los militares y la politica en - stanley georges payne

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HISTORIA DE ESPAÑA

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El historiador norteamericano Stanley G. Payne es en la actualidad profesor de Historia de Espaa en la Universidad de Wisconsin .Los militares y la poltica en la Espaa contempornea es un documento de inestimable valor para comprender los motivos y factores que han permitido a los militares inmiscuirse en los asuntos polticos de la Espaa contempornea. Tras una larga dictadura militar, y en plena y ya consolidada recuperacin de los valores democrticos, una obra de estas caractersticas resulta especialmente interesante para comprender tan peculiar fenmeno.

Stanley Georges PayneLos militares y la poltica en la Espaa contemporneaePub r1.0jasopa1963 14.12.14

Ttulo original: Military and Politic in the Spanish modernStanley Georges Payne, 1968Traduccin: Juan Toms de SalasEditor digital: jasopa1963ePub base r1.2

A Julia

Prefacio.PREFACIONo se ha realizado an ningn estudio serio sobre el ejrcito espaol, ni como institucin, ni como fuerza poltica, a pesar de que los militares han desempeado el papel ms importante y suscitado ms comentarios que cualquier otra institucin en la Espaa moderna, con excepcin quizs de la Iglesia catlica. El propsito de este libro es ayudar a cubrir esa laguna, al menos en cuanto al papel poltico del ejrcito se refiere. Al preparar este libro he tenido que utilizar materiales muy variados. La documentacin es menos completa en algunos casos de lo que ser deseable, en parte porque los archivos militares espaoles referentes al perodo reciente estn vedados a los investigadores y en parte a causa de lo resbaladizo del tema. No pretendo que este libro sea definitivo. Mi intento es, simplemente, abordar uno de los temas ms importantes de la Espaa moderna tema que hasta ahora no haba sido tocado.La importancia del asunto se me manifest claramente, quizs por vez primera, en una conversacin que tuve con Jaime Vicens Vives en Barcelona en diciembre de 1958. La mayor parte de la investigacin ha sido realizada gracias a una beca Guggenheim en 1962-1963, y el trabajo previo puede hacerlo gracias a ayudas menores del Social Science Research Council y la American Philosophical Society. Recib otras ayudas del Senate Research Comittee de la Universidad de California, Los Angeles y, en 1961-1962, de la Universidad de Minnesota. Muchos amigos espaoles me ayudaron en el trabajo en Espaa, especialmente Francisco Javier de Lizarza Inda, Antonio Villar y Federico Fernndez de Castillejo. El profesor Juan J. Linz, de la Universidad de Columbia, me hizo comentarios muy valiosos que ayudaron a mejorar el manuscrito.Tengo tambin que agradecer la generosa ayuda del personal del Departamento de Investigacin de la Biblioteca de Investigacin de la Universidad de California, que me procur alguna documentacin impresa desconocida. Los herederos de John Whitaker y de Arturo Barea me permitieron amablemente citar ampliamente las obras de esos autores. Nancy Donovan, de Stanford University Press, trabaj constantemente con tesn hasta dar al manuscrito su forma definitiva. Mi mujer, a quien dedico este libro, me proporcion una inestimable ayuda soportando muchos meses de investigacin en Espaa y dndome buenos consejos sobre la forma y estructura del manuscrito. Considero obvio afirmar que yo slo soy el responsable de cualquier deficiencia de que pueda adolecer el libro.Stanley G. Payne Agosto de 1966

Introduccin. La debilidad institucional de la Espaa moderna.INTRODUCCIN.LA DEBILIDAD INSTITUCIONAL DE LA ESPAA MODERNA.Qu difcil es escribi el duque de Wellington comprender exactamente a los espaoles. Y anotaba despus: Espaa es el nico pas donde dos y dos no son cuatro. La singularidad del temperamento espaol, que desconcert al duque de Hierro, ha confundido tambin a los historiadores. No es fcil, por ejemplo, explicar por qu un pas que mostr tanta energa, actividad e incluso capacidad organizadora en el siglo XVI, haya sido incapaz, casi, en tiempos ms recientes de alcanzar la unidad nacional y la cohesin institucional. En el siglo XIX, el cuadro institucional espaol, que cien aos antes haba mostrado su aptitud para sobrevivir a pesar del colapso econmico y militar, se quebr. Slo entonces qued al descubierto la fragilidad del edificio nacional. Casi toda la historia poltica espaola del siglo XIX es el resultado de la bsqueda de una estructura adecuada de gobierno.Tradicionalmente existan dos instituciones importantes en la vida espaola: la monarqua y la Iglesia. Durante ms de trescientos aos despus de Fernando e Isabel, los espaoles fueron devotamente monrquicos, y las reformas del siglo XVIII slo sirvieron para consolidar el poder real. Pero durante el reinado de Carlos IV (1788-1808) se detuvo el desarrollo del rgimen borbnico. La incompetencia del rey, la perniciosa influencia de la reina, la impopularidad de un favorito inteligente pero excesivamente ambicioso, la oposicin de grupos aristocrticos y grupos con intereses regionales, la polarizacin poltica favorecida por la Revolucin francesa, una poltica internacional dbil y desastrosa, se aunaron para quebrantar la aparente unidad fraguada por el despotismo ilustrado. Las dos Espaas del siglo XIX una liberal y anticlerical, la otra absolutista y clerical tomaron forma.El ao 1808 fue un momento decisivo en la historia de Espaa, no slo a causa de la invasin napolenica, sino ante todo por el colapso interno de la monarqua espaola, que qued dividida entre el rey y su heredero, entre oligarquas regionales y centralistas. El fracaso poltico de Carlos IV tena ms bien causas internas que internacionales. Su destitucin, impuesta por el grupo fernandista y subrayada por el primer motn popular contra el rey en la historia reciente espaola precedi a la invasin y prepar su camino. La independencia nacional fue recuperada en la Guerra de la Independencia (1808-1814), pero no pudo restaurarse la unidad institucional que la monarqua haba procurado durante tres siglos.La decadencia religiosa fue ms gradual y al principio menos visible, pero la generacin de 1790-1815, que vio poner en tela de juicio los principios polticos tradicionales, fue tambin testigo de la infiltracin del pensamiento racionalista en el monopolio espiritual de la Iglesia al menos entre la reducida clase culta del pas. En la dcada de 1830-1840 tuvo lugar el asalto de las clases altas y medias contra las tierras de la Iglesia, que fueron confiscadas casi completamente durante esa dcada y la siguiente, y tambin pudieron observarse en esa poca los primeros signos del resentimiento radical de las clases bajas contra el orden social y econmico vigente. En las grandes ciudades, este resentimiento encontr su expresin ms violenta en el odio vengativo contra la Iglesia, a la que los revolucionarios del siglo XIX acusaban de prostitucin espiritual.La agitacin del siglo XIX espaol no fue, sin embargo, causada slo por la rebelin de los elementos liberales. El papel de la derecha tradicionalista, que no aceptaba nada de cuanto haba ocurrido despus de 1808, fue quizs ms importante an: el liberalismo, el republicanismo o el sindicalismo no fueron los solos movimientos de masas de este perodo, sino tambin el carlismo campesino y reaccionario. No menos de cinco guerras civiles, grandes y pequeas, fueron provocadas por los intransigentes tradicionalistas.Las tensiones del carlismo y de la rebelin liberal se agravaron a causa de la apata cvica de la mayora de la poblacin, analfabeta o no, y por la extraordinaria persistencia de fidelidades regionales que impedan el nacimiento de un nacionalismo en el sentido moderno de la palabra. Las diferentes regiones espaolas Catalua, Levante, el Pas Vasco, incluso Galicia y Andaluca nunca se haban integrado completamente en una unidad poltica y administrativa. Haban permanecido simplemente federadas bajo una dinasta comn. Cuando desapareci ese principio de autoridad resurgi el regionalismo medieval. Durante la guerra de la Independencia, el pas entero volvi a su estructura de la Edad Media, en la cual ciudades y provincias, separadas por las operaciones militares, funcionaban a veces como cantones autnomos. Despus de la guerra permanecieron desunidas. Razones geogrficas son en parte la causa de este fenmeno, ya que Espaa est dividida por abruptas cadenas montaosas y verdaderos desiertos; pero ms determinante que la geografa fue el retraso del desarrollo cvico y econmico. El desigual crecimiento industrial y comercial de las diferentes regiones durante el siglo XIX no tendi a unificarlas, sino a separarlas ms an, ya que las regiones litorales fueron casi las nicas que alcanzaron prosperidad.La irresponsabilidad cvica no fue debida a la ausencia de clases medias (las capas medias en la sociedad espaola eran casi tan amplias como en Italia), sino a la ausencia de vigor, determinacin, capacidad para la accin e independencia de los miembros de estas clases. Las clases medias espaolas estaban hundidas en la rutina y la apata, se preocupaban ms de mantener el statu quo y de eludir responsabilidades que de imponer su voz en el Gobierno o crear nuevas oportunidades econmicas. Las clases altas no tenan mayor conciencia social y a menudo daban pruebas de tener an menos energa, mientras que los campesinos y los obreros asimilaban rpidamente las ideas modernas y exigan ms de lo que la sociedad les daba. Desde el siglo XVI, Espaa ha tenido una poblacin dotante de personas sin trabajo que llegaba a representar un 3 o un 4 por 100 de la poblacin total, y en el siglo XIX esas gentes aprovechaban cualquier oportunidad de agitacin.Estas divisiones verticales y horizontales, causadas por una conjuncin de factores regionales, econmicos y sociales, dieron lugar a sesenta aos de poltica calidoscpica. La lucha entre ideas e intereses diferentes provocaron media docena de guerras civiles y el mismo nmero de constituciones y formas de gobierno. En ltima instancia, esas divisiones slo podan ser conciliadas por la fuerza. De esta situacin naci un nuevo rbitro de los asuntos del pas: el ejrcito. Se convirti en un factor fundamental de la poltica, no tanto porque los militares fuesen ambiciosos o voraces, sino porque la sociedad poltica espaola se haba quebrado. En los modernos estados occidentales, los militares se han encargado normalmente de defender al pas contra los ataques o las intervenciones exteriores y mantener la seguridad interior. Esta ltima funcin, de la que se habla slo en segundo trmino en los sistemas constitucionales contemporneos de Occidente, fue sin embargo la principal razn del desarrollo de los ejrcitos modernos jerarquizados y disciplinados. El ejrcito moderno, desde que empez a tomar forma al final de la Edad Media, fue empleado tanto para defender en el interior del pas las bases del Estado monrquico, como para llevar a cabo guerras exteriores. En este proceso, los primeros estados modernos monrquicos se las arreglaron para mantener una autoridad institucional razonable sobre las fuerzas militares.El militarismo moderno, en el que las fuerzas militares organizadas luchan por conseguir sus propios objetivos y por influenciar o dominar a su vez a otros sectores del Estado, apareci por primera vez durante la revolucin francesa a causa del nacimiento de nuevos grupos de presin incapaces de realizar sus fines por las vas polticas normales. Sin embargo, al aumentar las fuerzas liberales de la Europa occidental su influencia, durante la primera mitad del siglo XIX, redujeron al mismo tiempo el papel, la influencia, el nmero, el prestigio y los recursos financieros de los militares. Al contrario, en la mayora de los estados europeos ms grandes Rusia, Prusia y el Imperio de los Habsburgo los militares continuaron desempeando el principal papel en el interior del pas al mantener la autoridad del Gobierno. Si el papel del Gobierno en los asuntos espaoles parece inslito al comparar Espaa con Francia, Inglaterra o los Estados Unidos durante el siglo XIX, no lo parece tanto si se recuerda la realidad militar y poltica en la Europa central y oriental aunque Espaa se diferenciaba de los Estados orientales en que estos ltimos conservaban aparentemente instituciones monrquicas y fuertes a las que los militares servan en teora, mientras que los grupos militares espaoles se sintieron llamados a veces a sustituir a un Gobierno inadecuado.La historia del ejrcito espaol en cuanto institucin poltica se extiende durante ciento veinticinco aos, desde 1814 a 1939, y alcanza su cumbre en la guerra civil de 1936-1939 y durante la larga pax armata de Francisco Franco que le ha sucedido. La importancia primordial del ejrcito en la vida pblica no fue debida a la inteligencia de sus lderes o a la eficacia de su organizacin, sino simplemente al hecho de que era una fuerza armada capaz, al menos transitoriamente, de sostener o de reprimir a otros grupos. A pesar de ello, le fue difcil al ejrcito ejercer su papel de poder moderador debido a sus inherentes deficiencias de educacin, disciplina y unidad. Antes de examinar el papel del ejrcito espaol en la poltica, debemos considerar los propios problemas institucionales del ejrcito.

