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Actas XV Congreso AIH (Vol. II). CRISTINA CASTILLO MARTÍNEZ. Los relatos insertos en la «Vigili... - LOS RELATOS INSERTOS EN LA VIGILIA Y OCTAVARIO DE SAN JUAN BAPTISTA, DE DOÑA ANA FRANCISCA ABARCA DE BOLEA Dentro del corpus de libros de pastores que la fortuna y el tiempo nos han legado, se encuentra un pequeño grupo formado por cuatro novelas que comparten una misma peculiaridad: la intencionalidad religiosa que prevalece en sus páginas, y que nos lleva a considerarlos no ya libros de pastores a lo divino, sino libros de pastores espirituales (según la nomenclatura empleada por Emma Herrán en referencia a los libros de caballerías), aunque algunos de ellos están en la frontera del género. Esos cuatro libros son, por orden de aparición en el tiempo, la Clara Diana a lo divino, de Bartolomé Ponce (Zaragoza, 1599), Los pastores de Belén, de Lope de Vega (Madrid, 1612), Los sirgueros de la Virgen, de Francisco Bramón (México, 1620), y la Vigilia y octavario de San juan Baptista, de Ana Francisca Abarca de Bolea (Zaragoza, 1679). Sobre este último me gustaría dirigir la atención, no sólo por ser el único escrito por una mujer (al menos que conozcamos), sino también porque, insertos en el transcurso de sus páginas, aparecen dos relatos de innegable interés, como veremos a continuación. María Ángeles Campo Guiral ya apuntó algunas de las características de esta obra en su excelente edición 1 , a la que remito para ampliar datos en torno a la vida y a la obra de la autora, que están fuera del alcance de esta comunicación. Me gustaría ahora, partiendo de sus investigaciones, profundizar en el estudio de esos relatos, en las fuentes de las que proceden, en la intencionalidad que se les otorga y en el modo en el que están incluidos en el contexto global de la obra. En pocas palabras, la Vigilia y octavario cuenta cómo un grupo de pastores se reúne en una ermita erigida en lo alto del Moncayo para celebrar las vísperas de la festividad de San Juan Bautista (desde el 15 al 24 de julio). Para ello, cada uno de los días adornan el santuario, celebran misa, se entretienen con juegos, cantos, bailes, fiestas de toros e incluso dedican parte de su tiempo a relatar historias que, en aparien- cia, no siempre tienen que ver con el propósito que los tiene allí congregados. 1 Instituto de Estudios Altoaragoneses, Zaragoza, 1994. -11- Centro Virtual Cervantes

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LOS RELATOS INSERTOS EN LA VIGILIA Y OCTAVARIO DE SAN JUAN BAPTISTA,

DE DOÑA ANA FRANCISCA ABARCA DE BOLEA

Dentro del corpus de libros de pastores que la fortuna y el tiempo nos han legado, se encuentra un pequeño grupo formado por cuatro novelas que comparten una misma peculiaridad: la intencionalidad religiosa que prevalece en sus páginas, y que nos lleva a considerarlos no ya libros de pastores a lo divino, sino libros de pastores espirituales (según la nomenclatura empleada por Emma Herrán en referencia a los libros de caballerías), aunque algunos de ellos están en la frontera del género.

Esos cuatro libros son, por orden de aparición en el tiempo, la Clara Diana a lo divino, de Bartolomé Ponce (Zaragoza, 1599), Los pastores de Belén, de Lope de Vega (Madrid, 1612), Los sirgueros de la Virgen, de Francisco Bramón (México, 1620), y la Vigilia y octavario de San juan Baptista, de Ana Francisca Abarca de Bolea (Zaragoza, 1679). Sobre este último me gustaría dirigir la atención, no sólo por ser el único escrito por una mujer (al menos que conozcamos), sino también porque, insertos en el transcurso de sus páginas, aparecen dos relatos de innegable interés, como veremos a continuación.

María Ángeles Campo Guiral ya apuntó algunas de las características de esta obra en su excelente edición1

, a la que remito para ampliar datos en torno a la vida y a la obra de la autora, que están fuera del alcance de esta comunicación. Me gustaría ahora, partiendo de sus investigaciones, profundizar en el estudio de esos relatos, en las fuentes de las que proceden, en la intencionalidad que se les otorga y en el modo en el que están incluidos en el contexto global de la obra.

