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Los dos tipos de fruto Espiritual en el creyente Fredy Delgado 1

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Cada creyente es conocido por su fruto, una evaluación constante por las personas del mundo es por el fruto que salga de tu vida. Dios también tiene en cuenta el fruto que están dando sus hijos. Se habla de dos clases de frutos en el creyente:

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Los dos tipos de fruto Espiritual en el creyente

Fredy Delgado

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Los dos tipos de fruto Espiritual en el creyente

Fredy Delgado

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Los dos tipos de fruto Espiritual en el creyente

Cada creyente es conocido por su fruto, una evaluación constante por las

personas del mundo es por el fruto que salga de tu vida. Dios también tiene en cuenta el fruto que están dando sus hijos. Se habla de dos clases de frutos en el

creyente:

1/ El fruto del Espíritu: <<No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto

permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, él os lo dé>> Juan 15:16.

Dios nos ha elegido para sus propósitos, entre estos están:

- Llevar fruto. - Permanecer dando frutos.

- Según tu fruto recibirás de las bendiciones de Dios.

Si tenemos fruto espiritual permanente Dios nos dará todo lo que le pidamos

por su nombre.

Estas cualidades son completamente opuestas a las de la naturaleza carnal del hombre: “Manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio,

fornicación, inmundicia, lujuria, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, divisiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras,

orgías, y cosas semejantes a estas. En cuanto a esto, os advierto, como ya os he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.

Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:19-23).

Aunque el poder de la carne fue derrotado en la cruz, como creyente

experimentas esto sólo en la medida que prácticas la fe en la obra terminada de Jesús. Por lo tanto, para ser efectivo en negar el poder de la naturaleza

pecaminosa de la carne, es necesario que desarrolles o te “vistas” del fruto del Espíritu Santo.

El carácter del creyente nacido de nuevo es de: amor, gozo, paz, paciencia,

benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Estos frutos espirituales nos llevaran por un mejor camino en esta vida. Lo importante es desarrollarlos

en nuestra naturaleza espiritual, es decir dominando a la carne para que nuestro fruto sea de calidad.

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Nuestro Dios y salvador Jesucristo también lo describió en el Sermón del

Monte (Mateo 5:6,7) comienza con la descripción del alma bienaventurada de aquel que es hijo de Dios: amoroso, lleno de fe, manso, bondadoso, benigno,

limpio, pacífico, paciente y gozoso en medio de la persecución. ¡Es nada menos que la descripción de la imagen de Jesús en el cristiano!

¿Cómo podemos tener estos frutos en nuestro carácter? Cuando nos disciplinamos en leer cada día la palabra de Dios; y pedimos la ayuda del

Espíritu Santo para vivir siguiendo el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, nuestro carácter irá cambiando poco a poco; irán apareciendo los frutos que el

Señor desea, y será de mucha bendición para todos los que nos rodean. Recuerde que la vida cristiana es un proceso y a su tiempo el árbol nuevo dará

frutos maduros, ricos en pureza espiritual, agradables no solo para las demás personas que nos rodean, sino que Dios también se agradara de ti.

2/ El fruto del servicio:

Cuando el creyente se ha arrepentido de verdad y ha reconocido la necesidad

de dejar su antigua vida de pecado, para eso tiene que dar frutos dignos de arrepentimiento. Este fue el primer fruto que Juan el Bautista demando a los

judíos que acudían a su bautismo, “7Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de

la ira venidera? 8Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por

padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. 9Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego” (Lucas 3:7-9).

Los frutos dignos de arrepentimiento se manifiestan con un cambio de actitud

y abandono de la práctica del pecado, “10Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué haremos? 11Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas,

dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo. 12Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué

haremos? 13Él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado. 14También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo:

No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario” (Lucas 3:10-14).

Los frutos dignos de arrepentimiento se manifiestan con una determinación de

no volver a la vieja vida, “como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que

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os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de

vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:14-16).

Los frutos dignos de arrepentimiento se manifiestan, con un testimonio de vida que glorifique a Dios, “10para que andéis como es digno del Señor,

agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; 11fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia

de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; 12con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz”

(Colosenses 1:10-12).

