los sangurimas

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JOSÉ DE LA CUADRA LOS SANGURIMAS el de una realidad rural latinoamericana que abarca, al menos, des principios del XX. La originalidad de Los Sangurimas se apoya, en mi opinión, en al m factores: Primero y antes que nada está la implícita búsqueda y lo forma narrativa anunciada, por cierto, en el subtítulo de la obra: Cuadra relata la historia de la familia Sangurima distanciándose, procedimientos narrativos de Occidente. El uso de fragmentos, de fórmulas orales, de leyendas y hazañas, de elementos monstruosos y lo real maravilloso remiten al lector a recursos narrativos que so del conglomerado montubio. El uso de secuencias, la falta de conju entre escenas, y los desplazamientos temporales, por otro lado, al técnica del montaje; y, al menos en una instancia, por medio de re recortes de periódicos, al uso del collage. De la Cuadra, el antro etnógrafo, hace sentir su presencia en el primer caso; mientras, p uno podría deducir familiaridad con recursos que remiten a la Vang resultado sería un híbrido, una narración genuinamente mestiza. Un segundo factor es la creación de personajes memorables. De inme gran figura de Ño Nicasio Sangurima, figura a la vez amenazante y repulsiva, legendaria y real, vengativa y afectuosa, al borde de l defensa de los suyos y de su arcaica forma de vida se trata. Casi resulta la mofa, parodia y ridículo a que son sometidos los hijos menos entre ellos el coronel Eufrasio Sangurima. El Coronel, dada levantarse en armas y a unirse a la última revuelta política, nos famoso de la literatura latinoamericana, a Aureliano Buendía. Como es el caso con éste, el coronel Eufrasio Sangurima también sugiere el carácter cíclico y de comedia bufa que caracteriza a la polí tica y a la historia de nuestras latitudes. •. , Tercero, la desmitificación literaria de una realidad concreta —la de un área de la Costa ecuatoriana en los años 30 donde una a dinástica, primitiva y grotesca era la regla. Para exponer y dar f de ese ethos, De la Cuadra se inspiró en el matapalo. José Eustasi vorágine (1924)— y, de manera única, Henri Michaux —en su Ecuador, Journal de Voyage (1929)— ya antes se habían fija descomunales atributos del matapalo. Precursores aparte, solo De l elevó el árbol a la categoría de símbolo. La «Teoría del matapalo» Sangurimas —además de rendir una evocación lírica del monstruoso m llamar la atención a la estructura de la novela— también sugiere l tempestad que yace en el fondo de la obra: La gente Sangurima de e familia montubia en el pueblo montubio: un árbol de tronco añoso, hojas campeantes a las cuales, cierta vez, sacudió la tempestad. L que la referencia a la violencia que se desata cuando dos fuerzas igual, de legitimar sus respectivos derechos o poderes. En Los San frente a frente un sistema arcaico, rural, arbitrario, autocrático organización social contra otro que dice promover el cambio, el pr ley, el Estado. En suma—y no se olvide que De la Cuadra no siempre progreso porque sí-— las fuerzas de la Historia.

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Obra completa ecuatoriana Los SangurimasEscrita por José de la Cuadra

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JOS DE LA CUADRA LOS SANGURIMAS el de una realidad rural latinoamericana que abarca, al menos, desde el siglo XIX hasta principios del XX. La originalidad de Los Sangurimas se apoya, en mi opinin, en al menos los siguientes factores: Primero y antes que nada est la implcita bsqueda y logro de una prstina forma narrativa anunciada, por cierto, en el subttulo de la obra: novela montubia. De la Cuadra relata la historia de la familia Sangurima distancindose, en parte, de reconocidos procedimientos narrativos de Occidente. El uso de fragmentos, de una voz colectiva, de frmulas orales, de leyendas y hazaas, de elementos monstruosos y extraordinarios, y de lo real maravilloso remiten al lector a recursos narrativos que son prctica comn dentro del conglomerado montubio. El uso de secuencias, la falta de conjunciones o enganches entre escenas, y los desplazamientos temporales, por otro lado, aluden al cinema y a la tcnica del montaje; y, al menos en una instancia, por medio de reales o inventados recortes de peridicos, al uso del collage. De la Cuadra, el antroplogo cultural y el etngrafo, hace sentir su presencia en el primer caso; mientras, por otro lado, del segundo uno podra deducir familiaridad con recursos que remiten a la Vanguardia histrica. El resultado sera un hbrido, una narracin genuinamente mestiza. Un segundo factor es la creacin de personajes memorables. De inmediato se perfila la gran figura de o Nicasio Sangurima, figura a la vez amenazante y jocosa, atractiva y repulsiva, legendaria y real, vengativa y afectuosa, al borde de la locura cuando de la defensa de los suyos y de su arcaica forma de vida se trata. Casi igualmente memorable resulta la mofa, parodia y ridculo a que son sometidos los hijos legtimos de aqul, y no menos entre ellos el coronel Eufrasio Sangurima. El Coronel, dada su proclividad a levantarse en armas y a unirse a la ltima revuelta poltica, nos remite a otro coronel ms famoso de la literatura latinoamericana, a Aureliano Buenda. Como es el caso con ste, el coronel Eufrasio Sangurima tambin sugiere el carcter cclico y de comedia bufa que caracteriza a la pol tica y a la historia de nuestras latitudes. . , Tercero, la desmitificacin literaria de una realidad concreta la de un rea de la Costa ecuatoriana en los aos 30 donde una aristocracia rural, dinstica, primitiva y grotesca era la regla. Para exponer y dar forma a los componentes de ese ethos, De la Cuadra se inspir en el matapalo. Jos Eustasio Rivera en La vorgine (1924) y, de manera nica, Henri Michaux en su Ecuador, Journal de Voyage (1929) ya antes se haban fijado en los descomunales atributos del matapalo. Precursores aparte, solo De la Cuadra, sin embargo, elev el rbol a la categora de smbolo. La Teora del matapalo que introduce Los Sangurimas adems de rendir una evocacin lrica del monstruoso matapalo y de llamar la atencin a la estructura de la novela tambin sugiere la lucha fundamental, la tempestad que yace en el fondo de la obra: La gente Sangurima de esta historia es una familia montubia en el pueblo montubio: un rbol de tronco aoso, de fuertes ramas y hojas campeantes a las cuales, cierta vez, sacudi la tempestad. La tempestad no es otra que la referencia a la violencia que se desata cuando dos fuerzas recalcitrantes tratan, por igual, de legitimar sus respectivos derechos o poderes. En Los Sangurimas esa lucha pone frente a frente un sistema arcaico, rural, arbitrario, autocrtico y reaccionario de organizacin social contra otro que dice promover el cambio, el progreso, lo urbano, la ley, el Estado. En sumay no se olvide que De la Cuadra no siempre estuvo en favor del progreso porque s- las fuerzas de la Historia.

Finalmente, y pidiendo prestadas liberalmente ideas de Bor-ges, no es inapropiado recordar que clsico es aquel libro que una nacin o grupo de naciones..., urgida(s)por diversas razones, lee(n) con previo fervor y con una misteriosa lealtad (Sobre k clsicos, en Otras inquisiciones). En el contexto de la literatu ra ecuatoriana, generaciones de lectores y a han hecho de Los San gurimas precisamente eso, un clsico. Es de esperar que la presen te edicin que conmemora el centenario del nacimiento de De L Cuadra, logre de una vez por todas situar dicha obra, conformt lo merece, entre los cannicos ttulos de la literatura latinoamericana junto a, e.g., las dos merecidamente celebradas novelas mencionadas al principio de esta introduccin. Vale anticipar, adems, que un nuevo horizonte de lectores, ms all del mundo hispanoparlante, habr de juzgar para bien Los Sangurimas y contribuir, de ese modo, a establecer y fomentar la talla de su singularidad en otras latitudes. v n ti , - v.-. Humberto E. Robles los tu-n-'-la ne 'as Los SANGURIMAS JOS DE LA CUADRA NOVELA T TEORA DEL MATAPALO El matapalo es rbol montuvio. * Recio, formidable, se hunde profundamente en el agro con sus races semejantes a garras. Sus troncos mltiples, gruesos y fornidos como torsos de toro padre, se curvan en fantsticas posturas, mientras sus ramas recortan dibujos absurdos contra el aire asoleado o baado de luz de luna, y sus ramas tintinean al viento del sudeste... En las noches cenadas, el matapalo vive con una vida extraa, espectral y misteriosa. Acaso dance alguna danza siniestra. Acaso dirija el baile brujo de los rboles desvelados. De cualquier modo, el matapalo es el smbolo preciso del pueblo montuvio Tal que l, el pueblo montuvio est sembrado en el agro, prendindose con races como garras. El pueblo montuvio es as como el matapalo, que es una reunin de rboles, un consorcio de rboles, tantos como troncos. La gente Sangurima de esta historia es una familia montuvia en el pueblo montuvio: un rbol de tronco aoso, de fuertes ramas y hojas campeantes a las cuales, cierta vez, sacudi la tempestad. Una unidad vegetal, en el gran matapalo montuvio. Un asociado, en esa organizacin del campesinado litoral cuya mejor designacin sera: MATAPALO, C. A. * La palabra castiza es Montubio (del latn: montis = del monte, y del griego: bios = vida). Pero De la Cuadra la hizo derivar del latn vita y la transform en Montuvio. (Nota del editor) PRIMERA PARTE El tronco aoso CAPTULO I El origen icasio Sangurima, el abuelo, era de raza blanca, casi puro. Sola decir: '' J ' Es que yo soy hijo de gringo.

