los eventos de este libro son reales. · encontrarte. mi gente, nuestra gente, estará allí,...

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LOS EVENTOS DE ESTE LIBRO SON REALES.

SE HAN CAMBIADO LOS NOMBRES Y LUGARES PARA PROTEGER

A LOS LORIENSES QUE SIGUEN ESCONDIDOS.

EXISTEN OTRAS CIVILIZACIONES.

ALGUNAS BUSCAN DESTRUIRNOS.

LA CHICA ESTA AL BORDE DE UN PRECIPICIO

ROCOSO, LOS dedos de sus pies están enroscados sobre el

borde. Un oscuro abismo se abre delante de ella, y unos

cuantos guijarros se desprenden bajó sus pies y caen,

desapareciendo en la profundidad, en el fondo, en las

sombras. Algo estaba aquí, una torre o tal vez un templo−la

chica no puede recordar exactamente el qué. Mira hacia

abajo dentro el abismo sin fondo delante de ella, y, de alguna

manera, recuerda que este lugar fue una vez importante. Un

lugar seguro.

Un Santuario.

Ella quiere dar un paso atrás para evitar la dura caída.

Es peligroso, balancearse aquí en el borde de la nada. Sin

embargo, es incapaz de moverse. Sus pies están clavados en

el suelo. Ella siente el suelo rocoso desplazándose y

desmoronándose bajo sus pies. El foso se está extendiendo.

Muy pronto, el borde en el que se equilibra se quebrará y ella

caerá, tragada por la oscuridad.

¿Podría ser eso tan malo?

Le duele la cabeza. Es un dolor distante, casi como si le

sucediera a alguien más. Es un sordo latido que comienza en

su frente, se envuelve alrededor de sus sienes y baja hasta su

mandíbula. Ella se imagina que su cabeza es como un huevo

que ha comenzado a quebrarse, dispersándose a través de la

superficie entera. Se frota la cara con las manos y trata de

enfocarse.

Vagamente recuerda haber sido golpeada contra el

suelo rocoso. Una y otra vez, agarrada por el tobillo con una

fuerza demasiado poderosa para resistirla, golpeándole la

cabeza contra las rocas implacables. Es como si le hubiera

ocurrido a otra persona. La memoria, al igual que el dolor,

parece estar muy lejana.

En la oscuridad, hay paz. No tiene que recordar los

golpes o el dolor subsiguiente, o lo que se perdió cuando

este abismo fue volado de la tierra. Ella será capaz de

renunciar, de una vez por todas, si simplemente se desliza el

resto del camino por el borde y cae.

Algo tira de ella. La experiencia, muy en el fondo de ella

que le dice, que no debería correr del dolor. Si no que

debería cargar de nuevo hacia él. Que necesita de seguir

luchando.

Hay un destello de color azul cobalto en la oscuridad

debajo de ella, una chispa solitaria de luz. Su corazón se agita

al verlo. Esto le recuerda lo que luchó por proteger y por

qué está tan herida. La luz comienza como un pinchazo,

como si estuviera mirando el cielo nocturno y su estrella

solitaria. De pronto se expande y se lanza hacia arriba, un

cometa que viene directo hacia ella. Ella vacila en el borde de

la sima.

Y luego él está flotando frente a ella, radiante igual que la

última vez que lo vio. Su negro pelo rizado es un perfecto

lío, sus ojos verde-esmeralda están fijos en ella—él es

exactamente igual que como ella lo recordaba. Él le sonríe,

con esa despreocupada sonrisa suya, y extiende su mano.

—Está bien, Marina —él dice—. Ya no tienes que pelear

más.

Sus músculos se relajan con el sonido de su voz. La

oscuridad se extiende a su alrededor pero ya no le parece tan

siniestra. Deja que uno de sus pies cuelgue sobre el abismo.

El dolor de cabeza parece haber disminuido ahora. Parece

más lejano.

—Está bien —él dice—, ven a casa conmigo.

Casi toma su mano. Sin embargo, algo no estaba bien.

Aparta la vista de sus ojos, de su sonrisa, y ve la cicatriz. Una

línea gruesa vertical de tejido púrpura que recorre todo el

camino alrededor de su cuello. Ella sacude su mano hacia

atrás y casi tropieza sobre el borde.

— ¡Esto no es real! —grita, encontrando su voz. Planta

firmemente ambos pies en el suelo rocoso y se impulsa lejos

de la oscuridad.

Ella observa como la sonrisa del chico del pelo rizado se

tambalea, convirtiéndose en algo cruel y mezquino, una

expresión que ella nunca había visto en su cara real.

— Si esto no es real, ¿Por qué no puedes despertarte? —

pregunta.

Ella no lo sabe. Está atrapada aquí, en el borde, en este

lugar extremo, con el chico de pelo oscuro—que una vez

amó, pero no es realmente él. Este es el hombre quien la

puso aquí, quién la golpeó tan ferozmente y que luego

destruyó esté lugar que ella amaba. Ella cerró los ojos con él.

—Oh, voy a despertar, bastardo. Y luego vendré por ti.

Sus ojos parpadean y él trata de poner una expresión

divertida; pero ella puede decir que está furioso. Su perverso

truco no funcionó.

—Hubieras tenido paz, pequeña tonta. Solo tenías que

haberte deslizado hacia abajo en la oscuridad. Te estaba

ofreciendo misericordia. —Él comienza a regresar hacia el

abismo, dejándola sola en esté lugar. Sus palabras flotan

hasta llegar de nuevo a ella—. Ahora lo único que te espera

es más sufrimiento.

—Que así sea —dice ella.

...

El chico tuerto está sentado sobre su trasero en su prisión

de almohadas. Se abraza a sí mismo—no por elección; sus

brazos están asegurados dentro de una camisa de fuerza. Su

único ojo mira débilmente hacia las paredes blancas, todo es

acolchado y suave. La puerta no tiene manija, no hay forma

de escapar. Le pica la nariz, y entierra su cara en su hombro

para rascarse.

Cuando mira hacia arriba, hay una sombra en la pared.

Alguien está de pie detrás de él. El chico tuerto se estremece

cuando dos manos poderosas se posan sobre sus hombros y

aprietan suavemente. Una voz profunda suena junto a su

oído.

—Te podría perdonar —dice el visitante—. Tus fracasos,

tu insubordinación. Fue, en cierto modo, mi culpa. No

debería haberte enviando con estas personas para empezar.

Te pedí que te infiltraras en su grupo. Es natural que

desarrollaras ciertas… simpatías.

—Amado Líder —el chico tuerto dice con un tono

burlón. Tira contra la camisa de fuerza—. Has venido a

salvarme.

—Eso es correcto —el hombre dice con una voz de un

padre que se siente orgulloso, ignorando el tono sarcástico

del chico—. Puede ser como antes. Como siempre te

prometí. Aún podemos gobernar juntos. Mira lo que te han

hecho, como te tratan. Alguien con tu poder y dejas que te

encierren como algún tipo de animal...

—Me quede dormido, ¿verdad? —El chico tuerto

pregunta sin rodeos—. Esto es un sueño.

—Sí. Pero nuestra reconciliación, será muy real, mi niño.

—Las fuertes manos se quitan de sus hombros y comienzan

a desabrocharle la camisa de fuerza—. Solo quiero una

pequeña cosa a cambio. Una muestra de tu lealtad.

Simplemente dime dónde puedo encontrarlos. Dónde puedo

encontrarte. Mi gente, nuestra gente, estará allí, incluso antes

de que despiertes. Ellos te liberarán y restauraran tu honor.

El chico tuerto en realidad no escucha la propuesta del

hombre. Puede sentir como la camisa de fuerza comienza a

aflojarse dónde desabrocharon las hebillas. Él se concentra y

recuerda que todo esto es solo un sueño.

—Me apartaste del camino como si fuera basura —

dice—. ¿Por qué yo? ¿Por qué ahora?

—Me di cuenta de que fue un error —el hombre dice

entre dientes. El chico tuerto se da cuenta de que es la

primera vez que escucha que el hombre se disculpa—. Tú

eres mi mano derecha. Tú eres fuerte.

El chico tuerto resopla. Sabe que esto es una mentira. El

hombre vino porque piensa que el chico es débil. Él hombre

lo está manipulando. Buscando debilidades.

Pero esto es sólo un sueño. El sueño del chico tuerto.

Eso significa que son sus reglas.

—¿Qué dices? —el hombre pregunta, su cálido aliento

contra el oído del chico tuerto—. ¿Dónde te tienen?

—No lo sé —el chico responde sinceramente. No sabe

dónde se encuentra realmente la celda acolchada. Los otros

se aseguraron de que no pudiera ver—. En cuanto a…

¿Cómo lo llamaste? ¿Reconciliación? Tengo una

contraoferta, viejo.

Se imagina su arma favorita. La vaina con la espada oculta

en forma de aguja que se adhiere a su muñeca, y aparece. Él

se prepara, la punta mortal punza a través de la camisa de

fuerza, y gira a su alrededor para clavar la espada en el

corazón del hombre.

Pero el hombre ya se ha ido. El chico tuerto gruñe

amargamente, decepcionado por la insatisfacción. Se toma

un momento para estirar sus brazos. Cuando se despierte, va

a estar en este mismo lugar, pero sus brazos estarán atados

de nuevo. No le importa la celda acolchada. Se siente

cómodo y no hay nadie que lo moleste. Podría quedarse aquí

por un tiempo, por lo menos. Reflexionando.

Recuperándose.

Cuando esté listo, sin embargo, el chico tuerto seguirá su

camino y escapara.

...

El chico camina a través de un campo de fútbol al

comienzo del invierno. La hierba, quebradiza y marrón, cruje

bajo sus pies. A su izquierda y a su derecha, las gradas de

metal están completamente vacías. El aire huele como a

fuego, y una ráfaga de viento sopla cenizas contra las mejillas

del chico.

Él mira el marcador que está más adelante. El parpadeo

de las bombillas anaranjadas y el estallido, señalan que la

electricidad está fallando.

Más allá del marcador, puede ver la escuela secundaria, o

al menos lo que queda. El techo está colapsado, como si

hubiera estallado un misil. Todas las ventanas se hicieron

añicos. Hay un par de pupitres mutilados en el campo

delante de él, todos fueron lanzados con la misma fuerza que

destruyó la escuela, sus tapas de plástico brillante están

encajadas en el suelo como lápidas.

Puede ver que, en el horizonte, algo se cierne sobre la

ciudad. La nave de guerra. Luce igual a un escarabajo

musculoso hecho de frío metal gris, que acecha en el

horizonte.

No siente nada más que resignación. Tiene buenos

recuerdos de este lugar, de esta escuela, de esta ciudad. Fue

feliz aquí por un tiempo, antes de que todo se fuera al

infierno. No importa lo que le pase a este lugar ahora.

Mira hacia abajo y se da cuenta de que está sosteniendo

un pedazo desgarrado de un anuario en su mano. Una foto

de ella. El pelo liso rubio, pómulos perfectos, esos ojos

azules. Una sonrisa con la que está invitando a alguna broma

privada. Su estómago se contrae al verla, en memoria de lo

que sucedió.

—No tiene por qué ser así.

El chico se voltea con el sonido de la voz melódica y

calmante, que está totalmente fuera de lugar en este entorno

quemado. Un hombre camina por el campo de fútbol hacia

él. Está vestido modestamente, una chaqueta marrón sobre

un jersey, unos pantalones de color caqui y

mocasines. Podría ser un profesor de matemáticas, excepto

que hay algo majestuoso en su postura.

— ¿Quién eres? —pregunta el chico, alarmado.

El hombre se detiene a unas yardas de distancia. Levanta

las manos señalando que no quiere tener problemas.

—Esa de allí es mi nave —dice el hombre con calma.

El chico cierra el puño. El hombre no se ve como el

monstruo que alcanzó a ver en México, pero aquí, en el

sueño, él sabe quién es realmente.

Así que carga hacia adelante. ¿Cuántas veces ha corrido

por este campo, contra algún jugador del equipo contrario

que estaba en su mira? La emoción de correr por la hierba

muerta levanta el ánimo del chico. Golpea al hombre, duro,

justo en la mandíbula, y seguidamente lo taclea.

El hombre cae al suelo y allí yace sobre su espalda. El

muchacho se cierne sobre él, continúa con un puño cerrado,

la otra mano está aferrada a la foto.

No sabe qué hacer ahora. Esperaba más pelea.

—Me lo merecía —dice el hombre, mirando al chico con

ojos llorosos—. Se lo que le pasó a tu amiga, y yo… lo

siento mucho.

El muchacho da un paso atrás.

—Tú... tú la mataste —dice—. ¿Y tú lo sientes?

— ¡Esa nunca fue mi intención! —el hombre dice

suplicante—. No fui yo quien la puso en peligro. Pero de

todos modos, siento que saliera herida.

—Muerta —el chico susurra—. No herida. Muerta.

—Lo que tú consideras muerto y lo que yo considero

muerto. . . esas son dos cosas muy diferentes.

Ahora el chico está escuchando. — ¿Qué significa eso?

—Toda esta fealdad y sufrimiento, continuará sólo si

seguimos luchando. No es mi camino. No es lo que quiero.

—el hombre continúa—. ¿Alguna vez te has detenido a

pensar en lo que quiero? ¿Qué quizás no sea tan malo?

El hombre no ha tratado de levantarse. El chico siente

que tiene control. Le gusta eso. Y fue entonces cuando se da

cuenta de que la hierba está cambiando. Está regresando a la

vida, el verde esmeralda se extienden a partir de él

hombre. De hecho, al chico le parece que incluso el sol

comienza a brillar un poco más.

—Quiero que nuestras vidas, todas nuestras vidas, sean

mejores. Quiero que crezcamos más allá de éstos pequeños

malentendidos —dice el hombre—. Soy un académico, ante

todo. Me he pasado la vida estudiando los milagros del

universo. Seguramente, ellos te han hablado sobre mí.

Mentiras, seguramente, pero es cierto que he vivido durante

siglos. ¿Qué es la muerte para un hombre como

yo? Simplemente una inconveniencia temporal.

Sin darse cuenta, el chico ha comenzado a frotar con

nerviosismo el trozo de papel que está sosteniendo entre los

dedos. Frota su pulgar a través de la mandíbula de la

joven. El hombre sonríe y asiente hacia el trozo de anuario.

—Por qué… ¿por qué debería confiar en ti? —el chico se

las arregla para preguntar.

—Si dejamos de luchar, si me escuchas por un tiempo, ya

lo verás. —Suena tan sincero—. Tendremos paz. Y la

tendrás de regreso.

— ¿Tenerla de regreso? —pregunta el chico, aturdido,

una oleada de esperanza se eleva en su pecho.

—Puedo regresártela —dice el hombre—. El mismo

poder que trajo tu amiga Ella de nuevo a la vida, ahora es

mío. No quiero pelear más, mi joven amigo. Permíteme

traerla de vuelta. Permíteme mostrarle a todos cómo he

cambiado.

El chico mira hacia abajo a la foto en su mano y detecta

que esta ha cambiado. Se está moviendo. La chica rubia

golpea sus puños contra el interior de la fotografía como si

fuera una pared de cristal y estuviera atrapada detrás de

ella. El chico puede leerle los labios. Ella le está pidiendo

ayuda.

El hombre le tiende la mano. Quiere que el chico lo

ayude a levantarse.

— ¿Qué dices? ¿Acabaremos con esto juntos?

ESTA HABITACIÓN ME RECUERDA EL TIPO DE

LUGARES en los que Henri y yo solíamos alojarnos durante

los primeros días. Viejos moteles de carretera que los

propietarios no habían cambiado desde los años setenta. Las

paredes son paneles de madera, y la alfombra es una pelusa

de color verde-oliva, la cama debajo de mí esta rígida y

mohosa. Una cómoda se apoya contra la pared, los cajones

están llenos de una mezcla de ropa, de diferentes tamaños y

diferentes géneros, todo esto está ordenado y fechado. La

habitación no tiene TV, pero tiene un radio con un reloj que

utiliza esos números de papel de la vieja escuela que dan la

vuelta, marcando cada minuto con un golpe seco.

4:33 A.M.

4:34 A.M.

4:35 A.M.

Estoy sentado aquí en el Patience Creek Bed & Breakfast

y escucho cómo pasa el tiempo.

En la pared al otro lado de la cama, hay una pintura que

parece una ventana. No hay ninguna ventana real, la razón es

que la habitación se encuentra a una gran profundidad, así

que supongo que los diseñadores hicieron lo mejor que

pudieron. La escena en mi falsa ventana es brillante y

soleada, en lo alto, el viento sopla sobre la hierba verde y la

forma indistinta de una mujer en la distancia agarrando un

sombrero sobre su cabeza.

No sé por qué hicieron así la habitación. Tal vez estaba

destinada a transmitir una sensación de normalidad. Si ese es

el caso, no está funcionando. En su lugar, la habitación

parece magnificar cada emoción venenosa que se podría

esperar estando en un asqueroso motel —soledad,

desesperación, fracaso.

Tengo un montón de esas emociones por mi cuenta.

Esto es lo que tiene esta habitación que ningún otro

vertedero de la interestatal no tenga. ¿La pintura en la pared?

Se desliza a un lado, y detrás de ella hay un banco de

monitores que transmiten la seguridad a través de todo el

Patience Creek Bed & Breakfast. Hay una cámara vigilando

la puerta principal de la pintoresca cabaña que se encuentra

por encima de esta instalación subterránea en expansión,

otra vigila la pradera, encontrada por casualidad, con su

suelo compacto y la hierba perfectamente cuidada que tiene

las dimensiones necesarias para que aterrice un avión de

tamaño mediano, y hay docenas de otras cámaras vigilando

la propiedad y lo que hay debajo. Este lugar fue construido

por algunas personas muy paranoicas que se estaban

preparando para una posible invasión, un escenario del fin

del mundo.

Ellos esperaban a los Rusos, no a los Mogadorianos. Pero

aun así, supongo que su paranoia valió la pena.

Debajo del modesto Bed & Breakfast que está situado a

veinticinco millas al sur de Detroit, cerca de la orilla del lago

Erie, hay cuatro niveles subterráneos de alto secreto que han

sido virtualmente olvidados. El edificio del Patience Creek

fue construido originalmente por la CIA durante la Guerra

Fría como un lugar para sobrevivir a un invierno nuclear. Se

deterioró en los últimos veinticinco años, y, de acuerdo con

nuestros anfitriones del gobierno de los Estados Unidos,

todos los que sabían de esto están muertos o retirados, lo

que significa que nadie reveló su existencia a ProMog. Por

suerte para nosotros un general llamado Clarence Lawson

salió de su retiro, cuando las naves de guerra aparecieron,

recordó que este lugar estaba aquí abajo.

El presidente de los Estados Unidos y lo que queda de los

Jefes de Estado Mayor no están aquí; ellos están en un lugar

seguro, probablemente en algún sitio móvil, la ubicación de

dónde están no ha sido divulgada, incluso a nosotros los

alienígenas aliados. Uno de sus asesores debe haber decidido

que no sería seguro para el presidente estar cerca de

nosotros, por lo que estamos aquí con el General Lawson,

quién le informa sólo a él. En nuestra conversación, el

presidente me dijo que quería que trabajáramos juntos, que

teníamos todo su apoyo contra Setrákus Ra.

Dijo muchas cosas, en realidad. Los detalles están

borrosos en mi memoria. Estaba en shock cuando hablamos

y realmente no estaba escuchando. Parecía agradable. Como

sea.

Sólo quiero terminar con esto.

He estado despierto desde, bueno, no estoy exactamente

seguro desde cuándo. Sé que debería tratar de dormir, pero

cada vez que cierro los ojos veo el rostro de Sarah. Regreso a

ese primer día en la secundaria de Paraíso y veo su cara,

medio escondida detrás de una cámara y sonriendo mientras

termina de tomarme la foto. Y entonces mi imaginación

toma el control, y veo la misma hermosa cara pálida y

ensangrentada, sin vida, es la forma en que debe verse ahora.

No puedo soportarlo. Abro los ojos y hay un dolor retorcido

en mi estómago, y siento como si tuviera algo enroscado

alrededor de la herida.

En lugar de pasar por eso, me quedo despierto. He estado

así desde hace unas horas, solo en este extraño lugar,

tratando de llegar al punto donde seré capaz de dormir

como, bueno… como un muerto.

Práctico. Es la única esperanza que tengo.

Me siento en la cama y me miro en el espejo que cuelga

sobre la cómoda. Mi pelo está un poco largo, y hay círculos

oscuros alrededor de mis ojos. Estas cosas no importan

ahora. Fijo la mirada en mí...

Y entonces desaparezco.

Reaparezco. Respiro profundamente.

Y me vuelvo invisible de nuevo. Esta vez me mantengo

por más tiempo. Todo el tiempo que pueda. Miro fijamente

el espacio vacío en el espejo donde se supone que debería

estar mi cuerpo y escucho el tic de los números de papel en

el reloj.

Con Ximic, soy capaz de copiar cualquier Legado que he

conocido. Es sólo cuestión de enseñarme cómo usarlo, algo

que nunca es fácil, incluso cuando el Legado llega

naturalmente. La curación de Marina, la invisibilidad de Seis,

la mirada de piedra de Daniela−éstas son las habilidades que

he copiado hasta el momento. Voy a aprender más, como

todas las que pueda. Voy a entrenar estos nuevos legados

hasta que sean algo natural para mí como mi Lumen. Y

luego voy a repetir el proceso.

Todo este poder, y sólo quiero una cosa.

La destrucción de todo Mogadoriano sobre la tierra.

Incluido especialmente Setrákus Ra, si es que aún sigue vivo.

Seis cree que lo mató en México, pero no voy a creerlo hasta

que los Mogs se rindan o vea un cuerpo. Una parte de mí

casi espera que todavía esté ahí fuera para que pueda ser yo

quien acabe con el bastardo.

¿Un final feliz? Eso está en la imagen de mi ventana. Fui

estúpido al creer en eso.

Pittacus Lore, el último, aquel cuyo cuerpo encontramos

en el búnker oculto de Malcolm Goode, también tenía

Ximic, pero no fue suficiente. No pudo detener la invasión

Mogadoriana en Lorien. Cuando tuvo la oportunidad de

matar a Setrákus Ra hace tantos siglos, no pudo hacerlo.

La historia no se repetirá.

Escucho pasos en el pasillo que se detiene justo afuera de

mi puerta.

A pesar de que hablan en voz baja y aunque estoy

escuchando a través de una puerta de acero reforzado, con

mis sentidos mejorados, todavía puedo escuchar cada

palabra que Daniela y Sam dicen.

—Tal vez deberíamos dejarlo descansar —dice Daniela.

No estoy acostumbrado a oírla hablar en un tono tan suave.

Por lo general, Daniela es una mezcla de abrasiva y

entusiasta. En sólo un par de días, ella ha dejado

completamente atrás su antigua vida y se unió a nuestra

guerra. Aunque no tenía mucha elección teniendo en cuenta

que los Mogs quemaron su antigua vida hasta el suelo.

Otra humana que fue arrastrada a nuestra guerra.

—Tú no lo conoces. No hay forma de que él este

durmiendo allí —Sam responde, con la voz ronca.

Sentado en esta vieja habitación, reflexionando sobre el

pasado y el daño que he causado, comencé a preguntarme:

¿Qué tan diferente sería la vida de Sam si Henri y yo

hubiéramos elegido Cleveland o Akron o cualquier otro

lugar en vez de Paraíso? ¿Él aún hubiera obtenido Legados?

Yo estaría en peores condiciones, tal vez muerto, y sin él.

Eso es seguro.

Sin embargo, Sarah todavía estaría viva, sí nunca nos

hubiéramos conocido.

—Uh, está bien, no estoy hablando realmente de que él

tenga una buena noche de sueño. El tipo es un superhéroe

extraterrestre; por lo que sé duerme tres horas por noche

mientras cuelga del techo —Daniela le responde a Sam.

—Él duerme igual que nosotros.

—Como sea. El punto es que, tal vez necesita un poco de

espacio, ¿tú sabes? ¿Para trabajar está mierda? Y vendrá con

nosotros cuando esté listo. Cuando esté…

—No. Él querrá saberlo —dice Sam, y luego golpea

suavemente en mi puerta.

Salto de la cama en un instante para abrir la puerta. Sam

tiene razón acerca de mí, por supuesto. Lo que sea que esté

pasando, quiero saberlo. Quiero distraerme. Quiero un

impulso hacia adelante.

Sam parpadea cuando la puerta se abre y se queda

mirando a través de mí.

— ¿John?

Me toma un segundo darme cuenta de que todavía soy

invisible. Cuando aparezco de la nada frente a ellos, Daniela

tropieza un paso hacia atrás.

—Maldita sea.

Sam apenas arquea una ceja. Sus ojos están enrojecidos.

Parece demasiado cansado para sorprenderse.

—Lo siento —le digo—. Trabajo en mi invisibilidad.

—Los otros llegarán en unos diez minutos —Sam me

dice—. Sabía que querrías estar allí cuando aterrizarán.

Asiento y cierro mi puerta detrás de mí.

La ilusión del motel desaparece tan pronto como estoy

fuera de mi habitación. El pasillo delante de nosotros, sé

parece más a un túnel en realidad, tiene todos sus muros de

un color blanco austero y frías luces halógenas. Me recuerda

a las instalaciones debajo del complejo Ashwood, excepto

que este lugar fue construido por los humanos.

—Tengo una VCR1 en mi habitación —dice Daniela,

tratando de entablar conversación mientras caminamos por

uno de los pasillos idénticos del laberíntico complejo.

Cuando ni Sam ni yo respondemos inmediatamente, nos

presiona—. ¿Ustedes tienen una VCR? ¿Son unas cosas

locas, cierto? No había visto una VCR en años.

Sam me mira antes de contestar:

—Encontré un Game Boy atorada debajo de mi colchón.

— ¡Maldita sea! ¿Quieres intercambiar?

—No tiene baterías.

1 Videocasetera

—Olvídalo.

Puedo oír el zumbido lejano de los generadores, el

zumbido de las herramientas y los gruñidos de los hombres

trabajando. El único inconveniente del Patience Creek es

que al estar por debajo del radar muchos de sus sistemas no

están lo que sé dice actualizados. Por razones de seguridad el

general Lawson decidió que solo deben ejecutarse

operaciones simplificadas aquí. Con todo lo que está

pasando, no es exactamente el momento de llamar a los

contratistas civiles. Aun así, hay casi un centenar de

ingenieros del ejército trabajando todo el día para actualizar

este lugar. Cuando llegamos ayer a última hora de la noche,

vi que el padre de Sam, Malcolm, ya estaba aquí, ayudando a

un equipo de electricistas a instalar tecnología Mogadoriana

recuperada del complejo Ashwood. En lo que le concierne al

ejército, Malcolm es básicamente un experto en

extraterrestres.

La conversación entre Sam y Daniela se apagó, y

rápidamente me doy cuenta de que es por mí causa. Estoy

callado, con la mirada al frente, y estoy bastante seguro de

que mi expresión se ha quedado atascada en una posición

neutra. Ellos no saben de qué hablar conmigo.

—John, yo… —Sam pone una mano sobre mi hombro, y

puedo decir que estaba a punto de decir algo sobre Sarah. Sé

que lo que le pasó a ella hace que él se sienta mal, también.

Ellos crecieron juntos. Pero no quiero tener esa

conversación ahora. No quiero ceder al lamento hasta que

esto termine.

Fuerzo una sonrisa poco entusiasta. — ¿Qué cintas te

dieron para la VCR? —le pregunto Daniela, con torpeza,

cambiando de tema.

—WrestleMania III —dice ella, y hace una mueca.

—Oh sí, pasaré a recogerlos más tarde, Danny —Nueve

dice, saliendo de uno de los muchos pasillos con una sonrisa.

Fuera de todos nosotros, Nueve parece el más

descansado. Sólo ha pasado un día desde que él y Cinco se

estaban peleando por toda la ciudad de Nueva York. Curé al

gran matón cuando regresamos de Nueva York, y su propia

resistencia sobrehumana aparentemente ha hecho el resto.

Nos da una fuerte palmada a Sam y a mí en la espalda y se

une a nuestra procesión por el pasillo. Por supuesto, la

forma de actuar de Nueve es como de que no hay nada malo

en todo esto, y, sinceramente, prefiero que sea así.

Al pasar, echo un vistazo por el pasillo del que Nueve

vino. Hay cuatro soldados fuertemente armados allí,

haciendo guardia.

— ¿Todo bien? —le pregunto a Nueve.

—Sí, Johnny —Nueve responde—. Tienen unas

hermosas celdas en este lugar, incluyendo una que con

muros acolchados hasta el techo. Con el gordinflón en esa

celda y atado con una camisa de fuerza, no podrá ir a

ninguna parte.

—Bien —dice Sam.

Asiento en señal de que estoy de acuerdo. Cinco es un

completo psicópata y merece estar encerrado. Pero si se trata

de ganar esta guerra, no estoy seguro de cuánto tiempo

podamos darnos el lujo de mantenerlo en una jaula.

Damos la vuelta en una esquina, y vemos el ascensor.

Sobre nuestras cabezas, se escucha el zumbido de las luces

halógenas, y noto que Sam se está pellizcando el puente de la

nariz.

—Hombre, extraño tu ático, Nueve —dice Sam—. Fue el

único refugio que hemos tenido con iluminación suave.

—Sí, también lo extraño mucho —Nueve responde, hay

una nota de nostalgia arrastrando en su voz.

—Este lugar está comenzando a provocarme una terrible

migraña. Deberían de haber conseguido algunos reguladores

de intensidad junto con las VCRs.

Hay un crujido de electricidad sobre nuestras cabezas, y

una de las bombillas parpadea después. La iluminación del

pasillo de repente es mucho más tolerable. Todo el mundo

excepto yo hace una pausa para mirar hacia arriba.

—Bueno, eso fue extrañamente cronometrado —dice

Daniela.

—Mejor, ¿no lo creen? —Sam dice con un suspiro.

Golpeó el botón para llamar al ascensor. Los otros se

reúnen alrededor detrás de mí.

—Así que, ellos están, eh… ¿están trayéndola aquí? —

Nueve pregunta, con voz baja, siendo tan discreto como

puede.

—Sí —le digo, pensando en la nave Loriense que ahora

mismo está aterrizando en Patience Creek, llena con

nuestros amigos y aliados, y el amor perdido de mi vida.

—Eso es bueno —Nueve dice, entonces tose en su

mano—. Quiero decir, no es bueno. Pero podemos, ya

sabes, decir adiós.

—Lo entendemos, Nueve, —Sam dice suavemente—. Él

sabe lo que estas tratando de decir.

Asiento, sin estar dispuesto a decir nada más. Las puertas

del ascensor se abren frente a nosotros, y cuando lo hacen,

las palabras solo salen de mí.

—Esta es la última vez —digo, sin darme la vuelta para

hacer frente a los otros. Las palabras se sienten como el

hielo en mi boca—. Ya he terminado de decirle adiós a la

gente que amamos. Ya he terminado con eso. He terminado

de lamentarme. A partir de hoy, mataremos hasta ganar.

EL SONIDO DEL METAL RETORCIDO SUENA

POR ENCIMA DE MI CABEZA. Granos de tierra y

cenizas azotan mi cara, el viento se siente como un látigo

chasqueado a cien millas por hora, y lanzo todo lo que tengo

dentro de eso. El fuego de cañón abrasa a través de mis

piernas. Lo ignoro. Una punta irregular de un Skimmer

Mogadoriano que estalló se estrella en la tierra junto a mí.

Un poco más cerca y hubiera sido empalada.

Ignoro eso también. Moriré aquí, si eso es lo que hace

falta.

Al otro lado de un pozo vacío, dónde el Santuario solía

estar de pie, Setrákus Ra se tambalea por la rampa de su nave

de guerra. No puedo permitir que escape de nuevo a bordo

de la Anubis. Utilizo mi telequinesis, y no me preocupo por

las consecuencias. Lanzo cada maldita cosa hacia él, y él

contraataca. Siento su poder contra el mío como dos olas

gigantes invisibles que se estrellan juntas, enviando un spray

de piezas de metal y tierra y piedra.

—Muere, muere, muere…

Sarah Hart está a mí lado. Me grita algo al oído que no

puedo oír por encima del ruido de la batalla. Agarra mi

hombro y empieza a sacudirme.

—Muere, muere, muere…

— ¡Seis!

Suspiro y me despierto. No es Sarah quien está

sacudiendo mi hombro. Es Lexa, nuestra piloto, sentada

detrás de los controles. A través del parabrisas, apenas puedo

distinguir la tranquilidad del campo que pasamos a toda

velocidad bajo nosotros. En el brillo del panel de control,

puedo ver una mirada de preocupación en la cara de Lexa.

— ¿Qué? —pregunto, todavía atontada mientras quito

suavemente su mano.

—Estabas hablando dormida —Lexa responde, y vuelve

a mirar al frente, nuestra trayectoria de vuelo está trazada en

la pantalla detrás de ella.

Tengo los pies sobre el tablero de comandos, con las

rodillas cerca de mi pecho. Los dedos de mis pies

hormiguean. Pongo mis pies en el suelo y me siento con la

espalda recta, luego enfoco mis ojos en la oscuridad del

exterior. Al mismo tiempo que hago eso, el campo se

desvanece y es sustituido por el agua azul-negra del lago

Erie.

— ¿Qué tan cerca estamos de las coordenadas que

Malcolm nos envió? —le pregunto a Lexa.

—Cerca —responde ella—. Llegaremos en unos diez

minutos.

—Y ¿estás segura de que los hemos perdido?

—Estoy segura, Seis. Dejé al último Skimmer sobre

Texas. El Anubis interrumpió la persecución antes de eso.

Me pareció que la nave de guerra no quiso continuar la

persecución.

Froto las manos por mi cara y por mi maraña de cabello

pegajoso. El Anubis paro de perseguirnos. ¿Por qué? ¿A

caso tuvieron que llevar a Setrákus Ra a alguna parte?

¿Debido a que se estaba muriendo? ¿O tal vez ya está

muerto?

Sé que lo herí. Vi como la barra de metal atravesaba el

pecho del bastardo. No son muchos los que podrían

sobrevivir a ese tipo de lesión. Pero este es Setrákus Ra. No

hay forma de saber que tan rápido se cura o que tecnología

tiene a su disposición para cuidarlo y que recupere la salud.

Se clavó directamente en su corazón, sin embargo. Lo vi. Sé

que le di.

—Tiene que estar muerto —digo en voz baja—. Tiene

que estarlo.

Me quito el cinturón del asiento del copiloto y me

levanto. Lexa me agarra del antebrazo antes de que pueda

salir de la cabina del piloto.

—Seis, hiciste lo que tenías que hacer —dice con

firmeza—. Lo que pensaste que era mejor. No importa lo

que suceda, si Setrákus Ra está vivo o muerto…

—Si está vivo, significa que Sarah murió en vano —le

contesto.

—No fue en vano —dice Lexa—. Ella te sacó de allí. Ella

te salvó.

—Ella debería haberse salvado a sí misma.

—Ella no lo creía así. Ella… Mira apenas conocía a la

chica. Pero me pareció que sabía lo que estaba en juego. Ella

sabía que estamos luchando una guerra. Y en la guerra hay

sacrificios. Bajas.

—Es fácil para nosotros decirlo. Estamos vivos. —Me

muerdo el labio y tiro de mi brazo lejos de Lexa—. Crees

que… Mierda, Lexa. ¿Crees que algo de lo que estás

diciendo va a hacer que sea más fácil para los otros? ¿Para

John?

— ¿Alguna vez ha sido fácil para alguno de ustedes? —

Lexa pregunta, mirándome—. ¿Por qué sería diferente

ahora? Este es el final, Seis. De una forma u otra, nos

estamos acercando al final. Haz lo que tenga que hacerse, y

siéntete mal por ello más tarde.

Salgo de la cabina con las palabras de Lexa aún

resonando en mis oídos. Quiero sentirme enojada. ¿Quién es

ella para decirme cómo actuar? Los Mogs no la cazaban a

ella. Se ocultó durante años sin intentar ponerse en contacto

con nosotros. Solo apareció ahora, porque se dio cuenta de

lo desesperada en que se había vuelto nuestra situación, y se

puso manos a la obra. Diciéndome lo qué debo sentir.

La cosa es, que tiene razón. Ella tiene razón, porque la

verdad es que, no cambiaría lo que hice. No perdería mi

oportunidad con Setrákus Ra, aun sabiendo lo que sucedería

con Sarah. Potencialmente billones de vidas están en juego.

Tuve que hacerlo.

En la cabina principal, alguien ha utilizado la pantalla

táctil de la pared para hacer salir camas del piso. Esas son las

mismas camas en las que dormimos todos esos años atrás

cuando llegamos a la Tierra. Grabé mi número en una de

ellas.

El cuerpo de Sarah descansa sobre esa cama, porque el

universo tiene un sentido del humor enfermo.

Mark está sentado junto a la cama de Sarah, la barbilla

apoyada en su pecho, dormido. Su cara está hinchada, y está

cubierto de sangre seca, al igual que casi todos nosotros. No

se ha separado de al lado de Sarah desde que todo se vino

abajo. Francamente, me alegro de que por fin esté dormido.

No podía soportar mucho más la mirada acusadora que ha

estado lanzándome. Sé que está enfadado y herido, pero no

puedo esperar para salir de esta estrecha nave y alejarme de

él.

Bernie Kosar se encuentra en el suelo junto a Mark. Me

observa salir de la cabina y en silencio se levanta. El Beagle

se acerca y se frota contra mi pierna, gimiendo en voz baja.

Me agacho para rascarle distraídamente detrás de las orejas.

—Gracias, muchacho —susurro, y BK se queja de nuevo,

suavemente.

Me muevo más atrás. Eli está acurrucada en una de las

camas, con la cara volteada hacia la pared. Mi mirada se

detiene en ella por un segundo, el tiempo suficiente para

asegurarme de que todavía esté respirando. Ella fue la

primera persona que vi morir ayer, excepto que de algún

modo regreso a la vida. Cuando se arrojó a esa columna de

energía Loriense en el Santuario, rompió el hechizo que

Setrákus Ra había puesto en ella. Aparentemente, hay efectos

secundarios de bañarse en un montón de energía Loriense y

morir brevemente. Ella regreso a nosotros como… bueno,

no estoy segura del todo.

En la parte trasera de la nave, encuentro a Adam sentado

en el borde de otra cama. Viendo los círculos oscuros

alrededor de sus ojos y su piel cada vez más pálida, estoy

segura de que Adam no ha dormido. En cambio, ha estado

manteniendo un ojo sobre Marina. Está atada en la misma

cama en la que Adam está sentado, con los ojos cerrados, su

rostro está horriblemente magullado, aun sangra de una

costra alrededor de sus fosas nasales. Setrákus Ra la golpeó

contra el suelo una y otra vez, y no ha recuperado la

conciencia desde entonces. Está viva, sin embargo, y con

suerte John será capaz curar lo que sea que esté mal con ella.

Adam sonríe débilmente cuando me siento frente a él.

Otro de nuestros heridos amigos está acurrucado en sus

brazos. Dust también estuvo a punto de morir en el

Santuario. A pesar de que sigue estando nervioso y débil,

Dust ha recuperado algo de movilidad y al menos ha logrado

cambiar a la forma de un lobo cachorro. No es exactamente

feroz, pero es un paso en la dirección correcta.

—Hey, doc —le digo a Adam, manteniendo mi voz

tranquila.

Él resopla.

—Te sorprendería el poco entrenamiento médico que

recibimos los Mogadorianos. No es una prioridad cuando la

mayoría de tus soldados son desechables. —Adam gira su

cabeza para mirar a Marina—. Su pulso es fuerte, sin

embargo. Incluso yo puedo decir eso.

Asiento. Eso es exactamente lo que quería oír. Recorro el

espacio entre nosotros y rasco a Dust en la nariz. Una de sus

patas traseras empieza a palpitar en respuesta, aunque no

estoy segura si es porque lo está disfrutando o si son los

efectos secundarios de su electroshock.

—Se ve un poco mejor —le digo a Adam.

—Sí, va a estar aullándole a la luna en poco tiempo —

Adam responde, mirando por encima de mí como siempre

lo hace—. ¿Y tú? ¿Cómo te sientes?

—Cómo mierda.

—Lo siento, no pude hacer más —dice Adam. Cuando la

batalla en el Santuario llegó a su fin, Adam y Mark trajeron a

Marina a la nave de Lexa antes de que Setrákus Ra pudiera

matarla. Eso es lo que provoco que Sarah y yo nos

enfrentáramos solas contra Setrákus Ra.

—Hiciste lo suficiente. Salvaste a Marina. La trajiste de

regreso aquí. Yo…

Mi mirada se desvía involuntariamente hacia Sarah. Adam

se aclara la garganta para llamar mi atención. Sus ojos se

posan en los míos, amplia y firmemente.

—No fue tu culpa —dice con firmeza.

—Escuchar eso no lo hace más sencillo.

—Necesitaba decirlo. —Ahora es el turno de Adam de

romper el contacto visual. Él mira el cuerpo acurrucado de

Ella y frunce el ceño—. Espero que lo hayas matado, Seis.

La cosa es que, ya sabes, si hubieras sabido las

consecuencias, no lo hubieras hecho.

No interrumpo a Adam, a pesar de que lo que está

diciendo sobre mí podría no ser cierto. Es raro sentir

esperanza de que mate a Setrákus Ra al mismo tiempo que

me siento culpable por lo que le sucedió a Sarah, todo esto

empeora por una corriente interna de temor de que no

sirviera de nada todo esto. Soy un desastre.

—Respeto eso de ustedes —Adam continúa—. La

mayoría de ustedes los Garde, tienen fuerza y compasión en

su interior. Es lo opuesto de mi pueblo. Yo… trato de que

no me importe lo que sucedió.

En el Santuario, Adam tuvo su momento cuando

consiguió hacer temblar a Setrákus Ra. Esto fue antes de que

Eli rompiera el hechizo que unía su vida a la de su malvado

bisabuelo. Incluso sabiendo que iba a matar a Eli, Adam se

fue directo a la yugular de Setrákus Ra.

—Tu gente —Adam continúa después de un momento—

, toma en cuenta los costos, llora sus pérdidas, trata de hacer

lo correcto. Envidio eso. La capacidad de saber qué es lo que

está bien sin —sin tener que luchar en contra de tu

naturaleza.

—Te pareces a nosotros más de lo que crees —le digo.

—Me gustaría pensar que si —Adam responde—. Pero a

veces no estoy seguro.

—Tenemos que pesar todas las cosas —le digo—. No es

una cuestión de naturaleza. Es una cuestión de seguir

adelante y hacer lo mejor.

Adam abre la boca para responder, pero las palabras no

salen. Está mirando más allá de mí. Un suave resplandor azul

emana por encima de mi hombro.

Me giro para ver que Ella se ha sentado sobre su cama.

Todavía crepita con la energía Loriense, sus ojos color

marrón fueron completamente reemplazados por ojos color

azul cobalto. Cuando habla, su voz tiene ese extraño eco,

como cuando Legado hablaba a través de ella.

—No tienes de que sentirte culpable —le dice a Adam—.

Sabía lo que ibas a hacer tan pronto como bajé del Anubis.

Te estaba esperando.

Adam se queda mirando a Eli. —No yo—yo ni siquiera

sabía lo que iba a hacer cuando bajaste del Anubis.

—Oh, sí lo sabías.

Adam mira hacia otro lado, claramente incómodo bajo la

mirada de Ella. Si está aliviado de que Eli lo perdonara por

lo que pasó en el Santuario, no lo demuestra.

—Y Seis. —se gira hacia mí ahora—. Al salir de este

mundo, Sarah pensó en muchas cosas. Sobre todo en John y

su familia. Pero también pensó en ti, y en cómo se alegraba

de que estuvieras aquí para cuidar de John y al resto de

nosotros.

— ¿Estabas en su cabeza cuando murió? —le pregunto a

Ella, tratando de entender su nuevo y ampliado legado.

Se pellizca el puente de la nariz y cierra los ojos, lo que

provoca que la habitación se oscurezca un poco.

—Todavía estoy acostumbrándome a lo que puedo hacer.

A veces es difícil... desconectarse.

— ¿Eso es en todo lo que estaba pensando?

La pregunta viene de Mark. No estoy segura de cuánto

tiempo ha estado despierto y escuchando nuestra

conversación. Mira a Eli con esperanza desesperada, y noto

que su labio inferior tiembla. Ella le devuelve la mirada con

frialdad, y me pregunto si se le freirían algunos circuitos

emocionales durante su encuentro con Legado.

— ¿Qué es lo que realmente quieres preguntarme, Mark?

—Ella le pregunta con calma.

—Yo… nada. No es importante —Mark contestó,

mirando de nuevo hacia el suelo.

—Cruzaste su mente, también, Mark —dice Eli.

Mark traga saliva cuando oye esto y asiente, tratando de

no mostrar ninguna emoción. Estudiando a Eli, no estoy

segura de sí está diciendo la verdad o simplemente está

tratando de hacer que Mark se sienta mejor. Sus ojos

eléctricos son ilegibles.

—Estamos aquí —Lexa anuncia por el

intercomunicador—. Vamos a aterrizar.

Lexa aterriza la nave en un amplio campo abierto junto a

una pequeña cabaña de troncos. Viendo por la ventana el

lugar, es difícil creer que es aquí donde el gobierno está

planeando su contraataque contra los Mogadorianos.

Supongo que es una especie de punto estratégico. Con el sol

apenas elevándose sobre el lago Erie, llamaradas de luz color

rosa ondulan a través de la superficie del agua. Es una escena

tranquila y se vería totalmente como un refugio hippie de

yoga si no fuera por la presencia de los soldados armados y

sus Humvees2 camuflados en la línea de árboles.

2 Vehículo de alta movilidad multipropósito

Hay dos grupos esperándonos afuera de la cabaña e

incluso en mi estado de movimiento, es fácil leer la situación

basada en la distancia entre las facciones. En el primer grupo

está nuestra gente —John, Sam, Nueve, Malcolm, y una

chica que reconozco de la cumbre telepática de Ella, pero

cuyo nombre no conozco. Detrás de ellos, separados por

unas treinta yardas, hay un contingente de personal militar

que ven nuestra nave con gran interés. Me parece que a

pesar de que los militares están trabajando junto con la

Garde, siguen estando muy al pendiente de nosotros. Juntos,

pero aparte.

En ese grupo de soldados, reconozco a la agente Walker.

Mientras observo, aplasta con nerviosismo un cigarrillo y se

gira para responder a una pregunta formulada por el hombre

mayor de pie junto a ella. Él está claramente a cargo. El tipo

luce un plateado corte de pelo de y un curtido bronceado,

como si ellos simplemente lo hubieran sacado del campo de

golf. Se parece a una de esas personas mayores que todavía

están ahí fuera corriendo maratones, todo postura rígida y

fibrosos músculos. Lleva un traje militar formal cubierto con

una cantidad estúpida de medallas. Está rodeado por una

media docena de soldados con rifles de asalto para nuestra

protección, estoy segura. Dos chicos de su séquito destacan;

son gemelos si no estoy equivocada, y al parecen son de mi

edad, demasiado jóvenes para ser realmente soldados

enlistados, aunque llevan los almidonados uniformes de

color azul claro correspondiente a los cadetes.

Observo todo esto durante los pocos segundos que tarda

Lexa en extender la rampa de salida y apagar la nave.

Examinar nuestro entorno es una buena distracción, una

manera de evitar mirar a John. Su cara es una máscara, su

mirada es fría, y aún no he descubierto qué diablos voy a

decirle.

Nuestro devastado grupo de batalla camina lentamente

por la rampa. Escucho los murmullos de nuestros

observadores militares y no puedo dejar de notar lo rastreras

que se ven las caras de nuestros amigos. Estamos cubiertos

de sangre y suciedad, golpeados, exhaustos. Además, Eli está

emitiendo ese débil resplandor de energía Loriense. Lucimos

terribles.

Malcolm trae una camilla y la empuja a través de la hierba

para llegar con Adam, quién trae a Marina en sus brazos. Me

toma un segundo darme cuenta de que Mark no ha bajado

de la nave; se quedó junto al cuerpo de Sarah.

Antes de que pueda detenerlo, Sam me envuelve en un

abrazo. Sólo cuando sus brazos me rodean me doy de lo

mucho que estoy temblando.

—Ahora estas bien —susurra en mi enmarañado pelo.

Me contengo, tratando de no quebrarme a pesar de lo mal

que me siento, y, me liberó de los brazos de Sam. Miro hacia

John, pero él ya está de pie junto a Marina, con las manos

brillando suavemente mientras le sostiene la cabeza. Hay una

mirada de profunda concentración en su cara mientras la

cura, y se tarda tanto tiempo que comienzo a contener el

aliento, preocupada de que el daño infligido por Setrákus Ra

sea peor de lo esperado. Después de un largo momento en el

que todos los relojes se detuvieron, John retrocede con un

drenado suspiro. Marina se mueve un poco en la camilla,

pero no despierta.

— ¿Está…? —Adam empieza a preguntar.

—Estaba muy mal, pero va a estar bien —John responde,

su voz es completamente neutral—. Sólo necesita descansar.

Después de eso, John se aleja del grupo y camina por la

rampa de la nave.

—John, espera —me escucho decir, a pesar de que no

tengo ni idea de lo que voy a decirle.

Se detiene y mira por encima de su hombro hacia mí,

aunque no me mira a los ojos.

—Lamento no haber podido… no haber podido

protegerla —le digo, mi voz se escucha temblorosa y,

aunque estoy mortificada de admitirlo, un poco

desesperada—. Juro que lo maté, John. Atravesé su maldito

corazón.

John asiente, y puedo ver una vena en el cuello espasmos,

como si estuviera tratando de controlarse.

—Nosotros no somos los culpables de las acciones de

nuestros enemigos —John me responde, y lo que dijo suena

vacío, ensayado, como si supiera que esta conversación iba a

suceder. Sin decir una palabra más, sube la rampa y

desaparece en la nave de Lexa.

Le sigue un silencio sombrío. El personal militar regresa a

la cabaña, que debe tener unos muy grandes niveles

subterráneos para dar cabida a todos ellos, y Nueve

comienza a guiar a nuestro grupo al interior después de que

ellos entran. Miro por donde despareció John, Sam se queda

persistentemente a mi lado.

—Lo siento, Seis, pero no lo conseguiste.

Es Eli. Está de pie junto a mí, mirándome con esos ojos

vacíos de todo excepto de energía Loriense. Debo parecer

temblorosa de nuevo, porque Sam pone su brazo alrededor

de mí, sosteniéndome.

— ¿No conseguí qué?

—Matarlo —responde Eli—. Lo heriste, pero… todavía

puedo sentir que está allí afuera. Setrákus Ra está vivo.

TAN PRONTO COMO ESTOY A BORDO DE LA

NAVE, BERNIE Kosar se detiene frente mí. Su cola está

entre sus patas, y extiende las patas delanteras hacia fuera,

arqueando su espalda baja, con la cabeza hacia abajo. Es

como si estuviera inclinándose ante mí o esperando a que le

pegue fuertemente con un periódico enrollado. Desde el

fondo de su vientre, deja escapar un aullido bajo y triste.

Me toma un segundo darme cuenta de por qué está

haciendo esto. En Chicago, la última vez que vi a Sarah,

envié a BK con ella. Le había dicho a BK que la mantuviera

a salvo.

Oh Dios, BK, no es tu culpa, le digo telepáticamente. Me

arrodillo, pongo mi brazo alrededor de su cuello peludo y lo

abrazo fuertemente. BK babea sobre mi mejilla y se queja.

Las lágrimas brotan en mis ojos, las primeras que han salido

desde que escuche el hilo de la voz de Sarah

desvaneciéndose a través de mi teléfono vía satélite.

Las lágrimas no son lo mío. Primero Seis, ahora BK —la

culpa que sienten, me destroza. Sarah también era su amiga.

Ellos sienten esta pérdida al igual que yo, y es peor para ellos

por el hecho de que piensan que me defraudaron, que voy a

culparlos. Debería haber hablado con Seis, debería haberle

dicho algo más, pero simplemente no podía encontrar las

palabras adecuadas. Debería haberle dicho que sólo hay dos

personas que hago responsables de lo que le ocurrió a Sarah.

Setrákus Ra.

Y yo.

Nunca he sido bueno en expresar ese tipo de

sentimientos, hablar sobre mí, mis miedos y debilidades. En

realidad, sólo hay una persona con la que me he sentido

realmente cómodo hablando de esas cosas.

Sarah.

Me pongo de pie, me adentro más en la nave y la veo. En

la iluminación tenue de la nave, tendida en una cama, con

una sábana hasta la barbilla —ella podría estar durmiendo.

Su pelo rubio está disperso en la almohada debajo de ella. Su

piel es pálida, muy pálida, el color ha desaparecido de sus

labios. Avanzo hacia adelante sintiéndome como si estuviera

en un sueño.

Mark James también está aquí, sentado junto a la cama de

Sarah. Se pone de pie cuando me acerco, y estoy vagamente

consciente de la mirada asesina en su rostro. Por un

segundo, creo que podría interponerse en mi camino.

Viéndome debe de pensarlo mejor, porque se hace a un

lado a toda prisa. La ira en sus ojos es sustituida por

curiosidad, como si yo fuera un animal extraño.

O como si fuera un alienígena, capaz de hacer cosas que

no puede entender.

No dice nada cuando me arrodillo junto a Sarah. Tiro de

la sábana que cubre su cuerpo, y se pega del lado en el que la

sangre de sus heridas ya se ha secado. Está toda desgarrada.

Siento como si tuviera que llorar. O gritar. Pero todo lo

que siento es un vacío.

Y entonces mis manos se extienden hacia adelante, sin

pensar, actuando con una combinación de instinto y

desesperación. Presiono en sus heridas, siento su fría piel

bajo mis dedos, y dejo que mi energía curativa fluya dentro

de ella.

Cuando Sarah y Ella fueron acribilladas con fuego de

cañón en la Base de Dulce, me las arreglé para curarlas.

Estaban a punto de morir, y logré salvarlas. Tal vez… tal vez

aún haya esperanza ahora.

Mis manos se calientan. Brillan. La piel pálida de Sarah se

tiñe de rosa de pronto, y mi corazón late como loco.

Es un truco de la luz. Mi legado no está funcionando. No

hay chispa en Sarah que pueda volver a encenderse.

Dejo que el poder se filtre a la distancia. Ahora que he

visto de primera mano las heridas de Sarah, las horrible

visiones que me persiguieron durante horas y que esperé a

que desaparecieran. Se han convertido en realidad. Con

manos temblorosas, cubro el cuerpo de Sarah con la sábana.

No es en los detalles morbosos en lo que me encuentro

centrado. Eso no se quedará en mí. Es su cara —teñida de

azul en la tenue luz. Ella no parece sentir ningún dolor; no

hay líneas de arrugas en su piel y sus ojos están cerrados. Los

labios de Sarah se fruncieron para siempre en una casi-

curiosa sonrisa. Me inclino y beso suavemente esa sonrisa,

no me sorprendo por lo frío de sus labios. Entonces bajo mi

cabeza, descansándola en su pecho. Probablemente parece

que estoy escuchando el latido de su corazón, pero sólo

estoy diciendo adiós.

No lloro. Ella no querría que lo hiciera. Sin embargo, el

insomnio que sentía antes, se ha ido. Siento que por fin

puedo descansar, aquí, con Sarah.

—¿Eso es todo?

Mark. Me había olvidado por completo de que él estaba

en la habitación conmigo.

Levanto la cabeza y me giro lentamente, sin ponerme de

pie. La cabeza de Mark está inclinada; mirándome fijamente,

abriendo y cerrando los puños.

— ¿Qué? —pregunto, sorprendido por lo cansado que

sueno.

—Yo dije, ¿eso es todo? —repite, las palabras suenan

más duras ahora—. ¿Eso es todo lo que vas a hacer?

—No hay nada más que pueda hacer, Mark —le contesto

con un suspiro—. Se ha ido.

— ¿No puedes traer de vuelta a los muertos?

—No. No soy un dios.

Mark niega con la cabeza como si esperara esa respuesta y

aun así se siente decepcionado. —Mierda —se dice,

entonces me mira directamente a los ojos—. ¿Para qué

diablos sirves?

No voy a hacer esto con él. Aquí no. Jamás. Me pongo de

pie lentamente, le hecho una última mirada a Sarah y camino

en silencio hacia la rampa de salida de la nave.

Mark se interpone en mi camino.

—Te he hecho una pregunta —dice.

Por un momento, su tono de voz me regresa a la

secundaria de Paraíso. Sé que no es el mismo atleta que me

atormentaba a mí y a Sam —ahora tiene un aspecto salvaje y

una mirada obsesionada en sus ojos, el cabello despeinado y

la ropa sucia, esto avergonzaría hasta el infierno al viejo

Mark James. Pero sigue siendo un maestro en poner esa voz

de macho alfa. Le hace parecer más grande de lo que es en

realidad.

—Mark —le digo a modo de advertencia.

—No puedes simplemente alejarte de esto —responde.

—Fuera de mi camino.

Él me empuja. El contacto de hecho me sorprende y me

hace tropezar unos pasos hacia atrás. Lo miro fijamente.

—Estás enojado; estás sufriendo… —le digo a Mark,

manteniendo mi voz calmada a pesar de que quiero gritarle.

Como si no me sintiera de la misma manera. Como si no

quisiera golpear una pared—. ¿Pero esto… nosotros? ¿Pelear

por ninguna razón? No va a pasar.

—Oh, ahórrame tu rutina de gran-hombre, John, —dice

Mark—. Yo estaba allí cuando ella murió. Yo. No tú. Pasó

sus últimos momentos en el maldito teléfono contigo,

hablándote. Tú. El tipo que provoco que la mataran.

Duele escuchar que lo que dice Mark es lo mismo que yo

había estado pensando.

—Estábamos enamorados —le digo.

Mark rueda los ojos hacia mí.

—Tal vez. Tal vez realmente lo estaban. Pero —vamos.

Un misterioso nuevo chico llega a la pequeña ciudad, y oh,

tiene súper poderes. Y, oh, está tratando de salvar el mundo.

¿Qué chica no cae en esa mierda, eh? Mierda, mírame,

también estoy aquí. Al igual que el cabrón de Sam Goode. A

todos nos liaron en su torbellino de sufrimiento.

—Ella no cayó en nada. Yo no la engañe. —Mis palabras

son más agudas ahora. Sus palabras están empezando a

meterse bajo mi piel—. Estábamos enamorados antes—

antes de que incluso supiera de mí y lo que soy.

— ¡Pero tú lo sabías! —Mark grita, dando un paso hacia

mí— Siempre supiste lo que significaba estar cerca de ti y

aun… ¡aun así saliste con ella! ¿En todas esas ciudades a las

que viajaste antes de Paraíso, con cuántas… con cuántas

chicas saliste?

Niego con la cabeza, perdiendo el hilo de lo que Mark

está tratando de demostrar.

—Con ninguna…

— ¡Exactamente! Te mantuviste en tus pantalones

porque sabías que estar cerca de ti era una sentencia de

muerte. Excepto con Sarah. Simplemente no podías dejarla

en paz. Fuiste egoísta, o te sentías solo, o lo que sea; y tú…

tú provocaste que la mataran. Estaría viva y feliz si sólo

hubieras ido a otra ciudad, John. Sí, toda esta invasión

todavía estaría pasando, pero tengo la sensación de que las

naves de guerra Mogadorianas están muy lejos de Paraíso.

Sin ti, sin tus pendejadas, al menos ella habría tenido una

oportunidad.

No sé cómo responder. Parte de lo que Mark dijo es

cierto, pero ignora gran parte de lo que Sarah y yo

compartíamos. Tal vez fue egoísta de mi parte involucrarla,

excepto que cada vez que trataba de alejarla ella volvía. Sarah

tomo sus propias decisiones. Ella era fuerte y me hizo más

fuerte. Y fue la primera persona en la Tierra que me hizo

sentir como si realmente tuviera la oportunidad de una vida

normal, como si hubiera algo más que simplemente correr

sin fin y luchar. Sara me dio esperanza. Pero no tengo las

palabras para explicárselo a Mark, y tampoco quiero. No

necesito defenderme.

—Tienes razón —digo con frialdad, con la esperanza de

que esto sea suficiente para poner fin a esto.

— ¿Tengo… tengo razón? —Mark pregunta con

incredulidad, sus ojos muy abiertos— ¿Crees que eso es lo

que quiero oír?

Suspiro.

—Mark, la verdad es que no me importa lo que quieras.

Nunca me ha importado.

A continuación me golpea. Veo venir el golpe a una milla

de distancia, pero no me molesto en defenderme. Es un

gancho corto que me pilla justo en el estómago y me hace

aspirar aire con fuerza. No es la primera vez que Mark me ha

golpeado, y golpea con fuerza —tal vez un poco más duro

de lo que recordaba. Pero he recibido una gran cantidad de

disparos en los últimos meses, son más duros de lo que

Mark podría imaginarse, y apenas si sentí esté golpe.

Cuando no reacciono al primer golpe, Mark intenta con

otro. Sin embargo, su corazón no está en esté golpe. Lanza

un puñetazo a mi cabeza, pero parece cambiar de opinión en

el último momento, y su puño simplemente pega en la

esquina de mi mandíbula. La fuerza de su propio golpe hace

a Mark a un lado, donde tropieza con una de las camas

vacías, aterrizando en una incómoda posición sentado.

Se queda allí, mirando al suelo, e inhala profundo,

respirando agitadamente. Puedo decir que está tratando de

no llorar.

— ¿Te sientes mejor? —pregunto, frotando el centro de

mi tórax.

—No —responde—. No, no lo creo.

— ¿Y cuando terminemos esta guerra y destruyamos a

todos los Mogs que se interpongan en nuestro camino? ¿Te

sentirás mejor entonces?

Mark me mira, y lo que veo en su cara me sorprende. Es

pena. Me di cuenta de lo que acabo de decir en realidad no

era una pregunta para él. Es una pregunta para mí. Tengo un

poco de miedo de averiguar la respuesta.

—Eso no va a traerla de vuelta —dice.

No respondo. Le echo una última mirada a Sarah y

camino de regreso hacia la salida de la nave. En la puerta,

hago una pausa y doy media vuelta.

— ¿Harías algo por mí? —Le pregunto, mi es voz baja,

sin emociones.

Mark frota su pulgar por los nudillos.

— ¿Qué?

—Voy a conseguir que nuestros amigos militares nos

presten un vehículo. Estamos a sólo unas pocas horas de

Paraíso. ¿La lleva…? —Mi voz se quiebra, y me apoyo con

una mano en el frío metal de la puerta—. ¿La llevarías a

casa?

Mark resopla. Cuando habla, la amargura regresa a su

voz.

—Claro, John. Sé que estas ocupado, por lo que voy a

hacer la parte más difícil por ti. ¿Debo decirle a su mamá que

le mandas saludos?

Cierro los ojos, respiro profundamente y exhalo.

—Gracias, Mark —digo sin sentirlo realmente, y

entonces lo dejo a él y al cuerpo de Sarah atrás. Camino a

zancadas por la rampa de la nave y por el césped, en

dirección a la cabaña poco imponente donde actualmente se

esconde la mejor esperanza de la humanidad para sobrevivir.

El sol está saliendo, hay una franja de color naranja brillante

en el horizonte, calentando el azul frío del lago. Pienso en el

pálido rostro de Sarah, en sus fríos labios, y entonces

recuerdo cómo el sol se filtraba a través de su pelo rubio y

en lo que se habría convertido para mí un momento como

este, mientras ella apretaba mi mano de esa manera, y no

pudimos compartirlo juntos.

Hago los recuerdos a un lado. Enterrándolos en algún

lugar profundo. Me dirijo dentro de la cabaña con un

propósito y solo un propósito.

Solía pensar que podría haber algo más para mí aparte de

correr y pelear.

Ahora todo lo que me queda es matar.

CUANDO ME DEPIERTO, ME TOMA UN

MOMENTO darme cuenta de dónde diablos estoy. Algo del

arte malo del motel se me queda viendo desde las paredes

con paneles de madera. Estoy toda enredada en una sábana

rasposa. Debo haber estado dando vueltas como loca. Siento

como si sólo hubiera dormido durante unas horas.

El Patience Creek Bed & Breakfast. Un antiguo lugar de

reunión de espionaje de la época de la Guerra Fría. Sam me

puso al corriente de los detalles, mientras que me cargaba

por los pasillos. Estaba tan agotada y delirante, que estoy un

poco sorprendida de recordar algo de lo que me conto.

Sam.

Está a mi lado. Al otro lado de la cama. Ya está despierto

y sentado, con los pies sobre el piso, de espaldas hacia mí.

No se ha dado cuenta de que estoy despierta todavía. Sam se

rasca el cuello y bosteza. Se quita la camisa de dormir, y lo

veo extender la mano hacia la gastada camiseta gris que

cuelga en el respaldo de una silla, se concentra y hace flotar

la camisa hacia él con telequinesis.

Sonrío somnolienta. Es difícil creer que esté es el mismo

chico torpe que estaba por los pasillos de la secundaria de

Paraíso que casi consigue que lo maten la noche que nos

conocimos. Eso no fue hace tanto tiempo, pero mucho ha

cambiado. Sam todavía sigue siendo delgado y un poco

larguirucho, sin embargo, hay una capa de músculo en él

ahora. Y luego están las cicatrices, rosadas, frescas y

levantadas en las muñecas y los antebrazos, resultado del

tiempo que Sam pasó siendo torturado por Setrákus Ra.

Le pongo una mano en su espalda y la deslizo por su

columna. Él brinca, pierde la concentración, y su camiseta

cae.

—Buenos días —le digo en voz baja—. Es de mañana,

¿cierto?

—Es casi mediodía —Sam responde dándose la vuelta

hacia mí con una sonrisa. Sus ojos me miran por un

momento pero luego se sorprende a sí mismo, se ruboriza y

mira hacia otro lado con timidez.

Se me ocurre entonces que no estoy usando nada de ropa.

Ahora recuerdo lo que pasó. Después de que Eli me dio

la noticia de que no maté Setrákus Ra, me vine abajo. Una

vez que Sam me trajo a su habitación, me recomendó

encarecidamente que tomara una ducha, y lo hice, lavando el

polvo verde-gris de lo que solía ser el Santuario junto con la

sangre seca de Sarah. Recuerdo muy claramente la forma en

que la mugre se agrupó alrededor de los dedos de mis pies y

se fue en círculos por el desagüe. Inhale vapor y presioné mi

frente contra las frías baldosas, dejando que se me arrugara

la piel y se pusiera colorada por el calor.

Y luego, en algún momento, me metí en la cama. Sam

trató de permanecer despierto, pienso, pero no pudo

lograrlo. Y no me había dejado nada limpio para ponerme,

así que. . .

—Había dejado algo de ropa sobre la mesa —Sam dice

con cautela.

—Oh, imagino que lo hiciste —digo en voz alta. Una

túnica holgada con estampado de flores y unos vaqueros que

parecen peligrosamente acampanados me esperan al otro

lado de la habitación. Supongo que tenemos que aceptar

cualquier prenda sobrante que esté flotando alrededor del

escondite. Al menos espero que estén limpias.

—Yo, eh, bueno, sólo me quedé un poco dormido

aquí… —Sam avanza torpemente—. No quería despertarte.

Lo siento si lo hice —Uh, de todos modos, podemos

conseguirte tu propia habitación…

—Está bien, Sam. Relájate —le contesto sentándome, no

se siente muy modesto. Avanzo silenciosa hacia él, pongo un

brazo por encima de su hombro y engancho el otro

alrededor de su cintura, abrazándolo cerca. Su piel se siente

caliente contra la mía.

—Después de lo que paso, pensé que harías… no lo sé.

Me harías a un lado otra vez —Sam dice en voz baja, medio

distraído, probablemente sea a causa de que lo estoy besando

en la parte posterior de su cuello.

—No —le contesto.

—Bien —murmura.

Está bien, quizás este no sea el momento más adecuado.

Todavía tengo muchas cosas en mi mente y en mi

conciencia, pero si algo he aprendido de John y Sarah, es que

tienes que aprovechar estos momentos, no huir de ellos.

Nunca se sabe cuándo podría ser la última oportunidad.

Por supuesto, somos interrumpidos unos dos minutos

después por un golpe en la puerta. Sam salta de la cama

como si fuera a meterse en problemas, se pone la camisa y se

va a la puerta. Voltea hacia atrás a verme, y le sonrío,

cubriéndome con la sábana hasta la barbilla.

Sam abre un poco la puerta. Me sorprendo al ver a los

jóvenes gemelos que vi ayer cuando llegamos, los que

estaban con que el general Lawson que por lo que Sam me

dijo es el tipo que está a cargo.

Uno de ellos sólo mira fijamente a Sam, completamente

inexpresivo. El otro, un poco más amable, pero todavía

económico con sus palabras, anuncia: —Hay una reunión.

—Está bien —responde Sam—. Estaremos listos en un

minuto.

Los gemelos levantan una ceja al unísono cuando Sam

utiliza el "estaremos". Él les cierra la puerta en sus narices.

—Supongo que estamos de vuelta —me dice.

—De regreso a la guerra —le contesto con una sonrisa

agridulce.

Cuando empiezo a vestirme, asiento con la cabeza en

dirección a la puerta. Hay mucho acerca de nuestra situación

que todavía no conozco. Mejor resuelvo mis dudas antes de

dirigirnos a esa reunión con los militares.

— ¿Qué pasa con los gemelos?

—Caleb y Christian. —Sam me dice sus nombres y se

encoge de hombros—. Son un par de chicos de la escuela

militar. Ellos son NTALs.

—Sí, ellos parecían nenas.

Sam se ríe.

—No, no ‘nenas’. ‘NTAL’. N-T-A-L. No sé por qué

esperaba que supieras el nuevo y flamante acrónimo que el

gobierno acaba de inventar. Significa: Nativo Terrícola

Afectado por Legados.

— ¿Afectado? —Hago una pausa mientras me pongo la

camisa—. Hacen que suene como una cosa mala.

—Sí, utilizan 'aumentado' en lugar de ‘afectado’ cuando la

Garde está cerca, pero mi padre vio uno de los correos

electrónicos internos. —Sam se encoge de hombros como

disculpándose, como si fuera el embajador de toda la

humanidad—. Creo que los responsables de eso todavía no

están del todo seguros si los Legados son una buena cosa

para un grupo de adolescentes humanos en crecimiento.

Están preocupados de que pueda haber inconvenientes o

efectos secundarios.

—Sí, uno de los efectos secundarios es que hace que les

sea mucho más difícil a los Mogs dispararte a la cara.

—Vamos, yo sé eso —responde Sam—. ¿Pero para un

humano promedio, sin embargo? Esto es mucho para

asimilar. Quiero decir, tenemos dos tipos totalmente nuevos

de vida inteligente para asimilar en nuestras cabezas, y eso es

antes de llegar a la parte en la que ustedes los Lorienses nos

mutaron.

Alzo una ceja.

—Mutaron en el buen sentido —añade Sam.

—Entonces, ¿qué pueden hacer los gemelos? —le

pregunto, yendo de regreso.

Se encoge de hombros.

—Sólo telequinesis, por lo que se.

Estoy completamente vestida, pero todavía tengo más

preguntas. Me paro frente a la puerta con las manos en las

caderas.

—Así que el tipo Lawson. ¿Cuál es su cargo?

—Él era el presidente del Estado Mayor Conjunto en la

década de los noventa, supongo. Retirado.

Le doy a Sam una mirada de perdida.

—Presidente del Estado Mayor Conjunto es, como, el

puesto militar de más alto rango de América. Le informa

directamente al presidente, bla bla bla. —Sam se frota la

parte posterior de su cuello—. Yo tampoco sabía muy bien

lo que era, y eso que nací en este planeta.

—De acuerdo, ¿entonces qué ocurrió con el actual

presidente?

—Era de ProMog. Trajeron de regreso a Lawson porque

se había retirado hace tanto tiempo, que nadie se molestó en

corromperlo. Es como la versión humana de este lugar.

—Hablando de ProMog, vi a la agente Walker dando

vueltas la otra noche, también —digo, mi voz un poco

aguda—. ¿Confías en ella? ¿Confías en este tipo Lawson?

—Con Walker todo está bien. Luchó junto a nosotros en

Nueva York. En cuanto a Lawson. . . —Sam frunce el

ceño—. No lo sé. Es difícil para mí confiar en cualquier tipo

de organización después de lo de ProMog, pero tendrían que

estar locos para volverse contra nosotros ahora…

Mientras Sam habla, un viejo televisor posado sobre un

soporte contra la pared del fondo de repente se enciende

con un estallido de estática. Los dos nos volteamos hacia esa

dirección.

— ¿Qué demonios? —Pregunto.

Sam se frota las sienes.

—Este lugar tiene el cableado viejo o algo. La televisión

probablemente está llena de arañas.

—O de cámaras ocultas.

Sam me sonríe.

—Espero que no. De todos modos, no creo que estén lo

suficientemente organizados para espiarnos todavía.

Sam llega a la TV y pulsa el botón de apagado. No pasa

nada.

— ¿Ves? Roto —dice, antes de golpear el lado lateral del

televisor—. ¡Venga!

Cuando Sam habla, toda la electrónica en la habitación —

el televisor, la lámpara de mesa de noche, el antiguo teléfono

rotatorio — vuelven a la vida por un segundo. Un estallido

de estática del televisor, un destello de luz de la lámpara, un

estridente ring del teléfono. Sam no se da cuenta. Está

demasiado ocupado desconectando el televisor de la pared,

lo que provoca que finalmente se apague.

— ¿Ves? Estaba loca. Todo el lugar es una locura.

Lo miro.

—Sam, no es el cableado. Eres tú.

— ¿Qué soy yo?

—Hiciste lo mismo con todo los demás aparatos

eléctricos —le digo—. Creo que estás desarrollando un

nuevo legado.

Las cejas de Sam se levantan, y baja la vista hacia sus

manos.

— ¿Qué? ¿Tan pronto?

—Sí, llegan rápidamente una vez que la telequinesis se

manifiesta —le contesto—. Viste a ese niño en la cumbre

telepática de Eli. El alemán.

—Bertrand el apicultor —dice Sam, recordándome su

nombre—. Daniela tiene uno, también. Supongo que no

pensé que fuera a pasar tan poco tiempo para mí. Todavía

me estoy acostumbrando a la telequinesis.

No sé quién es Daniela, pero asiento de todos modos.

—La Entidad sabía que el mundo necesita que lo

protejan a toda prisa.

—Eh —dice Sam, reflexionando sobre esto—. De modo

que, es algo relacionado con la electrónica.

Se voltea de nuevo hacia el televisor y dirige sus manos

hacia él. Emite una ráfaga telequinética que golpea al

televisor en su soporte haciéndolo caer al suelo con un

fuerte golpe.

—Vaya.

—Bueno, al menos tienes telequinesis.

Sam se voltea hacia mí.

—Si tienes razón, ¿cómo consigo que funcione?

Antes de que pueda decirle a Sam que no tengo ni idea,

somos interrumpidos por otro golpe en la puerta. Un

segundo más tarde, uno de los gemelos nos dice con voz

apagada.

—Uh, lo que sea que están haciendo ahí, ¿podría esperar?

El general Lawson nos dijo que si no nos reuníamos con

todo el mundo a las novecientas, patearía nuestros culos.

Intercambio una mirada con Sam.

—Hablaremos de esto más tarde —le digo.

Él asiente, y abre la puerta para reunirnos con los dos

sombríos cadetes militares. A medida que avanzamos por el

pasillo, Sam se le queda viendo a cada lámpara que está en el

techo como si fueran un enemigo que necesita ser

conquistado.

NO HAY MUCHO PARA CONVERSAR, LOS

GEMELOS NOS GUÍAN a través de los serpenteantes

corredores del subsótano. Pronto estamos afuera de la sala

de conferencias. Malcolm llega al mismo tiempo que

nosotros de un pasillo diferente y se dirige hacia nosotros.

Los gemelos entran como un dardo a la sala, probablemente

preocupados por llegar tarde, mientras que los hombres

Goode y yo nos quedamos afuera.

Malcolm pone una gentil mano en mi hombro.

— ¿Cómo lo llevas, Seis?

Fuerzo una sonrisa.

— Lo estoy llevando —le echo un vistazo a Sam, y la

sonrisa ya no parece tan forzada. —, su hijo está

ayudándome a no perder la cabeza.

Sam se sonroja y se aparta un poco de su padre.

Malcolm le da una palmadita en la espalda.

— Bien, bien —dice. —, en tiempos como estos,

necesitamos apoyarnos los unos a los otros.

— ¿Cómo sigue Marina? — le pregunto a Malcolm. Lo

último que supe de ella, es que la llevaron dentro de la

cabaña en una camilla.

— Los médicos dicen que sus signos vitales son fuertes, y

ella despertó hace poco para comer algo —Malcolm

responde. —. Sí, John la curó, pero cuando el daño es tan

grave, no querrás apresurar nada. Ahora ella está

descansando.

— Seis estuvo preguntando sobre Lawson —Sam le dice

a su papá, bajando la voz. Me mira. —. Mi padre estaba con

la gente de Walker en Ashwood hasta que todos tuvieron

que evacuar. Después estuvo en… ¿dónde estuviste?

— En la Base de la Libertad. Me encontré con el

presidente — Malcolm dice con una sonrisa divertida. —,

me dijo que era un gran fan de mis documentos de

comunicación intergaláctica. Un mentiroso experto.

—El presidente, ¿está aquí ahora? — le pregunto.

—No, me fui de la Base de la Libertad a toda prisa para

volver a conectar con ustedes, pero lo último que supe es

que iban a mantener a Jackson en movimiento.

Manteniéndolo a salvo de esa manera.

—Huyendo —le digo —, sí. He estado en esa situación.

—Un hecho interesante que recogí. . . — Malcolm baja la

voz, a pesar de que estamos solos. —La hija del presidente,

Melanie, es una de ustedes.

Mis cejas se levantan.

—Espera. ¿Cuándo se reportaré para el deber?

La sonrisa de Malcolm se oprime.

—No creo que eso vaya a suceder. Pero, al menos, eso

significa que tenemos al presidente de nuestro lado.

—Y Lawson le reporta directamente a él…— Sam trae

de regreso a su padre a lo que estábamos hablando

originalmente.

—Ah cierto. Bueno, es un hombre difícil de entender —

Malcolm dice pensativo. —, parece que es una persona de

fiar, aunque tiene un tipo de implacable piedad pragmática.

Es un poco de la vieja escuela, como suele decirse. Como

mínimo, todos queremos lo mismo.

— Sí, a los mogs muertos— le contesto, y asiento hacia la

sala de conferencias. —. Veamos qué es lo que tiene que

decir.”

Cuando entramos, la mayor parte de nuestro grupo ya

está sentado alrededor de una mesa larga, ovalada. John está

sentado en un extremo, un poco encorvado. Lexa se sienta

junto a él, los dos están sumidos en una conversación en voz

baja. Lexa sostiene algo para que John lo examine, y lo

reconozco como uno de los dispositivos de camuflaje que

recuperamos en México. Esa es nuestra clave para poder

atravesar los escudos que rodean cada nave de guerra mog.

John mira en mi dirección cuando entro, y prácticamente

me congelo. Sin embargo, él asiente hacia mí, y a su vez yo

asiento hacia él, después inmediatamente regresa a su

conversión con Lexa. Creo que nos enfocaremos en el

trabajo a realizar y nos lamentaremos después.

Eso es bueno.

Nueve se sienta al otro lado de John, y junto a Nueve está

Ella. Sus ojos no han dejado de brillar intensamente, lo cual

está atrayendo una gran cantidad de miradas de los militares

agrupados en la habitación. Al tomar asiento, Nueve se

inclina hacia Eli

—Por lo tanto, Lite-Brite3, ¿es esto una cosa permanente

o puedes apagarlo?

Estudio a Eli buscando una reacción. Estoy feliz de ver

una pequeña y avergonzada sonrisa cruzar su rostro. La niña

solía tener un flechazo con Nueve, y que él se esté quejando

de su espectáculo de luz logra llegar hasta el fondo de ella.

Así que todavía queda un poco de la vieja Eli. Antes de

responderle a Nueve, Eli se concentra, y la energía cobalto

chispea provocando pequeños escalofríos a su alrededor.

—¿Mejor? —le pregunta.

3 Lite-Brite es un juguete electrónico cual fue introducido en los Estados Unidos en 1967 por la compañía Hasbro. Lite Brite permite la formación de dibujos iluminados por medio de estaquillas de colores en un tablero negro.

—Recuérdame tener las gafas de sol a la mano cuando

estés cerca— Nueve responde.

Eli sonríe, esta vez con más facilidad, y se inclina hacia

Nueve.

—Seis —Sam me da un codazo —. Esta es Daniela.

