 2 , Raymond R. MacCurdy, prác- ticamente el único investigador que ha estudiado la obra, cree ver en la violación propiamente dicha de la heroína y en el subsiguiente suicidio, el núcleo de la obra, en torno al cual giran, como asun- tos secundarios subordinados (o subplots), algunos temas gratos al Barroco: la cuestión ontológico-metafísica de la apariencia y la sustancia (el desengaño), el vanitas vanitatum del Eclesiastés bíblico, el de contemptu mundi y el honor. Víctima tal vez de ciertos prejui- cios y tópicos relativos al Barroco en general y a la temática ba- rroca en particular, considera que, en esta pieza, que además de ser barroca es calderoniana (o lopesca, según algunos 3 ), todas las 1 En ANTONINA RODRIGO, "Las aleluyas, precursoras de los cómics", CuH, 1988, núm. 462, p. 137. 2 The University of New México Press, Albuquerque, 1963, pp. 1-39. Ci- to siempre de esta edición. 3 Véase JOAQUÍN DE ENTRAMBASAGUAS y MANUEL FERNÁNDEZ NIETO, "El teatro en el siglo x v n " , en Historia de la literatura española, Madrid, 1982, t. 2, p. 677. NRFH, XXXIX (1991), núm. 2, 977-1004

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LUCRECIA Y TARQUÍN O O E L C O N F L I C T O E N T R E E L F I N Y L O S M E D I O S

Suele llamarse virtud al poder o facultad inherente a una persona para conseguir un

fin cualquiera propuesto.

JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA

Malos medios dan mal fin, esto dice la experiencia: que la dicha la dan sólo

la virtud y la prudencia.

ALELUYA, SIGLO X V I I 1 .

1. E n la introducción de su edición crítica de Lucrecia y Tarquino de Francisco de Rojas Z o r r i l l a 2 , R a y m o n d R . M a c C u r d y , prác­t i camente el único invest igador que ha estudiado la obra , cree ver en la violación propiamente dicha de la heroína y en el subsiguiente su ic id io , el núcleo de la obra , en t o r n o al cual g i r a n , como asun­tos secundarios subordinados (o subplots), algunos temas gratos al Barroco : la cuestión ontológico-metafísica de la apariencia y l a sustancia (el desengaño) , el vanitas vanitatum del Eclesiastés b íbl ico , el de contemptu mundi y el honor . Víct ima ta l vez de ciertos p r e j u i ­cios y tópicos relativos al Barroco en general y a la temática ba ­rroca en p a r t i c u l a r , considera que , en esta pieza, que además de ser barroca es calderoniana (o lopesca, según a lgunos 3 ) , todas las

1 En A N T O N I N A R O D R I G O , " L a s aleluyas, precursoras de los cómics", CuH, 1988, núm. 462, p. 137.

2 The University of New México Press, Albuquerque, 1963, pp. 1-39. C i ­to siempre de esta edición.

3 Véase J O A Q U Í N D E E N T R A M B A S A G U A S y M A N U E L F E R N Á N D E Z N I E T O , " E l teatro en el siglo x v n " , en Historia de la literatura española, M a d r i d , 1982, t . 2, p. 677.

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cuestiones políticas que surgen y se desarrollan en el enfrentamien-to implícito o explícito entre T a r q u i n o (o ambos T a r q u i n o s ) y los subditos (que tales son todos los demás personajes), es asunto se­c u n d a r i o que en algunos momentos ant i c ipa e i lus t ra "a legór ica ­m e n t e " el t e m a absolutamente centra l del r a p t o .

Esta última sugerencia del estudioso nor teamer i cano , r e f e r i ­da al asalto y caída de Árdea como alegoría ant i c ipadora del a t a ­que y destrucción del honor de L u c r e c i a 4 , es quizá su más suges­t i v a intuición, aunque no me parece que haya sido conveniente­mente aprovechada p a r a u n a correcta interpretación del d r a m a . L o m i s m o cabe decir de la tendenc ia a expl icar algunos f enóme­nos mediante conceptos adqu i r idos que no siempre casan necesa­r i a m e n t e con el caso p a r t i c u l a r t r a t a d o . Así , la subordinación de l t e m a político queda c o n f i r m a d a con el hecho de que el teatro b a ­rroco "suele abrirse con temas s e c u n d a r i o s " 5 , m ient ras que la alegoría o el contraste, este último de f in ido como " m e o l l o estéti­co de la o b r a " 6 , son vistos como rasgos formales, " t íp i c os " y pre ­visibles en toda obra barroca , sin que se j u s t i f i q u e n como p r o ­ducto necesario de la idea que i n f o r m a el d r a m a . Pese al i n d i s c u ­t ib le mérito de la labor del profesor M a c C u r d y , creo que otros postulados de su estudio merecen u n a p r o f u n d a revisión o p o r lo menos u n reajuste: lo que él l l a m a insistentemente la " i ron ía de la o b r a ' ' y l a relación de subordinación o dependencia de Lucrecia y Tarquino de Rojas con respecto al t ratado teórico-político de V i r ­g i l i o M a l v e z z i , Tarquino il Superbo, la cua l , de ser como sostiene M a c C u r d y , más b i en demostraría la prevalencia absoluta del te ­m a político sobre el t e m a en verdad secundario de la violación en la obra española.

Lucrecia y Tarquino consiste en u n a larga y re i terada d i s q u i s i ­ción sobre la m o r a l práctica en el t r i p l e e inescindible ámbito de lo i n d i v i d u a l , social y político, con el fin de d e f i n i r y l e g i t i m a r rac iona lmente u n a n o r m a t i v a de conducta . E l t ema , a u n siendo único , se desarrol la en tres esferas de i g u a l ent idad e i m p o r t a n ­c ia , que quedan como inscritas la u n a dent ro de la o t r a . Q u i z á no sea casual que , a di ferencia de otras Lucrecias, y de m a n e r a si -

4 Como recuerda el mismo M a c C u r d y , la imagen de la mural la referida al honor de una mujer , es lugar común de la época. N I C O L Á S F E R N Á N D E Z D E

M O R A T Í N , en efecto, utilizará en su Lucrecia la misma alegoría: " T e m b l a n d o vengo,/ Y no es de miedo, M e v i o , te aseguro,/ Pues no temiere el asaltar el m u r o / De horribles enemigos coronado" I I I , esc. 4 , M a d r i d , 1 9 4 4 , p. 1 1 0 .

5 Op. cit., p. 15. 6 Ibid., p. 26.

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m i l a r a algunas representaciones plásticas de la l eyenda 7 , Ro jas h a y a puesto en el título el n o m b r e del príncipe y del subdi to , co­m o ind i cando que el d r a m a ético, centrado en la sexual idad y e l a m o r , es inseparable de las condiciones o " c i r c u n s t a n c i a s " socia­les del i n d i v i d u o , al p r o p i o t i e m p o persona física y persona j u ­rídica 8 .

N o hay , pues, u n t e m a subord inado a o t r o , sino tres aspectos diversos del m i s m o , sobre los que a l ternat ivamente se hace l u z , según la perspectiva adoptada en los diversos momentos del d r a ­m a . T o d o lo cual no es menos " b a r r o c o " que lo señalado por M a c -C u r d y , pues, como es sabido, la época une a la preocupación ontológico-metafísica ( la de c ierto Q u e vedo, para entendernos) , l a cont inua y casi obsesiva reflexión política y moral ista, en el plano teórico-doctrinal d e l pensamiento político por u n lado , y en el de l análisis psicológico y de la conducta , por el o t ro .

C o m o lo que i m p o r t a no es el episodio dramático de la v i o l a ­c ión sino el establecimiento de u n a n o r m a t i v a conductua l , nada t iene de sorprendente que prevalezcan la sentencia, el contraste y la alegoría; la p r i m e r a p a r a dar f o r m a l a p i d a r i a a los conceptos y cr istal izar en decálogo laico la n o r m a t i v a elaborada rac i ona l ­m e n t e por el i n d i v i d u o ; el contraste para que, de la a p r o x i m a ­ción y contacto de polos opuestos, b r o t e n las verdades con fre ­cuencia paradójicas a m o d o de descargas o " c h i s p a s " mentales ; la alegoría para dar contornos fijos y ca l idad plástica —o , como dice Cass irer 9 , para t r a n s f o r m a r en " s í m b o l o v i s i b l e " — el pen ­samiento m i s m o , de o t ro m o d o destinado a disolverse en su v a -

7 Así las pinturas de Tiziano, Gentileschi, Bi l ivert i . En pleno Renacimien­to, se tiende a centrar el cuadro en la figura de Lucrecia, mientras que en el siglo X V I I , aparte de Tiepolo , prevalece la escena del suicidio y del juramento de Bruto con los demás republicanos.

8 Para u n estudio del tratamiento artístico del tema en Europa, véanse es­pecialmente: I A N D O N A L D S O N , The rapes ofLucretia, Clarendon, Ox ford , 1 9 8 2 y H . G A L I N S K Y , Der Lucretia-Stoff in der Weltliteratur, Priebatsch, Breslau, 1 9 3 2 . Por lo que se refiere a España, existen, que yo sepa, los siguientes trabajos: H . P E T R I C O N I , " E l tema de Lucrecia y V i r g i n i a " , Clavileño, 8 ( 1 9 5 1 ) , 1-5; J . G I L L E T , " L u c r e c i a - N e c i a " , HR, 1 5 ( 1 9 4 7 ) , 1 2 0 - 1 3 6 ; R A Y M O N D R. M A C -

C U R D Y , " O n the uses of the rape of L u c r e t i a " , en Estudios literarios de hispa­nistas norteamericanos dedicados a Helmut Hatzfeld, H i spam, Barcelona, 1 9 7 4 , pp. 2 9 7 - 3 0 8 ; y mis "Lucrec ia , de Joan Ramis i R a m i s " , enMiscel.lánia d'homenatge a Enric Moreu-Rey, Barcelona, 1 9 8 8 , pp. 3 3 5 - 3 7 0 , y " L a tragedia neoclásica española y el ideario de la Revolución francesa", en L . B U S Q U E T S (ed.), Cul­tura hispánica y Revolución francesa, Roma, 1 9 9 0 .

9 E R N S T C A S S I R E R , Individuo y cosmos en la filosofía del Renacimiento, Buenos Aires, 1 9 5 1 , pp. 1 0 1 - 1 0 2 .

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guedad abstracta. L a alegoría ant i c ipadora que M a c C u r d y cree ver en el re lato de la destrucción e incendio de A r d e a , sin d u d a correcta , no demuestra , como él sostiene, que ese t e m a esté su ­b o r d i n a d o o apunte exc lusivamente al asunto centra l de la v i o l a ­c ión, sino que ambos son dos caras de u n a m i s m a rea l idad : la rea­lización y conservación de u n solo Y o , a la vez p r i v a d o , colectivo y político.

2. Lucrecia y Tarquino es el d r a m a de la problemática adecuación de los medios a los fines. Todos los personajes, en efecto, se p r o ­ponen u n fin dictado por la necesidad o el deseo, o sea, por la con­v e n i e n c i a 1 0 . C o m o tendremos ocasión de ver , a m e n u d o — i n ­conscientemente, f r u t o de u n p r a g m a t i s m o diríáse i n n a t o — h a ­cen de la necesidad v i r t u d , es decir , hacen co inc id i r la necesidad con el deseo: se hacen la ilusión de desear lo que les es impues to .

