literaturas y culturas del páramo

326

Upload: others

Post on 07-Jul-2022

9 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Literaturas y culturas del Páramo
Page 2: Literaturas y culturas del Páramo
Page 3: Literaturas y culturas del Páramo

Literaturas y culturas del Páramo:Sonsón, Nariño, Argelia y Abejorral

Memorias y archivos literariosLiteraturas y culturas de Antioquia

Page 4: Literaturas y culturas del Páramo
Page 5: Literaturas y culturas del Páramo

Literaturas y culturas del Páramo:Sonsón, Nariño, Argelia y Abejorral

Memorias y archivos literariosLiteraturas y culturas de Antioquia

Coordinadora General y AcadémicaMaría Stella Girón López

Page 6: Literaturas y culturas del Páramo

Literaturas y culturas del Páramo: Sonsón, Nariño, Argelia y AbejorralMemorias y archivos literarios - Literaturas y culturas de Antioquia© Universidad de Antioquia© Nicolás Naranjo Boza y otros

ISBN papel: 978-958-5413-39-9ISBN digital: 978-958-5526-48-8Primera edición: septiembre de 2017

Mauricio Alviar Ramírez Rector

David Hernández GarcíaSecretario General

Carlos Alberto PalacioVicerrector de Extensión

Luis Alfonso Escobar TrujilloDirector de Regionalización

Luis Fernando Múnera DíezDirector Ejecutivo Fundación Universidad de Antioquia

Edwin Alberto Carvajal CórdobaDecano Facultad de Comunicaciones

María Stella Girón LópezCoordinadora General y Académica

Apoyan Fundación Universidad de Antioquia . Dirección de Regionalización . Facultad de Comunicaciones . Centro de Investigaciones y Extensión (CIEC) de la Facultad de Comunicaciones . Sede Sonsón de la Universidad de Antioquia . Grupo de Estudios Literarios (GEL)

Impresión y terminaciónExtrategia EcoprintDiagonal 80 A # 45-320 . Medellín - Teléfono: (054) 411 21 20

Diseño y diagramación: Hilo de Plata EditoresComposición de carátula: mapa de la provincia de Antioquia, 1775 (dominio público)Fotografía río Arma: licencia CC 3.0 https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Rioarma.JPGManuscrito interior: Archivo Carlos E. Restrepo - Sala Patrimonial Biblioteca Central Carlos Gaviria Díaz, Universidad de Antioquia. Publicación autorizada por familiares.

En el momento de edición de este volumen de la colección Memorias y archivos literarios - Literatu-ras y culturas de Antioquia están en discusión límites que eventualmente podrían modificar el mapa de Antioquia.

Los fragmentos de obras citadas en el presente libro se reproducen con fines educativos, culturales y académicos, de conformidad con lo dispuesto en los artículos 31-32 de la Ley 23 de 1982.

Editado en Medellín, ColombiaProhibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio y con cualquier propósito, sin la auto-rización escrita de los titulares de los derechos.

Page 7: Literaturas y culturas del Páramo
Page 8: Literaturas y culturas del Páramo
Page 9: Literaturas y culturas del Páramo
Page 10: Literaturas y culturas del Páramo
Page 11: Literaturas y culturas del Páramo
Page 12: Literaturas y culturas del Páramo
Page 13: Literaturas y culturas del Páramo

Contenido

Literaturas y culturas del Páramo o del sur de Antioquia 15

María Stella Girón López

Antioquia y sus páramos de oriente en la primera mitad del siglo xix 33

Marta Cecilia Ospina Echeverri

Las letras en el sur de Antioquia 49

Rafael Iván Toro Gutiérrez

La figura del héroe en la novela Mercedes de Marco A. Jaramillo 75

Olga María Echavarría Ruiz

Benigno Abelardo Gutiérrez Panesso (1889-1957), gran valor cultural de Sonsón 97

Nicolás Naranjo Boza

Presencia de la traducción en la prensa de Sonsón y Abejorral a principios del siglo xx: Intercambios (trans)nacionales 125

Paula Andrea Montoya ArangoJuan Guillermo Ramírez Giraldo

Tres hombres relevantes para la Historia de Abejorral 141

Nicolás Naranjo Boza

Page 14: Literaturas y culturas del Páramo

Acercamiento biobibliográfico a Blanca Isaza de Jaramillo Meza 197

Ana María Arango Parra

Bernardo Toro Idarraga, una aproximación a la literatura antioqueña de la primera mitad del siglo xx 217

Juan Esteban Hincapié Atehortúa

La relación de la familia Naranjo Villegas con la literatura 233

Nicolás Naranjo Boza

Jaime Jaramillo Uribe, In memoriam 285

Luis Javier Villegas Botero

Manifestaciones del tiempo en la obra poética de Carlos Framb 295

Sergio Peralta Rodas

Patricia Nieto: artesana de la memoria y la esperanza 307

Andrés Esteban Acosta Zapata

Page 15: Literaturas y culturas del Páramo

Literaturas y culturas del Páramo o del sur de Antioquia

María Stella Girón López

Page 16: Literaturas y culturas del Páramo

María Stella Girón López

Profesora Titular de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia. Miembro del Grupo de Estu-dios Literarios (GEL) .

Page 17: Literaturas y culturas del Páramo

17

El programa Memorias y archivos literarios. Literaturas y culturas de Antioquia de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de

Antioquia se acoge a principios internacionales, nacionales y locales que consagran derechos y deberes y convocan a instituciones públicas y privadas y a la ciudadanía para promover la recuperación, preser-vación y divulgación del patrimonio y los bienes culturales del país y de las regiones, y al propósito inherente de valorar y estudiar las manifestaciones literarias. Tiene una trayectoria de ejecución desde el 2010 mediante la participación en convocatorias ofrecidas por la Uni-versidad de Antioquia y el establecimiento de convenios con institu-ciones públicas y privadas. Se fundamenta en la interrelación docencia, investigación y extensión.

En la formulación del proyecto Memorias y archivos literarios. Litera-turas y culturas de Antioquia. Literaturas del Páramo: Sonsón, Nariño, Ar-gelia y Abejorral se acude a la denominación Zona Páramo definida en el Sistema Departamental de Planificación de la Gobernación de An-tioquia (Montoya, Bustamante y Gómez, 2006, p. 75) y representada en el mapa de subregiones y zonas del Departamento Administrativo de Planeación (2005).1 Sin embargo, la interlocución establecida con diferentes miembros de la población delimitada durante la ejecución del proyecto expresa distanciamiento con tal designación y más bien prefieren llamar su territorio el sur de Antioquia. No desconocemos el carácter institucional de la información de la Gobernación de Antio-quia, ni las representaciones culturales de las personas entrevistadas que cohesionan la identidad a la cual se sienten convocadas y respon-den conscientemente acerca de lo que esa región ha simbolizado para el país, la región y la localidad. Ya desde el siglo xix, Jorge Isaacs alude al sur de Antioquia en su obra La revolución radical en Antioquia (1880) 1 En este mapa aparecen demarcadas las subregiones del departamento de An-tioquia. Para el Oriente se determinan las zonas: Embalses, Bosques, Páramo y Valle de San Nicolás.

Page 18: Literaturas y culturas del Páramo

18

y, en un fragmento autobiográfico citado por Vicente Pérez Silva, dice el autor de María: “Adición: Agreguemos algo, por si es útil a este triste examen de conciencia. Desde abril de 1860 hasta diciembre del mismo residí en la capital del Estado de Antioquia y en los pueblos del sur, y en Sonsón” (Pérez Silva, 1996, p. 35). Atendiendo estas representacio-nes e inquietudes elegimos el título propuesto para esta introducción.

Antecedentes y desarrollos del proyecto

El proyecto inicia su actividad en la Zona Páramo con la participación en el Diálogo de Saberes y Oportunidades de Región,2 Foro del Suroriente (Sonsón, mayo 27, 28 y 29 de 2015). Según los propósitos del Diálogo de establecer compromisos con los municipios sede de los encuentros, se realiza la exposición bibliográfica Narrativas y poéticas de Sonsón, median-te la cual se evidencia el legado cultural de este municipio desde el siglo xix. Con esta aproximación se resignifica el aporte de Januario Henao Álvarez (1850-1912), Roberto Jaramillo Arango (1881-1965), Antonio Pa-nesso Robledo (1918-2012) y Federico Velásquez Caballero (1819-1884) a la Universidad de Antioquia, quienes por sus vínculos con la Escuela de Filosofía y Letras, el Liceo Antioqueño y el Instituto de Filología y Lite-ratura contribuyen desde 1873, hasta su desvinculación de la institución, al patrimonio literario de esta con su producción académica y creativa. Las obras narrativas de Ana María Martínez de Nisser (1812-1872) y de Marco Antonio Jaramillo Álvarez (1849-1904) han sido objeto de estu-dios de pregrado y posgrado en el país y el exterior y hacen parte del cor-2 Encuentro entre académicos y habitantes de las diferentes subregiones de Antioquia para reflexionar y compartir saberes y experiencias sobre diferentes temas de actualidad, interés general e incidencia social, económica, política y cultural en cada uno de los territorios, apoyado por la Universidad de Antio-quia y la Universidad Nacional Sede Medellín y los municipios anfitriones. Por el programa se presentan las ponencias: María Stella Girón López, “Memo-rias y archivos literarios. Literaturas de subregiones de Antioquia: Narrativas y poéticas de Sonsón”; Juan Guillermo Ramírez Giraldo, “Roberto Jaramillo Arango, traductor de Horacio: La traducción entre lo local y lo (trans)nacio-nal” y David Mejía Solanilla, “Perfil literario y cultural de Benigno A. Gutiérrez (1889-1957): una aproximación a su perfil literario y cultural desde 1904 hasta 1915 en publicaciones periódicas de Sonsón de principios de siglo”.

Page 19: Literaturas y culturas del Páramo

19

pus de la narrativa de las guerras civiles del país. La primera edición de la Gramática práctica de Emiliano Isaza Gutiérrez (1850-1930), publicada en Bogotá en 1880, ha tenido alrededor de treinta ediciones posteriores, algunas publicadas en el exterior. Rafael Jaramillo Arango (1896-1963) cultiva la poesía y la narrativa; crítico de la tradición literaria de su am-biente, fue uno de los trece Panidas. Confluye en Juan Botero Restrepo (1920-2002) una exhaustiva labor investigativa y un cuidadoso interés por mantener viva la memoria de aquellos que ha denominado Patri-cios de Sonsón (1977), obra de obligada consulta para conocer el acervo escritural y cultural del municipio. Es notoria la producción de Gonzalo Cadavid Uribe (1920-1992); se encuentran estudios sobre las hablas co-lombiana y antioqueña y, entre muchas de sus obras: Oyendo conversar al pueblo; acotaciones al lenguaje popular antioqueño (1953), Presencia del pueblo en Tomás Carrasquilla (1959) y Oyendo conversar al pueblo (1964); e incursio-na en la crítica literaria, el ensayo y la narrativa. Josefina Henao Valencia [Lucía Javier] (1924-1987), de entrañable aprecio y reconocimiento en su pueblo. La exposición también muestra propuestas contemporáneas con las obras de Carlos Framb (1964-), Víctor Raúl Jaramillo (1966-) y Patricia Nieto (1968-).

Con este antecedente, Memorias y archivos literarios. Literaturas y cul-turas de Antioquia. Literaturas del Páramo recupera, preserva, valora y divulga literaturas y culturas de Sonsón, Argelia, Nariño y Abejorral; favorece la participación de las comunidades locales en la conservación y comprensión de su memoria y promueve el aporte de los académicos de la región y de instancias universitarias para el análisis e interpre-tación de las manifestaciones determinadas. En consecuencia, levanta inventarios literarios y culturales de estas localidades; elabora estudios sobre sus literaturas, autores, obras y contextos, y desarrolla estrate-gias de conservación y divulgación de los procesos y de los resultados esperados.3

3 Los diferentes componentes de este proyecto aprobados por la Dirección de Regionalización están favorecidos ampliamente con los aportes establecidos en el convenio con la Fundación Universidad de Antioquia: contribución a los encuentros literarios en los municipios, ampliación del inventario bibliográ-fico y documental, implementación de estrategias de divulgación: exposición bibliográfica y documental Narrativas y poéticas del Páramo: Abejorral, Argelia y

Page 20: Literaturas y culturas del Páramo

20

Al examen de fuentes primarias y secundarias para conformar los inventarios prosiguen la constatación y normalización bibliográfica y documental, y la sistematización de información que confluye en re-pertorios bibliográficos y documentales para el ingreso a los medios electrónicos, con miras a la preservación, divulgación e interlocución.4

Los inventarios obedecen a dos propósitos: a la conformación de listas de autores de diferentes disciplinas, alrededor de 350 personas nacidas entre 1812 (Ana María Martínez de Nisser, Sonsón) y 1991 (Daniel Santa Isaza, Abejorral); y a la elaboración de los inventarios, entre los que se encuentra la producción literaria. En ellos se compilan aproximadamente 1.400 referencias bibliográficas de obras puestas en circulación entre 1843, fecha de la primera publicación del Diario de los sucesos de la revolución en la Provincia de Antioquia en los años de 1840-1841, de Ana María Martínez de Nisser,5 y 2017, con el boletín Hacemos Memoria, N.° 44 (agosto 15), bajo la coordinación académica de Patricia Nieto.6 De Sonsón se registran publicaciones desde 1843 hasta 2017;

Nariño y publicación impresa. También: Creación del blog http://comunica-ciones. udea.edu.co/memoriasliter. Preservación bibliográfica en la plataforma http://comunicaciones.udea.edu.co/literaturas/subcomunidad Oriente, Suro-riente. Los repertorios bibliográficos y documentales con los cuales se inicia la plataforma cuentan con la asesoría de la Biblioteca Nacional según Convenio Interadministrativo N.° 2886-16, celebrado entre el Ministerio de Cultura y la Universidad de Antioquia (2016). Los de este proyecto quedan cubiertos por tal orientación.4 Se explora información en las bibliotecas: Academia Antioqueña de Histo-ria; Carlos Gaviria Díaz y Sede Sonsón, Universidad de Antioquia; Pública Municipal “Miryam Correa Palacio” y Benigno A. Gutiérrez de Sonsón; Efe Gómez, Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín; Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas, Universidad EAFIT y la Sala Antioquia, Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina. Catálogos en línea y los valiosos aportes de Rafael Iván Toro Gutiérrez, Sergio Rodríguez Pérez, Nicolás Naranjo Boza, Jaime Villegas Gutiérrez, Jesús Antonio Aristizábal Ser-na, Álvaro García Londoño, Ana María Arango Parra, Alexánder Rojas Tapias y los integrantes del proyecto María Stella Girón López, Juan David Gil Villa, Wbaldo Márquez Cardona y Luis Fernando Castaño Valencia.5 Recurso electrónico del Banco de la República: http://www.banrepcultural. org/blaavirtual/biografias/martanam.htm recuperado el 21 de julio de 2017. 6 http://hacemosmemoria.org/que-es-hacemos-memoria/ recuperado el 15 de agosto de 2017.

Page 21: Literaturas y culturas del Páramo

21

de Abejorral, desde el siglo xix hasta 2016; de Nariño, de 1934 a 2017, y de Argelia, de 1967 a 2017. Cada municipio se complementa con una relación de monografías y estudios, periódicos y revistas.

Este material se salvaguarda en el CD que acompaña la edición del presente libro y en el blog propuesto para llevar la información a la población urbana y rural; lo específico literario se conserva en la plata-forma del servidor de la Facultad de Comunicaciones. Los programas radiales, otros compromisos del proyecto, dan voz a quienes han par-ticipado de la escena institucional en los municipios, a los académicos, escritores y personas naturales de la región,7 y, al igual que los boleti-nes y los artículos de prensa, constituyen parte de la estrategia para la comunicación de la tradición y la actualidad literaria en la región.

La exposición Narrativas y poéticas del Páramo: Abejorral, Argelia y Na-riño presenta las diferentes expresiones estéticas de autores de estos municipios, desde el siglo xix hasta nuestros días. Dichos autores se mueven entre la poesía, la narrativa, y el ensayo; cultivan la traducción, las genealogías, la crítica literaria, el folclor; desarrollan el periodismo y el ensayo académico de alto nivel. Las nuevas voces de la creación literaria ya cuentan con reconocimientos de la Alcaldía de Medellín, entre ellos Jacobo Cardona Echeverri, quien goza de premios regio-nales, nacionales e internacionales en poesía, cuento, novela, ensayo, crítica, cine, fotografía, argumentos cinematográficos y documentales desde el 2011.

Los encuentros con académicos, escritores y la comunidad constitu-yen una de las más importantes estrategias del proyecto porque se des-prenden desde la docencia, impulsan la investigación, se concretan con la extensión y exigen conocimiento elaborado para compartir. Se llevan a cabo en las sedes municipales con la colaboración de dependencias 7 Elabora los programas radiales el periodista Andrés Felipe Gallego Patiño bajo la coordinación de María Stella Girón López; colaboran con sus testimo-nios: José Jairo Montoya Gómez, Rafael Iván Toro Gutiérrez, Jaime Villegas Gutiérrez, Jesús Antonio Aristizábal Serna, Álvaro García Londoño, Edwin Alonso Galeano Pareja, Goliaht Pérez Pulgarín, Juan Camilo Jaramillo e Hida-lid Sánchez Valencia. Grabaciones en el laboratorio de Filología, Universidad de Antioquia, con el apoyo de Jénnifer Herrera Gil y de la profesora Claudia González Rátiva.

Page 22: Literaturas y culturas del Páramo

22

de la Universidad de Antioquia y de las secretarías de Educación y Cultura de los municipios. En el caso de los encuentros en los munici-pios del Páramo, algunas intervenciones son conferencias, resultados de trabajos de grado, de proyectos de investigación o de extensión, o de investigaciones adscritas a proyectos de vida; igualmente trabajos ori-ginados en el Seminario de Investigación: Regiones, Autores y Obras, del pregrado en Letras: Filología Hispánica (2015-02). Todos los an-teriores han servido de base para la construcción de los artículos que integran el presente libro.8 Participan profesores de las facultades de Ciencias Sociales y Humanas, Comunicaciones, Ingeniería y la Escuela de Idiomas; estudiantes y egresados de la Universidad de Antioquia e investigadores externos.

Contextos, valoración y estudios de las letras del Páramo

Este libro desarrolla problemáticas relacionadas con las expresiones literarias y culturales que autores nacidos en este territorio han pro-ducido, tanto dentro de los límites de sus municipios, como fuera del departamento y del país. Se encuentran estudios relacionados con el contexto histórico de la región en la primera mitad del siglo xix; sobre el panorama literario y cultural, y el ejercicio de la traducción en Son-són y Abejorral, así como estudios de autores: Benigno A. Gutiérrez, Blanca Isaza de Jaramillo Meza, los Naranjo Villegas, Manuel María Calle Gutiérrez, Esteban Jaramillo, Félix Betancourt y Jaime Jaramillo 8 Participan de los encuentros como conferencistas, ponentes, moderadores o escritores: Andrés Esteban Acosta, Ana María Arango Parra, Olga María Echavarría Ruiz, Carlos Framb, Fernando González Correa, Gabriela Grisales Restrepo, Olga Hernández Osorio, Esteban Hincapié Atehortúa, Juan Camilo Jaramillo, Luis Quiroz Jiménez, Luis Fernando Macías, Andrés Felipe Madrid Escobar, Paula Andrea Montoya Arango, Nicolás Naranjo Boza, Patricia Nieto, Jorge Alirio Orozco Cortés, José Ílder Osorio Montoya, Marta Cecilia Ospina Echeverri, Sergio Peralta Rodas, Martha Isabel Pineda, Juan Guillermo Ra-mírez Giraldo, Daniel Santa Isaza, Daniel Tobón Arango, Rafael Iván Toro Gutiérrez, Luis Javier Villegas Botero.Apoyo logístico: Deisy Arroyave Arenas y Laura Andrea Marín Villa, Facul-tad de Comunicaciones, Tarsicio de Jesús Arias Ocampo, Wbaldo Márquez Cardona y Sergio Rodríguez Pérez, Sede Sonsón, y Edwin Alonso Galeano Pa-reja, Casa de la Cultura Sonsón.

Page 23: Literaturas y culturas del Páramo

23

Uribe. Se incluyen también estudios de obras de diferentes épocas: de Mercedes y de Minas, mulas y mujeres, hasta las obras de Carlos Framb y de Patricia Nieto.

La carta manuscrita que abre el libro, dirigida el 11 de mayo de 1911 desde Abejorral a Bogotá por Gabriel Arango Mejía a Carlos E. Restre-po, es un documento patrimonial del archivo de este autor, alojado en la Sala Patrimonial de la Biblioteca Carlos Gaviria Díaz de la Universi-dad de Antioquia.9

Inicia el libro el artículo “Antioquia y sus páramos de oriente en la primera mitad del siglo xix”, de la profesora Marta Cecilia Ospina Echeverri, quien analiza este periodo para contextualizar los estudios literarios en dicha zona. En sus palabras, se ocupa de los poblamientos de la provincia de Antioquia que garantizan la consolidación de algu-nas fortunas familiares y la continuación de un proyecto de ocupación territorial para la ampliación de la frontera agraria. En este proceso se dio paso al usufructo de propiedades agrarias de distintas proporcio-nes, la explotación de lechos auríferos ubicados en las tierras altas y la construcción de caminos. El artículo busca propiciar una discusión alrededor de la política como una actividad entendida en la interacción de las dinámicas locales, regionales y nacionales y sacar los estudios de historia política de los anaqueles, después de censurarlos como le-gitimadores de las prácticas de poder o como recuento lleno de las ha-zañas de héroes epónimos que poco retrataban la realidad de la gran mayoría de la población.

El historiador Rafael Iván Toro Gutiérrez, en “Las letras en el sur de Antioquia”, parte de la fundación de las grandes ciudades del norte colombiano en el siglo xvi, de la expansión de la minería del oro y el establecimiento de nuevos pueblos en el suroccidente del país; pasa por los movimientos fundacionales en los grandes terrenos baldíos de Antioquia capitulados por españoles, para entrar a la instauración de Sonsón (1800) y de Abejorral (1811). En este territorio alrededor de la colonización antioqueña sitúa la consolidación de grupos humanos con identidad, raíces y nexos de sangre afines, preocupados por educarse 9 El manuscrito es recuperación de Simón Jaramillo Cardona en la búsqueda documental del Convenio con la Fundación Universidad de Antioquia.

Page 24: Literaturas y culturas del Páramo

24

y cultivar la literatura, las artes y las ciencias; algunos de ellos gozaron de la educación impartida por académicos como José Félix de Restrepo y José Miguel de la Calle. Encuentra en la educación el origen tempra-no de las letras del sur de Antioquia, favorecida por la fundación de periódicos y revistas que divulgan su producción intelectual y literaria. Se trata de generaciones de letrados que aportan al universo literario del país autores y obras, cuyo legado es fácil de encontrar en periódi-cos locales, regionales y nacionales. Para el autor es claro el origen an-cestral de las letras en Antioquia. Explica en consecuencia el ambiente educativo desde la gestación de escuelas de primeras letras antes de la creación de Sonsón, el apoyo económico a las rurales, la educación para niñas, el papel de la Escuela Normal de Varones, el aporte de maestros extranjeros, la formación de catedráticos ilustres y la creación de nota-bles colegios en el sur hasta entrados los primeros años del siglo xx. El lector encuentra en este trabajo un amplio repertorio de obras y autores de Sonsón, Nariño, Argelia y Abejorral acompañado de notas biográ-ficas, reconocimientos, comentarios, temáticas y alcances de las obras. Culmina con promisorias figuras jóvenes y una lista de eclesiásticos dedicados a las letras.

“La figura del héroe en la novela Mercedes de Marco A. Jaramillo” es el título del artículo de Olga María Echavarría Ruiz, con el cual se pro-pone identificar y describir el concepto de héroe presente en la novela. Destaca en Jaramillo (Sonsón, 1849-Medellín, 1904) su formación edu-cativa en Sonsón, Bogotá y la Universidad de Pensilvania; el notorio desempeño en la educación en Sonsón y Jardín, la designación como comandante del batallón Londoño N.° 6, donde pasó de teniente coro-nel a general, y su obra poética y narrativa. Presenta contenidos sobre las guerras civiles de 1876, 1884, 1895, la Regeneración y la guerra de los Mil Días y enfatiza en el conflicto político-religioso que desencade-nó la guerra civil en medio de la cual se desarrolla Mercedes; agrega la síntesis de la novela, la trayectoria de ediciones y la recepción. Estudia diversas concepciones del héroe y en su análisis encuentra que Antonio Hurtado, el héroe de la novela, es un héroe singular, mezcla de guapo antioqueño, héroe romántico, héroe trágico y héroe de guerra. Para la autora, sus características tienen que ver con el propósito del autor de

Page 25: Literaturas y culturas del Páramo

25

recrear en Antonio tanto las virtudes como los defectos de los hombres de acción y los conflictos morales que encuentra al actuar desde la irra-cionalidad de la venganza y la rabia. El valor de Antonio reside en la representación del “guapo” dentro de la tradición antioqueña. Como héroe de guerra cumple con el sacrificio y la defensa de idearios, la destreza en el manejo de armas, el arrojo y el deseo intenso de vengan-za y triunfo. Sacrificar la vida por el triunfo convierte a Antonio en un héroe capaz de devolver la paz a los campos y dar muerte a quienes atentan contra sus principios morales y las costumbres defendidas y apreciadas por los suyos.

Nicolás Naranjo Boza, en su estudio “Benigno Abelardo Gutiérrez Panesso (1889-1957), gran valor cultural de Sonsón”, invita al recono-cimiento de este autor visto regularmente como folclorista. Cita a Jo-sué Gutiérrez, hijo de Benigno, para reseñar su vida en Sonsón, desde el padre de Benigno partícipe de las guerras civiles hasta el estableci-miento de su vida en Medellín, luego de su huida de Sonsón por liberal a la edad de cuarenta y cuatro años. Relaciona su trabajo entre 1949 y 1956 como tipógrafo y corrector en la editorial Bedout. Trae la valora-ción de Horacio Franco a De todo el máiz (1944) y las contribuciones de esta obra a la recuperación de monumentos de Sonsón y datos sobre la casa donde vivió Gregorio Gutiérrez González en el pueblo, gracias al texto de don Alejandro Hurtado. Resalta su trabajo como editor de importantes autores antioqueños y enfatiza su labor con respecto a la obra de Tomás Carrasquilla y otros trabajos de recuperación de folclor antioqueño, así como su colaboración y el reconocimiento que le hacen investigadores como Kurt L. Levy; relaciona la lista de estudiosos ex-tranjeros con los cuales se comunicaba y trae el cuadro de las publica-ciones de Gutiérrez que elabora Jhonathan Balvín R.

Paula Andrea Montoya Arango y Juan Guillermo Ramírez Giraldo, autores del artículo “Presencia de la traducción en la prensa de Sonsón y Abejorral a principios del siglo xx: Intercambios (trans)nacionales”, se proponen como objetivo “abordar la presencia de la traducción en la prensa antioqueña, particularmente de Sonsón y Abejorral a finales del siglo xix y principios del xx, con el fin de ilustrar cómo las culturas reciben las influencias externas no como simples contenidos invariables,

Page 26: Literaturas y culturas del Páramo

26

sino como elementos que vienen a integrarse a la propia cultura con el objetivo de transformarla” (p. 127). Asumen su trabajo desde la historia de la traducción, de reciente inscripción en la traductología, que busca recuperar el patrimonio a través del rastreo de traducciones, traductores y pensamiento traductor; establecer conexiones y redes entre la traduc-ción y su contexto de producción y recepción para mostrar cómo esta actividad intercultural e interlingüística está en la base de la identidad americana. Argumentan para justificar la prensa como fuente de la in-vestigación traductológica, fundamental para rastrear las traducciones hechas por intelectuales y escritores colombianos porque sigue los dis-cursos de la sociedad, y en esa medida se encuentran análisis de cómo se perciben esas traducciones, qué función cumplen y cómo se relacionan con lo local. Para estudiar la región Páramo presentan dos antecedentes: la actividad traductiva del padre Roberto Jaramillo Arango y la del mé-dico Juan Bautista Londoño Isaza. Con el objeto de explorar traduccio-nes seleccionan tres periódicos: El Capiro y El Popular de Sonsón, y Ecos de Abejorral. Develan que la aparición de traducciones en medios ilustra y valida posiciones ideológicas de quienes dan línea editorial, y presentan matices ideológicos divergentes. Los autores dejan ver la importancia de la prensa en la localidad-internacionalidad y la función del traductor, silenciosa y contundente, en la preservación de la cultura del mundo.

Nicolás Naranjo Boza presenta una investigación sobre Abejorral con su trabajo “Tres hombres relevantes para la historia de Abejorral”, en el que estudia a Miguel María Calle Gutiérrez, Esteban Jaramillo y Félix Betancourt Villegas. Para abordar los estudios biográficos se sirve de fuentes bibliográficas y documentales como testimonios ora-les, artículos de prensa, efemérides, homenajes y discursos respuesta de homenajes, autobiografías y entrevistas. Algunas de estas fuentes se incluyen por su valor patrimonial. El lector encuentra un detallado panorama del aporte de estos autores en sus campos de acción: la me-dicina, la economía y el derecho. Miguel María Calle Gutiérrez (Abe-jorral, 1877-Medellín, 1958), considerado como uno de los grandes de la Medicina; con sus investigaciones y trabajo en las minas contribuyó al avance de la medicina tropical. Siendo diputado a la Asamblea de Antioquia en 1912, fue llamado por Clodomiro Ramírez, su coterráneo

Page 27: Literaturas y culturas del Páramo

27

y gobernador del departamento en ese entonces, para ejercer la recto-ría de la Universidad de Antioquia, cargo que desempeñó entre 1913 y 1921. Por su parte, Esteban Jaramillo (Abejorral, 1874-Bogotá, 1947), político y economista, fue incluido por el general Pedro Nel Ospina, cuando este era presidente, en la misión contratada para modernizar lo relacionado con las finanzas en Colombia, fruto de lo cual son el Banco de la República, la Contraloría General y la Superintendencia Bancaria. Sus aportes en materia monetaria y fiscal se convirtieron en factores decisivos para modernizar la economía del país y la administración del Estado. Su gran aporte fue su constante defensa del equilibro pre-supuestal y el control del gasto fiscal. Finalmente, el abogado Félix Betancourt Villegas (Abejorral, 1872-Medellín, 1948), lector infatigable de historia, filosofía, ciencias sociales; lector clandestino de Felipe y Santiago Pérez, sus iniciadores en el liberalismo. El artículo explora las razones por las que eligió el camino de las leyes y su opinión sobre te-mas como literatura y autores de preferencias, movimiento intelectual, instrucción pública en el país y las posibilidades políticas del conser-vatismo hacia el republicanismo y del liberalismo hacia una corriente racionalista con indicios de socialismo.

Continúa el estudio de autores Ana María Arango Parra con el “Acer-camiento biobibliográfico a Blanca Isaza de Jaramillo Meza”, trabajo de detallada y cuidadosa pesquisa de la vida y la obra de Julia Blanca Isaza de Jaramillo Meza (Abejorral, 6 de enero de 1898-Manizales, 13 de septiembre de 1967), en el que se tejen los episodios de vida con las publicaciones de sus obras y su labor cultural para quedar expuesta la figura de una mujer que supo combinar el hogar con las letras. Autora de cuento, poesía, crónicas, semblanzas, ensayos y cuadros de costum-bres; partícipe del ambiente cultural y literario de esa ciudad y del país, sostiene un diálogo con la vida intelectual de su época, el cual se le facilita como directora de la revista Manizales: Revista Literaria Mensual y por el ambiente familiar, rodeado de escritores y pintores, músicos y escultores, políticos y gobernantes. La autora del texto relaciona la obra de Blanca Isaza desde la publicación de su primer poema “El río” en 1914 y su recepción e impacto en el medio literario, hasta el último es-crito, una crónica titulada “La visita de Rodrigo”, también producción

Page 28: Literaturas y culturas del Páramo

28

inédita, y las publicaciones póstumas. Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, el francés, el italiano y el portugués y ha recibido reconocimientos a su obra y su labor cultural. Entre las citas incluidas en el artículo para fundamentar la vida de Isaza de Jaramillo Meza está el episodio de amor entre Blanca y Julio Flórez, de Enrique Santos Molano, en su artículo titulado “Cuervo, Uricoechea, Silva y Flórez: Cuatro amores sin retorno”, publicado en Credencial Historia. Queda plasmada la necesidad de estudiar la obra de esta escritora que mantu-vo correspondencia con Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou.

Otro estudio de obras del presente libro es el de Juan Esteban Hinca-pié Atehortúa: “Bernardo Toro Idarraga, una aproximación a la literatura antioqueña de la primera mitad del siglo xx”, quien llama al acercamien-to de la obra y a su publicación mediante ediciones críticas. El asunto central del artículo es la visión monológica de la realidad antioqueña plasmada en la novela Minas, mulas y mujeres. Parte de un estudio biobi-bliográfico sobre el autor, analiza otras obras, hace su propuesta teórica metodológica y culmina con su aproximación crítica a la novela en cues-tión. Para Esteban Hincapié, Minas, mulas y mujeres, desde la perspectiva de su estructuración, es una novela monológica por oposición a la poli-fónica, porque la construcción de la ficción no problematiza el contexto espacio-temporal y focaliza solo una aproximación a los usos y modos de ser de las personas de Antioquia. Si bien Bernardo Toro hace un retra-to crítico de su realidad, olvida u omite las otras formas de entender la sociedad. De este modo se opone al concepto de novela como el lugar de encuentro de muchos discursos o voluntades, porque la literatura pro-duce una evaluación crítica y sistemática sobre las visiones de mundo de la cultura, y es el medio por excelencia para reflexionar sobre la realidad. La visión monológica del autor se impone sobre el espíritu polifónico de la sociedad antioqueña porque deja de lado las otras voces que configu-ran la colectividad, y en ese sentido solo expone un fragmento de una sociedad formada por negros, indígenas, criollos, extranjeros y todas las mezclas posibles entre ellos.

Nicolás Naranjo Boza comienza su artículo “La relación de la fa-milia Naranjo Villegas con la literatura” citando a Alicia Giraldo Gó-mez: “Los once hijos de Marcial Naranjo Ocampo y Soledad Villegas

Page 29: Literaturas y culturas del Páramo

29

constituyen una familia religiosa, […] conservadora en el ámbito de la política. —Y prosigue—: Se destacaron como hombres de Estado, en filosofía de la cultura, en derecho, en el ejercicio del sacerdocio, en la enseñanza y en la medicina”. El autor se refiere aquí a aquellos Naranjo Villegas que más escribieron, y cuyas actividades culturales tuvieron más resonancia en su momento: Marcial y Soledad; los padres; y entre los hijos: Leonor, Juan Bautista, Jesús, Abel, Rafael, Helena, Alfredo y Javier. Nicolás Naranjo elabora su relato de episodios de vida apoyado en diversas fuentes bibliográficas, algunas escritas por ellos, las cuales ilustran aspectos como: formación académica, ejercicios de profesión, estilos de escritura, universo intelectual y visiones de mundo; muchas de estas fuentes pueden adquirir valor patrimonial por su alcance histó-rico y cultural. Se basa también en textos que sobre ellos se escribieron, como honras fúnebres y notas de prensa que expresan representacio-nes sociales y se constituyen en indicios de época. Acude a testimo-nios de familia, de alumnos, de amigos y a entrevistas que atendieron. También a mecanuscritos y a compilaciones editadas, elaboradas por la familia para conservar su legado. El lector encuentra aquí la trayecto-ria de una familia que desde los antepasados, en tiempos de Gregorio Gutiérrez González en Argelia de María, se ha dedicado a la educación en los diversos niveles de formación y a la administración de la educa-ción, desde maestros, rectores de colegios, partícipes en la educación universitaria, cofundadores de la Universidad Pontificia Bolivariana e integrantes de la dirección del Ministerio de Educación Nacional; fun-dadores de academias de disciplinas y ciencias, y designados en altos cargos en el gobierno eclesiástico. Cultivadores de lenguas clásicas y modernas, hombres y mujeres lectores de la literatura universal y es-critores en diversas esferas del saber.

Avanza la temática de estudio de autores Luis Javier Villegas Botero, con el homenaje a “Jaime Jaramillo Uribe, In memoriam”, a su vida y obra. Asumiendo el tributo que le hace Eduardo Posada, lo llama Histo-riador de Colombia, y parodiando el título de la conocida obra del histo-riador francés Lucien Febvre, afirma que la vida de Jaime Jaramillo es un prolongado combate por la historia. Recorre cronológicamente su vida: el nacimiento en Abejorral (22 de agosto de 1917), el traslado de su fami-

Page 30: Literaturas y culturas del Páramo

30

lia a Pereira y luego su vida en Bogotá, en las universidades Nacional y los Andes, en donde comparte con Cayetano Betancur y Danilo Cruz Vé-lez; relata sus estancias académicas y diplomáticas en Estados Unidos y Europa, en las que habla de su formación, trayectoria académica e inves-tigativa, circunstancias de publicación, perspectivas teóricas de su obra y momentos más destacados de su vida profesional y diplomática en los ámbitos nacional e internacional, distinciones y su muerte (Bogotá, 25 de octubre de 2015). Toma como fuente fundamental Memorias intelectuales, libro publicado por Jaramillo Uribe en los últimos años de vida. Subra-ya como uno de los momentos de mayor incidencia en su formación el paso por la Escuela Normal Superior y los numerosos reconocimientos: la Cruz de Boyacá, conferida en 1991, sendos doctorados honoris causa en filosofía, otorgado el primero por la Universidad Nacional en 1992, y el segundo por la Universidad de los Andes en 1994; el Premio Nacional a la Vida y Obra de un Historiador (1995), distinción otorgada por el Fon-do Nacional de Desarrollo Económico (FONADE).

Sergio Peralta Rodas incursiona en otra expresión estética del sur de Antioquia en la que se recrea ciencia y poesía y se cultiva el poema en prosa, con su artículo “Manifestaciones del tiempo en la obra poética de Carlos Framb”. Parte de la tradición literaria de Sonsón para mos-trar que no es fortuito el merecido reconocimiento de este escritor. Trae una breve nota biográfica, obras publicadas y comentarios a su obra hechos por Jaime Jaramillo Escobar, Alberto Aguirre y Germán Espi-nosa. Su análisis se centra en diferentes representaciones del tiempo en tres poemas del autor: “El beso”, “Epifanía” y “Amica Silentia Lunae”, para lo cual se basa en los planteamientos de Octavio Paz sobre poesía y tiempo tomados de su libro El arco y la lira. De los análisis puede di-lucidarse una poética del tiempo concebida como elemento conductor de los eventos que constituyen la existencia del universo que nos ro-dea, como expresión estética sintetizada del cosmos para decir en po-cos versos la totalidad creadora del universo, para advertir la dualidad entre el tiempo como instante y como medida inconmensurable de la realidad. Sergio Peralta, a partir de la visión que le proporciona Octa-vio Paz, encuentra en la obra de Carlos Framb una poética del tiempo manifiesta en el dominio de su lengua poética, que logra la expresión

Page 31: Literaturas y culturas del Páramo

31

estética de la complejidad metafísica y la conciliación entre lo científi-co y lo filosófico, al evidenciar, por ejemplo, que un proceso celular o la constitución molecular derivada de las estrellas puede entenderse como una conjunción entre poesía y ciencia.

Culmina el libro Andrés Esteban Acosta Zapata con su artículo “Pa-tricia Nieto: artesana de la memoria y la esperanza”, en el que expresa su sensibilidad y la reflexión que le produce la lectura de obras de la autora. Encuentra como escenario de su escritura la vida en el conflicto armado colombiano para mostrar el innecesario y sangriento dolor que ocasiona la defensa de la vida más allá, donde parece no haber lugar para la exis-tencia. El camino de la memoria y el de su construcción, y la esperanza, centro del trabajo de Patricia en la lectura de Andrés Acosta, implica la defensa de la vida ante todo intento de muerte proveniente de la ne-gación del carácter humano de la misma, el cual requiere la capacidad de acompañamiento a individuos que eligen la convivencia antes que la destrucción. Para Andrés Acosta, la construcción de relatos en Patricia Nieto es ruta de acceso a los lugares de la guerra, a los que ingresa con la representación de la confianza que le han brindado las personas con sus testimonios y sus tonos emocionales. Ella ve la guerra y no se sume en un derrotismo y en una postura desesperanzadora ante la posibilidad de un cambio radical de la realidad colombiana. Por eso, para Andrés Esteban Acosta hablar de esperanza en la obra de Patricia Nieto tiene el sentido de llamar a la infamia para reclamarle, con las palabras de las víctimas, el gran porcentaje de vida digna que ha usurpado. Es tejer el amor que la guerra ha querido arrebatar, amor que en el corazón de las víctimas ha quedado preservado de todo intento de aniquilamiento.

Con este libro y los demás resultados enunciados esperamos dar con-clusión satisfactoria a los compromisos asumidos en el proyecto Memo-rias y archivos literarios. Literaturas y culturas de Antioquia. Literaturas del Páramo: Sonsón, Nariño, Argelia y Abejorral de la Dirección de Regionaliza-ción, que nos ha dejado experiencias satisfactorias en su ejecución.

Expresamos nuestro agradecimiento a Luis Fernando Múnera Díez, director de la Fundación Universidad de Antioquia, por el apoyo ofre-cido en la ampliación de resultados de este proyecto; a Robinson Garcés Marín, asistente Dirección de Regionalización; a la Facultad de Comu-

Page 32: Literaturas y culturas del Páramo

32

nicaciones, al Centro de Investigaciones y Extensión (CIEC). De igual manera, a David Hernández García y Sergio Rodríguez Pérez, por su acompañamiento en la fase inicial del proyecto, y a Edwin Carvajal Córdoba, en la etapa final. A Sandra Milena Jiménez Vargas, coordina-dora de Extensión del CIEC, y a Adriana Milena Ruiz García, secretaria del CIEC, por su apoyo administrativo. A la Biblioteca Carlos Gaviria Díaz. A María Yolanda Álvarez Álvarez, por su asesoría en derechos de autor. A Rafael Iván Toro Gutiérrez, por su colaboración durante la ejecución del proyecto. A las secretarías de Educación y Cultura, ins-tituciones educativas y bibliotecas municipales. A Laura Villa Marín, auxiliar de comunicaciones; a Juan David Gil Villa, auxiliar de investi-gación; a Wbaldo Márquez Cardona, colaborador de la Biblioteca, y a Luis Fernando Castaño Valencia, auxiliar administrativo, ambos de la Sede Sonsón, y al Colegio El Triángulo.

Nuestro agradecimiento también para los colaboradores del pro-yecto y autores del libro Literaturas y culturas de Antioquia. Literaturas del Páramo: Sonsón, Nariño, Argelia y Abejorral.

΅ ΅ ΅Bibliografía

Departamento Administrativo de Planeación. Dirección de Planeación Estratégica Integral (2005). Departamento de Antioquia. Subregiones y Zonas. Medellín: Gobernación de Antioquia.

Montoya Giraldo, M. C.; Bustamante Ramírez, B. L. y Gómez Echeverri, M. del P. (2006). Cuadro N.° 2. Sistema de Información para la planificación. Estado del arte de la planeación municipal y zonal. En Sistema Depar-tamental de Planificación (SDP). Gestores de planificación y desarrollo institucional. Un año de experiencia. Departamento Administrativo de Planeación. Dirección de Planeación Estratégica Integral. Medellín: Go-bernación de Antioquia.

Pérez Silva, Vicente (comp.) (1996). Jorge Isaacs. En La autobiografía en Co-lombia. Bogotá: Imprenta Nacional.

Page 33: Literaturas y culturas del Páramo

Antioquia y sus páramos de oriente

en la primera mitad del siglo xix

Marta Cecilia Ospina Echeverri

Page 34: Literaturas y culturas del Páramo

Marta Cecilia Ospina Echeverri

Profesora Asociada, Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Antioquia.

Page 35: Literaturas y culturas del Páramo

35

Dado que se trata de mostrar el contexto histórico de las letras son-soneñas, lo plasmado acá se detiene fundamentalmente en la pri-

mera mitad del siglo xix, un periodo en el cual los poblamientos en distintas direcciones de la provincia de Antioquia garantizaban tanto la consolidación de algunas fortunas familiares, como la continuación de un proyecto de ocupación territorial desde la óptica de la amplia-ción de la frontera agraria.

En este proceso, y como consecuencia, se dio paso al usufructo de propiedades agrarias de distintas proporciones, así como a la explo-tación de lechos auríferos ubicados en las tierras altas y a la construc-ción de caminos. Teniendo en cuenta los espacios, los pobladores, sus relaciones y actividades económicas y políticas, el fin último de esta reflexión es propiciar una discusión alrededor de la política como una actividad que debe ser entendida en la interacción de las dinámicas locales, regionales y nacionales. La intención es sacar los estudios de historia política de los anaqueles a donde fueron a parar, después de censurarlos como legitimadores de las prácticas de poder o como re-cuento llano de las hazañas de unos cuantos héroes epónimos que poco retrataban la realidad de la gran mayoría de la población.

Es por eso que lo político indagado se detiene especialmente en las complejas situaciones que marcaron el devenir republicano. Dado lo anterior, este texto se compone de cuatro secciones relacionadas entre sí: el territorio, el camino hacia Mariquita, los pobladores y lo políti-co. De esta manera, además de recoger los aportes de historiadores y analistas de la historia regional y local y de presentar los resultados de algunas investigaciones y reflexiones de la autora, se pretende animar nuevos estudios que aclaren aún más la compleja relación entre lo local y contextos cada vez más extendidos y complejos.

Page 36: Literaturas y culturas del Páramo

36

El territorio

El territorio, contenido en las actuaciones de actores, organismos e ins-tituciones, es un escenario fundamental que obliga a mirar las formas de ocupación, las actividades económicas dominantes, la interacción social, los mecanismos de ejercicio del poder político y de control de la población, entre otros. Así como ninguno de estos asuntos podría entenderse al margen de la precisión sobre el espacio, el análisis his-tórico debe articularlos con el tiempo. Territorio e investigación histó-rica, el uno referente de la otra, se presentan en una relación compleja que precisa una mirada pausada y cuidadosa. En el mismo sentido, el análisis histórico que se ocupe de espacios limitados como lo local o lo provincial plantea revisiones más puntuales que permitan llegar a conclusiones reveladoras del pasado que se indaga.

Valga aclarar que el crecimiento económico de la provincia desde la colonia y durante el siglo xix se centraba en la explotación mine-ra. Esta situación hacía más compleja la relación entre el territorio, el desarrollo económico, la consolidación de las fortunas familiares y la solución de problemáticas sociales relacionadas con la propiedad y la ocupación de la mano de obra. En Antioquia, la compleja interacción entre la ocupación del territorio y las actividades mineras fue uno de los alicientes que dinamizaron su economía a principios del siglo xix, pero también se constituyó en una fuente de inagotables conflictos en-tre propietarios, mineros y colonos. Las razones de esta situación son diversas, entre ellas pueden destacarse: la tierra desde la colonia estu-vo inmersa en la problemática relación entre la legislación española, las circunstancias particulares del mercado de tierras, los problemas en torno a la titularidad de predios, las tensiones que generaba la presen-cia de colonos sin documentos que acreditasen su propiedad y el pre-cario desarrollo del sector agrícola, centrado en el autoabastecimiento y en la comercialización de productos en mercados cercanos.

Hoy se puede observar que la propiedad de la tierra en el siglo xix no es un factor que pueda indicar el nivel de aprovechamiento de la misma; incluso, son constantes los ejemplos de una explotación más intensiva cuando se trata de una pequeña propiedad agrícola que de

Page 37: Literaturas y culturas del Páramo

37

una gran propiedad. Los latifundios son una prueba de esta situación. Lo anterior obliga la pregunta por las razones que explican el afán de concentrar grandes predios, máxime si se tiene en cuenta que, si bien la actividad agraria fue un factor secundario en la consolidación de las grandes fortunas, era una práctica difundida desde el periodo colonial buscar la titulación de grandes latifundios. Las razones por las que las élites mostraron tanto afán por monopolizar tierras, no eran otras que las de mantener su dominio económico.

Así, el concesionario de tierras podía constituirse en el eje que hacía girar todo el engranaje de la ocupación de tierras. Si así ocurría, lograba varios objetivos: Poner condiciones a la ocupación por parte de peones libres, tramitar la erección de nuevas poblaciones, controlar las redes y ciclos de intercambios, entre otros. Si las tierras eran pobladas por colonos independientes, después de un pleito recibiría una compen-sación económica. También estaba la posibilidad de que el dueño de la concesión aprobara una ocupación dirigida por él mismo, por uno de sus parientes, o por alguien de su entera confianza. Los predios ya ocupados por colonos dependientes de él serían aprovechados, se pro-piciaría un mercado interno y este tendría el control de las explotacio-nes mineras y del comercio en esos territorios.1 Otras opciones serían los poblamientos incentivados por las autoridades de turno (primero en la colonia y luego en la república), ya fuera para darle ocupación a mano de obra cesante o para impulsar el poblamiento de nuevos sitios; también se dio el poblamiento por parte de colonos independientes que luego tramitaban la erección de una parroquia y su reconocimiento como sitio poblado.

Ahora bien, lograr la concesión de tierras y hacer al mismo tiempo los respectivos denuncios de minas le permitía a un concesionario y a otros grandes mineros frenar la explotación de pequeños mazamorreros, a los que solo se les concedían cortas extensiones siguiendo los lechos de los ríos. También se disipaba el panorama para evitar problemas futuros entre propietarios de tierras y mineros independientes, pues los lechos auríferos corrían menos peligros de escapar a su control al estar en sus 1 La fertilidad de sus tierras para el cultivo y el pastoreo, las fuentes de agua salada y los minerales eran los principales recursos.

Page 38: Literaturas y culturas del Páramo

38

posesiones. En este orden de ideas, los ricos propietarios de tierra, que a su vez fungían como comerciantes o como propietarios de minas, garan-tizaban que las explotaciones auríferas, en el caso de Antioquia, no caye-ran en manos de trabajadores independientes. Luego, en el comercio, el oro en manos de los tratantes y después en las de los comerciantes cum-plía las funciones de medio de intercambio. El ciclo del oro se mantenía a disposición de las élites mercantiles.

Sonsón no fue la excepción a este proceso. Los historiadores que se han ocupado del siglo xix exponen que la minería de lechos auríferos en tierras altas fue una de las razones más significativas para motivar su poblamiento inicial. Un elemento adicional hace más compleja esta si-tuación: la economía minera sirvió para la consolidación de importantes fortunas familiares como la de don Felipe Villegas, que provenía de la explotación de lechos auríferos en el río Buey con su cuadrilla de escla-vos. Los terrenos del actual Sonsón se hallaban comprendidos en una capitulación que don Felipe Villegas había adquirido desde 1763, con el pretexto de construir un camino que acercara la provincia a la ciudad de Honda por tierra, pero al dejarlas sin trabajar, la Corona española terminaría despojándolo de la merced (Brew, 2000, p. 152). Los colonos presentaron una propuesta de pagarle a Villegas dos mil pesos por las tierras para evitar futuros pleitos, pero se negó la proposición con el ar-gumento de que el monarca tenía la libertad de otorgarlas a sus vasallos y que, en el citado caso, estas habían sido destinadas para favorecer a los pobres de Marinilla y Rionegro (Zapata Cuéncar, 1971, p. 4). Sumarse al ímpetu colonizador fue una opción que solo entendió su heredero, don José Antonio Villegas, el mismo que luego puso en marcha el poblamien-to de Abejorral.

El territorio comprendido entre Rionegro, Sonsón, San Carlos y Concepción conforma el núcleo minero de las tierras altas; el labo-reo de las minas fue uno de los más convincentes motivos para la colonización (Uribe de Hincapié, 1998).2 Las minas de aluvión eran explotadas por familias adjudicatarias de pequeñas parcelas, que al-2 Según María Teresa Uribe, los objetivos iniciales del movimiento colonizador hacia el sur fueron la minería y el comercio. La tierra permitiría la autosubsis-tencia, pero no era el objetivo principal del avance colonizador.

Page 39: Literaturas y culturas del Páramo

39

ternaban el mazamorreo con la actividad agrícola para el autocon-sumo. No se identificaban como mazamorreros, posiblemente para evitar los controles de la Corona a la producción minera, lo que en buena parte favorecía la evasión fiscal y el contrabando. Lo que sí es claro es que los mazamorreros terminaban estableciéndose en lugares donde, además, podían levantar sus sementeras. La dinámica de su labor era bien simple, pues en invierno los mineros se adentraban río arriba para lavar el oro y en épocas de siembra y recolección se ocupa-ban de sus parcelas. La técnica del mazamorreo fue utilizada en todo momento. Solo cuando se importó el monitor hidráulico californiano hubo algún indicio de mejoramiento técnico en la explotación del oro. Roger Brew relata que fue precisamente en Sonsón donde se puso a prueba el primero de estos molinos en Antioquia (en 1878) y fue tal la novedad que los parroquianos acudieron en montonera para verlo funcionar (2000, pp. 123-124).

El camino hacia Mariquita

Los caminos eran un problema y un desafío que no siempre, pese a los esfuerzos de los particulares y de las autoridades, pudo concretarse en soluciones efectivas. La topografía adversa, la dispersión de intereses entre los cabildos de la provincia (los de las ciudades de Antioquia y Rionegro y las villas de Medellín y Marinilla), incidieron en buena medida en las pocas iniciativas ejecutadas. Cada localidad intentaba resolver sus propios problemas de comunicación. La dirección de sus caminos se definía en función de los mercados más amplios. De esta manera, la ciudad de Antioquia enfocaba sus mejores esfuerzos para la comunicación con el resto de la provincia, con la costa Atlántica y con el Pacífico; Medellín, Rionegro y Marinilla debían concentrar sus esfuerzos para construir y hacer más transitables los caminos que con-ducían hacia el interior y hacia el río Magdalena, arteria fluvial que les prometía lazos tanto con los mercados del sur como con la costa Atlántica.

En el periodo colonial, la Corona tenía varias estrategias para la fi-nanciación de sus obras. Una de ellas era hacer repartimientos entre

Page 40: Literaturas y culturas del Páramo

40

los vecinos de los cabildos —pero primero procedía a clasificarlos para saber cuánto podían aportar—, otra era la adjudicación de realengos a vecinos que prometieran la construcción de un camino y la adjudica-ción de parcelas a pobladores pobres. Francisco Silvestre, en su rela-ción rindió un informe sobre la necesidad de construir el camino Son-són-Mariquita, alterno al que de Rionegro conducía hacia Popayán por la vega de Supía, Cartago y Buga, aduciendo razones diversas como el mejoramiento de las condiciones económicas de la provincia y, con ello, lograr que el fisco real obtuviera mejores dividendos por sus colo-nias (1988, pp. 116-122).

En la república, uno de los retos fundamentales del Estado, el de penetración, suponía esfuerzos adicionales a la destinación de rubros específicos. Dado que la precariedad económica caracterizó a los pri-meros gobiernos republicanos, se consideraron las mismas estrategias del periodo colonial para adelantar la construcción de caminos, amén de otras alternativas como la destinación de vagos e infractores de de-litos menores para la ejecución de la obras. Los caminos no solo eran asociados a las actividades económicas: el control de la población, la movilización de tropas y el desplazamiento de los individuos depen-dían de que estos existieran y fueran transitables.

El camino a Mariquita desde Sonsón, además de ser una promete-dora ruta comercial, entraba en la serie de proyectos estratégicos que le servía a las élites criollas para consolidarse y a las autoridades re-publicanas para resolver algunos de sus desafíos como los de penetra-ción, integración y participación. Según José Manuel Restrepo, este y otros caminos, como los de Muñoz, Santo Domingo, Yarumal-Cáceres y Urrao-Bevará, deberían servir para establecer colonias (AHA, t. 824, doc. 13014, f. 208r). Es decir, no solo permitiría asentarse a pobladores que se esforzaran por adquirir una parcela, sino que serviría para remi-tir allí a vagos y algunos condenados por delitos menores.

El otro gran atractivo, y el más importante, era la posibilidad de favorecer el intercambio comercial con la provincia de Mariquita. Don Juan Bautista Gutiérrez, juez poblador de Sonsón, lo propuso; los que le siguieron en el cargo insistieron en el mismo proyecto. Un camino podía valorizar las tierras, como efectivamente sucedió; era la alternati-

Page 41: Literaturas y culturas del Páramo

41

va ideal para establecer una comunicación con los mercados de Honda y Mariquita. Favorecería el poblamiento y el mercado interno y faci-litaría el asocio de intereses comerciales, mineros y de concesionarios atraídos por la especulación con tierras. Además, este camino en parti-cular fue pensado para romper el monopolio mercantil instaurado por los comerciantes de Honda a través del río Magdalena.

La república mantuvo el interés por este camino desde que Juan del Corral creara una comisión de notables de Rionegro y Marinilla para que decidieran sobre su construcción. Por tratarse de un mo-mento crucial, pues se acercaba inevitablemente la reconquista, las élites (patriotas y realistas) superaron sus diferencias y contribuye-ron para adelantar los trabajos. Los más pobres, como los de Canoas, fueron autorizados a aportar una semana de trabajo por cada vecino (AHA, t. 1021, doc. 14926, f. 65r-89r). El resultado final fue un camino que poco conservaba de las ambiciosas estipulaciones del comienzo, pero tenía tal trascendencia que hasta los realistas, después de 1817, decidieron continuarlo. Cuando José Manuel Restrepo fue castigado por los realistas, por su participación en los primeros gobiernos revo-lucionarios, cumplió su condena apoyando la apertura del camino.

En síntesis, si bien el camino Sonsón-Mariquita no fue el único que se construyó, en función de su realización se conectaron distintos pro-cesos como la ocupación del territorio, la articulación de esfuerzos eco-nómicos, privados y gubernamentales, la creación de nuevos mercados y la conminación a las comunidades para que aportaran recursos o tra-bajo con el argumento de que ellas serían las mayores beneficiarias de las obras. Así, el interés individualista de corte económico se articula a un referente comunitario y a los desafíos del Estado republicano.

Los pobladores

Para la época colonial, una de las directrices de la Corona española era dar trabajo a la mano de obra cesante, y una de las estrategias más funcionales fue la ocupación de tierras. Para adelantar dicha empresa en la república, en algunos casos se dio de manera espontánea, es de-cir, grupos poblacionales e individuos tomaban de manera autónoma

Page 42: Literaturas y culturas del Páramo

42

la decisión de adentrarse en territorios susceptibles de ser explotados económicamente y establecían sus fundos. En otras ocasiones fue el Es-tado el que promovió la ocupación de ciertos espacios. Un caso diferen-te fue el que partía de la iniciativa empresarial; esta, bajo el liderazgo y la conducción económica de un agente particular, se adelantaba de manera más o menos coordinada para garantizar al empresario impor-tantes ganancias y al poblador una pequeña parcela para cultivar.

Sobre quiénes debían ser los pobladores, la historiografía ha anota-do las discrepancias entre los que consideraban que los colonos debían ser personas honestas y con cierto reconocimiento social, los que pre-gonaban que esta debía ser una oportunidad solo para gentes pobres y los que veían en este tipo de iniciativas el mecanismo para redimir va-gos, ociosos e infractores de leyes menores. Al final, como en casi todas partes, se imponía una posición intermedia que atendía los intereses de las élites, de los colonos pobres y del Estado, que había destinado los nuevos sitios como lugar de traslado de reos para su redención so-cial. Uno de los primeros pasos en la ocupación de un territorio era nombrar a un juez poblador. Este era un cargo que le daba, a quien lo ostentaba, un gran poder, pero solo en el marco de su jurisdicción. Él hacía mediciones, repartía tierras, establecía condiciones para los nuevos pobladores y decidía finalmente a quiénes se debían adjudi-car los predios. Según Heriberto Zapata Cuéncar, en Sonsón, don José Antonio Rodríguez se quejó en 1792 contra el juez poblador don Juan Bautista Gutiérrez porque este solo quería llevar ricos a la nueva fun-dación en perjuicio de los pobres (1971, p. 13).3 Uno de los interesados en esta alternativa llegó a decirle que si se poblaba solo con pobres ese lugar sería algo similar a un palenque. Lo cierto es que algunos paga-ron por sus tierras y otros tantos recibieron lotes asignados por un juez poblador. Luego de la renuncia de los primeros jueces pobladores, don José Joaquín Ruiz y Zapata entró en negocios con los pobladores y fue nombrado juez poblador ese mismo año por el gobernador. A finales del siglo xviii algunos acusaron a Ruiz y Zapata por el acaparamiento 3 Según Heriberto Zapata Cuéncar, Matías Arias Bueno fue el primer juez po-blador nombrado, pero quien repartió los primeros terrenos fue don Juan Bautista Gutiérrez, porque Arias estaba enfermo en Concepción.

Page 43: Literaturas y culturas del Páramo

43

de tierras para luego venderlas. Por fortuna para el cuestionado juez, en ese momento se encontraron minerales en el sitio Valles Altos, cerca del antiguo camino hacia Mariquita, y propuso trasladar la primera ocupación hacia “el lugar que hoy ocupa en las faldas del Capiro” (Za-pata Cuéncar, 1971, p. 28).

El dinamismo poblacional aleja toda duda sobre el interés que tanto el camino Sonsón-Mariquita como la subregión despertaban. En 1808 Sonsón sumaba cerca de 2.000 pobladores, contaba, además con una pequeña escuela y un estanquillo de tabaco y aguardiente (Álvarez Morales, 2013, pp. 53-54). Rionegro contaba con 12.402 almas, por lo que se puede concluir que el crecimiento de Sonsón había sido acele-rado. No pasaba lo mismo con la empobrecida y menguada Arma, que apenas registraba 605 habitantes en su jurisdicción.

En 1827 Sonsón, como cabecera de cantón, se componía de las pa-rroquias de Sonsón, Abejorral, Arma, Aguadas y Salamina, todas ellas desagregadas de Rionegro. La parroquia de Sonsón tenía 5.048 habi-tantes (2.400 hombres, 2.600 mujeres y 48 esclavos de ambos sexos), este número no es nada despreciable si se tiene en cuenta que la pobla-ción total del cantón ascendió a 9.509 habitantes diferenciados en 4.451 hombres, 4.956 mujeres y 102 esclavos (Botero Guerra, 2004, p. 162). En 1842 fue creado el cantón de Salamina que sumó 25.390 individuos de ambos sexos (p. 163). El dinamismo de la región se convalidaba en el desempeño del crecimiento poblacional y este, a su vez, contaba con canales de dispersión hacia territorios que daban paso a las posteriores colonizaciones.

Lo político

Las colonizaciones tenían incentivos que iban mucho más allá de lo económico y de las relaciones sociales. El mundo de lo político derivó de ellas posibilidades de generar renovados círculos de poder. María Teresa Uribe, al referirse a las relaciones entre Sonsón y Manizales, comenta que, en este y en otros casos, los ricos de las nuevas pobla-ciones terminaron enfrentándose a las viejas élites comerciales y mi-neras, constituyendo a la vez un nuevo poder alterno, nucleado desde

Page 44: Literaturas y culturas del Páramo

44

su cabildo (1998, p. 232 y ss.). En esta esfera de lo político (local), los fundadores ocupaban un poder privilegiado, toda vez que lograban controlar los nuevos cabildos. La fundación de poblados terminaba le-gitimando las élites nuevas enriquecidas, pero segregadas de los viejos círculos de poder, a veces enfrentados a ellos por el control provincial.

Con el tiempo, se generaba un nuevo circuito en el cual los descen-dientes, en palabras de la autora, aseguraban un lugar en la estructura social y en el ejercicio del poder político de la localidad. Uribe aclara que las fundaciones no fueron pensadas para ampliar la base social de poder, sino para generar otros círculos nuevos. Estos círculos centraban su poder en el dominio de los cabildos y estos últimos, a su vez, en su carácter de forma institucional de poder, mantuvieron el mecanismo de cohesión centrado en estructuras parentales. La autora destaca entonces tres mecanismos de articulación relacionados: las alianzas, la etnia y la riqueza, que a su vez caracterizan dos procesos básicos de la estructura parental: la sociedad de negocios y el blanqueado (1998, p. 232 y ss.). Los cabildos nuevos se mantuvieron fieles al modelo que les sirvió de guía, ellos emularon todo aquello que les permitiera mantenerse como me-canismo de exclusión para preservar el poder institucional y establecer una relación (si se puede parental) con la élite tradicional. De lo anterior se desprende una consecuencia inevitable: el localismo como realidad histórica que afectó profundamente el siglo xix.

La capacidad política de los cabildos dependía del éxito económico de la nueva población. Este éxito no incumbía únicamente a los intere-ses interélites. Los nuevos pobladores serían los encargados de darle al nuevo poblado un impulso adicional mayor. En ese sentido, no podían faltar ciertas garantías para los recién llegados. La prerrogativa del ave-cindamiento en el lugar brindaba un estatus que luego, en la república, repercutió en la garantía de los derechos civiles y políticos, es decir en la posibilidad de ser ciudadanos. A su vez, los promotores, las jun-tas de pobladores, los comerciantes y las élites económicas promovían relaciones de clientela con los nuevos pobladores, constituyendo así nuevos círculos de poder. Dichas relaciones traían beneficios en doble vía. A los primeros les facilitaba el éxito mercantil de sus empresas y el consabido control de lo político, y a los últimos les garantizaba la

Page 45: Literaturas y culturas del Páramo

45

propiedad de las parcelas que servirían como recursos fundamentales para su subsistencia independiente. Los colonos terminaron legitiman-do su situación civil como vecinos y luego como ciudadanos. Uno de los grandes avances en la república fue que esta situación les aseguró un lugar en la sociedad como vecinos, despojados de las particulari-dades étnicas (Uribe de Hincapié, 1998, p. 259). Aunque tardó mucho tiempo en lograrse la descorporativización de la sociedad, este fue uno de los mecanismos que contribuyó a horadar la estructura de la socie-dad estamental cimentada en los valores étnicos y en los privilegios. Pese a que ser vecino se asociaba a la independencia económica, y ello establecía una discriminación social, los tiempos de la república avan-zaban hacia la universalización de la ciudadanía.

Este proceso no se dio en línea recta, pues con altibajos, tensiones, cambios de las reglas de juego en el sistema, la guerra misma y un sinfín de circunstancias, la anhelada ciudadanía fue como un preciado bien, que poco a poco los individuos iban adquiriendo. Se lograba gra-cias al reconocimiento social, a la solvencia económica, a la capacidad de tributar y a la disposición de tomar las armas para la defensa del sistema.4 El mecanismo de elección era indirecto, es decir, los vecinos votaban por apoderados, estos por electores y estos últimos por los representantes. La forma como se escogía el número de electores por cada localidad dependía del número de habitantes, de ahí que fuera fundamental tener de referente el censo poblacional. En las primeras elecciones celebradas en Sonsón, en el periodo republicano, votaron 121 ciudadanos, lo que muestra el fervor con que fueron asumidas. Los apoderados elegidos en esa ocasión, mediante el voto cantado, deberían elegir luego a cuatro electores que irían a Rionegro a depo-sitar su voto por los representantes. Igual número de electores le co-rrespondió a Sonsón en 1814; los elegidos en esa faena electoral fueron Manuel Villegas, José María Bernal, Antonio Londoño y Pedro Mar-tínez (AHA, t. 828, doc. 13078, f. 69v-78v). En 1822 la jurisdicción de Sonsón ya podía votar por seis electores. Desde el 28 de julio hicieron 4 Sobre los atributos de la ciudadanía ver: Irurozqui, Marta. (1999). Las para-dojas de la tributación. Ciudadanía y política estatal indígena en Bolivia, 1825-1900. Revista de Indias, vol. LIX, N.° 217, pp. 705-740.

Page 46: Literaturas y culturas del Páramo

46

presencia los vecinos apoderados, que sumaron en total 58 (Archivo Casa de la Convención, t. II, vol. 35, f. 134r-137r). En 1834, para la elección de representantes, se hallaban congregados en Rionegro 29 electores, que debían elegir senadores, diputados y representantes, así como sus suplentes. En ese momento, a la jurisdicción de Sonsón le correspondían cinco electores: José J. Bernal, José Januario Henao, José de Ramos, Jerónimo Jaramillo y Pedro Sáenz, mientras Abejorral solo tenía 2 (AHA, t. 1760, doc. 3, f. 380 y ss).

En la primera mitad del siglo xix la relación entre representante y re-presentado era directa, dado que no existían aún los partidos políticos, como entidades formalmente constituidas, que canalizaran las ofertas institucionales de una colectividad política (en nuestro caso liberal o conservadora), y que sirvieran de intermediarios entre el pueblo elec-tor y el Estado; en este orden de ideas, las elecciones corroboraban liderazgos individuales, pero a su vez medían la división política en fuerzas que podían llamarse gobiernistas (los ministeriales en la Nueva Granada) y las que estaban por fuera del gobierno. En esta lógica, la prestancia social de los individuos era, entre la comunidad, la condi-ción para que un sujeto hiciera parte del engranaje político (unos como electores y otros, muy pocos, como representantes).

La actividad política en el escenario de lo local era un referente de la importancia de la jurisdicción a niveles más amplios. Sonsón como cabecera de cantón reflejaba ya un lugar destacado frente a los de su circunscripción; esto lo relacionaba directamente con los conflictos po-líticos del momento. En términos generales, las localidades no fueron ajenas a las estrategias políticas de los gobiernos de turno de mante-nerse en el poder y garantizar la gobernabilidad de los territorios. Las guerras, la división de entidades municipales y la desagregación de unidades mayores fueron constantes que hicieron aún más problemá-ticas las relaciones políticas.

El periodo 1810-1850 no estuvo exento de conflictos. La guerra, como origen y como efecto de la política, alteró con todo su rigor el sosiego pueblerino. En la de 1840-1841, los Supremos, enfrentados a las fuerzas gobiernistas del presidente José Ignacio de Márquez, controvertían su centralismo y su respaldo a viejos militaristas, en tanto demandaban la

Page 47: Literaturas y culturas del Páramo

47

aprobación del federalismo. María Martínez de Nisser, en su emotivo relato de la guerra en Antioquia, ve en los Supremos un ataque a la le-gitimidad encarnada en el presidente (2012, p. 17). Pero su voz no fue la única que se escuchó. La prensa del periodo reflejaba de manera nítida la beligerancia de las partes. Guerra y política se hermanaban una vez más para teñir de sangre el suelo neogranadino.

΅ ΅ ΅Bibliografía

AHA - Archivo Histórico de Antioquia.

Álvarez Morales, Víctor (ed.). (2013). La relación de Antioquia en 1808. Mede-llín: Expedición Antioquia.

Archivo Histórico Casa de la Convención de Rionegro.

Botero Guerra, Camilo. (2004). Anuario estadístico. Ensayo de estadística gene-ral del departamento de Antioquia en 1868. Medellín: ITM.

Brew, Roger. (2000). Desarrollo económico de Antioquia desde la Independencia hasta 1820. Medellín: Universidad de Antioquia.

Martínez de Nisser, María. (2012). Diario de los sucesos de la Revolución de la Provincia de Antioquia en los años 1840-1841. Bogotá: Incunables, Colec-ción Bicentenario de Antioquia.

Silvestre, Francisco. (1988). Relación de la provincia de Antioquia. Medellín: Secretaría de Educación y Cultura de Antioquia.

Uribe de Hincapié, María Teresa. (1998). Las raíces del poder regional: el caso antioqueño. Medellín: Universidad de Antioquia.

Zapata Cuéncar, Heriberto. (1971). Monografía histórica de Sonsón.

Page 48: Literaturas y culturas del Páramo
Page 49: Literaturas y culturas del Páramo

Las letras en el sur de Antioquia

Rafael Iván Toro Gutiérrez

Page 50: Literaturas y culturas del Páramo

Rafael Iván Toro Gutiérrez

Nació en Sonsón, en donde cursó su educación primaria y secundaria. Bachiller del Liceo Braulio Mejía. En Medellín realizó sus estudios superiores: ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional de Colombia, administrador públi-co de la ESAP y abogado de Uniremington.Alcalde encargado, secretario de Educación y concejal de Sonsón. Presidente del Centro de Historia de San José de Ezpeleta y vicepresidente de la SMP de Sonsón. Director de la Revista Arcón y subdirector del periódico La Acción, presidente de la Academia Antioqueña de Historia y presi-dente de la Sociedad Bolivariana de Antioquia.Durante su actividad académica ha publicado numerosos escritos, y dictado multiples conferencias.

Page 51: Literaturas y culturas del Páramo

51

La educación

La conformación de la Colombia actual se inició con la conquista es-pañola, a finales del siglo xv, y se dio en dos direcciones claramente definidas: la fundación de las grandes ciudades del norte en el siglo xvi: Cartagena, Santa Marta, Mompox y Santafé de Antioquia, y el eje Medellín-Rionegro-Marinilla, seguida inmediatamente por la funda-ción de las grandes ciudades del sur: Popayán, Cali y Cartago.

Dos frentes expansionistas, al norte y al sur del país, se acercaban en función de la minería del oro y se fundaban nuevos pueblos, en lo que se ha conocido como el suroccidente colombiano.

Antioquia, para finales del siglo xviii, terminaba en el valle de San Nicolás y de allí, siguiendo al sur del país, solo se encontraban los res-tos de la antigua ciudad de Santiago de Arma; seguían las montañas y las selvas, despojadas de sus aborígenes, y solo aparecía una nueva frontera humana en la vieja ciudad de Cartago.

Gracias a las reformas borbónicas, en la última década del siglo xviii, se facilitan por parte del gobierno español en Antioquia los mo-vimientos fundacionales en los grandes terrenos baldíos, capitulados años antes por diversos personajes españoles.

El sur de Antioquia empezó a aparecer en los informes de gobierno a partir de 1793 y se consolidó como región con la fundación de Sonsón en 1800 y de Abejorral en 1811. Aguadas, Pácora, Salamina, Manizales y un poco más tarde Nariño y Argelia se desprendieron de Sonsón e iniciaron su vida municipal.

Gracias al empuje de ese proceso, conocido como la “Colonización antioqueña del suroccidente colombiano”, en Sonsón (Nariño y Arge-lia), Abejorral, Aguadas, Pácora y Salamina se formaron unos impor-tantes grupos humanos y sociales que se preocuparon desde los inicios por educarse, cultivando las letras, las artes y las ciencias.

Page 52: Literaturas y culturas del Páramo

52

Las nuevas fundaciones fueron habitadas por antioqueños de rai-gambre que habían tenido la fortuna de educarse con los grandes an-tioqueños de entonces: José Felix de Restrepo, José Miguel de la Calle y sacerdotes ilustrados como el presbítero Dr. José Félix Mejía, cura de Marinilla, y el presbítero José Tomás Henao Duque, de Sonsón, entre otros.

Ya ubicados en los nuevos territorios tenemos a don José Januario y Benjumea, quien como alcalde de la nueva población de Sonsón abrió la primera escuela:

AUTO del alcalde pedáneo D. Josef Januario Henao Benjumea, sobre establecimiento de primeras letras. En la nueva población de San Josef de Ezpeleta de Sonsón, jurisdicción de la ciudad de Rionegro, en 27 días del mes de febrero de 1807, yo D. Januario Henao, alcalde juez pedáneo de este partido, sus términos y juris-dicción. Por el Rey Nuestro Señor P. En atención por estar man-dado por orden real que en todos los lugares, villas y ciudades haya de haber un sujeto hábil para que sirva de maestro y enseñe a la juventud las primeras letras, que son leer, escribir y contar y demás educaciones para la familiaridad y urbanidad entre los hombres; en esta virtud debía mandar y mandó que todos los padres de familia pongan sus hijos en la escuela en casa de D. Ra-món de Echandía, destinada para este efecto por el ilustre cabildo de la ciudad de Arma de Rionegro, como consta del título que me ha hecho presente, al precio de cuatro reales al mes por cada año que le pusieren a enseñar y a la persona que fuere totalmente pobre, de balde… (García, 1962, p. 49).

