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LOS INICIOS DE CURSILLOS 1 [Cristo] constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Ef 4, 11-13) 0/ Me llamo Jordi Girau, hice mi Cursillo en Barcelona en 1969 y soy sacerdote desde 1980. Cuento esta historia ateniéndome básicamente 2 a lo que una y otra vez le he oído a Sebastián Gayá, uno de sus protagonistas, en el rollo sobre Los orígenes de Cursillos que él proclamaba en la Escuela de Iniciación de Madrid. Le conocí personalmente en una boda en el restaurante “José Luis” de Illescas, en el curso 1981-82. Desde entonces empecé a colaborar con él en Cursillos de Madrid y, algo más tarde, en la reimplantación del Movimiento en Toledo. Cuando, principalmente para trabajar en Cursillos, me trasladé a Madrid, allá por 1998, él me propuso vernos todas las semanas durante una hora (que con frecuencia se alargaba, cuando no se doblaba), cosa que hicimos hasta su marcha definitiva a Mallorca, año y pico antes de su muerte acaecida en diciembre de 2007. En esas entrevistas me contó pormenorizadamente de nuevo estas mismas cosas, y yo tuve ocasión de pedirle bastantes aclaraciones, que él siempre me daba con toda franqueza. Creo poder afirmar con sinceridad cristiana que me distinguió con su amistad y su total confianza. 1 Texto del rollo proclamado en la Escuela de Dirigentes de Cursillos de Cristiandad de Madrid, por Jordi Girau, pbro, el 18 de abril de 2013. Este mismo rollo fue repetido, otra vez en la Escuela, en diciembre de 2015, como preparación al que se añade a continuación: Las sombras de este cuadro, de enero de 2016. 2 Al relato de su protagonista uno mi lectura de lo publicado por Mariví García, Conversaciones con Sebastián Gayá (Madrid, 2005), la atenta escucha de lo que el propio protagonista narró a Paco Sanz y Carlos de Miguel en sus Entrevistas de 2003-2004 y la indagación en obras ya publicadas sobre el asunto. Éstas son, por orden de aparición: 1) Secretariado Nacional de Cursillos de Cristiandad, El cómo y el porqué (2ª edición, Madrid, 1971); 2) Juan Hervás, Los Cursillos de cristiandad, instrumento de renovación cristiana (8ª edición, Madrid 1970); 3) Juan Capó, Pequeñas historias de la historia de Cursillos de Cristiandad (internet); 4) Francisco Forteza, Historia y memoria de Cursillos (Barcelona 1991); y 5) José Ángel Saiz Meneses, Los Cursillos de cristiandad. Génesis y teología (2ª edición, Madrid 2006).

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LOS INICIOS DE CURSILLOS1

“[Cristo] constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a

otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de

perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la

edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la

unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón

perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Ef

4, 11-13)

0/ Me llamo Jordi Girau, hice mi Cursillo en Barcelona en 1969 y soy

sacerdote desde 1980. Cuento esta historia ateniéndome básicamente2 a lo

que una y otra vez le he oído a Sebastián Gayá, uno de sus protagonistas, en

el rollo sobre Los orígenes de Cursillos que él proclamaba en la Escuela de

Iniciación de Madrid. Le conocí personalmente en una boda en el restaurante

“José Luis” de Illescas, en el curso 1981-82. Desde entonces empecé a

colaborar con él en Cursillos de Madrid y, algo más tarde, en la

reimplantación del Movimiento en Toledo. Cuando, principalmente para

trabajar en Cursillos, me trasladé a Madrid, allá por 1998, él me propuso

vernos todas las semanas durante una hora (que con frecuencia se alargaba,

cuando no se doblaba), cosa que hicimos hasta su marcha definitiva a

Mallorca, año y pico antes de su muerte acaecida en diciembre de 2007. En

esas entrevistas me contó pormenorizadamente de nuevo estas mismas cosas,

y yo tuve ocasión de pedirle bastantes aclaraciones, que él siempre me daba

con toda franqueza. Creo poder afirmar con sinceridad cristiana que me

distinguió con su amistad y su total confianza.

1 Texto del rollo proclamado en la Escuela de Dirigentes de Cursillos de Cristiandad de Madrid, por Jordi

Girau, pbro, el 18 de abril de 2013. Este mismo rollo fue repetido, otra vez en la Escuela, en diciembre de

2015, como preparación al que se añade a continuación: Las sombras de este cuadro, de enero de 2016. 2 Al relato de su protagonista uno mi lectura de lo publicado por Mariví García, Conversaciones con

Sebastián Gayá (Madrid, 2005), la atenta escucha de lo que el propio protagonista narró a Paco Sanz y

Carlos de Miguel en sus Entrevistas de 2003-2004 y la indagación en obras ya publicadas sobre el asunto.

Éstas son, por orden de aparición: 1) Secretariado Nacional de Cursillos de Cristiandad, El cómo y el porqué

(2ª edición, Madrid, 1971); 2) Juan Hervás, Los Cursillos de cristiandad, instrumento de renovación

cristiana (8ª edición, Madrid 1970); 3) Juan Capó, Pequeñas historias de la historia de Cursillos de

Cristiandad (internet); 4) Francisco Forteza, Historia y memoria de Cursillos (Barcelona 1991); y 5) José

Ángel Saiz Meneses, Los Cursillos de cristiandad. Génesis y teología (2ª edición, Madrid 2006).

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Sebastián fue, en calidad de creador y Director Espiritual de la Escuela que

gestó el Método y dio el Primer Cursillo en Mallorca (enero de 1949), uno

de los tres Iniciadores de Cursillos en esa diócesis nominalmente

reconocidos como tales por la Santa Sede al aprobar el Estatuto del

Organismo Mundial en 2004. Por razones que explicaré más adelante, se

trasladó a Madrid en 1956 y aquí colaboró con Cursillos, al principio muy

discretamente, hasta que, al establecerse el Secretariado Nacional en 1962,

fue encargado por su primer Director don Juan Hervás, como Vicedirector

del mismo; más tarde, al reestructurarse el Secretariado Nacional con el

desdoblamiento en un Presidente seglar y un Consiliario, se convirtió en

Viceconsiliario de dicho Secretariado. Permaneció en este cargo hasta el

final de sus días. De su creciente actuación en la diócesis de Madrid, a partir

de 1975, nos beneficiamos progresivamente los miembros de esta Escuela,

de modo que puede afirmarse que hoy somos lo que somos en principal

medida gracias a él.

1/ El Estatuto del Organismo Mundial de Cursillos de Cristiandad, aprobado

por la Santa Sede (30 de mayo de 2004) y confirmado en 2014, al tratar de

los orígenes del Movimiento habla de un “grupo de iniciadores [en que]

tuvieron parte muy importante sobre todo laicos guiados por Eduardo

Bonnín Aguiló, además de varios pastores, entre los que se encontraban el

entonces Obispo de Mallorca, Mons. Juan Hervás Benet y Mons.

Sebastián Gayá Riera.” (Estatuto OMCC, nº 03)

Las figuras de Eduardo, Sebastián y don Juan nos servirán para hacer este

agradecido recuerdo de nuestros inicios, en el Año de la fe, en cuya

convocatoria el Papa Benedicto XVI nos invitaba a “volver a recorrer la

historia de nuestra fe, con la mirada fija en Jesucristo y en María, los

Apóstoles, la primera comunidad, los mártires, los consagrados y los

creyentes que han confesado la belleza de seguir al Señor en la familia,

la profesión y la vida pública, desempeñando carismas y ministerios”

(Porta fidei, 13). Providencialmente coincide que estamos celebrando el

quinto aniversario de la muerte de dos de ellos: Gayá y Bonnín. ¡Que Dios

les bendiga!

