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Actas XV Congreso AIH (Vol. IV). YLIANA RODRÍGUEZ GONZÁLEZ. Los «reporters»: una plaga - LOS REPORTERS: UNA PLAGA Al tiempo que el gobierno de Porfirio Díaz, ya en su persona, ya en la de Manuel González, enjuiciaba y encarcelaba periodistas y se solazaba en clausurar redacciones y subvencionar otras, la labor de los literatos en los periódicos variaba para desaparecer fatalmente. Los escritores que vivían ese momento eran testigos de la transformación violenta del ejercicio periodístico. La modificación a la ley de imprenta llevada a cabo durante el gobierno de Manuel González 1 y el nacimiento de El Imparcial marcaron para siempre el modo de ser de la prensa decimonónica En 1882, Manuel González, a la sazón presidente de la República, remitió una iniciativa al Congreso para reformar la Ley Zarco y obligar a los periodistas a someterse, si era el caso, a un tribunal del orden común, negándoles el beneficio del tribunal popular 2 Aunque para 1885, durante el segundo mandato de Díaz, la ruptura de la prensa con su gobierno era evidente, ésta se acentuó en 1888; para entonces, la cárcel de Belem fue visita forzada de los periodistas opositores mientras Díaz subvencionaba cerca de una treintena de periódicos en la capital (de no más de cien, aproximadamente)3. En realidad, ni Manuel González ni Díaz creyeron más en la ley que "en la prensa subvencionada para 1 Porfirio Díaz fue "reelegido en 1884, después de un intermedio de cuatro años, en el que fue reemplazado por uno de sus fieles, el General Manuel González. Constantemente reelegido a partir de entonces -lo cual precisó de numerosas revisiones constitucionales-, su poder en 1900 es exclusivo y las elecciones que constan temen te lo confirman en su cargo son completamente ficticias" (FRANc;ors-XAVIER GUERRA, México: del Antiguo Régimen a la Revolución, F.C.E., México, 2000, p. 29). 2 STANLEY ROBERT Ross es preciso a este respecto: "Verdaderamente, aparte de la persecución y la violencia, el aprisionamiento por la «ofensa de la difamación» fue el medio más frecuentemente utilizado para suprimir el periodismo de oposición" ("El historiador y el periodismo mexicano'', Historia Mexicana, 14, 1965, p. 364). 3 Para estos datos estadísticos, véase FLORENCE TOUSSAINT ALCARAZ, Escenario de la prensa en el Porfiriato, Fundación Manuel Buendía-Universidad de Colima, México, 1989; y "La prensa y el Porfiriato'', en A. CANO ANDALUZ (coord.), Las publicaciones periódicas y la historia de México. (Ciclo de conferencias), UNAM, México, 1995, pp. 45-51. -11- Centro Virtual Cervantes

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Actas XV Congreso AIH (Vol. IV). YLIANA RODRÍGUEZ GONZÁLEZ. Los «reporters»: una plaga-

LOS REPORTERS: UNA PLAGA

Al tiempo que el gobierno de Porfirio Díaz, ya en su persona, ya en la de Manuel González, enjuiciaba y encarcelaba periodistas y se solazaba en clausurar redacciones y subvencionar otras, la labor de los literatos en los periódicos variaba para desaparecer fatalmente. Los escritores que vivían ese momento eran testigos de la transformación violenta del ejercicio periodístico.

La modificación a la ley de imprenta llevada a cabo durante el gobierno de Manuel González1 y el nacimiento de El Imparcial marcaron para siempre el modo de ser de la prensa decimonónica En 1882, Manuel González, a la sazón presidente de la República, remitió una iniciativa al Congreso para reformar la Ley Zarco y obligar a los periodistas a someterse, si era el caso, a un tribunal del orden común, negándoles el beneficio del tribunal popular2

• Aunque para 1885, durante el segundo mandato de Díaz, la ruptura de la prensa con su gobierno era evidente, ésta se acentuó en 1888; para entonces, la cárcel de Belem fue visita forzada de los periodistas opositores mientras Díaz subvencionaba cerca de una treintena de periódicos en la capital (de no más de cien, aproximadamente)3. En realidad, ni Manuel González ni Díaz creyeron más en la ley que "en la prensa subvencionada para

1 Porfirio Díaz fue "reelegido en 1884, después de un intermedio de cuatro años, en el que fue reemplazado por uno de sus fieles, el General Manuel González. Constantemente reelegido a partir de entonces -lo cual precisó de numerosas revisiones constitucionales-, su poder en 1900 es exclusivo y las elecciones que constan temen te lo confirman en su cargo son completamente ficticias" (FRANc;ors-XAVIER GUERRA, México: del Antiguo Régimen a la Revolución, F.C.E., México, 2000, p. 29).

2 STANLEY ROBERT Ross es preciso a este respecto: "Verdaderamente, aparte de la persecución y la violencia, el aprisionamiento por la «ofensa de la difamación» fue el medio más frecuentemente utilizado para suprimir el periodismo de oposición" ("El historiador y el periodismo mexicano'', Historia Mexicana, 14, 1965, p. 364).

