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literatura por Luis Adolfo Domínguez la mujer en la obra de rosario castellanos joven atormentada, saturada de rencor y de odios que cultiva escrupulosamente y que acaso son los mismos que percibe en torno suyo, por tener cerca a una madre que es, como todas las esposas, engañada, ofendida por la indiferencia del marido y la total ausencia de cuidado, por parte de él, para evitarle que sufra al enterarse de su conduc- ta. ldolina, que ya desde su nombre insinúa extraños atributos, da una imagen distorsio- nada de la juventud, porque ella misma está distorsionada por ese ambiente preñado de conflictos que respira. Tiene una sed in- mensa de cariño y una enorme curiosidad por aproximarse al mundo, pero, frustrada, se lo va creando por medio de la fantasía, espoleada y limitada al mismo tiempo por todos los odios, las inhibiciones y el miedo a la realidad; miedo que es tan grande como el deseo de vivirla. Ese miedo subsiste en otra mujer-desam- paro, que gira alrededor de ese eje: Rei- nerie, Gladys, Claudia, o María a secas, la heroína de "Vals capricho". Reinerie tiene tantas complicaciones co- mo nombres. Espontánea, en un nivel casi primitivo, ensaya una adaptación imposible a un ambiente polifacético y arbitrario. El desprecio unánime, irracional, la asfi- xia, y más que eso, la desesperante vida rodeada de comodidades y riquezas, pero de una esterilidad que estalla en el colmo del aburrimiento. Reinerie es la pugna entre una vida impulsiva condenada a marchitarse en un medio ramplón e insulso, y el escaso inten- to de simpatía de dos mujeres maduras que tratan de educarla y que la hacen sentirse ajena y descentrada de misma, de las otras y de la sociedad pueblerina, erizada e inabarcable. Hay en Reinerie la radical in- comunicación entre los dieciocho y los cincuenta años, y la lucha hasta la locura, de una joven que trata de destruir inerme un muro de hielo, fruto de la gazmoñería y el prejuicio. En general, ese medio ambiente ominoso y carente de afectos es el que va modelan- do a la mujer-desamparo, que vive sin amor, que no es lo único que le niegan, y que a veces se lo muestran nada más, como para que aumente su avidez y su frustra- ción. Por estas carencias, la muj er sigue evolucionando y recae en dos inevitables opciones: el matrimonio o la soltería ina- ceptada siempre. Cada una de ellas produce un nuevo personaje: La esposa desengañada o la solterona histérica. Sin excepción, las mujeres casadas que aparecen en la obra de Rosario Castellanos son engañadas por sus esposos. Sin embar- go, no por eso sufren con la infidelidad en forma profunda. De hecho, la consideran como un riesgo -muy factible- de la pro- fesión de esposa, contra el que no hay ni prevención, ni seguro, ni remedio. Su géne- ro próximo es el matrimonio; su semejanza específica, el engaño. Los hombres hacendados, los ladinos, tienen aventuras con las mujeres indígenas. No hay ninguna relación amorosa; es instin- to puro. Si de esas aventuras la mujer tiene un hijo, sabe que no hay la menor posibili- investiga todo, hurga en el cajón del escri- torio de su padre, rebusca en las fotos vistas cien veces antes y sin iden tidad. Encuentra unos apuntes nuevos e inespera- dos. Llega al conocimiento y antes de digerirlo, como fruto prohibido al fin y al cabo, es sorprendida y anatematizada: "-No juegues con esas cosas ... Son herencia de Mario. Del varón." Es el primer rechazo en razón directa de su condición de ente femenino. La discrimi- nación aquí no obedece al sexo precisamen- te, sino a que la niña pertenece a otra categoría zoológica. Su mundo es asexuado aún, pero sectario e incomprensible. El conocimiento le está vedado porque eIJa no es de la clase privilegiada. La niña es, a lo largo de la novela, un personaje principalísimo; un espectador efi- caz que transmite impresiones y vivencias, y que va