El presbítero José Tomás Henao destinó las rentas de los diezmos y pri-micias para el establecimiento de escuelas rurales en Sonsón, las prime-ras que hubo en Antioquia. En 1825, logró el sacerdote la fundación de una casa de educación secundaria en Sonsón, regida por fray Joaquín Restrepo Uribe, quien luego pasó a Abejorral.

Le siguió luego don Pedro Martínez, ilustre institutor, padre de doña María Martínez de Nisser, la heroína de Salamina y autora del Diario de los sucesos de la Revolución en la Provincia de Antioquia en los años

Page 53: Literaturas y culturas del Páramo

53

de 1840 y 1841, y según muchos comentarios, autora de la “Ensalada de Sonsón”, composición picaresca fechada en 1836 :

… hay mucha civilización en todos los principales hay algunos animalespero ellos son de nación… (en Correa, 1959)

Las letras en Antioquia tuvieron un claro origen ancestral: “Entre los laicos hubo también varones de no poca ilustración, como el Dr. Cos-me Nicolás González, alumno del Colegio de San Bartolomé, padre del intrépido don Elías y abuelo de Aranzazu, de Gutiérrez González y de Cosme Marulanda…” (García, 1962, p. 59).

Después de consolidada la independencia y ante la existencia de la Escuela Normal de Varones de Antioquia, empezaron a aparecer gran-des maestros que formaron las generaciones posteriores y engrande-cieron las letras antioqueñas; para finales de 1875, se graduaron “Joa-quín Antonio Uribe, Federico Escobar Isaza, Jesús M. Giraldo Duque, Dionisio Hernández, Rubén Puerta, Bonifacio Vélez y Luis Antonio Vélez Uribe” (García, 1962), varios de ellos grandes formadores de los habitantes de Sonsón y Abejorral.

La misma corriente cultural, intelectual y literaria se vivía en Abejo-rral en aquella segunda mitad del siglo xix; entre 1849 y 1851, el ilustre obispo Manuel Canuto Restrepo, formado en el seminario de Popayán y el Colegio de San Bartolomé, regentó una importante casa educativa en su tierra natal. Su hermano don José de la Cruz Restrepo continuó con la tarea literaria y formadora. Personajes como Silverio, Dionisio, Mar-celino, Marco Aurelio, José Miguel y José Manuel e Ignacio Arango, así como Dionisio y Luis M. Álvarez, Agustín Villegas, Esteban Jaramillo y Félix Isaza entre muchos otros dieron lustre a las letras antioqueñas

Pero no solo los hombres se educaban en aquellas calendas: “Sonsón había tenido escuela de niñas desde antes de la independencia, dirigi-da por doña Francisca Betancur de Echandía, esposa de don Ramón, y después contó entre sus primeras institutoras a doña María Martínez de Nisser” (García, 1962). Recordamos también a doña Javiera Duque de

Page 54: Literaturas y culturas del Páramo

54

Henao, doña Braulia Vega Ribón, doña Victoriana Estrada, doña Dioni-sia Sánchez, doña Nicolasa Jaramillo Gutiérrez, ilustres institutoras.

Políglota, naturalista, escritor y filósofo de alta escuela fue el Dr. Alfredo Callón, ciudadano francés traído a Sonsón por el vate Grego-rio Gutiérrez González, con el fin de que dirigiera el Colegio Santo Tomás, el más importante de la región en aquella época. Junto a este gran maestro, podemos situar a don José María Restrepo Maya, escri-tor y maestro sonsoneño, educador ilustre en Sonsón y los poblados del Viejo Caldas.

Para 1880 inició labores el Colegio Santo Tomás de Aquino, aten-dido por el sabio naturalista Joaquín Antonio Uribe, autor, entre otras obras, de Cuadros de la naturaleza, El niño naturalista, el Curso de historia natural y muchos otros.

En 1882 concurrieron en el colegio de San Luis don Rosendo Gómez como director y los esclarecidos escritores Teodomiro Isaza, Marco A. Ja-ramillo, Joaquín A. Uribe y Tobías Jiménez, entre otros. Un liceo literario y tres periódicos manuscritos avalan la vena literaria de esta generación.

El siglo xx llegó a las ciudades de Sonsón y Abejorral con una co-munidad intelectual e ilustrada que recibió, en el caso de Sonsón, a los Hermanos de las Escuelas Cristianas (1905) y a las Hermanas de la Caridad (1898).

El florecimiento intelectual y económico de Sonsón lo llevó a ser capital del departamento del mismo nombre; departamento de cortísi-ma duración que dejó entre sus legados el famoso Colegio de Sonsón, regentado por uno de los más ilustres y exquisitos escritores sonsone-ños, el Pbro. Roberto Jaramillo Arango, quien propició la aparición de Anales del Colegio de Sonsón.

La prensa

Es necesario, al reseñar los letrados y su obra, buscar en los diferentes periódicos, locales, regionales y nacionales, los escritos y documentos allí publicados, que nos permiten seguir la saga del escritor, el literato, el dramaturgo, el poeta:

Page 55: Literaturas y culturas del Páramo

55

Para el caso de Sonsón, Abejorral, Nariño y Argelia, desde los pri-meros años, tenemos una buena producción de periódicos; desde los manuscritos aparecidos a mediados y finales del siglo xix, hasta los tipográficos del siglo xx, y ello sin desconocer los digitales de este siglo xxi.

En el caso de Sonsón, la imprenta llega en 1891 y, a partir de allí, son varias las imprentas con las que cuenta el municipio. En ellas se publicaron los diferentes periódicos, manifiestos, hojas volantes, edictos y publicidad comercial. Esta nueva tecnología gráfica se cons-tituyó en una herramienta política, religiosa y comercial de gran valor para la época.

En 1897, Luis Felipe Botero y Alejandro Ángel adquieren una im-prenta cuyo fin era promulgar y defender los argumentos jurídicos, en el pleito de la mina de oro La Bretaña. En 1907, don Clímaco Ramos instala la Imprenta Contemporánea, que en 1910, siendo Sonsón de-partamento, pasa a ser la Imprenta Departamental, en donde se editan los últimos números de la Gaceta Departamental; al disolverse el depar-tamento de Sonsón, los equipos pasan al municipio y se transforma en la Imprenta Municipal (Zapata, 1981), la cual se encuentra hoy en La Casa de los Abuelos, museo folclórico.

Muchas letras fueron publicadas en los diferentes periódicos que han circulado en Sonsón y muchos hombres de letras pasaron por estas publicaciones. Recordemos algunos:

La Acción, fundada en 1918, ha sido el órgano de difusión de la So-ciedad de Mejoras Públicas (SMP) de Sonsón. En ella encontramos es-critos de la mayoría de los intelectuales sonsoneños del siglo xx, tales como Roberto Jaramillo Arango, Antonio Álvarez Restrepo, Mercedes Ramos Toro, Josefina Henao Valencia, Gonzalo Cadavid Uribe, Néstor Botero Goldsworth, entre muchos otros. En este mismo periódico se reprodujeron las obras literarias de Gregorio Gutiérrez González, Ma-ría Martínez de Nisser, José María Restrepo Maya, Joaquín Antonio y Gonzalo Uribe Villegas, Januario Henao Álvarez, Emiliano Isaza, Juan Pablo Restrepo, Marco Tulio Jaramillo, Rafael Jaramillo Arango, Tobías Jiménez, Benigno A. Gutiérrez y muchos más.

Page 56: Literaturas y culturas del Páramo

56

Entre los muchos periódicos que circularon en Sonsón, se destacan por su contenido literario El Alba, Amanecer, Aures, Capiro, Clío, El Co-cuyo, Diciembre, Excélsior, El Gato Negro, El Liceo, Maitamá, El Popular y El Portón.

Como publicaciones periódicas, diferentes a los diarios o quincena-rios, se destacan los Anales del Colegio de Sonsón, Pregón y Arcón, estos dos, órganos del Centro de Historia de Sonsón.

En Abejorral, la primera imprenta llegó en 1907 y se llamó Tipogra-fía Moderna; luego llegó una más “moderna”, llamada San José, que aún existía en 1945 (Zapata, 1981).

Circularon en Abejorral, con carácter cultural, publicaciones como: Abejorral, Albores, Aures, Mesenia, El Progreso, La Verdad y Vox Populi.

En Nariño podemos citar: Amigos de Nariño, El Municipio, El Precur-sor, El Nuevo Precursor, El Progreso y La Regeneración (Zapata, 1981).

Es un verdadero deleite revisar la prensa literaria y cultural que se ha dado en el sur de Antioquia y ver cómo muchos de los intelectuales de la región se formaron en la lectura de sus paisanos; esta herencia viene hasta hoy y esa prensa es fuente viva de consulta e inspiración para las actuales generaciones.

Letrados

Definitivamente, el sur de Antioquia es una tierra rica en letras y letra-dos y debemos mirarla como un conjunto humano de características culturales similares, cuyo común denominador es sin duda la educa-ción impartida a sus habitantes desde las primeras épocas.

Los letrados de Sonsón, Abejorral, Nariño y Argelia tienen una mis-ma identidad, unas raíces comunes y unos nexos de sangre innegables, y ellos aportan al universo literario del país una constelación brillante de obras y autores.

Los siguientes son algunos de los principales referentes literarios de los pueblos del sur de Antioquia.

Page 57: Literaturas y culturas del Páramo

57

Gregorio Gutiérrez González(La Ceja, 1826-Medellín, 1872)

“Rionegro le dio su cuna, la Ceja se la meció, en Sonsón mojó su pluma”,1 en Abejorral cantó, en Argelia se hizo bardo y en Medellín falleció.

Definitivamente, son Abejorral, Sonsón y Argelia los pueblos que vieron la luz del talento de G. G. G.

Veamos cómo llegó el poeta del cocuyo a Argelia:Cuando por allá por los años de 1862 y 63 fue presidente de Co-lombia el gran General Tomás Cipriano de Mosquera, se desató una persecución al clero que obligó a varios obispos y sacerdotes a salir de sus lugares de ministerio para guarecerse donde la hostili-dad oficial no los alcanzara. Fue, entonces, cuando el Pbro. Dr. José Joaquín Isaza, más tarde Obispo de Medellín, se internó en las sel-vas de “La mesa” y “El Mulato”, parajes del municipio de Sonsón,2 limítrofes con el río Magdalena, que eran de su propiedad.

El Dr. Isaza salió para su destierro llevando como compañero a su cuñado D. Gregorio Gutiérrez González… Este grupo llegó una tar-de a la posada de “Llanadas de San Julián” lo que hoy es el muni-cipio de Argelia de María… En silletas y a hombros de sus peones fueron transportados el Sr. Isaza y D. Gregorio hasta los parajes de “La Mesa”, donde construyeron casa… fue allí donde D. Gregorio escribió su inmortal Canto al Maíz… El Dr. Gutiérrez escribía mu-cho, y por las tardes nos leía la novelita del maíz que estaba escri-biendo.

Que así como para representar bien una obra se requiere de un es-cenario adecuado, el Poeta necesitó de aquel escenario de las selvas vírgenes del Magdalena para inspirarse y producir su “Memoria sobre el cultivo del maíz en Antioquia” (Botero, 1991, p. 42).

Todo un tratado se requiere para exponer la obra literaria de Gregorio Gutiérrez González, bástenos en esta ocasión referirnos a algunos de sus imperecederos escritos como son:1 Copla popular. 2 Terrenos de Sonsón y Argelia actualmente.

Page 58: Literaturas y culturas del Páramo

58

“Aures”, en donde el escenario natural existe entre los municipios de Sonsón y Abejorral, siendo este último municipio el sitio donde se asentó la “Casita Blanca”. El río Aures es bellamente cantado por el poeta y lo lleva a los recuerdos de su infancia, llenos de nostalgia y amor: “Infancia, Juventud, tiempos tranquilos, visiones de placer, sue-ños de amor, heredad de mis padres, hondo río, Casita Blanca y espe-ranza adiós…”.

Memorias sobre el cultivo del maíz en Antioquia, como ya dijimos inspi-rada en los territorios del Magdalena sonsoneño y el actual municipio de Argelia de María, es una epopeya de la naturaleza, del maíz y del antioqueño labrador.

No usaré el lenguaje de la ciencia / para ser comprendido por el pueblo / Serán mis instrucciones ordenadas, / con precisión y claridad y método.

No estarán subrayadas las palabras / poco españolas que en mi escrito empleo / pues como solo para Antioquia escribo, / yo no escribo español sino antioqueño.

“A Julia”, poema de casto amor y dulcísima factura, alabado por im-portantes escritores castellanos:

Más de la vida en la penosa lucha, / ya en el fin, como yo debes hallar / un consuelo supremo: Julia, escucha: / Si no como antes nos amamos más.

“¿Por qué no canto?”: este poema dio pie para que múltiples críticos hablaran del “poeta del cocuyo”, el cual se desprende de la siguiente estrofa:

No hay sombras para ti, / como el cocuyo, / el genio tuyo ostenta su fanal / y huyendo de la luz / la luz llevando / sigue alumbrando las mismas sombras que buscando va.

Es este un canto triste en el que las desilusiones y las penas se manifies-tan en el ánimo del vate, quien ha vivido múltiples experiencias litera-rias, políticas, humanas y conoce las veleidades de la fama y la fortuna.

Page 59: Literaturas y culturas del Páramo

59

Esto se nota claramente cuando anota: “¿Conoces tú la flor de Ba-tatilla / la flor sencilla, la modesta flor? / Así es la dicha que mi labio nombra, / Crece a la sombra / mas se marchita con la luz del sol”.

Es muy importante para las letras de Antioquia la figura de Grego-rio Gutiérrez González, puesto que no es solo su poesía, son sus epísto-las, sus anécdotas, sus escritos políticos y sus demás documentos. Gre-gorio es la figura cimera de las letras del sur de Antioquia, puesto que ninguno como él es reconocido tanto en Abejorral, Sonsón y Argelia.

En el año de 1896 don José María Restrepo Maya publicó una serie de datos geográficos en el Repertorio Municipal. Refiriéndose a las tie-rras de la actual Argelia, escribía:

A “El Mulato”, pequeñísima abertura hecha en estos desiertos a distancia de un kilómetro de esa maravilla natural que es el tú-nel de “La Iglesia”, fue a buscar alimento barato para sus hijos don Gregorio Gutiérrez González, el Poeta de Antioquia por an-tonomasia, y allí escribió su poesía Aures y empezó su “Memoria sobre el cultivo del Maíz”, en los ratos que le dejaban libres las labores campestres que inmortalizó en sus cantos… (1980, p. 33)

Las Fiestas del Maíz que se celebran en Sonsón nos recuerdan año a año la trascendencia de este poema sobre el cultivo del gran cereal americano. El desfile de los “treinta peones” busca ser una alegoría al Canto del Maíz, a las costumbres y a la raza, de las cuales nos sentimos orgullosos los habitantes del sur de Antioquia.

Y ya que estamos en Argelia, recordemos que en esas tierras posó el gran escritor costumbrista don Tomás Carrasquilla; allí se forjaron algunas de sus novelas y escribió otras; ellas engrandecen definitiva-mente las letras del sur de Antioquia.

En la mina de “San Andrés” produjo obras como “Salve Regi-na”, “Homilías” y en preparación “El Zarco”. En sus horas de descanso se dedicaba a conversar con los mineros y con las gen-tes sencillas del lugar; de ellos, como profundo observador que era, sacaba inspiración para sus novelas costumbristas (Botero, 1991, p. 42).

Page 60: Literaturas y culturas del Páramo

60

María Martínez de Nisser(Sonsón, 1812-Medellín, 1872)

Esta heroína sonsoneña fue contemporánea del poeta del maíz; le tocó vivir en el Sonsón de los primeros años y, dadas las calidades de gran educador de su padre, ella continuó con la tarea de enseñar y fue maes-tra. Su educación fue muy amplia; conocía varios idiomas y grandes escritores, por lo que era dueña de una gran cultura, lo que la hacía diferente a las demás mujeres de su generación. Su recia personalidad la llevó a tomar decisiones trascendentales, a casarse con un ciudadano sueco y a convertirse por él y por la patria en soldado de la patria y en heroína de Colombia.

Escribe en su Diario de los sucesos de la Revolución en la Provincia de Antioquia en los años de 1840 y 1841:

¡Qué ideas tan tristes me rodean! No sé qué partido tomar en este momento, que será la una de la mañana. Mi ternura me aconseja que vaya a Rionegro a acompañarlo en su prisión, pues mi pre-sencia se la hará más llevadera; mas el bien público en general me dice que no… Mañana me presentaré a Braulio, le pediré una lanza; marcharé enseguida en compañía de mis dos hermanos y demás patriotas de este pueblo, y contribuiré de este modo a la libertad de mi suelo. […] Esto servirá de ejemplo, pues “¿qué hombre que tenga vergüenza se quedará viéndome marchar en las filas?”. […] Ahora, que serán las doce de la noche, he concluido mi blusa y me la he medido, y una de mis hermanas que creía hasta ahora que todo era chanza ha llorado mucho al verme cortar el pelo y ponerme en traje de hombre. [Al día siguiente] […] me levanté a las cinco y me vestí de militar con la agradable idea de que cuan-do me volviese a poner camisón estaríamos libres o si no habría muerto con ese traje. […] Como a las siete monté a caballo, me presenté en la plaza en donde estaban ya formados y dirigiéndome al señor Henao hablé en estos términos: Mayor Henao, el amor a mi patria y a mi esposo me han puesto en este traje. […] Dadme una lanza para

Page 61: Literaturas y culturas del Páramo

61

acompañaros y seguir en medio de estos valientes. Poderosas ra-zones me hacen ofrecer esta débil prueba de mi afecto hacia mi patria y mi esposo. ¡Compañeros! Resuelta estoy a acompañaros en vuestra noble lucha, cuyo norte es el exterminio de nuestros enemigos y el restablecimiento del orden. Estoy pronta a partici-par en vuestras fatigas y peligros, así como espero ser testigo de vuestro triunfo. Nuestra divisa debe ser, vencer o morir. ¡Viva el gobierno y la Constitución! (en Tisnés, 1983, pp. 330-334)

Joaquín Antonio Uribe Villegas(Sonsón, 1859-Medellín, 1935)

“Verdadero poeta de la naturaleza”, al decir del Dr. Emilio Robledo, era el ilustre sabio sonsoneño y escritor don José Joaquín Antonio de las Mercedes Uribe Villegas. Sus Cuadros de la naturaleza, El niño natu-ralista, la Flora sonsonesa y la Flora de Antioquia son, entre otras muchas obras suyas, los trabajos más dicientes que lo consagran como maestro, como botánico, como escritor y como literato.

De la Flora sonsonesa tomemos un ejemplo:

BEJUCO DE AGUA: mis relaciones con esta simpática y misericor-diosa vitácea, data de un lejano día en que yo, en compañía de un campesino, subía una abrupta pendiente, casi desfalleciente, an-sioso de una fuente para calmar la sed. Con gran sorpresa mía, mi compañero cortó rápidamente con su machete, un trozo largo de un grueso bejuco, y éste dejó escapar un chorro de agua purísima que recibimos como si fuera regalo celeste… ¡Cómo olvidar el día en que, sediento y cansado en medio de la loma cálida y reseca, el cuchillo del hijo del desierto, hizo saltar uno de esos mágicos ma-nantiales de rítmico y musical murmurio! (Uribe, 1987, p. 27)

Veamos otro bello escrito:

EL AGUA: La mañana estaba hermosa, todo era luz, perfumes, poesía. Me había desvelado, y me levanté triste, meditabundo y turbado por doloroso desconsuelo.

Page 62: Literaturas y culturas del Páramo

62

Mi alma divagaba y se perdía en la noche de lo desconocido; es-trella errante, cocuyo solitario en lo sombrío de las tinieblas.La inmensidad del espacio me abrumaba: quise concentrar mis pensamientos y miré al suelo.Sobre una hoja hirsuta de begonia brillaba una gota de rocío que, por una ley desconocida de los físicos, era perfectamente redonda.Una gota de agua ¡Para el poeta podrá ser lágrima prematura de la bella aurora; para el labrador, una esperanza; para la flor, pre-ciosa joya o licor suavísimo que alargará sus días de amor; pero para el filósofo, es un mundo de misterios, un océano de equis o incógnitas ideales… (en Gutiérrez, 2011, p. 69).

Cabe aquí traer a la memoria al presbítero Lorenzo Uribe Uribe, hijo de don Joaquín Antonio y destacado escritor.

Emiliano Isaza Gutiérrez(Sonsón, 1850-Bogotá, 1930)

Empecemos por decir que este gramático sonsoneño es por línea ma-terna sobrino del gran poeta Gregorio Gutiérrez González y por la pa-terna del Dr. José Joaquín Isaza, obispo de Medellín.

Su Gramática práctica de la lengua castellana es uno de los mejores textos para el estudio de esta lengua; el Diccionario de la conjugación castellana y el Diccionario enciclopédico de la lengua castellana, publicado en Inglaterra, son obras que sobreviven por la sabiduría y el método, y llegaron a ser unos de los textos más difundidos en América.

Es tan trascendental su método para aprender gramática española que, al decir de don José Manuel Marroquín, “el texto de Isaza invitaba a volver a ser profesor de gramática, tan solo para enseñar en él…”.

Roberto Jaramillo Arango(Sonsón, 1881-Bello, 1965)

Presbítero y escritor sonsoneño de muy castiza pluma. Fue director del Colegio de Sonsón y cultivó la poesía, la botánica y el latín, lo que lo llevó a ser uno de los mejores traductores de Horacio.

Page 63: Literaturas y culturas del Páramo

63

Como poeta, Roberto Jaramillo Arango dejó gran cantidad de obras, muchas de ellas laureadas en diferentes torneos intelectuales. Su obra En silencio recoge quizá lo mejor de su obra poética.

En su canto a Gutiérrez González exclama: “En acordada lira cele-braste / de Julia el amor santo, / hiciste el Aures inmortal y alzaste / al maíz regio canto”.

Y en “El salmo de mi vida” dice: “No tarde ni temprano / sino en tiempo oportuno / Comen los animales de tu mano / y no se acuesta sin cenar ninguno”.

“Yo soy como una viña vendimiada: / me dan la vaya todos / y se me atreven de distintos modos / los mozuelos de vida aperreada”.

En su “Oda a Antioquia” podemos leer: “Vivienda de mi aldea, / que de opaco follaje en la espesura / calladamente humea, / dádiva la más pura / de cuantas debe al cielo mi ventura”.

Roberto Jaramillo Arango fue un escritor naturalista, como lo pode-mos ver en sus Monografías botánicas y zoológicas; fue historiador, como lo vemos en El clero en la Independencia, obra laureada por la Academia Colombiana de Historia, y fue latinista consumado, como se aprecia en su libro Horacio: sus mejores obras.

Otros escritos suyos: “Sonsón hace un siglo” y las “Notas sobre el cultivo del maíz”.

Debemos destacar también los escritos de monseñor Bernardo Jara-millo Arango y del presbítero Teodomiro Jaramillo Arango, hermanos de mosén Roberto.

Juan Pablo Restrepo(Sonsón, 1839-Bogotá, 1896)

Fue presidente de la Academia de la Lengua, entre otros muchos car-gos distinguidos.

Escribió y publicó: La iglesia y el Estado y el Diario de la campaña de Oriente.

Page 64: Literaturas y culturas del Páramo

64

José María Restrepo Maya(Sonsón, 1834-Manizales, 1917)

Educador y escritor de gran cultura, de grata recordación en Maniza-les, ciudad a la que nombró como “la perla del Ruiz”.

Entre sus escritos están: Biografía de José Tomás Henao, Apuntes para la historia de Manizales y Biografía de Januario Henao Benjumea.

Rafael Jaramillo Arango(Sonsón, 1896-Manizales, 1959)

Escritor costumbrista de preciosa pluma. Entre sus obras: “Aventuras, desventuras y travesuras de Triquitraque”; “Un caballo de palo”, “Es-tampas de provincia”, “El arequipe en el reino de Dios”, entre otros.

Januario Henao Álvarez(Sonsón, 1850-Sopetrán, 1912)

Nieto del gran patricio don Januario Henao Benjumea, gran patrocina-dor de la educación en los albores de Sonsón, escribió sobre Antioquia y la educación y nos legó obras como Cuentos y cantares antioqueños, Filosofía del lenguaje y otros.

Marco Antonio Jaramillo Álvarez(Sonsón, 1849-Medellín, 1904)

Novelista y poeta. Es el autor de la novela Mercedes, importante entre la narrativa romántica latinoamericana del siglo xx. Esta obra de bella factu-ra nos muestra aspectos históricos de la Antioquia de finales del siglo xix.

Como poeta se destacan sus escritos: “A Bolívar”, “A Cuba”, “El ahorcado”, “Los microbios” y numerosos sonetos escritos a la Inmacu-lada Concepción cada 7 de diciembre.

Son notables escritores sus hermanos Camilo Antonio y Emiliano Jaramillo Álvarez; el primero, autor de “Espigas eucarísticas”, y el se-gundo, fundador y primer director del periódico La Acción.

Page 65: Literaturas y culturas del Páramo

65

Abel Naranjo Villegas(Abejorral, 1910-Bogotá, 1992)

Entre muchas otras distinciones, fue miembro de la Academia Colom-biana de la Lengua, de las Academias Colombiana y Antioqueña de Historia.

Escribió obras como Filosofía del Derecho, Generaciones colombianas, Antioquia del hidalguismo al puritanismo, Apología y decadencia del diálogo y Sociología de la familia, entre muchas otras.

Fueron sus hermanos Javier, Rafael y Alfredo, todos ellos distingui-dos como intelectuales y escritores.

Benigno A. Gutiérrez Panesso(Sonsón, 1889-Medellín, 1957)

Fue don Benigno un verdadero hombre de letras, que con su trabajo permanente dejó un legado invaluable a las letras colombianas.

Don Benigno se desempeñó en gran cantidad de oficios, desde la fotografía hasta la edición y recopilación del folclor antioqueño.

Su obra Sonsón en MCMXVII aún es de gran vigencia y documento fundamental de consulta en lo que se refiere a los primeros años del siglo xx. También sus compilaciones son valiosa fuente de consulta, entre ellas Arrume folclórico de todo el máiz, Serie típica colombiana, Antio-quia típica, El cancionero de Antioquia, Ají pique y muchos otros.

La vena literaria de don Benigno se transmitió por medio de su san-gre a varios de sus hijos, quienes han escrito interesantes páginas. De ellos son escritores Abelardo, José Gabriel y Josué.

Antonio Álvarez Restrepo(Sonsón, 1906-Bogotá, 2003)

Escritor, ministro y embajador, miembro de las Academias de la Len-gua y de Historia, nos legó excelentes escritos de gran valor literario: Compilación de la obra de Aquilino Villegas, Las letras y los hombres y Testi-monios de un hijo de siglo. Fue periodista y gran mecenas de la educación.

Page 66: Literaturas y culturas del Páramo

66

Jaime Jaramillo Uribe(Abejorral, 1917-Bogotá, 2015)

Historiador y escritor, considerado como el padre de la nueva historia de Colombia. Escribió El pensamiento colombiano en el siglo xix, Entre la Historia y la Filosofía, Antología del pensamiento político colombiano, Memo-rias intelectuales y muchos otros.

Antonio Ángel Uribe(Sonsón, 1895-1979)

Miembro numerario del Centro de Historia de Sonsón, escribió “El ca-cique Maitamá”, “Ánforas griegas”, “Canto a Sonsón” y Apuntes histó-ricos de Sonsón. Dominó el griego y el latín, lo que le permitió traducir varios textos clásicos.

Gonzalo Cadavid Uribe(Sonsón, 1920-Cali, 2012)

Su obra literaria es de una belleza única y particular, engalanada es-plendorosamente por la pureza del estilo y el manejo magistralmente clásico de las palabras, lo que llevó a cimas muy altas la literatura son-soneña.

Refiriéndose a la música que Luis A. Calvo compusiera para el Him-no a Sonsón, dice así: “Fue en mis años mozos cuando aquella música y ese canto me sirvieron de Biblia donde poner el corazón para jurar fidelidad a mi sangre sonsoneña”.

Se destacan sus obras Visibilidad cero y Pozo cegado, Idea y emoción de la ciudad, Oyendo conversar al pueblo, Presencia del pueblo en Tomás Carras-quilla —obra premiada por la Academia Colombiana de la Lengua—, Caminos de tierra y otros.

Parte de su obra fue inspirada en el municipio de Nariño, en donde tra-bajó por algunos años en la construcción de la carretera Sonsón-Dorada.

Cabe insertar aquí el nombre de don Lorenzo Cadavid Uribe, her-mano de don Gonzalo, importante orador y autor de “Viento vesperti-

Page 67: Literaturas y culturas del Páramo

67

no”, “La canción inútil”, “Un tema muy viejo” y numerosas columnas de opinión en los periódicos regionales.

Alejandro Hurtado Martínez(Sonsón, 1880-Medellín, 1956)

Escritor, periodista de maravilloso estilo; su prosa pocas veces ha sido igualada por los literatos locales. Es notable su pieza literaria produ-cida como mantenedor de los Juegos Florales de Sonsón en 1926. Sus Motivos patrióticos tienen validez actualmente.

Delio y Néstor Botero Goldswhorty(Argelia, 1917 y 1919-Bogotá, 2010; Medellín, 1996)

Autores y mantenedores de la revista Pregón, que logró llegar a los cien-to veintiséis números y contiene la mayoría de sus escritos sobre temas sonsoneños. Colaboradores permanentes del periódico La Acción.

Mercedes Ramos Toro(Sonsón, 1909-1998)

Merceditas fue una gran autora costumbrista y una amena historia-dora. Su obra costumbrista está recogida en las Remembranzas del viejo Sonsón y en varios bocetos biográficos de personajes sonsoneños. Gran propiciadora de la cultura y la educación.

Josefina Henao Valencia [Lucía Javier](Sonsón, 1924-1987)

Poetisa, novelista y cuentista de gran trayectoria. Estuvo siempre al servicio de las letras como secretaria de la SMP y de la Curia Diocesa-na; colaboradora del periódico La Acción. Entre sus escritos: Don Quijote se asoma al siglo xx, Mi voz al mundo, Ánfora sedienta, La Tierra manda y De la pura cepa.

Page 68: Literaturas y culturas del Páramo

68

Carlos Gómez Botero(Sonsón, 1919-Medellín, 2009)

Su aporte a las letras se da desde el campo de la historia; su pasión fue la vida y el pensamiento del Libertador Simón Bolívar, sin dejar de lado las biografías de otros próceres de nuestra independencia.

Miguel Mejía de Los Ríos(Sonsón, 1901-Medellín, 1996)

Periodista, escritor y poeta de notable estilo, con un gran acervo de colaboraciones periodísticas. Entre sus obras están: “De mi huerto”, “Ánforas” y “Arreboles”, entre otros. Fue fundador de la casa del poeta en Medellín.

Antonio Panesso Robledo(Sonsón, 1918-Bogotá, 2012)

Fue un escritor de amplísimos conocimientos, profesor de lingüística. Estudió literatura en Cambridge.

Ganador del premio Simón Bolívar y condecorado con la Estrella de Antioquia y la Cruz de Boyacá, entre otros reconocimientos.

Algunas de sus obras: La espada en el arado, Torre de marfil, La imagen yanqui en América Latina (traductor).

Gabriel Poveda Ramos(Sonsón, 1931)

Este ilustre sonsoneño tiene una de las hojas de vida más laureadas dentro de los científicos y escritores nacionales.

Condecorado con la medalla Pedro Justo Berrío, la medalla al mérito profesional Juan de la Cruz Posada otorgada por la SAI, la orden al mérito Julio Garavito, el premio Alejandro López y el premio Diodoro Sánchez.

Ha publicado más de sesenta libros, sin contar los artículos científi-cos o de prensa.

Page 69: Literaturas y culturas del Páramo

69

Como literato e historiador, ha publicado obras como Presidentes constructores de la República; Rafael Reyes: gran constructor de Colombia; Dos siglos de historia económica de Antioquia y muchos otros textos de gran importancia.

Bernardo Toro Idarraga(Nariño, 1898-Medellín, 1971)

Periodista, columnista en El Colombiano, La Defensa, El Correo y La Ac-ción. Como novelista escribió Minas, mulas y mujeres; Juancho y La muer-te del cisne.

Fue poeta y compuso una versión de un himno para Sonsón que fue laureada.

Horacio Botero Giraldo S. J.(Sonsón, 1937)

Una visión actual de la antigua historia local se puede leer en su obra Grandeza descalza.

Carlos Mario Henao Alzate,“Carlos Framb”(Sonsón, 1964)

Este escritor viene desarrollando una importante producción literaria y es uno de los representantes de las letras del sur de Antioquia en la presente época.

Entre sus obras están Del otro lado del jardín, Un día en el paraíso y Antínoo.

Marino Arroyave Arango(Sonsón, 1964)

Poeta e historiador de especial sensibilidad por los asuntos de su tierra sonsoneña, ha publicado Pétalos y Traficante de sueños.

Page 70: Literaturas y culturas del Páramo

70

Víctor Raúl Jaramillo Restrepo(Sonsón, 1966)

Este escritor, filósofo y músico es uno de los más activos escritores son-soneños en la actualidad; ha publicado más de dieciséis obras propias y otras tantas en conjunto con otros escritores. Su trabajo nos muestra el influjo de su crianza en las tierras del sur de Antioquia.

Patricia Nieto(Sonsón, 1968)

Viene al mundo en una tradicional y numerosa familia sonsoneña; en esta ciudad adquiere su educación básica y aprende el arte de observar y vincularse a la realidad de sus gentes.

En la Universidad de Antioquia adelanta estudios de pregrado en Comunicación Social y Periodismo, para luego cursar Ciencias Políti-cas, lo que la lleva a interesarse en el estudio de los problemas sociales de las barriadas de Medellín.

Ha escrito obras como Llanto en el paraíso, El sudor de tu frente, Jamás olvidaré tu nombre, El cielo no me abandona y Donde pisé aún crece la hierba.

Entre otros premios, recibió el “José Martí”. Se desempeña como docente en la Universidad de Antioquia.

Gabriela Grisales Restrepo

Vive actualmente en Sonsón y, a mi juicio, es una gran promesa para las letras locales; desde los archivos, toma los elementos para sus com-posiciones y escritos, logrando producir excelentes trabajos literarios e investigativos.

José Fernando Botero G.

Es otra de las jóvenes promesas de las letras sonsoneñas; dedicado cien por ciento a la difusión de la cultura y excelente escritor, quien ya tiene a su haber varias publicaciones y premios literarios.

Page 71: Literaturas y culturas del Páramo

71

Andrés Madrid Escobar

Un sonsoneño “remitido” como él mismo lo confiesa, dado que nació en Medellín, no por decisión propia, sino porque su madre fue clínica-mente remitida a dicha ciudad.

Poeta y dramaturgo a la vez que actor. Fui su compañero y apoyo en el montaje de su obra Mercedes a merced del tiempo y he leído con deleite sus trabajos. Hoy es orgullo de las letras del sur de Antioquia.

Tulio Báyer Jaramillo(Riosucio, 1924-París, 1982)

Nació en el hogar de los sonsoneños Rafael María Báyer Jaramillo y Eli-sa Jaramillo Echeverry, primos entre sí. Fue en Sonsón donde aprendió las primeras letras, para luego pasar a Manizales a continuar su edu-cación básica. En la Universidad de Antioquia terminó sus estudios de medicina. Como médico rural en Anorí escribió su novela Carretera al mar, que terminó en 1959 y en la que muestra la realidad de una región que sufre la violencia política partidista. En Estados Unidos se especia-lizó en farmacología y regresó a trabajar en la Universidad de Caldas.

Por múltiples altercados se convirtió en guerrillero y participó en la toma a la población de Puerto López (Meta). Fue detenido y conducido a una base militar, cerca de Villavicencio. Posteriormente fue senten-ciado por rebelión y remitido a la Cárcel Modelo de Bogotá, donde permaneció varios meses en prisión.

Llegó a París en 1967 y escribió dos novelas, Gancho ciego. 365 noches y una misa en la cárcel Modelo (1978) y San BAR, vestal y contratista (1978).

Judith Nieto López(Sonsón)

Erudita escritora formada en Sonsón y Medellín; entre sus producciones literarias se destacan: “Miedo, desplazamiento y exclusión. Una mirada al caso colombiano”, Escritos sobre instrucción pública en Antioquia (compi-ladora). Es licenciada, magíster y doctora en Ciencias Humanas.

Page 72: Literaturas y culturas del Páramo

72

Ministerio eclesiástico y letras

Obispos, sacerdotes y religiosas han cultivado, a lo largo de la historia del sur de Antioquia, las letras y la poesía. Algunos de ellos:

Obispo Baltasar Álvarez Restrepo (Sonsón, 1901). Escribió, entre otros, Páginas de Sonsón, en dos volúmenes.

Obispo Bernardo Botero Álvarez (Sonsón, 1891-Medellín, 1959). Sus Cartas pastorales son todo un tratado de teología y convivencia.

Obispo Javier Naranjo Villegas (Abejorral, 1919).

Obispo Alfonso Uribe Jaramillo (Nariño, 1914-La Ceja, 1993). Escritor sobre temas religiosos y espirituales de gran producción y erudición. Orador sagrado de grandes méritos.

Dr. Presbítero Emilio Botero Ramos (Sonsón, 1901-Medellín, 1961). Au-tor de Apuntes de metafísica, Lecciones de ortodoxia y otros.

Presbítero Gonzalo Uribe Villegas (Sonsón, 1868-Aguadas, 1933). Fue un excelente escritor e historiador; se destacan entre sus obras: Historia de los obispos colombianos, Crónica de Sonsón, Biografía del General Braulio Henao e Historia del Clero en Antioquia.

Presbítero Roberto María Tisnés Jiménez (Sonsón, 1926-Bogotá, 2006). Publicó aproximadamente treinta y cinco libros sobre temas históricos y obtuvo importantes premios como investigador y escritor.

Cabe destacar obras como: Efemérides sonsonesas; María Martínez de Nisser y la revolución de los supremos; El clero en la independencia; Don Juan del Corral, libertador de los esclavos; Caballero y Góngora y los comuneros, ente otros.

Monseñor Juan Botero Restrepo (Sonsón, 1920-Medellín, 2002). Miem-bro de varias academias, historiador y presidente de la Academia An-tioqueña de Historia, dejó más o menos sesenta y tres publicaciones entre ensayos, poesías y biografías.

Su obra literaria abre numerosas puertas a la investigación de los personajes antioqueños del siglo xx y a muchos sucesos de la historia de dicho siglo.

Page 73: Literaturas y culturas del Páramo

73

Presbítero Alejandro Arias Pulgarín (Sonsón, 1936-1997). Sus escritos sobre los artesanos de Sonsón constituyen un gran legado a la historia de la ciudad.

Quedan faltando en este breve trabajo muchos escritores y obras, pero considero que estos ejemplos constituyen argumentos suficientes para afirmar que el acervo cultural literario de esta zona de Antioquia es inagotable y de un elevado nivel cultural, lo que amerita continuar con el trabajo de investigación, para que los interesados en estas materias se comprometan a estudiar y difundir los grandes valores que han sur-gido en estos pueblos del sur de Antioquia.

΅ ΅ ΅Bibliografía

Botero Mejía, Mauricio. (marzo-abril de 1991). [Sobre Tomás Carrasqui-lla]. Pregón. Órgano Informativo del Centro de Historia de Sonsón, N.° 98.

—. (agosto de 1991). [Sobre la llegada de Gregorio Gutiérrez González a Argelia]. Pregón. Órgano Informativo del Centro de Historia de Sonsón, N.° 100.

Correa Henao, A. (ed.). (1959). Ensalada de Sonsón 1836. Casa de los Abue-los, Museo Folclórico. Sonsón: Talleres Tipográficos de La Acción.

García, Julio César. (1962). Historia de la instrucción pública en Antioquia, 2.a ed. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia.

Gutiérrez, Benigno A. (2011). Sonsón en MCMXVII. Medellín: Gobernación de Antioquia - Imprenta Departamental.

Martínez de Nisser, María. (1983). Diario de los sucesos de la Revolución en la Provincia de Antioquia en los años de 1840 y 1841. Bogotá: Talleres Gráficos del Banco Popular.

Restrepo Maya, José María. (septiembre de 1980). [Sobre Gregorio Gutié-rrez González]. Pregón. Órgano Informativo del Centro de Historia de Sonsón, N.° 33.

Page 74: Literaturas y culturas del Páramo

74

Tisnés Jiménez, Roberto M. (1983). María Martínez de Nisser y la Revolución de los Supremos. Bogotá: Biblioteca Banco Popular.

Uribe, Joaquín Antonio. (1987). Flora sonsonesa. Sonsón: Talleres Tipográfi-cos de La Acción.

Zapata Cuéncar, Heriberto. (1981). Antioquia, periódicos de provincia. Mede-llín: Lealon.

Page 75: Literaturas y culturas del Páramo

La figura del héroe en la novela Mercedes de Marco A. Jaramillo

Olga María Echavarría Ruiz

Page 76: Literaturas y culturas del Páramo

Olga María Echavarría Ruíz

(Medellín). Es filóloga hispanista de la Universidad de Antioquia. Ha colaborado con el grupo de investigación Literaturas del Páramo, dirigido por la profesora María Stella Girón, y publicado cuentos en diversos suplemen-tos, revistas y antologías, como el suplemento Generación de El Colombiano y la revista Odradek, entre otros. Es autora de las obras Dejen la aldea a la luna (2015) y Aún llueve en Torcoroma (2016), novela ganadora de Estímulos al Talento Creativo de la Gobernación de Antioquia en 2016.

Page 77: Literaturas y culturas del Páramo

77

El objetivo principal de este trabajo es identificar y describir el con-cepto de héroe presente en la novela Mercedes, de Marco A. Jarami-

llo, abordando de paso otros aspectos relevantes como son su contex-to histórico y recepción. Para lograr este objetivo, es necesario definir adecuadamente el término héroe, teniendo en cuenta las características particulares del contexto social y cultural de la obra, así como el con-flicto político-religioso que desencadenó la guerra civil en medio de la cual se desarrolla la narración. Dado que Marco A. Jaramillo no es un autor muy reconocido en el medio literario nacional, este trabajo iniciará con un perfil biobibliográfico del escritor; posteriormente se es-tudiarán las guerras civiles que se relacionan con la novela y finalmen-te se analiza el concepto de héroe, tomando definiciones presentes en enciclopedias y diccionarios, para proceder a la identificación y análisis de este tipo de personaje en la obra.

1. Perfil biobiliográfico de Marco Antonio Jaramillo

Marco Antonio Jaramillo Álvarez nació en Sonsón el 23 de septiembre de 1849 y murió en Medellín el 14 de marzo de 1904. Sus padres fue-ron primos hermanos: don Lorenzo Jaramillo Londoño y doña Jacoba Álvarez Londoño. Don Lorenzo era un comerciante acomodado, de manera que pudo brindar a su hijo la mejor educación posible para la época, en la cual destacó siempre el área de las letras.

Marco A. cursó la primaria en Sonsón, pero realizó los estudios su-periores en Bogotá, donde completó su formación académica. Poste-riormente viajó a los Estados Unidos para estudiar Odontología, en la Universidad de Pensilvania.

A su regreso a Colombia, en 1872, se casó, en el municipio de Salami-na, Caldas, con Soledad Velásquez Estrada. De este matrimonio nacieron diez hijos: María Eva, Sara Ester, Marco Tulio, Gonzalo, Mario, Marta, Cristóbal, Ernesto, Raquel y Débora (Genealogías de Colombia, s. f.).

Page 78: Literaturas y culturas del Páramo

78

Tras establecerse en Sonsón, Marco A. se dedicó a diversas labores cívicas y formativas en su municipio. En 1875 fue nombrado director de la Escuela Superior de Sonsón. En 1892 promovió la creación del Colegio San José de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Por esta época inició su producción literaria con la publicación de poemas a la Inmaculada Concepción. Se dice que escribía un poema a la Virgen cada año, para las festividades religiosas.

Su experiencia en el área educativa lo llevó a liderar procesos forma-tivos que repercutieron en otros municipios, como es el caso de Jardín, Antioquia, cuyo Centro de Historia fue llamado “Marco A. Jaramillo”, en homenaje al escritor, quien es reconocido en ese municpio como un gran educador y ciudadano virtuoso (Jardin.in, 2015).

Al estallar la guerra de los Mil Días (1899-1902), fue designado co-mandante del batallón Londoño N.° 6, donde pasó de teniente coronel a general. Un año antes de la guerra se lo relacionó también con el campo de la fotografía, tal y como aparece en el libro Testigo ocular. La fotografía en Antioquia 1848-1950. Allí se nombra a Marco A. en una lista de fotógrafos activos en el municipio, en el año 1898 (Vélez, 2009). Solo dos años después de la guerra, en 1904, muere Marco A. Jaramillo, a la edad de cincuenta y cinco años.

Sus poemas más conocidos son: “A Bolívar”, “El montañés antio-queño”, “A Cuba” y “A la Inmaculada Concepción”, poema que apa-rece en 1917, en una recopilación realizada por Benigno A. Gutiérrez. Estos poemas, de corte ceremonial, tienen una tendencia al lenguaje ampuloso que corresponde al enaltecimiento de los próceres de la in-dependencia, y los valores propios del campesino antioqueño en su humildad y fervor religioso.

En Presencia poética en Sonsón (1920) se publicó también un poema “A la Inmaculada”, junto con los poemas “Oh sol”, “Al Doctor José Ma-ría Restrepo Uribe (al morir en el 2.° combate de Salamina)” y “Bolí-var”, homenaje al Libertador Simón Bolívar en su primer centenario.

Su obra más destacada es la novela Mercedes, cuya primera edición data del año 1900. Esta novela recoge hechos históricos ocurridos en Sonsón hacia el año 1860. Mercedes se ha editado, reimpreso y publica-

Page 79: Literaturas y culturas del Páramo

79

do en diversas ocasiones, por distintas entidades, hecho que resalta su importancia dentro del ámbito nacional. En 1904 se realizó una segun-da edición, en la Litografía San Antonio, de Medellín. Posteriormente, el gobierno de Rojas Pinilla decidió financiar una nueva edición, en 1954. No fue sino hasta 2006 que la obra se reimprimió; en esta ocasión, fue auspiciada por el Centro de Historia San José de Ezpeleta de Son-són. En los años 2013 y 2014 aparecen dos nuevas ediciones: la primera de ellas por la Fundación El Libro Total, con la ayuda del Centro de Historia de Sonsón; y la segunda por la Universidad Pontificia Boliva-riana, con edición y comentarios de Juan José García Posada.

2. Contexto histórico de la novela Mercedes

Guerras civiles del siglo xix en Colombia

Podría afirmarse que Marco A. Jaramillo nació en medio de la guerra, y casi no conoció un periodo de paz en nuestro país. En 1851, cuando el autor contaba con dos años de edad, se desata una guerra iniciada por los conservadores esclavistas contra las reformas liberales que preten-dían abolir la esclavitud. Antioquia se une al conflicto para combatir la pretensión de los liberales de establecer un gobierno laico, más que por la defensa de la esclavitud como medio económico (Urrego, 2013).

Antioquia se divide en tres subregiones: una con sede en Mede-llín, otra en Santafé de Antioquia y otra con sede en Rionegro. Es de gran importancia para la época la región del sur: zona que parte de Abejorral y atraviesa Sonsón, Salamina, Filadelfia, Pen-silvania, para finalizar en Manizales. Este corredor es una ruta obligada para el desplazamiento de tropas y provisiones durante el período de las guerras civiles (Urrego, 2013).

La figura 1 muestra la conformación política del Estado de Antioquia y el corredor mencionado entre Abejorral y Manizales.

Para 1858, la nación se encontraba dividida en Estados Confede-rados: Panamá, Antioquia (1856), Bolívar, Magdalena, Cundinamarca, Boyacá, Santander, Cauca y Tolima (1861). El gobierno de Mariano

Page 80: Literaturas y culturas del Páramo

80

Ospina se sintió amenazado por la Confederación de Estados, así que decidió emitir leyes para limitar sus libertades, lo que dio origen al levantamiento del general Tomás Cipriano de Mosquera, quien bus-caba el fortalecimiento de las regiones y la eliminación del poder de la Iglesia sobre grandes extensiones de tierra (bienes de manos muertas).

Este conflicto tuvo un desarrollo particular en Antioquia, pues la región afrontaba una guerra costosa que no podía financiar. La inca-pacidad de reclutar hombres y transportar los elementos de guerra por la abrupta geografía antioqueña, el bloqueo impuesto por los liberales y el reclutamiento forzoso de soldados, que produjo grandes pérdidas económicas (pues la mano de obra laboral fue alistada), llevó a la de-rrota del Estado, de la mano de la decadencia y quiebra de gran parte de su industria (Urrego, 2013).

Sin duda, siendo apenas un niño de once años, Marco A. presenció los combates entre las tropas del general Mosquera y las autoridades del Estado de Antioquia. Es en esta época y contexto particular en el que se desarrolla la trama de Mercedes.

Figura 1. Conformación política del Estado de Antioquia. Imágenes tomadas de: http://www. oldmapsonline.org

Page 81: Literaturas y culturas del Páramo

81

Guerra de 1876

Para este momento ya Marco A. era un hombre casado, y habían nacido sus primeros hijos. Los conservadores se mostraban descontentos con los gobiernos liberales que se mantenían en el poder desde 1863, pues los excluyeron del gobierno nacional. Además no estaban de acuerdo con el manejo dado al sector educativo, a la prensa y a la Iglesia (Biblio-teca Luis Ángel Arango, 2005).

Por su parte, los liberales defendían sus reformas y no estaban dis-puestos a cambiar lo que consideraban su aporte al progreso del país, estas circunstancias generaron el enfrentamiento armado entre dos bandos: los conservadores dirigidos por el Estado de Antioquia y los liberales que tenían a su favor el Ejército Nacional. La guerra duró año y medio, y finalizó con una victoria liberal (Biblioteca Luis Ángel Aran-go, 2005).

La Regeneración

El conservatismo y el catolicismo aseguran cada vez más su posición en el poder, lo que redunda en detrimento de los avances educativos y de apertura internacional y, en general, contribuye a un retroceso en el progreso a nivel nacional. La Iglesia retoma algunos bienes y se exclu-ye al liberalismo del gobierno, señalándolo como contrario a la moral y enemigo de Dios (Urrego, 2013).

Estas condiciones propiciaron el surgimiento del Movimiento Rege-nerador liderado por Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro. Su objeti-vo era cambiar la organización que tenían el gobierno y la sociedad, a partir de lo establecido por la Constitución de 1863, con la que habían creado los Estados Unidos de Colombia, y que convirtió al país en una república federal. La oposición a los regeneradores desencadenó la guerra civil de 1884 (Urrego, 2013).

La nueva Constitución, promulgada el 4 de agosto de 1886, fue la obra máxima de la Regeneración. Sin embargo, al haber prevalecido en su redacción las tesis autoritarias de Caro sobre las más democráticas de Núñez, este se mostró insatisfecho con la nueva Carta y se retiró de

Page 82: Literaturas y culturas del Páramo

82

la presidencia en abril, para no tener que firmarla como mandatario. José María Campo Serrano fue el encargado de ponerla en vigencia (Urrego, 2013).

Guerra de 1895

El 23 de enero de 1895 inicia una de las guerras más cortas de la historia de Colombia. Para entonces, la presidencia descansaba en manos de Mi-guel Antonio Caro, cuyo gobierno estaba atravesando su momento más crítico debido a las protestas en la capital por el motín popular ocurrido entre el 15 y el 17 de enero de 1893, que derrotó al recién reorganizado Cuerpo de Policía y que dejó un saldo aproximado de cincuenta muertos y cincuenta y cuatro heridos. También por el plan guerrillero descubierto en abril de 1894, mediante el cual se pretendía apresar al presidente y sus ministros. Dicho plan fue organizado por artesanos que deseaban alcanzar reivindicaciones económicas y sociales y conformar un nuevo gobierno de carácter bipartidista (Zambrano, 2010).

El conflicto duró apenas cincuenta y tres días. Su corta duración se explica porque la facción liberal que dirigió el alzamiento no contaba con los recursos ni las condiciones para mantener una guerra prolon-gada y fue sofocada rápidamente por las fuerzas oficiales.

Guerra de los Mil Días

En octubre de 1899, el partido liberal se levantó en contra del régimen conservador entonces representado por Manuel Antonio Sanclemente y José Manuel Marroquín. La guerra duró tres años y se peleó principal-mente en Santander, Tolima, partes de la costa Atlántica y Panamá. Los gobiernos de Venezuela, Ecuador y Nicaragua apoyaron a los rebeldes.

El golpe de Estado del 31 de julio de 1900 puso fin a la presiden-cia de Sanclemente, pero surgieron múltiples guerrillas. En medio del agotamiento general del país y sin perspectivas de éxito, los liberales terminan la guerra a fines de 1902, con una serie de tratados: el firmado a bordo del USS Wisconsin por el general Herrera, y el de Neerlandia, firmado por el general Uribe Uribe.

Page 83: Literaturas y culturas del Páramo

83

En parte como consecuencia de la guerra, pronto se separó Panamá. La prolongada guerra devastó la economía del país. Bajo su sombra florecieron negocios turbios y escandalosos. Nadie sabe cuántos mu-rieron, muchos a causa de las epidemias y pestes que hallaron en la guerra su caldo de cultivo; es posible que el propio Marco A. Jaramillo haya fallecido por alguna herida o enfermedad adquirida en la guerra, pues murió apenas dos años después de terminado el conflicto (Histo-ria de Colombia. La guerra de los mil días, s. f.).

Este recorrido por la vida de Marco A. y su tiempo, marcado en gran parte por guerras civiles, hace comprensible que el autor haya recurri-do a sus recuerdos de infancia y a la figura de una mujer real, a quien apreciaba, para la escritura de la novela. Siendo apenas un niño de once años, vivió el periodo de enfrentamiento entre liberales y conservado-res, presenció la persecución y encarcelamiento de algunos ministros de la Iglesia católica, y observó el talante conservador de sus allegados. Estos hechos ejercieron gran influencia en su vida y, sin duda, en plena guerra de los Mil Días y cuando era ya un hombre maduro, pensó en dejar una reflexión, a sus hijas particularmente, sobre las implicaciones de los conflictos que buscan ser resueltos mediante las armas.

El carácter histórico de los hechos, que el autor recalca mediante notas al pie de página, hacen de la novela un documento importante en cuanto toma un carácter testimonial; un texto en el que se registran enfrentamientos que sin duda se repitieron en muchas poblaciones del país para aquella época.

3. Breve sinopsis de Mercedes

El narrador, un amigo de la familia de Mercedes, rememora su niñez, cuando conoció a la muchacha y a su familia adoptiva. Para entonces el narrador tenía nueve años. Comienza contando la niñez de Antonio, un hijo único bastante mimado que hacía travesuras en el colegio, se salía siempre con la suya y se peleaba constantemente.

Pasa a narrar cómo la familia de Antonio acoge a la prima Mercedes, que ha quedado huérfana de madre. Posteriormente se cuentan trave-

Page 84: Literaturas y culturas del Páramo

84

suras varias de Antonio y cómo el muchacho llega a la adolescencia, cuando parte a continuar sus estudios en Santafé de Antioquia.

A su regreso se enamora de su prima Mercedes y desea casarse, pero sus padres opinan que es demasiado joven para el compromiso y aplazan el matrimonio un año, mientras Antonio termina sus estu-dios. Al aproximarse el encuentro de los jóvenes la tragedia comienza a anunciarse, y se produce finalmente cuando Antonio, ya cercano a la casa familiar, presencia la muerte de su padre a causa de un rayo que le cae durante una tormenta.

Ese evento hace que Antonio pierda la razón. Hace vida de enfermo desde entonces, mientras la situación de orden público cambia con la llegada de la guerra a los campos de Sonsón. Un amigo cercano de la familia, quien se ha ordenado como sacerdote, se refugia en la casa de Antonio, buscando escapar de la persecución de los liberales.

Cuando el ejército llega a buscar al sacerdote, Antonio hace gala de gran lucidez intercambiando su cama de enfermo con el cura, y enfren-tándose a los liberales y sus simpatizantes del pueblo. Sin embargo, la huida de Antonio a través de los campos y ríos lo dejan afectado gra-vemente en su salud.

Tras la muerte de su madre, Antonio decide unirse al ejército con-servador. Participa en la batalla de Cascajo, dándole muerte al presi-dente de Antioquia, Pascual Bravo, y siendo asesinado un instante des-pués por un tiro en la frente.

Finalmente se cuenta cómo Mercedes termina sus días a una edad muy temprana (solo cuarenta y tres años), marchita ya la belleza que la hizo tan célebre en su juventud y frustradas todas sus esperanzas e ilusiones de una vida feliz.

4. Recepción de la novela

En el periodo comprendido entre 1817 y 1862 hubo un gran interés en la poesía, lo que afectó la recepción de otro tipo de escritura. Las tendencias intelectuales para ese entonces eran las llamadas “Utopía Liberal” y la “Arcadia Heleno-Católica” (centralistas seguidores de Si-

Page 85: Literaturas y culturas del Páramo

85

món Bolívar). La literatura era considerada un vehículo ideológico, tal y como lo expone Gonzalo España (2003). Puesto que casi todos los literatos eran también políticos, estimaban que su deber era consignar en las letras su ideología, difundirla y defenderla por este medio.

La novela cayó en descrédito, pues en muy escasas ocasiones se ha-llaban declaraciones explícitas hacia una tendencia política en ellas. El mismo José Eusebio Caro calificó la novela como una plaga que debía ser extirpada (España, 2003). El caso de Isaacs y Rivera con sus nove-las se considera una rareza, pues alcanzaron cierta celebridad que no tuvieron muchos otros autores, que nunca se lucraron con sus obras ni fueron tenidos en cuenta por el establecimiento ni por las esferas culturales del momento.

Gonzalo España hace un recorrido por las novelas aparecidas en Co-lombia hacia el siglo xix, en las cuales se hayan muchos defectos técnicos, pero que tenían como valor indudable el ser lanzadas a un medio hostil en el que eran miradas de soslayo y pasaban casi desapercibidas por quienes se consideraban grandes intelectuales y conocedores de la lite-ratura, sin desestimar que las élites religiosas desacreditaban el género por considerarlo ocioso y promotor de ideas inmorales (España, 2003).

De acuerdo con España (2003), la producción de novelas fue abun-dante, pese al mal ambiente que tanto la Iglesia como las élites inte-lectuales habían creado para ellas. Esto se aprecia especialmente en el trabajo de Marta Castañeda, en su monografía Visión de mundo de la narrativa sobre la guerra civil colombiana de 1860 (2003), en la cual se re-lacionan las novelas aparecidas en Colombia en el siglo xix, que son numerosas y de temas muy variados.

Sabedor de este mal ambiente, Marco A. solicita que su novela sea publicada de manera póstuma, tal vez para evitar la estigmatización del género y por el carácter histórico de muchos episodios narrados, que podría herir susceptibilidades. En la dedicatoria a sus hijas decla-ra: “cuando os he negado el permiso de leer alguna novela, a pesar de que ilustradas personas mayores os autorizan para ello, era por-que pensaba, como pienso ahora, que esos libros, por inocentes que parezcan, engañan a las jóvenes, pintándoles una vida que no es la vida real…” (Jaramillo, 2014. p. 3).

Page 86: Literaturas y culturas del Páramo

86

Marco A. encuentra necesario justificar la razón por la cual ha deci-dido escribir una novela. Según declara, lo hizo con el fin de ilustrar a sus hijas acerca de los peligros de idealizar a los hombres, y para que aprendieran un poco de la dureza de la vida real. El texto ha tenido crí-ticos y defensores. Quienes la atacan, apelan a la falta de destreza en la caracterización de los personajes, en la conformación de la arquitectura misma del texto y la ilación entre capítulos, pero quienes la defienden destacan otros aspectos como las excelentes descripciones de los usos y costumbres de la época, la autenticidad de los diálogos y el valor histórico de lo narrado, como perspectiva de un conflicto que marcó cambios fundamentales en la vida del país.

El crítico Uriel Ospina dice sobre la novela:

Mercedes es un encantador poema campesino, que se ignora por cuáles causas, no ha corrido con mejor suerte a pesar de algunas reediciones. Está hecha con cariño, con buen gusto y con todos los elementos necesarios con que podía hacerse una novela a comien-zos del siglo en un rincón de la provincia colombiana: romance frustrado, también guerra civil, gente del campo, buena prosa, corrección académica y elevada moral cristiana. Posiblemente su difusión inicial no le permitió salir del marco de Sonsón y cuando logró hacerlo ya había cambiado el clima literario. Quede cons-tancia que es una obra de primor y de ternura consagrada a la tierra colombiana (Ospina, 1976).

El más duro crítico de la novela es el profesor Gerald E. Wade, quien se declara asombrado por los buenos comentarios que ha conocido de la novela por parte de Tomás Carrasquilla y Agustín del Saz, entre otros. Para Wade la calidad de la novela se ve afectada por:

La incapacidad del autor de mantener la unidad del relato y ma-nejar bien el factor más importante en su trama, pues se disper-sa en situaciones y sucesos que no tienen relación con la trama central.

La técnica de transición del autor para pasar de un incidente a otro es muy rudimentaria. Esto debido a que se pasa de un capítulo a

Page 87: Literaturas y culturas del Páramo

87

otro y de un incidente a otro sin ninguna ilación o elemento vincu-lante entre ellos.

Considera que Mercedes es un mal título. Se declara de acuerdo con la mujer que inspiró el relato, quien, según el propio autor, sugirió otros títulos como: “Antonio”, en relación con el personaje central, y “La venda roja”, por la venda que Antonio sentía delante de sus ojos cada vez que se llenaba de furia e incurría en sus riñas.

El autor no logra pintar caracteres de manera certera. Del personaje de Antonio, dice Wade, por ejemplo, que es “menos que humano”.

La locura de Antonio le parece repentina e inexplicable, para él no es verosímil.

Tampoco le parece verosímil un relato que aparece en la novela en el que se cuenta cómo ocurrió el suicidio de dos condiscípulos de Antonio, pese a que el autor señala con nota a pie de página que fue un hecho real, y documentos de la época, presentes en el Centro de Historia de Sonsón, ratifican su autenticidad.

Al realizar una mirada a los comentarios críticos, se nota que los más cercanos a su época de aparición (1907) son breves y elogiosos, mien-tras que la crítica más fuerte se hizo a mitad del siglo xx. Las valoracio-nes del texto corresponden pues a modelos distintos, pues la segunda mitad del siglo xx dio paso a producciones literarias de gran comple-jidad y altura, muy superior a la mayoría de producciones locales del siglo xix.

Sin duda, Mercedes es una novela que reviste un gran valor y debe ser conservada como testimonio de tiempos turbulentos en el país y poema sentimental a un cariño real por un personaje que, para el autor, era depositario de todas las virtudes que una buena mujer debe poseer.

5. El concepto de héroe

Existen diversas versiones sobre el origen de la palabra héroe. Una primera versión corresponde a una raíz griega: heros. Se dice que esta expresión puede provenir de la raíz indoeuropea ser, que dio origen también a la palabra servir (etimologías.com, s. f.)

Page 88: Literaturas y culturas del Páramo

88

Otra posible raíz es hera, como proveniente de la diosa o elegido por la diosa para algún trabajo específico. En el Cratilo aparece un diálogo entre Hermógenes y Sócrates, en el cual este último le dice que el héroe en su calidad de semidiós es un hijo del amor. Siendo procreado por un dios y una mortal, lleva en sí mismo una connotación amorosa especial, así que declara que el origen de la palabra es eros, uno que proviene del dios del amor erótico (Platón, 1999, p. 34).

Hay muchos tipos de héroes. Los señalados semidioses de la mi-tología griega tenían características particulares: elegidos, facultados con poderes extraordinarios, destinados a realizar grandes hazañas; sin embargo, conforme transcurre el tiempo, surgen diversos héroes: el libertino, el romántico, el de acción, el héroe barroco, etc.

Una definición general dice que el héroe es “un hombre que es famo-so, ilustre y reconocido por sus virtudes o hazañas” (definicion.de, 2008). Esta explicación abarca la mayoría de los héroes descritos en las distintas tradiciones, pero en esta oportunidad nos interesa destacar dos tipos de héroe particular, pues son aquellos que encajan con el modelo de Merce-des: el héroe de guerra y el héroe romántico.

El héroe de guerra: “Uno de los valores que más se destacan en la milicia es el de arriesgar la vida en y más allá del llamado del deber; ya sea tomando una posición, salvando la vida de los compañeros de armas o sacrificando la propia” (Gunter Prien, s. f.). El héroe de guerra es aquel que puso su vida en riesgo para salvar la de un compañero o la de muchos de ellos, quien consiguió un número de bajas considerable entre sus enemigos a fin de garantizar una gran victoria para su ejér-cito, o hizo algo más allá de sus funciones específicas para garantizar la salvaguarda de la vida e integridad de sus compañeros y su nación.

El héroe romántico: Se encuentra caracterizado principalmente por algunas obras románticas como el Werther de Goethe. En esta obra se observa al joven culto y sensible, distante y solitario, que se enamora de manera intensa e imposible. Carece, sin embargo, de otros elemen-tos propios del héroe romántico y que sí hallan un despliegue en otras obras, como en La Cartuja de Parma de Stendhal. Dichos elementos son: el idealismo, que lo lleva a defender con su vida unos ideales de gran-deza y virtud, la gloria, la libertad, el amor (Burgos, 2013).

Page 89: Literaturas y culturas del Páramo

89

6. El héroe de la novela Mercedes, de Marco A. Jaramillo

Para iniciar el análisis es preciso establecer que desde la dedicatoria mis-ma el autor se refiere al héroe cuando dice: “Era porque creía, como aho-ra creo, que las jóvenes al estudiar los héroes de las novelas, se ven arras-tradas a entender que como ellos son los hombres, y ese suele ser un fatal engaño” (Jaramillo, 2013, p. 3). Marco A. desea que sus hijas identifiquen al héroe y entiendan que no es necesariamente el ser idealizado de otras obras, sino un ser con profundos conflictos y dificultades.

Pese a que el título de la novela es Mercedes, la muchacha que lleva tal nombre en la obra es un personaje secundario; quien ocupa real-mente el primer plano de la narración es el joven Antonio Hurtado, un héroe con características muy singulares.

El guapo: un héroe paisa

La palabra “guapo” ha tenido connotaciones especiales en la tradi-ción antioqueña. El sitio web Babel.com describe las diferentes acep-ciones de la palabra dependiendo del país de Latinoamérica donde se use. En Colombia la definición de la palabra es: “persona valiente, fuerte para el trabajo, resistente” (babel.com, 2014). La valentía del guapo tenía un carácter especial, pues se corresponde también con el pendenciero, capaz de enfrentarse a quien le haga una afrenta. En este sentido, es un hombre de armas tomar y un individuo poco tole-rante o pacífico.

En la novela aparece un guapo de gran renombre en Antioquia; aunque no se lo nombra precisamente como el “Putas de Aguadas” sí aparece un individuo que se dice “el más caliente de Aguadas”, quien busca a Antonio con el fin de enfrentarse a él y probar qué tan guapo resulta. Antonio se envuelve de inmediato en la pelea, que termina en un empate, del que salen los dos hombres con grandes heridas, pero vivos (Jaramillo, 2013).

Sobre estos guapos se dice: “Frases y motes describían de cuerpo entero a la gente de otrora. El ‘putas de Aguadas’ fue un campesino de la Mermita, que era camorrero, enamorado, listo, vividor y aprove-

Page 90: Literaturas y culturas del Páramo

90

chado. El ‘Berraco de Guacas’ fue un labriego de Santa Rosa de Cabal” (Cardona, 2014).

Los diferentes episodios narrados por Marco A. sobre las peleas de Antonio tienen como finalidad asociarlo con ese guapo, valiente y de armas tomar que no teme enfrentarse con quien quiera probar su hombría. “Nada revelaba en el semblante de este héroe de diez y seis años, que acababa de echar por tierra no solo al mulato Juan, sino a su reputación de valiente, levantando así un pedestal a su futura fama” (Jaramillo, 2013, p. 44). Por otra parte, no oculta las consecuencias que las constantes riñas le traen y la angustia que produce en su familia, que lo recibe herido, sangrando, y se siente angustiada de pensar que tales episodios puedan repetirse.

Un héroe romántico

Pese a que Antonio Hurtado es un hombre del pueblo y un “guapo”, se diferencia notablemente del “Putas de Aguadas” y otros guapos simila-res en su formación intelectual, asemejándose más al héroe de la novela romántica. Antonio es un muchacho instruido, sensible y conocedor de las artes, hombre religioso y defensor de los valores propios de un hom-bre de bien. Las virtudes que defiende son propias del protector de la fa-milia, la palabra honorable, la honradez y la veracidad. Es así como en el episodio del robo Antonio demuestra grandeza al no dar más valor a un animal que a una vida humana, pasando por alto la afrenta que Dimas hace a su familia al robarles el ganado (Jaramillo, 2013).

De la misma forma, al acoger al amigo sacerdote, perseguido por el ejército liberal, se declara defensor de los valores religiosos y la fe católica, convirtiéndose estos en sus principales ideales:

¡Nada! no hay que abatirse, ¿te persiguen? ¡Adelante! Pero mientras te encuentran, cumple con las obligaciones de tu ministerio. Plantemos ahora mismo el altar, y prepárate a decir misa y a orar por los que te persiguen y calumnian. Esa es la doc-trina. ¡Adelante! […] y ahora ¡que vengan! ¿Tan fácil es poner las manos sobre un ministro de Dios? (Jaramillo, 2013, p. 386).

Page 91: Literaturas y culturas del Páramo

91

Hay sin embargo en Antonio una leve simpatía por algunos de los principios que defiende el liberalismo, fuera del ataque a la religión católica; es por eso que expresa:

Si mi padre no hubiera muerto, él y yo habríamos ido a la guerra, y creo que nos habríamos inclinado a los liberales, pero si había-mos de guerrear para perseguir a los sacerdotes del catolicismo, bueno estuvo que él muriera y que yo enloqueciese (Jaramillo, 2013, p. 346).

Por supuesto, Antonio no sería un héroe romántico si no se hallara por completo enamorado y en una situación de amor sin esperanza. El romance con su prima Mercedes se ve truncado por su locura, pero también por las implicaciones de la guerra y finalmente por su muerte trágica en medio de la batalla. En la carta que le dirige, una vez se ha unido al ejército, le reafirma su amor, pero pone por encima de la rea-lización de ese deseo sus ideales:

He venido aquí a juntarme con los que van a combatir contra un poder que ataca los más sagrados derechos. Mi presencia a tu lado sería indisculpable cuando tanto patriota busca las batallas, dejan-do también familia y hogar. […] quiero hacer cuanto me sea dado en favor de la sociedad a quien ofendí, y exponer mi vida en la guerra que comienza como satisfacción a mis paisanos, antes de venir a juntarme contigo para toda la vida (Jaramillo, 2013, p. 409).

Héroe presa de la tragedia de la enfermedad

Aunque no se trata, como en la tradición del teatro griego, de un héroe trágico predestinado a la desgracia, de la cual no puede escapar, An-tonio también sufre los rigores de la vida y de la enfermedad. Este as-pecto es bastante romántico, pues cierta clase de enfermedad se asocia a la ficción romántica. En María (1867), la epilepsia sufrida por la joven se cierne como una honda fatalidad que podría separar a los amantes. En otras novelas es la tuberculosis u otra afección mortal. En Mercedes, es Antonio quien cae víctima de la locura. Esa locura que le sobreviene,

Page 92: Literaturas y culturas del Páramo

92

tras presenciar la muerte de su padre a causa de un rayo, demuestra su excesiva sensibilidad, rasgo romántico por demás, y significa para toda la familia una desgracia que se suma a la falta del padre.

La locura de Antonio es bastante singular, pues en muchas ocasio-nes este se expresa de manera bastante lúcida, en especial cuando se refiere a la guerra y a las consecuencias de sus acciones. Cómo libra al sacerdote de ser apresado y se defiende quitándole la vida al ladrón Dimas, es una muestra de la gran lucidez que podía alcanzar, incluso sintiendo un profundo remordimiento por el asesinato cometido, aun-que haya sido en defensa propia:

¡Ay de mí! ¡Le he dado muerte a un hombre! ¡Qué espanto!… Dimas era un malvado, y yo hacía bien en defender a Lucas…, pero ¿para qué haberlo matado? Yo no pensé en ello. Dios mío, tú ves que yo estaba ciego, perdóname si te ofendí (Jaramillo, 2013, p. 387).

Héroe de guerra

Antonio cumple también con algunas características del héroe de gue-rra. Se unió, como era su deseo, al ejército conservador; arriesgó su vida en defensa de un compañero suyo, tomando las armas y defendiendo, a riesgo de perder su vida, unos ideales claros; y asesinó al mismo Pas-cual Bravo, con quien ya tenía una pelea casada desde su juventud, en la batalla de Cascajo, antes de entregar su vida en medio del combate.

Antonio se estaba en la mitad del llano buscando con ávidos ojos la figura de Bravito, de quien sabía que montaba un caballo peceño […] Brilláronle los ojos al vengativo Antonio; la rabia y la alegría iluminaron su rostro; tendió el fusil cuya mira cubrió el cuerpo de Bravito, disparó y el presidente de Antioquia cayó muerto o moribundo… (Jaramillo, 2013, p. 414).

La huida de Antonio por los montes del suroriente y sus problemas de salud posteriores realzan este caráter heroico de sus acciones, pues antepone el deber a la salud, al amor y a la misma vida. En el momento en que se traza el objetivo de unirse al ejército conservador se produce

Page 93: Literaturas y culturas del Páramo

93

en el personaje una transformación que lo convierte en un hombre cla-ve en el conflicto, mientras que en los episodios pasados era apenas un niño enamorado, un enfermo, un loco trágico.

Como héroe de guerra, Antonio cumple con el derrotero propio del sacrificio y la defensa de ideales, con la destreza en el manejo de armas, el arrojo y el deseo intenso de venganza y triunfo. En cuanto divisa a Pascual Bravo (Bravito, como se atrevía a llamarlo en su mente), se decide a darle muerte como una venganza por la humillación sufrida a manos suyas en el pasado, por las actuales desgracias de la guerra que han perjudicado a amigos suyos (como el sacerdote Lucas), y por el ansia de acabar con una guerra que deja los campos antioqueños sembrados de cadáveres.

El hecho de sacrificar su propia vida en el logro del triunfo lo con-vierte en un héroe que ha logrado devolver la paz a los campos y dar muerte a quienes atentaban contra sus principios morales y las costum-bres tan defendidas y apreciadas por los suyos:

Una hora después, casi terminado el combate, estaba Antonio, jadeante de fatiga y de cansancio, sentado en el llano. Parecía triste y con el pensamiento muy lejos del peligro de la batalla. Le vieron sacudir ligeramente la cabeza y extender su cuerpo en la verde sabana: una bala acababa de atravesarle la frente (Jara-millo, 2013. p. 416).

7. Conclusiones

Antonio Hurtado, el héroe de la novela Mercedes, es un héroe bastante singular, mezcla de guapo antioqueño, héroe romántico, héroe trágico y héroe de guerra. Sus características propias tienen que ver con el pro-pósito del autor de recrear en Antonio tanto las virtudes como los de-fectos de los hombres de acción y los conflictos morales que encuentra al actuar desde la irracionalidad de la venganza y la rabia.

Este héroe es un hombre que desde su juventud se enfrenta a garro-te y machete con quien le busque pelea en la calle, pero que al desear casarse y realizar ese amor comienza a cuestionarse su carácter pen-

Page 94: Literaturas y culturas del Páramo

94

denciero y a querer modificarlo. La enfermedad y la muerte aparecen en su vida con la muerte del padre y la locura, antesala de sus hazañas heroicas en pro de defender la fe católica y a un buen amigo sacerdote.Su final trágico lo hace romántico también en el amor trunco y la valen-tía probada hasta la misma muerte.

