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    Inmunidad, comunidad, biopoltica

    ROBERTO ESPOSITOIstituto Italiano di Scienze Umane, Italia.

    Traduccin: Daniel Lesmes.

    Esta conferencia fue impartida, el 19 de octubre de 2011, por elprofesor Roberto Esposito en la Facultad de Filosofa de laUniversidad Complutense de Madrid y estaba emplazada dentro delmarco de actividades organizadas por la Asociacin TALES deestudiantes de posgrado en colaboracin con el rectorado de dichafacultad.

    I

    omunidad, inmunidad, biopoltica Qu relacin existe entre estostres trminos a travs de los cuales se ha articulado mi trabajo enlos ltimos aos? Es posible conectarlos en una relacin que

    vaya ms all de una simple sucesin de conceptos o de lxicos distintos?

    Creo que no slo es posible sino incluso necesario. Es ms, slo enrelacin con los otros dos, cada uno de estos trminos encuentra susentido ms pleno. Pero partamos de un dato histrico recordandobrevemente el pasaje mediante el que las dos semnticas, primero la de la

    comunidad y despus la de la biopoltica, se han sucedido dentro deldebate filosfico contemporneo. Fue a finales de los aos ochentacuando, en Francia y en Italia, se desarroll un discurso sobre la categorade comunidad radicalmente deconstrutivo de aquellos modos con que el

    trmino-concepto haba sido utilizado en toda la filosofa del siglo XX,primero en la sociologa organicista alemana de la Gemeinschaft, mstarde en las diversas ticas de la comunicacin y por ltimo en elneocomunitarismo norteamericano. Lo que, a pesar de las importantes

    diferencias, una a estas tres concepciones de comunidad era unatendencia, que podramos definir como metafsica, a pensarla en unsentido sustancialista y subjetivista. Fue entendida como aquella sustanciaque conecta a determinados sujetos entre s en el reparto de una identidad

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    101Las Torres de Lucca ISSN: En trmiteN 0 (Enero-Junio 2012): 101-114 www.lastorresdelucca.org

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    comn. De esta manera, la comunidad pareca conceptualmente ligada ala figura del "propio": ya se tratara de apropiarse de lo que es comn o de

    comunicar cuanto es propio, la comunidad quedaba definida por unapertenencia recproca. Sus miembros resultaban tener en comn sucarcter propio, ser propietarios de aquello que es su comn.

    Fue contra este cortocircuito conceptual, en base al cual el comnvena siendo volcado en lo que lgicamente es su contrario, es decir en el

    propio, que se posicionaron una serie de textos aparecidos en rpidasucesin, tales como La comunidad inoperante de Jean-Luc Nancy, La

    comunidad inconfesable de Maurice Blanchot, La comunidad que viene de

    Giorgio Agamben y mi Communitas. Origen y destino de la comunidad.Aquello que los una en una misma tonalidad era un suerte de alteracinde la semntica precedente, en el sentido, incluso literal, de que lacomunidad, en vez de a una propiedad o a una pertenencia de susmiembros, se refera ms bien a una alteridad constitutiva que ladiferenciaba incluso de s misma, sustrayndola a toda connotacinidentitaria. Ms que por una sustancia, o por una res, los sujetos de lacomunidad, segn era definida en estos trabajos, resultaban unidos por

    una falta que les atravesaba y les contaminaba mutuamente. En particularen el libro de Nancy, que haba abierto esta perspectiva a lo largo de unrecorrido fuertemente marcado por el Mitsein de Heidegger y el tre avecde Bataille, la comunidad no era concebida como aquello que pone enrelacin a determinados sujetos, sino ms bien como el ser mismo de larelacin. Decir, como precisamente ha sostenido Nancy, que la comunidadno es un "ser" comn sino el ser "en comn" de una existencia coincidentecon la exposicin a la alteridad, significaba poner fin a todas las tendencias

    sustancialistas, de carcter particular y universal, subjetivo y objetivo. Sinembargo, a pesar de la fecundidad terica de este paso, un problemaquedaba abierto. Sacando a la comunidad del horizonte de la subjetividad,Nancy haca extremadamente problemtica la articulacin con la poltica aunque slo fuera por la evidente dificultad de imaginar una polticacompletamente externa a una dimensin subjetiva, mantenindola as enuna dimensin necesariamente impoltica. De esta manera, el discurso