Tena el pelo azambado, revuelto en rizos prietos, corno si por la cabeza le corriera siempre un travieso cicln; pero era cabello de hebra fina, de un suave color flavo, como el de las mieles maduras. Pelo como el fideo cabello de ngel que venden en las pulperas, amigo. Cosa linda! Las canas estaban ausentes de esa mata de hilos ensortijados. Por ah, en esa ausencia, denotaba su presencia remota la raza de frica. Pero don Nicasio lo entenda de otra manera: 5 Pa qu canas? Las tuve de chico. Ahora no. Yo soy de madera incorruptible. Guachapel, a lo menos. Tras los prpados abotagados, enrojecidos, los ojos rasga dos de don Nicasio mostrbanse realmente hermosos. La pu pila era verdosa, cristalina, con el tono tierno de los primeros brotes de la caa de azcar. O como la hierba recin nacida en los mngales. !' Esos ojos miraban con una lenta dulzura. Plcidos y felices. Cuando joven, cierta vez, en Santo Domingo de los Colorados, una india bruja le haba dicho a don Nicasio: Tienes ojos pa un hechizo. Don Nicasio repeta eso, verdadero o falso, que le dijera la india bruja, a quien fuera a buscar para que lo curara de un mal secreto. 19 Jos de la Cuadra Se envaneca: Aqu donde me ven, postrado, jodido, sin casi poder levantarme de la hamaca, cuando mozo haca dao... Le clavaba los ojos a una mujer, y ya estaba... No le quedaba ms que templarse en el catre... Haca raya, amigo!... Me agarraron miedo... Qu monilla del cacao!... Yo era pa peor... Donde mejor se adverta la raza blanca de don Nicasio era en el tinte de la tez y en la lnea regular del perfil. A pesar del sol y de los vientos quemadores, su piel conservaba un fondo de albura, apreciable bajo las costras de man-chosidad, como es apreciable, en los turbios de las aguas lodosas, el fondo limpio de arena. Y su perfil se volteaba en un ngulo poco menos que recto, sobre la nariz vascnica al nivel de la frente elevada. Es que soy hijo de gringo, pues; no creen? Y cmo se llama Sangurima, entonces, o Nicasio? Sangurima es nombre montuvio; no es nombre gringo. Los gringos se mientan Juay, se mientan Jones; pero Sangurima, no. Es que ustedes no saben. Claro, claro. Pero es que yo llevo el apelativo de mi mama. Mi mama era Sangurima. De los Sangurimas de Balao. Ah!... ,, ...,...,,.....,,,..,> Gente de bragueta Gente brava, amigo. Los tenan bien puestos donde deben de estar. Con los Sangurimas no se jugaba naidien. Fijaba en el vaco la mirada de los ojos alagartados, melanclicos, como trayendo un recuerdo perdido. E insista: Gente de bragueta, amigo. No aflojaban el machete ni pa dormir. Y por cualquier cosita, vaina afuera! , ; i Los Sangurimas Imitaba el gesto vagamente.

Eran del partido de Garca Moreno. Siempre andaban de aqu pa all con el doctor. Cuando la guerra con los paisas Je Colombia ah estuvieron. Los amores del gringo Si o Nicasio estaba dle buen humor, se extenda en largas charlas acerca de los arnores de su padre con su madre: Mi mama era, pues, doncella cuando vino el gringo de nii padre y le empez a tender el ala. A mi mama dizque no le gustaba; peiro el gringo era fregado, y no soltaba el anzuelo... Su seora mamas querra no ms, o Nicasio. As son las mujeres, que se hacen l^s remolonas pa interesar al hombre. Mi mama no er;a as don cojudo. Mi mama era, de otro palo. De a de veras no quera. Pero ust sabe que la mujr es frgil. As es, o Nicasio,. No monte a caballo. Pe este jaez continuaba la narracin, interrumpida por las observaciones del interlocutor, que colmaban de rabia al anciano. A lo que ste contaba, el gringo aquel de su padre apret tanto el nudo que al fir\ consigui lo que pretenda. Y ah fue que me hicieron a m. Y bien hecho, como ust me ver. As es, don Sangurima. Claro que as es. Claro. 21 20 II Jos de la Cuadra Cuna sangrienta Pero ah no par la vaina... Cuando mi pap aprovech de mi mama, ninguno de mis tos Sangurimas estaban en la finca. Andaban de montoneros con no s qu general!... Eran igualitos a mi hijo Ufrasio... Al primero que vino, le fueron con el cuento. Y qu pas? Nada. Mi to Sangurima se calent. Busc al gringo y lo mat. Mi mama no dijo esta boca es ma. Nac yo. Cuando nac, mi mama me atendi como pudo. Pero, en cuanto se alz de la cama, fue a ver a mi to. Lo top solo. Se acomod bien. Le tir un machetazo por la espalda y le abri la cabeza como coco. Nada ms. Barajo, qu alma! i ,1; ; As es, amigo. Los Sangurimas somos as. ; i Y no sigui ms el asunto? Habr seguido; pero el papas de mi mama se meti de por medio, y ah acab el negocio... Porque lo que el papas de mi mama mandaba, era la ley de Dios... ':si;-i .:>. ,;-/n.;; :/J'..Q i-.. T:;v; /..r,v,Leyendas D e o Nicasio se referan cosas extravagantes y truculentas. En las cocinas de las casas montuvas, a la hora del caf vespertino, tras la merienda, contbanse acerca de l historias temerosas. Los madereros de los desmontes aledaos encontraban en los presuntos hechos del viejo Sangurima tema harto para sus charlas, reunidos en torno a la fogata, entre el tiempo que va de la hora de la comida a la hora de acostarse, cara al cielo, sobre la tierra talada.

Los canoeros, bajadores de fruta desde las haciendas arribeas, al acercarse a la zona habitada por los Sangurimas, comenzaban imprescindiblemente a relatar las leyendas del abuelo. Pero donde ms se trataba de l era en los velorios... Amistad de ultratumba El cadver estaba tendido sobre la estera desflecada, ms corta que el cuerpo muerto, cuyas extremidades alargadas sobresalan en las caas desnudas del piso. Reposando en la estera que antes le sirviera de lecho, el difunto esperaba, con una apropiada tranquilidad de ultratumba, la canoa donde sera embarcado para el gran viaje. El atad lo construan abajo, en el portal, unos cuantos amigos, dirigidos por el maestro carpintero del pueblo vecino. Circulaban por la sala las botellas de mallorca, para sorber a pico. Deca una vieja, comentando la broma de uno de los asistentes: -Vea que don Sofronio es bien este pues! 22 23 Jos de la Cuadra Con eso significaba una multitud de adjetivos. Ja! Ja! Ja! Bien este pues... Otra vieja, tras la profunda chupada del cigarro dauleo, sabroso como un pan, musitaba, aludiendo al muerto pacfico: Veo como se ha muerto, pues, o Victorino... Terciaba otra vieja: , ^ Lo que sernos!... | ' ' i. . ; ^ 1^ Se generalizaba la conversacin. , J Tan fregado que era o Victorino! As es, pues. Y ahora, con la cara josca... Es que la muerte enfunde respeto. As es, pues. , , La viuda, llorosa, intervena: Lo que le gustaba al difuntito el agua de coco! De veras? S. Antes de morir, pocos das no ms, hizo que Juan le bajara una palma. El finadito mismo quera subir... Ahora, a la palma le ha cado gusano. Giraba otra vez la charla hacia la seriedad de la muerte. Y vean ustedes! Saben lo que hizo Sangurima, el viejo, una vez en Pechichal Chico? No. "" "" ". ^ .,..,,..-. Cuente. ... : ,.. , _ , ..;,; -_. .\.. Qu hizo? Se le haba muerto un compadre, Ceferino Pintado; se acuerdan? Ah! Ceferino? Ese que decan que viva con la misma mama? Ese... Era bien amigo con o Sangurima... Juntos se emborrachaban. Claro; un da, en Chilintomo... 24 Los Sangurimas

