liturgia de ordenacion en el pontifical romano 1968-1989

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III. LA LITURGIA DE ORDENACIÓN

EN EL PONTIFICAL ROMANO

(1968 Y 1989)

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• La Constitución Apostólica Sacramentum Ordinis (30.XI.1947) promulgada por el Papa Pío XII decidió, en base al magisterio, la cuestión acerca del signo sacramental del sacramento del Orden.

• De la declaración doctrinal de Pío XII emerge cuanto sigue: la imposición de las manos y la plegaria consacratoria en la ordenación episcopal, presbiteral y diaconal, son los signos del sacramento.

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• Para evitar las repeticiones, habrá estos apartados:

los elementos comunes a las tres ordenaciones: la estructura de los ritos de ordenación.

los elementos peculiares de ritual para la ordenación episcopal, para la ordenación presbiteral y para la ordenación diaconal.

una presentación de la nueva edición del Pontifical De ordinatione de 1989.

El siguiente cuadro sinóptico nos ayudará a facilitar la visión sintética

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OBISPO PRESBITERO DIACONO

Después del Evangelio Después del Evangelio Después del Evangelio

Presentación de los candidatos Presentación de los candidatos Presentación de los candidatos

Lectura del mandato apostólico Elección por parte del obispo Elección por parte del obispo

Homilía del consagrante principal Homilía del consagrante Homilía del consagrante

Juramento del candidato Juramento del candidato Juramento del candidato

Promesa de obediencia Promesa de obediencia

Invitación a la oración Invitación a la oración Invitación a la oración

Letanías Letanías Letanías

Oración conclusiva de las letanías Oración conclusiva de las letanías Oración conclusiva de las letanías

Imposición de las manos por parte de todos los obispos

Imposición de las manos por parte del obispo...

Imposición de las manos por parte del obispo

... y de los presbíteros

Imposición del Evangeliario

Oración consacratoria Oración consacratoria Oración consacratoria

Vestición de estola y casulla Vestición con la estola transversal y dalmática

Unción de la cabeza Unción de las manos

Entrega del Evangeliario Entrega del pan y del vino Entrega del Evangeliario

Entrega del anillo

Imposición de la mitra

Entrega del báculo

Entronización en su cátedra

Beso de la paz Beso de la paz Beso de la paz

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1. ESTRUCTURA DE LOS RITOS DE ORDENACIÓN

• a) También la Liturgia de la Palabra es una preparación a la celebración del sacramento.

• Sobre todo la elección de lecturas propias (como otros elementos del Propio), constituyen una preparación a la ordenación.

• Todas las ordenaciones son colocadas a su puesto conveniente, que es después del Evangelio: la ordenación del obispo y las ordenaciones de los presbíteros no están ya fragmentadas en grupos de ritos.

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• b) Los ritos preparatorios de las tres ordenaciones han sido asimilados entre ellos.

• La Liturgia de la ordenación inicia con la presentación del o de los candidatos y con la petición al obispo ordenante de ordenarlos.

• En la ordenación episcopal, viene la lectura del mandato papal (mandatum apostolicum); en las otras dos ordenaciones la relación sobre la consulta de la comunidad y de aquellos que fueron los encargados de la formación;

• después el obispo consagrante declara de elegir a los candidatos para el ministerio, sea presbiteral o diaconal.

• La comunidad aprueba, aclamando, esta decisión del obispo.

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• Las tres ordenaciones han sido asimiladas entre ellas también porque para cada celebración ha estado diseñado una alocución-modelo, que no es obligatoria literalmente, sino que se propone el contenido fundamental.

• Las alocuciones para las ordenaciones presbiterales y diaconales, formuladas hacia el final del siglo XIII, tenían necesidad de una revisión; para la ordenación episcopal este elemento no venía ofrecido.

• Los textos-modelo ahora están cargados esencialmente de motivos bíblicos y de declaraciones del Vaticano II.

• Por el hecho que la homilía ahora no se dirige sólo a los candidatos, sino también –y sobre todo– a la comunidad.

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• Los candidatos, frente al obispo consagrante y delante a la comunidad declaran la propia voluntad de ejercitar su ministerio con todas sus fuerzas como un servicio en la Iglesia y para la Iglesia, en unión con el colegio episcopal, en obediencia y fidelidad al sucesor del apóstol Pedro (para la ordenación episcopal) o como colaboradores del obispo unido a él por veneración y obediencia (para la ordenación presbiteral y diaconal).

• En la ordenación presbiteral la antigua promesa de veneración y obediencia (que antes estaba colocada después de la comunión) tienen ahora de nuevo su puesto conveniente.

• En la ordenación episcopal está insertado de modo adecuado (en forma abreviada) el “examen” de un tiempo.

• En las otras dos ordenaciones, el juramento es ahora un elemento nuevo, como también para la ordenación diaconal está la promesa.

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• Por esta colocación han estado determinantes las siguientes consideraciones: dado que el diaconado ahora es nuevamente (y también) un orden independiente, la promesa tiene pleno significado también en esta ordenación.

• Con la inserción de la promesa de obediencia en el juramento llega a ser claro, en ambas ordenaciones, que no se trata principalmente de la relación con la persona del obispo, sino del servicio a la Iglesia, que está representado por el ministerio del obispo.

• Las Conferencias Episcopales pueden modificar el gesto de colocar las manos entre las del obispo, al momento de la promesa.

• Así la preparación llega a su momento culminante en la oración de la comunidad: las letanías.

• Es el obispo ordenante que invita a la plegaria y quien la concluye con una oración.

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• c) Que la imposición de las manos y la solemne plegaria de consagración obtuvieran nuevamente el pleno reconocimiento de signos esenciales, era el primero de los “deseos” que se esperaban de la reforma.

• Ahora en ninguna ordenación se han añadido otros textos entre éstos dos elementos del signo sacramental.

• También en la ordenación diaconal, la imposición de ambas manos (como en el origen) precede inmediatamente a la plegaria consacratoria, y lógicamente, la oración ya no se divide.

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• Ya en SC 76 había estado propuesto que en la ordenación episcopal la colegialidad fuera expresada en el signo de la imposición de las manos por parte de todos los obispos presentes (que hasta la reforma sólo se pedía de tres).

• En la ordenación presbiteral, como también en la episcopal, la unidad y la pre-eminencia de este gesto sacramental vienen subrayadas también por el hecho que, aquellos que han impuesto las manos, permanecen reunidos en torno al obispo ordenante (principal) para la solemne oración de consagración.