El valor principal de este personaje reside en lo que representa den-tro de la tradición antioqueña como el típico “guapo” de la zona, un héroe conformado por aspectos muy locales y típicos de Antioquia y la zona cafetera, y en quien el autor compendia una serie de ideales y aspectos más de corte artístico y literario que práctico, pese a su pre-tensión de ilustrar a sus hijas sobre las pasiones humanas y la inconve-niencia de considerar a los héroes de las novelas hombres reales, cuan-do estos son apenas una creación de hombres de letras.

΅ ΅ ΅Bibliografía

Babel.com. (2014). Definición de guapo. Recuperado de http://www.tuba-bel.com/definicion/24139-guapo

Biblioteca Luis Ángel Arango. (2005). Catálogo del Archivo de la Guerra Civil de 1876. Recuperado de banrepub.org: http://www.banrepcultural.org/ blaa/colecciones-y-archivos

Universidad Pontificia Bolivariana. (2014). Sobre Mercedes. Boletín de No-vedades Editorial UPB. Medellín.

Burgos, L. (2013). Héroe romántico y libertad en Don Juan Tenorio, de Zo-rrilla. Recuperado de http://www.monografias.com/trabajos92/heroe-ro-mantico-y-libertad/heroe-romantico-y-libertad.shtml

Cardona, A. (27 de abril de 2014). El putas de Aguadas y el berraco de Guascas. Recuperado de http://historiayregion.blogspot.com.co/2014/04/ frases-y-motes-describian-de.html

Definicion.de. (2008). Definición de héroe. Recuperado de http://defini-cion.de/heroe/

España, G. (2003). Narrativa de las guerras civiles colombianas. Volumen I: 1860. Bucaramanga: Ediciones Universidad Industrial de Santander.

Page 95: Literaturas y culturas del Páramo

95

Etimologías.com. (s. f.). Defición de héroe. Recuperado de http://etimolo-gias.dechile.net/?he.roe

Ferrer, J. A. (1963). Horas de literatura colombiana. Bogotá: La Tertulia.

Genealogías de Colombia. (s. f.). Recuperado de http://www.genealo-giasdecolombia.co/familia/Individuo.aspx?r=Marco-Antonio-Jarami-llo-%C3%81lvarez_4162218217216210

Gunter Prien. (s. f.). Recuperado de http://www.guntherprienmilitaria. com.mx/articulo37.html

Historia de Colombia. La guerra de los Mil Días. (s. f.). Recuperado de http:// www.colombia.com/colombia-info/historia-de-colombia/epoca-contem-poranea/despertar-siglo-xx/la-guerra-de-los-mil-dias/

Jardin.in. (2015). Centro de Historia Marco A. Jaramillo. Recuperado de http:// jardin.antioquia.in/cultura/centro-historia-marco-a-jaramillo

Maud, M. (2004). La crítica literaria. Recuperado de Biblioteca Virtual Cer-vantes: http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmcrb7d1

Ospina, U. (1976). Sesenta minutos de novela en Colombia. Bogotá: Banco de la República.

Urrego, M. (18 de abril de 2013). Historia de Colombia, guerras civiles 1850-1902. Profesor Luis Xavier Ortiz. Recuperado de https://www.youtube. com/watch?v=uBuJdfehEZQ

Vélez, S. (2009). Testigo ocular. La fotografía en Antioquia 1848-1950. Mede-llín: Editorial Universidad de Antioquia y Biblioteca Pública Piloto.

Zambrano, F. (12 de julio de 2010). Guerras civiles. Recuperado de revista Semana: http://www.semana.com/especiales/articulo/las-guerras-civiles /109028-3

Page 96: Literaturas y culturas del Páramo
Page 97: Literaturas y culturas del Páramo

Benigno Abelardo Gutiérrez Panesso (1889-1957), gran valor cultural de Sonsón

Nicolás Naranjo Boza

Page 98: Literaturas y culturas del Páramo

Nicolás Naranjo Boza

Fue profesor del Instituto de Filosofía - Universidad de Antioquia en la enseñanza de cuatro niveles de lectura de textos filosóficos en inglés. Dio también cursos sobre diversos filósofos. Dictó cursos en Filología. Actualmente es profesor en el programa Saberes de Vida - Universidad EAFIT en áreas de historia, religión y literatura. Trabaja para el Parque Explora y la Corporación Laboratorio del Espíritu en El Retiro, Antioquia. Actualmente es docente de Lengua Castellana en la Corporación Humanitas Colegio El Triángulo de Rionegro y docente de cursos de Historia de la Ciencia para Bienestar Universitario, en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia.Con tesis de pregrado sobre Efe Gómez (1997). Tiene maestría en Estudios Hispánicos de Boston College, Massachussetts.Investigaciones: Reseña histórica de la Corporación Univer-sitaria Lasallista y La filosofía en la obra de Efe Gómez (de la cual se ha publicado el primer tomo). Traductor. Editor de Cuaderno de materia prima (1890) de Efe Gómez (Colección Rescates, 2006), Croniquilla y cuento de Efe Gómez (Colección Palabras Rodantes, 2007) y de la revista Palabra Viva de la Bi-blioteca Efe Gómez de la Universidad Nacional de Colombia - Sede Medellín (2011). Autor de Búsquedas, libro no acadé-mico (2007). Publicó “Efe Gómez” en el libro El relato en An-tioquia. Conferencista sobre literatura antioqueña en diversas entidades académicas y culturales de Medellín y de Antio-quia. Además de Efe Gómez, ha dictado conferencias sobre Saturnino Restrepo, la Biblioteca del Tercer Piso (en Santo Domingo), Antonio José Restrepo, Efe Gómez y Emiro Kastos (en Jericó), Tomás Carrasquilla (en La Unión) y Juan José Bo-tero, Julio Vives Guerra y Baldomero Sanín Cano, entre otros (en Rionegro).

Page 99: Literaturas y culturas del Páramo

99

En Sonsón, origen del estudioso de la naturaleza y el educador Joa-quín Antonio Uribe, del novelista Marco A. Jaramillo o del sacer-

dote Roberto Jaramillo, tierra en la cual vivió el magno poeta Gregorio Gutiérrez González y donde residió igualmente Antonio José Restrepo, se han dado otros hombres y mujeres ilustres que merecen traerse de vuelta a la atención de todos. Benigno A. Gutiérrez, un editor, folcloris-ta, tipógrafo y fotógrafo, notable entre los antioqueños, es uno de ellos.

Sus orígenes

Del libro Don Maligno y otras crónicas, de Josué Gutiérrez, hijo de don Benigno, tomamos los datos para esta primera parte. Su abuelo pater-no fue Benigno Gutiérrez. Este, al contar con apenas trece años ya era garitero del ejército del gobierno en la revolución de 1855. Durante cuarenta años fue militar de orientación conservadora. Logró el grado de general (Gutiérrez V., 2012, pp. 184-186). Tocaba música en bandas marciales. El padre de Benigno A. Gutiérrez, Abelardo H. Gutiérrez Pizarro, casó con María Sofía Panesso (pp. 179-180), maestra de escuela (p. 188). Se conocieron en 1885 cuando, enrolado como soldado, Abe-lardo pasó por Sonsón al ir con su padre a proporcionarle soldados al general Marceliano Vélez para atacar al revolucionario general Ren-gifo —quien se había tomado a Medellín— (p. 188). El padre de don Benigno se dedicaba al comercio, pero su verdadera vocación eran las bellas artes y su interés especial era la música (pp. 180, 189-190). Viajó a Bogotá para estudiar en la Academia Nacional de Música (antecesora del actual Conservatorio Nacional de Música) y, al graduarse con ho-nores y al disponerse a viajar a Francia para especializarse, murió de tifo (pp. 179-180, 190). Falleció a los veintisiete años de edad, cuando don Benigno apenas tenía tres años (p. 190).

Don Benigno nació en Sonsón en abril de 1889 (p. 181) y estudió en el Colegio Torres de la población (p. 189). En su pueblo natal aprendió

Page 100: Literaturas y culturas del Páramo

100

tipografía en la imprenta de don Francisco Montoya (p. 192). Ocupaba allí el puesto de cajista (p. 197). Entre 1904 y 1909 fundó dos periódicos semanarios, La Mañana y El Gato Negro (p. 192). Después publicaría No-tas Regionales y otros (p. 190). Para estas publicaciones, él mismo hacía grabados en madera de chaquiro (p. 192). Este aspecto gráfico fue el comienzo de un trabajo que incidiría en las hermosas ilustraciones de obras como De todo el máiz (1944)1 y Gente maicera (1950),2 libros cuya sola factura ha sido ejemplo para nuestros editores durante décadas. Y esto sin hablar de que son excelentes colecciones de folclor y antologías literarias (a veces las dos cosas juntas), pero de ellos nos ocuparemos más adelante.

Es preciso señalar el hecho de la clausura de La Mañana y El Gato Negro por orden del general Rafael Reyes, debido a la inclusión en ellos de artículos contra la emisión de papel moneda de curso forzoso (Gu-tiérrez V., 2012, p. 192). Incluso fue condenado a pagar cárcel en el Pu-tumayo (pp. 192-194). Su trabajo de editor ya era sobresaliente. Inclu-sive don Francisco Montoya lo convenció de rechazar la posibilidad de estudiar en la Escuela de Minas de Medellín para no perder semejante empleado (pp. 192-193). También narra el hijo que su madre planeó enviarlo al Seminario de Medellín. Como sorpresa para su nueva vida, puso para el joven una sotana sobre su cama, y don Benigno se sintió espantado ante la idea con solo ver la prenda sobre su lecho… (p. 198).

Las actividades de don Benigno eran múltiples y son un ejemplo de superación personal. Formó tertulias y centros literarios (p. 190). Había aprendido francés estudiando en las noches (p. 191) y ese idioma era la puerta al pensamiento europeo entre nosotros en la época. Daba a conocer periódicos y libros llevados al pueblo por quienes habían ido a estudiar a Europa y regresaban y compartían el conocimiento ad-quirido (p. 191). Era aficionado a la filatelia y vendía estampillas para “llenar los huecos” de una economía no muy boyante (p. 192).

Estudió fotografía con Melitón Rodríguez cuando el gran fotógra-fo antioqueño estuvo en Sonsón durante unas semanas. Don Benigno 1 De esta obra se hizo reproducción facsimilar en la Colección de Autores An-tioqueños (1984). 2 Este libro fue reeditado en la Biblioteca Básica de Medellín (2003).

Page 101: Literaturas y culturas del Páramo

101

adecuó parte de su hogar para crear un estudio que el maestro Rodrí-guez pudiera utilizar y aprovechó las lecciones de este para montar un estudio propio, con el nombre de “Fotografía Rodríguez” (p. 191). Las fotos tomadas son tesoros para captar la vida de Sonsón. Por ejemplo:

Fotos tomadas en Sonsón por Benigno A. Gutiérrez, recuperadas de internet

Page 102: Literaturas y culturas del Páramo

102

Se casó en 1888 con la educadora sonsoneña Amelia Villegas Ángel (lla-mada “la Tatiana”) (Gutiérrez V., 2012, pp. 180, 189). En Sonsón tuvo diversos cargos: personero municipal (p. 178), contador del banco de Sonsón (p. 197) y gerente de las Empresas Municipales. En calidad de tal visitaba obras como la hechura del alcantarillado sanitario, la plaza de ferias, el teatro municipal, el kindergarten, el bosque con su lago y el ensanche de la planta hidroeléctrica (p. 178).

Tomás O. Eastman, quien se encargó de enfrentar los desmanes de los ingleses en las minas de Marmato, un filólogo notable, traductor de una de las obras más conocidas de Santiago Pérez Triana3 y quien más adelante se destacó como colaborador en Colombia,4 fue nombra-do ministro del Tesoro por el presidente Carlos E. Restrepo (quien go-bernó de 1910 a 1914). Eastman llamó a don Benigno para que fuera su secretario. Viajaron juntos hacia la capital de la república y en el camino, cuando pernoctaban en una casita que les brindó hospedaje en El Fresno (Tolima), Eastman, riguroso y estricto como era, pidió a don Benigno estar listo para madrugar al día siguiente pues continua-ba la marcha hacia Bogotá. Don Benigno no pudo resistir la invitación de unos arrieros de ponerse a trovar y tomarse unos tragos y al día siguiente no estaba preparado para salir junto a Eastman. Este lo dejó 3 Ver Vidas y empresas de Antioquia. Diccionario biográfico, bibliográfico y económico de Alfonso Mejía Robledo (1951). Medellín: Imprenta Departamental, pp. 62-64 o el capítulo “Personajes de la historia minera de Antioquia en el libro Oro. Un recorrido por la tecnología minera de Antioquia (2007). Investigador principal Juan Diego Ramos B., coinvestigadores Juan Carlos López Díez y Luis Fernando Sie-rra Zuluaga. Medellín: Fondo Editorial EAFIT, p. 552; y consultar el libro Eru-ditos antioqueños. Tomás O. Eastman. Laureano García Ortiz y Baldomero Sanín Cano (1936). Selección Samper Ortega de literatura colombiana. Biblioteca aldeana de Colombia. Ensayos N.° 64. Bogotá: Editorial Minerva. Ver también el artículo “Pérez Triana, políglota” de Tomás O. Eastman en Colombia (Revista semanal. Política - Industrias, Comercio - Literatura - Asuntos nacionales). Año I, N.°. 2. Medellín, junio 2 de 1916, pp. 14-15. Firmado en Londres en noviembre de 1906. 4 La sección “Cartas capitalinas” en dicha revista, empieza con Tomás O. East-man (año I, N.° 1, Medellín, mayo 26 de 1916. pp. 7-8) y concluye con East-man (año III, N.° 117, Medellín, agosto 28 de 1918, pp. 169-170). Se trata de unas cuantas decenas de artículos con ese nombre. Colaboró también con otros temas.

Page 103: Literaturas y culturas del Páramo

103

y siguió para su destino (Gutiérrez V., 2012, pp. 197-200). Se perdió, quizás, un buen secretario del ministro del Tesoro (en un momento en que la nación recibió una orientación política ajena a las ambiciones de conservadores y de liberales con la propuesta del republicanismo), pero se ganó un editor y un estudioso del folclor como pocos.

Su partida de Sonsón, a la edad de cuarenta y cuatro años, se debió a razones políticas. “[…] fue desterrado de manera más que injusta, cruel, víctima del irracional odio político que encegueció al pueblo colombiano después de la derrota del Partido Conservador que había gobernado durante largos años, y la subida al poder del presidente liberal Olaya Herrera […]” (p. 179), porque don Benigno era liberal en un pueblo de conocida filiación conservadora. Se temió que un hombre con cargos públicos pudiese establecer un régimen liberal. Josué Gutié-rrez narra cómo bajo una lluvia de piedra lanzada por los estudiantes godos enardecidos salió en un automóvil con su esposa, ocho hijos y el chofer, para establecerse en el barrio Prado de Medellín (pp. 200-205). Su hijo afirma que don Benigno no retornó a Sonsón sino una vez, de incógnito, para enterrar los restos de su madre al lado de los de su pa-dre en el cementerio del pueblo (p. 179).

La llegada a Medellín estuvo llena de penurias al comienzo. Sus empleos en la capital antioqueña, ajenos al trabajo cultural, fueron: se-cretario de la Oficina General de Trabajos, visitador del departamento, inspector de Caja del municipio, primer contralor del departamento, jefe de la Oficina de Control Previo del municipio. Por fuera del sector oficial se le encargó concretar el candente problema laboral y social que estalló en la región carbonera de Amagá. Y fue gerente de la Cooperati-va Hullera Ltda., de las carboneras de Amagá, hasta 1950 (p. 212).

Benigno A. Gutiérrez y su labor cultural en Medellín

Entre 1949 y 1956 trabajó como tipógrafo y corrector en la editorial Be-dout (Balvín R., 2009, p. 65), de lo más importante que hubo en el país en edición de libros (Gutiérrez V., 2012, p. 212). Hemos mencionado cómo su trabajo de impresión de las ilustraciones de libros fue notable e inspiró a muchos artistas y editores. Para sostener la afirmación, se

Page 104: Literaturas y culturas del Páramo

104

sugiere consultar el libro De todo el máiz (1944). En dicho libro, ver espe-cíficamente obras gráficas como el dibujo de Pepe Mexía (en la página inicial del texto, donde se encuentra el título) o las viñetas para el texto “Ave Magna Terra!” de Alonso Restrepo (pp. 3, 5) o los mapas de la carretera Cartagena-Medellín-Sonsón-Dorada-Bogotá (p. 35), “El capo-ral” y “Echen pal morro” de Ricardo Rendón (p. 53) o “Los chirimeros” de H. Escobar (pp. 64-65). En la reproducción facsimilar del libro De todo el máiz —arrume folclórico— (1984), realizada por la Colección de Autores Antioqueños, la calidad de la impresión sobre el papel pierde calidad y nitidez respecto a la alcanzada en la primera edición, la cual fue una de las mayores contribuciones de don Benigno a la edición de los libros en Antioquia. Claro que es valioso el rescate para permitir a las nuevas generaciones acercarse a ese legado tan bien recogido por don Benigno, pero se pierde el color de las tintas originales y la deli-cadeza de la línea de tantos grabados y caricaturas o la nitidez de las fotos que don Benigno cuidó con tanto esmero.

A propósito de otro contenido del mismo libro, citaremos al escri-tor y periodista Horacio Franco acerca de don Benigno Gutiérrez, pues rescata la labor de quien nos ocupamos y pone el acento sobre cómo coleccionaba coplas y cantares, que de otro modo quedarían perdidos para la atención de los estudiosos o de quien sencillamente desea gozar con estas obras del pueblo antioqueño. Franco cita como ejemplo de autores antioqueños precisamente a los autores a quienes don Benigno dedicó su atención y su dedicación.

Benigno GutiérrezDentro de las más difíciles facilidades que contribuyen a la defini-ción de un pueblo es la de penetrar como quien no quiere la cosa en el alma de aglutinamiento que se va formando por yuxtaposiciones raciales, de la misma manera como se van urdiendo en las minas explotadas todos los altibajos de su producción espontánea.En la inteligencia, en el corazón y en la conciencia de los hombres que nutren con su capacidad efectiva esas plenitudes, se verifican también aquellas yuxtaposiciones, porque consideramos un im-posible físico y moral que en nuestra raza aislada y montañosa,

Page 105: Literaturas y culturas del Páramo

105

que viajó durante varios siglos sobre la cordillera occidental de los Andes, vaya encontrándose gentes que no pudieron con la carga gloriosa que para su descendencia dejaron los mayores.Quizá, y es seguro, en el idioma castellano no se haya escrito con capacidad de superación, páginas más gloriosas que las que es-cribió Antonio José Restrepo, interpretando y cantando desenfa-dadamente el alma de nuestro pueblo.Cuando se quiera en futuros más o menos remotos auscultar el tránsito de este pueblo de Antioquia, anclado sobre el dorso de la Cordillera Occidental de los Andes magníficos, tendrán que volver los críticos de esos porvenires la mirada hacia los grandes maestros que perennizaron con bonhomía su noble ejercicio.Tomás Carrasquilla, Francisco de Paula Rendón y antes de ellos Gregorio Gutiérrez González y Epifanio Mejía. No quiero citar más nombres por cuanto ellos están incrustados ya en nuestra propia vida racial; no es sino mentarlos para que el apasionado amor de nuestra tierra de Antioquia entera, universalizable y de-finida, aflore de manera trascendente.Adentrando en cepas originales ha sabido Benigno Gutiérrez aga-rrar la cosa por donde es; su espíritu aventurero de recuerdo, ha cogido la copla, que es sencillamente el cantar y lo ha centrado de una manera tan Quevedesca que no sabemos qué admirar más en él, en su alma, si su estilo de ayer y de siempre o si su consagración extraordinaria a esa labor que hoy está en sus manos maestras y que muestran de manera extraordinaria la Antioquia que se va.Benigno Gutiérrez es un sondaje a las entrañas de estas tierras ásperas. Como decía Antonio José Restrepo, el que no conoce su tierra no podrá conocer la tierra ajena. Hay que saber de todo.Las publicaciones terrígenas que venimos comentando son una contribución extraordinaria a la sociología de nuestro pueblo di-ferenciable y diferenciado.“De todo el máiz” es una obra de recopilación que andando el tiempo merecerá, como tantas otras, sitio preferencial en los ana-queles de las bibliotecas nacionales como la de los grandes cos-tumbristas y como nuestros grandes maestros de la novela fami-

Page 106: Literaturas y culturas del Páramo

106

liar, sin dejar de lado los cuadros vívidos que suele escribir Sofía Ospina de Navarro y con ella varias de nuestras mujeres, que al captar el ambiente en que vivimos y que cambia necesariamente, el tenor de la aturdida vida contemporánea va modificándose, para dejar en nuestra conciencia un sabor de melancolía y de re-cuerdo, que constituye precisamente la historia, o la huella de las generaciones que van pasando.Tenemos en nuestro haber grandes cuentistas, muchos de ellos ar-tistas soberanos del estilo pero nos hemos olvidado del coplero, del ejemplar del pueblo que tiene, como si dijéramos, talento en bruto, y que revienta en las cuerdas de su tiple en mesones y en ventas dejando por todas partes la impresión de una grandeza autóctona que a veces desconcierta. La pasión desbocada que afila el puñal, el amor sereno y tranquilo que cantan los maizales mecidos por el viento, el músculo recio del minero que no le tiene miedo sino al miedo; el cantar de las quebradas montañeras; el susurro, o la fric-ción más bien, de los trajes de las campesinas endomingadas que salen a los poblados en los dominicales días de mercado. Todo eso, que queda vibrando en las cajas de tiples y bandolas, necesitamos recordarlo permanentemente, para no perder jamás la progenie inicial de este pueblo nuestro sin bastardías, que al crear su per-sonalidad colectiva sobre el espinazo de una cordillera aislada y estéril, ha sabido imponerse con una energía indeclinable.Por eso nos apasionan y nos atraen labores tan singularmente francas y cordiales como las de Benigno Gutiérrez, que ha sabido recoger el caudal anónimo para presentarlo de elegante modo en los escritorios de los grandes señores.Ya tendremos tendida ocasión de volver sobre estos temas en algu-nos ensayos que estamos alistando para la publicación en volumen.Por lo pronto felicitamos al señor Gutiérrez por los libros publi-cados sobre nuestro folclore y quedamos esperando las nuevas recopilaciones que prepara y cuyos títulos daremos a conocer posteriormente (1963, pp. 115-117).5

5 Este y otros fragmentos de obras citadas en el presente capítulo se repro-ducen con fines educativos, culturales y académicos, de conformidad con lo dispuesto en los artículos 31-32 de la Ley 23 de 1982. (N. del E.).

Page 107: Literaturas y culturas del Páramo

107

En el libro comentado fueron in-numerables las contribuciones al estudio de nuestros escritores. Por ejemplo, recuperar la visión de cómo era el costado oriental del parque central de Sonsón en 1872 se da gracias al trabajo de don Benigno (se muestra en la fi-gura), así como conocer datos es-pecíficos sobre la casa donde vi-vió Gregorio Gutiérrez González

en el pueblo, se da gracias al texto de don Alejandro Hurtado recogido por el recopilador:

Esta casa, decorada con esmero por su cívico dueño para que ju-bilosa reflejara el sol de este día centenario, fue la morada del Poeta en la plenitud de su vida.

Idos los años plácidos de su niñez, como brisas de su valle nativo; extinguida su juventud universitaria entre cálidos instrumentos de triunfal ascensión y angustiosas perspectivas de una muerte prematura, el Bardo tornó al ambiente familiar de sus montañas, serenó su fantasía —que había reflejado con estridencia las cortes del amor y de la muerte— y unió su alma a la de la mujer que fue su musa tutelar y cuyas ternuras correspondiera orlando su nombre con un nimbo imperecedero. Fuele preciso entonces for-mar un nido y El mismo, en su paterna heredad y cerca al hogar de sus genitores, levantó este techo, de la fecunda tierra de su patria adoptiva y con afectuosa diligencia con el que ave prende en lo alto de la enramada su poético albergue. Y aquí en estos sosegados recintos, en torno de estos patios que ornamentara de jardines la mano de la Dilecta, agitó su nerviosa complexión de hombre y sus exquisitas sensibilidades de apolónida. […] (Gutié-rrez, 1944, pp. 40-41).

Gracias a él se recuperan también el retrato del militar Braulio Henao (página siguiente) y los versos de la gran poeta de Salamina, Agripina

Page 108: Literaturas y culturas del Páramo

108

Montes del Valle, acerca de este prócer de la Independencia, firmados en Bogotá en marzo 26 de 1902. Los versos dicen:

El sol de un siglo desde Oriente baña al viejo guayacán de la montaña.Y el último poetade aquella tierra cuya gloria entraña también saluda al centenario atleta.

Y el retrato es presentado así:

El editor

Su trabajo de editor lo podemos ejemplificar con el libro Prosas del Indio Uribe (1939), el cual incluye fotos realmente valiosas sobre la actividad periodística y política de Juan de Dios Uribe en el siglo xix tanto en Colom-bia como en Ecuador.

En la portada de dicho libro se reproduce la primera página del periódico La Batalla de Juan de Dios Uribe, un tesoro para las letras nacionales y para el estudio de las ideas po-líticas liberales en el siglo xix. Es una publi-

cación de muy difícil consecución hoy en día. La compilación de don Benigno fue la base para las obras completas de Juan de Dios Uribe, publicadas en las Ediciones Académicas de Rafael Montoya y Montoya. En dicha obra se reúnen obras literarias, comenta-rios sobre políticos contemporáneos, ensayos sobre diversos temas, etc. El libro de don Benig-no incluye fotografías valiosísimas como las de la página siguiente.

En la fotografía de la izquierda tenemos la posibilidad de ver la figura del padre de Juan de Dios Uribe, a quien Antonio José Restrepo dedi-

Page 109: Literaturas y culturas del Páramo

109

có el poema “Elegía en la muerte del Doctor José Vicente Uribe Restre-po” (Restrepo, 1889, pp. 163-168), elogiando su actividad médica y su caballerosidad, entre otras virtudes. La imagen de la derecha reprodu-ce la fotografía de cuando Antonio José Restrepo y Juan de Dios Uribe se encargaban de publicar La Siesta. Son documentos para completar la biografía de ambos eminentes liberales, cuyas plumas han dejado obras notabilísimas del periodismo y la literatura antioqueña. Las demás fotos rescatan otros aspectos de la vida del famoso “Indio” Uribe.

El libro cuenta con una sección llamada “Parcela del compilador”, donde están las notas del propio Gutiérrez, las cuales aclaran, contex-tualizan y complementan las lecturas de los textos.6

En cuanto a la colección de libros conocidos como los Clásicos mai-ceros —la inspiración para las famosas Ediciones Académicas, dirigi-das por Rafael Montoya y Montoya— vemos la importancia de don Be-nigno A. Gutiérrez explícita en boca de don Rafael Montoya. Cuando salió el primer tomo de Ediciones Académicas, el de las obras comple-tas de Gregorio Gutiérrez González, en la solapa (la cual en este caso es una delicada envoltura del libro) hallamos una “Nota del editor”. Al inicio se muestra el cometido de recuperación de los grandes autores antioqueños que han caído en el olvido y se agradece especialmente a Juan Pablo Bernal de La Ceja por facilitar el acceso a su “extraordinario archivo histórico”. Y luego dice a la letra:6 Ver el índice de Prosas del Indio Uribe (p. 215) para ubicar todas las secciones redactadas por el sonsoneño.

Page 110: Literaturas y culturas del Páramo

110

La distinguida esposa e hijos de don Benigno A. Gutiérrez, por su parte, contribuyeron en forma ejemplar y gran parte de las poesías desconocidas las tomé de un libro que ellos me facilita-ron y que se titula “GREGORIO GUTIÉRREZ GONZÁLEZ” cuyo au-tor es el Hermano Antonio Máximo [1953]. Aquel libro habrá de consultarse siempre que se desee estudiar a fondo nuestro Bardo antioqueño. Es de lamentar que adolezca de errores tipográficos que restan presentación y seriedad a la obra.

No hemos querido modificar en nada lo que allí publica el distin-guido Hermano por aquello de que “sólo al autor cabe modificar sus escritos mientras viva, después de muerto, a nadie”.

Si mi amigo y consejero, Benigno A. Gutiérrez, despertara por un momento de su eterno sueño, seguramente nos interrogaría: —“¿Por qué no han recogido la bandera que la muerte abatió en mis manos?” —¿No fue toda mi vida ejemplo palpitante para la posteridad? —¿Por qué han suspendido mis Clásicos maiceros? —¿Por qué no publican el Maicero de los Maiceros, Gregorio Gu-tiérrez González?

En efecto, pocos días antes de su muerte, en momentos en que dirigía mi obra, “GUERRILLEROS INTELECTUALES”, última joya de su hábil mano, le preguntaba yo: —¿A cuál Maicero, después del viejo Carrasca, le piensa meter el diente? Su respuesta fue in-mediata y rotunda: “a Gregorio Gutiérrez González, primero, y luego a Epifanio Mejía”.

Si esta obra significa un paso adelante en la industria editorial de nuestro país, si ella refleja la fecunda enseñanza y ejemplo que aprendimos de don Benigno A. Gutiérrez; si con ello salvamos de la penumbra en que se hallan las obras de Gregorio Gutiérrez González; si la inmortal lira emitiere otra vez sonidos en el mun-do de las letras; si esto ocurriere, digo, el editor verá colmadas sus aspiraciones.

Rafael Montoya y Montoya.7

7 La cubierta se encuentra en una edición del libro que no es la misma de la primera edición. Ver Obras completas de Gregorio Gutiérrez González (1960).

Page 111: Literaturas y culturas del Páramo

111

Los Clásicos Maiceros fueron verdaderos tesoros de recuperación de grandes escritores nuestros. Los cuatro de los cuales se encargó don Be-nigno son: Novelas y cuentos de Francisco de Paula Rendón (1954), Ají pique. Epístolas y estampas del Ingenioso Hidalgo don A. J. Restrepo compiladas por Benigno A. Gutiérrez (1954), El cancionero de Antioquia de Antonio José Restrepo (1955) —en este texto se alude a la estadía de Antonio José Res-trepo en Sonsón— y Cuentos de Tomás Carrasquilla: náufrago asombroso del Siglo de Oro: homenaje al viejo Carrasca en el primer centenario de su natalicio 1858-1958 (1956).

Novelas y cuentos de Francisco de Paula Rendón es la mejor edición conocida de las obras de Rendón hasta el presente, Ají pique reúne una información de Ñito Restrepo que no se ha rebasado hasta ahora. El Cancionero de Antioquia glosa la propia compilación de Restrepo y agre-ga documentos valiosísimos acerca de la trova en Antioquia y de la propia obra de “Ñito” Restrepo, y el tomo de Cuentos de Tomás Ca-rrasquilla es un aporte significativo a la obra breve de don Tomás. Más adelante se hará referencia al trabajo de don Benigno sobre Carrasqui-lla, pero antes daremos un ejemplo del valor que tiene el libro Ají pique para Sonsón.

Este libro incluye una carta escrita al Dr. Alejandro Ángel desde Lausana por Antonio José Restrepo, firmada el 22 de abril de 1898 (en Gutiérrez, 1954, pp. 56-78), en la cual se incluyen pormenores acerca de la mina “La Bretaña” que tuvo Antonio José Restrepo a tres días a caba-llo de Sonsón (pp. 56-78). También se incluye el artículo “Pro Sonsón” (pp. 333-337) en el cual Restrepo pide un camino para conectar a Son-són con el Magdalena y en una nota de pie de página de don Benigno se menciona específicamente lo que ha hecho Restrepo por el pueblo donde nació el personaje del que nos ocupamos:

El Dr. Restrepo, quien gracias a su prestigio como parlamentario logró que Sonsón fuera primero capital de Provincia de Aures y luego del Departamento de su nombre, durante su permanencia en nuestro pueblo insinuó a sus dirigentes la edificación de un Mata-dero higiénico y éstos lo hicieron en la Plaza de Henao, construida además por iniciativa suya y con destino a las ferias mensuales de

Page 112: Literaturas y culturas del Páramo

112

ganados, como lo fue también el local del Colegio Torres, modelo de su época, y más tarde, tras la implantación de la eléctrica y el acueducto, el Parque, el Teatro, los Baños públicos, etc. porque las gentes nacidas y criadas en esa tierra señorial siempre han sido pulcras y por eso su selecta sociedad incomparable estimula to-das las virtudes y rehúye, altiva, el contacto con los advenedizos y corsarios. (Ibid. pags. 107 y 333). Surgió entonces la costumbre de atar las reses del bramadero la víspera del sacrificio, para estar seguros los matarifes, o carniceros, o jiferos de hallarlas en el mo-mento mismo de iniciar su degüello. De allí que resulte evidente el dicho medio picante y muy de allá del Capiro, porque comporta su eficiencia: “Cuanto yo digo que mato…” N. C. (pp. 168-169).

Esta nota ejemplifica el tipo de contribución usual en las notas de don Benigno: aporta detalles muy específicos valiosos para el estudioso de la cultura, para el historiador, pues permite una reconstrucción del pa-sado certera y precisa.

La siguiente foto que presenta nos muestra un Sonsón irrecuperable de otra manera, tanto por la imagen como por el comentario.

Y ya indicamos que dichas compilaciones de los Clásicos Maiceros fueron el antecedente de las Ediciones Académicas dirigidas por Ra-fael Montoya y Montoya, las cuales incluyen las obras completas de Gregorio Gutiérrez Gon-zález (1958), Epifanio Mejía (1961), José Félix de Restrepo (1961), Camilo Antonio Echeverri (1961), Porfirio Barba Jacob (1962), José Eustasio Rivera (1963) y el “Indio” Uribe (1965).

Y también incluye obras como Grito de Independencia o Risaralda de Bernardo Arias Trujillo.

En cuanto a don Tomás Carrasquilla, vamos a enfocarnos en la con-tribución hecha a su obra: en el capítulo “Don Benigno y las Obras com-pletas de Tomás Carrasquilla, edición primer centenario”, Josué Gutié-rrez Villegas dice:

Page 113: Literaturas y culturas del Páramo

113

Siguiendo su costumbre de no botar ningún documento ni papel —virtud y no vicio que me honro de haber heredado (si así no fue-ra no podría haber elaborado estas crónicas)—, conservo la carta escrita en 1953, cuando yo estudiaba en la Universidad de Carolina del Norte, en la cual me comentaba sobre la edición de las Obras Completas de Tomás Carrasquilla, hecha por Epesa en España, bajo la dirección de José Ignacio González, “Jonás el de Teresita”, en su concepto un esperpento que no le hacía ningún favor a la memoria del maestro Carrasquilla, sino, más bien, constituía un in-sulto a ella, tal era el número y tamaño de los errores que contenía. En consecuencia, inmediatamente terminó de revisar el libro, se impuso el desafío personal de vengar esa afrenta, primero hacien-do un inventario pormenorizado de los errores que contenía, como argumento para presentar a la familia Carrasquilla, descendientes representados por su amigo el doctor Jorge Arango Carrasquilla, una propuesta para publicar la obra, esa sí completa y con carac-terísticas editoriales dignas del autor, para poner a circular en la fecha del centenario del nacimiento del maestro.

A tarea tan delicada dedicó todo el tiempo que le permitía su tra-bajo en la Bedout; no se permitía ningún descanso: no bien llegaba a su sitio de trabajo en la casa de la calle Vélez, adquirida pocos meses antes, llamaba a su compañera de toda la vida, excelente lectora, entre sus muchas virtudes, para que le leyera los escritos originales mientras él seguía los textos en las galeras de prueba que traía de la imprenta, a medida que salían de esta, y señalaba los errores con signos claves estandarizados, especie de taquigrafía que solo entendían los operarios de la vieja guardia, es decir, aque-llos que se iniciaron como cajistas reuniendo tipos móviles antes de la aparición de la fabulosa técnica de la impresión en caliente que facilitó el levantamiento de textos de manera ágil. Esta rutina se extendía hasta altas horas de la noche, muchas después de que su auxiliar se retiraba a descansar de su agotadora labor.

Organizó su sitio de trabajo en una mediagua que levantó en el patio trasero de la casita recién adquirida “con los ahorros de toda su vida, especie de cueva de Rolando, en donde toda incomodidad

Page 114: Literaturas y culturas del Páramo

114

tiene su asiento”, según expresión repetida cuando alguien le pre-guntaba por su oficina particular, a la cual solo tenían acceso muy pocos de sus amigos intelectuales porque ni siquiera dejaba barrer a nadie distinto de su esposa, sacrificio compensado con el silencio total que exigía cuando trabajaba. En una semana típica interrum-pía su labor apenas unas horas […] [para compartir con su familia].

El resultado del primer escrutinio de las erratas y errores de algu-na trascendencia observados en la edición española, lo presentó en un folleto, editado por su cuenta, titulado “Glosas al volumen de las Obras Completas de Tomás Carrasquilla”, el cual fue posterior-mente complementado con otros que no pasaron inadvertidos a los cien ojos de Argos, el cultísimo y ameno Roberto Cadavid, en esa época al servicio de Cervunión y asiduo visitante de la “cueva”, donde se refugiaba con don Maligno a dialogar sobre folclor paisa y literatura antioqueña, campos de investigación favoritos de am-bos contertulios y en los cuales eran eruditos. La llegada de Argos significaba el cambio de oficio de doña Amelia: de lectora infatiga-ble de textos para verificar, pasaba automáticamente, sin disimular su disgusto, a proveedora de cerveza para el visitante […].

Armado de la experiencia adquirida con la publicación del primer tomo de la Colección de Clásicos Maiceros, Cuentos de Tomás Ca-rrasquilla, cuyos derechos de autor negoció previamente, éxito edi-torial aunque le reportó escaso rendimiento al editor, suscribió con el doctor Arango el contrato respectivo (2012, pp. 227-229).

La edición de Obras completas de Tomás Carrasquilla referida es la he-cha por la Editorial Epesa de Madrid en 1952 y el trabajo de cotejo al que se refiere Josué Gutiérrez es Glosas al volumen de las obras completas de Tomás Carrasquilla (1952).8

8 Ver Las obras completas de Tomás Carrasquilla, de Jhonathan Balvín Restre-po. En Revista Universidad de Antioquia N.° 293. p. 41, nota 11. Allí adiciona esta información: “Carta abierta de Benigno a mosén Roberto Jaramillo en Bello”, El Diario del Quindío, Armenia, 3 de diciembre de 1952, Correspondencia en-viada y recibida sobre Tomás Carrasquilla, 1952-1957, folio 20v en archivo de la Universidad de Antioquia. Disponible en: https://aprendeenlinea.udea. edu.co/revistas/index.php/revistaudea/article/viewFile/149/4909, p. 4.

Page 115: Literaturas y culturas del Páramo

115

En la Edición Centenario, que don Benigno no alcanzó a conocer en su forma final, pero en cuya factura tuvo mucho que ver, se inicia el prólogo con un elogio de su trabajo y un agradecimiento expreso por su invaluable contribución a la obra:

A quienes muchos años vivimos tiempos atrás alimentando la esperanza de una biblioteca de autores antioqueños a la manera de las envidiables de Santander y Caldas; a quienes estábamos cansados de oír siempre la misma respuesta de que no había par-tida votada para extensión cultural —y en verdad no la había por la sutil razón que alegó Pero Grullo de que no se votaba—, a los ilusos de entonces viene hoy a henchirnos el ojo Benigno A. Gu-tiérrez, alma de escritor y artista, de antioqueño y de benedictino.

Más que a otro alguno se le entró en los cascos la ínsula que to-dos deseábamos y empezaron a salir a luz de los talleres de los señores de Bedout, nuestros Elzevires, las obras que él llama de clásicos maiceros, es decir las de Antonio José Restrepo, sin par en la gracia del estilo; Francisco de Paula Rendón, autor de páginas que se señalan por su viveza, armonía y colorido, y las de Tomás Carrasquilla, único sobreviviente del Siglo de Oro.

Hermosean estas obras no solo la elegancia del decir sino también el lujo y los primores de la edición.

Inquisidor de archivos y papeles viejos, trae a contribución ilus-traciones, datos curiosos y raros documentos mientras otros bió-grafos diluyen la gota de miel en el agua de su rica fantasía.

Bien hayan los autores que para gloria suya y de la patria brillan ahora con nuevas lumbres, y rebién el señor Gutiérrez, su director tipográfico, que así ha sabido bordar y hermosear sus nombres, como unir el suyo al indeleble de quienes hoy ilustran el cielo de la inmortalidad (Gutiérrez en Carrasquilla, 1958, t. I).

Trabajos como “Los mitos montañeses descritos por el genial Carras-quilla en La marquesa de Yolombó de Tomás Carrasquilla” de Benigno A. Gutiérrez en Revista Universidad de Antioquia (N.° 100, pp. 631-640) muestran cómo desglosaba las obras de nuestros escritores para facili-

Page 116: Literaturas y culturas del Páramo

116

tar su comprensión. Los filólogos nuestros tienen aquí bases para sus trabajos.

Era un editor de suma pulcritud, tanta que su hijo cuenta: “[…] fue tan fuerte el disgusto recibido en una ocasión por defectos de impre-sión —inadvertibles para el ojo del lector corriente— que ello precipitó su muerte repentina” (Gutiérrez V., 2012, p. 172). Sea un modo de ha-blar o, como parece, descripción fidedigna de un hecho, da cuenta del cuidado puesto por este hombre en las ediciones propias y de obras de autores reconocidos.

Otros trabajos de recuperación de nuestro folclor

Fuera de De todo el máiz, un caso ejemplar es el del libro Antioquia típica. Bloque terrígeno de paisas rodaos, con cotas y referencias de otros maiceros publicado por Benigno A. Gutiérrez. Medellín (1936), en el cual se recogen tesoros de nuestra tradición literaria como “La campana del conde” de Efe Gómez (pp. 59-63), y crónicas como “Templado por el trisagio”, el prólogo de Antonio José Restrepo a las poesías de Juan José Botero o un texto sobre el notable ingeniero José María Villa, entre muchos otros tesoros. La tipografía e ilustraciones son “para chuparse los dedos”.

Gente maicera. Mosaico de Antioquia la grande (1950) es otra compi-lación con notas de don Benigno en la cual se recogen trabajos lite-rarios como “Copia fiel” de Gaspar Chaverra (pp. 64-65), “La derro-ta del tigre” de Rafael Jaramillo Arango (pp. 146-148), “El lago de las serpientes” de Emiro Kastos (p. 156), “Sabina” de Adel López Gómez (pp. 160-162), “Oro limpio ¡Salve!” de Antonio José Montoya (pp. 169-170), “Trovando con el diablo” de Wenceslao Montoya (pp. 171-172), “Aquella mano” de Mariano Ospina Vásquez (pp. 188-189), “Oyendo un paisa” de Sofía Ospina de Navarro (pp. 189-191), “Verídica historia del Mono Villoria” de Clodomiro Ramírez (pp. 198-199), “La natilla propia” de Julio Vives Guerra (pp. 266-267), y “Un Zarathustra maice-ro” de Efe Gómez (pp. 91-99). También incluye obras de Juan de Dios Vásquez, Tomás Carrasquilla, Pedro Nel Ospina, Tulio Ospina, Alejan-dro López, y estos son solo unos cuantos ejemplos. Y se incluyen ilus-traciones y fotografías hermosísimas donde el gusto de don Benigno se

Page 117: Literaturas y culturas del Páramo

117

palpa en pleno. Las múltiples caricaturas de Rendón y otros guardan una muestra del humor del pasado.

Gente maicera es posiblemente la segunda gran recopilación de lite-ratura antioqueña después de Antioquia literaria de Juan José Molina. Solo con libros como Antología temprana del relato antioqueño, El relato en Antioquia y La literatura temprana en Antioquia, las tres obras de Jorge Alberto Naranjo, o Inicios de una literatura regional de Hernán Botero y Dora Elena Tamayo, se vino a complementar de modo considerable el trabajo de don Benigno; pero a partir de las recopilaciones del sonsone-ño se sigue avanzando en el estudio de nuestro pasado cultural.

Además de los estudiosos colombianos citados por Jhonathan Bal-vín R. (2009, p. 68), agregaremos otros como el estudioso de la estadís-tica Jorge Rodríguez y Manuel Mejía Vallejo, quienes dieron muestras de su aprecio por él.9 Debe decirse que era respetado por intelectuales de otras regiones del país, como lo prueba su amistad con el gran pe-riodista Luis Eduardo Nieto Caballero (Gutiérrez V., 2012, p. 173).

Don Benigno, conocido fuera del país por otros estudiosos o eruditos extranjeros

Con sus conocimientos detallados sobre Antioquia prestó gran ayuda al canadiense Kurt L. Levy al realizar sus estudios sobre don Tomás Carrasquilla. No queda duda respecto a la orientación que recibió el profesor de la Universidad de Toronto del antioqueño del cual nos ocu-pamos, gracias a la correspondencia entre ellos de 1952 a 1957, publi-cada en el libro Veinticuatro cartas de Benigno A. Gutiérrez “Cyrano de las letras” a Kurt L. Levy (y unas cuantas escritas de éste a aquél) escritas entre junio 1952 y junio 1957 (1989). En Mi deuda con Antioquia (1995) dejó Kurt Levy testimonio de los aportes brindados por don Benigno en sus investigaciones.

En la biblioteca Tip O’Neill de la Universidad Boston College, diri-gida por jesuitas, en el estado de Massachusetts, se encuentran tres li-9 Ver la carta “Sonsón en 1917 (Carta a Benigno A. Gutiérrez de 28 de sep-tiembre de 1917)” de Jorge Rodríguez (1918, p. 407). Ver el elogio del escritor Mejía Vallejo en “Don Benigno y nuestra identidad” (prólogo) (1984).

Page 118: Literaturas y culturas del Páramo

118

bros —en los cuales don Benigno tuvo que ver directamente—: el tomo de los Clásicos Maiceros dedicado a Francisco de Paula Rendón, De todo el máiz y Gente maicera, cada uno con dedicatoria expresa para el estudioso Upson Clark.10

El señor Upson Clark había enviado a don Benigno el libro Compen-dio y descripción de las Indias occidentales de Antonio Vásquez de Espinosa, de 1630. La edición del libro es tanto en inglés como en español y el traductor de la obra al inglés es el mismo Upson Clark.11 Prueba de la amistad entre el par de estudiosos es la siguiente tarjeta, enviada por Upson Clark al sonsoneño, poco antes de la muerte de don Benigno:

c/o Club Yale, New York 17, N. Y.

Al enviarle mis mejores deseos para el año 1956, y al tiempo que enfrento mi cumpleaños número 81, el 14 de enero, humildemen-te reflexiono acerca de la Providencia misericordiosa cuyo benefi-ciario he sido durante estos muchos años. Es cierto, 1955 ha visto la desaparición de muchos amigos; pero aún me regocijo en la de-voción de una multitud sin número. En mi juventud enseñé “De

10 En el ejemplar de De todo el máiz dice: “A Mr. Charles Upson Clark, en cali-dad de modesto canje por su bellísima traslación de la obra de Vasquez [sic.] de Espinosa. B A Gutiérrez Medellín (Colombia SA) 18 de enero / 50”. También dice: “Al Prof. Charles Upson Clark, eminentísimo transcriptor de la inmortal obra histórica del Fraile Vasquez (sic.) de Espinosa, en pos de un canje de ella, le envía el presente trabajo su admirador. B A Gutiérrez Medellín (Colombia SA) 18 de enero de 1950”. En el ejemplar de Gente maicera dice: “Al gentilísimo Prof. Mr. Charles U. Clark con la esperanza de un comentario de su noble pluma sobre este trabajo, se lo envía este paisa BA Gutiérrez (vid nota pag. 34)”. 11 Ver Compendio y descripción de las Indias occidentales de Antonio Vásquez de Es-pinosa, de 1630 publicado por la serie Smithsonian Miscellaneous Collections, Smithsonian Publication, vol. 102, N.° 3646. Washington: Smithsonian Insti-tution Press [Reprint of the 1942 ed. published under title: Compendium and description of the West Indies. Translation of Compendio y descripción de las Indias Occidentales, from the Vatican Library manuscript Barberinianus Latinus 3584.Translated by Charles Upson Clark. 862 pp.].

Page 119: Literaturas y culturas del Páramo

119

la amistad” de Cicerón en la Universidad de Yale. La experiencia de la vida me ha mostrado la sabiduría que hay en las palabras de ese viejo romano. El destino lo privó de la mayoría de sus amigos; yo inexplicablemente he aumentado el número de los míos con los años. Por ello le envío a todos mis apabullados y agradecidos reconocimientos.

C. U. Clark12

Tal como narra su hijo, era conocido en otros círculos:

[…] cuando yo regresaba del periodo de entrenamiento que re-cibí sobre la manufactura del cemento en la casa principal de la FLSmidth en Copenhague (Dinamarca, para que no quede ninguna duda), pasé por Madrid. Allí disfruté de muchas vela-das agradables invitado por amigos epistolares de don Benigno, quienes se esmeraron lo indecible por hacerme inolvidable mi estadía en esa ciudad, especialmente dos de ellos, de cuya amis-tad vivía muy orgulloso: el doctor Luca de Tena, médico perso-nal de una figura muy famosa en esa época (1951), y don Boni-facio, músico director de una de las bandas del Ejército. Ambos eran amigos por sus aficiones mutuas al folclor. Coincidió mi visita al doctor Luca de Tena con la fiesta de su onomástico, que celebraba con un selecto grupo de intelectuales muy mayores en comparación conmigo, que en alegre simposio consumían deli-ciosos pasabocas (no recuerdo cómo los llamaban) irrigados con sabrosísimos vinos. Cuando me recibió en la puerta de su casa

12 La tarjeta, hallada entre un libro que pertenecía a don Benigno, dice origi-nalmente en inglés:c/o Yale Club, New York 17, N. Y.In sending you my best wishes for 1956, as I face my 81st birthday on Jan. 14th, I reflect humbly on the merciful Providence whose beneficiary I have been these many years. True, 1955 has seen the disappearance of many friends; but I still rejoice in the devotion of an uncounted multitude. In my youth I taught at Yale Cicero´s ¨De Amicitia¨. Life´s experience has taught me the wisdom of the Old Roman´s words. Fate deprived him of most of his friends; I have inexplicably added to the number of mine with the years. For this I send you all my bewildered and grateful acknowledgments.C. U. Clark (traducción del autor).

Page 120: Literaturas y culturas del Páramo

120

señorial pidió un momento de silencio para presentarme como el hijo de un dilecto amigo suyo de América, que se distinguía por el amor a su terruño (daba muestras de conocer a Sonsón, su gente, sus costumbres, su paisaje, casi tan bien como a Ma-drid) y por una bellísima letra inglesa que no le daba envidia sino verdadera rabia. Enseguida alzó por encima de su cabeza y mostró, para subrayar su afirmación, el sobre de la que le había llevado yo, exclamando: “Mirad, esto no es manuscrito, es pura litografía”. Una moderada salva de discretos aplausos me llenó de orgullo y satisfacción (Gutiérrez V., 2012, pp. 173-174).

Jhonathan Balvín R., en el artículo citado, lista una buena cantidad de estudiosos extranjeros con los cuales se comunicaba. Incluye un dato tan notorio como el envío de sus obras a Alfonso Reyes, aunque el mexicano no le respondió por sus múltiples ocupaciones (2009, p. 68).

La placa donde estuvo el hogar de este folclorista y editor insigne en la que hoy se llama “La séptima” de Sonsón es una pequeña muestra de reconocimiento a su labor. El pueblo debe muchísimo a este hom-bre, no solo por lo realizado durante sus primeros cuarenta y cuatro años de vida, mientras residía allí, sino por haber trascendido hasta las fronteras nacionales con un trabajo intelectual irremplazable y por no olvidar lo aprendido en su lugar de origen.

Por último, queremos incluir el cuadro de las publicaciones de Gu-tiérrez hecho por Jhonathan Balvín R. (2009, p. 67) para permitir a los lectores hacerse una idea de la cantidad de obras para recuperar el pasado y la cultura de Antioquia, entre las cuales figuran otros libros sobre Sonsón realmente importantes, de los cuales no nos hemos ocu-pado en nuestro texto.

Publicaciones elaboradas por Benigno A. Gutiérrez

1- (1915). Apuntaciones sobre hacienda municipal.2- (1917). Sonsón en MCMXVII, monografía de este municipio ilustrada por el autor.3- (1919). Sonsón en el centenario de la Batalla de Boyacá.

Page 121: Literaturas y culturas del Páramo

121

4- (1936). Antioquia típica: bloque terrígeno de paisas rodaos con cotas y refe-rencias de otros maiceros (compilador).5- (1939). Pro Patria: carta abierta sobre la carretera Medellín-Son-són-Dorada-Bogotá, dirigida al Dr. Francisco Rodríguez Moya, Minis-tro de Obras Públicas.6- (1939). Prosas del Indio Uribe (compilador).7- (1942). Ají pique: epístola y estampas del ingenioso hidalgo don Antonio José Restrepo (compilador).8- (1944). De todo el máiz: fantasía criolla, guachaqueada y psicológica de trovas, levas y cañas (compilador).9- (1945). Prosa y versos de Marco Tulio Jaramillo (compilador).10- (1947). Arrume folklórico: de todo el máiz; fantasía criolla, guachaqueada y psicológica, de trovas, levas y cañas. (Nueva edición notablemente aumentada y seguida de la Memoria sobre el cultivo del maíz en Antioquia) (compilador).11- (1949). Arrume folklórico de todo el máiz: suplemento de tonadas típicas campesinas y relatos populares antioqueños, seguidos de la Memoria sobre el cultivo del maíz, con 121 notas de Roberto Jaramillo (compilador).12- (1950). Gente maicera, mosaico de Antioquia la Grande (compilador). 13- (1952). Glosas al volumen de las Obras Completas de Tomás Carrasquilla. 14- (1952). Serie típica colombiana (compilador).15- (1954). Cuentos y novelas de Francisco de Paula Rendón (compilador). Biblioteca de Clásicos Maiceros, tomo I.16- (1955). Ají pique: epístola y estampas del ingenioso hidalgo don Antonio José Restrepo (compilador). Biblioteca de Clásicos Maiceros, tomo II.17- (1955). El cancionero de Antioquia (compilador). Biblioteca de Clási-cos Maiceros, tomo III.18- (1956). Cuentos de Tomás Carrasquilla: náufrago asombroso del Siglo de Oro: homenaje al viejo Carrasca en el primer centenario de su natalicio 1858-1958 (compilador). Biblioteca de Clásicos Maiceros, tomo IV.19- (1958). Obras Completas de Tomás Carrasquilla.20- (1989) Veinticuatro cartas de Benigno A. Gutiérrez, “Cyrano de las le-tras” a Kurt L. Levy.

Page 122: Literaturas y culturas del Páramo

122

΅ ΅ ΅Bibliografía

Antonio Máximo, hermano. (1953). Gregorio Gutiérrez González. Popayán.

Balvín R., Jhonathan. (2009). Benigno A. Gutiérrez (1889-1957) compila-dor y difusor del folclor y de la literatura antioqueña. Revista Universi-dad de Antioquia 298, p. 65. Disponible en file:///C:/Windows/system32/config/ systemprofile/Documents/Downloads/2613-16598-1-PB%20(4).pdf.

Barba Jacob, Porfirio. (1962). Obras completas. Edición definitiva. Octavo tomo de Ediciones Académicas. Rafael Montoya y Montoya (comp.). Me-dellín: Editorial Montoya.

Carrasquilla, Tomás. (1956). Cuentos de Tomás Carrasquilla: náufrago asom-broso del Siglo de Oro: homenaje al viejo Carrasca en el primer centenario de su natalicio 1858-1958. Benigno A. Gutiérrez (comp.). Biblioteca de Clásicos Maiceros, t. IV. Medellín: Bedout.

Echeverri, Camilo Antonio. (1961). Obras completas Edición definitiva. Sép-timo tomo de Ediciones Académicas del Colegio Académico de Antio-quia. Rafael Montoya y Montoya (comp.). Medellín: Bedout.

Franco, Horacio. (1963). Benigno Gutiérrez. En Un testimonio y un mensaje. Medellín: Granamérica, pp. 115-117.

Gutiérrez, Benigno A. (1936). Antioquia típica. Bloque terrígeno de paisas ro-daos, con cotas y referencias de otros maiceros publicado por Benigno A. Gutié-rrez. Medellín: Imprenta oficial.

—. (comp.). (1939). Prosas del Indio Uribe. Medellín: Tipografía Industrial.

—. (1944). De todo el máiz. Fantasía criolla, guachaqueada y psicología, de tro-vas, levas y cañas, compuesta por Benigno A. Gutiérrez. Medellín: Imprenta Departamental. [En 1984 se hizo reproducción facsimilar en la Colección Autores Antioqueños, bajo el título De todo el máiz -arrume folclórico-. Pró-logo de Manuel Mejía Vallejo, vol. 6. Medellín].

—. (septiembre-octubre de 1950). Los mitos montañeses descritos por el genial Carrasquilla en La marquesa de Yolombó de Tomás Carrasquilla. Revista Universidad de Antioquia N.° 100, pp. 631-640.

Page 123: Literaturas y culturas del Páramo

123

—. (1950). Gente maicera. Mosaico de Antioquia la grande. Compilado y ano-tado por Benigno A. Gutiérrez. Medellín: Bedout. [Reedición (2003). Bi-blioteca Básica de Medellín. Medellín: ITM].

—. (1952). Glosas al volumen de las obras completas de Tomás Carrasquilla. Me-dellín: Bedout.

—. (1958). Prólogo. En Obras completas de Tomás Carrasquilla. Edición Centenario, t. I. Medellín: Bedout.

Gutiérrez, Benigno A. y Kurt Levy. (1989). Veinticuatro cartas de Benigno A. Gutiérrez “Cyrano de las letras” a Kurt L. Levy (y unas cuantas escritas de éste a aquél) escritas entre junio 1952 y junio 1957. Medellín: Instituto de Integración Cultural Recinto de Quirama - Compañía de Cementos Argos.

Gutiérrez González, Gregorio (1958). Obras completas. Edición definitiva. Primer tomo de Ediciones Académicas del Colegio Académico de Antio-quia. Rafael Montoya y Montoya (comp.). Medellín: Bedout.

Gutiérrez Villegas, Josué. (2012). Don Maligno y otras crónicas. Colección Testigos. Medellín: Fondo Editorial EAFIT.

Levy, Kurt. (1995). Mi deuda con Antioquia. Colección Ediciones Especiales, vol. 12. Medellín: Secretaría de Educación y Cultura.

Mejía, Epifanio (1961). Obras completas. Edición definitiva. Quinto tomo de Ediciones Académicas del Colegio Académico de Antioquia. Rafael Montoya y Montoya (comp.). Medellín: Bedout.

Mejía Vallejo, Manuel. (1984). Don Benigno y nuestra identidad (prólogo). En De todo el máiz -arrume folclórico-, vol. 6. Medellín: Colección Autores Antioqueños.

Restrepo, Antonio José. (1899). Elegía en la muerte del Doctor José Vicente Uribe Restrepo. En Poesías originales y traducciones poéticas [con un pró-logo de Juan de Dios Uribe y una carta-prólogo de M. Ed. Haraucourt]. Lausana: Imprenta de Georges Bridel & Ca., pp. 163-168.

—. (1954). Ají Pique. Epístolas y estampas del Ingenioso Hidalgo don A. J. Res-trepo compiladas por Benigno A. Gutiérrez. Colección Popular de Clásicos Maiceros. Edición definitiva a la gloria de “Ñito” de Concordia en el centenario de su natalicio. Medellín: Bedout.

Page 124: Literaturas y culturas del Páramo

124

—. (1955). El Cancionero de Antioquia coleccionado y anotado por Antonio José Restrepo. Colección Popular de Clásicos Maiceros, III. Medellín: Editorial Bedout. [Reedición (1971). Colección Bolsilibros, vol. 100. 5.a ed., Here-deros de Benigno A. Gutiérrez] Medellín: Bedout.

Restrepo, José Félix de. (1961). Obras completas. Edición definitiva. Sexto tomo de Ediciones Académicas del Colegio Académico de Antioquia. Rafael Montoya y Montoya (comp.). Medellín: Bedout.

Rendón, Francisco de Paula. (1954). Cuentos y novelas. [Notas marginales del compilador Benigno A. Gutiérrez]. Colección Popular de Clásicos Maiceros. Medellín: Bedout.

Rivera, José Eustasio. (1963). Obras completas. Noveno tomo de Ediciones Académicas. Rafael Montoya y Montoya (comp.). Medellín: Editorial Montoya.

Rodríguez, Jorge (febrero 13 de 1918). “Sonsón en 1917 (Carta a Benigno A. Gutiérrez de 28 de septiembre de 1917)”. Colombia. Revista semanal. Política - Industria - Comercio - Literatura - Asuntos nacionales. Año II, N.° 91. Medellín. p. 407.

Uribe, Juan de Dios. (1939). Prosas del Indio Uribe. Benigno A. Gutiérrez (comp.). Medellín: Tipografía Industrial.

Uribe, Juan de Dios. (1965). Obras completas. Tres tomos. Edición definitiva. Primer tomo de Ediciones Académicas del Colegio Académico de Antio-quia. Rafael Montoya y Montoya (comp.). Medellín: Bedout.

Fuente de las fotografías tomadas por Benigno A. Gutiérrez: h t t p s : / / w w w . g o o g l e . c o m . c o / s e a r c h ? q = b e n i g n o + a + g u t i e rrez+fotos&biw=1366&bih=613&tbm=isch&imgil= _ MKpm - 9 0 m l h o f Z M % 2 5 3 A % 2 5 3 B 3 a D 8 D k K 3 T h 0 s B M % 2 5 3 B h t-tp%25253A%25252F%25252Finvestigacionhomosociologicus.blogs-pot.com%25252F2016%25252F06%25252Fbenigno-gutierrez-fotografo.html&source=iu&pf=m&fir=_MKpm90mlhofZM%253A%252C3aD-8DkK-3Th0sBM%252C_&usg=__o1x84bPhIyrFfeALqqdgfWevULU%-3D&ved=0ahUKEwis4feks8TPAhXGmh4KHXooDuoQyjcIOQ&ei=w-1T1VzzBca1evrQuNAO#imgrc=jkZRBjnOlsd1M%3A

Page 125: Literaturas y culturas del Páramo

Presencia de la traducción en la prensa de Sonsón y Abejorral a principios del siglo xx:

Intercambios (trans)nacionales

Paula Andrea Montoya Arango

Juan Guillermo Ramírez Giraldo

Page 126: Literaturas y culturas del Páramo

Paula Andrea Montoya Arango

Doctora en Traducción y Traductología de la Universi-dad de Montreal. Docente e investigadora de la Escuela de Idiomas de la Universidad de Antioquia. Miembro del Grupo de Investigación en Traductología. Campos de in-terés: historia de la traducción en Colombia, teoría de la traducción, metodología de la investigación en el campo de la traductología.

Juan Guillermo Ramírez Giraldo

Ph.D. en Literatura Comparada, Universidad de Bingham-ton, EE. UU. Docente e investigador de la Escuela de Idio-mas de la Universidad de Antioquia. Coordinador del Gru-po de Investigación en Traductología. Campos de interés: teoría e historia de la traducción, traducción de ciencias sociales y humanas, didáctica de la traducción, literatura latinoamericana.

Page 127: Literaturas y culturas del Páramo

127

Introducción1

La traducción, desde un punto de vista tradicional, es el instrumento que permite la comunicación entre culturas que no comparten el mis-mo código lingüístico. Sin embargo, esta visión meramente instrumen-tal es insuficiente para dar cuenta, de manera satisfactoria, del alcance de la traducción en el ámbito cultural. La traducción es la herramienta que nos devela cómo las culturas se relacionan entre ellas, cómo se construyen en la conjunción entre lo propio y lo extranjero; en este sen-tido, puede entenderse dentro de los “modos de apropiación” de los que habla Romano (2004):

La cultura de una comunidad, de una nación, es el resultado de la incorporación de factores de distinta y múltiple procedencia. Son los modos particulares de apropiación de lo otro los que ha-cen distintiva a una cultura, y no la pureza de sus contenidos, de modo que se debe relativizar el alcance de lo original, de lo autónomo absoluto (p. 101).

En este artículo queremos abordar la presencia de la traducción en la prensa antioqueña, particularmente de Sonsón y Abejorral a finales del siglo xix y principios del xx, con el fin de ilustrar cómo las culturas re-ciben las influencias externas no como simples contenidos invariables, sino como elementos que vienen a integrarse a la propia cultura con el objetivo de transformarla.

Disciplinarmente, partimos desde la historia de la traducción en Colombia, campo de conocimiento de desarrollo reciente que se ins-1 Este trabajo hace parte del proyecto de investigación “Traducción y educa-ción en la prensa de carácter educativo: la importación de saberes pedagógicos y la adaptación a nuevos contextos (1870-1886)”, financiado por la Escuela de Idiomas de la Universidad de Antioquia e inscrito en el CODI; investigadora principal, Paula Andrea Montoya Arango.

Page 128: Literaturas y culturas del Páramo

128

cribe en la traductología o los estudios de traducción y que busca en la historia, en un primer momento, una manera de recuperar todo un patrimonio histórico a través del rastreo de traducciones, traductores y pensamiento traductor; pero que luego quiere establecer conexiones y redes entre la traducción y su contexto de producción y recepción y mostrar así cómo esta actividad intercultural e interlingüística está en la base de la identidad americana.

En particular, la relación traducción, prensa e historiografía ha sido objeto de interés reciente en los estudios de traducción. Sin embargo, más allá del interés que estas investigaciones plantean para nuestra disciplina, nos proponemos en este artículo visibilizar la forma en que estas relaciones reflejan y a su vez condicionan la forma en que los pue-blos se imaginan a sí mismos y a los demás.

Prensa y traducción

Investigaciones recientes en el campo de la historia de la traducción nos muestran, ante todo, que América es un continente traducido. Es decir, el espacio americano debe estudiarse en relación con otras his-torias y culturas. Particularmente América Latina es una región privi-legiada para estudiar la traducción, pues en estos más de quinientos años de historia hay un cúmulo considerable de traducciones que están aún en proyecto de visibilizarse y analizarse. Además, esos mismos estudios nos muestran que la traducción no ha sido solo una actividad de “reproducción” de originales, sino que es una actividad de múlti-ples dimensiones (desde la conquista hasta nuestros días la traducción ha tenido múltiples formas), que ha permitido la configuración de una cultura y una identidad latinoamericanas, que ha enriquecido las di-versas tradiciones literarias, así como el pensamiento político, econó-mico y educativo. Desde la investigación traductológica se ha ilustra-do cuál fue el impacto del pensamiento europeo y norteamericano en nuestros intelectuales, cómo se han dado los intercambios en diversos campos y a diversos niveles, y cómo la traducción permitió la apropia-ción de modelos que generaron una crítica a nivel local y permitieron la emergencia de modelos propios. Así mismo, cuando hablamos de

Page 129: Literaturas y culturas del Páramo

129

historia de traducción, hay que preguntarnos por las fuentes; acá es donde emerge nuestro objeto de estudio: la prensa.

La prensa en Colombia, en particular la prensa de los siglos xviii-xix, ha despertado un interés especial por parte de varias disciplinas. No solo hay allí un significativo valor patrimonial, sino que las nuevas tenden-cias históricas en las que se da importancia no solo a las Grandes Narra-tivas sino también a las microhistorias, han hecho que la prensa, y aún más la prensa “local”, adquiera relevancia como objeto de estudio. En un artículo de 1898 de Joaquín Antonio Uribe para Capiro, uno de los periódicos de la región que nos interesa, se hace evidente la necesidad de estudiar la prensa para entender los procesos históricos por los que atra-viesa una cultura: “Nada, en nuestro concepto, muestra tan claramente el modo de ser del siglo en que vivimos y su adelanto portentoso como el periódico; ya sea este científico o de modas, noticioso o literario, político o industrial. Siempre es el mismo o, como si dijéramos, la encarnación de la época presente” (p. 42).

Como se ha visto desde la historia, y se ejemplifica en el pasaje ante-rior, la prensa es un instrumento esencial para identificar y comprender los discursos sociales, políticos y culturales de un país. La prensa es y ha sido un medio privilegiado para observar, identificar y difundir los diversos valores, así como las representaciones y formaciones sociales, culturales, políticas e ideológicas que constituyen el conjunto de las so-ciedades (Cubillos, 2012; Penagos, 2012). Allí vemos reflejados los proce-sos emancipatorios del siglo xviii, la construcción de las naciones en el siglo xix, la difusión de conocimientos e ideologías e incluso la construc-ción de un canon literario. Además, y como lo recuerda Ángel Rama en La ciudad letrada (1984), lo escrito (particularmente en el siglo xix) fue una forma legítima de poder.

Desde la traductología, y particularmente la historia de la traducción, ha sido importante mirar la prensa como un receptáculo significativo de traducciones (muchas de ellas salieron al formato libro, pero una gran cantidad se quedó allí en esos “papeles viejos”). Igualmente, en la pren-sa se pueden explorar los discursos sobre la apropiación de saberes por parte de los intelectuales, así como rastrear el pensamiento sobre la tra-ducción. Así pues, estudiar las traducciones que se publican en un pe-

Page 130: Literaturas y culturas del Páramo

130

riódico es preguntarse por las formas de representación de lo Otro que constituye al sujeto local. Cabe preguntarse, entre otras, ¿por qué los au-tores en cuestión no publican sus propios textos y recurren, en su lugar, a la publicación de traducciones? ¿Qué autores se traducen y cómo son recibidos? ¿Qué temáticas predominan? ¿Quiénes son los traductores? ¿Qué procesos de transformación/adaptación sufren las traducciones? ¿Cómo se integran esas traducciones a los diversos sistemas locales? ¿Cómo la traducción genera crítica y permite la construcción propia?

Varias investigaciones recientes nos ayudan a explorar estas pre-guntas desde la época colonial. En el contexto latinoamericano, el distanciamiento con España hizo que los intelectuales se nutrieran de otras fuentes; además, la alta circulación de impresos hizo que au-mentara el número de traducciones, pues era mucha la información que llegaba de Europa y Norteamérica. Es la época de la traducción de Rousseau, Locke, Voltaire, Montesquieu, Thomas Paine, Los derechos del hombre y el ciudadano, entre muchos otros textos “incendiarios”. Pero así mismo, la prensa (la que llegaba de Europa y Estados Unidos) era un instrumento esencial para movilizar las representaciones sociales: la prensa ponía en marcha las ideas, las posiciones políticas y generaba crítica. Así pues, cuando empezaron a surgir los periódicos locales en Latinoamérica, como La Gaceta de Caracas, los editores construían sus contenidos a partir de sus realidades locales, pero también en sintonía con lo que pasaba en otros contextos. De acuerdo con Navarro (2010), la traducción de noticias de periódicos ingleses y franceses no solo sir-vió para nutrir la realidad local con ideas nuevas, sino que a través de estrategias de apropiación por parte de los traductores y editores se construyó un discurso para validar las ideas emancipatorias y luego las republicanas. Con esta apreciación coinciden Bastin e Iturriza (2008):

La traducción constituía pues una actividad transcultural privile-giada que los redactores ponían al servicio de sus propósitos. El origen extranjero daba cierta credibilidad que los periódicos ex-plotaban; por tanto la traducción se convirtió en la negociación de una identidad cultural que daba cuenta de la diferencia cultural, pero también en una herramienta de poder (p. 83).

Page 131: Literaturas y culturas del Páramo

131

Con esto vemos la relación prensa y traducción desde el foco político. Sin embargo, para la literatura decimonónica la prensa fue igualmente un gran medio de difusión, y la historiografía colombiana no ha sido ajena a ese estudio, como puede verse en Vallejo (2010). Para la investi-gadora cubana Lourdes Arencibia (2012), las revistas literarias se des-tacaron como una plataforma de notable alcance para la difusión de autores extranjeros en Latinoamérica y el traductor como un gestor y agente cultural:

Habría que subrayar, entonces, su extraordinario papel en la cons-trucción social de un espacio dialógico entre expresiones cultura-les nacionales y foráneas, en la sustentación y el mantenimiento de una comunicación entre culturas capaz de formar corrientes de opinión y generaciones de lectores con el hábito de apreciar el valor de las colecciones, sin menoscabo de la preservación de una unidad lingüística. Como ninguna otra fuente primaria, el mérito documental de la traducción en esas revistas constituye un mode-lo cultural de comunicación (p. 58).

Finalmente, cerremos con estos casos mostrando la relación prensa/ educación/traducción, como se ilustra en el trabajo de Montoya (2014). A finales del siglo xix la traducción de textos de carácter pedagógico y divulgación científica en el periódico oficial La Escuela Normal tuvo un impacto significativo en la consolidación de un sistema nacional de educación en Colombia. Intelectuales, escritores y maestros llevaron a cabo una labor enorme y sistemática de traducción para dar a conocer en el contexto colombiano las ideas de los más importantes pedagogos europeos, como el suizo Pestalozzi o el norteamericano Horace Mann, así como una serie de manuales escolares para el estudio de las ciencias en las aulas de clase. El papel de la transmisión de ese material no se quedó allí, se dio todo un proceso de transferencia cultural en el cual se importaron modelos y maneras de concebir la educación, la escuela y el maestro. Los pedagogos locales se apropiaron y la traducción les permitió la generación de pensamiento pedagógico “propio” adapta-do a las necesidades locales y la construcción de importante material pedagógico. El primer libro de lectura para las escuelas es producto

Page 132: Literaturas y culturas del Páramo

132

de la interacción transnacional entre un colombiano, Martín Lleras, y un alemán, Ernesto Hotschick. En el ámbito de los periódicos analiza-dos para este artículo, se observaba una clara tendencia a la función pedagógica de la prensa. En el caso de Ecos de Abejorral, por ejemplo, Jesús M. Espinosa señalaba en una de sus editoriales: “El objeto pri-mordial de nuestra hoja periódica es el de propender por el fomento del civismo. La educación cívica levanta el carácter, normaliza las cos-tumbres, forma los héroes, enciende en la sociedad el amor a Dios, el amor a la patria, los afectos de familia, y forma un conjunto sublime en un inmenso palenque, en donde lucen a porfía las generaciones de los buenos pares, los buenos hijos y honrados ciudadanos”. Naturalmente, todas las traducciones publicadas en este semanario se corresponde-rían con esta declaración de intenciones. Vemos pues que esta relación prensa y traducción abre caminos a nuevas miradas sobre la relación de lo local con lo extranjero, al rol de los intelectuales como traducto-res, a la relación entre culturas y a la consolidación de lo nacional en referencia al Otro.

En resumen, partimos de una concepción de la prensa como fuente fundamental para rastrear las traducciones hechas por intelectuales y escritores colombianos, a pesar de ser un material poco estudiado. La prensa es un instrumento que permite rastrear los discursos de una sociedad; en esa medida se pueden encontrar análisis de cómo se per-cibían esas traducciones, qué función cumplían y cómo se relacionaban con lo local. En la sección siguiente, veremos el papel que desempe-ñó la traducción en la región Páramo, no solo en la prensa, sino en el ámbito cultural y científico en general.

Dinámicas de la actividad traductora en la región Páramo

Antes de nuestro análisis del papel de la traducción en la prensa y los hallazgos obtenidos en la revisión de periódicos locales, consideramos ilustrativo enmarcar esta investigación en el contexto de la función y las dinámicas que tenía la traducción en el departamento y, particular-mente, como se experimentó en la región Páramo por traductores son-soneños que han sido objeto de investigaciones previas. Consideramos

Page 133: Literaturas y culturas del Páramo

133

que la actividad de intelectuales y académicos de la región en relación con la traducción no ha sido suficientemente visibilizada, y esperamos que con investigaciones de este tipo se alienten las discusiones tanto sobre la traducción como las dinámicas que esta actividad genera.

