los jóvenes que cambian las reglas (2015)

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El 45% de la fuerza laboral en la Argentina nació entre 1980 y 1995; su relación con el consumo y el trabajo obli- ga a las empresas a repensar sus políticas Por Paula Urien LA NACION 22/09/2015 Insólito. Una sola palabra define, en múltiples ocasiones, el pensamiento de jefes, compañeros de trabajo y también  padres ante determinadas reacciones de jóvenes de la Ge- neración Y en materia de trabajo. "Renunció por mail", dice un jefe, todavía aturdido mientras busca desespera- damente un reemplazo para una tarea impostergable. "En la entrevista de trabajo ellos hacen las preguntas", dice un selector de Recursos Humanos que estaba acostumbrado a ser el interrogador. "Llega noviembre y empiezan las du- das sobre si van a continuar o se van a tomar cuatro meses de vacaciones para después buscar otro puesto", se queja el dueño de una pyme. Hay 80 millones de jóvenes Y en el mundo, una fuerza laboral que de a poco cambia las reglas. Algunos piensan que son un mal necesario, y comienzan a cambiar sus estrategias para retenerlos después de perder tiempo y dinero a causa de empleados que simplemente desapare- cen del mapa. Otros recurren a libros de autoayuda para  jefes desorientados. Y hay quienes bendicen a esta nueva generación, que nació entre 1980 y 1995 y que proclama que no tiene miedo de perder el trabajo y que quiere dis- frutar de la vida. Una encuesta de Deloitte revela que 47,5% de los Y sólo  piensa quedarse en la empresa entre seis meses y dos años; 23,9% imagina no cambiar su trabajo sólo por tres o cuatro años. Después, su ruta y, en muchos casos, un sue- ño por cumplir: la propia empresa. Edward Snowden, nacido en 1983, es un experto en tecno- logía de Estados Unidos, ex empleado de la Agencia Cen- tral de Inteligencia (CIA) y de la Agencia de Seguridad  Nacional (NSA). En junio de este año hizo públicos do- cumentos secretos sobre programas de la NSA, incluyen- do uno de vigilancia. Su manera de actuar simboliza va- rios de los valores de la Generación Y: conocimiento tec- nológico, facilidad para acceder a la información, poco respeto por la jerarquía, cultura colaborativa 2.0, transpa- rencia en todas sus formas. Hoy Snowden está exiliado en Rusia tras un pedido de captura del gobierno de los Esta- dos Unidos. Sólo en ese país los Y representan el grupo económico más importante de su historia, según los números de la consultora LHH, con representación en la Argentina. Tie- nen un total de ingresos de alrededor de 211.000 millones de dólares; gastan 172.000 millones de dólares por año y ahorran 39.000 millones. En el plano local, una encuesta de Adecco demuestra que más de 50% de los ejecutivos de RR.HH cree que su contratación y gestión es una prio- ridad. Con defensores y detractores, la filosofía de vida de estos  jóvenes de hasta 33 años, empleados y también consumi- dores, es motivo de análisis en el campo económico, so- cial y psicológico. El debate está vigente y despierta pa- siones. La edición de mayo de la revista Time estuvo dedicada a los Millennials, con un título que despertó la polémica: The me, me, me generation, o La generación yo, yo ,yo. Los presenta como egocéntricos, sacándose fotos constan- temente para subirlas a las redes sociales, narcisistas y vagos (menos para mandar un promedio de 88 mensajes de texto por día) ya que un 40% no quiere un trabajo con responsabilidades importantes. Pero por otro lado, se tie- nen fe. Otro 40% cree que deberían ser promovidos cada dos años. Además de su manejo natural de la tecnología, una parti- cularidad marca la diferencia con sus padres y abuelos. Más personas de 18 a 29 años viven con sus padres que con una pareja, según un informe de la universidad de Clark. Se trata de una situación que también les da más libertad a la hora de decidir dejar su trabajo, aunque to- davía no tengan otro. "Tienen más autonomía, pero son sobreprotegidos. Se nota una maduración tardía. Requie- ren de las empresas más contención", dice Fabiana Ga- dow, directora de RR.HH y Talento de Deloitte. Los jóvenes que cambian las reglas La generación Y  