C o m o persona i n d i v i d u a l , Lucrec ia aspira, dice , a la f e l i c i ­d a d . D i c h a fe l ic idad coincide con la práctica de la v i r t u d , que ve­mos p r o n t o identi f icarse con la honest idad . E n u n m o m e n t o d a ­do , se habla de honest idad con el sentido de inocencia, que cabría i m a g i n a r como desinteresada adherencia al B i e n 1 1 , pero adver ­t imos de i n m e d i a t o que ésta se confunde con el casto de los versos citados (en la n . 11). Lucrec ia da a la honest idad el s ignif icado de pureza sexual . Por su condición de m u j e r casada, d icha 6 ' v i r ­t u d " trasciende lo estr ictamente personal y adqu i re u n a i m p l i c a ­ción social: la honest idad s igni f ica fidelidad al esposo. E n re la ­ción con éste, Lucrec ia hace de la fidelidad y también de la obe­d ienc ia y sumisión incondic ionales al esposo, su ideal m o r a l . E l hecho de que d icha sujeción sea l i b re y resultado del a m o r , como insiste Rojas , no q u i t a que el ideal h u m a n o de Lucrec ia sea la fe l i c idad en el a m o r ins t i tuc iona l i zado del m a t r i m o n i o , con todos los deberes y constricciones a que le ob l iga el s i s tema 1 2 .

Si en el ámbito de lo soc ia l - fami l iar (el pequeño estado) bas-

1 0 Cf. V I R G I L I O M A L V E Z Z I : "L' interesse comincia dal sublime concavo l u ­nare e penetra anche nelle basse capanne degli u m i l i pastori. Egl i nacque con l 'universo per mantenere e per distruggere l 'universo. Egl i è l 'etica del m o n ­do, penetrata anche nelle par t i solide. N o n solo l 'uomo vorrebbe dominar l 'uomo , ma l 'elemento gli elementi, ed allora che uno averà sortito i l suo i n ­tento, lo sortirà anche l ' a l t r o , perché finisca i l mondo con quello interesse nel quale corniciò" (Discorsi sopra Cornelio Tacito, Bolonia, 1622, p. 21).

1 1 " S i el hado fatal permite/que el pecho casto derrame/líquido rubí ino­cente,/esa inocencia le baste" (vv. 571-574).

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t a n la fidelidad y l a obediencia, en el de la c o m u n i d a d h u m a n a , de " l o s o t r o s " , L u c r e c i a aspira como fin supremo a la h o n r a (es decir , el buen n o m b r e , la reputación), a la salvaguardia del p rop io h o n o r y , como le corresponde i n s t i t u c i o n a l m e n t e , a la del h o n o r de su esposo. E l l o no i m p l i c a que L u c r e c i a aspire a u n a respeta­b i l i d a d hipócr i ta 1 3 . Sus sentimientos " v i r t u o s o s " son auténticos y sinceros, de acuerdo con u n a visión del h o n o r que encontramos también, s ign i f i ca t ivamente , en Saavedra Fa jardo : que no basta ' ' a mantener la reputación, si fa l ta la v i r t u d y va lor p r o p i o , como n o hacen est imado al espejo los adornos exteriores, sino su ca l i ­d a d in t r ínseca" 1 4 . S in embargo , ambos fines no co inc iden nece­sar iamente entre sí, como tampoco co inc iden los medios para a l ­canzarlos; lo que p u d i e r a satisfacer l a honest idad i n d i v i d u a l , po ­dría no resu l tar satisfactorio o suficiente p a r a salvaguardar esos otros fines que trasc ienden la esfera de lo personal . C o m o subd i ­ta , la máxima aspiración de Lucrec ia es la incondicional obediencia al soberano. Siendo el Estado la " f a m i l i a m a y o r " , es más fácil que co inc idan entre sí los fines de los dist intos ámbitos de lo so­c i a l , que los fines sociales con los ind iv idua les . C o m o se echa de ver , Lucrec ia hace suyo el ideal de perfección que le i m p o n e la sociedad de su t i e m p o .

T a r q u i n o , en su cal idad de monarca , inc luye dos personas ne­tamente separadas, como se a d m i t e teóricamente a p a r t i r de M a -quiave lo : u n a p r i v a d a y o t ra pública. C o m o h o m b r e , se ha l la i n ­serto en u n orden m o r a l que más o menos vagamente se atiene a los pr inc ip ios de u n a ética trascendente; como político, debe se­g u i r lo que le i m p o n e la ciencia política o razón de Estado, que puede estar en contradicción, y suele estarlo, a p a r t i r también de M a q u i a v e l o , con las leyes morales universa lmente aceptadas y el derecho, aunque en teoría los ant imaquiave l i s tas de cuño cr i s t ia ­no y católico pre tendan subord inar , en v e r d a d con poco conven­c i m i e n t o , l a razón de Estado a la v i r t u d m o r a l o a la v i r t u d cr is ­t i a n a . E n cuanto príncipe, el fin de T a r q u i n o (de ambos T a r q u i -nos) es la consecución y m a n t e n i m i e n t o del poder; como h o m b r e ,

1 2 Sobre el concepto " revo luc i onar i o " de la l ibertad amorosa en Rojas, J U L I O R O D R Í G U E Z - P U É R T O L A S precisa que no se trata de una invención de es­te autor, "Alienación y realidad en Rojas Z o r r i l l a " , en De la Edad Media a la edad conflictiva, Gredos, M a d r i d , 1 9 7 2 , p. 355, n . 4 4 .

1 3 L o reconocen los demás personajes: " A q u í no hay comedia, Acronte ; / v i r t u d , s í " (vv. 1 1 4 1 - 1 1 4 2 ) .

1 4 D I E G O S A A V E D R A F A J A R D O , Idea de un príncipe político-cristiano, Espasa-Calpe, M a d r i d , 1 9 6 9 , t . 2 , p. 58.

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es la satisfacción de u n deseo, d ictado menos p o r la l u j u r i a que p o r la ambic ión. N o debe o lv idarse , en efecto, que T a r q u i n o se e n a m o r a tanto de la belleza de Lucrec ia como de su e x t r a o r d i n a ­r i a honest idad y p r u d e n c i a , es decir , queda prendado de lo que h a y en ella de excepcional y de grande; la cali f ica repet idamente de " d i v i n a " ; la l l a m a " c i e l o " y " s o l " . C u a n d o la ha poseído, dice " t o q u é el sol, ofendí al c i e l o " (v . 1999). T a r q u i n o hace de su ideal h u m a n o la potencia , l a grandeza, la t o t a l i d a d , p o r q u e , como dice Saavedra F a j a r d o , " u n ánimo grande apetece lo más a l t o " 1 5 .

También T a r q u i n o mani f iesta en sus fines u n a perfecta adhe­rencia a las funciones políticas de su t i e m p o y a lo que , en la prác­t i c a , se h a vue l to el ejercicio de l poder i n d i v i s i b l e y absoluto. N o menos en cuanto ser h u m a n o , pues responde al cliché elaborado en su época del h o m b r e fuera de lo c omún , grande en el b i en y en el m a l , en correspondencia con su destino y condición de prín­cipe, ya que, según recuerda M e i n e c k e , " s i n el i n s t i n t o de po ­tencia que poseen los hombres enérgicos no sería posible n i el n a ­c i m i e n t o del Estado n i la potencia que necesita para su m a n t e n i ­m i e n t o " 1 6 . H o m b r e y príncipe se h a l l a n t a n inextr i cab lemente unidos que es difícil establecer cua lquier deslinde.

C o l a t i n o tiene también sus fines diferenciados con arreglo al t r i p l e p lano en que se desenvuelve su persona jurídica y h u m a n a . C o m o i n d i v i d u o , aspira a la ostentación y al halago. Por e n c i m a de todo , desea que los demás consideren a su esposa la más bel la y honorable de las mujeres , y a él, el más dichoso y envid iab le de los mortales . Su m i r a (su p u n t o débil) es la v a n i d a d personal , en el p lano p r i v a d o y también públ ico , pues anhela as imismo ser reconocido como perfecto subdito y soldado. Si en el ámbito p r i v a d o - f a m i l i a r para él la fe l i c idad reside en el a m o r , y la fideli­d a d en el honor , en el ámbito político, est ima que el deber consis­te en la ciega obed ienc ia 1 7 . Sus fines públicos se acomodan a los valores/constricciones que le i m p o n e la sociedad en que se h a l l a inserto ; sus fines pr ivados , a las debil idades y flaquezas de su n a ­turaleza h u m a n a . Y a veremos que la v a n i d a d , más que u n v i c i o

15 Ibid., p. 65. 1 6 F E D E R I C O M E I N E C K E , L'idea della ragion di Stato nella storia moderna, V a l -

lecchi, Firenze, 1942, p. 19. 1 7 Sobre lo que se ha dado en l lamar "religión de la obediencia", véase

J O S É A N T O N I O M A R A V A L L , Teatro y literatura en la sociedad barroca, Seminarios y Ediciones, M a d r i d , 1972, p. 78, y Estado moderno y mentalidad social, A l ianza , M a d r i d , 1986, t . 1, pp. 297 ss.

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m o r a l m e n t e reprochable , es u n escollo, u n i m p e d i m e n t o . Los subditos — o r a el senado, ora los ardeatinos o los gabios—

asp i ran i n d i s t i n t a y genéricamente a l a autonomía y a la l i b e r t a d . También en ellos se hacen patentes las aspiraciones l ibertarias que subyacen al absolut ismo rea l , amenazando la u n i d a d nacional y el sistema monárquico-señorial desde sus albores. Ellos r e i v i n d i ­can p a r a sí, de f o r m a entre incoherente y l a rvada , el derecho del pueb lo a p a r t i c i p a r en la gestión del Estado, así como el derecho a la oposición y a la resistencia. D e hecho, sin embargo , tanto los ardeatinos como los gabios sienten el peso de su i m p o t e n c i a política y buscan segur idad , protección y guía: a lguien que al ca­bo los gobierne y d i r i j a .

A l B r u t o de la o b r a de Rojas le queda, de su i lustre antece­dente histórico-legendario, la reivindicación f o r m a l , y vaga, de la l i b e r t a d . Si allí era a m o r p a t r i o y aspiración colectiva a la l i be r ­t a d , es aquí t a n sólo alegoría de u n a abstracción. M a c C u r d y le l l a m a el raisonneur, pero en m i opinión este apelativo es más p r o ­p i o de L u c r e c i a que de B r u t o . Este es la lucidez m e n t a l , la M e n ­te , el d o m i n i o del complejo mecanismo de las causas y de los efec­tos. A diferencia de D o n Qui j o t e , B r u t o , para comprender el m u n ­do , no necesita " t o p a r c o n " la rea l idad : pre-ve en f o r m a de pre-c iencia i n n a t a . C o m o ind i ca su n o m b r e en u n a antítesis o n -tológica t a n del gusto de su época (los hombres / los brutos ) — q u e es el f u n d a m e n t o y la necesidad i n t e r i o r del c ontras te—, B r u t o es l a R a z ó n que los estultos t o m a n por l ocura . Pero es menos la razón " r a c i o c i n a n t e " que se ocupa de las acciones singulares, de lo cont ingente , que la Razón-Sabiduría , ent idad superior de la que aquélla der iva .y cuyo objeto son las cosas universales y per ­p e t u a s 1 8 . Su fin es ver , conocer, codif icar el saber y c o m u n i c a r ­l o . B r u t o es l a luz de la R a z ó n con la que los demás personajes, si q u i e r e n , pueden i l u m i n a r su c i rcunstanc ia .

Pericles aspira a la seguridad a cualquier precio . Es la expre­sión del h o m b r e m e d i o , de ese vu lgo nacido para obedecer del que h a b l a n Gracián, Saavedra Fajardo y la mayoría de m o r a l i s ­tas y tratadistas políticos del m o m e n t o , sin necesidad de acud i r necesariamente a M a l v e z z i .

J u l i a , por último, representa el descontento estamental. Su as-

1 8 Cf. S A A V E D R A F A J A R D O : " . . . la experiencia, madre de la prudencia, con quien se añrma la sabiduría. Tiene ésta por objeto las cosas universales y perpetuas, aquélla las acciones singulares; la una se alcanza con la especula­ción y estudio; la otra, que es hábito de la razón, con el conocimiento de lo bueno o malo , y con el uso y ejercic io" (op. cit., p. 44).