Entre los casos encontramos dos que vale la pena destacar. La pri-mera, ya mencionada, corresponde al sacerdote Roberto Jaramillo Arango,2 celebrado traductor de las odas y epodos de Horacio, en vir-tud de lo cual su obra trasciende el contexto local y se inscribe en di-námicas culturales que tienen lugar en la Colombia de su época y en el contexto internacional, y se une una tradición que incluye a ingenios de ambos lados del océano Atlántico. Resaltamos aquí la contribución de Jaramillo Arango al pensamiento sobre la traducción en Colombia: “Cuando la lengua del original tiene principios métricos radicalmente distintos de los de la lengua de traducción, hay más daño que provecho en empeñarse en una acomodación métrica… Por obtener una pari-dad parcial y de efecto estético dudoso, se sacrifica la naturalidad, la genuinidad, exigencia primera de la poesía” (Jaramillo Arango, 1951, p. 522). En otras palabras, concluye Jaramillo Arango, la buena traduc-ción debe dar la impresión de ser una composición original.

La otra figura que queremos resaltar, antes de proceder con la ex-ploración de la traducción en la prensa, es la del médico Juan Bautista Londoño Isaza (1860-1951). En 1896 publica una traducción titulada Manual de la comadrona y la enfermera, del francés Léon Touvenaint, que había sido publicada en 1893. Si bien esta traducción fue celebrada en su época por médicos de la talla de Manuel Uribe Ángel, un año después en los Anales de la Academia de Medicina de Medellín (1897), se quejaba Londoño Isaza de que la obra no había tenido mucha difusión entre los médicos. En el artículo publicado en los Anales se evidencia la función que Londoño Isaza atribuía a la traducción como “un gran bien a nuestros compatriotas” (p. 397), al difundir en el medio “los adelantos modernos de la medicina” (p. 398). Termina Londoño Isaza haciendo votos porque la obra será finalmente mejor recibida en virtud del “poder de asimilación por lo que es bueno y conveniente” (p. 398) 2 Ya en estudios anteriores (Ramírez Giraldo, 2015) nos hemos aproximado a la obra de este autor sonsoneño.

Page 134: Literaturas y culturas del Páramo

134

del pueblo colombiano. Precisamente es este poder de asimilación, de adoptar y adaptar los conocimientos y fenómenos culturales prove-nientes de otros entornos lo que nos interesa como investigadores de la traducción en nuestro medio. Veremos en la exploración de periódicos de Sonsón y Abejorral los intercambios y modelos que se proponían al seleccionar determinadas traducciones para su difusión.

Periódicos de Sonsón y Abejorral

Para la exploración que aquí se presenta, se seleccionaron tres periódi-cos principalmente, Capiro y El Popular, de Sonsón, y Ecos de Abejorral. Cabe anotar que la selección de los periódicos se hizo con base, no so-lamente en la duración en el tiempo de estos medios, sino, sobre todo, en su disponibilidad en la Biblioteca Central de la Universidad de An-tioquia, donde se originó esta investigación.3 Valga decir, entonces, que los hallazgos que aquí exponemos no pretenden ofrecer un panorama completo de la figuración de la traducción en la prensa de esta región, sino ilustrar las tendencias que hemos encontrado en investigaciones anteriores de corte similar.

Como se ha señalado, la aparición de determinadas traducciones en medios de cierta tendencia no es aleatoria, ni obedece solamente al deseo de difundir un texto en particular, sino que apunta a ilustrar y a validar las posiciones ideológicas de quienes dan una línea editorial a estos medios. En virtud de esto, es importante ubicar en el panorama ideológico a cada uno de estos periódicos. En el caso de Capiro, funda-do por Joaquín Antonio Uribe en 1898, se anunciaba como una publi-cación principalmente literaria y, en palabras de su fundador, “no se ocupará por ningún motivo de asuntos políticos” (citado en Arango de Tobón, 2006, p. 181). Aun así, se caracterizó este medio por acoger una amplia gama de tendencias, como veremos más adelante. En cuanto a El Popular, fundado por el sacerdote Tiberio Salazar y Herrera, este se presentaba abiertamente como periódico de propaganda católica, que buscaba “trabajar por la religión y por la patria”. Este corte ideológico 3 Sería pertinente explorar otros medios que se conservan en la Biblioteca de Sonsón, como los periódicos La Acción y Arcón y las revistas Cromos y Pregón.

Page 135: Literaturas y culturas del Páramo

135

se ve reflejado tanto en sus artículos originales como en aquellos selec-cionados para traducción y reimpresión. Finalmente, Ecos de Abejorral se presenta como un periódico de carácter cívico y educativo, de ten-dencia moderada, a tal punto que al comienzo de la administración de Olaya Herrera manifestaron, editorialmente, su apoyo al nuevo gobier-no y su complacencia por lo diverso del gabinete ministerial.

Como ya se dijo, es en El Popular en el que más claramente se evi-dencia una motivación ideológica para la selección de las traducciones, tanto aquellas hechas expresamente para el periódico como las recogi-das de otros medios. Buena parte de las traducciones allí publicadas tienen una función apologética respecto a la religión católica. Muchas de ellas tienen cabida en la sección titulada “Pensamientos sublimes” e incluyen títulos como “La religión, base de un próvido gobierno”, traducido del alemán y atribuido al káiser Guillermo II; “La Iglesia ca-tólica juzgada por un protestante”, de W. E. Gladstone; “El hombre sin religión”, de M. Flamant; “El cristianismo y la moralidad”, de Paul Bourget; y “Católico y sabio”, del barón de Cauchy. Entre los meca-nismos de selección de las traducciones por parte de este periódico, se observa una tendencia a escoger autores no católicos, de modo que sus encomios de la religión en general, y del catolicismo en particular, pa-rezcan aún más convincentes, como se afirma sobre el káiser Guillermo: “Debe advertirse que el Kaiser es protestante y por eso sus palabras, como soberano de un gran imperio, son muy significativas”; de modo similar se afirma sobre Bourget: “Académico francés y célebre crítico y novelista contemporáneo, el cual hace esa categórica afirmación no obstante haber escrito muchas novelas sensuales y medio paganas”. También se incluyen textos literarios de naturaleza religiosa, entre ellos una traducción del latín de un poema de León XIII. La mayoría de estos textos, y en general casi todas las traducciones de El popular, son reto-madas de otros medios, sin que se atribuya directamente de qué medio se obtuvo. Una de las excepciones la constituye el texto “Necesidad de la muerte”, de san Agustín, de la que se señala fue “traducida del latín para El Popular”.

Además de los textos religiosos, se encuentran también obras de ca-rácter literario, como un texto atribuido a Goethe titulado “Los niños”,

Page 136: Literaturas y culturas del Páramo

136

un poema de Moore traducido por Ismael Enrique Arciniegas titulado “El joven trovador” y la sección de folletín literario en el que se se-rializaban novelas escritas originalmente en español o traducciones de autores franceses y alemanes considerados aceptables para la doctrina propuesta por el periódico. De igual manera se recogían traducciones tomadas de cables internacionales que daban cuenta de la situación de países como Estados Unidos y Alemania durante la guerra. Finalmen-te, queremos destacar las traducciones de naturaleza pedagógica y di-dáctica, orientadas a los formadores de la infancia. Se encuentra entre estos artículos de divulgación científica, el de Edward H. Smith, en el que se habla de los avances en conducción eléctrica.

Muy diciente de las dinámicas propias de la época es la traducción ti-tulada “El castigo de los niños”, esta sí expresamente para El Popular, por un traductor apenas identificado por sus iniciales como J. J. G. En una breve nota que antecede la traducción se señala: “Hoy que tanto se ha escrito aun en Antioquia sobre la supresión de castigos en las escuelas, es muy oportuno publicar el Artículo que sigue, traducido de una seria e importante revista francesa de París, como quien dice del mismo cerebro del mundo, de la madre de las ciencias y las artes, como la llaman mu-chos. Ojalá la lean los pedagogos modernistas, que quieren comulgarnos con ruedas de molino”. En el artículo en cuestión, se aboga por el uso del castigo físico en el aula de clase, señalando las posturas en contra de esta práctica como un “error racionalista del siglo xviii”, basado en la “ilu-sión de que el raciocinio tiene poder de detener un culpable”. Ilustra este caso, primero, que las diferentes posturas en las discusiones ideológicas de diversas épocas se ven articuladas con corrientes afines que circulan por todo el mundo por diferentes medios (entre ellos la prensa) y, más importante, que se apela a la autoridad de ciertos centros de poder para dar fuerza a argumentos que, seguramente, habrían podido surgir como propios.

Por su parte, los otros dos periódicos objeto de revisión también incorporan traducciones de tipo literario, informativo y pedagógico. Capiro recoge una traducción de una fábula, hecha por el sonsoneño José Joaquín Jaramillo Londoño, así como una anónima (probablemen-te tomada de otro periódico) de un texto atribuido al italiano Edmundo

Page 137: Literaturas y culturas del Páramo

137

de Amicis con ocasión de la muerte de su hijo. Ecos de Abejorral contiene dos traducciones de Hugo, una titulada “Los niños” (diferente al atri-buido a Goethe, publicado en varios medios), y otra, hecha por Blanco Belmonte de “Elogio de las lágrimas”; entre las de carácter pedagógico, está el texto “Cómo habla el lector al libro”, atribuido a H. Maxon, y aparecido en varios periódicos de la época, y con atribución a Antero Urioste en una edición española. Entre los textos religiosos hay una apología al dolor, traducción de un texto de un monseñor Bougaud, otro titulado “Dios no muere”, del padre Lacordaire, y “El Ave María” de lord Byron.

Nos parece revelador en este punto recoger dos traducciones diferen-tes sobre el tema del estatus de la mujer en la sociedad que aparecen, una en Capiro y otra en Ecos de Abejorral. En principio, podría pensarse que, debido al paso del tiempo, la publicación posterior podría presentar po-siciones más abiertas frente a ciertos temas sociales y culturales. Sin em-bargo, haciendo precisamente eco de la lucha contra los “modernistas” anteriormente esbozada en El Popular, en la traducción publicada en Ecos de Abejorral se describe el feminismo en los siguientes términos: “Quien lee los diarios y publicaciones de los modernistas no puede menos que cerrar los ojos al leer repetidamente la defensa y apoteosis de ciertos pre-suntos derechos de la mujer”. Más adelante, afirma la traducción: “no está en la masa de nuestra sangre, antes lo estigmatizamos francamente, la manía de pintar a la mujer con iguales derechos que el hombre, de hacer que la mujer predomine o se ponga a la par en los oficios públicos con el hombre”. En Capiro, por otra parte, aparece, más de treinta años antes, una traducción titulada “Por la mujer”, que comienza con la pre-gunta “¿las mujeres deben ser instruidas o es preferible que aprendan solo aquello que les es absolutamente necesario para gobernar su casa?” y concluye “la mujer tiene, como el hombre, una razón que ilustrar, vo-luntad que dirigir, pasiones que debe combatir, salud para conservar y bienes que administrar. ¿Le será a ella más fácil que al hombre hacer todo esto sin que se le eduque convenientemente?”. Vemos, nuevamen-te, que las traducciones entran bien a sustentar o a validar posiciones ideológicas que se ven en confrontación en una sociedad en un contexto dado, y lo pueden hacer en cualquiera de los dos sentidos.

Page 138: Literaturas y culturas del Páramo

138

Finalmente, consideramos pertinente señalar que los procesos de intercambios nacionales y transnacionales en relación con lo local, de los que hace parte la traducción, no se ven limitados a esta actividad. Estos procesos implican una constante negociación de la identidad propia en relación con la del entorno inmediato y con otros más allá de lo local. Ejemplos de ello encontramos en algunas de las editoriales que se encuentran en Ecos de Abejorral. En una editorial del 18 de octubre de 1830 titulaba el semanario: “Sonsón y su absolutismo”; en esta se señalaba al municipio de impedir el desarrollo de otros municipios de la región. Sin embargo, estas confrontaciones locales no le impedían a los editorialistas asumir una posición más cohesiva, ya como nación, cuando en otra de sus editoriales, solo quince días después, en un edi-torial titulado “Solos”, se critica a la política exterior colombiana ante la reducción de legaciones en Hispanoamérica, situación que contras-taba con la excesiva dependencia de Europa, y concluyendo que “con América debemos estrechar nuestras relaciones, haciéndolas cada día más cordiales”.

A modo de conclusión, no podemos dejar de resaltar lo paradójico que resulta la importancia dada a la traducción como legitimadora de discursos propios e instrumento para la adopción y adaptación de dis-cursos foráneos frente a la relativa invisibilidad de este género y quie-nes lo ejercen, traductoras y traductores, en los medios en cuestión. Como se señaló anteriormente, pocas traducciones se presentan como tales; se concluye que son traducciones porque son textos de autores extranjeros presentados en español. Adicionalmente, solo en contados casos se da crédito al traductor o a la traductora del texto. Esta aparen-te contradicción puede explicarse en términos articulados por Pascale Casanova en su República mundial de las letras. En la creación de un es-pacio literario mundial, los flujos de literatura son constantes pero, a su vez, la creación literaria debe aparecer como un continuo, como ver-dadera literatura universal. Así las cosas, la labor del traductor, aun-que crucial, debe permanecer en silencio para asegurar, precisamente, ese continuo que se concibe como una literatura, e incluso una cultura, universal: “La labor de un traductor […] el trabajo de un solo hombre, tan inmensa como fue invisible, cambió y renovó profundamente la

Page 139: Literaturas y culturas del Páramo

139

literatura universal […] El traductor, intermediario indispensable para el cruce de fronteras en el mundo literario, es una figura esencial en la historia de la escritura. Los grandes traductores de los países literarios centrales son los verdaderos arquitectos de lo universal, es decir, del intento de unificar el espacio literario” (p. 142, traducción nuestra). La traducción en la prensa en el contexto que exploramos a la vez garanti-za el acceso a otras realidades y pone estas realidades en conversación directa con lo propio, difuminando la diferencia en el proceso.

΅ ΅ ΅Bibliografía

Arango de Tobón, M. C. (2006). Publicaciones periódicas en Antioquia 1814-1960: Del chibalete a la rotativa. Medellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT.

Arencibia, L. (2012). Los espacios de la traducción en las revistas cultura-les de la primera mitad del siglo xx en Cuba y su papel renovador. En F. Lafarga & L. Pegenaute (eds.). Aspectos de la historia de la traducción en Hispanoamérica: Autores, traducciones y traductores (pp. 57-65). Vigo: Edito-rial Academia del Hispanismo.

Bastin, G. L., e Iturriza, M. G. (2008). La traduccion como elemento crea-dor de identidad en la prensa independentista de Venezuela (1808-1822). Trans. Revista de Traductología (12), pp. 81-94.

Casanova, P. (2004). The World Republic of Letters. [La república mundial de las letras]. Cambridge: Harvard University Press.

Cubillos, M. C. (2012). El difícil tránsito hacia la modernidad: la prensa en Colombia. Revista Folios, 27, pp. 47-65.

Espinosa, J. M. (7 de agosto de 1930). Notas editoriales. Ecos de abejorral.

Jaramillo Arango, R. (1951). El “Horacio” de Arciniegas. Universidad de An-tioquia, 103, pp. 497-528.

Londoño Isaza, J. B. (1897). El manual de la comadrona y la enfermera. Anales de la Academia de Medicina de Medellín, VIII(11), pp. 397-398.

Montoya, P. A. (2014). Traducción y transferencia cultural en la reforma educativa radical en Colombia: Descripción y análisis de La Escuela Normal

Page 140: Literaturas y culturas del Páramo

140

(1871-1879) (Tesis doctoral, Universidad de Montreal, Montreal, Cana-dá). Recuperada de https://papyrus.bib.umontreal.ca/xmlui/bitstream/handle/1866/11616/Montoya_Paula_2014_these.pdf

Navarro, A. (2010). Las traducciones como fuentes para la prensa en el si-glo xix: el caso de La Gaceta de Caracas. Íkala: Revista de Lenguaje y Cultura, 15(24), pp. 15-43.

Penagos, J. (2012). La prensa en la Nueva Granada entre 1810 y 1812. Revis-ta Folios, 27, pp. 15-45.

Rama, Á. (1984). La ciudad letrada. Hanover: Ediciones del Norte.

Ramírez Giraldo, J. G. (mayo, 2015). Roberto Jaramillo Arango, traductor de Horacio: La traducción entre lo local y lo (trans)nacional. Trabajo presentado en Diálogo de saberes y oportunidades de región: foro del suroriente, Sonsón, Antioquia. Recuperado de: http://www.udea.edu.co/wps/wcm/ connect/udea/d00489ea8f3d4122afd9ea4d152956fb/Juan+Guillermo+Ra-mirez+_+Roberto+Jaramillo+Arango.pdf?MOD=AJPERES

Romano, S. (2004). El otro de la traducción: Juan María Gutiérrez, Héctor Murena y Jorge Luis Borges, modelos americanos de traducción y crítica. Estudios. Revista de Investigaciones Literarias y Culturales, 24, 95-115.

Uribe, J. A. (21 de agosto de 1898). El periódico. Capiro: Revista literaria, científica y de variedades, p. 42.

Vallejo, O. (2010). Una propuesta de lectura del Papel Periódico Ilustrado (1881-1888). El tema de la imagen. En A. Laverde Ospina y A. M. Agude-lo (eds.), Observaciones históricas de la literatura colombiana. Elementos para la discusión. Cuadernos de trabajo III (pp. 155-186). Medellín: La Carreta Literaria.

Page 141: Literaturas y culturas del Páramo

Tres hombres relevantes para la Historia de Abejorral

Nicolás Naranjo Boza

Page 142: Literaturas y culturas del Páramo
Page 143: Literaturas y culturas del Páramo

143

Nos limitamos en esta conferencia a hablar sobre tres grandes hom-bres de Abejorral. Quien desee ahondar más en el legado de cual-

quiera de ellos debe consultar la bibliografía y las referencias del texto. Cada uno de los tres seres a quienes damos nuestra atención da pie para un estudio muy profundo de una o varias áreas del conocimiento y fue adrede que se escogieron hombres de ámbitos profesionales diversos: la administración, la medicina y la filosofía y el derecho, aunque tuvie-ron relación con la literatura. Se hace para contribuir a la diversidad del legado de Abejorral, pues este estudio hace parte del Encuentro de literaturas y culturas del páramo, Abejorral, de “Memorias y archivos literarios. Literaturas y culturas del Páramo: Sonsón, Nariño, Argelia, Abejorral” dirigido por María Stella Girón, el cual vela por rescatar valores culturales de municipios antioqueños. Comenzamos por el mé-dico Miguel María Calle.

Doctor Miguel María Calle

El miembro académico de historia en Antioquia, José Solís Moncada, escribe sobre Abejorral y se refiere a este médico en los siguientes tér-minos: “En este desfile de hombres notables no puede faltar el médico doctor Miguel María Calle Gutiérrez, quien vio la luz de la existencia el 14 de octubre de 1877 y sintió el guadañazo de La Parca en Medellín el 11 de octubre de 1958. Fue un galeno de maravillosas ejecutorias, pulcro y honrado. Ejerció su profesión en Titiribí, Abejorral y Medellín, donde fue rector de la Universi-dad de Antioquia de 1913 a 1921 con habilidad y com-petencia. En la Escuela de Medicina le dio realce a sus cátedras de terapéutica y fisiología. […]” (s. f.); con ello resume la importancia de este galeno antioqueño, a quien citamos por la trascendencia de su obra.

Page 144: Literaturas y culturas del Páramo

144

El presbítero Juan Botero Restrepo proporciona datos más específi-cos acerca de su quehacer:1

Viene al mundo en Abejorral, el 14 de octubre de 1877, en el hogar de don Salvador Calle Jaramillo y doña Filomena Gutiérrez, y es pariente de los sacerdotes De La Calle, distinguidos en la historia de Antioquia. Ingresa a la Universidad de Antioquia y obtiene su grado de médico el 26 de agosto de 1900, justamente el mismo día con el entrañable amigo de su vida, el doctor Emilio Robledo Correa, con una tesis sobre suero artificial.

Empieza el ejercicio de su profesión en Abejorral, y lo prosigue en las minas del Zancudo en Titiribí, luego se radica definitivamente en la capital del departamento. En 1911 es elegido representante a la Cámara y al terminar su periodo lo es para la Asamblea de-partamental. Posteriormente es nombrado profesor de Fisiología y Terapéutica de la Facultad.

En 1913 es designado Rector de la Universidad de Antioquia. Realizaciones suyas son entonces la construcción del Paraninfo, la reforma del edificio de la Facultad de Medicina, donde había funcionado una Escuela Normal, el establecimiento del gimnasio y la independización de las facultades de Derecho y Medicina del resto de la Universidad. En relación con la Facultad de Medicina, lleva a cabo la instalación de los servicios de anatomía especial y anatomía patológica y adquiere maniquíes nuevos para la ense-ñanza práctica de la materia. Es designado miembro de las Aca-demias de Medicina y de Medellín y Bogotá; y en 1951, profesor emérito de la Facultad.

Habiéndole sido ofrecida la Gobernación de Antioquia, por el General Pedro Nel Ospina, declina la posición, con el fin de atender mejor a sus compañeros profesionales. No obstante, por

1 Este y otros fragmentos de obras citadas en el presente capítulo se reprodu-cen con fines educativos, culturales y académicos, de conformidad con lo dis-puesto en los artículos 31-32 de la Ley 23 de 1982. Los artículos de la familia Naranjo Villegas han sido autorizados para su publicación por los herederos de la misma. (N. del E.).

Page 145: Literaturas y culturas del Páramo

145

algún tiempo desempeña la consejería de la Embajada colom-biana en Bélgica.

Al cumplir sus bodas de oro profesionales, en 1950, le es otorgada la Cruz de Boyacá, por el presidente Laureano Gómez, condeco-ración que recibe junto con su colega de grado y gran amigo, el doctor Emilio Robledo.

Con razón es considerado el doctor Calle como uno de los gran-des de la Medicina en Antioquia, máxime que a su gran prepara-ción científica añade especiales prendas de caballerosidad, ética profesional, humanidad en el trato y gran señorío.

Fallece en Medellín en 1957, a los 80 años de edad y 52 de pro-fesión.

Al celebrarse el primer centenario del nacimiento del doctor Ca-lle, el periódico “El Colombiano” dice de él: “En las cátedras uni-versitarias, en las conferencias, en las conversación, en los escri-tos, usaba un lenguaje de total limpidez idiomática y cargado de sabias enseñanzas. Su magisterio es recordado con admiración y afecto por quienes tuvieron el privilegio de ser sus alumnos. Por su integridad moral, por el señorío de sus maneras, por la observancia del más puro criterio ético en el pensamiento y en la acción, por su hidalguía humana, por su sabiduría científica, Antioquia y Colombia tienen conciencia de que el doctor Miguel María Calle ha sido uno de sus más egregios hijos” (edición del 14 de octubre de 1977) (Botero, 1990, pp. 55-56).2

2 El libro tiene la siguiente nota a continuación del título, en la cual se men-ciona la labor de uno de los hermanos Naranjo Villegas y de otro médico im-portante de Abejorral, el Dr. Alberto Betancourt: “La presente obra ha sido cuidadosamente revisada por los distinguidos médicos, doctores Alberto Ro-bledo Clavijo, Alfredo Naranjo Villegas y Alberto Betancourt Arango. A ellos imperecedera gratitud”.El artículo incluye la siguiente bibliografía:“Mejía Robledo, Alfonso. Hombre y empresas de Antioquia, segunda edición, pag. 51; Ospina, Joaquín. Diccionario biográfico y bibliográfico de Colombia. tomo I, pag. 412; Robledo, Emilio. Historia de la medicina en Antioquia y Caldas, en Repertorio histórico, enero de 1924; Robledo, Emilio. Biografía del doctor Miguel María Calle; Duque Betancur, Francisco. Historia de Antio-

Page 146: Literaturas y culturas del Páramo

146

Incluimos un texto escrito por el mismo doctor Calle en el que hace referencia a sus primeros años en Abejorral y el cual permite conocer de primera mano su participación en las actividades de las Minas del Zancudo en Sitioviejo, Titiribí (lo cual lo hizo una leyenda entre los médicos de comienzos de siglo en Antioquia),3 como rector de la Uni-versidad de Antioquia y como médico y docente de medicina. Se nota una relación con la palabra, fruto de una buena formación en letras. El texto está antecedido por una breve presentación hecha por los redac-tores de la Revista Universidad de Antioquia, de donde ha sido tomado:

Homenaje al doctor Miguel María Calle

Uno de los actos más solemnes y significativos de la Novena Se-mana Universitaria lo constituye el homenaje rendido al doctor Miguel María Calle por esta Universidad y por el Gobierno Na-cional. En tal oportunidad el señor Gobernador impuso al doc-tor Calle la Cruz de Boyacá, distinción que el Estado otorga a los hijos mejores de la patria. El doctor Alonso Restrepo Moreno, a nombre de la Facultad de Medicina, hizo el elogio del distinguido varón antioqueño, y exaltó su vida como paradigma de virtudes, como conjugación de sabiduría y como testimonio de decisión y de constancia en el esfuerzo constructivo. Para agradecer el mere-cido homenaje tributado por el Alma Mater y por el gobierno, el doctor Miguel María Calle pronunció el magnífico discurso que a continuación insertamos:

Señor Gobernador del Departamento, señor Rector de la Univer-sidad, señor Presidente de la Academia de Medicina, señores De-canos de las Facultades, señor doctor Restrepo Moreno, señoras y señores:

Acostumbrado el doctor Restrepo Moreno a mirar por los ocula-res de su microscopio, en su constante trabajo de laboratorio, ha

quia. Ediciones Albón Interprint, segunda edición; Jaramillo Restrepo, Julio. Apuntaciones para la historia de Abejorral, pag. 289; García, Julio César. El doctor Miguel María Calle, en Revista Universidad de Antioquia, tomo XXI, pag. 485; Orientaciones médicas, octubre de 1958, pag. 427; Revista Gentes, N.° 78, pag. 9; Grandes forjadores, pag. 179”.3 Por su lucha contra la uncinariasis y la tisis.

Page 147: Literaturas y culturas del Páramo

147

contemplado ahora con los lentes de su cariño, de su nobleza y de su lealtad, rasgos de la vida de su viejo maestro, y ha exaltado la personalidad a la medida de su corazón de hombre, benévolo y sabio.

Debo rendirle por eso mis más cálidos y sinceros agradecimien-tos. Ninguna extrañeza me causa su bondad para conmigo, por-que desde que asistía a mis cátedras hasta el momento presente, me ha sido siempre noble, sincero y leal.

Habéis traído, doctor Restrepo, a la memoria, el recuerdo de mis antepasados y para que podáis completar los “Parches biográfi-cos” de vuestro libro “El canto del ganso” me permito apuntaros que mi abuela paterna, a quien tratásteis como amigo y solícita-mente cuidasteis como médico, era nieta de aquel don Francisco Palacio, hombre de recia contextura física y moral, de quien su biznieto el inteligente y erudito historiógrafo Gabriel Arango Me-jía, refiere sabrosas y picantes anécdotas. Fue don Francisco un exaltado patriota y en los albores de la guerra de la independen-cia, no encontrándose ya capaz de empuñar las armas en activa campaña, reunió a sus hijos mayores y a varios de sus esclavos y los entregó al ejército libertador para que pelearan las batallas de la Patria. Fue mi abuela paterna incansable lectora, y en medio de su sencillez, vivía al corriente de todo el movimiento político del país; por llevar el apellido de Palacio se creía ingenua y orgullo-samente parienta del Libertador; grande era su patriotismo y los aposentos de su casa estaban adornados, en vez de obras cubis-tas, con retratos de los héroes de la emancipación y de los gran-des gobernantes de Colombia. Durante más de cuarenta años, sin que faltara uno solo, hizo celebrar una misa solemne al Espíritu Santo, el 20 de julio, fecha de la reunión del Congreso Nacional, para que la Divinidad iluminara a los padres de la Patria, y hay que tener en cuenta que entonces se sentaban en los bancos del Congreso hombres de la talla de Mariano Ospina Rodríguez y Salvador Camacho Roldán, José Joaquín Ortiz y José María Sam-per, Carlos Martínez Silva y Aníbal Galindo, Miguel Antonio Caro y Fidel Cano, Marceliano Vélez y Manuel Murillo Toro, José

Page 148: Literaturas y culturas del Páramo

148

Vicente Concha y Rafael Uribe Uribe, Guillermo Valencia y Die-go Mendoza Pérez, Luis María Mejía Álvarez y Rafael del Co-rral, Carlos E. Restrepo y Libardo López, Ramón Arango y Jorge Enrique Delgado, y tantos otros que en este momento se escapan de mi memoria y que formaban en ese entonces una luminosa constelación de patricios, que si bien defendían con ardentía sus ideas, pensaban siempre en los altos intereses de la Patria.

Lástima grande que ya mi abuelita no exista, porque ella tan bue-necita y tan caritativa, de quien se dijo que no había perdido la gracia bautismal y que había muerto en olor de santidad, quizás hubiera podido, con su original devoción, aplacar las iras y aca-llar las voces de odio de nuestros conductores públicos para que este pueblo sufrido y laborioso pudiera vivir y trabajar.

_________________________________

Cuando era yo estudiante en los viejos claustros de esta Univer-sidad, y de esto hace un buen por qué de años, y regresaba a mi pueblo y entregaba a mi madre las calificaciones y premios que había obtenido, jamás se me ocurrió la extravagancia de escribir un discurso para agradecerle su abrazo efusivo y su beso mater-nal. Ahora, cuando la Universidad de Antioquia, mi madre in-telectual y la forjadora de mi espíritu, me colma de honores, me veo obligado a escribir estas cuartillas en señal de profundo re-conocimiento.

¿Y qué he hecho yo para que así me enaltezca nuestra Alma Mater? Solamente cumplir un juramento que va para cincuenta años, en solemne ocasión, pronuncié, al prometer “trabajar por el brillo y prosperidad de la Universidad de Antioquia, desempeñando en ella los cargos que se me confiaren”. Y cómo he cumplido aquel juramento. He de decirlo sin remilgos y sin falsas modestias, que las más de las veces no son sino un gastado recurso oratorio men-tiroso e insincero. Se me tachará quizás de que aprovecho esta oportunidad para hacer una autobiografía, pero, oídlo bien, seño-res, lo hago consciente y deliberadamente. ¿Acaso les está vedado a los hombres escribir sus memorias? Por otra parte debo justifi-car el homenaje que ahora se me tributa y tener presente que no

Page 149: Literaturas y culturas del Páramo

149

estoy haciendo otra cosa que rendir una cuenta: la Universidad me dio un capital para que lo conservara y lo acrecentara y vengo en este momento a decirle, siquiera en mínima parte, cómo lo he manejado y cuál ha sido el uso que de él he hecho.

Desde el año de 1901 empecé mi profesorado con la enseñanza de Ciencias Naturales y un poco más tarde me hice cargo de la cátedra de Fisiología, y aunque sin laboratorios, ni elementos de experimentación, como muy bien lo apunta el doctor Restrepo Moreno, traté de suplir las deficiencias del material de enseñanza con intenso estudio de las materias, con absoluta puntualidad en la asistencia y la claridad de mis explicaciones. La suerte y las malas condiciones económicas que se presentaron después de la terrible crisis de 1904, hicieron que tuviera que ausentarme por algún tiempo de esta ciudad para hacerme cargo del servicio mé-dico de las entonces prósperas minas del Zancudo, en donde con un trabajo abrumador y un sueldo mezquino tenía que atender 1500 obreros con sus familias, radicados en una gran extensión, que diariamente había de recorrer a lomo de mula. Pero tuve mi compensación porque en campo tan extenso, tan rico en variadas enfermedades y en graves accidentes de trabajo, y siempre ambi-cioso de aumentar mis conocimientos, me formé médico, adquirí una gran práctica quirúrgica y pude regresar a mis viejos lares sin el temor de encontrarme retrasado en el movimiento científico. Fue durante esa época cuando me dediqué de manera especial al estudio de las enfermedades tropicales e inicié en Antioquia la primera lucha contra la anemia tropical, azote de nuestros agri-cultores y que, con el paludismo, constituye uno de los más gra-ves problemas familiares, sociales, económicos y fiscales. Vuelto a Medellín, como diputado a la Asamblea en 1912, fui llamado por el doctor Clodomiro Ramírez, mi coterráneo, a la sazón Go-bernador del Departamento, para regir los destinos de la Univer-sidad. Grandes fueron mi sorpresa y mis temores, pero acepté el cargo y empecé a trabajar; conté desde el principio con el franco y decidido apoyo del Consejo Universitario, formado por los doc-tores Julio E. Botero, Francisco E. Tobar, Tomás Quevedo Álvarez

Page 150: Literaturas y culturas del Páramo

150

y don José María Mesa Jaramillo, nombres que no deben dejarse caer de la memoria como grandes benefactores y propulsores de nuestro Instituto Universitario.

Aunque parezca nimiedad contaré que mi primera providencia al entrar con puesto de mando al viejo caserón, en otro tiempo cuar-tel de artillería, que destruí los calabozos en donde muchos de mis compañeros purgaron faltas insignificantes con gran mengua de su dignidad y la natural protesta por injusticias de pasantes y profesores malhumorados. No había olvidado que jóvenes distin-guidos, excelentes estudiantes y pundonorosos pasaron en aque-llas mazmorras días y noches, a pan y agua, como si fueran gran-des delincuentes. Tal era el recuerdo que yo traía de mis épocas de estudiante y desde el principio resolví acabar con esos lugares de tortura. En uno de ellos, justamente en donde hice construir la rectoría, se hallaba en uno de los muros, escrita con carbón, la famosa estrofa de Vicente Escobar Isaza, inspirado poeta, notable repentista y malograda inteligencia, cuando aterido de frío, hubo de cubrirse con un viejo mapa. Así reza la estrofa:

“La América del Norte fue mi lecho la América del Sur mi cobertor; recliné mi cabeza en el Atlánticoy arrullome del Niágara el rumor”.4

Tampoco pude conformarme con que la juventud estudiosa viviera en un local destartalado y sucio, que los dormitorios estuvieran provistos de camastros de madera plagados de insectos y, con la venia del Consejo Directivo, aunque muy escaso de fondos em-prendí la construcción del nuevo edificio hasta darle fin, que es hoy el que tenemos, y de este hermoso Paraninfo, que si no tiene el lujo de las grandes Universidades americanas y europeas, al menos es un lugar en donde podemos recibir sin sonrojo a intelectuales de otras partes que vienen con el ánimo de conocernos e ilustrarnos.

Con los buenos oficios de don Miguel González, cónsul general de Colombia en Nueva York, y la colaboración de don César Pie-

4 La alusión es al libro Historia e historias de Medellín de don Luis Latorre.

Page 151: Literaturas y culturas del Páramo

151

drahita, Secretario de Hacienda en esa época, introduje un mo-derno, higiénico y completo mobiliario del cual tomaron modelo inteligentes y laboriosos industriales que han venido a ser pro-veedores en grande escala de los principales establecimientos de educación de toda la República.

Persuadido de la importancia de la Cultura Física, y venciendo muchas veces la resistencia de los alumnos y la indiferencia de muchos profesores, hice obligatoria dicha enseñanza y, salvadas las proporciones, mandé construir el primer salón que en Colom-bia haya funcionado para ejercicios físicos al estilo del de la Uni-versidad de Filadelfia, salón que fue el origen de la afición a los sanos deportes. En esta empresa tuve como colaborador al profe-sor suizo Jorge Hertzig, a quien descubrí por casualidad al ver en su casa los diplomas y trofeos obtenidos en su patria.

La mecanografía y la taquigrafía, la higiene en el bachillerato, la psiquiatría en la Facultad de Derecho y en la Medicina y la Deon-tología así como la Clínica Terapéutica fueron cátedras que hice abrir como complemento de las diversas enseñanzas.

Mas no fue solamente la obra material la realizada durante los ocho y medio años de mi rectorado, sino que la labor educativa e intelectual de esa época la proclaman los ilustres varones que hoy figuran en plena madurez en los más altos puestos del Gobierno, de la Jurisprudencia, de la Medicina, de la Ingeniería, del Comer-cio y de las Industrias; son tantos y tan ilustres los nombres de los que en aquel periodo pasaron por los claustros universitarios, que no me atrevo a enumerarlos por no caer en involuntarias omisiones.

En el año de 1918, convencido de que era imposible para un solo rector atender a las diversas Facultades y a tan gran número de alumnos, elaboré un proyecto de ordenanza, que fue aprobado por la Honorable Asamblea, para separar las distintas facultades, dándoles relativa autonomía, pero sin romper la unidad universi-taria. Desde entonces funcionan en sus respectivos locales, tienen sus decanos propios y sus consejos consultivos, pero sujetas al Consejo Directivo de la Universidad.

Page 152: Literaturas y culturas del Páramo

152

A pesar de mis esfuerzos, de mi buena voluntad y de los perjui-cios económicos que sufrí, porque el sueldo que ganaba nunca era suficiente para las más premiosas necesidades de mi familia, fui terriblemente combatido desde la calle por tirios y troyanos, y cada grupo o partido quería hacer de la Universidad una for-taleza política y en mí encontraban una barrera infranqueable para llevar a cabo sus propósitos, porque creía entonces y sigo creyéndolo hoy, en el ocaso de mi vida, que el morbo político no puede contaminar las aulas so pena de romper la necesaria disci-plina y la armonía que deben reinar entre alumnos y profesores para que el estudio sereno y consciente dé sazonados frutos. Si al final de mi rectorado pude presentar una obra, si no perfecta, por lo menos digna de Colombia y de Antioquia, se debió a que tuve el valor de soportar dificultades y amarguras por el tiempo necesario para dar término a una labor tangible y visible. Sería sobremodo injusto y desagradecido si no trajera ahora a la me-moria los nombres de los Generales Pedro J. Berrío y Pedro Nel Ospina, ilustres mandatarios de Antioquia, quienes me honraron siempre con su confianza y me sostuvieron en mi puesto, a pe-sar de las rudas campañas que contra mí se hacían. Sabían que yo era hombre honrado y trabajador y de sus labios oí siempre la palabra: ¡adelante! Estoy convencido de que uno de los más graves males que aquejan a Colombia es la inestabilidad en los puestos públicos, sujetos siempre a los vaivenes de la política y de la intriga. Mientras Delano Roosevelt tiene un secretario de Estado que le dura diez años, en nuestra tierra se cambian los ministerios, las gobernaciones y las alcaldías como se cambian en otras latitudes los trajes para cada estación. Es imposible que un hombre, por inteligente y laborioso que sea, realice tarea de im-portancia si a cada paso ve que ya el reemplazo le llega. De todo aquello conservo el recuerdo del fragor de la lucha, pero para nadie guardo el más mínimo resentimiento.

Creíame yo ya libre por completo de las tareas del profesorado universitario después de haberlo servido por cerca de cuarenta y cinco años, pero un buen día al señor Rector y a los señores

Page 153: Literaturas y culturas del Páramo

153

directores del Liceo se les antojó resucitarme y me confiaron nada menos que la dirección de un seminario para la preparación de futuros médicos. Hubo alguien que me dijera que ya yo no sería capaz de manejar un grupo de estudiantes de quienes se decía eran díscolos y desaplicados; mas desde el primer día tuve la oca-sión de observar en los alumnos la mejor compostura y el mayor interés. Aquí los veo en este momento acompañándome genero-samente, y las horas que hemos pasado juntos han transcurrido en agradables conversaciones, siempre sobre temas interesantes, muchas veces propuestos por ellos mismos. Y es que el profe-sor no debe permanecer en su presuntuosa altura, sino que debe bajar suave e inteligentemente hasta sus discípulos, crearles una personalidad y hacer que piensen y discurran como hombres li-bres y conscientes.

_________________________________

Pecaría yo de ingrato si no consagrara un recuerdo a las personas que desde mi infancia contribuyeron a que alcanzara esta honro-sa posición en que ahora me colocan el Gobierno, la Universidad, la Academia de Medicina y mis amigos y discípulos. Larga es la enumeración pero a ella me obliga la gratitud y el reconocimiento:

Doña Bernardina Ramírez, tía del doctor Clodomiro, mi maestra de primeras letras, inteligentísima señora para quien guardé un profundo respeto hasta los postreros días de su vejez desvalida; don Alejandro Vásquez Uribe, mi primer maestro de segundas letras, preceptor incomparable; mis maestros de la Facultad de Medicina y mis protectores entre los cuales debo mencionar pre-ferentemente a José Vicente Maldonado, a Tomás José Bernal, a Juan de Dios Uribe Gómez, a Juan Bautista Londoño, a Jorge en-rique Delgado, a Baltasar Ochoa y a todos y a cada uno de los que en sus respectivas cátedras me trasmitieron sus conocimientos. El doctor Emilio Robledo, mi compañero inseparable, con quien estudié desde los años del bachillerato hasta el día en que juntos optamos al grado de doctor. La vida ejemplar del doctor Roble-do ha sido para mí un guión constante y un ejemplo vivo de lo que es el método, la capacidad para el trabajo, la severidad en las

Page 154: Literaturas y culturas del Páramo

154

costumbres, la nobleza y la caballerosidad nunca desmentidas, a través de cincuenta y ocho años de una amistad nunca interrum-pida. El doctor Braulio Mejía, modelo de médicos, de caballeros y de ciudadanos; no tuve el honor de recibir sus lecciones en la cátedra, porque durante mis estudios vivía él en el exterior, pero durante cincuenta años me ha honrado con su amistad, con su ili-mitada confianza y de él he recibido las mejores lecciones que son las lecciones de su vida. De este gran señor sí que puede decirse que para forjarlo fabricaron un molde y luego lo rompieron. Mis innumerables discípulos que con gran gentileza han seguido mis enseñanzas y han llevado mi nombre a los más apartados lugares; ellos, que a pesar de sus altísimas posiciones y al través de años de ausencia, al encontrarme me saludan con el título de MAES-TRO, la más grata palabra a mis oídos.

Y para finalizar viene ya mi gente, la gente de mi casa; mi abuelo paterno, don Manuel de la Calle y Escobar, gran lector y gran narrador, que tal vez sin saberlo, me infundió el amor a los libros; mi padre don Salvador, hombre vigoroso y enérgico, que supo educar a sus hijos en la escuela de la honradez y del trabajo; mi madre, mi dulce madre, quien me educó cristianamente y con su exquisita educación me enseñó las buenas maneras que deben distinguir al hombre de sociedad; don Dionisio Arango Mejía, padre de mi esposa, cuyo talento y don de consejero fueron tra-dicionales; mis hermanos Manuel Felipe y Gabriel, quienes con un cariño fraternal, que raya casi en veneración, me han ayuda-do moral y materialmente; y por último mi esposa, la que me ha acompañado por cuarenta y ocho años, la que en los primeros tiempos de mi carrera, siendo casi una niña, abandonó los hala-gos de la ciudad y las comodidades de su casa para seguirme por pueblos y veredas, ayudándome en las más graves operaciones quirúrgicas, cuando lejos y sin recursos tenía yo que afrontar las más serias dificultades profesionales. ¡Jamás podré olvidar que fue ella la que me sacó a la luz pública cuando me obligó a ir en el desempeño de una alta representación, quedándose sola en cir-cunstancias poco propicias! Cuántas noches de soledad mientras

Page 155: Literaturas y culturas del Páramo

155

yo velaba a la cabecera de los enfermos o asistía al nacimiento de centenares de niños que vieron la primera luz en mis manos. Rara vez los homenajes que se tributan a los hombres recaen sobre las compañeras de su vida, que los han alentado, que les han dado ánimo en la lucha y que gracias a ellas han triunfado. Por ser ella coautora de mi obra, justo es que reciba también los honores que a mí me tributan.

Señor Gobernador, señor Rector de la Universidad, señor Pre-sidente de la Academia de Medicina: os pido muy respetuosa-mente que me permitáis entregar a mi esposa este pergamino, y colocar sobre su pecho estas condecoraciones con que me habéis honrado (1942, pp. 362-369).

En cuanto a su relación con la literatura, indicamos sus semblanzas de otros médicos, pues son ejemplo de pulcritud y desarrollo de una forma literaria en la que se ve al buen biógrafo y al buen narrador. Ejemplos concretos de ello son los siguientes artículos:

Academia de medicina, en Clínica Gil, vol. 1, N.° 4, agosto de 1924, pp. 109-112; Doctor Nepomuceno Jiménez J., en Boletín Clínico: Órgano de la Facultad de Medicina, vol. 1, octubre 6 de 1924, pp. 245-246; Doctor F. A. Uribe Mejía, en Boletín Clínico: Órgano de la Facultad de Medicina, vol. 3, N.° 12, septiembre de 1937, pp. 649-650; Escuelas del hogar, en Educación Pública Antioquia, N.° 69-85, 87, febrero de 1928-diciembre de 1930, pp. 438-440; Doctor Lázaro Uribe Cálad, en Boletín Clínico: Órga-no de la Facultad de Medicina, vol. 2, N.° 4, octubre de 1935, pp. 147-148; Semblanza de don Luis M. Mejía Álvarez, publicado por la Tipografía Sán-chez de Medellín en 1926, 14 p.; y La vida del ilustre profesor médico Dr. Braulio Mejía, en Boletín Clínico: Órgano de la Facultad de Medicina, vol. 6, N.° 8, julio de 1940, pp. 390-395.5

En este artículo no nos ocupamos de la práctica médica del Dr. Ca-lle, fuera de las generalidades que aparecen en los textos citados. Solo anotaremos un dato que nos obsequió el Dr. Alberto Betancourt (de Abejorral): el Dr. Calle encontró entre otras cosas que la leche de higue-5 Y hay un retrato del doctor Gil y Gil, pero no se han hallado los datos biblio-gráficos para incluirlos en este estudio.

Page 156: Literaturas y culturas del Páramo

156

rón sirve para combatir el Oxyuris vermicularis6 que causa la oxidrasis (una infección parasitaria) y ello le fue de gran ayuda para curar a los mineros en Sitioviejo. Y por ese tipo de logros, en cuanto a su relación con la literatura, este médico fue el inspirador de una de las crónicas más especiales de la literatura antioqueña, escrita por el cuentista Fran-cisco Gómez Escobar (Efe Gómez). Se trata de “La campana del conde” y salió en Boletín Clínico: Órgano de la Facultad de Medicina en 1934, texto reproducido por Benigno A. Gutiérrez en una compilación de 1936 y luego en el tomo II de la Biblioteca Efe Gómez llamado “Retorno”, en el año 1945. No es en vano que fuera publicada por primera vez en una revista en la cual colaboraba el Dr. Miguel María Calle, pues el mundo médico incorporó una obra literaria especial entre las produ-cidas en Antioquia. La crónica se ocupa de la estadía de Efe Gómez como ingeniero químico y de minas en las Minas del Zancudo desde 1907 hasta 1911. Durante ese tiempo el Dr. Calle estaba luchando por sanar a los mineros enfermos y ambas personalidades se conocieron en el lugar, allí se conjugaron los quehaceres de estas dos leyendas de nuestro pasado cultural. La crónica tiene un tono especial. Efe Gómez la escribe cuando retorna a Sitioviejo, después de dos décadas de no estar allí, porque regresó a fundar la compañía de La Bruja, junto con otros mineros y para volver a extraer minerales. Cuentan los hijos del escritor que Efe Gómez redactaba la crónica en homenaje al doctor Mi-guel María Calle y no lo mencionaba, y entonces doña Inés Agudelo de Gómez —esposa del escritor— le dijo: “¡Acabe pues y mencione al doc-tor Calle!” y por eso la crónica tiene un final un tanto abrupto aunque elocuente del aprecio por el médico homenajeado. La crónica habla de asuntos filosóficos, rememora el pasado de la mina, habla y concluye con las palabras de tono védico: “Es que lo que se hace por la vida mi querido Miguel Calle, sigue vibrando perdurablemente. Ella lo es todo: mies divina, razón de ser del universo” (Gómez, 1973, p. 99). Así entró el doctor Calle al ámbito de la literatura.

En la revista en la que fue publicada la crónica aparece una carica-tura del Dr. Calle hecha por Horacio Longas, y esto prueba cómo los grandes artistas se ocupaban del médico y rector de la Universidad.

6 Posteriormente, este gusano pasó a llamarse Enterobius vermicularis.

Page 157: Literaturas y culturas del Páramo

157

Continuamos con una eminencia en la administración y las finanzas del país.

Esteban Jaramillo

El economista y político Esteban Jaramillo nació en Abejorral el 2 de septiembre de 1874. Se graduó en Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de Antioquia en 1895. Fue juez en su pueblo natal y en Fredonia. Fue secretario de Gobierno de Antioquia entre 1902 y 1903 y ocupó la Gobernación de Antioquia. En Bogotá se encargó del Minis-terio de Gobierno en la presidencia de José Manuel Marroquín. Viajó a la Sorbona de París en 1904 para estudiar Ciencias Económicas y Fi-nancieras, y el general Rafael Reyes lo nombró embajador en Francia. A su regreso al país fue representante a la Cámara y senador. En 1917 se especializó en Economía y Finanzas en los Estados Unidos.

Fue ministro de Agricultura y Comercio para Marco Fidel Suárez (1918-1919, 1920-1921) y del Tesoro (1919-1920) de Obras Públicas en el gabinete de Carlos Holguín (1919-1921). Como ministro de Hacien-da para Miguel Abadía Méndez (entre 1927 y 1929) y Enrique Olaya Herrera (entre 1931 y 1934) logró un reconocimiento a nivel nacional por su manejo de la economía del país durante la crisis de 1929 y el conflicto colombo-peruano (1932-1933). Fue representante conser-vador en el Congreso de la República y presidente de la Federación Nacional de Cafeteros. En América Latina es conocido por sus estu-dios y conocimiento de hacienda pública. Cuando el general Pedro Nel Ospina era presidente lo incluyó en la misión contratada con el norteamericano Erwin Kremmerer, para modernizar lo relacionado con las finanzas en Colombia. Y fruto de ese plan son el Banco de la República, la Contraloría General y la Superintendencia Bancaria. Sus aportes en materia monetaria y fiscal se convirtieron en factores decisivos para modernizar la economía del país y la administración del Estado.

Su obra sobre hacienda se reunió en memorias redactadas como mi-nistro, presentadas al Congreso (hace un tiempo las publicó el Banco de la República con prólogo de Juan Camilo Restrepo). En estos traba-

Page 158: Literaturas y culturas del Páramo

158

jos se reflejan varios periodos de historia nacional. Lo respetaron por igual los conservadores y los liberales. Su gran aporte fue su constante defensa del equilibro presupuestal y el control del gasto fiscal, elemen-tos de la hacienda pública hoy desvalorizados, los cuales le merecieron serias críticas; la aprobación de algunas de sus medidas no fueron uná-nimes por parte de sus conciudadanos.

Citamos apartes de un texto de Luis Fernando Molina sobre Esteban Jaramillo para ver sus aportes al país:

Para consolidar el nuevo orden financiero, Jaramillo impulsó la creación de la Caja de Crédito Agrario, Industrial y Minero, y el Banco Central Hipotecario, como decidido partidario de la polí-tica intervencionista del Estado en materia bancaria. También fue partícipe activo de la redacción del proyecto para la creación del Banco Interamericano de Desarrollo. Introdujo, en 1918, el con-cepto del impuesto sobre la renta global, establecido luego por una ley de la República que ordenó gravar la renta proveniente del capital con un 3%, la proveniente del capital combinado con la industria en un 2%, y la renta del trabajo con el 1% anual. Jara-millo es reconocido en la historia colombiana por el acertado ma-nejo de la economía durante la crisis mundial de 1929 y la guerra con el Perú en 1932, pues se dice que la economía nacional salió fortalecida del conflicto.

Sus proyectos de ley siempre fueron una respuesta oportuna para dar solución a profundos problemas estructurales del país. La amplitud de sus estudios y el conocimiento en la materia lo convirtieron en una autoridad en América Latina en asuntos so-bre hacienda pública. Jaramillo figura como el primer maestro colombiano de esa cátedra en el Colegio de Nuestra Señora del Rosario y en la Facultad Nacional.

En sus escritos, Jaramillo se presentaba como un ensayista prolí-fico y de notable erudición. Trató acerca de innumerables tópicos con elegante estilo y reconocido dominio de la gramática espa-ñola. Esto le valió para convertirse en miembro de las Academias Colombianas de la Lengua, de la Historia y de Jurisprudencia.

Page 159: Literaturas y culturas del Páramo

159

Sus obras más conocidas son La reforma tributaria en Colombia (1918), Memorias de Hacienda y Tratado de Hacienda Pública (1925), un clásico en la materia, publicado en numerosas oportu-nidades y texto universitario único y obligado durante muchos años en Colombia (banrepcultural.org).

Falleció en Bogotá en 1947.Dado que buscamos rescatar los valores culturales y hacemos hinca-

pié en los textos literarios, incluimos aquí el texto del discurso de Abel Naranjo Villegas sobre el Dr. Jaramillo, el cual inicia con evocaciones del pueblo mismo, valiosas para quienes deseen reconstruir su pasado. Así se rinde homenaje a dos abejorraleños:

Espacio natal de Esteban Jaramillo

Discurso pronunciado por el Dr. Abel Naranjo Villegas en Abe-jorral, el 8 de septiembre de 1971, con motivo del centenario del natalicio del Dr. Esteban Jaramillo.

Vengo a reunirme con mis coterráneos que son hoy un solo tím-pano para multiplicar el eco vivo de la historia despertada. Con-memoramos hoy con orgulloso júbilo los cien años de haber na-cido aquí aquel que un día iba a cargar este suelo de posteridad.

A partir de la fecha de la independencia nuestro prócer aparece hacia la tercera generación. Porque él es nieto de uno de los funda-dores de este pueblo que, en 1801, había iniciado aquí el Maestro José Antonio Villegas. Con éste llegó un puñado de gentes de cepa hispánica como eran Arangos, Baenas, Jaramillos, Gutiérrez, Isa-zas, Martínez, Mejías, Londoños, Palacios, Ramírez, Restrepos, Ve-lásquez, entre ellos José Antonio Jaramillo, abuelo de Esteban. La anterior onomástica resulta inevitable para discernir algunos ca-racteres del ámbito social que se iba a producir en estos territorios.

Sucede que desde 1763, una real provisión de la Audiencia de Santa Fé de Bogotá había adjudicado estas tierras, desde Ríone-gro, La Ceja, Abejorral y Sonsón, al español D. Felipe de Villegas y Córdoba, padre de D. José Antonio Villegas. Padre e hijo eran letrados, el primero licenciado de la Universidad de Salamanca

Page 160: Literaturas y culturas del Páramo

160

y el segundo con estudios superiores en el Colegio de San Bar-tolomé de Bogotá. No es extraño, pues, que, cuando en 1811, D. José Antonio hizo donación de los terrenos para construir defini-tivamente la ciudad señalara expresamente lotes para Iglesia, dos capillas, plaza, cementerio, biblioteca, hospital, cárcel, calles y so-lares para los pobladores. Tal tesón se puso en la biblioteca que, hasta a mi propia generación le fue dado leer en ella a los autores de la Enciclopedia, que habían sido incorporados originalmente a sus pertenencias.

Primer factor que debe señalarse es el de que la fundación tenía más carácter de empresa cultural que la dominación territorial y el segundo, también muy pertinente, que no hubo las tensiones habituales en nuestras empresas fundacionales con un grupo in-vasor y un grupo sometido. Los minúsculos núcleos indígenas que habitaron estas breñas, armados y paucaras o pácoras, ha-bían desaparecido desde hacía más de un siglo cuando las hues-tes de Robledo vencieron a los aborígenes de Antioquia y los que no sucumbieron en batalla se auto eliminaron en gesto de heroica protesta. No hubo, pues, despojo, ni encomienda, ni la servidum-bre de diezmos y quintos que en otras partes del Virreinato de-vastó a la precaria raza indígena.

Casi pudiera decirse que los únicos seres vivos, con organización social, que esos colonizadores encontraron entre estas serranías fueron los enjambres que en América constituyeron la vanguar-dia de la colonización. Si es cierta la leyenda, aceptada por los genealogistas zoológicos de que las abejas llegaron desde Castilla con las naves de Colón, y penetraron en estas selvas a preludiar musicalmente las hazañas de los colonizadores, tal vez no sea un gratuito adorno poético pensar que el fundador, hombre de letras, hubiera asociado al Ática esa circunstancia para darle el nombre original de Mesenia a este poblado en honor de la melí-fica ciudad griega. ¡Cuánto más evocador ese circunloquio! Con-sumada la independencia, una asociación más directa con esos himenópteros afirmaba la disensión con España, más urgida de reiterar cuando Warleta insistía en mantener el primitivo nombre.

Page 161: Literaturas y culturas del Páramo

161

Pero estos devaneos tan seductores no cuentan ya porque fue-ron abatidos con la jurisprudencia que elevó a Municipio en 1812 a Abejorral, con un área circundada por los ríos Aures, Arma y Buey, en extensión de 567 kilómetros cuadrados, pisos térmicos definidos con tres climas, frío, templado y cálido. La cabecera con 17 grados de temperatura casi inalterable.

Si, como decía Ganivet, la patria “es la cantidad de medio que de pequeños nos hemos asimilado y que forma parte latente de nuestro ser físico y casi de nuestro ser psicológico” no resulta des-mesurado encontrar allí las fuentes del comportamiento de este grupo social acendrado a lo largo de esas generaciones. Y cali-brar en los vástagos unas calidades específicas que brillaron con resplandor inusitado en quien hoy estamos celebrando. No hubo en los antepasados contiendas de dominación y el grupo director bebió unas lecturas que le dieron sentido crítico a la existencia, un talento selectivo y un ánimo sereno para encarar los problemas. Todo esto dirigido en el rigor y disciplina de la conducta les con-firió un sentido autocrítico que, a la vez que les daba seguridad a las propias ideas, se abría a la tolerancia para enjuiciar las ajenas.

___________________________________

Pero esta visión física no nos revela todavía los caracteres espiritua-les de este grupo social que se ubica en lo que se ha denominado provincia de Aures, inoculada toda ella con la sangre del patriarca que fundó este pueblo. La vocación intelectual que ostentan ciuda-des como Sonsón, La Ceja, y todos sus anexos, provienen inevita-blemente del espíritu que sembró nuestro fundador.

Las pasiones que agitaron a estos antepasados no eran pasiones de clase, ni del lucro de la sociedad adinerada o de consumo, ni la ambición de mando sino las pasiones esenciales de la natura-leza. Esas que van directamente al objeto y que solo tienen como testigo a la conciencia. Tal vez un remoto parpadeo de la gloria temblaba en las profundidades pero una gloria que resplandecía más por el servicio que por el mando. Por eso, auncuando exis-tían las clases sociales, merced a la congrua economía de aquellos tiempos, habían alcanzado un ajuste satisfactorio y sin hostilidad.

Page 162: Literaturas y culturas del Páramo

162

No quiere decir esto que hubiera distribución equitativa de la ri-queza, del poder, de las oportunidades. Fuera de la posesión de la tierra puede decirse que no existía riqueza; la imagen próxima del poder no era ambicionada y en cuanto a las oportunidades no eran sino las del trabajo en aquello que cada uno creía servir. Lo anterior significa, pues, solamente que dentro de cada clase la parva masa de individuos se conformaban con el status quo y las clases que habían llegado a una activa oposición mutua. Lo que importaba a cada uno no era tanto el espacio físico sino más bien un espacio psíquico donde cupieran aspiraciones infinitas.

Evoco una noche de paseo por estas calles trazadas al hilo de Azorín. Al salir de la biblioteca con hermanos o amigos, devoran-do libros en interdicción familiar, palpitaba la bóveda celeste pro-digiosamente sembrada de estrellas. Parecía apoyarse sobre leja-nas colinas y centrada en la luna nítida que plateaba las florestas distantes. En suelos empedrados y mordidos por la ondulación de los tejados resonaban nuestros pasos con cierta medrosa por-fía. Los pasos de noche en estos pueblos tienen un ruido distinto de otros sitios. Son pasos sonoros, que convocan a otros ruidos. Traquean las maderas, ladran los perros en la lejanía, y los gallos desvelados saludan prematuramente a la aurora. Todo aquello se reúne en un coro profundo como si fuera la voz misteriosa de la naturaleza.

Al llegar a la plaza, subiendo por la calle real, la ciudad reposaba confiadamente vigilada por los torreones que elevó el culto mile-nario de la fe. Serpentean a la distancia los caminos como cicatrices de la noche y una nostalgia infinita invade el corazón anhelante. Regresan las leyendas que de niños nos transmitía la servidum-bre contra las expresas prohibiciones paternas. A la vuelta de una esquina podíamos encontrar “El Lungo”, y repicar sobre el empe-drado “la mula en tres patas” o talvez tropezar con “La delgadina”, aquella fantasmal dama tan alta que se asomaba sobre los balcones y por sobre los tejados a husmear en los claustros.

Todos los portones tienen nombres conocidos y familiares. Don Enrique, don Víctor, El Señor Cura, Don Ramón, Don Emiliano,

Page 163: Literaturas y culturas del Páramo

163

El Dr. Jesús María, el General Nepomuceno, Don Nemesio, el Dr. Mario, El Señor Juez, Don Juan Manuel, el Señor Alcalde. Desde cada uno de esos portones brota una alusión romántica que trepa historia arriba y un aura límpida lleva a los sentidos el olor al durazno, el mamey, los arrayanes y arbolocos, cerezos y borra-cheros, como si al abrir una alacena o un bodegón nos asaltaran los olores de toda la comarca, los zumos de todas las frutas.

Cambiando los nombres y manteniendo los oficios esos debieron ser, cien años atrás, los que contemplaron la niñez y adolescencia de Esteban Jaramillo. Tiempo breve para haber ya engendrado aquí una especie de patriciado que era por sí solo una escuela de sabiduría y de aquel hidalguismo que subraya el arquetipo humano de la España trasplantada. Si en mi infancia deambula-ban por aquí todavía de levita, sombrero hongo y ferrado bastón, manteniendo unas modas abolidas ya en los contornos, cómo de-bieron pulular en las noches que recorrió tantos años atrás Este-ban joven.

¡Cuántos rostros extinguidos! ¡Cuántos idénticos aromas! y, tal vez, los mismos temas literarios, las mismas inquietudes políticas, las mismas rebeldías. Idéntica ternura la que brotó de aquellas matronas que hicieron el señorío y que no me eximo de evocar aquí porque todas ellas hubieran podido ser la madre de los Gra-cos. Y, como no siempre Esteban Jaramillo fue un Ministro, ni algo abstracto y ausente como hoy lo evocamos, quizás detrás de una celosía lo miró deambular, tímido, silencioso como fue siempre, una gentil muchacha que le hiciera exclamar como en el verso de Góngora,

“aún a pesar de las tinieblas, bella. Aún a pesar de las estrellas, clara”.

___________________________________

Arquitectos de esta sociedad en la mitad del siglo pasado fue-ron, entre otros, el Dr. José de la Cruz Restrepo y D. Alejandro Vásquez. Restrepo había regentado en Bogotá, en asocio de D. Lorenzo Marroquín, el famoso Colegio de Yerbabuena y los aza-

Page 164: Literaturas y culturas del Páramo

164

res de las guerras civiles y su melancolía lo devolvieron a esta su tierra en donde apadrinó el bautismo y fue su maestro a Esteban Jaramillo. Restrepo y Vásquez alternativamente dirigieron el fa-moso Colegio de Abejorral que hoy lleva el nombre de “Instituto Manuel Canuto Restrepo”.

Culmina después sus estudios de bachillerato y de Derecho y Ciencias políticas en la Universidad de Antioquia, alma mater de nuestra estirpe. Ese medio universitario, transido de aquel cos-mopolitismo que salva a Medellín de su hermetismo, le sirve de puente entre el medio recoleto de Abejorral y la capital de la Re-pública. Graduado a los veintiún años con lauros pronosticados desde su infancia, ejerce la judicatura en este mismo pueblo y a los veintiocho años le toca desempeñar fortuitamente la goberna-ción del departamento.

Un accidente también lo lleva a Bogotá y, súbitamente le corres-pondió pronunciar un discurso en el Cementerio central de tantas resonancias que al día siguiente el Presidente Marroquín lo llamó a la Secretaría del Ministerio de Gobierno. Hay muchos episodios capaces de configurar una especie de predestinación en ciertos hombres. Con Jaramillo ocurre que, un azar lo lleva a Bogotá, otro lo induce a la obligación de pronunciar un discurso; alguna insuficiencia del jefe que se le asigna lo lleva al parlamento a de-fender en nombre del gobierno un tratado. El principal contendor es, nada menos, D. Miguel Antonio Caro. El joven secretario se maneja con tal donosura y tan hábilmente que Caro repentina-mente lo impugna con el artículo 83 de la Constitución que dice: “El Gobierno puede tomar parte en la discusión de las leyes por medio de los Ministros”. La contundente impugnación hubiera liquidado la intervención del Dr. Jaramillo si un parlamentario allegado a la casa presidencial no hubiera inmediatamente noti-ficado que el Dr. Jaramillo era Ministro en ejercicio. Acababan de promover el Decreto en Palacio.

La ciudad madre sintonizó instantáneamente a nuestro coterrá-neo como uno de los suyos con esa permeabilidad insondable que tiene para captar la inteligencia y la voluntad de la patria. Diver-

Page 165: Literaturas y culturas del Páramo

165

sas administraciones lo llaman al Gabinete Ministerial y se cons-tituye en el mago de las finanzas del país. En materias hacendísti-cas y fiscales llega hasta tales extremos su versación que, cuando el gobierno contrató la Misión Hemmerer para la estructuración de Contraloría y Banco de la República, Mr. Hemmerer, después de escuchar a Jaramillo manifestó que honestamente consideraba superflua su misión porque el Ministro Jaramillo tenía el esquema perfecto para ponerle la espina dorsal a la economía colombiana.

Como profesor se destacaba en la Universidad Nacional por la inmensidad de sus conocimientos, el método de exposición y el bruñido idioma que manejaba. Su Tratado de Hacienda pública sigue siendo un modelo de sabiduría de claridad, no obstante las ingentes sacudidas de la ciencia económica y fiscal. Como conse-jero puede decirse que los gobiernos que no lo tuvieron como Mi-nistro se ingeniaron la manera de tenerlo cerca en las Juntas o en discretas posiciones que llevaron a uno de nuestros presidentes a calificarlo como el médico de cabecera de la República.

Su insaciable avidez de estudio le deparó oportunidades excep-cionales porque, joven todavía en esas misiones, aprovechó tres años en Francia para asistir a las cátedras del Profesor Leroy Beaulieu en la Sorbona, sobre Ciencias económicas y financieras y, después en Nueva York a la de Finanzas dictada por el profesor Seligman.

Sus calidades de expositor brillaron en la cátedra, en los sillones ministeriales, en las curules parlamentarias y aún en la tertulia fa-miliar. Luis E. Nieto Caballero que lo escuchó en academias, en fo-ros nacionales e internacionales cuenta que “Era un expositor con-vincente, de estilo inglés, enemigo por instinto y estudio del énfasis del trópico. No perdía la sangre fría en las discusiones, aunque fue-ra objeto de los más rudos ataques. Tenía un lenguaje pulcro, de frase directa, bien medida, en que muchas veces desconcertaba al adversario por la manera como sabía esquivar los golpes, hacerle lances de singular habilidad y de reconocida elegancia”.

Y en exhaustivo estudio sobre el pensamiento del profesor Jara-millo dice el Dr. Carlos Lleras Restrepo: “El trato con el Dr. Es-

Page 166: Literaturas y culturas del Páramo

166

teban, y ese estudio constante de sus escritos me han permitido apreciar la enorme parte que al Dr. Jaramillo corresponde en la actual estructura económica y fiscal del país… Si era posible abor-darlo a lo largo de una entrevista con quien es uno de los más brillantes conversadores que me haya sido dado conocer…”

Y es que, efectivamente, el profesor Jaramillo no era solamente un especialista en materias fiscales y económicas sino un humanista en la más amplia y exigente acepción. Quienes tuvieron la fortuna de escucharlo recuerdan sus conocimientos filosóficos, históricos y literarios, con una capacidad crítica desconcertante. Al respecto vale la pena recordar su discurso de ingreso como Miembro de la Academia colombiana de la lengua con un estudio no superado sobre Gramática, Legislación y Economía.

Atacado fieramente una vez como Ministro de Hacienda por un fogoso parlamentario, comparándolo con Sylock y sindicándolo de mantener en el bolsillo de la americana un manual de cifras y balances como símbolo del materialismo de su existencia, inmu-table se levantó el Dr. Jaramillo y mostrando el libro a su conten-dor, le dijo: “Usted ha leído mal, honorable representante”. Era el Ulises de James Joyce en edición inglesa que acababa de llegar a Bogotá.

___________________________________

Es posible que cuanto he dicho en alabanza de este hombre susci-te algunas reticencias en las juventudes. Ellas unas veces exigen la obra de pensamiento en cuantía de volúmenes y otras el producto de la actividad pragmática. Pues bien. Hay que calibrar el contex-to de las dos sociedades, la de la infancia y juventud de nuestro prócer y la de ahora. Esta misma ciudad tenía hace 40 años, diez y ocho mil habitantes, 72 manzanas el casco de la ciudad y hoy se aproxima a los cincuenta mil habitantes. En la época del Dr. Jaramillo tendría cinco mil habitantes. Técnica rezagada, vías de comunicación casi nulas, en síntesis, escasos recursos naturales y humanos. Una sociedad nueva todavía carente de modelos que obligaba a los hombres a vivir, en cierto modo, por partida doble. Es decir, formarse en disciplinas clásicas que les permitieran in-

Page 167: Literaturas y culturas del Páramo

167

terpretar adecuadamente la estructura normativa de la conducta y trasladarla a las ciencias aplicadas, a lograr su propia vida y la del país.

Hoy, mal o bien, hay un país más o menos estructurado que le ofrece a la juventud la alternativa de dedicarse a la acción prag-mática o a la exclusiva actividad intelectual. Existe de todas mane-ras más clara división del trabajo. A ellos les correspondía pensar el país y hacerlo simultáneamente. Ahora se trata de corregirlo.

Pues bien. Si se repasa el inventario de figuras de la generación del Dr. Jaramillo, es decir, nacidos entre 1865 y 1880 no es posible encontrar quien haya dado una medida más alta y lúcida sobre la concepción del Estado y la posibilidad de esa forma de asociación en Colombia. Bastaría saber solamente que organizó el sistema impositivo nacional, adelantándose a todos los países hispánicos; el Sistema de contraloría para la vigilancia de los gastos públi-cos y dio la orientación general del Banco de la República y del Crédito hipotecario. Como Ministro y como Legislador no hay una ley social que no haya sido inspirada o impulsada por él. Auncuando todavía no ha terminado la evolución transformado-ra de sus ideas su afán de justicia se encaminaba a buscar una distribución equitativa de los recursos, un ingreso por cabeza que tuviera niveles de humanidad. Su acción en este campo fue, pues, denodada, infatigable y discreta.

Otra cosa es que, contemporáneo de guerras y testigo de sus na-turales violencias, no creyó nunca en la fecundidad de la fuerza, sino en la eficacia de la justicia pacífica. No fue, pues, conformista ni plegado a la vida poltrona sino un convencido ardiente de la efímera fertilidad de los violentos porque solo el temor que inspi-ran los protege contra el desprecio.

En cuanto a la obra escrita, producto de su pensamiento, su Tratado de Hacienda pública, sigue siendo modelo de claridad, orden y pulcritud de estilo. Pero, además, sus Memorias como Ministro, verdaderas páginas de antología y una luminosa “Me-moria destinada a los Miembros de la Conferencia económica internacional” que reunió en Ginebra en 1926 la Sociedad de

Page 168: Literaturas y culturas del Páramo

168

las Naciones, multitud de discursos, artículos y estudios sobre problemas nacionales.

Lejos de mí consolar a esas juventudes con la falacia de que tie-nen hoy una vida más fácil. La inseguridad ideológica produce más angustia que las limitaciones económicas. Pero la medida del estatuto humano cuenta más que las instituciones y se revela en tres categorías en quien pueda proponerse como paradigma para su plenitud: sabiduría, ética del comportamiento y estética de la personalidad.

Al amparo de cualquier sistema social o filosófico ese dechado de humanidad se tendrá como guía y las tres categorías las colmó Ja-ramillo. Sabio en muchas áreas del conocimiento, conducta sin fi-suras por donde pudiera infiltrarse algo fraudulento y, por fin, una estética de la personalidad que hacía de él aquel hombre exquisi-to que, según definición de un refinado pensador contemporáneo nuestro, es aquel que puede prescindir de todo, pero a quien nada le es indiferente. Por eso nunca degradó la sencillez, ni en el traje, ni el ademán, ni en el vocabulario para no confundirla con la cha-bacanería. En él la natural austeridad de la virtud se despojaba de su pesadumbre para convertirse en fluida y agradable.

___________________________________

He procurado cumplir así la honrosa comisión del H. Concejo, la Administración, la Junta procentenario y la sociedad de Abe-jorral y traer la representación que me ha conferido la Academia Colombiana de la Lengua y la de Jurisprudencia para exaltar la memoria del ilustre colombiano. Porque, si prócer es el que hace patria, en la época republicana hay muchas zonas del pensamien-to y la acción llenadas por Esteban Jaramillo. Y es honroso decla-rarlo así en presencia de su esclarecida familia, decoro de la socie-dad colombiana por los dones del talento, la belleza y el señorío.

Asumimos así la responsabilidad de consagrarlo para la histo-ria. Porque dentro de otros cien años habrá también aquí una juventud para recordarlo y juzgar si fuimos justos en esta consa-gración. No se eximirán ellos de la admiración hacia el hombre

Page 169: Literaturas y culturas del Páramo

169

superior acogiéndose al aforismo vulgar de que “nadie es grande para su ayuda de cámara”, porque habrá más conciencia de lo que anotaba el viejo Hegel: “depende del ayuda de cámara”. Una nueva familia de ideas estará vigente para esas fechas y sistemas económicos y sociales habrán sustituido a la patria postiza por la patria profunda aquí representada.

Para esas generaciones podrán aplicarse las palabras que escri-bió Chateaubriand: “¡Francia en el siglo xix aprende a estimar a esta vieja Francia que te ha criado! ¡Tú serás vieja también y se te acusará, como se nos acusaba, de tener ideas anticuadas! ¡Habéis vencido a vuestros padres; no los reneguéis; habéis salido de su sangre! Si no hubieran sido generosamente fieles a las antiguas costumbres no habríais bebido en esta fidelidad nativa la energía que ha producido vuestra gloria en las nuevas ideas”.

La Colombia del siglo xix exigirá para la confirmación de la vida humana las tres calidades que hemos alabado. Esa patria habrá retoñado de la del siglo xix y los niveles de justicia social que habrán alcanzado esas generaciones tomaron su impulso de un prócer que nació aquí hoy hace cien años y que se constituyó en preludio de su virtud y de su gloria.

Abejorral, septiembre 8 de 19747

Recalcamos la anécdota relativa al Ulises de Joyce que confundió el parlamentario con un manual de cifras y balances en el texto de Abel Naranjo Villegas, pues indica un alto grado de conocimiento literario de parte de Esteban Jaramillo.

Para quienes ya no podremos conocer a Esteban Jaramillo, y solo lo tenemos como objeto de estudio histórico, como inspiración para el es-tudio, la administración, etc., podemos acercarnos a sus logros gracias a anécdotas como la narrada por Julio Vives Guerra:7 Texto transcrito a máquina, con la indicación inicial del motivo de su redac-ción en colección de papeles de monseñor Javier Naranjo Villegas. El texto trascrito contiene las correcciones hechas a mano por el propio Abel Naranjo Villegas y las hemos incorporado en la transcripción.

Page 170: Literaturas y culturas del Páramo

170

Así empieza un hombre

Ahora que el doctor Esteban Jaramillo no es ministro y que sólo puedo esperar de él el regalo de una casa propia y de uno que otro ósculo saltón —honor este último al cual renuncio modes-tamente—, me es dado escribir sobre él a todo desgaire y lanzar a los cuatro cardinales lo mucho y bueno que de él opino, como opina todo el que lo conoce y, por conocerlo, lo aprecia en lo que vale.