Captulo Primero. El fin de un orden.CAPTULOPRIMEROEL FIN DE UN ORDENAntes de la guerra de la Independencia contra Napolen, el ejrcito espaol no tena carcter poltico y su hoja de servicios poltica slo sealaba una obediencia completa a la monarqua. Creado originalmente por los Reyes Catlicos, el ejrcito haba permanecido invicto durante todo el siglo XVI[1]. Durante la Edad de Oro espaola, fue la fuerza militar ms evolucionada tcnicamente de Europa, bien organizada y, comparativamente, disciplinada, excepto cuando se retrasaban las pagas. Se haba establecido a fines del siglo XV una clara distincin entre el ejrcito y la polica provincial, de modo que el ejrcito muy raramente se vea envuelto en los problemas domsticos del pas. Aristcratas y miembros del comn compartan el mismo inters en abrazar la carrera de las armas.Sin embargo, la estima de que gozaba el ejrcito durante los reinados de Carlos V y de Felipe II decay junto con la energa y ambicin del mismo pueblo espaol. Incluso durante Felipe II la mayor parte del ejrcito espaol en los Pases Bajos se compona de mercenarios no espaoles. Solamente cinco de los 31 tercios creados durante el reinado de Felipe II estaban formados mayoritariamente por espaoles[2]. Los comentaristas del siglo XVII hablan de los esfuerzos del pueblo para escapar al servicio militar; y un embajador ingls escriba en 1635: Los soldados de infantera estn deseosos de no servir y son conducidos como condenados a galeras[3]. La prctica de alojar a las tropas entre la poblacin civil se generaliz y condujo a una hostilidad violenta entre los habitantes de las ciudades y las unidades militares. El ejrcito fue considerado, cada vez ms, como lugar apto para vagabundos y criminales del que los sbditos honrados esperaban escapar de alguna manera. Al mismo tiempo que la apata y la depresin minaban la confianza de la nacin, la ruina de la economa y la decadencia del Estado corroan la eficacia de la organizacin armada. La clsica estructura de los tercios no sobrevivi a la desaparicin de los Habsburgo, al acabar el siglo XVII. Durante el siglo XVIII los militares espaoles carecan de la autoridad y del prestigio de que gozaban los ejrcitos de la mayor parte de los pases continentales europeos. Despus de Felipe V, ningn dirigente espaol del siglo XVIII se identific personalmente con el ejrcito y la carrera militar no ejerca ya atractivo general.La organizacin del ejrcito espaol moderno data de las reformas institucionales introducidas por los ministros de la dinasta borbnica, en la ltima parte del siglo XVIII. La flexible estructura en tercios se reorganiz en cuerpos y regimientos como el ejrcito francs de la poca. Se establecieron varias academias militares nuevas y el cuerpo de oficiales fue organizado en un escalafn regular y coordinado, que va del grado de alfrez hasta el de capitn general de forma ms o menos semejante a la francesa. Los capitanes generales de las regiones[4] representaban el poder ejecutivo de la Corona y podan ejercer en ltima instancia la autoridad tanto civil como militar en sus regiones, especialmente en aquellos casos en que eran adems nombrados presidentes de la audiencia provincial[5].El tradicional fuero militar, jurisdiccin especial para los militares, fue conservado, pero el ejrcito se mantuvo completamente subordinado a la autoridad real. Nunca se oy hablar de rebelin poltica o insubordinacin del ejrcito. Durante el reinado de Carlos III(1759-1788), el sistema de reclutamiento fue reorganizado de una manera que permaneci fundamentalmente igual hasta 1936. Se hacan listas de los jvenes de cada distrito y un quinto de ellos era seleccionado cada ao para el ejrcito por un sistema de sorteo; de ah que las unidades de reclutas reciban el nombre popular de quintas. Se admitan muchas causas de exencin, pero los seleccionados finalmente servan por un perodo de ocho aos. En algunas regiones del pas este sistema de reclutamiento fue impopular desde sus mismos comienzos. En Barcelona hubo motines contra las quintas ya en 1773, y Navarra y las provincias vascas insistieron en que esa modalidad de reclutamiento era contraria a sus bien celados fueros o privilegios regionales[6].En el siglo XVIII, el ejrcito no contaba con una reserva organizada, pero se estableci un sistema de milicias provinciales en 1735. Los enrolados en la milicia deban ser instruidos tres das al ao por oficiales profesionales, con equipo proporcionado por la intendencia del ejrcito y uniformes pagados por las administraciones provinciales[7]. Adems de ello, durante la dcada de 1760-1770, se organiz un total de 33 compaas de milicia urbana en las ciudades ms populosas.De esta manera, Espaa volvi a ser parcialmente una potencia militar bajo Carlos III; pero la eficacia del ejrcito, como la de otras instituciones pblicas, declin durante el reinado de Carlos IV. La campaa inicial de las guerras contra la Revolucin francesa en el Roselln no fue mal para los espaoles, pero los esfuerzos siguientes fueron desalentadores[8]. Despus de 1800, el ejrcito absorba aproximadamente el 40 por cien de los gastos anuales de la Corona pero su equipo, su organizacin y su eficacia continuaban deteriorndose. Ms an, la jerarqua militar se resquebraj a causa del favoritismo y de los ascensos especiales.La alianza militar de diez aos con Francia era impopular, e infinitamente ms impopular fue el pacto con Napolen en 1808, que coloc a Jos Bonaparte, hermano de Napolen, en el trono de Espaa. A pesar de ello, la jerarqua militar estaba tan acostumbrada a una estricta subordinacin poltica que no hizo ningn esfuerzo para oponerse a la toma del poder por los franceses. Dos oficiales de artillera intentaron organizar un alzamiento militar general para arrojar a los franceses y colaboraron en la direccin del pueblo bajo madrileo contra las tropas imperiales, el 2 de mayo de 1808, pero se trat de una rebelin espontnea, popular, que arrastr a los conspiradores con ella[9]. Los altos mandos del ejrcito, que apenas haban tomado parte en las maquinaciones contra Napolen, se vieron sorprendidos por la revuelta y no hicieron nada para apoyarla[10]. La guerra de la Independencia, que comenz con la revuelta madrilea, fue una guerra del pueblo la primera guerra de guerrillas moderna y el ejrcito regular se vio completamente arrollado por el torbellino.Cuando comenzaron los combates slo haba unos 28000 soldados adiestrados y bien equipados en la pennsula, pero slo una parte de ellos, reforzada con las milicias provinciales y nuevos reclutas, fue la que derrot y captur al ejrcito del general Dupont en Bailn, el 19 de julio de 1808[11]: cuando llegaron refuerzos franceses en nmero, la organizacin militar espaola se quebr[12].El ejrcito que naci varios aos ms tarde haba experimentado una verdadera revolucin durante la guerra. En muchas regiones del pas la resistencia contra los franceses la llevaron a cabo bandas de campesinos, fundamentalmente, que practicaron una guerra irregular de guerrillas contra los invasores. Algunos de esos grupos actuaron independientemente hasta el mismo fin de las hostilidades, aunque tericamente aparecan incorporados en la organizacin ampliada del ejrcito, que lleg a contar, sobre el papel, con 226354 hombres en 1811[13]. La mayor parte de los jefes guerrilleros eran hombres que lo deban todo a s mismos y algunos salan del pueblo llano. La regla de que los oficiales deban ser de sangre noble nunca haba sido cumplida estrictamente y las Cortes de Cdiz de 1811 la suprimieron totalmente. Lo que contaba era la energa, la astucia y la capacidad de mando. Francisco Espoz y Mina, el reyezuelo de Navarra, haba sido un campesino acomodado. Juan Martn Daz, El empecinado, tpico jefe guerrillero, haba sido un campesino que venda carbn vegetal. Juan Daz Porlier comenz la guerra como joven guardiamarina y la termin como comandante del Sptimo Cuerpo de tropas provinciales. Pablo Morillo fue sucesivamente ascendido desde suboficial hasta capitn general.Ni durante la guerra ni despus de ella fueron unificados los diferentes contingentes y sus comandantes en un slo ejrcito moderno y eficaz. Wellington se quejaba con disgusto: En este ejrcito no hay ningn general capaz de mandar un cuerpo de ejrcito ni de administrarlo; no hay alto mando ni intendencia y, lo peor de todo, no hay ni una sola persona a quien avergencen estas cosas y capaz de hacer el menor esfuerzo para remediarlas[14]. El absolutismo restaurado de Fernando VII fue incapaz de remediar esta situacin, porque el mismo Gobierno estaba sumido en el desorden administrativo. La regla de oro de la administracin militar era, al parecer, economizar lo ms posible, y aun esto se realizaba de la manera ms caprichosa. Los regimientos favoritos estaban equipados con gran lujo mientras otras unidades no podan salir de sus cuarteles por falta de calzado. Al terminar la guerra en 1813 fueron licenciados los soldados sobrantes, pero el gran nmero de oficiales creados durante la guerra plante un problema ms espinoso. En adelante, el hipertrofiado cuerpo de oficiales ha representado el mayor dilema organizativo del ejrcito espaol[15]. Como la mayora de los oficiales eran hombres relativamente jvenes, pocos de ellos podan ser convencidos para que aceptaran el retiro anticipado y se incorporasen a una sociedad paralizada que ofreca pocos empleos como alternativa. Decisiones presupuestarias condujeron a la supresin de muchos regimientos; los restantes fueron reducidos de tres a dos batallones y el nmero de oficiales por compaa se redujo tambin de cinco a tres. Cerca del 75 por 100 de los oficiales entre 11000 y 12000 se quedaron as sin mando de ningn tipo. Un nmero semejante fueron nombrados ayudantes de los regimientos que an quedaban en funcin, por lo que se pudo afirmar con poca exageracin que en ciertas unidades haba tantos oficiales como soldados. Con esta pltora de oficiales, las posibilidades de ascenso eran casi nulas. Ms an, muchos oficiales en activo no perciban sus pagas completas y descubrieron que slo podan obtener un sueldo regular cediendo un 8 o un 10 por 100 del salario al jefe de intendencia o a los funcionarios reales de finanzas[16].La monarqua absoluta demostr ser incapaz de proseguir la guerra contra las colonias americanas rebeldes. En 1820 haba menos de 60000 soldados en la pennsula e incluso este nmero era excesivo para los recursos de la Hacienda. La mayora de los oficiales mostraban poco celo por participar en las campaas coloniales. El Gobierno ofreci el ascenso de un grado a todos los voluntarios, pero esto slo sirvi para confirmar la sospecha de la mayora de que las campaas americanas eran extremadamente penosas y probablemente sin esperanza.Los torbellinos polticos de 1820-1923 completaron la desorganizacin del ejrcito. Se frustr casi por entero el intento del rgimen constitucional en 1821 de reorganizar el ejrcito y los esfuerzos para combatir contra la intervencin francesa de 1823 se derrumbaron[17]. La purga drstica que se llev a cabo durante la segunda restauracin de la monarqua absoluta condujo a una virtual disolucin del ejrcito.Cuando comenz la primera guerra carlista en 1833, no se pudo poner en pie de guerra ms all de 10000 soldados adiestrados y equipados. Esta guerra civil entre liberales y tradicionalistas se prolong durante siete tristes y sangrientos aos porque ninguno de ambos bandos poda crear un ejrcito moderno y eficaz. Napolen observ que