Nosotros la conocimos en Nueva York.

Al otro lado de la mesa frente a mí se encuentra la chica

delgada con el pelo trenzado que vi por primera vez en la

reunión en el sueño de Eli y luego otra vez la noche anterior.

Se balancea embarazosamente, luce mucho más que un poco

incómoda de estar sentada en esta sala.

—Mucho gusto —le digo —. Sam me dijo que ya has

desarrollado un legado además de la telequinesis.

—Disparo rayos de mis ojos que transforman lo que sea

en piedra, al parecer —Daniela dice con cautela. Deja caer su

cabeza, y sus trenzas rebotan —. Habría puesto mi pelo

hacia arriba si hubiera sabido que la gente iba a identificarme

por un estúpido súper poder.

—Lo entiendo— Nueve dice, señalándola. —, es porque

eres Medusa.

—Sí, bobo —dice Daniela, rodando los ojos —. Lo

entiendes.

—Ella me agrada —le digo a Sam.

A pesar de que nadie nos obligó a elegir asientos en los

extremos opuestos de la mesa, hay una línea muy clara entre

nosotros y el personal militar que nos superan en número de

casi tres a uno. Todos ellos están al otro extremo donde

Lawson está sentado a la cabeza. La más cercana a nuestra

parte de la mesa es Walker, una zona de seguridad humana,

hay asientos vacíos a cada lado de ella. Ella mira hacia abajo

a las notas delante de ella, ninguno de los otros tipos del

gobierno hace ningún esfuerzo para charlar con ella.

Los gemelos están sentados un poco más atrás, uno a

cada lado de Lawson. Se ven como guardaespaldas. Diablos,

se me ocurre que la mayoría de la gente en esta sala esta

armada y protegerían a un tipo como Lawson antes que a

nosotros. Además de los tipos oficiales sentados en la mesa,

hay un grupo de soldados colgando de las paredes, sus rifles

apuntan hacia abajo pero todavía sin estar cargados y listos.

Estoy bastante segura de que podríamos acabar con todo el

grupo, armas y todo, pero eso no significa que no esté un

poco preocupada por estar en un cuarto reducido con toda

esta potencia de fuego.

En la pared detrás de Lawson hay una enorme pantalla

táctil que muestra un mapa de todo el mundo. Hay zonas

resaltadas con siniestras y rojas firmas de calor: La Ciudad de

Nueva York, Los Ángeles, Londres y unas veinte más. Es en

esos lugares donde deben estar las naves de guerra de

Setrákus Ra. Entonces, solamente en los Estados Unidos,

hay un montón de puntos verdes, mucho más pequeños que

las naves de guerra, pero numerosas. Al mirar más de cerca,

me doy cuenta de que todos esos puntos forman círculos

sueltos alrededor de las firmas de calor mogadorianas. Estos

puntos deben ser las células de las que Caleb estaba

hablando, pequeñas pero organizadas y listas para

contraatacar.

Cuando miro hacia abajo de la pantalla, atrapo a Lawson

mirándome. Él ha estado viéndome mientras evaluaba su

mapa. Asiente levemente hacia mí antes de regresar su

atención al resto de la habitación.

—Creo que ya podemos comenzar —Lawson anuncia, su

voz es casual pero fuerte, con un suave acento sureño.

Todas las demás conversaciones se detienen

inmediatamente.

Echo un vistazo alrededor. Mark y Adam todavía no han

llegado. Abro la boca para decir algo, pero Lawson ya ha

comenzado a hablar.

—Para todos aquellos que no me conocen, yo soy el

General Clarence Lawson —El general dice esto para

nuestro grupo, ya que no me cabe la menor duda de que

todo el ejército y los lacayos del gobierno lo conocen muy

bien —. El presidente me ha concedido completa autoridad

para coordinar la respuesta del país a la invasión

Mogadoriana.

Lawson hace una pausa y espera una respuesta. Ninguno

de nosotros dice nada. Personalmente, no estoy segura de lo

que él espera de nosotros. ¿Nuestra propia presentación?

Echo un vistazo a través de la mesa y veo que John mira

fijamente al general, esperando a que él continúe.

Lawson se cruza de brazos y se aclara la garganta.

—Hazme saber si voy demasiado rápido para ti —dice

con una sonrisa seca —. No soy un hombre que desperdicia

sus palabras, y no a menudo me encuentro hablando de

cuestiones estratégicas con adolescentes civiles, ya sean

extraterrestres o no.

—No podrás ir demasiado rápido para nosotros —dice

John, su mirada es inquebrantable.

Lawson asiente una vez, después mira a los humanos en

la habitación. —En cuanto al resto de ustedes, tenga en

cuenta que estos jóvenes probablemente han matado a más

alienígenas hostiles que todas las ramas combinadas de

nuestro servicio armado. Respeten eso y respeten su

presencia.

No sé qué pensar de este tipo. En un instante se está

burlando de nosotros por ser jóvenes y al siguiente está

cantando nuestras hazañas a expensas de su gente. Tal vez es

sólo uno de esos tipos que intenta mantener a todos en

estado de alerta a través de la negatividad constante.

Lawson agarra una tableta y presiona un botón. Un reloj

de cuenta regresiva aparece en la pantalla detrás de él,

resaltado con rojo y en negativo.

—Estamos a aproximadamente diez horas de que se

cumpla el tiempo límite que dio Setrákus Ra para la

rendición incondicional, la cual también incluía una demanda

para entregar a toda la llamada garde "renegada", así como a

los NTALs. Para su conocimiento, solamente Moscú ha

cumplido con este ultimátum. El gobierno ruso comenzó a

arrestar a decenas de jóvenes la noche de ayer. Nuestros

agentes informan que muchos de ellos ni siquiera han

desarrollado legados, que probablemente en realidad sean

agitadores anti-gobierno y que la administración vio esto

como una oportunidad de deshacerse de ellos al mismo

tiempo que serenan a los aliens hostiles.

—Tendrá que hacerse algo al respecto —John interviene.

Su voz es fría y autoritaria.

—Estoy de acuerdo. Aunque los abusos humanitarios de

otros gobiernos no serán una prioridad —Lawson responde

—. Francamente, debemos tener en cuenta lo afortunados

que fuimos de que sólo los rusos cedieran ante los aliens

hostiles. Hemos sido capaces de comunicarnos con la

mayoría de nuestros aliados internacionales y los estamos

animando a que evacuen las ciudades amenazadas por las

naves de guerra, mientras que de forma encubierta se

organiza el contraataque en caso de que logremos quebrar

los escudos Mogadorianos. Sin embargo, si Setrákus Ra

ejecuta los ataques que prometió —en Nueva York o

Beijing— no estoy seguro de si estos otros países tengan la

capacidad de mantener el rumbo. Creo que todos estamos de

acuerdo en que estamos contra reloj. No es si Setrákus Ra

cumple sus amenazas, es cuando.

A la mención de Nueva York, Daniela se aclara

ruidosamente la garganta. John la mira, luego mira a Lawson.

— ¿Cuál es la situación en Nueva York? —él pregunta.

—La misma —responde Lawson —, las tropas

Mogadorianas están en el suelo de Manhattan, con nuestras

fuerzas de trabajo clasificando y evacuando los barrios

exteriores. Tampoco es prioridad en este momento, a menos

que la nave de guerra regrese.

Daniela no reacciona mucho a la noticia. Pero con lo

último que dijo Lawson, sus labios se curvan en un apretado

ceño fruncido, y comienza a tamborilear sus dedos sobre la

mesa frente a ella, luce como si necesitara desquitarse con

algo. Me pregunto si perdería a su familia en la ciudad. Me

pregunto si todavía están atrapados allí.

—¿Están siguiendo al Anubis? — John pregunta.

—Lo estamos. Después de atacar a su gente en México, la

nave insignia Mogadoriana no volvió a Nueva York. Nuestro

reconocimiento muestra que está en Virginia Occidental

sobre una de montaña en Hawks Nest State Park. Algunos

agentes de ProMog que hemos interrogado indican que este

lugar es…

—Sí, sí —interrumpe Nueve, claramente aburrido —, la

mayoría de nosotros hemos tenido la suerte de mierda de

estar atrapados en ese lugar una o dos veces. Es su gran

base.

Cuando Nueve termina de hablar, Lawson permite el

silencio subsiguiente. Detrás de él, los gemelos se erizan ante

esta ruptura del decoro. Lawson mira a Nueve como si fuera

un cadete fuera-de-línea, pero Nueve no se da cuenta. En

cambio él ha regresado a hacer garabatos de explosiones en

un pedazo de papel de la papelería del Ejército de los

Estados Unidos.

—Nosotros estamos conscientes de la base —dice John

diplomáticamente. O tal vez sólo sin ninguna emoción —,

nos infiltramos una vez, pero no habíamos tenido los

recursos para atacar adecuadamente hasta ahora.

Lawson asiente y parece que está a punto de responder.

Antes de que él pueda hacerlo, me inclino hacia delante para

mirar a Eli. Tal vez ella sabe por qué está estacionado en

Virginia Occidental y no ha cumplido con ninguna de sus

amenazas.

—Eli, ¿por qué Setrákus Ra detuvo la Anubis en ese

lugar? ¿Qué es. . . que es lo que está esperando?

Todos los ojos se giran hacia Ella, a pesar de que la gran

mayoría de los militares lucen incómodos por estar

recibiendo información de una niña preadolescente que

chispea con energía de otro mundo. Eli se ve igual de

incómoda con toda la atención, y emite una llamarada

inofensiva de energía Loriense cuando abre la boca para

responder.

— ¿Quieres…?— Eli vacila. — ¿Quieres que haga

contacto con él?

—Whoa, espera— le digo.

— ¿Puedes hacerlo sin que se dé cuenta? — John le

pregunta a Eli — ¿Sin ponerte en peligro?

—Creo que sí. Si soy lo suficientemente rápida —dice

Eli, y antes de que cualquier persona pueda protestar, cierra

sus ojos. El resplandor que emana de su piel se intensifica

una vez más. Todo el mundo en la sala se queda en silencio,

mirando a Eli con cautela. Es un poco como estar en una

sesión espiritista.

—Es una telépata —explica Sam sin convicción, mirando

a las caras de desconcierto de alrededor.

Con un jadeo, Eli abre los ojos. Un montón de gente

salta, yo incluida. No puedo evitarlo. Ella es un poco

espeluznante.

—¿Estás bien? —John le pregunta.

Eli asiente, tomando una respiración profunda —Casi me

detecta —dice, hay una nota de orgullo en su voz —, su

mente está ocupada. Fue gravemente herido — Aquí Eli me

mira, y mi estómago se aprieta. —. Sus ayudantes nacidos de

verdad lo colocaron en los tanques para acelerar el proceso

curativo.

—Ellos usan los tanques para crear a sus soldados —

John comienza a explicarle a Lawson.

—Ya sabemos lo de los tanques— dice, haciendo esto a

un lado — ¿Tienes alguna idea de cuándo terminara con. . .

lo que sea que esté haciendo? ¿Cuándo reanudará los

ataques?

Eli niega con la cabeza —Sus heridas fueron casi

fatales— dice —. Lo habrían matado si no tuviera sus

aumentos.

Siento una breve hinchazón de orgullo con eso. Orgullo y

un dolor masivo de que haya sido una oportunidad

desaprovechada. Si sólo lo hubiera golpeado un poco más

fuerte.

— ¿Estamos hablando de horas? ¿Días? ¿Una semana?

—Lawson persiste.

—No estoy segura. Unas horas más, supongo, pero

probablemente no serán días… —Eli ladea la cabeza,

recordando otro detalle que claramente la preocupa —.

También hay otros ahí abajo con él.

— ¿En los tanques? —John le pregunta.

—Sí —responde Eli.

Nueve hace una mueca. — ¿Ósea que, están flotando en

materia pegajosa juntos? Maldición, eso es repugnante.

—Los tanques funcionan de una manera diferente a la de

antes, ahora funcionan con el poder qué… que nos robó —

Ella continúa. —, mientras se cura, Setrákus Ra también

trabaja. Él está —no sé qué es lo que está haciendo

exactamente. Los otros que están con él, los está

convirtiendo en algo nuevo.

No me agrada como suena eso. A juzgar por las caras de

alrededor de la mesa, a nadie le agrada. Recuerdo esa visión

del pasado en la que Setrákus Ra estaba —como empeñado

en darle legados a la gente. Eso tiene que ser lo que está

haciendo ahí abajo.

Antes de que pueda decir algo, Lawson silba, su cabeza

ladeada. — ¿Qué les robó Setrákus Ra?

Eli me mira primero a mí y luego a John, como si pidiera

permiso para decirle a Lawson que Setrákus Ra extrajo un

montón de energía Loriense del suelo en México. No sé lo

honesto que se supone que debemos ser con estas personas;

mi instinto me dice, que no mucho. Estoy segura de que

todo el mundo en nuestro lado de la mesa se ha dado cuenta

lo que esta mierda significa, pero que no parece prudente

compartir esa información con los militares. No hay

necesidad de asustarlos más de lo que necesario. O de darles

una idea sobre lo que puede pasar cuando horriblemente se

explota un recurso.

Me siento aliviada cuando John sutilmente niega con la

cabeza en respuesta a Eli.

Ella se gira hacia Lawson —Algo valioso para nuestra

gente —dice ella.

Lawson parece saber que hay más en la historia, pero no

presiona en el asunto. En su lugar, le hace un gesto a uno de

los oficiales que está de pie junto a la puerta. El tipo se va

inmediatamente, a buscar algo para su jefe. Tengo una

sensación de hundimiento. Las misteriosas señales con la

mano siempre son una mala señal.

—De acuerdo, entonces. Si estamos listos para discutir

las oportunidades de contraataque —comienza Lawson.

—Ya era hora —murmura Nueve.

—Debemos de tener todos nuestros activos de

inteligencia disponibles —termina Lawson.

En ese momento, el oficial que Lawson envió corriendo

al pasillo hace un segundo regresa. Él dirige a dos guardias,

ambos armados con rifles de asalto y en uniforme de

combate. Ellos no miran al prisionero que se interpone entre

ellos, encadenado de pies y manos, y que luce cerca del

agotamiento.

Ese prisionero es Adam.

POR ALGUNOS MINUTOS, REALMENTE PENSÉ

que esta reunión podría pasar sin algún contratiempo y

podría rápidamente regresar a mis propios planes de derrotar

a Setrákus Ra. Supongo que subestime la profunda estupidez

del gobierno.

Seis es la primera de pie cuando ellos traen a Adam en la

habitación, sus cadenas haciendo un sonido seco de metal.

Ella se levanta tan rápido que su silla cae detrás. Algunos de

los soldados armados en la habitación están al borde de la

ansiedad de levantar sus armas en una fracción. Cuando ella

se levanta, también lo hacen Sam y Nueve.

— ¿Que es toda esta mierda? —Seis grita a Lawson

mientras apunta a Adam.

—Está todo bien, Seis —Adam dice cansadamente, sus

ojos se posan en los guardias armados —, estoy bien.

Nueve gira alrededor para mirar a los guardias con una

mueca. Él asiente a un chico cuyo dedo esta enroscado justo

en el gatillo de su rifle de asalto.

—Él está con nosotros, Viejo —Seis gruñe a Lawson

ignorando el intento de Adam de apaciguar la situación. —,

es nuestro amigo.

Lawson ni siquiera se ha movido de su asiento. De hecho,

él no parece impresionado por toda la situación. Me

pregunto si este es él intentando conseguir estar sobre de

nosotros con algún propósito, tratando de ver que tan lejos

puede él empujarnos, preguntándose qué clase de aliados

seremos.

—Su amigo —Lawson responde calmadamente —, es un

miembro de una raza alienígena hostil que está empeñada en

el sometimiento de este planeta. Lo trajeron aquí a la puerta

de la mejor esperanza de la humanidad para resistir y

esperaron, ¿qué? ¿Qué lo dejaríamos vagar por ahí

libremente?

—En esencia —Nueve dice.

Cuando ella entró por primera vez en la habitación,

percate la manera la que Seis miro las armas militares.

Reconozco esa mirada. Ella está descubriendo nuestras

oportunidades de tomarlos en una pelea. Pienso que no

esperaba que las cosas se pusieran así, debo de admitir que

hice mis propios cálculos similares. Es un instinto de

supervivencia que probablemente nunca se nos quitará.

Juzgando por las miradas aprensivas en las caras de

muchos soldados, ellos también hicieron los cálculos. Ellos

no conocen a Seis o algunos de los otros, pero estoy seguro

que ellos han visto videos u oído rumores acerca de lo que

hice en la ciudad de Nueva York.

Ellos saben que no pueden ganar.

Pienso en Sarah. Sé que ella me diría que me mantenga

calmado, y que ella estaría bien. No quiero herir a nadie.

Necesitamos trabajar con esta gente si vamos a salvar al

planeta. Sé eso. Pero ellos también necesitan saber de lo que

somos capaces, especialmente el General Lawson. Él

necesita saber que no somos una herramienta en la guerra

contra Setrákus Ra.

Él es nuestro.

Me levanto muy despacio para que así nadie más se ponga

nervioso. Mientras lo hago, miro alrededor y uso mi

telequinesis para expulsar el cartucho de cada arma de fuego

en la habitación. Los ojos de los soldados se ampliaron

cuando cayeron sus municiones en la alfombra.

Todos están mirándome ahora. Bien. Camino alrededor

de la mesa y me acerco a los dos guardias que están

sujetando los brazos de Adam.

—Retrocedan —les digo. Ellos lo hacen.

Adam cruza mirada conmigo, y lo veo mover sutilmente

su cabeza, como si no quisiera que haga una escena. Pero

tengo que aclarar mi punto.

Enciendo mi Lumen, mi mano esta blanca y caliente en

cuestión de segundos. Alcanzo cuidadosamente las cadenas

de Adam y las derrito para que sus manos estén libres.

Con eso hecho, me giro alrededor y miro a los otros. Los

tipos del gobierno todos traen la misma expresión, entre

algún punto de enojo y miedo. Algunos de nuestra gente —

como Daniela y Sam— parecen nerviosos. Otros, como

Nueve y Seis, me miran con un ánimo diabólico. La agente

Walker, sorprendentemente, esconde una sonrisa asombrada

detrás de su mano.

Me concentro en Lawson. Su expresión permanece

completamente controlada y neutral.

— Podrías sólo haber preguntado por las llaves —me

dice él.

—Nosotros no le respondemos a usted —replico,

poniendo mi ahora fría mano en el hombro de Adam —,

usted no toma decisiones sobre nosotros. Entiende, ¿Señor?

—Entiendo, y no pasará otra vez —Lawson replica sin

resentimiento. Su suavidad es casi preocupante. —,

necesitan entender, que tenemos que asegurarnos de que

su… su amigo aquí, estuviera a su nivel.

—Y usted necesita entender que estamos yendo tras

Setrákus Ra tan pronto como mi gente esté bien —digo y

tan pronto como yo esté lo suficiente fuerte, casi añado. Tan

pronto como haya añadido tantos legados como sea posible

a mi arsenal. —Vamos a matarlo y enterrarlo dentro de su

montaña— continuo— ¿Cómo se alinea eso con sus

proyectos para un contraataque?

—Suena bastante bien —Lawson dice, y me hace una

seña de para que tome mi asiento otra vez. Le doy un

codazo a Adam y dejo que él tome mi silla a la cabecera de la

mesa.

Con la situación relativamente calmada, Seis y los otros se

sientan otra vez. Los soldados a nuestro alrededor no hacen

algún movimiento para alcanzar sus cartuchos. Mientras

todos están acomodados otra vez, Seis se dirige al otro lado

de la mesa a Adam.

— ¿Estas bien?

Él asiente rápidamente, apagando toda la situación,

incluso cuando aún hay esposas en sus muñecas. —Todo lo

que hicieron fue preguntarme algunas cosas, Seis. No es gran

cosa.

Cruzo mis brazos y miro a Lawson. — ¿Entonces qué

más hay que discutir?

Lawson se aclara la garganta, aun imperturbable. —

Mientras nosotros apoyamos su asesinato contra el líder

mogadoriano incondicionalmente, nosotros tenemos algunos

asuntos que necesitan ser resueltos. Así como algunas otras

preguntas y preocupaciones.

—Asuntos urgentes —repito pesadamente —. Preguntas

y preocupaciones.

—Por ejemplo —Lawson continua —, estoy al tanto que

ustedes recientemente usaron una especie de extra-sensor de

percepción para comunicarse con lo que se cree que fueron

cientos de NTALs a través del mundo.

Parpadeo a eso. Él está hablando acerca de la telepatía en

la que Eli nos metió. Por un segundo, estoy fuera de balance,

no estoy seguro de como Lawson podría posiblemente saber

de eso. Luego miro encima de su hombro a los dos gemelos

cara de roca — Christian y Caleb — quienes han estado

rondando alrededor de Lawson constantemente desde que

llegamos aquí. Ellos tienen legados, así que por supuesto que

estaban en la habitación cuando conocí a todos los nuevos

humanos poderosos. Ellos deben haber reportado los

detalles a Lawson. Si no fueron ellos, entonces fue la hija del

presidente.

—¿Qué con eso? — le pregunto.

— Bueno, John, esos son cientos de menores quienes tú

estás reclutando de todo el mundo. Hay ciertas

preocupaciones del bienestar de esos niños.

Les mando una mirada seria a los gemelos que flanquean

a Lawson antes de responder, esperando que él aprecie la

ironía.

—No va a haber ningún lugar seguro en este planeta

pronto —le digo a Lawson. —, ellos necesitan entrenar lo

único que podamos enseñarles.

—Entiendo eso —Lawson responde —, pero tú

entiendes por qué podría poner a algunas personas

nerviosas, ¿no lo crees? ¿Tú construyendo un ejército de

nuestra gente joven?

Niego con la cabeza con incredulidad y espero que mi

expresión transmita cuán ridículo encuentro este disparate

burocrático. Casi me lleva afectuosamente de regreso a los

días en los que huíamos.

— Nosotros no estamos construyendo nada —digo,

entonces miro a los gemelos. —ustedes dos. ¿Les ordené

venir aquí? ¿Forcé a los otros?

Los gemelos parecen sorprendidos de que se les hable

directamente. Se intercambian una mirada, y luego miran a

Lawson por permiso.

—Hablen libremente —dice él.

—No. Tú no hiciste nada como eso —Caleb replica

inmediatamente, su hermano sentado ahí con cara de roca.

Caleb señala a Nueve. — Ese nos llamó a todos nosotros

debiluchos, sin embargo.

Nueve se encoje de hombros ante eso.

Miro a Lawson. — ¿Satisfecho?

—Por ahora —él replica —, al menos dennos una

advertencia si van a hacer algo por el estilo otra vez.

Miro. — ¿Tú dijiste algo acerca de preocupaciones

urgentes?

Lawson señala el mapa detrás de él, que representa las

posiciones de dos docenas de naves Mogadorianas.

—Como dije, estamos todos tratando de cortar la cabeza

de la serpiente. Demonios, enviaremos tantos respaldos

como podamos con ustedes a Virginia Occidental mientras

logremos permitirnos el lujo de prescindir —Lawson

empieza. —, pero ahora mismo el enemigo piensa que

estamos panza arriba. Cuando ataquemos, ¿Qué pasa con

esas ciudades? Todos están en modo de evacuación ahora,

pero no es fácil mover millones de personas. Un ataque con

Setrákus Ra podría abrir batallas en cada frente.

Lexa habla. —Como la única sobreviviente la vieja

invasión Mogadoriana a nuestro planeta, recuerdo lo

suficiente de cómo cayó, déjeme decirles algo, sus tácticas

han cambiado. Ellos dejaron hecho un desperdicio nuestro

planeta en horas…

—Alentador —Lawson responde.

—Ellos quieren ocupar la Tierra, no convertirla en un

lugar inhabitable—Lexa continua — ¿Sin saber que ellos nos

han dado alguna ventaja?

— ¿Podría Setrákus Ra estar fanfarroneando? — Lawson

pregunta. —Es verdad que mi gente quiere captar— dice

Adam con un ceño fruncido profundo —, todas las

probabilidades, la flota no es capaz de otro viaje

intergaláctico. Ellos necesitan quedarse aquí. Pero si piensan

que de algún modo limitan su voluntad de destruir incluso

decenas de ciudades, los subestiman.

—Así que estamos de regreso en la cuenta regresiva para

el juicio final— Lawson replica —una vez que ataquen a Ra,

nosotros tenemos que asumir que la cuenta regresiva se

detendrá y la destrucción empezará.

— ¿Qué pasa cuando se recupere y se dé cuenta de su

fecha límite pasó mientras estaba lamiendo sus heridas? —

Seis se interpone —. Él nos atacara de todas maneras.

—Exacto —Lawson asiente. —. Los ataques son

inevitables de cualquier manera. Eso no significa que

queramos apurarlos. Queremos estar tan preparados como

podamos estar. Conseguir tener tantos civiles seguros como

podamos. Usen cada minuto de este retraso que nos han

dado.

—Tú quieres que esperemos —digo, apretando mis

dientes. Por lo contrario aun necesito más tiempo para

recolectar legados, estoy ansioso por una pelea. Por ahora, es

por lo que estoy viviendo. Sentarse en esta junta ha sido lo

suficientemente difícil. — ¿Por cuánto?

— No va a ser fácil coordinar una serie de ataques

internacionales contra la tecnología superior del oponente,

—Lawson dice —. Hemos recibido los dispositivos de

camuflaje que su equipo descubrió desde México, y nuestros

chicos de ciencia están tratando de realizar ingeniería inversa

a la de ellos.

La gente de Lawson probablemente ha gastado más

tiempo con esos dispositivos de camuflaje que el que yo he

gastado. Lexa —a quien conocí en persona esta mañana—

me trajo la tecnología Mogadoriana como prioridad. Ellos

no parecen tan impresionados. Cajas negras y solidas con

unas cuantas entradas y cables, cerca del tamaño de un libro

de bolsillo, pero es la clave de las armas humanas teniendo

una oportunidad. Las entregamos a Lawson unas horas antes

de esta junta. Conservamos la ya instalada en la nave de

Lexa, y aparte una para mí.

—Puedo ayudar con eso —Adam dice a Lawson. —.

Conozco la tecnología bastante bien.

—Lo aprecio, Sr. Mog —Lawson replica. —Aun si

desciframos los dispositivos y los ponemos en producción,

aún tenemos que poner esta tecnología en las manos de

nuestros aliados por todo el mundo. Ahora que sabemos

cómo se ven, otros países, en particular la India, han tenido

cierto éxito derribando los Skimmers durante escaramuzas y

excluyendo los propios dispositivos de camuflaje.

Suponiendo que vamos más allá de los escudos, todavía

estamos evaluando si vamos a estar mejor servidos

intentando abordar estos buques por la guerra o depender de

misiles balísticos.

—Ningún acercamiento será fácil —Adam replica. —

¿No podrían sólo atacarlos con un arma nuclear?

Lawson entrecierra los ojos. —Nosotros estamos

evacuando nuestras ciudades en peligro, joven, pero aún hay

gente allí abajo. Una guerra nuclear esta fuera de discusión

aquí en América. No puedo decir lo mismo de otros

países…

—Lo suficientemente malo para hacer estallar esas naves

gigantes sobre las ciudades —Daniela murmura.

Lawson levanta la mano. — Un problema a la vez.

Independientemente de qué enfoque tomamos, los

dispositivos de camuflaje siguen siendo nuestro mayor

obstáculo. Estamos trabajando con una increíblemente

pequeña reserva cuando necesitamos uno por nave o uno

por misil. Y luego está el pequeño asunto de llevarlos a las

manos de nuestros aliados— Lawson pausa para tomar

aliento. — ¿Qué tanto tomaría tener suficientes a la mano

para montar un ataque a las naves?

— ¿Todas ellas? — pregunto. —¿Al mismo tiempo?

—Así es como estas operaciones funcionan, John.

Nosotros los golpeamos con todo al mismo tiempo para

maximizar nuestra única ventaja… el elemento sorpresa. Si

dejamos que ellos conozcan que podemos romper sus

escudos demasiado pronto, los parámetros cambian. Ellos

tal vez estén un paso adelante en sus ataques. Ahora mismo,

ellos tienen su bota en nuestros cuellos; ellos piensan que

estamos acobardados, estamos listos para la pelea. Ellos no

saben todavía que tenemos un cuchillo debajo de la manga.

Pero necesitamos esa tecnología. Y estamos contra de reloj.

¿A menos que sepas cuando Setrákus Ra estará en esta pelea

suya? —pregunta él, mirando a Eli

Ella sacude su cabeza.

—Entonces tú entenderás que tan precaria es nuestra

situación —Lawson concluye—. Probablemente sólo

consigamos una oportunidad en esto, y necesita ser rápido.

Tomo todo esto, un poco sobre mis talones. Lawson no

pinta una linda pintura. Tal vez no estoy en la mentalidad

correcta para ayudar a coordinar un contraataque

internacional. Para mi suerte tengo refuerzos.

Seis mira con atención por la mesa a Ella. —Hay nuevas

rocas de Loralita creciendo por la tierra, ¿correcto?

—Sí —Eli dice —, puedo sentirlas.

Seis chasquea sus dedos. —Ahí está. Usamos eso para

entregar los dispositivos de camuflaje alrededor del mundo.

Lawson me mira. — ¿Estas son las rocas que

mencionaste a los NTALs en tu… ah… sesión informativa

psíquica, no?

Asiento.

—Mmm — Lawson mira al mapa sobre su hombro—.

Una vez que nos enteramos de ello, animamos a nuestros

compañeros internacionales a bloquear cuantas puedan

encontrar

Sacudo mi cabeza. — ¿Lo hicieron?

—Sí, John, por supuesto que lo hicimos. Dicho esto,

algunos líderes se han reído abiertamente de mí cuando les

pedí desviar recursos a guardar algunas rocas mágicas. Sin

mencionar, que sólo nosotros sabemos la localización de una

fracción donde crece la Loralita.

— ¿Cuántos humanos-garde han sido interceptados?

pregunto, con mi voz fría.

—Unos cuantos — Lawson replica cautelosamente. —,

por su propia protección. La mayoría de ellos están en el

exterior. Asumiendo que sobrevivieron los siguientes días,

tal vez podamos discutir como los entrenarán. Con

supervisión apropiada, desde luego.

No me gusta esto. Se siente como si estuviéramos dando

mucho, demasiado fácil, entregando la localización de la

Loralita a Lawson, sin mencionar a los novatos Humano-

Gardes en los cuales él esta tan interesado. Pero, ¿Qué

opción tenemos? Prácticamente hablando, usar las rocas de

Loralita es nuestra única manera de tener un contraataque

listo y rápido.

—Los ayudaremos a localizar el resto de la Loralita— le

digo a Lawson. —, una vez que estemos listos para mover

los dispositivos de camuflaje.

Lawson ser ríe de mi concesión renuente pero se mueve

rápidamente —Ese es el transporte al cuadrado de distancia.

Aún no resuelve el problema de la cantidad.

—Si no podemos hacerlo lo suficientemente rápido,

tendremos que conseguir más —digo, el principio de un plan

está tomando forma en mi cabeza.

Nueve me sorprende con un aullido. —Tal vez

deberíamos ir a algún lugar donde sepamos que hay muchos

de ellos.

— ¿Y dónde es eso?— Lawson pregunta.

—Una de las naves de guerra— replico.

— ¿No acabas de explicar?— Lawson chasquea,

rompiendo por un momento su rutina de abuelo paciente. Él

se detiene a si mismo rápidamente. —Si nosotros los

atacamos a ellos —cualquier ataque— arriesgamos que ellos

dejen hecho desperdicio otra de nuestras ciudades.

— ¿Qué tal si pudiéramos entrar y salir de una de sus

naves sin ser vistos?— Digo esto a Lawson, pero es a Seis a

quien estoy viendo. Ella me sonríe. Le sonrió de regreso —

¿Qué tal si pudiéramos traer un batallón de dispositivos de

camuflaje antes de que los Mogs siquiera notaran que faltan?

—Esto…— Lawson rosa con su mano su mentón,

considerándolo. —Podría vivir con eso.

AQUÍ ESTÁ LA LISTA DE TAREAS PENDIENTES.

Entrar a hurtadillas a bordo de un buque de guerra

Mogadoriano.

Robar cada dispositivo de camuflaje que tienen sin que

los Mogs lo noten.

Armar a los gobiernos del mundo para un gran

contraataque.

Mientras tanto, aprender cada legado que mi mente pueda

atrapar.

Matar a Setrákus Ra.

No necesariamente en ese orden. Especialmente no el de

“aprender cada legado”. Porque si voy a entrar a hurtadillas

a bordo de un buque de guerra Mogadoriano de la forma en

que lo estoy planeando, hay un legado en particular que voy

a necesitar primero.

Tengo que aprender a volar.

La reunión se acaba después de que le prometo al general

Lawson que tendremos en marcha un plan encubierto para

atacar a un buque de guerra Mogadoriano para el final del

día. Con suerte, Ella tendrá razón y Setrákus Ra estará fuera

de acción durante al menos ese tiempo. Es apenas incluso

mediodía todavía y me siento como si ya hemos quemado

demasiado del día.

Mientras todos se apuran a través de los pasillos de

Patience Creek para realizar sus tareas, yo halo a un lado a

Adam. Él se ve pálido, como de costumbre, con la adición

de unos círculos oscuros alrededor de los ojos. Todo el

mundo en la reunión tenía un poco de desgaste similar sobre

ellos. La fatiga de la invasión se está insertando.

— ¿Estas bien?—le pregunto — ¿Qué te hicieron?

Adam me mira fijamente, moviendo la cabeza —Estoy

bien, John. No fue nada. Yo debería preguntarle cómo lo

estás pasando.

Me imaginé que iba a venir. Todos los que conocían a

Sarah – desde Sam hasta Walker—, todos ellos me miran

como si yo pudiera desmoronarme en cualquier momento.

Odio eso. No quiero ser mimado. Quiero pelear. Al menos

tenía la esperanza de que en lo que a Adam se refiere,

recibiría un alto con la simpatía. Nunca pensé que anhelara

algún tipo de fría lógica Mogadoriana.

—Estoy tratando—, le digo y estoy sorprendido por cuán

afilada es mi voz.

—Muy bien — Adam responde, obviamente captando la

indirecta. Él levanta sus manos para mostrar sus muñecas

donde las esposas todavía están unidas a ellas— ¿Te

importaría quitármelas el resto del camino?

—Si seguro. Las olvidé.

—Era más importante la entrega del mensaje a ese tipo

de Lawson que liberarme de las cadenas —dice Adam —.

Lo entiendo.

—Bueno— le contesto con una pequeña sonrisa—. Tú te

veías incómodo.

—También todos esos soldados— Adam se ríe—, fue un

buen movimiento. Mostraste fuerza.

Enciendo mi Lumen de nuevo, esta vez enfocándolo de

forma que se limita simplemente a la punta de mi dedo

índice. Cuidando de no quemar a Adam, derritiendo a través

de los mecanismos de bloqueo en los puños hasta que caen

abiertas.

— ¿Qué tipo de preguntas te hicieron? —Pregunto,

mientras que Adam se frota trayendo sensación de nuevo en

sus muñecas.

— Como te dije, no fue tan malo. Querían saber de

armas y de los esquemas de las naves. Ellos querían saber

acerca de la estructura del gobierno y milicia Mogadoriana,

que es fácil porque son básicamente la misma cosa. Querían

saber qué va a pasar a la sociedad Mog si Setrákus Ra es

asesinado —Adam se encoge de hombros—. Yo les hubiera

dicho todas estas cosas, incluso si ellos no me hubieran

encarcelado y mantuvieran despierto toda la noche.

—Eh —digo, pensando por un momento. De hecho,

había una pregunta que nunca había pensado en hacerme.

— ¿Qué pasará cuando matemos a Setrákus Ra?

Adam me sonríe, apreciando la certeza en mi voz. Luego

se pasa una mano por el pelo negro fibroso, con una mirada

reflexiva.

— Bueno, no recuerdo un momento en que no hubiera

un… —Amado Líder— No tengo ningún concepto de lo

que nuestro mundo era antes. Demonios, no creo que mis

padres pudieran recordar. Setrákus Ra volvió a escribir los

libros de historia, por lo que, según ellos, no éramos mucho

más que animales antes de que él apareciera y nos resucitara.

—Creo que es mucho pedir que simplemente renuncien y

se marchen—respondo.

—Sin escarbar la Tierra como Lorien, la flota no tiene

suficiente combustible para ir a ninguna parte —Adam se

detiene pensativo—. Durante un tiempo suficientemente

largo, sin embargo, podrían desaparecer…

— ¿Qué quieres decir?"

—A pesar de su bravuconería en ese llamado Gran Libro

suyo, Setrákus Ra en realidad nunca solucionó los problemas

de fertilidad de nosotros los nacidos de verdad. Se puede

hacer crecer un sinfín de soldados de nacidos en tanques.

No cambia el hecho de que la tasa de natalidad de los

nacidos de verdad está totalmente estancada.

— Así que los nacidos de verdad morirán lentamente —

digo, tratando de mantener la voz adecuadamente sombría

teniendo en cuenta a quien me acompaña, pero en realidad

no siento nada por la lenta extinción de Mogadorianos—. Y

¿Los nacidos en tanque?

—Por lo que yo sé, el secreto de la creación de ellos

moriría con Setrákus Ra. — Adam ve mi sonrisa y levanta

una mano en advertencia— Deben darse cuenta de algunas

cosas sobre mi pueblo, John. En primer lugar, la gran

mayoría se traga por completo la idea retorcida de Setrákus

Ra del Progreso Mogadoriano, y todos ellos creen que es

imposible matar a Setrákus Ra. Eso es lo único que los ha

mantenido en línea de todos estos siglos. Cuando lo mates,

desconectaras los nacimientos en tanque y tal vez algunos de

los Mogs como yo bajen sus armas.

— ¿Tú crees que puede haber otros como tú?—, Le

pregunto, interrumpiéndolo. Siempre pensé en Adam como

único y consideraba a su ver la luz un efecto secundario de

su roce con Número Uno.

Mira lejos—... No sé. He conocido a otros que pensé... tal

vez... No estoy aún seguro que estén vivos en este

momento— Adam se sacude esto —. El punto es, incluso

sin Setrákus Ra, todavía tendrás una raza fuertemente

armada de fanáticos que cree poder hacerlo bien. ¿Cómo me

imagino que eso sería? En primer lugar, los nacidos de

verdad deciden quién es más fuerte por la voladura de unos

a otros con la tierra como su campo de batalla. Entonces el

que sea que sobrevive intenta seguir donde quedó Setrákus

Ra. Hay un montón de generales, como mi padre, que

pensaría que están siguientes en línea.

—No van a tener éxito— digo con aire ausente. En

verdad, estoy pensando en la idea de Mogs volándose por

los aires. Si tan sólo pudiéramos acelerar esa parte del

proceso.

—A largo plazo, no. Eso siguen siendo años de conflicto,

John. Aquí en la Tierra.

—La humanidad sería un daño colateral —digo, teniendo

en cuenta los efectos de una guerra civil Mogadoriana. Las

pérdidas de vida serían como la ciudad de Nueva York de

nuevo. A menos que los Mogs hicieran sus combates sobre

las ciudades que ya fueron evacuadas…

—De todos modos, en primer lugar tenemos que matar

en realidad a Setrákus Ra, ¿verdad? — Adam dice, dándome

una palmada en la espalda—. Vamos a salir adelante

nosotros mismos.

—Voy a tirar todo lo que tengo en él— digo—. Y algo

más.

—Vamos a ayudar, también, sabes. Tienes amigos en

esto.

Asiento con la cabeza. —Sí. Por supuesto. Yo sé eso.

Adam comienza a caminar hacia el ascensor y me

propone que lo siga. — ¿Tienes unos minutos? Hay algo

más que quiero mostrarte.

Alzo las cejas y sigo en pos de él. Los tipos militares que

van y vienen por los pasillos muy iluminados nos dan a los

dos un gran rodeo. Me pregunto de cuál de los dos tendrán

más miedo.

Hice una exploración superficial de las instalaciones de

Patience Creek cuando llegué por primera vez,

familiarizarme con las áreas - los cuartos de dormir oficiales

donde estamos alojados, los cuarteles, las celdas de

detención, el gimnasio, el garaje y pasando por alto las áreas

donde los militares están haciendo su cosa . No estoy seguro

de lo que Adam podría haber descubierto en el breve tiempo

que estaba prisionero que no he visto ya. Por otra parte, un

lugar construido como un refugio para los espías tendría un

montón de secretos.

—Después que me interrogaron, me llevaron aquí—

explica Adam mientras nos montamos en el ascensor para

bajar dos niveles—, creo que no tenían muchas esperanzas

de este proyecto diera sus frutos, por lo que lo sacaron fuera

del camino.

El nivel al que salimos es principalmente de

almacenamiento. Yo pase bastante rápido durante mi paseo.

La mitad de las bombillas en el pasillo necesitan ser

cambiadas. Adam me lleva por unas pocas habitaciones

completamente llenas de cajas polvorientas de raciones secas

y cajas de Tang, además de un espacio de almacenamiento

desordenado con sillas de playa de estilo años setenta y una

red de voleibol apolillado. Por último, nos volteamos en una

esquina, y Adam abre una puerta a una sala abarrotada de

pilas de libros. Una biblioteca. A primera vista, me doy

cuenta de que la mayoría de estos libros de tapa dura

amarillentas están dedicados a los temas que a un espía le

podría ser útil en caso de apuro post-apocalíptico:

volúmenes en jardinería, reparación de electrónicos y

tratamiento médico.

Me estremezco. La pequeña habitación se llenó con los

sonidos ásperos y guturales de Mogadorianos ladrando el

uno al otro.

En un escritorio en el medio de la habitación, hay una

gran pieza de equipo electrónico que me parece vagamente

familiar. Las voces Mog emanan de eso. Es

aproximadamente del tamaño del salpicadero de un carro y

lo cubrieron con perillas y medidores extraños. La cosa

parece que alguien recientemente le prendió fuego y luego la

dejó caer por el costado de un edificio. Está conectada a una

maraña de cables y baterías, al parecer emanando una gran

cantidad de energía.

Entonces me doy cuenta. Lo que estoy viendo es la

consola de control de un Skimmer Mogadoriano, arrancada

del resto de la nave. El aparato se encuentra conectado,

gracias a un cableado complejo, y eso significa que el

comunicador está activo.

Sentado frente a la consola diseccionada esta un tipo de

piel aceitunada al cual le pondría unos treinta años. Su pelo

oscuro es corto, y sus mejillas están perdiendo terreno

contra una barba de unos pocos días de antigüedad. Creo

que lo he visto antes, aunque no estoy bastante seguro del

lugar dónde y cuándo.

— Adam, estás de vuelta —dice el hombre, moviendo la

cabeza con cansancio —, ha estado bastante tranquilo.

De allí es donde yo lo conozco. Formó parte del grupo

que llevó Walker hasta Ashwood Estates después de que

ellos estaban con los Mogs.

—Estaba preocupado de no volverte a ver cuando los

soldados te arrastraron fuera —dice Noto—. Se volvió

bastante orwelliano por un minuto.

Adam me sonríe — ¿Ves? Yo te dije que mi detención no

fue del todo mala. Hice un amigo. He estado ayudando a

Noto con sus habilidades lingüísticas Mogadorianas.

— ¿Usted habla su idioma?— Pregunto, con una mirada

nueva hacia el hombre.

—Era el enlace con los Mogs durante mis días ProMog,

—explica Noto— .Recogí algunas frases aquí y allá. Puedo

entender mientras que hablen lento y tipo jardín de niños.

Doy un paso dentro de habitación, mirando a los

cuadernos abiertos en abanico sobre el escritorio. Están

llenos de símbolos que reconozco como letras

Mogadorianas, cada una representada por una traducción

fonética.

—Estamos monitoreando la comunicación entre los

buques de guerra Mogadorianos—dice Adam —, he cifrado

este módulo para que no sepan que estamos escuchando.

—Con la seguridad que has descargado aquí, podemos

transmitir, y ellos todavía no serían capaces de

encontrarnos— Noto dice con admiración.

Ahora comprendo por qué Adam se ve tan

completamente agotado. No sólo el interrogatorio lo

mantuvo despierto toda la noche. Ha estado sentado aquí

escuchando estas transmisiones Mog, sabiendo que él es el

único que puede traducirlas.

— ¿Cuánto tiempo se tarda en enseñar Mogadoriano

básico?— Le pregunto con una mirada a Noto.

Noto recita una serie de ruidos ásperos— No es tan

difícil.

Adam se ríe— Su acento es cada vez mejor, pero sólo

dijo que le gustaría un estómago lleno de sanguijuelas.

Noto hace una mueca— Me pareció que estaba pidiendo

un poco de café.

—Ayudé a Noto hacer una lista de palabras clave para

escuchar —Adam me dice—. 'Amado Líder' distintivo de

una llamada de buque de guerra, ' Garde' cada vez que oye

estas palabras, se asegura de marcar la transmisión.

—Estoy grabando todo en caso de que necesite volver a

escucharlo— dice Noto—. Lo que suele suceder.

—Esto es bueno. Va a ser muy útil saber lo que se están

diciendo los Mogs —les digo, poniendo una mano sobre el

hombro de Adam—. Sin embargo, no te desgastes. Vamos a

necesitarte.

Adam asiente con la cabeza— Lo sé. No lo haré.

Me despido del Agente Noto, a continuación llevo a

Adam al pasillo donde podemos hablar en privado.

—Así que, de lo que se ha escuchado hasta ahora, ¿Qué

están diciendo los Mogs?— Le pregunto.

—Se están volviendo locos sobre Setrákus Ra —

responde—, bueno, volviéndose tan locos como los Mog

nacidos de verdad se pueden volver. Hay mucha

preocupación acerca de por qué no ha ordenado el ataque o

hecho ningún anuncio a la flota, pero no lo contradecirán,

porque hacerlo es más o menos la traición. Ellos están

como… ' Este es buque de guerra Delta, a la espera de

órdenes, se solicita la orientación del Amado Líder ".

—¿Eso solo te dice que están volviendo loco?

—Los Mogs no van por ahí pidiendo órdenes, John.

Ellos hacen lo que se les dice. Hablan cuando se les habla.

Ellos no hacen un estímulo pasivo- agresivo a su líder.

—Y, ¿No ha habido ninguna respuesta por parte del

Anubis o de la base de Virginia Occidental?

—Nada—Adam confirma—Silencio de radio.

— Hmm.

El plan que he estado formulando es un poco loco, una

gran cantidad de peligro, y, ya sabes, que no me importa

tanto como probablemente debería. Reflexiono sobre todo

lo que Adam me ha hablado de la cultura Mogadoriana, en

particular, la probabilidad de que lleguemos a una guerra

civil, una vez Setrákus Ra este muerto. Si la llevaran a cabo

entre sí, sería mucho más fácil para el resto de nosotros. ¿Y

si hubiera algo que pudiéramos hacer para acelerar ese

proceso? ¿Para hacer que los Mogs estén en las garganta del

otro antes de Setrákus Ra incluso se convierta en cenizas?

Un poco de guerra psicológica.

Antes de que pueda seguir ese pensamiento, Noto asoma

la cabeza fuera de la biblioteca y le hace señas a Adam—

Están de repente hablando un montón— dice.

Adam y yo trotamos de vuelta a la habitación. Ladeo mi

cabeza para escuchar la transmisión que llega, pero todo me

suena como un ladrido enojado. Aunque, el Mogadoriano

que esté emitiendo seguro esta emocionado.

Viendo los ojos de Adam estrecharse lentamente, puedo

decir que esto no es una buena noticia. Después de unos

segundos, se vuelve hacia mí.

—John, debemos buscar a los demás—dice—. Alguien

ha cometido un terrible error.

NUNCA PUBLIQUES NADA EN INTERNET. ES

como la regla #1.

Cierto, todos nosotros hemos roto la Regla #1 en algún

punto y hemos terminado siendo cazados por los mogs

como resultado. Porque a veces la desesperación es mayor

que el deseo de no ser estúpidos. Solo lo haces. Sin pensarlo.

Pero hombre, aun con eso es tonto publicar cosas en

internet.

El vídeo, obviamente grabado con un teléfono celular,

comienza con un estruendoso torrente de agua. Una enorme

cascada que reconozco al instante como una de las Cataratas

del Niágara, aparece en pantalla. Quien esté filmando está de

pie sobre un afloramiento de césped a nivel con la caída de la

cascada.

— ¡Oy, este maldito ruido…!

La cámara se mueve como si el que está sosteniendo el

teléfono se alejara de la cascada. En aquellos pocos segundos

de movimiento, soy capaz de recoger algunos detalles: una

chica rubia, que luce como si debiera estar cantando tirolés

sobre un sixpack de cervezas importadas, se coloca cerca del

borde del acantilado justo al lado de una protuberancia

irregular de piedra azul de otro mundo.

Loralita. Un nuevo afloramiento, justo como Ella dijo

que habría.

Antes de que pueda examinar la piedra más de cerca, la

cámara se estabiliza y gira alrededor, por lo que podemos ver

directamente la cara, marcada de acné, de un mugriento

adolescente. Es flaco, con un mohicano decolorado hasta ser

casi blanco y tiene rastros de pelillos en el rostro. Lleva un

chaleco de dril rasgado cubierto de parches, una camiseta

raída, y aunque no puedo ver sus pies, casi puedo garantizar

que está meciendo botas de combate. Por supuesto, lo

reconozco desde la cumbre telepática que Ella hizo para

nosotros. Es uno de los niños que parecieron de los más

ansiosos en prestar atención a la llamada para la acción de

John.

A pesar de que se alejó de la orilla, el niño todavía tiene

que gritar para ser oído por encima del ruido de la cascada.

— ¡Hola, John Smith y sus súper-amigos! ¿Están ahí

fuera? Nigel Rally aquí. Nos reunimos en... uh. La cosa. He

encontrado sus malditas piedras y ya sabes, ha sido un

estallido de auténtica risa alrededor del mundo y todo, pero

¿En qué punto vas a venir a recogernos?

No me extraña en absoluto que estos gardes

internacionales estén perdidos y confundidos. John les dijo

que vinieran a ayudarnos y Eli les explicó que podían utilizar

las piedras de Loralita para teletransportarse alrededor del

mundo simplemente imaginando una ubicación. Pero

Setrákus Ra se estrelló en nuestra reunión antes de que les

diéramos alguna idea concreta de cómo encontrarnos, lo cual

no es una tarea exactamente fácil considerando que estamos

en la clandestinidad.

—Me encontré con un par de los otros mientras tomaba

el tour, ¿eh? — Nigel continúa, y gira la cámara alrededor de

su entorno—. Bravo John Smith, protector del mundo y

ausente hermano mayor que se ha olvidado por lo visto de

venir por nosotros.

Detrás de Nigel, está la muchacha rubia que vislumbré

antes. Junto a ella, hay un robusto muchacho con un

sacudido cabello castaño que agita torpemente. Lo

reconozco inmediatamente como el alemán de la reunión,

Bertrand, el apicultor que puede controlar a los insectos.

También, estando un poco lejos de los demás esta una

muchacha asiática de aspecto frágil que mira fijamente sin

expresión a la cámara antes de sacudir un signo de paz poco

entusiasta.

—Ellos son Fleur y Bertrand —narra Nigel—, y por ahí. .

. Bueno, creo que se llama a sí misma Ran. No habla ni un

poco de inglés, no desde que el ave mega-psíquica con los

ojos brillantes detuvo la traducción de todos modos.

Nigel voltea la cámara en torno a sí mismo.

—Miren, estamos en las Cataratas del Niágara, por si no

se han dado cuenta todavía. Memoricé tantos puntos en ese

mapa que nos mostraste durante cinco segundos como pude,

pero nunca he estado en los Estados Unidos, así que tuve

que ir por Europa durante un rato hasta que me encontré

con Bertrand. Recogió algunos otros en el camino..... —

Nigel suspira—. Muchos extraños lugares en tu mapa, John

Smith. ¿Nuevo México? ¿Qué demonios ves en ese lugar,

eh? Estúpido, lo apuesto. Bertrand vino aquí una vez para

unas vacaciones familiares, por lo que. . . —Nigel baja la

voz—. Si me lees, mayor John, estamos a la espera de una

camioneta. Si no, bueno, supongo que sólo tendremos que

empezar a caminar hacia la nave de guerra alienígena más

cercana y esperar lo mejor, ¿eh? Hasta luego.

Y con eso, termina el clip de YouTube. Se une al hilo de

comentarios en el video donde Sarah hace la introducción al

mundo de John, y que ya tiene toneladas de me gusta y

opiniones. Nigel publicó su video hace tres horas. Yo, John,

Adam, Nueve, Eli, Sam y Daniela estamos todos recogidos

alrededor de un teléfono celular que Daniela robó de uno de

los soldados.

Estamos todos amontonados en la habitación de John.

Antes de empezar el video, no pude dejar de tomar nota de

algunos de los detalles lúgubres de la habitación de John. En

la cama en la que no ha dormido, y hay marcas de

quemaduras en el cursi papel pintado, como si hubiera

golpeado la pared con su Lumen encendido. Nadie habla

sobre esto, aunque Sam levanta una ceja cuando me atrapa

mirando.

—Fleur es mía —dice Nueve tan pronto como el vídeo

se ha terminado.

Le doy un codazo en las costillas, y Daniela hace una

cara.

—Eres repugnante.

—Estoy solo —responde Nueve.

—Este video fue publicado hace tres horas —explica

Adam, ignorando a Nueve—. He estado supervisando las

transmisiones Mogadorianas, y parece que acaban de

enterarse de esto. Las naves de guerra más cercanas a las

Cataratas del Niagara están en Toronto y Chicago. Enviaran

Skimmers.

—Publicar en la web —dice Nueve, chasqueando la

lengua—. Error de principiante.

—Hemos estado todos allí —digo—. Así que, los Mogs

tienen una ventaja sobre nosotros. Vamos a conseguir

algunos aviones y saldremos hacia allá.

—Queremos mantener esto en secreto, razón por la cual

nos estamos escondiendo aquí —contesta John—. Es mejor

si lo hacemos nosotros mismos sin que la gente de Lawson

se entere.

Le lanzo a John una mirada interrogativa.

—No estoy seguro de cuáles son sus intenciones con la

Garde humana —explica John—. Hasta que decidamos si

es de confianza, quiero que nuestra gente sea la que los

traiga. No quiero dejar que Lawson decida quién está listo

para pelear y quién necesita de su 'protección'.

—Whoa, hey, ¿Qué tipo de intenciones son las que te

preocupan? —pregunta Daniela.

—No lo sé —dice John con un suspiro—. ¿Alistamiento

obligatorio en una organización militar secreta? ¿Quién sabe?

—Aprendes a no ser tan confiado de la gente con poder

cuando has pasado por tantas cosas —le digo a Daniela.

Ella asiente con la cabeza.

—Suena totalmente cómico.

—Ya he llegado a Lexa telepáticamente —dice Eli, sus

ojos siguen crepitando con energía Loriense—. Ella está

preparando nuestra nave.

—Bien —dice Nueve, y aplaude—.Vamos a salvar

algunos novatos.

—Necesito que te quedes aquí conmigo —dice John, e

inmediatamente el entusiasmo en la cara de Nueve se borra.

—Aw, vamos —responde Nueve—. ¿Para qué demonios

quieres que me quede?

— ¿Crees que no preferiría estar luchando allá afuera? —

Le pregunta John, con tono de resignación—. Tenemos

preparaciones que hacer si nos vamos a colar en una nave de

guerra. Necesito tu ayuda con eso. Seis puede con las

Cataratas del Niágara.

—Tú sabes que sí —Le sonrío abiertamente a John,

sintiéndome tan impaciente como Nueve por regresar afuera

y pelear. Miro alrededor a los otros—. ¿Qué hay del resto de

ustedes?

—Yo debería de quedarme atrás y supervisar las

comunicaciones de los Mogs. No saben que los estamos

escuchando, por lo tanto seré capaz de decirles cuál es su

situación —dice Adam—. También supongo que tengo que

ayudar a Malcolm y a algunos de los ingenieros con la

replicación de los dispositivos de camuflaje.

—Estoy contigo —me dice Sam.

—Yo también, parece que esto se va a poner bueno —

responde Daniela.

—Y yo —dice Ella.

Todos nos detenemos cuando dice eso. Vi a Ella morir

justo ayer. No estoy totalmente segura de si ella ya está lista

para el combate. Ella debe de darse cuenta del cambio en el

ambiente —probablemente porque puede leer nuestras

mentes. Eli pone sus manos en las caderas.

—Si los Mogs llegan primero y estos otros Garde tienen

que aprender sobre la marcha, puedo rastrearlos

telepáticamente —dice, con una nota de desafío en su voz,

todavía toda resonante y parecida a Legado—. Voy a estar

bien.

—Eso es suficiente para mí —le digo.

—También para mí —añade John—. Llévense a las

Quimaeras con ustedes.

—Vamos a llevarnos un par —digo—. No voy a dejarlos

a ustedes sin refuerzos en caso de que algo se venga abajo.

John asiente con la cabeza.

—Solo asegúrense de empacar suficiente potencia de

fuego para noquear cualquier cosa que sea enviada por los

Mogs.

—Oh, no te preocupes —le digo—. Vamos a hacer algo

más que noquearlos.

Quince minutos después estamos en el garaje subterráneo

del Patience Creek. Como el resto de este escondite

polvoriento, el garaje no es tan sofisticado como el de otros

lugares militarizados que hemos visto, particularmente los

mejorados por tecnología Mogadoriana como Dulce y

Ashwood. Aun así, el garaje es grande y de techo alto, con

espacio suficiente para almacenar un convoy de Humvees

blindados y un par de tanques. Espero que el techo

abovedado se abra por sí mismo y que se extienda una

rampa para salir, pero los espías de la vieja escuela que

construyeron este lugar no pensaban de esta manera. En su

lugar, hay un enorme túnel excavado en una de las paredes,

apenas iluminado y nada especial, simplemente son

secciones gruesas de madera que retienen la tierra apisonada.

El túnel es lo suficientemente amplio para pasar un

tanque a través de él, y conduce a una cueva de aspecto

inocente a unas pocas millas de distancia del Patience Creek.

Si el pequeño Bed & Breakfast que esconde todo esto está

en el medio de la nada, entonces la salida de la cueva se

encuentra al este de la nada. Básicamente, nunca nos verán

llegando o viniendo.

Lexa voló nuestra nave a través del túnel la noche

anterior. Lo consiguió, a pesar de que estaba un poco

apretado. Ella ya tiene la rampa extendida y la nariz

apuntando hacia la salida cuando entramos en el garaje.

En camino hacia aquí, recogimos dos de las quimaeras en

el pequeño laboratorio de Malcolm Goode. Al oírlos hablar

de él, la mayoría de los chicos militares creen que Malcolm

es una especie de genio excéntrico. Tal vez lo es, en cierto

modo. El grupo de animales al azar se mantiene como

mascotas y no han hecho nada para disuadir a la gente de esa

noción. Aunque Walker y su equipo conocen a las quimaeras

de nuestro enfrentamiento en el Complejo Ashwood, aún

seguimos tratando de mantener su existencia en secreto.

Nunca se sabe lo que algunos de estos tipos de gobierno

entusiastas pueden obtener si se les da la oportunidad de

experimentar con una forma de vida extraterrestre.

Tomamos a Regal, cuya forma preferida es un halcón, y

Bandit, que se pone de mal humor en su forma de mapache.

Las otras quimeras se quedan atrás con el papá de Sam,

observando mientras corre una serie interminable de pruebas

en el dispositivo de camuflaje Mogadoriano, tratando de

encontrar una manera de copiar su frecuencia. Adam está

con él, haciendo sugerencias sobre qué tecnología de la

Tierra puede ser capaz de igualar la señal. Hasta ahora no

han tenido suerte, y tampoco lo tiene el equipo de ingenieros

militares que trabajan al lado de ellos.

En el garaje, Lexa desciende de la rampa para reunirse

con nosotros.

— ¿Todo listo para irnos? —le pregunto.

—Acabo de terminar el diagnóstico —responde Lexa—.

La presionamos bastante duro al salir de México, y recibió

algunos disparos del Anubis. Sin embargo, la vieja

muchacha está lista para volar.

Daniela sacude la cabeza y mira fijamente a la nave.

—Estoy a punto de subirme a un OVNI —dice.

—Sí, lo estás —contesta Sam. Me dirige una sonrisa

suave, luego conduce a Daniela y a las quimaeras a bordo.

Como yo, Ella no los sigue inmediatamente. Toma una

profunda respiración, estremeciéndose, me mira con sus

ojos parpadeantes y luego camina penosamente por la

rampa. Dudo hasta que Lexa me toca en el codo.

—Todo está bien —dice tranquilamente—. Yo. . . he

limpiado todo.

Asiento con la cabeza hacia ella.

—Tantos malos recuerdos en esta nave.

—Lo sé —dice Lexa—. Cuando la guerra haya

terminado, tú puedes ayudarme a destruirla.

Sonrío ante la idea, tanto de la de destruir esta nave

como de la guerra terminada. Subo por la rampa, siguiendo

unos pasos detrás a Lexa.

En la parte superior de la rampa, hago una pausa para

mirar alrededor del resto del garaje. Hay un puñado de

soldados dando vueltas por aquí abajo, asegurándose de que

los vehículos están en condiciones de funcionamiento. Sé

que nos han visto. Algunos de ellos incluso nos miran

directamente. Sin embargo, ninguno de ellos muestra algún

signo de intentar detenernos.

Viendo hacia el ascensor, me doy cuenta de que ahí están

Caleb y Christian. Ellos no estaban aquí cuando entramos.

Alguien debe haber registrado nuestra presencia, y esos dos

vinieron a observar. Ambos me miran, sus expresiones en

blanco. Sonrío y los saludo, a pesar de que los tipos me dan

escalofríos. Ellos no me reconocen en absoluto.

Así que Lawson sabe que estamos dejando la base. Oh

bien. Ese es un problema que tendrá que tratar con John.

Dentro de la nave, la zona de pasajeros esta impecable.

Utilizando los controles de la pantalla táctil que cubren las

paredes, Lexa extiende algunos asientos desde el piso y todos

se abrochan el cinturón de seguridad. Bajo el piso, las camas

están ocultas ---incluso en la que Sarah Hart dio su último

respiro. De repente mi boca se siente seca. Odio estar aquí.

Tomo el asiento del copiloto junto a Lexa mientras ella

enciende la nave. Sam viene detrás de mí y se inclina hacia

abajo, con la mano en la parte posterior de la silla.

— ¿Estás bien? —me pregunta tranquilamente.

—Estoy bien —digo rápidamente.

Sam mira sobre su hombro como si tratara de imaginar la

espantosa escena que tuvo lugar aquí ayer. Él niega con la

cabeza.

—Todavía no lo puedo creer —dice—. Sigo esperando

que ella simplemente, no lo sé, surja de algún lugar. Viva. . .

Cuando Sam se calma, me dirijo a Lexa.

—Los Mogs tienen ventaja sobre nosotros —le digo—.

Tenemos que llegar a las Cataratas del Niagara a toda prisa.

—Oh, no te preocupes —responde mientras lentamente

se amplifica la potencia de los motores—. Vamos a ir rápido.

—Lexa mira hacia atrás a Sam—. Será mejor que te pongas

el cinturón de seguridad.

Pongo mi mano sobre Sam.

—Vamos a concentrarnos en la gente que aún podemos

salvar, ¿De acuerdo?

Sam me hecha un último vistazo antes de que retirarse a

la zona de pasajeros y se pone el cinturón de seguridad. Tan

pronto como se oye el click del cinturón en su lugar, Lexa

empuja hacia delante la palanca de aceleración.

— ¡Aquí vamos!

La nave vuela hacia el túnel. Aparte de un silbido de aire,

el despegue es completamente silencioso, los motores

ronronean con calma mientras aceleran rápidamente. No

puede haber más de un par de pies de distancia entre

nosotros y las paredes que recorremos. Hay un par de veces

donde juro que oigo que la nave raspa en el túnel. Lexa se

enfoca hacia el frente, manejando las curvas como si

hubiera hecho esto cientos de veces.

—Oh, mierda, oh mierda, oh mierda… —escucho a

Daniela murmurar detrás de mí.

Cuando giramos en una suave curva, vemos el cielo, un

punto blanco en un principio que se hace más grande y más

grande a medida que seguimos hacia adelante. Y luego, con

un lanzamiento que se siente casi físico, estamos afuera, al

aire libre, ganando altura, elevándonos en primer lugar sobre

un camino de tierra y luego sobre el lago Erie. No puedo

evitar dejar salir un suspiro de alivio al dejar el túnel

claustrofóbico detrás de nosotros.

— ¿Suficientemente rápido para ti? —Lexa pregunta con

una sonrisa.

— ¡Sí! —Daniela grita desde la parte posterior.

—Podrías haber esperado hasta que estuviéramos aquí

afuera para acelerar realmente —digo, aunque no puedo

evitar sonreírle a Lexa.

— ¿Dónde estaría el desafío en eso? —contesta.

Incluso con Lexa volando a toda velocidad, estamos

todavía a una hora de distancia de las Cataratas del Niágara.

Una vez que está claro que el curso está configurado y

estamos en camino, me desabrocho y entro a la parte

posterior para comprobar cómo están los otros.

Al igual que en el viaje a México, Ella se acurruca con sus

brazos alrededor de las rodillas y los ojos cerrados.

Curiosamente, las quimaeras parecen atraídas hacia ella,

estando acurrucadas a su lado. Me pregunto si eso es debido

a la energía Loriense que fluye a través de ella o porque

parece que necesita un poco de consuelo.

Al otro lado del pasillo, Daniela mira a Ella como

tratando de entenderla. Me mira cuando me acerco y asiente

en dirección de la joven.

— ¿Qué pasa con ella? —pregunta con cautela.

—Ella…

Eli abre un ojo e interrumpe.

—Yo fallecí ayer. Por poco de tiempo.

—Oh —responde Daniela.

—Y luego me vinculé con una entidad divina que todavía

habita en mí.

—Está bien, eso es normal.

—Tomara algo de tiempo acostumbrarse —Eli admite,

luego cierra sus ojos de nuevo.

Daniela me da una mirada con sus ojos abiertos como si

fuera a preguntar si todo eso era real. Me encojo de

hombros, y Daniela deja escapar un suspiro, encorvada en

su asiento.

—Hombre, debería haberme quedado en Nueva York.

Teníamos extraterrestres, sí. Pero no eran extraterrestres

zombies.

—No soy un zombie —dice Ella sin abrir sus ojos.

Junto a Daniela, Sam ha sacado un videojuego de manos

de aspecto antiguo de uno de sus bolsillos.

—Enciéndete —susurra con insistencia al videojuego—.

Enciéndete.

Él mira hacia arriba cuando intuye que tanto Daniela y

como yo estamos mirándolo.

— ¿Qué? —dice.

Ladeo mi cabeza.

— ¿Por qué tienes eso?

—Esa cosa de los años ochenta; no puedes hablar con él,

loco —agrega Daniela.

Señalo al juego.

—Hay un botón de encendido al lado.

—Pensé que habías dicho que de todos modos no tiene

baterías.

Sam parece brevemente inquieto ya que lo

bombardeamos con preguntas y comentarios. Respira

hondo.

—Encontré algunos —Sam le responde distraídamente a

Daniela, mirándome—. Y no lo traje para pasar el tiempo

antes de salvar a algunas personas. Lo traje para intentar

recrear lo que sucedió antes. ¿En nuestra habitación?

Daniela levanta las cejas.

—Oh, ¿lo que ocurrió en su habitación?

—Sam hizo que las luces parpadearan —contesto.

— ¿Hiciste eso? —Dice Daniela, sonriéndole a Sam hasta

que él se sonroja un poco.

—Literalmente —dice—. Pienso —bueno, Seis piensa—

que podría estar desarrollando otro legado… que tal vez

puedo controlar la electrónica o algo así.

Daniela se cruza de brazos.

—Hombre, eso es mucho mejor que los ojos de piedra.

Tomo asiento junto a Sam de manera que ahora él está

entre yo y Daniela, luego, me inclino hacia adelante para

mirar a la otra chica.

— ¿Cómo supiste que estabas desarrollando otro legado?

—le pregunto, preguntándome si se siente diferente con los

humanos.

—Se sentía como si mi cabeza fuera a estallar si no lo…

No lo sé. ¿Dejaba salir? —Responde Daniela—. Mi

adrenalina bombeaba. Todo sucedió muy rápido.

—Eso tiene sentido —digo—. Muchos llegan de esa

forma. Tienden a llegar cuando realmente los necesitas. Tus

instintos toman el control. Después de eso, aprendes a

controlarlos.

Daniela me escucha, y luego se inclina hacia atrás y

comienza a masajearse las sienes. . Mira fijamente a la pared

enfrente de nosotros.

—Sí, puedo sentirlo en mí ahora. Podría hacerlo de

nuevo si quisiera sin tanto dolor.

—Por favor, no conviertas la nave en piedra mientras

estamos volando —dice Sam, luego me enfrenta—. Mi

telequinesis se produjo cuando John estaba a punto de ser

mutilado por un Piken. Sería bueno si pudiera conseguir que

este nuevo legado llegue sin toda la cosa de una situación

desafiando a la muerte. Es decir, si los Legados se

manifiestan cuando realmente los necesitamos, yo diría que

ahora, teniendo en cuenta la situación del planeta entero,

realmente los necesitamos.

—Así que sigue intentando —le digo, instando a Sam a

mirar a su antiguo videojuego—. Tal vez debas imaginarte

que algo terrible está a punto de suceder.

Frunce el ceño.

—No debería de ser difícil.

Sam vuelve a hablar con insistencia a su videojuego. No

pasa nada. Cada pocos minutos, cierra los ojos y aprieta los

dientes, como tratando de ponerse en el modo correcto de

pánico y terror. Hay gotas de sudor en su frente. Aun así, no

puede conseguir que el videojuego se encienda. Apoyo mi

cabeza hacia atrás, cierro los ojos y escucho su mantra.

—Enciende, enciende, enciende. . .

—Estamos a diez minutos —Lexa llama desde la cabina

poco tiempo después.

Abro los ojos y lanzo una mirada hacia la cabina del

piloto. El asiento del copiloto está ahora ocupado por Regal,

el halcón esta posado en el respaldo de la silla, la vista al

frente ya que vamos zumbando a través de las nubes. Eli

todavía está descansando los ojos o meditando, no estoy

segura en que. Mientras tanto, Bandit camina de un lado a

otro en el pasillo frente a nosotros, esperando ansiosamente

a que aterricemos. Daniela observa el ritmo del mapache,

luciendo un poco nerviosa a medida que nos acercamos a lo

que podría ser una batalla. Se me ocurre que esto es todavía

extraordinariamente nuevo para ella. Ni siquiera había tenido

legados hace una semana sin embargo, ahora ella tiene que

acostumbrarse a cargar hacia situaciones peligrosas junto a

unos animales exóticos cambia formas.

—No te preocupes. Podemos manejar esto. —Me inclino

a través de Sam para decírselo a ella, aunque no tengo ni idea

de a lo que nos estaremos enfrentando una vez que

lleguemos a las Cataratas del Niágara.

—Estoy bien —me tranquiliza Daniela.

Me giro hacia Sam para decirle algo, pero me detengo

cuando noto la mirada de profunda concentración en su

rostro. Sus cejas están arrugadas, y está mirando hacia abajo

a ese inerte videojuego como si fuera su peor enemigo.

—Enciende —dice a través de sus dientes apretados.

Realmente brinco cuando cuándo el videojuego da

señales de vida. Sam casi deja caer la cosa mientras vuelve a

sonreírme.

— ¿Viste eso? —Exclama.

—Nuh-uh —Daniela responde, inclinándose—. Tu dedo

estaba sobre el botón.

— ¡No lo estaba!

— ¡Lo hiciste, Sam! —Digo, apretando su pierna. Estoy

muy contenta por él, mi sonrisa es casi del mismo tamaño

que la de él.

Eli abre sus ojos para ver la escena, con una pequeña

sonrisa en su rostro.

—Felicitaciones, Sam.

— ¿Se sintió diferente? —le pregunto—. ¿Recuerdas

cómo lo hiciste?

—Es difícil de explicar —dice Sam, mirando hacia abajo

al videojuego, casi como si todavía no pudiera creer lo que

acaba de ocurrir—. Traté de imaginar los circuitos. Al

principio solo era, como, una imagen borrosa en mi cabeza.

No sé cómo luce el interior de un videojuego o cómo

funciona. Pero entonces, no sé, la imagen comenzó a

ponerse más y más clara. Como si un plan de acción se

estuviera formando en mi mente. En un primer momento

fue todo absurdo, pero gradualmente se convirtió en algo. . .

No sé. ¿Algo lógico? Como si estuviera aprendiendo de la

máquina. O como si la máquina me estuviera diciendo cómo

funciona. ¿Tiene sentido?

—No —responde de inmediato Daniela.

—Suena un poco similar a la forma en que uso mi

telepatía —dice Ella.

Me encojo de hombros hacia Sam.

—Como sea que funcione. ¿Crees que puedas hacerlo de

nuevo?

—Creo que sí —dice Sam, y una vez más se concentra en

el videojuego. Esta vez alza la voz como si estuviera

regañando a una mascota por mal comportamiento—.

Apágate.

El videojuego parpadea y se apaga.

—Bien —dice Daniela—. Realmente lo estás

consiguiendo.

En lugar de felicitar a Sam, Inclino mi cabeza hacia un

lado. Algo no está bien. El viento afuera de la nave es de

repente mucho más fuerte. Me toma un momento darme

cuenta del por qué.

—Estamos cayendo —observa Eli.

Los motores de la nave han dejado de zumbar.

— ¡Chicos! —La voz de Lexa viene de la cabina, con una

leve nota de pánico—. ¡Tengo algún tipo de mal

funcionamiento aquí! ¡Mis sistemas simplemente están

muertos!

Desde la cabina, escucho a Lexa golpeando las palancas y

dando palmadas a los botones, maldiciendo cuando no

hacen nada para activar sus sistemas de nuevo. Detectando

el problema, Bandit se coloca debajo de un asiento y pone

sus patas sobre su cabeza. Nos estamos deslizando ahora, y

un vistazo rápido a la ventana me muestra que perdemos

altitud rápidamente. Un campo de golf pasa por bajo de

nosotros, una pequeña ciudad, un río.

Daniela y yo miramos fijamente a Sam instantáneamente.

Sus ojos son grandes. Traga con fuerza.

—Oops.

— ¿ESTÁS SEGURO DE QUE DEBERÍAMOS DE

HACER ESTO? — Me pregunta Nueve

—No tenemos otra opción

Caminamos por uno de los muchos pasillos del Patience

Creek. Mientras que la presencia militar tiene la mayoría de

estos pasillos canturreando de actividad a medida que

realizan su operación, esta parte está desolada. Estamos en

una pequeña sección que fue construida para encerrar

prisioneros, hasta el momento solo tenemos uno.

—Todos esos nuevos Garde apareciendo por todo el

mundo, no crees que uno de ellos podría tener el legado de

volar.

—Quizá uno de ellos lo tenga —respondo—, pero no

tenemos tiempo para encontrarlo.

—Está bien, está bien —Nueve finalmente sede,

moviendo la cabeza—. Solo que quede claro que no estoy de

acuerdo.

—Si lo sé. Atravesaste un poste en su pecho hace un par

de días.

—Ah, ese es un hermoso recuerdo.

—Tus intenciones están claras.

—Si intenta algo, lo mataré.

Miro a Nueve.

—Lo sé. Porque crees que te traje.

Nueve y yo dejamos de hablar cuando llegamos a la sala

acolchada donde Cinco está encerrado. La puerta de acero

reforzado solo tiene una pequeña portilla con una manivela

de tres palancas como las que se encuentran en la bóveda de

un banco o en un submarino. Hay dos guardias parados al

frente, lucen como marines con un aspecto severo cargando

rifles de asalto automáticos que nos les ayudarían mucho si

Cinco lograra salir. Ambos lucen sorprendidos de vernos.

—Lo necesito —le digo a los guardias, asintiendo hacia la

puerta de acero.

Ellos intercambian una mirada.

—Él es un prisionero —dice uno de ellos.

—Lo sé. Él es nuestro prisionero —respondo.

—Definitivamente no estamos planeando dejarlo libre —

añade Nueve.

Uno de los guardias se va a un lado y murmura algo en el

walkie-talkie. Dejo que todo esto suceda. Para que parezca

que respeto la autoridad de Lawnson.

El guardia regresa, se encoge de hombros produciendo

un tintineo de llaves.

—Al general le gustaría que vayas a verlo... por otro

asunto —el guardia me dice mientras desbloquea el

mecanismo que sostiene una manivela de tres palancas en su

lugar

—Ooh, estas en problemas —Nueve dice.

—Le puedes decir que lo iré a ver apenas termine lo que

tengo que hacer aquí —le contesto al marine.

Ahora sé que Lawson ya sé entero que Seis y los demás

dejaron la base sin decirle; no tengo ninguna intención de

perder mi tiempo explicándole nuestros movimientos, si el

los desea saber, él puede buscarme. Tengo cosas que hacer.

Por supuesto, no le dije nada de eso al guardia.

La rueda emite un sonido cuando el guardia la mueve, la

puerta se abre y los guardias se apartan rápidamente.

—Me preguntaba cuando me visitarían.

Cinco está sentado en el piso acolchado de su celda con

las piernas cruzadas y sonriéndonos a Nueve y a mí. Sus

brazos están asegurados en una camisa de fuerza, sus piernas

en un pijama que le queda suelta y sus pies están descalzos.

El piso debajo de él es como un gran cojín. No hay nada en

este cuarto para que Cinco pueda tocar para activar su

externa. En el peor de los casos puede convertir su piel en

algodón.

Yo no supervisé el encarcelamiento de Cinco. No estaba

en un estado emocional para preocuparme por él, por eso

Nueve y Sam se encargaron de eso. Viendo el cuarto

acolchado, piensas que fue construido especialmente para

encerrar a Cinco. Por suerte para nosotros los espías que

construyeron este lugar estaban preparados para cualquier

posibilidad, incluyendo una donde alguien perdiera la cabeza

en un escenario post-apocalíptico.

La cara de Cinco aún sigue magullada e hinchada en

donde Nueve lo pateo después de la batalla en la Isla de la

Libertad. Cuando encerraron a Cinco acá abajo, Nueve y

Sam le quitaron el mugriento parche de gasa que tenía sobre

la cuenca donde estaba su ojo. La cuenca vacía me mira

fijamente.

—Necesito tu ayuda —digo. Las palabras dejan un sabor

amargo en mi boca.

Cinco mueve la cabeza para que su ojo bueno se centre

en mí.

—Tú me salvaste la vida John. Sé que nunca confiaras en

mí, no después de todo lo que paso, pero estoy a tu servicio.

A mi lado, Nueve gruñe.

—Quiero vomitar.

Cinco se gira hacia Nueve.

—Yo aceptó las responsabilidades de mis acciones,

Nueve. Sé que lo que hice estaba... equivocado. ¿Pero

cuando vas a aceptar tu parte?

— ¿Mi parte?

—Siempre diciendo pura mierda —Cinco gruñe—. Si

solo te callaras de vez en cuando...

—Entonces mis bromas te convirtieron en un traidor

psicótico —responde Nueve. Me doy cuenta de que tiene los

puños cerrados. El me mira—. Esta es una idea estúpida,

John.

Niego con la cabeza.

—Miren, cuando todo esto termine, si ustedes dos

quieren encerrarse en una jaula de acero y arreglar su mierda

de una vez por todas, eso estará bien para mí. Pero no

podemos perder tiempo ahora.

Nueve frunce el ceño y se queda callado. Cinco continúa

mirándome como si pudiera ver a través de mí. Un segundo

después, Cinco chasquea su lengua.

—Qué diferencia de hace un día —dice Cinco. Luego se

dirige a Nueve como si yo no estuviera en el cuarto—. Ayer

él estaba haciendo todo lo posible para evitar que nos

matáramos el uno al otro, ¿recuerdas? El niño bueno. Ahora

todo cambió. —Me consuela con una mirada que casi luce

orgullosa—. He visto esa mirada en tus ojos, John. Antes no

estabas listo pero ahora lo estás.

— ¿Listo para qué? —pregunto, pateándome por dentro

por la facilidad con la mordí el anzuelo.

—Para la guerra —Cinco responde—. Listo para hacer

todo lo que sea necesario para ganar. Quizás listo para dar

más de lo necesario, ¿hmmm? —Él mira a Nueve de

nuevo—. ¿Lo ves también, o no? Él es como nosotros

ahora. Sediento de sangre.

