los maizes magicos

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Esta es la hirtoria de un joven q por dejarse llevar por las influenzias termina viviendo una aventura caoticamente fantasica.

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Los maizes magicos

Esta es la historiade una familia pobre pero muy pobre

demasiado pobre, que solo tenia una vaca para vivir, vivian

de la vaca producia pero un dia la madre decidio vender la

vaca para poder comer y entonces en ese momento el hijo de

aqulla madre se fue a vender a vender dicha vaca.

El se dirigio a la plaza del mercado para allí vender la vaca

duro el dia entero vendiendo la vaca pero nadie le acepto la

vaca solo un niño q le ofrecio a cambio de dicha vaca unos

maizes a los cuales aquel niño llamaba “maizes mágicos” el

hijo de la madre q era dueña de la vaca le dijo al niño q si al

verse tan solo.

Entonces el hijo de la madre se fue a la casa de la madre

muy emocionado y contento a mostrarle dichos maizes a su

madre cuando llego a su casa la madre lo regaño y le grito

por haber hecho esta imbecilidad entonces la madre le dijo q

se devolviera a cambiar esos maizes por esa vaca el hijo de

la madre se fue muy desilucionado y frustrado con ganas de

mandar a matar a la vaca.

Entonces cuando llego noto q se había perdido entonces llamo a su madre por el blackberryPero como no le contesto le mando un inbox Había una vez un terrible ogro que le robó a un mercader todo su dinero. Cuando el mercader murió, su viuda y su hijo, el pequeño Hans, quedaron muy pobres. Cierto día, la mamá del pequeño Hans le ordenó que llevara su única vaca al mercado, y que tratara de que le dieran por

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ella la mayor cantidad de dinero posible. El pequeño Hans obedeció y, en el camino, se encontró con un extraño viejito de acento irlandés y una larga barba blanca. El anciano llevaba en una bolsita de cuero amarrada a su cinturón, unas cuantas semillas de colores. El viejito le ofreció las semillas de frijol a cambio de la vaca, diciéndole que eran semillas mágicas. Al pequeño Hans le pareció una buena oferta y aceptó. El pequeño Hans regresó a casa con las semillas mágicas en su mano. “¡Mamá, mira! Son semillas mágicas”, exclamó el pequeño Hans. “Muy bien. Pequeño Hans. ¿Y qué has hecho con nuestra hermosa vaca?”, preguntó su mamá. El pequeño Hans contestó: “La cambié por estas maravillosas semillas”. Su mamá se enojó muchísimo, y tiró las semillas por la ventana. “¡Qué tonto eres! Cambiar nuestra linda vaca por unas semillas sin valor. Hoy no tendremos nada para cenar”, dijo muy triste y disgustada la mamá del pequeño Hans. A la mañana siguiente, cuando el pequeño Hans despertó, con asombro descubrió, junto a la ventana de la casita, una enorme planta de guisantes. Pensó que las semillas sí eran mágicas y, de inmediato, quiso investigar qué tan alta era aquella planta. Así, el pequeño Hans empezó a escalar con granfacilidad. El pequeño Hans ascendió poco a poco, hasta casi tocar las altas nubes. Ahí pudo observar un gigantesco y viejo castillo. El pequeño Hans creía que todo era un sueño. En la puerta del castillo, el pequeño Hans se encontró a una mujer gigantesca, a quien le dijo: “Señora, mi nombre es Hans, vengo desde lejos y tengo hambre. ¿Puede darme algo de comer?” “¿Comer?”, gritó ella. “Vete si quieres seguir con vida. Este es el castillo de un malvado gigante que si te encuentra te comerá”, añadió la enorme mujer. Sin embargo,