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• La cualidad del rito central ahora viene garantizada por el hecho que en la ordenación de presbíteros queda solamente esta única imposición de manos.

• En ninguna ordenación viene dicha una palabra explicativa de la imposición de las manos: la plegaria consacratoria misma es la palabra que interpreta la imposición de las manos.

• En la ordenación presbiteral y diaconal, las antiguas oraciones consacratorias galicanas han sido eliminadas y la oración para la ordenación del obispo no es ya interrumpida por la unción de la cabeza y por el canto de acompañamiento.

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• En las letanías se han suprimido los gestos de bendición de consagrante sobre los candidatos.

• Pero, a fin que la imposición de las manos y la oración consacratoria se desarrollen inmediatamente una después de la otra, se ha renunciado a introducir la solemne plegaria consacratoria con el diálogo inicial habitual de la Plegaria Eucarística (Dominus vobiscum...).

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• Solamente bajo el aspecto jurídico es importante que las proposiciones esenciales de las plegarias consacratorias sean identificadas como necesarias para la validez de la ordenación: “verba, quae ad naturam rei pertinent, atque adeo ut actus valeat exiguntur”.

• En la celebración esto se efectúa sólo durante la ordenación episcopal: los obispos que fungen como co-consagrantes cantan o recitan estas palabras junto al consagrante principal.

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• No sólo en las oraciones consacratorias, sino también en el gesto de la imposición de las manos emerge por un lado el acuerdo, y por otro la diferencia de los tres órdenes; y esto por el hecho que el “colegio” que impone las manos está diversamente determinado.

• Mientras en la ordenación de los diáconos la imposición corresponde sólo al obispo, para la ordenación de los presbíteros, también el colegio presbiteral llega a ser activo con él y bajo su dirección, “propter communem et similem cleri spiritum”, como había dicho Hipólito.

• El hecho que para la ordenación episcopal se reúnan los obispos de otras Iglesias locales y que impongan las manos –solamente ellos y ningún otro más– distingue claramente la ordenación episcopal de la presbiteral.

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• Ahora se obtiene nuevamente pleno reconocimiento también al signo con el cual, en la ordenación episcopal, viene confirmado el contenido epiclético de la imposición de las manos y de la plegaria consacratoria.

• Como en los orígenes, al elegido le viene impuesto de nuevo el Evangeliario sobre la cabeza (no sobre la nuca y la espalda) y viene sostenido sobre la cabeza durante la plegaria consacratoria.

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• d) Como ritos explicativos se deben ahora valorar todos los elementos simbólicos que siguen al rito central.

• Respecto a los “ritos post-consacratorios”, era finalidad de la reforma, conservar la tradición, y que estos signos deberían de ser estructurados de tal modo que no pusieran en la sombra los elementos esenciales.

• Esto que ya está contenido en el signo fundamental, la unidad del sacramento y su graduación en tres “órdenes”, viene desarrollado en los ritos explicativos.

• El revestir las vestiduras distintivas ahora es sólo indirectamente un signo explicativo. Es menos importante que las vestiduras sean entregadas por el obispo; será suficiente que los ordenados, después del rito central vistan sus vestiduras distintivas y así se presenten delante del obispo y de la comunidad.

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• La graduación de las “órdenes” viene expresada como un tiempo también en el ritual de la unción: al presbítero le vienen ungidas las manos, al obispo la cabeza (y ahora no las manos).

• Los desarrollos equivocados fueron corregidos: ya no se usa más el óleo de los catecúmenos (óleo bautismal por definición), ni tampoco es usado el modo complicado de ungir las manos y mucho menos el cuidado excesivo después de la unción (vendar las manos y, respectivamente, la cabeza).

• La entrega de las insignias del propio oficio subraya todavía más claramente los ritos de unción, la diferenciación del sacramento del Orden en tres grados de ministerios.

• La entrega del Evangeliario en la ordenación diaconal como también en la episcopal es “liturgia realizada” plenamente comprensible en el respectivo contexto.

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• e) También la conclusión de cada una de las ordenaciones y después la celebración de la Eucaristía que sigue, explican el contenido de la ordenación.

• El beso de la paz sella la ordenación. El ordenante (principal) y todos los obispos dan la bienvenida en el ordo episcoporum al nuevo obispo. Para la ordenación presbiteral y diaconal, el Pontifical Romano recomienda también que algunos hermanos (después del obispo consagrante) puedan dar la bienvenida en su orden al neo-ordenado.

• La participación de los neo-ordenados en la celebración eucarística en relación a su orden está expresada por el mismo dato celebrativo. Los neo-presbíteros concelebran con el obispo y en esta celebración tienen la pre-eminencia en el presbiterio concelebrante. Uno de los diáconos neo-ordenados asiste como “minister calicis”, otros ayudan en la distribución de la eucaristía.

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• Sobre todo en la ordenación episcopal es importante el justo orden de las funciones en la Eucaristía.

• El hecho que el obispo consagrado en su diócesis presida después la Eucaristía, viene presentado por el Pontifical Romano sólo como una posibilidad (1968).

• Al significado de la ordenación episcopal correspondería sólo la obligación de la siguiente praxis: el obispo constituido como jefe de su diócesis viene conducido a su cátedra; con esto el obispo consagrante coloca, obviamente, al neo-consagrado también en la presidencia de esta celebración eucarística.

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Ordenación Episcopal

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• a) El hecho que el obispo sea miembro del colegio episcopal viene expresado –en la misma ordenación episcopal– por el signo de la reunión de cuantos más obispos sea posible.

• El signo se refuerza en la celebración sacramental común, en la imposición de las manos y en la oración: así el elegido viene acogido en el ordo episcoporum.

• Esto está confirmado por el beso de la paz conclusivo. • En la alocución-modelo y en el examen para la

ordenación se habla expresamente de la colegialidad en el oficio episcopal.

• También si no es dicho expresamente, esta colegialidad está de contexto de toda la celebración, comprendida la Eucaristía, en la cual concelebran los ordenantes.

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• b) En primer lugar el obispo es el guía de una Iglesia local, en la cual está llamado a representar a Cristo. Es la cabeza de su presbiterio. En conformidad a esto, los representantes de este presbiterio asisten al elegido desde el inicio de la celebración. Ellos lo conducen delante del colegio de los obispos ordenantes, lo presentan y piden la ordenación para el candidato. Según el Pontifical, los representantes del presbiterio deben de concelebrar la Eucaristía con el nuevo obispo y los obispos consagrantes.