Nueve no responde inmediatamente. Él tiene una mirada

incierta en su cara; y, me doy cuenta, de que a pesar de que

odia a Cinco, lo que ha dicho de mí toca algo en él. ¿Cómo

no habría de cambiar después de lo que pasó? Si estoy

sediento de sangre significa que estoy luchando por hacer lo

que sea necesario para acabar con Setrakus Ra, entonces no

estoy avergonzado por ello.

Ignoro todo lo que pasa y miró a Cinco a su único ojo.

—Necesito que me enseñes a volar —digo.

Cinco se concentra un momento y luego flota arriba del

piso acolchado. Cruzando las piernas y con la cabeza rapada,

flotando a cuatro pies del piso, él se ve como una versión

retorcida de un monje.

—Esto es lo que quieres —pregunta.

Estudio la forma de como vuela.

—No es suficiente.

El me frunce el ceño.

—Tú tienes el legado para copiar otros legados como

Pittacus Lore, ¿cierto? Vi lo que hiciste en Nueva York con

la nueva chica y su visión de piedra. Tu solo debes observar

el legado, así que observa.

No es tan fácil como Cinco piensa. Primero que nada,

estaba desesperado, lo que siempre ayuda para aprender

Legados. Además pude sentir como trabajaba el Legado

cuando trataba de sanar el dolor de cabeza de Daniela. Mi

Ximic se topó directamente con su Legado floreciendo y

pude sentir como trabajaba este. Creo que por eso fui capaz

de copiar el legado de sanar de Marina sin saber que lo

estaba haciendo y porque fui capaz de copiar la invisibilidad

de Seis sin muchos problemas. Ya había sentido esos

Legados antes, fueron usados en mí, toque su poder. Mirar a

Cinco flotar alrededor como un buda sociópata no es muy

bonito.

—Con Daniela, fue el calor del momento. Además, pude

sentir como funcionaba el Legado —le explico a Cinco—.

Mirarte a ti no ayuda mucho.

—Hemos volado antes —Cinco me recuerda—. El

primer día que nos conocimos. ¿No te acuerdas como se

sintió?

—Probablemente como ser cargado por un gordo cabrón

—responde Nueve.

Ignorando a Nueve, cierro mis ojos y trato de recordar

cómo fue volar con Cinco. El sentimiento de ir en contra de

la gravedad, mis piernas colgando, la idea de que Cinco me

podría dejar caer en cualquier segundo...

Miro a mis pies, sin sorprenderme de verlos todavía en el

piso.

—Recuerdo como se sentía ser cargado —digo—. Es

muy diferente a propulsarme en el aire.

—Volar es igual que la telequinesis —dice Cinco después

de un momento—. Es como cuando visualizas un objeto y

quieres hacerlo flotar en el aire. Te imaginas haciéndolo y lo

haces. Ustedes ya hicieron esa mierda millones de veces

como yo, ¿cierto?

Nueve y yo murmuramos en acuerdo.

—Bueno, imagina que estás haciendo eso con tu propio

cuerpo —continua Cinco. Sacude su camisa de fuerza e

inmediatamente frunce el ceño. El trata de extender sus

brazos pero se olvida de que estos están sujetos a su

pecho—. Extiende tus brazos e imagina que hay cuerdas en

ellos, tirando de ti hacia arriba.

—Como un títere —dice Nueve

—Como un actor en un show. —responde Cinco,

molesto—. Elévate del escenario, elegantemente.

—Como perdedor —dice Nueve.

—Inténtalo John —dice Cinco gentilmente—. Extiende

tus brazos. Imagina que estas a salvo atado a las cuerdas.

Imagina que tu telequinesis puede manipular esas cuerdas y

luego deja de imaginarlo y hazlo.

A pesar que no me siento totalmente cómodo tomando

clases de Cinco, extiendo mis brazos. Me concentró y trato

de imaginar cuerdas atadas a mí alrededor, conectadas al

techo, como Cinco dijo. Yo manejo las cuerdas con mi

telequinesis. Imagino mis pies dejando el suelo, mi cuerpo

flotando en el aire.

Y luego pasa. Algo hace clic, y siento que mis zapatillas

pierden contacto con el suelo. Son a lo mucho unas pulgadas

pero estoy volando.

—Ahora relájate. —dice Cinco, susurrando—. Está bien,

concéntrate en mantener tu cuerpo recto. Continua

manteniendo tu cuerpo arriba con las cuerdas.

A pesar de que Cinco dice eso. No pude evitar mirar a

bajo para ver mi progreso. Hay un metro de espacio vacío

desde donde cuelgan mis pies. Y viendo que están

completamente desorientados. Mi instinto es de agitar mis

brazos como si perdiera el equilibrio. Rápidamente, me voy

hacia adelante, continuo flotando pero ahora de manera

horizontal, mirando al piso.

— ¡Concéntrate! —Grita Cinco—. ¡Recuerda las cuerdas!

Los gritos no ayudan. Imagino las cuerdas pero en lugar

de tirarlas hacia adelante suavemente, les doy un frustrado

tirón mental. Me voy hacia arriba, siento como mi columna

vertebral choca fuertemente contra el techo y luego caigo de

cara. Por suerte para mí la celda de Cinco es acolchada.

Detrás de mí, escuchó a Nueve tratando de ahogar una

risa. Empujó mi cuerpo con las manos y rodillas y fulmino a

Nueve con la mirada.

—Pudiste agarrarme.

Nueve sonríe e imita el movimiento de mis brazos

cuando trataba de equilibrarme en el aire.

—Oh hombre, eso fue demasiado bueno. No estaba

pensando.

Me levanto. Cinco continúa volando frente a mí sin

esfuerzo alguno. El no piensa que mi fracaso haya sido

divertido como Nueve lo cree.

—Es un comienzo —dice Cinco, y se encoge de

hombros a través de su camisa de fuerza—. No te

recomiendo practicar donde haya un techo como esté, yo

aprendí volando sobre el agua, así no duele tanto.

— ¿Cuánto tiempo? —pregunto—. ¿Cuánto tiempo te

tomo aprender a volar?

Cinco bufa.

—No es como lanzar bolas de fuego, John. Es como

aprender a caminar de nuevo. Toma meses.

Sacudo mi cabeza.

—No tengo meses. Necesito volar hacia una de las naves

de guerra lo antes posible.

Cinco levanta una ceja.

—Bueno ahora, eso suena interesante.

—No estás invitado —dice Nueve rápidamente.

Cinco suspira.

—Si estas determinado de hacerlo por tu cuenta, hay otra

técnica de entrenamiento que podemos probar.

— ¿Cuál es esa?

Apenas he terminado la pregunta cuando Cinco me

golpea en el estómago con su hombro. Se me va el aire

inmediatamente. Él es como una bala de cañón. No tiene

brazos para sujetarme por eso debe mantener presionando

mi abdomen firmemente con su hombro. Caemos fuera de

la celda de Cinco, pasando a Nueve, quien no reaccionó

rápidamente. Los marines de afuera gritan sorprendidos.

Bajamos la guardia un segundo y esto sucede. ¿Cuán

estúpidos podemos ser?

Cinco me golpea contra la parte de arriba de la pared

opuesta de su celda, de modo que la parte superior de mi

cabeza roza el techo. Escuchó los gritos de los soldados,

escuchó como apuntan sus armas.

— ¡No! —Nueve grita—. ¡Le darán a John!

Cinco vuela lejos de mí, y comienzo a deslizarme hacia

abajo de la pared. Pero él no me está dejando ir, solo está

tomando una mejor posición. Cuando caigo, el envuelve mi

pecho con sus piernas. Uno de mis brazos queda atorado en

la llave que hizo con sus piernas.

Enciendo mi lumen con mi mano libre y agarro la pierna

de Cinco, tratando de liberar mi cuerpo. Quemo la parte

delantera de su pijama, escucho la piel de su pierna crepitar y

luego…

¡Whoosh!

Toda la piel de Cinco se convierte en fuego, su externa se

activó. A pesar de que soy inmune al fuego, me voy hacia

atrás sorprendido. La camisa de fuerza se quema y se cae,

fragmentos ardientes caen al piso. Ahora ya no necesita sus

piernas para sujetarme. Él se agacha y sujeta mi garganta con

una de sus manos en llamas.

—Gracias por el fuego, John, eres predecible, pendejo

arrogante.

El vuela y me golpea contra el techo. Luego baja

inmediatamente lanzándome contra el suelo. Nueve salta

hacia nosotros, y Cinco me balancea a un lado como un

escudo humano. Escucho a Nueve gruñir mientras mis

piernas lo golpean en la cabeza. Cinco empieza a volar

conmigo a gran velocidad sobre el pasillo.

— ¿La primera vez que te lleve volando? Dios, ¡no sabes

que ganas tenia de soltarte! Es tiempo de compensarlo.

Es vertiginoso. Nosotros vamos cruzando puertas de

golpe, dentro de celdas vacías, dentro de nuevos pasillos

donde los soldados gritan con pánico. Cinco toma cualquier

oportunidad para golpearme contra la pared o el techo o el

suelo. Es difícil hablar cuando la superficie de tus costillas se

están quebrando, estoy desorientando. Alcanzó a ver a

Nueve detrás de nosotros, está corriendo por las paredes

usando su legado anti gravedad para evitar chocar con algo.

Cinco también debe de verlo, porque se da la vuelta y se

dirige hacia Nueve como un meteoro. Nueve tiene que

hacerse a un lado para evitar chocar contra Cinco y

quemarse, antes de que Nueve se recupere, ya hemos girado

otra esquina.

Estoy solo.

Gracias a que soy aprueba de fuego, no estoy preocupado

por que la piel de Cinco esté literalmente en llamas. La

manera en que sujeta mi cuello es lo que me preocupa.

Cada vez que Cinco me estrella contra una nueva

superficie, su agarre se afloja un poco, y me permite respirar.

Por la forma en la que está zarandeándome, esto se está

convirtiendo en una verdadera batalla para conseguir

oxígeno.

— ¡El Amado Líder vino a mí en un sueño! —Cinco

grito en mi cara. El cuenco donde estaba su ojo está

envuelto en llamas—. ¡Él dijo que me perdonaría si le decía

dónde encontrarte! ¡Le dije que haría algo mejor que eso y te

mataría con mis propias manos!

Un gruñido de furia sale de mi adolorida garganta.

¡Suficiente!

Bajo mis dos puños hacia el antebrazo de Cinco en un

intento de romper su agarre. El gruñe pero no suelta mi

cuello. Nos golpeamos contra la pared, el techo, siempre

usándome como amortiguador. Apoyo mi cabeza hacia atrás,

asegurándome de apuntar directamente a Cinco y luego dejo

que la visión de piedra de Daniela salga.

Él es muy rápido. Al instante de que el rayo sale de mis

ojos, Cinco levanta un brazo para evitar que el rayo le caiga

en la cara. Una mano menos alrededor de mi cuello, pienso.

Cinco deja salir una risa de susto mientras su mano se

convierte en piedra, entonces estampa la nueva extremidad

de plomo directo en mí cara. El continúa con la presión,

cubriendo mis ojos para que no pueda usar mi visión de

piedra.

Es un comienzo. Ahora puedo respirar con solo una de

las manos de Cinco sujetándome. No solo eso, he logrado

ganar algo de ventaja. Lo sujeto alrededor de su cuello y lo

tuerzo, damos vuelta hasta que chocamos y caemos. Nos

golpeamos contra algo —debe ser el suelo, todavía no puedo

ver— y me doy cuenta de que Cinco debe seguir

sujetándome. Teniendo el control ahora, pongo todo mi

peso contra Cinco, lo estrangulo contra el suelo una y otra

vez.

Quita su mano de piedra de mis ojos, ahora puedo ver

una mirada de dolor cruzando por su rostro. El fuego que

cubría su cuerpo desaparece, dejando algo frágil, una piel

normal. No me detengo. Continúo estrangulándolo. Ahora

es Cinco a quien le falta el aire.

— ¡John… John… mira abajo! —se las arregla para decir.

Posiblemente sea otro truco, pero hay algo en la forma en

que lo dice, toda la malicia se fue de su voz.

Miro abajo y veo el suelo, quince pies abajo de nosotros.

No estoy presionando a Cinco contra el suelo, lo estoy

presionando en contra del techo.

Estoy volando en completo control.

—Tu dijiste… tu dijiste que era el calor del momento —

Cinco gruñe—. Pensé que un poco de motivación podría…

podría ayudarte a aprender. A hacerlo… a hacerlo por

instinto.

No sé qué decir. Dejo salir una respiración que silva entre

mis dientes y mi furia desaparece, mientras sostengo a Cinco

en contra del techo. Despacio —en control ahora— floto

hacia el suelo. Miró alrededor. Estamos en un pasillo de la

sección de la enfermería de la base. Todo está vacío. A la

distancia, escuchó pasos en un pasillo cercano.

Probablemente Nueve y los soldados tratando de

alcanzarnos.

—Había mejores formas de hacerlo —digo, mirando a

Cinco. Ignorando el hecho de que está completamente

desnudo, toda su ropa se volvió ceniza cuando su cuerpo se

convirtió en fuego.

—No puedes discutir los resultados —responde Cinco,

encorvando. Sosteniendo su brazo que convertí en piedra

frente a su cara. Puedo decir por cómo se mueven sus

músculos, que está tratando de mover su dedo pero no es

suficiente—. Se siente raro.

Cinco convierte todo su cuerpo en piedra como la de su

mano. Cuando regresa a la normalidad su mano sigue siendo

de piedra. Frunce el ceño.

—Mierda. ¿Esto es permanente?

—No lo sé —le digo—. Puedo intentar curarlo.

—Hazlo por favor —Cinco dice, y extiende su mano.

Tomo la mano de Cinco y dejo que mi legado fluya.

Toma un poco más de esfuerzo de lo normal, mi Legado

tiene que trabajar dentro de la fría piedra y encontrar un

tejido vivo que reconstruir. Eventualmente, la piedra

empieza a desaparecer, revelando una piel lisa debajo.

—Quizás solo deja mi dedo meñique —dice Cinco

rápidamente, con una idea que se le ocurrió en ese

momento—. No necesito mi meñique.

Hago una mueca. Él quiere que deje uno de sus dedos así

para siempre ser capaz de convertir su cuerpo en piedra.

Muevo mi cabeza.

—Eso no sucederá.

—Vamos John —él dice y me sonríe. Hay sangre en sus

dientes—. ¿No confías en mí?

En respuesta, curo el resto de su mano. Pero no dejo ir su

brazo.

—Cuando nosotros peleábamos, tú dijiste que Setrákus

Ra vino en tus sueños. ¿Solo estabas tratando de

provocarme?

—No, si sucedió —Cinco responde—. No acepté su

oferta porque no creo en lo que dice ese viejo bastardo.

Antes de que suelte a Cinco, Nueve sale disparado de una

esquina.

Con mi oído mejorado, puedo distinguir otra docena de

pies a unos segundos detrás de él. Además puedo escuchar

los clics de las armas automáticas. Inmediatamente levanto

mis manos en dirección a Nueve y pongo mi cuerpo entre él

y Cinco. Después de la peligrosa escena de Cinco, no quiero

que esto se me vuelva a salir de las manos.

— ¡Estoy bien! —Grito—. ¡Solo fue un malentendido!

Nueve patina al detenerse, con los puños cerrados. Infla

sus mejillas con esfuerzo, luego alza una ceja, mirando más

allá de mí.

Detrás de mí, Cinco gruñe con sorpresa.

—Uh, John… —Cinco articula.

Me doy la vuelta para ver a Cinco parado como una

estatua. Apenas puede respirar. Un carámbano se cierne en

el aire frente a su cara. El carámbano destella en el pasillo

iluminado, afilado como un puñal. El fragmento congelado

está a un pelo del ojo que le queda a Cinco.

Marina esta parada a unos pies detrás de Cinco, lo

suficientemente atrás como para que Cinco no pueda

agarrarla. Su cabello oscuro está completamente enmarañado

a un lado de su cara. Ella luce como si recién se hubiera

levantado, excepto por sus ojos —estos están abiertos y

deslumbrantes, fijos en Cinco.

—Marina, tranquila… —empiezo a decir. Pero ella no me

escucha.

— ¿Que te dije Cinco? —pregunta Marina, su voz es

fría—. ¿Qué te dije que pasaría si te volvía a ver de nuevo?

—¡SE SUPONE QUE TENDRÍAMOS QUE ESTAR

SALVANDO AL MUNDO de malvados alienígenas y en

cambio, estamos a punto de morir en un choque de avión!

—Daniela gime, su cara presionada contra la ventana más

cercana—. ¡Qué desastre!

—No vamos a morir— Lexa dice bruscamente desde la

cabina de mando—. Puedo aterrizar esta cosa sin energía,

solo que no será agradable.

Desagradable suena como si fuese un eufemismo. Un

vistazo por la ventana me muestra que estamos todavía muy

arriba. Las copas puntiagudas de los verdes árboles se

asoman por abajo. Lexa planea vagamente en círculos,

tratando de refrenar nuestro descenso lo máximo posible.

Sin energía, la nave se mece de un lado a otro con cada

ráfaga de viento y puedo sentir a Lexa tirar de los controles

cada vez que esto ocurre, para mantener la trompa de la nave

quieta. Más o menos, le ha sido posible mantenernos

relativamente estables. Una vez que golpeemos esos árboles

vamos a rebotar como locos.

Sam está de pie en medio del pasillo. Se ve aterrado. No

puedo culparlo, dado que este descenso abrupto es, más o

menos, su culpa.

—Esta nave está jodidamente condenada —me murmuro

a mí misma.

— ¡Enciéndete! —Sam grita como por vigésima vez—.

¡Nave! ¡Te ordeno que te vuelvas a encender!

—No funciona. Los sistemas aún están muertos y yo

estoy totalmente bloqueada —Lexa llama desde la cabina del

piloto—. Intenta de una forma más agradable.

Sam se aclara la garganta y su voz aumenta una octava,

como si le estuviera hablando a un bebé.

— ¿Nave? ¿Por favor vuelve a encender?

Nada ocurre.

— ¡Maldita sea, enciéndete!

Lo agarro por los hombros y hago que me mire.

—Ahora solo estás gritando; entiendes eso, ¿no?

Necesitas concentrarte. Deja de alterarte y usa tu Legado.

—No sé cómo, Seis. Gritar es lo único que realmente me

ha ayudado hasta ahora.

—Lo hiciste antes con el video juego. Solo… no sé.

¿Visualiza?

—Voy a hacer que nos matemos —Sam gruñe.

—He visto muy pocos futuros en donde eso ocurre, Sam

—Ella interrumpe. Aún está calmadamente sentada en su

silla, Sam la mira fijamente.

— ¿Ves? Muy pocos —le digo a Sam.

Sam traga fuerte.

—No es de mucha ayuda.

La nave de repente se tambalea hacia la derecha. Lexa

maldice y lucha contra la columna de viento, intentando

corregir el curso. Definitivamente, acabamos de ganar más

velocidad descendente.

—Seis, quizás puedas ayudarme con el problema del

viento —Lexa llama sobre su hombro.

—Buena idea —respondo, empiezo a alejarme de Sam.

Sus ojos se ensanchan inmediatamente, como si yo lo

estuviera abandonado. Agarro sus hombros y los presiono—

. Relájate, puedes arreglar esto, yo solo voy a ralentizarnos

un poco para tener más tiempo.

Voy a la ventana más cercana y me concentro en el clima

de afuera. Hay un cielo azul y claro afuera. Me concentro en

el viento —que sopla fuerte a esta altura, pero no tan fuerte

como para que no pueda controlarlo. En lugar de que nos

embista contra un costado de la nave, controlo el viento para

que la dirección cambie, pasándolo a través de la panza de la

nave, amortiguándonos. Combinado con la cuidadosa

navegación de Lexa, pronto estaremos descendiendo

suavemente, como una hoja atrapada en una brisa.

Nos he detenido un poco. Esta nave debe pesar media

tonelada. No seré capaz de mantenernos flotando por

siempre, no sin ayuda de los motores. Es solo cuestión de

tiempo.

Estoy segura que Sam sabe esto. Él sigue intentándolo,

con diferentes tonos de voz, ordenándole a los motores que

vuelvan a andar. La nave no lo está escuchando, creo.

En mi visión periférica, noto que Ella sale de su silla,

pequeñas motas de energía azul crepitan por las esquinas de

sus ojos. Sostiene a Bandit bajo uno de sus brazos. El

mapache enloqueció cuando empezamos a caer. Tan pronto

como Eli lo agarró, él se tranquilizó. No entiendo porque

estaba tan asustado, de todas maneras, a diferencia de

nosotros él puede desarrollar alas. Eli estudia a Sam un

segundo.

Asiente una vez, como si hubiera sacado una conclusión.

—Antes dijiste que habías imaginado el funcionamiento

interno del video juego y eso te había ayudado, ¿verdad? —le

pregunta.

—Dije que habían aparecido en mi cabeza

repentinamente —Sam responde. Sam deja correr ambas

manos a través de su cuero cabelludo—. No sé cómo

ocurrió.

—Está bien —Ella responde—. Dame un segundo.

Sam parpadea hacia ella, intentando humedecer sus

labios. Sam observa a Eli cuando se pasea casualmente hacia

la cabina del piloto. Me doy media vuelta, para mirar

también, aun prestándole la mayoría de mi atención a la

redirección del viento.

—Esta cosa tiene paracaídas, ¿cierto? —Daniela me

pregunta.

—No te preocupes —le respondo mirando a Eli—. Creo

que lo tenemos controlado.

Daniela me mira como si estuviera loca. Ella no está

acostumbrada a toda esta cosa de escaparse por los pelos.

—Tú si sabes cómo funciona esta nave, ¿cierto? —Ella le

pregunta a Lexa, situándose a la derecha del piloto—.

Podrías, digamos, ¿imaginar el motor?

— ¿Qué? Si, supongo —Lexa responde. Aunque está más

concentrada en conducirnos hacia una parcela de llanuras

ahora visibles en el horizonte. No hay suficiente espacio para

aterrizar limpiamente, pero por lo menos, no seremos

lanzados en medio de los árboles.

— ¿Podrías hacerlo justo a hora? —Ella pregunta

pacientemente—. Solo... visualiza el motor o el sistema de

energía o.... No sé. Lo que creas que Sam arruinó.

—Estoy un poco ocupada con... —Lexa responde

bruscamente, entonces lo piensa mejor. Se asegura de que

los controles estén apuntando a la dirección correcta antes

de recostarse y cerrar por un segundo los ojos—. Listo,

estoy imagi...

Lexa se detiene de repente con un estremecimiento,

como si un escalofrío hubiera subido por su columna

vertebral.

—Gracias, lo tengo —Ella dice.

Lexa abre los ojos, presiona por un momento el puente

de su nariz antes de volverse a concentrar en los controles.

—Eso fue raro —murmura.

—Sam, voy a enviarte esta imagen —Ella dice

acercándose a Sam a través de la cabina del piloto.

—Enviármela, ¿cómo? —pregunta, aunque la respuesta

es obvia. Telepáticamente. La cabeza de Sam da un tirón

hacia atrás y sus cejas se alzan—. Oh, de esa manera.

—Intenta con tu Legado ahora —Eli sugiere, se inclina

contra la puerta de la entrada de la cabina del piloto y

suavemente acaricia el pelaje de Bandit. Está muy segura de

sí misma. Suelto mi agarre del viento un poco. La nave se

inclina de repente un poco hacia la izquierda. Daniela es la

única que lo nota y deja salir un pequeño gemido de

desesperación; todos estamos concentrados en Sam.

Sus ojos se ponen vidriosos y mira fijamente a lo lejos.

Como si hubiera algo flotando ahí afuera que solo él puede

ver. Sus labios se mueven sin palabras mientras susurra

rápidamente, como si estuviera haciendo una cuenta rápida

hasta mil.

—Nave, enciéndete y estabilízate, devuelve el control al

piloto —dice confiadamente.

Inmediatamente hay un zumbido de actividad bajo

nuestros pies. Los motores de la nave vuelven a la vida y hay

un satisfactorio coro de vítores y silbidos de la cabina del

piloto. Nos nivelamos y empezamos a ganar altura.

—Todo bien —Lexa dice—. Crisis superada.

Me alejo de la ventana y sacudo a Sam.

— ¡Lo hiciste!

Sam me sonríe, atontado, como si no estuviera seguro de

lo que hizo.

—Lo hice —repite.

—No nos mataste, hurra —Daniela agrega

sarcásticamente.

—Me sentí como si estuviera sobrecargado o algo —Sam

dice. Su mirada se posa en Eli—. Como si estuviese

conectado con la máquina. Logré hacer que todo esto

funcione...

Ella se encoge de hombros.

—Yo solo tomé lo que estaba en la mente de Lexa y te lo

di a ti. Eso es todo.

—Esto significa que debes entender a la maquina antes

de controlarla —digo, pensando en voz alta.

—Pero con el video juego, yo solo me senté junto a él,

pensé sobre él y eventualmente la imagen vino a mí —Sam

cuenta—. Y apagar la nave, eso fue un total accidente. Como

si me hubiera extralimitado.

—También hablaste chistoso esta última vez —Daniela

dice—. Como un robot.

— ¿Lo hice? —Sam pregunta y levanta una de sus cejas

hacia mí.

—Lo hiciste —digo—. Parece que todavía tenemos

trabajo que hacer para entender este legado.

—Hombre, necesito un Cêpan —Sam dice rascándose la

parte trasera de su cuello.

Lexa se aclara la garganta.

—Se ven vivos todos. Nos acercamos a las Cataratas del

Niágara. Y ya cuento dos…no, tres Skimmers.

Todos los del fondo guardan silencio y se ponen serios.

La tremenda majestuosidad de las Cataratas del Niágara se

vuelve visible cuando Lexa desciende y pasamos rápido por

encima de ellas. Como era de esperarse, las cataratas están

completamente vacías de turistas. Con el mundo en guerra,

nadie tiene tiempo para contemplarlas.

Me doy cuenta de un brillo azul cobalto en la ladera de la

montaña cerca de las cataratas. Esa es la nueva piedra

Loralita, por la cual nuestros nuevos Garde se han estado

teletransportando.

Y ¿estacionados alrededor de ella? Los tres Skimmers que

Lexa divisó.

— ¿Los ven?

—Si —respondo—. Ningún movimiento, creo.

—Espera; déjame acercar la imagen un poco más.

Oigo a Lexa golpear ligeramente unos comandos en su

consola. Un momento después la vista de la ventana se

difumina y entonces se expande. Ahora observamos más de

cerca la piedra de Loralita y las naves que la rodean. La

cámara que debe estar montada en la panza de la nave, sin

esfuerzo, sigue la piedra mientras nos deslizamos por encima

de ella.

—Whoa —Daniela dice—. Cool.

Ahora puedo observar más detalles de los tres Skimmers.

Solo uno de ellos se ve intacto, con su rampa extendida y la

puerta de su cabina de mando abierta. Del segundo

Skimmer brota una capa de humo negro que sale de su

motor, como si algo hubiera explotado hace poco ahí. Y el

tercer Skimmer está volcado sobre un lado, a la mitad del río

que corre hacia las cataratas. La nave incluso ahora se

estremece, en cualquier momento la corriente se lo llevara

río abajo.

Parece que los Mogadorianos tuvieron más de lo que

esperaban. Incluso así, no veo señales de vida ahí abajo. Eso

me pone nerviosa.

— ¿Qué quieres hacer? —Lexa pregunta.

Pienso acerca de eso un segundo.

—Llévanos abajo, a la intemperie. Nuestra llegada no fue

nada sutil. Cualquiera con ojos probablemente ya nos ha

visto.

—Piensas que los Mogs podrían estar esperando para

dispararnos justo ahora —Sam dice con el ceño fruncido

mirando la escena en la pantalla mientras Lexa nos desplaza

alrededor para el aterrizaje.

—Podría ser una emboscada —digo.

—O puede que ellos tengan más naves. Quizá llegamos

muy tarde. Puede que ellos ya hayan agarrado a esos niños y

regresado a su nave de guerra —sugiere Daniela con

gravedad.

—Esperemos que no —replico.

Lexa aterriza, lo más cercanamente posible a la piedra

Loralita, cerca del Skimmer intacto. Ahora que estamos en

tierra, ella regresa las ventanas a la normalidad. Eli se queda

mirando fijamente a la piedra brillante, pareciendo

hipnotizada.

—Necesitamos ayudar al gobierno a asegurar el resto de

estos lugares —dice después de un momento—. Si los mogs

los encuentran primero, la nueva Garde podría terminar

teletransportandose justo a sus manos.

— ¿Puedes conectarte con ellos de nuevo? —le

pregunto—. Si ellos están viniendo a luchar, podríamos

decirles a todos que se teletransporten aquí.

Ella sacude su cabeza.

—Mi rango ya no es tan fuerte.

—Podemos postearlo en YouTube —dice Sam con

sequedad.

—No YouTube, nunca —replico—. Tendremos que

confiar en que Lawson y su gente harán lo correcto con

ellos.

—Por suerte, estoy con ustedes chicos y no detenida —

dice Daniela.

Lexa nos coloca en un ángulo para que nuestra rampa de

salida quede hacia las cataratas. Eso quiere decir que ninguna

amenaza podrá llegar a nosotros por detrás, y podremos usar

la nave como cubierta por si es una emboscada. Cualquier

Mog que busque atacarnos, vendrá desde el pequeño bosque

verde del norte. Ese pequeño bosque esta medio inundado

por el río que corre hacia las cataratas, por lo que tendremos

una ventaja si nos mantenemos en el suelo.

— ¿Listos? —pregunta Lexa.

Yo asiento, y ella despliega la rampa. Nadie empieza a

disparar. No estoy segura de poder oír disparos de cañones

por encima de la cacofonía de las cataratas, de todos modos.

—Adam debe estar en el comunicador —le digo a

Lexa—. Llámalo, cuéntale que llegamos y ve si él recogió

alguna charla de los Mogs. De todos modos, ten la nave

preparada para salvarnos el culo en caso de que tengamos

que irnos a toda prisa.

—Lo tengo —Lexa responde.

Extiendo mi brazo, e inmediatamente Regal aterriza sobre

mi antebrazo, cuidando que sus garras no se encajen muy

fuerte.

—Explora esto —le digo a la quimaera y el aletea lejos, a

través de la puerta de salida hacia el cielo azul. Comienzo a

acercarme a la rampa después de que se va, haciéndole señas

a Daniela—. Vamos, toma el frente conmigo. Cualquier cosa

que se vea hostil, anda y conviértelo en piedra.

Daniela sonríe, pero puedo notar que está nerviosa.

—Hagámoslo.

Con Daniela y yo liderando el camino, comenzamos

nuestro descenso por la rampa. Miro hacia un lado,

rápidamente, sintiendo movimiento. Pero es solo Sam

recogiendo una dentada roca del río con su telequinesis.

Él se encoge de hombros hacia mí.

—En caso de que necesite golpear a alguien —dice

calmadamente.

Daniela mira alrededor mientras caminamos a la redonda

del frente de la nave y nos acercamos al Skimmer quemado.

Bandit está a nuestro lado mientras nos movemos

lentamente al norte. El mapache se ha puesto más grande

desde que aterrizamos, hinchado, sus garras son ahora de

una longitud viciosa. El rasguña la tierra, listo para atacar

ante la primera señal de peligro. Sus garras juntan una

sustancia gris caliza que inmediatamente reconozco.

Ceniza Mogadoriana. Bastante fresca, considerando que

no se ha desparramado por completo aun. Y ahí, al lado de

las cenizas, las armas abandonadas de un nacido en tanque

asesinado. Hubo definitivamente una guerra aquí, y los Mogs

fueron víctimas.

—Los novatos hicieron algo de daño —digo.

—No bromeas —Sam replica, visualizando el Skimmer

humeando. Examinándolo más de cerca, parece como si una

granada hubiera estallado justo en su cabina de mando. Algo

exploto, eso seguro. No estoy segura de que.

Miro por detrás de nosotros y veo a Ella a la deriva de

nuestro pequeño grupo. Dirigiéndose hacia la piedra de

Loralita, lo que la pondría al descubierto.

—Ella —le silbo—. Mantente cerca.

Ella ondea su mano hacia mí sin quitar su mirada de la

piedra.

—Estaré bien, Seis.

Sam y yo intercambiamos una mirada.

—Supongo que te pones bastante atrevido cuando

puedes ver el futuro —Sam dice.

—O cuando ya moriste una vez —le respondo.

Confiando en que Eli puede cuidar de sí misma, dirijo a

los demás cautelosamente hacia el bosque. Pasamos el

Skimmer que aterrizo a salvo, luego el borde cercano del río

y el Skimmer que se volcó en las profundidades. Daniela

pone una mano en mi brazo.

— ¿Escuchaste eso?

Al principio, no escucho nada salvo el agua. Pero después

distingo un zumbido monótono, agudo e incesante. Bizqueo

hacia el Skimmer en el río. Luce borroso, de alguna extraña

manera….

Insectos. Incluso medio sumergido en el agua, la nave

Mogadoriana está cubierta por un enjambre de insectos.

Tiene que haber miles de ellos, abejas y jejenes y moscas y

quien sabe que más, yendo y viniendo por los respiraderos

del motor, arrastrándose sobre la cubierta blindada. Solo se

separan cuando el agua del río salpica hacia ellos.

—Tiene que ser trabajo del apicultor —dice Sam.

—Tiene que serlo —concuerdo. Después nos movemos

hacia delante. Me estoy sintiendo mucho más confiada

acerca de esta misión. De hecho, no parece ser un rescate

para nada.

Desde arriba, sonando sobre el golpeteo de las olas y el

zumbido de los insectos, llega un penetrante grito. El llanto

de un halcón. Regal enviando una advertencia.

— ¿Qué diablos es eso? —exclama Daniela, apuntando al

cielo.

Desde la línea de los árboles, un objeto brilloso fue

lanzado directamente hacia nosotros. Este flota a través del

aire en un arco imposible —hay telequinesis guiándolo,

seguramente. Si tengo que adivinar, diría que alguien acaba

de arrojarnos una piña de pino. Excepto que nunca vi una

titilando con ondas rojas de energía carmesí.

Una imagen del Skimmer explotado que acabamos de

pasar viene repentinamente a mi mente.

—Dispárale —le digo a Daniela.

No tuve que molestarme; ella ya estaba en eso. Una

corriente de energía teñida de plata brota desde los ojos de

Daniela —la fuerza de esto luce realmente dolorosa, y

Daniela grita cuando ocurre. Su objetivo es acertado, y

pronto la resplandeciente piña de pino no es más que un

pedazo de piedra volando a través del cielo.

Sin esperar a que tenga alguna posibilidad, golpeo la roca

con mi telequinesis. Aterriza a unas veinte yardas frente a

nosotros e inmediatamente explota, la energía roja de la piña

cargada tritura el caparazón de piedra de Daniela. Somos

golpeados por unos pocos pedazos, pero de manera

inofensiva. No estoy segura de como hubiese sido la

explosión si Daniela no la hubiera amortiguado.

— ¡Allá! —grita Sam, señalando al borde del bosque.

La veo también. La chica Japonesa de aspecto frágil del

video. Está de pie donde los árboles menguan, cerca del río,

en el agua poco profunda. Debe haberse estado escondiendo

desde antes y salió de su cubierta mientras nos acercábamos.

Hay un corte arriba de su ceja, y la sangre gotea desde un

costado de su cara. Ella tiene raspones, y, en sus brazos,

puedo ver marcas de quemaduras de cañones Mogadorianos.

Nos mira fijamente, de manera incierta.

Luego, ella rápidamente se agacha y toma un puñado de

rocas. En sus manos, estas comienzan a brillar.

—No hagas eso —grito cuando la chica balancea su

brazo hacia atrás como si fuese a tirar.

—Tranquila, Ran, tranquila —grita una segunda voz. Es

el chico Británico tipo punk que filmo el video que nos trajo

hasta aquí. Nigel, creo que era su nombre. Sale de entre los

arboles salpicando a través del agua poco profunda, y agarra

a Ran por la cintura.

Ran rompe su ataque cuando Nigel la agarra y la levanta.

Las piedras se liberan de sus manos y se estrellan en el agua.

Unos pocos latidos de corazón más tarde, media docena de

géiseres de agua explotan hacia arriba donde las piedras

detonaron.

—Ella hace granadas —dice Sam—. Eso debería de ser

útil.

—Eso es rudo. ¿Porque no pude tener ese?—Daniela se

queja, rascando su cabeza.

Sujetando a Ran con un solo brazo, Nigel ondea su mano

hacia nosotros. Los otros dos —Bertrand y Fleur— emergen

cuidadosamente de los árboles. Los dos sujetan cañones

Mogadorianos. Tengo una extraña sensación de nostalgia

viendo a este estrafalario grupo. ¿Es así como lucíamos antes

de sobrevivir a aquellas primeras batallas?

—Buenas tardes aliados alienígenas —grita Nigel

alegremente avanzando hacia nosotros al frente de los

demás—. Sí que se tomaron su maldito tiempo en llegar.

—MARINA, NECESITO QUE TE CALMES.

Probablemente es una mala elección de palabras. Me doy

cuenta inmediatamente.

—No me digas que me calme, John —ella contesta

acaloradamente—. Me despierto. No sé dónde estoy. ¿Y

este… este bastardo es la primera cosa que veo?

El carámbano letalmente afilado continúa flotando a una

pulgada del ojo bueno de Cinco. Podría intentar usar mis

poderes para alejarlo, pero hay tanto la posibilidad de

desarmarla, como de accidentalmente clavarlo en la cara de

Cinco durante el forcejeo. Cinco debe saberlo. No se mueve

para nada, se congela ante el arma de Marina, con las manos

extendidas a sus lados para mostrar que está desarmado.

Desarmado y totalmente desnudo, de hecho.

—Estás a salvo —le digo a Marina.

—Discúlpame, pero no parece ser de ese modo —ella

replica.

Miro sobre mi hombro. Detrás de mí, muy abajo en la

habitación, hay una docena de soldados pesadamente

armados. Sus armas no están levantadas. No creo que ellos

sepan cómo reaccionar ante esta escena, pero siguen sin ser

una presencia acogedora. Nueve está unos cuantos pies

delante de ellos, con sus brazos cruzados, su boca cerrada.

No debería esperar que defienda a Cinco. De hecho, puede

que sea una muestra de auto-contención de parte de Nueve

el que no esté animando a Marina.

—Estamos en una base militar secreta fuera de Detroit

—le explico a Marina, manteniendo mi tono neutral—.

Fuiste herida en la batalla contra Setrákus Ra. Te curé, y has

estado descansando.

—Entonces Setrákus Ra está vivo.

—Sí —replico—. Aunque Seis lo hirió gravemente. Aún

no se ha recuperado del ataque. Tenemos tiempo, no

mucho, pero el suficiente para planear nuestro siguiente

movimiento...

— ¿Y qué hay de él? —El carámbano se agita enfrente

del rostro de Cinco con énfasis. Cinco se estremece. El

pedazo de hielo se inclina peligrosamente cerca en respuesta,

y él se pone rígido nuevamente.

—Capturamos a Cinco en Nueva York. Es nuestro

prisionero.

—No luce como un prisionero.

—Estaba ayudándome con algo. Va a volver a su celda

ahora. ¿Verdad Cinco?

El ojo de Cinco se mueve brevemente en mi dirección.

Traga con fuerza y voltea su cabeza con precaución para

asentir.

—Si —dice en voz baja.

Marina hace una mueca de desprecio cuando él habla. Me

voltea ver, y puedo notar que, mezclado junto con la rabia y

la confusión que le trae ver a Cinco, ella quiere creerme.

—Por favor, Marina —digo—. Sé lo que hago.

Lentamente, ella comienza a bajar el carámbano. Tan

pronto como está fuera de su cara, Cinco se precipita

rodeándome, dejándome a mí en medio del camino entre él

y Marina. Él la observa, una mezcla de miedo y vergüenza en

su rostro, y entonces se desliza hacia el suelo, junto con

Nueve y los soldados.

—De todos los horrores de la guerra que he visto, este es

el peor. —Nueve observa mientras un Cinco desnudo se

acerca. Algunos soldados se ríen. Sacudo mi cabeza. Esa es

exactamente la clase de comentarios que podrían sacar a

Cinco de sus cabales.

Para mi alivio, Cinco cuadra sus hombros y no responde.

La multitud de soldados se acercan hacia él, mirándolo y

murmurando. Cinco los ignora a todos. Por ahora, parece

satisfecho con simplemente regresar a su celda por voluntad

propia. Eso es algo bueno. Quizá está aprendiendo a escoger

sus peleas.

— ¡Se acabó el espectáculo, gente! —exclama Nueve,

moviendo a todos afuera. Él sigue a Cinco a la vuelta de la

esquina, su voz es ensordecedora mientras le grita a un

soldado— ¡Haga su labor patriótica y consíganle a este chico

unos pantalones!

Ahora sólo somos Marina y yo. Ella hace flotar el

carámbano sobre sí, y lo toma del aire, rompe la afilada

punta y presiona lo que queda contra su frente. Me mira con

una sonrisa insegura.

—Lo siento si reaccioné… mal. Al despertarme y verlo

ahí, yo… estoy intentando no ser tan… vengativa.

—Reaccionaste como yo lo hubiera hecho —le digo a

Marina. Hago un gesto hacia el pedazo de hielo en su

cabeza—. ¿Cómo te sientes? ¿La cabeza sigue molestándote?

—Sólo es un pequeño dolor de cabeza —ella replica—.

Recuerdo a Setrákus Ra estampándome contra el suelo y

luego…

—Estabas en muy mal estado —digo—. Te curé lo mejor

que pude.

—Salvaste mi vida —Marina dice, tocando mi brazo—.

Estaba cerca de la muerte. En el precipicio. Estoy segura de

que eso es un hecho.

Levanto una ceja ante eso. Marina tiene razón; ella apenas

estaba viva cuando la nave de Lexa llegó aquí. Pero por la

manera en que habla de ello, puedo decir que hay algo más.

—Mientras estaba inconsciente, soñé con Setrákus Ra. O

más bien, él invadió mi sueño. Él quería… —Una imagen de

profunda repulsión cruza el rostro de Marina. Ella se

estremece. El hielo en su cabeza truena y se expande, una

capa fresca de escarcha cubre sus dedos—. Él tomó la

apariencia de Ocho. Trató de convencerme de… morir.

Miro hacia la dirección por la que Cinco se fue. Él

mencionó un sueño sobre Setrákus Ra, también. Supongo

que sólo porque necesite recuperarse físicamente, no

significa que el bastardo no puede seguir fastidiándonos

telepáticamente.

—Él apareció en el sueño de Cinco, también —le digo a

Marina—. Le pidió que nos diera la espalda.

Marina arquea una ceja.

— ¿Y lo hizo?

—Él dice que no —respondo. Le creí a Cinco cuando

dijo que no nos traicionaría, pero sé que eso suena poco

creíble para Marina—. De cualquier modo, lo trajimos aquí

con los ojos vendados. No podría entregarnos aunque

quisiera.

—Setrakus Ra debe haber acudido a mí porque era

vulnerable y a Cinco porque… bueno, su historia…—

Marina hace una pausa, pensando en voz alta—. ¿Alguien

más ha…?

—No, he visto a todos esta mañana; me habrían

mencionado algo. —le digo a Marina, aunque algo golpea en

el fondo de mi mente.

—Así que Cinco y yo somos blancos fáciles —Marina

dice, frunciendo el ceño—. Vaya, eso es desalentador.

—Está desesperado —digo, aunque no estoy seguro de si

en verdad creo eso—. Él no sabe dónde estamos, pero

sabemos que está herido, y sabemos dónde encontrarlo. Tan

pronto como arreglemos algunas cosas para los militares,

vamos a ir a Virginia Occidental, y vamos a terminar con

esto.

Marina se queda en blanco ante mi mención de los

militares. Se me ocurre lo mucho que se ha perdido en el

corto tiempo que ha estado inconsciente. La dirijo hacia la

habitación médica. No hay mucho dentro. Excepto por

algunos catres separados por cortinas, y equipos de

monitoreo, el lugar está completamente vacío siendo Marina

la única paciente. Ahora que estamos solos, la actualizo de

manera rápida. Le cuento sobre la batalla en Nueva York, la

llamada del presidente, el origen del Patience Creek y la

asignación del General Lawson como comandante especial.

Sé que sueno como un desabrido comandante informando a

un soldado, pero no puedo evitarlo.

Marina escucha con paciencia, pero noto que sus ojos se

entrecierran mientras me estudia de cerca.

—John —ella me interrumpe cuando pauso para tomar

aire—. ¿Dónde están los otros? ¿Todos están bien?

Miro hacia el suelo. Entonces se me ocurre el por qué he

estado dándole una narración tan detallada. Obviamente,

Marina debe saber lo que sucede en nuestra guerra, pero es

más que eso.

Ella no lo sabe.

Estoy evitando decirle sobre Sarah.

No he tenido que hacerlo aún. No he tenido que darle las

noticias. Ni siquiera he dicho las palabras.

Marina me mira con expectación. Ella sabe que algo no

está bien.

—Sarah, ella… —cubro mi rostro con las manos. No

puedo mirar a Marina mientras lo digo, tengo que mirar al

suelo—. Ella no lo logró.

Marina se cubre la boca con una mano.

—No.

—Ella estaba intentando ayudar a Seis, y Setrákus Ra…

—Sacudo mi cabeza, sin querer imaginarlo—. Ella salvó a

Seis, incluso herida, pero perdió demasiada sangre…

Marina me abraza. Uno de sus brazos se posa alrededor

de mis hombros, el otro detrás de mi cabeza y me aprieta

con fuerza. Sólo es cuando siento sus brazos rodeándome

que me doy cuenta de cuán tenso he estado, tan rígido que

apenas puedo relajarme en el abrazo. Eso no detiene a

Marina. Dejo salir una profunda exhalación y estoy

sorprendido de sentirme a mí mismo estremecerme. Ha sido

todo tan caótico… No me di cuenta de cuanto necesitaba

algo como esto. Por un momento, descanso mi frente contra

el hombro de Marina, y siento como algo dentro de mí se

rompe. Mi visión se pone borrosa y abrazo a Marina de

vuelta, probablemente más fuerte de lo que debería, aunque

ella no me dice nada.

Me doy cuenta de que mis mejillas están húmedas.

Rápidamente, dejo ir a Marina y seco mi rostro.

—Dios, John, lo siento tanto. Yo… —Marina se detiene

y baja la vista hacia sus manos—. Si no hubiera estado…

Hubiera podido hacer algo. Podría haberla salvado.

—No —respondo—. Ni siquiera pienses eso. No es

verdad, y pensar en ello no lleva a ninguna parte.

Ambos nos quedamos en silencio, sentándonos uno al

lado del otro en uno de los rígidos catres de la enfermería.

Marina se inclina sobre mí y toma mi mano. Ambos

miramos abajo, hacia los azulejos manchados del suelo.

Después de un momento, Marina comienza a hablar con

suavidad.

—Después de que Ocho fue asesinado, estaba muy

enojada. No solo fue por el modo en que ocurrió. No sólo

fue porque estaba enamorándome de él. Fue… todos hemos

perdido gente antes, ¿Sabes? Pero Ocho, él fue… Él fue la

primera persona con quien imaginé un futuro. ¿Tiene

sentido? Habiendo crecido en el convento, con Adelina

evitando mi entrenamiento, negando la guerra… Era obvio

que un desastre se aproximaba y no estábamos tomando

ninguna precaución. Como si el infierno estuviera siempre a

la vuelta de la esquina, a tan solo unas cicatrices más de venir

por mí. Recé con las hermanas, oyéndolas hablar acerca del

Cielo como los humanos lo imaginan, pero nunca me atreví

a imaginarme a mí misma en ese mundo. Nunca imaginé

algo después… Después de todo. No hasta que conocí a

Ocho. Pude imaginar qué pasaría después cuando estuviera

con él. Y el presente, también mejoró. Cuando Cinco mató a

Ocho, todo eso se fue. Me sentí… Sigo sintiéndome…

engañada, creo. Estafada.

Asiento junto con las palabras de Marina.

—Conocí a Sarah justo después de la tercera cicatriz,

cuando era el siguiente. Marcado por la muerte. Debería

haber sido el peor momento de mi vida, pero de alguna

manera, al encontrarla, ella hizo que todo fuera mejor. Mi

Cêpan, Henri, pensó que estaba loco. Pero creo que él lo

entendió, eventualmente. Ella me dio una razón para luchar.

Como lo que dijiste, sentí que finalmente había algo más allá

de sólo sobrevivir por sobrevivir. Y ahora…

—Ahora —Marina repite, su voz es triste y pensativa—.

¿Ahora qué hacemos?

—No queda nada qué hacer, excepto terminar con esto

—digo, sintiendo mis músculos tensarse ante las palabras.

Marina no deja su agarre en mi mano.

—En el Santuario, antes de que Setrákus Ra lo

destruyera, la entidad Loriense me dejó hablar con Ocho —

dice Marina. La miro estupefacto. No sabía siquiera si algo

como eso era posible. Ella sonríe con tristeza en respuesta—

. Fue muy breve, sólo unos cuantos segundos. Pero era

realmente él, John. Me dio fe en que puede haber algo más.

No todo es oscuridad y muerte.

Aparto mi vista de ella. Sé que está intentando darme

esperanza. Pero no estoy listo para eso aún. La única cosa

que quiero es venganza.

—Después de eso, tuve cierta sensación de paz. Mi ira se

había ido —Marina ríe ásperamente, como si estuviera

recordando lo que pasó hace unos minutos, cómo casi le

saca el ojo que le queda a Cinco—. Obviamente no duró

mucho. He intentado, siempre he intentado, vivir con honor,

de manera correcta, de la manera en que los ancianos

hubieran querido. Por sobre todo lo que ha sucedido, he

intentado permanecer siendo yo misma. Pero todo lo que

necesito es ver a Cinco en el pasillo, para sacar lo peor de mí,

y hacer que la rabia regrese.

—Quizá eso no es lo peor de ti —le digo a Marina—.

Quizá es justo lo que necesitamos ser ahora mismo.

— ¿Y que seremos después, John?

—El después ya no importa en absoluto —le digo—. Ya

hemos perdido demasiado. Si no ganamos, si no detenemos

a Setrákus Ra, ¿Entonces para qué fue todo esto?

Siento cómo las manos de Marina han comenzado a

emanar un frío doloroso. En vez de retirar mi mano,

enciendo mi Lumen, regresando el calor a ella.

—Sin Sarah, no me importa lo que pase conmigo —

continúo—. Sólo quiero destruirlos a ellos, destruir a

Setrákus Ra, de una vez por todas. Eso es lo único que

importa ahora.

Marina asiente. Ella no va a juzgarme por mis palabras.

Creo que ella entiende. Ella sabe cómo es querer empujarte a

ti mismo hacia adelante, mantenerte momentáneamente de

caer a pedazos.

—Sólo espero que quede algo de las personas que

éramos, algo de nosotros para reconstruirnos, cuando todo

termine —Marina dice en voz baja.

—Yo también —admito.

—Bien —ella responde—. Ahora, comencemos.

LEXA MANTIENE EL VUELO DETRÁS DE LAS

CATARATAS DEL NIÁGARA bajo y cauteloso. No

queremos aparecer en ningún radar Mogadoriano si es que

están enviando más naves dentro del área. Estoy junto a ella

en la cabina, el campo de batalla de la cascada desaparece

detrás de nosotros.

La voz de Adam se oye clara y emocionada desde el

comunicador.

—Tengo mucho que contarles de la nave de guerra en

Chicago. Están perdiendo varios de los Skimmers que

enviaron a las Cataratas del Niágara. Y otra nave está en

camino hacia allá desde Toronto; ustedes deberían salir justo

por delante de ella —informa Adam—. El nacido de verdad

al mando está preocupado de que sus Skimmers no se hayan

reportado. ¿Supongo que eso es trabajo de ustedes, cierto?

Me río entre dientes.

—De nosotros no. De los novatos.

—Oh, bien por ellos —replica Adam, su sorpresa es

audible.

—Acabaron con una tripulación de Mogs, es como una

iniciación —digo casualmente. Lexa alza la vista ante esto,

con un apretado ceño fruncido en su rostro. Miro lejos de

ella.

—Probablemente ayudó que los nacidos en tanque

tuvieran órdenes de atraparlos vivos —agrega Adam.

— ¿En serio?

—Sí. Creo que el comandante quería hacer de ellos un

regalo para Setrákus Ra.

Ruedo mis ojos.

—Bueno, pues la jodió.

—Como sea —Adam continúa—, este comandante,

ahora está solicitando permiso para desviarse de su posición

en Chicago, especialmente desde que las órdenes de

bombardeo no llegaron como se les había prometido. Él

quiere asediar la piedra de Loralita en las Cataratas del

Niágara en caso de que más Gardes se teletrasporten a través

de ella.

Hago una mueca. Eso es exactamente por lo que Eli

estaba preocupada.

—No encontrarán nada —le digo a Adam—. Nos

ocupamos de la piedra.

De regreso a las Cataratas del Niagara, mientras que Sam

y Daniela ayudaban a los cuatro nuevos Garde a entrar en la

nave, me dirigí hacia donde Eli estaba teniendo un contacto

un poco raro con el afloramiento de la roca azul cobalto.

Tenía sus brazos envueltos alrededor de la piedra lisa, su

mejilla presionada a su lado. Esta latió con energía Loriense,

y por un momento me preocupé de que fuera a

teletrasportarse muy lejos. O fuera a hacer algo aún más

extraño.

—Eli, ¿estás lista para ir…? —Pregunté suavemente, no

queriendo molestarla.

No respondió de inmediato. La piedra de Loralita

parpadeó brillantemente por un momento, de repente era

transparente, venas de energía eléctrica eran visibles en su

interior. Entonces, un momento después, la piedra se

desvaneció, el azul cobalto se filtró lejos y la piedra parecía

embotada, como cualquier número de rocas que sobresalen

alrededor de las cataratas. Ella volteó, frunció el ceño y

desempolvó sus manos.

—Lista —me dijo.

No me moví. En cambio, señalé la piedra.

— ¿Qué acabas de hacer?

—Lo apagué —contestó—. No quiero a nadie

teletrasportándose por aquí si los Mogadorianos saben de

ello.

Miré de la piedra a Eli.

— ¿Puedes hacer esto? ¿Controlarlas?

—No lo sabía hasta que lo intenté —contestó Eli, sus

ojos estaban literalmente resplandecientes—. Desde el

Santuario, desde que yo... caí dentro de la energía, me he

sentido conectada.

— ¿Conectada con qué? ¿Con Lorien?

—Esté, sí. Y con la Tierra. Y con todo. Sin embargo, se

está desvaneciendo. Lo que sea que Legado me dio, no creo

que sus efectos vayan a durar. —Eli comenzó a caminar

hacia la nave—. Vamos. Necesito tener una conversación

muy desagradable con John.

Asentí como si hubiera entendido lo que Ella estaba

diciendo. Decidí que era bueno para todos nuestros intereses

dejar que Eli hiciera sus cosas. Ella ha pasado por mucho,

visto más de lo que yo puedo imaginar. Dejar que ella se

encargue de lo místico. Y yo me encargo del trabajo sucio.

—Seis, ¿estás ahí?

La voz impaciente de Adam viene a través de la radio. Me

había distraído, pensando en Eli y su efecto sobre la Loralita.

Desde su asiento detrás de los controles, Lexa me mira

detenidamente con su ceja levantada.

—Sí, perdón, estoy aquí —respondo—. ¿Cuál ha sido la

respuesta de los Mogs? ¿Van a mover esa nave?

—No saben qué diablos están haciendo. Con Setrákus Ra

fuera de servicio, solo se están gritando los uno a los otros.

Algunos piensan que Setrákus Ra agradecería la decisión del

comandante de perseguir a la Garde; otros piensan que está

loco por cuestionar las órdenes del Amado Líder de

permanecer en su sitio. Realmente ustedes arruinaron toda

su operación, Seis.

Me estaría mintiendo a mí misma si no sintiera un poco

de orgullo por las palabras de Adam. Aun así una molesta

voz en mi mente sabe que eso no es lo suficientemente

bueno. Eventualmente, Setrákus Ra se levantará, y esta

ventaja temporal se habrá ido.

—Su cadena de mando está empezando a desmoronarse,

—Adam continúa, enérgico—. Es decir, no hay ninguna

página en el Gran Libro que diga a los Mogs que hacer si su

líder inmortal repentinamente desaparece. John y yo creemos

que deberíamos explotar eso seriamente antes de que

Setrákus Ra despierte y reafirme su control.

— ¿Tienes ideas?

—Creo que sí. —Adam se detiene—. Aunque, sería un

poco peligroso.

— ¿Qué no es peligroso? —contesto

Cuando Adam está fuera del comunicador, Lexa llama mi

atención. Puedo decir que tiene algo que contar, por lo que

me quedo en la cabina.

—Esos niños que recogimos... —dice tranquilamente.

— ¿Sí?

— ¿Piensas que están listos?

— ¿Estábamos nosotros nueve listos cuando abordamos

esta nave? —respondo.

Lexa me lanza una mirada. Yo miro fijamente hacia atrás,

y finalmente ella se gira hacia la ventana delantera, dando el

asunto por terminado. Me aparto de su lado y abro la puerta

al área de pasajeros, me apoyo contra el marco y vigilo a

nuestros recién llegados.

Ahí está Fleur, su rubio cabello echado hacia atrás y

húmedo de sudor y agua del río. Ahora entiendo porque

Nueve estuvo jadeando como el perro de una caricatura

cuando la vio en el video. Ella es hermosa, excepto ahora ya

que tiene quemaduras de cañón en la parte alta y baja de sus

brazos, en sus hombros y en un lado de su cuello —tiene la

piel carbonizada, con ampollas y burbujas de carne. Ella

tiembla cuando Daniela le pone cuidadosamente una

comprensa fría en sus heridas.

—Estarás bien —Daniela le dice—. John puede curar

esas quemaduras en un segundo. Quedaras como nueva.

Fleur asiente, aunque que su movimiento parece bastante

incómodo, ella tiene que hacer un esfuerzo para responderle

a Daniela con un inglés acentuado.

—Tú has... Te ha pasado antes, ¿cierto?

Daniela sopla uno de los mechones de su cara.

—En realidad, hasta ahora he sido bastante buena

evitando que me disparen. Solo he estado haciendo toda esta

mierda de defender el planeta desde que la invasión

comenzó, creo. Así que llevo poco tiempo en esto.

—Oh —Fleur responde. Se ve casi decepcionada—. Creí

que eras una de ellos, o al menos que habías, ah, estado

haciendo esto desde hace un tiempo.

Daniela sonríe pero niega con la cabeza. Es loco para mí

que Daniela esté actuando como una Garde veterana. Ella

sobrevivió a NY; eso no es una pequeña hazaña, pero no

significa que no sea una novata. Nosotros los Garde

originales tuvimos años para entrenar para una batalla como

esta, estos niños nuevos no tendrán ese lujo. Ellos están

siendo lanzados directamente a la guerra.

Daniela me pilla mirándola. Deja a Fleur con la

comprensa fría y camina para unirse a mí en la puerta de la

cabina de mando.

— ¿Todo bien? —le pregunto.

—Vivirán —ella responde—. El chico bicho, no dejó que

lo revisara.

Ella está hablando de Bertrand. A través de la puerta

abierta, puedo verlo acostado en su lado del área médica. Se

ve como un maldito oso Teddy. Él fue herido con

quemaduras de cañón, como Fleur. Pero la mayoría de ellas

están en su espalda y trasero.

— ¿Porque no? —le pregunto a Daniela.

—Ya sea porque no quiere que le vea el culo, o porque

está avergonzado por huir de los Mogs —ella dice.

—Él solo corrió después de usar sus bichos para dañar el

motor de uno de los Skimmers y hacerlo chocar —le digo—.

No tiene nada de vergonzoso, mierda. ¿Sabes cuantas veces

corrí o me volví invisible para esconderme en mis primeros

días? No siempre puedes pelear.

Daniela ríe.

—Primeros días jóvenes —repite—. Eres que... ¿Dos

años mayor que ellos? Si... realmente eres una chica muy

vieja, Seis.

—Se siente de esa manera —le digo, dirigiéndole una

sonrisa. Daniela tiene razón, ellos cuatros son, solamente,

uno o dos años menores que yo, máximo. De todas formas,

los tomo como solo niños. Demonios, Ella parece mayor

que este grupo. De todas formas, quizás estoy muy

confundida con la edad.

Mi mirada se posa en Nigel. Él fue la esencia de la

confianza en ese vídeo de Youtube, el líder indiscutible de

este incongruente grupo. Él todavía está intentando

demostrar eso, sus brazos están extendidos a través de dos

espaldares de las sillas, queriendo verse súper casual en su

primera vez volando en una nave espacial alienígena. Todo el

traje de Punk rockero, ahora salpicado de sangre y lodo, lo

hacen lucir como un niño jugando a vestirse. Mientras lo

observo, mete una de sus manos flacuchas en su chaleco y

saca una descuidada caja de cigarrillos. Se las arregla para

encontrar uno en el manojo y lo pone entre sus labios.

Cuando intenta encenderlo, no puede manejarlo, sus manos

tiemblan demasiado.

—No puedes fumar aquí —le digo. Eso no es verdad, no

hay ninguna regla sobre fumar en una maldita nave y si las

hubiera, no me importaría si las rompen. Solo quiero darle

una excusa a Nigel para que deje de pelear contra el

encendedor.

Nigel aparta los cigarrillos y me mira con una sonrisa

torcida.

—Esperaba que ustedes los alienígenas tuvieran una

perspectiva mejor ilustrada sobre el cáncer de pulmón, con

sus poderes curativos y todo eso —Nigel dice ansioso,

crujiendo sus nudillos—. Así que... ahora vamos hacia la

siguiente batalla o...

—Puedes relajarte —le digo—. Ahora vamos a un lugar

seguro. Con suerte, no habrá más batallas por hoy.

Ellos no deberían de estar luchando.

Una voz en mi cabeza. En la última fila del área de

pasajeros, Eli mira por encima del espaldar de su asiento. Sus

ojos eléctricos se encuentran con los míos.

¿Qué quiere decir? le preguntó telepáticamente. Recordando

el comentario de Lexa acerca de si este grupo estaba listo.

Ellos están siendo muy valientes, pero hay mucho miedo. Ella dice.

Nosotros nacimos en una guerra, Seis. Incluso, yo tuve años para

prepararme para esta posibilidad. Ellos han tenido horas, nosotros

deberíamos protegerlos, no enviarlos a la batalla.

Como si fuera una señal. Fleur comienza a llorar

calladamente. Daniela va hacia ella y gentilmente acaricia su

espalda.

¿Qué otra elección tenemos? le preguntó a Eli. Es ahora o

nunca, vencer o morir.

Cuando todo estaba perdido, los ancianos nos enviaron aquí para

pelear otro día. Eli responde. Setrákus Ra no quiere destruir la

tierra, quiere colonizarla, si no podemos detenerlo y fallamos. Esos

nuevos garde podrían ser la esperanza para la revolución que se avecina.

Es un oscuro pronóstico, digo.

Cuando puedes ver el futuro, empiezas a planear para las

eventualidades.

Mirando alrededor de la cabina, me doy cuenta de que Eli

podría tener razón. Algunos de estos niños se volverían una

carga si los llevamos al asalto a la base de Setrákus Ra.

Tendríamos que gastar la mitad de nuestro tiempo

asegurándonos de que no los maten.

Bueno, Eli agrega, hay una excepción.

Las dos volteamos a ver a Ran, sentada rígidamente con

las manos en sus rodillas, las palmas arriba, casi como si

estuviera meditando. De los cuatro, ella es la única que no se

ve abatida. Ella estaba lista para dispararnos cuando

aterrizamos en las cataratas y hubiera pasado, sí Nigel no la

hubiera detenido. Ella tiene la pinta de una sobreviviente.

Ran me siente mirándola y mira en mi dirección. Según

Nigel, ella apenas si habla un poco de inglés. Ella me

mantiene la mirada por un segundo, asiente una vez y vuelve

al concurso de miradas fijas con la pared.

¿Cuál es su problema? Le preguntó a Eli.

Ella ya ha aguantado grandes pérdidas y mucho dolor. Ella

responde críticamente. Ella es una guerrera, Eli pausa. Lo siento,

Seis. No debería estar fisgoneando en sus mentes y no debería estar

diciéndote todo esto.

Me cruzo de brazos y pienso sobre estos cuatro. Sobre el

surgimiento de los nuevos Garde al rededor del mundo,

sabiendo que Ella todavía está escuchando.

¿La Entidad pensó en los humanos a los que les concedió legados?

¿Fue por pura estúpida suerte? ¿Fueron seleccionados por su potencial?

¿La Entidad los puso en los lugares donde sabía que los

necesitábamos?

Podrías hacer las mismas preguntas sobre nosotros. Eli responde.

Esa no es una respuesta.

¿No lo es?

Le doy a Eli una mirada de disgusto. Pero sus ojos ya

están cerrados. Ya no está en mi mente.

Quizás es mejor no saber cuánto de nuestras vidas es

suerte y cuanto es destino. Es mejor mantenernos andando

hacia adelante. Sí podemos mantenerlos vivos lo suficiente,

quizás esos niños reflexionarán acerca de las mismas

preguntas existenciales en su camino para hacer algo heroico.

Con suerte, yo estaré viva y retirada en una isla para ese

entonces.

Una isla con Sam. Si hay alguien en este planeta que se

haya ganado sus Legados es él. No hay forma de que sea

solo coincidencia. Todo lo que él y su familia han hecho para

ayudar a la Garde, la Entidad debió haber reconocido eso. Él

es la única pieza sobre toda esta mierda de Legados

cósmicos que tiene sentido para mí.

Veo a Sam en la puerta de la cabina de mando. Él mira

fijamente por fuera de la ventana, mordiéndose el labio,

perdido en sus propios pensamientos. He visto esa mirada

antes, así como también he visto el gesto que le sigue; sus

cejas están alzadas, y se estremece como si lo hubieran

salpicado con agua fría. Así es como Sam luce cuando se la

ha ocurrido una idea.

Se mueve de su sitio rápidamente y dirige su mirada en mi

dirección. Sonrojándose un poco cuando se da cuenta de que

lo he estado mirando todo este tiempo.

—Hey, ¿puedo revisar algo en la cabina de mando? —

pregunta.

Levanto una ceja.

—Tú no nos harás casi chocar de nuevo, ¿o sí?

—Eso no lo planee, es decir, no.

Con una larga mirada hacia Eli, camino con Sam hacia la

cabina de mando y cierro la puerta detrás de nosotros. Lexa

levanta la mirada como si una multitud hubiera entrado.

—Todavía tienes uno de esos dispositivos de camuflaje

Mogadorianos conectado aquí ¿cierto? —Sam pregunta.

Lexa asiente y señala un lugar debajo de los controles,

donde un manojo de cables han sido arrancados de la

consola y conectados a lo que parece una caja negra.

—Justo ahí.

Sam se agacha para echar un vistazo, entonces toma la

caja entre sus manos. La estudia.

— ¿Que está haciendo? —Lexa me pregunta—. ¿Debería

preocuparme?

—Sam me aseguró que no nos hará chocar

—Oh. Bien —Lexa responde.

Con Sam absorto en el dispositivo de camuflaje, me

siento en el brazo de la silla de Lexa.

—Hey, lamento sí te contradije antes —digo—. Pienso

que tienes razón. Alguno de esos chicos probablemente no

están listos. Lo hicieron bien hoy. Quizás tuvieron un poco

de suerte, pero otros como Ran y Daniela... —sacudo la

cabeza.

—Sabes a lo que me refiero —Lexa dice—. Cierto, no

soy un Cêpan, pero ellos necesitan entrenamiento antes de

hacer algo.

—No podemos esperar que todos ellos peleen. No aún

—concuerdo—. Casi parece cruel hacerlos cargar contra

Setrákus Ra en este punto.

—Siempre pensé eso sobre ustedes los garde —ella

responde—. Y tú tuviste años para entrenar y prepararte,

gracias al hechizo protector. No hay nada que proteja a esos

humanos.

Sam levanta la mirada del enredo con el dispositivo de

camuflaje.

—No sé qué harán con los otros humanos aumentados,

pero cuando vayamos en contra de Setrákus Ra, no hay

manera de que me quede sentado.

Decido que, quizás, es buen momento para cambiar de

tema.

—¿Qué estás haciendo allá abajo de todas formas?

El levanta el dispositivo de camuflaje.

—Creo que con mi Legado, no sé, quizás, pueda hablar

con esta cosa. Mi papá y los otros científicos han estado

tratando de duplicar la frecuencia. Quizás yo pueda ayudar

de alguna manera.

Si Sam está en lo correcto, él puede usar su legado para

crackear la frecuencia del dispositivo de camuflaje. Entonces,

él obtuvo el legado que exactamente necesitamos. Eso no

puede ser cosa de la suerte, ¿cierto? Es el destino.

Le sonrío a Sam.

—Si puedes descifrar eso, Sam. Haré que te construyan

una estatua.

Sam me sonríe de vuelta y entonces vuelve a manipular el

dispositivo de camuflaje. Hecho un vistazo sobre mi

hombro, a la cabina y vuelvo a considerar a los humanos que

hemos reclutado.

Sam, Daniela, los otros...

Para mí, parece que como si estuviéramos apuntando

hacia la batalla final, pero no tiene que ser de esa manera

para ellos.

Podríamos lanzar todo lo que tenemos en contra de

Setrákus Ra y todavía no aseguraríamos la victoria. O

podríamos proteger a algunos de ellos, dejarlos listos para

tomar las riendas por si nosotros fallamos.

Suspiro, me pregunto si es así como los Ancianos se

sintieron antes de enviarnos aquí. No es una cosa fácil,

decidir cuánto sacrificar.

VOY EN CAMINO DE RECIBIR A EL GRUPO que

regresa de las cataratas del Niagara cuando me encuentro

con la agente Walker. No estoy tan sorprendido de verla salir

penosamente de una de las pequeñas cocinas retro hacia una

de las salas de conferencia subterráneas; estoy sorprendido

de ver lo que está llevando.

Una bandeja ataviada con vasos de poliestireno llenos de

café recién hecho.

Cuando ella me ve, Walker mira hacia otro lado, a pesar

de que el pasillo está vacío e inevitablemente nos cruzaremos

el uno con el otro. En todo este tiempo, esta es la primera

vez que he visto a Karen Walker avergonzada.

—¿Esto es lo que te tienen haciendo? —pregunto,

tratando de mantener cualquier rastro de burla fuera de mi

voz. Los viejos hábitos son difíciles de dejar.

Walker frunce el ceño.

—Como han caído los poderosos, ¿eh? Esto es lo que

pasa cuando Lawson y su gente quieren discutir algo

delicado. Me envían por los encargos.

—No lo entiendo. ¿Por qué querrían ellos excluirte?

Ella lanza un bufido ante eso.

—Era ProMog, John.

—Eras ProMog. Básicamente eres la única razón por la

que fuimos capaces de detener a esas personas.

—Una vez fuiste un traidor, siempre serás un traidor, es

el pensamiento de Lawson —explica Walker—. No lo culpo

por ser cauteloso. Demonios, yo estaría en una celda, o peor,

si no hubiese ayudado a localizarte en Nueva York. Ellos no

confían en mí completamente, y probablemente nunca lo

harán.

—Yo confío en ti —digo, aunque las palabras suenan

bastante vacías—. Más que el resto de ellos, de todas

maneras.

—Sí, gracias —dice ella, haciendo un gesto para

terminar—. La única razón por la que sigo aquí es porque

Lawson cree que yo podría ser capaz de manejarte. Que

poco sabe él. . .

Ahogo una risita ante eso, y Walker se permite una

pequeña sonrisa.

Pocos minutos después, en el hangar, reconozco la

verdad en lo que dijo Walker cuando veo al pequeño grupo

que Seis lidera fuera de la nave. Cuatro nuevos Garde, dos

de ellos heridos, todos con la vista clavada sobre la fuerte

presencia militar como niños con ojos desorbitados en un

viaje de campo de pesadilla. Todos lucen como si fueran a

desplomarse por el agotamiento si no estuvieran tan

abrumados y asustados.

Marina y Nueve están parados a mi lado para dar la

bienvenida a los recién llegados. Seis y Eli lucen aliviadas y

felices de ver a Marina en pie y andando. Marina les da una

rápida sonrisa a ambas antes de correr hacia adelante, e

inmediatamente apartar a Fleur y Bertrand del resto para

atender sus heridas. Si alguien puede tranquilizar a estos

niños, es Marina.

Nueve abre la boca para decir algo. Estoy esperando uno

de sus típicos comentarios escandalosos hacia los

asustadizos chicos nuevos. Sin embargo se frena a sí mismo

y en lugar de eso se vuelve hacia mí.

— ¿Esto es lo que estabas esperando cuando hiciste el

llamado por nuevos combatientes? —me pregunta Nueve en

voz baja.

Sacudo la cabeza. No estoy seguro de lo que estaba

pensando cuando le sugerí a un puñado de humanos sin

entrenamiento que se levantaran y defendieran su planeta

contra un perverso enemigo con antecedentes de destruir

mundos enteros.

Nueve pone su mano sobre mi hombro.

—Estamos por nuestra cuenta como siempre, hermano.

Olvida al ejército; olvida a estos niños. Lo haremos nosotros

mismos. Como siempre.

—Necesitan nuestra protección —le digo a Nueve—. Y

más entrenamiento del que podemos darles en veinticuatro

horas.

Nueve saca un poco el pecho.

—Déjame pensar a mí acerca de su entrenamiento,

Johnny. Soy bueno para esa clase mierda.

—Vamos —Sam les está diciendo a los humanos, ahora

que Marina ha terminado de sanarlos—. Los llevaremos

adentro y les daremos un recorrido. Siento decirlo, es tan

raro y gubernamental como parece. Pero es seguro.

Nueve y yo observamos mientras Sam y Daniela guían a

los cuatro a través del hangar subterráneo hacia el elevador.

Eso es bueno. Tal vez encuentren más fácil hablar con otros

humanos de lo que se encontrarían hablando conmigo; Sam

y Daniela pueden ser como consejeros acompañantes en este

bizarro nuevo mundo en el que acaban de aterrizar. Veo a

los cuatro mirándome furtivamente, especialmente el chico

británico, Nigel, y fuerzo lo que espero sea una sonrisa de

bienvenida. Él aparta la mirada. Desearía tener otro discurso

para dar, pero no lo tengo. No tengo más palabras.

Seis se acerca con Nueve y conmigo, sus manos metidas

en los bolsillos.

— ¿Cómo estuvo? —le pegunto.

—Pues, derribaron tres Skimmers Mogs antes de que

llegáramos —dice ella—. No es broma.

—Estoy detectando un ‘pero’. . . —dice Nueve.

—No parecen estar listos —concluye Seis—. Quiero

decir, tal vez si tuviésemos un par de meses o incluso unas

pocas semanas para entrenarlos. En este momento, todo es

fuerza bruta.

— ¿Cuál es tu problema con la fuerza bruta? —pregunta

Nueve.

—No estoy diciendo que no sería útil, si lo quieres mirar

de esa forma —dice Seis—. Es solo que. . . no lo sé. Puedo

decir que algunos de ellos no lo lograrían. Ya sé que los

ancianos no tuvieron problema con perder a algunos de

nosotros para proteger a la mayoría. No estoy segura de que

yo sea igual.

—Los soldados mueren; así es como funciona —dice

Nueve, mirando hacia el elevador. Los chicos nuevos están

entrando ahora, y todos obtenemos una vista del trasero de

Bertrand, expuesto donde fue quemado por los cañones.

Nueve suspira—. Pero esos definitivamente no son

soldados.

—Les hice un llamado a todos para pelear —digo en voz

baja, mirando hacia el piso—. Debí haberles dicho que se

concentraran en sobrevivir. Como lo hicimos nosotros

durante los primeros años. Ahora, en lugar de eso, los he

arrastrado a una batalla de la cual puede que no regresen.

—Bueno, solo los que sean suficientemente idiotas como

para escucharte en primer lugar —añade Nueve

encogiéndose de hombros.

—Su mejor oportunidad de sobrevivir a largo plazo sigue

siendo encontramos y recibir entrenamiento —dice Seis—.

Lo que necesitamos hacer es asegurarnos de que esas piedras

de Loralita a las que los enviaste estén seguras y a salvo.

En ese momento Ella camina hacia nosotros. Había

estado parada en la rampa de salida de la nave, mirando el

techo abovedado del hangar.

—Yo puedo ayudar con eso —dice.

—Eli sabe dónde están todas las piedras —me recuerda

Seis.

Ella levanta la mirada hacia mí.

— ¿Podemos hablar a solas, John?

Había estado planeando hablar con Eli cuando regresara,

de todas formas. Necesito que me enseñe como imitar su

telepatía —ser capaz de comunicarme con los demás será

crucial para todo lo que tenemos planeado. Aunque, por

alguna razón, siento una verdadera sensación de aprensión

cuando ella me lo dice.

—Seguro, Ella. ¿Ahora mismo?

—Dentro de un momento. Necesito preparar algo —dice

ella, luego camina hacia el ascensor. Los mecánicos

trabajando en los vehículos del hangar paran lo que están

haciendo para mirar el rastro de energía Loriense que

chispea de sus ojos, cómo flota por el aire igual que la estela

de un cometa y luego se disipa hasta volverse nada.

—¿Que fue todo eso? —pregunta Nueve en voz baja. Le

doy una mirada inquisitiva a Seis.

—Tus suposiciones son tan buenas como las mías, John

—dice ella—. Creo que la chica tiene muchas cosas en su

mente.

Debí haberle preguntado a Eli donde quería que nos

encontráramos. Gasto más tiempo del que debería vagando

por los pasillos del Patience Creek buscándola. En un punto,

paso por el laboratorio donde Sam y Malcolm trabajan duro

en revertir la ingeniería del dispositivo de camuflaje

Mogadoriano. Desde el pasillo, puedo escuchar a Sam

repetir:

—Emite esa frecuencia —casi como si fuera un mantra.

Seis mencionó que él está desarrollando un Legado que le

permite comunicarse con las maquinas. Hasta ahora, no

suena como si el dispositivo de camuflaje estuviera

escuchándolo.

Mientras camino, Bernie Kosar sale trotando del

laboratorio de los Goode, donde ha estado pasando el

tiempo con las otras quimaeras. Hago una pausa para

rascarle detrás de las orejas.

¿Quieres ayudarme a localizar a Ella? Le pregunto, usando mi

telepatía animal.

BK menea la cola y empieza a guiarme pasillo abajo, de

vuelta por donde vine. Parece feliz de tener algo que hacer,

sus pequeñas patitas de Beagle saltando, su cola recta detrás

de él. Llegamos al elevador, y, una vez dentro, BK se para en

sus patas traseras de modo que puede presionar con su nariz

el botón que lleva a la superficie.

¿Qué haría yo sin ti, BK?

Las puertas del ascensor se abren, y justo en frente de mi

hay una pared de madera. Empujo con ambas manos y se

desliza hacia delante fácilmente, sus goznes bien aceitados.

Me encuentro dentro de una habitación con look retro,

ahora en el último piso del Patience Creek, en el nivel sobre

tierra, la parte del complejo que luce exactamente como un

motel abandonado porque, para todas sus intenciones y

propósitos, es realmente uno. La habitación en la que estoy

huele a humedad, la cama doble luce como si no hubiese

sido usada en años y motas de polvo cuelgan en el aire. A

través de la ventana —una ventana real con auténtica luz

solar, no como las simuladas en las habitaciones

subterráneas— puedo oír las aves cantando a lo lejos en las

últimas horas de la tarde. Empujo el estante colgante de

vuelta a su lugar para esconder el elevador.

Con toda la acción y facilidades bajo tierra, y considerado

que la entrada vehicular está cerca de dos millas de distancia

vía túnel, nadie pasa mucho tiempo aquí arriba. Sé que

Lawson tiene unos pocos guardias posicionados en el

terreno, por si acaso, pero el Patience Creek ha sobrevivido

todo este tiempo porque nadie está interesado en una cabaña

abandonada en el medio de la nada. Especialmente no los

extraterrestres invasores.

BK continúa guiándome, afuera y luego bajamos por un

pasillo con paneles de madera, dejando un rastro de huellas

en el piso. Ya podría encontrar a Ella yo mismo; ella dejó su

propio rastro de marcas en el polvo acumulado, pero no me

molesta tener a BK al lado.

Encontramos a Eli en la que alguna vez fue una sala de

estar adyacente a la ahora vacía recepción del Patience Creek.

Doy un rápido vistazo al espacio encima del mostrador

donde hay una cabeza de alce disecada. La cual contiene una

cámara escondida. Lo recuerdo de haber revisado las redes

de seguridad anoche. Me pregunto si alguien está

vigilándome ahora mismo. Imagino que Lawson tiene los

ojos puestos en mí y en los demás constantemente. Es lo

que yo haría si los roles estuviesen invertidos. Al menos no

me ha presionado o tratado de interferir con nada de lo que

estoy haciendo.

