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LOS FEDERALISTAS DE 1839-40 Y SUS TANTEOS DIPLOMÁTICOS E N TEXAS * Horace V. HARRISON EL TEMA MÁS PERSISTENTE en la política interior de México du- rante una generación después de la consumación de la inde- pendencia fue la prolongada lucha que sostuvieron los federa- listas y los centralistas por el dominio político del país. La primera Constitución mexicana, de 1824, establecía una for- ma republicana federal de gobierno, pero en los doce años siguientes —período plagado de revoluciones y contrarrevolu- ciones— el péndulo de la política mexicana se volvió de lleno hacia el centralismo, con la promulgación de la abominable Constitución centralista de 1836. Estalló entonces una serie de insurrecciones cuyo objeto era restaurar la Constitución de 1824 e implantar de nuevo una forma federalista de gobierno; las insurrecciones ocurrieron en distintas partes del país, pero la más seria, y la que mejor fortuna tuvo, fue la revolución de los texanos. Fuera de esta revolución, provocada en parte por los centralistas, los pronunciamientos más importantes contra la usurpación del poder político tuvieron lugar en el Este y en el Noreste. Sin embargo, la rebelión federalista del Este, a lo largo de los distritos del Golfo, ya había sido dominada en el otoño de 1839. Los cabecillas del federalismo se vieron obligados a trasladar su teatro de operaciones al Noreste y, más precisa- mente, a la frontera texana. A su vez, la posición de los fede- ralistas norteños llegó a hacerse prácticamente insostenible, y los jefes tuvieron que acudir a la diplomacia para salvar su causa. 1 "Aunque los movimientos revolucionarios de los federalis- * El presente estudio se emprendió por sugestión del Dr. Garlos E. Castañeda, de la Universidad de Texas.

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LOS FEDERALISTAS DE 1839-40 Y SUS TANTEOS DIPLOMÁTICOS E N

TEXAS * Horace V. HARRISON

E L T E M A M Á S P E R S I S T E N T E en l a polít ica in te r io r de M é x i c o du­

rante u n a generación después de l a consumación de l a inde­pendenc ia fue l a pro longada l u c h a que sostuvieron los federa­listas y los centralistas por e l d o m i n i o pol í t ico de l país. L a p r i m e r a Const i tución mexicana , de 1824, establecía u n a for­m a r e p u b l i c a n a federal de gobierno, pero en los doce años siguientes — p e r í o d o plagado de revoluciones y contrarrevolu­c iones— el p é n d u l o de l a polít ica mex icana se vo lv ió de l l e n o h a c i a el central ismo, con l a promulgac ión de l a a b o m i n a b l e Const i tuc ión central ista de 1836. Estal ló entonces u n a serie de insurrecciones cuyo objeto era restaurar l a Const i tución de 1824 e i m p l a n t a r de nuevo u n a forma federalista de gobierno; las insurrecciones ocur r i e ron en distintas partes de l país, pero l a más seria, y l a que mejor fortuna tuvo, fue l a revolución de los texanos. F u e r a de esta revolución, provocada en parte p o r los centralistas, los pronunc iamientos más importantes contra l a usurpac ión de l poder polít ico tuv ie ron lugar en el Este y en el Noreste.

S i n embargo, l a rebel ión federalista de l Este, a lo largo de los distritos d e l G o l f o , ya hab ía sido d o m i n a d a en el otoño de 1839. L o s cabecillas de l federalismo se v i e r o n obl igados a trasladar su teatro de operaciones a l Noreste y, más precisa­mente, a l a f rontera texana. A su vez, l a posición de los fede­ralistas norteños l legó a hacerse práct icamente insostenible, y los jefes t u v i e r o n que acudi r a l a d i p l o m a c i a para salvar su causa . 1

" A u n q u e los mov imientos revoluc ionar ios de los federalis-

* El presente estudio se emprendió por sugestión del Dr. Garlos E. Castañeda, de la Universidad de Texas.

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tas —dice H u b e r t H . Bancro f t— fueron u n a de las causas a las cuales debió T e x a s tan largo interva lo de paz [después de 1836], n o se v i o esta región enteramente l i b r e de l a i n ­f luencia de aquellos movimientos , puesto que se extendieron a los Estados que l i n d a n con el r ío G r a n d e . " 2 C u a n t o más débi l se hac ía l a causa de los federalistas, tanto mayor resul­taba la necesidad de ayuda extranjera. Esto se v i o con mayor c l a r i d a d a l o c u r r i r l a caída de T a m p i c o en poder de los cen­tralistas a comienzos de j u n i o de 1839. L o s pr inc ipa les esfuerzos p a r a conseguir ayuda extranjera se o r i entaron entonces hac ia Texas , reg ión que, p o r diversas razones, sentía gran s impatía p o r el m o v i m i e n t o federalista. Así , pues, durante l a segunda m i t a d de l año 1839 1 ^ a p r i m e r a m i t a d de l año siguiente, va­r ios de los más ilustres jefes de l federalismo trataron de con­seguir l a ayuda de T e x a s — o f i c i a l y e x t r a o f i c i a l — en l a l u c h a en que se h a l l a b a n empeñados para derrocar el gobierno cen­t r a l y restablecer l a Const i tución federalista de 1824.

U n o de los pr imeros pasos para lograr l a cooperación entre el gobierno de T e x a s y los federalistas mexicanos en esa cam­p a ñ a de resistencia contra los centralistas fue el que d i o O . de A . Santángelo, r e p u b l i c a n o acérr imo. 3 E n u n a carta escrita el 6 de marzo de 1839 desde N u e v a Or leans a l d irector de l Telegraph and Texas Register de H o u s t o n (c iudad en donde residía p o r entonces e l gobierno de T e x a s ) , Santángelo sol ic i­taba l a s impat ía y l a ayuda de los texanos p a r a los federalistas de M é x i c o y esbozaba u n p l a n para l a fundación de u n a nueva repúbl ica de los Estados Mex icanos de l N o r t e , con ayuda de Texas . P r o p o n í a u n tratado de a l ianza entre T e x a s y l a pro­yectada Federac ión de Estados M e x i c a n o s d e l N o r t e , y obser­vaba que los Estados de T a m a u l i p a s , San L u i s Potosí, Zaca­tecas, Ja l isco, N u e v o L e ó n , C o a h u i l a , D u r a n g o , S ina loa y C h i h u a h u a y los terr i torios de N u e v o M é x i c o y las Ca l i fo rn ias h a b í a n v e n i d o acar ic iando l a idea de separarse de l a R e p ú ­b l i c a M e x i c a n a desde los días en que T e x a s r o m p i ó sus lazos con M é x i c o en 1836. F i n a l m e n t e , p roponía u n convenio entre T e x a s y los Estados M e x i c a n o s de l N o r t e , en v i r t u d de l cua l los texanos proporc ionar ían u n ejército de dos m i l hombres

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y los federalistas reconocerían l a absoluta independenc ia de T e x a s .

Santángelo declaraba que el cu lpable de las medidas de re­pres ión que p r e c i p i t a r o n l a revuelta texana era e l gobierno central ista, no l a nación mex icana :

¿Quién es el enemigo de Texas? No lo es, ciertamente, la na ción mexicana. Fue el gobierno centralista de México quien en 1835 destruyó la federación por la fuerza e intentó asimismo poner bajo su cetro de hierro al Estado libre, soberano e independiente de Coahuila y Texas. La proscripción de la legislatura del Es­tado, el aprisionamiento del gobernador y la invasión de su terri­torio por los centralistas fueron la causa de que los texanos, fieles federalistas hasta ese momento de prueba, y totalmente abando­nados por sus antiguos confederados, proclamaran su absoluta separación. En una palabra, si sacaron la espada fue solamente para rechazar a quienes habían violado el pacto federal y, por consiguiente, no declararon la guerra contra el partido federal.

P a r a presentar u n argumento más en favor del tratado de cooperación, Santángelo declaraba estar seguro de que l a coa­l ic ión entre T e x a s y los Estados M e x i c a n o s del N o r t e tenía que l l evar necesariamente a u n a v i c tor ia de los federalistas; los ejércitos centralistas " retrocederán espantados, y su gobierno caerá, presa de muerte r e p e n t i n a " . Más aún, el tratado " i m ­pedi r ía u n a r u p t u r a entre los Estados U n i d o s y M é x i c o . . . , p o n d r í a término a l a guerra c i v i l " de este ú l t imo país y ase­g u r a r í a el r á p i d o reconoc imiento de l a independencia de T e x a s p o r l a R e p ú b l i c a M e x i c a n a , a lo cua l seguiría su reco­n o c i m i e n t o p o r otras grandes potencias.

L o s términos de l tratado de a l ianza propuesto p o r Santán­gelo, además de l a est ipulación de que T e x a s proporc ionar ía dos m i l vo luntar ios , e ran los siguientes:

1? La Federación Mexicana reconoce solemne y explícitamente la absoluta y perpetua independencia de "Coahuila y Texas".

Entre la Federación Mexicana y la República Texana (la cual abarca la totalidad del antiguo territorio de Coahuila y Te­xas, sin ser miembro de la nueva Federación Mexicana) debe haber las relaciones que existen entre dos naciones soberanas, y la Federación Mexicana estipulará inmediatamente con Texas un tra­tado de alianza defensiva y ofensiva contra el gobierno central de México.

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3<? Después de la estipulación de dicho tratado, ningún otro Estado mexicano será admitido a la nueva Unión Mexicana, ex­cepto bajo la condición expresa de que suscribirá el dicho tratado sobre las mismas bases que quedan señaladas, y sin que en ningún momento se les permita proponer la menor modificación en ellas, a no ser que la República Texana consienta libremente en ello.

49 Las tropas que, en virtud de dicho tratado, México se com­prometa a emplear en la defensa de la nueva Federación Mexicana, se mantendrán a expensas de esta Federación durante la perma­nencia de ellas dentro de los límites de su jurisdicción territorial.