los espaoles eran muy guerreros pero poco militares. No hay que olvidar, sin embargo, que los carlistas eran peligrosos enemigos, puesto que sus bandas campesinas en el nordeste del pas emplearon contra el Gobierno espaol la misma guerra de guerrillas que haba vencido a los franceses. Se hizo finalmente un esfuerzo para acabar con sus bases en el Pas Vasco, pero los medios empleados fueron poco adecuados y las columnas carlistas se pasearon a lo largo y a lo ancho del pas, llegando a amenazar el mismo Madrid en 1837[18]. La victoria final de las fuerzas del Gobierno en 1840 se debi en gran medida al simple desgaste[19].El ejrcito se ampli grandemente durante la guerra carlista, pero a su cabeza se hallaba, ms que un cuerpo de oficiales, un conglomerado de mezquinas camarillas y grupos cuyos intereses, eficacia y lealtad variaban mucho de unos a otros. El rpido ascenso de un gran nmero de jefes desde puestos sin importancia, la repentina expansin de las antiguas unidades o la rpida creacin de nuevas, las bajas en los combates, la casi total impotencia del Gobierno, la falta de cuadros administrativos o de intendencia, la intervencin y las interferencias de los polticos, fueron factores que hicieron muy difcil el desarrollo de un sentimiento de unidad, de una solidaridad institucional o incluso de una disciplina comn. Los oficiales de algunas unidades manifestaban firme adhesin a un general famoso; otros albergaban, por lo menos, un sentimiento mitigado de identidad profesional. Pero los dirigentes de muchos grupos compartan entre s poco ms que una confusin y resentimiento.La consecuencia de la primera guerra carlista fue que el ejrcito sigui estando tan desorganizado como lo haba estado desde 1814. Al comienzo de 1840 haba, en teora, 11300 oficiales y 209000 soldados proporcin mucho ms razonable que la de aos antes, pero al llegar la paz se licenci en masa a los soldados mientras que se conserv a la mayor parte de los oficiales. En 1843, el nmero de soldados bajo las armas haba disminuido a poco ms de 50000, pero haba, en teora al menos, 9000 oficiales en activo[20]. Esto significaba un oficial por cada cinco o seis soldados la desproporcin ms grotesca de todos los ejrcitos europeos de la poca. Cuando los moderados alcanzaron el poder en 1843, fueron realizados algunos esfuerzos para reducir el ejrcito, pero se careca de tal manera de espritu de cuerpo y de la organizacin necesaria para el funcionamiento de una mquina militar eficaz, que slo una revolucin hubiese podido unificar al ejrcito y los moderados eran todo menos revolucionarios. Todos los intentos serios encaminados a modificar la situacin tropezaron con fuerte oposicin de los intereses en conflicto, que estaban bien atrincherados. Las ordenanzas militares bsicas, en la medida en que eran aplicadas, continuaban siendo las promulgadas en 1768 por Carlos III[21].La distribucin territorial de las tropas se haca a menudo, no por razones de lgica militar ni por exigencias estratgicas, sino simplemente para satisfacer a las presiones polticas de las diferentes regiones del pas. Ninguna ciudad con guarnicin toleraba que se suprimiese sta, porque la prdida que acarreaba para los negocios o para el prestigio tal medida poda desencadenar una tempestad poltica local. Los doce capitanes generales administrativos tenan autoridad casi completa sobre la intendencia y la instruccin en sus regiones. Mover soldados de un distrito a otro exiga, pues, una orden oficial del mismo ministro de la Guerra. El Estado Mayor, organizado como un cuerpo separado y limitadas sus funciones a tareas de rutina o de teora, no ejerca supervisin alguna sobre las otras partes del ejrcito[22]. Cada una de las diferentes armas Infantera, Caballera, Artillera, Ingenieros, Intendencia tena su propio director general, que frecuentemente no poda o no quera cooperar con sus colegas. Un general conocido se lamentara aos ms tarde:Como en Espaa no existe la familia militar, no se conoce la fraternidad que debe de haber entre unos cuerpos y otros, y stos, por consiguiente, no se auxilian con el apoyo tan necesario e indispensable que deben prestarse en todas las ocasiones graves y difciles. En los cuerpos facultativos y en la marina existe una rancia y daosa preocupacin que por fortuna se va extinguiendo. Sostienen sus reglamentos especiales que por desgracia tiene muchos este pas a punta de lanza, con gran carcter, y se hallan siempre en pugna con las dems armas Pero lo ms grave de este desventurado pas es que los ministros [de la Guerra y de la Marina] no son de la nacin, sino de sus cuerpos respectivos, hacen causa comn con sus subordinados por decoro y compaerismo mal entendido y perjudicial, y se creen en el deber sagrado de defenderlos aunque estn convencidos hasta la evidencia de que no tienen razn sus representados[23].Mejoras limitadas fueron aplicadas por Narvez y otros moderados durante la dcada de 1840. El presupuesto y otros aspectos de la administracin militar fueron centralizados en Madrid. Aunque la parte del ejrcito en los gastos del Gobierno, que haba significado en promedio el 37 por 100 durante los aos 1840-1843, se redujo a un promedio del 28 por 100 en el perodo 1844-1849, en la prctica se contaba con ms medios gracias a las mejoras introducidas en la contabilidad y en la Administracin[24]. La mayor partida del presupuesto eran los sueldos de los jefes y oficiales. Incluso para los niveles espaoles de hoy en da, los oficiales no estaban mal pagados[25], y las fuerzas destinadas en guarniciones de ultramar ganaban de un 250 a un 350 por 100 ms que las estacionadas en la pennsula[26]. Sin embargo, las pensiones de retiro eran demasiado bajas en casi todos los grados para poder vivir de ellas y durante los perodos intermitentes de reduccin de personal, los oficiales se vean colocados frecuentemente en la lista de disponibles y cobraban la mitad de la paga. Finalmente, el resentimiento provocado por este tratamiento encontraba expresin en la rebelin poltica. Poco dinero dedicaba el presupuesto a gasto de material e instruccin prctica. Espaa careca de la industria necesaria para equipar por s misma un ejrcito moderno y no haba fondos suficientes para comprar en el extranjero todo el material necesario. De este modo, el retraso tcnico del ejrcito espaol, en comparacin con los otros ejrcitos europeos, continuaba aumentando[27].Durante las dcadas de mitad del siglo XIX, el ejrcito tena algo menos de 100000 hombres[28]. Estas fuerzas contaban con el apoyo de unas reservas tericas de 250000 hombres el nmero de espaoles en edad activa que haban servido antes en el ejrcito[29]. La reforma ms positiva para eliminar el derroche de fondos hubiera sido una reduccin drstica del cuerpo de oficiales. Algunos esfuerzos limitados se hicieron en este sentido en la mitad de la dcada de 1840, en 1851 y en 1863, para impulsar a los oficiales a retirarse anticipadamente, pero poco se consigui. Una real orden del 1 de febrero de 1866 decidi que una determinada proporcin de las plazas vacantes quedaran sin cubrir hasta que el nmero total de oficiales de Infantera se hubiese reducido a 2055[30]. Los cambios de Gobierno impidieron que esta disposicin fuese aplicada y el general Narvez afirm durante su ltimo ministerio, en 1867, que haba an por lo menos 1350 oficiales sobrantes en activo solamente en Infantera[31].Las influencias y el favoritismo eran desenfrenados y creaban mucho descontento. Despus de presentar su dimisin como ministro de la Guerra en 1865, el teniente general Fernndez de Crdova escribi:Era preciso desterrar el favoritismo, que ha producido siempre en las filas grandes estragos y que, de seguir imperando, vendra a hacer ineficaces cuantos esfuerzos se realizaran para mejorar la suerte de todos y levantar el espritu de la oficialidad. Me encontr, pues, sumamente embarazado desde los primeros das de nuestra subida al poder, ante un cmulo inmenso de recomendaciones y de exigencias, formuladas por los personajes de ms alta representacin del pas, los cuales no slo pedan variaciones constantes de destinos para la mejor colocacin de sus apadrinados, sino tambin grados, cruces y hasta empleos redondos, sin alegar siquiera los motivos o servicios en que los protegidos pudieran fundar sus pretensiones. Cmo complacer a los hombres polticos y otras altas personalidades sin disgustar hondamente a la masa del ejrcito, que vera siempre ascender desde los ltimos puestos de las escalas a los favorecidos por la proteccin de algn influyente personaje? Mi querido amigo y compaero me deca uno de los ministros cierto da en carta reservada, permita usted insista en mi recomendacin a favor de DNN por ser cosa que interesa vivamente al resultado de la eleccin de mi distrito. Si las prescripciones legales del Ministerio de su digno cargo no permiten concederle el empleo de capitn, ruego a usted que le conceda algo, por lo que pueda comprender la familia del interesado el buen deseo del candidato, que no es otro del mo. Es claro que acudiendo a ste gnero de empeo no era posible pensar siquiera en la reorganizacin del ejrcito[32].Narvez haba expresado sus propias preocupaciones sucintamente en 1862: El ejrcito es la nica cosa que me preocupa est contaminado hasta la raz[33].Durante el siglo XIX, el ejrcito espaol fue empleado casi exclusivamente para domar disturbios y mantener el orden interno. Casi todos sus combates los hizo intentando acabar con las guerras civiles de 1821-1823, 1826-1827, 1833-1840, 1846-1849 y 1869-1876 y las varias rebeliones cubanas, las ms serias de las cuales tuvieron lugar en 1868-1878 y 1895-1898. Hubo algunas expediciones menores, como fue el caso de la intervencin temporal en Portugal, en nombre de la monarqua liberal, en 1834-47; el envo de un destacamento a Roma en defensa del Papa en 1849, la participacin en la expedicin francesa a Cochinchina durante 1859-1863 y la fracasada intervencin que intent volver a ocupar Santo Domingo desde 1861 a 1865[34]. Entre 1814 y 1898, sin embargo, la nica actividad militar de alguna importancia contra una potencia extranjera fue la breve pero victoriosa guerra de Marruecos de 1859-1860, que probablemente proporcion al ejrcito sus nicos laureles genuinos durante el siglo XIX[35].La importancia del ejrcito a la hora de resolver disputas polticas y constitucionales y los intereses polticos que as se crearon entre muchos mandos importantes del ejrcito, permiti que algunos oficiales olvidasen el caos institucional del ejrcito y su debilidad militar. Mediada la centuria, se afirmaba a veces que, ante la desunin civil, el ejrcito era la nica institucin nacional verdadera. Una revista militar lo expres en 1852 de la siguiente manera: El ejrcito puede y debe ser el regenerador de nuestra sociedad[36]. Los diferentes intereses de los varios grupos del ejrcito se expresaban en el perodo de 1835 a 1882 a travs de no menos de 34 publicaciones militares. No eran publicaciones oficiales del ejrcito, sino de pequeos grupos asociados con las diferentes ramas militares. Las consecuencias de estas revistas efmeras parecen haber sido negativas porque sirvieron nicamente para dividir an ms al ejrcito y distraer la atencin de los militares de sus verdaderas responsabilidades[37]. En cualquier caso, el ejrcito no poda dirigir y regenerar a la sociedad espaola incluso en el caso de ser esto deseable hasta que no se hubiese unificado y regenerado a s mismo.