3 Para estos datos estadísticos, véase FLORENCE TOUSSAINT ALCARAZ, Escenario de la prensa en el Porfiriato, Fundación Manuel Buendía-Universidad de Colima, México, 1989; y "La prensa y el Porfiriato'', en A. CANO ANDALUZ (coord.), Las publicaciones periódicas y la historia de México. (Ciclo de conferencias), UNAM, México, 1995, pp. 45-51.

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contrarrestar a la prensa opositora"4, su fe estaba, sobre todo, en la

corrupción de los periodistas. Es ya lugar común afirmar que El Imparcial fue el primer periódico

moderno, pero no se puede negar que marcó un hito en la historia del periodismo nacional5. El Imparcial nació con el estigma de la subvención y el servilismo de la mano del empresario-periodista Rafael Reyes-Spíndola; contaba con maquinaria muy desarrollada y una novedosa línea comercial: era el periódico de a centavo, contra el que era práctica-mente imposible competir. Frente a lo costoso que resultaba hacer y vender El Diario del Hogar o El Siglo XIX o El Monitor Republicano (cuyo costo no bajaba de los seis centavos), la maniobra de El Imparcial surtió efecto. Tanto El Siglo XIX como El Monitor desaparecieron, para fortuna de Díaz, ese mismo fatídico año de 1896 (con un poco más de cincuenta años de vida a cuestas, pues ambos habían nacido en 18446

), y el nuevo modo de hacer periodismo -más llamativo, sensacionalista y compla-ciente-, si bien convivió durante un corto período con la prensa tradicional -más reflexiva, doctrinaria y partidista-, terminó por desplazarla:

Durante el porfiriato coexistieron publicaciones al estilo de los grandes diarios políticos de la Reforma como El Siglo XIX y El Monitor Republicano con los nuevos periódicos escritos bajo otros principios: la ligereza informativa por sobre la polémica, la inclusión de técnicas del periodismo amarillo estadounidense, factura industrial, grandes tirajes, el menor precio posible, adhesión al poder camuflada tras la apariencia de la imparcialidad y el punto de vista objetivo7

4 RAFAEL PÉREZ GAY, "Prólogo" a Manuel Gutiérrez Nájera, Cal y Arena, México, 1998, p. xxxiii.

5 MARÍA DEL CARMEN Rmz CASTAÑEDA señala al respecto: "El Imparcial inaugura la etapa del periodismo industrializado en México" (El periodismo en México. 450 años de historia, de M. del Carmen Ruiz Castañeda, Luis Reed Torres y Enrique Cordero y Torres, Editorial Tradición, México, 1974, p. 223). Lo mismo opina S. R. Ross quien además cree que: "La tradición del periodismo informativo industrial iba a ser continuada en el siglo XX por El Diario y El País, y más tarde por El Universal, Excélsior, El Nacional y Novedades" (art. cit., p. 364}.

6 MíLADA BAZANT asegura que ambos periódicos recibían subvención del gobierno y que el retiro de ésta para beneficio de El Imparcial fue lo que los llevó a la ruina ("Lecturas del Porfiriato", en Historia de la lectura en México, Ediciones El Ermitaño-El Colegio de México, México, 1998, p. 218).

7 F. TouSSAINT, op. cit., p. 7.

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El éxito del diario se explicaba por su contenido. Reyes-Spíndola quería hacer un periódico para el pueblo, para las masas: "en mi periódico se escribe para las cocineras"8

, decía, de ahí que su contenido, su modo de llegar a estos hipotéticos lectores fuera simple: frente al texto crítico del periodismo tradicional, El Imparcial ofreció un "diarismo informativo", la noticia no buscaba al diario, el diario iba a la caza de la noticia9

• Su objetivo tenía, además otras intenciones: dirigir el interés hacia asuntos ajenos para extraviarlo de los comunes; Porfirio Díaz quería "clausurar el debate político-ideológico y... despolitizar a la población"10

• Blanca Aguilar Plata explica: "lo que constituyó el modelo de este diario durante los casi 20 años de exitosa vida, la materia prima más codiciada fue la nota roja. Condensaba en breves textos toda clase de accidentes, crímenes, suicidios, desastres" 11

, en este tipo de notas, además, los reporters coincidían plenamente con la idea que el gobierno

8 Palabras citadas por BLANCAAGUILAR PLATA, "El Imparcial: su oficio y su negocio", Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, 1982, núm. 109, p. 93.

9 IRMA LOMBARDO acota esta afirmación: "los inicios del cambio en el mecanismo de obtención de noticias, particularmente el surgimiento de los reporteros en México, quienes dan lugar al desarrollo de los géneros informativos, se localiza con cierta claridad en el período de la República restaurada. De allí que El Imparcial sea el resultado de una larga experiencia periodística, la síntesis de diversos elementos manifestados por más de veinte años en distintos periódicos mexicanos" (De la opinión a la noticia. El surgimiento de los géneros informativos en México, Eds. Kiosko, México, 1992, p. 18). Es de justicia señalar, además, como antecedente fundamental de El Imparcial a El Noticioso, diario especializado en reportaje, entrevista y notas de tema sensacionalista, primero en venderse a centavo. Una interesante publicación, sin duda que, además, comparaba noticias a sus lectores (cf. ibid., p. 131).

