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Actas XIV Congreso AIH (Vol. IV). Margarita SAONA. Los márgenes de la patria potestad: «El... - Los márgenes de la patria potestad: El dock de Matilde Sánchez 1 y la familia argentina después del proceso Margarita Saona UNIVERSITY OF ILLINOIS AT CHICAGO EN LA LITERATURA LATINOAMERICANA la nación ha sido imaginada muchas veces a través de la representación de la familia. En las postrimerías del siglo veinte, cuando las naciones latinoamericanas están enfrentando crisis de diversa índole, aparecen novelas en las que esas crisis se manifiestan a través de intentos de concebir nuevas formas de articulación familiar. El caso de Argentina es particularmente dramático, pues la violencia de la dictadura militar tuvo secuelas que afectaron de manera trágica a la propia noción de familia: los hijos de los desaparecidos fueron secuestrados y criados como propios por los mismos responsables de la desaparición de los padres. La «novela familiar» de los militares argentinos consistió en inventar familias utilizando para ello a los niños de las familias que ellos mismos habían destruido.2 Más de veinte años más tarde, las abuelas de esos niños, a través de la organización de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo 3 , Matilde Sánchez. El Dock. Buenos Aires: Planeta, 1993. En su artículo «Rewriting the Classics: Antigona furiosa and the Madres de la Plaza de Mayo.» Diana Taylor examina la manera en la que la Junta Militar argentina utilizaba una retórica edípica en la que las fuerzas armadas representaban al padre autoritario que debía disciplinar a los hijos que atentaban contra su autoridad y contra la integridad del cuerpo materno, la Patria maternal. La retórica de la familia se aplica a la unidad nacional, al mismo tiempo que familias concretas son destruidas para reconstruir artificialmente otras familias. El análisis de Taylor se centra en el la forma en que Griselda Gambaro resemantiza el uso de esa retórica familiar y en los problemas que se plantean en una práctica política como la de las Madres de Plaza de Mayo, que usa como arma opositora los propios límites que el estado pretende adjudicarle al papel de la mujer en la sociedad. Diana Taylor. «Rewriting the Classics: Antígonafuriosa and the Madres de la Plaza de Mayo.» Perspectives on Contemporary Spanish American Theatre. Ed. Frank N. Dauster. Pa.: Bucknell University Press, cl996. Bucknell Series, v. 40, nº 2. La esfera «privada» de la familia y el hogar fue transformada por medio de las manifestaciones en la «plaza pública» de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que se convirtieron en la mayor fuerza política contra las violaciones a los Derechos Humanos en Argentina. Estas mujeres ocuparon la escena pública en su papel de madres buscando a sus hijos desaparecidos y demandando respuestas del estado. El artículo de Jean Franco «Going Public: Reinhabiting the Private» sostiene que las madres de la Plaza de Mayo hicieron mucho más que repetir el papel que se les había asignado, porque se presentaban como «una nueva clase de ciudadano» y porque sus apelaciones no se limitaban al estado, sino que acudían a organizaciones internacionales (67) Además, pusieron en evidencia el doble discurso del estado que hablaba por 607 -1 .. Centro Virtual Cervantes

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Los márgenes de la patria potestad: El dock de Matilde Sánchez1 y la familia argentina

después del proceso Margarita Saona

UNIVERSITY OF ILLINOIS AT CHICAGO

EN LA LITERATURA LATINOAMERICANA la nación ha sido imaginada muchas veces a través de la representación de la familia. En las postrimerías del siglo veinte, cuando las naciones latinoamericanas están enfrentando crisis de diversa índole, aparecen novelas en las que esas crisis se manifiestan a través de intentos de concebir nuevas formas de articulación familiar. El caso de Argentina es particularmente dramático, pues la violencia de la dictadura militar tuvo secuelas que afectaron de manera trágica a la propia noción de familia: los hijos de los desaparecidos fueron secuestrados y criados como propios por los mismos responsables de la desaparición de los padres. La «novela familiar» de los militares argentinos consistió en inventar familias utilizando para ello a los niños de las familias que ellos mismos habían destruido.2 Más de veinte años más tarde, las abuelas de esos niños, a través de la organización de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo 3