Además, la memoria de los Iniciadores nos sirve para “recuperar nuestros

orígenes” y convertirnos individual y comunitariamente al Carisma del

Movimiento: la evangelización. (Cfr. Porta fidei, 4-7)

Esto es un rollo de Escuela, no una conferencia académica ni un artículo

científico; por lo tanto, he podado la información reduciéndola a lo esencial

y omitiendo la sobrecarga de datos, fechas y nombres que he considerado

superfluos para nuestro cometido.

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Presentaremos esta Historia en tres etapas:

a) Antes del Primer Cursillo.

b) Desde 1949 hasta 1955, año del traslado de Hervás a Ciudad Real.

c) De 1955 en adelante.

a) Antes del Primer Cursillo la historia de Cursillos trascurre en el seno de

la Acción Católica de Jóvenes de la diócesis de Mallorca. Veamos a sus

protagonistas, por orden de aparición:

Eduardo Bonnín Aguiló (Palma de Mallorca 1917-Palma de Mallorca

2008) fue un laico célibe, de familia muy numerosa (10 hermanos) y

“chueta” mallorquina (de judíos desde antiguo conversos al cristianismo),

acomodada gracias a su negocio de exportación de frutos secos (¡tenía

coche!), y sinceramente cristiano. Hizo sus primeras experiencias

evangelizadoras durante su servicio militar en la guerra civil e inmediata

posguerra. Estaba dotado de una fuerte inquietud apostólica, de la que es

muestra aquel primerísimo “cursillo” de Cala Figuera de Santanyí (1944) y

otros que le siguieron, en los que él tomó la iniciativa y actuó siempre como

rector. Desde entonces fue esbozando lo que luego sería el rollo de

Ambientes y más tarde el de El seglar en la Iglesia, y muchos aspectos

concretos de la Metodología del Cursillo de Cristiandad (incluida la amistad

en los tres tiempos del Método), y consolidando su liderazgo seglar en el

Grupo de laicos Iniciadores. Incorporado desde 1943 a la Acción Católica de

Jóvenes de Mallorca, fue varias veces su Presidente y estuvo siempre en la

Junta Diocesana ocupando cargos de responsabilidad.

Sebastián Gayá Riera (Felanitx 1913-Palma de Mallorca 2007), de familia

pobre pero instruida (su padre era maestro), fue emigrante con sus padres y

dos hermanos en Argentina, desde los 5 años. Para poder realizar su vocación

sacerdotal, a los 13 años de edad volvió él solo a Mallorca ingresando en el

Seminario bajo la tutela de su tío Bartolomé, presbítero. Excelente estudiante

(durante su formación sacerdotal hizo también el bachillerato civil y la

carrera de magisterio), fue ordenado sacerdote en 1937 e inició sus

experiencias como capellán militar con la creación de 6 centros de Acción

Católica en otros tantos cuarteles de la isla. El curso 1944-1945 creó una

“Escuela de Propagandistas” en el Centro interparroquial de Santa Eulalia.

Al terminar el servicio sacerdotal castrense le nombraron Catedrático de

Humanidades en el Seminario. En 1947 fue designado por el Arzobispo-

Obispo Miralles, a instancias de su Obispo Coadjutor Hervás, Consiliario

diocesano de los Jóvenes de Acción Católica; entonces dicha Escuela (que

más tarde pasó a llamarse “de dirigentes”), en la que militaba toda la Junta

Diocesana, se trasladó a la Sede de la JAC de la calle Zabellá. Cuando, al

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poco tiempo, Mons. Hervás asumió el gobierno pastoral de la diócesis, le

eligió Canciller Secretario de Cámara y Gobierno, y más tarde Canónigo de

la Catedral.

Don Juan Hervás Benet (Puzol, Valencia, 1905-Felanitx, Mallorca, 1982)

era valenciano de cuna. Habiendo sido obispo auxiliar de Valencia, llegó a

la diócesis balear en calidad de Obispo Coadjutor con derecho a sucesión del

anciano y enfermo Arzobispo-Obispo don José Miralles. Anteriormente

había hecho su tesis doctoral sobre la Acción Católica en Friburgo (Suiza).

Era por entonces el obispo más joven de España. Al tomar posesión de la

diócesis balear se presentó como “el obispo de los jóvenes”, a lo que éstos

correspondieron proclamándose “los jóvenes del Obispo”. Tenía una gran

sintonía con ellos y desempeñó un ministerio pastoral muy renovador:

mandó, por ejemplo, que se predicara en todas las misas dominicales, clara

anticipación del Vaticano II. Invitó al Consejo Diocesano de Jóvenes de A.

C. a participar, todos los viernes a las siete de la mañana, en la misa privada

que celebraba en la capilla del obispado, a la que éstos asistieron durante dos

años; y, de vez en cuando, les daba también charlas espirituales y apostólicas.

Y tenían un trato franco y amistoso, dentro de los márgenes consentidos por

los usos y costumbres de aquel entonces. Todo esto coincidiendo con la

gestación de Cursillos.

La Escuela de Propagandistas se celebraba semanalmente los viernes por

la noche, desde las doce hasta las tres de la madrugada, durante todo el curso

académico. La integraban todos los miembros del Consejo Diocesano y

otros, hasta un número de 22 (contando al propio Sebastián, su Director). Se

dedicaban a la formación, con la ayuda de los profesores del Seminario y

otros sacerdotes comprometidos con la Acción Católica; cultivaban también

la espiritualidad (con Ejercicios Espìrituales todos los años, retiro mensual,

vigilia solemne en la fiesta del apóstol San Juan o en Pentecostés, y

felicitación sabatina, en que se repartían las llamadas “propagandas” de los

domingos); pero, sobre todo, se consagraron a la acción, que al comienzo

eran esas mismas “propagandas” dominicales (actividades de promoción

apostólica en los diversos Centros parroquiales de A. C. repartidos por toda

la isla).

Los cursillos antes de Cursillos. Demos un salto atrás en el calendario. En

1936, ante la amenazante y gravísima situación que se cernía sobre Europa

(comunismo, fascismo y nazismo; debilidad de las democracias y general

descristianización de la sociedad, etc.), el entonces Presidente nacional de

los Jóvenes de Acción Católica de España, el madrileño Siervo de Dios

Manuel Aparici (su causa de canonización está en curso), acompañado por

el Sustituto de la Secretaría de Estado, Monseñor Pacelli (el futuro Pío XII),

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presentó al Papa Pío XI, el proyecto de una gran peregrinación de los

jóvenes de España e Hispanoamérica al sepulcro del Apóstol, en Santiago

de Compostela, bajo el lema: Cien mil santos a Santiago. Era su manera

cristiana de combatir el mal que les asediaba. El Pontífice aprobó y bendijo

la iniciativa. Pero, a causa del inmediato estallido de la guerra civil española,

seguida de la segunda guerra mundial, la peregrinación no pudo realizarse.

Terminado el largo y sangriento período bélico, el Consejo Nacional de los

Jóvenes de Acción Católica, capitaneado de nuevo por Aparici, pero ahora

en calidad de Consiliario nacional (pues había sido ordenado sacerdote entre

tanto), recuperó el proyecto de la Peregrinación a Santiago. Para promoverlo

emprendieron una campaña de Cursillos de Adelantados de Peregrinos que,

a cargo de los miembros de ese Consejo, de Madrid, se impartían por todas

las diócesis españolas. Su lema era de nuevo: “¡A Santiago santos!” Estos

cursillos llegaron también a Mallorca, y en ellos participaron los entusiastas

componentes del Consejo Diocesano.

Por razones básicamente económicas (los militantes baleares no podían

sufragar el coste de las estancias y de los viajes desde Madrid a Palma de

quienes daban esos Cursillos de Adelantados), los mallorquines tomaron la

iniciativa de replicarlos diocesanamente, con el nombre de Cursillos de Jefes

de Peregrinos. En este período y en el seno de esta Escuela empezó a

gestarse la novedad de lo que más tarde serían los Cursillos de Cristiandad;

porque, guiados por una concreta y muy característica Mentalidad (que

luego reflejaron en El cómo y el porqué y que se ha trasladado al capítulo

primero de Ideas Fundamentales en sus tres versiones), al celebrar estos

cursillos, tuvieron el acierto de ir revisando, evaluando y corrigiendo sus

contenidos y su método a la luz de los resultados que se obtenían (Método

inductivo).