Captulo II. La era de los pronunciamientos: 1814-1868.CAPTULO IILA ERA DE LOS PRONUNCIAMIENTOS: 1814-1868Durante el siglo XIX fueron utilizados grupos del ejrcito para realizar casi todos los cambios institucionales importantes en Espaa. La monarqua absoluta fue restaurada por presin de la jerarqua en 1814; pero una serie de pequeas sublevaciones abortadas contra el absolutismo durante los cinco aos siguientes condujeron a la primera rebelin liberal victoriosa en 1820. Despus que la intervencin francesa ayud a restaurar la monarqua absoluta en 1823, los nicos esfuerzos serios para volver al constitucionalismo durante la dcada siguiente fueron las rebeliones, inspiradas por los militares, de 1830 y 1831. Cuando se discuta la sucesin al trono en 1833, la mayora del ejrcito se puso al lado de la rama dinstica que ocupaba el trono, y en definitiva fue el ejrcito quien derrot a los reaccionarios carlistas en una guerra civil de siete aos (la primera guerra carlista: 1833-1840). Durante este conflicto, la presin de los militares ayud a conseguir unas mnimas garantas de Gobierno constitucional en 1834 y la revuelta de 1836 restaur la Constitucin de 1812. Durante los tres aos de Gobierno del caudillo progresista general Baldomero Espartero (1840-1843), las fuerzas liberales parecieron disponer del mximo de poder. Despus que sectores ms conservadores del ejrcito colocaron a la oligarqua moderada en el poder en 1843, otros dirigentes militares llevaron a cabo una docena de intentos para anular esa decisin durante el siguiente cuarto de siglo. El intermedio de dos aos de gobierno progresista (1854-1856) fue provocado por una rebelin militar y militares dirigieron la revuelta de 1868 que destron a la dinasta borbnica.La intervencin de los militares se llev a cabo de diferentes maneras. En general, esos actos se conocieron con el nombre de pronunciamientos, trmino que fue empleado por Rafael de Riego por primera vez en un discurso dirigido a sus tropas, el 3 de enero de 1820, antes de conducirlas a la rebelin armada. El pronunciamiento fue otras veces oblicuo e indirecto, consistiendo slo en declaraciones, en estmulos o amenazas formulados por generales prestigiosos con la intencin de influir en la poltica del Gobierno. Sin embargo, los pronunciamientos ms espectaculares e importantes fueron aquellos que implicaron cierto despliegue de tropas. Normalmente, los pronunciamientos armados consistan en el levantamiento de una parte del ejrcito a veces un grupo muy reducido que alzaba la bandera de la rebelin en su regin y confiaba en que ello impulsara a otras unidades a seguir su ejemplo o, al menos, servira para quebrantar la determinacin del Gobierno. El pronunciamiento poda tomar la forma de una rebelin en los cuarteles, o cuartelazo, en cuyo caso los insurgentes permanecan simplemente en sus puestos y esperaban el desarrollo de los acontecimientos. En otras ocasiones, las unidades rebeldes salan al campo para maniobrar, batallar o atraerse a otras fuerzas a su lado. Una forma menos frecuente del pronunciamiento fue el clsico golpe de Estado[38]. No es sorprendente en s mismo que la institucin que tiene el monopolio de la fuerza y de la violencia organizada imponga su voluntad en un pas desorganizado, pero hay que considerar con mayor atencin el porqu de la orientacin generalmente liberal de los militares espaoles durante la mayor parte del siglo XIX. Una serie de factores pueden explicar esta tendencia liberal: la pobreza y desorganizacin del mismo ejrcito de que se culpaba a menudo al grupo en el poder; ideales polticos de los ms enrgicos, imaginativos o altruistas que a veces apoyaban a los progresistas por razones patriticas; la ambicin, que poda inducir a algunos a ver en el progresismo poltico una forma de promocin para los mejor dotados; las presiones insistentes de los polticos civiles; la extendida influencia de la masonera, al menos en las primeras dcadas del siglo; el origen social poco privilegiado de la mayora de los oficiales[39]; y algunas veces, el atractivo demaggico que ejerca la defensa de intereses populares entre los suboficiales, aunque este elemento a veces daba lugar a motines que provocaban a su vez fuertes reacciones de los oficiales hacia el conservatismo. Al mismo tiempo, si exista una minora de activistas militares que apoyaba al liberalismo poltico, haba tambin otra minora tan decidida que se opona a esta tendencia o, al menos, a sus ms puras expresiones. La mayora de los mandos se preocupaba naturalmente de mantener la disciplina y la jerarqua, principios en que se basa la institucin militar. Algunos militares tenan la tendencia de trasplantar esas actitudes tambin a los asuntos civiles. Ms an, exista la obligacin de las fuerzas armadas de garantizar la seguridad del Estado, tarea fundamentalmente conservadora, que la mayora de los militares espaoles asuman con mucha seriedad. Haba tambin la preocupacin de los altos mandos de la jerarqua militar por preservar y aumentar su propia autoridad frente a las amenazas de abajo y de fuera factor se que a veces ayud a la causa liberal pero que a largo plazo sirvi para consolidar la lnea conservadora. A ello hay que aadir que, por conviccin o por temperamento, una minora de oficiales tena mentalidad reaccionaria.Uno de los factores importantes que impulsaba a los militares a oponerse a las causas democrticas fue que la creacin de milicias de voluntarios civiles en los perodos democrticos, pona en peligro el papel del ejrcito regular. Ocurra adems que la naturaleza poltica del ejrcito espaol haba dependido casi siempre de la accin de una minora de activistas. Incluso en los aos ms caticos del siglo XIX, la mayora de los oficiales no se esforzaba por intervenir en la poltica; obedeca simplemente las rdenes de sus jefes, como cualquier oficial en cualquier ejrcito. En general puede decirse que la mayora del cuerpo de oficiales se convirti en campen del conservatismo como reaccin contra los excesos o los fracasos del progresismo poltico.Una importante minora de oficiales se hizo constitucionalista durante la guerra de Independencia. Entre los diputados liberales de las Cortes de Cdiz en 1811-1812 haba por lo menos 66 oficiales del ejrcito y la marina[40]. A pesar de ello, esta primera asamblea electa de la Espaa moderna estuvo siempre temerosa de que los altos jefes militares intentasen imponer una dictadura militar durante la ausencia del rey. Varios de los generales ms destacados formaban parte del Consejo de Regencia que gobern antes de las Cortes de Cdiz y otros, como fue el caso del capitn general de Castilla la Nueva, opinaban que un general o un grupo de generales quizs los capitanes generales de las regiones deberan encargarse del Gobierno para garantizar el orden y la continuidad. Por esta razn, las Cortes de Cdiz intentaron congelar los ascensos de guerra y favorecieron a los nuevos jefes guerrilleros y a los oficiales ms jvenes antes que a los antiguos jefes militares.Esto hizo que la mayora de los militares profesionales de rango ms elevado reaccionaran con desdeosa hostilidad contra la Constitucin de 1812 y contra los militares irregulares que fueron incorporados al ejrcito[41]. Cuando se acab de expulsar a los franceses, la mayora de la poblacin esperaba que fuera restaurado el antiguo rgimen, que la mentalidad popular encarnaba en la figura y en la autoridad del rey. Cuando Fernando VII regres a Valencia del exilio, el 15 de abril de 1814, el capitn general de la regin, Francisco Javier Elo, le entreg oficialmente el bastn de mando, infringiendo con ello las instrucciones de las Cortes[42]. Alentado y apoyado por las altas jerarquas del ejrcito, el rey dio a conocer sus pretensiones y anul la Constitucin el 4 de mayo. En Madrid, el general Egua (al que se apodaba coletillo porque insista en peinarse conforme al estilo prerrevolucionario) clausur las Cortes[43].La jerarqua militar hizo cuanto le fue posible para que el rey se enterara de su lealtad hacia l. Despus de devolver a Fernando VII el poder absoluto, Elo insisti en la importancia de los benemritos ejrcitos: despus de haber abundantemente regado con su sangre el suelo que han libertado, se ven necesitados, desatendidos y, lo que es ms, ultrajados, pero confan en que vos, seor, les haris justicia[44]Fernando VII restaur la autoridad de las altas jerarquas militares y ascendi a los oficiales ms adictos a su persona. A Elo le confiri el rango de teniente general y Egua se convirti pronto en ministro de la Guerra; stos fueron los primeros ascensos extraordinarios que luego iban a llegar a ser cosa corriente durante los sucesivos pronunciamientos[45]. Adems de ello, la monarqua estableci una serie de comisiones militares, dirigidas por algunos ultras de alta graduacin, que se encargaron de investigar y depurar a los militares liberales.En 1814, la mayora de ejrcito, como la mayora de los espaoles, carecan de convicciones polticas definidas. La mayor parte de los altos jefes militares saludaron con entusiasmo el retorno del rey. Entre los anticonstitucionalistas figuraban tambin algunos de los oficiales ms jvenes y ms populares que procedan de las clases ms bajas. Slo se necesitaron unos meses, sin embargo, para percatarse que los crculos cortesanos consideraban como advenedizos a los antiguos jefes de guerrilleros. Los generales ms antiguos no queran otorgar de forma permanente los altos grados militares a quienes carecan de una experiencia profesional regular. Los jefes militares ms jvenes, a los que se trat de esta manera, se sintieron inevitablemente desairados, ms an si se tiene en cuenta que haban ejercido un poder de vida y muerte sobre sus regiones durante los largos aos de la guerra.El resentimiento se difundi as en el ejrcito, no slo entre los antiguos jefes guerrilleros, sino tambin en el cuerpo militar ms aristocrtico: la Artillera. La Artillera haba conservado celosamente su origen aristocrtico mientras que los otros cuerpos se llenaban de oficiales procedentes de las clases medias y bajas; y en el perodo 1814-1815 recibi tales atenciones especiales del rey que un general de alto grado por lo menos protest. Sin embargo, el favor real tom sbitamente la forma de intervenir en los asuntos propios de los altos mandos del cuerpo de Artillera. Este y otros aspectos del caprichoso absolutismo real fueron considerados como intolerables por los aristocrticos artilleros que queran conservar el gobierno de sus propios asuntos. Se dedicaron entonces a mostrar su desprecio negndose visiblemente a asistir a actos oficiales y abstenindose de toda actividad cortesana siempre que fuera posible[46].La falta de reconocimiento por el rey de los ms recientes oficiales hizo que stos identificaran sus intereses con los de los liberales civiles de cuya represin se encargaban normalmente los ms antiguos jefes militares. A fines del verano de 1814, el popular dirigente guerrillero Juan Martn Daz El Empecinado present un memorndum al rey que le peda que otorgase las libertades por l prometidas cuando puso pie por vez primera en Espaa y pidi tambin que se decretase una amnista general para los liberales[47]. Don Fernando no se dign responder.El ms clebre jefe guerrillero era Francisco Espoz y Mina. Era uno de los pocos que tenan el talento suficiente para desempear las funciones de jefe de ejrcito y confiaba en que el rey le nombrara