,

~ Matilde Sánchez. El Dock. Buenos Aires: Planeta, 1993. En su artículo «Rewriting the Classics: Antigona furiosa and the Madres de la Plaza de

Mayo.» Diana Taylor examina la manera en la que la Junta Militar argentina utilizaba una retórica edípica en la que las fuerzas armadas representaban al padre autoritario que debía disciplinar a los hijos que atentaban contra su autoridad y contra la integridad del cuerpo materno, la Patria maternal. La retórica de la familia se aplica a la unidad nacional, al mismo tiempo que familias concretas son destruidas para reconstruir artificialmente otras familias. El análisis de Taylor se centra en el la forma en que Griselda Gambaro resemantiza el uso de esa retórica familiar y en los problemas que se plantean en una práctica política como la de las Madres de Plaza de Mayo, que usa como arma opositora los propios límites que el estado pretende adjudicarle al papel de la mujer en la sociedad. Diana Taylor. «Rewriting the Classics: Antígonafuriosa and the Madres de la Plaza de Mayo.» Perspectives on Contemporary Spanish American Theatre. Ed. Frank N. Dauster. Lewi~burg, Pa.: Bucknell University Press, cl996. Bucknell Series, v. 40, nº 2.

La esfera «privada» de la familia y el hogar fue transformada por medio de las manifestaciones en la «plaza pública» de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que se convirtieron en la mayor fuerza política contra las violaciones a los Derechos Humanos en Argentina. Estas mujeres ocuparon la escena pública en su papel de madres buscando a sus hijos desaparecidos y demandando respuestas del estado. El artículo de Jean Franco «Going Public: Reinhabiting the Private» sostiene que las madres de la Plaza de Mayo hicieron mucho más que repetir el papel que se les había asignado, porque se presentaban como «una nueva clase de ciudadano» y porque sus apelaciones no se limitaban al estado, sino que acudían a organizaciones internacionales (67) Además, pusieron en evidencia el doble discurso del estado que hablaba por

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siguen intentando reconfigurar sus familias. Sin embargo, en su novela El Dock Matilde Sánchez presenta una nación y una familia en las que la desintegración no tiene vuelta atrás.

Nora Domínguez ha explorado la conexión entre El Dock y la lucha de las Madres de Plaza de Mayo.4 Según Domínguez El Dock es heredera de las Madres por tres razones: 1) porque cualquier representación de la maternidad en la Argentina necesaria-mente evoca el imaginario materno de Plaza de Mayo,2) porque los dos personajes maternales de la novela pertenecerían a la generación de los desaparecidos, y 3) porque Matilde Sánchez editó la biografia de la líder del movimiento, Hebe de Bonafini. Si bien la conexión es innegable, la novela de Sánchez problematiza esa herencia, porque lejos de las demandas de las Madres, que se sitúan en el centro de problemas de ciudadanía, de la legitimidad de los lazos de sangre y de patria potestad, los personajes de El Dock buscan resucitar vínculos afectivos desde los márgenes, fuera del espacio nacional y de las instituciones familiares tradicionales. 5

La narradora de El Dock es una mujer forzada a cuidar a un niño cuya madre, una vieja amiga suya a la que había dejado de ver por mucho tiempo, muere durante un ataque terrorista. No hay lazos biológicos ni cariño entre estos personajes, pero no hay nadie más que pueda cuidar del niño. No hay parientes y ni siquiera hay instituciones competentes (y si las hubiera representarían una amenaza más que una esperanza). La mujer y su amante (de origen asiático, pero sin nacionalidad específica, simplemente un extranjero sin origen nacional) llevan al niño a Solís, una playa abandonada en la costa uruguaya, donde la familia del niño solía tener una casa. En los márgenes del territorio nacional, en una casa abandonada que representa la decadencia de la familia tradicional, los tres personajes representan lo que la novela llama una «familia paródica».