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piración es i r a más, ascender en la escala social. Q u e , como es sabido, es el anhelo y aspiración colectivos de los hombres desde el R e n a c i m i e n t o , exasperados en el período barroco .

3. Para la realización de sus fines, el hombre tiene que contar con la ocasión o circunstancia — i n d i v i d u a l , social y política— que es su t a ­blero de juego, vagamente vinculado a una m a l definida Fortuna .

E n la pieza se m e n c i o n a n los cielos y el hado, casi s iempre s ino­nímicamente. E l hado es el c on junto de los signos del zodíaco que M a l v e z z i veía como determinantes de la condición de los h o m ­bres y sobre todo de la distinción entre aquellos que nac ieron p a ­r a m a n d a r y los que nac ieron p a r a obedecer. E n algunas ocasio­nes (al final, cuando T a r q u i n o hab la de haber o fendido al cielo y Lucrec ia apela a los dioses de la hosp i ta l idad ) , se d i b u j a más allá del hado , no tanto u n Ser Supremo que mane ja la rueda de la f o r t u n a , como u n a presencia, u n testigo — l a idea del B i e n o de la J u s t i c i a — que, sin embargo , aparecen desgajados de la rea­l i d a d y v i c i s i t u d de la pieza.

E l h o m b r e , lanzado al m u n d o , dejado de la m a n o de D ios e i m a n t a d o por u n hado que, más que determinar lo lo " i n c l i n a " 1 9 , t iene que habérselas con la p r o p i a inclinación y con sus propios límites, esto es, con la c i rcunstanc ia de su ser y con el i n f i n i t o j u e ­go c o m b i n a t o r i o de las c ircunstancias. Para a f rontar el m u n d o , esta rea l idad v a r i a y móvil r igurosamente t rabada por u n a lógica i n t e r i o r , no basta la v o l u n t a d : es preciso conocer a fondo el tab le ­ro de j u e g o , estudiar los fines, calcular y organizar los medios . E l m u n d o , por o t ra parte , no es u n a abstracción: son " l os o t r o s " , esos lobos temibles de los que es posible defenderse si se conocen las leyes que regu lan su c o m p o r t a m i e n t o . L a virtù maquiavélica se l l a m a ahora , como es sabido, prudencia, como aquélla, despro­vista de todo valor m o r a l trascendente, aunque no falte quien acon­seje la práctica de la v i r t u d (cr ist iana) para granjearse el favor de las estrellas y de A q u e l que m a n e j a las estrellas ( la gracia) . E n el combate entre virtù y fortuna — e n t r e el Y o y la c i r c u n s t a n c i a — p a r a que la v o l u n t a d sea eficaz (y no hay más sabiduría que la que desemboca en la e f i cac ia ) 2 0 , debe i r guiada por la sabia p r u -

1 9 " Y o , que por ley del hado/nací a violencias tales inc l inado" (vv. 43-44). Cf. S A A V E D R A F A J A R D O : " A l g u n a fuerza oculta parece que si no impele, mueve nuestra voluntad y la incl ina más a uno que a o t r o " , op. cit., p. 231).

2 0 L o dice también u n personaje de la obra que nos ocupa: " T ú piensas/ bizarramente si así/ lo ejecutas" (vv. 1632-1634).

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denc ia , que correctamente m i r a (y sólo entonces ve) y correcta­m e n t e actúa. E l m u n d o da sus avisos a q u i e n sabe acercarse a él con los medios apropiados . N o hay peor cu lpa que negarse a ver lo que está a la v ista de todos, aunque envuel to en las apariencias engañosas, que no son apariencias de lo fenoménico , sino disfraz e hipocresía h u m a n o s .

C o n la carga de su l ibertad y responsabilidad a cuestas, el h o m ­b r e , mientras con la experiencia p r o p i a y ajena perfecciona el ins ­t r u m e n t o de su razón, puede y debe hacerse a sí m i s m o . E n esa su realización en el m u n d o , v ive u n a especie de esquizofrenia, a m o l d a n d o su conducta , ora a l a m o r a l cr i s t iana , i gua l para t o ­dos los hombres que deseen salvar su a l m a , ora a u n a m o r a l c i r ­cunstanciada o de estrategia, d i s t i n t a según la función y el puesto que ocupe en la rea l idad social. C o m o el h o m b r e , el Estado (el h o m b r e es como u n Estado, y viceversa) t iene en sus manos los medios para su realización y m a n t e n i m i e n t o , o para su r u i n a , se­gún actúe de acuerdo con la razón, o p r u d e n c i a , o en contradic ­ción con ella. I m p e r a t i v o rac ional y re la t iv i smo ético const i tuyen a la vez las coordinadas del obrar h u m a n o y del código " m o r a l " que lo reg lamenta .

Lucrec ia es la personificación de la prudenc ia , valga la r i m a , que desmiente con m a y o r eficacia aquel malic ioso e i rreverente Lucrecia-necia que estudiara G i l l e t en 1947 2 1 . E l la es la sindéresis o j u i c i o , que , al decir de Gracián, es el í £ t r o n o de la p r u d e n ­c i a " 2 2 . U n a f r i a l d a d " r a c i o c i n a n t e " y u n a entereza entre férrea y p lúmbea d i s t inguen su personal idad y su figura, como para re ­b a t i r el tópico de la v o l u b i l i d a d y f rag i l i dad de la m u j e r que se i n f i l t r a en pleno Siglo de las Luces (piénsese en el Cosifan tutte). N o será ella q u i e n caiga en la t r a m p a de considerar a las estrellas responsables del acaecer h u m a n o . Lucrec ia conoce a fondo su t a ­b lero de j u e g o . C o n t e m p l a n d o los datos sueltos que le ofrecen los comportamientos y situaciones particulares ( la experiencia) , es ca­paz de deduc ir leyes generales sobre la naturaleza del ser h u m a ­no (el deseo) y sobre el h o m b r e en sociedad ( la murmuración, la e n v i d i a ) , y de extraer de ellas u n a n o r m a t i v a de c o m p o r t a m i e n ­to . N a d i e como ella estudia la esencia de su fin y calcula los m e ­dios que la t ienen que l levar o alejar de él. Prevé de las causas las consecuencias; ve que para la salvaguardia de su reputación es necesario no dar pábulo a la murmuración, y que para defen-

2 1 A r t . cit . 2 2 B A L T A S A R G R A C I Á N , E l héroe. E l discreto, Atlas, M a d r i d , 1969, p. 13.

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der su honest idad ( = cast idad /honor ) es preciso no dar ocasión al deseo. L u c r e c i a conoce la natura leza " p e r s o n a l " y pel igrosa del príncipe ( = fuego ) 2 3 y su naturaleza jurídica; sabe que a el la le toca obedecer y que, estando sujeta al régimen jurídico del h o ­n o r , no es posible defenderse de u n a posible ofensa del r e y 2 4 . D e ello saca su n o r m a de conducta , basada en aquel la " p r u d e n t e d i ­fidencia" de que habla Saavedra F a j a r d o 2 5 , que es el m a n d a ­m i e n t o prudenc ia l i s ta de la época: guardarse. E n contra de la o p i ­nión de M a c C u r d y 2 6 , considero que su ret i ro del m u n d o nada t i e ­ne que ver con el espíritu ascético en general n i con el mandamiento católico de ev i tar el pecado, en p a r t i c u l a r . Lucrec ia no se g u a r d a para no exponerse al pecado, ya que su entereza m o r a l y for ta le ­za de ánimo la aseguran contra toda tentación del diablo ; se guarda de los demás y de la c i rcunstanc ia . E l m u n d o no es tentación de l a lma , sino pel igro que puede interceptar la realización de uno m i s ­m o . L a suya no es sapiencia estoica, sino aquel la prudenc ia basa­da en la experiencia , cuyo objeto , a di ferencia de la sabiduría de B r u t o , son las acciones singulares y contingentes.

Se diría, pues, que Lucrec ia d o m i n a su c ircunstancia de t a l m o d o que está fuera de todo pe l igro . C o m o es sabido, el e r r o r , la i m - p r u d e n c i a , la comete el m a r i d o , lo que hace que el tab lero de juego presente de i m p r o v i s o u n aspecto inédito, que el la , s in embargo , j u z g a y e x a m i n a con la a m p l i t u d de miras que le es p r o p i a .

¿Por qué, a pesar de tanto rac ioc in io y prudenc ia , se ver i f i ca la violación temida? A p a r e n t e m e n t e , a causa de la v io lenc ia de T a r q u i n o y de su prop io estado de in-consciencia. Pero mirándo­lo b i e n , advert imos que el sistema lógico de Lucrec ia presenta a l ­gunas deficiencias que bastan para prec ip i tar la acción fuera de los cauces previstos. L a p r i m e r a es creer que la fuerza de la razón y su acción de convenc imiento rac ional son t a n eficaces que pue ­den por sí solos d i suad i r al t i r a n o de su i n t e n t o . D e no ser así,

2 3 " . . .y que es imprudente y ciego/quien mete el fuego en su casa./Fue­go los príncipes s o n " (vv. 1 7 8 6 - 1 7 8 8 ) . M A C C U R D Y cita otros versos del mis ­mo Rojas: " Q u e era el rey como la lumbre /Que calentaba de lejos/y desde cerca quemaba" (op. cit., p. 1 2 3 ) .

2 4 El mismo M a c C u r d y recuerda las condiciones histórico-políticas y doc­trinales, citando con acierto los trabajos de P F A N D L , Cultura y costumbres del pue­blo español de los siglos xviy xvii, Barcelona, 1 9 2 9 , y de A M É R I C O C A S T R O , " A l ­gunas observaciones acerca del concepto del honor en los siglos x v i y x v n " , RFE, 3 ( 1 9 1 6 ) , 2 - 5 0 .

2 5 S A A V E D R A F A J A R D O , op. cit., p. 2 7 2 . 26 Op. cit.

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n o se comprende por qué m o t i v o el la, t a n af ic ionada a pasarse las noches en vela (a la " p r u d e n t e v i g i l a n c i a " ) , se acuesta t r a n ­q u i l a tras la discusión disuasiva con T a r q u i n o . Y d igo tranquila porque efectivamente se d u e r m e , favoreciendo así la intrusión del príncipe en su aposento y el estupro . E n p lena violación, L u c r e ­c ia , obst inada en su error , t r a t a aún de oponer a la fuerza de T a r ­q u i n o , la fuerza de la convicción y la r a z ó n 2 7 . Lucrec ia c o n f u n ­de el p lano intelectual-teórico con el p lano práctico-racional. Los demás errores atañen al conoc imiento del comple jo y contrad ic ­t o r i o mecanismo de la psicología h u m a n a . N o sabe que la hones­t i d a d y el b i e n pueden ser acicate a la deshonestidad y al m a l , y que la privación aumenta el deseo 2 8 . Lucrec ia desconoce aque­llas verdades "un iversa les y perpetuas sin las cuales la exper ien­cia de poco v a l e " 2 9 . E n el fondo , peca de orgu l l o in te lec tua l , de u n exceso de seguridad en sí m i s m a 3 0 . J u l i a le había ya i n s i n u a ­do que su cuadro de referencia presentaba algunos puntos débi­l e s 3 1 . B r u t o , por e jemplo , que atiende a las verdades " u n i v e r s a ­l e s " , sabe m u y b ien que cuanto más inalcanzable aparece el ob ­j e t o del deseo, con tanta m a y o r intens idad se anhela. L a violación es, pues, resultado necesario de u n a serie de presupuestos errados.

I m p o r t a subrayar que Lucrec ia es incapaz de i m a g i n a r u n a solución cualquiera fuera de los esquemas que le i m p o n e n las con­venciones sociales y políticas: el código del h o n o r , los derechos del príncipe, la obediencia incond i c i ona l del vasallo. C o n s u m a d o el de l i t o , c ontempla de nuevo " r a c i o n a l m e n t e " los fines i n d i v i ­duales, sociales y políticos que le exige el sistema: la seguridad del m a r i d o , el amor indisolublemente u n i d o al honor , porque " n o

2 7 " . . .resuelta, determinada,/descompuesta y sin aliento,/quejas le pro­pone al viento,/voces a m i fe jurada,/lástima a m i piedad,/respetos a m i gran­deza" (vv. 2 0 1 8 - 2 0 2 3 ) .

