lo improvisto acontece (victor hugo) divaldo franco

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LO IMPROVISTO ACONTECE Ardua ascensión DIVALDO P. FRANCO Por el Espíritu VICTOR HUGO LA tregua, en la batalla, no significa el cesar de las luchas, más si una pausa para el refuerzo después que el combate se torna más feroz. Era una tregua, sin, el retorno de Augusta al hogar. Deprimida perdiera la personalidad, por tanto, el control de las actividades mentales y físicas. Leclerc-Antoine supo transferir la hora de la agresión para una oportunidad que pareciese más propicia para sus planes macabros. Recordaba que el acaso es el agente infame de las decisiones que la inteligencia y la astucia no consiguen realizar. Pensaba, evocando, que el acaso varias veces mudara el rumbo de los acontecimientos en la historia de la Humanidad. Cuando el rey Luís XVI y la familia real se evadieran de las Tulherias, en Paris, para ir a recibir el apoyo del Sr. De Bouillé, en Montmédy, varios acasos trabajaran contra el éxito de la empresa,

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LO IMPROVISTO ACONTECE (DIVALDO FRANCO)

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LO IMPROVISTO ACONTECE Ardua ascensión

DIVALDO P. FRANCO

Por el Espíritu VICTOR HUGO

LA tregua, en la batalla, no significa el cesar de las luchas, más si una pausa para el refuerzo después que el combate se torna más feroz.

Era una tregua, sin, el retorno de Augusta al hogar. Deprimida perdiera la personalidad, por tanto, el control de las actividades mentales y físicas.

Leclerc-Antoine supo transferir la hora de la agresión para una oportunidad que pareciese más propicia para sus planes macabros. Recordaba que el acaso es el agente infame de las decisiones que la inteligencia y la astucia no consiguen realizar. Pensaba, evocando, que el acaso varias veces mudara el rumbo de los acontecimientos en la historia de la Humanidad.

Cuando el rey Luís XVI y la familia real se evadieran de las Tulherias, en Paris, para ir a recibir el apoyo del Sr. De Bouillé, en Montmédy, varios acasos trabajaran contra el éxito de la empresa,

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especialmente en Sainte-Menehould, cuando, impaciente, Su Majestad miró por el postigo de la berlinga, procurando algún contacto amigo, en la multitud, fue reconocido por Drouet, que allí se encontraba ocioso...

En Varennes fueron presos, él y la familia, y recambiados de volta, prosiguiendo el martirio del cual intentaran escapar. Los acontecimientos que se desarrollaran, trágicos, la destruición de la familia real y de la monarquía, las masacres que se sucedieran para mantener los ideales de la libertad, ahogados en sangre, fueron efecto de aquel momento y gesto informal…

Un reino, millares de vidas, en un instante, en un movimiento impensado. La gloria de Drouet, hijo obscuro de un maestro de apuestas, resultara más de la ambición personal y de la arbitrariedad, que lo hicieron tomar en las manos el destino de una nación, desde que no recibiera ordenes de ninguna autoridad, ni estaba comisionado para hacerlo, sería también su ruina futura, por el descalabro de los actos a que se entregara en la ascensión al pódium de las honorarias que ambicionaba. Era, entonces, el ardiente junio de 1791...

El jurado enemigo recordaba los acontecimientos, porque los viviera en aquellos turbulentos días en Paris. Siendo así, aguardaría la colaboración del acaso.

La Providencia divina se sirve de recursos para la ejecución de los programas establecidos, con medios que escapan a cualquier cuestionamientos, con medios que escapan a cualquier cuestionamientos mentales. Obedeciendo a caminos muy bien establecidos, porque transcurren en sectores no detectados, cuando suceden, asumen el engañoso aspecto de casualidad, porque proceden, en verdad, de fenómenos causales

En la felicidad que lo inundaba, Armando no pudo sospechar la inquietud que paso a asaltarlo desde el momento en que percibió al siniestro personaje desencarnado rondando el lecho de la convaleciente, visitando el hogar con frecuencia. Desinformado, en su totalidad, a respecto de la fenomenología única, siendo así desarmado de recursos para tales situaciones, busco inspiración en las jaculatorias y oraciones tradicionales, presintiendo el recrudecer de las aflicciones.