Progresivamente llegaron a estas conclusiones: lo que verdaderamente

respondía a las necesidades humanas y espirituales de los jóvenes

participantes era la proclamación vivencial de “lo fundamental cristiano” (en

expresión de Juan Capó: Pequeñas historias de la historia de Cursillos de

Cristiandad), es decir: la Gracia de Cristo que abundantemente se derrama

en la Iglesia para la salvación del Mundo, y que genera una vida cristiana

desbordante, muy comprometida y fecunda. El procedimiento realmente

eficaz era el anuncio directo del Evangelio, acompañado del testimonio de

su inherente alegría al encarnarlo y vivirlo personalmente: “Un Cursillo es

la comunicación jubilosa de nuestro ser cristiano” (El cómo y el porqué). Y

descubrieron además que esto no valía sólo para promover la concreta

peregrinación a Santiago, sino la peregrinación a la Casa del Padre a que

estamos invitados todos los hombres: los militantes de Acción Católica y los

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demás; y especialmente los “alejados”, que a menudo eran quienes mejor

respondían a la invitación así formulada.

Había nacido la sustancia del Método de Cursillos: inductivo, kerigmático,

vivencial y evangelizador de los bautizados y de los alejados, a quienes se

invita a ser Iglesia en comunidad real y comprometida (empezando por esos

grupos de amistad cristiana que, desde el principio, se llamarán Reuniones

de Grupo). Y, simultáneamente con él, la característica Mentalidad del

Movimiento que encontramos plasmada en El cómo y el porqué (obra de

Eduardo Bonnín y del presbítero Miguel Fernández).

Aparte de otras actividades (como una asidua presencia en los medios de

comunicación locales), algunos eventos singulares marcaron con fuerza la

“mística” peregrina y germinalmente evangelizadora de los jóvenes isleños.

Tras una Pastoral de Mons. Hervás convocando a la peregrinación a la

juventud mallorquina (y no sólo a la JAC; la carta se benefició, a mi juicio,

de la colaboración del Canciller-Secretario Gayá), en el Congreso de Lluc

(primavera de 1948), el Obispo repartió sus bordones a los 700 inscritos en

ella, a la vez que él mismo recibía el suyo de manos del Consiliario. A su

término, los peregrinos se llevaron en andas una copia de la antigua talla de

la Reina de Mallorca, la Virgen de Lluc, que pasó por todas las parroquias

de la isla (con vigilias de oración y confesiones, que terminaban por la

mañana con misa de comunión). Es la imagen de la Madre que les acompañó

a Santiago y actualmente se conserva en la capilla de la Casa de

espiritualidad de Son Fe.

La Peregrinación a Santiago se celebró en verano de 1948. En ella

participaron los 700 mallorquines, armados con sus bordones y siguiendo a

la Madre, presididos por el consiliario Gayá en representación del Obispo,

con la Junta diocesana y, naturalmente Bonnín. Fue el grupo más numeroso

de cuantas diócesis españolas se incorporaron al acontecimiento, a pesar de

ser la más distante. (Las otras diócesis baleares, y las canarias, no tomaron

parte.) En barco cruzaron de Palma a Barcelona, entronizando a la Señora en

la proa de la nave y dedicando la noche de la travesía a la oración

comunitaria, porque no se habían podido pagar más que pasajes de cubierta.

En tren, desde la Ciudad Condal hasta Madrid; una jornada de viaje

completa, en vagones de tercera, por las mismas razones económicas. En

camiones, con tablones de obra atravesados en la caja a modo de asientos, la

segunda jornada, desde la Capital de España hasta León, donde hicieron

noche al raso veraniego en la plaza de la catedral. Al día siguiente, del mismo

modo, desde León a la Ciudad Santa gallega. Llegaron a Santiago al

anochecer.

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Al día siguiente fue la gran concentración en la explanada de la famosa

Universidad, presidida por el Legado Pontificio, el Cardenal Primado don

Enrique Pla y Deniel. Con muchas misas sincronizadas (antes del Concilio

no existía la concelebración).

En el viaje de regreso, que en idénticas condiciones reprodujo a la inversa

los trayectos de la ida, sucedió una “anécdota” digna de mención: Un

descuido de la Organización dejó sin comida a los jóvenes mallorquines que

iban en tren de Madrid a Barcelona. El Consiliario y los de la Junta reunieron

en una mochila cinco panes que algunos previsores habían echado en sus

equipajes, y recorrieron el convoy diciendo en cada vagón: Por un fallo

involuntario no han llegado los bocadillos de hoy, pero no os preocupéis:

aquí tenemos cinco panes; el que quiera comer algo, que lo pida y se

distribuirá mientras alcance. El caso es que los cinco panes llegaron intactos

al final del último coche. Nadie quiso comer aquel día. No me parece

descabellado conjeturar que cada uno de los peregrinos pensara: Yo puedo

pasar sin ello, tal vez otro lo necesite más. ¡Así eran y este espíritu tenían!

Al desembarcar en Palma de Mallorca subieron del puerto a la Plaza de Cort,

camino de Santa Eulalia. Pese al agotamiento, los peregrinos no se rendían:

por aclamación lograron que, desde el bello balcón renacentista del

Ayuntamiento, el Delegado del Obispo les dirigiera la palabra por última

vez. Sebastián les dijo: “El lema hasta ahora ha sido ‘¡A Santiago Santos!’.

Ahora os pregunto: ¿Y desde Santiago qué? -Desde Santiago: ¡Santos y

apóstoles!” Fue como la proclamación del nacimiento de una nueva realidad

eclesial que se había gestado en ese clima heroico: Cursillos de

Cristiandad, que ya no pretendía sólo la santidad, como la A. C., sino,

además, el apostolado o evangelización de la juventud. De ello se hicieron

eco las páginas del Boletín diocesano PROA, con sendos artículos de Bonnín

y Gayá.

Durante los cuatro meses que van del regreso de la peregrinación hasta enero

de 1949, la Escuela siguió trabajando a presión, y dando los últimos retoques

a lo que había de ser el primer Cursillo: Incorporaron todavía el rollo de

Ideal; en la crítica de su ensayo surgió el célebre tríptico: Ilusión, entrega y

espíritu de caridad.

En esta etapa de gestación de los Cursillos, el papel de cada uno de los tres

Iniciadores mallorquines aparece claro: El Presidente Bonnín aportó su

ferviente celo apostólico; fecundas ideas de seglar acerca de los ambientes

que afectan a la vida humana y cristiana de los jóvenes, y del modo de

evangelizarlos; y su personal liderazgo, que comportaba una singular

capacidad de organización y de lo que hoy llamamos dinámica de grupos,

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elementos todos ellos esenciales en la metodología del Cursillo. El presbítero

Gayá, además de la fluida comunicación del grupo con su Obispo,

imprescindible en aquellas circunstancias de la Iglesia preconciliar, procuró

la sólida formación doctrinal de la Escuela y de toda la juventud isleña

(especialmente reflejada en las Etapas de un peregrinar, que anticipan los

Rollos “místicos” del futuro Cursillo) y su recia espiritualidad (plasmada en

la Guía del peregrino, con su personalísima Hora Apostólica: ¡ya no Hora

Santa, sino Apostólica!); típica tarea de Consiliario. Hervás hizo de Obispo:

supervisaba la actividad de esos jóvenes aprendices de apóstoles, con la que

comulgaba de corazón, la impulsaba y la orientaba, tanto personalmente

como por medio del Consiliario.

