locke hume

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JOHN LOCKE - 'Idea' es el objeto del pensamiento. Siendo cada ser humano consciente por sí mismo de que piensa, y siendo aquello a lo que se aplica su mente mientras piensa ideas que están ahí, es incuestionable que los seres humanos tienen en sus mentes varias ideas, tales como las que expresan las palabras "blancura", "dureza", "dulzura", "pensamiento", "movimiento", "ser humano", "elefante", "ejército", "ebriedad", y otras. Lo primero que cabe preguntarse entonces será ¿cómo llega a ellas? Sé que se acepta la idea de que los seres humanos llevan impresas en sus mentes nada más nacer ideas innatas y caracteres propios. Ya he examinado en profundidad esta opinión, y supongo que lo que he dicho en el Libro anterior podrá admitirse con mucha más facilidad cuando haya demostrado de dónde saca el entendimiento todas las ideas que tiene, y de qué maneras y en qué grados le llegan a la mente, para lo que apelaré a la capacidad de observación y a la experiencia de cada ser humano. - Todas las ideas vienen de la sensación o de la reflexión. Supongamos entonces que la mente sea, como decimos, un papel en blanco, desprovisto de caracteres, sin ideas: ¿cómo llega a equiparse? ¿Cómo accede a ese almacén inmenso que pinta la imaginación de un ser humano (tan atareada siempre y tan sin límites) y que muestra una variedad casi inagotable? ¿Dónde consigue todos los materiales de la razón y el conocimiento? A esta pregunta contesto con una palabra, de la EXPERIENCIA. En ella se funda todo nuestro conocimiento, y de ella procede nuestro conocimiento en última instancia. Es nuestra observación, ya sea empleada en los objetos sensibles externos o bien en las operaciones internas percibidas y meditadas por nosotros, la que proporciona a nuestro entendimiento todos los materiales que empleamos al pensar. He aquí las dos fuentes del conocimiento, de donde brotan todas las ideas que tenemos, o que podemos llegar a tener, de manera natural. - Los objetos de la sensación, una de las fuentes de las ideas. En primer lugar, nuestros sentidos, al entrar en contacto con objetos sensibles particulares, generan en la mente varias percepciones distintas de las cosas, que varían según los diferentes modos en que esos objetos las afectan. Así llegamos a las ideas que tenemos de amarillo, blanco, calor, frío, blando, duro, amargo, dulce, y a todas las que llamamos cualidades sensibles, y cuando digo que los sentidos las generan en la mente, quiero decir que éstos, a partir de objetos externos, generan en la mente lo que producen en ella dichas percepciones. A esta gran fuente de casi todas las ideas que tenemos, que depende completamente de los sentidos, y que deriva de éstos al entendimiento, la llamo SENSACIÓN. - Las operaciones de nuestra mente, la otra fuente de las ideas. En segundo lugar, la otra fuente empleada por la experiencia para equipar el entendimiento con ideas es la percepción en nuestro propio interior de las operaciones de nuestra mente cuando ésta se ocupa de las ideas que contiene; operaciones que, cuando el alma las medita y considera, equipan el entendimiento con otro conjunto de ideas que no podrían obtenerse directamente de las cosas. Tales operaciones son la percepción, el pensamiento, la duda, la creencia, el razonamiento, el conocimiento, la volición, y todas las diferentes actuaciones de nuestras mentes; siendo consciente de éstas, y observándolas en nuestro interior, las recibimos en nuestro entendimiento como ideas distintas, como recibimos los cuerpos que afectan nuestros sentidos. Esta fuente de ideas está en el interior de cada ser humano; y aunque no es sensación, pues nada tiene que ver con los objetos externos, aun así se le parece, por lo que podríamos llamarla sensación interna. Pero como a lo otro lo llamo SENSACIÓN, llamaré a esto REFLEXIÓN, siendo las ideas que ésta se permite tener sólo las que la mente logra mediante la reflexión sobre sus propias operaciones internas. De aquí en adelante, se entenderá que "reflexión" es, por tanto, ese darse cuenta de sus propias operaciones que realiza la mente con la razón, y las maneras en que las realiza, razón por la que llega a haber ideas de estas operaciones en el entendimiento. Estas dos, a saber, las cosas materiales externas, en tanto que objetos de la SENSACIÓN, y las operaciones internas de nuestras propias mentes, en tanto que objetos de la REFLEXIÓN, son para mí las únicas fuentes de todas nuestras ideas. Uso aquí el término 'operaciones' en un sentido amplio, que incluye no sólo las actuaciones de la mente respecto a sus ideas, sino también lo que podría llamarse las pasiones que surgen a veces de ellas, como la satisfacción o el malestar que surge de cualquier pensamiento. - Todas nuestras ideas son de una de estas dos fuentes. En el entendimiento no hay rastro, pienso, de ninguna idea que éste no haya recibido de una de esas dos fuentes. Los objetos externos equipan la mente con ideas de las cualidades sensibles, que son todas esas percepciones distintas que producen en nosotros; y la mente equipa el entendimiento con ideas sobre sus propias operaciones. Si examinamos éstas a conciencia, junto con sus varios modos, combinaciones y relaciones, veremos que contienen el total de nuestras ideas; y que no tenemos nada en nuestras mentes que no nos haya llegado de una de estas