Las paredes en la sala de estar están alineadas con

estantes para libros llenos ya sea de amarillentos volúmenes

de los setentas o aplastadas cajas de juegos de mesa. Todos

los muebles están cubiertos por lonas excepto por el

comedor central, que Eli ha destapado. Cuando entro, ella ya

ha bajado un pesado atlas de uno de los estantes y está en el

proceso de marcarlo en diferentes puntos con lapicero azul.

—Ya casi terminó —dice ella, sin levantar la vista para

mirarme. Pasa a una página dedicada a la costa occidental de

África y empieza a garabatear un grueso punto azul en el

extremo sur del continente.

BK se sienta a mí lado, su cola dando golpecitos en el

piso. Inclino la cabeza, tratando de obtener una mejor vista

de lo que está haciendo Ella.

—Sabes, tenemos computadores allí abajo —le digo,

sintiendo la necesidad de romper el silencio.

—No me quise arriesgar poniendo esta información en el

sistema antes de que tuvieras una oportunidad para mirarla

—responde Eli sin rodeos—. Además, tenía que ponerla en

algún lado antes de que desaparezca de mi memoria. —

Vuelve las páginas hasta el frente del atlas, donde un mapa

del mundo ya ha sido marcado con pequeños puntos azules,

luego empuja el libro a través de la mesa en mi dirección, sus

brillantes ojos fijos en mí—. Listo.

—¿Qué es esto?

—Un mapa.

—Ya sé eso. —Miro los cincuenta y algo lugares

garabateados en el mapa mundial, luego paso las páginas y

encuentro los mismos puntos reproducidos en mapas más

detallados mencionando longitud y latitud.

—Seis probablemente te dijo, me conecté con la piedra

de Loralita en las Cataratas del Niágara. Las pude ver todas.

Las piedras, los nuevos afloramientos. Fue hermoso, John.

Como raíces creciendo a través del mundo entero. Puedo

hacer eso por mi unión con Legado. Aunque no va a durar

mucho. Estoy empezando a sentir que mi conexión se está

desvaneciendo, mi cerebro está volviendo a la normalidad.

Voy a extrañarlo pero al mismo tiempo no lo haré, ¿sabes?

Me hace sentir conectada con el planeta pero distante de las

personas. Como sea, estoy divagando. Lo siento.

Sacudo mi cabeza ante el estallido de conversación de Eli,

todavía pasando las páginas del atlas.

—¿Todas estas están activas? ¿Podría un Garde usar

cualquiera de estas para teletransportarse?

—Claro. Deberías darle esto al Sr. Gobierno. Él necesita

asegurar estos sitios. Los nuevos Garde podrían estar

teletransportándose a sí mismos hacia el peligro. —Ella hace

una pausa, aun estudiándome—. A menos que tengas una

mejor idea.

Frunzo el ceño ante la idea de entregar esta información a

Lawson. Aun así, ¿Qué otra opción tengo? No puedo

mantener seguros a todos los Garde por mi cuenta. Necesito

llegar a un acuerdo respecto a eso. Debo aceptar ayuda,

incluso si viene de personas en las que no termino de

confiar.

Cierro el atlas y pongo una mano sobre la portada. Atlas

Mundial 1986. Paso los dedos sobre el dibujo en relieve de la

Tierra.

—Realmente cambiamos este lugar, ¿No?

—Ese es nuestro Legado —responde ella—. No será

algo malo si logramos salvarlo.

—¿Es eso una profecía? —pregunto—. ¿Viste el futuro?

Eli aparta la mirada.

—No. Estoy tratando de dejar de hacer eso.

Mi primera reacción es la de pensar en todo el valor

estratégico que perderíamos si Eli decide ignorar sus visiones

del futuro. Me inclino hacia adelante, poniendo mis manos

sobre la mesa entre nosotros.

—¿Por qué harías eso? —pregunto, manteniendo mi voz

neutral.

—A veces no tengo elección; una visión solo viene a mí

—explica Eli, escogiendo sus palabras cuidadosamente—.

Esas son suficientemente difíciles de controlar. Pero cuando

busco algo, con todas las variables, todos los futuros

posibles. . . solo complican las cosas. Saber que algo va a

pasar, inevitablemente cambia la forma en la que actuamos,

lo que cambia las posibilidades, lo que a su vez cambia el

futuro, lo que significa que no hubo razón en prever las

cosas en primer lugar. He, incluso peor, a veces se sabe lo

que pasará pero aun así se es incapaz de cambiarlo. Nunca se

sabe cuál de todos esos escenarios es en el que estas

atrapado hasta que es demasiado tarde.

Recuerdo una de las conversaciones que Ella y yo

tuvimos en su espacio mental. Le pregunté si había visto una

versión del futuro donde salíamos victoriosos en contra de

los Mogs. Me dijo que lo había hecho, pero que no me

gustaría el precio. Asumí que se refería a que yo moriría en la

batalla —no estaba del todo cómodo con la idea en aquel

momento, pero he estado preparándome para ello en estas

últimas pocas horas.

Ahora, no estoy tan seguro de que sea eso lo que ella

quiso decir.

—Ella, ¿Tú sabias lo que iba a pasar en México? ¿Sabías

lo que pasaría con Sarah?

—Sí —responde ella.

Mi boca se seca.

—Tú…

Me detengo. No sé qué decir. Mis puños se abren y se

cierran. El calor sube por mis dedos y me doy cuenta que

estoy a punto de encender mi Lumen. Tomo una profunda y

temblorosa respiración, mirando a Eli.

Mi lado racional sabe que ya no se puede hacer nada.

Pero esa fría parte de mí, la parte que ha estado a cargo

desde que Sarah murió, quiere concentrarse en la misión.

Pero otra de mi quiere gritar con furia incoherente ante la

injusticia de todo esto.

¡Ella pudo haberme advertido! pienso. Pudo habérmelo

dicho, ¡Yo podría haber hecho algo! O aún mejor, ¡ella pudo

haberle advertido a Sarah!

Les dije a todos ellos que corrieran. La voz de Ella suena clara

en mi cabeza. Debe estar leyendo mis pensamientos. Incluso

cuando sabía que ellos no lo harían, traté de convencerlos. Y, John,

¿habrías querido que esa decisión pesara sobre ti? ¿Habrías querido

escoger entre Sarah y ganar esta guerra?

Yo habría encontrado otra manera, respondo, apretando los

dientes.

Claro que lo habrías hecho. Su voz es cortante, incluso en mi

mente. ¡Hay una infinidad de formas! Tal vez habrías salvado a

Sarah a expensas de alguien más. O tal vez solo hubieses retrasado su

muerte, como lo que paso con Ocho y su profecía. Ese es mi punto,

John. Esa es la razón por la que ver el futuro no es bueno. Sabes,

pensé que yo tenía que morir para que nuestros amigos sobrevivieran a

la batalla en el Santuario. Me arrojé dentro de esa energía Loriense

pensando que eso sería todo, pero. . . yo no había visto todas las

posibilidades. Te volvería loco tratar de sortear a través de todas esas

posibilidades, de todas esas segundas opciones.

Nuestros ojos están fijos el uno en el otro. La habitación

está totalmente en silencio. Si alguien está viéndonos a través

de la cámara de seguridad, pensaría que estamos inmersos en

un épico concurso de sostener la mirada.

¿Por qué me dijiste todo esto?

Porque me siento culpable, John. Pensé que debías saberlo. Porque

sabía que me pedirías dejarte copiar mi poder, la clarividencia, y pienso

que no deberías hacerlo.

—Muy bien, Ella; por favor, solo sal de mi cabeza.

Eli estrecha los ojos mirándome.

—Tú estabas en mi cabeza —dice ella, ambos hemos

vuelto a usar nuestras voces—. Fuiste tú quien lo inició.

—¿Lo hice?

Eli asiente y camina hacia la ventana. Se abraza a sí misma

y mira hacia afuera al lago tranquilo.

—No estoy sorprendida de que obtuvieras la telepatía —

dice ella—. La he usado en ti suficientes veces. Además, si

puedes hablarle telepáticamente a una quimaera, no es un

salto muy dramático hacerlo con una persona.

Aclaro mi garganta y trato de poner a un lado la

conversación que acabamos de tener.

— ¿Algún consejo?

—Apunta tus pensamientos —dice ella con un

encogimiento de hombros, sin mirarme—. Dirígelos y ellos

encontraran su objetivo.

— ¿Qué hay de cuando no puedo ver a la persona o

estamos separados por una larga distancia? ¿Cómo lo haces

en ese caso?

— ¿Alguna vez has. . .? —Eli hace una pausa

esforzándose por poner sus pensamientos en palabras—.

Digamos que estas en una casa y sabes que alguien está en

otro cuarto. Tú de cierta forma sabes, instintivamente, que

tan alto tienes que gritar para lograr que te escuchen,

¿comprendes?

—Eso supongo.

—Piensa en ello de esa manera —dice Eli—. Entre mejor

conoces a la persona, mas familiares son sus mentes para ti,

y más largo se hará tu alcance. Ya te darás cuenta con la

práctica. A veces se siente más natural que la forma

tradicional de hablar. Al menos para mí.

No estoy seguro de que más decir. Ya tengo lo que quería

y más de lo que pedí. Tomo el atlas de la mesa y lo pongo

debajo de mi brazo.

—Gracias, Eli —digo. Esperando no sonar demasiado

frío, inseguro de poder decir algo más acogedor.

—Por nada.

Miro afuera de la ventana. El sol se ha empezado a poner,

la luz tornándose a un pálido gris.

¿Qué legados más necesito que me hacen falta?

La Externa de Cinco y el Legado sísmico de Adam serian

buenos; la teletransportación de Ocho seria increíble. Si

tuviera tiempo, tal vez podría meditar sobre aquella vez que

usé las piedras de Loralita, tratar de recordar la sensación y

encontrar alguna manera de reproducirlo con mi Ximic.

Si tuviera tiempo. Ya se está haciendo tarde.

Tomo mi camino hacia el elevador. De vuelta a las

profundidades del Patience Creek.

Invisibilidad. Vuelo. Telepatía.

Estas son las herramientas que tengo.

Son suficientes.

Suficientes para abordar una nave de guerra

LA ESPERA TIENE QUE SER LA PEOR PARTE.

El sol se ha ido, pero no es algo que se pueda apreciar

aquí, en nuestra más reciente guarida subterránea. Patience

Creek aun zumba con energía; los soldados que trabajan en

la logística y formación buscan la manera de contratacar a los

Mogs. Con ayuda de Sam y Malcom, los investigadores están

tratando de descifrar cómo funciona el dispositivo de

protección, con los oficiales ordenando un esfuerzo bélico

internacional. Adam contribuyó con todo lo que sabía, y

ahora se encuentra en la planta baja ayudando a monitorear

las comunicaciones Mogadorianas.

Ahora mismo, nada de eso me involucra.

—El pent-house de Nueve, en serio era de lo mejor—

digo jalando mi cabello hacia atrás mirándome al espejo

inconscientemente—. Creo que nunca aprecié realmente lo

grandiosas que eran esas ventanas.

Marina ríe en voz baja. Está sentada enfrente de mí, del

otro lado de la mesa en una de las tantas salas de Patience

Creek. Hay un burrito instantáneo a medio comer, ahora

frío, en medio de nosotras. En este lugar la variedad de

alimentos es bastante deficiente, y ninguna de nosotras tiene

mucho apetito.

Marina me sonríe— ¿Recuerdas la cena que tuvimos

antes de viajar a Florida? ¿Todos nosotros juntos?

—Sí, antes de que todo se fuera al carajo.

—Esa fue una buena noche. —Marina ríe por lo bajo—.

Debimos, no lo sé, haber tomado fotografías o algo. Como

la gente normal lo haría.

La sonrisa de Marina se desvanece lentamente. Puedo

adivinar que está pensando en Ocho. Trato de levantarle el

ánimo.

—Dios, recuerdo lo harta que estaba del pent-house de

Nueve, porque se la pasaba semidesnudo creyéndose un

maldito playboy. Aunque de cualquier manera, eso superaba

por mucho aquella comunidad Mog abandonada y este

asqueroso sótano.

Marina se ríe de nuevo. Se estira sobre la mesa y pone su

mano sobre la mía. La miro a los ojos, sintiéndome cansada

y sin ánimos, tal vez por eso estoy un poco aturdida y

nostálgica.

—Seis —dice Marina con una voz suave—, puedo

decir… que nunca hice amigos antes, cuando estaba en el

convento. Estaba sola.

—Eh… Okay…

—Y entonces llegaste tú…—hago una mueca cuando sus

ojos empiezan a humedecerse— Tu estuviste ahí para mí en

los peores momentos, Seis. Siempre me has hecho reír y me

has apoyado. También me has cargado, literalmente. Solo

quiero decirte que, por mucho, tú eres mi mejor amiga.

Soplo un mechón de cabello fuera de mi rostro— Oh,

maldita sea Marina, no hables así. Es de mala suerte.

Marina suelta una risita— Necesitaba decirlo.

—No, claro que no —le respondí y apreté su mano—.

Pero de todas formas siento lo mismo por ti.

Alguien carraspea. Ambas levantamos la mirada hacia la

puerta al mismo tiempo. John está parado ahí, sosteniendo

un Atlas con tapas de piel, y páginas amarillentas bajo el

brazo. Tiene grandes ojeras bajo los ojos, y sus hombros

hundidos. No creo que pueda lucir de otra forma después de

lo que ha pasado recientemente.

—Hey —dice él.

—Hola de nuevo —respondo—. ¿Dónde has estado?

John mira con fijeza una silla vacía en nuestra mesa. Algo

en él no lo ha dejado relajarse, ni por un par de minutos.

—He estado trabajando en algunas cosas —dice—. Voy a

ver a Lawson. No me importaría algo de compañía.

Intercambio una mirada con Marina y ambas nos

ponemos de pie.

—Claro —digo—. ¿Sólo vas a socializar o…?

—Ya hemos perdido suficiente tiempo aquí —responde

rápidamente—. Necesitamos empezar a planear nuestro

siguiente movimiento.

Asiento con aprobación, y los tres en el salón empezamos

a navegar entre los pasillos.

— ¿No deberíamos reunirnos con los demás? —pregunta

Marina.

—No quiero interrumpir a Malcom y a Sam mientras

están trabajando —John replica—. Nueve no es la persona

más diplomática, y Adam probablemente no sería

bienvenido en esta reunión.

—¿Y Ella?

John tensa su boca— Ella no necesita estar presente. —

Hay un tono cortante en las palabras de John.

— ¿Tuvieron su conversación? —pregunto.

—Sí.

— ¿Y?

— ¿Podemos dejarlo para luego, Seis?

Miro a Marina, que sacude su cabeza sutilmente, para

hacerme saber que debería dejar a un lado el asunto. Sigo su

advertencia y seguimos caminando en silencio.

Lawson ha instalado su oficina en una parte del complejo

llamada “Centro de Inteligencia”. Pasamos por habitaciones

llenas de oficiales de comunicaciones, coordinándose con

gobiernos alrededor de mundo.

Hay mucho ruido; cerca de una docena de idiomas siendo

pronunciados al mismo tiempo. Los buques de guerra

Mogadorianos alrededor del planeta, aún no han atacado.

Ninguno se ha movido, excepto por el Anubis llevando a

Setrakus Ra a Virginia Occidental y la nave que atrajimos a

las Cataratas del Niágara. Por el estruendo en el lugar, es

claro que los humanos están usando cada segundo de esta

calma para prepararse.

Los gemelos, Caleb y Christian, están haciendo guardia

frente a una puerta cerrada al final del pasillo. Marina no ha

tenido la oportunidad de conocer a estos dos bichos raros,

así que pone su gentil sonrisa y extiende una mano hacia la

cara inexpresiva de quien creo es Christian.

—Hola, soy Marina —dice ella—. Tengo entendido que

recibieron legados. Es increíble que les haya pasado a ambos.

Si gustan hablar de ello…

Christian solo la mira inexpresivamente y ni siquiera se

mueve para tomar su mano, como si ni siquiera entendiera lo

que está diciendo. Caleb rápidamente se interpone. Estrecha

flojamente la mano de Marina como si estuviera llena de

gérmenes.

—Uh, te lo agradecemos —dice bruscamente, luego mira

a John—. El general Lawson te espera desde hace horas.

—No he tenido mucho tiempo libre que digamos —

replica John—. ¿Está ahí adentro o qué?

Caleb se hace a un lado de mala gana y unos segundos

después también Christian, con la mirada fría todo el

tiempo. Seguimos a John dentro de la oficina de Lawson y

Marina me lanza una mirada.

—¿Qué pasa con ellos? —pregunta Marina.

—Ni idea —respondo—. Creo no todos los humanos

con Legados son tan encantadores como Sam.

Marina me da una sonrisita. Nos quedamos en silencio

mientras miramos a nuestro alrededor la oficina de Lawson.

Es una oficina ordinaria con un destartalado escritorio

donde Lawson se sienta en una silla con soporte para la

espalda, unas sillas plegables delante de él, una mesa liviana

pegada a la pared, con una pequeña cafetera destilando café

en polvo, proporcionado por el ejército.

Lo que realmente atrae mi atención, la razón por la que

estoy segura de que Lawson no se movió aquí abajo, es la

pared llena de monitores detrás de su escritorio. Las

pantallas muestran todo tipo de cosas; algunas muestran

imágenes granuladas de los buques de guerra, que deben

venir directamente de cámaras puestas en las ciudades

ocupadas. Otras están en sintonía con los pocos canales de

noticias que aún son capaces de transmitir, y algunas más

están ajustadas al video de seguridad del Patience Creek

mismo.

Lawson se aparta de las pantallas tan pronto como

entramos. Se levanta, frota una mano contra el frente de su

uniforme y sonríe de manera amigable.

—Ah, hola jóvenes —dice, dirigiéndose a nosotros tres.

Nuestras miradas carecen de amabilidad, por lo que se dirige

primero a Marina—. Me alegra verla levantada y andando,

señorita.

—Gracias. —repone Marina.

—No he escuchado sino cosas buenas de ti. —continua

Lawson.

—¿Qué… qué ha escuchado? —Marina levanta una ceja.

— He oído que eres una sanadora, lo que, si me

preguntas, es el mayor poder que tu gente ha podido

desarrollar —baja su voz con complicidad—. También he

escuchado de mis chicos que eres tan dura y peligrosa como

un carámbano de hielo.

Marina enrojece ante la mención a su enfrentamiento con

Cinco. Antes de que alguien hable, John se apresura.

—Usted quería verme.

Lawson asiente y vuelve a tomar asiento, hace un gesto

hacia nosotros para sentarse en las sillas plegables puestas en

frente de su escritorio. Todos permanecemos de pie.

—Sí, quiero hablar contigo —Lawson dice a John, luego

me señala—. Quiero saber por qué Seis aquí presente, y

algunos de tus otros socios dejaron la base. Ahora que está

de vuelta y que trajo algunos NTAL’s con ella, no me

importa tanto.

—No tenía por qué importarle —digo.

—Sí, bueno, me preocupo por ustedes —me dice

Lawson, jugando su rol de abuelo amigable. Vuelve la

atención de nuevo a John—. Tal vez empezamos con el pie

equivocado antes. Soy consciente de que ustedes no están

acostumbrados a trabajar con otros. Y deberían darse cuenta

de que es una experiencia extraña para mi gente, también.

No quiero que sientan que estoy amenazando su autonomía.

Dudo que pudiera hacerlo, incluso si quisiera. Pero estamos

luchando por un objetivo común aquí. Sería ideal si

supiéramos lo que el otro está haciendo.

—Estoy de acuerdo —John dice, aunque suena como si

sólo quisiera que el viejo cerrara la boca.

Lawson se pasa una mano por su cabello plateado,

centrando su atención en mí otra vez— Por ejemplo, su

operación las Cataratas del Niágara, causó que el buque de

guerra que se encontraba en Toronto se moviera hacia

nosotros. Es el primer movimiento que hemos visto de parte

de los hostiles desde que Setrákus Ra quedó en silencio.

Causó un gran revuelo que pudo haber sido evitado si fueran

más abiertos conmigo.

—Nadie ha sido bombardeado aun ¿O sí? —pregunto—.

No se ha hecho ningún daño.

—No, Esta vez no —responde Lawson entre dientes—.

Los canadienses tenían unidades colocadas en torno a ese

buque de guerra, que tendrán que ser recolocadas de nuevo

en las Cataratas del Niagara, lo que será un dolor en el culo.

Por otra parte, un importante centro de población que no

había sido evacuado está totalmente fuera de la mira, al

menos por ahora. Pero ¿Y si eso hubiera ocurrido en otra

lugar del mundo, donde nuestros aliados no son tan

disciplinados? Eso podría haber creado algunas dificultades.

—No va a suceder de nuevo —dice John, con su acuerdo

socavado por un tono desdeñoso. Pone el Atlas que ha

estado sosteniendo encima del escritorio de Lawson—. He

marcado las ubicaciones de las piedras de Loralita aquí.

Lawson sonríe y pone una mano en la parte superior del

Atlas— Ah, con baja tecnología. Me gusta.

—Necesitamos que estos sitios estén asegurado antes de

que los Mogs puedan encontrarlos —John continúa—.

Especialmente si desea utilizarlos para transportar los

dispositivos de camuflaje.

—Me aseguraré de que así sea —Lawson palmea el

Atlas—. Y voy a conservar esto en la base de datos para

investigar. No hay pérdida.

—Es posible que también más Gardes humanos se

teletransporten en esos lugares, también —agrego—. Así

que asegúrese de que nadie se meta con ellos. Mog o

Humano.

Lawson se acaricia la barbilla, bien afeitada, incluso en

tiempos como como estos— ¿Crees que tenemos alguna

intención de hacer daño a estos jóvenes dotados? —se

pregunta, sonando ligeramente ofendido.

Todos hablamos a la vez.

—Tal vez no hacer daño… —Marina comienza

diplomáticamente.

—Reclutarlos. —dice John.

—Explotarlos. —lanzo.

—…Simplemente no queremos que nadie se sienta

obligado a hacer algo para lo que no están preparados —

concluye Marina.

Lawson nos mira fijamente por un momento. Voltea

hacia a la puerta, asegurándose de que está cerrada, por lo

que, probablemente, los gemelos no pueden oír lo que está a

punto de decir.

—Mira, voy a ser directo —dice—. Va a haber personas

en nuestro gobierno, maldita sea, en las naciones de todo el

mundo, que van a ver a estos jóvenes dotados como. . .

armas. Han visto lo que sucedió con ProMog. Pon un poco

de poder extraterrestre delante de estas personas y van a

vender sus almas, estaremos condenados a la invasión.

—¿Y no eres una de esas personas? —John le pregunta.

—No, hijo, no lo soy —responde Lawson—. Soy un

hombre viejo que estaba feliz jugando golf hace unas

semanas. No estoy interesado en obtener algún beneficio o

poder. Estoy interesado en mantener este mundo a salvo.

Creo que ustedes pueden ser una fuerza del bien. Lo he visto

todo: la curación, el auto-sacrificio. También he conocido a

ese tipo de un solo ojo que tienen abajo en el sótano. No

queremos ni uno más de esos ¿verdad?

Echo un vistazo en dirección a Marina— No,

definitivamente no.

—Hago todo por mantener el mundo seguro. Entrenar a

tu gente, poniéndolos en posiciones donde puedan usar sus

dones para el bien común —John está a punto de decir algo,

pero Lawson levanta una mano—. Todas estas son sólo

palabras, si no ganamos esta guerra. Y serían unos tontos si

no desconfían de mí. Pero cuando todo esto termine, quiero

que se involucren. Quiero que ustedes me digan qué es lo

mejor para estos jóvenes, para nuestro planeta. Y quiero que

colaboren para que eso suceda.

Los tres de intercambiamos miradas. Si Lawson nos está

manipulando, está haciendo un muy buen trabajo. Pero a

juzgar por la expresión distante de John, no estoy segura de

todas sus preocupaciones se han ido. O quizás, tal como yo,

está dándose cuenta de lo inútil que es discutir sobre el

futuro, enfrente de amenazas de muerte inminente.

Me aclaro la garganta y el cambio de tema— Por lo tanto,

sobre estos dispositivos de camuflaje…

—Todavía no ha habido progreso de parte de I&D en la

elaboración de nuestra propia versión. —responde Lawson,

aliviado de estar hablando otra vez de nuestros planes.

—Está bien —dice John—. Estamos listos para robar

algunos, y esa nave que la Garde humana atrajo a es un

blanco perfecto. Aislada, distanciada, enorme.

—La estupidez en YouTube a veces vale la pena —

agrego.

—Voy a juntar un pequeño equipo e infiltrarnos a bordo

y robar los dispositivos —John continúa—. Estamos listos

para partir lo más pronto posible.

Lawson asiente— Excelente. Voy a querer tener a uno de

mis equipos en un lugar cercano, por si acaso las cosas se

descontrolan y necesitan una extracción.

—No tengo problema con eso, mientras no sean

descubiertos —responde John.

Marina ha estado en silencio durante este tiempo. Ella se

queda mirando a uno de los canales de noticias, viendo

escenas de Londres. Miles de personas marchan por las

calles, evacúan con sólo las posesiones que pueden cargar en

sus brazos, mientras que un buque de guerra se cierne en el

fondo.

— ¿Que se está haciendo para proteger a la gente en las

ciudades con los buques de guerra? —pregunta— Los

Mogadorianos inevitablemente intensificarán su ataque…

—Todas, excepto unas pocas ciudades tienen una

evacuación en progreso —responde Lawson—. Que yo

sepa, la mayoría de ellas estaban en un ochenta por ciento de

reubicación. Este día extra realmente nos compró un poco

de tie…

Lawson es interrumpido por un repentino golpe en la

puerta. Antes de que pueda responder, un agente del FBI

con una oscura barba de cinco días entra, a pesar de que los

gemelos tratan de bloquearle el paso. Lo reconozco como

Noto, el hombre al que Adam está enseñando a hablar

Mogadoriano, abajo en el subterráneo.

—Disculpe, señor —le dice a Lawson antes de que

vuelva su atención a John—. Deberías venir a nuestra

estación de monitoreo. Algo está sucediendo.

Eso no puede ser bueno.

Nosotros tres, junto con Lawson, los gemelos y Noto,

nos damos prisa hasta donde Adam está supervisando las

transmisiones Mogadorias. En el camino, Noto nos lleva tan

rápido como puede.

—Los capitanes de los buques de guerra Mogs iban y

venían como han estado durante todo el día, especialmente

desde del que uno desobedeció las órdenes y se trasladó a su

nave a Las Cataratas —Noto explica a toda prisa—. Justo

ahora, una nueva voz apareció en…

— ¿Setrákus Ra? –pregunto interrumpiéndolo.

—No, una mujer —Noto responde—. Ha estado dando

un discurso, suena como si estuviera poniendo a todos en su

lugar. Adam se ve…

Se ve molesto, eso es obvio, tan pronto como entramos

en la habitación. Adam se sienta en el borde de la silla, las

manos unidas firmemente delante de él, sus ojos oscuros con

la vista fija en la consola del Skimmer. Por supuesto,

reconozco aquella voz, y por qué Adam le dirige una mirada

tan asesina al instrumento que la produce.

—Phiri Dun-Ra —exclamo.

— ¿Quién? —John pregunta, dirigiéndose a mí así como

todos en la multitud congregada alrededor de Adam.

—La persona más desagradable, incluso para términos

Mogadorianos —dice Marina.

—Ella es la perra que estaba a cargo de entrar en el

santuario —le digo a John—. Nos encontramos con ella.

—Casi nos mata a mí y a Dust —añade Adam en voz

baja, sin apartar los ojos de la consola, escuchando cada

palabra que sale de la voz áspera de Phiri.

—La última vez que la vi, ella estaba arrastrando a

Setrákus Ra dentro de la Anubis —digo.

El General Lawson se aclara la garganta— Hijo, ¿Qué

está diciendo?

Adam toma una respiración profunda y la deja salir

silbando entre sus dientes— Está haciendo entrar en pánico

a los capitanes nacidos de verdad, reprendiéndolos por

dudar de su Líder. Ella dice que el retraso en el ataque es

intrascendente, que la humanidad es débil mientras que la

victoria Mogadoriana está asegurada.

Lawson se tensa ante esto.

— ¿Mencionó que empalé su Amado Líder? —pregunto.

—Por supuesto que no —Adam protesta—. Ella afirma

Setrákus Ra ha estado ocupado terminando la obra de su

vida de elevar a la raza Mogadoriana. Que lo que ha logrado

es poco menos que un milagro, y los fieles serán

recompensados. Mientras que para los escépticos, no habrá

nada otra cosa que dolor.

—Gobernando a ‘copela o cuello’ —murmura Lawson.

—¿Qué clase de milagro podría obrar ese monstruo? —se

pregunta Marina.

—Sabemos cuál es el trabajo de su vida —digo—. Lo

vimos en esa visión.

—La energía que robó del santuario —John dice en voz

baja—. El proceso que vimos en la visión de Eli,

convirtiéndola en esa baba negra. Debe de haber regresado a

trabajar en eso.

—No entiendo qué mierda significa eso —interrumpe

Lawson—. Pero suena como si el tiempo se nos estuviera

acabando.

Adam levanta una mano cuando el discurso de Phiri

Dun-Ra sube en crescendo. Su boca cuelga abierta, como si

no pudiera creer lo que está escuchando.

—Ella clama… ella afirma que gracias a la sabiduría de

Amado Líder, ha sido bendecida con Legados —dice Adam,

el sonido de la escandalosa risa de Phiri Dun-Ra casi

ahogando su voz.

—Mierda —exclamo—. Aun suponiendo que es

verdadero, lo que tiene no son Legados.

—Vimos que lo hizo —rememora Marina, una nota baja

de miedo en su voz—. A la gente que trabajo con él en esa

máquina, les dio telequinesis.

—Esas personas lucían enfermas. Monstruosas. —esa

observación viene de Caleb, las primeras palabras que ha

dicho desde que llegamos aquí. Lo miro, tiene la vista hacia

abajo, en el dorso de sus manos, como si estuviera buscando

que algo anormal pasara a través de las venas. Su hermano,

Christian, por su parte, permanece completamente inmóvil y

en silencio.

—Ha tenido cientos de años para perfeccionar su

experimento —puntualiza John—. Lo único que necesita es

acceso a más material.

—El cual le ayudamos a conseguir —digo, sacudiendo la

cabeza.

Una nueva voz se apodera de la emisión. No es una voz

en absoluto, de hecho. Un grito. Un grito de angustia de lo

que suena como un muchacho siendo torturado. La sala se

queda en silencio cuando Phiri Dun-Ra reanuda su discurso

con más que los gritos, su tono optimista y astillante.

— ¿Qué diablos es eso? —pregunta Lawson.

Adam traga con dificultad— Ella dice que es un Garde

que capturaron en la Ciudad de México. Un humano. Están

extrayendo sus Legados. Están matándolo.

—Apágalo. —dice Marina, luciendo como si estuviera a

punto de vomitar.

Adam se vuelve primero a mí, luego a John. Nosotros

dos asentimos. No podemos quedarnos escuchando eso sin

poder hacer nada.

—Hazlo. —dice John.

Adam de inclina hacia adelante, pero no apaga la emisión.

En cambio, toma un micrófono y abre un canal.

Lawson es el primero en intentar detener a Adam, y los

gemelos siguen su ejemplo; pero John pone una mano sobre

el pecho del hombre mayor, deteniéndolo.

—¿Pueden rastrear nuestra señal? —susurra Lawson con

los ojos muy abiertos.

—No —John susurra—. Él ya se encargó de eso. Somos

un fantasma.

Lawson no parece del todo convencido. Mira a Noto. El

agente asiente de manera cortante, afirmando lo que dijo

John.

De todos modos, ya es demasiado tarde. Adam ya

empezó a hablar.

—Phiri Dun-Ra está mintiendo —Adam anuncia en

inglés, a pesar de que amplifica la aspereza de su voz,

utilizando ese acento gutural Mogadoriano. Él debe haber

escogido el Inglés para nuestro beneficio, para que Lawson

sepa que no está delatando ningún secreto—. Lo que ella

está diciendo, sólo está destinado a aumentar su propio

poder.

Los gritos del fondo se cortan. Unas voces confusas

responden en Mogadoriano. La voz de Phiri Dun-Ra se

escucha sobre todos ellos.

—¿Eres tú, Adamus? —pregunta ella, riendo—. ¿Cómo

conseguiste interferir en este canal, pequeño?

Adam no le hace caso, presiona— Mi nombre es Adamus

Sutekh, hijo del general Andrakkus Sutekh. Me enfrenté a mi

padre en combate y lo derroté. Tomé la espada de su mano

cadavérica, y la utilicé para lo que fue creada. La utilicé para

matar a un Loriense; un Loriense que se hacía llamar

Setrákus Ra.

Ahora hay gritos. Gritos indignados en Mogadoriano de

una docena de voces diferentes. No puedo evitar sonreír en

el caos y el pánico creado por sólo unas pocas palabras.

Phiri Dun-Ra grita para ser oída sobre los demás—

¡Estos son inventos de un nacido de verdad sin honor! ¡Un

traidor de nuestra raza!

— ¡Entonces deja que el Amado Líder me responda! —

Adam grita de vuelta— ¡Quizá no pueda hablar por el

agujero que hice en su pecho! Phiri Dun-Ra sabe la verdad,

hermanos y hermanas, ahora busca gobernarnos a través de

las mismas mentiras que Setrakus Ra usó por siglos. ¡No

dejen que eso suceda!

— ¡Esas son blasfemias! –aúlla Phiri.

— ¡Deja que él responda, entonces! —Adam grita de

nuevo— Deja que el eterno e inmortal Setrakus hable, si aún

le queda aliento qué respirar.

Por un momento, todas las líneas se quedan calladas,

esperando que algo pase.

Solo es Phiri Dun-Ra, que ha caído en silencio.

—Pagarás —ella dice finalmente, su voz fulminante de

odio—. Pagarás por tu falta de fe.

Hay un ‘beep’ afilado, el sonido de ella cortando

comunicación. Inmediatamente, docenas de capitanes en los

diferentes buques de guerra que han estado escuchando la

transmisión completa, comienzan a ladrarse unos a otros.

Adam apaga su micrófono, y se voltea para mirarnos.

Ahora —dice—, los dejamos matarse entre ellos.

A SYDNEY LE TOCA LA PEOR PARTE.

El capitán de la nave de guerra comienza un bombardeo

completo a la ciudad unas horas después de que Adam

interrumpió el discurso de Phiri Dun-Ra. El capitán a cargo

declara esta destrucción en nombre del Amado Líder, un

fiero sacrificio por la muerte de Sétrakus Ra. Adam explica

que él se está dando a lucir; el capitán quiere quedar bien en

caso de que Setrákus Ra este vivo, y apuntarse para el cargo

de Líder en caso de que no.

Imágenes de la Ópera de Sydney4 en llamas, el puente

detrás de ella colapsando, se transmiten por los canales de

noticias que aún quedan por el mundo. Es difícil de

observar, sabiendo que nuestra mentira acerca de Setrákus

4 La Casa de la Ópera de Sídney es una construcción expresionista con un diseño radicalmente innovador, conformado por una serie de grandes conchas prefabricadas, cada una tomada de la misma semiesfera, que forman los tejados de la estructura.

Ra ha sido la que ocasionó esto. Adam luce al borde del

colapso. Lawson mueve su cabeza, con expresión severa.

—La guerra psicológica tiene costos —dice de manera

comprensiva, pero muy realista. Tengo el presentimiento de

que tendría una diferente perspectiva si fuese alguna ciudad

estadounidense la que estuviera ardiendo—. Si es de algún

consuelo, mis fuentes me dicen que Sydney fue evacuado

casi en su totalidad.

— ‘Casi’ —Adam repite.

—Sí, casi —Lawson replica—. El daño colateral no

siempre puede ser evitado. Es horrible, pero tienes que

aprender a vivir con ello —Él pausa seriamente—. No

esperaba tanta simpatía de uno de tu especie.

Adam observa al General —Por supuesto que no.

No digo nada. Sólo me hago una nota mental del nombre

del Mogadoriano. Rezza El-Doth. Lo agrego a la lista de

Mogs que voy a matar.

Es media noche. Los tres de nosotros -Adam, Lawson y

yo- somos los únicos que siguen en la sala de monitores

horas después de la sorpresiva transmisión de Adam. Los

demás se fueron a descansar, algo que probablemente

debería estar haciendo, pero no me siento capaz de hacer.

En su lugar, me encorvo en mi silla y escucho mientras

Adam describe robóticamente las muchas transmisiones

pasando en el comunicador Mog. A mi lado, Lawson

mantiene sus ojos en una tablet, monitoreando reportes de

todo el mundo.

—Admiro el valor que les tomó realizar una maniobra

como esa —Lawson continua—. Estaban conscientes de las

consecuencias. Hicieron las cuentas y calcularon que los

beneficios sobrepasaban los costos. Por supuesto, que si las

cosas no hubieran salido como planearon, estaríamos

teniendo una conversación muy distinta, ¿no es verdad?

Miro a Lawson. Él se me queda viendo, evaluándome.

Otra vez me quedo en silencio. Él está en lo correcto,

pienso. Tan pronto como Adam me dijo acerca de la

discordia entre los Mogs en la ausencia de Setrákus Ra, supe

que teníamos que explotarla. Adam accedió. Como Lawson

dijo, sabíamos que podría haber peligros.

En realidad, no me importó en absoluto.

Lo de Sydney fue mal, pero en otros lugares, Adam ha

ocasionado mejores efectos.

En Beijing, donde el ejército Chino había estado

resistiendo a los Mogadorianos en gran medida y lanzando

algunos contraataques bastante imprudentes, los Mogs

mandaron sus Skimmers de regreso a la nave de guerra. El

capitán declaró que él quería escuchar órdenes del Amado

Líder antes de desperdiciar uno más de sus nacidos en

tanque en asegurar la ciudad. Ninguna respuesta ha llegado

de Virginia Occidental, lo que significa un respiro para los

chinos.

Mientras tanto, el capitán de la nave en Moscú se declaró

él mismo el nuevo Amado Líder. Supongo que se le subieron

los humos después de ver qué tan rápido los rusos

colaboraron con su intento de invasión. Esta declaración no

le agradó al capitán de la nave estacionada en Berlín; él

desvió su nave con intensión de asesinar al usurpador.

Las dos naves se encontraron sobre Kazajistán y

empezaron a combatir una contra otra. Afortunadamente,

esto paso sobre la Estepa de Kazajistán, lugar que es

escasamente poblado. Por la falta de espectadores en la

escena, los reportes que vienen de fuera del área son vagos.

No estamos seguros de sí acabaron uno con el otro,

luchando hasta un punto muerto, o si alguno de ellos salió

victorioso. Pero no hay resultados negativos para nosotros,

supongo.

Y, tal vez lo mejor de todo, la nave posicionada sobre São

Paulo simplemente se fue. Floto hacia arriba, fuera de la

atmósfera, y aparentemente está orbitando en la luna. La

nave simplemente silencio la radio. Ni idea de que está

pasando con esa embarcación.

El resto de los Mogadorianos de la flota ignoraron a

Adam, escogiendo creerle a Phiri Dun-Ra. Aunque la

división entre ellos, las está empezando a ser evidente. Al

parecer no son una fuerza tan imparable como decían ser.

Tres naves fuera de combate, y ni siquiera hemos salido de

Patience Creek. Aún quedan veinte, pero esto es un

progreso.

Aun así esta victoria se siente vacía para mí. No es

satisfactoria. Mis manos están demasiado limpias.

Ambos, Adam y yo, nos perdemos en un silencio

reflexivo, Lawson continua reverberando nuestro éxito.

—Un riesgo estratégico —dice él reflexivamente—.

Ustedes muchachos, serán excelentes generales algún día.

—Mi intención es continuar mi lucha en el frente de

batalla. —digo, finalmente rompiendo mi silencio.

—Bueno, esa es la clase de lujos que puede darse un

hombre joven. —Lawson replica. Se pone de pie y truena su

espalda. En las horas de silencio desde que irrumpimos en la

discusión Mogadoriana, las cosas se han calmado. Ningún

nuevo descubrimiento ha llegado desde hace un rato, sólo

los usuales informes de estado. Creo que nuestra estratagema

ha producido todos los resultados que van a suceder.

Lawson mira directo a mí— Es tarde. O mejor dicho, es

muy temprano. Voy a intentar descansar los ojos antes de

que montemos esta operación. Deberías hacer lo mismo,

John.

Le doy al general un saludo perezoso, y el responde con

una pequeña sonrisa. El viejo asiente cortantemente a Adam

y sale, dejándonos a nosotros dos solos. Adam se sienta

desplomado al frente de la consola, sus ojos agotados.

— ¿No planeas dormir para nada? —le pregunto.

— ¿A caso tu sí? —responde.

Nos ponemos tan cómodos cómo es posible.

Cruzo mis brazos y dejo mi mentón contra mi pecho.

Ocasionalmente salto ante la voz de algún Mogadoriano

gruñendo a través de comunicador, pero Adam no se

molesta en traducir nada de ello, lo que significa que no

puede ser importante. Vamos a abordar una de esas naves de

guerra en unas cuantas horas. Va a ser el primer combate el

cual he enfrentado desde que empecé a recolectar Legados,

mi primera oportunidad de probar esos nuevos poderes.

Mi primera oportunidad de venganza.

Realmente debería dormir. Es irresponsable de mi parte

seguir evitándolo. Pero la última vez que lo intente, todo lo

que podía ver era el rostro de ella…

No puedo seguir haciéndome esto.

Me levanto y alzo mis brazos sobre mi cabeza. Se sienten

pesados. Todo se siente así. El aire se siente denso, casi

como si estuviera nadando en él. Finalmente, ese

sentimiento de agotamiento que he estado experimentando

desde que llegamos aquí, está empezando a cobrar efecto.

—Me avisarás si ocurre algo importante, ¿verdad? —le

pregunto a Adam.

Él no responde. Mantiene su rostro hacia a otro lado,

mirando intensamente a la consola. Las comunicaciones

Mogadorianas han caído en reciente silencio. Por alguna

razón, en lugar de preguntarle a Adam que demonios es lo

que pasa, no digo nada y sólo camino afuera de la habitación.

Y entro a la cueva.

Este no es Patience Creek. He estado aquí antes.

Estoy en un corredor largo y con poca luz. Las paredes

son de piedra de color oxido con vigas de acero. El aire es

caliente, rancio y apesta como algo podrido y aún con vida.

Doy una vuelta completa y trato de orientarme. Si bajo el

pasillo en la dirección donde se inclina suavemente, sé que

llegaré al área donde se encuentran los pikens, krauls y

cualquier número de criaturas retorcidas que hayan sido

creadas. Si voy subiendo, donde la luz es más brillante,

eventualmente llegare a un bloque celdas.

Esto es Virginia Occidental, debajo de la montaña. Los

cuarteles generales de los Mogadorianos.

Me siento atraído hacia las celdas, así que empiezo a

caminar lentamente en esa dirección. Gritos sordos me

alcanzan más adelante. Mantengo mi paso casual y relajado.

No soy estúpido. Esto es un sueño. Y estoy feliz de

seguirle la corriente.

Sé quién me está esperando adelante, y me alegro. Quiero

mirarlo a los ojos.

Alcanzo el área donde una sala en la cueva ha sido

abarrotada con celdas claustrofóbicas. Cada puerta reforzada

es equipada con un vidrio a prueba de balas en la ventanilla,

para espiar a las deplorables condiciones dentro. Las

primeras celdas que paso están vacías. Luego paso por una

donde una chica de cabello negro, presiona su cara contra el

vidrio. Sus ojos y boca han sido cosidos permanentemente

con alambre.

Es Seis.

Me quedo mirándola. En cierto punto por fin consigo

despegar mi vista de ella mientras el horror y la repulsión

corren a través de mí.

Esto no es real. Él está tratando de jugar conmigo, y no

va a funcionar.

Otra visión terrorífica me saluda en la siguiente celda.

Nueve, la vez que lo conocí, excepto que ahora hay una

sábana sangrienta atada alrededor se su cuello, colgando de

una viga. No desperdicio mucho tiempo mirándolo,

mayormente porque no me convenzo que sea real ni por un

segundo.

— ¿Por qué no paras con estas mierdas y te muestras? —

digo en voz alta, sabiendo que él puede escucharme—Esto

se está poniendo aburrido.

Adelante, los gritos son más estruendosos. Me acerco

hacia una habitación que recuerdo como la sala de

interrogación de los Mogs. Hay una ventana para observar el

interior. En la mitad de la sala, hay un conjunto de gruesas

cadenas que cuelgan del techo.

Sam está atrapado entre las cadenas. Esos gritos son sus

gritos. Un viscoso ácido negro chorrea del metal y quema

cicatrices nuevas en sus muñecas.

Setrákus Ra está de pie enfrente de Sam, pero no en la

forma en la que estoy acostumbrado a verlo. Su cabeza no es

pálida y bulbosa con venas negras, él no mide 3 metros y

tampoco tiene esa gruesa cicatriz morada rodeando su

cuello. Este Setrákus Ra es joven, como el hombre que vi en

la visión de la historia de Lorien. Su cabello negro está

peinado hacia atrás hacia una especie de pico, sus rasgos son

muy afilados y severos, pero luce claramente Loriense.

Él es uno de mi gente. El pensamiento sigue siendo difícil

de asimilar.

Actúa como si no me hubiera visto, aunque sé que eso no

es verdad. Después de todo, él me trajo aquí. Estoy de pie

afuera del cuarto de interrogación, mirándolo. Setrákus Ra

camina de un lado a otro, y cada vez que él pasa enfrente de

las cadenas, después de bloquear con su cuerpo de manera

momentánea mi vista, la persona atada en su dispositivo de

tortura cambia.

Sam se convierte en Seis, sus gritos llenan la sala.

Luego Adam.

Marina.

Nueve.

Sarah.

Golpeo el vidrio que separa el pasillo de la sala de

interrogación. Se rompe fácilmente y no duele para nada.

Floto por encima del muro a la altura de la cintura y aterrizo

a pocos pasos de distancia de Setrákus Ra. Él se voltea

mirándome, sonriendo casualmente como si nos hubiéramos

encontrado en la calle.

— Hola, John.

Trato de mantener mí mirada lejos de la visión de Sarah,

torturada e inconsciente, que está detrás de él.

Ella no es real. Ella no está más aquí. Ella ya no sufre

más.

Doy un rodeo mirando a mí alrededor y silbando entre

mis dientes.

—Sabes, en su tiempo, estos sueños solían asustarme.

—¿Lo hacían?

—Ahora sé que sólo eres tú, actuando en medio de la

desesperación.

Setrákus Ra sonríe indulgentemente y se cruza de

brazos— Tú me recuerdas tanto a él —dice—. Mi viejo

amigo Pittacus Lore.

—No soy como él.

—¿No?

—Él te mostró su piedad. Yo, Voy a matarte.

Setrákus Ra camina en círculos, poniendo el cuerpo de

Sarah en medio de nosotros dos. Él le da a ella un empujón

gentil, y ella comienza a mecerse de atrás hacia adelante, una

y otra vez, como una muñeca poseída.

— ¿Cómo está mi bisnieta? —él pregunta, como para

empezar una charla casual.

Mis ojos buscan los de Sarah, luego se posan otra vez en

Setrákus Ra.

—Mucho mejor que cuando la tenías secuestrada contigo.

—Ella volverá conmigo —él replica con una sonrisa—.

Una vez que termine con el resto de ustedes, ella regresara a

mí.

— ¿Tu ejercito regresara también? —Pregunto,

inclinando mi cabeza—. Mientras te lamias tus heridas y te

escondías en mis sueños, ellos te han abandonado.

Su expresión es oscura, y me siento contento de haber

golpeado su ego. Camina lejos de Sarah y se dirige hacia mí.

—Los Mogadorianos siempre fueron para mí una

herramienta, John. Una especie de animales castrados que

hicieron su propio mundo inhabitable con su amor visceral

por la guerra y la contaminación —Él escupe en el suelo—.

Los humanos serán mucho mejores que eso una vez que

hayan sido sanados por mí. Los otros serán polvo en el

viento.

—¿Es esto por lo que me trajiste aquí? —pregunto,

mirando a esta versión más joven de mi más odiado

enemigo— ¿Para ilustrar lo malévolo que eres? Porque lo

entiendo.

Setrákus Ra sonríe, se acerca, estudiándome. Sus ojos no

son la estéril tinta negra que he visto antes. Son oscuros pero

normales, sin cambiar a través de los años de

experimentación. La mente enferma detrás de ellos aún es la

misma.

—Soy viejo, John —él dice—. Esas visiones en las que

mi bisnieta nos puso, para ver mi juventud otra vez… Sentí

algo como nostalgia. Una vez Pittacus Lore fue mi amigo. Si

él sólo me hubiera escuchado, si hubiéramos trabajado

juntos, podríamos haberle evitado al universo tanta muerte.

Podríamos haber reanimado toda la vida.

—Aww… ¿necesitas un amigo? ¿De esto es de lo que se

trata? ¿La parte donde me ofreces una oportunidad de unir

nuestras fuerzas?

Setrákus Ra me mira. Sólo estamos separados por unos

cuantos metros ahora. Tengo que recordarme a mí mismo

que esto no es real. Que no tiene sentido abalanzarme y

tratar de matarlo.

Incluso aunque lo deseo desesperadamente.

—No, John. Cuando te permití vivir en Nueva York,

prometí que te dejaría ver este mundo arder. He intento

cumplir mi palabra.

—¿Entonces qué?

—Como dije, me recuerdas a Pittacus —Setrákus Ra

responde. Él se dirige nuevamente a Sarah, acaricia su brazo

enfermizamente azulado y sostiene las cadenas donde su

cuerpo cuelga—. Trate de mostrarle, justo como ahora te

mostraré. Quiero que sepas lo que te estás perdiendo.

Setrákus Ra tira fuerte de la cadena. Imposiblemente, con

una lógica única de las pesadillas, la celda entera colapsa. El

cuarto está inundado de esa viscosa lama negra.

—Quiero que sientas mi poder.

Es como una represa rompiéndose. En cuestión de

segundos, estoy inundado en la tinta liquida. Es fría y babosa

contra mi piel. Trato de nadar lejos de ella, pero rápidamente

sobrepasa mi cabeza, metiéndose en mis ojos, y

eventualmente entrando en mis pulmones.

Entro en pánico y pataleo. Por un momento, olvido que

esto sólo es un sueño.

Hay algo pesado dentro de mí ahora, como si mis

entrañas estuvieran llenas con ese grueso lodo. Mi piel

escoce. Se siente como si millones de pequeñas bocas

estuvieran tratando de roerme.

Pero puedo respirar. Estoy vivo. Darme cuenta de ello

me ayuda a calmarme.

Puedo ver, que no hay nada a mí alrededor excepto solida

e impenetrable oscuridad. Mientras floto a través del lodo

aceitoso, miro hacia abajo a mis manos y enciendo mi

lumen. Funciona; la luz hace un halo a mí alrededor.

El efecto solo dura un momento. En mis manos

brillantes, puedo ver las venas de un color azul cobalto

correr bajo la piel. El oscuro líquido, colándose dentro de las

puntas de mis dedos para consumir la energía, y

comenzando a comerme por dentro.

— ¿No se siente bien?

Miro hacia arriba. Setrákus Ra flota en la oscuridad sobre

mí. Él ha dejado de ser del joven Setrákus y ahora se ve

como lo esperaba: horrible. Está semidesnudo, tal vez

completamente desnudo, la lama, gracias al cielo, obscurece

su cuerpo de la cintura para abajo— su piel

sorprendentemente pálida en la oscuridad, la cicatriz purpura

alrededor de su cuello. Sus ojos, huecos y vacíos como una

calavera, me taladran.

Hay una herida abierta en el pecho de Setrákus Ra. Es

una cuchillada justo a la izquierda de su corazón. Eso debió

ser cuando Seis lo atacó. Estuvo tan malditamente cerca.

Zarcillos de lama traspasan su piel agrietada, adentrándose

en su cuerpo. La sustancia no está sanando la herida; está

llenándola, reemplazando el horrible hoyo con un pedazo de

obsidiana pura.

Otro cuerpo flota enfrente de Setrákus Ra. Es una mujer

Mogadoriana con cabello negro recogido en trenzas gruesas.

Noto que ella tiene cicatrices de quemaduras por todas sus

manos. Parece estar inconsciente. Setrákus Ra envuelve sus

manos sobre las de ella, y toda la sustancia babosa

rodeándonos se mueve a su voluntad, adentrándose en su

piel, transformándola.

Abro mi boca, y aunque la sustancia llega a mi garganta,

encuentro que aun puedo hablar.

—Es aquí donde te encuentras, ¿verdad? —digo—. Esto

es real. Tu gran idea de progreso, es… son estas aguas

negras.

Setrákus Ra me sonríe a mí— Te resistes. Pero aquí,

John, aquí controlo el destino de todas las especies. Aquí,

hago Legados. Tomo lo mundano y lo cambio, mejorándolo

a mi parecer.

Él levanta su mano, dos dedos extendidos hacia mí, y mi

brazo se alza en respuesta completamente fuera de mi

control. Mi lumen brilla, la lama incorporándose alrededor

de mi mano. Se siente como si mi piel se estuviera

descarapelando.

Una bola de energía Loriense es arrancada de mi mano.

Mi lumen se apaga en tanto la energía flota atravesando el

lodo. Es lentamente comida, transformada, hasta que

Strákus la guía a la mujer mogadoriana. Su cuerpo se

convulsiona por un momento, mandando andas a través del

líquido.

Entonces fuego la rodea. Ella voltea su cabeza y gruñe

hacia mí, con sus dientes afilados, como un animal salvaje.

—Soy el creador ahora, John —Setrákus Ra dice—. Ven.

Obsérvalo por ti mismo.

Mis manos se sacuden. Mi lumen no funciona. La

oscuridad me rodea…

— ¡John… John!

Mis ojos instantáneamente se abren. Adam me sostiene

por los hombros, sacudiéndome. Estoy de vuelta en el

subterráneo de Patience Creek, no estoy ahogándome en

aquella porquería negra, y mis legados no han sido robados

por un Mogadoriano.

—Te quedaste dormido —Adam dice, con los ojos muy

abiertos y mirándome fijamente—. Y entonces, bueno…

Miro hacia abajo. Mis manos, las cuales están

descansando en los brazos de la silla, dejaron huellas

ennegrecidas. Mi Lumen debió haberse activado mientras

estaba en la pesadilla. El olor a plástico quemado llena la

habitación.

—Lo siento… —digo, poniéndome temblorosamente de

pie.

Adam vacila, esperando una explicación— ¿Estás bien?

—finalmente pregunta.

—Sí, estoy bien —digo, caminando lentamente fuera de

la habitación.

No habrá más siestas para mí. No hasta que todo esto

termine.

—SÓLO NECESITO UN POCO MÁS TIEMPO CON

ESTO —Sam dice—. Juro que puedo hacer que funcione.

Es decir, que ya podría estar funcionando. No tengo manera

de saberlo…

Está amaneciendo. Sam camina de lado a lado al pie de

nuestra cama, hablando rápido. Noto un montón de latas

aplastadas sobre el escritorio detrás de él, todos sus logos

muy viejos, probablemente vencidos. Supongo que la soda

rancia todavía tiene un montón de cafeína. Lo observo con

paciencia y una pequeña sonrisa en los labios.

—Mi padre trató de darme un curso intensivo de

electromagnetismo —continúa Sam—. Las frecuencias,

ultravioleta, ah, la ionósfera. ¿Sabes lo que es la ionósfera?

Niego con la cabeza.

—Está bien, yo tampoco. Es decir, no sabía hasta que mi

padre me lo explicó, y ahora tengo una vaga idea. La

ionósfera es parte de la atmósfera. Es como campo de fuerza

natural. Las ondas de radio rebotan en ella. Si quieres

entender cómo funciona un campo de fuerza en la ciencia

ficción, debes empezar con eso. O al menos era ciencia

ficción hasta que los extraterrestres vinieron a la Tierra y

cambiaron nuestra comprensión de, bueno, todo.

—Estás yéndote por las ramas, Sam.

Anoche ya estaba en la cama cuando Sam entró en la

habitación. Escuché somnolienta mientras se quejaba sobre

cómo Malcolm le había hecho ir a la cama, como si fuera un

niño y no alguien tratando de salvar el mundo. Dio vuelvas y

vueltas junto a mí, hasta que se fue al escritorio a trabajar. Y

por trabajar quiero decir susurrarle órdenes sin sentido a

varios aparatos; la ahora infame Game Boy, varios teléfonos

celulares, tablets, un e-reader. La voz tranquila de Sam me

arrullo hasta dormirme.

—Lo siento. Entonces, algunos de los ingenieros que

trabajan en el dispositivo de camuflaje trataron de entrar en

detalle acerca de los campos de fuerza, ¿Sabías que los

militares ya tenían un prototipo funcionando? Mantiene las

cosas ocultas, pero no se puede ver a través de ella, te

encuentras protegido, pero ciego. Como sea, creo que han

empezado a considerar una pérdida de tiempo explicarme

todo esto cundo técnicamente abandoné el colegio.

—Ellos están corriendo un riesgo inmenso al

subestimarte —digo con una sonrisa somnolienta.

Sam sostiene el dispositivo de camuflaje Mogadoriano,

desinstalado de nuestra nave en una mano, y un viejo

teléfono con tapa en la otra, alzándolos como si fuera una

balanza.

— ¿Te estás burlando de mí?

—No. Continúa.

—Entonces, mi padre y el equipo de científicos, ya han

descubierto los fundamentos de cómo funciona esta cosa —

dice Sam, levantando la caja negra que permite a los

Skimmers pasar a través de los campos de fuerza de los

buques de guerra—. Se emite una frecuencia ultrasónica que,

de acuerdo con los tipos de la planta baja, es posible de

replicar sin ningún problema. Lo que los está frenando es

que la onda de sonido es, complicada, de alguna manera, esa

onda envía un paquete de datos al buque de guerra. Ese

paquete de datos identifica el Skimmer como aliado. El

problema es que está escrito en un código que no

entendemos, que no podemos incluso crear aun, en un

lenguaje informático que ninguna de nuestras computadoras

está programada para escribir…

—Sam —le digo, interrumpiendo tan pronto como hace

una pausa—, estoy segura de que todo esto es muy

interesante, pero…

—Nah, no, no lo es —Sam responde con una sonrisa

tímida. Deja a un lado el dispositivo de camuflaje para poder

frotar la parte posterior de su cuello—. Muy bien, yendo al

grano…

—Por favor.

—Todos esos tipos de abajo, que están tratando de

copiar el paquete de datos de esta cajita. Pero eso es difícil,

porque A: No tienen tecnología Mog con que trabajar, y B:

todavía necesitarían aprender a utilizarla si la tuvieran. Así

que estaba pensando, ¿por qué no dejamos que las máquinas

hagan el trabajo por nosotros?

—Okey…— Digo, moviendo mi mano para apresurarlo.

Sam sostiene el teléfono plegable— He estado hablando

con este chico aquí.

—¿Hablando con él?

—Bueno, hablándole a esto, pero no contesta. No es

como si esta cosa fuera a responder —Abre y se cierra el

teléfono como si fuera una boca—. Sólo he estado

diciéndole que copie la señal del dispositivo de camuflaje.

Toda la cosa. Sonido y datos. Es decir, no es necesario

entender cómo funciona esto, Seis; simplemente debemos

usarlo y ya.

Echo un vistazo más de cerca el teléfono celular— ¿Por

qué elegiste un teléfono tan mierdoso?

—Me es más fácil trabajar con cosas viejas porque son

menos complejas —dice encogiéndose de hombros—. Son

mejores escuchando.

— ¿Y crees que funcione? ¿Qué te escucha?

—No sé —dice Sam—. Puedo decir que está emitiendo

la frecuencia, pero no puedo decir si está copiando el

paquete de datos también. A menos que….

—A menos que lo utilices para pasar a través de un

campo de fuerza.

—Bingo —dice él, y me tira el teléfono.

Lo tomo y le doy vueltas en mis manos. El plástico está

caliente al tacto, y sólo tiene la batería aproximadamente al

83 por ciento.

—La batería se descarga rápidamente cuando se está

emitiendo la frecuencia, y lo hace constantemente una vez

que se da la orden —dice—. Cuando se apaga, el teléfono

olvida lo que le dije. Incluso con estas limitaciones, creo que

podría hacer una diferencia.

Asiento con la cabeza, recordando cómo Lawson planea

coordinar un asalto en todo el mundo a los buques de

guerra. Suponiendo que todo vaya bien esta mañana y

podamos robar los dispositivos de camuflaje a bordo del

buque de guerra de las Cataratas del Niagara, ¿Cuántos

vendrían siendo? ¿Unos cientos de dispositivos de

camuflaje? Eso significa unos cientos de misiles alrededor

del mundo para bombardear esos enormes barcos de guerra.

¿Cuántos golpes se necesitaría para hacer caer una de esas

naves colosales? Me parece que querrían tantos tiros como

sea posible, quizás algo más.

Miro detrás de Sam. Él tiene todos sus dispositivos

conectados a un par de enchufes, sobrecargándolos.

También un extintor cerca, por si acaso

Dándose cuenta hacia dónde estoy observando, él dice—

Si esto funciona, ya les he enseñado a esta docena de cosas a

hablar como dispositivo de camuflaje. Me estoy volviendo

muy bueno en eso, creo. Se siente cada vez más fácil de

todos modos. Aunque, podría solo estar creyendo que

funciona pero no, como si fuera un placebo de Legados —

Sam suspira cansado y aleja ese pensamiento de su mente—

Voy a usar mi legado en cada aparato que pase por mis

manos hasta que lo confirme de alguna manera —suspira—.

O tal vez sólo he perdido uno de los últimos días de mi vida

hablándole a un montón de celulares como idiota. No es la

gran cosa.

Me impulso sobre la cama y lo beso— De ninguna

manera. Va a funcionar.

Sam me devuelve una sonrisa, sosteniendo mi mano—

Sólo ten cuidado allá, ¿De acuerdo?

—¿Dime cuándo no tengo cuidado?

En el hangar, un gran espacio se ha despejado, los

Humvees militares se estacionaron paralelamente a una

distancia imposiblemente cercana a las paredes, dispuestos

cuidadosamente, uno al lado del otro, para que puedan

acelerar ordenadamente cuando fuera necesario en un

convoy de respuesta rápida. Por la precisión de la alineación,

puedo decir que fue hecho por los conductores más diestros,

o por telequinesis.

La nueva Garde; Nigel, Fleur, Bertrand, Ran, y Daniela,

están formados lado a lado en este espacio abierto. Se ven

adormilados, nerviosos, excitados. Daniela asiente la cabeza

cuando me atrapa mirándola, le sonrío.

Caleb y Christian resaltan, más parecidos a un duo de

marines observando la lección, que de sus nuevos

compañeros Garde tomándola. Como de costumbre,

Christian tiene la expresión dura como piedra. Caleb, por

otra parte, parece más atento que su hermano.

—Así que, primera lección. Todos tienen telequinesis,

¿cierto? —Nueve camina a través de la línea de nuevos

reclutas, esperando por respuestas. Me estremezco cuando

veo lo que tiene en su mano. Una pistola semiautomática,

probablemente prestada, o tal vez robada de uno de los

soldados en la formación. Nueve la hace girar en su dedo

índice como si fuera un vaquero del lejano oeste.

Ellos asienten en respuesta. A excepción de Daniela,

todos parecen intimidados por Nueve en su modo de

sargento duro. Tienen razón en estarlo, ya que tan pronto

ellos responden, Nueve les apunta con el arma

—Genial. Entonces, ¿Quién quiere intentar detener una

bala?

—Pff, voy convertir tu trasero en piedra si me apuntas

con eso— dice Daniela.

Nueve sonríe y se asegura de apuntar lejos de Daniela. Si

no conociera mejor a Nueve, tal vez intervendría. No es tan

estúpido como para dispararle a alguno de ellos… al menos

no creo.

Nigel mira la fila de compañeros Gardes. Cuando está

claro que nadie más va ofrecerse voluntario, Nigel se arma

de valor y de un paso hacia el frente.

—Muy bien, amigo —dice, alza la mano en una señal de

alto cuando Nueve lo apunta con el arma—. Quiero

intentarlo.

Nueve sonríe— Es valiente de tu parte, John Lennon.

—John Lennon era un pendejo.

—Como sea —Nueve continúa—. Apuesto a que tenía

más sentido común que tú, novato debilucho. Detener balas

es una cosa de clase avanzada para la que definitivamente

ninguno de ustedes está preparado. Y de todos modos, si

estás peleando con un Mog, esos bastardos usan armas de

energía. No puedes usar telequinesis con energía. ¿Cuál es la

cosa más segura, fácil e inteligente que hacer?

—Desarmar al enemigo. —Caleb contesta desde la

formación.

Nueve apunta hacia el con su mano libre del arma— Muy

bien, gemelo rarito número uno —Él mira a Nigel—.

Inténtalo, tira el arma de mi mano.

Nigel frunce el ceño como si estuviera molesto por haber

sido puesto en ridículo. Entonces, hace un movimiento con

su mano como si agarrara y jalara el aire. Nueve tropieza

hacia adelante como si jalaran su brazo, pero no pierde su

agarre sobre el arma.

—Lo haces con una cantidad de fuerza decente —dice

Nueve—. Pero estás tirándome todo el brazo. Concéntrate

sólo en el arma. Sé preciso. ¿Alguien más quiere probar? —

Nueve mira hacia hilera de reclutas, observando de reojo a

Ran, la pequeña niña japonesa que dirige su mirada confusa

hacia él— ¿Entiende algo de lo que estoy diciendo?

—No dice mucho —responde Fleur—. Pero creemos

que sí entiende.

—¡Eh! —dice Nueve apuntando el arma hacia Ran. En el

momento que lo hace, ella cierra la mano, y el cañón de la

pistola se arruga como papel, el mecanismo del gatillo

pellizca el dedo de Nueve, y deja caer el arma con un grito.

—¡Joder, así se hace! —Exclamo.

Nueve luce molesto, pero sé que es puro espectáculo.

Está tan impresionado como yo. Mira de nuevo al grupo y

asiente con la cabeza—. Esa es otra manera de hacerlo.

Hay una pequeña conmoción en el ascensor cuando John,

Marina, y Adam entran. Eli y Lexa los siguen unos pasos

detrás, junto con Bernie Kosar dando saltitos. Por último

entra Dust, de nuevo en forma de lobo, pareciendo mucho

más saludable que la última vez que lo vi. Todo el mundo

viene hacia mí a excepción de Lexa, que sigue hacia la nave

para encender sus motores.

Es tiempo de irnos.

Tomando la mirada de John, Nueve camina por la fila de

Garde humana y les entrega armas descargadas.

—Practiquen entre ustedes —dice—. Vuelvo más tarde, y

espero que su nivel de rudeza se haya multiplicado, como…

por diez.

Daniela levanta una ceja, mirando de Nueve, a John y a

mí— ¿Qué están haciendo? ¿Nos van a dejar aquí?

John nos guía hacia la nave de Lexa, y todo el grupo de

humanos, Lorienses, y Mogadoriano reformado, se reúnen

en la base de la rampa. Incluso Caleb y Christian se unen al

pelotón improvisado.

—Vamos a atacar encubiertos en uno de los buques de

guerra Mogadorianos —explica John, con voz ronca. Parece

que no ha dormido nada—. Sólo yo, Seis, y Adam

abordaremos la nave. Los demás que nos acompañan serán

nuestro respaldo, estrictamente en caso que las cosas salgan

mal —Él mira a los humanos—. Ustedes deben quedarse

aquí, entrenando sus poderes. No los necesitamos en esta

misión. Es un riesgo innecesario.

Fleur y Bertrand se ven aliviados. Daniela sacude la

cabeza y clava un dedo en el pecho de John— Te salvé el

culo en Nueva York —puntualiza ella, apuntando con el

pulgar a los otros seres humanos. — ¿Y ahora qué? ¿Estoy

siendo degradada a novata con todos estos perdedores?

—Nos prometiste acción. —se queja Nigel también.

John suspira— Miren, nosotros hemos estado haciendo

esto mucho más tiempo que ustedes. Fue estúpido de mi

parte pedirles que se lanzaran a la lucha sin el entrenamiento

adecuado. En este momento, lo mejor que pueden hacer

para ayudar a la Tierra es volverse más fuertes, mejorar. Su

oportunidad ya llegará.

Nigel mira a Bernie Kosar— ¡Llevas contigo un perrito!

—También tienen un lobo —señala Bertrand—. ¿Puedo

preguntar por qué tienen un lobo?

—Ese perrito haría que te mearas en los pantalones. —

Nueve le responde a Nigel.

—Los NTAL’s no están autorizados a participar en esta

operación, de cualquier forma. —Caleb señala.

—Oh, cállate Capitán América —responde Nigel—.

Estoy listo para luchar.

—Ay, niño —dice Nueve condescendiente. Luego tiñe

sus palabras de acritud— No lo estás.

—Mira, esto es lo que en realidad John está diciendo —

digo, cruzándome de brazos—; en el caso de que nos maten,

que no está totalmente fuera de lo posible, dependerá de

ustedes salvar el mundo. Por lo tanto, es mejor si no van allá.

—Pero qué franca, Seis. —murmura Marina, sacudiendo

la cabeza.

Nueve aplaude algo ansioso— Hagámoslo.

Dejamos la Garde humana en el hangar y abordamos la

nave de Lexa. Minutos después, nos aseguramos a los

asientos y salimos disparados del túnel, tomando la misma

ruta exacta a la de hoy.

Una vez que estamos en el aire, John se pone de pie.

—Hay una cosa que no mencioné antes —anuncia

John—. No quería que los militares se enteraran de esto.

Todo el mundo mira con curiosidad a John— ¿De qué

estás hablando? —pregunto.

—No sólo vamos a robar los dispositivos de camuflaje

—explica—. Vamos a secuestrar el buque de guerra también.

HAY UN PELOTÓN DE OPERACIONES

ESPECIALES CANADIENSE acampando en una arboleda

tres millas al sur de las Cataratas del Niágara. Ellos son

alrededor de cincuenta hombres, fuertes, entrenados para

moverse rápido, también equipados con pesadas armas de

fuego, incluyendo misiles dirigidos desde tierra. El buque de

guerra por el que llegamos aquí para secuestrar no es visible

desde donde ellos están estacionados. Los soldados

permanecen fuera de vista, por obvias razones. Aun así,

tienen algunos exploradores vigilando alrededor de las

cataratas del Niágara, transmitiendo imágenes granuladas del

buque de guerra que asoma; Skimmers peinando los

alrededores, tropas en tierra inspeccionando la piedra de

Loralita dormida.

Nos proporcionaron toda esta información tan pronto

como aterrizamos, sin interferir en nada más posteriormente.

Podría acostumbrarme a la hospitalidad Canadiense.

Si las cosas van mal en la nave de guerra, este pequeño

equipo de Operaciones Especiales cubrirá nuestra retirada.

Nuestra supervivencia, según su oficial al mando, es su única

prioridad. Ellos fueron informados de nuestro ‘valor

estratégico’.

Todo esto es gracias al General Lawson. Supongo que a

veces no es tan malo tener al gobierno de tu lado.

En la nave de Lexa, ahora estacionada junto a los

Humvees de Operaciones especiales, abrocho sobre mi

pecho un chaleco improvisado. Un dispositivo de camuflaje

está conectado a la parte delantera, conectado a una batería

apresuradamente sujetada en la parte baja de mi espalda.

Esto es lo que me va a meter a bordo de la nave.

— ¿Estás seguro de que no puedo ir? —Nueve me

pregunta por vigésima vez.

—Sólo puedo llevar a dos —replico—. Seis debe venir

por si echo a perder nuestra invisibilidad y Adam es

obviamente crucial para…

—Volar tu nave robada —Adam interrumpe sacudiendo

la cabeza. Lo miro, atrapándolo pasando su mano a través de

su pelo negro. Parece escéptico. De hecho, la mayoría de mis

amigos se ven escépticos desde que di a conocer mi plan de

comandar la nave. Adam continúa —. Sabes, yo solo he

piloteado naves de guerra en un simulador. No es un trabajo

de una sola persona. No si quieres tener las armas en línea,

también.

—Tengo fe en ti —digo—. En el peor de los casos, la

estrellamos contra las Cataratas. Una menos por la cual

preocuparnos.

— ¿Cuantos Mogadorianos van a haber en esa nave? —

pregunta Marina, dirigiéndose a Adam.

Él me dirige una mirada de incertidumbre antes de

responder.

—Miles, probablemente —él dice—. Para obtener el

control de la nave, tendremos que hacernos con el puente.

— ¿Y el puente dónde está? —le pregunto a Adam.

—Asumiendo que nos metemos a través del hangar,

estaría en el extremo opuesto de la nave.

—Miles —Marina repite.

—Por lo menos somos afortunados de que algunos estén

patrullando el área alrededor. Eso los dispersará un poco. —

agrega Adam, aunque suena aprensivo.

—Es un ejército —puntualiza Marina. Ella sacude su

cabeza—. Esto es de locos John. Robar el dispositivo de

camuflaje bajo sus narices es una cosa, pero hacer todo esto

solos…

—No vamos a estar solos.

Con el chaleco atado de forma segura a mi pecho, abro la

cremallera del bolsillo del frente. Inmediatamente, Bernie

Kosar se encoge al tamaño en un ratón. Con una mirada a su

compañero quimaera, Dust hace lo mismo. Dejamos el resto

de las quimaeras en Patience Creek con instrucciones de

vigilar a la Garde humana. Me agacho y recojo ambas

quimaeras, depositándolas a salvo en el bolsillo de mi

chaleco. Mariana levanta una ceja hacia a mí.

—Así que en vez de miles contra tres, ahora son miles

contra cinco —replica Marina. Se aclara la garganta—. John,

sé cómo te estás sintiendo…

La corto con un movimiento de mi mano y encuentro sus

ojos. Sé que las probabilidades parecen malas. Sé que he

parecido muy frio los últimos días y quizás un poco loco, y

sé que la sensación que estoy provocando a mi alrededor no

ha mejorado desde el oscuro sueño que compartí con

Setrakus Ra la noche anterior. Puedo decir por la forma en

que ellos me están mirando que veo un poco desquiciado.

Incluso consciente de que es cierto, sé que puedo lograrlo.

Siento el poder corriendo a través de mí.

Una nave de guerra no es suficiente para detenerme.

—Tienes que creer en mí —insto a Marina, manteniendo

mi tono mesurado, con la esperanza de que ella pueda sentir

mi certeza, verla en mis ojos—. Sé lo que estoy haciendo. Lo

tengo bajo control.

—Miren —dice Seis antes de que Marina o Nueve

puedan presentar más quejas—. Adam y yo nos vamos a

enfocar en sacar los dispositivos de camuflaje fuera del

Skimmer sin ser vistos, como teníamos planeado

originalmente. Y John se va a concentrar el mantener a raya

a los Mogs. Si el mata a varios miles de ellos en el proceso,

qué mejor. Si no, lo rescatamos.

Marina exhala por su nariz.

— ¿Cómo sabremos si están en problemas?

Ella levanta su mano. No ha dicho mucho desde ayer, y

me alegro por eso. La última vez que hablamos, fue una

charla difícil de asimilar. El brillo en sus ojos está un poco

más atenuado que ayer.

—Les revisaré telepáticamente. —Eli dice.

—Y si estamos en problemas, me escucharas llamándote

—agrego.

—Ah –dice Marina, con la cabeza inclinada—. Ahora

puedes hacer eso.

Lexa se inclina contra la puerta de la cabina, escuchando

todo lo que decíamos sin comentar—. Tenemos un segundo

dispositivo de camuflaje instalado en nuestra nave —dice—.

Atravesaremos el campo de fuerza sin problema, solo deben

dejar una puerta abierta para nosotros.

—Eso no será necesario —repongo.

Seis resopla– Te dejaremos una entrada, Lexa —me

dedica una significativa mirada—. Mejor prevenidos que

estúpidos.

—Y traigan a algunos de los Canadienses con ustedes —

agrega Adam. Me mira—. Tú sabes, por si nos encontramos

con algún obstáculo.

Yo vuelvo a chequear que todo esté seguro con mi

chaleco y que el dispositivo de camuflaje este activo, entones

doy una última mirada hacia los otros y digo— ¿Estamos

bien?

Cuando nadie contesta inmediatamente, bajo la rampa de

metal de la nave de Lexa y entro al brumoso aire de la

mañana. Hay un escuadrón de soldados en pie cerca,

esperando para ver si los vamos a necesitar para algo. El

resto de su unidad forma un perímetro suelto y cauteloso en

los árboles. Todavía es extraño para mí, estar

constantemente rodeado de hombres y mujeres armados que

esperan que los lidere. O que los salve. Tomo una

respiración profunda e inclino mi cabeza hacia atrás,

mirando al cielo gris y las cimas puntiagudas de los pinos.

— ¿Estás seguro de que sabes lo que estás haciendo?

Esa es Seis, al lado mío, su voz baja para que los demás

no escuchen. Adam permanece unos metros detrás de ella,

todavía en la rampa.

—Tengo que hacerlo —le digo, mi voz baja también—.

Necesito saber de qué soy capaz.

— ¿Sabes que todo esto es un poco suicida, no?

—Estoy lejos del suicidio —replico con gravedad.

—Solo recuerda, no estás haciendo esto tú solo —replica

ella y palmea mi hombro—. Conozco la sensación de querer

lanzarte con todo contra tu enemigo, hasta que él se haga

pedazos o tú te hagas pedazos, pero…

Mientras ella habla, un recuerdo emana de la superficie de

la mente de Seis con tal fuerza que es imposible para mí

ignorarlo. Todavía estoy tratando de dominar toda esta cosa

telepática. La parte más difícil de esto es dejar que los

pensamientos de los demás se mantengan en privado.

Simplemente vienen corriendo hacia mi mente, no deseados,

como esta visión de Seis parada en frente de un enorme

hueco en el suelo, el viento remolinándose alrededor de ella,

escombros de metales y rocas atravesando el aire. A su otro

lado del hueco esta Setrákus Ra, huyendo sobre sus talones,

empujando contra ella con su propia telequinesis. Y al lado

de ella…

A su lado esta Sarah. Ella jala del brazo de Seis, tratando

de conseguir que se retire del torbellino de metralla

alrededor de ellas.

México.

Me estremezco ante el recuerdo- todo esto inundando mi

cerebro en menos de un segundo, y Seis deja de hablar para

mirarme divertida.

— ¿Estas bien?

—Estoy bien —digo y me contengo telepáticamente,

cerrando mi mente. Necesito más práctica con muchos de

estos poderes, pero no hay tiempo para eso.

Seis me frunce el ceño, pero no presiona. Ella alcanza su

bolsillo y deja ver un avejentado teléfono con tapa que ella

abre para revisar la pantalla.

— ¿Qué es eso? —pregunto, esperando cambiar de tema.

—El intento de Sam de imitar el dispositivo de camuflaje

—ella aclara, sosteniendo el celular—. Quiere que lo pruebe

antes de que se le agote la batería.

No me sabía que Sam había hecho un progreso con eso.

El teléfono no es mucho, pero Sam nunca me ha

decepcionado. Toco el dispositivo de camuflaje

Mogadoriano enganchado en mi chaleco— ¿Deberíamos

usar ese en vez de este?

—Uh, no experimentemos mientras estamos volando —

Adam dice, uniéndose a nosotros—. Si todo sale bien,

tendremos muchas posibilidades de probar el dispositivo de

Sam.

Seis asiente en acuerdo y guarda el celular.

Los miro a ambos. — ¿Listos?

—Listos —Adam contesta.

Seis nos mira a nosotros dos— ¿Cómo lo haremos,

exactamente?

Toma un poco de trabajo para que nos arreglemos. Seis

se pone en mi espalda, en una posición a cuestas, sus piernas

enganchadas en mi cintura. Abrazo a Adam por detrás, mis

manos cruzadas a través de su pecho. Desde ahí, Seis puede

pasar por mí y alcanzar el hombro de Adam con su mano,

en caso de que tenga que tomar control y hacernos

invisibles. Siento a BK y Dust retorciéndose en el bolsillo de

mi pecho tratando de ponerse cómodos. Debemos vernos

bastante ridículos; puedo ver sonrisas débiles y cejas

levantadas en los oficiales de Operaciones Especiales

cercanos, y estoy muy seguro de escuchar silbando a Nueve

desde la nave de Lexa.

La vergüenza es solo temporal porque nos volvemos

invisibles rápidamente.

— ¿Lo estás haciendo tú o yo? —Seis pregunta.