En pocas palabras, la Vigilia y octavario cuenta cómo un grupo de pastores se reúne en una ermita erigida en lo alto del Moncayo para celebrar las vísperas de la festividad de San Juan Bautista (desde el 15 al 24 de julio). Para ello, cada uno de los días adornan el santuario, celebran misa, se entretienen con juegos, cantos, bailes, fiestas de toros e incluso dedican parte de su tiempo a relatar historias que, en aparien-cia, no siempre tienen que ver con el propósito que los tiene allí congregados.

1 Instituto de Estudios Altoaragoneses, Zaragoza, 1994.

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Esta historia marco remite, sin duda, al modelo boccacciano en el que una reunión de damas y caballeros da lugar a narraciones dispares. Esquema que, por lo demás, fue muchas veces imitado por los autores de la novela corta durante el Barroco. La excusa para reunirse y contar podía ser una simple tertulia, la visita a una amiga enferma, un viaje o una fiesta, como es el caso de la Vigilia y octavario. Bien es cierto que este contexto narrativo también podría considerarse una trasposición de las reuniones literarias o académicas tan frecuentes en la España del XVII y que Abarca de Bolea conoció, aunque seguramente de manera indirecta.

La estructura de los libros de pastores, caracterizada por el entrelaza-miento de los casos de amor, se muestra flexible (especialmente en los del siglo XVII) a la hora de permitir que los pastores escuchen o incluso vivan historias de un cariz diferente a las que le son propias, aunque casi siempre en consonancia con éstas. Los autores se sirven de diferentes técnicas para desarrollar la materia narrativa. La más recurrente es la amplificatio, heredada de la novela bizantina, con la que los autores se distancian, aunque no en demasía, de la historia principal, como, sin embargo, sí sucede en la Vigilia y octavario. Esta forma de inserción no es, en modo alguno, habitual dentro del género. Los casos más parecidos los encontramos en la edición de Los siete libros de la Diana de 1561-62 con el Abencerraje, en la Diana de Alonso Pérez (¿con la historia del gigante Gorforosto?)2 y en El premio de la constancia y pastores de sierra Bermeja, de Jacinto de Espinel Adorno, en el extenso relato de Arsindo descendiendo al interior de un misterioso edificio en el que le espera una aventura singular3

• No obstante hay que tener presente que este libro de pastores no es por entero canónico. De hecho, su adscripción al género ha sido debatida en varias ocasiones a favor de otros epígrafes más adecuados o que, al menos, matizaran algo más sus peculiaridades. Así, Manuel

2 "La manipulación de la materia, ya sea tradicional o clásica, obedece al antiguo recurso de la amplificatio, y esta es característica no sólo del cuento intercalado, sino de la novela toda del salmantino ... Es evidente que tanto aquí como en la primera Diana el cuento intercalado sirve las funciones de añadir una nueva dimensión al relato pastoril", JUAN BAUTISTA AVALLE-ARCE, La novela pastoril española, Istmo, Madrid, 197 5, p. 114.

3 Véase CRISTINA CASTILLO MARTÍNEZ, "El premio de la constancia y pastores de Sierra Bermeja (Madrid, 1620), dej acinto de Espinel; la experiencia del más allá", Actas del Congreso Internacional Antonio de Torquemada y la Literatura del Siglo de Oro (Astorga-León, 2003), en prensa.

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Alvar4 habla de éste como de "una fusión de novela pastoril sacra y de miscelánea a lo Cigarrales". Willard King1 señala que es una "combinación de la novela pastoril y la colección de cuentos enmarcados a la italiana", mientras que María Ángeles Campo afirma que se trata de "una miscelánea al estilo de la época, enmarcada en una sencilla trama pastoril" (p. xlvi). Con esta última definición me quedo para establecer la base de mi estudio.

Los dos relatos que doña Ana Francisca inserta en su última obra -que reciben respectivamente los títulos de Apólogo de 1.a ventura en la desdicha y Novela del fin bueno en mal principio- siguen, sin duda, el modelo planteado por Boccaccio en el Decameron. No es de extrañar estando ya en el siglo XVII, cuando ya hacía tiempo que había triunfado el esquema instaurado por Cervantes en sus Novelas ejemplares, intentando adaptar el modelo de las obras de los novellieri italianos. Y mucho menos extraña, tratándose de una autora de gran erudición como, sin duda, fue Abarca de Bolea. A la edad de tres años sus padres encomendaron su educación al convento de Casbas (Huesca), y allí permaneció, tras profesar como religiosa, durante casi el resto de su vida. Sin embargo, su afición por la música, la pintura y sobre todo por la literatura, a pesar de la clausura impuesta en la orden -más flexible que la actual-, le permitieron mantener contacto epistolar -y a través de breves encuentros- con algunos de los participantes de uno de los cenáculos literarios más importantes de la época en Aragón, el de Vincencio Juan de Lastanosa, al que eran asiduos, entre otros, Francisco Jerónimo de Urrea, Francisco de la Torre, el cronista de Aragón don Juan Andrés de U starroz e incluso Baltasar Gracián al menos durante la temporada que pasó en Huesca.