esbozando la existencia de esa suerte de complot secular y mundial que señala Simone de Beauvoir, que identifica al hombre con el ser humano, y a la mujer con la hembra simplemente. Lo siniestro de esta posibilidad soslayada se ubica, además, en un escenario en el que la conmoción social que significa la rebelión de los ind í- genas crea vagas inquietudes que, como la rebelión misma, no llegan a consolidarse lo suficiente. Toda la obra de Rosario Castellanos aquí presentada se va desarrollando en ese medio inquieto y hostil, que trepida con las posibilidades de rebeldías y revoluciones en muchos sentidos, pero en el que los prota- gonistas existen y evolucionan en forma independiente, con poca o ninguna influen- cia de parte de los cambios sociales, políti- cos y religiosos. Esta falta de respuesta demuestra que esas transformaciones son enviadas de fuera; son realizadas parcial- mente por decreto, y no por brote desde la misma base que debiera cambiar. La mujer-desamparo existe aquí, va cre- ciendo en años y en complicaciones y dolorosos retorcimien tos. La evolución de aquella niña testigo, de Balun Canán, da lugar a otro person'!je de características muy acusadas y sorprenden- tes: Idolina, de Oficio de tinieblas. Idolina: una simple referencia primero, y luego un ser que se materializa hasta hacer- se tangible y alucinante. Como la niña, depende en su educación y pensamiento más de la nana india que de sus padres. Con eso su mente se familiariza con la magia y se abre a una serie de posibilidades ilusorias, sólo que Idolina ya no es una inocente, ayuna de opiniones, sino una Uno de los riesgos que corre el escritor es el de provocar. su clasificación, inmedi'!ta e inamovible, en cuanto produce una obra fácilmente colocable dentro de un cajón literario, que puede llevar como membrete las palabras "poeta", "humorista", "de iz- quierdas", "novelista" o "satírico". El caso de Rosario Castellanos concuer- da en todo con esto. Se la llama escritora indigenista, y los catedráticos y estudiosos pretenden que con eso quede dicho todo, así ella se empeñe en escribir poemas, ensayos literarios, cuentos intimistas o no- velas de caracteres. Rosario es una escritora indigenista porque ubica muchas de sus cosas en un medio en el que abundan miembros de cierto grupo étnico. El hecho de que algunos miembros de ese grupo tengan elementos generales, humanos sim- plemente, no parece importarle a nadie, de modo que se la sigue dejando dentro de ese costumbrismo patético nacionalizado mexi- cano, que recibe el nombre de indigenismo y que de vez en cuando merece cierta atención pública, cierto premio cívico y uno que otro ensalzamiento regional perió- dico. La medalla Florence Nightingale, sin em- bargo, de ninguna manera explica la obra de Rosario Castellanos, y si bien es cierto que se le han concedido varios premios equivalentes, la impresión, o la sospecha, que aflora es que se le dan cosas con una especie de intención de estimularla para que se siga manteniendo dentro de un folklorismo que la llegue a convertir en monumento nacional, con tal de que no ahonde más en una de las fracturas sociales más increíbles de la estructura del México de siempre: la situación de la mujer. Obviamente, es precisamente ese tema el que Rosario prefiere tratar, y el que se va delineando cada vez con más vigor en su producción, al grado de que se puede ras- trear en sus págJnas una larga historia que podría titularse: Biografía del desamparo. Balún Canán es la historia de una niña testigo; o sea, de un testigo implacable, como suelen ser los ni- ños, que no conocen de atenuantes ni recovecos. Hay una niña que está de vacaciones; no va a la escuela y se aburre en la casa, * Este estudio es el preliminar de una Antolo- gia de la prosa de Rosario Castellanos, que está en prensa en Monte Avila Editores, de Caracas Venezuela, y que aparecerá al público a principios de 1971.