para un alto cargo. En vez de ello, se le despoj de la divisin que tena a sus rdenes y fue enviado a Pamplona como simple general de brigada. Este hecho, unido a los insultos que, segn Espoz y Mina, le dedicaron los miembros de la camarilla real, fue realmente insoportable. Espoz y Mina organiz el primer intento de revuelta militar cerca de Pamplona en septiembre de 1814. Aunque Espoz y Mina no se haba sealado anteriormente por sus convicciones polticas, su rebelin frustrada se asoci a una peticin de que fuera restaurada la Constitucin de 1812[48]. Las otras revueltas proliberales de los aos 1815-1819 fueron tambin dirigidas por generales jvenes que haban ganado rpidos ascensos durante la guerra pero que luego se sintieron agraviados personal y profesionalmente por el Gobierno[49].Un factor importante que extendi entre los oficiales espaoles las ideas liberales y los llev consecuentemente hasta la revuelta, fue el nacimiento durante esos aos de las logias masnicas. La masonera, al parecer, vino a Espaa desde Francia e Inglaterra. Su espritu de fraternidad e idealismo atrajo a los jvenes oficiales, a los que interes tambin su organizacin secreta. En 1814, no menos de 4000 oficiales espaoles fueron liberados de las prisiones francesas y un nmero importante de ellos haba sido iniciado en las logias durante el cautiverio. El proselitismo se dirigi especialmente hacia los oficiales ms jvenes. Esto aument an ms la divisin entre la joven y la vieja generacin, que lleg a ser tan aguda que algunos jvenes oficiales se referan a los generales viejos como a civiles, dando a entender con ello que slo los ms activos merecan el ttulo de militares. Durante los primeros aos del reinado de Fernando VII, la afiliacin a la masonera fue ms corriente en las guarniciones andaluzas, donde las logias asuman algunas de las funciones de gremio o sociedad de ayuda mutua. Polticamente, estas logias eran partidarias del liberalismo[50].Recientemente se ha estimado que haba de 1500 a 2000 masones en el ejrcito espaol durante estos aos. Esto significa poco ms del 15 por 100 del total de jefes y oficiales, pero fue de estos elementos de donde salieron la mayor parte de los rebeldes en los aos 1817-1820. En 1824 se estableci una lista de todos los masones conocidos con intencin de someterlos a una depuracin. En la lista aparecieron unos 2000 nombres, la mitad de los cuales eran militares con rango de jefe. Una lista posterior contena los nombres de unos 1300 oficiales con grados desde capitanes hacia arriba[51]. Como se llev a cabo un procedimiento regular de investigacin, el valor de estas estadsticas no puede ser comprobado, pero en general sus resultados aparecen confirmados por otros hechos.Ms importante que el papel de las sociedades secretas fue el que desempe la negligencia general con que fue tratado el ejrcito bajo Fernando VII. En otoo de 1819, de 15000 a 20000 soldados estaban amontonados en unos insulares y primitivos campamentos cerca de Cdiz, esperando ser embarcados hacia Amrica del Sur. Careciendo de abrigo, suministros y facilidades sanitarias, diezmados por enfermedades infecciosas y no teniendo el menor deseo de luchar contra los venezolanos o los colombianos, a muchos de los soldados y oficiales les fue ms fcil pensar que sus dificultades haban sido provocadas por los caprichos del absolutismo. Los pronunciamientos de 1814-1818 haban sido slo gestos romnticos de comandantes solitarios que carecan de apoyo de los civiles y de sus subordinados, pero cuando el brigadier Rafael de Riego y sus escasos partidarios se lanzaron a la rebelin, en los primeros das de 1820, encontraron fcil audiencia entre los miembros del cuerpo expedicionario a los que ni siquiera se haba pagado los sueldos. Aunque la mayor parte de las tropas de Riego desertaron durante la lenta y vacilante marcha hacia el norte, otras varias guarniciones proclamaron su apoyo a la revuelta. Fernando VII capitul finalmente y reinstaur la Constitucin no tanto por la fuerza del levantamiento como a causa de la debilidad del Gobierno[52]. En 1820, la mayora del ejrcito no se rebel; simplemente acept la cada de un rgimen absolutista incoherente. Durante los dos aos siguientes todos los militares, excepto algunos de los generales conservadores ms antiguos, sirvieron lealmente al rgimen liberal y ayudaron a suprimir la rebelin armada de los tradicionalistas en las provincias[53]. En contra de la opinin de la poca, la rebelin de la Guardia Real en julio de 1822 no se diriga aparentemente a restaurar el absolutismo, sino que fue un intento fallido de uno de los sectores ms conservadores del ejrcito por imponer un Gobierno moderado que impidiera a los radicales la toma del poder[54]. Aunque el ejrcito nunca se levant contra el rgimen constitucional los desrdenes de 1822-1823 afectaron la moral militar y, cuando los franceses intervinieron al lado de los absolutistas, la mayora de los militares slo hicieron esfuerzos aparentes para oponerse a la reaccin.La debilidad del ejrcito espaol en 1823 era consecuencia, tanto de un Gobierno dbil y dividido, como de la carencia de mandos militares. Los efectos de las intrigas en el ejrcito no fueron, sin embargo, tan daosos en Espaa como en el Per, donde la disidencia de los jvenes generales liberales min la autoridad del virrey y de cuanto quedaba del poder militar espaol es Amrica del Sur[55].Como los lderes militares se acomodaron bien con el rgimen liberal, la reaccin de 1823 estuvo a punto de disolver al ejrcito[56]. Alentados por los franceses, los tradicionalistas de las provincias formaron una milicia campesina llamada Voluntarios Reales. Mantener a los voluntarios no costaba casi nada: su organizacin era muy descentralizada; los hombres cubran sus propias necesidades durante los breves perodos de ejercicio y los gastos extraordinarios se cubran por medio de suscripciones locales. Debido a su celo, se encarg a veces a oficiales de los Voluntarios que encabezaran las comisiones depuradoras de liberales y de oficiales con ideas polticas no del todo claras[57]. A pesar de ello, despus de un ao o dos, el rey y sus consejeros se dieron cuenta de que una milicia provincial autnoma de este tipo era menos de fiar que un ejrcito centralizado. Los campesinos que formaban la milicia estaban ms interesados en defender sus provincias nativas que en defender a un Gobierno central que nada quera decir para ellos. Junto a sus lderes de la nobleza campesina, las milicias eran en cierta medida an ms reaccionarias que el rey. Se oponan al poder central en todo caso, ya lo ejerciera una oligarqua de clases medias constitucionalistas, ya se tratara de la burocracia del despotismo real. Algunos de sus dirigentes pretendan restablecer unas Cortes corporativas de estilo medieval y otros pedan el retorno de la Inquisicin. Estas exigencias iban en contra de las ideas de Fernando VII, que empez a darse cuenta de que una monarqua autoritaria no poda estar segura sin el apoyo de un ejrcito regular disciplinado que pudiera hacer frente a las presiones populares, tanto liberales como conservadoras.Casi todos los militares profesionales se sintieron mortificados por la creacin de los Voluntarios Reales. Incluso los mandos liberales que regresaban de las campaas americanas estaban dispuestos a servir al absolutismo con tal de que el rey confiara en el ejrcito antes que en la milicia campesina tradicionalista. El primer intento del ministro de la Guerra de colocar a las milicias bajo la autoridad del ejrcito fracas en 1825; pero poco despus se disolvieron las comisiones depuradoras y se reconstituy el cuerpo de Infantera[58]. Hasta la muerte de Fernando VII, en 1833, los cuadros supervivientes de militares profesionales fueron el principal soporte de la monarqua absoluta en Espaa, aplastando los intentos de derrocar al rgimen tanto de la izquierda como de la derecha[59]. Durante la primera guerra carlista (1833-1840) naci otra milicia civil de signo poltico contrario cuando la dbil regencia permiti la organizacin de la proliberal Milicia Urbana. Se autoriz la constitucin de la milicia slo en localidades de ms de 300 habitantes y los milicianos no deberan exceder del 1 por 100 de la poblacin de cada distrito. El decreto original de 1834 estableca que cada miembro de la milicia deba tener por lo menos 21 aos de edad y tener un empleo o ser propietario[60]. Bajo la presin de la guerra civil y gracias a la influencia de los progresistas, estas dos condiciones no siempre fueron cumplidas. Las milicias ultraliberales de las ciudades del sur y del este se convirtieron en fuente permanente de disturbios, a veces colocndose al frente de levantamientos y otras veces a asesinar a los comandantes militares de las regiones.Mientras continuaba la lucha por establecer la regencia de Isabel II, los capitanes generales de las regiones tuvieron ms importancia poltica y administrativa de la que hubieran tenido en otras condiciones. Como tener opiniones liberales facilitaba los tratos con los polticos civiles, cierto nmero de militares profesiones apolticos se convirti en generales liberales. Las enrgicas cartas de dos altos jefes militares que haban sido de tendencia conservadora influyeron mucho en los acontecimientos que llevaron a otorgar la Constitucin de I834[61]. Esta carta constitucional era muy limitada y los polticos radicales presionaban sobre los pequeos grupos activos militares para que stos impulsaran su ampliacin. Estas presiones condujeron al levantamiento abortado del capitn Cardero, en enero de 1835, durante el cual fue muerto por los rebeldes el capitn general de Castilla la Nueva; condujeron tambin al motn de los sargentos en el palacio veraniego de La Granja, en agosto de 1836, motn que oblig a la reina regente a reinstaurar la Constitucin de 1812[62].Durante los ltimos aos de la primera guerra carlista, los polticos moderados y progresistas derrocharon energa en ganar a su causa a los generales prestigiosos. La vida poltica normal era casi imposible y poco se poda llevar a la prctica por medios civiles; mucho ms determinante era el apoyo de un general conocido y de sus tropas. A veces, las dos fracciones polticas compitieron por ganarse la adhesin del mismo personaje, como en los casos de Espartero y de Narvez. El Ministerio de la Guerra se convirti en un baln de ftbol que cambiaba constantemente de campo[63]. Durante 1837, la disciplina estuvo cerca de desplomarse por completo: hubo muchos motines de la tropa y varios generales fueron asesinados. En agosto de ese mismo ao, algunos oficiales conservadores intentaron un pronunciamiento abortado para volver a colocar a los moderados en el poder[64]. El general Baldomero Espartero, comandante del ms importante cuerpo de ejrcito en campaa y ministro de la Guerra durante un breve perodo, restaur la disciplina con mano de hierro y condujo al ejrcito a la victoria contra los carlistas en 1839-1840. Aunque l mismo hubiera abrazado las ideas progresistas, termin la guerra civil en el Pas Vasco con una paz de compromiso el Abrazo de Vergara, en 1839, que garantizaba la no intervencin en las provincias vascas y ofreca puestos militares en el ejrcito regular a todos los oficiales carlistas que lo desearan[65].En 1840, Espartero se haba convertido en el rbitro de los asuntos de Espaa. Apoyado por la mayora del ejrcito y por los Ayacuchos grupo de liberales compaeros de la guerra en Amrica del Sur, puso fin a las luchas fraccionales, obligando a la reina regente a exilarse y encargndose personalmente del Gobierno. Una asamblea progresista elegida en esos momentos nombr a Espartero regente en la primavera de 1841. Hay pocas dudas sobre la fidelidad de Espartero al ideal liberal, pero careca prcticamente de talento poltico alguno. Fue el producto de un perodo de guerra civil y de caos nacional y no contribuy en nada o en muy poco a la creacin de instituciones nuevas y adecuadas. Su Gobierno era personalista, caprichoso y autoritario. Una rebelin de oficiales conservadores en octubre de 1831 estuvo a punto de tener xito y Espartero se empeo en que fuera condenado a muerte el nico de los lderes rebeldes que fue capturado: el romntico y respetado general de caballera Diego de Len. El dilema de los militares metidos en poltica fue bien expresado por el general Grass, miembro de la minora que recomendaba clemencia, cuando dijo[66]: Si Len ha de morir por haberse sublevado, qu hacemos nosotros que no nos ahorcamos con nuestras fajas?