La obra se divide en trece capítulos, más uno inicial que no está numerado. Abarca de Bolea ha organizado su material narrativo de una manera muy compartimentada, de acuerdo a los días en los que los pastores celebran el octavario y la vigilia. Para cada uno de ellos hay una descripción muy similar, de donde resulta un esquema que seguramente podría resultar reiterativo para el lector hasta el punto de sumirle en la monotonía. Tal vez sea éste el motivo por el que insertó estos dos relatos, y quizás de forma estratégica, al comienzo (cap. 3) y al final de la obra (cap. 12).

4 Estudios sobre el "Octavario" de Doña A na Francisca Abarca de Bolea, Institución Fernando el Católico-CSIC, Zaragoza, 1945, p. 5.

5 "Prosa novelística y academias literarias en el XVII", BRAE, 10 (1967), pp. 121-122.

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Los dos están narrados de forma continuada sin interrupciones especificas del narrador y sin intervenciones de ninguno de los oyentes, tan es así que acaban por convertirse en narraciones con vida propia y que, por tanto, podrían funcionar, sin problema alguno, por separado 6

Su gran extensión aporta una gran variedad a la trama pastoril -muy débil, por otra parte-, lo que nos ayuda a entender que algunos investigadores la consideren una miscelánea. Es una obra en la que la gran erudición -de índole culta y popular- de esta particular monja se pone en evidencia de continuo.

Ambas narraciones tienen títulos muy sintomáticos -revelan lo que se proponía Abarca de Bolea-, e incluso sintácticamente reproducen un mismo esquema. Los dos guardan similitud con el relato corto, y también deben mucho a la tradición popular, especialmente el primero.

APÓLOGO DE LA VENTURA EN LA DESDICHA Con el término "apólogo" se hace referencia, según señala el DRAE (2001) a un "Breve relato ficticio con intención didáctica frecuentemente manifestada en una moraleja final, y en el que pueden intervenir personas, animales y otros seres animados o inanimados"; es decir, lo más parecido a una fábula e incluso a un cuento. La elección de este nombre frente al de "novela", empleado para referirse al siguiente relato inserto, no parece, por tanto, baladí. Es posible postular que Abarca de Bolea quisiera que el lector identificara sin dificultad este relato con un cuento popular que le fuera familiar.

Este apólogo traslada a los oyentes y a los lectores a la ciudad de Tebas. Allí, un anciano mercader, antes de morir, lega a sus hijos tres

6 El sistema yuxtapositivo adoptado por el narrador general descarta las posibles relaciones coordina ti vas y sintagmáticas, ya que, en efecto, las unidades narrativas interpoladas en la novela pastoril que nos ocupa no funcionan como elementos estrictamente integrantes de la misma: no se trata de hechos en los que los narradores figuren como personajes o como testigos, ni son analepsis destinadas a informar sobre alguna situación de la trama principal, sino historias "sueltas" o "pegadizas'', intercambiables de lugar, que se desarrollan a través de coordenadas espacio-temporales y humanas ajenas al relato-marco, del cual se podrían fácilmente desgajar, aunque hay que hacer notar, de acuerdo con la crítica actual, que una vez subsumidas en la estructura total de la novela como núcleos de yuxtaposición ya no merecen la consideración de partes desintegradas, porque contribuyen a potenciar notablemente la orientación festiva y didáctico-religiosa del conjunto de la obra; es decir, que quedan unidas por una intencionalidad común que dimana de la misma trama que las enmarca", CAMPO GUIRAL, pp. lxxxviii-ix.

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objetos mágicos: una sortija de oro, con la propiedad de enriquecer una casa de lencería y sedas; una bujetilla7 guarnecida de diamantes, que proporcionaba cuantas ricas telas y preciosas joyas quisiera; y un bolsillo del que conseguiría dinero. Sólo les pide una cosa: que sean discretos.

Lisardo, el hermano menor, incumple la promesa y cuenta la procedencia de sus riquezas a la astuta Florisbella, que termina quedán-dose con su bolsillo. Y también con los objetos mágicos de sus hermanos, que Lisardo previamente les había pedido para poder recuperar el suyo.

