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04/02/2015 “Los Visigodos” Historia de España Alejandro J. Cambrón, 191224

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Pequeña reseña de , "Los Visigodos", de Ignacio Merino en Anatomía de la Historia.A palabras del autor: “Echemos un vistazo pues a la fascinante epopeya de aquellos nórdicos que salieron de Gothia y tras recorrer Europa se asentaron en Hispania, la rica provincia del Imperio romano que ellos elevaron a reino independiente y unidad política” .

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“Los Visigodos”

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Alejandro J. Cambrón, 191224

Los visigodos

Comentario Bibliográfico del autor.

Ignacio Merino, Escritor español, Ignacio Merino ha colaborado con medios como El Norte de Castilla y para el Cuerpo Diplomático Español, para posteriormente trabajar en el diario El Mundo y en Radio Intercontinental1.

Propósitos del autor.

A palabras del autor: “Echemos un vistazo pues a la fascinante epopeya de aquellos nórdicos que salieron de Gothia y tras recorrer Europa se asentaron en Hispania, la rica provincia del Imperio romano que ellos elevaron a reino independiente y unidad política”2.

Aportes que hace el texto.

1. Una larga migración De Escandinavia a Mesia

Entre los siglos II y III d. C. se dieron vafrías oleadas de guerreros Nordicos quienes emprendían una larga empresa desde Gothia en la península Escandinavia cruzando el Báltico para terminar su asentamiento en los ríos Oder y Vístula.La nación Goda poco después del años 200 ocuparía las estepas septentrionales del mar Negro; para el año 251 arrasaron los Balcanes y derrotaron a Decio, Claudio II el Gótico obtuvo sobre ellos una importante victoria cerca de Nish.

1 Ignacio Merino [En línea], <http://anatomiadelahistoria.com/autores/ignacio-merino/>, fecha de última actualización, 30 de septiembre de 2011, fecha de consulta, 2 de febrero de 2015.2 Ignacio Merino [En línea], < http://anatomiadelahistoria.com/2012/03/los-visigodos/>, fecha de última actualización, 07 de marzo de 2012, fecha de consulta, 2 de febrero de 2015.

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Dichos eventos desembocaron en dos vertientes, por un lado se encontraba la posibilidad de cooperación romana, y la segunda provenía de los Hunos quienes guerreaban con ellos, por lo cual, surgieron problemas internos de origen táctico “Los greutungos fueron hacia el este hasta ocupar las estepas entre los ríos Dniester y Don, tomando el nombre de “godos brillantes” u os- trogodos. Los tervingios se establecieron más al oeste, entre el Danubio y el Dniester, y fueron conocidos como “godos sabios” o visigodos”3 Los Visigodos fueron en un inicio un dolor de cabeza para el cristianismo, pues efectuaron grandes saqueos, sin embargo “el obispo Wulfila (Ulfilas)”4 fue el encargado de evangelizar a los godos, para así en el año 332 lograr el convenio entre Constantino con los barbaros.

La presión de los hunos

Replegados del imperio romano los Visigodos se preparan para enfrentar a un enemigo aguerrido, los Hunos. Enorme masa de jinetes quienes sin problemas derrotaron de forma con- tundente a alanos y ostrogodos y poco después a los propios visigodos quienes huyeron a occidente y encontraron refugio en el Imperio Romano. Los hunos, por su parte, se establecieron en la llanura magiar.

De Mesia a Aquitania

“Cuando se puso el sol sobre el campo de batalla de Adrianópolis, el 9 de agosto del 378, el espectáculo no pudo ser más desolador para las armas romanas”5, la victoria dejo en claro la superioridad Visigoda frente a la Infantería Romana. Lo cual provocó varios enfrentamientos en la frontera del Rin. Quedando como resultado un camino abierto para los visigodos en el Occidente. Quien les hiso frente fue el general Estilicón, al servicio de Honorio, sin embargo esto no detuvo a los Visigodos. Entre conquistas y cambios de administración en los clanes visigodos llegó un sentimiento de inferioridad que obligó a Walia a pactar en el 414 con Constancio, para convertirse en aliado definitivo de Roma6.

3 Ignacio Merino, Los Visigodos, Anatomía de la Historia, 2012, p. 3.4 Ibidem. p. 4.5 Ibidem. p. 5. 6 Ibidem. p. 7.

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La situación hispánica en el siglo V

Hispania quedaba cada vez más prendida a los designios de los visigodos logrando así que los bárbaros cambian la espada por el arado y someten a los hispanorromanos por feudos de vasallaje.

2. El reino arriano de Tolosa

El reino visigodo se asegura hasta establecer una indudable potencia en el Occidente, todo Occidente es obra de los huéspedes o invasores germánicos.Desde África se empieza a alzar una amenaza latente, Atila impulsado por el rey Vándalo, aspiraba a conquistar el territorio gobernado por Teodoredo.

En el 451, queriendo batir por separado a visigodos y romanos, Atila invade la Galia con un inmenso ejército formado por contingentes de ostrogodos, gépidos, turingios y alamanes. A duras penas Aecio pudo reunir una amalgama de francos, burgundios, sajones y celtas para hacerles frente7.