_No interrumpas. Deja que cuente a Petita. a Petita prosegua: .-' * _La tarde que se muri Ceferino lleg al velorio o Sangurima. Estbamos en el velorio bastantsima gente. Porque Pintado, a pesar de lo malo que era, era bien ami guero. Y lleg o Sangurima. Salgan pa ajuera, que quiero estar solo con mi compadre, dijo. Y agarramos y salimos. Se qued adentro en la sala y cerr las puertas. Entonces o mos que se empezaba a rer y a hablar despacito. Pero eso es nada. De repente omos que Ceferino tambin hablaba y se rea. No entendamos nada. Bajamos todititos corriendo, asustados. De abajo preguntamos: Qu pasa, o Sanguri ma?. l se asom a la ventana. Tena al lado al muerto, abrazado. El viejo nos deca: No sean flojos. Suban no ms. Ya voy a ponerlo en la caja otra vez a mi compadre. Estbamos despidindonos. Pero ya se regres adonde Dios lo ha colocado. Vengan pa explicarles cmo es eso. Hay pa rerse. Subimos, o Sangurima abri las puertas. Cuando entramos, Ceferino estaba en su canoa. En la cara tena una mueca como si todava se estuviera riendo... o Sangurima se despidi de l, apretndole la mano: Hasta la vista, compadre. Que te vaya bien!. Tir por su caballo y se fue... Yo me creo que estaba jumo... 0:- .j;, Jumo estara. Alguno de los contertulios murmuraba: La que estara juma sera a Petita. Ahora mismo el mallorca la ha mariado. ! .;,-, As es, pues. 25 Jos de la Cuadra '-'-"'' El capitn Jan No faltaba quien narrara de seguida otra historia del viejo: Pero la que dizque hizo en Quevedo, no la hizo jumo. Bueno y sano estaba. Cmo fue sa? No Sangurima era liga del capitn Jan, se acuerdan?; y la montonera de Venancio Ramos tena preso en un brus-quero lejsimo a Jan. Queran matarlo, porque Jan era de la Rural y les meta a los montoneros la ley de fuga como a los comevaca. Bien hombre, Jan! No? Ah... El viejo Sangurima supo y rez la oracin del Justo Juez. Ya vern cmo se les afloja Jan, dijo. Despus sac el revlver y dispar al aire. Se ri. Esta bala le ha llegado al corazn al pelado Ramos... Al otro da lleg a Quevedo el capitn Jan... Cmo te zafaste, Jan?. Ah vern, pues, ni yo mismo s. Y qu es del pelado Venancio?. Gusanera. Una bala que sali del monte lo mat. No Sangurima pregunt: Dnde le peg la bala?. En la noble, me creo que el corazn habr sido. No Sangurima se golpe la barriga de gusto. Todava tengo buena puntera, carajo, dijo. De esta laya eran las historias que se referan en torno a la persona de o Sangurima. 26 CABTUM>1H

.nui.r L u Pacto Satnico os montuvios juraban que o Nicasio tena firmado pacto con el diablo. De veras? Claro. _ Eso suceda en un tiempo antiguo. Ahora ya no pasa. Pero es que ustedes no saben. o Nicasio es viejsimo. Ms que la sarna? No arrempuje!... Pero ms que el matapalo grande de los Solises. Ah!... Alguno aluda hasta al instrumento del pacto: Mi abuelo, que fue sembrador de o Sangurima en la hacienda, lo vido. Estaba hecho en un cuero de ternero que no haba nacido por donde es de nacer. Cmo? S, de un ternero sacado abrindole la barriga a la vaca preada... Ah estaba... Escrito con sangre humana. De o Nicasio? '*- ;,;r"."i .:!, ;.:; i'u;,j '3 ti;incl!'' '-;i'i :/;, Memorias E l espectculo de la Naturaleza, engreda, vanidosa, en esa zona rural, le produca a don Nicasio Sangurima un plcido efecto. Parece como si me hubiera tragado una infusin de valeriana, amigo. Siento una tranquilidad! Adems lo ganaba el recuerdo. En vez del paisaje contemplaba transcurrir all abajo su vida atrafagada, agitada eternamente, mvil y sacudida como la arena de los cangrejales. Su vida, que era un noveln folletinesco, lamentablemente verdadero... La mama Vease chiquitn, prendido de la mano de la madre: una amorosa garra que se le ajustaba al brazo, para llevarlo, sorteando los peligros, salvndolo y librndolo de todos. Entonces no era as La Hondura, como ahora... Por supuesto, tampoco era el siniestro tembladeral de las fantasas montuvias. Era una sabana inconmensurable, que hacia el lado derecho del horizonte, contra el ro, se arrugaba en unas montaas prietas, oscuras, tenebrosas, donde fijaban albergue las fbulas terribles y las ms terribles verdades del campo montuvio. Despus de todo la mama vena de fuga. Tema que sobre el mandato del padre, imposibilitado fsicamente ya, saltara la venganza de los hijos del hermano muerto por ella. Se hurtaba a los hombres como una pequea fiera. 41 40 Jos de la Cuadra Hua de los lugares poblados, buscando soledad agreste, ms segura que la compaa humana. Capitalmente, escapaba por defender al hijo pequen. Pensaba que sus sobrinos, antes que a ella misma, trataran de herirla en lo que le era ms querido. Conoca las rgidas reglas de la ley del talln, ms de una vez aplicadas entre las gentes Sangurimas... Este sitio de La Hondura lo hall propicio. Aqu ella construy, con sus propias manos, al pie de aquel algarrobo que todava extenda en el aire sus brazos sarmentosos, como un monumento, una covachita de caa: huronera y escondite. Vivi metida all aos tras aos. Form una chacra. De los productos se alimentaba con el chico. Cmo ha cambiado todo! murmuraba don Nicasio. Pasado mucho tiempo se avecindaron en los terrenos ale-1 daos otras gentes. / it Le preguntaron a la mujer solitaria: ,,, i De quin es esta posesin, seora? Y ella haba respondido enteramente, sin vacilaciones: Ma, pues: no ve?, no est viendo? Desde aqu hasta all, hasta ms all. Se llama La Hondura. Si quiere, viva no ms. No me opongo. Pero, ya sabe, tiene que pagarme el arriendo. En cosecha o como quiera. Pero tiene que pagarme. Bueno, seora. As ser.

Arreglado esto, amistaba con los recin venidos. Se dejaba hacer comadre. Iban al pueblo lejano a bautizar a la criatura. Emparentaba as con los vecinos. Cuando fue de confirmar a Nicasio, escogi para padrino al ms poderoso de aquellos. Esa gente desgraciada crea que mi mama viva con mi padrino. Pero, mentira... Mi mama era una santa. Al cabo muri la santa. ..,,i.,,,....,i 3,,' i: -,,.i .> Los Sangurimas Y su hijo, Nicasio Sangurima, la haba sucedido en el do minio de La Hondura, v r !>; : ; ?. ''"' ';'', ,"'.; ;;' Los judiciales El viejo Sangurima contaba alguna vez a sus nietos la historia de la propiedad. Cuando mi mama me dej pa irse al cielo, yo era mocetn no ms. Pero, claro, era un Sangurima enterito, sin que me faltara un pelo... En seguida empec a mandar... Dije: Lo que es en esta posesin, naidien me ningunea. Y naidien me ninguni... Y cmo fue eso del pleito, pap abuelo? Eso fue otra cosa... A los asimos de estar yo aqu, cuando ya haba hecho hasta esta casa misma donde estamos ahora, la junta parroquial del pueblo vino con que era duea de estas tierras... Ana, dije yo... Nos entriega a las buenas la hacienda?, me preguntaron... Vengan por ella, les contest... Y se la pegaron, y mandaron los delegados del municipio dizque... Cuando llegaron los delegados, les di posada fresca... Aqu en la casa, pap abuelo? Don Nicasio soltaba la carcajada destempladamente: No; en el ro... Segua, con voz jubilosa: Y ah han de estar todava, quiz, posando... Una vez, pa una creciente fuerte, vide en la orilla un hueso de pierna. Y dije pa m, quedito: Este hueso ha de ser de alguno de los delegados esos. El hueso saldra a asolearse. Y pa que no se insolara, lo tir al agua de nuevo. Y el municipio no hizo nada, pap abuelo? Cmo no! Me metieron pleito. Queran que me fuera a la crcel y les entriegara las tierras encima. Ah... 42 43 SEGUNDA PARTE Las ramas robustas Jos de la Cuadra Yo baj a Guayaquil y busqu a mi doctor Lorenzo Rufo, que era un abogado grandote. Quiero peliar de veras, doctor, le dije. Por la plata no le haga. Aqu hay plata. Y seguimos el pleito. Ah. Mi doctor Lorenzo Rufo se muri despus, y entonces yo dije: No hay que darle de comer a un extrao. Ms mejor es que yo haga un abogao de la familia. Entonces hice abogao a Francisco. Pero el pobre era bruto de nacin. Casi-to me pierde el pleito. Al fin otro abogao lo gan pa siempre. Y quin fue ese abogado, pap abuelo? El billete, pues... A cada concejal le afloj su rollo de billetes, y con el aceite empezaron a funcionar solitos. Hicieron una sesin en que me reconocieron como dueo y todo. Me entienden? Ah.