5<? A ninguna de las potencias aliadas le será lícito intervenir en la organización interior de la otra, bajo cualquier aspecto que sea: político, legislativo, civil, militar, religioso, etc.4

L a propuesta de Santángelo provocó inmediatamente toda clase de comentarios —sobre todo de índole cr í t ica— de parte de los c iudadanos part iculares y de l a prensa texana. U n a rép l i ca especialmente adversa fue l a que escribió J . A n t o n i o P a d i l l a en u n a carta d i r i g i d a a l d i rector d e l Telegraph and Texas Register e l 15 de a b r i l de 1839. P o r p r i n c i p i o de cuen­tas, P a d i l l a hacía observar que l a manera como Santángelo se refer ía a C o a h u i l a y Texas , tomándolos por u n solo Estado, era completamente equivocada. Pero lo me jor de su ataque con­sistía en l a argumentación de que u n a a l ianza entre Texas y los Estados M e x i c a n o s de l N o r t e no era necesaria n i tampo­co le convenía a Texas . Se mofaba de l a manera como San-tángelo ofrecía que el gobierno de l a proyectada Federación M e x i c a n a reconocería l a i n d e p e n d e n c i a de Texas , puesto que n o exist ía semejante gobierno, y " c o n u n gobierno que en r e a l i d a d no existe no puede f i r m a r n i n g ú n tratado u n gobier­n o que sí existe". P o r lo demás, no h a b í a necesidad a lguna de pactar esa a l ianza contra e l gobierno centra l , puesto que, si los federalistas salían victoriosos de l a bata l la , e l gobierno centra l de ja r ía de existir . P o r ú l t imo, P a d i l l a hacía ver que u n a a l ianza ofensiva y defensiva entre l a R e p ú b l i c a de Texas y l a proyectada Federación M e x i c a n a no le convenía a T e ­xas, p o r q u e obl igar ía a ésta a emprender u n a guerra en apoyo de sus al iados mexicanos, a pesar de que Texas no era res­ponsable en m o d o a lguno de l a causa de semejante guerra . 5

A l g u n o s de los razonamientos de P a d i l l a resultan bastante m a l

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fundados, pero su oposición a u n a embarazosa a l ianza con los federalistas mexicanos era compar t ida , s in d u d a , p o r l a m a y o r í a de sus conciudadanos texanos.

E N L A C O L U M N A E D I T O R I A L de l Telegraph and Texas Register

n o tardó en reflejarse l a reacción — o f i c i a l y ex t rao f i c ia l— con­t r a l a propuesta de Santángelo . Según e l Telegraph, era i m ­pos ib le ver n i n g u n a i d e n t i d a d de intereses entre los texanos y los federalistas mexicanos, y los federalistas eran tan culpa­bles como los centralistas de l a opresión de los texanos a manos de las autoridades mexicanas. E l editor ia l i s ta declaraba q u e lo único cuerdo que p o d í a n hacer los texanos en relación c o n los líos de M é x i c o era seguir u n a l ínea de conducta es­tr ictamente neutra l . E l Telegraph expresaba u n a y otra vez su seguridad de que l a revolución federalista acabaría p o r t r iunfar , pero se oponía vigorosamente a toda idea de u n a fe­deración entre Texas y los Estados M e x i c a n o s del N o r t e . De­c laraba que a los c iudadanos de Texas no se les podía i n d u c i r a "entrometerse en las disensiones internas de M é x i c o " , y proseguía :

Texas se ha separado para siempre de ese desventurado país Los habitantes de Texas, sus instituciones civiles y políticas, todo es enteramente distinto de las cosas de origen mexicano. Así, pues, ya no tiene para ella ninguna importancia que sea el fede­ralismo o el centralismo lo que prevalece en México, excepto en la medida en que el triunfo de alguno de los dos partidos pueda influir en las relaciones comerciales de Texas con ese país. Mien­tras la buena fe mexicana pueda sernos útil, los centralistas y los federalistas tienen idénticos derechos a nuestra confianza. Santa-Anna, jefe actual del partido centralista^ ha prometido su ayuda para hacer que México reconozca nuestra independencia, y los federalistas han hecho análogas promesas. Texas sabe perfecta­mente que quienes han presentado tales ofrecimientos, centralistas y federalistas, sancionaron y patrocinaron la matanza de Goliad. Los detesta y desconfía de ellos por igual, y su actual situación es tal, que no teme ni a los unos ni a los otros.

Si todo el poder de México se hallara reunido en las manos de los federalistas o en las de los centralistas, Texas se mantendría en una inflexible actitud de defensa frente a su enemigo. Texas es consciente de su propia fuerza, y a consecuencia de ello consi­dera la guerra civil que ahora prevalece en México con la misma

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indiferencia con que la ve esa república hermana que son los Es­tados Unidos. Poco es lo que tiene que ganar o perder a causa del triunfo de alguno de los dos partidos. Por lo tanto, la mejor política que puede seguir es permanecer como un tranquilo es­pectador de las conmociones que de tal modo están acabando con las energías morales y físicas de su adversario. Mientras México se acongoja y se retuerce con esas convulsiones que día tras día lo van haciendo más miserable e impotente, Texas, como un Hércules juvenil, se está poniendo cada vez más fuerte, y ya está demos­trando las vigorosas hazañas de un gigante. Si es cuerda, econo­mizará en esta ocasión sus fuerzas, a fin de que, cuando llegue la hora de la prueba, pueda ser capaz de encararla con inflexible firmeza.6

E l Telegraph expresaba, s in d u d a , l a opin ión de l a mayor par te de los texanos; s in embargo, hab ía también u n a m i n o r í a cuyos sentimientos se i n c l i n a b a n fuertemente en favor de l a i d e a propuesta p o r San tángelo. E l New Orleans Trae Amer­ican, periódico que, aunque m u y alejado del teatro de los acontecimientos, parec ía mantener estrecho contacto con los asuntos mexicanos de l a época, pedía que se declarara l a gue­r r a contra e l gobierno central ista de M é x i c o a f i n de i m p e d i r u n a nueva invasión de Texas , y exhortaba a los texanos a " l l e v a r l a guerra a l seno d e l país enemigo, en vista de l a i n ­fructuosa mis ión de l coronel Bee" . Y añadía el per iódico : " U n a guerra, u n a guerra ofensiva contra M é x i c o será l a mejor garant ía para T e x a s . " 7

Pero los texanos no tenían ganas de aceptar semejante con­sejo. E r a evidente, a todas luces, que n i l a prensa de T e x a s n i l a mayor ía de l a op in ión públ ica — p a r a no menc ionar a los funcionarios de l g o b i e r n o — compart ían ese m o d o de ver. P o r lo tanto, las autoridades texanas se negaron a estudiar of ic ia lmente las proposic iones hechas por Santángelo, y m a n ­tuv ie ron u n a f i rme pol í t ica de n e u t r a l i d a d .

E l New Orleans True American, que constantemente sos­tuvo la causa federalista, y que en más de u n a ocasión m a n i ­festó su descontento p o r l a l ínea de conducta de l gobierno texano, hacía este comentar io crítico acerca de l a pol í t ica de estricta n e u t r a l i d a d que profesaba el presidente L á m a r : " L a pol í t ica d e l presidente L á m a r . . . h a sido u n a pol í t ica pura-

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mente defensiva; n i s iquiera se le ocurr ió l a p o s i b i l i d a d de i n v a d i r a M é x i c o durante e l m o m e n t o favorable en que l a vic­t o r i a se h a b í a declarado de l lado ele los federalistas y lo único q u e esperaban las provincias internas era u n jefe que los co­m a n d a r a . . 8

N o obstante, L á m a r se m a n t u v o f i rme en su resolución de ev i tar aquel las medidas que p u d i e r a n arrastrar a los texanos a u n a guerra que éstos no quer ían n i necesitaban, además de q u e no estaban preparados para e l la .

Los texanos, pues, se manifestaron m u y contrarios a l a idea de hacer pacto a lguno con los federalistas, y o p i n a r o n , en su m a y o r parte, que el gobierno debería ver con total indi feren­c i a los líos de Méx ico . Pero, con todo, no dejaron de expresar a l g u n a preocupación en cuanto a los posibles efectos que ten­d r í a sobre T e x a s u n a v i c t o r i a de los centralistas. E n el comen­t a r i o e d i t o r i a l del Telegraph que citamos a continuación se ref le ja u n estado de án imo cargado de temores:

. . . Es de suponer que el triunfo de los ejércitos centralistas hará al gobierno de México más inflexible que nunca en sus relaciones con las potencias extranjeras. Si no lleva al rechazo total del tra­tado con Francia, ciertamente hará al presidente de México menos dispuesto que nunca a considerar con la debida justicia las recla­maciones en favor de los ciudadanos norteamericanos.^

Y n o sólo había aprensiones en cuanto a esos efectos i n d i ­rectos de u n a v ic tor ia de los centralistas, sino que l legó a pre­verse que semejante v i c t o r i a tendría como resultado u n nuevo ataque contra Texas . A raíz de l a capitulación de T a m p i c o y de su ocupación por los centralistas el 4 de j u n i o de 1839, r e inó u n a g ran consternación en los círculos texanos, pues m u ­chos d a b a n p o r seguro que a e l lo seguiría en breve u n a inva­sión p o r parte de los mexicanos. " T o d o se c o m b i n a para hacer sumamente probable , si no inev i table , u n a nueva cam­p a ñ a contra T e x a s " , decía el New Orleans True American;1® y e l Telegraph and Texas Register, contemplando asimismo c o n a l a r m a el g iro que los acontecimientos tomaban en M é x i c o a mediados de 1839, declaraba: "Desde hace m u c h o se h a ve­n i d o conjeturando que M é x i c o , después de subyugar a los federalistas, volver ía sus armas en dirección de T e x a s . . . Según

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se dice, l a c a m p a ñ a se desencadenará en el p r ó x i m o mes de sept iembre . " 1 1

E l Telegraph expresaba m u y poca confianza en el gobierno texano, juzgándolo incapaz de hacer gran cosa en caso de u n ataque, en vista de l "estado inc ip iente y miserable de l pa í s " ; s i n embargo, aseguraba que los texanos, o b r a n d o por cuenta p r o p i a , podr ían rechazar cua lquier invasión. F i n a l m e n t e , el per iód ico consideraba dudosa l a invasión mex icana , especial­m e n t e bajo el m a n d o personal de Santa-Anna, pero añadía : " L e s i m p o r t a a los texanos estar a lerta . " 1 2

P E S E A L A F R I A L D A D c o n que fueron recibidos p o r los funciona­r ios y por l a prensa de Texas los pr imeros "exp loradores " venidos de parte de los federalistas, pocas dudas hab ía en cuan­to a los deseos que los federalistas de l N o r t e tenían de l legar a u n acuerdo con Texas . Es lo que pone de manif iesto e l hecho de que, antes de f inal izar e l verano de 1839, l legaran a T e x a s nuevas proposiciones de a l ianza de parte de l m i s m o g r u p o de Estados mexicanos que Santángelo aseguraba repre­sentar, con excepción de San L u i s Potosí , Ja l isco y S inaloa .