La península Ibérica en las postrimerías del Imperio

La sombra de autoridad imperial en Hispania fue débil e incapaz; Hispania es entregada a los godos cristianizados. EuricoTeodorico es asesinado por su hermano Eurico, quien acabaría convirtiéndose en uno de los más importantes reyes de la dinastía visigoda prediciendo el triunfo del espíritu de libertad germano.Asentamiento definitivo

Tras la muerte de Eunico le sucede Alarico II, quien emprendió un seguimiento a la campaña de expansión por Hispania, sin embargo comenzaron a perder territorio a pesar de esto, no perdían soberanía.

En el 541 se renovaron las oposiciones entre éstos y los visigodos. La anarquía se situó en el poder y el desconcierto fue aprovechado por los bizantinos, que se situaron en

7 Ibidem. p. 9.

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Levante, desplazados por la ambición de Justiniano que quería recuperar las antiguas tierras del Imperio.

A mediados del 567 murió el rey en Toledo, sien- do uno de los pocos monarcas visigodos que falleció de muerte natural. Con su desaparición se abrió un período de interregno de casi cinco meses por la falta de acuerdo entre los distintos grupos de poder dentro de la oligarquía visigoda. Esta situación fortaleció el poder de la reina viuda, Gosvinta8.

3. Apogeo visigodo

En el último tercio del siglo VI se ve con buenos ojos al llegar Leovigildo al poder, quien decide entablar una política de fusión entre visigodos y romanos para dar lugar al nacimiento de una nueva sociedad, restablece la ofensiva contra bizantinos, y posteriormente contra los suevos, mientras Atanagildo firma alianza con los francos, logrando la cúspide de su poder en el año 580.

En la segunda parte de su reinado los problemas con su hijo mayor se recrudecen.

Leovigildo reconquistó Mérida sin embargo su hijo fue capturado. Hermenegildo pasó varios meses en prisión, pri- mero en Toledo, luego en Valencia y Tarragona, se desata una guerra civil por una pugna de religión entre arrianos y católicos. Finalizando la guerra Leovigildo siguió firme en su política de amistad con los católicos y no les persiguió9.

El reino católico de Toledo

Recaredo fortaleció su poderío buscando la integración de todos los poderes del reino, convocó un con- cilio conjunto de obispos arrianos y católicos en el que comenzó una campaña de proselitismo entre la jerarquía arriana y los nobles visigodos e intento de pactar con los burgundios para que sirvieran de contrapeso.

Fue entonces cuando Brunequilda, aquella prin- cesa goda hija de Atanagildo que dejamos luchan- do en solitario entre los rudos francos, perdió la influencia que había

8 Ibidem. p. 14.9 Ibidem. p. 17.

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tenido hasta ese momento en la corte franca como aglutinante de los elementos pro-godos10.

Entre la ilusión y el desencanto

El reino visigodo llegó a su máxima extensión peninsular Con Suintila quien para demostrar su capacidad, tomó como su primera acción de gobierno atacar a los rebeldes vascones.

Los triunfos de Sisebuto y Suintila, donde se desalojan a los romanos reduciendo la historia de Europa de ese período en el destino de sus dos países extremos: Bizancio en decadencia y la floreciente Spania11. Por su parte los francos aprobaron a asediar Hispania para apoyar a quienes ambicionaban derrocar a Suintila pero antes de la ofensiva muchos de los seguidores del rey abandonaron la contienda y cambiaron de bando;

La disputa no terminó hasta la celebración del IV Concilio de Toledo en diciembre del 633. La magna asamblea política desterró a Suintila, su mujer e hijos y también a su hermano Geila, otro pretendiente que intentó el trono.12

El cuarto concilio toledano daba carta de naturaleza política a la teoría que no sólo fortaleció la autoridad regia a través de la sacralización del rey, sino que al mismo tiempo le exigía que huyera de todo despotismo y gobernara en consonancia con su fe cristiana.

Al elegír al monarca a Wamba, “quien habría de naufragar en aquel mar de traiciones y muertes”13, a pesar de que tras el débil Recesvinto supo robustecer el reino y sortear con éxito los muchos peligros que lo amenazaban como en otros muchos casos, el final de su reinado es fruto de una conjura palaciega.

Por tercera vez en la historia visigoda, una facción buscaba ayuda exterior para intentar hacerse con el trono y el tesoro.Rodrigo (710-711) tuvo que hacer frente a una complicada situación, con la rebelión de los vasco- nes en el norte y la amenaza árabe en el sur hasta hoy no se ha podido dilucidar con claridad los motivos que motivaron la traición del conde don Julián), “el hecho es que en octubre del 709 Julián hizo

10 Ibidem. p. 18.11 Ibidem. p. 21.12 Idem. 13 Ibidem. p. 23.

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acto de sumisión a Musa reconociéndose su tributario e invitándole, además, a invadir el reino de Spania”14.En aquellos primeros años de dominio musul- mán, los jefes witizanos colaboraron activamente con los invasores para acabar con los nobles de la facción opuesta, pudiendo mantener de esta forma una posición de privilegio en el nuevo régimen.Lo que había costado 300 años en fraguarse, cayó en menos de dos. El fin del reino visigodo fue una conjunción de condiciones adversas, pero no todas ellas se deben al azar.En el 721, prácticamente toda la Península estaba bajo dominio musulmán, pero la Reconquista ya estaba en marcha. Había comenzado el sueño neogótico de recuperar la patria que habría de formar los reinos cristianos de la Baja Edad Media15.

14 Ibidem. p. 2615 Ibidem. p. 27

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