Y por esa mala maa y porque mis cosas estn en su sitio, ahora ustedes tienen tierra pa enterrarse con las piernas abiertas, si a mano viene... Ah.--..:... , ; , 44 i CAPTULO! El Acuchillado E l mayor de los hijos legtimos de don Nicasio, habido en su primera mujer, era Ventura. A Ventura Sangurima le decan El Acuchillado, por culpa de una profunda cicatriz que le cruzaba el rostro de arriba abajo. Tambin le decan Cara de caballo. Tena una serie de motes a cual ms pintoresco y atrabiliario. Ventura era un tipo seco, enjuto, larguirucho. Su mentn se prolongaba en una barba encorvada, con la punta a lo alto; lo que le daba un aspecto siniestro. No obstante su apariencia, Ventura era en el fondo un pobre diablo. Se pareca un poco a esos termites guerreros, tremenda y aparatosamente armados, que defienden las comejeneras en las tierras mojadas. Ventura jams pensaba con su cabeza. Se limitaba a obedecer las rdenes del padre, con un ciego servilismo, incapaz de raciocinar. Si el viejo Sangurima lo hubiera mandado a ahorcarse, Ventura habra cumplido el mandato sin discutirlo. A lo ms, lo habra consultado con su hermano cura, pero siempre para hacer, en ltimo trmino, lo que ordenara el padre. En su obediencia haba un temor oscuro, cuya memoria prenda en los das infantiles. Ventura no olvidaba en ningn momento que su padre cumpla rigurosamente sus amenazas, por tremendas que fuesen. Recordaba que en cierta ocasin, cuando l, Ventura, era un chiquillo, el viejo Sangurima le hizo dar cincuenta azotes de un pen negro que serva en La Hondura, y al 47 L Jos de la Cuadra cual no llamaban de otro modo que Jediondo. Dizque a los primeros veinticinco azotes, Ventura se desmay, a pesar de que el Jediondo se los haba aplicado con mano floja. Compadecido, el negro pregunt a don Nicasio si cesaba en el castigo. El viejo Sangurima haba dicho: Afljale los dems despacio; pero ajstale el medio ciento, aunque se muera... No fueron cincuenta bejucazos que te mand que le dieras?. Y la falta cometida por Ventura haba sido tan insignificante como no haber querido enlazar una yegua corretona para que montara el padre. Es que estoy cansado, pues. Acaso soy pen?. Entonces fue que el viejo Sangurima le haba mandado dar los palos. Ventura estaba casado con una daulea, de esas que llaman pata amarilla. Era una mujercita retaca, ancha de caderas, con un vientre enorme y de una proliferidad de cuy. La daulea le haba obsequiado a su marido veinticuatro hijos en veinticuatro aos. Justamente uno cada ao. Vivan todos, pero no estaban sino dos, los ltimos, al lado de los padres. Los dems se haban regado por el campo como una semillada. Tres mujeres, nicas que haba entre las dos docenas de hijos, estaban en Guayaquil, encerradas en el colegio de las monjas Marianas

Ventura ligaba todas sus esperanzas a las tres hijas. Pretenda hacer de ellas unas damiselas elegantes, que lucieran en la ciudad. Para eso trabajaba como una mua carguera. No obstante disponer ya de una considerable fortuna personal, independiente de la segura herencia de su padre, Ventura consagraba todas sus horas posibles a la labor. Su existencia iba con el ritmo del reloj de las aves de corral, y aun adelantaba. Se alzaba de la cama a la hora en que las gallinas aburren el nidal. Se tenda para el descanso a la . Los Sangurimas hora en que las gallinas trepan a los palos del dormidero. Y todo el da trabajaba. Era peor que su pen concierto. A pesar de sus aos realizaba faenas fatigosas. Ordeaba las vacas. Haca quesos. Rajaba lea. Saltaba agua. Limpiaba desmontes con el machete. Y ya al atardecer, medio muerto de fatiga, todava tena nimos para baar a los caballos o frotarlos con lquidos garrapaticidas. Ventura practicaba la agria virtud del ahorro. Era econmico hasta lo inverosmil. Se aseguraba de l que cuando le naca un hijo, le haca paales de sempiterno que luego converta en ropa de muchos dobleces, los que, a medida que el chico creca, iban desplegndose para que la tela sirviera lo mismo que antes. ; Como sta haba muchas ancdotas sobre Ventura. > A Ventura no le importaba gran cosa lo que dijeran de l. Segua con su mismo modo de ser, sin preocuparse de nadie. El nico que lo haca gastar dinero era su hermano cura, con quien conservaba una estrecha amistad Cuando alguien le reprochaba que trabajara tanto siendo rico, responda fastidiado: Yo soy como el burro, que cuando coge una maa ya no la deja. Esto de trabajar se me ha hecho una maa. Una maa de burro De los hijos de Ventura no se saba cuestin mayor. Decase que otro se haba radicado en la sierra, donde estaba casado con una mujer acaudalada. Finalmente decase que uno, que se llamaba justamente Ventura, como el taita, andaba embarcado en un vapor de alto bordo, haciendo viajes por mar a puertos lejanos. Ventura ignoraba o finga ignorar lo que se refera a sus hijos. 48 49 Jos de la. Cuadra Pa mis hijos hombres, yo soy como el peje y no como el palomo deca. El palomo anda cuidando al hijo grando-te. El peje hace al hijo y lo suelta en el agua pa que corra su suerte. Es ms mejor ser como el peje. Esta afirmacin suya le haba valido un apodo nuevo. Por ella y acaso tambin por la configuracin de la parte alta de su cabeza, lo llamaban Raspabalsa. A Ventura no lo enojaban los sobrenombres. Sin embargo, ste de Raspabalsa tena la propiedad de irritarlo. Cuando algn muchacho se lo gritaba de lejos, tapndose detrs de los troncos gruesos, Ventura responda a voz en cuello: Anda, dile a la grandsima de tu madre. Generalmente ocurra que la tal grandsima vena a ser hermana de Ventura, pues el muchacho del grito era alguno de los sobrinos innumerables. Pero Ventura no se preocupaba de esos detalles. Cuando se oa motejar con el nombre del ridculo pez, ponase desaforado.

Ventura deliraba por las comparaciones zoolgicas. ,1 < Deca a veces de s mismo: ;i ; : ; / Yo pa trabajar soy un animal, r-.-',;/!,:.'->>> n gao que me can_ te fuerte, ni mujer que me alce l;[a respiracin En sus raros momentos de c%ra> sostena; como una irre_ batible demostracin de su homlbradaEs que yo soy de la carne misma de mi papaSj que por cada hijo que ha hecho ha desheecho un hijo de otro Cuando a los odos de don iNicasio llegaba la noticia de estas expresiones, murmurar^ sentenciosamente, con cierta tristeza: Este Raspabalsa es mismiamente un pendejo, no ms. Por lo comn, en el caserko de ;:i ".;:> " .V;f!on * ,r.f,;..'k- ''i- .-ni'./ GA51JL0II /*.:-!:-:: H ^i;.' Enredos amorosos

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L as fiestas en el casero de La Hondura se sucedan una a seguida de otra, casi sin solucin de continuidad. Tras un bailoteo que duraba hasta la madrugada, saludada con sendos vasos de leche de tigre, ocurra el beneficio de una ternera y el almuerzo consiguiente; y, tras un breve reposo, a la media tarde, un paseo a pie a los cocoteros, o a las manchas de mangos, o a las cercas vivas de cerezos. Y de vuelta a la casa, otra vez el bailoteo. Variaba en ocasiones el programa. Se hacan paseos de da entero a sitios distantes. En canoa. A caballo. Eran los Rugeles quienes provocaban estos, festejos. Incitaban a sus tos y a los primos para que los hicieran en honor de los huspedes. O ellos mismos los arreglaban por su cuenta. En todas estas circunstancias los Rugeles buscaban no ms la oportunidad de lucirse, exhibindose ante sus primas. Lleg el momento en que las muchachas se ilusionaron de veras. Entonces fue que los Rugeles les propusieron que se salieran a vivir con ellos, segn la costumbre del campo montuvio. Las muchachas, que tenan prejuicios cuyo alcance no comprendan sus primos, se negaron a eso terminantemente. Casarnos, bueno dijeron. Pero as, como los pe rros, no... ,.; - Los Sdngurimas Facundo, que era el ms decidido-de los:-Rgeles, acep t de plano. r >,< >(?. s . Nos casaremos resolvi. .;:v.n'^tros agentes que se nos juntaron, fuimos a la casa de la viuda Vargas, quien, adems de ser una de las firmas comerciales ms slidas del pueblo, tena un muestrario de hijas guapas y amigas del jaleo. El baile que armamos, fue alegre y encendido; pero, yo no intervine mayormente en l. Me senta cansado, y esto hizo que buscara un rincn apacible, en el comedor, al lado de la botellera. Ah se reunieron cuantos odiaban el bullicio intrascendente y amaban el alcohol, entre ellos, don Macario Arriaga, gamonal montuvio, personaje de edad y de letras y, segn me enter muy luego, otro de los que mat a Gusinton. S; ya lo saba yo de tiempos: Gusinton era un gigantesco lagarto cebado, cuyo centro de fechoras era el Babahoyo, des de los bajos de Samborondn hasta las revesas del puertecillo Alfaro, al frente mismo de Guayaquil. Saba tambin, haca poco, que como uno de esos legendarios piratas que, en los abordajes, perdan las manos bajo el hacha de los defensores, era bizarramente manco. Pero, ignoraba que se haba queda do as en un lance heroico, y que su garra perdida era por ello como un blasn hazaoso. :;t; .>;. f '' Gusinton Don Macario Arriaga me refiri la arriscada proeza de Gusinton, donde qued manco: Estaba en celo Gusinton, y vena ro abajo, con la hembra, sobre una palizada. Un vapor de ruedas (creo que fue el Sangay; s fue el Sangay) choc con la palizada. Gusinton se enfureci: figrense, lo haban interrumpido en sus coloquios; se enfureci y parti contra el barco. Claro; una de las ruedas lo arrastr en su remolino, y no s cmo no lo destroz; pero, la punta de un aspa le cort la mano derecha. Chorreando sangre, Gusinton se revolvi y quiso atacar de nuevo; pero el piloto desvi hbilmente el Sangay sobre su banda, y lo evit. Quienes presenciaron la escena, dicen que fue algo extraamente emocionante. Nadie en el barco se atrevi a disparar sobre Gusinton sus