El Método de Cursillos, en gran medida ideado por Eduardo y completado

por los laicos y sacerdotes de la Escuela de Gayá, fue asumido como

Movimiento, en el seno de la A.C. diocesana de Mallorca, por Hervás.

Todos ellos compartían una misma Mentalidad, encarnándola cada uno a su

modo: como laicos, sacerdotes y obispo.

b) Desde el primer Cursillo hasta 1955. El primer fin de semana de enero

de 1949 (insistamos: a los cuatro meses de la Peregrinación), se celebró en

la ermita de San Honorato, atendida por los Misioneros de los Sagrados

Corazones (en el luliano monte de Randa, entre los santuarios marianos de

Gracia, al pie, y de Cura, en la cima), el primer Cursillo de Cristiandad. Es

el primero, porque en él intervinieron las personas (laicos y sacerdotes) que,

en lo sucesivo, iban a encarnar el Movimiento; y también porque se

emplearon por primera vez todos los recursos del Método que habían ido

tanteándose en los anteriores: el Retiro inicial y las meditaciones de cada día,

los rollos seglares y los “místicos”, las dinámicas, etc. Su Rector fue,

naturalmente, Eduardo Bonnín; el Director Espiritual, por encargo de Gayá,

don Guillermo Payeras (joven consiliario del fervoroso Centro parroquial de

Porreras); colaboraron tres “profesores” más (Guillermo Estarellas,

Bartolomé Riutort y Andrés Rullán); y disfrutaron los buenos servicios de

Guillermo Font, en calidad de “auxiliar” (iba a buscar el pan y la leche, y un

cordero, que él mismo mataba y preparaba para la comida de esos días). El

Retiro introductorio corrió a cargo, igualmente por encargo del consiliario

Gayá, de don Juan Capó, que al terminarlo se volvió a sus clases en el

Instituto de Palma. El último día, desde primera hora de la mañana, les

acompañó el Consiliario quien, además de dar una charla sobre La

perseverancia, presidió la Clausura en nombre del Obispo. En ella leyó una

carta en que don Juan les animaba a proseguir la obra emprendida (la carta

la había redactado Gayá, y Hervás la firmó), y proclamó el famoso:

“¡Mayores maravillas veréis!” En el Cronicón manuscrito de la Comunidad

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religiosa de San Honorato se reflejan estos hechos, y el desbordante

entusiasmo con que fueron vividos.

Enseguida se programan y celebran muchos Cursillos más, a razón de una

veintena por año, con una participación media de 20 jóvenes en cada uno,

procedentes de los diversos Centros parroquiales de Acción Católica de la

isla. Todo ello queda, paso a paso, puntualmente reflejado en el Boletín

diocesano PROA, de los Jóvenes de Acción Católica, que, al poco, pasó a

llamarse Boletín de los Cursillos de Cristiandad, nombre con que los

rebautizó el Obispo Hervás (al principio se llamaban “de conquista”). Éste,

preguntado respecto del naciente fenómeno de los Cursillos, dijo que los

bendecía “con las dos manos”; y, en un Congreso diocesano de los Jóvenes

de Acción Católica, proclamó algo así: Se diría que, en vuestra

peregrinación a Santiago, habéis robado la espada del Apóstol y, con ella,

habéis hecho un desgarrón en el cielo, por donde baja a raudales la gracia

divina sobre la juventud.

Semejante piropo fue correspondido por la asamblea de manera tan insólita

como arriesgada: Al terminar el acto, el Obispo se montó en su coche, pero

los entusiastas cursillistas no lo dejaron partir. Lo subieron a pulso y, a modo

de moderna e insólita “silla gestatoria” y entre eufóricos cánticos de alabanza

al Señor, llevaron el automóvil en volandas desde el Instituto de Palma hasta

el Palacio episcopal, donde terminaron rezando juntos la Hora apostólica.

“Mallorca s’ha pegat foc” (Mallorca se ha incendiado), tituló una crónica

de la prensa local su retrato del ambiente que reinaba en esos tiempos.

Se multiplicaron rápidamente las Reuniones de Grupo y se detectó la

necesidad de una Reunión de las Reuniones de Grupo, la Ultreya, para que

sus componentes se encontraran y conocieran entre sí. En plena euforia, se

celebró el Cursillo número cincuenta, y más tarde el cien.

Empezaron a acudir a los Cursillos de Mallorca gentes de toda la península,

y aun del extranjero, especialmente jóvenes de Acción Católica, y algunos

seminaristas de diversas procedencias, entre ellos el Siervo de Dios José

Rivera en compañía de don Elías Yanes (futuro Arzobispo de Zaragoza), por

entonces estudiantes los dos de teología en Salamanca. El primero se hizo

eco de la experiencia en un encendido y luminoso artículo en SIGNO,

Boletín de los Jóvenes de Acción Católica de España.

En este contexto se produjo la conocida “anécdota” del que “golpeó el

Sagrario”, tan mal interpretada luego por algunos. Se trataba de un hombre

todavía joven que, procedente de Barcelona, participó en un Cursillo,

presentándose como que había oído decir que iban a organizar un torneo de

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fútbol. Escuchó la proclamación evangélica y los testimonios de vida y, en

secreto, se entrevistó con el Director Espiritual, abriéndole su corazón: Era

un militante del Partido Comunista, activista profesional, que, con su familia,

vivía del sueldo pagado por la Internacional Comunista desde París; y había

sido enviado para espiar, para averiguar qué era aquello que tanto ruido hacía

en Mallorca; pero se había dado cuenta de que, lo que aquella gente del

Cursillo vivía y proclamaba, era sincero y auténtico. Y planteó su problema

existencial: ¿Qué hago? Si me doy a conocer, peligra mi vida, tanto por la

policía franquista como por mis compañeros de la Revolución. El sacerdote

del Cursillo, no teniendo solución, le invitó a ir a pedírsela al Señor en el

Sagrario. Y allí fue donde el joven comunista golpeó con los nudillos esa

puerta, llamando, pidiendo una respuesta. Se terminó el Cursillo y, tal como

habían acordado, desapareció sin dejar rastro. No se ha sabido más de él.

(Quiero pensar que, como aquel eunuco de la reina de Candaces, de los

Hechos de los apóstoles, “continuó su camino lleno de alegría.”)

Eduardo sigue de líder de la Obra, rector en un sinfín de Cursillos. Gayá, que

ya era Canciller Secretario del Obispado, es nombrado por Hervás

Consiliario General de las diversas ramas de la Acción Católica Diocesana;

en su sustitución se encargarán, a propuesta del propio Gayá, los sacerdotes

Juan Capó, de los Jóvenes, y Jaime Davíu, de los Aspirantes. Aunque al

Obispo no le gustaba que el número tres del obispado se identificara tanto

con una obra concreta de la diócesis, y por eso pudo estar en pocos Cursillos,

siguió participando asiduamente en los trabajos nocturnos de la Escuela.

Pero surgieron las críticas, las desconfianzas y las calumnias de los que

preferían una Iglesia más sosegada y más “como lo de siempre”, los

contrarios a la nueva Mentalidad, juvenil y apostólicamente comprometida,

contrariados por ella. Tanto entusiasmo les parecía sospechoso (en el fondo,

les incomodaba): eso de que los seglares mandaran y predicaran como curas;

que los curas cantaran canciones profanas como el De colores; que se usara

en los Cursillos un lenguaje popular, acaso vulgar, en que a Dios se le

llamaba l’Amo (el Amo), y en el que, a veces, se infiltraba alguna palabrota…

¡Y eso de que, en un Cursillo, uno hubiera “profanado” el Sagrario,

golpeándolo!… Las habladurías se volvieron acusaciones, y llegaron a la

Nunciatura de Madrid; y surtieron su letal efecto.

c) Desde 1955 en adelante. La calumnia cundió. En 1955 don Juan es

trasladado de Mallorca a Ciudad Real, que por entonces no era siquiera

diócesis, sino el Priorato de las Órdenes Militares. Los que estaban en el ajo

entendieron que se trataba de un castigo por sus “imprudencias” en relación

con Cursillos. Y todo quedó definitivamente claro cuando apareció el

nombramiento de su sucesor, el madrileño don Jesús Enciso, que había

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recibido “instrucciones precisas” de reencauzar y corregir el desviado

fenómeno de los Cursillos.