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Fatalmente, los días de tribulación en la familia se encargaron de desencadenar sucesivos desaires.

O Sr. Demetrio, sea por la falta de cultura o por formación temperamental exquisita, remaneciente de los comportamientos pretéritos, era hombre introvertido y pesimista.

À medida que los hijos se entregaran al trabajo exhaustivo de la conquista del pan diario, él se acomodó a la situación, tornándose huésped en el hogar, sin cualquier responsabilidad de cooperación.

Deben los hijos amparar a los genitores ancianos, enfermos, desvalidos, que no era el caso en pantalla. No obstante, se hiciera un residente desagradable por las exigencias desproporcionadas, o mal humor permanente, habiendo adicionado a esas actitudes el uso de aperitivos que degeneraron para el alcoholismo dañoso.

Ahí estaban los condimentos para el repasto de la amargura, que bastaban ser mezclados con el veneno de la venganza.

En menos de una semana después del retorno, dando leves señales de interés por la recuperación, Augusta ensayaba conversaciones reticentes, en una posibilidad de reajuste.

Con las resistencias físicas y morales comprometidas, caía con frecuencia en depresión, ensimismándose por largo tiempo, hasta cuando la paciencia y la bondad de Armando o de otro cualquier familiar la arrancaban de la mudez.

El cuadro clínico no permitía, de esa forma, exacerbación de los sentimientos, emociones fuertes, choques nerviosos...

Acreditando ser el momento propicio, por presentir que la presa se le podía escapar, el infame perseguidor se sirvió del carácter afeminado del Sr. Demetrio y lo inspiro a la bebida con mayor avidez.

La receptividad del viciado a los estímulos para la acción que le da placer es muy grande, por encontrar resonancia en la similitud de gustos compartidos, siendo este el gran impedimento para la recuperación de muchos alcohólicos, tabaquistas, toxicómanos, sexólatras, jugadores - la satisfacción con que se entregan a la pasión consumidora.

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Se acrecienta a ese extravagante proceso de desgaste físico, psicológico y moral, la inducción propiciada por otros Espíritus viciados que de ellos se utilizan para dar curso al desequilibrio que la muerte orgánica interrumpe.

Excediéndose, en el bar, y tomando por el enemigo oculto, paso a experimentar sorda rebeldía por la hija, sentimiento ese que le fue oscureciendo la aturdida razón. De ahí a la ira y de esta al odio, en forma de furia agresiva, fue un paso.

Estimulado por la fuerza del vengador, que lo comandaba, sorbió una última copa de aguardiente y, vociferando, demando el hogar, al caer de la tarde, llegando en el crepúsculo de la tarde.

Los hijos estaban aun con sus tareas penosas y dignas, mientras la enferma reposaba, y su hermana Celia cuidaba de la alimentación de todos para luego después.

Súbitamente el irrumpió puerta a dentro, con los ojos inyectados, con la boca contraída en un rictus, espumeando por los cantos de los labios, los puños cerrados, yendo directamente al cuarto de la paciente, furioso, incoherente:

- Levántese de ahí, prejuiciosa inútil. Todos trabajan en esta casa, mientras usted es peso muerto. El lugar del ocioso es en el infierno.

Colérico y trémulo por las descargas nerviosas, unió a las palabras la actitud grosera, asiendo a la hija aturdida y sacudiéndola con el propósito de zarandearla y arrojarla al suelo.

A los primeros disparates, conmocionada, Celia vino corriendo de la cocina, quedando parada, en la puerta del cuarto, ante a escena grotesca.

En ese momento, traído por la genitora desencarnada, que estaba enterada del plan macabro del adversario, llego Armando, que aun oyó las últimas acusaciones paternas igualmente precipitándose en la dirección del dormitorio.

- ¡Papa! - llamaron los dos hijos a una sola voz - ¿usted enloqueció? Deje Augusta en paz.

En la exclamación y en el pedido se encontraban toda la perplejidad que los asaltara ante el inesperado acontecimiento.

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El Sr. Demetrio, sin embargo, alucinado, prosiguió, agrediendo físicamente a la enferma, mientras se permitía el uso de expresiones chulas de la peor especie.