2 8 Es una ' ' v e r d a d " que los textos de la época repetirán con frecuencia. M A C C U R D Y cita ese verso de Lope: "Porque resistido amor, /con la privación se a u m e n t a " (op. cit., p. 1 3 3 ) .

2 9 Cf. S A A V E D R A F A J A R D O , empresa 2 9 , op. cit., pp. 3 8 - 4 3 . 3 0 Véase S A A V E D R A F A J A R D O : " y así, es conveniente que gobierne la p r u ­

dencia, y que ésta no viva pagada y satisfecha de sí, sino que consulte con la variedad de los accidentes que sobreviven a las cosas, sin asentar por ciertas las futuras, aunque más las haya cautelado el ju i c io y la d i l igenc ia" (ibid., pp. 4 0 - 4 1 ) .

3 1 "Líbrete el cielo de quien/por inclinación murmura ; / que del no hay honra segura, aunque ocasión no le d e n " (vv. 1 1 2 1 - 1 1 2 4 ) . Cf. S A A V E D R A F A ­

J A R D O : " L a obligación del príncipe sólo consiste en desear acertar y en pro-curallo, dejándose advertir y aconsejar, sin soberbia n i presunción" (op. cit., p. 3 7 ) .

9 8 8 L O R E T O B U S Q U E T S NRFH, X X X I X

h a y a m o r donde no hay h o n r a " 3 2 . Para ello predispone los m e ­dios adecuados: la pública manifestación del u l t ra j e y la p r o p i a m u e r t e , con lo que sustituye a su esposo en la venganza y asegu­r a con ello la reparación f o r m a l de la a frenta y el o rden estable­c i d o 3 3 . E n nuestra Lucrec ia , no cabe siquiera menc ionar la cues­tión m o r a l de la intención y la consecuencia, la incoherencia en ­tre no c u l p a b i l i d a d y castigo. Está claro que su fin p r i m o r d i a l n o es la v i r t u d , sino la h o n r a , que su preocupación no es el pecado, sino la reputación. E n este sentido su c o m p o r t a m i e n t o es perfec­tamente lógico y coherente 3 4 , s in que Rojas haya ten ido que r e ­c u r r i r a la h i s tor ia del esclavo, que m a r c a en la leyenda los dos momentos fundamentales del confl icto ético.

C o m o persona jurídica, T a r q u i n o conoce la esencia del poder y m e d i t a los medios prácticos p a r a conseguirlo y m a n t e n e r l o , i n ­dependientemente de toda ley m o r a l ( n a t u r a l o pos i t iva ) , según es n o r m a y cos tumbre , a u n en el p lano d o c t r i n a l , a p a r t i r de M a -quiave lo . Las reflexiones o d iatr ibas de T a r q u i n o con su padre o con sus subditos dan ocasión a Rojas de l levar a las tablas a l g u ­nas de las cuestiones políticas más manidas de la época, todas ehas de inspiración, o divulgación, maquiavélica: la esencia del Esta­do , la legitimación del príncipe, la justificación de la v io lenc ia , de la simulación y del engaño p a r a la consecución y el m a n t e n i ­m i e n t o del poder, las vanas y consabidas disquisiciones acerca de si es me jor para el m o n a r c a ser amado o ser t e m i d o para la ob­tención de sus fines.

T a r q u i n o es el príncipe maquiavélico que conoce el mecanis­m o psicológico de los hombres —de ese h o m b r e que f u n d a m e n ­ta lmente es s iempre i g u a l a sí m i s m o — para m a n i p u l a r l o s , d o m i ­narlos y ut i l i zar los para sus propios fines, que, no lo o lv idemos ,

32 Obligados y ofendidos (citado por E R M A N N O C A L D E R A , "Sol i tudine dei per-sonaggi d i Ro jas " , Studi Ispanici, 1, 1962, p. 54). A propósito de la sumisión al sistema, R O D R Í G U E Z P U É R T O L A S observa: " l a independencia que Rojas con­cede a sus heroínas es ficticia, pues se trata, en realidad, del sometimiento de las mismas al rígido concepto del h o n o r " (op. cit., p. 355).

3 3 Se ha insistido mucho en el supuesto feminismo de Rojas y en el he­cho de que es frecuente que en sus obras la mujer sustituya al hombre para la venganza (véase M A C C U R D Y , op. cit., pp. 119-120). C A L D E R A reduce jus ­tamente el significado " revo luc ionar io " de esta solución en otras piezas de Ro­jas, justificándola por otros motivos; aquí se trata de la incapacidad absoluta de Colatino en los términos expuestos (art. c i t . , pp. 40 ss.)

3 4 M A C C U R D Y observa que sólo en esta obra la violación se verifica con Lucrecia inconsciente. En cuanto a M A L V E Z Z I , es evidente el diferente con­cepto que tiene de este personaje (op. cit., p. 32, n . 20).

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son los fines de ese ente político soberano que l l amamos Estado. L a p r o p i a experiencia y la experiencia a c u m u l a d a que le t r a s m i t e la h i s t o r ia , esto es, el conoc imiento de aquellas "verdades u n i ­versales y p e r p e t u a s " que L u c r e c i a i g n o r a b a 3 5 , le enseñan que p a r a dichos fines es preciso servirse de la fuerza y de los recursos de la razón de Estado; sabe (él o su padre , no i m p o r t a ) , que l a figura del m o n a r c a se refuerza dándole lustre y aureola d i v i n a 3 6 ; conoce la i m p o r t a n c i a de disponer de u n ejército regu lar f o r m a d o p o r hombres fieles y devotos a u l t r a n z a , a los que es necesario halagar y favorecer; sabe que los hombres son sensibles a la a d u ­lación y que la necesidad o el deseo los hace vulnerables al enga­ño ; sabe — y repite casi las palabras de M a q u i a v e l o — que los h o m ­bres se o l v i d a n de la v io lenc ia si el príncipe sale v ictor ioso de l a empresa, y que siendo l a d e b i l i d a d el peor enemigo de l príncipe, es m e j o r ser a d m i r a d o p o r t e m i d o que despreciado p o r amado .

A r m a d o de tanta sabiduría general y práctica, T a r q u i n o e m ­plea los medios adecuados para conseguir su fin: como a n i m a l al acecho en espera de la ocasión p r o p i c i a — i m a g e n grata a M a ­q u i a v e l o — , coge al vue lo la necesidad de los gabios de ser d i r i g i ­dos y protegidos para apoderarse del poder , acudiendo a los m e ­dios " l e g í t i m o s " que le ofrece la razón de Estado y explotando la propensión de los hombres a j u z g a r favorables los sucesos ad ­versos bajo la presión de la necesidad o el deseo.

C o m o persona p r i v a d a , T a r q u i n o sabe que ésta afecta t a n só­lo a su conciencia y que ante L u c r e c i a no existe sino su persona jurídica. T a r q u i n o estudia las causas y los efectos: que Lucrec ia puede ser sensible a sus halagos y promesas, y que es posible v e n ­cer su v o l u n t a d con el engaño o su cuerpo con la v io lenc ia . C o n ­sidera el obstáculo representado p o r C o l a t i n o , pero , b u e n cono­cedor del ánimo h u m a n o , maneja con eficacia el resorte de su amor p r o p i o y de su incond i c i ona l obediencia. Es difícil d iscernir si en el éxito de su empresa h a podido más la simulación ( f ingirse con­venc ido p o r las razones de Lucrec ia ) o la fuerza. E n cua lquier ca­so, la p r i m e r a ha hecho posible la segunda, y a T a r q u i n o no nos

3 5 "Entendióle; yo imagino/ la misma agudeza en ú./Sexto. Son tus pala­bras en mí/un oráculo d iv ino ; /y lo que has dicho es bastante/para entender y saber. . . " (vv. 8 3 1 - 8 3 6 ) .

3 6 " . . .que ilustra más m i persona/la sangre de esos tiranos/que está t i -ñendo mis manos,/que el oro de m i corona" (vv. 1 5 3 - 1 5 6 ) ; "Muévaos i m p u l ­so divino; /todos m i nombre ac lamad" (vv. 2 4 9 - 2 5 0 ) . Cf. S A A V E D R A F A J A R ­

D O : " C o n ellos procure vuestra alteza ilustrar su real persona" (op. cit., p. 6 3 ) . Las cursivas son mías.

9 9 0 L O R E T O B U S Q U E T S NRFH, X X X I X

queda sino fe l i c i tar lo por la perfección de sus planes y la reso lu ­ción de su i n t e n t o .

Diríase que lo único que T a r q u i n o no ha previsto , pues el con­flicto aparece en u n segundo m o m e n t o de f o r m a to ta lmente ines­perada, es que si en lo político los fines j u s t i f i c a n los medios autó­n o m a m e n t e de toda consideración ético-trascendente, no vale lo m i s m o en lo p r i v a d o , donde no es posible e l u d i r la conciencia. Conc ienc ia que , n a t u r a l m e n t e , no responde de sus actos ante sí m i s m a , sino a u n a ley exter ior , a los " c i e l o s " , al j u i c i o d i v i n o : " t o q u é el sol , ofendí al c i e l o " . A di ferencia de los demás T a r q u i -nos, y s ignif icativamente al igual que el T a r q u i n o de Shakespeare, el príncipe de Rojas siente r e m o r d i m i e n t o s de conciencia, p o r lo que se convierte en u n a especie de pecador arrepent ido que apela a la jus t i c ia d i v i n a contra sí m i s m o , con f i rmando lo que decía Saa-vedra Fa jardo , que " e n sí m i s m o trae venganza q u i e n es e n e m i ­go de D i o s " 3 7 . Q u e es como dec ir , y como en efecto se dice f re ­cuentemente en la escena española, que " n a d i e h a de j u z g a r / a los reyes, sino D i o s " 3 8 .

Pero mirándolo b i e n , nada en T a r q u i n o es dejado al azar o a la improvisación; no hay nada que no haya sido previsto y ca l ­cu lado , i n c l u i d o el error: " tengo /determinación resuelta/de fa l tar a ser q u i e n s o y " (vv . 1587-1589).

T a r q u i n o se está s irv iendo de la fórmula " y o sé quién s o y " , de l a que se h a ocupado con g r a n penetración José A . M a r a v a l l . Este sostiene que " j u n t o con el reconoc imiento del albedrío, no político o s o c i a l " , d i cha fórmula se refiere a la "corre lac ión entre lo que u n o va a real izar y lo que le corresponde socialmente y los demás esperan de é l " 3 9 . Según ello, T a r q u i n o decidiría fa l tar a ser lo que debiera ser o como príncipe maquiavélico o como prín­cipe cr ist iano (no menos maquiavélico, como es sabido) . M e pa ­rece, sin embargo , que el ego sum qui sum t iene aquí u n doble sig­ni f i cado en correspondencia con la esquizofrenia a r r i b a a p u n t a ­da. E l " e r r o r " de T a r q u i n o es, por u n lado , u n a insensatez m o r a l que afecta su conciencia de cr ist iano —o de príncipe cr i s t iano , que es lo m i s m o — de la que, por tanto , no tiene por qué dar cuenta a sus subditos; por el o t ro es u n a insensatez política en cuanto representa u n atentado a la razón de Estado y al m a n t e n i m i e n t o del poder. D o b l e ru inosa consecuencia a l a que parecen a l u d i r el

37 Ibid., p. 21 . 3 8 C A L D E R Ó N , Saber del mal y del bien ( j orn . I , esc. 8), en Obras, Agui lar ,

M a d r i d , 1944, p. 22. 39 Teatro y literatura. . . ., pp. 97 y 103, respectivamente.