E n efecto, e l 14 de agosto se publ i có l a n o t i c i a de que en j u l i o de ese m i s m o año hab ía estado en San A n t o n i o e l gobernador de C o a h u i l a , Francisco V i d a u r r i y Vi l laseñor , t ratando de conseguir ayuda para los federalistas. V i d a u r r i aseguraba que toda l a parte septentr ional de M é x i c o estaba c o n e l p a r t i d o federalista, y proponía que T e x a s formara u n a a l i anza con los Estados de N u e v o L e ó n , T a m a u l i p a s , C h i h u a ­h u a , C o a h u i l a , N u e v o Méx ico , D u r a n g o y C a l i f o r n i a , los cuales se separar ían " d e l resto de los Estados mex icanos" para const i tu i r u n a repúbl ica i n d e p e n d i e n t e . 1 3 E n apoyo de su propuesta , V i d a u r r i hacía ver que los habitantes de los Estados norteños " s o n inteligentes y arden en e l deseo de l a l iber tad , mientras que los Estados más mer id ionales son ignorantes y facciosos, y sólo pueden ser gobernados p o r u n despotismo". L o s Estados M e x i c a n o s de l N o r t e deseaban ardientemente l a amistad y l a cooperación de Texas , pero si este ú l t imo terr i­tor io se negaba a formar parte de l a coal ición, los federalistas declarar ían de todos modos su independenc ia . P o r l o demás,

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V i d a u r r i expresaba su confianza en e l t r iunfo , con l a colabo­rac ión de T e x a s o s in e l l a . 1 4

E l gob ierno texano recibió con oídos sordos l a propuesta de V i d a u r r i , y continuó f i rme en su resolución de no part ic i ­p a r en los planes de creación de u n a R e p ú b l i c a M e x i c a n a de l N o r t e ; s in embargo, era evidente que muchos texanos seguían v i e n d o c o n buenos ojos l a idea de const i tu i r esa f ederac ión . 1 5

A pesar de todo, el edi tor ia l i s ta de l Telegraph and Texas Re-gister s iguió expresando el sent imiento más generalizado, y e l m i s m o d ía en que d io l a n o t i c i a de l a mis ión de V i d a u r r i decía l o s iguiente:

Desde el punto de vista político, no nos conviene unirnos a esos hombres [los federalistas mexicanos]. En los momentos actuales nos ganarían en número de votos, y no nos parece cuerdo colo­carnos en una situación que nos expondría a caer bajo el control del pueblo mexicano, aunque se trate de su mejor porción. Sin embargo, les deseamos buen éxito, y, aunque nos negamos a ser parte en la controversia, sentimos interés por cualquier lucha que tienda al progreso de la libertad humana.

Los federalistas distan mucho de estar desanimados. Se hallan en posesión de casi todas las poblaciones norteñas, pero han renun­ciado a la idea de establecer el gobierno federal en todos los Es­tados. En el Norte es popular la idea, y los norteños han jurado no doblar nunca el cuello a los dictados de la camarilla que go­bierna en la ciudad de México.1**

Dos semanas más tarde, el 28 de agosto, e l Telegraph daba nuevas not ic ias acerca de las intenciones de los Estados mex i ­canos d e l N o r t e , asegurando que éstos manifestaban, en su correspondencia , grandes deseos de contar con la amistad y l a cooperac ión de Texas . " H a n l legado — d e c í a el per iód ico— hasta el ext remo de ofrecer nombramientos a algunos de nues­tros c iudadanos , y h a n p r o m e t i d o darnos, en caso de tr iunfar , e l tratado que nosotros propongamos . " E n contestación a tan extravagantes promesas c o n t i n u a b a el Telegraph:

No podemos menos que desearles buena fortuna, y muy pocas dudas nos caben en cuanto a su capacidad de conservar el terreno que han conquistado... No tendremos la menor objeción para reconocer su independencia en cuanto logren establecer un buen gobierno y demuestren ante el mundo entero su capacidad de mantenerlo; pero no podemos entrometernos en sus dificultades.17

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330 HORACE V. HARRISON

T A L F U E L A R E A C C I Ó N a los esfuerzos inic ia les de los federa­listas mexicanos del N o r t e por conseguir l a ayuda de T e x a s e n l a pr imavera y el verano de l año 1839. L a respuesta a sus ofrecimientos distó m u c h o de ser a lentadora. Pero los federa­l istas no eran hombres que se de jaran abat ir por l a adversi­d a d . Estaban resueltos a proseguir l a l u c h a contra los opre­sores centralistas lo m i s m o en el terreno m i l i t a r que en e l d ip lomát ico . Esa tenacidad de sus miras les hizo renovar los p lanes para lograr l a ayuda de T e x a s a l a causa federalista d u r a n t e los últ imos meses de 1839. As í , pues, en septiembre de este año Texas ' 'consideró cara a cara e l p rob lema de sus relaciones con los federalistas" 1 8 gracias a l a l legada del gene­r a l J u a n P a b l o A n a y a , federalista a toda prueba. L a mis ión encomendada a A n a y a resultó ser e l más importante de los esfuerzos diplomáticos que h i c i e r o n los federalistas de l N o r t e e n e l Estado de l a Es t re l la S o l i t a r i a . 1 9

L a misión de A n a y a en T e x a s durante el otoño de 1839 h a b í a tenido su or igen algunos meses antes, cuando, e l 10 de j u n i o de ese año, fue designado para e l lo por M a n u e l M a r í a de L l a n o , gobernador p r o v i s i o n a l de N u e v o León . A n a y a q u e d ó n o m b r a d o entonces representante o f i c ia l de las fuerzas federalistas, y autor izado a f i rmar convenios con los gobier­nos de Texas y de los Estados U n i d o s , lo mismo que con asociaciones, empresarios o compañías privadas a f i n de conse­g u i r ayuda para l a causa de los federalistas, en forma de tro­pas o de mater ia les . 2 0 Dos meses después, el 8 de agosto, le e n c o m e n d ó l a m i s m a mis ión el general A n t o n i o C a n a l e s . 2 1 Y luego, e l 15 de agosto, J e sús Cárdenas , recién nombrado jefe pol í t i co en T a m a u l i p a s , h izo otro tanto en nombre de los habitantes de este Estado, comis ionando a A n a y a para enta­b l a r negociaciones y f i rmar tratados c o n " e l gobierno de Texas y e l de los Estados U n i d o s de Norteamér ica , o con cualesquier compañías , asociaciones o empresar ios" a f i n de conseguir ar­mas, hombres u otros aux i l io s que él considerara " indicados y conducentes para e l b u e n éx i to de l a causa federa l i s ta " . 2 2

A n a y a , cabeza de l a p r i m e r a mis ión estrictamente o f ic ia l q u e los federalistas env iaban a Texas , venía investido de " los m á s ampl ios y suficientes poderes" , y autorizado a l levar a

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LOS FEDERALISTAS EN TEXAS 331

cabo toda clase de negociaciones con los organismos pr ivados y públicos. L o s otros delegados que formaban esta mis ión e ran los coroneles J o s é M a r í a González, Rafae l G a r z a , J u a n M o l a n o y A g a p i t o G a l van , y l l evaban a sus órdenes a l sargen­to J u a n R a m o s . 2 3

Es difícil determinar con precisión cuáles fueron las ins­trucciones que le d i e r o n a A n a y a los jefes federalistas, pues se h a n dado distintas versiones de l a proposición que estaba encargado de hacer a los texanos. E n l a Gaceta del Gobierno de Zacatecas se d i j o que, poco antes de que A n a y a part iera a T e x a s a c u m p l i r su mis ión, h a b í a celebrado u n a reunión con los jefes de los revoluc ionar ios norteños en T a m a u l i p a s , y q u e en esta conferencia se h a b í a acordado que h i c i e r a a l go­b i e r n o texano u n a proposic ión en v i r t u d de l a cua l los fede­ralistas reconocerían l a independenc ia de Texas , c o n e l r ío San A n t o n i o como frontera m e r i d i o n a l , a condición de que el gobierno texano suminis t rara m i l quinientos vo luntar ios p a r a ayudar a los federalistas en su campaña contra e l gobier­n o central . A estos vo luntar ios se les ofrecían c ien pesos p o r cabeza, y "manos l i b r e s " en las poblaciones mexicanas que o c u p a r a n . 2 4

