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Los últimos años de Ginés Pérez de Hita. Una hipótesis F. MOYA DEL BAÑO Como ha puesto de manifiesto el documentado trabajo de M. Muñoz Barberán y J. Guirao García (1), existen algunas lagunas "en la biografía del autor de Las guerras civiles de Granada, siendo una de las más importantes la que afecta a sus últimos años; nada se sabe de dónde los pasó, dónde y cuando murió, lo que no deja de provocar sorpresas o fundamentar cualquier clase de elucubración. La casualidad, como tantas veces ocurre, nos pone frente a una hipótesis muy sugerente, aunque, por otra parte, repleta de problemas. En un ejemplar de un curioso libro (2), que perteneció a la Biblioteca del (1) MUÑOZ BARBERÁN, M.; GUIRAO GARCÍA J.: De la vida murciana de Ginés Pérez de Hita, Murcia, 1987. (2) Ratio accentuum omnium fere dictionum difficilium tam linguae latinae, quam haebraicae non- nuüarunque graecarum. Sed praecipue earum, quae per sacras literas sparguntur fratris Francisci de Robles ordinis minorum cum quibusdam orthographiae regulis. Nunc denuo accurate castigata et aucta per loannem de Robles. Accedit insuper eiusdem loannis copia accentuum in breviarium Romanum nouissimum, et reguUm diui Augustini, et in officium additum Breuiario Romano iuxta ritum eiusdem patris Augustini, Toleti 1552. La segunda edición con el título Copia accentuum etcétera, se imprimió en Alcalá en 1553; cf.. Juan de San Antonio, OFM, Bibliotheca Universa Franciscana, Madrid, 1738, v. II, voz «Franciscus de Robles»; J.G.Th. Graesse, Tresor de livres rares et précieux ou nouveau dictionnaire 439

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Los últimos años de Ginés Pérez de Hita.

Una hipótesis

F . MOYA DEL B A Ñ O

Como ha puesto de manifiesto el documentado trabajo de M. Muñoz Barberán y J. Guirao García (1), existen algunas lagunas "en la biografía del autor de Las guerras civiles de Granada, siendo una de las más importantes la que afecta a sus últimos años; nada se sabe de dónde los pasó, dónde y cuando murió, lo que no deja de provocar sorpresas o fundamentar cualquier clase de elucubración.

La casualidad, como tantas veces ocurre, nos pone frente a una hipótesis muy sugerente, aunque, por otra parte, repleta de problemas.

En un ejemplar de un curioso libro (2), que perteneció a la Biblioteca del

(1) MUÑOZ BARBERÁN, M.; GUIRAO GARCÍA J.: De la vida murciana de Ginés Pérez de Hita, Murcia, 1987.

(2) Ratio accentuum omnium fere dictionum difficilium tam linguae latinae, quam haebraicae non-nuüarunque graecarum. Sed praecipue earum, quae per sacras literas sparguntur fratris Francisci de Robles ordinis minorum cum quibusdam orthographiae regulis. Nunc denuo accurate castigata et aucta per loannem de Robles. Accedit insuper eiusdem loannis copia accentuum in breviarium Romanum nouissimum, et reguUm diui Augustini, et in officium additum Breuiario Romano iuxta ritum eiusdem patris Augustini, Toleti 1552. La segunda edición con el título Copia accentuum etcétera, se imprimió en Alcalá en 1553; cf.. Juan de San Antonio, OFM, Bibliotheca Universa Franciscana, Madrid, 1738, v. II, voz «Franciscus de Robles»; J.G.Th. Graesse, Tresor de livres rares et précieux ou nouveau dictionnaire

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Convento de Nuestra Señora de las Huertas de Lorca (3), y que es propiedad del Profesor Lasso de la Vega, aparece manuscrito un sencillo y simpático poema, al final del cual leemos el nombre de un Ginés Pérez de Gita, al que se añade que es «franciscano». Reza así:

En donde pongo el acento es en los dificultosos, y también en los dudosos, que los fáciles no cuento.

