los lagos en el paisajedando lugar a las maravillosas rias norteñas. bellísimo es el espectáculo...

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CAPITULO XVI LOS LAGOS EN EL PAISAJE IB2. EL PORQUÉ DE ESTE CAPfTULO: Tal VCt pueda parecer fuera de lugar su inclusión en cstas páginas puesto que trata ^cn la,s mismas del apro- veFhamiento de todos los pro3^icfoa de las aguas (excepto los peces ĉomestibles y él cangrejo) ; es decir, el beneficio integral de éstas, buscar su má- ximo rendimiento en próvpcho de' todos, en pri- mer lugar de quienes h^biten en sus proximidades. A1 hablar de las aguas no voy a exaltar ^el inte- rés que qfrecen como fuérza y para el riego, no voy a rozar 13s cuestiones hiáráulicas, que por otra parte sería, en mí, notoria osadía en la que no he de incurrir. Voy a conside'rar solamente los lagos como una manifestacicín viva del paisaje hidrobio- lógico, precis^mente la que mayor vitaIidad im- nrime a los hermosos escenarios que prepafa la Nattiraleza en el bucólico tea,tra, muchas v^eces el más desconocido para el hombre de la ciudad. Esta ligera reflexión justifica el dar cabida aq ŭí al epígrafe que intitula este capítulo, así como el

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Page 1: LOS LAGOS EN EL PAISAJEdando lugar a las maravillosas rias norteñas. Bellísimo es el espectáculo que con harta fre-cuencia ofrecen nuestros ríos, pero aun sobresale más 11 hermosura

CAPITULO XVI

LOS LAGOS EN EL PAISAJE

IB2. EL PORQUÉ DE ESTE CAPfTULO: Tal VCt

pueda parecer fuera de lugar su inclusión en cstaspáginas puesto que trata ^cn la,s mismas del apro-veFhamiento de todos los pro3^icfoa de las aguas(excepto los peces ĉomestibles y él cangrejo) ; esdecir, el beneficio integral de éstas, buscar su má-ximo rendimiento en próvpcho de' todos, en pri-mer lugar de quienes h^biten en sus proximidades.

A1 hablar de las aguas no voy a exaltar ^el inte-rés que qfrecen como fuérza y para el riego, novoy a rozar 13s cuestiones hiáráulicas, que por otraparte sería, en mí, notoria osadía en la que no hede incurrir. Voy a conside'rar solamente los lagoscomo una manifestacicín viva del paisaje hidrobio-lógico, precis^mente la que mayor vitaIidad im-nrime a los hermosos escenarios que prepafa laNattiraleza en el bucólico tea,tra, muchas v^eces elmás desconocido para el hombre de la ciudad.

Esta ligera reflexión justifica el dar cabida aq ŭíal epígrafe que intitula este capítulo, así como el

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beneficio que ia explatación de su belleza report^a los moradores que cerca de los lagos viven.

163. EL AGUA, 08IGEN Y ESTÉTICA DE LA VI40A.Dice el Prof. Arévalo :"EI agua ha sído la p1-tria de la vida" (I) ; acuáticas son las formas bio-lógicas más sencillas, tanto las de nuestros díascomo las que nos da a conocer la Paleon+ologíacomo primeras pohladoras del planeta en el senode las aguas Continentales. Por otra parte la ro-tación de sustancias del medio al ser vivo v deéste a aquél otra vez, caracterizan el praceso de 1anutrición y este ininterrumpido tra^iego de ^elemen-tos y sustanciás utiliza siempre el agua como agen-te conductor, ya que la ingestión y expulsión seefectúan síempre . en forma de disoluciones ; estohace que el protoplasml viva siempre sumergidoen el agua. En suma, la vida es un fenómenoesencialmente acuático y, por añadidura, única-mente c^paz di desenvolverse en el seno del ele-mento líquido.

Sean los diehos razonamientos cual fiel contras-te que testifiquen la primera aseveración de estepur♦to. Par lo que hace .referencia a la estética noes preciso insistir. i Quién que haya frecuentadoel medio campesino no lo encuentra más hermosocuando rompe su homogene=dad una mása líquida !