Conocí a Esteban Jaramillo en el año de 1895, siendo yo secretario del doctor Luis Javier Villegas. Estaba el doctor Jaramillo en una conferencia jurídica con aquél y, apenas se retiró, le pregunté a mi patrón:

—¿Quién es este joven?

Porque en ese tiempo Esteban Jaramillo era joven y no hay moti-vo para dudarlo. Y anoto que entonces quizá teníamos la misma edad, aunque con el correr de los años haya habido cierta desvia-ción en virtud de la cual ahora ha resultado menor. ¡Fenómenos del tiempo!

Lo que parece singular es que la figura del doctor Jaramillo lla-mara mi atención, cuando he tenido siempre muy buen gusto y cuando él no ha sido nunca candidato para Miss Colombia.

—Este joven —me contestó el doctor Villegas— es el doctor Es-teban Jaramillo, uno de los más claros talentos de la actual gene-ración. Y oiga usted una cosa: yo quizá no alcance a ver lo que le pronostico, pero creo que el doctor Jaramillo será, en un corto futuro, uno de los más eminentes hombres públicos de Colombia.

Mas no fue el doctor Villegas el único augur de la brillante carrera pública del doctor Jaramillo.

En 1902 o 1903 don José Manuel Marroquín nombró ministro de gobierno al general Rafael Giraldo y Viana, que a la sazón era gobernador de Antioquia y que tenía como secretario al doctor Jaramillo.

Por los grandes y múltiples servicios que en la secretaría le había prestado el doctor Jaramillo y por la altísima idea que de él tenía,

Page 171: Literaturas y culturas del Páramo

171

el general Giraldo se lo trajo como secretario del ministerio de gobierno.

Pero al general Giraldo y Viana la víspera de posesionarse lo aco-metió una enfermedad mortal, que lo mató en dos o tres días. Fue a visitarlo a su lecho de agonía el presidente señor Marroquín y el general Giraldo, que ni moribundo le hurtaba el cuerpo a una buena acción, le dijo:

—Señor presidente, yo moriré de hoy a mañana. Le recomiendo muy encarecidamente a este joven que me traje de Medellín para secretario del ministerio de gobierno.

El señor Marroquín meditó un momento y luego preguntó:

—¿El doctor Jaramillo me servirá para ministro de gobierno?

Sonrió el general Giraldo y le contestó:

¡Le sirve a usted para presidente de la República!

Y fueron estas casi las últimas palabras de aquel hombre cuya memoria es venerada en Antioquia, que era hermoso como un Malek Abdel, bueno como un patriarca y valiente como un héroe del Romancero (1994, pp. 429-431).

De este hombre queda la biografía de Mario A. Jaramillo (2006) o textos como el de Juan Lozano y Lozano (1934, pp. 139-162) para estudiarlo más a fondo.

Y en cuanto a la literatura (fuera de la anécdota citada por Abel Na-ranjo Villegas acerca de su lectura del famoso libro de James Joyce), po-demos ver su conocimiento del idioma y su destreza para escribir cla-ramente y plantear sintéticamente ideas en el siguiente ensayo breve:

La ciencia como factor económico por el Dr. Esteban Jaramillo

Siempre que se habla de lo que el país requiere para extender e intensificar su progreso y difundir el bienestar colectivo, se dice y se repite que solo necesitamos capital. Rara vez se oye a la gente quejarse de la falta de ciencia. Somos muy modestos para confe-sar nuestra pobreza; pero nos falta ánimo para declarar nuestra ignorancia. No advertimos que para el desarrollo económico de

Page 172: Literaturas y culturas del Páramo

172

un pueblo, el dinero sin la ciencia, y sobre todo sin la ciencia que se aplica al dominio de la naturaleza física, es de una eficacia muy limitada; y no caemos tampoco en la cuenta de que aún con nues-tros modestos recursos habríamos realizado mayores conquistas, si hubiéramos poseído más vastos y profundos conocimientos en ingeniería, mecánica, electrotecnia, química y otras ciencias expe-rimentales.

Uno de los sentimientos más fuertemente arraigados en el cora-zón humano, es el deseo de bienestar. Este es el origen de los mayores esfuerzos y de las iniciativas más atrevidas. La ciencia moderna, la ciencia de aplicación práctica, esta ciencia que ha transformado la vida de los pueblos y de los individuos, tiene en ese deseo su fuente principal. Por eso, el sabio de los tiempos antiguos y el sabio moderno juegan tan distinto papel en el con-cepto, en la estimación y en el aprecio de la humanidad. El sabio de antano era por lo general un ser raro, excéntrico, del que se hablaba más bien con temor que con respeto, un hombre miste-rioso, aislado del trato con las gentes y cuyas actividades se juz-gaban inútiles o por lo menos se miraban con cierta indiferencia. Cuando ese solitario del laboratorio empezó a demostrar que sus misteriosos experimentos eran susceptibles de aplicación práctica y podían producir bienes inmensos, entonces el concepto públi-co respecto de aquel monje de la ciencia cambió radicalmente. Para la humanidad del siglo xx el sabio es un gran benefactor, un insigne filántropo, y por añadidura, un ser infalible; hacia él vuelven ansiosas las miradas todos los que esperan la salud y el bienestar. Pasteur, Edison, Marconi, todos los grandes hombres de ciencia son hoy día objeto de la veneración universal. Ellos han correspondido a la sed inmensa de bienestar terreno que devora a los humanos.

El hombre de las antiguas edades buscó su bienestar en la rapa-cidad y en la conquista; el hombre de hoy lo busca y lo halla en las invenciones científicas. La prosperidad que no pudieron dar con sus estupendas hazañas, a los pueblos por ellos sojuzgados, Alejandro, César, Anníbal y Carlomagno, se le han procurado su-

Page 173: Literaturas y culturas del Páramo

173

perabundantemente los modestos y oscuros inventores de la pila eléctrica y de la máquina de vapor.

Si el deseo de bienestar engendra ciencia, ésta trae consigo el pro-greso. El progreso se sintetiza en la facilidad y rapidez de las co-municaciones, facilidad y rapidez de los transportes, rapidez y facilidad de la producción, y todo ello es obra de la ciencia, que ha creado los ferrocarriles y los buques, el telégrafo, el teléfono, las máquinas, y los abonos químicos. Y ese progreso material en-gendra a su turno una constante evolución de las ideas y en los sentimientos de los hombres, de lo que resulta, no siempre, des-graciadamente, el progreso intelectual y moral. De estas últimas fases del progreso no es la menor el desarrollo inmenso que a las instituciones democráticas han dado la facilidad y rapidez en las comunicaciones, merced a las cuales han ido despareciendo de la faz del planeta las oligarquías y las autocracias.

La ciencia, especie de demiurgo, gobierna el mundo moderno. Ella ha creado el capitalismo, con sus grandes bienes, sus agudos problemas, sus tremendos peligros. Ha contribuido a formar una humanidad agitada, turbulenta, enloquecida tras de los millones, cada día más sedienta de goces, propensa a confundir el bienes-tar con la felicidad, y desengañada al ver que aquellas son dos cosas casi siempre distintas y a veces antagónicas, pues al fin y al cabo, lo que caracteriza al mundo moderno es la ambición, y la ambición es la fuente de las mayores tristezas. Por otra parte la ciencia que se rebela contra las fuerzas ciegas de la naturaleza que oprimen al hombre, crea más misterios que los que ella ilumina, “es un islote perdido en el océano de las cosas desconocidas”, y jamás podrá colmar el insaciable anhelo de felicidad que Dios ha puesto en el corazón de los mortales.

Es axiomático que los elementos esenciales para la creación de la riqueza son la tierra, el capital y el trabajo. Tenemos la primera, con ingentes recursos naturales, en bosques, dehesas, minas de toda clase, abundantes yacimientos de combustible, numerosas y potentes caídas de agua, amén de una variedad inmensa de climas propicios para los cultivos de todas las zonas. Tenemos

Page 174: Literaturas y culturas del Páramo

174

también el trabajo, el brazo de nuestro pueblo, listo y levantado siempre para la faena, esforzado y constante, regido por una inteligencia despierta y admirablemente dotado para adquirir conocimientos y destreza en las artes y ejercicios prácticos. Los más exigentes empresarios y hombres de ciencia extranjeros se muestran maravillados del excelente material humano que este país puede suministrar para las obras técnicas más laboriosas y complicadas. Ved, si no, la extraordinaria habilidad con que manejan nuestros hombres el vapor y la electricidad en sus múl-tiples aplicaciones; la pericia con que trabajaban los más rebel-des mortales; el gusto que muestran en la elaboración de objetos de madera; la agilidad con que tejen, hilan, cosen, imprimen y pliegan; la incomparable maestría que exhiben en el cultivo de la tierra. Dadle a este pueblo enclavado en esta tierra maravillo-sa, capitales, capital en dinero y capital en ciencia, y haréis de él uno de los más industriosos, eficientes y prósperos de cuantos habitan el planeta.

Pero esos capitales nos faltan, y es preciso hacerlos venir de fuera. Tenemos, es verdad, algunos hombres de ciencia; pero preciso es confesar que no son tantos ni tan especializados, como lo requie-ren las obras, trabajos y empresas que debemos llevar a cabo para alcanzar un grado apreciable de civilización material, que es re-quisito indispensable para que se difunda la cultura en otras for-mas. Necesitamos más profesionales y menos bachilleres; mayor número de capacidades técnicas para el desarrollo y fundación de las grandes empresas oficiales y particulares que exige el pro-greso económico. Cuántos errores, cuántas iniciativas fracasadas, cuánto desperdicio de dinero nos hubiéramos evitado si los en-cargados de dirigir y organizar nuestras obras públicas y priva-das hubieran sido verdaderos expertos en ese género de activida-des. Esa ciencia que tanta falta nos hace, tenemos que importarla trayendo del exterior hombres muy preparados y enviando a los grandes centros de enseñanza profesional jóvenes colombianos que se hayan distinguido por su talento y capacidades, como lo han hecho otros pueblos más avanzados que el nuestro. Los téc-

Page 175: Literaturas y culturas del Páramo

175

nicos traídos de fuera formarán entre nosotros verdadera escuela de hombres capaces, ilustrando en sus respectivas disciplinas a sus subordinados y colaboradores colombianos, y los que de aquí se envíen a prepararse en el exterior, traerán de allá la semilla fecunda de útiles conocimientos.

¿Cuál es la causa principal de los grandes progresos realizados por el Japón a mediados del siglo xix a esta parte? Que ha regado a sus hijos por el mundo, a estudiar durante largos años en los centros profesionales de Europa y los Estados Unidos aquellas cosas más necesarias para el desarrollo y organización del país. Puede asegurarse que no ha habido ningún centro científico de aquellos países, donde no se hayan podido ver es-tudiantes japoneses, algunos de ellos ya maduros con su fisono-mía inconfundible, silenciosos y enigmáticos, inclinados sobre los libros, absortos en el laboratorio o atentos al funcionamien-to de las máquinas, para tomar y llevar a su país cuanto pueda convenirles de esta civilización occidental, que ellos no imitan ni aceptan sino con las restricciones que les impone su espíri-tu calculador y analítico. La Argentina, Chile, el Brasil, Méji-co, entre otros, han llevado de Europa y de los Estados Unidos profesionales de toda clase para la realización de sus grandes obras de progreso, y con ellos, y con los nacionales que se han educado fuera, han formado verdaderas legiones de hombres de ciencia, que están llevando a cabo la transformación econó-mica de aquellos países.

Nada más reproductivo que el gasto que demanda este injerto de civilización. Un gran ingeniero de ferrocarriles a quien paga el gobierno $ 36,000 en un año, le ahorra al Estado centenares de miles con un solo trazado de vía férrea que la acorte unos cuantos kilómetros, o la lleve por regiones susceptibles de desarrollo; con la adopción de un sistema económico de construcción y explo-tación y con el empleo de maquinarias adecuadas; y lo mismo puede decirse del hábil electricista que sabe aprovechar las mejo-res caídas de agua, del minero que aconseja el mejor sistema de laboreo, o del geólogo que calcula la capacidad de los yacimien-

Page 176: Literaturas y culturas del Páramo

176

tos subterráneos de combustibles o de metales preciosos. Cuanto trabajo inútil y dispendioso se evita con este gasto, y sobre todo, cuánto tiempo se gana en el avance de las obras, esto sin contar lo mucho que vale la enseñanza que los técnicos difunden entre los nacionales que ocupan en sus trabajos. Si, por otra parte, el gobierno gasta, digamos $ 300.000 por año para formar cien pro-fesionales colombianos en el exterior, escogidos, no por el favor, sino por el mérito, puede asegurarse que esos nuevos técnicos le reportarán a la comunidad en pocos años un beneficio muchas veces mayor que el gasto hecho en su educación.

Aumentemos, pues, por todos los medios posibles nuestro caudal científico que ha sido y es todavía muy deficiente. Día llegará en que podamos valernos por nosotros mismos, y en que sean solo nuestros hombres los artífices del progreso nacional.

Los estudios profesionales de aplicación práctica no fueron nunca disciplinas propias del espíritu de nuestra raza. Son po-cos los monumentos que en ese campo ha dejado ella a lo largo de su historia. Otros han sido los dominios de sus grandes acti-vidades. Los hombres que conquistaron por el hierro y el fuego esta parte meridional del Continente, venían de un pueblo de grandes señores, letrados y guerreros, desdeñosos de las cien-cias experimentales habituados a mirar con desvío y como cosa prosaica o de poco momento las artes y los oficios impropios de los grandes hidalgos, inconstantes y negligentes para toda ocu-pación que no fuera el ejercicio de las armas y el cultivo de las letras. En las ciencias económicas y fiscales no mostró tampoco el pueblo español un gran espíritu científico y de observaciones, como lo comprueban los absurdos sistemas comerciales y finan-cieros implantados por él en sus colonias, la forma anticientífi-ca e inhumana de la explotación y la riqueza de estos pueblos y los métodos que adoptaron para encauzar el torrente de oro que afluyó a la metrópoli en los tiempos de la Conquista, por ignorancia de las leyes que regulan la circulación de la moneda, el movimiento de los cambios y el precio de las cosas. Y cuan-do en medio de aquel caos económico, creado por la plétora de

Page 177: Literaturas y culturas del Páramo

177

metales preciosos, por el aumento de los consumos y el estanca-miento de las industrias, el ilustre Padre Mariana dio a la luz su obra admirable y anacrónica sobre La Moneda, el solo hecho de haber implantado allí la verdadera doctrina económica en tan importante materia, le valió el ser encarcelado como enemigo del bien público.

No tuvimos, pues, de quien heredar y aprender aquellas discipli-nas que labran la riqueza de las naciones, y es esta sin duda una de las causas por las cuales nuestros progresos científicos hayan sido tan deficientes. Mas no quiere esto decir que debamos rene-gar de nuestros antepasados. Aquellos conquistadores, tan vale-rosos y sufridos, como crueles y ambiciosos, nos legaron una reli-gión llena de consuelos, una hermosa lengua y un patrimonio de idealismo, que nos aparta del culto exagerado a la utilidad y nos lleva a poner en nuestras empresas, aún las más positivas y ma-teriales, un poco de sentimiento noble y de sano quijotismo, que hermosea y da realce a nuestra labor. Así cuando nos esforzamos por impulsar nuestras obras de progreso, nos sentimos alentados por un noble ideal de amor patrio y un puro sentimiento de soli-daridad humana; el deseo de hacer una patria feliz y respetable, y la ambición de levantar el nivel intelectual, moral y físico de nuestros conciudadanos, procurándoles una mejor participación en el patrimonio común. No abdiquemos de nuestra historia. La historia es la patria; la historia, se ha dicho, es como el sol: derra-ma sobre los harapos de los pueblos los resplandores del egoísmo de la gloria.

Esteban Jaramillo (1931, pp. 147-151)

Un hombre que ayudó a crear algunas de las instituciones más impor-tantes para el control de las finanzas del país y quien fue capaz de sacar al país de la crisis del 29, al cual constantemente recurrían presidentes y hombres importantes de la dirección de la nación merece ser tenido en cuenta dentro de la recuperación del pasado cultural de Abejorral.

Concluimos nuestro trabajo con el pensador y abogado que hemos escogido:

Page 178: Literaturas y culturas del Páramo

178

Félix Betancourt Villegas(Abejorral, 1872-Medellín, 1948)

Permitamos que se presente él mismo con los “Breves apuntes autobiográfi-cos” incluidos al inicio de su libro En-sayos filosófico-jurídicos:

Nací el año 1872 en Abejorral, ciu-dad del Sur del Departamento de Antioquia, República de Colombia. Fueron mis padres los señores An-tonio Betancourt y Beatriz Villegas. Hice mis estudios elementales y cursé las primeras asignaturas de la enseñanza secundaria en el Colegio que en dicha ciudad de Abejorral regentaba el insigne pedagogo Alejandro Vásquez U. En la Universidad de Antioquia terminé los estudios de bachi-llerato e hice los profesionales de Derecho. Obtuve el grado de doctor en Jurisprudencia y Ciencias políticas el 23 de septiembre de 1894. Tesis: Consideraciones sociológicas. Tribunal de tesis: Presidente, Dr. Dionisio Arango M. Desempeñé por corto tiem-po el cargo de Juez del Circuito de Abejorral, hasta Diciembre de 1895. De este año en adelante fui Juez del Circuito de Santo Domingo, por tres años. Juez Tercero del Circuito de Medellín de 1904 hasta 1911. Magistrado del Tribunal Superior de An-tioquia por dos períodos. Tuve oficina de abogado después por varios años y lo fui del Departamento de Antioquia. Profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Antioquia, por más de ocho años, de diversas asignaturas como Derecho Romano, Derecho Constitucional, Legislación del Trabajo, Sociología y Filosofía del Derecho. Representante al Congreso en las sesio-nes de 1921 y 1923. Miembro de la Junta Asesora del Ministe-rio de Relaciones exteriores, por ese mismo tiempo. Notario del Circuito de Medellín en 1932, cuyo cargo ejercí por varios años. Salido de la Notaría volví a ejercer mi profesión de Abogado hasta el presente. Mis actividades como publicista: Abundante

Page 179: Literaturas y culturas del Páramo

179

producción literaria y científica, aparecida en periódicos y revis-tas nacionales y extranjeras.Terminada la relación de estos apuntes en el año de 1943 (Betan-court, 1945).

Este abogado y ensayista es autor de otras obras: Teoría moderna al dere-cho y método para su adquisición (1894), Apuntes sobre Filosofía del derecho (1935), Artículos jurídicos (1938), Otros ensayos: semblanzas y pensamientos (1944) y Antioquia y otros ensayos (1944). Publicó también artículos como “Actuación de las ideas en Colombia” (Alpha, pp. 438-462).

Solís Moncada lo menciona a propósito de una alusión a otro gran abogado y pariente del pensador de nuestro interés: “Pedro Pablo Be-tancourt […] se distinguió como escritor de estilo ágil y castizo; igual que su pariente el doctor Félix Betancourt, nacido bajo el mismo cielo y muerto en la ciudad de don Miguel Aguinaga hace algunos años. Tuvo profundos conocimientos en la ciencia del derecho y fue profesor de méritos indiscutibles” (s. f.).

Ejemplos concretos del valor cultural del Dr. Félix Betancourt son los siguientes:

En el municipio de Santo Domingo, Antioquia, está la foto de la fun-dación de la Biblioteca del Tercer Piso en el mismo municipio, y entre los presentes en la ocasión se encuentra Félix Betancourt.8

El gran novelista Tomás Carrrasquilla narra cómo Félix Betancourt le ayudó en su comprensión de Federico Nietzsche, en su texto de críti-ca “Homilía 2”, publicado en 1906:

No te diré que he leído a Nietzsche: lo vengo estudiando, obra por obra, hace cosa de cuatro años. Mis amigos Efe Gómez y Félix Betancourt —que son bastante más fuertes de lo que cualquiera pudiera figurarse— son los Virgilios que me han guiado por esos infiernos de la inteligencia (2008, p. 264).

Para conocerlo de cerca, dada la distancia entre su vida y nuestra época, consideramos muy adecuada la siguiente entrevista de 1916, realizada por Fernando Isaza y J. Restrepo Olarte:8 Ver Vida y obra de Tomás Carrasquilla de Kurt Levy (1958). Medellín: Bedout.

Page 180: Literaturas y culturas del Páramo

180

Visitas de “La semana” - Félix Betancourt

La sala es muy sencilla. Tres, cuatro cuadros la adornan. Y el Doc-tor, más sencillo, contesta a todas nuestras preguntas con asom-brosa facilidad.

—De su vida de estudiante…

—Nací en Abejorral, y allí empecé mi educación, siendo desde niño muy aficionado al estudio. Mi padre, que era agricultor y minero y poseía una fuerza de voluntad incontrastable y una honradez a toda prueba, con lo que logró —siendo de condición humilde— crearse, por el estudio y el trabajo, una posición ven-tajosa, apoyó siempre mis inclinaciones, y procuró, por todos los medios a su alcance, que mi educación y la de mis otros hermanos fuera completa. Mas como reveses de fortuna le obligaran a soli-citar la ayuda de sus hijos, nos retiró del colegio y nos llevó a tra-bajar con él. Yo, siempre, anheloso de instrucción y saber, seguí alimentando mis esperanzas de venirme a Medellín y estudiar en su Universidad. Un día, no pudiendo contenerme más, le hablé con franqueza, exponiéndole mis deseos y propósitos, entonces él me dijo: Irá usted a Medellín y estudiará lo que quiera; yo haré todos los sacrificios que sean necesarios para que pueda comple-tar su educación.

En Abejorral —y ya había olvidado decirles esto— tuve como maestro a don Alejandro Vásquez, cuya enseñanza fue decisiva para mi porvenir. Su memoria debe ser venerada por todos los antioqueños, pues fue uno de los más decididos servidores de la Instrucción, que le es deudora de grandes beneficios, no tanto por su saber, que, si no era muy extenso y variado, tampoco era esca-so, cuanto por el ejemplo de energía, amor al trabajo y honradez acrisolada, que siempre dio a sus discípulos y a todas las gentes.

Llegado a Medellín, entré a la Universidad y empecé con más ahínco que nunca, a la vez que los estudios oficiales, los otros, los que eran ya mi constante desvelo y habrían de ser más tarde el encanto y el objetivo de mi vida: la Historia, la Filosofía, las Ciencias Sociales…

Page 181: Literaturas y culturas del Páramo

181

—¿Y leía usted mucho?

—Decir mucho, es poco decir. Era yo, más que un lector infati-gable, un devorador de libro, un apasionado diletanti. Mi ambi-ción ha sido siempre revaluar conceptos adquiridos, repesar mis impresiones, trabajo en que va ganando la inteligencia; crearme una modalidad independiente, modalidad de apreciación y mo-dalidad de expresión.

—Era usted pobre, y no podía, por consiguiente, conseguir mu-chos libros. ¿Cómo se las arreglaba usted para satisfacer su sed de lectura, de acuerdo con lo que su gusto le pedía?

—Me agrada la pregunta, ya que puede así consignar un recuerdo cariñoso a D. Marco A. Ochoa. Vicerrector entonces de la Univer-sidad. Me facilitó, de su bien surtida biblioteca, cuanto yo quise leer; sobre todo, a él y a ella debo el conocimiento de los clásicos de los siglos xvi y xvii.

Por lo demás, me ingeniaba de mil modos para hacerme a libros, aun invirtiendo en ello mis pequeñas economías, lo que muy par-camente se me daba por los gastos precisos de un estudiante.

Recuerdo que introducía por esa época, de modo clandestino na-turalmente, a la Universidad, “El relator” de D. Felipe Pérez, cu-yos escritos, lo mismo que los de su hermano D. Santiago, fueron mis iniciadores en materia de liberalismo; y el Rector, que lo sabía y estaba al tanto de mis inclinaciones, me llamó a la Rectoría y me puso de presente cuanto mi padre hacía por mí y el cúmulo de sacrificios que mi educación le costaba y exigía, y que yo tenía ideas que no debían ser, y que sembraba la mala semilla, y que sí, y que no. Yo me vi en el caso de manifestarle, honrada pero francamente, mis intenciones de seguir como iba. Por cierto que me amenazó con hacer saber a mi padre todo lo malo de mi com-portamiento. No sé si lo haría, o si me valdría su favor el hecho de ser yo siempre estudiante sobresaliente y cumplido.

—Y los amigos, y los “paisanos”, ¿qué decían a todo esto?

—¡Ah! Sí, por algún tiempo, esa fue mi inquietud interior, que me costó no poco trabajo vencer. Porque ya unos y otros empe-

Page 182: Literaturas y culturas del Páramo

182

zaban a señalarme, y no faltó quien dijera que había apostatado de mis ideas. Por fortuna, esa modalidad independiente de que les he hablado me ha servido bien, y pienso que no vale la pena sacrifi-carla por cosas de poco momento. Además, poco a poco la gente se va acostumbrando a ver que uno es honrado, que puede serlo, y que las ideas no se tienen para ocultarlas, sino, por el contrario, para mostrarlas a quien desee conocerlas, y para arrostrar las con-secuencias que necesariamente trae su confesión. Ahora, yo creo que en la lucha se retemplan las facultades, y de ahí que con todo eso vaya ganando uno más de lo que otros piensan hacerle perder. Fuera de que juzgo inútil poner vallas a la inteligencia, ya que ésta, cuando quiere elevarse por el estudio, sube, por ley natural, como los líquidos, que buscan su nivel en los vasos comunicantes.

—¿Por qué eligió usted la carrera de las Leyes?

—Por ser la más íntimamente relacionada con los estudios de mi preferencia, aquellos de que ya les hablé antes. Siento un placer inefable en rastrear el origen de las instituciones humanas, su his-toria, su razón de ser y su posible reforma. Por eso, dentro de la profesión, me he dedicado con empeño especial al estudio de Derecho Romano, asignatura ésta de que fui Profesor en la Uni-versidad hasta el año pasado, en que se me expulsó de la Cátedra, ya Uds. saben por qué.

—Sí, Doctor; demasiado bien: La franqueza de su carácter, la in-dependencia de su pensamiento, la política, el clero… En fin… ¿no tiene ahora algo inédito, y que quisiera publicar?

—Nada. No hace mucho tiempo, en las últimas vacaciones, me di a la tarea de revisar lo inédito, con la intención decidida de corre-gir lo que tuviera algún valor; nada encontré que me satisficiera, y prendí fuego a cuanto había. Eran, entre otras cosas, un boceto de novela, algo de memorias de mi vida, y ensayos.

—Muy descontento, casi pesimista, doctor, le interrumpe uno de nosotros.

—Sí, y no. Es claro, porque es natural, que haya tenido en mi vida épocas de desfallecimiento y momentos de amargo pesimismo.

Page 183: Literaturas y culturas del Páramo

183

Pero para mí solo: no ante el público. Considero grave pecado contra la verdadera filantropía, el llevar la voz del desaliento a los demás, a los que nos siguen en los azares del camino. Otras veces, en cambio, épocas de proselitismo: anhelo vivo de infiltrar mis ideas en otros cerebros, hacer labor firme y decidida, educar, facilitar la evolución de esos cerebros. Y estudio, siempre estudio: no quiero ser un rezagado, y tengo la satisfacción de sentir que mi alma no envejece. En este orden de ideas, admiro la labor de Pérez Galdós. Es un escritor que ha recorrido todas las escuelas y en todas ha dado alta nota; aún hoy, en las postrimerías de su vida profesa las ideas más avanzadas. Yo quisiera ser como él; y bien, proporciones guardadas, tengo el convencimiento de haber llenado hasta hoy mi misión de idéntica manera.

…………………………………………………………………………

……………………………………………………………

—Por eso; porque soy lo que pudiera calificarse un estudiante nato. Estoy convencido hasta lo íntimo, de que no para otra cosa nací. Por ello, la indecible tortura de los días de trabajo, al lado de mi padre, sin atreverme, vistas las circunstancias, a confesarle mis anhelos y a decirle mis aspiraciones. ¡Todo eso, se ha traduci-do luego en amorosa veneración a su memoria!…

Así es. El tono de voz del Doctor Betancourt es reposado, y habla siempre lo que ha pensado unos minutos antes. En él, va más apri-sa el cerebro que la palabra. Cuando hace una pausa, el pensamien-to que desarrolla en seguida ha pasado del lugar en donde dejó la frase anterior. Pero, cuando habla de su padre, hay en la inflexión, y en el tono mismo, algo de emotivo, un balbucir, precipitado o lento, que no es la palabra del pensador, pero que refleja bien el cariño del hijo, la veneración amorosa que él acaba de expresar.

*

* *

—De ciencia y arte…

—Creo que, tratándose de materias científicas, la verdad debe buscarse sin criterio preconcebido. En arte, soy ecléctico. La me-

Page 184: Literaturas y culturas del Páramo

184

jor educación del sentido estético, tengo para mí, consiste en crear en nosotros la capacidad suficiente para sentir la belleza donde quiera que se halle, oculta o a la vista, lejana o cerca de nosotros, manifestada con signos indudables, presentida o adivinada.

—De escuelas literarias…………

—Las varias escuelas de arte se justifican por las obras maestras que han legado a la admiración de las generaciones, y se explican, como maneras de expresar, en forma adecuada, la concepción espi-ritual de cada época. Soy enemigo declarado de reglas y retóricas. Juzgo verdadera la definición de Zolá de que “el arte es la Natura-leza vista a través de un temperamento”. Todo artista, con medios propios e iniciación, debe dar a su obra, en todo, la nota caracterís-tica de su concepción de la naturaleza y del alma humana. Debe hacerse eco del movimiento universal, y expresarlo por los medios que estén a su alcance. Agrego que, para mí, es imposible produ-cir belleza, lo que equivale a hacer obra de arte, siguiendo reglas especiales: estas son propias solo para temperamentos mediocres.

—¿Y de nuestra literatura?..............

—Vamos por partes. Primero, les digo que profeso especial sim-patía por la literatura regionalista. El artista debe ante todo bus-car inspiración en su medio, y no a través de lo que otros, a quie-nes se haya buscado como maestros, sintieron y escribieron ante que él. El mejor aporte que podemos hacer al arte en general, y lo que ciertamente habrá de merecernos el aprecio de los extraños, es esa nota genuina y original, nacida al calor de nuestra natu-raleza agreste y de una sociedad en formación, que al sacudir el yugo tradicional, avanza hacia la renovación de todas las formas del vivir. Esto no quiere decir que yo no admire las excelencias de ese arte refinado y exquisito de algunos de nuestros escritores no regionalistas, quienes nada tienen que envidiar a los mejores de otras partes.

—¿Qué piensa Ud. del movimiento intelectual en Colombia?

—Considero que el puesto elevado que supimos conquistarnos en otras épocas y lo que, puede decirse, nos mantenía a la cabeza

Page 185: Literaturas y culturas del Páramo

185

de los pueblos hispanoamericanos, lo hemos perdido. La litera-tura de imaginación mantiene su prestigio; en cambio las altas especulaciones y los principios de la ciencia aplicada quédanse a la zaga: me explico esto por la influencia que desde hace más de treinta años tienen en la educación e instrucción pública los elementos retardatarios, cuyo ideal es la nivelación de las capaci-dades y la consiguiente ruina de las iniciativas individuales, que son el nervio de las sociedades. La pobreza, fruto de las guerras civiles, y el atraso de la industria, nos mantienen también retrasa-dos, y es éste otro aspecto del problema nacional poco atendido por los conductores de nuestro pueblo. La reforma vendrá por un cambio de frente en el empleo de las actividades de los colombia-nos, hasta hoy dirigidas por rumbos de pereza mental, de odio y descuido de los verdaderos intereses morales y materiales.

—Y entre los escritores y poetas de nuestra literatura antioqueña, ¿tiene Ud. sus preferencias?

—Sí. Entre los que escriben en prosa, leo siempre con gusto lo de Carrasquilla, Rendón, Gabriel Latorre, Lucrecio Vélez, Efe Gó-mez, Saturnino Restrepo… Por lo que hace a la poesía, no estoy de acuerdo con lo que dice mi amigo Antonio Merizalde: opino que muchos de nuestros poetas no son lo que él dice, y que sí tenemos quienes sean capaces de sentimiento y emoción, expre-sados con belleza y con verdad. Empezando por el mismo Me-rizalde, poeta de suave inspiración, contamos, entre otros, con Restrepo Rivera, que dice bien y es delicado en la elección de sus motivos; Antonio J. Cano, orfebre de los versos, y autor de rimas hermosísimas; Jaramillo Medina, que, si bien no ha dado aún lo que puede exigírsele, tiene, con su oda “Progreso”, composición llena de pensamientos nobles, conquistado alto puesto, y en su “Salutación al Nabí”, una muestra de lírica moderna y exquisi-ta; Jaramillo Meza, autor del libro “Bronce Latino”, colección de muy buenos sonetos….

*

* *

Page 186: Literaturas y culturas del Páramo

186

—Viniendo a otros terrenos, ¿qué concepto le merece la Instruc-ción Pública colombiana?

—No estoy del todo descontento a este respecto. Cada día se di-funde más la instrucción, dando sus consiguientes frutos: el amor al estudio, al trabajo, al saber. Lo importante en esta materia es dar al hombre el conocimiento de la lectura y la escritura, como medios de hacer su ascensión mental. Lo que sí no me satisfa-ce, ciertamente, es el rumbo que se sigue y los métodos que se emplean. El primero, no es el que más venturas promete, ni el que más directamente podría llevarnos a un futuro dichoso; y los segundos, están todavía ajustados a moldes arcaicos, tocados de ranciedad, y, talvez, talvez inficionados de politiquismo.

Quisiera que la enseñanza oficial fuera neutral e inspirada en un criterio libre. En Filosofía, por ejemplo, he soñado con una cáte-dra en donde se explicaran con igual imparcialidad todas las es-cuelas, dejándose la elección al gusto del discípulo; y así en otros ramos.

—Alguna vez escribió Ud. sobre feminismo. ¿Quisiera ahora re-sumirnos su concepto sobre el particular?

—Con mucho gusto. Soy partidario de todas las reformas que han sido a este respecto tema y objeto de recientes estudios en Europa y América. La mujer es un elemento indispensable de perfección, y no veo posible la redención de la sociedad hasta el día en que se llegue al pleno reconocimiento de los derechos femeninos; y es justo y natural que esto se haga, por cuanto la unidad humana es sólo el resultado de la armonía de esfuerzos y la comunidad de aspiraciones entre los dos sexos. Cuando la mujer haya logra-do su legítima emancipación, y muy especialmente cuando se le haya reconocido el derecho del voto, se producirá en su alma no-table transformación y en la sociedad humana una gran revolu-ción, cuyos benéficos resultados apenas son hoy calculables.

—¿Cuáles son sus ideas sobre política?

—Estimo que han envejecido a la vez las formas y los principios de las dos colectividades históricas que, en el campo de la política,

Page 187: Literaturas y culturas del Páramo

187

se han disputado el predominio de la Nación. El conservatismo, como en la época colonial, sigue aferrado al espíritu teológico y resiste la transformación, en el sentido secularizante y progresivo, que exigen las necesidades actuales; y en cuanto al liberalismo, por lo general, se inspira todavía en las abstracciones de la filosofía de-mocrática del siglo xviii, cuya culminación fue la Gran Revolución, y por no haber querido revaluar sus ideas en la piedra de toque de la ciencia positiva y del puro racionalismo, su propaganda por los derechos y libertades suena un poco estridente en el concierto del pensamiento moderno. Otras dos tendencias se perfilan en los horizontes patrios, que parecen mejor orientadas, y que, en todo caso, aportan a la lucha elementos nuevos: el republicanismo, que ha tenido honrosa actuación, y un liberalismo francamente racio-nalista, con ribetes de socialismo, cuyas tendencias económicas le dan carácter de democracia viviente.

Mirada la cuestión por otro aspecto, puede decirse que constitu-cionalmente, después de las reformas de 1910, el país ha encon-trado un molde, que, si no llena todas las aspiraciones, al menos permite evolucionar, dentro de la paz, hacia mejores destinos. Las relaciones de la Iglesia y el Estado, que constituyen el problema político más grave en las democracias americanas, está resuelto también en forma que, con atenuantes y modificaciones no sus-tanciales —tal el control del poder civil en el libre establecimien-to de asociaciones religiosas extranjeras y en la intervención del clero en la política— permitiría garantizar al mismo tiempo los derechos de la Iglesia Católica y la libertad de conciencia y demás derechos individuales y sociales, cuya guarda está confiada al Es-tado. Por último, la paz quedaría asegurada con suficiente esta-bilidad, por medio de una ley de elecciones que diera representa-ción proporcional a los partidos y garantías de pureza al sufragio.

*

* *

Quien haya seguido paso a paso este reportaje, se habrá ya for-mado la impresión que nosotros tenemos hecha del Doctor Be-tancourt.

Page 188: Literaturas y culturas del Páramo

188

En este tiempo, cuando los hombres y las ideas se cotizan a precio tan bajo, y cuando es casi imposible encontrar un hombre com-pleto, sorprende, al menos ver lo que pudiera llamarse un caso aislado, si, por desgracia, no hubiera de calificarse de raro, y, casi, casi, imposible, hoy.

Esta austeridad en las costumbres; esta vida de asceta, ceñida a las prescripciones más rudas de la virtud; este amor a las propias ideas; esta integridad armónica, y este laborar constante por el per-feccionamiento moral e intelectual, cuando se tiene el valor de de-jar a un lado, con humilde desprecio, obstáculos y vallas de todo género, todo esto, impone su serenidad a cuantos se toman el míni-mo esfuerzo de observarlo, e inspira respecto a los demás, respeto y amor a lo menos. Entre los cuales, con honra, nos contamos.

Fernando Isaza - J. Restrepo Olarte (1916, pp. 1-3)

Este hombre, quien puede llamarse con todo derecho “pensador” entre los antioqueños de su época y quien leía en varios idiomas, se ocupó con cuidado de la literatura en sus escritos. Hay textos suyos que me-recieron ser publicados para acompañar obras de grandes escritores li-terarios antioqueños, como su carta “Opiniones literarias” (párrafos de una carta a Francisco de Paula Rendón,9 o un fragmento de un estudio sobre Don Quijote en el libro en homenaje al autor llamado Cervantes en Antioquia (1947, pp. 216-221). Fue jurado de los Juegos florales de Me-dellín en 1906.10 En fin, se dedicó a la literatura con tanto cuidado como lo hizo con la filosofía y el derecho. Hay ideas entre las suyas sobre temas literarios que no necesariamente compartimos, pero no estamos discutiendo con él sino exponiendo su trabajo. Y con seguridad puede ser modelo para quienes se inicien en la comprensión y práctica de la literatura.

En la entrevista citada muestra por ejemplo cómo Benito Pérez Gal-dós es una inspiración para tener ideas avanzadas. Si uno de los nove-9 Se publicó en la revista Alpha (pp. 859-866). También fue reproducido en El relato en Antioquia de Jorge Alberto Naranjo Mesa (2015, t. II, pp. 216-223). 10 El informe del jurado calificador, compuesto por Fidel Cano, Sebastián Ho-yos y Félix Betancourt, se publicó en la revista Alpha, pp. 177-185.

Page 189: Literaturas y culturas del Páramo

189

listas más importantes de la historia de España y un novelista impor-tante en la escena literaria europea a finales del siglo xix y comienzos del siglo xx es digno de mostrarse, esto ya deja ver su relación directa con la literatura. Pero no se limitaba a inspirarse en autores literarios. Su propia capacidad de escritura para exponer ideas claras se puede palpar en un texto dado a conocer en 1916:

Meditando…

El insigne pensador español Angel Ganivet ha escrito esta frase profunda: la idea que se nos ocurre el pensar en el momento de la muerte, es, quizá, la que rige en secreto nuestra vida.

En horas, que pudieran llamarse de “la mente en ocio”, he tratado de leer en el fondo de mi pensamiento esa idea inspiradora de la conducta que en nosotros brota, según Ganivet, al considerar el fin de nuestra existencia individual. Es una muestra del resultado de mis meditaciones, esta somera síntesis.

La muerte, si bien se piensa, no tiene en sí nada capaz de intimi-dar a una alma bien templada, y, por mi parte, creo que el horror que generalmente inspira, se debe al aparato fúnebre y a las pre-ocupaciones de que la hemos rodeado. Si se la mira, como debe mirársela cual simple fenómeno natural —tan natural como el nacer— pierde, por ese mismo hecho, el aspecto temible con que la realza nuestra imaginación. A mi parecer una sola cosa hay en la muerte que pudiera preocupar al espíritu: la idea de que la conciencia, esa zona de luz que va ensanchándose a través de la vida, se apague para siempre. Pero esta última aprensión —naci-da del orgullo individual, anhelante de supervivencia—, acabará por ceder ante ese sentimiento de humildad que nos inclina, con religiosa resignación, a devolver, alegres y confiados, la inteligen-cia al foco de donde emana toda vida, como restituímos su forma corporal al laboratorio de la naturaleza.

Cuando el jardín de las mieses ha dado su cosecha, esparciendo en los surcos el grano fecundo —y los hombres somos espigas de las mieses de Dios—, bien puede doblarse el peso de las horas y aguar-dar tranquila el eterno devenir…

Page 190: Literaturas y culturas del Páramo

190

Si nuestro ser individual es mera forma de que se reviste y des-poja la vida con aparente indiferencia para el logro de un fin tras-cendente, como lo quiere el poeta, coronémonos de rosas antes de que se marchiten: amor, para que sea nuestra vida un canto útil y hermoso en el concierto armónico de las cosas. Llenemos nuestro paso por el mundo de nobles hechos y de nobles ideas, de afectos y pasiones fecundos para la verdad, la belleza y el bien. Superé-monos a nosotros mismos en la obra cumplida y habremos sa-tisfecho como buenos la parte de trabajo —modesta o sublime— que nos haya cabido en suerte; y si alguna vez desfallece nuestro ánimo, el espectáculo de la naturaleza y la fe en el progreso de la conciencia humana, nos darán nuevos bríos para proseguir la lucha. Mañana, al morir, habremos devuelto engrandecido, el patrimonio que debemos a la vida, y sobre nuestro sepulcro se alzarán, con luces de inmortalidad, los pensamientos y las flores de una existencia benéfica… (1916, p. 3)

Para ejemplificar su relación con la literatura y con Abejorral (fuera de lo relacionado con sus primeros años en el municipio y lo que tiene que ver con su educación en la Universidad de Antioquia) citaremos su presen-tación hecha para el libro de Joaquín Emilio Jaramillo, llamado Preludios:

Vestíbulo

Ofrece mi amigo D. Joaquín E. Jaramillo al público, hostil ó bené-volo, las primicias de su talento literario, en esta colección inte-resante de cuentos y prosas líricas, donde campean á la par finas observaciones de la realidad é improvisaciones hijas de la fanta-sía, realzadas —en lo general— por el sonoro y cambiante atavío de un estilo rico en colores é imágenes.

La más decidida vocación artística, buen cúmulo de estudios del natural, y una imaginación libre y fecunda —mal gobernada á veces— dan carácter á esta producción literaria en que se mani-fiesta un talento joven, ávido de conocerse á sí mismo, pero que no ha logrado todavía fijar la dirección neta de sus aspiraciones, en armonía con los medios de realizar la obra original y sincera con que suena todo artista.

Page 191: Literaturas y culturas del Páramo

191

La lucha de tendencias tan opuestas en el arte como la realista y la romántica, y el reflejo de numerosas lecturas saboreadas ansio-samente en los autores preferidos, cuya concepción de la belleza encarnó formas diversas, de verdad palpitante, de fino análisis psicológico, de emociones estéticas sutilizadas y refinadas, hasta el virtuosismo suntuoso de los grandes maestros del estilo: todo parece haber dejado en el ánimo del autor huella profunda y per-sistente y en su producción, aquella manera á la vez concisa y va-riada, atrayente y vaga, que fluye de su pluma en profuso raudal.

Un estudio más atento de la naturaleza y de la vida, y una pre-ferencia racional en la elección de modelos de belleza artística, unidos á cierta sobriedad en la forma del lenguaje, harán sin duda que madure el fruto de arte que todavía incompleto, pero ya jugoso, nos da el autor en esta serie de ensayos literarios de tan sabrosa y amena lectura.

La descripción de los más puros afectos, el amor pasión de la ado-lescencia, la poesía sencilla de las luchas del trabajo, las virtudes y defectos de nuestro pueblo, la historia de las vidas humildes, el paisaje risueno ó agreste, de infinitos matices de la Montana, el labrador del campo y el explorador de la mina, los esfuerzos y esperanzas de una raza laboriosa y fecunda: eso y más, entrevisto a veces o firmemente trazado, pasa por la obra de Jaramillo en brillante cortejo, á la evocación imperiosa de su estilo pomposo y multiforme.

Promesa segura de labor útil y bella en lo porvenir son esas flores de ingenio que el autor colecciona con el carino natural á los hijos de la fantasía, que son parte de nuestro sér. Seguro estoy de que ese público á quien está dedicada la obra, la acogerá complacido, en obsequio á su sinceridad y al mérito intrínseco de ella.

Por más que otra cosa piensen ciertos individuos y colectividades, cuyo ideal materialista de la vida les impide ver más allá de las fronteras de un bienestar práctico y limitado, toda labor intelectual y artística es parte principal del progreso dondequiera que el hom-bre se afane por satisfacer algo más que las necesidades puramente físicas: “la prosperidad material de nada sirve sin las inquietudes

Page 192: Literaturas y culturas del Páramo

192

del espíritu”. Quitar á los pueblos las aspiraciones superiores hacia la verdad, la belleza y el bien, es desconocer su naturaleza y apar-tarlos de la única senda que, librándolos de las cadenas del instin-to, eleva su sér á la dignidad de la razón y el sentimiento.

Cierto es que la actividad múltiple del hombre y de las socieda-des, si ha de ser estable, debe verificarse armoniosamente y de una manera oportuna; pero en todo caso, son la flor más selecta de la cultura las obras de ciencia y artes puros, las cuales nacen desinteresadamente de una aspiración altruista y religiosa del sér humano.

Entre nosotros el que escribe un libro ciertamente no lo hace con miras de lucro, en el cual su esperanza resultaría fallida, sino por exclusivo amor de la verdad ó del arte, en obedecimiento á este secreto impulso que es la suprema ley de la conservación y mejo-ra de nuestra especie. Cuán laudable sea tál empresa, á nadie se oculta, y si se piensa en lo solemne de la hora presente en Colom-bia, en que parece orientarse todo esfuerzo hacia el materialismo político y social, hacia la ventaja y utilidad inmediatas, se com-prenderá porqué los que aún se preocupan de ideas, de moral ó de arte —fuera del mérito real de sus obras— tienen el de ser factores de adelanto y ejemplo y luz de la sociedad.

El autor de este libro es de los que no se dejan arredrar por el tumulto y sigue enamorado de la diosa Belleza á quien rinde cul-to apasionado. Que otros imiten su ejemplo y, como él, nos den obras en que se traduzcan una emoción sincera y un ideal noble: frutos de nuestra tierra, de la tierra antioquena.

Juzgue el lector, á quien no dejarán de producir contento las pá-ginas del libro, y perdone al prologuista la divagación intempes-tiva, la cual puede evitar fácilmente, doblando la hoja.

Félix Betancourt

Medellín - 1909

Se trata de una crítica exigente; aunque sabe que el escritor no ha lle-gado a la madurez, puede ver virtudes y ensalzar fortalezas del artista.

Page 193: Literaturas y culturas del Páramo

193

De esta manera enaltecemos a estos tres grandes hombres de Abe-jorral para ejemplo de generaciones por venir, las cuales encontrarán en ellos inspiración y modelos llenos de actividades sanas y sabias, las cuales contribuyen a formar una patria más elevada culturalmente.

΅ ΅ ΅Bibliografía

Betancourt, Félix. (1894). Teoría moderna al derecho y método para su adquisi-ción. Medellín: Imprenta del Departamento.

—. (1909). Vestíbulo. Presentación a Preludios de Joaquín E. Jaramillo. Me-dellín: Tipografía del Comercio, pp. v-ix.

—. (1916). Meditando. La Semana [del periódico El Espectador], n.os 1773 a 1778. Medellín-Bogotá, N.° 23 (marzo), p. 3.

—. (1935). Apuntes sobre Filosofía del derecho [sin más datos].

—. (1938). Artículos jurídicos [sin más datos].

—. (1944). Otros ensayos: semblanzas y pensamientos [sin más datos].

—. (1944). Antioquia y otros ensayos. Medellín: Bedout.

—. (1945). Estudios filosófico-jurídicos. Medellín: Imprenta de la Universidad de Antioquia.

—. (1947). Fragmentos de un estudio sobre el Quijote. En Cervantes en Antioquia. Medellín: Imprenta Tipografía Universidad. [Se publicó ori-ginalmente en febrero de 1906 en la revista Lectura y Arte N.° 12, Mede-llín, pp. 216-221].

—. (s. f.). Actuación de las ideas en Colombia. Alpha, vol. 5, N.os 59-60, nov-dic, pp. 438-462.

—. (s. f.). Opiniones literarias. Alpha, vol. 2, N.° 21, pp. 859-866. [Incluido en Naranjo Mesa, Jorge Alberto (2015). El relato en Antioquia, t. II. Mede-llín: Universidad Nacional Sede Medellín, pp. 216-223].

Betancourt, Félix, Fidel Cano y Sebastián Hoyos. (1906). Informe del jura-do calificador sobre Juegos Florales - certámenes literarios. Alpha, vol. 1, n.os 1-2 (marzo) y vol. 1, n.os. 5-6 (julio), pp. 177-185.

Botero Restrepo, Juan. (1990). Médicos y medicina en Medellín. [Sin más datos].

Page 194: Literaturas y culturas del Páramo

194

Calle, Miguel María. (1924a). Academia de medicina. Clínica Gil, vol. 1, N.° 04 (agosto), pp. 109-112.

—. (1924b). Doctor Nepomuceno Jiménez J. Boletín Clínico: Órgano de la Facultad De Medicina, vol. 1 (octubre), pp. 245-246.

—. (1926). Semblanza de don Luis M. Mejía Álvarez. Medellín: Tipografía Sánchez.

—. (1928-1930). Escuelas del hogar. Educación Pública Antioquia, N.os 69-85, 87 (febrero 28-diciembre 30), pp. 438-440.

—. (1935). Doctor Lázaro Uribe Cálad. Boletín Clínico: Órgano de la Facultad De Medicina, vol. 2, N.° 4 (octubre), pp. 147-148.

—. (1937). Doctor F. A. Uribe Mejía. Boletín Clínico: Órgano de la Facultad De Medicina, vol. 3, N.° 12 (septiembre), pp. 649-650.

—. (1940). La vida del ilustre profesor médico Dr. Braulio Mejía. Boletín Clínico: Órgano de la Facultad De Medicina, vol. 6, N.° 8 (julio), pp. 390-395.

—. (1942). Discurso del doctor Miguel María Calle en su homenaje. Revista Universidad de Antioquia, n.os 94-95 (oct.-dic.), pp. 362-369.

Carrasquilla, Tomás. (2008). Homilía N.° 2. En Naranjo Mesa, Jorge Al-berto (ed.) Obra completa de Tomás Carrasquilla, t. III. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, p. 264.

Gómez, Efe. (1973). La campana del conde. En Retorno. Colección Bolsili-bros, vol. 139. Medellín: Bedout.

Isaza, Fernando y J. Restrepo Olarte. (1916). Visitas de “La semana” - Félix Betancourt. La Semana [del periódico El Espectador], n.os 1773 a 1778. Me-dellín-Bogotá, N.° 23 (marzo), pp. 1-3.

Jaramillo Esteban. (1931). La ciencia como factor económico. En Villegas M., Alfonso. Colombia en 1931. Medellín: Tipografía Helios.

Jaramillo T., Mario. (2006). Esteban Jaramillo (Indicador de la economía colom-biana). Colección Memorias y Biografías. Bogotá: Taurus.

Lozano y Lozano, Juan. (1934). Esteban Jaramillo. En Ensayos críticos de Bogotá: Santafé, pp. 139-162.

Molina, Luis Fernando. (s. f.). Sobre Esteban Jaramillo. Recuperado de: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/biografias/esteban-jarami-llo.htm

Page 195: Literaturas y culturas del Páramo

195

Naranjo Villegas, Abel (1971). Espacio natal de Esteban Jaramillo. Discurso pronunciado por el Dr. Abel Naranjo Villegas en Abejorral, el 8 de sep-tiembre de 1971, con motivo del centenario del natalicio del Dr. Esteban Jaramillo.

Solís Moncada, José. (s. f.). Abejorral y algunos de sus hombres. El Colom-biano. [Sin más datos, en recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

Vives Guerra, Julio (seudónimo de José Velásquez García). (1994). Así em-pieza un hombre. En Crónica. Colección Autores Antioqueños N.° 88. Sección Publicaciones Secretaría de Educación y Cultura. Medellín: Du-gráficas Arte.

Page 196: Literaturas y culturas del Páramo
Page 197: Literaturas y culturas del Páramo

Acercamiento biobibliográfico a Blanca Isaza de Jaramillo Meza

Ana María Arango Parra

Page 198: Literaturas y culturas del Páramo

Ana María Arango Parra

Filóloga hispanista egresada de la Universidad de Antio-quia en 2011. Se ha desempeñado como correctora de estilo en agencias de publicidad y ahora trabaja como correcto-ra de redacción en El Colombiano, para el diario Q’hubo y el semanario Gente. Ha participado en proyectos de recupera-ción literaria, como Memoria literaria del municipio de San Lorenzo de Yolombó: 450 años de fundación (Silc-Yolombó), proyecto Buppe Memorias y archivos literarios (Silc-Jericó) y programa Memorias y archivos literarios. Literaturas de subregiones de Antioquia. Literaturas del Páramo: Sonsón, Nariño, Argelia y Abejorral.

Page 199: Literaturas y culturas del Páramo

199

Blanca Isaza es quizá una de las escritoras más prolíficas que ha te-nido Antioquia. Escribió cuentos, poesías, crónicas, semblanzas y

cuadros de costumbres, en los que es evidente la conciencia del poder femenino no solo en el hogar, sino en las letras. Con frecuencia era in-vitada a reuniones y tertulias de intelectuales, a programas radiales y a congresos. Su papel como directora de la revista Manizales impulsó la creación en poetas jóvenes; además, como escritora formó una fecunda dupla intelectual con su esposo, Juan Bautista Jaramillo Meza.

Julia Blanca Isaza de Jaramillo Meza nació en Abejorral, Antioquia, el 6 de enero de 1898. Sus padres fueron Félix Isaza Arango y Carmen Rosa Londoño de Isaza.

En 1903, cuando Blanca tenía cinco años, la familia Isaza Londoño se trasladó a Manizales. Allí estudió en el Colegio de Manizales, y los últimos años de su adolescencia los pasó en Santa Rosa de Cabal y Pereira.

En junio de 1914 compuso su primer poema, “El río”, que, en pala-bras de la autora, en Páginas escogidas, “son unos alejandrinos con un indefinible fondo romántico; enamorada del agua era natural que fuera el río, en ese entonces no menguado por las represas ni bifurcado por los sistemas de regadío, el que sirviera de motivo de inspiración a mi mente de niña” (1971b, p. 13). Por esa época la familia se había instala-do de manera transitoria en Santa Rosa, pues el padre había sido nom-brado juez de la localidad. Blanca, en su confianza de hija, le enseñó a este su primera obra. Él la leyó y luego de preguntarle varias veces si eso era suyo, recibió esta respuesta de su parte: “Sí, papá, pero no tuve la culpa”, recordaba.

El poema fue publicado en El Surco, semanario fundado por Ben-jamín Tejada Córdoba, el padre del cronista Luis Tejada. Después fue publicado en Renacimiento, el primer periódico de Manizales, fundado por Justiniano Macías.

Page 200: Literaturas y culturas del Páramo

200

Del poema, Aurelio Martínez Mutis dijo: “Con los hilos de agua azul del río de la aldea ha tejido una sinfonía lírica con frescor de helechos y perfume de naranjos provenzales”. Este poema aparecería más tarde en su libro Preludio de invierno, publicado en 1954 por la Editorial Kelly de Bogotá.

En el texto “Toda una vida”, escrito en junio de 1964, con motivo de sus cincuenta años de vida literaria, y publicado en 1971 a manera de prólogo del libro Páginas escogidas, Blanca manifiesta que esos versos iniciales definieron su destino, ya que Juan Bautista Jaramillo Meza los leyó recién llegado a La Habana, donde acababa de publicar su obra Bronce latino, y le escribió a su autora un sentimental mensaje que le llegó al corazón y por el que comenzó la relación epistolar que años más tarde los llevaría al altar.

Sin embargo, parece que esta historia de amor se vio amenazada por la presencia de otro poeta que pretendió a Blanca Isaza mientras sostenía su noviazgo por carta. El escritor y periodista Enrique Santos Molano, en su artículo titulado “Cuervo, Uricoechea, Silva y Flórez: Cuatro amores sin retorno”, publicado en Credencial Historia, se refiere al pasaje de amor prohibido entre la jovencita de Abejorral y el poeta Julio Flórez:

Julio Flórez Roa tenía 50 años cuando encontró y perdió al gran amor de su vida, una niña de 17, la hermosa poeta nacida en Abe-jorral en 1898, Blanca Isaza, la Alondra Caldense. Poeta de pres-tigio continental, Julio Flórez era solicitado constantemente para dar recitales y conferencias. En junio de 1915 empezó una correría que lo llevó hasta Barranquilla, en compañía del gran compositor Emilio Murillo, con quien había compartido celda en el panóp-tico de Bogotá durante la Guerra de los Mil Días, hacinados con otros 5000 prisioneros liberales. De Barranquilla, Flórez y Murillo siguieron a Pereira, donde se celebraba un festival de poesía, cuya atracción principal (aparte de Flórez y de Murillo) era la presen-tación de una joven poeta, la señorita Blanca Isaza.Blanca estaba entonces comprometida en noviazgo con el joven poeta jericoano Juan Bautista Jaramillo Meza; pero —según narra Santos Molano—, se produjo entre ella y Julio Flórez, apenas se

Page 201: Literaturas y culturas del Páramo

201

vieron un corrientazo que ninguno de los dos tuvo capacidad de controlar. Ella, arrobada por la presencia del poeta más famoso de su tiempo, y él por la belleza y la delicadeza y por los versos, lánguidos y profundos de la blanca alondra. En la primera audi-ción que tuvieron juntos, Julio y Blanca, y mientras Emilio Muri-llo musicalizaba el ambiente, el poeta chiquinquireño proclamó a Blanca Isaza “la primera poetisa colombiana de la actualidad” y le dedicó el siguiente soneto:

“A Blanca Isaza”

Alondra que huyes del jaral humano —foco traidor de miasmas y de espinas— en donde oculto el pérfido milano te acecha con sus garras asesinas.

Húndete en el altísimo océano en donde irradian las astra-les minas, más allá del celeste azul, que en vano pretenden traspasar las golondrinas.

Y canta, canta mientras más te eleves por cima de los mon-tes y las nieves que solo tú con tu blancor igualas y antes que descender… quema en la ría de ondas de oro del sol la eucaristía temblorosa y crujiente de tus alas.

A este soneto, Blanca respondió con otro:

“Noche suave”

Perfumaba la brisa; las oscuras montañas sobre el cielo marcaban sus perfiles airosos, y un destello de luna de los pinos añosos en las hojas tejía luminosas marañas.

A la luz indecisa de aisladas cabañas destacaban a medias sus tejados terrosos, y al abrigo opulento de follajes lujosos iba al río trenzando sus cantatas extrañas.

¡Oh, la calma tediosa de la vida aldeana!, sobre el borde polvoso de la vieja ventana como flor pensativa se inclinó mi cabeza; en los mudos espacios sepulté las miradas, y en la hora dormida —como rosas ajadas— sobre un libro de Bécquer deshojé mi tristeza.1

1 Se reproducen los poemas tal como aparecen en la fuente citada, aunque la forma no corresponda a la estructura tradicional del soneto. (N. del E.).

Page 202: Literaturas y culturas del Páramo

202

No parecía haber aquí sino un agradable intercambio de sonetos entre un poeta viejo y una poeta niña, en una audición poética. Sin embargo, las cosas sucedieron con una velocidad cómica de opereta. Los dos sonetos, reproducidos en El Eco de Manizales, y en toda la prensa del país, suscitaron la indignación del novio, quien envió telegramas de reclamo groseros y amenazantes. La reacción de la novia fue romper su compromiso con J. B. y la de Julio Flórez proponerle matrimonio a Blanca. En el diario de la tarde Gil Blas se publicó: “Según una información de Manizales, el poeta Julio Flórez contraerá matrimonio en Santa Rosa de Cabal con la poetisa Blanca Isaza. El antiguo novio de esta se ha sulfu-rado y ataca rudamente el proyectado enlace por la prensa. Julio Flórez ha pedido por telégrafo garantías al gobernador, manifes-tando que si la autoridad no impide nuevas ofensas, dará muerte al ofensor, ofendido y birlado novio. Que ojalá no haya sangre de por medio y que la dicha del poeta sea cumplida y eterna”.

Hubiera podido correr la sangre. Julio estaba dispuesto a batirse en duelo con el alevoso exnovio de su novia; pero la intervención jui-ciosa del padre de Blanca, don Félix Isaza Arango, logró devolver-les la cordura al viejo poeta enamorado, a la joven poetisa enamo-rada y al joven poeta enfurruñado. Don Félix, hombre de cultura exquisita, dialogó con su presunto yerno y convenció a Flórez del ningún porvenir que Blanca tendría a su lado. Lo más probable se-ría que la dejara viuda en pocos años. Si Julio la amaba, como decía, la mejor prueba de su amor sería desistir del matrimonio. Julio Fló-rez entendió. Con anuencia de Blanca, deshicieron el compromiso con la misma rapidez con que lo habían hecho. El poeta regresó a Bogotá, donde se negó a hablar una palabra sobre el asunto. Blanca Isaza reanudó el noviazgo con J. B., y uno o dos años después se convirtió para siempre en Blanca Isaza de Jaramillo Meza.2

No obstante, existe otra versión de esta historia en La Patria del do-mingo 13 de diciembre de 2015, que expone Orlando Cadavid en su 2 Este y otros fragmentos de obras citadas en el presente capítulo se repro-ducen con fines educativos, culturales y académicos, de conformidad con lo dispuesto en los artículos 31-32 de la Ley 23 de 1982. (N. del E.).

Page 203: Literaturas y culturas del Páramo

203

artículo “Matrimonio de poetas no estuvo en riesgo”, a propósito de los cien años de El Tiempo:

Aunque el periódico del viernes 4 de diciembre de 1915 no cita al bardo natural de Jericó, Juan Bautista Jaramillo Meza, como el causante de los dolores de cabeza (y del corazón) del poeta de Chiquinquirá, se supone que así sea, pues doña Blanca nunca aceptó el noviazgo que le propuso el boyacense en una velada poética aquel día en el que se conocieron en Santa Rosa de Cabal, donde ella residía con su familia que se mudaría luego a Mani-zales. Si doña Blanca no le dio el sí a la relación, mucho menos se lo habría dado a una propuesta de boda de Flórez, o sea que jamás estuvo, ni siquiera en ciernes, lo que El Tiempo llamó hace 100 años ”un matrimonio de poetas, en riesgo”. Además, cuan-do Flórez cayó rendido ante los encantos de doña Blanca, ella ya sostenía una relación epistolar (cartas iban y venían) con el joven poeta. La pareja por fin se conoció en vivo y en directo en un acto académico en homenaje a Miguel de Cervantes, efectuado en el Teatro Olympia.

Incluso Aída, una de sus hijas, insiste en que Julio Flórez aparen-temente nunca le manifestó su amor a su mamá y que al que le paró bolas fue a Juan Bautista.

Pese al esfuerzo de Cadavid por desmentir este episodio entre “tres fi-guras cimeras del pasado criollo”, pasó a la posteridad el novelón que se formó en la época en la que los protagonistas de las páginas de diarios locales y nacionales eran los personajes de la vida cultural y literaria.

El Martes Santo de 1916, Juan Bautista viajó por primera vez a Ma-nizales, de acuerdo con su relato consignado en Estampas de Maniza-les (1951, p. 9). El motivo fue principalmente el encuentro con Blanca Isaza, quien también estaba invitada a la velada del tricentenario de Cervantes. Imperaban las trochas del amor por las breñas antioqueñas y caldenses.

A finales de abril de ese mismo año, el bardo paisa viajó a caballo desde su natal Jericó hasta Santa Rosa de Cabal, pues no había carrete-

Page 204: Literaturas y culturas del Páramo

204

ras, se hospedó en la casa del doctor Félix Isaza Arango, padre de Blan-ca y, en la víspera de su regreso a Manizales, pidió su mano. Meses más tarde, en julio, regresó para cumplir con su promesa de matrimonio, después de decirle adiós a su querido Jericó.

El 20 de julio, luego del impacto que dejó la velada literaria del tri-centenario de Cervantes, la Sociedad de Mejoras Públicas le rindió ho-menaje a Blanca en el teatro Escorial. Así se refiere Juan Bautista, en Estampas de Manizales, al evento:

El numeroso público, de ovación en ovación, oía los poemas de la Musa [sic] que surgía para gloria de estas comarcas y aplaudía generoso los poemas de los bardos que prestaron su colabora-ción en el homenaje. Fueron ellos: Jesús María Trespalacios, viejo poeta de Antioquia, autor de versos sentidos y románticos que perduran en las Antologías regionales; Roberto Londoño Villegas y Tomás Calderón, muy jóvenes entonces, y de esa época inspi-rados y laureados en torneos de inteligencia, y el autor de estas páginas (1951, p. 59).

El 24 de agosto, a los dieciocho años, Blanca Isaza se casó con Juan Bautista Jaramillo Meza, en la catedral de Manizales. Guillermo Va-lencia, con ocasión de esta unión matrimonial, le dirigió este mensaje a la joven pareja: “Cuán grato ver sellar el vínculo entre el águila y la alondra, de quienes habrá de salir el glorioso canto del futuro” (en Jara-millo Meza, 1951, p. 67). Respecto a sus nupcias, afirma Juan Bautista:

Solemne ceremonia aquella, ante el altar de divinas magnificen-cias, en que dos almas se unían para siempre; y en que los corazo-nes de idéntico sentir realizaban su aspiración, la más grata y la más noble; en que dos vidas iluminadas por la belleza y el arte se fundían en una sola para anteponerla, como muralla invulnera-ble, a los embates de la suerte, que golpea como mar en tormenta, como crujiente oleaje, sobre el espíritu y sobre la materia. Grata recordación esta de ahora, de aquel acto supremo que presidió un sacerdote ejemplar, Luis Carlos Muñoz, el viejo párroco de la antigua catedral (1951, p. 66).

Page 205: Literaturas y culturas del Páramo

205

Fruto de su matrimonio con Jaramillo Meza fueron sus trece hijos, dos de los cuales murieron en la infancia, nacidos todos en Manizales, donde se establecieron hasta el final de sus días. Ellos fueron Gloria, Mireya, Olga, Ómar, Iván, Floralba, Ramiro, Blanca, Yolanda, Octavio, Ofelia y Aída.

Según lo refiere Paula Andrea Giraldo en su estudio “Blanca Isaza de Jaramillo Meza y las mujeres escritoras en Antioquia en el siglo xx”, en Mujeres antioqueñas en la memoria de la ciudad, Blanca Isaza reunía todos los atributos asignados culturalmente al prototipo ideal de mujer que existía en su época: humildad, sumisión, sencillez, dulzura, entre-ga total, guardiana de la moral familiar y consejera de los hijos.

Respecto al hogar de estos poetas antioqueños, Javier Gutiérrez Ville-gas, en su artículo “Blanca Isaza, la Mistral de Colombia”, publicado en la revista Manizales, en conmemoración del natalicio de la escritora abejo-rraleña, señala que “La casa de la familia Jaramillo Isaza fue por muchos años tertulia de puertas francas. Por allí desfiló lo más selecto del saber y del pensar: escritores y pintores, músicos y escultores, políticos y gober-nantes. La biblioteca fue cátedra viva. Riquísima en sus tesoros, allí enfi-lan incontables obras, dedicadas por los propios autores” (1998, p. 317).

En 1917 publicó el poemario Selva florida, su primer libro de poesías.En 1926, la Tipografía Blanco y Negro publicó Cuentos de la montaña,

una compilación de cuentos escritos en diferentes momentos y con al-gunos de los cuales obtuvo premios, como la Lira de Oro por el cuento “La cita”, con el que también fue ganadora del Concurso Abierto de la Sociedad de Mejoras Públicas de Manizales, y “La tristeza de Jorge Riveros”, con el que obtuvo la Violeta de Oro. En esta obra aparecen los cuentos: “Sunny”, “De dura cerviz”, “Sangre antioqueña”, “El enemi-go”, “Pepín”, “El puñal de plata”, “El vengador”, entre otros.

En 1935, salió su obra de verso y prosa titulada La antigua canción, publicada por la Imprenta Departamental.

El 14 de mayo de 1939, en la comida de gala del Club Rotario de Manizales, Blanca leyó las “Divagaciones alrededor del Modernismo”, ensayo leído también, a petición del público, en el programa radial “La hora del lustrabotas”, de la emisora Radio Manizales.

Page 206: Literaturas y culturas del Páramo

206

En octubre de 1940, Juan Bautista y Blanca fundaron Manizales: Re-vista Literaria Mensual. Él se ocuparía de la gerencia y Blanca la dirigiría hasta 1967, año de su muerte. Aída Jaramillo Isaza, una de sus hijas, la dirigiría hasta 2003, con un total de 724 números.

Circuló en Colombia y, como lo indica Juan Bautista en Estampas de Manizales, en otros países americanos (1951, p. 243). Blanca, como la directora de la revista, desde el inicio se refería a esta publicación como un importante órgano de difusión literaria:

Nuestra revista “Manizales” no es una revista femenina. Anhela-mos hacer de ella un hogar intelectual al cual traigan sus inquie-tudes no solo todos los escritores regionales sino los más altos valores mentales de las letras patrias. No negamos la positiva importancia de las publicaciones femeninas, pero conocemos el ambiente; sabemos que los hombres miran con culpable desvío esas iniciativas y piensan que descienden de sus pedestales de se-riedad si se detienen un cuarto de hora en medio del inútil trajín de los días [sic] a leer una exquisita página que lleve al pie una firma de mujer (1940).

En sus treinta y dos páginas cada edición contenía escritos de los más destacados poetas de América. Juana de Ibarbourou la calificó como “Faro de América”; otros letrados la estimaron como Antología de an-tologías (Jaramillo Meza, 1951, p. 244). Hernando García Mejía, obser-vando la revista y su directora, anota:

La poetisa, periodista y directora no quería satisfacer un capricho pasajero, sino acometer una empresa cultural duradera. Aspiraba a la universalidad. Comprendía que había que competir con un producto abierto y soleado por calidades indiscutibles. Quería triunfar, hombro a hombro, con lo mejor. Merecer el éxito. Las mujeres tenían valores y debían aspirar a ser reconocidas por ellos (2000, p. 10).

Y en el texto “La poesía de J. B. Jaramillo Meza”, publicado en Impresio-nes, en 1978, García Mejía defiende la revista, ya que

Page 207: Literaturas y culturas del Páramo

207

Manizales [sic] fue creada por ambos y en sus páginas emula-ban tiernamente, mostrando cada cual los frutos de su espíritu selecto. Esto precisamente hacía que algunos malintencionados dijeran que “Manizales” [sic] era solo un vehículo para el exclu-sivo autobombo del matrimonio. Nada más falso y descomedido. Si ambos eran escritores, si ambos habían nacido para ello, si es-cribir era su vida, su sangre, su espíritu, ¿cómo impedirles que publicaran en su revista?

En el segmento “Noticias bibliográficas” presentaban las novedades literarias, breves reseñas sobre libros y las apreciaciones que muchos escritores de lengua española tenían sobre las obras de Blanca Isaza y de Juan Bautista Jaramillo Meza. Debe destacarse la ingente labor que ambos escritores realizaron en estas páginas, al publicar textos de nue-vos autores colombianos. Es por esto y por su infatigable desempeño periodístico que en Manizales tanto Jaramillo Meza como Blanca Isaza obtuvieron un lugar privilegiado. Gracias a ello, Blanca enriqueció su perfil de escritora, y de manera paralela seguía produciendo poemas y ensayos, publicando libros y participando en congresos, reuniones y conmemoraciones a las cuales era frecuentemente llamada en calidad de invitada de honor a declamar sus poemas o a leer sus ponencias, de suerte que continuamente debía desplazarse hacia Medellín, Bogotá, Santander y otras ciudades, oportunidad que no desperdiciaba para estrechar lazos y conocer nuevas personalidades.

En 1945, la Imprenta Departamental publicó el libro de poemas Claridad.

En 1951, en el Primer Centenario de Manizales, la noche del 19 de diciembre, Juan Bautista y Blanca fueron coronados como poetas. Esta coronación surgió como iniciativa de poetas y periodistas de Antioquia y fue secundada por periódicos de Colombia, por hombres de letras, por el Gobierno nacional y por los Gobiernos de Antioquia y Caldas, además de las academias y otras instituciones literarias del país (Jara-millo Meza, 1978). La revista El Verso de Medellín publicó un número especial (33-34, noviembre-diciembre de ese año) con una selección de poemas de “la pareja lírica de Colombia”, como eran conocidos en

Page 208: Literaturas y culturas del Páramo

208

el medio. Como lo afirma García Mejía, esta pareja tuvo una notable armonía en su vida matrimonial y literaria, pues ambos compartían reconocimientos a pesar de que cada uno se ocupaba de sus propios escritos con total independencia (2000, p. 11). No obstante, en varias ocasiones Blanca escribió prólogos para libros de Juan Bautista y vice-versa, como también se encuentran poemas escritos por ambos, tal es el caso de “La Epopeya de Manizales” (en Poemas y elegías, p. 68).

Según Alfredo Ocampo Zamorano, en su ponencia “Poesía colom-biana del siglo xx escrita por mujeres. Poetas nacidas hasta 1949”, Blan-ca Isaza, nacida en 1898, vive ya en la culminación del ciclo comprendi-do por la tesis de un federalismo liberal, la antítesis de la Regeneración y de la guerra de los Mil Días y la síntesis de un centralismo conserva-dor de derecha, al igual que Margarita Gamboa, nacida en 1899 en El Salvador, América Central, y Laura Victoria (Gertrudis Peñuela), naci-da en 1908, en Soatá, Boyacá.

Entre 1885 y 1899, se vive la llamada Regeneración. Se aprueba e impone la Constitución de 1886, netamente centralista y en la cual la educación vuelve principalmente a manos de la Iglesia. Prima el autoritarismo, se reafirma la preponderancia de la familia pa-triarcal, especialmente en las poblaciones y aldeas, frente a estratos altos elitistas y europeizantes. La población crece de 3.2 millones a 4.3 millones. Especialmente en la zona cafetera, con la migración antioqueña, donde se consolidan nuevas poblaciones (s. f.).

En cuanto al ámbito cultural, Blanca Isaza ya disfrutaba de ciertas ven-tajas para una mujer que quería escribir y publicar, pues a mediados del siglo xix se habían fundado algunas revistas independientes que buscaban lectoras femeninas, como Matachines Ilustrados, de 1855, y Biblioteca de Señorita, que circuló entre 1858 y 1859; además de la edu-cación y participación de la mujer, liderada por Soledad Acosta y su esposo. Según Ocampo Zamorano, a partir de la Sociedad Literaria, fun-dada en Bogotá en 1845, comienza una nueva orientación valorativa un poco más abierta.

En los años veinte se crearon en Medellín tres importantes revistas en las cuales se inició la carrera literaria de varias mujeres: en 1920,

Page 209: Literaturas y culturas del Páramo

209

Luis Tejada fundó Cyrano, en la que publicaron varios artículos María Cano, Fita Uribe y María Eastman; en 1921 apareció Sábado, que pro-movió concursos de literatura, y a partir de 1926 circuló Letras y Enca-jes, una “revista femenina al servicio de la cultura”, dirigida por Sofía Ospina de Navarro, Ángela Villa, Alicia M. Echavarría, María Jaramillo de Simón, Tulia Restrepo y Teresa Santamaría de González (Giraldo, 2007, p. 84).