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al ver que el pequeño Hans estaba muy delgado y que parecía tener mucha hambre, la mujer lo llevó a la cocina y rápidamente le dio de comer. En seguida se oyeron unos pasos que parecían truenos. “Grr..., Grr...”, gruñó el ogro. “Huele a carne humana. ¡Quién anda por aquí!”, añadió con enojo. “Es el cerdito que cociné para ti”, respondió la señora, mientras escondía al pequeño Hans debajo de la mesa. Cuando el gigante terminó de comer con gran voracidad, le pidió a la señora que le llevara su hermosa gallina. “¡Gallina, pon un huevo de oro puro!”, ordenó el gigante, y la gallina de inmediato obedeció. Entonces, pidió que le llevaran su bolsa de monedas doradas y, con gran avaricia, se puso a contarlas varias veces, una por una. En seguida pidió su arpa mágica, que podía, por sí misma, tocar bellísima música. Satisfecho con sus maravillosos tesoros, el gigante empezó a tomar mucho vino y, finalmente, se quedó profundamente dormido. “Ahora, Han”, dijo la anciana señora. Y añadió: “Ven rápidamente. Toma los tesoros, porque ellos pertenecieron a tu padre, a quien el ogro mató. Yo intenté detenerlo pero no pude hacer nada, es un ogro muy malo y terrible. Lleva los tesoros con tu madre y que sean felices.” El pequeño Hans agradeció a la señora por tal revelación y tomó la bolsa con las monedas doradas y la gallina de los huevos de oro sin que el gigante despertara. Pero cuando tomó el arpa mágica, ésta sonó y despertó al gigante. El pequeño Hans corrió cuanto pudo, hasta alcanzar la enredadera de guisantes mágicos. Pero el ogro se acercaba cada vez más a él, como un veloz trueno enfurecido Este cuento no pretende ser más famoso y rico que PARIS HILTON y BRITNEY SPEARS, ni aparecer en Internet más que las palabras: ordenadores, juegos, pc, antivirus, portátiles, ADSL, hardware y acceso a Internet. Upa Dance, David Bisbal, Alejandro Sanz, Shakira o Alex Ubago. Ni

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despertar mas interés de los internautas que por el acceso a „música gratuita‟, software, libros, coches, regalos, supermercados, compras, moda, viajes, hoteles y móviles, abogados, afrodisiacos, amantes, amigas, amigos, amor, antivirus, aventura, becas, bellezas, besos, bibliotecas, biografías, bolsa, buscar trabajo, carta astral, casinos, celebridades, cerebro, chat, chayanne, cómics, comida, concursos y 40 principales.

Este cuento quiere que la palabra clave sea SUEÑO, QUE LA PALABRA MÁS BUSCADA SEA SUEÑO. ÉRASE UNA VEZ UN HOMBRE DE NADA QUE SOÑÓ, QUE ERA UN HOMBRE DE NADA, QUE TENÍA LA NARIZ DE NADA, LA BOCA DE NADA, IBA VESTIDO DE NADA, LLEVABA ZAPATOS DE NADA, CAMINABA POR UNA CALLE DE NADA, SE CANSABA DE TANTA NADA; SE IBA A SU CASA A DORMIR Y SOÑABA CON UN MUNDO DE SUEÑO, Y AL SOÑAR DECÍA QUE SOÑABA: SUEÑO COMO MARTIN LUTHER KING que un día este MUNDO se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: “Que todos los seres humanos son creados iguales”, ” Que los humanos no matan a los hombres, ni extinguen a las otras especies”, “que los humanos no dejan que otros seres pasen miseria, hambre y enfermedad”. Sueño que un día, los países que se sofocan con el calor de la injusticia, la guerra y de la opresión, se convertirán en un oasis de libertad, paz y justicia. Sueño que un día, el mundo árabe, israelí, americano, africano, asiático y occidental, se convierta en un sitio donde los niños y niñas, puedan unir sus manos y caminar juntos, como hermanos y hermanas.

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Sueño que algún día los valles no serán cumbres de basura, y las colinas y montañas no serán llanos de bombas, los sitios más escarpados serán cuidados y compartidos, los contaminados serán limpiados y se unirá todo el género humano con su madre tierra. Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual reescribimos este sueño y este cuento. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestro mundo, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, disfrutar juntos, educarnos juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres, libres de verdad. Ese será el día cuando todos los hijos de la tierra podrán cantar el himno con un nuevo significado, “Mi mundo es tuyo. Dulce tierra de libertad, a ti te canto. Tierra de libertad donde mis antepasados murieron, para como los canarios, dar cal a la tierra, tierra orgullo de los peregrinos cuenta cuentos que contaban cuentos para educar y para que no les cambiasen a ellos, de cada costado de la montaña, que repique la libertad”. Y si El MUNDO ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad. Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de NEPAL! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas DE AFGANISTAN! ¡Que repique la libertad desde las alturas DE LAS TORRES GEMELAS! ¡Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve DE LOS POLOS! ¡Que repique la libertad desde las sinuosas pendientes DE TIERRA SANTA! Pero no sólo eso: ¡Que repique la libertad desde la Montaña de Peña Negra! ¡Que repique la libertad desde la Montaña sagrada! ¡Que repique la libertad desde cada pequeña colina y montaña sagrada!, “De cada costado de la montaña, que repique la libertad”.

