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8 El lenguaje
gio, una antigua lengua hablada en parte de la actual Turquía, debía de ser la len-
gua original. Esta conclusión resulta poco plausible. Es posible que los niños no
tomaran esta «palabra» de ninguna fuente humana. sino que, como diversos críti-
cos han señalado, seguramente se la debieron oír a las propias cabras (si eliminas
la terminación -kos, que fue añadida en la versión griega de la historia, y pronun-
cias lo que queda, ¿acaso no eres capaz de oír a las cabras?)
Jacobo IV de Escocia llevó a cabo un experimento similar hacia el año 1500 y
parece ser que en esta ocasión los niños empezaron a hablar en hebreo. Desgracia-
damente, los restantes casos en los que se han descubierto niños salvajes que no han
tenido ningún contacto previo con una lengua humana no parecen confirmar los re-
sultados obtenidos por este tipo de experimentos sobre el «origen divino». Los ni-
ños que viven privados de contacto con el lenguaje humano en sus primeros años
de vida no llegan a desarrollar el lenguaje (estudiaremos el caso de uno de estos ni-
ños más adelante, en el Capítulo 13). Aun en el caso de que el lenguaje hubiera te-
nido un origen divino, lo cierto es que carecemos de medios para reconstruirlo, má-
xime teniendo en cuenta los acontecimientos ocurridos en una ciudad llamada
Babel «porque allí confundió Dios el lenguaje de todo el inundo» (Ott I 1 , 9).
Los orígenes del lenguaje 9
más en su propia lengua, por lo que difícilmente pueden considerarse como tina
fuente razonable de los sonidos del habla.
Una tercera hipótesis basada en los sonidos naturales es la que se denomina la
hipótesis del «yo-he-ho» (una antigua secuencia rítmica empleada por los marine-
ros durante la sirga). Según esta teoría, los sonidos que hacen las personas al rea-
lizar un esfuerzo físico podrían encontrarse en el origen de nuestro lenguaje, espe-
cialmente cuando este esfuerzo físico lo realizaban varias personas que debían
ponerse de acuerdo. En consecuencia, un grupo de humanos primitivos habría de-
sarrollado un conjunto de gruñidos, gemidos y palabrotas que utilizarían al levan-
tar y acarrear árboles o mamuts muertos. Lo más llamativo de esta teoría es que si-
tuaría el desarrollo del lenguaje humano dentro de un contexto social. Los sonidos
humanos, con independencia de cómo se produjeran, habrían tenido algún uso re-
glamentado dentro de la vida social de los grupos humanos primitivos. Es una idea
interesante, que podría relacionarse con los usos que los humanos damos a los so-
nidos que producimos. Sin embargo, no contesta a la pregunta acerca de los oríge-
nes de estos sonidos, dado que los monos y otros primates disponen de gruñidos y
de llamadas sociales, pero no parecen haber desarrollado la capacidad de hablar.
La hipótesis de los sonidos naturales Una hipótesis bastante diferente a las anteriores acerca del origen del lenguaje se basa
en el concepto de los «sonidos naturales». En esencia, la idea consiste en que las pa-
labras primitivas podrían haber sido imitaciones de los sonidos naturales que las mu-
jeres y los hombres primitivos oían a su alrededor. Cuando pasaba un objeto volando
que emitía un sonido GRA-GRÁ, el hombre primitivo trataba de imitar el sonido que
oía y lo utilizaba para referirse al objeto asociado con dicho sonido. Y cuando otra
criatura voladora hacía CU-CÚ. este sonido natural pasaba a emplearse para hacer re-
ferencia a este tipo de objeto diferente. El hecho de que todas las lenguas modernas
contengan algunas palabras cuya pronunciación parece imitar los sonidos de la natu-
raleza podría considerarse un argumento a favor de esta teoría. En castellano, además
de cucú. tenemos chapotean bomba, mugir zumhan sisear y formas como guau-guau.
De hecho, a este tipo de hipótesis se la ha denominado la hipótesis del «guau-guau»
sobre el origen del lenguaje. Pero aunque es cierto que hay bastantes palabras en to-
das las lenguas que son onomatopeyas (es decir, que imitan los sonidos naturales), no
es fácil determinar de dónde proceden los nombres de la mayoría de las cosas de nues-
tro mundo que no emiten sonidos, por no mencionar las entidades abstractas, si la úni-
ca manera de referirse a ellas fuera imitar los sonidos naturales. Además, también po-
dría provocamos un cierto escepticismo una teoría que parece asumir que una lengua
es únicamente un conjunto de palabras utilizadas como «nombres» de entidades.
Se ha sugerido, asimismo, que- los sonidos originales de las lenguas podrían ha-
ber derivado de los gritos mediante los que según esta hipótesis, se manifiestan de
forma habitual emociones como el dolor, el enfado o la alegría. Sería así como
habría adquirido ¡Ay! sus connotaciones dolorosas. No obstante, interjecciones
corno ¡Ay!, pero también como ¡Huy!, ¡Ah!, ¡Oh! o ¡Au!, se generan habitualmen-
te con inspiraciones repentinas, al contrario de lo que sucede cuando hablamos
normalmente. Lo habitual es que los sonidos del habla se produzcan utilizando el
aire que espiramos, En esencia, los ruidos expresivos que la gente hace cuando re-
acciona emocionalmente ante algo contienen sonidos que no se militan para nada
La hipótesis de la adaptación física En lugar de centrarnos en los tipos de sonidos como posible origen para el habla ca-
racterística de nuestra especie, una alternativa consiste en examinar los rasgos físicos
que poseen los seres humanos, especialmente aquellos que difieren de los existentes
en otros seres vivos, los cuales podrían ser los responsables de la generación de los
sonidos del habla. Podemos comenzar haciendo la siguiente observación: en una fase
inicial de la evolución de nuestros antepasados se produjo una transición desde una
postura cuadrúpeda hasta una postura erguida, lo que permitió una locomoción bípe-
da y dio lugar a un reajuste de la función de las extremidades anteriores.
Algunos de los efectos que tuvo este cambio pueden observarse en las diferen-
cias físicas que existen entre el esqueleto de un gorila y el de un hombre de Ne-
anderthal, que vivió hace alrededor de 60.000 años. La reconstrucción del tracto
vocal del Neanderthal sugiere que habría sido capaz de producir algunas distin-
ciones entre sonidos que recuerdan a las que existen entre los diferentes sonidos
consonánticos. Es preciso esperar hasta hace unos 35.000 años para encontrar en
las reconstrucciones realizadas a partir de estructuras esqueléticas fosilizadas ras-
gos que comiencen a parecerse a los de los humanos modernos. En el estudio del
desarrollo evolutivo, existen determinadas características físicas, que habría que
denominar con mayor propiedad como adaptaciones parciales, que parecen ser re-
levantes para el habla. Se trata de variantes optimizadas de rasgos que se encuen-
tran ya en otros primates. Por sí solos, estos rasgos no tendrían por qué dar lugar
necesariamente a la producción del habla. pero constituyen indicios adecuados de
que una criatura que los poseyera probablemente sería capaz de hablar.
Dientes, labios, boca, laringe y faringe En la especie humana los dientes adoptan una posición recta, no estando inclinados
hacia delante. como ocurre en los monos, y además todos tienen un tamaño pareci-
do. Estas características no resultan particularmente beneficiosas para cortar o desga-