Pío Baroja ha dico: "Un campo que tenga algode agua, algo de verde, me basta" (2), y créo

^(t) La vida en los aguas dulces, pág. ii, EditorialLabor, Barcelona, i929.

(2) Las horas solitarias, Madrid.

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cierto que al citado escritor no puede tildársele deromántico. Muchos poetas han cantado en los máseufónicos versos a las aguas que corren por losmontes y por los campos, ya cu$ndo arrullan amo-rosamente, ya cuando arrollan devastadoras. Mar-quina, Querol, Gabriel y Galán, Balart, Cortines,Llorente, Escalante, Fernández Shaw y Ruedahan dedicado dulces o viriles estrofas (I) a exaltarla plácida belleza o la itnponente majestuosidadde las aguas que blandamente pandean o que avan-zan rugientes y amenazadoras.

ICk^.. PAISAJE BLUVIAL Y LACUSTR$.--'L,^ pre^

sencia del agua siempre produce una sensaciónsedaAte en nuestro esgíritu ; ríos y lagos humani-zan los más agresbes parajes y embellecen el verdemarco de tin panorama campesino o montaraz.

Puedo afirmar que pócas cosas me han produ-cido más grata impresión que la contemplaciónde nuestros ríos : el Ebro deŝde su modesCo naci-miento en Fontibre (fig. i2) hasta su grandiosadeŝ^embocadura eerca de Tortosa, aumentandoprogresivamente en Logroño y Zaragoza; el am-plio cauce del Duero, cerca de Aranda, y su con-fluencia ĉon el Bafiuelos, sU afíuente el Pisuergacon los suyos Esguevá, Arla.nza y Arlanzón ; lavisión nocturna del Záncara y el Alto Gu^diana,cerca de Alc:ázar de San Juan y la del Guadalqui-

(i) Las inanifestaciones poéticas a que aludo puedenverse reunidas en el libro Poesías f orestaies, M^adrid,igi3. Es una iritcresante compilación d^* poesías que can-tan los árboles y los montes, reunidas por el IngenieroJefe de Montes D. Andrés A, de Armenteras.

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vir en un amanecer de primavera en la,s proximi-dades de Córdoba; la majestuosa desembocaduradel Miño, su tributario e; Sil ^ en el Valle ^íelBierzo, los meandros vecinos a Toledo por don-de pandea el Tajo, su confluencia con el Jaramaen las rientes vegas de Aranjuez, sus afluentes elGuadarrama en su curso madrileño, el Albercheen las inmediaciones de su célebre salto y de Ce-breros, el Lozoya bordeando !a vertiente meridio-nal de la Sierra de Guadarrama para despuésbuscar Torrelaguna, el Henares rompiendo la manotonta fle las llanuras alcarreñas y alcalaínas y elTajuña al rendir sus aguas en el Jarama me handeleitado al mirar sus masas de agua d^eslizársetranquilas (t).

Y no sólo estos grandes cursos de agua sinootros de menor longitud .y más limitada cuencacomo son el Segura al correr por las c^ampiñasmurciana y alicantina, el Júcar y el Turia cu°^ndr^riegan las feraces huertas valencianas, ^el Yalancia,Mijares y otros más pequeñd ŝ cástellonenses y losalicantinós que forman sus reducidas cuen ĉas yhasta los barrancos de Torrente y menores queconstituyen la diminutá de la Albufera de Valen-cia, sin olvidar los tlmbién de breve trayecto delbajo litoral c^talán. De intento dejo para los úl-

(x) Para el estudio de las cuencas hidrográficas ycaudal de los rfos, véase la publioación de (a DirecciónGeneral de Obras Hidráulicas : ,^ f oros; Réĝimen de losprincipales r{os tte España, que• anualmente edita dichoCentro directivo y que antes de la creación de éste pu-blicaba el Sttvicio Central Hidráulico.