• En el juramento, viene como temática el aspecto eclesial universal del oficio episcopal, después en diversas preguntas la disponibilidad en el servicio para esta Iglesia local “junto con tus colaboradores, los presbíteros y diáconos”. Los confines de la diócesis (en sentido local) no son obviamente los confines del ministerio episcopal.

• El salir al encuentro de los extraviados como el Buen Pastor es una de las tareas más importantes de su ministerio.

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• c) El servicio de gobierno está caracterizado en la solemne plegaria consacratoria. En la reforma posconciliar esta oración romana de la antigüedad tardía fue sustituida por la plegaria consacratoria más antigua de la TrAp, ligeramente retocada.

• A favor de esta oración para la ordenación episcopal estaba también su talante ecuménico que determina, por una ininterrumpida tradición, la praxis consacratoria de una parte del Patriarcado de Alejandría (consagración episcopal etiopica) y una parte del Patriarcado de Antioquía (consagración del patriarca en el rito maronita).

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• En la plegaria de consagración (ahora vigente) se habla de la obra salvífica de Dios en el “pueblo de la verdadera Iglesia de Abraham”. Dios ha constituido para este pueblo “principes et sacerdotes”: esto que Dios realizó en aquel entonces de forma típica, se cumple en Jesucristo y en su Iglesia fundada por los apóstoles en todos lugares de la tierra.

• En la epíclesis, la oración refiere al hecho que el Padre ha realizado la efusión del Espíritu sobre su Hijo amado y también que Jesús lo ha otorgado a sus apóstoles. Por esta razón la Iglesia ahora reza para que se conceda la misma efusión del Espíritu de guía, del “Spiritus principalis”, para los elegidos.

• De tal modo en la futura acción episcopal está en primer plano el deber de gobernar, del servicio pastoral. Por la fuerza del Espíritu, el obispo está llamado al servicio de la reconciliación de los pecadores. Al servicio del gobierno del obispo compete “disponer los ministerios de la Iglesia según tu voluntad”. Los plenos poderes en el gobierno de la Iglesia son manifestados, sobre todo, cuando sirve “sin tacha, día y noche, como sumo sacerdote”!

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• Aún cuando esta oración no habla del “summum sacerdotium” del obispo de forma acentuada como la plegaria consacratoria de la época de la antigüedad tardía romana, el aspecto sacerdotal del obrar episcopal no sólo no está descuidado, sino que el mismo servicio litúrgico pertenece esencialmente a su tarea de gobierno.

• Cuando en la parte de la anámnesis se dice que Dios ha constituido para el pueblo de Abraham “principes et sacerdotes”, se quiere preparar la afirmación: en el Nuevo Pacto es Jesús, son los apóstoles, y por lo tanto, también el obispo “principes et sacerdotes”.

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• En un signo explicativo importante, la entrega del báculo, se habla del oficio de gobierno, del servicio de pastor. En efecto se le dice al obispo:

• “Recibe el báculo, signo de tu ministerio de pastor: ten cuidado de todo el rebaño, en medio al cual el Espíritu Santo te ha constituido obispo para gobernar a la Iglesia de Dios”.

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• d) La participación en el oficio profético de Jesucristo, la transmisión del servicio en el anuncio del Evangelio, es explicada en la entrega del Evangeliario con palabras que envían a 2Tim 4,2.

• e) El servicio sacerdotal está recordado por la unción de la cabeza. También en la unción, el sacramento viene colocado en evidencia como ya se ha manifestado: “Dios te ha hecho partícipe del sumo sacerdocio de Cristo”. El ministerio sacerdotal del obispo está fundado sobre el ministerio del único Sumo Sacerdote, Jesucristo. Según la palabra explicativa de la unción de la cabeza, una actividad episcopal fructuosa es posible sólo con la fuerza del Espíritu Santo. Signo de la unción del Espíritu es también la unción de la cabeza.

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• f) Del Pontifical Romano de 1596 ha quedado, casi invariada, la fórmula para la entrega del anillo: “recibe el anillo, signo de fidelidad, y en la integridad de la fe y en la pureza de vida, cuida a la santa Iglesia, esposa de Cristo”. En este signo viene indicado la íntima unión con Iglesia local, que se ha estrechado con la ordenación episcopal. Pero es también obvio que a la entrega del báculo y del Evangeliario se piensa en primer lugar en el servicio en esta Iglesia determinada.

• g) Aún cuando no se pone la cuestión, existe una cierta tensión entre las afirmaciones del ritual y la realidad, la ordenación efectiva de los obispos. Si se toma a la letra el rito de la ordenación episcopal, es difícil justificar la ordenación de obispos que no son llamados al gobierno de una determinada Iglesia local. El rito se diferencia solamente en pocos elementos; si un obispo es ordenado para una determinada Iglesia local, viene expresamente presentada la petición a nombre de esta diócesis de ordenar a este elegido; el obispo diocesano, al final de la ordenación, es conducido a su cátedra.

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• Una crítica a la práctica y a las normas jurídicas referentes a la praxis era hecha también por otro motivo. El cán. 333 del CIC de 1917, obligaba a aquel que había sido elegido al oficio episcopal a recibir la ordenación dentro de los tres meses siguientes, pero tenía que dirigirse en su diócesis sólo dentro de los cuatro meses. Esta disposición suponía en cierto modo, como normal, que la celebración de la ordenación episcopal no tenía lugar en la diócesis, al servicio de la cual venía constituido el obispo en cuestión.

• La discrepancia entre esta praxis y las afirmaciones del rito de ordenación era evidente.

• Probablemente como motivo de esta práctica, el Pontifical Romano (1968) habla con tanta fuerza del rol del obispo ordenado en su propia diócesis durante la celebración eucarística del día de su ordenación: el obispo consagrante puede invitar al neo-ordenado a presidir la Eucaristía.

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• Ahora el CIC de 1983, en el cán. 379, habla solamente del término de tres meses entre el nombramiento de obispo y su ordenación.

• En la editio typica altera del Pontifical (1989) se recomienda que “el obispo que preside como cabeza de una diócesis, sea ordenado en la iglesia catedral” (n. 21) mientras que se subraya que “si la ordenación se realiza dentro de los límites de la diócesis del obispo ordenado” es muy oportuno que sea “él mismo quien presida la concelebración de la liturgia eucarística” (n. 27).

• En el caso de que tal ordenación sea realizada en otra diócesis, entonces “preside la concelebración (eucarística) el obispo ordenante principal” (n. 27). Al obispo neo-ordenado ocupa “el primer puesto entre todos los concelebrantes” (n. 27).