—Mejor que lo hagamos los dos —le digo—. Yo solo he

tenido el Legado por unos poco días. Puedo cometer un

error.

—Oh, eso es alentador —dice Adam sarcásticamente.

—No te preocupes —le digo—. Realmente es el vuelo lo

que me preocupa.

—Pero estamos a punto de…

Antes de que Adam termine ese pensamiento, nos lanzo

al aire. No es el despegue más agraciado. Es más fuerte de lo

necesario pero sirve. Pronto estamos elevándonos sobre las

copas de los arboles a alta velocidad. Recuerdo lo que Cinco

me enseño, básicamente no pensar mucho en lo que hago y

confiar en mis instintos. Eso significa ir rápido y hacia

adelante. Adam agarra con fuerza mis brazos con sus manos

y puedo escuchar a Seis reír contra mi oreja mientras el

viento golpea nuestros rostros.

—Esto es tan raro —admira Seis—. Me siento como un

fantasma.

—Esperemos no ser uno pronto —grita Adam de vuelta.

Es definitivamente extraño: ser invisible, volar a través

del aire, como si fuésemos la brisa misma. Desearía tener

más tiempo, o quizá la capacidad, para apreciar esto. Todo

en lo que puedo pensar es en lo que viene adelante, y pronto

se hace visible.

El bulto gris acero de la nave de guerra en forma de

escarabajo se cierne sobre las Cataratas del Niágara,

proporcionando una sombra oscura sobre el agua corriendo.

Esta nave no es tan grande como el Anubis. Pero sigue

siendo una vista aterradora de contemplar.

—Ahí está la piedra Loralita —indica Seis—. Ese, uh, gris

anodino ahí abajo.

Miro hacia un pedazo de desierto al nivel del inicio de las

cataratas. No puedo identificar la piedra desde esta altura,

pero si puedo notar fácilmente a la multitud de

Mogadorianos que aseguran el área. También puedo ver los

tres Skimmers hundidos que fueron tomados por la Garde

humana. Más de las pequeñas naves navegan a través del aire

alrededor del buque de guerra, patrullando los bosques

cercanos en pequeños círculos. Vuelo más cerca de la nave

de guerra mientras miro hacia abajo.

—John —Adam me advierte mientras evalúo la patrulla

de Mogs— ¡John!

Busco con la mirada justo cuando escucho el zumbido

vibratorio del motor de un Skimmer. Está prácticamente

justo encima de nosotros. El piloto no puede vernos, pero

igualmente está volando peligrosamente cerca. Nos desvío

con fuerza hacia la derecha y apenas evito que seamos

cortados por una de las esbeltas alas del Skimmer.

—Mierda —grita Seis. Sus uñas arañan mi cuello mientras

casi pierde su agarre.

Hacemos unas volteretas. Los giros me desorientan, y por

un momento estamos cayendo en picada hacia la corriente

debajo. Mis dedos se aflojan, y Adam se resbala unas pocas

pulgadas lejos de mí. Lo agarro fuerte por debajo de las

axilas.

Apretando mis dientes, nos estabilizo y me pongo a volar

derecho de nuevo. Todos nos agarramos un poco más fuerte

ahora.

—Perdón —digo.

—Retiro todas las dudad que tenía acerca de tu plan —

dice Adam, sin aliento—. Si eso significa no volver a volar

nunca más contigo, robaré una docena de naves.

El Skimmer que casi nos tira, vuela sin prisa dentro del

hangar de la nave, las puertas quedan abiertas detrás de este.

A pesar del susto, esta es una sincronización perfecta.

Duplico la velocidad, intentando pasar a través de esas

puertas.

Mientras nos acercamos a la nave, el campo de fuerza

finalmente se hace visible. No lo puedes ver realmente hasta

que estas corriendo directo hacia él. Una vez que estamos a

menos de cien yardas más o menos, el aire alrededor de la

nave parece curvarse como la líneas de calor que flotan

sobre el pavimento en días calurosos. Puedo distinguir un

tipo de malla con energía, como una red rodeando la nave de

guerra, lo que le da una débil tonalidad roja. Esto me

recuerda al aura que rodeaba la base de la montaña de

Virginia Occidental, la que me hizo sentir enfermo por días

después de haber corrido de cabeza hacia ella.

—Estamos seguros de que el dispositivo de camuflaje va

a funcionar, ¿verdad? — pregunto, demasiado tarde, no hay

manera de que tenga tanta habilidad en volar para frenar

justo ahora.

—Noventa y nueve por ciento seguro —replica Adam.

Golpeamos el campo de fuerza.

Y pasamos a través de él.

Hay un débil zumbido en mis oídos y una vibración

eléctrica en mis dientes mientras pasamos a través del campo

de fuerza, pero además de eso, estamos bien. Nos impulso

hacia adelante, disminuyendo mi velocidad para no chocar

cuando lleguemos al hangar; segundos después estamos

dentro de la nave, justo cuando el Skimmer que seguíamos

toca suelo para aterrizar.

Nos mantengo flotando por un momento, así puedo

agarrarle la corriente a las cosas. Aunque Eli me haya

conducido por el Anubis, nunca había estado realmente en

una de estas naves. La bahía de atraco es enorme, el techo es

alto, con docenas de Skimmers arreglados en filas ordenadas.

Parece que solo tienen un cuarto de su flota rondando las

cataratas, y eso es algo bueno para nosotros dado que

necesitamos esas naves estacionadas si las vamos a

desmantelarlas. A demás de los Skimmer, no hay mucho más

pasando aquí, solo un montón de maquinaria de reparación,

unos poco desintegradores y algunos taques de combustible.

Hay alrededor de unos cincuenta Mogadorianos,

dedicados al trabajo en distintas tareas, incluyendo la

pequeña tripulación del Skimmer que seguimos hasta aquí.

Ellos salieron de su nave y comenzaron el repostaje.

Lentamente, nos establezco sobre la cubierta. Los zapatos

de Adam hacen un chirrido cuando tocan el piso de metal, y

casi pierde el equilibrio.

Ninguno de los Mogs se da cuenta.

Seis, ¿Tienes a Adam? le pregunto telepáticamente.

Siento el brazo de Seis tensarse en mis hombros mientras

hablo en su mente. Ella cambia de posición,

presumiblemente para tener un mejor agarre sobre el

Mogadoriano. Lo que no es exactamente fácil, ya que no nos

podemos ver entre nosotros.

Lo tengo ella piensa de vuelta después de un momento.

Dejo ir a los dos, ahora manteniendo solamente mi

propia invisibilidad.

Voy a despejar la habitación.

Necesitas ayud…? piensa ella, pero corto la telepatía antes

de que cualquier otro pensamiento me llegue.

No necesito ayuda.

Cuidadosamente, enrollo la manga de mi camisa. Esto era

algo que no quería que los demás me vean usando, temeroso

de los malos recuerdos que podía traer a los demás. En

realidad, estoy un poco contento de no tener que verlo yo

mismo, continuando invisible como estoy. Debería instarme

a mí mismo de preguntar en qué me he convertido.

Despliego cuchilla de Cinco de mi antebrazo. Se la

quitamos a en Nueva York, y yo la tomé de la cosas de

Nueve esta mañana. Es la herramienta letal perfecta para

este trabajo. Aguja filosa y sigilosa.

Floto a través del hangar así que no hago ningún ruido.

Hay un panel a un lado de la habitación con un

intercomunicador y algunas pantallas de video.

Comunicaciones. Hay dos Mogs situados ahí mientras me

aproximo, mirando las transmisiones en vivo enviadas por

los Skimmer patrullando las cataratas.

Conduzco la espada de Cinco dentro de la base de sus

cráneos, uno después del otro, tan rápido que ninguno de los

dos se dio cuenta de que estaban siendo atacados.

Me doy vuelta. Ninguno de los mecánicos o pilotos

Mogadorianos lo ha notado.

No le voy a permitir a ninguno de ellos llegar a mí. No le

voy a permitir a ninguno de ellos pedir por ayuda.

Metódicamente empiezo a trabajar mi camino a través del

hangar. Recojo primero a los rezagados, los que están

aislados. Puedo flotar justo encima de ellos, justo en frente

de sus horribles caras, y la espada va fácil. Ninguno consigue

ni siquiera gritar. En cierto punto, quizá después del décimo

o vigésimo, mi mente se pone en piloto automático.

Comienzo a sentir que ni siquiera soy yo quien hace esto.

Que solo está sucediendo en frente mío.

Soy un fantasma. Un fantasma vengador.

Es rápida la manera en la que mato. Misericordiosa. Una

mejor muere que la que estos bastardos le dieron a la gente

de Nueva York o cualquiera de los otros millones de

personas que han asesinado.

Sarah.

Después de unos pocos minutos, uno de los

Mogadorianos dispara una alerta. Era de esperarse

eventualmente con todo el polvo flotando a través del aire,

con sus números reducidos a la mitad. Empiezan a buscar a

su alrededor frenéticamente. Uno de ellos grita algo en

Mogadoriano y cae sobre sus rodillas, luciendo histérico. Un

par de los otros sigue su ejemplo. No estoy seguro de que

hacer con eso. La mayoría de ellos corren hacia los

bastidores de desintegradores o a la formación de Skimmers

no tripulados.

Láseres de fuego chisporrotean a través del aire desde la

dirección del panel común. Disparos de desintegradores que

no puedo ni siquiera ver. Al parecer Seis y Adam se

ayudaron a ellos mismos, y después redoblaron los refuerzos

para asegurarse de que los Mogs sean acabados. Inteligente.

Supongo que si necesite una pequeña ayuda después de

todo.

No requiere mucho tiempo para que el hangar sea

despejado. No preparados y luchando contra oponentes

invisibles donde creían que estaban seguros, los Mogs no

tuvieron ni una chance.

Cuando el último de los Mogs es solamente una cubierta

granulada en el parabrisas de uno de los Skimmers, me

vuelvo visible. Seis y Adam siguen mi ejemplo, ahora

sosteniendo espadas. Adam me mira, ojos abiertos, quizá un

poco abrumando por la matanza.

—Mierda John —dice seis, alzando una ceja ante mi

elección de armamento. —. Eso fue bastante intenso—Seis

trota hacia las puertas dobles que separan el hangar del resto

de la nave y chequea por si hay refuerzos esperando.

Nosotros cortamos a los Mogs antes de que pudieran dar

alarma, pero alguien pasando por aquí podría haber

escuchado las espadas. Ella levanta los pulgares hacia arriba

—Todo bien.

Atrapo la mirada de Adam y señalo al sitio en donde el

Mog cayó sobre sus rodillas.

—El que entro en pánico ¿Que estaba diciendo?

Adam traga fuerte. —Él decía que Setrakus Ra realmente

los había abandonado. Que sus vidas estaban terminando

ahora que el amado líder estaba muerto.

— Así que algunos de ellos realmente creían eso—

pregunta Seis.

—Oh, sí— replica Adam. — Especialmente cuando John

empezó a ir como todo un Dios de la ira.

—Ellos no han visto nada todavía— contesto.

Abro el bolsillo de mi chaleco y finalmente dejo suelto a

Bernie Kosar y Dust. Ellos se transforman en la forma de

Beagle y lobo pareciendo muy contento de estar fuera del

cautiverio. Dust empieza a olfatear alrededor del piso,

eventualmente haciendose su camino a la salida con Seis. BK

se sienta a mi lado y lame la punta de mis dedos. Si un perro

puede parecer preocupado, él lo hace. Lo ignoro.

— Okey, ¿Cuánto tiempo tomará antes de que noten que

tomamos toda una división entera?- pregunta Seis,

caminando más cerca ahora que Dust vigila las puertas.

Adam se encoge de hombros. — Depende de cuando se

supone que tenía que salir la siguiente patrulla.

—No se preocupen— les digo, dando zancadas hacia las

puertas dobles. —Enfóquense en conseguir separar esos

dispositivos de camuflaje. Yo veré el resto de la nave.

—Ten cuidado— me dice Seis.

Y luego atravieso las puertas, BK y Dust pisando mis

talones. El pequeño pasillo fuera del hangar está vacío, asi

que me tomo un momento y me arrodillo para hablar con las

quimaeras.

—Cuiden mi espalda— les digo—. Puedo hacer esto

tanto como nadie llegue por mi espalda, me tome por

sorpresa. Y tampoco queremos que nadie consiga llegar a

Seis y Adam.

Mientras hablo, la quimaeras se transforman en criaturas

más imponentes. Siguen en forma perruna, pero están más

musculosos y con garras afiladas, piel curtida duradera y

colmillos malvados. La única forma por la que puedo

distinguirlos es por la franja de pelaje gris que Dust siempre

tiene en su espalda baja.

—Buen aspecto, muchachos— les digo, me paro y

comienzo a profundizarme en la nave.

Hay una reclusa en la siguiente puerta que requiere un

poco de fuerza para activar. A través de esta, el pasillo se

abre, rojo encendido y austero, con puertas ramificándose a

ambos lados. Hay un par de Mogadorianos caminando justo

hacia mí, ambos estudiando un mapa digital de las cataratas

del Niágara.

Vuelo hacia adelante. Apuñalo al primero en el ojo y

agarro al segundo por la garganta.

—¿En qué dirección está el puente? — le pregunto.

Él apunta hacia adelante con su cabeza. Quiebro su

cuello.

No quiero a ninguno de estos bastardos siguiéndome,

asique tomo cada cuarto, uno por uno,. Dejo el puente para

lo último.

La primera zona a la que entro se ve como un cuartel. Las

paredes son apanaladas, con estrechas camas tipo cuchetas.

Los nacidos en tanque duermen prácticamente uno sobre

otro. Hay cientos de Mogs aquí ahora, en reposo, muchos de

ellos conectados con vías intravenosas a ese cieno negro que

Setrakus Ra ama tanto, mejorándose a ellos mismos mientras

dormitan. Supongo que duermen por turnos, descansando

hasta el siguiente asalto.

Hoy, su despertador son bolas de fuego.

Extiendo mis manos y dejo salir por la punta de mis

dedos tanto fuego como puedo manejar. Lo dejo salir hasta

que mi ropa realmente comienza a humear. Pronto, hay una

pared de crepitante fuego saliendo de mí, rugiendo dentro

del cuarto. Huelo plástico quemado y olor a tueste podrida

que se que es el cieno negro hirviendo.

El fuego comienza a expandirse más allá de mi control.

Se me ocurre que no quiero infringirle ningún daño

irreparable a la nave. Tan pronto como ese pensamiento

cruza por mi mente, la sensación de mis manos cambia. Me

voy de puro fuego dentro del cuarto a pulverizar el espacio

carbonizado con hielo y escarcha.

Uno de los legados de Marina. Sin darme cuerna si quiera

que había recogido ese. Funciona de manera muy similar a

mi lumen, eso igual que poner el auto en reversa.

Los Mogs que lograron escapar de sus literas y evitaron

incendiarse, son rápidamente interceptados por una descarga

de carámbanos de hielo.

Arrasar con los cuarteles consigue su atención. Mientras

me voy, un pequeño grupo de Mogs se precipita hacia abajo

por el pasillo en dirección a mí. BK y Dust los despachan

rápidamente, saliendo de cuartos adyacentes justo cuando los

Mogs se acercaban a mí.

Me doy cuenta de que los Mogs no están preparados para

esto. No están preparados para nada.

Ahora saben cómo se siente.

Me vuelvo invisible antes de entrar al siguiente conjunto

de cuartos. Inmediatamente, soy saludado por una voz

robótica que alterna entre el inglés y el Mogadoriano.

— “Ríndanse o mueran” — dice la voz. — “Bajen sus

armas”. ” Amado líder.”

Me doy cuenta de que es un curso de idioma. Los

Mogadorianos han estado puliendo sus habilidades en Ingles.

Y eso no es todo…

Más a dentro del cuarto, distingo un campo de tiro.

Gente en forma de blanco gritando y corriendo contra un

fondo siempre cambiante de las ciudades más famosas de la

tierra: Nueva York, Londres. Hay un marcador digital para la

puntuación de los tiradores, que actualmente se encuentra en

cero dado que el programa ha sido abandonado.

Los Mogs entrenando acá me escucharon llegar.

Han abandonado sus tareas y formado dos grupos a

ambos lado de la puerta, desintegradores listos. Si hubiese

entrado aquí, me habrían descubierto.

Demasiado mal. Soy un tipo de objetivo diferente.

Tranquilamente entro al medio de la habitación y me

vuelvo visible. Los Mogs gritan sorprendidos y abren fuego.

Rápidamente, me vuelvo invisible de nuevo y vuelo por

encima del fuego de sus desintegradores. Terminan

triturándose entre ellos en medio del fuego cruzado.

A los sobrevivientes los termino mientras floto sobre

ellos. Apuñalándolos con la espada de Cinco, arruinándolos

con fuego y hielo a corta distancia, convirtiendo a otros en

piedra con una mirada.

Pocos de ellos tratan de salir de la habitación. BK y Dust

los esperan, saludándolos con garras y rechinando sus

dientes.

En cierto punto mientras estoy despejando el cuarto de

entrenamiento, una alarma chirriante comienza a dispararse.

Se hace eco por la nave entera y es acompañada por el

parpadeo rítmico de luces rojas que corren a través de las

paredes y el techo.

No más elemento sorpresa. Ahora saben que estoy

llegando.

Cuando comienzo a hacer mi camino al puente, el pasaje

esta sospechosamente vacío de enemigos. Rondando a poco

pasos detrás de mí, tanto BK como Dust dejan salir gruñidos

de advertencia. Los Mogs han caído casi seguramente de

nuevo en una posición defensiva, un punto de ahogo, donde

puedan lanzarme con toda su potencia de fuego.

Bueno, veamos qué es lo que tienen.

Dos puertas dobles altas están en frente mío. Detrás de

ellas está el puente. La alarma sigue sonando; las luces siguen

parpadeando.

Cuando estoy a menos de veinte pies de ellas, las puertas

se abren con un fuerte ruido hidráulico.

A través de las puertas hay una amplia escalera que

conduce hacia arriba. Encima de las escaleras puedo apenas

vislumbrar ventanas en forma de cúpula en el área de

navegación del puente. El cielo azul de Canadá es visible. La

nave es controlada desde aquí. Seguramente, un comandante

nacido de verdad está allí arriba en algún lugar.

En las escaleras, entre mi meta y yo, hay alrededor de

cientos de Mogadorianos. La primera fila sobre sus

estómagos, la siguiente fila en una rodilla, la siguiente de pie,

la fila detrás de esta encima del primer escalón, y así

sucesivamente llenando la escalera completa. Uno de ellos

sostiene un desintegrador apuntando en mi dirección.

Hubo una vez, en la que esto me hubiese aterrorizado.

— ¡Vengan! — Les grito.

El pasillo chisporrotea con energía cuando cientos de

desintegradores son disparados a la vez.

— ¿CREES QUE ÉL ESTÁ BIEN? — ADAM

PREGUNTA.

Aparto mis ojos de la puerta de salida del hangar por un

momento para lanzarle a Adam una mirada. Él no se da

cuenta porque tiene la cara enterrada en una maraña de

cables y cordones eléctricos. Está tumbado sobre su espalda

debajo del salpicadero roto-abierto de un skimmer. Sus

manos trabajan rápidamente para desconectar el dispositivo

de camuflaje.

—John sigue con vida, si eso es lo que quieres decir— le

respondo. Hasta ahora, ninguna nueva cicatriz ha quemado

su camino a través mi tobillo.

Adam se sienta. Me quedo cerca, agachada, la cabina de

este último Skimmer estaba abierta. Traigo un cañón mog y

apunto hacia la puerta, en caso de que algún mog logre pasar

a John e interrumpa lo que estamos haciendo. Hasta el

momento, todo ha estado tranquilo.

—Eso no es lo que quise decir, y lo sabes— Adam

responde.

—Quieres decir psicológicamente— le digo.

“—Sí.

Salimos de este skimmer y pasamos al siguiente. Coloco

el dispositivo de camuflaje en una caja de herramientas,

apilado junto a los otros que hemos hurtado.

—Creo que él está tan bien como cualquiera de

nosotros— le digo. —, quiero decir, ¿qué esperabas?

—No lo sé— Adam admite —. Pero él me asusta un

poco.

No respondo a eso. Estaría mintiendo si dijera que los

cambios que han tenido lugar últimamente en John no dan

algo de miedo. Sigue siendo el mismo chico que conozco,

confiado, amable —solo, que al máximo. Con poder. Y un

hambre de venganza.

Tal vez eso es exactamente lo que necesitamos en este

momento. Una alarma comienza a sonar, y las luces de la

bahía de aterrizaje empiezan a apagarse y prenderse. Adam

saca otro dispositivo de camuflaje antes de mirarme con las

cejas arqueadas.

—Ya sé que es una mala señal— le digo.

Adam se encoge de hombros. —Es la alerta máxima.

Para intrusos o ataques.

—Así que ellos saben que estamos aquí.

—Nos iban a encontrar eventualmente, ¿ahora? Si John

va a la misma velocidad con la que salió de aquí abajo, esa

alarma está unos veinte minutos retrasada para hacer algún

bien.

Nos movemos al siguiente skimmer, ahora mi agarre es

un poco más fuerte sobre el mango del cañón. Antes de

subirnos, algo llama mi atención. Un zumbido desde el

sistema de comunicaciones de la bahía de aterrizaje. Toco el

hombro de Adam.

— ¿Qué es eso?

Ladea su cabeza para escuchar, pero él no puede oír por

encima de la alarma. Corremos hacia el panel de control a

tiempo de escuchar una brusca voz ladrando en

mogadoriano. Adam inmediatamente mira hacia la entrada

totalmente abierta de la bahía de aterrizaje, por la que

entramos, al cielo azul y al aire fresco de ahí afuera.

—Los skimmers que estaban patrullando detectaron la

alarma; están pidiendo confirmación.

Cuando Adam dice esto, un par de pequeñas naves

exploradoras salen a la luz, dirigiéndose hacia la zona de

aterrizaje.

—Grandioso— le digo —. Prepárate para pelear.

—No necesariamente —Adam responde. Sus dedos se

ciernen, suspendidos sobre un botón rojo en el panel de

control. Las dos naves se acercan zumbando. Pongo una

mano sobre la nuca de Adam, lista para volvernos invisibles

en cualquier momento. Pero cuando los skimmers están a

punto de llegar a la bahía de atraque, Adam aprieta el botón.

Dos pesadas puertas blindadas se cierran automáticamente

como mandíbulas de justo delante de los skimmers, sellando

la zona de aterrizaje.

Los skimmers no tuvieron oportunidad de cambiar de

curso. Hay una sacudida cuando ambas naves chocan al lado

de la nave de guerra. Adam y yo nos balanceamos hacia atrás

y hacia delante por la fuerza. Puedo escuchar a las naves

explotando por el impacto, y una delgada lengua de fuego se

las arregla para pasar entre las gruesas puertas blindadas.

—Eso debería mantenerlos afuera por un tiempo —

Adam dice. Él presiona unos cuantos botones más en el

panel de control para bloquear a las puertas blindadas en su

lugar.

—Bien hecho — digo —, ahora sólo tenemos que

preocuparnos por los miles de Mogs con los que estamos

atrapados aquí.

En ese preciso instante, la puerta lateral que conduce a la

bahía de aterrizaje se abre de golpe. Inmediatamente giro mi

cañón hacia esa dirección, la el dedo apretando la mitad del

gatillo.

—Tranquila, sólo soy yo —dice John.

John entra a zancadas a la habitación, BK y Dust

pisándole los talones lucen monstruosos. Las dos quimaeras

montan guardia en la puerta, mostrando los dientes, listos en

caso de que cualquier Mog siguió a John a través de la nave.

John respira muy fuerte, y está literalmente echando humo.

Su camisa se incendió en algunas partes, y hay quemaduras

de cañón en sus hombros, brazos, pecho y piernas. Ni

siquiera parece haberse dado cuenta. Adam y yo

intercambiamos una mirada.

—John, ¿estás…? — Niego con la cabeza, sintiéndome

como una idiota por preguntarle si está bien. —Estás herido.

John se detiene frente a un estante con arsenal

Mogadoriano. Se mira a sí mismo, incluso como si no se

hubiera dado cuenta.

—Oh, sí —dice. Él empieza a correr sus manos sobre las

heridas que puede ver en sus brazos, usando su legado de

curación para sanarlas, y luego se detiene. Entrecierra los

ojos por un momento, y las heridas a través de todo su

cuerpo comienzan a cerrarse al mismo tiempo.

—Whoa, eso es nuevo— le digo.

—Sí— responde John, luciendo un poco sorprendido de

él mismo. Sus ojos están distantes, como si todavía estuviera

bajándole la adrenalina de la batalla. —Todo parece. . . más

fácil desde que empecé a usar realmente mi Ximic.

Adam se desliza hacia la puerta para comprobar el pasillo.

Se toma un momento para rascar a Dust detrás de las orejas,

cuando lo hace, provoca un ruido como de papel de lija

gracias a la forma bestial de Dust. La inmensa cola de Dust

golpetea en el suelo de metal.

—Tranquilo— Adam repite, teniendo en cuenta la

condición de John. — ¿Ya los. . . ya los has matado a todos?

John se agacha frente al estante de armas. Hace a un lado

pistolas y paquetes de baterías, en busca de algo.

—No. Hay un montón de ellos —dice con sencillez. —

Estoy reagrupándome. Y ellos también. No sobrevivirán a

otra ronda.

— ¿Qué estás buscando? — pregunto.

—Granadas o cualquier explosivo —dice —. Algo que

pueda lanzarles.

— Hay algunas latas de combustible allí —señalo.

John voltea a ver los tanques utilizados para rellenar los

skimmers. Levanta uno con su telequinesis.

—Esto es perfecto. Creo— Él mira a Adam. —. La nave

puede soportar la explosión de uno de estos, ¿verdad?

Adam frunce los labios.

—Probablemente. Yo no querría volarla en el espacio

exterior después, pero debe manejar bien la atmósfera de la

Tierra.

—Genial —John responde. Él mira la caja llena de

dispositivos de camuflaje. — ¿Ustedes van bien?

—Casi hemos acabado —digo.

En ese momento, Dust deja escapar un gruñido bajo, y

Adam se aleja de la puerta. BK arquea su espalda y se

agacha, listo para saltar. Desde donde estoy, puedo oír la

puerta hermética abriéndose justo afuera de la bahía de

aterrizaje.

—Algo se acerca —Adam susurra.

—Creen que estoy herido —dice John, y voltea sus ojos.

—Imagine que enviarían a unos cuantos para acabar

conmigo.

John corre directamente a la puerta y, un segundo

después, cuando la puerta se abre, da rienda suelta a un rayo

de vibrante energía plateada de sus ojos. Corro a su lado a

tiempo para ver una docena de mogs con cañones, todos

ellos ahora convertidos en piedra, atiborrados en el pasillo

fuera de la puerta. John levanta su mano, y el aire se enfría.

Un puñado de carámbanos de hielo del tamaño de una viga

de acero salen volando desde su palma, desintegrando a los

mogadorianos de piedra.

—Aprendiste ese también, ¿eh?

—Algunos legados encajan en su lugar más fácil que

otros.

Con los Mogs despachados, John se voltea hacia mí. Es

como si él solo hubiera aplastado una mosca.

—Estoy a punto de tomar el puente— dice. —. Podría

usar su ayuda.

Momentos después, estamos siguiendo a John a través de

las salas segmentadas de la nave de guerra. Parece una zona

de guerra aquí. Tengo que taparme la boca y la nariz con mi

antebrazo a causa de la cantidad de cenizas mogadorianas

que están en el aire, por no hablar del humo negro que surge

de una sección donde parece que un infierno se desato.

— ¿Tú hiciste todo esto? — pregunto.

John asiente. Trajo uno de los tanques de combustible

con él, cargándolo todo el tiempo con su telequinesis.

— ¿Para qué necesitas eso? — Pregunto, señalando con

la cabeza el tanque. “Parece que tú Lumen estaba trabajando

muy bien.

Él flexiona sus manos en respuesta. Me he doy cuenta de

que su piel es de color rosa brillante, como si hubiera metido

sus manos en agua caliente. Al parecer, eso no se cura con el

resto de sus heridas.

— Puede que haya usado en exceso los incendios— dice

John pensativo. —Freí algunas terminaciones nerviosas o

algo así.

—Supongo que todavía tienes algunos límites.

—Aparentemente —John frunce el ceño ante el

pensamiento. —A propósito, hay un montón de ellos con

barricadas frente al puente. Es un cuello de botella. Fui

mano a mano contra ellos durante todo el tiempo que pude.

Decidí que necesitaba ponerme creativo.

“Mata inteligentemente, no estúpidamente,” le digo con

sequedad.

Es sólo un corto paseo a través de más escombros y

matanza hasta el pasillo que lleva al puente. John nos detiene

en seco con una mano levantada, sin dejarnos dar la vuelta

en la esquina.

“Imagino que le dispararan a todo lo que se mueve en

este punto,” dice John.

“Estrategia lógica,” Adam responde.

John dirige su mirada hacia el tanque de combustible, y el

aire en el pasillo comienza a enfriarse. Poco a poco, una

concha de hielo comienza a formarse alrededor del tanque

metálico hasta que ya no es visible. Cuando la congelada bola

de demolición está lista, John forma afilados carámbanos a

través de su superficie. Algunos de estos se agrietan y se

rompen, y John tiene que volver a hacer el trabajo.

“No he dominado exactamente esto,” dice, mientras

Adam y yo observamos.

“Lo estás haciendo bien,” le contesto. “Mierda. Mejor

que bien.”

Después de unos minutos de trabajo, John tiene una bola

de hielo con un núcleo de combustible.

“Vas a arrojárselos,” observo.

John asiente.

“¿Quieres ayudarme? Podría utilizar fuerza telequinética

adicional.” Cuando asiento, John se gira hacia Adam y las

quimeras. “Esto probablemente no va a acabar con todos

ellos, pero va a sacudirlos. Cuando escuches la explosión,

ven de inmediato.”

“Hecho,” Adam responde, preparando un cañón que

recogió en la bahía de aterrizaje.

John toma mi mano, después flota el tanque de

combustible cubierto de hielo frente a nosotros para que

podamos poner una mano sobre eso. Nos volvemos

invisibles, desapareciendo el largo tanque junto con

nosotros, y giramos en la esquina. Mi mano comienza a

entumecerse, pero la temperatura no parece molestar a John.

Hay quemaduras de cañón en las paredes de la anterior

escaramuza de John con este montón de mogs arraigados. Al

final del pasillo, cerca de un centenar de nacidos en tanque

están agrupados hombro con hombro arriba y abajo de una

corta escalera. El aire entre nosotros y ellos está lleno con

partículas. Sus cañones apuntados, listos para disparar, pero

todo lo que ven es un pasillo vacío.

Eso cambia cuando John y yo lanzamos hacia ellos la

bola de hielo a exceso de velocidad. Resulta visible tan

pronto como dejamos de tocarla y debe verse como un

peñasco aparecido de la nada. La empujamos entre los mogs,

aplastando a los primeros. Después la movemos de lado a

lado, empalando a un montón más en los picos.

Los mogs se recuperan de la sorpresa y rápidamente

comienzan a disparar contra nuestra congelada arma. Ellos

empiezan a despojarla de sus picos y a quitarle pedazos.

Algunos empiezan a lucir confiados.

Pero entonces uno de ellos dispara hacia el centro y

detona el tanque de combustible.

La explosión resultante termina tirándome. John se va de

lado, golpeando su hombro contra la pared, pero mantiene el

equilibrio. Mis oídos zumban. El pasillo se llena de asfixiante

humo negro, al menos hasta que conjuro un poco de viento

para enviar todo ese aire tan al puente mogadoriano.

Mientras Adam me ayuda a ponerme de pie, veo que BK y

Dust cargar por el pasillo, abalanzándose sobre los pocos

rezagados que sobrevivieron a la explosión.

“Eso funcionó mejor de lo esperado,” dice Adam.

“Ay. No jodas,” le contesto.

Desde el puente, podemos oír gritos en mogadoriano.

Estos no son los gritos de batalla. Estos son gritos de

desesperación, y están siendo respondidos por una voz

femenina fría que reconocería en cualquier sitio.

Phiri Dun-Ra. Alguien, probablemente el capitán de la

nave, tiene a Phiri Dun-Ra en el comunicador.

“¿Qué están diciendo?” John le pregunta a Adam cuando

nos reponemos y empezamos a caminar hacia el puente.

Adam se endereza para escuchar. Pequeños incendios,

montones de cenizas y trozos de hielo rápidamente

derritiéndose abundan en la escalera.

Subimos con cuidado.

“El comandante, está reportando que su nave está bajo

ataque. Él está pidiendo refuerzos. Quiere hablar con el

Amado Líder,” Adam traduce.

“¿Van a enviar refuerzos?” John le pregunta.

Adam niega con la cabeza.

“Ella está culpando al comandante. Diciéndole que no

debería haber dejado su posición en Chicago. Dice que esto

es un castigo por su falta de fe, que él no es digno como

comandante.”

Resoplo.

“Danos un poco de crédito, Phiri. Venga.”

Entramos al puente como si fuéramos los dueños de esta

nave de guerra porque, francamente, lo somos. Hay un

domo de cristal que se extiende desde el techo hasta el suelo,

por lo que podemos ver ampliamente las Cataratas del

Niagara. Hay una docena de estaciones con sillas unidas,

cada una de ellas ocupadas por mogadorianos encargados de

volar la nave de guerra en lugar de pelar. El comandante,

vestido con un severo uniforme negro y rojo que está

cubierto con más adornos que cualquier otra persona, está

delante de una pantalla holográfica que esté emitiendo

actualmente una imagen de la fea cara de Phiri Dun-Ra. De

hecho ella nos ve entrar en la habitación antes que cualquiera

de los otros mogs, sin decirle nada más al comandante, corta

la señal.

“Supongo que no quería charlar,” digo.

La mayor parte de los Mogs inmediatamente se levantan

de sus estaciones y apuntan sus cañones hacia nosotros. Yo

les arranco las armas de sus manos con mi telequinesis, y

John empala a cada uno de ellos con una lanza de hielo.

Estos son mogs nacidos de verdad, no los interminables

nacidos en tanque, y ellos no se desintegran tan rápidamente

como los otros. De hecho, algunos de ellos sólo se

desintegran parcialmente, dejando atrás sus medios

formados cadáveres.

El comandante, de ojos salvajes, en un gesto que él debe

de saber que es inútil, saca una espada como la que el padre

de Adam llevaba a todas partes y nos grita.

“¡Nunca tomaran mi nave—!”

Antes de que él pueda terminar la frase, una ráfaga de

fuego de cañón mogadoriano le vuela la cabeza. Todos nos

volteamos hacia un joven que sostiene un cañón mog, su

cara es una mezcla entre alivio y resignación. John levanta la

mano para acabar con este último sobreviviente nacido de

verdad con una estaca de hielo.

“¡No!” Adam grita, y pisa en el suelo.

Una onda sísmica hace que todo la nave de guerra de un

bandazo, y que el suelo donde Adam azoto el pie se arrugue

como papel de aluminio. John en realidad estuvo a punto de

caer, pero sólo por un momento. Él usa su legado de vuelo

para flotar en posición vertical, luciendo desconcertado

mientras mira fijamente a Adam.

“¡No —no lo mates!” dice Adam.

El mog en cuestión, probablemente de nuestra edad y

fornido, con el corto pelo oscuro, arroja a un lado su cañón

y cae de rodillas delante de nosotros.

“Mi nombre es Rexicus Saturnus,” dice el mog, aunque

tengo la sensación de que Adam ya sabía esto. “Y estoy a su

merced.”

EL CHICO SE HACE LLAMAR REX PARA

ABREVIAR.

Resulta que esta es la segunda vez que Adam le salva la

vida. La primera fue tras una explosión en la Base de Dulce.

Adam cuidó de Rex hasta que se recuperó después de eso, y

los dos viajaron juntos durante un tiempo. Eventualmente

Rex ayudó a Adam a tener acceso a las instalaciones de la

Isla Plum, es ahí donde estaban experimentado con nuestras

quimeras Incluso ayudo a Adam a escapar una vez que las

quimeras fueron liberadas. Rex se justificó con saldar la

deuda que tenía con él en vez de reconocer que traicionaba a

su propia raza, aunque ambos ya la habían traicionado.

—¿Crees que podemos confiar en él? —me pregunta

Nueve.

—Adam lo hace —le contesto—. Pasaron semanas

juntos. Adam lo cuidó hasta que él se recuperó.

—Sí, pero… —Nueve baja la voz—. Nos guste o no, él

es uno de ellos.

Nos encontramos en el puente de la nave de guerra,

ocupada solo por nuestra gente. Volamos la nave de guerra

lentamente sobre el río del Niágara buscando un lugar

seguro para aterrizar para así poder recoger al escuadrón

canadiense de Operaciones Especiales. Lexa trajo a Nueve y

a los demás aquí una vez que el cielo se despejó de skimmers

rezagados y las tropas mogarodianas fueron eliminadas.

La nave de guerra se hizo cargo de todos ellos sin ni

siquiera usar todo el poder de sus cañones de energía. Adam

y Rex manejan las armas, trabajando juntos.

—Él mató a su oficial al mando —le digo a Nueve—.

Nos ayudó a acabar con los mogs afuera de la nave de

guerra.

—Fue pura desesperación —Nueve responde—. El tipo

hubiera hecho todo para salvar su propio culo. Ya sabes que

a los nacidos de verdad no les importan ni una mierda los

nacidos en tanque. Probablemente habría hecho estallar a un

millón de ellos si eso significaba que podía seguir respirando.

—Tal vez tengas razón.

Nueve y yo estamos en la torre del comandante

observando las diversas estaciones que hay abajo. Desde

aquí, podemos ver a Adam y a Rex piloteando la nave y

hablando entre ellos sin ser escuchados. Seis y Marina están

con los dos mogs, mirando los controles y hablando con

Adam.

—¿No crees que sean capaces de cambiar? —Le

pregunto a Nueve—. Adam cambió.

—Sí, pero siempre pensé que era porque se tiró a Uno o

algo así.

Lo miro con una expresión cansada.

—¿Qué? —responde.

Niego con la cabeza.

—De todos modos, Rex es sólo un mog. Aunque

quisiera traicionarnos, ¿Piensas que él podría hacer algo?

Lo que digo sin palabras es que acabo de aniquilar una

nave repleta de mogadorianos. Que uno quede vivo no va a

detener lo que tengo planeado. En cuanto a mi pregunta

sobre si los mogadorianos pueden cambiar, ni yo mismo

estoy seguro de la respuesta. Es más fácil si me los imagino

como enemigos feroces que nunca atienden razones, que

son incapaces de conocer la justicia o misericordia. Pero

cuanto más conozco a Adam y ahora a Rex, cuanto más veo

a mogadorianos como aquellos que murieron pensando que

su "dios" Setrákus Ra los había abandonado, más me

pregunto si no han sido reprogramados completamente

como un pueblo. ¿Con el tiempo, podrían cambiar? No voy

a dejar de luchar y preguntar a los invasores si les gustaría ser

rehabilitados. Es demasiado tarde para eso. Pero me

pregunto qué pasará una vez que corté la cabeza de su

retorcida sociedad —una vez que mate a Setrákus Ra.

Tengo la intención de descubrirlo pronto.

—Él no tiene malas intenciones.

Nueve salta visiblemente, y mis hombros se tensan

cuando Eli sale desde detrás de nosotros. Sonríe un poco, y

por un momento me pregunto si se encuentra bien por lo

espeluznante que ha estado últimamente. Sus ojos chispean

con la energía loriense mientras nos escanea a ambos

—Maldita sea, Eli —dice Nueve, recuperando el

aliento—. ¿Has leído su mente o algo así?

—Sí —responde ella—. Ha estado poniendo en duda la

moralidad de los mogs desde que se encontró por primera

con Adam. John, él ha estado muy asustado de jugársela por

nosotros hasta que le diste la oportunidad.

—Bueno, eso me haría dormir mejor si pensara dormir

en algún lugar de esta asquerosa nave —dice Nueve,

perdiendo el interés—. Tal vez deberíamos hacer que Adam

hable amablemente con el resto de los mogs, ¿eh? Ir como

todo un trabajador social sobre ellos.

Haciendo caso omiso de Nueve, me dirijo a Eli.

—La piedra de loralita cerca de las cataratas que

desactivaste. ¿La puedes reactivar?

—Sí —responde ella.

—Entonces vamos.

—Bueno, adiós —dice Nueve, frunciendo el ceño

mientras salimos.

Guio a Eli a través de los pasillos vacíos de la nave. Las

huellas de mi batalla con la tripulación están en todas partes:

quemaduras, escombros, paneles dañados. Ninguno dice

nada hasta que llegamos a la bahía de aterrizaje. Eli

finalmente se rompe el silencio.

—Estás enfadado conmigo.

Paso la mano por mi pelo, parece pegajoso y enmarañado

con sudor.

—Yo…no. Sí. No lo sé

—Deseas que le hubiera advertido a Sarah. O que te

hubiera advertido a ti.

Niego con la cabeza.

—No importa ahora, ¿verdad? —camino lentamente

hacia abajo y me volteo hacia ella—. En tus visiones…

—Te lo dije; ya no veo hacia el futuro.

—Cuando lo hacías. ¿Me viste así? ¿Viste en lo que me he

convertido?

—¿En qué te has convertido, John? —Eli me pregunta,

inclinando la cabeza.

Muerdo el interior de mi mejilla antes de contestar.

Recuerdo las miradas que estaba recibiendo de Seis y Adam

durante nuestro ataque a la nave de guerra.

—En algo a lo que mis amigos le temen.

Tentativamente, Eli se acerca y acaricia mi brazo

mirándome.

—Ellos no te temen, John. Ellos temen por ti.

Niego con la cabeza. Lo que sea que eso signifique. Ya he

perdido demasiado tiempo aquí. Todavía hay mucho por

hacer.

Por supuesto, a pesar de que estoy haciendo lo mejor

para no demostrarlo, me siento cansado de una manera

como nunca antes me he sentido. Es más allá del

agotamiento. Es como si cada átomo se estuviera dividiendo,

como si hubiera explotado, excepto que mi cuerpo aun no lo

sabe. Empujar tanto poder a través de mí, usando tantos

legados diferentes, tiene un precio. Me movía por pura

adrenalina para el final de la batalla.

Pero todavía estoy de pie. Eso significa que todavía estoy

luchando.

Entramos en la bahía de aterrizaje. Lexa se coloca al lado

de su nave, una nave loriense que sobresale como una

pulgada entre todos esos skimmers alineados.

—¿Necesitan un viaje de regreso hacia abajo? —

pregunta, pareciendo ansiosa por bajar de la nave.

—Está bien. Yo puedo.

Levanto a Eli por cintura, y volamos a través de las

reabiertas puertas blindadas de la bahía de aterrizaje, hacia el

cielo azul. Me duele el cuerpo por el esfuerzo, pero de esta

manera no desperdicio ni los segundos que le hubiera

llevado a Lexa encender su nave.

Es un corto viaje de regreso hacia las cataratas y a la

latente piedra de loralite. Más abajo, diviso los restos de los

skimmer, es el resultado de hayamos utilizado sus propias

armas contra ellos. También puedo ver la mayor parte de

nuestros amigos canadienses, asegurando un perímetro

alrededor de la piedra.

—Te estás volviendo bueno en esto —Eli dice mientras

aterrizamos.

—Si gracias.

Los soldados cercanos nos miran boquiabiertos. Todavía

no están acostumbrados a ver gente volando por ahí,

supongo. Mientras caminamos hacia la piedra de loralite, Eli

se voltea hacia mí.

—Vas a ir tras Setrákus Ra pronto, ¿verdad?

Asiento con la cabeza.

—Necesitaras mi Dreynen —dice ella.

—Lo sé.

—Honestamente, me sorprende que aún no hayas tratado

de aprenderlo.

Miro hacia la nave de guerra que se cierne sobre nosotros.

—Necesitaba los otros legados primero. Para asegurarme

de que tenía el poder para pasar a través de los guardias de

Setrákus Ra y llegar a él. El Dreynen solo tiene un propósito.

—Al igual que todos los legados que he observado, creo que

puedo sentir el Dreynen al acecho dentro de mí. Una

negatividad, un vacío, una ausencia fría. En verdad, no he

querido aprenderlo. Se siente mal.

Como si hubiera leído mi mente, Eli me da una mirada

sombría.

—Cuando yo era prisionera en la Anubis, Setrákus Ra me

hizo practicar en Cinco. No fue divertido.

—Practicar en Cinco. Debería haber pensado en eso —

digo, medio en broma.

—Setrákus Ra puede quitar los legados con solo pensarlo.

No he llegado a ese nivel todavía. Aun estoy atorada en

cargar los objetos. Tal vez aprendas más rápido que yo…

—Eso es exagerar —le digo—. Ni siquiera lo he

intentado.

Eli frunce los labios.

—En realidad, tal vez eso sea lo mejor. Hacer un arma

cargada con Dreynen, como la que tenía Pittacus Lore. De

esta manera, incluso si él desactiva tus legados, todavía tienes

algo con que atacarlo.

—Buena idea —le contesto, subconscientemente tocando

la espada de Cinco, enfundada y oculta en mi antebrazo—.

¬Gracias.

Desde nuestra izquierda, uno de los soldados de alto

rango se acerca tímidamente sosteniendo un teléfono

satelital. Hago una pausa para tratar de reconocerlo, y Eli va

sin rumbo fijo, en dirección de la piedra de loralita.

—Tu oficial al mando está en la línea —el soldado dice,

sosteniendo el teléfono.

—No tengo un oficial al mando —le contesto. El

soldado se encoge de hombros, luce como si sólo fuera el

mensajero.

Tomo el teléfono, sabiendo que es Lawson a la espera de

un reporte de situación. Antes de hablar con él, veo a Eli

envolver sus brazos alrededor de la piedra de loralita. Va de

un aburrido y ordinario gris a un azul brillante en cuestión de

segundos. Algunos de los soldados que miran exclaman ohh

y ahh. Eli pone su mejilla contra la piedra, dejando que la

energía restaurada pulse a través de ella.

—Habla John —digo en el teléfono.

—¿Qué es eso de que has tomado el control de una nave

de guerra mogadoriana? —Lawson ladra en el teléfono.

—Pensé que ya que estaba allí… —respondo.

Lawson suspira en mi oído.

—Bueno, supongo que eso hace que sea una menos de

esas grandes hijas de puta que tenemos que hacer caer. Por

otra parte, probablemente sólo hayas cabreado a Setrákus Ra

aún más. Siento que este alto al fuego no va a durar mucho

más tiempo, así que continúa tomando sus naves.

—Eso ya no será necesario —digo—. Tenemos lo que

querías. Solo debes conseguir coordinarte con los otros

ejércitos. Diles que vayan a las locaciones de loralita que te

mostré, y tendrás a mi gente con los dispositivos de

camuflaje allí.

—Espero que con eso sea suficiente —Lawson se

queja—. Estos cabezas hueca no han avanzado mucho. Por

otra parte, todo lo que necesitamos es que derribes esas

naves de guerra… Diablos, sabes que aún están flotando

sobre Washington y Los Ángeles, ¿verdad? Por no hablar de

la mismísima gran puta en Virginia Occidental.

Miro hacia el cielo, mientras Lawson habla. ¿Podría

hacerlo de nuevo? ¿Tomar otra nave de guerra aun

sintiéndome así? Flexiono mis manos, sintiendo el ardor en

los dedos que no he sido capaz de quitar. Le pregunté a

Marina si podía utilizar su legado de curación en ellos, pero

ella dijo que no podía sentir nada malo. La única explicación

es que llevé mis poderes demasiado lejos, y mi cuerpo está

diciéndomelo. Al igual que no podemos curar el cansancio,

no podemos curar el agotamiento de los legados.

¿Cuántos combates más puedo enfrentar antes de que

necesite un descanso en serio? Un descanso. Eso es

gracioso. Como si hubiera tiempo para eso con las naves de

guerra cerniéndose todavía sobre una veintena de ciudades,

sólo esperando a que Setrákus Ra termine con sus enfermos

experimentos, que termine de hacerse más fuerte, para

finalmente atacar. No hay tiempo para descansar. Así que la

pregunta es, ¿Hasta dónde puedo esforzarme —cuánto daño

puedo hacer— antes de que finalmente colapse?

Supongo que lo averiguaré.

—Veré lo que puedo hacer. Mientras tanto, asegúrate de

que la gente esté lista para lanzar el ataque tan pronto como

sea posible.

Antes de que Lawson pueda responder, cuelgo.

Habiendo terminado con la piedra de loralita, Eli camina

de nuevo hacia mí. Le lanzo el teléfono satelital, y ella lo

coge con las dos manos.

—Dile a los demás que deben coordinarse con Lawson

en la entrega de los dispositivos de camuflaje —digo—. Nos

encontraremos en Virginia Occidental. Traigan la nave de

guerra. Tomaremos la Anubis y terminaremos con Setrákus

Ra de una vez por todas.

—Um, está bien —dice Eli, y levanta una ceja—. ¿Qué

vas a hacer?

Miro en la dirección de nuestra nave de guerra robada,

todavía visible en el horizonte.

—Voy a repetir la actuación.

Los ojos de Eli se ensanchan.

—¿Otra nave buque de guerra?

—Sólo estoy entrando en calor.

—Espera, John…

Antes de que Eli pueda tratar de convencerme de lo

contrario, estoy de vuelta en el aire, alejándome de las

Cataratas del Niagara. Así es como tiene que ser. Tengo que

seguir adelante. No importa lo cansado que me sienta, tengo

que mantenerme luchando.

El sol ya se está ocultando en el cielo. Me tomó la mayor

parte del día llegar hasta aquí, tomar esa nave de guerra,

organizar a todos. Demasiado lento. Empujándome a mí

mismo a volar más rápido, con una extraña sensación de que

es como bucear sobre la superficie de una piscina, de cabeza

hacia DC. No soy un GPS, no sé exactamente a dónde voy,

pero imagino que si me dirijo al sureste empezare a ver

lugares de interés y ciudades que reconozco y,

eventualmente, mi objetivo.

Me digo que va a ser más rápido de esta manera, más

eficiente, y que en última instancia es más seguro para los

demás. Aun así, creo, que debería haber traído al menos a

Bernie Kosar conmigo. Él y Dust cuidando mi espalda fue

invaluable, y él podría haberse quedado en el bolsillo de mi

chaleco hasta que lo necesitara.

Oh, maldita sea. Mi chaleco.

Bajo la vista hacia mí y niego con la cabeza. Soy un idiota.

Recibí algunas severas quemaduras de cañón durante mi

ataque a la nave de guerra. El dispositivo de camuflaje que

había atado a mi pecho junto con el paquete de baterías que

proporcionan su energía ambos están completamente fritos.

Estoy volando por ahí con dos piezas inútiles de plástico

atadas a mi cuerpo.

Con un movimiento de disgusto en mi cabeza, me

desprendo del chaleco y lo dejó caer al suelo.

No puedo volver a las Cataratas. Eli sin duda ya les habrá

dicho a los demás, y trataran de convencerme de no ir por

mi cuenta. Una parte de mí sabe que esta es una loca idea y

que ni Seis ni Marina dudarán en restregármela en la cara.

No, no puedo volver allí.

Voy a tener que hacer una parada en el Patience Creek.

Tengo una mejor oportunidad de no ser detectado allí.

Por suerte, no estoy demasiado lejos de lago Erie, y una

vez que me esté allí no será difícil volver a trazar el vuelo que

Lexa tomó hoy. Después de sólo unas pocas redadas en

direcciones equivocadas —y un tramo donde me encontré

atrapado en un banco de nubes incapaces de navegar— veo

el cartel de motel en la orilla del lago. Incluso con los giros

equivocados, el viaje fue todavía más rápido de lo que habría

sido en nuestra nave. Y no he hecho más que empezar a

utilizar esté legado de vuelo.

Mi plan es volar a través de la caverna a unas pocas millas

al sur del complejo, dispararme por el túnel y entrar

directamente en el garaje subterráneo, donde sé que los

dispositivos de camuflaje se encuentran. Dentro y fuera.

Excepto que cuando sobrevuelo por la cabaña, algo no se ve

del todo bien.

El sol está empezando a esconderse, provocando que los

árboles dibujen largas sombras sobre el terreno. Sabía que

Lawson tenía unos pocos soldados ocultos aquí, en calidad

de centinelas. Tal vez la iluminación del sol está interfiriendo

con mi visión, pero juro que no veo a ninguno. Vuelo bajo y

noto algo más.

Hay un SUV del gobierno negro estacionado en el

camino de grava justo en frente de la casa. Eso es raro. Este

lugar se ha mantenido en secreto porque todos usan la

entrada de la caverna. Ningún agente de Lawson sería tan

tonto como para aparcar un vehículo del gobierno tan a la

vista, justo en frente de esta ubicación súper secreta.

Pero entonces recuerdo, le presté uno de esos coches a

otra persona. Por una cuestión personal.

Mark James.

Aterrizo a unas pocas yardas del porche del Patience

Creek. A mi izquierda, hay un neumático atado a la rama de

un antiguo árbol de arce que se balancea suavemente de atrás

hacia adelante. Todo parece tranquilo y normal, pero una

extraña sensación de que estoy siendo observado me pone

nervioso.

Veo a Mark de inmediato. Se pone de pie en el umbral del

Patience Creek, de espaldas a mí. La última vez que lo vi, era

un desastre y me dio un puñetazo en la cara. Ahora él esta

rígido, con la cabeza inclinada de una manera extraña.

—Mark —digo con cautela—. Estás de vuelta.

Se voltea hacia mí, todos sus movimientos son

temblorosos y espasmódicos. Lo veo de inmediato —la

palidez de su piel, las oscuras venas negras que forman una

telaraña en su mejilla. Los ojos de Mark están abiertos

ampliamente. Está llorando, pero aparte de eso su rostro está

completamente desprovisto de emociones. Noto que sus

dedos se tensan en garras, como si estuviera paralizado.

—Lo… lo siento, John —se las arregla para balbucear.

—Mark…

—Ellos me… me… obligaron...

Casi me las arreglo para moverme a tiempo. Tres zarcillos

de cieno negro son lanzados hacia mí, la punta de cada una

afilada como una broca de taladro. Uno perfora en la parte

posterior de mi hombro, el otro a través de mi cadera y el

tercero penetra en mi axila cuando yo levanto el brazo para

defenderme. Se siente como ser apuñalado por algo vivo,

algo que se entierra y cava más profundo en mí. Mi legado

de curación entra en acción, tratando de luchar contra ellos.

Cuando lo hace, un ácido quema a través de cada

terminación nerviosa. Grito y caigo de rodillas.

—Lo obligamos —dice una femenina voz alegre—. Pero

no hemos tenido que esforzarnos mucho.

La reconozco desde el comunicador mog y de las

historias de los otros. La nacida de verdad de pie sobre mí es

Phiri Dun-Ra.

Me giro en torno a la hierba para conseguir verla. Todo el

brazo izquierdo de Phiri Dun-Ra ha desaparecido,

reemplazado por una masa de cieno negro, espeso y

aceitoso, con forma de árbol muerto, obra de Setrákus Ra.

Los tres zarcillos arponeándome, salen desde ella. Trato de

sacarlas de mi cuerpo con mis manos desnudas, pero el

cieno se endurece a mi tacto, se convierte en un material

afilado, y solo tengo éxito en cortarme las manos.

Trato de empujarla lejos con mi telequinesis. No

funciona.

Nada funciona.

Mientras lucho, veo chispas de energía loriense pulsando

fuera de mí, viajando por mi conexión con Phiri Dun-Ra y

canalizándose en el interior de su brazo. Sus ojos se ponen

blancos por un momento. Luego extiende su brazo normal,

la palma hacia arriba.

La mano de Phiri Dun-Ra brilla. Una bola de fuego con

llamas purpuras se eleva de su palma.

—Oh, esto es bueno, John Smith —dice ella—. Podría

acostumbrarme a esto.

Más mogs comienzan a emerger de los árboles alrededor

del Patience Creek. No sé cómo no los percibí, si son tantos.

Pero entonces veo un poco más allá de la sombra —

literalmente salen de donde antes no había nada— y me doy

cuenta de que están teletranportándose de alguna manera.

Setrákus Ra ha tenido éxito. Algunos de estos mogs,

como Phiri Dun-Ra, tienen legados. No —no puedo

llamarlos así. Son algo enfermos.

¿Qué palabra usó Setrákus Ra? Aumentaciones. Eso es lo

que son estos retorcidos poderes.

Un viejo nacido de verdad, calvo e imposiblemente

delgado, llega al lado de Phiri Dun-Ra. Sus ojos están

totalmente negros acristalados. Me ignora, mirando a Mark.

El mog delgado realiza un movimiento con su dedo en

dirección de Mark, y soy vagamente consciente de un sonido

como de langostas moviéndose a través.

El cieno negro debajo de la pálida piel de Mark se mueve,

y se ve obligado a caminar. Se tropieza por los escalones del

Patience Creek, con sus manos sacando algo de su chaqueta,

cada uno de sus movimientos se ven dolorosamente

forzados.

—Hemos oído historias sobre esas herencias que los

lorienses recibieron de sus padres fallecidos o de quién sea

—Phiri Dun-Ra dice coloquialmente, sonriendo—.

Pequeños recuerdos de su planeta muerto. Aquí entre nos,

John… El Amado Líder también guardo algunas cosas.

Recuerdos. Trofeos para ayudarle a recordar su primera gran

conquista.

Mark tiene en sus manos algo que se parece a una cuerda,

excepto que es de color morado oscuro y reluciente. Algo

que no se encuentra en este mundo.

Reconozco eso. Por supuesto que reconozco eso. Desde

la visión del pasado.

Es el nudo corredizo que Pitaccus Lore ato aquella vez

alrededor del cuello de Setrákus Ra. El que le dio su cicatriz.

Recuerdo de la visión de Eli que el material se denomina

Voron, que sólo creció en Lorien y que mi legado no cura

sus heridas.

Mark se arrodilla y pasa el nudo por encima de mi cabeza.

Phiri Dun-Ra me sonríe.

—El Amado Líder pensó que disfrutarías de la ironía

—¿ÉL HIZO QUÉ? —EXCLAMA MARINA.

Eli solo se encoge de hombros y mira hacia sus pies.

—El…

—Ella si te escuchó —le digo a Eli, mis labios

fruncidos—. Ella solo no puedo creer que John hiciera algo

tan completamente estúpido.

A mi lado, Nueve se levanta y patea un gran penacho de

tierra del suelo.

— ¿Qué demonios, Seis? ¿Ahora somos algo así como los

asistentes? Esto es una mierda.

Los cuatro estamos parados en un claro a

aproximadamente una milla río arriba desde las Cataratas del

Niagara. Nuestra nave robada esta aparcada a unos pocos

cientos de yardas más allá, empequeñeciendo los escasos

arboles cercanos, con su rampa de salida tan grande como

un tanque extendida. En mi periferia sigo vislumbrando la

monstruosa nave, y cada vez, tengo que resistir la urgencia

de correr y cubrirme. Es difícil asimilar que es nuestra ahora.

Marina recorre su cabello con ambas manos.

—Hablé con él sobre esto, sobre controlar su ira…

Nueve ahoga una risita.

— ¿Eso fue antes o después de que intentaste apuñalarle

la cara a Cinco con un trozo de hielo? ¿Por segunda vez?

—Después, de hecho —responde Marina secamente—.

Pensé que estaba manejando su dolor, al menos. Pero volar

completamente solo a luchar contra otra nave. Dios mío,

Seis, eso es suicidio.

—No lo sé —respondo—. Tú no lo viste allá arriba. Era

casi imparable.

—No está pensando —dice Marina, sacudiendo

enfáticamente su cabeza.

—Una parte de él realmente cree que puede hacer esto

por su propia cuenta —añade Eli—. Y la otra parte no

quiere ver que nadie más salga herido. Está convencido de

que lo mejor para todos será que él haga esto solo.

Todos quedamos en silencio por un momento,

sopesando las palabras de Eli. Es bastante obvio, al menos

para mí, que ella extrajo esos sentimientos del cerebro de

John. De ninguna manera él le confiaría algo así a ella.

—Aw, al diablo con esa mierda de la nobleza —dice

Nueve—. Esta también es nuestra guerra. Voy a patearle el

trasero cuando regrese.

— ¿Se dan cuenta de que lo que nos encargo es muy

importante también, no? —pregunto, mirando a los demás.

No quiero gastar más tiempo hablando sobre John—.

Repartir estos dispositivos de camuflaje potencialmente

salvará muchas vidas. Esta es la clave para que la humanidad

pueda ganar la guerra.

Nueve tose y se aleja. Marina lanza un suspiro y cruza los

brazos sobre su pecho, medio girándose para concentrar la

vista en el río. Eli solo se queda ahí parada, aun sosteniendo

el teléfono satelital que le dio John. Bajo la mirada hacia mi

propio teléfono, el que Sam me dio, el cual espero este

imitando la frecuencia del dispositivo de camuflaje.

Le queda diecisiete porciento de batería. Una vez eso se

acabe, de acuerdo con lo que dijo Sam, este viejo celular de

mierda olvidará las instrucciones que él le dio. Será mejor

que nos demos prisa con esta prueba.

Tan pronto como me empiezo a preocupar porque se nos

está agotando el tiempo escucho el rugido de un motor. Un

jeep sale a la vista, rebotando sobre el áspero terreno del

claro, con Lexa al volante.

Lexa frena en frente de mí y se baja, el motor queda en

marcha.

—Justo a tiempo —le digo.

—Los canadienses solo dijeron que preferirían que no lo

estrelláramos —dice Lexa encogiéndose de hombros—.

Fueron muy corteses al respecto.

—Si todo sale bien, su auto estará perfectamente —

respondo.

Adam aparece en la entrada de la nave, encima de la

rampa. Rex está parado detrás de él –-más bien escondido

detrás de él—luciendo tan tímido como un ratón. Doy unos

pocos pasos hacia la nave y les hago señas con la mano.

Mientras tanto, Nueve viene trotando para unírseme.

—¿Todo listo? —grito, poniendo ambas manos alrededor

de mi boca.

—¡Sí! —Grita Adam de vuelta—. ¡El campo de fuerza

funciona completamente!

Echo un vistazo hacia la nave. No puedo ver el campo de

fuerza desde esta distancia. Al igual que antes, cuando

estábamos volando hacia él, realmente no se puede ver la

delgada energía azul hasta que estas casi sobre ella. Me

inclino un poco más cerca de la nave. Nueve pone una mano

protectora en la parte superior de mi brazo.

—¿Qué demonios estás haciendo? —pregunta.

Miro rápidamente su mano.

—Te pregunto lo mismo.

—No querrás acercarte demasiado a esa mierda —dice

Nueve—. Una vez tuve que cuidar de Johnny hasta que

recuperó su salud después de haber chocado de frente

contra uno de esos campos de fuerza.

—Sé lo que estoy haciendo —respondo, y me sacudo su

agarre.

Me acerco a la nave tanto como puedo, justo hasta que el

campo de fuerza se vuelve visible. Luego, usando el talón de

mi zapato, trazo una línea en el césped.

—Ese es nuestro objetivo —digo al tiempo que troto de

vuelta con los demás—. Si logramos pasar el jeep más allá de

esa línea con el dispositivo de camuflaje de Sam

incorporado, sabremos que funciona.

—¿Por qué molestarse con el auto? ¿Por qué no solo

flotar el dispositivo de Sam a través del campo de fuerza con

nuestra telequinesis?” pregunta Marina.

—Sabemos que los dispositivos de camuflaje de los mogs

puede cubrir un vehículo completo —dice Lexa—. No

sabemos si el de Sam tiene el mismo alcance.

—Asumiendo que funciona —añade Nueve.

Tomo el teléfono y lo ubico en el panel de control del

jeep. Luego retrocedo y miro alrededor.

—¿Eso es todo lo que necesitas hacer? —pregunta

Marina levantando una ceja.

—Eso supongo —respondo—. Sam dijo que la cosa esta

enviando constantemente la frecuencia de camuflaje o el

paquete de datos o cómo demonios se llame.

—Paquete de datos. —Gime Nueve—. Esto es aburrido.

Saben, de hecho estoy esperando que el jeep explote para

que podamos ver algo de acción.

—Muy lindo, Nueve —dice Marina.

Lo ignoro sacudiendo una mano.

—¿Listos para empujar esta cosa?

Lexa pone sus manos en la parte trasera del jeep, el cual

sigue encendido en neutro.

—Lista —dice ella.

Todos nos quedamos mirándola. Finalmente, Nueve se

ríe.

—Aw, señorita, nosotros no empujamos de esa forma —

le dice.

Lexa regresa y nosotros cuatro —Nueve, Marina, Eli y

yo— nos concentramos en el jeep. Lo deslizamos hacia

adelante con nuestra telequinesis. El auto despide tierra y

césped, las llantas girando, moviéndose rápidamente.

—Con calma —advierto a los otros—. No queremos que

explote si golpea el campo de fuerza.

—Un verdadero voto de confianza para el trabajo de tu

novio —murmura Nueve.

Frunzo el ceño. Va a funcionar y —incluso si no lo

hace— al menos Sam está intentándolo, no está solo

quejándose acerca no poder matar cosas como Nueve. Abro

la boca para responder bruscamente, pero Marina lo hace

primero.

—¿Piensas que es solo coincidencia, Nueve, que uno de

nuestros aliados más cercanos manifestara exactamente el

legado que necesitamos para contrarrestar la invasión

mogadoriana? —Marina sacude la cabeza fervientemente—.

Es la voluntad del mismo Lorien que hayamos recibido este

don.

Con eso siento que Marina incrementa su empuje

telequinetico contra el jeep, acelerándolo a una ritmo

vertiginoso hacia el campo de fuerza. Nueve cierra la boca y

observa con el resto de nosotros. A escondidas de los

demás, cruzo los dedos.

El jeep cruza la línea que hice en el suelo.

Su parte frontal da un tirón hacia arriba como si acabara

de chocar contra un gigantesco bache. El parabrisas y todas

las ventanas colapsan hacia adentro. Se produce un resonar

magnético desde el campo de fuerza que puedo sentir hasta

en mis dientes.

Pero lo atraviesa. Mayormente intacto.

Marina y Eli dejan salir gritos de triunfo simultáneamente.

Me vuelvo para ver a Nueve y le doy una amplia sonrisa. Él

se encoge de hombros.

—Hurras para Sam —me dice.

Adam baja corriendo la rampa de la nave para examinar el

jeep. Desde el otro lado del campo de fuerza aun activo, nos

grita:

—Fue un poco brusco, ¡pero funcionó!

Adam se inclina sobre el jeep y retira el celular del panel

de control. Trata de sostenerlo entre dos dedos pero termina

dejándolo caer —incluso desde aquí, puedo decir que la cosa

esta ardiendo. Una voluta de humo se levanta desde donde el

teléfono está quemando el césped.

—Sin embargo creo que solo se puede usar una sola vez

—concluye Adam.

—Peor es nada —dice Nueve.

Emocionada, tomo el teléfono satelital de Eli y marco el

número de Sam.

—¡Sam! —Exclamo tan pronto como escucho su voz.

—¡Hola! —responde él, sonando aliviado—. Apenas nos

enteramos. ¿Chicos, realmente robaron una nave de guerra

completa?

—Eso no importa —respondo—. Pero esto sí. Escucha

—tu cosa, el celular. ¡Funcionó! Explotó justo después y tal

vez no fue el viaje más delicado al atravesar el campo de

fuerza, pero funcionó.

Escucho como Sam vitorea a lo lejos. Probablemente está

cubriendo el micrófono del teléfono con la mano.

—¡Funcionó! ¡Mi legado funcionó! —le oigo gritar a

quien sea que este en la habitación con él. Inmediatamente

se produce un clamor de voces.

—Esto es asombroso —dice Sam, hablando nuevamente

conmigo—. He hecho más desde esta mañana, solo en caso

que se necesitaran. Los otros chicos aquí piensan que, ahora

que tenemos tecnología terrestre imitando la frecuencia, tal

vez será más fácil de replicar. Ya sabes, sin necesidad de usar

un súper-poder.

—Eres un héroe, Sam —le digo con una gran sonrisa. A

mi lado, Nueve rueda los ojos, pero también está

sonriendo—. Empezaremos a entregar los dispositivos de

camuflaje muy pronto. Prepara todas tus cosas para que

podamos repartirlos.

—Lo haré —responde él—. Yo…

Un fuerte estallido en su lado de la línea corta lo que dice

Sam. En el fondo, escucho a Malcolm decir:

—¿Qué rayos fue eso?

—¿Sam? —pregunto, mi entrecejo fruncido con

preocupación.

—Hey, lo siento —me dice—. Algo acaba de explotar.

Probablemente los chicos nuevos entrenando.

Antes de que pueda responder, oigo un inconfundible

sonido de traqueteo en el lado de Sam. El ruido suena como

fuegos artificiales detonando en la distancia, pero hace

mucho tiempo aprendí lo que realmente significa ese sonido.

Son disparos.

Y no se detienen.

Ahora, las voces alrededor de Sam son murmullos. Todo

el mundo está escuchando. Sostengo el teléfono mucho más

fuerte. Siento un apretón en la boca del estómago.

—Sam, háblame.

Al escuchar la aprensión en mi voz, los otros a mí

alrededor detienen lo que están haciendo y se acercan. Las

sonrisas de nuestro exitoso experimento con la nave se

desvanecen lentamente.

—Seis. . . —la voz de Sam es apenas un susurro—.

Seis, creo que estamos bajo ataque.

DEJAN SÓLO SUFICIENTE HOLGURA EN EL

EXTREMO DEL NUDO corredizo para que no corte

inmediatamente mi cabeza. En vez de ejecutarme, hacen que

Mark sostenga la cuerda como una correa. Mientras me

arrastro hacia adelante a través de los tablones de Patience

Creek, hacia el elevador oculto que a los Mogs les tomo dos

minutos enteros encontrar, puedo sentir el collar afilado

como hojilla raspando contra mi garganta cada vez que caigo

incluso un poco más atrás.

Peor que esos recortes, es el dolor de los tres tentáculos

aceitosos que me conectan a Phiri Dun - Ra. Todo mi

costado arde como si algo en ebullición y cáustico se

derramara debajo de mi piel y se difundiera a través de mi

cuerpo. Phiri Dun - Ra camina junto a mí, ya que estoy

siendo arrastrado después de Mark. Ella juega con una

pequeña brasa de fuego de color púrpura que flota en su

palma. Puedo sentir que me está drenando. Se siente como

puntos de sutura siendo soltados y arrancados desde algún

lugar muy dentro de mí. Ella me está quitando mis legados.

El peor dolor, sin embargo, es saber lo que viene.

Muerte. Destrucción. Fracaso.

─Mark...─me las arreglo para ahogarme con un soplo de

dolor.─ Ayúdame... detenlos.

Ni siquiera vuelve la cabeza. Puedo ver en las venas el

flujo negro latiendo en su cuello, y puedo sentir al Mog

delgado, el que tiene algún tipo de control mental trabajando

sobre Mark, que está parado cerca.

Phiri Dun - Ra se ríe cuando escucha mi súplica.

─Es un gran honor que el Amado Líder visite a uno en

sueños─ dice ella. Extingue el fuego en su mano para poder

rizar el cabello de Mark. ─Este pequeño humano, demostró

tener una mente muy abierta. Él quería algo, algo que

ustedes no estaban dispuestos a darle. Quería que el Amado

Líder restaurare su pequeña amiga...

Sarah.

No dispuesto a darle. Dios mío, hubiera traído a Sarah de

nuevo de entre los muertos en un latido del corazón si

estuviera dentro de mi poder. ¿Qué Mark piensa Setrákus Ra

era capaz de eso? ¿Lo convencieron de eso?

¿Les trajo el cuerpo de Sarah?

Me las arreglo para agarrar la parte larga de la soga con

una mano. Tiro de ella, tratando de llamar la atención de

Mark.

─No lo hiciste, Mark ─gruño. ─Dime… dime que no lo

hiciste.

Phiri Dun - Ra se ríe tontamente. ─Como si el Amado

Líder desperdiciaría un regalo así en un simple humano. No,

su amigo tenía dudas. Pero para entonces, ya era demasiado

tarde. Sabíamos dónde encontrarlo. Nos vimos obligados a

interrumpir su duelo.

Paraíso. Siguieron a Mark a Paraíso. Setrákus Ra irrumpió

en sus sueños y lo manipulo, al igual como trató de hacer

con Marina y Cinco, luego lo capturaron cuando Mark entró

en razón. Supuse que había pensado en todo el mundo al

que Setrákus Ra podría haber llegado, pero me había

olvidado por completo Mark. ─No fue difícil para nosotros

conseguir tu ubicación por él, ─ continúa Phiri. ─Nuestro

pequeño humano hace lo que sea que le pidamos.

Miro el temblor de la mano de Mark en la soga. Sus

nudillos son un de blanco intenso. Sus músculos están

rígidos. Está luchando contra su control, pero es en vano.

─Te haremos como el pronto, ─me dice Phiri, y noto al

Mog delgado humedeciéndose los labios con anticipación.

─Pero primero te quiero todo para mí.

Uno de los tentáculos de Phiri se retuerce dentro de mí,

el dolor se dispara a través de mi centro y me dejo caer sobre

mi costado. Me dejan quedarme allí por un momento, sin

aliento.

Con los ojos llorosos, trato contar cuántos de ellos hay.

La habitación del frente de Patience Creek está repleta de

nacidos en tanque armados de cañones. En un rincón, han

apilados los cuerpos de los soldados que custodiaban el nivel

de la superficie. Por la mirada de ellos, murieron de forma

rápida y salvaje.

Además de Phiri Dun - Ra, diviso otros tres nacidos de

verdad aumentados.

Ahí está el Mog delgado. El que ejerce el control sobre

Mark. Se pone de pie, viendo a Mark de cerca, con sus

manos de araña entrelazadas detrás de la espalda. Si quiero

salvar a Mark, voy a tener que sacarlo del camino.

Luego está el Mog sombra. Es joven, tal vez sólo unos

pocos años mayor que Adán. A medida que observo, que

sale de una sombra como si fuera un charco de agua,

emergiendo a través del suelo. Él trae consigo un par más de

guerreros Mog. Es la forma en que son tele transportados

sin ser vistos.

─Únete al equipo en la entrada de la cueva. Nadie sale

vivo. ─ordena Phiri, y el Mog sombra desaparece de nuevo

en el suelo. El hecho de que ella está usando mi idioma no se

me pasa por alto. Phiri Dun - Ra me quiere hacer saber que

hay otro escuadrón colocado en la entrada de vehículos de

Patience Creek. Ella quiere que sepa que todo el mundo está

atrapado aquí abajo.

Ella quiere que yo sepa lo inútil que es esto.

Por último, de pie justo en frente del ascensor está el

Piken - Mog. Los otros tres aumentados que he notado al

menos en su mayor parte parecen Mogadorianos. Éste es

extravagante, con un cuerpo de tamaño normal conectado a

un torso que es completamente desproporcionado. De pie

mide cerca de dos metros y medio de altura a pesar de la

espalda encorvada, su piel es gris cuero como un Piken y

tiene los músculos llenos de esteroides para hacer juego. Sus

dedos son largos, gruesos y terminan en garras afiladas como

cuchillas. Su cabeza, está enterrada en una masa palpitante

de músculos del cuello, es de tamaño normal a excepción de

la mandíbula, que sobresale de su cara, creando una sobre

mordida con colmillos. Lo más repugnante de todo es que es

posible ver las costuras donde su pálida piel de Mog es

estirada y desgarrada en este nuevo cuerpo.

Se ve como si le doliera, y él parece que está furioso por

ello. Gruñe y se desplaza de un pie a otro, esperando una

orden.

Veo que Phiri mira una de las cámaras de seguridad. No

parece preocupada. ─Seguramente ellos saben que ya

estamos aquí, ─dice ella, luego se vuelve al Piken - Mog.

─Ve allá abajo y di hola.

El Piken - Mog responde con un gemido, a continuación,

al abrir la puerta del ascensor espía y salta abajo hasta el eje.

Pronto, a través del suelo, escucho disparos y gritos.

Con una sonrisa, Phiri Dun - Ra me mira.

─ ¿Cuántos Garde hay aquí, ¿eh? ─Me pregunta. ─

¿Cuántos de sus amigos llegare a erradicar hoy?

─Yo no… Yo no voy a decirte una mierda.

Phiri tuerce los ojos y saca una pistola fuera de su cadera.

Apunta en la parte posterior de la cabeza de Mark.

─ ¿Quieres decirme ahora? ─Me pregunta, golpeando la

base del cráneo del Mark con su arma.

Cuando siente la boca del cañón contra su cabeza, Mark

logra zafarse. Algo dentro de él, un instinto de supervivencia,

le permite luchar contra el control del Mog delgado. Deja

caer la soga, flexionando los dedos como si finalmente

tuviera sensación de vuelta en sus manos, y se vuelve a Phiri

Dun - Ra. Da un paso vacilante hacia la mujer. Eso es lo más

que puede hacer. Motas de saliva salen de sus labios mientras

gruñe, la fuerza de luchar contra el control mental

Mogadoriano es evidente. Phiri ni siquiera se inmuta.

Ella mira al Mog delgado. ─Está luchando contra ti.

—Le dará un aneurisma a su frágil cerebro antes de

vencer mi voluntad ─responde simplemente el Mog delgado.

Los ojos del Mog delgado se estrechan, y cada músculo

de Mark se pone rígido, como si hubiera sido electrocutado.

Se pone de puntillas, antinaturalmente tenso, haciendo

estallar sus articulaciones y con los dientes apretados. Él deja

escapar un grito ahogado.

— ¿Ves?, —dice el Mog delgado.

Phiri Dun - Ra enfunda su arma y se agacha sobre mí. —

La verdad es que no importa cuántos de tus amigos estén ahí

abajo. Independientemente vamos a matarlos. Solo disfruto

verte retorcer.

De cerca, la masa de fluido que sustituyo el brazo de Phiri

huele a carne podrida. Si sólo se moviera un poco más, un

poco más cerca de mi cara…

—Tu sabes, John, nuestros caminos se han intersectado

antes una vez, —continúa. —Yo estaba a cargo de las

operaciones en Virginia Occidental, cuando ayudaste a

Número Nueve a escapar. ¿Sabías eso? Que… ese

desafortunado incidente me envió a México como castigo.

Obligada a trabajar en el problema imposible del santuario.

Resulta que todo lo que tenía que hacer era esperar a que tu

idiota Loriense aparecieras.

Ella se pone de pie y extiende los brazos, los tentáculos

excavan en mí torciéndose y jalando. Me alegro por el dolor;

hace que sea fácil de ocultar mi decepción. Casi la tenía a un

tiro.

Tengo una jugada desesperada. Un truco oculto,

literalmente, bajo la manga. Los Mogs son demasiado

confiados en su control para registrarme en busca de armas.

Todavía tengo la espada de Cinco que envainé en mi

antebrazo.

Sólo necesito un momento oportuno para atacar.

— ¿Qué es lo que a los humanos les encanta decir? Todo

sucede por una razón. —Phiri se ríe, pasando. —Mira lo

lejos que he llegado, John. En cierto modo, es todo gracias a

ti.

Aprieto los dientes y la miro a los ojos. —Ustedes no

van… ustedes no van a ganar.

—Mm- hmm, Sr. Gran Héroe. Vas a encontrar una

manera de salvarlos a todos ellos, ¿verdad? —Phiri mira por

encima a Mark, todavía congelado en esa posición

incómoda, todavía temblando ligeramente mientras lucha

contra el control del Mog delgado. —Veamos.

El tentáculo enterrado en mi axila de un tirón se suelta.

Es un alivio momentáneo del dolor. Veo que la extremidad

de Phiri se retuerce a través del aire, su extremo afilado

como una daga.

No hay nada que pueda hacer. Sucede demasiado rápido.

Phiri impulsa el tentáculo en la parte inferior de la mandíbula

de Mark y a través de la parte superior de la cabeza. Hace un

espasmo, sus ojos muy abiertos, pero sin ver. Ella lo sostiene

allí por un momento, atravesado por su tentáculo, de modo

que yo pueda echarle un vistazo. Luego lo tira libre y deja

caer el cuerpo de Mark en el suelo junto a mí.

Grito. Por la ira, por el dolor, por el terror.

—Oh al fin, —me dice Phiri.

Me cierro la boca. No puedo quitar mis ojos del cuerpo

de Mark, sus ojos muertos mirándome directamente a los

ojos. Esto es mi culpa.

Al diablo con esto. Si voy a morir, que sea en mis

términos.

Con una ráfaga de movimiento, hago estallar la hoja de

Cinco de su vaina en mi antebrazo y rebano a través de los

dos tentáculos que todavía me penetran. Ella grita y

retrocede. Los supurantes apéndices chisporrotean cuando

golpean el suelo. Ya, apenas segundos después de que los

corto, los tentáculos comienzan a regenerarse.