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Page 1: Locke Hume

JOHN LOCKE

- 'Idea' es el objeto del pensamiento. Siendo cada ser humano consciente por sí mismo de que piensa, y siendo aquello a lo que se aplica su mente mientras piensa ideas que están ahí, es incuestionable que los seres humanos tienen en sus mentes varias ideas, tales como las que expresan las palabras "blancura", "dureza", "dulzura", "pensamiento", "movimiento", "ser humano", "elefante", "ejército", "ebriedad", y otras. Lo primero que cabe preguntarse entonces será ¿cómo llega a ellas? Sé que se acepta la idea de que los seres humanos llevan impresas en sus mentes nada más nacer ideas innatas y caracteres propios. Ya he examinado en profundidad esta opinión, y supongo que lo que he dicho en el Libro anterior podrá admitirse con mucha más facilidad cuando haya demostrado de dónde saca el entendimiento todas las ideas que tiene, y de qué maneras y en qué grados le llegan a la mente, para lo que apelaré a la capacidad de observación y a la experiencia de cada ser humano.

- Todas las ideas vienen de la sensación o de la reflexión. Supongamos entonces que la mente sea, como decimos, un papel en blanco, desprovisto de caracteres, sin ideas: ¿cómo llega a equiparse? ¿Cómo accede a ese almacén inmenso que pinta la imaginación de un ser humano (tan atareada siempre y tan sin límites) y que muestra una variedad casi inagotable? ¿Dónde consigue todos los materiales de la razón y el conocimiento? A esta pregunta contesto con una palabra, de la EXPERIENCIA. En ella se funda todo nuestro conocimiento, y de ella procede nuestro conocimiento en última instancia. Es nuestra observación, ya sea empleada en los objetos sensibles externos o bien en las operaciones internas percibidas y meditadas por nosotros, la que proporciona a nuestro entendimiento todos los materiales que empleamos al pensar. He aquí las dos fuentes del conocimiento, de donde brotan todas las ideas que tenemos, o que podemos llegar a tener, de manera natural.

- Los objetos de la sensación, una de las fuentes de las ideas. En primer lugar, nuestros sentidos, al entrar en contacto con objetos sensibles particulares, generan en la mente varias percepciones distintas de las cosas, que varían según los diferentes modos en que esos objetos las afectan. Así llegamos a las ideas que tenemos de amarillo, blanco, calor, frío, blando, duro, amargo, dulce, y a todas las que llamamos cualidades sensibles, y cuando digo que los sentidos las generan en la mente, quiero decir que éstos, a partir de objetos externos, generan en la mente lo que producen en ella dichas percepciones. A esta gran fuente de casi todas las ideas que tenemos, que depende completamente de los sentidos, y que deriva de éstos al entendimiento, la llamo SENSACIÓN.