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Ordenación Presbiteral

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• a) Un tema central del rito de ordenación presbiteral es la relación del presbítero con el obispo y de éste con su presbiterio.

• Un representante del presbiterio pide al obispo de ordenar a los candidatos.

• El obispo y el presbiterio imponen las manos sobre los elegidos y, si es posible, también los sacerdotes –como el obispo– saludan a los neo-ordenados al final de la ordenación con el beso de la paz.

• Los neo-ordenados concelebran la Eucaristía con el obispo y con los presbíteros que ya ejercitan el ministerio.

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• b) En la solemne plegaria consacratoria está de nuevo el motivo de la colegialidad del presbiterio, por lo menos en cuanto que en la parte anamnética se habla de la relación de Moisés con los setenta ancianos (cfr. Num 11,16s.24-30). El tenor de la oración de ordenación evidencia el tema (el obispo y sus colaboradores), expresado eficazmente en la petición: “concede también a nosotros, los colaboradores necesarios”. Como Dios ha dado a Moisés los ancianos como ayudantes y les ha dotado del espíritu que animaba a Moisés, y como al sumo sacerdote Aarón (Num 3,2-4) le fueron dados sus hijos como ayudantes, así el obispo tiene necesidad de la ayuda de los presbíteros. En la serie de modelos que se presentan en la anámnesis de la oración romana de consagración, siempre se ha consideerado también la orden neotestamentaria: “Has asociado a los apóstoles de tu Hijo como maestros de la fe”.

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• Los dos modelos del AT, que en la anámnesis de la oración consacratoria preceden al único paradigma neotestamentario, están en relación con la afirmación que se encuentra en la oración de consagración del obispo: Dios lo ha constituido para el pueblo de Abraham “principes et sacerdotes”, por lo tanto, con la afirmación sobre el ministerio del obispo como de un “princips et sacerdos”.

• En la alusión a los setenta ancianos se puede ver referida la participación de los sacerdotes al ministerio pastoral del obispo; en la alusión a los hijos de Aarón, la participación al oficio sacerdotal; en la alusión a los colaboradores de los apóstoles, los “doctores fidei”, la participación en el oficio profético.

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• Puesto que estos motivos estaban ya mencionados en la oración de ordenación presbiteral, en la reforma más reciente no pareció necesario cambiar este pasaje.

• Viene subrayada la colaboración en la evangelización, y esto también para equilibrar el hecho que en los ritos explicativos viene subrayado el motivo del servicio sacerdotal.

• Cada uno de los aspectos que vienen mencionados en la oración de consagración, están comprendidos por la afirmación repetida varias veces: los presbíteros posea el “munus secundi meriti”.

• El ministerio sacerdotal está caracterizado esencialmente por la participación al oficio episcopal y, por esto, distinto del servicio diaconal. De aquí que el obispo consagrante, en la epíclesis invoca e implora el don del Espíritu de Dios para los candidatos.

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• c) La unción es el signo del envío del Espíritu. A este respecto el rito de la unción es ya un rito exlicativo.

• La frase que acompaña este momento ritual pone el evidencia diversos aspectos: la referencia a la acción futura (“esté siempre contigo para la santificación de su pueblo”) que declara acontecida la transmisión del ministerio mediante la imposición de las manos y la plegaria.

• Con la cita de Hech 10,38 –unción de Cristo en el Espíritu Santo y poder– es considerada la dimensión crístico-pneumatológica del servicio presbiteral. Este servicio es esencialmente un servicio sacerdotal, de cuyo aspecto santificante y latréutico se habla expresamente con referencia a la Eucaristía.

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• La unción de las manos (como la unción de la cabeza en la ordenación episcopal) tiene referencia a toda la persona que viene ungida.

• No quiere indicar en primer lugar una particular “habilitación” de las manos para “benedicere, sanctificare, consecrare”.

• La unción de las manos en la ordenación presbiteral también quiere expresar, en relación a la unción de la cabeza del obispo, que los presbíteros son “viri sequentis ordinis et secundae dignitatis” (oración consacratoria) y, por lo tanto, subordinados al obispo.

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• d) El motivo del servicio sacerdotal viene expresado particularmente en la entrega del pan y del vino. La fórmula que la acompaña no habla más de la potestas que viene conferida al ordenado, sino que se subraya más bien, que el servicio del sacerdos en la Eucaristía tiene como presupuesto y como consecuencia que “sea imitador de Cristo, inmolado por nosotros”.

• La frase “agnosce quod ages, imitare quod tractabis” deriva de la antigua alocución a los candidatos y refiere a una palabra de Gregorio Magno (Diálogos 4,61).

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• e) Los cantos de acompañamiento para los ritos explicativos, en general, fueron bien elegidos.

• El verdadero problema fue el hecho que el himno “Veni, Creator Spiritus” sea uno de los posibles cantos de acompañamiento para la unción de las manos, como antes de la reforma.

• La solución adoptada en la ordenación episcopal, aún cuando no fuera la ideal, es por lo menos mejor motivada, al ser colocado como introducción a toda la liturgia de ordenación.

• En cambio, el canto al Espíritu Santo en la unción de las manos en la ordenación presbiteral, resta valor notablemente al rito central de la imposición de las manos y a la misma oración consacratoria.

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• f) Sería deseable que en ritual se tomara también en consideración como se debe proceder en el caso que venga ordenado un grande número de candidatos. Esto tiene notoria importancia por la valoración de cada uno de los ritos en el ritual general.

• En los ritos explicativos el obispo podría hacerse ayudar (unción de las manos, entrega del pan y del vino); pero como para otros gestos en tales ocasiones, no se debería de renunciar del todo.

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• g) El Pontifical Romano (1968) no habla de la elección del lugar, ni tampoco del tiempo para la ordenación presbiteral ni diaconal.

• Existen buenos motivos por la práctica frecuentemente testimoniada de conferir estas ordenaciones en la catedral.

• Es importante la participación del pueblo de Dios.

• En este Pontifical se dice expresamente que cada ordenación debe tener la máxima participación que sea posible de los fieles (“cum fidelium quam maxima frequentia”), es decir, en día domingo o en alguna otra fiesta.

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• Por la imagen del sacerdote no es algo sin importancia si la liturgia de la ordenación, la primera misa y el inicio del ministerio sacerdotal están entre ellos en una relación equilibrada.