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El 45% de la fuerza laboral en la Argentina nació entre1980 y 1995; su relación con el consumo y el trabajo obli-ga a las empresas a repensar sus políticas

Por Paula Urien LA NACION 22/09/2015

Insólito. Una sola palabra define, en múltiples ocasiones,el pensamiento de jefes, compañeros de trabajo y también padres ante determinadas reacciones de jóvenes de la Ge-neración Y en materia de trabajo. "Renunció por mail",dice un jefe, todavía aturdido mientras busca desespera-

damente un reemplazo para una tarea impostergable. "Enla entrevista de trabajo ellos hacen las preguntas", dice unselector de Recursos Humanos que estaba acostumbrado aser el interrogador. "Llega noviembre y empiezan las du-das sobre si van a continuar o se van a tomar cuatro mesesde vacaciones para después buscar otro puesto", se quejael dueño de una pyme.

Hay 80 millones de jóvenes Y en el mundo, una fuerzalaboral que de a poco cambia las reglas. Algunos piensanque son un mal necesario, y comienzan a cambiar sus

estrategias para retenerlos después de perder tiempo ydinero a causa de empleados que simplemente desapare-cen del mapa. Otros recurren a libros de autoayuda para jefes desorientados. Y hay quienes bendicen a esta nuevageneración, que nació entre 1980 y 1995 y que proclamaque no tiene miedo de perder el trabajo y que quiere dis-frutar de la vida.

Una encuesta de Deloitte revela que 47,5% de los Y sólo piensa quedarse en la empresa entre seis meses y dosaños; 23,9% imagina no cambiar su trabajo sólo por tres o

cuatro años. Después, su ruta y, en muchos casos, un sue-ño por cumplir: la propia empresa.

Edward Snowden, nacido en 1983, es un experto en tecno-logía de Estados Unidos, ex empleado de la Agencia Cen-tral de Inteligencia (CIA) y de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). En junio de este año hizo públicos do-cumentos secretos sobre programas de la NSA, incluyen-do uno de vigilancia. Su manera de actuar simboliza va-rios de los valores de la Generación Y: conocimiento tec-

nológico, facilidad para acceder a la información, pocorespeto por la jerarquía, cultura colaborativa 2.0, transpa-rencia en todas sus formas. Hoy Snowden está exiliado enRusia tras un pedido de captura del gobierno de los Esta-dos Unidos.

Sólo en ese país los Y representan el grupo económicomás importante de su historia, según los números de laconsultora LHH, con representación en la Argentina. Tie-nen un total de ingresos de alrededor de 211.000 millonesde dólares; gastan 172.000 millones de dólares por año y

ahorran 39.000 millones. En el plano local, una encuestade Adecco demuestra que más de 50% de los ejecutivosde RR.HH cree que su contratación y gestión es una prioridad.

Con defensores y detractores, la filosofía de vida de estos jóvenes de hasta 33 años, empleados y también consumi-dores, es motivo de análisis en el campo económico, so-cial y psicológico. El debate está vigente y despierta pa-siones.

La edición de mayo de la revista Time estuvo dedicada alos Millennials, con un título que despertó la polémicaThe me, me, me generation, o La generación yo, yo ,yoLos presenta como egocéntricos, sacándose fotos constantemente para subirlas a las redes sociales, narcisistas yvagos (menos para mandar un promedio de 88 mensajesde texto por día) ya que un 40% no quiere un trabajo conresponsabilidades importantes. Pero por otro lado, se tie-nen fe. Otro 40% cree que deberían ser promovidos cadados años.

Además de su manejo natural de la tecnología, una parti-cularidad marca la diferencia con sus padres y abuelosMás personas de 18 a 29 años viven con sus padres quecon una pareja, según un informe de la universidad deClark. Se trata de una situación que también les da máslibertad a la hora de decidir dejar su trabajo, aunque to-davía no tengan otro. "Tienen más autonomía, pero sonsobreprotegidos. Se nota una maduración tardía. Requieren de las empresas más contención", dice Fabiana Gadow, directora de RR.HH y Talento de Deloitte.