[67].Uno de los ms importantes problemas con que choc Espartero fue el de reducir el ejrcito y su presupuesto a dimensiones normales. Varios miles de oficiales fueron licenciados al acabar la guerra y se les concedi una pensin igual al quinto de su sueldo regular. Como carecan de carreras o de posibilidad de hallar un empleo, algunos se vieron reducidos a mendigar por las calles. Es fcil comprender por qu estos exoficiales se sintieron atrados por las conspiraciones de los polticos moderados contra Espartero. Los progresistas, para conseguir el apoyo de las tropas an bajo las armas hacan activa propaganda entre los sargentos, lo que provocaba el disgusto de la jerarqua regular. En dos aos, unos mil oficiales haban dimitido en seal de protesta[68]. Cada mes que pasaba, el Gobierno de Espartero vea restringirse su base, hasta no llegar a contar ms que con el grupo de los Ayacuchos. El regente perdi el contacto no slo con la opinin civil, sino tambin con los militares. En 1843, progresistas se volvan contra l[69].Espartero fue derribado por un nuevo pronunciamiento, en 1843, que uni temporalmente a la mayora de la oligarqua militar y poltica espaola. Fue dirigido por el general Ramn Mara Narvez, que llegara a ser el mximo soporte de la monarqua isabelina durante el siguiente cuarto de siglo. El bajo, moreno, nervioso Narvez, que haba sido liberal en su juventud, fue depurado en 1823 y expulsado del ejrcito por diez aos, hasta el comienzo de la primera guerra carlista. A lo largo de toda su vida se consider a s mismo liberal, pero en la prctica fue el ejemplo ms sobresaliente de ese tipo de general espaol del siglo XIX que se opona violentamente al carlismo pero que desconfiaba del Gobierno representativo y tema los desrdenes populares. Estos hombres eran fundamentalmente pesimistas respecto a las libertades civiles y al sufragio en un pas que careca de minoras creadoras, de tradicin de autogobierno, de intereses econmicos adecuados al liberalismo constitucional, de masas que supieran leer y escribir y de educacin cvica alguna.Narvez haba llegado a primer plano durante la mitad de la primera guerra carlista y se identific con los moderados, que se oponan al regionalismo, al absolutismo y al clericalismo, crean en la centralizacin poltica y en un sistema constitucional limitado a la pequea oligarqua de los ricos y los instruidos. El apoyo a su persona y sus ideas creci lentamente en el ejrcito desde 1836 a 1843, pero los desrdenes y motines de 1836-1837 y la venta forzosa de las tierras de la Iglesia, hizo que muchos oficiales profesionales se alinearan frente a los ultraliberales. Uno de los incidentes que ms contribuy a esta transformacin del ejrcito fue la muerte del rgido general Quesada. Expulsado de su puesto de capitn general de Castilla la Nueva por los progresistas en 1836, Quesada fue capturado y asesinado por los radicales, que le cortaron una mano y la utilizaron para revolver el caf en las tazas del casino que frecuentaban[70].La oposicin de Narvez a los progresistas le oblig a exilarse en 1838[71], pero desde Francia trabaj sin descanso para derribar a Espartero y colabor en la creacin de una sociedad secreta llamada Orden Militar Espaola, que usaba ceremonias y juramentos parecidos a los de los masones para atraerse la atencin y apoyo de los oficiales que en Espaa y en el extranjero se oponan a los progresistas[72]. Despus de ponerse al frente de los militares rebeldes triunfantes de 1843, Narvez se convirti en el rbitro de la poltica espaola. Narvez fue primer ministro por vez primera en 1844-1845 y desempe un importante papel en la elaboracin de la Constitucin moderada de 1845, que concedi el derecho de voto a una pequesima oligarqua y garantizaba slo mnimas libertades civiles (aunque dio una considerable libertad de prensa). Tambin estableci un Senado no electo, en el que cierto nmero de los recientemente ascendidos tenientes generales, de simpatas moderadas, ocuparon puestos vitalicios: de esta forma se garantiz el derecho de veto al ejrcito y se dio representacin a los intereses militares. Este cuadro institucional semiautoritario, en el cual el Gobierno era responsable ante la reina ms que ante las Cortes, se mantuvo hasta el derrocamiento de la dinasta en 1868.Narvez era incapaz de tolerar la oposicin y obviamente careca de temperamento constitucional. Se aseguraba que haba dicho:Yo creo que no todos los hombres de ideas avanzadas son unos pillos, pero s creo que todos los pillos son de ideas avanzadas, as como que la mitad de los que no tienen ideas avanzadas son unos pillos tambin[73].Las crticas de los peridicos lo enfurecan. El 5 de mayo de 1845, el diario madrileo El Espectador public una caricatura suya blandiendo dos enormes pistolas, llevando en el cinturn un sable y otra pistola. Una poesa satrica acompaaba al dibujo. Narvez escribi, enojadsimo, al capitn general de la capital: No basta recoger los nmeros: para acabar con los malos peridicos es preciso matar a los periodistas[74].Narvez y sus colegas reprimieron rebeliones de poca envergadura en 1843[75], 1846 y 1848, as como un levantamiento campesino en el noreste que mantuvo sus rescoldos desde 1846 a 1849 y que ha sido llamado a menudo la segunda guerra carlista. Hizo tambin frente a otros desrdenes menores que no vale la pena mencionar[76]. Sin embargo, para mantener el orden civil se necesitaba algo ms que la simple disciplina militar. La primera guerra carlista haba demostrado que exista un violento descontento entre ciertas capas de los campesinos del norte, y el proletariado rural sin tierras de Andaluca estaba hundindose ms y ms en la miseria conforme aumentaba su nmero y los latifundios se extendan. Para suprimir el bandidismo rural y los motines populares, Narvez cre en 1844 la institucin clsica del orden pblico de la Espaa moderna la Guardia Civil. Naci como una polica rural especial cuyos reglamentos se inspiraban en los de la gendarmera francesa y cuyo deber era eliminar el bandidismo, tan arraigado en el sur, proteger la propiedad y mantener el orden. Sus miembros estaban mucho mejor pagados que los soldados, y sus oficiales se elegan normalmente entre los militares que haban demostrado mayor rigidez de carcter un antiguo general carlista, Jos Antonio Zaritegui, fue uno de sus primeros directores[77].El nico objetivo de Narvez era mantener el orden: careca del entendimiento y la imaginacin necesarios para comprender los ms profundos problemas espaoles y para darles soluciones inteligentes. A diferencia del general Espartero, que en algunas ocasiones haba sido aclamado por enormes manifestaciones en las grandes ciudades, Narvez no fue nunca una figura popular. Desdeando a todos los leguleyos, como llamaba l a los polticos civiles, Narvez nunca cre ningn tipo de organizacin que tuviera sus ideas. Jaime Balmes, el ms importante pensador catlico de la mitad del siglo XIX espaol, observ:La causa que le inutiliza es principalmente su falta de pensamiento poltico. De esto dimana su fluctuacin entre tendencias absolutistas y liberales. De esto que se le haya visto hoy, con pretensiones de hombre de Parlamento, y maana, con el sable en la mano, en actitud amenazadora contra el mismo Parlamento. Sus instintos, sus ideas, sus sentimientos, sus intereses, estn en perpetua lucha[78].En definitiva, Narvez demostr ser un buen administrador ms que un buen dirigente poltico[79].Debe sealarse, sin embargo, que ni Narvez ni ningn otro general poltico del reinado de Isabel II intent siquiera gobernar como dictador militar. No hubo una lnea poltica del ejrcito o un gobierno del ejrcito hasta 1874. En vez de ello, generales polticos aislados dominaban al Gobierno por la fuerza de su voluntad o de su personalidad, respaldada por la siempre posible intervencin militar que aparece ligada a la figura de un general famoso. La desunin de los polticos moderados fue la que permiti que generales aislados o un pequeo grupo de ellos llegara a alcanzar tanta influencia. Si la oligarqua civil hubiese sido una fuerza coherente que generase dirigentes enrgicos, Narvez y sus iguales no hubieran sido necesarios. En efecto, los generales que llegaban a ser primeros ministros eran tambin derribados con facilidad tan pronto como una faccin civil reuna suficiente unidad y determinacin para llegar al odo de la reina. La duracin media de los siete gobiernos de Narvez entre 1844 y 1867 fue de poco ms de un ao cada uno y, con una notable excepcin (el segundo ministerio de ODonnell), lo mismo ocurri con todos los dems gobiernos que presidieron generales.El hombre fuerte civil durante el reinado de Isabel II fue el primer ministro Antonio Bravo Murillo, que ocup ese cargo en 1851. Estaba decidido no slo a subordinar a los militares, sino a implantar una constitucin ms autoritaria an que creara as un fuerte aparato poltico que hara innecesario el apoyo de los militares. Se cuenta que Bravo Murillo afirm en 1852: Si la reforma se aprueba contino yo obteniendo la confianza de la Corona y probar a los espaoles que, sin ms insignia que este frac, ahorcar generales con sus propias fajas[80].Los designios abiertamente autoritarios de la fraccin de Bravo Murillo y sus poco hbiles esfuerzos para imponer su voluntad a los generales provocaron una fuerte oposicin entre la casi totalidad de los lderes militares, incluyendo a Narvez[81]. Bravo Murillo fue derrotado y abandon su puesto, pero los polacos, como se llamaba popularmente a la pequea fraccin de moderados derechistas, cometieron, adems, el error capital de continuar oponindose a los intereses de los caudillos militares polticos, al mismo tiempo que levantaban fuerte resentimiento entre los militares con ideas constitucionales. Incluso Narvez se opuso a los reaccionarios clericales. Cuando se apelaba a la vez al idealismo y a la ambicin de los militares, stos reaccionaban generalmente de manera positiva.El dirigente que volvi a lograr el equilibro poltico en 1854 fue el teniente general Leopoldo ODonnell, el poltico ms sutil entre todos los personajes militares de la poca. Al planear el pronunciamiento de 1854, su objetivo parece haber sido el de ampliar la base de la oligarqua lo suficiente para conseguir justo el apoyo necesario que permitiera al pas seguir viviendo bajo la