De acuerdo con María Mercedes Jaramillo, otras mujeres antioque-ñas que se consagraron a la escritura en la primera mitad del siglo xx y publicaron en revistas y periódicos algunos cuentos, fábulas, poemas, crónicas y memorias fueron Adelfa Arango Jaramillo, Fita Uribe, Dolly Mejía, Enriqueta Angulo, Graciela Gómez H., Rosa Elena López G., Cle-mencia Rodríguez, Ofelia Montoya T., Lía Restrepo de Peláez, Marta S. viuda de Restrepo, Rosario Yépez, Magda Moreno y Helena Ospina de Ospina, entre otras.

Blanca fue contemporánea de escritoras latinoamericanas como Ga-briela Mistral, Juana de Ibarbourou, Delmira Agustini, Alejandra Pizar-nik, María Luisa Bombal, Alfonsina Storni, Teresa de la Parra, Rosario Castellanos, Emilia Ayarza y Laura Victoria —para mencionar algu-nas— y tuvo amistad y correspondencia con las dos primeras. Y, como sostiene Giraldo, aunque fue testigo de cambios sustanciales en la vida social y política del país, en sus obras poéticas no se encuentran rupturas en el lenguaje poético, ni tampoco una postura o señalamiento claro.

Su poesía recrea los valores culturales de la sociedad patriarcal de la primera mitad del siglo xx en Colombia y les permite a los lectores actuales acercarse a las mujeres de ese tiempo, conforme lo expresa Paula Giraldo en su estudio. Además, sus crónicas y ensayos muestran un estilo fresco, sencillo, nada ampuloso. Su pluma evidencia dedica-ción y una necesidad imperiosa de exhortar a su lector a la reflexión y la conciencia sobre su momento y su postura ante el mundo. De hecho, esta es una de las características de la prosa de Blanca Isaza, pues en sus ensayos exalta el valor de la mujer y su responsabilidad no solo en el hogar, sino también en la sociedad.

Ella misma, fiel a sus normas románticas, describió su gusto por autores que escribieran bien, sin inclinarse por ninguna escuela en es-

Page 210: Literaturas y culturas del Páramo

210

pecífico. Sobre su manera de escribir y frecuencia, manifestó en Páginas escogidas: “los versos los escribo en borrador, para pulirlos luego; lo demás lo hago de una con copia, a cualquier hora, en medio de todos mis oficios de ama de casa y madre de numerosa familia”.

Por su parte, García Mejía, al referirse a la labor cultural y literaria del matrimonio Jaramillo Isaza, elogió la labor de escritora y madre, que pese a las dificultades pudo arreglárselas en su doble papel: “La gente los apreciaba y los admiraba por igual. Pero, sin duda, la lucha de doña Blanca era más dura, pues debía urdir sus crónicas y poemas entre peroles y biberones, entre bordados y cuidados de niños, pájaros y flores. Al fin mujer, no rica sino pobre, pues la herencia de J. B. se había esfumado hacía tiempos” (p. 11).

En Caldas en la poesía (1970), Rafael Lema Echeverri se refiere a Blan-ca Isaza como “Gran poetisa colombiana, […] No se sabe qué es más bello en doña Blanca: si su prosa o su verso. Porque su prosa como su verso son poesía tierna, poesía limpia, poesía pura”.

Eddy Torres en Poesía de autoras colombianas, publicado en 1975 por la Biblioteca Caja Agraria, dice sobre la poeta de Abejorral:

En los escritos de esta autora se hace sentir el viento renovador del Modernismo y de otras tendencias más actuales. Apegada a la tierra, a lo tradicional, Blanca Isaza dejó una obra menos erudita y menos revolucionaria que la de contemporáneos más impor-tantes, pero sus mejores poemas aún conservan cierta frescura ingenua y popular.

En 1954, la Editorial Kelly de Bogotá publicó el libro Preludio de in-vierno, poemario que contenía 15 poemas, 48 sonetos, entre ellos los dedicados a cada uno de sus hijos, 9 romances y 20 cantos, incluidos vi-llancicos, estampas de personajes cotidianos, santos y escritores, como Amparito, Julio Vives Guerra y santa Teresita del Niño Jesús, oraciones y su primer poema: “El río”.

Hasta 1959 Blanca publicó casi todos sus poemas en la revista Ma-nizales, entre ellos cantos y versos a sus propios hijos, a su madre y hermanos, a las ciudades que la acogieron, como Manizales, Popayán,

Page 211: Literaturas y culturas del Páramo

211

Jericó y su tierra natal, Abejorral; a Jesús, a la Virgen, con ocasión de fechas especiales como Navidad, bautizos y primeras comuniones de sus hijos y nacimientos de nietos.

El 28 de julio de 1944, en la Escuela Normal Rural de Manizales, su rector y el profesor de agronomía invitaron a la autora a “charlar en un ambiente de fraternidad espiritual”, como ella misma lo dice, “no en pose de conferenciante, sino en su habitual actitud de comentadora sin erudición de modales y sucesos habituales”. En esta charla, ella afirma que “pudiera caer en el pecado de vanidad si aceptara como cierto el concepto que me tienen vuestros profesores; yo no he tenido la preten-sión de creerme capacitada para dictar una conferencia sobre ningún tema; conversadora temperamental […] gusto de bordar comentarios más o menos sutiles alrededor de cualquier asunto trivial”.

El 27 de enero de 1949, en la Asamblea de Damas de los Países Bo-livarianos, que se llevó a cabo en el Teatro Municipal de Cali, con mo-tivo del Congreso Eucarístico, leyó el ensayo “La poesía en la vida de Cristo”.

En 1951, la Imprenta Departamental publicó los ensayos De lejano ayer, en los que la autora escribe sobre valores, conceptos y actualidad internacional bajo los títulos: “La paz”, “La Navidad”, “La soledad”, “La ilusión del oro”, “El martirio de la raza judía”, “El vértigo de la ve-locidad”. También se refirió a la naturaleza y al medio ambiente, pues aparte de que adoraba sus gatos, canarios y tortugas, tenía conciencia ambiental y hablaba de ella en diferentes escritos, como en los ensayos “Los árboles”, “Miniatura en color de mis tortugas”, “Estampa en ne-gro de mi gato”, “Pájaros familiares”, “Memorial de los canarios”. Y el recurrente tema de lo cotidiano en “El alma blanca de Anita la negra” o “La casa propia”, “El fin del mundo” o “La pintura moderna”, en los que hace disertaciones sobre asuntos de actualidad y de interés público y cultural.

En su prosa es notoria la nostalgia del ayer, como se aprecia en su ensayo “Las navidades de antaño”, en el que expone las costumbres de una época ya pasada, cuando el pesebre se elaboraba en casa, con modestia y primor, cuando la natilla se hacía de maíz y se creía que el Niño Jesús entraba por la ventana y ponía regalos parcos debajo de la

Page 212: Literaturas y culturas del Páramo

212

almohada. Podría decirse que es un texto vigente, que le habla directa-mente al hombre posmoderno.

En diciembre de 1951, leyó el poema “Homenaje”, dedicado a Débo-ra Arango, al recibir de sus manos la Corona de Antioquia.

En 1954, la Editorial Kelly publicó más poesías suyas con el título Preludio de invierno.

A propósito de esta obra, Luis Eduardo Nieto Caballero afirmó de la autora que era romántica, idealizadora de las cosas pequeñas, de los seres humildes, de las almas buenas, sin ambiciones, sin afán de lucro ni de honores ni de aplausos, todo lo ha conseguido, sin embargo —el amor, el respeto, la casa propia, el sustento sin afanes, la dulzura fami-liar, la admiración […] (Páginas escogidas).

El 21 de enero de 1956, con motivo de la coronación de la reina de la Segunda Feria de Manizales, Blanca pronunció el “discurso de coro-nación”. Allí acudió por invitación del alcalde de ese entonces, Jenaro Mejía Arango, no tanto por iniciativa propia, como ella lo afirma en su intervención: “Retirada hace muchos años de estas actividades so-ciales, inhábil para la oratoria de la plaza pública, esquiva al ambiente comprometedor de los teatros y de las salas de conferencias, mi presen-cia aquí solo puede explicarse por ese amor a Manizales” (p. 59).

El 6 de junio de 1957, por la celebración de la Semana Sacerdotal, le pidieron que hablara por la emisora Radio Manizales sobre los sacer-dotes y leyó su ensayo “El clero nacional”, en el que exalta la labor de los pastores del redil de Cristo.

El 20 de septiembre de 1961 recibió la medalla al Mérito Periodístico del departamento de Caldas. Esa noche leyó su ensayo “Manizales y el periodismo”, en el salón de recepciones de la Industria Licorera.

El 22 de julio de 1961, por los 150 años de Abejorral, invitaron a las personalidades abejorraleñas, “allí había senadores, delegacio-nes universitarias, figuras destacadas de la política, de las letras y de las artes. Concertistas de fama nacional como Rufino Duque Naran-jo […], pintores como Jesús María Cardona y Luis Carlos Ramírez, deliberadamente apartados de los cánones arbitrarios de la pintura moderna […], pianistas como el padre Bernardo Londoño Martínez”

Page 213: Literaturas y culturas del Páramo

213

(Isaza de J. M., 1962, p. 26). “Colocaron una placa de mármol en la casa donde nació Blanca mientras doña Alba Mejía de Oliveros y la educadora Rosa Julia Mesa pronunciaron el discurso a la escritora de Abejorral. Ese mismo día la condecoraron a ella con la medalla Fran-cisco de Paula Santander que le otorgó el presidente Alberto Lleras Camargo” (Giraldo, 2007, p. 90).

Ese mismo año se imprimió la obra Alma, de poesías escritas entre 1954 y 1960.

En 1962, salieron sus Itinerarios de emoción, ensayos publicados por Renacimiento, de Manizales. Allí se recopilan escritos recientes sobre temas varios, como el cotidiano en “La invasión maicera”, a propósito de la apertura de una fábrica de arepas en Bogotá; “Ha muerto Anita la negra” y “El nuevo canario”. Temas de actualidad como “El cometa Halley”, “La edad atómica” y “Diatriba del boxeo”. Literarios, como “La muerte de Rash Islas”, “Epistolario de Rubén Darío” y “Mi cono-cimiento de Gandhi”.

En la fiesta de Nuestra Señora de las Mercedes, las damas que con-formaban el Patronato de la Penitenciaría la invitaron a darles una breve charla a los presos, y allí pronunció su ensayo titulado “A los presos”.

El último escrito de Blanca fue una crónica titulada “La visita de Rodrigo”, en la que narra un episodio de sus años de juventud en la casa de sus tíos, en Salamina.

Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, el francés, el italiano y el portugués.

El 13 de septiembre de 1967 murió Blanca Isaza. Juan Bautista, “íntimamente destrozado, continuó, sin embargo, con sus artículos para La Patria, con Manizales” [sic] y con sus poemas, según García Mejía (2000, p. 11).

Agustín Rodríguez Garavito, en su artículo “Homenaje”, publicado en El Tiempo, el 21 de octubre de 1967, un mes después de la muerte de Blanca Isaza, manifiesta con estas palabras la importancia de la escrito-ra en las letras colombianas y el legado en la cultura:

Page 214: Literaturas y culturas del Páramo

214

Un alma pura, de rara fortaleza, dedicada a la disciplina literaria, a la creación como objeto de sus sueños. Muy pocas escritoras de esta América cobriza, de sones mestizos y roncos tambores, vivie-ron en su propia creación. Era la suya una literatura afirmativa, expresiva, con dinamismo interior. Su poesía era de cocimien-to, de amor, de deslumbramiento. Y lo mismo su prosa egregia, ennoblecida por sus temas que trataba con alcurnia mental. […] amaba francamente a las criaturas sufrientes de este mundo, y de-fendió siempre los valores morales que no son residuos muertos en descomposición de cierto existencialismo sin la presencia de Dios, sino enfermedad del corazón, formas de un Romanticismo que nacía como todo auténtico sentimiento de la misma sangre. Su amor por Colombia era una forma especial de compenetrarse con lo esencial de la patria. Y la sentía razonadamente, sin ex-cesos, queriendo soluciones humanas para sus problemas com-plejos. Con Blanca Isaza de Jaramillo Meza muere toda una épo-ca de nuestra literatura. Aquella en la cual el instrumento lírico esclarece rutas y alumbra fervidamente nuestro destino. […] Distribuía entre todos sus amigos el zumo de uvas lentamente doradas al sol de su claridad interior. Era una mujer nacida para los trabajos de la inteligencia, cuando estos pasan por el corazón. Ayudó con su consejo a muchos escritores incipientes. Mantuvo una cátedra viva de cultura en unión de su esposo. […] Formaron así un nido de abejas, una lenta y fina miel, cuya dulzura era aca-rreada de todos los territorios del alma.

Manizales se congregó en torno suyo y de su esposo porque nun-ca dejaron apagar el faro nunciador. […] Jamás hubo en su tarea literaria el tono vindicativo, la cautela, la recelosa alusión. Todo transparente, agua que se embelesa en su propio resplandor. Ac-tuó sin dejar enemigos. Porque su catolicismo era como toda doc-trina evangélica de carácter ecuménico y conciliador. Fue de una estirpe que honra el viejo escudo familiar de la patria.

Después de la muerte de Blanca Isaza, su hija Aída dirigió Manizales hasta 2003, año en que dejó de publicarse, por falta de oxígeno publici-tario y de apoyo oficial.

Page 215: Literaturas y culturas del Páramo

215

Su esposo recogió sus escritos en una serie de obras completas, a manera de recopilaciones temáticas, en siete tomos publicados entre 1968 y 1972: Romances y sonetos (1968), Cuentos de la montaña (1969), An-tología (1970), Itinerario breve (1970), Páginas escogidas (1971), Al margen de las horas (1971) y Crónicas del ayer (1972).

Se quedaron sin publicar los libros Crónicas diversas, Huerto familiar, Conferencias y discursos.

΅ ΅ ΅Bibliografía

Banco de la República. Libros. Quién es quién en la poesía colombiana. Letra I. Recuperado el 20 de abril de 2016 de http://www.banrepcultural.org/blaa-virtual/literatura/quien/quien10.htm

Cadavid, Orlando. (diciembre 13 de 2015). Matrimonio de poetas no es-tuvo en riesgo. La Patria. Recuperado el 15 de septiembre de 2016 de http://www.lapatria.com/columnas/70/matrimonio-de-poetas-no-estu-vo-en-riesgo

Giraldo Restrepo, Paula Andrea. (2007). Blanca Isaza de Jaramillo Meza y las mujeres escritoras en Antioquia en el siglo xx. En Mujeres antioqueñas en la memoria de la ciudad. Medellín: Secretaría de Cultura Ciudadana. Recuperado el 18 de septiembre de 2016 de http://www.bdigital.unal. edu.co/47156/1/9789589818602.pdf

García Mejía, Hernando. (1978). La poesía de J. B. Jaramillo Meza. En Im-presiones, s. p.

—. (6 de febrero de 2000). Dos poetas clásicos colombianos. Literario Domi-nical, pp. 10-11.

Gutiérrez Villegas, Javier. (1998). Blanca Isaza, la Mistral de Colombia. Ma-nizales, vol. xlii, N.° 680, p. 317.

Isaza de Jaramillo Meza, Blanca. (1926). Los cuentos de la montaña. Maniza-les: Tipografía Blanco y Negro, 113 p.

—. (1935). La antigua canción. Manizales: Imprenta Departamental, 179 p.

—. (1940). Itinerario breve. Manizales, N.° 1. oct. s. p.

Page 216: Literaturas y culturas del Páramo

216

—. (1945). Claridad. Manizales: Imprenta Departamental, 218 p.

—. (1951). Del lejano ayer. Manizales: Imprenta Departamental, 346 p.

—. (1954). Preludio de invierno. Bogotá: Kelly, 170 p.

—. (1961). Alma blanca. Manizales: Renacimiento, 100 p.

—. (1962). Itinerarios de emoción. Manizales: Renacimiento, 223 p.

—. (1968). Romances y sonetos. Manizales: Tipografía V. y Co., 178 p.

—. (1969). Cuentos de la montaña. Manizales: Tipografía V. y Co., 188 p.

—. (1970). Antología. Manizales: Tipografía V. y Co., 198 p.

—. (1971a). Itinerario breve. Manizales: Tipografía V. y Co., 165 p.

—. (1971b). Páginas escogidas.

—. (1971c). Al margen de las horas.

—. (s. f.). Crónicas de ayer. Manizales: Tipografía V. y Co., 212 p.

Jaramillo Meza, Juan Bautista. (1951). Estampas de Manizales. Primer tomo. Manizales: Imprenta del Departamento, p. 244.

J. B. Jaramillo Meza. Síntesis biográfica y bibliográfica. (1978). En Impre-siones, s. p.

López, Héctor. El pesebre de Blanca Isaza. La Patria. Recuperado el 20 de abril de 2016 de http://www.lapatria.com/blogs/un-nuevo-patio-pa-ra-miguel/el-pesebre-de-blanca-isaza

Rodríguez Garavito, Agustín. (1967). Homenaje. El Tiempo, 21 de octubre, p. 4.

Santos Molano, Enrique. (s. f.). Cuervo, Uricoechea, Silva y Flórez: Cuatro amores sin retorno. Credencial Historia.

Torres, Eddy. (1975). Poesía de autoras colombianas. Biblioteca Caja Agraria.

Page 217: Literaturas y culturas del Páramo

Bernardo Toro Idarraga,una aproximación a la literatura

antioqueña de la primera mitad del siglo xx

Juan Esteban Hincapié Atehortúa

Page 218: Literaturas y culturas del Páramo

Juan Esteban Hincapié Atehortúa

Nacido en Medellín. Filólogo hispanista egresado de la Universidad de Antioquia, Colombia. Ha participado en diferentes proyectos de investigación: entre otros, ha cola-borado en el “Estudio breve y edición crítica de la narrativa breve de Tomás Carrasquilla”. Fruto de esta investigación es la ponencia “Heteroglosia: formulación de variantes ho-mogéneas en la narrativa breve de Tomás Carrasquilla”, expuesta en el congreso Actuales Perspectivas Metodoló-gicas en la Edición de Textos y Manuscritos Hispánicos, realizado en España en octubre de 2016. Por otra parte, también participó en el Encuentro de Culturas y Literatu-ras del Páramo, en noviembre de 2016, con la conferencia “Trayectoria literaria de Bernardo Toro Idárraga. Estudio sobre la novela Minas, mulas y mujeres”. Actualmente está investigando para el proyecto “Edición crítica de Autobio-grafía de Laura Montoya Upegui”, en proceso filológico de edición.

Page 219: Literaturas y culturas del Páramo

219

Bernardo Toro Idarraga1 nació en el hoy municipio de Nariño, en la vereda Requintadero, el 18 de octubre de 1898. Murió en Medellín

el 3 de octubre de 1971. Fue hijo de Benjamín Toro Mejía y de Ruperta Idarraga, fallecida cuando Bernardo tenía un año de edad, situación que llevó a sus tíos, Vicente Toro Mejía y Carmen Rodas, a hacerse cargo del niño (Gallo, 2008, p. 679). Estuvo casado con Olimpia Pereira López de Mesa. Fue padre de cuatro hijos. Autor de las novelas Minas, mulas y mujeres, Juancho y del cuento “Cómo hicieron el pastel”.

En las búsquedas de las obras de Bernardo Toro y en particular para Minas, mulas y mujeres, se encontró un destino editorial común en Co-lombia: pocas ediciones y una escasa disponibilidad de volúmenes en las bibliotecas nacionales. Lo que hace que la novela en cuestión sea de difícil acceso y en definitiva de poca recepción en la actualidad. Estas particularidades incrementan la necesidad de realizar un estudio críti-co de la obra y en general de toda la producción literaria de Bernardo Toro, para reivindicar su valor en las letras nacionales como una fuente de literatura regional, forjadora de memoria e historia cultural en An-tioquia, y en consecuencia de Colombia.

Es Bernardo Toro Idarraga y su narrativa un viejo sentido de identi-dad antioqueña consumida ya por la televisión y el internet. Afortuna-damente, aún sobrevive en los pueblos de las altas montañas de las cor-dilleras del departamento como un fragmento de nuestra tradición. Por esta razón se escribe este artículo como el resultado de la investigación literaria sobre la obra de Toro Idarraga, en un texto que dé cuenta de la visión monológica2 de la realidad antioqueña plasmada en una novela.1 A pesar de ser una palabra esdrújula, que debe llevar la acentuación gráfica según la OLE 2010, se decide dejar el apellido según como se ha encontrado en todas las fuentes primarias consultadas: archivos históricos, textos docu-mentales y correspondencias. 2 Dentro de un enfoque monológico (en un caso límite puro) el otro sigue sien-do totalmente objeto de la conciencia y no representa otra conciencia. No se espera una respuesta que pudiera cambiarlo todo en el mundo de mi concien-

Page 220: Literaturas y culturas del Páramo

220

Para este tipo de hombres acaudalados, dueños de tierra y educa-dos en un sistema clerical como Bernardo Toro, envueltos en guerras, inestabilidad política y censura editorial, el nacimiento en un medio conservador como Nariño, Antioquia, brinda el componente religioso a sus vidas como óptica fundamental para entender su posición axio-lógica en el mundo, lo que, contextualmente, permite comprender la producción textual y la dimensión ética en los relatos de este escritor. Además, temporalmente la educación en Colombia dependía estricta-mente del clero, y en esa medida Iglesia y Estado conformaban una totalidad. Hay entonces dos elementos centrales en la producción li-teraria de Toro Idarraga que se pueden sintetizar en una activa vida política y la creencia en los valores eternos del decálogo. Ejes temáticos expuestos en la siguiente cronología:

1914. Contando con dieciséis años escribe en verso libre sobre su nacimiento:

En el seno nací de una montaña llena de luz y de árboles titanes: en la niñez sentí los huracanes rugir alrededor de mi cabaña.

Añoro lo que oí cuando era niño:de la madre querida las canciones junto a mi lecho con febril cariño.

Y las líricas notas de la orquesta formada por las fuentes y lasaves en la perpetua paz de mi floresta

(Toro en Gallo, 2008, p. 683).

cia. El monólogo está concluido y es sordo a la respuesta ajena, no la espera ni le reconoce la existencia de una fuerza decisiva. El monólogo sobrevive sin el otro y por eso en cierta medida cosifica toda la realidad. El monólogo pretende ser la última palabra. Encubre el mundo y a los hombres representados (Bajtín, 1982, p. 330).

Page 221: Literaturas y culturas del Páramo

221

Versos en los que se manifiesta un sujeto enunciador lírico, sometido a las dificultades meteorológicas y geográficas de una realidad sumida en las montañas. Además del reclamo por los vínculos perdidos con su madre. En ese mismo año compone “Canto a la bandera”, “Noviecita lejana” y “Canto a Rionegro”.

1916-1917-1922. Entre estos años escribe “Sobre la arena”, “Peti-ción” y “Madrigal”. Además, funda el periódico La Palabra en Sonsón. En este periodo termina sus estudios académicos superiores e ingresa a la Facultad de Derecho en la Universidad de Antioquia, tiempo en el que escribe La muerte del cisne. Adicionalmente, realiza aportes a la prensa local de Sonsón en El Popular y La Acción, en el que escribe el canto “Ciudad mía”, “El himno en honor a la Perla del Capiro”, y “Al árbol”, todas las anteriores, poesías de corte romántico.

1923-1924-1927. Termina la carrera de Derecho el 23 de noviembre de 1923. Pocos días después es nombrado fiscal del Tribunal Superior de Medellín, juez del municipio y profesor de historia y literatura en Sonsón. En este periodo es nombrado miembro de la Sociedad de Me-joras Públicas de Sonsón. Hizo parte de la revista literaria Senda Nueva. Durante este periodo se escribe con Carlos Eduardo Restrepo, y sostie-nen diferentes conversaciones sobre la importancia de una ideología económica en los asuntos económicos antioqueños. (La corresponden-cia se encuentra en la sala patrimonial de la Biblioteca de la Universi-dad de Antioquia).

1930. En una carta dirigida a Carlos E. Restrepo se menciona a Ber-nardo Toro Idarraga como uno de los jóvenes emprendedores de la campaña liberal. Publica el folleto Holocausto, que recoge sus poesías hasta esa fecha. Escribe el poema “Salve fecunda Antioquia” y “Pano-rama”.

1934. Escribe el discurso épico Apoteosis del Águila, en honor del ge-neral Rafael Uribe Uribe. Discurso pronunciado en la Junta Liberal de Medellín, en el vigésimo aniversario de la muerte del General, el 15 de octubre de 1934. Este texto tiene gran relevancia en la producción literaria de Toro Idarraga, debido a la forma del relato de tipo épico na-rrativo que nos cuenta la vida de Uribe Uribe. Épico porque relata las hazañas de un personaje real, ocurridas en un tiempo pasado, llevadas

Page 222: Literaturas y culturas del Páramo

222

a la ficción a través de un lenguaje poético para exaltar la lucha por la democracia en contra de las reformas de la Regeneración.

Época de tormentas y de luchas gloriosas, en pro de la democracia. Episodios de heroísmo. El alma Colombiana palpitaba con frenético entusiasmo, y la Patria engendrada por los Libertadores, surgía ma-jestuosa y gallarda, como del bloque de mármol surge el milagro de la estatua o como surge la flor esplendorosa del trópico, ante los An-des atónitos, para recibir el homenaje mudo que le rinde el orbe (Toro, 1934, p. 1).

Bernardo Toro, en su texto Apoteosis del Águila, hace un desarrollo muy bien logrado con la forma artística épico-histórica de la vida y muerte del general Rafael Uribe Uribe, en cuanto recurre a la historia para relatar la muerte del general en la entrada del capitolio en Bogotá. Narración que nos lo presenta como un escritor consciente de su heren-cia, que discute bellamente, en un tono de admiración por sus héroes y de molestia por la muerte del general. Permite leer la habilidad poética del autor en sus textos.

1938-1940-1945. Periodo en la que escribe por solicitud de la Acade-mia de Historia de Antioquia, un texto crítico sobre Jorge Isaacs y su obra. En este punto inicia una nueva faceta de Toro Idarraga, la pro-sa, al escribir su primera novela Minas, mulas y mujeres, publicada por primera vez en 1943 —como dato curioso, estos tres elementos son los “enemigos” del hombre, según el abuelo del autor—. La novela fue reseñada en la revista Javeriana número 99. Finaliza este periodo con la publicación de su segunda novela Juancho, reseñada en la revista Bi-bliografía.

Juancho, la otra novela con más de dos ediciones, expone de nue-vo un modelo de hombre antioqueño anquilosado en el siglo xix. Esta vez, Juancho se divide en cuadros cortos que narran las peripecias de Juancho y su hermana Lola, en un mundo rodeado por montañas. De nuevo, la monología se apodera de la narración y, como se ha insistido desde el inicio de este texto, destruye la posibilidad de discutir a través de la literatura la realidad circundante. Lo anterior se puede demostrar por medio de la siguiente reseña, encontrada en la revista Bibliografía (1946):

Page 223: Literaturas y culturas del Páramo

223

Juancho en su conjunto cultural y artístico: a través de todas sus páginas aparece el pensador, el creyente, el hombre, confiado en los destinos providenciales que se han asignado a la humanidad […]. Y, cómo descansa el fatigado corazón humano sobre estas verdades dichas de manera tan noble y tan rotunda! (Betancur: 1946, p. 211).

A continuación el análisis de la obra más importante de Toro Idarraga en su producción literaria con el fin de presentar la forma monológica de su narrativa.

Minas, mulas y mujeres

La novela relata, a través de la ficción, una Antioquia desde los ojos de su autor, en la que plasma la historia de Paco Miraflores, un hombre honesto, educado pero ingenuo para entender las argucias de la mujer que ha decidido engañarlo. En la obra se puede entender a Paco como el hombre modelo a seguir, el axioma que propone el autor o, en sen-tido más práctico, su ideal de hombre antioqueño. Paco está profun-damente enamorado de Dolly, quien es capaz de hacerlo pagar por las fiestas que ella inventa, aunque no le gusta bailar. “Dolly no propició explicaciones con Paco; sentía por éste un cariño nacido del egoísmo, del cálculo, del interés, y nada más” (Toro, 1943, p. 26). El destino de Paco parece evidente, condenado a los caprichos de una mujer. A pesar de las reservas que tiene su familia, todo indica que se casará con Dolly.

Sin embargo, Paco debe salir a trabajar o, en otras palabras, a buscar la fortuna o fracasar en las minas. Así aparecen las otras dos partes fundamentales de la obra, las “minas” y las “mulas”, de las que el di-funto padre de Paco le aconsejaba cuidarse: las obstinadas mulas que no obedecen y las impredecibles minas, peligrosos lugares que pueden enriquecer o llevar a la ruina al hombre.

Al regresar a Medellín con deudas y los sacos rotos, Paco Miraflores descubre que su novia, Dolly, lo ha estado engañando y decide romper con ella. Ningún efecto surten en él las diferentes artimañas de Dolly para recuperar a su fuente de ingresos, y por tanto de diversiones. Tras

Page 224: Literaturas y culturas del Páramo

224

unos pocos días de dolor y orgullo masculino, Paco empieza a fijarse en Rocío, una chica cercana a la familia a la que conocía desde niña, con la cual finalmente contrae matrimonio, dejando a Dolly sola, en una sociedad que termina por catalogarla como solterona o tía, debido principalmente a la falta de un hombre a su lado.

Cuando se inicia el periodo de la violencia en Colombia, a media-dos de la década del cuarenta, la literatura se debatía entre múlti-ples corrientes que se repelían unas a otras; aunque la que gozaba de mayor reconocimiento era la literatura comprometida y, en especial, eran objeto de una lectura fervorosa novelas como Minas, mulas y mu-jeres (1943) de Bernardo Toro y Una mujer de cuatro en conducta (1948) de Jaime Sanín Echeverri [nota al pie 23]. Estas obras, bajo el rótulo de novelas sociales, las ve el ensayista y escritor Jorge Zalamea como parte de “los planteamientos socialistas entre las décadas de 1920 y 1940, con el reconocimiento del populismo como factor importante de la escena política latinoamericana” [nota al pie 24] (Ospina Laverde, 2008, p. 125).

Lo anterior permite comprender la dimensión de la obra en cuestión, al introducir voces populares y metaplasmos lingüísticos —aunque no las incluya en el desarrollo narrativo—, es decir, en la novela se pueden leer los diferentes giros lingüísticos propios de Antioquia de principios del siglo xx. Sin embargo, la obra no expresa las ideologías subyacen-tes del contexto histórico y, en ese sentido, Minas, mulas y mujeres se constituye en un intento por elaborar un discurso desde la perspectiva liberal del mundo colombiano, pero con las ataduras del siglo xix. Y ahí radica su problema: la obra aún permanece atada al monólogo del poder, extendiendo las ideologías hegemónicas de la época sin permi-tir diálogos3 o contradicciones; simplemente, Minas, mulas y mujeres es 3 El diálogo narrativo es explicado por Bajtín a través de la noción de “dialogis-mo”, que como capacidad discursiva abre las fronteras de la textura formal del diálogo y lo eleva a su máxima potencialidad expresiva; y cuya realidad explí-cita en el texto la constituye el discurso “referido” o discurso del “otro”, como posibilidad dialógica del locutor sujeto que refiere la narración (Voloshinov y Bajtín, 1929, pp. 143-153; Bajtín, 1922-1924, pp. 13-190). En palabras suyas, el “dialogismo” del discurso novelesco queda definido de la forma que sigue: para buscar un camino hacia su sentido y su expresión, el discurso atraviesa

Page 225: Literaturas y culturas del Páramo

225

un monólogo que construye una ficción en la que no se problematiza el contexto temporal, sino que tan solo se hace una aproximación a los usos y modos de ser de las personas de Antioquia.

De esta manera, se puede mostrar a Minas, mulas y mujeres como una novela monológica en oposición a la polifónica,4 esto es, la prisión del personaje,5 siempre obligado a compartir el discurso del creador y, en ese sentido, del monólogo del poder que se duplica en la novela y somete las contradicciones ideológicas para ofrecer una inequívoca visión del mundo.

Los personajes son construidos como individuos sin libertad, que deben actuar según lo dicte el creador en un plan específico y en mu-chas ocasiones lineal. Sentido que desvirtúa la función del género na-rrativo como el lugar de encuentro de diferentes diálogos o volunta-des. En Minas, mulas y mujeres no se incluye, no se discute; simplemente se describe desde la posición del autor un mundo igual, similar para todos, sin diferencias de clase evidentes, sin contradicciones, a pesar de estar en una sociedad altamente fragmentada por la educación y el po-der adquisitivo de la época, por una lucha de clases que somete el país. En una realidad gamonal de una Antioquia de ganaderos y dueños de grandes extensiones de tierra.

diversas expresiones y acentos extraños; está de acuerdo con ciertos elementos, en desacuerdo con otros, y en este proceso de dialogización puede dar forma a su imagen y a su tono estilístico (Gómez, 1984, p. 49).4 La polifonía la define Bajtín como “la pluralidad de voces y conciencias inde-pendientes e inconfundibles, la auténtica polifonía de voces autónomas, viene a ser, en efecto, la característica principal de las novelas de Dostoievski” (Bajtín, 1979, p. 15) [Las cursivas son de Bajtín]. Por ejemplo en dos novelas de Tomás Carras-quilla: La marquesa de Yolombó y Frutos de mi tierra. Obras altamente dialógicas que permiten conocer el mundo antioqueño en una diversidad de personajes individualizados con posiciones críticas ante la realidad. 5 La esencia de la polifonía consiste precisamente en que sus voces perma-nezcan independientes y como tales se combinen en una unidad de un orden superior, en comparación con la homofonía. Si se quiere hablar de la voluntad individual, en la polifonía tiene lugar precisamente la combinación de varias voluntades individuales, se efectúa una salida fundamental fuera de las fronte-ras de esta. Se podría decir de este modo: la voluntad artística de la polifonía es voluntad por combinar muchas voluntades, es voluntad del acontecimiento (Bajtín, 1979, p. 38).

Page 226: Literaturas y culturas del Páramo

226

El monólogo construye paulatinamente la novela a través de cor-tos relatos que reproducen las ideologías liberales con fuertes atadu-ras religiosas de la vida en Antioquia en la primera mitad del siglo xx. En esta medida, muchas temáticas están sostenidas en las visiones del mundo de la época, continuando su motor ideológico; es decir, esta novela monológica no contradice a la hegemonía temporal del poder, sino que la comparte y la eleva casi hasta el nivel de un cuadro de cos-tumbres, como lo son las percepciones moralistas del autor de la vida en Antioquia.

Salieron las empleadas del comercio. Emergen las señoritas de la aristocracia; brotan como por encanto las chicas de la clase media; solteras, solteronas y casadas, en alarde de galanura de esplen-dor y de natural coquetería; se apoderan del Parque Berrío, de las calles de Junín, Ayacucho, Boyacá y Bolívar; se toman el Ley, invaden el Astor y La fuente. Unas contemplan vitrinas; otras le-vantan novio, y están todas animadas, con esa gracia, donaire y elegancia únicos y exclusivos de la mujer medellinense, que, di-cho entre paréntesis, es la más hermosa y la más mujer del mun-do entero (Toro, 1943, p. 15).

De este modo, una sola voz, el narrador, interviene sobre un tema en particular, a medida que opina sobre un amplio abanico de posibilida-des, siempre con el mismo criterio, a tal grado que los personajes todos piensan igual y no presentan un desarrollo, no hay un motor dialéctico que mueva la novela; lo que no permite ver las diferentes posiciones ideológicas de cada personaje y si tales posiciones sufren algún tipo de cambio durante el transcurso de la novela; en suma, los personajes no tienen discursos o voluntades propias. En primer lugar está Paco.

Estaba Paco profundamente enamorado. La gentil pareja siguió calle arriba. Frente a una floristería, Paco dijo a Dolly:

—Mira, amorcito, qué preciosidad de flores. Te obsequiare un ramo, Claveles?, rosas?, crisantemos?, tulipanes rojos?, ¿Cuáles prefieres?

—Cualesquiera —repuso Dolly fríamente.

Page 227: Literaturas y culturas del Páramo

227

Estaba ella embelesada contemplando un automóvil gris y verde, nuevecito, la última palabra. Qué maravilla, qué emoción, qué envidia. Ay!, cuánta dicha para las Restrepo con el automóvil más hermoso de la Villa (Toro, 1943, p. 21).

El anterior fragmento permite comprender la manera como los valo-res son transmitidos en constante homogeneidad, es decir, los valores que convierten a un hombre en un buen antioqueño, un hombre que vale la pena casar. En segundo lugar está Dolly, uno de los personajes femeninos de la obra. Presentada desde el inicio como una mujer frí-vola y superficial, solo interesada en el poder adquisitivo del hombre; esto se puede leer a través del narrador cuando hace énfasis en una característica superflua de la mujer antioqueña de mitad del siglo xx. Lo que no permite ver los modos de pensar propios del género feme-nino reproducidos, según la conciencia ideológica de Toro Idarraga, en cuanto la posición social y política de la mujer, en un mundo go-bernado por hombres, la obliga a buscar las formas de aprovecharse de ellos, lo que circunstancialmente está visto como un defecto, en Dolly, por parte de la comunidad beata antioqueña y, por tal, objeto de censura.

Se puede hablar de la novela como un monólogo debido al predeci-ble actuar de los personajes y su falta de individualización y singula-rización; es decir, los personajes, desde el principio hasta el final, per-manecen iguales, no sufren ningún cambio en su conciencia o en sus actos; en suma, no se presenta un desarrollo reflexivo o una posición crítica frente a la vida.

Finalmente, la ficción de la novela se construye a través de las vi-vencias del autor en Antioquia, que permean la totalidad de la novela y le dan un matiz de diario o bitácora, en el que son consignadas sus percepciones del mundo; el asunto radica en la falta de una posición crítica discursiva sobre su realidad social y política temporal; lo que queda es solo un comentario de un mundo ideal antioqueño, pues en el desarrollo de la obra no se lee alguna molestia en contra del Estado o las personas que lo gobiernan; más bien, Minas, mulas y mujeres parece una crítica a las costumbres de los individuos de Antioquia.

Page 228: Literaturas y culturas del Páramo

228

Ahora bien, la Sociología de la Literatura a partir del Círculo de Mijaíl Bajtín, como herramienta interpretativa para enfrentar la obra, empleada en este artículo, nos revela el concepto de Cultura como eje fundamental del análisis narrativo. Lo define del siguiente modo:

Las estructuras mentales comunes que se generan al interior de un grupo de individuos que se encuentra en una situación aná-loga, realizando una actividad conjunta. Estas estructuras están conformadas por conocimientos, tanto comunes como científicos, y por valoraciones del mundo, éticas y estéticas, que se encuen-tran categorizados de forma particular en cada grupo (Rubio, 2005, párr. 2).

Esto permite entender la manera como se construyó una dimensión simbólica desde las perspectivas de un solo individuo y no a partir de la interacción social. Inicialmente, desde los postulados de Valen-tín Voloshinov para los que el signo ideológico es un elemento exter-no con cuyo contacto se desarrolla la conciencia, en el sentido de que todo signo, para poder ser comprendido, requiere de otros signos que lo expliquen, y esta interacción es la responsable de que la conciencia emerja. Interacción que no solo se da entre una conciencia y un signo, sino entre diferentes conciencias individuales, que el signo conecta en-tre sí. De modo que la generación de los signos se da en el intercambio social y no en la mente de los sujetos, es decir, contrapunto,6 entendido como la contradicción narrativa que da movilidad a la obra, por ejem-plo Tomás Carrasquilla en su cuento “El Rifle” expone la contradicción entre el niño (pobre) y el niño (rico), en tanto a partir de un regalo en Navidad manifiesta las diferencias de clase entre uno y otro. En este cuento no se narra el deber ser de la vida del niño. Carrasquilla relata la tragedia de un niño en Navidad y como el Estado no hace nada para arreglar las cosas.6 Este es precisamente el punto contra el punto (punctum contra punctum). Son varias voces que cantan de manera diferente un mismo tema. Esta es la poli-fonía que descubre el carácter polifacético de la vida y la complejidad de las vivencias humanas. “Todo en la vida es contrapunto, es decir, contraposición”, dijo en sus memorias uno de los compositores preferidos de Dostoievski, M. I. Glinka (Bajtín, 1979, p. 70).

Page 229: Literaturas y culturas del Páramo

229

Porque, según lo anterior, en el desarrollo del signo ideológico a partir de la interacción de los individuos, el autor de una obra literaria es un miembro más del grupo al que pertenece, y su escritura lo con-vierte en su vocero; a la vez, el escritor posee una lucidez, consciente o no, que lo hace plasmar la realidad de manera crítica en la obra litera-ria, y, en este sentido, Bernardo Toro es un individuo comprometido con su tiempo, con su realidad, pero lamentablemente no realiza una reflexión dialéctica de la misma.

Lo que sí hace es juzgar su realidad desde una axiología viciada por la religión y la política como construcciones de un pequeño grupo de personas con dinero e instrucción académica, porque no hay espacio para otros discursos o voluntades. En la novela está la voz del minero que enseña anécdotas sobre las montañas pero no se problematizan las dificultades como la falta de herramientas, caminos, servicios de salud, entre otros. También está la voz de la mujer condenada a tener hijos hasta fallecer o en caso contrario la soledad en una sociedad que la señala como aquella mujer que no se casó. Simplemente se enaltecen la vasta fecundidad de la geografía y la posibilidad de brindar riqueza a través de la explotación de materiales preciosos. O la mujer entendida como un apéndice del hombre.

En la novela no se exploran ni se discuten las guerras, el hambre ni el analfabetismo de un Estado en desarrollo. Solo son contadas las trivialidades de un pueblo en las montañas de Antioquia, en las que se desenvuelven las historias de amor de varios personajes que dejan una moraleja al lector, en el sentido de que los actos que van en contra del decálogo serán pagados en vida. No hay más posibilidades: la mujer que es mala se queda sola, mientras la buena se queda con el premio, y es muy molesto leer que solo hay un camino, una sola prisión para el personaje. Bernardo Toro hace un retrato crítico de su realidad, solo que olvida u omite las otras posibilidades, las otras formas de entender la sociedad y la molestia radica en leer a un hombre educado con una bella conciencia de su historia y tradición que no tome en cuenta las otras visiones del mundo de su tiempo.

En esta novela, la mujer, por ejemplo, solo tiene un destino: ser ma-dre y estar al lado de un hombre. De este modo se opone al concepto de

Page 230: Literaturas y culturas del Páramo

230

novela como el lugar de encuentro de muchos discursos o voluntades. Porque la literatura produce una evaluación crítica y sistemática sobre las visiones de mundo de la cultura, y la novela es el medio por exce-lencia para reflexionar sobre la realidad.

La visión monológica del autor se impone sobre el espíritu polifóni-co de la sociedad antioqueña porque olvida u omite las otras voces que configuran la colectividad, y en ese sentido solo expone un fragmento de una sociedad formada por negros, indígenas, criollos, extranjeros y todas las mezclas posibles entre ellos, y es precisamente lo que hace la novela un monólogo, es decir olvidar o silenciar a los otros.

΅ ΅ ΅Bibliografía

Bajtín, Mijaíl. (1979). Problemas de la poética de Dostoievski. México: Fondo de Cultura Económica.

Betancur Arias, Carlos. (1946) Juancho, novela costumbrista de Bernardo Toro. Bibliografía, vol. 12, N.° 44. Medellín: Universidad Católica Boliva-riana. pp. 210-211.

Gallo Martínez, Luis Álvaro. (2008). Diccionario biográfico de antioqueños. Bogotá: Editor Luis Álvaro Gallo Martínez.

Laverde Ospina, Alfredo. (2008). Tradición literaria colombiana: dos tenden-cias: una lectura de Isaacs, Silva, García Márquez y Mutis. Medellín: Univer-sidad de Antioquia.

Llano Isaza, Rodrigo. (2003). El liberalismo en la historia. Universidad Libre. Bogotá: Fondo Editorial Universitario.

Ortega González-Rubio, Mercedes. (2005). La sociología de la literatura. Espéculo. Revista de Estudios Literarios. Universidad Complutense de Ma-drid. [Recuperado el 23 mayo de 2017 en: https://pendientedemigracion. ucm.es/info/especulo/numero29/sociolit.html].

Restrepo Botero, José. (1978). Varones ilustres de Antioquia. Medellín: Acade-mia de Historia de Antioquia.

Toro Idarraga, Bernardo. (1934). Apoteosis del Águila. Medellín: La Pluma de Oro.

Page 231: Literaturas y culturas del Páramo

231

—. (1945). Minas, mulas y mujeres. Medellín: Tipografía Industrial.

—. (1946). Juancho, 2.a ed. Medellín: Tipografía Industrial.

—. (1978). Don Jorge Isaacs y su obra. En Repertorio histórico de Antioquia. Medellín: Academia de Historia de Antioquia.

Vicente Gómez, Francisco (1983-84). El concepto de “dialogismo” en Ba-jtín: La otra forma del diálogo renacentista. 1616. Anuario de la Sociedad Española de Literatura General y Comparada, Anuario V.

Voloshinov, Valentín (1976). El signo ideológico y la filosofía del lenguaje. Bue-nos Aires: Ediciones Nueva Visión.

Page 232: Literaturas y culturas del Páramo
Page 233: Literaturas y culturas del Páramo

La relación de la familia Naranjo Villegas con la literatura

Nicolás Naranjo Boza

Page 234: Literaturas y culturas del Páramo
Page 235: Literaturas y culturas del Páramo

235

Los once hijos de Marcial Naranjo y Soledad Villegas constituyeron una familia religiosa (Giraldo Gómez, 2008, p. 253), conservadora

en el ámbito de la política. Se destacaron como hombres de Estado, en filosofía de la cultura, en derecho, en el ejercicio del sacerdocio, en la enseñanza y en la medicina. Para empezar a hablar de su relación con la literatura establecemos su devoción por dos santos poetas, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, cumbres de la mística española. Para una somera descripción de sus actividades literarias pondremos ejemplos de algunos de los integrantes de la familia, específicamente quienes más escribieron y cuyas actividades culturales tuvieron más resonancia en su momento.1

Marcial Naranjo Ocampo (Sonsón, 3 de septiembre 1863-Abejorral, 12 de mayo de 1927)

Sobre este educador nos informa el presbítero Juan Botero Restrepo, miembro de la Academia Colombiana de Historia:

Su padre D. Valentín, fue maestro de escuela en la vereda de Llanadas, en las cercanías de Argelia, en tiempos del Poeta Gu-tiérrez González. Su primo, D. Inocencio Ocampo, fue también distinguido pedagogo y su hermano, el Ilmo. Sr. Abel Naranjo Ocampo, fue sacerdote muy distinguido por su piedad y su gran espíritu sacerdotal y desempeñó los altos cargos de Canónigo de la Catedral, Párroco de Abejorral y Rector del Seminario.

Restrepo incluye datos sobre Marcial como los siguientes: estudió en el Seminario de Medellín y allí tomó clases de latín y francés. Ambos idiomas fueron conocidos por sus descendientes. Como su herma-1 Este texto hace parte de un trabajo mucho más extenso sobre la relación que a lo largo del tiempo ha tenido la familia Naranjo Villegas con la literatura. (N. del E.).

Page 236: Literaturas y culturas del Páramo

236

no, el Pbro. Abel María, fue nombrado párroco de Abejorral en 1897, Marcial se trasladó a esta ciudad y allí comenzó su docencia en la es-cuela oficial. Nos cuenta un descendiente que Marcial fue maestro de escuela primaria (Naranjo Mesa, 2007, t. I, p. 9) y gracias a su “modes-ta biblioteca” con “buenos exponentes de la literatura clásica colom-biana, española y francesa, amén de lo concerniente a la Pedagogía” (Giraldo Gómez, 2008, p. 254) pudo enseñar a sus hijos el aprecio por las letras. Entre los ancestros de los Naranjo Villegas se encuentran muchos educadores, como lo menciona el padre Félix Restrepo S. J. en “Raza de letrados” (1957) con lujo de detalles.2 Los hijos de doña Soledad Villegas y Marcial Naranjo fueron, en orden de aparición: Leonor, el Pbro. Juan Bautista, Jesús, Abel, Rafael, Elena, Maruja, la hermana Lucía, Alfredo, monseñor Javier y Antonio (Botero Restre-po, 1977, t. I, pp. 97-98). Es de destacar el papel que jugó en sus vidas su tío, el canónigo Abel María Naranjo Ocampo (1861-1926) (Botero Restrepo, 1988, p. 65A).3 Y también de gran ayuda para la familia fue el Obispo Manuel José Sierra.4

2 “Raza de letrados” está entre la colección de recortes de monseñor Javier Naranjo Villegas sin más datos. Tiene la siguiente anotación “El siguiente es el texto del discurso cedido especialmente para el Colombiano, pronunciado por el R. P. Félix Restrepo, el 29 de marzo en curso, para presentar ante la Academia Colombiana de la Lengua al doctor Abel Naranjo Villegas, quien fue recibido como Miembro de Número en esta institución”.3 En un artículo de prensa sin fecha ni fuente en colección de recortes de pren-sa de monseñor Javier Naranjo Villegas, llamado “Valores de Provincia - Mon-señor Abel María Naranjo y sus 100 años de nacimiento”, firmado en Mede-llín, febrero de 1961 por Julio Giraldo J., dice sobre el padre Abel: “Era hijo de don Valentín, hermano de don Marcial, padre de la familia Naranjo Villegas —y de doña Lucía Ocampo”. Nos informa que fue párroco de Abejorral desde 1897 hasta enero de 1907, prefecto del Seminario y capellán de los Hermanos Cristianos a partir del 12 de agosto de 1891, vicerrector del Seminario en dos ocasiones, el 2 de marzo de 1893 y el 9 de enero de 1907, y que el 7 de abril de 1913 fue nombrado canónigo de Merced de la Catedral de Medellín y desem-peñó este cargo hasta su muerte, el 26 de noviembre de 1926.4 Al final de la bibliografía se encontrarán las referencias sobre los artículos a los que se hace alusión.

Page 237: Literaturas y culturas del Páramo

237

Doña Soledad Villegas de Naranjo (Abejorral, 24 de julio de 1886-Medellín, 2 de julio de 1956)

Soledad, al quedar viuda en 1927, tuvo que criar una familia numerosa sin la ayuda de su esposo (Giraldo Gómez, 2008, p. 252). En lo relaciona-do con la literatura, doña Soledad Villegas declamaba para sus hijos: “Ya del oriente en el confín profundo la luna emprende su esplendoroso vue-lo” (Giraldo Gómez, 2008, p. 254). Y quizás el dato más relevante para este trabajo es que es la autora de una obra teatral llamada “La Pola”, cuya temática es la condena y fusilamiento de Policarpa Salavarrieta (en Naranjo Mesa, 2007, t. I, pp. 37-66). Es de notar que Soledad Villegas la escribió cuando tenía cerca de quince años de edad y, aunque no poda-mos ya saber mayor cosa al respecto, actuó como personaje en el montaje de la obra a esa misma edad (Giraldo Gómez, 2008, p. 251).5

Sobre “La Pola” de doña Soledad anotaremos: en su mayor parte es un diálogo de muchachas jóvenes, entre las cuales está la heroína colombiana. Una de las jóvenes expresa su deseo de que los america-nos sigan dependiendo de España y bajen la cabeza ante el Imperio mientras que las otras, y sobre todo Policarpa, hablan del derecho que se tiene de ser libres de este yugo. La heroína llega incluso a frustrar su posible enlace matrimonial con el hombre de su vida por amor a la patria. El desenlace es la muerte de Policarpa, pues no cede en su patriotismo. La elaboración de los parlamentos es considerable. Se ve reflejada en ella el estudio de obras literario-filosóficas con diálogos españolas y, quizás, francesas. La desenvoltura y claridad de las muje-res jóvenes para hablar muestran un buen manejo del idioma. El senti-miento patriótico de la autora es innegable. La obra puede consultarse en el libro Por los sarmientos a la vid (Naranjo Mesa, 2007, t. I, pp. 37-66).

Es importante mencionar que los villancicos como “Duerme niño”,6 “Las pajas del pesebre” (el cual se encuentra en una obra de Calderón de 5 La temática de Policarpa Salavarrieta era frecuente en el teatro colombiano desde el siglo xix, como lo muestra el estudioso de teatro hispanoamericano Agustín del Saz (Del Saz, 1963, pp. 164-165). Posteriormente, otras mujeres han hecho obras literarias sobre el tema, como Enriqueta Montoya de Umaña, quien escribió la novela La criolla (Policarpa Salavarrieta) en 1972. 6 Reproducido con partitura en el periódico Monteadentro (diciembre de 2015), p. 9.

Page 238: Literaturas y culturas del Páramo

238

la Barca), “Pero mira como beben los peces en el río” o “El probe negó sin choza”,7 y “Gloria in Excelsis” hacían parte de la tradición musical de la familia. Se habla entre descendientes de una traducción, hecha del latín por el presbítero Juan Bautista Naranjo, de la letra de la canción “Adeste Fideles”. También cantaban en tertulias familiares: “[…] bajo la dirección de los padres, los hijos entonaban Soy pirata y navego en los mares, Cómo se aleja el tren, Las mañanitas, La barcarola, Mis flores ne-gras, No cantes hermano no cantes, Las noches de agua de Dios y todo un repertorio de la época” (Giraldo Gómez, 2008, p. 254).

Ahora nos ocuparemos de los hermanos más destacados por incluir la literatura entre sus actividades.

Leonor Naranjo Villegas de Martínez (Abejorral-Medellín, 1987)

En un artículo de prensa se dice sobre ella:

Falleció en Medellín la distinguida matrona Leonor Naranjo Vi-llegas de Martínez, rama y centro de familia de hondo ancestro familiar e intelectual de Antioquia.Fue su esposo Juan B. Martínez, profesor y cofundador de la Pon-tificia Universidad Bolivariana, con quien tuvo siete hijos: Gui-llermo, fallecido; Javier, ingeniero civil; Lucía de Barros; Cecilia de Martina, Ángela, esposa del maestro Harold Martina, Amparo de Tobón y Beatriz (El Tiempo, 1987, pp. 7-8).

Ángela Martínez de Martina nos envió algunos datos sobre su madre, de gran valor para sopesar su relación con la literatura, y gracias a ellos sabemos que fue pedagoga en la Escuela Normal Superior de Señoritas hasta 1926, lo que ya nos indica una importante dedicación a conocer autores literarios; enseñaba francés y esto le permitía conocer autores de la nación que ha dado a Lamartine, Víctor Hugo y tantos clásicos de la literatura del mundo.

Entre los escritores preferidos por ella, su hija listó los siguientes con la aclaración de que la lista no agotaba todos sus gustos:7 Reproducido con partitura en el periódico Monteadentro (diciembre de 2014), p. 12.

Page 239: Literaturas y culturas del Páramo

239

Miguel de Cervantes, Francisco de Quevedo, Pedro Calderón de la Barca, Juan de la Cruz, Teresa de Ávila, Fray Luis de León, Gustavo Adolfo Bécquer, Miguel de Unamuno, Benito Pérez Gal-dós, Pedro Antonio de Alarcón y Antonio Machado, entre los es-pañoles.

Entre los latinoamericanos Rómulo Gallegos, Miguel Ángel Astu-rias, Rubén Darío, Amado Nervo, Gabriela Mistral y Pablo Neru-da. Y entre escritores colombianos, Porfirio Barba Jacob, Tomás Carrasquilla, Jorge Isaacs, Rafael Pombo, José Eustasio Rivera y José Asunción Silva.

El hecho de que Leonor Naranjo Villegas fuera la esposa del educador Juan Bautista Martínez da pie para pensar también en su relación con la literatura. Dicho docente enseñó en el Colegio de Sonsón cuando lo dirigía el presbítero Juan Bautista Naranjo,8 y en la Universidad Pontificia Bolivariana enseñaba, entre otras materias, latín y lengua inglesa. El médico y profesor Dr. Alberto Betancourt recuerda sus clases de latín y cómo, en ratos de esparcimiento, recitaba en inglés a Longfellow.9

Presbítero Juan Bautista Naranjo Villegas (Abejorral, 24 de junio de 1905-Santa Marta, 24 de febrero de 1980)

El historiador Juan Botero Restrepo, presenta entre las ocupaciones de Juan Bautista Naranjo Villegas las siguientes:

Vicario Cooperador de Buenos Aires, en julio de 1931; y de Son-són en febrero de 1933.

8 En una entrevista acerca de su trabajo como rector del Colegio de Sonsón, el presbítero Juan Bautista Naranjo Villegas, al preguntarle por los profesores que trabajan en la institución menciona a quienes “trabajan permanentemen-te” e incluye entre ellos a don Juan B. Martínez. Ver artículo de prensa “Ha sido nombrado rector del Colegio de Sonsón el Pbro. Juan B. Naranjo”, sin fecha ni fuente, solo el título, en colección de recortes de prensa de Monseñor Javier Naranjo Villegas. 9 Entrevista con el Dr. Alberto Betancourt, quien asistió a las clases del profesor Juan Bautista Martínez en la Universidad Pontificia Bolivariana.

Page 240: Literaturas y culturas del Páramo

240

Rector del “Colegio de Sonsón” y al mismo tiempo Capellán del Colegio de la Presentación, en marzo de 1933.

Vicerrector del Seminario Conciliar, en enero de 1936 y al mis-mo tiempo profesor de filosofía.

Director del Internado de la Universidad Católica Bolivaria-na, en enero de 1937 y Decano de Bachillerato de la misma, en marzo de 1941, en reemplazo del Pbro. Dr. Félix Henao Botero, nombrado rector de ella.

En 1950 ingresa al Tribunal Eclesiástico y sucesivamente des-empeña en él los cargos de Auditor (febrero de 1950), Notario (octubre de 1952), Promotor de Justicia y Defensor del Vínculo (abril de 1956), Corrector de Partidas Parroquiales (septiembre de 1965).

Fue sacerdote de grandes dotes intelectuales y morales, latinista consumado, gran profesor y hombre de profundas virtudes cris-tianas y especialmente de una gran modestia (Botero Restrepo, 1988, pp. 350-352).

El padre Juan Botero Restrepo, entre elogios y una calidez sincera para con un hermano en el sacerdocio, también escribió el artículo “Un sa-cerdote ejemplar” cuando Juan Bautista Naranjo Villegas falleció, el 24 de enero de 1980. Allí encontramos datos importantes para el tema que nos ocupa:

De una inteligencia sencillamente privilegiada, sus lecciones de filosofía eran claras, profundas, adobadas con ese purísimo latín que supo cultivar hasta el momento mismo de su muerte. […] ceñido estrictamente a las exigencias pastorales de Dubois, de Chaignon, de Caprón y de los mejores tratadistas de ascética sa-cerdotal. […]

Al ramo educativo dedicó gran parte de su existencia: en el Liceo Departamental de Sonsón, del cual fue Rector muy distinguido; en el Seminario Conciliar de Medellín, donde dictó lecciones de filosofía escolástica; en la Pontificia Bolivariana, cuyo internado de bachillerato rigió con gran criterio; en los Colegios de la Pre-

Page 241: Literaturas y culturas del Páramo

241

sentación, a cuyas alumnas enseñó magníficas lecciones de vida cristiana, en Sonsón y Santa Marta (1990, p. 132).

De sus trabajos de latín solo quedan algunos apuntes, los cuales fueron publicados junto con “Apuntaciones para la historia de la filosofía” en La colección Los Sarmientos (Naranjo Villegas J. B., 2010). Con su do-minio de la lengua central de la Iglesia, fue nombrado Notario del Tri-bunal Eclesiástico de la Curia Arzobispal (Pérez Medina, s. f.). Como tal, se le encargaba la traducción de los documentos que iban para Roma (Naranjo Mesa, 2007, t. I, p. 10). El doctor Alberto Betancourt, re-conocido latinista y docente de literatura latina,10 habla elogiosamente del dominio del latín de Juan Bautista Naranjo Villegas y recuerda con mucho aprecio algunos de sus escritos.

En cuanto a su contacto con la literatura, podemos decir que su lectura de los tratados de la patrística era constante. Tenía a su dispo-sición la colección Biblioteca de Autores Cristianos (se la conoce como B. A. C.). En dicha colección se incluyen, por ejemplo, la obra comple-ta de san Agustín de Hipona (en varios tomos), la Suma Teológica de santo Tomás de Aquino (en varios tomos), las cartas de san Jerónimo (en dos tomos), las obras completas de san Francisco de Asís, san Juan de la Cruz, santa Teresa de Jesús, san Juan Bosco, san Anselmo, Duns Scoto, san Alberto Magno, san Ignacio de Loyola, san Juan Crisósto-mo y san Gregorio Magno, las Etimologías de san Isidoro de Sevilla, libros como Cristo y las religiones de la tierra o la Biblia comentada de los profesores de Salamanca (en siete tomos) y muchas otras. En la co-lección están las obras completas de Dante Alighieri, textos cristianos primitivos (algunos de ellos poemas) o una antología de teatro reli-gioso español en la que la temática propiamente dicha es la literatura.

10 Para los trabajos del Dr. Betancourt, véase por ejemplo, en la revista Lin-güística y Literatura de la Facultad de Comunicaciones, sus textos sobre Virgilio y Horacio; en la revista Estudios de Filosofía de la Universidad de Antioquia su traducción de Leibniz o en la Revista Universidad de Antioquia 234 su traducción de fragmentos de Ovidio. Quien escribe recibió Literatura Latina con él en el Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia en 1992.

Page 242: Literaturas y culturas del Páramo

242

Jesús Naranjo Villegas (Abejorral, 1907-San Antonio de Prado, 8 de diciembre de 1980)

Un artículo del presbítero Juan Botero Restrepo:

En octubre de 1933, cuando el inolvidable Monseñor Manuel José Sierra, párroco de la localidad, ha erigido un hermoso monumen-to a Cristo Crucificado en la cima del Páramo de Sonsón, con los brazos abiertos hacia la inmensidad de las selvas del Magdalena, el doctor Naranjo es invitado a pronunciar la oración de rigor en el acto de inauguración, que corre a cargo del señor Nuncio apostólico, Paolo Giobbe, quien ha venido a Medellín a realizar la consagración episcopal de Monseñor Juan Manuel González. El joven jurisconsulto pronuncia entonces un discurso de alto sen-tido lírico, y de un profundo contenido teológico, señal clara de cuánto ha profundizado el orador en el conocimiento del Evange-lio y en el estudio de la persona de Cristo. Éramos muy niños aún, cuando esto sucedía, pero todavía recordamos el impacto favora-ble que en nuestro ánimo causó la audición de la notable pieza, que impresa en folleto manual releímos muchas veces después y que a nuestro juicio constituye una verdadera joya en la antolo-gía de oraciones a Jesucristo pronunciadas en Colombia por ele-mentos laicos, después de la del señor Suárez en 1914.11 […] Bien pronto se desengaña de la vida pública y decide retirarse a un tranquilo albergue campesino, dentro del cual trabaja laboriosa-mente en lo que ha constituido el gran anhelo de su vida: escribir su propia biografía de Jesucristo, de acuerdo con sus puntos de vista personales. Esperamos que haya alcanzado a terminarla y que puedan ser editadas sus páginas, para deleite de los creyen-tes colombianos12 (1990, p. 196).

11 Anotamos que “La oración a Cristo” se reprodujo tanto en el dicho folleto —el cual no tenemos a mano para brindar los datos—, como en unos extractos del mismo con el título “Oración a Cristo de Jesús Naranjo Villegas” en Ma-gazín Dominical del 12 de abril de 1981 y en el libro Por los sarmientos a la vid (Naranjo Mesa, 2007, t. I, pp. 163-187).12 También anotamos que la novela sobre la vida de Cristo, a la cual hace re-ferencia el historiador, fue concluida y publicada por su hermano monseñor

Page 243: Literaturas y culturas del Páramo

243

Alfredo Naranjo Villegas hablaba sobre el conocimiento del latín y la cultura romana de su hermano Jesús como algo digno de mención. Fue el autor del texto sobre Pedro Justo Berrío (Comisión Departamental…, pp. 250-267), y lo firmó con el pseudónimo de “Janvior” en Medellín, el 29 de junio de 1927, el cual fue publicado cuando tenía diecinueve años. El texto apareció al lado de las contribuciones al homenaje a Pe-dro Justo Berrío de hombres eminentes de nuestras letras, como Tomás Carrasquilla, Eduardo Zuleta, Camilo Botero Guerra, Roberto Botero Saldarriaga, Tomás Cadavid Restrepo, Ramón Correa, Tomás O. East-man, Estanislao Gómez Barrientos, José María Jaramillo M., J. B. Mon-toya y Flórez, José Manuel Mora Vásquez, Emilio Robledo, José Solís Moncada, Bernardo Vélez y Luis Eduardo Nieto Caballero, entre otros. Es un texto realmente completo sobre las actividades de Berrío como hombre público y perfila en Jesús Naranjo, desde entonces, al biógrafo posterior de monseñor González Arbeláez tanto en su exhaustividad como en la claridad expositiva.

Más adelante, Jesús Naranjo Villegas escribió la biografía de mon-señor González Arbeláez, la cual fue publicada en 1993 por la Gober-nación de Antioquia y también en la colección Los Sarmientos (s. f.). Es el autor de “Indagatoria de un loco (autobiografía del autor)”, “Notas del señor Buendía (dramático relato de la vida de un aventurero)” y la traducción del francés, tanto de “Lo que Jesús veía desde lo alto de la Cruz” de A. Sertillanges O. P., como de “Notas sobre La encarnación de Dios” de Hans Küng (2009). Algunos de sus textos se encuentran en el libro Jesús Naranjo Villegas oráculo humanista (2010).

Un ejemplo del trabajo temprano de Jesús Naranjo con la literatura es un texto sobre el poeta romano autor de La Eneida, en el que se palpa la influencia de Miguel Antonio Caro en su afirmación de que Virgilio prepara la llegada del Mesías.13

Javier Naranjo Villegas como Jesucristo, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre, en la colección Los Sarmientos, 2 vols., Medellín: Ed. Juan Carlos Ga-viria Hincapié, en 2008.13 Miguel Antonio Caro fue un gran estudioso de Virgilio, pero cometió el dis-late histórico de afirmar que en la Égloga IV del gran poeta romano autor de La Eneida, este ya vislumbraba la venida del Mesías cristiano. Ver “Virgilio y el nacimiento del Salvador” en Estudios virgilianos de Miguel Antonio Caro,

Page 244: Literaturas y culturas del Páramo

244

Virgilio

Como asciende hasta los cielos de entre la estridente algarabía de una ciudad industrial el melodioso canto de los salmos en-tonados por un coro de monjas, así, extraños, y en un principio inexplicables, se levantan del mundo greco-romano los sublimes acentos de Virgilio.

Algo hay en ellos que no se encuentra en Horacio, el erudito, el epicúreo elegante, el artista consumado de la forma; en Ovidio, el erótico, el frívolo, el pintor acabado de las íntimas tristezas; en Tibulo, Propercio y Catulo, tiernos hasta las lágrimas, delicados como los dulces afectos que cantaron y fortalecientes, rumorosos y sublimadores, como los campos inspiradores de su estro.

Algo hay en ellos ajeno a aquel mundo que hizo prorrumpir a Tito Livio en esta amarga reflexión: “Hemos adelantado tanto en la malicia, que no podemos sufrir el mal ni sus remedios”.

Porque, efectivamente, ni la insuperable perfección de su verso, ni la belleza de sus imágenes, ni la impecable pureza de su elo-cución ni los raudales de la ternura que manan por doquiera de los labios del poeta son en sí mismos el signo característico de su obra inmortal.

Aquellos nobilísimos atributos brotan de un alma casta y reli-giosa, sencilla, dulce y exenta de aspiraciones cortesanas y uni-da íntimamente a la naturaleza: y obedecen a la expresión de lo que constituye en realidad su verdadera fisonomía, aquello que Saint-Beuve encontró en él cuando dijo: “él nos da anticipado sentimiento de otra civilización” y que nuestro Caro, uno de sus más ilustres críticos, denominó la adivinación de lo sobre-natural.

El mérito de Virgilio, su verdadero genio, está en haberse dado cuenta del objeto a que se encaminaba realmente todo aquel es-fuerzo realizado por un pueblo conquistador y heroico.

tercera serie, Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1988, pp. 17-72. Al gran vate romano no se debe imponer el pensamiento cristiano —pues es posterior en el tiempo a la época del poeta— y no se lleva bien con su genuino paganismo…

Page 245: Literaturas y culturas del Páramo

245

En haber mirado el Imperio, a diferencia de sus coetáneos, no como fin de sí mismo sino como el medio para obtener la reali-zación de algo semejante a la fraternidad universal, ya próxima a predicarse por los divinos labios de Jesús.En haber vislumbrado el verdadero destino de aquella Roma, se-ñora hasta allí de un vasto Imperio, por el indomable aliento de sus legiones, y dominadora después del mundo entero, no ya por el hierro de su invicta espada, sino por la perenne irradiación de una idea confiada a su custodia.En haber percibido aquello capaz de unificar tantos pueblos al través del espacio y del tiempo, bien distinto de lo que hasta allí había producido una unidad más ficticia que real, pues mientras con hinchada soberbia llamaban mare nostrum los romanos al Mediterráneo, edificaban un Panteón para todos los dioses na-cionales y extranjeros y esparcían por doquiera el terror de sus armas, victoriosas, a fin de mantenerla contra todos los conatos internos y externos intentados contra ella.En una palabra, en haber presentido el Cristianismo.Y es que en verdad el Cristianismo es la única razón de la Histo-ria. Téngase de él la idea que se quiera: considéresele como hecho puramente humano o como legítima manifestación de la Divi-nidad, lo cierto es que quien la recorra se verá ineludiblemente forzado a aceptar que cuanto precedió a su advenimiento no hizo más que prepararle y que cuanto le ha seguido a la larga sólo ha servido para favorecerle y dilatarle.Todo le ha servido y él no ha sido medio para ninguna otra cosa. Esta es la única interpretación de la Historia. Esto es lo único que da unidad a toda ella. Y ello será para los unos ley de la Providen-cia, y ciego instinto y fatalidad para otros. Mas para todos será una verdad incuestionable.Por eso cuando se retrocede hasta el origen del género humano y siguiendo el curso de éste sobre la tierra, tropiézase al cabo con Virgilio, experiméntase algo semejante a lo sentido por el viajero, cuando desde un recodo del camino divisa allá lejos, entre cenda-les de luz, el techo cariñoso del hogar.

Page 246: Literaturas y culturas del Páramo

246

Diríase que de allí le muestra el vate el espectáculo de un mun-do congregado en torno al Vaticano, desde donde uno en pos de otro, en serie interminable, ejerce el imperio del orbe cada Pontí-fice, vertiendo sobre la humanidad exhausta de verdad y de amor la única palabra capaz de confortarla.

El mesianismo es, pues, el signo inconfundible del dulcísimo can-tor de Eneas. Por él difiere esencialmente de cuanto le circunda. Su pensamiento y sus afectos no son los de su época. Podría tomarse a veces su voz como uno de los acentos de Isaías, perdido entre las sombras del paganismo como un rayo de luz y de esperanza.

Mientras otros contemporáneos mimados de las musas cantaron fugaces motivos o fueron expresión genuina de aquel siglo, ateo en su politeísmo, sin esperanza en ulteriores destinos, entregado a todas las liviandades y adorador ferviente de la fuerza, él adi-vinó la ley de la humanidad en la invención de su héroe, piadoso antes que valiente, capaz de llegar hasta el llanto ante los ajenos infortunios, y no rendido jamás ni a la fuerza de sus propias pa-siones ni a la de extraños obstáculos, conjurados todos para im-pedirle el cumplimiento de la misión a él encomendada por los dioses de erigir un ara en el suelo de Italia donde se mantuviera siempre el culto a los vencidos penates de Ilión.

Dos mil años han transcurrido desde que nació el bardo inmortal. Su nombre, sin embargo, no ha pasado ni pasará al olvido porque representa lo indestructible de la naturaleza humana, porque está defendido contra él por la eterna juventud de una idea a la cual se vinculó perennemente y porque en el indeciso peregrinar del hombre en este mundo su numen permanece como luciente an-torcha que dirige nuestro paso hacia la luz al través de los reinos tenebrosos de la muerte y la expiación (s. f.).

También es importante este texto, en el que se ocupa de la visita a Co-lombia de uno de los grandes ensayistas mexicanos, donde refrena su exaltación y con brío controlado logra una clara defensa de Latinoamé-rica ante la invasión cultural de los Estados Unidos:

Page 247: Literaturas y culturas del Páramo

247

Un apóstol sin adeptos

a cargo de Jesús Naranjo V.

Con la franqueza agresiva de quien no teme a los hombres por-que es superior a todos sus odios y a todas sus venganzas, hace actualmente en nuestra Patria don José Vasconcelos, sin hueras retóricas y sin consideración a las ideas ya formadas al respec-to, la revaluación justiciera de la obra realizada por los últimos Presidentes mejicanos y el análisis severo de la situación en que algunos de ellos han dejado aquel noble pueblo azteca, con la cla-ra indicación de los remedios que deben adoptar ese y los demás países latinos de América que están en el mismo estado o que fatalmente se adelantan hacia él.

Cuando cumple satisfactoriamente el primer propósito, el alma del gran patriota palpita emocionada al recuerdo de su querida y desgraciada Patria y se comunica toda entera en cada una de sus palabras, ora para bendecir la memoria de los que con abnegación y generoso entusiasmo se entregaron a la labor de engrandecerla, ora para exaltar la viril energía, el amor a la libertad y el hondo sentimiento nacional de sus hermanos, vencidos pero no humilla-dos y más grandes aún en la homérica resistencia a resignarse a la infortunada suerte que les toca que en el magnífico esplendor de sus pasados días de gloria, ora, finalmente, para execrar con acentos dignos de los labios de Mármol o Sarmiento, purificados por el más vehemente amor patrio, el nombre de quienes pusie-ron en extranjeras manos los destinos de su amado suelo y el más despreciable aún de quien además de esto emprendió el regreso, con el aplauso de seres tan envilecidos y abyectos como él, a eda-des de brutal ferocidad contra todo lo que oliera a Cristianismo.

Al acometer la segunda parte de su programa, el Maestro pre-senta la faz más atrayente y simpática de su privilegiado espí-ritu. Después de presentar a Méjico dominado por los vecinos del Norte, puesto al borde de su desaparición, pero aún esfor-zado para sacudirse en un esfuerzo gigantesco encaminado a la liberación de tamaño desastre, se rebela con bella indignación contra aquel estado de oprobio y entonces se consuela con soñar

Page 248: Literaturas y culturas del Páramo

248

en una América elevada por su propio y exclusivo esfuerzo a un grado altísimo de prosperidad, en una América que contribuya a la civilización mundial con pensamiento, arte, instituciones y elementos de cultura propios, en un pueblo libre de extrañas tu-telas y ennoblecido por el cumplimiento del imperativo deber de engrandecerse a la medida de sus energías espirituales y de sus recursos naturales. Es entonces cuando ostenta las grandes virtu-des que forman el núcleo de su ilustre personalidad: desinterés apostólico, rectitud sin sombras, conciencia del valor de la raza, confianza en la eficacia de los esfuerzos dirigidos a perpetuarlo en obras imperecederas y valor indomable para hacerlo.

Mas el surco es estéril para la semilla que con noble afán va espar-ciendo este amable apóstol. No lograrán sus palabras renovar el alma de muchos que aún reclaman sangre humana para teñir las aras erigidas a la crueldad de sus desvaríos calificados de convic-ciones religiosas. Ni devolverán ellas a la mayor parte de los que le escuchan tres virtudes de legítima estirpe española que ya van desapareciendo de en medio de nosotros: idealismo, desinterés y valor. Las dos primeras han ido siendo sustituidas lentamen-te con un crudo positivismo que nos hace buscar en todo lo que emprendemos inmediatos resultados de bienestar material, de comodidad, de lucro pecuniario. Nuestra vida ha ido perdiendo la dirección impresa a ella por el alma ibera y, en consecuencia, ya no es su fin principal la excelencia del pensamiento, la dignidad del arte, ni la glorificación del suelo en que nacimos con grandes empresas, sino la manera de existir deliciosa, frívola, inútil, mi-serablemente.

