los rituales mochicas de la muerte

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Los Rituales Mochicas de la Muerte Luis Jaime Castillo Butters Luis Jaime Castillo Butters Luis Jaime Castillo Butters Luis Jaime Castillo Butters Luis Jaime Castillo Butters Pontificia Universidad Católica del Perú Programa Arqueológico San José de Moro

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Los Rituales Mochicas de la Muerte

Luis Jaime Castillo ButtersLuis Jaime Castillo ButtersLuis Jaime Castillo ButtersLuis Jaime Castillo ButtersLuis Jaime Castillo Butters

Pontificia UniversidadCatólica del Perú

Programa ArqueológicoSan José de Moro

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Castillo, Los Rituales Mochicas de la Muerte 2

Los Rituales Mochicas de la Muerte

Luis Jaime Castillo Butters

Qué duda cabe que la muerte, sea esta deun familiar cercano, de un líder carismático ode una figura nacional, tiene un enorme impac-to en la sociedad, causando pesar e incertidum-bre . Aun cuando nues t ras c reenc iasescatológicas nos aseguren que la vida conti-núa después de la muerte, ésta constituye unaradical perturbación en el orden establecido, ypuede generar crisis en todo orden de cosas.Como resultado de la muerte, y a fin de contra-rrestar sus efectos adversos, las sociedades ylos individuos reaccionan a través de prácticasrituales y ceremonias funerarias. En los ritua-les de la muerte, desde los más simples paraenterrar a un mendigo hasta las más elaboradasexequias reales, se reflejan de manera patentealgunas de las estructuras sociales y culturalesmás importantes. En la definición de la formacomo será tratado el cuerpo luego de la muerteentran en juego los sistemas de creencias, lasidentidades y roles de los individuos, la estruc-tura social, las diferencias de género y edad, lacapacidad de acumular y la disposición de gas-tar en rituales.

Las prácticas funerarias, sean estas a tra-vés de entierros, inhumaciones, cremaciones osimplemente de la disposición sumaria de loscuerpos, no suelen ser procesos casuales nicarentes de orden sino, por el contrario, songenera lmente ac t iv idades r i tua les yestandarizadas que involucran un conjunto de

decisiones, una serie de pasos previos y poste-riores al entierro, y por supuesto, el entierromismo. Los arqueólogos tendemos a reducir lasprácticas funerarias a sólo el entierro, es decirla tumba, el cuerpo y los artefactos asociados,olvidando que antes que éste se realice se dauna larga secuencia de actividades prescritas,donde también se reflejan las creencias y prin-cipios ordenadores de la sociedad. Éstas, lamen-tablemente, dejan poca o ninguna huella en elregistro arqueológico, y por lo tanto sólo pue-den ser estudiadas indirectamente. Un ejemplode la incapacidad que tenemos para acercarnosa los rituales funerarios viene de nuestras pro-pias excavaciones. Desde que en 1991 inicia-mos las excavaciones en el cementerio de SanJosé de Moro registramos con enormes paicasde cerámica en los p i sos y n ive lesestratigráficos que coincidían con las bocas delas tumbas (Castillo y Donnan 1994b, Castilloms.). Estos recipientes se usan hasta hoy comodepósitos de granos, o como contenedores paragrandes cantidades de chicha de maíz. No teníamucho sentido el encontrar artefactos usadospara la producción y el consumo de la chica enun espacio destinado casi exclusivamente parael entierro de individuos de la elite Mochica delValle del Jequetepeque. Al principio pensába-mos que corresponderían a una ocupación do-méstica del sitio, que habría ocurrido luego deque cesaran sus funciones funerarias, pero la

Luis Jaime Castillo Butters. Profesor Principal del Departamento de Humanidades, Sección Arqueología y Director de RelacionesInternacionales y Cooperación de la Pontificia Universidad Católica del Perú. ([email protected]).

Los dioses del antiguo Perú. Krzysztof Makowski, editor. Págs. 103-135. Colección Arte y Tesoros del Perú. Lima, Banco deCrédito del Perú, 2000.

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evidencia demostraba que los entierros y la pro-ducción y consumo de la chicha habían ocurri-do simultáneamente. No solo esto, parecería quelos antiguos Mochicas construían pequeñas ymuy frágiles habitaciones dentro de las cualespreparaban la chicha directamente encima de lastumbas de sus ancestros. Nuestra interpretaciónhoy es que las paicas y ollas que encontramosnos indican que paralelo al ritual del enterra-miento se daban ceremonias que consistían enla preparación de chicha de maíz, que era con-sumida luego, de manera ritual por los partici-pantes. Éstos eran los primeros indicios queteníamos de lo que ocurrió antes y quizá des-pués del entierro mismo, es decir del ritual fu-nerario.

Las tumbas, a diferencia de las ruinas detemplos o casas, donde sólo podemos ver obje-tos que accidentalmente quedaron abandonadosen los pisos, nos ofrecen una extraordinariacalidad de información por ser contextosintencionales. Es decir que en ellas los artefac-tos asociados ocupan la ubicación que alguienles dio para un fin específico en un pasado re-moto. La selección de estos artefactos y de suubicación en la tumba, por lo tanto, responde adecisiones de individuos asociados con el di-funto, sean estos sus deudos o miembros de suentorno. Estas decisiones generan accionesrepetitivas, es decir, sancionadas por costum-bres y tradiciones a las que se adhieren los in-dividuos que tienen a su cargo determinar, porejemplo, cómo colocar el cuerpo, cuántas y quétipo de ofrendas agregar, dónde colocarlas enla tumba y quién debe participar en ritual fune-rario.

La forma que toma el tratamiento funera-rio, en cada caso, está condicionada y determi-nada por factores económicos y sociales, por elcosto que los deudos pueden asumir, por lasfunciones que el difunto tuvo en la vida, o sim-plemente por sanciones culturales que dictan losusos y cos tumbres adecuados . La teor íaantropológica concuerda en afirmar que el en-tierro de un individuo requiere de la construc-ción de una identidad (Binford 1971, Saxe1970), es decir que es necesario decidir si eldifunto es enterrado como padre o como gue-rrero, como ceramista o como actor en una ce-remonia importante. Al decidirse el conjunto deartefactos que lo rodearán en la eternidad serecrea una o más de las identidades que el

individuo tuvo en su vida (Figura 1). En algu-nos caso se prioriza una identidad por sobre lasdemás. Si los individuos han tenido más de unafunción durante sus vidas es posible que en sutumba se incluyan los elementos que le permi-tan asumir, en la otra vida, más de una identi-dad. Es decir que, a medida que ascendemos enla escala social y los individuos presentan unaidentidad más compleja y elaborada, con másfunciones alternativas, mayor será el número yel tipo de componentes que se agregarán a susajuares funerarios.

Asimismo, a medida que los individuos sehacen más poderosos, mayor será el número deunidades dependientes que contribuirán en laconstrucción de la identidad, y consecuente-mente, más rico será el entierro (Binford 1971).Si bien podemos encontrar numerosos ejemplosen los que la cantidad y calidad de las asocia-ciones funerarias no corresponde con la posi-ción o riqueza que tuvieron los individuos envida (Ucko 1969), son mucho más frecuenteslos casos en los que si existe algún tipo de co-rrespondencia entre el tratamiento funerario yla posición social (Figura 2) (Brown 1971,1981; O’Shea 1981, 1984; Tainter 1978). Porsupuesto, en una tumba la posición social delmuerto puede haber sido falsificada al encon-trarse más o menos objetos de los que le

Fig. 1. Cráneo con un collar de turqueza. crisocola ysodalita que corresponde a una de las Sacerdotisas de

San José de Moro (Tumba M-U103, 1992).

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Fig. 2. Tumba Mochica Tardío M-U405 (1996) de San José de Moro. Pertenece a una mujer adulta. Se aprecia 7 ollascon huellas de uso una fina botella de asa estribo con diseños pictóricos de línea fina.

debieron corresponder, puesto que, por ejem-plo, los descendientes ricos de un individuosde bajo status pudieron conferirle un entierroelaborado, o viceversa, los deudos empobreci-dos de un individuo de alto rango sólo pudie-ron afrontar un entierro miserable. Sin embar-go, lo que estudia la arqueología no es la posi-ción de un individuo, sino la estructura de lasociedad, que se refleja adecuadamente en lossegmentos que se definen en grandes coleccio-nes de tumbas. Nunca sabremos a ciencia cier-ta si, efectivamente, el Señor de Sipán o la Sa-cerdotisa de Moro fueron miembros de la rea-leza Mochica, pero de lo que no cabe duda esque existió en esta sociedad un segmento so-cial privilegiado al que se le otorgaba un trata-miento funerario muy por encima del que reci-bían los individuos ordinarios.