- Las operaciones de nuestra mente, la otra fuente de las ideas. En segundo lugar, la otra fuente empleada por la experiencia para equipar el entendimiento con ideas es la percepción en nuestro propio interior de las operaciones de nuestra mente cuando ésta se ocupa de las ideas que contiene; operaciones que, cuando el alma las medita y considera, equipan el entendimiento con otro conjunto de ideas que no podrían obtenerse directamente de las cosas. Tales operaciones son la percepción, el pensamiento, la duda, la creencia, el razonamiento, el conocimiento, la volición, y todas las diferentes actuaciones de nuestras mentes; siendo consciente de éstas, y observándolas en nuestro interior, las recibimos en nuestro entendimiento como ideas distintas, como recibimos los cuerpos que afectan nuestros sentidos. Esta fuente de ideas está en el interior de cada ser humano; y aunque no es sensación, pues nada tiene que ver con los objetos externos, aun así se le parece, por lo que podríamos llamarla sensación interna. Pero como a lo otro lo llamo SENSACIÓN, llamaré a esto REFLEXIÓN, siendo las ideas que ésta se permite tener sólo las que la mente logra mediante la reflexión sobre sus propias operaciones internas. De aquí en adelante, se entenderá que "reflexión" es, por tanto, ese darse cuenta de sus propias operaciones que realiza la mente con la razón, y las maneras en que las realiza, razón por la que llega a haber ideas de estas operaciones en el entendimiento. Estas dos, a saber, las cosas materiales externas, en tanto que objetos de la SENSACIÓN,

y las operaciones internas de nuestras propias mentes, en tanto que objetos de la REFLEXIÓN, son para mí las únicas fuentes de todas nuestras ideas. Uso aquí el término 'operaciones' en un sentido amplio, que incluye no sólo las actuaciones de la mente respecto a sus ideas, sino también lo que podría llamarse las pasiones que surgen a veces de ellas, como la satisfacción o el malestar que surge de cualquier pensamiento. - Todas nuestras ideas son de una de estas dos fuentes. En el entendimiento no hay rastro, pienso, de ninguna idea que éste no haya recibido de una de esas dos fuentes. Los objetos externos equipan la mente con ideas de las cualidades sensibles, que son todas esas percepciones distintas que producen en nosotros; y la mente equipa el entendimiento con ideas sobre sus propias operaciones. Si examinamos éstas a conciencia, junto con sus varios modos, combinaciones y relaciones, veremos que contienen el total de nuestras ideas; y que no tenemos nada en nuestras mentes que no nos haya llegado de una de estas dos formas. Que examine cualquiera sus propios pensamientos, e investigue a fondo su entendimiento, y diga si no es cierto que todas las ideas originales que se tienen proceden de los objetos de los sentidos o de las operaciones de la propia mente en tanto que objetos de su reflexión. Y al margen del volumen de conocimiento que pueda haber alojado allí, una inspección rigurosa mostrará que no hay una sola idea en su mente que no haya sido impresa por una de estas dos fuentes, aunque, el entendimiento pueda haberlas agrandado y enriquecido con una variedad infinita, como veremos a continuación.

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Las ideas más abstrusas que podemos tener proceden todas de dos fuentes. Rastrear el progreso de nuestra mente observando con atención cómo ésta repite, suma y une sus ideas simples recibidas de la sensación o la reflexión nos puede llevar más lejos de lo que cabría imaginar en un principio. Y, si observamos cuidadosamente los originales de nuestras nociones, encontraremos, pienso, que incluso las ideas más abstrusas, por alejadas que nos parezcan de los sentidos o de cualquiera de las operaciones de nuestra mente, son con todo tan sólo lo que el entendimiento forma en sí mismo mediante la repetición y la unión de ideas que tenía procedentes de los objetos de los sentidos o bien de sus propias operaciones sobre éstos; por lo que incluso esas ideas grandes y abstractas derivan de la sensación o de la reflexión, y no son otra cosa que lo que la mente, a través del uso ordinario de sus propias facultades, ocupada en las ideas recibidas de objetos de los sentidos o desde las operaciones que observa en sí misma sobre éstos, puede y consigue alcanzar.