armas, y fjese que pudieron haberlo matado ah, sin esfuerzo, a dos metros de l; pero la bravura del animal los paraliz, porque nada hay que conmueva tanto, seor, como el arrojo. Dejaron no ms escapar a Gusinton, quien fue a juntarse con su hembra en la palizada. Se aproximaron a nosotros dos individuos que yo no haba visto antes. Eran invitados, como don Macario mismo, de la viuda Vargas. Don Macario me los present: Jernimo Pita... Sebastin Vizuete... El seor... Y vea, seor, la casualidad: stos tambin estuvieron en la cacera de Gusinton, cuando lo acabamos... Con Celestino Rosado, con Manueln Torres, con... Eramos catorce, sabe?, la partida. Y anduvimos con suerte: slo hubo un muerto y un herido. Nada ms. Anduvimos con suerte, de veras. Pita y Vizuete eran cazadores profesionales de lagartos. Amaban su oficio como un culto cruento y salvaje, pero pr vido con sus fieles. > ? j-; . i 103 102 Jos de la Cuadra Para ellos, la verde fiera de los ros, el lagarto de las calientes aguas tropicales, no era una vulgar pieza de caza, sino un enemigo, a pesar de su fama de torpe, en realidad astuto y, adems, valiente. La cacera del saurio era para ellos como la lidia del bicho para el torero: un arte que juzgaban noble y digna, y que, a mayor abundamiento, les daba para comer. Pita y Vizuete, corroborados en ocasiones por don Macario, relataron esa noche hazaas sueltas de aquel hroe fluvial, a quien alguno, se ignora cundo y por qu, bautiz con el nombre amontuviado del general norteamericano. (No sera, por supuesto, por lo desdentado; ya que el monstruo montu-vio posea una dentadura formidable). Podra llenarse un denso volumen con los hechos singulares de Gusinton, y abrigo la esperanza de que se escribir ese volumen. Nada tendra de raro, hoy sobre todo que se ha dado en la flor de escribir biografas de todo quisque, y hasta biografas de ros. Por lo dems, Gusinton se lo merece. Era un espritu original el que alentaba en este gigante verde oscuro, acorazado como un barco de batalla o como un caballero medioeval, y que meda diez varas de punta de trompa a punta de cola. Se deca que era generoso como un buen dios. Entre un caballo que pastara a la orilla y una mujer que lavara sus ropas en la playa, Gusinton prefera devorar el caballo. Eas comadres afirmaban que no lo haca por gula, sino por compasin, al escoger a la bestia en vez de a la mujerzuela. Slo durante las grandes hambrunas Gusinton acometa a las gentes. Lo ordinario era que nadara junto a los baistas, sereno, poderoso, consciente de su fuerza, sin molestarlos, aparentemente sin advertirlos siquiera. Se satisfaca entonces con los tributos que cobraba a los reseros: cada vez que stos Gusinton tenan que pasar ganado de una ribera a otra, ah estaba Gusinton, llevado por quin sabe qu misterioso aviso, a reclamar sus derechos de seor feudal de las aguas montuvias. Se apropiaba de una res, de una res no ms, pero de la mayor, siempre de la mayor. Gusinton seleccionaba bien. Y nada haca ya al resto del ganado ni a los reseros. Ellos conocan la costumbre del saurio, y separaban su res en los negocios:

Rebjennos un poco en el precio decan a los vendedores para que nos salga ms barata la vaca de Gusinton. La vaca que haba de pagrsele por el permiso de pasar el ro... Ro seguro, despus de todo, pues Gusinton no consenta en l competidor alguno: cuando cualquier lagartuelo imprudente, tras la larga siesta de los tembladerales, se atreva a penetrar en el Babahoyo, Gusinton daba cuenta inmediata de l. En las orillas su fama era casi mtica. Haba para l una suerte de veneracin, muy parecida a la religiosa. Comenz todo por hacer asustar a los nios con su nombre terrible, y luego el miedo se contagi de los mayores. Como suele ocurrir, de ese miedo se engendr una supersticin, y de sta algo como un culto. Cuando, entretenido quizs en empresas amorosas, a las que era particularmente aficionado, o simplemente durmiendo el prolongado sueo de su especie, tardaba en aparecer por su zona acostumbrada, las gentes se preguntaban, vagamente inquietas: f! Qu se habr hecho Gusinton?A o ' , -p Y aadan, ahora temerosas: "''j Esteban Pacheco y Severo Mariscal. Un zarzo, un bajo y u* redoblante. Hacan unas tocatas infames. A las personas entendidas se les ocurra al escucharlos, que se haban desatado en la tierra los ruidos espantosos del infierno o una abierta tempestad de mar de altura. Pero, la gente bailaba; verd, Pacheco? Claro! Y dbamos sereno!

Noh contrataban por noche. Mi'acuerdo que don Pepe Soto, er mentao Zambo jyaro noh pas treinta sucraeh una veh pa que le tocramos en una tambarria qu nlzo onde lah Martne... Conociste voh, Mendoza, a lah Martne? Y meno? Me creeh de que soy gringo? No eran lah'entenada de Goyo Silva, que leh decan lah Yegua meladah? Lah mesmah. Ah!... Corrieron gayo lah doh... La mayor izque vive con un fraile en la provincia0... La otra i/que se muri de mal... S... Esa eh la qu'interesaba Zambo jyaro... Camila... No la aprovech... Una moza que ba dejado por ella 0 Por antonomasia, la provincia de Manab. (N. del A.) Banda de pueblo Zambo jyaro l'hizo er dao en un paoln bordao que le mand a vender con un turco senciyero, d'esos que andan en canoa... El turco arcageti la cosa... Ah.. Eran as los recuerdos de la poca, ya lejana, de los tres., Despuh te noh'apegaste voh, Mendoza. Cmo apegaste Rogao ni santo que jui! Hum... Claro! Rean anchamente las bromas.. A Redentor Miranda lo cogimo pa una fiesta de San Andrh, en Boca e Caa. Mejor dicho, en el estero de Zapan. , hh u; '' Como al lagarto. *iis; ;' '; !J'*& Tornaban a rer. Voh, Piedrahta, te noh'untaste en Daule, pa una fiesta de mi Sefior de loh Milagro. Vo haban bajado de Dos Estero buscando trabajo. S... Jue ese ao de loh dos'inviernos ques'encontraron... Ese ao se muri la mama de m'hijo... Qued solo y le garre grima ar pueblo... Se pona triste con la memoria dolorosa. Aada: Er cla que me vena a Daule jue que me fregaron...Porque a m lo que m'hicieron eh dao, como a Camila Martne, la Yegua melada!... Yo no me jalaba con mi primo Tomh Maca, y ese da cuando m iba embarcar, me yam y me dijo: Oiga, sujeto; dejmono de vaina y vamo dentrando en amista. Bueno sujeto, le dije yo (porque as nos tratamo con l de sujeto), y noh dimo lah mano... En seguida m'invit unoh tragoh onde er chino Pedro...Y en la mayorca me amol. Desde entonce no se me arrancan lah to-seh... Y ve que m'hey curao! Porque yo me hey curao! 113 112 Jos de la. Cuadra Manuel Mendoza cortaba el discurso: ' Ya te lo hey dicho, compadre. Pa voh todava hay remedio, porque tu mar no'sta pasao. Onde puedah'irte a Santo Domingo de loh Colorao, loh indio te curan. Este verano voy.