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literatura

por Luis Adolfo Domínguez

la mujer en la obrade rosario castellanos

joven atormentada, saturada de rencor y deodios que cultiva escrupulosamente y queacaso son los mismos que percibe en tornosuyo, por tener cerca a una madre que es,como todas las esposas, engañada, ofendidapor la indiferencia del marido y la totalausencia de cuidado, por parte de él, paraevitarle que sufra al enterarse de su conduc­ta.

ldolina, que ya desde su nombre insinúaextraños atributos, da una imagen distorsio­nada de la juventud, porque ella misma estádistorsionada por ese ambiente preñado deconflictos que respira. Tiene una sed in­mensa de cariño y una enorme curiosidadpor aproximarse al mundo, pero, frustrada,se lo va creando por medio de la fantasía,espoleada y limitada al mismo tiempo portodos los odios, las inhibiciones y el miedoa la realidad; miedo que es tan grandecomo el deseo de vivirla.

Ese miedo subsiste en otra mujer-desam­paro, que gira alrededor de ese eje: Rei­nerie, Gladys, Claudia, o María a secas, laheroína de "Vals capricho".

Reinerie tiene tantas complicaciones co­mo nombres. Espontánea, en un nivel casiprimitivo, ensaya una adaptación imposiblea un ambiente polifacético y arbitrario.

El desprecio unánime, irracional, la asfi­xia, y más que eso, la desesperante vidarodeada de comodidades y riquezas, perode una esterilidad que estalla en el colmodel aburrimiento.

Reinerie es la pugna entre una vidaimpulsiva condenada a marchitarse en unmedio ramplón e insulso, y el escaso inten­to de simpatía de dos mujeres maduras quetratan de educarla y que la hacen sentirseajena y descentrada de sí misma, de lasotras y de la sociedad pueblerina, erizada einabarcable. Hay en Reinerie la radical in­comunicación entre los dieciocho y loscincuenta años, y la lucha hasta la locura,de una joven que trata de destruir inermeun muro de hielo, fruto de la gazmoñería yel prejuicio.

En general, ese medio ambiente ominosoy carente de afectos es el que va modelan­do a la mujer-desamparo, que vive sinamor, que no es lo único que le niegan, yque a veces se lo muestran nada más, comopara que aumente su avidez y su frustra­ción. Por estas carencias, la muj er sigueevolucionando y recae en dos inevitablesopciones: el matrimonio o la soltería ina­ceptada siempre. Cada una de ellas produceun nuevo personaje:

La esposa desengañada o la solteronahistérica.

Sin excepción, las mujeres casadas queaparecen en la obra de Rosario Castellanosson engañadas por sus esposos. Sin embar­go, no por eso sufren con la infidelidad enforma profunda. De hecho, la considerancomo un riesgo -muy factible- de la pro­fesión de esposa, contra el que no hay niprevención, ni seguro, ni remedio. Su géne­ro próximo es el matrimonio; su semejanzaespecífica, el engaño.

Los hombres hacendados, los ladinos,tienen aventuras con las mujeres indígenas.No hay ninguna relación amorosa; es instin­to puro. Si de esas aventuras la mujer tieneun hijo, sabe que no hay la menor posibili-

investiga todo, hurga en el cajón del escri­torio de su padre, rebusca en las fotosvistas cien veces antes y sin iden tidad.Encuentra unos apuntes nuevos e inespera­dos. Llega al conocimiento y antes dedigerirlo, como fruto prohibido al fin y alcabo, es sorprendida y anatematizada:

"-No juegues con esas cosas... Sonherencia de Mario. Del varón."

Es el primer rechazo en razón directa desu condición de ente femenino. La discrimi­nación aquí no obedece al sexo precisamen­te, sino a que la niña pertenece a otracategoría zoológica. Su mundo es asexuadoaún, pero sectario e incomprensible. Elconocimiento le está vedado porque eIJa noes de la clase privilegiada.

La niña es, a lo largo de la novela, unpersonaje principalísimo; un espectador efi­caz que transmite impresiones y vivencias,y que va esbozando la existencia de esasuerte de complot secular y mundial queseñala Simone de Beauvoir, que identificaal hombre con el ser humano, y a la mujercon la hembra simplemente. Lo siniestro deesta posibilidad soslayada se ubica, además,en un escenario en el que la conmociónsocial que significa la rebelión de los ind í­genas crea vagas inquietudes que, como larebelión misma, no llegan a consolidarse losuficiente.

Toda la obra de Rosario Castellanosaquí presentada se va desarrollando en esemedio inquieto y hostil, que trepida con lasposibilidades de rebeldías y revoluciones enmuchos sentidos, pero en el que los prota­gonistas existen y evolucionan en formaindependiente, con poca o ninguna influen­cia de parte de los cambios sociales, políti­cos y religiosos. Esta falta de respuestademuestra que esas transformaciones sonenviadas de fuera; son realizadas parcial­mente por decreto, y no por brote desde lamisma base que debiera cambiar.