Si acaso en el brebiario alias alguno sin el, búscalo y lo podras ver cumplido en el prontuario.

laboris fuit hoc Fr. gines perez de gita rreligioso de-nuestro Padre san Francisco. A. i de abril de mil y seiscie (4)

El poemita se lee sin ninguna dificultad; pero, algo desvaído el principio y confuso en parte todo, la línea siguiente, en la que nos inclinamos a leer laboris fuit hoc (5), presenta problemas. Con toda claridad se lee lo que sigue, que está escrito en letra más grande (6). El año concreto se nos escapa ya que el estado de la página no es bueno, pese a estar «restaurada», y falta un trocho de papel precisamente donde estaba escrito el año.

Este hallazgo a primera vista podría resolver el problema; de acuerdo con este dato podríamos deducir que nuestro escritor debió retirarse del mundo y entrar en la Orden Franciscana. La importancia de los franciscanos en Lorca y la grandísima y extraordinaria devoción y culto a Santa María de las Huertas podrían haber obrado de impulsores. La hipótesis es sugerente y conviene a un personaje tan peculiar y novelesco como Ginés Pérez; las «sorprendentes incógnitas» estarían desveladas felizmente.

Pero, ciertamente, las cosas no son tan sencillas y nuevas incógnitas surgen; la aparente solución del problema no es sino una fuente de nuevos problemas.

bibliographique, Milano 1950, v. 6 p. 141; A. Palau y Dulcet, Manual del librero hispanoamericano, Barcelona 1948-772, v. 17 (1965), p. 137. En la Biblioteca universitaria de Murcia hay un ejemplar de la edición de Zaragoza 1621 (cf. M.C. Fernández-Villamil, Catálogo de Impresos del siglo XVII de la Biblioteca Universitaria de Murcia, Murcia, 1975, p. 267).

(3) En la página que contiene el título de la obra leemos manuscrito De la Librería de hs Huertas, repetido dos veces en castellano y también en latín, bibliotecae Sanctae Mariae ab Hortis.

(4) Cf. reproducción del folio, (lam. 1). (5) Parece leerse tacoris, que nada significa; la comparación de letras y el estado de lectura avala

laboris; la palabra siguiente haría posible frente a fuit elegido un fecit; en cuanto ζ hoc, también podría ser, aunque con menos probabilidades, huc.

(6) Se lee con toda claridad gita (Pérez de Gita en vez de Pérez de Hita). Este dato por sí sólo no supone que se trate de otra persona; también se llamaba «de la Chica» {cf. op. c. en nota 1, p . 41 s.). Se explica fácilmente como una afectada aspiración de la b (hita > gita); en su firma, en algunas de ellas (cf. lam. 2) hay un trazo que podría entenderse no como una / (del ka), sino como una especie de g. (de gita?).

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El poema en sí nos habla de una persona de cierta agudeza e ironía, que tiene a bien incorporar al libro que tenía en sus manos un Epigrama. Las ediciones de la época, como es sabido, iban precedidas de poemas, que funcionaban como elogios al autor, o aludían, resumen o no, al contenido de la obra que al lector se adelan­taba; solían frecuentemente alternar en un mismo libro composiciones en latín y en castellano.

El libro que nos ocupa muestra dos Epigramas, ambos en dísticos elegiacos, ninguno de ellos en castellano. Por eso, quizá, al autor de nuestro poema se le ocurrió «compensar» esa falta, teniendo en cuenta que en el libro mismo aparecen ambas lenguas (7).

Como se deduce de la lectura es un «resumen-advertencia» dirigida al lector, orientándolo sobre el acceso al libro.

El autor sabía qué metro elegir, y se sirve adecuadamente de la copla castellana (verso octosílabo con rima abba cddc), cuyo uso había quedado reducido al campo del «epigrama» (8).

