los raros la ciudad interior · del siglo xxi. fundada en el tiempo es una suerte de compendio de...

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“Una ciudad cambia más rápidamente que el corazón de un mortal”, dice Wal- ter Benjamin, de modo que aprehender el instante es hablar siempre en pasado. No obstante, por siglos, los humanos se han empeñado en grabar la historia de las ciudades y dejar constancia de esa fugaci- dad que permanece. Buscar los signos de la ciudad pasada que se manifiesta en el presente es una de las constantes en la obra de Vicente Quirarte. En sus ensayos, cró- nicas y aun en su poesía aparece como un observador de los modos en que esa ciu- dad va afectando su vida, como un flâneur del siglo XXI. Fundada en el tiempo es una suerte de compendio de los motivos recurrentes en su obra. Desde los espacios emblemáticos hasta los enseres que formaron parte de su vida (o de la nuestra) y que han desa- parecido, llevándose con ellos usos y cos- tumbres de otros años, los distintos “aires” o fragmentos textuales conducen a un re- corrido por el espacio y el tiempo que por un momento consigue ser uno solo. El ni- ño que nace en el departamento de altos 1 número 48 de Allende no es distinto del joven que oye desde el balcón de su casa a los muchachos de la ESIME en el 68 corear la consigna “Por San Juan de Letrán, por San Juan de Letrán”. Es también el que oye con fascinación las historias del viejo portero, don Pancho, narradas en la parte trasera del edificio colindante con el tem- plo de San Lorenzo, y queda condenado por años a ver “monjes que solían pasear- se, con llamas azules, en el espacio más aterrador del edificio, o los condenados a muerte por el Tribunal de la Santa Inqui- sición en la vecina Plaza de Santo Do- mingo”. Lo que nos ocurre una vez nos ocurre para siempre. Prueba de ello es que la fascinación hipnótica de esas historias no abandonó al Quirarte adulto que escri- be y reescribe de distintos modos la ciudad. Desde un punto de vista objetivo todas sus historias son historias de aparecidos. “Nacer en el Centro es estar en el centro de todas las cosas”, dice, y para él, las co- sas son la lectura de un principio imanta- dor en el que se resumen vida, lecturas, andanzas. Si es cierto, como dice Salvador Novo, a quien le tocó vivir una ciudad que ya se acercaba a lo monstruoso, que “uno llega, si vive en (la ciudad) muchos años, a no ejercer más que unos sitios”, es verdad también que el registro de un solo cua- drante, el primer cuadrante, puede ser el de muchos más, que se replican como ca- jas chinas, y es sin duda también el descu- brimiento de sus secretos más poderosos. De la fundación del Templo Mayor a la inauguración del Metro, pasando por las rutas de autobuses y tranvías que salían a extender la ciudad a sus márgenes, no hay autor que haya escrito sobre la Ciudad de México de los que aparecen en el libro (no aparece citada ninguna autora) que no par- ta o se refiera al Centro como el origen de todos nuestros asombros y males urbanís- ticos. La maestría de Quirarte y uno de sus rasgos más originales, me parece, está en hacer alusiones paralelas entre lo visto y lo vivido con la literatura de esos otros que leyeron antes que él esos mismos pa- sos. “Cuando nací, hacía diez años que Efraín Huerta había publicado Los hom- bres del alba, primer libro de poemas ín- tegramente dedicados a la Ciudad de Mé- xico. De esa época es también el cuadro panorámico de Juan O’Gorman donde aparece la capital vista desde el Monu- mento a la Revolución”. Ya antes había dicho que “cuando daba mis primeros pasos en (la ciudad), Agustín Yáñez es- cribía Ojerosa y pintada, novela donde el cuerpo de la ciudad es recorrido por un taxi. El conductor no actúa, en sentido estricto, pero su oído registra las voces de la urbe […]. Dos décadas más tarde, Luis Arturo Ramos escribiría Violeta-Perú, nombre de una línea de autobuses don- de sus personajes experimentan metamor- fosis internas mientras miran la urbe des- de el autobús”. Para el autor de esta compilación de ensayos, crónicas y poesía, hablar de auto- res es también reconstruir el momento his- tórico y las condiciones en que escribieron. Y ofrecernos la ciudad vivida y experimen- tada por ellos en el momento de la escri- tura. En un capítulo memorable, habla de la relación de Gilberto Owen y Federico García Lorca con Nueva York, una rela- ción diametralmente opuesta pese a que ambos llegan a esa ciudad en fecha cercana (1928 y 1929, respectivamente). De Lorca sabemos que escribió su libro más audaz (Poeta en Nueva York) y que nunca apren- dió inglés. Owen, en cambio, dice Qui- rarte, “llegaba con una herida amorosa” y quizá por ello tenía la necesidad de salir de sí y conocerlo todo. Entre las cartas de amor a Clementina Otero y a los Contem- poráneos, sorprende una escrita en 1929 y dirigida a Xavier Villaurrutia en la que revela su pasión por el Metro (p. 136). En carta del 22 de abril de 1929 a Xavier Vi- llaurrutia comenta: “Quisiera presentar- te a mi subway. Tenemos la misma edad, dicen unos carteles que he visto, nacidos tú, él, Salvador y yo en 1904, déjame decir- RESEÑAS Y NOTAS | 95 Los raros La ciudad interior Rosa Beltrán