La mujer-desamparo existe aquí, va cre­ciendo en años y en complicaciones ydolorosos retorcimien tos.

La evolución de aquella niña testigo, deBalun Canán, da lugar a otro person'!je decaracterísticas muy acusadas y sorprenden­tes: Idolina, de Oficio de tinieblas.

Idolina: una simple referencia primero, yluego un ser que se materializa hasta hacer­se tangible y alucinante. Como la niña,depende en su educación y pensamientomás de la nana india que de sus padres.Con eso su mente se familiariza con lamagia y se abre a una serie de posibilidadesilusorias, sólo que Idolina ya no es unainocente, ayuna de opiniones, sino una

Uno de los riesgos que corre el escritor esel de provocar. su clasificación, inmedi'!ta einamovible, en cuanto produce una obrafácilmente colocable dentro de un cajónliterario, que puede llevar como membretelas palabras "poeta", "humorista", "de iz­quierdas", "novelista" o "satírico".

El caso de Rosario Castellanos concuer­da en todo con esto. Se la llama escritoraindigenista, y los catedráticos y estudiosospretenden que con eso quede dicho todo,así ella se empeñe en escribir poemas,ensayos literarios, cuentos intimistas o no­velas de caracteres. Rosario es una escritoraindigenista porque ubica muchas de suscosas en un medio en el que abundanmiembros de cierto grupo étnico. El hechode que algunos miembros de ese grupotengan elementos generales, humanos sim­plemente, no parece importarle a nadie, demodo que se la sigue dejando dentro de esecostumbrismo patético nacionalizado mexi­cano, que recibe el nombre de indigenismoy que de vez en cuando merece ciertaatención pública, cierto premio cívico yuno que otro ensalzamiento regional perió­dico.

La medalla Florence Nightingale, sin em­bargo, de ninguna manera explica la obrade Rosario Castellanos, y si bien es ciertoque se le han concedido varios premiosequivalentes, la impresión, o la sospecha,que aflora es que se le dan cosas con unaespecie de intención de estimularla paraque se siga manteniendo dentro de unfolklorismo que la llegue a convertir enmonumento nacional, con tal de que noahonde más en una de las fracturas socialesmás increíbles de la estructura del Méxicode siempre: la situación de la mujer.

Obviamente, es precisamente ese tema elque Rosario prefiere tratar, y el que se vadelineando cada vez con más vigor en suproducción, al grado de que se puede ras­trear en sus págJnas una larga historia quepodría titularse:

Biografía del desamparo. Balún Canán es lahistoria de una niña testigo; o sea, de untestigo implacable, como suelen ser los ni­ños, que no conocen de atenuantes nirecovecos.

Hay una niña que está de vacaciones; nova a la escuela y se aburre en la casa,

* Este estudio es el preliminar de una Antolo­gia de la prosa de Rosario Castellanos, que estáen prensa en Monte Avila Editores, de CaracasVenezuela, y que aparecerá al público a principiosde 1971.

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dad de contar con el padre del. niño. par~asegurarse el futur~, o la subsistencia SI­

quiera. Es una especie de derecho de perna­da del señor feudal, Y la favorecida debesentirse pagada con eso y agradecida.

La señora engañada con una india, porotra parte, no debe tomarlo en cuenta. Nosignifica nada y, en cambio, ha ~e cuidars~

de que su rival no sea otra ladma; e~~ SI

sería criticado socialmente y las cntlcasrecaerían sobre la víctima, por supuesto. Elmarido es hombre y no se ponen en dudani su libertad ni su derecho a disfrutarlacon quien y como se le antqje.

La casada en que encarna la mujer-des­amparo se llama Isábel Zebadúa en Oficiode tinieblas.

Isabel es la debilidad. Casada en prime­ras nupcias y con una posición estable,aunque con una relación marital insípida,no puede resistir los asedios de LeonardoCifuentes. Sin embargo, no le es infiel a sumarido, por falta de imaginación, pero ape­nas muerto él, ella se casa con Leonardo, elposible verdugo, nunca descubierto, de suantecesor. Ya instalada en ese segundo ma­trimonio, tiene que refugiarse tras barrotesde ignorancia, para no darse cuenta de losdevaneos de su esposo.