Los jóvenes que cambian las reglas

La generación Y

 

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Así se da un choque en la relación jefe-empleado, consuperiores que se enervan cuando notan que los Y noestán dispuestos a hacer el mismo esfuerzo que ellos parallegar más lejos. Hacer carrera simplemente parece nointeresarles. "Los jefes se quejan de que no quieren traba- jar, de que son vagos, pero en realidad los jóvenes cues-tionan su propio modelo de éxito. Por eso es un desafío para las organizaciones, cuyo instrumento de motivaciónera el futuro en la compañía. Ahora se trata de ofrecer para el hoy, por ejemplo, flexibilidad", dice Pablo Maison,VP para América latina de RR.HH. de Unilever y autor de“El trabajo en la posmodernidad”. 

Pero por otro lado "tienen una mirada fresca de las cosas yla mente puesta en la calidad de vida, algo que las genera-ciones mayores tienen que aprender", explica Gadow. Unaencuesta de Deloitte revela que 62% de los jóvenes sedescriben como innovadores, pero sólo el 26% siente quelos líderes hacen lo suficiente en sus empresas para fo-mentar estas prácticas. Cuando se les pregunta qué losestimula a proponer nuevas ideas y a participar en inicia-tivas innovadoras, el 53,5% dice que una cultura que valo-ra y mide las contribuciones. Sólo el 28,% habla de retri- buciones o incentivos monetarios.

LA CLAVE, EN LA TECNOLOGÍA

Raúl Lacaze, director de Gestión de Capital Humano deTelefónica Argentina, dice que casi 70% de los Millen-nials de América latina tienen teléfonos inteligentes. "Elacceso a la tecnología genera una manera de conectarse ycolaborar en equipo muy característica de esta generación.Para ellos compartirla es natural. Simplemente fluye. El poder no pasa por ser el dueño de la información, como aveces sucedía con generaciones mayores, sino en cómoencontrarla y en la manera de procesarla."

Para Alejandro Mascó, socio de Oxford Partners y autorde Entre generaciones, es la primera generación en la his-toria que siempre convivió con la tecnología de la infor-

mación y no entiende el mundo de otra manera. "Esto dejamarcas impresas en comportamientos, personalidad ydemandas marcadas por la instantaneidad, la interacción,la distancia y la brevedad", dice.

"El mundo se divide para ellos en dos grandes categorías -dice Maison-. Aburrido y divertido. Así como saltan de pantalla en pantalla en un segundo, saltan de un trabajo aotro o se van a un emprendimiento personal. Es la culturatouch, Wii, Play, iPod, Ipad, etc."

Sin embargo, las empresas los necesitan como nunca antesnecesitaron a los más jóvenes, algo que de alguna maneralos hace irreemplazables, pero ¿qué pasa con su compro-miso? "Yo estoy trabajo en esta empresa porque, aunqueel sueldo no es muy bueno, me prometieron flexibilidad"dice Pablo U.(25). "Ahora, les pido unos días para irme deviaje porque hay una promoción y no me contestan, aunque sé que no es durante un pico de trabajo. No hay razones válidas para tenerme así. Se va a terminar la promo-ción si no compro el pasaje ya. Tengo bronca. En cual-quier momento me voy", dice este joven economista queno duda en renunciar por un motivo impensable hace unosaños.

"No creo en el estereotipo de que no hay compromiso conel trabajo. Hay un cambio con respecto a la relación quelos Y establecen con las empresas", dice Raúl Lacaze. "Síes cierto que tienen menos pruritos a la hora de tomardecisiones con respecto a su futuro en una organización Nosotros éramos más sufridos". Para Lacaze, si están mo-tivados, son emprendedores, tienen ideas, se entusiasmancon proyectos tanto en el plano individual como dentro deuna organización.