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    sobre la comunidad continu oscilando entre una inclinacin poltica, perode resultado regresivo aquella de las pequeas patrias de la tierra y la

    sangre y una manera tericamente fructfera pero polticamenteintraducible. Mi impresin es que en el fondo de esta dificultad de orientarpolticamente la nueva nocin de comunidad, se encontraba unatendencia, de parte de sus tericos y de Nancy en particular, a observarladesde el punto de vista del cum ms que del munus. Es como si el

    absoluto privilegio asignado a la figura de la relacin, de la comunicacin,acabase por cancelar el contenido ms relevante el objeto mismo delintercambio recproco y por lo tanto, con ello, tambin su significado

    potencialmente poltico.La contribucin que personalmente he tratado de aportar a la

    discusin ha sido un desplazamiento genealgico hacia el origen delconcepto. Quiero decir que la idea de comunidad porta en s la clave paraescapar a su cariz impoltico y recuperar una significacin poltica, pero acondicin de atravesar de nuevo la historia hacia atrs, hasta su raz latinacomunitas y, antes an al trmino del cual deriva ste, es decir, al munus.

    A partir de tal presupuesto he iniciado un recorridointerpretativo, que, aun

    compartiendo la exigencia, se distancia sensiblemente de aquel activadopor los deconstructivistas franceses al menos con respecto a un punto bienpreciso. Incluso asumiendo la pars destruens de su discurso contra loscomunitarismos identitarios, he desplazado la atencin, al interior delconcepto de comunidad, desde el mbito del cum, sobre el cual seconcentraba el anlisis de Nancy, al de munus, que haba dejado de algnmodo en la sombra. Su significado complejo y ambivalente de "ley" y de"don" y, ms precisamente, de ley del don unilateral en las

    confrontaciones con los otros me permita mantener, e incluso acentuar,la semntica expropiativa ya elaborada por los deconstructivistas:pertenecer hasta el fondo a la communitas originaria quiere decir renunciara su sustancia ms preciosa, es decir, a su propia identidad individual, enun proceso de apertura progresiva al otro de s. Pero, al mismo tiempo, mepermita dar un paso hacia delante o, mejor dicho de lado, que reabra unaposible va de trnsito hacia la dimensin poltica.

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    En el centro de este pasaje se encuentra el paradigma de inmunidad,al cual es difcil acceder por el lado del cum, porque deriva su significado,

    negativo o privativo, precisamente del trmino munus. Si la communitas esaquello que liga a sus miembros en un empeo donativo del uno al otro, laimmunitas, por el contrario, es aquello que libra de esta carga, que exonerade este peso. As como la comunidad reenva a algo general y abierto, lainmunidad, o la inmunizacin, lo hace a la particularidad privilegiada de

    una situacin definida por sustraerse a una condicin comn. Esto esevidente en la definicin jurdica, segn la cual goza de inmunidad parlamentaria o diplomtica aquel que no se encuentra sujeto a una

    jurisdiccin que concierne a todos los dems ciudadanos por derogacinde la ley comn. Pero es por otra parte reconocible en la acepcin mdicay biolgica del trmino, en relacin a la cual la inmunizacin, natural oinducida, implica la capacidad del organismo, de resistir, gracias a suspropios anticuerpos, a una infeccin procedente de un virus externo.Superponiendo las dos semnticas, la jurdica y la mdica, bien se puedeconcluir que, si la comunidad determina la fractura de las barreras deproteccin de la identidad individual, la inmunidad constituye el intento de

    reconstruirla en una forma defensiva y ofensiva contra todo elementoexterno capaz de amenazarla. Esto puede valer para los individuossingulares, pero tambin para la mismas comunidades, tomadas en estecaso en su dimensin particular, inmunizadas respecto a todo elementoextrao que pareciera amenazarlas desde el exterior. De ah el doble nudoimplcito en la dinmica inmunitaria ya tpico de la modernidad y hoy cadavez ms extendido en todos los mbitos de la experiencia individual ycolectiva, real e imaginaria. La inmunidad, aunque necesaria para la

    conservacin de nuestra vida, una vez llevada ms all de un ciertoumbral, la constrie en una suerte de jaula en la que acaba por perderseno slo nuestra libertad, sino el sentido mismo de nuestra existencia obien aquel abrirse de la existencia hacia fuera de s misma a la cual se hadado el nombre de communitas. He aqu la contradiccin que he intentadoponer de relieve en mis trabajos: aquello que salvaguarda el cuerpo individual, social, poltico es tambin lo que al mismo tiempo impide su