NRFH, X X X I X L U C R E C I A Y T A R Q U I N O O E L F I N Y L O S M E D I O S 9 9 1

' ' e s tar fuera de s í " , el " ser o t r o " y sobre todo el " es toy p e r d i ­d o " , pronunc iados p o r T a r q u i n o en el tercer acto.

Desde el m o m e n t o , sin embargo , que la salvación de su a l m a queda asegurada con el a r r e p e n t i m i e n t o , parece evidente que el " e s t o y p e r d i d o " se refiere a las consecuencias que T a r q u i n o pre ­vé de su i m p r u d e n c i a , pues a u n siendo señor de cuanto pertenece a sus vasallos, según a d m i t e n los propios subditos, con la consa­b i d a exclusión del a l m a o conc ienc ia 4 0 , los tratados políticos de la época, empezando por II principe, aconsejan, a título de p r u ­dencia , no tocar las haciendas y mujeres de los mismos , " b i e n e s " unas y otras ( lo dice el m i s m o C o l a t i n o ) , porque ello es causa de resent imiento e induce a la resistencia.

E l único e r r o r inte lec tual de T a r q u i n o podría ser, a p r i m e r a v i s ta , el no ver la verdadera natura leza de B r u t o , creer que es ab­so lutamente inofens ivo , caer en la t r a m p a de su disfraz. Pero t a l c omo Rojas ha t ra tado la figura del cabecilla rebelde, encarna­ción del espíritu patriótico en obras de cuño l i b e r a l — q u e es el m a y o r pe l igro que el príncipe prudente debiera erradicar de su e n t o r n o — , la lucidez de B r u t o no representa pe l igro a lguno , en cuanto no pasa de representar la transgresión autor i zada e i n s t i ­tuc i ona l i zada del loco-cuerdo, del bufón o fool t radic ionales , c u ­yas verdades, pronunciadas al margen de lo social, no atenían para nada contra la estabi l idad del s i s tema 4 1 .

D e todo ello se desprende, pues, que la i m - p r u d e n c i a de T a r ­q u i n o es menos manifestación de i r r a c i o n a l i d a d que de v o l u n t a d de potencia (y ta l es el s ignif icado que tiene en la pieza el apet i to sexual, que no amor o pasión, del T i r a n o ) : audacia temeraria que, como quedará demostrado , no va a c o m p r o m e t e r seria e i r r e v e r ­s iblemente su posición.

Por lo t a n t o , T a r q u i n o representa la razón y la prudenc ia en grado sumo , así como en grado sumo, en el b i en o en el m a l , en ­carna la l i b e r t a d , la determinación y la v o l u n t a d . E n el f ondo , posee las cualidades de los hombres grandes nacidos para el m a n ­do de que hab la M a l v e z z i , sujetos al i n f l u j o de las estrellas " i m -

4 0 Aunque Pericles encarne el reaccionarismo extremo, no es menos reac­cionaria la opinión general que sale de la obra (cf. M A C C U R D Y , op. cit., p. 133).

4 1 Contra la opinión de M a c C u r d y , creo, pues, que Bruto es sustancial-mente el gracioso (véase M A C C U R D Y , op. cit., p. 115). Recordemos, por otra parte, que M E S O N E R O R O M A N O S elogiaba " l a epigramática expresión de sus [de Rojas] graciosos" ( "Teatro de Roxas" , en Seminario Pintoresco español, M a d r i d , 1851, t . 16, p. 370).

992 L O R E T O B U S Q U E T S NRFH, X X X I X

p e r a n t e s " 4 2 . A l i gua l que ellos, posee grandes v i r tudes y g r a n ­des vicios , tales como la soberbia, la c rue ldad y la l u j u r i a , v i ­c ios /v irtudes que incluso los tacitistas exa l taron en T i b e r i o como ind i c i o y expresión de potencia : " u n a g ran l i b i d i n e è mo l te vo l te segno d ' u n grande i n t e l l e c t o " ; " i n u n p r i n c i p e , f ra i d i f e t t i , è de ' i m i n o r i la l u s s u r i a " 4 3 . T a r q u i n o es " e l ánimo grande que ape­tece lo más a l t o " , el león astuto , fiero y c rue l , " s í m b o l o de la v i ­g i l a n c i a " , destinado " p o r n a t u r a l e z a " a ser rey de los an imales 4 4 . Y para atenuar su " p e c a d o " , al que como h o m b r e es proc l ive co­m o los demás morta les , Rojas ya nos ha d icho que las estrellas lo i n c l i n a b a n algo hacia el m a l .

E n cuanto a los subditos , es difícil no ha l la r q u i e n , de u n m o ­do u o t ro , no haya comet ido a l g u n a equivocación. E l venerable anciano del Senado, pese a la r e c t i t u d de su conciencia y a la b o n ­dad de su intención, comete ta l vez el más grave atentado cont ra la p rudenc ia . E n t o r n o a su figura, como también a la de B r u t o , pero en éste vanamente por su posición m a r g i n a d a , g i r a n las re ­flexiones sobre el va lor y la p r u d e n c i a (en el sentido actual del término) , o si se quiere , sobre la audacia y la discreción. E l cora­j e y arro j o del anciano son resultado de u n e r ro r in te lec tua l : no haber previsto la i n u t i l i d a d de su acción en aquel m o m e n t o . N o hay época menos heroica que ésta en que se escribe E l héroe: " e n ­tre estos dos extremos [los desconfiados y los arrojados] se ha l la el seguro med io de c o rdura ; y consiste en u n a audacia discreta, m u y asistida de la d i c h a " 4 5 . Dadas las c ircunstancias, el anciano de­bía haber actuado con d i s imulo para obtener en el m o m e n t o opor­t u n o la realización de su en sí noble deseo. N o es preciso acud i r necesariamente a M a l v e z z i y menos aún a Tarquino il Superbo pa ­r a ha l lar encomio del g ran arte de la simulación, " h i j a de la astu­cia y de la p a c i e n c i a " , unánimemente aconsejada por tratadistas políticos y moral istas a príncipes y vasal los 4 6 : " c h i nasce nel la

42 Davide perseguitato, Bologna, 1 6 3 4 , p. 50. 4 3 V I R G I L I O M A L V E Z Z I , Considerazioni con occasione d'alcuni luoghi delle vite

d'Alcibiade e di Coriolano, Bologna, 1 6 4 8 , p. 7 3 . M E I N E C K E recuerda: " l a pleo-nexia ( i l piacere della potenza) è accanto alla fame e al l 'amore, l ' i st into uma­no più potente, più elementare ed efficace" que " h a destato la specie umana alla vita stor ica" (op. cit., pp. 1 1 - 1 2 ) .

4 4 S A A V E D R A F A J A R D O , op. cit., pp. 1 8 2 ss.

4 5 B A L T A S A R G R A C I Á N , op. cit., pp. 50. 4 6 Véase E U G E N I O G A R I N : " a l t r i , come i l Malvezzi , insiste sul dovere d i

simulare con i potenti , quale mezzo d i difesa, l imitando i l suo problema ai rapport i de l l ' indiv iduo con i l potere esterno tirannico . . . virtù pr imar ia è la pazienza come capacità d i adattamento, flessibilità d i giunco che seconda alle

NRFH, X X X I X L U C R E C I A Y T A R Q U I N O O E L F I N Y L O S M E D I O S 9 9 3

g r a n scena del m o n d o dovrebbe sapersi vestire d i m o l t i a b i t i per potere i n questa c o m m e d i a rappresentare d ivers i p e r s o n a g g i " 4 7 .

Es lo que hace B r u t o , el " s a b i o p r u d e n t e " , que se viste de loco , disfrazándose incluso el n o m b r e para dar m e j o r al m u n d o la apariencia opuesta de lo que es. Pero como ya he d i cho , el B r u t o de la obra de Rojas es u n aborto desde el p u n t o de vista de l a acción política. Por eso, a d i ferenc ia de los demás Brutos que nos h a n legado la h i s t o r ia , la l i t e r a t u r a y el arte , este B r u t o no calla en espera de actuar en el m o m e n t o o p o r t u n o , es decir , al estar seguro de que su acción será eficaz, sino que habla con la espe­ranza de que los otros i l u m i n e n su c i rcunstanc ia a la luz de su sabiduría; por eso m i s m o , sus apartes teatrales t ienen siempre dos t i empos , el susurro y la repetición de lo susurrado en voz alta con fórmulas del t i p o " ¿ q u é dices, B r u t o ? " y afines en boca de o t ro personaje; por ello, j u s t o en el m o m e n t o de la " a c c i ó n " , el per­sonaje desaparece de escena 4 8 . Sus verdades son inocuas, sea por­que su apelación a la l i b e r t a d suena como declaración p u r a m e n t e f o r m a l y desgajada de toda necesidad lógica, sea porque sus ideas sobre el Estado no atenían sino que más b ien f u n d a m e n t a n el sis­t e m a absolutisía representado por los T a r q u i n o s . L a afirmación de que la ve rdad resulta incómoda al P r i n c i p a d o 4 9 o de que el subdi to re ina en su casa como el príncipe en la suya, son i r re l e ­vantes si él m i s m o puede a f i r m a r ' ' q u e el c ielo/que sujetó las c i u ­dades/a los T a r q u i n o s , no quiso que las almas su jetasen" (vv . 526-528) . C o n lo cual por u n lado l e g i t i m a la institución monár ­qu i ca mediante la d o c t r i n a del or igen d i v i n o , y por el oíro conf i r ­m a la íesis de la jurisdicción real sobre las personas y haberes de sus súbdiíos, no sobré la conciencia de los mismos , que es lo que L o p e y iodos los dramaíurgos de la época v ienen repiíiendo en favor del poder absoluto. De lo que se deduce que Bruío no re -preseníaría u n pe l igro n i a u n en el supuesío de que los oíros se c o m p o r t a r a n según Razón /Bru ío , en cuanto no harían sino a d ­h e r i r sus voluntades a las " r a z o n a b l e s " necesidades y deseos que les i m p o n e el sistema.

D e los ardeatinos vencidos cabe decir lo que del noble y ve-íusío anciano del Senado. Q u e la resistencia es razonable cuando

percosse, e perciò appunto no si spezza m a i " (La Filosofia, M i l a n o , V a l l a r d i , 1947, t . 2 , p. 2 3 2 ) .

4 7 V I R G I L I O M A L V E Z Z I , Davide perseguitato, p. 3 6 . 4 8 M A C C U R D Y , en efecto, observa el fenòmeno, pero no parece encontrar­

lo significativo (op. cit., p. 2 8 ) . 4 9 "porque en todo principado/su verdad [de Bruto] es infel ice" (v. 2 2 0 ) .

9 9 4 L O R E T O B U S Q U E T S NRFH, X X X I X

es previs ib le la v i c t o r i a y es insensata cuando está necesar iamen­te abocada al fracaso. Inútil, por lo demás, resulta acusar al T i r a ­no de traición. E l h o m b r e debe contar con el engaño y la s i m u l a ­c ión, medios legítimos para m a n t e n e r el p r i n c i p a d o y tanto más p a r a consegu i r l o 5 0 . E l fal lo de los gabios reside en no haber vis­to; peor , hab iendo v is to , haberse engañado a sí mismos , e m p e l i -dos p o r la necesidad y el deseo 5 1 . E l p r i n c i p a l e r ro r consiste en no saber que la necesidad p r i m i g e n i a de asociarse y las necesida­des de los pueblos sometidos son precisamente, las causas que o r i ­g i n a n al m i s m o Estado y a la razón de Estado; su segunda e q u i ­vocación es creer que , otorgado el poder a T a r q u i n o , aquél es aún cosa suya, y que puede hacer y deshacer a su anto jo . Será fácil p a r a T a r q u i n o desmontar sus pretensiones por vía lógica. P a r a el lo acude, simplificándola y desposeyéndola de todo f u n d a m e n ­to jur ídico , a la v ie ja teoría del pacto y c o n t ra t o , sosteniendo que los i n d i v i d u o s , en el m o m e n t o m i s m o en que ceden al m o n a r c a l a gestión del Estado, le o torgan unos poderes que v i n c u l a n a a m ­bas partes 5 2 . A u n q u e T a r q u i n o apele formalmente a unos supues­tos deberes del rey, cuyo i n c u m p l i m i e n t o presupone traición y sub­siguiente escisión del contrato., de hecho, insist iendo en el carác­ter l i b r e e i rrevers ib le del o t o r g a m i e n t o 5 3 y sin menc ionar p a r a nada la legitimación legal del m o n a r c a con respecto a la ley n a t u * r a l o d i v i n a , y tanto menos la soberanía del pueblo implícita en el concepto de poderes, no hace sino l e g i t i m a r la a r b i t r a r i e d a d y el absolut ismo monárquicos , descargando en el pueblo la respon-

5 0 Cf. M A R A V A L L : "Este arzobispo toledano, Rojas, gran señor, que por extender su poder era capaz de servirse de armas ajenas a toda consideración moral-religiosa, bien podría haber figurado como un personaje de E l Príncipe. L a práctica del engaño no sólo era propia de un Fernando el Católico, de u n Luis X I o de algunos príncipes del Renacimiento i t a l i a n o " (Estudios de historia del pensamiento español, M a d r i d , 1984, t . 3, p. 43).