10 ELISA SPECKMAN, "La prensa, los periodistas y los lectores", en Revista Moderna de México (1903-1911). T. 2: Contexto, coords. e introd. B. Clark de Lara y F. Curie! Defossé, UNAM, México, 2002, p. 109. La fórmula que aprovechó El Imparcial había sido probada muchos años antes, como señala Habermas, con igual éxito en otros países. Habermas explica: "La prensa de masas se basa en la transformación comercial de la participación de amplias capas en la publicidad, que tiende a hacerla accesible sobre todo a las masas. Esa publicidad ampliada mermó el carácter político de la prensa en la medida en que el medio de la «facilitación psicológica» pudo convertirse en el fin en sí mismo de un mantenimiento comercialmente fijado del consumo. Ya en aquella temprana «prensa de penique» puede observarse cómo para la maximización de las ventas se cuenta con una despolitización del contenido" (Historia y crítica de la opinión pública, vers. cast. A. Doménech, con la colab. de R. Grasa, Gustavo Gili, Barcelona, 1997, p. 197).

11 B. AGUILAR PLATA, art. cit., p. 94.

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de Díaz tenía de la criminalidad; el poder sobre sus lectores y la fidelidad al dictador les advertía exonerar al gobierno de obligaciones y echar mano de explicaciones cientificistas que señalaran al criminal como responsable único de sus actos; predeterminado al delito 12

La prensa tradicional del siglo XIX era más interpretativa; a medida que la noticia se convertía en el alimento de la redacción se desarrollaba la figura del reporter13

• Cuando se decía reportero se decía, entonces, noticia o, mejor, caza-noticias, y se decía también improvisación. Aunque el reportero comenzó a aparecer en la prensa por los años setenta, en realidad, el primer reportero reconocido en México fue Manuel Caballero, cuya carrera inició en El Noticioso en 1880 (a su lado es imposible dejar de mencionar a Ángel Pala, "iniciador de los reportajes de carácter histórico en México" 14

, y el primer entrevistador de la prensa nacional15

). De Manuel Caballero importa recordar que fue él quien, en 1907, intentó infructuosamente revivir la Revista Azul para una segunda época, y por quien los jóvenes, agrupados en torno a lo que fuera Savia

12 Cf. E. SPECKMAN, Crimen y castigo: legislación penal, interpretaciones de la criminalidad y administración de la justicia (Ciudad de México, 7 872- 79 70), El Colegio de México-UNAM, México, 2002, p. 199. La estudiosa añade: "La lealtad hacia el régimen se nota también en la renuencia del periódico en criticar a sus miembros o a sus políticas".

13 ALBERTO DEL CASTILLO, "Prensa, poder y criminalidad a fines del siglo XIX en la ciudad de México", en R. PÉREZ MONFORT (coord.), Hábitos, normas y escándalo. Prensa, criminalidad y drogas durante el porfiriato tardío, CIESAS-Plaza y Valdés, México, 1997, p. 28.

14 IRMA LOMBARDO, "La figura del reportero mexicano", en L. NAVARRETE y B. AGUILAR (coords.), La prensa en México. Momentos y figuras relevantes (7870-7975), Addison Wesley Longman, México, 1988, p. 125.

15 Para la obra de Caballero ( 1851-1926) puede consultarse a LAURA EDITH BONILLA, Manuel Caballero:precursor del periodismo moderno. Historia y periodismo (7 76-1889), tesis de maestría, UNAM, México, 2002; véase, también, el material que ha recuperado en los cuadernillos de la serie de Divulgación de avances de investigación, de la UN AM, México: El reportaje en el porfiriato: Manuel Caballero {2003). A la obra de Ángel Pala Moreno (1861-1948) dedicó tres cuadernillos: Ángel Pola: una interpretación decimonónica de la realidad a través del periodismo (2002); Entrevistas en el siglo XIX: Ángel Pola, primera y segunda parte (2003 ). Consúltese también, para el trabajo de Pala, las entrevistas que éste hizo a José María Ramírez y Emilio Rabasa y que B. CLARK DE LARA recuperó en Literatura Mexicana, 2002, núm. 13, 199-229.

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Moderna (más tarde constituidos como Ateneo de la Juventud), organiza-ron una marcha y publicaron una protesta16

El reporter, en palabras de Reyes-Spíndola, era "el cazador que recoge y lanza la noticia aún fresca, cuando todavía el suceso es palpitante. Ya no se le pide un estilo de maestro, sino buenos pies, un ojo avisado e investigador"17

• Y es que el prestigio de los diarios no se cimentaba en "la profundidad de sus doctrinas ideológicas y políticas, sino en algo mucho más concreto, prosaico y pragmático: su circulación" 18

• Es decir, el periódico se transformó en un asunto mercantil; de ahí que, para la prensa de oposición el reportero fuera una figura detestable: vivía de la maledicencia y la infamia, y traficaba con el silencio y la adulación 19

El reporter se convirtió en uno de los nuevos personajes literarios del momento y ayudó a llenar algunas páginas. Los guiños al lector referidos a la polémica entre literatura y nuevo periodismo no son abundantes en la narrativa hacia el final del siglo XIX, pero sí significativos. Señalo cuatro casos. En 1887, Emilio Rabasa llevó a la imprenta su cuarteto de novelas, que iniciaría con La bola y remataría con Moneda falsa, en el que el protagonista, Juanito Quiñones, encuentra su perdición en el periodismo20