• Si es posible, en la celebración de la ordenación deberían de estar ya presentes como invitados, los delegados de aquella comunidad a la cual serán destinados en el servicio ministerial los neo-ordenados.

• Si la “primera misa” como inicio del ministerio con la primera celebración de la misa en el lugar donde desarrollará el cuidado pastoral se convierte nuevamente más importante que la primera misa en la parroquia nativa, vendría puesto nuevamente el grande valor expresado en la plegaria de ordenación sacerdotal: los presbíteros, como “viri secundae dignitatis”, representan al obispo allí donde él puede ejercer su ministerio en persona sólo ocasionalmente.

• Por esto el obispo envía como colaboradores en el ministerio a los presbíteros como sus “probi cooperatores”.

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Ordenación Diaconal

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• a) De grande importancia para la reforma de la ordenación diaconal fue la decisión del Vaticano II de restaurar el diaconado como ministerio a ejercitar, en la Iglesia, de forma permanente (LG 29).

• La declaración del Concilio viene traducida en la práctica con la SacrDiac (18.VI.1967). Que desde entonces existen los así llamados diáconos permanentes y diáconos que se preparan al sacerdocio. Todavía refiriéndonos a esto no se hace distinción en la ordenación al servicio diaconal.

• La restauración del diaconado como orden independiente ha influido sobre una serie de elementos de la celebración de ordenación: sobre la formulación de la alocución-modelo, sobre la introducción del juramento y sobre su texto, sobre la introducción de la promesa de obediencia.

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• b) En un punto la restauración del diaconado ha tocado también la plegaria de consagración.

• La oración de consagración fue reelaborada, abreviada y ampliada en otros pasajes. Fue retirado el tema desarrollado largamente en conexión con Hech 1,24 “Cordis cognitor Pater”.

• La anámnesis viene ampliada en torno a un modelo neotestamentario; ahora el texto se expresa así:

• “Así también, en los comienzos de la Iglesia, los apóstoles de tu Hijo, movidos por el Espíritu Santo, eligieron, como auxiliares suyos en el ministerio cotidiano, a siete varones acreditados ante el pueblo, a quienes, orando e imponiéndoles las manos, les confiaron el cuidado de los pobres, a fin de poder ellos entregarse con mayor empeño a la oración y a la predicación de la Palabra”.

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• De tal forma hace referencia a Hech 6,1-6 sin que sea dicho exactamente que estos siete hayan sido los primeros diáconos.

• Aquí se trataba, principalmente, de hablar en la parte anamnética de la solemne plegaria de consagración, no sólo del plan salvífico de Dios en la antigua Alianza, sino también –y sobre todo– del nuevo inicio del ministerio en la Iglesia de Jesucristo.

• Que el Espíritu Santo haya sido dado en efusión sobre los siete, por la oración y la imposición de las manos de los apóstoles, es el punto de referencia para la epíclesis de la oración consacratoria.

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• Mientras se hace derivar del rito de la ordenación presbiteral en qué modo y hasta qué punto los presbíteros participan en el triple ministerio del obispo, afirmaciones semejantes no se pueden hacer por los signos y por la oración de ordenación de los diáconos.

• Junto a la plegaria de ordenación, también el juramento contiene una serie de afirmaciones sobre el diaconado.

• Viene hecha la petición como característica para el servicio diaconal la prontitud para “ayudar a los pobres y enfermos, los sin techo y los necesitados”, todavía esto vale exactamente también para el obispo y los presbíteros.

• En realidad para los diáconos esta tarea está subrayada también en la oración de ordenación.

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• Pero la plegaria consacratoria subraya también el servicio del diácono junto al altar. A él pertenece la distribución del Cuerpo y la Sangre de Cristo, como es indicado en la promesa solemne.

• En ella viene indicado como tema aquello que es objeto del único rito explicativo para la ordenación diaconal. En la entrega del Evangeliario se expresa la participación en la evangelización (en la liturgia y fuera de ella): “Recibe el Evangelio de Cristo, del cual te has convertido en anunciador...”

• En todas estas manifestaciones de vida de la Iglesia, el diácono es el encargado del servicio, subordinado al obispo, asociado a los sacerdotes, con los cuales está comprometido a colaborar; así lo ha prometido solemnemente.

• El diácono, por lo tanto, es ayuda para todos en cuanto tal, y es, de modo particular, la imagen de Cristo, que “estaba entre sus discípulos como uno que sirve” .

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• c) La revaloración de la ordenación diaconal con la restauración del diaconado, pone ahora una cuestión urgente a la praxis de la Iglesia.

• ¿Es compatible con esta revaloración que el diácono sea todavía un grado de paso del cual, eventualmente después de un breve intervalo, se alcance el presbiterado?

• También la nueva ordenación del ámbito del servicio diaconal hace urgente resolver una cuestión, en la forma de alternativa: o se renuncia a conferir la ordenación diaconal cuando un candidato parece idóneo al ministerio presbiteral y pronto será ordenado sacerdote, o bien, el diaconado sea efectivamente un grado de prueba para el ministerio presbiteral, con la consecuencia que, entonces, pueda eventualmente ser negado el acceso al ministerio sacerdotal.

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• d) Con la reforma de aquellos que en un tiempo eran consideradas las Ordenes Menores, con la Ministeria Quaedam y la Ad Pascendum son resultados los cambios para el diaconado.

• Llega a ser clérigo quien recibe la ordenación diaconal.

• La obligación de participar a la Liturgia de las Horas con motivo del ministerio, que antes venía asumido con la ordenación al subdiaconado, ahora inicia con la ordenación diaconal.

• Igualmente resulta que los célibes, los cuales son ordenados diáconos se obligan, recibiendo este orden, a observar el celibato.

• Por primera vez en la historia, estos aspectos son tematizados en la misma celebración.

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LA NUEVA EDICIÓN DEL PONTIFICAL

“De OrdinationeEpiscopi

Presbyterorum et Diaconorum”

DE 1989.

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• El trabajo de revisión de este ritual de Ordenación, según Bugnini, había ya iniciado en 1973 cuya intención era asimilar el De Ordinatione en su estructura de un libro litúrgico completo –pero como sección del Pontifical– en su versión final, como ha sido hecho para el Caeremoniale Episcoporum de 1984, por la versión de la Neovulgata de la Biblia de 1979 y por el Codex Iuris Canonici de 1983, tomando también en consideración las propuestas realizadas por las diversas Conferencias Episcopales.