"No toleran que el trabajo sea fuente de infelicidad -diceJavier Casas Rúa, CEO de PwC, una compañía que en2016 tendrá 80% de su fuerza laboral Y-. No están dis- puestos a hacer enormes sacrificios por la empresa endesmedro de su vida personal."

Para Fabiana Gadow, muchos vivieron con padres que se pusieron la camiseta, pero que en algún momento, especialmente en la crisis de 2001, se quedaron sin trabajo, lomismo que tanta gente después de la crisis financiera in-ternacional que comenzó en 2008. "Esto -comenta- impac-ta en la lealtad hacia las corporaciones". En los EstadosUnidos, se vieron conmovidos por el atentado a las TorresGemelas, en 2001 y la masacre de Columbine, en 1999cuando dos adolescentes de 17 y 18 años víctimas de bu-lling (acoso escolar) asesinaron a 13 personas en el cole-

gio secundario.

Los Millennials tomaron conciencia, en un grado mayorque sus predecesores, de que la vida es una y tiene unfinal. "Todo puede pasar", dicen en la encuesta reciente dePwC, y se refieren no sólo a debacles económicas, sinotambién a desastres naturales, inseguridad, enfermedadesy epidemias, que llegan a su conocimiento en forma in-mediata a través del mundo globalizado e hiperconectadoBasta recordar que muchas primicias se dieron a conocer

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instantáneamente a través de Twitter, como por ejemplo elaterrizaje de emergencia de un avión de US Airways en elrío Hudson, en 2009.

Los Y saben que nadie puede comprar más tiempo que elque tiene destinado, y así toman la antigua premisa del poeta romano Horacio (65aC-8aC): carpe diem, o goza eldía, es decir, viven el presente. En este contexto, Casas

Rúa habla de una juvenilización social, "el mandato de lafelicidad, natural de los Y, se hace permeable a los adul-tos. Antes las doctrinas estructurales concebían al trabajocomo sacrificio. Ahora veo que muchos tienen el mismodeseo de bienestar".

Es indudable que existe un cambio de paradigma. Alejan-dro Mascó, transcribe en su libro una anécdota de TamaraErickson, coautora de Workforce Crisis: "Tuve una con-versación con el director general de Finanzas de una granempresa de Nueva York. Me comentó: "No puedo encon-

trar a quien contratar dispuesto a trabajar 60 horas porsemana. ¿Puedes hablar con ellos?. Y yo le dije: "Por quéno empiezo hablando contigo? Lo que ellos está diciendoen realidad es que lamentan que te lleve tanto tiempo ter-minar tu trabajo".

Las conclusiones de un estudio reciente de PwC son quelas organizaciones deben poner en marcha algunos cam- bios: crear una cultura de trabajo flexible; estar al día entecnología; más transparencia en temas de compensacio-nes y oportunidades de carrera; construir una comunidad,algo a lo que están acostumbrados a través de las redessociales y los wikis; viajes, oportunidades en el exterior oen el interior del país; escuchar, estar en contacto con lagente.

Según la encuesta de Deloitte entre jóvenes que trabajanen las empresas del ranking Fortune 500, 63,5% las eligió por las oportunidades de desarrollo y crecimiento; para49,8% fueron los salarios y beneficios; sólo 7,9% indicóla estabilidad y seguridad; el 47% habló de la reputación

de la empresa, donde hay gran énfasis en su responsabili-dad social y con el medio ambiente, y para el 34,5% fue laubicación geográfica.

Pero ahora también comienzan a darse algunas paradojas,como explica Andrea Ávila, directora de la consultoraRandstad. "Ya hay algunos Y que son jefes. Entoncesocurre algo interesante. Están los que siguen fieles a suideología, y aquellos que se vuelven rígidos, justamente locontrario de lo que combatían cuando recién empezaban."Ávila cree que, en realidad, ya hay que preocuparse por

los que vienen. Se trata de la Generación Z, quienes hoytienen 17 años, que prácticamente nacieron con los dispo-sitivos touch y que presentan otro tipo de desafíos ya quesu manera de trabajar y de divertirse van de la manoAdemás, tienen la capacidad de hacer varias cosas almismo tiempo: los deberes, ver televisión, escuchar músi-ca, jugar a través de alguna aplicación, subir fotos a Face book. Cómo hacer para que hagan foco en una cosa a lavez será el próximo desafío. O quizá, nuevamente, seránlas empresas las que tengan que cambiar.