Al primer bofeton la moza despertó de la apatía y, fulminada por un rayo, abrió los ojos, lanzo un grito alucinante contrarrestó el ataque, siendo tirada al suelo.

De inmediato se irguió y con agilidad felina, tomada por una fuerza que no poseía, se paró, por unos segundos a mirar al genitor enfurecido, saliendo, rápida, en la dirección de la cocina, donde retorno con un hacha que la familia usaba para cortar leña.

Liberándose de la parálisis que los tomo, Armando retuvo al padre y Celia siguió a la hermana, por instinto, en el momento en que ella ya retornaba con el arma en el aire, totalmente transfigurada por el odio que la vencía.

El palco de la tragedia estaba cerca y los actores en acción, bajo la dirección nefasta de Leclerc-Antoine que se complacía y se regocijaba interiormente, desde que se encontraba igualmente en la escena.

Luego que el obsesor condujo al atormentado ebrio a la agresión, se desligo de él, aguardando la respuesta emocional de Augusta, que no se hizo demorada, pasando a servirse de su desconcierto para comandarla, pues esa era su intención, a fin de colimar la tragedia en la que se sumergieron aquellas criaturas y los demás miembros de la familia.

La providencial llegada de Armando y la presteza de la acción de Celia alteraron el programa dañino, aun en ejecución.

En el primer intento de impedir a la hermana armada, no pensando en los riesgos a que se sometía, Celia percibió que cualquier fuerza física era inútil en aquella pugna, en razón de las energías redobladas de que ella misma se encontraba poseída. Intento, aun mismo así, detenerla, en lo que fue repelida por un fuerte lanzamiento que la arrojo contra la puerta. No teniendo otra alternativa, pasó a suplicar socorro a las vecinas, a los gritos de desespero, mientras la moza enloquecida retorno al cuarto donde Armando detenía al padre a sacrificio hercúleo. En un relance, este percebe el desenlace fatal que se acercaba, por poco no desmayo…

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Su vida religiosa y su dignidad moral lo hicieron granjear títulos de ennoblecimiento espiritual, armándolo, inconscientemente, de superior fuerza fluídica. La mediumnidad a flor de piel le faculto la incorporación de la madrecita Nícia que, en una actitud segura y confiada, libero el esposo retenido por los brazos del hijo y habló, enérgica:

- Leclerc-Antoine! Deje el arma; yo le ordeno e nombre de Dios! Es llegado el momento de dar rumbo nuevo a los acontecimientos. ¡Pare!

Algunos vecinos, que escucharon el barullo y el apelo de Celia, se adentraron en la casa y acompañaron, sin entender, el enfrentamiento grave entre la loca y el joven hermano.

La voz, con entonación vigorosa, se hacía acompañar de poderosa descarga fluídica que D. Nícia aplico, simultáneamente, en su dirección.

Percibiéndose reconocido, el Espíritu detuvo el gesto agresivo, al tiempo en que fue invitado a retirarse.

- ¡Le ordeno abandonar Augusta! - impuso el noble Espíritu.

Había autoridad sin exagero en su mandato, tornándose obedecida.

Uno de los vecinos tomo el hacha y agarró a la joven que jadeaba con la respiración alterada. Mismo así, el perseguidor respondió, feroz:

- Cedo el paso, mas aguardo. Conozco la marcha – marcha de la malicia y se cuándo me he de retirar para poder retornar a la carga. Retiro no es una perdida en la campaña y si estrategia de buen acontecimientos. Impediré que ella vuelva a la normalidad aunque sea la última cosa por hacer en esta mi vida de desventuras.

Con la cara congestionada parecía una pieza de hierro en la brasa.

En aquel momento, la paciente paso a sufrir una convulsión, tembló por algunos segundos, bañándose de sudor. Luego cayó en terrible postración, adquiriendo una palidez mortal que a todos causo compunción.

Fue recojida al lecho con la ayuda de los atentos vecinos que le cambiron los vestimentas húmedas y sucias de la lucha.

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Pasada la furia obsesiva, el Sr. Demetrio comenzó a dar señales de perturbación gástrica, siendo igualmente socorrido. Conseguía identificar, en medio de las sombras que le perturbaban el raciocinio, de lo que acabara de hacer. Las piernas se le enflaquecieran, siendo amparado y retirado de allí.