5 1 "Después que te hubimos dado/la obediencia y que llegaste/—cuando menos lo esperaste—/al solio del principado,/desde la hora y el día/que h i c i ­mos de t i elección" (vv. 1363-1368); " S i fue tuya su elección,/¿por qué te quejas de Sexto?" (vv. 1397-1398); "Pero ya lo consiguió;/y conseguida la empre­sario que fue traición es gloria, / lo que fue engaño es grandeza;/y trocando los sucesos/la ignominia en excelencia,/pasa el nombre de traidor /a quien su obediencia niega" (vv. 1501-1508).

5 2 "Príncipe me hizo el Senado,/mas no sin dar causa yo/podrá desha­cerme, no, /sin ser de traición notado;/que el pueblo que reyes hace,/si desha­cerlos quisiera,/no pudiera; y traición fuera/que de sediciones nace" (vv. 1431-1438).

5 3 " pero una vez elegido, /mi lugar no he de perder;/soy cabeza, y he de ser/temido y obedecido" (vv. 1383-1386).

NRFH, X X X I X L U C R E C I A Y T A R Q U I N O O E L F I N Y L O S M E D I O S 9 9 5

sab i l idad del acto y maniatándolo para cua lqu ier f o r m a de r e i ­vindicación o protesta.

L a " i r r a c i o n a l i d a d " e incoherencia de los gabios consiste en pretender que el rey , a q u i e n h a n elegido p o r cabeza, no c u m p l a luego con su función sirviéndose de los medios de que legítima­mente d i s p o n e 5 4 ; ello p r o p o r c i o n a a T a r q u i n o la ocasión de ape­l a r a la tesis real ista de la " c a b e z a " como n a t u r a l e indispensable al " c u e r p o " social y político, sin la cual el pueblo es sólo " u n a m u l t i t u d acéfa la" incapaz de exist ir como sociedad c i v i l 5 5 .

E n cuanto a Pericles, cabe apl icarle lo que dice Gracián de aquellos hombres que salen " d e l t o r n o de su b a r r o ya destinados p a r a la s e r v i d u m b r e de unos espíritus serviles, sin género de brío en el corazón, inclinados al ajeno gusto, y ceder el propr io a cuantos h a y " 5 V S i n embargo , en su vi leza, tiene el buen t i n o de emplear los medios adecuados ( la simulación, la adulación) para alcanzar su fin ( la seguridad) . Es él q u i e n recuerda al espectador el f u n d a ­m e n t o de las relaciones que existen entre el que m a n d a y los que obedecen. D e su boca saldrá por única vez en la pieza la voz ley, p a r a p r o c l a m a r no sólo el f u n d a m e n t o jur ídico b o d i n i a n o del ab­so lut ismo monárquico (sólo al soberano corresponde " d o n n e r et casser la l o i " ) , sino de la más p u r a a r b i t r a r i e d a d ( " l a l o i c'est m o i " ) : " t u vo luntad [es] ley expresa" (v. 1608). D e ella sale i gua l ­mente la más reacc ionaria concepción del poder , que Calderón perpetuara en La vida es sueño ( " e l rey es solo absoluto d u e ñ o " ) : " m i h o n o r , m i v i d a y m i hacienda todo es t u y o " (v . 1518), r e ­cordando al t i e m p o que el h o n o r , emanación de la potestad rea l , es el p r i n c i p i o rector del o rden social establec ido 5 7 .

J u l i a muestra grandísima prudenc ia , pues a fronta " r a c i o n a l ­m e n t e " su aspiración a i r a más no afrontándola, es decir , a f r o n ­tándola como una imposib i l idad y resolviendo el conflicto mediante la f o r m a evasiva y elusiva del sueño58, que, como he dicho ya con respecto al desprecio del m u n d o y al confl icto r ea l idad /apar i en -

5 4 " L a república m e j o r / p a r a que ordenada esté/es u n cuerpo en quien se ve/la cabeza superior" (vv. 1375-1378).

5 5 T a l es la teoría de Jacobo I de Inglaterra; véase G E O R G E H . S A B I N E ,

A history of political theory, H . H o l t , New Y o r k , 1937, cap. 19. 5 6 G R A C I Á N , op. cit., p. 52. 5 7 Véanse al respecto M A R A V A L L , Teatro y sociedad. . . , p. 128, y A M É R I C O

C A S T R O , op. cit.

5 8 "Lucrecia: Dichosa tú que durmiendo/te olvidas de tus cuidados. Julia: Los que somos desgraciados/sólo vivimos durmiendo. /Cuando duermo, a na­die o fendo" (vv. 1818-1822).

9 9 6 L O R E T O B U S Q U E T S NRFH, X X X I X

c ia , no t iene aquí tampoco va lo r metafísico a lguno . Próxima a Pericles por su mediocr idad y espíritu de s e r v i d u m ­

bre es la figura patética de C o l a t i n o , i r r a c i o n a l en sus fines e i n ­coherente en sus medios . Desde la óptica de la p rudenc ia , es s in d u d a el personaje más despreciable: es el estulto bíbl ico, el ne ­c i o 5 9 . Necio le l l ama B r u t o , de necio le acusa Lucrec ia , como des­cargando en él aquel insistente Lucrecia-necia, de la que , al dec ir de Quevedo , " n a d i e e jemplo t ome , / que escándalo s iempre h a s ido /del t i e m p o , y por consonante/de necia, está en los abis­m o s " 6 0 . C o l a t i n o es l a i r r a c i o n a l i d a d y la ceguera. A l c o n t r a r i o de Lucrec ia , considera que las estrellas son las responsables de l o b r a r y del acaecer h u m a n o 6 1 . L o t i e n t a n la superstición y la as-trología. Crédulo y sospechoso, t i m o r a t o , inc i er to en sus j u i c i o s , a f ronta la rea l idad no con base en el ver ( = j u z g a r , deduc i r , co­nocer ) , sino en la vana opinión (doxa), la d u d a y la sospecha. I n ­capaz de conocer y de conocerse, proyecta su mente de formante sobre el m u n d o . Su destino no es pisar el su^lo con pies de p l o ­m o , como es p r o p i o del varón sabio gracianesco, sino " p i s a r som­b r a s " 6 2 . Sus fines son vacuos y estériles: los d i c ta la v a n i d a d , el

5 9 Contra el refrán popular recordado por M A C C U R D Y " n o hay rico ne­cio, n i pobre discreto" (op. cit., p. 115), el Barroco invierte los valores para sostener que las diferencias de estado no son nada con respecto a la igualdad del alma y del intelecto, y que los puestos altos resultan más bien desventajosos para la realización de sí mismo.

6 0 RAE; t . 69, p. 199 (citado por G I L L E T , op. cit., p. 124). 6 1 El abandono de las fuerzas de la voluntad a la fatalidad es propio tan

sólo del necio, porque, como se ha visto, los demás personajes toman en sus manos el propio destino; lo que concuerda con la afirmación presente en Del rey abajo, ninguno: " n o hay acción/alguna más v i l que sujetarse a la F o r t u n a " , destacada por R O D R Í G U E Z - P U É R T O L A S (op. cit., p. 361). E l "nací a violencias i n c l i n a d o " , recordado por el mismo estudioso (ibid., p. 358) a raíz de nuestro T a r q u i n o , encaja con el concepto renacentista del " i n c l i n a t a l iquanter " soste­nido por ejemplo, por Juan de J a n d u m , de la escuela averroísta de Padua, que no compromete para nada la l ibertad y los actos de la vo luntad, como re­conoce el propio P U É R T O L A S unas líneas más abajo: " N o hay que aceptar co­mo inevitable el hado inhumano, la influencia de las fuerzas extrañas y miste­riosas que oprimen al hombre. H a y , en fin, que querer ser" {ibid., p. 362). De distinta opinión a este respecto, K A T L E E N G O U L D S O N : " E v e n more noticeable i n Rojas' work is its fatalism. He appears to believe very strongly that every ind iv idual has a fixed destiny, determined by the influence of his own part i cu­lar star. One's destiny is ordained prenatally. Every incident in one's life is therefore to be accepted w i t h res ignat ion" ("Religión and superstition in the plays of Rojas Z o r r i l l a " , i n Spanish Golden Agepoetry and drama, ed. E. Al l ison Peers, Phaeton Press, New Y o r k , 1974, p. 96).

6 2 M A C C U R D Y recuerda que esta bella expresión es u n tópico barroco que

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más estúpido de los vic ios , que ta l es el s ignif icado de la vanitas en esta obra . Deseoso de ser el p r i m e r o en todo , su sumisión y acatamiento a la monarquía son incondic ionales y absolutos. C o ­l a t i n o es el ' 'ejército b i z a r r o " , i n s t r u m e n t o básico p a r a el m a n t e ­n i m i e n t o del poder , que el príncipe se asegura a fuerza de h a l a ­gos y recompensas. Es el útil i d i o t a que el m o n a r c a mane ja y d o ­m i n a a su anto jo para sus propios fines.

L a i gnoranc ia de C o l a t i n o no t iene límites: i gnora la soberbia y ambición inherentes a la persona del príncipe, la insac iab i l idad y prepotencia del poder , la natura leza del a m o r y del honor ; n o d is t ingue entre v i r t u d i n t e r i o r ( intención) y exter ior (consecuen­c ia ) , n i sabe que la p r i m e r a es ineficaz en la defensa de la segun­da . N o ve que su doble ob jet ivo — e l h o n o r y la v a n a g l o r i a — e n ­c ierra u n a contradicción. L a v a n i d a d le hace cometer la insensa­tez de exponer a la v ista ajena u n tesoro ( h o n o r / a m o r ) que sólo es posible salvar guardando (ocu l tándo lo ) 6 3 . L a comedia de r e ­pente subraya el carácter estulto de la competición alentada p o r C o l a t i n o , p roporc i onando , como observa jus tamente M a c C u r d y , el paralelo cómico a la competic ión " s e r i a " (cabe añadir, no m e ­nos estúpida) de los soldados. D e esta f o r m a , Rojas desvirtúa el v a l o r y s ignif icado de la competición presente en las demás Lucre­cias, que reside en la necesidad de conva l idar las ideas u o p i n i o ­nes adquir idas mediante la demostración exper imenta l .