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Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de la tierra, negros y blancos, judíos, árabes y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: “¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a nuestra fe omnipotente, ¡somos libres al fin!”. ¡ LA PAZ SOMOS NOSOTROS ! ¡ PORQUE LA PAZ ESTÁ DENTRO DE NOSOTROS, NO FUERA !. Detrás de las palabras, dentro de las preposiciones, entre pronombres y adjetivos repetiré para que se escuche… Érase una vez una mujer buena, llamada Ani Mada, que soñaba todos los días. Soñaba que el mundo era un paraíso, pero levantaban mares de hormigón, soñaba que sería más libre con el progreso y sin embargo se notaba encadenada por la tecnología. Creía que la riqueza tenía forma de abrazo, sabor de fuente fresca y brillo de sol, en cambio perseguía monedas y billetes, trabajando duro y aceptando ciertas dosis de injusticia cotidiana para pagar sus facturas. Una tarde al apagar la tele, llena de miserias y mentiras, lo descubrió mirando el cielo gris de su ciudad (como añoraba el azul del horizonte sin barreras): “El mundo es un jardín para que los niños jueguen”. No había que asustarse de nada. La vida era un cuento de hadas, una oportunidad de ser la princesa que llevaba dentro. Salió a la calle y se puso a danzar, mientras se repetía en su corazón esta frase: “Lo susurraré a los voluntariosos, lo gritaré a los pasivos, lo llevaré por todos los rincones hecho canción, cuento o sonrisa.” Gritó ilusionada que era posible conservar el paraíso de la tierra en el que vivimos, respetar a los animales, bendecir los ríos, limpiar los mares, llevar alimentos a todas las bocas y serenidad sabia a todas las razas. La tomaron por loca, la marginaron, le negaron importancia y acallaron su voz con bulos (era estúpido bailar en la calle, que estaba hecha para circular), pero no se rindió

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Ani se decía: ” Mil veces nos callarán, otras diez mil nos pedirán que dejemos de luchar por un imposible, pero, mano sobre mano, no lucharemos. Es hora de construir corazón con corazón al borde… los latidos entonarán su canción enamorada: El mundo es un jardín para que jueguen los niños”. Pronto descubrió que no estaba sola. Miles de mujeres y de hombres sembraban, construían con respeto, pintaban, cantaban, contaban o escribían, cocinaban, construían instrumentos, repartían alegría y filosofaban con amor. Empezaban a redefinirse las sociedades de manera silenciosa. El miedo había sido desterrado de la vida de estos seres y con confianza, iniciaban una revolución silenciosa. Aquello le animó a seguir. Tenía que comenzar a transformarse por dentro. Haría de su vida un ejemplo. Cierto que una masa ingente, mantenía el sistema, pero se dijo: “He mirado debajo de las hojas que el otoño arroja desde los castaños, he dormido acurrucado a la brisa que mece los sueños y por fin lo sé… lo sé… lo sé… El mundo no se cambia, pero el amor lo rejuvenece, el mundo no se arregla pero el amor lo salva”. Era necesario entregarse entera para que otro se animara a regalarse. Su esperanza era que cundiera como la yesca su pequeña lección de amor. Sabía de sus imperfecciones, pero también, que nadie vale mas que nadie y ella encontraría su sitio. Cubrió mucho de los edificios oficiales de corazones rojos y una frase repetida que rezaba así: “No se sirve al dinero, sino con amor”. Ella dejó de competir. Cooperaba. Ayudaba a todos y misteriosamente siempre encontraba ayuda. Dejó su viejo trabajo de cajera, en el que recibía voces y gritos del jefe. Allí todo se contaba y medía, menos la generosidad. Si podían darte uno, no te daban los tres que merecías. Comenzó a tejer tapices y a venderlos. Estás loca con eso no serás capaz de pagarte un techo y de alimentar a tu hijo. Y ella