Armando volvió a la lucidez, como si despertase de un sueño, trayendo vagas impresiones de las ocurrencias que no podía coordinar.

La ronda había cesado, iniciándose otro no menos tormentoso.

Augusta no recobro la consciencia, permaneciendo desmayada, con problema de baja tensión arterial.

Alguien arbitró en cuanto a la necesidad de ser llamado el médico local, ante la probable muerte de la moza infeliz.

Señoras supersticiosas, fieles à sus creencias, se vencieron recitando, en murmureo, viejas fórmulas inocuas con que acreditaban mejorar la sicoesfera del ambiente...

En ese momento, todos los familiares estaban en casa, enterados de los lamentables tormentos que acabaron de colapsar sobre aquel frágil techo.

Los comentarios entre los circunstantes, en cuanto llamar al médico, se hicieron generales.

- En la intervención de Armando poseído por un espíritu... - dijo uno.

- Yo lo percibí que era cosa del demonio y me puse a recitar el Credo - asevero servicialmente una señora de edad.

- Dios tuvo pena de la familia –respondió otro.

... Y así cada cual opino como mejor le pareció sobre lo que todos ignoraban.

La ignorancia argumenta y expone, mientras el conocimiento medita y actúa.

Toda serpiente revela algo de insensatez, ante el necesario silencio de quien se identifica con los hechos antes que con las palabras.

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Armando se ensimismo en la oración confiado, aunque sintiéndose fatigado, y observando a la hermana desaparecida aguardo a la llegada del facultativo que alguien, apresuradamente, fue a buscar.

Aquella sería una larga noche de espera, asolanada por el cansancio, la expectativa y el dolor.

Así son todas las horas de incerteza, trabajadas por la ansiedad.

El médico examino a la paciente desmayada y le aplico terapia de urgencia, recomendando un ambiente de calma, a fin de auxiliarla en la conquista del equilibrio. Informado de los desastrosos hechos acontecidos, intento un diálogo con el Sr. Demetrio, imposibilitado de hacerlo entrar en razón del estado depresivo que lo acometió después.

De ese modo, permaneció por algún tiempo hasta cerciorar que Augusta, bajo la acción de los remedios, dormía, recobrando las energías violentamente gastadas. Dejo, sin embargo, entrever la preocupación con su estado general.

Abalada el área psíquica, se hacía acompañar del agotamiento de las fuerzas físicas que le amenazaban el organismo.

Hizo algunas recomendaciones y prometió retornar al día siguiente, plantificándose atenderla en cualquier circunstancia extraordinaria.

Los familiares estaban perplejos, asustados. Eran dos fuegos cruzados sobre ellos: la agresión por la embriaguez paterna y la locura de la hermana.

Mientras la enferma dormía, fuera de los límites fisiológicos ocurría una escena bien diversa. Semi liberada del cuerpo por el impacto de la violencia que la domino, estuvo perturbada, sin saber lo que acontecía. Experimentando las sensaciones físicas y el aturdimiento proveniente de la agresión del antagonista que la manipulaba, sufría las contingencias diferentes en un pugilato en el que se encontraba imposibilitada de cualquier defensa.

Terminada la ruda pelea, gracias a la interferencia de la genitora desencarnada, no conseguía volver a las funciones orgánicas, como si huévese una interrupción del flujo electromagnético, que produce la perfecta interpenetración del Espíritu en el cuerpo. Aunque la voluntad era la de volver a la lucidez mental, no lograba el

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comando de las funciones, razón por la que permanecía desanimada.

Leclerc-Antoine respondía por el impedimento. Liberándola del comando psíquico que le imponía, dejara alta carga deletérea de fluidos en los equipamientos orgánicos de la joven, que impedían el equilibrio Espíritu-materia. Simultáneamente, se tornara visible a la enferma semi desligada, que se aterrorizara con su mal semblante, de lo que se aprovechó para complicarle el cuadro físico y psíquico.