Pobre y desesperado vaga por los campos. Come, sin pensar en las consecuencias, una manzana que encuentra en el camino. E inesperada-mente comienzan a salirle cuernos. Un poco después, toma un higo y estos apéndices desaparecen. Decide, entonces, utilizar estos frutos para vengarse de Florisbella. De manera que se hace pasar por vendedor de manzanas y luego por médico para sanarla, no sin antes haber propinado una paliza a su criada Casandra y a ella por haberse aprovechado de su bondad.

El relato concluye con la boda de Lisardo y Casandra y con el acuerdo entre Lisardo y el arzobispo del lugar para que, con el dinero de Florisbella, se construya un templo dedicado a san Juan.

La narración aquí contada presenta toda una serie de elementos que proceden de la tradición popular y que Aarne y Thompson catalogaron en Los tipos del cuento folklórico. Una clasificación8 con el número 566 "Los tres objetos mágicos y las frutas maravillosas" (Fortunato). Causa la devolución de los objetos con una manzana; hace crecer los cuernos por comerla.

l. Los objetos mágicos. (a) Cada uno de tres hombres recibe de un maniquí o de una princesa encantada un objeto mágico: (b) una bolsa (manto) que se llena por sí sola, (c) una gorra de viaje, (d) yun cuerno (silbato) que proporciona soldados. 2. La pérdida de los objetos (a). Uno por uno los objetos son robados por una princesa con quien el héroe juega naipes. (b) Por medio de la gorra de viaje transportan a la princesa a un lugar lejano, pero se escapa.

7 Bugeta: "Cierto género de vaso pequeño y pulido en que se echan olores. Díxose assí porque de ordinario se hazen estas buxetas de box, que es madera dura y sin poros, que casi parece huesso en su dureza", SEBASTIÁN DE COVARRUBIAS, Tesoro de la lengua castellana o española, Turner, Madrid, 1979.

8 Helsinki Suomalainen Tiedeakatemia, 1995.

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3. La manzana mágica. El héroe come una manzana que le hace brotar cuernos en la cabeza; luego encuentran una fruta que los quita. 4. La recuperación de !.os objetos. (a) El héroe regresa a la corte y logra obligar a la princesa a comer una manzana; le salen cuernos de la cabeza. (b) En recompensa por haberla curado, le devuelve los objetos mágicos.

Aurelio de Llano en sus Cuentos asturianos¡ recoge una narración con el título "Las tres prendas de Pedro" (un cinto, una espada y una colcha), de las que el héroe es desposeído y sólo logra recuperar por medio de una docena de peras y otra de pavías que, como en el cuento narrado por Abarca de Bolea, logran que aparezcan los cuernos y desaparezcan.

Las frutas mágicas con las que recobran los objetos perdidos forman parte igualmente del tipo número 567 de Aarne y Thompson, pero en este caso se trata de un único objeto y muy particular: "El corazón mágico del pájaro", del que Julio Camarena y Maxime Chevalier ofrecen un ejemplo en su Catálogo tipológico del cuento folklórico español: "El pájaro de los diamantes". Esta vez, el protagonista intenta conseguir el preciado corazón que le ha sido arrebatado por una mujer. Para tal fin utiliza unos higos y un poco de hierba, con las mismas propiedades que la manzana y los higos, respectivamente, del relato anterior. Y es que el poder de ciertos frutos en la vida del hombre, y en algunos casos su carácter simbólico, forma parte de la tradición tanto popular como culta. Además de la famosa manzana de la discordia o de las manzanas de oro del jardín paradisíaco de las Hespérides, hay que aludir a aquella que abrió la puerta del pecado original al mundo, la manzana del árbol del bien y del mal, aspecto que no se le escapa a Abarca de Bolea al afirmar, en relación con el momento en que Lisardo hinca el diente al fruto, que "No hizo reparo este mozo en el daño general que otras manzanas causaron al género humano".

Ese primer motivo de la pérdida de objetos mágicos {tipo 563) ha sido localizado, además, por Luis Estepa y José Manuel Pedrosa en Ruanda, en una versión oral relatada por un joven de 15 años: "La escudilla, el molinillo y el bastón mágicos" 1º.

Pero más allá de las fuentes y de los paralelos de este motivo folklórico, me interesa señalar aquí el modo en que doña Ana Francisca Abarca de Bolea lo insertó en una obra marcada por un fin religioso

9 GEA, Oviedo, 1993, núm. 5. 10 Mitos y cuentos del exilio de Ruanda, Sendoa, Oiarzun, 2001, núm. 39.

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claro, más allá de lo estrictamente didáctico-moral que, en principio, se deduce de la lectura del cuento.