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timos los más sugestivcs, los del 1Voroeste y Nortede nuestra nación, desde el Berdugo al Bidasoa ;ríos rápidos de aguas límpidas y puras, que a tre-chos saltan entre las rocas espumeando al rom-perse contra las mismas (i) y que desembocandando lugar a las maravillosas rias norteñas.

Bellísimo es el espectáculo que con harta fre-cuencia ofrecen nuestros ríos, pero aun sobresalemás 11 hermosura de nuestros lagos ; su individua-lidad todav'ra es más destacada y su mayor tipis-ma en las regiones donde afloran ácusa en ellosuna pétBOnaiidad inás caracte^ístíca. Por eso me-recen unos párrafos ^parte.

If)^. I.AS LAGOS Y LA T'ItADICTÓN. -- Asi C^nO

los lagos rhanan y recogén las agúa^ que les vivi-fican, también manan y recogen la poesía que lesespiritualiza; manan la que ellos imprimen en elpaisaje que les rodea y reciben la que brota delas leyendas que han inspirado,

Todos nuestros lagos tienen una tradición yaquilatando su carácter puede afir^narse ^ que laíndole- de ésta está en relación eon la n^turalezade aquél, Así es mi^sterios^ como la de la cuevade Montesínos en las a su vez místeriosas lagu-nas de Ruidéra; dura y tajante, como la aspereza'del paisaje del Enol, la qur! en sus orillas reveló

(i) El Marqués de S^anta Marfa , det Villar poseenn rico archivo de négatiros fotograficos de los -máslindos paisájes fluviales, del que ita6fa regaladó una co-lección de positivas a la Sección de Biología de las Aguascontinentales, que se perdió a1 ser saqueada cuando lainvadió,la chusma roj^.

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a Galba figuraría en la cronología de los Césaresromanos (i); apacible y simbó'ica, la de las lagu-nas de La Peña en Almenara (Castellón), al pied^el altozano donde se erigía el templo de Venus;suave y engañosa, como su fondo de impalpablecieno que traga lo que sobre él cae, la de "San-cha", la serpiente que abrazó al antiguo pastorci-llo cuando de la guerra ^^ino, en la Albufera va-lentina, hasta triturarle los huesos; fatídica y lu^c-tuosa, como la invasora catarata que anegó Ia aba-día de Carucedo e impidi,p. la consuma,ción del sa-crílego amor del Abad con su novia de antaño;hiperbólica, eamo la del minúsculo Pozmeo, cercade Reinosa, del que dice la fantasía es insondabley donde los cazadores de aves acuáticas rehuyenentren sus perros para cobrar das piezas derriba-das, ante el temor d^e perderlos ; humana, simple-mente humana, la del antiguo Conde de Cervellán,Señor de Anna, cuando descubre junto a la Albu-fera o laguna de este nombre los manantiales quesuministraban el agua a Enguera, el cual, como unlabriego de los que defendían su riego escopetaen mano, disimula y oculta el hallazgo.

Y no son únicamente lzs consejas y leyendasel ornamento espiritual de Ivs lagos ; también lasnarraciones históricas, más o menos verídicam^enteconservadas por la tradición, exaltan su persona-lidad fisiográfvca y les incorporan a la realidad dela Historia.

Así van unidos los nombres de la laguna de la

(i) Suetonio: Los doce C¢sares.^ov^s ^ 16

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Janda, a D. Oppas el de la batalla del Guadalete ;el del 1-^go Eno] a Covadonga; el de Carucedo ala hegemonía de la Orden de los Templarios; elde ]as lagunas de Almenara a la guerra de lasGermauías; los cíe ]a balsa de San Lorenzo y el"Estany" de Cullera a las contiendas entre Feli-pc V y el Arcliiduque Carlos; el de la Albuferavalenciana, al Ducado de su nou- ►bre que otorgóNapoleón al Mariscal Suchet como consecuenciade la batalta precursora de st} entrada, Iibrada ensus márgenes ; la laguna de Peñalara, en sus in-mediaciones, brinda refuĝio seguro a los bindidosde la Sierra que hace una centuria secuestrabana personas de relieve.