Constitucin de 1845. Posteriormente, uno de sus principales compaeros de insurreccin, el teniente general Domingo Dulce, escribi esta justificacin in extremis de la rebelin militar:Ejrcito se llama a una reunin de hombres armados, regidos por un reglamento especial, y con el solo y exclusivo encargo de mantener las leyes en su ms completo estado de integridad.Ahora bien, esta definicin, tan lgica como filosfica, demuestra que la fuerza armada es el brazo fuerte que tiene la ley.Dicen algunos, con un aplomo ciceroniano, que el ejrcito no debe pensar, no debe ser ilustrado, limitndose a obedecer ciegamente al Gobierno. Palabra elstica, retumbante, de formas colosales y tras de la cual se parapetan los traidores, los inmorales y los cobardes; traidores porque hacen traicin a la ley, que es ms que el Gobierno, porque fue creada antes que l y le da accin y vida; inmorales porque sacrifican sus ms caras afecciones y sus ms sagrados deberes a la vergonzosa conservacin de un miserable destino, y cobardes porque les falta el valor para lanzar a corrompidos gobernantes el anatema de resistencia activa que opone el hombre de corazn a los abusos del poder Ahora bien, cuando un Gobierno, sea su nombre el que quiera, se desentiende de las leyes cuya conservacin y guarda le est encomendada, obligndole antes que a nadie mi obediencia, cuando las viola y escarnece, no ha roto de hecho y de derecho los vnculos que le unan con el resto de la sociedad de que formaba parte?Cuando se sube por grados desde la splica hasta la oposicin enrgica de los elegidos del pueblo y de la Corona, sin obtener reparacin alguna, qu partido ni recurso le queda a un gran pueblo que se le oprime, vilipendia y ultraja hasta en sus ms sagrados derechos? La guerra marcha a retaguardia de las discusiones razonadas de la diplomacia Puede un Gobierno bajo la forma representativa alegar derechos para faltar a la ley y exigir su rigurosa observancia del pueblo que se lo ha dado y a quien rige? Si admitimos tan funestos principios, pronto, muy pronto, no veramos ms que al sistema absoluto, porque teniendo los reyes concedida la eleccin de sus consejeros, y reduciendo al ejrcito a la simple condicin de una mquina de fuerza, movible, a voluntad de los gobiernos, son muy fciles de adivinar las consecuencias de tales premisas.Estos llamamientos contra la injusticia han sido siempre comunes en los pronunciamientos militares[82].El pronunciamiento de los disidentes militares de julio de 1845 estuvo a punto de fracasar. Las unidades rebeldes salieron de Madrid en las primeras horas de la maana, sostuvieron una escaramuza sin consecuencias con las tropas leales a unos cuantos kilmetros al este de la capital, se vieron obligadas a retirarse hacia el sur haciendo llamamientos a sus camaradas militares y a los espaoles patriotas para que se unieran a ellas. El Gobierno fue derribado, no por el ejrcito, sino por una insurreccin popular de los progresistas en Madrid y varias otras grandes ciudades[83]. Como el alzamiento de las clases bajas y modestas de las ciudades salv al pronunciamiento, sus efectos fueron mayores de lo que ODonnell haba previsto. Espartero fue sacado de su retiro para ser nombrado primer ministro progresista y fueron elegidas nuevas Cortes progresistas, que elaboraron una constitucin ms liberal. Los progresistas reorganizaron la Milicia Urbana, que Narvez haba disuelto haca una dcada, para convertirla en armadura del Gobierno progresista. La milicia entr as en competencia directa con los intereses de los jefes del ejrcito regular.Dos aos despus estas dos fuerzas estaban enfrentadas. Un choque armado entre el ejrcito y la milicia en Madrid, en 1856, produjo una derrota de esta ltima y permiti a ODonnell suceder a Espartero como primer ministro, disolver en el acto a la milicia, derogar la nueva constitucin y restaurar la de 1845[84]. El primer Gobierno de ODonnell dur escasamente un ao; pero, tras un breve ministerio de Narvez, volvi ODonnell al poder en 1858 y presidi una equilibrada coalicin que se mantuvo en el poder durante cuatro aos y medio rcord en la era isabelina. El partido moderado nunca haba sido ms que un grupo sin contornos y sin cohesin y haca ya tiempo que se haba desintegrado. ODonnell se las arregl para poner en pie una nueva coalicin, llamada la Unin Liberal, que estaba basada fundamentalmente en el apoyo de influyentes generales y en las facciones ms liberales de los antiguos grupos moderados. Durante su largo ministerio, ODonnell intent tambin distraer la atencin poltica y militar con una serie de espectaculares aventuras exteriores guerra de Marruecos, intervencin naval en Amrica del Sur, participacin en la expedicin francesa a Cochinchina e intento de volver a anexionar la isla de Santo Domingo[85]. Sin embargo, media dcada de desgaste poltico, la falta acostumbrada de apoyos y acuerdos ms amplios, la intriga de grupos cortesanos y el capricho de la reina, finalmente se coaligaron para derribar a ODonnell a comienzos de 1863[86].Mirando retrospectivamente, parece claro que la Unin Liberal era el ltimo intento razonable que poda haber hecho funcionar al minoritario rgimen oligrquico de la poca isabelina. Mediada la dcada de 1860, el Gobierno volvi a convertirse una vez ms en la presa de las camarillas cortesanas y de minsculas facciones de favoritos, y se encontr privado de todo contacto, no slo con el pas, sino tambin con muchos de los lderes polticos y militares. En sus ltimos aos, la monarqua isabelina contaba casi exclusivamente con una media docena de generales de alto rango cuya funcin era asegurar la lealtad del ejrcito y reprimir los desrdenes. La responsabilidad de la estructura artificial y estrecha del Gobierno no recaa slo en la reina, pero sta no hizo absolutamente nada por mejorar la situacin. Sensual, supersticiosa, voluble y de inteligencia mediocre, la reina no entendi apenas los problemas de Espaa. En vez de intentar armonizar los intereses polticos en pugna y permitir que se expresaran las necesidades de sus sbditos, la reina dedic toda su atencin a un reducido crculo de favoritos y aventureros cortesanos. A mediados de la dcada de 1860 incluso los moderados comenzaban a dudar del futuro de la monarqua constitucional con aquel personaje en el trono.En esta situacin lleg al primer plano poltico el general ms sobresaliente del siglo. Don Juan Prim y Prats fue, segn uno de sus bigrafos, un caudillo estadista. En la cumbre de su carrera acometi el ms serio y constructivo esfuerzo de este perodo para implantar una monarqua constitucional y democrtica manteniendo al mismo tiempo el orden pblico. Hijo de un oficial del ejrcito, siendo muy joven Prim se alist durante la primera guerra carlista. Despus de ser herido y condecorado varias veces, fue nombrado coronel a la edad de veintisis aos. Fue capitn general de Puerto Rico, gan ms laureles en los combates de Marruecos que ningn otro jefe militar espaol, y en 1861-1862 demostr sagacidad y prudencia como jefe de la fuerza expedicionaria anglo-hispano-francesa que intervino en Veracruz para cobrar las deudas exteriores de Mxico. Se convirti as en el favorito de la opinin pblica en las grandes ciudades. Por haber sido progresista durante toda su vida, se encarg de la vicepresidencia y de la direccin general del partido progresista en 1864[87]. Cuando el rgimen demostr que no permitira jams la llegada al poder de los progresistas por los medios constitucionales, Prim bas todos sus planes polticos en un pronunciamiento militar. Entre 1865 y 1868, Prim demostr ser el ms decidido, y probablemente el mejor preparado, de todos los conspiradores militares de la historia de Espaa. Y, sin embargo, fracas varias veces en su intento de conseguir una rebelin militar. La ms inquietante de estas rebeliones abortadas, desde el punto de vista militar, fue el motn de los sargentos en el cuartel de artillera madrileo de San Gil, en 1866. Incluso entre los militares polticos se consideraba como traicin hacer proslitos entre el personal militar sin carrera. Baltasar Hidalgo de Quintana, el nico oficial de artillera que estaba al lado de los amotinados, haba intentado previamente renunciar a su grado para evitar as dar el ejemplo de un oficial que subverta la jerarqua militar. Los sargentos, por su parte, estaban descontentos porque en la perezosa rutina del ejrcito espaol del siglo XIX ellos eran quienes en la prctica administraban y cuidaban de las compaas. Y no slo sus esfuerzos no eran reconocidos, sino que recientemente se les haba disminuido el tiempo libre por decreto. Cuando estall por fin el motn fue reprimido rpidamente pero no antes de que varios oficiales de Artillera fueran muertos a manos de sus subordinados y de que hubiera muchas bajas en la batalla campal que se prolong un da entero. Esta experiencia caus gran sobresalto entre los oficiales de Artillera. Hasta este momento haban sido generalmente liberales, pero esta revuelta moder netamente sus actitudes polticas. Prim, con su estricto sentido del orden, tampoco aprob el motn como forma de rebelin poltica[88].La revolucin de septiembre de 1868, encabezada por Prim, tuvo como resultado final el derrocamiento de la dinasta borbnica. Esta revuelta podra no haber triunfado, no obstante, sin el descontento popular que alcanz su punto culminante en la crisis econmica de 1866-1867, y sin los errores del rgimen que le haban ganado la enemistad de la mayora de los generales que anteriormente apoyaron a ODonnell. En la rebelin de 1868, una importante minora de oficiales se puso al lado de los liberales del ejrcito, una minora ms amplia se mantuvo al margen y slo un puado de oficiales asumieron la defensa del rgimen. Despus de una corta batalla cerca de Crdoba, las fuerzas leales se desintegraron[89]. Francisco Serrano, uno de los ms conocidos generales polticos, que haba sido teniente a las rdenes de ODonnell, fue designado primer ministro; pero Prim, que ocupaba la cartera de la Guerra, era el espritu inspirador del nuevo rgimen. La Constitucin de 1869 fue la carta ms progresista jams conocida por Espaa. Estableca el sufragio universal para los varones, libertades pblicas completas y un ministerio responsable ante una legislatura unicameral elegida directamente. Se conserv cuidadosamente la forma monrquica del Estado, y el problema primordial del Gobierno provisional de Prim en 1869-1870 fue el de encontrar un monarca constitucional aceptable para reemplazar a la caprichosa y desacreditada Isabel II. Despus de muchos sondeos, la eleccin recay en Amadeo, uno de los hijos menores de la familia real italiana. El 24 de diciembre de 1870, Prim consigui la eleccin de Amadeo de Saboya como rey de Espaa con el margen de un voto.En un atardecer fro, tres das despus, Prim era mortalmente herido por un grupo de pistoleros en una calleja del centro mismo de Madrid. Muri setenta y dos horas ms tarde. El asesinato de Prim es el crimen ms importante que queda sin resolver de la Espaa del siglo XIX[90]. Fue una tragedia nacional porque, en los dos aos y medio que precedieron a su muerte, Prim haba hecho mucho ms que ningn otro caudillo para sentar las bases de un Gobierno representativo y estable en Espaa[91]. Sin l, el nuevo rgimen careca de un dirigente indiscutido. Peligrosamente expuesto al sempiterno fraccionalismo de la poltica espaola, el rgimen slo sobrevivi poco ms de dos aos.