CONTEXTOS FUNERARIOSMOCHICAS: UN RECUENTO DE

LAS INVESTIGACIONES

Uno de los aspectos que más se ha estudia-do acerca de la sociedad Mochica son sus prác-ticas funerarias. Los primeros estudios cientí-ficos sobre esta sociedad, realizados en lasHuacas de Moche por Max Uhle en 1899,

incluyeron extensas excavaciones de tumbas,particularmente al pie de la Huaca de la Luna(Kroeber 1925; Uhle 1915). Uhle descubrióentierros en fosos simples y otros en cámarasde adobes con nichos que incluían numerosaspiezas de cerámica, y donde los individuos es-taban, generalmente, en posición extendida so-bre sus espaldas. Esta posición es la típica paralos entierros de esta sociedad y la distinguende los patrones anteriores, Cupisnique, y pos-teriores, Lambayeque y Chimú, que suelen serflexionados. La fascinación por las tumbas ypor los objetos de alto valor y buena preserva-ción que se encuentra en ellas, continuó con lostrabajos de Rafael Larco, quien excavó cemen-terios en los valles desde Chicama a Santa. Através de estas excavaciones Larco llegó a re-unir la más extensa colección de cerámicaMochica ex is ten te y es tud iando sussuperposiciones, las asociaciones de objetosdentro de cada tumba y la variación estilísticade los objetos, llegó a establecer su famosa se-cuencia cerámica de cinco fases (Larco 1938,1939, 1945 y 1948) (Figura 3).

A fines de los años treinta y cuarentaWendell Bennett y los miembros del proyectoVirú realizaron excavaciones funerarias en lacosta norte del Perú (Bennett 1939). En el mar-co de estos trabajos el descubrimiento

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funerario más notable fue la excavación porDuncan Strong y Clifford Evans de la tumbadel Sacerdote Guerrero en la Huaca de la Cruz(Figura 4) Strong y Evans 1952). Ésta conte-nía a un anciano dentro de un ataúd de cañaacompañado por otros tres individuos que ha-brían sido incluidos como ofrendas, numerososobjetos de cerámica, plumas y metal, y tres bas-tones de madera exquisitamente tallados. La pu-blicación de la Tumba del Sacerdote Guerreroen la revista National Geographic es un hitopara la arqueología peruana, y abrió un capítu-lo en el estudio de los patrones funerariosandinos. También es posible que esta publica-ción incrementara la codicia de los coleccio-nistas por la cerámica Mochica. Lamentable-mente, la fiebre de las tumbas es una consecuen-cia impredecible y aparentemente inevitableluego de un descubrimiento funerario importan-te.

Casi desconocidos para la comunidad cien-tífica hasta su publicación en los 60’s, han sidolos trabajos de Heinrich Ubbelohde Doering enPacatnamú. Este científico alemán descubrió,un año antes del inicio de la segunda guerra

mundial, un importante cementerio en este si-tio localizado en el valle de Jequetepeque. Lastumbas Mochicas que encontró Ubbelohde-Doering están entre las más complejas y mejorpreservadas, y ciertamente hubieran sido másfamosas que la del sacerdote Guerrero si hu-biera recibido la atención adecuada (UbbelohdeDoering 1967, 1983). En una de ellas, la tumbade bota E1, se encontraron nueve ataúdes decaña con un estado preservación impecable, porlo que se pudieron recuperar finísimos textilescon diseños muy elaborados, mates usadoscomo platos que contenían aun la comida ofre-cida a los muertos 1500 años ant es, e inclusola piel y los tatuajes de los difuntos.

En la segunda mi tad de l s ig lo lasexcavaciones de contextos funerarios Mochicasse intensificaron, tanto legal como ilegalmen-te. Un lamentable ejemplo de esto último fue elsaqueo de un mausoleo real en Loma Negra,cercano a Vicús, en la parte alta del valle dePiura, y del que sólo conocemos objetos de

Fig. 3. Foto de Rafael Larco Hoyle trabajando. MuseoRafael Larco Herrera, Lima.

Fig. 4. Tumba del Sacerdote Guerrero de Huaca de laCruz (tomado de Strong y Evans 1952).

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El descubrimiento y excavación en 1987 delas tumbas reales de Sipán, por Walter Alva,Susana Meneses y Lucho Chero del MuseoBrüning, es un hito en la historia de la arqueo-logía peruana y sin duda el inicio de una ver-dadera explosión de las investigaciones en lacosta norte (Figuras 6, 7, 8 y 9; Alva 1988,1990, 1995, 1999; Alva y Donnan 1993). Lasexcavaciones en Sipán han revelado que en lasociedad Mochica existieron plataformas fune-rarias dedicadas al entierro de individuos de tanalto rango que podrían considerarse reyes o go-bernantes, junto a otras de individuos de la éliteque pudieron ser miembros de su séquito. Lastumbas reales de Sipán, particularmente la delSeñor de Sipán, la del Viejo Señor y la tumbasaqueada en 1987, contuvieron los contextosfunerarios más ricos excavados en las Améri-cas. Los Señores de Sipán fueron enterrados conmuchísimo atuendos e indumentarias, que co-rresponderían a las múltiples capas de identi-dad, y las numerosas funciones que realizaronen sus vidas. La sorprendente cantidad de

metal y cerámica en colecciones que se conser-van en el Museo Nacional de Antropología,Arqueología e Historia, en el Museo del BancoCentral de Reserva y en el Museo Metropolita-no de Nueva York (Figura 5) (Donnan 1988,Jones 1979, Lumbreras 1979, 1987, Makowski1994). En la década de los 70’s se realizaronimportantes descubrimientos arqueológicos detumbas Mochicas en Huanchaco (Donnan yMackey 1978) que corresponderían a poblacio-nes de pescadores costeros. Posteriormente, enlas Huacas de Moche y como parte del proyec-to Moche-Chan Chan, se realizó la excavaciónde una de las más importantes colecciones detumbas Mochicas (Donnan y Mackey 1978).Éstas se encontraban en plataformas funerariasen las que los individuos parecen compartir unmismo patrón de entierro. Muchos de ellos fue-ron enterrados con tocados que usualmente aso-ciamos con los corredores en el arte Mochica.

Las excavaciones en Pacatnamú, en el va-lle de Jequetepeque, continuaron en la décadadel los 80’s cuando Christopher Donnan y

Fig. 5. Conjunto de narigueras de oro de estilo Mochica Temprano. Museo de Oro del Perú, Lima.

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objetos de oro y cobre dorado nos hablan deuna sociedad muy rica, donde el estado era ca-paz de sostener a grupos de artesanos especia-lizados en la preparación de este tipo de obje-tos, y en la que las funciones rituales de losseñores eran ciertamente elementos importan-tes de su función. Las investigaciones en Sipánhan permitido entender el cementerio de LomaNegra excavado clandestinamente en los 60’sy que habría sido un cementerio real que con-tuvo las tumbas de varios gobernantes.

Lo que resulta sorprendente es que al des-cubr imiento de S ipán s igu ie ron o t rasexcavaciones de contextos funerarios de eliteen La Mina, San José de Moro, Dos Cabezas yMazanca. Las investigaciones efectuadas en laHuaca de la Luna o la Huaca el Brujo, sin pro-ponérselo han descubierto también en estos úl-timos años contextos funerarios de gran impor-tancia (Uceda 1997; Uceda y Canziani 1998,Uceda y Mujica 1994, Uceda et al. 1994; Fran-co, Gálvez y Vásquez 1994, 1996). La granmayoría de las tumbas encontradas en estos tra

bajos son más elaboradas que la de SacerdoteGuerrero de Virú.