Generación Ego: se impone sin jefes, reglas ni pudor

Una encuesta reveló que 6 de cada 10 jóvenes no quieredepender de nadie en el trabajo y sólo el 11% admitenormas.

Para Alejandro, de 19 años, estudiante de CienciasEconómicas, no hay nada como ver “Ale” escrito en el

vaso gigante que le dan en Starbucks. Mariana y Diego

un poco más grandes, se están por casar y por las vacaciones de invierno en la nieve tuvieron récord de “me gusta”

en Facebook. Los ciento y pico de “likes” no les cambiaron la vida, pero los pusieron contentos. A Carolina (28)la ascendieron en el banco en que trabaja. Elegir la foto de perfil de WhatsApp, para ella, es clave. Porque el “mark e-ting personal” también juega. Esa imagen que todos ven

cuando la buscan tienen que ser fresca, alegre, pero nodemasiado sensual... En la vida de los sub 30, las reglassociales están desacartonadas. Mostrar la intimidad o e

éxito no está mal ni despierta culpa. Porque en la Genera-ción Ego, la individualidad es el centro de la escena.

Esta realidad, de jóvenes de clases medias urbanas, tienematices. Al mismo tiempo que ponen los deseos persona-les sobre todo, en las relaciones sociales se muestran tolerantes: suelen apoyar las movidas solidarias y respetarmás las identidades sexuales. Acostumbrados al “on demand” digital, en el día a día buscan lo inmediato y en la

vida, a lo sumo al mediano plazo. El cambio constante dela época no habilita construcciones largas o imaginarse

adónde llegar en 10 o 20 años.

“Más que personas individualistas o egoístas, lo que se ve

es un proceso que viene dándose desde los ‘60 y que se

acentuó: supone el corrimiento del individuo de lo que lesmarcaban las instituciones tradicionales como la Iglesia ola escuela. Ahora, la sociedad de consumo permite cons-truirte a vos mismo”, opina Cecilia Arizaga, directora de

la carrera de Sociología de la universidad UCES. Descri- be: “Antes vivíamos en la obediencia; hoy, la propia so

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ciedad te pide iniciativa individual, ser uno mismo, tener proyectos, ser espontáneo y sensible a los nuevos produc-tos, es decir, ser cool”. Esa dinámica exige tener una iden-tidad fuerte y diferenciada. Algo egoíca. Se retroalimenta:el mercado estudia los gustos de los jóvenes y desarrolla productos que acentúan esos gustos.

Las investigaciones, aunque algo arbitrarias, ponen por-

centajes. Ejemplo: una encuesta a 800 estudiantes univer-sitarios de Capital y GBA que publicó la UniversidadArgentina de la Empresa (UADE) en junio pasado, señaló:6 de cada 10 prefieren “ser jefes o un trabajo autónomo,

 para no depender de nadie”. La independencia es un valor

de época y derriba la costumbre de pagar “derecho de

 piso” para que el beneficio llegue más adelante.

Sólo el 11% de los entrevistados admite entender el senti-do de las normas: para el resto, es difícil cumplirlas siem- pre, porque dependen de situaciones particulares, como la

de no respetar un semáforo de noche. En la encuesta de laUADE, “la felicidad” resultó elegida por 5 de cada 10, por

encima del “bienestar de mi familia” (34%) y el “bienestar

de mi país” (5%). A la hora de encarar una actividad, sea

cual fuera, el 67% contestó que prefiere decidir sin pedirconsejos. La investigación concluye: “La sociedad pos-moderna genera ideales de libertad asociados a actitudesindividualistas” 

En enero, la multinacional Ford había presentado un in-forme sobre la denominada Generación Z (los nacidos a

 partir de 1995 y criados en la era de Internet) que se basóen encuestas en varios países. Entre los resultados: losmás jóvenes adoran a los rebeldes y, para ellos, fracasarya no es un estigma. En una era de transformaciones per-manentes, el único fracaso es no atreverse. Quedarse quie-to.