En nuevo Obispo tomó cartas en el asunto: reunió informes (unilaterales y

lamentablemente sesgados) y, al año de su toma de posesión, publicó una

Carta Pastoral que, dando crédito a las peores acusaciones, reconducía de tal

manera los Cursillos que, en la práctica, los sofocaba. El Canciller Gayá fue

depuesto, y la Acción Católica, con nuevos consiliarios y responsables

seglares, reconducida a la “antigua observancia”.

Bastantes de los sacerdotes mallorquines comprometidos con el Movimiento

se vieron forzados a buscar nuevos horizontes: Capó opositó a una canonjía

en Córdoba, y la ganó; Francisco Suárez hizo lo propio en Ciudad Real;

Jaime Davíu fue llamado también a la diócesis manchega. Miguel Fernández

y otros se orientaron hacia las Américas. Gayá, que no podía moverse debido

a sus cargas familiares, se quedó en la isla, destituido de todos los cargos que

dependían de la potestad del Obispo.

De los seglares de Cursillos de Mallorca, muchos quedaron desconcertados

y algunos destrozados; otros se espabilaron como pudieron: insólita Ultreya

en las terrazas de las cafeterías de la Plaza Mayor. Incluso unos pocos, con

Bonnín, se pusieron a dar “Cursillos de a uno”, como cuenta Forteza.

Y aquí viene la gran aportación de Hervás a Cursillos, sin la cual el

experimento hubiera muerto en su cuna, con poco más de cinco años de vida:

A Gayá, que le había acompañado para el traslado y al cabo de quince

días tuvo que volverse a Mallorca para recibir al nuevo Obispo, le autoriza

para que vaya a hablar de Cursillos al Seminario.

Promueve el “primer Cursillo de Ciudad Real”, mandando a sus

participantes a vivirlo en Mallorca (en el período en que todavía se

celebraban allí). Esto es significativo y Hervás lo subrayaba: El primer

Cursillo de Ciudad Real se celebró en Mallorca.

Es llamado a dar explicaciones ante la romana Congregación del Santo

Oficio (ahora de la Doctrina de la Fe, antaño La Inquisición), y allí

demuestra su intacta ortodoxia.

Desde su responsabilidad episcopal, publica la extensísima Carta

Pastoral Cursillos de Cristiandad, instrumento de renovación cristiana,

apología del nuevo Movimiento en la que, quienes les conocieron de cerca,

atisban la profunda colaboración de Francisco Suárez. El Nuncio en España

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le recomendó que lo hiciera como libro, pero él quiso empeñar su autoridad

de obispo: la de Enciso había sido una Carta Pastoral y la suya también tenía

que serlo.

Amplía los Cursillos a los hombres adultos, produciéndose los mismos

frutos de veras imponentes (el policía del prostíbulo; Paco Menor, y sus

rollos “tumbativos”, etc.).

En combinación con la A. C. de Aparici, promueve la implantación de

Cursillos en casi toda España; y, ya sin ella, en muchas repúblicas de

Hispanoamérica; en paralelo con el grupo mallorquín en la cuasi

clandestinidad, acompaña la expansión a Estados Unidos de Norteamérica

(Bernardo Badell y nuestro Agustín Palomino); y, en menor medida, a

Guinea, entonces colonia española en África. Tan espectacular crecimiento

nunca obedeció a una estrategia preestablecida; fue un fenómeno

“espontáneo”: fruto de la dinámica explosiva del Espíritu en los corazones

de los cursillistas.

Pese a que su Priorato no pasó a ser Diócesis en toda regla hasta años más

tarde, se presenta en el Concilio (1962-65) aureolado con la fama de ser El

Obispo de los Cursillos (Carlos Mª San Martín). Nuestro Pepe Casanova

cuenta la llamativa presencia de Obispos de todo el mundo que, de paso al

Concilio, recalaban en Ciudad Real para conocer esa obra novedosa y

admirable: en una ocasión, ¡seis Obispos filipinos concelebrando en la

catedral manchega con don Juan! Los tiempos estaban cambiando, ¡y de qué

manera!

El Movimiento de Cursillos encajó providencialmente con la renovación

pastoral y espiritual del Vaticano II como anillo al dedo. En bastantes

aspectos muy importantes la había anticipado. De tal manera que la década

de los 60, en especial su primera mitad, coincidiendo justamente con los

preparativos y la celebración del Concilio, es triunfal para el Movimiento, y

para Hervás:

En 1962 la Santa Sede aprueba, a petición de la Comisión de

Metropolitanos españoles (antecedente de la actual Conferencia Episcopal),

la creación del Secretariado Nacional de Cursillos, nombrando Director

del mismo a don Juan Hervás. Este acto zanjaba, en realidad, una cuestión

ambigua desde el principio: Con la creación de un organismo propio y

específico para Cursillos, quedaba clara la diferencia de la nueva Obra en

relación con la Acción Católica, en cuyo seno había nacido; y, en

consecuencia, su independencia. Siempre nos quedará la gratitud.

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El mismo día que iba a hacerse pública la gran noticia de la creación del

Secretariado Nacional, Hervás, previo aviso telefónico, mandó por la

mañana su coche oficial a Madrid, donde estaba Gayá desde hacía algunos

años trabajando en la Comisión Católica de Migraciones, para recogerle y

llevarle a Ciudad Real. Le recibió y, a la hora exacta en que se levantaba el

embargo informativo, se la comunicó en persona. Le dijo: Vd. será el

Vicedirector del Secretariado Nacional, encargándole de todo el asunto.

Aunque Gayá no había tomado ninguna iniciativa al respecto (ni le convenía

hacerlo porque su padre, enfermo de Parkinson y en silla de ruedas, dependía

de él para levantarle y acostarle, etc.), ni lo sabía por entonces, más tarde se

enteró de que su nuevo destino en Madrid, en Migraciones, lo había movido

discretamente el propio Hervás. Desde el nuevo cargo, el antiguo consiliario

ahora desterrado, contribuyó también a la expansión de Cursillos, invitando

a hacerlos a los capellanes de nuestros emigrantes que él tenía el encargo de

enviar al extranjero (el claretiano gallego José Cascales, el de Viena, por

ejemplo).

En este tiempo Sebastián tuvo, además, el consuelo de la reconciliación con

el que canónicamente seguía siendo su obispo, Mons. Enciso. Éste,

gravemente enfermo, le mandó llamar a la Mutual del Clero de la calle San

Bernardo para pedirle perdón, explicándole que había obrado como lo hizo

confundido por malas informaciones; que luego se había enterado de la

verdad del asunto; y que quería que, cuando pudiese volver a Mallorca, Gayá

le acompañara, para que todos les viesen bajar juntos del avión. Una

rehabilitación de justicia en toda regla; pero, sobre todo, una ejemplar

reconciliación cristiana.

En 1963, a instancias del Cardenal Arzobispo de Tarragona, don

Benjamín de Arriba y Castro, el Papa Pablo VI proclamaba al Apóstol San

Pablo Patrono de los Cursillos de Cristiandad.

En 1966, recién clausurado el Concilio, se celebra en Roma, con la

presencia de Pablo VI, la inolvidable Primera Ultreya Mundial. De su

organización se encargó el Secretariado Nacional de España, es decir Hervás

a la palestra y Gayá en la sombra. Bonnín intervino en las Jornadas de

Estudio realizadas en el EUR. En su magnífica alocución (Gayá se

maravillaba de ella) el Papa nos emplazó a vivir y aplicar el Concilio.