Sirvan de ejemplo, algunas de las apostillas introducidas por la autora desde el comienzo mismo del relato: así, el padre deja su herencia una vez que ha cumplido "con las leyes de católico". Describe a su esposa la primera vez que la vio, tomando como punto de referencia a la Virgen: "Toda ella era un perfecto dechado de la Madre del Amor, en la hermosura". Insiste en el modo en que consiguió su conversión: "La persuadí que recibiera la ley evangélica y dejase los errores de la gentilidad", e incluso en el momento en el que él mismo le imprime el sello del bautismo: "Procuré asegurarla luego para la bienaventuranza y, en un cristalino arroyo que me servía de espejo a la vista y copa al gusto, la dije las misteriosas palabras con que se imprime en el alma el espiritual carácter del santo bautismo". Al entregarle a sus hijos los objetos mágicos les pide que "hagáis una casa o hospital con título del señor san Juan Baptista, a quien debo todo mi ser". Es curioso, asimismo, que el joven Lisardo conozca a Florisbella en la iglesia mientras en el sermón se trata del misterio de la Inmaculada concepción de María. Y el broche moral se cierra, coincidiendo con el final de la obra, con el arrepentimiento de los protagonistas y con la promesa cumplida que Lisardo había hecho a su padre:

Habló Lisardo con el arzobispo, haciéndole dueño de todas las joyas que había sacado de las de Florisbella y treinta mil ducados de su bolsillo, para que, en el bosque donde halló su ruina y remedio, se hiciera un rico templo y convento de la religión de san Juan, con un hospital a donde se albergasen otros que padecieran necesidades y desdichas como la suya... Florisbella... quiso imitar a Lisardo, fundando a su ejemplo en el mismo bosque un convento de religiosas, donde tomó el hábito y acabó con gran fama de virtud. Fundó así mesmos dos colegios ...

Los distintos paralelos que existen de alguno de los motivos presentes en este relato evidencian no sólo el éxito que tuvo, sino también la funcionalidad de los resortes que lo sustentan, que, en el caso concreto de la Vigilia y octavario, se basa en lo puramente religioso: también aquí Lisardo, el hijo menor, el inconsciente o el confiado, rompe el secreto que le había hecho guardar su padre y confiesa ante la astuta Florisbella cuál es su tesoro. Es la vanidad la que le conduce a perder no sólo su bolsillo, sino también la bujetilla y la sortija de sus hermanos. Su insensatez le conducirá a la pobreza. Inmerso en la desgracia se encomendará al Santo

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y, como caídas del cielo, llegarán esas frutas. La lección está servida. Lisardo es un héroe que ha errado su camino, al desobedecer los consejos de su padre, pero sabe enmendar la situación. El final que le espera es la boda con Casandra, criada de Florisbella, y para que todo termine bien, se construye una ermita a San Juan.

La narración concluye con el caer de la tarde y la despedida de los pastores. Habrán de pasar varios días para que se animen de nuevo a contar historias. Será en el capítulo 12 con la Novela del fin bueno en mal principio.

NOVELA DEL FIN BUENO EN MAL PRINCIPIO El argumento de esta obra es algo más enrevesado que el anterior. Se trata de la historia de dos estudiantes en Salamanca, uno de origen portugués, Fulgencio, y otro milanés, Lisardo. Cuando el primero está visitando a su amante, que está a punto de morir, llega inesperadamente su esposo, por lo que aquél se ve obligado a esconderse en el baúl de las joyas. La esposa, entonces, le hace prometer al marido que cuando muera la enterrará junto a aquel arca. Y así lo hace.

Por su parte, Lisardo ha sido engañado por una mujer que, haciéndo-se pasar por su hermana, le ha robado su dinero. Como resultado de uno de sus embustes, el pobre Lisardo ha acabado embadurnado de "pegajosa liga". Para limpiarse se introduce en el interior de un pozo, causando el terror a tres hombres que precisamente se dirigían a robar el baúl enterrado.Junto a ellos intenta recuperar el tesoro, pero una vez allí, sus compañeros huyen al escuchar voces procedentes del baúl, que Lisardo identifica con las de su amigo Fulgencio. Atraídos por los bienes allí sepultados, se acercan también el sacristán y dos frailes. Al descender uno de ellos, Lisardo le coge un pie haciéndole huir atemorizado. Una vez fuera de la bóveda, Fulgencio y Lisardo van en busca de la fingida hermana para que le restituya sus bienes. Ésta, a punto de morir, se arrepiente de lo cometido y pide un confesor.