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    desarrollo. Y aquello que tambin, sobrepasando cierto umbral, amenazacon destruirlo. Para emplear los trminos de Benjamin, se podra decir que

    la inmunizacin en dosis elevadas es el sacrificio de lo viviente, esto es, detoda forma de vida cualificada, por razn de la simple supervivencia. Lareduccin de la vida a su desnuda base biolgica. Se ve bien como,gracias a esta clave hermenutica, y sin caer en una metafsicasustancialista, la categora de comunidad puede recobrar un nuevo valor

    poltico. Desde el momento mismo en que el dispositivo inmunitariodeviene el sndrome, a la vez defensivo y ofensivo, de nuestro tiempo, lacomunidad se presenta como el lugar destinado, la forma real y simblica,

    a la resistencia frente al exceso de inmunizacin que nos captura sincesar. Si la inmunidad tiende a encerrar nuestra existencia en crculos, orecintos, no comunicados entre s, la comunidad, ms que ser un cercomayor que el que los comprende, es el pasaje que, cortando las lneas delconfn, vuelve a mezclar la experiencia humana liberndola de su obsesinpor la seguridad.

    II

    Pero y aqu se inserta la segunda cuestin que hemos anunciadola poltica de la que en este caso se habla no puede ser ms que unaforma de biopoltica. Desde el momento en que el fenmeno de lainmunidad se inscribe precisamente en el punto de interseccin entrederecho y biologa, entre procedimiento mdico y proteccin jurdica, esevidente que tambin la poltica que ello determina, en forma de accin ode reaccin, resultar en relacin directa con la vida biolgica. Sinembargo, la relacin entre la biopoltica por un lado y, por otro, la dialctica

    que enfrenta comunidad-inmunidad es an ms intrnseca en el sentidode que concierne al significado, sin duda huidizo, de aquel conjunto dedinmicas de diversa ndole reconducidas al paradigma biopoltico. Esintil reconstruir aqu la historia reciente de este paradigma originado porlos cursos foucaultianos de los aos setenta y continuada sobre todo poralgunas interpretaciones italianas, inicialmente de Giorgio Agamben y ToniNegri, que han desarrollado de manera original las extraordinarias ideas de

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    Foucault. Solo la referencia a las diversas modalidades que la categora debiopoltica ha asumido en estos autores nos reenva, sin embargo, a una

    dificultad, o mejor, a una contradiccin de fondo de algn modoreconocible, de manera latente, ya en las tesis de Foucault que consisteesencialmente en una carencia, o insuficiencia, de articulaciones entre losdos polos, el de bios y el de poltica, que componen el trmino biopoltica.Es como si, en vez de ligados en un nico bloque semntico, estuvieran

    pensados separadamente y slo en un segundo momento relacionadosentre s. Quisiera decir que la radical divergencia entre un tipo deinterpretacin negativa, si no apocalptica, y otra, por el contrario,

    marcadamente optimista y hasta eufrica de la biopoltica ahonda en unafractura semntica, presenta ya en las tesis de Foucault, entre dos estratosde sentido nunca perfectamente integrados entre s en el interior delconcepto y de hecho destinados a dividirlo en dos partes recprocamenteincompatibles y slo compatibles a travs de la subyugacin violenta deuna al dominio de la otra. As que, o bien la vida aparece encerrada, comoaprisionada, por un poder destinado a reducirla a la simple base biolgica,o bien es la poltica la que est en riesgo de quedar disuelta en el ritmo de

    una vida capaz de reproducirse sin interrupcin ms all de lascontradicciones histricas que la embisten. En el primer caso, el rgimenbiopoltico tiende a no desviarse de aquel soberano, del cual parececonstituir un pliegue interno; en el segundo, se emancipa hasta el punto deperder cualquier contacto con su propia genealoga profunda. Como yadije, el mismo Foucault no ha llegado jams a una decidirse entre estasdos posibilidades extremas, oscilando entre la una y la otra sin llegarnunca a una resolucin definitiva. Sea la relacin entre rgimen soberano y

    rgimen biopoltico, sea aquella entre modernidad y totalitarismo, ambasquedan, en su aparato de categoras, ofuscadas por esta indecisin defondo sobre el significado, y an ms sobre los resultados, de lo que lmismo haba definido como "biopoltica" o, sin atribuir un significadoparticular a tal diferencia lxica, "biopoder". Como ya he tenido ocasin deobservar, mi impresin es que en su formidable dispositivo conceptual faltaalgo un eslabn intermedio o un segmento de unin capaz de conectar