^^ara qué seguir? No tendría objeto y más te-niendo en cuenta gue ya traté de todo esto conrnayor amplitud (I). Bajo la form3 de tradición,conseja o leyenda nuestros representantPS del ré-gimen ]acustre son objeto de las más diversas na-rraciones.

IÓC). LOS LAGOS INbIORTALIZADOS POR LA LITFrRATURA.--Las ideas estéticas que su hermosurasugiere no podían .menos de ser llevadas a nuestroaeervo liturario; así ha sucedido desde tiempos re-motos hasta los días presentes.

Ya dice Cervantes al hablar de las lagunas dekuidera (a), que son "famosas en tada la Man-cha y aun en toda España". Hace cien años, Gil

(t) Lagos de España, im vo1. en 8.°, de io4 pág^s, congrabados, Valencia, T932.

(z) El Ir:genioso Hidaígo don Quijote de la Mancha,parte II, capítulo XXII. .

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Carrasco, con referencia al de Carucedo escri-bía (i): "el lago iluminado por aquella tibia luz...era un camino anchuroso, encantado, místico yresplandeciente, que en derechura guiaba a aquelrielo que tan claro se veía allá en su término".I3lasco Ibáñez canta la laguna valentina y ía vid^iy costumbres de sus pobladores ribereño^ (figs. i3y i4), manejando la pluma como si fuera pin-cel (2), pudienda sintetizar su libro en aquellaspalabras :"Ya estaban en la verdadera Albufera,en el inmenso llueu1t azul y terso como un espejoveneciano que retrataba invertiduu 1'os barcos y laslejanas orillas, con el con`ornu ligeramente ser-penteado".

Francisco Brú ensalza la balsa iíe San Lorenzo,en Cullera, diciendo .(3) :"Cubierta por gruesacapa de plantas, viven peces y inillones de insec-tos y donde los carrizos, junco^, eneas y barrille-ras llenan sus orillas, adórnan el contiguo ynatural espejo acuático con marco ancho y agresteque matizan sus propios y variados colores". Ba-roja retrata la desolada adustez de la laguna dePeña'ara con palabra severa (4) :"]3ra un paisajeextraño, ^cósmico, algo. corno tm lugar de p anetlinhabitado... En la superficie larga y estrecha nose movía ni una ^onda ; en su seno oscuro, inson-dahle, brillaban dormidas miles de estrellas. Laorill^, quebrada e irregular, no tenía a st^ lados

(i) E! Señor de $e»ibibre, Madrid, t844.(2) Cañas y barro, Valencia, iga2.(3) Natas ^de casa, Valencia, igi3.(q) Camiuo de perfección, Madrid, ^9i3.

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Fig. t3.-Artes de pesca cn el puerto de Catarro-ja (Albufera de Valcncia^.

Fig, i4.-Embarcaciones tipicas en el canal deCatarroja

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ni arbustos ni matas ; estaba desnuda". El lagoEnol también participa del mismo matiz y su portede severa austeridad es descrito por Concha Es-pina (i), que se expresa así: "Está tríste y.frío,igual que un cadáver. La ribera es lúgubre, des-arbolada, endurecida, abierta a los atajos cerrilesy al horizonte monstruoso de los Picos de Euro-pa". De su vecino el Encina, por lo rudo y soli-tario del ]ugar, sienta Rosso de Luna (2) que"diría Galdós es uno de tantos lagos ermitañosastures".

Y así podría seguir si mis canocimientos li.te-rarios me lo permitieran, prescincíiendo de lostrabajos científicos y técnicos por ser de este ca-rácter, aunque se aborde en ellos el tema de subelleza que endulza y suavizl el paisaje; así eu-cede en los de Calderón, Taboada, F. Aragón,Quirós, Haas, E. Reyes, Arévalo, Gandolfi, Or-tueta y Pardó que tratari de diversos lagos y la-gunas españoles desde los puntos de vista limno-gráfico, zoológico y cinegético, así como ]os delMarqués de Villaviciosa de Asturias, Fernán3ezZabala, M. G. de Amezua, García Mercadal y lasmonografías de la Comisaría de Parques Nacio-nales (3), todos éstos de orientación turística yalpinista.