T a m b i é n se d i j o que A n a y a proponía crear u n a repúbl i ca federal que se extender ía desde l a S ierra M a d r e hasta e l r ío Nueces, y cuyo p r i m e r presidente sería él mismo. L a nueva nación, que se l l amar ía R e p ú b l i c a Federa l M e x i c a n a de l N o r ­te, debía i n c l u i r los departamentos de T a m a u l i p a s , Zacate­cas, D u r a n g o , S ina loa , Sonora , C o a h u i l a , N u e v o L e ó n , N u e v o M é x i c o y las dos C a l i f o r n i a s . 2 5

Según H o b a r t H u s o n , l a mis ión encabezada por A n a y a "estaba autor izada a reconocer l a independenc ia de l a R e p ú ­b l i c a de Texas , a aceptar que el r ío Bravo fuera l a frontera entre Texas y M é x i c o , y a p r o c u r a r u n a a l ianza m i l i t a r de T e x a s con los federalistas". E n caso de que no cons iguieran " u n a verdadera a l ianza m i l i t a r " , añade H u s o n , debían hacer l a l u c h a para que se les d i e r a " t o d a l a ayuda posible , y per­miso para transportar tropas y provisiones a l N o r t e de M é x i ­co a través de terr i tor ios t e x a n o s " . 2 6 L a d iputac ión l levaba as imismo el encargo de rec lutar hombres en T e x a s . 2 7

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332 H O RACE V. HARRISON

Cualesquiera que hayan sido exactamente las instrucciones q u e se d ie ron a A n a y a , parece de todo p u n t o evidente que ten ía autorización para reconocer l a independencia de T e x a s a cambio de u n a a l ianza m i l i t a r con los texanos, o quizá a c a m b i o del p r i v i l e g i o de conseguir tropas y armas en Texas , o de transportar los aprovis ionamientos mi l i tares a través de su terr i tor io . E n cuanto a si A n a y a propugnaba efectivamen­te l a formación de u n a repúbl ica federal independiente en el N o r t e — c o n T e x a s o s in T e x a s — , y part icu larmente en cuan­to a sus ambiciones de pres id i r ese nuevo país, puede haber ciertas dudas, como se verá más adelante.

C o n plenos poderes, l a delegación encabezada por el gene­r a l A n a y a se d i r ig ió a Texas , encaminándose en p r i m e r lugar a San A n t o n i o . A n a y a de jó en L a r e d o , bajo el m a n d o d e l corone l M a c e d o n i o Capis t rán , a los cuatrocientos soldados d e l ejército federal que l levaba a sus órdenes . 2 8 M i e n t r a s tan­to, dice H u s o n , " e l e jército federalista sufrió u n a derrota tras o t r a , justamente cuando A n a y a y su delegación acababan de sa l i r para desempeñar su mis ión en T e x a s " , de ta l m o d o que Canales y Zapata , generales federalistas, no tardaron en re­uni rse con los emisarios, que apenas hab ían l legado a l N u e ­ces. " A lo que parece, los delegados y los restos de l ejército se const i tuyeron en u n a especie de «delegación de l total», y t rataron de descubrir l a manera de emprender u n a nueva cam­p a ñ a en M é x i c o , c o n ayuda de T e x a s . " Parece, cont inúa H u s o n , " q u e A n a y a recibió informes acerca de los desastres mi l i tares de los federalistas antes de tener o p o r t u n i d a d de l le­var a cabo su mis ión, y probablemente se q u e d ó algunos días e n San P a t r i c i o , en espera de que los restos de l e jército p u ­d i e r a n l legar a ese s i t i o " . 2 9

E N T O D O C A S O , se sabe que A n a y a siguió de San A n t o n i o a H o u s t o n , cap i ta l de l a R e p ú b l i c a T e x a n a , en compañía d e l corone l A . N e i l l , y que l legó a H o u s t o n el 11 de septiembre de 1839. a 0 S u l legada fue considerada p o r l a prensa loca l como acontecimiento de p r i m e r a i m p o r t a n c i a , y tanto el Moming Star como el Telegraph and Texas Register ded icaron gran atención a su presencia en l a capi ta l . Sus comentarios edito-

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LOS FEDERALISTAS EN TEXAS 333

r ía les ref le jan u n a ac t i tud algo indecisa frente a l a misión de los delegados federalistas.

E l Morning Star, a l dar not i c i a de l a l legada de l a d i p u ­tación m e x i c a n a , i n v i t a b a a proceder con cautela. Suponía , acertadamente, que e l objeto de l a mis ión era sol ic itar l a cooperac ión y l a ayuda de Texas para l a rebel ión de los Esta­dos mexicanos norteños contra el rég imen central ista, pero dec laraba que "nuestro gobierno debe proceder con par t i cu la r cautela en este asunto" :

Si quienes solicitan nuestra ayuda o nuestra influencia fueran de la misma raza y del mismo carácter que nosotros, si tuvieran la misma lengua y, sobre todo, la misma idea de un gobierno repu­blicano y los mismos conceptos de libertad, entonces seríamos de los primeros en reclamar una cooperación inmediata y directa con ellos en su actual lucha por ser libres. Pero las cosas no son así: su educación, sus hábitos y costumbres, sus conceptos políticos y religiosos son diferentes, y en muchos aspectos se oponen franca­mente a los nuestros, de tal manera que la esperanza de una unión amistosa e ininterrumpida entre nosotros resulta sumamen­te dudosa.3i

E l comentar ista de l Star admit ía que de u n a un ión entre T e x a s y los Estados mexicanos de l N o r t e podr ían nacer cier­tas ventajas, pero añadía que las más valiosas características d e l gobierno texano quedar ían borradas a causa de l mayor n ú m e r o de l a poblac ión mexicana . " H a y que escoger entre u n aumento de riquezas y nuestra existencia pol ít ica, entre l a extensión de terr i tor io y l a pureza de nuestro gob ierno . " Se­g ú n daba a entender e l periódico, l a perpetuac ión de l sistema pol í t ico de los texanos era preferible a l a adquis ic ión de más riquezas y más terr i tor io . Y concluía :

Deseamos buena fortuna a nuestros vecinos, y mucho nos ale­graríamos de ver sus esfuerzos coronados con el más completo triunfo. Y, en ese caso, nosotros seríamos los primeros en pedir el reconocimiento de su independencia como gobierno aparte y dis­tinto, pero no estamos dispuestos a hacer peligrar la existencia de nuestro gobierno, y a arriesgar quizá la ruina de ellos y de nos-otros.32

U n a reacción menos negativa puede descubrirse en los co­mentar ios que el Telegraph and Texas Register consagró a

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334 H O RACE V. H ARRISO N

l a v i s i ta de A n a y a . Después de dar n o t i c i a de su l legada a H o u s t o n , hacía l a siguiente observación:

Según entendemos, este caballero [Anaya] ha venido a Texas a fin de entablar negociaciones con este gobierno para que preste su ayuda en la creación de una nueva república (la cual habrá de formarse con una porción de los Estados orientales de México) y en la lucha contra el poder del gobierno central...

Los altos cargos que ha desempeñado y la larga experiencia que tiene en los asuntos militares, junto con la notable circuns­tancia de que siempre ha defendido la causa del pueblo y de la libertad durante toda su vida pública, le han atraído persecucio­nes, infortunios y humillaciones. Actualmente es comandante en jefe de las fuerzas federales de México; y su llegada a esta ciudad nos hace concebir las más halagüeñas esperanzan de una venturosa solución de todas las dificultades que existen entre este país y aquella porción del desdichado México que sigue combatiendo va­lerosamente contra los antiguos tiranos, contra los enemigos de la libertad de sus habitantes, y que merece una suerte mejor, y el favor y la ayuda de los hijos de Washington, más venturosos que ellos. Los habitantes de Texas que aprecian como es debido su interés y su prosperidad no pueden ver con indiferencia la vi­sita de este distinguido personaje.33

A juzgar p o r este comentar io de l Telegraph, que evidente­mente ref le jaba u n cambio de ac t i tud para con los emisarios federalistas, parecer ía que A n a y a y los hombres de su delega­c ión tenían buenas razonas para creer que sus propuestas i b a n a ser recibidas de manera más favorable que las de sus pre­decesores.

N o era así, s in embargo. L o s emisarios, encabezados por A n a y a , fueron a ver, s in pérd ida de t iempo, a las autoridades texanas; éstas los rec ib ieron cortésmente, pero no les h i c i e r o n n i n g u n a promesa of ic ia l . A n a y a solicitó l i cenc ia para trans­p o r t a r m u n i c i o n e s de guerra a través de T e x a s , y para que los federalistas rec lutaran vo luntar ios . L a s dos cosas le fueron negadas p o r las autor idades . 3 4

Así , pues, e l gobierno texano se abstuvo l isa y l lanamente de prestar ayuda directa o i n d i r e c t a a los federalistas. Esto mereció críticas de parte de l Morning S t a r / q u e , aunque insis­t ía en su comple ta oposición " a toda acción gubernamental c o n respecto a l asunto" , o p i n a b a que l a negat iva de l gobier-

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LOS FEDERALISTAS EN TEXAS 335

n o era "qu izá demasiado severa, si es que se nos h a i n f o i -

m a d o correctamente en cuanto a las resoluciones que tomó el

gabinete c o n respecto a l a ayuda que se so l i c i taba" . Y e l pe­

r iódico añad ía :

Creemos saber que la diputación pedía permiso de reclutar vo­luntarios, y quizá el libre uso de nuestros puertos para entrar y salir conforme la ocasión lo requiriese, y licencia de desembarcar los artículos que necesitaran y de transportarlos por tierra a tra­vés de Texas hasta llevarlos a su país; y, a lo que entendemos, esas peticiones han sido denegadas.

Sabíamos que reinaba en el gabinete la suficiente cordura para no intervenir tan prematuramente, en cuanto gobierno, en las di­ficultades que hay entre el gobierno general de México y sus pro­vincias; pero no nos imaginábamos que el corto lapso de tres años hubiera hecho a sus miembros olvidarse de los momentos en que nosotros, temblorosos y débiles, mendigábamos la ayuda de otra nación . . .