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Page 1: Los raros La ciudad interior · del siglo XXI. Fundada en el tiempo es una suerte de compendio de los motivos recurrentes en su obra. Desde los espacios emblemáticos hasta los enseres

“Una ciudad cambia más rápidamenteque el corazón de un mortal”, dice Wal-ter Benjamin, de modo que aprehenderel instante es hablar siempre en pasado.No obstante, por siglos, los humanos sehan empeñado en grabar la historia de lasciudades y dejar constancia de esa fugaci-dad que permanece. Buscar los signos dela ciudad pasada que se manifiesta en elpre sente es una de las constantes en la obrade Vicente Quirarte. En sus ensayos, cró-nicas y aun en su poesía aparece como unobservador de los modos en que esa ciu-dad va afectando su vida, como un flâneurdel siglo XXI.

Fundada en el tiempo es una suerte decompendio de los motivos recurrentes ensu obra. Desde los espacios emblemáticoshasta los enseres que formaron parte desu vida (o de la nuestra) y que han desa-parecido, llevándose con ellos usos y cos-tumbres de otros años, los distintos “aires”o fragmentos textuales conducen a un re -corrido por el espacio y el tiempo que porun momento consigue ser uno solo. El ni -ño que nace en el departamento de altos1 número 48 de Allende no es distinto deljoven que oye desde el balcón de su casa alos muchachos de la ESIME en el 68 corearla consigna “Por San Juan de Letrán, porSan Juan de Letrán”. Es también el queoye con fascinación las historias del viejoportero, don Pancho, narradas en la partetrasera del edificio colindante con el tem-plo de San Lorenzo, y queda condenadopor años a ver “monjes que solían pasear-se, con llamas azules, en el espacio másate rrador del edificio, o los condenados amuerte por el Tribunal de la Santa Inqui-sición en la vecina Plaza de Santo Do -mingo”. Lo que nos ocurre una vez nos

ocurre para siempre. Prueba de ello es quela fascinación hipnótica de esas historiasno abandonó al Quirarte adulto que escri -be y reescribe de distintos modos la ciudad.Desde un punto de vista objetivo todassus historias son historias de aparecidos.“Nacer en el Centro es estar en el centrode todas las cosas”, dice, y para él, las co -sas son la lectura de un principio imanta-dor en el que se resumen vida, lecturas,andanzas.

Si es cierto, como dice Salvador Novo,a quien le tocó vivir una ciudad que ya seacercaba a lo monstruoso, que “uno llega,si vive en (la ciudad) muchos años, a noejercer más que unos sitios”, es verdadtambién que el registro de un solo cua-drante, el primer cuadrante, puede ser elde muchos más, que se replican como ca -jas chinas, y es sin duda también el descu -brimiento de sus secretos más poderosos.De la fundación del Templo Mayor a lainauguración del Metro, pasando por lasrutas de autobuses y tranvías que salían aextender la ciudad a sus márgenes, no hayautor que haya escrito sobre la Ciudad deMéxico de los que aparecen en el libro (noaparece citada ninguna autora) que no par -ta o se refiera al Centro como el origen detodos nuestros asombros y males urbanís -ticos. La maestría de Quirarte y uno desus rasgos más originales, me parece, estáen hacer alusiones paralelas entre lo vistoy lo vivido con la literatura de esos otrosque leyeron antes que él esos mismos pa -sos. “Cuando nací, hacía diez años queEfraín Huerta había publicado Los hom-bres del alba, primer libro de poemas ín -tegramente dedicados a la Ciudad de Mé -xico. De esa época es también el cuadropanorámico de Juan O’Gorman donde

apa rece la capital vista desde el Monu-mento a la Revolución”. Ya antes habíadi cho que “cuando daba mis primerospa sos en (la ciudad), Agustín Yáñez es -cribía Ojerosa y pintada, novela donde elcuerpo de la ciudad es recorrido por untaxi. El conductor no actúa, en sentidoestricto, pero su oído registra las vocesde la urbe […]. Dos décadas más tarde,Luis Arturo Ramos escribiría Violeta-Perú,nombre de una línea de autobuses don -de sus persona jes experimentan metamor -fosis internas mientras miran la urbe des -de el autobús”.