Lo consigue a tal punto que se satura deinhibiciones: como madre, porque no reci­be de ldolina más que desprecio; comoesposa porque no puede retener a su mari­do, ni siquiera a costa de su propia fortuna;como mujer porque se ve opacada y humi­llada por la Alazana.

Esa mujer engañada que finge un matri­monio para ocultar su invariable desampa­ro, es la propia ¡\\azana, verdugo de Isabel,que representa una variante posible al mis­mo personaje único en el fondo.

La Alazana es ] ulia Acevedo, hermosa,joven y ambiciosa en extremo. Surge deuna clase baja y aprende a hacer a un ladolos convencionalismos, para irse con elhombre que le ofrece algo de lo que ellaquiere. Cuando Fernando no le basta, leagrega a Leonardo, el marido de Isabel, quees un hombre demasiado importante y visi­ble, difícil de conservar definitivamente. Espor ello una eminencia gris conyugal; unaprimera dama extra curriculum, papel queella acepta fascinada y trata de cumplir contodo lujo de ostentaciones.

La pugna entre Isabel y ] ulia, que sonLa Casada simplemente, abre un mundo deposibilidades literarias, que se va desarro­llando paso a paso y que culmina con laderrota de las esposas. Por serlo_

La otra mujer-desamparo, faltando elingrediente del matrimonio, es la solterona,que cuando se aplica en femenino siempreadopta tono peyorativo, imperdonable ydifícil de soportar. Porque la mujer-desam­paro es niña inocente, jovencita anhelante,muchacha ansiosa de amor y adulta insatis­fecha, que no debe pensar en satisfacerse,no ya por la inutilidad de sU intento, sinoporque es pecado_

Matilde, en Balún Canán, es la pariente"arrimada". Tiene que asistir al blandodesgranamiento de sus días en la casa de suprimo y, demasiado tímida, inhibida y em­papada de gregarismo familiar, se convierteen la tía oficial. No tiene una función que

cumplir, por lo que cuida a los sobrinos ydesempeña quehaceres varios, no demasiadohumillantes. Por supuesto, lleva sobre sí lapretendida aristocracia hereditaria, como unestorbo más, que lleva a Matilde a uncontacto sexual falto de convicción, quesólo le produce vergüenza exagerada.

"Da vergüenza estar sola. El día enteroarde un rubor terrible en su mejilla...La soltera se afana en quehacer de ce­niza,en labores sin mérito y sin fruto ..."Este es el epitafio adecuado a la soltero-

na. Rosario Castellanos lo hizo poema, in­dependiente de toda esta obra diseccionada,en L{vida luz.

No se agota aquí el personaje solterona­desamparo. Hay otro que lo supera enimplicaciones y urgencias: Emelina, de"Los convidados de agosto".

Si la soltera de Balún Canán puedereprimir sin esfuerzo -o con él, aunque nose le note demasiado-, sus problemas y susansias; si la figura incorpórea de L{vida luzaparece con apagada y triste resignación ensu vacío, Emelinda es la culminación de todoel proceso agobiador de falta de sentido.

Emelina es la misma mujer de buenafamilia que aparece con otras investidurasanteriormente. Ha recibido la diaria repeti­ción de los buenos principios que deben serlos suyos, y se ha impuesto el deber decreer en ellos porque provienen de unconcepto tradicional de moralidad; perotodos sus principios, todos sus razonamien­tos, todos sus intentos de au tosujeción seven anulados por ese "quehacer de ceniza"y esas "labores sin mérito y sin fruto".

Cuando Emelina estalla en una violentapero inútil rebeldía, ha roto definitivamen­te con todas las ideas y los prejuicios, y haalejado de sí la más remota posibilidad decrítica.

No es un instinto meramente ca,rnal elque la tira a la mitad de la calle· es laju~ti~cación, ante sus propios ojos,' de sutranSito por el mundo.

Emelina no se atreve a lanzarse espontá­neamente a buscar o hacer lo que quierepero la ocasión se le pone delante, e~forma de una fiesta popular que permiteciertas libertades personales. Se aprovechade eso con vehemencia, y cuando su inmi­nente y ambigua aventura se desvanece, lareacción de Emelina es brutal, irracional,salvaje, pero infinitamente triste.

