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Septiembre 2015 LOS PECADOS CAPITALES Envidia INTRODUCCIÓN La envidia es un sentimiento que todos en mayor o menor medida hemos experimentado, y que tendemos a mantener oculto o negado. Los celos, sentimiento muy emparentando con la envidia, están socialmente mejor vistos porque llevan implícita la idea de cuidado de aquellos que amamos. En el encuentro de hoy intentaremos conectarnos con el impulso autodestructivo que opera en estos sentimientos, causándonos un daño que inevitablemente se extiende también hacia nuestras relaciones. Reflexionaremos sobre el camino de sanación que nos propone el sabernos hijos amados de Dios. PRIMER MOMENTO ¿Envidia, yo? ¿Celos, yo? Parroquia Nuestra Sra. de la Guardia Envidia Tristeza o pesar del bien ajeno. Celos Sospecha, inquietud y recelo de que la persona amada haya mudado o mude su cariño, poniéndolo en otra. Diccionario de la Real Academia Española

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Page 1: LOS PECADOS CAPITALES INTRODUCCIÓN 6...Septiembre 2015 LOS PECADOS CAPITALES Envidia INTRODUCCIÓN La envidia es un sentimiento que todos en mayor o menor medida hemos experimentado,

Septiembre 2015

LOS PECADOS CAPITALES

Envidia

INTRODUCCIÓN

La envidia es un sentimiento que todos en mayor o menor medida hemos experimentado, y que tendemos a mantener oculto o negado. Los celos, sentimiento muy emparentando con la envidia, están socialmente mejor vistos porque llevan implícita la idea de cuidado de aquellos que amamos.

En el encuentro de hoy intentaremos conectarnos con el impulso autodestructivo que opera en estos sentimientos, causándonos un daño que inevitablemente se extiende también hacia nuestras relaciones. Reflexionaremos sobre el camino de sanación que nos propone el sabernos hijos amados de Dios.

PRIMER MOMENTO

¿Envidia, yo? ¿Celos, yo?

Parroquia Nuestra Sra. de la Guardia

Envidia Tristeza o pesar del bien ajeno.

Celos Sospecha, inquietud y recelo de que la persona amada haya mudado o mude su cariño, poniéndolo en otra. Diccionario de la Real Academia Española

Page 2: LOS PECADOS CAPITALES INTRODUCCIÓN 6...Septiembre 2015 LOS PECADOS CAPITALES Envidia INTRODUCCIÓN La envidia es un sentimiento que todos en mayor o menor medida hemos experimentado,

Nos introducimos al tema de la envidia y los celos con una teatralización.

El grupo se divide en dos subgrupos (en cada subgrupo tiene que haber tanto varones como mujeres). Cada subgrupo trabaja con una de las dos consignas disponibles (tarjeta Situación A y tarjeta Situación B). El subgrupo prepara un breve guión (unos pocos minutos) para representar la situación que han imaginado. Se permiten cambios en la situación con tal que se respete el espíritu de la misma.

Una vez listos los guiones, cada uno de los subgrupos actúa la escena mientras el otro hace de auditorio.

Luego de las representaciones se comparte en plenario los sentimientos que nos despertaron. Hablamos primero de la situación A, luego de la B. Se pueden tomar como guía las siguientes preguntas:

Situación A

- ¿Qué sentimientos nos despierta la situación, tanto a los actores como a los espectadores? ¿Pensamos que está entre ellos la envidia, sea en forma directa o encubierta?

Situación B

- ¿Qué pensamos de la reacción de la esposa celosa? ¿Nos sentimos identificados, o nos pareció por el contrario demasiado débil, o demasiado exagerada?

- ¿Qué pensamos de la reacción del esposo celado? ¿Cuáles serán sus sentimientos?

Una mirada psicológica acerca de la envidia

La envidia es un afecto que se considera reprochable porque, aparentemente, no lleva en sí mismo nada que pueda compensar sus aspectos negativos. La persona que siente envidia tiende a disimularla o, inclusive, a reprimirla porque le produce culpa, humillación y vergüenza.