Lejos de sagas familiares como la de Isabel Allende en La casa de los espíritus, que intenta una reinscripción ficcional de la mujer en la nación a través de su rol tradicional en la familia, pero también lejos de las demandas políticas de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, quienes hasta el día de hoy articulan sus reclamos como una fuerza política opositora muy fuerte en la Argentina, la narrativa de Matilde Sánchez rechaza a

un lado de la santidad de la familia y la maternidad, mientras que por otro destruía hogares. Jean Franco. «Going Public: Reinhabiting the Prívate.» On Edge: The Crisis of Contemporary Latin American Culture. Eds. Juan Flores, Jean Franco, George Yúdice. (Minneapolis: U. ofMinnesota Press, 1992, pp. 65-84). El desempeño político de las Madres de Plaza de Mayo se examina también en Francine Masiello, «La Argentina durante el Proceso: las múltiples resistencias de la cultura.» Ficción y política: la narrativa argentina durante el proceso militar. Ed. Daniel Balderston. (BuenosAires-Minneapolis: Alianza-lnstitute forthe Study ofldeologies & Literature, University of Minnesota, 1987. 11-29), y en Marysa Navarro. «The Personal is Political: las Madres de Plaza de Mayo.» Power and Popular Protest: Latin American Social Movements. Ed. Susan Eckstein. (Berkeley: University of California Press, 1988). Otra fuente de información al respecto es la página oficial en internet de las Abuelas de Plaza de Mayo, http:/4www.wamani.apc.org/abuelas/index.html

Nora Domínguez. «El desorden materno: Sobre El Dock de Matilde Sánchez.» Inti: Revista de Li(f,ratura Hispánica. (43-44. Spring-Autum (1996): 263-67).

En su disertación doctoral Betina Kaplan nota esta reconstrucción de vínculos emocionales que reproducen vínculos familiares que han sido rotos por la violencia estatal en las obras de autoras como Matilde Sánchez y Marta Traba.

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la familia y a la nación para recuperar un lazo primario entre una mujer y un niño. Mientras que Allende resalta la «naturalidad» de la maternidad, el amor espontáneo y la comunicación entre la madre y el hijo que ésta lleva en su vientre, el texto de Sánchez insiste una y otra vez en situaciones «poco-naturales», como la desazón de encontrar un cuerpo femenino muerto en un campo militar, o como un amante extranjero que «siempre está en otra parte porque no siempre comprende lo que ocurre a su alrededor» (12) o como la maternidad no-biológica a la que la narradora se siente forzada.

También hay un énfasis en el aspecto «personal» de la historia, declaraciones explícitas que dicen que no se trata de política: la narradora comienza su relato diciendo que para ella nada había sido lo mismo después de los incidentes del Dock, «pero no justamente por sus alcances políticos sino por sus consecuencias personales.» (10) Unas páginas más tarde insiste: «No me interesan ni los destacamentos en general, ni el Dock en particular, ni el poder que emana en ellos, ni siquiera la posibilidad de eliminarlos. Sólo me veo obligada a describir lo más someramente posible, el marco real del hecho. Me refiero a la muerte de Poli.» (19) Esta negación de lo político es, sin embargo, una denuncia de la supuesta brecha entre el terreno personal y el político. Al denunciar esta brecha, la novela necesariamente reconoce la manera en que ambas áreas están entrelazadas, en que acciones en una de estas áreas repercuten en la otra, y esta denuncia responde a un supuesto vacío en el espacio social. 6