Tenía la esperanza de que mis legados vinieran

inundándome de nuevo. Este no es el caso. Todavía hay

restos de Phiri Dun - Ra retorciéndose dentro de mí. Puedo

sentir mi legado de curación tratando de entrar, tratando de

luchar contra ellos. Me pongo de pie intentando generar una

bola de fuego o para encender mi visión de piedra. Esos

poderes no responden. Ellos ponen demasiada tensión física

en mi cuerpo, que todavía está demasiado drenado desde el

ataque.

Un nacido en tanque me da un cachazo en la cabeza con

su pistola. Estoy cayendo de vuelta al suelo. El tiempo

parece ir más despacio.

Mi telepatía. Al menos puedo usar eso. A pesar de que mi

cuerpo se debilita, mi mente es sonido.

Tan pronto como abro mi mente, me estremezco. Hay

mucho miedo y dolor que se irradia desde los subniveles de

Patience Creek que se filtran cuando uso la telepatía. Me

endurezco, concentrándome en alcanzar una mente que me

alivia que aún está por ahí.

¡Sam! Le grito telepáticamente.

Puedo sentir dónde está. Corriendo por un pasillo,

Malcolm junto a él, un puñado de científicos y soldados a

ambos lados. Sam tiene un gran peso en la espalda, un

paquete lleno de electrónica al azar, en su mayoría teléfonos

celulares.

Su experimento con su legado tecnológico. Debe haber

funcionado. Y ahora podría estar condenado...

¿John? ¿Estoy alucinando esto? Sam piensa.

No, yo estoy arriba.

Oh, gracias a Dios-

Me tienen, le digo a Sam. Mark los condujo hasta aquí. No por

elección. Tienen Leg-aumentos.

Mierda —Mark —nos está atrapando aquí abajo.

Pensamientos de Sam vienen en una ráfaga confusa. Tengo

la sensación de que él derrapa en una parada, Malcolm

agarrándolo por el brazo. Voy a ayudarle, John. ¡Ya voy!

¡No! Pienso de nuevo, sopesando las posibilidades de Sam

contra los Mogs frente al valor de lo que él lleva, la

importancia de preservar su legado. Podría ser la mejor

esperanza de la humanidad. Tienes que escapar! Hay una

gran cantidad de ellos en la salida del metro, pero creo que la

mayor parte de los que tienen poderes están conmigo.

Encuentra una manera de atravesar y…

No logro terminar ese pensamiento. Una sacudida fresca

del dolor apuñala a través de mí, los tentáculos de Phiri

hacen tres nuevos agujeros en mi espalda. Solamente unos

segundos han pasado. Una vez más, mis legados se sienten

fuera de alcance. Un grupo de nacidos en tanque me clavan

en el suelo y me quitan la espada de Cinco.

—Buen intento, —Phiri dice con una sonrisa de regodeo.

Ella toma el extremo de la soga que dejo Mark, y me preparo

para lo que sigue. Phiri parece saber exactamente lo que

estoy esperando, porque su sonrisa sólo se ensancha. —Oh

no, John. Tú no vas a morir todavía.

Ella me arrastra hacia adelante. Me apresuro detrás de ella

ya que la alternativa es una garganta degollada.

El ascensor está a la espera y abierto. Hay un charco de

sangre fresca en el suelo y abolladuras en sus paredes. El que

estaba defendiendo el ascensor en la planta baja debe haber

caído presa del Piken - Mog.

—Ven, vamos a ir a saludar a tus amigos, —dice Phiri.

Phiri, el Mog delgado y una escuadrilla de nacidos en

tanque me rodean en el ascensor. Descendemos unos pocos

pisos. Trato de echar un vistazo para saber exactamente

donde estamos, pero no puedo estar seguro. Todas las salas

de aquí abajo se parecen. ¿Dónde están Lawson y Walker?

¿La Garde humana? ¿Sam y Malcolm?

Espero que estén en un piso diferente. Espero estén

encontrando una salida.

Un nacido en tanque toma la iniciativa, Phiri y el Mog

delgado detrás de ellos, y me veo forzado a arrastrarme junto

Phiri. Ellos no encuentran ninguna resistencia fuera del

ascensor. Pasamos por unos cuerpos (soldados) que han sido

prácticamente rasgados miembro a miembro.

—Espero que deje algunos para nosotros, —dice el Mog

delgado secamente.

Los primeros disparos se producen cuando doblamos una

esquina. Un puñado de marines se puso en cuclillas en una

zona de cocina y logran matar a tiros a unos pocos nacidos

en tanque. Los Mogs devuelven el fuego, pero los soldados

han arrojado los muebles en el pasillo y para ponerse a

cubierto detrás de ellos.

—Atrápalos, —dice Phiri Dun - Ra.

El Mog delgado sonríe. Él ahueca sus manos delante de la

boca y sopla hacia fuera. Esporas negras diminutas se

levantan de sus palmas y flotan por el pasillo. Trato de gritar

una advertencia, pero Phiri gira sus tentáculos dentro de mí.

Los soldados no están en absoluto preparados para este tipo

de lucha. ¿Cómo podrían estarlo? Yo nunca he visto algo

así. Las esporas se dirigen directo a ellos, como si tuvieran

mente propia, deslizándose a través de las brechas de la

barricada. No puedo ver exactamente lo que sucede, pero

puedo oír ruidos arcadas. Entonces, silencio.

El Mog delgado hace un movimiento de elevación con las

manos, y los marines se levantan como uno. Vetas negras se

han extendido debajo de la piel de la cara. Se mueven de la

misma manera que Mark, como marionetas, sus ojos

completamente aterrados mientras sus cuerpos ejecutan las

órdenes del Mog delgado.

Ahora, la escuadra de marines está a la cabeza de los

Mogadorianos.

Pronto, nos encontramos con otro grupo de soldados que

tratan de bloquear un pasillo. Ellos dudan, al ver a sus

amigos caminar hacia ellos.

—Mátenlos, —susurra el Mog delgado.

Sin dudar, la mente controlada de los marines da rienda

suelta sobre sus compañeros, disparando

indiscriminadamente. Los Mogs nacidos en tanque miran

con alegría. El pasillo se llena de humo de los disparos. Phiri

Dun - Ra se ríe cuando miro a otro lado.

— ¿No es divertido?, —se pregunta.

De repente, el rifle de asalto de todos los marinos en

control mental es arrancado de sus manos por una fuerza

invisible. Los nacidos en tanque elevan sus desintegradores y

son desarmados súbitamente también.

Telequinesia.

Es como Nueve les enseñó. Desarmar a sus oponentes.

—Maldita sea, —escucho la voz de Nigel. — ¡Cuidado,

Ran, esos son amistosos!

Un momento más tarde, cuando estalla el pasillo, sé que

la chica japonesa no escuchó.

Ran debe haber lanzado uno de sus proyectiles con carga,

porque los cuerpos vuelan por todas partes. Algunos de ellos

son los soldados mentalmente controlados y algunos de ellos

son nacidos en tanque, muchos de estos últimos se

desintegran por la fuerza. Me tiro hacia atrás también, y

como resultado puedo sentir la soga excavando en mi cuello,

la sangre caliente se derrama abajo por mi hombro. Sólo

estoy vivo porque el impacto ha causado Phiri Dun - Ra

soltara la correa.

Mis oídos pitan. El pasillo está aún más lleno de humo

que antes. Veo al Mog delgado y algunos nacidos en tanque

desarmados ponerse a cubierto en una habitación vacía en el

pasillo. Trato de arrastrarme lejos, pero los tentáculos de

Phiri están todavía perforándome. Ella no está a la vista y

todavía estoy atascado con ella de alguna manera.

Al menos puedo deshacerme de este lazo. Lo alcanzo

para sacármelo.

Espera.

No me veo. No puedo ver mis manos, mis brazos, mi…

Somos invisibles.

Phiri Dun-Ra está usando mi legado. Ella está

haciéndonos invisibles.

Parpadeamos de nuevo a la visibilidad por un momento.

El control de Phiri es inestable. Pero ella me ve jugar con la

soga del cuello, e inmediatamente sus tentáculos se retuercen

dentro de mí. Mis manos caen lejos de mi cuello y me toma

por mi sección media.

Entonces somos invisibles de nuevo.

Como el humo empieza a aclararse, veo Ran y Nigel

avanzar poco a poco en su camino por el pasillo. Fleur y

Bertrand están con ellos también. Todos ellos están armados

con rifles de asalto a excepción de Ran; ella tiene una vieja

novela de bolsillo apretada en sus manos, brillante, cargada

con su legado explosivo. Ya tienen un montón de rasguños y

cortes, y todos ellos se ven bastante inestables.

Están caminando hacia mi derecha, lo que significa que

están caminando hacia la derecha Phiri Dun-Ra.

—¡Cuidado! —Grito. — ¡Devuélvanse!

Juntos, saltan con el sonido de mi voz.

Pero ellos no me pueden ver.

Y ahora es demasiado tarde.

Phiri Dun-Ra aparece de la nada. Yo también, y el verme,

con una correa, empalado, a cuatro patas, es exactamente la

distracción que los Mogs necesitan. Los cuatro Garde

humanos me miran en estado de shock y terror. Incluso Ran

permite que el resplandor se desvanezca de su proyectil.

—¿Jo-John? —Tartamudea Nigel, con los ojos abiertos.

—¡CORRE!, —grito en respuesta, a pesar de que sé que

es demasiado tarde.

Antes de que los demás puedan actuar, Phiri Dun-Ra

descarga.

En primer lugar, extiende la palma de la mano hacia

Fleur. Seis carámbanos, puntiagudos y filosos, el agua

congelada no es clara como cuando Marina o yo utilizamos

este legado, pero estas están teñidas de un color óxido feo, y

como cohete van al pecho de Fleur. La chica se arruga con

un jadeo que es mojado con sangre.

—¡No! Fleur! —grita Bertrand. El niño trata de hacer

algo heroico. Él se agacha y agarra a Fleur por los hombros,

intentando sacarla del peligro.

Phiri Dun-Ra los envuelve a ambos en una bola de fuego,

las llamas teñidas de púrpura y con olor a neumáticos

quemados.

Estas son versiones corrompidas de mis legados que está

usando para matar a la Garde humana que fui lo

suficientemente estúpido para invitarlos aquí. Los jure

entrenar y proteger. Quiero cerrar los ojos y dejar de ver.

—¡Perra! —grita Nigel, sus ojos se llenan de lágrimas. Se

las arregló para levantar su arma, pero Phiri Dun - Ra tuerce

el cañón hacia abajo con la telequinesis. Cuando aprieta el

gatillo, el arma se vuelve en contra en sus manos. Nigel grita.

No estoy seguro de dónde ha golpeado o lo mal que esta (no

importará en un momento).

Excepto que allí esta Ran. Por suerte, Nigel tropieza hacia

atrás en ella. Ella lo agarra por el pescuezo y lo arroja abajo

en un pasillo contiguo. Con una mirada de despedida a mí,

Ran hace lo que le dije. Ella corre, empujando a Nigel herido

a medida que va, justo por delante de otra de las bolas de

fuego de Phiri Dun - Ra.

Ella va tras ellos, pero pongo todo mi peso. Sus

tentáculos cavan más profundo en mi cuerpo, y puedo

saborear la sangre en la boca. Sin embargo, la freno, y

sabiendo que ella me necesita mantenerse en contacto

conmigo para mantener mis legados robados, ella no les da

caza.

—Sólo estas retrasando lo inevitable, John, —dice ella.

Phiri mira hacia abajo a los dos cuerpos —Bertrand y Fleur,

apenas reconocibles, su piel esta carbonizada y negra —un

nuevo tentáculo sobresale de su masa de brazos aceitosa,

sondeándolos. Ella suspira. —La chispa en estos dos apenas

había comenzado aún, ¿eh?

—Los escogiste antes de que estuvieran maduros, —dice

el Mog delgado mientras él y el otro nacido en tanque salen

de la habitación donde se habían puesto a cubierto. El

nacido en tanque registra alrededor, agarrando sus pistolas.

Phiri Dun-Ra recoge mí correa —Nunca la saque de mi

cabeza —y el Mog delgado se encoge de hombros. Ella me

mira. —Me pregunto, ¿es así como se sintió tu camino en la

matanza través de nuestro buque de guerra? — Ella hace un

sonido que está cerca de ronroneo. — ¿Disfrutaste tanto

como estoy disfrutando de esto?

Ella le da a mi soga un tirón, y nos estamos moviendo de

nuevo. Como ella me arrastra más allá de Bertrand y Fleur,

los alcanzo. Sé que es inútil (estoy separado de mis legados,

siempre y cuando Phiri Dun-Ra me controle) pero albergo

una esperanza desesperada de que de alguna manera voy a

ser capaz de empujar un poco de mi legado de curación en

ellos. Mis dedos apenas se las arreglan para rozar el hombro

de Fleur; no pasan nada, y entonces soy obligado a seguir

adelante.

Nos dirigimos por el pasillo, por donde Nigel y Ran

huyeron, el nacido en tanque una vez más va a la cabeza. En

este punto, la única cosa que puedo hacer para ayudar es

enlentecer el ritmo de los Mogs. Haciendo caso omiso del

roer del collar, sigo la marcha de Phiri tan lentamente como

puedo.

No es del todo una estrategia defensiva, soy consciente de

que mi visión comienza a nadar. Estoy perdiendo mucha

sangre. En un momento dado, me caigo en los codos y

escucho que algo en mi hombro se rompe. Hay tanto dolor y

estoy muy desorientado, ya ni siquiera estoy seguro de dónde

estamos en Patience Creek.

No puedo creer que así es cómo terminara.

Se escucha el sonido de luchas fuera alrededor de toda la

base. A lo lejos, soy consciente de los disparos y los gritos.

Los ecos de las batallas perdidas en las inmediaciones. Nos

ceñimos a los pasillos silenciosos, cazando rezagados.

—Allí!, —grita el Mog delgado.

Miro hacia arriba justo a tiempo, mirando por entre las

piernas de Phiri Dun - Ra, como patina una persona solitaria

a la vista. El nacido en tanque inmediatamente apuntar y

abre fuego abierto.

—¡Mierda! —Sam grita mientras se sumerge para

cubrirse a la vuelta de una esquina.

Oh no. No Sam. Por favor, no Sam. No quiero ver esto.

No corrió como se lo dije. Él no escapó. Está solo ahora.

No sé qué le pasó a Malcolm y los otros científicos, a las

Chimæraes que estaban con ellos, pero no puedo ayudar solo

imaginar lo peor. Antes de que desaparezca de vista, me he

dado cuenta de que Sam no lleva más la pesada mochila. Tal

vez la escondió en alguna parte, o tal vez se perdió durante

los combates.

El nacido en tanque va tras Sam. Tienen que saltar hacia

atrás cuando se utiliza una pistola láser para cegar con fuego

desde la esquina.

— ¿John?, —grita. — ¿Eres tú?

—Sam… —Yo suspiro débilmente. —Sam, sal de aquí.

—Voy a salvarte, John!, —grita de nuevo.

Phiri Dun-Ra se ríe. —Oh, que conmovedor. Consigue a

éste y tráiganmelo. Quiero hacerlo lento.

Según lo ordenado, los guerreros van disparados

descuidadamente a la vuelta de la esquina. Phiri, el Mog

delgado, un puñado de nacidos en tanque y yo no quedamos

en la retaguardia, a salvo de cualquier fuego láser. Puedo oír

los pasos de Sam golpeando por el pasillo, corriendo lejos de

sus atacantes.

—Fuera luces!, —grita sin aliento. — ¡Fuera luces!

Los halógenos del techo se apagan por orden de Sam.

Ahora sólo el fuego desintegrador Mogadoriano ilumina el

camino. Phiri gruñe con impaciencia.

Tengo la sensación de que Sam nos lleva a alguna parte.

Giro la cabeza de lado a lado, tratando de averiguar dónde

estamos. Es difícil en la oscuridad, y en los destellos de luz

del fuego láser, todo lo que puedo distinguir es una serie de

puertas idénticas cerradas.

Durante los alegres gritos Mog y descargas

desintegradores, escucho un fuerte sonido metálico, como

un pesado cerrojo que es abierto. Más adelante, una puerta

cruje abierta. ¿Sam se encerró en alguna parte? ¿Lo hizo con

seguridad?

De pronto, el pasillo oscuro se hace una zona mucho más

tranquila. Los disparos se detienen. Escucho un gruñido de

dolor seguido de un ruido como una bocanada de aire que se

exhala.

Ese es el sonido que hace un nacido en tanque cuando se

convierte en cenizas.

Phiri Dun-Ra y el Mog delgado intercambian una mirada.

Nos detenemos cuando el grupo a la cabeza se queda en

silencio.

Desde la oscuridad, escucho golpes metal contra metal.

Rítmico y con eco.

Clang. Clang. Clang. Clang. Clang

Suenan como aplausos.

Con Phiri Dun-Ra distraída, me las arreglo para

arrodillarme. Ahora me doy cuenta donde nos encontramos.

Esas habitaciones idénticas en ambos lados de mí son celdas.

Sam no estaba cerrando una puerta.

Él estaba abriendo una celda.

—Usted parece bastante buena matando, señora, —una

voz familiar gruñe desde la oscuridad.

Phiri Dun-Ra pone su mano en frente de ella y crea una

bola de fuego que ilumina todo el pasillo. Luego toma un

paso involuntario hacia atrás.

Cinco está parado en el medio del pasillo a unos diez y

ocho metros de distancia. Él lleva nada más que sus

calzoncillos de algodón y una bata abierta. En una mano

sostiene una pistola Mogadoriana, que golpea contra el lado

de la cabeza, creando el sonido del timbre metálico.

Cada pulgada de su cuerpo carnoso ha tomado el mismo

brillo como aleación de pistola de metal gris del

desintegrador. En su otra mano sostiene un guerrero Mog

por la garganta. Con un apretón, Cinco le rompe el cuello, el

Mog se hace polvo en su mano, que luego Cinco frota sobre

su pecho desnudo. La llama de la bola de fuego de Phiri Dun

- Ra se refleja en el ojo restante, ancho y trabado. Cuando

habla, es a través de una disparatada amplia sonrisa.

—Vamos a ver cuál de los dos es mejor.

APRIETO MIS MANOS EN EL RESPALDO DE LA

SILLA DE LEXA al tiempo que me inclino sobre su

hombro. A través del parabrisas de la nave, veo las copas de

los arboles pasar volando, los caminos debajo son un

borrón. Incluso aquí dentro, el sonido del viento a través del

casco de la nave es fuerte, un rugido constante.

—¿Esta cosa no puede ir más rápido? —le pregunto a

través de mis dientes apretados.

Lexa da media vuelta de sus controles para darme una

mirada, como de, ¿me estas preguntando eso en serio?

Hay un pequeño triangulo rojo parpadeado en su consola.

Va demasiado rápido. Podría quemar los motores si continúa

a este ritmo.

No me importa. Necesitamos regresar a Patience Creek.

Necesitamos regresar allí ahora mismo.

En el asiento del copiloto, está parado BK con sus patas

delanteras en el tablero de control. Su peludo cuerpo

erizado, espalda recta, mostrando los dientes. Es una flecha

apuntando a Patience Creek. Sabe que nuestros amigos están

en problemas; tal vez tiene laguna clase de sentido animal

sobre la gravedad de la situación.

Perdimos nuestro contacto con Sam poco después de que

nos dijo que Patience Creek estaba bajo ataque. Antes de que

se cortara la comunicación, pude escuchar el sonido de

disparos y gritos, todos humanos.

Los Mogs no gritan realmente, supongo.

Una vez que perdimos la conexión con Sam, no pudimos

tenerlo de vuelta al teléfono. Aun peor, no pudimos

contactar a nadie en ninguno de los números que tenemos

de Patience Creek. Tampoco pudieron los Canadienses

cuando les pedimos ayuda.

Y eso nos trae aquí, volando en esta maldita nave hacia

otra tragedia más.

Echo un vistazo detrás de mí, al compartimiento de los

pasajeros. Nueve se pasea de adelante hacia atrás.

Continuamente levantando los puños como si fuese a

golpear algo, y luego lanzándolos de vuelta hacia sus

costados en un gesto de rabia. No ha parado de moverse

desde que todos subimos a bordo. Le gritaría que se quedara

quieto si no me estuviese sintiendo exactamente de la misma

forma. Completamente inútil.

Marina y Eli están sentadas en el lado opuesto de cada

una. Eli tiene los ojos cerrados, tratando de usar alguna clase

de magia telepática. Tiene la cara en tensión y hay un punto

de sangre bajo su nariz. Marina capta mi mirada y sacude la

cabeza ligeramente.

—Ya no es tan fuerte como era antes, —dice Marina

suavemente.

He notado que el brillo de energía Loriense que rodeaba a

Eli después de que se lanzara en la fuente de energía de la

Entidad se ha ido desvaneciendo gradualmente durante los

últimos días. Luce especialmente apagado después de que

ella reactivó la piedra de Loralita en las cataratas del Niagara.

En aquella reunión con Lawson, ella fue capaz de espiar a

Setrákus Ra telepáticamente estando a cientos de kilómetros

de distancia. Ahora, tratar de alcanzar Patience Creek con su

mente parece demasiado esfuerzo.

—Que mejor momento, —digo.

Marina extiende un brazo y aprieta mi mano. —Sam va

estar bien, —me dice ella.

Me toco el puente de la nariz. —Si claro. Tú no sabes

eso.

— Es el destino, Seis. Lorien no le habría dado esos

legados —a él o a ninguno de los otros humanos que se han

unido a nuestra pelea —si ellos no estuviesen destinados a

jugar un rol importante en la batalla final.

—Tú tienes muchísima más fe de la que yo tengo, —le

digo a Marina amargamente. —Todo esto es al azar, si me

preguntan. Quiero decir, si tener Legados es obra del

destino, ¿cómo explicas un pedazo de mierda como Cinco?

¿O Setrákus Ra?

—Yo… —Marina sacude la cabeza sin saber cómo

responder.

Eli abre los ojos, respira profundamente y se limpia la

sangre de la nariz. Luego me mira y niega con la cabeza.

—Aún estamos demasiado lejos, —dice. —No puedo

alcanzar a nadie. No sé lo que está ocurriendo.

—¿Qué hay de John? —pregunto. —¿Pudiste localizarlo?

—Lo intenté, —responde ella. —Él también se encuentra

fuera de alcance.

Me muerdo los labios para contenerme de gritar por la

frustración. Vaya momento tan terrible el que escogió John

para salir corriendo por su propia cuenta. No es como si él

pudiera haber sabido que los Mogs fueran de alguna forma a

seguirnos a Patience Creek, pero maldición, lo necesitamos

con nosotros justo ahora.

—¿Puedes algo así como —le hago señas a Eli —sacarle

el jugo a tu poder? ¿Sumirlo en un sueño como lo hiciste

antes?

—Eso no… —Eli frunce el entrecejo y aparta la mirada

de mí. —Mi encuentro con Legado, el poder que obtuve,

supongo que solo fue temporal. Estoy regresando a la

normalidad, y la energía está volviendo a donde pertenece.

Me paso los dedos por el cabello y masajeo mi cuero

cabelludo. —Así que eso es un no.

Un pitido agudo desde la cabina de pilotaje llama mi

atención. —Esa es nuestra nave de guerra, —Lexa me llama

de vuelta. —Están tratando de abrir un canal de

comunicación.

Dejamos a Adam, Dust y Rex atrás en las cataratas del

Niagara, operando la nave lo mejor que pueden con una

tripulación de dos personas. Nos están siguiendo detrás,

pero en términos de velocidad, esa gigantesca nave no es

capaz de igualar la pequeña nave de Lexa.

Salto de vuelta a la cabina al tiempo que Lexa oprime un

botón que proyecta una imagen holográfica de Adam en una

esquina del parabrisas. Está parado en la elevada plataforma

de mando de la nave, y con nada más que vacío detrás de él.

Se ve pequeño y fuera de lugar. Estoy esperando que

pregunte si hemos recibido alguna respuesta de Patience

Creek. Sin embargo, tan pronto como Adam me ve, empieza

a presionar botones en la consola que tiene al frente.

—Chicos, voy a enviarles una transmisión, —dice Adam

en tono grave, y en un apuro. —Esto está siendo

transmitido en vivo ahora mismo.

—¿De qué estás hablando? —pregunto, confundida. Solo

no registro la idea de que pudiera haber algo mucho más

urgente que ir a donde nos dirigimos.

—Cada una de las naves en la flota está recibiendo esto,

—dice Adam. —y por lo que puedo decir, él ha hackeado

cada uno de los satélites que aún se encuentran activos para

transmitir a los canales de noticias restantes también.

—¿Quién…?

Antes de poder terminar mi pregunta, Adam pasa a un

lado de la pantalla. La nueva imagen me corta la respiración,

y tengo que sentarme en el brazo del asiento de Lexa.

Es Setrákus Ra. Vivo y completamente bien.

—¿Acaso no he sido paciente? —pregunta, sus oscuros

ojos mirando directamente a la cámara.

La toma de Setrákus Ra es del pecho hacia arriba. Está

sentado en un ornamentado asiento que puede describirse

mejor como un trono. A sus espaldas, puedo ver la pared de

piedra de una caverna. Lleva puesta una camisa roja como la

sangre, botones abiertos más abajo de la mitad de su

esternón. Es un estilo ridículo, pero también es un mensaje.

Un mensaje para mí.

No hay cicatriz en su pecho. Ninguna marca. Nada.

—Mis naves permanecen suspendidas sobre sus ciudades

más importantes en el mundo. Ya debería estar claro que su

planeta está acabado. Y aun así, se siguen resistiendo…

El tono de Setrákus Ra es uniforme y condescendiente.

Marina, Eli y Nueve se agrupan detrás de mí mientras él

prosigue.

—¿Se hizo cirugía plástica o algo? —pregunta Nueve. —

¿Qué le paso a su cara?

Miro más de cerca. Los rasgos de Setrákus Ra continúan

tan marcados como siempre, su cabeza sigue rapada, la

cicatriz purpura en su cuello todavía hinchada. Piel pálida,

ojos oscuros, y aun así… Luce menos demacrado que la

última vez que lo vi.

Ya no luce tan viejo o ni cercano a monstruoso. Luce

mucho más como la versión joven de Setrákus Ra que todos

vimos en la visión de Eli.

—Él puede cambiar de forma, ¿no? —pregunta Marina.

—No, —responde Eli. —El cetro que usaba para hacerlo

quedó destruido en Nueva York. Esto… esto es algo más.

—Lorien, —digo. —Tiene que ser por la energía

Loriense que robó.

—Le di a la humanidad un ultimátum, —continua

Setrákus Ra. —Rendirse incondicionalmente y entregarme

aquellos humanos infectados con legados. Únicamente los

sabios líderes de Rusia vieron la sabiduría en mis palabras.

Solo ellos entendieron que estos legados que ahora afectan la

humanidad son un mal, algo contagiado por una especie

alienígena que fue extinguida por su propio exceso de

orgullo y confianza. Son una enfermedad que únicamente yo

puedo curar.

—Yo no soy un maldito alien extinto, —gruñe Nueve.

Setrákus Ra pone una mano sobre su pecho, como si

estuviese sintiendo alguna emoción. —Yo entiendo lo difícil

que pueden ser los cambios de paradigmas. Entiendo que

reconocer la sumisión de la humanidad es problemático para

los no iluminados. Yo no soy un monstruo. No deseo ver

sus ciudades arrasadas, derramar sangre innecesariamente, y

por lo tanto permití que la fecha límite que establecí

caducara. Le di tiempo a la humanidad para entrar en razón.

Les mostré misericordia.

Setrákus Ra se inclina hacia la cámara, e instintivamente

retrocedo de la pantalla.

—No más, —dice él, su tono voz repentinamente frío.

—Esta transmisión está siendo enviada simultáneamente a

todos los capitanes de mi flota. Mis leales seguidores, la

humanidad se ha rehusado a aceptar el Progreso

Mogadoriano. Debemos enseñarles el camino. Los

guiaremos hacia la iluminación a través del fuego y la sangre.

Marina se cubre la boca con ambas manos. Eli mira como

puñal a la pantalla. Lexa se enfoca en pilotar, llevando los

motores de la nave más allá de sus límites. Nueve aprieta los

puños, sus nudillos crujiendo. Yo miro fijamente el punto

donde herí a Setrákus Ra en el pecho, donde casi lo maté.

No lo suficiente. Nada fue lo suficientemente bueno.

Setrákus Ra respira profundamente y grita. —¡Todas las

naves! ¡Abran fuego!

CINCO VUELA HACIA NOSOTROS A TODA

VELOCIDAD. El sostiene su pistola de rayos con él, sin

molestarse en disparar. Golpea la línea de guerreros Mog

como un torbellino, derrumbando sus cráneos con el mango

de su arma. A medida que desintegra a un Mog, agarra una

segunda pistola de la mano que se desintegra del Mog.

Cuando uno de los guerreros intenta saltar sobre su espalda,

Cinco lanza un codazo feroz, su caparazón metálico causa

un resonante crujido. Empuja a un Mog atrás con su

telequinesis, le hace rebotar contra la pared, y luego le da

cabezazos contra el suelo.

Nunca he estado tan feliz de ver Cinco.

—¡Traidor! El Amado Líder te dio todo! —Phiri Dun-Ra

le grita a Cinco. Ella desata una bola de fuego hacia su

dirección. Cinco regatea a un lado — su bata de baño se

incendia — pero el calor no daña su piel metálica.

—¡No me diste nada! —Cinco grita y arroja una de sus

pistolas de un extremo a otro a Phiri. Golpea a la derecha

entre los ojos y la deja noqueada en sus pies. La sangre

oscura cubre su cara, su nariz está rota.

Si yo fuera Phiri Dun-Ra, habría agarrado la pistola con

mi telequinesis, sin ningún problema. Me doy cuenta de que

sólo porque Phiri es capaz de robar mis legados, no quiere

decir que sabe cómo usarlos. Ella está atacando con un

legado a la vez, tratando de hacer el mayor daño sin hacer

nada para defenderse.

Me da una abertura.

Con Phiri aturdida, envuelvo mis manos alrededor del

nudo de la soga y tiro de esta fuera de su alcance. Lo saco de

mi cabeza antes de que cualquiera de sus compinches me

pueda detener. La mayoría está demasiado distraídos con

Cinco de todos modos.

Ahora sólo debo sacar sus tentáculos que me perforan de

mi espalda.

Phiri empuja hacia arriba sus codos, sacudiéndose del

golpe de Cinco. Me lanzo hacia adelante desde las rodillas y

conduzco mi antebrazo derecho a su garganta, tratando de

derrumbar su tráquea.

Ella gorgojea una vez y luego reacciona. Siento una

sensación de desgarro en la espalda ya que los tentáculos de

Phiri me levantan de ella. Me vuelcan y me envían

directamente hacia arriba, de cara contra el techo y luego de

vuelta al suelo.

Estoy aturdido, el viento golpea fuera de mí, un diente

flojo en mi boca. Todavía estoy enganchado a Phiri Dun-Ra.

Puedo escuchar su tos, así como el sonido sordo de Cinco

apaleando para hacerse camino a través de un escuadrón de

nacidos en tanque.

Cuando mis ojos finalmente se concentran, veo que el

Mog delgado se acerca a los límites de la batalla. Ahueca sus

manos delante de su boca y exhala otra nube de esas

esporas que utilizó para el control de la mente de Mark y los

soldados. En la oscuridad del pasillo, la única luz que brilla

es la bata de Cinco ardiendo, las esporas parecen una nube

de arañas.

—Cinco! —Me las arreglo para gritar, saboreando algo de

mi sangre. —¡Cuidado! No respires aquello!

Cinco golpea uno de los últimos nacidos en tanque en el

suelo justo cuando termino mi advertencia. Gira la cabeza,

confundido, y ve las esporas que van hacia él. Su pecho se

hincha mientras trata de contener la respiración, pero ya

están todas sobre su boca y su nariz. Se mueven con una

mente propia, forzando su camino hasta su nariz y por sus

labios.

No. Si controla la mente de Cinco, todo se habrá perdido.

Nadie va a sobrevivir en este lugar.

Trato adelantar al Mog delgado, pero los tentáculos de

Phiri todavía están cavados en mi espalda. Estoy demasiado

débil.

Las venas negras reveladoras ya se están extendiendo por

la cara de Cinco. Su agarre se afloja en su pistola, y su piel

vuelve a la normalidad. Su espalda se arquea mientras la bata

quemándose entra en contacto con la piel normal.

—Sí…, —el Mog delgado manda. —No luches contra él.

Cinco le da una mirada asesina al Mog delgado. Él está

congelado en su lugar, sin embargo, sus músculos están

temblando, fuera de su control.

—Oye.

El Mog delgado se las arregla para dar media vuelta al

sonido de la voz. Sam, después de haber deslizado fuera de

una de las celdas cercanas, aprieta el gatillo de un cañon en

quemarropa. El disparo se estrella en la parte posterior de la

cabeza del delgado Mog limpiamente. El pasillo de repente

se llena de las esporas, como un estallido de piñata. Es como

si toda la cabeza del Mog delgado estuviera llena con

crecimientos mohosos, las cosas ahora están flotando

inofensivamente en el piso, donde se marchitan y se

convierten en cenizas.

Confundido, Cinco estornuda y escupe, sacudiéndose el

apoderamiento del Mog delgado.

—John, —comienza a decir Sam, pero luego sus ojos se

ensanchan, y se sumerge de nuevo en la celda, justo por

delante de una pieza irregular de hielo de color oscuro.

Phiri Dun-Ra está de nuevo de pie. Ella me tambalea

hacia ella usando sus tentáculos. Con la mayor parte de sus

refuerzos muertos, sus ojos son de repente salvajes y

desesperados.

—Extracción! —grita en un auricular. —Necesito una

extracción!

Cinco aprieta el piso sobre ella, agarrándola por el cuello

con las dos manos. Su piel es moteada blanco y negro como

las baldosas del suelo. Phiri deja una gota de fuego suelta en

la cara de cinco, pero sólo se chamusca su caparazón y lo

hace enojar más. Sus manos se aprietan alrededor de su

cuello.

Es un alivio cuando uno de los tentáculos de Phiri se

desliza fuera de mi espalda. Esa sensación no dura mucho

tiempo.

Phiri azota su apéndice aceitoso alrededor del cuello de

Cinco y lo levanta del suelo de modo que sus pies ya no

tocan el suelo de baldosas. Su piel pierde su capa endurecida

(ahora está de vuelta a la normalidad) y Phiri es capaz de

exprimir su garganta cerrada con su tentáculo.

Ahora es Cinco quien respira con mucha dificultad.

—Vamos a ver lo que tienes para mí, muchacho, —dice

Phiri. El extremo afilado de sus tentáculos abofetea la cara

de Cinco, buscando el espacio del ojo vacío. Va a unirse a

Cinco como se ha unido a mí.

Eso es cuando veo la hoja de Cinco abandonada en el

suelo. Uno de los Mogs convirtiéndose en cenizas debió

haberlo llevado cerca.

—Cinco!, —grito, tratando de llamar su atención ya que

comienza a ponerse azul. Estiro mi pierna todo lo que puedo

y pateo la hoja hacia él. Espero que pueda escucharla

deslizándose por el suelo.

Antes de Phiri pueda conectarse con Cinco, este utiliza su

telequinesis para tomar su espada y atar la correa a su brazo.

Es tan natural, me da la sensación de que no es la primera

vez que Cinco práctica ese movimiento. Y lo que viene

después... bueno, sé que Cinco tiene experiencia en esta

área...

Con alegría maníaca, Cinco apuñala a Phiri Dun-Ra. Él

corta a lo lejos al tentáculo alrededor de su cuello hasta que

sea nada más que pulpa y que sea capaz de dejarlo caer al

suelo. Su piel adquiere una textura endurecida de nuevo,

justo a tiempo para absorber un estallido desesperado del

fuego de Phiri. Sin inmutarse, Cinco va directo a la masa de

lodo pegada a su hombro, mutilando hasta que los

tentáculos caigan al suelo y se conviertan en cenizas. Phiri

grita de frustración, así como su apéndice enfermo ha vuelto

a crecer. Cada vez que lo hace, Cinco parece más contento

de tener otra oportunidad de acuchillar lo que ve. Casi me

había olvidado lo sádico que es.

—¡Sólo mátala, Cinco! —le grito, retrocediendo por el

suelo y haciendo una mueca cuando noto el tamaño del

rastro de sangre que dejo atrás.

—No me apresures, —gruñe.

El Mog sombra surge de la oscuridad detrás de Phiri

Dun-Ra. Esta debe ser la extracción estaba pidiendo a gritos

hace unos segundos. El envuelve sus brazos alrededor de la

cintura de Phiri y da un tirón hacia atrás, las sombras como

el líquido alrededor de ellos, tragándoselos.

Excepto que Cinco no la suelta. Entierra su espada en el

hombro de Phiri y se lanza ahora a través de las sombras tras

ellos. La tele transportación es totalmente silenciosa. Un

segundo están aquí y el siguiente el pasillo está

completamente quieto. Dondequiera que al Mog sombra

llevó a Phiri, llevo Cinco con ellos.

—John!

Sam cae de rodillas en el suelo junto a mí. Puedo decir

por la mirada en su cara que soy un desastre. Hay heridas

punzantes en mi costado y en mi espalda, huesos rotos en mi

brazo y heridas profundas alrededor de mi cuello. Todo está

pegajoso con mi sangre.

—Estoy… Estoy bien, —le digo.

—Mierda, no, definitivamente no lo estás, —responde.

—¿Lo puedes curar?

—Me estoy curando, —le digo.

Sam me mira hacia abajo. —No. Estás sangrando.

—Esto… va a ser lento.

Ahora que estoy separado de Phiri Dun-Ra, siento mis

legados regresando poco a poco. Con un poco de esfuerzo,

levanto mi brazo y examino la herida punzante debajo de él.

El aceite negro se está filtrando lentamente fuera de mí,

expulsado por mi legado en su lucha por unir mi cuerpo.

Una vez todo esto esté fuera de mi sistema, espero que mis

poderes estén totalmente cargados. Sólo será cuestión de que

yo tenga la fuerza para usarlos.

Sam se rompe un trozo de su camiseta y lo sujeta a mi

cuello.

—Este corte no se cierra ni un poco, —dice.

—No, —le digo. Débilmente sostengo la soga. —Usaron

ese nudo corredizo en mí. Como Pittacus la utilizo en

Setrákus Ra.

—Oh hombre, vas a tener una cicatriz, —murmura Sam,

moviendo la cabeza.

Hay movimiento en el techo. Veo al Mog sombra justo a

tiempo. El cae de la oscuridad con los pies por delante, un

cañón nos apunta. Viene a acabar con nosotros.

Empujo a Sam fuera de mí y ruedo sobre mi espalda. La

explosión quema a la pared entre nosotros. Sam reacciona

rápidamente, consiguiendo su pistola empezando a

devolver el fuego. El Mog cae directamente hacia abajo, en

otra mancha de sombras en el suelo, y desaparece a través de

ellos.

—Manten la cabeza cubierta, —advierto mientras me

siento, agarrando la soga.

El Mog sombra sale de una de las celdas oscuras detrás de

mí. No giro a tiempo, pero Sam usa su telequinesis para

golpear la pistola del Mog a un lado. Su último disparo

chisporrotea en el suelo junto a mí. Con un gruñido

frustrado, nuestro enemigo otra vez se zambulle hacia algo

de oscuridad.

Arrojo la soga hacia él.

No es mi idea más brillante. Sin mi telequinesis, no hay

manera de hacer aquel tiro. Por suerte, Sam se da cuenta

rápidamente y usa su propia telequinesis para dirigir mi lazo

improvisado. Conseguimos pasar la soga alrededor de la

cabeza del Mog sombra antes de que desaparezca, y tiro

hacia atrás con las pocas fuerzas que me queda.

Estoy esperando para cortar su cabeza limpiamente, pero

no hubo suerte. El Mog sombra se detiene a mitad de la tele

transportación, sumergido en la sombra hasta la cintura, y

agarras la soga. Es una guerra de fuerza, y él está ganando. El

nudo corredizo, manchado de sangre, empieza a deslizarse a

través de mis manos.

—Detrás de ti! —grita Sam.

Me las arreglo para dar una mirada por encima del

hombro. Las piernas del Mog sombra están a nueve metros

bajando por el pasillo. Sólo va a seguir tele transportarse a

través de la oscuridad hasta que nos desgastemos. La cuerda

se desliza un poco más de mis manos.

—Luces! —Sam grita.

Al mismo tiempo, todas las luces del pasillo se encienden

de nuevo más brillantes que nunca. No hay más sombras.

El Mog deja escapar un suspiro. Su torso se desploma en

el suelo delante de nosotros, y sus piernas caen detrás de

nosotros. Ha sido cortado en una perfecta línea recta a

través de la cintura. Tiro de la soga a través de su cuello con

poca resistencia —comienza ya a desintegrarse.

—Bien hecho, —le digo a Sam mientras se arrodilla a mi

lado.

—Ese chico realmente me estaba molestando, —otra vez

preocupándose excesivamente por el corte en mi cuello. —

Amigo, esto va a necesitar puntos de sutura.

Le pongo mi mano encima mientras él me aplica presión

en la herida. —Sam, ¿dónde está tu papá…?

—Él está bien! Quiero decir, la última vez que lo vi. No

había salida, así que él y los otros científicos se escondieron

en la antigua biblioteca. Las quimaeras fueron mantenerlos

seguros. Él tiene mis dispositivos de camuflaje caseros. Me

escapé a, uh, para soltar a nuestro psicópata-arma secreta

antes de que papá me pudiera parar. —Sam respira y mira

alrededor. — ¿Dónde está Mark?

Comprimo mis labios y sacudo mi cabeza. Sam aparta la

mirada.

—Malditos, —dice silenciosamente. —Malditos por toda

esta mierda.

Los dos quedamos cayados al escuchar el sonido de los

disparos desde un pasillo contiguo. Los disparos son

cortados por un rugido de animal, gritos desesperados

inmediatamente después. Eso tiene ser gigante, el aumentado

deformado que vi arriba, el Piken- Mog. Está cerca.

Sam me mira. —¿Puedes luchar?

Hago una mueca y me las arreglo para crear una bola de

fuego débil con mi Lumen. Tan pronto como lo hago, mi

legado de curación deja de funcionar y mi torso es pura

dolor. Extingo la llama y me concentro en curarme,

sacudiendo mi cabeza a Sam.

—Todavía no, —digo.

—Entonces mejor nos movemos, —responde. —A

menos que quieras probar el truco del lazo de nuevo.

—No, gracias, —digo. —Esto no puede tele

transportarse. Derriba paredes.

Sam coloca sus brazos debajo de mí y suavemente me

ayuda a ponerme de pie. Pongo mi brazo bueno sobre sus

hombros, el otro apretado contra mi estómago, y avanzamos

rápidamente por el pasillo. Sam tiene un brazo alrededor de

mi cintura, y el otro está apuntando con una pistola en línea

recta. Detrás de nosotros, los pasos pesados y gruñidos del

Piken- Mog hacen eco, escuchándose poco a poco más

distantes.

— ¿Sabes lo que pensé el primer día cuando te conocí en

la escuela?— Sam me pregunta, en voz baja, respirando con

dificultad.

Alzo una ceja ante la pregunta. —Uh no. ¿Qué?

— Pensé, aquí hay un tipo que me va hacer que lo lleve a

mitad de camino a través de la ciudad de Nueva York y,

posteriormente, a través de una base militar subterránea ultra

secreta mientras que sangra por todo el lugar. Espero que

podamos ser mejores amigos.

Realmente me río de esto, aunque haga daño a mis

costillas perforadas. —Te has vuelto muy bueno en eso, —le

digo.

—Sí, gracias, —contesta Sam con una sonrisa seria.

Bordeamos alrededor de una esquina, y un disparo

suena. Siento que la bala zumba justo por delante de mi

mejilla.

—Alto el fuego! —grita la agente Walker. —Maldita sea,

son nuestros!

La agente Walker está de pie con un fusil de asalto listo,

con la cara manchada de ceniza, con una quemadura de

pistola de aspecto repugnante en una de sus piernas. Delante

de ella, uno de ellos todavía apunta una pistola en nuestra

dirección, son los gemelos, Caleb y Christian. El que tenía

los ojos apagados, fue quien no disparo. Caleb le da un

puñetazo en el brazo para conseguir que baje por fin su

arma.

—Lo siento, —dice Caleb, apuntando con la cabeza hacia

la pistola de Sam. —Vimos la pistola volteando la esquina

y…

—No se preocupe, —dice Sam. —He estado recibiendo

disparos durante un largo tiempo.

—Dios mío, si tú estás aquí, ¿cómo es que estamos

perdiendo?

Ese comentario, dirigido hacia mí, viene del General

Lawson. Él está encajonado entre Walker y los gemelos,

como si fueran sus guardaespaldas. —Ha abandonado por

completo su actuación de abuelo imperturbable. Lawson se

ve como mierda. Su uniforme está desgarrado y manchado

de sangre, tiene una herida abierta sobre la ceja y se ve unos

diez años mayor de lo que recuerdo.

—Consiguieron que cayera, —le dije con los dientes

apretados. —Estoy fuera de combate por el momento.

—Consiguieron todos cayéramos, —dice Walker mirando

en dirección de Lawson. Ella se acerca a mi lado y ayuda a

Sam a mantener a mi peso. —Te… vas a curar, ¿verdad?

En gran parte, —contesto. Las perforaciones recién están

empezando a cerrar, residuos de aceite negro se expulsan de

estos.

—¿Hay algún lugar seguro?, —pregunta Sam.

—Hemos intentado romper sus filas en el garaje, —dice

Lawson, oscureciendo su expresión. —Se sufrieron grandes

pérdidas, mientras que no paraban de traer refuerzos. Tienen

un teletransportador.

—No más, —dice Sam.

—¿Sabía usted acerca de eso? —Lawson pregunta,

mirándome. — ¿Que tienen legados?

—Esos no son los legados. Son copias enfermas.

Aumentos, —digo. —Pero no, son algo nuevo.

—Se robaron eso de ti, —dice Lawson, sumando dos y

dos. —Esto es de lo que nos hablaba en la reunión el otro

día.

—Debemos seguir avanzando, —dice Walker.

Lawson niega con la cabeza, sin dejar de mirarme. —No

estaba plenamente informado de cuán jodidos estamos.

—Estábamos doblando hacia los ascensores, —Walker

dice, retomando. —Esperábamos que hubiera menos

resistencia.

—Podría ser, —digo. —Cinco sólo inhabilito el

escuadrón que vino conmigo. No estoy seguro cuantos más

hay, pero...

Todos podemos escuchamos al mismo tiempo. Fuertes

pisadas que vibran por el pasillo. Demasiado cerca.

—Hay uno grande, —les digo. —Está cazando. Esta…

—Desgarrando a la gente, dice Lawson. —Hemos visto

los cuerpos.

Sam mira a Christian. —Probablemente escuchó tu

disparo.

Seguimos adelante, apresurándonos a través de un pasillo,

zigzagueando por otro. Sin embargo, el Piken-Mog tiene

nuestro olor. Puedo oírlo detrás de nosotros, cada vez más

cerca, gimiendo con entusiasmo.

Me doy cuenta de que yo soy yo quien nos enlentece.

Doy un vistazo por encima del hombro y veo su sombra

gigantesca moviéndose por el pasillo que acabamos de dejar.

—Vayan, —les digo a los demás. —Lleguen al ascensor.

Voy retenerlo.

No tengo ni idea cómo voy a hacer esto, pero ellos no

tienen que saberlo.

—John, no seas estúpido, —dice Sam. Me arrastra por el

camino, y me siento impotente al no poder detenerlo.

—Eres un niño valiente, —refunfuña Lawson. —Pero

usted es nuestro mayor activo. Si vamos a salir de esto, lo

vamos a necesitar.

El Piken-Mog aparece a aproximadamente cuarenta y

cinco metros por el pasillo. Ruge, emocionado porque

finalmente nos tienen en la mira. La cosa, apenas más que un

animal, golpea sus puños gruesos contra la carne que tiene

cicatrices de sus abultados pectorales.

Lawson se gira hacia Caleb y Christian. —Estén alertas.

Los gemelos asienten a la misma vez. Christian

inmediatamente da la vuelta y comienza a caminar derecho

hacia el Piken-Mog.

—¡Alto! —le grito, luego miro directamente a Lawson—

¿Estás loco? No puedes simplemente enviarlo a morir!

Al principio, el Piken-Mog parece confundido por todo

esto, algún resto de su cerebro nacido natural registra que

este solitario humano debe estar loco. Pero entonces, con

una línea de baba colgando desde su mandíbula, el Piken-

Mog va a la carga, dirigiéndose hacia Christian.

—Está bien, —interrumpe Caleb. —Mira.

Por supuesto que veo. No pudiera apartar la mirada si

quisiera, incluso mientras regresáramos por el pasillo.

Christian descarga su pistola en el Piken-Mog, pero las balas

son absorbidas o desviada por su gruesa piel.

Lawson hace una mueca. —Esperaba que las balas

hicieran el trabajo

—Ese es su plan? —Sam grita, con los ojos abiertos.

El Mog tamaño gorila alcanza a Christian en segundos y

aplasta con su mano la cabeza del niño. Le levanta y le

aplasta primero contra la pared, luego contra el suelo.

Christian no hace ruido. Hasta sigue disparando.

Y luego, después de un golpe particularmente asqueroso

contra el suelo, Christian se evapora en un estallido de

energía azul. El Piken-Mog se ve aturdido.

—¿Qué cara… —Sam exclama.

A mi lado, Caleb comienza a brillar. Todo su cuerpo

comienza a vibrar, desdibujándose, dividiéndose aparte.

Un segundo más tarde, hay dos más de él. Dos nuevas

dos versiones de Caleb. Sus ojos parpadean, para orientarse,

y luego miran al original. Caleb asiente con la cabeza hacia el

Piken-Mog, y saltan a la batalla sin esperanza.

Él nunca tuvo un hermano gemelo. Es un legado. Puede

duplicarse a sí mismo.

—Dos a la vez, —dice Lawson. —Cada vez mejor, hijo.

—Gracias, —Caleb contesta ya que nos retiramos. Parece

un poco tambaleante. Detrás de nosotros, escucho la paliza

del Piken-Mog a estos nuevos gemelos. Un vistazo sobre mi

hombro revela que están jugando mejor que Christian,

usando el golpear y correr para distraer a la bestia. Ellos no

van a durar mucho tiempo, pero al menos deberían

detenerlo un tiempo.

—Tengo preguntas para ti, —le digo a Caleb.

—Me imaginé que las tendrías, —dice, sin mirarme a los

ojos.

—Pero todos ellas pueden esperar, excepto una, —

continúo. — ¿Cuántas copias puedes crear?

—No las suficientes —responde, tragando saliva. —Es

difícil. Estoy... Yo sólo estoy aprendiendo.

—Esa bestia está recibiendo las balas como si fueran

mosquitos, —añade Sam. —Tenemos que perder a esta cosa

hasta que uno de nosotros, uh, hasta que uno de nosotros

con todos los legados pueda acabarlo.

Me echo un vistazo a mí mismo, mirando a mis heridas.

Más de cerca ahora. Puedo sentir mi poder regresar

lentamente. También me siento mareado a causa de toda la

sangre perdida.

Nuestro grupo toma algunas curvas por los pasillos

subterráneos sinuosos. Creo que hemos doblado hacia atrás

en este puntos. Pasamos cuerpos, lugares donde las batallas

tuvieron lugar, pero nadie está vivo. Hay una gran

probabilidad de que seamos los únicos que quedan.

Muy pronto, oímos los pasos retumbantes de nuevo. Los

gruñidos, el arrastre de nudillos.

—El bastardo no se rinde —dice Lawson.

Trato de encender mi Lumen como una prueba, pero otra

vez mi cuerpo está en agonía. Cada centímetro de mí tiene

que estar dedicado a mi curación en este momento.

Nos dirigimos otra esquina y… —Mierda!

Una línea de Mogs nacidos en tanque con sus pistolas

apuntan a nuestra dirección bloquean todo el pasillo. Walker,

aún en uno de mis brazos, me empuja con fuerza hacia un

lado y trae su rifle. Mientras caigo hacia el suelo, golpeando a

Sam conmigo, la agente pulveriza a toda la línea de Mogs.

Trozos de ellos rebota a través del pasillo.

Los Mogs están congelados en piedra.

—¿Qué demonios?, —dice Walker.

—Realmente salvaste nuestras vida, —dice Sam.

—Cállate, Goode.

Miro alrededor. —Daniela estaba aquí, si…

Un rugido desde detrás de nosotros. El Piken-Mog

nuevamente está a la vista.

—Por aquí! —Caleb grita, ya ayudando a Lawson a

colocar dos Mogadorianos de piedra. —Estos, al menos, le

deben reducir la velocidad.

No estoy tan seguro de eso. El Piken-Mog está cargando

duro, sus hombros abajo... Va a atravesar a través de

nosotros y los Mogs de piedra. Es ahora o nunca. Al diablo

el dolor. Comienzo a construir una bola de fuego en mis

manos, aunque el hacerlo hace que todo mi cuerpo agonice.

—¡Al suelo! —alguien grita.

Agacho la cabeza justo cuando un rayo de plata de

energía sale desde detrás de las estatuas Mog y le da al Piken-

Mog. Se extiende a través de su cuerpo de forma masiva,

lentamente envolviéndolo en un revestimiento de piedra. Se

congela a unos nueve metros de nosotros, los puños en altos

en el aire, con la boca abierta en un grito sediento de sangre.

Después de usar su mirada petrificadora, Daniela se frota

las sienes como si tuviera un dolor de cabeza. Viéndonos a

mí y Sam, ladea su cadera y levanta una ceja.

—¿Es este, así como, mi rol como oficial con ustedes?

Convertidor de monstruos en piedra y salvadora de culos?

Porque... —Daniela se calma después de ver cómo me

encuentro.

—Maldición, hombre.

—Sí, gracias por la ayuda, —digo, apretando su hombro

mientras escalo a través de su pared de estatuas. Daniela está

raspada como todos, pero en general luce en muy buena

forma. Hay Mogs de piedra por todas partes en este pasillo.

Ella ha estado usando a su legado.

—Oy, lo hizo, —señala Nigel. Él y Ran están

acurrucados entre algunos las estatuas de los Mogs,

utilizándolos como un escondite. El chico británico esta

pálido, las heridas que sufrió contra Phiri Dun-Ra todavía

sangran.

Asiento con la cabeza, sintiéndome culpable, porque los

defraudé. Demasiada muerte aquí. Demasiada destrucción.

—Vamos, —digo. —Vamonos fuera de aquí.

Patience Creek ha quedado en silencio. Sin nada

persiguiéndonos o disparando contra nosotros, nuestro

grupo heterogéneo toma al ascensor sin ningún problema.

Aún funciona, aunque tenemos que dedicar algún tiempo a

despejar un par de cuerpos. Hay un montón de ellos. Y no

los suficientes supervivientes.

Nos dirigimos al nivel más inferior primero y nos

encontramos con Malcolm, junto con algunos científicos, al

Agente Noto y las cinco quimaeras. Todos los animales lo

lograron a través de la batalla con nada peor que alguna piel

chamuscada y, en el caso del Bandit, una cola destrozada.

Todo el mundo, los seres humanos y Chimareas por igual,

nos vemos francamente agotados.

Después de eso, empezamos a buscar en los otros pisos.

No encontramos nada más que muerte, hasta llegar al nivel

más alto, aquel en el que Lawson hasta entonces mantenida

en su centro de control. Allí, nos atrae el sonido de

televisores sintonizados lo que suenan como una docena de

noticieros aterrorizados.

Cinco se encuentra en la oficina de Lawson, de espaldas a

la puerta, viendo las noticias en el muro de pantallas.

Extiende su espada cuando nos oye llegar, pero rápidamente

la enfunda una vez que se da cuenta de que no somos Mogs.

—Ella se escapó, —simplemente dice Cinco, sonando

frustrado. —Tenían un área algunas millas al sur de aquí en

el bosque. Se fueron cuando se dieron cuenta de que la

marea estaba cambiando. Sé cómo funcionan. Van a estar

arriba pronto con refuerzos.

Sam y yo entramos en la habitación con cautela mientras

Cinco habla, el resto de nuestro grupo espera afuera. Cinco

lleva un conjunto de trajes que él encontró ahí en Patience

Creek o despojo de un soldado muerto. Supongo que esto

último es lo más probable teniendo en cuenta las

salpicaduras de sangre en el camuflaje.

—¿Vas a tratar encerrarme de nuevo? —Cinco pregunta,

mirándome por encima del hombro.

—No, —le contesto.

—Bien.

Sam y yo nos paramos junto a Cinco, los tres miramos a

los monitores. El bombardeo Mogadoriano ha comenzado.

Estamos viendo imágenes de al menos diez ciudades

diferentes, todos ellas borrándose lentamente por el fuego de

las naves de guerra. Mis ojos saltan de catástrofe en

catástrofe, finalmente miro el Arco del Triunfo, ya que se

desmorona por el centro, sus dos pilares que se rompen y

cae uno contra el otro.

—Este planeta es pan tostado, —dice Cinco.

Sam no le hace caso y me mira. —¿Y ahora qué, John? —

—Lanzamos todo lo que tenemos contra ellos,— digo

inmediatamente, mirando en dirección de Cinco. —Todo. Y

terminamos esta guerra, o morimos intentándolo.

NO TENEMOS TIEMPO PARA LLORAR A

NUESTROS MUERTOS. A nuestros amigos, y a los que

apenas tuvimos la oportunidad de conocer. No tenemos

tiempo para lidiar con cuántas vidas se perdieron, o la

responsabilidad que tenemos por ello.

Es probablemente lo mejor.

En el momento que Lexa aterriza la nave afuera del

Patience Creek, la masacre ha terminado. Llegamos justo a

tiempo para ayudar a los sobrevivientes a escapar. No

queremos estar aquí cuando los mogs envíen refuerzos. Hay

otros campos de batalla que necesitan de nuestra atención.

Volamos en la noche, dejando la extraña cabina y sus

túneles secretos atrás.

Las noticias corren por todas las partes del mundo.

Algunas ciudades ya han caído como resultado de que las

naves de guerra abrieran fuego. Otras se mantienen fuertes,

luchando en un juego prolongado del gato y el ratón contra

las tropas terrestres de los mogs, manteniéndose un paso por

delante de los bombardeos de las naves de guerra. Algunos

ejércitos se han retirado, a la espera de poder lanzar un

contraataque.

Están esperando nuestra ayuda.

—Un asalto coordinado utilizando la tecnología de

camuflaje que nos han proporcionado, —dice Lawson, una

vez más, repasando los detalles. Su teléfono vía satélite ha

zumbado sin parar desde que lo recogimos él y a los otros.

—Todos nuestros aliados (Inglaterra, China, Alemania, La

India, y todos los países con alguna capacidad militar)

contraatacaran al mismo tiempo, antes de que los

extraterrestres hostiles se den cuenta de que hemos

atravesado sus escudos. Lanzaremos todo lo que tenemos

contra ellos, mientras aún tenemos el elemento sorpresa. —

—Y mientras eso sucede, nosotros llegamos a Virginia

Occidental, —John dice. —Acabamos con Setrákus Ra y

destruimos lo que sea que construyo allí.

John se ve terrible. Las heridas que sufrió a manos de

Phiri Dun-Ra han sanado a excepción de los cortes de su

cuello, pero su palidez sigue siendo dramática, las bolsas bajo

sus ojos ahora son de un color morado oscuro. Con todos

nosotros amontonados en esta pequeña nave, John es una de

las pocas personas que se sienta. Parece que lo necesita.

Mientras que él habla sobre el plan con Lawson, Marina cose

el más profundo de los cortes en su cuello. Él se estremece

un par de veces. Nosotros no pensamos en traer a uno de

los médicos del ejército sobrevivientes a bordo con

nosotros. Ha pasado un tiempo desde que no somos capaces

de simplemente curar una lesión.

—Ya sabes… —Lawson dice pensativo, mirando a Sam.

—Si este joven puede hablar con las máquinas, debe ser

capaz de comunicarse con las naves de guerra del enemigo.

Lo podríamos utilizar para derribar sus escudos.

Los ojos de Sam se ensanchan por una fracción de

segundo. —Yo… tendría que estar muy cerca, —dice,

tratando de ser útil. —Y no estoy seguro de cuánto tiempo

dura exactamente…

—Ni como el demonio vas a usarlo, —digo,

interrumpiendo. —Sam es el único que ha sido capaz de

copiar la señal, y ¿estás hablando de mandarlo a volar

dentro de veinte diferentes zonas de guerra para que pueda

gritarles a sus naves? ¿Qué no ha hecho suficiente ya?

Lawson me mira con una ceja levantada. —Eso era sólo

una idea. Es cierto que el riesgo parece mayor que la

recompensa.

—Nos apegaremos con el plan original, —dice John. Sam

me da una mirada de alivio. Sigo mirando a Lawson.

—Si esto no funciona…, —comienza Lawson.

—Funcionara, —John insiste.

—Si no funciona, no puedo hablar por todos los países

del mundo, pero la posición de los Estados Unidos es que si

el enemigo es invencible, nos centraremos en salvar vidas.

—Estás hablando de rendición, —digo.

Los labios de Lawson forman una línea apretada. —Ya

no habrá más pérdidas —responde. —Viviremos para luchar

otro día. Conservar el mayor número de vidas posibles.

John y yo intercambiamos una mirada. Si nuestro

contraataque falla, es probable que no estemos vivos para

ver lo que sigue a continuación de todos modos. Así que lo

que Lawson haga en ese futuro sombrío no importara

mucho.

—Haga lo que tenga que hacer, —dice John.

Dejamos a Lawson en un campo abierto a las afueras de

Pittsburgh. Hay un convoy militar esperándolo, son los

remplazos para los escuadrones que murieron en el Patience

Creek. Los faros de los todoterrenos son la única

iluminación que hay aquí. Una brisa fresca sopla a través del

campo, meciendo la maleza. Nuestro grupo (lorienses, garde

humana, amigos, sobrevivientes) sale de la nave de Lexa.

Poco a poco, los humanos comienzan a dirigirse hacia el

convoy, los científicos y el puñado de soldados

sobrevivientes cojean. Adondequiera que vayan,

seguramente va a ser más seguro que quedarse con nosotros.

—Tengo equipos esperando junto a las coordenadas que

me diste, protegiendo esas rocas exóticas suyas, —dice

Lawson. —Están esperando por ti. Una vez que estén listos,

iniciaremos nuestro ataque.

—Estamos en eso, —John responde.

—¿Cómo planean exactamente los ejércitos de la Tierra

acabar con las naves de guerra? —pregunto, la curiosidad

consigue sacar lo mejor de mí.

—Cada país es un poco diferente, —Lawson responde

con gravedad. —Por lo que he oído, China y algunos otros

están planeando atacar con energía nuclear. La mayoría de la

Unión Europea no quiere correr el riesgo de las

consecuencias, por lo que están planeando intentar con el

bombardeo de misiles. La esperanza es que sus grandes

cascos no puedan absorber mucho daño una vez que tú

hayas acabado con los campos de fuerzas.

—¿Y Estados Unidos? —John le pregunta.

Lawson sonríe. —En mi opinión, estamos tomando una

página de tu libro, John. Volaremos con el mayor personal

que tenemos directo a sus gargantas, abordaremos esas naves

y mataremos a balazos a cada maldito extraterrestre que

veamos.

—Me gusta —le digo.

Lawson asiente. Engancha sus pulgares a las hebillas de

su cinturón y nos mira. Luego asiente para sí, como si

estuviera convencido de que somos su mejor oportunidad.

O resignado a que somos lo único que tiene. Difícil de

decidir.

—Supongo que eso es todo, —dice el general. —Nos

vemos en el otro lado.

Dicho eso camina a través del campo hacia el convoy.

Caleb, cuyo hermano gemelo aparentemente nunca

realmente existió, empieza a seguirlo.

—Caleb, espera, —dice John.

Con una mirada nerviosa a Lawson, Caleb se detiene a

mitad de un paso y regresa con el resto de nosotros. Él se

encuentra junto a Nigel y Ran. La muchacha japonesa es

ilegible como de costumbre. Nigel, por otra parte, parece

agitado. Toda la bravuconería de antes se ha ido. Su raída

camiseta de Misfits aún tiene las manchas de sangre del

Patience Creek. A pesar de que Marina curó sus heridas, este

último combate dejo algo más que marcas físicas en el

británico. Daniela se encuentra junto a los dos, mirando por

encima de ellos. No estoy exactamente segura de lo que

ocurrió dentro del Patience Creek, pero parece que la dura

chica de ciudad ha desarrollado ciertos sentimientos de

protección con estos otros dos de la garde humana.

—Los ancianos de nuestro planeta nos enviaron a la

Tierra para mantenernos a salvo, por querían que un día

estuviéramos listos para luchar y vengar a nuestro planeta,

—dice John, frente a los humanos. —Hoy es ese día.

Adónde nos dirigimos, no es una batalla para la que estén

listos. Hemos entrenado toda nuestra vida para esto. En

cambio su entrenamiento acaba de empezar. Su día llegará.

Daniela abre la boca para protestar. Atrapo su mirada y

sutilmente muevo la cabeza, señalando con una mirada a

Nigel y Ran. Ella entiende el mensaje y se queda en silencio.

—Gane o pierda, mañana, el mundo será un lugar

diferente. Se van a necesitar protectores. Eventualmente,

serán ustedes. —John mira a Sam, que se encuentra cerca y

pone una sonrisa. —Por ahora, sin embargo, creo que los

futuros protectores necesitan protección. Todos nosotros

teníamos un hechizo grabado en fuego en nuestros tobillos

que nos mantenía a salvo, al menos por un tiempo. No

podemos hacer eso para ustedes, pero podemos darles algo

más… —

No estoy segura de lo que John está hablando hasta que

Regal, nuestra quimera con forma de halcón, se posa en el

hombro de Caleb. El muchacho salta, calmándose sólo

cuando queda claro que las garras del ave no lo van a

atravesar. Regal extiende sus alas y desacomoda el pelo de

Caleb.

Bandido, el mapache, araña la pierna de Nigel con sus

patas negras hasta que el británico se ve obligado a

levantarlo. Gamera, rodando por la hierba en forma de

tortuga, termina mirando a Ran. Ella se agacha para acariciar

con un dedo la frente escamosa, y, por primera vez, la veo

sonreír.

—Su nombre es Gamera, —Malcolm le dice a Ran. —Le

puse ese nombre en honor a mi viejo monstruo favorito.

Ran se queda mirando inexpresivamente a Malcolm.

—Luchó contra Godzilla, —explica aún más.

Por lo menos debe entender "Godzilla", porque Ran

rueda los ojos y vuelve a acariciar la tortuga.

La quimera con forma de Golden Retriever, Biscuit, al

que Sara era especialmente aficionada, deambula a lo largo

de Daniela, moviendo alegremente la cola cuando Daniela

comienza a acariciarlo detrás de las orejas. Me doy cuenta de

un destello de algo en la cara de John; es difícil de decir por

la oscuridad, pero parece contento.

Y por último, con la imposible agilidad para un felino de

su circunferencia, Stanley salta a los brazos de Sam. Él ríe, y,

con ese sonido, la opresión en mi pecho se alivia. Había

estado tan aterrada de que algo horrible le hubiera sucedido

a Sam en el Patience Creek y que íbamos a estar separados

cuando sucedió, igual que John y Sarah. Sólo ahora soy

finalmente capaz de relajarme un poco.

—Muy bien, Stanley, está bien, —dice Sam, cargándolo,

el gato ronronea en sus brazos. —Ahora podemos hacerlo

oficial.

Nueve frunce el ceño. —Necesitas cambiarle el nombre a

ese estúpido gato.

—Estas quimaeras serán sus protectoras hasta que

lleguen a comprender plenamente sus legados, —John

continúa, mirando a Bernie Kosar, que, en su forma de

beagle, se sienta tranquilamente a sus pies. —Y después

serán sus aliados más valiosos. Un día, con suerte, vamos a

ser capaces de ayudarlos más, de entrenarlos igual que

nuestros Cêpans nos entrenaron…

Cinco, apartado de todo el mundo, se ríe tenebrosamente

de eso. Todo el mundo mira hacia su dirección, la mirada de

Marina es particularmente fría, y él se aleja más en respuesta.

—Pero hasta ese día… — John continúa, y entonces se

calla. Él no sabe qué decir. O tal vez no cree que ese día

llegue jamás.

—Pateen muchos culos y hagan sentir a la Tierra

orgullosa, —Nueve termina por él.

Después de eso, Caleb, Nigel y Ran dicen adiós y se

dirigen al convoy de Lawson. Daniela se rezaga un poco

más. Ella me da un gran abrazo, luego se gira hacia John y

Sam.

—Tú sabes, soy lo suficientemente ruda para ayudarlos a

ustedes con su misión, —dice ella. Sacude su pulgar por

encima de su hombro hacia los otros humanos. —Pero

alguien tiene que vigilarlos.

John asiente, sonriendo cansadamente. —Ten cuidado,

Daniela.

—No mueras, —ella responde, a continuación, se une a

los otros.

Sam acaricia la cabeza de Stanley, una ceja levantada hacia

John.

—Sé que no estás esperando que me vaya con ellos.

—No, —John responde con un movimiento de cabeza.

—Tú estás atrapado con nosotros.

Malcolm se cruza de brazos, mirando a Sam. —También

me quedo. Tu madre me mataría si te dejo enfrentar el fin

del mundo sin algún tipo de supervisión.

Deslizo mi brazo alrededor de la cintura de Sam y

descanso mi cabeza en su hombro. —En serio, —le digo,

regañándolo. —Llama a tu mamá.

La agente Walker es la última en llegar al convoy. Ella se

pone delante de nuestro grupo torpemente, mirando de mí a

John y luego a Nueve. Por último, suspira.

—Solo quiero decir… —Ella vacila. —Solo quiero decir

gracias. Por darme la oportunidad de solucionar un poco del

daño que cause. Por… —Ella niega con la cabeza y agita sus

manos. —Gracias.

—Ni lo menciones, —dice Nueve.

—Cuida de los niños, Walker, —John responde. —

Necesitan a alguien que esté atento con ellos. Alguien que no

sólo quiera utilizarlos por sus poderes. Esa podrías ser tú.

Walker asiente, se voltea y se dirige hacia los faros del

convoy. Pronto los faros se convierten en luces traseras, y

entonces nos quedamos solos en el campo oscuro.

Sam y yo. Malcolm y Lexa. John y Bernie Kosar. Nueve.

Marina y Eli. Cinco. Soy la única que rompe el silencio.

—Vayamos a ganar esta guerra.

Una vez más Lexa nos lleva al norte de las Cataratas del

Niagara. El viaje es tranquilo y sombrío, todo el mundo está

demasiado cansado o pensando demasiado, para decir

mucho. John cae dormido por lo que debe ser la primera vez

en varios días, Marina está junto a él, con los ojos atraídos

por la herida en su cuello que desafía su capacidad de

curación. Cinco decidió no ir en la nave, sino volar junto a

ella, una decisión con la que creo que todo el mundo está

agradecido.

Sam y Malcolm utilizan el tiempo para llamar a la mamá

de Sam. Es una conversación entre lágrimas, una que trato

de no escuchar a escondidas. Al otro lado de la nave, frente a

mí, Nueve llama mi atención.

—¿Debe de ser agradable tener gente a la cual decirle

adiós, eh? —dice en voz baja.

Arrugo la frente. —Nadie le dice adiós a nadie, Nueve.

—Vamos, Seis. ¿De verdad crees que eso es cierto?

Cuando llegamos a las Cataratas del Niagara, Adam y Rex

ya han terminado de preparar nuestros encargos. Los dos

mogs han empacado enmochilas de alta resistencia (cortesía

de los canadienses) dispositivos de camuflaje recogidos

limpiamente de los skimmers de nuestra nave de guerra

robada. En esas mochilas dividimos los teléfonos celulares y

los aparatos de los que Sam ha hablado que pueden copiar la

señal de los dispositivos de camuflaje.

Nueve mira a Rex. —¿Si yo vuelvo a comprobar estas

mochilas, voy a descubrir que tú, ya sabes, saboteaste algo de

la mercancía?

Rex pasa una de sus manos por su pelo corto y negro,

inseguro de cómo responder. Adam da un paso adelante.

—Ya basta, Nueve, —dice. —Rex es firme en su

decisión. Podemos confiar en él. —

—Todo esto, se siente como lanzarle piedras a un dios —

Rex dice en voz baja, observando las mochilas. —Yo solo

espero que sea suficiente para hacer caer al Amado Líder.

Eso… eso sería algo digno de ver.

—Bueno, al menos es optimista, —Nueve dice

secamente.

En total, cada mochila tiene aproximadamente treinta

dispositivos de camuflaje. Una mochila por cada zona de

guerra.

—¿Será suficiente? —pregunta Marina.

—Tiene que serlo, —John responde.

Eli dirige el tráfico. Es la que sabe la ubicación de las

piedras de loralita, los nuevos afloramientos que surgieron

de la tierra desde que despertamos a la Entidad.

Según Lawson, debería haber gente esperando en cada

punto para recibir nuestras entregas. A partir de ahí les toca

a ellos decidir cómo utilizar los dispositivos de camuflaje.

Solo espero que tengan planes sólidos.

—Sólo tienen que imaginarse el lugar al que van, —Eli

explica mientras estamos en un semicírculo alrededor de la

piedra de las Cataratas del Niagara, el opaco resplandor azul

que emite la piedra es la única luz. —Si tienen problemas,

puedo ayudar… poniendo una imagen en su mente. Cuando

me uní con Legado, vi todas las piedras de forma simultánea,

por lo que sé cómo luce su entorno.

—Eso es bueno, —dice Sam, mirando hacia abajo a la

lista de ubicaciones. —Cabeza de León es un lugar y no una,

uh, cabeza de león real, ¿verdad?

Eli lo mira. —Yo te ayudaré, Sam. No te preocupes. —

Nueve levanta la mano. —Si nos imaginamos la cabeza

de un león real…

—No —Eli termina su pensamiento. —No vas a

teletransportarte dentro león.

Me permito una frágil sonrisa. Están bromeando; con

todo lo que ha pasado, ellos aún pueden hacer eso.

—Vamos a acabar con esto, —dice John enérgicamente.

Nos dividimos en grupos de dos para hacer las entregas.

Nueve y Marina. Sam y yo. Puesto que nadie quiere

emparejarse con Cinco y nadie quiere quedarse atrás con él,

John acepta ir con él. El resto de nuestro grupo se queda

atrás. Adam y Rex suben a Malcolm a la nave de guerra para

mostrarle algunos de los controles, con la esperanza de que

pueda ayudarle al piloto en el porvenir de nuestro ataque

masivo a Virginia Occidental.

—¿Lista? —me pregunta Sam.

—Lista, —le contesto, y, tomados de la mano, con la

mochila de los dispositivos de camuflaje colgadas sobre el

hombro de Sam, tocamos la piedra de loralita y enfocamos

una imagen mental que Eli nos envía telepáticamente.

Un cálido resplandor de energía cae sobre nosotros, y un

segundo más tarde los dos estamos protegiendo nuestros

ojos. Es de madrugada en Sudáfrica, y estamos de pie en la

cima de la montaña Cabeza de León. Hay adoquines que se

cruzan con jardines cuidados (un lugar para que los turistas

tomen fotografías). La piedra de loralita sobresale justo por

debajo de ellos, agrietando los adoquines y desplazando las

plantas. La vista desde aquí es impresionante y vertiginosa.

Estamos al nivel de las nubes. Si me giro a mi izquierda, veo

el océano azul cristalino, el sol pinta de oro a través de las

olas. Si me giro a mi derecha, veo los atestados edificios

blancos de Ciudad del Cabo.

La escena sería pacífica, si no fuera por el helicóptero

ralentí que está a pocos metros de distancia. Sus rotores

hacen un constante whup-whup-whup, pisoteando la

tranquilidad de la mañana. Hay un grupo de soldados

camuflados de pie mirándonos de cerca. Cuando aparecimos

de la nada, algunos de ellos brincaron, y un par de ellos están

apuntando sus rifles de asalto en nuestra dirección. La

mayoría de ellos lucen completamente imperturbables.

Supongo que se acostumbraron a las cosas locas que

suceden durante una invasión extraterrestre.

Dos de los soldados avanzan lentamente hacia nosotros y

agarran la mochila de Sam. No nos dicen nada, y no les

decimos nada. Pronto todos ellos se han amontonado en el

helicóptero y se van a derribar la nave de guerra más

cercana. Está en Johannesburgo, creo.

—Bueno, un gracias hubiera estado bien, —Sam se queja.

Me encojo de hombros y me volteo para disfrutar de la

vista. Es lo suficientemente bonita para hacerme olvidar, por

cinco segundos completos, lo que estamos haciendo aquí y

las desalentadoras probabilidades a las que nos enfrentamos.

—Ya sabes, siempre he querido ver el mundo —digo.

—Te refieres a verlo sin estar corriendo por tu vida o

luchando contra un señor de la guerra extraterrestre.

—Sí, —le digo con una sonrisa maliciosa. —Creo ustedes

los terrícolas las llaman vacaciones.

Sam se acerca furtivamente a mi lado, y juntos

contemplamos el océano.

—Tal vez cuando… —Él empieza a decir algo, a

continuación, se calla.

Lo miro. —¿Tal vez cuando…?

Sam mira sus zapatillas deportivas. —Iba a decir que a lo

mejor cuando todo esto termine podríamos tomar unas

vacaciones. No debería hablar de eso. Haciendo planes. Es

decir, con todo lo que ha sucedido. Ocho, Sarah, Mark…—

Sam sacude la cabeza. —Todavía no lo puedo creer, ¿sabes?

Ni siquiera puedo hacerme a la idea de lo que ha pasado.

Estas personas que vi crecer, que he conocido toda mi vida.

Por Dios, todo el mundo. Todo está de cabeza.

Probablemente estamos a pocas horas de morir. Y estoy

pensando en vacaciones. Se siente mal.

Paso una mano por la nuca de Sam, enredo mis dedos en

su cabello y le doy un tirón. —Nadie morirá, Sam.

—Ay. Todos el mundo está muriendo, Seis. Quiero

decir… como en todos lados.

—Vamos a lograrlo, —le digo, acercando su rostro. —Y

si piensas que estás a punto de morir, Sam, quiero que

recuerdes este momento. Recuerda que estamos luchando

por esto, por el futuro. Nuestro futuro.

Sam inhala profundamente. —Bien. Bien, tienes razón.

—Él mira por encima de su hombro a la brillante piedra de

loralita que está esperando para llevarnos de regreso a las

Cataratas del Niagara y luego a nuestra próxima entrega. —

Deberíamos ponernos en marcha.

Inclino mi cabeza hacia atrás y tomo una respiración

profunda (el aire es fresco y frío a esta altura, con un poco

de aroma a océano).

—Un minuto, —le digo, mis dedos entrelazados con los

suyos. —Un minuto para mirar el mundo.

Y así nos quedamos allí durante un minuto. Apreciándolo

todo.

Hacemos lo mismo cuando nos teletransportamos a las

arenas del Sahara, el aire es seco y causa ampollas, la piedra

de loralita se ve igual que un oasis resplandeciente.

Y otra vez cuando llegamos al Monte Zao en Japón, la

piedra de loralita de allí está al lado de un lago del cráter

volcánico e incluso brilla más que la piedra. La nieve sopla

sobre nuestras caras, y nos echamos a reír. Los soldados

japoneses recogen el equipo y nos miran como si

estuviéramos locos, como si estuviéramos perdiendo el

tiempo.

Podemos tomarnos unos minutos.

Nos detenemos en Portugal. Nos detenemos en el

interior Australia. Un minuto extra en cada lugar, un minuto

que no tiene otro propósito más que el de verlo todo. Son

unas vacaciones de cinco minutos.

Al poco tiempo se ha acabado. Las entregas están hechas.

Estamos de regreso en las Cataratas del Niagara, es mitad de

la noche y sólo tenemos un último destino. Virginia

Occidental.

Sam y yo compartimos una última sonrisa y luego

tomamos nuestras posiciones. Nos alistamos para hacer lo

que necesita hacerse.

Al amanecer, de una manera u otra, todo esto habrá

terminado.

NUESTRA NAVE DE GUERRA VUELA HACIA

VIRGINIA OCCIDENTAL.