• Dos años más tarde, Ángel de Campo, "Micrós", entregaba a El Nacional, La Rumba, su única novela21

• En ella, "Micrós" cumplía su

16 Véase, acerca de la segunda Revista Azul y la protesta pública en su contra, FERNANDO Cu RIEL, La Revuelta: interpretación del Ateneo de la juventud (1906-1929 }, UNAM, México, 1998, pp. 108-120. Conviene apuntar que Heriberto Frías publicó un texto en defensa de la figura del reporter-nota francamente elogiosa-ª propósito de la protesta escrita que el proto-ateneo publicó en El Diario en 1907 contra Caballero: "Notas de combate. ¡Un anciano reportero! Las protestas de la torre de marfil", Revista Azul, mayo de 1907, 82-83, reproducida en l. LOMBARDO, De la opinión .. ., pp. 191-195. En ella dice: "El literato que ha sido reporter ... luce el gozo de poseer un tesoro de conocimientos no heredado de los libros, sino conquistado directamente a la vida ... Sólo el reporter conoce la esencia de los hechos y respira su ambiente propio" (ibid., p. 192).

17 R. Reyes-Spíndola, El Imparcial, 6 de marzo de 1896, cit. por A. DEL CASTILLO, art. cit., p. 33.

18 A. DEL CASTILLO, art. cit., p. 35. 19 Cf. l. LOMBARDO, art. cit., p. 134. 20 E. RABASA, La bola y La gran ciencia. El cuarto poder y Moneda falsa, ed. y pról.

A. Acevedo Escobedo, Porrúa, México, 1990, 2 ts. (cito por esta edición por número de página entre paréntesis). Para ese momento, Rabasa llevaba un año de vivir en México.

21 A. DE CAMPO, La Rumba, ed. y pról. M. del C. Millán, Porrúa, México, 1986. Cito por esta edición por número de página entre paréntesis.

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intención paródica al remedar un modo de hacer periodismo que rechazaba el de la plaga conocida como los reporters. Heriberto Frías, tres años después de aparecida La Rumba, era perseguido por la justicia y los redactores de El Demócrata encarcelados por la publicación, por entregas, de su novela Tomóchic. En 1896, al tiempo que nacía El Imparcial, veía la luz El último duelo, también de la autoría de Frías -esta vez explícita22

• Su novela narra la muerte de uno de los protagonistas en un duelo forzado, indudablemente, por la presión social que ejercía la prensa en ese momento. Todavía en 1900, Porfirio Parra dedicaba al tema su única novela: Pacotillai23

, relato que transcurría, sin embargo, entre 1880 y 1884, durante el gobierno de Manuel González, y que narraba las desventuras de un joven honesto y de principios en un país que, sobre todo en su prensa, no sólo se negaba a reconocer esos valores sino que los castigaba. Conviene detenernos ahora en estos textos24

Cuando en la novela de "Micrós" se comete el crimen, la Rumba (personaje y barrio) quedan al descubierto ante el exterior de manera total: "Remedios" [dice la enigmática voz en segunda persona, que bien puede hacer las veces de su conciencia], querías que se hablara de ti ... no discuto los medios ... tu nombre ha recorrido el espacio que separa la mesa de un gacetillero de ese monstruo que te fascinaba: la sociedad" (p. 280). El juicio que se dibuja en La Rumba es muy acabado, al punto que, de acuerdo con Federico Gamboa, La Rumba "alcanzó a dar tales toques de verismo que, al lanzarla primero en folletines de El Nacional, miles de lectores creyeron que el «jurado» que en ella descríbese a propósito del Crimen de la calle de las Maravillas, había sido real y no imaginado"25

• En

22 H. FRÍAS, El último duelo, Premiá, México, s. a. Cito por esta edición por número de página entre paréntesis.

23 P. PARRA, Pacoti!Úls, Premiá, México, 1982. Cito por esta edición por número de página entre paréntesis.

24 E. SPECKMAN construye la historia de los personajes que hicieron la prensa de la época echando mano de algunos textos dedicados al tema, muy pocos según su juicio, pero, sobre todo, de las novelas que cito, véase art. cit., pp. 119-132. Merece la pena consultar también la parte segunda de su Crimen y castigo, sobre todo el capítulo que dedica a "El criminal como personaje literario" y "Los criminales célebres en la nota roja", pp. 13 7-156 y 173-199, respectivamente.

25 Mi diario IV (7 905-7 908). Mucho de mi vida y algo de la de otros, Conaculta, México, 1995, p. 25. Esta idea la repite M. del C. Millán: "el tono es tan sincero y está tan cerca del pueblo que las escenas del juicio de Remedios hicieron creer a muchos lectores de El Nacional que se trataba de la crónica de un acontecimiento real" (ed. cit., p. xvii). FERNANDO ALEGRÍA, por su parte, borda una teoría diversa: acaso De Campo leyó la crónica del suceso en la prensa y a