Armando, que igualmente no se recuperara del choque, como también de la inesperada interferencia materna, que no comprendía integralmente, quedó apático. Una postración lo tomo todo, aunque manteniendo la lucidez mental. Gracias a la apurada percepción psíquica acompañaba lo que proseguía fuera del mundo objetivo, en el cual la hermana aturdida sufría el constreñimiento impuesto por el obsesor, sintiéndose también sumergido en el proceso afligente.

La visión interior lo apartaba de los procedimientos que se desenvolvían en el cuarto donde se encontraba.

Le parecía que la hermana y su verdugo, arrastrándose en lucha feroz, nadaban en un rio oscuro de sangre, de donde emergían cabezas guillotinadas, cuerpos destripados, en cuanto un barullo ensordecedor de voces agitadas y el ruido de tambores producían una algazara terrible...

La sucesión de los acontecimientos le causo profundo malestar que lo mato con una lentitud, que pasó desapercibido de los circunstantes preocupados con la enferma.

Los fenómenos obsesivos tienen matices complejas y variadas, tal como las serpientes de cabeza de Medusa (11) (- Era una de las tres Gorgones, que fue portadora de belleza impar, aureolada por cabellos sedosos y deslumbrantes.

Porque lastimar a Minerva, la grande diosa la castigo, tornándole los cabellos serpientes agitadas y dándole a los ojos la hazaña de petrificar a todos a quien mirase. Teseo le cortó la cabeza de un solo golpe y la llevó en sus aventuras a fin de petrificar con su mirada fija a los enemigos.), presas al mismo núcleo y con independencia de acción. Varían en intensidad y en los modos de

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manifestación, aturdiendo a las personas que no están familiarizadas, no raro degenerando en graves patologías de difícil regularización.

La enfermedad, por sus efectos, sus agentes, difiriendo de las génesis habituales, son seres voluntarios e inteligentes que usan los recursos de la razón para los cometimientos nefastos, variando de acción conforme el fluir de los hechos, abortando procedimientos que los podrían vencer y complicando las situaciones que les sean antagónicas.

Por esta razón, rabias incontrolable, no salvando a nadie que caiga en las urdiduras.

Es el hombre un viajero en el camino quilométrico de las reencarnaciones. El éxito de cada etapa proviene de la anterior, vencida o por conquistar, con las adquisiciones, perdidas y cansancios, lores o victorias del estado ultrapasado.

En ese peregrinar, porque el amor no siempre luce en sus realizaciones, permanecen trechos de sombra de amargura que deben ser rehechos y clarificados por la acción del bien.

Suplantando todos los códigos humanos desde los tiempos inmemoriales, la ley áurea, presentada peor Cristo, en la síntesis del amor conforme Él nos amó, se sobrepone victoriosa, porque el amor ilumina todas las sendas, regularizando las anfractuosidades morales, sin dejar señales de amarguras ni de dolor. No se trata apenas de amar, sino hacerlo de acuerdo como Él lo hizo: donarse sin pedir recompensa; querer sin imponerse; servir sin recibir; comprender, aunque detestado gratuitamente, y proseguir afectuoso.

Porque los instintos del primitivismo permanecen en el hombre, imponiéndose dominadores, la marcha prosigue señalada por contramarchas, avanzando con lazos de sujeción no pocas veces estacionado por largas fajas de tiempo precioso.

Mientras tales procedimientos no cambien las estructuras humanas, la calamidad del sufrimiento, las epidemias obsesivas, las guerras y los odios apretaran el cerco, de ese modo compeliendo a la criatura para la vía del amor...

Ese amor, todavía, debe apoyarse en una actitud dinámica, reparadora, señalada por una positiva resignación entre los

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acontecimientos funestos o afligidos, de los cuales resultan la paz de la consciencia y la alegría de servir.

Experimentando los convites dolor-regeneración, la familia Patriarca de Jesús encontraría, en la fe que ilumina los sentimientos, el combustible que hace al o amor florecer fascinante, bendiciendo los golpes que corrigen y las aflicciones que educan. Lejanos, sin embargo, aún se encuentran los días para que se culminen los objetivos superiores.

Volviendo a si, del ligero síncope, Armando salió a respirar un poco la noche agradable y coronada de astros chispeantes. El paisaje sideral, con sus archipiélagos estelares, inmersos en impenetrable silencio, momentáneamente quebrados por las pulsaciones de la Naturaleza, prontamente le rehízo las fuerzas, auxiliándolo a liberarse da sicoesfera deprimente y del aire viciado que dominaban la alcoba modesta.