Todo esto conviene a lo que sabemos de Ginés Pérez. No se nos antoja extraño que se le ocurriese escribir este el poema, tampoco que eligiese la copla castellana, ejercitándose, pues, en una métrica sencilla y popular, que está cercana a los versos que conocemos como suyos (9).

Ahora bien, por semejanzas que podamos encontrar en espíritu y tono festivo entre estos ocho versos y los auténticamente suyos, el número excesivamente pe­queño y el contenido mismo suministran escasos elementos de juicio para deducir con cierto fundamento que él los escribió.

Por tanto, a partir de este «dato» sólo queda la duda. Incógnitas suministra la fecha que leemos en el libro. Si lo escrito en él era

seiscientos, es decir si se fechaba en 1600, es imposible que el autor fuese nuestro Ginés Pérez, ya que después de abril de 1600 aparece su nombre y firma en documentos (10), y en ellos no se alude para nada a su condición de fraile, omisión que es significativa, por cuanto de haber sido religioso hubiese tenido que estar

(7) El libro, que contiene unas Normas de acentuación latina, un Promptuarium por orden alfabé­tico, selección de palabras de acentuación difícil de la Biblia por libros y capítulos, el Breviarium Romanae Curiae, el Missale Romanum, la ReguL• Seraphici nostri Francisci, ofrece en castellano una «Información en romance para los que no saben latín» (ff. 9 v. 13 v), que comienza con una justificación que podría convenir a Pérez de Hita («Considerando que no pequeña parte de los que se ocupan en rezar el officio divino carecen en algo, o en todo lo de la lengua latina, como son las monjas, sacristanes y algunos eclesiásticos ... etcétera»). También en castellano (ff. 148 v, 167 v) aparecen al final del libro unas «Reglas de ortografía», y una útil información sobre «calendas, nonas e idus», amén de unas «Reglas para las oraciones del común».

(8) Cf. T. Navarro Tomás, Métrica españoL•, Madrid, 19744, p. 267. (9) Citados repetidamente «n Antigüedad y Blasones de la ciudad de Lorca y Historia de Santa

María L• Real de L•s Huertas, que el rey Alfonso el Sabio trajo para su conquista y dexó en ella para su amparo y defensa, año de 1242. Su autor el R. P. Fr. Pedro Moróte Pérez Chuecos, Ex-Lector de Theología, Ex-Difinidor, y Guardian del Real Convento de Nuestra Señora de las Huertas, Recolección de la Santa Provincia de Cartagena, hijo de la misma ciudad de Lorca, con Licencia en Murcia por Francisco Joseph López Mesnier en la calle de Zambrana, año de 1741; reimp. Lorca, 1980 (cf. por ej. pp. 333, 340-360, 374); puede verse también Muñoz Barberán-Guirao García, op. cit. pp. 67, 73-76, 177-193.

(10) Cf. Muñoz Barberán-Guirao García, op. cit. pp. 158-167.

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expresa esta condición o, lo que es más verosímil, no existirían estos documentos, al ser incompatibles con ese estado.

Pero, si ya en letra, ya con números, había otra fecha (1602, 1603 o cualquier otra), esa dificultad desaparecería y no habría contradicción entre su firma en los documentos y la omisión de su condición de fraile, puesto que pudo entrar en el Convento después de 1601.

Otro problema surge de la letra misma. A primera vista parece haber habido dos manos; la letra del poemita y laboris fuit hoc podría ser de persona distinta a la que escribió gines pérez etcétera. Es necesario admitir que ciertas diferencias existen, no siendo la menor el tamaño de la letra y la calidad de la pluma con que se ha escrito; pero es igualmente cierto que hay semejanzas entre ambas partes (11), y que las hay también con lo que se considera autógrafo (12) y hasta con su firma (13), que como puede comprobarse fácilmente no mantiene una uniformidad; creo que las oscila­ciones de letra se corresponden bien con su persona y circunstancias; no era normal que tuviese una letra «formada» y regular dado lo peculiar de su formación cultural y literaria.