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este lugar la intimidad se desnuda y la colectividad puede asistir al acto como lo hace a la fiesta o a la plaza pública, y, ahora, como cuando lee esta nueva prensa. Lo que se desvela en el juzgado y que el reporter lleva al papel es el espacio secreto, oculto, de ahí su enorme atractivo. No sólo se describen con morboso detalle el modo de vida y el tipo de relaciones que mantenían la juzgada y el occiso; también se dibuja -en un croquis que repite, parodiándolos, los usos de la crónica de nota roja- el interior de la casa; por ello la violencia en la exposición de la intimidad de Remedios es tan evidente. En el reportaje se expone lo privado, ensayan-do una apertura brutal. Los tonos en los que "Micrós" describe son más bien paródicos y exagerados -porque la intención del narrador es reproducir las monstruosidades de la prensa escrita-; sin embargo, la idea que queda en el lector, al final, es que la justicia no se imparte más desde el tribunal, sino desde el escritorio del reporter. Ya Manuel Gutiérrez Nájera escribía, con referencia al inusitado poder del reporter, que éste: "ha transformado el orden social yel orden constitucional.A un delincuente no le juzga ya el jurado; un proceso ya no es instruido por el juez: toma el reporter las declaraciones, y absuelve, condena desde las

1 d 1 . 'd" ,,25 co umnas e peno 1co . Tipográficamente, "Micrós" imitó la gacetilla (con el croquis citado

y una serie de subtítulos encabezando la supuesta crónica de nota roja27),

y ese juego se continuó temáticamente también. Si es cierto que la novela encarnaba una parodia de la crónica policíaca, al reproducir sus temas y recursos, sin embargo, corría el peligro de inducir en el lector sensacio-nes similares a las que ponía en duda, terminando por ratificarlas. Con

partir de ella elaboró su novela (Historia de la novela hispanoamericana, De Andrea, México, 1966, p. 68). En México, a partir de la reforma al código penal en 1932 dejó de existir la figura del jurado, pero este tipo de juicios era absolutamente común en la época, lo que confirmaría la opinión de Gamboa.

26 "La otra epidemia: «los reporters»", Divagaciones y fantasías. Crónicas de Manuel Gutiérrez Nájera, ed. G. Boyd Car ter, SEP, México, 197 4, p. 162.

27 Para vislumbrar la importancia del lenguaje gráfico en la prensa del porfiriato, sobre todo en la nota roja, véase ALBERTO DEL CASTILLO TRON COSO, "El surgimiento del reportaje policiaco en México. Los inicios de un nuevo lenguaje gráfico (1888-1910)", Cuicuilco, 1998, núm. 13, 163-194. Castillo Troncoso apunta: "en 1892 las cosas darían un vuelco. Poco a poco, las páginas del diario, particularmente la primera plana, se empezarían a poblar de imágenes. Uno de los espacios privilegiados donde puede observarse el cambio es en los reportajes policiacos, que empezaron a acompañarse de grabados" (p. 167 ).

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la parodia "Micrós", pese a todo, obtuvo la redención de su figura como escritor.

De Campo enfrentó una crítica virulenta por parte de sus contempo-ráneos literatos más jóvenes al punto que se vio obligado a abandonar la novela como género; en la prensa, peleó por un espacio y un estilo (el del cronista) contra los reporters. La opción final de "Micrós" fue el mutismo, lo mismo que su personaje, la Rumba, la muerte por silencio (por encierro). La lucha entre géneros, como vemos, es clara también: a uno abierto como el reportaje periodístico, de naturaleza pública, ultramoder-no, se contrapone uno cerrado como la novela, más íntimo, más privado, tradicional. La muerte de Remedios es el silencio fatal de "Micrós". Aquí se sientan las bases de la polémica que establece De Campo entre la figura del reporter y la del cronista. Para "Micrós", mientras que el cronista "había ganado su buena reputación a partir de la experiencia, los conocimientos, «brillantes artículos» y «recto criterio en arduas cuestiones de prensa», el reporter hacía su labor usufructuando el saber y la opinión de los demás. En pocas palabras, el reporter era un indiscreto que vivía de confesar a otros"28

En toda la tetralogía de Rabasa, pero sobre todo en El cuarto poder, hay señales de esta polémica. Hay una burla vedada, una verdad que se dice sin decirla, y la voz de una conciencia cruda y cruel encarnada en un personaje secundario cuya acción es estratégica. Con "Un buen consejo'', título del capítulo en que inician las aventuras en la prensa de Juan Quiñones, su protagonista, Rabasa echa a andar la vida de un personaje que va de desgracia en desgracia hasta terminar con un capítulo cuyo encabezado es, ciertamente, reporteril: "A última hora", donde nos enteramos que Quiñones ha optado por la muerte por encierro, aunque sin condenarse al silencio: las novelas que leemos son obra suya en la vejez. El "buen consejo" viene de Sabás Carrasco, que invita a Juan Quiñones a trabajar en la prensa:

-Por lo menos -indiqué- sería preciso estudiar un poco la gramática. - ¿Y para qué?-me replicó mi amigo con ingenuo entono-. Nosotros no tratamos nunca cuestiones gramaticales. -Pero, hombre ... -Ni de otra ciencia, a no ser que nos lo propongamos, y en tal caso se lee alguna cosa y eso basta (p. 24).

28 BLANCA ESTELA TREVIÑO GARCÍA, "Estudio preliminar", Kinetoscopio. Las crónicas de Ángel de Campo, Micrós, en "El Universal", UNAM, México, 2004, p. 79.