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    estas diversas configuraciones del concepto y, antes incluso, las dospolaridades fundamentales de la vida y de la poltica de una forma ms

    orgnica y compleja que aquella, todava titubeante, que activ en sustrabajos pioneros.

    Es justo en esta conexin constitutiva donde he tratado de localizar elparadigma de inmunizacin. Ello, en su doble variante biolgica y jurdica,constituye exactamente el punto de tangencia entre la esfera de la vida y la

    de la poltica. De ah las dos posibilidades de cubrir la distancia inicial entrelas dos interpretaciones extremas de la biopoltica entre su versinmortfera y su versin eufrica. Ms que dos modos, opuestos e

    inconciliables, de entender la categora, se constituyen dos posibilidadesinternas, en un horizonte unificado precisamente por el carcterambivalente, al mismo tiempo positivo y negativo, protector y destructor,del dispositivo inmunitario. Una vez fijado la doble cara del proceso deinmunizacin al mismo tiempo proteccin y negacin de la vida, tambinel paradigma de la biopolitica, o del biopoder, encuentra una definicin mscongruente. La manera negativa en que en algunos momentos se le hadesignado, no es el resultado del sometimiento violento que el poder ejerce

    sobre la vida desde el exterior, sino el modo contradictorio a travs del cualla vida misma busca defenderse de los peligros que la amenazancontradiciendo otras exigencias igualmente destacadas. La inmunidadnecesaria para la conservacin de la vida individual y colectiva ningunode nosotros quedara con vida sin el sistema inmunolgico de nuestroscuerpos termina contradiciendo su desarrollo si se toma de formaexclusiva y excluyente respecto a cualquier alteridad ambiental y humana.Si se quiere, lo que est en juego es la diferencia en la que de otra

    manera ha insistido Derrida entre inmunizacin y autoinmunizacin.Todos sabemos lo que son las enfermedades autoinmunes. Se trata deaquellas formas patolgicas que intervienen cuando el sistema inmunitariode nuestros cuerpos se hace tan fuerte como para volverse contra smismo, provocando la muerte del propio cuerpo. Desde luego esto nosiempre sucede. Normalmente el sistema inmunitario se limita a unafuncin conservadora, sin volverse contra el cuerpo que lo alberga. Pero

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    cuando sucede, no ocurre por una causa externa, sino por el efecto delpropio mecanismo inmunitario, intensificado hasta un grado insoportable.

    Ahora bien, un funcionamiento similar se hace reconocible tambin en elcuerpo poltico, cuando las barreras protectoras con el exterior comienzana convertirse en un riesgo mayor que aquel que intentaban evitar. Como sesabe, hoy en da uno de los mayores riesgos de nuestras sociedadesradica en la excesiva demanda de proteccin, que en algunos casos tiende

    a producir una impresin de peligro, real o imaginario, con el nico fin deactivar medios de defensa preventiva cada vez ms potentes en su contra.Esta articulacin, por as decir, lgica e histrica, entre los paradigmas del

    biopoder y de la inmunizacin, nos permite por un lado aclarar elsignificado mismo del concepto de biopoltica, y por otro, establecer unadistincin interna entre su modalidad negativa y aquella que es, por elcontrario, potencialmente afirmativa. Que a lo largo del curso entero delpasado siglo la primera haya resultado tan prevalente sobre la segunda, noimpide que pueda reaparecer.