Sin embargo, es posible que haya habido buenas e importantes razones para inducir al gabinete a obrar como lo ha hecho, y no quisiéramos acusar a sus miembros de indiferencia para con las luchas de otros; pero no podemos menos que deplorar la existen­cia de esas razones, puesto que nos han obligado a cerrar los oídos a unas peticiones que hace apenas unos cuantos años pronunciába­mos ansiosamente nosotros; parece que nuestro triunfo y nuestra prosperidad nos han hecho altaneros y despreocupados de los de­más en su adversidad.35

E l Telegraph, en cambio , m u d a n d o a i parecer su p r i m i ­

t iva posición frente a l asunto, aprobaba plenamente a l go­

b i e r n o p o r su rechazo de l a f o r m a l propuesta de A n a y a , como

se ve p o r e l s iguiente comentar io sobre l a conferencia de l de­

legado federalista con los funcionarios del gobierno:

El general Anaya, comandante en jefe de las fuerzas federales en México, llegó a esta ciudad, con su séquito, hace cinco o seis días. Ha hecho a nuestro gobierno una proposición formal, soli­citando ayuda contra los centralistas en nombre del partido federal de México. Habla en términos extravagantes de la seguridad de su triunfo en caso de conseguir nuestra cooperación. Según él, el par­tido federal puede perfectamente establecer un gobierno bueno y estable en seis o siete de los Estados mexicanos del Norte, pagar la porción respectiva de la deuda nacional y asumir un lugar res­petable entre las naciones de la tierra. Dice que el pueblo ama entusiastamente la libertad, y que lo único que le hace falta son

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3 3 ¿ HORACE V. HARRISON

armas y municiones para poner en práctica el proyecto. Ha pe­dido a nuestro gobierno licencia de transportar las municiones de guerra que sean necesarias, así como la autorización de reclutar hombres en Texas para el partido federal.

Naturalmente, la proposición ha sido rechazada. Por mucha suerte que les deseemos, no podemos inmiscuirnos en sus dificul­tades internas, porque esto es contrario a nuestra política. Nues­tro gobierno es joven y pobre. Sabemos que, si obramos con buena economía y con precaución, podremos mantener nuestra posición contra cualquiera de los partidos de México, o contra ambos juntos.

La política de este gobierno consiste en permanecer como sere­no espectador de las guerras civiles de México. Apartados de todo peligro que pueda venir de ese lado, estamos progresando rápida­mente en riqueza y en población; y es preciso no comprometer nuestra prosperidad con una intervención en sus pleitos.

Entendemos que el general Anaya se marcha ahora a los Esta­dos Unidos, no sabemos si para hacer alguna propuesta a ese go­bierno, o para reclutar tropas en forma privada. Si es lo primero, podemos decirle desde ahora en qué parará su misión antes de que la inicie.36

T A L F U E L A R E S P U E S T A de l gobierno texano a l a propuesta de

A n a y a y a su petición de ayuda para l a causa federalista, se­

g ú n nos lo revelan las notic ias de l a prensa loca l . Desde luego,

está fuera de d u d a que l a a c t i t u d expresada en ellas represen­

taba el p u n t o de vista o f i c ia l con respecto a l asunto. A pesar

de que los texanos sentían gran estima p o r l a persona de

A n a y a , y a pesar de que todos los amantes de l a l iber tad ve ían

c o n m u y buenos ojos su causa, e l presidente L á m a r y su gabi­

nete se m a n t u v i e r o n firmes en su resolución de seguir neutra­

les frente a la revuelta federalista.

A continuación de l e d i t o r i a l que hemos comentado, el Te­

legraph i m p r i m i ó el m i s m o 18 de septiembre u n art ículo en­

tregado p o r u n o de los miembros de l a delegación de A n a y a .

A l aceptar este art ículo, e l d i rector d e l per iódico supuso que

expresaba el p u n t o de vista de A n a y a . D i c e así:

El general Anaya, representante del partido federal de México, ha sido recibido aquí por el gobierno y por los ciudadanos de manera halagadora para él y altamente honorífica para su posición y para su distinguido valor como soldado y político veterano que es en las filas del partido liberal del Nuevo Mundo. Ha venido aquí en misión oficial, y, aunque ésta ha terminado infructuosa-

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LOS FEDERALISTAS EN TEXAS 337

mente, no lo ha abandonado la esperanza; se alegra sobremanera al percibir cómo todas las clases tienen un profundo y permanente interés por su causa, y esto le hace concebir la creencia de que el Congreso no verá con tanta indiferencia como el gabinete la posi­bilidad de consumar la independencia del país. Se dirigirá en bre­ve a los Estados Unidos para llevar a cabo los negocios que se le han confiado. El espectáculo de la prosperidad y felicidad de Texas, el interés con que han visto esta misión sus muchos amigos y la manera simpática como ha sido recibido y tratado por todos, hacen surgir de su pecho sentimientos que durante mucho tiem­po habían estado dormidos, pero que ahora han despertado gracias a esa buena acogida y al recuerdo del campo en que él peleó y derramó su sangre por la libertad de quienes lo rodean. Contem­pla, siente y sabe que los anglosajones tienen que prosperar, y espera ver el día en que su propia patria sea regenerada mediante su ayuda, y en que las instituciones anglosajonas produzcan de lleno sus frutos en todo el continente americano. El gobierno a cuya defensa contribuyó él en su juventud, lo ayudará sin duda en estos días de adversidad.37

manera de répl ica a los informes aparecidos el 18 de sept iembre en el Telegraph and Texas Register, A n a y a hizo saber que ciertas af irmaciones eran equivocadas y falseaban los hechos. E n u n a carta a l director de l periódico, fechada el d í a 20, e x p l i c a b a algunos asuntos relat ivos a l a f i n a l i d a d y a l progreso de su misión. L a carta se publ icó en el Tele­graph e l d ía 25, con objeto (según se decía en el periódico) " d e rect i f icar u n error en que hace días hemos i n c u r r i d o " en c uanto a l objeto de l a v is i ta de A n a y a . Se revelaba así el ver­dadero propós i to de l a mis ión m e x i c a n a y l a reacción del go-g i e r n o t e x a n o . 3 8

E n su comunicac ión a l Telegraph, A n a y a comenzaba por dec larar que no tenía intenciones de desatar u n a discusión po lémica , pero manifestaba considerable descontento por l a p o c a e x a c t i t u d de los informes publ i cados en los periódicos. P o r lo que tocaba a l a c irculación de opiniones que p u d i e r a n ser desfavorables para sus objetivos, su propósito era "de jar q u e el t i e m p o y los resultados desengañaran a todos en cuan­to a lo b i e n o m a l fundado de su j u i c i o y en cuanto a l a e x a c t i t u d de sus cálculos" . Pero A n a y a no podía permanecer indi ferente " c u a n d o se d i f u n d e n errores de tal naturaleza, que

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3 3 8 HORACE V. HARRISON

pueden causar daños de l a mayor i m p o r t a n c i a " . N e g a b a , de m a n e r a m u y especial, haber d icho a lguna vez que e l p a r t i d o federalista tuv iera intenciones "de establecer u n gobierno bue­n o y estable en seis o siete de los Estados mexicanos de l N o r ­te " . N u n c a h u b i e r a p o d i d o decir semejante cosa, puesto que p a r a él era más que evidente " q u e el deseo de l a nac ión me­x i c a n a , expl íc i ta y universalmente expresado, es restablecer l a Const i tuc ión federal de 1824". Sostenía, p o r lo tanto, que ja­m á s había expuesto l a idea de crear u n a repúbl i ca federal independiente con los Estados norteños de M é x i c o , inc luyen­d o o no a Texas . Sus esfuerzos se encaminaban únicamente a la restauración de l sistema federal en todo e l te r r i tor io mex i ­cano y a l a conservación de l a u n i ó n e i n t e g r i d a d de M é x i c o . P a r a real izar ese objeto, proponía u n a convención encargada de hacer en l a Const i tución de 1824 * a s reformas " q u e l a ex­per ienc ia y los conocimientos de l a época actual h a n demos­trado que son necesarias para u n pueb lo l i b r e " .

E n seguida se ocupaba de rectif icar las falsas ideas a que h a b í a dado lugar l a declaración de u n o de los miembros de su delegación p u b l i c a d a en l a prensa. E n p r i m e r lugar , dice, e l periódico se equivoca a l i m a g i n a r que esa declaración ex­presa el p u n t o de vista de A n a y a , s implemente p o r q u e el autor es amigo suyo y viene en su compañía . A n a y a , que h a sido m i e m b r o de u n gabinete, sabe perfectamente que n o es con­veniente d i v u l g a r n i n g u n a cosa de las que o c u r r a n en sus discusiones; en consecuencia, no le parece adecuado decir si h a s ido rec ib ido favorable o desfavorablemente p o r los funcio­narios d e l gobierno . A f i r m a , s in embargo, que e l presidente L á m a r l o h a tratado, en lo personal , " c o n l a mayor u r b a n i ­d a d " , y que le h a manifestado " los más bondadosos sentimien­tos que l o a n i m a n en favor de l a causa federal de M é x i c o " ; así, pues, declara enfáticamente que no tiene " n i n g ú n m o t i v o de que ja " . N i e g a , p o r ú l t imo, haber tenido a l g u n a vez l a i d e a de hacer proposiciones a l Congreso texano; estas propo­siciones las presentará a l gabinete a su deb ido t iempo y, si e l l o resulta aconsejable, expondrá su p u n t o de vista " n o sólo a l Congreso, s ino también a l p u e b l o de T e x a s y a todos los l iberales d e l m u n d o " .