Ensimismado, recurrió a la oración, buscando confortamiento y la comprensión para los acontecimientos que lo atormentaban y a la querida familia.

Las lágrimas le humedecieron los ojos se abrió a la inspiración del bien que jamás falta. La genitora afectuosa lo envolvió en dulce reconforto y, sin palabras, lo alentó para la lucha, fortaleciéndole el ánimo entonces roto. Luego después, retorno, confiado, alimentándose y pastándose, en vigilancia, al lado de la obsesa.

El vecindario penalizado opino cuanto pudo a respecto del problema de Augusta.

Alguien, mejor informado, elucido que oyera comentarios a respecto de un grupo de personas que se reunían en la residencia del señor Juez de Derecho para hablar con los muertos. Se trataba de una actividad rodeada de mucha discreción, cuyos pormenores ignoraba.

- A mi ver - proseguía el vecino interesado - el problema de Augusta y lo que ocurre con Armando tengan implicaciones de esa naturaleza.

Terminaba por sugerir a los familiares, ante la imposibilidad del Sr. Demetrio tomar la iniciativa, que procurasen aquella autoridad, exponiendo su problema y pidiéndole la ayuda que le fuese posible dispensar.

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Todos aprobaron afirmativamente el feliz consejo.

Los visitantes se dispersaron ante la calma aparente que visitaba a la familia. Aparente, porque más allá de las fronteras físicas proseguía la justicia espiritual.

Parlamentando, a los familiares combinaron presentar al Juez el drama que los afligía, en lo que Armando asintió de muy buen agrado. Era como una brisa de esperanza que, súbitamente, penetraba en el campo ardiente de la ruda pelea en sombras.

Fue elegida, para el contrato con la autoridad, Celia, la hermana más vieja y experimentada, que quedaba en el hogar, sin compromisos fuera del nido doméstico.

El Sr. Demetrio, pasada la crisis de la consecuente indisposición digestiva, se dio cuenta de los malos sucesos que desencadenara, permaneciendo inquieto el resto de la noche.

La paciente amaneció muy pálida, con algunos parpadeos de lucidez, alimentándose con parsimonia, a instancias de la hermana, que le explicó la necesidad de ausentarse de casa por poco tiempo para tratar de una cuestión urgente.

Ante la sorpresa y recelo que se estamparon en el rostro macerado de Augusta, le explicó que no la dejaría a solas, para lo que recurriera a la bondad de la vecina D. Almerinda, señora de edad que fue amiga de su madre y se interesaba mucho por toda la familia.

La paciente se aquieto, vencida por la postración. Respiraba con desajuste y estertorosa, de cuando en cuando, como se sofocaba por penosa disnea.

Celia no tuvo dificultad en contactar con el Dr. Helio García antes que el mismo saliese del hogar.

El gentil hombre, era amado en aquella comunidad por los títulos de esclarecimiento que le exoneraban la personalidad.

Sincero y honesto, era sencillo y severo en el cumplimiento de las leyes que le cabía defender y aplicar.

Su familia era igualmente amada y, aunque las diferencias sociales y económicas vigentes en el burgo, todos se respetaban, confraternizando cuando las circunstancias así lo permitían.

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El magistrado oyó con atención e interés la narrativa de la moza, después indago: - ¿En que podría yo serle útil? ¿Qué espera de mí? - Informaron a nuestra familia - respondió un poco constreñida y recelosa - que el señor Juez entiende de esos problemas y que realiza reuniones en el hogar, en las cuales conversa con los muertos. Desearíamos pedir que preguntase a ellos el caso de nuestra hermana es para médicos o si es "enfermedad de Dios"...

El desconocimiento popular a respecto de las realidades de la vida, se reviste de leyendas y supersticiones, elaborando conceptos sutiles generales al que las personas se apegan, en una mezcla de creencia y miedo. Cara a ese comportamiento, consideran las cuestiones espirituales atormentadoras como siendo "enfermedad de Dios".