    Pero vayamos por orden. A menudo se ha cuestionado cul es, y siexiste, la verdadera especificad de la categora biopoltica, puesto que

    desde siempre la poltica ha tenido que ver de todas maneras con la vida,incluso en su sentido estrictamente biolgico. No era una forma debiopoltica la poltica agraria de la antigua Roma o acaso el empleo delcuerpo de los esclavos en los antiguos imperios? Y entonces, qu lesdistingue, en esencia, de aquello que se ha definido con tal expresin? Eincluso, nace la poltica con la modernidad, como Foucault estuvoinclinado a creer, o tiene una genealoga ms larga y profunda? A talespreguntas se podra responder que, observada desde el punto de vista de

    su base viviente, cada poltica ha sido y ser una forma de biopoltica. Peroes la caracterizacin inmunitaria lo que ha determinado primero laintensificacin moderna y ms tarde, en la fase totalitaria, la derivatanatopoltica. Como Nietzsche supo ver, lo que llamamos "modernidad" noes otra cosa que el metalenguaje que ha permitido responder en trminosinmunitarios a una serie de demandas de proteccin preventiva surgidasdel fondo mismo de la vida en el momento en que flaquearon las promesas

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    de salvacin trascendente. Si el paradigma de autoinmunizacin nos ayudaa comprender el nexo estructural entre modernidad y biopoltica, el de

    autoinmunizacin nos permite fijar la relacin, incluso con su elemento dediscontinuidad, entre la poltica moderna y la tanatopolitica nazi. En el casode esta ltima, el objetivo principal de la poltica alemana no slo fue ladefensa racial del pueblo germnico como si la supervivencia dependierade la muerte de sus enemigos externos e internos sino, en cierto punto,

    cuando la derrota pareca inevitable, tambin lo fue la propiaautodestruccin. En ese caso, el sndrome inmunitario haba asumido unaconnotacin plenamente autoinmunitaria y la biopoltica haba llegado a

    coincidir de modo perfecto con la tanatopoltica.

    IIIComo ya ha quedado claro, el fin del nazismo y despus, a

    distancia de medio siglo, del comunismo sovitico no ha supuesto el finde la biopoltica, que ahora se instala de manera estable en la sociedadcontempornea de tal modo que puede parecer que sustituye a las viejasideologas. Reconocer su creciente presencia en todos los mbitos de la

    poltica nacional e internacional, a lo largo de una lnea de indistincin cadavez mayor entre lo pblico y lo privado, no es difcil. Desde la esfera de lasalud hasta la de la biotecnologa, desde la cuestin tnica hasta laambiental, la nica fuente de legitimacin poltica parece ser hoy en da laconservacin y la implementacin de la vida. Es precisamente en estecontexto donde se vuelve a presentar con renovada urgencia la necesidadde una biopoltica afirmativa. Se tratara de algo as como un horizonte desentido en el interior del cual la vida no sera ya objeto sino, de algn

    modo, sujeto de la poltica. Y entonces cmo perfilar los contornos?Dnde localizar los sntomas? Con qu objetivos? Se trata de unacuestin, e incluso de un conjunto de cuestiones, nada fcil de responder.Haber tenido una experiencia dramtica, y a veces trgica, de unabiopoltica negativa, o incluso de una tanatopoltica en toda regla, no bastapara identificar, a base de contrastes, su contrario. No es posible limitarsea volcar en positivo determinadas prcticas mortferas en el sentido

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    extremo de dar la muerte, en el de no paliar su difusin en las zonas mspobres del mundo. Lo que se requiere es un salto cualitativo que site de

    modo completamente diferente el nexo entre las restricciones y lasnecesidades, entre la expansin del mercado financiero y la proteccin delos ms dbiles desde el punto de vista social, cultural, generacional. Paraeste trabajo que incumbe a todos los mbitos, y que slo es posiblemediante una nueva alianza entre polticas nacionales e internacionales,

    entre partidos y movimientos, entre sujetos individuales y colectivos, unprimer punto de orientacin, no solamente terico, podra estar constituidoprecisamente por la dialctica entre comunidad e inmunidad a la que antes

    se hizo referencia. Se trata, de alguna manera, y de hecho en todos lossentidos, de derrocar la relacin de fuerza entre "comn" e "inmune". Deseparar, mediante lo comn, la proteccin inmunitaria y la destruccin de lavida. De pensar de forma distinta la funcin de los sistemas inmunitarios,tomndolos, ms que como barreras excluyentes, como filtros de relacinentre lo interior y lo exterior. Cmo? A partir de qu presupuestos?Con qu instrumentos? El problema ha de afrontarse a dos niveles. Aqulde la desactivacin de los aparatos de inmunizacin negativa y aquel de la

    activacin de nuevos espacios de lo comn.Partamos del primer punto. Ya hemos visto como el crecimiento