Tantas posibilidades, a mi juicio, tiene el defender que ambas partes responden a una misma persona, y que esta fue Ginés Pérez, como afirmar lo contrario, que son dos letras y que nada tienen que ver con Pérez de Hita.

Es evidente, sin embargo, que, si él no lo escribió, lo hizo otra, u otras perso­nas, y alguien puso su nombre y condición de religioso en el libro. Cabe pregun­tarse si se trataría de una broma (un juego con pretensión de engañar no sabemos a quién), o si alguien al leer el poema, lo escribiera quien lo escribiera, «se lo atri­buyó» a Pérez por saber o tener cierta idea de que Hita había sido franciscano y autor de los versos, aunque resulta extraño en este caso que pusiese incluso la fecha. A ello habría que añadir que otra persona (sería la segunda o la tercera, según se admita o no que los versos y lo demás son de la misma mano) «añadiera» un de gita al nombre de un Ginés Pérez, «franciscano de verdad», que nada tenía que ver con el nuestro (en este caso el hecho podría responder igualmente a «broma» o «cono­cimiento de que había sido fraile). De todas formas, el trazo de la. t de gita y lar de nuestro en la línea siguiente parece obra de una misma persona.

Un dato interesante, sin embargo, para rechazar, en un principio, la hipótesis que nos ocupa, proviene de que su nombre no aparece mencionado entre los religiosos que pertenecieron a la Orden franciscana; no existe ni siquiera la sospecha de que lo hubiera sido. Una omisión así no deja de extrañar; él era una persona de suficiente renombre como para no pasar desapercibido; parecería lógico que los franciscanos se enorgullecieran de contarlo entre los suyos.

Esta posible objeción puede desaparecer si se tiene en cuenta que no se han conservado los archivos completos, que ha habido muchas pérdidas de documentos,

(11) Por ejemplo el trazo de la g, la factura de la d. (12) Cf. Muñoz Barberán-Guirao García, op. cit. pp. 67, 198-199; reproduzco la página 67 en

lámina 3. (13) Cf. ibíd. pp. 107, 119; en lámina 2 reproduzco ambas páginas. (14) En su obra dedica atención especial a los religiosos franciscanos; A Ginés Pérez lo conocía bien

puesto que incluye su nombre y versos en su obra (cf. nota 9) y, sin embargo, no lo menciona como franciscano.

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y que quizá entre estas pérdidas podría haber alguno que refrendase esta hipótesis. De todos modos, poniéndonos en el lugar del arguyente hay que reconocer que

si bien esto es muy posible, no lo es tanto el que no hablen del «franciscano» Ginés Pérez el P. Moróte (14) y sobre todo que no lo hiciera el P. Vargas, ya que cuando éste escribió su obra los documentos existirían, amén de una tradición oral (15).

Pero, hay también posibilidad de «responder». Aún sin saber por qué motivos, su nombre pudo ser voluntariamente silenciado, lo que no sería ni imposible ni una excepción en una época en que la Inquisición propiciaba hechos semejantes (16). El que hubiese sido un escritor de bastante fama no llevaba aparejado que dignos de memoria fuese su persona como religioso (17).

Por tanto, si bien sorprende que de haber sido religioso su nombre no apare-rezca mencionado entre ellos, tampoco el que no se incluya en donde, a nuestro juicio, le correpondería es una prueba irrefutable para afirmar que no lo fue.

Teniendo en cuenta el estado de la cuestión, la hipótesis de que fue francisca­no (18), estuvo en Lorca, en Nuestra Señora de las Huertas, se sirvió del libro que le enseñaba a acentuar bien aquellas palabras que se utilizaban en las oraciones comunitarias (puesto que no debía estar versado en «latines»), y que allí, en un momento de estudio o «repaso» se le ocurrió ejercer su antiguo oficio de poeta y dejar a la posteridad noticia fehaciente de su cambio de vida, ofrece innegables ventajas.