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A la hora de reflexionar sobre su vocación, Juan se convence: la gramática y la retórica no se usan, no se conocen y no hace falta, dice, los periodistas no son literatos y muchos de ellos, sin conocer estas discipli-nas, son reconocidos. Como se ve, el periodismo es un oficio no del todo positivo29 . La sentencia negativa la ofrece Pepe Rojo de manera directa:

-¿Qué opinión tiene usted de Carrasco? ... -Me parece un animal-me contestó-, pero como le conozco de poco tiempo acá no es difícil que sea dos animales y yo no lo haya notado todavía. -Es periodista -agregué. -Sí, ya lo sé; y es capaz de ser otra cosa peor ... -Según eso, cree usted que no debe uno ser periodista. -Pero, hombre -replicó Pepe con cómica ingenuidad- ¿cuándo le he dicho a usted que no se deben hacer cosas malas? (pp. 41-42).

La historia de Quiñones, en la prensa y fuera de ella, está plagada de desaciertos debidos a su natural ingenuidad; la muerte de sus seres queridos y el retorno al pueblo son la condena que paga por ellos. Como periodista recibe la expiación de su infamia, pues el mal que provocan sus artículos acaba por afectarlo de manera fatal. Rabasa es sumamente crítico con la prensa, aunque con disimulo. La idea de las novelas es que hay que despolitizar la prensa, del mismo modo que se propone despolitizar la vida pública: política y prensa son una misma cosa, representan corrupción, inmoralidad y farsa. Rabasa, al igual que Frías y Parra, opta por rematar trágicamente su narración, si bien con un tono de humor tal que el drama queda en crítica aguda y fina. Parece que el tema del periodismo en la literatura de este momento tiene siempre consecuencias funestas.

Por su parte, Heriberto Frías propone que la discusión se lleve al terreno de los hechos reales, para que su tesis tenga un referente comprobable y sus lectores interés en seguir la historia. El último duelo se puede leer, entonces, en varias direcciones. Se trata de un último duelo por honor, resabio romántico vado de sentido entonces, pero también un duelo entre la prensa honesta y la corrupta, entre el reportery el periodista responsable, un duelo de poder. Frías siente una pasión genuina por el

29 Para CARLOS MONSIVÁIS, esta novela expresa un nuevo lugar común "que se transmitirá de quienes compran y corrompen hacia los lectores: el periodismo es corrupción, servilismo y abyección" (A ustedes les consta. Antología de la crónica en México, Era, México, 2003, p. 32).

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reportaje y algunas de sus novelas lo atestiguan porque lo ejercitan; al contrario de sus contemporáneos, Frías cree que el reportaje, y el buen reportero, han liberado a la prensa de un sedentarismo dañino y la han acercado a la vida.

Es fácil vislumbrar la descomposición moral del porfiriato en el quehacer periodístico expuesto, los protagonistas se ven obligados a cumplir con las reglas que impone una fuerza hasta ese momento desconocida en su magnitud, y asignada a "pobres diablos". El periódico era capaz de enlodar, de ultrajar. Uno de los protagonistas, Joaquín Montiel, sufre este poder en su persona:

Paseaba ... ante el periódico que dolosamente lanzaba a los cuatro vientos de la publicidad, el escándalo de la noche anterior, ultrajan-do, enlodando, haciendo jirones dos nombres estimables lanzados fatalmente desde la hora menguada en que la pluma de un miserable entintador goteó sobre quién sabe qué sucia cuartilla toda la artificiosa y contundente fantasía de un Yago invisible, incorpóreo y anónimo. ¡Mísero gacetillero! (p. 51 ).

Al final, el periodista honesto, Luis Borostia, debe rendirse al dominio de la mala prensa, sufrir la confusión que lleva a creerlo autor de artículos infamantes y, en consecuencia, morir (o suicidarse, lo cual es significativo, sin duda). La muerte, en este caso, puede ser considerada una victoria, no obstante en el fondo es una desoladora derrota. Conviene recordar que el narrador establece, desde un principio, que la base de su narración está en un hecho real (lo mismo que sucede con Tomóchic), un hecho trasladado a la ficción en un juego, parece ya regular en Frías, que combina el estilo del reportaje y la literatura, en donde, al contrario de lo que sucedía con la nueva prensa, la ficción gana. Los reportajes echaban mano de la literatura al punto que atrapaban a sus lectores con un estilo de fórmula probada, y lograban confundirlos en un alarde de uso de técnicas de narrativa realista simple. Los límites entre ficción y realidad estaban desdibujados y ambos géneros se contamina-ban y corrompían uno al otro30.Lo cierto es que el nuevo lector probable-

30 J. HABERMAS explica: "las noticias son presentadas, desde el formato hasta el detalle estilístico, como narraciones (new stories); cada vez con mayor frecuencia se borra la diferenciación entre fact y fiction. Las noticias y los informes, incluso los editoriales, echan mano de los recursos de la literatura de pasatiempo, mientras que, por otra parte, las colaboraciones literarias se someten de un modo