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• a) Es digno de hacer mención de todo esto que respecta a la nueva edición, en primer lugar la disposición del formulario. Como fue mencionado en el decreto de promulgación del libro (29.VI.1989), inicia con la ordenación del obispo, porque le pertenece a él la plenitud del Orden; con esto se puede demostrar con mayor facilidad que los presbíteros son sus colaboradores y que los diáconos son ordenados para un servicio al obispo.

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• En esta editio altera se presentan satisfactoriamente conforme a las indicaciones de SC 63b y exigidas por el Ritual Romano: “instructiones... sive pastorales sive rubricales”.

• Sobre todo en los Praenotanda son recibidas las indicaciones doctrinales del capítulo III de la LG, que están explícitamente tanto en los Praenotanda generalia como en los Praenotanda a cada uno de los ritos.

• Son también los textos de la Plegaria Eucarística (prefacios, Hanc igitur e intercesiones) enriquecen cada una de las celebraciones de Ordenación.

• El capítulo V (“Textus in celebratione Ordinationum adhibendi”) contiene las oraciones presidenciales de las Misas rituales y los respectivos textos de lecturas bíblicas.

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• b) Con la ordenación del obispo se nota un cambio en la terminología, puesto que no se habla ya de consecratio sino de ordenatio. De tal modo que está más decidido respecto al anterior ritual. Es de desear que quien venga ordenado obispo “in Ecclesia propria” sea invitado, después de su ordenación, a presidir la misma concelebración eucarística.

• La possesio canonica debe de tener lugar en la catedral, en el marco de apertura de la celebración. Aquí es necesario hacer notar que se tiene una repetición, en cuanto que para la presentación del candidato al obispo ordenante principal que viene leído públicamente, por segunda vez el mismo texto (“mandatum Apostolicum”) leído para la “possessio canonica”.

• El texto ahora introducido para la entrega de la mitra es mucho más apropiada que aquella que se tenía en el Pontifical Romano. Viene comprometida la tradicional correspondencia de la entrega del anillo antes y después del báculo. Lo mismo se diga para la eventual entrega del palio.

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• c) En la ordenación de presbíteros son dignos de notarse sobre todo los cambios introducidos en la solemne plegaria de ordenación.

• La anámnesis está directamente orientada a la epíclesis. • La serie de modelos está extendida al NT: Jesús, que ha

sido mandado por el Padre, ha concedido a los apóstoles de participar de su envío y los ha asociado a sus sucesores para prolongar su misión sobre la tierra.

• En la parte epiclética de la oración de ordenación, después del encargo de participar en el anuncio de la fe, viene indicado también el servicio del presbítero en la celebración de los sacramentos: son nombrados explícitamente el Bautismo, la Eucaristía, la Reconciliación y la Unción de los enfermos.

• Se tiene más en consideración también las “promesas” de los candidatos.

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• d) En el formulario de ordenación de los diáconos se necesitaba insertar también aquello que resultaba de los nuevos elementos introducidos con la reforma del servicio ministerial (ministeria) precendentes al diaconado.

• La modificación de una disposición del cán 1037 del CIC, de la cual se habla en el decreto de aprobación del Pontifical, corresponde al Rito De sacro caelibatu amplectendo del 3.XII.1972.

• El compromiso de los candidatos que son ordenados al diaconado o al presbiterado de prometer obediencia y respeto (reverentia) al obispo local, ya había estado tratado en CD 35,1.

• Después de la profunda revisión de Ritual de las Ordenaciones, también la solemne oración de ordenación diaconal viene levemente retocada.

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6. LA ADMISIÓN DE LOS CANDIDATOS A LOS MINISTERIOS

• Hasta cuando se hace la Institución al Lectorado, la admisión al estado clerical acontecía con el conferimento de la tonsura. Quien llegaba a ser clérigo, era candidato para los “Ordines”.

• Los cambios fundamentales, según la Ministeria Quaedam y la Ad Pascendum tocan estos puntos, por lo que parecía adecuado en el futuro, en lugar del ritual “De clerico faciendo”, introducir una celebración para la “Admisión de los candidatos al Ministerio”.

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• En esta celebración, los aspirantes al diaconado (permanente) y al presbiterado manifiestan públicamente “su voluntad de ofrecerse a Dios y a la Iglesia para ejercitar el Orden sagrado”, y con esta celebración son recibidos entre los candidatos.

• Que el ordinario presida la celebración y acoja a los aspirantes como candidatos, resulta de su tarea de “distribuir los ministerios”, como dice la oración de ordenación del obispo.

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• La celebración para la Admissio no debe de estar unida con una ordenación o con la institución de algún ministerio.

• En el curso de la formación espiritual del candidato, ésta debe tener importancia como celebración independiente.

• La relación del aspirante con la Iglesia y el obispo debe ser intensificado por esta celebración.

• El aspirante se compromete a “cuidar y conservar de modo particular, su vocación” y, por otro parte, adquiere “el derecho a los auxilios espirituales necesarios, con los cuales está en grado de desarrollar su vocación y de obedecer incondicionalmente a la voluntad de Dios” (AdPasc I c).

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• La Admissio tiene lugar en el marco de la Eucaristía (después del Evangelio) o en una Liturgia de la Palabra.

• Después de la homilía, cuya conclusión ofrece un modelo el Ordo de la Institución de Lectores; los aspirantes son llamados por su nombre.

• El obispo los interroga respecto a su disponibilidad de “servir fielmente a Cristo y a su Iglesia” y “a continuar la formación espiritual y religiosa” de tal modo de poder “corresponder a su tiempo a la llamada del Señor y con la sagrada ordenación, asumir el servicio en la Iglesia”.

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• Según el rito para la Institución de Lectores, la respuesta de los aspirantes a esta pregunta puede ser confirmada por un gesto. La respuesta del obispo a la declaración afirmativa de los aspirantes está formulada sólo en forma receptiva y, por lo tanto, no corresponde ni a la finalidad de la celebración como una “admissio inter candidatos”, ni a la afirmación de la AdPasc según la cual la Iglesia que acoge esta decisión, “escoge y llama... al aspirante a prepararse a recibir las sagradas órdenes”. Algunas invocaciones concluyen el rito de la Admissio.

• También el poner por escrito –petición escrita y aceptación escrita por parte del superior competente– muestra que la respuesta del superior es una “electio”.

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NUEVA EDICIÓN TÍPICA DEL RITUAL PARA LA

CELEBRACIÓN DE LAS ORDENACIONES

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Los “Praenotanda” del Pontifical de Ordenaciones

• La primera nota que queremos subrayar es que nos encontramos ante un libro que se ha beneficiado de la experiencia de más de 20 años de uso de la liturgia postconciliar.