Conclusión

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La comunión y generosa cooperación entre laicos, sacerdotes y jerarquía, en

la ardiente fidelidad al Señor, dentro de su Iglesia, fue la clave y el secreto

del nacimiento (Saiz Meneses, p. 88) y de la eficacia apostólica y

evangelizadora de las primeras décadas de Cursillos. Con ello se adelantó al

Concilio y, en su medida, contribuyó a él.

En sus inicios, Bonnín, Gayá y Hervás, a la cabeza de un florido Grupo de

Iniciadores, laicos y sacerdotes muy generosos, pusieron todo lo que Cristo

les había dado al servicio de la Obra: su entusiasmo, su formación, su

compromiso y su espiritualidad... y también su abnegación y su cruz; y

especialmente ésta, asumida sin quejas ni reivindicaciones.

LAS SOMBRAS DE ESTE CUADRO3

“…Ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de

todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para

engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que

siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que

es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien

concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se

ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada

miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.”

(Ef 4, 14-16).

En el período luminoso que acabamos de recorrer hubo también,

lamentablemente, sombras, que tuvieron que ver con los problemas que más

tarde iban a emerger en la historia de Cursillos y que todavía padecemos,

sobre todo el asunto del llamado “fundador”. He dudado mucho en hablar

de ello: ¿Puede este tema ser objeto de un rollo, aunque sea de Escuela, que

siempre debe ser kerigmático? Pienso que este asunto no podrá ser clara

materia de kerigma hasta que se resuelva en la verdad, la caridad y la

humildad. Muertos ya sus protagonistas, debe tratarse ahora en los

Organismos a quienes ha sido confiada la misión de cuidar y promover el

Carisma del Movimiento, y, por tanto, la de averiguar su Historia y darla a

3 La segunda parte de este Rollo, esbozada ya con anterioridad (pero no hecha pública), fue ulteriormente

completada y proclamada en la Escuela de Dirigentes de Madrid el 14 de enero de 2016.

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conocer a la Iglesia y al Mundo. Éste es el reto que tiene planteado en la

actualidad el Movimiento de Cursillos y que, a mi juicio, condiciona su

futuro: Si acertamos, Cursillos seguirá sirviendo la salvación de Dios a los

hombres de este mundo, edificando el Reino, y dándole sólo a Él la gloria;

si fracasamos, Cursillos habrá muerto (aunque parezca vivir, como tantas

cosas en la Iglesia). Nosotros somos ahora los responsables.

1) Lo de Enciso, fue muy doloroso, devastador, pero ¿resultó nocivo?

El modo como don Jesús Enciso, al hacerse cargo de Mallorca, abordó el

asunto de Cursillos estuvo esencialmente condicionado por los prejuicios de

los sectores más conservadores y retrógrados de la Diócesis balear y de la

Acción Católica Española.

Durante sus primeros meses de pontificado, Sebastián, todavía en funciones

de Canciller Secretario, notó que el nuevo Obispo le trataba con extremada

formalidad y sequedad. Cuando don Jesús escribió la Pastoral, al Canciller

le tocó, como notario de curia, dar fe del documento. El Obispo le mandó

leerlo y certificarlo. Al término, le preguntó si tenía algo que decir. El

Canciller le hizo constar que los que conocían de verdad Cursillos no habían

sido consultados; pero no le valió de nada. El Ordinario le notificó que

quedaba cesado de todos sus cargos, y le prohibió, bajo amenaza de las más

severas penas canónicas, seguir participando en Cursillos. En esa dramática

conversación salió lo de aquel que había “profanado el Sagrario”, a lo que

Sebastián repuso: Sr. Obispo, eso no fue como le han contado. Don Jesús no

quiso escuchar sus explicaciones y Gayá no pudo decir más que: Cuando yo

me muera, Sr. Obispo, quisiera tener la fe de ese hombre que “golpeó” el

Sagrario.

También Eduardo fue llamado a presencia del Obispo Enciso y, según él

contaba, se le prohibió intervenir en Cursillos “bajo pena de excomunión”.

No tengo constancia detallada de los efectos que produjo en él esa amenaza,

pero, viendo el desarrollo posterior de los acontecimientos, creo que nunca

llegó a asimilarla. Téngase en cuenta que el reconocimiento por Enciso del

error cometido y la reconciliación personal subsiguiente, acaecidos varios

años más tarde, sólo alcanzaron a Gayá, no a Bonnín. Don Jesús falleció en

1964, sin haber vuelto a Mallorca.

De las repercusiones de la Pastoral en los laicos y sacerdotes de Cursillos de

Mallorca ya hemos hablado antes.

La actuación de don Jesús Enciso fue objetivamente injusta, como él mismo

reconoció antes de morir; y, humanamente hablando, podía haber resultado

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letal para Cursillos. Pero en los planes de Dios entran las limitaciones de sus

hijos y hasta sus pecados: Había sido confundido por personas cargadas de

prejuicios, y obró de buena fe. En la práctica, desde el punto de vista de

conjunto, resultó, sin embargo, beneficiosa, porque, como la persecución

desencadenada en Jerusalén “por lo de Esteban”, aceleró la expansión de

Cursillos al resto de España y al mundo entero. Fue una “poda” de la vid

“para dar más fruto”: Todo concurre para el bien de los que aman a Dios.

2) El papel de Hervás

Antes he reseñado que Monseñor Hervás sufrió un injustificado agravio por

su noble celo, que estaba anticipando recta y certeramente el Concilio en la

isla. Trasladado en 1955 a la Península, llevó su humillación con dignidad y

dio sus explicaciones ante quien tenía el derecho de pedirlas, la

Congregación romana, dejando clara su exquisita fidelidad a la Iglesia.

Sin embargo, ante el sesgo que habían tomado las cosas, sé por Sebastián

que don Juan prohibió a Bonnín intervenir en las cosas de Cursillos sin su

expreso consentimiento. Esto sucedió antes de la creación del Secretariado

Nacional4 (1962) y siendo don Juan Obispo de Ciudad Real (1955-76) y, por

tanto, careciendo de jurisdicción sobre un diocesano de Mallorca, como era

Bonnín. ¿Estaba esta restricción justificada para salvar a Cursillos? ¿Tenía

don Juan razones para semejante cautela en relación con la persona y

conducta de Eduardo? Buenas preguntas para el último punto del Orden del

día del Juicio Final, ése que Mateo olvidó consignar en el capítulo 25 de su

evangelio: Ruegos y preguntas. No sé más ni me atrevo a conjeturar nada.

Lo que sí sé es que, aunque don Juan, en sus años de esplendor, no consta

que usara el título de Fundador de Cursillos, dicho título se usaba en su

entorno, y él no lo rechazó. Eduardo se lo reprochó en una carta que le

escribió en 1964.

Hablar de un Fundador en un Movimiento es una típica contaminación del

lenguaje eclesiástico y, sencillamente, una grosera contradicción en los

términos. Sebastián se oponía a hablar de fundadores: ni para referirse a

Hervás ni a Bonnín ni, por supuesto, a sí mismo. ¿Qué puede significar el

verbo fundar aplicado a Cursillos si, desde el primer momento, todos lo

concibieron como un Movimiento? Un ‘movimiento’ se inicia, acelera,

orienta en una u otra dirección, se frena, termina, pero no “se funda”; porque

4 Y, aunque hubiera sucedido después de la creación del Secretariado Nacional... La condición de Director

del mismo, ¿autorizaba a Hervás para imponer esa prohibición? Me parece dudosísimo, porque un

Secretariado de Cursillos no es una estructura jerárquica ni genera vínculos canónicos (obligaciones de

obediencia, etc.) entre los miembros del Movimiento y las autoridades del mismo.

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‘fundar’ es poner fundamentos, cimientos, para que un edificio no se mueva.

Se aplica a instituciones, no a movimientos.