En la foto también entra la llamada Generación Y, los que

llegaron al mundo a partir de 1982 hasta el 95. Un informede la consultora Deloitte, terminado este año y con preguntas a 7.800 jóvenes de 29 países indicó que el 75% deesos jóvenes piensa que las empresas están demasiado preocupadas en su propia agenda y poco en mejorar lasociedad. Según la estadounidense Pew Research Centerdos tercios de la comunidad “Y” preferiría un trabajo que

les guste antes que otro aburrido, pero mejor pago.

El médico psicoanalista Luis Minuchin, profesor de laAsociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APDEBA)

evalúa: “Antes, el modelo era el desarrollo ‘para toda lavida’ y había realidades, como el matrimonio, que podían

asfixiar. La nueva cultura se permite corregir situacionessin caer en criterios de éxito o fracaso. Esa búsqueda delibertad es algo positivo”.

Pero Minuchin también cuestiona: “Esa misma cultura

impone que todo debe ser mostrado. La intimidad pasó aespectáculo. Es una especie de necesidad narcisística derevalorización de uno a partir de la valoración que te danlos otros”. Desde ese análisis, el paisaje superpoblado de

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egos puede enmascarar otra realidad: miedo a los cambiosy fragilidad

Ricos y famosos que inspiran a millones

Los sub 30 pierden los complejos. Los nuevos íconos proponen una forma diferente de vivir y funcionan comoejemplo en los jóvenes.

http://www.clarin.com/sociedad/ricos-famosos-inspiran-millones_0_1426657324.html  07/09/15

Las estrellas teens y no tan teens son así: dejan fluir susgustos personales y sus excesos. Porque en el mundo hayque dejar una marca, algo propio. Ser manada ya no queda bien. Los nuevos íconos hacen lo que quieren, crean sus propias reglas y desafían. No es que en otras décadas nohayan existido los rockstars, sino que ese estilo de rebeld-ía ahora pasó al pop y a otros escenarios de la cultura. De

convicción, pasó a actitud diaria celebrada por todos ytodas. Como el marketing es marketing, las nuevas estre-llas no dejan de ser productos de la globalización: vendentalento, ego y rebeldía, eso que en las empresas (medianteencuestas y estudios de mercado) saben que vende.

Entre esas estrellas están la estadounidense Miley Cyrus,reina de la provocación, las fotos hot y los destrozos enhoteles, el canadiense Justin Bieber, buen músico, de lin-dos tatuajes y habitué de polémicas, como cuando plantó asus fans en River en 2013, después de una supuesta noche

de juerga.

Aunque parezca distinto y un chico bien, el que aceptaríauna suegra “de antes”, el fundador de Facebook, Mark

Zuckerberg, también reúne esos valores. Se lo admira porinnovador, por haberse construido a sí mismo, al estiloSteve Jobs, sin necesidad de recibir órdenes de un jefe, proactivo, optimista, feliz. Un tipo vivo que dijo: okey,“yo” voy a ser el jefe.

En el mundo del espectáculo sobran los ejemplos. Va otro:

Kanye West, el rey del rap en Estados Unidos que,además de bromear con ser presidente, dijo en varios re- portajes, sin temores: “Intento contener mi narcisismo...

Pero mi ego es mi droga. Soy mejor que todos ustedes”.

También: “Si dijera que no soy un genio, te estaría min-tiendo. Y me mentiría a mí mismo”.

Aunque en el día a día es difícil sostener poses ególatrastan exageradas, porque hay que ir al trabajo y cumplirreglas, ir a la universidad y cumplir reglas, visitar a la

familia y cumplir reglas, observar a qué estrellas se admi-ra enseña mucho sobre una época y su tiempo.

