los políticos y el medio ambiente

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Los políticos y el medio ambiente… Hace pocos días se le dio media sanción, ya que recién paso por la Cámara de Senadores, al proyecto sobre la Directriz Nacional de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Sostenible del Espacio Costero del Océano Atlántico y del Río de la Plata. El espacio costero, ha sido sometido a altas presiones resultantes de múltiples factores: económicos, recreación, residencia, turismo, etc. Abarca casi el 5 % del territorio nacional. Por lo tanto, es fundamental promover el desarrollo costero conciliado con la conservación de la costa como recurso natural y como bien económico y social, debiendo tener como base orientaciones para su intervención, por lo que es un desafío para la sociedad y el Estado. Esta directriz es un importante avance. Pero nos queremos referir a una parte del enfoque que algunos actores le dan a este tipo de discusiones cuando aparece el tema ambiental. Ecologismo, conservacionismo, terrorismo ambiental, la venganza de la naturaleza, el cambio climático etc, etc. En 1962 Rachel Carson, publica la Primavera Silenciosa, uno de los libros más importantes para los que amamos la naturaleza y deseamos vivir en un mundo en armonía con el medio ambiente. A partir de este libro, muchos especialistas señalan, que emerge por primera vez la llamada conciencia ambiental. Posteriormente, en 1972 se realiza la Conferencia de la ONU sobre Medio Ambiente Humano en Estocolmo y en 1992 la Cumbre de Río. Está bien, está muy bien, plantearse en una sociedad como enorme desafío la variable ambiental, como así también incorporarla cada vez más al Estado. Todos sabemos, además, individualmente que contaminar está mal, somos conscientes de eso, lo que no ha implicado en absoluto que la contaminación disminuya. Nuestros países, en América Latina, están viviendo un momento de crecimiento económico inédito, a pesar de la actual situación coyuntural de desaceleración económica. Hay megaproyectos de inversión (monocultivo de la soja, puertos, complejos hoteleros, etc). Los ciudadanos estamos atrapados en el medio, grupos ecologistas que rechazan toda nueva inversión y gobiernos que celebran alegremente cualquier megaproyecto, sin contar en muchas oportunidades con una planificación estratégica, ni con herramientas adecuadas para gestionarlos. Obviamente, el ámbito político, parlamentario, no es la excepción. Resulta cómodo para algunos políticos, una parte de la oposición, realizar el discurso ecologista, conservacionista, haciendo terrorismo ambiental, hablar del cambio climático. Descubrieron el tema. Plantean un discurso vacío, sin bases científicas, “políticamente correcto”. Para ellos y sus asesores de campaña, es un discurso que “rinde”. Mientras tanto, el Estado uruguayo, incorpora lo ambiental a su accionar, a través de la PLANIFICACIÓN. El Uruguay tiene pese a quien le pese, un Estado fuerte, en el cual se definen políticas, empresas del Estado que son motores de desarrollo y de

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Documento elaborado por el senador Leonardo De León

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Los políticos y el medio ambiente…

Hace pocos días se le dio media sanción, ya que recién paso por la Cámara de Senadores, al proyecto sobre la Directriz Nacional de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Sostenible del Espacio Costero del Océano Atlántico y del Río de la Plata. El espacio costero, ha sido sometido a altas presiones resultantes de múltiples factores: económicos, recreación, residencia, turismo, etc. Abarca casi el 5 % del territorio nacional. Por lo tanto, es fundamental promover el desarrollo costero conciliado con la conservación de la costa como recurso natural y como bien económico y social, debiendo tener como base orientaciones para su intervención, por lo que es un desafío para la sociedad y el Estado. Esta directriz es un importante avance.

Pero nos queremos referir a una parte del enfoque que algunos actores le dan a este tipo de discusiones cuando aparece el tema ambiental. Ecologismo, conservacionismo, terrorismo ambiental, la venganza de la naturaleza, el cambio climático etc, etc.

En 1962 Rachel Carson, publica la Primavera Silenciosa, uno de los libros más importantes para los que amamos la naturaleza y deseamos vivir en un mundo en armonía con el medio ambiente. A partir de este libro, muchos especialistas señalan, que emerge por primera vez la llamada conciencia ambiental. Posteriormente, en 1972 se realiza la Conferencia de la ONU sobre Medio Ambiente Humano en Estocolmo y en 1992 la Cumbre de Río.

Está bien, está muy bien, plantearse en una sociedad como enorme desafío la variable ambiental, como así también incorporarla cada vez más al Estado. Todos sabemos, además, individualmente que contaminar está mal, somos conscientes de eso, lo que no ha implicado en absoluto que la contaminación disminuya.

Nuestros países, en América Latina, están viviendo un momento de crecimiento económico inédito, a pesar de la actual situación coyuntural de desaceleración económica. Hay megaproyectos de inversión (monocultivo de la soja, puertos, complejos hoteleros, etc). Los ciudadanos estamos atrapados en el medio, grupos ecologistas que rechazan toda nueva inversión y gobiernos que celebran alegremente cualquier megaproyecto, sin contar en muchas oportunidades con una planificación estratégica, ni con herramientas adecuadas para gestionarlos.