Hay, sin embargo, un aspecto puntual en que el desafortunado término de

“fundador” conservaría algún valor y significado para nuestro caso: en la

tradición católica ese término quiere expresar también el influjo permanente

que los llamados “fundadores” deben seguir ejerciendo sobre sus obras, más

allá incluso de su existencia terrena. En este aspecto, parece claro que el

Grupo de los Iniciadores, con Bonnín, Gayá y Hervás a la cabeza, deben

seguir guiándonos desde la Casa del Padre, donde esperamos vivan siempre

con Cristo.

Pero el tema se enconó. ¡Y de qué manera!

3) El papel de Bonnín

Tristemente, los malos ejemplos cunden. Desde por lo menos 1964, y tal vez

antes, y ya con toda claridad después de la muerte de Hervás en 1982,

Eduardo hizo exactamente lo mismo, si no más. A quienes le aclamaron

como el Fundador de Cursillos, también él se lo consintió. Promovió

personalmente, aunque de forma discreta y por medio de su alter ego Xisco

Forteza (el autor de la tendenciosa Historia y memoria de Cursillos), la

sonora celebración del cincuentenario del “cursillo” de Cala Figuera (1944-

1994), en donde el Secretariado de Mallorca le presentó con semejante

aureola. Todavía hoy este clamor es estrepitoso en Cursillos de Mallorca y

en bastantes más ambientes internacionales muy activos en Internet, que

resultan ser aquellos mismos en los que él intervino profusamente, aceptando

las muchas invitaciones que le llegaban desde el extranjero. Hace un par de

años la placa de San Honorato, que rememoraba el primer Cursillo, fue

sustituida por otra que reivindica a Eduardo Bonnín.

En una larga y prolija carta a Hervás, de fecha 21 de mayo de 1964, además

de reprochar de manera genérica a los que se dejan llamar “fundadores” sin

serlo, Bonnín le comunica la “verdad histórica” que hasta esa fecha él mismo

se había callado indebidamente (así dice): Los Cursillos fueron creados por

un reducido grupo se seglares, sin sacerdotes, y ya estaban suficientemente

definidos en el de Cala Figuera (1944) y, más claramente todavía, en el de

Aspirantes de Felanitx (1946). Los sacerdotes (a los que pasa detenida

revista) no intervinieron en su gestación; y, luego, no han hecho más que

ponerles obstáculos, para arrogarse finalmente los laureles. En dicha carta

carga muy especialmente contra Juan Capó. Reconoce a Hervás haberlos

salvado con su Pastoral, que llama la “Carta magna de Cursillos”, y le

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conmina a dirigirlos en el futuro contando con el parecer de quienes los

idearon5, o sea: de él y su grupo de seglares.

Debido a la presión de los bonninianos en el OMCC, la nueva redacción de

Ideas Fundamentales III, cuando desarrollaba la Historia de los Inicios del

Movimiento, reflejó casi hasta el último momento esa misma falsa versión

de los hechos, según la cual el carisma lo recibió Eduardo y se lo transmitió

a los demás6. Sólo a última hora, y por intervención directa de la Santa Sede,

la versión del libro definitivamente presentada y aprobada corrigió estos

lamentables errores históricos.

La Cronología añadida al final de Ideas Fundamentales III, por medio de un

verdadero “golpe de mano” de autoría aparentemente anónima pero nada

difícil de atribuir por su contenido, no sometida ni a la Comisión Redactora

de la obra ni a la aprobación definitiva del texto, refleja todavía a las claras

esta misma versión parcial y tendenciosa de los hechos. Toda centrada en

Bonnín, en ella Hervás aparece muy disminuido, y Gayá casi desaparece: De

él se consignan sólo la fecha de nacimiento, la de su nombramiento como

Consiliario diocesano de los JAC de Mallorca, y la de su muerte. Se impone

la pregunta: ¿Por qué mencionarle siquiera, si no hizo nada por Cursillos?

4) El papel de Gayá y del Secretariado Nacional de España

Como ya he dicho antes, tras la Pastoral de Enciso, Gayá pasó un año en

Mallorca, condenado al ostracismo, dedicado a la docencia y a la catedral,

con la espada de Damocles de las amenazas canónicas de su obispo

pendiendo sobre su cabeza. Hervás, sin embargo, movió discretamente los

hilos para sacarle de la isla. Por medio del Cardenal de Tarragona obtuvo su

nombramiento como Director de Operaciones en la Comisión Católica de

Migraciones. Enciso le dejó marchar a regañadientes, pero reiterándole la

prohibición de trabajar en Cursillos.

Esto condujo al recién llegado a Madrid a un conflicto de conciencia que se

resolvió en una consulta que Hervás y Gayá hicieron juntos y personalmente

a la máxima autoridad de la Iglesia española por aquel entonces, el Cardenal

Primado de Toledo, Pla y Deniel. Le plantearon el problema: ¿Puede el

Director de Operaciones de Migraciones recomendar los Cursillos a los

5 La carta pertenece al Epistolario Bonnín-Gayá-Hervás de la Fundación “Sebastián Gayá”, de próxima

publicación en edición crítica a cargo de Jordi Girau. 6Y, de paso, atribuía a Juan Capó un papel que no jugó: Capó empezó a actuar en Cursillos a su regreso de

Roma a Mallorca, en 1948, cuando la gestación del Método estaba ya muy avanzada, y no fue nombrado

Consiliario de los Jóvenes (precisamente a instancias de Gayá) hasta un tiempo después del Primer Cursillo.

Basta consultar las fechas de esos acontecimientos en el Boletín Oficial del Obispado de Mallorca, y en

PROA, para verificarlo.

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capellanes de nuestros emigrantes que tiene que enviar al extranjero? El

Cardenal aclaró que, según el Derecho Canónico: en primer lugar, los

presuntos delitos han de ser probados como tales y, segundo, las penas deben

ser proporcionadas a su gravedad. Hervás y Gayá concluyeron que le era

lícito hacerlo, pero que convenía actuar con la mayor discreción. Y así fue

como Gayá se condujo en Migraciones hasta la creación del Secretariado

Nacional.

De su entrada y actuación en el Nacional también hemos hablado

anteriormente. Este estado de cosas se prolongó a lo largo de la vida de don

Juan Hervás. En una etapa inicial, Gayá pudo trabajar, con su acostumbrada

discreción, en la preparación de la primera Ultreya Mundial e intentó

incorporar la bonniniana Vertabración de Ideas (publicada en México, en

1962) a las páginas del Boletín del Secretariado Nacional de España, lo que

luego dio origen al fallido Ideario firmado por Suárez y Sánchez, una muy

mala “traducción” de la ya difícil obra de Bonnín. Se esforzó para que éste

se hiciese presente en las reuniones de un tan simbólico como inútil “Consejo

de Iniciadores” convocado por Hervás, que Eduardo esquivó cuanto pudo; y

luchó, con escasísimo fruto, para que el mismo Eduardo tomara parte en los

Cursillos de Cursillos organizados también por el Nacional. En una carta a

Eduardo de 24 de enero de 1969, le pedía que, sin falsas humillaciones ni

postizos halagos, le aclarase las cosas a Hervás, tampoco con esto obtuvo

ningún resultado7.

Todo ello, unido a las tensiones internas en el mismo Secretariado (sobre

todo con Clemente Sánchez) y a la debilidad y ambigüedad de Hervás, le

procuró en 1967 un doble infarto de miocardio, diagnosticado por el Dr.

Vicente Pozuelo, cursillista y médico personal del Jefe del Estado, con su

subsiguiente recuperación de más de un año. Seguidamente pudo trabajar

todavía en el Encuentro Mundial de Dirigentes de 1972 en Mallorca, que

daría origen a las primeras Ideas fundamentales. Y, más tarde, en el de

Caracas de 1988 (Ideas fundamentales II).