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miraba con ternura a todos pensando que el mundo es una noria grande de cangilones dorados que gira y gira hoy arriba, y mañana abajo, pero entre vuelta y vuelta los que sonríen nos lo recuerdan: “El mundo es el jardín en el que los niños juegan”. Y con dedicación y ardor dulce, prosperó tanto, tanto, tanto, que los envidiosos al ver su gran riqueza dicen que tuvo suerte, pero Ani Mada, no congela el flujo del mundo y aunque es rica en dinero gracias a sus tapices, deja que la moneda ruede y a menudo la regala. Siempre paga en exceso a aquellos a los que contrata y nunca le ha faltado nada. Ella sabe que la prosperidad es un estado de animo, el frescor de las fuentes, la claridad del sol, la igualdad de los pueblos y el amor a la vida. Lo demás es parte de su equipaje para ser la princesa de su propio cuento de hadas. Tanto me impresionó su ejemplo, que he perdido el miedo y me he puesto a soñar y soñado me nació este canto: Detrás de las palabras, dentro de las preposiciones, entre pronombres y adjetivos repetiré para que se escuche… “El mundo es un jardín para que los niños jueguen” Y así la tierra durmió y en lo oscuro de la noche tuvo un sueño, donde el hombre la escuchaba, la mimaba acariciaba, la regala el corazón en sus palabras, la contagia con la notas musicales de un abrazo. Y el sol la regala un color cada día de la semana, y ella se viste rojo, se viste de alba, se viste del color de tu mirada. Ahora el fondo de los mares es de ámbar carmesí. ¿Y la vida? Pues la vida un frenesí. Un juego para reír.

Esta mañana el sol me ha despertado con una sonrisa y me ha traído recuerdos de las estrellas. En secreto me ha contado que la tierra tuvo un sueño y en su sueño aparecía el regalo de la vida, y que solo ha despertado porque un niño la miraba, susurrándola al oído que la amaba.

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Soñamos que estamos en un crucero por el Mediterráneo. El mar está tranquilo, es primavera y anochece. Observamos el cielo con sus miles de estrellas brillantes, nos sentimos libres y felices, tras una cena maravillosa y un baile, hacemos amigos y disfrutamos, reímos. De repente, en el cielo vemos acercarse una nave espacial que flota sobre la cubierta. De la nave baja una escalerilla luminosa y aparecen dos seres bellos, de pelo largo y grandes ojos oscuros. Sentimos paz, se oye una música alegre. Nos invitan a cantar y bailar y nos ofrecen regalos. Nos invitan a subir con ellos a la nave. Estamos asustados pero les seguimos y entramos en una sala dónde la temperatura es perfecta. Hay unos grandes y cómodos sillones azule en los que nos sentamos y nos enseñan una pantalla en la que nos muestran un película en tres dimensiones. Sentimos que tenemos que aprender mucho de ellos pero somos muy afines. Nos relajamos y nos dan un curso de risoterapia. La nave despega, flotamos en el espacio, por las ventanillas se ven las galaxias, los planetas. La nave se eleva, se eleva… Suena el despertador. Ha sido un sueño. Cada mañana al salir de la cama veo por la ventana las altas cumbres al otro lado de mi valle. Ah! Se me olvidaba presentarme: Soy el Sueño del Hogar y como todos los días desayuno con mis amigos los Sueños de la Paz, la Aventura, la Libertad y la Risa. Hoy nos toca trabajar duro y tenaz, pues nos toca sortear y entrar en la mente de un hombre que, por desgracia no conoce la libertad y le han quitado la dignidad. Así que nunca ha sabido disfrutar de la vida. Tomás como todos los días tristes y oscuros no sabía que le visitaríamos nosotros los sueños y así se tomaba la vida como un mal trago. Pero después de meditar, cantar, bailar, chillar y expresarnos todos juntos nos encontramos en su interior con un ser inocente, luminoso y hermoso que brillaba