La información que nos transmite lo escrito en el ejemplar de Ratio accentuum parecería inventada, si no fuera porque existe un desfase cronológico de casi cuatro siglos, para responder satisfactoriamente a los interrogantes planteados en la obra de Muñoz Barberán y Guirao García.

Leemos en ella (19): «La breve y todavía oscura —a pesar de lo que se ha adelantado últimamente, oscura en muchos puntos— biografía de nuestro escritor, queda con sus dos principales extremos sin ilustrar: nacimiento y muerte. Ni él se

(15) Relación votiva ó donaría de la Antigüedad de la imagen de Nuestra Señora de las Huertas que el Rey don Alfonso el Sabio colocó en L• ciudad de horca al tiempo de su conquista, sacada de varios autores, de tradiciones antiguas y de testimonios fidedignos por Fray Alonso de Vargas, Granada, Fran­cisco Heylán 1925 (c/. Palau, op. cit. v. 25 (1973), p. 267. Esta obra es utilizada en la suya por el P. Moróte (cf. nota 9).

(16) Con cierta distancia en el tiempo esta clase de hechos en relación a franciscanos lo analiza V. Sánchez Gil, «Inquisición y censura de libros en el s. XVIII. A propósito de tres autores franciscanos» en Archivo Iberoamericano, Revista trimestral de estudios históricos publicada por los Franciscanos españoles, 39, 1979, pp. 439-465.

(17) Esto lo confirma la citada obra del padre Moróte, cuyos epígrafes, al tratar de los religiosos (en Parte III, que lleva por título Varones ilustres de Lorca), son de esta clase: «De algunos religiosos que en tiempos antiguos vivieron en este Convento con especial opinión de los virtuosos» (c. IX pp. 492-95); «De otros religiosos de exemplar vida, que vivieron en nuestro tiempos en este santo Convento de las Huertas» (c. X y XI, pp. 495-504); allí se destaca su vida de oración, su santidad, sus virtudes, en especial la de la humildad, el que les merecería nuestro autor estar incluido entre tales religiosos, si su vida no se acomodaba a la de ellos. Tampoco el P. Moróte menciona a Pérez de Hita al hablar de los «varones insignes en letras de esta ciudad» (III parte, cap. IV y V, pp. 470-475), sin duda porque no era lorquino.

(18) De haber sido franciscano, el interés por este libro indica que sería fraile, no lego, pues estos sólo tenían que rezar en latín el Pater noster.

(19) P. 91.

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cuidó de orientarnos, con algunas indicaciones, sobre su familia ni origen, ni dio, al parecer, señales de vida luego de ese año de 1600 (el subrayado es nuestro).

Aquí no nos daría noticia de su nacimiento, pero de su vida después del 1600 sí, puesto que hizo constar que se había hecho franciscano e, indirectamente, nos dijo que estaba en Lorca.

En otro lugar (20) aparece: «Naturalmente Ginés pudo morir en uno de esos primeros años del XVII. Sí, pero es algo fuera de toda posibilidad que no hubiera un testamento, una relación de herederos, un inventario de sus bienes. Que ni en la Parroquia donde vivió, San Juan, ni en ninguna otra que conserve sus motes de defunción aparezca la nota de su entierro. Se puede asegurar que cualquier perso­naje murciano tiene registrada su muerte en cualquiera de los diferentes documentos testificantes, fuera la que fuera su categoría social».

Ciertamente, si fue fraile no pudo hacer testamento porque nada suyo poseen los frailes (lo ceden todo a la Comunidad; no es posible, pues, que haya herederos); se les entierra, además, en el Convento, por lo que es natural que no haya en ninguna Parroquia testificación de su muerte. Esa noticia podría estar en el propio Convento, pero esos libros hoy no existen.

Si no todos los huecos, sí el de sus últimos años y muerte podría cubrirse satisfactoriamente con la «hipótesis» que hemos traído a estas páginas en homenaje a. un querido profesor y amigo.

(20) P. 89.

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