Pero la situación se hizo todavía más quebradiza e inestable durante los

últimos años de Hervás (1976-82), a causa de la enfermedad del Obispo-

Consiliario, dimitido ya de Ciudad Real “por razones de salud”. Ello se

combinó con las tensiones crecientes en torno al tema del “fundador” y las

maniobras típicas de una situación de fin de pontificado. En sus últimos años

don Juan ya no podía atender el Nacional y hubo muchas operaciones

subterráneas con miras al previsible futuro, bastantes de ellas dirigidas contra

el Viceconsiliario Gayá.

7 Del mismo Epistolario, tanto la carta de Gayá a Bonnín como la respuesta de éste (9 de febrero de 1969).

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Tanto el funcionamiento del Secretariado como la cuestión sucesoria habían

sido previstos de tal modo en los Estatutos del Nacional que de ninguna

manera consideraban a los otros Iniciadores, ni siquiera atribuyéndoles

alguna autoridad moral acorde con el papel jugado en los orígenes. El

llamado “Consejo de Iniciadores” nunca tuvo ningún papel efectivo. A mi

juicio, este error de planificación que, por apuntalar a Hervás sacrificó a los

otros Iniciadores, perjudicó gravemente la posterior andadura del

Secretariado y de todo el Movimiento.

A la muerte de don Juan, algunas diócesis postularon a Gayá como nuevo

Consiliario, pero la elección recayó sobre Mons. José Capmany, por ser

obispo y antiguo amigo de Juan Capó; el nuevo Consiliario Nacional

enseguida nombró varios viceconsiliarios más, diluyendo así todo posible

resto de influencia de Gayá como Iniciador. También Bonnín quedaba

reducido, en este contexto, al nivel de un simple representante, sin más, de

una de tantas diócesis, la de Mallorca en concreto; sin ningún reconocimiento

de su recorrido y aportación al Movimiento.

Bonnín se desacreditó ante al Nacional cuando se suscitó la cuestión de los

Cursillos “mixtos” (de hombres y mujeres) que él, hallándose en minoría su

opinión contraria, resolvió “dando un portazo”: No volvió más, ni él ni

Mallorca. Gayá, en cambio, continuó trabajando con todas sus fuerzas en

dicho Secretariado, hasta el fin de sus días. A veces fue contrario a algunas

de las decisiones adoptadas “democráticamente”, como la admisión

subrepticia de los Cursillos de dos días, pero la fuerza de los votos y las

férreas orientaciones de la Dirección esterilizaron totalmente su capacidad

de influjo.

Al margen de opiniones concretas acerca de los temas debatidos, lo cierto es

que estos dos Iniciadores resultaron anulados en la práctica. Bonnín

maniobró internacionalmente de la manera que ya hemos reseñado, y Gayá

colaboró con el Nacional no sólo con ejemplar humildad, sino en la más

sangrante humillación. En una ocasión, a pregunta mía al respecto, me dijo:

“Sigo ahí para ayudar a Cursillos en todo lo que pueda, y porque creo que,

si estoy yo, se harán menos disparates.”

Sebastián se mantuvo fiel a su amistad personal con Eduardo. Se veían los

veranos en Mallorca y, a veces, se hablaban por teléfono. Cuando las

celebraciones del cincuentenario de Cala Figuera (en 1994), se hizo allí

presente, pese a no haber sido invitado. A mi pregunta al respecto, me

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respondió que él seguía siendo amigo de Eduardo y que el papel que éste

había desempeñado en los orígenes de Cursillos era innegable8.

Éste es el trasfondo del testamento espiritual de Sebastián Gayá, que le

escuchamos en sus últimos tiempos, que yo comparto y en el que creo, y con

el que estoy personalmente comprometido: ¡Santos, apóstoles, y unidos!

Conclusión

Para recuperar la verdad histórica acerca de los orígenes de nuestro

Movimiento y su inseparable carisma derivado, ahora, que ya no viven entre

nosotros los Iniciadores, es obligado y urgente un estudio histórico objetivo

de sus ideas y actuaciones y, para ello, de sus archivos documentales, tanto

personales como institucionales. Esta tarea ha sido ya emprendida por las

respectivas Fundaciones Eduardo Bonnín Aguiló (FEBA) en Mallorca y

“Sebastián Gayá” en Madrid. Es imprescindible lo propio con la

documentación de don Juan Hervás, ya sea la que se conserve en Ciudad

Real o en el Secretariado Nacional de España. Y algo parecido con

personajes tan importantes como Juan Capó (en Córdoba o en Mallorca y,

desde luego, en el Nacional), y otros (como Suárez, etc.). Es indispensable

abrir todos esos archivos para poder estudiarlos con imparcialidad.

Si la tesis bonniniana es la correcta, ese “Movimiento de laicos” llamado

Cursillos adquiere un perfil de eclesialidad muy concreto y específico9; y es

muy distinto si se opta por la sebastianista: un Movimiento de Iglesia que,

en estrecha colaboración con el Ministerio Pastoral, incorpora laicos y

sacerdotes, e incluso consagrados, en el modo propio de cada uno10. En el

primer caso, los Obispos simplemente aprueban que, con arreglo a su

autodefinición en Ideas fundamentales, Cursillos actúe en sus diócesis, y la

Sede Apostólica hace lo propio a nivel universal. En el segundo, debe darse

una coimplicación de los Pastores con Cursillos y del Movimiento con la

acción global de la Iglesia. A esto suenan los capítulos correspondientes de

Ideas fundamentales en sus tres versiones.

La piedra de toque, en ambos casos, es el papel de los sacerdotes en el

Movimiento y en el Cursillo mismo: ¿como “capellanes” al servicio de una

8 También Gil-Atrio, el de Venezuela, le preguntó lo mismo, y le respondió de la misma manera. Esta

respuesta se halla publicada en Internet. 9 Y debe encauzarse canónicamente como una Asociación privada de fieles. 10 Entonces, no el Movimiento como tal (que por el número de sus componentes y su esencial movilidad

debe ser siempre simple Movimiento) pero sí sus organismos de dirección (ciertamente los Secretariados

Diocesanos y probablemente los Nacionales, tal vez los Organismos internacionales y con toda seguridad

el Organismo Mundial), deben configurare como Asociaciones de derecho público eclesiástico. En el actual

ordenamiento canónico no cabe otra posibilidad.

Page 22: LOS INICIOS DE CURSILLOS1 · 2016-02-08 · con toda franqueza. Creo poder afirmar con sinceridad cristiana que me distinguió con su amistad y su total confianza. 1 Texto del rollo

dirección seglar, para administrar sacramentos y dar alguna que otra

meditación cuando ésta lo disponga, o como verdaderos “dirigentes”, en

plano de igualdad, comunión y corresponsabilidad con los también

dirigentes laicos?

A quien proclamó este rollo y ahora lo da por escrito, que descubrió su

vocación bautismal en un Cursillo hace más de 46 años y, tras cinco años

como laico en Reunión de Grupo y Ultreya, y dos en la Escuela, recibió la

vocación sacerdotal; y que se fue al seminario para formarse y ordenarse

luego presbítero (desde hace ya casi 36 años); y que ha estado viviendo

siempre su sacerdocio en Grupo y Ultreya, totalmente comprometido con la

Escuela de dirigentes en las diócesis en que ha ejercido su ministerio; y que

siempre ha compaginado su vocación cristiana y sacerdotal con el

Movimiento de Cursillos, esta cuestión le resulta estrictamente vital. Soy

cursillista y soy sacerdote gracias a Cursillos; y quiero seguir siéndolo.

¿Encontraré, en el futuro, mi lugar en Cursillos?

El esclarecimiento de la verdad histórica acerca de nuestros Orígenes, la

definición teológica del Carisma (y la canónica del Movimiento) son

inaplazables y deben ser coherentes. A cada cursillista personalmente, en la

medida de sus posibilidades, pero de manera muy especial a los

Secretariados (y en especial al de España, por su historia), a los Grupos

internacionales y, definitivamente, al Organismo Mundial, compete hoy la

responsabilidad ante Dios y los hombres del futuro de Cursillos de

Cristiandad.