Obviamente, el ámbito político, parlamentario, no es la excepción. Resulta cómodo para algunos políticos, una parte de la oposición, realizar el discurso ecologista, conservacionista, haciendo terrorismo ambiental, hablar del cambio climático. Descubrieron el tema. Plantean un discurso vacío, sin bases científicas, “políticamente correcto”. Para ellos y sus asesores de campaña, es un discurso que “rinde”.

Mientras tanto, el Estado uruguayo, incorpora lo ambiental a su accionar, a través de la PLANIFICACIÓN. El Uruguay tiene pese a quien le pese, un Estado fuerte, en el cual se definen políticas, empresas del Estado que son motores de desarrollo y de

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encadenamientos productivos, e instituciones públicas y privadas comprometidas con esos objetivos.

El país ha tenido y tiene un crecimiento económico sostenido y este gobierno se plantea dar un salto al desarrollo. El crecimiento como hemos visto ocurre a partir de diferentes causas. El desarrollo es algo mucho más complejo, está asociado a procesos complejos, planificados, innovadores y de alta especialización. En ese marco, aparece también la planificación ambiental estratégica. Es clave para transformar crecimiento en desarrollo. En lo ambiental, implica una visualización de futuro y la intervención para modificar, para cambiar. Por lo tanto, queda claro que el desarrollo es un concepto contrario al de conservación.

La planificación ambiental, tal como lo señalan diferentes autores, contempla aspectos culturales, técnicos y científicos de una sociedad. Implica participación, democratización de los temas ambientales, asegurando que sean tomados, adoptados por la amplia mayoría de los actores sociales. La decisión de cómo será nuestra relación con el medio ambiente, incidirá en las futuras generaciones. Debe quedar abierta para ser monitoreada y con posibilidades de ser rectificada. Lo que no queda dudas es que la planificación ambiental transforma. Es decir, SE DEFINE EL DESTINO QUE TENDRÄN LOS RECURSOS COLECTIVOS.

Este proceso implica lograr un equilibrio entre la satisfacción de las necesidades humanas y la disponibilidad futura de los recursos, una sociedad puede decidir el sacrificio de un recurso natural para obtener beneficios que tendrán un valor estratégico mayor que los propios recursos explotados. Un ejemplo es la reducción del hambre mediante el uso de un recurso no renovable, el suelo. Ese es solo un ejemplo de que no se debe contraponer entre desarrollo, producción, medio ambiente, el agricultor, el consumidor.

Un buen ejemplo de eso, lo demuestran innumerables experiencias en el mundo de agricultura en base a prácticas agroecológicas. El profesor Antonio Bello, del sur de Tenerife, investigador, uno de los principales referentes mundiales de la agroecología, planteaba lo siguiente: “El desarrollo rural y la agricultura familiar, nos está hablando de soberanía alimentaria, concepto que se ha mostrado clave en los momentos de crisis en todos los países del mundo, pero sobre todo este tipo de agricultura nos permite descubrir los valores de multifuncionalidad de la agricultura, especialmente por su función en la conservación del medio ambiente y la salud de los ciudadanos. Los valores de calidad, tanto nutritiva como ambiental, de una agricultura basada en criterios agroecológicos, es algo que ya casi nadie pone en duda. En estos momentos ningún agricultor se sentirá orgulloso de una agricultura convencional basada en el uso indiscriminado de agroquímicos y gastos sin sentido de energía, teniendo en cuenta los riesgos que este tipo de producción agraria tiene para la salud de los ciudadanos, para la conservación del medio ambiente y sobre todo por su dependencia de insumos externos innecesarios, que dejan en los sistemas productivos poco margen económico para los agricultores y da lugar a unos productos agrarios caros, cada vez más alejados de un precio justo para los consumidores. Ahora nos queda desarrollar los valores éticos y

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de compromiso social de la agricultura, que den lugar a unos sistemas productivos que respeten la dignidad de los trabajadores agrarios, con unos salarios justos, unas condiciones de trabajo que no afecten a la salud de los trabajadores, en definitiva que se preocupe de la calidad de vida de los trabajadores del campo, sin olvidar la calidad nutritiva de los alimentos y la salud de los consumidores, destacando los valores funcionales de la agricultura en la conservación del medio ambiente”.

Es en este contexto que el discurso conservacionista radical tiene un contenido tremendamente reaccionario, enfrentado a la planificación ambiental estratégica. Esta planificación como lo expresan los conceptos del Profesor Bello, contempla aspectos sociales, económicos, ambientales, incluyendo a todos los actores de una sociedad; con un enfoque de sostenibilidad.