• El Pontifical de Ordenaciones en su primera edición, fue el primero de los libros litúrgicos promulgados después del Vaticano II.

• En el momento de promulgar esta segunda edición, se posee una larga experiencia de rituales reformados.

• En este contexto, pues, y como primera “novedad”, aparece la incorporación de unos “Praenotanda” que asemejan el ritual de Ordenaciones a los demás rituales salidos de la reforma postconciliar.

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• Los “Praenotanda” de nuestro libro aparecen divididos en dos grandes bloques.

• Los “Praenotanda generalia” subdividido a su vez en cuatro secciones, aparece como introducción a cada uno de los capítulos del libro dedicados respectivamente a la ordenación del Obispo (Cap. I), de los presbíteros (Cap. II), de los diáconos (Cap. III) y a la ordenación conjunta de presbíteros y diáconos en una misma celebración (Cap. IV).

• Los “Praenotanda” generales siguen el esquema habitual de los restantes rituales litúrgicos.

Una primera parte presenta el significado e importancia que tienen las Ordenaciones para la vida de la Iglesia;

luego describe el esquema celebrativo de cada una de las Ordenaciones

y finalmente las posibles adaptaciones del rito por parte de las Conferencias episcopales.

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La interrelación entre las diversas ordenaciones

• Un aspecto “nuevo” y “sacramentalmente” importante de esta segunda edición es el orden con que se presentan las diversas ordenaciones.

• En la primera edición las diversas Ordenaciones aparecían en orden ascendente -se empezaba por la Ordenación de los diáconos y se terminaba con la del Obispo- tal como, en la práctica, son ordenados los ministros que van “ascendiendo” de las órdenes inferiores a los ministerios más altos.

• Teníamos en el Pontifical una presentación muy “humana” del ministerio.

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• La nueva edición parte de una perspectiva distinta: se trata de una presentación mucho más teológica e incluso más pedagógica centrada no en la “carrera” por la que el ordenado va ascendiendo sino en el “servicio” de representar al Señor que los diversos ministros realizaban en bien de los fieles.

• El nuevo Pontifical empieza por la ordenación del Obispo. Es él el ministro por excelencia de la presencia del Señor, el que más claramente responde a lo que fueron los doce, elegidos por el mismo Jesucristo, el que más necesario es para el servicio de la Iglesia.

• Luego aparecen los restantes ministros que no tienen sentido en sí mismos sino a través del ministerio episcopal: los presbíteros, como prolongación del ministerio episcopal en las diversas comunidades, los diáconos como “servidores” del Obispo y de la comunidad.

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• Como elementos nuevos de esta segunda edición, comunes a las tres ordenaciones, cabe subrayar los siguientes:

• a) en las letanías de los santos se han añadido algunas invocaciones especialmente apropiadas a cada una de las ordenaciones: en la Ordenación del Obispo se invocan cada uno de los doce apóstoles; en la de los diáconos se ha añadido a san Vicente (diácono);

• b) en las letanías se ha añadido también una petición por los que sufren, para que este formulario se adapte mejor a su función de Oración universal y

• c) finalmente los formularios de las misas, distintos para las diversas ordenaciones, que ahora contienen incluso prefacio e intercesiones propias en el interior de la Plegaria eucarística.

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LA ORDENACION DEL OBISPOVariantes más destacadas

• Dos novedades sobresalen con referencia a los ritos de la ordenación de los Obispo:

la entrega del palio en el interior mismo de la ordenación, en el caso de que el recién ordenado sea arzobispo;

la nueva fórmula de imposición de la mitra, que según la edición anterior se hacía en silencio.

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• Las palabras de imposición del palio son fundamentalmente las mismas que ya figuran en el nuevo Ceremonial de Obispos, adaptadas simplemente al género literario de las restantes fórmulas de entrega de las otras insignias episcopales.

• La fórmula de imposición de la mitra -según el Ordo de 1968 la mitra se imponía en silencio- es totalmente nueva. He aquí su tenor:

Recibe la mitray que brille en ti el esplendor de la santidadpara que cuando aparezca el Supremo Pastor,merezcas recibir la corona de gloriaque no se marchita.

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• Otro detalle que juzgamos importante es la rúbrica que afirma explícitamente que en la ordenación del Obispo las palabras esenciales de la Prex consecratoria, que dicen todos los Obispos concelebrantes, únicamente las canta el celebrante principal, mientras los demás concelebrantes no las cantan a coro con él sino que las recitan en voz secreta.

• Por lo que se refiere a la bendición de las insignias episcopales -anillo, báculo y mitra- que en la edición de 1968 figuraba como apéndice, en esta nueva edición se ha suprimido por dos motivos: porque este rito, por su propia naturaleza, debe figurar más bien en el Bendicional y porque, cuando se trata en concreto de las insignias que se entregarán al nuevo Obispo en el interior mismo de su ordenación, éstas quedan ya bendecidas con los mismos ritos de la ordenación.

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LA ORDENACION DE LOS PRESBITEROSVariantes más destacadas

• Tres son las variantes que podríamos llamar “mayores” de la nueva edición del ritual de la ordenación presbiteral:

• a) el subrayado del matiz colegial que tiene la ordenación presbiteral;

• b) el mejor ordenamiento y contenido de las preguntas en el interrogatorio y en las promesas que hace el ordenado antes de la ordenación;

• c) y finalmente algunas variantes textuales en las Oraciones consecratorias y, sobre todo, la inclusión de determinadas y significativas frases nuevas en el texto de las mismas.

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Matiz colegial del presbiterado

• La nueva edición subraya con mucha fuerza el carácter colegial o plural del presbiterado. Este detalle es importante porque hoy, cuando tanto se insiste en los matices comunitarios de las celebraciones, con referencia a las ordenaciones presbiterales se tiende a veces a una excesiva individualización.

• Este subrayado del carácter colegial del presbiterado la nueva edición del Pontifical lo realiza a través de algunos detalles significativos: el primero es el hecho de que entre las diversas formas de celebrar la ordenación de presbíteros se coloca en primer lugar el rito de la ordenación de varios presbíteros. Es la manera, podríamos decir, más expresiva de celebrar la ordenación presbiteral y por ello es la que debe privilegiarse habitualmente y la que el ritual presenta como rito habitual u ordinario.

• Luego, como caso más bien excepcional, aparece la ordenación de un solo presbítero.