Cuando todo esto se ve en el creyente, su convicción lo lleva al servicio a Dios en cuanto a su mandamiento al servicio, ya que el señor nos mandó a producir

frutos en la vida de otros: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado…”

(Mateo 28:19-20).

Podemos producir frutos en la vida de otros conduciéndolo a recibir a Jesucristo como Dios y Salvador. Discipulándolo para ayudarlo a conformarse

mejor a la imagen de nuestro Señor Jesucristo. Impactando con nuestra vida de servicio en aquellos que están a nuestro alrededor. La Biblia nos manda a

servir a Dios.

¿De qué manera lo podemos hacer?

Siempre serviremos a Dios, cuando ponemos en práctica los siguientes frutos:

1. Adorar a Dios es un servicio. 2. Ofrendar a Dios es un servicio.

3. Ayudar a otros es un servicio. 4. Predicar la Palabra es un servicio

Por eso hay que tener mucho cuidado hermano si tú no estás dando los frutos

que Dios te mando que dieras en el momento que te dio el poder y las señales que seguirán a los que creen en su nombre. Porque hay una advertencia sobre

el juicio para los que no dan frutos o no hacen el trabajo encomendado:

<<Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no

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permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece

en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer>> Juan 15:4-5.

<<Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después>> Lucas 13:9.

¡De cuanta gravedad es esta situación! ¡Qué cosa terrible, que trágico ser un

cristiano que no está llevando fruto! ¡Cuán desgraciada la vida del cristiano descuidado, del cristiano tibio, del cristiano pecador, ocioso, mundano, del

cristiano que no ora! Esto debería preocupar a muchos y a muchas, el saber que podemos ser cortados si somos frutos inútiles.

El pámpano no puede producir fruto en forma independiente de la vid. Por lo

tanto, sólo aquellos que mantienen una relación positiva con Cristo pueden esperar tener su aprobación final. El discípulo debe permanecer en Cristo para mantener la vida y ser productivo. Jesús dijo, “Permaneced en mí y yo en

vosotros.” Literalmente significa que el pámpano no puede continuar dando fruto al menos que continúe unido a la vid; ni puede el hombre dar fruto

espiritual excepto que permanezca en Cristo. Es necesario no solamente entrar en Cristo sino también permaneced en él; la unión debe mantenerse. Los

resultados de la permanencia continua en Jesucristo son nuestra supervivencia y lo fructífero del servicio. “El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva

mucho fruto.” Sin embargo las consecuencias de no permanecer en Cristo son la imposibilidad de dar fruto y de ser quitado: “Todo pámpano que en mí no

lleva fruto, lo quitará.” El propósito del pámpano es dar fruto. El pámpano que no lleva fruto es quitado. (El creyente que no da fruto es quitado).

Dado que la misma relación que existe entre Cristo y el cristiano es la misma entre la vid y el pámpano, se deduce que si una persona está en Cristo y no da fruto, será quitado. Jesús dijo: “El que en mí no permanece, será echado fuera

como pámpano y se secará; y los recogen y los echan al fuego y arden.” De modo que el pámpano está en la vid y representa a la persona que está en

Cristo. Pero el pámpano que no da fruto es cortado de la vid; el individuo que no da fruto es cortado de Jesucristo. Juan el Bautista usó la misma figura

retórica y dijo que “todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.” (Mateo 3:10).}

Cada miembro de la iglesia debería preguntarse a sí mismo, “¿qué fruto estoy

dando para Cristo?” Puede decir con seguridad, “Si permanezco en Cristo y si su palabra permanece en mí, llevaré mucho fruto y mi relación con el Señor

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como su discípulo continuará.” Y “Será como árbol plantado…que da su

fruto”. (Salmo 1:3).No debemos permitir convertirnos en arboles de ornato. Nuestro destino es dar fruto en todas las áreas de la vida, en cuanto al servicio

a nuestro gran Dios y salvador Jesucristo.

Dios les siga bendiciendo

Fredy Delgado Pastor y Teólogo