(t) Áltar mayor, Madrid, ig26.(a) Yor la Astur{as tenebrosa: El tesoro de ios [a-

gos de Samiedo, pág. 30^.(3J Guías de los Sitios naatttrales de Interés naciowal,

publicadas por la Dirección General de Montts, Pes-ca y Caza. En la del Guadarrama habla arapliamente de

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167. APROVECHAMIENTO TURÍSTICO DE LOS LA-cos.-i Dichosos los pueblos que en su^^ proximi-dades tienen un lago ! Si lo saben explotar cuen-tan con una fuente de riqueza en sus manos y si

poseen otrar,, mejor; miel sobre hojuel^s.

^Qué viajero bien orientado que visite Valen-cia omite la excursión a su Albufera? Si Ilega aCovadonga, ^perdonará la ascensión al ^Enol? Y sitransita por la carretera de Ponferrada a Orense,^ no se detendrá al llegar al de Caruce:do? Si gustade las emociones alpinistas, r dej^rá de conocer lalaguna de Peñalara, las de Gredos, las leones^s ylos ibones pirenaicos? Seguramente que 'no.

Cada día se exalta más el paisaje, admirándosecon, tilás•fervor la estética de la ÍVaturaleza, quellega al máximo cuando la ennoblece y humanixae1 agua. Dice Palacio Valdés (I) :"He^ visto des-de la earretera de Lancia hacia el oriente, un tér-mino de montañas con las cimas nevadas aún, quees verdaderamente delicioso. Sólo le faltan al paíralgunos lagos, nara ser di^rlo de presentarse a losextranjeros". Es natural, la plácida belleza de losla^os suizós, -^ustriacos e italianos ha sido difun-dida por las obr.as maestras de la literatura y porlós modestos cromos de sus resp°ctivas naciones.

Cuando la,s circunstancias perm^tan ]a intensi-fic^ción del excursionismo en ^-eneral y del auto-movilisma en particular, será el momento de em-

la laeima de Peñalara, y en la de Covadonga, de los ía-^ Enol y Encina.'

(I) - j^l ĉuarto poder, Madrid, 1888.

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prender una activa camgaña de propaganda denuestros lagos : folletos y guías, prospectos y pos-tales, carteles y fotografíar^ deben circul^r con pro-digalidad; avisos e indicaciones en las carreterasse fijarán con conveniente insistencia. Esto haráel mi'agro; h^y que senibrar para recoger; al to-que de ]lamada acudirán quienes saben disfrutardel magistral espectáculo de la Naturaleza.

Y una vez allí hay que ofrecerles unos albosmanteles aunque sea en rústica mesa y unos man-jares sencillos pero bien condimentados, y si elyantar es típico y representativo de la región, me-jor; será, como decía antes, la miel sobre hojue-las. Y quien quiera contemplar el lago a 1a luz delas estrellas o gozar de un soberbio amanecer jun-to a sus risueñas orilla^, deberá encnntrar mcdestopero pulcro alojamiento. Una cuidada y cuidadosaventa o mesón hará el milagro, lo demás, comnreza ]a frase bíblica, se dará por añadidura.

Comnlemento de lo expresado, en estos tiemposen que se enattecen como es debido las labores denuestra ar+esanía, deberán exhibirse y venderseen el hostal 11s características de la comarca v conellas, aunque no sea típico, material fotográfico ylos libros que traten del lago, de los que se glo-sarán las frases más salientes esculpiéndolas en lasrocas de las orillas o presentándolaf en azulejosconvenientemente realzados en el paraje que seestime más adecuado.

Los pueblos ribereños son los más interesadosen llevar a cabo esta obra, gor lo que sus Ayun-

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tamientos deberán iniciar todl gestión, ya propiaya de particulares que harán suya; las Diputacíoneslas patrocinarán y las Juntas Provinciales de Tu-rismo ]as darán vida, plasmánclolas hasta convertiraquellas iniciativas en realiclades tangibles.