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L A S P R O P O S I C I O N E S que A n a y a presentó a l gobierno y a l pue­b l o de T e x a s están contenidas en u n documento m u y concre­to formulado p o r él, y que se conoce con e l título de " P l a n proyectado p o r los federalistas mexicanos para e l restableci­m i e n t o de las inst i tuciones de 1824." 3 9 E l p l a n consta de diez artículos, el p r i m e r o de los cuales insiste en l a idea de que e l objeto de l a resistencia a rmada contra e l gobierno centra l es e l restablecimiento de l a Const i tución federal de 1824, tras l o cua l deberá celebrarse u n a convención encargada de rev i ­sar l a ley fundamenta l a l a luz de l a experiencia . E n el ar­t ículo 2 se aboga p o r l a inmigrac ión, l a cua l debe procurarse especialmente para est imular l a explotac ión de los recursos naturales de M é x i c o (polít ica p r o p u g n a d a por los más pers­picaces estadistas hispanoamericanos de l a época, p o r e jemplo J u a n Baut is ta A l b e r d i , padre de l a Const i tución argent ina de 1853). ^ a y i n v i t a r a los extranjeros y a l a i n d u s t r i a extranjera — d i c e A n a y a — a v e n i r a l país, y hay que desechar todas las leyes que pongan obstáculos a e l lo . E l art ículo 3 pro­pone que se u t i l i c e n los productos de l a venta de las tierras públ icas para pagar l a deuda i n t e r n a y l a deuda extranjera de l a nación, y p a r a r e t r i b u i r a los que prestan servicios m i l i ­tares. E l art ículo 4 condena expresamente toda intención de d i v i d i r el te r r i tor io de M é x i c o en dos repúblicas — s e g ú n lo h a n propuesto a lgunos—, y hace ver las razones que hay p a r a q u e el país siga conservando su u n i d a d : u n M é x i c o i n d i v i s o es l o que más i m p o r t a p a r a los intereses d e l pueb lo mexica­n o ; l o que l a nac ión m e x i c a n a desea es restablecer e l sistema federal en todo su terr i tor io . E n el art ículo 5 se declara que los extranjeros que presten sus servicios en favor de l a causa d e l federalismo en e l actual conf l icto gozarán de todos " los pr iv i leg ios y derechos de mexicanos" . E n v i r t u d del art ículo 6 , todos ios extranjeros que presten servicios a l a nación m e x i ­cana deberán someterse a sus ordenamientos regulares y a su d i s c i p l i n a m i l i t a r y a todas las leyes de l país. E n el art ículo 7 se estatuye que todas las deudas que contraiga el gobierno federalista a causa de las actividades mi l i tares o de ot ra índo­le se pagarán i n m e d i a t a m e n t e c o n los fondos disponibles , y que en todo caso se sa ldarán los débitos n o b i e n se logre l a

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v i c t o r i a federalista. E l art ículo 8 declara que los extranjeros q u e p a r t i c i p e n en l a l u c h a estarán representados, por m i e m ­bros que ellos mismos e l i j an , en l a convención que habrá de celebrarse para reformar l a Const i tución de 1824. E n e ^ a r " t ículo 9 se dispone que, tan pronto como sea posible, se orga­nizará u n gobierno prov i s iona l que represente a l a nación m e x i c a n a , pero que mientras dure l a guerra e l comandante e n jefe tendrá autorización para m o d i f i c a r las medidas del g o b i e r n o según^lo e x i j a n las necesidades mi l i tares . P o r últi­m o , en e l art ículo 10 se declara que los extranjeros que par­t i c i p e n en l a l u c h a sólo estarán representados por u n o o dos m i e m b r o s en el gobierno prov i s iona l .

Éstos son los diez puntos de l p l a n que A n a y a presentó en n o m b r e de los federalistas mexicanos a l pueb lo y a l gobierno de Texas . Es preciso hacer notar cómo, en u n aspecto impor ­tant ís imo, l a propuesta de A n a y a a los texanos se h a l l a en m a r c a d o contraste con las que h a b í a n presentado sus prede­cesores y c o n las opiniones de muchos de sus correl ig ionarios federalistas d e l N o r t e de Méx ico . A n a y a declara de l a manera m á s expl íc i ta que no está de acuerdo c o n l a idea de crear en e l N o r t e u n a repúbl ica federal independiente ; quiere ver fe-dera l izado a todo M é x i c o , s in atentar contra su integr idad , y se declara contrar io a los planes que algunos h a n propuesto de p a r t i r en dos a l a nación m e x i c a n a . 4 0

T o d o s los esfuerzos de A n a y a se encaminaban hacia el res­tab lec imiento de l a Const i tución federal de 1824 como ley f u n d a m e n t a l de l a nación. Estaba f i rmemente convencido de que tal era l a v o l u n t a d de l p u e b l o m e x i c a n o , y no simpatiza­b a con u n m o v i m i e n t o que tendía hac ia l a segregación per­manente d e l país nata l . Desde este p u n t o de vista no se parec ía a otros corre l ig ionar ios suyos, como Canales y Zapata, que , nacidos en puntos más remotos de l a repúbl ica , se hal la­b a n i m b u i d o s de las ideas de l reg iona l i smo y el separatismo. A n a y a era, ante todo y sobre todo, u n mexicano, no u n p r o v i n c i a n o . E r a u n federalista acérr imo — q u i z á hasta faná­t i c o — , pero no u n separatista.

A u n q u e A n a y a y quienes lo a c o m p a ñ a r o n en su misión n o cons igu ieron ayuda o f i c ia l de T e x a s , " n o parece — d i c e

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H u s o n — que hayan encontrado obstáculos en sus actividades p a r a reclutar vo luntar ios y para lograr ayuda p r i v a d a " en l a r e p ú b l i c a . 4 1 D e hecho, A n a y a permaneció más de tres meses e n H o u s t o n , a pesar de que su proposición f o r m a l a l gobierno l a h izo en l a p r i m e r a semana que pasó en l a cap i ta l texana. Se sabe con toda seguridad que se encontraba a q u í todavía a mediados de d ic iembre . E l hecho de que haya pro longado d u r a n t e tanto t iempo su v is i ta a T e x a s parece i n d i c a r que los habitantes de esta repúbl ica no eran tan decididamente adver­sos a la idea de par t i c ipar en l a c a m p a ñ a federalista. Es i n ­d u d a b l e que muchos escucharon con s impat ía las palabras de A n a y a . S u expresa intención de restablecer en M é x i c o l a Cons­t i tución de 1824 tenía que suscitar, natura lmente , u n eco cor­d i a l , sobre todo porque muchos de los texanos hab ían decla­r a d o en 1835-36, durante su l u c h a de resistencia contra las medidas de l gobierno central de M é x i c o , que su objet ivo era restaurar l a v igencia de aquel la Cons t i tuc ión . 4 2

P o r cordiales que hayan sido las relaciones de A n a y a con los texanos, e l hecho es que nada consiguió of ic ia lmente. E l p r o p i o presidente L á m a r fue quizá q u i e n h izo e l j u i c i o más exacto sobre e l fruto de l a mis ión de A n a y a cuando d i j o : " A n a y a no logró l legar a n i n g ú n acuerdo con el gobierno [de Texas ] , pero encontró al iados m u y b i e n dispuestos en los vaqueros d e l Oeste ." 4 3 E n efecto, A n a y a consiguió enviar tres­cientos hombres a l general Canales, q u i e n estaba r e u n i e n d o u n ejército en L ipant i t l án , sobre e l ba jo N u e c e s , 4 4 aunque, según parece, sólo unos ciento c incuenta texanos l u c h a r o n a las órdenes de Canales en l a ofensiva que desató a comienzos de octubre de 1839. 4 5

Esta ofensiva de Canales no tuvo fruto a lguno, y l a par t i ­c ipac ión de los texanos en l a campaña , s in l a sanción de l gobierno , h i z o que el presidente L á m a r declarara l a neutra­l i d a d o f i c i a l de T e x a s el 21 de d ic i embre de l m i s m o año. E n su p r o c l a m a de n e u t r a l i d a d , L á m a r instaba a los c iudadanos de T e x a s a n o cometer actos hostiles y a n o emprender i n ­cursión a l g u n a contra M é x i c o . 4 6

A n a y a permanec ió en H o u s t o n hasta l a ú l t ima semana de d i c i e m b r e de 1839. $ e marchó entonces a N u e v a Orleáns,

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d o n d e prosiguió sus esfuerzos p o r conseguir ayuda para l a causa federal ista . 4 7 N u n c a l legó a reunirse con los federalis­tas de l N o r t e de M é x i c o , aunque los miembros de su delega­c i ó n regresaron a l campo de l r ío Nueces, consiguiendo, de paso, hombres y m u n i c i o n e s . 4 8

A R A Í Z D E L F R A C A S O de l a ofensiva lanzada por e l general C a ­nales en el otoño de 1839, los federalistas norteños h i c i e r o n s u p r i m e r intento f o r m a l de dar a lguna base jur íd ica a su m o v i m i e n t o . E n efecto, e l 17 de enero de 1840 organizaron u n gobierno p r o v i s i o n a l que presidía sobre u n terr i tor io de­n o m i n a d o R e p ú b l i c a d e l R í o G r a n d e , federación m o d e l a d a según el espíritu de l a Const i tución de 1824 y conforme a u n p l a n que se ajustaba, en l o esencial, a l que anteriormente ha­b í a presentado a l general A n a y a a los jefes federalistas. L a i d e a era crear u n a repúbl i ca federal que abarcara los Estados de N u e v o L e ó n , Zacatecas, D u r a n g o , C h i h u a h u a , T a m a u l i p a s , C o a h u i l a y N u e v o M é x i c o . 4 9