¿Por qué sustituimos el intento de obtener lo que deseamos por la actitud envidiosa de rechazarlo, denigrarlo o destruirlo? Un conocido proverbio: “Ojos que no ven, corazón que no siente”, nos permite comprender en parte esta cuestión: cuando obtener lo que deseamos parece imposible, el lograr que desaparezca, o denigrar su valor, permite aliviar el re-sentimiento de la carencia que su percepción nos produce. Así, gradualmente, la envidia nos lleva de desear poseer el talento u objeto que envidiamos, a solamente desear destruirlos: me duele ver lo que deseo y creo no puedo obtener, y entonces “como yo no lo tengo tampoco quiero que lo tengas vos”, tal como los niños que rompen el valorado juguete sólo porque es del hermanito. La palabra “envidia” deriva del latín “invidia” que deriva a su vez de “invidere”: “mirar con malos ojos”.

De algún modo se va entonces creando un modelo de conducta habitual, envidiosa, que privilegia evitar el sentimiento doloroso de carencia mediante el ataque que destruye y denigra lo que se valora, antes que optar por un esfuerzo sostenido y confiado que conduzca a la obtención de los bienes o talentos deseados.

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No tenemos suficientes esperanzas de poder obtenerlos, y a la vez estamos disconformes con lo que sí tenemos. Nos afirmamos en un categórico rechazo a conformarnos con menos de nuestro ideal, unido a una fuerte convicción –que permanece inconsciente– de que no poseemos los talentos necesarios para poder obtener ese ideal. Este es un círculo vicioso que se realimenta a sí mismo, y que atenta contra la autoestima ya que se genera un ideal inalcanzable y a la vez inamovible.

Comentamos en plenario la opinión que nos merece esta mirada

Nos preguntamos si, en grupos humanos en los que participemos, hemos podido observar actitudes de críticas malsanas o destructivas (desde simples “chismes” hasta críticas más directas) en las que estén subyacentes sentimientos de envidia

SEGUNDO MOMENTO

El niño herido

Volvemos al eneagrama, donde los pecados capitales aparecen como vicios asociados a los distintos tipos de personalidad, cada uno de ellos relacionado a un miedo y herida dominante.

¿Cuál es la herida de infancia que nos predispone a las actitudes envidiosas?

El eneatipo número 4 (el Individualista) tiende a ser alguien muy identificado con carencias personales. Tiene la tendencia a añorar algo que le falta, y que ve en los demás al compararse con ellos. Esto puede colocarlo en un papel de víctima o incomprendido. Ve el mundo bajo una perspectiva más bien pesimista, concentrándose en lo malo e injusto.

El niño “individualista” posiblemente ha crecido con la sensación de que no le ha llegado el amor que necesitaba, porque los otros que lo rodeaban han sido mejores que él, y por lo tanto más valorados. Él ha podido sentirse solo, con lo cual ha vivido un profundo miedo al abandono, y a no poder ser sí mismo, a perder su propia identidad por falta de reconocimiento. El sentimiento de haber sido tratado en forma injusta puede llevarlo a la convicción de que el mundo está en deuda con él.

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El conocimiento de nuestras heridas y miedos “fundacionales” no nos excusa de nuestras faltas, pero nos ayuda a tener una mirada más comprensiva y misericordiosa sobre nosotros mismos y sobre los otros, como paso imprescindible hacia la sanación y el perdón.

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Una mirada psicológica acerca de los celos

La situación de origen a partir de la cual surgen los celos es el descubrimiento de que “otro” influye o domina una parte de aquello que consideramos “nuestro”.

Es posible pensar en los celos y la envidia como si fueran dos caras diferentes de una misma moneda. De hecho, en una misma situación, podemos sentir celos frente al amor que alguien que amamos prodiga a otra persona, y envidia por el amor que esa persona recibe. El psicoanalista Luis Chiozza nos dice:

“El consenso no legitima la envidia, pero legitima los celos…Se piensa que el que cela es porque ama. El celoso es solidaria y empáticamente confortado, a menos que los celos sean delirantes… Sin embargo los celos, como sufrimiento egoísta, no nacen del amor, sino que nacen del querer. El que quiere busca poseer, el que ama aspira a que el amado se desarrolle en la plenitud de su forma. Se quiere una rosa hermosa en el florero de nuestro escritorio, se la ama cuando se goza viéndola desarrollarse como parte de una planta viva. Es difícil amar lo que se quiere. En cuanto a celar lo que se ama, sólo tiene sentido si devolvemos a la palabra “celo” (en singular) su sentido primitivo de cuidado y protección. Pero este celo se diferencia claramente de los celos (en plural) como sufrimiento egoísta por el bien que se distancia.” Podemos comentar en plenario la opinión que nos merece esta mirada: ¿Cómo nos

identificamos con el sentimiento “celos”? ¿Sentimos que lo vivimos como “celo” amoroso y protector, o más bien como “celos” posesivos?