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por sí solo. Era un niño el de Tomás que reflexionando a través de la risa conseguía la paz y la energía para pasar el día dándose cuenta de que no necesitaba nada más. Era Feliz con ser él mismo, consciente de que solamente cuando cerramos las puertas de la mente al pasado se nos abren las ventanas del sueño al futuro. El sueño nos hace viajar a la libertad del hombre más allá de la vida y la muerte dijo el anciano, al calor del fuego, mientras la luna llena se asomaba en el horizonte formando bellas figuras que nos transportaban a nuestra niñez más inocente. Una sonrisa afloró en los labios de la mujer que escuchaba trayendo a su mente recuerdos de cuando fue feliz. El anciano la miró profundamente a los ojos y añadió: El amor es la culminación de todos los sueños. De lo alto de una encina una lechuza graznó y dijo: No quiero estar sola, bajaré al calor de la amistad buscando la compañía de la sabiduría, porque donde está ella se encuentra la autentica libertad, y allí nos reunimos todos los seres de los tres Reinos de la Naturaleza. El niño más pequeño dejó de escuchar la música; y buscando nuevos juegos, creyó encontrar la libertad de la música en el mundo. Se fue en busca de las altas cumbres y encontró aventuras, en aquel lugar cantó a la paz y a la alegría y, aprendió la belleza. “Ahora que estoy solo un rato me acaricia la espalda el amor”. El coraje y la furia la cambié por dignidad y entusiasmo. Siempre lejos del hogar recordé el camino que hasta aquí me había traído. Mis raíces van conmigo y el afecto es mi regalo. Río, río, río porque soy un niño. En las cimas de las cumbres se pusieron a cantar la paz y la armonía de los más pequeños de la Humanidad.

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Cada vez que se encontraba con alguien sonreía y soñaba

que pararían juntos las guerras del mundo, que las religiones

no levantarían muros, sino que construían escaleras al único

Dios, que se podría usar un coche que no ensuciase, que las

térmicas acabarían esparciendo vahos de eucalipto y que

las centrales nucleares se sustituirían por paneles de sol y

molinillos de viento. Como se reía el rebaño. Le repetían: ” No

tienes, no hay bastante, nada es suficiente, todo esta hecho

para consumirse. Lo que regales nadie lo agradecerá y todos

te acabarán engañando. Quien no compite no sobrevive” Un

hombre llamó a la puerta del rey y le dijo, Dame un barco.

La casa del rey tenía muchas más puertas, pero aquélla

era la de las peticiones. Como el rey se pasaba todo el

tiempo sentado ante la puerta de los obsequios

(entiéndase: los obsequios que le ofrecían a él), cada vez

que oía que alguien llamaba a la puerta de las peticiones

se hacía el desentendido, y sólo cuando el continuo

repiquetear de la aldaba de bronce subía a un tono, más

que notorio, escandaloso, impidiendo el sosiego de los

vecinos (las personas comenzaban a murmurar, Qué rey

tenemos, que no atiende), daba orden al primer secretario

para que fuera a ver lo que quería el impetrante, que no

había manera de que se callara. Entonces, el primer

secretario llamaba al segundo secretario, éste llamaba al

tercero, que mandaba al primer ayudante, que a su vez

mandaba al segundo, y así hasta llegar a la mujer de la

limpieza, que, no teniendo en quien mandar, entreabría la

puerta de las peticiones y preguntaba por el resquicio. Y

tú, qué quieres. El suplicante decía a lo que venía, o sea,

pedía lo que tenía que pedir, después se instalaba en un

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canto de la puerta, a la espera de que el requerimiento

hiciese, de uno en uno, el camino contrario, hasta llegar

al rey. Ocupado como siempre estaba con los obsequios,

el rey demoraba la respuesta, y ya no era chica señal de

atención al bienestar y felicidad del pueblo cuando pedía

un informe fundamentado por escrito al primer secretario,

que, excusado será decirlo, pasaba el encargo al

segundo secretario, éste al tercero, sucesivamente, hasta

llegar otra vez a la mujer de la limpieza, que opinaba sí o

no de acuerdo con el humor con que se hubiera

levantado.Sin embargo, en el caso del hombre que quería

un barco, las cosas no ocurrieron así. Cuando la mujer de

la limpieza le preguntó por el resquicio de la puerta, Y tú

qué quieres, el hombre, en vez de pedir, como era la

costumbre de todos, un título, una condecoración, o

simplemente dinero, respondió, Quiero hablar con el rey,

Ya sabes que el rey no puede venir, está en la puerta de

los obsequios, respondió la mujer, Pues entonces ve y

dile que no me iré de aquí hasta que él venga

personalmente para saber lo que quiero, remató el

hombre, y se tumbó todo lo largo que era en el rellano,

tapándose con una manta porque hacía frío. Entrar y salir

sólo pasándole por encima. Ahora bien, esto suponía un

enorme problema, si tenemos en consideración que, de

acuerdo con la pragmática de las puertas, sólo se puede

atender a un suplicante de cada vez, de donde resulta

que mientras haya alguien esperando una respuesta,

ninguna otra persona podrá aproximarse para exponer

sus necesidades o sus ambiciones. A primera vista,

quien ganaba con este artículo del reglamento era el rey,

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puesto que al ser menos numerosa la gente que venía a