Captulo III. El derrocamiento de la primera Repblica.CAPTULO IIIEL DERROCAMIENTO DE LA PRIMERAREPBLICADurante el ao 1871 la gran mayora de los militares fue leal a la nueva monarqua democrtica de Amadeo de Saboya. El ejrcito era vital para el rgimen a causa de la rebelin cubana, que comenz en 1868, y del alzamiento carlista iniciado un ao ms tarde. Pero en breve perodo de ensayo de la monarqua democrtica en Espaa cay pronto bajo el dominio de las fuerzas de extrema izquierda en las Cortes los radicales (sucesores de los progresistas) y los nuevos republicanos federales.En contra de los deseos del moderado Amadeo de Saboya, el Gobierno entr en serio conflicto con el arma de Artillera en 1872. El centro de la tormenta fue el ultraliberal general de Artillera Hidalgo de Quintana, que haba inspirado el motn de San Gil en 1766. Los camaradas de armas de Hidalgo de Quintana le haban lanzado un anatema porque consideraban su accin como un acto de flagrante deslealtad al Arma. A pesar de ello, el Gobierno lo destin a puestos importantes, en Pamplona, primero, y luego en Barcelona. Cuando 300 oficiales de Artillera dimitieron en seal de protesta, las Cortes, dominadas por los radicales, elaboraron un plan para reorganizar enteramente esa arma y para reemplazar a los oficiales dimisionarios por sargentos. Esta crisis, que surga en un momento de guerra en tres frentes contra los carlistas, contra los rebeldes cubanos y contra los incendiarios federalistas de las provincias, desamin al rey italiano. Convencido de que no podra escapar al faccionalismo de la poltica espaola ni a las presiones de los extremistas, Amadeo abdic el 11 de febrero de 1873.La repentina cada de la monarqua democrtica provoc un fuerte viraje poltico hacia la izquierda. Los republicanos federales, que tenan fuertes apoyos entre las clases bajas y medias, especialmente en el Este y en el Sur, se aliaron a los radicales para establecer por simple decreto parlamentario un rgimen republicano unicameral el primero en la historia de Espaa. Los federalistas se apoderaron acto seguido del Gobierno e implantaron una especie de dictadura revolucionaria.El nuevo rgimen era antimilitarista en su mismo origen. Quizs el principio ms popular del programa federalista fuera su promesa de abolir el servicio militar obligatorio y de reformar drsticamente el ejrcito. A causa del extendido resentimiento contra el servicio militar, esta propuesta hera en su punto ms dbil las relaciones entre el ejrcito y la sociedad espaola. Nunca se haba hecho un serio esfuerzo para regular la caprichosa seleccin de los soldados y los reclutas seguan siendo sorteados. Durante todo el siglo XIX, quienes tenan bastante dinero para pagar una redencin a metlico podan escapar al servicio militar. Muchos otros se libraban tambin por estar eximidos legalmente. Por ejemplo, de los 97000 designados por sorteo en 1862, 33000 se redimieron o escaparon al servicio militar por otros medios legales. No es nada extrao que la minora que finalmente se vea obligada a hacer el servicio militar se sintiera discriminada por falta de dinero o de influencia[92]. El resentimiento contra esta situacin se haba ido extendiendo entre las clases bajas y medias desde la dcada de 1830, y la promesa federalista de abolir las quintas fue probablemente el factor ms importante que le hizo ganar al nuevo rgimen amplio apoyo en las ciudades del Este y del Sur[93].En 1868, cuando fue destronada la antigua dinasta, los federalistas haban organizado 40000 milicianos como Voluntarios de la Libertad. Invadieron los arsenales militares en busca de armas y se enfrentaron en batallas campales con las unidades del ejrcito que Prim envi contra ellos para imponer el orden. Pocas cosas contribuyeron ms a despertar las aprensiones del ejrcito y a unificarlo polticamente, que esta decisin de crear una milicia independiente y antimilitarista. Pero eso no disuadi a los federalistas de su propsito; el mismo da de la abdicacin de Amadeo, anunciaron la reorganizacin en toda Espaa de los Voluntarios de la Libertad.A causa de su poltica antimilitarista, uno de los mayores problemas de los federalistas fue encontrar mandos militares en que pudiera confiar el nuevo rgimen. Slo dos generales tenan simpatas notorias por los federalistas los incompetentes Contreras y Nouvillas; ambos eran despreciados por sus compaeros de armas y se les tena aversin por sus contactos con los Intransigentes (ultra federalistas[94]).A mediados de febrero, los federalistas, nombraron un nuevo ministro de la Guerra y destinaron a su protegido Contreras al puesto vital de capitn general de Barcelona. El hasta entonces capitn general Gaminde haba sido enviado a la capital catalana cuatro aos antes para reprimir a la milicia federal. Intentando conservar el mando, Gaminde pretendi ocupar el gobierno civil de Barcelona, el 21 de febrero, pero fue rechazado por la milicia. Tres semanas ms tarde fueron disueltas todas las fuerzas regulares del ejrcito en Catalua. Despus de una revuelta abortada de los moderados en Madrid, el 23 de abril, los federalistas aumentaron su autoridad sobre el Ministerio de la Guerra, ascendiendo a casi todos los jefes y oficiales profederalistas que pudieron encontrar (unos ciento cuarenta y cinco en total[95]).El 22 de febrero el rgimen federalista aboli las quintas. Propusieron reemplazarlas con 80 batallones de voluntarios, llamados Cuerpos Libres, que se esperaba llegaran a sumar 48000 hombres. No se pens que se plantease ningn problema de reclutamiento, pues los federalistas haban teorizado idealmente que habra efusin natural de entusiasmo para proteger al nuevo rgimen contra las bandas carlistas que se estaban formando en el noreste de la Pennsula. Para impulsar el alistamiento, la paga de los voluntarios fue aumentada por encima de la de los militares regulares, aunque las vigorosas protestas del ejrcito trajeron consigo pronto aumentos de sueldos tambin para ellos. A pesar de ello, ninguno de estos incentivos fue bastante para atraer a los jvenes espaoles. Cuatro meses despus slo se haban reclutado 10000 voluntarios y la mayora de ellos era militarmente intil insubordinados y dados al motn[96].En el verano de 1873 la dictadura federalista se haba enemistado completamente con el ejrcito y estaba acosada por tal multitud de enemigos, tanto a la derecha como a la izquierda, que el orden poltico se quebr. El establecimiento del rgimen republicano en Madrid haba dado nuevos mpetus al renacer del carlismo y una guerra civil en gran escala estall en el Noreste[97]. La rebelin cubana an segua latente. A la izquierda, la autoridad del Gobierno estaba debilitada por una revuelta general de los extremistas en las provincias que llevaron a cabo una reductio ad absurdum de la ideologa federal al intentar aplicar un separatismo regional universal. El 12 de julio y los das que siguieron, los rebeldes de las clases medias se apoderaron de la mayora de las ciudades en el sur y el este de Espaa y establecieron en ellas cantones autnomos.El segundo presidente republicano, tras slo cinco meses de rgimen, dimiti el 18 de julio y fue sustituido por un federalista moderado, Francisco Salmern, quien acept el hecho evidente de que la poltica anterior haba fracasado. Como el gobierno no poda sobrevivir un da ms sin una fuerza militar de confianza, Salmern tuvo el 20 de julio una conferencia con la mayora de los generales destinados en Madrid. Prometi restaurar la organizacin del Arma de Artillera y establecer de nuevo el tradicional Cdigo de Justicia Militar, haciendo con ello posible que reanudaran su actividad los tribunales de guerra[98].Como comandante en jefe del Sur, Salmern nombr al general Manuel Pava, uno de los compaeros de conspiracin de Prim en los aos 1865-1868 y hombre de ideas polticas an ms avanzadas que su asesinado jefe. Pava no era federalista, pero estaba de acuerdo con otros liberales del ejrcito, como Serrano, de que la mejor esperanza de Espaa era una repblica moderada centralista. Salmern le hizo notar: Si consigue usted que un soldado dispare su fusil contra un cantonal, se habr salvado el orden[99]. En realidad, fueron pocos los soldados que se pasaron al bando de los cantonalistas, excepto en Cartagena, porque los reclutas campesinos sentan poca simpata por los revolucionarios. Ms an, los cantonalistas carecan de experiencia y disciplina y en la mayora de los casos no pudieron presentar una decidida resistencia. Con Milu unos dos mil soldados, Pava ocup Crdoba el 23 de julio, Sevilla el 30, Cdiz el 1 de agosto y estaba en Granada a mediados de agosto[100]. Despus de una dura batalla, el general Martnez Campos ocup Valencia