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Así que si alguien quiere examinarse acerca de su noción de sustancia pura en general, encontrará que no tiene otra idea de ella, en absoluto, sino sólo una suposición de no sabe qué soporte de tales cualidades que son capaces de producir ideas simples en nosotros; las cuales cualidades son comúnmente llamadas accidentes. Si alguien se preguntara qué es el sujeto en el que inhiere el color o el peso, no tendría nada que decir sino las partes extensas sólidas; y si se le demandara qué es eso en lo que la solidez y la extensión inhieren no estaría en mejor situación que la del indio antes mencionado que, al decir que el mundo estaba soportado por un gran elefante, se le preguntó sobre qué descansaba el elefante; a lo cual su respuesta fue: una gran tortuga. Pero, siendo de nuevo interpelado su conocimiento sobre lo que daba soporte a esta tortuga de tan anchas espaldas, replicó: algo, no sabía qué. Y de este modo aquí, como en todos los otros casos en que usamos palabras sin tener ideas claras y distintas, hablamos como niños: los cuales, cuando se les pregunta qué cosa es esa que no conocen, prontamente dan esta satisfactoria respuesta: que es algo. Lo cual, en verdad, no significa otra cosa, cuando así se usa, sea por niños o por hombres, sino que no lo saben; y que la cosa que pretenden

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conocer, y de la que hablan, es de lo que no tienen idea distinta en absoluto, siendo así perfectamente ignorantes de ella, y estando a su respecto en la oscuridad. La idea que tenemos, entonces, a la que damos el nombre general de substancia, no siendo sino el supuesto pero desconocido soporte de esas cualidades que encontramos que existen, que imaginamos que no pueden subsistir sine re substante, sin algo que las soporte, llamamos a ese soporte substantia; lo cual, de acuerdo con la verdadera significación de la palabra, es, en sencillo inglés, lo que está debajo o sostiene.

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En su consecuencia, siempre que cierto número de hombres se unen en sociedad renunciando cada uno de ellos al poder de ejecutar la ley natural, cediéndolo a la comunidad, entonces y sólo entonces se constituye una sociedad política o civil. Este hecho se produce siempre que cierto número de hombres que vivían en el estado de naturaleza se asocian para formar un pueblo, un cuerpo político, sometido a un gobierno supremo, o cuando alguien se adhiere y se incorpora a cualquier gobierno ya constituido. Por ese hecho autoriza a la sociedad o, lo que es lo mismo, a su poder legislativo, para hacer las leyes en su nombre según convenga al bien público o de la sociedad, y para ejecutarlas siempre que se requiera su propia asistencia (como si se tratase de decisiones propias suyas). Eso es lo que saca al hombre de un estado de naturaleza y lo coloca dentro de una sociedad civil, es decir, el hecho de establecer en este mundo un juez con autoridad para decidir todas las disputas, y reparar todos los daños que pueda sufrir un miembro cualquiera de la misma. Ese juez es el poder legislativo, o lo son los magistrados que él señale. Siempre que encontremos a cierto número de hombres, asociados entre sí, pero sin disponer de ese poder decisivo a quien apelar, podemos decir que siguen en estado de naturaleza.Resulta, pues, evidente que la monarquía absoluta, a la que ciertas personas consideran como el único gobierno del mundo, es en realidad incompatible con la sociedad civil, y por ello no puede ni siquiera constituirse como una forma de poder civil. La finalidad de la sociedad civil es evitar y remediar los inconvenientes del estado de naturaleza, que se producen forzosamente cuando cada hombre es juez de su propio caso (...). Allí donde existen personas que no disponen de esa autoridad a quien recurrir para que decida en el acto las diferencias que surgen entre ellas, esas personas siguen viviendo en un estado de naturaleza. Y en esa situación se encuentran, frente a frente, el rey absoluto y todos aquellos que están sometidos a su régimen.Al partirse del supuesto de que ese príncipe absoluto reúne en sí mismo el poder legislativo y el poder ejecutivo sin participación de nadie, no existe juez ni manera de apelar a nadie capaz de decidir con justicia e imparcialidad, y con autoridad para sentenciar, o que pueda remediar o compensar cualquier atropello o daño que ese príncipe haya causado, por sí mismo, o por orden suya. Ese hombre, lleve el título que lleve, zar, gran señor o el que sea, se encuentra en estado de naturaleza con sus súbditos como con el resto del género humano. Allí donde existen dos hombres que carecen de una ley fija y de un juez común al que apelar en este mundo, para que decida en las disputas sobre el derecho que surjan entre ellos, los tales hombres siguen viviendo en estado de naturaleza y bajo todos los inconvenientes del mismo.

DAVID HUME

Del mismo modo que la ciencia del hombre es el único fundamento sólido para la fundamentación de las otras ciencias, la única fundamentación sólida que podemos dar a esta ciencia misma debe basarse en la experiencia y en la observación.