Las largas descripciones que la narradora hace del cuerpo agonizante de Poli al verlo en las noticias televisivas que reportaban el ataque, hacen pensar en la relación entre el Dock y lapo/is, la ciudad-estado en cuyos márgenes yace este cuerpo: aunque el nom de guerre de la mujer evoca en la narradora una genealogía ingenua (memorias de su niñez, una tía llamada Pauline y el nombre de un perro) Poli también puede referirse a Polinices, cuyo cuerpo había sido abandonado fuera de los límites de la ciudad en Antigona. De manera análoga, el cuerpo de Poli permanece sin ser enterrado, en la morgue, porque nadie lo reclama. (29) La narradora termina yendo a la morgue porque no resiste saber que ninguno de los parientes de Poli ha aparecido para reclamar el cuerpo. La narradora se convierte en una Antígona que rescata el cuerpo que la ley ha expulsado de la ciudad. Y más allá de los ritos de la muerte, la narradora recogerá y cuidará del fruto de ese cuerpo, Leo, el hijo de Poli. Como Antigona, El Dock postula la pregunta de la posibilidad de una ciudadanía fuera de la ley, fuera de la ciudad determinada por la ley,

6 En su artículo titulado «Matilde Sánchez: la literatura en fuga» Feminaria Literaria. (.9 Año VIII, No. 15, Buenos Aires, Nov. 1995, pp. 9-11) AdrianaAmantey David Oubiña sostienen que la literatura de Sánchez difiere de la literatura tradicional escrita por mujeres a través de la propia voz de un personaje: «Las mujeres no suelen hablar de aquello que pasa, sino casi con exclusividad de aquello que les pasa.» Si bien se puede objetar esta generalización, la manera en que Amante y Oubiña se refieren a esto es insistiendo en que en Sánchez lo privado da paso a lo social: «Si de todas maneras, las novelas de Matilde Sánchez no dejan de hablar, como las mujeres, de aquello que les pasa es porque se trata del punto de partida para hablar de aquello que pasa, con la conciencia de que--en el camino que va del uno al mundo-«era preciso salir de ese yo que me imponía en cada línea el tono lírico.» (Amante y Oubiña, 9, cursivas en el original). Según este postulado, al alejarse de lo lírico la conexión de la experiencia privada con la dimensión social se hace evidente.

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especialmente cuando la ley amenaza los vínculos familiares. 7

En esta novela, los vínculos familiares, como los vínculos supuestamente sagrados de la sangre, se muestran como artificiales, poco naturales, al subrayar las dificultades de la maternidad, para mostrar luego que estos vínculos pueden ser reconstruidos de manera distinta, en una relación no menos artificial o menos fuerte que la maternidad biológica. El Estado, que en su discurso alaba a la sagrada institución de la familia, es el enemigo de quien una mujer y un niño deben protegerse.

El lazo entre Poli y su hijo Leo es largamente examinado por la narradora cuando ésta se encarga del niño. La maternidad de Poli es un proceso doloroso de ajuste: «Poli, abrazaba el cuerpo de su bebé, y aun en medio de ese abrazo se preguntaba para qué diablos había sido madre.» (67) La narradora recuerda cómo ella había tratado de consolar a su amiga, y cómo había prestado tan poca atención al bebé: «Mi único lazo con Leo consistía en que procuraba calmar las angustias de Poli, que admitía las enfermedades de su hijo como el merecido castigo de toda madre desatenta.» (70) Poli se angustiaba porque no calzaba con la imagen de maternidad que tenía y la narradora consideraba que el hijo de su amiga era un obstáculo, o en el mejor de los casos, «la pasión central en su emotividad perturbada.» (70) La narradora llega hasta el punto de decir que la maternidad transforma la vida de Poli en un infierno. (70) Aunque ésta sea solamente la opinión de la narradora, la participación de Poli en la misión suicida plantea una pregunta acerca de su rol como madre: ¿Cómo no pudo haber pensado en el futuro de su hijo? El mismo Leo se lo plantea obsesivamente, pensando que él había sido la causa de la muerte de su madre o que él no había sido lo suficientemente importante para prevenirlo. (115) Para la opinión pública, el hecho de que la terrorista tuviera un hijo hacía la situación aún más intolerable: si una madre pudo haber hecho algo así, cualquiera podría. La propia maternidad se ve confrontada con todas las imágenes románticas de abnegación materna .