La gran erudición de la monja aragonesa se percibe también en esta segunda narración, que, como apunta Campo Guiral, pudo tomar del Aviso IV de El Curial del Parnaso, de Matías de los Reyes, que lleva por título "En que por un suceso notable se muestra el trato del amor lascivo y el peligro que resulta de la comunicación de las mujeres". Esta obra fue publicada en 1624, mientras que la Vigilia y octavario apareció en 1679, aunque tenemos constancia de que fue escrita con anterioridad. El cotejo

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de ambos textos pone en evidencia la comunión de elementos, aunque no el plagio, como indicaba King11

:

Novela del fin bueno en mal principio Aviso IV(I624) (7679)

l. Don Fulgencio y Lisardo (ami- l. Felisardo y Aurelio (amigos) gos)

2. Lisardo marcha en busca de su 2. Aurelio va en busca de su herma-hermana (que resulta ser una embus- na tera)

3. Don Fulgencio se enamora de do- 3. Felisardo se enamora de Parcia ña Clara pero aparece también una doña Flora

4. Doña Flora, enferma, manda lla- 4. Felisardo visita a Parcia, que está mar a don Fulgencio. Al llegar el enferma. Cuando llega el marido lo marido, esconden a su amante en el esconde en el arca donde guarda las baúl, junto a sus joyas. joyas.

5. Doña Flora le hace prometer a su 5. Parcia, enferma, le hace prometer marido que cuando muera pondrá a su marido, que cuando muera el baúl en la misma bóveda, pues no pondrá el arca en la misma bóveda, quiere que si se vuelve a casar, su pues no quiere que si se vuelve a nueva esposa disfrute de sus pose- casar, su nueva esposa disfrute de siones. sus posesiones.

11 "Por lo que respecta a la acusación de plagio emitida por King, creo poder opinar, después de un estudio comparativo de las dos novelitas implicadas, que el «Aviso IV» de El Curial del Parnaso y la «Nove la del fin bueno en mal principio» son dos obras aproximadamente de la misma extensión material y que, temáticamente, presentan situaciones esencialmente iguales, pero con la diferencia de que Matías de los Reyes estructura con ellas el cuerpo del relato, mientas que doña Ana de Bolea las utiliza parcialmente, con un tratamiento escueto dentro de una novela de mayor complejidad argumental. Si a esto unimos las muchas diferencias observadas en la comparación de las secuencias paralelas, podríamos llegar a la conclusión de que, aun suponiendo que doña Ana hubiera conocido la obra de Matías de los Reyes, no es justo considerar como plagio la «Novela del fin bueno en mal principio» y también parece algo exagerado el juicio de que «está tomada casi en su totalidad del Aviso IV de El curial del Parnaso»", CAMPO GUIRAL, pp. xc-xci.

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6. Lisardo va a ver a su supuesta 6. Aurelio, engañado por su supues-hermana y ésta le engaña y acaba ta hermana, entra en una recámara embadurnado. Se mete en el pozo de en la que acaba embadurnado de una noria para limpiarse y al ir a excrementos. Ella aprovecha para ro-salir escucha a tres hombres que barle. En el camino encuentran a van a beber. En esto sale Lisardo, Felisardo, pero como huele tan mal, asustando a todos. lo meten en un pozo para que se la-

ve. En esto llegan unos frailes y al verle salir, huyen despavoridos.

7. Ellos que iban en busca del teso- 7. Los hijos de Octavio convencen a ro, piensan que es el alma de la di- Aurelio para que sea él quien se fun ta. U na vez en el santuario, se adentre a la bóveda Los hijos de encuentran con Lisardo, causa de Octavio le sacan y le conducen a la su susto, y le convencen para que bóveda. Uno de los frailes se aden-baje al interior de la bóveda. Pero tra, y Aurelio le tira de una pierna, cuando quitan la losa escuchan rui- por lo que temerosos salen huyen-dos y asustados dejan al pobre Li- do. sardo en el interior. Al mismo tiem-pu, el sacristán y dos frailes planean también desenterrar el tesoro. Lisar-do escucha las voces de su amigo, dentro del baúl. Cuando el sacris-tán comienza a bajar, Lisardo le tira de un pie, y dando voces huyen.

Muchos autores de libros de pastores vieron en la novela corta un cúmulo de elementos de los que nutrirse para remozar aquel género, que no podía avanzar valiéndose de sus propios recursos y convocaba, por ello, a otros procedentes tanto de novelas anteriores que habían dejado huella en el lector, como de las nuevas experimentaciones que se estaban llevando a cabo en el campo de la ficción narrativa del mo-mento.