La noche se desliza a través de las enormes ventanas del

puente Mogadoriano. Las estrellas titilan sobre nosotros,

mientras que debajo, las luces de las calles y casas iluminan la

tierra. Esta parte del noreste de Estado Unidos aún no ha

sido tocada por la invasión. Me pregunto si a alguien ahí

abajo se le ocurrirá mirar hacia arriba y ver nuestra masiva

embarcación Mogadoriana con forma de escarabajo. ¿O sólo

lucimos como otra nube oscura atravesando el cielo?

Enciendo mi Lumen. Se siente bien tener mis legados en

forma y de vuelta después de lo que Phiri Dun-Ra me hizo.

Es como si mis ojos fuera capaces de ver a color otra vez.

Sigo sintiendo el embotador dolor de sobreuso dentro de mí,

como un hilo deshilachándose lentamente en mi pecho, sin

mencionar la sensación de quemadura en mis manos que no

se va. Ignoro todo eso tal como ignoro el agudo dolor de la

herida en mi cuello, aún fresco por los inexpertos puntos de

sutura que marina hizo Marina.

Extiendo mi mano como un sable y hago que un pequeño

fuego concentrado salga de mis dedos. Aumento la

temperatura hasta que es un chorro candente, un soplete de

mi propia creación. Luego me pongo a trabajar.

Estoy solo en la cubierta de observación, un pequeño

balcón diseñado para ser cómodo para los estándares

Mogadorianos, ubicado sobre el puente. Abajo, la mayoría

están trabajando en los preparativos para nuestro ataque.

Tenemos nuestra ruta trazada, y, afortunadamente, mantener

altitud y volar en una línea recta, son cosas que Rex puede

hacer por sí solo. Lexa observa sobre su hombro, intentando

captar algunas cosas en caso de que necesite ayudar a pilotar

más tarde.

Hay cuatro estaciones de armas, una por cada cuadrante

de la nave, y cada uno incluye un surtido de botones que

comandan diferentes armas junto con pantallas holográficas

para apuntar. También hay una quinta estación que opera el

cañón de energía principal, una versión más pequeña del que

está en el Anubis, que es capaz de borrar con rapidez

bloques enteros de edificios. De acuerdo con Adam, se

supone que hay equipos de ingenieros en las cubiertas

inferiores encargados de cargar las celdas de energía y

asegurarse de que las armas no se sobrecalienten.

Los maté a todos, así que solo nos queda esperar que

nada se quede sin baterías o explote.

Malcolm está sentado en una de las estaciones de armas,

con Cinco dándole un rápido curso sobre cómo operar las

armas. Sorprendentemente, Cinco se porta muy paciente con

él.

Recuerdo Chicago, cuando ambos se unieron a nosotros

por primera vez, el padre de Sam siempre fue muy amable

con Cinco. Él ha sido bueno con todos nosotros, en

realidad. Enfoco mi oído en su dirección, mientras la

explicación de Cinco termina.

—¿Te importa si pregunto cómo sabes todo esto?—

pregunta Malcolm a Cinco.

Cinco pasa una mano sobre las briznas de cabello que

sobresalen de su cuero cabelludo.—Se suponía que yo

comandaría una de estas—repone simplemente.—Al menos

eso fue lo que él me dijo.

—Ya veo— dice Malcolm. Hay un silencio incómodo. —

¿Podrías mostrarme de nuevo como desplegar los alerones?.

—Claro

Detrás de Malcolm y Cinco, Sam y Adam están de pie

frente a la estación de comando. Adam está instruyendo a

Sam sobre diferentes funciones de la nave. Le ilustra cuales

son las consolas que controlan los escudos, los motores, y

los soportes vitales. Le da a Sam una idea de cuales sistemas

son absolutamente necesarios y cuales podemos llegar a

perder en algún apuro. Lo que esperamos es que Sam sea

capaz de usar su legado para comunicarse con la nave,

dándole comandos de manera verbal para reemplazar los

puestos de docenas de los equipos de ingenieros que

sencillamente no disponemos.

Seis está sentada cerca, mirándolos con una sonrisa

entretenida. Yo escucho.

—¿Sabes?— dice Seis. —La última vez que él se

comunicó con una nave, casi la estrella.

—¡Oye!— replica Sam. —Eso no es justo.

Adam frunce el ceño a Sam. —Quizá debería estar

anotando algunas de estas cosas.

Sabemos que el Anubis nos espera en Virginia

Occidental. La nave estandarte de la flota Mogadoriana se

interpone entre nosotros y Setrákus Ra. Necesitamos

derribarla con una fracción de tripulación sin entrenamiento.

Ambas naves están escudadas, pero el Anubis tiene armas

más grandes. De acuerdo con Adam, nuestros escudos se

desintegrarían más rápido que los Mogs.

Es algo bueno que trajéramos algo más que solo sus

armas.

Me concentro de vuelta hacia el sonido chisporroteante

de mis manos. Mi candente soplete de Lumen está

comenzando a funcionar.

Sostengo en mis manos la soga de Voron que una vez

causó de la cicatriz de Setrákus Ra, y ahora también de la

mía. Haciendo una inspección más cercana ya que no está

atada a mi cuello, luce como una enredadera que

encontrarías colgando en la jungla, excepto que tiene la

textura de plástico endurecido. Cada borde está agudamente

afilado, y mientras lo derrito, procuro no cortar mis dedos.

El material que solo se puede encontrar en Lorien, brilla

de un morado profundo mientras se calienta y comienza a

tomar la consistencia de la cera de una vela. No dejo que el

material derretido caiga al suelo. Lo atrapo con mi

telequinesis, y comienzo a reformarlo.

Cuando termino, he transformado la soga en algo más

parecido a una daga.es casi tan largo como mi antebrazo, con

un improvisado mango donde hice que el Voron se

acampanara alrededor de la empuñadura. El sable por sí

mismo tiene forma de diamante, con cuatro filos y una

aguda punta al final. Le doy vueltas en mi mano, compruebo

el peso y doy varias estocadas hacia adelante y hacia atrás.

Esto es lo que usaré si logran quitarme mis legados de

nuevo. Pondré esta arma justo a través del corazón de

Setrákus Ra.

—Genial— dice Nueve desde la entrada.

Estaba tan concentrado, que ni siquiera escuché a Nueve

acercarse. Él me una amplia sonrisa, observando fijamente el

sable. La hago flotar hacia él con mi telequinesis, la toma del

aire, haciendo algunos movimientos con ella.

—Nada mal— concluye, flotándola de regreso a mí. —

Extraño mi báculo, amigo. No puedo creer que esa se

rompiera.

—Sí, y yo extraño mi escudo— respondo, inclinando mi

cabeza en dirección a Nueve. —¿Y, que sucede?

—Eh…— Nueve entra en la habitación y se reclina

contra la barandilla al borde de la cubierta. Baja un poco su

voz. —Yo, ah… Quería decirte que siento la vez que te

pateé el trasero en Chicago.

De verdad resoplo de sorpresa ante eso. —Nueve,

¿Qué…?

—Y también en Nueva York cuando eché a perder

nuestro asalto al aplaudir con esos estúpidos guantes

sónicos. Lo siento por eso también.

—Okey— digo, levantando las manos. —¿Qué estás

haciendo?

—También por todas las veces que dije algo estúpido que

te molestó, o que casi hace que te maten. Lamento todo eso.

—Muy bien, mira, si estás haciendo todo esto porque

crees que tal vez moriremos allá, no es necesario.

—Oh, no hay “tal vez” para mí— Nueve dice,

mirándome directo a los ojos –Yo definitivamente voy a salir

vivo de toda esta mierda. Tú, por otro lado, tienes todo ese

asunto del ‘Vuelo solo por mi cuenta y no necesito amigos’,

como si solo fueras a pelear hasta quemarte. Como si no te

importara lo que pase contigo —comienzo a protestar, pero

Nueve levanta una mano —.No, es cool. El resto de ellos

quizá no lo entienda, pero yo sí. Déjalo todo en el campo de

batalla. Haces lo que tienes que hacer, viejo. Pero no quiero

que mueras mientras aún tengo toda esta mierda la

consciencia.-

—Está bien, Nueve — respondo, sacudiendo la cabeza.

—Estás perdonado.

—Y también— continúa él —deberías saber que

preferiría que salieras vivo de ésta junto conmigo. Eres mi

hermano. Y, ah… eso sería lo ideal.

Antes de que pueda detenerlo, Nueve me tiene atrapado

en un abrazo de oso. No dura mucho, y termina con él

dándome palmadas en la espalda, lo suficientemente fuerte

como para hacerme toser. —Siempre has sido el mejor

subordinado que un chico podría desear— Termina.

—Vete a la verga, Nueve— respondo.

Él me sonríe. —Te veo afuera, Johnny.

Nueve me deja solo en la cubierta de observación.

Engancho la daga de Voron en una de las presillas del

pantalón. Nos acercamos a Virginia Occidental ahora.

Debería bajar y prepararme. En vez de eso, me quedo aquí

arriba, pensando en lo que dijo. ¿Tiene razón? ¿Y si en

realidad no quiero sobrevivir? Intento imaginar un

“después”, un mundo donde hemos derrotado a Setrákus Ra

y sigo vivo. Solía soñar con ello como si fuese el propósito

de mi vida.

Ahora, no puedo imaginarlo.

No hay una gota de miedo en mí. El miedo, supongo,

está basado totalmente en la anticipación. Preocuparse

porque las cosas no van a salir de la forma como has

planeado, que algo va a doler; el temor a que el sufrimiento

se avecine. Todo eso se va una vez que simplemente aceptas

el final.

No es tan malo, saber que no hay un futuro. Es liberador.

En mi camino hacia abajo, me topo con Marina. Está

parada en las escaleras, sus brazos cruzados, viendo a

nuestros amigos mientras se familiarizan con la nave de

guerra. Sé exactamente hacia donde está mirando ella.

Cinco. Sus hombros están encorvados mientras se sienta

en una de las consolas de armas, generando un diagnóstico

mientras Sam y Malcolm miran. Él debe sentirla

observándolo, pero escoge soportarla en vez de enfrentarla.

Cuando me acerco, noto que el aire alrededor de Marina está

un poco más frío.

Marina mira hacia mí, y sus labios se tuercen hasta

fruncirse.

—Ya sé lo que vas a decir— le digo. —No podemos

confiar en él. Es peligroso. Con lo cual estoy de acuerdo.

—Y yo ya sé lo que tú vas a decirme— responde ella,

imitando mi tono. —Él es un mal necesario, el enemigo de

mi enemigo es mi amigo, tiempos desesperados requieren

medidas desesperadas.

—Dime que no uso esa cantidad de clichés— ella frunce

el ceño hacia mí. Yo froto mis manos para calentarlas. —Él

salvó vidas en Patience Creek, Marina. Salvó mi vida.

—Sí, escuché acerca de su… demostración.— responde

ella, una nota de disgusto en su voz. —Sam me dijo cuánto

disfrutó lo que estaba haciendo, cómo pudo haber

simplemente matado a Phiri Dun—Ra pero en lugar de eso

se mantuvo cortando repetidamente su brazo. Si nos

permitimos volvernos así de despiadados y brutales,

¿Realmente ganamos?

Pienso en cuantos Mogs maté durante mi ataque a esta

nave. Y luego recuerdo cómo Cinco me miró cuando hablé

le por primera vez en Patience Creek. Cómo me dijo que yo

era como él ahora.

Una sombra debe pasar por mi rostro, porque Marina

presiona mi brazo.

—Lo siento, no pretendía sermonearte.— dice ella. —

Solo quiero que recordemos, que en cuanto a Cinco

concierne, matar a un enemigo en común no lo convierte en

nuestro aliado. Usarlo como un arma no significa que está

salvando vidas voluntariamente.

—Normalmente estaría de acuerdo contigo. Pero no esta

noche.-

Marina asiente lentamente, resignada al hecho de que

estará peleando al lado de Cinco. —¿Y qué hay después,

John? ¿Él pagará por lo que hizo?-

Ahí está esa palabra de nuevo. “Después”. Desvío mi

vista de Marina.

—El Después será para ti.—le digo.

Ella comienza a hacerme otra pregunta, pero ya estoy

recorriendo el resto de las escaleras. Adam entra en mi

campo de visión mientras ingreso a zancadas dentro del

puente.

—Ya casi llegamos.— dice él. —No quiero que nos

acerquemos demasiado, en caso de que tengan tropas

exploradoras desplegadas.

—Muy bien.— respondo, y miro hacia Eli. Ella se sienta

en una de las estaciones abandonadas masajeándose las

sienes. —¿Lograste crear ese mapa?

Ella asiente. —Ya lo escanee. Malcolm me ayudó a

estimar la escala.— Ante esto, el papá de Sam inclina un

sombrero imaginario.

—Proyectándolo, ahora.— Adam dice.

Una amplia sección de los ventanales que van desde el

suelo, hasta el techo del puente, se opaca, y un segundo

después, un mapa tridimensional de la base Mogadoriana en

la montaña aparece en pantalla. No tiene la mejor calidad

exactamente, teniendo en cuenta que Eli y Malcolm la

produjeron a mano, y de memoria. Pero es acertada. Las

memorias fueron tomadas de mí, de Nueve, de Seis, de Sam

y de Adam. Todos hemos estado dentro de esa montaña

antes; todos cargamos con visiones de su interior, incluso

aunque estén coloreadas con pánico, caos o tortura. Eli se

sentó con cada uno de nosotros por algunos minutos, tomó

esos recuerdos y los convirtió en algo tangible.

—Muy bien, una vez que hayamos terminado con el

Anubis, vamos a atacar aquí.— indico la entrada a la caverna

en la montaña. Mientras la entrada se encuentra a nivel del

suelo, esta está más o menos en la mitad del mapa. Los

Mogs excavaron en la montaña hacia arriba y debajo de la

entrada. —Aún tenemos el dispositivo de camuflaje aun en

la nave de Lexa. Ella nos hará pasar a través del campo de

fuerza y luego se retirará a una distancia segura hasta que

necesitemos extracción. Seremos Seis, Marina, Nueve,

Adam, Cinco y yo allá abajo.

Sam frunce el ceño ante esto, como esperé que lo hiciera.

—¿Qué haremos el resto de nosotros?

—Primero, Eli coordinará a los diferentes grupos

telepáticamente. En caso de que Setrákus Ra nos quite

nuestros legados, quiero un grupo de respaldo para traer a

Eli y que use su Dreynen para aumentar nuestras

posibilidades.— Eli asiente, aunque luce incómoda ante la

perspectiva de encontrarse a su bisabuelo de nuevo. —Hasta

entonces, el resto de ustedes estarán volando esta nave y

destruyendo todo lo que salga de la montaña que no seamos

nosotros. Con tu legado Sam, harás mejor quedándote aquí

arriba.

Nueve chasquea sus dedos hacia Rex y atrae la atención

del Mogadoriano, e ojos bien abiertos. —Y no intentes

ninguna mierda. Mi compañero aquí, Sam Goode, te matará

si lo haces.

Sam suspira y le da una mirada de disculpa a Rex. —No

voy a matarte.— dice Sam, aunque que inmediatamente

reconsidera esa declaración. —Quiero decir, lo haré si

intentas algo, pero parece que eres un buen tipo, así que, no

lo hagas. Te daré una paliza.

Adam le da unas palmadas en el hombro a Rex. El otro

Mog sacude su cabeza y se vuelve con gran interés en los

esquemas enfrente de él.

—Estamos esperando recibir fuerte resistencia en las

cincuenta yardas entre el campo de fuerza y la entrada.—

continúo. —Vamos a usar la fuerza bruta para hacernos

camino.

Cinco y Nueve sonríen ante esto.

—Excepto por Cinco.— continúo, y su rostro cae. —

¿Qué?— protesta.

Volteo hacia él. —Tú vas a volar con Seis y Adam a

través de la entrada, siendo invisibles.

Seis mira en dirección a Cinco. —Estarás cuerdo por el

momento, ¿Verdad?

—Sí.— Cinco responde con brusquedad. Mantiene su ojo

en el mapa y toma una respiración profunda. —Es una

buena estrategia.

—Nadie te estaba preguntando.— dice Marina.

Continúo antes de que la situación pueda calentarse más.

—Una vez dentro, Seis y Adam intentarán desactivar los

escudos de la base.— señalo una sección elevada sobre la

entrada. —No estamos seguros con exactitud de dónde

están esos controles, pero Adam piensa que están por aquí.

Mientras ellos hacen eso, Cinco atacará a los Mogs desde

atrás.

Sam levanta una mano. —¿Qué estaremos haciendo el

resto de nosotros aquí arriba?

—Una vez que los escudos estén abajo, esperamos que

ustedes chicos, nos apoyen desde el aire. Querrán tener el

cañón de energía listo para disparar.

—Tenemos una montaña que derribar.— Seis añade.

—Exacto. Vamos a enterrar a Setrákus Ra ahí. Pero

primero tenemos que asegurarnos que cualquiera los

retorcidos experimentos que ha creado sean destruidos —

señalo a las profundidades de la montaña, debajo de los

enmarañados corredores y a lo largo de los estrechos

puentes de roca. Recuerdo los sonidos que venían de esas

profundidades la última vez que visité la base de la montaña;

gritos animales, alaridos torturados. —Si Setrákus Ra está en

alguna parte, está ahí abajo. Ahí es donde los tanques están.

Ahí es donde trabaja con sus experimentos.

—Asumes que no vendrá a decirnos hola cuando

entremos.— dice Nueve

—Tienes razón.— concuerdo. “Él debe acudir a luchar

contra nosotros. De cualquier forma, él y todo lo que ha

tocado, queda destruido. Para cuando el sol salga, él es polvo

en un maldito cráter.”

—Haces que suene tan fácil.— murmura Cinco.

—Oh, no será fácil.— replico. —Pero podemos hacerlo.

Tenemos que hacerlo.

——Esto es todo.— añade Seis. –Esto es por todo.

Puedo notar a algunos de mis amigos mirarme de manera

expectante. Trato de pensar en la clase de discurso que

habría dado unos días atrás, cuando Sarah estaba viva.

—Miren, no hay nada más que pueda decir. Hemos

llegado hasta este punto juntos, y vamos a atravesar esto

juntos. No más huir, no más esconderse, no más palabras.

Pelearemos hasta ganar.-

Todos asienten alrededor. Miro cada rostro, miro cada

par de ojos u ojo, y estoy sorprendido por cuán calmado me

siento. Miro más allá del mapa de la montaña en la ventana,

hacia la noche. A las estrellas afuera.

Es el momento.

—Voy a explorar la Anubis.— digo. —Les diré, cuando

esté despejado para que se aproximen.

—Cuídate.— Marina dice, sus palabras repetidas por la

mayoría de los otros.

—Adam, ayúdame a abrir la compuerta, por favor.—

pido de mi camino de salida. El Mogadoriano levanta una

ceja hacia mí, sorprendido de que le pida ayuda con una

tarea que sabe que podría hacer por mí mismo. Pero no dice

nada. Simplemente asiente y me sigue por el pasillo.

Juntos, caminamos por los corredores vacíos de la nave.

Los signos de nuestro reciente ataque siguen ahí, cenizas

Mogadorianas crujiendo bajo nuestros pies. Adam no dice

nada. Espera a que yo hable.

—Escucha.— comienzo, cuando estoy seguro de que

estamos fuera del rango de cualquier oído sobrehumano. —

Una vez que deshabilites el campo de fuerza, necesito que

vuelvas a la nave.

—Okay…—Adam dice.

—Es posible allá abajo que las cosas no salgan como lo

planeado— continúo. —Si ese es el caso, te lo haré saber

telepáticamente. Cuando te lo diga, no importa que, no

importa quien a bordo quiera detenerte, tienes que disparar

el cañón de la nave. Destruir la montaña. Borrarla. No

importa si alguno de nosotros sigue adentro. Setrákus Ra y

su trabajo no pueden volver a ver el amanecer.

Adam se detiene a medio paso, y toma mi brazo. —

¿Hablas enserio?

—Sabes que lo hago.

Su mano se tensa en mi brazo, luego lo suelta. Mantiene

su tono calmado. —¿Por qué… Por qué me pides que haga

esto, John? Porque soy el Mogadoriano significa que ¿soy

frío y sin corazón? ¿Que no me importa lo que les pase a

ustedes?

—No.— digo, tomándolo de los hombros. —Sé que te

importamos, Adam. Sé que te mataría hacerlo. Pero también

sabes que tengo razón. Que detener a Setrákus Ra es más

importante que… que todo. Si sucede lo peor de lo peor,

aprieta ese gatillo.

Adam sostiene mi mirada por unos segundos, luego

desvía la vista. Camina hacia atrás así que mis manos caen de

sus hombros.

—Está bien, John.— dice simplemente.

—Okay.

En realidad no necesito que me ayude con la compuerta.

Solo, paso a través de la desolada bahía de aterrizaje de la

nave, abro la salida y vuelo hacia la noche. La tierra salvaje

pasa debajo de mí, pacífica y sin tocar. El viento golpea mi

ropa, frío contra el sudor de mi espalda.

La montaña se levanta. De un morado oscuro en la

noche. Esperándome.

Me hago invisible.

El Anubis flota sobre la montaña, un guardián insectóide.

Su casco metálico refleja la luz de la luna. Reflectores del

vientre de la nave peinando el lado de la montaña, el espacio

claro alrededor de la entrada a la caverna, el ralo bosque más

allá. Están esperándonos. El Anubis hace un círculo lento

alrededor del pico de la montaña, merodeando justo como lo

hizo en la Ciudad de Nueva York.

Esta vez, no estoy huyendo.

Desde mi bolsillo trasero, saco mi teléfono satelital.

Marco el número programado para Lawson. Dos simples

palabras.

—Abran fuego.

No espero una respuesta. Sé lo que pasará. Pronto,

alrededor del mundo los contrataques comenzarán.

Tiro el teléfono. Dejo que se estrelle en los bosques unas

millas abajo. No lo necesito más. No más charlas, no más

política.

Alcanzo a Seis telepáticamente.

—El Anubis está sobre la montaña. Prepárense.

Miro atrás en la dirección de la que vine. Nuestra nave

está demasiado lejos para ver, pero las nubes de tormenta

no. Espesas y oscuras, manchando las estrellas, arruinando

lo que era un perfectamente claro cielo nocturno. Los

relámpagos se sacuden entre ellas, el viento se levanta y

puedo escuchar granizo a la distancia. Retumban alrededor

de mí. Alrededor del Anubis.

Será una tormenta como los Mogadorianos no han visto

jamás.

Estamos en camino.

—GANA DE ALGO DE ALTURA, REX,— DICE

ADAM. —Quiero sobrevolar por encima de ellos. ¿Está

bien para ti, Seis?-

—Sí—, le contesto distraídamente. —Lo tengo cubierto-

Estoy parada justo en frente de las enormes ventanas en

el puente de nuestra nave de guerra, con las manos

levantadas en el aire, moviendo los dedos. Puedo ver las

caras de los otros reflejadas en el cristal, pero estoy más

centrada en lo que está fuera. Moviendo en los hilos

indelebles de la atmósfera que sólo yo puedo sentir y

acariciar el viento para que haga pido. Si no fuera por la

gruesa lámina de vidrio frente a mí, podría alcanzar y tocar

las nubes turbulentas que he creado.

Una tormenta. Una tormenta más grande de lo que nunca

he creado antes. Con los años, he confiado principalmente

en la caída de rayos, vientos fuertes, aumentos repentinos de

nubes como cubierta—Efectos rápidos. No muchos pueden

estar en contra de la madre naturaleza por mucho tiempo.

En realidad nunca he necesitado construir y sostener una

fuerte tormenta masiva antes.

Bueno, Katarina siempre decía, el descubrimiento nace de

la desesperación.

—La visibilidad es muy mala,— dice Rex a Adam.

—Está bien,— responde Adam. Eli se encuentra junto a

él, con los ojos en blanco viendo todo lo que ve John. —

Sabemos a dónde nos dirigimos, y nuestro objetivo es difícil

de no ver. Solo sigamos subiendo.

He rodeado nuestra nave de guerra con nubes de

tormenta y niebla. Rayos caen y chisporrotean justo en

frente de nosotros, su brillo molesta un poco mis ojos.

Nuestra nave es grande, pero mi frente de tormenta es más

grande. Se extiende a casi una milla de ancho y sube, sube,

como una gigantesca ola que se arrastra a través del cielo.

Adam ha desencadenado un dispositivo de codificación para

el radar por lo que, entre eso y la estática de los rayos,

debemos estar causando estragos en los sensores del Anubis.

Ellos definitivamente sabrán que estamos llegando, pero no

sabrán dónde exactamente nos estamos escondiendo en la

tormenta. Hasta que sea demasiado tarde.

Marina se encuentra a mi lado. Ella está lista para mejorar

mi tormenta con trozos de hielo cuando sea necesario. Por

ahora, limpia un poco de sudor de mi frente.

—Lo estás haciendo muy bien, Seis— dice ella.

No es hasta que trato de sonreírle y escucho mis dientes

castañear que me doy cuenta que estoy temblando.

Sigue adelante. Incrementa tormenta. Cada vez más

grande.

El viento aúlla afuera, puedo escucharlo incluso aquí

adentro.

Los truenos retumban.

-Imaginen la expresión de sus caras,— comenta Cinco

desde su lugar en uno de los paneles de armas. —

Probablemente se están cagando en los pantalones.

—Cállate,— responde Nueve automáticamente.

El borde de mi tormenta alcanza el Anubis. En un

primer momento, las nubes se rompen a través de su campo

de fuerza, manteniendo el aire dentro de un ciento de yardas

de su nave completamente claro.

— ¿Sabemos si el clima romperá sus escudos?—

pregunta Sam

—Averigüémoslo— dice Adam. –Déjalo caer, Seis.

En mi mente, agarro un rayo. Sólo uno pequeño, una

prueba, y lo lanzo contra el campo de fuerza del Anubis. La

ráfaga de electricidad, se dobla y repelida por la tecnología

Mogadoriana.

—No parece como hubiera penetrado— informa Rex,

sonando ansioso.

—No, no importa—respondo con los dientes apretados

—Estamos lo suficientemente cerca ahora. No necesito

romper su campo de fuerza. Puedo rodearlo.

Dejo que las oscuras nubes y la ondulante niebla se unan

alrededor del Anubis, ocultándonos, cegándolos más allá del

alcance de su campo de fuerza. Entonces, manteniéndolo,

empiezo de nuevo. Mi mano izquierda da vuelta por encima

de mí, girando el viento, la construyéndolo, creando presión.

Esta vez, la tormenta se crea dentro de sus escudos

—El aire. . .—digo. —El aire me pertenece.

El viento fuera del Anubis grita, la presión cae. El viento

se curva en un vórtice, va tan rápido como puedo hacerlo,

lo suficientemente rápido para arrancar árboles de raíz y

destrozar módulos de armas, tan rápido que estoy

empezando a sentirme un poco mareada. El vórtice se

divide, luego se divide de nuevo. Tres pequeños embudos

encima del casco de metal oscuro de la nave de guerra,

rasgando su armadura, sacándolo de su ordenado vuelo

estacionario. Tres tornados para tirar a este bastardo al suelo.

Envío algo de lluvia también, y, a mi lado, Marina presiona

sus manos en el cristal. Congela el agua al tiempo que cae en

el Anubis, agregando peso, espero que este dañando

funciones importantes.

— ¡Está en retirada!— Grita Rex. — ¡El Anubis se está

retirando!

—Eso no es bueno— responde Adam. —Seis necesita

crear el clima en el dentro del perímetro de su campo de

fuerza para derribar sus sistemas.

—Manténganme. . . unh. Manténgame cerca— gruño.

Mientras más se aleja el Anubis de nuestro escondite en

las nubes, más difícil es para mí mantener el control del

clima alrededor de ella. El esfuerzo es inmenso, cada patrón

del clima tira de una parte de mí, que requiere mi atención.

Para mantener nuestro camuflaje junto con el ataque al

Anubis, necesito que estemos dentro de unos pocos cientos

de yardas el uno del otro.

Por el rabillo del ojo, algo brillante rojo explota en el aire

fuera de nuestra nave. Un segundo más tarde, vuelve a

ocurrir. Al igual que fuegos artificiales estallando.

— ¡Están disparando contra nosotros!— Grita Sam.

—Son disparos ciegos—- Adam responde con calma. —-

Tranquilos, no pueden ver….

Explosión. El suelo entero se mueve, nuestra nave

vibrando. Hemos sido golpeados. Por un momento, todo el

mundo es de color rojo. Es el escudo de nuestra propia nave

de guerra activándose en respuesta al ser golpeado por la

explosión de energía del Anubis, el impacto que ilumina el

campo de fuerza exterior. Esto efectivamente destaca

nuestra ubicación para los Mogadorianos.

—-¡Nos ven!— Grita Rex. —-Bloqueando. . .

— ¡Sosténganse! grita Adam.

El siguiente impacto es peor. Es un torrente constante de

la energía que mece nuestra nave .Choco con Marina, y

ambas caemos al suelo. Todos los demás se aferran a sus

puestos. Una sirena comienza sonar a todo volumen en el

interior de la nave de guerra, la misma que sonó, cuando

fuimos nosotros los que estaban haciendo el ataque.

—-¡Los escudos han caído en un cuarenta y ocho por

ciento!— Dice Rex.

—-Cuarenta y ¿qué?— Exclama Sam. —- ¡Creí que estos

campos de fuerza eran impenetrables!

—-Impenetrables para sus armas", dice Adam al tiempo

que comienza a presionar botones a toda prisa en la consola

de comando. —-Están recargando su cañón principal. No sé

si a sobrevivamos otro golpe.

Nueve se acerca nos ayuda a Marina y mi a levantarnos.

Me duele la cabeza, y me doy cuenta que hay un pequeño

corte en mi frente. Por un momento, perdí mi

concentración, y eso fue todo lo que se necesitó. Mis

tormentas han comenzado a disiparse. Peor aún, debajo de

nosotros, el Anubis se está moviendo fuera del alcance de

mis legados.

—-¡Date prisa y electriza sus traseros! me grita Nueve.

Aprieto mis manos contra el cristal. —-¡Acérquenme!

—-Ayúdame, Rex,—- dice Adam. —Desvía todos los

sistemas innecesarios para recargar los escudos.

Posiciónanos de modo que podamos conseguir un tiro claro

a ellos con nuestro cañón.

Rex salta de su consola de navegación, y Lexa se sienta

donde él estaba. Moviendo las palancas, nos mantiene

flotando por encima de la Anubis, nos acerca cada vez más.

—-Aquí vienen,—- gruñe Cinco.

Desde mi punto de vista, veo el Anubis abrirse, y un

enjambre de moscas sale desde uno de sus lados. Skimmers

(Exploradores). Las pequeñas naves saliendo desde el

Anubis y se mueven a través del cielo nocturno hacia

nosotros. Con sus dispositivos de protección todavía

equipados, esa armada va a pasar a través de nuestro campo

de fuerza y atacar con facilidad nuestra nave de guerra.

—-¡Armas listas!– Adam grita a Malcolm y Cinco, quienes

inmediatamente teclean en sus puestos.—-No se molesten

en disparar hasta que el radio del escudo de la Anubis este

despejado.

—¿Cómo sabremos…?— Malcolm comienza a

preguntar, un anillo de sudor visible alrededor de su cuello.

— ¡Ahora!— ladra Adam.

La nave de guerra se balancea cuando Malcolm y Cinco

comienzan a descargar las armas auxiliares. El efecto es

como un grupo de cincuenta pistolas Mog disparando al

mismo tiempo. Cinco dispara salvajemente, su respiración

afilada y agitada, mientras que Malcolm se toma su tiempo y

sigue sus objetivos de forma metódica. Sólo se necesita un

disparo para derribar un Skimmer, pero hay como un

maldito montón de ellos.

Me doy cuenta de que algunos de los Skimmers que

vienen toda velocidad hacia nosotros caen del aire sin

siquiera ser golpeados. Siempre antes de que suceda un brillo

plateado ilumina el Skimmer y luego cae como una

roca…porque es una roca. Ese es John allí afuera, invisible,

volando, usando su visión de piedra para actuar como

defensa.

—-¡Más cerca!— Grito por encima del hombro,

reuniendo los vientos de nuevo.

—Estoy en eso— Adam responde. —Rex, ¿cómo están

esos escudos?—

Rex corre apresuradamente a un teclado. Cuando

contesta, suena aterrado.

—Yo…Lo siento; No logro redirigir la energía, Soy un

navegante; esta no es mi área de trabajo—

— ¿Nos estas saboteando, perdedor?— gruñe Nueve.

— ¡No!— Responde Rex. —Lo juro, necesito otro

minuto o dos—

— ¡Déjame intentarlo!— Dice Sam, quitando el sudor de

su frente. — ¡Todo el poder a los escudos!—

La sirena de la nave de guerra se detiene. Las armas dejan

de disparar.

Y empezamos a caer.

— ¡Dime que no acabas de apagar otra nave la nave!—

Grita Lexa.

—Uh, yo— Sam comienza a responder.

—Todo el poder a los escudos— repite Rex, luego más

fuerte, como si estuviésemos condenados. — ¡Todo el poder

a los escudos significa que no podemos volar!—

—Puedo arreglarlo— dice Sam. Él mira a Adam.

—Restablecer la energía de los motores— dice Adam con

forzada calma. —Empieza por ahí, Sam—

— ¡Energía a los motores!— Grita Sam.

. Nada cambia. Sam se repite las palabras, pero o bien la

nave no está escuchando o el legado de Sam no está

funcionando. Detrás de mí, puedo oír Rex golpeando su

consola furiosamente.

Estamos cayendo.

Mis pies realmente se levantan del piso del puente.

Marina me agarra, y Nueve la agarra a ella. Gracias a su

legado de anti gravedad, sus pies nunca dejan el piso.

Mantengo con la tormenta agitándose, incluso a medida que

comenzamos a caer en picado hacia el Anubis.

— ¡Vamos, pedazo de chatarra Mogadoriana!— grita

Sam. — ¡Encender motores! ¡Dame algo!

—Espera— dice Adam, mirando por la ventana a lo que

estoy viendo. —Está bien. Estamos bien

Una ráfaga de rayo de energía rojo viene hacia nosotros

desde el cañón principal de Anubis. Nuestros escudos saltan

a la vida, y esta vez puedo sentir el calor penetrar. La ventana

frente a mí, gruesa como ladrillos, comienza a agrietarse.

— ¡Los escudos resisten!— informa Rex. — ¡Apenas!

—Creo que salvaste nuestros traseros, Sammy!— dice

Nueve. —Durante unos minutos, de todos modos

—Todavía estamos cayendo, tontos— añade cinco.

—Bien— dice Adam. —Vamos a embestirlos. ¿Seis?

— ¿Sí?

—Necesito todo lo que tienes. Derríbalos

Nos desplomamos hacia el Anubis. Me concentro. Un

Skimmer choca con nuestro casco, explota, y un pequeño

incendio estalla a la vida en una esquina del puente. De

hecho, puedo sentir el viento silbando a través de las grietas

en frente de mí, mientras aceleramos

Ese es mi viento allí afuera.

Nos acercamos más y más. Cayendo.

Alzo las manos de nuevo, moviéndolas en el aire vacío.

Un tornado, otro. Lluvia helada que Marina refuerza con

trozos gigantes de hielo. Todo esto es enviado hacia el

Anubis, todo el peso del cielo, arrancando los paneles de

metal y despedazando sus cañones.

Veo energía reuniéndose en su cañón principal. La luz

roja es como un ojo de buey. Es como enhebrar una aguja,

mando un rayo justo a través de él. Hay un flash, un chillido

eléctrico, y los cañón explotan en un halo de fuego. Cuando

el cañón principal es disparado, se lleva un gran pedazo de la

nave con él. Pequeñas explosiones estallan a lo largo de toda

nave de guerra.

El Anubis se tambalea.

— ¡Sigue adelante!— Grita Rex. — ¡Podrías acabar con

sus sistemas!

Le envío un rayo a través de la cabina de pilotaje, justo a

través de las ventanas donde estaría parada si estuviera en

aquella cubierta en lugar de ésta. Empujo mi viento por allí,

rompiendo, volteándolo todo, de adentro hacia afuera. Veo

cuerpos de Mogs succionados hacia la noche, tragados por

mi tornado.

Vamos a chocar. Campo de fuerza contra campo de

fuerza. No sé qué demonios sucede a continuación.

Nueve tiene una mano alrededor de mi cintura, otra

alrededor de Marina. Él nos mantiene estables, con sus

propios pies pegados al suelo.

—Sabes, si voy a morir, podría haber peores situaciones...

Desearía tener la energía para abofetearlo. Toda mi ira,

años y años de sufrimiento y miedo, los descargo en esta

tormenta. El remolino es lo suficientemente fuerte que los

árboles de la ladera son arrancados y lanzados a arder contra

el campo de la fuerza del Anubis.

Hasta que uno de ellos no lo hace.

— ¡Sus escudos cedieron!— Grita Rex.

—Debiste haberlos destrozado— me grita Adam. ¡Sigue

así! ¡Sujétense!

Chocamos contra el Anubis. Nuestro propio campo de

fuerza colapsa parte de su casco con un chillido eléctrico y

un chirriar metálico que hace que mis huesos vibren. Más

incendios comienzan en el puente, consolas chispeando y

explotando por el impacto, y Marina se aparta de Nueve para

extinguirlos con toques de hielo.

El Anubis voltea, de punta a punta.

Está cayendo.

Una torre de fuego color naranja explota en el aire

cuando el Anubis colapsa en el campo de fuerza alrededor

de la base de la montaña, rebota y se estrella contra el suelo.

Cae dando vueltas por el bosque, despedazándose en el

trayecto, rompiéndose, dejando una masiva zanja en la tierra.

— ¡Propulsores!— Adam grita. —Sam, haz que vuelvan

los propulsores

— ¡Nave! ¡Encender propulsores!— No pasa nada. —

¡Maldición!

—Eli, estoy tratando de imaginar el aspecto que tienen. . .

.— Eso es. El mismo truco que usamos en las cataratas del

Niagara.

—Hecho— Eli dice inmediatamente. —Ahí va, Sam

— ¡Ah. . . propulsores! ¡Nave, devuélveme

propulsores!— Funciona. La nave obedece.

Nos nivelamos. Nosotros no chocamos. La ansiedad en

estómago se calma.

Y la tormenta afuera se disipa, revelando nada más que

restos en llamas debajo.

Todo el mundo lanza gritos de júbilo en el puente.

Marina me abraza. Lo mismo hace nueve. Yo le doy un

codazo en el estómago.

Esto no ha terminado todavía.

Doy vuelta para mirar a través de nuestra ventana rota.

Estamos flotando sobre la montaña ahora, a unos pocos

cientos de yardas de su campo de fuerza. Toda la zona esta

iluminada por los rastros de fuego que dejó el Anubis. Los

veo ahí abajo, acumulándose fuera de la entrada cavernosa a

la base. Una horda de Mogadorianos, sus pistolas apuntando

hacia arriba en dirección a nuestra nave.

Tal vez sea mi imaginación, pero creo que esos imbéciles

se ven asustados

TRATO DE NO MIRAR FIJAMENTE DEMASIADO

TIEMPO a la franja de destrucción ardiente creada por el

Anubis estrellado. Todavía hay trabajo que hacer, pero la

vista de la nave de guerra rota en piezas en la ladera de la

montaña me da un estremecimiento innegable.

Aún invisible, vuelo por debajo de uno de los Skimmers

que sobrevivió al choque titánico de las dos naves.

Rápidamente, desato un torrente de hielo que congela el

motor. La pequeña nave cae como una roca directo hacia la

multitud creciente de Mogs nacidos en tanques fuera de la

entrada de la base.

Por un momento, el cielo está despejado. Me he hecho

cargo de todos los Skimmers que no fueron destruidos por

nuestra nave de guerra.

Hay una explosión a mi derecha. Los Mogs abajo no

están felices. Algunos están disparando con sus

desintegradores, y otros se están soltando con lo que parecen

bazucas. Nada penetra el escudo de nuestra nave.

No están preparados para este tipo de ataques. ¿Por qué

habrían de estarlo? Los campos de fuerza de sus bases, por

no mencionar sus regulares armas de energía, son suficientes

para repeler cualquier cosa que los humanos pudieran

lanzarles.

El exceso de confianza consigue que mueras.

Vuelo detrás de la seguridad del campo de fuerza de

nuestra nave y regreso a bordo. Los otros me están

esperando en la bahía de aterrizaje.

Estoy empapado por la lluvia y sangrando desde mi

cuello. Los puntos de sutura se salieron mientras estaba

afuera usando mi visión de piedra para derribar Skimmers,

todo mientras también esquivaba lanzas de energía desde el

Anubis y era sacudido por las ráfagas de viento de Seis.

Seis luce casi tan desaliñada como yo. Su pelo es un

desastre enredado, como si hubiese estado tormenta,

sudoroso y enmarañado en su cara.

—Hasta ahora todo bien— dice ella.

—La tormenta más hermosa que he visto jamás— le

digo.

Lexa ya está en la cabina de su nave mientras, con Marina

dirigiendo los cañones. Adam se sienta en el fondo, con un

desintegrador Mogadoriano sobre su regazo. Evita hacer

contacto visual conmigo. Noto un susurro en el frente de su

camisa y me doy cuenta de que Dust está con él, la Chimaera

se encoge tomando la forma de un ratón gris hasta que sea

tiempo de unirse a la lucha. Nueve entra en la nave y Bernie

Kosar viene saltando detrás de él. Cinco sigue después de

Nueve pero se detiene en frente de mí y de Seis, su único ojo

recorriendo el espectáculo de luces del exterior.

—Sabes, van a dispararnos en pedazos en el minuto que

volemos fuera de aquí— dice.

—No si les damos algo más a lo que dispararle— le

contesto.

Seis y yo apresuramos a Cinco dentro de la nave,

entramos tras de él y cerramos la puerta detrás de nosotros.

— ¿Listos para irnos?— le grito a Lexa.

—Cuando digas— replica ella.

Sam y Rex, ahora a cargo del tripular nuestra nave, nos

tienen posicionados de tal manera que la puerta de la bahía

de aterrizaje está justo por encima de la horda de Mogs

reunida debajo. Ellos poblaron la zona de la entrada de la

puerta de la montaña, disparando a través del campo de

fuerza que impide que nosotros les devolvamos el ataque.

No han derribado las defensas de nuestra nave aún, pero eso

no les impide seguir intentándolo. Supongo que los volvimos

locos cuando derribamos su nave insignia.

—Muy bien, todos lo que tengan telequinesis, sujeten

esos Skimmers— digo, señalando las docenas de naves Mog

que desmontamos de sus partes antes. –Volquémoslos.

Lexa…

—Usa esas naves como escudos— ella termina mi idea. –

Lo tengo, John. La infiltración no tardará más de 10

segundos.

Nueve hace sonar sus nudillos. –Estamos listos

Como grupo, ejercemos nuestra telequinesis para empujar

los Skimmer dañados fuera de las puertas de la bahía de

aterrizaje. Para los Mogs allá abajo, debe verse como que

están siendo bombardeaos, aplastados por docenas de sus

propias naves. Lexa dirige nuestra nave hacia a fuera con las

demás. Si no fuese de noche, si no hubiese tanto caos, los

Mogs serían capaces de diferenciar nuestra nave de las

demás. En cambio, le disparan a todo; la oscuridad cobra

vida con el resplandor del fuego de los láseres.

Por un momento, estamos en caída libre. Todos nos

agarramos de los respaldos de nuestros asientos o de los

arneses de seguridad. Absorbemos unos pocos golpes de la

lluvia de disparos de los desintegradores pero nada que nos

desvíe de curso o produzca un daño real.

Está extrañamente silencioso a bordo de la nave.

Los primeros Skimmers comienzan a golpear el campo de

fuerza de la montaña y explotan encima de los Mogs. Nada

logra cruzarlo, por supuesto. Eso no impide que algunos de

los más estúpidos se dispersen o busquen una cubierta.

Pequeñas bolas de fuego agujerean el campo de fuerza, y es a

través de ese calor que pasamos.

—Aquí vamos— dice Lexa.

En el último momento posible, ella hace una maniobra y

nos saca de la caída libre en la que estábamos, nos nivela y

nos coloca a nivel del suelo. Ella aterriza nuestra nave justo

encima de unas pocas docenas de Mogs, aplastándolos

contra el piso. Ahora que somos la única nave que logró

atravesar el campo de fuerza, ellos enfocan todo sus disparos

en nosotros. Nueve abre la rampa de salida de una patada,

dándoles la bienvenida.

— ¡Vamos!— grita él al tiempo que los silbidos y siseos

de fuego laser llenan el aire.

Cinco salta hacia Seis y Adam, los agarra a cada uno con

un brazo carnoso, y los conduce volando hacia la salida. Se

vuelven invisibles antes de salir fuera de los confines de la

nave. Cinco es un volador habilidoso; tengo que confiar en

que él los va a llevar a salvo por encima de la masa de Mogs

y conseguir dejarlos en la entrada.

Eso nos deja a mí, Nueve, Marina y BK para liderar el

ataque.

Ninguno de nosotros dice nada mientras nos abrimos

paso en medio del caos, directo hacia cientos de Mogs que

están listos para matarnos. No necesitamos discutir

estrategia. Ya hemos hecho esto antes.

Tan pronto como despejamos la rampa, Lexa corre su

nave para que no sea dañada. Sin embargo, no vuela

directamente hacia arriba. En cambio, despega acelerando

hacia adelante, rompiendo a través de la primera ola de

Mogadorianos. Estoy agradecido por eso.

El fuego de los desintegradores, quema el aire a nuestro

alrededor. Con el caos creado por la salida de Lexa, las

explosiones de arriba y el hecho de que todos están apiñados

juntos frente a la entrada de la caverna, los Mogs tienen las

mismas probabilidades de golpearse entre ellos que de

golpearnos a nosotros. Aun así, Nueve y Marina no pierden

nada de tiempo, usando telequinesis les arrancan las armas

lejos de su alcance. Para luego traerlas abajo y estrellarlas

sobre las cabezas de los Mogs.

Le doy rienda suelta a mi visión de piedra, pasándola por

la fila de Mogs más cercana. Tan pronto termino de hacer

eso, Marina atraviesa esas estatuas Mogadorianas con

carámbanos de hielo. Sus cuerpos se rompen en fragmentos

que Nueve atrapa con su telequinesis y los pone a girar

alrededor nuestro. Es como si estuviésemos rodeados por

una lluvia de meteoros de partes rotas de cuerpos

Mogadorianos. Todos los escombros nos sirven para actuar

como escudos, desviando la mayoría de los disparos de los

Mogs.

Hay uno pocos Piken dispersados entre la multitud de

Mogs. Las grandes bestias están son golpeadas por toda la

violencia, pasando a través de los nacidos en tanque para

atacarnos. Horribles como siempre, con su musculoso

cuerpo que luce como si alguien hubiese cruzado a un buey

con un gorila, y luego agrego colmillos, garras y piel gris

escamosa, brevemente recuerdo como una de estas cosas

solía aterrorizarme. De vuelta en Paraíso, solamente un

Piken arrasando en torno a nuestra escuela casi mata a todo

nuestro grupo.

Ahora, me mantengo en mi sitio.

El Piken más cercano a mí, se encuentra con proyectiles

de fuego que salen de las palmas de mis manos extendidas.

Este grita y se cuece, su grueso cuerpo engullido por las

llamas. Lo tomo con mi telequinesis y lo arrojo de vuelta

dentro de la multitud, esperando que aplaste a algunos Mogs

antes de que se desintegre completamente. Bernie Kosar se

aferra a un segundo Piken. Mi viejo amigo ha tomado una de

sus figuras de batalla favoritas: poderosas alas, cuerpo de

león, y cabeza de águila –esencialmente, un grifo. Con un

batir de sus alas alcanza al Piken, luego atraviesa su pico por

la columna vertebral de este.

Otro Piken se lanza sobre Marina. Nueve se interpone

entre ellos y golpea limpiamente a través del hocico del

Piken. Agarra la parte inferior de la mandíbula de la bestia y

la eleva, rompiendo su cabeza en partes antes de lanzarla a

un lado. El brazo de Nueve está todo desgarrado por

meterlo dentro de la boca del Piken, pero Marina lo cura

rápidamente.

Lanzo bolas de fuego hacia los Mogs. Cuando el fuego de

los cañones se vuelve muy pesado, creo un poco más de

cubierta con mi visión de piedra. Presionamos hacia delante,

ganando terreno. Los Mogs comienzan a retroceder hacia la

entrada de la caverna.

Eso no dura mucho. Cinco aparece detrás de ellos, su

cuerpo completamente de metal, sosteniendo un cañón con

una mano y blandiendo su espada con la otra. El incendia un

manojo de Mogs antes de elevarse. Con gozo metódico,

Cinco lanza balas de cañón repetidamente a la multitud,

aplastando Mogs bajo su pesado cuerpo de metal,

levantándose, apuñalándolos con el filo de su espada,

derribando a cualquiera a su alrededor después toma vuelo

de nuevo para repetir el proceso.

—John— una calmada voz habla en mi mente. Un cese

temporal a la locura que me rodea. Es Eli. –Seis dice que los

escudos han caído.

Miro alrededor. Hemos reducido el número de Mogs aquí

afuera, pero todavía queda mucha lucha por hacer. Tengo

quemaduras de desintegradores en mis brazos y en mi pecho

que sano rápidamente. Nueve y Marina necesitan sanarse

constantemente entre batallas también. Cinco es el único que

luce como si estaría feliz de cargarse a los nacidos en tanque

por el resto de la noche. Tiempo de terminar esto.

Marina, la alcanzo telepáticamente. Dame un iglú.

Marina reacciona inmediatamente. Crea una cúpula de

hielo gruesa y robusta sobre ella y Nueve. Tan pronto como

ésta es creada, golpeo la estructura con mi visión de piedra,

transformándola de hielo a roca sólida. Luego corro hacia

delante, uniéndome a ellos debajo de ésta. BK corre dentro,

también. Cinco ve lo que estamos haciendo y lanza un

bufido. En lugar de cubrirse aquí con nosotros, él

simplemente vuela lejos de la lucha. Los Mogs corren hacia

nosotros, pero Marina y yo sellamos rápidamente la entrada.

—Dulce bunker— comenta Nueve en la oscuridad.

Abran fuego. Le digo a Eli telepáticamente.

Nosotros cuatro nos apiñamos debajo del iglú de piedra

mientras nuestra nave de guerra bombardea a los Mogs que

la rodean. El suelo tiembla, el aire se pone tan caliente que

Marina tiene que comenzar a generar campos de frio para

evitar que nos cocinemos. Se forman grietas en nuestra

estructura improvisada, y llueven pedazos sobre nuestras

cabezas; pero rápidamente las sello con mi visión de piedra.

Esto solo dura alrededor de unos treinta segundos.

Cuando el tiroteo se detiene, Nueve derriba la cubierta de

piedra con su telequinesis. Afuera, el suelo está

completamente quemado. Una gruesa capa de polvo cuelga

del aire, y trozos retorcidos de desintegradores derretidos

adornan el piso.

La entrada a la base de la montaña está libre.

Cinco vuelve flotando desde arriba. —No quedaron

muchos en el interior— dice con una loca sonrisa. –Ellos

entraron en pánico cuando les derribaron la Anubis y se

apresuraron afuera para honrar a su Amado Líder.

— ¿Lo viste?— le pregunto. – ¿Alguna señal de Setrákus

Ra?

El sacude su cabeza. –Probablemente está escondiéndose

abajo en los tanques.

Nos tomamos un momento para recuperar nuestra

respiración, luego nos movemos hacia dentro del complejo

cavernoso. El lugar es justo como lo recuerdo. Los muros de

piedra gris están suavemente pulidos, acentuados cada veinte

pies más o menos por un conducto de energía o lámparas

halógenas. El aire es frio aquí adentro, el sistema de

ventilación a su máxima potencia. A nuestra izquierda, hay

una escalera excavada en la roca que conduce hacia arriba

donde pensamos que están los cuartos de control. A nuestra

derecha, un túnel se dirige hacia abajo, más profundo dentro

de la montaña, hacia los tanques.

Él está esperándonos allí. Lo sé.

Un puñado de nacidos en tanque salen a la carga desde el

túnel. Rezagados que se perdieron la verdadera lucha. Los

despacho con una bola de fuego. Casi como una idea de

último momento.

No hay señal de Seis y Adam aún.

— ¿Que estamos esperando?— se queja Cinco. Él y

Nueve presionan hacia delante, en dirección al túnel

inclinado hacia abajo, como si estuviesen en una

competencia por llegar primero. Marina y BK permanecen a

ambos lados de mí.

—Seis dice que le des un minuto – la voz de Eli entra en

mi mente.

— ¿Hay algún problema?— pienso de vuelta hacia ella.

Estoy por alcanzar a Seis con mi propia telepatía, descubrir

que la está retrasando, cuando un grito de dolor delante

llama mi atención.

—Ese fue Nueve— dice Marina, alarmada.

Corremos hacia delante y abajo, con BK pisando nuestros

talones, dentro del estrecho túnel. Nueve y Cinco, ansiosos

por mas combate y buscando lucirse cada uno, se fueron

muy por delante de nosotros. Mientras corremos, el aire se

vuelve húmedo y pesado, cargado con un olor como a carne

podrida bañada en gasolina.

Después de un rápido giro a través del delgado corredor,

Marina y yo emergemos en la cámara central de la cavernosa

base de la montaña. Aquí, una espiral rocoso sobresale hacia

abajo a lo largo de las paredes. Pasando docenas de túneles,

surcado aquí y allá por puentes de piedra en forma de arcos.

Dos grandes columnas corren desde el piso hasta encima del

techo. La última vez, recuerdo cuan de lleno de

Mogadorianos estaba este lugar, como la estructura me

recordaba a una colmena y los Mogs insectos. Ahora, el lugar

está completamente vacío.

La cornisa termina a media milla de un taque tipo lago

lleno del negro lodo Mogadoriano. Lo recuerdo siendo verde

la última vez que estuve aquí y apestando a químicos, pero

esto fue antes de que Setrákus Ra llegara a la Tierra y pusiera

sus experimentos realmente a trabajar. Hay maquinas allá

abajo ahora, sobresaliendo del lago de cieno negro como

máquinas de petróleo. Incluso desde esta altura, puedo ver la

ocasional chispa azul de la energía Loriense burbujeando

hacia arriba desde la cosa pegajosa y después, justo con la

misma rapidez, se disuelve.

— ¡Ahí!— grita Marina agarrando mi brazo.

Nueve está de pie en la cornisa justo debajo de nosotros,

agarrando su cara. Sostengo a Marina y nos vuelo hasta él.

—Esa cosa salió de ningún lado— gruñe Nueve. Un lado

de su cara está quemado y agrietado, como si hubiese sido

salpicado por químicos, mechones de cabello de ese lado de

su cabeza ahora blanquecinos. Rápidamente, Marina apoya

su mano contra la mejilla de Nueve y comienza a sanarlo.

— ¿Donde--?

No necesito terminar mi pregunta. Los veo, deslizándose

por debajo del aire de nuestra ubicación actual. Cinco vuela

en zigzag, tomando distancia de un Mogadoriano nacido de

verdad, definitivamente un aumentado, uno que también

puede volar. Me recuerda a un fantasma, de forma andrajosa,

volutas de sombras se arrastran hacia fuera desde la parte

inferior de su cuerpo. Salto fuera de la cornisa y vuelo hacia

abajo para ayudar a Cinco. BK me sigue, de vuelta en su

forma de grifo. Miro rápidamente por encima de mi hombro

y veo a Nueve, curado, corriendo hacia abajo también,

usando su Legado de anti gravedad para pegarse a las

paredes. Marina se aferra a él, en una montada sobre su

espalda.

Mientras me acerco, obtengo una mejor vista de este

último aumentado. Toda la parte inferior de su cuerpo ha

desaparecido. De la cintura para abajo no es nada más que

sombras semisólidas. Los extremos de las sombras ondean

de ida y vuelta como la cola de un pez y lo impulsan a través

del aire. Peor aún, su mandíbula y una buena porción de la

parte superior de su pecho igual faltan. Se ve como si

estuviese atascado en un grito perpetuo, un rocío verde

acido chorrea de su boca. Eso es lo que quemó a Nueve, y lo

que actualmente atormenta a Cinco, el rocío derritiéndose

incluso a través de su piel encapsulada en metal.

El aumentado no me ve venir. Está por sobrepasar

nuevamente a Cinco cuando lo golpeo a toda velocidad con

ambos pies en medio de sus omoplatos. Lo inmovilizo así y

lo empujo unos doscientos pies abajo, hacia la cornisa,

donde se aplasta con un repugnante sonido húmedo y deja

de moverse.

Cinco aterriza a mi lado, sin fanfarroneo, desliza su

espada a través de la parte posterior de la cabeza del

Aumentado ya muerto. Asegurándose, supongo. Él mira

hacia mí, y, por primera vez, veo algo como horror en el ojo

de cinco.

— ¿Viste esa cosa?— me pregunta.

—La vi

— ¿Por qué…?— él sacude la cabeza. –Él le prometió a

los Mogs, me prometió a mí, nuevos legados. ¿Quién querría

algo como eso?

Sacudo la cabeza y me acerco a Cinco, tocando las

secciones erosionadas de sus brazos y hombros para poder

curarlas. Él se aleja por un momento después se calma y deja

que ocurra.

—Él está loco, Cinco— digo. —Fuiste engañado por un

loco.

—Tiene que morir.

—Finalmente, estamos de acuerdo en algo— dice Nueve

saltando de la cornisa que está arriba de nosotros. Marina se

baja de su espalda y estudia al Aumentado muerto.

—Esto es una abominación— dice ella. —Él ha

transformado el trabajo de Lorien en algo… algo…—

Marina cubre su boca con el dorso de su mano y se aleja. Su

camino la lleva hacia la entrada del túnel más cercano, donde

inmediatamente ella se congela. –Oh… oh mi Dios.

Nos apresuramos hacia ella.

Es el olor lo que me golpea primero. El olor podrido, el

hedor a descomposición, todo haciéndose mucho más

ineludible por el calor agobiante de aquí debajo, cerca como

estamos ahora de los tanques de cieno negro.

Hay cuerpos apilados hasta lo alto en este túnel. Algunos

tienen el pelo negro y la piel pálida de los Mogadorianos.

Esos están medio desintegrados, deformados, con sus

extremidades despedazadas, trozos polvorientos. Otros son

humanos sin lugar a dudas. Lucen como si hubiesen sido

drenados, su carne gris y fruncida, venas negras secas visibles

debajo de su piel. Parece como si él hubiese succionado la

vida fuera de ellos. Una mirada más de cerca revela que, a

pesar de su apariencia marchita, los cuerpos humanos son

exclusivamente de adolescentes.

Recuerdo a Lawson contándome acerca de cómo Rusia

estaba entregando supuestos Garde a los Mogadorianos, y

esto recae en mí. Estos son nuestros. La Garde humana

cuyos países se rindieron, y otros que fueron rastreados por

su gente. Él extrajo la chispa Loriense justo fuera de ellos.

Contemplando esto, inconscientemente, he sacado mi

espada Voron, que ahora resplandece con energía de color

rojo opaco. Viéndola en mi mano, Nueve da un paso atrás.

—Cuidado con eso, Johnny— dice débilmente. Sus ojos

están llenos de lágrimas por la imagen de los cuerpos.

Marina cubre su cara. Cinco simplemente mira fijamente.

He cargado mi daga con Dreynen sin notarlo. Cuando

hablé con Eli, me preocupaba no ser capaz de usar mi Ximic

para copiar este poder por lo antinatural que se siente. Pero

no, nunca he querido separar tanto a alguien de Lorien como

a Setrákus Ra.

Giro lejos de esta última atrocidad, me paro al borde de la

cornisa y grito.

— ¡SETRAKUS RA!

Hay un estruendo encima de nosotros, polvo de roca

proviene del techo. Se siente como si la tierra misma se

hubiese movido. No estoy seguro de si eso fue causado por

mi grito o por algo más.

Y no me importa. Porque veo movimiento abajo. En el

centro del lago de cieno Mogadoriano.

Setrákus Ra emerge del lodo aceitoso, elevándose desde

las profundidades. Las lombrices de cieno no gotean desde

el, más bien se deslizan por debajo de su piel como si

estuviesen buscando refugio. Tiene puesta la armadura

Mogadoriana negra y roja que he visto antes, ornamentada y

vistosa, con una fluida capa negra pegada abultados

hombros. Su bulbosa, pálida cabeza, recubierta con gruesos

mechones de pelo oscuro. Eso es nuevo. Igualmente, sus

facciones ya no están tan hundidas, ni tan viejas. Incluso la

cicatriz purpura alrededor de su cuello ha comenzado a

desvanecerse. Él está más joven, más sano, de lo que alguna

vez lo vi. Flota con sus manos extendidas a sus lados, como

un salvador retorcido.

Él estira su cuello para mirarnos y sonríe. –

Bienvenidos— dice. Notando el túnel ante el que estamos

parados, baja su vista y frunce el ceño, burlonamente

respetuoso. –Por favor, no se ofendan ante la vista de mis

fallas. Ellos no fueron aptos para llevar mis dones. Como

todos ustedes, ellos no estaban listos para el progre…

No más malditas palabras.

Le lanzo una bola de fuego. Sin esperar que lo golpee,

solo como intento de cubrir mi acercamiento. Vuelo hacia

delante, temerario, tan rápido como puedo. Detrás de mí,

siento a los demás avanzar también. Esto es.

Asesinar o ser asesinado.

Setrákus Ra alza su mano, y un pedazo de cieno en forma

de escudo se extiende desde su palma. Mi bola de fuego es

absorbida. No importa.

Con él distraído, le arrojo mi daga. Uso mi telequinesis

para aumentar su velocidad.

La hoja se clavando justo en su hombro, enterrándose a

través de su armadura. Una herida que no va a poder curar

gracias al Voron y no más legados gracias a mi Dreynen.

Excepto que, parece muy fácil. Casi como si él hubiese

querido acertara.

—Muy bien John— dice Setrákus Ra con aires de

suficiencia. –Has dominado el Dreynen.

Nada pasa. Él sigue flotando. Sigue sonriendo.

—Has cortado esa parte de Lorien que todavía vive en

mí. No seré capaz de quitarte tus Legados— Setrákus Ra

continua conversacionalmente. –No va a importar.

Setrákus Ra se saca la daga fuera de su hombro y la lanza

de nuevo hacia mí. Vuelo a un lado, y detrás de mí, Nueve

sostiene el arma con su telequinesis.

—Estoy más allá de eso ahora. Más allá de Legados. Sus

poderes provienen de un ser primitivo sin rima ni razón. Mis

aumentos son de mi propia elección, limitados no por una

entidad externa sino solo por mi propio genio. Que, debo

agregar, es extraordinario.

La herida en su hombro no se cura. En su lugar, se llena

con cieno negro.

A penas tengo tiempo de procesar esta información,

cuando me impulso a mí mismo hacia adelante, enfurecido.

Si el Dreynen no funciona, hay otras maneras.

Fuerza bruta.

Golpeo a Setrákus Ra con mi puño, el apenas se mueve.

Rápidamente, enciendo mi Lumen, mis puños llenos de

calientes llamas blancas y lanzo un golpe, dos golpes, tres

golpes. Él mueve su cabeza hacia el otro lado, justo lo

suficiente cada vez, a una velocidad imposible.

El próximo golpe lo agarra. Huelo carne quemada cuando

su mano cubre la mía. El parece no notarlo.

—Después de todos estos años— Setrákus Ra dice, los

dos cara a cara. — ¿Sigues sin entender?

Cinco choca contra la espalda de Setrákus Ra y comienza

a golpearlo. Apuñala con su espada la garganta de Setrákus

Ra, su espalda, a través de su cara.

Cada herida, es rápidamente cubierta por el cieno negro.

El brazo libre de Setrákus Ra gira 180 grados alrededor de

su propio eje. Su mano se da la vuelta como si él estuviese

doblemente articulado, y, sin apartarse de mí, agarra a Cinco

por la garganta. Ahora se aferra ambos.

—Nunca podrán ganar— Setrákus Ra termina su

oración. –Fueron enviados aquí solamente a morir.

Luego aplasta mi mano. Siento cada dedo romperse, cada

nudillo comprimirse. El dolor es insufrible. Me arroja lejos

de él con tanta fuerza que pierdo el control de mi vuelo.

Afortunadamente, Nueve salta en el aire y me agarra

alrededor de la cintura. Marina, posicionada en la cornisa,

crea un tempano de hielo sobre el cieno negro, donde Nueve

y yo podemos aterrizar a salvo.

Nueve me mira, con ojos salvaje. – ¿John, que… Qué

demonios son esos poderes?

Trago fuerte, tratando de sanar mi mano rápidamente,

haciendo una mueca cuando mis huesos comprimidos crujen

volviendo a su lugar. –No lo sé.

Mientras tanto, Setrákus Ra retuerce su brazo a su

posición normal, todavía sosteniendo a Cinco por el cuello.

Cinco ha dejado de apuñalar al Mogadoriano y en su lugar

esta palanqueado desesperadamente los dedos de Setrákus

Ra.

—Tú— Setrákus Ra dice. –Una de mis más grandes

decepciones. El poder que pude haberte dado, chico…

Setrákus Ra agarra levanta una mano. Las puntas de sus

dedos brillando, cada una de ellas terminada garras afiladas

como navajas. Él quiere que observemos. Está jugando con

nosotros.

Tiro de Cinco con mi telequinesis. Siento que Nueve y

Marina hacen lo mismo. No somos lo suficientemente

fuertes para arrancarlo del agarre de Setrákus Ra.

Hay un penetrante chirrido de metal, y luego Cinco

comienza a gritar. Setrákus Ra arrastra sus filosos dedos a

través de la cara de Cinco, rebanando su piel de metal como

si fuese mantequilla. Luego la arranca, como si quitase una

máscara, y lanza el pedazo de rostro metálico un lado.

Cinco ya no está gritando. No sé si está consciente o

incluso vivo.

—Déjame mostrarte lo que te perdiste, traidor— dice

Setrákus Ra.

El brazo de Setrákus Ra se estira como si estuviese hecho

de goma. Y sumerge a Cinco dentro del espeso líquido

Mogadoriano. Ahora, Cinco patalea, y brevemente cambia la

consistencia de su piel, tomando la propiedad del cieno.

Mientras miro, fragmentos de energía azul clara son

succionados de Cinco y se sumergen en el lodo.

Solo toma unos pocos segundos para que Cinco deje de

moverse. Setrákus Ra deja que su cuerpo se hunda bajo la

superficie del lodo. Agarro mi tobillo pero no hay ninguna

cicatriz nueva. Ya sea porque Cinco sigue vivo de alguna

forma, o porque Setrákus Ra y su lodo lo despojaron de la

energía que concede sus Legados y por eso el encantamiento

ya no lo reconoce.

Una sola burbuja se eleva a la superficie del cieno,

revienta, y luego el oscuro lago queda inmóvil. No hay forma

alguna de que alguien pudiera sobrevivir a eso.

Setrákus Ra se gira hacia nosotros. Sonríe.

—Nunca se pretendió que ustedes, niños, vivieran tanto

tiempo— dice. –Una discrepancia que pronto voy a

remediar.

LOGRAMOS LLEGAR A LA SALA DE CONTROL

DE LA BASE EN LA MONTAÑA, solo quedan seis Mogs

en un lugar que podría albergar cinco veces ese número.

Todos están pegados a un banco de monitores instalado en

la pared de la cueva, fijos en las pantallas que muestran el

exterior de la base. En esas pantallas, el resto de nuestro

grupo está destruyendo la gran cantidad de nacidos en

tanque que protegen la entrada a la montaña.

Adam y yo somos invisibles. Estos seis no nos oyen

entrar. Le doy un apretón en el brazo, preguntándole si está

listo para acabar con este grupo. Él toca mi mano dos veces

lentamente. En señal de que esperemos.

Observando más de cerca, me doy cuenta de que estos

Mogs son nacidos de verdad. Todos llevan pistolas, pero no

parecen del todo ansiosos por correr afuera y unirse al

combate.

Un nacido de verdad, un hombre con un estúpido

mohawk, dice algo en Mogadoriano a una mujer también

nacida de verdad con largas trenzas. Ella le responde

inmediatamente. Están discutiendo. Los otros se unen.

De repente, mohawk apunta su pistola a la cara de

trenzas. Ella devuelve la amenaza. En cuestión de segundos,

todos se están apuntando armas entre ellos, aun ladrando

ásperas palabras en Mogadoriano.

Es una situación tensa con la cual estoy feliz de

contribuir. Usando mi telequinesis, presiono el gatillo de uno

de sus cañones, luego otro. Los nacidos de verdad hacen el

resto, gritando con ira y disparándose entre ellos. En apenas

segundos, todos han caído. Unos pocos comienzan a

desintegrarse en pedazos.

Suelto el brazo de Adam, y nos volvemos visibles otra

vez. Él infla sus mejillas con un suspiro, mirando con

decepción los nacidos de verdad muertos en el suelo, y luego

empieza a buscar en los paneles de control para encontrar el

que maneja el campo de fuerza de la montaña.

—¿Por qué estaban peleando?— le pregunto. Igual que

antes con los Mogs, mis ojos son arrastrados hacia la batalla

teniendo lugar en las pantallas.

—El del mohawk quería saber cómo pudo pasar esto.

Quería saber porque el Amado Líder permitiría que el

Anubis callera, por que dejaría que la Garde llegara tan

lejos— explica Adam llanamente. —La mujer, ella dijo que

Setrákus Ra se había vuelto loco, que las mejoras son

perturbadoras. Los demás dijeron que eso era una blasfemia

y. . .— Él mueve una mano en el aire, indicando que ya

conozco el resto.

—Ohm, — respondo, mirando a la mujer Mog en el piso.

A diferencia de los demás, esta no se ha desintegrado del

todo. La muevo con la punta del pie, y su cabeza se mueve a

un lado. Es raro para mí cuando dejan cuerpos. Me hace

sentir algo que casi llamaría culpa. —Tal vez debimos

haberla ayudado.

Adam niega con la cabeza. —Habría tratado de matarnos,

— responde.

—Rex no lo hizo.

—Si hay otros Mogadorianos simpatizantes como Rex,

no los encontraremos en el fragor de la batalla, —responde

él.

Adam encuentra la interface correcta y comienza a

presionar algunos botones. Un símbolo parpadeante aparece

en su pantalla—una advertencia en algún lenguaje. Él hace

un ruido de exasperación e inserta un comando diferente.

—Tengo que pasar un protocolo de seguridad, — dice.

—Verifica si hay algún pase de seguridad en esos cuerpos.

Rápidamente, reviso los uniformes Mogadorianos.

Encuentro un chip plástico en el bolsillo frontal del primer

nacido de verdad examino, lo soplo para remover la ceniza y

se lo entrego a Adam.

—Excelente, — dice él. Inserta la llave, tira de una

palanca, y segundos después hay una fuerte exhalación

eléctrica. Adam se gira hacia mí. —Escudos fuera.

—Asombroso — respondo. Siento un cosquilleo en mi

mente, es como si por un momento alguien más tomara

espacio en mi cerebro. Esa es Eli registrando.

Probablemente ya ha informado a John de nuestro progreso.

Uno mis manos en un aplauso. —Vamos a darle.

—Espera, — titubea Adam. —Hay algo que necesito

decirte antes…antes de que sea demasiado tarde.

Giro mi cabeza a un lado. — ¿Justo ahora?

Adam asiente, sus labios una apretada línea. —John me

ha pedido que vuelva a nuestra nave de guerra y destruya

esta montaña. Si no matan a Setrákus Ra…él quiere que la

derrumbe incluso si alguien sigue aquí adentro.

Medito esto por un momento. —Muy bien. ¿Y?

— ¿Y? — responde él, incrédulo.

—Sí, ¿Y qué? Si no matamos a Setrákus Ra, entonces

probablemente estaremos muertos de todas formas, ¿No? —

me encojo de hombros. —Has lo que él te dijo.

— ¿Qué hay acerca de vivir para pelear otro día?

—Creo que estamos a punto de quedarnos sin más días,

¿No crees? Es hora de acabar con esto, de una manera u

otra.

Si Adam tiene más protestas que hacer, son interrumpidas

por un parpadeo de luz en los monitores. Ambos nos

giramos para mirar al tiempo que nuestra nave de guerra

abre fuego contra los Mogs afuera, John y los demás

refugiados a salvo en lo que parece el caparazón de una

tortuga hecho de roca.

—Pronto estarán adentro, — digo. —Bajemos para

encontrarnos con…

Mi oración termina en una tos húmeda. Miro hacia abajo

a mi propio cuerpo, confundida por un repentino dolor en el

pecho.

Hay un afilado tentáculo de espeso fluido Mogadoriano

sobresaliendo debajo de mi seno izquierdo. Asestó justo en

mi espalda, entre los omoplatos. Puedo sentirlo, punzando y

quemando dentro de mí. Probablemente perforó un pulmón.

Me quedo sin respiración, hay sangre en mis labios.

—Oh— es todo lo que pienso para decir.

— ¡Seis! — grita Adam.

—Oh, como esperé que fuesen ustedes dos, — dice una

voz familiar detrás de mí.

Giro mi cabeza porque soy incapaz de mover el resto de

mi cuerpo, tal como estoy, empalada por un tentáculo.

Phiri Dun-Ra está parada en la puerta de la sala de

control. Sus mutaciones son justo como John las describió:

una enfermiza masa de retorcido fluido negro implantado a

sus hombros donde deberían estar sus brazos.

Me ha asesinado. No puedo creerlo.

Dust es el más rápido en actuar. Arremete desde al lado

de Adam, su forma de lobo creciendo gigantesca, pelaje gris

erizándose encima de su musculosa espalda, dientes

chasqueando. Embiste a Phiri Dun-Ra con sus enormes

patas delanteras, noqueándola de sus pies. Cierra los dientes

en frete su cara, pero ella logra retroceder la cabeza justo a

tiempo para evitar ser mordida. Uno de sus tentáculos se

enrosca alrededor del hocico de Dust, amordazándolo. Los

demás apuñalando su cuerpo. Aun así, la Chimaera forcejea,

enterrándole las garras y presionado hacia abajo con su peso.

Como resultado del ataque de Dust, el tentáculo de Phiri

sale de mi cuerpo. Probablemente habría caído de bruces si

Adam no hubiese estado ahí para sostenerme. Él presiona

una mano en mi herida, ayudándome a recostarme en la

pared. Mi sangre borbotea sobre su mano, y puedo asumir

por el pánico en sus ojos que no luce para nada bien.

—Seis, necesitamos llevarte con Marina o John…

Adam es interrumpido por un quejido, y luego un gran

peso se estrella contra nosotros. Es Dust, arrojado por las

enfermizas implantaciones de Phiri Dun-Ra. Su pelaje

empapado de sangre, perforaciones causadas por los

tentáculos de Phiri a lo largo de todo su cuerpo, que se

encoge rápidamente. Dust trata de tambalearse de vuelta a

sus pies y casi lo logra antes de que sus patas cedan. Sus

oscuros ojos se enfocan en Adam mientras yace a su lado, se

queja una vez y luego se queda inmóvil.

Adam grita.

Ahora Phiri Dun-Ra acaba de ponerse de pie, su cara y

pecho cubiertos por las marcas de las garras de Dust. Adam

levanta su pistola y dispara. Le asesta una vez en el pecho,

pero los dos disparos siguientes son absorbidos por sus

tentáculos. Ella corre de vuelta a la entrada y afuera,

apresurándose para cubrirse.

— ¡Seis! — es la voz de Eli en mi mente. — ¡Enviaré a

los demás para ayudarte!

— ¡No! —pienso de vuelta, obligándome a ponerme de

pie. —Nos encargaremos esto. Diles que se enfoquen en

Setrákus Ra.

—Pero…

Imagino a Phiri Dun-Ra tomando control de mis legados

o los de Adam, usándolos para ir detrás del resto de nuestros

amigos, para luego quitarlos del camino. Pienso en las

órdenes secretas que John dio a Adam, en cómo se supone

que él destruya la base en la montaña si algo sale mal. Y al

mismo tiempo pienso en Eli, arrojándose a sí misma dentro

de un torrente de energía Loriense porque sabía que eso

significaba derrotar a Setrákus Ra.

Prioridades. Sacrificios.

Detenemos a Phiri Dun-Ra aquí. Nos aseguramos de que

los demás no tengan ninguna sorpresa aguardando detrás de

ellos.

Me balanceo de vuelta a mis pies aunque no es nada fácil.

Cuando trato de tomar una respiración profunda, la

respuesta de mi cuerpo es disparar un terrible dolor a través

de mi pecho. Se siente como si tuviera todo mi lado

izquierdo agujereado. Sin embargo, puedo seguir peleando.

Tengo que hacerlo.

Cubro mi herida con una mano lo mejor que puedo, y

cojeo en busca de Adam. Él ya ha se ha hecho camino a

través del pasillo, iracundo, persiguiendo a Phiri Dun-Ra.

Hace un par de disparos más con su pistola. Ella salta,

enrosca su tentáculo alrededor de una estalactita y se levanta

a sí misma sobre el ataque de Adam. Luego se columpia de

vuelta hacia Adam.

Phiri Dun-Ra patea la pistola fuera de la mano de Adam.

Antes de que pueda apuñalar a Adam con su tentáculo, la

empujo con mi telequinesis y la estrello contra una pared. La

mantengo ahí presionada, un peso telekinetico contra su

pecho. Los músculos en su cuello se tensan mientras trata de

lanzarse hacia adelante y no puede.

—Seis, tú…— Adam parece sorprendido de verme en

pie, como si fuese a sermonearme por estar de vuelta en la

pelea. Trato de absorber una respiración mientras mantengo

mi agarre telekinetico sobre Phiri y me siento como si

estuviera a punto de vomitar, me apoyo sobre la entrada de

la sala de control.

—Estoy bien, — jadeo. —Acaba con ella.

Adam gira hacia Phiri, y, por supuesto, ella empieza a

hablar.

— ¿No te molesta estar en el lado perdedor de la historia,

Sutekh?— pregunta Phiri, un gran tono de desesperación en

su voz.

— ¿Así es como ganar luce para ti, Phiri?– responde

Adam secamente, levantando su pistola.

Phiri continúa divagando, chillando. —Cuando estas

batallas sean añadidas al Gran Libro, tú serás una

advertencia, una nota para los traidores, un…

—Ya cierra la boca, —le digo.

Ella se contorsiona en vano contra telequinesis, incluso

sus mutados implantes se revuelven inútilmente, capaces

únicamente de retorcerse contra la pared. A diferencia de

México, Marina no está alrededor para contenernos de

matar a esta perra. E incluso si estuviera, después de lo que

le hizo a John, a Dust, a todos en Patience Creek, no creo

que Marina pondría ninguna objeción.

El sonido de un cañón pone fin a los pretextos de Phiri

Dun-Ra. Mi espalda quema.

Phiri Dun-Ra suelta una carcajada.

Adam da vuelta, con los ojos bien abiertos.

Echo un vistazo detrás de mí. Y veo a la mujer nacida de

verdad con las trenzas, la que pensamos que estaba muerta,

medio sentada.

Ella acaba de dispararme en la espalda.

Adam le dispara de vuelta, remueve su cabeza

limpiamente.

Pero la sorpresa del nuevo dolor fue suficiente. Por el

más breve de los momentos, pierdo mi agarre sobre Phiri

Dun-Ra. Sus tentáculos se liberan. Dos encajan en el

abdomen de Adam, y él se dobla inmediatamente. Los otros

se lanzan por mí, pero me tiro hacia atrás, dentro de la sala

de control, evadiéndolos. A pesar de todo el dolor que estoy

sintiendo, trato de atrapar a Phiri Dun-Ra con mi

telequinesis.

Ella da un fuerte pisotón en la tierra, y un tremor sísmico

me lanza hacia atrás, chocándome fuerte contra una de las

metálicas estaciones de computadora. Hay un crujido debajo

de nosotros como viejas rocas cambiando y chocando

juntas. Toso sangre sobre el tambaleante piso.

Phiri Dun-Ra ríe animadamente. — ¡Increíble! No estaba

segura si tendrías alguna chispa Loriense de la que

alimentarme, Adamus. Pensé que simplemente eras una

mejora prematura, un experimento fallido. — Phiri chasquea

los labios, como si estuviera tratando de identificar lo que

está saboreando. — ¡Pero realmente eres como ellos! ¿Te

hará feliz saber que eras especial? ¿Lo peor de ambos

mundos?

Adam cuelga lánguidamente de los tentáculos de Phiri.

Puedo ver partículas de energía Loriense parpadeando a

través de la espesa masa de sus mortales extremidades,

arrancadas de Adam y transfiriéndose a ella. Trato de

empujarme hacia arriba, pero mis brazos no responden.

Lentamente, Adam levanta su cabeza, apartando

mechones oscuro cabello fuera de sus ojos. Clava la mirada

en Phiri Dun-Ra.