As era siempre... El prximo verano se iba Ramn Piedrahta a curarse de su tos en las montaas de los Colorados... El prximo verano... Pero, no parta nunca... No fue nunca all... a otra parte se fue... Con loh Alancayeh noh commpletamo en Babahoyo pa una fiesta de mi Seora de lah Mercedes... Ah! Los hermanos Alancay haban bajado desde la provincia de Bolvar, y tenan una historia un poco distinta de las de sus otros compaeros... Los hermanos Alancay eran oriundos de Guaranda, y, cuando muchachos, haban trabajado en los latifundios, al servicio de los gamonales de la provincia de Bolvar. Creyendo mejorar escaparon a Los Ros y buscaron contrato en una hacienda donde se explotaba madera. Era la poca del concertaje desenmascarado y de la prisin por deudas. Los Alancay, sin saber cmo, se encontraron con que, tras un ao de labor ruda y continuada, no guardaban nada ahorrado, apenas si haban comido, estaban casi desnudos, y, para remate, tenan con el patrn una cuenta de cien sucres cada uno. Acobardados huyeron de nuevo, rumbo a sus sierras natales. Esperaban que les ira menos mal que en la llanura, a pesar de todo. Les fue igual, si no peor. Entrampados, fugaron por tercera vez, encaminndose a Riobamba. Banda de pueblo Felizmente para ellos, arda el pas en una guerra intestina, y necesitaban gente fresca en los cuarteles. Se metieron de soldados. El jefe del cuerpo los defendi cuando la autoridad civil, a nombre de los patronos acreedores, los reclam. Zafaron as. La esclavitud militar los libr de la esclavitud bajo el rgimen feudal de los terratenientes; y, el ltigo soportado encima de la curea del can, a rtmicos golpes compasados por los tambores, en la cuadra de la tropa..., los libr del ltigo sufrido con ms los tormentos de la barra o del cepo Vargas, en las bodegas o en los galpones de las haciendas y sin ms msica que el respirar jadeante del capataz... Hicieron la campaa. Sacaron heridas leves y un gran cansancio, un cansancio tan grande, tan grande, que sentan que ya nada les importaba mayor cosa y que la vida misma no vala la pena. Esto lo sentan oscuramente, sin alcanzar a interpretarlo; a semejanza de esos dolores opacos, profundos radiados, que se sienten en lo hondo del vientre y de los cuales uno no acierta a indicar el sitio preciso. Transcurri mucho tiempo para que se recobraran; pero en plenitud, jams se recobraron. En la paz cuartelera aprendieron msica por notas. Llegaron a tocar bastante bien, en cualquier instrumento de soplo, las partituras ms difciles, con poco repaso. Las composiciones sencillas las ponan a primera vista. Los ingresaron en la banda de la unidad. Entonces, ser de la banda era casi un privilegio, y los soldados se disputaban porque los admitieran al aprendizaje de la msica. Los Alancay se consiguieron sus barraganas entre las cholas que frecuentaban los alrededores del cuartel. Junto con las 115 114

Jos de la Cuadra dems guarichas, sus mujeres seguan al batalln cuando, en cambio de guarnicin, era destacado de una plaza a otra. Los dos hermanos se consideraban, ya, casi venturosos; yendo de ac para all, conociendo pueblos distintos y viendo caras nuevas. El rancho era pasable; tenan hembras para el folgar, dinero al bolsillo, ropa de abrigo, y el trabajo era soportable y les agradaba hacerlo. Qu ms? Pero, de su tranquilidad los desplaz bruscamente la noticia de otra revolucin. El ambiente cuartelero no los haba militarizado, y guardaban vivo y perenne, el recuerdo de la anterior campaa. Por eso, al saber la orden de movilizacin de su unidad, desertaron. A prevencin se llevaron dos instrumentos, los que ms a mano toparon: un requinto y un bartono; pero, como en pago, abandonaron sus guarichas al antojo de los compaeros. Erraron meses y meses por las montaas, perdidos a veces, miserables, hambrientos, pero satisfechos de estarlo antes que arrostrar las penurias y los peligros de la campaa contra los montoneros, que hacan una destrozadora guerra de guerrillas. En las aldecas de indios, en los sitios de peones, tocaban el requinto y el bartono, acompandose como podan. Despus, recogan las moneditas. Eran casi mendigos. Un da, en Babahoyo, toparon con la banda popular que ya por entonces diriga Nazario Moneada Vera. Les propuso ste que ingresaran en ella, y los Alancay, gustossimos, aceptaron. Aun cuando los hermanos Alancay eran los que ms saban de msica y dirigan y enseaban a los dems, la jefatura la Banda de pueblo conserv siempre, aun por encima del viejo Mendoza, Nazario Moneada Vera. ste se deca nacido en las proximidades de Cone y pretenda ser de una familia de bravos yaguacheos que siguieron al general Montero en todas sus aventuras, complementndole las hazaas. Aseguraba que, en un solo combate, pelearon con el partido del general nada menos que siete Moneadas, formando parte de su famosa caballera. Yo no hey arcanzao esoh tiempo... A m me toc la mala, cuando jue la de perder, en la cerrada de Yaguachi... Ah m'hirieron en un brazo... Una bala me pas atocando... En efecto, Nazario Moneada Vera era casi invlido de un brazo, a cuya circunstancia atribua sus dificultades con el instrumento. Anteh tocaba mh mejor. Yo hey sido msico de lnea como loh'Alancayeh... Contaba que en la accin de Yaguachi, ya herido, hubo de ocultarse, huyendo del enemigo, debajo del altar de San Jacinto, en la iglesia parroquial, y que, en su escondrijo, permaneci dos das sin poder salir. Noh cazaban como a zorrn.,. Onde noh garraban, noh remataban a culata limpia... Eso era coco!... Ah, voh Mendoza, que te la dah de macho, te bierah cagao loh, carzoneh... Parecan tener sus picos pendientes con Mendoza, porque frecuentemente se echaban chinitas. El viejo deca: i i No me la caracoleeh! Tramela en paro, que yo te l'aguanto! : Rean y no ocurra nada. *-' De Moneada Vera se referan en voz baja historias po* co edificantes. .; ? " ix!w - ;; ' ' ; -

117 116 Jos de la Cuadra En la crcel de Guayaquil estuvo. 'si '>/. ;.tjtf."'--:-: Y como no lo garra la Rurar? No saben? Lo defendi urabogao gayazo... Cuando le cay auto motivado, lo hizo pasar por muerto y present er papel de la dejuncin como que haba muerto en Baba... No se yama Na-zario... Felmn se yama... Y r dice ahora que Felmn era su hermano y que eh finao... Pero, loh que sabemoh sabemoh...! Ah,... ! < .-i-.; Sea como fuere, Nazario Moneada Vera hablaba muchb de su pasado. Mas, es lo cierto que a menudo se contradeca. s't,v. Mostrbase orgulloso de su origen, y este lado flaco s lo explotaba el viejo Mendoza. i ; Todo yaguacheo, amigo, lo que eh... eh ladrn... ; ) Mentira! i Y er dicho? Onde me dejah'er dicho? Qu dice er dicho? Anda a robar a la boca'e Yaguachi.... Dice u no dice? No me lah rasqueh'en contra, Mendoza! En otras ocasiones se gloriaba de sus paisanos ribereos, que antao fueron temidos piratas de ro. Eso eran hombreh, caray! Nazario Moneada Vera saba tanto de monte como el propio Mendoza ms que los otros compaeros. Posea, sin duda, el don de los caminos, y resultaba un gua infallable. Era, en una sola pieza, brjula, plano topogrfico y carta de rutas. De Quevedo a Balao y de Boliche a Ballenita, no haba fundo rstico, o poblado, por chico que fuera, donde careciera de relaciones y no conociera, por lo menos, a alguno o a sus antecesores. En todas partes tena amigos, compadres o cuados. He aqu una escena. Llegaba de noche la banda a una casuca pajiza, aflojada en media sabana como cabayuno d'engorde. Ladraban los perros. Arriba apagaban el candil, y la casa quedaba cautelosamente a oscuras. Moneada Vera gritaba; 'u/ -^.^t.^ i^-sJtYvr-joH^-K., Amigo! "-V jt, >;.::.!.' :'t\j)H Silencio. ..--v: ;r-J{ -l Amigo! -.;X;;-.3Q Silencio. Al fin, aburrido, deca: No seah flojoh... Soy yo, Moneada Vera, con la ban-da'e musical!