En 1988, un año después del descubrimien-to de Sipán, se descubrió y saqueó otra tumbareal, esta vez en el sitio de La Mina, en el vallede Jequetepeque (Narváez 1994). La cámarafuneraria, cuyas paredes estaban pintadas condiseños geométricos, parece haber contenidomás de un individuo y una gran colección deobjetos de oro y cobre dorado, así como exqui-sitas botellas de cerámica (Figura 10). Lamen-tablemente en este caso los arqueólogos llega-ron demasiado tarde, sólo para constatar la des-trucción, y, en base a los pequeños fragmentosque los huaqueros habían olvidado, tratar dereconstruir lo que allí hubo alguna vez. Los trescementerios reales de Loma Negra, Sipán y LaMina, pueden ser interpretados, de acuerdo aDonnan (1990), como prueba de la existenciade tres estados Mochica Tempranos indepen-dientes y simultáneos, en Piura, Lambayeque yJequetepeque. Es sorprendente que en los tresse hayan enterrado a sus gobernantes con ajua-res muy elaborados, compuestos por objetos queaparentemente habrían sido vestimentas y

Fig. 6. Reconstrucción de la tumba del Viejo Señor deSipán (Alva 1995).

Fig. 7. Reconstrucción de la tumba del Sacerdote(Alva 1995).

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derivó (Donnan ms.).Donnan y Cock han en-contrado varias tumbas en diferentes áreas delsitio, las más importantes de las cuales son unaserie de tres tumbas encontradas en la base deuna ampliación de la Huaca. Estas tumbas co-rresponden a individuos de estatura muy ele-vada que fueron enterrados con numerosasofrendas de oro, cobre dorado y cobre que re-presentan coronas, narigueras, escudos, másca-ras y collares en las que predominan represen-taciones de decapitadores, murciélagos, felinosy serpientes. Además de estas piezas de estilomuy temprano, aparecieron en estas tumbasceramios sorprendentemente finos en las quepredominan representaciones de guerreros,

parafernalia ritual. Luego de la muerte de ungobernante, la sociedad se habría visto en lanecesidad de reemplazar todos los objetos en-terrados, lo que claramente constituye un seve-ro gasto de riquezas y energías. Pero impresio-na más aun la semejanza existente entre las for-mas y técnicas de elaboración de artefactos demetal de estos tres sitios.

Los dos grupos de tumbas con las que ce-rramos este breve recuento de la investigaciónarqueológica de los patrones funerarios Mochescorresponden al Valle de Jequetepeque, pero endos momentos extremos de la historia de losMochicas. Por un lado, Donnan y su equipo vie-nen excavando hace cinco años un cementeriode elite Mochica Temprano en la Huaca Dos Ca-bezas , en la desembocadura de l r íoJequetepeque; por el otro, el proyecto Arqueo-lógico San José de Moro se ha enfocado en elestudio de un cementerio Mochica Tardío, enel sitio del mismo nombre. Dos Cabezas es unsitio Mochica Temprano que corresponde conun periodo cuando esta tradición se encontrabaíntimamente ligada al sustrato Virú del que

Fig. 8. Reconstrucción de la tumba de un guerrero(Alva 1995).

Fig. 9. Reconstrucción de la tumba del Señor de Sipán(Alva 1995).

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decapitadores, seres híbridos con característi-cas de felinos y de «perros lunares». Las tum-bas de los «gigantes» de Dos Cabezas presen-taron otro patrón singular: asociadas a cada unade ellas apareció una cámara pequeña con mi-niaturas de mascara y coronas y, en general losmismos artefactos que habían sido encontradosen las tumbas. Es decir que incluían lo queDonnan ha llamado «Tumbas en Miniatura».

El otro proyecto de excavaciones funera-rias en el valle de Jequetepeque es el que veni-mos conduciendo en San José de Moro desde1991 y que empezó con la codirección deChristopher Donnan (Figura 11) (Castillo yDonnan 1994b; Donnan y Castillo 1992, 1994).En San José de Moro se han excavado una grancantidad de entierros Mochicas de individuosde la elite. Estos entierros tienen generalmentela forma de tumbas de bota, dentro de las cua-les se encuentran los individuos envueltos entelas y ataúdes de caña, rodeados de ofrendasde hueso y metal, así como una gran cantidadde recipientes de cerámica de formas y estilosmuy diversos. Las tumbas de San José de Morohan producido algunos de los ejemplos más ela-borados de cerámica ceremonial encontrados enel norte del Perú. Sin embargo, el sitio se hizo

famoso por el hallazgo de dos tumbas de muje-res que se han in te rpre tado como lasSacerdotisas que aparecen en las escenas desacrificio del arte Mochica (Figuras 12 y 13).

En base al análisis de los entierros dispo-nibles hasta 1991 Christopher B. Donnan pu-blicó un artículo fundamental en el que analizalos patrones funerarios Mochicas, reconocien-do que para entender su variabilidad era indis-pensable estudiar 5 aspectos: la preparación decadáver, el envoltorio funerario, la cámara fu-neraria, la cantidad y calidad de las ofrendas yla localización de la tumba. Estos cinco aspec-tos, considerados simultáneamente y nunca unode ellos por si solo, permitirían establecer laposición social, o status de los individuos(Donnan 1995:121-122). El análisis de Donnanreveló que más allá de la singularidad de cadaentierro, existiría un verdaderamente un patrón,es decir un orden subyacente, quizá un cuerpode normas que determinaban como se debía tra-tar un cuerpo después de la muerte, dependien-do de su ubicación en la sociedad. El trabajode Donnan, sin embargo, no trató de explicarlas diferencias regionales en los patrones. Tam-poco intentó adentrarse en el ritual funerario,ya que como vimos poco es lo que se conserva

Fig. 10. Finas piezas de cerámica tal como se encontraron en la tumba de elite de Cerro La Mina.

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de las prácticas que se realizan antes o despuésdel entierro mismo. Finalmente, desde 1991 sehan hecho importantes descubrimientos fune-rarios Mochicas, suficientes como para, a solo5 años de la publicación del artículo de Donnan,intentar un nuevo recuento, o al menos unareconsideración de los aspectos que no se pu-dieron tratar en este.

ESTUDIOS DE PATRONESE IDENTIDADES

En base a la información sobre los contex-tos antes referidos ha sido posible reconstruiruna imagen cada vez más elaborada, sin em-bargo incompleta, de los rituales funerariospracticados por los Mochicas. Como se dijo enla introducción, de esto rituales los entierrosson los elementos más visibles y tangibles, porlo que no debemos perder de vista que una se-rie de actividades ocurrieron antes y despuésde los entierros y formaron parte de los ritua-les funerarios. Podemos intentar una recons-trucción de estas actividades rituales a travésde la evidencia arqueológica que encontramosasociada con las tumbas, tanto en los rellenoscomo en los pisos de actividad que se asocian

con e l las . As imismo, la i conograf íaMochica nos ofrece algunos singulares ejem-plos de representaciones de rituales funerarios(Donnan y McClelland 1979, 1999). En estasrepresentaciones se priorizan los rituales queconducen al entierro, por lo que ambas fuentesresultan complementarias.

A medida que se excavan más cementerioso tumbas singulares en diferentes sitios es po-sible verificar que existen verdaderos patronesfunerarios, es decir que las tumbas que apare-cen en un sitio fueron construidas y ocupadassiguiendo las mismas normas. En nuestrasexcavaciones en San José de Moro, por ejem-plo hemos podido definir básicamente dos tipode tumbas Mochicas, de bota y de cámara, cadauno de los cuales corresponde a un patrón dife-rente (Castillo y Donnan 1994b). En Sipán,Huaca de la Luna y Huaca el Brujo también sehan excavado tumbas de cámara, pero éstas per-tenecen a periodos y regiones diferentes de SanJosé de Moro, y por lo tanto sus patrones sonligeramente distintos. Al comparar los diferen-tes patrones nos percatamos que existen ciertasvariantes regionales en los patrones de enterra-miento, particularmente entre las regionesMochica Norte, que comprende los valles de

Fig. 11. Vista general del área funeraria del sitio arqueológico de San José de Moro.

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Fig. 07. Middle Mochica wares excavated in San José de Moro.

Fig. 12. Tumba Mochica Tardío M-U41 (1991) correspondiente a la primera Sacerdotisa excavada enSan José de Moro.

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Fig. 13. Tumba Mochica Tardío M-U103 (1992) correspondiente a la segunda Sacerdotisa excavadaen San José de Moro..