incomodarlo con lamentos, más tiempo tenía, y más

sosiego, para recibir, contemplar y guardar los

obsequios. A segunda vista, sin embargo, el rey perdía, y

mucho, porque las protestas públicas, al notarse que la

respuesta tardaba más de lo que era justo, aumentaban

gravemente el descontento social, lo que, a su vez, tenía

inmediatas y negativas consecuencias en el flujo de

obsequios.En el caso que estamos narrando, el resultado

de la ponderación entre los beneficios y los perjuicios fue

que el rey, al cabo de tres días, y en real persona, se

acercó a la puerta de las peticiones (...) Abre la puerta,

dijo el rey a la mujer de la limpieza, y ella preguntó, Toda

o sólo un poco. El rey dudó durante un instante,

verdaderamente no le gustaba mucho exponerse a los

aires de la calle, pero después reflexionó que parecía

mal, aparte de ser indigno de su majestad, hablar con un

súbdito a través de una rendija, como si le tuviese miedo,

sobre todo asistiendo al coloquio la mujer de la limpieza,

que luego iría por ahí diciendo Dios sabe qué, De par en

par, ordenó. El hombre que quería un barco se levantó

del suelo cuando comenzó a oír los ruidos de los

cerrojos, enrolló la manta y se puso a esperar. Estas

señales de que finalmente alguien atendería y que por

tanto el lugar pronto quedaría desocupado, hicieron

aproximarse a la puerta a unos cuantos aspirantes a la

liberalidad del trono que andaban por allí, prontos para

asaltar el puesto apenas quedase vacío. La inopinada

aparición del rey (nunca una tal cosa había sucedido

desde que usaba corona en la cabeza) causó una

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sorpresa desmedida, no sólo a los dichos candidatos,

sino también entre la vecindad que, atraída por el

alborozo repentino, se asomó a las ventanas de las

casas, en el otro lado de la calle.

La única persona que no se sorprendió fue el hombre que vino a pedir un barco. Calculaba él, y acertó en la previsión, que el rey, aunque tardase tres días, acabaría sintiendo la curiosidad de ver la cara de quien, nada más y nada menos, con notable atrevimiento, lo había mandado llamar. Dividido entre la curiosidad irreprimible y el desagrado de ver tantas personas juntas, el rey, con el peor de los modos, hizo tres preguntas seguidas, Tú qué quieres, Por qué no dijiste lo que querías, Te crees que no tengo más nada que hacer; pero el hombre sólo respondió a la primera pregunta, Dame un barco, dijo. El asombro dejó al Rey hasta tal punto desconcertado, que la mujer de la limpieza se vio obligada a acercarle una silla de enea, la misma en que ella se sentaba (...) Mal sentado, porque la silla de enea era mucho más baja que el trono, el rey buscaba la mejor manera de acomodar las piernas (...) Y tú para qué quieres un barco, si puede saberse, fue lo que el rey preguntó (...) Para buscar la isla desconocida, respondió el hombre, Qué isla desconocida, preguntó el rey, disimulando la risa, como si tuviese enfrente a un loco de atar, de los que tienen manías de navegaciones, a quien no sería bueno contrariar así de entrada, La isla desconocida, repitió el hombre, Hombre, ya no hay islas desconocidas, Quién te ha dicho, rey, que ya no hay islas desconocidas, Están todas en los mapas, En los mapas, están sólo las islas conocidas, Y qué isla desconocida es esa que tú buscas, Si te lo pudiese decir, entonces no sería desconocida, A quién has oído hablar de ella,