    anormal de los dispositivos de control y de sometimiento determina unacorrespondiente disminucin de la libertad individual y colectiva. Barrerasdivisorias, bloqueos a la circulacin de las ideas, a los lenguajes, a lainformacin, mecanismos de vigilancia activa en todos los lugaressensibles, constituyen siempre formas de debilitamiento frente a las cualeses necesario por una lado escapar y por otro lado oponer resistencia con

    todos los medios legtimos. Esto es particularmente difcil. Por el momentodebido a los dispositivos contemporneos desde que las medidasbiomtricas de deteccin en los pasos fronterizos, las clulas fotoelctricasque localizan cada uno de nuestros movimientos, las interceptaciones queregistran nuestras palabras o nuestros mensajes, estn dirigidos tambin ala proteccin de la sociedad y de nosotros mismos. Pero tambin es difcilpor otro motivo ms profundo. Y es as porque, como lo ha explicado

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    perfectamente Foucault, la subjetivacin que da sentido a nuestros actospasa siempre por alguna forma de sometimiento as que huir del

    sometimiento comporta siempre un efecto de desubjetivacin. Por eso elxodo de dispositivos, o su desactivacin, comporta siempre un dobleresultado de liberacin y de aislamiento, de emancipacin y deempobrecimiento. Ciertamente, vivir fuera de la red de Internet es posible

    pero con los costos nada leves de una desorientacin respecto al mundo

    globalizado. Lo que se necesitara hacer, antes de producir sudesactivacin, o, simplemente, antes de no dejarse capturar, es unadiscriminacin preventiva entre dispositivos de prohibicin, dispositivos de

    control y dispositivos de sumisin. Entre sistemas capaces de facilitarnuestra experiencia individual y colectiva, y aquellos aparatos que lareducen en potencia vital. O preservar zonas de silencio en el interior deuna comunicacin que ya se extiende a cada uno de los momentos denuestro tiempo de vida.

    Pero con esto no basta. Esto no puede constituir ms que el ladonegativo de escapatoria individual en el interior de una estrategia quetambin debe jugarse en positivo. A la desligadura de los vnculos de lo

    inmune debe sumarse la produccin de espacios, de esferas, dedimensiones comunes, cada vez ms amenazados por la intrusin de sucontrario. Si se considera el trmino y el concepto de "comn" seencontrarn tres contrarios diferentes, pero convergentes en su efectocontrastante se trata de los conceptos de "propio", de "privado" y de"inmune". Los tres, en cambio, se oponen a la semntica del comn en lasformas, distintas pero convergentes, de la apropiacin, de la privatizacin yde la inmunizacin. Son tres modos de disolucin de la unin social, pero,

    antes an, de aquella idea del "bien comn" cada vez ms reducida enintensidad y extensin en un mundo que realmente se desea global. Desdehace algn tiempo no slo los filsofos, sino tambin los juristas, hanhecho un trabajo de reconstruccin semntica del concepto de biencomn, estrechado entre aquellos dos conceptos, opuestos y especulares,del bien privado y el bien pblico. El propio derecho nace, en Roma, comoderecho privado, destinado a sancionar de forma jurdicamente codificada

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    la apropiacin originaria de las cosas, y tambin de determinados sereshumanos reducidos al estatuto de cosa, por parte de aquellos que por la

    fuerza proclaman ser sus propietarios. Esta dinmica de apropiacin, en elmundo moderno, se ha acercado a aquella publicizacin de los bienesasignados al control y al usufructo de los organismos estatales. De estemodo el espacio comn, no apropiable ni por los individuos ni por elEstado, se ha visto cada vez ms disminuido hasta el punto de coincidir

    con la zona, jurdicamente indecidible, de la res nullius, de la "cosa denadie". Cuando se ha puesto en marcha el mecanismo general inmunitario,esta retirada de lo comn bajo la presin convergente de lo propio, lo

    privado y lo pblico se ha hecho todava ms fuerte. La inmunidad no seha limitado a reforzar los confines de lo propio, sino que ha investidoprogresivamente tambin la esfera de lo pblico. No en vano la soberanase ha revelado como el primer y fundamental dispositivo inmunitario junto alas categoras, ellas mismas preventivamente inmunizadas, de propiedad yde libertad.