Y hemos perdido también la confianza de nuestras propias fuer-zas y, por tanto, el valor para ejercitarlas en el engrandecimiento nacional de nosotros exigido. Nuestro estado espiritual es de co-barde entrega a los hijos del pueblo norteamericano. De admirar su desmesurado desarrollo, hemos pasado a creer ingenuamente que sólo ellos pueden estudiar nuestros problemas con éxito sa-tisfactorio y que sólo ellos pueden encontrar la solución acertada de los mismos. Del reconocimiento de nuestra justificada inferio-

Page 249: Literaturas y culturas del Páramo

249

ridad económica, hemos pasado a aceptar como dogma incontro-vertible nuestra inferioridad mental, porque no hemos querido tomarnos el trabajo de examinar las verdaderas causas que obra-ron en el rápido enriquecimiento del gran pueblo del Norte y en el retraso del nuestro en el mismo sentido. Y como consecuencia de todo esto, no hemos podido detenernos en el punto deman-dado por nuestras necesidades y por nuestros recursos de orden espiritual: abrir nuestras puertas al capital extranjero sin prefe-rencias humillantes para ninguna nacionalidad y mantener a éste en la obediencia a nuestras instituciones, para la conservación de nuestra independencia política y para el desarrollo de nuestras propias capacidades. Hemos avanzado mucho más y cada día se acentúa con más recios caracteres la tendencia a confiar la direc-ción de la administración pública a los capitalistas del Norte y, por ende, a la renunciación vergonzosa de nuestra propia inde-pendencia.

Por todo esto la actitud del eximio representante de la raza sólo obtiene de la mayor parte de los que le escuchan una mirada de compasión, cuando no un gesto de desprecio.

Nosotros recordamos entre tanto, al piadoso Eneas que expulsa-do por los griegos de los sagrados muros de Ilión, busca hostiliza-do por todos los elementos, una tierra no esclavizada todavía por aquellos para erigir en ella otro altar a sus Penates. A su sombra crecerá un poderoso Imperio que, eclipsando con su grandeza a todos los anteriores, no deje que se extinga el nombre glorioso de Troya en el recuerdo de ninguna edad (s. f.).

En su producción escrita posteriormente, este hermano de los Naranjo Villegas se caracterizará por ser un historiador. Por ejemplo, publicó un texto dedicado solo a la historia de Abejorral, el cual es sin duda va-lioso por la cantidad de pistas que brinda sobre el pasado de su pueblo natal. Es de gran valor por los pormenores y datos de la historia que brinda (como la explicación de a qué se refiere el título de “maestro” aplicado a Felipe de Villegas o la cantidad de nombres de habitantes de Abejorral a comienzos del siglo xx conocidos por el autor del texto, lo

Page 250: Literaturas y culturas del Páramo

250

que permitiría hacer una recuperación histórica importante, o el dato del origen del nombre Abejorral).14

Abel Naranjo Villegas (Abejorral, 26 de junio de 1908-Bogotá, 17 de febrero de 1992)

Datos biográficos tomados de la carátula del libro Apología y decadencia del diálogo:

Nació en Abejorral (Antioquia). En 1941 se doctoró en Derecho en la Universidad Pontificia Bolivariana. Pertenece al grupo de Alumnos fundadores de la misma universidad. Ha sido profesor de filosofía y sociología en diversas universidades colombianas. Ha ocupado los siguientes cargos: Ministro de Educación, Em-bajador en Chile, Rector y Decano de Derecho de la Universidad Nacional. Es miembro de las Academias colombianas de la len-gua, de jurisprudencia y de historia y del Instituto colombiano de sociología. Ha publicado las siguientes obras: “Filosofía del derecho”, “Ilustración y valoración”, “Ortega y Gasset en Colom-bia”, “Ideas sobre educación colombiana” y “Sociología general”. Colabora asiduamente en revistas y diarios de Colombia y del extranjero (Naranjo Villegas Abel, 1963).

Agregamos a los anteriores libros los siguientes: Morfología de la nación colombiana, Generaciones colombianas. Disertaciones sobre ética, Digresiones sobre hechos y desechos (Instituto Caro y Cuervo, 1992, p. 3); aclaramos que faltan varios en esta lista.

Su relación con la escritura fue asunto de toda su vida. Entre los her-manos Naranjo Villegas, fue quien más publicó en revistas y periódicos y quien más escribió sobre asuntos literarios. Entre los muchos cargos que ocupó se encuentran: encargado de la Librería Siglo XX de Me-dellín y colaborador en la Librería siglo XX de Bogotá, dueño de una emisora, director de radiodifusión nacional, encargado de prensa del Gobierno Nacional, abogado de la Corte Suprema de Justicia y tanto 14 Apareció en un periódico de Bogotá, firmado en julio 19 de 1961 (s. f.)

Page 251: Literaturas y culturas del Páramo

251

director como secretario de la Revista de Indias. Se especializó en Filoso-fía del Derecho y Derecho Público en las universidades de Columbia, Nueva York y la Sorbona en París. Fue director de Humanidades de la Universidad Jorge Tadeo Lozano y delegado a la Asamblea de la UNESCO en París (Instituto Caro y Cuervo, 1992, p. 3).

En la Librería Siglo XX de Medellín sacó la revista Libros, cuya pági-na inicial presentamos a modo de ilustración:

Otra muestra de su trabajo li-terario es que, al dirigir la Revista de Indias (suplemento 112, s. f.), realizó la adaptación para radio de la novela La mujer pobre de León Bloy. Y, como director de la Revista de Indias, en buena medi-da literaria, recibió, por ejemplo, carta del ensayista y políglota Baldomero Sanín Cano ofrecién-dole su colaboración para la Re-vista de Indias. Igualmente, recibió

una tarjeta de Vasconcelos en 1947. Y fue amigo de Mario Carvajal, el estudioso y editor de Cali. Su biblioteca llegó a constar de unos treinta y cinco mil volúmenes, como cuentan dos de sus hijos varones: Federico Naranjo Mesa y Diego Naranjo Mesa. Esta incluía libros en siete idio-mas diferentes al español: griego, latín, alemán, francés, inglés, italiano y portugués.

Los libros de su autoría son muchos más de los citados. Diremos que su texto Filosofía del derecho es un verdadero clásico en el tema, y ha tenido ya más de cinco ediciones (una de ellas prologada por Jacques Maritain, el pensador católico francés). Aunque sus escritos sean sobre todo del ámbito del derecho y de la filosofía, no es poco numerosa su producción acerca de la literatura. En esta línea, el texto “Parábola del retorno” es quizás el más conocido. Fue leído en 1946, como discurso, para recibir las cenizas de Barba Jacob, cuando fueron traídas a Colom-bia. “La parábola del retorno” se ha reproducido en diversas revistas del país y también en libros.

Page 252: Literaturas y culturas del Páramo

252

A continuación presentamos el discurso citado, así como otras muestras de su trabajo sobre literatura de difícil consecución, obviando textos que se pueden consultar fácilmente.

La parábola del retorno

A la bronca, de noche entenebrida rozó su frente, conmovió su vida y en vastos huracanes se rompió.

Mientras los huesos de Porfirio Barba Jacob descienden al fondo de su tierra, su espíritu asciende hasta la superficie de la patria y, cerrando la órbita entra estelarmente a la familia de los inmortales.

La parábola del retorno de estos despojos es el inverso signo del poeta. Porque Barba Jacob no ha venido a esta raza sino que ella ha llegado hasta él, y, en un instante de infinita revelación de su gracia, escarbó en la tierra lejana y crepitante, donde sus huesos se regocijaban en la gracias de Dios; los amortajó en la urna amo-rosa y ahora los reintegra al calcio originario, a sus ríos, a sus ár-boles, para que la densidad de su vida nos revele todo el misterio que ahora conoce.

Cruzados hacia contrarios horizontes hay huesos retorcidos como sus caminos y derechos hacia el corazón de la tierra. Diminutas falanges que reconstruirían las más bellas manos patricias y ca-vidades huecas como aquellos almuédanos olvidados por donde sonó una vez la canción de la vida profunda. Hay también el pol-vo de su corazón, sonoro como una lira en cautiverio y luminoso como una pupila. Ya alcanzó la perfumada vocación floreal de quien dijo que “toda ceniza es polen y su cáliz el cielo”.

Proceloso y solitario Porfirio Barba Jacob emerge del seno de este pueblo con el que anduvo espiritualmente por todas las distan-cias. Hoy vuelve con el labio abolido, viudos los huesos de su car-ne estremecida y jubilosamente tendidos hacia la acequia que un día se llevó el treno funeral de su tragedia. Queremos imaginarlo ahora, transido de adolescencia, alternando en bucólicas veladas con Juan de Dios y Ricardo, con David y Francisco, atrozmente resignados al destino parroquial de sus nombres pero con el alma abierta al olor del azahar.

Page 253: Literaturas y culturas del Páramo

253

Con ellos descifró el sentido del árbol y la fruta, del traje y de la nube, de la niñez y la plenitud. Vio niñas festivales con el la-bio impaciente llenando sus ojos de aquel estupor rutilante que recuerdan los que le conocieron. Todos teníamos novia, contó, después, ingenuamente el hombre demoníaco y “todos amaban con mi amor las músicas del río”.

Aquella era la Antioquia cereal que produjo a Gregorio y Epifa-nio. Pero entre las espigas y mazorcas blanqueaban ya las prime-ras chimeneas industriales, las carreteras y los ferrocarriles em-pezaban a cambiar la geometría del paisaje. Como un naufragio folclórico, en los caminos de arriería se ahogaban los últimos can-tares de los campesinos, cayendo río abajo del pasado. Se produ-cía vivencialmente el cosmopolitismo de la raza, transformando sus modos de vida, pero no la vena sentimental y aventurera del pueblo. Todo aquello que el sociólogo y el estadista reducen a concepto lo expresa el poeta por medio de símbolos enamorados. Aquel momento constelar de la raza fulge para Barba Jacob en una cabellera rubia que va despidiendo aquel mundo desde el balcón de Shakespeare y de Bécquer mientras la linda hermana Julia sombreaba sus lágrimas debajo de unos ojos que alumbra-ban la oscura urdimbre de las serenatas.

La abuela Antioquia estaba podando el huerto en “El Solar de los Lulos de Oro”, y luchaban en la geografía las formas del alma eglógica que perecía y el alma mecánica que vence. El niño que vivió siempre en Barba se hunde en sí mismo y deja caer palabras como centellas. Es una especie de amor superado éste que sintió él, amando a su patria con un amor amargo. Por eso cuando se produce ya el poeta que crecía en el niño, no asume la actitud de la melancolía sino la de la tragedia. Gregorio había expresado el paisaje físico y social de una Antioquia que espigaba maizalmen-te su poesía con la reminiscencia virgiliana. Expresaba la confor-midad del peón de hacha y carriel, que siembra estróficamente sus veredas, sin ninguna insurgencia perturbadora. Su métrica y su ritmo no ofrecieron la peligrosa novedad y el telón de fon-do de su poesía es el melancólico, un estado de incertidumbre

Page 254: Literaturas y culturas del Páramo

254

resignado, con adhesión al mundo externo inmodificable. Barba Jacob, en cambio, introduce una nueva dimensión a aquella acti-tud. A la intensidad de los viejos abuelos de la poesía antioqueña, opone la profundidad que supone el carácter con preferencia al gesto. El yo más bien que la naturaleza. Por eso si en Gregorio el protagonista de la poesía es el paisaje, ante el cual el poeta es un sujeto pasivo del acontecer, en Barba Jacob esa poesía resulta au-tobiográfica ya que el elemento psicológico que falta en aquella, entra aquí en forma dramática, en pugnacidad con el universo circundante, sin mesianismo alguno, sino en forma individual y desesperada:

“¡Oh! quién pudiera de niñez temblando a un alba de inocencia renacer, pero la vida está acabando y ya no es hora de aprender!”

Así grita el poeta en el ápice de la suprema angustia, invocando aquel estado en el que el hombre no ha alcanzado a trizar con su conciencia el nivel de la realidad hostizante.

Ese elemento trágico, esencial a toda lírica, fluye siempre en el hombre cuando se hace turgente sobre la plana conciencia social, afirmándose como carácter personal. Porque aquella angustia de lo trágico no pertenece a la dimensión física de la naturaleza. No salta sino cuando el yo se hace conciencia y acomete contra las fuerzas externas, hasta que se hunde en su propio seno, así como los aljibes acosados por la fuerza mineral de la montaña buscan una hendija más porosa a la humedad por donde puedan gotear su cristalina presencia.

Al lograr aquella dimensión de profundidad la poesía se mani-fiesta biográficamente, la noción del espacio interior es una con-quista de carácter místico que sólo alcanza el hombre cuando des-ciende hasta su propio fondo holgadamente y encuentra allí la raíz cósmica que lo mantiene conectado al universo:

“De simas no sondeadas subía a las estrellas; un gran dolor incóg-nito vibraba por su acento, fue sabio en sus abismos, y humilde, humilde, humilde, porque no es nada una llamita al viento… Y supo cosas lúgubres tan hondas y letales, que nunca humana lira,

Page 255: Literaturas y culturas del Páramo

255

jamás esclareció y nadie aún ha medido su trágico lamento… era una llama al viento y el viento la apagó”.

Esa sabiduría de sí mismo es la mayor aventura geográfica de un hombre. Quien la realiza, como Barba Jacob, traza nuevas fami-lias consteladas en los ámbitos del misterio. Por eso nos ofrece, como todo gran poeta, en la contradictoria vastedad de su vida, aquel cristal de aumento que los mortales necesitamos para perci-bir determinadas relaciones de la naturaleza y su belleza nuclear. No se pueden separar su poesía y su vida porque gravitaron am-bas sobre un mismo destino, sin deberle a ninguna otra discipli-na el doloroso mensaje que traía su alma. Todo lo que en él era conciencia aparecía forjado en una misma greda lírida despojado de toda otra aplicación. Y si no cantó la dulzura de muchas cosas hermosas que otros han cantado es porque su obra no pertenece a la fantasía sino a la imaginación que es la manera más personal de recrear el universo. Fue un poeta del infortunio y el instru-mental de su espíritu sólo recogió el viento de la tragedia.

Es que la alegría superficial y tumultuosa puede cantarse con pa-labras, pero la alegría esencial y profunda no se encuentra sino en el fondo de muchas soledades. Por eso necesita acento y ese es el tono que resuena en la Oda de la Alegría de Schiller. Los músicos, que conocen el ritmo interior de los sonidos, son por la misma razón, los mejores críticos para este género de poetas. A la vera de su canto parece que los árboles cerraran el párpado de sus hojas y un violoncello lejano difundiera el tema en un scherzo taciturno. Barba Jacob fue un fugitivo de esa euforia en que reverbera el egoísmo y nunca pensó que cada verso suyo fuera subrayado con un golpe de bombo.

Las mismas pasiones no están aquí domesticadas por la inteligen-cia sino elevadas hasta la alta temperatura del poema y su mercu-rio marca la fiebre de humanidad mucho más por las riberas del corazón que por las glaciales vertientes cerebrales. Filiando su es-píritu en el tronco de las grandes genealogías universales hay que situarlo más del lado de Dante que de Petrarca; de Baudelaire que de Mallarmé; de Dostoyevski que de Gogol; de Shakespeare que

Page 256: Literaturas y culturas del Páramo

256

de John Keats; de Rilke que de Goethe y como Shakespeare, es el abismo iluminado por donde cruzan desesperadamente unidos la ternura y la sordidez, la delgada franja mística y la sensualidad patológica; el hastío y la plenitud, el hombre y la mujer en una espeluznante misa negra de sombría belleza.

Cuando un hombre así logra descifrar el difuso ambiente, se hace conciencia en el pueblo y convierte en cunas los sepulcros. Algo de Antioquia nace hoy en estas raíces y el pueblo las redime del olvido, reconstruyendo el edificio de su infancia que fue la de to-dos nosotros, como al hogar hechizado volvemos tras la heróica fatiga. Solamente desde el arrecife de la raza alcanzamos el brioso pulso de la ola que nos lleva hasta aquella intimidad del hombre. Y los pueblos no llegan hasta ellos para juzgarlos sino para com-prenderlos. En el juzgar hay una precavida actitud de arquetipo mental, insuficiente para medir la realidad hirviente de estas vi-das. El pueblo es el primer contorno con que se encuentra el hom-bre y cuando aquel contorno se hace derredor ante él es porque ha descubierto un nervio oculto de su propia sensibilidad, produ-ciendo en la confusa melodía de su destino aquel trémolo que es la pulsación más honda del alma universal sobre un grupo. Ese es su secreto, sumido en la raza como el tema sinfónico en la vasta urdimbre musical de los conjuntos.

Barba Jacob aparece en uno de nuestros más blasonados pueblos, de aquellos que parecen trazados minuciosamente por la mano de un Azorín o de un Baroja que no fuesen fundadores de pluma sino de hacha. Allí podría escribirse sobre el primor de lo provin-ciano, en un ambiente recoleto y arisco. Situado en una meseta de frigidez vecina al hielo de la naturaleza parece recordarle al hom-bre que no solo es de tierra sino también de niebla. La vegetación apenas breve como para no olvidar nuestras raíces botánicas.

Desde las cañadas sube una densa neblina, borrando la geografía y fundando una evanescente población que llena de fantasmas la imaginación de las almas elegidas. Una luz indirecta da a los bordes de la gasa diversos tonos que oscilan desde el oro metálico hasta el de los terciopelos funerarios. Regiones movedizas van

Page 257: Literaturas y culturas del Páramo

257

surgiendo a la vista y una reminiscencia polar inunda el horizon-te en donde la hosca figura del oso asustó a los conquistadores, peinando el paisaje con sus melenas perturbadoras.

El fondo de esta naturaleza se hunde hegelianamente en el tipo de la meseta de una vida interior más patética. El hombre se produce como una realidad intermedia entre el espíritu y la naturaleza en una faena incesante de absorción vascular por uno u otra. Allí don-de la niebla no alcanza a evadirse totalmente del flanco abismal de la montaña la luz trastorna la visión en un vértigo de sugestiones como aquellas en que la mente vacila para descifrar la carne del espíritu. La percepción del mundo allí, para quien logra la evasión, no puede hacerse adecuadamente con sentidos consuetudinarios.

Rodeado por aquel ambiente lácteo el poblado numeroso se di-lata en limpias mansiones donde crece uno de nuestros mejores grupos étnicos. Según las propias palabras del poeta, allí: “el cura melifica y amenaza, las madres procrean hijos como la caña de maíz los granos y la civilización es dulzura sin inventos, amor al prójimo sin automóviles, obras de misericordia sin locomotoras, castidad sin cinematógrafo y donde la belleza y el vigor, la salud moral y la esperanza, la inteligencia y la lealtad, son como flores caídas del manto de Jesucristo”.

Con variantes más o menos fortuitas allí está el paisaje habitual de nuestros pueblos, sumido en una promisoria actitud de escuchar.

Núcleos todavía no desprendidos de la aclimatación ibérica, mentalmente adictos a las formas rurales del espíritu, yacen si-lenciosos entre una tierra fatigada en una ebullición sorda, desde la cual se desprende súbitamente una chispa lírica que recuerda a las gentes la dimensión espiritual de la raza. Lo que estamos haciendo ahora, para que “su esfuerzo no sea vano” es procuran-do que descienda hasta nosotros la lumbre de aquella cándida chispa, y recogiendo el efluvio como una noticia de lo que hay en el apretado seno de la piedra.

El oficio semoviente del genio aparece así en la historia de todas las razas como una paradojal y contradictoria vocación navegan-

Page 258: Literaturas y culturas del Páramo

258

te. Mientras vive sumergido todavía en la carne, es una fuerza de exclusión porque entra en la marea social, desplazando un tone-laje de prejuicios en la ancha curva de su vida. A lo lejos apenas se divisa el ingenio que lanza desafiadoramente el humo de sus chimeneas, pero al emanciparse del cuerpo, se convierte en una poderosa fuerza de inclusión que hace vivir bajo el mismo meri-diano las más protuberantes lejanías.

Particularmente en Barba Jacob se ilumina el contraste social de nuestro pueblo, que produce dos estilos de inteligencia: el em-presario y el lírico. El primero lo fía todo a la titánica masa en un esfuerzo desmesurado de atesoramiento geológico que le da un ancho pedestal a la organización económica y cierta seguridad in-misericorde al devenir social. Es preciso sutilizar mucho para per-cibir los matices de su utilidad porque su presencia invade todo el contorno y nos deja pocos resquicios para apreciar cuánto hay de voluntad y cuánto de inercia egoísta; cuánto de azar y cuánto de fatiga silenciosa. Hasta dónde, es proceso de integración acapara-dora y vegetativa y hacia dónde comienza el ecuador del espíritu.

En cambio el espíritu lírico que comprende al artista, al héroe, al pensador y al santo se ajusta a un tipo de hombre casi impercep-tible al que tenemos necesidad de mirar atentamente para llevar a la retina toda la riqueza interior de sus líneas. Su presencia no está allí mineralmente como la montaña sino en un ímpetu peren-ne que sólo adivinamos por la aplicación del anemómetro. Es una presencia como la del viento, con una generosidad milagrosa que no anula a nadie, ni extingue vida alguna en su contorno sino que, por el contrario, está vivificando gérmenes ocultos, levantando el limo a la clara luz de la conciencia aquellas virtudes amortigua-das que sustraen al hombre de la zoología hacia el espíritu.

Los dos estilos son esenciales para valorar y comprender plástica-mente nuestro conjunto racial. Mucho más desde dentro que desde fuera porque sólo percibiéndolos desde dentro lograremos que no se desplace unilateralmente nuestra estimativa. Desde fuera sólo se comete el error de una falta de perspicacia fatal para el que lo comete únicamente. Pero el error desde dentro sepulta inexorable-

Page 259: Literaturas y culturas del Páramo

259

mente las posibilidades de lograr una definitiva síntesis cuya trage-dia de formación celebramos hoy, subiendo alpinistamente hasta el ventisquero que hubo en el alma de Porfirio Barba Jacob.

Por eso Antioquia al rodear el asilo final de este raro y formida-ble vástago, consagra cuanto hay de universal y libre en su espí-ritu. Contra mucha crítica deficiente hay que percatarse de que Barba Jacob no es un poeta regional sino que, como todo grande hombre, crea su propia especie de espiritualidad universal. Cier-tamente tomó de aquí el espíritu y la fornida estampa que paseó por inusitados vericuetos de la geografía y del espíritu. Pero su obra no pertenece al tiempo, ni al espacio, ni a la sangre, que son accidentes tocados de materialidad. Antioquia quizás cumplió con el destino del yesquero de sus campesinos: lo golpeó con su sentido del orden; con la agria concepción del deber y con la ciega voluntad de vivir y produjo en él la gota de fuego contra todo el orden, la dulzura profunda de quien entiende la vida como la superación de vivir y morir y la hostilidad contra toda disciplina.

Como siguiendo el mandato despiadado de Plutarco, Antioquia tributa los honores más útiles a los vivos y los más gloriosos a la muerte. En el fondo se da cuenta de que los pueblos no viven de las riquezas acumuladas por los antepasados, ni de sus afanes expansionistas, ni del lucro incesante, sino del espíritu que sus hombres sembraron en las orillas de su historia. Y, si aparece pró-diga en los honores a los que han forjado su predominio material, es necesario reconocer que son fugaces estímulos que desapare-cen con el afortunado, porque su nombre se extingue velozmente en la conciencia reflexiva de sus muchedumbres. En cambio, el tardío reconocimiento a aquellos altos valores que, sin agregarle un ápice al poderío material, colonizan vastas comarcas de la in-teligencia o de la sensibilidad, tiene un sello de virtud imperece-dera, supone una diaria presencia de espejo porque conoce “que la vida no es sueño sino que debe convertirse en sueño”.

Cuenta un egregio escritor este ingenuo y luminoso episodio final de Barba Jacob: “A las dos de una fría madrugada, unos músicos colombianos entraron al sanatorio para darle al poeta moribun-

Page 260: Literaturas y culturas del Páramo

260

do una serenata. Entre las sábanas, como en un desierto paisaje de frío, se ponía el sol de la poesía colombiana. A los primeros acentos del bambuco: Van cantando por la sierra con honda me-lancolía, unos cantos de mi tierra —cuando va muriendo el día—, su rostro ya tocado por las sombras revivió, como si en los glacia-res de su lenta agonía hubieran resplandecido todas sus auroras boreales, o como si un niño regresado se hubiese convertido en florido arrayán con mirlas y estrellas”.

Alguien lo sostenía, incorporado sobre los almohadones mientras recibía la milagrosa transfusión de patria que lo mantuvo sereno y claro hasta la muerte y dijo: “Esas manos de los míos cómo to-caban… Si yo hubiera tenido sus manos y hubiera vivido en los tiempos de Salomón hubiese tañido la tiorba o el salterio”. “¿Cómo te sientes Barba?”, le preguntó un amigo. “Me siento como si repo-sara en el fondo de una perla”, respondió el moribundo.

Repose así en la memoria de éste su pueblo que es como una per-la dura contra el tiempo, luminosa como su canto, brillando su oriente hacia la inagotable cruz de sus mayores.

Esa dorada plenitud de la perla, que fue el poema inédito de su agonía, purificada en el final sacrificio regrese temblando al solar de su infancia que todavía se recata “bajo frondas umbrías; que tuvo un cauce, un roble, zuribios y pomar”.

¡Señor, nos hace falta tu música cordial! (Naranjo Villegas Abel, 1963, pp. 23-33)

Su conocimiento de la literatura se hace evidente en textos como la reseña sobre la biografía de Marcel Proust escrita por el reconocido bió-grafo francés André Maurois (Naranjo Villegas Abel, 1954) u otro sobre cómo el francés Mauriac recibe en la Academia Francesa a Paul Clau-del (Naranjo Villegas Abel, 1950). Su aprecio por Claudel se evidencia en el hecho de haber realizado, junto con Lucrecio Jaramillo Vélez, la traducción de un fragmento de la Anunciación a María (obra con la cual gozaron otros de los hermanos Naranjo Villegas).Pero se ocupó también de escritores nuestros, como lo muestran estas dos cartas, una de ellas empleada como prólogo de un libro de poemas:

Page 261: Literaturas y culturas del Páramo

261

La cisterna

Una carta del doctor Abel Naranjo Villegas

Bogotá, diciembre

Señora Rocío Vélez de Piedrahita Medellín

Muy estimada Rocío:

Deseo agradecerle el envío de su novela La cisterna que he leído con las más preferente atención, y, con mi señora, hemos sabo-reado las ya conocidas delicias de su estilo. Ella se une a mí para agradecerle y para felicitarla.

Ignoro lo que va a decir la crítica. En cuanto a mí encuentro que Ud. ha convertido en traslúcida la opacidad de la vida de Celina y que, con una objetividad impresionante ha captado ese ambiente social nuestro que rechaza la mentira huyendo escrupulosamente de la verdad. Sin tener nada en común con los temas, ni con los desarrollos, ni los personajes, no sé qué secreta sordidez social me ha evocado el ambiente de “Nudo de víboras” de Mauriac.

Lo que Ud. ha economizado en minucias de tan desoladora vida lo ha revelado en esa maravillosa selección de ilustraciones de Tanguy, Delacroix, Modersohn, Blake, Turner, etc.

Los someros trazos para describir personajes y situaciones creo que constituyen uno de los atributos más descollantes de su no-vela. La distorsión del bien con que nuestra moral ha degrada-do la conciencia humana la sintetiza cuando escribe: “El bien abarca cuanto fuera desagradable para el cuerpo, la mente o los sentimientos. El dolor, tanto físico como moral, era el bien su-premo, deseable por sobre todo….”, etc. El filósofo Hegel co-mentaba que ese tipo de consolación nos llevaría a rogar que cada día perdiéramos a la madre porque ese dolor nos conducía a la perfección.

Y luego la postergación paulatina hasta que, víctima del amor de sus familiares, asume la definitiva calidad de “solterona” hacen de Celina un arquetipo de ese innumerable coro de frustraciones que aureolan el cielo de nuestras “virtuosas costumbres”.

Page 262: Literaturas y culturas del Páramo

262

No le conocía a Ud. la penetración en el ambiente político que Ud. propaga en torno a Ortiz Llano. La irradiación en torno de ese “animal político” entre empresario y hombre de Estado, con tan asiduas solicitaciones está maravillosamente captado. Y aquella autosuficiencia hace explosión en la hacienda, cuando al calor de los alcoholes desató con sus amigos toda la rudeza de sus pa-labras. Ante ese espectáculo el alma cándida de Celina se sintió sobrecogida. La imagen que le habían formado del Ministro no correspondía al original porque presentía ya que el alcohol no hace al canalla sino que lo revela.

En fin, que no vacilaría en colocar su novela como una denuncia sin cólera en los tiempos en que la ola de liberación espiritual ha invadido desde un cielo energúmeno la narrativa y hasta la obra de pensamiento. Destruir esa moral que consiste en alcanzar una existencia absolutamente insignificante y transformarla en una incitación hacia la vida totalmente significante es una empresa valerosa que Ud. propone sin alardes en esta vida tan inútilmente sacrificada.

Le ruego perdonar la extensión y hasta el trascendentalismo im-premeditado que encuentre en esta nota de recibo de su libro. Haga Ud. el uso que quiera de ella y reciba nuevamente el agrade-cimiento de Nena y el mío por tan valioso regalo. Dele en mi nom-bre un abrazo al gran Ramiro hacia quien va dirigida también mi admiración por los dones del espíritu que confunde con los suyos.

Soy su affmo admirador y amigo.

Abel Naranjo Villegas

PD: En la página 148 hay un error tipográfico, “chirrea” por “chirria”.

Hay otro que es “apoteósico” por “apoteótico” que sí es volunta-rio porque así lo usamos todos los colombianos pero que, en rea-lidad, es “apoteótico”. Se lo cuento por si en la segunda edición que espero muy próxima desea introducirlo.

Vale,

Abel (1972).

Page 263: Literaturas y culturas del Páramo

263

Y esta otra:

Enjuiciamiento de una generación poética

Carta a Mario Sirony por Abel Naranjo Villegas

Prólogo del libro “Ámbito de ruiseñor”

para “El colombiano literario”

Señor don Mario Sirony

E. S. M.

Muy distinguido poeta y amigo:

Con los originales de sus versos he recibido el requerimiento para prologar el libro que va a alojarlos bajo el nombre de “Ámbito de ruiseñor”.

Ya conocía yo el rostro de su poesía que me exime del conoci-miento personal para dirigirme al amigo y he sentido por ella la devoción de quien encuentra reveladas algunas dimensiones de su propio espíritu. La limitación del propio ser, en este caso el de quién como yo no es capaz de hacer un poema, se supera con quienes le completan esas deficiencias, aumentándole así su capacidad para precisarnos el universo de los mortales, y es el signo de amistad más profundo que puede señalar a un hombre ante quienes nos han aumentado el universo, agregándole a la realidad el resplandor de la poesía.

Desde que empecé a leer sus versos en el suplemento de El colom-biano, con los de esa espléndida generación antioqueña, me llamó la atención un hecho que no puede desapercibirse, ya que entraña una deliberada posición no solo poética sino vital. Consiste ella en su evasión de ciertas restricciones sociales que se han impuesto al artista para que prescinda de algunas fuentes, ya enturbiadas por el uso excesivo. Los grandes temas de la poesía de todos los tiem-pos han sido, más o menos, el amor, la muerte, la naturaleza, Dios, la coexistencia, el sufrimiento, el recuerdo, la nostalgia, la ternura, la mujer. Cierto burguesismo al revés ha dado en suprimir algunos de estos temas, confinándolos a extramuros del arte, en aras de una presunta revolución. La excusa es la de que estos temas están ex-

Page 264: Literaturas y culturas del Páramo

264

tenuados. Yo creo modestamente que los temas no se agotan sino que están bien o mal tratados y que siempre habrá posibilidad de que un gran espíritu los reviva y los presente virginalmente ha-ciéndonos caer en cuenta de que esos motivos permanecían intac-tos. Carlos Castro Saavedra, por ejemplo, ha resucitado un género como la épica, poniéndola al trasluz de una nueva necesidad de lucha y embelleciéndola con formas creadoras, cerradas a nuestros antiguos poetas. Cito este caso expresivo porque la tesis vale doble-mente en él para género y tema.

Es que el poeta está situado AB INITIO, en la raíz de todas las co-sas y es el enviado divino para desnudarla y hacernos sentir todo el deslumbramiento de su apariencia. La dialéctica de su espíritu consiste en bascular entre dos extremos igualmente necesarios en la historia: latencia y patencia. Hay épocas en que la vigencia so-cial se orienta sólo hacia lo patente, y otras en que no mira sino a lo latente. Ambas exigencias son igualmente válidas porque así como hay hombres hay épocas ensimismadas y épocas alteradas. Son las primeras transidas de latencias en las que la vida es más fácil, presiona con más levedad el trato social y se vive con más holgura, acaso más superficialmente. Hasta la poesía es en ellas un poco efímera y de pasatiempo. Pero también hay épocas alteradas, con pasiones abruptas, es decir, más patéticas, en las que el dolor se esparce con signos más perentorios y la intimidad, para ser aten-dida, necesita ser más profunda y sustantiva. El ensimismamiento en épocas así es más dramático subversivo y contradictorio porque hay un rechazo social tácito para todos los que no vuelcan su espí-ritu sobre el espectáculo del mundo transitorio sino que se recogen a extraer su fugitivo secreto. Todas las cosas que vemos tocadas por el signo de la caducidad y envejecidas, aparecen rejuvenecidas por el poeta, fijas ya en su esencia definitiva.

Por eso cuando comparamos la poesía contemporánea con la de tiempos tranquilos, inmediatamente advertimos que es más di-recta, más necesaria y esencial la de ahora. Brotada del ensimis-mamiento de un espíritu divisamos sus alrededores amotinados, soplando sobre ellos el viento de la alteración. Así me explico

Page 265: Literaturas y culturas del Páramo

265

porque hay tantos circunloquios para abordar a un poeta y los críticos más sagaces tratan siempre de explicarlo en el conato por interpretar la época que lo rodea.

Cómo ha incidido este tiempo frenético que nos está ocurriendo en las diversas regiones colombianas, será función de los futuros his-toriadores de nuestra literatura. Por de pronto sólo es dado anotar que las voces de la poesía han respondido a ella con fidelidad voca-cional, pululando curiosamente en algunas regiones, como si ciertas leyes de fertilidad territorial operaran en las áreas del espíritu. El caso de Antioquia es singular porque allí, en el grupo suyo, están las voces de Castro Saavedra, Jorge Montoya Toro, Darío Restrepo Jaramillo, Eduardo Correa y otros no menos unciosos y cálidos.

Este grupo ha cumplido una misión de signo muy expresivo como es el de la individuación espiritual, rescatando temas en cierta manera prohibidos por las vigencias sociales. Han tomado la ma-teria consuetudinaria, la misma con que trabajaron antiguamente los poetas, pero la han transformado en sustancia nueva. Veamos la memoria rescatada en estos versos suyos, Mario Sirony:

Yo apenas te recuerdo, niña, por la mirada.

O la naturaleza en una “Rosa de enero”:

Doncella de mis trópicos: Antioquia tiene el mismo color de tu piel clara. Igualflauta en la risa,En el paso igual prisa;igual prisa en el paso y en el habla. Doncella de mis trópicos: Antioquia tiene el mismo color de tu piel clara.

La mujer, no la estética pura, sino la funcional, en estos versos:

En Fredonia te vi.La cosecha fulgiendo. El amor y la trenzaresbalando hasta el pecho.

Page 266: Literaturas y culturas del Páramo

266

Y no ha olvidado usted tampoco el afecto terrenal, el de los si-tios, porque el hombre tiene una calidad memoriosa irrevocable. Todos somos oriundos, por la sangre, la tradición o la tierra. Vi-vir sólo de esa calidad es un anacronismo, pero no integrarlas a nuestras vivencias es una mutilación. Y por eso canta usted en su “Ciudad caminante”, así:

Fuiste sólo una aldea que soñaba siempre con la estatura de la encina….De improviso tus calles empezaron a andar y tus casas se incorporaron desde el sueño. El hierro y el granito que yacían inmóviles se confundieron en un solo abrazo vertical para torcer el rumbo de los vientos.

El anhelo de la santidad lo expresa usted con pretexto de Bernar-dita Soubirous:

Ángeles dadme acentos. Canción dadme sonidos para invocar a Bernardetteen el nombre del Padre, del Hijo y del rocío que doró su niñez.Alma y sangre, sentidos en la espera crecedvuestro gozo, que cerca está la niña y ardida en alta lumbre va su sien.

Y la ternura inderogable la expresa usted en estos versos maravi-llosos a la muerte de la abuela que “murió ayer”:

Con ella he perdidoun poco de mí mismo, de mi infancia.

…………………………………………..Papá, cuya ternura—la de un roble con nidos— crece y calla, lloró al pie de la abuelala distante ceniza de otra anciana.

En fin, no es posible extenderme, pero tampoco ser conciso en el análisis de toda su poesía. Solo me interesa decirle que la encuen-

Page 267: Literaturas y culturas del Páramo

267

tro integralista porque no ha tenido usted miedo para enfrentarse a todo el universo que pertenece al hombre, sin proscribir ningu-no de sus sentimientos elementales para darles una apariencia trascendental pero deshumanizada su obra. Esa dulce melancolía que expande por el ámbito de los recuerdos es una aproximación a su intimidad. Yo creo realmente que el camino más corto hacia uno mismo es el que desciende desde la madurez hasta la propia infancia y no el que sigue las figuras externas que nos impone la vigencia social o estética.

Sé que nació usted en Salento, de nombre tan sonoro y latino, en las hermosas tierras de Caldas, con alma nativamente serena y apasionada. Su vida en Antioquia fue una especie de regreso a su propia sangre, una integración del espíritu a las viejas cepas raciales, por lo que su poesía pertenece a esas dos áreas incitantes de nuestra literatura: Antioquia y Caldas.

Está bien, pues, que quiera usted ahora darle formato de libro a sus poemas porque se ha dicho que el “PULCHRUM” es “DIFFUSI-VUMSUI” como el “BONUM”, y también como el vino esencial no es enteramente grato sino gustado en el cálido ardor de la amis-tad espiritual. Todas esas almas ignotas que van a saborear sus versos es porque ya son sus amigas y, entonces, tendrán ellas el más grato regalo y usted la consagración más alta que puede te-ner un hombre en el mundo: la de que haya quienes guarden los frutos de su espíritu.

Soy de usted su más adicto amigo y admirador,

Bogotá, julio de 1958 (Naranjo Villegas Abel, s. f.)

Para terminar mencionaremos tres textos donde alude a Abejorral. En-tre aquellos donde evoca su tierra natal están “Alabanza del hombre y de la tierra. Aures, la raza y el maíz (Palabras para coronar la Reina de la Fiesta del Maíz en Sonsón)” (Naranjo Villegas Abel, s. f.).15 y su texto 15 Anotamos que la foto con que se publicó no corresponde a Abel Naranjo Villegas. Este texto fue publicado nuevamente, sin la frase final, en Apología y decadencia del diálogo (Ensayos) de Abel Naranjo Villegas. Colección Rojo y Negro N.° 9. Medellín: Universidad Pontificia Bolivariana, 1963. pp. 41-48.

Page 268: Literaturas y culturas del Páramo

268

sobre Esteban Jaramillo, leído en Abejorral el 8 de septiembre de 1974, en el centenario del gran hombre, y el cual citamos íntegro en otro es-tudio de este mismo libro.16 En “Un reportaje de Luis Guillermo Velás-quez” se encuentran evocaciones de Abejorral. Dicho texto nos permite hacernos una idea de los autores literarios que le gustaban hacia 1969:

—¿Cuál es su autor literario preferido?

—Hay muchos géneros y en cada uno tengo preferencias. El de-nominador común en esta etapa de evolución de mi espíritu es el realismo concreto. Así admiro más a Elsa Morante, en novela, que a su esposo, Moravia; a Wolfe, a Joyce, a Durrel, a Proust, a García Márquez, a Vargas Llosa, a Filiberto Hernández. Como se da cuenta, profundamente distintos. En el teatro, a Brecht, en el ensayo a Sartre y Simon de Beauvoir, en filosofía a Aristóteles y Marx, y desde luego, Hegel (agosto de 1969).17

Rafael Naranjo Villegas (Abejorral, 1910-Bogotá, abril 30 de 1985)

Rafael Naranjo Villegas estudió con su padre Marcial Naranjo. Des-pués pasó al Seminario Conciliar de Medellín y concluyó en el Colegio San Ignacio. Se mudó a Bogotá y fundó la Librería Siglo XX. Fue secre-tario general de la Presidencia de Misael Pastrana Borrero durante el mandato completo de este, secretario de la Alcaldía de Bogotá cuan-do el alcalde era Fernando Mazuera Villegas y cónsul de Colombia en Barcelona durante la presidencia de Carlos Lleras Restrepo. Escribió bastante sobre temas políticos y algunos temas culturales, pero no hay nada específicamente sobre literatura y por ende nos enfocaremos en su trabajo en la Librería Siglo XX, donde sin duda dio a conocer muchí-simas obras literarias como divulgador y como editor.

16 Texto transcrito a máquina, con la indicación inicial del motivo de su redac-ción en colección de papeles de monseñor Javier Naranjo Villegas. El texto trascrito contiene las correcciones hechas a mano por el propio Abel Naranjo Villegas y las hemos incorporado en la trascripción. 17 Este reportaje está entre los papeles de monseñor Javier Naranjo Villegas sin más datos que el de la fecha, escrita a mano: “agosto/69”.

Page 269: Literaturas y culturas del Páramo

269

La Librería Siglo XX

La librería Siglo XX, fundada por Rafael Naranjo Villegas en la dé-cada del cuarenta y que duró hasta finales de los cincuenta,18 fue un centro cultural importante para la historia de la intelectualidad bogo-tana y colombiana a mediados del siglo pasado. Estuvo ubicada en la calle 12 # 6-28. El propio Javier Naranjo Villegas escribió sobre los contertulios de dicha librería, entre quienes se encontraba Guillermo Valencia, Silvio Villegas, Jorge Zalamea y Eduardo Caballero Calde-rón (en Naranjo Mesa, 2007, t. II, pp. 11-12).

La librería tuvo sucursal en Medellín (ubicada en la carrera 50 —Junín— # 48-54) y el encargado de ella era Abel Naranjo Villegas. Cumplía una función cultural que sobrepasaba la mera venta de bue-nos libros y discos. En cuanto a los textos, eran españoles, mexicanos, argentinos y colombianos. En lengua extranjera eran más frecuentes las obras publicadas en francés, pero había un buen surtido en lengua inglesa.

Rafael Naranjo Villegas se esmeraba por difundir buenas obras co-lombianas; por ejemplo, sabemos que buscaba comprarle a Julio Posa-da el tiraje completo del famoso cuento “El machete”,19 y publicó libros de autores importantes en su momento, como La vida maravillosa de los libros de Jorge Zalamea (1941) e Inquietud del mundo de Hernando Téllez (1943). Además, en la librería se reeditaron obras colombianas notables como Risaralda de Bernardo Arias Trujillo (1942) o El arte de vivir sin soñar (novela) del propio Eduardo Caballero Calderón (1943). También el ensayo del mismo autor, Latinoamérica un mundo por hacer (1944).

La siguiente carta del novelista a Rafael Naranjo Villegas muestra la cercanía entre ellos y además brinda el dato de que el “editor consuetudi-nario” del autor del Cristo de espaldas era el dueño de la Librería Siglo XX:

18 Hay datos que permiten pensar que duró hasta el inicio de la década de los sesenta, pero hasta poder corroborarlo damos el dato seguro del final de los cincuenta. 19 “[Julio Posada] recibió la oferta generosa de Rafael Naranjo Villegas de com-prarle para su espléndida librería todos los ejemplares de ‘El machete’”. Ver Julio Posada, El machete y once cuentos, 1989, p. 312.

Page 270: Literaturas y culturas del Páramo

270

Tipacoque, septiembre 30 de 1944

Señor Don Rafael Naranjo Villegas, Bogotá:

Le envío con la presente la traducción de las “Crónicas” de Mar-cel Proust, precedidas de un prologuillo sobre el autor, y que me había comprometido a hacerle a nuestro común amigo Germán Fernández para su editorial Navegante. Se trataba de una obra muy difícil, por primera vez vertida al castellano, por lo cual Ger-mán me había ofrecido, me imagino que de acuerdo con usted, la suma de $ 150.00 (ciento cincuenta pesos), contra entrega de los originales. Espero, pues, que usted se sirva poner éstos en manos de Germán y rogarle en mi nombre que consigne a mi cuenta, en el Banco de Bogotá, la suma referida, y después me envíe el recibo a mi dirección actual, para saber que puedo contar con ese dinero. En la semana próxima comienzo el tomito sobre el pensamiento internacional del Libertador (en lo referente al Congreso Anfic-tiónico de Panamá y las relaciones entre sí de los países latinoa-mericanos y de éstos con los Estados Unidos), todo lo cual tiene una gran actualidad ahora cuando se aproxima la postguerra. Ese tomo irá precedido de un estudio de treinta o cuarenta páginas en las que hago el comentario del pensamiento bolivariano, rela-cionándolo con los tiempos presentes. Algo nos ayudará eso en el empeño político que tenemos. Todavía recuerdo su cuento: “Te-nemos magníficas ideas, tenemos a Bolívar, tenemos el porvenir por delante, tenemos magníficos elementos, y lo único que nos falta… ¡son cojones!”

En tres semanas que llevo aquí, he trabajado activamente en esa bendita traducción, que me resultó todavía más difícil que la de su amigo Claudel. Tengo casi terminado, y listo posiblemente para dentro de mes y medio, mi libro titulado “Guía de don Qui-jote” que me resultará bastante bueno y que, aunque en principio se lo había ofrecido a nuestro amigo Juvico para iniciar una serie de su editorial Horizonte, me agradaría muchísimo más que fue-ra usted (mi editor consuetudinario) quien lo tomara bajo el ala. De esto podemos conversar, o mejor, escribirnos más tarde, cuan-do usted le dé vueltas, haga cuentas, se rasque la cabeza, maldiga

Page 271: Literaturas y culturas del Páramo

271

un rato a costa mía, y finalmente se decida a decirme cuánto me va a pagar por una primera edición de dos mil ejemplares.

A ese libro le pondremos, como acostumbran los autores france-ses, debajo de mi nombre las conocidas letras de “De la Academia Colombiana”, no por vanidad sino por propaganda.

No he vuelto a saber nada de ustedes, ni de nuestro movimien-to, aunque por los periódicos me doy cuenta de que el país y el gobierno están peor que nunca, la división liberal en su punto, la censura en Babia, y nosotros esperando que pase.

A mí, en “Sábado”, me censuran sistemáticamente cuanto parra-fito trato de deslizar sobre cuestiones políticas, lo que no quita que, a los redactores de “El Siglo” les permitan decir diariamente cuanto les viene en gana. -- Y sin más por hoy, sino que lo recor-damos con frecuencia y esperamos que algún día de éstos nos cai-ga por aquí para dejar su resto de hígado en estas tierras, quedo su amigo de siempre.

Eduardo Caballero Calderón (en Naranjo Villegas, 2011)

A propósito de lo que se menciona en la carta, debe decirse que la li-brería fue un centro político de gran importancia, por ejemplo, para la gestación del Frente Nacional.20

Helena Naranjo Villegas (Abejorral, 11 de junio de 1911-Medellín, 19 de noviembre de 2008)

En cuanto a Helena Naranjo Villegas, se casó con Luis Enrique Villegas. Narran sus hijas Gabriela y Luz Elena:

Fue la primera mujer en Abejorral que laboró fuera de la casa, para contribuir económicamente a su mamá, diligenciando los li-bros en la parroquia, con una hermosa caligrafía. Amó con locura

20 Un artículo de prensa en la colección de Monseñor Javier Naranjo Villegas, sin fecha ni fuente, dice sobre Rafael Naranjo en la Librería Siglo XX: “La librería siglo XX fue el cuartel general de la literatura clandestina que hará época en nuestra vida política”.

Page 272: Literaturas y culturas del Páramo

272

a su patria chica, Abejorral, y ese amor le fue correspondido con la condecoración que le fue conferida en junio 6 de 1975 “Orden de Abejorral en el Grado de Caballero de Mesenia”.

Sus dos hijas afirman que fue una gran lectora. Recuerdan especialmen-te a “San Francisco de Sales, Santa Teresa del Niño Jesús, Santa Mónica, San Agustín y San Luis María de Monfort” como “grandes inspiracio-nes” para ella. Agreguemos a san Juan de la Cruz a las anteriores inspi-raciones, por razones ya dadas. Cuentan que apreciaba bastante la obra teatral Betina de Roberto Muñoz Londoño, nacido en Sonsón. También afirman: “Fue una amante de la poesía, se aprendía poemas de memo-ria y los declamaba con mucha propiedad. Gozó de una amplia cultura que la convirtió en una excelente contertulia siempre caracterizada por un gran sentido del humor y de una inmensa alegría por la vida”. Otra muestra de su contacto con la lectura era su constante lectura de perió-dicos. Para consultar más acerca de ella es preciso leer “Helena Naranjo Villegas” en Forjadoras de forjadores. Abuelas y maestras de Antioquia en el siglo xx 1850-1950 de Alicia Giraldo Gómez, miembro de número de la Academia Antioqueña de Historia (2008, pp. 257-258).

Alfredo Naranjo Villegas (Abejorral, 9 de septiembre de 1916-Medellín, 2006)

Se graduó como médico cirujano en la Universidad Nacional de Bo-gotá. Fue jefe de Clínica Médica en el Hospital San Juan de Dios de Bogotá y fue médico de la Escuela Militar de Cadetes. Contaba que su madre fue quien le anunció que seguiría el camino de la medicina. Se especializó en cardiología, en México, en el Instituto dirigido por el maestro Ignacio Chávez.21 Fue secretario de Salud de los alcaldes Ber-nardo Cock, Jorge Botero Ospina y Darío Londoño Villa. Fue profesor de Cardiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de An-tioquia. Fue gerente del Seguro Social durante dos años. Fue miembro fundador y expresidente de la Sociedad Antioqueña de Cardiología, expresidente y miembro honorario de la Academia de Medicina de

21 Papel pasado a máquina escrito por el presbítero Juan Botero Restrepo entre los papeles de monseñor Javier Naranjo Villegas.

Page 273: Literaturas y culturas del Páramo

273

Medellín, fundador y presidente de la Academia Antioqueña de His-toria de la Medicina y miembro correspondiente de la Academia de Historia Eclesiástica de Colombia, capítulo de Medellín.22

Para dar una idea de las lecturas de este cardiólogo e historiador de la Academia de Historia antioqueña, de las cuales quien escribe fue testigo a lo largo de más de treinta años, están las obras de Leoni-das Andréiev, León Bloy, Paul Claudel, Silvio Villegas (en especial La canción del caminante), Hernando Téllez, Eduardo Caballero Calderón, Jorge Isaacs, Porfirio Barba Jacob (recitaba sus poemas de memoria y estuvo presente en un recital de Barba Jacob en Medellín), La gloria de don Camilo de Guareschi, Doctor Zhivago de Pasternak, Memorial de Isla Negra de Pablo Neruda, obras de A. J. Cronin y Morris West, La casa de la Troya, diversas obras de Alexander Solzheçnistzin, La montaña mágica y José y sus hermanos de Thomas Mann, obras de Rómulo Gallegos, Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera y El general en su laberinto, La historia de San Michele y Lo que no dije en San Michele de Axel Munthe, El carillonero de Jorge Rodenbach, obras de Eduardo Mallea, poemas de Amado Nervo, novelas de Saint-Exupéry, el libro de traducciones Ca-rillones en el Crepúsculo (Acevedo Díaz, 1939), el poema “Sí” de Kipling y poesía española. En su biblioteca había varios tomos de la colección de obras completas de Aguilar, como las obras de Tirso de Molina, Calderón de la Barca, Lope de Vega (selección), Stendhal, Dostoievski, La Novela Picaresca Española, Benito Pérez Galdós, Pereda, Tolstoi, Goethe. Además, tenía una colección de poetas, la colección “El arco y la lira” con Silva, Julio Flórez, Candelario Obeso, Francisco Luis Ber-nárdez, etc. Lo que más disfrutaba eran las novelas sobre la Segunda Guerra Mundial, especialmente de refugiados, militares o políticos que hablaran contra el régimen comunista.

Su trabajo de historiar la medicina antioqueña es particularmente valioso. Fruto de ello es el libro Anotaciones para una historia de la medici-na (1992). En el libro Médicos y medicina en Medellín de Juan Botero Res-trepo (1990), la siguiente nota va a continuación del título: “La presente obra ha sido cuidadosamente revisada por los distinguidos médicos,

22 Papel pasado a máquina, escrito por el presbítero Juan Botero Restrepo, entre los papeles de Monseñor Javier Naranjo Villegas.

Page 274: Literaturas y culturas del Páramo

274

doctores Alberto Robledo Clavijo, Alfredo Naranjo Villegas y Alberto Betancourt Arango. A ellos imperecedera gratitud”.

En general, este colaborador en la prensa, sobre todo en El Colombia-no, se ocupó de temas políticos, de temas históricos o de asuntos mé-dicos. Pocas veces escribió directamente sobre literatura, como cuando se ocupó de la posición política de Gabriel García Márquez y donde la obra literaria es vista con el tamiz de una postura política (ver “La magia de un estilo”, Naranjo Villegas Alfredo, 1983). En “Un hombre ante el premio nobel” hace un elogio del escritor ruso Solzheçnistzin y una crítica al francés Sartre (Naranjo Villegas, Alfredo s. f.) Y como ejemplo citamos el artículo en el cual se ocupó de la obra más famosa del escritor y médico antioqueño Jorge Franco Vélez:

Hildebrando: la disección del alcoholismo

Alfredo Naranjo V.

Jorge Franco Vélez es un privilegiado de la inteligencia. Excelente médico, ejerce la profesión con un sentido ético y apostólico que ejemplariza. Poeta de alturas (cuando lo quiere) rueda por ahí un libro suyo de esos que se saborean lentamente y que llenan el alma de una dulce melancolía. Melómano de selección, es uno de los pocos que entiende y goza el canto gregoriano, abandonado por la Iglesia llamada progresista, en su equívoco programa de adaptación. Es un devoto de Beethoven. Y además de ser uno de los impulsores de nuestra canción popular, él mismo es composi-tor insuperable. La tierra para el clavel, bastaría para la perenni-dad de su nombre. Pero es más aún: su ingenio no sufre mengua al lado de los más señalados de nuestra picaresca.

En Hildebrando, su más reciente obra, Jorge Franco, ha dado su medida. Se necesita valor para narrar lo que él narra, aquellos pe-cados de juventud de todos, creyendo afirmar nuestra hombría, publicábamos para espantar, y que ya viejos, haciéndonos los res-petables, callamos para no demeritar el respeto. Y se requiere una fuerte dosis de personalidad para pasearse de sima a cima, como lo hace el autor. Abundan por sus páginas las meretrices, que no las cortesanas, y en cada página salta el vocablo de gran calibre,

Page 275: Literaturas y culturas del Páramo

275

ese que sabe a ternura de tanto prodigarse. Y sin embargo, quien lea las reiteradas expresiones escatológicas, no sospecha que quien las profiere y las cuenta es un hombre de tan exquisita sen-sibilidad que llega bañado en lágrimas a recorrer el sendero que en vida recorrió San Juan de la Cruz, a quien ha dedicado más de un bellísimo soneto.

Sin prescindir de vocablos que ya no hieren en esta época de te-levisión y radio al menudeo, Hildebrando es una mina en anéc-dotas de las grandes figuras que fueron honor de la raza: Manuel José Sierra, el rector por antonomasia. Clodomiro Ramírez, sabi-duría y bondad en dosis masivas. Don Pepe Bravo Márquez, su maestro de latín y de música, uno de los recuerdos más gratos del autor. Y el maestro Bernardo Arbeláez, volteriano a la enésima, rebelde irreductible, enamorado de la cultura griega y henchido de aguardiente, de filosofía y de amor por los humildes. Por las avenidas del relato se pasean sombras inolvidables, recordadas con inmenso afecto: Miguel María Calle, Joaquín Aristizábal, Da-vid Velásquez, “Gencho” Villa, Antonio Osorio, entre otros de sus profesores de medicina. Sin faltar, tampoco, la nobilísima evoca-ción de compañeros y discípulos.

Pero es también Hildebrando el rescate para la historia de la ciu-dad de Medellín de aquellos viejos barrios que no se llevó el en-sanche pero aniquiló la violencia: Guayaquil y Lovaina, con todo lo que les dio vida: Los músicos de antaño, los cafés de moda y sus administradores, las más acreditadas casas de lenocinio y la semblanza a lápiz y afecto de toda esa carne de bohemia atada al recuerdo de los estudiantes de entonces, de ese entonces en que las prostitutas cerraban los prostíbulos desde el miércoles hasta el sábado santos. No faltan las anécdotas ilustrativas como las que más. ¡Como no están ausentes, tampoco, los dos tartufos de los nuevos tiempos: los de la religiosidad por conveniencia y no por convicción, y los revolucionarios de izquierda!

Y todo va a confluir insensiblemente al delta final, donde el autor alcanza límites inverosímiles de capacidad descriptiva, de demos-tración de sus cualidades didácticas, y de nobleza inigualable. En

Page 276: Literaturas y culturas del Páramo

276

el análisis del alcoholismo como enfermedad, es difícil igualar el patetismo en el proceso de destrucción del ser, en el realismo con que llega hasta la comprobación del derrumbe final. Lo que le da una extraña grandeza al relato es el implícito homenaje que rinde la objetividad del autor a la memoria del siquiatra Ortega. Franco ha logrado el milagro de que Hildebrando se descubra a sí mis-mo. El siquiatra encontró que Hildebrando aceptó finalmente que era un enfermo… un enfermo que si no aceptaba su enfermedad no se curaría. Es una de las enseñanzas de este libro del que dijo Joaquín Vallejo que sería la Biblia de los alcohólicos. Lo ha escrito un médico que es autoridad en el tema. Y un médico que sabe escribir y al que por eso envidiamos también (1984).

Monseñor Luis Javier Naranjo Villegas (Abejorral, 11 de enero de 1919 -Medellín, mayo de 2014)23

Finalmente, a monseñor Javier Naranjo Villegas se debe el libro Por los sarmientos a la vid (2007) así como las siguientes obras de la colección Los Sarmientos hasta el volumen 10, que son una contribución nota-ble para la preservación del legado de la familia Naranjo Villegas. La colección se inició con una antología donde rastreó los apellidos de la familia y reunió un trabajo de Marcial Naranjo, uno de Soledad Ville-gas, uno de cada uno de los hermanos Naranjo Villegas y, siguiendo el orden de edad de cada hermano o hermana y sus respectivas familias e integrantes de ellas, un trabajo de cada uno de los cónyuges o descen-dientes (incluyendo hijos, nietos y biznietos). Los trabajos son de temá-ticas dispares, dados los intereses de cada autor y no se centran solo en lo literario, aunque haya trabajos sobre este tema. El editor académico de dicho libro fue Jorge Alberto Naranjo Mesa. Luego prosiguió con la colección llamada Los Sarmientos, con un tomo que incluye obras del presbítero Juan Bautista Villegas, varios tomos con obras de Jesús Na-

23 De Lucía (educadora de La Presentación), María y Antonio Naranjo Villegas y su relación con la literatura nos hemos ocupado en el trabajo más extenso —del cual el presente es apenas un extracto—, y como no publicaron trabajos acerca de la literatura se ha obviado hacer mención de ellos en este compen-dio. En el trabajo extenso sí se dan muestras de su acercamiento a la literatura.

Page 277: Literaturas y culturas del Páramo

277

ranjo Villegas y un tomo con documentos de Rafael Naranjo Villegas. La muerte impidió que continuara una labor tan loable, por el cuidado que mostró por la familia entera y especialmente por el legado de sus padres y hermanos. Es preciso decir que los libros posteriores al inicial no fueron tan esmerados como Monseñor esperaba y adolecen de mu-chos errores tipográficos, a veces en cantidades realmente excesivas, pero eso no desmerece para nada la intención de preservar el trabajo intelectual de sus hermanos. De hecho, con un tanto de paciencia, los libros pueden leerse, y hasta que se pueda realizar una mejor edición de los mismos, los existentes salvan del olvido dichas obras.

En cuanto a las tertulias —donde la literatura aparecía en medio de los comentarios sobre la política nacional— había visitantes notables a la finca San Marcial (centro de reuniones de la familia Naranjo Vi-llegas), como por ejemplo “Silvio Villegas, Otto Morales Benítez, Julio Aswad, Miguel Moreno Jaramillo, el padre Félix Restrepo, monseñor Félix Henao Botero, monseñor Duque Villegas y tantas otras personali-dades dilectas” (Naranjo Mesa, 2007, t. II, p. 12). Otro de los visitantes era Juan Roca Lemus, el periodista de pseudónimo “Rubayata”.24

De esta manera terminamos este artículo, a modo de mostrario, sobre la relación de la familia Naranjo Villegas con la literatura.

΅ ΅ ΅Bibliografía

Acevedo Díaz, Alfonso. (1939). Carillones en el crepúsculo. Bucaramanga: Imprenta del Departamento.

Anónimo. (noviembre de 1974). Concurso para el himno del Congreso Ma-riano. El Samario N.° 1 (Órgano informativo del Cuarto Congreso Ma-riano Nacional), dirigido por el obispo de Santa Marta Javier Naranjo Villegas. Casa Episcopal Santa Marta, p. 3.

Anónimo. (8 de febrero de 1956). Doña Soledad Villegas de Naranjo. La Re-pública. [Sin más datos, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

24 Así lo recuerda Jorge Alberto Naranjo Mesa.

Page 278: Literaturas y culturas del Páramo

278

Anónimo. Ha sido nombrado rector del Colegio de Sonsón el Pbro. Juan B. Naranjo. [Sin más datos, solo el título, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

Anónimo. (diciembre 8 de 1987). Naranjo Villegas de Martínez, Leonor. El Tiempo, pp. 7-8.

Anónimo. (diciembre 27 de 1975). María Naranjo Villegas. [Sin más datos, con la fecha puesta a mano, en colección de recortes de prensa de mon-señor Javier Naranjo Villegas].

Arias Trujillo, Bernardo. (1942). Risaralda. Bogotá-Medellín: Ediciones Li-brería Siglo XX.

Botero Restrepo, Juan. (1975). Monseñor Javier Naranjo Villegas. En Obis-pos samarios del siglo xx. Revista de la Academia Colombiana de Historia Ecle-siástica, t. IX, N.° 33, pp. 158-176.

—. (1977). Patricios de Sonsón (de las Academias Nacional de Historia y Co-lombiana de Historia Eclesiástica), t. I. Ediciones del Centro de Historia de Sonsón. Medellín: Editorial y Tipografía Víctor.

—. (1988). El clero diocesano del oriente antioqueño. [Sin más datos]. —. (1990). Médicos y medicina en Medellín. [Sin más datos]. —. (1990). Ensayos y discursos, t. I. Gráficas Girardot. —. (1990). Un sacerdote ejemplar. En Ensayos y discursos, t. I. Gráficas Girar-

dot, p. 132. Caballero Calderón, Eduardo. (1943). El arte de vivir sin soñar. Bogotá: Edi-

ciones Librería Siglo XX.—. (1944). Latinoamérica un mundo por hacer. Bogotá-Medellín: Ediciones

Librería Siglo XX. —. (2011). Carta de Eduardo Caballero Calderón a Rafael Naranjo Villegas

en el capítulo Amistades de Rafael Naranjo Villegas. En Rafael Naranjo Villegas. Colección Por los Sarmientos a la Vid. Medellín.

Giraldo Gómez, Alicia. (2008). Forjadoras de forjadores: Abuelas y maestras de Antioquia en el siglo xx 1850-1950. Medellín. [Sin más datos].

Hermano Ramón Celestino (Marista). (diciembre de 1974). A Nuestra Señora de la Reconciliación. El Samario N.° 2 (Órgano informativo del Cuarto Congreso Mariano Nacional), dirigido por el obispo de Santa Marta Javier Naranjo Villegas. Casa Episcopal Santa Marta, p. 4.

Page 279: Literaturas y culturas del Páramo

279

Instituto Caro y Cuervo. (1992). Homenaje a Abel Naranjo Villegas 1908-1992. Boletín de la Academia Colombiana, t. XLII, enero-febrero-marzo, N.° 175. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo.

Montoya de Umaña, Enriqueta. (1972). La Criolla (Policarpa Salavarrieta). Ministerio de Educación Nacional, 2 tomos. Bogotá: Antares.

Naranjo Mesa, Jorge Alberto (ed. académico). (2007) Por los Sarmientos a la Vid: La malla intelectual tejida por Marcial Naranjo, Soledad Villegas y sus descendientes, 2 tomos. [Obra financiada por monseñor Javier Naranjo Vi-llegas]. Medellín: Servicios Editoriales La Hoja.

Naranjo Villegas, Abel. (9 de abril de 1950). Huerto de Olivos: Mauriac Claudel. Especial para El Colombiano. [Sin más datos, en colección de re-cortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

—. (28 de marzo de 1954). En busca de Marcel Proust. La República. [Sin más datos, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Na-ranjo Villegas].

—. (1963). Apología y decadencia del diálogo (Ensayos). Colección Rojo y Ne-gro, N.° 9. Medellín: Universidad Pontificia Bolivariana.

—. (8 de septiembre de 1971). Espacio natal de Esteban Jaramillo. Discurso pronunciado por el Dr. Abel Naranjo Villegas en Abejorral, el 8 de sep-tiembre de 1971, con motivo del centenario del natalicio del Dr. Esteban Jaramillo. [Texto transcrito a máquina, con la indicación inicial del moti-vo de su redacción en colección de papeles de monseñor Javier Naranjo Villegas].

—. (5 de enero de 1972). La cisterna. Una carta a la señora Rocío Vélez de Piedrahita. [Sin más datos, solo el título y la firma, en colección de recor-tes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

—. (s. f.) La mujer pobre. Adaptación para teatro radial de la novela de León Bloy La femme pauvre. Revista de Indias, suplemento 112. [Sin más datos].

—. (s. f.). Enjuiciamiento de una generación poética. Carta a Mario Sirony. Prólogo del libro Ámbito de ruiseñor para El Colombiano Literario. [Sin más datos, solo el título y la firma, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

—. (s. f.). Alabanza del hombre y de la tierra. Aures, la raza y el maíz (pa-labras para coronar la Reina de la Fiesta del Maíz en Sonsón). [Sin más

Page 280: Literaturas y culturas del Páramo

280

datos, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas. Publicado nuevamente, sin la frase final, en el libro Apología y decadencia del diálogo (Ensayos), pp. 41-48].

Naranjo Villegas, Alfredo. (6 de octubre de 1965). Temas de discusión. Al-bert Schweitzer, paradigma cristiano. [Sin más datos, en colección de re-cortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

—. (14 de enero de 1982). La agonía de un laurel. El Colombiano. [Sin más datos, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

—. (19 de marzo de 1983). La magia de un estilo. El Colombiano. [En colec-ción de artículos de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

—. (16 de abril de 1984). Hildebrando: la disección del alcoholismo. El Co-lombiano. [En colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naran-jo Villegas].

—. (1992), Anotaciones para una historia de la medicina. Medellín: Marín Vieco. —. (s. f.). Un hombre ante el premio nobel. [Sin más datos, solo el título y

la firma, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

Naranjo Villegas, Javier. (13 de noviembre de 1972). Carta a Lucrecio Jara-millo Vélez. El Colombiano. [Con anotación a lápiz, en colección de recor-tes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

—. (1.° de abril de 1973). Carta del obispo de Santa Marta a sus dioce-sanos.

—. (s. f.). Breve curso de preparación para el matrimonio. Medellín: Granaméri-ca. [Tiene el permiso eclesiástico para imprimirse que dice: “Gbno. Ecco. Arquid. de Medellín. 9 de abril de 1964 Puede imprimirse. Mons. Samuel Posada Vic. Gral”].

Naranjo Villegas, Jesús. (enero de 1966). Evocación cordial el Arzobispo González Arbeláez [firmado con el pseudónimo “Nicodemo de Antio-quia”, sin más datos, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

—. (abril de 1981). Oración a Cristo. Magazín Dominical. [Artículo de pren-sa sin más datos, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

Page 281: Literaturas y culturas del Páramo

281

—. Pedro Justo Berrío. En Centenario de Berrío 1827-1927 (Homenajes tribu-tados al grande hombre de Antioquia Dr. Pedro Justo Berrío en el primer centenario de su nacimiento. Recopilación hecha por la Comisión depar-tamental del Centenario), pp. 250-267.

—. (1993). Biografía del Arzobispo Juan Manuel González Arbeláez. Colección Ediciones Especiales, vol. 9. [Presentación del Pbro. Néstor Giraldo Ra-mírez]. Medellín: Secretaría de Educación y Cultura de Antioquia.

—. (2009). Indagatoria de un loco (Autobiografía del autor). Colección Los Sar-mientos, vol. 6. Medellín: Talleres de Juan Carlos Gaviria Hincapié.

—. (2009). Notas del señor Buendía (Dramático relato de la vida de un aventure-ro). Colección Los Sarmientos, vol. 6. Medellín: Talleres de Juan Carlos Gaviria Hincapié.

—. (2009). Notas sobre “La encarnación de Dios” de Hans Küng. Colección Los Sarmientos, vol. 7. Medellín: Talleres de Juan Carlos Gaviria Hincapié.

—. (trad.). (2009). Lo que Jesús veía desde lo alto de la Cruz de A. Sertillanges O. P. Colección Los Sarmientos, vol. 6. Medellín: Talleres de Juan Carlos Gaviria Hincapié.

—. (2010) Jesús Naranjo Villegas. Oráculo humanista. Colección Los Sarmien-tos, vol. 8. Medellín: Talleres de Juan Carlos Gaviria Hincapié.

—. (2008). Jesucristo, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre. Colec-ción Los Sarmientos, vols. 3 y 4, primera parte. Medellín: Talleres de Juan Carlos Gaviria Hincapié.

—. (s. f.). Biografía del Arzobispo Juan Manuel González Arbeláez. Colección Los Sarmientos, vol. 5. Medellín: Talleres de Juan Carlos Gaviria Hincapié.

—. (s. f.). Virgilio. [Sin más datos, solo el título y la firma, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

—. (s. f.). San Agustín. Inteligencia y corazón contemporáneos. [Sin más datos, solo el título y la firma, en colección de recortes de prensa de mon-señor Javier Naranjo Villegas].

—. (s. f.). Un apóstol sin adeptos. [Sin más datos, solo el título y la firma, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

—. (s. f.). Abejorral y el centenario de don José de la Cruz Restrepo. [Sin más datos, solo el título y la firma, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

Page 282: Literaturas y culturas del Páramo

282

—. (s. f.). El sequiscentenario de Abejorral. Una crónica de Jesús Naranjo Villegas para La República. [Sin más datos, solo el título y la firma, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

Naranjo, Juan Bautista (2007). Elementos de filosofía patrística. En Por los Sarmientos a la Vid. La malla intelectual tejida por Marcial Naranjo, Soledad Villegas y sus descendientes, t. I. [Obra financiada por monseñor Javier Na-ranjo Villegas]. Jorge Alberto Naranjo Mesa (ed. Académico). Medellín: Servicios Editoriales La Hoja.

—. (2010). Apuntaciones de filosofía. Colección Los Sarmientos, vol. 9. Mede-llín: Talleres de Juan Carlos Gaviria H.

—. (2010). Vocabulario latino. En Apuntaciones de filosofía. Colección Los Sarmientos, vol. 9. Medellín: Talleres de Juan Carlos Gaviria H.

—. (s. f.). Sello de seriedad rige en la escuela de Bachillerato. [Sin más da-tos, solo el título y la firma, en colección de recortes de prensa de monse-ñor Javier Naranjo Villegas].

—. (s. f.). El XIX Centenario Eucarístico. [Sin más datos, solo el título y la firma, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

—. (s. f.). El ilustre señor canónigo Valencia fue modelo de santidad sacer-dotal. [Sin más datos, solo el título y la firma, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

Pérez Medina, Julián. (s. f.). Juan B. Naranjo Villegas. [Sin más datos, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

Posada, Julio. (1989). El machete y once cuentos. Prólogo, recopilación y edi-ción de Mario Escobar Velásquez. Colección Breve, vol. 6. Medellín: Se-cretaría de Educación y Cultura.

Restrepo, Félix, S. J. (1957). Raza de letrados (en la recepción de un Acadé-mico). Elogio de Abel Naranjo Villegas en la Academia Colombiana de la Lengua. [Firmado en Bogotá, el 29 de marzo de 1957. Está entre la co-lección de recortes de monseñor Javier Naranjo Villegas, sin más datos. Tiene la siguiente anotación “El siguiente es el texto del discurso cedido especialmente para el Colombiano, pronunciado por el R. P. Félix Res-trepo, el 29 de marzo en curso, para presentar ante la Academia Colom-biana de la Lengua al doctor Abel Naranjo Villegas, quien fue recibido como Miembro de Número en esta institución”].

Page 283: Literaturas y culturas del Páramo

283

Saz, Agustín del. (1963). Teatro hispanoamericano. Barcelona: Vergara.

Téllez, Hernando. (1943). Inquietud del mundo. Bogotá: Ediciones Librería Siglo XX.

Tisnés J., Gabriel. (s. f.). Poema. Microbiografía del Presbítero Juan Bautis-ta Naranjo V. [Copia a mano sin más datos, solo el título y la firma, entre los papeles de monseñor Javier Naranjo Villegas].

Valencia, Guillermo. (1955). Obras completas. Madrid: Aguilar.

Velásquez, Luis Guillermo. (1969). Un reportaje de Luis Guillermo Velás-quez [a Abel Naranjo Villegas]. [Sin más datos, solo la fecha, escrita a mano: “agosto/69”, entre los papeles de monseñor Javier Naranjo Ville-gas].

Villancico Duerme niño. (diciembre de 2015). Monteadentro N.° 006. [Re-producido con partitura en este periódico]. El Retiro, Antioquia.

Villancico El probe negó sin choza. (diciembre de 2014). Monteadentro N.° 002. [Reproducido con partitura en este periódico]. El Retiro, Antioquia.

Zalamea, Jorge. (1941). La vida maravillosa de los libros. Bogotá-Medellín: Ediciones Librería Siglo XX; Editorial Centro.

Referencia a los artículos sobre el obispo Manuel José Sierra (nota 4)

Botero Restrepo, Juan. (s. f.). El primer eximio rector. [Sin más datos, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

Naranjo Villegas, Abel. (s. f.). Oración pronunciada por el Dr. Abel Naran-jo Villegas en el Cementerio de San Pedro, ante el cadáver de Monseñor Manuel José Sierra. [Sin más datos, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas].

—. (2 de marzo de 1941). Monseñor Manuel José Sierra. El Pueblo. [En co-lección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas. Fue incluido en el libro Monseñor Manuel José Sierra (Selección de escritos en su honor). Ediciones de la Revista Universidad Católica Bolivariana. Editado en la Tipografía Sansón (1941) con el título “Oración laudatoria” y con la nota “Discurso pronunciado en el homenaje que la ‘Librería Siglo XX’ de Bogotá organizó en honor de Monseñor Sierra, el 15 de marzo de 1941”,

Page 284: Literaturas y culturas del Páramo

284

pp. 37-40. Pero en el ejemplar impreso consultado en letra manuscrita del propio Abel Naranjo Villegas tacha la nota y aclara: “Discurso pro-nunciado en el Cementerio de San Pedro en el acto de inhumación del cadáver de Monseñor Sierra”].