Piura a Jequetepeque, y Mochica Sur, que com-prende los valles de Chicama a Nepeña (Figura14) (Castillo y Donnan 1994a). Una primeradiferencia en los patrones funerarios entre es-tas regiones se verifica en las formas de las tum-bas. Mientras que en San José de Moro, en elvalle de Jequetepeque, se han encontrado grancantidad de tumbas de forma de bota (Figura15); en la Huaca de la Luna, Huanchaco y laHuaca de la Cruz, en los valles de Moche y Virú,predominan los entierros en fosas que condu-cen a pequeñas cámaras. Esta diferencia bienpuede deberse a una adaptación a las condicio-nes naturales del terreno, ya que si se encuen-tra un terreno compacto, que permita la exca-vación de una cámara lateral a una cierta pro-fundidad, resultará más económica la excava-ción de una tumba de bota, que una tumba defosa. Sin embargo en Pacatnamú, también en elvalle de Jequetepeque, donde el subsuelo estáformado por un cascajo muy compacto, trestumbas de elite fueron excavadas en forma debota (Ubbelohde-Doering 1983). Las tumbas demenor rango, por ejemplo todo el cementerio

H45CM1 excavado por Donnan y Cock(Donnan y McClelland 1997), son tumbas defoso muy superficiales. Es evidente en este casoque, aun cuando existía un medio adverso a laconstrucción de tumbas de bota, se insistió enello y los entierros elaborados se hicieron eneste tipo de estructuras. En los valles de Moche,al sur, no se han reportado tumbas de bota, sinotumbas de foso, las más elaboradas de las cua-les conducen a cámaras con nichos en las pare-des (Uceda 1997, Uceda et al 1994, Franco etal 1998). Otro ejemplo de patrones diferencia-dos son las tumbas de Cámara de San José deMoro y en Sipán. Mientras que en Sipán estasestán construidas en el interior de una estruc-tura artificial de adobes, en San José de Morose trata de fosos excavados en el estéril y luegoreforzados por muros de adobes.

Una segunda diferencia entre los patronesregionales de enterramiento es la inclusión enlas tumbas de artefactos de uso doméstico. Engeneral, en las tumbas Mochicas es relativamen-te escasa la presencia de artefactos de uso coti-diano. Sin embargo, tanto en Pacatnamú como

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Norte y Mochica Sur que se viene verificandoen todo orden de cosas, desde las secuenciascerámicas diferenciadas, hasta la organizaciónde los sitios y las técnica constructivas (Casti-llo y Donnan 1994a). Al interior de estas re-giones habrían existido diferentes entidadespolíticas en diferentes momentos interactuandoentre si. Los patrones funerarios diferenciadoscorroborarían esta división.

La distribución de los individuos en los ce-menterios se realiza siguiendo normas y crite-rios de agrupación muy definidos. La arqueo-logía está abocada a entender las normas queregulan este orden y a partir de ellas intentadefinir las características organizativas de lasociedad. Los cementerios son espacios gene-ralmente muy organizados, puesto que en ellos

en San José de Moro se han encontrado grancantidad de ollas y jarras domésticas en las tum-bas, independientemente de que éstas sean deindividuos de la elite o del pueblo. Frecuente-mente estos artefactos presentan manchas dehollín o el desgaste natural que produjo su uso,por lo que asumimos que no solo se trata deobjetos de forma doméstica, sino que realmen-te fueron usados. En los contextos funerariosMochica Sur publicados son poco frecuentes losartefactos domésticos de cerámica. Las tumbasincluyen muchos objetos de cerámica, algunosde manufactura simple, pero no ollas o jarrasque pudieron ser usadas en las cocinas.

Muchas de diferencias en los patrones tie-ne un carácter regional que refleja el patrón dedivisión política entre las regiones Mochica

Fig. 14. Mapa de los pirncipales sitios arqueológicos Mochicas.

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Fig. 15. Tumba Mochica Medio M-U514 (1997). Presenta estructura funeraria con forma de bota. Nótese el uso deuna tapa de adobes que sella la cámara funeraria donde yace el individuo y las ofrendas.

se reflejan patrones de diferenciación social, deafinidad, de parentesco, de afiliación a gruposreligiosos, cultos o ceremonias. En el caso delos cementerios Mochicas existe abundante evi-dencia para asumir que las actividades funera-rias estuvieron escrupulosamente normadas. Unejemplo de esto son las plataformas funerariasde alto rango (Donnan y Mackey 1978) quesuelen estar directamente asociadas a grandestemplos como los de Sipán (Alva y Donnan1993) o Huaca de la Luna (Uhle 1915). Recien-temente las excavaciones conducidas en lasHuacas de Moche, el Brujo y Dos Cabezas hanrevelado que también existieron importantestumbas al interior de las grandes plataformasceremoniales. Éstas eran generalmente construi-das durante el proceso de enterramiento ritualde los templos (Tello 1997, Uceda 1997) o per-forando la masa de la plataforma y alterandolas estructuras previamente conservadas (Fran-co et al. 1998). Resta encontrar una de estasgrandes tumbas intactas.

Los patrones de agrupaciones y el estable-cimiento de cementerios especializados nosofrecen importante información acerca de laforma cómo se organizaban los diferentes seg-mentos de la sociedad Mochica. Parecería que

los únicos criterios no son los de clase social,sino que la participación en algún ritual, o lapertenencia e un culto en particular pudo serun elemento ordenador. En 1972 el ProyectoMoche-Chan Chan excavó la trinchera B en laplanicie entre las Huacas del Sol y la Luna. Enella se encontró lo que parecería ser una estruc-tura funeraria hecha de adobe sólido al interiorde la cual se encontraban los entierros de hom-bres adultos (Donnan y Mackey 1978: 101-158). Estas tumbas presentaron una cantidadinusual de objetos de cerámica y metal, entrelos que destacan elementos circulares y cua-drangulares de tocados que se han interpretadocomo los tocados que se usaban para la cere-monia de los Corredores que llevan bolsas conpallares. En San José de Moro se ha encontra-do un cementerio donde al menos dos tumbascontiguas y un número no determinado de tum-bas huaqueadas alrededor de estas correspon-dan a mujeres enterradas con elementos de laindumentaria de las Sacerdotisas de la Ceremo-nia de l Sacr i f ic io . En Dos Cabezas lasexcavaciones de Christopher Donnan están re-velando entierros muy ricos de individuosinusualmente altos, que estarían relacionadoscon rituales guerreros. Finalmente, las

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excavaciones que conducimos en San José deMoro desde 1991 han venido revelando unaserie de patrones de distribución espacial sin-gulares. Las tumbas pertenecientes al mismoperiodo no necesariamente se distr ibuyenhomogéneamente en el sitio, sino que más bienestán nucleadas en áreas específicas o se pre-sentan en alineamientos. Una vez que se ubicauna tumba de uno de los cuatro periodos deocupación (Mochica Medio, Mochica Tardío,Transicional o Lambayeque) es muy probableque alrededor de ella se encuentren más tum-bas del mismo periodo y nivel de complejidad.Asimismo, hemos encontrado que las tumbaspertenecientes al periodo Mochica Tardío tien-den a estar alineadas siguiendo ejes que partende las grandes plataformas ceremoniales. Gru-pos o líneas de tumbas con una gran homoge-neidad estilística y de contenido reflejarían quehabrían existido segmentos de la sociedad di-ferenciados no sólo por su riqueza, sino por sufunción. Ahora bien, existen también algunosejemplos de tumbas que por su singularidad nopueden corresponder a ningún patrón de distri-bución espacial. El ejemplo más extremo esquizás la tumba de elite encontrada en cerro La

Mina, sola y completamente aislada de cual-quier otra evidencia de actividad humana.

Un reciente avance de las investigacionesfunerarias Mochicas es la identificación, a tra-vés de elementos clave de los ajuares funera-rios, de una afinidad entre algunos individuosenterrados en tumbas complejas y algunos per-sonajes que podemos identificar en las repre-sentaciones iconográficas (Figura 18). Las tum-bas de dos mujeres encontrada en San José deMoro, en base a la presencia de tocados conbordes aserrados, copas de cerámica y metal,orejeras y collares de turquesa, crisocola ysodalita y la identificación de su género en basea la antropología física, han permitido recono-cerlas como las Sacerdotisas que aparecen enlas escenas de Sacrificio y Presentación de laCopa (Figuras 2, 13, 14, 16, 17, 18) (Donnan yMcClelland 1999, Fig. 4.102; Donnan 1975,1978; Alva y Donnan 1993, Castillo 1996, 1999,2000), la Revuelta de los Artefactos (Lyon1981; Quilter 1990) y las Balsas de Totora(Cordy Collins 1977, Holmquist 1992). Asimis-mo, dos individuos enterrados en Sipán han sidoidentificados como los personajes A y B de laescena de la Presentación (Donnan 1978). A raízde estas identificaciones, otras están siendo re-conocidas por su parecido con imágenes de laiconografía, algunas veces aplicando criteriosde reconocimiento discutibles. Cabe reflexio-nar respecto a qué se propone con estas identi-ficaciones.