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mente sufría de esa ineptitud literaria a la que se refiere C. S. Lewis, que le impedía pensar en la invención como una actividad lícita o cuando menos posible31 (esto en referencia a cómo lee un mal lector, acostumbra-do por la nueva prensa a historias con resabios de técnicas literarias accesibles con sustento, muy dudoso, en hechos ciertos, o cuando menos, con la promesa de su posible verificación). Aquí está el centro de la pugna entre cronistas y reporters, en el valor que se otorga a la realidad por encima de la ficción, lo que deriva en dos métodos diversos de trabajo que no pueden tocarse, así como en dos lectores completamente divergentes. Un lector sin sensibilidad literaria se interesará de manera exclusiva en los hechos, de ahí que el recurso que usa Frías pueda tener algún efecto en el nuevo lector, lo mismo que sucede con De Campo. El primero atrae con el anzuelo de lo referencial en consonancia con los recursos del nuevo periodismo, pero para privilegiar la ficción; todavía mejor, De Campo hace uso de los procedimientos reporteriles para relatar no un hecho real, sino uno ficticio, obligando a su lector a dar un giro absoluto. Por su parte, en Pacotillas se alude de manera directa a una tradición periodística de prestigio con la intención de adherirse a ella, la tradición sanciona la obra. De boca de don Marcos -editor de un periódico de oposición en el que Paco T éllez, protagonista de esta novela, trabaja de boletinista- escuchamos: "A este pobre joven, sin ir más lejos, en mi época se le habrían brindado amplios y luminosos senderos, en la prensa hubiera sido un Zarco, en la tribuna un Altamirano; sus conciuda-danos se hubieran fijado en él, y sacándolo de la oscuridad le habrían encumbrado a elevados puestos, en que sus dotes hicieran el bien del país, llenándole a él de gloria" (p. 356). Ahora, en cambio, Téllez acaba en la cárcel, enfermo de tifo para, finalmente perecer. Su muerte es, aunque parezca disfrazarse de determinismo biológico, un asesinato. El periodismo en esta novela no recibe el trato de oficio negativo; terribles son aquellos que lo utilizan inescrupulosamente.

Para Gutiérrez N ájera, la crónica, donde el literato se consolidó como "poeta-periodista" -dualidad escindida hasta entonces32

-, había muerto "a manos del reporter ... La pobre crónica de tracción animal no puede

rigurosamente «realista» a lo existente, captado siempre a través de clichés y rebasan la frontera que separaba novela y reportaje" (op. cit., p. 198).

31 La experiencia de leer. Un ejercicio de crítica experimental, trad. de Ricardo Pochtar, Alba Editorial, Barcelona, 2000, p. 34.

32 B. CLARK DE LARA, Tradición y modernidad en Manuel Gutiérrez Nájera, UNAM, México, 1998, p. 73.

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competir con esos trenes-relámpago"33• No está de más apuntar que la

figura de nuestros autores era, en esencia, dual; en ellos, como en la mayoría de los escritores del diecinueve, se conjugaron los espacios y tiempos del creador y el periodista: "el «boudoir», su saloncito, y la oficina de redacción ... [y el tiempo J infinito de la poesía y el inmediato del redactor"34

Existía, asimismo, el asunto del anonimato que pobló la prensa de textos irresponsables e hizo del oficio un asunto de accidente y de los reporteros empleados desechables. Un literato daba prestigio con su pluma y su nombre a una publicación periódica, la pluma del reporter lo anulaba35

• Un editorial de El Combate sostenía al respecto:

Aquí ya no hay periodistas, ya no hay literatos, ya no hay poetas; no hay más que reporters. El escritor erudito, el polemista invencible, el redactor chispeante han desaparecido ... para dejar su sitio al reporter analfabético (sic), que sin más elemento que sus piernas para correr todo México y sus narices para husmear todo chisme, es el rey actual del periodismo mexicano36

.

33 M. Gutiérrez Nájera, "Crónica", El Universal, 3 de diciembre de 1893, citado por B. E. TREVIÑO, op. cit., p. 80. Esta distinción se mantuvo un tiempo, pero los literatos acabaron cediendo ante la presión del sensacionalismo que ofrecia el reportaje: "género de revelaciones y denuncias ante el cual poco tiene que hacer la crónica, relegada por lo común a banalidades, nostalgias o apuntes hogareños" (C. MONSIVÁIS, op. cit., p. 39).

:H B. CLARK DE LARA, con referencia a Manuel Gutiérrez N ájera, "Ascención en la visión del mundo de Manuel Gutiérrez N ájera'', en Actas del XIII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas. Madrid, 6-11 de julio de 1998, t. 3: Hispanoamericana. Lingüística. Teoría literaria, Castalia-Asociación Internacional de Hispanistas-Fundación Duques de Soria, Madrid, 2000, p. 48.

35 E. SPECKMAN recuerda que los reporteros eran figuras anónimas, y que su oficio, generalmente forzado por el hambre, podía durar cuando mucho tres años (cf. art. cit., pp. 124-125 ). RUBÉN M. CAMPOS cree que esta maniobra, justamente, tenía la finalidad de suprimir la literatura (cf. El bar. La vida literaria en México en 1900, pról. S. I. Zai:tzeff, UNAM, México, 1996, p. 84). Hay que apuntar, también, que a los reporteros se les encomendaba la búsqueda de la noticia y de los detalles de interés, pero que la redacción de la nota podía estar a cargo de otros empleados del periódico, como el director o el jefe de redacción.