—Soy como ellos, — dice a través de dientes apretados.

—Pero también soy como tú.

Adam hunde las manos en la negra sustancia de los

tentáculos. Ambos jadean—ella en shock y él por el dolor—

al tiempo que el fluido se fusiona con sus manos. Él tira

hacia atrás, y la sustancia comienza a desprenderse del

muñón en el hombro de Phiri y a unirse con Adam. Debe

reconocer su genética Mogadoriana. La enfermiza sustancia

esta enredada entre los dos. El flujo de energía Loriense

desde Adam hacia Phiri se detiene.

— ¿Qué. . .? — Comienza ella a decir, con ojos salvajes.

Adam da un pisotón en la tierra. Un poderoso temblor

se extiende desde él.

El rugido resultante es ensordecedor. El piso de la

caverna se quiebra, estalactitas se sueltan desde arriba. Un

abismo se abre debajo de los dos Mogadorianos. Phiri Dun-

Ra trata de retroceder, trata de buscar el borde a tientas con

sus brazos, sus tentáculos. Pero Adam la sostiene

fuertemente.

Ambos caen en la oscuridad.

— ¡ADAM!— grito. A pesar del dolor desgarrador en mi

pecho, me lanzo de golpe hacia el borde del recién creado

precipicio. Trato de alcanzarlo con mi telequinesis.

Demasiado tarde. Nada más que sombras. Él se ha ido.

—Adam…— digo, mis manos colgando flácidamente en

el abismo, sangre fluyendo en las rocas debajo de mí.

TODO.

Todo lo que tengo, se lo lanzo a él.

Primero, mi lumen. Mi más viejo, y más confiable legado.

Me alejo volando del tempano de hielo que Marina hizo,

dejo a Nueve detrás y aplasto a Setrákus Ra con dos

torrentes idénticos de fuego. Su estúpida capa se incendia, su

armadura se enciende al rojo vivo. Miro como en su pálida

piel burbujea y se carboniza, se despelleja y, en un parpadeo,

se suavizada por arterias de la sustancia que circula a través

de su cuerpo.

Él ni siquiera parece incomodarse por mi ataque. Es

como si él no sintiera ningún dolor. Él solo flota encima de

su lago de mierda negra, mirándome desde arriba, una

exasperante mueca de sonrisa en su rostro.

—¿Es eso lo mejor que puedes hacer?— pregunta.

Setrákus Ra vuela hacia mí a una velocidad que yo no

podría duplicar y me golpea directo en el esternón. Hay púas

creciendo de sus nudillos que no estaban hace un segundo, y

oigo mis costillas crujir. Caigo hacia atrás en un afloramiento

rocoso al borde del tanque, patinando hasta detenerme con

los codos. Inmediatamente, empiezo a curar mis costillas

rotas.

Voy a necesitar seguir sanándome tan rápido como él me

hiera y espero que pueda encontrar alguna manera de

terminar con él.

Con un rugido, Bernie Kosar vuela hacia Setrákus Ra. En

su forma de grifo, él es un oponente formidable, incluso si

Setrákus Ra se está moviendo a súper velocidad. Tal vez una

buena mordida podría hacer la diferencia.

BK nunca logra llegar.

Setrákus Ra levanta una mano, y la sustancia del lago se

esparce alrededor de BK. Forma una jaula sobre él, como

algo sacado de un zoológico, las barras secciones de espeso

fluido negro. Rasgando y mordiendo, BK no puede salir

libre de ahí. Lentamente la jaula empieza a contraerse a su

alrededor, forzándolo a cambiar de forma en una más

pequeña y más pequeña para no ser aplastado.

—Nunca terminé mi trabajo con las quimæras,— musita

Setrákus Ra, mirando como la el lodo negro engulle a BK.

—Gracias por traerme una.

La jaula deja de comprimirse cuando BK se transforma a

la forma de Beagle. BK trata de hacerse más pequeño y pasar

a través de las barras, pero toda la cosa se cierra

instantáneamente como un cajón. No lo puedo ver más. BK

flota en una burbuja solida del líquido justo encima de la

superficie del lago.

Al menos, por cómo se oye, Setrákus Ra no planea

matarlo ahora mismo.

No puedo decir lo mismo del resto de nosotros.

Cuando me tambaleo de vuelta a mis pies, Setrákus Ra

aterriza unos cuantos metros adelante. Sostiene sus manos

como un santo en el cristal manchado de una ventana. Mis

labios hacen una mueca de disgusto.

—Como insectos ante un gigante,— dice él. —Así

ustedes niños caen ante un dios.

—Tú no eres un dios,— replico, lanzándole una bola de

fuego, que él simplemente absorbe.

Él suelta un bufido. “Ustedes Lorienses, tan piadosos aun

en el final. La cosa a la que adoran, la Entidad que ahora se

esconde debajo de la tierra, no es nada más que un recurso.

Como oro, como agua. Ustedes le oran a un rio mientras yo

creo represas. Ustedes confían en los caprichos de la

naturaleza mientras que mi intelecto cambia galaxias. ¿No

ven ahora lo que mi trabajo, mi progreso, tiene el poder de

crear?-

—¡Yo veo a un solitario viejo idiota viviendo en una

maldita cueva!— grita Nueve mientras se lanza desde un

costado.

Nueve lanza un puñetazo que Setrákus Ra esquiva

fácilmente. Mientras Nueve tropieza e intenta recuperar su

equilibrio, Setrákus Ra lo agarra por el cabello y lo lanza hala

hacia atrás. La mano de Setrákus Ra es plana, sus bordes

brillando relucientes como el filo de una espada. La lanza

con un movimiento cortante en picada contra el cuello de

Nueve.

Tiro de Nueve hacia mí con mi telequinesis antes de que

Setrákus Ra pueda córtale la cabeza. Él se queda con un

puñado del cabello de Nueve en su mano, arrancado

directamente desde su cabeza.

La velocidad. La invulnerabilidad. Cambiar su cuerpo en

cualquier forma enferma que él pueda imaginar. Es loco

pensar que alguna vez fui intimidado por Setrákus Ra

cuando lo único que podía hacer era cambiar de tamaños y

cancelar nuestros legados.

Este monstruo delante de mí es mucho peor. —¿Alguna

idea?— me dice Nueve.

—Flanquéenlo,— replico, y nos separamos. Nueve

sostiene mi daga. —¿Puedo?

—Hazme el honor.

Tratamos de mostrarnos confiados, pero puedo decir que

Nueve ha sido sacudido por el poder de Setrákus Ra.

Estamos en problemas.

Con una sonrisa burlona, Setrákus Ra empieza a avanzar

hacia nosotros. Antes de que él se acerque demasiado, él es

acribillado por una bola de hielos desde el techo. Él es un

alfiletero, con estacas de hielo clavadas de arriba abajo por su

espalda.

—¡Todo lo que has provocado es dolor y sufrimiento!—

le grita Marina. —¡Todos esos cuerpos regados allá arriba!

¿Para qué? ¿Para qué pudieras confeccionar esos espantosos

poderes?

Setrákus Ra deja salir una risita sofocada. —Oh no,

querida. Lorien es tacaño con sus regalos. Las miserables

chispas que se esconden dentro de todos ustedes, son meras

gotas. Necesité acceder directamente a la fuente para crear lo

que ves aquí.— Posa una mano vanidosamente en su propia

mejilla. —Drenar a esos otros fue meramente un periodo de

prueba de mis aumentos. Ellos murieron en servicio del

glorioso progreso.

—¡Estás loco!— Marina objeta. —Con todo y tu

supuesto ingenio, ¡Nunca has creado algo tan bello como

Lorien lo hizo!

Una repentina ola de calor emana de Setrákus Ra, y las

estacas de hielo se derriten en él. Entonces se da la vuelta

para hacer frente a Marina, su apariencia está cambiando. Su

piel se oscurece a un color caramelo, y en su cabeza brota

una bola de rizado cabello negro.

—¿No lo he hecho?— pregunta él. Su rostro, su voz—ha

tomado la forma de Ocho.

Marina se retrocede horrorizada al tiempo que él flota

hacia ella.

—¿No te prometí reunirte con tu amado?— Setrákus Ra

pregunta, sus ojos llenos de malicia que Ocho nunca tuvo

estando en vida. –Eso aún podría ser tuyo, querida Marina…

Usando mi visión de roca, convierto la mitad de su

cuerpo en granito solido conectado al piso de la cueva, así

que ahora Setrákus Ra es una estalagmita elevándose encima

de las rocas. Él mira hacia abajo, hacia él mismo— abandona

la apariencia de Ocho, su versión joven regresa — y hace

una cara.

—Primitivo,— gruñe.

Primitivo o no, lo ralentiza. Nueve va contra él, corre por

la formación de la roca que hice y golpea fuertemente a

Setrákus Ra con mi daga de Voron. Atascado en su lugar,

Setrákus Ra no lo puede esquivar, y Nueve destroza una

gran parte de su cara. Por un momento, pienso ver sangre.

Pero luego el fluido Mogadoriano llena la herida, se recoge

sobre sí, y luego su cara está de vuelta a la normalidad.

Aun así, él fue herido. Podemos encontrar maneras de

herirlo.

Cuando como Nueve va por otro ataque, empujo con mi

telequinesis. Hago presión en la armadura que Setrákus Ra

usa, aplastándola, compactándola, esperando apretar sus

tripas. Puedo sentir la fuerza de Marina añadida a la mía, y

pronto estamos apretando su armadura como una lata.

Rugiendo, Setrákus Ra rasga su armadura suelta y la tira a

un lado. Él esta con el pecho desnudo ahora. Justo encima

de su corazón, en el lugar donde Seis lo empaló, hay una

masa palpitante de fluido negra, como una araña en el centro

de su telaraña.

La cosa no se concentra así en ninguna otra parte de su

cuerpo. De ahí debe ser donde se deriva todo su poder.

—¡Nueve!—En vez de hablar, esta vez uso mi telepatía.

No quiero que Setrákus Ra sepa que ya lo descubrimos. —

¡Ve por el corazón!

-Duh- piensa él de regreso.

Setrákus Ra golpea las rocas que construí alrededor de sus

piernas para librarse, como si no fueran más que guijarros.

Tan pronto como está libre, activo mi visión de piedra y lo

atrapo de nuevo. Al mismo tiempo, Marina lo aprisiona con

otra barricada de hielo. Él aplasta las dagas congeladas,

gruñendo, distraído.

—Esto se está volviendo tedioso— dice él.

Y luego Nueve está sobre de él, lanzándose con por la

daga de Voron, obteniendo potencia de un poderoso salto,

arrojándose con todo su poder.

Apuñalando a Setrákus Ra directo en el corazón.

Nueve entierra la espada hasta la empuñadura. La punta

sobresale a través de la espalda de Setrákus Ra.

Setrákus Ra baja la vista hacia el arma. Sonríe.

—¿Es esta una historia para niños?— pregunta, sonando

entretenido. —He pasado siglos perfeccionando mi trabajo.

¿Y ustedes piensan…. ¿Qué? ¿Qué hay un punto débil?

Él toma un profundo respiro, y la espada, junto con la

mano de Nueve aún en la empuñadura, son succionados

dentro de la masa negra en su pecho. Setrákus Ra mira hacia

Marina.

—Contemplen, una demostración.

Nueve grita. Su brazo primero se torna azul, como si la

circulación hubiese sido cortada, luego de un gris marchitado

y finalmente tan negro como la sustancia. Los músculos se

derriten, su piel cuelga en sus huesos. Es como ver

intervalos fotográficos de su brazo en descomposición.

Setrákus Ra otra vez se libera de la roca que puse

rodeando sus piernas, pisando fuerte y patea a Nueve en el

pecho. Nueve sale volando hacia atrás.

Su brazo se queda con Setrákus Ra. Cuelga desde su

pecho por un momento, y luego es como si la sustancia

empezara a digerir el miembro, rompiéndolo, arrastrándolo

dentro de Setrákus Ra. Cuando el proceso ha terminado, el

brazo es totalmente absorbido. Nueve esta tirado en el

suelo, agarrándose el espacio vacío donde solía estar su

brazo. Marina salta hacia él, con los ojos salvajes.

—Oh Dios, Oh Dios,— ella murmura, agarrando el

hombro de Nueve. No hay sangre; la carne esta seca y

muerta. Aun así, ella activa su legado curativo e intenta. . .

intenta algo.

Setrákus Ra avanza hacia ellos, humedeciendo sus labios.

Vuelo hacia delante— visión de roca, un bombardeo de

hielo, una bola de fuego— trato de detenerlo.

No soy lo suficientemente fuerte.

Él toma mi cabeza, palma mi rostro y me estrella contra

el piso de roca.

—Tú serás el último, Pittacus— dice.

Sangre fluye de mis ojos. Mareado y confuso, aturdido,

me levanto sobre mis rodillas mientras Setrákus Ra habla

delante de mis amigos.

No podemos ganar esto.

Marina alza sus manos, y un muro solido de hielo los

separa a Nueve y a ella de Setrákus Ra. El Mogadoriano

suspira, molesto y golpea directo al muro.

Mientras esto pasa, uso mi telepatía. Buscando la mente

de Adam. En el calor de la batalla, no se me ocurrió hasta

ahora que Seis nunca apareció. Tal vez regresó a la nave de

guerra con Adam por alguna razón, y me permito esperanza

brevemente.

Nada. No puedo encontrar la mente de Adam.

O la de Seis.

Una fracción de segundos pasa telepáticamente, pero se

siente como una eternidad de búsqueda. Finalmente, puedo

hacer contacto con Eli, aun flotando sobre la montaña en

nuestra nave. La ansiedad emanando de su mente es palpable

tan pronto nos conectamos. Ella anticipa mis preguntas.

—Adam… Adam cayó en un abismo con Phiri—Dun-

Ra,— Eli me dice. —Y Seis está mal herida. Creo que ella

esta inconsciente.

Maldición.

Cambio de la mente de Eli a la de Sam. Lo puedo sentir

allí arriba, paseándose de ida y vuelta, mirando la oscura

entrada de la base Mogadoriana desde las ventanas de la

nave.

—Sam.— Hago un esfuerzo por mantener mis

pensamientos calmados y serenos. Como si mis amigos no

se estuvieran muriendo. Como si no estuviera perdiendo esta

guerra.

—Necesito que hagas algo por mí.-

—¿John?— Su mente casi salta hacia la mía. Nuestra

conversación entera toma lugar en el espacio de uno de sus

pasos, su pie flotando sobre el piso del puente. —¿Qué está

pasando? Eli no dice.

—Necesito que hagas algo por mí.

—¡Lo que sea!

—Usa tu legado. Ordena a la nave que destruya la

montaña.

—….¿qué?

Imágenes vienen de primer plano de la mente de Sam. Él

y yo estamos caminando a través de los pasillos de la

secundaria de Paraíso. Nueve sosteniéndolo en una llave de

cabeza. Más prominentemente, él y Seis parados una

maravillosa vista en la cima de una montaña en algún lugar,

contemplando un claro y cristalino océano.

—Es la única manera de detenerlo, Sam. ¡Él es fuerte,

pero podemos atraparlo aquí abajo!

—¡No! ¡No lo haré! ¡No mientras ustedes estén aun ahí

abajo!

Toda esta conversación telepática pasa a la velocidad de

mis pensamientos mientras me pongo de pie, mientras

Setrákus Ra corre hacia Nueve y Marina. Estoy fuera de

tiempo —él está allí; necesito actuar.

—Levántate, Nueve, por favor,— Marina suplica, aun

tratando de curar la carne muerta en su hombro.

Sostengo la conversación con Sam en mi mente,

dejándolo ver lo que veo, vuelo hacia Setrákus Ra, esperando

conseguirle a Marina más tiempo.

Él me anticipa. Me da un contragolpe con una fuerza que

hace crujir mi barbilla y me manda al suelo de la cueva

rompiéndolo, rozando delante de los fragmentos rotos de la

muralla de Marina.

Nueve aún sigue en el suelo, gimiendo y sacudiéndose,

probablemente entrando en shock. Marina presiona sus dos

manos en su muñón. Nuestros legados de curación no

reconstruyen miembros. No hay nada que podamos hacer.

Setrákus Ra toma a Marina del cabello y la levanta del

suelo. Ella patalea lazándole una bofetada a la cara. Ella

golpea el mismo punto donde Nueve lo cortó con la espada

de Voron hace un minuto.

Setrákus Ra la suelta, retrocede y se aprieta la mejilla.

Esa parte de su cara se cae, el aceite negro que la sostenía

se adentra en su cuerpo.

Marina y yo hacemos contacto visual.

—¿Qué hiciste?— mi pensamiento golpea su mente con

urgencia.

—¡Curarlo!— ella responde. —¡Todavía estaba usando

mi legado!

Recuerdo la ciudad de Nueva York, antes de la invasión.

El secretario de defensa Sanderson y la lama negra corriendo

por sus venas. Me tomó varios minutos y agotador, pero fui

capaz de drenar esa porquería fuera de su cuerpo usando mi

legado de curación.

Podemos matar a Setrákus Ra. Sólo tenemos que hacerlo

Loriense otra vez. Tenemos que quitarle esas mejoras y

destruir lo que quede del hombre.

Marina ya captó la idea. Ta pronto como como Setrákus

Ra se recupera, ella avanza hacia delante rápidamente, con la

mano extendida en su dirección.

Setrákus Ra la esquiva de lado. Él la atrapa por el codo y

retorciendo el brazo de Marina detrás de su espalda y

dislocándole el hombro. Entonces él la golpea en el rostro

con sus garras, abriendo unos rasguños profundos en

diagonal por toda su cara. Mientras tanto, su propio rostro

enfermo ya ha sido restaurado por el fluido.

Vuelo hacia Setrákus Ra antes de que él termine con

Marina. Enrollo mis piernas en su pecho y agarro ambos

lados de su cabeza, transmitiendo tanto de mi legado de

curación hacia él como puedo. Al mismo tiempo, junto tanta

fuerza como puedo y nos vuelo a través de la cueva,

esperando que manteniéndolo lejos de sus tanques lo debilite

un poco más. Puedo sentir las mejoras dentro de él, el aceite

burbujeante en cada parte de su cuerpo. Hay más de eso

dentro de él que lo que queda de humano. Siento como si

estuviera intentando hacer retroceder una ola gigantesca.

Aun así, tengo que intentarlo. Esta es la única manera de

que termine.

Setrákus Ra grita mientras lo fuerzo a sanar. Pero

rápidamente, él pelea devuelta. Él me muerde encima del

hombro, su boca es horriblemente grande, dientes afilados, y

arranca un trozo de carne.

—¡John!— grita Marina. Su brazo colgando flácido a su

lado, sangre cayendo desde su rostro, ella se aproxima para

ayudar.

Púas del fluido endurecidas salen del cuerpo de Setrákus

Ra. Una atraviesa mi pierna, otra mi costado, otra mi

hombro. Ni siquiera estoy seguro de que él este controlando

esto o es una reacción a mi sanación, como si la lama

estuviera tratando de escapar. De cualquier manera, ahora

estamos clavados juntos. Otra púa cae y por poco alcanza el

ojo de Marina antes de que derrapara deteniéndose a unos

cuantos metros de distancia.

Redirijo un poco de mi sanación a mis propias heridas.

Tratando de cerrarlas tan rápido como Setrákus Ra pueda

hacerlas y al mismo tiempo haciendo retroceder la

perversidad que se esparce a través de él.

Mientras mi legado de sanación es dirigido al cuerpo de

Setrákus Ra, la lama se fusiona alrededor de nosotros en una

masa de tentáculos retorciéndose. Marina no puede acercarse

más.

—¡Vete!— le grito. — ¡Toma a Nueve y salgan de aquí!

—¡No te voy a dejar!

—Seis está arriba en las cavernas de arriba; ella necesita

que la sanen,— le digo, apretando mis dientes contra mi

dolor. — Por favor…gah…por favor, Marina… ¡VETE!

Marina mira hacia mí, con lágrimas en los ojos. Apenas y

puedo verla a través del desastre de líquido negruzco

agitándose a mí alrededor. La veo mirar hacia arriba dudosa,

hacia el camino en espiral que lleva de nuevo a la superficie,

y luego regresa la mirada hacia Nueve.

Con un gruñido, Nueve toca la pierna de Marina. Él se

estremece.

—Justo… justo como lo practicamos,— dice él

delirando, transfiriéndole legados a ella.

Recuerdo eso. Captura la bandera en Chicago. El equipo

de Nueve ganó porque él le prestó su legado anti

gravitacional a Marina.

Marina carga a Nueve con su brazo bueno. Ella también

tiene la fuerza de él. Con una última mirada hacia mí, ella

corre directo hacia la pared, dejando abajo el borde rocoso

mientras sale a la superficie.

Por medio de mi telepatía, Sam ha sido testigo de toda la

escena. Él siente lo que estoy sintiendo. El flujo y reflujo del

dolor, las partes rasgadas alrededor de mi cuerpo.

—Sam. Los otros están saliendo. ¿Lo harías ahora, Sam?-

—John…— su tristeza fluye dentro de mí, peor que todo

el dolor.

Él lo hará. Sé que lo hará.

Apago la telepatía. Me concentro sólo en sanar. Dejo salir

toda la energía Loriense almacenada dentro de mí como una

cascada.

Rezo para que sea suficiente.

Estoy cara a cara con Setrákus Ra. Nosotros dos

encerrados juntos. Mi sanación continua vertiéndose dentro

de él, y, con cada segundo, su joven rostro se derrite, el

aceite negro forzado a retirarse. Su pálida piel regresa, su

cabeza calva y bulbosa, las mejillas hundidas, la cicatriz

latiente purpura. Él me gruñe. Escupe en mi cara. Me da

cabezazos.

En sus oscuros ojos, por primera vez, veo duda. —Voy a

matarte,— gruñe él, su aliento es caliente e inmundo contra

mi rostro.

Sé que esto es verdad. Voy a morir aquí abajo. Enredado

junto con mi peor enemigo. Sanándolo, incluso mientras él

me desgarra.

—Tú…— Una burbuja de sangre explota cuando trato

de hablar. —Tú morirás primero.

Un tentáculo, afilado como una navaja y frío como hielo,

penetra mi abdomen. Me abre.

Emano calor, energía curativa hacia él. Miro como su cara

se torna gris y arrugada. Un hombre de siglos.

La lama negra se fusiona alrededor de mis piernas. Las

presiona como un bicho, mis huesos crujiendo como leña

quemándose.

Más sanación. Un poco para mi cuerpo —sólo lo

suficiente para poder continuar— y el resto para él.

Un pedazo de lama curtida cae de él hacia el piso de la

cueva y se convierte en ceniza. Setrákus Ra grita.

Él rasga mi caja torácica. Sus garras enterradas

profundamente en mi carne, desgarrando huesos. Él está

tratando de sacar mi corazón.

Resiste, John.

Lo dejo desgarrarme. Concentrándome en el cálido

resplandor. Yo podría derretirme en ese resplandor…

—¿Tú realmente… realmente crees que puedes

vencerme?— él se burla. Una vena negra se revienta en su

frente.

—Lo he hecho todos estos años, ¿Qué son unos pocos

minutos más?

—Siempre fuiste un tonto, Pittacus.

—Yo no soy Pittacus Lore,— digo con mis dientes

agrietados. —Soy el Número Cuatro. Soy quien te mató.

Un temblor. La cueva entera empieza a sacudirse. Por mi

vista periférica, veo un vivido flash de luz roja.

El bombardeo ha empezado.

Gracias Sam.

Sólo mantenlo aquí. Entiérralo aquí, con todos sus

horribles experimentos.

La marchita y horrible cara delante de mí ríe

maniáticamente.

Cierro mis ojos.

Traigo a mi mente una imagen de Sarah. Ella sostiene una

cámara, toma una foto y me sonríe.

Dejo mis legados salir en un torrente. Todos ellos. Hasta

que no queda nada.

MI CONSCIENCIA REGRESA LENTAMENTE. El

suelo de la caverna vibra bajo mi cara, un estruendo más

fuerte que el trueno que sacude todo el complejo. Me muevo

peligrosamente cerca del borde del abismo en el que Adam y

Phiri cayeron. Con un gemido, ruedo lejos del borde, sobre

mi espalda, y trato de sentarme.

—Ugh. . .

Mi boca sabe a sangre. Cada respiración se siente como si

estuviera rodando sobre vidrios rotos. La montaña tiembla

de nuevo, y polvo de roca cae desde el techo. Cierro los ojos

para evitar que el polvo entre en ellos. Tal vez, pienso, voy a

mantenerlos cerrados un poco más.

— ¡Seis! ¡Mantente despierta! ¡Levántate!

Eli, su voz me llega a través de un megáfono

directamente a mi cerebro, tan fuerte que hace que me duela

la cabeza.

—Me levanto, me levanto— le contesto en voz alta

mientras lucho por sentarme. Me duele doblarme de esa

forma, y tengo que ahogar un chillido. — ¿Que está

pasando?

—Vamos a demoler la montaña,— Eli responde. —Sam

ya la tiene en la mira, pero no dispararemos el cañón

principal hasta que salgas.

—Supongo que será mejor que me levante, — gruño, y

lucho por ponerme de pie.

Así que Sam ha sido forzado a jugar el papel que le

correspondía a Adam —si todo sale mal, derriba el conjunto.

Adam. . . no pude alcanzarlo a tiempo. Me asomo por

encima del borde del abismo, pero no veo nada que no sea

rocas dentadas y sombras. Sin embargo, algo lo largo del

borde me llama la atención. Un espeso rastro de sangre que

antes no estaba ahí y que se extiende desde la sala de control

hasta el precipicio.

El cuerpo de Dust no está donde cayó. ¿La quimera aún

seguía con vida? ¿Cayó al precipicio después que Adam?

Ahueco mis manos alrededor de mi boca y grito hacia el

abismo.

— ¿DUST? ¿ADAM?

No hay respuesta. Los gritos provocan una punzada de

dolor en mis pulmones. Tengo mis dos manos sobre el

agujero que hay en mi pecho y retrocedo tambaleante, me

recargo contra la pared más cercana.

—Marina y nueve están en camino, — Eli me guía. —Se

reunirán contigo en la entrada principal.

Puedo llegar hasta ahí. . . creo.

Lentamente, comienzo a moverme por los pasillos

retorcidos de la caverna. Tengo que hacer una pausa para

recuperar el aliento unas cuantas veces, y en cada ocasión

debo tragar de vuelta un poco sangre. Echo un vistazo por

encima de mi hombro y noto que estoy dejando un rastro de

mi propia sangre. Mirar hacia atrás hace que me sienta un

poco mareada, mis ojos están nebulosos.

Sigo adelante. Ahora en línea recta. Casi he llegado.

— ¡Seis!

Tropiezo en la entrada principal al mismo tiempo que

Marina emerge del estrecho pasadizo que se interna más

profundo en el complejo. Nueve está sobre su hombro

como si fuera un saco de patatas. Nunca supe que Marina

fuera del tipo fisicoculturista —Nueve debe haberle

transferido sus legados antes de venirse abajo. Me

estremezco cuando veo la condición en la que está Nueve—

inconsciente, con la cara pálida, sin un brazo. Marina trata de

llegar a mí con su brazo libre, pero su hombro está

dislocado, por lo que termina sacudiendo con torpeza su

hombro en mi dirección.

— ¿Dónde están John y Cinco?— Le pregunto.

—Cinco. . . nadie merecía morir así, Seis, ni siquiera él. —

Marina sacude la cabeza con disgusto cuando ella me da las

noticias, evitando mis ojos. —John todavía está abajo,

peleando contra Setrákus Ra hasta que podamos dejar caer

este lugar encima de él.

Como para puntualizar las palabras de Marina, otro

temblor pasa a través de la base de la montaña. Ese debe de

ser Sam, demoliendo muy lentamente la guarida

Mogadoriana.

Marina le echa un vistazo al agujero en mi pecho, y su

boca se abre con sorpresa al ver que todavía estoy pie. —

¿Puedes seguir adelante? Te curare una vez que estemos a

salvo —

—No, — le digo. —Cúrame ahora.

Ella mira hacia el techo. —Pero. . .

—Eli, si estás escuchando, ¡dile a Sam que detenga esa

mierda!

—Tú no viste en lo que Setrákus Ra se ha convertido, —

Marina dice, con los ojos abiertos. —Seis, esta podría ser la

única manera de detenerlo.

Cuando Adam me habló sobre hacer colapsar esta

montaña, estuve de acuerdo. Pero eso sucedió cuando ese

era el último recurso, cuando ninguno de los nuestros se

había quedado aquí luchando contra Setrákus Ra.

Bueno, todavía sigo aquí.

—A la mierda con eso, — le respondo a Marina. —No

voy a dejar que John sea un mártir por sí mismo. Voy a bajar

allí. Cuando saque a John, puedes seguir adelante y dejar que

esta montaña caiga sobre lo que quede de Setrákus Ra

Añado la última parte más para Eli, que estoy segura de

que está escuchando todo telepáticamente, que para Marina.

Quiero que Eli le retransmita esto a Sam.

Que mantenga este lugar en pie. Que me deje tener una

oportunidad.

Marina me mira a los ojos, y puedo decir que está

intentando decidir si me ha perdido o no. Entonces

cuidadosamente coloca a Nueve en el suelo, el gran chico

gime con delirio, y presiona su mano buena contra mi pecho.

A medida que su fría energía curativa fluye dentro de mí,

tomo con avidez la primera respiración profunda desde mi

pelea con Phiri Dun-Ra.

—Debería ir contigo. . ., — dice Marina. Su mirada se

desvía hacia Nueve.

—No, él no luce bien, — le contesto. —Quédate con

Nueve; asegúrate de que no muera. Nadie más morirá hoy,

¿de acuerdo?

Marina termina de curarme. Ella agarra mi mano.

—Ten cuidado, Seis, — dice.

Me siento rejuvenecida, me apresuro en la dirección por

la que Marina acaba de salir. Recuerdo muy bien este lugar

—no hace mucho tiempo que me escapé de ésta caverna.

Nunca pensé que vería el día en que estaría corriendo de

vuelta a sus profundidades, sobre todo no cuando volarla en

pedazos es una alternativa viable.

No dejaré que John muera aquí abajo. Él piensa que

puede ganar esto sin el resto de nosotros, piensa que tiene

que cargar con todo esto para compensar lo sucedido con

Sarah.

Él no tiene por qué hacerlo solo.

Así que corro. Mis pies golpean con fuerza contra el

terreno desigual. Pronto, estoy corriendo por la saliente en

espiral, adentrándome más y más. Puedo ver el depósito de

desagradable cieno negro a continuación. Sé que es donde

ellos están. Evito el obstáculo de un trozo de roca caída,

paso por debajo de unas estalactitas caídas y salto de la

saliente a uno de los estrechos puentes de piedra para

ahorrar tiempo. El descenso es vertiginoso, y mi corazón late

con fuerza.

Ya en el fondo, reduzco la velocidad y me vuelvo

invisible. Tan pronto como llego a la orilla del lago de cieno,

me detengo en seco.

Un lío de cieno negro se extiende por el piso de piedra de

aquí, como si un globo lleno de ese material hubiera

explotado. Algunos de los pedazos se mueven de ida y vuelta

en el suelo como si fueran peces fuera del agua. Sin

embargo, la mayor parte del cieno está seco y endurecido.

John se encuentra en el epicentro de todo esto. Él luce

como si lo hubieran arrojado a un triturador de carne. No

hay una pulgada de su cuerpo que no esté empapada de

sangre. Su piel está triturada, mutilada, sus huesos se asoman

en diferentes lugares. Creo que sus piernas y brazos están

rotos. Miro su pecho durante unos segundos, con la

esperanza de ver que suba y baje.

Él no se mueve.

Recuerdo la forma en que era la primera lo rastreé hasta

Paraíso. Atractivo y valiente, tan ingenuo. Listo para poner

su vida en peligro. Recuerdo haber sostenido esas manos —

ahora sus dedos están destrozados, cortados como

listones— y recuerdo el calor, la comodidad que él siempre

me dio cuando lo necesitaba.

Murió aquí abajo, solo.

Debería gritar. Pero después de todos estos años, todas

estas muertes, la rabia y el dolor no se sienten como antes.

Solo fría determinación.

Terminare esto.

Me trago la bilis y giro mi atención a la otra forma que

está en el suelo de la caverna. Frágil y marchito, es un

anciano, su piel es gris con manchas en algunos puntos y, en

otros, es de un negro endurecido como el cieno que está

esparcido en el suelo. Incluso mientras lo miro, esas partes

oscuras de su cuerpo se desintegran lentamente, al igual que

la ceniza del final de un cigarrillo. El anciano deja un rastro

de hollín de la sustancia mientras se arrastra a través de las

rocas, avanza poco a poco hacia el lago de cieno, con su

mano nudosa extendida.

La cicatriz púrpura alrededor de su cuello es

inconfundible. Setrákus Ra. Aún con vida. Pero apenas.

Centímetro a centímetro, él se arrastra hacia el cieno.

Avanzo. Con mis ojos fijos en Setrákus Ra, no noto la

daga Voron que John hizo hasta que mi pie choca contra

ella. La cuchilla se desliza con un ruido a un par de metros a

través de las piedras.

Recojo la daga. Cuando miro de nuevo hacia él, Setrákus

Ra se ha volteado de lado. Sus oscuros ojos explorando el

entorno, en busca de la fuente del ruido.

Su nariz está completamente ausente, sólo hay un

esquelético agujero en la parte frontal de su rostro, y su boca

está completamente vacía de dientes.

Tiene miedo.

Me vuelvo visible y lo miro a los ojos.

—Hola, anciano.

Él deja escapar un gemido, se pone sobre su vientre de

nuevo y aumenta el ritmo de su arrastre hacia el cieno.

Lo alcanzo con facilidad, le doy una patada en el costado

y le doy la vuelta. Mi pie en realidad hace un agujero en su

cuerpo, es como patear una colmena. Su pecho es

esquelético, cóncavo, con un espacio oscuro donde debería

estar su corazón. Él lanza un golpe descuidado hacia mí con

una mano cuyas puntas son garras en proceso de

desintegración. Aparto su mano con un golpe y me dejo caer

sobre él, clavando mi rodilla en su vientre.

—En unos pocos minutos, este lugar se vendrá abajo

cayendo encima de tus restos, — le digo a Setrákus Ra,

manteniendo mi voz fría y calmada. —Quiero que sepas que,

después de eso, voy a localizar cada maldita copia existente

de tu estúpido libro y voy a quemarlos. Todo tu trabajo,

todo lo que hiciste…se convertirá en nada.

Trata de decir algo, pero no puede. Tuerzo mi rodilla más

abajo.

—Mírame, — le digo. —Así es como luce el progreso,

perra.

Clavo la daga Voron en un lado de su cuello, justo en la

cicatriz. Setrákus Ra gorgotea. Y lo rebano de nuevo.

Dejo caer la daga y me levanto.

Sostengo la cabeza de Setrákus Ra en mis manos.

Sólo tarda unos pocos segundos antes de que comience a

desintegrarse. Espero hasta que todo se desintegra, las partes

del señor de la guerra Mogadoriano, el destructor de mi

mundo, asesino de mi gente, de mis amigos, pasando a

través de las yemas de mis dedos como si fueran oscuro

confeti.

Sacudo el polvo de mis manos.

Se escucha un estallido húmedo detrás de mí. Me volteo

para ver una burbuja de cieno negro brotar sobre el lago.

Bernie Kosar sale libre, sacudiendo su pelaje, e

inmediatamente salta al suelo. BK me mira y suelta un

pequeño, gemido lastimero.

Ambos vamos al lado de John. Es un desastre, casi

irreconocible. BK se acuesta boca abajo junto a él y lame su

mano. Toco la frente de John, suavizado un poco el pelo

rubio pegajoso de sangre.

—Tú estúpido idiota, — le susurro. —Todo terminó, y ni

siquiera lo sabes, maldito imbécil.

John jadea.

Salto hacia atrás, sorprendida en un primer momento, las

lágrimas escuecen en mis ojos. Es un ruido seco, y todo su

cuerpo se arquea. Él tiene espasmos, tose, tiembla en mis

brazos. Me aferro más fuerte a él. Cuando miro hacia abajo,

veo que sus heridas están empezando a mejorar.

Lentamente, casi imperceptible en comparación con la

rapidez con la que normalmente se curan, pero están

sanando.

Sus ojos están cerrados por la hinchazón. Una de sus

manos agarra mi brazo débilmente.

— ¿Sarah. . .? — él susurra.

Lo beso. Es solo un beso rápido en los labios, lágrimas

corren por mi cara. Estoy segura de que a Sam no le

importará. Teniendo en cuenta las circunstancias, apuesto a

que él besaría a John también.

John sonríe un poco, a continuación, cae inconsciente de

nuevo, su respiración es irregular pero constante.

BK adopta su forma de grifo, y, con mucho cuidado,

acomodo a John sobre su espalda. Subo detrás de él.

Volamos hacia arriba, hacia la salida de la cueva, dejando

atrás el oscuro hedor del mundo Mogadoriano.

—Eli, chicos, — le digo al aire, esperando que alguien

esté escuchando telepáticamente. —Estamos en camino.

En el exterior, el amanecer está apenas comenzando.

PRÓXIMAMENTE EN LA INVASIÓN. UNA

MIRADA ATRÁS, entrevistamos-zzt- los valientes

miembros de la Onceava Brigada Real Australiana-zzt-

quienes protagonizaron una audaz incursión a una nave de

guerra mogadoriana el Día de la VH . Pero primero-zzt-¿Los

lorienses? ¿Dioses? ¿Héroes? ¿Inmigrantes Ilegales?

Nuestro-zzt-nuestro panel lo discute.

Apago la televisión. Tiene una terrible recepción aquí de

todos modos. Con el ruido de fondo ido, puedo centrarme

totalmente en mi limpieza. Mi mano se siente un poco

adolorida agarrando el cepillo, empujando hacia adelante y

hacia atrás a través de la pared de piedra. Sería más fácil usar

mi telequinesis, pero me gusta el trabajo. Se siente bien usar

mis manos, preocuparse en estas manchas de pintura antigua

hasta que se desvanezcan o hasta que mis antebrazos estén

demasiado cansados para continuar.

Solía haber una pintura de Ocho siendo asesinado por

una espada en está pared. Ahora ha desaparecido por

completo. Fue la que froté primero. La única profecía que

queda aquí es la pintura de la Tierra dividida por la mitad,

una parte viva y la otra muerta, con dos naves acercándose al

planeta desde lados opuestos. La estoy restregando ahora.

Realmente me gusta esta última, razón por la cual la he

guardado para el final. Mi lectura es que el pintor no sabía

quién iba a ganar la guerra en la Tierra. Es por eso que la

dejó tan vaga. Aún tiene que irse. Estoy tratando de no

detenerme mucho más en el pasado. Quiero que este lugar

sea sobre el futuro. Así que sigo restregando.

—Creo que ya está limpio, John

La voz de Eli me saca de mi trance. No estoy seguro de

cuánto tiempo he estado fregando la pared. Horas, tal vez.

Los músculos en mi brazo están entumecidos.

Probablemente he estado puliendo la piedra desde hace un

rato, la pintura está completamente borrada.

—Me distraje un poco —digo tímidamente.

—Sí, he estado sentada aquí desde hace diez minutos —

ella contesta.

Eli me rastreó hace unos meses atrás y ha estado

rondando desde entonces. Todavía no estoy exactamente

seguro de cómo lo hizo. Supongo que ser una telépata

probablemente la ayudó.

En el Himalaya, pensé que había encontrado un buen

lugar para esconderme por un rato, para conseguir que mi

cabeza se aclare. Oí acerca de esta caverna por Marina y Seis.

Cuando estaban siendo perseguidas por la India, esta cámara

de profecías sufrió derrumbes después de un ataque mog.

Había llegado con la intensión de excavar y ver si algo podía

salvarse, pero esos Nacionalistas de Ocho-Visnú ya se me

habían adelantado. Al parecer, la cueva es un lugar venerado

por ellos. Ya habían empezado a cavar y me dejaron

sumarme a sus esfuerzos sin hacer preguntas. Estos días,

aseguraron el área, mantienen a los excursionistas arbitrarios

lejos y generalmente se mantienen lejos de mí. Supongo que

alguno de ellos pudo filtrar mi ubicación a Eli, pero lo dudo.

Mirándola, creo que todavía hay algo un poco fastidioso

sobre ella. La extraña chispa que solía estar en sus ojos ha

desaparecido, aunque ahora, bañado en el azul cobalto de

esta caverna, veo algo de Lorien persistiendo en sus pupilas.

Tal vez ella me vio a mí y a mi proyecto en una de sus

visiones y decidió venir a ayudarme.

No me importa la compañía.

Eli ha crecido mucho en los últimos doce meses, entró en

esos desgarbados años de adolescencia que no extraño ni

siquiera un poco. Su rostro está bronceado, su cabello está

trenzado como uno de los locales. Eli va a la escuela en el

pequeño pueblo de la montaña, y los otros siete niños en su

clase fingen como si ella no fuera diferente en lo absoluto.

Eli se sienta con las piernas cruzadas sobre la enorme

mesa que he instalado en el centro de esta cueva —mi

proyecto— recogiendo un hilo de la lona con el que la he

estado cubriendo eso.

—Así que, las paredes están limpias —Eli dice.

—Sí.

—Ahora no tienes razones para retrasar las cosas.

Miro lejos de ella. Me ha estado instando casi a diario

para salir e ir en busca de los demás. Siempre pretendo —

que el trabajo que estoy haciendo aquí no era sólo para mí.

Sin embargo, creo que una parte de mí vino para disfrutar de

la soledad y el sentimiento arraigado del Himalaya. ¿Cuándo

fue la última vez que tuve la oportunidad de alojarme en

algún sitio sin tener que mirar constantemente sobre mí

hombro?

Además, estoy un poco nervioso por rastrear a todo el

mundo. Mucho puede cambiar en un año.

Detrás de su espalda, Eli saca la caja de cigarros echa de

madera donde he estado guardando las otras piezas de mi

proyecto. Ella lo sostiene hacia mí.

—Me tomé la libertad de conseguir esto para ti —ella

dice—. Puedes irte de inmediato.

Estrecho mis ojos.

—Espero que no veas a través de mis cosas.

—Vamos, John. Somos telépatas. Sabes que los límites

son difíciles.

Tomo la caja.

—Lo único que quieres es ver de nuevo a Nueve.

Sus ojos se ensanchan

—¡Hey! ¿Ahora quien está espiando?

Eli tiene razón, sin embargo. Es hora. No puedo seguir

aplazándolo.

Fuera de la cueva, hay un poco de nieve en la montaña.

Corro hacia abajo por el camino pedregoso, en el día

soleado, sintiendo el clima cálido mientras bajo. El aire es

fresco y limpio, tomo una respiración profunda, deseando

saborearlo, o tal vez queriendo ahogarme. Paro justo antes

de llegar al pequeño campamento que es el hogar de un

grupo rotativo de Soldados Nacionalistas de Ocho-Visnú.

Uno de ellos me reconoce y saluda con la mano. Yo lo

saludo de vuelta

Tomo una respiración profunda. Voy a perder mi

soledad.

Entonces salto en el aire.

Ha pasado un tiempo desde que he volado. Aunque estoy

un poco oxidado, soy mejor ahora de lo que era hace un año.

Cuando me elevo a través de las nubes, sintiendo su

humedad fría en mi piel, tengo que resistir la tentación de

gritar. Se siente bien estar aquí; se siente bien estar estirando

mis legados de una manera en la que no la he hecho antes.

Se siente bien estar volando hacia una situación que no

será mortal.

Bueno, espero que no de todas formas.

Por supuesto, tan pronto como tengo ese pensamiento,

dos patas gigantes aparecen justo entre mis omóplatos y me

envían cayendo hacia la tierra.

Grito mientras me dirijo a mí mismo a la derecha. Tan

pronto como estoy seguro de estar flotando, el grifo pasa de

nuevo. Lo esquivo a través de las nubes, evitando su pico,

sus garras —riendo todo el tiempo.

—¡Siento no haberte dicho adiós! —Le grito a BK—.

¡Has estado asoleándote a ti mismo en algún lugar, bobo

perezoso!"

La quimera parece aceptar mis disculpas, porque en vez

de venir en otro ataque, él vuela junto a mí. Me engancho en

una de las enormes alas con plumas de mi viejo amigo y él

tira de mí por un rato, riendo y acariciando su piel. Antes de

dejar el espacio aéreo de la India, BK me da un rugido

amigable, y regresa

—Estaré en casa pronto, BK! —le grito en el viento.

Pongo mis brazos a mis costados, mantengo las piernas

juntas, la barbilla presionada en mi pecho. Esta es mi postura

más aerodinámica. Me vuelvo invisible y me instalo,

vaciando mi mente al igual que cuando estaba lavando las

paredes de la caverna. Supongo que me he convertido en el

tipo de persona que medita.

Va a ser un vuelo largo.

Están construyendo la Academia en una apartada parcela

de bosque justo al otro lado de la bahía de San Francisco.

Cuando desciendo, puedo ver el Puente Golden Gate y la

ciudad más allá. Debajo de mí, nuevos dormitorios y salas de

conferencias construidos se elevan en el verdor, grúas y

camiones de cemento estacionados donde el trabajo todavía

no está terminado. Es como una pintoresca escuela privada,

si se ignora lo que se esconde más allá del perímetro de las

zonas boscosas: una cerca electrificada, alambre de púas,

soldados fuertemente armados patrullando la única carretera

de salida de la Academia.

Aparentemente, todo eso es lo que mantiene a la Garde

Humana segura. Sin embargo, me pregunto qué pasaría si

uno de los gardes humanos decidiera que tuvo suficiente

escolaridad y quisiera pasear fuera del campus. ¿Los soldados

de la puerta lo permitirían?

No he reflexionado sobre esta cuestión durante mucho

tiempo. Esa no es la razón por la que estoy aquí.

Aún con toda su seguridad, la Academia no está

preparada para voladores invisibles. Aterrizo en el campus

sin ser detectado.

Este lugar fue construido como parte de la declaración

del Gobierno Garde, un conjunto de leyes aprobadas por las

Naciones Unidas después del día de la victoria humana.

Adolescentes de todo el mundo serán enviados aquí para

aprender a controlar sus poderes y, eventualmente para

trabajar en el mejoramiento de la humanidad. También hay

otras leyes, cosas sobre los lorienses y los mogs, reglas acerca

de cuándo pueden utilizarse legados, ese tipo de cosas.

Para ser honesto, no las he leído realmente.

El campus en gran parte está ahora desierto. Por lo que

he escuchado, actualmente los estudiantes en formación aquí

son quienes no han tenido lugar a donde ir. Los que

perdieron a sus familias durante la invasión. El resto no se

revelará hasta dentro de unos meses, cuando el lugar se abra

verdad.

En la entrada, hay un fundido poster de una imagen que

circuló por todas partes durante el esfuerzo de limpieza que

siguió a la invasión. En ella, la hija del presidente está de pie

a horcajadas sobre un montón de escombros en la Ciudad de

Nueva York, con su súper-fuerza para levantar una pila de

escombros, de manera que una madre aferrada a su dos

jóvenes niños puedan escapar de debajo. En el fondo, ondea

una glamurosa bandera americana desbaratada. Las noticias

afirmaron que la familia había estado atascada allí durante

una semana, pero siempre he pensado que todo el asunto

estaba organizado. Inspirador, sí. Pero organizado.

En la parte inferior del cartel, el eslogan: FUERZAS

PACIFICADORAS GARDE DE LA TIERRA –

USTEDES SON LOS GUERREROS DEL NUEVO

MUNDO.

Todavía invisible, camino por los pasillos de la Academia.

No toma mucho tiempo hasta que oigo los sonidos del

entrenamiento. Me dirijo a esa dirección, sabiendo que es

donde el estará.

En un enorme gimnasio, un puñado de niños practica su

telequinesis el uno con el otro. Pares de ellos echan balones

hacia atrás y hacia adelante sin usar las manos, y, cada vez,

que sopla un silbato, agregan otra bola a la mezcla. Cuando

un grupo deja que uno de sus balones caiga, sueltan un jadeo

colectivo y empieza a correr vueltas.

Nueve observa todo esto desde una pasarela superior. Él

está vestido como un entrenador de fútbol, pantalón de

chándal y una sudadera con capucha. Una de sus mangas

dobladas hacia arriba debido a su brazo faltante. Su oscuro

pelo recogido en una cola de caballo. Pensé que tal vez el

gobierno se lo haría cortar, pero no tuve esa suerte.

—Profesor Nueve, ¿Cuánto tiempo tenemos que estar

haciendo esto? —se queja uno de los niños, y yo tengo que

contener mi risa.

—Hasta que me canse de verte arruinándolo, McCarthy

—Nueve ladra de vuelta.

Floto hasta la pasarela y aterrizo suavemente junto a

Nueve. Él detecta el movimiento y vuelve la cabeza, al

tiempo que me hago visible.

—Miren a este traidor, trabajando para el gobierno…

oof!

Nueve casi me tira de la pasarela con su abrazo de un

brazo. Cuando ha terminado de exprimir la vida fuera de mí,

el me rodea con su brazo estudiándome como yo

secretamente lo estudiaba.

—Héroe Johnny, santa mierda. —Nueve sacude la

cabeza—. Estás aquí.

—Estoy aquí.

Detectando un cese del movimiento de los niños de

abajo, Nueve regresa a verlos. Todo su grupo de gardes

huérfanos han dejado de practicar para vernos. Para verme a

mí en particular.

—¿Qué demonios? —El grita—. Regresen a trabajar,

ustedes gusanos.

A regañadientes, los niños hacen lo que dice. No puedo

evitar burlarme del control que Nueve tiene sobre ellos. Gira

hacia mí y me pellizca la mejilla, donde me doy cuenta que

tengo una irregular barba creciendo. Probablemente ha

pasado unos meses desde que me afeité.

—Esta “pelusa” se supone ¿qué es para pasar de

incognito? —Pregunta Nueve—. No está funcionando.

—Profesor Nueve, ¿huh? —Respondo, sonriente.

—Correcto —dice, inflando su pecho.

—Tú nunca terminaste la secundaria, hombre.

—Es un título honorario —responde con una sonrisa

diabólica—. Mírate, todo un hombre solitario de montaña y

mierda. ¿Dónde has estado? Ya sabes, no fue nada cool de tu

parte que te fueras saltando lejos de nosotros después de que

mi culo lisiado gastara una semana de tiernos cuidados para

devolverte tu salud.

Resoplo.

—Tú no me cuidaste. Estabas echado en la siguiente

cama.

—Sí, proveyéndote de importante apoyo emocional

Sé que Nueve está bromeando, pero hay un poco de

verdad en lo que dice. Después de Virginia Occidental, tan

pronto como me sentí mejor, me alejé de los otros. Froto la

parte trasera de mi cuello.

—Me siento mal por eso. Necesitaba aclarar mi cabeza

después de…

—Ah, cállate —me dice Nueve, palmeándome el

hombro—. Estás de vuelta ahora. —Él asiente hacia los

niños de abajo, muchos de los cuales todavía están

mirándonos furtivamente, fallando sus lanzamientos

telequinéticos y así corriendo un montón de vueltas—.

¿Quieres decirles unas palabras a la próxima generación?

Ellos se comen esa mierda. Estos son mis favoritos. Los

jodidos estos. Me recuerdan a nosotros.

Doy un paso detrás de la barandilla de la pasarela y

sacudo mi cabeza.

—No estoy listo para algo como eso —digo. Detrás de

mi espalda, tiro la cajita que he estado llevando conmigo

desde el Himalaya—. En realidad vine a darte algo. A Lexa,

también si está por aquí....

Nueve levanta una ceja.

—Sí, vamos a decir hola. Tengo algo que quiero

mostrarte.

Nueve les da permiso de irse a sus alumnos y me lleva a

una oficina de construcción en el tercer piso del piso. Esta

mira fuera hacia el extenso campus, o lo hará una vez que se

hayan puesto las ventanas: ahora, hay un montón de lonas

azules que cubren los espacios que se abren en la pared.

Lexa está sentada detrás de un escritorio, mirando una

computadora multipantalla. Como Nueve, se viste casual y

parece a gusto aquí. Su sonrisa es amplia cuando me

reconoce, e inmediatamente abandona sus pantallas para

darme un abrazo.

—Así que, ¿También eres profesora? —Le pregunto.

Lexa se burla.

—No, Nueve me ha dejado atrás en eso. He vuelto a mi

función favorita: hacker benevolente. —Ella me hace una

seña para ir al otro lado de la mesa—. Compruébalo tú

mismo.

De un vistazo, es difícil tomar toda la información que

fluye a través de las pantallas de Lexa. Hay mapas del mundo

con pequeños puntos azules, múltiples motores de búsqueda

pescando el internet, foros de redes oscuras y encriptadas

cajas de información viajando a toda velocidad en medio de

datos cifrados que no entiendo.

—Entonces, ¿qué estoy mirando?

—Estoy guardando informes de la garde —explica—.

Borrando su información si es que se hace pública.

Manteniendo a sus familias escondidas. Incluso una vez que

están bajo la protección de la Academia, no se puede ser

demasiado cuidadoso. Sin mencionar que, algunos gobiernos

todavía no están súper entusiasmados con toda la iniciativa.

—¿Esto es necesario?

—Es mejor prevenir que lamentar —ella responde—.

Lawson y otras personas de la Garde Terrestre han sido

buenos con nosotros, pero…

—Pero luego hay mierda como esta que le hace a uno

preguntarse —Nueve interrumpe, entregándome un trozo

de papel de aspecto oficial del gobierno. Le doy una rápida

lectura.

Yo, el suscrito, afirmo que soy un ser humano

naturalmente nacido en la tierra y un ciudadano honrado de

la Nación Garde Terrestre. Con mi firma ofrendo un

juramento a la Garde Terrestre, una división pacificadora

plenamente sancionada creada por las Naciones Unidas y

administrada por los Estados Unidos. Solemnemente juro

que voy a defender el planeta y los mejores intereses de mi

nación y sus aliados contra todos los enemigos, terrestres y

extraterrestres; que llevaré la verdadera fe y fidelidad a la

Garde Terrestre; que sólo utilizaré mi legado en el servicio

de mi planeta; y que obedeceré las órdenes de la tierra

conjuntamente con el nombrado Garde de Alto mando,

según las normas y el código uniforme de justicia militar

Levanto la mirada hacia Nueve, sintiéndome un poco

aturdido.

—¿Es esto legal?

—No lo sé, John. Soy profesor, no un abogado.

—Lawson nos asegura que solo es una formalidad —

Lexa interrumpe—. Pero estamos manteniendo los ojos

abiertos por si acaso.

—Bueno, si alguna vez parecen no estar al nivel… —

Comienzo a decir, entonces ellos dos ven lo que he traído

conmigo.

En la ciudad de Nueva York, la reconstrucción todavía

está en progreso. Un año más tarde y aún siguen acarreando

los escombros de los bombardeos mogadorianos. En los

lugares que ya han terminado de limpiar, equipos de

construcción están preparándose para poner el horizonte de

la ciudad de vuelta. Un proceso similar está ocurriendo en las

principales ciudades de todo el mundo. El Día de la VH no

estuvo sin víctimas o daños.

Floto encima de una obra en construcción, sonriendo

ante un destello familiar de energía plateada. En un hoyo en

el que algún día habrá un rascacielos, Daniela usa su visión

de piedra para apuntalar una sección rajada de la fundación.

—Mierda —refunfuña un tipo con casco—. Sigue así, y

me voy a quedar sin trabajo, cariño.

—No soy tú cariño, anciano —Daniela contesta, y se

abre paso a codazos entre una muchedumbre de obreros de

la construcción. Por la forma en que la ven pavoneándose,

sonriendo e intercambiando miradas, creo que esto podría

ser una escena bastante común.

Daniela trepa fuera del sitio de construcción y se dirige a

la acera, donde es abordada por una mujer de mediana edad

que camina con un bastón. La señora deja de abrazar a

Daniela, y Daniela se inclina hacia el golden retriever que la

mujer sujeta con una correa. La mujer parece familiar, y me

lleva un minuto el averiguar por qué.

—Se te olvidó tu almuerzo, bebé —dice la mujer.

—Gracias, mamá —responde Daniela.

No todas las escenas que me encuentro durante mi viaje

alrededor del mundo son dulces. Algunos finales no son tan

felices.

Es de noche en Montreal cuando encuentro a Karen

Walker. Ella camina a través de un casi desierto

estacionamiento de aeropuerto, una gabardina elaborada

para protegerla del frío aire nocturno, un periódico

escondido bajo el brazo, con sus tacones haciendo clic.

Sólo hay otra persona en el aparcamiento prolongado —

un hombre pálido de mediana edad con un terrible peinado

cruzado, que arrastra una mullida maleta con ruedas detrás

de él.

Uno de los postes de luz del estacionamiento está

apagado, dejando una pequeña fila de coches bañados en

sombras. Cuando el hombre llega a esa sección, Walker le

grita.

—¡Perdóneme! —Llama, agitando el periódico—.

¡Excusez-moi! ¡Dejó caer su periódico!

El hombre se da la vuelta, desconcertado.

—¿Huh? Ese no es…

Fft-fft.

Dos disparos silenciosos salen de la pistola escondida

dentro de su periódico, uno en el pecho y otro en la cabeza.

El hombre nunca lo vio venir. Él cae, y Walker va hacia él

inmediatamente. Comienza a arrastrar su cuerpo hacia el

espacio sombrío que hay entre dos coches.

Le hecho una mano con mi telequinesis, apareciendo a

unos pocos pies de distancia. Ella salta, apuntando su

pistola hacia mí, entonces la baja rápidamente y finge que no

estaba sorprendida en primer lugar.

—John.

—Karen —respondo—. Espero que tengas una buena

razón para esto.

—La tengo —responde.

Walker abre la maleta del hombre muerto y deja caer a un

lado un montón de ropa. Ella cava alrededor hasta que

descubre un manoseado ejemplar de la Biblia. Abre el libro,

revelando que está ahuecado.

En el interior hay tres frascos de aceite negro. Se me pone

la carne de gallina al verlo.

—¿Cuánto más de eso está afuera en el mundo? —Le

pregunto.

—No lo sé —dice Walker—. Cualquier cantidad por

encima de ninguno es demasiado para mí.

Walker saca un vial propio de dentro de su gabardina. Por

el olor a huevo podrido, creo que es ácido sulfúrico. Con

cuidado, vierte un poco en cada uno de los frascos

mogadorianos, destruyendo el contenido.

—¿Quién era este hombre? —Le pregunto.

—Sólo un nombre en una lista —responde ella,

mirándome a los ojos—. Una lista muy larga. Sabes. Podría

necesitar algo de ayuda para hacer esto.

Tomo mi caja de cigarros y la abro.

—Podemos hablar sobre eso pronto.

Ver aquel el lodo me hizo volver a nuestra última batalla

contra Setrákus Ra. Todo lo que pasé con Setrákus Ra

parece un sueño. Recuerdo cómo rompía mi cuerpo, como

lo destruía, y recuerdo una visión de Sarah, una alucinación

en la que se inclinaba para besarme, para hacerme seguir

adelante.

Recuerdo volar. Hacia arriba, hacia afuera, dejando el

calor detrás, escapando del hedor de la muerte. Recuerdo el

suave pelo de Bernie Kosar hundido contra mi cara.

Recuerdo el sonido de alguien llorando, y recuerdo

pararme en seco, aún dentro de la montaña. Recuerdo poder

abrir mis ojos lo suficiente como para ver una criatura de

pelaje gris, un lobo en parte pero con piernas como las de

una araña, cubierto de sangre seca, inmóvil. Una quimera

congelada en su última forma.

Y recuerdo a Adam acunando a su quimera, Dust, y

llorando en el pelaje de su cuello.

—Él me arrastro hasta afuera. . . . Él me salvó. . . —

recuerdo a Adam diciéndoselo a Seis, delirante, cerca de su

propia muerte.

Cerré los ojos por un rato después de eso. No pude

soportar ver nada más.

Ya me enteraría de lo que sucedió después. Sobre como

Dust se lanzó en picada después de que Adam cayera, tomó

una forma que le permitió salir del abismo y arrastró a Adam

lo más lejos que pudo de las cavernas. Tuvo que morder a

Adam para llevarlo a un lugar seguro, y, después de su

muerte, uno los colmillos de Dust aún estaba incrustado en

el hombro de Adam.

Ahora Adam lleva ese colmillo alrededor de su cuello,

atado a una correa de cuero liso. Es una de las pocas

comodidades que están permitidas aquí en Alaska.

Cuando lo encuentro, Adam está de pie delante de una

pequeña hoguera, con las manos metidas en un raído abrigo

de invierno. Hace mucho frío aquí fuera. El cabello oscuro

de Adam, más largo que antes, sobresale por debajo de un

sombrero de lana. Aunque está abrigado, él tiembla. La nieve

sopla por todos lados. Es media tarde, y no hay ninguna luz

del sol. Esta parte de Alaska —cincuenta millas al norte de la

ciudad más cercana— no tiene mucha luz en esta época del

año.

Esté especialmente construido campo de prisión es

donde la ONU puso a los mogadorianos que se rindieron.

Los únicos que fueron capturados. Los nacidos en tanque

lucharon hasta el final; no conocían nada mejor. A los

nacidos de verdad, no obstante, el sentido de auto-

conservación hizo reaccionar a algunos de ellos,

especialmente una vez que Setrákus Ra fue asesinado.

Hay una docena de casas comunales con calentamiento

irregular, alimentos lanzados desde el aire y nada más. Un

pueblo de mogadorianos en medio de la nada —un pueblo

con un perímetro de soldados de la ONU que superan a los

mogs sobrevivientes en números de veinte a uno en todo

momento. Hay misiles dirigidos hacia aquí

permanentemente. Aviones no tripulados diseñados para

soportar las inclemencias del clima mientras sobrevuelan el

lugar.

Se hablaba sobre la ejecución de todos ellos. Aún se habla

de eso. Por ahora, los mogs capturados se quedaran aquí y

esperaran.

—¡Renuncio a las enseñanzas del Gran Mentiroso! —

grita un mog con cicatrices en la cabeza calva donde labró

sus tatuajes. Lanza una copia de El Gran Libro a la hoguera,

y un pequeño corrillo de mogs, Adam y Rex entre ellos,

pasan al frente para abrazarlo y felicitarlo.

Tal vez hay esperanza para la rehabilitación.

Otro grupo más grande de mogs observa a los

quemadores de libros. No hay más que malicia en sus ojos.

Uno de ellos destaca particularmente para mí.

Es una chica de cabello oscuro unos años más joven que

Adam con sus mismos rasgos afilados. Esta chica y su grupo

parece que no buscan otra cosa que no sea matar a los

seguidores de Adam, y, a juzgar por los rasguños y

moretones en las caras de algunos de los amigos nacidos de

verdad de Adam, ya ha habido intentos.

Adam les devuelve la mirada a los descontentos nacidos

de verdad que lo observan, él levanta la barbilla en desafío.

Una sirena suena por encima de sus cabezas. Una

advertencia de que los mogs deben dispersarse. Una de las

reglas aquí es que no se supone que se reúnan en grandes

números.

Cuando los mogs castigados regresan a sus indigentes

literas, yo floto hacia abajo a un lado de Adam.

—Probablemente no sería una buena idea para mí ser

visto aquí, ¿eh? —le susurro sin volverme visible. La sirena

suena lo suficientemente fuerte como para enmascarar mi

voz.

Todo el cuerpo de Adam se tensa, sus puños se cierran, y

por un momento creo que está a punto de lanzarme un

golpe. Está al máximo y el miedo se apoderó de él.

—Relájate —le digo—. Soy yo.

Adam rápidamente recupera la compostura. Se arrodilla

en la nieve y pretende atar su bota. Los otros mogs de su

grupo se dirigen hacia el mal humor de la casa comunal,

dándonos espacio.

—John —Adam dice en voz baja, el fantasma de una

sonrisa en su cara—. Es bueno ver. . . ah, es bueno escuchar

tu voz.

Pongo mi mano sobre el hombro de Adam sin volverlo a

él invisible. Dejo que mi Lumen se active un poco,

irradiando algo de calor.

—Me vas a echar a perder —dice con un suspiro.

—Podría sacarte de aquí ahora mismo —le digo—. Nadia

se dará cuenta.

—Mi gente se dará cuenta cuando no haya nadie aquí

para defenderlos de los demás —responde tristemente—. Y

además, técnicamente, puedo irme en cualquier momento.

Eso es verdad. Debido a su papel en la lucha contra la

invasión mogadoriana, Adam recibió un indulto impulsado

por el propio general Lawson. Pero decidió no utilizarlo.

Cuando los nacidos de verdad fueron capturados y enviados

a Alaska, Adam ya estaba esperándolos aquí.

—Vi a una chica entre la multitud que se parecía a ti —le

digo tentativamente, sin saber que tan entrometido debería

ser.

—Mi hermana —Adam responde con tristeza—. Ella

amaba a nuestro padre. Creo que ahora me odia, pero tal vez

un día. . .

—¿Qué hay de tu madre? —pregunto.

Adam niega con la cabeza.

—Ella desapareció. Tal vez murió luchando en la

invasión, tal vez está escondida. Una parte de mí espera que

aparezca aquí un día, y otra parte de mí espera que no lo

haga.

—No quieres que ella tenga que vivir aquí —le digo.

—Más bien estoy preocupado de qué parte elegiría ella —

dice Adam—. Es triste, John, pero esté es mi deber ahora.

Hago más bien aquí del que podría hacer en cualquier otro

sitio.

Dejo que eso me hunda. No me gusta ver a mi amigo

aquí, agrupado con el resto de ellos, así que no quiero irme y

estar de acuerdo. Pero él podría estar en lo cierto.

Tomo la mano de Adam y presiono un objeto de mi caja

de madera contra su mano. Él mira hacia abajo, sorprendido

con el resplandor azul cobalto que se irradia desde su palma.

Rápidamente, se esconde lo que le di por debajo de su

camisa.

—Para cuando estés listo.

Ya me he desviado del camino al visitar Alaska antes que

mi próximo destino. Es la última parada que voy hacer en

Norte América. Ya ha pasado el tiempo suficiente.

No he regresado a Paraíso desde que Sam y yo nos

colamos en la ciudad para buscar el búnker oculto de su

padre. Casi hago que me maten esa noche, pero tenía que

tratar de ver a Sarah.

Rompo a sudar frío tan pronto como la pequeña ciudad

está a la vista. Mis ojos se dirigen a la casa de los James. El

techo se derrumbó, las partes aún están negras y

carbonizadas. Ellos nunca reconstruyeron después del

incendio que ocurrió durante la fiesta de Mark, aquel en el

que quede atrapado viéndome obligado a saltar por la

ventana.

Nunca simpatice con Mark. Nunca nos agradamos. Sin

embargo, él hizo todo lo posible para ayudarnos. Él hizo lo

correcto, y murió de una horrible manera que no merecía.

En todas las retrospectivas que han estado reproduciendo en

la televisión, nadie menciona a Mark James.

Algún día, creo que tal vez me gustaría localizar a su

padre. Hice algunas investigaciones rápidas en internet pero

sólo pude enterarme de que él abandonó el trabajo de sheriff

y dejó Paraíso. Me gustaría decirle lo que pasó con Mark y lo

que hizo por nosotros antes de morir, incluso si él no quiere

escuchar eso.

Hay algunas cosas para las que aún no estoy listo. Esa es

una de ellos. La otra también está aquí.

Aterrizo en el patio trasero de la familia Goode, feliz de

encontrar a Malcolm trabajando en el jardín. Me toma un

minuto vigilándolo el darme cuenta de por qué el parche de

tierra en el que está trabajando luce tan extraño —es donde

estaba su bunker secreto. Parece que Malcolm y la Sra.

Goode decidieron nivelar el viejo pozo por el que se llegaba

a la cámara secreta de Malcolm. En el fresco suelo, ellos han

plantado flores de todos los colores concebibles. Asumo que

el cuerpo de Pittacus Lore aún está enterrado allí, y si es así,

me imagino que él estaría contento con este lugar de

descanso.

Malcolm me abraza por un largo tiempo cuando lo

sorprendo. Lagrimas brotan en mis ojos cuando lo hace. Es

por el lugar. No puedo dejar de pensar en todo lo que pasó

aquí. No puedo dejar de imaginarme, que por un segundo,

Malcolm es Henri.

Después de que le doy el mismo regalo que les he dado a

los otros, Malcolm intenta hacer que me quede para la cena.

—No puedo —le digo—. Todavía hay mucho por hacer.

Él mueve la cabeza con pesar.

—Sigues salvando al mundo, ¿eh?

—No es nada grave —le contesto—. Voy a visitar a Sam.

—¡Dile que llame a su madre! —Malcolm dice con un

movimiento de cabeza—. Y dile que tendrá que regresar a

casa eventualmente y terminar la escuela secundaria o él

nunca entrara en una buena universidad. Hay un límite en la

cantidad de vacaciones que un hombre joven puede

permitirse, independientemente del número de planetas que

haya ayudado a salvar.

Riendo, prometo decirle a Sam todo eso. Entonces salgo

volando del patio trasero de Malcolm, y me vuelvo invisible

de nuevo y aterrizo a unas cuantas casas más adelante.

En la casa de Sarah Hart.

Me paro en el camino de entrada, sin volverme visible, sin

moverme. Es justo como lo recuerdo. Me imagino trotando

por la acera y tocando el timbre de la puerta, lo emocionado

que estaría de verla, con mi corazón acelerado. Ella

invitándome a pasar, y su casa tendría un olor increíble como

siempre lo tenía, y nosotros…

No hay movimiento en las ventanas. La casa está a

oscuras. Hay un letrero de A LA VENTA clavado en el

patio delantero.

Me he imaginado esto cien veces en el último año. Cómo

iba a venir aquí y tocar el timbre como en los viejos tiempos.

Cómo me gustaría ver a los padres de Sarah y decirles lo

mucho que quería a su hija, lo mucho que significaba para

mí, lo mucho que significaba para el mundo, aunque muchas

personas no lo sepan y lo mucho que siento haberla

arrastrado a todo lo que pasó. Les diría que la echo de

menos cada día. Y entonces me tiraría a su merced.

Lo he imaginado tantas veces, pero no puedo hacerlo. No

puedo caminar esos pasos.

Tengo demasiado miedo. No quiero ver la expresión en

sus ojos. No quiero lidiar con el dolor que les he causado.

Tal vez algún día voy a estar listo.

Hoy no.

En su viaje por Europa, Seis y Sam han llegado hasta

Montenegro cuando me pongo al corriente con ellos. Están

acampando en una parte aislada de Playa Jaz. Incluso por la

noche, el agua brilla como el cristal, las olas de color púrpura

junto con las colinas cercanas crean un impresionante

contraste.

Estoy feliz por ellos —la forma en que han viajado, todo

lo que han visto en un año— y, al mismo tiempo, mi

corazón duele porque no he sido yo el que lo ha hecho.

En la playa, encuentro su fogata y su tienda de campaña,

pero no encuentro ni a Seis ni a Sam. No, para encontrarlos

solo necesito seguir el rastro de ropa hasta la orilla del agua.

Yo los veo por ahí, sus siluetas a la luz de la luna, enredados

juntos en el agua.

Me río en silencio y miro hacia otro lado.

No voy a ser un mal tercio aquí, incluso si los echo

terriblemente de menos. Tampoco he hablado con seis desde

—bueno, desde que me salvó la vida. Una vida que estaba

más que listo para dejar. Como con la familia de Sarah, no

estoy seguro de lo que voy a decirle a ella. Por ahora, mejor

me voy sin decir nada.

Desde el interior de mi caja de madera, saco dos

colgantes. Están hechos con piedra loralita que astillé de la

roca principal en el Himalaya. Ambos tienen grabado el

símbolo loriense de la Unidad. Pongo estos colgantes en sus

sacos de dormir y encuentro un trozo de papel para

escribirles una breve nota. Les hago saber cómo funcionan

los colgantes, que sólo necesitan visualizar el Himalaya y con

eso deben de llegar a la cámara que he preparado, en la que

he fregado el pasado y preparado para el futuro.

Escribo que espero verlos pronto, y lo digo en serio.

Marina es la más difícil de encontrar. Si no fuera por sus

esporádicas llamadas telefónicas a Eli en los últimos meses,

podría haberme tomado semanas rastrearla. Cuando le

preguntaba sobre Marina, Eli siempre se quedaba en silencio.

Dijo que Marina no se parecía a ella misma. Que parecía

paranoica. Enojada.

La encuentro navegando una lancha motora entre las islas

desiertas del Pacífico Sur. Tiene la cara quemada por el sol,

el pelo ondulado crujiente por el agua salada, y hay bolsas

profundas bajo sus ojos. Me da la sensación de que ella ha

estado sola por un tiempo —reconozco las señales; Las he

visto en mí mismo. Sus labios se mueven cuando ella no está

hablando, sus manos tiemblan, sus ojos no siempre están

enfocados.

Fuimos criados en una guerra, y ahora —ahora somos

libres. Todo el mundo está manejando esto de una manera

diferente.

Cuando aparezco frente a ella, ella no se sorprende tanto

como los demás.

—¿Estás realmente aquí, o ya me volví realmente loca?

—me pregunta.

—Estoy aquí, Marina.

Ella sonríe con esa sonrisa amable, paciente. Estoy feliz

de ver eso.

—Gracias a Dios —dice ella—. Apareciste en un buen

momento.

No le pregunto a dónde vamos. Ella conduce la lancha

con determinación, como si ya hubiera realizado este viaje

antes. Me inclino hacia atrás y dejo que el roció haga

cosquillas en mis mejillas, siento como el sol cae a plomo

sobre mi cuello y mis hombros.

Eventualmente, Marina me entrega un teléfono celular.

Nuestros dedos rozan, y noto que ella está helada.

—Vi esto en Internet, y yo… yo no podía dejar que se

fuera —dice ella.

Ella reproduce un vídeo que descargó de YouTube. Por

supuesto que reconozco la escena. Es la montaña de Virginia

Occidental, o lo que queda de ella. En realidad, es un cráter

lleno de escombros quemados, el resultado final de nuestro

bombardeo contra ese lugar infernal. El video fue grabado

una semana después de nuestra última batalla allí, cuando

varias agencias del gobierno habían comenzado a recoger los

restos.

Cuando un equipo mueve unas rocas, algo los derriba. Un

borrón sale disparado hacia arriba de entre los escombros

como un misil y desaparece en el cielo. La cámara trata de

seguirlo, pero no es lo suficientemente rápida.

—Nunca tuvimos esa cuarta cicatriz, John —Marina dice,

su voz un poco inestable.

—Tal vez el hechizo se rompió —le digo.

—Pensé eso por un tiempo. Traté de convencerme de

eso. . . —Ella niega con la cabeza—. Conozco los tipos de

lugares que le gustan. Lo recuerdo de. . . de cuando nos

contó sobre él. Cálidos y tropicales. Aislados.

—¿Y?

—Lo encontré la semana pasada —dice Marina.

Marina detiene el motor de la lancha cuando nos

acercamos a una pequeña isla. Probablemente me tomaría

menos de una hora recorrer todo su perímetro. Sólo hay

arena blanca y un pequeño grupo de palmeras. Nos

acercamos a la deriva, adentrándonos con las olas.

El individuo que está en la playa con una caña de pescar

de madera en la mano se ve terriblemente flaco. Desde

donde estamos, puedo ver el contorno de sus costillas y su

columna vertebral. Hay jirones sueltos de piel en sus brazos

y vientre, de donde perdió peso demasiado rápido. Más

desconcertante son las manchas oscuras de su piel, como

tumores, como dura obsidiana, que hacen un mosaico de su

piel. Tal vez eso es el resultado de ahogarse en el lago de

cieno de Setrákus Ra. Otra desfiguración permanente que

combina con el ojo que le falta.

Ese de ahí definitivamente es Cinco. No hay forma de

que no nos vea. No hay ningún barco lo suficientemente

lejos que no pueda ver con su ojo. Probablemente nos

escuchó venir a millas de distancia.

—Cuando lo vi morir, John, lo único en lo que podía

pensar era en lo horrible que había sido eso. Por morir de

esa manera. . . —Marina comienza vacilante, mirando a

través de las aguas poco profundas a Cinco—. Pero también

sentí —no estoy orgullosa de admitirlo— también sentí que

hubo justicia en eso. Que al fin había conseguido lo que se

merecía.

Marina se abraza a sí misma. Incluso en el sol, una ligera

capa de escarcha se forma en su piel.

—He orado, John. He… he tratado de superarlo, como la

mayoría de los otros lo han hecho. Pero las muertes me

persiguen. No sólo la de Ocho, también la de Sarah y Mark,

la de Adelina y Crayton, todas las personas que vimos en la

montaña, los millones que murieron en el bombardeo. Y

pienso que… ¿Cómo puede alguien superar eso?

¿Cómo? ¿Cuándo todavía hay gente como él en el mundo?

¿Cuándo no hay justicia?

Trago saliva.

—No lo sé, Marina.

—He estado viniendo aquí por una semana. Sentándome

aquí. Observándolo. Él sabe que estamos aquí, obviamente,

incluso si no dice nada. Es como… es como si él esperara a

que tenga el valor de hacerlo. O como si estuviera pidiendo

eso. Él quiere que le ponga fin a su miseria.

Mirando a través del agua, Cinco se ve en mal estado.

Abandonado a su propia suerte, no estoy seguro de cuánto

tiempo más durará aquí afuera.

—Me dijiste, John, que era decisión mía lo que le

sucediera a él. El después, tú dijiste. Pero yo no quiero esa

responsabilidad. No quiero seguir cargando con eso… con

él, con la guerra, con todo esto. Es demasiado que soportar a

solas.

Pongo mis brazos alrededor de Marina. Ella es fría al

tacto, por lo que enciendo mi Lumen, contrarrestando su

frío. Llora, es un sollozo duro, y luego pone una mano sobre

su boca. Ella trata de detenerse, sabiendo que Cinco

probablemente está escuchando.

—Vamos a salir de aquí —digo, sacando el último de mis

colgantes—. Deja que te lleve a algún lugar donde podamos

averiguar qué es lo sigue. Juntos

Marina duda, mirando a Cinco.

—¿Qué pasa con él?

—Él es un fantasma —le contesto—. Nosotros no.

Marina regresa al Himalaya conmigo. Cuando ella ve lo

que he hecho con la cueva, con la cueva de Ocho, pasa sus

manos a través de los lugares donde las profecías estaban

talladas, sintiendo la suavidad de la piedra nueva, la

posibilidad de un lienzo en blanco. Ella al fin deja llorar.

Después de eso, Marina se para justo frente a mí. Se

acerca y toma mi cara entre sus manos.

—Gracias, John —dice en voz baja. Las lágrimas no se

han secado en sus mejillas. Yo frotó algunas de esas lágrimas

a lo lejos. Ella me besa. No sé lo que significa.

Tal vez no significa nada.

Marina se sonroja, me sonríe y se aleja lentamente. Le

sonrío de regreso. Esta cueva del Himalaya es de repente

mucho más cálida.

Tal vez significa algo.

En el centro de la caverna, retiro la lona para mostrarle a

Marina en lo que he estado trabajando el último año. Forjada

con los árboles que corté de la ladera de montaña, es una

mesa que utiliza la piedra de loralita como base.

Es enorme y circular y modelada con mis recuerdos de la

mesa que estaba en el centro de la Cámara de los Ancianos

en Lorien. Al igual que con los colgantes, he utilizado mi

Lumen para quemar el símbolo loriense de la Unidad en la

madera.

Con el tiempo, los otros vendrán. Algunos sólo de visita,

algunos para una estancia prolongada. Un día, espero, esto se

convertirá en un lugar donde se intercambien las grandes

ideas. Un lugar a salvo de la corrupción y la mezquindad de

los gobiernos. Un lugar donde la seguridad de la Tierra y la

felicidad de su gente estén aseguradas.

Hay amenazas que aún enfrenta este planeta —amenazas

que necesitan un frente unido de lorienses, seres humanos e

incluso de mogs. Nos reuniremos aquí para resolver los

problemas —nosotros, la garde, nuestros viejos aliados y los

que ni siquiera hemos conocido aún.

Mientras tanto, tenemos más que cosas suficientes que

averiguar, juntos y separados. Encontrar nuestros lugares en

este nuevo mundo, hacer las paces con los que hemos

herido, la altura de nuestro potencial —estas son las cosas

que asustan de verdad.

Hay una diferencia entre la mesa que construí aquí y la

mesa utilizada por los Ancianos. No tallé nueve espacios

específicos en la madera. No hay lugar para Loridas, o

Setrákus o Pittacus. Ni siquiera hay nueve sillas. Hay tantas

como necesitamos que haya, más que suficientes en esté

cuarto. Y si se llena demasiado de gente, podemos estar

apretujados.

Ya he terminado con los números