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La proposición de que todas nuestras ideas no son más que copias de nuestras impresiones no admite mucha discusión; en otras palabras, es imposible que pensemos nada que no hayamos sentido anteriormente, ya sea a través de nuestros sentidos externos o internos. Me he propuesto explicar y probar esta proposición, y he manifestado mis esperanzas de que una correcta aplicación de la misma nos permita alcanzar mayor claridad y precisión en los razonamientos filosóficos que la lograda hasta el momento. Es posible que las ideas complejas puedan conocerse bien por definición, que no es más que la enumeración de las partes o ideas simples que las componen. Sin embargo, cuando llegamos a las ideas más sencillas y vemos que seguimos hallando más ambigüedad y oscuridad, ¿de qué recurso disponemos? ¿Qué invención puede echar luz sobre estas ideas para hacerlas en conjunto claras y precisas a nuestra percepción intelectual? Producir las impresiones o sentimientos originales de los que se copian las ideas. Todas estas impresiones son fuertes y sensibles. No admiten ambigüedad. No sólo están bien iluminadas sino que además pueden echar luz sobre sus ideas correspondientes, que están en la oscuridad. Y es posible que de esta manera podamos lograr un nuevo microscopio o especie de óptica que permita, en las ciencias morales, que las ideas más menudas y simples puedan ser aumentadas hasta el punto de que podamos aprehenderlas fácilmente, y conocerlas tan bien como las ideas más grandes y sensibles que puedan ser el objeto de nuestra investigación. Por lo tanto, para conocer plenamente la idea de poder o conexión necesaria examinemos su impresión, y con objeto de hallar con mayor certeza su impresión, busquémosla en todas las fuentes de las que pueda derivarse.

Cuando miramos en derredor a los objetos externos y consideramos la operación de las causas, ni en un solo caso somos capaces de descubrir poder o conexión necesaria alguna; cualidad alguna que vincule el efecto a la causa y convierta a una en la consecuencia infalible de la otra. Sólo encontramos que la una, efectivamente, sigue de hecho a la otra. El impulso de una bola de billar se acompaña del movimiento de la otra. Esto es todo lo que aparece ante los sentidos externos. La mente no percibe ningún sentimiento ni impresión interna de esta sucesión de objetos. Consecuentemente, no existe, en ningún caso particular de causa y efecto, ninguna cosa que pueda sugerir la idea de poder o conexión necesaria. Desde la primera aparición de un objeto, no podemos hacer nunca conjeturas sobre el efecto que resultará de ésta. Sin embargo, si el poder o energía de cualquier causa pudiera ser descubierto por la mente, seríamos capaces de prever el efecto, incluso sin la experiencia, así como, en principio, de pronunciarnos con certeza al respecto por el mero uso del pensamiento y el raciocinio.

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Podemos definir una causa como un objeto precedente y contiguo a otro y como aquello según lo que en todos los objetos semejantes al primero son puestos en iguales relaciones de precedencia y contigüidad con los objetos que se parecen al último. Si esta definición se estima defectuosa porque se saca de objetos extraños a la causa, podemos substituirla por esta otra definición, a saber: una causa es un objeto precedente a otro y tan unido a él que la idea del uno determina al espíritu a formarse la idea del otro y la impresión del uno a formarse una idea más vivaz del otro. Si esta definición es rechazada, por razón idéntica no veo otro remedio sino que las personas que se manifiesten tan delicadas pongan en su lugar una definición más precisa. Sin embargo, por mi parte debo confesar mi incapacidad para una empresa tal. Cuando examino con la mayor exactitud los objetos que se denominan comúnmente causas y efectos hallo, al considerar un caso único, que un objeto precede al otro y le es contiguo, y extendiendo mi consideración a varios casos, encuentro solamente que objetos análogos se hallan situados constantemente en análogas relaciones de sucesión y, contigüidad. Además, cuando considero la influencia de este enlace constante percibo que una relación tal jamás puede ser objeto de

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razonamiento y jamás puede actuar sobre el espíritu más que por medio de la costumbre que determina la imaginación a hacer la transición de la idea de un objeto a la de su acompañante usual y de la impresión de uno a la idea más vivaz del otro.