36 Fechada en 1897' apud MARÍA TERESA CAMARILLO CARBAJAL, El sindicato de periodistas, una utopía mexicana. Las agrupaciones de periodistas en la Ciudad de México (1872-1929), UNAM, México, 1988, p. 22.

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No es extraño, entonces, que se hubiera declarado una "guerra al reportazgo", cuya existencia proclamó El Eco Universal, diario que se obligó a aceptar, en un editorial publicado en agosto de 1888, que la molestia en contra de este nuevo periodismo era genuina porque respondía, sobre todo, a la parcialidad con la que se manejaban los casos tratados por los reporters, sin embargo, opinaba: el reporter"no debe omitir"· detalles interesantes de ninguna especie ... cuidando siempre de advertir de qué fuente tomó sus informes, para ayudar a la justicia en sus pesquisas, satisfaciendo a la vez, la justa curiosidad de sus lectores"37 (esta curiosidad era la coartada perfecta para sus malas acciones). El modo de hacer periodismo que los literatos conocían y respetaban desaparecía en manos de individuos improvisados, negligentes, irrespetuosos y deshones-tos. La crónica estaba por morir asesinada, el modo de vida que sus autores habían conocido, por desaparecer, y los cronistas, por ser relegados, no sólo al interior de las redacciones y en el formato del diario, sino a una suerte de ghetto que los marginaba de su misión: crear literatura y, se entiende, los lectores aptos para ella. Para Gutiérrez Nájera la fórmula era clara: "A medida que los escritores baja[ba]n los reporters sub[ía]n"38

• Y, paradójicamente, las diferencias que existían, por naturaleza, en una cultura urbana, gracias a la enorme difusión que el precio y el contenido le permitieron ostentar a El Imparcial, disminuyeron39

• El texto de un literato publicado en un periódico capaz de tirar cerca de 140 000 ejemplares, sin duda llegaba a una mayor cantidad de lectores, sensibles o no; más allá, importa recordar que estos escritores participaron en la nueva prensa como lo hicieron siempre con el diarismo artesanal-de algún modo tenían que vivir-, comulgando, en una misma redacción, con políticos, gacetilleros y reporters40

37 M. Caballero, "Guerra al reportazgo", El Eco Universal, 17 de agosto de 1888, núm. 49, apud L. BONILLA, El reportaje en el Porfiriato, p. 4.

38 M. G UTIÉRREZ N ÁJERA, "La otra epidemia ... ", ed. cit., p. 162. 39 Cf. NORA PÉREZ-RAYÓN ELIZUNDIA, México 7900. Percepciones y valores en la

gran prensa capitalina, Miguel Ángel Porrúa-UAM, México, 2001, pp. 36-46. 4° Cf. F. TOUSSAINT, art. cit., p. 46. De Campo publicó su Rumba en El

Nacional, al lado de la gacetilla; Rabasa era amigo, y fue compañero en la escuela de leyes en Oaxaca, de Reyes-Spíndola; con él fundó, en 1888, El Universal, uno de los antecedentes de El Imparcial, y en este último publicó su novela La guerra de los tres años ( 1891 ). H. Frías, lo hemos dicho, militó en el periodismo opositor, pero no dejó de defender la figura del reporter duran te el incidente que involucró a Caballero con la Revista Azul.

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Los temas de que se ocupaban los reporters eran muy otros de los que interesaban a los literatos, no había en su horizonte, en una palabra, información educativa en ningún sentido. En Pacotillas, Gregario Hernández, director de un periódico sensacionalista deseoso de seducir a Téllez para que escribiera para él, detalla el contenido de su diario, pero, sobre todo, a sus lectores:

No sea usted niño, aquí las gentes gustan del escándalo, la calumnia, de la diatriba. Anuncie usted un periódico prometiendo no dejar títere con cabeza, desnudar al mundo entero y azotarlo en pleno Zócalo ... y verá cómo tiene lectores de sobra, y verá usted cómo le pagan a peso de oro lo que escriba y hasta lo que no escriba ... las gentes nacieron para el mal y cuando no tienen el placer de hacerlo, quieren tener, por lo menos, el gusto de pensar en él o de oír hablar de él (p. 224).

La naturaleza del contenido explicaba su preocupac10n, pues la prensa era el único canal posible de expresión literaria, pero era, además, un espejo de la sociedad que la producía y la leía, se trataba ya de un producto comercial. La demanda, pues, establecía la oferta: "hay sensacionalismo porque hay un público ávido de noticias de este género. El círculo es entonces perfecto. La sociedad está en crisis, la crisis se refleja en la prensa y el público acepta la situación que se vive" 11

• Amado Nervo ilustró bien esta idea cuando sentenció: "La hermosura para el reportery el facultativo está, pues, ahí, donde los otros hallan el horror"42

;

esos otros eran los antiguos periodistas y sus lectores, liquidados, lo mismo, que la prensa opositora.

YLIANA RODRÍGUEZ GONZÁLEZ

El Colegio de México

41 I. LOMBARDO, De la opinión ... , p. 97. 42 "Un ideal", Obras completas, eds. F. González Guerrero y A. Méndez

Plancarte, Aguilar, Madrid, 1962, p. 689.

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