    Cuando despus, con el ocaso de la primera modernidad, estascategoras han entrado en relacin directa con el horizonte de la vida

    poltica, la erosin del bien comn es decir, de todos y de ninguno, deninguno puesto que es de todos se ha vuelto an ms intensa. Losprimeros en ser privatizados han sido los recursos ambientales el agua, latierra, el aire, la montaa, los ros; ms tarde los espacios urbanos, losedificios pblicos, las calles, los bienes culturales; y finalmente los recursosde la inteligencia, los espacios de la comunicacin, los herramientas deinformacin. Todo eso en espera de que incluso los rganos de la vidabiolgica fueran puestos legalmente a la venta y adquiridos por el mejor

    comprador. Ya la modernidad con la invencin del Estado, es decir, delmayor dispositivo poltico ha tendido a excluir el bien comn, esto es, elde todos, o al menos a reducirlo cada vez ms en favor de una dialcticaentre lo privado y lo pblico destinada a ocupar progresivamente toda laescena social. Si se leen autores como Locke, e incluso como Grocio, seobserva cmo fue teorizada la necesidad de subdividir un mundo ofrecidopor Dios a todos, y esto quiere decir a ninguno en particular, entre aquello

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    que pertenece a propietarios particulares y aquello que pertenece alEstado. El concepto de propiedad estatal, como propiedad pblica del

    Estado, ha constituido por un largo periodo, todava no agotado, no loopuesto sino la solapa complementaria de la propiedad privada. Con esoque solemos definir como globalizacin, esta suerte de publicizacin[pubblicizzazione] de lo privado se ha visto cada vez ms entrelazada conel fenmeno inverso de privatizacin de lo pblico de una manera que

    parece agotar, y excluir de hecho del horizonte de posibilidades, algo ascomo un bien comn. Esto se pone an ms de relieve cuando, con el girobiopoltico en accin, cada bien material o intelectual, corpreo o

    tecnolgico, viene a concernir, directamente o indirectamente, a la esferade la vida biolgica, incluyendo en ella tambin los recursos de lainteligencia y del lenguaje, de lo simblico y de lo imaginario, de lasnecesidades y de los deseos.

    Ahora bien, es justamente en este terreno donde va a ser afrontada,y posiblemente vencida, la batalla por una biopoltica afirmativa. Se debecomenzar precisamente por la ruptura de la tenaza entre pblico y privadoque amenaza con triturar lo comn, buscando en cambio ampliar el

    espacio. El conflicto que se ha abierto contra el proyecto de privatizacindel agua, aquel relativo a las fuentes energticas o el que tiende areexaminar las patentes exclusivas por parte de las industriasfarmacuticas que impiden la difusin de medicamentos a bajo coste enlas zonas ms pobres del planeta, van todos en esta direccin. Se trata,por supuesto, de una batalla difcil incluso porque no hace falta cometer elerror estratgico de abandonar el espacio pblico a favor del comn,arriesgndose mientras tanto a favorecer el proceso de privatizacin.

    Pero en ningn caso se debe confundir el bien comn con aquello quepertenece a la soberana del Estado o de la Administracin regionalreguladas por la subdivisin jurdica preliminar entre pblico y privado. Elproblema es que no existen por el momento estatutos y cdigos jurdicosdedicados a la proteccin de lo comn respecto a lo privado, lo propio y loinmune. En realidad, antes incluso que leyes adecuadas, por el momentono existe ni siquiera un lxico para hablar de algo lo comn de hecho

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    excluido primero del proceso de modernizacin y despus del deglobalizacin. Lo comn no es lo pblico que se opone dialcticamente a

    lo privado ni es lo global, que se corresponde en cambio con lo local. Esalgo largamente desconocido, y tambin refractario, a nuestras categorasconceptuales organizadas desde hace mucho por el aparato generalinmunitario. Y sin embargo, la apuesta por una biopoltica afirmativa, de lavida y ya no sobre la vida, se juega precisamente sobre esta posibilidad.

    Sobre la capacidad, antes incluso que de operar, de pensar en el interiorde este horizonte. De pensar entorno y ms bien desde el interior de locomn. Es en esta direccin que, tambin a travs de la categora de lo

    "impersonal", estoy tratando de orientar la direccin de mi investigacin enestos aos.

    Las Torres de LuccaN 1 (julio-diciembre 2012): 101-114