Para el autor de esta compilación deensayos, crónicas y poesía, hablar de auto -res es también reconstruir el momento his -tórico y las condiciones en que escribieron.Y ofrecernos la ciudad vivida y experimen -tada por ellos en el momento de la escri-tura. En un capítulo memorable, habla dela relación de Gilberto Owen y FedericoGarcía Lorca con Nueva York, una rela-ción diametralmente opuesta pese a queambos llegan a esa ciudad en fecha cercana(1928 y 1929, respectivamente). De Lorcasabemos que escribió su libro más audaz(Poeta en Nueva York) y que nunca apren-dió inglés. Owen, en cambio, dice Qui-rarte, “llegaba con una herida amorosa” yquizá por ello tenía la necesidad de salirde sí y conocerlo todo. Entre las cartas deamor a Clementina Otero y a los Contem -poráneos, sorprende una escrita en 1929y dirigida a Xavier Villaurrutia en la querevela su pasión por el Metro (p. 136). Encarta del 22 de abril de 1929 a Xavier Vi -llaurrutia comenta: “Quisiera presentar-te a mi subway. Tenemos la misma edad,dicen unos carteles que he visto, nacidos tú,él, Salvador y yo en 1904, déjame decir-

RESEÑASY NOTAS | 95

Los rarosLa ciudad interiorRosa Beltrán

Page 2: Los raros La ciudad interior · del siglo XXI. Fundada en el tiempo es una suerte de compendio de los motivos recurrentes en su obra. Desde los espacios emblemáticos hasta los enseres

nos generaciones de subweyes, fácilmen-te muertos”.

Salvador Novo adopta también el sub-way y la cafetería, dos costumbres que con -sidera “estados de conciencia”, mientrasque Efraín Huerta lo incorpora de inme-diato a su inventario poético. El tren sub-terráneo que determinará a la “Generacióndel Metro”, la de los Contemporáneos, yque en ellos funciona como metáfora dequien busca desentrañar el sentido del dis -curso, es para Quirarte, a varios años dedistancia, el símbolo del carpe diem y el ins -

tante fugitivo: “ser capaces de asir lo que lle -ga es lo único que tenemos en las manos”.

Increíblemente, casi al mismo tiempo,Oliverio Girondo escribe sus Veinte poemaspara ser leídos en tranvía (1922) mientrasque el joven y desconocido (dos adjeti -vos que dan la sensación de no pertene-cerle) Jorge Luis Borges “debió su lecturade La Divina Comedia a la parsimonia deltranvía que abordaba cuando no recorría apie las calles de su fervoroso Buenos Aires”.Y la experiencia de andar en un transporte(Metro, tranvía) es palpable en lo que leen

y escriben. El primero es vértigo, mo der -nidad, encuentro imposible con los otros.El tranvía propicia en cambio meditacio-nes nostálgicas como la de Girondo: “¿porqué, a veces, sentimos una tristeza pareci-da a la de un par de medias tiradas en unrincón?”. Quirarte concluye este aparta-do con una línea impecable: “El tranvíaes el último de los románticos”.

Aunque las ciudades nazcan en prin-cipio como intentos de estructuras equi-libradas “para crecer en armonía con sususuarios” es inevitable que en algún mo -mento de su historia aparezcan los “gue-tos”, los márgenes. La intención renacen-tista que tuvieron los españoles tras la caídade Tenochtitlán en la que “se apresurarona marcar los límites de la ciudad destina-da a los vencedores” no impidió que loque estaba más allá de la traza lo dejarana los barrios periféricos “donde los venci-dos se hacinaban”. Y como una ciudad estodos sus territorios, los barrios bajos apa -recen en las litografías de Casimiro Cas-tro, en los “lunares sociales” del Porfiria-to y en los espacios disidentes de nuestrascasas. Trapecista sin red, Quirarte da unsalto de los puentes y las hacinadas peri-ferias a clósets y cajones y cuartos de lavadoy demás “guetos personales”, esas áreasde escaso tránsito visual, que con los añosavanzan como esos inquilinos invisiblesde “casa tomada”. Desde La invencible,Quirarte me deslumbró por su capacidadde unir espacio exterior con el submun-do de la biografía personal. En esta obra,la oscuridad de Peter Parker es también lade Vicente, cuando no puede ir de edifi-cio en edificio porque no siempre se pue -de ser el Hombre Araña. De modo queen muchas de sus páginas más dichosas ellector podrá ver cómo quien escribe ponebarricadas a ese enemigo cotidiano que nosinterrumpe y trata de meterse a las ho rasmás insospechadas en nuestro día. Cómohacer cuando las manos no son suficientebulldozer para acabar con los recuerdos que“se agrupan en pandillas”, que irrumpeny nos vuelven a la zona marginal de nues-tras vidas imperfectas.

96 | REVISTADE LA UNIVERSIDADDE MÉXICO

Vicente Quirarte, Fundada en el tiempo. Aires de varios ins -trumentos por la Ciudad de México, UNAM/Direcciónde Literatura, México, 2015, 227 pp.