Fig. 16. Copa-Sonajera de cerámica con representacio-nes de porras antropomorfizadas llevando copas en sus

manos (Tumba M-U41).

Fig. 17. Reconstrucción del ataúd que contenía elcuerpo de la Sacerdotisa. Nótese la disposición original

de las piezas metálicas: dos penachos, una máscara ycuatro extremidades (Tumba M-U41).

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Los individuos encontrados en las tumbasde Sipán o San José de Moro fueron enterradoscon algunos elementos que se asocian con imá-genes frecuentemente representadas en el arte,lo que no necesariamente quiere decir que hu-bieran vivido con estas mismas identidades.Pero las congruencias relacionadas con el sexoy la edad de los individuos, con los demás ele-mentos del ajuar y con la cada vez más eviden-te asociación entre las elites Mochicas y los ri-tuales ceremoniales, permite inferir que si exis-tió una asociación de este tipo. Nuestra impre-sión es que las personas identificadas tuvieronuna estrecha relación con la ejecución de losrituales y muy probablemente durante ellos ha-brían tomado la identidad, o encarnado a la di-vinidad representada. Si bien es importante queestas personas hubieran mantenido la mismaidentidad a tiempo completo, debe haber

bastado su papel en los rituales para que se lesasociara de por vida con la personalidad asu-mida en eventos rituales. En San José de Morose han encontrado tres tumbas con supuestassacerdotisas, la mayor de aproximadamente 40años, la intermedia de poco más de veinte, y lamenor una niña de al menos siete años. La de-terminación del sexo de esta última reposa soloen los elementos de su tumba, particularmenteun tocado que se asemeja al de las Sacerdotisas.Si estas identificaciones son correctas, enton-ces la función de Sacerdotisa habría sido un rolhereditario, cubierto sólo por mujeres quizá delmismo linaje o línea familiar. Esto quiere decirque estas mujeres habrían sido seleccionadaspara cumplir la función de Sacerdotisas desdesu nacimiento. Es posible sostener que no po-demos demostrar que estas mujeres fueron laencarnación de las Sacerdotisas, pero

Fig. 18. Nariguera de oro con representación de la Sacerdotisa entregando la copa al Guerrero del Búho. ProyectoArqueológico Sipán, Lambayeque.

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ciertamente tampoco podemos descartar esta in-terpretación. En cualquier caso al tener la ca-pacidad de asumir su condición, si quiera bre-vemente, hubieran conferido un carácter indis-cutiblemente próximo a ellas. Estas funcionesparecerían estar reservadas sólo a miembros deelite, por lo que estas identidades ceremonialeshabrían sido parte del sistema de legitimacióndel poder. Al llegarles la hora de la muerte seles revistió con la identidad que habrían tenidoen vida.

Pero los rituales funerarios no sólo servíanpara crear identidades rituales, a través de lasofrendas también se puede ver que se reflejanafiliaciones y afinidades con estructuras esta-tales, regionales, locales y hasta familiares. Através de la inclusión de artefactos que marca-rían estos diferentes niveles los individuos es-tarían expresando su capacidad de acceder a losdiferentes niveles políticos y sociales. En SanJosé de Moro, por ejemplo, la presencia de ar-te fac tos de cerámica y p iedra de or igenforáneos, marcarían la capacidad de sus posee-dores de intermediar con las tradiciones

representadas, o al menos de integrar redes deinteracción con estas sociedades. El estudio delas identidades y las afiliaciones se diferenciadel de los patrones que se centran en el estudiode lo que es común, debido a que ellas más biense enfocan en la diferencia específica, en lo sin-gular de los entierros que, sin comprometer laintegridad del patrón y por lo tanto de la perte-nencia a lo Mochica, señala las cualidades in-dividuales de los individuos (Castillo ms.).

Pero las investigaciones Mochicas están de-mostrando que la muerte no necesariamenteconducía directamente a la tumba, ni que éstaera el lugar definitivo de reposo. Si bien la in-mensa mayoría de los entierros Mochicas sonprimarios y definitivos, el estudio de tumbasde elite demuestra que algunos individuos de-bían esperar el momento adecuado para ser en-terrados. Tanto en Sipán como en San José deMoro se han encontrado individuos cuyos hue-sos toráxicos están desordenados, o donde fal-ta una gran cantidad de costillas, vértebras ohuesos de las manos (Verano 1994:325; Nelsony Castillo 1998). La interpretación de este

Fig. 19. Esqueletos de mujeres jóvenes sacrificadas y colcadas en una antecámara dentro de la estructura funeraria deadobe perteneciente a la tumba M-U41.

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inusual hecho es que ciertos individuos luegode morir y ser embalsamados, fueron guarda-dos en lugares abiertos durante largos periodos.Una vez envuelto en telas, se descompuso elinterior de la zona toráxica al punto de que loshuesos se desarticularon y soltaron. Cuando lesllegó el momento definitivo del entierro algu-nos huesos ya podrían estar faltando por el efec-to del movimiento, el descuido o los animales.En cualquier caso el traslado hasta su lugar dereposo definitivo significó que los huesos suel-tos se movieron de su posición anatómica,amontonándose o sólo desordenándose. Estetipo de enterramiento secundario nos indicaríaque los Mochicas concebían que los cuerpos dealgunos individuos debían esperar condicionesadecuadas para ser enterrados. Mientras éstasno se produjeran deberían esperar. Cuando mo-ría una persona de determinada característica,o simplemente la persona a la que estaban asig-nados, eran sacadas de su lugar de espera y en-terradas. El entierro para estos individuos, en-tonces, no es un efecto inmediato de la muerte,sino de condiciones prescritas. Muchas vecesencontramos que este tipo de individuos

aparecen en las tumbas en pares, con otros cuer-pos cuyos huesos están perfectamente articula-dos. Estos segundos corresponderían al grupode los individuos sacrificados como parte de losrituales funerarios de algunos individuos im-portantes. Algunos de éstos han sido llamadoguardianes si aparecen sobre las tumbas, o enel relleno de las mismas, más aun si sus piesestán cortados. En la tumba del sacerdote gue-rrero de Virú (Strong y Evans 1952) se encon-traron dos mujeres jóvenes sobre el ataúd delpersonaje principal. Ambas estaban en posicio-nes forzadas y se presume que fueron sacrifi-cadas y arrojadas en la tumba en el momentoen que esta era rellenada. En las tumbas de SanJosé de Moro se encontraron con frecuencia estetipo de individuos (Castillo y Donnan 1994b).En la tumba de la Sacerdotisa aparecieron dosmujeres jóvenes en la antecámara (Figura 19).Una de ellas estaba extendida pero con unaorientación este-oeste muy inusual, la otra es-taba completamente flexionada y apoyada so-bre su lado derecho. En otras tumbas se hanencontrado hombres jóvenes en los rellenos.Los sacrificados parecen haber muerto de

Fig. 20. Tumba Mochica Tardío M-U115e (1992): Contexto funerario parcialmente saqueadoen tiempos prehispánicos.

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manera violenta para acompañar a los difuntosenterrados. Resulta importante anotar que estetipo de entierros aparece no solo con adultossino con niños encontrados en tumbas muy ri-cas.

Quizá el comportamiento funerario más in-usual sea el que se refiere a las alteraciones delas tumbas posteriores a su clausura. En SanJosé de Moro se han encontrado algunos ejem-plos de tumbas vacías o parcialmente depreda-das en la época Mochica. Tenemos pruebas de-finitivas que alteraciones intencionales suce-dían con cierta frecuencia, independientemen-te de los que pudieran ocurrir de manera casualpor la congestión del cementerio (Figura 20).Los contenidos de estas tumbas eran extraídos,su destino y las razones que motivaron su de-predación, al menos en San José de Moro sondesconocidos. Recientemente en la Huaca elBrujo se ha realizado el hallazgo de una cáma-ra funeraria excavada en el relleno de la plata-forma que fue ritualmente desocupada (Francoet al. 1998). En este caso se construyó cuida-dosamente una tumba de cámara en la masa deadobes que formaba el relleno de un temploenterrado. La cámara consistía en dos espaciosseparados por un grueso muro. El mayor de losespacios estuvo ocupado por un ataúd de cañaque debió contener a un individuo de muy altorango. Lo sorprendente de este caso es que elataúd original fue abierto y los huesos del indi-viduo principal y las ofrendas fueron retiradoso rotos. Luego de esta alteración la tumba fuerellenada cuidadosamente, colocándose inclu-so un guardián por encima de la cámara fune-raria. El destino de los restos humanos y lasofrendas, así como las razones que motivaroneste saqueo son desconocidos.