Otra manifestación de la solterona es suvirulencia verbal. La hermana de EmelinaEster, la vierte con abundancia, y la combi:na con el misticismo típico del gremio.

El proceso evolutivo de cualquier indivi·duo sometido a este tipo de situacionestiene que dar como resultado una nuevamujer-desamparo: Catalina Díaz Puiljá, deOficio de tinieblas.

Pocos personaj es de Rosario Castellanostienen un carácter tan definido y desgarra­dor como éste, de la itol. Atormentadatoda una vida por la dolorosa preocupaciónde no tener hijos, tiene que sufrir ademásuna existencia llena de miseria y humilla­ciones. Como la Yerma de García Lorca,Catalina tiene un cerebro unilateral, orien­tado exclusivamente hacia la inutilidad desu espíritu maternal, pero ella va más lejos.Está tan habituada ya a su crónico descon­cierto y su anormal vacío, que se allega unhijo artificial, insuficiente, y trata de com­plementarlo con engendros grotescos, pé­treos e inverosímiles, a tal punto sublima­dos por ella que provocan la expectación yel acatamiento de toda una raza, de suyotan estéril y ansiosa de un prodigio como lamisma Catalina.

En este punto es lacerante esa conjun­ción entre la desesperada, irrefrenable ansia

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. libros

contra críticos

Uno de ellos, es que, cuando menos ennuestro medio, la crítica es una formasofisticada del subempleo. Otro, es quehacer crítica halaga la vanidad de una ma·nera particularmente cosquillosa y sutil.¿Quién se resiste a ser "el que realmente

.sabe"?Se me ocurre una bella solución, con la

cual se liberaría a los escritores de la maníade escribir crítiCas, y se evitaría que loslectores perdieran el tiempo leyéndolas. Asícomo en Europa hay estaciones de radio ode televisión sin anuncios, a las cuales se lespaga una cuota mensual, ¿por qué no pa­garles un sobreprecio a las revistas lite(ariasy suplementos culturales por no publicarcriticas? Sobreprecio que deberían compar­tir, por supuesto, con los críticos que seabstuvieran de escribirlas. ¿No sería ungran alivio que no hubiera críticas quéleer? ¡Imagínense todo el tiempo extraque se podría dedicar a la lectura orelectura de nuestros autores favoritos, aoír discos, o a discutir con los amigos, o air al cine! Incluso es posible que algunosestudiantes de letras tuvieran por fm tiem·po de leer a Proust o a Joyce.

Pero como sé perfectamente bien queesto no sucederá, porque pertenece a laesencia de las utopías el no realizarse ja­más, propongo un medio de contrarrestar eldaño que hacen los críticos, algo así comosacarle el veneno a una víbora de cascabel,o quitarle el aguijón a un alacrán: clasificara los críticos como ellos clasifican a losescritores, y una vez clasificados, ponerles acada uno su etiqueta y guardarlos en uncajón.

En espera de que otros cerebros más auto­rizados y sistemáticos se dediquen a tannoble tarea, he elaborado este primer inten­to, insuficiente y tímido, de clasificación:La primera categoría de críticos que nos sal­ta a la vista, por ser la más abundante, aun­que no la más prestigiada, es la de los

por Isabel Fraire_

Siempre he pensado qUI: la crítica salíasobrando. La relación entre el libro y ellector debe ser directa e inmediata. Si elautor logró su intento, entonces ya estádicho todo lo que quería decir, con laclaridad u oscuridad necesaria, y de lamanera en que era necesario decirlo, en ellibro mismo. Si el lector no entiende, yalgún crítico entrometido viene, se interpo­ne entre la obra y el lector, y le explica loque quiere decir el autor, está suplantandoa la obra, y está eliminando definitivamentela posibilidad de que esa obra funcionecomo tal, es decir, con la intención precisadel autor, en una nueva lectura. Es como sialguien nos dijera 2 y 2 son 4, y antes deque nos llegara el sonido, otro estuvieraexplicando en una voz amable pero estentó­rea, "sí, porque mira, uno y uno son dos, yuno y uno son dos, y si juntas uno y uno yuno y uno..." con lo cual ya no entiendonada, ni me importa tampoco entenderlo.