Son muchas las ocasiones en las que relatos de índole cortesana se entremezclan con lo pastoril, de manera especial y evidente en el siglo xvrr. Lo estamos comprobando en el caso de la Vigilia, y no faltan ejem-plos en otros muchos. Entre ellos, La Cintia de Aranjuez, de Gabriel de Corral (Madrid, 1629), cuya principal particularidad estriba en la con-cepción de la obra como una fingida Arcadia. La protagonista, Cintia, adopta el disfraz pastoril y marcha al campo. Otros personajes la imi-tan. No es de extrañar, por tanto, que en este ambiente de cortesanos

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metidos a pastores surjan historias de índole más urbana. En el libro IV, se cuenta la del baúl que sirve de urgente refugio para el amante ante la llegada del marido. Se trata de un motivo recurrente en la nove-la corta, aunque también aparece reiteradas veces en la cuentística12

En la indisposición de Marcela me di a creer que algunos desvíos de mi condición se la avían causado, y por su mal o saber la causa, de-terminé verla en la cama, y aviendo salido su marido, entré a este efeto en su casa, mas diziéndome que moría con veneno y que yo me librasse de su alevoso enojo, sentimos que venía en tal aprieto que solo pude para esconderme, meterme en esse baúl, que cerró Marcela ya sin brío, muy cerca de la última hora. Entró el marido y viendo que se iba ya acabando, no quiso apartarse de su cabecera, y ella rogóle con muchos encarecimientos que supuesto que por que-dar moc;o se avía de casar, a lo menos algunas niñerías suyas que estavan en aquel baúl no las gozasse quien sus brac;os, que importa-van poco y tendría mucho consuelo en que las gozasse vuestra her-mana, y fuese tan presto, que se la embiassen luego. Casi estas fue-ron sus últimas palabras, y al punto por mostrarse muy en amor de la difunta, la embió luego estas prendas, sin querer abrir el baúl (168rv).

Tanto en la Vigilia, como en El Curial e incluso en La Cintia, el amante visita a la amada en el lecho de muerte. La llegada inesperada del mari-do le lleva a esconderse en un baúl donde se encuentran las posesiones de ella. Ésta, como último deseo, solicita al marido que sea enterrado junto a ella, o que se envíe a una amiga, como sucede en la obra de Ga-briel de Corral.

Es necesario reseñar que precisamente en esta novela Abarca de Bolea incorpora siete composiciones poéticas13

, dos de las cuales ("So-

12 Véase ST!TH THOMPSON, Motif Index offolk literature, Indiana University Press, Indiana, 1962, t. 4, K1555: "Husband carries offbox containing hidden paramour". También el Kl 521.2 "Paramour succesfully hidden in chest". K1555.0.1. "Dying woman lures paramour into chest. Asks husband to bury chest with her". Y también AARNE y THOMPSON, Los tipos del cuento folklórico. Una clasificación: l 419K*: "El amante escondido en el cajón, etc. U na esposa esconde a su amante en un plumón, en un guardarropa, en un cajón. Se escapa ... "

13 "Liras a unas viruelas", "Soneto a un retrato de la reina nuestra señora", "Soneto Fúnebre", "Décima a San Edmundo, arzobispo", "Décima a San Hermano", "Siguidillas a doña Francisca de Portugal", y "Décima a Santo Tomás de Aquino".

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neto fúnebre" y "Soneto a un retrato de la reina nuestra señora") fue-ron presentadas a dos certámenes organizado el uno a raíz de la muerte del príncipe Baltasar Carlos -que le valió el segundo premio-, y el otro con motivo de la boda de Felipe IV y Mariana de Austria.

Buena parte de este material que procede de acarreo se lo apropia la religiosa de Casbas para introducir algunas composiciones, como ya hemos visto, o algunos temas que le merecen interés: por ejemplo la ciudad de Zaragoza, que describe; la orden del císter, a la que la monja pertenecía, y a la que dedica varios elogios: "Mucho se aficionó Lisardo a la religión del Císter y propuso serle muy devoto, acordándose tam-bién de cuán favorecida había sido de todos los mayores príncipes de Europa" (p. 328).

La intención religiosa es aquí menos evidente que en el Apólogo. No obstante, no faltan lugares en los que aprovecha la religiosa para pre-sentar una lección moral, especialmente al final de la obra cuando Isbe-lla, la fingida hermana de Lisardo, reconoce su error, se confiesa y deja a éste como heredero de todos sus bienes.

