llueve en la ribera del gaidovar€¦ · que ella misma ha ido excavando sobre el terreno. justo...
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El Archivo de la Frontera es un proyecto del Centro Europeo para la Difusión de las Ciencias Sociales (CEDCS), bajo la dirección del Dr. Emilio Sola. www.cedcs.org [email protected]
LLueve en la Ribera del Gaidovar
Quico Rivas (1953-2008)
Colección: E-Libros – La Conjura de Campanella Fecha de Publicación: 09/07/2007 Número de páginas: 10
Colección: Galeatus Fecha de Publicación: 20/04-2008 y 21/04/2016 Número de páginas: 10 I.S.B.N. 978-84-690-5859-6
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Llueve en la Ribera del Gaidovar
Quico Rivas (1953-2008)
PAQUICO NAVARRO RIVAS·
MIÉRCOLES, 20 DE ABRIL DE 2016
Hoy 20 de Abril de 2016 hace ocho años que Quico escribió
en su diario:
LLUEVE EN LA RIBERA DEL GUAIDOVAR
Llueve. Llueve con avaricia en la Ribera del Gaidovar, y la lluvia, que es la música de la
melancolía, impone su presencia, hace oír su llamada, y es difícil sustraerse a ella.
La primavera ha traído las lluvias que el invierno escamoteó, y los pájaros que ya se
habían adueñado de las copas de los árboles para rebañar los primeros soles, buscan
refugio despavoridos. La familia numerosa de gorriones que ha pasado el invierno en el
cubo del calentador de gas de la cocina, ha regresado al completo y trinan lastimeros
como pidiendo clemencia. El rosal enfermo de Betania se ha derrengado, vencido por el
viento. Los pétalos de muchas flores tempranas flotan ahogadas y chuchurrías en las
cunetas encharcadas…
Pero exagero. He dado un paseo durante un pequeño receso, llevado por los pedazos de
botas Levis que compré en otoño en la Gran Vía, la bomba. Lo primero que te atrapa es
el concierto torrencial del agua. El agua fluye tempestuosa por el río, desbocada por el
camino, bajando por las torrenteras, pero también vaga suave canalizada en acequias,
canalillos, un dédalo de surcos que ella misma ha ido excavando sobre el terreno. Justo
entre el puente que llaman romano, y en origen pudo serlo, y el molino de Juan
Sánchez, nuestro catedrático de molinología, la sinfonía del agua con todo su
instrumental, que son muchos y variados, te envuelve como en el mejor palco del mejor
de los teatros. Suena con fuerza y resolución y uno entonces puede visualizar los catorce
molinos que llegó a mover el cauce del Guaidovar en sus mejores tiempos, esa historia
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que evoca Juan en su ‘comunicación’ al Congreso Nacional de Molinología, y que ha
tenido a bien prestarme.
Ahí parado y ensimismado he suscrito conmigo mismo el compromiso de dedicar a la
hermosa ciencia de la molinología parte del tiempo que aún me resta.
Comprobé asimismo que los pájaros no son tan débiles y remisos como insinuaba; muy
al contrario, se apresuran a sacarle partido a ese claro de lluvia, y revolotean de nuevo
piando ahora con alegría renovada pues intuyen que esas aguas son muníficas,
necesarias. Incluso las flores han resistido admirablemente los embates del temporal, y
todas lucían incontables capullos a punto de reventar. Las gotas de lluvia resbalaban
mansamente por las escamas verdes de la vegetación y una de ellas, huérfana, fue
deslizándose desde una hoja hacia el vacío pero hubo un instante en que esa gota
permaneció unida a la punta de esa hoja por un hilo que se fue adelgazando a gran
velocidad pero con la suficiente lentitud como para que durante un instante eterno
brillara como una lágrima de cristal y en su interior se reflejara el valle por entero, una
imagen convexa del valle, como una proyección sobre una pantalla que se ha curvado
como un arco. Luego la lágrima cayó al suelo y yo regresé sobre mis pasos, feliz,
pletórico por vivir en un lugar tan hermoso.