Naranjo Villegas, Alfredo. (1981). Monseñor Manuel José Sierra. En Reper-torio histórico de la Academia Antioqueña de Historia, vol. XXXV, N.° 237. Medellín.

Naranjo Villegas, Javier. (s. f.). La Universidad Pontificia Bolivariana. [Sin más datos, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Na-ranjo Villegas].

—. (s. f.). La Bolivariana de Antioquia, de Medellín y de Colombia. [Sin más datos, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Na-ranjo Villegas].

Naranjo Villegas, Jesús. (15 de marzo de 1941). Monseñor Manuel José Sie-rra. [Firmado en Bogotá, sin más datos, en colección de recortes de prensa de monseñor Javier Naranjo Villegas. Fue incluido en el libro Monseñor Manuel José Sierra (Selección de escritos en su honor). Ediciones de la Revista Universidad Católica Bolivariana. Editado en la Tipografía Sansón (1941), con el título “El apóstol de Antioquia” y con la nota “Discurso pronun-ciado en el homenaje que la ‘Librería Siglo XX’ de Bogotá organizó en honor de Monseñor Sierra, el 15 de marzo de 1941” en las pp. 47-54].

Page 285: Literaturas y culturas del Páramo

Jaime Jaramillo Uribe, In memoriam

Luis Javier Villegas Botero

Page 286: Literaturas y culturas del Páramo

Luis Javier Villegas Botero

Nacido en Itagüí, Antioquia, en 1941. Estudios secunda-rios en el Colegio San Ignacio, en Medellín. Graduado en Filosofía y Letras en la Universidad Javeriana, en Bogotá. Ejerció la docencia en la Facultad de Filosofía de la Uni-versidad Bolivariana, de la cual fue también decano; en la Facultad de Educación de la Universidad del Tolima y en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Na-cional, sede Medellín, en la cual desempeñó la dirección del Departamento de Historia y la decanatura en dos pe-riodos no sucesivos.Magíster en Historia de la Universidad Nacional, con te-sis laureada, obra que a su vez ocupó el segundo puesto en el concurso promovido por Colcultura en 1995, entidad que lo publicó con el título Las vías de legitimación de un poder, el gobierno de Pedro Justo Berrío (1865-1873). Autor de otros libros de historia, entre los cuales destaca el titulado Aspectos de la educación en Antioquia, en el periodo federal, y recientemente La Facultad de Minas, 1970-2012, con motivo de los 125 años de esta.Pensionado desde 1996 por la Universidad Nacional, de la cual recibió las distinciones de medalla al mérito, profesor emérito y profesor honorario.Desde entonces dicta, como profesor de cátedra, griego clásico y latín en el Instituto de Filosofía y en el programa de Filología Hispánica de la Universidad de Antioquia.Miembro de número de la Academia Antioqueña de His-toria, entidad cuya presidencia ocupó.

Page 287: Literaturas y culturas del Páramo

287

Con motivo del fallecimiento del doctor Jaime Jaramillo en Bogotá, el 25 de octubre de 2015, a la edad de noventa y ocho años, el his-

toriador Eduardo Posada, en una columna de prensa publicada en El Tiempo el 8 de noviembre, lo llamó con acierto Historiador de Colom-bia. En efecto, parodiando el título de la conocida obra del historiador francés Lucien Febvre, podríamos afirmar que la vida de Jaime Jarami-llo fue un prolongado combate por la historia.1

Cuenta él, en sus Memorias intelectuales, publicadas al cumplir los no-venta años, que se vio impulsado a escribirlas por su hijo, el malogrado pintor Lorenzo Jaramillo, quien años atrás le había puesto en su escrito-rio un texto del escritor italiano Giuseppe Tomaso di Lampedusa en el que anotaba que “al declinar nuestra vida se convierte en una obligación, en un imperativo, reunir las sensaciones que han atravesado este cuerpo que fue nuestro”. Tales memorias nos han servido de base fundamental para escribir el presente artículo en homenaje a su vida y obra.

Nació en Abejorral el 22 de agosto de 1917, siendo el último de los seis hijos del matrimonio de Teodoro Jaramillo Arango y Genoveva Uribe Ochoa. Aunque su padre era nieto del acaudalado sonsoneño Lorenzo Jaramillo, no heredó bienes de fortuna, por lo cual emigró en 1919 a Pereira con su familia para desempeñar el cargo de secretario del juzgado municipal. A los seis años de edad Jaime inició sus estu-dios primarios en la escuela pública y luego cursó tres años de bachi-llerato en el Instituto Claret, entidad dirigida por los padres claretianos recién venidos de España y que administraban la parroquia; con el sa-lario que recibía como monaguillo se costeó sus estudios secundarios, pues su padre falleció cuando él contaba solo once años.

Cuando había cursado tres años de secundaria, en 1931, a causa de la difícil situación económica familiar, común a tantos hogares como 1 Este artículo fue publicado originalmente en el Repertorio Histórico de la Academia Antioqueña de Historia, año 110, N.° 187, enero-marzo de 2016, Medellín-Colombia. ISSN 0122-3232, p. 115.

Page 288: Literaturas y culturas del Páramo

288

consecuencia de la gran depresión, debió interrumpir sus estudios para trabajar como empleado en el comercio por tres años, periodo en el cual fueron intensas sus lecturas de literatura, historia y políti-ca. Interesado por la cuestión sindical, cuando en el país se difundían ampliamente las doctrinas socialistas, se afilió a la Federación de Em-pleados de Pereira.

Tras el fallecimiento de su madre en 1934, emprendió al año si-guiente un viaje a Bogotá, donde residía su abuelo materno y varios de sus tíos, uno de los cuales, próspero comerciante, lo acogió en su casa, a cambio de colaborarle en las noches y los días festivos en algu-nos de sus negocios. Así pudo continuar sus estudios de bachillerato en la Escuela Normal Central, dirigida entonces por un paisano suyo, Alfonso Jaramillo Guzmán, quien había iniciado su carrera pedagógica en Antioquia y luego había sido enviado a Suiza, donde pudo asimi-lar los fundamentos de la Escuela Nueva con maestros como Piaget y Claparède. Por su preparación el joven Jaime fue eximido de cursar el cuarto año de bachillerato, obteniendo su grado en 1936. Conviene anotar que el director de la Escuela Normal era miembro de la Acade-mia Antioqueña de Historia, al igual que el único tío paterno de Jaime que cursó estudios profesionales, el abogado Joaquín Emilio Jaramillo Arango, autor de una biografía de Pedro Justo Berrío, con la cual obtu-vo el primer lugar en el concurso que abrió la Gobernación de Antio-quia para conmemorar el centenario de su nacimiento.2

Sin embargo, el paso más determinante en su formación como historiador lo dio en 1938, al ingresar a la Escuela Normal Superior, instituto creado por el gobierno del doctor Alfonso López Pumarejo, y dirigido por el médico José Francisco Socarrás, quien lo motivó, al igual que a varios de sus compañeros normalistas, a prepararse para ser educadores. Jaramillo se inscribió inicialmente en la sección de filología y lenguas, en la que recibió clases de latín con José María Restrepo Millán y de griego con el padre jesuita Félix Restrepo. El director de la Escuela Normal Superior, quien lo había venido ob-servando durante el curso, le sugirió al finalizar el primer año que 2 Por lo demás, el padre de Jaime Jaramillo era sobrino del académico Gabriel Arango Mejía.

Page 289: Literaturas y culturas del Páramo

289

optara por las ciencias sociales, como más afines a sus intereses. El plan de estudios de esta especialidad hacía énfasis en geografía e his-toria, e incluía además sociología, economía, etnología, historia de la educación e historia de la filosofía.

El profesorado de la Normal Superior, aunque contaba con algu-nos colombianos, era en gran medida extranjero, con predominio de españoles emigrados de la guerra civil y el franquismo, alemanes que habían huido del nazismo y algunos franceses nacionalistas. En sus memorias Jaramillo destaca el influjo de los profesores alemanes Ru-dolf Hommes y Gerhard Masur, aquel de historia antigua y este de mo-derna, así como el de Justus Wolfram Schottelius, profesor de etnolo-gía de América. Entre los españoles, destaca al catalán don Pablo Vila, geógrafo formado en la escuela francesa de Vidal de la Blanche; de su actividad docente e investigativa surgió el manual Nueva geografía de Colombia, hecho con criterios geográficos modernos. Entre los franceses destaca a Paul Rivet, con quien solía tener frecuentes charlas, a pesar de que no dictaba clases en la Normal, sino en el Instituto Etnológico que fundó con el apoyo del presidente Eduardo Santos.

Durante el gobierno de Santos (1938-1942), la Escuela Normal Supe-rior fue tildada con frecuencia de ser un foco de difusión del marxismo por el influyente columnista Enrique Santos Montejo, “Calibán”, y a su vez el senador “Leopardo” Augusto Ramírez Ocampo la acusaba de promover la prostitución de la mujer mediante la coeducación. Lo relativo al marxismo era en parte fundado, dice Jaime Jaramillo, pues entre el estudiantado, sin que mediara presión de las directivas, predo-minaban tanto la admiración por la Unión Soviética como la oposición al fascismo y al franquismo (2007, p. 47).

En 1941 obtuvo su grado de licenciado en ciencias sociales y econó-micas y de inmediato fue nombrado profesor en la misma Escuela Nor-mal Superior, para dictar la cátedra de sociología y dirigir las prácticas pedagógicas de los estudiantes en la escuela anexa. Como confiesa en su autobiografía, al no tener aún muy definida su vocación profesional, a la par con sus actividades docentes realizó los estudios de derecho, iniciados en el Externado y concluidos en la Universidad Libre, en la cual se graduó como abogado.

Page 290: Literaturas y culturas del Páramo

290

Entre 1947 y 1948 viajó a París, becado por el gobierno francés, para adelantar estudios de especialización en la Sorbona y en el Instituto de Ciencias Políticas, experiencia que consideró muy enriquecedora en su formación, no solo por las lecciones aprendidas en cursos magistrales con profesores de la talla de Charles Morazé, Jean Wahl o Gastón Ba-chelard, sino de manera especial por el contacto con la obra del histo-riador Ernest Labrousse y la Escuela de Annales, a lo cual se sumó el enriquecedor ambiente cultural parisino y la oportunidad de viajar a España, Italia y los Países Bajos.

Al regresar al país, unos días antes del 9 de abril de 1948, no le fue posible vincularse de nuevo como profesor en la Normal Superior, entidad que no era del agrado del gobierno conservador de la época; buscó entonces otra ocupación y se vinculó a la Revisoría Fiscal de Ins-tituciones Oficiales de Crédito y Fomento. En sus memorias considera que esta experiencia laboral le fue muy útil para sus trabajos históricos posteriores, pues a la par que adquirió evidencia del fenómeno de la corrupción administrativa, debió estudiar temas de la economía muy concretos, incluyendo técnicas contables como el análisis de balances y estados financieros.

El cambio definitivo hacia la docencia universitaria y la investigación histórica se dio en 1950, cuando su viejo amigo, Cayetano Betancur, para entonces director del Instituto de Filosofía de la Universidad Nacional, le ofreció el cargo de profesor de tiempo completo para dictar en ella los cursos de historia moderna e historia de Colombia en el año preparato-rio de reciente creación. Tras la suspensión del año preparatorio conti-nuó dictando el curso de historia moderna en la Facultad de Filosofía y Letras, además de un curso de historia de la pedagogía. Las notas toma-das por dos de sus alumnas en este último curso le sirvieron de base para su primer libro, Historia de la pedagogía como historia de la cultura, que fue publicado años después por la Universidad Nacional, en 1970.

Durante su estadía en la Universidad Nacional elaboró también el libro titulado El pensamiento colombiano en el siglo xix, que surgió de una petición que le hizo el filósofo mexicano Leopoldo Zea, y cuya es-critura inició en Bogotá y concluyó hacia 1956 en la Universidad de Hamburgo, donde estuvo como profesor visitante entre 1954 y 1956 y

Page 291: Literaturas y culturas del Páramo

291

dictó cursos de historia latinoamericana para estudiantes de español y lenguas románicas así como conferencias para el público general. En dicha universidad había sido profesor Ernst Cassirer, lo que reforzó su entusiasmo por la historia de las ideas; con todo, el libro solo sería publicado en 1963 por la Editorial Temis y reeditado en 1964 y en 1975. Una reseña publicada en 1976 en Hispanic American Historical Review anotó: “La obra de Jaramillo es balanceada, objetiva y reflexiva. Si yo fuera a recomendar a los estudiantes el análisis de lo que fue la Colom-bia del siglo xix escogería este libro” (en Jaramillo, 2007, p. 133).

Al regresar de Alemania se reincorporó a su cargo como profesor de la Universidad Nacional y, bajo la rectoría de Mario Laserna, entre 1958 y 1962 se desempeñó como secretario general; luego, en la diná-mica y modernizadora rectoría del médico José Félix Patiño, fue nom-brado decano de la Facultad de Filosofía y Letras en 1962, año en que se creó el Departamento de Historia; él fue su primer director.

Importancia especial en su labor académica tuvo el año 1963, pues en él se publicó, bajo su dirección, el primer número del Anuario Colom-biano de Historia Social y de la Cultura, influyente publicación de historia del país que ha seguido publicándose con regularidad desde entonces, y también concluyó sus estudios el grupo de alumnos de filosofía que fueron además los primeros historiadores formados profesionalmen-te, entre los cuales destacamos a Germán Colmenares, Jorge Orlando Melo, Hermes Tovar, Germán Rubiano, Carmen Ortega, Margarita González, Víctor Álvarez y Jorge Palacios, quienes sobresalieron no solo por sus investigaciones, sino por la gran incidencia que tuvieron y siguen teniendo algunos en la formación profesional de historiadores en centros universitarios de Bogotá, Cali, Medellín y Tunja.

La reforma académica y administrativa impulsada por el rector Pati-ño trajo consigo la integración de las facultades de Economía, Sociología y Filosofía en una nueva facultad, la de Ciencias Humanas. Entonces Jaime Jaramillo retornó a sus labores docentes e investigativas, dedican-do todas las tardes a la investigación de fuentes primarias en el Archivo General de la Nación. Fruto de sus investigaciones de esa época es su libro Ensayos de historia social colombiana, publicado por la Universidad Nacional en 1969; en él recogió cuatro ensayos publicados originalmente

Page 292: Literaturas y culturas del Páramo

292

entre 1963 y 1966 en el Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultu-ra, y que trataban de la magnitud de la población indígena al iniciar la conquista y su rápido proceso de descenso, el número y función de la po-blación negra y esclava, el proceso de mestizaje y la situación social del mestizo, y sobre las luchas ideológicas que acompañaron el proceso de abolición de la esclavitud a mediados del siglo xix. En sus Memorias inte-lectuales dice que trataba “de iniciar un nuevo tipo de historia social apli-cando los métodos y las categorías cuantitativas que habían puesto en función la escuela de los Annales y la Nueva Historia Económica (New Economic History) de los Estados Unidos” (Jaramillo, 2007, p. 188).

A finales de 1970 se pensionó en la Universidad Nacional y pasó a la Universidad de los Andes como decano de la Facultad de Filosofía y Letras, para remplazar a su viejo amigo Danilo Cruz Vélez, quien lo ha-bía propuesto. En su decisión parece haber influido el deseo de encon-trar un ambiente académico más acogedor, pues el de la Universidad Nacional, y en general el de las universidades oficiales, se había vuelto muy agitado desde finales del decenio de los sesenta, situación que se prolongó en los setenta. A esa universidad continuaría vinculado hasta el final de sus días, con interrupciones para el desempeño de funciones docentes, diplomáticas o administrativas en el exterior.

A mediados de los setenta dejó la decanatura de la Facultad de Filosofía y Letras, y en 1975, por invitación del historiador inglés Mal-colm Deas, viajó a Oxford como profesor visitante por un semestre; allí dictó varias conferencias sobre los temas que había tratado en su libro sobre historia social colombiana, y aprovechó para hacer inves-tigaciones en el Museo Británico y el Public Record Office. De Oxford pasó a Sevilla, para adelantar investigaciones en el Archivo de Indias por otro semestre.

En 1977 el Instituto Colombiano de Cultura publicó, en la colección Biblioteca Básica Colombiana, su libro La personalidad histórica de Co-lombia y otros ensayos, en el cual incluyó la mayor parte de los trabajos que contenía su libro titulado Entre la historia y la filosofía, publicado en 1968. Al respecto anotó Gonzalo Cataño que esta fue una decisión desacertada, pues acabó por inmolar un libro que ya tenía vida propia entre los lectores (en Jaramillo, 2002, p. xxi).

Page 293: Literaturas y culturas del Páramo

293

A comienzos del mismo año, el presidente Alfonso López, cuyo can-ciller era Indalecio Liévano Aguirre, historiador él también, lo nombró embajador en la República Federal de Alemania, cargo en el que per-maneció hasta el final del periodo presidencial.

También en junio de ese año, con motivo de la apertura oficial de la Fundación Antioqueña para los Estudios Sociales (FAES) en Medellín, la directora del Instituto Colombiano de Cultura, Gloria Zea, reunió un grupo de investigadores de la historia nacional y de economistas y so-ciólogos interesados en los problemas históricos, para proponerles la ela-boración de un manual de historia de Colombia. Se decidió encomendar al profesor Jaime Jaramillo la dirección científica del proyecto, con plena libertad para escoger los colaboradores. En las ya citadas Memorias inte-lectuales dice que “el único criterio de selección para invitarlos a partici-par en el proyecto del Manual de historia de Colombia fue su capacidad probada, sus antecedentes como investigadores y el lugar que ocupaban en sus respectivas especialidades” (Jaramillo, 2007, p. 249). En 1978 se publicó el primer tomo y en los años siguientes los dos restantes.

En 1979 participó en el seminario “Los estudios regionales en Colom-bia: el caso de Antioquia”, organizado por el FAES, entidad que publicó las memorias en 1982. A Jaime Jaramillo le fue encomendada la ponencia inaugural, que tituló “Visión sintética de la tarea investigativa desarro-llada sobre la región antioqueña”. En ella analizó la obra clásica de James J. Parsons, La colonización antioqueña del occidente colombiano; la del eco-nomista Everett Hagen, titulada El cambio social en Colombia; la de Roger Brew, El desarrollo económico de Antioquia desde la Independencia hasta 1920; la de Álvaro López Toro, Migración y cambio social en Antioquia, y la de Luis H. Fajardo sobre La moralidad protestante de los antioqueños.

En 1989 publicó en dos tomos la segunda edición corregida y au-mentada de sus Ensayos de historia social, publicados por Ediciones Uniandes y Tercer Mundo Editores.

A partir de los años noventa fue objeto de numerosos reconocimien-tos, entre los que merecen destacarse: la Cruz de Boyacá, conferida en 1991 por su antiguo alumno en los Andes, el presidente César Gaviria; sendos doctorados honoris causa en filosofía, otorgado el primero por la Universidad Nacional en 1992, siendo rector Antanas Mockus; y el

Page 294: Literaturas y culturas del Páramo

294

segundo por la Universidad de los Andes en 1994; al año siguiente re-cibió en el Archivo General de la Nación el Premio Nacional a la Vida y Obra de un Historiador, distinción otorgada por el Fondo Nacional de Desarrollo Económico (FONADE).

La Academia Antioqueña de Historia, en sesión del 4 de abril del año 2000, siendo presidente Gabriel Poveda, lo designó miembro ho-norario, en consideración a sus valiosos aportes no solo a la bibliografía sobre la historia de Colombia, sino también por su fructífera labor en la formación de profesionales de la historia en su larga labor docente.

Viene al caso señalar que la Biblioteca Central de la Universidad Nacional de la Sede Medellín adquirió en 1994 su biblioteca, que cons-taba de cerca de doce mil ejemplares.

Para concluir, reproducimos las palabras con las que remató su entre-vista con Frank Safford, publicada en 1984: “Me gustaría terminar afir-mando con gran convicción que el papel del historiador en Colombia —o en cualquier país o cultura— consiste en establecer, tanto como sea posi-ble, la verdad histórica, de manera que los ciudadanos puedan conocer el país en que viven, de dónde vienen, y qué han hecho los compatriotas en los campos de la economía, la cultura, la organización institucional y social para convertir sus tierras en naciones” (Jaramillo en Safford, 1984).

΅ ΅ ΅Bibliografía

Jaramillo, Jaime. (2002). De la sociología a la historia. Compilación y prólogo de Gonzalo Cataño. 2ª ed. Bogotá: Universidad de los Andes.

—. (2007). Memorias intelectuales. Bogotá: Taurus.

Safford, Frank. (1984). Entrevista con Jaime Jaramillo Uribe. Hispanic Ame-rican Historical Review, vol. 64, N.° 1, pp. 1-15. Versión de Carlos Alberto Patiño, publicada en 1993 por el Capítulo Antioquia de la Asociación Colombiana de Historiadores, bajo el título “Jaime Jaramillo Uribe, Una vida para la historia”.

Tovar Zambrano, Bernardo. (diciembre de 1999). Jaime Jaramillo Uribe: la escritura de la historia como destino personal. Historia Crítica N.° 18.

Page 295: Literaturas y culturas del Páramo

Manifestaciones del tiempo en la obra poética de Carlos Framb

Sergio Peralta Rodas

Page 296: Literaturas y culturas del Páramo

Sergio Peralta Rodas

Medellín, 1989. Filólogo hispanista egresado de la Univer-sidad de Antioquia. Se ha desempeñado en el área de la co-municación audiovisual en diversos roles y, actualmente, en la enseñanza del español como lengua extranjera. Entre sus campos de interés en el área se ha dedicado al aná-lisis de antología literaria y poética de diversos autores, combinando visiones y saberes aparentemente disímiles, tendiendo puentes, acercando, por ejemplo, la filosofía tibetana budista sobre la muerte y la literatura de Jorge Luis Borges, o en este caso, las visiones metafísicas sobre el tiempo con la poesía de Carlos Framb.

Page 297: Literaturas y culturas del Páramo

Escribir, quizá, no tiene más justificación que tratar de contestar a esa pregunta que un día nos hicimos y que,

hasta no recibir respuesta, no deja de aguijonearnosOctavio Paz

Antecedentes históricos

Sonsón es un municipio localizado en el oriente antioqueño. Limita al norte con los municipios de El Carmen de Viboral, Cocorná, Puerto Triunfo y San Francisco; al occidente con el municipio de Abejorral y con el departamento de Caldas; al oriente con el departamento de Bo-yacá y al sur con los municipios de Argelia y Nariño y con el depar-tamento de Caldas. Este municipio fue llamado inicialmente San José de Ezpeleta de Sonsón, en honor al santo patrono san José y al virrey Ezpeleta. Dicho nombre le fue dado por un juez poblador, don José Joaquín Ruiz y Zapata, el 4 de agosto de 1800.

En este municipio surgieron una serie de escritores que se han en-cargado de enaltecer la literatura colombiana. Entre ellos se encuen-tran José María Restrepo Maya, Juan Pablo Restrepo, María Martínez de Nisser, Januario Henao, Emiliano Isaza, Eleazar Ocampo Orozco, Joaquín Antonio Uribe, Jesús Londoño Martínez, Nazario Restrepo Bo-tero, Jesús María Marulanda, Benigno Gutiérrez, Lorenzo Uribe Uribe, Juan Hurtado Henao, Antonio Álvarez Restrepo, Federico Velásquez, Rosario Grillo, Teodomiro Jaramillo Arango, Baltasar Uribe Ruiz, Artu-ro Gómez Jaramillo y Josefina Henao Valencia.

Dentro del panorama literario de Sonsón podemos encontrar tam-bién algunos escritores y ensayistas, como Juan Botero Restrepo, autor de los siguientes libros de ensayos: Don Gregorio de Antioquia (1977), Be-

Page 298: Literaturas y culturas del Páramo

298

rrío el Grande (1977), Monseñor Juan Manuel González (1978), Sonsoneses ilustres (1978) y Breve historia de la Iglesia colombiana (1984), y Antonio Álvarez Restrepo, autor de Testimonio de un hijo del siglo (1992), Memo-rias de varones ilustres (1977), Los golpes de estado en Colombia (1982), El café y la deuda pública (1987), entre otros. Cabe señalar aquí a Gabriel Poveda Ramos, autor de Políticas económicas (1977), Dos siglos de historia económica de Antioquia (1979), Minas y mineros de Antioquia (1984), y a Antonio Panesso Robledo con sus Testimonios culturales, La espada en el arado (1975), Torre de marfil (1979), El populismo en la cultura, El tercer mundo en Ginebra y El Oriente Medio. Finalmente, llegamos al panora-ma actual con poetas como Carlos Framb y Víctor Raúl Jaramillo; este último ha publicado los libros de poemas Tatuajes de viento (1992), Jor-nada de silencio (1994), Lucifer el hermoso (1997), Bajo el signo de Hermes (1998) y Alas para el escorpión (1999), entre otros.

No es de extrañar entonces que, en medio de un círculo tan prolífico de ensayistas, cuentistas y poetas, pueda surgir una tradición literaria en tierras antioqueñas que valga la pena resaltar. En las siguientes lí-neas se prestará especial énfasis al caso de Carlos Framb.

Biobibliografía de Carlos Framb

Framb ha sido librero y profesor de literatura, contando entre sus obras dos poemarios, Antínoo (1994) y Un día en el paraíso (1997), además de una novela titulada Del otro lado del jardín (2009) y su obra más reciente, Deslumbramiento (2016). Ha sido reconocido por la profundidad de sus ideas y la sutileza de su poesía por autores como Jaime Jaramillo Esco-bar, Alberto Aguirre y Germán Espinosa.

Nacido en el municipio de Sonsón en 1964, Carlos Framb transmi-te, por medio de su poesía, en palabras de Germán Espinosa, “joyas perfectas en alabanza del vino, del amor, de los goces de la carne y del espíritu, o bien reflexiones sobre la vida y la muerte” (en Framb, 2010). Por medio de este fragmento se ejemplifican sus dos principales obras poéticas.

Antínoo, un nombre que inmediatamente remite al lector a las épocas del emperador Adriano, es el primer poemario de Framb, en

Page 299: Literaturas y culturas del Páramo

299

el que se evidencian los escenarios grecorromanos plagados de ala-banzas a los dioses, al vino y al laurel, junto con las contemplaciones filosóficas de un hombre estoico y a la vez abatido por la pérdida de su ser amado.

Por otro lado, Un día en el paraíso nos presenta una serie de plan-teamientos paradójicos e innegables al momento de hacer poesía. Cuestiones como la explicación de la eternidad en un instante, el sen-tirse maravillado frente a la grandeza de un cosmos que se puede ver reflejado a su vez en una gota de agua y la trascendencia de las causalidades que llevaron al instante presente de nuestra creación. Son planteamientos que hacen de su obra algo difícil de describir, pero imperativo leer.

Un día en el paraíso (2007)

En el año 2009, cuando publica su obra Del otro lado del jardín, su nom-bre ya había sido parte de una gran controversia que aconteció debido a la decisión de ayudar a su madre a morir. Es en este libro en el que Carlos Framb relata la historia que implica la finalización de una vida por piedad, debido a la enfermedad terminal que, lentamente, deterioraba la salud física y mental de su madre. Los múltiples acontecimientos legales que prosiguieron y los debates en torno a la vida y la muerte surgen como con-secuencia de un libro que gira alrede-dor de una temática discutida, pero no resuelta, desde hace bastante tiempo: ¿hasta qué punto vale la pena vivir la vida? ¿El hombre posee el albedrío ne-cesario para determinar la continuidad de su vida?

Page 300: Literaturas y culturas del Páramo

300

Del otro lado del jardín (2009)

Pueden encontrarse algunos artículos en tor-no a este suceso, publicados en la revista Cro-mos,1 la revista Arcadia y en Crónica del Quin-dío,2 entre otros. En la revista Cromos aparece una entrevista realizada al escritor; allí da cuenta de su experiencia personal, desde la decisión que tuvo que tomar para ayudar a su madre a morir hasta la postura misma que plantea frente a la vida y la muerte.

En el año 2010 se realiza la publicación de Una noche en la Vía Láctea, poemario reeditado

por la editorial Planeta. En esta obra se encuentran reunidos los poe-mas escritos por Framb entre los veinte y treinta años, con el apoyo de su mentor, el poeta Jaime Jaramillo Escobar. Carlos Framb dice lo siguiente respecto a su poesía: “Creo que cuando terminé esos libros agoté un poco lo que tenía para decir. Pasé varios años sin escribir nada hasta que recientemente escribí una novela. Pero no he escrito más poe-sía que esa” (2010).

Una noche en la Vía Láctea (2010)

Su obra ha trascendido los círculos literarios, po-sicionándose en las antologías Agua de Colombia y Poetas en Antioquia, además de ser mencionada en el artículo de Alberto Aguirre, publicado ori-ginalmente en el periódico El Mundo, de Mede-llín, en enero de 1995, donde se refiere a Un día en el paraíso de la siguiente manera:

1 Artículo completo en http://www.cromos.com.co/per sonajes/entrevista/articulo-carlos-framb-la-vida-va-le-la-pena-solo-si-deseada2 Artículo completo en http://www.cronicadelquindio.com/noticia-completa-ti-tulo-carlos_framb-seccion-la_general-nota-3862

Page 301: Literaturas y culturas del Páramo

301

Oyendo la poesía de Carlos Framb en este interminable camino de Damasco sucede la iluminación del rayo: tengo de súbito la conciencia de mi ser estelar. El verso en su libro deriva en música: lo leo en mudez y oigo un canto de esferas. De tan íntima, la poe-sía es placer solitario, y su sonido, soterrado, ondas que se van expandiendo por el fondo del alma (Aguirre, 1995).

Las representaciones del tiempo en tres poemas de Carlos Framb: “El beso”, “Epifanía” y “Amica Silentia Lunae”

Para llevar a cabo un adecuado análisis sobre las expresiones poéticas relacionadas con el tiempo en la obra de Framb, en la presente investi-gación utilizamos como apoyo teórico los planteamientos de Octavio Paz sobre la poesía en El arco y la lira. Según Paz, el poema como tal encarna expresiones intrínsecamente relacionadas con el tiempo: “el poema es mediación: por gracia suya, el tiempo original, padre de los tiempos, encarna en un instante” (1982, p. 8).

Esta manifestación tangible del tiempo se puede estudiar al abordar la poesía de Framb, tal y como vemos a continuación:

En ella, uno de los elementos más llamativos que podemos encontrar es el tiempo, tal y como vemos a continuación: “[a]hora sabemos que en rigor, la rosa y la mano que la sostiene están hechas de la misma sustan-cia: ceniza de estrellas. Nunca antes se habían visto rosas más bellas en la Tierra. Ciencia y poesía acaso sean dos formas de un mismo éxtasis” (Framb, 2007). Con la frase “ceniza de estrellas” nos remitimos a toda una temporalidad que edifica un trayecto desde la creación cósmica de estos cuerpos celestes, hasta la configuración de la rosa y las múltiples moléculas que albergan rastros o vestigios de dicha materia estelar. Esto podría describirse como una expresión estética sintetizada del cosmos, donde la grandeza del mismo se ve condensada por la utilización del tiempo como recurso ideal. Es aquí donde se evidencia el tópico que da sentido a esta investigación, a través de un análisis sobre las expresiones de la temporalidad que se enuncian en el ámbito poético.

El tiempo, no como recurso gramatical o literario, sino como ma-nifestación de un concepto abstracto que ha permeado los cuestiona-

Page 302: Literaturas y culturas del Páramo

302

mientos de la humanidad, desde tiempos inmemorables, ha sido em-pleado como herramienta de medición en las culturas agrícolas, como tema de discusión en el ámbito de la filosofía, y en Framb, como ele-mento conductor de los eventos que constituyen la existencia del uni-verso que nos rodea. Para entender mejor el significado del tiempo, podemos observar la siguiente explicación ofrecida por Paz en El arco y la lira: “[e] n nuestra concepción cotidiana del tiempo, este es un tiempo que se dirige hacia el futuro pero que fatalmente desemboca en el pasado. El orden mítico invierte los términos: el pasado es un futuro que desemboca en el presente” (1982, p. 22). Es decir, nuestra temporalidad siempre está permeada por una configuración lineal: el futuro deviene en el presente e inevitablemente se convertirá en el pasado, pero la concepción mítica del tiempo plantea la posibilidad de actualizar en el futuro el pasado, trayendo al presente aquellos sucesos acontecidos como parte de una nueva visión, cuestión que se lleva a cabo en la poesía con la ayuda del lector. Octavio Paz plantea entonces una noción del tiempo en la poesía que comparte similitudes con las visiones míticas, es decir, con aquellas concepciones desligadas del mundo contemporáneo, las cuales poseían una percepción del mundo atada a fenómenos naturales que aún no podían ser explicados por medios científicos.

En consecuencia, “el poema es tiempo arquetípico, que se hace pre-sente apenas unos labios repiten sus frases rítmicas. Esas frases rítmicas son las que llamamos versos y su función consiste en recrear el tiempo” (Paz, 1982, p. 23). Cuestión que plantea la idea del poema como reen-carnación del tiempo pasado; el poema mismo lo lleva a cabo, y Framb por medio de su poesía logra hacerlo también al describir, en pocos versos, la totalidad creadora del universo, como sucede en “Epifanía”, donde dice:

Levitan en el aire del planeta esta mañana moléculas de flor, mur-murios de ave y polvillo vestigial de mariposa; partículas fugaces de rosada claridad atraviesan mis pupilas, impregnadas todavía de abismal tiniebla, y, por vez primera hoy en el decurso de los días, he llorado de saberme el increíble habitante de una estrella,

Page 303: Literaturas y culturas del Páramo

303

de saber que bogo aún en su atmósfera gloriosa, y que habré de residir un nuevo día en su esplendor. He llorado al descubrir que sigo siendo el ápice del tiempo y su conciencia, que en mi cuerpo desembocan y se yerguen todos los seres que alguna vez han exis-tido. Hoy, he llorado la perseverancia del aliento, y esta piel donde perdura y sigue viva la célula primera que, hace miles de millones de mañanas, empezó a esculpir un hombre partiendo del primario lodo. He llorado al hombre, frágil cosa, y a la vez mirada y voz del Universo. He llorado el corazón del hombre, capaz de tanta dicha. He llorado la extraña dicha de estas lágrimas (2010, p. 59).

Resulta necesario citar todo el poema, ya que constituye una totalidad en sí mismo; su fragmentación podría impedir observar cómo se ma-nifiesta la linealidad de los sucesos (o el tiempo expresado como una “línea”), donde incontables causas se ubican de manera específica para dar paso al hombre, o incluso al mismo poeta, que escribe ahora sobre dichos orígenes prehistóricos como germen del hombre actual. Vemos pues que, a pesar de la imposibilidad de ser testigos o partícipes de la creación molecular que se lleva a cabo en las estrellas, resultando en la manifestación de una flor o un hombre, por medio del poema se plan-tea un regreso a ese pasado ancestral, ya que el poema “[r]evive una imagen, niega la sucesión, revierte el tiempo” (Paz, 1982, p. 8); en otras palabras, se plantea una revivificación del instante pasado, negando el transcurso del tiempo por medio de la experiencia poética.

En “El beso” se evidencia la noción del tiempo como círculo; es de-cir, se manifiesta una serie de sucesos iniciales que desembocan en un efecto culminante, pero este efecto se puede concebir a su vez como causa detonante de los sucesos anteriormente mencionados, ya que sin esta finalidad no existiría un aliciente para la creación de ellos:

¡Y saberque partiendo de la nada he debido hacermegrito de conciencia y carne precipitarmeen este y no otro cuadrante de los tiempos

Page 304: Literaturas y culturas del Páramo

304

gravitareste preciso tramo del espacioabatirtodas las leyes de la probabilidad para alcanzarla húmeda orilla de tu boca y sertu propio aliento en este beso! (Framb, 2010, p. 29)

Podríamos decir que se trata de una paradoja donde confluyen las cau-sas y los efectos, siendo imposible hallar el principio original de estos, lo que brinda al mismo tiempo una sensación rítmica de repetición, de circularidad o, en otras palabras: “la poesía no es nada sino tiempo, rit-mo perpetuamente creador”(Paz, 1982, p. 9). Vemos que el poema parte de “la nada”, posicionándose en un instante específico que instaura el beso entre dos amantes. Para esto resulta necesario establecer un tiempo y un espacio, además de concebir “todas las leyes de la probabilidad”, lo cual brinda al lector una sensación de inmensidad, al transcurrir por los momentos que se hallan entre el remoto principio creador de la nada y el segundo culminante del beso. Contrario a esto, también podemos percibir que la sensación de grandeza, en los momentos mencionados anteriormente, se condensa en un instante por medio de los versos del poema. De esta manera, se advierte una dualidad entre el tiempo como instante y como medida inconmensurable de la realidad.

En “Amica Silentia Lunae” se observa otro aspecto del tiempo: la di-ferenciación entre los objetos que cambian y los que no. La luna, como objeto perdurable y no cambiante, puede ser catalogada como testigo previo, presente y tal vez futuro debido a su naturaleza invariable:

Qué no habrá visto la Luna en el espejo remoto de su ayer: habrá visto los tempranos sobresaltos de la Tierra, y sorprendido los vol-cánicos trasiegos de su génesis; nacimiento de islas con exaltación de aurora, y sobre fuegos abismales levitar de primordiales silica-tos, hoy en día sobrefaz del Paraíso; tersuras fluviales irrigando las terrenas oquedades; yermas planicies alfombrándose en floresta, y vegetales vaharadas construyendo las regiones celestiales del azul.

Page 305: Literaturas y culturas del Páramo

305

Cuán sola se va quedando cada íntima Luna silenciosa que se ale-ja: Luna del ser que descubrió su voltaria claridad y con el tiempo llegaría a darle un nombre; Luna de aquel que presintiera en el alba de su disco la proyección del Sol, y en la perennidad de las mareas su inquietante cercanía; Luna de la noche gloriosa cuan-do un Adán ebrio de asombro caminara en su orbe acribillado —haciendo de ella por vez primera un mundo vivo—, y de esta otra noche en que la busco y me pregunto: qué no habrá visto la Luna… (Framb, 2010, p. 85).

En este poema se enuncian, en unas cuantas líneas, los procesos que tuvo que sobrellevar la tierra para ser modificada a lo largo de miles de años, empleando como testigo de ello a la luna. Si tomáramos como testigo de tales sucesos a una persona, la modificación originada por el tiempo no solo se evidenciaría en el ambiente, sino también en la persona, ya que el tiempo no es una noción ajena al ser humano, aun-que fue concebido como un punto de referencia que se deriva de todas aquellas modificaciones que podemos percibir.

Conclusiones

Podremos decir entonces que “El tiempo no está fuera de nosotros, ni es algo que pasa frente a nuestros ojos como las manecillas del reloj: nosotros somos el tiempo y no son los años sino nosotros los que pa-samos. El tiempo posee una dirección, un sentido, porque es nosotros mismos” (Paz, 1982, p. 20). El tiempo se encuentra constituido por una serie de instantes consecutivos y relativos. Son estos instantes suce-sivos los que justifican su existencia, ya que si todo sucediera en un solo momento, no existiría un punto de comparación previo o posterior para consolidar lo que llamamos tiempo. El tiempo que para mi persona es presente, puede ser el futuro de alguien que se encuentra en el pa-sado, o el pasado de alguien que se hallará en el futuro, siendo yo ese mismo alguien.

A manera de conclusión, la poesía de Carlos Framb denota un co-nocimiento y una preocupación por aquellos sucesos que tanto han in-quietado al ser humano, teniendo entre ellos lo que conocemos como el

Page 306: Literaturas y culturas del Páramo

306

tiempo. Sus versos se encuentran permeados por una capacidad creati-va que logra cautivar al lector, y de alguna manera, transmite la com-plejidad de conceptos metafísicos y abstractos con una sencillez que se entremezcla con sus estilizados versos. Además, permite conciliar el eterno enfrentamiento entre lo científico y lo filosófico, al evidenciar que un proceso celular o nuestra constitución molecular derivada de las estrellas puede entenderse como una conjunción entre la ciencia y la poesía.

Tanto para la literatura colombiana, como para la literatura antio-queña, resulta necesaria la lectura de su poesía, ya que se trata de una expresión estética profundamente benéfica para la mente y el espíritu; es una transgresión de toda norma el olvido de este escritor nacido en las antioqueñas tierras de Sonsón.

΅ ΅ ΅Bibliografía

Framb, Carlos. (2007). Un día en el paraíso. Medellín: Todográficas.

—. (2007). Necesitamos poetas. Recuperado de http://rinoceronte14.org/ ediciones/edicion1/prosa/necesitamospoetas.html

—. (2009). Del otro lado del jardín. Bogotá: Planeta.

—. (2010). Una noche en la Vía Láctea. Bogotá: Planeta.

El Tiempo. (2010). Una noche en la Vía Láctea. Recuperado de http:// www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-3853990

Paz, Octavio. (1982). El arco y la lira: el poema, la revelación poética, poesía e historia. Medellín: Fondo de Cultura Económica.

Schopenhauer, Arthur. (1992). El mundo como voluntad y representación. México: Porrúa.

Uribe, Antonio Ángel. (1969). Apuntes históricos de Sonsón. (s. l.): (s. n.).

Escobar Villegas, Juan Camilo. (2009). Progresar y civilizar: imaginarios de identidad y élites intelectuales de Antioquia en Euroamérica, 1830-1920. Me-dellín: Fondo Editorial Universidad EAFIT.

Page 307: Literaturas y culturas del Páramo

Patricia Nieto: artesana de la memoria y la esperanza

Andrés Esteban Acosta Zapata

Page 308: Literaturas y culturas del Páramo

Andrés Esteban Acosta Zapata

Estudiante de Filosofía de la Universidad de Antioquia.

Page 309: Literaturas y culturas del Páramo

309

La lluvia nos saca de los sueños. Dices que el cielo se manifiesta por tu dolor. Yo te digo que bailemos sobre esa lluvia de lágrimas porque ya no estás solo.

Patricia Nieto, Llanto en el paraíso

Buscar las palabras adecuadas para mencionar la guerra es una ta-rea que exige la pregunta continua por la condición humana. El

ser humano está todo en juego en medio del desastre que significa que unos a otros se maten. Seguir la mirada, los silencios y los recuer-dos de las víctimas de la guerra es la vía que toma quien elige insistir en la fraternidad, a pesar de que su escritura esté repleta de dolor. Lo que sigue es construir bajo el signo de la memoria y la esperanza. Esto es lo que hace Patricia Nieto, procurar que las palabras concuerden con la persona que está detrás de ellas, con los lugares y hechos que aparecen al mencionarlas. Los siguientes momentos son un recorri-do por la obra de la escritora; caminos que se siguen a partir de un acercamiento sensible a los textos y de una reflexión cuidada de los mismos.

Una escritura que recuerda que hay vida

Recordar que hay vida, como se lee en las últimas líneas de Los esco-gidos, es uno de los tantos ecos que nos deja la escritura de Patricia Nieto. Allí donde la escritura es una necesidad que se siente en las voces de las víctimas, la palabra debe penetrar en todos los rincones de lo humano con el fin de dignificar a aquellos que han sido silenciados por la guerra. La escritura ofrece una oportunidad de vida palpable en el acto bondadoso de mencionar lo que los sonidos de la guerra y las exigencias de la misma han menguado. Si todo fuera el rastro que deja el paso de la muerte no habría oportunidad posible sobre la tierra, no

Page 310: Literaturas y culturas del Páramo

310

habría una manera de defender la vida y de dotarla de todo aquello que la haga digna de ser vivida; si esto fuera así, todo sería el mero relato sobre un país condenado a perpetuar formas infames de destruc-ción. Este último no es el escenario que nos convoca. El escenario en la escritura de Patricia Nieto es el de la vida, la vida que está presente en el marco del conflicto armado colombiano, y eso hay que resaltarlo al momento de hablar sobre un tipo de escritura que nos muestra el dolor innecesario que se ha desprendido de un sangriento choque en-tre opuestos. Lo que tenemos aquí a la mano es una escritura que está diciendo que defender la vida es un deber, y más allí donde parece no haber lugar para ella.

Lo primero es, entonces, el intento de volver a la vida, intento que implica saberse con la suficiente fuerza para mencionar, escuchar, es-cribir y tratar de comprender lo peor. Allí inicia el trabajo de quien teje una historia, como bien lo hacen las mujeres del Costurero Tejedoras por la Memoria del municipio de Sonsón, lugar de nacimiento de Patri-cia Nieto. Así como ellas mantienen vivas las historias de sus seres que-ridos a través de la construcción, el cuidado y el amor por sus tejidos, la escritora pone en palabras historias que requieren de una escritura que convoque el trabajo riguroso y el amor en torno a la construcción de memoria. En este sentido es que Patricia Nieto es artesana: ella tra-baja puntada a puntada con la palabra, ya sea en la articulación de sus textos —trabajo que implica sensibilidad a la hora de concebir el texto y escribirlo— o en el acompañamiento de procesos de memoria y de dig-nificación de las víctimas de la guerra colombiana —acto que también exige una sensibilidad que permita establecer verdaderos encuentros con las personas—.

Patricia Nieto escribe y al hacerlo acompaña, le ofrece su atención a muchos que quizá nunca más serían escuchados. Para que la escritura ofrezca vida debe haber pasado por una serie de momentos previos: reconocer al otro como persona con palabra, tender un puente con ese otro para compartir la palabra, preservar la palabra dada como mate-rial de memoria y de vida, y tejer el escenario de desenvolvimiento de la voz del otro y de la voz propia. Llanto en el paraíso (2008) y Los escogi-

Page 311: Literaturas y culturas del Páramo

311

dos (2012)1 son dos libros que, sin desconocer sus fronteras, presentan el ejercicio de la escritura como un tejido necesario de voces en el que-se evidencian los momentos recién mencionados. Estos dos libros, y otros textos de la autora que se refieren al conflicto armado, contienen en sus páginas esa estructura que aquí podríamos llamar metodología sensible de escritura, es decir, pasos que logran un vínculo real entre el escritor y ese otro que habla, que permite ingresar en su mundo.

Ahora, ¿qué tiene de especial la escritura de Patricia Nieto para lla-marla necesaria, imprescindible? Partamos de la comprensión de esta escritura como una insistencia por recordar que, pese al componente desalentador de la realidad, en ella sigue habiendo vida, y como arte-sanía que exige preservar la dignidad de la vida en cuanto patrimonio último de las víctimas, como lo menciona ella misma en el prólogo del libro Donde pisé aún crece la hierba (2010).2 Así, es preciso señalar que los textos de Patricia Nieto están impregnados de vivencias devastadoras —y de muchas otras vivencias—, tanto, que cada página de los relatos, de las crónicas, de las notas sobre fotografías o de los demás textos dejan un registro del país difícil de asimilar e imposible de dejar pasar:

A mí me ha tocado llorar a dos hermanos y a mi primer esposo. No sé decirle cuál de esos dolores fue peor porque cuando se trata de muertos no se puede entrar a comparar. Cada uno me dolió distinto, como en una parte diferente del cuerpo, y me dejó la cicatriz. Si los asesinos supieran cómo nos duele la muerte a los que quedamos vivos… no digo más porque me da miedo. Yo vivo con miedo, usted sabe, y no quiero que mis hijos se den cuenta porque me da pesar.

1 Llanto en el paraíso está compuesto por tres crónicas que dan cuenta de los alcances nefastos del conflicto armado. En medio de la confrontación entre ac-tores queda la población civil desangrándose y perdiendo todo aquello que los reconoce como seres humanos: su lugar en el mundo, sus familiares, su tran-quilidad, sus sueños, etc. Los escogidos está configurado por una serie de relatos sobre la acogida que algunos habitantes de Puerto Berrío les han brindado a los ene enes que el río Magdalena arrastra como expresión de la guerra. 2 En este libro, Patricia Nieto es acompañante del proceso de escritura, com-piladora y prologuista. El libro es una serie de testimonios de víctimas de las minas antipersona.

Page 312: Literaturas y culturas del Páramo

312

Qué tal ellos tan nerviosos como la mamá. La mamá que no duer-me, que no come, que se mete al baño a llorar para que ellos no la vean (Nieto, 2012, pp. 62-63).

La voz anterior, perteneciente a la crónica “Los amores de Carmen”, se-ñala no solo el dolor personal que carga encima quien ha perdido a sus seres queridos, sino que, al mismo tiempo, nos exige una comprensión mayor de lo nombrado que nos confronte con lo terribles que hemos llegado a ser. En este sentido, la escritura de Patricia Nieto le ofrece al lector la posibilidad de acompañar, de una manera sensible, algunos de los momentos que para el país han sido evidencia de lo frágil que es lo humano cuando se pone en medio de la guerra. Las devastadoras experiencias narradas son insumos necesarios para comprender qué hemos sido y qué podemos ser si penetramos en nuestras heridas para reconocer que estas no pueden volverse cada vez más profundas.

La segunda idea que ayuda a responder la pregunta por el carácter de necesidad de la escritura de Patricia Nieto es el sentido testimonial de esta. Las palabras son empujadas por el compromiso de mencionar lo que no se puede dejar en las manos del silencio. Lo que se mencio-na debe quedar constatado para que cada vez se amplíe el tejido de la memoria; por tanto, es necesario que el individuo recuerde aquello que otros deben saber para que la muerte no vuelva a llevar un inne-cesario desencanto al corazón de las personas. Patricia Nieto escribe y en su escritura hay testimonios que configuran historias, pequeños puntos en el mapa en el marco de una geografía herida. La profesora Nieto al escribir reconstruye, enseña, salva del olvido y crea. Todo esto lo hace con sus palabras que, como se dijo antes, no son más que el resultado de la confluencia de muchas voces que son capaces de confiar sus vidas a oídos fraternos que saben escuchar. Escuchar aquí es la esencia de la escritura, porque para crear primero hay que sen-tarse con el otro, tejer con él y escucharlo. Al escuchar, la experiencia devastadora deja de ser la única resonancia de la escritura y empieza a aparecer lo fraterno, lo esperanzador. Aquí se habla entonces de una estrechísima relación entre escribir y escuchar, como lo sostiene Alfredo Molano:

Page 313: Literaturas y culturas del Páramo

313

Escuchar es casi escribir. Pero pregunto: ¿Cómo puede uno guar-dar lo que ha encontrado cuando ese hallazgo es un instante de plenitud? La verdadera relación con otro ser humano es jubilo-sa porque ha logrado romper la trinchera del miedo. Pienso que guardar esa emoción podría ser dañino. No es sólo una responsa-bilidad, sino también un asunto de vida o muerte. ¿Cómo seguir viviendo aislado cuando uno conoce al vecino y sabe, además, que vive tan solo como uno? Más aún: ¿Cómo no comunicar-le que uno existe? ¿Cómo no mandarle un papelito diciéndole: “aquí estoy”? Eso es escribir (Molano, 2014).3

Contar, para Patricia Nieto, es desplegar los sentimientos de las personas de tal forma que en el texto no se pierda el ser humano. Lo importante es el humano y para ello la escritura debe estar acorde con las exigencias morales del tema y con las exigencias íntimas de la persona referida. Contar es poetizar —como ocurre en Los escogidos—, y en mayor medida es limpiar los sentimientos de los desajustes que suelen ocasionar las mismas palabras, presentarlos como verdaderas formas de ser humanos en una tierra devastada. La necesidad de la escritora en este punto es poner en manos del otro, llevar la vivencia de una persona o de un grupo de personas al oído de muchas otras. El olvido está siempre acechando y eso lo sabe la autora; por esta razón, las palabras deben estar ahí puestas tratando de que el sonido del corazón de las víctimas sea escuchado.

Cierro este primer paso dado sobre la escritura de Patricia Nieto mencionando que ella escribe lo que debe ser escrito y que, además, lo hace de una manera impecable, protegiendo todo rastro de humanidad que habite en sus historias. Y esto para un país que ha trasegado déca-das enteras por días de muerte y olvido es una manifestación necesaria del deber de reconstruir la vida atreviéndose a mencionar lo peor.

Ahora bien, para avanzar en el intento de dimensionar la escritura de Patricia Nieto, consideremos dos elementos que se desprenden de la mayoría de sus textos, por no decir de todos: la memoria y la esperanza.3 Fragmento del discurso “Vaya, mire y me cuenta” de Alfredo Molano, en el marco del recibimiento del doctorado honoris causa por parte de la Universi-dad Nacional de Colombia.

Page 314: Literaturas y culturas del Páramo

314

Memoria y esperanza: la palabra que nombra lo innombrablees un tejido de amor

Dos caminos se abren durante y después de abordar los textos de Pa-tricia Nieto. Por un lado, el camino de la memoria y el deber de su construcción. Por otro lado, el camino de la esperanza como insistencia por un ser humano mejor, uno que pueda rehacerse luego de haber conocido qué es eso de la guerra. Ambas dimensiones planteadas son reclamaciones que se derivan de la experiencia misma de las voces a las que se les abre el espacio que otras tantas veces se les ha negado: el espacio del amor.

Hacer memoria implica defender la vida ante todo intento de muer-te, proveniente de la negación del carácter humano de la misma; es decir, no se trata simplemente de vivir, sino de poder hacerlo humana-mente. Y para humanizar lo que la guerra ha pretendido deshumani-zar se requiere de la capacidad de acompañamiento propia de indivi-duos que eligen la convivencia antes que la destrucción. En esta vía se mueve la escritura de Patricia Nieto como escritura de memoria.

Hoy abro la puerta de mi casa, te invito a pasar. Descarga tu equi-paje, bebe de mi agua y pisa descalzo, como yo, la tierra que amo. Las flores de los guayacanes tapizan el prado, siéntate allí en me-dio de ese manto amarillo y deja que te lave los pies. He prepara-do agua de rosas para curarte y quiero que me enseñes como lo hacías a la orilla del río.

Mi casa en un valle rodeado de montañas. Subamos a ellas y cono-ce mi paisaje tallado por edificios marrones, avenidas grises, un río domesticado, cerros coronados por cristos y repletos de casas. Esperemos juntos que la tarde se convierta en noches y las lade-ras se iluminen como si fueran vecinas del pesebre. Recibamos el viento fresco de la noche, tejamos la colcha donde me han dicho que dibujas tus recuerdos, enséñame tus mapas. Yo te muestro las palmas de mis manos y así me lees la suerte (Nieto, 2008, p. 17).

La síntesis que surge entre las partes que intervienen en la construcción de los relatos es una ruta de acceso a los lugares oscuros de la histo-

Page 315: Literaturas y culturas del Páramo

315

ria de la guerra. La luz con la que ingresa la escritora a esos lugares es la representación de la confianza que le han brindado las personas que han sacado de sí sus testimonios y los alcances emocionales de los mismos. De lo que aquí se habla es del instante bello donde se le dice al otro que no está solo en el mundo, que no está abandonado pese a la recurrente marginalidad con la que se ha mirado su dolor. El aban-dono al que han sido sometidas las víctimas es reemplazado aquí por el valor de la palabra que menciona lo ocurrido, permitiendo así que no se estanquen las heridas ni que estas deriven en manifestaciones de venganza. Tenemos entonces el tratamiento limpio de los relatos a través de un ejercicio de invitación, uno donde la escritora debe ser fiel con el dolor humano vivido.

Invitar al otro a participar de un encuentro de revelación de las vi-vencias propias posee un alcance restaurativo, no en el sentido de de-volverle lo perdido a la víctima, sino en el sentido de construir relatos que ponen en su sitio los verdaderos alcances de un prolongado con-flicto armado. Ante el infame trato histórico que ha sufrido la memoria como elemento restaurativo surge el clamor de las víctimas, represen-tado en el acto de abrir el corazón. En este punto aparece el sentido real de la guerra, el que se desprende de las voces y de los silencios de las víctimas y no requiere de análisis cuantitativos para medir el dolor y el desastre ocurridos. Con esto se puede decir que Patricia Nieto in-vita a la conjugación de manifestaciones de vida que persigan no ser borradas de la memoria, como también lo advierte Gonzalo Sánchez al referirse al “sintomático silencio”que en materia de memoria se tiene del periodo de La Violencia en Colombia:

El difuso nombre de “Violencia” con el cual se incorpora a la me-moria nacional, cumple a cabalidad la imagen de un relato sin ac-tores, de víctimas y victimarios diluidos en el anonimato. “Que los muertos entierren a sus muertos”, es la voz que prevalece sobre la posibilidad de enunciar la cuestión de cómo rehumanizarlos. ¿A través de qué voces pueden volver a hablar? La respuesta es hasta ahora un sintomático silencio, propio de una memoria perturbada, de una nación que se pretende democrática (2014, pp. 84-85).

Page 316: Literaturas y culturas del Páramo

316

Por los motivos anteriores es que Patricia Nieto convoca a los ene enes del pabellón de los olvidados en el cementerio de Puerto Berrío —en Los escogidos— para que estos logren dar cuenta del sentido de la desa-parición, del dolor sentido al ser señalados como nadies sin pasado, sin nombre; para que estos logren hablar desde su silencio de la compañía que han recibido por parte de aquellas personas que han adoptado sus últimos rastros de vida. Invita a quienes han llorado en el paraíso, a los que sufrieron la guerra en el municipio de Caicedo, a los desplazados y asesinados en la región nutabe, y a los que un día abandonaron su tie-rra en Mulatos —estos en Llanto en el paraíso—. Ella también invita a las víctimas de las minas antipersona, a los que padecieron el miedo en las calles de la ciudad de Medellín, y a las víctimas del conflicto armado que finalmente no fueron “abandonadas por el cielo”.

Patricia Nieto invita y escribe. De esta unión surge una crítica contra todas las formas de degradación del ser humano. Esta consideración también aparece en otros autores que, valiéndose de otras formas de escritura, se encargan de compartir una realidad que no puede quedar invisibilizada, que debe ser mencionada como forma de registrar y de saber decir lo que de por sí es difícil mencionar. Casos como el libro Conversación a oscuras (2014) de Horacio Benavides, El canto de las mos-cas (1998) de María Mercedes Carranza o El atajo (2014) de Mery Yolan-da Sánchez evidencian la conjunción de maneras de decir, en los dos primeros casos poesía y en el tercero una prosa poética, que le dan un peso único a la memoria, peso necesario para señalar qué pasó y qué quedó de eso que pasó. La poesía que hay en los autores mencionados es una poesía que, como en muchos momentos de Los escogidos, está siempre exigiendo memoria a través de los ambientes que cada uno de ellos recrea.

Detrás de todo aporte al gran tejido que poco a poco se va logrando está el deber moral de reconocer el valor imprescindible de una vida digna, es decir, el reproche ante los actos deshumanizados que ponen en entredicho el presente y el futuro de las personas en determinado lugar. Así, escribir para tejer memoria —desde la forma que se elija— es apuntar a reconocer el rostro del pasado para transformar el aquí y el ahora, buscar las herramientas humanas que conducen a eso que

Page 317: Literaturas y culturas del Páramo

317

Alfredo Gómez Müller nombra como “la reconstrucción de Colombia” (2008, pp. 7-9). Según este autor, es necesario considerar el pasado, el presente y el futuro para poder reconstruir el tejido social de un país hostigado por la guerra. Para esta necesidad de reconstrucción, una escritura como la de Patricia Nieto es, a través de las acciones de mirar, recordar y mencionar el horror, un llamado a la obligación de proteger y crear vida.

Patricia Nieto ve la guerra y no se sume en un derrotismo y en una postura desesperanzadora ante la posibilidad de un cambio radical de la realidad colombiana. Todo lo contrario. La autora observa personas que comparten sus historias o dimensiona fotografías, como el caso del libro Relatos de una cierta mirada (2011)4 para nombrar las formas terribles de eliminación y de generación de miedo y dolor que hemos construido como país. Estas miradas, silencios y palabras son entonces la constatación de que hace mucho hemos tocado fondo, y que, por tan-to, es necesario tejer una gran esperanza —y aquí entramos al segundo momento de esta parte del texto— que actúe en la búsqueda de mejo-res condiciones de vida para las víctimas y para la sociedad en general. Para decir esto, siguiendo uno de los textos del libro recién menciona-do, digamos que se trata de una gran esperanza que, por ejemplo, haga de las sonrisas de los niños de Pavarandó5 verdaderas manifestaciones de la posibilidad de jugar y vivir de una manera digna.

Ahora, ¿qué camino sigue la esperanza en la obra de Patricia Nieto? La obra de la escritora es un instante de respiración que se le arreba-ta a la guerra. Prueba de ello es el libro Donde pisé aún crece la hierba, el cual desde su nombre está creando un ambiente de posibilidad de vida. Allí donde la tierra ha sido maltratada por la guerra la esperanza surge como un signo de defensa de la vida. Así como las víctimas de las 4 En este libro los textos de Patricia Nieto acompañan fotografías de Natalia Botero. 5 Los niños de Pavarandó son mencionados por Patricia Nieto en el texto que acompaña una fotografía de Natalia Botero de septiembre de 1997. Aquí unas líneas del texto: “A Los niños de Pavarandó les gusta jugar. Sus casas son cober-tizos de plásticos y hojas de tabaco, sus calles, lodazales donde nadan lo mismo cerdos que perros, gallinas o bebés; y su pueblecito, un campo de desplazados” (Nieto, 2011, p. 14).

Page 318: Literaturas y culturas del Páramo

318

minas antipersona —en el libro anteriormente mencionado— ponen en la palabra su decisión de continuar pese al horror vivido, de la misma forma la esperanza surge como reclamación, en este caso en la voz de Patricia Nieto y en las voces que ella pone en juego en sus textos, que buscan llenar de verde ese paisaje que aparentemente se había con-vertido en tierra infértil. Bajo el abrigo de esta metáfora de fertilidad la autora nos plantea un camino de vida que parta de la exigencia de verdad y del reconocimiento del dolor causado. Hablar de esperanza aquí tiene entonces el sentido de llamar a la puerta de la infamia para reclamarle, con las palabras de las víctimas, el gran porcentaje de vida digna que esta ha usurpado.

Esperanza es tejer el amor que la guerra nos ha querido arrebatar, amor que en el corazón de las víctimas ha quedado preservado de todo intento de aniquilamiento. Un caso similar nos lo propone Primo Levi en su libro Así fue Auschwitz, donde nos habla de la resistencia que él mantuvo ante el acecho de la barbarie. En este caso, pese a que la muer-te invadió cada uno de los lugares de la dignidad humana, Primo Levi logró albergar en sí un sentimiento de amor por la vida que sobrevivió al peor de los odios posibles. Si bien la marca de la guerra es algo que deja un rastro único, es precisamente a través del reconocimiento de ese rastro que la esperanza en la vida se convierte en el motor que impulsa a vencer lo que parece invencible por su magnitud de destrucción:

Esta es la experiencia de la que pude salir, y que me marcó pro-fundamente; es su símbolo el tatuaje que todavía llevo en el brazo: mi nombre de cuando yo no tenía nombre, el número 174517. Me marcó, pero no me arrebató las ganas de vivir: al contrario, me las acrecentó, porque ha conferido un propósito a mi vida, el de apor-tar testimonio, de modo que nada parecido vuelva a suceder nunca más. Ese es el objetivo que tienen mis libros (2015, p. 160).

Lo que aparece en Primo Levi se siente también en la escritura de Pa-tricia Nieto. Ella, al transitar los caminos de la guerra colombiana a tra-vés de su literatura, sigue ese rastro que debe ser comprendido como posibilidad de superación del escenario de devastación. Levi no olvida el número que lleva en su brazo. Patricia Nieto permite que no olvi-

Page 319: Literaturas y culturas del Páramo

319

demos, alumbrando con las voces de las víctimas, aquellos sucesos de nuestra historia que hay que saber superar, saber transformar.

Ese alumbrar con voces se puede leer en Jamás olvidaré tu nombre (2006),6 texto en el que se reclama un tiempo distinto, donde las noches no sean interrumpidas por los estruendos de la guerra —como ocurre en la crónica “La Pasión según Caicedo”— y donde no haya que huir dejando toda la vida atrás —como ocurre en “Los vencidos: cuando el hogar es otro país”—.7 En la arquitectura de voces creada hay alguien que cuenta y al hacerlo clama otra realidad, la posibilidad de construir sueños sobre un terreno donde ha sido imposible construirlos. En esta vía, el relato se convierte en ejercicio de conversión de la pena en posi-bilidad de recorrer un camino donde la guerra no esté presente:

Así, de pensar y sentir, nació el canto que hemos compuesto con el deseo de que muchos oídos lo aprecien y de que otras voces se le unan. Lo aprecien por reconocer la veracidad de las historias mínimas que dan cuerpo a la tragedia nacional; y se le unan, por-que relatar el dolor particular es condición necesaria para cons-truir un relato de la colombianidad (Nieto, 2006, pp. 10-11).

La invitación de Patricia Nieto apunta a dos caminos. Por una parte, está la necesidad de saber qué nos pasó con vistas a una comprensión de lo que hemos sido y a la vez como posibilidad de permitirnos ser algo más. Por otra parte, y en consonancia con esa idea de permitirnos ser otra cosa, está el esfuerzo por contribuir, afrontando nuestra pena, a repensar y rehacer nuestro rumbo como país. En este sentido la espe-ranza que se capta en la obra de Patricia Nieto es una en la que el otro tiene voz, es decir, donde hay un otro con dignidad al que se le abre el espacio del amor que escucha, y, al escuchar, intenta rehacer para no volver a pasar por el largo camino de la tragedia.6 Patricia Nieto prologa y compila este texto, conformado por una serie de re-latos de víctimas de la guerra en los barrios de Medellín. Junto con El cielo no me abandona (2007) y Donde pisé aún crece la hierba (2010) componen la trilogía preparada sobre el conflicto armado. 7 Las dos crónicas mencionadas en este párrafo hacen parte de Llanto en el paraíso (2008).

Page 320: Literaturas y culturas del Páramo

320

La esperanza es el camino que pretende llegar a un punto de con-vivencia donde las balas no se lleven por delante miles de vidas. En El arte de amar, Erich Fromm habla del amor como arte que requiere de conocimiento y de esfuerzo (2015, p. 13). En las páginas de Patricia Nieto se extrae una idea similar a la de Fromm sobre el amor, pero re-ferida a la esperanza. Si hemos persistido tanto en lo peor, la esperanza debe ser una real manifestación que implique conocimiento y esfuerzo, conocimiento de nuestro degradante proceso violento, y esfuerzo por construir y reconstruir en procura siempre de una mejor existencia en Colombia.

Cierro este momento central del texto mencionando que, a pesar de la impresión e incluso la desesperanza que al parecer deja la lectura —una sensible— de los textos de Patricia Nieto, lo que se debe extraer de lo leído es una reclamación de vida, reclamación de mejores mañanas para todos los colombianos, reclamación que es opción por la esperanza como lo dijo alguna vez Héctor Abad Gómez: “perder la esperanza sería declararnos de una vez en el infierno. Pero no. Estamos en el mundo y mientras haya vida, habrá esperanza” (2016, p. 118).

Una mirada diferente de nuestra historia

Un último momento sobre la escritura de Patricia Nieto consiste en la mirada diferente que esta permite de nuestra historia. Mirar aquí im-plica detenerse a abrazar nuestra historia más oscura, penetrando en los lugares que parecen imposibles de afrontar. En este caso, diversas voces víctimas de la guerra permiten mirar la historia desde los senti-mientos y la carga emotiva de los hechos vividos, es decir, una mirada de esta que se hace con el corazón. Lo que importa aquí esencialmente es contar qué le ocurrió a la víctima y qué sintió esta.

¿Qué nos dicen las versiones oficiales sobre los hechos que aparecen en las crónicas de Patricia Nieto? ¿Qué representan para las versiones oficiales los lugares y los individuos que aparecen en estos relatos? La comparación de formas de narrar o de presentar algunos hechos de la guerra colombiana no tiene aquí la intención de decir que unos son ver-daderos y otros no lo son. Lo que aquí se pretende señalar es que la forma

Page 321: Literaturas y culturas del Páramo

321

de narrar de Patricia Nieto cava profundo en la humanidad del ser hu-mano, poniéndolo a este de cara a cuestiones ya mencionadas, tales como lo degradante que puede llegar a ser, la cantidad exagerada de desastres —víctimas— que él mismo como humano puede causar, la barbarie que posibilita someter a pueblos enteros bajo el temor que infunde la muerte derivada de la injusticia y la crueldad; y a la vez, la capacidad de recon-ciliación y de perdonar lo peor, la insistencia en hacer realidad una vida mejor, entre muchas otras. En el siguiente fragmento de la crónica “La pasión según Caicedo”, en la que se narra el asesinato de un hombre que es sacado de su casa y ejecutado a manos de los paramilitares en una de las sillas del parque del pueblo, se puede dimensionar en qué sentido se habla de penetrar en lo más humano a través de la forma de decir:

La niña acariciaba el cuerpo de su padre muerto cubierto con la ruana que minutos antes lo protegía del ruido y sollozaba con un llanto ahogado en la garganta. A veces, antes de que las lágrimas aparecieran, sacudía a su papá con la esperanza de resucitarlo, como él le contó que había zarandeado a su abuela cuando se le murió en los brazos siendo apenas un niño (Nieto, 2008, p. 36).

El hecho aquí narrado es desgarrador. La muerte que produce la gue-rra es un común denominador de la historia que en estos sucesos pun-tuales devasta a quien pasa la mirada por las palabras. Precisamente este es el punto donde Patricia Nieto pone su acento, en el ejercicio de mostrar el dolor y el desencanto de un país a través de las personas que lo han sufrido. Patricia Nieto hace que la historia se sienta, duela, talle, como si fuera un peso que debemos sentir por el mero hecho de ser colombianos.

No se trata entonces de estadísticas frías o de datos que nos desvin-culan del real daño ocurrido. Tampoco se trata de categorías que si bien sirven de comprensión de la guerra vivida, muchas veces no logran penetrar en los dramas humanos que están en el seno de procesos com-plejos. De lo que se trata aquí es de lo que le ocurrió a las personas que se toparon con una fuerza que arrasaba con su humanidad.

En el ensayo El silencio inédito de la guerra de Hermes Tovar Pin-zón se plantea esta misma discusión a propósito de las consecuencias

Page 322: Literaturas y culturas del Páramo

322

de la guerra en Colombia, especialmente la guerra de los Mil Días. Si bien hay una exigencia de identificar y ahondar en todos los elementos que se enmarcan en una guerra, hay también una exigencia de extraer de los sucesos particulares un material para comprender el desenvol-vimiento de la guerra en el corazón de las personas y, a la vez, para preguntarnos por qué hemos insistido tanto en la derrota que implica matarnos unos a otros:

Si tuviéramos muchas experiencias del dolor seco de miles de do-lientes, posiblemente podríamos mirar las ataduras del recuerdo y cómo se arrastra la impaciencia que un día se erige en ira, pro-testa y reivindicación, o sencillamente claudica en la nostalgia y en la muerte. Si masificáramos la tristeza, bordearíamos la cruel-dad de una cultura que estimula la guerra sin saber de la solida-ridad y el duelo (Tovar, 2016, pp. 54-55).

Hacia este horizonte de recuperación de los sentimientos que han que-dado enterrados por la insistencia del olvido o de los pactos que han querido hacer a un lado los dramas de las personas se dirige la escritu-ra de Patricia Nieto. Más allá de que tengamos versiones sólidas sobre nuestros procesos más tristes, estas deben ir siempre de la mano de un sustento humano que es dado solo por aquellos que han pisado la tierra habitada por el miedo, que han visto morir a sus seres queridos, que han tenido que abandonar su hogar y con él todo lo que eran, que han visto el rostro de una guerra que silencia amores y esperanzas e impone desolación y hondas penas.

A este punto de sensibilidad llega la mirada de la historia que hace Patricia Nieto. Mirar hacia atrás es mirar hacia nosotros y allí encontrar lo que resulta difícil de nombrar, pero que es necesario nombrar por-que, de la misma forma que las estirpes condenadas a cien años de sole-dad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra, nosotros como país no podemos darnos el lujo de no mencionar qué nos pasó, no nos podemos permitir ver nuestra historia con la mirada fría de quien dice que nada ha pasado, o que si ha pasado algo, es preciso hacer borrón y cuenta nueva. En este sentido la propuesta de Patricia Nieto es la de acercarse a la historia del corazón de las víctimas de la guerra colom-

Page 323: Literaturas y culturas del Páramo

323

biana, ejercicio que equivale a eso que Svetlana Alexiévich denominó ser historiador del alma: “No escribo sobre la guerra, sino sobre el ser humano en la guerra. No escribo la historia de la guerra, sino la historia de los sentimientos. Soy historiadora del alma” (2015, p. 19).

Apunte final: con los ojos del alma

Luego de los momentos recorridos por los caminos de la escritura de Patricia Nieto, debo concluir diciendo, en primer lugar, que el gran valor de los textos logrados por la escritora se debe especialmente a la capacidad de reconocer la humanidad de los personajes que ha-bitan sus páginas. No son víctimas de la guerra los personajes de la obra de Patricia Nieto, son más que eso, son seres humanos que exi-gen dignidad, reconocimiento de lo sucedido y compromiso por un mañana distinto. A este ambiente que se construye entre personajes, escenarios y reflexiones que surgen, queda bien llamarlo compromiso ético con la palabra y el ser humano, o si se quiere, verdadero amor encarnado en el hecho de escribir la humanidad que está arrinconada en la guerra.

En segundo lugar es preciso reconocer la literatura de Patricia Nieto como necesaria en dos sentidos. Por una parte, como evidencia de una guerra que ha destrozado millones de corazones colombianos y que, de una manera u otra, ha burlado infinidad de veces las exigencias de la verdad. Por otra parte, como forma de preguntarnos por nosotros como país —especialmente en el momento histórico por el que pasa-mos— para posibilitar formas de convivir realmente justas.

En definitiva, ante nosotros tenemos una escritura de artesana que antes de poner una palabra sabe mirar con los ojos del alma.

΅ ΅ ΅Bibliografía

Abad, Héctor. (2016). Periodista con licencia médica. Selección de artículos de prensa. Luz Adriana Ruiz (comp.). Medellín: Universidad Autónoma Latinoamericana.

Page 324: Literaturas y culturas del Páramo

324

Alexiévich, Svetlana. (2015). La guerra no tiene rostro de mujer. Bogotá: Pen-guin Random House.

Fromm, Erich. (2015). El arte de amar. Barcelona: Paidós.

Gómez, Alfredo. (2008). La reconstrucción de Colombia. Medellín: La Carreta.

Levi, Primo. (2015). Así fue Auschwitz. Testimonios 1945-1968. Fabio Levi y Domenico Sacarpa (eds.). Bogotá: Planeta.

Molano, Alfredo. (2014). Vaya, mira y me cuenta. Biblioteca Virtual Banco de la República. Recuperado de: http://www.banrepcultural.org/blog/noti-cias-de-la-actividad-cultural-del-banco-de-la-repblica/vaya-mire-y-me-cuenta-discurso-de-a

Nieto, Patricia (comp.). (2006). Jamás olvidaré tu nombre. Medellín: Secreta-ría de Gobierno Alcaldía de Medellín.

—. (comp.). (2007). El cielo no me abandona. Medellín: Secretaría de Gobier-no Alcaldía de Medellín.

—. (comp.). (2010). Donde pisé aún crece la hierba. Medellín: Secretaría de Gobierno Alcaldía de Medellín.

—. (2008). Llanto en el paraíso. Medellín: Universidad de Antioquia.

—. (2012). Los escogidos. Medellín: Sílaba.

Nieto, Patricia y Botero, Natalia. (2011). Relatos de una cierta mirada. Mede-llín: Secretaría de Gobierno Alcaldía de Medellín.

Sánchez, Gonzalo. (2014). Guerras, memoria e historia. Medellín: La Carreta.

Tovar, Hermes. (2016). El silencio inédito de la guerra. Bogotá: Universidad de los Andes.

Page 325: Literaturas y culturas del Páramo
Page 326: Literaturas y culturas del Páramo

Literaturas y culturas del Páramo: Sonsón, Nariño, Argelia y Abejorral

se terminó de imprimir en Extrategia Ecoprinten el mes de septiembre de 2017