En la Huaca de la Luna se descubrió en1993 una cámara funeraria localizada en la partecentral de la plataforma. Como en el caso de latumba de la Huaca el Brujo, ésta había sidoconstruida en el relleno de adobes y cuando seencontró estaba cuidadosamente sellada, pre-sentando incluso las vigas del techo. Cuandose abrió por fin la cámara lo que se encontrófue tierra mezclada con huesos humanos, frag-mentos de cerámica fina, y otros artefactos.Aparentemente, luego de construir la cámara,se habría llenado con restos traídos de otrastumbas, arrojadas sin aparente orden ni concier-to. Luego que este relleno fue depositado la

tumba se selló cuidadosamente.Parecería que los dos comportamientos, por

un lado los desenterramientos rituales de SanJosé de Moro y Huaca Cao Viejo, y por otro, elreenterramiento de Huaca de la Luna, son com-plementarios. En el primer caso se trata de ex-traer de su contexto original materiales funera-rios sellando las tumbas. En el otro se puedever cómo se han redepositado los mismos ma-teriales, dándoseles el mismo tratamiento quese le hubiera dado a una tumba verdadera. Ex-traer restos humanos y ofrendas de un lugar ydepositarlos en otro parecería un acto poco res-petuoso con los inhumados. Quizá se devolvíacon este ritual a su lugar original, o a un lugarmás adecuado, a restos que por error habían sidoenterrados en otro lugar. También es posible quese estuviera tratando los restos desenterradoscomo reliquias, o como botines de guerra, quese colocarían en lugares específicos a fin detransferir parte de la esencia del lugar originala la nueva locación. Resulta lógico que si seconsidera que los restos de los ancestros tienenun carácter especial en la conexión con el mun-do de la muerte y de los dioses, que haya habi-do interés en tener acceso a los restos de perso-najes particularmente notables, o cementeriosque tuvieran un gran prestigio y poder.

ACERCAMIENTO AL RITUALFUNERARIO

Una fuente particularmente rica para re-construir los rituales funerarios Mochicas sonlas detalladas imágenes de su iconografía. Lasimágenes p in tadas y modeladas en loscerámicos Mochicas, más que ninguna otrafuente iconográfica prehispánica, nos ofrecenrepresentaciones de complejas ceremonias, de-talladas ilustraciones de los participantes en lasque figuran con gran minuciosidad sus atuendosy ornamentos, el orden seguido por las accio-nes y por los interpretes y las relaciones jerár-quicas de los personajes involucrados. En lafase Mochica Tardía y en particular en losceramios del est i lo de San José de Moro(Donnan y McClelland 1999) se encuentran al-gunas imágenes donde el tema predominanteson las ceremonias relacionadas con los entie-rros de personajes importantes. En este artícu-lo queremos explorar tres de ellas: por un lado

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Fig. 22. Detalle de los cuatro segmentos de la Procesión Funeraria Mochica.

Fig. 21. Ceramio Mochica con representación del temade la Procesión Funeraria.

una pieza singularísima (Donnan y McClelland1999: Fig. 5.45) en la que figura una procesiónfuneraria, por otro lado las representaciones delllamado Tema del Entierro (Figura 45, Donnany McClelland 1999: Fig. 5.46), y finalmente unarepresentación escultórica de un entierro, quepertenece al la fase Mochica Temprana.

Donnan y McClelland publicaron una bo-tella de asa estribo, con cuerpo globular y baseanular en la que figura una banda espiral condecoración en línea fina, a la que llamaremosla Procesión Funeraria (Figuras 21 y 22)(Donnan y McClelland 1999: Fig. 5.45). La for-ma del ceramio y el estilo de la decoración delínea fina, así como la presencia de una pano-plia en la intersección de pico y el asa, indica-rían que se trata de un objeto Mochica Tardíode San José de Moro. Por tratarse de una bandaespiral es posible leer las acciones como unasucesión o una procesión. En el polo norte dela representación aparece un personaje con bra-zos y piernas abiertas y con el pelo rapado. Estepersonaje podría ser la mujer desnuda que apa-rece en con los brazos y piernas en la mismaposición en la Escena del Entierro, donde tam-bién se representa con el pelo rapado. En estecaso sin embargo, no se han hecho explícitossus atributos sexuales. Es interesante ver cómootros tres personajes representados en

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Fig. 23. Botella con representación de músicos tocandoel tambor y la sonaja de palo largo. Museo Casinelli,

Trujillo.

Fig. 24. Botella con representación de personajesllevando un anda funeraria. Museo Rafael Larco

Herrera, Lima.

Fig. 25. Botella Chimú con representación escultóricade personajes portando una litera funeraria. Museo

Rafael Larco Herrera, Lima.

vista frontal y con los brazos y piernas abiertasaparecen en la Procesión Funeraria, quizá mar-cando cuatro segmentos del ritual.

El primer segmento (Figura 22a), que co-mienza en la parte inferior del ceramio y termi-na con el primer cuerpo frontal, inicia la pro-cesión con pequeños puntos que se van convir-tiendo en cabezas humanas, los que a su vezdan paso a pequeños personajes con camisasescalonadas, detrás de los cuales aparecen seispersonajes que llevan grandes báculos. Perso-najes semejantes, portando báculos pero conuna identidad aparentemente femenina figuranen la Escena del Entierro. A continuación apa-recen dos personajes que llevan en las manoslo que parecerían ser Ulluchus (McClelland1977), seguidos por dos personajes que llevangrupos de lanzas. A partir de estos últimos per-sonajes las indumentarias y los tocados se ha-cen más elaborados. Los dos individuos si-guientes parecen estar tocando algún tipo deinstrumento, que podría ser una ocarina,

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y brazos abiertos vestido y con un tocado ela-borado.

La tercera sección es la más breve (Figura22c). Primero aparece un conjunto formado pordos personajes que llevan al hombro una literaen forma de hamaca en la que aparece un per-sonaje echado. Este tipo de representación esgeneralmente interpretada como el transporte deun muerto enfardelado y parecería ser el centrode la representación, y la razón de ser de la pro-cesión. Escenas semejantes no son muy frecuen-tes en el arte Mochica (Figura 24), pero sí en elarte Chimú (Figuras 25 y 26). Detrás del fardoy sus cargadores aparece un personaje que lle-va en la mano una concha de Strombus. El per-sonaje frontal que aparece al final de esta sec-ción esta desnudo y lleva un tocado elaborado.

Finalmente, la cuarta sección se inicia conuna estructura en forma de U con escalonesadornando las paredes (Figura 27), frente a lacual figuran dos pequeños individuos. A conti-nuación aparece, dentro de una pequeña estruc-tura con escaleras, un individuo llevando unacopa ceremonial en la mano. Este segmento se-ria adscribible a la Escena del Sacrificio (Alvay Donnan 1993, Castillo 2000) y representaríaal individuo principal que recibe la copa consangre de los prisioneros. Cinco músicos si-guen, los tres primeros tocando quenas y losdos últimos tacando sonajas de doble cuerpo.Los últimos seis personajes son dos pequeñascabezas humanas, seguidas de dos guerreros con

seguidos de dos tocadores de quena. Los trespersonajes siguientes forman un grupo muy sin-gular ya que parece tratarse de tres ciegos, pues-to que intencionalmente se ha omitido repre-sentar los ojos en cada uno de ellos. De estos,el primero lleva un gran báculo, mientras queel segundo y tercero van cogidos de la espaldadel anterior. Ésta es una de las pocas represen-taciones de ciegos en un contexto ceremonial,aun cuando es muy frecuente encontrar repre-sentaciones modeladas de ciegos o individuoscon limitaciones físicas. A continuación vieneel primer cuerpo frontal, éste sin vestimenta ysin cabeza.