20-IV
Despacho de Quico Rivas (Rivera del Gaidovar -Grazalema). Abril, 2008.
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Pulsión de vida enfrentada a pulsión de muerte, captación de la eternidad del
instante. Quico vibra aún en el aire. Habla aún contigo y por ello, como sabían
los humanistas de siempre – Poggio Bracciolini el Florentino al despertar a
Lucrecio para hablar con él - sigue ahí de conversación contigo, es un inmortal
con la música de la melancolía de sus últimas semanas de vida. Una vez más,
cuando lo necesitas, a tu lado, presente, y expresivo, y estimulante, Q total.
LLUEVE EN LA RIBERA DEL GUAIDOVAR
Llueve.
Llueve con avaricia en la Ribera del Gaidovar, y la lluvia,
que es la música de la melancolía,
impone su presencia, hace oír su llamada, y es difícil sustraerse a ella.
La primavera ha traído las lluvias que el invierno escamoteó,
y los pájaros que ya se habían adueñado de las copas de los árboles
para rebañar los primeros soles, buscan refugio despavoridos.
La familia numerosa de gorriones que ha pasado el invierno en el cubo
del calentador de gas de la cocina, ha regresado al completo
y trinan lastimeros como pidiendo clemencia.
El rosal enfermo de Betania se ha derrengado, vencido por el viento.
Los pétalos de muchas flores tempranas flotan ahogadas y chuchurrías
en las cunetas encharcadas…
Pero exagero.
He dado un paseo durante un pequeño receso,
llevado por los pedazos de botas Levis que compré en otoño en la Gran Vía,
la bomba.
Lo primero que te atrapa es el concierto torrencial del agua.
El agua fluye tempestuosa por el río, desbocada por el camino,
bajando por las torrenteras, pero también vaga suave
canalizada en acequias, canalillos, un dédalo de surcos
que ella misma ha ido excavando sobre el terreno.
Justo entre el puente que llaman romano, y en origen pudo serlo,
y el molino de Juan Sánchez, nuestro catedrático de molinología,
la sinfonía del agua con todo su instrumental, que son muchos y variados,
te envuelve como en el mejor palco del mejor de los teatros.
Suena con fuerza y resolución, y uno entonces puede visualizar
los catorce molinos que llegó a mover el cauce del Guaidovar
en sus mejores tiempos, esa historia que evoca Juan en su ‘comunicación’
al Congreso Nacional de Molinología, y que ha tenido a bien prestarme.
Ahí parado y ensimismado he suscrito conmigo mismo
el compromiso de dedicar a la hermosa ciencia de la molinología
parte del tiempo que aún me resta.
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Comprobé asimismo que los pájaros no son tan débiles y remisos como insinuaba;
muy al contrario, se apresuran a sacarle partido a ese claro de lluvia,
y revolotean de nuevo piando ahora con alegría renovada
pues intuyen que esas aguas son muníficas, necesarias.
Incluso las flores han resistido admirablemente los embates del temporal,
y todas lucían incontables capullos a punto de reventar.
Las gotas de lluvia resbalaban mansamente
por las escamas verdes de la vegetación y una de ellas, huérfana,
fue deslizándose desde una hoja hacia el vacío
pero hubo un instante en que esa gota permaneció unida a la punta de esa hoja
por un hilo que se fue adelgazando a gran velocidad
pero con la suficiente lentitud como para que durante un instante eterno
brillara como una lágrima de cristal y en su interior se reflejara el valle por entero,
una imagen convexa del valle,
como una proyección sobre una pantalla que se ha curvado como un arco.
Luego la lágrima cayó al suelo y yo regresé sobre mis pasos,
feliz,
pletórico por vivir en un lugar tan hermoso.
20-IV-(2008)
Q por Carlos G-A.