No acababan de ponderar estos caballeros los varios sucesos que habían tenido en sus juveniles años, lo poco que hay que fiar en las cosas de esta vida y lo mucho que obra el roedor gusano de la con-ciencia, la bondad de Dios, lo grande de su paciencia y lo incierto de nuestro fin, teniéndole cuando menos le esperamos.

Ninguna de estas historias está relacionada con la principal y desde luego poco tienen que ver entre sí, salvo por la forma en que Abarca de Bolea las insertó en el conjunto de la Vigilia y octavario. Así, en ambas se produce el habitual cambio de la voz narradora: para el primero, Mile-no se erige en narrador; y para el segundo, Gerardo. Aquél manifiesta que quiere contar el apólogo porque en él "se trataba mucho de la reli-gión del santo precursor". La excusa del segundo cambia, pues como él mismo dice, refiere la historia por "dar las gracias al señor donjuan". Y, por supuesto, otra similitud formal -puesto que no temática- entre estos dos relatos es su extensión, que -hemos de suponer- ocupa bue-na parte de la jornada de los pastores, ya que, en ambos casos, cuando concluyen se despiden hasta el día siguiente.

Con grandes aplausos celebraron los pastores y serranas el bien re-ferido apólogo, dando gracias a Mileno por el gran día que les había dado. Pidíó perdón el mayoral de haberse dilatado más de lo que él quisiera y requería el tiempo. Y, quedando aplazados para el día

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siguiente, se encaminaron a sus chozas, pidiéndole a Marica les ale-grara con su buena voz, cantándoles algún romance (p. 110).

Dio fin Gerardo a su bien dispuesta novela, asegurando que mu-chas cosas de las contadas en ella eran verdades. Quedaron todos muy gozosos del buen día que les había dado y, viendo que iban ocupando parte de la tierra las opacas sombras y que la noche iba tendiendo su negro manto, hizo Gerardo se les previniera la cena, que fue tan grandiosa como la comida ... (p. 346).

En estas dos narraciones, los pastores no pasan de ser meros oyentes de lo que allí se está contando.

CUENTECILLOS RIDÍCULOS Y VERDADEROS Además de estos dos relatos, Abarca de Bolea inserta otros nueve, mu-cho más breves y de carácter cómico, bajo el título de "Cuentecillos ridículos y verdaderos", basados en el desconocimiento y mal entendi-miento de la lengua latina, aspecto del que habló Luis Gil Fernández en el Panorama social del Humanismo español (1500-1800)14, y que aparece ampliamente documentado en la tradición popular. Un ejemplo de los incluidos por Abarca de Bolea es el siguiente:

El canónigo me dijo: "Los días pasados llegó a mí una mujer secular y me preguntó qué teníamos en nuestra iglesia que todos los días que iba a vísperas oía que decían: «No te inquietes, no te inquietes». Confieso que me hizo estar confuso, hasta que di en la cuenta que lo decía por la bendición de las Completas, que dice: «Noctem quie-tam» ... Prosiguió el canónigo, refiriendo que una mujer de un labra-dor le dijo un día que siempre que oía misa decía una Ave María por el que compró la reja, que se holgaba mucho de ver cómo lo cantaban todos los días, entendiendo por eso aquellas palabras: «Cum prole regia»" (pp. 243-244)15

CONCLUSIONES Con el Apólogo de la ventura en la desdicha, la Novela del fin bueno en mal prin-cipio y estos nueve cuentecillos, la monja aragonesa consigue crear toda una miscelánea muy del gusto de la época, siguiendo siempre la máxi-

14 Tecnos, Madrid, 1997, pp. 48-58. 15 Acerca de esto, véase LUIS GIL FERNÁNDEZ, "La «barbarie» hispánica", en

Panorama social del humanismo español (7500-7800), Tecnos, Madrid, 1997.

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ma horaciana del "prodesse et delectare", pues la materia popular es lo suficientemente maleable como para orientar su carácter didáctico ha-cia lo religioso.

El conocimiento de los géneros narrativos y su utilización, la llevan a situarse en un puesto de importancia entre las pocas mujeres escrito-ras del momento, como María de Zayas, Leonor de Meneses o Mariana de Carvajal. Pero además, su amplia erudición, no sólo en materia cul-ta sino también popular, prestan un especial interés a esta obra que supera las expectativas de un libro de pastores al uso e incluso de un libro espiritual.

CRISTINA CASTILLO MARTÍNEZ

Universidad de Zaragoza

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