El segundo segmento está compuesto pormúsicos y dos parejas de individuos (Figura22b). Inician el segmento dos músicos tocandotambores (Figuras 22b, 23) seguidos de unapareja copulando en la que se ha representadoconspicuamente los órganos genitales del hom-bre. No es frecuente encontrar personajescopulando en escenas complejas (Donnan 1978,1982) y la función de esta pareja en este ceramiono es evidente. Detrás de la pareja aparece unpersonaje con una gran sonaja y dos personajestocando zampoñas. Finalmente vemos una pa-reja de individuos intercambiando grandes con-chas de Strombus. Estos últimos pueden ser re-lacionados con la Escena del Entierro, y en par-ticular con una de sus partes que se denominala Trasferencia de Conchas. La segunda sec-ción acaba con un personaje frontal de piernas

Fig. 26. Representación escultórica de un cortejo fúnebre Chimú sobre una tarima de cañas. Pieza encontrada median-te una excavación de rescate dentro de una estructura funeraria Chimú parcialmente saqueada en tiempos del

Virreinato en la Huaca de la Luna. Proyecto Arqueológico Huacas del Sol y de la Luna.

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porras y escudos y dos guerreros más conestólicas.

Todos los elementos nos hacen pensar quese trataría de la ilustración de una procesióncuyo cent ro e ra e l fa rdo funerar io .Presumiblemente sería la procesión que lleva-ría el cuerpo embalsamado de un difunto de cla-se alta hacia su última morada. Si esta inter-pretación es correcta, esta escena nos relataríaaspectos del ritual nunca antes considerados.Músicos y danzantes, ciegos, guerreros y mu-jeres con báculos, personajes que cargan con-chas Strombus, ulluchus y lanzas serían partedel cortejo que acompañaría a un miembro dela elite a su tumba. Los instrumentos musicalesque se habrían usado son prácticamente todo elreper tor io Mochica : quenas , zampoñas ,ocarinas, tambores, y sonajas de mano y devara. Inmediatamente asociado al difunto estáun individuo que lleva una concha Strombus,concha que como veremos figura frecuentemen-te en las escenas de Entierro. Lo que resultapeculiar es que el ataúd no sea rígido ni rectan-gular, como los que aparecen en las tumbas deelite de Sipán y San José de Moro; más bienparecería un envoltorio de tela que se atraviesacon el travesaño de la litera y se carga al hom-bro. Este ataúd no presenta una máscara fune-raria como figura en la Escena del Entierro.Estas diferencias nos hacen pensar que el indi-viduo que aparece en esta representación po-dría ser un individuo de la elite, por la comple-jidad del ritual, más no de la minoría gober-nante que se enterró en profundas cámara fu-nerarias y dentro de ataúdes rectangulares.

Fig. 27. Maqueta de barro representando una estructuraamurallada con patio, banquetas laterales y plataforma

superior techada (Tumba Mochica TardíoM-U314, 1995).

Si el ejemplo anterior nos ilustra acerca delos rituales asociados con los momentos pre-vios al entierro, las representaciones del Temadel Entierro (Donnan y McClelland 1979;Donnan y McClelland 1999:166-167, Fig. 5.46)nos ofrecen una caracterización detallada de losr i tua les de l Enter ramiento . Donnan yMcClelland (1999) mencionan que en el Archi-vo Moche existen al menos 16 ejemplos del lla-mado Tema del Entierro (Figura 28). Un hechoinsólito respecto a esta imagen es que la distri-bución de estos ejemplares está muy restringi-da, ya que con excepción del famoso HuacoGanoza (Figura 29) (Donnan y McClelland1999: Figura 5 .46) que ser ía un ejemploMochica V del Sur, la mayoría de los demásejemplares se estima que provienen de San Joséde Moro. El ceremonial que se ilustra en elTema del Entierro, como hemos visto, tienemuchas semejanzas con el espécimen anterior,pero describe un entierro bastante más fastuo-so que consta de cuatro secciones marcadas ydelimitadas por líneas dobles: el Entierro, laAsamblea, la Transferencia de Conchas y elSacrificio (Figuras 28 y 29).

En la sección del Entierro se ve cómo unataúd rectangular con una máscara funeraria enuno de los extremos se baja a una fosa profun-da con gruesas sogas que son manipuladas pornada menos que el Ai-Apaec, o Wrinkle Face,y por la Iguana Antropomorfizada. En la cáma-ra funeraria el ataúd reposa sobre grandesStrombus y aparece rodeado de cántaros y bo-tellas de cerámica, así como platos de lagenariay otras ofrendas.

En la sección que Donnan y McClelland lla-maron la Asamblea asisten al evento funerarioun conjunto de personajes humanos y animales(1999: 166). A un lado aparecen mujeres conbáculos y ataviadas con faldas, un grueso cintoy un tocado compuesto por elementos latera-les, que son muy parecidas a las mujeres queencontramos sobre las balsas de totora o laslunas c rec ien tes (Cordy Col l ins 1977;Holmquist 1992). Estas mujeres son muy seme-jantes a los personajes con báculos del caso an-terior. Al otro lado vemos representaciones devenados, felinos y zorros antropomorfizadosportando, como las mujeres grandes báculos.Finalmente, a ambos lados de la Asamblea ve-mos a la Iguana Antropomorfizada y al Ai-Apaec con grandes sonajas.

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Fig. 28. Tema del Entierro (Donnan y McClelland 1999, fig. 5.45).

Fig. 29. Botella con representación pictórica del Temadel Entierro. Colección Ganoza, Trujillo.

Fig. 30. Botella escultórica con representación de Ai-Apaec sobre una pirámide recibiendo a la Iguana

Antrpomorfizada que llega con un grupo de gallinazosatados con una soga. Museo Rafael Larco

Herrera, Lima.La Transferencia de la Concha es la segundasección en importancia fuera del entierro, aun-que en muchos casos aparece reducida a suselementos mínimos. Si se analizan las diferen-tes versiones de esta sección, en los ceramiosdonde aparece representada, se puede ver cómoun personaje aparentemente humano, ataviado

con una muy elaborada vestimenta de guerrerorecibe una ofrenda de conchas Strombus suce-s ivamente de l Ai -Apaec , de la IguanaAntropomorfizada y de una Sacerdotisa

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Fig. 31. Representación escultórica de personajesufriendo suplicio. Museo Rafael Larco Herrera, Lima.

(Donnan y Castillo 1992, 1994). Esta acciónsucede en la parte alta de una estructura quepresenta una larga escalera que asciende hastauna pequeña estructura. La concha de Strombusciertamente tuvo un importante papel en lasceremonias funerarias, particularmente las quese ilustran en ceramios de San José de Moro.Sin embargo, a la fecha nunca se ha reportadouna de estas conchas en ninguna tumba en elsitio. Hay un detalle adicional en estas repre-sentaciones que podría explicar la inexistenciade Strombus en los contextos funerarios. Sianalizamos con cuidado la representación quefigura en el Huaco Ganoza veremos como hayen realidad una doble representación, ya quedebajo del Ai-Apaec y la Iguana que presentanlas conchas aparece un ser humano

presentando, simultáneamente, ofrendas de ce-rámica. Esta presentación simultánea se confir-ma en otra representación de la iconografíaMochica Tardía, esta vez publicada por Larcoen 1943, en un estudio de pallares pintados. Eneste ejemplo podemos percatarnos que existeuna presentación de cerámica y simultáneamen-te vemos a una Iguana antropomorfizada arrian-do a un grupo de llamas cargadas de Strombus.Podríamos concluir que son los dioses quienespresentan Strombus, y los hombres cerámica.

La última sección del Tema del Entierro esel Sacrificio, donde aparece el Ai-Apaec llevan-do un estólica sobre una estructura escalonada.Está también la Iguana Antropomorfizada, unave atada a un cepo de troncos, a una PorraAntropomorfizada jalando una cuerda a la queestán atados gallinazos y una mujer desnudasiendo picoteada por aves (Figuras 28, 30). Lamujer, en una rara representación frontal, pare-cería estar muerta. Se le representa sin un ojo,con la cara cortada y quizá desolada, con losbrazos y piernas abiertas y con el pelo rapado.Se trata obviamente de una mujer que ha sufri-do una muerte ritual, una de varios tipos quef iguran en e l a r te Mochica , y que seemparentaría con las escenas donde aparecenparejas de personajes desnudos a los cuales seles ha desollado la cara y se les apedrea y dejacomer por gallinazos (Figura 31). Rafael Larcointerpretaba estas macabras ceremonias comocastigos rituales reservados para los adúlteros(1965). Concordamos con él en el carácter ri-tual, pero dejamos abierta la naturaleza de laafrenta cometida.