Pero los ejércitos federalistas sufr ieron nuevos reveses en e l campo de bata l la , y a comienzos de a b r i l de 1840 Canales t u v o que refugiarse en T e x a s con l o que quedaba de las fuer­zas federales. Fue entonces cuando los federalistas h i c i e r o n su ú l t imo esfuerzo p o r conseguir el apoyo de Texas . Jesús Cárdenas , presidente de l a f lamante R e p ú b l i c a de l R í o G r a n ­de, huyó en compañía de otros funcionar ios del gobierno pro­v i s i o n a l a V i c t o r i a , Texas , donde los federalistas contaban con m u c h o s amigos. Desde al l í escribió el 8 de a b r i l a l presidente texano, manifestando su tota l conf ianza en que los federalis­tas lograr ían recuperarse de sus derrotas mil i tares . Además , C á r d e n a s hac ía saber a L á m a r que e l gobierno federalista se h a l l a b a en V i c t o r i a y que estaba tomando las disposiciones necesarias para reanudar l a l u c h a contra los centralistas. E n ­tre los negocios más importantes a que h a b í a que atender se contaban 4 ' e l establecimiento de l a paz y de las relaciones co­merciales, y l a f i r m a de u n tratado con el gobierno de usted a f i n de lograr ayuda para que este gobierno [el de los fede­ralistas] p u e d a reanudar l a guerra contra el gobierno de M é x i c o " . Cárdenas i n d i c a b a también que con esa m i s m a fe-

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c h a —8 de a b r i l — hab ía n o m b r a d o a u n agente invest ido de " a m p l i o s poderes para representar a su gobierno en l a ca­p i t a l de T e x a s " . 5 0 Ese agente era, p o r supuesto, el general Canales . L a presencia de l gobierno de l a R e p ú b l i c a de l R í o G r a n d e en T e x a s era u n tanto embarazosa para l a adminis­tración de L á m a r , y causó bastante preocupación a muchos c iudadanos particulares. A for tunadamente , su residencia en e l e x i l i o fue de corta duración.

Gánales y sus acompañantes se h a b í a n refugiado en San A n t o n i o a comienzos de a b r i l , y desde luego comenzaron a rec lutar nuevas tropas para proseguir l a campaña contra los centralistas. E l general permanec ió algo más de dos semanas e n San A n t o n i o , y hac ia e l 20 de a b r i l se dir ig ió a A u s t i n p a r a conferenciar con el presidente L á m a r , pues l a c a p i t a l de Texas se hab ía trasladado mientras tanto a esa ú l t ima c i u d a d . Canales , a c o m p a ñ a d o por otros jefes federalistas, sol icitó l a ayuda de l presidente texano, q u i e n le permit ió re­c l u t a r gente, pero negándose a formar u n a al ianza, ya que, según decía A n s o n G . N e a l , " n o tenía confianza en l a capa­c i d a d de los federalistas para lograr sus propósitos n i p a r a mantener su i n d e p e n d e n c i a " . 5 1

Después de permanecer algunos días en A u s t i n , Canales sa l ió el 2 de mayo r u m b o a H o u s t o n y Galveston. L l e g ó a S a n P a t r i c i o en j u n i o . E n u n a carta que escribió a L á m a r e n los momentos de sal ir de l a cap i ta l texana le daba las gra­cias por su cortesía y declaraba que l a generosa acogida que los texanos le h a b í a n dispensado a él y a sus tropas " j a m á s se borrará d e l corazón de los mexicanos de l a frontera nor­t e ñ a " . L a necesidad de conseguir munic iones para su ejército y de organizar a sus hombres l o o b l i g a b a n a salir de A u s t i n . 5 2

D e hecho, Canales logró r e u n i r u n a considerable ayuda m a t e r i a l en T e x a s . 5 3 Pero no fue suficiente para hacer que e l curso de los acontecimientos mi l i tares se vo lv iera en favor de los federalistas. E n el otoño de 1840 l a revolución norteña h a b í a fracasado p o r completo , y l a ef ímera R e p ú b l i c a de l R í o G r a n d e se h a b í a evaporado. As í acabó u n m o v i m i e n t o que h u b i e r a p o d i d o t r iunfar si quienes l o dir ig ían hubiesen logrado conseguir e l f i rme apoyo de l gobierno texano.

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S O N M U Y C L A R A S las razones por las cuales no l l egaron a tener esa ayuda los federalistas. E l presidente L á m a r y su gobierno n o se h a l l a b a n preparados para aceptar las propuestas de los mexicanos, n i tampoco lo deseaban, pues en esos mismos mo­mentos T e x a s estaba en tratos con el gobierno n a c i o n a l de M é x i c o para que se le reconociera su independencia . C u a l ­q u i e r ayuda que se d iera a los federalistas norteños h a b r í a puesto en pe l igro las escasas probabi l idades que tenía T e x a s de hacer avanzar tales negociaciones.

S i n d u d a , los texanos estaban convencidos de que u n a v i c t o r i a federalista signif icaría u n mejoramiento en las rela­ciones entre su país y M é x i c o , y, por lo tanto, u n a me jor p o s i b i l i d a d de que se reconociera l a independenc ia de Texas . P e r o comprendían , a l m i s m o tiempo^ que si d a b a n ayuda o f i c i a l a los federalistas n o sólo se har ían más difíciles las relaciones con el gobierno mexicano y se p o n d r í a n nuevos obstáculos a l reconocimiento de l a independenc ia , s ino que, e n caso de que fracasara l a campaña federalista, l a interven­c ión texana podr ía provocar u n a nueva invas ión de T e x a s p o r los centralistas, pe l igro que los texanos t rataban de con­j u r a r a toda costa. As í , pues, aunque es verdad que l a mayor parte de los texanos deseaban, natura lmente , l a v i c t o r i a de los federalistas — y en algunos casos veían con o p t i m i s m o l a p o s i b i l i d a d de que ésta se rea l izara—, estaban p o r o t ra parte f i rmemente resueltos a no entrometerse en m o d o a lguno en las querellas internas que af l igían a sus vecinos de l Sur. A d e ­más , según sugiere R i v e r a Cambas , es probable que los texa­nos pre f i r ieran dejar que los mexicanos s iguieran peleando unos con otros, haciéndose más y más débiles, mientras ellos se for ta lec ían . 5 4

N o s parece d i g n o de atención el j u i c i o de H o b a r t H u s o n acerca de l a pol í t ica que s iguió en este asunto el gobierno texano, y acerca de las razones que tuvo p a r a e l lo :

La necesidad más urgente de Texas era la paz, y ésta se podía obtener de dos maneras: la primera y más deseable consistía en entablar negociaciones directas con el gobierno mexicano, y la se­gunda en estimular y mantener vivas aquellas disensiones internas del país enemigo que pudieran dejarlo en la imposibilidad de

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reanudar la guerra contra Texas. La revuelta federalista ofreció una preciosa oportunidad de conseguir la paz mediante el segundo método, y parecería que la política oficial de Lámar en enero y febrero de 1839 s e inclinó fuertemente en esa dirección. Sin em­bargo, Lámar tuvo buen cuidado de no comprometer a su admi­nistración en semejante política, y cuando las disensiones de los cabecillas del federalismo y las derrotas de sus ejércitos acabaron con sus posibilidades de triunfo, Lámar quedó en libertad de seguir el primer método, el de negociación directa, que era su preferido.55

¿Acaso u n a sonada v i c tor ia de los federalistas h u b i e r a de­c i d i d o a l gobierno texano a i n t e r v e n i r of ic ia lmente en su favor? N o es fácil contestar a esta pregunta . Es evidente, s in embargo, que u n a demostración de poder ío m i l i t a r p o r parte de los federalistas h u b i e r a faci l i tado u n poco l a tarea de sus emisarios. Pero eso n u n c a l legó a o c u r r i r . P o r e l contrar io , los acontecimientos mi l i tares de los federalistas hab ían lle­gado ya a u n a triste situación antes de que el general A n a y a presentara su p l a n a l gobierno texano. E n tales circunstan­cias, era i m p o s i b l e que Texas compromet ie ra l a existencia de su gobierno i n t e r v i n i e n d o en las di f icultades internas de Mé­x i c o . N o se atrevió a contraer compromisos que luego hubie­r a n i m p e d i d o su desenvolvimiento, p o n i e n d o tal vez en pel igro su independenc ia , tan a duras penas conseguida.

E n resumen, puede decirse que los federalistas contaron c o n el apoyo m o r a l de los texanos, pero que no l legaron a con­seguir s ino m u y escasa ayuda mater ia l . A n a y a y sus compa­triotas t u v i e r o n de su parte l a s impat ía de los texanos, pero casi nada más. A u n q u e m u y seguros de que podr ían repeler o t r o ataque de M é x i c o en caso de que los centralistas decidie­r a n l levar sus ejércitos a suelo de Texas , los texanos no tenían, de hecho, l a menor gana de pelear. A di ferencia de los mexicanos , ellos no tenían nada de que vengarse. Se conten­taban c o n que los de jaran en paz para resolver t ranqui lamente los problemas que se presentan a u n a nación joven. L o que les p r e o c u p a b a eran sus propios intereses, y no les i m p o r t a b a mayormente que el t r iunfador en M é x i c o fuera e l central ismo o e l federal ismo. N o pod ían ident i f i car sus aspiraciones con las de n i n g u n o de esos dos part idos. T e x a s hab ía dado ya las espaldas a sus antiguos gobernantes, y m i r a b a ahora en otra

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direcc ión: hac ia los Estados U n i d o s , con los cuales decidió ident i f icarse y hacer causa común. E l capí tu lo mexicano de l a h i s t o r i a de T e x a s hab ía c o n c l u i d o e n 1836.

NOTAS

1 Véase un detallado relato de las actividades militares de los federa­listas norteños en David M . VIGNESS, The Republic of the Rio Grande: An example of separatism in Northern Mexico (tesis doctoral, inédita, presentada en 1951 en la Universidad de Texas).