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preguntó el rey, ahora más serio, A nadie, En ese caso, por qué te empeñas en decir que ella existe, Simplemente porque es imposible que no exista una isla desconocida, Y has venido aquí para pedirme un barco, Sí, vine aquí para pedirte un barco, Y tú quién eres para que yo te lo dé, Y tú quién eres para no dármelo, Soy el rey de este reino y los barcos del reino me pertenecen todos, Más les pertenecerás tú a ellos que ellos a ti, Qué quieres decir, preguntó el rey inquieto, Que tú sin ellos eres nada, y que ellos, sin ti, pueden navegar siempre, Bajo mis órdenes, con mis pilotos y mis marineros, No te pido marineros ni piloto, sólo te pido un barco, Y esa isla desconocida, si la encuentras, será para mí, A ti, rey, sólo te interesan las islas conocidas, También me interesan las desconocidas, cuando dejan de serlo, Tal vez ésta no se deje conocer, Entonces no te doy el barco, Darás.Al oír esta palabra, pronunciada con tranquila firmeza, los aspirantes a la puerta de las peticiones, en quienes, minuto tras minuto, desde el principio de la conversación iba creciendo la impaciencia, más por librarse de él que por simpatía solidaria, resolvieron intervenir en favor del hombre que quería el barco, comenzando a gritar, Dale el barco, dale el barco. El rey abrió la boca para decirle a la mujer de la limpieza que llamara a la guardia de palacio para que estableciera inmediatamente el orden público e impusiera disciplina, pero, en ese momento, las vecinas que asistían a la escena desde las ventanas se unieron al coro con entusiasmo, gritando como los otros, Dale el barco, dale el barco. Ante tan ineludible manifestación de voluntad popular y preocupado con lo que, mientras tanto, habría perdido en la puerta de los obsequios, el rey levantó la mano derecha imponiendo silencio y dijo, Voy a darte un barco, pero la tripulación tendrás que conseguirla tú, mis marineros me son precisos para las islas conocidas. Los gritos de aplauso del público no

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dejaron que se percibiese el agradecimiento del hombre que vino a pedir un barco (...) Vas al muelle, preguntas por el capitán del puerto, le dices que te mando yo, y él que te dé el barco, llevas mi tarjeta. El hombre que iba a recibir un barco leyó la tarjeta de visita, donde decía Rey debajo del nombre del rey, y eran estas las palabras que él había escrito sobre el hombre de la mujer de la limpieza, Entrega al portador un barco, no es necesario que sea grande, pero que navegue bien y sea seguro (...)

Cuando el hombre levantó la cabeza, se supone que esta vez iría a agradecer la dádiva, el rey ya se había retirado, sólo estaba la mujer de la limpieza mirándolo con cara de circunstancias. El hombre bajó del peldaño de la puerta, señal de que los otros candidatos podían avanzar por fin, superfluo será explicar que la confusión fue indescriptible, todos queriendo llegar al sitio en primer lugar, pero con tan mala suerte que la puerta ya estaba cerrada otra vez. La aldaba de bronce volvió a llamar a la mujer de la limpieza, pero la mujer de la limpieza no está, dio la vuelta y salió con el cubo y la escoba por otra puerta, la de las decisiones, que apenas es usada, pero cuando lo es, es. Ahora sí, ahora se comprende el porqué de la cara de circunstancias con que la mujer de la limpieza había estado mirando, ya que, en ese preciso momento, tomó la decisión de seguir al hombre así que él se dirigiera al puerto para hacerse cargo del barco. Pensó que ya bastaba de una vida de limpiar y lavar palacios, que había llegado la hora de mudar de oficio, que lavar y limpiar barcos era su vocación verdadera, al menos en el mar el agua no le faltaría (...) Andando, andando, el hombre llegó al puerto, fue al muelle, preguntó por el capitán, y mientras venía, se puso a adivinar cuál sería, de entre los barcos que allí estaban, el que iría a ser suyo, grande ya sabía que no, la

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tarjeta de visita del rey era muy clara en este punto (...) Un poco apartada de allí, escondida detrás de unos bidones, la mujer de la limpieza pasó los ojos por los barcos atracados. Para mi gusto, aquél, pensó, aunque su opinión no contaba, ni siquiera había sido contratada, vamos a oír antes lo que dirá el capitán del puerto.