El Dr. Helio, tomado por la ingenuidad de la explicación de la moza, no suprimió una sonrisa, elucidándola con afabilidad: - Todas las enfermedades son de los mismos hombres, haciéndolos justicia bajo la aquiescencia de Dios, cuyas leyes rigen la vida. Yo comprendo, sin embargo, lo que usted desea saber...

Y tras una breve pausa, continuo: - Yo soy simpatizante del Espiritismo y creo en la interferencia de los llamados muertos en las actividades de los que parecen vivos. Realmente, una vez por semana hacemos una reunión en nuestro hogar, cuando recibimos la visita de un excelente médium, persona que tiene la capacidad de ofrecer los órganos materiales para que los Espíritus se comuniquen con nosotros; es residente en la Capital, y aquí viene especialmente para ese compromiso.

"Como los datos que usted me ofreció no son suficientes para una apreciación más profunda de los hechos, le pido que nos deje el nombre de la hermana enferma y su dirección. A la noche, a partir de las diecinueve horas y treinta minutos, sugiero que los familiares que lo desearan reúnanse en el cuarto en el que ella se encuentra, conversando asuntos edificantes, orando o leyendo páginas de confortamiento evangélico, moral, propiciando ambiente favorable a los Buenos Espíritus, a los cuales iremos a pedir auxilio y orientación sobre el caso. A las veinte dos horas allá iremos para examinar la cuestión, ya orientados al respecto."

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Ante la aquiescencia de la interlocutora, adujo: - Es de buen arbitrio que se eviten la asiduidad de visitas generosas, aunque, alborotadoras, a la paciente, y que se guarde reserva en cuanto a este nuestro diálogo también como a la posible visita que iremos hacer, a fin de evitar comprensible curiosidad y comentarios dispensables en problemas como este.

"Felizmente, la oportunidad no podría ser mejor, por cuanto, hoy es el día que reservamos a los ministerios de esta naturaleza."

Después de algunas otras consideraciones finales y presentando el testimonio de la anticipada gratitud suya y de la familia, Celia retorno al hogar.

Ya, a la salida, el Dr. Helio la advirtió: Cuando se trata de interferencia espiritual, el agresor, ante la posibilidad de perder la pugna, por percibir que serán aplicados métodos correctos de liberación de su víctima, agrede con más rudeza e insistencia. Es por lo que el clima de paz y de oración es muy importante. Si la enferma se agitara más de lo que acostumbra estamos ante una evidencia positiva. Presérvese en confianza u aguarde, con los suyos, nuestra llegada.

A elucidación fue más de lo que oportuna, porque Leclerc-Antoine, oyendo la sugestión presentada la noche anterior acompaño a Celia, enterándose de las providencias e andamiento. Rebotado, procuro urdir un nuevo ataque, objetivando desanimar el proceso de recuperación y apropiarse de una vez de las facultades desorganizadas de la infeliz Augusta.

Anticipando la llegada de Celia, transfiriendo certero golpe a la obsesa, que gemía y, acto continuo, pasó a gritar, alterada, en razón de verlo, más allá de las vibraciones físicas, feroces y agresivas.

Adquiriendo el aspecto de loca, intento correr, en lo que fue impedida por D. Almerinda que, sin temerla, le intercepto el camino, exclamando con fe ardiente: - ¡En nombre de Dios, cálmese! Nada va acontecer y estoy aquí para ayudarla. ¡Deténgase, Augusta!

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La voz enérgica y la confianza irrestricta en Dios, en la humildad de la mujer sufrida y generosa, descargaran energías fortalecedoras que lograron el ministerio de recomponerla.

En estos caminos Celia llegó y sintetizo a veneranda vecina lo que se programaba, rogándole discreción y ayuda.

La esperanza es como una luz suave que varea las sombras y apunta frente al camino del equilibrio, favorable al progreso. Es la fuerza de los héroes, que en ella depositan su fe y coraje, recibiendo el estímulo para la victoria que persiguen conquistar.

El que anda en el mundo sin la vela encendida de esperanza, se sumerge en la oscuridad que se diluye, si facilitamos la conquista del espacio, en el caso de que encendamos la débil mecha que se encargaría de responder con libertadora claridad.

Traducido por: M. C. R