Está claro: para algunos, es tiempo de mostrarse, dejar queel yo fluya y, simplemente, amar a los que lo hacen tan bien.---

El “yo” se proyecta ahora en el brillo de las pantallas 

http://www.clarin.com/sociedad/yo-proyecta-brillo- pantallas_0_1426657325.html  07/09/15

Los primeros movimientos se desataron a mediados delsiglo pasado, con los avances de los medios de comunicación audiovisuales que terminarían entronizando a la tele-visión y, de la mano de la publicidad, ese fenómeno apodado consumismo. Entonces los jóvenes de las grandesciudades asumieron la vanguardia de una transformaciónen los modos de ser, algo que se acentuaría hasta lograr su

alegre consumación en la cultura globalizada de la actua-lidad. Aquella juventud dorada de la posguerra, que luegoinspiraría las revueltas de los años 1960-70, inauguró unaserie de novedades que los distanciaron del universo cadavez más anticuado de sus padres y abuelos. Ese complejísimo cambio histórico afectó hasta la forma en que seedifica la propia identidad, a partir de nuevas premisas ycon otras ambiciones.

Calculando el efecto que deseaban provocar en la miradade los demás, la imagen que les devolvía el espejo  – un

artefacto que, así como las pantallas, se reproduciría ex- ponencialmente de ahí en adelante –  se fue convirtiendo enun criterio privilegiado para medir el valor de cada unoParece obvio y natural, pero no lo es: así se destronaronviejas creencias que estaban bastante asentadas, como lasuperioridad moral de la belleza interior y el desprecio porlas vanas apariencias. La aprobación de los pares fue substituyendo parámetros antes inapelables como el veredictode la autoridad, el respeto a las normas y tradiciones, laobediencia a las jerarquías y el sagrado cumplimiento dedeber.

Así, mientras se carcomían esos pilares de la desprestigia-da moral burguesa, surgía la era del culto al cuerpo en lanaciente sociedad del espectáculo, un ámbito donde loesencial ya no parecía tan invisible a los ojos.

De allí al auge actual de las selfies y a la caza desesperada por los “me gusta” en las redes sociales, no hay más quealgunos rápidos pasos, que se han dado con sobrado entu-siasmo a principios del siglo XXI ya a bordo de Internet.

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Esta transformación histórica no es menor: involucra undesplazamiento del eje en torno al cual construimos lo quesomos. Ese núcleo del yo que solía considerarse oculto eimpalpable, situado dentro de cada individuo, pasó a plasmarse en la superficie del cuerpo y en todo aquelloque los demás pueden ver: comportamientos, gestos, esti-los, actitudes. Aquella verdad que estaba hospedada en las

entrañas invisibles de cada uno, ahora se proyecta a florde piel y en el brillo de las pantallas. En consecuencia, lamirada ajena ganó un peso enorme al definir quién es cadauno y cuánto vale, juzgándolo siempre por lo que se ve.

* Antropóloga (UBA). Profesora de la Universidad Fede-ral Fluminense de Río de Janeiro. Entre otros libros, pu-

 blicó “La intimidad como espectáculo” (2008). 

Un estudiante perdió su pasantía en Facebook por crear una aplicación

para localizar a las personas a través de Messenger.  14-08-2015

Aran Khanna fue despedida luego de crear Marauder’s Map 

Como Mark Zuckerberg, Aran Khanna era un estudiante inquieto de Harvard y, como a él, se le ocurrió diseñar unaaplicación (Marauder’s Map, (El mapa del merodeador, en castellano) como el nombre del mapa de la saga de

Harry Potter); pero a diferencia del creador de Facebok, nunca llegó a poner un pie en la red social.

Mientras esperaba para comenzar su pasantía en la empresa de Zuckerberg, Khanna desarrolló una extensión paraChrome en base a una falla básica en el Facebook Messenger: el servicio compartía automáticamente la ubicacióngeográfica desde donde las personas enviaban los mensajes, más allá de si la gente fuera amiga o no en la red social.Por lo tanto, prácticamente cualquiera podía acceder a esa información, incluso aquellos que no eran amigos en la plataforma. El mapa de Khanna, podía detectar con un margen de error menor a un metro el lugar desde donde losmensajes eran enviados.