Pero si tengo razón y la crítica salesobrando, ¿por qué sobrevive y medra, ycrece de tal manera su caudal y el conceptoque se tiene de su importancia, que prontohabrá más crítica que obras originales?Creo que se de be a varios motivos, elprimero de ellos es que en cuanto alguienadopta un tono solemne y autoritario, co­mo de médico, y pretende explicar o defi­nir cualquier cosa, siempre habrá un núme­ro bastante grande de crédulos que le hagancaso. Otro motivo es que resulta muchomás fácil y lucidor leer las críticas que lasobras criticadas. Además, requiere menostiempo. Se tarda uno menos en leer todaslas críticas contenidas en un suplementocultural que en leer una sola de las obrascomentadas. Un tercer motivo es la perezamental de la mayoría de la gente, queprefiere que le digan lo que debe pensar, apensar por sí misma. En cuanto a loscríticos, son dos los motivos principales deque se dediquen a tan inútil ocupación.

de Catalina, que humaniza las piedras, y ladIlgustia de siglos de los indios, que petrifi­can a los hijos. En ambos casos se busca lacreación de un momento, de una perpetui­dad que redima, saque de este ahora pavo­roso que viene desde un larguísimo antes.

Catalina es, posiblemente, el personajemás amargo de toda la producción literariade Rosario Castellanos. Es la encarnaciónde un ser que va de la preocupación aldolor, a la obsesión y a la psicosis. llevadentro de sí un aislamiento tan monstruosoque se refugia en una simulación que nadiele exigía y que no le satisface. Llega a crearun mito simplemente con la esperanza decreerlo ella misma, y es tal su divorciu dela razón que sólo en sus arrebatos míticos-que no místicos-, se siente viva. Por esose refugia en ellos para siempre, cuandosacrifica a su hijo adoptivo, pierde a susengendros y se le escapa de las manos el0bsecuente estupor del pueblo que la divi­nizara.

El personaje viene siendo, paso a paso,la evasión paulatina de las realidades de lamujer-desampare; pero esa huida significaun esfuerzo mental mayor cada vez, con elagravante de que cada uno de esos esfuer­zos es exhaustivo, fatigoso y casuístico.

Las elecciones que ofrecen este tipo devidas no son muchas y menos llegando a laspostrimerías, donde la reducción se agudizaal máximo: convencionalismo y sumisiónilimitada. De cualquier modo, se llega a laúltima instancia, al lasciate ogni speranzadel ser femenino.

La Niña Nides, de "Cuarta vigilia" signi­fica el fin de una vida vacía. Es la meta adonde han llegado una niña despierta einquisitiva, una joven soñadora y ambiciosa,una mujer con rencor y sin marido, unamadre que se quedó en la mera posibilidadde serlo, una solterona dispuesta a cual­quier cosa que no llega y que se arrima alos parientes. Todo el interés de esta paro­dia de vida plena ha pasado a la representa­ción de la riqueza, y no puede ni admitirque esa riqueza es imaginaria, ni dejar quese pierda, porque sería perder el últimopretexto para permanecer, y es tan desespe­rado su deseo que mata para seguir vivien­do, inmolando a algUien que pudo ser útil,en aras de algo que nunca lo fue.

La otra alternativa de esta mujer-desam­paro es ir llegando a los puntos sucesivospero impermeabilizándose paulatinamente,hasta convertirse en la "Cabecita blanca",cuyos últimos destellos de perspicacia sonsentirse amada por todos, en alguna formaque ella puede tipificar y que no es fácil deser descubierta por el resto del mundo,incluyendo a quienes se supone que laaman y que en realidad se limitan a cum­plir ciertos compromisos a fecha fija, no demuy buen grado, y le sonríen irrestricta­mente.

Así transcurre la existencia de esa mujer­desamparo, a través de distintas obras ydistintos personajes, que seguidos en con­junto se funden en una sola imagen total,en la que se agota la diversidad de fisono-

-, Imlas, porque no puede diversificarse lo queen nuestra vida cotidiana, nacional, latino­americana incluso, es único e indivisible: eldestino de nuestras mujeres.