Envidia y gratitud

¿Cuál será el camino para sanarnos de la envidia y los celos? Pasará por conectarnos con la experiencia de la gratuidad: por sabernos Hijos de Dios, llamados amorosamente a la existencia sin que medie ningún mérito o talento de nuestra parte. Abriéndonos a cambiar la actitud quejosa y malsana de que “la vida nos debe” por la de vivir agradecidos, con la conciencia de ser ”agraciados”: Dios nos ha elegido como Hijos, y ha querido que cada uno de nosotros “sea”. Somos la materialización o personificación de un enorme amor: gratuito, inmerecido.

La fe en Dios nos pone en contacto con el amor gratuito, y eso nos salva: valgo por mí mismo, porque he sido amado gratuitamente. La psicoanalista Melanie Klein ofrece una mirada no religiosa de la gratitud en su obra “Envidia y gratitud”: “Quien puede apreciar de buena gana el trabajo creador y la felicidad ajena, queda a salvo de los tormentos de la envidia, de los motivos de queja y de la persecución. En tanto la envidia es una fuente de gran desdicha, una ausencia relativa de ésta es percibida como substrato de los estados anímicos de satisfacción y paz y finalmente de la cordura. Esto, de hecho, constituye asimismo la base de los recursos internos y de la elasticidad que pueden ser observados en aquellos que recuperan la paz espiritual aún después de haber atravesado una gran adversidad y dolor moral. Tal actitud, que incluye la gratitud en relación con los placeres del pasado y el goce de lo que el presente puede dar, se expresa en la serenidad…Los que sienten que han tenido participación en la experiencia y placeres de la vida, son mucho más aptos para creer en la continuidad de la vida.”

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TERCER MOMENTO Iluminación

Leemos: Lc 3, 21-22 El bautismo de Jesús

“Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección»”

El modo que Dios eligió para acercarse a nosotros es la fragilidad: Jesús aparece en nuestra vida con una profunda empatía con nuestra debilidad, con nuestra pequeñez, con nuestros límites: Él mismo la quiso para sí, y se hizo débil, humano, limitado. Asumió nuestras bajezas.

Pero en esa empatía hay un intercambio: Jesús se hace débil para que nosotros nos hagamos fuertes. Celebramos su debilidad porque es el modo que tiene de traspasarnos su fortaleza y su grandeza.

El día del bautismo Jesús se sumerge en las aguas, en nuestras propias limitaciones personales. Pero no se queda instalado ahí, sino que emerge victorioso y es en ese momento cuando queda clara su fortaleza: “Tú eres mi hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”. Jesús es fuerte porque es Hijo. Su fragilidad se fortalece en la certeza de saberse amado y sostenido por Dios Padre.

Nosotros también como Hijos estamos llamados a la transformación de nuestras debilidades. El reconocer nuestros límites es la premisa inicial de la transformación: aceptar que tenemos carencias, que tenemos que re-significar nuestras debilidades desde la confianza de que no lo haremos solos: Dios está para acompañarnos y sostenernos, y su mirada es la de un Padre amoroso y comprensivo. Que no nos ama por perfectos o meritorios sino por ser sus Hijos.

Nuestra capacidad de transformación personal tiene una medida que es la del corazón del hijo que se confía en el Padre. Cuanto más confío, desde mi propia debilidad, tanto más soy transformado. Como nos enseña Pablo:

“Yo estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Gálatas, 2 19-20)

“El Señor me respondió: «Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad»” (2 Corintios, 12, 9)

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CIERRE

Podemos dedicar unos minutos al tema de la envidia y los celos en nuestra historia, para completar nuestra crónica de vida sobre el tema de los pecados capitales.

Rezamos juntos un Padrenuestro.

Bibliografía

- “¿Por qué nos equivocamos?”, de Luis Chiozza

- “Envidia y gratitud”, de Melanie Klein

Material complementario

Documental con mirada tradicional sobre los pecados capitales: buscar en Internet (youtube): History channel pecados capitales

El eneagrama: un prodigioso sistema de identificación de los tipos de personalidad, de Helen Palmer