A n t e la sospecha, que debiera ser " a v i s o " al prudente p a r a predisponer los medios adecuados al nuevo fin propuesto , C o l a t i ­no opone u n a resistencia desproporc ionada e i r r i s o r i a . Frente a la " g r a n d e z a " de T a r q u i n o , aparece como u n enano. N o hay obs­táculo que aquél supr ima con mayor facil idad y desenvoltura. Basta u n a pequeña operación táctica para alejar a C o l a t i n o del teatro donde va a perpetrarse la violación contra su esposa y contra él m i s m o . O c u r r i d o lo rac iona lmente necesario, no le queda s iquie­r a el h o n o r v i r i l de vengar el u l t r a j e , que le correspondería según el código del h o n o r 6 4 , aunque la pieza p r o m e t a " p a r a la segun­da p a r t e " , la venganza del esposo y l a reparación de la a frenta . Pero la ironía excluye ya de antemano que sea posible en C o l a t i -

sirve " t o arouse premonitions of death and to créate the tragic m o o d " (pp. cit., p. 138). N o me parece que tenga aquí dicho significado, sino el que indico.

6 3 Es significativo que Shakespeare, en su The rape of Lucrece, hable en idénticos términos.

6 4 Véase A M É R I C O C A S T R O , "Observaciones y notas a Rojas Z o r r i l l a " , en su edición de Cada cual lo que le toca, en Teatro antiguo español, M a d r i d , 1917, t . 2, pp. 184 ss.

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no tanta v i r i l i d a d y arro jo . Es curioso que M a c C u r d y , que ha per­c ib ido u n a constante ironía en la o b r a (y que n i s iquiera cabe ver en aquel lo de la " i ron ía de la s u e r t e " , po rque no hay aquí suerte sino t a n sólo inte l igenc ia y v o l u n t a d , o incapac idad h u m a n a ) , n o haya advert ido la ironía que enc ierra este verso conclusivo: " C e ­se el l l a n t o , empiece el o c i o " (v . 2159) . Si no se t r a t a de u n a e r r a ­t a (ocio por odio), Rojas está a lud iendo a las palabras de B r u t o , q u i e n , según la tradición, inc i ta a los romanos a abandonar el ocio p a r a pasar a la acción, es decir , al derrocamiento de la monarquía i legít ima 6 5 .

C o n ese empiece en lugar del cese que cabría esperar en este m o ­m e n t o , Rojas muestra de veras la ironía de u n a v i c i s i t u d cuyo r e ­sultado y ob je t ivo finales son opuestos a los que ha i m a g i n a d o l a h i s t o r ia y la leyenda: exhor tar a l a i m p a s i b i l i d a d social y política y a de jar que el m u n d o siga func i onando , con todas sus i n j u s t i ­cias y crueldades, con la precisión de u n mecanismo perfecto.

4. E l m i t o o la histor ia de Lucrec ia , en manos de Rojas , se a r t i c u ­la en m u l t i t u d de escenas de v a r i a d a índole, que v a n del consabi ­do " t e a t r o en el t e a t r o " , a los frecuentes cambios de l u g a r y de escenografía y a las numerosas hipot iposis descriptivas, ricas en co lor ido y detalles, que " d i b u j a n " ante el espectador escenas de grandiosa espectacularidad. C o n ello, el aud i tor io capta al m i s m o t i empo el proceso m e n t a l verbalizado de los personajes en su t r i p l e fase de constatación y elaboración de los datos de la experiencia (yo veo que /yo deduzco que) , creencia u opinión (las cosas son/ la v i d a es) y deducción de c ompor tamiento y prudenc ia (hay que /no hay que) . M e d i a n t e la p last i c idad escénica y el carácter no menos plástico de la alegoría y la sentencia en que se f o r m u l a a m e n u d o el pensamiento , Rojas se propone inculcar al espectador algunas " v e r d a d e s " adqu i r idas , imponiéndolas menos por su fuerza de­m o s t r a t i v a que por su impac to persuasivo. Dichas " v e r d a d e s " se inscr iben en el t r i p l e ámbito de lo i n d i v i d u a l , social y político.

E n el o rden i n d i v i d u a l , se a f i r m a y enseña que: 1) el h o m b r e está inscr i to en u n mecanismo cósmico , que inc luye al hado , p r e ­s idido p o r u n a idea o p r i n c i p i o del B i e n , que no interv iene sino m u y levemente (pre-ciencia divina/inclinación astral) en su ope-

6 5 En el relato de la historia de Lucrecia de T I T O L I V I O , Ab Urbe condita, Paris, 1830, l ibro I , pp. 57-60, Bruto insta de continuo a los romanos a que abandonen las vanas discusiones y quejas y pasen a la acción v i r i l : "castigator l a c r imarum atque iner t ium q u e r e l a r u m " .

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r a r en el m u n d o ; 2) el h o m b r e es u n ser l i b r e que se real iza a sí m i s m o y es p o r tanto el único responsable de sus actos, en cuanto l a " i n c l i n a c i ó n " que hace a los hombres diferentes debe conside­rarse parte de la p r o p i a e i n d i v i d u a l " c i r c u n s t a n c i a " ; 3) el m e ­d io o terreno en que tiene lugar la acción h u m a n a ( inc lu ida la " i n ­c l inac i ón" ) no es n i fa ta l idad n i obstáculo, sino ocasión con la que el h o m b r e h a de contar y medirse , aprovechando la prop i c ia y ev i tando o c o n v i r t i e n d o en útil para sus fines aquélla desfavora­b le ; 4) los fines del h o m b r e se inscr iben en el doble ámbito de l a conciencia y de la acción en el m u n d o (sociedad, Estado) , y e x i ­gen n o r m a t i v a s morales di ferenciadas: mientras en el ámbito de la conciencia cuenta la i rre levante ética de la intención, sujeta a l solo j u i c i o d i v i n o , en la realización del h o m b r e en el m u n d o vale l a práctica de la conducta d ic tada p o r la c i r cunstanc ia , que pue­de, y suele, no co inc id i r con los pr inc ip ios " c r i s t i a n o s " de la p r i ­m e r a ; 5) la d i f i cu l tad de la v i d a no está en comportarse según con­c iencia , sino según prudencia, en cuanto en la acción exter ior no es suficiente el sentido n a t u r a l del b ien o el acatamiento a las le ­yes d iv inas codificadas, sino u n a ciencia der ivada de la experiencia, esto es, de la correcta evaluación de los datos que ella ofrece y de la eficaz elaboración menta l - rac iona l de los mismos ; 6) lo " p r u ­d e n t e " no es querer cambiar la c ircunstancia, sino amoldar el p r o ­p i o yo a l a m i s m a para sacar de ella el m a y o r provecho.

E n su dimensión social, que es donde surgen los mayores p r o ­blemas del h o m b r e con su c i rcunstancia , se sostiene y enseña que: 1) l a c i rcunstanc ia social está const i tu ida por el c on junto de los hombres , cuya natura leza es básicamente i n m u t a b l e en el t i e m p o y en el espacio, aunque las combinaciones posibles de su compor ­t a m i e n t o sean i n f i n i t a s , por lo que el c o m p o r t a m i e n t o h u m a n o es como u n a máquina dentro de la gran máquina del m u n d o ; 2) la observación de d icho mecanismo muestra u n a naturaleza h u m a ­na fundamenta lmente ma lvada e hipócrita, que es la o tra cara (no metafísica) de la metáfora o alegoría barroca del " t e a t r o del m u n ­d o " ; 3) existen unas estructuras inherentes a la sociedad que son inamov ib les y sobre las cuales no cabe s iquiera d i scut i r : la f a m i ­l i a , la ordenación estamental y el sistema social-político del ho ­n o r ; 4) siendo los hombres en su con junto (el cuerpo social) y el sistema político-social la verdadera " c i r c u n s t a n c i a " del i n d i v i d u o , su táctica operat iva debe consistir en mirar ( = conocer) y guardarse ( = no dar ocasión a) , esto es, ev i tar los daños que puedan prove ­n i r de d i cha c i rcunstanc ia .

E n el o r d e n político, las " e n s e ñ a n z a s " se ref ieren a la n a t u -

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raleza y configuración del Estado, a la legitimación de la m o n a r ­quía absoluta y al ejercicio práctico del poder .

C o n respecto a las p r i m e r a s , se a f i r m a que: 1) es necesario e ine lud ib le p a r a la existencia e interés de los i n d i v i d u o s que el cuerpo social se const i tuya en Estado; 2) el Estado, como el cuer­po h u m a n o , es u n organismo " n a t u r a l " , cuyos m i e m b r o s care­cen de v i d a p r o p i a , p o r lo que necesitan sujetarse a u n a cabeza que los coordine y " g o b i e r n e " ; 3) para d icho fin, la natura leza (o la d i v i n i d a d o las estrellas) ha predispuesto la existencia de u n ser grande y excepcional , poseedor de grandes vicios y de g r a n ­des v i r tudes , que deben considerarse como las dos caras de u n a m i s m a meda l la ; 4) dado que el Estado es impensable s in u n a ca­beza de tales características, l a f o r m a de gobierno más conforme a naturaleza es la monarquía , u n a , absoluta e i n d i v i s i b l e ; 5) ese mecanismo ( u organismo) que l lamamos Estado exige la absoluta subordinación de los subditos a u n único " d u e ñ o " , que lo es de l poder supremo y también de la persona y haberes de sus s u b d i ­tos; 6) si b i en existe en los hombres u n i n s t i n t i v o deseo de l i b e r ­t a d y autonomía, ya que son incapaces de gobernarse por sí m i s ­m o s 6 6 , es razonable que r e p r i m a n dicho deseo en beneficio p r o ­p i o ; 7) la sujeción al poder es, pues, u n m a l menor necesario p a r a la subsistencia y bienestar de los miembros que constituyen el cuer­po del Estado.

E n cuanto a la legitimación de la monarquía absoluta se sos­tiene que: 1) sin per ju i c io de su or igen n a t u r a l y /o d i v i n o , el f u n ­damento de la monarquía, u n a , absoluta e ind iv i s ib l e , se ha l la en última instancia en la cesión v o l u n t a r i a del poder que el pue ­b lo ha real izado en favor del m o n a r c a en u n m o m e n t o u. o t ro de su h i s tor ia ; 2) la ley de herencia asegura la c o n t i n u i d a d de la vo ­l u n t a d (d iv ina o h u m a n a ) que se hal la en los orígenes del poder 6 7 ; 3) u n a vez expresa y hecha efectiva d icha " v o l u n t a d " 6 8 , se esta-

6 6 Cf. S A A V E D R A F A J A R D O : "porque naturalmente se ama la l ibertad, y la parte del animal que está en el hombre es inobediente a la razón, y solamente se corrige con el temor. Por lo cual es conveniente que el príncipe dome a los subditos como se doma u n p o t r o " (op. cit., p. 1 2 3 ) . Significativamente V O L ­

T A I R E , en pleno clima l iberal , escribe: " l e pur despotisme est le châtiment de la mauvaise conduite des hommes. Si une communauté d'hommes est maîtri­sée par u n seul ou par quelques-uns, c'est visiblement parce que'elle n 'a eu n i le courage n i l'habilité de se gouverner elle-même" (Idées Républicaines, en Mélanges, Pléiade, Paris, 1 9 6 1 , p. 5 0 3 ) .

6 7 Y a he dicho que la teoría del origen divino en realidad la sostiene B r u ­to; la ley de herencia es mencionada en los vv. 1 y 2 de la pieza.

6 8 Cf. S A A V E D R A F A J A R D O : " l a grandeza y poder del rey no está en sí mis-

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blece u n pacto o contrato al que teóricamente están sujetas a m ­bas partes y cuya violación representa, también p o r ambas par ­tes, u n a traición; 4) cedido el poder , el pueblo no tiene derecho n i a i n t e r v e n i r en el gobierno , n i a oponer resistencia n i tanto m e ­nos a atentar contra la figura del m o n a r c a 6 9 , por lo que no exis­te más ley que la v o l u n t a d del soberano, como expresión de l a v o l u n t a d del pueblo .