El capitán vino, leyó la tarjeta, miró al hombre de arriba abajo, y le hizo la pregunta que al rey no se le había ocurrido, Sabes navegar, tienes carné de navegación, a lo que el hombre respondió, Aprenderé en el mar. El capitán dijo, No te lo aconsejaría, capitán soy yo, y no me atrevo con cualquier barco, Dame entonces uno con el que pueda atreverme, no, uno de ésos no, dame un barco que yo respete y que pueda respetarme a mí, Ese lenguaje es de marinero, pero tú no eres marinero, Si tengo el lenguaje, es como si lo fuese. El capitán volvió a leer la tarjeta del rey, después preguntó, Puedes decirme para qué quieres el barco, Para ir en busca de la isla desconocida, Ya no hay islas desconocidas, Lo mismo me dijo el rey, Lo que él sabe de islas, lo aprendió conmigo, Es extraño que tú, siendo hombre de mar, me digas eso, que ya no hay islas desconocidas, hombre de tierra soy yo, y no ignoro que todas las islas, incluso las conocidas, son desconocidas mientras no desembarcamos en ellas, Pero tú, si bien entendí, vas a la búsqueda de una donde nadie haya desembarcado nunca, Lo sabré cuando llegue, Si llegas. Sí, a veces se naufraga en el camino, pero si tal me ocurre, deberás escribir en los anales del puerto que el punto a donde llegué fue ese, Quieres decir que llegar, se llega siempre, No serías quien eres si no lo supieses ya. El capitán del puerto dijo. Voy a a darte la embarcación que te conviene, Cuál, Es un barco con mucha experiencia, todavía del tiempo en que toda la gente

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andaba buscando islas desconocidas, Cuál, Creo que incluso encontró algunas, Cuál, Aquél. Así que la mujer de la limpieza percibió para donde apuntaba el capitán, salió corriendo de detrás de los bidones y gritó, Es mi barco, es mi barco, hay que perdonarle la insólita reivindicación de propiedad, a todo título abusiva, el barco era aquel que le había gustado, simplemente. Parece una carabela (...), después pasó por arreglos y adaptaciones que la modificaron un poco, Pero continúa siendo una carabela, Sí, en el conjunto conserva el antiguo aire, Y tiene mástiles y velas, Cuando se va en busca de islas desconocidas, es lo más recomendable. La mujer de la limpieza no se contuvo, Para mí no quiero otro, Quién eres tú, preguntó el hombre, No te acuerdas de mí, No tengo idea, Soy la mujer de la limpieza, Qué limpieza, La del palacio del rey, La que abría la puerta de las peticiones, No había otra, Y por qué no estás en el palacio del rey, limpiando y abriendo puertas, Porque las puertas que yo quería ya fueron abiertas y porque de hoy en adelante sólo limpiaré barcos. Entonces estás decidida a ir conmigo en busca de la isla desconocida, Salí del palacio por la puerta de las decisiones, Siendo así, ve para la carabela mira cómo está aquello después del tiempo pasado debe precisar de un buen lavado, y ten cuidado con las gaviotas, que no son de fiar, No quieres venir conmigo a conocer tu barco por dentro, Dijiste que era tuyo, Disculpa, fue sólo porque me gustó, Gustar es probablemente la mejor manera de tener, tener debe ser la peor manera de gustar. El capitán del puerto interrumpió la conversación, Tengo que entregar las llaves al dueño del barco, a uno o a otro, resuélvanse, a mí tanto me da, Los barcos tienen llave, preguntó el hombre, Para entrar, no, pero allí están las bodegas y los pañoles, y el camarote del comandante con el diario de a

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bordo, Ella que se encargue de todo, yo voy a reclutar la tripulación, dijo el hombre, y se apartó.

La mujer de la limpieza fue a la oficina del capitán para recoger las llaves, después entró en el barco, dos cosas le valieron, la escoba del palacio y el aviso contra las gaviotas, todavía no había acabado de atravesar la pasarela que unía la amurada al atracadero y ya las malvadas se precitaban sobre ella gritando, furiosas, con las fauces abiertas, como si la fueran a devorar allí mismo. No sabían con quién se enfrentaban. La mujer de la limpieza posó el cubo, se guardó las llaves en el seno, plantó bien los pies en la pasarela, y, remolineando la escoba como si fuese un espadón de los buenos tiempos, consiguió poner en desbandada a la cuadrilla asesina. Sólo cuando entró en el barco comprendió la ira de las gaviotas, había nidos por todas partes, muchos de ellos abandonados, otros todavía con huevos, y unos pocos con gaviotillas de pico abierto, a la espera de comida (...) Tiró al agua los nidos vacíos, los otros los dejó, luego veremos. Después se remangó las mangas y se puso a lavar la cubierta. Cuando acabó la dura tarea, abrió el pañol de las velas y procedió a un examen minucioso del estado de las costuras, ha pasado tanto tiempo sin ir al mar y sin haber soportado los estirones saludables del viento.si no se les da uso regularmente, se aflojan, se ablandan, pierden nervio, Y las costuras son los nervios de las velas, pensó la mujer de la limpieza. Y vivieron felices para siempre.

FIN