Un buen ejemplo en Uruguay, son los planes de uso y manejo de suelos, que es la base de la política de conservación de suelos en Uruguay. Como sabemos, la erosión del suelo es el problema ambiental más importante en el Uruguay, asociado a las actividades agropecuarias. Existe la Ley de Conservación de Suelos y Aguas desde 1981. En su artículo 1° de la Ley 15.239 se declara: “de interés nacional promover y regular el uso y la conservación de los suelos y de las aguas superficiales destinadas a fines agropecuarios. Se asigna al Estado, el deber de velar por prevenir y controlar la erosión y degradación de los suelos, las inundaciones y la sedimentación en cursos de agua y en los lagos y lagunas naturales y artificiales”. Han existido reglamentaciones posteriores y decretos. Con las modificaciones han quedado incorporados dos temas importantes: la responsabilidad del propietario aunque no sea quien esté explotando la tierra y el monto de multa. La Ley incorpora el criterio de planificación de uso de suelo como lo obligatorio.

Otro de los ejemplos, está relacionado a un informe que el gobierno acaba de elaborar para ser presentado en Paris, en la XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático en diciembre de 2015, demostrando los avances en la contribución de Uruguay a los esfuerzos internacionales para mitigar el cambio climático.

El informe, para dar solo un ejemplo, muestra los impactos de los biocombustibles en el país a través de ALUR. Hay tres cadenas agroindustriales: la oleaginosa para la producción de biodiesel, la de bioetanol de caña de azúcar y la de bioetanol de cereales. Hasta el momento solo se poseen los análisis para la cadena de la caña de azúcar (estudios realizados por el CIEMAT de España y la Dirección Nacional de Energía).

En lo que refiere al sector transporte, gracias al aporte de los biocombustibles se han logrado avances significativos en cuanto a la reducción de emisiones. Desde el 2010 hasta el 2014 se produjeron 129.000 m3 de biodiesel y 126.000 m3 de bioetanol exclusivamente con materias primas de origen nacional, llegando en la actualidad a tener un 7% y un 10% de mezcla respectivamente en todo el parque automotor del país. Para el caso del biodiesel se utiliza como materias primas oleaginosos como la soja, girasol y canola, pero también se está incrementando cada vez más la participación de los aceites usados de fritura (UCO) y el sebo vacuno. Para el caso del etanol, se utiliza caña de azúcar, sorgo dulce y amiláceos como el sorgo grano, maíz, trigo y cebada. La

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producción de etanol a partir de caña de azúcar en Uruguay genera unas emisiones de gases de efecto invernadero de 28,6 gCO2equiv/MJ etanol producido en la planta. Esto supone un ahorro de un 65,9% respecto del uso de un combustible fósil de referencia cuyas emisiones se estiman en 83,8 g gCO2equiv/MJ. Además, el consumo de energía fósil en la etapa de producción de etanol, es de 0,14 MJ energía fósil/MJ etanol, lo que supone un ratio de energía fósil de 7,0. Es decir, se producen 7,0 MJ de energía en forma de etanol por cada MJ de energía fósil empleado en la cadena de producción.

Si bien se ha avanzado en los últimos años, aún existe un importante potencial de acciones en el sector transporte. La principal flota de transporte público urbano en Montevideo, Cutcsa, ha venido trabajando con ALUR, utilizando distintos porcentajes de mezcla de biodiesel con gasoil. Próximamente la empresa utilizará una mezcla de 20 % de biodiesel en gasoil.

Reflexiones finales.­

El ecologismo, como lo señala el Licenciado Aramis Latchinian, en su libro El Ambientalismo crítico, entraña la mirada totalmente antrópica, apartando al hombre del centro de la escena, colocando al hombre como un observador externo. El hombre es el problema y hay que alejarlo de la naturaleza. Un tremendo disparate, que solo promueve la cada vez mayor artificialización de nuestro entorno.

Por eso debemos hablar del ambientalismo que debe asumir que el hombre está en el centro, el ambiente rodea al hombre. El ambientalismo reconoce los problemas de degradación del ambiente provocados por las actividades del hombre, pero debe buscar en las ciencias, en la tecnología, la cultura, la solución de esos problemas. Es decir, proponer una mayor participación del hombre.

El centro debe ser plantear un discurso constructivo y que responda a las realidades locales, que analice las emisiones y consumos de cada proyecto, que promueva el análisis de riesgo ambiental, que desarrollo estándares y mecanismos de control. Esto debe tener como soporte bases científicas. En definitiva no podemos subestimar e ignorar la gravedad de los problemas ambientales, pero los mismos deberán ser tratados en el marco de una planificación donde el Estado y toda la sociedad, deberán jugar un rol fundamental. No lo ha resuelto, ni lo resolverá el libre mercado.

Albert Einstein, señalaba, “deberíamos estar alertas para evitar sobrestimar la ciencia y los métodos científicos cuando estamos hablando de problemas humanos, y no deberíamos suponer que los expertos son los únicos que tienen derecho a expresarse sobre cuestiones que afectan a la organización de la sociedad”.

El hombre es un constructor de su entorno y ese es el proyecto más importante.

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Leonardo de León

Senador