Aun cuando algunos investigadores hanplanteado diferentes formas de interpretar lasEscenas del Entierro, la secuencia correcta deaciones es todavía un misterio sin resolver. Esdecir, la pregunta que nos elude es qué sucedióprimero, el Entierro o la Transferencia de Con-chas. Es más o menos evidente que las otras dossecciones son dependientes de estas principa-les. Si tratamos de usar la representación de laProcesión Funeraria para aclarar el misteriopodríamos inferir que como parte de la proce-sión se llevan ofrendas de Strombus que se pre-sentarían al llegar al recinto funerario. Pero estapresentación se puede hacer antes o después delas exequias.

El ritual funerario que se representa en lasEscenas del Entierro es mucho más complejo

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que el anterior e involucra la participación dedioses mayores, particularmente Ai-Apaec, laIguana Antropomorfizada y la Sacerdotisa, ymenores como los an imales y la por raantropomorfizados. El ataúd que se deposita esmás grande y elaborado, y oculta completamen-te al difunto, lo que no ocurre en el caso de laprocesión. Mientras que en el caso anterior ve-mos a los personajes dirigiéndose, en procesión,hacia un espacio donde se realizará una cere-monia, en la Escena del Entierro los personajesaparecen en el acto de bajar el ataúd en la tum-ba, colocar las ofendas y ordenadamente, par-ticipar en los rituales que rodean al entierro. Alcomparar ambas representaciones nos percata-mos que, con la excepción de las sonajas, que-dan excluidos los músicos, que nunca aparecenen las representaciones del Entierro.

De todos lo ejemplares del Tema del Entie-rro, el único que se ha encontrado a través deuna excavación arqueológica controlada es unabotella que apreció en San José de Moro en latumba M-U103 (Figura 32). Esta tumba corres-pondía a una Sacerdotisa, semejante en su ajuarfunerario a la mejor conocida Sacerdotisa deMoro que apareció en la tumba M-U41. La pie-za con la representación del tema del entierrose encontró en un nicho ubicado en la esquinasur oeste de las paredes de la cámara, que esprecisamente la zona donde generalmente apa-rece la cerámica más fina (Figura 33). La piezadel Entierro estaba flanqueada por dos botellasde asa de estribo con representaciones de laSacerdotisa sobre la Luna Creciente y frente aella aparecieron dos cántaros de inspiraciónWari. Dos aspectos son singulares de estas bo-tellas. En primer lugar ésta es la única repre-sentación en la que el ataúd aparece con la más-cara hacia el lado derecho; en segundo lugar,la pieza fue encontrada de cabeza, es decir apo-yada sobre el pico y con la base hacia arriba.Esta posición singular llama la atención y notiene a la fecha una explicación convincente.El hecho que se haya encontrado la única re-presentación del Tema del Entierro en una tum-ba de Cámara de mujer no necesariamente in-dicaría que éste fue el caso con las otras pie-zas. Aun cuando ninguna de ellas fue encontra-da arqueológicamente, existen indicios que noshacen suponer que podrían haberse encontradoalgunas de ellas en tumbas de bota más sim-ples.

Fig. 32. Botella Mochica Tardío con representaciónpictórica del Tema del Entierro (Tumba M-U103).

Fig. 33. Detalle de vasijas tal como se encontraron enel interior de una de las hornacinas de la cámara

funeraria M-U103. Destaca la botella con representa-ción del Tema del Entierro colocada de cabeza.

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Fig. 34. Pieza escultórica Mochica Temprano con representación de un entierro. Museo Fowler, California, EE.UU..

Fig. 35. Detalle de pieza escultórica con representación de un entiero. Vista del ataúd con el fardo al interior. MuseoFowler, California, EE.UU.

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Un último ejemplo que queremos traer a cola-ción, ilustra de forma tridimensional los ritua-les funerarios (Figura 34 y 35). Esta pieza co-rresponde a las fases más tempranas de Moche,y posiblemente proviene de las regiones dePiura o Jequetepeque. En esta pieza se repre-senta un entierro con una fosa funeraria pocoprofunda abierta en la parte frontal, dentro deella un individuo acomodando un pequeño far-do de tela que cubre a un cuerpo y a la que se leha representado burdamente una cara humana.Sobre la superficie aparecen los restos de hastatres individuos, cada uno de ellos llevando ungran báculo, que termina en cabeza de porra.El entierro que se representa es más simple quelos anteriores, el cuerpo aparece sin ofrendas ysin mayor ornamentación. Sin embargo, lo quees distintivo es la presencia de los oficiantescon báculo, que parecerían representar a una en-tidad política central o quizá un sacerdocio.

Aun cuando estos artefactos nos proporcio-nan valiosísima información acerca de aspec-tos del ritual funerario que no se preservaronen ningún otro tipo de fuente, la reconstrucciónpropuesta no se puede generalizar a todos los

Fig. 36. Pieza escultórica con representación dedivinidades flanqueando una gran tinaja, posiblemente

conteniendo una ofrenda líquida.

Fig. 37. Estructuras cuadrangulares en la llanurafuneraria de San José de Moro asociadas directamente

a grandes tinajas que sirvieron para almacenar yrepartir chicha de maiz antes, durante y después de las

ceremonias funerarias.

territorios Mochica, es decir a los estadosMochicas que existieron en otros valles. Asi-mismo, tampoco tenemos indicadores para afir-mar que los mismos rituales se dieron en otrosperiodos del desarrollo de esta sociedad. Comohemos visto al discutir los datos arqueológicos,existe una cierta variabilidad en las prácticasfunerarias en diferentes regiones. Los ritualesaquí vistos son aparentemente diferentes entresi. Cabría proponer que el ritual representadoen el Tema del Entierro corresponderían a losindividuos de la elite gobernante, enterados enprofundas cámaras funerarias dentro de ataú-des, adornados con máscara y rodeados deofrendas funerarias. La procesión funeraria co-rrespondería a un individuo de alto rango, perono de la elite gobernante, puesto que este pare-ce estar envuelto en una tela y no estaría

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dentro de un ataúd. Una diferencia que quizáes aun más significativa es la identificación delcarácter delo individuos involucrados en el ri-tual. En los ejemplos del Tema del Entierro losactores principales son Dioses, mientras que enel otro caso los actores son todos seres huma-nos. Aparentemente se reservaría la dignidad deun entierro conducido por divinidades sólo paralos individuos de posición social más alta,mientras que el resto de los mortales tendría quetener un cortejo formado por hombres y muje-res.

CONCLUSIONES

Los rituales de la muerte estuvieron paralos Mochicas entre las actividades ceremonia-les más importantes y más estrictamente regu-ladas. En ellos se invirtió gran cantidad de lariqueza socialmente generada y se contó con laparticipación de personas y grupos sociales enproporción a la posición de los individuos. Su-ponemos que el papel fundamental de los ritua-les de elite era dar continuidad a la comunidadluego de la ruptura del orden que significaba lamuerte de un individuo importante. A nivel fa-miliar se debieron celebrar versiones menoresde estos rituales.

La recreación de las identidades ceremonia-les de los individuos fue una parte integral del

Fig. 38. Detalle de tinajas rodeadas de estructuras circulares que reforzaban el cuello de las mismas.

ceremonial funerario. Estas identidades no soloson la de los individuos identificados como sa-cerdotes o dioses, sino las de simples guerre-ros y corredores. Las identidades y las posicio-nes sociales se recrearon en las tumba a travésde la combinación de artefactos, del tratamien-to de los cuerpos y de la construcción de lastumbas.

Las ceremonias que conducían al entierrode un individuo importante eran muy elabora-das y complejas, e involucraban la participa-ción de muchas personas. Inversamente. Lasceremonias reservadas para los miembros máspobres de la sociedad eran sumamente simplesy poco ornamentadas. Parte importante en lasceremonias eran los desfiles y otras activida-des con músicos y danzantes, la ingestión dechicha y la ofrenda de productos (Figuras 36,37 y 38). Estos rituales parecen también haberestrado relacionados con actos de sacrificios,de animales o de algún ser humano.

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