Arriba notbase un movimiento apenas perceptible. Alguien se parapetaba tras la ventana entreabierta. Se vea, en la oscuridad, rebrillar el filo del raboncito o el can de la garabina. Y despus de unos instantes, una voz jubilosa daba la bienvenida: Adioh, compadre Nazario! No me conocan? Con la escurana, no, compadre. Dispense. Y como hay tanto maoso! Suba, compadre, con loh cabayeroh... Suceda que, al cabo de los aos, Nazario Moneada Vera haba hallado a su compadre Remanso Noboa, con quien, de seguro, habran estado mucho tiempo juntos en alguna parte; y con quien haran, mano a mano, memorias de las pellejeras que, juntos tambin habran hecho a alguna mujer o a algn hombre... 118 119 Jos de la Cuadra Vea como son lah cosah! T?J >;.;;::; to: nri Poda ser otra la escena. ., ; ;/ .i Estaba la banda en una aldea enfiestada. Nazario Monean da Vera necesitaba un caballo pa'un menester urgente. Pasaba un joven jinete. Oiga, amigo! -., ' >;;:; : -. ;, , ^ - v.,.' >> El jinete se revolva. a, : ; =;/ : ' -; : Qu se l'ofrece? ', ,: < a/ , No eh'ust de loh Reinoso de la Bocada?*, > >ik No; soy de loh'Arteaga de Ro Perdido. ,:.,!' Ah...! Hijo'e Terencio? H-, No; de Belisario. Ah...! De mi cuao Belih...? Ah'st la pinta! Despus de poco, Nazario Moneada Vera, trepado en el caballo del desmontado jinete, ira a despachar su asunto, dejndolo al otro a pie y satisfecho de servir al cuado de su padre. Estas condiciones de Nazario Moneada Vera obraban, sin duda, para mantenerlo a perpetuidad en la jefatura de la banda. Casi no se separaban los msicos. En ocasiones, alguno de ellos se quedaba cortos das en su casa, de tenerla, con los suyos, o, en la de algn amigo o pariente. Los que escondan por ah su cualquier cosa, eran quienes mayor tiempo disfrutaban de vacaciones. En especial, Severo Mariscal, Nazario Moneada Vera le deca, cuando el del tambor le comunicaba su intencin de tomarse una largona: Ya va'emprear arguna mujer, amigo! Ust eh'a la fija! Y era as, infallable. A los nueve meses de la licencia haba en el monte un nuevo Mariscal. ;;T; C,:J>T'; t-.:\* KS? ,y; Severo se gloriaba: i y ;wi;n : Fv'wi Ji;;Util .,'iO"-j''S -K ,n--r>iif&ii .fi;i*j-f?j?--:rr^ Zambas, rumbas, marineras, chilenas, boleros, de todo haba en el repertorio; pero, con estas piezas ocurra, poco ms o menos, lo que con los tangos, -or-tkfcri '"iijsJiifn fcvt'u/i Para las serenatas, los msicos escogan canciones, de esas viejas canciones cuyo origen se ha perdido en la no escrita his toria de los campos, y las que, si bien algunas fueron tradas de Cuba o Yucatn en el pasado siglo, remontan su origen, en la mayora, a la poca colonial y calentaron de amor la sangre criolla de las bisabuelas... >a ^ ; v:^-u . ,. . ..-.-1 Para acompaar los entierros de los montubios pudientes, dedicaban una suerte de pasodoble tristn, en el que introducan, alterando contextura, trozos de sanjuanes, de bambucos y aun de jotas aragonesas... SJT >3ia>*b?te3 -aBaasi*:-' *t Cuando alzaban a Santo en la misa mayor de las aldeas enfiestadas, la banda entraba por una machicha brasilea que los Alancay aprendieron en el cuartel y ensearon luego a sus compaeros. Haba tambin machicha en la ceremonia del descendimiento del ngel, para la pascua de Resurreccin; el ngel representado siempre por la ms guapa chica del pueblo bajaba, atado de una soga encintada a la espalda, desde la ventana 123 Jos de la Cuadra ms alta del campanario, sobre el pretil de la iglesia... Callados los sones de la msica, anunciaba a las pvidas gentes que Dios, aunque pareciera mentira, estaba vivo y ms robusto que nunca despus de su crucifixin y entierro... Los cohetes y las palomitas de colores -debidos a la munificencia de los chinos acatolicados expresaban luego el jbilo de los circunstantes por la extraordinaria noticia... Y, de nuevo de ma-chicha brasilea... ;" : ' > ^>;

Finalmente, la banda saba el himno nacional ecuatoriano y una arrancada rapidsima, a paso de polka, con intermedios de ataque. Nazario Moneada Vera deca que esta arrancada, que l calificaba de marcha guerrera, fue la ltima que tocaron las fuerzas militares revolucionarias en la ruta de Yaguachi. La banda utilizaba todas las vas posibles para trasladarse de un punto a otro. Ora viajaban los msicos en lanchas o vapores fluviales, en segunda clase, sobre las rimas de sacos de cacao para exportacin o junto al ganado que se llevaba a los camales; ora en piraguas ligeras, que navegaban en flotillas apretadas, ora en canoas de montaa, a punta de palanca contra corriente, o a golpe de remo, a favor, en las bajadas; ora, por fin alguna vez, en las balsas enormes que se deslizan por el ro, el capricho de las mareas, conduciendo frutas, desde las lejanas cabeceras, para los mercados ciudadanos. Cuando incursionaban en las poblaciones de junto al mar, viajaban en balandras; y, cierta ocasin que los contrataron para una fiesta en Santa Rosa, en la provincia de El Oro, se embarcaron a bordo de un caletero. ,,* ; Pero, por lo general, marchaban a pie por los caminos reales o por los senderuelos de las haciendas; y muchas veces, abriendo trochas en la montaa cerrada. 124 Banda de pueblo Cuando la noche o la lluvia se les vena encima, buscaban un refugio cualquiera: bien se apelotonaban bajo un rbol frondoso; bien bajo un galpn o cobertizo; bien en alguna choza abandonada, de sas que suelen hacer los desmonteros de arroz para el pajareo y la cosecha, y los madereros para el corte. Eso no ocurra con frecuencia: casi siempre Nazario Moneada Vera arreglaba el itinerario de tal modo que hicieran noche en algn pueblo o hacienda, o, siguiera, en la casa de alguna persona acomodada que les prestara hospedaje gratuito. Precisamente, alojados en una de estas mansiones rurales en la de los Pita Santos, de Boca de Pula se encontraban la tarde en que muri Ramn Piedrahta. Este acontecimiento doloroso cerr una etapa de la historia sencilla de la banda, y abri otra nueva. Lo anterior a ese acaecido pertenece al pasado; el presente sigue, desde entonces... y seguir... manso, sereno e igual... Las cartas amorosas de Pacheco... Las conquistas de Severo Mariscal y los hijos consecuentes... La ciencia montubia de Mendoza... Las dificultades de Segundo Alancay... El hambre insaciable de Redentor Miranda... Lo mismo... Exactamente, lo mismo... ;,!T;, i'Lfio't.-'^w:. ;ss.,;ri :,-t,: -L Continuar de aventura la banda por los caminos del monte. Irn los msicos en busca de fiestas poblanas que ale grar con su alharaca instrumental, de entierros que acompa ar, de serenatas que ofrecer, de ngeles que ver descender, no del cielo, pero de la ventana ms alta de los campanarios ru rales... Irn en busca de todo eso; mas, irn tambin, con eso en busca del pan cotidiano... que los hombres hermanos se empean en que no d la tierra generosa para todos... sino pa ra unos cuantos... Si:-' -..-.ffl-,!.-;;-'-.ViOrU--cilV''-* rt/l- , 125 Jos de la Cuadra Cuentan el tiempo los msicos por el triste acaecido de la fuga del compaero tsico que sonaba el bombo roncador y los platillos rechinantes... ;