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• Otro detalle que se sitúa en esta misma línea de manifestar el carácter diocesano o colegial del presbiterado es el hecho de que se subraye que el lugar más indicado y más significativo para las ordenaciones sea la catedral, no la parroquia o iglesia donde el ordenando ejerce o ejercerá su ministerio. Así lo sugiere también tanto el nuevo Código (c. 1011) como el Ceremonial de obispos (n. 492).

• Resulta mucho más significativa de la realidad colegial del presbiterado y pastoralmente mucho más eficaz en vistas a que el pueblo comprenda que la ordenación de cada uno de los presbíteros, antes que ser una realidad de la parroquia, es un crecimiento del presbiterio colegial de la iglesia particular del que cada una de las parroquias recibe ayuda. Por otra parte esta ordenación conjunta en la catedral evitará que la ordenación de un presbítero aparezca como una elevación honorífica del candidato.

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El interrogatorio antes de la ordenación

• Otro significativo detalle que ha variado en esta segunda edición es el orden y el mismo redactado con que figuran las preguntas que hace el Obispo al candidato al comienzo del rito. En el anterior Pontifical, en efecto, el Obispo preguntaba primero sobre el compromiso de dedicarse al ministerio sacramental y luego sobre la dedicación del ordenando al ministerio de la Palabra; en la nueva edición se coloca antes la pregunta que tiene referencia a la Palabra y después las que se refieren al ministerio de los sacramentos.

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• Además, con referencia a este último ministerio, se ha añadido una pregunta que alude explícitamente a la Penitencia; con ello se ha atendido a los deseos de algunas Conferencias episcopales que encontraban a faltar, en el rito de la ordenación, alguna referencia a los sacramentos del perdón que se confía a los nuevos presbíteros.

• A este respecto cabe recordar que en el Pontifical de Benedicto XIV (el que se usaba antes del Vaticano II) había un rito hacia el final de la misa de ordenación -una imposición de manos incluso- en el que se aludía explícitamente al ministerio de la penitencia que recibían los presbíteros.

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• También se ha añadido en el interrogatorio inicial una pregunta que tiene referencia al mandato que reciben los ordenandos de rezar la liturgia de las horas en favor del pueblo que se les encomienda. También resulta pedagógico, tanto para los propios ordenandos como para el pueblo que participa en la celebración, esta manifestación de la relación especial que asumen los pastores con referencia a la oración eclesial.

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• Otro detalle que debe subrayarse es la variante en la fórmula de la promesa de obediencia al Obispo que hacen los ordenandos religiosos -este detalle se aplica también a la ordenación de diáconos-; los religiosos según el rito nuevo, a pesar de que en su profesión ya hayan emitido el voto de obediencia religiosa, en la ordenación prometen obediencia al Obispo.

• Conviene, en efecto, que se distinga bien entre la obediencia al superior en virtud de los votos y la obediencia al Obispo por razón del ministerio eclesial.

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• El ritual modifica la fórmula a usar por parte de los religiosos: en lugar de prometer obediencia al propio Ordinario -que para los religiosos es el superior- renuevan su voto de obediencia religiosa y añaden además la promesa de obediencia al Obispo diocesano.

• Con ello queda clarificado que el ordenado religioso, si bien en su vida de búsqueda de la perfección está relacionado con su superior, en el ámbito de su ministerio pastoral, en cambio, debe actuar como auxiliar del pastor diocesano.

• “¿Prometes al obispo diocesano y a tu legítimo superior reverencia y obediencia?”

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Las variantes en la plegaria de ordenación

• La novedad sin duda más importante de la nueva edición, la que más debe subrayarse, la constituye las frases añadidas en la plegaria de ordenación.

el que completa la tipología del Antiguo Testamento que figuraba en la antigua Plegaria del siglo V, con la tipología del Nuevo Testamento que ahora se añade (con ello la Plegaria aparece como “más cristiana”);

y la ampliación del párrafo que describe las características espirituales del presbítero (con esta ampliación la Prex se adapta mejor a la doctrina del Vaticano II y a la visión actual del ministerio de los presbíteros).

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• Por lo que respecta a las características espirituales de los presbíteros la plegaria anterior se ha prolongado con diversas frases que describen orgánicamente la colaboración del presbítero con el ministerio episcopal:

evangelización, celebración del bautismo, de la eucaristía, de la penitencia, de la unción de enfermos y oración por su pueblo y por el mundo.

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LA ORDENACION DE LOS DIACONOSVariantes más destacadas

• Las modificaciones en la ordenación de los diáconos no han sido ciertamente ni tan notables ni tan significativas como las que se han introducido en el rito de la ordenación de los presbíteros.

• Además de las notas comunes al conjunto de las tres ordenaciones el nuevo ritual presenta sobre todo los siguientes cambios:

a) se afirma explícitamente la igualdad sacramental de los diáconos célibes y casados e incluso se hace una discreta recomendación en vistas a celebrar habitualmente la ordenación de ambos grupos en una misma acción litúrgica;

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b) en este contexto se introducen ejemplos de homilía adaptadas al caso de la ordenación conjunta de candidatos célibes y casados, de sólo célibes y de sólo casados;

c) se incorpora en el interior del rito de la ordenación la promesa de guardar el celibato;

d) se introduce la novedad -incluso jurídica, pues se deroga explícitamente el canon 1037 que establece lo contrario- de que también los religiosos manifiesten su propósito de castidad perfecta, aunque haya precedido el voto de castidad religiosa;

e) se introducen algunos pequeños retoques en la plegaria consecratoria.

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Las variantes en la plegaria de ordenación

• Como ya hemos notado más arriba las variantes introducidas en el venerable texto de la ordenación de diáconos son menos en número y de menor importancia que las incorporadas en el de la plegaria de ordenación de los presbíteros.

• Las frases retocadas son en concreto tres: a) en donde la antigua oración daba a Dios el calificativo de

“honorum dator” el nuevo texto dice “gratiarum dator”; b) en la frase que describe a la Iglesia como “hermosamente

construida con miembros distintos y unificada mediante admirable estructura” se incorpora la mención del Espíritu Santo como autor de estos dones. El texto retocado ahora dice: “unificada por el Espíritu Santo mediante una admirable estructura”;

c) finalmente la alusión a los dos géneros de ministros de la Antigua Alianza -sacerdotes y levitas- se presenta más relativizada: los dos grados del antiguo tabernáculo son simple figura o profecía del servicio divino en el nuevo testamento.

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