Por lo que se refiere al ejercicio del poder , se a f i r m a y sostiene que : 1) objeto del poder es la conservación del Estado cuyos fines son los fines de la c o m u n i d a d ; 2) es legítimo que el monarca se s i rva de todos los medios apropiados para el m a n t e n i m i e n t o del poder , inc lu idos la simulación y el engaño y todos los recursos inherentes a la razón de Estado, aunque éstos contrasten con los pr inc ip i os de u n a ética i n t e r i o r ( ley n a t u r a l ) o exter ior (ley d i v i ­n a , derecho ) 7 0 ; 3) entre los medios que aseguran la i n t e g r i d a d y la salud de los m i e m b r o s que f o r m a n el Estado, están la u n i d a d t e r r i t o r i a l y la sujeción e s t a m e n t a l 7 1 , por lo que es bueno que el m o n a r c a evite toda pretensión autonómica t e r r i t o r i a l o n o b i l a r i a ; 4) aunque la conservación y b u e n m a n t e n i m i e n t o del Estado ex­c luyan consideraciones éticas ajenas a las exigencias peculiares del m i s m o , es o p o r t u n o y prudente que el príncipe se abstenga de t o ­car los bienes y las mujeres de sus subditos , en cuanto los i n c i t a a l a resistencia; 5) es también aconsejable que el monarca h u y a " d e las ocasiones que pueden indignalle [al subdito] haciendo nacer b u e n a opinión de su g o b i e r n o " 7 2 ; 6) siendo el monarca h o m b r e al fin y al cabo, está sujeto a las debil idades de todos los seres h u ­

mo, sino en la voluntad de sus subditos" (op. cit., p. 1 1 8 ) . 6 9 Se trata del principio de la inviolabi l idad sostenido por Hobbes y, sig­

nif icativamente, por Luis X I V : " I l faut assurément demeurer d'accord que, pour mauvais qu i puisse être u n prince, la révolte de ces sujets est toujours in f in iment criminelle. Celui qu i a donné des rois aux hommes a voulu qu ' on les respectât comme ses lieutenants, se réservant à l u i seul le droit d 'examiner leur conduite. Sa volonté est que, quinconque est né sujet, obéisse sans discer­nement; et cette l o i , si expresse et si universelle, n'est pas faite en faveur des princes seuls, mais est salutaire aux peuples mêmes auxquels elle est impossé, et q u i ne la peuvent jamais violer sans s'exposer à des maux beaucoup plus terribles que ceux dont ils prétendent se garant i r " (Mémoires de Louis XIV, Pion, Paris, 1 9 2 8 , pp. 2 5 4 - 2 5 5 ) .

7 0 "Pues, en el puesto que ves,/¿no quieres que grave sea?/¡Ay del pue­blo en quien se vea/la cabeza entre los p ies ! " (vv. 1 4 0 7 - 1 4 1 0 ) .

7 1 "Pues, a pesar de nobles y villanos,/me veo por vos hoy rey de roma­nos " (vv. 1 2 9 - 1 3 0 ) .

7 2 S A A V E D R A F A J A R D O , op. cit., p. 1 2 2 .

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manos , por lo que es preciso contar con eventuales abusos y tuertos que el subdito prudente deberá esquivar con sagacidad y astucia , como parte de su c i rcunstanc ia ; 7) los errores , vicios y abusos de l m o n a r c a están sólo sujetos al j u i c i o d i v i n o y no c o m p r o m e t e n n i i n v a l i d a n la legitimación de su poder soberano.

D e cuanto ha sido expuesto se inf iere que el t ema de Lucrecia y Tarquino de Rojas es la razón de Estado con el s ignif icado que ésta adquirió desde comienzos del siglo x v n : " l a n o r m a t i v a r a ­c ional izada del obrar político y personal , m o t i v a d a por la conve­n ienc ia y organizada p o r el c á l c u l o " 7 3 .

C o m o todo i n s t r u m e n t o de propaganda , la obra no refleja la situación y opinión " r e a l e s " de la época, sino que revela en ne ­gat ivo las aspiraciones conscientes e inconscientes no menos rea­les de sus destinatarios . Para oponer resistencia a aspiraciones so­ciales y políticas que se i n f i l t r a n así en la v i d a como en la pieza, Ro jas t r a t a de realzar la i r r a c i o n a l i d a d y el fracaso de toda f o r m a de oposición y de dar justificación teórica al sistema social y polí­t ico v igente . Para ello mezcla a r b i t r a r i a m e n t e la doc t r ina política maquiavélica con las doctr inas no menos maquiavélicas de q u i e ­nes, en n o m b r e de la V i r t u d y de la L e y d i v i n a , p r o c l a m a n la ne ­cesidad de u n príncipe que se atenga a la m o r a l c r i s t iana , y reco­ge i n d i s c r i m i n a d a m e n t e las doctr inas realistas y antirreal istas s in l l evar hasta sus últimas consecuencias lógicas n i n g u n a de ellas, en cuanto n i se adentra en las cuestiones relativas al or igen d i v i ­no n i tampoco en los aspectos jurídicos del contrato o pacto, que llevarían necesariamente a los conceptos de soberanía p o p u l a r y de rey -c iudadano por u n lado , y a la justificación del t i r a n i c i d i o , p o r el o t r o 7 4 .

M o s t r a n d o que con arreglo a la religión de la razón y de la p r u d e n c i a y a la " f u n d a m e n t a d a " concepción del príncipe, T a r -

7 3 M A R A V A L L , Estudios de historia del pensamiento español, p. 239. 7 4 V i r g i l i o Malvezzi sostiene en más de una ocasión la legit imidad del t i ­

ranic idio , aunque justo en Tarquino il Superbo acepte la tiranía con resignada fatal idad, como algo inherente a la naturaleza. E n cualquier caso, Malvezz i no siente ninguna simpatía por el sacrificio de Lucrecia, como lo demuestran las palabras citadas por el mismo M A C C U R D Y (op. cit., p. 326) y este párrafo: "Se costoro [los que se suicidan para evitar la tiranía] non potevano, o non volevano vivere, perché non tentavano d i far morire i l tiranno? Quel pericolo che avrebbero corso sarebbe stato quello stesso che non sapevano fuggire o che bramavano d ' incontrare. I l premio che si offeriva loro era speranza d i v i ­vere con onore o per lo meno sicurezza d i non morire senza g l o r i a " (Tarquino il Superbo, Bologna, 1632, p. 88). Por ese mismo mot ivo , como recuerda Gi -L L E T (op. cit., p. 133), Cervantes trata con desdén el tema en el Quijote ( I , 34).

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q u i n o no sólo es el menos culpable , sino que, grande en su p o t e n ­cia y en su caída, se yergue por enc ima de la despreciable m e d i o ­c r i d a d de sus subditos; que , por consiguiente, como sostiene M a l ­v e z z i 7 5 , es soportable en cuanto, si no se le puede reconocer como buena persona, por lo menos se le puede reconocer como u n g r a n príncipe; a d m i t i e n d o , como sostiene Saavedra Fa jardo , que " n i n ­g u n a p r u d e n c i a puede acertar en t o d o " 7 6 , que T a r q u i n o ha pe­cado como h o m b r e y no como príncipe, y que como t a l está suje­to t a n sólo a la j u s t i c i a d i v i n a . I g n o r a n d o el f u n d a m e n t o jur ídico del poder y haciendo hincapié en las razones y justif icaciones prác­ticas de la razón de Estado; demostrando la val idez e i n d i s c u t i b i ­l i d a d del sistema n o b i l i a r i o del h o n o r como f u n d a m e n t o de la m a ­jes tad absoluta del soberano; reduciendo la figura de B r u t o a m e ­r a comparsa y resolviendo la venganza de L u c r e c i a sobre ella m i s m a sin que el puñal del c r i m e n pase a las manos revo luc iona­rias y colectivas de B r u t o para la destrucción de la tiranía; de jan ­do para u n a supuesta y no existente segunda parte u n a venganza que deja incólume la figura del m o n a r c a ; abogando por la l o cura d i s i m u l a d o r a que espera inde f in idamente la ocasión prop i c ia pa ­r a d e r r i b a r al t i r a n o y p o r el p rudente acomodo al sistema, en vez de p r o c l a m a r el derecho a la oposición y a la resistencia; i n ­sistiendo en que sólo el i n d i v i d u o , y no la sociedad, es responsa­ble de sus males y que la fe l i c idad h u m a n a depende exclusiva­mente de la perfecta adecuación de los medios a fines que estable­ce e i m p o n e el sistema; haciendo que ningún personaje i m a g i n e s iquiera u n a solución que esté fuera de los esquemas que les i m ­ponen las convenciones y constricciones sociales 7 7 ; insistiendo en la visión pesimista de la naturaleza y condición h u m a n a s , ante la cua l todo ideal o utopía de perfección y progreso es vano , R o ­jas convierte el m i t o r evo luc i onar i o por excelencia de la tradición europea en panf leto del más reaccionario conservadurismo m o ­r a l , social y político.

Reduc ida la alegoría a mero confl icto y d r a m a de honor y sus­t i t u i d o el deseo de fama implícito en el gesto suicida de Lucrec ia por el de buena reputación, el sacrificio de la heroína pierde el

7 5 " E ' necessario che i suddit i , acciocché sopportino pazientemente i l t i ­ranno, se non lo conoscono per u n buon principe, che lo confessino almeno per u n gran p r i n c i p e " {Tarquino il Superbo, p. 51).

7 6 S A A V E D R A F A J A R D O , op. cit., p. 37. 7 7 N o creo, corno sostiene C A L D E R A (op. cit., pp. 43 ss.), que la renuncia

tenga el significado existencial que él le atribuye, sino una función social y política m u y clara.

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va l o r simbólico de regeneración histórica 7 8 para ofrecerse como u n doble caso de e j e m p l a r i d a d negat iva . Por u n lado es u n a pe­queña e inofensiva lección de Príncipes, que recuerda que la p r u ­dencia y la v io lenc ia deben estar unidas en el ejercicio del poder , y que la potencia del Estado corre graves peligros cuando se i n ­f r i n g e n i n d i s c r i m i n a d a e innecesariamente los valores de la m o ­r a l y del derecho. Por el o t ro , es u n " a v i s o " que se suma, p a r a el espectador, a los tantos que v i enen del m u n d o y de la h i s t o r i a , p a r a escarmentar en cabeza ajena y aprender a a f inar la p r o p i a p r u d e n c i a y la p r o p i a adecuación de los medios a los fines que la sociedad i m p o n e , porque " l o s errores de los que ya fueron a d ­v i e r t e n a los que s o n " 7 9 .

LORETO BUSQUETS Università Cattolica del Sacro Cuore, M i l a n o

7 8 Sobre los conceptos de alegoría, fama y regeneración histórica, véase m i La tragedia neoclásica española. . . L a divergencia fundamental entre la pieza de Rojas Zorr i l la y la obra de Malvezzi reside en el hecho de que para éste el suicidio, desde el punto de vista político, es injustificable y, en cualquier caso, inútil e innecesario. L o que pasa es que Rojas ha deslizado el tema del terreno político al social (el honor) , y en esta óptica el suicidio se justi f ica co­mo resultado necesario de la afrenta. N o creo pues que la "necedad" de L u ­crecia consista en el suicidio (como sostiene Gillet en general para el Barroco), sino en los errores que Lucrecia ha cometido y con los que indirectamente ha atraído la desdicha sobre sí misma; véase G I L L E T , op. cit., pp. 1 3 4 - 1 3 5 . Así pues, en Rojas, el sacrificio de Lucrecia es tomado en serio, como en otros casos recordados por C A L D E R A , op. cit., p. 5 7 .

7 9 S A A V E D R A F A J A R D O , op. cit., p. 1 1 7 . L a tesis maquiavélica de la v a l i ­dez y ut i l idad de la imitación de los ejemplos de la Histor ia , es sostenida t a m ­bién por V I R G I L I O M A L V E Z Z I , por lo menos en u n pr imer tiempo: "rendere più capaci gli u o m i n i che gli effetti passati non erano fo r tu i t i e fare che siano att i a prevedere quell i per l 'avvenire da simil i cagioni possono essere prodot­t e " (Discorsi sopra Cornelio Tacito, p. 3 ) .