2 BANCROFT, History of the North Mexican States and Texas, San Francisco, 1883-87, t. 2, p. 326.

3 Santángelo, ciudadano mexicano desterrado y residente en Nueva Orleans, era un destacado partidario del federalismo en general, y en particular de la creación de una nueva república federal con los Estados mexicanos del Noreste. Había sido unos años antes director del Correo del Atlántico, periódico publicado en Nueva Orleans, en el cual expuso sus ideas sobre el federalismo y se declaró en favor de la revolución texana.

4 Santángelo al director del Telegraph (Nueva Orleans, 6 de marzo de 1839), carta publicada en el Telegraph and Texas Register, 10 de abril de 1839. ^ s t e periódico se encuentra en la hemeroteca de la Uni­versidad de Texas.

5 Padilla al director del Telegraph (Houston, 15 de abril de 1839), carta publicada en el Telegraph and Texas Register, 24 de abril de 1839.

6 Editorial del Telegraph and Texas Register, 10 de abril de 1839. 7 Editorial del New Orleans True American, reproducido en el Te­

legraph and Texas Register, 12 de junio de 1839. A comienzos de 1839 Lámar, presidente de la República de Texas, había enviado a México a su secretario de Estado, Barnard E. Bee, a fin de entablar negociaciones para que se reconociera la independencia texana.

8 Ibid. 9 Telegraph and Texas Register, 17 de abril de 1839. 10 Editorial del New Orleans True American citado supra, nota 7. 11 Telegraph and Texas Register, 19 de julio de 1839. 12 Ibid. 13 Telegraph..., 14 de agosto de 1839. 14 Ibid. Vidaurri fue nombrado más tarde vicepresidente de la Repú­

blica del Río Grande, creada por los federalistas norteños en enero de 1840.

15 Cf. William C. BINKLEY, The expansionist movement in Texas, Berkeley, 1925, p. 47; Joseph W. SCHMITZ, Texan statecraft, 1836-1845, San Antonio, 1941, p. 102.

16 Telegraph and Texas Register, 14 de agosto de 1839.

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17 Telegraph..., 28 de agosto de 1839. 18 VIGNESS, The Republic of the Rio Grande, tesis citada, p. 212. 19 Anaya era un patriota mexicano que había combatido en la guerra

de independencia, durante la cual había hecho un viaje a Nueva Orleans para solicitar la ayuda de los norteamericanos. Era un ardiente opositor del centralismo. Había llegado a la región fronteriza del Norte hacia el i*? de agosto de 1839, y había quedado como comandante del grueso de las fuerzas federalistas de esa zona durante los primeros días del mes. Evidentemente, tanto él como sus colegas opinaban que podría prestar servicios más valiosos a la causa como emisario ante el gobierno texano que como comandante de tropas.

20 Carta de Manuel María de Llano al general Anaya (Cerralvo, 10 de junio de 1839), en los Documentos relativos a Juan Pablo Anaya, car­peta 1 (colección de Genaro García, que se conserva en el Archivo de la Universidad de Texas). Estos Documentos, contenidos en dos carpetas, son los papeles personales de Anaya; los llamaremos en adelante Archivo de Anaya.

21 Carta de Canales a Anaya (8 de agosto de 1839), ibid. 22 Carta de Cárdenas a Anaya (Guerrero, 15 de agosto de 1839), ibid. 23 "Information derived from Juan Ramos", en las Historical notes

del volumen de Charles A. GULICK et al. (eds.), The Papers of Mirabeau Buonaparte Lamar, Austin, 1921-27, t. 6, p. 113. Véase también Hobart HUSON, Iron men: A history of the Republic of the Rio Grande and the federalist war in Northern Mexico (manuscrito inédito conservado en el archivo de la Texas State Library), p. 39. Hay que hacer constar que el libro de Huson carece de documentación.

24 Gaceta del Gobierno de Zacatecas, núm. 15 (1? de diciembre de

i839)' P- 59-25 Ibid. 26 HUSON, Iron men, op. cit., p. 40. 27 Manuel RIVERA CAMBAS, Historia antigua y moderna de Jalapa y de

las revoluciones del Estado de Veracruz, México, 1869-71, t. 3, pp. 427-428. 28 Telegraph and Texas Register, 11 de septiembre de 1839. 29 HUSON, Iron men, op. cit., p. 40. El general Canalizo, comandante

de las fuerzas centralistas en el Norte, acusó de traidores a Anaya, Canales, Zapata y otros caudillos federalistas porque estaban solicitando la ayuda de los "rebeldes" texanos, haciendo causa común con ellos sin que les importara poner en peligro la independencia y libertad de México. Esta proclama de Valentín Canalizo, fechada a 7 de noviembre de 1839, se encuentra en La Brisa de Matamoros, 15 de noviembre de 1839 (Mata­moros Archives, Universidad de Texas).

30 Telegraph and Texas Register, 11 de septiembre de 1839. Tanto Hubert H . BANCROFT, History of the North Mexican States and Texas, t. 2, p. 327, como Henderson K . YOAKUM, History of Texas, from its first settlement in 1685 t° ^s annexation to the United States in 1846, Nueva

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34-8 HORACE V. HARRISON

York, t. 2, p. 74, se equivocan al afirmar que Anaya se hallaba en Texas en la primavera de 1839.

31 Moming Star (Houston), 12 de septiembre de 1839. En la heme­roteca de la Universidad de Texas hay copias fotostáticas de este pe­riódico.

32 ibid. 33 Telegraph and Texas Register, 11 de septiembre de 1839. 34 Telegraph..., 18 de septiembre de 1839. 35 Moming Star, 17 de septiembre de 1839. 36 Telegraph and Texas Register, 18 de septiembre de 1839. 37 Ibid. La última observación de este artículo alude evidentemente

al papel que desempeñó Anaya, bajo las órdenes del general Andrew Jackson, en el rechazo del ataque inglés (batalla de Nueva Orleáns, enero de 1815).

38 Anaya al director del Telegraph (Houston, 20 de septiembre de 1839), en el Telegraph and Texas Register, 25 de septiembre de 1839.

39 Una copia manuscrita de este plan se encuentra en el Archivo de Anaya; aparece sin firma ni título, y fechado en Houston, el 14 de di­ciembre de 1839. R I V E R A CAMBAS, Historia de Jalapa, t. 3, p. 441, afirma que Anaya hizo publicar el plan en México y "en los Estados Unidos". Como Anaya se dirigió a Nueva Orleáns al salir de Texas, es posible que haya publicado en efecto el plan en los Estados Unidos, como dice este historiador, pero nosotros no hemos encontrado prueba alguna de ello. Por lo demás, Rivera Cambas se refiere probablemente a Texas, no a los Estados Unidos.

40 El siguiente comentario editorial del Telegraph and Texas Register, aparecido el 19 de julio de 1839, expresa el modo de ver de muchos me­xicanos, así como el de los texanos: "Una persona que ha viajado mucho por territorio mexicano nos ha hecho notar que existe una marcada dife­rencia entre la población de la parte central y meridional y la población de las provincias del Norte de México; estos últimos son más intrépidos, robustos e industriosos que los debilitados y embrutecidos pueblos de las latitudes meridionales. Su energía física y moral los asemeja a la raza anglosajona, y lo único que falta para hacerlos capaces de instituciones libres es educación."

41 HUSON, Iron men, op. cit., p. 41.

42 RIVERA CAMBAS, Historia de Jalapa, t. 3, p. 441, dice que Anaya no dejó de luchar un solo instante "en los Estados Unidos" (sic; evi­dentemente se refiere a Texas) por el restablecimiento de la Constitución de 1824 en México. BANCROFT declara que "indudablemente Anaya pro­metió el reconocimiento de la independencia de Texas en caso de derro­tar a los centralistas". De hecho, añade, "el periódico La Enseña, publicado en la capital de México, insistía en ello, y gran número de mexicanos, reconociendo que era imposible una reconquista, estaban en favor de lo mismo" (History of the North Mexican States and Texas,

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LOS FEDERALISTAS EN TEXAS 349

t. 2, p. 327, nota 21). Nosotros no hemos encontrado ninguna prueba concreta de que Anaya prometiera el reconocimiento de la independencia texana en caso de triunfar los federalistas; pero, a juzgar por la actitud tan liberal que se manifiesta para con los extranjeros en su plan de diez puntos, es razonable presumir que en la propuesta formal de Anaya se incluía ese reconocimiento de independencia.

43 "Recapitulation", en las Historical notes de The Lamar Papers, op. cit., t. 6, p. 114.

44 Gaceta del Gobierno de Zacatecas, i<? de diciembre de 1839. 45 "Information derived from Anson G. Neal", en las Historical notes

de The Lamar Papers, op. cit., t. 6, p. 100. 46 Véase el texto de la proclama en El Mosquito Mexicano, 3 de marzo

de 1840. 47 Telegraph and Texas Register, i<? de enero de 1840. El Telegraph

decía que, al parecer, Anaya se había marchado a Matamoros, puesto que había recibido información auténtica de la caída de esta plaza en po­der de sus correligionarios. Sin embargo, el informe de la captura era falso, y, cualesquiera que hayan sido las intenciones originales de Anaya, es evidente que no se dirigió a Matamoros.

48 HUSON, Iron men, op. cit., p. 48. 49 Niles' National Register (Baltimore), 14 de abril de 1840. 50 Cárdenas a Lamar (Victoria, 8 de abril de 1840), en The Lamar

Papers, op. cit., t. 3, pp. 364-365. 51 "Information derived from Anson G. Neal", ibid., t. 6, p. 105. 52 Canales a Lamar (Austin, 29 de abril de 1840), ibid., t. 5, p. 424. 53 "Information derived from Anson G. Neal", ibid., t. 6, p. 105. 54 RIVERA CAMBAS, op. cit., t. 3, p. 428.

55 HUSON, Iron men, op. cit., pp. 39-40.