Eso ju anteh de que se muriera Ramn Piedrahta... ; No; ju despus... Ya lo'haba reemplazado Tejn macho... M'acuerdo porque en Jujan no pudimoh tocar el himno nacional... Tejn macho no lo va prendido todava... Deverah... >;:! Era el atardecer. ii'o: .tkfeic? ''H*n - :-\-.-.- .:-.\ .-.-;.--,;-Los ltimos rayos del sol que haba jalao de firme, amigo jugueteaban cabrilleos en las ondas blancosucias del riachuelo. Redentor Miranda dijo, aludiendo a los reflejos luminosos en el agua. : ;' ' - ;J ... Parecen bocachicos nadando con la barriga p'encima! Manuel Mendoza fue a replicar, pero se contuvo. Hasta la gana de hablar se le quita a uno con esta vaina murmur. Iba el grupo, silencioso, por el sendero estrecho que segua las curvas de la ribera, hermanando rutas para el trajinar de los vecinos. A lo lejos al fin del camino se distingua el rojo te cho de tejas de una casa de hacienda, cobijada a la sombra de una frutaleda, sobre cuyos rboles las palmas de coco, atacadas de gusano, desvencijaban sus estpites podridos, negruscos, ruinosos. ;; - n ; .- ..-*>sj;> Bay! Esa eh la posesin de loh Pita Santoh. : ~rn La mesma. ' / . Arcansaremo a yegar? ; K t;t " ,.,; :.i: ./.;; ".;''"., tb. Humm... ti r-^-jo!,.^;--i, vj.j-'i n- 'sif'ti . -L.. Hablaban bajito, bajito... Susurraban las palabras... V2 Er tsico tiene odo de comadreja. ; u Esteban Pacheco pregunt, ingenuamente: -a in 126 Tsico, dice? Pero eh que Piedrahta ta'fectao? No decan que era dao? Nazario Moneada Vera lo mir. *d., tait6ri:s!-i3 jalNo sea pendejo, amigo! replic, Los'ojo si'han hecho para ver... Ust ve u no ve? Ramn Piedrahta no poda ms. Iba casi en guando, conducido por Severo Mariscal y Redentor Miranda. ; ''i:r..:KV rir>H; .v.:.my.!/\;Delante marchaba su hijo, lloroso, con el bombo a cuestas... Pero, ahora iba el muchacho casi contento de llevarlo... Pensaba, vagamente, que debera haberlo llevado siempre...Y quera, acaso, que pesara ms, mucho ms... A cada paso se revolva: }-.-'.-";>.-. J '- Nazario Moneada Vera iba de un lado para otro. U Aprense! Noh va'garrar la noche! Ese hombre neoesi* ta tranquilid! ::> i, Se acerc a los que conducan a Piedrahta: o1' ? Todos lo rodearon. Tena ya el pobre la respiracin estertorosa de la agona. Cuando abra los ojos, buscando ansiosamente al hijo, se le clavaba la mirada vidriosa de las pupilas medio paralizadas... Tosa, an... Era la suya una tos seca, que pareca slo de la garganta; una tos chiquita, apenas perceptible... absurdamente semejante al arrullar de la paloma de Castilla en los nidales altos. Nazario Moneada Vera llam aparte a Mariscal y a Miranda. De que repose un rato orden, li hacen la siya a mano... Pero, anden con cuidado... Cuando tuesa, revuervan la cara pa que no le sarpique la baba... Ah...! No eh que yo sea asquiento; pero, la enfermed eh la enfemed... El hombre que va morir, suerta toda la avera que tiene adentro... Ah...! Ramn Piedrahta se haba agravado de un momento a otro. Hasta el da anterior, an se vala de sus piernas. Se fa tigaba, pero avanzaba.;,,. , , ,.-.;. Haban procurado dejarlo en varias partes, mas l quera seguir, seguir... ,;,', Banda de pueblo Deca: Djenme yegar onde Melasio Vega. Ese hombre me sana. Melasio Vega era un curandero famoso, cuya vivienda estaba a cuatro horas a caballo, justamente, de la casa de los Pita Santos, a donde ahora se aproximaba el grupo. Ramn Piedrahta ya no pensaba en los indios brujos de Santo Domingo de los Colorados. Se contaba con que lo medicinara Melasio Vega. Milagro'hace! Ju r que sarv a Tiburcio Benavide, que'staba pior que yo... ,t . . Ah...! ',-.. ;,-.'.; Los compaeros no se atrevieron a negarle a Piedrahta la satisfaccin de su empeo. Y siguieron adelante. -;svr Comentaban: .,; '_,,,'..,\'-. ^ Onde loh Calderones... I %/ No; onde loh Pita Santoh no mh... Esto lo dijo Nazario Moneada Vera. Y adivin. ; Mh mejor que sea ay, a lo meno si est mi compadre Rumuardo... Quin sabe est en lah lomah con er ganadito... , No; al'hijo grande manda. Er se queda reposando. Ya's-ta viejo mi compadre Rumualdo. Ah... Y ahora estaban ah, en las inmediaciones de la hacienda de los Pita Santos, con el moribundo. Ni qui'hubiera apostao conmigo pa'haderme ganar! repeta Nazario Moneada Vera. 129 128 Bufalo Jos de la Cuadra Despus de un rato, orden: Crguenlo! Y en la oreja de los conductores, musit, recalcando el consejo de antes: Cuando tuesa, viren la cara pa que no los'atoque er babeo. Lentamente como procesin en plazae pueblo chico, adelant el grupo hasta la casa de los Pita Santos, en cuyo portal hizo alto. Nazario Moneada Vera grit: Compadre Rumuardo! Rumuardo Pita Santos se asom a la aztenla que se abra en un ala del edificio. Vaya, compadre! exclam en tono alegre. Feliceh los'ojo que lo ven, compadre! En seguida, inquiri: Y qu milagro eh por aqu en mi modesta posesin? , Moneada Vera respondi, muequeando un guio triste: Por aqu, compadre, andamo con er socio Piedrahta que si'ha puesto un poco adolescente... Y venimoh pa que noh d ust una posadita hasta maana... Como no, compadre! Ya sabe ust que sta eh su casa. Onde noh'arrglame, compadre? Arriba no hay lugar, porque tenmoh posanteh: unoh pa-rienteh de su comadre, que han venido a'hacerse ver con Me-lasio Vega... Pero, abajo, en la bodega, pueden acomodarse. Onde se sea. Dentre, pueh, compadre, con la compaa; que yo vi'hacerle preparar un tente-en-pi p'al cansancio que tren... seguro. Graciah, compadre! Ramn Piedrahta fue colocado en unos gangochos, sucios de cascaras de arroz y de caf, sobre el suelo de tablas de Banda, de pueblo la bodega. Una vieja montura sirvi para almohada. Encima del cuerpo le echaron un poncho. La mujer de Rumualdo Pita Santos a Juanita, una cincuentona robusta y guapota, baj a apersonarse del enfermo.

Cornelio Piedrahta quedse a la cabecera de su padre, pero, los msicos no entraron en la bodega, sino que se encaminaron a la orilla del ro, y en el elevado barrancal se fueron sentando, uno al lado del otro, enmudecidos, junto a los enmudecidos instrumentos. Por un instante, las miradas de todos convergieron en el gordo bombo que Cornelio Piedrahta dejara abando nado en el portal. r,j En lo ntimo se formularon pregunta semejante: Quin lo tocar, despuh? Pero, no se respondieron. Transcurrieron as muchos minutos, una hora quiz. Las sombras se haban venido ya cielo abajo, sobre la tierra ennegrecida, sobre las aguas ennegrecidas... En la bodega estaban ahora, adems de a Juanita, sus hijas: tres chinas de carnes del color y la dureza de los manglares rojizos... No obstante la amargura que los embargaba, al contemplarlas Esteban Pacheco resolvi escribirles, aun cuando fuera a las tres, una carta de amor y Severo Mariscal crey que haba en ellas campo abonado para el florecimiento de nuevos Mariscales... Mas, las muchachas ni los saludaron, siquiera. Penetraron, de prisa, en la bodega para acompaar a su madre y ayudar al enfermo a bien morir. Era a esto que haban bajado, porque se escuchaban sus voces que rezaban los auxilios. Decan: Gloriossimo San Miguel, prncipe de la milicia celestial, ruega por l! Santo ngel de su guardia: glorioso San Jos, abogado de los que estn agonizando, rogac por l! 131 130 r Jos de la Cuadra / Despus rezaron letanas. La madre invocaba; las hijas coreaban... San Abel... Coro de los Justos... San Abraham Santos Patriarcas y Profetas... San Silvestre... Santos Mrtires... San Agustn... Santos Pontfices y Confesores... San Benito... San tos Monjes y Ermitaos... San Juan... Santa Mara Magdale na... Santas Vrgenes y Viudas... -.--4 Rogac por l...! Rogac por l...! Rogac por l! & s: Ms tarde, recomendaban su alma: ' " Sal en nombre de los ngeles y Arcngeles; en nombre de los Tronos y Dominaciones; en nombre de los Principados y Potestades; en el de los Querubines y Serafines!... Esto fue lo ltimo. Cesaron las voces. :> ,: Los msicos se estremecieron. ;: Apareci en el umbral de la puerta de la bodega, la figura de a Juanita. Ya cabo!dijo. i = Prendido a su falda, Cornelio Piedrahta, ahora ms pe* queo, vuelto ms nio ahora, sollozaba... ? :,: st Pap...! Pap...! -. -..!.Nada ms. ! vn Los msicos guardaron su silencio. >>: ,,-,: Y transcurrieron nuevos minutos. Pareca como si todas las

gentes hubieran perdido la nocin del tiempo. Y, de improviso, sucedi lo no esperado. Uno de los hombres despus se supo que fue Alancay, el del bartono, sopl en el instrumento. El instrumento con test con un alarido tristn. Los dems msicos imitaron inconscientemente a su compaero... Se quejaron con sus gritos peculiares el zarzo, el trombn, el bajo, el cornetn... Y, a poco sonaba, aullante, formidable de melancola, un sanjun serraniego... Mezclbanse en l trozos de la marcha Banda de pueblo fnebre que acompaaba los entierros de los montubios acaudalados y trozos de pasillos dolientes... Lloraban los hombres por el amigo muerto; lloraban su partida: p^io, la hacan, sinceros, brutalmente sinceros, por boca de sus instrumentos, en las notas clamorosas... Mas, algo faltaba que restaba concierto vibrante a la msica: la armona acompaadora del bombo, el sacudir rechinante de los platos. Faltaba. .: Pero, de pronto, advirtieron los msicos que no faltaba ya. Se miraron. ; Quin haca romper su calma al instrumento enlutado? Ah...! ! .. . Cornelio Piedrahta golpeaba rtmicamente, la mano de madera contra el cuero tenso. Ah...! ...Arriba, Romualdo Pita Santos, desentendido del muerto, se preocupaba exclusivamente del tente-en-pi. Hablndole a un pen, deca: Bsqueme, Pintado, unah gayinah gordah. Hay que hacer una aguao. Eh lo mh mejor pa un velorio... Despus va'comprarme caf pa destilar, onde er guaco Lpeh... Ah, y mayorca!. Un trago nunca est demah. Cuando oy la msica que sonaba en el barranco, exclamo: Han garrao estoh gayoh la moda de la sierra... Bueno!... Que haiga msica... Pero, baile no aguanto... Cuando se baila a un muerto, se malea la casa... Dirigindose a una mujer que animaba el fuego del fogn con un enorme abanico, exigi confirmacin: Verd, comadre Inasita, ust que eh tan sabedora d'e-so? La interpelada contesto, convencida: 132 133