No sólo Poli fracasa como madre. La narradora espera que alguno de los parientes del niño llegue para cuidarlo, pero nadie aparece: lo que había sido una extensa familia estructurada, es sólo una imagen fantasma de los que deberían haber estado allí y no estaban:

... y los parientes, los del huérfano, rescindían todo contrato familiar, borrando las ramificaciones marginales odiosas de su árbol genealógico? ¿No había un solo personaje en todo el clan Behn que quisiera probar su generosidad recogiendo al huerfanito? (129)

Las autoridades se presentan como los enemigos que la narradora decide confrontar aunque sólo sea para reconocer el cuerpo, restituyendo la identidad de Poli. Todo el proceso burocrático para identificar el cuerpo muestra a las autoridades estatales como figuras deshumanizantes. Leo asume que la policía va a robar cosas de la casa de su

7 Diana Taylor explora el uso de la figura de Antígona en el contexto de la guerra sucia argentina a través de la obra de Griselda Gambaro en el artículo antes citado. La figura de Antígona en El Dock sería distinta, pues no se inmola, sino que se sale del espacio nacional.

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madre durante la investigación, y la narradora habla de «el acoso de las autoridades.» (79) El departamento de Poli es cercado por la policía, y Leo y la narradora tienen que entrar en él clandestinamente, transformando el proceso inocente de buscar las propias pertenencias en una trasgresión. La hostilidad de las leyes en un tema persistente en la novela, y los personajes siempre tratan de evitar el peligro que traería recurrir a la ley: «Lo que podía ocurrir era simple. Sería enviado a un orfelinato, se criaría entre las caras cambiantes de guardianes sustitutos y el aparato de disciplina lo convertiría en un sujeto inadaptado y peligroso.» (130) Cuando la narradora decide reclamar el cuerpo de Poli, y después, cuidar del niño abandonado, la narradora no se reconoce a sí misma en el acto de solidaridad por una persona con quien no ha tenido contacto por años. Ella recalca el hecho de que en su vida cotidiana el aspecto social ha desaparecido:

A estas alturas, había visto el aniquilamiento de las mejores familias y la amistad había ido desintegrándose bajo dificultades menores. Nuestros ídolos juveniles habían perdido el pelo y ganado un abdomen, envejecían en el anonimato, en el alcohol o bien bajo el pulso de los cirujanos. Con el correr del tiempo también habían muerto los padres, en epidemias coincidentes, extraños contagios a un ritmo, digamos, de dos por año. (34-35)

No hay alusiones a los desaparecidos de la guerra sucia. Solo «extraños contagios.» No hay familia, ni amigos ni ídolos. Hay un desencanto con los ideales que aquellos ídolos representaban. No hay una aspiración más elevada, ya sea política o estéticamente. El texto no culpa al «poder» que emana de los militares, o de la morgue, o de los programas de televisión, pero estas imágenes aparecen en el lugar de la comunidad ausente, generando un vacío simbolizado por el cuerpo de una mujer que agoniza en las pantallas, en cadena nacional.

La relación entre la narradora y el niño no se desarrolla fácilmente. Ambos la aceptan como una circunstancia desafortunadamente necesaria. Es el fin del verano, y deciden dejar la ciudad para ir a la casa abandonada que la familia de Leo tenía en Solís, Uruguay. Cruzan la frontera sabiendo que es ilegal llevar a un menor fuera del país sin el consentimiento de un apoderado. Pero Leo no tiene un guardián legal, sólo esta mujer con quien no está vinculado ni por la sangre ni por las leyes. Al principio, el niño muestra indiferencia, cuando no desprecio, hacia el hombre y la mujer que lo están cuidando, y la protagonista se cuestiona la responsabilidad que ha asumido: «¿qué diablos podía hacer yo con este chico en el Uruguay?» (130) «Debo confesar que yo nunca había mirado a los niños más que para prever de qué forma podían incomodarme o cómo podía defenderme.» (271) Sin embargo, durante el viaje a Uruguay, los tres constituyen la imagen de una familia: «Muy pronto observo que nuestra excursión al Uruguay irremediablemente adquiere el ritmo de un veraneo de familia.» (162) Mientras flota en el mar, la narradora se da cuenta de que «con las piernas y los brazos bien extendidos, nuestros cuerpos formaban algo así como una estrella, una figura de la que apenas éramos conscientes, ocupados como estábamos en mantenerla ... Una familia en flotación.» (230-31)

Esta imagen de la familia, constituida en los bordes de la nación, es frágil y artificial,

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y sólo se sostiene por un corto tiempo. La relación de la narradora y su amante se deteriora y ella se siente más cerca del niño mientras más se aleja de su amante:

El chico merecía algo mejor que esa versión paródica de una pareja porque de verdad no formábamos una familia, sino apenas un trío solitario que buscaba en el amparo mutuo una ficción de compañía donde encontrar, en el mejor caso, el calor insuficiente y limitado de una verdadera amistad. (266)

Mientras que ella se plantea las dificultades de la vida de familia, descubre que aunque puede sobrevivir sin su estilo de vida anterior, sin sus viejos amigos, y sin su amante, no puede imaginar un mundo sin Leo: «Ya no podría regresar al país sin niños porque una vez descubierto el dominio de los niños, todos los niños, que no podrían desaparecer, convocarían con su sola presencia el desamparo de uno de ellos.» (271) Los niños que no desaparecerán, los que le recordarían su abandono, y la imagen del país sin niños evocan no sólo la importancia de Leo en la vida de la narradora, sino también la de aquellos niños de los desaparecidos a los que las Abuelas de Plaza de Mayo todavía buscan. Y su sola imagen evoca los pecados del Estado.

La narradora interpela al Estado, pero sólo a través de su fuga fuera del territorio nacional y de la imagen tradicional de la familia. Es a partir de esta fuga, de este escape, que según Adriana Amante y David Oubiña emerge la literatura de Matilde Sánchez: «sólo desembarazándose del espacio familiar adviene la literatura.» (9) Amante y Oubiña recalcan el hecho de que Sánchez destruye las coordenadas de la familia, en contra de lo que ellos ven como una cierta militancia literaria feminista. Escapar de la familia y de la nación es la marca de sus primeras dos novelas: «Siempre se trata de un desplazamiento. Correrse de sí ... En este gesto resistente cabe toda la militancia de Matilde Sánchez. El pasaje, la excentricidad, la incomodidad de un no lugar ... » (9) Ellos muestran esta militancia como una respuesta a lo que consideran la literatura tradicional de las mujeres. La resistencia, sin embargo, es una resistencia tan fuerte a los lugares comunes de la literatura,-lo que Amante y Oubiña recalcan-como al sistema en que el Estado y la familia producen un vacío. Esto es más bien una fuga que una resistencia, un refugio en la literatura, que ellos llaman: «el espacio precario que Matilde Sánchez construye para su literatura.»( 11)

Al final de la novela, una vez que su amante se ha marchado, la narradora, que está enferma, hojea un viejo atlas mientras Leo le prepara una sopa: «Había nuevos países allí y países que habían desaparecido e integraban hoy el territorio de otras naciones.» (297) Pero mientras hablan de la cambiante geografía y la eventual destrucción del mundo, ella hace una promesa: «Le prometí a Leo que aquí estaríamos.» (300) Una mujer y un niño se vuelven a situar «en armonía con el universo» (Amante y Oubiñas, 11 ), sin que la familia y la nación estén allí. Esta es una historia de desencanto. Ni siquiera trata de recuperar un espacio en el territorio nacional o en la familia. Pero con la denuncia de estas estructuras que fallan, permite crear vínculos humanos, que van más lejos que los roles adjudicados por la familia y la nación.

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